Ensayo Procesal
Ensayo Procesal
Ensayo Procesal
Ante el panorama caótico como lo es el de la crisis causada por la pandemia del COVID-19,
se plantea una solución legislativa que pretende regular los aspectos más bien técnicos de los
tribunales. O bien, señalado de otro modo, se puede afirmar que mediante la función
legisladora que el mismo Estado les otorga, el Congreso aprobó esta normativa referente a
aquellos aspectos que se remiten al funcionamiento y mecanismos para operar de los
juzgados de primera y segunda instancia, además de considerar, también, a los
procedimientos referentes a la Excelentísima Corte Suprema y al Tribunal Constitucional.
En específico, con esta nueva ley se estipula la forma en que se procederá conforme a las
actuaciones judiciales, audiencias y la recepción de plazos y acciones interpuestas – plazos
que, mayoritariamente, se suspenden. Se plantea, con esto, una realidad novedosa a priori,
generada por la dificultad actual para llevar a cabo los asuntos de la forma en que se entiende
por usual; situación problemática que deviene, naturalmente, en problemas en la tramitación.
De esta manera, se puede plantear la siguiente interrogante: ¿qué rol cumple, en términos
procesales, la ley 21.226?
Si se analiza a la luz de su finalidad o espíritu, esta corresponde a una ley que busca – dicho
muy sintéticamente – resguardar la tutela jurisdiccional. Este “derecho fundamental al
proceso”1 que debe cumplir con ciertas características genéricas (ser racional y justo, con
acceso a los órganos jurisdiccionales, junto con todos los requisitos del debido proceso),
incluye ciertos “metaderechos de carácter procesal”2: el derecho a la igual protección de la
ley, y el del debido proceso.
En el caso presente, ante la crisis generalizada en que concurre toda la ciudadanía, existe una
traba para realizar los actos jurídicos procesales con la naturalidad con la que se realizarían
en cualquier otra circunstancia. Así que, viéndose entorpecido el proceder de las partes, de
los terceros y los mismos tribunales, fue menester buscar una solución para dar cabida al
proceso en el sentido que éste debería ser contemplado. Es decir, esta ley se creó para
solucionar un problema que remite al carácter inherente del derecho procesal, esto es, a la
naturaleza jurídica del proceso: la tutela jurisdiccional.
El proceso, definido por Figueroa Yávar y Morgado San Martín3, corresponde a “un medio
idóneo para dirimir imparcialmente, por acto de juicio o de autoridad, un conflicto de
relevancia jurídica mediante una resolución que, eventualmente, puede adquirir la autoridad
de cosa juzgada”. Y otra perspectiva relevante para entender este término es la de José
Chiovenda4, quien en la primera mitad del pasado siglo XX marcó sustancialmente el curso
de la doctrina italiana, y luego, la mayor parte del pensamiento jurídico de línea romanística.
Siguiendo —mediante la paráfrasis de su obra— la línea cognitiva que este autor plantea, el
proceso se vincula íntimamente con el concepto de relación procesal, donde se establece una
necesidad de índole social o estatal de amparar el conflicto de una de las partes, mediante la
administración correcta de la justicia, en pos de hacer primar el fin superior del derecho
propiamente tal.
Y esta relación, que busca el encauzamiento del conflicto jurídico, esto es, la finalidad última
del derecho procesal, dictaminada por la premisa vinculada a la paz social, necesita de
amparo y protección. No podemos proponer un ordenamiento jurídico que busque la paz
social si es que carecemos de un sistema protector, de resguardo, de control y seguridad en
cuanto a la aplicación del derecho. Precisamente es en esta circunstancia donde aplica la
3 F. Yávar, J. A., & Morgado San Martín, É. A.. (2013). Procedimientos civiles e incidentes.
LegalPublishing
4 Chiovenda, J. (1922). Derecho procesal civil. Tomo I. Instituto Editorial Reus. Madrid.
5 Couture, E. (2009) Fundamentos del Derecho Procesal Civil. 4ta Edición
6 Couture, E. (2009) Fundamentos del Derecho Procesal Civil. 4ta Edición
necesidad imperativa de la tutela jurisdiccional, que alberga en sí el pilar fundamental de toda
construcción sistemática de orden jurídico.
La tutela jurisdiccional se relaciona con el debido proceso ligada en virtud del género y la
especie, siendo ésta el género que abarca lo segundo. Dicho de un modo más bien amplio,
consiste en la función de los órganos de justicia de proteger o resguardar los derechos y
garantías procesales que todo individuo ha de tener.
De este modo, al resguardar estos derechos, se otorga también un deber a los órganos
encargados de impartir justicia, correlativo al derecho del justo funcionamiento en el sistema
judicial. Un ejemplo de esto se ve en el fallo de la Corte Suprema, donde se habla respecto
de las funciones del juez en el proceso, y se afirma que éste, en el transcurso del juicio, “debe
realizar un acto de indagación, que en su correcto desenvolvimiento determine la sustancia
última de las afirmaciones y peticiones de tutela jurisdiccional”7.
Pero la tutela jurisdiccional no está remitida únicamente al actuar de los tribunales de justicia,
sino que también se puede aplicar a las normas que lo regulan. Es decir, si el legislador
dictamina una ley con el fin de garantizar los principios de bilateralidad, de apreciación de la
prueba, impulso procesal, derecho al juez natural, igualdad procesal, etc., se encontrará
también actuando en pos de garantizar el proceso.
Aspectos generales
La ley 21.226 se dictó el veinte de abril de 2020, con motivo de la pandemia del COVID-19,
y que generó la necesidad de decretar un estado de excepción constitucional. Ante eso, los
tribunales no podían ejercer sus funciones de manera adecuada, ni las partes manifestar sus
Así, esta ley vino a solucionar esa suerte de anarquía jurisdiccional (haciendo alusión a los
procesos que en Chile hemos llamado como tal, donde se ha caracterizado por la presencia
del caos y el desorden institucional). Específicamente, son tres los puntos más relevantes que
esta ley solventa: el principio de bilateralidad, la apreciación de la prueba y el impulso
procesal.
Principio de bilateralidad
Apreciación de la prueba
Impulso procesal
5. CONCLUSIONES