Melgar Gomez Adriana Agrobiodiversidad PDF

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

Agrobiodiversidad y Agricultura Familiar en el distrito de

Quisqui, Huánuco

Tesis para optar el título de licenciada en Antropología

Adriana Melgar Gómez

Asesor: Alejandro Diez Hurtado

Noviembre, 2018
2

RESUMEN

Tomando como marco la declaración de la primera Zona de Agrobiodiversidad del


país en dos comunidades del distrito de Quisqui: San Pedro de Cani y Tres de Mayo
de Huayllacayán, esta investigación busca explorar la tensión entre la
agrobiodiversidad conceptualizada desde un enfoque teórico y la forma de
experimentarla y aprovecharla desde la práctica de las familias agricultoras. A partir
de enfocarme en los nuevos procesos de cambios y transformaciones que
caracterizan a la sociedad rural contemporánea, busco trascender las miradas
parciales de los proyectos de conservación de la agrobiodiversidad, que larga data
tienen en el distrito Quisqui, y explorar las nuevas oportunidades y trayectorias
familiares que muchas veces exceden el ámbito de la agrobiodiversidad, así como las
narrativas y distintas formas de valoración que se generan alrededor de la misma.
Este tipo de intervenciones, al no ubicar a las familias dentro de un contexto mayor,
terminan por reducir el espacio rural únicamente al ámbito de la conservación y
contribuyen así a crear una narrativa romántica y despolitizada de la situación de las
familias rurales de la zona.
3

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 5

1. APROXIMACIONES TEÓRICAS: AGROBIODIVERSIDAD Y AGRICULTURA


FAMILIAR ................................................................................................................ 10
1.1 Estado de la cuestión ............................................................................................. 11
La agrobiodiversidad desde la antropología ................................................................ 11
Agrobiodiversidad y productores ................................................................................. 23
1.2 Marco Teórico.......................................................................................................... 25
Agrobiodiversidad........................................................................................................ 26
Agricultura Familiar ..................................................................................................... 28
Estrategias Familiares ................................................................................................. 32
Balance ....................................................................................................................... 35
1.3 Lugar de estudio: San Pedro de Cani y Tres de Mayo de Huayllacayán ............. 36

2. PROYECTOS Y DISCURSOS DE AGROBIODIVERSIDAD ............................ 44


2.1 Historia de la conservación de la agrobiodiversidad ........................................... 44
2.1.1 Constitución de los discursos técnicos de la conservación ................................. 47
2.2 Perú: Promoción de la diversidad .......................................................................... 50
2.2.1 Fortalecimiento de la conservación de la agrobiodiversidad ............................... 52
2.2.2 Los proyectos en el distrito de Quisqui ............................................................... 54
2.2.3 Las Zonas de Agrobiodiversidad ........................................................................ 61
2.3 Agricultura Familiar y Agrobiodiversidad ............................................................. 63

3. AGRICULTURA Y ESTRATEGIAS FAMILIARES EN EL DISTRITO DE


QUISQUI .................................................................................................................. 65
3.1 Caracterización de la Agricultura Familiar ............................................................ 65
3.2 Características productivas ................................................................................... 67
3.3 Contexto externo y principales problemas ........................................................... 71
3.4 Familias productoras .............................................................................................. 75
3.5 Estrategias familiares: más allá de la agrobiodiversidad..................................... 86
3.6 Balance .................................................................................................................... 92
Tendencias generales ................................................................................................. 98
Los proyectos ............................................................................................................ 101

4. NARRATIVAS Y VALORES DE LA AGROBIODIVERISDAD ....................... 106


4

4.1 Narrativas locales y formas de valoración de la agrobiodiversidad .................. 106


4.1.1 Coincidencias y semejanzas ............................................................................ 117
4.1.2 Tensiones y encuentros ................................................................................... 118
4.2 Desafíos del discurso de la conservación........................................................... 121
4.3 Balance .................................................................................................................. 123

5. CONCLUSIONES ........................................................................................... 125

6. BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 133

7. ANEXOS ......................................................................................................... 143


5

INTRODUCCIÓN

Esta tesis trata sobre el contraste entre la agrobiodiversidad conceptualizada


desde una enfoque teórico y la que se promueve desde la práctica de las familias
agricultoras. En la última década, la diversidad de la agricultura se ha convertido en
un tema que ha captado la atención de los gobiernos y organismos internacionales.
Fenómenos globales como el cambio climático, la instauración de un sistema agrícola
industrial y la sobreexplotación de los recursos naturales han acentuado la paulatina
pérdida de esta diversidad. En un contexto en el que el crecimiento poblacional, la
urbanización y el aumento de los ingresos incrementan considerablemente la
demanda de alimentos, el depender de pocas variedades acarrea serios problemas
para el logro de la seguridad alimentaria del planeta (FAO, 2017). Según la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de
los 30 cultivos principales sobre los que se basa la seguridad alimentaria del planeta,
solo cuatro: arroz, trigo, maíz y papa, constituyen el 60% del aporte calórico a la dieta.
En este contexto, la conservación de la agrobiodiversidad se vuelve un fenómeno
global que requiere una atención prioritaria.

Particularmente en nuestro país, la discusión en materia de agrobiodiversidad


se enmarca en un proceso mayor de revalorización de la diversidad que inició en la
década del noventa (Oliart, 2004) y sentó las bases para la consolidación de un
discurso nacional que se reconoce y celebra como país mega diverso 1 .
Específicamente en el aspecto agrícola, Perú es un reconocido centro de origen y
diversificación de cultivos importantes para la alimentación y la agricultura a nivel
mundial (Ruiz, 2009). Por ello, no ha sido ajeno a las diversas iniciativas propias de
esta tendencia mundial que busca preservar la riqueza agrícola del planeta.

1
El Perú es considerado uno de los diez países megadiversos del mundo. Cuenta con una enorme diversidad
biológica, lo que incluye ecosistemas, especies y recursos genéticos (Comisión Nacional de Diversidad Biológica,
CONADIB).
[http://www.sernanp.gob.pe/documents/10181/88081/Peru-+Pais+Megadiverso.pdf/4f361370-434d-405f-986e-
2b4052219abf]
6

Una de las propuestas que más renombre ha logrado es la creación de las


“Zonas de Agrobiodiversidad”, designadas a identificar las áreas que concentran una
alta diversidad de cultivos, así como un sistema sociocultural organizado alrededor
de ella y a promover medidas que favorezcan a la conservación y contribuyan a la
implementación de políticas en beneficio de las familias agricultoras de la zona.

El 2015, la superficie compuesta por tres comunidades del distrito de Quisqui:


Tres de Mayo de Huayllacayán, Santa Rosa de Monte Azul y San Pedro de Cani, fue
declarada la primera Zona de Agrobiodiversidad de país 2 . Esto fue resultado del
esfuerzo de una serie de intervenciones que sensibilizaron el tema de la conservación
y el aprovechamiento sostenible de la enorme riqueza agrícola que caracteriza al
distrito. Estos proyectos, sin embargo, usualmente operan a partir de una
determinada forma de concebir y conceptualizar la agrobiodiversidad, que no
necesariamente se encuentra alineada con las concepciones locales y no siempre
coincide con las prácticas y los objetivos que las familias productoras se plantean.

Es por ello que el objetivo de esta tesis es explorar cómo se practica y valora
la agrobiodiversidad desde los agricultores familiares del distrito de Quisqui, tomando
como gran marco contextual los nuevos procesos que caracterizan al escenario rural
contemporáneo. Para ello, planteo tres ejes centrales. Primero, analizo el contexto
general y los procesos que conllevaron a la implementación de intervenciones en pro
de la conservación de la agrobiodiversidad en el distrito y describo las características
del discurso técnico de los proyectos de conservación. Luego, presento las
estrategias que las familias agricultoras realizan en un contexto reconocido por su
vasta diversidad agrícola, y las analizo en función a las nuevas oportunidades que el
nuevo panorama rural ofrece. Finalmente, expongo las percepciones y valoraciones
locales que existen alrededor de la agrobiodiversidad y analizo qué tanto dialogan con
el discurso técnico del proyecto. El ubicar a las familias dentro de un contexto mayor
y cambiante permite trascender las miradas parciales de los proyectos que reducen
la agricultura familiar al ámbito de la conservación de la agrobiodiversidad y explorar
los nuevos objetivos y oportunidades a las que estas acceden.

2
Ver Anexo Nº 1.
7

El concebir la agrobiodiversidad como una condición per se y, por tanto, la


conservación de la misma como una práctica aislada, deja de lado aspectos
históricos, políticos, sociales y económicos importantes que configuran la vida de los
pequeños agricultores. Es imprescindible aterrizar las nociones románticas de los
proyectos y deconstruir esas formas rígidas de pensar la agricultura y, en última
instancia, la ruralidad. Lo central descansa en ir más allá de la visión simplista que
enaltece solo ciertos aspectos de nuestra riqueza agrícola y enfocar la atención en
las verdaderas preocupaciones y prácticas de las personas que conviven con ella.
Este punto es central sobre todo teniendo en cuenta que Huánuco, a pesar de poseer
una alta diversidad agrícola y condiciones favorables para el desarrollo de la
agricultura, se encuentra entre los cinco departamentos con mayor índice de pobreza
y pobreza extrema del país3, situación que invita a reflexionar sobre la paradoja que
vincula la riqueza agrícola y la pobreza monetaria.

A partir de ello es pertinente preguntarse, ¿las bondades agrobiodiversas del


territorio están generando realmente beneficios significativos para los agricultores?
¿Es realmente favorable vivir en un espacio caracterizado por la riqueza agrícola?
Las implicancias del discurso que resalta y celebra una diversidad que aparentemente
está dada y le atribuye valoraciones solemnes y esencialistas a las prácticas
campesinas, contribuye a seguir valorando el pasado sin pensar en el presente y
alimenta y refuerza una narrativa romántica, positiva y despolitizada de la situación
de las familias rurales andinas.

En este sentido, tomando como gran contexto la declaración de la Zona de


Agrobiodiversidad, lo que busco es mostrar la tensión que existe entre la
agrobiodiversidad teórica y la agrobiodiversidad práctica. A partir de enfocarme en las
actividades concretas de las familias, discuto la mirada parcial y reduccionista de los
proyectos que solo se enfoca en la conservación sin ubicar a las familias
integralmente en un contexto mayor. Por el contrario, propongo ampliar la mirada al
considerar otro tipo de factores que permean las decisiones de las familias.

3
Instituto Nacional de Estadística e Informática (2017).
8

La información presentada en esta tesis es producto de un trabajo de campo


de dos meses en dos comunidades de la Zona de Agrobiodiversidad: San Pedro de
Cani y Tres de Mayo de Huayllacayán. En términos generales, desarrollé un enfoque
metodológico de corte etnográfico que prioriza el recojo de información a partir de
fuentes primarias. Las técnicas que implementé para la recopilación de la información
fueron las entrevistas semi-estructuradas, las conservaciones informales y la
observación participante; esta última fue central durante todo el trabajo de campo. De
manera complementaria, la revisión de fuentes secundarias (archivos, mapas, fichas
técnicas, etc.) me permitieron acceder a datos y aspectos institucionales de la
agricultura en el distrito. En total, realicé 30 entrevistas semi-estructuradas a
pequeños agricultores (14), agricultores conservacionistas (6), funcionarios del
estado (5) y miembros de la organización IDMA4 (5). Específicamente en el caso de
los agricultores, complemente la información obtenida con inventarios de los cultivos
y activos de las diez familias que tome como muestra base para el análisis de las
prácticas y estrategias. No obstante, sostuve conversaciones informales con un
número mayor de agricultores, técnica que prioricé obtener información sobre las
narrativas y valoraciones locales.

Esta tesis está dividida en cinco partes. La primera corresponde a la


presentación de las principales corrientes y estudios que abordan el tema de la
agrobiodiversidad desde la antropología y disciplinas afines. En ella también defino el
marco conceptual de la investigación. Luego de esto, en la segunda parte realizo un
recuento de los principales procesos que confluyeron en la revalorización y
conservación de la agrobiodiversidad, que, en última instancia, conllevaron a la
declaración de la Zona de Agrobiodiversidad en el distrito. En esta misma línea,
analizo también la constitución del discurso técnico que determina y permea el
accionar de los proyectos y cierro esta sección con un balance que muestra los nexos
entre la agrobiodiversidad y la agricultura familiar, que es útil para introducir lo
abordado en la tercera y cuarta sección: las prácticas y valoraciones de los pequeños
agricultores, respectivamente.

4
Instituto del Desarrollo y Medio Ambiente.
9

El foco de atención en la tercera parte son las estrategias y prácticas que las
familias desarrollan. Para ello, presento una breve caracterización de la agricultura
familiar en el distrito, lo que incluye la descripción de las prácticas agrícolas y los
principales problemas a los que se enfrentan los pequeños agricultores. A partir de
ello, realizo un balance sobre la diversidad estrategias (campesinas y no campesinas)
de las familias rurales. En el cuarto capítulo me enfoco en el tema de las narrativas y
valoraciones que se generan alrededor de la agrobiodiversidad. De esta manera,
contrasto los discursos locales con los técnicos y presento los límites del discurso de
la conversación. Por último, las conclusiones hacen un balance de los principales ejes
temáticos y concluyo con una reflexión respecto a las vinculaciones entre la
conservación de la agrobiodiversidad, las prácticas de las familias y los cambios en
el escenario rural.
10

1. APROXIMACIONES TEÓRICAS: AGROBIODIVERSIDAD Y AGRICULTURA


FAMILIAR

El desarrollo teórico revisa la literatura relevante sobre las principales


corrientes en las que se agrupan los estudios antropológicos sobre la
agrobiodiversidad. No obstante, dado el carácter amplio del término, algunas de las
investigaciones realizadas son de carácter interdisciplinario, por tanto, ciertos trabajos
integran la antropología con otras disciplinas, tales como la agronomía, la
agroecología, la economía o la biología. Asimismo, en coherencia con los fines de la
investigación, la revisión se limita a los estudios que abordan el tema de los recursos
fitogenéticos5 aprovechados, específicamente, para la alimentación y la agricultura. A
partir de esto, elaboro un balance en base a los estudios y corrientes que centran la
atención en el punto de vista de los agricultores.

En la siguiente sección, presento y describo los tres conceptos que enmarcan


teóricamente la investigación. Primero, a partir de la literatura presentada, acoto y
defino el término de agrobiodiversidad; luego, describo el concepto de agricultura
familiar y lo contextualizo de acuerdo al panorama local; finalmente, presento el
concepto de estrategias familiares y realizo un balance entorno a la relación de estos
tres conceptos.

Por último, elaboro una descripción de las comunidades donde realicé la


investigación y describo brevemente los cambios y procesos actuales en los que se
enmarcan.

5
Término que incluye la diversidad de variedades cultivadas y no cultivadas.
11

1.1 Estado de la cuestión

La agrobiodiversidad desde la antropología

Si la biodiversidad hace referencia a la variedad y variabilidad de organismos


vivos y a los ecosistemas de los cuales forman parte (PNUMA, 1993), la
agrobiodiversidad 6 puede ser entendida como la biodiversidad cultivada; es decir,
intervenida y manejada para el provecho humano (FAO, 1998). Al referirse el
concepto a las especies que han sido domesticadas, el factor humano resulta
fundamental en la definición. Es por ello que la antropología no ha sido ajena al
estudio de la agrobiodiversidad; "las variedades locales son manejadas y
dependientes de la actividad humana y por tanto un foco de investigación
antropológica7” (Orlove y Brush, 1996, p. 339). A continuación, presento un recuentro
de las principales corrientes de estudio e investigaciones antropológicas en torno al
tema de la agrobiodiversidad.

Las primeras aproximaciones al estudio de la agrobiodiversidad desde la


antropología se pueden dividir en dos grandes fases. La primera, influenciada por la
etnobiología y la segunda, por la etnoecología.

Durante el siglo diecinueve y comienzos del veinte, la antropología estuvo


ligada al mundo de las ciencias naturales. Uno de los nexos en los que esta disciplina
se encontraba con el mundo natural era en la etnobiología, definida como “la
utilización de la vida animal y vegetal por los pueblos primitivos8” (Castetter, 1994 en
Berlin 1992, p. 4). Los estudios de esta fase se enfocaban en identificar los procesos
de domesticación de los cultivos por parte de dichas sociedades y reconstruir así la
evolución de los mismos (Orlove y Brush, 1996). En 1947, influenciado por la

6
A lo largo del texto utilizaré los términos agricultura biodiversa, recursos fitogenéticos, variedad de cultivos y
diversidad agrícola para referirme a lo mismo.
7
Traducción propia.
8
Traducción propia.
12

propuesta de Franz Boas de la “etnografía de rescate9”, J. P. Harrington10 se propuso


identificar las plantas y los usos económicos de dichas sociedades antes de que estas
desaparezcan, implantando así un sesgo económico que marcaría los estudios de
esta primera fase (Ellen, 2006).

La trascendencia de los enfoques económicos y materialistas es lo que marca


el quiebre entre la primera y la segunda fase, el cual se ve materializado en la
publicación del antropólogo Harold Conklin (1954), quien, a partir de su experiencia
con los Hanunóo estudiando el uso e identificación de más de 92 variedades de arroz,
afirmó que las sociedades indígenas poseen un entendimiento detallado y complejo
de la agrobiodiversidad con la que conviven. Así, los estudios de la segunda fase,
ubicados dentro del marco de la etnoecología11, no se enfocaban únicamente en el
registro y clasificación, sino que buscaban comprender cómo los seres humanos
conceptualizan y clasifican el mundo en el que viven, prestándole especial atención a
las percepciones locales (Ellen, 2006).

Durante este periodo, a mediados del siglo veinte, surge en la antropología la


corriente de la ecología cultural, cuyos principales exponentes fueron Julian H.
Steward y Leslie White. Esta corriente buscaba comprender la relación entre el
comportamiento humano y el ambiente al enfocarse en los procesos por los cuales
un grupo humano se adapta socioculturalmente a su entorno (Orlove y Brush, 1996).
Respecto al tema de la agrobiodiversidad, estudios como los de Bellon (1991), Brush
(1992) y Dennis (1987) se han enfocado en analizar la relación entre el
comportamiento de los agricultores y las variedades locales, poniendo énfasis en la
determinación del medio.

Cleveland y Murray (1997) constatan otra entrada teórica para el estudio de la


agrobiodiversidad: la antropología aplicada. Por un lado, un grupo de estudios de esta
corriente se encuentra dentro del marco de los proyectos de desarrollo, donde el
trabajo con las sociedades campesinas tiene como fin facilitar las intervenciones. En

9
Propuesta que buscaba registrar las prácticas de las sociedades “primitivas” antes de que estas se extingan como
resultado de la expansión de la modernización (Diccionario de las Ciencias Sociales, 2002).
10
Lingüista y etnólogo estadounidense autor de “Tobacco among the Karuk Indians of California” (1932).
11
Disciplina que explora cómo la naturaleza es visualizada y clasificada por los distintos grupos humanos (La
Enciclopedia de Antropología, capítulo: Etnoecología, 2006).
13

estos casos, los antropólogos forman parte de un equipo técnico interdisciplinario y


su labor reside en recoger las concepciones locales e identificar las prácticas
agrícolas de los campesinos con el fin de garantizar el logro de los objetivos del
proyecto de desarrollo. Por otro lado, están los estudios que adoptan una mirada más
crítica y se enfocan en debatir sobre los aspectos éticos de la incorporación del
conocimiento local en dichos proyectos. En esta línea, Sillitoe (1998) cuestiona la
manera de aproximarse y estudiar la realidad por parte de las diversas disciplinas,
entre ellas la antropología, y debate acerca de la validez del conocimiento experto y
los desencuentros a la hora de trabajar con poblaciones locales.

En el mundo de las intervenciones para la conservación de la


agrobiodiversidad interactúan diversos actores: agencias estales, ONGs, la
cooperación internacional y las familias campesinas. Todas ellas con diversas formas
de aproximarse a la agrobiodiversidad, lo que la convierte en un campo en constate
disputa donde cada grupo la defiende desde parámetros y praxis propias (Acosta-
Naranjo y Rodríguez-Franco, 2013). Particularmente en Perú, el estudio de Vargas
(2014) analiza las experiencias de manejo de agrobiodiversidad con enfoque de
interculturalidad implementadas por el Programa BioAndes en la provincia de
Canchis, Cusco e invita a reflexionar sobre las tensiones entre los saberes locales y
el conocimiento experto en los Andes, en un contexto en el que la recuperación de
los conocimientos locales se considera fundamental para la conservación de la
agrobiodiversidad.

Por otro lado, desde la ecología política y la economía rural se han realizado
investigaciones que se enfocan en las lógicas productivas de las familias campesinas
(Kervyn, 1987; Mayer, 2004; Figueroa, 1981; Fonseca, 1972). Estos estudios
posibilitan una mirada práctica y concreta del manejo de los recursos
medioambientales por parte de las poblaciones locales. Al centrarse en los aspectos
productivos, se alejan de las visiones estáticas y muchas veces románticas de
estudios previos que se enfocan, más bien, en los conocimientos locales. Si bien
ninguno de estos estudios aborda directamente el tema de la agrobiodiversidad como
tal, sino como diversidad de cultivos, son útiles en la medida que analizan el desarrollo
de un sistema agrícola en un territorio geográficamente accidentado como lo es el
espacio andino. Así, indagan en temas como la verticalidad, el barbecho sectorial y
14

los pisos ecológicos (Murra, 1975; Golte, 1980), la zona de producción y la diversidad
de cultivos (Mayer, 2004; Fonseca y Mayer, 1988) y la aversión al riesgo (Earls, 1991;
Figueroa, 1981).

Además de las entradas teóricas expuestas, Veteto y Skarbo (2009) han


identificado nueve áreas de investigación en las cuales se pueden catalogar los
estudios antropológicos de la agrobiodiversidad. Las cuatro primeras son áreas más
tradicionales, mientras que las demás están relacionadas a aspectos
contemporáneos.

Dentro de los estudios tradicionales, el primer gran tema que identifican integra
los estudios que comprenden la corriente de la (1) conservación de la
agrobiodiversidad, área que surge a partir de las advertencias científicas sobre los
peligros de la erosión genética12. Según Harlan y Martini (1936), en 1930 los primeros
científicos empezaron el proceso de recolección, conservación y crianza de materia
vegetal de diferentes partes del mundo (Hawkes, 1983). Como consecuencia de la
Revolución Verde, la pérdida y degradación de las variedades continuó y se
incrementó por los siguientes treinta años. Esta estimuló la industrialización de la
producción agrícola, introdujo nuevas tecnologías y reemplazó los cultivos
tradicionales por variedades modernas con el fin de aumentar la producción (Evenson
y Gollin, 2003), con lo cual reforzó la paulatina subutilización de los cultivos no
comerciales.

Es en este contexto de temor porque el desmesurado uso de agroquímicos, la


estandarización y la mecanización de la agricultura acreciente la pérdida de la
diversidad genética y afecte negativamente la alimentación mundial que se reforzaron
las prácticas de conservación ex situ13 . En este proceso, los bancos de germoplasma
cumplieron un rol central en la tarea de conservar y asegurar la disponibilidad de los
recursos fitogenéticos en caso de que alguna catástrofe ocurriese (FAO, 1996).
Según cifras de la FAO (1998), para el año 1996, los bancos de genes poseían más
de 6 millones de cultivos, y para el 2010, estos habían aumentado a 7.4 millones.

12
Término que hace referencia a la pérdida de diversidad biológica.
13
Método de conservación de los recursos genéticos fuera de sus hábitats naturales. Durante años se consideró la
forma ideal para conservar los cultivos (FAO, 1996).
15

La conservación ex situ fue el paradigma de conservación hasta fines de los


ochentas, momento en que se demostró que la agrobiodiversidad se conservaba
mejor “en el entorno donde han desarrollado sus propiedades distintivas 14” (PNUMA,
Convención de Diversidad Biológica, 1993, artículo 2). Así, surgió la propuesta de
conservación in situ, que se ha posicionado hasta la fecha como el paradigma
deseable de conservación (Maxted et al., 1997). La lógica que se sigue es que ante
cualquier alteración climática, las variedades son más resilientes y se conservan
mejor en el medio en el que habitan. En esta modalidad de conservación, los
agricultores cumplen un rol fundamental, puesto que es a partir del manejo y uso
cotidiano de la agrobiodiversidad que estas variedades se conservan (Brush, 2000).

Según Veteto y Skarbo, el término diversidad biocultural describe la relación


existente entre la diversidad biológica y la diversidad cultural “y refleja no solo que la
biodiversidad ha sostenido a todas las culturas del mundo, sino también que los
agricultores han cultivado el desarrollo de la plétora mundial de variedades de cultivos
a través de sus prácticas culturales15” (2009, p. 77). En este sentido, los estudios que
se inscriben en el ámbito de la conservación parten de la idea de que si se afecta las
variedades locales, indiscutiblemente se va a alterar la vida social y cultural
organizada alrededor de la agrobiodiversidad. Así, mientras que las intervenciones
apuntan a conservar la diversidad de cultivos, los antropólogos buscan estudiar y
asegurar la persistencia de los sistemas socioculturales que se forman alrededor de
la diversidad agrícola (Anderson et al., 1987; Nazarea, 1998; Brush, 1992; Bellon,
1991, 2004). Orlove y Brush (1996) sostienen que el trabajo antropológico en el
ámbito de los proyectos y estudios de conservación es de trascendental importancia
en la medida que en estos simbolizan un encuentro entre la población local con
agentes externos. En estos casos, la intervención antropológica no solo contribuye a
documentar el conocimiento local y caracterizar las prácticas locales que influencian
y determinan la selección y conservación de las variedades de los cultivos, sino
también a mediar el diálogo entre las comunidades y las organizaciones.

14
Traducción propia.
15
Traducción propia.
16

La segunda trayectoria de estudios es la que hace referencia a la (2) toma de


decisiones de los agricultores y el mantenimiento de la agrobiodiversidad (Farmer
Decision Making). Esta corriente se enfoca en estudiar los motivos por los cuáles los
productores escogen mantener las variedades locales, incluso cuando las presiones
sociales y económicas amenazan su continuidad (Veteto y Skarbo, 2009). Para ello,
buscan acceder a las motivaciones de los agricultores y a los factores que los llevan
a tomar decisiones.

Los hallazgos evidencian que las razones del mantenimiento de determinadas


variedades son múltiples; van desde la capacidad de adaptación de algunas de ellas
a las condiciones agroecológicas de la localidad (Perales et al., 2003) hasta la
influencia de las presiones del mercado (Brush y Meng, 1998). Otros se inclinan por
explicaciones culturalistas: Rhoades (1984), por ejemplo, muestra cómo los aspectos
culinarios son determinantes a la hora de decidir sobre qué variedades cultivar y
cuáles destinar al consumo o al mercado; Perrault (2005), en cambio, encuentra dos
explicación respecto a las decisiones sobre el manejo de los cultivos: por un lado,
ligadas a la seguridad alimentaria familiar y, por otro, a la importancia simbólica de
los productos locales como marcadores de la identidad cultural. Con esto contradicen
la noción generalizada de que las decisiones están condicionadas únicamente por
factores ecológicos o económicos.

Esta corriente de estudios se enmarca dentro del paradigma de la racionalidad,


pues, en última instancia, busca demostrar cómo “el mantenimiento de la diversidad
de variedades autóctonas responde a una estrategia racional de los pequeños
agricultores16” (Skarbo, 2012, p. 6). Ante esto, Brush objeta que “en estos análisis de
rational choice, la cultura se vuelve un factor residual usado para explicar la diversidad
que no ha sido explicada por las decisiones individuales17” (2004, p. 258). Con esto
propone que estudios de esta línea deberían ser complementados con los abordan el
tema de la identidad cultural, aspecto que considera juega un rol fundamental en la
toma de decisiones. Es en base a esta discusión que Nazarea (1995, 1998)

16
Traducción propia.
17
Traducción propia.
17

argumenta que las decisiones de los agricultores respecto a qué cultivar no responden
únicamente a una lógica racional, sino también a recuerdos y valores culturales.

Es así como surge la trayectoria de investigación (3) memoria cultural y bancos


de memoria. Los estudios de esta área desarrollan la idea de que la memoria cultural
cumple un rol primordial en el proceso de selección y manejo de la agrobiodiversidad
(Nazarea, 2006). En concreto, la lógica que se sigue es que los agricultores, al
mantener una estrecha relación con los productos que cultivan, poseen una memoria
multifacética de los mismos, que se caracteriza por un entendimiento minucioso de
los códigos genéticos y propiedades de las semillas. Este conocimiento técnico,
desarrollado a partir de la convivencia con los cultivos a lo largo de los años,
combinado con los aprendizajes individuales de los agricultores respecto a su
experiencia particular y social, es lo que permite el desarrollo de una memoria cultural
que asegura la conservación de la agrobiodiversidad (Nazarea, 1998). “Esta memoria
cultural es una combinación de la experiencia, encarnación sensorial en el
aprendizaje social18” (Skarbo, 2006, p. 7).

A partir de este razonamiento Nazarea desarrolló la estrategia de los “bancos


de memoria”, que busca recolectar información cultural y agroecológica sobre, por
ejemplo, el conocimiento aplicado, las creencias, los rituales, las tecnologías y las
prácticas productivas, a través de diversos métodos como las historias de vida,
encuestas socioeconómicas o entrevistas (Nazarea, 1998; Valladolid y Apffel-Marglin,
2001). Si bien no tuvo gran acogida, si “fue muy exitosa en agregar un fuerte
componente cultural a los proyectos de agrobiodiversidad tanto en espacios locales
como regionales” (Veteto y Skarbo, 2009, p. 76).

La última área que compone las trayectorias clásicas son los estudios de los
(4) huertos familiares o jardines de casa (homegardens). Desde la literatura
(Eyzaguirre y Linares, 2004; Cleveland y Soleri, 1987; Tapia y De la Torre, 1998),
estos han sido definidos como espacios socialmente construidos dentro de una
unidad familiar que son manejados por los miembros que la integran para asegurar la
subsistencia y la producción para la venta. Así, además de proveer diversas

18
Traducción propia.
18

variedades de cultivos, contribuyen a la reproducción de la identidad cultural


(Eyzaguirre y Linares, 2004). Desde la antropología, estos estudios se han abordado
a partir de diversas entradas. Por ejemplo, estudios como el de Angel-Pérez (2004)
enfatizan el rol que cumplen los jardines como una estrategia de subsistencia y
manejo de los recursos naturales. En la misma línea, Cleveland y Soleri (1987)
evidencian la importancia de los huertos caseros para generar estrategias de
desarrollo sustentable, argumentando que estos contribuyen a mejorar la calidad
nutricional, los ingresos y la producción de alimentos. Por último, estudios que han
adoptado un enfoque de género se centran en la importancia del trabajo femenino en
el mantenimiento, tanto material como simbólico, de los huertos (Tapia y De la Torre,
1998).

En cuanto a las trayectorias contemporáneas, Veteto y Skarbo (2009)


identifican cinco: (5) Agrobiodiversidad y Cambio Climático, (6) Migración y
Agrobiodiversidad, (7) Agrobiodiversidad y Alimentación, (8) Agrobiodiversidad en el
Norte Global y (9) Agrobiodiversidad y Sostenibilidad.

Respecto al primer tema, existe una amplia gama de autores que se han
aproximado al fenómeno del cambio climático desde la antropología (Vedwan y
Rhoades, 2001; Orlove, 2005; Magistro y Roncoli, 2001). No obstante, a pesar de los
contantes llamados de atención respecto a los efectos de las alteraciones climáticas
sobre la diversidad agrícola, las investigaciones antropológicas son aún escasas. La
premisa que aboga por la producción de más estudios que vinculen ambos temas es
que la agrobiodiversidad es fundamental para la adaptación al cambio climático, pues
mientras mayor es la variedad de cultivos, más posibilidades existen de que alguno
de ellos sobreviva ante cualquier fenómeno climático. El rol de la antropología en
estos casos, estaría en trabajar con las poblaciones que manejan los cultivos, pues
se asume que los sistemas agrícolas tradicionales pueden proveer una diversidad de
respuestas de adaptación al cambio climático (Kotschi, 2007). Además, estudios que
conecten el cambio climático, la agrobiodiversidad y la antropología son importantes
debido a que se centran en casos particulares y se preocupan por entender la
variación climática a nivel comunitario, tomando en cuenta percepciones e
indicadores locales, lo que contribuye a complementar la información obtenida por los
estudios científicos a gran escala.
19

Del mismo modo, lo estudios sobre migración y agrobiodiversidad son también


escasos. No obstante, las pocas investigaciones de esta área ponen en evidencia la
influencia del fenómeno migratorio en la pérdida o persistencia de las variedades
locales (Veteto y Skarbo, 2009). Analizan no solo el intercambio biológico, sino el
factor cultural que está ligado al traslado de los cultivos de una localidad a otra
(Airriess y Clawson, 1994). Por ejemplo, Nguyen (2003) estudia cómo los huertos de
los inmigrantes recrean los paisajes de sus centros natales al incorporar cultivos
locales a sus nuevos hogares. Vogl y otros (2002), en cambio, analizan el caso
contrario y evidencian la pérdida de diversidad en los casos de emigración. Si bien
esta trayectoria no ha tenido mucho reconocimiento, Veteto y Skarbo afirman que “la
aplicación de los estudios de la agrobiodiversidad en las poblaciones de migrantes en
un contexto de un mundo globalizado es un paso necesario para el entendimiento de
la pérdida o conservación de la biodiversidad de cultivos19” (2009, p. 78).

La tercera trayectoria contemporánea de estudios antropológicos sobre la


agrobiodiversidad es la relacionada a la alimentación. A diferencia de las dos
anteriores, la literatura antropológica sobre la alimentación, comida y culturas
culinarias es amplia y variada (Weismantel, 1988; Paulson, 2006; Mintz y DuBois,
2002; Phillips, 2006). Particularmente estudios como los de Graham (2003), Camacho
(2005) y Skarbo (2005) se han concentrado en localidades andinas. Si bien los
estudios clásicos de esta área no se concentran específicamente en la
agrobiodiversidad, sí ponen en evidencia la importancia de los sistemas y cultura
alimentaria y su relación con la diversidad agrícola.

La relación entre la agrobiodiversidad y la cultura alimentaria local es


constatada en diversos estudios. Por ejemplo, Smale y otros (1998) muestran cómo
en México las múltiples variedades de maíz se mantienen debido a la existencia de
platos culinarios que requieren de la diversidad de este producto para sus
preparaciones. Por otro lado, Yon (2015) vincula la pérdida de los cultivos con los
cambios en los patrones alimenticios debido a la entrada de productos industriales a
las comunidades. En cambio, estudios como los de Brush (2004) y Zimmerer (1996)

19
Traducción propia.
20

muestran cómo a pesar de los cambios producidos por la articulación de las


comunidades al mercado y por la transformación de los sistemas productivos, las
culturas alimentarias no se ven afectadas; pero esto no se traduce necesariamente
en el mantenimiento de la variedad de cultivos.

La dos últimas áreas de investigación antropológica, Agrobiodiversidad en el


Norte Global y Agrobiodiversidad y Sostenibilidad, son las más recientes y menos
estudiadas. La primera surge como una respuesta a las visiones que sostenían que
en los llamados países desarrollados las variedades locales habían sido
reemplazadas por cultivos modernos como consecuencia de la instauración del
sistema agrícola industrial (Pollan, 2017; McDonald, 2001). Bajo esta lógica, los
estudios debían enfocarse en la agrobiodiversidad de los países del hemisferio sur,
donde aún persisten los cultivos y variedades locales. Los antropólogos que deciden
realizar sus investigaciones en el hemisferio norte trabajan en las áreas que no han
sido alcanzadas por el modelo de la agricultura industrial; por ejemplo, con
poblaciones como los Amish, Hopi, Nativos Americanos y Appalachians (Veteto,
2008).

Por último, la otra corriente se encuentra ligada al surgimiento de los


movimientos ecologistas alrededor del mundo. Específicamente a movimientos y
programas de agricultura orgánica y agroecología20. En la década de los ochentas y
noventas se consolidó una corriente académica orientada a los estudios de a de
agroecología 21 (SOCLA, 2015), cuestión que promovió la incorporación de la
producción sostenible en las agendas de diversas ONGs 22 . En este proceso, la
antropología fue una de las disciplinas que mostro interés por los temas relacionados
a las prácticas sostenibles. Por ejemplo, existen diversos trabajos que se concentran
en estudiar las redes de apoyo comunitario para la mejora de la agricultura y el
acercamiento entre la población urbana y la rural (Durrenberger, 2002), las
estrategias de los mercados orgánicos (Andreatta y Wickliffe, 2002) y los mercados
campesinos y su relación con la agricultura sostenible (Andreatta, 2000). No obstante,

20
MAELA (Movimiento Agroecológico LatinoAmericano), CLADES (Consorcio LatinoAmericano de
Agroecología y Desarrollo), IFOAM (Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Ecológica).
21
Consolidada gracias a la creación de la Sociedad Científica LatinoAmericana de Agroecología (SOCLA).
22
CET (Centro de Educación y Tecnologías), Centro IDEAS, CIED (Centro de Investigación y Desarrollo).
21

“a pesar de la relevancia de la agricultura sostenible como un tema antropológico,


poco se ha hecho para investigar la importancia y desafíos de incorporar la
agrobiodiversidad a sistemas alternativos y sustentables23” (Veteto y Skarbo, 2009,
p. 81).

Si bien estas son las grandes áreas en las que se catalogan los estudios,
existen una serie de discusiones teóricas que contribuyen al debate académico sobre
la agrobiodiversidad en las ciencias sociales. Por ejemplo, Acosta-Naranjo y
Rodríguez-Franco (2013), en un estudio realizado en Andalucía, analizan y discuten
la interacción entre los actores sociales, los sistemas expertos y las instituciones
alrededor del tema del manejo de la diversidad agrícola. Tomando como contexto el
paradigma de la Nueva Ruralidad en España, se enfocan en identificar los intereses
de los actores que interactúan alrededor de la agrobiodiversidad y sus estrategias en
cuanto a la recuperación de variedades locales en un contexto de redefinición de los
los territorios y espacios rurales.

En cuanto al panorama nacional, la ponencia de Patricia Oliart (2004) en el


Sepia X, aborda el tema de los desafíos políticos, sociales y científicos de ser un país
megadiverso. Específicamente, discute la idea generalizada de aprovechar
económicamente nuestros recursos naturales basándose en las implicancias que trae
consigo pensar la diversidad con un activo para generar únicamente un beneficio
económico. Lo interesante del análisis que realiza es que vincula la biodiversidad (que
incluye a la agrobiodiversidad) con el discurso neoliberal sobre el desarrollo,
fundamentado en la idea de aprovechar nuestras ventajas comparativas. “Si bien es
cierto que ser un país megadiverso constituye una ventaja comparativa en el mercado
internacional, promover la apreciación de la biodiversidad partiendo del valor
monetario que otros le darán puede conducir a la depredación de esos recursos antes
que a su manejo adecuado y proyectado hacia el futuro” (2004, p. 428). De igual
manera, Pulgar-Vidal (2002), también se encuentra entre quienes advierten sobre los
peligros de guiar nuestras prácticas aspirando únicamente al crecimiento económico.
En el Sepia IX, hizo un llamado a reflexionar sobre la paradoja que existe alrededor

23
Traducción propia.
22

del tema de la diversidad, donde las localidades que más riqueza agrícola poseen,
son las que más marginadas han estado históricamente.

Esta reflexión guarda relación con la teoría que sostiene que la


agrobiodiversidad se encuentra en los márgenes; es decir, en áreas históricamente
marginadas que escapan a los sistemas alimentarios basados en largas escalas y
grandes distancias (Nazarea 2005; Ellen y Platen, 2011). En Perú, María Scurrah
(2012), evidencia la correlación existente entre agrobiodiversidad y pobreza al
analizar los índices de desnutrición crónica del país, donde, paradójicamente, son las
áreas que albergan una enorme diversidad de cultivos las que presentan los índices
más elevados de pobreza y pobreza extrema.

En esta misma línea, Claverías y Quispe (2002) reflexionan sobre los procesos
históricos que influyeron en la reducción de los cultivos, haciendo énfasis en los
grandes cambios que vivió el país en la década del 90, específicamente en relación
al crecimiento económico. Al prestarle atención a aspectos políticos y económicos,
discuten la idea de atribuirle únicamente la responsabilidad de la erosión de
variedades a factores ambientales.

En suma, la literatura revisada muestra que los estudios antropológicos sobre


la agrobiodiversidad abordan el tema desde distintas entradas teóricas, que van
desde las acciones y decisiones de los agricultores sobre los cultivos, los proyectos
de conservación o la influencia del cambio climático sobre la agrobiodiversidad, hasta
el estudio de los sistemas alimentarios locales para el mantenimiento de la
agrobiodiversidad, los cambios en los cultivos como efecto de los flujos migratorios o
la importancia de las memorias culturales que se forjan alrededor de las variedades
cultivadas. De las trayectorias presentadas, sin embargo, son solo algunos los
estudios que buscan comprender el punto de vista y resaltar la agencia de los
agricultores.
23

Agrobiodiversidad y productores

De las nueve áreas presentadas, la referente a la toma de decisiones de los


agricultores es la que más resalta la agencia de los campesinos. Por ejemplo,
estudios como el realizado por de Ellen y Platen (2011), al enfocarse en las redes de
semillas, pone en evidencia las acciones de los productores en cuanto al
mejoramiento de semillas y selección genética y los colocan como impulsores de la
diversificación y el mantenimiento, desmintiendo así la noción de que el mejoramiento
es una práctica dirigida únicamente por expertos. Asimismo, si bien muchas veces las
investigaciones de esta área (Rhoades 1984; Perreault 2005; Brush, 2004) forman
parte del repertorio mayor de ciertas organizaciones, tales como el Grupo Consultivo
para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR) o el Centro Internacional de la
Papa (CIP), son significativas en cuanto a su reflexión sobre los diversos aspectos
que moldean e intervienen en la toma de decisiones y en resaltar la importancia de
vincular estas decisiones a contextos mayores.

Por otro lado, los estudios que se enmarcan dentro del paradigma de la
conservación in situ se caracterizan por documentar el conocimiento y caracterizar
las prácticas y definiciones locales. Un ejemplo de esto son los estudios de
PRATEC24, que buscan incorporar la mirada de los campesinos. Uno de los trabajos
que se ha publicado en la serie Kawsay Mama (Madre Semilla) es el realizado por
Julio Valladolid, quien plantea un enfoque alternativo que denomina “ayllucéntrico”,
empleado para referirse a “la vivencia campesina y parte de sus saberes y secretos
de crianza, su organicidad comunitaria y, más ampliamente, de su cosmovisión”
(2003, p. 10).

El problema de esta área de estudios es que se encuentra estrechamente


ligada a los proyectos de conservación y, por tanto, se inscribe dentro de un
determinado paradigma, lo que ocasiona que su manera de operar esté mediada por
los mecanismos institucionales y formales de los proyectos de desarrollo. Es un hecho
que los antropólogos que trabajan en esta área han contribuido a visibilizar las

24
Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas.
24

conceptualizaciones locales de la agrobiodiversidad (Orlove y Brush, 1996). No


obstante, usualmente limitan sus hallazgos al ámbito de lo técnico, que los encasilla
dentro de los parámetros muchas veces cerrados y de carácter direccionado de las
intervenciones de desarrollo. Con esto, se corre el riesgo de producir un tipo de
conocimiento acorde con los cánones predeterminados de la tecnocracia y de
imponer categorías occidentales de pensamiento sin dar lugar a espacios que
permitan el surgimiento de otro tipo de narrativas.

El uso de términos como “conocimientos ancestrales”, “cultura de


conservación” y “sistema sociocultural de conocimiento” pone en evidencia el carácter
cerrado de estas intervenciones. Al buscar incorporar las concepciones locales bajo
un marco pre establecido caen en el error de idealizar y esencializar a los campesinos
y campesinas. Esto contribuye a ensalzar la imagen romántica de los agricultores y
los reduce únicamente a su rol productivo, específicamente a la tarea de
conservación. Con esto se pierde de vista otras dimensiones que son igual de
importantes en la vida de los agricultores. Por ejemplo, el peso de las actividades no
agrícolas y su importancia en las economías del hogar, las estrategias migratorios,
entre otros. Al no tomar en cuenta otros aspectos de la vida de las familias
productoras, se les concibe con aisladas y sin relación alguna con las dinámicas
mayores. Estos términos, además de esencializar y exagerar el vínculo de los
productores con la tierra, generalizan al tratar a los agricultores como un todo sin
tomar en cuenta las particularidades y acciones individuales.

Apuestas como las de PRATEC ejemplifican cómo los sesgos ideológicos


pueden llegar a distorsionar la realidad y generar una distancia entre esta y las
intervenciones. “El problema es que en su afán por afirmar las diferencias y
particularidades culturales, y por comunicar las visiones del mundo y prácticas de los
pobladores quechuas y aimaras, terminan por presentar un mundo cerrado, sin
fisuras, monolítico, evidentemente distinto de las propias expresiones de la gente,
cuyos testimonios felizmente integran de modo extenso en sus publicaciones” (Oliart,
2004, p. 460). Un claro ejemplo de este problema es la utilización del enfoque que
denominan “ayucéntrico”, el cual refleja no solo una idealización de las comunidades
campesinas, sino también la negación de los cambios y del estrecho vínculo de
interdependencia que estas tienen con la sociedad mayor.
25

Este tipo de aproximaciones enfatizan y romantizan ciertas formas de


conocimientos locales. Es por ello que los estudios realizados desde la economía
campesina (Mayer, 2004; Golte, 1980; Kervyn, 1987) son importantes, pues marcan
un quiebre y aterrizan este tipo de nociones al enfocarse en temas más concretos
como las lógicas productivas de las familias campesinas. Con esto, sientan las bases
para una posterior generación de estudios más acorde con la realidad rural
(Fuenzalida et al., 1982; Long y Roberts, 1984 De Janvry y Sadoulet, 1995). Estos
trabajos rompen con la idea de localidades auto contenidas y estudian las
interconexiones existentes con los contextos mayores. Si bien fueron realizados hace
más de una década y no abordan directamente el tema de la agrobiodiversidad, son
significativos en la medida que marcan un quiebre respecto a cómo pensar y estudiar
las sociedades agrarias desde las ciencias sociales.

En concreto, si bien existe una buena cantidad de literatura antropológica que


ha abordado el tema de la agrobiodiversidad, no todas las investigaciones centran la
atención en el punto de vista de los productores ni es las acciones de los mismos.
Existe un déficit en estudios que integren tanto la perspectiva de los agricultores sobre
la agrobiodiversidad como las prácticas concretas de los mismos, y que tomen en
cuenta las dinámicas y procesos específicos en los que se enmarcan.

Al colocar a las familias agricultoras como eje central de la investigación, e


integrar un análisis de las prácticas y percepciones, busco tomar distancia de los
marcos de los proyectos. Me enfoco, más bien, en reconocer los nexos entre la
agrobiodiversidad y los factores externos, así como en la agencia de las familias al
ubicarlas dentro de un nuevo contexto rural.

1.2 Marco Teórico

En esta sección presento los conceptos que permiten enmarcar teóricamente


lo planteado en esta investigación. Primero, desarrollo el concepto de
26

agrobiodiversidad y acoto el término en función a los intereses antropológicos de la


tesis. Luego, presento las características generales del concepto de agricultura
familiar y delimito las particularidades de este sector en la zona de estudio. Por último,
desarrollo el concepto de estrategias familiares y resalto los aspectos relevantes para
la investigación.

Agrobiodiversidad

El término agrobiodiversidad no es un concepto propiamente antropológico;


son múltiples las disciplinas que trabajan con él, pero cada una lo define de acuerdo
a su enfoque de estudio. Antes de delimitar la definición del concepto que compete a
la disciplina antropológica, es pertinente presentar la definición general, la cual ha
sido resumida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO).

La diversidad biológica agrícola, también conocida como agrobiodiversidad,


incluye la variedad y variabilidad de animales, plantas y micro-organismos que son
utilizados directa o indirectamente para el provecho humano (alimentación,
agricultura, fibra, combustible, productos farmacéuticos), lo cual comprende a los
cultivos, el ganado, los peces y los recursos no domesticados (especies no
cosechadas) que habitan en los diversos ecosistemas (campos, bosques, pastizales),
tales como los micro organismos del suelo, depredadores y polinizadores (abejas,
lombrices de tierra, moscas) (FAO, 2004). “La agrobiodiversidad es el resultado de la
interacción entre el ambiente, los recursos genéticos y el manejo cultural de sistemas
y prácticas de diversas poblaciones”. En otras palabras, es producto “de procesos de
selección naturales y la cuidadosa selección y desarrollo inventivo de los agricultores,
pastores y pescadores durante milenios […] Por lo tanto, el conocimiento y la cultura
local pueden considerarse partes integrantes de la agrobiodiversidad, porque es la
actividad humana de la agricultura la que forma y conserva esta biodiversidad 25 ”
(FAO, 2004, p. 1).

25
Traducción propia.
27

Según Santilli (2012), la agrobiodiversidad incluye las relaciones entre


sociedades humanas, plantas cultivadas, parientes silvestes 26 , animales
domesticados y los ecosistemas en los que estos interactúan. Por ello, es
considerada “una característica principal de los sistemas agrícolas alrededor del
mundo” (Thrupp, 2006, p. 266). Asimismo, los antropólogos que trabajan el tema de
la agrobiodiversidad (Meilleur, 1994; Moock y Rhoades, 1992; Nabhan, 1989)
consideran oportuno que el conocimiento humano se incluya como un factor
importante en materia de recursos fitogenéticos, pues es un factor fundamental en la
manipulación y domesticación de los mismos (Orlove y Brush, 1996).

Más allá de si el conocimiento se incorpora o no en la definición general, el


hecho de que se reconozca que el factor humano cumple un rol esencial en el manejo
de la agrobiodiversidad justifica las aproximaciones antropológicas. Los estudios
antropológicos sobre el tema se enfocan en las sociedades que conviven y se
organizan alrededor de la diversidad agrícola, haciendo énfasis en el componente
social de la definición general. De esta forma, buscan vincular la biodiversidad
agrícola con aspectos como la nutrición, seguridad alimentaria, sostenibilidad
ambiental, equidad social, entre otros (Santilli, 2012).

Dicho esto, en esta investigación entiendo la agrobiodiversidad como la


diversidad de cultivos que los productores manejan para la alimentación y la
agricultura. Si bien el concepto comprende también las otras maneras de aprovechar
los recursos genéticos (forraje, fibra, combustible, entre otros), para los fines de esta
tesis tomaré en cuenta únicamente la utilización destinada a la alimentación y la
agricultura. Específicamente, lo que interesa es la configuración de dinámicas
particulares en un contexto altamente diverso en términos agrícolas.

Un autor que realiza una acotación interesante sobre el tema de la


agrobiodiversidad es Zimmerer (1996), quien estudia la pérdida de la diversidad de
los cultivos agrícolas andinos en Paucartambo. Al incorporar en su investigación un
enfoque histórico y procesal, rompe con la idea de pensar la diversidad agrícola como

26
Término que hace referencia a las variedades no domesticadas.
28

una condición per se; es decir, como si se encontrara en la localidad exclusivamente


debido a factores ambientales. Ante esto, plantea que se deben tomar en cuenta los
aspectos históricos y políticos que moldean y condicionan las prácticas agrícolas y la
presencia de los cultivos en la zona, así como la acción de las personas que los
trabajan. Este trabajo es significativo, puesto que muchos estudios que tratan el tema
de los cultivos agrícolas se enfocan únicamente en los factores ambientales y
ecológicos como los causantes de la erosión genética y pierden de vista otros tipos
de procesos que contribuyen a este deterioro. En suma, estas acotaciones son útiles
para evitar tratar el tema de la agrobiodiversidad como un fenómeno aislado, sino
más bien contextualizarlo dentro de las dinámicas mayores que tienen efectos sobre
ella.

Agricultura Familiar

El concepto de Agricultura Familiar varía en relación a las características


particulares de cada país e incluso dentro del mismo. La realidad que pretende
abarcar es sumamente compleja y heterogénea, puesto que hace referencia a un
grupo con una gran diversidad de recursos físicos, financieros, humanos y sociales
(Janvry y Sadoulet, 2001).

A pesar de esta amplia heterogeneidad, es posible identificar ciertas


características comunes. El estudio del IICA27 (2007) destaca que para este sector “la
actividad agrícola o pecuaria es la más importante del predio y se reconoce que la
familia y la unidad productiva son vistas y operan de forma integrada en las decisiones
económicas y sociales” (p. 5). Asimismo, generalmente existe una cercanía entre el
espacio en el que se desarrolla la actividad productiva y el lugar de vivienda de la
familia (FAO, 2011).

En 2014, la FAO propuso una definición genérica en el marco del Año


Internacional de la Agricultura Familiar (AIAF):

27
Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.
29

“La agricultura familiar incluye todas las actividades agrícolas de base familiar
y está relacionada con varios ámbitos del desarrollo rural. La agricultura
familiar es una forma de clasificar la producción agrícola, forestal, pesquera,
pastoril y acuícola gestionada y operada por una familia y que depende
principalmente de la mano de obra familiar, incluyendo tanto a mujeres como
a hombres” (AIAF, 2014).

Estas definiciones estándar, si bien sirven como referente, evocan a


características que tradicionalmente se le han adjudicado a este sector. Es importante
tomar en cuenta las particularidades internas y “reconocer a la Agricultura Familiar
como un universo de hogares estratificados en términos de ingreso y acceso a los
recursos productivos y en constante movimiento entre los estratos inferiores y
superiores” (FAO, 2011, p. 5). Para esta investigación, tomo como base la definición
genérica de Agricultura Familiar, pero adapto el concepto al contexto la zona de
estudio y le presto especial atención a las transformaciones y procesos actuales en
los que se enmarcan las familias.

Si bien es cierto que la chacra y la actividad agrícola a grandes rasgos continua


siendo un elemento importante para las familias campesinas, en la actualidad la
interrelación que existe entre los espacios rurales y urbanos es más estrecha,
fenómeno que ha redoblado el panorama de oportunidades y el repertorio de
actividades de los pobladores rurales (Diez, 2014). Expresiones propias de este
nuevo contexto, tales como la pluriactividad 28 , la alta movilidad y desplazamiento
constante de los miembros de las familias y las variaciones en la composición clásica
de las mismas demandan, en última instancia, una nueva forma de pensar la
Agricultura Familiar.

La pequeña agricultura se ha transformado y, dadas las potencialidades del


sector, se viene abriendo un espacio trascendental en la configuración de las
sociedades contemporáneas. La importancia de concebir a la Agricultura Familiar
como una institución que tiene la capacidad de transformarse y reaccionar a los
contextos mayores, es lo que permite analizar las nuevas formas, patrones e
identidades que surgen en el espacio rural-urbano actual, por ejemplo, la del
empresario agricultor (Van Der Ploeg, 2010).

28
Se refiere la multiplicación de actividades de subsistencia, producción y acumulación de las familias rurales,
experimentadas en el campo y otros espacios rurales latinoamericanos en las dos últimas décadas (Diez, 2014).
30

Dicho esto, “lo más importante para recordar es que la realidad de la agricultura
familiar es mucho más rica que los dos aspectos individuales que se usan más
comúnmente para describirla: que la familia es propietaria de la finca y que el trabajo
es realizado por los miembros de la familia” (Van der Ploeg en LEISA, 2014, p.6). Por
el contrario, se la debe pensar como una institución que maneja una lógica interna y
hace uso de los recursos que posee para adaptarse y producir en un entorno
capitalista que le es adverso.

Es precisamente el evitar concebir el concepto de Agricultura Familiar de una


manera estática lo que permite comprender las transformaciones de dicho sector,
que, lejos de desaparecer, continua siendo un siendo de suma importancia dentro de
la estructura agraria del país. De hecho, el año 2014 fue declarado el “Año
Internacional de la Agricultura Familiar” (AIAF)29, lo cual tuvo como objetivo reconocer
la importancia global de la pequeña agricultura y sus aportes a temas relevantes como
la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria y la conservación de la
agrobiodiversidad.

Fernando Eguren (2013) sintetiza en un párrafo la posición que ocupa ahora


la agricultura familiar en el contexto global actual, en el que es concebida como parte
de la solución a muchos de los problemas contemporáneos. Así, a la pregunta
¿solución de qué?, responde:

“De todo: de la inseguridad alimentaria (de la falta de soberanía alimentaria);


de la crisis energética; de la mala relación con la naturaleza; de la persistencia
de la pobreza; de la falta de desarrollo descentralizado; del irrespeto a las
culturas. No era así hace algunos años cuando la agricultura familiar, o
pequeña agricultura, era percibida como un problema social; como una de las
razones del atraso del mundo rural; como un factor de mantenimiento de la
pobreza y de la ignorancia, al que había que encontrar una salida” (p. 8).

Esta importancia se evidencia también en cifras concretas. Según datos de la


FAO, el 70% de los alimentos producidos a nivel mundial provienen de las chacras
de pequeños agricultores familiares y ese porcentaje aumenta al 77,5% si es que se
toma en cuenta los pequeños agricultores urbanos (FAO, 2017). Si esto se lee en
números concretos se puede decir que 1600 millones de personas son agricultores

29
El 21 de diciembre de 2011 la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante la resolución 66/222
proclamó al 2014 como el Año Internacional de la Agricultura Familiar (AIAF).
31

familiares y en términos de fincas y pequeñas parcelas estás son más de 500 millones
(COEECI, 2014).

En el Perú, la composición de la estructura agraria nacional advierte que el


97% de las fincas corresponden a pequeños agricultores (FAO, 2017), que son
quienes se encargan de velar por la seguridad alimentaria a nivel nacional. Según
datos del IV Censo Nacional Agropecuario del 2012, de los 3.8 millones de
trabajadores que laboran en el sector agrícola, más de 3 millones (83%) son
agricultores familiares.

A pesar de la importancia del sector, la pequeña agricultura en el país ha sido


históricamente marginada, especialmente en los últimos años en pro de la agro
exportación, sector que es prioritario dentro de la estructura agraria nacional. Esto se
expresa en la falta de políticas agrarias adecuadas que respondan a las necesidades
y demandas de los pequeños agricultores. “La única política agraria que en el Perú
puede afirmarse que es de Estado es, desde la década de 1990, el apoyo a la
agricultura de exportación, particularmente a aquella que es conducida por las
grandes empresas, que son verdaderos neolatifundios” (Eguren, 2015, p.7). Tomando
en cuenta las cifras y la composición del agro a nivel nacional es imposible concebir
algún tipo de desarrollo rural que no pase por priorizar a este sector.

A pesar de ello, desde el Estado se vienen realizando recientes esfuerzos para


apoyar la Agricultura Familiar. Una de ellas es la Estrategia Nacional de Seguridad
Alimentaria 2013 - 2021 – aprobada en el 2013 –, que resalta en su primer eje la
importancia de desarrollar este sector como factor trascendental para alcanzar la
seguridad alimentaria nacional. En esta misma línea, en el 2015, se aprobó la Ley de
Desarrollo y Promoción de la Agricultura Familiar, que tiene como fin establecer las
responsabilidades del Estado en la promoción del sector con la finalidad de mejorar
la calidad de vida de las familias, teniendo como marco un enfoque de sostenibilidad
(El Peruano, 2015). Asimismo, aprobada en el 2016, la Política Nacional Agraria
destaca también la importancia del sector en el espacio rural. De hecho, desde hace
ya algunos años, el Ministerio de Agricultura y Riego viene empleando diversas
acciones para apoyar al sector de la Agricultura Familiar. Las más importantes son la
32

implementación de la Estrategia Nacional de Agricultura Familiar30 y la aprobación de


la Ley 30355 de Promoción y Desarrollo de la Agricultura Familiar, así como también
la creación de programas tales como el programa Agrorural, el Fondo Agroperú y el
centro Investigación e Innovación Agraria (INIA). No obstante, a falta de respaldo
presupuestal, estos esfuerzos aún no se han cristalizado en beneficios concretos que
supongan una mejora significativa para el sector. “La Estrategia Nacional de
Agricultura Familiar requiere poner en ejecución y articular mecanismos
intersectoriales e interregionales a fin de que se logre una implementación adecuada
en todo el ámbito nacional, todo lo cual exige importantes incrementos
presupuestales” (Loli, 2018, p. 19).

Estrategias Familiares

El concepto de estrategias de vida ha pasado por una serie de evoluciones. En


un primer momento era empleado bajo el nombre de estrategias de supervivencia, y
buscaba caracterizar las condiciones y formas de vida de las familias que se
encontraban en una condición de pobreza, haciendo énfasis en las acciones que
estas realizaban para persistir y mantenerse. Sin embargo, dicho enfoque fue
trascendido bajo el argumento de que contribuía a crear “la impresión de que se trata
solamente de “sobrevivir”; se desconoce que se puede igualmente tratar de un
mejoramiento de la situación” (Zoomers, 1999, p. 14). De esta forma, en 1987, la
Comisión Mundial del Desarrollo y Medio Ambiente (WCED, por sus siglas en inglés)
propuso el término sustainable livelihood security31 , introduciendo con ello la idea de
empezar a pensar en función al stock y los activos que las familias poseen para
alcanzar las necesidades básicas.

En 1991, Conway y Chambers modifican el concepto propuesto por la WCED


y plantean una definición más integral, que tomo como punto de partida para acotar

30
Aprobada en el 2015.
31
No existe una traducción clara al español; no obstante, a grandes rasgos, se refiere a la seguridad y sostenibilidad
de las unidades familiares.
33

el concepto a los objetivos de la investigación. Así, definen estrategias de vida o


medios de vida sostenibles (sustainable livelihoods) de la siguiente manera:

“Comprenden las capacidades, los activos […] y las actividades necesarias


para asegurar los medios de vida: un medio de vida es sostenible cuando
puede hacer frente y recuperarse del estrés y las crisis [shocks], mantener o
mejorar sus capacidades y activos, y proporcionar oportunidades de medios
de vida sostenibles para la próxima generación32” (1991, p. 6).

El enfoque que presentan propone tomar como punto de partida los activos o
capitales (naturales, físicos, humanos, financieros o sociales) que poseen las familias,
el acceso a recursos y medios de producción y las actividades que realizan en función
a las opciones y oportunidades que disponen. En cuanto al uso en del término
sostenibles, este busca resaltar la capacidad de las familias de mantenerse en el
tiempo. Así, una estrategia de vida se desagrega en un conjunto de diversas
actividades; es decir, prácticas concretas orientadas a un fin que tienen, por tanto, un
resultado directo (Scoones, 2009). El centrar la atención en lo que hacen las familias
facilita el análisis de las lógicas que subyacen a dichas acciones, tales como lógicas
de supervivencia, acumulación de activos o reducción de riesgos, procesos de
inserción al mercado o de superación de la pobreza, lógicas capitalistas o lógicas de
defensa o de elaboración de seguros frente a riesgos, entre otras (Diez, 2014).

A partir de esta sistematización del concepto que realizan Conway y Chambers


(1991), diversos autores elaboran algunas ideas y acotaciones. Para los fines de esta
tesis, tomaré en cuenta las anotaciones realizadas por Zoomers y Scoones.

Si bien la nueva conceptualización incorpora aspectos relacionados a la


adaptación de las familias a contextos y entornos particulares (Singh y Kalala, 1995),
Scoones (1998, 2009) resalta la importancia de reconocer las dinámicas y los
contextos más amplios en el que se encuentran la familias. Por ejemplo, sostiene que
es fundamental considerar aspectos relevantes como los efectos de la globalización
en la localidad, el fenómeno del cambio climático y las repercusiones que tiene a nivel
local, la relación con la política y economía nacional, entre otros. En otras palabras,
insiste en trascender el enfoque puramente económico y tomar en consideración los

32
Traducción propia.
34

aspectos políticos, sociales e históricos en los que se enmarcan las estrategias de


vida, puesto que el enfoque clásico deja de lado “un análisis político y de equilibrios
entre las posibilidades de acción restringidas de las familias en un ambiente que la
literatura clásica llamaría “de dominación” (Diez, 2014, p. 49). Esto es coherente con
la propuesta de la investigación de no perder de vista las transformaciones en el
espacio rural del país y su influencia sustancial en la vida económica y social de los
pequeños agricultores.

No fue sino hasta mediados de los ochenta que estos grandes procesos
empezaron a incorporarse como una variable a considerar a la hora de estudiar los
contextos de los llamados países en vías de desarrollo; la globalización económica,
el crecimiento poblacional, el alcance de las nuevas tecnologías de transporte y
comunicación y la actividad comercial que dinamiza la movilidad entre espacios
rurales y urbanos son solo algunos de los factores que configuran el contexto externo
en el que se enmarcan las estrategias de las familias (Macías, 2013). En el caso
estudiado, por ejemplo, existe una estrecha relación entre el reciente crecimiento
económico y poblacional de la ciudad de Huánuco y las estrategias de migración de
las familias campesinas.

En esta línea, el autor enfatiza en la forma en cómo los procesos institucionales


moldean también las estrategias de las familias. La presencia del Estado en la
localidad, en forma de servicios o programas, es un factor importante que cumple un
rol central dentro del repertorio de actividades que las familias desarrollan. Zoomers
(1998, 2002) puntualiza también sobre el rol de las instituciones, pero coloca el
énfasis en los proyectos de desarrollo. En este caso, vale la pena preguntarse en qué
medida la declaración de la Zona de Agrobiodiversidad influye o no las estrategias de
las familias.

En el libro Estrategias campesinas en el Sur Andino de Bolivia (Zoomers et. al


1998), la autora divide y nombra las estrategias en función a una serie de actividades
relacionadas que la componen. Identifica cuatro grupos de estrategias: de
acumulación, que se refieren a las actividades que las familias realizan para, a partir
de los recursos mínimos que poseen, acumular activos; de consolidación, las cuales
se desarrollan después de las de acumulación y mantienen la lógica de obtención de
35

tierras o capitales; de compensación, las cuales son implementadas frente a eventos


críticos relacionados tanto a aspectos externos, como un shock económico, o locales,
como la pérdida de las cosechas, con el fin de superar la condición de vulnerabilidad
en la que se encuentra la familia; y de seguridad, que se “refieren a las diversas
medidas adaptativas a las condiciones de producción existentes en el medio de
trabajo y corresponden a una serie de prácticas que garantizan niveles mínimos de
logro (diversificación de cultivos, multiparcelas, etc.)” (Diez, 2014, p. 50). Estos
grandes tipos sirven de referencia a la hora de analizar las actividades de las familias.

Por último, la autora resalta la importancia de considerar el contexto interno,


tales como el patrón de residencia, la composición familiar, la disponibilidad de la
tierra y la fuerza de trabajo, puesto que dichas particularidades también determinan
el tipo de estrategia que las familias desarrollan. El prestarle atención a las
condiciones particulares de cada familia permite contemplar la heterogeneidad de
casos y evitar las grandes generalizaciones. “Cada familia tiene un punto de partida
diferente; algunas se encuentran en situaciones de infrasubsistencia, otra subsisten
o se encuentran ya en situaciones de producción excedentaria” (1998, p. 32). Esta
propuesta de Zoomers es coherente con la metodología de la investigación, que
plantea la realización de una tipología de las familias rurales en base a los recursos
que poseen y el ciclo demográfico en el que se encuentran.

En definitiva, entiendo las estrategias familiares como un conjunto de


decisiones y acciones que las familias realizan con cierta frecuencia en función a las
opciones y oportunidades que acceden y a las limitaciones que enfrentan, tomando
en consideración tanto el contexto externo como la disponibilidad de recursos a nivel
familiar.

Balance

En función a lo señalado, la definición presentada de agrobiodiversidad ha sido


adaptada y delimitada a los fines antropológicos de este trabajo. Delimitar el término
36

es importante porque, como presento en el siguiente capítulo, existen una serie de


prácticas y líneas de acción que se desarrollan a partir de este concepto, lo que
desemboca en la generación de diversas explicaciones, opiniones y valoraciones
respecto al término.

El concepto de agricultura familiar es útil para comprender el contexto complejo


que caracteriza a este sector en la zona de estudio y presentar las problemáticas que
este grupo enfrenta. El no definirlo como un concepto estático permite comprender
de manera más adecuada las estrategias que las familias realizan desde su posición
individual y dentro del contexto mayor. Las transformaciones del espacio rural, que
se encuentran íntimamente ligadas a la difusión del capitalismo en el agro,
indudablemente tiene efectos sobre las actividades que realizan las familias
campesinas, fenómeno que da lugar a la formación de nuevos tipos de relaciones que
acortan las distancias y hacen menos visibles las diferencias entre el campo y la
ciudad. Analizar las prácticas de las familias en estos nuevos contextos permite
identificar las estrategias familiares contemporáneas de los productores rurales. En
suma, la adaptación de estos conceptos a los objetivos de la investigación permite
colocar como eje central a las familias sin perder de vista la complejidad de las nuevas
dinámicas y relaciones que se generan en un contexto de múltiples transformaciones.

1.3 Lugar de estudio: San Pedro de Cani y Tres de Mayo de Huayllacayán

El departamento de Huánuco (250 msnm – 6,632 msnm) se encuentra ubicado


en la zona centro oriental del país. Esta región es atravesada por tres cadenas
montañosas de los andes septentrionales: la occidental, la central y la oriental, las
cuales permiten el surgimiento de los tres ríos principales que dotan de agua a todo
el departamento: el Marañón, Huallaga y Pachitea. Estos atraviesan la región de Sur
a Norte y crean tres cuencas que llevan el mismo nombre de los ríos. Huánuco está
dividido en once provincias y setenta y tres distritos que se encuentran distribuidos a
lo largo de las dos macro regiones que componen al departamento: la sierra (22 012
km²) y la selva (14 837 km²) (Informe BCR, 2015).
37

Figura Nº 1: Mapa del departamento de Huánuco

Fuente: Gobierno Regional de Huánuco.

La región se caracteriza por poseer una geografía diversa y rica; de las ocho
regiones naturales que existen en el país, siete se encuentren en Huánuco. Posee
también una vasta riqueza en recursos naturales; destacan especialmente sus
recursos hídricos y forestales, además de un clima propicio para el desarrollo de la
actividad agrícola. Todo esto, además, le permite a la región contar con un fuerte
potencial de crecimiento económico. “En efecto, los diversos pisos ecológicos y su
clima benigno resultan aptos para el desarrollo de múltiples cultivos, desde frutales
tropicales en la zona oriental, hasta los típicamente andinos en la sierra” (Informe
BCR, 2015, p. 11).

De hecho, la Sierra Central es el área en donde se desarrolla la actividad


agrícola más importante del país; sus características agroecológicas colocan al
territorio en una posición privilegiada. “Es una de las áreas que tiene la mayor
circulación de semillas (rutas de semilla) en el Perú y es famosa por la intensidad de
la práctica de la agricultura tradicional. Las especies importantes en este micro-
geocentro son la maca, arracacha, papa, yuca, maíz, camote, quinua, granadilla y
38

frijoles. Las especies asociadas más significativas son: la kiwicha, calabaza, oca,
olluco, mashua, tomatera y chirimoya” (Ruiz, 2009, p. 46).

El distrito de Quisqui (Kichki), creado por la Ley No. 12564 el 26 de enero de


1956, forma parte de uno de los once distritos que componen la provincia de Huánuco.
Su capital, Huancapallac, se encuentra a veinte kilómetros de distancia de dicha
ciudad y forma parte de las dieciocho comunidades que conforman el distrito, las
cuales se encuentran repartidas a lo largo de la sub-cuenca del río Higueras,
específicamente en la microcuenca de Mito, territorio que alcanza una altitud que va
desde los 2,000 hasta los 4,500 msnm. “En este distrito andino, que forma parte de
una de las regiones con los mayores indicadores de desnutrición y pobreza
económica; paradójicamente cientos de familias campesinas […] son las poseedoras
de uno de los bancos de recursos genéticos conservados en las chacras campesinas
más importantes del Perú: 700 variedades de papas nativas, 200 variedades de ocas,
96 variedades de ollucos, 129 variedades de mashuas; 423 variedades de maíces,
26 variedades de habas, 14 variedades de calabazas, 100 variedades de frijoles”
(IDMA, 2016, p. 7).

Figura Nº 2: Ubicación del distrito de Quisqui en la región Huánuco

Fuente: ABISA (IDMA, 2016).


39

La accesibilidad a las comunidades de San Pedro de Cani y Huayllacayán es


por medio de la carretera que va en dirección a La Unión, construida en paralelo al
río Mito. La siguiente fotografía muestra marcado con azul el camino desde la ciudad
de Huánuco hasta la capital del distrito. Desde Huancapallac, la comunidad de San
Pedro de Cani se encuentra unida mediante una trocha, cuyo recorrido en auto es de
aproximadamente cuarenta minutos. Si se realiza el viaje desde la ciudad de Huánuco
el recorrido dura alrededor de una hora y veinte minutos. En cuanto a la comunidad
de Huayllacayán, la distancia desde la ciudad de Huánuco es de aproximadamente
dos horas en auto.

Figura Nº 3: Ruta de la ciudad de Huánuco a Huancapallac, Quisqui

Fuente: Google Maps.

Si bien ejecuté la mayor parte del trabajo de campo en la comunidad de San


Pedro de Cani, puesto que fue allí donde permanecí los dos meses, también realicé
visitas constantes a la comunidad de Huayllacayán. Por motivos de tiempo y distancia
la comunidad de Monte Azul, a pesar de formar parte del territorio que compone la
Zona de Agrobiodiversidad, fue dejada de lado. La decisión de realizar el trabajo de
campo en dos comunidades se debió a que ambas se encuentran en altitudes
distintas y, por tanto, tienen características agroecológicas y productos diferentes, lo
que me permitió abordar una cantidad mayor de cultivos.

La comunidad de San Pedro de Cani cuenta con un rango altitudinal que oscila
entre los 2340 y los 3400 msnm. Está compuesta por 6 anexos33: el más cercano se

33
San Pablo de Lanjas, Limapampa, Santa Rosa de Shayag, San Antonio de Chonta, San Juan de Collota y
Libertad de Santa Ana.
40

encuentra a 30 minutos a pie y el más lejano a tres horas; no obstante, la mayor parte
de la población reside en la parte baja, es decir, en la misma comunidad. En esta
zona se encuentran concentrados el Centro de Salud, la escuela, la Municipalidad y
el polideportivo. Los anexos, en cambio, no cuentan con acceso a servicios básicos;
por ejemplo, carecen de alumbrado eléctrico y servicios de saneamiento.

La cercanía con la ciudad de Huánuco genera mucho dinamismo y movilidad


en la zona. Las familias viajan constantemente a la ciudad para realizar compras,
trabajar o vender sus productos en los mercados o ferias. Según datos recogidos en
la Municipalidad del distrito, San Pedro de Cani cuenta con 2000 habitantes,
aproximadamente 170 familias. Dada la densidad poblacional, la crianza de animales
mayores es casi nula o se realiza únicamente en los anexos más altos. La mayoría
de personas que residen en la parte baja crían animales menores, tales como cuyes,
gallinas o patos.

Figura Nº 5: Ruta de Huancapallac a San Pedro de Cani

Figura Nº 4: Vista Satelital San Pedro de Cani

Fuente: Google Maps.

Fuente: Google Maps.


41

Los cultivos característicos de la zona son los cereales y granos,


principalmente el maíz, pero en los últimos años la producción del cultivo de papa
blanca ha incrementado debido a la creciente demanda del mercado. Asimismo, dada
la altitud de la zona, posee las condiciones agroecológicas propicias para la
producción de frutas, verduras y hortalizas, tales como las granadillas, duraznos,
paltas y rocotos.

La comunidad de Huayllacayán, por otro lado, se ubica en la parte alta de la


cuenca y cuenta con un rango altitudinal que va desde los 3351 hasta los 3942 msnm.
Según cifras de la Municipalidad, viven 360 personas, aproximadamente 50 familias.
Esta comunidad cuenta solo con un anexo: San Juan de Tingo, que se encuentra a
unas tres horas de distancia a pie y, a diferencia de la parte baja de Huayllacayán, no
cuenta con los servicios básicos. Aún así, a diferencia de San Pedro de Cani,
Huayllacayán se encuentra en una situación más precaria: la mayoría de familias no
tiene acceso a servicios de saneamiento y solo la parte baja cuenta con alumbrado
eléctrico. Las fotografías que muestran la vista satelital de ambas comunidades (Nº4
y Nº6) evidencian la diferencia en cuanto a la concentración de la población.

Debido a la menor densidad poblacional, Huayllacayán cuenta con mayores


áreas para el pastoreo de animales mayores, aunque cada vez son menos las familias
que los poseen. Por el contrario, todas cuentan con animales menores para cubrir sus
necesidades alimentarias. Asimismo, dadas las condiciones climáticas de la
comunidad, los principales cultivos de la zona son los tubérculos andinos, tales como
las papas nativas, ocas, ollucos y mashuas de diversas variedades.
42

Figura Nº 6: Vista satelital Huayllacayán Figura Nº 7: Ruta hacia comunidad de Huayllacayán

Fuente: Google Maps Fuente: Google Maps

Las familias de ambas comunidades se hallan, algunas en mayor medida que


otras, integradas al mercado. Además de estas ventas estacionales, en la ciudad de
Huánuco todos los sábados, desde hace ya varios años, se realizan dos ferias
campesinas: La Feria Campesina de la Chacra a la Olla y la Feria de Productores
Ecológicos, donde algunas de las familias de las comunidades venden sus productos.
Los circuitos mercantiles en los que participan las familias es un tema que abordo en el
capítulo tres.

Cambios y procesos actuales

Dada la carencia y distancia de los servicios básicos en las zonas más altas
de las comunidades, así como el incremento de la inseguridad y el abigeato, la
población que vive en los anexos y en zonas de altura, desde hace ya varios años,
abandonan sus casas y se establecen en la parte baja. Con esto, no solo cambia la
composición de las comunidades, sino que esta movilización tiene efectos directos
sobre las prácticas agrícolas. Por ejemplo, como consecuencia de este proceso, las
familias dejan de criar animales mayores, pues ya no cuentan con las grandes áreas
de pastoreo que proporcionaba la zona de altura. De esta manera, se produce un
43

quiebre en el sistema productivo que ha caracterizado desde siempre a la producción


campesina, donde los servicios que brindan este tipo de animales son un elemento
crucial para la producción integral. El problema es que la reducción en el uso de
abonos animales incrementa la entrada de abonos y fertilizantes externos, cuestión
que acelera el proceso de deterioro de la calidad de los suelos.

Esto está estrechamente ligado a la expansión del capitalismo, que incide


directamente las formas de vida de las familias agricultoras y transforma las lógicas
económicas y productivas, en la medida en que se compran productos que antes se
producían y la producción se transforma y ajusta a las demandas del mercado. Este
es un fenómeno que ocurre a escala nacional y repercute, nuevamente, en el
incremento de agroquímicos y cultivos mejorados. Asimismo, el crecimiento
económico de la ciudad de Huánuco ha acelerado el fenómeno migratorio, con lo cual
se fomenta también el desplazamiento continuo de las familias rurales y se amplía el
repertorio de actividades generadoras de ingresos.

En líneas generales, es importante ubicar a las familias dentro del contexto


mayor de transformaciones y cambios que invita a pensar en una nueva ruralidad34.
Este enfoque, que mantengo a lo largo de toda la investigación, es útil para tomar
distancia de las visiones con las que tradicionalmente se ha concebido al espacio
rural, infundado en una dicotomía que lo aleja de la urbanidad. Por el contrario, la
realidad muestra que “la interrelación entre espacios rurales y urbanos es más
estrecha y densa; las formas de comunicación e interrelación y la movilidad espacial
de las familias (y sus miembros, individualmente) es mucho mayor; se han
multiplicado los repertorios de actividades y oportunidades económicas, sociales y
políticas de los pobladores rurales” (Diez, 2014, p. 21). Esta perspectiva y forma de
entender el contexto macro en el que se enmarcan las familias la mantengo a lo largo
de toda la tesis.

34
El concepto de Nueva Ruralidad hace referencia a “la interrelación (múltiple) entre espacios urbanos y rurales
que supone y explica una serie de transformaciones del espacio rural” (Diez, 2014, p. 23).
44

2. PROYECTOS Y DISCURSOS DE AGROBIODIVERSIDAD

En este capítulo realizo un breve repaso del proceso de revaloración de la


agrobiodiversidad. Empiezo describiendo el contexto global que generó las
condiciones para que la conservación de la agrobiodiversidad se convierta en un foco
de intervención en diversos países, para luego pasar a describir los puntos principales
del discurso técnico de la conservación que caracteriza a dichas intervenciones.
Luego de esto, abordo el tema de la agrobiodiversidad en el Perú. Concretamente,
presento los proyectos y expongo las acciones que devinieron en la creación de la
primera Zona de Agrobiodiversidad en el distrito de Quisqui. Finalmente, el capítulo
concluye señalando la estrecha relación que existe entre la agrobiodiversidad y la
agricultura familiar.

2.1 Historia de la conservación de la agrobiodiversidad

La preocupación por la preservación de la agrobiodiversidad se afianza al final


de la década del sesenta, momento en el cual, desde las ciencias biológicas (Frankel
y Bennett, 1970; Harlan, 1975) se hace un llamado de atención sobre el fenómeno de
la “erosión genética”, término que hace referencia a la pérdida de diversidad biológica
(FAO, 1996). Existe un gran número de trabajos35 que convienen en que la pérdida
de la variabilidad genética es consecuencia de la implantación de un sistema agrícola
industrial que se consolidó durante la Revolución Verde (FAO, 1996). No obstante,
existen otros factores que confluyen en la pérdida de la diversidad de cultivos (Van
de Wouw et al., 2010). La erosión genética también es causada por los efectos de la
urbanización y la adaptación de técnicas y prácticas agrícolas modernas, la

35
Ver por ejemplo Rosset, 1997; Montecinos, 1997; Hobbelink, 1999.
45

degradación medio ambiental, los cambios en las preferencias alimenticias de las


poblaciones urbanas e incluso los desastres naturales o conflictos humanos (Richards
y Ruivenkamp, 1997).

Más allá de las causas específicas que ocasionan este fenómeno, la erosión
de variedades puede tener repercusiones nefastas para la agricultura y el futuro del
planeta. Según datos de la FAO (2017), de las 10.000 especies de plantas de las que
históricamente ha dependido la alimentación humana, hoy se producen y distribuyen
comercialmente aproximadamente 150. Inclusive, dentro de estas especies que se
comercializan, cada vez se utilizan menos variedades. “La erosión de estos recursos
priva a la humanidad de medios potenciales para adaptar la agricultura a las nuevas
condiciones socioeconómicas y ambientales […] Mantener y utilizar una amplia gama
de la diversidad, tanto la diversidad entre las especies como la diversidad genética
intraespecífica, significa, pues, mantener la capacidad de responder a los desafíos
del futuro” (FAO, 2016, p. 1).

A pesar de las diversas explicaciones respecto a la erosión, es innegable que


la Revolución Verde marca un hito en la historia agrícola, puesto que no solo aceleró
el proceso de implementación de variedades modernas y supuso nuevas prácticas
productivas, sino que también terminó por consolidar una determinada forma de
relacionarse con la tierra y los cultivos agrícolas, fundamentada en una racionalidad
científica occidental que coloca al ser humano en una posición de superioridad
respecto a los demás seres vivos. Bajo esta lógica, el sometimiento de la naturaleza
y la explotación de sus recursos para el beneficio y rentabilidad del ser humano es un
imperativo (Rosset, 1997). Esta forma de ver el mundo, aplicada al terreno de la
agricultura, se tradujo en la búsqueda de la productividad máxima de la tierra a través
de la expansión de los campos de cultivos y la introducción de insumos químicos para
el aumento y optimización de la producción. Todo esto devino en “el deterioro de los
agroecosistemas, manifestado como rebrotes de plagas en muchos sistemas de
cultivo y también en forma de salinización, erosión del suelo, contaminación de aguas,
etc.” (Gonzáles, 2006, p. 163). Estos cambios, además, confluyeron en la
transformación de la vida rural y en una cada vez mayor dependencia económica y
tecnológica de las transnacionales de la agricultura y los sistemas alimentarios
industriales. Los costos ambientales del modelo agrícola industrial son perjudiciales
46

para la salud de la tierra. El desmesurado uso de agroquímicos y la promoción del


monocultivo no solo conlleva a la pérdida de los recursos genéticos vegetales, sino
que tiene consecuencias directas sobre la seguridad alimentaria36 de los países, la
conservación de los suelos y la contaminación del planeta (FAO, 1996).

En oposición a esto y regidos por una ideología diametralmente opuesta,


empezaron a surgir diversas propuestas que buscaban la consolidación de un modelo
de producción sostenible 37 . En este contexto, la agroecología emerge como una
propuesta llamativa que se distancia del modelo productivo de la agricultura
mecanizada, pues propone, entre otras cosas, suplantar el principio de rentabilidad,
central en el paradigma de la agricultura moderna, por el de la sostenibilidad (Altieri,
1982). “La agroecología es ante todo una respuesta a los impactos económicos,
sociales y ecológicos negativos de la agricultura industrial y un intento de proteger la
autonomía de las agriculturas campesinas de su creciente influencia” (Oxfam, 2015,
p. 13). El carácter multifacético de la agroecología, al consolidarse como ciencia,
enfoque agrícola y movimiento social a la vez, es lo que la hace llamativa para las
ONGs que buscan un nuevo paradigma de desarrollo agrícola (Oxfam, 2015).

En la década de los ochentas y noventas, la consolidación del Movimiento


Agroecológico LatinoAmericano (MAELA) y el Consorcio LatinoAmericano de
Agroecología y Desarrollo (CLADES) constituyeron el gran marco que integró las
propuestas de las ONGs 38 pioneras que promovían diversos proyectos de
investigación y capacitación orientados a impartir las técnicas de producción
sostenible y los principios agroecológicos entre los campesinos (Altieri, 1982). Estos
esfuerzos por evitar la desaparición de variedades locales a partir de promover un
modelo sostenible de desarrollo agrícola no tardó en insertarse en las agendas
políticas. Un elemento que marca un hito en este proceso es el Convenio sobre la
Diversidad Biológica (CDB), firmado en 1992 en el marco de la Declaración de Río

36
Según la FAO, la seguridad alimentaria hace referencia a un estado en el que las personas gozan de acceso
permanente a los alimentos que necesitan para vivir de manera óptima y alcanzar un estado de bienestar general.
37
Según la FAO, hace referencia a un tipo de producción que satisfice las necesidades humanas y garantiza un
equilibrio entre la salud del medio ambiente, la equidad social y económica y la rentabilidad.
38
Entre ellas se encuentran el Centro de Educación y Tecnología (CET), el Centro IDEAS, el Centro de
Investigación, Educación y Desarrollo (CIED), el Instituto Mayor Campesino y la Fundación para la Aplicación
y Enseñanza de las Ciencias (FUNDAEC).
47

sobre el Medio Ambiente y Desarrollo 39 . Este documento marcó las pautas


internacionales que los países debían seguir en torno al manejo y protección de la
biodiversidad en general. Un documento central en este proceso, titulado “Nuestra
diversidad creativa” (1996) y publicado por la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), sintetizó los esfuerzos de diversos actores que reivindicaban la inmensa
diversidad del planeta al plantear una nueva ética global que promueva la revaloración
y aprovechamiento sostenible de los recursos.

A pesar de los esfuerzos, no fue hasta después de la publicación de dicho


documento que los gobiernos empezaron a tomar acciones concretas en torno al
manejo y conservación de la agrobiodiversidad. “En efecto, el mantenimiento de la
biodiversidad es uno de los objetivos clave en las agendas políticas, desde Río hasta
Nagoya. Pero la biodiversidad hasta hace poco era considerada exclusivamente en
su dimensión silvestre, desatendiendo la importancia clave que la biodiversidad
cultivada tiene para el futuro de los ecosistemas y de la alimentación de la humanidad”
(Acosta-Naranjo y Rodríguez-Franco, 2013, p. 116).

Antes de pasar a describir los esfuerzos concretos en torno a la conservación


de la agrobiodiversidad en el país, resulta pertinente explicar el discurso que
caracteriza a los proyectos de conservación.

2.1.1 Constitución de los discursos técnicos de la conservación

Las intervenciones para la conservación de la agrobiodiversidad comparten un


lenguaje común que supone, en última instancia, una determinada manera de
aproximarse al espacio agrícola. Esta aproximación parte de un distanciamiento entre
los agentes que la estudian y la agrobiodiversidad misma, que motiva un
acercamiento a partir de marcos conceptuales avalados en los conocimientos

39
La Declaración sobre el medio ambiente y desarrollo se aprobó durante la Cumbre de Río de Janeiro en 1992.
Esta Declaración tiene como fin impulsar la responsabilidad de los Estados en la preservación del medio ambiente.
En esta misma línea, en 2010, se aprobó el Protocolo de Nagoya (Japón), el cual busca frenar la biopiratería al
regular el uso y acceso de los recursos genéticos.
48

técnicos que poseen. En otras palabras, el relato técnico de las intervenciones supone
una determinada manera de conceptualizar y relacionarse con la agrobiodiversidad.
En esta aproximación, la separación dicotómica entre el conocimiento experto y el
conocimiento local es central dentro del discurso.

Desde la teoría (Negev y Teschner, 2013; Agrawal, 1995), el conocimiento


local es definido como el entendimiento que se produce a partir de la experimentación
empírica y cotidiana de la realidad en un contexto determinado. La observación y las
prácticas cotidianas que los sujetos realizan en el medio en el que viven genera un
tipo de conocimiento informal que se configura como el gran marco interpretativo de
la realidad (Ballard et al., 2008). El conocimiento científico, por el contrario, no se
enraíza necesariamente a un contexto en particular, sino que puede aplicarse a
diversas problemáticas dado el nivel de abstracción que lo caracteriza (Agrawal,
1995). A diferencia del conocimiento local, este se basa en evidencia recogida por
profesionales técnicos con un bagaje teórico y sustento académico, que es, entre
otras cosas, lo que le otorga un carácter “neutral” y, por tanto, superior (Foucault,
2002). Específicamente, en el mundo de las intervenciones de desarrollo se ha
generado una asociación entre lo científico y lo técnico, dando lugar a lo que se
conoce ahora como el conocimiento técnico-científico (Yanow, 2003).

En breve, las intervenciones para la conservación de la agrobiodiversidad


suponen esfuerzos de agentes externos para evitar la erosión. Para ello, equipos
compuestos por profesionales de distintas disciplinas (agrónomos, antropólogos,
biólogos), expertos en la materia, abordan el fenómeno a partir del conocimiento
técnico-científico proporcionado por sus propias disciplinas. Esto, por ejemplo, se
manifiesta en los términos que emplean para referirse a la realidad que estudian, tales
como variabilidad genética, erosión, especies vegetales, parientes silvestres, entre
otros, que ponen en evidencia el sesgo cientificista de la intervención.

Para evitar la erosión de variedades, estas intervenciones promueven un


modelo de producción alternativo, donde ciertos aspectos de la agroecología y la
producción sostenible son centrales. Tanto el paradigma de la agroecología como el
del desarrollo sostenible se caracterizan por una “recuperación” de los llamados
saberes agrícolas tradicionales, lo que hace llamativos a los pequeños agricultores.
49

Lo que plantean estas corrientes es un regreso a la producción sostenible que


tradicionalmente ha caracterizado a las prácticas agrícolas campesinas. Así, en el
relato técnico de las intervenciones de conservación se elabora una narrativa que
valora y presenta como centrales el rol de los campesinos en el proceso de
recuperación y conservación de variedades, donde los conocimientos que estos
poseen sobre los cultivos le estarían dando una especie de valor agregado a lo local.
Esta ancestralidad y prácticas tradicionales se vuelen prioritarias en el discurso,
precisamente porque calzan con el ideal de producción sostenible que se requiere
para lograr la conservación de las variedades.

No obstante, esta forma de resaltar e integrar ciertos aspectos de lo local


refuerza la dicotomía al incorporar estos conocimientos como complementarios al
científico. El uso de términos como “conocimiento tradicional”, “cultura local” y
“recuperación de saberes” posiciona al mundo de los agricultores en un determinada
posición dentro del discurso, hecho que evidencia la naturaleza jerárquica que
determina la relación de ambos tipos de conocimiento. En este sentido, en esta
diferenciación dicotómica que caracteriza al discurso lo nativo, local y tradicional es
concebido como opuesto al conocimiento científico, neutral y moderno.

En resumidas cuentas, la conservación de la agrobiodiversidad como relato


técnico parte de una serie de presupuestos que a la hora de llevarse al terreno de lo
práctico y articularse con teorías agrícolas locales generan tensiones entre los
distintos actores y sus distintas formas de producción de conocimiento. El discurso de
conservación de la agrobiodiversidad implica una determinada visión de desarrollo
rural que está permeado por formas específicas de concebir la agrobiodiversidad y el
espacio agrícola a grandes rasgos, situación que es problemática a la hora de realizar
las intervenciones. A estos problemas y tensiones me voy a referir en el capítulo
cuatro.
50

2.2 Perú: Promoción de la diversidad

La atención en el cuidado y protección de la agrobiodiversidad se enmarca en


un proceso global de revalorización de la diversidad en general, del cual el país no
estuvo exento. No obstante, este es un fenómeno relativamente reciente, pues, desde
el gobierno históricamente se ha percibido y tratado “la diversidad más como un
problema que como una ventaja. La variedad de regiones geográficas ha sido
abordada, hasta la segunda mitad del siglo XX inclusive, como ventaja sí, pero para
el ejercicio abusivo del poder y la dominación en las zonas rurales, y como un escollo
para la integración nacional en el discurso político” (Oliart, 2004, p. 429).

El clima de cambios y transformaciones que caracterizó a la década del


noventa en la región, sentó las bases para que, al menos en el discurso, la relación
con la diversidad empiece a cambiar. Específicamente en el país, el modelo neoliberal
se consolidó con las reformas estructurales aplicadas durante el gobierno de Fujimori.
La privatización de empresas estatales, la flexibilización laboral y la liberalización de
las fronteras al capital extranjero fueron algunas de las medidas que se
implementaron con la finalidad de sacar al país de la crisis y reinsertarlo en el sistema
financiero internacional.

Si bien el discurso de desarrollo que caracteriza al modelo neoliberal está


impregnado de un fuerte sesgo economicista, la reinserción no se buscó únicamente
por la vía económica. Para obtener nuevamente la aprobación internacional –
estropeada durante la época de crisis – se exploraron vías alternas. Así, el tema
ambiental, que cada vez iba ganando más fuerza en las discusiones globales, se
posicionó como la opción adecuada para obtener dicha aceptación. Es así que el
gobierno de Fujimori sentó las bases para el ingreso de los temas ambientales a la
discusión política y para el posterior desarrollo de una política ambiental. “La habilidad
política de los grupos vinculados con estos intereses en diversas partes del mundo
se conjugó en el Perú con la necesidad del régimen de Fujimori de garantizar su
reingreso al sistema internacional, y se lograron avances significativos, al menos en
lo formal, en cuanto a los compromisos sociales y ambientales asumidos por el Estado
peruano” (Oliart, 2004, p. 432).
51

A raíz de ello, en la década del 90 se empezó a “hablar desde el Estado acerca


de la biodiversidad con un lenguaje que, al menos en el discurso, promueve una
relación diferente con ella” (Oliart, 2004, p. 430). No obstante, dadas las
características del modelo neoliberal en las que la búsqueda del progreso está
marcado por un fuerte sesgo económico, la promoción de la inversión privada y la
explotación de nuestros recursos naturales; la valoración de la biodiversidad estaba
permeada por la idea de aprovechar nuestras ventajas comparativas, donde la
ganancia económica prevalece sobre la sostenibilidad (Pulgar-Vidal, 2002). Esto deja
entrever la inconsistencia de los compromisos ambientales adquiridos durante el
gobierno de Fujimori. Un ejemplo de esto es el incumplimiento de las condiciones de
sostenibilidad sugeridas por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo,
donde se estipula que “el crecimiento económico debe estar articulado a políticas de
protección ambiental y equidad o justicia social” (Oliart, 2004, p. 436).

Específicamente respecto a la biodiversidad, la primera herramienta legal que


se implementó fue el Código del Medio Ambiente y los Recursos Naturales 40. No
obstante, es en 1993, año en el que el país ratifica y entra en vigor el Convenio sobre
la Diversidad Biológica (CDB), que se empieza a incorporar el concepto de
“biodiversidad” y sus derivados dentro de las políticas y normativas. “Es posible
identificar claramente un antes y un después en cuanto a políticas públicas y
legislación sobre conservación y uso sostenible de los recursos naturales (incluyendo
la biodiversidad y la agrobiodiversidad), a partir de la entrada en vigor del CDB” (Ruiz,
2009, p. 25).

Una entidad que congregó estos esfuerzos fue la Comisión Nacional de


Diversidad Biológica (CONADIB)41, creada con la finalidad de hacer cumplir el CDB a
través de la promoción de políticas públicas y normas relacionadas a la biodiversidad.
La CONADIB se posicionó como la plataforma aglutinadora que vinculaba los
diversos intereses en materia de biodiversidad, integrando así a los distintos sectores

40
Decreto Legislativo 613, año 1990.
41
Creada originalmente mediante el Decreto Supremo 022-93-AG, año 1993.
52

que están vinculados, directa o indirectamente, al manejo y cuidado de la misma 42.


“Se definen las posiciones nacionales en las negociaciones internacionales, se
proponen medidas de carácter político y técnico y se apoya en la definición de las
políticas nacionales en materia de conservación y uso sostenible de la diversidad
biológica” (Ruiz, 2009, p. 26).

En este contexto en el que el tema ambiental se abría paso dentro del terreno
político es que se crea, en 1994, el Consejo Nacional del Ambiente 43 (CONAM),
institución que cumple la función de ser el ente rector de la política ambiental nacional.
Así, la CONADIB pasó a ser presidida por el CONAM, punto focal nacional para el
CDB (Ruiz, 2009). Si bien entre los principales temas que se negocian en el CDB se
incluyen los referentes a los recursos genéticos, los llamados conocimientos
tradicionales, la conservación de la biodiversidad y la propiedad intelectual, existen
medidas y organizaciones específicas que se enfocan en la agrobiodiversidad.

2.2.1 Fortalecimiento de la conservación de la agrobiodiversidad

El tema de la importancia de los recursos genéticos para la conservación de la


agrobiodiversidad, así como el de los denominados conocimientos tradicionales, se
empezó a tratar a profundidad en 1993, año en que se negoció en el ámbito sub-
regional andino de la Comunidad Andina un régimen legal en torno a las variedades
vegetales, el acceso a los recursos genéticos y los temas de propiedad intelectual
(Ruiz, 2009).

A nivel nacional, el proceso de concientización y sensibilización respecto a los


temas relacionados a la agrobiodiversidad ha sido promovido por diversas
instituciones, entre las cuales destaca la participación de la el Instituto Nacional de

42
Ministerio de Agricultura, Ministerio de Pesquería, Ministerio de la Presidencia, Ministerio de Economía y
Finanzas, Instituto Nacional de Recursos Naturales, Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía
Peruana, Instituto del Mar del Perú, Sistema Nacional de Hidrología y Meteorología, Fundación Peruana para la
Conservación de la Naturaleza, PROTERRA, Sociedad Pachamama, Sociedad Peruana de Derecho Ambiental y
Consejo Andino de Manejo Ecológico.
43
Ley 26410, año 1994.
53

Recursos Naturales (IRENA), el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y el


Consejo Nacional del Ambiente (CONAM) y el Instituto Nacional de Defensa de la
Competencia y la Propiedad Intelectual (INDECOPI). Durante este primer periodo de
sensibilización, la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), la
Confederación de Nacionalidades Amazónicas del Perú (CONAP) y la Asociación
Interétnica de Desarrollo de la Amazonía Peruana (AIDESEP) cumplieron un rol
destacado en términos de llevar la discusión al los terrenos políticos y legales.

Asimismo, el Seminario Permanente de Investigación Agraria (SEPIA)


contribuyó también a extender la discusión a otros espacios y buscar, desde un
posición académica, fomentar la discusión política y el debate técnico. “En este
contexto, es posible afirmar que hay instituciones que han asumido seriamente los
retos planteados en relación al reconocimiento de la agrobiodiversidad como un
elemento con implicancias sociales, culturales, políticas y hasta económicas. Si bien
aún no se ha generalizado el interés de la totalidad de instituciones que tienen
competencias, mandatos o responsabilidades en estas materias, los progresos son
notorios” (Ruiz, 2009, p. 41). Vale la pena destacar que, en este proceso, entidades
como el Ministerio del Ambiente, el Ministerio de Cultura, Ministerio de Agricultura y
Riego y PromPerú44 han tenido una participación notoria y activa.

Como consecuencia de estos esfuerzos, en el año 2001 se publicó el


Reglamento de la Ley sobre Conservación y Aprovechamiento Sostenible de la
Diversidad Biológica45, donde se creó la figura de la “Zona de Agrobiodiversidad”, con
la finalidad de proteger los cultivos y ecosistemas agrícolas particularmente ricos en
diversidad genética, así como el sistema sociocultural que se desarrolla alrededor de
la misma. En Perú, esta figura es central, dada la existencia de áreas que concentran
una “alta diversidad genética, que hace de estos lugares particularmente interesantes
e importantes desde un punto de vista cultural, social, ecológico, económico y
científico. Son lo que podrían denominarse “zonas o áreas de especialización” en
materia de diversificación genética” (Ruiz, 2009, p. 34).

44
Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo.
45
El Reglamento fue aprobado por del Decreto Supremo 068-2001-PCM.
54

A nivel regional, una organización que ha venido realizando constantes


intervenciones en materia de agrobiodiversidad es el Instituto de Desarrollo y Medio
Ambiente (IDMA). Desde 1989, el IDMA viene trabajando con comunidades del
departamento Huánuco a partir de tres ejes centrales: la producción sostenible de la
pequeña agricultura familiar, la agroecología y la conservación in situ de la
agrobiodiversidad. Con apoyo de instituciones estatales y privadas aliadas46 realizan
talleres, cursos, intercambios de semillas, ferias y capacitaciones relacionados a las
líneas de acción que plantean. Como parte del repertorio de la ONG se han
gestionado diversos proyectos en torno al “desarrollo rural sostenible, agricultura
ecológica, seguridad alimentaria, educación ambiental, mercados agroecológicos y la
conservación de la agrobiodiversidad” (IDMA, 2016, p. 12).

El proceso de promoción y fortalecimiento de la agrobiodiversidad en Huánuco


se cristaliza en diversos proyectos que se han llevado a cabo en la región. Sin
embargo, para este trabajo, me enfoco únicamente en dos grandes proyectos que se
implementaron en el distrito de Quisqui. Por un lado, el Proyecto de Conservación In
Situ de Cultivos Nativos y sus Parientes Silvestres y, por otro, el Proyecto Modelos
de Gestión de la Agrobiodiversidad que promueven la Soberanía Alimentaria (ABISA).
Si bien ambas intervenciones ya habían finalizado durante los meses del trabajo de
campo, son importantes puesto que sentaron las bases para la declaración de la
primera Zona de Agrobiodiversidad del país en las tres comunidades del distrito.

2.2.2 Los proyectos en el distrito de Quisqui

El Proyecto In Situ fue una propuesta financiada por el Fondo Mundial del
Medio Ambiente (FMAM), administrado por el Programa de Nacionales Unidas para
el Desarrollo (PNUD) e implementada por el Instituto de Investigaciones de la
Amazonía (IIAP) entre los años 2001 y 2005 (IDMA, 2002). Se llevó a cabo a nivel

46
Por ejemplo, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), la Universidad Nacional Hermilio Valdizán,
la Dirección Regional de Agricultura y la Gerencia Regional de Recursos Naturales y Medio Ambiente.
55

nacional en alianza con seis instituciones locales 47 y se desarrolló en en 12


departamentos, 32 provincias y 52 distritos del país. Trabajó con 131 comunidades al
país, lo que suma un total de 6253 familias campesinas, de las cuales 417 fueron
catalogadas como conservacionistas. El término conservacionista es aplicado a
campesinos “que no son agricultores solamente sino que adicionalmente a sus
labores agrícolas típicas, realizan actividades de conservación, mantenimiento,
desarrollo, caracterización de sus variedades nativas […] a nivel de familias
determinadas e incluso individuos específicos” (Ruiz, 2009, p. 33).

En Huánuco, la intervención fue liderada por la Coordinadora de Ciencia y


Tecnología de los Andes (CCTA), organización sin fines de lucro que tuvo también
como ámbito de acción los departamentos de Piura, Cajamarca y Huancavelica,
donde actuó en alianza con organizaciones locales. En el caso de Huánuco, el
proyecto fue llevado a cabo en coordinación con la organización IDMA. En el distrito
de Quisqui se trabajó con un total de 52 agricultores; tanto la comunidad de San Pedro
de Cani como Huayllacayán participaron parte del proyecto48.

El objetivo principal consistió en asegurar la conservación in situ de los cultivos


nativos que se priorizaron49 y sus variedades silvestres en los lugares en los que se
identificó una alta concentración de diversidad genética (CCTA, 2006). Este proyecto
sentó las bases para el fortalecimiento de la conservación a nivel nacional y reforzó
la capacidad de las organizaciones para “determinar las áreas de mayor
concentración de estas especies y lograr dispositivos legales y de consenso que
permitan su conservación en beneficio de la población actual y sus descendientes”
(CCTA, 2006, p. 5). La inclusión de los parientes silvestres es fundamental dado el
contexto de erosión genética, puesto que estas especies “guardan importantes genes
para ciertas características que las domesticadas habían perdido, tales como la
resistencia a enfermedades, insectos, tolerancia a extremos climáticos o condiciones
específicas del suelo. Por ello, estas especies afines, o parientes silvestres de los

47
Instituto Nacional de Investigación y Extención Agraria (INIEA), Proyecto Andino de Tecnologías (PRATEC),
Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente (IDMA), Centro de Servicios Agropecuarios (CESA), Coordinadora
de Ciencia y Tecnología de los Andes (CCTA) y ARARIWA.
48
Las comunidades de Santa Rosa de Monte Azul y San Alejandro de Callancas también formaron parte del
proyecto.
49
Papa, maíz, frijol y camote.
56

cultivos, en muchos casos son nuevamente utilizadas para recuperar dichos


beneficios” (MINAM, 2014, p.4).

Paralelamente, buscaron producir datos científicos y técnicos sobre las


variedades para después crear un registro de los cultivos nativos y sus parientes
silvestres de cada zona, así como también uno de los conocimientos y prácticas
tradicionales en torno a sistemas de cultivo, las prácticas agronómicas y los sistemas
de clasificación.

“Es un proyecto que llamamos extractivo: solamente para recoger


conocimiento. Consistía en eso el proyecto: en recoger información. Solamente
eran puros talleres y también íbamos a las cosechas para registrar las
variedades. Los talleres eran para… hacíamos una descripción de sus
tecnologías, registrábamos qué variedades tenían, etc… Se quería saber qué
variedades existen, cuáles estaban registradas… para después promocionar
políticas que los beneficien” (Facilitador del proyecto In Situ, 11/04).

Bajo el marco del proyecto, las chacras eran concebidas como centros de
experimentación. Las familias que decidieron involucrarse, se comprometieron a
cultivar y conservar variedades de los cultivos de la zona: papa, calabaza, maíz,
arracacha, entre otros. La conservación también se promovió a partir del cruce de los
cultivos para lograr el incremento de variedades. Para ello, el proyecto brindó
“capacitaciones en tema de agrobiodiversidad, orientación en técnicas o prácticas que
podían ayudar a la conservación, para eso tenían que capacitarse: conservación de
suelos o reforestación que tenía que hacerse en las zonas de producción para dar
condiciones a los cultivos, las pasantías, participación en ferias, en fin” (Facilitador
del proyecto In Situ, 08/04).

Una de las consecuencias del Proyecto In Situ fue la implementación de la


Feria de la Agrobiodiversidad de Quisqui en el año 200250. También conocida como
el “Muru Raymi” o “Fiesta de las Semillas”. Este evento busca exponer las diversas
variedades de los productos agrícolas, promover los intercambio de semillas entre los
agricultores de todas partes del país y reconocer el trabajo de los conservacionistas
en cuanto a la recuperación, mantenimiento y revaloración de los cultivos nativos y

50
Ver Anexo Nº 2.
57

sus variedades silvestres (IDMA, 2016). “Esto ha ido ayudando a los campesinos,
para que puedan seguir incrementando variedades, porque en cada feria, cada año
que se hacía, lo que sucedía era que intercambiaban semillas. Eso ha ido
incrementando la gran diversidad de variedades que ahora existe en la cuenca del río
mito” (Facilitador del proyecto In Situ, 08/04).

Esta feria fue institucionalizada el 2015 por el Gobierno Regional de Huánuco


y es considerada como la feria más importante a nivel de la región. Una expresión
simbólica del rol activo que esta entidad cumplió, es la incorporación de elementos
relacionados a la agrobiodiversidad en el escudo distrital. En las entrevistas
realizadas al personal de la ONG IDMA, los entrevistados coinciden y celebran el rol
activo de la Municipalidad; sin embargo, convienen en que la participación y el
presupuesto se han reducido significativamente en los últimos años. “Inicialmente los
beneficios eran los premios. Y se daban buenos premios. A parte los que no ganaban
ya se llevaban sus sacos de granja también. Ahora siguen promocionando la feria,
pero no se han preocupado por qué beneficios van a obtener los agricultores. Ya los
premios son más bajos… En realidad se debería haber avanzado y aprovechar esta
feria para ir vendiendo ya y no se ha logrado” (Facilitador del proyecto In Situ, 11/04).
58

Como parte de los logros del proyecto, en el marco de la Feria de la


Agrobiodiversidad, los agricultores conservacionistas obtuvieron un reconocimiento
especial por parte de entidades estatales. “Es importante destacar que los
productores conservacionistas de la agrobiodiversidad de Quisqui, han sido
reconocidos con dos Resoluciones Ministeriales por el Ministerio de Cultura, como
“Personas Meritorias de la Cultura”, asimismo han recibido reconocimientos de la
Dirección Regional de Agricultura, del INIA, del Ministerio de Agricultura y en eventos
nacionales como Mistura e internacionales como los ELAO (Encuentro
Latinoamericano de Agricultura Orgánica)” (IDMA, 2016, p. 12).

Según el informe del proyecto (2006), específicamente en el ámbito de


intervención de la CCTA, “ningún campesino se retiró, todos mantuvieron su actividad
de conservadores y mantuvieron la variabilidad de su agrobiodiversidad entre el 63 y
100%. Las disminuciones estuvieron asociadas a las características de cada una de
las campañas (clima, plagas, periodicidad de la semilla), pero nunca bajaron su
presencia a menos de 60%” (p. 23). Asimismo, se mantuvieron y registraron las
variedades silvestres y se estableció una línea de base de estas de las prácticas
tradicionales.

“El Proyecto culmina habiendo generado todo un espacio para que la


conservación in situ en el Perú tenga condiciones favorables para su
sostenibilidad al haber remarcado su accionar en lo que se ha considerado el
59

actor principal de la conservación in situ: la familia conservadora, seguido de


la preocupación por la variabilidad genética de los cultivos andinos nativos y la
diversidad específica de los parientes silvestres a través de la conservación
del entorno mayor: el ambiente”. (CCTA, 2006, p. 10).

Particularmente en Quisqui, el Proyecto In Situ creó las condiciones para


desarrollar una segunda intervención que buscaba, entre otras cosas, continuar
fortaleciendo la conservación en las chacras.

El proyecto ABISA se implementó en Huánuco, Lima, Loreto y Cusco entre los


años 2012 y 2015. Fue producto de un trabajo conjunto del Instituto de Desarrollo y
Medio Ambiente (IDMA), la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y la
Asociación ARARIWA, con el apoyo financiero de la Unión Europea y Welthungerhilfe.
A diferencia del primer proyecto, este tuvo un carácter más práctico y participativo,
pues la metodología propuesta involucró a las familias campesinas como los
protagonistas de la conservación. Estas constituyeron el grupo destinatario directo de
las “capacitaciones, intercambios de experiencias y acciones diversas orientadas a
fortalecer sus capacidades de conservación de cultivos nativos en las zonas de
agrobiodiversidad y mejorar sus niveles de alimentación y nutrición con los productos
alimenticios locales” (IDMA, 2016, p. 24).

Entre las comunidades del distrito de Quisqui se trabajó con 100 familias
conservacionistas. Como parte del proceso continuo de sensibilización de los
productores y autoridades locales respecto a la importancia de la conservación de la
agrobiodiversidad, se implementaron una serie de capacitaciones y se brindó
asistencia técnica relacionada a la producción agroecológica y a la conservación, con
lo cual se buscó fortalecer “la cultura de la crianza de la agrobiodiversidad
(tecnologías tradicionales, rituales, danzas, saberes ancestrales)” (IDMA, 2016, p.
23). De manera complementaria, se fortalecieron también los intercambios de
semillas, tanto a nivel local como nacional, a partir de la realización de ferias
regionales y nacionales.
60

Figura Nº 8: Ruta de las semillas nativas en la región Huánuco

Fuente: IDMA (2016).

En cuanto a los aspectos prácticos, el proyecto se enfocó en la búsqueda de


mercados y canales de comercialización para este tipo de productos diferenciados
con un sello ecológico. En este proceso, la implementación del SGP (Sistema de
Garantía Participativo), mecanismo alternativo que certifica la producción
agroecológica, es uno de los principales logros del proyecto, en la medida que
permitió la incorporación diferenciada de productos a las ferias y logró darle visibilidad
a la producción orgánica, a partir de trabajar en el fortalecimiento del aspecto
organizacional de los productores y los espacios de difusión de información sobre
este tipo de productos.

Otro logro alcanzado por el proyecto es el aumento de la diversidad de cultivos,


hecho que ha contribuido a reforzar la seguridad alimentaria de las familias. Al
analizar la data de calidad de impacto del informe destaca la recuperación de semillas
nativas como consecuencia de los quince años de fortalecimiento que se vienen
promoviendo desde proyectos previos. El proyecto ABISA evidencia el trabajo de
61

recuperación al actualizar el registro físico de los cultivos principales 51. Evidencian,


por ejemplo, que para los años noventa, los productores contaban con alrededor de
80 variedades de papa; para el 2002, estas subieron a 200 y en el periodo del 2001
al 2015, como consecuencia de las Ferias de Agrobiodiversidad, se registraron 699
variedades. Asimismo, el informe recalca que “las comunidades de Huánuco
(principalmente del distrito de Quisqui) han revalorado y fortalecido su cultura de la
producción, selección y conservación de semillas; sustentada en la acumulación de
saberes y tecnologías ancestrales apropiadas al mundo campesino; y de respeto y
amor a la tierra, en armonía con la naturaleza” (IDMA, 2016, p. 51).

2.2.3 Las Zonas de Agrobiodiversidad

Como consecuencia de todos estos años de trabajo y sensibilización en torno


al tema de la agrobiodiversidad, el 22 de julio del 2014, se reconoció al territorio
constituido por las comunidades Tres de Mayo de Huayllacayán, Santa Rosa de
Monte Azul y San Pedro de Cani como la primera Zona de Agrobiodiversidad del país.
La Ordenanza del Gobierno Regional de Huánuco52, publicada en el diario El Peruano
el 8 de enero del 2015, coloca como el objetivo general de esta declaración el “ofrecer
una opción de bienestar humano, fortaleciendo y consolidando la conservación, uso
sostenible y gestión local de la agrobiodiversidad a partir del reconocimiento social de
las comunidades campesinas y sus miembros” (p. 2).

En este sentido, mientras que el Proyecto In Situ, al aplicarse a nivel nacional,


contribuyó a resaltar la importancia de estas áreas y llevó el tema al terreno político
al proponer la figura de las Zonas de Agrobiodiversidad en la normativa nacional, el
proyecto ABISA impulsó el reconocimiento de la primera declaración en el distrito de
Quisqui. Como parte del proceso de revaloración ecológica, cultural y económica de
la agrobiodiversidad, el repertorio del proyecto ABISA incluyó la elaboración del

51
En el 2015 se actualizó el registro de variedades de los principales cultivos de la microcuenca de Mito
(principalmente las comunidades de Huayllacayán, Santa Rosa de Monte Azul y San Pedro de Cani). Se registran
699 variedades de papas nativas, 423 de maíces, 200 de ocas, 129 de mashuas, 100 de frijol, 96 de ollucos, 26 de
habas, 14 de calabazas, entre otros cultivos (IDMA, 2016).
52
Ver Anexo 1.
62

Expediente Técnico que se presentó al Gobierno Regional de Huánuco para el


reconocimiento de la Zona de Agrobiodiversidad en el distrito. Este fue estudiado por
a Gerencia de Recursos Naturales y Medio Ambiente y Asesoría Legal y pasó al
Consejo Regional de Huánuco, instancia que aprobó el reconocimiento.

La declaración de la Zona de Agrobiodiversidad en el distrito de Quisqui


cristalizó los esfuerzos por reconocer el trabajo de las familias en materia de
conservación de las variedades domesticadas en la zona y creó el terreno para dar a
conocer a nivel nacional la importancia de la producción campesina en el proceso de
manteamiento de la agrobiodiversidad para el país. La Zona de Agrobiodiversidad no
apunta solo a un reconocimiento simbólico, sino que pretende promover programas y
proyectos que fomenten la producción, comercialización y uso sostenible de la
agrobiodiversidad y que contribuyan de esta manera a la revalorización económica,
ecológica y social de la misma.

“Una zona de agrobiodiversidad te da espacio para que se generen un montón


de puertas: turismo vivencial, espacios de estudio, se genera todo un circuito
económico, se dinamiza la economía. Desde el momento que alguien de acá
va a almorzar a Huayllacayán o a San Pedro de Cani, está dejando dinero. No
es solamente incrementar la producción, sino saber explotar la riqueza que se
tiene con diferentes actividades. Por ejemplo, la región de Huánuco, el
Gobierno Regional, podría sacar un letrero bien grande, cada 15 días, poner
un bus: salidas a conocer la zona de agrobiodiversidad y conversar con los
productores” (Promotor del IDMA, 22/03).

Más allá de los logros atribuidos por los proyectos y de los beneficios que en
teoría trae consigo esta declaración, vale la pena preguntarse sobre lo que realmente
ha significado la declaración de la Zona de Agrobiodiversidad para los agricultores de
las comunidades. Este planteamiento es central en los capítulos que siguen. No
obstante, antes de pasar a presentar a las familias productoras, es útil refrescar los
nexos que existen entre la agricultura familiar y la agrobiodiversidad y la importancia
que esta cumple en la conservación de la misma.
63

2.3 Agricultura Familiar y Agrobiodiversidad

El Perú es considerado uno de los diez países más vulnerables al cambio


climático (MINAM, 2015) y sus efectos constituyen una amenaza para el sector
agrícola y, específicamente, para la conservación de las variedades. No obstante, las
características de la pequeña producción campesina presentan la potencialidad de
mitigar algunas de las consecuencias de este fenómeno, puesto que esta “desarrolla
una actividad agrícola diversificada que garantiza la sostenibilidad del medio
ambiente y la conservación de la biodiversidad” (Eguren, 2018). “En pleno proceso
de cambio climático, a nivel local, nacional y global; cada día existe mayor consenso
que, en un país megadiverso de las características del Perú –“con 84 zonas de vida
de las 117 que hay en el planeta”-; la diversidad de culturas constituye una
extraordinaria reserva y potencial generador de diversificación productiva que
requiere ser debidamente valorada y difundida” (IDMA, 2016, p. 9).

Diversas investigaciones (Cepal, 2016; Comunidad Andina, 2011; Van Der


Ploeg, 2010) reconocen la importancia de la agricultura familiar para la conservación
de la agrobiodiversidad. “Durante miles de años, no solo adaptaron sus sistemas
productivos al medioambiente y las variaciones climáticas, sino también criaron una
agrobiodiversidad extraordinaria: la variedad de fuentes de alimentos de las que se
nutren las comunidades campesinas en el mundo suman siete mil cultivos, muchos
más que los de la agroindustria” (CCOEECI, 2014, p. 18).

Incluso la Ley de Promoción y Desarrollo de la Agricultura Familiar, reconoce


como central el peso que tiene la pequeña agricultura en la conservación de la
diversidad agrícola. “La presente ley tiene por objeto establecer las responsabilidades
del estado en la promoción y desarrollo de la agricultura familiar, a partir del
reconocimiento de la agricultura familiar, así como la importancia de su rol en la
seguridad alimentaria, en la conservación de la agrobiodiversidad, en el uso
sostenible de los recursos naturales, en la dinamización de las economías locales, en
la contribución al empleo rural y la vigencia de las comunidades, mediante la
implementación de las políticas de estado” (El Peruano, 2015, Artículo 1).
64

La relación entre la agrobiodiversidad y la agricultura familiar reside


fundamentalmente en la importancia ambiental de la segunda. “La agricultura familiar
practica un manejo cuidadoso de los recursos naturales de los que depende: agua,
suelos y biodiversidad. Las terrazas, los sistemas sofisticados de riego y la gestión
del agua son ejemplos bien conocidos” (COEECI, 2014, p. 18). A lo largo del territorio
nacional coexisten diversos pisos ecológicos que determinan las características y la
forma de producir, así como los cultivos de cada zona. “La integración de varios pisos
altitudinales y zonas de vida es un hecho cotidiano también en el nivel de cada
productor, ya que muchos de ellos explotan tierras situadas en diferentes climas, a
diferente altura, y con características y formas de uso de la tierra radicalmente
distintas entre sí” (FAO, 2017, p. 6).

Las características productivas de la pequeña agricultura, los servicios


ambientales que brinda y el manejo adecuado del entorno, incluso frente a situaciones
adversas, permite posicionarlos ante los proyectos e intervenciones como agentes
que cumplen un rol central dentro del ámbito de la conservación. En un país tan
diverso y con múltiples pisos ecológicos y regiones geográficas como es el Perú, la
vinculación entre el mantenimiento, manejo y aprovechamiento sostenible de la
agrobiodiversidad por parte de los pequeños agricultores es fundamental para la
conservación de la misma. Así, no es sorprendente que en una zona que concentre
una riqueza agrícola tan grande, existan proyectos que busquen trabajar directamente
con los pequeños agricultores para lograr sus objetivos. Con este panorama descrito,
paso a presentar a los productores familiares de las comunidades que conforman la
Zona de Agrobiodiversidad en Quisqui.
65

3. AGRICULTURA Y ESTRATEGIAS FAMILIARES EN EL DISTRITO DE QUISQUI

Si el discurso de conservación implica una determinada forma de pensar el


espacio rural, es necesario comprender que los proyectos se enmarcan en actores
en concreto y, a grandes rasgos, en un espacio que está marcado por el cambio,
situación que amplía el abanico de oportunidades de las familias. Este capítulo enfoca
y caracteriza la pequeña agricultura en el distrito. Inicio con una breve descripción del
estado de la agricultura familiar, donde describo las principales características de las
prácticas agrícolas de las familias y puntualizo los principales problemas que este
sector enfrenta. Luego de esta contextualización, presento a las familias productoras
y las clasifico en determinados tipos que son útiles para el posterior análisis de las
estrategias.

La información presentada está basada en datos recogidos por el último Censo


Nacional Agropecuario (2012) y en las entrevistas realizadas a funcionarios de la
Dirección Regional de Agricultura de Huánuco, al personal de la ONG IDMA y sobre
todo a los pequeños productores. Como parte del acuerdo de confidencialidad, no
utilizo los nombres reales de los informantes; cada familia es representada por un
apellido adjudicado a modo de seudónimo.

3.1 Caracterización de la Agricultura Familiar

Como mencioné, las características agroecológicas de la Sierra Central


propician la generación de un gran dinamismo en el sector agrícola. Específicamente,
Huánuco es una región eminentemente agrícola, donde la agricultura familiar está
consolidada como la principal actividad económica de la región. “Según los datos del
valor agregado bruto regional publicados por el INEI se aprecia que entre los años
66

2007 y 201453 la agricultura es la principal actividad generadora de riqueza en la


región, representando el 22 por ciento del valor agregado bruto en el periodo indicado;
asimismo, ésta es la actividad que concentra el mayor porcentaje de la PEA de esta
región (una de cada dos personas según datos del 2014)” (Informe BCR, 2015, p. 97).

El grueso del sector agrícola de la provincia está compuesto por fincas de


pequeños agricultores no capitalizados. De las 106,356 unidades agropecuarias de
la región, 104,194 (98%) corresponden al sector de la agricultura familiar. A pesar del
elevado número de fincas familiares, la productividad es baja en comparación a otras
provincias. Esto se encuentra directamente relacionado al reducido tamaño de las
unidades agropecuarias (Informe BCR, 2015). Según datos recogidos por el IV Censo
Nacional Agropecuario (2012), el 72% del total de unidades agropecuarias
corresponde a fincas menores a 5 has. La baja productividad del sector se encuentra
también relacionada al débil nivel de asociatividad que existe entre los pequeños
productores, donde solo un 5% forma parte de alguna asociación (Informe BCR,
2015).

No obstante, dadas las privilegiadas características climáticas y ecológicas del


territorio huanuqueño, la producción agropecuaria es altamente diversa y se producen
cultivos importantes para la alimentación nacional, tales como la papa, la arveja, el
trigo y las habas, pero también productos de bio comercio54, como el café, el cacao o
el aguaymanto. Después de Puno, Huánuco es el segundo productor de papa a nivel
nacional, lo que equivale al 14% de la producción nacional. Además, dada su céntrica
ubicación, es el primer abastecedor del mercado de Lima. “Huánuco es la segunda
región productora de papa, después de Puno. Puno tiene más de 50 mil hectáreas de
papa que siembran. Pero de Huánuco hemos terminado con 45 mil hectáreas y
tenemos mayor volumen de producción que Puno, tenemos mayor rendimiento. En
promedio, estamos sobre los 17 toneladas. En cambio Puno está entre 11, 12.
Nosotros con 45 mil, multiplica 17, llegamos a más de 700 mil toneladas de papa”
(Funcionario de la Dirección de Agricultura, 23/02). Las principales provincias en las
que destaca la producción de papa son Ambo, Huánuco y Pachitea, donde, además

53
La información corresponde a la estructura productiva medida con el año base 2007 y para el período 2007-
2014.
54
El biocomercio busca fomentar el comercio de productos de biodiversidad bajo criterios de sostenibilidad.
67

de papa blanca, se producen diversos tipos de variedades, entre las cuales destaca
la papa amarilla Tumbay, que viene siendo reconocida y solicitada como
consecuencia del boom gastronómico que se vive desde hace unos años en el país,
situación que genera una alta demanda y precios relativamente estables (Informe
BCR, 2015).

“Huánuco es una de las regionales que produce dos veces al año la papa y es
una de las regiones que abastece al mercado nacional todo el año. Aquí todo
el año se está produciendo, por su mismo clima. Las demás regiones son
estacionarios porque tienen helada, etc. En cambio acá no tenemos eso, muy
rara vez ha caído granizo, pero no… Por eso Huánuco es el segundo en
sembrar papa, primero es Puno, pero en producción Huánuco es primero. Le
digo con cifras del Ministerio de Agricultura” (Agricultor conservacionista,
Huayllacayán, 23/03).

3.2 Características productivas

En las comunidades del distrito de Quisqui se practica fundamentalmente la


pequeña agricultura. Según los datos producidos por el proyecto ABISA (2016), el
promedio del tamaño de las parcelas de los productores es de 1,5 ha. Si bien este
suele ser similar en ambas comunidades, en Huayllacayán la producción se realiza
en pequeñas parcelas separadas entre sí y las prácticas siguen el sistema de
barbecho sectorial. En las chacras que se encuentran en las zonas bajas de San
Pedro de Cani se suelen sembrar todos los cultivos en una misma parcela. “En
Huayllacayán y San Juan de Tingo todavía tenía la tecnología tradicional de rotación
de terreno, en las zonas bajas de Cani se vuelve a sembrar sobre lo mismo”
(Facilitador del proyecto ABISA, 26/03). Puesto que el terreno no siempre descansa
una cantidad de años adecuada, el uso de fertilizantes es mayor en esta comunidad.
Esto se debe también a los diferentes contextos agroecológicos de ambas
comunidades, donde las plagas y enfermedades suelen producirse sobre todo en la
parte baja, lo que afecta en mayor medida a los cultivos de San Pedro de Cani.
Durante la época de verano el uso de fertilizantes en las partes altas es mínimo,
puesto que las ranchas no atacan los cultivos.
68

El distrito de Quisqui destaca por su alta concentración de especies y


variedades de cultivos agrícolas, hecho que ha sido reconocido por la declaración de
la Zona de Agrobiodiversidad. El siguiente cuadro muestra un registro de variedades
de especies cultivadas de los principales cultivos de la zona.

Figura Nº 9: Registro de variedades.

Fuente: ABISA, IDMA (2016).


69

Además de esto, destaca también por las características sostenibles de la


producción. “En caso de las comunidades del distrito de Quisqui se nota claramente
que aún se conserva el suelo, los recursos naturales, comparado con algunas otras
zonas en Huánuco: Pachitea, Panao, esas zonas meten abundante agroquímico, de
forma indiscriminada” (Promotor del IDMA, 22/03). Esto, sin embargo, no significa que
no se utilicen agroquímicos, sino que estos no se emplean en grandes cantidades.
Como consecuencia de esto, el rendimiento no es tan elevado. “Al margen de que es
muy cercano a la capital de la provincia, es como cualquier otra zona alto andina, su
desarrollo no es tan fuerte, no es como esta parte de acá del Valle, de Churubamba,
de Pillao, en cuanto a lo que es rendimiento de los cultivos” (Funcionario de la
Dirección de Agricultura, 23/02).

Es precisamente por este prestigio del que goza el distrito en cuanto a la


cantidad de variedades y el carácter sostenible de la producción, que tanto la
Municipalidad distrital y el Gobierno Regional, así como la ONG IDMA han buscado
conservar la riqueza del suelo al promover intervenciones para fortalecer la
producción agroecológica y sostenible en las comunidades y así frenar la entrada de
paquetes tecnológicos que los promotores de la agricultura convencional ofrecen en
la ciudad, puesto que estos presentan una amenaza para la agrobiodiversidad. No
obstante, a pesar de que existan características sostenibles en la producción es
importante considerar que los conservacionistas son una pequeña parte del conjunto
de agricultores.

“Por ejemplo, por un promotor de desarrollo rural promoviendo agroecología,


por su tras hay diez que van promoviendo lo que es agricultura convencional.
ahora la papa nativa me está dando 12 toneladas por hectárea y el que lleva
paquete técnico de fertilización les hace probar y le produce más porque es
químico, es una alimentación para el cultivo artificial, lo natural te va a seguir
saliendo 12 o 13, aquí te va a subir a 20. Entonces el campesino opta por
aplicar fertilización alta, pesticida, entonces va perdiendo todo su
conocimiento, hace que se pierda todo su conocimiento de guaneo, de las
prácticas ancestrales que ellos manejan, descanso de terreno como que se va
perdiendo. El técnico que va con un paquete nuevo le dice para qué haces
descansar estás perdiendo plata. El descanso es la práctica que ellos conocen
y cuando va alguien con una nueva tecnología, se rompe y el campesino al
final cuando la papa o el cultivo baja, pierde todo el capital y como que se va
hundiendo en su mejora de sus condiciones” (Facilitador del proyecto In Situ,
08/04).
70

A pesar los esfuerzos para promover las técnicas agroecológicas, estas, en


gran medida, no han logrado calar entre los agricultores de la zona por diversos
motivos. En primer lugar, este tipo de proyectos se aplican a pequeña escala y, por
tanto, llegan a un número reducido de agricultores. En segundo lugar, muchas veces
los productos orgánicos, tales como el compost o el biol55, si bien son menos costosos
que los agroquímicos, requieren más tiempo de preparación, así como el
conocimiento y los recursos para prepararlos, por ejemplo, un depósito para que se
descomponga la comida o productos que solo se consiguen fuera de la comunidad,
cuestiones que muchas veces terminan siendo engorrosas para los agricultores.

“Hay técnicas o actividades agroecológicas que se orientan al campesino, al


final no lo hacen. Termina el programa o proyecto, ya no está el técnico para
hacer acompañamiento o para seguir haciendo el humus o los bioles. El
campesino dice esto lo hizo el IDMA o el técnico, pero yo no lo hago porque
no encuentro insumos porque ellos trajeron, entonces yo tengo que ir a hasta
Huánuco a comprar estos insumos para seguir haciendo el biol o esto…”
(Facilitador del proyecto In Situ, 08/04).

Más allá de si las técnicas agroecológicas se incorporan o no, la producción


resalta por el bajo nivel de agroquímicos y la fertilidad de los suelos. No obstante,
queda abierta la pregunta sobre el carácter sostenible que se le atribuye. Esta no

55
Abono elaborado a partir de estiércol de animales.
71

necesariamente se debe a una cuestión de decisiones y de prioridades, sino que


podría estar determinada por necesidades materiales y económicas que restringen el
acceso a otro tipo de productos, como fertilizantes y remedios químicos, que son más
costosos.

“Siempre el agricultor tiene su chacrita y tiene sus animalitos y la mayor parte


como no tienen así dinero para comprar sus fertilizantes, ellos aplican lo que
es la agroecología, la aplicación de fertilizantes orgánicos de sus estiércoles,
para preparar su compost, para preparar su biol… Lo ideal sería que tuvieran
una mayor cantidad, porque a veces dicen nuestros rendimientos son bajos,
pero qué le podemos exigir a nuestra tierra si también le aplicamos un saquito,
dos saquitos de estiércol y sabemos que los estiércoles no tienen un nivel de
fertilidad óptimo que se podría sacar con los químicos” (Funcionario de la
Dirección de Agricultura, 23/02).

En líneas generales, la producción responde cada vez más a las demandas y


exigencias del mercado, lo cual puede ser problemático no solo para la fertilidad de
los suelos, sino que también deja expuesto a los agricultores a los requerimientos de
los intermediarios. En la siguiente sección profundizo en los principales problemas
que enfrenta la pequeña agricultura en el distrito.

3.3 Contexto externo y principales problemas

Entre los meses de diciembre, enero y febrero del 2018 el sector agropecuario
captó la atención nacional debido a las huelgas realizadas por los agricultores de las
zonas paperas del país por los precios bajos de la papa. Huánuco, al ser el segundo
productor de papa a nivel nacional, no fue ajeno a estas protestas. Me refiero a este
suceso no solo porque evidencia un fenómeno recurrente que aqueja al sector de la
agricultura familiar en el país: las crisis productivas, sino porque fue también el evento
coyuntural que posibilitó un acercamiento a un contexto agrícola altamente politizado
que me permitió acceder y esbozar una idea de los principales problemas que aquejan
al sector de la pequeña agricultura desde la perspectiva de los entrevistados,
principalmente agricultores, pero también funcionarios de la Dirección Regional de
Agricultura.
72

Como mencioné, no es la primera vez que ocurren este tipo de protestas; la


reincidencia se debe a que responden a una dinámica particular que hasta ahora no
ha sido solucionada. “Este proceso cíclico ocurre de la siguiente manera: un año de
buenos precios de papa anima a más agricultores a producirla, o a ampliar las áreas
destinadas a este cultivo. El resultado suele ser una sobreproducción y una
consiguiente reducción de los precios. Al siguiente año, menos agricultores se animan
a producir papa, o reducen el área dedicado a este cultivo. Esta menor producción
causa que los precios suban. Y así continúa el ciclo” (Eguren, 2018). Esto no hace
más que poner en evidencia la precariedad de la estructura agraria estatal que
tenemos en el país y la posición rezagada que ocupan los pequeños agricultores
dentro de ella.

La mayoría de los productores entrevistados participó de las huelgas.


Respecto a la sobre producción de papa, la explicación compartida le adjudicaba la
culpabilidad al gobierno de turno por implementar el Tratado de Libre Comercio (TLC),
que permite la entrada de papas pre fritas al mercado nacional, cuestión que estaría
ocasionando la baja de precios. No obstante, si se revisan cifras concretas, la
importación de papas pre fritas equivale al 0.7% de la producción nacional, por tanto
no afecta la oferta total de papa (Eguren, 2018). La razón de la desinformación de los
agricultores se debe a diversos factores, entre los cuales se encuentra la
manipulación de los dirigentes departamentales que refuerzan y esparcen estas ideas
para favorecerse políticamente. El verdadero motivo, sin embargo, es la falta de una
estructura agraria eficiente que mantenga informados a los productores respecto al
estado de las siembras y cosechas en el país. “Es indispensable que los agricultores
accedan a información suficiente, válida y oportuna para tomar decisiones de qué
cultivar, y qué cultivos evitar. Recoger y difundir esta información es una
responsabilidad del ministerio de Agricultura y Riego. El MINAGRI debe orientar a los
productores para que éstos puedan tomar decisiones económicas adecuadas”
(Eguren, 2018).

El hecho de que no exista un Estado que regule y vele por los intereses de los
pequeños productores se manifiesta en la dependencia de este sector de los precios
fluctuantes del mercado, lo que los coloca en una posición de vulnerabilidad y los
obliga a aceptar los precios de un mercado inestable. Para los agricultores de Quisqui,
73

esta situación los deja expuestos a las voluntades e intereses de los intermediarios,
quienes, al no enfrentarse a ningún tipo de regulación, tienen control total sobre los
precios de los productos. “Ahí en Huánuco, en el mercado Puelles, al costado del
Plaza Vea es un abuso, si vieras ahí. El primero que llega a agarrar tu camión ya es
el dueño de tu carga. Él ya te puso el precio y ya los demás calladitos se quedan”
(Pequeño agricultor, San Pedro de Cani, 28/02).

Esto es consecuencia de los malos canales de comercialización, la falta de una


infraestructura adecuada que permita a los productores llevar y almacenar sus
productos en la ciudad y la poca regulación que existe respecto a la compra y venta
de la producción campesina, que deja el terreno libre para que los intermediarios
terminen colocando el precio que desean. Tal como lo expresa un agricultor de San
Pedro de Cani: “La agricultura más que nada el problema que tenemos es con el
precio. Ese es el único. Lo que nos falta a nosotros es… claro se puede producir
cantidad y variedad de la papa, pero el precio es que no se puede cómo solucionar…
Intermediarios, precio bajo y no hay un mercado fijo, por ejemplo, para esas papas”
(Pequeño agricultor, San Pedro de Cani, 03/03). Estos intermediarios, además, no
solo determinan el precio de los productos, sino que también exigen ciertas medidas
y características que estos deben alcanzar, por ejemplo, un determinado tamaño, lo
que obliga a los productores a aumentar el uso de agroquímicos.

Otro problema que enfrenta la pequeña agricultura en la zona está relacionado


al bajo nivel organizacional de los pequeños productores. Si bien este es un problema
que compete a todo el país, los funcionarios de la Dirección Regional de Agricultura
y el personal de la ONG IDMA aseguran que es particularmente grave en Huánuco.
Específicamente en la zona de Quisqui, es notoria la reducida presencia de
asociaciones de productores. La organización que más renombre tiene es la de
Productores Ecológicos de Papa Nativa, la cual tiene inscritos alrededor de 45
agricultores; sin embargo, el presidente de la organización asegura que activamente
solo participan 10. Los productores que pertenecen a alguna organización sostienen
que los hacen fundamentalmente para no perder el título de agricultores reconocidos,
pues, salvo escasas excepciones, la mayoría no logra obtener beneficios concretos
de estas. Por ello, en el caso ambas comunidades, el patrón organizativo es
fundamentalmente a nivel familiar y entre socios, lo que implica que uno pone el
74

capital y el otro la fuerza de trabajo. Esto no solo no se ajusta a los parámetros


organizativos que propone el Estado, que reconoce a una asociación cuando esta
está compuesta por un mínimo de 25 productores; sino que tampoco permite a los
agricultores crecer y acceder a contratos que supongan mayores beneficios.

Por otro lado, la inexistencia de un buen programa que ofrezca asistencia


técnica a los pequeños agricultores, así como la falta de alternativas para promover
acceso al crédito no permite a los productores expandir sus posibilidades y obtener
mayor rentabilidad de sus productos. “En Huánuco tenemos más de 106,000
productores que se dedican a la actividad agropecuaria. De esos solamente 5 mil
reciben asistencia técnica, casi nada. Entonces el Estado el año pasado buscó tener
una mayor intervención y propuso una estrategia que era Agro Próspero. Con Agro
Próspero se unían varias plataformas de servicios como eran Sierra Sur, Agro Banco,
Banco germoplasma, Agro Joven, pero todas esas cositas no se intensifican. No se
ven los resultados” (Funcionario de la Dirección de Agricultura, 01/04).

Según funcionarios de la Dirección Regional de Agricultura, esto se debe al


escaso presupuesto que se destina al sector de la agricultura familiar. “No se puede
salir, estamos limitados. En cada provincia hay un Agencia Agraria, pero con dos
profesionales. La Dirección Regional de Agricultura en Huánuco abraca 11 provincias,
pero nuestra intervención es limitada porque no podemos tener la cantidad suficiente
de personal y la parte logística para estar en todo sitio o tener las condiciones para
hacer capacitaciones en el momento determinado y darle buenas condiciones a los
productores” (Funcionario de la Dirección de Agricultura, 01/04). Aun así, gracias a
las intervenciones de los proyectos y el apoyo de la Municipalidad de Quisqui, se han
realizado acciones destinadas específicamente a promover la comercialización de
productos orgánicos. Un resultado de esto es la Feria Ecológica que se realiza todos
los sábados en Huánuco, donde las familias que han obtenido certificación venden
sus productos.

No obstante, esta feria se realiza en la misma avenida que la feria convencional


(De la Chacra a la Olla), lo que ocasiona que no se genere un espacio diferenciado
para los productos que cuentan con un sello ecológico y se terminan vendiendo al
mismo precio que los que no. “Tú te vas al mercado, los sábados hay una feria
75

ecológica y también feria de las comunidades campesinas, de la Chacra a la Olla. Al


público no le interesa que sea convencional o no. Entonces, los productores
ecológicos, con tal de vender casi están al nivel de los otros. Ni si quiera 10 céntimos,
lo elevan y la gente por esos 10 céntimos se va a comprar a la otra feria” (Promotor
del IDMA, 22/03).

En cuanto a los factores externos que afectan a la pequeña agricultura, las


alteraciones climáticas son percibidas como un fenómeno que está teniendo
consecuencias directas sobre la producción. La migración de las variedades a zonas
más altas, fuerza a los agricultores a aplicar nuevas técnicas, introducir cultivos
mejorados e incrementar la utilización agroquímicos. Como consecuencia de ello,
algunos optan por abandonar sus chacras y migrar a las ciudades. Durante los dos
meses de estadía en la comunidad, tres familias se mudaron a la ciudad, dos a Lima
y una a Huancayo. La migración a las ciudades es un fenómeno que preocupa a las
instituciones que promueven la conservación, puesto que tiene consecuencias
directas sobre el mantenimiento de la agrobiodiversidad.

Si bien hay diferenciación entre las opiniones, es posible percibir cierta


desconfianza hacia las instituciones estatales, dada su falta de apoyo a la pequeña
agricultura. En líneas generales, los factores mencionados ponen en evidencia el
clima de desencanto y resignación que existe respecto a la agricultura:

“La verdad es que acá los agricultores, nosotros estamos abandonados. Nunca
nos visita el Ministerio de Agricultura de Huánuco, no nos visita, no nos
asesora. Entonces prácticamente los agricultores cualquier cosa que
producimos es con nuestro esfuerzo y sin asesoramiento. Si habría un buen
asesoramiento más mejor sería” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).

3.4 Familias productoras

El trabajo de análisis de las familias que realizo a continuación tiene dos


momentos y dos grandes categorías analizadas: por un lado, las familias a las que
realicé un seguimiento estrecho y detallado; con las que desarrollé entrevistas a
76

profundidad y realicé inventarios de los activos que poseen y actividades que realizan.
Estas suman un total de diez familias y componen la sub muestra base del análisis.
Por otro lado, la otra parte de la muestra está compuesta por un segundo grupo, más
general y útil para complementar la información. Esta muestra secundaria está
compuesta también por diez familias, con las cuales desarrollé entrevistas cortas y
sostuve conversaciones informales; a diferencia de las familias base, no realicé un
seguimiento a profundidad. La diferente calidad de data que emerge de estas
interacciones de carácter más informal sirve para esbozar una idea más acertada
sobre la heterogeneidad y complejidad de la pequeña agricultura en el distrito. Mi
muestra total es la suma de ambos grupos56. Aunque no estén contabilizados como
parte de la muestra, la información general brindada por integrantes de este último
grupo también incluye las conversaciones informales que sostuve con otras personas
de la comunidad o ex residentes.

Dado que es la base para el análisis, los cuadros siguientes presentan un


resumen de las diez familias que componen la sub muestra principal. Abordan dos
temas en particular. El primero muestra a las características de las familias en función
al activo chacra y el segundo en función a los activos y capitales que estas poseen,
así como a la venta y otras actividades que realizan. Esto es importante, puesto que
sintetiza las particularidades de cada familia en términos de recursos físicos y
sociales, lo que brinda las bases para encontrar patrones y relaciones entre los grupos
de familias y las estrategias que realizan.

El cuadro expuesto a continuación resume la composición de las familias y las


características de sus chacras. La primera columna hace referencia al ciclo vital,
donde estas están clasificadas en función a las familias jóvenes (FJ), las familias
consolidadas (FC) y las familias adultas (FA); dentro de las cuales se encuentran las
familias de adultos mayores (FAM), categorías que describiré más adelante. El cuadro
muestra también la composición de la familia en función a la cantidad de miembros y
el lugar de residencia de los mismos. En cuanto a la chacra, estas se dividen entre

56
El criterio de selección de los informantes fue partir de un muestreo no probabilístico, que implicó seleccionar
a las familias en función a su accesibilidad o a partir de las redes de contacto que fui generando durante el trabajo
de campo.
77

las características de la parcela, que incluye el tamaño, la lejanía del lugar de


residencia y la ubicación; y el inventario de los cultivos y animales que las familias
poseen.

Cuadro Nº1: Composición de la familia según características de la chacra

El siguiente cuadro resume los activos y capitales que las familias poseen.
Estos están divididos en diversos tipos definidos en función a los casos de estudio:
los recursos físicos, que hacen referencia a los activos materiales; fuerza de trabajo,
que determina cuánta gente trabaja activamente en la chacra; social, que se refiere a
78

las redes y contactos; y económico, registrado únicamente si representa otro ingreso


que no sea el excedente que se genera en la actividad agrícola de subsistencia.
Siguiendo esta misma lógica, la columna que muestra la venta y el consumo agrupa
las actividades que van más allá de la comercialización de los excedentes de la
cosecha, común también a la actividad agrícola de subsistencia; se refiere a la venta
de cultivos que forma parte de una circuito mercantil más amplio y consistente. Por
último, la última columna muestra las actividades no agropecuarias que algunas
familias realizan.

Cuadro Nº 2: Activos y actividades desarrolladas por las familias


79

Este conjunto de datos proporciona la base del análisis de las estrategias que
realizo al final del capítulo. Para ordenar la información y mostrar la diferencia entre
los casos, realizo dos tipologías en las que agrupo a las familias que presentan
características similares. Para el análisis tomo la base demográfica como punto de
partida, puesto que un aspecto central que determina los objetivos y actividades de
las familias es el ciclo de vida y la composición de las mismas. La evidencia muestra
que las familias que se encuentran en un ciclo vital parecido suelen presentar
características similares que finalmente conllevan a que se planteen objetivos
semejantes. Para esto, planteo tres categorías que ubican a las familias según su
ciclo demográfico: familias jóvenes (FJ), familias consolidadas (FC) y familias adultas
(FA), dentro de la cual están las familias de adultos mayores (FAM).

Si bien la base demográfica es la que guía el análisis, también tomo en cuenta


la variable relacionada a la producción. Esta, vinculada fundamentalmente a la
cantidad de tierras que poseen las familias y al tipo de producción que realizan, sirve
para ubicarlas dentro de las categorías de pequeños, medianos o grandes
agricultores. El tomar en cuenta ambos factores a la hora de realizar el análisis
permite obtener un panorama más complejo y real de las estrategias y objetivos de
las familias.

Cuadro Nº 3: Características del ciclo familiar

Ciclo familiar Características Total


Familias Familia constituida recientemente, en un ciclo familiar inicial, compuesta por
jóvenes (FJ) padres jóvenes e hijos pequeños, donde todos ocupan el mismo lugar de 4
residencia.
Familias Familia en un ciclo vital más avanzado, compuesta por padres en una edad
consolidadas madura, cuyos hijos mayores y de mediana edad, que pueden vivir dentro o
1
(FC) fuera de la comunidad.

Familia compuesta por padres en una edad madura, con hijos mayores y con
Familias 3
familias propias que viven fuera de la unidad familiar.
adultas (FA)
Sub grupo (FAM): Familia compuesta por adultos mayores, dependientes del
2
programas estatales y del cuidado de los hijos, que residen fuera de del hogar.
80

De las diez familias presentadas, cuatro de ellas (Pariona, Jara, Tiburcio y


Ponce) conforman la categoría familias jóvenes (FJ); es decir, se encuentran dentro
de un ciclo de vida inicial. Los padres de familia son jóvenes y los hijos pequeños y
todos viven juntos dentro de la comunidad. En líneas generales, la familia está en
proceso de consolidación y búsqueda de estabilización. A pesar de estas
características comunes, existen particularidades inherentes a cada familia que
definen las dinámicas al interior de las mismas y las estrategias que realizan. Por
ejemplo, tanto el caso de la familia Jara como Tiburcio, son los padres quienes
trabajan en la chacra, mientras que las madres se dedican al cuidado de los hijos y a
las actividades del hogar. Aun así, los ingresos de la familia Jara provienen
únicamente de la agricultura y, en casos de crisis, de los animales que poseen,
mientras que en el caso de la familia Tiburcio, los ingresos de la agricultura son
complementados con empleos estacionales que el padre de familia realiza fuera de
la comunidad.

Asimismo, ambas
viven en comunidades
distintas: la familia Jara
en Huayllacayán y la
familia Tiburcio en San
Pedro de Cani, lo cual en
cierta medida determina
las actividades que estas
realizan. Dado que
geográficamente San
Pedro de Cani tiene
mayor cercanía a los
centros urbanos, las actividades de la familia Tiburcio no se limitan únicamente al
espacio agrícola; la ciudad y las posibilidades que esta ofrece son centrales en las
estrategias que realiza. La familia Jara, en cambio, se vincula con el tipo de agricultor
clásico que produce fundamentalmente para la subsistencia, cuya relación con el
mercado es más bien residual y no se dedica a ninguna otra actividad. Por otro lado,
en la familia Pariona el padre es viudo y trabaja con sus dos hijos pequeños en la
chacra y en el caso de la familia Ponce, el padre trabaja en la chacra y la madre es
81

maestra en uno de los anexos de la comunidad. Con esto pretendo dar cuenta de que
si bien todas estas familias se encuentran dentro del mismo ciclo vital, existen
características particulares a cada una que son importantes tomar en cuenta para
entender las estrategias que realizan.

En cuanto a la categoría familias consolidadas (FC), esta busca retratar a las


familias que se hallan en un ciclo vital más avanzado y que han alcanzado una base
relativamente estable, cuyos hijos son ya mayores y pueden vivir o no dentro de la
comunidad. Particularmente, la única familia del grupo que pertenece a esta categoría
(Ríos), ocupa una posición intermedia, puesto que siete de sus nueve hijos ya se han
establecido en diversas ciudades del país, mientras que las dos menores viven aún
en la comunidad con los padres. Los objetivos de la familia Ríos apuntan a que,
eventualmente, ellas sigan el mismo camino que sus hermanos mayores y culminen
sus estudios secundarios fuera de la comunidad, con lo que esta familia pasaría a
formar parte del último grupo: familias adultas (FA), donde todos los hijos ya se
independizaron y solo residen en la comunidad los padres de familia. Esta categoría
es particularmente importante, puesto que representa un fenómeno que es cada vez
más común en las familias rurales; no es coincidencia que este último grupo sea el
más numeroso.

Las cinco familias que lo conforman se dividen en dos sub grupos. Por un lado,
se encuentran las familias que, si bien los padres de familia tienen una edad
avanzada, no son aun adultos mayores (López, Flores, Cruz). Estas familias se
caracterizan por haber alcanzado un nivel de consolidación y bienestar que les
permite mandar a sus hijos a estudiar fuera de la comunidad. En la mayoría de los
casos, los hijos de estos agricultores no tienen intenciones de regresar a la
comunidad. Por el contrario, al culminar sus estudios, encuentran trabajo en la ciudad,
por lo general en Lima, Huancayo o Huánuco, donde se establecen y forman sus
propias familias.

Por otro lado, el segundo sub grupo está compuesto por las familias de adultos
mayores (Ramírez y Morales), cuyos hijos residen fuera de la comunidad desde hace
muchos años. Lo que diferencia a este sub grupo del anterior, más allá de la edad de
los padres, es que estos no trabajan ni apoyan económicamente a sus hijos, puesto
82

que no cuentan con las capacidades físicas para trabajar la tierra ni desempeñarse
en otro tipo de empleo. De hecho, son las que menos recursos y activos poseen, los
cuales suelen ser insuficientes para cubrir sus necesidades básicas. Debido a ello,
dependen económicamente de programas sociales, específicamente de Pensión 65.
Estas transferencias suelen ser complementadas con el dinero que envían los hijos.
Asimismo, en estos casos, las redes de reciprocidad y ayuda mutua que entablan con
los vecinos y parientes son también importantes, sobre todo en términos alimentarios.

En cuanto a la tipología que divide a las familias en pequeños, medianos y


grandes agricultores, vale la pena recalcar que estas son categorías relativas y
relacionales, por tanto es necesario definirlas y contextualizarlas en función a las
características particulares de la producción campesina de la zona. Si bien el factor
principal a la hora de determinar en qué categoría se encuentra cada familia es la
tierra, también entran en juego otro tipo de criterios, tales como los activos físicos y
los ingresos.

En este sentido, los pequeños agricultores son quienes encajan dentro del tipo
que desde la teoría se ha definido como el campesino clásico, cuyo principal objetivo
es cubrir las necesidades básicas de la familia antes que la búsqueda de mercado.
“Estaría compuesto por aquellos predios en que predomina la producción para el
autoconsumo, donde los recursos y renta monetaria son insuficientes para garantizar
la reproducción de las familias; lo que constantemente las conduciría a recurrir a
diferentes formas de empleo parcial fuera del predio” (Schneider y Escher, 2014, p.
29). Para el caso de estudio, la extensión de las tierras de los agricultores que
pertenecen a esta categoría se encuentra dentro de un rango que va desde las 0,5 a
las 4 hectáreas. Esto hace referencia al tamaño del terreno, mas no implica
necesariamente que toda el área esté cultivada.

La mayoría de agricultores que pertenece a esta categoría apuesta por la


producción de papa blanca como el cultivo principal del que depende la economía del
hogar, puesto que no poseen los medios ni recursos para diversificar e innovar la
producción, por ejemplo, un terreno adecuado, capital o un sistema de riego. Este
grupo, precisamente porque depende principalmente de un solo cultivo, es
particularmente vulnerable a la fluctuación de los precios y las crisis productivas.
83

Además, como consecuencia de sus escasos recursos y alternativas, se ven


obligados a vender su fuerza de trabajo y trabajar como peones en las chacras de los
medianos y grandes agricultores.

En el caso de los medianos agricultores, estos están más asociados a la


categoría de pequeños productores que a la del campesino que produce para la
subsistencia, en la medida que participan activamente en las dinámicas mercantiles
y el tamaño de sus operaciones económicas productivas es mayor. En este sentido,
poseen más capital que los agricultores del primer grupo y gozan por ello de mayores
posibilidades de acceder a un crédito que permita la continua acumulación de capital.
Respecto al área de cultivo, la extensión de sus terrenos oscila entre las 4 y 10
hectáreas, y, a diferencia de los del primer grupo, presentan una producción más
diversa y no dependen económicamente de un solo cultivo. La diversificación de su
producción está relacionada a la ubicación de sus chacras, que se encuentran en
espacios con características agroecológicas distintas; generalmente una en la parte
baja y otra en la parte alta. Asimismo, los agricultores de este grupo suelen contratar
mano de obra para trabajar la chacra, que son generalmente agricultores del primer
grupo, a quienes se les paga veinte soles el jornal.

Por último, los grandes agricultores son quienes se vinculan con la categoría
de farmers57; es decir, se encuentran más cerca de la condición de empresarios que
de agricultores, pues se enfocan en la comercialización de su propia producción o de
la de otros pequeños agricultores. Estos productores se identifican “como un
agricultor familiar que realmente producía a partir del mercado (utilizando mercancías
compradas fuera de la propiedad) y para el mercado (vendiendo la producción
obtenida)” (Schneider y Escher, 2014, p. 35). Las tierras que poseen generalmente
exceden las 30 hectáreas y para trabajarlas contratan también mano de obra. De la
muestra base, solo un agricultor (Flores) forma parte de este grupo, fenómeno que es
representativo de la realidad, pues esta categoría es la menos común.

El siguiente cuadro muestra la ubicación de las diez familias según las dos
variables descritas: la base demográfica y el tipo de agricultor. En líneas generales,

57
Agricultor empresario que se guía por una lógica puramente mercantil.
84

siete de ellas son pequeños agricultores y todas las familias que se encuentran en un
ciclo de vida inicial (F7, F8, F9 y F10) están dentro de esta categoría, así como
también las dos familias de adultos mayores (F4 y F5). La otra familia que compone
este grupo es la que ocupa una posición intermedia (F6). En cuanto a los medianos
(F1 y F3) y grandes (F2) agricultores, solo están compuestos por familias adultas,
cuestión que es razonable, puesto que son las que se encuentran en una posición
más estable, a diferencia de las familias jóvenes y de adultos mayores.

Cuadro Nº 4: Tipo de familia según ciclo de vida y modo de producción

Agricultores Agricultores Agricultores


pequeños medianos grandes

Tiburcio (F7)
Familias jóvenes Pariona (F8)
(FJ) Jara (F9)
Ponce (F10)
Familias
consolidadas Ríos (F6)
(FC)

Familias adultas Ramírez (F4) López (F1) Flores (F2)


(FA) Morales (F5) Cruz (F3)

Como mencioné, los casos tratados a profundidad son parte de un conjunto


mayor. La segunda mitad que completa la muestra corresponde a un tipo de agricultor
que no se identifica con el tipo de agricultor clásico, sino que desarrolla la actividad
agrícola como parte de una estrategia más amplia. En este sentido, agrupa a las
familias que realizan la agricultura como una actividad secundaria, cuestión que es
significativo retratar, puesto que representa a un tipo de agricultor que hay cada vez
más en el país. Esto es útil para brindar una visión más completa de la pequeña
agricultura en la zona, caracterizada por la creciente tendencia a la diversificación de
actividades generadoras de ingresos.
85

Si bien hay matices y diferencias dentro del grupo; para algunos la chacra
juega un papel más importante dentro de la economía del hogar que para otros, en
todos los casos la agricultura es una actividad secundaria. Por ejemplo, dentro de
este grupo se encuentran quienes forman parte de la asociación de transportistas de
San Pedro de Cani, que son quienes manejan los colectivos que van de la comunidad
a la ciudad de Huánuco todos los días. Los miembros de este grupo trabajan de
manera interdiaria y en sus días libres se dedican a sus chacras, como parte de una
estrategia de seguridad o como una actividad que permite generar un ingreso extra.
Este grupo lo compone también, por ejemplo, hijos de agricultores adultos que residen
en la ciudad; sin embargo, aprovechan el terreno de sus padres para invertir en
campañas de algún cultivo con la finalidad de obtener un beneficio económico.

El siguiente cuadro muestra el conjunto total de agricultores: las familias que


se dedican a la agricultura como actividad principal y los que son agricultores
secundarios o desarrollan cada vez menos la actividad agrícola.

Cuadro Nº 5: Muestra total de agricultores

Muestra total
Muestra base Muestra secundaria
(F7) Tiburcio (F11) Taxista 1
(F8) Pariona (F12) Taxista 2
(FJ)
(F9) Jara (F13) Dirigente distrital
(F10) Ponce (F14) Joven Huayllacayán
(FC) (F6) Ríos (F15) Ex agricultor
(F1) López (F16) Agricultora anexo Cani
(F2) Flores (F17) Ferista 1
(FA)/
(F3) Cruz (F18) Ferista 2
(FAM)
(F4) Ramírez (F19) Conservacionista 1
(F5) Morales (F20) Conservacionista 2
Total 10 10 20
86

3.5 Estrategias familiares: más allá de la agrobiodiversidad

En base a lo descrito, en esta sección presento las estrategias de las familias


de la muestra base. Primero describo los tres grandes tipos de estrategias y las
actividades que componen a cada uno y luego las analizo en función al tipo de familia
que las realiza. Las estrategias presentadas no pretenden abarcar la totalidad de las
actividades realizadas por las familias; el panorama es más complejo y el contexto
interno de cada una es dinámico y variable, por tanto, las actividades pueden ser
múltiples. Asimismo, el balance que elaboro al final del capítulo no se basa
únicamente en el conjunto de actividades de la muestra base de familias, sino que
este es complementado con la información recogida a partir de las conversaciones
con agricultores del cuarto tipo, casos que refuerzan la existencia de actividades que
trascienden el terreno de la agrobiodiversidad. Así, tomando distancia de la mirada
de los proyectos, más que circunscribir las estrategias de las familias únicamente al
manejo y aprovechamiento de la agrobiodiversidad, le presto atención a las acciones
y actividades que estas realizan en un contexto de alta diversidad agrícola.

Para ordenar la información tomo como punto de referencia la caracterización


de estrategias que realiza Zoomers (1998), aunque con una variante necesaria para
adecuarla al contexto del trabajo de campo. Siguiendo lo desarrollado en la sección
del marco teórico, las estrategias están orientadas a diferentes fines y guiadas por
diversos objetivos que cada familia establece en función a su ciclo de vida y los
recursos que posee. Así, Zoomers describe, en primer lugar, (1) las estrategias de
acumulación, las cuales suelen estar relacionadas a las familias que han logrado
establecer una base mínima de recursos y pueden, por ello, comenzar a acumular
bienes y expandirse. En segundo lugar, presenta (2) las estrategias de
consolidación y estabilización, que se desarrollan una vez que la familia ya logró
alcanzar un nivel de bienestar adecuado y, por tanto, el tipo de actividades que
realizan tienen el objetivo de mantener dicho nivel o mejorar la calidad de vida. En
tercer lugar, se encuentran (3) las estrategias compensatorias y de supervivencia,
las cuales se orientan a superar la pobreza o sobrevivir a la condición de
vulnerabilidad en la que se encuentra la familia. Por último, describe las estrategias
de seguridad y reducción de riesgos, las cuales están compuestas por las acciones
87

que las familias productoras realizan para atenuar los riesgos que son intrínsecos a
la producción campesina en los andes.

No obstante, para el caso de estudio, dejo este último grupo de lado, pues
considero que las actividades que realizan las familias para buscar seguridad son un
factor común a todas y, por tanto, no necesariamente se aplican siguiendo una lógica
de estrategia, sino que más bien son acciones inherentes dado el contexto de
vulnerabilidad que caracteriza a la agricultura familiar en la zona. Siguiendo esta
lógica, no sería pertinente tomar estas acciones como estrategias, sino como
prácticas defensivas y de seguridad que son comunes a la producción de alimentos
en los andes. Por ejemplo, dados los factores de riesgo que escapan al control de los
agricultores, todas las familias emplean técnicas de diversificación de la producción
para el autoconsumo con la finalidad de reducir los riesgos. No obstante, como
mostraré más adelante, la diversificación, bajo ciertas características y condiciones,
sí es catalogada como parte de las estrategias de algunas familias.

A continuación, presento tres cuadros que resumen la lista de actividades que


conforman los tres grandes tipos de estrategias.

Cuadro Nº 6: Lista de actividades según el tipo de estrategia

(1) Estrategias de acumulación


Sub-estrategias Prácticas y/o actividades
Migración temporal - Migración temporal a la selva o ciudad para acumular capital.
Adquisición de bienes - Compra de terreno para vivienda (mudanza a zona baja).
- Compra de chacras o adquisición por herencia.
Otras actividades - Práctica de actividades no agropecuarias ni rurales para la
acumulación.
Articulación al - Incursión en venta en ferias.
mercado - Ventas estacionales de algún producto específico (Ej.: crianza
de cuyes).
- Asociación en organización de productores.
Educación de hijos - Inversión en educación secundaria y superior.
Proyectos - Incorporación a proyectos.
88

(2) Estrategias de consolidación y estabilización


Sub-estrategias Prácticas y/o actividades
Ampliación y mejora - Compra de otros terrenos, chacras o animales.
de bienes comunes - Mejora de vivienda.
- Compra de vehículo.
Doble residencia - Compra de casa (o terreno para vivienda) en la ciudad de
Huánuco o Lima.
Incursión en negocios - Piscigranja, crianza de cuyes, abastecimiento a restaurantes,
comercialización de cultivos alternativos, entre otros.
Asociación 1 - Relación de aparcería (contrato de fuerza de trabajo).

Diversificación - Especialización en cultivos específicos.

(3) Estrategias compensatorias y de sobrevivencia


Sub-estrategia Práctica y/o actividad
Transferencias - Remesas familiares.
- Programas sociales (Juntos, Pensión 65, Qali Warma).
Parentesco y - Apoyo familiar en bienes y productos alimenticios.
reciprocidad
Asociación 2 - Venta de fuerza de trabajo.

Como muestran los cuadros, cada grupo de estrategia se desagrega en un


conjunto de sub estrategias que están compuestas por una serie de actividades
concretas. En este sentido, en el caso de las (1) estrategias de acumulación, una
actividad que las familias realizan es la migración temporal a las ciudades. Dada su
relativa cercanía, la ciudad de Tingo María, se presenta como una opción adecuada
para las familias que buscan expandirse. Las temporadas cortas en las campañas de
café, rocoto u otros tipos de cultivos de la Amazonía permite a la familia generar un
ingreso extra útil para empezar a acumular. El proceso de acumulación también se
realiza a partir de la adquisición de bienes. Por ejemplo, el caso de la familia Ríos
(F6), que compró un camión pequeño para transportar carga e iniciar una nueva
actividad que permita la incrementación de capital.

La realización de otras actividades no agropecuarias por parte de los miembros


de la familia son también comunes para generar un ingreso extra. Generalmente son
89

los padres de familia quienes buscan empleos estacionales en la ciudad o fuera de la


comunidad. Si bien en el caso de las familias de la muestra base la agricultura
representa la principal fuente de ingresos, algunas combinan esta activad con otro
tipo de trabajo. “Programo mi fecha. Ahora, por decir, la directora, va a haber un nuevo
local para construcción, entonces yo voy a programar mis ocho días, me voy a dedicar
a buscar peón para trabajar y terminar rápido la cosecha y con las mismas vuelvo a
mi chacra” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).

Otra forma en que la familia continúa expandiéndose es por medio de la


articulación al mercado, la cual se realiza principalmente mediante la incursión en
ferias. Si bien es cierto que todas las familias están articuladas en mayor o menor
medida al mercado, existen casos donde esta venta responde a una lógica de
estrategia donde las familias que ya han generado una base relativamente estable se
integran, por ejemplo, a la comisión de feristas y buscan generar ingresos semanales
llevando sus productos a las ferias sabatinas. Asimismo, un aspecto central dentro de
las estrategias de acumulación está relacionado a la educación de los hijos,
específicamente la secundaria y superior. En estos casos, la educación de los hijos
puede ser entendida como una inversión a largo plazo, donde la familia empieza a
acumular en la segunda generación. No obstante, esto solo es posible en familias que
se encuentran en una posición acomodada y poseen una determinada cantidad de
recursos y activos que les permitan financiar la educación y estadía de sus hijos fuera
de la comunidad. Por último, la incorporación a proyectos se presenta también como
una opción para las familias que buscan seguir expandiéndose; algunas encuentran
en ellos una vía para generar activos y desarrollar capacidades.

En cuanto a las (2) estrategias de consolidación y estabilización, las


actividades que desarrollan las familias están orientadas a mejorar su calidad de vida.
Una manera de hacerlo es a través de la ampliación y mejora de los bienes comunes,
como en el caso de la familia López (F1), que expandió y renovó los ambientes de su
casa con el fin de hospedar a personas que lleguen de visita. Por otro lado, como
indiqué, la diversificación es una actividad inherente a la producción campesina en
los andes que no necesariamente se realiza bajo una lógica de estrategia; sin
embargo, sí lo es para algunas familias que deciden obtener ganancias a partir de la
diversificación de la producción al especializarse en ciertos cultivos que tienen una
90

mayor rentabilidad en el mercado. Un ejemplo es el caso de la familia Cruz (F3),


quienes después de varias campañas de papa en las que no obtuvieron ganancia,
decidieron expandir el cultivo de hortalizas y especializarse en la producción de
rocotos.

“Más se dedican a la papa acá,


este año ya ha bajado demasiado el
precio. Ahora la gente ya está dando
cuenta y ya se están dedicando más a
las hortalizas: al brócoli, al culantro, al
perejil, a la cebolla china. A eso se
están dedicando, porque es más rápido
pues. Con papa 5, 6 meses tienes que
esperar. En cambio estas hortalizas
sale cada dos meses ya estás
vendiendo al mercado. Yo con los
rocotos estoy feliz. Es menos esfuerzo
que la papa. Menos inversión. No
necesitas mucho abono, mucho
remedio. Poco no más” (Agricultor
mediano, San Pedro de Cani, 03/03).

En estos casos, las ganancias están casi siempre aseguradas, puesto que los
cultivos alternativos (frutas o verduras) tienden a tener un precio estable en el
mercado. Estas familias, sin embargo, más allá de tener los recursos financieros
necesarios para lograr la especialización, también deben contar con una serie de
capitales. Por ejemplo, un terreno con las características adecuadas, un buen sistema
de riego o el conocimiento y la técnica necesaria para manejar estos cultivos
alternativos.

Esta actividad suele estar vinculada a la incursión en los negocios, donde las
familias buscan incrementar sus ingresos a través de iniciar algún tipo de negocio que
presente un ingreso seguro, sea este agropecuario o no. Entre ellos se encuentra,
por ejemplo, la crianza de cuyes, el abastecimiento a restaurantes del distrito, la
construcción de una piscigranja o la apertura de una tienda de abarrotes dentro de la
comunidad. Asimismo, otra actividad que realizan las familias para crecer es la
siembra en asociación. Las familias que se asocian como parte de una estrategia
compensatoria son las que poseen el capital para contratar fuerza de trabajo y
comprar los productos para la siembra y preparación de terreno. En otras palabras,
buscan la asociación como una forma de ganar dinero sin realizar todo el trabajo
91

manual. Esto, no obstante, siempre tiene un factor de riesgo, pues está sujeto a las
variaciones climáticas o a la fluctuación de los precios, especialmente si es un cultivo
como la papa blanca.

Por último, la doble residencia es también una característica que está


relacionada a las familias consolidadas. Muchas veces la doble residencia es
consecuencia del envío de los hijos a culminar sus estudios fuera de la comunidad,
lo cual crea familia multi-locales e incrementa el flujo constante entre ambos lugares.
“A veces yo estoy ahí en Huánuco. Dos, tres días, vuelta regreso…no puedo dejar la
chacra tanto tiempo, pero ya cuando me muera se quedará pues ahí, qué van a volver
ellos”. (Agricultora mediana, San Pedro de Cani, 03/03).

Para el caso de las familias que aplican (3) estrategias compensatorias y de


sobrevivencia, las transferencias son un aspecto central dado el estado de
vulnerabilidad en el que algunas se encuentran. Las familias de adultos mayores son
quienes más dependen de las transferencias que otorga el Estado para sobrevivir, así
como de las remesas que envían los familiares que han migrado. Para las familias
que se encuentran en una etapa inicial y cuentan con pocos recursos es también
crucial el dinero de programa como JUNTOS y el apoyo alimenticio del programa Qali
Warma. En el caso específico de los adultos mayores, las redes de parentesco y
reciprocidad presentan un apoyo sustancial, puesto que muchas veces el dinero
otorgado por Pensión 65 no es suficiente y no se encuentran en condiciones de
trabajar la tierra para cubrir sus necesidades alimentarias, por tanto, en estos casos
el soporte de los parientes o vecinos es fundamental. “A veces yo me llevo tocosh a
Huánuco, vendo mi tocosh. Así ya con un poquito que gano ya con eso me hago mis
compritas. Pensión 65, eso es lo que nos soporta Así vivimos, pues. Cualquier cosa
Diosito lindo nos cuida, pues. Algunas personas dan a veces saquitos de papa nativa,
habita… No quedamos ni un día sin comer” (Agricultor adulto mayor, San Pedro de
Cani, 05/04).

Por último, las familias que no necesariamente están compuestas por adultos
mayores, pero aun así se encuentran en una posición de vulnerabilidad buscan
asociarse con otros agricultores. A diferencia de quienes se asocian como parte de
una estrategia de consolidación con la finalidad incrementar sus ingresos, estos lo
92

hacen como una alternativa para sobrevivir, puesto que de otra forma no podrían
sembrar. El caso de las familias Pariona (F8) y López (F1) explica la diferencia en la
estrategia de sembrar en asociación de acuerdo a los objetivos y posición de cada
una. Para la familia López (F1), esto sería parte de una estrategia de consolidación,
pues lo que busca es aumentar su capital al invertir en la producción de un cultivo,
sin embargo, para la familia Pariona (F8) esta asociación representa la única
alternativa para sembrar, así como una forma de insertarse al mercado. Después de
una mala campaña de papa como la del 2017, muchas familias de pequeños
agricultores que se vieron afectados por la pérdida de la producción buscaban
asociarse con alguien que tenga los recursos para invertir y asumir los costos de
producción (semillas, fertilizantes, etc.). Las familias que se asocian como parte de
una estrategia de seguridad, representan una realidad que es propia de la producción
típicamente campesina, donde cada campaña supone una inversión total del capital
y no siempre permite la acumulación. Esto evidencia la vulnerabilidad de estas
unidades económicas y los riesgos que se asumen en cada campaña, donde no
siempre se logra recuperar la inversión. La familia Pariona (F8), por ejemplo, invirtió
6 mil soles en la campaña de papa y obtuvo solo 2 mil.

3.6 Balance

Los cuadros que presento a continuación resumen las actividades que realiza
cada familia. Estas están organizadas en función a la variable demográfica: familias
jóvenes (FJ), familias consolidadas (FC) y familias adultas (FA), (FAM).
93

Cuadros Nº 7: Actividades según tipo de familia

F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
Acumulación
(FA) (FA) (FA) (FAM) (FAM) (FC) (FJ) (FJ) (FJ) (FJ)

Migración temporal x x

Adquisición de
x x x x
bienes

Otras actividades x x x x

Articulación al
x x x x
mercado

Educación de hijos x x x x

Proyectos x x x x

F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
Consolidación
(FA) (FA) (FA) (FAM) (FAM) (FC) (FJ) (FJ) (FJ) (FJ)
Ampliación y
mejora de bienes x x x x
comunes

Doble residencia x x x

Incursión en
x x x x
negocios

Asociación 1 x x

Diversificación x x x

F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
Compensatorias
(FA) (FA) (FA) (FAM) (FAM) (FC) (FJ) (FJ) (FJ) (FJ)

Transferencias x x x x x x

Parentesco y
x x
reciprocidad

Asociación 2 x x
94

Una primera observación es que las tres familias adultas (F1, F2 y F3), así
como la que se encuentra en una posición intermedia (F6), realizan estrategias de
acumulación y consolidación, mas no compensatorias. Estas cuatro familias
presentan trayectorias similares: coinciden en la incursión en los negocios, hecho que
refuerza su articulación al mercado y contribuye a mejorar su economía. Esta
situación económica relativamente favorable se traduce también en la ampliación y
mejora de los bienes comunes y en la posibilidad de costear la educación de sus hijos
fuera de la comunidad. La culminación de los estudios en la ciudad, en tres de las
cuatro familias (F1, F2 y F3), genera un patrón de doble residencia. El caso de la
familia López (F1) pone en evidencia este tendencia: la incursión en el negocio de los
duraznos permitió a la familia ampliar la extensión de sus tierras e incursionar en la
siembra de otros productos como las paltas, manzanas y granadillas. Con el dinero
generado por este negocio, construyeron cuartos de material noble en la comunidad
e invirtieron en la creación del negocio familiar que manejan los hijos en Lima.

Coincidentemente, estas familias (F1, F2 y F3) han logrado beneficiarse de la


actividad agrícola a partir de la diversificación. Las tres se han especializado en
cultivos específicos: duraznos, papas nativas y rocotos, respectivamente; lo que se
ha traducido en un aumento considerable de sus ingresos y en una mejora en su
economía. De hecho, dos de los tres casos (F1 y F2) se encuentran más ligados a la
categoría de pequeños empresarios que se enfocan en la comercialización y
95

distribución de sus productos antes que a la de agricultores. En el caso de la familia


Ríos (F6) la articulación al mercado ocurre por medio de la venta en ferias, ya que
pertenece a la comisión que participa en la Feria Ecológica, pero también es
consecuencia de los beneficios que obtiene por ocupar una posición activa en la
Asociación de Productores Ecológicos de Papa Nativa. Tanto Flores (F2) como Ríos
(F6) forman parte del grupo de productores que abastece de papa nativa al
supermercado Tottus de Huánuco, como parte de un convenio establecido con dos
empresas de Lima que, además de comprar parte de su producción a un precio fijo y
estable, buscan mercados para la comercialización de sus productos. El éxito que
obtienen por formar parte de la Asociación está relacionado al capital social que
poseen ambos agricultores, pues se han empeñado en diversos cargos dentro de la
comunidad y participan constantemente en distintos proyectos que contribuyen a
expandir y generar un red de contactos con personas clave.

“La feria es un buen sitio


de promoción. De promoción, de
contactos. Ahí nos contactamos
nosotros con Tottus, pues. Llegó un
señor y preguntó quién tiene papa
y al final el señor era el gerente de
frutas y verduras. Y ya nos citó para
conversar y ahí estamos con la
ingeniera Celi y todo. Hicieron el
trato. Ferias son de contacto, de
promoción pe. Esta arracacha he
comenzado a llevar. La gente no
comía, no compraba. Nosotros le
explicamos sus bondades, cómo se
cocina, todo, ahora la gente lleva.
Yo llevo 40 kilos, la gente se lleva 2
kilos, 3, 4, 5 kilos”. (Agricultor
conservacionista, Huayllacayán,
23/03).

En cuanto a la categoría familias jóvenes, el panorama es diverso; no obstante,


todas coinciden en las estrategias compensatorias. En estas familias los programas
sociales aparecen como centrales. Si bien las transferencias otorgadas por el
programa JUNTOS representan un apoyo significativo para todas las familias, para
las que se encuentran en un ciclo de vida inicial estas cumplen un rol particularmente
importante dentro de su economía, a tal punto que algunas llegan a ser altamente
dependientes de este tipo de apoyo. Asimismo, para estas familias con hijos
96

pequeños, el programa Qali Warma contribuye a reducir significativamente los gastos


en alimentación. La otra actividad que forma parte de una estrategia compensatoria
es la siembra en asociación, actividad realizada por dos de las cuatro familias (F7 y
F8), que venden su fuerza de trabajo para poder sembrar. “Ahora como ha estado
bajo, me he tenido que asociar. Nosotros vamos a sembrar, nos dan granja, semillas,
todo eso. De ahí la ganancia se reparte mitad, mitad” (Agricultor joven, San Pedro de
Cani, 28/02).

Ninguna de ellas desarrolla estrategias de consolidación, hecho que es


esperable puesto que son familias que aún están tratando de satisfacer las
necesidades básicas y generar una base que permita el posterior crecimiento. Las
familias que logran desarrollar otro tipo de actividades que no sean únicamente
defensivas lo hacen como parte de una estrategia de acumulación. Los casos de las
familias Tiburcio (F7) y Ponce (F10) coinciden en las migraciones estacionales y la
realización de otras actividades. En ambos casos, la migración se realiza a la ciudad
de Tingo María para trabajar en la cosecha de algún cultivo específico. En cuanto a
la realización de otras actividades, estas se relacionan al transporte (F7) y a la
construcción (F10). Aun así, para ambas familias la agricultura continua siendo la
actividad central, los otros empleos representan solo un apoyo estacional. Asimismo,
la familia Ponce (F10) es la única que ha logrado acumular a partir de la adquisición
de bienes; no obstante, esto es producto de la herencia de un terreno y representa
una estrategia a futuro, pues aún no cuentan con los recursos suficientes para
aprovecharlo. Por último, la familia Jara (F9) es la única de las familias jóvenes de la
muestra base que se incorporó a alguno de los proyectos como parte de una
estrategia de acumulación, lo que sugiere que para las familias que se hallan en una
etapa inicial, los proyectos no suponen una alternativa prioritaria dentro de sus
objetivos.

En cuanto a las familias de adultos mayores (F4 y F5), las únicas estrategias
que realizan son las de supervivencia. Estas familias, usualmente, ya han vendido la
mayor parte de sus activos, ya sea para mandar a sus hijos a estudiar fuera o para
solventarse en épocas de crisis. Por ello, son altamente dependientes de las
transferencias y de las relaciones de reciprocidad para sobrevivir, pues, así siembren
en pequeñas cantidades, no poseen el dinero para comprar fertilizantes y buenas
97

semillas, lo que ocasiona que muchas veces se pierda la producción. Las siguientes
citas expresan la situación de estas familias:

“Papa nativa ya no siembro, pero cuando voy a la altura, en la altura viven mis
sobrinos. Cuando voy me regalan un saco, dos sacos. Yo ya no trabajo, ya mis
hijos me atienden. Me traen algunas cosas, yo ya no trabajo. Ya me canse yo
ya de sembrar. Siembras, se lo acaba el gusano, le agarra la rancha”
(Agricultor adulto mayor, San Pedro de Cani, 05/04).

“Ya no cuesta papa, por eso mis hijos también se han ido, pues. Si hubiera
costado papa yo creo que mis hijos todavía estuvieran acá. Ahora, él ha
sembrado, préstamos de banco, ha perdido, entonces para devolver nosotros
hemos vendido ganado, carnero. Más antes ya, 2002, 2003 era eso. Y estamos
perjudicándonos, vendiendo nuestros animales. Ya hemos cancelado al banco
y él ha dicho ya me voy, yo no siembro aquí. Para estar endeudando aquí, para
qué. Por eso se han ido” (Agricultor adulto mayor, San Pedro de Cani, 05/04).

El siguiente cuadro resume el número de actividades que desarrolla cada


familia en función a los distintos tipos de estrategias. Indica también el tipo de
categoría según el ciclo vital. Los números entre paréntesis se refieren a la cantidad
de actividades que cada familia desarrolla sobre el total de actividades que
pertenecen a ese tipo de estrategia. La última columna indica el total de familias que
realiza cada tipo de estrategia.

Cuadro Nº 8: Estrategias y total de actividades según tipo de familia

Estrategias de acumulación Total


F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
(5/6) (4/6) (2/6) (0/6) (0/6) (5/6) (2/6) (0/6) (1/6) (3/6)
Familias
7
Familias adultas
Familias adultas (FA) consolidadas Familias jóvenes (FJ)
(FAM)
(FC)

Estrategias de consolidación
F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
(5/5) (5/5) (4/5) (0/5) (0/5) (2/5) (0/5) (0/5) (0/5) (0/5)
Familias
4
Familias adultas
Familias adultas (FA) consolidadas Familias jóvenes (FJ)
(FAM)
(FC)

Estrategias compensatorias
F1 F2 F3 F4 F5 F6 F7 F8 F9 F10
(0/3) (0/3) (0/3) (2/3) (2/3) (0/3) (2/3) (2/3) (1/3) (1/3)
Familias
6
Familias adultas
Familias adultas (FA) consolidadas Familias jóvenes (FJ)
(FAM)
(FC)
98

La evidencia muestra que las familias adultas (FA) y la familia consolidada (FC)
se concentran en las actividades de acumulación y consolidación, mientras que las
jóvenes (FJ) tienden a desarrollar estrategias compensatorias, al igual que las familias
de adultos mayores (FAM). Esto evidencia una regularidad en el desenvolvimiento de
las trayectorias familiares; más allá del tipo al que pertenezca cada familia, ciertas
tendencias generales se desprenden de los datos recogidos.

Tendencias generales

Tomando en cuenta las características de las diez familias de la muestra base,


una primera observación es que los núcleos familiares dentro de la comunidad son
cada vez más pequeños. La composición de las familias evidencia que en todas las
familias adultas (F1, F2, F3, F4, F5), solo los padres viven juntos dentro de la
comunidad, mientras que los hijos se han establecido fuera. En el caso de la única
familia consolidada (F6), siete de los nueve hijos vive fuera, mientras que las dos más
pequeñas siguen viviendo en la comunidad, aunque con miras a seguir el mismo
camino que sus hermanos mayores. En el caso de las familias jóvenes (F7, F8, F9,
F10), los hijos son pequeños y aún viven con los padres dentro de la comunidad, pero
todo sugiere que, si la familia logra consolidar una base adecuada de recursos, lo
más probable es que suceda lo mismo que con las otras familias. En este sentido, es
posible pensar que la composición de las familias rurales está marcada por la eventual
separación de sus miembros, lo que incrementa la movilidad y el flujo constante de
los mismos entre la comunidad y la ciudad; y, en la mayoría de los casos, conlleva a
estrategias migratorias definitivas, en la medida que del total de los hijos que están
fuera de la comunidad, hasta la fecha, ninguno ha vuelto.

En este proceso en el que se resignifica y cambia la composición clásica de la


familia rural, la educación juega un rol central. Un aspecto interesante del concepto
de estrategias familiares es que el enfocar la atención en las prácticas de las familias
permite también explorar el terreno de los deseos y motivaciones. En este sentido, la
inversión en la educación de los hijos refleja la búsqueda de nuevas oportunidades
que no necesariamente se encuentren ligadas a la agricultura; por el contrario, la
99

evidencia muestra que los estudios posteriores están direccionados a carreras


técnicas o profesionales. Estas oportunidades, al ofrecerse fuera de la comunidad,
alientan y propician el hecho de que los hijos no retornen. Si me enfoco en las
trayectorias de las familias de la muestra, lo que encuentro es que los hijos tienden a
no volver; generalmente se establecen en ciudades, donde se desarrollan familiar y
laboralmente.

Asimismo, el hecho de que el nivel educativo de los hijos sea mayor, plantea
nuevas posibilidades para las familias, tanto en el campo agropecuario, como en otras
áreas. Por ejemplo, nuevos negocios familiares, como en el caso de la familia Flores
(F2), donde una de las hijas, que es ingeniera agrónoma, trabaja con el padre y
contribuye a ampliar el negocio de comercialización de papas nativas, o el de la familia
López (F1) y la empresa de comercio que manejan los hijos en Lima.

Las tres familias adultas (F1, F2 y F3) y la familia consolidada (F6) son las que
mejor reflejan esta tendencia y comparten estas características. Esto está relacionado
a que son las familias que están mejor posicionadas. Coincidentemente, las cuatro
familias han logrado esta estabilidad a partir del aprovechamiento distintivo de la
actividad agrícola. En cambio, tanto las familias de adultos mayores (F4 y F5), como
las familias jóvenes (F7, F8, F9, F10), tienden a representar unidades económicas
menos estables. Por ello, ambos grupos presentan mayor dependencia de los
programas del Estado, ya sea en términos monetarios (Pensión 65 y JUNTOS) o en
términos de acceso a alimentos (Qali Warma).

En cuanto al aspecto productivo, las familias jóvenes, a diferencia de las otras


cuatro mencionadas (F1, F2, F3 y F6), que se benefician económicamente de la
actividad agrícola a partir de especializarse en cultivos alternativos, dependen
económicamente de un cultivo comercial (generalmente la papa blanca) y su
participación en el mercado está condicionada por factores externos o por la cantidad
de capital que poseen al momento de invertir en la cosecha. Para estas familias, la
actividad agrícola es central así el único cultivo del que dependan no sea muy rentable
en el mercado.
100

En líneas generales, en todos los casos de la muestra base la actividad


agrícola continua siendo, en mayor o menor medida, la más importante. Asimismo,
es posible percibir que en esta actividad el mercado tiene un rol cada vez más
importante. Esto se evidencia, por ejemplo, en el hecho de que la mayoría de familias
continúen cultivando papa blanca por el entendido de que este producto, más allá de
las fluctuaciones en el precio, siempre es demandando por el mercado, lo que
constituye una especie de refugio y sostén para las familias. A pesar de esto, cada
vez son más las familias que se inclinan o empiezan a considerar el incursionar en un
futuro en otro tipo de cultivos que tienen mayor rentabilidad y una creciente demanda
en el mercado, por ejemplo, el brócoli o los rocotos. Asimismo, la presencia del
mercado en las decisiones productivas se evidencia también en los cambios en el
manejo de la producción, por ejemplo, en la introducción progresiva de agroquímicos
para obtener productos que se ajusten a las exigencias de la mayoría de
consumidores. Sobre todo en la comunidad de San Pedro de Cani, es posible percibir
una intensificación de la producción de los cultivos orientados al mercado, lo que
conlleva a que se abandone la lógica de rotación de terrenos y descanso.

Por otro lado, la producción ecológica puede significar una suerte de seguridad
para las familias que la practican y participan activamente de los circuitos feriales
diferenciados. No obstante, esas son la minoría, puesto que este circuito es aún muy
pequeño y opera a una escala mínima, lo que ocasiona que solo algunas pocas
familias puedan realmente beneficiarse de estos cultivos diferenciados, que son
generalmente las que tienen clientes fieles en las ferias o un contrato con alguna
empresa. Los demás, así produzcan de manera ecológica, al no existir una estructura
adecuada que sostenga y haga posible producción y comercialización sostenible, se
ven obligados a vender sus productos al mismo precio que los convencionales.

Asimismo, los cambios en la actividad productiva de las familias no solo son


resultado de las lógicas mercantiles, sino también de los cambios en los patrones
climáticos, las cuales influyen en sus decisiones respecto a qué cultivos priorizar. Esto
se refleja, por ejemplo, en la introducción de especies que sean más resistentes a las
alteraciones climáticas y tengan ciclos agrarios más cortos, por ejemplo, el brócoli o
los duraznos. Otras familias optan por buscar alternativas agropecuarias que no estén
tan expuestas a los cambios de clima, como la venta de cuyes, la crianza de truchas,
101

entre otros. En suma, en todos los casos, más allá del grado de consolidación y los
resultados, se puede percibir una intencionalidad de responder a las particularidades
del mercado y a los efectos del cambio climático.

Al incluir en el análisis a la otra parte de la muestra, sí es posible identificar una


progresiva tendencia a la diversificación de actividades; la presencia del mercado no
solo es notoria en la agricultura, sino también en el conjunto de actividades que
desarrollan las familias. No obstante, esto no debe entenderse como si el mercado
fuese la única vía que garantice el éxito de las familias; los resultados en cuanto a la
la diversificación de actividades son diversos. Para las familias en las que la actividad
agrícola continúa siendo la más importante, la articulación al mercado a partir de la
realización de otras actividades es parte de una estrategia defensiva que no
necesariamente permite la acumulación. En cambio, la vinculación de las familias que
se dedican a la agricultura como una actividad secundaria, suelen vincularse con más
proactividad, por tanto participan más activamente de las dinámicas mercantiles y
obtienen mejores resultados Es estos casos, la actividad agrícola suele significar un
medio por el cual es posible generar ingresos extras a partir de invertir en campañas
específicas.

En suma, las trayectorias de las familias son múltiples, no obstante, a grandes


rasgos, las actividades que realizan tienden a la búsqueda de generación de ingresos,
lo que refleja que la lógica de la acumulación predomina así no se traduzca
necesariamente en actividades concretas, pues, en última instancia, estas dependen
en gran medida de las posibilidades materiales y sociales de cada una. Esto evidencia
una conexión con los procesos socioeconómicos mayores y las actividades que
ocurren fuera de la comunidad.

Los proyectos

Cuatro de las diez familias de la muestra (F1, F2, F6 y F9) formaron parte de
alguno de los dos proyectos descritos en el capítulo anterior. Esto como parte de una
estrategia de acumulación. Sin embargo, no todas logran el objetivo de acumular: la
diferenciación respecto al punto de partida y condiciones de cada familia es
102

significativa a la hora de determinar quiénes son los que obtienen los beneficios.
Asimismo, a modo de introducción para el siguiente capítulo, resulta pertinente
explorar hasta qué punto las estrategias de las familias tienen que ver o no con la
conservación de la agrobiodiversidad. O planteado de otro modo, ¿es la conservación
un tema central en las actividades de las familias? Y si lo es, ¿encuentran estas algún
beneficio concreto en esta incorporación?

El grupo de estas cuatro familias está conformado por dos familias adultas, una
consolidada y una joven; no obstante, también tomo en cuenta los datos
proporcionados por otros participantes de los proyectos. Coincidentemente, tres de
los cuatro agricultores de la muestra (F1, F2 y F6) son las familias que se encuentran
en una posición más estable. Si bien los dos primeros cuentan con una mejor base
material y sustento económico, los tres son agricultores reconocidos y han ocupado
cargos importantes, con lo que no cuentan únicamente con recursos físicos, sino con
una serie de capitales que les permiten posicionarse en una posición privilegiada
respecto a los otros agricultores. En las siguientes citas uno de ellos expresa sus
opiniones respecto al proyecto:

“Cada uno a veces no tomamos el empeño. En el caso mío por ejemplo, yo sí


me he beneficiado bastante del proyecto. Uno en conservación, otro el
comercialización, otro en organización. Justamente por el IDMA yo llego a ser
presidente nacional. He ido a diferentes regiones como pasantía y nos hemos
conocido con muchos conservacionistas, productores de papa nativa y cuando
nos organizamos es ahí que yo llego a ser presidente” (Agricultor
conservacionista, Huayllacayán, 23/03).

“Yo no me quejo de los proyectos, yo he aprendido mucho de los proyectos y


gracias a los proyectos he cambiado y mejorado mi hogar. Por ejemplo, si no
me cree yo tengo mis seis hijos. Todos mis hijos son profesionales, uno falta,
que está por entrar a la universidad. Todo eso yo lo he hecho de mi chacra, de
mi conservación de sembríos nada más… Mucha gente no ha tomado la
decisión del seguir. Termina el proyecto y abandona. También es parte de la
culpabilidad de nosotros, no podemos echarle la culpa solo a los del proyecto”
(Agricultor conservacionista, Huayllacayán, 23/03).
103

La cuarta familia de la muestra (F9) presenta el caso más representativo de los


agricultores vinculados a los proyectos: pequeños agricultores y con escasos
recursos y capitales. El grueso de estos agricultores no obtuvo ningún beneficio
concreto más allá del reconocimiento como conservacionista. La mayoría de
opiniones expresan el desencanto hacia los proyectos al no lograr la acumulación a
partir de resultados concretos.

“Sí estuvimos en el proyecto, pero no


hay mercado pues. Nosotros tenemos
que buscarnos otras fuentes de ingresos
para poder sobrevivir, ¿acaso nosotros
no tenemos hijos, no tenemos a quién
mantener?... ¿Y de dónde sale? Si
nosotros sembramos nuestro producto y
no tiene un mercado, ¿cómo podemos
solucionar nuestras situaciones
económicas? La educación, todas esas
cosas, entonces ya pues, dejamos eso a
un lado y ya pues a buscar otra fuente
de ingresos” (Pequeño agricultor,
Huayllacayán, 26/02).
104

Esto es útil para dar cuenta de que efectivamente existen otras variables y
características que influyen en el éxito y beneficio que pueda obtener una familia de
los proyectos, que van desde aspectos concretos como tener mejores capacidades o
recursos materiales y financieros, hasta tener capital social. Mientras más grande y
consolidada está la familia, más posibilidades tiene de lograr que efectivamente los
proyectos contribuyan a la acumulación.

En este sentido, los proyectos de conservación no necesariamente presentan


un beneficio concreto para los agricultores, de hecho, en la mayoría de los casos,
estos no contribuyen a mejorar su calidad de vida. Los proyectos no afectan las
estrategias sino que le proporcionan a algunas familias la posibilidad de una
estrategia de acumulación. El que existan familias que sí obtuvieron beneficios
concretos da cuenta de que no siempre las estrategias tienen los mismos resultados
para todos, sino que funcionan distinto de acuerdo a las condiciones de cada familia,
donde algunas, en efecto, logran el objetivo de acumular mientras otras no. En otras
palabras, los proyectos no son determinantes; lo que en realidad determina y
contribuye a mejorar las condiciones de la familia son otros factores, tales como la
cantidad de tierra, las redes de contacto, el acceso a capital o la calidad del terreno.

Respecto a la pregunta que quedó suelta, a grandes rasgos, la declaración de


la Zona de Agrobiodiversidad no supone ningún cambio significativo en las estrategias
de las familias. Sí presenta una potencialidad, en la medida que lo que busca es
generar dinamismo y ofrecer alternativas rentables para las familias, sin embargo,
mientras no exista un soporte que contemple la realidad integral de las familias, es
probable que estas no obtengan ventajas significativas de las bondades del territorio.
Aun así, las familias aprovechan, de distintas formas y con distintos resultados, la
diversidad agrícola, pero esto es al margen del reconocimiento de su territorio como
una zona agrobiodiversa. Si bien hay algunas familias que han logrado mejorar sus
ingresos y su calidad de vida a partir de aprovechar la diversidad agrícola del distrito,
el grueso de los pequeños agricultores, que generalmente basa su economía en un
cultivo comercial, no obtiene mayores beneficios del territorio.

Finalmente, en situaciones como esta, cuando el discurso y los alcances reales


de los proyectos se encuentran con los intereses de los productores, es que salen a
105

la luz una serie de narrativas y opiniones sobre la agricultura, el manejo de la


agrobiodiversidad y la práctica de la conservación, que invitan a reflexionar sobre
otras posibles motivaciones en torno de la práctica de conservación más allá de las
posibilidades concretas que esta puede representar. En el siguiente capítulo analizo
las percepciones de los agricultores sobre la agrobiodiversidad, así como los límites
del discurso de la conservación y en qué medida este se relaciona o no con las
estrategias que realizan las familias.
106

4. NARRATIVAS Y VALORES DE LA AGROBIODIVERISDAD

En este capítulo retomo la pregunta central, pero abordada desde la


perspectiva de las narrativas y diversas formas de valoración que se generan
alrededor de la agrobiodiversidad. En este sentido, en las páginas siguientes exploro
las narrativas locales para luego hacerlas dialogar con el discurso de la conservación
que expuse en el primer capítulo, y así presentar las tensiones y puntos de encuentro
que existen entre ambos.

Al exponer los límites del discurso de la conservación, busco contraponer, por


un lado, la visión cerrada y reduccionista que este tiene no solo de la
agrobiodiversidad, sino también del espacio rural y; por otro, las perspectivas de las
familias productoras. Esto último es posible gracias al análisis de las estrategias y
prácticas previamente realizado, dado que estas son centrales para comprender las
narrativas y expectativas locales. Finalmente, luego de presentar las distintas
retóricas que existen dentro del campo de la diversidad agrícola, el capítulo concluye
con un balance que busca dar a conocer los nexos, desencuentros y puntos más
importantes entre ambas miradas.

4.1 Narrativas locales y formas de valoración de la agrobiodiversidad

Para lograr una aproximación a las distintas categorías del discurso, empleé
una metodología que buscó distinguir los discursos formales e informales, para lo cual
realicé entrevistas semi-estructuradas y conversaciones informales, respectivamente.
No obstante, fueron estas últimas -en contextos diversos- las más relevantes, ya que
para lograr profundidad en el terreno de las narrativas y valoraciones, es necesario
trascender las dinámicas (en ocasiones algo rígidas y solemnes) y los espacios
107

protocolares que generan las entrevistas, a fin de acceder a los diversos mecanismos
en los que emergen los discursos informales, propios de las interacciones cotidianas.

Esto se aprecia, por ejemplo, en las respuestas de los productores


“conservacionistas” durante las entrevistas semi-estructuradas, las cuales seguían
una misma línea narrativa. Esta dejaba entrever una repetición de lo impartido por los
proyectos, no solo en el lenguaje de carácter técnico utilizado, sino también en los
mensajes y explicaciones ofrecidos respecto a la pérdida de agrobiodiversidad.

“Antes por gusto se quemaba el pasto y cuando se quema se malogra todo el


medio ambiente y la agrobiodiversidad. Eso también nos han dado charlas,
pero muchos de nosotros no captamos eso y a veces nos quejamos. Nos
quejamos que por qué hay mucho calor, por qué hay mucha lluvia, de todo eso
nos quejamos… pero, ¿quién es el que hace todo ese daño? Nosotros, los
seres humanos. Por ejemplo, yo quemo, yo talo y no pensamos en el futuro
que van a encontrar la nueva generación que viene. ¿De qué va a vivir la nueva
generación, qué va a encontrar?” (Agricultor conservacionista, Huayllacayán,
19/03).

La razón de esta retórica utilizada por los conservacionistas es consecuencia


de las charlas de sensibilización y capacitaciones que eran parte del repertorio de los
proyectos, en las cuales se buscaba familiarizar, a través de diversos mecanismos, a
los campesinos con los términos técnicos que impregnan al discurso de las
intervenciones, tales como agrobiodiversidad, parientes silvestres, conservación de
suelos y erosión genética.

“Bueno, hubo varias formas de informar al campesino sobre el término de


agrobiodiversidad, porque vino con esos términos el proyecto. Entonces son
términos más académicos, técnicos, pero la transmisión ya es un lenguaje más
sencillo. Por ejemplo, la agricultura que ellos hacen no es otra cosa que la
cultura. Si tu separas agri, de agro, y cultura y los mezclas es agricultura.
Entonces, de la misma forma el tema de agro es lo que ellos están haciendo y
la biodiversidad es lo que tenían en sus parcelas, no solamente los cultivos, en
tema de biodiversidad, o sea de vida y diversidad. Entonces ahí nuestras
orientaciones eran interesantes, en campo nosotros no hablábamos
‘agrobiodiversidad consiste en esto, esto, esto’. No, sino era conversar con
ellos en sus chacras, y como el proyecto era también en parientes silvestres,
encontrábamos papa, gran diversidad de papas y decíamos esta es la
diversidad, las diferentes variedades de papa, la diversidad y hablábamos de
vida en las parcelas, la vida que existe en sus parcelas, no solamente la papa,
están también sus parientes silvestres que están al borde, en el matorral, todo
esto, no solamente esto, encontrábamos insectos, controladores naturales…”
(Facilitador del proyecto In Situ, 08/04).
108

En el informe del proyecto se explica que, en un primer momento, el problema


que encontraron y que justificó la intervención fue la erosión de las variedades,
fenómeno causado, entre otros factores como las alteraciones climáticas y la
migración, por lo que consideraban malas prácticas de los agricultores, hecho que
incentivó las sensibilizaciones. Este discurso alrededor de la conservación de los
suelos y su importancia para el mantenimiento de la agrobiodiversidad fue narrado a
partir de una retórica determinada que vincula el proceso de erosión genética a una
pérdida cultural de la tradición agrícola de la zona.

“Cuando llega la Revolución Verde, el agroquímico, ahí es donde te enseñan


eso, que mucha gente cambia la forma en cómo venían trabajando
ancestralmente, por eso es que los proyectos dicen que se debe seguir
trabajando con las costumbres y los trabajos ancestrales” (Agricultor
conservacionista, Huayllacayán, 23/03).

Todo esto refuerza la retórica que resalta el vínculo de los agricultores con la
tierra y contribuye a robustecer la imagen del productor conservacionista ideal y a
ensalzar la importancia del rol que estos cumplen para la vida en el planeta, puesto
que son quienes deben encargarse de cuidar que semillas de cultivos importantes
para la alimentación y la agricultura a nivel mundial no desaparezcan en medio de un
contexto de variación y adversidad climática que conlleva, en última instancia, a dicho
proceso. En este acto, se le otorga a los agricultores características esencialistas que
colocan a la ancestralidad de sus prácticas y conocimientos como un elemento central
dentro del discurso.

“Las familias conservacionistas de los distritos y comunidades del ámbito de


Huánuco (Quisqui, Tomayquichua, Panao) donde existe una alta
concentración de recursos genéticos, al mismo tiempo es poseedora una
cultura de la conservación (conocimientos, saberes, tecnologías tradicionales,
cosmovisión, rituales, costumbres) que se ha creado, recreado, enriquecido y
transmitido de generación en generación. En todo este proceso, es evidente,
que en las comunidades de Huánuco ha existido y existe una cultura de la
producción, selección y conservación de semillas; conservación sustentada en
la acumulación de saberes y tecnologías ancestrales apropiadas al mundo
campesino; y de respeto y amor a la madre tierra (pachamama), en completa
armonía con la naturaleza” (IDMA, 2016, p. 21) .

Es a partir de este tipo de capacitaciones que los agricultores más involucrados


en los proyectos se reconocen como conservacionistas, adoptando la caracterización
109

que el proyecto propone de esta figura ideal. Así, admiten y asumen el importante rol
que se les adjudica en el proceso de conservar la salud y fertilidad de los suelos,
donde son las características ideales de las llamadas prácticas tradicionales y, a
grandes rasgos, la ancestralidad, lo que otorga el valor agregado necesario para
cumplir con el cometido de la conservación.

“Los productores conservacionistas, en su mayoría, iniciaron con la herencia


que sus abuelos les dejaron; algunos con más variedades que otros, pero el
entusiasmo y amor por la agricultura diversificada hace que los guardianes de
la agrobiodiversidad continúen recuperando variedades para insertarlas en sus
chacras” (IDMA, 2016, p.37).

“Ser conservacionista es trabajar con los conocimientos ancestrales. Por


ejemplo, con la fase lunar, con la conservación de suelo, el agua, el bosque.
Siempre natural, orgánica, siempre con el medio ambiente en concordancia
con la conservación de bosques, suelo y agua. ¿Si nosotros no cuidamos esto,
entonces de qué van a vivir las ciudades?” (Agricultor conservacionista,
Huayllacayán, 19/03).

Por otro lado, las entrevistas realizadas a agricultores que no formaron parte
de ninguno de los proyectos revelan otras formas de referirse y concebir la
agrobiodiversidad. Estas no necesariamente guardan relación con las
conceptualizaciones de corte teórico que utilizan los proyectos, sino que más bien
apelan a otro tipo de mecanismos explicativos, que se encuentran influenciados por
distintas sensibilidades: afectos, emociones, sabores y texturas, por ejemplo. En
estos casos, dada la externalidad del término, la mayoría no necesariamente se
encuentra familiarizado con el concepto de agrobiodiversidad, y es precisamente esto
lo que revela otras formas de comprender y valorar la riqueza agrícola.

“Acá hay papa de todo tipo, rojita, con ojos grandes. Papa palta que es negrita
con blanquito, de colorcito. Otro sabor tienen. Semita es mitad negro, mitad
blanquito, rico es papa, cuando concinas se apachurra y solito se pela”
(Agricultor adulto mayor, San Pedro de Cani, 05/04).

“Papa nativa así con naturaleza rica es. Rico, rico tiene sabor bastante. Lindo
sabor tienen pues. Sabor de otro, otro, otro tienen… de mi mamá, de mis
abuelos. En la altura vivían ellos, comían ahí natural” (Agricultora mediana,
San Pedro de Cani, 03/03).

“Te contaré, porque antes mis padres, por decir, guardaban en la casa su
pirwa, guardaban pa que coman, y qué lindo de acá a unos cuatro, cinco meses
pasa, qué lindo, dulce la papa, viejita. Con su cafecito pa que tomar, sin agua
110

no pasaba… ahora esa papa viejita ya no hay” (Agricultor adulto,


Huayllacayán, 09/04).

Incluso a pesar de no haber formado parte del proyecto, algunos de los


agricultores de este grupo se consideran conservacionistas; no obstante, entienden y
explican el serlo de una manera que se distancia de los términos planteados por el
proyecto. Inclusive algunos agricultores que formaron parte de los proyectos, en las
entrevistas buscan tomar distancia de los mismos al exponer las visiones críticas que
han desarrollado sobre ellos. Así, a diferencia de los agricultores que son percibidos
como embajadores de los proyectos, este grupo, más que adaptarse a los términos
externos y repetir lo impartido en las capacitaciones, conciben el ser
conservacionistas a partir de otro tipo de afectos y explicaciones.

“Conservamos porque, uno, es para el consumo; otro, para no perder nuestra


biodiversidad, porque la verdad que papa arenosa, wachuy, es lindo y
diferentes variedades, tiene sabor. Estamos acostumbrados a comer eso,
alimentarnos, por eso no podemos desperdiciar nuestras semillas. Sí o sí cada
año tenemos que sembrar, es costumbre” (Agricultor conservacionista,
Huayllacayán, 27/03).

Al vincular la conservación a otro tipo de sensibilidades que trascienden el


ámbito tecnicista de los proyectos, se pone en discusión la idea misma de si este
término, y las prácticas asociadas a él, fueron realmente impartidas y arribaron a partir
de la intervención de los proyectos: los agricultores mencionados afirman identificarse
como conservacionistas incluso desde antes que dichos proyectos se implementaran
en la zona y, por tanto, antes de la atribución del término.

“Siempre nosotros, la serranía, siempre mantenemos nuestras papas nativas.


Antes de que venga el IDMA también sembrábamos así. Por ejemplo mi padre
sembraba así con guaneo. Y eso conservamos pues. Porque sabemos que
otros pueblos que tienen papa así también usan químicas y ya todo está
contaminado” (Agricultor conservacionista, Huayllacayán, 27/03).

“Antes, antes sí, todos acá, toditos, mucha gente tiene acá variedades. Es de
costumbre, yo a mis padres no puedo dejar. Que la agricultura yo desde mi
niñez estoy acostumbrado yo a trabajar la chacra. Yo no puedo dejar. Como te
digo yo soy albañil, de construcción sé, soy chofer, soy textilería, lo sé tejer, de
todo tengo arte yo… por decirte, la mecánica, cuando yo estudiaba en
Huánuco, también he trabajado. Pero a pesar de eso yo no dejo mis
variedades” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).
111

A pesar de esto, en algunos casos, se reconoce y resalta lo impartido por los


proyectos:

“Por decir la IDMA, un ejemplo, por decir. Yo, como te digo, la


agrobiodiversidad, mis variedades las mantengo desde muy antes no solo
desde la llegada de IDMA, pero yo no sabía lo que es la conservación de suelo,
no sabía las terrazas, pero gracias a IDMA han llegado, nos han enseñado”
(Agricultor conservacionista, Huayllacayán, 27/03).

“Por ejemplo ahora acá en mi chacra, conservadito. Esto alisos que acá lo ve
con IDMA hemos plantado. Esos ayudan a conservar. Eso sí he aprendido:
conservación de suelos, las terrazas... Otra parte, nos han dicho los ingenieros,
han dado charlas `hermanos, cuiden sus tierras, si ustedes le meten químicos,
lo van a matar todito, pobre va a quedar su tierra y para sus hijos, ¿qué va a
pasar de acá a unos 10 a 15 años? Entonces todo eso sí nos han enseñado
IDMA” (Agricultor conservacionista, Huayllacayán, 27/03).

Lo que ocurre es una apropiación y reinterpretación del término


“conservacionista”, que trasciende lo propuesto por el proyecto. Esto sucede de dos
formas algo distintas; por un lado, se reconoce el conocimiento impartido por este y
se le engrana discursivamente con la tradición de las prácticas y valoraciones locales,
a fin de mostrarlos como complementarios. Por otro lado, se cuestiona la influencia
del IDMA en su identificación como conservacionistas, pues afirman que lo eran
desde antes de que este llegara y constituyen así una idea local del conservacionismo
en oposición a la propuesta por la ONG.

Al margen de si llegaron o no a participar de alguno de los proyectos, ciertos


agricultores han desarrollado una mirada crítica hacia este tipo de intervenciones.
Esto va más allá de las contraposiciones entre conceptos y valoraciones expuestas
en los párrafos anteriores; se relaciona más bien con la tensión mencionada en el
capítulo anterior respecto a los beneficios concretos que se esperaban obtener. Esto
se manifiesta, por ejemplo, en el rechazo que existe entre un número cada vez mayor
de productores hacia la Feria de la Agrobiodiversidad (Muru Raymi) -uno de los
resultados mejor logrados por el Proyecto In Situ- en la que se exhiben las diversas
variedades que conservan los campesinos, y en donde se les reconoce formalmente
como conservacionistas del distrito.

“Esa feria para mostrar, nada más, y solamente ellos se hacen ver y yo mismo
veo que los señores congresistas, ministros vienen y se toman una buena foto
112

como si fueran ellos los productores o campesinos ahí. Y hacen ver allá acá
estamos, hermano, con gente del campo. Estoy segurísimo. Y entonces, ¿cuál
es el resultado? Ha venido Jaime Delgado, tantos ingenieros que han estado
ahí han venido, los congresistas hasta el mismo chacra han llegado, al fondo,
al fondo, hasta allá. Caminando han ido, pero qué resultado nos dan, ¿cuál es
el proyecto? Nada han dejado, pues, entonces, ¿de qué sirve esa feria? De
nada… Solamente al mismo capital, Huancapallac, al ir nosotros, sí o sí,
tenemos que comer de hecho, un pan, algo, tenemos que comer allá, gastar
nuestro dinero, pasaje pagar, entonces solamente es movimiento para
Huancapallac, no para nosotros. Nosotros vamos a dejar nuestros centavos.
De esa manera preferible no voy entonces. Mucha gente de acá próximo año
no vamos a ir dice. ¿Y por qué no hace feria acá mismo si acá es la producción,
esta zona? ¿Y entonces donde produce por qué no se hace? Realmente el
campesinado estamos bien olvidado, engañado” (Pequeño agricultor,
Huayllacayán, 16/3).

Esto refuerza el hecho de que muchos conciben la conservación de cultivos


nativos como un conjunto de prácticas y valoraciones que exceden los circuitos
feriales, los proyectos, y el tipo particular de validación que estos otorgan. Esta
práctica, forma parte, más bien, de una dinámica productiva de larga data en la
agricultura campesina. Por tanto, a pesar de llevar o no sus productos a la feria, para
quienes se consideran agricultores conservacionistas, el mantenimiento de las
variedades en sus chacras continúa.

“Sembramos para no perder nuestras variedades, biodiversidad, para no


desperdiciar, porque si este año no siembras, próximo año ya no hay ya,
porque la semilla no aguanta pues, se envejece y pudre ahí y ahí queda,
desaparece” (Entrevista a agricultor conservacionista, 27/03).

“Ah, claro, mi producto no puedo dejarlo yo. Yo a mis hijos les digo, yo tengo
dos varones no más, son siete mujeres que tengo y dos varones, les digo, no
hijo, tienen que conversar por más que ya me voy y lo que sea, ustedes tienen
que seguir. De mis padres, les digo, yo conservo, de mis abuelos. Es también
costumbre” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).

Si bien las narrativas son una manera de comprender las diversas


concepciones respecto a la agrobiodiversidad, las valoraciones no necesariamente
salen a la luz a través del lenguaje verbal, sino que se manifiestan también por medio
de otro tipo de acciones. Así, a partir de observar ciertas prácticas que los agricultores
realizan en cuanto al manejo de la diversidad agrícola, complementado con
información obtenida por medio de conversaciones informales, es posible conocer las
múltiples formas que existen de valorar la agrobiodiversidad.
113

Una ejemplo concreto de


esto es la diferenciación que se
realiza en cuanto al manejo de la
producción según los cultivos
que se consideran nativos y los
que no. A los cultivos nativos -es
decir, la mashua, la oca, el
olluco, las papas nativas y otros
como la arracacha- se les
adjudica un mayor valor puesto
que se les asocia con lo natural
y con una manera de producir
propia de una práctica agrícola
que se vincula a la historia de la
localidad, a los parientes y
personas antiguas de las
comunidades y que, además,
responde y es coherente con un
sistema agrícola que se ha desarrollado integral e sistémicamente con las
características ecológicas de esa zona andina. Las variedades locales han sido
siempre consideradas por las personas que las cultivan como productos símbolos del
territorio y ambiente agroecológico en el que se producen. Se utilizan, así, como
imagen del territorio (Acosta-Naranjo y Rodríguez-Franco, 2013).

De esta manera, se contrapone la producción de papa blanca a la de las papas


nativas, las cuales se asocian como un elemento importante de la agrobiodiversidad,
no solo por sus propiedades físicas, sino también por su importancia en términos
sociales, culturales y simbólicos, donde siempre han tenido un rol central en las
dinámicas y relaciones sociales dentro de las comunidades.

“La blanca es tan solo para fritos todo, en cambio papa nativa sirve para hacer
pachamanca, para hacer sancochados, cualquier comida, son más arenosas,
hay más variedad, son más bonitas. La blanca, en cambio, no es puro”
(Pequeña agricultora, San Pedro de Cani, 07/04).
114

“La papa nativa bonita, chiquita, sin curar, sin fumigar, sin meter nada pues.
Esas cuando guardas no pudre. Nada, no pudre, bonito… aguanta. Puro
pachamanca, ni segundo, ni sopa, puro pachamanca. Sano, no tiene ni un
cáncer; el estómago está recibiendo natural” (Agricultor adulto, San Pedro de
Cani, 17/03).

De las conversaciones con los productores de la comunidad de Huayllacayán,


donde se produce la mayor cantidad de variedades de papas nativas, es posible
concluir que estos productos circulan por una esfera de valor, que si bien se
superpone en algunas ocasiones con esferas mercantiles, se les adjudica a estos
cultivos una carga simbólica que alude a otro tipo de relaciones que trascienden la
mirada económica en términos puramente capitalistas.

La papa blanca, por el contrario, es percibida como una mercancía, pues a


partir de la producción y comercialización de dicho cultivo es que se obtienen las
principales ganancias monetarias, y es el cultivo central del que depende, en la
mayoría de los casos, la economía de las familias. Esta distinción en el manejo
productivo de ambos cultivos no solo tiene que ver con las esferas y los circuitos de
cada producto, sino también con el destino final de cada uno: el mercado o el auto
consumo.

“La papa nativa es más para consumir uno mismo y aparte de eso esa papa
es sagrada. En cambio la blanca va al mercado pues, tienes que de todas
maneras un poquito de químico, fertilizante aplicar. A veces ya traes de
Huánuco la semilla, compras y ya está mejorada, entonces tienes que seguir
echando productos” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).

Esto, sin embargo, no significa que las papas nativas no estén inscritas dentro
de un circuito económico. Si bien solo algunas familias logran obtener ganancias
monetarias a partir de su comercialización, alrededor de este producto existe una
economía de la subsistencia, que no solo se reduce a un sentido alimentario, sino que
coexiste con una economía de saberes implicada en estos circuitos no mercantiles:
los intercambios de semillas, las técnicas de manejo productivo y las relaciones que
se producen a partir de las prácticas agrícolas son cuestiones que evidencian la
relación afectiva y refuerzan el tejido social.
115

La papa blanca, en cambio, es el producto que tiene mayor rentabilidad en el


mercado y, por tanto, es la base que asegura la economía de la mayoría de las
familias. En este caso, la utilización de agroquímicos no solo es consecuencia del
valor inferior que se le adjudica a este producto, sino que responde también a las
demandas de los consumidores e intermediarios, quienes buscan una producción con
características determinadas.

“El problema es que los que consumen quieren grande, no quieren chiquitito.
Por decirte tú les llevas sin químico, no te reciben. Muy chiquito te dicen, pa
qué vale. Entonces la gente prefiere echar químico” (Pequeño agricultor,
Huayllacayán, 19/03).

No obstante, incluso en la producción de papa blanca existe un manejo


diferenciado entre la parte de la producción destinada al auto consumo y la destinada
al mercado, donde a la primera se le aplica una cantidad considerablemente menor
de fertilizantes. Esto se debe a que, a diferencia de las demandas de la gran mayoría
de los consumidores de las ciudades, no se valora el producto por el tamaño, sino por
las propiedades, y es precisamente en el acto de aplicar los fertilizantes y químicos
que se pierden estas propiedades naturales y el producto pierde su valor alimenticio.

“En ciudad no me gusta porque todos los productos son químicos. Acá tú
siembras a tu criterio papa. Para comer yo ya sé qué papas comer. La blanca
aquí también siembro, pero lo que va a ser para venta yo un poquito le hecho
químico, lo que no voy a vender tan solo fumigo. Lo que voy a consumir tan
116

solo hecho pa rancha, solo fumigo unas cuantas veces pa que no pique el
gusano, pero químico si no le meto” (Pequeño agricultor, Huayllacayán, 26/02).

Esto guarda relación con un aspecto que subyace a muchas de las


narraciones, en las que emerge un discurso alrededor de cómo se perciben los
alimentos. En este, se contrapone la producción local, asociada con lo natural, a los
alimentos contaminados, que serían los que vienen de afuera. Así, se constituye una
representación de la ciudad como la antítesis de la chacra; donde los alimentos
provenientes de la ciudad ya estarían “contaminados” debido a la manera en la que
están siendo producidos.

“Por eso en la chacra, más mejor somos. En ciudad más rápido, rápido crecen
y después ya están muertos ya. Por eso en la chacra es más natural, más
bueno. En ciudad los pollos, a los tres meses ya están comiendo. Puro
hormoneado. Le ponen hormona pa que engorde, pa que hinche y ya, de frente
a mercado ya. En cambio las gallinas de nosotros acá solo se revienta, le das
maíz no más. Pone huevo también natural. Y comes a un año todavía. Un año,
no está hormoneado ni nada. Y por eso tiene sabor más rico. Gallina natural,
de chacra” (Pequeña agricultora, San Pedro de Cani, 07/04).

Un aspecto que es importante recalcar es que la poca o nula utilización de


agroquímicos en la producción de cultivos nativos no solo se debe a las valoraciones
que existen en torno a estos productos, sino a motivos concretos como el hecho de
que no exista un mercado seguro para este tipo de productos, con lo que la
producción de estos cultivos está destinada, en su mayor parte y en la mayoría de los
casos, al autoconsumo. Asimismo, los cultivos nativos crecen únicamente en chacras
que se encuentra por sobre los 3000 o 3200 msnm y a esa altitud el nivel de
enfermedades y plagas es mucho menor en comparación a las zonas bajas, sobre
todo durante el periodo de verano. En invierno, quienes aplican remedios sintéticos
para no correr el riesgo de perder la producción, utilizan únicamente fertilizantes una
vez que la planta ya ha crecido para evitar que las plagas ataquen las hojas. No
obstante, este rocío se realiza un máximo de tres veces durante toda la campaña.

Aun así, a pesar de la existencia de una serie de valoraciones respecto a los


diversos cultivos, donde además se evidencia una diferenciación en torno al manejo
y técnicas productivas con los que se trabaja la papa blanca y nativa, es pertinente
retomar lo discutido en el capítulo anterior respecto a los motivos y factores que
condicionan la producción y conservación. En este punto es válido preguntarse si la
117

producción y técnicas de carácter sostenibles continuarían si las familias incrementan


su capital al punto que les sea posible costear los paquetes tecnológicos de la
agricultura convencional.

En suma, el universo de las narrativas y valoraciones locales es inmenso y


heterogéneo; en esta sección no he pretendido abarcar la totalidad de los discursos
que se generan alrededor de la riqueza agrícola. El objetivo fue mostrar algunas de
las opiniones y puntos de vista con la finalidad de contraponerlos al relato técnico de
los proyectos en las secciones que siguen.

4.1.1 Coincidencias y semejanzas

Antes de pasar a presentar las divergencias entre ambos discursos, es


importante reconocer que sí existe un nexo entre las narrativas locales y el discurso
que maneja la ONG, y así evitar caer en dicotomías excluyentes entre ambos. Si bien
no necesariamente dialogan en los mismos términos, existe un punto de encuentro
cuyo retrato es relevante.

Tanto en el discurso de la ONG como en las narrativas de los agricultores, lo


que se considera como “natural” juega un rol central. Ambos colocan a la producción
natural –la apliquen o no, en el caso de los agricultores- como lo prioritario y lo más
apreciado. Como muestra el segundo capítulo, un paradigma que está
tremendamente arraigado en este tipo de proyectos de manejo y conservación de la
agrobiodiversidad es el agroecológico y el del desarrollo sostenible, los cuales buscan
el regreso a formas de producción que se desarrollen en armonía con el medio
ambiente. En esta misma línea, como se puede apreciar en las narraciones de los
agricultores, la búsqueda de un producción natural – al menos en la destinada al auto
consumo – es central.

A pesar de que las valoraciones locales se construyen pasando por factores


que exceden lo meramente técnico o mercantil, y responden en cambio a diversos
118

afectos y explicaciones, ambos lados apuntan a que se preserve la diversidad agrícola


de la localidad y reconocen su importancia; no obstante, en el caso de los agricultores,
esto no necesariamente se ve reflejado en actitudes y prácticas concretas,
precisamente porque los objetivos de las familias están ligados a resultados más
inmediatos, por tanto, reaccionan a las exigencias externas que son determinantes
en la producción.

En esta búsqueda de formas de producción más sostenibles, se resalta y


romantiza el pasado como un tiempo en el que la producción de alimentos era más
sana y armoniosa con el medio ambiente. Esto se puede percibir tanto en los relatos
de los proyectos, impregnado de términos que aluden a la tradición y a la
ancestralidad de las prácticas y conocimientos locales, como en las narrativas de los
agricultores, donde se hace referencia a tiempos antiguos en los que no existían
agroquímicos y la producción era más natural.

En el caso de los proyectos, no obstante, estos mecanismos discursivos son


particularmente problemáticos en la medida que, al fundarse desde espacios
institucionales y formales, el lenguaje que se utilice para referirse a la población con
la que se trabaja carga una fuerte responsabilidad. En este caso, el mitificar la
producción tradicional y ancestral podría ser peligroso en la medida que crea una
narrativa despolitizada que resalta y enaltece el pasado sobre el presente y descuida
con esto las características y los procesos de la actividad agrícola actual.

4.1.2 Tensiones y encuentros

Esta disparidad evidencia una diferencia estructural entre ambas miradas que
tiene que ver con la forma de aproximarse y relacionarse con la agrobiodiversidad.
En un caso, es desde la experiencia misma; en el otro, es a partir de una relación
externa y determinada por conceptos científicos. Esta diferencia estructural es la que
tomo como punto de partida para explicar las divergencias entre ambos discursos.
119

En la etapa de planeamiento y elaboración de esta investigación, esbocé como


hipótesis la existencia de diversas formas de pensar y concebir la agrobiodiversidad.
Esto, bajo la lógica de que para una familia que ha crecido y vivido en un ambiente
en el que la riqueza agrícola es parte de la cotidianeidad, la experiencia de la misma
no es igual a cómo la conciben y se relacionan con ella los agentes externos que la
han experimentado por otros medios que no son necesariamente vivenciales, sino a
través de un marco conceptual propio de una disciplina específica. Es precisamente
a partir de esta diferenciación en cuanto a la experimentación del espacio agrícola,
que en el caso de los agricultores es el medio de vida, que resulta complicado explicar
y expresar en palabras el entramado de afectividades que existen en torno a los
cultivos.

Es importante, por lo tanto, reconocer desde el inicio esta manera distinta de


aproximarse a la diversidad agrícola, ya que, en el caso de los proyectos, es lo que
marcará la futura relación y el modo de operar de las intervenciones. Sin embargo, el
problema no radica en que exista esta diferencia estructural, sino en que, desde la
visión de los proyectos, no se tome consciencia de este punto de partida distinto. Este
hecho sale a relucir en las entrevistas realizadas a los proyectistas, quienes,
precisamente por no reconocer esta diferenciación, sugieren como problema la
existencia de una no valoración de la agrobiodiversidad.

“La población lo tomó con mucha expectativa y también la población al saber


cuánto valor tenían estos cultivos o esta agrobiodiversidad que tenían ellos y
cuánto ellos aportaban a la alimentación local, nacional o a la conservación de
la genética para lo que es mejoramiento, más adelante, de los cultivos. Si
viniera, por ejemplo, un desastre natural, un fenómeno adverso y que podrían,
digamos, desaparecer estos cultivos o estas variedades. Al saber esto, ellos
de lo que estaban haciendo prácticas que erosionan las variedades,
empezaron a reflexionar y luego a motivarse para seguir manteniendo.
Llevamos por ejemplo el tema de que ellos valoren lo que ellos están haciendo”
(Facilitador del proyecto In Situ, 08/04).

“El valor cultual, el valor genético, tiene un enorme valor. El valor genético por
el tema de que, más adelante, tú puedes sacar nuevas variedades con estos
porque resisten a la rancha, resisten a la helada, todo lo que es la naturaleza,
el tiempo, resisten esas variedades, si viven ahí en forma natural, entonces
resisten. En cambio las variedades nuevas que incorporan los productores
están susceptibles a enfermedades, a plagas… entonces en esa parte hay un
desconocimiento por parte de ellos, entonces como que no lo valoran”.
(Facilitador del proyecto In Situ, 11/04).
120

Se genera entonces una tensión entre las concepciones locales y aquella de


la ONG: los gestores del proyecto esperan que la agrobiodiversidad se valore de la
manera en la que ellos la conciben, mediada por su forma de aproximarse al espacio
agrícola, que aborda la problemática desde un enfoque técnico-científico. Por
ejemplo, si bien el fenómeno de la erosión genética – central en el discurso del
proyecto – efectivamente está ocurriendo y tiene consecuencias fatales sobre la
diversidad agrícola, este no implica necesariamente una falta de valoración de la
agrobiodiversidad por parte de los campesinos. Para evitar caer en preconceptos, es
fundamental reconocer la existencia en otros tipos de valoraciones que se expresan
en la práctica, pues surgen a partir de la experiencia misma, y que están más ligadas
a otro tipo de sensibilidades (olores, texturas, sabores) o incluso relacionadas a otro
tipo de afectos y valores, que se distancian de aquellos promovidos por el discurso
cientificista de la ONG. De hecho, en algunas de las entrevistas realizadas, el buen
sabor y la buena textura de una papa nativa antigua eran señalados como motivo
suficiente para conservarla, cuestión que evidencia los diversos estímulos que guían
las motivaciones para la conservación de variedades.

En este punto, es primordial comprender el rol central de la experiencia. El


haber crecido en un contexto en el que la agrobiodiversidad se experimenta como un
fenómeno, paisaje y medio de vida, la vida cotidiana se ha desarrollado con prácticas
en las que inevitablemente se tiene que manejar dicha diversidad de alguna forma.
No obstante, no por ello esto se debe traducir ni interpretar como ligada únicamente
a la conservación. Puede ocurrir que en este manejo cotidiano, la agrobiodiversidad
se fomente, amengüe, reduzca, y demás posibilidades; el medio siempre se
transforma en función a los objetivos de la familia, dentro de los cuales la
conservación no es siempre una prioridad. En otras palabras, el hecho de haber
nacido y crecido en un espacio de alta diversidad agrícola no convierte a los
agricultores automáticamente en conservacionistas. Es precisamente al no tomar en
cuenta las necesidades reales de las familias ni vincularlas a los fenómenos
contemporáneos que se viven en el espacio rural que salen a relucir los límites del
discurso de la conservación.
121

4.2 Desafíos del discurso de la conservación

El problema de reducir el espacio agrícola al ámbito de la conservación de las


variedades es que es una forma de negar lo que sucede actualmente en el mundo
rural contemporáneo: la migración, doble residencia, pluriactividad de las familias, son
solo algunos de los fenómenos actuales. En este proceso, la mirada estática del
discurso de la conservación se encuentra con las nuevas necesidades y objetivos de
las familias productoras, que, como muestra el capítulo anterior, van más allá de la
conservación e incluso, en algunos casos, de actividad agrícola misma.

La búsqueda de mercado o la migración a las ciudades, por ejemplo, no


necesariamente es sinónimo de una no valoración, pero definitivamente entra en
tensión con cómo se concibe el conservacionismo desde la retórica del IDMA. Es por
esto que no todas las familias se autodenominan conservacionistas. De las familias
que se consideran conservacionistas, son pocas las que realmente se benefician de
ello en términos económicos. Por su parte, el grupo reducido de familias que
conserva, lo hace por cuestiones afectivas, tradición familiar o por la reducción de
costos que esta práctica puede significar en la obtención de su canasta básica. Por
otro lado, algunos agricultores reconocen las propiedades de los tubérculos andinos
nativos, mas no necesariamente los producen y conservan puesto que choca con sus
otros intereses y consideraciones a las cuales están sujetos. De esta forma, las
practicas que escapan a la noción más cerrada de conservacionismo, no implican una
falta de valoración de la agrobiodiversidad, sino que deben contextualizarse en la
complejidad de los procesos rurales y agrícolas de la actualidad.

Es precisamente por ello que es importante vincularlo con la lógica de las


estrategias, puesto que esto permite centrar la atención en las prioridades concretas
de las familias, donde cada vez es más común la combinación de la agricultura con
otro tipo de empleos y actividades que empiezan a consolidarse como un elemento
viable para el desarrollo de sus objetivos. La pequeña agricultura no debe ser
conceptualizada bajo una óptica estática que le adjudique características
determinísticas al concebirla como una institución cerrada e inflexible. Si bien para
muchas familias la actividad agrícola continúa siendo central, el contexto en el que se
122

enmarcan se ha transformado y esto, invariablemente, repercute sobre los objetivos


a futuro que se plantean.

El problema está en que el discurso de los proyectos parece pasar por alto o
no entender en su totalidad estos procesos contemporáneos que empujan a las
familias a tomar otro tipo de medidas y caminos, que generalmente postergan la
conservación frente a prioridades más inmediatas. Al no ubicar a las familias dentro
del contexto socio político actual del país, se corre el riesgo de negar la agencia de
las mismas y operar a partir de una mirada desactualizada y desfasada del sector de
la agricultura familiar.

“Desconocimiento por el valor que tienen ellos. Ellos piensan, por ejemplo... la
preocupación era… Van a mejorar condiciones cuando tengan ingresos…
Entonces por mejorar ingresos, por su afán de mejorar ingresos, educar a sus
hijos, ¿qué hacen ellos? Solamente siembran una variedad comercial. En
papa, la papa blanca o el papa huayro o seleccionan de las nativas una o dos
y lo demás como que se arrincona, entonces eso es por desconocimiento. Un
desconocimiento de que todas esas variedades tienen un enorme valor”.
(Facilitador del proyecto In Situ, 11/04).

“Mi preocupación es que cada vez que subo a la zona andina como que veo
desierto, como te dije en la conversación, de lo que era 80 familias ahora hay
30, los 50 están en la ciudad de Huánuco, ves lleno de motocares que no te
dejan ni caminar por la calle, están aquí o están en Lima o están en algún lugar
de la selva. El por qué todavía estamos aún por saber. ¿Por qué la gente
migra? ¿Cuál es la razón, cuál es el sentido? Y la pregunta es, ¿en algún
momento la gente de acá de la ciudad volverá nuevamente a sus tierras,
volverá? Esa es la gran pregunta” (Facilitador del proyecto ABISA, 26/03).

Esta forma rígida y determinista de pensar el espacio rural parte de una serie
de supuestos que al llevarse al terreno de lo práctico y articularse con otras teorías
agrícolas locales de conocimiento y otras formas de producir ruralidad generan
tensiones que no hacen más que avivar el círculo de desencanto y frustración que ya
existe entre los agricultores respecto a las intervenciones externas. Más allá del fin
de los proyectos, si se opera a partir de conceptualizaciones románticas, se corre el
riesgo de implementar intervenciones paternalistas que no generen repercusiones
positivas sobre los sujetos con los que se trabaje. El tipo de desarrollo rural propuesto
por estas intervenciones no hace más que acentuar distancias y perpetuar las
desigualdades al invisilizar la situación real de las familias.
123

4.3 Balance

En este sentido, para no correr el riesgo de caer en visiones románticas sobre


la enorme diversidad agrícola que posee el país, es fundamental realizar las
conexiones pertinentes con lo que sucede en la sociedad peruana actual y,
específicamente, con la influencia de estos procesos sobre el espacio rural. Como
bien sostienen los proyectos, sí es verdad que existe una tecnología propia de la
agricultura andina en la que se condensa una tradición agrícola muy rica sobre el
manejo de la diversidad de cultivos, y que hay espacios, como lo es el territorio que
componen amabas comunidades, que concentran una enorme agrobiodiversidad y
un sistema socio cultural desarrollado en relación y alrededor de ella. Sin embargo,
esto no necesariamente significa que los campesinos y campesinas que viven y han
crecido en este territorio estén condenados a ser los guardianes de la
agrobiodiversidad, especialmente si no reciben ningún beneficio concreto de ello, más
allá del reconocimiento en las ferias.

Mientras el panorama no mejore y no existan los medios ni incentivos para


trabajar y vivir únicamente de la producción en la chacra, es entendible y hasta
necesario que los agricultores busquen otros medios y desarrollen otras estrategias
que trascienden estos espacios puramente agrícolas para salir adelante. A pesar de
que en las conversaciones y entrevistas emerjan narrativas que planteen como ideal
el permanecer trabajando en las chacras, donde la vida en la ciudad, por lo menos
para los adultos, no es una alternativa llamativa, eso no significa que no se responda
a los estímulos contemporáneos, que además son coherentes con el clima de
desencanto generalizado que existe entre los agricultores respecto a esta actividad,
originado en última instancia por el olvido y las promesas incumplidas de parte del
Estado y los recurrentes proyectos de entidades externas que no parecen generar
rendimientos.

Es crucial que desde el gobierno se generen los mecanismos para que la


conservación y el aprovechamiento de la agrobiodiversidad puedan ser incluidas
dentro de las estrategias de más familias y no sean actividades vistas como
excluyentes a los procesos contemporáneos. Las consecuencias políticas de un
124

discurso que pasa por alto estos procesos actuales son peligrosas, pues, en última
instancia, se está negando la profunda desigualdad de la estructura de la sociedad
nacional, lo que refuerza el círculo de pobreza en el que históricamente se ha visto
envuelto el sector de la agricultura familiar. Esta situación dificulta el desarrollo de
políticas adecuadas tanto en materia de agrobiodiversidad, como dirigidas al sector
de la agricultura familiar a grandes rasgos.
125

5. CONCLUSIONES

El mundo de la agrobiodiversidad es complejo y está compuesto por una


multiplicidad de discursos que se superponen y dialogan entre sí. En esta tesis
busqué mostrar la tensión entre las prácticas y los discursos que existen alrededor de
la agrobiodiversidad en un contexto rural caracterizando por el cambio.
Concretamente, tomando como gran contexto la declaración de la primera Zona de
Agrobiodiversidad en el territorio compuesto ambas comunidades: San Pedro de Cani
y Huayllacayán, mi análisis se basó en evidenciar esta contradicción a partir de
centrarme en las acciones concretas de las familias productoras y contraponerlas a
los miradas parciales o simplistas de los proyectos sobre la agrobiodiversidad y, en
última instancia, sobre el espacio agrícola.

En la primera parte de la tesis, desarrollé el marco conceptual que me guio a


lo largo de la investigación. Los conceptos que utilicé fueron tres: agrobiodiversidad,
agricultura familiar y estrategias familiares, los cuales ajusté y vinculé a las nuevas
características de la sociedad rural, lo que me permitió enmarcar la investigación en
un contexto mayor y abordar el fenómeno estudiado desde una perspectiva más
acorde con la realidad contemporánea.

Como mencioné, la declaración de la Zona de Agrobiodiversidad es producto


de un proceso global de revalorización de la agrobiodiversidad que fue retratado en
el segundo capítulo de esta tesis. El enfoque de dicha sección se centró en narrar el
proceso por el cual la conservación de la agrobiodiversidad se tornó un fenómeno que
captó la atención de diversas entidades y organismos naciones e internacionales. Un
punto crítico en esta sección fue el planteamiento del discurso de conservación de la
agrobiodiversidad como una manera determinada de aproximarse y relacionarse con
el universo que compone la diversidad agrícola: los cultivos nativos, los agricultores
–llamados “conservacionistas”- y el espacio agrícola en general. La adopción de este
discurso por parte los dos proyectos realizados en la zona no solo se impuso e ignoró
126

las otras formas que existen de relacionarse con la agrobiodiversidad, sino que
también provocó el descuido de la multiplicidad de factores que caracterizan a la
actividad agrícola en las comunidades y, en última instancia, de los procesos y
dinámicas rurales mayores en la que esta se inscribe.

En el capítulo tres abordé el tema de las prácticas. Para ello, utilicé el concepto
de estrategias familiares, que me permitió acceder a un repertorio mayor de
actividades que realizan las familias como respuesta a las nuevas oportunidades. El
objetivo fue centrar la atención en las prácticas concretas de las familias en un
ambiente caracterizado y reconocido a nivel nacional por su vasta diversidad agrícola.
Al analizar la información recogida, tomando como base a diez familias de las
comunidades, pero complementando el análisis con nuevos actores que emergen en
los espacios rurales, demostré que dichas actividades trascienden el terreno de la
agrobiodiversidad, la cual no siempre ocupa una posición central dentro de las
estrategias de las familias y, por tanto, tampoco la conservación de la misma; aun en
los casos en que la actividad agrícola es central, esta no implica necesariamente un
aprovechamiento exitoso de la agrobiodiversidad.

Por último, el capítulo final trata el tema de las narrativas y las distintas formas
de valoración de la agrobiodiversidad. La intención fue mostrar la existencia de una
diferenciación estructural entre la forma de relacionarse y experimentar la
agrobiodiversidad desde los agricultores, por un lado, y desde los proyectos y agentes
externos, por otro; y la importancia de tenerla en cuenta en la implementación de
intervenciones que sean coherentes con la realidad y no terminen por reducir el
espacio rural únicamente al ámbito de la conservación. En este punto, resalté
nuevamente la importancia de tener una mirada más amplia de los nuevos procesos,
donde la conservación es uno de los muchos aspectos que lo componen.

Dos conclusiones principales se desprenden de este proceso: primero, la


conservación es distinta dependiendo si es que la anuncian los programas, si es que
la practican las familias o si es que las familias las explican; segundo, la promesa de
la agrobiodiversidad como alterativa económica en realidad no es igual para todos.
Finalmente, a modo de cierre, realizo una reflexión general sobre la tensión que
muchas veces existe entre los discursos y la realidad.
127

Dimensiones de la conservación

La considerable reducción en la práctica de conservación por parte de los


agricultores no necesariamente se debe interpretar como en un rechazo a la
conservación en sí, sino que debe ser un fenómeno que invite a reflexionar sobre las
conexiones entre dicho proceso y el contexto socio político actual, cuestión que suele
ser obviada por los proyectos de conservación. A pesar de esto, hay familias que
continúan conservando las diversas variedades de los cultivos nativos en sus
chacras. Esto evidencia que es una práctica arraigada que excede cualquier tipo de
capacitación de los proyectos. No obstante, en los casos en que la práctica de
conservación de variedades locales se mantiene, esta no necesariamente se adhiere
a las conceptualizaciones externas de conservación, que implican un sesgo en cómo
se concibe el espacio agrícola a grandes rasgos.

Específicamente, encuentro tres dimensiones de la conservación. Primero, una


dimensión propositiva teórica relacionada al marco conceptual del proyecto. Esta
mirada está permeada por una visión técnico-científica que descuida ciertos aspectos
y procesos importantes que configuran la vida de las familias productoras al asociar
el espacio agrícola únicamente a la conservación de la agrobiodiversidad. Este sesgo
termina por generar explicaciones que se ajusten a los marcos de entendimiento con
los que se interpreta la conservación, donde lo que no encaja, se asocia con una no
valoración. Esto se encuentra con la segunda dimensión, que hace referencia a las
narrativas y valoraciones locales, que no necesariamente se expresan en el mismo
lenguaje que los proyectos priorizan. La agrobiodiversidad para los conservacionistas
del distrito es un medio de vida y, muchas veces, la valoración es intrínseca a la
práctica, por tanto, no necesariamente se expresa en palabras o conceptos, sino que
pasa por otros canales que se rigen por una serie de afectos y sensibilidades que
están más relacionadas a la experimentación cotidiana e histórica de la
agrobiodiversidad. Por último, encuentro una tercera dimensión práctica, que
trasciende los discursos y se enfoca en lo que la gente hace. En esta dimensión la
conservación ocupa una posición secundaria, puesto que no siempre supone
beneficios concretos. En el terreno de las acciones, las prioridades son otras, lo que
sugiere que la discusión sobre la conservación se maneja, principalmente, a un nivel
128

discursivo, en el que entran en juego las subjetividades, la historia y las diversas


valoraciones.

En este sentido, la conservación es distinta dependiendo desde el punto de


vista de dónde se mire. Por ello, los agricultores nunca serán conservacionistas de
acuerdo al manual de los proyectos, que los presenta como los guardianes de la
agrobiodiversidad que con sus prácticas tradicionales tienen la capacidad de cuidar
la riqueza agrícola del país. Por más que en teoría o en el imaginario de muchos
agricultores se aprecien y valoren los cultivos nativos, las acciones concretas de las
familias, tales como mandar a sus hijos a estudiar fuera de la comunidad o buscar
otro tipo de empleos no agro pecuarios, colocan a la conservación en un segundo
plano, más ligado a afectos y emociones que a objetivos concretos y materiales. Así,
el pequeño agricultor es bio conservador solo en la medida en que esto no afecte su
economía y su reproducción social. Y, mientras no se tomen las medidas necesarias
para mejorar las condiciones de vida en las comunidades, la conservación nunca será
una prioridad dentro de las estrategias de las familias.

La agrobiodiversidad como activo

El problema central que ocasiona este desfase entre los objetivos de los
proyectos y la realidad está relacionado a la visión reduccionista que estos tienen de
la situación de las familias agricultoras, que restringe lo agrícola y lo rural a la
conservación. A grandes rasgos, cualquier tipo de intervención de desarrollo debe
tomar en cuenta la existencia de una agricultura familiar dinámica; que se transforma
y reacciona a los cambios macroeconómicos del entorno. La realidad muestra que
este sector se aleja cada vez más de la definición del campesinado clásico, que
produce para la subsistencia y tiene como único objetivo la reproducción de la unidad
familiar; definición que, en definitiva, encaja de manera más adecuada con el
conservacionista de manual. La realidad es más compleja y refleja una agricultura
familiar en transformación que interactúa constantemente con otros actores y
espacios que van más allá de las características que tradicionalmente se le han
adjudicado al espacio rural.
129

Este sector, que se adapta y aprovecha las oportunidades que los nuevos
contextos ofrecen, entra en tensión con el tipo de agricultor ideal promovido por el
discurso conservacionista. Emerge así un sector donde el mercado empieza a tener
cada vez más un papel más determinante y protagónico dentro de las estrategias que
las familias desarrollan, las cuales no se reducen únicamente al terreno de lo agrícola.
Así, al hablar del sector de la agricultura familiar, es fundamental tomar en
consideración otro tipo de factores que forman parte del nuevo escenario de las
familias; por ejemplo, la educación, el peso de las actividades no agropecuarias o la
migración. A pesar de esto, la actividad agrícola continua siendo central para la
mayoría de familias, pero esto no supone necesariamente un beneficio en términos
de agrobiodiversidad; por el contrario, esta solo forma parte de las estrategias de
algunas familias. En otras palabras, vivir en una zona agrobiodiversa no
necesariamente se traduce en beneficios significativos concretos obtenidos en torno
a esta riqueza.

Encuentro tres tipos de situaciones frente a la agrobiodiversidad, que discuten


la idea de si esta es o no una medida susceptible de ser realmente adoptada y
aprovechada por las familias. Primero, las familias que, en efecto, se han beneficiado;
segundo, las que no han logrado obtener ventajas significativas; tercero, las que
aprovechan la agrobiodiversidad como una actividad secundaria. La realidad muestra
que la diversidad agrícola supone solo un beneficio cuando la familia cumple con una
serie de condiciones; las potencialidades y bondades de vivir en un territorio
agrobiodiverso no son suficientes para garantizar la mejora económica de las familias.

Solo en pocos casos, que cumplen con ciertas condiciones (capital, terreno
adecuado, conocimiento, capital social, entre otros), la agrobiodiversidad supone y se
presenta como una fuente para obtener beneficios concretos e incrementar los
ingresos. Por ejemplo, al implementar un negocio a partir de la comercialización de
papas nativas (F2), abastecer a supermercados regionales con productos de
agrobiodiversidad (F2 y F6) o distribuir productos alternativos como duraznos y
granadillas por diversos puntos del país (F1). Tomando como base los casos de la
muestra base, las cuatro familias mejor posicionadas (F1, F2, F3 y F6) son quienes
han logrado favorecerse en términos monetarios de la agrobiodiversidad. No
130

obstante, la situación más común corresponde a las otras familias que, al no contar
con una base sólida de activos y recursos, tanto físicos como sociales, no logran
aprovechar las bondades de vivir en un territorio que presenta las características
propicias para la producción de cultivos alternativos o de diversas variedades de un
cultivo específico. Este grupo es el más grande y está compuesto por pequeños
agricultores que dependen de la producción de un cultivo comercial. En cuanto al
último grupo, los recursos que les garantiza la actividad principal a la que se dedican
les permite invertir en cultivos específicos y beneficiarse ocasionalmente del territorio
agrobiodiverso; no obstante, no es su principal de ingresos, sino una actividad
secundaria que pueden desarrollar como consecuencia de las actividades primarias
que realizan.

En este sentido, la agrobiodiversidad no siempre es una medida susceptible


de ser adoptada por las familias. Las que se involucran a los proyectos de
conservación lo hacen como parte de una estrategia de acumulación, pero no todas
logran cumplir el objetivo. Para quienes no poseen estas condiciones, que son
generalmente las que se encuentran en un ciclo vital inicial y las familias de adultos
mayores, el vivir en un territorio agrobiodiverso no presenta ningún beneficio
significativo. Más allá de si se vinculan a los proyectos o no, la mayoría de familias no
aprovecha ni obtiene beneficios de la riqueza agrícola, sino que depende
económicamente de la producción de un cultivo comercial (generalmente la papa
blanca), situación que intensifica su condición de inestabilidad y vulnerabilidad. Al
apostar todo a un solo cultivo que puede tiene baja rentabilidad en el mercado y es
propenso a las crisis productivas, se refuerza el círculo de pobreza en el que están
envueltas.

En este sentido, la vinculación con los proyectos no necesariamente implica


una mejora de la situación de las familias, sino que son necesarias ciertas condiciones
particulares que no todas las familias poseen. Así, dadas las características actuales
de la agricultura familiar en la zona, los proyectos se presentan como una estrategia
mínima y, en la mayoría de casos, secundaria dentro del amplio terreno de actividades
y movimientos que realizan las familias.
131

Reflexiones generales: discurso y realidad

Existe, en las ciencias sociales, un creciente protagonismo de nuevas


alternativas de desarrollo que plantean un retorno a las raíces58; es decir, el regreso
a formas de vida menos dependientes del sistema capitalista actual, lo que pasa por
enfocarse en la sostenibilidad antes que en la productividad. En estas corrientes,
donde prima el factor ecológico antes que el económico, este retorno coloca en una
posición central y prioritaria a quienes se considera viven una vida más armónica y
cercana a la naturaleza, específicamente, los indígenas y los campesinos. En estas
perspectivas etnodesarrollistas, las buenas prácticas de estos grupos se presentan
como una alternativa a los problemas del mundo moderno.

Para el problema de la erosión genética y sus indiscutibles consecuencias


sobre el futuro de la alimentación, el discurso de la conservación encuentra en los
agricultores familiares a unos aliados estratégicos, dado el carácter sostenible de sus
prácticas productivas, para combatir dicho fenómeno. Así, el discurso se centra en las
potencialidades ecológicas de estos territorios agrobiodiversos, donde el rol de los
guardianes de la agrobiodiversidad o custodios de las semillas se vuelve fundamental.
Si bien hay características resaltables de este discurso, por ejemplo, la búsqueda de
la sostenibilidad, el problema reside en las características esencialistas que se le
adjudican a las prácticas campesinas, que dejan de lado otro tipo de consideraciones
y objetivos concretos de las familias. En el caso de la conservación, a pesar de que
en las narrativas, imaginarios y valoraciones locales esta sea aún percibida como una
práctica importante, la realidad muestra que hay otros factores que cumplen un rol
más influyente, donde, termina ser el factor económico el que más determinante.

Para lograr el objetivo de conservar la diversidad de cultivos tan importantes


para el planeta, no es suficiente un discurso llamativo y una serie de capacitaciones
y sensibilizaciones respecto al rol central de los agricultores, sino que debe implicar
una serie de reformas de mayor alcance que van desde un cambio en la mentalidad
de los consumidores hasta una reorganización de la estructura agraria nacional, que

58
El Buen Vivir y el post-desarrollismo son ejemplos de estas nuevas corrientes.
132

busque mejorar las condiciones del sector entendiéndolo integralmente, de modo que
las familias hagan suyo el objetivo de la conservación en la medida que este esté
alineado con sus propios objetivos y realidad. Esto supone, en primer lugar,
desprenderse de visiones esencialistas y ubicar a las familias productoras dentro de
los marcos históricos, políticos y sociales que han configurado sus vidas, donde la
discriminación y la desigualdad han sido una constante. Sin esta mirada más profunda
y realista, cualquier tipo de intervención de desarrollo va a tender al fracaso o va a
seguir generando cambios poco significativos, que se limiten a la superficialidad de
los reconocimientos que, en última instancia, no hacen más que mantener el
desencanto y la frustración entre la población con la que trabajan.

La conservación no debe ser entendida como un hecho aislado, sino dentro de


un marco más grande que no sea reacio a las transformaciones y nuevas
conceptualizaciones de la sociedad rural. A pesar de las intervenciones, que larga
data tienen en el distrito de Quisqui, la situación de las familias no parece haber
mejorado sustancialmente. Hasta la fecha, ni el reconocimiento por parte de
autoridades del gobierno como personas meritorias de cultura, ni el título de
conservacionistas de la agrobiodiversidad, ni la declaración de la primera Zona de
Agrobiodiversidad han generado cambios significativos en la mayoría de las familias
de las comunidades.

Al margen de los proyectos, la agricultura familiar debe ser revalorada desde


distintas instancias y por diversos grupos de la sociedad. En este proceso es crucial
reconocer la condición de subordinación y marginalidad económica, política y social
de este sector como primer paso para generar medidas que permitan crear las
condiciones adecuadas para que ser agricultor sea una opción rentable, y deje de ser
sinónimo de pobreza y exclusión. Solo bajo estas condiciones, el hablar de una
práctica de conservación y del rol de los agricultores en este proceso será apropiado
y no producto de visiones distorsionadas o simplistas que les adjudican a los
agricultores responsabilidades intrínsecas solo por el hecho de haber nacido en un
territorio agrobiodiverso.
133

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7. ANEXOS

Anexo Nº 1: Diario El Peruano. Aprobación de la Zona de Agrobiodiversidad en el


distrito de Quisqui.
144
145

Anexo Nº 2: Aprobación de la Feria de Agrobiodiversidad “Muru Raymi”. Resolución


Municipalidad Distrital de Quisqui.
146

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