Temario de Neurociencias 1

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Neurofisiología de los Trastornos Psicológicos

Proceso neurofisiológico desencadenante de:

1. Trastorno de Ansiedad y Estrés Post-traumático

Las secuelas de un acontecimiento trágico o traumático a menudo persisten

mucho después de que este mismo acontecimiento se lleve a cabo. El DSM V le

llama a esto el Trastorno por Estrés Postraumático. Este surge a partir de una

persona que experimento o fue testigo de algún acontecimiento que de muerte,

amenaza de muerte, lesiones graves o algo por ese estilo en el cual provoco en

si una repuesta de miedo intenso, de horror o indefensión. Un gran ejemplo de

la sintomatología es la evocación recurrente del suceso, la impresión de que

este vuelve a ocurrir a través de “flashbacks”, estas personas suelen tener una

disminución de su interés por actividades sociales, manifiesta sentimientos de

desapego a los demás, suele suprimir sus sentimientos afectivos y presenta una

sensación de un futuro desolado. Una persona que sufre de este trastorno tiende

a no poder conciliar el sueño, tiene estallidos de ira, problemas de concentración

y reacciones exageradas a ruidos inesperados junto con irritabilidad constante.

A partir de estudios de gemelos, la genética es un factor importante para saber

si una persona tiene probabilidades de sufrir de TEPT ante un suceso

traumático, no solamente eso, la genética es un factor influyente para saber si la

persona se encontrará en una situación de esa índole también. Resulta otro

factor que una persona, a partir de su genética, puede estar más predispuesta a

sufrir TEPT por mas tiempo que otros dado que puede o no recuperarse con
facilidad. A partir de los estudios sobre los sobrevivientes del holocausto de

Ruanda, se logró establecer que una persona que desarrolla más enzimas que

degenera las catecolaminas presentes en el líquido intersticial tenían más

posibilidades de desarrollar el trastorno. A través de estudios como los de

Bremner y Gurvits logramos reconocer que en animales de laboratorio la

exposición prolongada al estrés suele causar anomalías cerebrales,

particularmente en el hipocampo y la amígdala. Incluso estudios de resonancia

magnética han encontrado lesiones hipocámpicas en humanos veteranos de

guerra debido al estrés postráumatico. Se ha logrado incluso notar que el

volumen de la formación hipocámpica se veía reducido hasta en un 20% y la

perdida tendía a ser proporcional a la exposición al combate que había

realizado.

Gilbertson realizó un estudio en el 2002 y este sostenía que esta reducción al

volumen del hipocampo era previo a la exposición al estrés, era para el más bien

una cosa que los predispone a esto. Vidal-Gonzalez y Quirk encontraron a su

vez que existía una reducción en el volumen de la corteza prefrontal

ventromedial en adultos que habían sufrido maltrato emocional en la infancia.

Más tarde se reconocería con los estudios de Shin que las personas con TEPT

mostraban mayor activación en su amígdala y menor activación en su corteza

prefrontal frente a imágenes de temor. Entre los tratamientos más populares se

encuentra la terapia cognitivo-conductual tanto como 10 sesiones de

estimulación de la CPFdl derecha o izquierda y esto reduce significativamente

los síntomas del TEPT. El estrés prolongado también suele afectar bastante la
inmunología a través del uso de adrenalina y noradrenalina contribuye a un

aumento de la presión arterial. Esto suele hacer más propenso al sujeto a sufrir

de enfermedades infecciosas.

2. Neurofisiología de la Violencia.

La mayoría de las especies animales manifiestan conductas agresivas que

implican gestos de amenaza o ataques dirigidos hacia otro animal. Las

conductas violentas son típicas de toda especie, son patrones de movimiento

que se encuentran organizados por circuitos neurales cuyo desarrollo en gran

parte viene programado por los genes. La mayoría de las conductas agresivas

van de acorde a conseguir pareja, defender el territorio o proporcionar un lugar

donde construir un nido, puede ser incluso para proteger a las crías. Las

conductas violentas pueden manifestarse por ataques reales o solo implicar las

conductas de amenaza (posturas/ gestos). Al encontrarse amenazado el animal

muestra conductas defensivas. A partir de investigaciones animales se ha

reconocido que el control neural de la conducta agresiva se encuentra

programado por circuitos neurales del tronco del encéfalo. La demostración de

estos comportamientos depende altamente de las experiencias previas similares

pero la acción es activada por los circuitos del tronco del encéfalo está

controlada por el hipotálamo, la amígdala y el sistema límbico.

Los diferentes estudios sobre las sinapsis serotoninérgicas demuestran que este

mismo proceso inhibe la agresión y los comportamientos violentos. Estudios con

monos, ratones de laboratorio y zorros demuestran que los animales que


muestran respuestas amistosas ante el contacto con humanos tienden a tener

niveles elevados de Serotonina y de 5-HIAA.

En humanos se ha demostrado que el ambiente puede precipitar las conductas

agresivas, pero a partir de estudios en humanos se ha logrado comprender que

la herencia es un factor muy importante. En los estudios de Viding se estudiaron

a gemelos y encontraron mayor correlación entre gemelos monocigóticos que

entre los dicigóticos con respecto a las conductas antisociales y el grado de

conductas crueles y no-emocionales. En estudios como los de Virkkunen

demuestran qué de forma similar a los animales, los niveles bajos de serotonina

suelen asociarse con conductas agresivas y comportamientos antisociales. A

partir de estudios como el de Coccaro y Kavoussi se ha demostrado que la

Fluoxetina (Prozac) disminuye la irritabilidad y agresividad en personas.

Algunos teóricos establecen que la violencia impulsiva es una consecuencia de

un deficiente control de las emociones y es así como la más mínima frustración

puede provocar un impulso, típicamente podemos responder adecuadamente,

pero la corteza prefrontal ventromedial juega un papel importante en el control

de nuestras respuestas ante dichas situaciones, claro también existe una

necesidad de apoyo en la corteza orbitofrontal medial y la corteza cingulada

anterior subgenual. Una lesión en la Corteza prefronal ventromedial causa

alteraciones graves, en el control de conducta y la toma de decisiones, estas

resultan ser consecuencia de una regulación emocional anómala. Los estudios

sugieren que las reacciones emocionales guían los juicios morales.


Se reconoce entonces que la amígdala es la responsable por los

comportamientos violentos, mientras que la corteza pre-frontal ventromedial se

encarga de regular este comportamiento impulsivo. Los estudios realizados por

Whittle encontraron una correlación entre las interacciones negativas entre

adolescentes y sus padres y el tamaño de la amígdala y existe una correlación

negativa entre estas y el volumen de la corteza prefrontal. Raine encontró

pruebas de una disminución de la actividad prefrontal y aumento de la actividad

subcortical (junto con la amígdala) en asesinos convictos que han sido

impulsivos y asesinos a sangre fría.

La conducta agresiva también puede tener inicios hormonales como el

comportamiento relacionado a la reproducción. Un ejemplo es la relación que

tienen los machos para defender sus territorios contra la intrusión de otros, a su

vez esta a veces puede ser para conseguir hembras dentro del contexto actual

de los animales. La hormona que más se notará en la violencia tiende a ser la

testosterona y otros andrógenos. [ CITATION Nei14 \l 1033 ]

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