Poemas de La Violencia

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Instituto Distrital de las Artes

Red de Talleres de Escritura de Bogotá 2020


Director de taller: Henry Alexander Gómez
Correo: u-miskatonikhenry@hotmail.com - literaturaymetal@gmail.com

“La música del desierto”

Machetes (1948) – Sady González

Poesía y violencia en Colombia: La poesía colombiana frente al letargo.


Por Juan Manuel Roca
Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.
José Eustasio Rivera

Crear arte en Colombia, y tomo la poesía como nombre genérico Por supuesto que la falsa y preconcebida poesía que quiere a todo
para él, muchas veces nos remite a la divisa que René Char dejó trance hacer el registro sociológico de la vida del país, anclándose
registrada para hombres de diferentes entornas y sociedades: la en una mirada puramente historicista, ha dejado momentos de
lucidez es la herida más cercana al sol. precaria realización, en los que cuenta más el qué decir que el
Ejercer esa lucidez en medio de un país cruento donde la guerra cómo hacerlo.
siempre viene después de la postguerra, no resulta propicio La pregunta de Hölderlin, para qué la poesía en tiempos
cuando ese mismo país parece fijo como una bicicleta estática a un sombríos, acá tiene unos matices particulares, porque todos
paisaje de barbarie acrecentado por diferentes fases de la violencia: "nuestros" tiempos han sido aciagos, lo que nos llevaría a un
la partidista, la guerrillera, la de la delincuencia común, la del silogismo ya pensar que nunca tendría sentido la lírica en estos
terrorismo de estado y sus eslabones paramilitares, la del feudos.
narcotráfico... La masacre de hoy borra la masacre de ayer pero No voy a intentar, ni lo quisiera, hacer una vez más el
anuncia la de mañana. diagnóstico de nuestra violencia. Trato, mejor, de señalar esta
El creador de poesía tendría que ser muy ciego para que todo ese escindida razón de ser de la poesía en tiempos en los cuales está en
entorno no se filtrara en su obra. Aunque hay quienes parecen crisis la palabra.
habitantes del país de Catatonia. Son muchos los que operan a la Esta doble condición parece antípoda: por una parte el deseo del
inversa del hombre que come una alcachofa. Este la deshoja hasta canto en medio de la guerra, por otra la expresión poética ahogada
encontrar su centro, su corazón. Los poetas en mención, por el dentro del caos y la crisis que jalona la falta de credibilidad en el
contrario, le agregan hojas y hojas a ese centro hasta ya nunca lenguaje, cuando la palabra pan no reemplaza al pan, cuando la
percibir su aliento, su respiración. palabra libertad casi siempre está en boca de carceleros, cuando la

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palabra paz está deshabitada. Con la palabra paz, o con la idea de a la conjuración del 25 de septiembre)
que impera la paz, nos estamos engañando "sólo porque todavía
podemos salir a comprar el pan sin que nos acribille un tirador Si a Bolívar la letra con que empieza,
emboscado", dice Hans Magnus Enzensberger ante las guerras y aquella con que acaba le quitamos
civiles posteriores a la Guerra Fría. Son palabras, ojalá oliva, de la paz símbolo hallamos.
globalizadas, que debían tener fuerte resonancia en un país como Esto quiere decir que la cabeza
Colombia donde, cada vez más, la guerra toca a nuestras puertas, al tirano y los pies cortar debemos,
cerca a los reductos urbanos en los que nos creemos a resguardo si es que una paz durable apetecemos.
de una mayor barbarie.
La guerra toca a la puerta
Palabra en crisis Suenan muy lejos los perdigones de esas guerras frente a las
Por esa suerte de vasos comunicantes - casi siempre paradójicos nuevas violencias, luego del 9 de abril de 1948, cuando sube el
que hay entre la realidad más inmediata y la poesía que intenta calibre de las balas, pocas veces recogido en poemas. El poema de
transgredir y ampliar la realidad, la crisis de la palabra resulta un Jorge Artel, "El 9 de abril en Colombia", cuyo título, de puro
difícil estímulo, riesgoso o delirante pero estímulo, para buscar el escueto parece noticioso, no resultaría particularmente memorable,
habla justa y las esencias que hay bajo su piel. Se trata de intentar de no ser uno de los pocos escritos a la muerte del caudillo liberal.
un lenguaje que no sea cortina de humo a la manera de los La vehemencia de sus versos, que señalan lo que Luis Vidales
políticos de tribuna, gentes de la contingencia inmediata que llamó "la insurrección desplomada", esto es la falta de norte de la
tienen el dudoso don de hacer espuria toda palabra. "El arte, como revuelta gaitanista, le otorgan a Artel una voz para ironizar sobre
el Dios de los judíos, se alimenta de holocaustos", decía con trágica los líderes que según su entender, "se cruzaban de brazos":
certeza Gustave Flaubert. Eduardo Santos, Darío Echandía, son sus blancos preferidos y, por
Si nos adentramos un poco en la poesía colombiana del pasado supuesto Mariano Ospina Pérez, descritos con nombres propios en
siglo, a partir de la llamada Generación del Centenario, podemos algo que podría llamarse poesía de emergencia, aquel mandato
encontrar cambios estéticos en la manera de abordar uno de los individual o colectivo cuando el poeta se siente obligado al habla y
temas más recurrentes en la vida republicana: la violencia. No en no median ni el reposo ni el rigor. Como si en su arrebato no
vano parece un leit motiv, una divisa para el país, la frase de recordara que casi siempre es más importante la mano que borra
Rivera que encabeza este texto: jugué mi corazón al azar y me lo que la que escribe.
ganó la violencia, con la que comienza La vorágine, publicada en Entre los poetas que señalaron su hora de violencias, Darío
1924. Pero aún con los centenaristas se confundían la oratoria y la Samper (Guateque, 1909), miembro de la generación de Piedra y
poesía. El tono altisonante de una y de otra retrasaron la entrada Cielo, logró poemas de mayor fortuna, en ritmos cercanos a las
en la modernidad lírica de un país siempre a deshoras. coplas populares donde se rastrean duras huellas de la violencia. Y
Decir que cada sociedad comporta su estética, no es más que una lo mismo ocurre con Eduardo Cote Lamus, de la generación de
tautología, una reiterada verdad. Acá la premisa de Walter Mito.
Benjamin: "hay una esfera hasta tal punto no violenta de
entendimiento humano que es por completo inaccesible a la Como si todos los Rivera, Nicanor, Eustaquio, los Granados
violencia: la verdadera y propia esfera del entenderse, la lengua", don Ignacio juntos se mataran sin por qué;
se intuye poco practicable. Las palabras que no se cumplen, los como si todos los niños no nacidos
falsos entendimientos y acuerdos en nuestra vida política, son otra y esparcidos en la imaginación de las muchachas
forma de la violencia. De ahí la eterna pregunta sobre el quehacer comenzaran a llorar como si los árboles
de la poesía en un medio de tal naturaleza ilegítimo e intolerante. de pronto se volvieran horcas.
Parece ser que la pregunta canónica del poeta romántico, ¿para
qué poesía en tiempos sombríos?, se respondiera a sí misma, como Así veía Cote Lamus la violencia desde una aproximación goyesca,
si fueran de la misma materia lo sombrío de todos los tiempos y la en un poema que además es una evocación del hombre del campo.
necesidad de oponerle, sin grandes ademanes optimistas o ("Bábega"). Cote Lamus era militante del partido conservador,
mesiánicos, el poema. como algún otro de los escritores de la revista Mito, pero su poema
La poesía que en Colombia se ha referido a la violencia resulta no resulta sesgado ni partidista. Registra allí la violencia de los
menos estudiada que su narrativa. Pero hay muestras claras de ese años cincuentas, tratada por la novela hasta el punto de
registro desde la Colonia, como en el poema "Santa fe cautiva", de convertirse, a veces, en un mal endémico de la literatura
Torres y Peña, un tunjano nacido en 1767 que escribía versos colombiana. Lo mismo hace Jorge Gaitán Durán cuando habla del
contra Simón Bolívar, a quien llamaba fiera que aborta Venezuela guerrero:
y en las Sextinas escritas por indígenas paeces donde se registra la
violencia española y se elogia al Libertador. Me remito a este Lleva la muerte en su espalda quien por amor debe morir
paraje tan lejano, con el fin de señalar las diferencias al mirar el O matar lo que ama, magnánimo en su pena
tema de las luchas violentas que desde la fundación del país nos Pues no busca olvido sino infierno.
han asolado. Violenta fue la forma como Luis Vargas Tejada pedía Si el arma hunde en otro pecho, en su pecho la aloja,
descuartizar a Bolívar para encontrar la paz, durante los sucesos Mas la carroña no es suya sino definitivamente ajena.
septembrinos de 1828. Vargas, poeta y autor de sainetes teatrales y
políticos participó con otros poetas en la conspiración contra Héctor Rojas Herazo, el poeta que en su novela Respirando el
Bolívar. Así trazó sus versos: verano traza una saga familiar con el telón de fondo de una de
nuestras guerras civiles, decía alguna vez, en un gesto de hondo
IMPROVISACIÓN humanismo, que "ninguna gran idea merece un cadáver". Entre
otras cosas, porque los muertos no tienen ideología y pasan a ser
(En la última junta que precedió militantes del vacío.

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Ya Luis Vidales había denunciado el espejismo de la paz donde pegándole los cabellos.
se esconde el cuchillo: "Lejos, en las ciudades populosas, la paloma
de la paz ponía huevos de víbora y había hecho su nido sobre el Acá bien vale la pena preguntarse en el trato de lo social en el
techo de Tartufo". poema, ¿cómo hacer para que esa irracionalidad a favor, que
Sí, ocurre que contra las lenguas del terror la palabra poética, algunos llaman inspiración o rapto poético, pase por una suerte de
muchas veces sin pretenderlo, sin un acento programático, se aduana del pensamiento y se pueda mirar un entorno, un rastreo
opone al "empleo sin escrúpulos de la violencia", aunque muchas de lo que nos ocurre en el otro? ¿Cómo creer en las voces que le
veces sea ella misma, la poesía, una forma de la violencia piden a la poesía una única utilidad pública y programática, si
transgresora de la realidad inmediata. Hablo, claro está, de la muchas veces la utilidad de la poesía es de otro orden, de un
poesía insumisa, de la que está lejos de la hipnosis que sufren los orden que hace tangible lo intangible? ¿Cómo andar al mismo
poetas cortesanos, siempre alquilando la cabeza para comprarse tiempo en dos orillas de la realidad? ¿Cómo moverse en medio de
un sombrero, siempre tras el mejor postor, que casi siempre es el lo que Simone Weilllama "una comunidad ciega", escindidos entre
mayor impostor. "Cadáveres aplazados", según el decir de Pessoa. la realidad y el deseo? Se puede hacer una relación estrecha entre
Por algo el colombiano Samuel Vásquez dice que sobremuere "en lo que la misma Weil señala: "cuando se sabe que es posible matar
este país que es paisaje, pero nunca patria". Y a veces, agregamos, sin arriesgar castigo, ni censura, se mata; o por lo menos se rodea
ni siquiera es paisaje, ante la imposibilidad del viaje a zonas de sonrisas de invitación a hacerlo a los que matan", y un poema
vedadas por la guerra. del colombiano Omar Ortíz titulado "El espejo":
Las diferentes formas de la violencia no tienen ese carácter
puramente físico que hacen los largos empadronamientos de No es verdad que los ojos sean el espejo del alma.
muertos desde el trasunto de la historia y de la sociología. No es Si tal ocurriera, los asesinos caerían fulminados
ese su único registro. También la educación, esa empresa tantas y nada sucede cuando el torturador cruza y se peina.
veces deformadora, es un estadio larvado de la violencia
institucional, aunque no deja huellas tan evidentes como las de la Es una clara alusión a esa "comunidad ciega" que no se reproduce
guerra. Tal como ocurre con la crítica sesgada y caprichosa, en los espejos, que no es castigada por el reflejo de la culpa.
aquella cuya mayor carencia es su carácter "doctrinario". Esa Si bien ya no se expulsa al poeta de la República de Platón, que
supuesta crítica, a veces peor a la ausencia total de ella, es otra cara en nuestro caso podría ser la República de Plutón, el disenso
de la violencia. Desde Antonio Gómez Restrepo señalando como incomoda a los generadores de violencia, por una parte, ya los
clásica la modosa escritura de Marco Fidel Suárez, hasta mi agentes de una supuesta paz, por el otro. El temor a la
coetáneo Cobo Borda, esa crítica tiene el acento paródico de la ambigüedad, a las verdades que no pertenecen al orden de lo
corte. De alguno de ellos, creo que del segundo, se afirma que hay comprobable, la falta de rigor científico y otros aparatos del
una curiosa fotografía de su infancia: posa trepado en un triciclo concepto lógico que le enrostran a la poesía, es otra forma de
con placas oficiales. Y a todas estas, los disparos son la partitura violencia cultural, es decir, de imposición.
del himno nacional, diría un poema de Mery Yolanda Sánchez. Si se me apresurara a decir dónde radica el poder transformador
La lectura de la poesía colombiana desde el ámbito de la violencia de la poesía, diría que está en lo que queda por fuera de lo ya
lleva a pensar que no es sencillo para el poeta realizar su obra, tan visto, en lo que suscita la duda. Hay un poema de Fernando
llena de intuiciones, de alumbramientos muchas veces dictados Charry Lara, "Llanura de Tuluá", que es una larga pregunta sobre
por la esfera de lo irracional, para, a un mismo tiempo, volcarse la muerte violenta vista desde un estadio amoroso. En su lenguaje
hacia el ejercicio de una reflexión sobre su época. En el corpus de hay una andadura entre dos orillas que crean una atmósfera de
esta poesía ocurre a veces, como sucede con la plástica, hay trágica belleza y la narración episódica de un hecho. Esas dos
atmósferas abstractas de violencia, pero otras veces se establece en orillas se mezclan en una condición elusiva del lenguaje, en una
una suerte de figuración. Atmósferas veladas, como las de Carlos sutil manera de pastorear silencios. Lo cito en su totalidad:
Obregón:
LLANURA DE TULUÁ
Todo es la lucha, la violencia del sueño Al borde del camino, los dos cuerpos
donde una fuerza ciega nos crece y nos integra uno junto al otro,
en el rumor del bosque desde lejos parecen amarse.
y en su lenta espesura hoy se escucha el viento
venir desde más lejos, venir Un hombre y una muchacha, delgadas
vivir la tierra, sus huesos siderales formas cálidas
los héroes y los potros que marcaron las sendas. tendidas en la hierba devorándose.

O descarnadas atmósferas figurativas en las que José Asunción Estrechamente enlazando sus cinturas
Silva habla de un recluta muerto: aquellos brazos jóvenes,
se piensa: soñarán entregadas sus dos bocas,
destrozada la cabeza sus silencios, sus manos, sus miradas.
por una bala de rémington;
con la blusa de bayeta Mas no hay beso, sino el viento,
y la camisa de lienzo, sino el aire
un escapulario santo seco del verano sin movimiento.
colgado al huesoso cuello
los pantalones de manta Uno junto del otro están caídos,
manchados de barro fresco, muertos,
y la sangre, ya viscosa al borde del camino, los dos cuerpos.

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fragmento de un poema escrito por un niño de Medellín: el mundo
Debieron ser esbeltas sus dos sombras es grande para la guerra y pequeño para la vida.
de languidez Dice un poema de la poetisa antioqueña Liana Mejía anunciando
adorándose en la tarde. la abominable presencia de estos nuevos señores de vidas y de
bienes:
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las Desde las alcantarillas
amenazas y los relámpagos. sicarios que se saben
cobradores de viejos
Son cuerpos que son piedra, que son nada, errores
son cuerpos de mentira, mutilados, asedian la ciudad.
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados, Avanzan,
ocasión de voraces negras aves. a pesar de los susurros
detrás de las persianas.
Fernando Charry Lara (Bogotá, 1920- 2004)
Al otro lado de la calle
Es un cuadro de la violencia sin rostro y sin rastro. No se sabe alguien cae.
quién los mató, por qué los mataron, a qué bando pertenecieron, si
es qué pertenecieron a alguno. Se trata de uno de los más intensos En el poema de Liana Mejía, en su atmósfera que revela la
poemas de la violencia colombiana que no hace concesiones a lo muerte de un desconocido, un alguien que cae entre tantos, hay
tópico, al lugar común, a una simbología de fácil recibo que en una suerte de elección previa, señal del que se abroga como un
poetas como Carlos Castro Saavedra se hace en exceso repetitiva: dios maléfico quién debe morir.
Fusiles y luceros. Y no hay en esto una repulsa a la memoria. La Lejos de la ya un tanto resabida fórmula de la novela de sicarios
desmemoria histórica es una forma de la violencia. Mientras la en Colombia, que en buena parte se ha vuelto, al igual que cierto
memoria pone cimientos, la viga maestra, la techumbre a su casa, cine, una especie de complejo de Eróstrato, de éxito asegurado
la desmemoria socava sus bases, pudre sus vigas, destecha lo que para el voyerismo de la violencia, los tratos del lenguaje, de la
podría darle cobijo a una identidad. imagen y el distanciamiento de la crónica roja, hacen que el poema
Por eso el intenso poema de Emilia Ayarza, "A Cali ha llegado la sacuda nuestra indiferencia sin un naturalismo de jergas y
muerte", sobrecoge. Hay allí una memoria de sangre y polvo, cuchillos. No le hace eco a aquello que señala Enzensberger: "la
cuando el estallido de un camión de dinamita durante el régimen masacre se ha convertido en entretenimiento de masas. El cine y el
del general Gustavo Rojas Pinilla estremeció a la capital del Valle vídeo compiten por convertir al sicario, al secuestrador, al asesi-
del Cauca: no, en héroe público", El perverso trato de héroes que se hace de
los sicarios, la sociopatía apoyada por los medios de comunicación
La ciudad era un racimo de plomo derretido que valoran un filme por el número de actores muertos después de
y la mue11e le salía a bocanadas. filmado, (Rodrigo O no futuro, o La Vendedora de Rosas) la
mitología exacerbada del terrorista y del mafioso, hace diana en las
De alguna manera lo que más impregna la poesía de la violencia mentes adolescentes que piensan con ironía que "tiene más futuro
en el pasado de Colombia es la muerte provocada por segmentos la semana pasada", y que por ello, cultivan de manera
partidistas, liberales y conservadores. Ya esto no ocurre, porque fundamentalista una pasión por la muerte. "La espera de lo que
como bien lo señala Enzensberger en su lúcido ensayo vendrá -señala Simone Weil- ya no es esperanza sino angustia",
"Perspectivas de guerra civil", "en las actuales guerras civiles ha Todo esto deviene en miedo. Ni qué decir del método facilista de
desaparecido todo vestigio de civilización. La violencia se ha la sicaresca antioqueña, la de los sicarios y sicarias de todos los
desligado totalmente de las justificaciones ideológicas". ¿No parece tamaños y edades adosados a narraciones tan pueriles como
hablar del momento colombiano? Ahora, entreverados los Rosario Tijeras.
conceptos de víctimas y victimarios, opresores y oprimidos, Ese mismo miedo, que es una especie de hijo bastardo de las
desvanecidas las orillas para la fundación de una tercera orilla del violencias aparece en una buena lonja de poemas recientes. La
horror, la violencia nace de la lucha por un botín particular. Ante ciudad por entonces ardía en los puñales/ y el miedo se quedaba
esto el escritor, aturdido y perplejo, opera como el hombre tras los pasos. (Luis Aguilera). Miradme,. en mí habita el miedo.
incongruente que al ver su casa sucia y sabiendo que la van a (María Mercedes Carranza). De la misma Carranza, un poema que
quemar, duda entre limpiarla o luchar. Pero una cosa es la duda registra la muerte del político liberal Luis Carlos Galán, resulta
saludable y otra la impotencia castradora. Talvez por esto, en la una suerte de pintura tenebrista. El poema, "Soacha", toma el título
poesía colombiana, repito, hay atmósferas que van desde un del pueblo donde fue el crimen. Dice en su dura parquedad:
expresionismo abstracto -poetas que esconden el tema pero no lo
ignoran- hasta poetas figurativos que se vuelcan de manera más Un pájaro
explícita, esto es, de la elusiva carga de violencia interior ya negro husmea las sobras de
señalada en Carlos Obregón, a la descripción violenta en poemas la vida.
como el de Cote Lamus.
En la más reciente poesía colombiana aparece la violencia al Puede ser Dios
unísono con los cambios del tramado social. Así se filtra el tema de o el asesino:
los sicarios, de esa forma pérfida de la guerra, ya no sólo en el da lo mismo ya.
campo sino en las ciudades. Algo que me hace recordar el

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Es el sobresalto, la irrupción del victimario que en Jaime Más allá de la anterior digresión, ocurre que la violencia en la
Jaramillo Escobar, creador del único gran libro salvado del poesía muchas veces está más bajo la piel del lenguaje, en las
narcisismo nadaista - Los poemas de la ofensa -, asalta sus atmósferas y en los silencios, que en los enunciados directos,
palabras: propagandísticos, de quienes adhieren a la idea de ser boca de
partido. Pero es rastreable la violencia en la poesía no partidista ni
voy a dar la vuelta cuando¡zas!, el hombre, panfletaria, como en los versos de un poema de Samuel Jaramillo
me lo encuentro a boca de jarro, detrás de una columna, que dan cuenta de la geografía de un país en acoso:
me está esperando para matarme, tiene el cuchillo en la mano
me coge por la cabeza, MUERTE DOS VECES
en la ventanilla de los tiquetes no hay nadie, el asesino, tranquilo, Nosotros hablamos de la muerte
me mira. llamándola con el nombre de una vieja compañera
de la cual no podemos librarnos.
Se trata de la violencia urbana del extramuro, la de los nuevos La sabemos habitando cada latido de la sangre,
asentamientos de gentes desplazadas cuyo temor es el otro. Es la paralizando la alarma
atmósfera de terror que se recoge en La balada de los pájaros de de nuestra mirada de conejos aterrorizados.
Mario Rivero y que en uno de sus fragmentos habla de la Ella se nutre de nuestro tiempo, nos arrincona
Medianoche de toque a muerto/ del tañido a sangre/ del hombre en habitaciones cada vez más estrechas
turbado en su sueño. dándole un sentido a cada palabra que decimos:
O la violencia registrada en los números fríos de las estadísticas, nos convierte en gigantes.
a los que Piedad Bonnett quita hibridez para hacerlos materia Pero también sabemos que ayer aparecieron
poética: Dos cuerpos en la carretera, que cuerpos precidos
engordan nuestros árboles
CUESTIÓN DE ESTADÍSTICAS con su madurez irrespirable.
Su sangre negra derramada en la tierra
Fueron veintidós, dice la crónica. no tiene nada de bello.
Diecisiete varones, tres mujeres, Odiamos a quienes nos regalan
dos niños de miradas aleladas, con esta cosecha siniestra.
sesenta y tres disparos, cuatro credos, Nosotros nombramos la muerte dos veces.
tres maldiciones hondas, apagadas,
cuarenta y cuatro pies con sus zapatos, La poesía nos aproxima a esa pulsión entre la palabra y el morir.
cuarenta y cuatro manos desarmadas, Aldo Pellegrini decía que "como organismo vivo, toda cultura está
un solo miedo, un odio que crepita, expuesta a la ley de la evolución y de la muerte". Si acá lo está a
y un millar de silencios extendiendo causa de los múltiples factores sociales que generan la violencia,
sus vendas sobre el alma mutilada. resulta cierto que ella misma intenta crear sus defensas, su estado
de alerta o de emergencia para vigorizarse e interpretar la
En todo esto parecen ponerse de presente los vasos realidad. La poesía ha dado cuenta de esto, quizá de manera no
comunicantes que existen entre la realidad (no necesariamente menos explícita que a través de quienes realizan una escritura
como una forma de servil naturalismo) y el sentir individual que a testimonial o novelar, y como respuesta a una sociedad de viejo
fuerza de necesidad se hace colectivo. "A la lectura de tanteo y cuño. Y no por adentrarse en temas que para algunos aparecen
falansterio" de que hablaba José Martí le han salido autores que como vedados a la lírica, es decir, por quienes creen ver en ella un
intentan no escamotear lo que tiene ocurrencia en sus aparato verbal distante de lo cotidiano, deja, en los casos que he
conglomerados sociales. Si bien en Colombia siempre está en vilo citado y en otros momentos que se me escapan, de tener un rigor
la vida, como en pocas partes, si es una aventura descabellada formal.
intentar una cultura orgánica en un país inorgánico, y a sabiendas Nadie, desde la poética, querría señalar la violencia como si
de lo expresado por Borges acerca de cómo "la realidad no es fuese un prontuario. No imagino a alguien pensando: voy a
verbal", hay zonas jamás nominadas por la palabra a las que aspira escribir un poema sobre la violencia en la lucha de clases o sobre la
a llegar la poesía. violencia del poder, uno más sobre las insurrecciones populares y
La vertiginosa violencia que en los últimos años ha cambiado el la violencia revolucionaria, acá alguno sobre las guerras civiles, la
perfil de esta nación, nos obliga a algo casi siempre desdeñado en delincuencia o el crimen organizado del narcotráfico. Sin embargo,
el medio, a una permanente reflexión. Si Hegel señalaba que el es difícil que una de esas formas -o varias- no golpeen y se filtren
primer paso en la comprensión de algo está en negarlo, en verlo en las preocupaciones de quien intenta una expresión artística. La
desde su negación crítica, la violencia, que ya hemos empezado a crítica política sólo considera un balance de los contenidos, de sus
llamar como una forma de cultura, es posible negarla desde la fines. La poética piensa que una verdad mal dicha puede volverse
afirmación del arte. Decía César Fernández Moreno que "la poesía mentira. Piensa, con Raúl Gustavo Aguirre, que "lo inexpresable
se politiza en vez de poetizarse la política". Algo que como hecho también forma parte de la realidad del hombre".
programático podría resultar lamentable. Como lamentable Pero no puede negarse que en la poesía colombiana se refleje el
resulta, valga la digresión, que se satanice la poesía política -adiós campo minado de nuestra violenta realidad. Como ocurre en el
Ritsos, Hikmet, Char, Cesaire, Brecht, Vallejo y hasta Rimbaud- poema "Los que tienen por oficio lavar las calles", de José Manuel
desde la orilla de los satisfechos. No se entiende por qué se Arango:
estigmatiza y rotula como ideología la poesía de Juan Gelman
cuando habla de Argentina y sus procesos de desapariciones y Los que tienen por oficio lavar las calles
secuestros, y no se considera de la misma manera a Álvaro Mutis (madrugan Dios les ayuda)
cuando loa a los reyes. ¿No es eso, también, una actitud política? encuentran en las piedras, un día y otro,

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regueros de sangre. con tus llagas como rosas sobre el hombro
y las tinieblas de tu raza
Y la lavan también: es su oficio. desbordando el rostro por las tibias ventanas de tus poros.
Aprisa Ibas de bronce, con un retazo de luna en el bolsillo
no sea que los primeros transeúntes la pisoteen. y la tinta de tus pies dando a la playa
el último compás de tu estatura.
El poeta, como los lavadores de calles del poema de Arango, ha
madrugado en una visión franca del país y lo registra como una Venías desprevenido ─como los colegiales─
memoria en tiempos del olvido. El inxilio, el exilio interior, es sin saber que la arena contaría mañana
posible que lo asedie, pero aún le queda el exorcismo del poema. la historia de tu sangre a los moluscos.
"Es un tiempo en que resulta aterrador estar vivo, cuando es
difícil pensar en los seres humanos como racionales. Donde quiera Lo único blanco que tenías ─tu mente─
que dirijamos la mirada veremos brutalidad y estupidez, tal parece estaba en el bosque de Ruth, donde el delirio
que no hay otra cosa que ver: por todas partes un descenso a la había instalado su incendio permanente,
barbarie, que somos incapaces de contener", dice Doris Lessing en o apenas se enroscaba en la certeza
Las cárceles elegidas, en el capítulo "Cuando en el futuro se de que era el cuerpo del mar muy bien azul
acuerden de nosotros".' como era azul la cara de los cielos.
Habría que agregar que si hay futuro, si hay quien se acuerde, si Ibas pensando en que eras negro
merecemos llamarnos nosotros, a lo mejor alguien pensará que a o simplemente un hombre con sal entre la patria,
pesar de todo, y de ser tan inútil como el intento de descarrilar un un poco de brea en la memoria
tren atravesándole una rosa en la carrilera, la poesía se dio en y el amor en la pauta de su camisa a rayas.
tiempos aciagos, en tiempos de muerte y de letargo. Y pensante en ti como un sudor, como un callo,
como un sueño dormido entre un farol,
como un barco que lleva un puerto entre los ojos
Emilia Ayarza o un velero cuyo vientre trae
(Bogotá, 1919 - 1966) su blanco embarazo de cerveza.
¿No es cierto que tu sueño era un árbol, Juan Antonio?
NOCTURNO DE LOS MARINEROS ¿Que tu sueño era mirarte en los espejos redondos de tu negra,
e hilar de noche su cuerpo en un ovillo
Al negro sacrificado por la violencia
y lograr un muchacho con tu nombre?
y enterrado vivo en las playas de Tolú
Sí. Era tener una casa ─lenta de tablas como peces muertos─
Definitivamente Juan Antonio
donde una calle cualquiera entregara a diario su mensaje gris.
te cosieron la muerte a tus espaldas
como un vil retazo.
Era tener una casa con jarros y con velas
Tú ibas por la playa y eras negro
para tatuar la quietud de tus vigilias
y tu piel de cangrejo embetunado
en el pecho caliente de alcohol.
le ponía un ardiente negativo al mar.
Tú no pensabas en coger la muerte
Ibas a tu casa
como una flor en el tallo de un niño.
con la mano crispada en un billete
Tú no querías castrar a tu vecino.
cuyos bordes derramaban pan
Tú no querías que el fuego en el techo de nadie
y cuyo fondo era tu lengua en los zaguanes
pusiera un retoque amarillo entre tus ojos.
o tu aliento en la memoria de los latigazos.
Tú no querías acostarte absorto
con el nombre de Dios entre la lengua
Ibas a tu casa
y amanecer con el sabor de un crimen en la boca.
con el hambre de guardia en el gaznate
Tú no podías segar la risa de la tierra
y la tarde escondida entre tu pelo
para que el mar llorara sus lágrimas de vela.
con toda la dificultad de su esfumino.
Ibas negro, inmensamente mentiroso en tu belleza,
Tus hombros de proa
con tus palmas rosadas
tu pelo de red
y tus dientes de lento cocodrilo humano
tus ojos de batráceo,
que le abrían horizontes de nieve a tu sonrisa.
no eran las noches sin párpado de los contrabandistas
Ibas dispuesto a fornicar,
ni la lujuria verde de los asesinatos.
a no pensar en las orejas de tu madre ─argollas colgantes─
Eran los pueblos con su plazuela de viajes.
o a tenderte en el suelo con tu hijo menor
Eran los claros del día del uno hasta diciembre.
y mostrarle las manos del aire en el espacio
Eran la viuda en cada puerto de los marineros,
sosteniendo el corazón del colibrí.
─aquella que cuenta sus brújulas de ausencia
con un cierto candor melancólico de aguja.
Ibas solamente a bañarte los pies o las axilas,
a poner un tabaco entre tus labios
Tu cuello de cilindro
que escribiera frases de sueño con el humo.
tu risa de cal
la abrupta geografía de tus brazos
Ibas desprevenido
la sangre carmelita de tu abuelo,

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no eran la barbarie agazapada EL DONCELLO
bajo el oscuro manto de tu piel. El asesino danza
la Danza de la Muerte.
Eran quizás la tristeza de un viejo capitán A cada paso suyo
cuyas manos con nudos marineros alguien cae
construían en tus ojos de grumete absorte sobre su propia sombra.
botes de vela en miniatura.
SOTAVENTO
Te dieron muerte a medias. Como las nubes,
Te sembraron un gusano en las arterias la muerte
cuando aún era tu sangre un lento río. hoy en Sotavento:
Y se sirvió en la playa tu banquete negro Difunta blancura.
cuando del pico de los gallinazos
salió la semilla de tu corazón. ITUANGO
El viento
Cadáver fluvial. Hombre de sombra. ríe en las mandíbulas
Un desigual silencio de llanura de los muertos.
guardará tu estertor bajo la tierra. En Ituango,
Y no olvides una cosa, Juan Antonio: el cadáver de la risa.
Tu color se cometió desde la muerte
¡la noche en que sólo fueron blancas las estrellas! CUMBAL
En bluyines
y con la cara pintada
María Mercedes Carranza llegó la muerte
(Bogotá, 1945- 2003) a Cumbal.
Guerra Florida
NECOCLÍ a filo de machete.
Quizás
el próximo instante SOACHA
de noche tarde o mañana Un pájaro
en Necoclí negro husmea
se oirá nada más las sobras de
el canto de las moscas. la vida.
Puede ser Dios
MAPIRIPÁN o el asesino:
Quieto el viento, da lo mismo ya.
el tiempo.
Mapiripán es ya Mery Yolanda Sánchez
una fecha.
(Guamo Tolima, 1956)
DABEIBA
El río es dulce aquí ARROZ
en Dabeiba Regaste las semillas que crecían en los cráneos y viste las niñas que
y lleva rosas rojas volvían para cambiar de ropa a sus muñecas y acariciar casitas de
esparcidas en las aguas. algodón. Te fuiste con el susurro de las matas de plátano y no
No son rosas, alcanzaste las faldas de la anciana que volvió para terminar de
es la sangre amasar el pan. Sabrás que ahora nadie se quiere ir y que por
que toma otros caminos. pedazos retornan las sombras para acomodarse otra vez, pero no
encuentran dónde poner los pies.
ENCIMADAS
Bajo la tierra de Encimadas
el terror fulgura aún LOS OTROS
en los ojos florecidos No alcanzaron a sentir miedo. Cuando los cortaron el dolor llegó
sobre la tierra de Encimadas. primero, la boca de la bota en la cara. Pronto el susurro de la sierra
fue lejano. Un pajarito almorzó los pecados de las vísceras.
BARRANCABERMEJA Sus sombras siguen y recogen los sombreros que atajó el viento.
Entre el cielo y el suelo Las mujeres orinan cualquier lugar.
yace Los niños se volvieron ancianos amarrados a los alambres de púa.
pálida Barrancabermeja. Tres territorios debajo de las carcajadas de los asesinos.
Diríase Y sus sombras también son perseguidas, señaladas y marcadas
la sangre desangrada. desde los pájaros metálicos, dueños del cielo.

13
NACIMIENTO
Antes que el vuelo de la mariposa supiste de la infamia. Te
Fredy Chikangana
(Poeta Quechua Yanakuna Mitmak, 1964)
enseñaron a no lanzar la flecha para evitar el arrepentimiento. Te
dijeron que tenías que inventar una familia y la conseguiste
NO ESTAMOS SOLOS
completa para los asesinos. No esperaste los hijos de tus ganas.
No estamos solos…
Viejo como estás, no llorarás por los que no nacieron, sabes bien
En la hierba está la gota de rocío
que de ellos es la gloria de la eternidad.
Como memoria de la lluvia y la tormenta,
Está el viento desparramando el polen
EL REGRESO
De la flor marchita
Una extraña atmósfera le determina la vida. Un olor denso y
Está el eco de dolor humano sobre la roca
pesado, nunca antes presentido, se cuela por el vestido y se
Está la hormiga desterrada de su nido y
esconde entre el ombligo.
Está la cascara del árbol donde el grillo
Danza con su maraca celestial.
Sí, sacaron al muerto, pero su olor se instaló en las axilas de la
A veces parece que estamos solos, pero no es así
noche, en los pliegues del pañuelo en desuso; se mantuvo ocho
El pájaro siempre nos regala su augurio al anochecer,
días entre las subidas y bajadas de los inquilinos. Tal vez, Dios
La semilla vuelve a ser liana de la memoria y todas las
también utilizó el ascensor inhalando su propio sabor. Es la
Cosas de la tierra tienen ojos y oídos
costumbre de dormir entre el incienso.
Tienen cuerpo y corazón para acompañar
Nuestros sueños contra la muerte y la oscuridad.
Robinson Quintero (Caramanta, 1959)
Gabriel Jaime Franco (Medellín, 1956)
TRABAJAN TANTO LOS FABRICANTES DE ATAÚDES DE
MI PAÍS
LA TIERRA EXULTANTE, III
A mañana y tarde
Y es que un día supimos,
en día laboral y festivo
mientras íbamos a la busca de dioses más benévolos,
sin vísperas
que también nosotros éramos hijos de la guerra,
miden
trazan
que nuestros padres habían escapado de la muerte
cortan
en una noche oscura,
extensa de pájaros sin sombra,
Sin importar para quién
sin importar si es el propio
que su duro aprendizaje fue la huida,
cofres lisos
el aplazamiento y el desplazamiento de la esperanza.
unos
y ásperos
Supimos que habían huido protegiendo a sus cachorros,
otros
abandonado sus cotos de caza, los campos roturados,
Como peones a la orden
con el corazón a punto de estallar
del más severo Señor
y el vientre oprimido por el miedo,
taponan
sin provenir, des-olados,
pulen
sin tiempo y perseguidos por la muerte.
empañetan
Y vimos las cruces anónimas
aprisa
las decapitaciones
los empalamientos
En las noches oímos
las migraciones
sus garlopas que alisan
las aguas míticas enlodadas de muertos
tabla a tabla
los campos en los que habría transcurrido nuestra infancia,
sus martillos que oprimen
cultivados por la muerte.
clavo
a clavo
Hellman Pardo (Bogotá, 1978)
Con las manos llenas de polvo
con los rostros sucios de aserrín MAPIRIPÁN (LOS PLIEGUES DEL AGUA)
cantan: No es el golpe invernal de los árboles dolidos
¿son más lo de arriba? que tropiezan con la noche
¿son más los de abajo? o el rencor de las luciérnagas cuando naufragan por el aire
y llevan a media asta las alas húmedas de abandono.
De sol a sol trabajan
los carpinteros en ataúdes No es la fatiga del valle
en mi país. el tardío arrepentimiento de cuchillos jubilados.

No es el hambre

13
su llanto en el estómago mientras el sol se hundía en la trocha
su meandro de llovizna en los jornaleros. lento
derrumbándose.
Asciende una fiebre imperturbable
en aguas solísimas. Te hablo desde el cobertizo de la memoria
desde la hora muerta y su estampida.
Es el río Guaviare
madre
su aguacero
Camila Charry Noriega (Bogotá, 1977)
su estanque de cuerpos condenados
donde lavabas y herías la ropa contra las piedras de tus pechos. CALVARIO
La res se tiende sobre la hierba y espera la herida
la luz del cuchillo;
MACAYEPO (BÚHOS AL ALBA) ese segundo de olvido que conduce a lo otro.
En qué extraña piedra Para evitar el hambre
perdura la madre sumerge el rostro de su hijo
el rostro desnudo de los derrotados. en las entrañas tibias de la res;
ese universo de carne y vísceras.
Cuántas veces tajar la niebla En los ojos abiertos de la res muerta
la carne el niño se contempla un instante
o los duros huesos al fondo de las casonas. y comprende sus propios ojos,
su voz sorda
Los árboles soltaron sus búhos al alba deformada por su aliento
y el camino y por el aliento último de todo lo que existe.
su polvo
su culpa ANATEMA
sus piedras. Flotaban en el río
los cadáveres de varias vacas jóvenes.
CUMARIBÍO (BREVE DISCURSO DEL ÁGUILA) Tras unos arbustos
En el río y estremecido por el agua
un niño muerto sobre la humedad de la piedra. que en medio de la muerte se movía
           un becerro apareció.
En la piedra Gemía y corría tras la corriente
un torvo gallinazo punzando la piel caída. para alcanzar el fango
que ya vencía los cuerpos.
En el gallinazo Desesperado
un viento desplazándose con urgencia. sin entender los caprichos de Dios
y el tajo de desdicha
En el viento que le había tocado
el tañido funerario de las desapariciones. a la tarde bramaba
y a su paso
En la desaparición un hilo brillante de sangre iba dejando.
otra inocencia profanada Corría entre las ramas
otro plumaje rompiéndose en el río. herido y triste.

URRAO (AL OESTE DEL TIEMPO) Lejos, en la sabana,


Soy maquinista de una barcaza hecha aun el galope de los caballos
con los maderos del abandono. fustigados por el grito de los asesinos
rondaba las montañas;
La heredé del llanto de una mujer andina eco de batalla que se sostuvo toda la noche
fusilada en la guerra. aunque ya no hubiese
hombres ni vacas
Una tarde me hicieron descender de la barcaza con quienes festejar esta matanza.
y conmigo
a todos sus ocupantes. MAGDALENA
De una vieja ceiba
Dijeron que nos arrodilláramos cerca a la desolación. tres soldados cuelgan a un perro de manchas cafés.
Como repitiendo los gestos de un espíritu cruel
Nos arrodillamos cerca a la desolación intentan desprender la cabeza del animal
donde el viento tomaba el color del sueño. intentan separarla de su cuerpo.
Por turnos estiran la cadena
Se escucharon entonces diez caídos como jobos maduros que une al perro con el árbol
buscando tierra fuman,

13
ríen Vuelan por el aire sus ropas
toman aguardiente como banderas de una patria
en improvisadas copas hechas de totumo. con cualquier nombre.

Matan el tiempo entre la selva, SAN JOSÉ


se divierten cuando el perro aúlla Eran apenas tres niños
y su llanto animal se extiende tremendo de cinco o seis años.
hasta que al fin la cabeza En el campo de maíz jugaban
del cuerpo se separa. a ocultarse de las balas.
Entonces toman sus fusiles en silencio Era apenas uno
y vuelven por la espesa selva cuando el juego terminó
tranquilos y corrió a su casa.
a sus rondas nocturnas. En la casa y encima de la cama
solo quedaba
TREBLINKA jadeante y bello
Sobre el riel que sostiene la última noche un perro blanco que respiraba con esfuerzo
corren a través de la bruma los vagones. el último suspiro de un viejo
Los vagones que sostenía sobre su vientre la cabeza del animal.
úteros enfermos
escupen al detenerse, brazos y cabezas.
Los cuerpos que bajan y caminan hacia el muro Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, 1949)
son solo espectros
a quienes después de vagar por fatales geografías ESCUCHÉ tu llamado, madre
les arrancan de las manos y cogí fuerzas para levantarme
hijos Era de noche
maletas y me fui adivinando el camino
ropa disecada por la sangre ajena Quise guiarme por el sonido
por su misma sangre. de la quebrada
Antes de la pólvora, pero el agua no se oía,
antes del pánico por su propio corazón, sólo los perros ladraban a mi paso
antes de los coágulos que se extienden sobre la carne Esta es la casa de Juan Chillito me decía
para conservar unidos los fragmentos, Pues eran tres los perros que ladraban
antes que nada, Cómo no iban a ladrar si me faltaba la cabeza
la boca abierta reclama un gesto Voy por donde Pedro Daza
que remede el espíritu humano; pues ladran como cuatro o como seis
moscardones Volvía y me decía
aunque sea, Cómo no iban a ladrar
acostumbrados al olor oxidado de la sangre si me faltaban las piernas
caliente en las alcantarillas. Al fin di con tu casa, madre
Tú casa como una nube blanca
EL ARO entre tanta negrura
Rodaban por la montaña Pensé que dormías agotada por la pena
eran un solo río y no quise despertarte
que atrás dejaba y me fui yendo por donde había llegado
la carne flagelada de sus padres.   
Como un río eran una sola herida
que vagaría por las ciudades −¿CIERTO QUE las que zumban son las abejas
hasta la época de la ceniza. en torno a los caballos que comen caña?
Un río que florecía como un largo puñal eran. −Sí hijo, son las abejas
Traían en las manos −¿Cierto que uno es el caballo negro
amados y la otra la potranca alazana?
afilados huesos −Así es, el uno es el caballo de paso de tu padre
armas o amuletos y la otra la potranca alazana de tu abuelo
tallados con el brillo de los dientes −¿Cierto que es una mañana de sol
por si la sombra los volvía a encontrar y los caballos cabecean mientras comen?
ahora huérfanos, −Bien dices hijo, los caballos están adormilados
curtidos. y cabecean por la resolana
(Cómo decirle que no se ve nada
PATRIA y que las que zumban son las moscas
El niño recoge espigas de sol. sobre nuestros cuerpos insepultos)
Vuelve sereno y cantando por el campo.  
Revienta sobre su cuerpo el fusil del asesino;  
lo embiste la noche.

13
EL CAMINO de llegada —Por agarrarte a ti no cogí los zapatos
era media hora de escalofrío —¿Y para dónde vamos?
Luego estaba la casa —Para algún lugar, hijo, para algún lugar vamos
con su escalera de caracol
sus dieciocho peldaños de mármol
Todo era oscuro allí
era un lugar de puro silencio LLAMASTE EN mi puerta
Sólo se escuchaba supuse que querías beber
el grito de algún torturado y no te abrí, hermano
y el chapoteo de los caimanes en el pozo No sabía que los asesinos
disputándose los muertos te pisaban los talones
  Tampoco tú lo sabías
 
tan confiado como andabas
SE QUEDÓ quieto el niño
por la vida
cuando vio a sus tíos y a sus primos
regados por el suelo, Ahora velo
se quedó congelado Jair esperando tu llegada
Ve niño levántate pero solo el viento llama
que eres un hombrecito,
los animábamos,
pero no había razón para que lo levantara
Juan Manuel Roca
Ándale que cogemos camino (Medellín, Colombia, 1946)
y no te vamos a llevar cargado
Alma de Dios levántate LA ESTATUA DE BRONCE
que ya vuelen los que nos mataron (A la manera de Ossip Brodski)
 
Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo.
TE METIERON en una bolsa negra
y te llevaron al monte Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas
yo por entre los matorrales los seguí Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos.
Los hombres decían chistes Luego fundiremos el hombre,
cavaban y reían Pues un caballo sin jinete no es digno de una plaza
Cuando las cosas empezaron a calmar Y ni siquiera puede llamarse monumento.
fuimos al monte y te trajimos a la casa Que todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros,
para que no te sintieras solo, hermano Monedas, candados, espuelas, medallas y cubiertos
Ahora estás en el solar
Para fundir el hombre a su caballo.
A tu lado sembramos un ciruelo,
Después discutiremos el lugar para la estatua y la forma de su
el que da las frutas que tanto te gustan
y todos los días lo regamos con agua pedestal.
y con lágrimas ¿Un recodo cercano a las montañas
  Entre bosques de sauces y eucaliptos?
 −¿QUÉ HACE ese hombre sentado No estaría mal construir en el sitio elegido
día y noche en el parque? Un pequeño parque que permita a las mucamas
−Espera a sus hijos, Citarse con sus novios al pie de la escultura.
piensa que en cualquier momento Debe amoblarse el espacio con bancas de madera:
pueden regresar
Los oficinistas comerían emparedados a la hora del receso.
−¿Y desde cuándo espera?
−Desde que se los llevaron Bella será la sombra al mediodía
Se va y vuelve el invierno De Caballo y jinete sobre la grava y el asfalto.
y él sigue ahí Las hojas caídas de los árboles
El tiempo lo ha ido borrando, Tejerán un tapiz crujiente al paso de los estudiantes.
lo que usted ve es su alma Los viejos fotógrafos
−¿Y sus hijos volverán? Sacarán los domingos sus cámaras de cajón
−Nadie ha regresado, Y harán que los enamorados prolonguen el tiempo de los besos.
pero él ha atado a sus muchachos 
Todo concertado con autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
con un hilo de esperanza
Luego vendrá la discusión.
¿Quién debe ser el hombre encima del corcel?
—Y por qué salimos de noche? Sabios hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos.
 —Porque no pudimos salir de día Un filósofo a caballo
—¿Y mi padre por qué no va con nosotros? No puede replegar su pensamiento.
—Pasito hijo que nos descubrirán Los poetas viven recostados en la hierba.
—Estas piedras duelen, ¿por qué no me pusiste los zapatos? Los campesinos no montan caballos de viento.

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Los directores de orquesta no pueden dirigir Pero cuando la zozobra me quebraba los huesos, la vida te puso frente a
Desde una montura de bronce y el lomo inclinado de un caballo. mis ojos:
Los jubilados prefieren cabalgar nubes no podía creerlo, en tu joven rostro vi el rostro de mi hijo,
en tu mirada perdida vi su última mirada, en tu cabello revuelto vi su grito
Y permanecer sentados en los bancos.
llegando alegre de la escuela, con los perros y con el hambre.
Los pintores trazan caballos pero aman más los caballetes. Ahora que buscas en el fondo turbio del estanque una moneda,
Los arquitectos pierden la perspectiva. ahora que añoras entre las hierbas otro nacimiento, ahora que tus manos
Los almirantes prefieren las crines de las olas. heridas se niegan a herir, dime, contesta a este marco sin fotografía,
Las bailarinas no necesitan pedestal para su vocación de aire. a esta bicicleta abandonada, a este tigre muerto que es tu país: ¿Quieres mi
Los astrólogos son una franca minoría. perdón?
¿Quién podrá ser el jinete de bronce ¿De qué te salva él? ¿Qué destruye, qué levanta, qué esconde bajo los
Sobre el imponente y brioso caballo de bronce? álamos olvidados?
¿Servirá de algo que limpie la sangre de mi hijo de tus manos?
Deberá ser alguien que muchos ciudadanos admiren.
El perdón duele, sale del estiércol, vuela por encima de nuestras cabezas,
Un hombre que sea su propio mentor, perfuma, mas no termina de lavar nuestras naranjas ensangrentadas.
Que haya luchado a brazo partido por su gloria y su fortuna. En medio del pan duro y los ácidos más crueles: te perdono ―pequeño
Ya está. Levantémosle una estatua al asesino. huérfano―, te perdono y me libero de tus alambres,
te perdono y desanudo tus púas más hirientes.
Saúl Gómez Mantilla
Dime tan solo una última palabra.
(Cúcuta, 1978) Dime bajo qué piedra debo buscar su nombre, dime en el fondo de qué río
debo cantar
su melodía, dime entre las hierbas envenenadas en qué corazón debo
XLII escarbar…
Tú y yo somos dos cuervos que se miran sin consuelo.
¿Qué extraña luz emerge de estos lugares? Tú y yo somos este jardín de los desaparecidos.
Este amor violento.
El Salado, Bojayá,
Mapiripán, La Gabarra.

Acaso un cadáver sembrado hace ya tiempo Laura Castillo (Bogotá, 1990)


ha dado sus frutos
DESPLAZAMIENTO
y de sus ramas penden rostros
maduros al color de la esperanza.
A las tejedoras de Mampuján
Tras el golpe de omisión
Aguardando la época de cosecha
en el vientre de la tarde
ser semilla
Mampuján anochece
y quitar su lugar
con un terco afán de dormir.
al árbol de los ahorcados.
No hay tiempo,
susurran doce cuerpos en los labios,
hay que cargar hamacas y vasijas,
Fredy Yezzed hay que dejar que la hierba seca
(Bogotá, 1979) sea el huésped que habite la casa,
hay que silenciar.

CARTA AL HOMBRE QUE ASESINÓ A MI HIJO Lejos,


Todas mis noches, oración tras oración, te deseé la sangre más negra.
en lo profundo de una habitación,
Dije piedra, dije mercurio, dije lobo, dije árbol podrido en tu corazón.
Maldije las manos de tu madre que le dio horma a tu cuerpo con
una mujer peregrina aguarda
esperanza, entre hilos y retazos que convergen en sus manos.
Maldije a la mujer que te amó creyendo que era amor,
Maldije a la partera que te salvó de ser ángel, de ser miel, de ser boca Tejer es su forma de nombrar
tierna. la ausencia de arraigo
Lejos de mi lengua lancé el pueblo de calles empedradas que te vio correr, en la punta de los dedos.
al país que te dio un nombre y este derecho de triturarnos y hacernos
olvido.
Encadenada a tu odio, te profesé todo mi amor, y te profesé todo mi vacío.
Soñaba con tu rostro bajo mis uñas, soñaba que me soñabas mirándote en
silencio,
soñaba que la lluvia golpeaba a tu ventana con vísceras de cordero.

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