Hacia Una Teoría de La Lengua Escrita
Hacia Una Teoría de La Lengua Escrita
Hacia Una Teoría de La Lengua Escrita
c o»-E C C ' o *
G io r g io R a im o n d o C a r d o n a Antropología de la escritura
por
Nina Catach
(compiladora)
Título del original en francés: Pour une théorie d e la langue écrite.
E ditio n s d u C en tre N ational de la R echerche Scientifíque, París
© C entre N ational de la R echerche Scientifíque, 1988
© by E ditorial G edisa, S. A.
M u n tan er, 460, entio., 1.a
Tel. 201 60 00
0 8 0 0 6 - B arcelona, E sp a ñ a
ISBN: 8 4 -7 4 3 2 -5 3 1 -5
D epósito legal: B. 2 3 2 8 /1 9 9 6
Im preso en L ibergraf
C onstitució, 19. 0 8 0 1 4 B arcelona
Im preso en E sp a ñ a
Printed in Spain
Indice
P r e s e n ta c ió n , Nina Catach...................................................... 9
8
Presentación
L-.
M. Coyaud ha observado en numerosos sistemas verdade
ros “pares”, curiosas “simetrías” de caracteres, que ayudan a la
memorización. Se trata únicamente de la forma de las letras,
pero esta forma implica por sí misma ciertos elementos de
jerarquización del sistema fonológico correspondiente. Podría
fundarse, dice el autor, una suerte de “tipología de las escritu
ras en función de su grado de simetría”. Esta simetría se
llamará “interna” si no ofrece ningún vínculo con el sistema
fonémico, y “externa” en el caso contrario. Simetría quiere decir
en este caso oposiciones duales o múltiples en la apariencia
física de tal o cual grafema, respecto de tal otro. Así, en tifinagh,
la unidad gráfica gh se opondrá en su dibujo akh, n al, h aw
y k, etc. M. Coyaud cita también ciertas simetrías de diversos
tipos en alemán manuscrito, serbio manuscrito, hebreo, siamés,
árabe, persa, turco, esquimal, etc.
H. Séguin, por su parte, se abocó a los dos sistemas de
escritura europeos reputados como los más complejos, el inglés
y el francés, para mostrar con respecto a ellos un fenómeno tan
curioso como interesante: lo que podría llamarse no la homo-
grafía, sino la isografía de las dos lenguas. El autor ha relevado
varios miles de palabras que se escriben de manera estricta
mente idéntica en los dos sistemas, pero que presentan natural
mente una cara fónica radicalmente diferente. Lo cual, nos dice
H. Séguin, debería convencernos del hecho de que la cara
material del signo no es nada en sí misma, y que sólo cuenta su
cara “oculta”, es decir su íntima relación con su correspondiente
fónico, o tal o cual función que se le atribuye (enfoque funcional
de los signos).
C. Gruaz aborda precisamente, a través del francés, el
estudio distribucional del “morfema escrito”: la grafía de nues
tra lengua ha tejido a lo largo de los siglos numerosas redes
entre grafemas simples y complejos, “lazos que confieren a estos
grafemas una carga relacional y, en este sentido, plerémica”. Se
constituyen así sistemas de oposiciones visuales entre radica
les y derivados, así como entre las diversas familias de pala
bras. Esos indicios presentan, a través de su variedad, una
notable estabilidad, y pueden crear efectivamente para el lector
espacios de sentidos originales y preciosos. Así» las alternancias
al / au (chaleur / chaud), -eau / -elle / -elier (oiseau, oiselle, oiselier),
an / ai I ain I a (santé, sainé, sain, sanitaire), etc., sin mencionar
las redes de las flexiones verbales, las relaciones entre mascu
lino y femenino, singular y plural, el verbo y el sustantivo, las
24
oposiciones semánticas entre homófonos-heterógrafos, etc., cons
tituyen para el hablante-escritor una verdadera competencia
doble, comparable en ciertos aspectos a la del hablante-escritor
del chino, por ejemplo.
F. Coulmas, autor, con Ehlich, de la importante síntesis de
Writing in Focus (1983), especialista en japonés, nos aporta
datos sugestivos acerca de la historia de esta lengua: hasta 1850
aproximadamente, el japonés conocía una forma escrita casi
totalmente separada de su forma hablada (es lo que yo llamaría,
si me lo permite F. Coulmas, la “cuarta solución” de la escritu
ra). Además, existía en lo escrito toda una gama de estilos,
desde el chino clásico hasta el japonés clásico, y eran raros
aquéllos que podían utilizar con comodidad estos sistemas,
tanto más difíciles cuanto que eran de tipo no alfabético. La
impresionante reforma gráfica llevada a cabo en la época Meiji
(1868-1912) tuvo resultados muy positivos y notables en menos
de una generación, y sin que el pueblo hubiera tenido que
renunciar a lo esencial de su sistema, lo que conduce a serias
reflexiones a la vez teóricas, culturales y sociales sobre la
interacción entre lengua y escritura. Y F. Coulmas, apoyándose
en este notorio ejemplo, se dedica a precisar cinco puntos
teóricos esenciales para un abordaje de la escritura: es necesa
rio tomar en cuenta las relaciones entre oralidad y escritura; la
diacronía no puede ser ignorada; la diglosia entre lengua y
escritura es un caso extremo, y sin duda muy perjudicial; esta
noción no puede intervenir sin hacer intervenir a su vez lo
escrito; toda teoría de la escritura debe tomar necesariamente
en cuenta los usos sociolingüísticos y culturales de la lengua del
país considerado.
Por su parte, el gran lingüista W. Haas, quien ha publicado
estos últimos años en Manchester toda una serie de obras
referidas a los sistemas de escritura, renovando así una discipli
na que realmente lo necesitaba, tomó un procedimiento distin
to, que prueba cuán ricas y diversas son las posibilidades de lo
escrito: se ocupó del problema de la escritura de los números. En
efecto, no debe olvidarse que el lenguaje de las matemáticas
(sobre todo modernas) no puede ser sino escrito. Es así como el
etnólogo Goody ha podido decir que la escritura, de la que tanto
se afirma que es secundaria, bien podría ser, por el contrario, el
grado más alto alcanzado por el manejo humano del lenguaje.
¿Cómo se leen los números en las distintas lenguas?, se
pregunta W. Haas. ¿Qué significa el hecho de que el árabe, por
25
ejemplo, escriba de derecha a izquierda, pero lea, como noso
tros, los números de izquierda a derecha, ubicando las decenas
(es decir las columnas de los números más pequeños) hacia la
derecha? Se puede leer un número de teléfono tanto de manera
abstracta, compuesta, “plerémica” (teniendo en cuenta la ar
quitectura respectiva de las centenas, decenas, unidades), como
de manera concreta, analítica, “cenémica”, como se deletrea
rían las letras de una sigla: S.N.C.F., por ejemplo. Así, puede
leerse la serie: “3.14.116” ya sea diciendo “tres”, “catorce”,
“ciento dieciséis”, ya sea, como lo hacen habitualmente los
ingleses con los números telefónicos, “tres”, “uno-cuatro-uno-
uno-seis”. Encontramos así, en realidad, el símbolo mismo de
los diferentes niveles de lectura de una escritura, sea ésta
alfabética o esté formada por signos-palabras: ¿se lee letra por
letra o de manera compuesta, sintética? ¿Y por qué no, según los
casos y los momentos, de las dos maneras? La primera parece
más fácil, para los números por ejemplo: es la lectura analítica,
cifra por cifra. Y sin embargo, es quizá la más difícil en la lectura
corriente, puesto que se la reserva a las palabras desconocidas...
“Hay que restituir a la lingüística el dominio de la letra”,
dice J. Anis. Luego de haber examinado las diferentes actitu
des posibles frente a la dualidad oral/escrito, el autor propone
un modelo llamado “autonomista”, citando a Uldall. Este
último decía aproximadamente que no hay más razón en
reprocharle a la ortografía no transcribir la pronunciación que
la inversa: desde el momento en que una lengua dispone de una
forma escrita elaborada, se le debe afectar, como lo sugiere
Hjelmslev, dos formas de la expresión. Siguiendo a Vachek, J.
Anis toma en cuenta dos normas, la “norma escrituraria”, que
deja en cierto momento de “emplear signos de signos”, para
representar “signos de cosas”. J. Anis se esfuerza luego por
mostrar lo que serían unidades que no toman en cuenta más
que lo escrito, en el marco de una “grafemática autónoma”:
unidades alfabéticas, extraalfabéticas, logogramas. Tal proce
dimiento, que puede considerarse complementario y útil (en el
caso de búsqueda de desciframiento de los elementos de una
escritura desconocida, por ejemplo) podría poner en evidencia,
sin recurrir a lo oral, ciertas regularidades intrínsecas de tipo
distribucional.
H. Ibrahim, por su parte, se ocupa de la simplicidad
aparente (y engañosa) de la escritura consonántica árabe.
¿Simplicidad en la lectura? Ciertamente no, dado que es fuente
26
de innumerables ambigüedades en el caso de que falten los
signos diacríticos, en particular sobre las vocales breves, lo que
ocurre muy a menudo en los periódicos y los libros para adultos.
Según el autor, una simple omisión de un punto sobre una
consonante bastó para que un orador leyera que se “mutilaba
sexualmente” a los sacerdotes, cuando en realidad ¡se los
“censaba”!... ¿Simplicidad para la escritura? Es verdad, pero
compensada por una suerte de divorcio entre el locutor y su
lengua escrita, ya que, según H. Ibrahim, la mayoría de los
escritores (el 80%) no logra buscar una palabra en el diccionario
sin dificultad, ordenado por raíces. ¿Se trata realmente, en este
caso, de una escritura “alfabética”, o cuando menos de una
escritura “cenémica”, es decir que hace abstracción del sentido?
La lectura global, alentada por los procedimientos ancestrales
de enseñanza, aún utilizados en el conjunto del mundo árabe,
parece ser predominante. Paradójicamente, este alfabeto, muy
próximo a la “limpidez transparente” del primer alfabeto feni
cio, es generador (a sabiendas) de gran número de ambigüeda
des. ¿No son éstas, como lo sugiere H. Ibrahim, fuente de poesía
y propias de todo lenguaje? Los problemas de relaciones perso
nales, culturales, religiosas con la escritura, que no deben
subestimarse, son corroborados por otro ejemplo, proporciona
do por F. Desbordes: los galos, quienes conocían la escritura y
no la utilizaban, porque le temían...
Apoyándose en la descripción en términos de “plurisistema”
hecha para el francés, C. Buridant destaca, con justa razón,
hasta qué punto podría relacionarse el análisis de diferentes
tipos de grafemas cada vez con un análisis de orden diacrónico,
donde encuentra sus raíces. La complejidad proviene precisa
mente del hecho de que en la mayoría de los casos, cada unidad
es a la vez “cenema” y “plerema”, y se presenta, en razón de su
función, en varios niveles a la vez. Felizmente, esta complejidad
es compensada por una fuerte cohesión del conjunto de redes, lo
que permite constituir en el conjunto un núcleo “siempre vivo de
relaciones coherentes y funcionales”.
La intervención de N. Catach se esfuerza por aportar una
visión de conjunto sobre el estado actual de las reflexiones sobre
los sistemas de escritura:
¿Qué es una escritura, en primer lugar? Una escritura es
una suerte de “lenguaje artificial”, y se trata de un fenómeno
relativamente reciente. El lenguaje oral, sin ser tan antiguo
como “el hombre”, como suele decirse (pero ¿qué es el hombre
27
mismo? ¿A partir de qué momento se puede decir que se trata
de un hombre, precisamente?), se remonta, según toda proba
bilidad, a lo que se denomina homo sapiens, es decir a más de
100.000 años, pero muchas etapas han debido preceder su
implementación en tanto que sistema de signos organizado. Del
mismo modo, debe decirse claramente que una escritura, tal
como la entendemos nosotros, ha sido el producto de un largo
tanteo, cuyas etapas preliminares habrá que determinar de
manera más precisa.
Sea como fuere, lo que aparece en cierto momento como el
paso crucial de la prehistoria a la historia, parece haberse
desarrollado desde el comienzo como sistema de signos organi
zado. Se trata, pues, de invertir la visión tradicional de la
historia de las escrituras, sobre todo porque nuestros conoci
mientos son susceptibles de ser modificados profundamente
por los descubrimientos en curso (se acaban de publicar los
primeros resultados de los trabajos sobre los pueblos del valle
del Indo, que según las evidencias utilizaban ya la escritura
¡hace cinco a ocho milenios!).
Hay que decirlo claramente: así como un lingüista no
puede considerar las lenguas más antiguas como “primarias”
(en el sentido de “primitivas”, simplistas, torpes esbozos de
nuestras lenguas actuales), del mismo modo debe rechazarse
totalmente la famosa e ingenua “teoría de los estadios” de
desarrollo de las escrituras, teoría aún en vigencia, y que
considera como “primarios” o “primitivos” los primeros siste
mas gráficos aparecidos en la historia. Para las lenguas orales,
lo contrario es lo verdadero: estos antiguos sistemas son de una
riqueza fabulosa; incluso el francés, por ejemplo, que se esfuer
za por rivalizar con ellos, aparece como una torpe imitación...
Segundo punto: Esta visión nueva, deliberadamente no
lineal del pasado, debería apoyarse en una teoría complejizada
de los fundamentos generales de esos “lenguajes artificiales”
que son los sistemas de escritura. Complejizada en dos senti
dos: en las relaciones que tejen durante grandes segmentos de
tiempo con el lenguaje fonémico, del que a la vez se acercan y se
alejan progresivamente; y en los sistemas mismos, cuyas gran
des líneas se cruzan por una serie de relaciones y oposiciones
internas que van a multiplicar en la misma medida sus lazos
con la oralidad.
Lo que es seguro es que jamás han tenido algo que ver con
otros inventos humanos que se guardan en vitrinas, fueran
28
éstos los sistemas de pesos y medidas, o incluso hoy los descubri
mientos más fabulosos efectuados en nuestras sociedades (sin
duda, hasta donde se puede juzgar, ni siquiera la del reciente
ordenador). La escritura es estrictamente el “compañero men
tal” del lenguaje humano, su herramienta privilegiada, y nada
es más ridículo que creer que tal soporte del pensamiento pueda
ser juzgado con tanta ligereza como se lo hace hasta el presente.
Tercer punto: ¿Qué son estos sistemas de signos? La única
teoría fecunda, capaz de abarcar el abordaje de cualquiera de
las escrituras antiguas o modernas (y, como en toda teoría,
habrá por cierto contraejemplos y excepciones), es la del carác
ter mixto: para ser considerada, toda escritura debe ser conce
bida fundamentalmente como un plurisistema. ¿Qué significa
este término? También en este caso debe apelarse a los logros
de un siglo de investigaciones lingüísticas: los sistemas de
signos de los que el hombre se sirve no tienen nada de simples
“máquinas”, físicas u orgánicas. Se trata, por el'contrario, de
conjuntos más o menos autónomos de procesamiento de la
información, conectados entre sí de manera flexible, según las
necesidades, pero también, lo que no hace ninguna “máquina”
hasta ahora, capaces de comportarse como otros tantos “módu
los” independientes, y sobre todo de ir aprendiendo y creando
las nuevas sinapsis que serán luego estabilizadas y pasarán a
la memoria profunda. La escritura abreva en las capacidades
lingüísticas en toda su extensión, y les restituye un importante
“suplemento de alma”. Ambos sistemas se apoyan y se comple
tan, y sería difícil determinar sus responsabilidades respecti
vas, tan inmensas son una y otra en el bagaje intelectual del
hombre moderno.
[
La escritura actual es, de todos los sistemas semiológicos,
el único que ha tomado prácticamente todas sus características
esenciales del lenguaje natural, con diferencias, es claro, pero
de modo que sea, lo repito, capaz de comunicar en sus elementos
esenciales cualquier mensaje de una lengua dada. Pues sólo es
capaz de hacerlo ligándose a una lengua dada; de otro modo, se
cae en la semasiografía. Así, ligada a una lengua, estrechamen
te vinculada a ella, no podrá producir textos de cierta amplitud,
cualesquiera sean, en todas circunstancias (sistema generaliza
do) sin tomarle en préstamo también todas las características
específicas del signo en esa lengua, en particular sus caracteres
de elemento arbitrario, discreto y articulado.
En cuanto al grafema, es evidente que no es sólo “cenémico”
(fonográmico), y puede situarse en varios niveles. En esto es
necesario atender al carácter mixto no sólo de los sistemas
europeos, sino también de los sistemas del mundo entero. En
materia de ciencia de la escritura, debemos dejar de ser euro-
centristas, y concebir finalmente una definición del grafema
que pueda satisfacer a un chino, por ejemplo, y no excluir otras
lenguas, la gran mayoría, a decir verdad. Que pueda incluir
también los sistemas más antiguos, cuneiformes, egipcios,
mayas, aztecas, etc., así como los sistemas actuales más exóti
cos, y eventualmente los sistemas que no han sido aún descifra
dos. Necesitamos entonces una concepción amplia y plenamen
te integradora de la unidad gráfica mínima, lo que se puede
llamar la grafemología general.
Ricas jornadas, pues, en las que se descubrirán más
preguntas abiertas que respuestas y que, sin embargo, consti
tuyen un paso importante hacia la elaboración de una verdade
ra teoría de la lengua escrita.
Nina Catach
30
I
Resumen
Contra la idea ampliamente difundida de que los antiguos (griegos
y latinos) “confundían” lo escrito y lo oral, se desea mostrar que en la
Antigüedad, la reflexión sobre el lenguaje, si bien plantea por un lado la
prioridad cronológica y lógica de la oralidad y, por el otro, una relativa
autonomía de la escritura, sacó pleno provecho de la idea de que la
escritura da una imagen a la vez necesaria y suficiente del lenguaje
humano, concebido como vox scriptilis, voz escribible por ser racional y
articulada.
Referencias bibliográficas
42
2
Teorías de la escritura en la
ortografía de la Academia
Liselotte Pasques
(C.N.R.S.-HESO)
Resumen
A propósito de la controversia ortográfica que tuvo lugar en el siglo
XVII, Buffier 1714 recuerda que ningún problema lingüístico despertó
tantas pasiones (p. 97)'}
“Se podría, pues, dar por regla que todos los participios y gerundios
tienen ant, que todos los adverbios y nombres terminados en mant
se escriben ment porque los nombres provienen al parecer de
algunos latinos terminados en m en tu m ”
45
Esta observación es interesante porque hace aparecer el
mecanismo de búsqueda, de sugerencias y elaboración progre
siva de principios de escritura, cuya discusión, adopción (a
veces mediante un voto) o rechazo por parte de los miembros de
la Academia, están en el origen de nuestra tan venerada
ortografía.
46
conését, (j’)auré, (il) pourét, etc., Regnier opone el interés de la
permanencia gráfica de oi de la antigua ortografía etimológica,
u ortográfica ordinaria.
Destaca el interés de la permanencia de oi frente a las
variaciones de las grafías fonéticas en una misma época, en
función del nivel del discurso, lo que traería aparejado grafías
diferentes para una misma palabra (Traité de Vorthographe, p.
99):
47
3 - M antenimiento de la s muda
48
2 - Doble función de las consonantes finales m udas, que
adem ás de recordar la etimología, aseguran la cohesión
sintagm ática y paradigm ática (notación del género y núm ero; de
la persona y el núm ero p a ra los verbos; m arca del infinitivo, de la
derivación, etc. R egnier D esm arais (T.O. p. 96-97):
49
Regnier Desmarais no tuvo éxito en este punto, o sólo más
tarde; los finales de palabra en ants y ents fueron incorporados
definitivamente en el Dictionnaire de l’Académie recién a partir
de la edición de 1835.
Ac. 1694, 1718 innocents, puissants; 1740 innocens,
puissans/puissants; 1762, 1798 innocens, puissans; 1835
innocents, puissants.9
I
“La ortografía es la forma visible y durable de las palabras; la
pronunciación no es m ás que la expresión articulada, el acento que
varía según los tiempos, los lugares y las personas”.
51
B - Simplicidad de la relación grafía-fonía
Conclusión
54
Discusión
I . R o s i e r : Me interesaba mucho lo que usted decía acerca de Bossuet y su
investigación sobre las grafías complejas. Me habría gustado saber si sus
consideraciones sobre la lectura continúan el debate sobre la ortografía.
L. P asques : Es una problemática abierta a lo largo de los siglos, y aún
continúa. Permite oponer corrientes diversas: la ortografía antigua, tradicio
nal; la ortografía fonética, enteramente basada en la pronunciación; y final
mente la ortografía moderna o modernizada, que ha sido finalmente integra
da al diccionario de la Academia, a partir de las ediciones de 1740 y 1762,
gracias a d’Olivet. Hay que decirlo, en todos los tiempos, la ortografía de la
Academia estuvo abierta a reformas, y habría que proseguirlas. Creo que ha
llegado el momento de incorporar nuevas reformas.
M. D iki-K idir i : La
problemática de Bossuet se plantea también en condicio
nes donde no hay necesidad de etimología, sino de tomar en cuenta los
fenómenos de lectura para el reconocimiento gráfico de las palabras. Sus
argumentos son interesantes más allá del problema preciso de la etimología.
Por ejemplo, en Africa, intervienen allí donde se están implementando
sistemas ortográficos en condiciones en las cuales no se pueden tener estados
anteriores de la lengua. Sin embargo, en el aprendizaje de la lectura deben
tenerse en cuenta fenómenos de reconocimiento visual de las formas.
L. P.: Bossuet es esencialmente interesante por el hecho de que sus ideas
reaparecen en ciertas teorías contemporáneas, en particular las de la lectura
rápida de Richaudeau. Este último dice, como Bossuet, que se necesita cierto
número de grafías complejas (logogramas) como puntos de anclaje para la
rapidez de la lectura.
X: Me han parecido muy interesantes las dos últimas comunicaciones, que nos
aportan gran cantidad de informaciones. Pero me sorprende que, tratándose
de todas las controversias sobre la ortografía, no se haya mencionado la noción
de uso, y lo que le corresponde al uso como resistencia al empleo y la aplicación
de las prescripciones, las consignas, no simplemente para transcribir la fonía,
sino para escribir, para dar acceso al sentido de un enunciado cuando está
puesto sobre un soporte.
L. P.: En efecto, esta problemática del uso forma parte de la definición misma
de la ortografía ordinaria o tradicional, tal como la dan los académicos. Hoy
en día, si se consulta el Prefacio de la edición del Diccionario de la Academia
de 1986, la noción de uso aparece constantemente.
B. G ardin : N o he terminado el libro de Renée Balibar sobre el colingüismo,
pero la última intervención nos muestra bien cómo el francés, en su forma
escrita y tal vez también a veces en la oral, se articula con el latín, o de otra
manera cómo, desde ese punto de vista, como dice Proust, “lo muerto se
apodera de lo vivo”. Tenemos una lengua muerta que tiene una escritura, fija,
estabilizada, que ya no se mueve. Y tiene una pregnancia sobre la lengua viva,
la lengua oral, para fijarla; le da sus normas, siempre exteriores por lejanas,
55
aun cuando siempre estén presentes, ya que se hace latín. Desde ese punto de
vista, quizá se podría reflexionar sobre lo que Renée Balibar llama
“colingüismo”, la relación de una lengua viva con otras lenguas, en una
situación social dada. Hoy el francés es diferente, establece relaciones no con
el latín sino con lenguas extranjeras. ¿No hay en este terreno reacciones sobre
la ortografía, por ejemplo sobre la puntuación, u otros puntos de ese tipo, sobre
la práctica gráfica?
56
3
El Curso de lingüística general y
la “representación” de la lengua
por la escritura
Jean-Louis Chiss y Christian Puech
(CRL U niversidad de P arís X -N anterre UA 381 C .N .R .S.)
Resumen
Escritura y lingüística
Referencias bibliográficas
67
D iscusión
68
Saussure quiere responder a la pregunta: ¿qué es lo que hace lo esencial de la
lengua? a saber la teoría del valor, el ejemplo que toma es el de la escritura.
En este punto hay un enigma que someto a la sagacidad general, en particular
para aquellos que desarrollan, a ultranza creo yo, el fonologismo de Saussure.
He aquí un extraño fonologismo, que para argumentar sobre la especificidad
de la lengua, toma el ejemplo de la escritura, y lo que es más, para explicar lo
que quiere decir arbitrario, lo que quiere decir diferencial, es decir lo que
puede configurar en mi opinión el núcleo duro del saussureanismo. Es un
punto a menudo poco considerado, poco auscultado; tal vez habría que
preguntarse por qué.
N. C atach : Habría que examinar sobre todo la edición crítica del Curso de
Saussure.
69
4
La escritura como lugar de
convenciones
Robert M artin
(U niversidad de París-Sorbonne)
Resumen
Entre los rasgos característicos del código escrito, mi trabajo se
ocupará de uno solo, particularmente importante: el hecho de ser un lugar
de convenciones, un artefacto conscientemente elaborado y por eso mismo
sujeto a un dirigismo deliberado.
Naturalm ente, el intervencionismo existe en otros ámbitos: gram á
ticos, terminólogos, cronistas de lenguaje, académicos de todo tipo se
dedican a encauzar la evolución natural, a refrenarla, orientarla, organi
zaría.
Pero donde el gramático es rey, es en la codificación gráfica. Una
característica importante de la técnica de la escritura es ser consciente y
explícitamente codificada. Mientras que cuesta imaginar a alguna auto
ridad decretar una reforma en la pronunciación, la conjugación o el
empleo de los tiempos, la escritura se presta, por naturaleza, a las
convenciones declaradas.
No obstante, para legislar, hace falta autoridad. Esta puede perder
se y conducir a una situación de inmovilismo de la cual no podría
afirmarse que sea la mejor posible. Esto ocurre con lenguas de gran
cultura: el francés es de la partida.
El objetivo de mi trabajo es:
- por una parte, destacar el carácter convencional del código gráfico
y sacar a la luz sus condiciones evolutivas;
- por otra parte, reflexionar más precisamente sobre la situación
actual del francés, comprender cómo ha podido crearse un verdadero
bloqueo y qué se requeriría para salir de él.
B - El fracaso de 1900
m
cés que en cualquier otro idioma. Tal vez tuvo algo que ver el
temor a las reacciones en cadena. El sindicato de Maestros-
impresores expresó numerosas reservas,lh exigiendo el aval de
la Academia y oponiéndose a que hubiera “en cada ministerio
una ortografía ministerial”.1'
Pero, a decir verdad, la fuerza de los tradicionalistas no
está en sus argumentos. En mi opinión, se basa en algo muy
distinto. Lo más grave, me parece, es que en Francia, en
materia de lenguaje, ninguna instancia tiene verdadero poder
de decisión.
En efecto, los Estatutos y Reglamentos18 de la Academia
prevén que ésta pondrá "todo el empeño y la diligencia posible
en dar reglas ciertas a nuestra lengua y en hacerla pura”. Pero,
en los hechos, siempre se ha comportado como “un escribano del
uso”: "La Academia, que no deja de recordar que no pretende ni
ejercer control sobre el vocabulario, ni legislar en materia de
sintaxis, no se reconoce tampoco el derecho de reformar la
ortografía”. 19
- Los lexicógrafos ejercen un derecho de facto. Son ellos
quienes deciden grafías nuevas. A iniciativa del Consejo Inter
nacional de la Lengua Francesa, se reúne regularmente desde
1982 una “Comisión de armonización de las grafías”, presidida
por Joseph Hanse. Pero, evidentemente, los lexicógrafos no se
ocupan del vocabulario común.
- ¿Quién tiene entonces el poder de decidir? Los “Refor
madores” se vuelcan naturalmente hacia el poder político.“n
Pero es muy difícil legislar en materia de lenguaje. A decir
verdad, no es la vocación del hombre político. Este duda en
aventurarse en este terreno y, ante la menor resistencia,
renuncia. Las decisiones se hacen esperar o bien, una vez
tomadas, no se aplican, o son rechazadas como en 1901.
Discusión
C. O riol-B oyek: ¿Qué puedo significar: “Alejarse del código oral de manera
insoportable"? Escuchando al señor Martin, quedaba la impresión de que los
tradicionalistas, los inmovilistas. etc. eran los villanos, y en ese caso, yo tengo
realmente ganas de pertenecer a los villanos, aunque en otros momentos
tengo razones para no formar parte de ese grupo, En mi opinión, una
simplificación en la argumentación, tal vez debida a la brevedad del tiempo,
le hizo pronunciar frases como esa. Esta mañana no se ha dejado de hablar del
“fonologismo” dominante a propósito de la escritura. De hecho, yo vincularía
de alguna manera al señor Martin con esa corriente. ¿De qué sirven entonces
todas nuestras reflexiones de hoy sobre los demás sistemas gráficos, como el
chino, en las que se le restaba importancia al hecho de alejarse del código oral?
Por eso, en mi opinión, no hay nada insoportable en el hecho de alejarse del
código oral.
R. M artin : E s obvio que el código gráfico forma, incluso en francés, un
“plurisistema", como se dice en el Equipo HESO, y que el aspecto fonológico
77
no es más que un aspecto de ese código. Pero en un sistema que en principio
está bien a pesar de todo un sistema fonológico (en francés antiguo no era más
que eso), si en ningún momento hay intervención, el alejamiento puede
volverse tal que las dificultades de codificación se hagan demasiado grandes,
de modo que ya nadie las domine. El ejemplo que acabo de dar del Campeonato
de Francia de ortografía muestra que nadie, ni siquiera los mejores, escribe
sin faltas, y es eso lo que me parece insoportable. Personalmente estaría a
favor de una escritura relativamente simple y por lo tanto accesible a la
mayoría, de manera cómoda.
J . R ey-D ebove : El sistema gráfico no tiene el mismo contenido que el sistema
fónico. En tanto que morfologista, puedo asegurar que lo que es analizable
desde el punto de vista del contenido, es decir lo que es motivado
morfológicamente en la escritura, deja de serlo en lo oral. Esta información
suplementaria de lo escrito permite especialmente agrupar las familias. Es
porque instinct [instinto] se escribe con ct por lo que puede vinculárselo a
msímcíi/[instintivo], etc. Si se escribiera noci/ínocivo] con unas, por ejemplo,
no se podría vincularlo con innocuité [inocuidad]. Efectivamente, se podría
limpiar la escritura de todos los grafemas que no están ligados a una mejor
comprensión del texto, pero la escritura desarrolla un sentido diferente del
texto oral.
R. M.: Las comisiones de reforma, en particular la Comisión Beslais, de la que
ha formado parte la señora Catach, no han propuesto nunca volver a una
ortografía enteramente fonológica. Pero explíqueme, ¿por qué se escribe
alléger [aligerar] con dos l y alourdir [sobrecargar] con una sola?
J . R.-D: Yo estaría totalmente de acuerdo con que se haga una reforma en esos
casos pero comparemos cosas iguales y tomemos el caso de los adultos cultos:
la pronunciación de las palabras difíciles que forman parte de su vida
cotidiana opacifíca el signo, al igual que la escritura de las palabras difíciles.
Por otra parte, no hay que olvidar que lo oral se modifica a partir de lo escrito,
como en el caso de dompteur [domador], donde lap actualmente se pronuncia.
N. C atach : Una palabra para aclarar el debate. Creo que todos estarán de
acuerdo en decir que no es un asunto de simplicidad o complejidad, sino de
funcionalidad. Por otra parte, ciertamente, bajo la influencia de la grafía,
hubo modificaciones muy importantes en francés, tal vez las más importantes
que conozcamos para la época moderna.
J . R.-D.: No es de sentido único, porque lo oral modifica también las grafías.
En cuanto al Robert, los lexicógrafos no legislan, y no toman ninguna decisión
para aconsejar o establecer una norma. No hacen más que relevar el uso. Es
una instancia que no tiene poder de cambiar la lengua. Podría tenerla, pero
no la asume, porque sería mal visto.
N. C.: Creo que actualmente nadie en Francia tiene más poder que los
lexicógrafos; ellos toman ese poder y con razón. En todos los dominios
flotantes, que se encuentran no en el centro sino en la periferia de la lengua,
es decir los arcaísmos, lós neologismos, los préstamos, hay miles y miles de
palabras (yo hice el estudio) que ellos tienen la posibilidad de normalizar, y
78
no se privan de hacerlo. En el Larousse, al menos, de una edición a otra, se
normalizan miles de palabras.
J. R.-D: El diccionario es efectivamente el medio que tendría la mayor eficacia
y el mayor poder, porque es la referencia social común. Sin embargo, puedo
decirle, por experiencia, que yo no practico esa normalización (por error, tal
vez, según la señora Catach), porque nunca lo he considerado parte de mi
trabajo.
S. B attestini: En realidad, el señor Martin lo ha dicho, no hay en Francia un
centro de decisión que tenga realmente un poder.
L. P asques : Quisiera precisar que la Academia, en la introducción de 1986,
no dice una palabra sobre la ortografía; esa palabra no figura. No hay allí
ningún proyecto ortográfico, sea el que fuere.
C. G ruaz : Además del aspecto extralingüístico, que debe tomarse necesaria
mente en cuenta, parece indispensable que las dos condiciones siguientes se
cumplan para un intervencionismo rápido de reforma: por un lado, entendi
miento sobre los marcos generales de reforma y, por el otro, estudios teóricos
previos tan exhaustivos como sea posible, evitando retoques demasiado
puntuales. Por ejemplo, sobre la extensión y los límites de la relación con la
oralidad, el mantenimiento y la logicización de las marcas morfológicas, la
utilidad o superfluidad de la distinción de los homónimos, etc.
R. M.: Suscribo totalmente tales ideas. El texto llamado Informe Beslais me
parece un punto de partida interesante, respecto del francés. Lo encuentro
muy elaborado pero, por supuesto, en la óptica actual y con los progresos que
se han hecho en el conocimiento de los códigos gráficos, y más precisamente
del código gráfico francés, ese proyecto debe ser reconsiderado. A mi entender,
la institución más idónea es el CNRS, pero en colaboración internacional, ya
que los franceses no son los únicos involucrados.
V. Lucci: Usted ha hablado de cierto inmovilismo en materia de modificacio
nes. Hay otro factor que explica este inmovilismo: los que se interesan en la
lectura pertenecen a una corriente mucho menos modernista. Es una corrien
te, digamos, teórico-pedagógica, que considera finalmente que toda modifica
ción de la escritura corre el riesgo de perturbar la lectura; especialmente todo
alineamiento sobre lo oral, toda simplificación, correría el riesgo de perturbar
el principio de reconocimiento rápido de la palabra, etc. Creo que es también
algo que explica el hecho de que no se haga nada, que no pueda hacerse nada.
Es una presión que viene a agregarse a presiones mucho más tradicionales,
mucho más conservadoras.
X: A propósito de los problemas de lectura, se dice que las reformas de la
ortografía podrían perturbar la lectura: ¿de qué lectura se habla? ¿Se trata
acaso de la lectura oralizada, y en ese caso entonces, efectivamente, puede
verse qué relación hay entre “imagen gráfica” e “imagen fónica” de las
palabras, o de la lectura en tanto proceso de comprensión del texto? Me parece
que el problema no puede plantearse del mismo modo; depende de lo que se
entienda por lectura.
79
S. B.: Parece que la complejidad del sistema gráfico proviene de una cuestión
de aprendizaje; los niños japoneses tienen menos problemas de lectura que los
niños franceses, leen más fácilmente, mientras que su sistema es evidente
mente mucho más complejo que el nuestro, tienen muchos más signos que
aprender.
P. A ch a ro : En los problemas pedagógicos que están vinculados con el
aprendizaje de la escritura y la lectura, las cuestiones de ortografía, muy
importantes por cierto, porque son notorias, tienden a enmascarar otras
dificultades en el aprendizaje de la lectura, que tienen que ver con el uso social
diferente de lo escrito, con el modo de terminar diferente que tienen la palabra
y la frase en la escritura y la oralidad.
C . C hampy : Para responder a la señora Rey-Debove, quería ofrecer nuestra
experiencia del Trésor de la Langue Frangaise (TLF): al principio, no éramos
en absoluto normativos en cuanto a la elección de la palabra resaltada; poco
a poco, comenzamos a observar cierta regularización, en especial respecto de
las palabras compuestas, las palabras extranjeras, etc. Cuando el plural no
estaba indicado, nosotros ahora lo indicamos. Les doy un ejemplo: u n porte-
allumettes se escribe con s en singular para algunos, y otros no ponen s; hemos
decidido poner la s entre paréntesis. Volverse normativos no quiere decir
intolerantes. Lo que importa es suprimir la ambigüedad para el lector que
consulta el diccionario y que busca, en el fondo, un reaseguro de su ortografía.
J. R.-D.: Es verdad que cada uno puede elegir su programa, digamos que los
diccionarios Robert están más cerca de una descripción de las ciencias
naturales, mientras que ustedes tal vez se preocupan más por la utilidad para
el lector.
N. C.: Me gusta provocar a Josette Rey sobre este punto. Ningún diccionario
ha dejado tanta huella sobre el plan de reformas de la ortografía como el
Grand Robert, a pesar de él. (Lo diré muy rápidamente. Remito a los estudios
que he realizado sobre este tema), por una razón totalmente azarosa. Esto fue
lo que ocurrió: P. Robert creó una sociedad, que por lo demás se llamaba la
Sociedad del Nuevo Littré. Se pretendía el continuador del Littré, en el cual
basó sus trabajos. Ahora bien, e\ Littré del que disponía era la edición original,
que comporta la ortografía de 1835, y no la nuestra. Desde entonces, cientos
y cientos de palabras han cambiado de forma. La reproducción Gallimard-
Hachette de 1957, sin saber nada de estas cuestiones subsidiarias, transcribió
tal cual la primera edición. Comprendiendo que eso creaba cierto número de
palabras diferentes, transformó a veces las grafías de las palabras, pero no los
artículos. Esto puede verificarse en la edición Gallimard-Hachette. Entonces,
¿qué sucedió en el Robert? Es que, sin reflexionar demasiado, creo, se
comprendió que esas palabras, esos cientos o miles de palabras no se escribían
como ahora. Por lo tanto, se adjuntaron, en tipo resaltado, y a menudo con
remisiones, las dos ortografías: la de 1835 y la de 1935, y a veces otras al pasar.
Lo que resultó de esto es una apertura del uso, y por ende, si puede decirse,
un nuevo período en Francia, de mayor tolerancia; Larousse, a su vez, se dijo:
“¡Caramba! soy yo quien no sabe la ortografía. ¿Cómo es posible que el Robert
introduzca Abattis con dos t junto a Abatís con una sola £? ¿Abattage con dos
tj abatage con una sola, y cientos de palabras diferentes de este tipo? Y bien,
entonces yo también voy a introducir variantes”; lo que abrió una era de
variantes en Francia, que por mi parte encuentro excelente.
J. R.-D.: Paul Robert, efectivamente, tenía tendencia a agregar entradas que
había visto en otros diccionarios. Era prudente y, en aquella época, tenía un
corpus muy restringido para trabajar; desde entonces, las cosas han cambiado
mucho, y es el corpus lo que nos ha aportado las nuevas grafías en entrada.
Pienso que un diccionario que no se ocupa de la tradición ni de la grafía de los
competidores, con un corpus amplio, puede muy bien cubrir al menos el uso.
Se plantea el problema de, por ejemplo, establecer una jerarquía dentro de
una serie de grafías; a veces se lo hace pero es insuficiente.
Notas
1. Pregunta planteada por un agente de policía a un colega. Respuesta
de éste: “Ponle tres; ya tacharán en el destacamento.”
2. Véanse al respecto los trabajos del equipo HESO. La actualización
más importante fue la de 1740, con el impulso del abate d’Olivet. Más de 5000
palabras sobre 18.000 fueron afectadas por esta reforma, que puso al diccio
nario en conformidad con el uso mayoritario.
3. Le systéme graphique du franqais. París, Plon, 1967.
4. Según la terminología de Nina Catach.
5. Artículo del Fígaro Littéraire, de agosto de 1952.
6. Def. leng. fr. (83) (1976), 43. Reproduce un artículo de Le Fígaro del
4 de marzo. “Una lengua, su transcripción gráfica, es una historia. Todo se
inscribe en las palabras, su origen, todos los lugares donde han vivido sus
pronunciaciones sucesivas y diversas, los accidentes de sus viajes, los avata-
res del tiempo, las invasiones, la guerra, las derrotas y las victorias...”
7. VéaseLire ng 118-119 (julio-agosto de 1985), p. 163 y ng 122 (noviem
bre de 1985), p. 31.
8. Véase por ej. A. Martinet, Le franqais sans fard, P.U.F., 1969, p. 62-
90, (“La réforme de l’orthographe d’un point de vue fonctionnel”).
9. un argumento soberano actúa inmediatamente contra la idea de
una reforma, cualquiera sea: es el de la perturbación que dejaría en los
espíritus la instauración de un nuevo modo de escribir”. (E. Faral, en la revista
Vie et Langage, 1953, p. 493).
10. “Todos los temores en materia de reforma se apoyan tácitamente en
un ‘siempre ha sido así’. Pero ésta no es más que la máscara de la resignación,
la cual es la muerte de la civilización: una civilización solamente repetitiva y
simplemente reproductora desafía al pasado, en tanto que éste, cuando es
mejor conocido en sus orígenes y en su dinámica, incita por el contrario a la
iniciativa y a los ajustes que reclaman las formas nuevas de la vida colectiva”.
(Paul Imbs, Fr. Mod. 39, 1971, p. 331).
11. Sobre este punto, véase el “proyecto Beslais”. Rapportgénéral sur les
modalités d ’une simplifícation éventuelle de l’orthographe franqaise. París,
Didier, 1965.
81
12. Véase Nina Catach, “La bataille de Vorthographe aux alentours de
1900 ", en Histoire de la langue frangaise (1880-1914), París, C.N.R.S., 1985,
p. 237-251.
13. Ibid., p. 246.
14. Texto de la Pétition á M. le Ministre de llnstruction publique del
11.3.1896, Revue des revues, 1.4.1896. Citado por Nina Catach, p. 242.
15. Boletín Oficial del 1.8.1900, p. 15.
16. Al menos a juzgar por su XII9Congreso, el de 1907, Nina Catach, op.
cit., p. 249.
17. La fórmula es del impresor Protat.
18. Publicados en Pellisson y d’Olivet, Histoire de l\Académie frangaise.
París, Didier, 1858, p. 489-496. Citado según Lothar Wolf, “La normalisation
du langage en France”, en La norme linguistique. Québec, Conseil de la
langue frangaise, París, Le Robert, 1983, p. 114.
19. Prefacio de la 8- edición.
20. “La fuente jurídica de la autoridad en materia de ortografía es el
Estado, organizador de la Enseñanza pública y amo de los exámenes y
concursos que dan acceso a sus empleos”. Sin embargo, la Academia, los
sindicatos de impresores o de editores “detentan una autoridad de hecho con
la cual el Estado o sus representantes deben componer de algún modo” (Paul
Imbs, op. cit., p. 310).
21 . Especialmente en relación con el Conseil international de la langue
frangaise.
22. La opinión pública, por lo demás, ¿debe ser convencida? En 1956, Vie
et Langage había propuesto a sus lectores un texto de V. Hugo escrito en
cuatro ortografías diferentes. Sobre 1725 respuestas, 49 optaban por la
ortografía fonética; 663 por una u otra de las ortografías simplificadas y 1013
por la ortografía actual...
82
5
¿La especificidad de lo escrito es
de orden lingüístico o
discursivo?
Fierre Achard
(In stitu í N ational de la Langue Frangaise)
Resumen
Los recientes intentos de descripción del francés oral en el plano de
la sintaxis (P. Cadiot, C. Blanche-Benveniste, J. Deulofeu, C. Jeanjean...)
ponen de manifiesto las insuficiencias de las descripciones sintácticas
basadas en la intuición de gramaticalidad del lingüista hablante nativo,
especialmente en el hecho de que el “sentimiento lingüístico”relativo a la
frase está sobredeterminado por la práctica normativa focalizada en el uso
escrito. Esta comprobación podría conducir, in extremis, a considerar que
lengua escrita y lengua oral deben distinguirse lingüísticamente, en tanto
dependientes de modelos diferentes,
Por el contrario, partiremos de la hipótesis de que, en cuanto a la
sintaxis, lo escrito y lo oral pertenecen a la m ism a lengua, dentro de la cual
lo escrito debe considerarse como una práctica particular, caracterizable
discursivamente (en la línea de E, Benveniste: las relaciones de tiempo en
el verbo francés. C f también J. Simonin-Grumbach: Pour une typologie
des discoursj. Esto significa que oral y escrito son interpretables en un
espacio de operaciones común, en el cual se situarán las restricciones de
uso propias de lo escrito.
Mostraremos que, en esta perspectiva, lo escrito no se define de modo
categórico, sino sólo tendencialmente. Esto implica que la diferencia entre
escrito y oral es discursiva y no lingüística: no existe regla de pasaje a lo
escrito transversal a las lenguas y las situaciones históricas como tampoco
una lengua exclusivamente escrita. Analizaremos algunas características
de la escritura francesa moderna, mostrando su significación lingüística
y su valor discursivo, así como el valor relativo.
Terminaremos la exposición con un breve análisis del efecto lingüís
tico de retorno del estatuto discursivo dado a los registros de lo escrito,
especialmente a través de la construcción del estatuto discursivo de la
lengua.
Referencias bibliográficas
94
J., Milner, J.-C., Ruwet, N.: Langue, discours, société (pour E. Benveniste).
París, Seuil, 1975.
Simonin, J.: “Les repérages énonciatifs dans les textes de presse”, La
langue au ras du texte. Lille, Presses Universitaires de Lille, 1984.
Discusión
95
solución; 4. podemos tener también, y es la cuarta solución, lenguas
transnacionales, internacionales, como el latín en la Edad Media, el árabe
escrito actual, etc. y muchas otras, como la escritura china, que corresponde
en lo oral a 60 lenguas o dialectos. Por lo tanto, pienso que hay que ser muy
flexible; la escritura es algo extremadamente plástico, que no hay que
encerrar. Dicho esto, lo que se ha expuesto esta mañana, a propósito del
francés y de la mayoría de las lenguas europeas, sigue siendo verdadero. Los
sistemas de escritura no se dan como un todo; pueden y deben evolucionar.
S. B.: ¿Estas situaciones concretas y reales no nos impiden llegar a una
solución que sería tal vez un poco más general?
P. A.: Nuestro trabajo de científicos consiste en encontrar las generalizacio
nes pertinentes, pero, desde cierto punto de vista, se debe partir de la
experiencia.
F. C oulm as: ¿Conoce usted una definición de la frase que sea mejor que: una
colección de palabras entre dos puntos? ¿O una definición de la palabra mejor
que: colección de letras entre dos espacios?
P. A.: No, En cambio, tengo la impresión de que la existencia de la frase y la
palabra en lo escrito, en nuestra formación discursiva, tiene repercusiones en
la epilingüística del sujeto hablante.
F. C.: ¿Es decir que la lingüística de la lengua hablada no existe, o no existe
todavía?
P. A.: No es forzosamente tributaria de unidades como la frase o la palabra;
hay otras formas de segmentar que no son en frases o en palabras. El período,
que era la unidad referida por la retórica clásica, está más cerca de la
segmentación de lo oral. Pero mi posición no es defender lingüísticas separa
das de lo oral y lo escrito. Lo que pretendo es que la lingüística comience a
desligarse de la teoría espontánea de lo escrito como transcripción de lo oral
y a poder pensar las lenguas desde un punto de vista no reductor en este
respecto.
F. C.: Para Saussure, la frase no era una noción de la lengua, sino del habla;
sin embargo, en la teoría lingüística cotidiana, la frase está en el centro de la
competencia.
P. A.: Sí, por ejemplo, en las preocupaciones enumerativas y combinatorias
de la lingüística chomskyana, que tiene méritos efectivos, pero que, a mi
criterio, es finalmente una lingüística de lo escrito.
96
6
En busca de la distinción
oral-escrito
Josette Rey-Debove
(U niversidad de París V II - Diccionarios Le Robert)
Resumen
Consideraremos aquí lo oral y lo escrito haciendo abstracción de los
orígenes del lenguaje y de las situaciones de aprendizaje, con un punto de
vista funcionalista y semiótico. Lo escrito no significa lo oral pero, como
éste, da acceso directo al contenido y a lo referencial. Lo que significa la
palabra oral es la palabra fonética, y lo que significa la palabra escrita es
la palabra deletreada: ambas son metalingüísticas. La distinción entre
escrito y oral no debería reducirse a la de las sustancias de la expresión;
la situación de habla y la situación de escritura son irreductibles no
solamente porque hay muchas otras diferencias, sino porque el pasaje
constante de un sistema al otro borra lo esencial de las diferencias.
Estudiam os los productos de la transcodificación: lo transcripto y lo
oralizado, y nos centramos en la observación de lo que no ha podido pasar
directamente de un sistema al otro, como “resto” que requiere una adap
tación en el nivel del contenido. Ese resto constituye lo esencial de la
distinción entre escrito y oral.
Tipografía
1,
oral l e l
M---------
1| í1 '|'
1. ¡escrito^ 2. - -------- >.
-1- -2-
1 - Asimetría en la neutralización
101
2 - A sim etría en la relación con los paralenguajes
105
V - La búsqueda de huellas de la transcripción y
la oralización
4 - M etalenguaje y correcciones
VI - Conclusión
Discusión
J. A nís: Fuera de la tesis de la secundariedad de lo escrito, ¿no hay una
dimensión metalingüística más fuerte en lo escrito que en lo oral, especial
mente por la separación de las letras y las palabras? ¿El aprendizaje
institucionalizado de la lengua escrita no pone en evidencia también esta
dimensión?
J. R ey-D eb ove: No sé si es una dimensión metalingüística. Es más bien
epilingüística, como lo decía hace un momento Robert Martin, es decir que hay
una conciencia metalingüística, que no es un metalenguaje, sino solamente la
percepción de una intervención metalingüística organizadora (los blancos) en
el flujo del discurso. No hay más que preguntárselo a André Martinet; se
pondría como loco, porque siempre dice que yo trabajo con lo escrito, y que eso
no tiene ningún sentido. Hay un aprendizaje de la lengua escrita, pero no de
la lengua oral. Está la lectura, pero la lectura no es lengua oral. A pesar de
todo, supongo que existen ahora en la enseñanza ejercicios de expresión oral
más allá de la lectura, lo que es algo muy diferente.
R. M artin : Usted ha insistido en la noción de continuum, noción extremada
mente importante. ¿El continuum que usted considera se sitúa en el nivel del
sistema mismo, o sólo en el uso discursivo, que está hecho de dos sistemas que
podrían ser diferentes: lengua escrita, lengua oral? En suma, ¿el continuum
es un hecho de habla?
J. R.-D.: En efecto; para mí el continuum es un hecho de habla y no un hecho
de sistema.
R. M.: ¿Pero su exposición se refería a la distinción de los códigos? ¿Pensando
en un continuum, de hecho, usted ha orientado más bien su mirada del lado
del discurso?
J. R.-D.: Es muy difícil distinguir entre el discurso en su dimensión social y
el sistema, puesto que uno construye al otro.
P. A ch ard : En el caso de las informaciones en la radio y la televisión, tenemos
casos de escrito oralizado totalmente característicos y tan próximos como es
posible de la situación ideal. Hay una película que se llama “El cuarto poder”,
en el que se ve una periodista de televisión con su pantalla y el texto que ella
ha preparado desfilando frente a ella. Yo he participado en un grupo de
trabajo para el Coloquio que Charaudeau había organizado sobre los medios
masivos, hace algunos años, sobre el análisis de un pequeño pasaje a la radio
de una crónica de J. Boissonnat. Se veía muy bien que la puntuación y la
secuenciación de lo oral no se correspondían, aunque el texto fuera perfecta
mente puntuable, lo que era un signo de su carácter de escrito oralizado; por
otra parte, una colega había hecho imas mediciones de tipo fonético sobre la
110
velocidad, las marcas y las pausas, y parece que ése es también un medio de
encontrar huellas en lo oral del fenómeno de escrito oralizado, por tomas de
aliento, por segmentaciones que al parecer son diferentes.
J. R.-D.: Sí. Un texto oralizado que no diera cuenta de los dos puntos, los
paréntesis, etc., sería probablemente incomprensible.
P. A . : Lo oral da cuenta de ello de un modo diferente. En el pasaje que yo había
analizado, justamente, había una puntuación fuerte que no era marcada por
ninguna pausa, y se había hecho de ella una estructuración, un análisis de
discurso lógico del texto, que era diferente según se apoyara sobre las pausas
de lo oral, o sobre las puntuaciones de lo escrito, o sobre una tercera
consideración que estaría un poco entre las dos, que sería la rítmica subyacen
te, algo que puede ser reconstituido, en cierta manera, a partir de lo escrito.
Son ideas que surgen de las de J. Roubeau, en particular en el primer capítulo
de la Vieillesse d ’A lexandre. El muestra rastros del alejandrino, escandiendo
cierto número de textos escritos u orales, especialmente los títulos periodís
ticos y títulos de prensa.
N. C atach : Es una ley fonética. Es la ley de la respiración humana, que en
general limita las tomas de aire más largas a doce pies.
E. A ndreewsky : ¿Qué es una transcodificación simple escrito/oral, oral/
escrito?
J. R.-D: Una transcodificación simple, para mí, es, digamos, una toma de
notas, que tenga la misma temporalidad que el habla, alguien que habla muy
lentamente y le permite a uno escribir todo lo que se dice; o bien, a la inversa,
una lectura en voz alta de un texto, es decir una oralización con el mínimo de
cambios. Esto no significa, evidentemente, un isomorfismo, pues son dos
sistemas diferentes; pero se los aprehende con el máximo detalle, si se quiere,
se descarta todo lo que podría surgir como diferencias de contenido, niveles de
lengua, etc. Esa transcodificación simple, tomada en el nivel de la expresión,
es simple teóricamente, no es simple prácticamente, porque sus reglas no son
bien conocidas. Simplemente quiero oponer la transcodificación a la paráfrasis
o la traducción como equivalencias semánticas.
E. A.: Lo que creo es que usted elimina completamente la noción de compren
sión, ya sea para la transcodificación de lo escrito en oral, o para la
transcodificación de lo oral en escrito.
J. R.-D.: De ningún modo. Transcodificación simple quiere decir mecánica. Si
digo eso y escribo ello, deja de ser transcodificación simple.
E. A.: Eso me sorprende un poco. No puede haber transcodificación sin esta
noción de comprensión. Es por eso que el concepto mismo de transcodificación
simple me parece difícil de comprender, y como prueba tengo las dificultades
que uno encuentra cuando trata de automatizar esas transcodificaciones; no
somos capaces de hacerlo actualmente, y nunca se lo logrará si se elimina
completamente la noción de comprensión. Cuando se hace la síntesis del
habla, por ejemplo, en una lengua como el francés, estamos completamente
desamparados respecto de todos los problemas sintácticos del tipo ales poules
111
du couvent couvent”[las gallinas del convento empollan], por mencionar uno
J . R.-D.: Hay una comprensión contextual mínima en el hombre que permite
descartar las ambigüedades más graves; aun en la ignorancia de los conteni
dos del signo couvent, se sabe que couvent es un sustantivo después de la
contracción preposición-artículo oía, y un verbo después del primer couvent
J . L. Crnss: Creo que sería saludable que sean aclaradas, en cierta medida
las cuestiones que giran precisamente en torno a: códigos, sistemas, escrito
del lado del sistema y escrito del lado de la discursividad, lo que no quiere
decir, como lo mostraba la intervención de Achard, que no puedan vincularse
los problemas referidos al discurso. Pero me parece que hay allí un desafío a
la vez científico y, concomitante o consecuentemente, un desafío didáctico.
Tengo la impresión de que hay una confusión extraordinaria, que usted ha
recordado incidentalmente, cuando dice, por ejemplo, que en un diccionario se
pone junto a una frase común “fes pas dingue” la mención: “lengua hablada”.
Como los diccionarios son objetos que se manejan habitualmente en la
enseñanza, eso plantea problemas considerables: ¿qué relaciones, qué tipos
de relaciones pueden hacerse con, por una parte, una problemática digamos
sociolingüística, la de los registros de lengua, y, por la otra, diferencias
sistémicas entre oral y escritural? Me sirvo de términos voluntariamente
marcados, para que no caigamos simplemente en la confusión que se produce
alrededor del par “escrito/hablado”. Si se habla de tipología de discursos, es
porque se piensa que hay algo del discurso que es racionalizable, clasificable,
identificable, y que por lo tanto no se lo debe confinar en el terreno de las
fantasías. ¿Sí o no?
corriente
lengua hablada
(realizaciones)
elaborada
112
corriente
lengua escrita
(realizaciones)
elaborada
A partir de lo cual luego se pueden establecer pasajes de unos a otros. En el
plano de los códigos, que es el que nos interesa especialmente aquí, podemos
servirnos ventajosamente de la perspectiva chomskyana: en lo oral como en
lo escrito, una vez que se abandonan los niveles de superficie, fonética,
fonología, se pasa a la morfología, luego al léxico, que el código escritural no
se priva de utilizar; luego a los niveles de actualización, de la enunciación, ya
bien diferentes entre lo oral y lo escrito, luego, con menor frecuencia, a los
niveles de la sintaxis, antes de alcanzar el del sentido. Es sobre todo en los
niveles intermedios, léxico, actualización, sintaxis, donde se sitúan lo que
Hjelmslev llama las variedades o variantes de los dos códigos, con realizacio
nes sociolectales e idiolectales diferentes. Estas son más bien, por razones
evidentes, más elaboradas en lo escrito, pero no es indispensable. Es en estos
niveles intermedios donde se sitúan los registros de lengua, las maneras de
decir, y es en estos niveles donde el código en cierto modo se acerca al análisis
del discurso. Más en profundidad, en el plano del sentido, lenguas corrientes
y lenguas elaboradas, lengua oral y lengua escrita se unen.
J. R.-D.: Sí. En todo caso, para mí, lo que corresponde a los niveles de lengua
no es lingüístico. Por lo tanto, el hecho de emplear una palabra familiar antes
que una palabra de lengua culta no tiene que ver con la lingüística, ni con la
diferencia entre escrito y hablado. Pertenece a la sociolingüística, a la
pragmática, todo lo que se quiera, es conocimiento de la lengua en el hablante,
pero no es lingüística.
N. C.: Usted no puede dejar de interesarse en ello si quiere analizar
válidamente los sistemas de escritura. Las normas y las reglas forman un
nivel que no se puede soslayar. Según Coseriu (1954), la lengua está
estructurada no entre lengua y habla (esquema saussureano extremadamen
te reductor) sino en cuatro niveles diferentes: 1. realizaciones concretas
(sustancias); 2. normas y usos; 3. sistemas; 4. tipos, y los tres últimos al menos,
a mi entender, conciernen enteramente a la lingüística. Vachek (1939) va más
lejos aún, ya que funde norma y sistema en una sola entidad y habla
únicamente de norma oral y norma escrita, cuando analiza las dos “expresio
nes” de la lengua, lo oral y lo escrito. Yo no iré tan lejos, pero este nivel de las
normas, comprendidas como variedades más o menos codificadas, es extrema
damente importante para comprender precisamente las diferencias entre
oral y escrito, lengua escrita y lengua oral. Para mí, se trata de dos variedades
universales de una sola y misma lengua.
W. H aas: Si se interpreta lo oralizado y lo transcripto como traducciones, se
abre la posibilidad de lo intraducibie.
J. R.-D.: Sí, estoy totalmente de acuerdo con usted. Yo no hablaré de
“traducción”, porque eso hace pensar en el paso de una lengua a otra; se trata
sin embargo de la misma lengua, pero es verdad que esa transcodificación
hace pensar en la traducción, y que hay cosas que no se traducen. Es
113
justamente lo que yo llamo la adaptación, y tenemos lo mismo de una lengua
a otra, no se puede traducir, entonces hay que adaptar; hay un contenido de
más o de menos y que hace la diferencia; lo importante es eso. La
transcodificación es una prueba que deja restos intraducibies y hay que
adaptar. En consecuencia, si se pasa de lo oralizado a lo transcripto, y si este
mismo transcripto se vuelve a oralizar, y así sucesivamente, se corre el riesgo
de perder completamente el rastro del mensaje.
S. B attestini: No se cambia impunemente de código. Hay algo común y algo
autónomo en cada código.
B. G a r d in : Quisiera volver un poco a la cuestión de la representación. Ese
término de representación evoca la imitación en estética, las teorías de la
imitación, la idea de que la pintura imita la naturaleza, y uno puede
preguntarse si en la esfera de la lengua escrita no ha ocurrido lo mismo que
en las demás artes. La pintura, en cierto momento, es valorizada como
imitación de lo real, y luego se vuelve de hecho un verdadero real, a partir del
cual se juzga el primer real en cuestión, es decir que nos encontramos frente
a objetos del mundo, comportamientos humanos, por ejemplo, o realidades
incluso geográficas, que no corresponden a lo que la pintura había estilizado
en la época clásica. Es allí donde se estima que este mundo no es natural, o
que es monstruoso. Vuelvo a la lengua: ¿qué es lo que se produce con este
sistema de representación? Que lo escrito ha sido considerado como una
representación efectiva de lo oral, una imitación de lo oral; pero finalmente no
es lo que sucede en la cabeza de la mayoría de los sujetos. Lo que se vuelve
norma y punto de partida, en realidad, es lo escrito mismo; y cuando se hacen
por ejemplo encuestas sociolingüísticas sobre cuestiones de palabras, etc.,
muy a menudo, cuando se les hace la pregunta sobre el sentido, los entrevis
tados preguntan: “¿Cómo se escribe?” Es decir que la verdadera naturaleza de
la lengua, en el nivel de la epilingüística, es escrita; la instrucción, la
educación ha llevado a eso. En general, no se percibe completamente la
existencia de lo oral. Un segundo punto sobre la cuestión de la representación,
y los dos sentidos que J. L. Chiss ha dado a “representación”: ¿No habría que
vincular esta crisis de la palabra “representación” a las prácticas de escrituras
de escritores? Pienso especialmente, en lo que se refiere al siglo XX, al texto
de Aragón, titulado: “Jam ás aprendí a escribir”, en el que dice: “Yo no había
comprendido por qué había que escribir lo que se decía”, o: “Para mí, escribir
era un poco mentir...”, es decir, crear otro referente, otra realidad. Me parece
que habría que articular las teorías de la escritura y estas prácticas de
escritores.
J . R.-D.: Para el escritor, es verdad, eso existe. Debemos tenerlo en cuenta.
Pero a pesar de todo, en una teoría lingüística, eso tiene carácter de singular,
no es norma social. Creo que hay que oponer singular y social.
N. C.: Acepto ubicar al escritor del lado de lo individual, acepto también
oponer lo individual a lo social, pero rechazo la oposición completa entre
norma y sistema tal como usted acaba de darla para la lingüística. Retomando
la clasificación de Coseriu, dejando las “sustancias” de lo escrito, las represen
taciones concretas, grafos, letras, materialidad de los signos, etc., a la
114
“grafética”, creo que la “grafémica”, o lingüística de lo escrito, debe ocuparse
a la vez de los sistemas, las normas y los tipos. Sin esto, no se puede
comprender una escritura.
J. A.: Quisiera intervenir sobre varios asuntos. Primero sobre el problema del
registro de lengua. Así como estoy de acuerdo en decir que, en efecto, es
completamente simplificador asimilar oral a familiar, escrito a culto, etc.,
pienso también que hay en eso un juego bastante complejo. He intentado
plantear los problemas de registros de lengua en términos de reajuste y
desfase; así, “j ’sais pas”se transcribirá “je nesaispas”[no lo sé]. He intentado
separar lo que puede llamarse un “registro normalizado” de lo oral, por
ejemplo en el nivel de los medios masivos, ligado a lo escrito, con una suerte
de barra de transgresión. Lo que me ha parecido más claro en este problema,
es el marcador de la supresión del ne. Hasta la actualidad, usted tiene razón
en matizar, la obligación de escribir el ne en lo escrito resulta del registro
normalizado, que se podría definir diciendo: es aquel en el cual se dice: je ne
sais pas. Al respecto podría evocarse a Queneau, Céline, etc., donde hay un
poco de transgresión.
J. R,-D.: Todo esto se ha terminado, con la informática no hay más tipógrafos,
y las máquinas hacen cualquier cosa. En mi opinión, en lo oral hay más bien
situaciones de comunicación que registros de lengua. Pero el nivel de lengua,
la situación, es la pragmática, son los conocimientos del hablante, de nume
rosos factores que para mí no son estrictamente lingüísticos. En cuanto al
registro normalizado de lo oral, es decir el bello hablar, recomendado a la
gente de radio y televisión, está, como usted dice, completamente ligado a lo
escrito. Por lo que sé, no hay normalización de lo oral que se distinga y se
distancie no obstante de lo escrito.
N. C.: Sí, la hay.
F. M a n d e ij b a u m - R e in e r : ¿Podría darme un ejemplo?
N. C.: Se trata de las lenguas habladas elaboradas. Tome por ejemplo las
fórmulas de cortesía de los japoneses, o la lengua sánscrita de los Vedas, etc.
Los japoneses no utilizan los mismos términos según se dirijan a su padre, su
hijo, su mujer, etc. La lengua de los Vedas, transmitida oralmente hasta el
siglo III o IV antes de Cristo, estaba también extremadamente codificada.
Pero sobre todo están todos los pueblos sin escritura, los tres cuartos de la
humanidad que no escriben, y tienen una infinidad de oposiciones de este tipo
en lo oral. Por lo tanto, de manera incuestionable, estas normalizaciones
existen en lo oral, independientemente de lo escrito.
J. R.-D,; Por consiguiente, existen en la lengua. Existen en la lengua, oral o
escrita, aun allí donde no hay más que oral.
N. C.: Es por eso que no se puede separar normas y sistemas, ni en lo escrito
ni en lo oral.
115
II
ESTRATEGIAS DE LECTURA,
IDEOGRAFIA
7
Grafemas e ideografía
Enfoque psicolingüístico de la noción
de grafema
Jean-Pierre Jaffré
(C.N.R.S. - H E SO )
Resumen
El objetivo de este trabajo es mostrar cómo se desarrolla en los niños
pequeños una concepción metalingüística de las unidades gráficas. A
través del análisis de actividades ortográficas en el medio escolar, nos
interesa elaborar un enfoque psicolingüístico de la noción de grafema. Se
han elegido tres tipos de ejemplos: la “e”del femenino, los blancos gráficos
y las mayúsculas. Los tres pertenecen a lo que se ha convenido en llam ar
aquí la dimensión ideográfica de la escritura.
119
Aprendizaje y plurisistem a gráfico
3 - Las mayúsculas
130
Referencias bibliográficas
Bissex, G.: Gnys at wrk. A child learn to write and read. HUP, 1980.
Catach, N.: “Le grapheme”. Pratiques, na25, 1979.
Ferreiro, E. y Teberosky, A.: Literacy before schooling. Heinemann,
1982.
Read, C.: Children’s Creative spelling. RKP, 1986.
Temple, C. et al.: The beginnings of writing. Allyn & Bacon, 1982.
Discusión
131
momento llegan a darse cuenta de que la hipótesis que vale en cierto tipo de
producciones pierde validez en ese caso. Ellos no perciben tampoco los
determinantes, y es de una dificultad extraordinaria hacérselos comprender.
Recién hablaba de la E del femenino. Realizamos una experiencia que
consistía en tomar listas de palabras y sus determinantes, y preguntar “¿Es
masculino o femenino?”En el C.E., no hay ningún error. Y sin embargo ningún
niño es capaz de decir por qué. La información está ciertamente del lado del
determinante. Hay una utilización de las unidades lingüísticas, pero la
percepción sigue siendo sincrética.
132
8
Alexias-afasias
Problemas de las relaciones
escrito/oral
Evelyne Andreew sky y Víctor Rosenthal
(I.N.S.E.RM)
Resumen
A menudo se consideran las relaciones escrito ¡oral como fundadas
en conversiones grafemas ¡fonemas. Sin embargo, observaciones corrien
tes en psicolingüística o neurolingüística —así como las dificultades de la
síntesis del habla en inteligencia artificial— obligan a revisar este análi
sis de la lectura. En efecto, éste deja sin explicar, por ejemplo, un fenómeno
como la preservación de algunos comportamientos de lectura en pacientes
aléxicos totalmente incapaces de identificar los caracteres alfabéticos.
Muchos otros fenómenos, vinculados entre otras cosas a la patología
o el aprendizaje, ponen en evidencia la im plicación de procesos
morfosintácticos y semánticos en la lectura; llevan a postular que estos
procesos, ligados a la interpretación de lo escrito, desempeñan un papel
esencial en esta actividad.
135
los pacientes responden al azar los tests pidiendo por ejemplo
asociar la frase (4) con una de estas dos figuras:
Fig. 1 Fig. 2
- N orm alización
Conclusión
Anexo
Nivel léxico
Nivel sintáctico
Nivel semántico
140
nunciación correcta implica informaciones que hemos designa
do más arriba como “conocimientos del mundo”. En este caso, se
trata de conocimientos relativos a las técnicas quirúrgicas, o la
educación de los hijos de algunas personas de alta jerarquía...
Señalemos que, si tales ejemplos son excepción en francés, son
regla general en lenguas como el árabe o el hebreo (donde,
principalmente, sólo los “esqueletos consonánticos” de las pala
bras figuran por escrito). Es evidente que la síntesis del habla
es particularmente problemática en esas lenguas...
Los problemas más complejos de la tarea de lectura (que
por lo demás no atacan los programas de síntesis del habla sino
que contribuyen a ponerlos de relieve) se revelan así estrecha
mente ligados a la comprensión del lenguaje y especialmente a
estos “conocimientos del mundo” que parecen asomar bajo las
más serias dificultades encontradas para conceptualizar los
fenómenos cognitivos.
141
III
RELACIONES ENTRE
LO ORAL Y LO ESCRITO
9
La dependencia de lo escrito
respecto de lo oral: parámetro
fundamental de la primera
adquisición del lenguaje
Laurence Lentin
(U niversidad de la Sorbonne Nouvelle-París)
Resumen
Continuidad y no ruptura entre el uso oral y el escrito de la lengua
145
Del hablar-pensar al leer-escribir
El niño podrá convertirse en usurario autónomo de la lengua escrita
completa sólo si en el comienzo no hay ruptura entre el texto que se le
propone leer o redactar y lo que el funcionamiento de su propio sistema de
lenguaje le permite hablar o reconocer en el hablar de otro.
Esto plantea la problemática delicada de los textos destinados a este
uso entre aprendices de lo oral, y luego de lo escrito.
C
A B
A : conjunto (prácticamente ilimitado) de enunciaciones ha
bladas.
B : conjunto (prácticamente ilimitado) de enunciaciones es-
critas.
146
C : intersección de los dos conjuntos (enunciaciones que
pueden ser habladas o escritas).
a V : clase de variantes orales “equivalentes” (desde un punto
de vista estrictamente informativo).
bV 1: clase de variantes escritas “equivalentes” (desde un pun
to de vista estrictamente informativo).
cV 1 : intersección de las dos clases anteriores (desde un punto
de vista estrictamente informativo).
a2c2 : otra clase de variantes orales.
b2c’2 : otra clase de variantes escritas,
etc.
Ejemplos:
(1) Catherine sa mamie eh ben des pommes sa voisine elle est
gentille un panier plein elle lui a donné.
[Catherine su mamá eh manzanas su vecina es buena una
canasta llena le dio].
(1') Des pommes sa grand’mére á Catherine plein un panier
e(lle) lui a donné sa voisine elle est chouette.
[Manzanas su abuela a Catherine una canasta llena ella le
dio su vecina es simpática].
(2) La voisine de la grand’mére de Catherine lui a donné un
panier plein de pommes.
[La vecina de la abuela de Catherine le dio una canasta
llena de manzanas].
(2') La grand’mére de Catherine a une gentille voisine qui lui
a apporté en cadeau un plein panier de pommes.
[La abuela de Catherine tiene una vecina muy amable que
le ha llevado de regalo una canasta llena de manzanas].
(3) La grand’mére de Catherine compte au sein de son voisinage
une fort obligeante personne dont elle a re^u présent d’un
panier empli de pommes.
[La abuela de Catherine tiene en su vecindario una persona
muy gentil de la cual ha recibido como presente un canasto
colmado de manzanas].
(3’) Du produit de sa pommeraie emplissant une grande
corbeille, la plus aimable des voisines en a fait Thommage
empressé á 1’aieule de Catherine.
[Con el fruto de su manzano lleno un gran canasto, la más
amable de las vecinas le ha hecho solícito homenaje a la
abuela de Catherine].
147
Nos falta la descripción lingüística del francés hablado, así
como del francés escrito, a pesar del avance de los trabajos de los
investigadores desde hace unos veinte años. Es, pues, esencial
mente la intuición adquirida en el curso de su experiencia
verbal como productor-receptor de oral y escrito lo que le
permite al “francófono competente” efectuar la distribución de
las enunciaciones.
Es interesante examinar cómo el aprendiz de hablante se
aprovisiona de los que le hablan para poner en funcionamiento
su sistema semántico-sintáctico.
Ejemplo 1:
Diálogo entre A (Adulto: la madre) y A.S. (Anne-Sophie, 3 meses
y 25 días).
A1 — Bueno, bebé, ¿qué dices? ¿Qué cuentas?
A2 — ¿No dices nada?
A.S.1 — (burbujas) 9 (burbujas).
A3 — ¡Estás haciendo burbujas!
A.S.2 — (estornuda (burbujas) ??? o (burbujas).
A4 — No te gusta esto, ¿eh?, no te gusta esto.
148
A5 — ¿Qué te pasa? ¿Quieres un besito? ¿Sí? ¿Te gustan los
besitos?
A.S.3 — 9 (burbujas) h9 9 9 o e :o e :8 e :: (burbujas) oe oe :
ale 9 (burbujas) 9 ? 9£ 9£ hg 9 ££98:: (llorando).
A6 — Ah, espera, te pongo los escarpines, es todo.
A.S. — (llanto).
A7 — No te gusta cuando te toco los pies.
A.S.4 — (llanto) h9 9£.
A8 — Hay que ponerse los escarpines.
A.S. — (llanto).
A9 — Anne-Sophie...
A.S. — (llanto).
A.S.5 — oea du du ce : : 9 : g (ruidos diversos).
A10 — ¡Oh, pero ahora estás llorando!
A.S.6 — 9 :
A11 — ¡Ah, sí!
A.S.7 — h 9 ae (llanto).
A12 — Bueno, vamos a volver a acostarnos.
A.S.8 — ee ce o (llanto) oe :
A13 — ¡Sí, mi querida!
A.S. (llanto).
A14 — oe : : : (imitando el llanto).
A.S.9— oe w i :
Obsérvense en especial los enunciados A3, A6, A7, A8, A12.
Ejemplo 2:
Diálogo entre A (Adulto: el padre) y Y (Yassine, 1 año y 5 meses).
A. juega a la pelota con Y. - A. hace rodar la pelota con los pies.
Ríen mucho. Afuera, llueve.
Y1— a ga so
A1 — (ríe) II veut aller jouer avec les gar^ons... mais i(ls) sont
partis les gar^ons... regarde... y a plus d(e) gar^ons.
[Quiere ir a jugar con los chicos... pero se fueron, los
chicos... mira... no hay más chicos].
Y — (lloriquea fuerte) oe oe.
A2 — lis sont partis dans leur maisons... regarde! [Se fueron a
su casa... ¡mira!]
Y2 — mezo ...
A3 — II pleut, hein? [Está lloviendo, ¿ves?]
Y3 — pl0
A4 — (se le acerca) II pleut [Llueve].
Y4— pl0
149
A5 — Tu vois qu’ils sont partís, les gar^ons [Ves, se fueron los
chicos].
Y5 — aso
A6 — lis sont partís [Se fueron].
Y6 — patid (llora).
..... (juego animado = A le arroja la pelota a Yassine).
A7 — Ah il a attrapé le bailón Yassine::: [Ah, Yassine atajó la
pelota],
Y7— (mira la puerta) KU : : : : :
A8 — Tu veux aller dans la cour :: : avec le bailón [quieres ir
al patio con la pelota].
Y8 — KU : : : KU
A9 — Mais il pleut mon chéri! [¡Pero está lloviendo, querido!].
Y — (lloriquea).
A10 — Quand i(l) pleura plus, quand il pleuvra plus mon chéri
on ira dans la cour, c’est promis (A. besa a Y.), avec le
bailón, hein? [Cuando no llore más, cuando no llueva
más querido, vamos al patio, prometido (lo besa), con la
pelota, ¿sí?].
Y9 — bailo f
A11 — On ira jouer au bailón [Vamos a ir a jugar a la pelota],
Y10 — aso f
A12 — Oui avec les grands gar£ons [Sí, con los chicos grandes],
Y11 — aso
A13 — Oui on ira dans la cour [Sí, vamos a ir al patio].
Y12 — balo
A14 — Avec le bailón [Con la pelota].
Y13 — ave gaso :: aso ::
A15 — Avec les gargons, tu joueras au bailón [Con los chicos,
vas a jugar a la pelota].
Obsérvense los enunciados A1, A2, A5, A6, A8, A9, A11, A12,
A13, A15.
El “dictado al adulto”
Nota:
Aspecto sociológico
Conclusión
154
Referencias bibliográficas
Delfosse, J. M. 0.: Maitrise du langage oral et écrit chez l’adolescent en
difficulté scolaire. 1982, 104 p. Publications Sorbonne Nouvelle.
Lentin, L. et al.: Les livres illustrés pour enfants et l’acquisition du
langage. Colección “Acquisition du langage oral et écrit”, Service des
Publications de l’Université de la Sorbonne Nouvelle, 1983, 188 p.
Lentin, L. et al..Recherches sur l’acquisition du langage, tomo I, Service
des Publications de l’Université de la Sorbonne Nouvelle, 1984, 232 p.
Lentin, L. et al.: Recherches sur l’acquisition du langage, tomo II, 1988.
Publications Sorbonne Nouvelle.
Lentin, L. y Bonnel, B..Apprendre á parler: le role de l’école maternelle.
Ed. CTNERHI, diffusion P.U.F., 1986, 240 p.
Rebard, M. T.: Un apprentissage personnalisé de la langue écrite.
Publications Sorbonne Nouvelle, 1987.
Uzé, M.: Rattrapage d’un apprendre a lire manqué, chez un enfant tout
venant. Aspect linguistique. Publications Sorbonne Nouvelle, 1983, 112 p.
Uzé, M.: Un apprendre á lire-écrire tardif chez des adultes dits
“handicapés mentaux”. Publications Sorbonne Nouvelle, 1984, 139 p.
Discusión
L. L.: Me parece que los dos puntos de vista son complementarios. Hay en
efecto diferencias de punto de vista. Para mí, la lengua escrita es una
actividad de lenguaje, algunas de cuyas variantes se separan un poco de
ciertas variantes orales, pero veo en cambio entre ellas una gran continuidad.
El niño pasa realmente del hablar al leer y escribir, pero entre ambos hay una
continuidad, y nunca ruptura. Si hay una ruptura, entonces eso se vuelve
lengua extranjera, un sistema por cierto totalmente distinto, y deja de
funcionar.
156
10
Dependencia o autonomía de lo
escrito respecto de lo oral: el
ejemplo de la publicidad
contemporánea
Vincent Lucci
(U niversidad de Grenoble III)
Resumen
A partir de un corpus de afiches o de mensajes publicitarios, nos
proponemos poner al día una tendencia contemporánea que, sin dejar de
lado una investigación de nuevos tipos de relaciones con lo oral (transcrip
ción de lo oral, juegos sobre las aliteraciones, onomatopeyas, nuevos tipos
de relaciones fono-gráficas), privilegia un tipo de aprehensión de la lectura
fundada en los juegos o las connotaciones puramente ideovisuales, que
pueden ir hasta la utilización de signos ideográficos o pictográficos
sublingüísticos. Mostraremos que las distancias respecto de lo oral no se
manifiestan del mismo modo según los diferentes géneros o los “subcódigos”
del lenguaje reveladores de tendencias evolutivas actuales.
163
desvíos o de formas escritas que se alejan de una reproducción
de lo oral. En esos casos, debemos calificar el funcionamiento de
lo escrito publicitario, de principalmente semántico o ideográfico,
o incluso de “fonográfico sui generis”.
d - Hacia la pictografía
Conclusión
Discusión
N o ta s
169
constituyó para su T.E.R., Orthographe et publicité, bajo la dirección de V.
Lucci, Universidad de Grenoble III, 1980, 37 p.
5. Relevados por D, Maillefert, op. cit..
6. Que se pueden acercar a la que N. Catach ha observado a propósito
de palabras nuevas, sean préstamos o creaciones.
7. Cf. las conclusiones de D. Maillefert, op. cit.
8. L ’homme de paroles, Fayard, 1985, p. 89.
170
H
Inventario crítico de las
definiciones del grafema
Jean-Christophe Pellat
(Universidad, de Estrasburgo II, C.N.R.S. - H ESO )
Resumen
Las definiciones del grafema ilustran diversas concepciones de las
relaciones entre los componentes fónicos y gráficos de una lengua. Se
pueden distinguir cuatro tipos de definiciones:
1) El grafema, unidad m ínim a del código escrito, se confunde con la
letra.
2) El grafema, simple o compuesto, representa el fonema.
3) El grafema es la unidad m ínim a distintiva de un sistema gráfico
dado, considerado en su especificidad, independientemente de lo oral.
4) El grafema es una unidad gráfica polivalente, cuya función varía
según los sistemas de escritura.
180
de un nivel a otro (1985, p. 68 ), que es conveniente, pues,
estudiar en la relación de complementariedad de lo oral y lo
escrito (cf. en este mismo volumen la teoría de L prima).
Conclusión
181
Anexo
182
y cualquier otro grafema cumple una tarea similar. La imagen gráfica
funciona como significante y el fonema como su significado (p. 77).
R. Jakobson, Six leqons sur le son et le sens, 1942, París, 1976.
183
clase, y por lo tanto puede ser descifrada por el lector. Todos los grafos
identificables de ese modo son alógrafos de un grafema dado].
Ernst Pulgram, Phoneme and grapheme: a parallel, Word, 7, 1951, p
15-20.
15 - The term grapheme (...) will (...) refer not only to letters of the
184
alphabet but also to the smallest units of other graphic systems (p. 208).
[El término grafema (...) no se referirá solamente a las letras del
alfabeto, sino también a las unidades mínimas de otros sistemas gráficos].
Pictograms are signs, letters are figurae (p. 210).
[Los pictogramas son signos, las letras son figuras].
E m st Pulgram, Graphic and Phonic Systems: Figurae and Signs,
Word, 21,1965, p. 208-224.
185
valor de fonemas simples. Se ha convenido hablar de ahora en más ya no de
letras, sino de grafemas (simples o complejos); la noción de grafema es
paralela a la de fonema (p. 314).
La lengua ha utilizado numerosos accidentes e incoherencias de la
grafía nacidos en el curso de la historia para individualizar la forma escrita
de los monemas que, por contener elementos sin referencia analítica actual a
la pronunciación, poseen otras tantas señales de referencia semántica (p.
322).
P. Imbs, Principes d’une reforme de Vorthographe, en Le franqais
moderne, 39, 1971, p. 307-335.
21 - Grafema, sust. mase, (de grafía, según fonema; v. 1950). En
lingüística, unidad de escritura, carácter distintivo del código escrito: Las
letras del alfabeto son grafemas. (Grand Larousse de la Langue Franqaise, t.
3,1972).
22 - Grapheme. Linguistics. (f. *graph. sb3 + *-EME; cf. *morpheme).
The class of letters and other visual symbols that represent a phoneme or
cluster a phoneme (...); so, in a given writing system of a given language, a
feature ofwritten expression thatcannot be analysed into smaller meaningful
units”. (p. 1283-1284).
[Grafema. Lingüística. La clase de letras y otros símbolos visuales que
representan un fonema o grupo de fonemas (...); por lo tanto, en un sistema
de escritura dado de una lengua dada, un rasgo de la expresión escrita que no
puede analizarse en unidades significativas menores].
A supplement to the Oxford English Dictionary, 1972.
23 - Grapheme, n. Ling.:
1) a minimal unit of a writing system.
2) a unit of a writing system consisting of all the written symbols or
sequences of written symbols that are used to represent a single phoneme.
[Grafema, Ling. 1) unidad mínima de un sistema de escritura; 2) unidad
de un sistema de escritura que consiste en todos los símbolos escritos o
secuencias de ellos que se usan para representar un solo fonema],
The Random House Dictionary ofthe English Language, Nueva York,
1973.
186
26 - El elemento gráfico más pequeño es el grafema: a, ch en francés, t,
th en inglés, § 333.
Unidad mínima de significante que permite distinguir morfemas,
caracterizada por un conjunto de rasgos visuales discretos (p. 325).
B. Pottier, Linguistique générale, 1974.
187
34 - Graphemi n.; -s, -e; Sprachw.) Kleinste bedeutungskennzeichnende
Einheit des Schriftsystems einer Sprache, die ein oder mehrere Phoneme
wiedergibt; f und v sind -e für das Phonem F.
Brockhaus Wahrig, Deutsches Wórterbuch, 1981, s. 285.
Discusión
188
extremadamente sorprendente: el de la palabra “temps” (T.E.M.P.S.) [tiem
po], y dice: en una primera aproximación, esta palabra tiene cinco letras, y
cinco grafemas. En una segunda aproximación, “temps” comprende dos
grafemas, puesto que sólo se reconocen como grafemas los equivalentes de los
fonemas, etc. Según mi enfoque, “temps” comprende cuatro grafemas
(T.EM.P.S. ). Como ven, de acuerdo a los análisis, esto puede diferir mucho.
J , A n ís : Pienso que el término “autonomía” quiere decir, de hecho, autonomía
de la lengua escrita y la lengua hablada dentro de la lengua. El término
“autonomismo”, a mi criterio, no está en contradicción con “interacción”.
Actualmente tenemos fenómenos donde lo escrito está primero y lo oral
segundo, por ejemplo ciertos logos ilegibles, como el de la firma de informática
y electrodomésticos NASA, con la S al revés. Por otra parte, me parece, bajo
el término de ideografía se pone, de alguna manera, todo lo que no está en la
fonografía. Se define entonces de entrada como grafema, stricto sensu, lo que
tiene una referencia fónica, y con todo el resto, lo que la señora Catach llama
“morfogramas”, “logogramas”, etc., se hace una especie de saldo, un gran cubo
de basura, si puede decirse.
E. A ndreewsky : Y o quisiera hablar de ideografía y rapidez: creo que Lucci ha
indicado hace un momento que en publicidad se tendía más o menos hacia algo
ideográfico, y como todo el mundo sabe que los publicitarios tratan de pasar
mensajes que serán captados muy rápidamente, razonando, en el límite, se
podría pensar que cuanto más ideográfico es algo, más rápido es captado. Les
voy a dar un ejemplo que no es en absoluto publicitario: en Inglaterra o en los
Estados Unidos, cuando uno cruza la calle, suele ver: “NoXing”, lo que no es
chino, ni está en un barrio chino. Simplemente, la X de Xing significa
igualmente una suerte de cruz, y como ustedes saben, cruz en inglés se dice
cross. No Xing es, en realidad, “no Crossing”, y es algo, digamos, a medias
fonológico. Esto representa sin embargo una fuerza, una “fuerza de impacto”,
sobre la comprensión de las personas, que es netamente más importante que
si se pusiera con todas las letras NO, luego C.R.O., etc. Creo que hay muchas
experiencias en psicolingüística que demuestran que una aprehensión de tipo
ideográfico de las palabras de la lengua es mucho más rápida que una
aprehensión de tipo fonológico.
J. C. P ellat : Quisiera volver sobre esta cuestión de ideografía “desván”, que
se evocaría cuando se ha agotado el aspecto fonológico. Si nos ubicamos en una
óptica de comparación de los sistemas de escritura, el enfoque propuesto por
William Haas en 1976 me parece interesante. El admite que hay un nivel de
base, que es el nivel esencial de las correspondencias. Para un sistema de
escritura dado, las escrituras cenémicas, es evidente que ese nivel es el de los
fonemas. Pero, respecto de este nivel de base, hay otros niveles que pueden
aportar suplementos. Lo que él dice para las escrituras cenémicas, como el
francés o el inglés, puede decirse a la inversa para escrituras plerémicas, como
por ejemplo el chino; allí el nivel de base no es el mismo, pero hay también
suplementos, esta vez cenémicos. Por lo tanto, cuando consideramos la
cuestión de la ideografía en la relatividad de los sistemas de escritura,
dejamos de hacer de ésta efectivamente esa especie de desván. Es algo
importante; los sistemas de escritura presentan varios aspectos a la vez.
189
V. Lucci: Estimo que no hay que pensar que sólo las escrituras fuertemente
ideográficas perm iten una lectura rápida. Términos que transcriben
fonéticamente la lengua, como mer, azur, pré, vélo [mar, azul, prado, bicicle*
ta], pueden ser reconocidos tan rápidamente como los términos muy
redundantes, a partir del momento en que hay una familiaridad muy fuerte
con estos términos. No se puede decir que ciertas escrituras permitan una
lectura más rápida que otras; creo que es la familiaridad con los términos lo
que permite hacer una lectura global, que elude la pronunciación. Estoy
seguro de que esa lectura es posible también a partir de palabras que tienen
una escritura casi fonológica.
E. A.: Si se las aprehende globalmente, se las aprehende de una manera
ideográfica; para mí, es idéntico.
Notas
1. Curso de lingüística general, p. 165 de la edición francesa; cf. Anexo
3. Las definiciones de grafema están clasificadas en el anexo en su orden
cronológico (la remisión al anexo se indicará con A. seguida del número de
orden).
2. Hjelmslev, L. (1957): Essais linguistiques II (Copenhage, 1973), p.
276.
3. Haas, W.: “Writing: the basic options”, en Writing without letters,
1976, p. 183-184. Véase también anexo, n - 19 (1970).
4. Cf. Derrida, J.: De la gramatología (1967), p. 15 ss. de la edición
francesa, y anexo 16.
5. “Las letras son signos de los sonidos, así como los sonidos en la
conversación son signos del pensamiento”, (San Agustín, De la trinidad, XV,
X, 19).
“La escritura alfabética expresa sonidos que en sí mismos ya son signos.
Consiste, pues, en signos de signos” (Hegel, Encyclopédie des sciences
philosophiques, § 459).
6. “La escritura vela la visión de la lengua: no es una vestimenta, sino
un travestimiento”. (Curso de lingüística general, p. 51-52 de la edición
francesa).
7. Letra: Signo gráfico que, empleado solo o combinado con otros,
representa, en la lengua escrita, un fonema o un grupo de fonemas.
8. Jakobson, R.: Six leqons sur le son et le sens (París, 1976), p. 78.
9. Llorach, E. A..Le langage, p. 553. Véase también R. Thimonnier 1974,
P. Imbs 1971. V. Horejsi 1972 detalla la complejidad de estas relaciones
asimétricas grafema-fonema (cf. nota 2, p. 118).
10. Uorthographe, 1969, p. 40 y 37.
11. Grafonema: “Todo par de un grafema y su contrapartida fonemática
que se corresponden en la transposición de la forma escrita de un discurso a
su forma hablada y viceversa” (E.L.A., ne 8, 1972, p. 10). Cf. también
Philologica pragensia, 1962, t. 5, p. 225-236, y Folia Lingüistica, V, 1/2,1970,
p. 186 ss.
190
12. Bazell, C. E.: The grapheme, Litera, 3, 1956, p. 43-46.
13. Langue /iYa/i9a¿se,nQ59(1983),p. 31-44. Cf, también La construction
du grapheme et ses enjeux théoriques, Archives et Documents de la SHESL,
5,1984, p. 1-46.
14. LangueFranqaise, n959, p. 41 ss. Sobre la cuestión de la puntuación,
véase Langue Frangaise, n9 45, 1980.
15. Pulgram, E.: The typologies of writing systems, en: Writing without
letters, 1976, p. 1-28.
16. Lexicón der Germanistischen Linguistik (1980), s. 146.
17. Martin, R.: Sur la défmition du grapheme, Études de langue et de
littérature franqaises offertes á André Lanly, 1980, p. 485-490.
Partiendo del doble valor del grafema, A. Macintosh 1966 establece un
paralelismo perfecto entre sus dos referencias, oponiendo “linguistic meaning”
(referencia extralingüística, “a las cosas”) a “phonic meaning” (referencia a los
fonemas) (A. 13). Este enfoque referencial es cuestionado, ajusto título, por
W. Haas 1970, quien prefiere hablar de correspondencia entre los elementos
gráficos y fónicos, en el marco de relaciones de traducción entre lo oral y lo
escrito (A. 19).
18. Pratiques, ne25,1979, p. 26. Véase tambiénL ’orthographe frangaise
(París, 1980), Réflexions sur la nature du grapheme et son degré d ’indépendance
(Liaisons HESO, n9 11, 1984, p. 1-15) y L ’écriture et le signe plérémique
(.Modeles linguistiques, VII, 2, 1985, p. 53-72).
19. Art. cit., 1985, p. 66.
191
IV
ESTRUCTURA Y TIPOLOGIA
DE LAS ESCRITURAS
12
Escrituras africanas
(Inventario y problemática)
Sim ón B attestini
(Georgetown U niversity)
Resumen
Una vez demostrada la importancia de los prejuicios ligados a las
escrituras africanas, tanto los que se apoyan en los presupuestos lingüís
ticos y los marcos de reflexión de los especialistas como los de los diferentes
poderes coloniales y actuales, el autor examina brevemente sus consecuen
cias psicológicas e intelectuales.
La confrontación de las definiciones de la escritura más aceptadas
y de algunas de las características de los sistemas africanos debe perm itir
afinar las clasificaciones actualmente propuestas.
La problemática que se abre sobre los inventarios geográfico,
descriptivista y funcionalista afirm a la urgente necesidad de integrar el
espacio africano al objeto de la reflexión global sobre los sistemas de
escritura.
El autor esboza luego las grandes características de estos sistemas,
así como su dinamismo: creación, difusión, evolución, desde los más
antiguos (egipcio y fenicio) hasta los más recientes.
Luego de un repaso de la situación actual, el autor evalúa las
perspectivas de una gramatología africana y de sus eventuales aplicacio
nes, especialmente en la alfabetización, el desarrollo económico y político
y la ayuda extranjera.
Bibliografía anotada: 500 títulos.
204
Referencias bibliográficas
205
13
La pertinencia en grafémica
Maurice Coyaud
(C.N.R.S. - LACITO)
Resumen
Presentamos un intento de tipología de las escrituras en función de
su grado de simetría.
No concebimos la simetría dentro de un signo único, como en la M o
la V, sino siempre entre por lo menos dos signos de un sistema: así, N y Z
son simétricas. Decimos que la simetría es interna al sistema grafémico si
no ofrece ningún vínculo con el sistema fonémico; si puede observarse este
vínculo, hablamos de simetría externa. Así, la relación N/Z está en simetría
exclusivamente interna; en cambio, b/d podría ilustrar también una
simetría externa (línea convexa — o bucle— o la derecha, “labial”I línea
convexa a la izquierda, “dental”), si p/q estuvieran en la misma relación (es
decir si q correspondiera al fonema /\J'). Los dos pares se opondrían entonces
por los rasgos sonoro / sordo. El grupo bdpq está en el origen de un silabario
inventado por Evans a comienzos del siglo X IX para los esquimales y los
cris. Ejemplo único de simetría interna y externa casi perfecta.
Escrituras de signos simples y casi geométricos pueden contener
pares que se opongan por simetría externa. En tifinagh, gh : se opone a kh
: Pero es el único ejemplo. En todos los demás casos, la simetría es
puram ente interna, entre pares como m [ (en tifinagh) / d n (en Ubico). En
tifinagh tenemos incluso n | /1 | |; o bien h : / w : / k
Los ejemplos provienen de escrituras del continente eurasiático.
208
caracteres chinos que transcriben esta variedad de dialecto
japonés.
5 - Se encontrará en la figura 4 un ensayo de conclusión
para una tipología de las escrituras en función de su grado de
simetría fuerte/débil, con o sin correspondencia con el sistema
fonémico.
Referencias bibliográficas
Coyaud, M.: “Les langues dans le monde chinois”. 3 vol. P.A.F., 1 1987,
208 p.; II 1992, 232 p.; III 1994, 264 p.
“Rapport au Xlle colloque de la S.I.L.F.”, Alejandría, 1985.
“Traits pertinents graphémiques (sur le syllabaire des Inuit du Cañada)”,
B.S.L.P., vol. LXXXI, 1986, p. 400-408.
1 ............ b J j > d n ; f y
z j¿ > ^ / j» y
2 ............. y J t y q
3 ............. p J i 'y - S új 0 'i i y
S ¿I r i >
fe
4 ............. t V. d
• sJ • >
209
vertical, pero en malayo antiguo se escribe con tres puntos en la parte
superior. El persa y el turco han adaptado la escritura árabe también para los
fonemas g. El malayo representa la «i con tres puntos sobre el ain, y
la por tres puntos sobre el trazo vertical. El urdu y el afgano tienen dos
maneras de representar las cerebrales (o retrofejas, que se transcriben con t
y d ; esta notación no debe confundirse con la de las enfáticas árabes, que se
transcriben también con un punto debajo de la letra latina): ya sea suscribien
do el signo }y(t enfática árabe), ya sea añadiendo cuatro puntos al trazo verti
cal (para t retrofleja) o a la letra d del árabe.
210
Figura 3 - Nombres de casas (Ja: go), marcas de casas (ja:
ban) en Kohama, Okinawa
Escrituras de simetría
fuerte < - ..........................
simetría interna + + + + +
simetría externa + débil
Discusión
211
hablar de grafética, y no de grafemas). Luego llegamos al nivel de las
oposiciones de tipo ortográfico. Si tomo un símbolo como una S estirada, lo
aíslo de toda referencia contextual, no es nada más que un dibujo. Puede ser
simplemente algo que me sirve para atar mis cuadernos. Pero si coloco esa S
estirada en un sistema de escritura de tipo jeroglífico egipcio, aunque yo no
pueda escribir la lengua egipcia, en ese momento adquiere una significación,
por oposición a otros dibujos del sistema. En relación a otros sistemas
fonéticos, adquirirá otro valor, en correlación con los demás símbolos del
sistema. Pero si quiero escribir una lengua, le doy un valor dado, ch por
ejemplo, y en ese momento, hablaré de ortografía.
M. C oyaud : En los sistemas de escrituras de Asia oriental, se pueden
encontrar rasgos grafémicos pertinentes. Así, en japonés, en loskanas, hay un
pequeño signo llamado de “nigoli” (que corresponde a un signo de comillas,
dos pequeños puntos a la derecha), que nos permite fabricar veinte sílabas,
cuya inicial es “sonora”: BE-DE, GE o DIE, JIE. Se tienen, entonces, cuatro
consonantes sonoras señaladas mediante un signo gráfico muy simple, que
representa un rasgo fonémico pertinente. Del mismo modo, la geminación,
que es un procedimiento del sistema consonántico en japonés, se expresa
mediante un signo cenémico: el “tsu”. En coreano, la glotalización de la
consonante se expresa por medio de un signo único, dos s minúsculas;
asimismo la iodización de la vocal en coreano se expresa por medio de un signo
único; todas las vocales iodizadas se escriben simplemente añadiendo un
pequeño trazo. En árabe, también, existe el “chadda”, que es el signo de
geminación de la consonante; es un signo único que se aplica a todas las
consonantes, cualesquiera sean.
F. D esbordes : Quería preguntar si en las escrituras de Extremo Oriente de
las que usted acaba de hablar, hay fenómenos comparables a lo que resulta
cuando pasamos al sistema Braille o al Morse. ¿Qué ocurre con los rasgos que
usted llama pertinentes o grafémicos cuando se pasa a otra cosa? Me parece
en efecto que el interés de la noción de grafema, entre otras cosas, era permitir
decir que A no es el dibujo de A, aun cuando se lo considere de manera
abstracta y geométrica, es algo que puede ser ese dibujo, pero eventualmente
tal otra representación en el sistema Morse o en el Braille.
M. C.: El Morse es el mismo en todas partes. Es internacional. Lo que es
interesante en el Morse, es que hay simplemente dos unidades, la larga y la
breve, y lo que cuenta es la cantidad de estas unidades y su ubicación
respectiva, antes o después. La posición respectiva de dos signos, como en
Morse, se utiliza también en alfabetos mucho más tradicionales, como el
polaco, el húngaro, etc. La comunicación de Pellat ha mostrado muy bien que
el grafema podía tener varias definiciones y en varios modos de aproximación.
En mi artículo de 1983, yo también dejaba a la grafética el asunto de los rasgos
pertinentes puramente gráficos. Pero quisiera que se acepten, sin proferir
anatemas, varias definiciones del grafema.
212
J
14
La escritura de las palabras
comunes a dos lenguas del
mismo alfabeto: estudio
comparado del francés y el inglés
H ubert Séguin
(U niversidad de Ottawa - Canadá)
Resumen
El inglés y el francés —dos lenguas sin embargo muy diferentes—
comparten gran número de unidades léxicas para expresar nociones
comunes y designar los mismos objetos. Estas palabras comunes se
presentan bajo una forma gráfica idéntica o sim ilar determinada por un
mismo alfabeto, el latino, pero adaptado a cada una de las lenguas para
representar sus características fonéticas y morfológicas.
Un estudio comparado de 23.000pares de palabras relevadas en dos
diccionarios bilingües recientes y procesadas por ordenador da lugar a
estadísticas ilum inadoras sobre reglas de escritura específicas del francés
y el inglés.
214
“cognados” o “palabras amigas”. Contrariamente a los homóni
mos, nuestros homógrafos son pares de palabras de igual
sentido e igual grafía, cuya pronunciación es diferente en las
dos lenguas comparadas. Hemos encontrado unas 6500 de
éstas. Véase la lista de las más frecuentes en el Apéndice 2.
Un inmenso número de palabras comunes a las dos len
guas comparadas presentan variaciones gráficas de importan
cia diversa. De estos pares de palabras, hemos seleccionado los
que presentan suficiente similitud para ser reconocibles en la
lectura en la lengua segunda. A esos pares los hemos llamado
parágrafos. No se trata de parónimos, que son palabras casi
homónimas, es decir de sentido diferente y pronunciación casi
idéntica, como “conjecture/conjoncture” [conjetura/coyuntura]
o “éminent/imminent” [eminente/inminente]. Se trata más bien
de palabras que comparten al menos una acepción común, como
los homógrafos, pero que presentan variaciones gráficas de
orden fonético como “vehicle/véhicule” [vehículo], de orden
morfológico como “activeZy/activemení [activamente], o de am
bos a la vez como “religiows/religiewjc” [religioso], “organice/
organiser” [organizar], etc. Hemos encontrado unos 17.000
pares de este tipo. Véase la lista de las variantes más produc
tivas en el Apéndice 3.
Disponiendo de este amplio corpus de datos, me ha pare
cido interesante comparar las dos lenguas bajo el aspecto de su
grafía respectiva para las mismas palabras. Le hice al ordena
dor varias preguntas sobre el empleo de las letras, los diacríticos
y los separadores, sobre la longitud gráfica de las palabras, los
tipos de variaciones gráficas en los pares parógrafos, su produc
tividad en cantidad de unidades léxicas, la economía de empleo
de los caracteres entre las dos lenguas para escribir estas
unidades, etc. He aquí algunos resultados parciales, dado los
límites de espacio.
215
la - Comparación del empleo de las letras (vocales)
(Véase Apéndice 4)
1. E (10,47%) E (14,89%)
2. I (10,16%) I (10,07%)
3. A ( 9,24%) A ( 7,96%)
4. O ( 7,22%) O ( 6,58%)
5. U ( 3,62%) U ( 4,23%)
6. Y ( 2,17%) Y ( 0,64%)
216
Ib - Comparación del empleo de las letras
(consonantes) (Véase Apéndice 4)
218
Los 6 diacríticos tienen la siguiente distribución frecuencial:
Totales:
Marcadas 1599 6103 7702
No marcadas 28.194 71.104 99.298
Marcables 29.793 77.107 107.000
219
La é representa el 87,2% de las letras marcadas. El acento
grave aparece sobre la a (11 veces) y especialmente sobre la e (520
veces). El acento circunflejo aparece sobre la a (79 veces), la e (62
veces), la i (26 veces), la o (60 veces) y la u (19 veces). La diéresis
aparece sobre la e (5 veces) y especialmente sobre la i (165 veces).
220
La cantidad de palabras con relación a la cantidad de
separadores por palabras se presenta de la siguiente manera:
Fuentes diccionarios
221
Encuestas de vocabulario
Apéndice 1:
Muestra del relevam iento de pares léxicos comunes al
francés y al inglés (página 1 de 532)
222
L abjection 1 2 abjection id. id.
R abjectly 1 abjectement -ly -ement
L abjuration X 1 abjuration id. id.
LR abjure 1 abjurer -e -er
L ablactation ablactation id. id.
L ablation 2 2 ablation id. id.
LR ablative ablatif -ive -if
LR able 218 114 capable cap-
L ablet 1 ablette -t -tte
LR ablution 1 ablution id. id.
LR abnegation 1 abnégation id. id.
Apéndice 2:
Los pares léxicos homógrafos (orden frecuencial
decreciente de las ocurrencias de las palabras inglesas)
Inglés Francés
223
note 290 55 note
local 288 120 local
age 278 222 age
art 276 247 art
support 276 16 support
issue 272 31 issue
informa tion 269 109 information
section 259 102 section
air 257 358 air
million 253 347 million
minute 250 220 minute
special 250 138 spécial
test 249 41 test
situation 247 233 situation
table 243 163 table
base 237 230 base
total 233 229 total
charge 232 125 charge
surface 229 135 surface
difference 227 118 difference
piece 221 270 piéce
six 220 0 six
unión 213 29 unión
mark 207 0 mark
nature 199 224 nature
operation 197 154 opération
regard 192 269 regard
standard 184 17 standard
source 182 135 source
attention 180 146 attention
recent 179 100 récent
volume 179 125 volume
administration 177 166 administration
normal 172 161 normal
Science 167 238 Science
central 166 74 central
reaction 166 146 réaction
etc.
224
Apéndice 3:
Los pares léxicos parógrafos (orden frecuencial decreciente
del número de pares por tipo de variación gráfica)
225
m
Apéndice 4:
Comparación de la frecuencia de las letras: palabras
emparentadas inglés-francés y discurso escrito francés
Léxico Textos
226
A
La term inación inglesa - OUS
22 -ous _* ambiguous
9 -ous -é various
6 -ous -ant odorous
2 -ent conscious
7 -ique cadaverous
1 -euse scabious
1 -ere congenous
1 -el sensuous
1 -al abdominous
1 -atoire blasphemous
1 -eleux grumous
1 -ier pompous
1 -istique humorous
Los adverbios
- LY <-> - MENT
227
¿Habla usted francés?
Discusión
228
15
Reglas de inferencia de los
grafemas complejos del francés
contemporáneo
Claude Gruaz
(C.N.R.S. - HESO)
Resumen
Los grafemas del francés se sitúan, semánticamente hablando, entre
dos polos extremos: el polo plerémico (grafemas portadores de sentido) y el
polo cenémico (grafemas vacíos de sentido). E l francés comprende una
gran cantidad de grafemas formados por varias letras. Esta complejidad
estructural del grafema da prueba a menudo de la existencia de regulari
dades entre elementos semánticamente vinculados, sean éstos léxicos,
derivativos o flexionales.
Las reglas de inferencia que hemos establecido traducen estas
regularidades. Estas asocian un grafema inferente (ej. a de lacté [lácteo],
facteur [factor]) a un grafema inferido (ej. ai de lait, faire [leche, hacer]);
la inferencia se manifiesta por la presencia de la a en el grafema ai. Las
reglas de inferencia están construidas sobre la base de un modelo
implicacional que determina la forma de los grafemas en función de las
clases de alternancia intrafamiliares a las que pertenecen.
Se examinan sucesivamente:
1 - la extensión de las reglas en sincronía; se distinguen así, entre los
grafemas inferidos, los que son motivados en francés contemporáneo y los
que han dejado de serlo (ej. ai de plaire, plaisir [placer -verbo y sustantivo]
ya no figura en una alternancia);
2 - sus cruces a través de alternancias diferentes (ej. A/E de facteur/
faire [factor, hacer] y saler/sel [salar, sal]);
3 - sus encadenamientos (ej. alternancia a/ai de sanitaire/saine
[sanitario/sana] y alternancia con nasalización de saine/sain [sana/
sano]).
Ciertas formas verbales pueden ser descriptas por medio de reglas de
inferencia, ya se trate de las desinencias o del radical. Es en particular el
caso de las marcas terminadas en E. La inferencia de las marcas tempo
rales es paradigmática (ej. E/A de chantai/chanta [canté/cantó], ferai/fera
[haré/hará]); la de las marcas personales y modales es a la vez paradigm á
tica (ej. é/er/ez de chanté/chanter/chantez [cantado/cantar/cantáis]) y
229
sintagmática en la medida en que ésta se funda en la presencia de
grafemas consonánticos adjuntos (ej. r, z). El radical verbal, como los
sustantivos y los adjetivos, sigue a veces las reglas de inferencia generales
{ej. alternancia E/A de naitre/naquit [nacer/nació], ausencia de alternancia
en plaire [gustar]).
El eje cenemoplerémico
231
La inferencia
Reglas de inferencia
La motivación
234
(8 ) EU/ O = > EU - > eu; O - > o
de seul / solitude [solo/soledad], peuple /populaire [pueblo/po
pular], facteur/factoriely [factor/factorial], etc.
Es necesario entonces suprimir esta homonimia de reglas
por medio de sub-reglas contextúales. Aquí, la sub-regla contex-
tual más económica es la que especifica que la reescritura
E U ^e no se realiza más que en el caso del elemento sufijo -el-
(otros casos oiseau / oiselet [pájaro/pajarillol; ciseau / ciseler [ti
jera/cortar con tijera]; marteau / marteler [martillo/martillar];
cháteau / castelet, chátelet [castillo/castillete]; cerueau / cervelet
[cerebro/cerebelo]). (4) se convierte entonces en:
(4') EU/ O = > EU - > e [en -el-]; 0 - > eau
y (8 ):
(8 ') EU ¡O = > EU - > eu [salvo 4']; O - > o
Del mismo modo, la regla (2) es homonímica de la regla de
inferencia ampliada (9) (por regla de inferencia ampliada en
tendemos una regla predictiva de tipo inferencial pero que sólo
afecta a los monogramas):
(9) AJE = > A - > a; E - > e (é, é>é)
de sel/saler [sal/salar], pére /paternel [padre/paternal], frélel
fragüe [frágil], etc.
Debemos reconocer que no hemos podido encontrar en este
caso un criterio que permita suprimir la homonimia. En nues
tra opinión, la explicación pertenece al terreno histórico: en los
siglos XVI y XVII, la sustitución de la e del francés antiguo por
la ai que recordaba la a etimológica sólo se produjo en ciertas
palabras (ej. lat. ala, fr. ant. ele, fr. mod. aile, cf. Dictionnaire
historique, 15).
Así, reglas como (2) y (9) no asumen función predictiva de
la forma ortográfica. Entonces es necesario recurrir a otra zona
del plurisistema gráfico del francés para justificar, si es que este
término conviene, la diferencia de las grafías. Esta zona es la de
los logogramas, o grafías distintivas, cuya especificidad permi
te suprimir la homonimia. Así, si (2) y (9) no permiten predecir
la ortografía de pére (¡paternel) y de paire (¡parité) [par/
paridad], de mere (¡maternel) [madre/maternal] y de maire
(¡majorité) [alcalde/mayoría], por el contrario, el conocimiento
de esta ortografía asegura una aprehensión directa del sentido
y una entrada inmediata a la familia. Pero no se trata de un lujo
de la ortografía francesa, en la medida en que el contexto
discursivo sólo excepcionalmente autoriza a confundir cher y
235
chair [homófonos “caro-querido” / “carne”], mere y maire [tam
bién homófonos] (la categorización y el género participan, por lo
demás, en la supresión de la ambigüedad).
Circuitos inferenciales
236
- 2 Qcircuito: aplicación de la regla única ( 12 ):
(12) A U N = >A - > a; IN - > ai
que vincula directamente a de sanitaire a ain de sain.
Conclusión
A
califican de cenemas por lo general no están definidas: si se trata
de letras, el carácter cenémico parece evidente; si se trata de
grafemas, en el sentido de N. Catach, este carácter exige ser
afinado. Es por ello que hemos introducido la noción de eje
cenemoplerémico: un grafema como ai de faire es cenémico en su
correspondencia con el fonema /e/, pero ocupa sobre este eje una
superficie ampliada hacia el polo plerémico en la medida en que
está marcado por la presencia de la letra a que asigna a la
palabra faire una doble impronta distintiva que permite el
reconocimiento visual y la identificación semántica de faire y/er.
Decir que una escritura es cenémica da cuenta, en nuestra
opinión, de su funcionamiento dominante; esto no podría signi
ficar que las unidades que la componen no pueden cargarse de
una información semántica o simplemente relacional. El eje
cenemoplerémico traduce la polivalencia de ciertos grafemas y
el carácter mixto inherente a una escritura como el francés.
Discusión
239
de la regla abstracta (1). Tal como está formulada, esta regla no reproduce
verdaderamente la inferencia. Habría que tener un modo de indicar que el
grafema y inferido por la alternancia X ¡ Y comporta un recuerdo visual
preciso del grafema x con el que alterna y.
C. G.: Cuando se presenta una regla de este tipo, es claro que se presentan los
casos más generales. Pero yo he hecho alusión, creo, a reglas restrictivas,
reglas contextúales, he presentado algunas, y estoy totalmente de acuerdo en
que este tipo de reglas podría, debería y será ampliamente afinado y comple
tado.
Resumen
Hasta mediados del siglo XIX, eljaponés era una lengua en diglosia.
La forma escrita estaba tan alejada de la forma hablada que sólo el
contexto cultural común podía justificar que se las considerara como
expresiones de una lengua única. En la lengua escrita existía una gam a de
estilos que variaban desde el chino clásico hasta el japonés clásico:
ninguno de ellos podía ser comprendido — mucho menos escrito— sin un
entrenamiento intensivo. La lengua escrita nunca puede ser idéntica a la
hablada, pero la distancia diglósica parece aun más pronunciada y difícil
de franquear en las lenguas que tienen una escritura no alfabética.
La reforma del japonés escrito durante la época Meiji (1868-1912) es
notable. Un movimiento intelectual “por la unificación de las lenguas
escrita y hablada” (genbun itchi), que formaba parte de los esfuerzos de
modernización del Japón, tuvo un éxito completo: en menos de una
generación los japoneses se liberaron del peso de los complicados estilos
escritos, sin haber abandonado su sistema de escritura.
A continuación, damos algunas de las condiciones lingüísticas de
/genbun itchi7 y sus consecuencias para una teoría de la lengua escrita.
1) Una teoría de la lengua escrita debe pronunciarse de manera
válida sobre la relación entre la lengua escrita y la lengua hablada.
2) Esa teoría debe tener una dimensión diacrónica con el fin de
explicar cómo la escritura afecta la lengua y el habla. El ejemplo japonés
demuestra que las formas escritas, más que las habladas, pueden trans
formarse en elementos productivos en los procesos diacrónicos.
3) La noción de diglosia es una de las piedras angulares de esa
teoría, dado que la diglosia representa el caso extremo de distancia entre
la lengua escrita y hablada. No hay diglosia (en el sentido estricto del
término) sin escritura.
4) La noción de diglosia debe especificarse con respecto a los sistemas
de escritura.
No está claro aún el modo en que los sistemas de escritura diferentes
241
L
afectan la relación diglósica entre la lengua escrita y la lengua hablada.
Las tradiciones del chino y del japonés sugieren que la variedad escrita
tiende a alejarse cada vez más de la hablada; el movimiento japonés
genbun itchi por la unificación del japonés escrito y oral en el siglo XIX
demuestra también que la diglosia puede ser superada sin desechar el
sistema de escritura, aun cuando éste sea complejo.
5) U na teoría de la lengua escrita debe estar incorporada en una
teoría sociolingüística del uso de la lengua y del “alfabetismo”.
La escritura japonesa
La cultura escrita
La superación de la diglosia
246
preservarse en la lengua japonesa. Todas las razones aconsejan
abandonar su uso (citado por Miller 1977: 42).
Conclusión
251
2) Esa teoría debe tener una dimensión diacrónica para poder
explicar cómo la escritura afecta la lengua y el habla. El ejemplo
japonés dem uestra que las formas escritas, más que las habladas,
pueden transform arse en elementos productivos en los procesos
diacrónicos.
3) La noción de diglosia es una piedra angular de esa teoría, porque
es un caso extremo de distancia entre la lengua escrita y la oral. No
hay diglosia (en el sentido estricto del término) sin escritura.
4) La noción de diglosia debe ser específica con respecto a los sistemas
de escritura.
Actualmente no está claro de qué modo los diferentes sistem as de
escritura afectan la relación diglósica entre la lengua escrita y la
oral. Si bien las tradiciones china y japonesa de la lengua escrita
sugieren que la variedad escrita tiende a alejarse de la hablada, el
movimiento japonésgem&ím itchi tam bién dem uestra que la diglosia
puede superarse sin descartar el intrincado sistem a de escritura.
5) Una teoría de la lengua escrita debe apoyarse en una teoría
sociolingüística del uso de la lengua y el alfabetismo.
Referencias bibliográficas
252
Washington, D.C.: American Enterprise Institute for Public Policy Research,
1977.
Miyajima, T.: “Gendai goi no keisei”, en Kotoba no kenkyü. Tokio,
National Language Research Institute Report, 1967.
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F. Coulmas (comp.): Linguistic Minorities and Literacy. Berlín, Nueva
York, Amsterdam, Mouton, p. 115-128, 1984.
Nishi, A.: 1875, Writing Japanese with the Western Alphabet. Meiroku
Zasshi 1. Traducción al inglés de W.R. Braisted, University of Tokyo Press,
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University of Tokyo Press, 1984.
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Suzuki, T.: “On the twofold phonetic realization of basic concepts: In
defence of Chínese characters in Japanese”, en F. C. C. Peng (comp.),
Language in Japanese Society. Tokio, University of Tokyo Press, p. 175-192,
1975.
Discusión
M . C oyaud : Entre fonía y grafía, en China, en una lengua china dada, por
ejemplo el mandarín, existe una relación vaga. Es decir que un signo
determinado corresponde generalmente a varios tipos de sílabas fónicas y
segmentales, y con los tonos. Sin embargo, la relación entre grafía y fonía en
China, en una lengua china dada, supongamos el cantonés, el oude, el
shangai, el mandarín, es una relación relativamente estable y la gente la
utiliza de manera relativamente correcta. No es del todo cierto decir que la
escritura china sirve totalmente de unificación lingüística, porque transcribe
lenguas chinas diferentes y los caracteres chinos no son los mismos en Cantón
y en Pekín. Hay caracteres especiales en Shangai y en Cantón para transcri
bir lenguas diferentes, aunque sean de la misma familia. Por el contrario, en
Japón, los caracteres chinos son siempre ambiguos, más allá de unas treinta
excepciones. Son ambiguos con respecto a la fonía, es decir que los caracteres
chinos se pronuncian siempre al menos de dos maneras distintas, en japonés
autóctono y en sinojaponés. En el sinojaponés hay tres dialectos, y ciertos
caracteres chinos pueden pronunciarse de quince maneras distintas. Por otra
parte, hay una ambigüedad semántica, que es bastante frecuente. Los
caracteres chinos desempeñan un papel muy diferente según sean empleados
en China o en Japón. Hice un pequeño estudio sobre la ambigüedad en japonés
escrito para intentar desentrañar un poco esta situación. Usted hizo alusión
a una latinización eventual. Es inútil latinizar porque existen kanas que
transcriben fonéticamente muy bien el japonés. Pero, ¿por qué los japoneses
253
están condenados a conservar los caracteres chinos, a pesar del extraordina
rio engorro de su escritura? Es que los caracteres chinos tienen justamente
una pregnancia semántica; expresan sentidos que no pueden expresar direc
tamente los kanas\ hay demasiadas homofonías en japonés, de manera que
una notación puramente fonética de la lengua vuelve absolutamente imposi
ble la comunicación, en cuanto ésta supera la lengua corriente.
F . C oulmas: Conozco su artículo de 1977 sobre los homógrafos en japonés, y en
la versión escrita de mi comunicación discuto ese punto. No pongo en duda el
hecho de que las funciones de los caracteres chinos y japoneses sean diferentes.
Pero muchas de las homofonías existen a causa de la modernización a partir
del período Meiji, es decir que la homografía y la homofonía de los caracteres
en japonés es más problemática ahora que a fines del siglo XVIII. Creo que en
el siglo XIX no constituía una razón para abandonar los caracteres chinos.
D. B randy : Usted habló de una crisis en el siglo XIX; ¿podría decirse que hay
una crisis en el Japón también en el siglo XX? ¿El problema reside principal
mente en lo que respecta al tiempo de aprendizaje de la lengua? Usted habló
de nueve años para aprender a leer y a escribir, ¿hay un debate con respecto
a este tema? Es decir, ¿hay una pérdida de tiempo? ¿O, por el contrario, se
corresponde con el desarrollo de la inteligencia? El debate existe en Francia,
entre ciertos partidarios del latín, por ejemplo.
F. C.: La única razón de la crisis del japonés en el siglo XIX era el estado
secular del Japón (más de 200 años de aislamiento) en el momento de su
apertura hacia Occidente. No era posible hacer traducciones de literatura,
filosofía, sociología, etc. del inglés, del francés, etc. Pero el proceso de
modernización del japonés en el período Meiji fue un éxito total. Hoy la
estrategia de incorporación de nuevos lexemas es un poco distinta. En el
período Meiji, se utilizó sobre todo la estrategia de los “calcos”, pero ahora las
palabras extranjeras, sobre todo inglesas, son integradas varias veces, proba
blemente a causa del acelerado desarrollo y también quizá porque hay
muchas comunicaciones internacionales.
P. A charo : Pienso que es un poco restrictivo decir que no hay diglosia sin
escritura. Podría citar como ejemplo un texto que mi colega Paul Valde
escribió para el volumen de homenaje a Ferguson que acaba de aparecer en
los Estados Unidos, en el cual demuestra que hay una estructura diglósica
entre el sango y creo que el yoruba, dos lenguas orales de Africa, porque una
es reconocida como posible variedad fuente de la otra y, en consecuencia, hay
efectivamente una relación diglósica que se introduce en ese caso, aunque no
haya escritura o, si la hubiera, sería de la lengua considerada como variedad
baja, que entraría en una doble diglosia, una con la variedad oral fuente, y otra
con una variedad escrita controlada. Pero el término de diglosia, incluso en un
sentido extremadamente estricto, podría aplicarse a la primera situación.
F . C.: Creo que es un problema de terminología. Personalmente, prefiero
reservar el término de diglosia a los casos en los que encontramos, para la
primera lengua, o una lengua de la misma fuente, una versión escrita y una
versión hablada. Es el caso del árabe, el senegalés, el tamul, el chino o el
japonés. Es un problema muy complejo y me gustaría discutirlo con usted.
254
S. B attestini: Ni M. Coyaud ni F. Coulmas han hablado de la manera en que
el japonés representa los tonos. Las lenguas tonales en Africa constituyen una
cuestión importante. Me gustaría saber cómo el japonés resuelve el problema
de los tonos.
M. C.: No hay tonos en japonés. Al menos, hay tonos pero no tonemas.
F. C.: En chino no se representan los tonos. Se representan las sílabas, es decir
que las sílabas tienen tonos diferentes y se diferencian en la escritura, pero
no para marcar los tonos.
Notas
255
lengua en dos años en Italia, en tres años en Alemania, y en Gran Bretaña,
donde lleva más tiempo, en cinco. En Japón, incluso después de seis años de
escuela primaria y tres años de secundaria, un alumno no puede comprender
adecuadamente el periódico.”
6. Las más recientes estadísticas provienen de una encuesta llevada a
cabo por el Ministerio de Educación en 1955/56. Cf. Neustupny (1984) para
una interpretación de los datos.
7. Suzuki se refiere al hecho de que la mayoría de los kanji tienen una
doble lectura, una sinojaponesa que correspondegrosso modo a la pronuncia
ción china del carácter (en el momento de su adaptación), y una japonesa, es
decir, el equivalente léxico japonés de la palabra china.
8. Suzuki no se preocupa por especificar lo que quiere decir exactamente
cuando expresa “en una etapa muy temprana en la historia moderna”. En
términos japoneses, sin embargo, la historia moderna comienza con el período
Meiji.
256
17
Sobre la escritura de los
números
W illiam Haas
(U niversidad de M anchester)
Resumen
1) Por lo general se admite que la preocupación básica de la
educación elemental es el dominio del alfabeto y de las cifras. No se trata
de un juego de niños. El aprendizaje de un sistema de escritura alfabética
y de la notación indo-árabe de los números no es algo sencillo: la tortuosa
y singular historia de cada uno de los dos sistemas lo demuestra.
2) Una comparación entre la lengua semánticamente ilim itada de
las letras y la lengua restringida de las cifras arábigas echará luz sobre
ambas. Cada una es autónoma con respecto a la lengua hablada de quien
la escribe. Pero en tanto que la lengua ilimitada de la escritura alfabética
encuentra su origen en la lengua hablada —y por esta razón mantiene con
ella estrechos lazos estructurales—> la lengua restringida de las cifras no
los tiene: es una creación artificial.
3) Las semejanzas entre ambas lenguas escritas —entre, por ejemplo,
“sesenta y nueve m il setecientos cuarenta y cinco” y “69745”— no se
explican por su derivación común de la misma lengua hablada. Si
queremos saber por qué estas dos lenguas escritas —así como la mayor
parte de las lenguas habladas— se parecen en el hecho de que eligen una
base léxica decimal para la composición de las expresiones numéricas,
encontramos la razón en el hecho no lingüístico de que los seres humanos
poseen diez dedos,
4) Existen, sin embargo, profundas diferencias entre, por un lado,
nuestras expresiones numéricas habladas, tal como están representadas
en cualquier sistema de escritura derivado, sea cenémico o plerémico, y,
por el otro, las expresiones numéricas bajo la forma que adquieren en el
sistema de cifras arábigas, no derivado de la lengua hablada. Las
diferencias más significativas son las que provienen de las divergencias en
las reglas gramaticales que rigen la composición de expresiones numéricas
complejas. Las descripciones actuales son curiosamente deficientes. Una
presentación m ás satisfactoria de las diferencias (objetivo del presente
trabajo) podría contribuir a facilitar el aprendizaje “ontogénico” de las
cifras.
257
La educación elemental general tiene como objetivo asegu
rar el dominio de dos lenguas escritas: una, la nacional de las
letras, la otra, la internacional de las cifras. No se trata de un
juego de niños. La evolución tortuosa de esos sistemas de
escritura ha demostrado su condición radicalmente oscura.
Cada una es autónoma con respecto a la lengua hablada. Pero
en tanto que la lengua escrita alfabética encuentra su origen en
la lengua hablada y por ende mantiene con ella estrechos lazos
estructurales, la lengua restringida de las cifras no los tiene: es
una creación artificial. Existen profundas diferencias entre, por
un lado, nuestras expresiones numéricas habladas, y, por el
otro, nuestras expresiones numéricas bajo la forma que toman
en el sistema de cifras arábigas. Una presentación más satisfac
toria de las diferencias (objetivo del presente trabajo) podría
contribuir a facilitar el aprendizaje “ontogénico”de las cifras.
261
dos por cuentas y las personas del conteo por hileras paralelas,
para que se produjera una invención capaz de ahorrar muchí
simo trabajo: el tablero de contar o ábaco. Este instrumento, el
dispositivo para contar más antiguo, fue inventado indepen
dientemente en diferentes épocas y lugares. En el antiguo
Egipto, Grecia, Roma, India, China, México, lo habrían usado
los comerciantes o recaudadores de impuestos, incluso sin
referencia alguna a sistemas de numerales escritos. Los símbo
los escritos se requirieron sólo cuando se deseó mantener un
registro permanente del resultado de un conteo o cálculo. Los
nombres apropiados para los números, tanto los escritos como
los orales, ya estaban desarrollados, independientemente del
ábaco. Los griegos, por ejemplo, utilizaban su muy económico
“alfabeto” numérico. Fue apenas entre el sexto y séptimo siglo
d.C. cuando los astrónomos y matemáticos indios desarrolla
ron una notación de números que derivaba del instrumento con
el que efectuaban sus cálculos.
Para nosotros, con el beneficio de la mirada retrospectiva,
la notación indo-arábiga resulta estar casi implícita en la
representación de los números del tablero de contar. Pero no es
así como vieron las cosas los primeros usuarios de esa herra
mienta; de lo contrario, muchos otros habrían inventado la
misma notación. Podemos suponer que, ocasionalmente, se
hacían notas preliminares de los contenidos de un tablero,
mediante la escritura de un simple símbolo para el conjunto de
cuentas de cada hilera. El símbolo sería una cifra simple, si la
notación era en hebreo, griego, brahmi o chino estándar. Pero
las series de cifras anotadas no podían ser confiables como
registro de los números representados en el tablero. Resultaría
muy ambiguo: no sabrían si una secuencia de 5 y 3 representaba
“cincuenta y tres” o “ quinientos tres” o “quinientos treinta”,
etc .6 El hecho de que un ábaco nos permita hacer las distincio
nes requeridas, simplemente mediante la observación de las
posiciones relativas de las hileras vacías, debe haber parecido
del todo irrelevante para la tarea de registrar un número. El
nombre de un número, oral o escrito, era el nombre de un
conjunto, y los conjuntos presentados por un ábaco eran de
ocupantes de hileras. Suponer que una notación de números
debía proveer un símbolo para la ausencia de conjunto debe
haber parecido absurdo. Desde luego, ese mismo absurdo fue
aceptado cuando el cero (0 ) se agregó a los otros nueve dígitos
para servir como signo de “no número”.
262
A
Si preguntamos por qué los matemáticos indios encontra
ron esa idea “absurda” más aceptable de lo que lo fue para otros
usuarios del ábaco, la razón deba probablemente buscarse en el
conocimiento que tenían de la gramática sánscrita. Ochocien
tos años antes, Panini había propuesto un signo especial para
marcar la excepcional ausencia de un signo en un lugar de una
construcción gramatical. Siguiendo a Panini, podríamos ver la
excepción inglesa sheep [oveja] de many sheep [muchas ovejas]
como sheep + 0, y clasificarla como un “sustantivo plural”, de
acuerdo con los regulares cat-s [gatos] o hors-es [caballos]. De
modo similar, si excepcionalmente (es decir, en uno de cada diez
casos), una hilera en un ábaco estaba vacía, se marcaría la
ausencia de ocupantes con cero (0). Sin embargo, había una
diferencia. Cuando el cero de Panini había cumplido con su ta
rea de generalización gramatical, podía suprimirse en la si
guiente descripción completa de aserciones.7 Panini apuntaba
a una descripción exhaustiva de una lengua dada; a diferencia
de los matemáticos indios, no tenía intenciones de construir un
lenguaje artificial. Al conservar el cero como uno de los dígitos,
los indios diseñaron un sistema de numerales muy eficiente,
pero también legaron a los futuros matemáticos el problema de
la interpretación de ese nuevo numeral artificial.
La extravagancia conceptual de ese símbolo 0, que carece
de toda correspondencia en los sistemas de numerales orales,
impidió la aceptación de la notación india durante siglos.
Adoptada por los estudiosos árabes en el siglo Di, la notación no
ganó la supremacía en Europa Occidental hasta el comienzo del
siglo XVI, un milenio después de su descubrimiento. El último
triunfo de la notación —llamada “algorística” (por su elemento
principal, alKhwarizmi) o “arábiga”— se debió a los servicios
que prestó a las operaciones aritméticas. Estos servicios eran,
de hecho, inesperados, tan imprevistos como lo habían sido una
vez las ventajas del análisis alfabético para el objetivo de un
sistema general de escritura.
Ese 0, que originariamente había sido concebido como un
símbolo para una hilera vacía, para resolver las ambigüedades
que afectaban los registros provisionales del estado de una
operación en el ábaco, resultó tener muchos otros méritos
maravillosos. El primero de ellos era que cualquier número, sin
importar su tamaño, podía ahora ser representado por medio de
diez símbolos y su yuxtaposición: bastaba la ubicación para
indicar sus valores decimales. Otro de los méritos era que esa
263
representación podía adaptarse a todas las operaciones que
habían sido efectuadas con la ayuda del ábaco. De hecho, era
más fácil calcular con dígitos sobre papel que con las cuentas en
las hileras. La invención del 0 fue la inauguración de la
aritmética moderna .8
Estas ventajas técnicas, sin embargo, no fueron fáciles de
absorber. Implicaban, además del enigmático dígito 0, dos
características que eran diferentes a todo lo que podía encon
trarse en los numerales orales o, incluso, en cualquier otra
notación escrita de números: (i) el reemplazo total de los
marcadores morfológicos de los valores decimales mediante la
posición, y (ii) una inversión del orden secuencial de la construc
ción sintáctica. Esto último se pasa generalmente por alto en las
descripciones de los numerales arábigos.
Al construir el nombre complejo de un número a partir de
nombres simples, procedemos en una secuencia ordenada.
Digamos, por ejemplo, “sesenta y nueve mil setecientos cuaren
ta y cinco”, comenzamos con una subconstrucción que está
marcada con “mil” y que nombra a uno de los números consti
tuyentes; luego seguimos en orden decreciente de magnitud con
los nombres de números menores marcados con “-cientos”,
“-nta” y, por último con el no marcado “cinco”. La yuxtaposición
y coordinación de los constituyentes (con o sin “y”) significa
adición. El orden decreciente, por su parte, está determinado
automáticamente por los marcadores morfológicos y no tiene,
pues, un valor semántico independiente .9
La notación arábiga, por otro lado, construye sus nombres
complejos en la dirección contraria, es decir, en orden creciente
de magnitud, y el orden es en sí mismo distintivo. Esta diferen
cia permanece oculta para nosotros por la facilidad que adqui
rimos para traducir desde o hacia los numerales orales. Sólo
cuando esta facilidad nos falta, como ocurre cuando nos en
frentamos con un número arábigo muy largo —digamos
2804643597—, la sintaxis propia de los numerales escritos se
hace patente. Si deseamos pronunciarlo, tendremos que identi
ficar esas unidades escritas como correspondientes a los apén
dices coordinados de un numeral oral. Esto debe hacerse comen
zando con las unidades y procediendo, de derecha a izquierda,
en orden creciente de magnitud; ubicamos el marcador “mil”
después de tres dígitos, “millón” después de seis y, finalmente,
después de nueve dígitos, estamos listos para invertir el orden
o comenzar nuestra traducción con “dos billones”.
264
Las construcciones de los numerales arábigos se contrapo
nen a las correspondientes construcciones del discurso. Consi
derando el orden temporal de construcción de un numeral
complejo, por ejemplo, 69.745, comenzaríamos naturalmente
con las unidades y seguiríamos agregando (de derecha a iz
quierda) dígito por dígito, asignándole a cada uno un valor que
está determinado por sus predecesores y es por lo tanto inde
pendiente de la longitud del numeral: 5 + 40 + 700 + 9000 +
60000. Vemos que hay subconstrucciones de unidades cada vez
más incluyentes: 45, 745, 9745, 69.745. El sentido de cada
subconstrucción está determinado por sus constituyentes, in
dependientemente de la longitud del numeral.
Debemos notar asimismo que no hay límites para la
extensión de numerales. Cualquier serie dada puede conside
rarse como infinitamente extensible, pero sólo por uno de los
extremos. A condición de mantener el lugar de las unidades,
podemos continuar, de derecha a izquierda, agregando dígitos
de valores decimales cada vez más elevados, para obtener
nombres de números cada vez mayores. Este es el modo natural
en que se presenta en nuestra mente el infinito potencial de la
notación arábiga; es natural aproximarse al infinito en una
serie de magnitudes crecientes, es decir, en nuestra notación,
agregando gradualmente los términos sucesivos de derecha a
izquierda .10
Sin embargo, el orden temporal en el que se escribe un
numeral arábigo dado no es creciente, como su construcción,
sino decreciente, como su traducción oral. El orden temporal de
la escritura o lectura (de izquierda a derecha o viceversa) está
determinado por el orden temporal del discurso .11
Obviamente, existen razones prácticas por las cuales (con
números mayores) la lengua oral adopta el orden decreciente de
magnitud. Si comenzamos la compleja construcción de un
número mayor con el constituyente de valor decimal más
elevado, marcándolo como “millón” o “mil” o “cientos”, hemos
comenzado con lo que es más importante .12
Discusión
F , J ejcic : Si he
comprendido bien, usted dice que en la lengua oral se utiliza
para las cifras el orden decreciente, es decir que se parte de las unidades más
grandes y no de las más pequeñas. Tengo un ejemplo bastante interesante de
dos lenguas eslavas: en una se dice cincuenta y tres y en la otra, tres y
cincuenta. Me gustaría saber si se trata de una excepción.
W. H aas : Esto tambiénsucede en otras lenguas con los números pequeños. En
alemán ^e dice “fünf und vierzig”, y creo que en árabe ocurre lo mismo. Estas
desviaciones pueden producirse, pero están reservadas a los números peque
ños. La estructura global sigue siendo: millón, millar, centena... Las excepcio
266
nes de este tipo, así como las variantes libres que usted mencionó para las
lenguas eslavas, pueden producirse justamente porque este orden no es
distintivo en sí mismo, sino que depende siempre de marcadores. Pienso que
si el orden escrito es decreciente, y si de golpe tenemos otra cosa en lo oral, eso
debe de plantear problemas a los niños, que deben equivocarse a menudo en
esos casos. Es una excepción gramatical.
P . A chard : ¿Puede decirse que históricamente hubo un papel de pasaje del
árabe a las lenguas latinas? Me parece recordar que en árabe lo escrito se
dispone en orden decreciente. Es decir que en la medida en que se ha
conservado el mismo sentido de escritura para los números y al mismo tiempo
una lectura invertida, tenemos en árabe una escritura de cifras que sigue el
orden creciente de la lectura, en tanto que, conservando el mismo orden pero
trasponiéndolo a una lengua latina, nos encontramos con un orden inverso.
W. H.: Es un problema bastante complicado. La diferencia entre la escritura
árabe o la escritura hebrea por un lado, y las escrituras europeas por el otro,
es que a una secuencia temporal oral le corresponde una secuencia escrita que
va, ya sea de derecha a izquierda, ya sea de izquierda a derecha. Pero esto no
impide que en árabe siempre se escribieran los números en orden decreciente,
ya que en la forma oral tienen un orden decreciente: se comienza por los
millares, por los números mayores. Entonces, si comenzaran de derecha a
izquierda, los números no estarían escritos del mismo modo que para
nosotros. Pero, en realidad, se adecúan al uso internacional, y hacen una
excepción para los números: los escriben de izquierda a derecha, en orden
decreciente, como nosotros,
F . D esbordes : Quisiera preguntar qué ocurre cuando, actualmente, ya no
leemos los números como la expresión de cantidad sino simplemente como la
expresión de orden, lo que se hace cada vez más frecuente en los números de
teléfono o los números de automóviles. Es decir que ya no se leerá sesenta y
nueve mil setecientos cuarenta y cinco, sino sesenta setenta y cuatro cinco,
dejando de lado el problema de las centenas y los millares. Me gustaría saber
cómo es posible que se tengan así dos visiones del mismo símbolo. ¿Cómo se
las distingue, en qué constituye su dificultad para los niños?
W. H.: Como usted dijo, los números de teléfono o de automóvil no designan
números. Son los nombres propios de objetos individuales. Cuando enuncio o
cito mi número de teléfono, no construyo oralmente un número que correspon
de a un numeral arábigo escrito; lo que hago se parece más bien al deletreo de
un nombre propio. Sólo que las reglas de deletreo de la escritura plerémica de
los números arábigos son mucho más fluidas que las de la escritura alfabética
cenémica, que exige que deletreemos Haas, por ejemplo, como “ache” - “a” -
“a” - “ese”. No hacemos más que elegir una manera cómoda —poco importa
cuál— de nombrar los elementos sucesivos del numeral. Tengo la costumbre
de citar mi propio número de teléfono, 2249000, como “dos dos - cuatro - nueve
mil” (algunos prefieren “nueve cero cero cero”, o “noventa - cero cero”). No creo
que el empleo bivalente de los numerales —sea para designar números u
objetos individuales— presente dificultades de aprendizaje para los niños.
Más bien podría divertirlos.
267
F. J.: Me gustaría saber si usted tiene alguna explicación para el hecho de qup
el sistema de numeración arábigo haya llegado tan tardíamente a Europa
¿Estaría relacionado con diferencias de concepciones matemáticas o a otro
fenómeno? En un momento de su intervención, usted dijo que la numeración
árabiga se empleaba en Arabia en el siglo EX, y que recién entró en Eurona a
partir del Renacimiento.
W. H.: Los matemáticos árabes lo tomaron de los indios, y creo que éstos lo
descubrieron un poco por azar. Y si pasó tanto tiempo antes de que 10
aceptaran en Europa es, a mi entender, porque lo consideraban oscuro
extraño cuando lo comparaban con otros sistemas de numerales de la lengua
oral, incluso con los sistemas antiguos: nunca habían utilizado antes un valor
únicamente posicional para marcar los valores decimales. Esto no se encuen
tra en ningún otro sistema, y fue posible gracias al descubrimiento del cero
Creo que esos accidentes deben de haberse producido también en la historia
de la escritura alfabética. Es inquietante pensar que tales lavances de la
civilización humana pudieron haberse debido a simples accidentes y coin
cidencias.
Notas
269
5. La independencia sustancial de los numerales romanos no está
afectada por los préstamos del latín, como C y M. Estos numerales aparecen
en relaciones morfosintácticas que no corresponden a las de las fuentes
latinas: XC, por ejemplo, traducido como nonaginta (y no *decem de centum),
y MM dúo milla (no *mille mille). Estas discrepancias son familiares en el caso
de préstamos léxicos de otras lenguas; no son admisibles en una escritura
plerémica derivada (como la china con sus numerales “estándar”).
6. El sistema babilonio de numerales, tal vez conocido por los astróno
mos indios, adolecía de esas ambigüedades (a pesar de algunas indicaciones
de lugares vacíos).
7. Cf. W. S. Alien, “Zero and Panini” (Iridian Linguistics 16, 106-13,
1956).
8. Ignoramos aquí otros servicios prestados por el símbolo 0 en el
desarrollo del álgebra, donde aparece con la función de representar al número
cero (Cf. A. N. Whitehead: Introduction to Mathematics, 65 ss).
9. Desvíos excepcionales del orden decreciente común en construcciones
habladas (como en alemán “funf-und-vierzig” o en árabe “khamas we-arba’in”)
carecen igualmente de relevancia semántica independiente. Pero esas excep
ciones suelen causar dificultades en una traducción a numerales arábigos, en
los que el orden secuencial es distintivo. Para evitar que una mera alternancia
del orden adquiera valor distintivo, debemos desviarnos de la manera normal
en el que nuestra dirección de escritura o lectura corresponde al orden
temporal del discurso.
10. Al decir que es natural construir un numeral arábigo complejo en
orden creciente, no queremos negar la posibilidad de construirlo de un modo
menos natural, como lo han hecho los programadores de ordenadores por
razones propias y valederas. Lo que es natural para la mente humana no es
necesariamente conveniente para un ordenador.
11. Los hablantes del hebreo o del árabe no son una excepción. Cuando
escriben cualquier numeral “arábigo” largo, comienzan, como lo hacen al
hablar, por el valor decimal más alto. Sólo hacen una excepción con respecto
a su convención normal de adecuación al orden temporal del discurso; como
deferencia hacia el uso internacional, escriben los numerales de izquierda a
derecha.
12. A. N. Whitehead (op. cit., 198 s), al considerar “nuestro método
ordinario de enunciar números” y las razones matemáticas para revertir ese
método retórico, no parece haber notado que los numerales arábigos siguen
lo que él describe como “el método artístico inverso de presentar el término
más importante en último lugar”.
Javier R. Aguilera
Prof. de E nseffana Media
en letras - ü.N.N.E.
270
18
¿Una grafem ática autónom a?
Jacques Anís
(C.R.L. de París X Nanterre)
Resumen
A partir de la hipótesis autonomista, que asigna a la lengua una
“forma de la expresión gráfica” y una “forma de la expresión fónica”,
correlacionadas pero distintas, se esbozará una descripción del sistema
gráfico francés. Se distinguirán tres clases de grafemas: alfagramas
(alfabéticos, puram ente distintivos); topogramas (puntuacionales y tipo
gráficos, que participan en la producción de sentido); logogramas (que
agrupan logogramas stricto sensu — unidades globales significativas— y
otros elementos que tienden al funcionamiento sintético).
A título ilustrativo, se presentarán elementos de descripción para:
a) los alfagramas: construcción de modelos abstractos de las letras;
distinción entre nodos y sates, que forman los núcleos silábicos y los
satélites silábicos; estudio de los satélites compuestos; estatuto de / “y ”/;
estudio de núcleos compuestos.
b) los topogramas: análisis de su contribución a la textualización en
tanto organizadores sintagmáticos e indicadores polifónicos.
Se deslindarán la marginalidad y la representatividad de los
logogramas.
Finalmente, se plantearán interrogantes sobre los límites y los
aportes de la grafemática autónoma.
I. Un modelo autonomista
272
Por lo general, se admite que la lengua hablada se basa en un
sistem a de oposiciones fónicas capaz de diferenciar las significacio
nes en una comunidad dada. Como se sabe, este sistem a se llam a
fonémico y sus unidades son conocidas como fonemas. De m anera
análoga, la lengua escrita debe fundarse en un sistem a de oposicio
nes gráficas capaz de diferenciar las significaciones en una comuni
dad dada. E ste es el sistem a que forma la base de la lengua escrita,
que llamamos escritura. Las unidades de este sistem a pueden
llam arse grafemas. (1945-1949, p. 87-88)
1.1. L as unidades:
273
1.2. E l enfoque del sistem a
2 - Los alfagramas
3 - Los topogram as
278
3.2. A nálisis funcional:
279
podrían agruparse bajo el término sugerido por Damourette de
complementos ambiente. La coma separa del núcleo discursivo
de la frase (tema propio - rema propio) elementos que constitu
yen el segundo plano: si en la frase “El chofer lo miró con
desconfianza” {ibid., p. 53), se insertara una coma después de
“miró”, el rema propio sería “miró”, en tanto que en la frase
original, el rema propio es “con desconfianza”. En frases largas,
la coma individualiza los sintagmas y resalta por sustracción el
tema y el rema propios. Notemos sin embargo que, al comienzo
de frase, la separación mediante coma de un sintagma adjunto
tiene a veces un valor tematizante: “Ayer, fui al cine” responde
ría a la pregunta: “¿Qué hiciste ayer?” más netamente que si no
llevara coma.
b) lo polifónico: pueden distinguirse varias categorías de
valores:
- las marcas interrogativas y exclamativas: los signos
específicos son sustituidos por las marcas sintagmáticas como
la coma, el punto y coma y el punto, portadores de la modalidad
neutra declarativa y se agregan eventualmente a los jerarqui-
zadores discursivos que veremos más adelante; en el mensaje
escrito, se trata por regla general de usos retóricos que forman
parte de una puesta en escena enunciativa, de un dialogismo
expresivo: uno se sorprende de lo que ha escrito, se hace
preguntas y se responde:
4 - Los logogramas
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283
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Discusión
P. Cmois: Usted subrayó el hecho de que los diacríticos sólo deberían existir
para marcar una diferenciación, una oposición. Ese es uno de los aspectos de
la reforma que proponemos, retomando una propuesta de Nina Catach, que
es la de encarar a largo plazo un solo tipo de acento, podríamos decir el acento
agudo. Del mismo modo, para la simplificación de las consonantes dobles, se
podría intentar dirimir la cuestión a partir de ciertas dificultades de interpre
tación.
S. B a tte s tin i: Hay bastante arbitrariedad en su descripción. Dio cuatro o
cinco definiciones de la sílaba y ninguna es satisfactoria.
J. A n ís : Modero mi autonomismo en ese aspecto. Pienso que, efectivamente,
hay un vínculo entre la silaba gráfica y el silabeo fónico. Charmeux, por
ejemplo, en su obra L ’Orthographe á l’école, considera que la noción de sílaba
no tiene pertinencia gráfica. Efectivamente, en la lectura, la sílaba no parece
desempeñar ningún papel. Si nos ubicamos en un punto de vista autonomista,
la manifestación material de la sílaba se resuelve únicamente en el fenómeno
de la cesura al final de la línea. Por el contrario, en lo escrito se encuentra un
funcionamiento de tipo vocal-consonante. Es imposible analizar una distribu
ción sin tener en cuenta este dato. Una posición de repliegue consistiría en
hacer abstracción de la sílaba para referirse únicamente a la palabra que sólo
los sates pueden constituir por sí mismos: a, á, y...
H . S éguin : Le
recuerdo que en Canadá, Baudot ha realizado serios trabajos
cuantitativos sobre letras y series de letras.
C. G ruaz: Me pregunto si sus nodos y sus sates no están identificados a partir
de una relación primitiva entre letra y fonema: así, en ILL, usted reconoce un
nodo y dos sates. Su autonomismo, ¿no resulta cuestionado al hacerlo?
J. A.: Es un debate de fondo. Vachek explica —y resulta obvio— que nuestro
sistema alfabético se construyó en un principio como un sistema fonográfico.
Pero en sincronía, tenemos acceso directo al sentido a través de lo escrito, en
una lectura puramente visual. Hay allí una pregnancia de las unidades
visuales independientemente de su origen gráfico. Es cierto que las observa
ciones actuales sobre las imposibilidades (por ejemplo l p en inicio) se
remontan a fenómenos históricos. Es posible sin embargo estudiar una
distribución y mostrar las relaciones de lo escrito sin recurrir a otra cosa. Por
ejemplo, hay una autonomización de la sílaba gráfica.
284
N . C atach : D os observaciones de orden general: todas las investigaciones son
deseables, posibles y necesarias, siempre y cuando se especifiquen los planos
en los cuales se efectúan. Así, podemos hacer estudios que llamaré “graféticos”,
sobre los grafos, oponer entre ellos los “tipemas”, caracteres manuscritos o
tipográficos, mayúsculas/ minúsculas, etc. Podemos hacer investigaciones
“grafémicas” distribucionales, también interesantes. Podemos limitarnos
únicamente al plano escrito (investigaciones unilaterales). Podemos concebir
enfoques bilaterales (entre lo oral y lo escrito) o trilaterales (entre lo oral, lo
escrito y la lengua). Pero hay que fijar muy bien sobre qué se trabaja, y
limitarse estrictamente a ese proyecto. No hay que tomar la parte por el todo,
y extrapolar diciendo que la lengua sólo es esto, o sólo es aquello. No podemos
llevar toda la lengua a una investigación estrictamente distribucional, a uno
solo de los planos en los que funciona, el escrito. Segunda observación: o se
conoce la lengua cuya escritura se estudia, o no se la conoce. En el caso de los
desciframientos de escrituras correspondientes a lenguas desconocidas, len
guas muertas, las investigaciones “autonomistas” a las que se dedica Anis son
en cierto modo indispensables. Pero me gustaría recordar que ni siquiera
Champollion trabajó así. Lo poco de metodología que poseemos para los
desciframientos actuales no responde a los métodos que se han expuesto.
Incluso limitándose a un plano unilateral, únicamente escrito, un distribu-
cionalismo a ultranza, que se limitara a la letra, no puede bastar para
penetrar en el funcionamiento de una escritura dada. Incluso para un
desciframiento, trabajar sólo en el plano de la expresión, o en el plano de la
letra y por ende de la substancia, sería como una regresión. Me parece
necesario no olvidar que los elementos deben analizarse de manera doble, a
la vez en el plano de la expresión y en el plano de la función o valor, de cada
unidad (y no de la letra) en un sistema dado.
285
19
Cuestiones planteadas por el
árabe a una teoría general de los
sistemas de escritura
A m r H elm y Ibrahim
(Docente de la U niversidad de París VIII)
Resumen
La ausencia de transcripción de las vocales y luego su transcripción
más o menos total a través de signos diacríticos independientes del
alfabeto, así como el retorno actual, en la escritura impresa y en la
escritura de los particulares, a los signos consonánticos y semiconsonán-
ticos exclusivamente revela, en árabe, ciertas particularidades en la
relación de los usuarios con la escritura, cuya problemática intentaremos
analizar.
Una de estas particularidades es el vínculo indisoluble entre la
grafía y la gramática: el desconocimiento de esta última impide la
interpretación de la escritura en la mayor parte de los casos. Una de las
consecuencias de este fenómeno es el carácter generalmente ilegible
—excepto entre personas que se conozcan lo suficiente para “preverse”— de
toda transcripción dialectal, ya que los dialectos no entran casi nunca en
la escolarización, pero también lo es todo lo que presupone social e
intelectualmente una lectura apenas correcta y la fantástica brecha entre
lo oral y lo escrito oralizado.
Otra particularidad es la necesidad, a través de variantes que no son
únicamente caligráficas, decorativas o tipológicas, de poseer una compe
tencia en reconocimiento de “constantes inestables”. Se subrayará por
último cómo estas “dificultades” están equilibradas por una casi total
ausencia de problemas ortográficos en el sentido en que se los entiende
tanto en francés como en inglés, y que constituyen la proyección de cierta
representación de un equilibrio particular entre, por una parte, las tres
entidades formales que son losgrafemas, los fonemas y la gramática y, por
la otra, la forma de los contenidos —en el sentido de Hjelmslev— vincula
dos con cada una de las tres entidades.
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A’Samarra’I, I.:Mabáhéss loghawéyya (Estudios lingüísticos). ‘Al Najaf,
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292
D iscusión
E. A ndreewsky : Las razones de la ausencia, en los textos árabes escritos, de
las letras “vocales”, ¿no son la voluntad (implícita) de conservar cierta
ambigüedad necesaria para la interpretación del texto? Necesaria, si se
considera, por ejemplo, el fracaso de una lengua como el esperanto (cierta
mente debido a la evacuación de toda ambigüedad). La pintura clásica, se dice,
funcionaba con una imagen de la realidad que no se podía adornar, que no se
podía interpretar y que, por consiguiente, carecía de interés. En su opinión,
el árabe escrito, con las vocales, ¿no sería también bastante ambiguo y por
ende no permitiría fácilmente una interpretación no fija? ¿Es ésta una
interpretación racional? ¿Es la que usted ha querido sugerir?
A. I brahim : Sí, en gran medida. El ejemplo del esperanto está bien elegido.
Me parece que en materia de comunicación, no hay enemigo más grande que
esa voluntad positivo-racionalista de transparencia total. La comunicación
no puede situarse en un nivel único, directo, en esa representación de
ingenieros, informáticos, pues ya no es comunicación, sino transmisión de
objetos, lo que nada tiene que ver con la lengua.
F. D esbordes : Los druidas se negaban a escribir lo que se refería a su doctrina
religiosa, aunque conocían la escritura. Esto indica que había de su parte un
rechazo a la transparencia. César, que lo cuenta, no deja de sorprenderse, y
encuentra al hecho explicaciones racionales, del tipo “no dañar la memoria”,
pero no va más lejos. Por el contrario, hay una excelente interpretación en la
obra de Georges Dumezil “Le mort saisit le vivant”, que muestra que este
rechazo de transparencia va mucho más lejos que la idea que puede hacerse
un espíritu racional. Lo que significa, como usted mismo dijo, que una
verdadera comunicación no puede ser perfecta.
N . C atach : Los grupos de tres consonantes, que son el esqueleto de la mayor
parte de las “palabras” en escritura árabe, ¿pueden desempeñar un papel
“ideográfico”, es decir generador del sentido de toda la familia de palabras? Me
explico: se habla de “alfabeto” para las escrituras consonánticas y para
aquéllas que comprenden a la vez consonantes y vocales. En realidad, existen
todos los matices en las escrituras: por ejemplo para el etíope, se habla de
escritura silábica; para ciertas escrituras indias, se habla a un tiempo de
escritura silábica y consonántica. Para el árabe es aparentemente más obvio,
en general, que se trata de un alfabeto consonántico, con las notaciones
vocálicas diacríticas, que usted ha señalado. Pero, ¿es tan obvio en realidad?
Mi pregunta es la siguiente: las notaciones de raíces de palabras, tal como
existen en árabe, ¿toman para el lector un aspecto “ideográfico”, en el sentido
de que constituyen una suerte de arquetipo semántico, que es a la vez de orden
funcional en el plano de la indicación de flexiones (ya que existen flexiones
internas) y de orden derivacional? KTB, por ejemplo, ¿sería para el lector y
para el que escribe un arquetipo con aspecto ideográfico?
A. I.í Exactamente. Se puede ir aun más lejos en esta perspectiva contando
las formas efectivas que adquieren esos grupos. Tomemos un ejemplo anexo:
ciertas personas, en todo el mundo árabe, tienen una aptitud bastante grande
293
para leer textos, o las inscripciones en los monumentos, en escritura no
siempre fácil de decodificar para alguien que posee una educación moderna.
Y llegan a leerla realmente. Saben dónde están situados los grupos. Sin una
verdadera escolarización en árabe, tienen una percepción —en el sentido
literal del término— ideográfica de esa escritura, que recortan a su manera.
No sé cómo lo logran. Tampoco sé cómo muchos niños que quieren a toda costa
obtener su diploma de fin de escolaridad primaria logran constituir grupos,
independientemente de la metodología de aprendizaje de la escritura y la
lectura que recibieron, y logran reconocer, de esa manera también, la
suficiente cantidad de grupos para aprobar el examen prácticamente sin
saber leer ni escribir, en el sentido analítico del término. Es cierto también
que, en ciertos intelectuales, se produce una forma de estereotipación en la
percepción de los textos, que hace que lleguen a leer muy rápido. Si se les hace
la broma de deslizarles una frase con un contenido un poco divergente en el
interior de la página que leen, no la ven, señal de que no la han leído
realmente. Es decir que hacen grandes saltos sobre fragmentos, que no son
exactamente los de la articulación real. No quiero sacar conclusiones de este
hecho, pues habría que hacer una investigación, aún no realizada. Existe otra
dificultad: las personas no dicen del todo la verdad sobre lo que efectivamente
han comprendido, sobre todo cuando se trata de la lengua árabe, en la que la
relación con la lengua escrita es psico-político-sociál antes que lingüística;
además aun cuando fueran totalmente conscientes de ello, sería difícil relevar
lo que proviene de la mecánica del aprendizaje y lo que proviene de los hábitos
de lectura o de la verdadera comprensión del texto,
E. A.: No conozco el árabe, pero para retomar lo planteado por la Sra Catach,
me pregunto si sería posible tener una lectura ideográfica de tres consonantes
en árabe, en la medida en que hay muchos conjuntos de tres consonantes que
son homógrafos y que, tomados fuera de contexto, son totalmente diferentes.
A. I.: Ha dicho bien: si se los enuncia fuera de contexto. Justamente, cuando
los enunciamos fuera de contexto nos damos cuenta de que no han sido
percibidos de manera exacta desde el punto de vista lingüístico. La prueba de
esto es que el 80% de los hablantes del árabe no saben utilizar el diccionario,
pues éste no es alfabético, sino que está clasificado por raíces. Dicho de otro
modo, si las personas no son capaces de hacer el análisis de las palabras que
buscan, no pueden encontrarlas. Entonces hay que elegir: o estudian como
locos y se vuelven muy diestros, o permanecen externos a la lengua. No hay
nada en el medio. Además existe una resistencia enorme a nivel social cuando
se quieren hacer diccionarios más simples, con una fuerte reacción de rechazo
en todos los planos. Los grupos de tres consonantes, pues, no aparecen nunca
fuera de contexto para el común de los mortales.
También quisiera decir unas palabras a propósito de la “previsibilidad”
de la lectura en árabe. Nunca, en ninguna época, ni siquiera en la “edad de oro”
del imperio árabe musulmán (bajo Harún-el-Raschid), hubo una escolariza
ción en una lengua única y estándar tan intensiva como la que existe ahora.
La gente se queja de una “decadencia”, no sé si esto es cierto, pero jamás hubo
tantos elementos escolarizados como ahora. Hasta el siglo XDC, numerosas
poblaciones ni siquiera estaban arabizadas. Actualmente, el índice de
294
arabización es extremadamente elevado. Pero esta situación se acompaña
también de una fuerte “estereotipación” de la enseñanza. Esto se debe a la
formación particular de los maestros, que no les permite utilizar un procedi
miento analítico. Pero la gente aprende de todos modos. ¿Qué aprenden
exactamente? ¿Qué es lo que pueden decodificar? Bastantes cosas, si se los
compara con sus homólogos de los siglos VIII o IX. Pero Siempre funcionamos
con los esquemas de esa época, en cuanto a la descripción y a la segmentación
de la lengua. Hay una suerte de desfase muy profundo entre las prácticas
reales de la sociedad y la práctica descriptiva y docente, que es heredera de
una época totalmente distinta.
Notas
295
20
Las correspondencias fono-,
morfo- y logográmicas y el cruce
de la diacronía y la sincronía en
el plurisistema gráfico del francés
Claude Buridant
(U niversidad de Ciencias H um anas - Estrasburgo)
Resumen
La descripción del plurisistem a gráfico del francés elaborado por
N ina Catach y el equipo H ESO distingue en este sistema los fonogramas,
los morfogramasy los logogramas, en un orden que va de losgrafemas que
corresponden estrechamente a los fonemas, a losgrafemas más autónomos
de las “figuras de palabras”. Esta distinción, por importante y eficaz que
sea en el plano científico y didáctico, puede sin embargo afinarse y
completarse. El análisis que proponemos aquí intentará justificar cierto
número degrafemas heredados de grafías históricas por las corresponden
cias que mantienen con sus variantes, detectables en bases de igual
familia. Serán examinados, a partir de algunos casos típicos fin-i en pin-
pinéde, ai-a en main-manuel, ei-é en rein-rénal, 1-u en beau-bel-belle,
cheval-chevaux-chevalet), las relaciones fono y morfográmicas estrictas
(masculino y fem enino) y am plias (radicales-derivados) e incluso
logográmicas (pouls-pulsationj. Estas relaciones nos parecen importantes
para la definición de los diferentes tipos degrafemas que la mayoría de las
veces mantienen relaciones de interdependencia profunda, en el cruce de
la diacronía y la sincronía, de lo escrito y lo oral.
>
A partir de los trabajos de N. Catach y del equipo de
investigación HESO del C.N.R.S., se ha vuelto habitual distin
guir, en la descripción del plurisistema gráfico del francés, tres
tipo de grafemas: los fonogramas, los morfogramas y los logo-
gramas. Sin embargo, con el aporte de N. Catach, esta descrip
ción se ha afinado en estos últimos años, ampliándose hacia un
esbozo de teoría del lenguaje escrito, teoría a la cual el presente
coloquio aporta contribuciones decisivas. En particular, gracias
a los trabajos de L. Hjelmslev1, de M. A. French2y de W. Haas3,
se ha operado una distinción capital entre cenematemas, “ele
296
mentos que sirven para formar la expresión”, y losplerematemas,
“elementos que sirven para formar el contenido”, denominacio
nes de Hjelmslev, que podemos sustituir por las de cenemas y
pleremas. Las unidades cenémicas están fundadas en la segun
da articulación del lenguaje; son unidades distintivas, para lo
oral el fonema, para lo escrito el grafema que le corresponde,
que está en relación con él: el fonograma, que puede ser definido
como la unidad mínima no portadora de sentido en la cadena
escrita.4Las unidadesplerémicas están fundadas en la primera
articulación del lenguaje: son los signos-morfemas o signos-
palabras. A estos signos morfemas les corresponden, en lo
escrito, signos que pasan eventualmente —y no necesariamen
te— por la segunda articulación, los morfogramas:
- grafemas con valor morfográmico gramatical, que dan
información sobre la función (se habla entonces de relaciones
morfográmicas estrictas): e de jolie, por ejemplo.
- grafemas con valor morfográmico léxico, que dan infor
mación sobre el sentido en relaciones radical/derivado, pero
también en la variación del radical: d degrand pronunciada en
grandeur, por ejemplo.
En la categoría de los logogramas, con función distintiva
cuando participan en el reconocimiento gráfico de las palabras
(ej., th, y, m etimológicas de thym), existen, pues, signos-
palabras, como los ha llamado N. Catach, 3, 4, 5, por ejemplo.5
El papel del grafema puede entonces ser doble:
- en tanto que cenema, es un significante (forma escrita)
que remite a un significante (forma oral),
- en tanto que plerema, puede ser, al mismo tiempo o
separadamente, un significante de significado: á por ejemplo,
en á Paris.
El grafema puede entonces definirse en un sentido amplio,
según los términos de N. Catach, como “la unidad mínima de la
cadena escrita con una referencia fónica y/o sémica en la cadena
hablada”.
Las investigaciones más recientes llevadas a cabo por el
equipo HESO han tendido, pues, a matizar la distinción sin
duda demasiado radical, aunque muy útil en el plano pedagó
gico, entre fonogramas y morfogramas gramaticales y léxicos.
En una respuesta durante una entrevista de la redacción de
Pratiques, después de haber recordado la distinción entre las
unidades “vacías” (cenemas, únicamente significantes) y las
unidades “llenas” {plerémicas, de primera articulación) de la
297
cadena escrita, N. Catach subraya que “los fonogramas en sí
mismos no son, la mayoría de las veces, ‘vacíos’, y entran en
redes de extrema complejidad”.6 En el mismo número de
Pratiques, C. Gruaz señala, también a propósito de la articula
ción cenémica, la polivalencia de los grafemas, y distingue valor
fonográmico, valor morfográmico y valor etimológico, dando el
ejemplo de a en aoüt: “Un mismo grafema puede tener varios
valores o funciones; así, a de aoüt [agosto] es etimológica, pero
también fonográmica en aoütat [ácaro] y logográmica por opo
sición a ou, houx [o, acebo, que se pronuncian igual que aoüt],
etc.”7 Cuando más adelante aborda la articulación plerémica
—en la que retoma el marco teórico y las definiciones operativas
de su tesis consagrada a La derivación del sufijo {1984)—, en el
apartado que trata del Algoritmo deformación de los morfemas
y las palabras, C. Gruaz propone reglas de alternancia que
ponen enjuego la polivalencia del grafema. Indica así, refirién
dose a su tesis, la posibilidad de “construir reglas de determina
ción de los grafemas en función de los fonemas alternantes. Si
se tiene la alternancia /e / / /a/, entonces el grafema que
transcribe / e / contiene una a (main / manuel; hum a in l
humanité), por el contrario, si se tiene la alternancia /e / / / e /,
entonces el grafema que transcribe 111 comporta una e, por
ejemplo plein /plénier”. “No todos los casos son tan simples,
señala C. Gruaz, pero la ligazón en la composición de un
grafema alternante es un fenómeno recurrente, aunque no
generalizado”.8 Finalmente, la exposición de C. Gruaz y de R.
Honvault, en el presente coloquio, deslinda reglas de inferencia
que traducen regularidades entre elementos semánticamente
vinculados, que asocian un grafema inferente (por ejemplo, a de
lacté, facteur [lácteo, factor]) con un grafema inferido (por
ejemplo, ai de lait, faire [leche, hacer]); las reglas están cons
truidas según un modelo implicacional que determina la forma
de los grafemas en función de las clases de alternancia intrafa-
miliares a las cuales pertenecen.
Todas estas observaciones y estudios van en el mismo
sentido. Ponen de relieve:
1) la polivalencia o plurivalencia del grafema, que puede a
la vez corresponder a un fonema (signo cenémico) y a un
morfema gramatical o léxico (signo plerémico);
2) las regularidades en series de alternancia que ponen en
juego esta polivalencia del grafema; estas regularidades hacen
intervenir:
298
- el valor del grafema
- la motivación del grafema;
3) la fuerte cohesión de redes en las cuales se inscribe a
menudo el fonograma, y en particular el fonograma complejo,
cohesión que quedaría evidentemente destruida, entre parén
tesis, por una ortografía de tipo fonético;
4) estas redes son el fruto de la diacronía, siempre presente
en nuestra lengua no como un residuo de sistema, sino como una
armazón esencial, una estructura fundamental que la informa
y teje un conjunto siempre vivo de relaciones coherentes y
funcionales, en el campo gráfico entre otros: las alternancias
fono-morfográmicas son los testigos de evoluciones diacrónicas
sistemáticas.
Más precisamente, varios fonogramas, y en particular
fonogramas complejos del sistema gráfico francés, tienen un
valor en el sentido saussureano del término. Para Saussure,
recordémoslo, el valor es el signo visto del lado del significado
y, en consecuencia, como término de una oposición, según la
ecuación:
valor significado
término signo
o también, la unidad lingüística significativa que pertenece al
sistema de la lengua, un término situado en un sistema de
términos similares. Todo valor
a) se define en relación con el sistema en el que es tomado,
b) está determinado por el uso que se hace de él, es decir,
por aquello con lo cual se lo intercambia, por la clase de cosas
exteriores a él que tienen ese valor.9
El valor de un grafema proviene, en este caso, de la
correspondencia o, si se prefiere, de la alternancia significativa,
morfológica o morfoléxica que establece, sobre el eje
paradigmático, con otro grafema de una palabra de la misma
familia, si se entiende por familia lo que C. Gruaz define como
un “conjunto de palabras que tienen en principio un mismo
origen etimológico y un vínculo semántico reconocido [compro
bado] en sincronía”.10 Este “reconocimiento” es sin embargo
variable, como explicaré más adelante. El valor motiva al
grafema, es decir que permite inferirlo a partir del grafema
correspondiente de la alternancia en la que funciona, en el
sentido en que lo entienden C. Gruaz y R. Honvault, pues la
299
inferencia parte de los grafemas simples. Esta inferencia es
también explotable en el plano pedagógico, en el que la llamaría
más bien justificación. La inserción de un grafema en una red
de correspondencias morfográmicas:
- da más coherencia aún al aprendizaje y a la consolidación
de la ortografía; el niño es perfectamente capaz de comprender,
en situación, la función distintiva de lo escrito a través de morfo-
y logogramas, sobre todo porque las palabras se relacionan con
su propio campo semántico, y los morfogramas constituyen las
marcas de pertenecía de una palabra a una familia,
. - reduce los “índices de excepción” distinguidos por W.
Haas, por ejemplo, allí donde, para este autor, sólo una apre
hensión visual (lo que él llama “look and say”) permite eliminar
la ambigüedad, sobre todo porque las dificultades en ortografía
parecen afectar, en cierta medida, más la dimensión vocálica
que la dimensión consonántica: los errores de dominante
fonográmica vocálica suelen ser los más numerosos en las
encuestas que establecen una tipología de los errores.11
La correspondencia que motiva el grafema y le da su valor
se encuentra en general:
- en la variación de la base,
- en la variación de la base con respecto al derivado.
Se apoya diacrónicamente en leyes de evolución fonética
que afectan, por ejemplo, la posición de los fonemas vocales en
las palabras de una misma familia o la competencia entre
tratamiento popular y tratamiento erudito.
Para retormar el ejemplo fait/facteur.
- el grafema ai es un fonograma correspondiente a /e/ (signo
cenémico),
- pero es al mismo tiempo un morfograma motivado por la
a de facteur, palabra de la misma familia con la que tiene una
relación grafo-vocálica.
La inferencia, para retomar este término, debe ir del
grafema simple al grafema compuesto, cualquiera sea el senti
do de la relación base-derivado, porque justifica la selección en
los casos de grafemas en competencia correspondientes a un
mismo fonema, y porque permite eliminar la ambigüedad.
Así, están en competencia:
300
los grafem as e + consonante im plosiva
é
p a ra el fonema
é /£/
ai
los grafem as o
au p a ra el fonema /o/
eau
los grafem as é
ei p a ra el fonem a fe/
ai (en ciertas condiciones)
los grafem as e
eu p ara el fonem a /o/
ceu
los grafem as in
un (oposición I I I / /ce/ tiende
a borrarse en francés con
temporáneo en beneficio p a ra el fonema / e /
de /e /, lo que vuelve más
necesaria la motivación
de un)
los grafem as an
p a ra el fonem a la/
en
em fem me
/a/ á subgrafem as ^ - e n solennel
' aon
rt paonne
aoüt
/u/ O ou subgrafem a aou
saoul
301
i : i
/e/ /a/ fónico
signo cenémico
fait facteur gráfico
t________ 7
relación morfo- signo plerémico
léxica i comprometido en
una serie
clair clarté
grammaire grammatical
etc. etc.
304
las lenguas romances no conocieron la diptongación francesa,
que data del siglo VI.
Es concebible el interés que puede presentar esta amplia
ción para la pedagogía de la ortografía en la enseñanza del
francés a los extranjeros de lengua romance, área que sólo
parece haber despertado hasta el presente limitadas inquietu
des.
Este modesto trabajo, que merecería sin duda una profun-
dización,16 subraya la relación bilateral que existe entre lo
escrito y lo oral.
Varios grafemas, del fono- al logograma, están a la vez:
- en el cruce de la diacronía y la sincronía: en m ain/
manuel, ain es el testimonio de una evolución fonética que
produjo un diptongo ai nasalizado y reducido a un monoptongo,
- en el cruce de lo oral y de lo escrito: ai de main recibe su
valor de la relación que mantiene con manuel, relación que la
motiva, ya que £ la entraña ain <—a según una interferencia que
funciona en la familia, pero también en una serie sistemática en
la que funciona esencialmente la relación entre base y derivado.
Numerosos signos están así motivados en el seno del
plurisistema gráfico del francés por estar inscriptos en redes
paradigmáticas de derivación en las que se observan recurren
cias. El componente morfográmico parece ser, pues, un compo
nente importante de ese plurisistema, en un nivel intermedio
entre el fonográfico y el ideográfico, dado que la ortografía
francesa es, en general, un sistema fuertemente semiográfico
—como la del inglés— con un núcleo duro de fonogramas, por
cierto, pero muy pocos fonogramas “puros”. Los grafemas
polivalentes o “grafemas-cruce”, como los que hemos detallado,
a la vez cenemas y pleremas, son un testimonio de esto, y al
mismo tiempo marcan la fuerte cohesión que une lo oral y lo
escrito que se entrecruzan en una lengua L1, como lo ha
señalado N. Catach.
305
00 R elacion es grafo-vocálicas de los m orfogram as
La corresp on d en cia ai/a en fran cés
V ariac ió n m orfoléxica
V a ria c ió n m orfológica e n los d eriv ad o s
• ai / as, a
• ai / avons en la base
• sa is/sa v o n s - aim er/am our ai base / a derivado a base / ai derivado
- parentesco - aire / ariat - gras/graisse —>
etimológico profundo actionnaire/actionnariat graisser
repaire/patrie auxiliaire/a uxili ariat - bas/baisse —»
repairer/rapatrier commissaire/commissariat baisser
caisse/chásse fonctionnaire/fonctionnariat [puede ordenarse
s ecrétaire/s ecr étariat* en la variación
- air(e)/otro correspondiente de base]
prim aire/prim arité
libraire, librairie/(librariat)
gram m aire/gram m atical
pair/parité
- ait/act
fait/facteur; trait/tracteur...
- ateur
aim er/am ateur
- té
clair/clarté
- bilité
aimable/amabilité
- ain + v
domaine/domanial; grain/granulé;
laine/lanifere, lanice;
fontaine/fontanelle; haine/haír
*ju n to a secrétairerie: cf. Secrétairerie du Saint-Siége (- Consejo de Relaciones Públicas).
308
palabras tales como acétonémie deben ser tratadas aparte, “no deberían
incluirse en un apartado en particular consagrado a las formaciones eruditas,
sino en el marco de los vocabularios técnicos a los cuales pertenecen; en
sincronía, no hay palabras eruditas (las bastardillas me pertenecen):
acétonémie es un sintema para el médico, un monema para la mayoría de los
hablantes. Que en ciertos casos sea difícil de pronunciarse sobre el grado de
motivación de los derivados —¿régicide está en relación con roí?— es otro
problema, no específico de los derivados de carácter erudito: ¿es posible
establecer una relación estrecha entre fournée y four [hornada / homo],
vermine y ver [parásitos / gusano]? (Théorie fonctionnelle de la suffixation
(appliquée principalement au franqais et au wallon du centre). Editions “Les
Belles Letres”, París, 1986, Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Liége, Fascículo CCXLV1, p. 79, nota 10).
14. L. Verlee habla en este sentido de la eficacia de las palabras, es decir
de su mayor o menor riqueza en derivados o compuestos (Basis-Woordenboek
voor de Franze Taal, Amsterdam, Neulinhoff, 1954, concepto al cual hay que
asociar el de creatividad, es decir su capacidad actual de generar nuevos
derivados y compuestos. “Productividad” podría englobar estos dos conceptos.
Según mis conocimientos, no se han estudiado sin embargo las relaciones que
pueden existir entre la frecuencia y la creatividad de las palabras. ¿Las
palabras más frecuentes están también entre las más productivas?
15. Cf. sobre este punto mi artículo “Pour une étude diachronique du
franqais modeme: quelques propositions”, Perspectives médiévales, n° 2,
noviembre de 1976, Société de langue et de littératures médiévales d’oc et
d’oíl, p. 6-31, donde esbozo un “análisis diacrónico al revés” de la correspon
dencia l / u(x) en francés, que luego he perfeccionado.
16. Las redes de correspondencias no están limitadas, desde luego, a los
digramas en competencia; las alternancias también se producen en los demás
grafemas: sel / saler; voile / vélaire para los fonogramas, o para los logogramas,
p de temps motivada por lap de temporel o la d depoids por la d depondérable,
a pesar de la falsa etimología, etc...
309
21
La escritu ra com o p lu risistem a,
o teoría de L prim a
N ina Catach
(C.N.R.S. - H ESO )
Resumen
Las escrituras son conjuntos de signos discretos, articulados y
arbitrarios, que permiten comunicar cualquier mensaje construido sin
pasar necesariamente por la voz natural: en este sentido, el arte rupestre,
las muescas, las marcas y micro-sistemas más antiguos son más bien
proto-escrituras que escrituras. Por el contrario, el lenguaje de los gestos,
el Braille (que es táctil y no visual), pueden ser considerados como
escrituras. Consecuencia: todo conjunto semiológico de este tipo, diferente
pero comparable en complejidad y performances al lenguaje oral, debería
merecer un análisis lingüístico del más alto nivel, lo que hasta hoy no se
ha llevado a cabo. Para nuestros tipos de lenguas en particular, se puede
comprobar la existencia de sistemas de escritura que presentan no sólo
unidades significantes específicas (formas de la expresión) sino también
unidades de primera articulación, pleremas. Aunque los mensajes trans
mitidos o recibidos no pasen necesariamente por lo oral, están estrecha
mente conectados con lo verbal, fundamento de todas las demás semiologías.
Por lo tanto, partiendo de los tipos de unidades y de los niveles universales
del lenguaje (fonemas, sílabas, morfemas, palabras, frases, texto), luego
seriando los aportes originales de cada escritura y de todas las escrituras
al universo del lenguaje, lograremos echar las bases de una grafemología
general. Segunda consecuencia: cualquiera sea la prioridad filogenética y
ontogenética del lenguaje oral, su relación con la escritura debería ser
considerada no en una relación dejerarquía, sino de complementariedad,
según la siguiente fórmula: Todo lenguaje Lprovisto de un oral A y de un
sistema de escritura desarrollado B se convierte en L \ según la ecuación
A x B = L > L ’.
1 [z] s (x)
2 [z] s (x, z)
3 [t] t (d)
Figura 1
Marcas verbales orales y marcas verbales escritas
Sustancia 1
Solución 1 Forma de la
( Sustancia 2
expresión única
Forma de la expresión 1
Forma de la expresión 2
Signo 1
Signo 2
Lengua 1
Solución 4 Lenguas
diferentes
Lengua 2
Figura 2
Las cuatro soluciones de la escritura
315
- inadecuaciones cualitativas (presencia en lo escrito, au
sencia en lo oral, o la inversa). Se trata ante todo de los sistemas
de refuerzo, presentes de manera muy general en casi todos los
sistemas de escritura del mundo: blancos, puntuación, mayús
culas, cifras y números, siglas, abreviaturas, símbolos científi
cos y técnicos, etc. Luego, para ciertos conjuntos como el del
francés, las letras mudas, con las que hacemos un conjunto
aparte;
- letras mudas: con toda evidencia, dejamos aquí lo que
corresponde a la Solución 2 para pasar a la Solución 3.
Hemos hablado de morfogramas gramaticales, en particu
lar verbales, cuyo origen etimológico e histórico es indudable,
pero cuyas funciones actuales son indicar respectivamente el
modo, el tiempo, la persona, etc. Debemos mencionar también
los morfogramas léxicos (vínculos entre radicales y derivados),
sobre los cuales pueden hacerse las mismas observaciones.
Tomemos una vez más el ejemplo del verbo en francés, en
particular las alternancias consonante escrita/consonante pro
nunciada (cf. Catach 1980, p. 239):
t teint/teinter ai balai/balayer
[teñido/teñir] [barrido^a^rer]
rabot/raboter ain bain/baigner
[cepillo/cepillar] [baño/bañar]
d cafard/cafarder ou trou/trouer
[soplón/soplonearl [agujero/agujerear]
s damas/damasser eau créneau/créneler
[damasco/adamascar] [almena/almenarl
ais niais/niaiser an trépan/trépaner
[tonto/atontar] [trépano/trepanar]
o ís bois/boiser on amidon/amidonner
[madera/enmaderar] [almidón/almidonar]
Figura 3
Alternancias gráficas radicales/verbos en francés
(lo que es informativo es la ausencia de consonante en el segundo caso)
316
Por cierto, los contraejemplos no faltan, en particular por
el hecho de que el francés utiliza muy a menudo los derivados
en t en caso de no-presencia de una marca gráfica sobre el
radical:clou / clouter [clavo/clavetear] (junto a clouer [clavar]),
numéro / numéroter [número / numerar], etc. Pero un procedi
miento que consistiera en ignorar o rechazar una estructura
tan completa en información gráfica como ésta, y muchas otras,
sería muy lamentable en nuestra opinión. Hoy habría que
examinar con más detalle para quién, en Francia, estos mor
fogramas son efectivamente motivados...
Morfogramas gramaticales:
322
Morfogramas léxicos:
nominales cri [grito]
prefijos
< verbales crie [grit-]
associer/associal [asociar/asocial]
sufijos charmant/chérement
[encantador/encarecidamente]
final enfant/enfanter [cf. crío/procrear]
composicion vinaigre/vraisemblable
[vinagre/verosímil]
Figura 4
Los diferentes tipos de morfogramas del francés (ejemplos)
5 - Definición de la escritura
323
-
IV - La teoría de L prima
contenido
i
expresiones orales
'i'
expresiones escritas
contenido
324
Lengua
(o norma lingüística universal)
Figura 5
Esquema de Vachek
(“Zum Problem der Geschriebenon Sprache”, TCLP 8, 1939, p. 98)
1- articulación
2- articulación
A B
Lengua fonémica Lengua grafémica
Reglas de correspondencia
fonémico-grafémicas
Figura 6
El modelo de L prima
Referencias bibliográficas
326
Catach, N. (comp.): “Les systémes d’écriture”, n9 especial, Textes et
Documents pour la classe, CNDP, 1992.
Gelb, I.J.: A Study of Writing, The Foundation of Grammatology,
Chicago, Chicago Press, 1953 [versión francesa, Pour une théorie de Uécriture,
París, Flammarion, 19731
Haas, W.: Writing without Letters, Manchester, Manchester University
Press, 1976,
Discusión
327
J. Anís: Ante todo quisiera manifestar mi acuerdo con el modelo propuesto por
la señora Catach. Este modelo supone un enriquecimiento mutuo de la lengua
escrita por la lengua oral, y a la inversa, y de un modo general, una
multiplicación de las posibilidades déla lengua. Un ejemplo bastante elocuen
te podría mostrarlo, es el de las siglas, que antiguamente pertenecían a la
esfera de lo escrito; por ejemplo, una C funcionaba de manera autónoma, una
E remitía oralmente a una é, una é, una en, etc., mientras que hoy en día
tenemos una tendencia a crear siglas que sean oralizables, y que por consi
guiente actúen a la vez en las dos dimensiones.
N. C.: Si me lo permite, hay allí restricciones de orden fonológico. Por ejemplo,
una sigla como S.N.C.F no puede entrar en una “palabra” directamente
oralizable, mientras que la sigla C.G.T. puede hacerlo, de tal modo que ha dado
incluso un derivado, cegetista. Asimismo URSSAF, etc.
J . A.: Estoy totalmente de acuerdo con usted en analizar las relaciones entre
lo escrito y lo oral de una manera sociolingüística, en términos de situaciones
de comunicación muy precisas: tomar notas de una comunicación oral, etc. Por
ejemplo, en un debate en la Asamblea Nacional, va a haber primero un texto
escrito, que va a ser depositado en el escritorio de la Asamblea; luego, la
intervención del diputado, que eventualmente va a separarse de su texto,
manifestaciones orales del público, etc., y llegamos por último a las
reelaboraciones, luego a un texto publicado. Nuestras sociedades se caracte
rizan por estos procesos de transposición de un sistema al otro hasta
fenómenos extremadamente complejos. Por otra parte, junto a una estructura
dominante de escritura, habrá otras que van a crear procesos complementa
rios, por ejemplo el sistema consonántico de las abreviaturas, etc. Yo quisiera
también volver sobre las estrategias de lectura. ¿Qué quiere decir leer?
¿Tomar conocimiento del sentido? ¿De qué modo? El propio alfabeto, según
Goody, puede intervenir en estructuras de memorización, en estructuras de
investigación; hay una pertinencia en el nivel de la lectura.
C. G ruaz : En ocasión de la intervención de M. Ibrahim, la señora Catach
destacó el interés de la globalidad de las marcas del radical, y retomó también
este problema en su propia comunicación. Quisiera decir que el principio del
esquema consonántico radical se encuentra también en francés, pero no
somos forzosamente conscientes de ello. Me pregunto si no estamos en
presencia de una marca universal, con toda la reserva que se requiere para
utilizar el término. Voy a dar un ejemplo, el del verbo faire [hacer] en francés.
¿Qué encontramos? Encontramos constantes: fac, faqon, facilité, fact, f, c, fct,
luego tenemos faic, faict, fie, etc. Quiero decir que hay una suerte de esquema
que es muy recurrente y en el cual no siempre se piensa. ¿Por qué? Porque de
hecho hay, creo, dos niveles de radicales: un radical morfémico, portador de
sentido, al cual, muy a menudo, se le ha adjuntado un prefijo; pero si tomamos
el radical, que llamaré, por razones de brevedad, etimológico, y se lo aísla
según criterios esencialmente distribucionales, si queremos permanecer en
sincronía, nos damos cuenta de que comporta efectivamente marcas muy
recurrentes. Nina Catach decía hace un momento que esto era tal vez más
verdadero aún en inglés que en francés. Pienso que en realidad es verdadero
328
en ambas lenguas. Habría que hacer estudios más profundos, pero no estoy
seguro de que sea, en lo escrito, más verdadero en inglés que en francés; por
la simple razón de que el inglés es una lengua que tiene dos orígenes, uno sajón
(por lo tanto germánico) y uno latino; por consiguiente, suele haber dobletes.
En todo caso, por cierto, en las dos lenguas, el aspecto “ideográfico” (entre
comillas) del radical existe, y lo mismo ocurre en lenguas en las que no se
piensa encontrarlo.
N. C.: La estructura morfemática del radical merecería ciertamente un
estudio particular. Y sobre este punto me inclino hacia J. Anis, o H. Séguin;
en particular respecto de las estructuras de los radicales monosilábicos. Hay
allí algo muy importante, al menos para el francés, pero creo que también para
otras lenguas. Merece ser destacada la importancia del monosílabo, y de la
sílaba en general. En francés, la estructura silábica es en su mayor parte del
tipo consonante/vocal (es decir sílabas abiertas), como en japonés, por lo
demás. En japonés, es prácticamente el 100%; en francés, el 80%. Al menos
hoy, porque en el siglo XVI era prácticamente también el 100%; y si hemos
recuperado el 20% de sílabas cerradas, del tipo consonante/vocal/consonante,
es porque pronunciamos cada vez más letras mudas desde el siglo XVI, y es
lo que ocurre sobre todo en los monosílabos. Pero, por otro lado, y C. Gruaz,
que ha estudiado estos problemas, lo ha confirmado en su tesis, la mayor parte
de los radicales de las familias de palabras son del tipo sílabas cerradas, es
decir consonante/vocal/consonante. Los radicales (en tanto que morfemas)
tienen, pues, en francés una estructura distinta a la de la estructura silábica
cenémica natural.
Voy a contar una pequeña anécdota, para mostrar el interés del tema.
Yo trabajo desde hace muchos años con Elisabeth Dossier, una señora de
ochenta y siete años, que quedó ciega a los cuarenta y cuatro. Ella aprendió
Braille y dedicó su vida a una revisión de ese alfabeto; y sobre todo de las
abreviaturas del Braille, que se han convertido, si me disculpan el término,
en una especie de “cubo de basura” increíble. Todas las generaciones han
añadido abreviaturas. Actualmente hay miles, y ya nadie las reconoce. Hay
abreviaturas para palabras que no aparecen prácticamente nunca, y no las
hay para palabras que aparecen con mucha frecuencia. Finalmente, ella
intentó poner orden. Un día me telefoneó, absolutamente trastornada, y me
dijo: “Acabo de leer en su Tratado que había que respetar la estructura
silábica, y que esa estructura en francés era del tipo consonante/vocal; pero
yo estoy comprobando que la mayor parte de mis abreviaturas del Braille son
del tipo consonante/vocal/consonante, es decir sílabas cerradas. ¿Qué hacer?”
Yo le dije: “Quédese tranquila: la mayor parte de las abreviaturas y de
los acortamientos de palabras en francés se construyen de ese modo. Cuando
se procede a creaciones como prof o instit, esas palabras terminan casi
siempre en consonantes. Las abreviaturas en las que usted trabaja constitu
yen, si puedo decirlo, “logogramas” en potencia, es decir radicales que tienen
sentido, como los logogramas de otros tipos. El sistema silábico portador de
sentido (l9 articulación) no es en absoluto, ni en lo oral ni en lo escrito, el
m ismo que el sistema cenémico de la sílaba”. ¡Es así!
329
construcción compleja, donde todos los componentes se encuentran en inte
racción?
N. C.: Es verdad, no he podido dar aún aquí una verdadera definición del
grafema, ni mi propia definición de la escritura, por otra parte. Comencemos
por ésta.
Para mí, una escritura es un conjunto de signos organizados, discretos,
articulados y arbitrarios, que permite comunicar cualquier mensaje construi
do de cierta amplitud, sin pasar necesariamente por la vía del habla natural.
En lo que atañe al lenguaje, están allí los elementos generales de la definición
del signo, conocidos por todo lingüista, como ustedes los habrán reconocido.
Pero es muy importante para nosotros recordarlos aquí, para no hablar de
escritura a tontas y a locas, en particular, por ejemplo, porque las
protoescrituras no son verdaderamente escrituras. Así, cuando hablamos,
para las preescrituras, de conjuntos de “pictogramas”, o de “ideogramas”,
palabras totalmente inadecuadas, se trata en realidad de microsistemas, que
no son capaces de comunicar cualquier mensaje construido de la lengua
natural.
La escritura actual es, de todos los sistemas semiológicos, el único que
ha tomado casi todas sus características esenciales del lenguaje natural, con
sus diferencias, desde luego, pero de manera que, lo repito, sea capaz de
comunicar en sus elementos esenciales cualquier mensaje de una lengua
dada. Ya que sólo ligándose a una lengua dada es capaz de hacerlo; de otro
modo, caemos en la semasiografía. Así, ligada estrechamente a una lengua,
no podrá producir textos de cierta amplitud, cualesquiera sean, en todas
circunstancias (sistema generalizado) sin tomar de ella también las caracte
rísticas específicas del signo en esa lengua, en particular sus características
de elemento arbitrario, discreto y articulado.
Pasemos ahora al grafema. El grafema, como lo he dicho desde mis
primeras definiciones, no es únicamente cenémico; puede situarse en varios
niveles. En esto, me intereso por el carácter mixto no sólo de los sistemas
europeos, sino también de los sistemas del mundo entero. Lo digo solemne
mente: en materia de ciencia de la escritura, debemos dejar de ser eurocéntricos;
y concebir por fin una definición del grafema que no moleste a un chino, por
ejemplo, ni excluya otras lenguas, la gran mayoría, a decir verdad. Que pueda
incluir también los sistemas antiguos, cuneiformes, egipcios, mayas, aztecas,
etc., así como los sistemas más exóticos actuales, y eventualmente los
sistemas que aún no han sido descifrados. Nos hace falta hoy, pues, una
concepción amplia y plenamente integrante de la unidad gráfica mínima.
Abordaremos también lo que yo llamo la grafemología general.
Si bien es cierto (teoría de las cuatro soluciones) que, según los casos, la
escritura puede tejer sus relaciones con la lengua oral ya sea por medio de
unidades de segunda articulación (sistemas cenémicos), ya sea por medio de
unidades de primera articulación (sistemas plerémicos), ya sea, lo que es más
frecuente, por ambos a la vez, el grafema debe ser concebido como algo que
puede tomar una y otra vía.
Un paréntesis y una precisión: me estoy alejando del punto de vista de
W. Haas, según el cual el grafema debe ser juzgado como cenémico, a partir
del momento en que transcribe el fonema. Por el contrario, para mí, el grafema
330
será establecido en el nivel más bajo de segmentación (es decir que se continúa
la segmentación tan lejos como es posible), pero en el nivel más alto de función:
así, en de ennui [fastidio] transcribe efectivamente un fonema, pero presenta
también un aspecto específico que recuerda la preposición-prefijo en, y por lo
tanto no es solamente una unidad cenémica. Del mismo modo, la oposición
gráfica, en inglés de sea (mar) y de to see (ver), no puede considerarse nula, so
pretexto de que ea y ee transcriben ambos el fonema. Hay allí un suplemento
gráfico pertinente y que debe ser analizado.
Otra precisión al pasar: el carácter mixto implica igualmente la
polivalencia de los signos (propiedad lingüística universal fundamental). Así,
en en ennui [tedio], ea y ee en sea [mar] y see [ver] serán morfofonogramas, a
la vez fonogramas y morfogramas, y los dos últimos presentan indudablemen
te un tercer valor: oponen los sentidos de dos palabras diferentes, son
logogramas. Este análisis, para el inglés, es compartido actualmente por G.
Sampson: el inglés presenta una escritura esencialmente fono-logográmica.
Volvamos al grafema: la unidad de la lengua grafémica puede ser, pues,
un fonograma, un morfograma o un logograma, o los tres a la vez. En este
respecto, el francés presenta el sistema completo. Posee también, como todas
las lenguas (otro rasgo universal), lo que yo llamo, a falta de algo mejor (para
no crear todavía un nuevo término) ideogramas, que son, para mí, en los
sistemas esencialmente fonográmicos, los signos extraalfabéticos, como la
puntuación, el guión, etc. A esta definición “integrante”, hay que añadir otra,
por así decirlo, “excluyente”: serán considerados como unidades mínimas de
un sistema de escritura, cualquiera sea, todos los elementos de ese sistema
que presenten no sólo cierta frecuencia y cierta cohesión y estabilidad
(criterios distribucionales), sino cierta relación de función y sentido con los
fonemas y/o los morfemas (criterios funcionales). En consecuencia, no todas
la letras serán consideradas obligatoriamente como grafemas, y algunas
serán consideradas arcaísmos, como fuera-de-sistema. En mi opinión, se
produce allí una selección necesaria, que no tiene ya nada que ver con un
distribucionalismo a ultranza. Esta selección no debe hacerse al azar, sino en
razón de la función de un grafema dado. Es lo que yo señalaba desde 1972, en
nuestro primer coloquio (publicado en 1974): “No es posible hablar de siste
ma gráfico... sino en la medida en que se puede justificar la elección de los
grafemas según su relación con uno u otro de los subsistemas actuales de la
lengua” (p. 97).
Para concluir, tanto sobre el grafema como sobre la teoría de la lengua
escrita en general, es cierto que la cuestión no está resuelta. Se está creando
una disciplina, una verdadera y nueva lingüística de lo escrito, enteramente
separada de la otra por un siglo de esclarecimiento entre los dos medios
humanos fundamentales. Separada pero no divorciada, al menos eso espero.
Pues mi posición, lo repito una vez más (y me ubico aquí en la tradición de los
trabajos de la escuela de Praga), es que lo oral y lo escrito constituyen en regla
general, en sincronía, dos variantes universales de una sola y misma lengua,
que a su vez se enriquece (teoría de L’ o L prima).
Personalmente, deseo que este coloquio tenga una continuación. Se
trata, a no dudarlo, de un gran primer paso en los problemas de los sistemas
de escritura y de las teorías de la lengua escrita en Francia.
331