Retiro Espiritual - PRE 2021

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RETIRO ESPIRITUAL MENSUAL • COMUNIDAD LOCAL

SOMOS UNA
comunidad
SEMBRADORA
INVOCACIÓN
AL ESPÍRITU SANTO

INTRODUCCIÓN
RUBÉN DARÍO
Este es el proyecto de Dios: "De las espadas forjarán arados;
de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra
pueblo, no se adiestrarán para la guerra". (ls 2,4).

Este es el proyecto de Dios: "Habitará el lobo con el cordero,


la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pace-
rán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pasta-
rá con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja
con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura
meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Nadie hará
daño ni estrago en todo mi monte santo" (ls 11,6-9a). Este es el
proyecto de Dios: "Librará al pobre que pide auxilio, al afligido
que no tiene protector; él se apiadará del pobre y del indigen-
te, y salvará la vida de los pobres". (Salmo 72,12-13).

Y nosotros, ¿qué podemos hacer si las decisiones que con-


ducen a la guerra se toman alejados de nosotros, y no tene-
mos ninguna influencia? ¿Qué podemos hacer cuando lo
que debería ser pacífica expresión de inconformidad se
torna sangrienta guerra de hermanos que hiere el país?
¿Qué podemos hacer? ¿No podemos hacer nada? Sí pode-
mos. Podemos hacer todo esto:.
Podemos, en primer lugar, crear clima de paz, de justicia y
de solidaridad en nuestras actuaciones cotidianas. Intentar
resolver los conflictos a través del entendimiento y no a
través de la agresividad, ser capaces de ponernos en la piel
del otro y entender sus razones, no pretender tener siempre
la razón y ser capaces de ceder, buscar siempre el bien de
los más pobres y débiles.

Y podemos, sobre todo, hacer lo que ahora estamos hacien-


do: rezar. Rezar individualmente, cada uno, cada día. Y rezar
juntos, aquí, hoy, con toda la fuerza de nuestro corazón y de
nuestra alma. Compartir con Dios nuestro Padre ese anhelo
que tenemos de trabajar por un país solidario y en paz, un
país justo, un país en el que todos podamos sentirnos felices
y libres. Orar a Dios, y hacer de esta oración un clamor para
que el proyecto de su Reino, ese proyecto por el que Jesús
murió, se abra paso en nuestra historia humana.

INVitación
AL SILENCIO
Ahora oraremos juntos en silencio. Pongámonos ante Dios y digámosle nuestro anhelo.
Recordemos a todos los que sufren por la violencia y la injusticia, todos esos rostros que la
televisión nos muestra. Digámosle también nuestro compromiso, lo que queremos hacer, en
cualquiera de los niveles en los que podemos actuar. Y pidámosle su presencia, su fuerza, su
gracia.

Se deja un tiempo de silencio para la oración, con música de fondo.

Luego de leer los siguientes textos que se proponen para la reflexión, responderemos a la
siguiente pregunta: ¿Cómo podemos ser constructores de paz en nuestra comunidad local?
Y VIO DIOS QUE ERA ‘BUENO’
HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA VIGILIA DE ORACIÓN POR LA PAZ

El relato bíblico de los orígenes del mundo y de la humani-


dad nos dice que Dios mira la creación, casi como contem-
plándola, y dice una y otra vez: Es buena. Nos introduce así
en el corazón de Dios y, de su interior, recibimos este men-
saje. Podemos preguntarnos: ¿Qué significado tienen estas
palabras? ¿Qué nos dicen a ti, a mí, a todos nosotros?
TEX
1. Nos dicen simplemente que nuestro mundo, en el corazón
y en la mente de Dios, es "casa de armonía y de paz" y un
lugar en el que todos pueden encontrar su puesto y sentirse
"en casa", porque "es bueno". Toda la creación forma un con-
junto armonioso, bueno, pero sobre todo los seres humanos,
hechos a imagen y semejanza de Dios, forman una sola
TOS
PARA
familia, en la que las relaciones están marcadas por una

RE
fraternidad real y no sólo de palabra: el otro y la otra son el
hermano y la hermana que hemos de amar, y la relación con
Dios, que es amor, fidelidad, bondad, se refleja en todas las
relaciones humanas y confiere armonía a toda la creación. El
mundo de Dios es un mundo en el que todos se sienten res-
ponsables de todos, del bien de todos. Esta noche, en la

FLE
reflexión, con el ayuno, en la oración, cada uno de nosotros,
todos, pensemos en lo más profundo de nosotros mismos:
¿No es ése el mundo que yo deseo? ¿No es ése el mundo
que todos llevamos dentro del corazón? El mundo que que-
remos ¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de

XIÓN
nosotros mismos, en la relación con los demás, en las fami-
lias, en las ciudades, en y entre las naciones? Y la verdadera
libertad para elegir el camino a seguir en este mundo ¿no es
precisamente aquella que está orientada al bien de todos y
guiada por el amor?

2. Pero preguntémonos ahora: ¿Es ése el mundo en el que


vivimos? La creación conserva su belleza que nos llena de
estupor, sigue siendo una obra buena. Pero también hay
"violencia, división, rivalidad, guerra". Esto se produce
cuando el hombre, vértice de la creación, pierde de vista el
horizonte de belleza y de bondad, y se cierra en su propio
egoísmo.

Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios


intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por
los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el
lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina
todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al
enfrentamiento. Eso es exactamente lo que quiere hacernos
comprender el pasaje del Génesis en el que se narra el
pecado del ser humano: El hombre entra en conflicto consi-
go mismo, se da cuenta de que está desnudo y se esconde
porque tiene miedo (Gn 3,10), tiene miedo de la mirada de
Dios; acusa a la mujer, que es carne de su carne (v. 12);
rompe la armonía con la creación, llega incluso a levantar la
mano contra el hermano para matarlo.

¿Podemos decir que de la "armonía" se pasa a la


"desarmonía"? No, no existe la "desarmonía": o hay
armonía o se cae en el caos, donde hay violencia, rivali-
dad, enfrentamiento, miedo…

Precisamente en medio de este caos, Dios pregunta a la


conciencia del hombre: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Y
Caín responde: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi hermano?»
(Gn 4,9). Esta pregunta se dirige también a nosotros, y tam-
bién a nosotros nos hará bien preguntarnos:

¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú eres el guardián


de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes
los unos de los otros.
Sin embargo, cuando se pierde la armonía, se produce una
metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar
se convierte en el adversario a combatir, suprimir. ¡Cuánta
violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos,
cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el

armonía
sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de
algo coyuntural, sino que es verdad: en cada agresión y en
cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos nosotros! Y
también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento
entre hermanos, también hoy levantamos la mano contra
quien es nuestro hermano. También hoy nos dejamos llevar
por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses; y esta
actitud va a más: hemos perfeccionado nuestras armas,
nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más
sutiles nuestras razones para justificarnos. Como si fuese
algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor,
muerte. La violencia, la guerra traen sólo muerte, hablan de
muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la
muerte.

3. En estas circunstancias, me pregunto: ¿Es posible seguir


otro camino? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de
muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las
sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios, bajo la
mirada materna de la Salus populi romani, Reina de la paz,
quiero responder: Sí, es posible para todos. Esta noche me
gustaría que desde todas las partes de la tierra gritásemos:
Sí, es posible para todos. Más aún, quisiera que cada uno de
nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande,
incluidos aquellos que están llamados a gobernar las nacio-
nes, dijese: Sí, queremos. Mi fe cristiana me lleva a mirar a la
Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hom-
bres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se
puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha
respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido
con violencia, a la muerte no se ha respondido con el len-
guaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de
las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del
perdón, del diálogo, de la paz.

Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos,


los hermanos de las otras religiones, todos los hombres y
mujeres de buena voluntad gritasen con fuerza: ¡La violen-
cia y la guerra nunca son camino para la paz! Que cada uno
mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra
que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu corazón, supera
la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón,
vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la recon-
ciliación; mira el dolor de tu hermano y no añadas más dolor,
detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha perdido; y
esto no con la confrontación, sino con el encuentro.

¡Que se acabe el sonido de las armas! La guerra significa


siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para la
humanidad. Resuenen una vez más las palabras de Pablo VI:
«Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más…
¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!» (Discurso a las
Naciones Unidas, 4 octubre 1965: AAS 57 [1965], 881). «La
Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de
los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio
sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la cari-
dad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS
67 [1975], 671). Perdón, diálogo, reconciliación son las pala-
bras de la paz: en todo el mundo. Recemos por la reconcilia-
ción y por la paz, contribuyamos a la reconciliación y a la paz,
y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos
encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de
paz. Amén.
SEA CON VOSOTROS
PAZ
“Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-«Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
José Antonio Pagola, Sj

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.


Jesús repitió: -«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así tam-
bién os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-«Recibid el Espíritu Santo.»
(Jn 20, 19-20)

El encuentro con el resucitado es una «experiencia de perdón». Los


discípulos han experimentado al resucitado como alguien que los
perdona y les ofrece paz y salvación.

El saludo del resucitado es siempre de paz y reconciliación: «Paz a


vosotros». Y es precisamente este perdón pacificador y esta oferta
de salvación los que ponen una alegría y una esperanza nuevas en la
vida de los discípulos. Vivimos en una sociedad que no es capaz de
valorar debidamente el perdón. Se nos ha querido convencer de que
el perdón es «la virtud de los débiles» que se resignan y se doblegan
ante las injusticias porque no saben luchar y arriesgarse. Y, sin em-
bargo, los conflictos humanos no tienen nunca una verdadera solu-
ción, si no se introduce la dimensión del perdón.

No es posible dar pasos firmes hacia la paz, desde la violencia, el


endurecimiento y la mutua destructividad, si no somos capaces de
introducir el perdón en la dinámica de nuestras luchas. El perdón no
es sólo la liquidación de conflictos pasados. Al mismo tiempo, des-
pierta la esperanza y las energías en quien perdona y en aquel que es
perdonado.
El perdón, cuando se da realmente y con generosidad, es, en su aparente fragili-
dad, más vigoroso que toda la violencia del mundo. La resurrección nos descu-
bre a los creyentes que la paz no surge de la agresividad y la sangre sino del
amor y el perdón. Necesitamos recuperar la capacidad de perdonar y olvidar. La
verdadera paz no se logra cuando unos hombres vencen sobre otros, sino
cuando todos juntos tratamos de vencer las incomprensiones, agresividades y
mutua destructividad que hemos desencadenado.

La paz no llegará a nuestro pueblo mientras unos y otros nos empeñemos obs-
tinadamente en no olvidar el pasado. La paz no será realidad entre nosotros sin
un esfuerzo amplio y generoso de mutua comprensión, acercamiento y reconci-
liación. En una sociedad tan conflictiva como la nuestra, los creyentes estamos
llamados a reivindicar la fuerza social y política que puede tener el perdón.

Vivimos, desgraciadamente, en una situación en la que la palabra «paz» apenas


significa otra cosa sino la ausencia de guerra o la cesación de hechos violentos
de sangre. En la cultura bíblica, por el contrario, «paz» o «shalom» designa la
armonía del hombre consigo mismo y con los demás, el disfrute gozoso y exul-
tante de la vida, la convivencia en el respeto y la justicia.

Esta paz es fruto de la fidelidad radical a Dios y viene a ser turbada y destruida
por los diversos ídolos a los que el hombre consciente o inconscientemente
rinde su ser. Los ídolos modernos no estén hechos de arcilla o madera. Llevan
nombres como consumo, producción, placer, progreso, dinero, confort, sexo,
bienestar. Pero someten al hombre, lo esclavizan y le impiden vivir en paz consi-
go mismo y con los demás.

Y es que el hombre transfiere en el ídolo respectivo sus ansias de posesión,


poder, fama, seguridad. Nos engañamos buscando una paz social, si no lucha-
mos por liberarnos individual y colectivamente de tanto ídolo esclavizador. Nos
engañamos buscando sólo más «libertades» reguladas por la ley si no somos
capaces de lograr una mayor libertad interior. La paz no llegaré nunca sólo con
un «alto al fuego», ni será mero fruto de esfuerzos políticos ni policiales. La paz
la van construyendo aquellos hombres y mujeres que, sin dejarse dominar por
el ansia de posesión, poder, dinero..., se esfuerzan por crear una convivencia
más justa y fraterna.
Todos: Te lo pedimos Señor

ora Por el fin de la violencia perpetrada por las palabras

ción
duras o la indiferencia fría. Que nuestros hogares y
nuestra nación se conviertan en remansos de paz,
roguemos al Señor.
DE LOS

FIE
Por la gracia de ver a cada ser humano como hijo de
Dios, sin importar la raza, el idioma o la cultura, su pen-
samiento o ideología, roguemos al Señor.

LES
Por la sanación y justicia para todos los que han sufrido
violencia y odio, desprecio social y marginación, rogue-
mos al Señor.

Por nuestros gobernantes y funcionarios públicos, para


que se esfuercen por trabajar por la igualdad y la justi-
cia, en la mejora de condiciones de vida dignas para
P. JOHNY todos, educación, vivienda, salud e igualdad de oportu-
nidades de trabajo para todos, roguemos al Señor.

Por quienes son deshonestos y en la corrupción se


aprovechan indebidamente de los recursos públicos
robando lo que es de todos; por quienes con su silencio
se hacen cómplices de las estructuras sociales corrup-
tas, roguemos al Señor.

Entrega de la planta: sembradora de paz en nuestro terri-


torio

Todos:
Señor Jesucristo, sembrador que sales a sembrar la buena semilla y la dejas caer
en la tierra buena de los corazones, te pedimos que, con esta planta (sembradora
de paz) que acabamos de recibir, se siembren las semillas de la esperanza en los
surcos del dolor y la desesperanza de los colombianos, para que germine de
nuevo la esperanza y podamos dar un nuevo paso. Amén
HAZME UN
INSTRUMENTO
DE TU PAZ
Hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio lleve yo tu amor
donde haya injuria tu perdón señor
donde haya duda fe en ti.

CORO
Maestro ayúdame a nunca buscar
querer ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz


que lleve tu esperanza por doquier
donde haya oscuridad lleve tu luz
donde haya pena tu gozo señor.

CORO

Hazme un instrumento de tu paz


es perdonando que nos das perdón
es dando a todos como tú nos das
muriendo es que volvemos a nacer.
L

CORO

o
Hazme un
instrumento
de tu paz

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