Dietas
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Dietas
La dieta de la toronja, la del arroz, la de la sopa de calabaza, la del consumo ilimitado de plátano,
etc., son algunos ejemplos de regímenes alimentarios basados en la ingesta de un solo alimento,
los cuales, igual que aquellos fundamentados en el consumo de un solo grupo de alimentos, no
funcionan por diversas razones. En primer lugar, carecen de variedad, es decir, no proveen las
cantidades adecuadas de todos los nutrientes que el organismo requiere.
La dieta de la toronja se basa en el consumo casi exclusivo de este fruto o de su jugo, los cuales
deben ingerirse en cada comida del día, junto con raciones pequeñas de carne, huevo y un
limitado consumo de frutas y verduras e hidratos de carbono complejos. Para justificar su empleo,
se argumenta que la toronja tiene algunas enzimas que transforman los depósitos de grasa en
ácidos grasos libres que posteriormente son utilizados como fuente de energía, lo que no es cierto
en lo absoluto, pues la toronja no posee tales enzimas. Una dieta de este tipo, baja en proteínas e
hidratos de carbono, puede producir una pérdida de peso, proceso en el cual la mencionada fruta
no interviene. Además, no ayuda a promover una modificación de hábitos alimentarios.
La dieta de la luna, que se lleva a cabo sólo el día en que nuestro satélite natural se encuentra en
la fase de la luna llena, se basa en la influencia de ésta sobre las mareas. ¿Qué relación o efecto
tiene con o sobre la alimentación? No ayuda a promover una modificación de los hábitos
alimentarios.
Una dieta alta en proteínas no genera músculo y ni quema grasa, como mucha gente opina: sólo la
actividad física constante y un entrenamiento apropiado pueden fortalecer el músculo y generar
hipertrofia muscular. Algunos atletas de disciplinas específicas requieren un aporte de proteína
ligeramente superior. Cuando se elaboran planes alimentarios a partir de alimentos ricos en
proteína como carnes, huevo, pescado, leche y sus derivados, etc., y se suprimen nutrientes de
frutas, vegetales y granos se produce una deficiencia de ciertas vitaminas y minerales, así como de
hidratos de carbono complejos y fibra. Uno de los resultados que se obtienen cuando se
sustituyen hidratos de carbono por alimentos con alto contenido proteico es una menor capacidad
de energía que, en el caso de atletas puede ser de suma importancia.
De acuerdo con el tipo de origen proteico, la dieta puede ser también alta en grasas y, por tanto,
en calorías; pero también el colesterol como los triglicéridos pueden ser elevados. La rápida
reducción en ciertos individuos puede ser provocada por la pérdida de agua, no de grasa corporal.
Una dieta baja en hidratos de carbono puede generar una cetosis cuyos síntomas son debilidad,
náuseas y deshidratación. Este tipo de planes alimentarios no es adecuado para una salud de por
vida (Larson, 1996).
Esta dieta se basa en el consumo limitado o casi nulo de hidratos de carbono que provienen de
frutas, verduras y cereales, así como en la ingesta de grandes cantidades de aceite, pues da por
supuesto que así “se estimula la hipófisis para que las grasas se quemen a mayor velocidad ”, lo
cual es completamente falso. Esta dieta es cetogénica, por lo que debe ser aplicada bajo
supervisión médica. En ciertas condiciones, y durante periodos muy cortos, funciona de manera
eficaz con pacientes específicos. Sin embargo, está contraindicada en la población general, pues
no ayuda a promover una modificación de los hábitos alimentarios.
Para casos específicos se han diseñado dietas líquidas con muy pocas calorías, las cuales deben
cumplirse bajo estricto control médico. Quienes se someten a ellas reciben un aporte hipocalórico
diario de alrededor de 300 a 800 kilocalorías. Hace algunos años, la composición básica de esta
dieta fue modificada debido a la muerte de varias personas sometidas a este tipo de regímenes.
Las nuevas formulaciones contienen mayor cantidad de vitaminas y minerales, y un alto contenido
de proteína. Algunos de sus efectos indeseables son fatiga, náusea, diarrea, estreñimiento y
pérdida de cabello.
Este tipo de dietas, compuestas por polvos que se licuan con agua, que sustituyen varias comidas
al día, han tenido gran aceptación en los últimos años. Dichos polvos, aparentemente, contienen
todos los nutrimentos necesarios para una buena alimentación y, a la larga, logran reducir el peso
de quien los consume. Puede ser que a corto plazo este régimen alcance su objetivo, debido a su
contenido hipocalórico. Sin embargo, sustituir los alimentos naturales y la masticación por este
tipo de licuados durante un periodo extenso provoca el hastío de quien los consume y su posterior
regreso a sus antiguos hábitos alimentarios, además de recuperación del peso perdido. Si no es
bajo supervisión médica y una educación nutricional, este tipo de dietas no orientan ni ayudan a
modificar hábitos alimentarios, por lo cual, el individuo las abandona rápidamente (Larson, 1996).
Ayuno
El ayuno se ha utilizado como trampolín para iniciar una reducción de peso o una dieta baja en
calorías. Esta práctica priva al organismo de la energía y de los nutrientes que requiere para llevar
a cabo sus funciones normales. Una rápida reducción de peso provoca la pérdida de agua y
músculo. Con el ayuno, la persona se siente fatigada y con vértigo. Este tipo de limitaciones
alimentarias puede provocar el ciclo del síndrome de yo-yo (Larson, 1996).
Existe un sinnúmero de dietas que podríamos analizar. Sin embargo es preferible hacer hincapié
en el plan de alimentación que debemos llevar, con el objetivo de mantenernos en un peso
adecuado, reducirlo o poder realizar un deporte. La alimentación diaria debe ser equilibrada, es
decir, incluir todos los nutrientes en la forma y la proporción adecuadas para mantener la salud.