Derechos Humanos

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UNIVERSIDAD DEL CAUCA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES


COMPONENTE DE FORMACIÓN INTEGRAL SOCIAL Y HUMANA – FISH
PROFESOR: CICERON ERAZO CRUZ
cice@unicauca.edu.co

ÉTICA
GUÍA N. 8

DERECHOS HUMANOS

1. Solamente los Estados pueden violar los derechos humanos


Javier Giraldo, S.J. Octubre de 1993

Ha ido ganando terreno la banalización del concepto de Derechos Humanos. A


ello ha contribuido la presión de Estados violadores de los mismos, ejercida sobre
entidades intergubernamentales que fueron creadas para proteger esos derechos,
presión que ha alcanzado también a no pocas organizaciones no
gubernamentales que surgieron con los mismos propósitos. A mediados de este
año, el Procurador General de la Nación, Doctor Carlos Gustavo Arrieta, hizo
entrega al Presidente de la República del Segundo Informe de la Procuraduría
sobre Derechos Humanos, correspondiente al año 1992. Allí señala las
responsabilidades de algunos agentes del Estado por violaciones de los Derechos
Humanos, pero causa asombro este párrafo de la Presentación:

“Este Informe se presenta con la relativa tranquilidad de conciencia que da saber


que, en el marco de las múltiples violencias privadas que aquejan a la sociedad
colombiana, el Estado, a pesar de su mayor fortaleza militar, es entre los actores
armados, el único con una legitimidad fuera de duda, por cuanto es el que menos
viola los Derechos Humanos”. (Pág.5)

Más adelante, la misma Presentación precisa que: “la información aquí


consignada debe observarse desde la perspectiva que entraña la comparación
entre los índices de criminalidad y los índices de violaciones a los Derechos
Humanos en las cuales están involucrados agentes del Estado...” (Pág.7-8)

Esa comparación entre criminalidad general y violaciones de los Derechos


Humanos por agentes estatales, visualizada en los cuadros de las páginas 14 y 15
del Informe, es enormemente distorsionadora y distractora, pero además
contribuye a banalizar hasta el extremo el concepto de Derechos Humanos. Es
distorsionadora y distractora porque es evidente que el porcentaje de violaciones a
los Derechos Humanos por agentes estatales que es denunciado ante la
Procuraduría, es ínfimo; además el mismo Informe reconoce que “menos del 10%
del total de quejas presentadas ante la Procuraduría General de la Nación
configuran un caso jurídico” (pág.5) y que de éstas, solo el 21% culminan en un
fallo (pág.56) y que de esos fallos, en el caso de las fuerzas militares, el 56% son
absolutorios (pág.40).

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Pero tal comparación está suponiendo, además, que todo tipo de delincuencia es
catalogable como “violación de los Derechos Humanos”. Más generalizada aún
está la idea de que las organizaciones insurgentes también “violan los Derechos
Humanos”. Al constituir éstas un cierto poder coercitivo, por el uso de las armas,
se pretende asimilarlas a una estructura estatal pero sin reconocerles el status de
fuerzas beligerantes o de poderes locales, lo que crea mayor confusión aún. Es
cierto que todo grupo armado organizado en contra del orden vigente o del
gobierno establecido, está obligado, en virtud de unas normas imperativas,
universalmente reconocidas como Derecho de Gentes, a respetar ciertos
principios de humanidad que nadie tiene derecho a transgredir en caso de guerra
o de conflicto, y que se han codificado en el DERECHO INTERNACIONAL
HUMANITARIO. Tales normas tienen fuerza vinculante para cualquier grupo
armado, aunque éste no haya firmado ningún tratado o pacto internacional. Pero
es necesario distinguir entre el DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO,
obligatorio para toda fuerza beligerante, sea Estado o no, y el DERECHO
INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, codificado para regular las
relaciones: Ciudadanos-Estados y que goza de primacía sobre el Derecho interno
de los Estados.

Desconocer este marco de relaciones dentro del cual adquiere sentido y valor el
concepto de Derechos Humanos, tendría consecuencias tan graves como ignorar
el principio fundante y legitimante de los Estados en cuanto estructuras de poder,
que es su finalidad de salvaguardar los derechos iguales de todos los
asociados; además legitimaría la justicia privada y erigiría como principio
“legitimante” (en realidad ilegitimante) del Estado, el poder de cualquier minoría
que sea capaz, por cualquier medio, de dominar a los demás. Afirmar que los
Derechos Humanos los puede violar cualquiera, equivale a confundir las
exigencias éticas de toda convivencia humana civilizada, que implican respetar la
vida, la integridad, la dignidad y libertad de los demás, con las estructuras jurídicas
protectoras de esa convivencia civilizada. Y tal confusión tiene graves
consecuencias. Aparentemente buscaría afirmar con más fuerza las exigencias
éticas de la convivencia humana, que todos debemos respetar, pero
prácticamente lleva a diluir la responsabilidad de las estructuras jurídicas
protectoras y, en consecuencia, a dejarlas expuestas a la espontaneidad, a la
ambigüedad, a la banalización, en último término, a la desprotección total y a su
no operatividad.

Todo atentado contra la vida, la integridad, la dignidad y la libertad esencial de un


ser humano, es una transgresión de normas éticas fundamentales. Pero el
concepto de Derecho implica algo más: una fuerza vinculante referida a una
estructura jurídica y coercitiva protectora. El concepto de Derecho, así tenga un
contenido filosófico y moral que trasciende su dimensión convencional y sus
codificaciones, implica también a éstas, precisamente como condición y
concreción de su exigibilidad y eficacia. Y hablar de codificación y de
convencionalidad, implica hablar de Tratados, de Pactos, de Convenciones, de
estatutos jurídicos y de instituciones protectoras. Por eso, reivindicar un derecho
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humano ante individuos o grupos privados equivaldría a consagrar una
desigualdad radical de los seres humanos -no en el campo de lo filosófico y moral,
sino en el campo de la operatividad real-; equivaldría a hacer depender el respeto
a los valores esenciales de la persona humana de estructuras endebles e
inadecuadas para protegerlos, lo que es lo mismo que negarles vigencia práctica.

Por todo esto, es evidente que solamente los Estados pueden violar los
Derechos Humanos. Esta tesis se puede sustentar al menos en estas 8 razones:

1. Razón histórica:
La palabra „derecho‟; las fórmulas “derechos del hombre”, “derechos del
ciudadano”, “derechos humanos” y sus conceptualizaciones, se originaron frente a
situaciones de abusos de poder (feudalismo; absolutismo monárquico; conquista y
colonización; guerras mundiales) y buscaron dar expresión convencional a los
derechos del vasallo, del súbdito, de la plebe, de los colonizados, de los
expoliados, de los pueblos dominados, etc., frente a la arbitrariedad del poder,
limitándola siempre. Las progresivas formulaciones de Derechos Humanos
fueron dando un vuelco a la filosofía política y definiendo como principio
fundamental de legitimidad del poder del Estado: el de ser garante de los
Derechos iguales de todos los asociados

2. Razón teleológica:
Todas las formulaciones, declaraciones y convenciones sobre Derechos Humanos
han tenido como objetivo defender al súbdito (vasallo, siervo, ciudadano...) frente
a las estructuras de poder. Dicho objetivo ha inspirado, orientado y regido todas
las formulaciones y codificaciones de los Derechos Humanos.

3. Razón filosófica:
El primer principio legitimante del Estado, como estructura de poder, es el de
constituirse como estructura protectora de los derechos fundamentales de todos
los asociados, sin discriminación alguna. Por ello mismo es el Estado el
responsable de proteger esos Derechos ante la agresión de cualquier ciudadano
del Estado contra otro. Para ello, y solo para ello, se le reconoce al Estado la
potestad de crear y controlar medios aptos, tales como: códigos penales,
estructuras de administración de justicia, organismos de seguridad, policía, etc.,
instrumentos que no se conceden a los particulares o a grupos privados.

4. Razón filosófico-política:
Si el concepto de Derechos Humanos se substrae al marco de relaciones
Ciudadano/Estado (que es su marco originante y legitimante) y se le resitúa en un
marco distinto de relaciones, como sería el de ciudadano/ciudadano, la protección
y garantía de tales derechos se privatiza, y esta nueva situación exigiría que se
pongan en manos de los particulares o grupos privados instrumentos aptos para
su defensa, protección y garantía, lo que conduciría a la instauración de una
justicia privada y a la pérdida del primer principio legitimante del Estado de
Derecho.

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5. Razón jurídica:
Son los Estados los signatarios de las convenciones y pactos internacionales de
Derechos Humanos, lo que los compromete a la vez ante sus propios ciudadanos
y ante la Comunidad Internacional, por encima del Derecho Interno de cada
Estado, a ser garantes de esos Derechos.

6. Razón jurídico-política:
No es lógico separar el concepto de obligación, derivada de una función primaria,
del concepto de violación.“Viola, en sentido estricto, el que pasa por encima de
una norma vinculante”. Si el ciudadano común transgrede normas esenciales de
convivencia, atentando gravemente contra valores fundamentales de las personas,
quien tiene que defender a la víctima no es ella misma ni un grupo privado, sino el
Estado, pues para ello tiene razón de ser el Estado y solo con ese fin se le otorgan
instrumentos que no se le otorgan a los particulares. En este sentido, la noción de
violación es correlativa a la de garantía.

7. Razón política:
Cuando se multiplican los agentes responsables de un delito, evidentemente se
diluye la responsabilidad y mientras más se multipliquen la responsabilidad
desaparece. No es raro, entonces, que cuando sobre un Estado recae la
responsabilidad evidente de la comisión de crímenes graves contra los Derechos
Humanos, el Estado tienda a evadir su responsabilidad multiplicando al máximo
los “agentes violadores” tratando de forzar aquellas situaciones en que “cuando
todo el mundo es culpable, no hay ningún culpable”.

8. Razón pragmática:
Un principio de la lógica dice: a mayor extensión, menor comprensión, o sea,
mientras un concepto se refiera a más cosas, su contenido se hace
progresivamente vago, ambiguo, impreciso, indefinido, trivial, inútil, inoperante,
banal. Cuando se aplica el concepto de Derechos Humanos a todo tipo de
relaciones interhumanas (haciendo caso omiso de su historia jurídico-política, de
sus implicaciones filosóficas, jurídicas y prácticas) extendiendo su posible
violación a grupos y personas privadas e incluso a la delincuencia común, se
banaliza y pierde todo valor operativo.

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