Derecho Penal Especializado
Derecho Penal Especializado
Derecho Penal Especializado
JUSTICIA ESPECIALIZADA…
RETORNO A LA INQUISICIÓN
I. Introducción
*
Doctor en derecho. Profesor e investigador en el Centro Universitario de Occidente de
la Universidad de San Carlos de Guatemala y miembro del Consejo Consultivo del Instituto
de Investigaciones del Departamento de Estudios de Posgrado de la misma entidad.
1
Calderón, Carlos, El encarcelamiento preventivo en Guatemala, Guatemala, Editorial Oscar
de León Palacios, 2006.
2
Acuerdo de Fortalecimiento del poder civil y el papel del ejército en una sociedad
democrática, suscrito entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URGN) y el
gobierno de Guatemala, en México el 19 de septiembre de 1996.
3
Decreto 129-2007 del Congreso de la República de Guatemala.
4
El acuerdo de implementación de la Comisión Internacional contra la impunidad en
Guatemala, es celebrado entre el secretario general de las Naciones Unidas y el gobierno
de Guatemala, firmado en Nueva York el 12 de diciembre de 2006. Da vida a una fiscalía
internacionalizada como una forma de cooperación internacional, para contribuir en la
erradicación de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad incrustados dentro del
Estado. Más información: http://www.cicig.org.
Una de las características que marcó a los jueces de los sistemas inquisitivos
de la Edad Media fue la concentración de poder, la falta de imparcialidad y la
falta de garantías a favor de los acusados. No exagerando, eso es lo que ahora
a inicios del siglo XXI advertimos en Guatemala, encarnado en jueces de la
justicia especializada denominada “Juzgados de femicidio y otras formas de
violencia contra la mujer”.
Sin darnos cuenta, regresamos a la Inquisición con instituciones moder-
nas. El fiscal ejerce la acción pública, y el juez dejó de ser un juez pasivo,
“contralor”, “juez de garantías”, para convertirse en un “juez de garantías
de la victima —mujer—”. Es un sistema penal que persigue “hombres”,
aquellos que en nuestro contexto así nacieron y culturalmente se les asignó
ese rol, dando por hecho que por ser “hombres”, son “machistas”, que son
“violentos”, usando estos estereotipos y falsas premisas con carácter de in-
discutibles y universales.
Para abordar el tema, es necesario recordar la garantía del juez natural, para
luego referirnos a la llamada “jurisdicción especializada”. Hablar de justicia
especializada, es hablar de jurisdicción y competencia, es trastocar el princi-
pio denominado “juez natural”, y seguramente otros principios vinculados,
especialmente las garantías orgánicas del sistema judicial.
El tema es conocido en Latinoamérica; no es ajeno al ámbito judicial
hacer referencia a las formas sobre la distribución de competencia dentro
de los distintos criterios, como territorio, materia, turno, grado y función.
En cuanto a la materia, cada vez se ha ido distribuyendo de mejor manera;
es común la civil, mercantil, familiar, tributaria, laboral, penal, adminis-
trativa, constitucional, agraria, y últimamente la de niñez y adolescencia.
Para el caso de Guatemala, en materia penal, aun se han hecho otras sub-
divisiones en razón a especialización; por ejemplo, a partir de la vigencia
del Código Procesal Penal (Decreto 51-92 del Congreso de la República),
conocimos la materia de narcoactividad y de delitos contra el ambiente.7
Lo que podemos denominar “justicia especializada”, no es lo normal.
La normalidad pasa por los juzgados ordinarios. Su existencia sólo se justi-
ficaría al existir circunstancias excepcionales. Para ello, habrá que analizar
si efectivamente existen presupuestos para poder hacer alguna diferencia-
ción, y que ésta sea admisible y válida dentro de lo que podemos llamar un
“juicio justo”.
De acuerdo con el principio de igualdad de acceso a los tribunales, to-
dos los casos deben ser tratados de igual forma. De esa cuenta, el principio
5 de los Principios Básicos relativos a la Independencia de la Judicatura
establece “Que toda persona tendrá derecho a ser juzgada por los tribu-
nales de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos establecidos”.
“Como lo ha establecido el Comité de Derechos Humanos, un trato dife-
rencial, como procedimientos penales especiales o tribunales constituidos
especialmente para la determinación de ciertas categorías de casos, so-
lamente es aceptable si esta basado en criterios razonables y objetivos”.8
“El Comité de Derechos Humanos ha llegado a la conclusión de que,
cuando no existen fundamentos razonables ni objetivos para justificar esta
7
El Código Procesal Penal de Guatemala entró en vigencia el 1 de julio de 1994.
8
Comité de Derechos Humanos, Observación general 32, párrafo 14; Comunicación
819/1998, caso Joseph Kavanagh c. Irlanda, dictamen del 4 de abril de 2001.
9
Comité de Derechos Humanos, Observaciones finales sobre Gabon. CCPR/CO/70/
GAB del 10 de noviembre de 2000.
10
Vigente a partir del 14 de enero de 1986.
11
El 1 de julio de 1982, el gobierno de facto del general José Efraín Rios Montt, instau-
rado luego de un golpe de Estado al general Romeo Lucas García, promulgó un paquete de
leyes, entre ellas el Dto. Ley 46-82, que creaba los “Tribunales de Fuero Especial”. Nunca
se supo dónde era su sede, quiénes actuaban como jueces ni qué procedimientos utilizaron;
eran absolutamente secretos, sus sentencias impusieron muchas penas de muerte. Fueron
suprimidos por decreto 93- 88 por el gobierno del militar Oscar Humberto Mejía Víctores a
partir del 1o. de septiembre de 1983.
12
Se le asignaron asesinatos, secuestros, narcoactividad, robo agravado de vehículos, eje-
cución extrajudicial, robo agravado de oficina bancaria, recaudatoria, industrial, comercial
o mercantil u otra que conserven caudales o cuando la violencia se ejerce en contra de los
custodios, sedición, contrabando y defraudación aduanera. Los casos vigentes debían trasla-
darse a estos órganos jurisdiccionales al sólo iniciar su funcionamiento, para que continuaran
el proceso.
y norte del país. Pasado algún tiempo, la Corte Suprema de Justicia, por me-
dio del acuerdo 28-2006, desapareció los juzgados y tribunales.13
Algunos años después se dio otro golpe a la norma constitucional. Aho-
ra por medio del decreto 21-2009 del Legislativo, que creó los juzgados y
tribunales penales de “mayor riesgo”, mediante la emisión de la “Ley de
Competencia Penal en Procesos de Mayor Riesgo”. Se dice en la referida
ley, que hay procesos penales que generan la necesidad de proveer de mayo-
res medidas de seguridad a jueces, magistrados, fiscales, testigos y auxiliares
de justicia, etcétera, y que entonces se hace necesario que el caso sea trami-
tado en estos órganos jurisdiccionales, que funcionan bajo medidas especia-
les de seguridad, incluyéndose dentro de su competencia, aquellos delitos
que el legislador consideró de mayor riesgo.14 Estos juzgados y tribunales los
concentraron en la ciudad de Guatemala.
Luego, la tendencia continuó con el decreto 22-2008, mediante el cual
iniciaron funciones los juzgados y tribunales de femicidio y otras formas
de violencia contra la mujer. Según los delitos asignados dentro de su com-
petencia, tienen como función esencial “juzgar hombres”; se trata de una
especie de segregación legal o apartheid por razón de género. Dentro del ór-
gano jurisdiccional se implementa lo que se denomina Sistema Integral de
Atención a Víctimas (SAI), integrado en algunos casos exclusivamente por
mujeres,15 cuya función a cargo del secretario del tribunal y de profesionales
13
El segundo considerando del acuerdo establece: Que seis años después de la creación
de los Juzgados de Primera Instancia y Tribunales de sentencia penal designados para juzgar
hechos considerados o calificados como de “alto impacto”, se ha observado que, además del
considerable incremento de la criminalidad, la concentración y juzgamiento de tales ilícitos
penales no han obtenido el resultado esperado y que lejos de favorecer la lucha contra el cri-
men organizado, se ha provocado un atraso en la impartición de justicia; situación que hace
conveniente modificar la competencia de los Juzgados de Primera Instancia y Tribunales
de Sentencia Penal que funcionan en toda la república, para que además de los delitos que
conocen, tramiten los procesos de alto impacto, a fin de obtener tutela judicial efectiva en la
materia del debido acceso a la justicia”. Para ampliar sobre inconstitucionalidad promovida,
funcionamiento, asuntos conocidos y violaciones especiales los derechos humanos, etcétera,
véase Calderón Paz, Carlos Abraham, op. cit., pp. 117 y ss.
14
Según el artículo 3o. se consideran delitos de mayor riesgo, el genocidio, delitos con-
tra las personas y bienes protegidos por el derecho internacional humanitario, desaparición
forzada, tortura, asesinato, trata de personas, plagio o secuestro, parricidio, femicidio, delitos
contemplados contra la delincuencia organizada, delitos cuya pena sea superior a quince años
de prisión en la ley contra la narcoactividad, delitos contemplados en la ley contra el lavado
de dinero y otros activos, delitos cuya pena máxima superior sea de quince años de prisión en
la ley para prevenir y reprimir el financiamiento del terrorismo y los delitos conexos.
15
SAI de los Juzgados y Tribunales especializados de Alta Verapaz y Huehuetenango.
Organismo Judicial de Guatemala. “Segundo Informe Juzgados y Tribunales Penales de delitos de
femicidio y otras formas de violencia contra la mujer”. Guatemala, 2013, p. 97.
16
Artículo 17 del Acuerdo 13-2010 de la Corte Suprema de Justicia, “Reglamento de
gestión para los Juzgados y tribunales con competencia en delitos de femicidio y otras formas
de violencia contra la mujer”. Agosto del 2010.
17
Acuerdo 24-2005 y 7-2006 de la Corte Suprema de Justicia.
18
Artículo 203 de la Constitución Política de la República de Guatemala.
Para analizar y discutir sobre este punto, se debe tener en cuenta el principio
de igualdad, bajo criterios generalmente aceptados. Si la Constitución Políti-
ca garantiza que al hombre y la mujer son iguales en dignidad y derechos, el
punto de discusión será si existen razones que justifiquen hacer diferencias a
favor de alguno de éstos géneros.
Con relación a las diferencias, la primera estriba en la existencia de jue-
ces especializados, que juzguen hombres que se les atribuyen delitos cuyas
víctimas son exclusivamente mujeres. Aunque debemos tener claro que la
distinción no es sólo en cuanto a la creación del órgano jurisdiccional, sino
también en cuanto a que estos delitos exclusivamente los pueden cometer
los hombres, y, consecuentemente, las penas solamente ellos son susceptibles
de sufrirlas.
Verifiquemos la igualdad de trato en el sistema legal por medio de un
ejemplo. Si “A” agrede físicamente a “B”, y producen lesiones físicas que a
criterio del médico forense se pueden curar en cuatro días, la consecuencia
jurídica, de acuerdo con la ley, será la siguiente: Si “A” es mujer y “B” es un
varón, el caso será conocido por un juez de paz, quien tipificará el hecho
como una falta contra las personas —ni siquiera es un delito—, la pena mí-
nima a imponer será de veinte días de arresto, y la máxima, de sesenta días
de arresto, cualquiera que sea la pena de arresto, ésta será conmutable, la
conmuta va de Q.5.00 hasta un máximo de Q.100.00 por día.
19
Delitos de femicidio y de violencia contra la mujer.
20
Disponible en: http://elquetzalteco.com.gt/quetzaltenango/locutor-pasara-24-anos-en-prision.
Consulta realizada el 15 de marzo de 2016.
21
Expediente 936-95 de la Corte de Constitucionalidad de Guatemala. Inconstituciona-
lidad de carácter general, sentencia del 7 de marzo de 1996.
22
Corte de Constitucionalidad de Guatemala, expediente 3009-2011. Inconstitucionali-
dad general parcial, sentencia del 23 de febrero de 2012.
26
Artículos 108, 290 y 398 del Código Procesal Penal.
27
El “protocolo”, sin ser un reglamento, fue avalado por la Corte Suprema de Justicia,
fue creado para estandarizar la interpretación de la aplicación de la Ley de Femicidio y otras
Formas de Violencia contra la Mujer. En el texto se dice que los responsables de aplicar la
ley la deben considerar como vinculante, siempre y cuando no contradiga disposiciones le-
gales de cada institución. Puede encontrarse en web: www.oj.gob.gt/es/QueEsOJ/EstructuraOJ/
Unidades Administrativas/CentroAnalisisDocumentaciónJudicial/cds/CDs%20compilaciones/Normati-
va%20Femicidio/1_documento s/1-6-html.
28
Estrategia conjunta Ministerio Público y Organismo Judicial. Ampliación el acceso de
las mujeres a la justicia especializada. Consultoría de alto nivel realizado por Vilma Masaya
de Morán con insumos de los equipos institucionales y ONU mujeres. Julio 2014. Disponible
en: https://www.osarguatemala.org%2Fuserfiles%2FESTRATEGIA%2520MP%2520OJ%2520
integrada.pdf. Consulta realizada el 10 de marzo de 2016.
29
Disponible en: https://ww2.oj.gob.gt%2Fjusticiadegenero%2Fwp-content%2Fuploads%2F2
014%2F10%2FBoletin-aniversario-unidad.pdf&usg=AFQjCNHoUOYAyFe-DKd_67uafJO2ip5fFA
&cad=rja. Consulta realizada el 10 de marzo de 2016.
30
Texto de la Corte Suprema de Justicia antesala de la justificación del protocolo.
31
Justificación del protocolo. En el protocolo en el numeral 5 expresamente se adopta la
metodología para el análisis de género del fenómeno legal que propone Alda Facio Montejo
en su libro Cuando el género suena cambios trae. Se le obliga el juez a utilizarlo aun cuando dicha
autora ha manifestado expresamente: “deseo tomar prestadas unas palabras de mi amiga la
jurista peruana Gladys Acosta, porque reflejan perfectamente lo que siento/pienso: «Antes
de comenzar quisiera explicitar – que la presente reflexión tiene como punto de partida una
actitud militante respecto a la causa feminista y por lo mismo, no pretende neutralidad». Y,
aunque esta obra va dirigida a hombres y mujeres, no pretende neutralidad porque mi in-
tención no es convencerlos/as de que mi posición es objetiva e imparcial. Todo lo contrario,
desde mi experiencia y desde mi conciencia, deseo mostrar una forma de ver el mundo que
es parcial, arriesgándome a que por esto se me acuse de subjetiva…”.
32
Numeral 7, del Protocolo, textualmente dice: “No aplicación de medidas desjudiciali-
zadoras”.
33
Proceso No. Delito de violencia psicológica, la víctima temiendo como consecuencia la
aplicación de una pena mínima y conmutable, consideró adecuado reunirse con el presunto
agresor y en presencia de la psicóloga del SAI y abogados, hicieron un acuerdo en documen-
to privado, especialmente se buscaba en el mismo reanudar la relación materna con el hijo
cuya custodia la tenía el padre, entre otros aspectos de interés para ella, presentó el acuerdo y
requirió suspensión condicional de la persecución penal y un régimen de prueba de tres años.
El fiscal ignoró la solicitud porque consultó a su jefa en Guatemala, quien le dijo que no po-
dría accederse a este tipo de petición porque la ley lo prohíbe. El juez especializado expresó
que no aprobaría esta petición. No obstante, en el Tercer Informe de evaluación, julio, 2013
y junio 2014, de la Corte Suprema de Justicia, el juez de primera instancia de femicidio de
Guatemala aplicó en cuatro casos la suspensión condicional de la persecución penal, p. 79.
34
Proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 2263
(XXII), del 7 de noviembre de 1967.
35
Proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 48/104
del 20 de diciembre de 1993.
36
Adoptada en Belém do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994, en el vigésimo cuarto perio-
do ordinario de sesiones de Asamblea General de Naciones Unidas.
país, aun cuando los compromisos para todos los órganos del Estado, de
adoptar políticas públicas a favor de la mujer, del Congreso de la República
de emitir leyes penales, civiles y administrativas, y otras actividades para el
órgano jurisdiccional, ninguna de ellas se refiere a que deben crear órganos
jurisdiccionales “especializados”.
Dentro de los instrumentos internacionales de derechos humanos de
importancia al tema, tenemos la Convención sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación contra la Mujer,37 de cuya lectura también
se establece que en ningún artículo y disposición el Estado de Guatemala se
encuentra obligado a crear órganos jurisdiccionales “especializados”.
Esta acción de institucionalización jurídica que materializa las “luchas
de género”, seguramente es advertida por muchos como un avance, pero
hemos dejado de tener un juez pasivo, un juez neutral, que asuma como ár-
bitro entre las partes. Ahora tenemos un juez “activo”, que está al tanto de
los derechos de la mujer, que ejerce de manera encubierta acción penal en
contra del varón. Incluso el juez está obligado a atender peticiones del equi-
po SAI, que puede promover medidas de seguridad, actuando como parte
del proceso, coadyuvante en la causa de la mujer. El juez pasa a ser una
especie de vengador, un justiciero, un verdugo que interviene para cumplir
con una misión: hacer “justicia” a favor de la mujer.
Podemos considerar la buena intención alrededor de la creación de esta
justicia especializada; pero ello no impide que expresemos y hagamos apre-
ciaciones objetivas y críticas al respecto.
Este trabajo hace una incursión en esa llamada “jurisdicción especia-
lizada” para tratar de describirla desde diferentes perspectivas. Para ello,
es necesario partir del pensamiento, comprensión y confianza que en los
órganos jurisdiccionales se actúa con “independencia” e “imparcialidad”
por parte de los jueces, quienes encarnan esta justicia especializada; pero en
realidad resulta difícil o simplemente no puede asumirse, cuando la sensa-
ción de sólo entrar a dichos despachos implica un cúmulo de energías nega-
tivas, que causan una afectación emocional e incluso física. Esto no sucede
únicamente a lo personal, ya que de acuerdo con entrevistas, es experimen-
tado por abogados y abogadas que asisten a los acusados, y especialmente
defensores públicos, quienes de manera unánime tienen la misma opinión,
a partir de la misma percepción.
Cabe señalar que la falta de objetividad en los fiscales, aun cuando no
sea un proceder legalmente aceptable, no afecta de tal forma la naturaleza
de los órganos de “justicia especializada” instaurados para la “protección”
37
Resolución 34/180 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
38
García Pablos, Antonio, Criminología. Una introducción a sus fundamentos teóricos,
Valencia,Tirant lo Blanch, 2007, p. 95.
39
Mediante reformas al Código Procesal Penal (Dtos 18-2010 y 7-2011) se otorgan de-
rechos a los agraviados en general.
40
Bustos, Juan y Elena Larrauri, Victimología. Presente y futuro, Bogotá, Temis, 1993
41
Esto es muy claro en las directrices de las funciones de los fiscales de Naciones Unidas,
aprobadas en el Octavo Congreso sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuen-
te, celebrado en La Habana (Cuba) del 27 de agosto al 7 de septiembre de 1990.
de los daños y perjuicios derivados de la comisión el delito; para el ejercicio de este derecho
deben observarse las siguientes reglas: …”.
45
Directriz 13, inciso d).
46
Directrices 12 y 13, a) y b).
47
Artículo 5o. “Fines del proceso. … la víctima o el agraviado y el imputado, como suje-
tos procesales, tienen el derecho a la tutela judicial efectiva. El procedimiento, por aplicación
del principio del debido proceso, debe responder a las legítimas pretensiones de ambos”.
Esta adición se hizo por medio del decreto 7-2011.
48
En más de veinte años de experiencia en materia penal, esto es una constante en todos
los informes médicos y psicológicos forenses, especialmente en los últimos años emitidos por
el Inacif.
producir error.49 De ahí que no es cierto que lo declarado por la víctima sea
suficiente para condenar a una persona, “la prueba mínima suficiente” no
significa sólo la versión de la “supuesta agraviada” y su correlativo informe.
El asunto no es cuantitativo, en cuanto a que con esto es suficiente si hay
concordancia; el asunto debe ser cualitativo en cuanto lleve a la convicción
del juez más allá de toda duda razonable.
En la Declaración sobre Eliminación de la Violencia contra la Mujer50
encontramos el reconocimiento de una situación de hecho, de un aconte-
cimiento social, situación que se da por válida y cierta que probablemente
existió en algún lugar y tiempo determinado. Pero en nuestro contexto poco
objetivo y para caso individual, habrá que hilar más fino; todo deberá ser
probado. Se dice como algo cierto y se generaliza:
49
Incluso dentro de los órganos y sujetos que intervienen en un proceso por violencia
contra la mujer, para nadie es un secreto que los informes médicos forenses o peritajes, en
muchos casos son elaborados a partir de “machotes” o modelos, en donde únicamente se
cambian detalles de forma, como nombres, fechas y direcciones.
50
Proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en resolución 48/104,
del 20 de diciembre de 1993.
mente casos de violencia contra las mujeres. En caso de que ya cuenten con
dicha prohibición, recomienda a los Estados, armonizar su legislación pro-
cesal con esta prohibición, a fin de evitar que en casos de violencia contra
las mujeres se requiera la audiencia de conciliación. Finalmente, en casos
donde dicha prohibición se haya dado en casos de violencia familiar, in-
trafamiliar o doméstica, el Comité de Expertas recomienda la ampliación
de dicha prohibición a otros casos de violencia contra las mujeres, lo cual
requiere como condición indispensable la incorporación de la definición
de violencia de la Convención de Belém do Pará y la penalización de otras
formas de violencia contra las mujeres distintas a la violencia familiar, intra-
familiar o doméstica.54
El argumento o justificación de tal medida pudiera ser que se actúa de
manera preventiva, ya que cualquier caso de violencia contra la mujer —se-
gún ellas—, potencialmente puede derivar en un femicidio. Otro argumen-
to que comúnmente se escucha se refiere a que la mujer, por la desigualdad
en que se encuentra, no puede hacer arreglos en igualdad de condiciones; si
llega a arreglar, lo haría en total desventaja, asumiendo condiciones perju-
diciales para sí misma, manteniéndose entonces en el ciclo de la violencia,
que describe Leonore Walker, que consiste en la fase de tensión, agresión y
conciliación.55
El primero de los argumentos parece muy exagerado, ya que no puede
generalizarse gravedad en todos los casos, y que en todos potencialmente
pudiera darse esta situación. Probablemente ocurra en algunos, unos pocos,
por lo que debiera ser el fiscal investigador del caso quien deberá detectar
cuáles podrían ser estos casos y utilizar herramientas procesales para preve-
nirlo. No puede generalizarse.
El otro argumento, tutelar o proteccionista, no hace más que poner a
una mujer por el hecho de serlo como inválida, incapaz de valerse por mí
misma, y además utiliza los estereotipos de que el “hombre nunca cambia”,
“el hombre siempre será machista” y “el hombre siempre es violento”. Lo
cual tampoco es cierto, ya que son criterios de la criminología clásica, que al
día de hoy están claramente sin validez y en desuso. El contexto de Leonore
54
Segundo Informe hemisférico sobre la implementación de la Convención de Belém do
Pará. Mecanismo de seguimiento de la Implementación de la Convención Interamericana
para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, Mesecvi. Disponible en:
http://www.oas.org/es/mesecvi/.
55
Nogueirias, Belén, “La violencia en la pareja”, Obra colectiva, Violencia contra las mu-
jeres, prevención y detección. Cómo promover desde los servicios sanitarios, relaciones autónomas, solidarias y
gozosas. Directoras: Consue Ruiz- Jarabo Quemada y Pilar Blanco Prieto, España, Ediciones
Días de Santos, 2005, p. 48.
Walker, quien evidenció los ciclos de la violencia, era los Estados Unidos. El
estudio fue realizado en 1979, razones por las que es evidente que no puede
transponerse a nuestro contexto y darlo por válido. No solo nuestro país,
sino el mundo, han cambiado radicalmente desde esa fecha.
Tan sólo por referencia, en Guatemala durante los últimos años hemos
tenido una mujer como presidente del Organismo Judicial, Beatriz Ofelia
de León (2005-2006), una mujer como vicepresidente de la República, In-
grid Roxana Baldetti (2012-2015), dos mujeres seguidas en calidad de fiscal
general, Claudia Paz y Paz (2010-2014) y Thelma Esperanza Aldana (2014-
2018) y actualmente tenemos a Gloria Patricia Porras como presidente de
la Corte de Constitucionalidad (2015-2016). Además, son magistradas de
la Corte Suprema de Justicia cinco mujeres, Silvia Patricia Valdéz, Vitalina
Orellana, Delia Marina Dávila, Blanca Aída Stalling y Silvia Verónica Gar-
cía; y como candidata presidenciable ha estado la señora Sandra Torres Ca-
sanova. En el Centro Universitario de Occidente de la Universidad de San
Carlos de Guatemala hay una directora general reelecta para el cargo por
cuatro años más, la maestra María del Rosario Paz Cabrera y desde hace
más de diez años, el promedio de mujeres en los cursos a cargo del autor es
de 55%. Si contextualizamos las fechas y los eventos, todo lo anterior, defi-
nitivamente, no es fruto de las bondades del actual sistema de protección a
la mujer.
La utilización de métodos alternativos de resolución de conflictos,
como la mediación y la conciliación, no pueden dejar de utilizarse en vio-
lencia contra la mujer; es contrario a lo que establece el numeral 7 de la
Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas
de delito y abuso de poder, que incluso aboga por las prácticas de justicia
consuetudinaria o autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la repara-
ción en favor de las víctimas. De igual manera, es una obligación del fiscal
hacerlo.56 Por supuesto, todo caso debe estudiarse en sus detalles, y las
reglas y/o medidas de comportamiento que derivan de los procedimien-
tos desjudicializadores deben tener supervisión fiscal permanente y control
judicial.
56
Directriz 18. Sobre la función de los fiscales. De conformidad a la legislación nacional,
los fiscales considerarán debidamente la posibilidad de renunciar al enjuiciamiento, inte-
rrumpirlo condicional o incondicionalmente, o procurar que el caso penal no sea conside-
rado por el sistema judicial, respetando todos los derechos del sospechoso y de la víctima. A
estos efectos, los Estados deben explorar plenamente la posibilidad de adoptar sistemas para
reducir el número de casos que pasan la vía judicial no solo para aliviar la carga excesiva
de los tribunales, sino también para evitar la estigma que significa la prisión preventiva, la
acusación y la condena, así como los posibles efectos adversos de la prisión.
57
Belmont, Natalia, Abordaje de la Violencia de Género contra las Mujeres en el ámbito familiar y
la utilización de los Métodos Alternativos de Resolución de conflictos, Manual de Capacitación, Gua-
temala, Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales de Guatemala, 2006, p. 27.
58
“Me comentó en una ocasión una jueza de los tribunales especializados, que cuando
ella estaba dictando la sentencia y miraba la cara del individuo, quien estaba siendo conde-
nado, claramente podía ver en su rostro el desconcierto y la total incomprensión a la razón
de su condena”, Leonor Calderón. Presentación del libro de Thelma Aldana, Los retos de la
esperanza, op. cit., p. 19.
berar o absolver a uno que otro culpable; pero en “la justicia especializada”
todo cambia, el sistema está dado para no defraudar a la víctima, ya que en
sus redes muy bien pueden ser condenados muchos inocentes. Los actores
del sistema no lo notarán, y si lo hacen, seguramente lo obviarán premedita-
damente.
No parece ofensivo que exista en Guatemala una “justicia especiali-
zada”, ya que en asuntos de femicidio o de violencia contra la mujer, casi
parece normal o común, se ha ido tolerando. Aunque muchos han sido
víctimas de su actuación implacable, se quedan callados, por el temor a ser
tildados de “misógenos” y/o “machistas”, etcétera. Si no se transita por es-
tos lugares, si no se vive en carne propia este sistema justiciero y se conoce
un poco más, posiblemente caeríamos en la tentación de la falacia creyendo
que todo es perfecto y está bien. La ignorancia engaña; pero los abogados
defensores privados y públicos, sí que conocen la realidad; lastimosamente,
quienes dirigen colegios de abogados y asociaciones son más políticos que
abogados, y además de desconocer el tema, en caso contrario se plegarían
al sistema en búsqueda de sus favores, por lo que no podemos esperar algún
tipo de pronunciamiento fundado o acción legal en contra de la justicia es-
pecializada.
Resulta difícil comprender cómo fue creado un aberrante sistema jurí-
dico “de protección a la mujer”, que no es otra cosa que “juzgados especia-
lizados”. Sus creadores perversamente utilizaron los derechos humanos a
favor de la mujer, y las enormes injusticias de que han sido víctimas y los le-
gisladores pasaron inadvertido el paquete presentado, pues tenía envoltura
de acción afirmativa para la mujer. Allí es más difícil esperar algún rastro de
academia, y siendo tan improductivos e ineficientes, les vino bien aprobar
el proyecto presentado y quedar bien con quienes lo promovían. Es evidente
que estuvo ausente un análisis riguroso y técnico, desde el derecho (constitu-
cional, penal, procesal penal, derechos humanos, pluralismo jurídico, etcé-
tera). Mucho menos se hizo desde las perspectivas de otras ciencias (la psico-
logía esencialmente, la biología, la sociología, etcétera). Los argumentos que
fueron presentados tienen alguna validez, pero no lo suficiente para crear
juzgados “especiales” para juzgar hombres, degradando y comprometiendo
la imparcialidad del juez, la objetividad del fiscal, lo que implicó disminuir
garantías y derechos del acusado en el juicio; en suma, retornar de manera
encubierta a un sistema inquisitivo.
Es un principio internacional y muy conocido que el derecho penal es
ultima ratio; frente a los problemas sociales dados, el Estado tiene la obliga-
ción de intervenir y garantizar los bienes jurídicos esenciales de todo gua-
temalteco; pero debemos ser cuidadosos, mesurados y, sobre todo, cientí-
los males en un país, pero pasado algún tiempo se descubre que poco de lo
dicho era cierto. Los políticos utilizan al sistema penal como estandarte en
campaña política; refieren acabar con la delincuencia, que el sistema será
perfecto y que la corrupción será erradicada. Mucho se dice, muy poco re-
sulta ser real. En lo que se refiere a la “justicia especializada”, ha servido
para crear más burocracia, en casos particulares para escalar en puestos pú-
blicos o para promocionarse a nivel internacional; esto se hizo evidente en
la XVII Edición de la Cumbre Judicial Iberoamericana59 celebrada en 2014
en Santiago de Chile, Guatemala coordinó y jugó un papel muy importante
en la aprobación del Protocolo de Actuación Judicial para casos de violencia
contra las mujeres.
Si las feministas que trabajaron por este perverso sistema realmente se
preocuparan por cambiar paradigmas relativos a la cultura machista y “pa-
triarcal”, trabajaran duro en el control social primario, hay mucho por ha-
cer en las escuelas, empezando por la formación de profesores. Aunque los
efectos serán a largo plazo, por ahí debe empezarse, para lograr cambios
supraestructurales. Pero el trabajo debiera ir más allá y unir esfuerzos para
la creación de una entidad, que desde una instancia estatal destine recursos
económicos, profesionales y espacios destinados a la protección de la fami-
lia, que luche por todos los medios posibles en contra de la desintegración
familiar, por la paternidad, maternidad responsable, y especialmente por los
niños y niñas. El Estado y sus instituciones no asumen su responsabilidad
orientada a resolver de fondo el problema de la violencia contra la mujer.
La utilización de la represión por el sistema penal, más parece revan-
cha, lucha de poder, sed de venganza, una enfrenta que sólo canalizó instin-
tos perversos, enfermos y ocultos, sin entrar a considerar que en Guatemala
y en América Latina entera, las cárceles no resocializan a nadie.
El Estado coaptó estos casos, “expropió” el conflicto a las víctimas al
asumir la acción pública por medio de sus instituciones; realmente no le
interesa resolver el problema, sino más bien parece interesarle la víctima
en cuanto ésta le sirva como testigo, para ganar su caso; nunca se le explica
que del procedimiento solamente logrará una sentencia condenatoria, y que
el infractor, de ser una pena conmutable, nunca irá a la cárcel, y que de ser
inconmutable, estará más de cinco años recluido cumpliendo condena. Si
fuera lo último, la sentencia no se ejecutaría inmediatamente, aun faltaría la
fase de impugnaciones, apelación especial, y posiblemente casación, lo que
difiere su plena ejecución hasta por más de dos años posteriores al juicio.
Menos aún se le explica que de no hacerse efectiva voluntariamente la suma
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Disponible en: www.cumbrejudicial.org.
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