006pontificia Universidad Católica de Valparaíso
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ESTUDIANTES:
Nicolás Álvarez Letelier
Cristóbal Bastías Campos
Francisco Cabello Vargas
Pablo Cantillana Guerrero
Vicente Carrillo Venezian
Agustín Figari Wilson
Ricardo Hidalgo Gajardo
Thiare Pavez Donoso
PROFESOR GUÍA:
Prof. Dr. Jorge Larroucau Torres
UNIVERSIDAD:
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile
RESUMEN: La modernización del procedimiento en Chile viene vinculado principalmente por
la introducción de medios electrónicos, esto ha sido un proceso que culmina con la dictación
de la Ley N° 20.886 que modifica el Código de Procedimiento Civil y el Código Orgánico
de Tribunales, para establecer la tramitación digital de procesos judiciales. La presente
investigación tiene por objeto un breve análisis del nuevo sistema que presenta la ley en vistas
de la noción de debido proceso y el derecho a la tutela judicial, buscando avances o retrocesos
en la materia respectiva.
Key Words: Electronic legal processing, due process, effective juditial protection, civil
procedure reform
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo de investigación es el resultado de la revisión y el análisis
sistemático de la Ley N° 20.886 - que modifica el Código de Procedimiento Civil y el Código
Orgánico de Tribunales, para establecer la tramitación digital de los procedimientos
judiciales - así como los autos acordados dictados por la Corte Suprema que desarrollan o
complementan dicha normativa.
El interés que sustenta esta pretensión se fundamenta en la convicción de que este
proceso de modernización de la justicia chilena, ha de ser necesariamente complementado y
perfeccionado, puesto que la reforma aún contempla una serie de limitaciones y dificultades
que no se han subsanado y que necesariamente repercutirán en la tramitación de causas.
Además, según nuestro punto de vista, un valor per se que representa esta ley es el significado
que tiene para el derecho procesal: ha sido sin duda la ley más importante en materia de
enjuiciamiento civil en los últimos veinte años en Chile y sugiere el primer gran paso de una
reforma procesal civil completa.
Por otro lado, la metodología empleada ha sido fundamentalmente desde una
perspectiva crítica, enmarcada en el énfasis y la afectación de los derechos fundamentales.
Concretamente se analizó sus implicancias con el debido proceso y el acceso a la tutela
judicial, puesto que son los derechos que tienen una relación más estrecha con las reformas
procesales civiles.
El objeto de este estudio, es examinar las diferentes novedades que la normativa en
comento proporciona a los usuarios en su encuentro con la justicia, y detectar en qué medida
y bajo qué condiciones se afectan o vulneran los derechos fundamentales ya señalados. Por
lo tanto, el marco referencial que se ha establecido, supone reconocer ciertos avances y
retrocesos en la nueva legislación de acuerdo al acceso a la justicia y las garantías mínimas
que tanto constitucional como legalmente se han establecido en favor de los ciudadanos.
Los principales problemas y temáticas que se pretenden desarrollar, suponen la
exploración de áreas que circundan la nueva ley de tramitación electrónica, a saber:
consideraciones en torno al debido proceso y la tutela judicial efectiva; la afectación concreta
en el acceso a la justicia de parte de los usuarios y esencialmente, una valoración que permita
sopesar las luces y sombras que se crearán – o se generarán, eventualmente – a partir de un
enfoque crítico según la dinámica que produzca la nueva norma.
A partir de estas consideraciones, es posible establecer a modo de hipótesis que la
nueva normativa de tramitación electrónica, significará en gran medida únicamente
modificaciones de forma respecto del encuentro entre usuarios y la justicia, conservando los
aspectos de fondo casi intactos. A su vez, la discriminación de cierta clase de tribunales y el
condicionamiento material que genera la ley, tendrá efectos perjudiciales en lo que al debido
proceso y acceso a la justicia se refieren.
La estructura que se ha desarrollado para el logro de estas pretensiones será la
siguiente:
1. Bosquejo del significado de debido proceso y acceso a la justicia
2. La tramitación electrónica en Chile
3. Análisis de la Ley N° 20.886 y sus respectivos autos acordados
4. Estudio de caso: tribunales especiales excluidos
Previo al desarrollo de cada uno de estos acápites, es menester realizar un breve
comentario sobre el estado actual de la legislación procesal civil. Según nuestro punto de
vista, los cambios experimentados por la cultura y sociedad chilena, y el ritmo que ha
adquirido la actividad jurisdiccional, ha contribuido a fomentar un desequilibrio entre lo
pedido por los usuarios y lo proporcionado por los tribunales de justicia. La modernización
de los procesos civiles es una necesidad sin lugar para el equívoco y más aún si se le compara
con los procedimientos reformados de otras áreas.
Sin perjuicio de ello, una modificación de la magnitud que esto representaría, implica
un estudio muy acucioso de varios aspectos, la consideración de los diversos actores del
sistema jurídico y la afectación de los derechos fundamentales que cada cambio puede
generar. Por ende, en este estado de cosas, se ignora qué sucederá con la esperada reforma
procesal civil y, tal vez, sea esta ley su gran manifestación. Sea esto así o no, los principales
cambios han de dirigirse hacia una eficiencia en el acceso a la justicia, a contribuir al
fortalecimiento del debido proceso y a la eficacia en el funcionamiento del sistema.
La modernización del encuentro entre usuarios y los tribunales, ha de significar
confianza en la percepción de los ciudadanos en el trabajo de la justicia y el legislador, en
esta misión, debe tutelar las garantías mínimas para este objetivo y, fundamentalmente,
consolidar la igualdad ante la justicia. Puede que esta ley genere una gran expectativa, pero
aún es insuficiente para la modernización y reforma procesal civil. Quizás sea sólo un paso,
pero ¿será hacia adelante o hacia atrás?
II. BREVE NOCIÓN DEL ACCESO A LA JUSTICIA Y EL DEBIDO PROCESO EN CHILE
Las sociedades modernas se estructuran políticamente como Estados de Derecho,
organización que presupone, entre otras cosas, la separación de los poderes del Estado, el
reconocimiento de derechos fundamentales, el sometimiento del aparato estatal al
ordenamiento jurídico, la existencia de controles a los órganos estatales y, por último, el
establecimiento de responsabilidades de distinto orden a las que se sujetan las autoridades y
funcionarios públicos 1. Estos son los elementos esenciales, de forma tal que la ausencia de
alguno de ellos pone en entredicho el Estado de Derecho 2.
El Estado de Derecho, entonces, es una forma de organización sociopolítica que
monopoliza el poder y lo distribuye para ponerlo al servicio de la persona. La otra cara de la
1
El paradigma del reconocimiento de derechos inherentes a la dignidad humana nace como respuesta a una
lucha de clases sociales a fines del siglo XVIII y culmina con la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano en 1789. Su fortalecimiento, sin embargo, se produce luego del fin de las Guerras Mundiales, a nivel
universal, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 que se configura como la Carta
inspiradora a nivel continental del reconocimiento de Derechos, tanto en Europa con la Convención Europea
de Derechos Humanos de 1950, y a nivel latinoamericano, con la Convención Americana de Derechos Humanos
o Pacto de San José de Costa Rica de 1969.
2
Para un análisis más detallado sobre la materia: NOGUEIRA (2005). p. 15-64
moneda viene dada por las personas, quienes, a través de la figura de pacto social, deciden
crear el aparato estatal y deciden someterse a él para asegurar fines como la seguridad social
y el desarrollo humano. En este aspecto, la renuncia a la autotutela resulta de interés para
nuestro trabajo.
La exclusión de la justicia por la propia mano exige que el Estado proporcione al
ciudadano herramientas idóneas para la resolución de conflictos. Esta necesidad se
materializa en el reconocimiento de dos derechos fundamentales comunicados, pero
independientes 3: el derecho a la tutela judicial y el derecho al debido proceso.
En nuestro ordenamiento jurídico, ambos derechos fundamentales se encuentran
reconocidos a nivel constitucional. En efecto, el derecho al debido proceso se recoge en el
artículo 19 N° 3 inciso sexto de la carta fundamental, cuando se señala que “[c]orresponderá
al legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento y una investigación
racionales y justos”. Si bien el reconocimiento al debido proceso se circunscribe al ámbito
penal, la doctrina chilena lo ha extendido al proceso civil, sobre todo por la vía de los tratados
internacionales de derechos humanos que se encuentren ratificados por Chile y vigentes, los
cuales ingresan a nuestro ordenamiento jurídico por la vía del art. 5° inc. 2° de la
Constitución. Por otra parte, el derecho a la tutela judicial se desprende del inciso primero
del numeral tercero del mismo artículo, cuando señala que la Constitución asegura a todas
las personas “[l]a igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos”.
Lo anterior nos permite afirmar que estos derechos se encuentran reconocidos en
nuestro ordenamiento jurídico, pero que dicho reconocimiento es más bien de carácter
implícito. Un derecho implícito se puede conceptualizar como “una expansión natural del
contenido de un derecho expreso por su aplicación a supuestos fácticos nuevos” 4. Sin
embargo, es necesario destacar que el hecho de reconocer implícitamente un derecho no lo
deja en una posición jerárquica inferior en comparación con uno de consagración explícita,
ni difieren en sus efectos, ni mecanismos de tutela 5.
Ahora bien, no se puede desconocer que un derecho implícito se caracteriza por tener
un contenido más difuso que uno expreso, sobre todo por el hecho de que son creaciones
jurisprudenciales que encuentran su reconocimiento a partir de un caso concreto 6. La
inexistencia de límites claros se explica en parte porque su contenido se adecua
necesariamente al caso sub lite y, sobre todo, a la situación que rodea a la parte que alega su
protección. Además, en la mayoría de los casos la doctrina comienza a trabajar con el derecho
3
GARCÍA Y CONTRERAS (2013) p. 230.
4
REY (2009) p. 151-179.
5
No es el objetivo de los autores realizar un análisis extenso de la teoría de los derechos implícitos, pues ello
excedería, por un lado, el objetivo de la presente investigación y, por otro, el límite de espacio asignado. Para
un estudio más detallado sobre la materia, es posible consultar: BIDART (2002) p. 5-111
6
Así sucedió respecto del reconocimiento del derecho a la identidad que no encuentra una consagración expresa
en nuestra Constitución Política de la República. Sin embargo, del punto de vista de nuestro Tribunal
Constitucional fundándose en los artículos 1 inciso primero y 5 inciso segundo de la misma, no se puede
desconocer su existencia, al menos, implícita. Sentencia Rol Nº2.408-2013 de 6 de marzo de 2014. Un análisis
interesante y completo es posible también consultar: CANDÍA (2014) p. 497-521
implícito luego de su declaración en una sentencia y con un número considerable de casos
puede recién proponer un contenido y límites, más o menos precisos y consensuados por la
comunidad jurídica.
Esto explica que en Chile existan diversas construcciones doctrinales y
jurisprudenciales sobre el derecho a la tutela judicial y el debido proceso. En primer lugar,
es posible advertir disenso en su denominación, encontrando designaciones como “el debido
proceso justo, o el derecho de acceso a la jurisdicción, derecho a la tutela jurisdiccional, tutela
jurisdiccional de derechos o derecho a la tutela judicial efectiva” 7. En segundo lugar, se
debate la independencia de la tutela judicial del debido proceso. En tercer lugar, no hay
acuerdo respecto del contenido de estos derechos ni tampoco se presenta con claridad la
frontera entre estos.
En nuestro trabajo seguiremos la propuesta de los autores Gonzalo García Pino y
Pablo Contreras Vásquez, pues han construido un contenido preciso del derecho a la tutela
judicial y al debido proceso, recogiendo la ratio decidendi contenida en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional y comparando su propuesta con los principales trabajos doctrinales.
El resultado de este proceso les permite plantear la existencia de elementos comunes a estos
derechos. Además, advierten siete garantías que componen el derecho a la tutela judicial y
nueve garantías aplicables al ámbito civil que forman el derecho al debido proceso.
Resulta interesante destacar algunos elementos comunes que se mencionan en el
trabajo de GARCÍA PINO Y CONTRERAS VÁSQUEZ. En primer lugar, existe un mandato amplio
al legislador para que este desarrolle el contenido de estos derechos, de modo que estas
garantías se ajustan, reduciéndose o ampliándose, según la clase de bienes jurídicos que están
en juego. Así, es fácil constatar que en nuestro Derecho, el Poder Legislativo ha dictado
distintas leyes procedimentales que establecen procesos con principios y estructuras diversas.
En segundo lugar, el derecho a la tutela judicial y el derecho al debido proceso se
extienden al Derecho Administrativo Sancionador y a otros procedimientos. Esta ampliación
se explica principalmente porque la doctrina ha visto en la potestad sancionadora de la
Administración el ejercicio del ius puniendi estatal. Además, resulta importante señalar que
la doctrina y la jurisprudencia ha visto en el art. 38 inciso segundo de la Constitución el
derecho a la tutela judicial frente a la Administración Pública 8.
En tercer lugar, es una nota común a ambos derechos que sus garantías se adaptan a
la naturaleza de los procedimientos. Este elemento común está estrechamente vinculado con
el mandato que realiza el constituyente al legislador para que establezca en la ley un
procedimiento racional y justo. Un ejemplo de adaptación de garantías a la naturaleza del
procedimiento se puede identificar en el juicio ejecutivo regulado en el Código de
Procedimiento Civil, que establece un plazo de 4 días para interponer excepciones a la
demanda ejecutiva, si el demandado es requerido de pago en el lugar de asiento del tribunal.
7
GARCÍA Y CONTRERAS, op. Cit, p. 257.
8
Al respecto, BERMÚDEZ (2014) p. 527.
Como se puede notar, es un plazo breve que en un procedimiento de otra naturaleza
significaría una lesión del derecho de defensa.
Por último, señalan que el derecho a la tutela judicial y al debido proceso deben ser
interpretados de manera amplia y se exige además que los procedimientos de la justicia
ordinaria tengan la naturaleza de supletorios en relación a procedimientos especiales. En todo
caso, más bien correspondería hablar de una interpretación pro homine, siguiendo los
principios de la hermenéutica constitucional imperante.
Una vez revisadas brevemente las notas comunes a los derechos fundamentales en
estudio, corresponde revisar sucintamente el derecho al debido proceso y el derecho a la
tutela judicial, poniendo especial énfasis en las garantías que comprenden ambos derechos.
El debido proceso se define como “aquel que, franqueando el acceso a la jurisdicción,
permite que el proceso se desarrolle con todas las garantías esenciales, racionales y justas
que contribuyan a un procedimiento equitativo y no arbitrario” 9. Del entramado de garantías
que derivan del derecho al debido proceso encontraremos algunas que tienen un
reconocimiento constitucional, mientras que otras solo tienen una configuración legal. La
explicación de esta diferencia pasa por asegurar ciertas garantías a todo tipo de
procedimiento, independiente de su naturaleza, debido al rol fundamental que juegan estas
en el efectivo otorgamiento de justicia a los ciudadanos.
Las garantías que se entienden dentro del derecho al debido proceso en materia civil
son las siguientes: i) derecho al juez predeterminado por la ley; ii) derecho al juez
independiente e imparcial; iii) derecho a la defensa jurídica y a la asistencia letrada; iv)
derecho a la bilateralidad de la audiencia; v) derecho al debido emplazamiento; vi) derecho
a la igualdad de las partes; vii) derecho a presentar e impugnar pruebas; viii) derecho a
obtener una resolución fundada sobre el asunto de fondo; ix) derecho de revisión judicial por
un tribunal superior; x) derecho a la doble instancia; xi) derecho a la orden de no innovar.
Por otro lado, el derecho a la tutela judicial se presenta como un deber de prestación
que recae sobre el Estado y consiste en “la protección jurídica debida, en el igual ejercicio de
los derechos ante la justicia, proscribiendo la autotutela, y garantizando una respuesta a la
pretensión de derechos e intereses legítimos con autoridad de cosa juzgada y con la eficacia
coactiva que demanda la satisfacción de derechos fundamentales” 10. El Tribunal
Constitucional ha señalado que se trata de un “derecho fundamental autónomo, que tiene por
finalidad que las personas accedan al proceso com1o medio ordinario de resolución de
conflictos jurídicos, lo que resulta un presupuesto mínimo de todo Estado de Derecho” 11.
Esta conceptualización nos muestra la dimensión sustantiva del derecho a la tutela judicial. 12.
Con todo, el derecho a la tutela judicial puede ser mirado desde otra perspectiva, esto
es, desde una dimensión adjetiva. Lo anterior se explica por el hecho de que este derecho
9
GARCÍA Y CONTRERAS, op. cit, p. 257.
10
IBÍDEM, p. 254.
11
Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 1130, de 7 de octubre de 2008, considerando 6°.
12
GARCÍA Y CONTRERAS, op. cit, p. 245.
fundamental funciona como instrumento para exigir derechos o proteger intereses de distinta
naturaleza, ya sean civiles, comerciales, laborales, etc.
Este derecho comprendería, al menos, las siguientes garantías: i) derecho a la acción;
ii) derecho de acceso a la jurisdicción o a la justicia; iii) derecho a la cosa juzgada; iv) derecho
a la tutela cautelar; v) derecho a un proceso sin dilaciones indebidas; vi) derecho a la
publicidad de los actos jurisdiccionales y; vii) derecho a una sentencia motivada 13. Con la
conceptualización de cada derecho y la enumeración de las garantías que se comprenden en
ellos, se puede distinguir la línea fronteriza entre la tutela judicial y el debido proceso, pues
se ha de notar que las garantías de la primera son factores externos al proceso legalmente
configurado y que lo predeterminan 14.
13
IBÍDEM, p. 238.
14
IBÍDEM p. 244.
El cuerpo legal en análisis ha sido titulado como “Ley general sobre tramitación
electrónica de los procedimientos judiciales” y es complementado con dos autos acordados
dictados por la Corte Suprema, los cuales derogan todos los anteriores referidos al tema. Nos
referimos al Auto Acordado N° 37 que se dicta para la aplicación de la Ley N° 20.886 en el
Poder Judicial y al Auto Acordado N° 71 que regula el funcionamiento de los tribunales que
tramitan electrónicamente, ambos del 2016.
La historia de la tramitación electrónica puede dividirse en dos etapas. En primer
lugar, una etapa inicial o de pre-digitalización judicial y, en segundo, una etapa final o de
digitalización judicial. Para mayor claridad en la exposición nosotros seguiremos este mismo
orden.
1. ETAPA INICIAL O DE PRE-DIGITALIZACIÓN JUDICIAL
Esta etapa comienza con la dictación de la Ley N° 19.799 del año 2002 sobre
documentos electrónicos, firma electrónica y servicios de certificación de dicha firma. El
mensaje enviado por el Poder Ejecutivo señala que dicha ley tiene como finalidad principal
plasmar en los procesos judiciales los avances y transformaciones tecnológicas del nuevo
siglo. En efecto, lo que se pretendía era “la informatización y uso creciente de redes
electrónicas por parte del Estado, adecuando su gestión y organización para colocar servicios
e información vía internet accesibles por ciudadanos y empresas” 15 .
Para cumplir este objetivo, la ley desarrolla latamente temas como los documentos
electrónicos, sus efectos legales y la utilización en ellos de firma electrónica, la prestación
de servicios de certificación de esta firma, entre otras cosas. De esta forma, esta nueva
normativa permitió la utilización de nuevos documentos en los procedimientos y nuevas
técnicas de certificación de la autenticidad de estos.
En la ley pueden identificarse tres secciones. La primera parte de ella presenta una
serie de principios 16 y conceptos que facilitan la aplicación e interpretación de las normas,
pues en el contexto histórico normativo, términos como firma electrónica, firma electrónica
avanzada, fecha electrónica, entre otros, no eran conocidos por la mayoría de los operadores
jurídicos. La segunda parte se refiere al uso de la firma electrónica por los diferentes
operadores del sistema y una tercera parte que se refiere a los prestadores de servicios de
certificación de la firma.
Dicha ley se complementa con una serie de autos acordados dictados por la Corte
Suprema. En esta investigación revisaremos el contenido de dos autos acordados relevantes,
en primer lugar, el Auto Acordado N° 91 del año 2007 sobre procedimiento en los tribunales
que tramitan con carpeta electrónica y, en segundo lugar, el Auto Acordado N° 54 del año
2014 sobre tramitación electrónica en los tribunales con competencia civil. El primero,
establece la necesidad de instaurar criterios uniformes de sustanciación para los diversos
15
Mensaje Ejecutivo N°158-342 con el que inicia un Proyecto de Ley sobre firma electrónica y los servicios
de certificación de firma electrónica. Fecha 09 de agosto, 2000. Cuenta en Sesión 30, Legislatura 342.
16
Estos principios son la libertad de prestación de servicio, libre competencia, neutralidad tecnológica,
compatibilidad internacional y equivalencia u homologación del soporte electrónico al soporte de papel.
tribunales que tramitan con carpeta electrónica. Su ámbito de aplicación normativo recayó
en todos los tribunales que han sido creados o reformados en los últimos dieciséis años, es
decir, los Juzgados de Garantía, Tribunales de Juicios Oral en lo Penal, Juzgado de Familia,
Juzgado de Cobranza Laboral y Previsional, Juzgados Laborales y Juzgados Mixtos que
cuenten con sistema informático.
De esta manera, a partir de este auto acordado tenemos dos sistemas, por un lado, un
sistema civil donde los procedimientos son escritos, presentándose las demandas,
contestaciones, escritos y documentos materialmente en los tribunales, formando un
expediente material o de papel y, por otro lado, un sistema que aplica a los tribunales
reformados en nuestros país, en el que el uso de sistema informático será obligatorio en cada
tribunal y constituiría la herramienta exclusiva para la tramitación de las causas, según reza
el artículo 13 del texto referido.
En segundo lugar, el Auto Acordado N° 54-2014 sobre tramitación electrónica en los
tribunales con competencia civil cobra relevancia ya que el objetivo de esta regulación era
equiparar la situación entre los juzgados reformados y los de competencia civil. Sin embargo,
se pueden comprobar ciertos matices, ya que en principio se debería pensar que todas las
causas conocidas en los tribunales civiles debieran tramitarse de manera electrónica, pero el
resultado no fue el más alentador: únicamente se vieron incluidas en esta reforma las causas
ejecutivas y gestiones preparatorias. Hay que agregar que, en las causas ejecutivas, si se
oponen excepciones a la demanda ejecutiva, se debía formar un expediente físico.
2. ETAPA FINAL O DE DIGITALIZACIÓN JUDICIAL
Esta etapa viene a compilar todas las regulaciones hechas anteriormente sobre la
tramitación electrónica. Ello se realiza mediante la dictación de una ley general, cuyo ámbito
de aplicación recae sobre todos los tribunales ordinarios y los tribunales especiales
integrantes del Poder Judicial, excluido solamente de esta regulación los Tribunales Militares
en tiempo de paz.
La ley mencionada es la N° 20.886 que modifica el Código de Procedimiento Civil,
para establecer la Tramitación Digital de los Procedimientos Judiciales. Este cuerpo legal
consta de trece artículos y tres disposiciones transitorias, pudiendo distinguir en la técnica
legislativa dos partes. La primera, sobre regulación sustantiva de la tramitación electrónica
en los procedimientos judiciales, cuyas normas están contenidas en su Título I. Allí se
establece su ámbito de aplicación, los principios a los cuales se sujeta 17 y todo lo relacionado
al funcionamiento de los procesos judiciales. En la segunda parte se establecen las
modificaciones de diversos cuerpos legales, a saber, el Código de Procedimiento Civil y el
Código Orgánico de Tribunales.
Esta ley tiene como objetivo principal mejorar la gestión en la tramitación de los
procesos judiciales, fin que se complementa con otros como: la disminución de los costos, el
menor uso de papel, lo que trae aparejado la disponibilidad del espacio físico en los tribunales
17
Los principios que se establecen son de equivalencia funcional del soporte electrónico, principio de fidelidad,
principio de publicidad, buena fe, principio de actualización de los sistemas informáticos y de cooperación.
y archiveros judiciales y la eliminación de las fotocopias y compulsas, todos ellos dirigidos
a mejorar el acceso a la justicia.
La forma a través de la cual se consiguen estos fines es mediante la regulación de la
equivalencia funcional entre el soporte electrónico y el soporte papel o material, es decir,
establecer una homologación entre lo expresado en un documento electrónico y uno escrito.
Con ello cambia el paradigma y deja de existir el conocido expediente de la causa, para dar
lugar a la carpeta electrónica.
El contenido normativo de esta ley incide en el funcionamiento de los tribunales y así
se volvió indispensable sistematizar los autos acordados vigentes, estableciendo un nuevo
marco normativo interno con la dictación de los dos autos acordados que mencionamos con
anterioridad, los Auto Acordados N° 37-2016 y N° 71-2016, los cuales revisaremos a
continuación.
El Auto Acordado N° 37-2016 se dicta con el propósito de cumplir con una serie de
delegaciones normativas que efectuó la ley en comento a la Corte Suprema, las cuales regulan
aspectos de detalle que son indispensables para la aplicación en el Poder Judicial. Por
ejemplo, el sistema de búsqueda de causas en el sitio web del poder judicial; el sistema de
registro de abogados y habilitados para la presentación de demandas y escritos; el sistema de
georreferenciación; de ciertas actuaciones de los receptores judiciales; la carpeta digital y
todo aquello que fuere necesario para asegurar la correcta implementación de la mencionada
ley.
A grandes rasgos, este auto acordado establece la creación de la Oficina Judicial
Virtual por parte de la Corporación Administrativa del Poder Judicial, compuesta por un
conjunto de servicios entregados en el portal de internet del Poder Judicial al que tendrán
acceso los usuarios previamente identificados.
Para la presentación de demandas, escritos y documentos se requerirá de una clave
única proporcionada y administrada por el Registro Civil. Toda presentación de documentos,
demandas y escritos deberá realizarse obligatoriamente por este sistema y, solo
excepcionalmente, se podrá hacer de forma personal en caso de imposibilidad de acceso al
sistema de tramitación electrónica. Junto con ello, la mencionada Corporación estará
encargada de la carpeta electrónica, donde se almacenarán todas las actuaciones del proceso.
A su vez, el Auto Acordado N° 71-2016 que regula el funcionamiento de tribunales
que tramitan electrónicamente, junto al recién analizado, entrega directrices generales para
el funcionamiento de los tribunales que tramitan electrónicamente con el fin de adecuar y
compatibilizar sus procedimientos con las reformas legales. De su texto podemos dilucidar
cuatro partes, la primera parte que se refiere al ámbito de aplicación y conceptos generales,
una segunda parte que se refiere a los órganos de control, gestión y administración del
personal, plan anual de trabajo y atención de usuarios, una tercera parte sobre disposiciones
especiales y, finalmente, una cuarta parte sobre el uso de medios electrónicos y tramitación
de causas.
Sin lugar a dudas, en este auto acordado lo fundamental para nuestro objeto de estudio
es lo relativo al uso de medios tecnológicos y tramitación electrónica, en donde se establece
una serie de normas que vienen a sintetizar el uso de sistemas informáticos, los registros, el
ingreso de causas, la tramitación y notificaciones. De ello debe destacarse el artículo 20 del
A.A. N° 71-2016, que al igual que el artículo 3 de la ley 20.886, establece la obligatoriedad
del uso del sistema informativo tanto por los jueces, auxiliares de la administración y
funcionarios de cada tribunal. A su vez, regula la forma en que se tramitarán las solicitudes
recibidas por la oficina judicial virtual junto con una serie de normas cuyo último objetivo es
facilitar la utilización de medios tecnológicos en el proceso judicial.
Por último, se debe tener presente que esta ley está entrando en vigencia de manera
diferida a lo largo del país. En efecto, desde el pasado 18 de julio del 2016 se inició su
aplicación en los territorios jurisdiccionales de las Cortes de Apelaciones de Arica, Iquique,
Antofagasta, Copiapó, La Serena, Rancagua, Talca, Chillán, Temuco, Valdivia, Puerto
Montt, Coyhaique y Punta Arenas. Por su parte, a partir del 18 de diciembre del 2016 regirá
en los territorios jurisdiccionales de las Cortes de Apelaciones de Santiago, San Miguel,
Concepción y Valparaíso.
IV. ANÁLISIS CRÍTICO DE LA LEY N° 20.886 SOBRE TRAMITACIÓN ELECTRÓNICA Y SUS AUTO
ACORDADOS
Esto último, no es solo una omisión normativa, sino que es verdaderamente una clara
exclusión de estos tribunales, a la hora de tramitar electrónicamente las causas. Así, se deduce
del mismo artículo 1° de la Ley N° 20.886 donde señala su ámbito de aplicación.
Esta exclusión nos hace preguntarnos ¿cuál fue la razón que tuvo el legislador a la
hora de decidir si tramitar o no las causas que son competencia de estos tribunales? Si nos
remitimos a la historia de la ley 18, en la moción parlamentaria y en las posteriores discusiones
siempre se habla que el principal fundamento es que el Poder Judicial debe adecuarse a las
nuevas tecnologías dejando de lado el paradigma del expediente material, pasando así a la
carpeta electrónica y la digitalización del papel. Sin embargo, en ninguna parte se menciona
una razón de por qué se excluyen de esta ley los tribunales especiales.
Es cierto, que la mayoría de los tribunales especiales están fuera del Poder Judicial,
pero ello, a nuestro juicio, no es motivo para que el legislador no se refiera a estos, teniendo
en cuenta que en muchos se ventilan cuestiones de gran trascendencia. Ejemplo de esto son
los tribunales ambientales donde, hoy más que nunca, se han visto colapsados por un sin
número de causas que conocen, otro caso sería el tribunal de defensa de la libre competencia,
así como también, los Juzgados de Policía Local, cuya carga de trabajo no es menor.
Ahora bien, no hemos nombrado estos tres entes administradores de justicia de forma
aleatoria, sino que con el fin de ilustrar qué es lo que sucedería en caso de que suscite una
18
Historia de la Ley N°20.886; Moción parlamentaria correspondiente al primer trámite constitucional:
Senado.
causa en cada uno de estos tribunales, de manera tal que sea posible encontrar una solución
o de evaluar lo que cada uno de ellos ha hecho respecto del tema.
Este juzgado está regulado por la ley número 15.231 del año 1963 que fija el texto
definitivo y refundido de la Ley de organización y atribuciones de los Juzgados de Policía
Local y la ley número 18.287 del año 1984 1ue establece el procedimiento ante los juzgados
de policía local. En dichos cuerpos normativos, se establece que la administración de justicia
en las comunas será ejercida por los jueces de policía local. Estos juzgados, están bajo la
organización de cada una de las Municipalidades correspondientes, pero al mismo tiempo
están sometidos bajo del control de la Corte de Apelaciones respectiva. En el título II de esta
ley se establece la competencia de estos juzgados, quienes pueden conocer un sin número de
cuestiones del todo relevante como lo son las relacionadas a la ley de tránsito, las acciones
derivadas de la ley 19.496 sobre protección de los derechos de los consumidores, las causas
civiles y de contrato de arrendamiento de baja cuantía, controversias derivadas de la ley de
copropiedad inmobiliaria, entre otras.
Frente a esto, creemos que debido a la gran importancia que tienen las cuestiones que
hoy conocen los Juzgados de Policía Local, es que es del todo necesario establecer un sistema
en que se permita la tramitación electrónica en estos casos. Si bien, hoy en día cada
municipalidad se ha encargado a través de su página web de establecer un sistema de consulta
de casos y su estado, ello no resulta óptimo en cuanto a una ordenación general del sistema
a nivel nacional. Lo ideal sería que mediante una ley general, se ordenara a las
municipalidades de acuerdo a ciertos parámetros establecer un sistema de ingreso de causas
19
El artículo completo reza “los asuntos que se refieren a esta ley se tramitarán en papel, siempre con excepción
de aquellos en que se reclame indemnización de daños y perjuicios por accidentes de tránsito en los cuales se
pagará un impuesto en estampillas municipales equivalente al que fija la Ley de Timbres, Estampillas y Papel
Sellado para esta misma clase de juicios deducidos ante la Justicia Ordinaria. En este caso el Juez podrá
condenar en costas a la parte vencida.”. Ley N° 15.231 de 1963. Ley de organización y atribuciones de los
Juzgados de Policía Local.
y tramitación de estas por medios electrónicos, permitiendo así un mayor acceso a estas
cuestiones y de la misma forma, ir superando el paradigma del expediente escrito.
En razón de lo último, es que se alza la idea de que se aplique el CPC como norma
supletoria de los procedimientos que regula la ley de los Juzgados de Policía Local,
entendiendo que el CPC regula la generalidad de los procedimientos, por lo que en casos de
vacíos legislativos, es posible aplicar este grupo normativo. En esta línea, no todo estaría
perdido, y la misma ley 20.886 nos daría cabida a este pensamiento. Ello en razón de la
apelación, ya que el artículo 12 de esta ley, modifica la apelación ampliamente, por ejemplo,
en caso de remitirse los antecedentes al tribunal de alzada, ya que estos deberán remitirse
electrónicamente con copia fiel de la resolución apelada, del recurso y de todos los
antecedentes 20.
De acuerdo a esto, es que en caso que se apele en los Juzgados de policía local, se
deberán remitir los antecedentes de forma electrónica a la corte de apelaciones respectiva,
razón por la cual nos hace pensar que si se aplican supletoriamente las normas del CPC a los
JPL por lo que, ello sería una solución frente a la no tramitación electrónica.
Sin embargo, todo sería más sencillo, si es que existiese una ley, que regulará sobre
este punto, entendiendo a la Ley N°20.886 como la principal oportunidad de hacerlo, por lo
que su omisión sólo nos hace concluir que no existe voluntad legislativa sobre este punto en
cuestión.
20
Nuevo artículo 197 del CPC: “La resolución que conceda una apelación se entenderá notificada a las partes
conforme al artículo 50. El tribunal remitirá electrónicamente al tribunal de alzada copia fiel de la resolución
apelada, del recurso y de todos los antecedentes que fueren pertinentes para un acabado pronunciamiento sobre
éste. Recibidos los antecedentes referidos en el inciso anterior, la Corte de Apelaciones procederá a la
asignación de un número de ingreso. Acto seguido, formará un cuaderno electrónico separado para el
conocimiento y fallo del recurso cuando él haya sido concedido en el solo efecto devolutivo. En el caso que la
apelación fuere concedida en ambos efectos, el tribunal de alzada continuará la tramitación en la carpeta
electrónica, la que estará disponible en el sistema de tramitación electrónica del tribunal de alzada
correspondiente.” Ley N° 20.886 de 2015 que modifica el Código de Procedimiento Civil, para establecer la
tramitación digital de los procedimientos judiciales.
El Tribunal de Defensa de la Libre Competencia está regulado por el Decreto Ley
N°211 de 1973 sobre libre competencia, el que ha sido objeto de diversas modificaciones a
lo largo de su historia legislativa.
No obstante lo expuesto, debemos precisar que a esta ley según reza el artículo 29 se
aplican supletoriamente las disposiciones del Código de Procedimiento Civil, entonces por
esta remisión normativa podríamos indirectamente tramitar las causas de manera electrónica,
llenando así de esta forma el vacío legislativo que presenta la Ley 20.886 frente a estos
tribunales en particular. Esto último, sería según nuestra opinión una solución parche,
mientras el legislador no se presente sobre el punto.
Ahora bien, el artículo 29 nos presenta un límite, cual es que estas normas no sean
contrarias o incompatibles con lo regulado en el DL 211. Este límite, en este caso no sería
tal, ya que lo relacionado con la tramitación electrónica no sería algo contrario, sino que más
bien algo que llenaría los procedimientos que se susciten en estos tribunales.
Tenemos certeza que el decreto ley sobre causas de libre competencia ha sufrido
diversas enmiendas ya que las modificaciones que se han introducido no han sido pocas.
Creemos que habría sido oportuno dentro de estas múltiples reformas haber incluido la
tramitación de los procedimientos de manera electrónica considerando la trascendencia y
sinnúmero de causas que conoce el Tribunal de Libre Competencia y que se vio nuevamente
postergados por la Ley N°20.886.
3. TRIBUNALES AMBIENTALES
En cuanto a notificaciones de igual forma, las partes con previo acuerdo pueden
solicitar que se les notifique por correo electrónico que estos especifiquen.
VI. CONCLUSIONES
Luego de efectuada esta exposición normativa estamos en condiciones de proponer
algunas conclusiones en nuestro trabajo. En efecto, nuestra hipótesis inicial que guió nuestra
investigación pudo ser confirmada, pues hemos notado que la ley de tramitación electrónica
no efectúa cambios de fondo al proceso civil, tan solo aplica tecnología el trabajo diario del
Poder Judicial.
La idea recién expresada puede confirmarse por la dificultad de encasillar alguna de
las modificaciones legales a las garantías que enunciamos al comienzo de este trabajo, las
cuales componen los derechos de acceso a la tutela judicial y al debido proceso. A primera
vista, ninguna de ellas mejora la aplicación de la acción de la cosa juzgada, o introduce
modificaciones a las medidas cautelares, no se establecen resguardos para garantizar la tutela
al juez imparcial e independiente, etc.
En todo caso, no se puede desconocer que la aplicación de tecnología a los
procedimientos tiene importantes repercusiones laterales en la tramitación de causas, las
cuales constituyen un paliativo valioso para las personas en la búsqueda de justicia.
De todas las modificaciones legales, las normas que podríamos rescatar y que
constituyen modificaciones de fondo al procedimiento civil, son las que autorizan al
secretario para dictar resoluciones interlocutorias y las nuevas exigencias de
georreferenciación que se imponen a los receptores, normas que pueden favorecer un
procedimiento sin dilaciones indebidas y un debido emplazamiento.
Por otro lado, la exclusión de tribunales ajenos al Poder Judicial constituye una
deficiencia del sistema, aspecto que adquiere mayor relevancia en los Juzgados de Policía
Local, pues sobre estos tribunales recae la competencia para conocer causas sobre derecho
del consumidor o infracciones a la ley de tránsito. En efecto, es en este tipo de causas donde
la mayoría de los chilenos que no poseen grandes patrimonios se hacen parte y toman
contacto con la justicia. La digitalización pudo ser una disminución efectiva a las barreras de
entrada que existen.
Por último, aparece de manifiesto la necesidad de efectuar una verdadera reforma al
proceso civil, que modifique los principios sobre los que se funda, su estructura, establezca
un nuevo sistema recursivo y sobre todo, que disminuya los costos para las personas, pues
este es uno de los principales impedimentos para ejercer acciones, pues desde una perspectiva
económica, la eventualidad de ver triunfar la acción no se presenta como una alternativa
frente a las sumas de dinero que deben desembolsarse en la tramitación de un juicio.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
BERMÚDEZ SOTO, Jorge (2014). “Derecho Administrativo General”, Legal Publishing,
Santiago, 2014. 700 p.
BIDART CAMPOS, Germán, “Los derechos “no enumerados” en su relación con el derecho
constitucional y el derecho internacional” en Memoria del CONGRESO Iberoamericano de
Derecho Constitucional (7º, 2002, México D.F, México). Universidad Nacional Autónoma
de México. 111 p.
Disponible en: http://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/342/6.pdf [Fecha de
consulta: 3 de septiembre de 2016].
GARCÍA PINO, Gonzalo y CONTRERAS VÁSQUEZ, Pablo, “El Derecho a la tutela judicial y al
debido proceso en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional chileno”. Estudios
constitucionales. Vol.11 N°2, 2013. p.229-282.
Disponible en: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
52002013000200007&lng=es&nrm=iso>. [Fecha de consulta: 2 de septiembre de 2016].
NORMAS CITADAS
Decreto Ley 211, Fija normas para la Defensa de la Libre Competencia. Diario Oficial, 22
de diciembre de 1973.
Ley N° 20.600, Crea los Tribunales Ambientales. Diario Oficial, 28 de junio de 2012.
Ley N° 18.287, Establece Procedimiento ante los Juzgados de Policía Local. Diario Oficial,
7 de febrero de 1984.
JURISPRUDENCIA CITADA