La Exhibición
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La Exhibición
—Su Alteza Real, es un honor tenerla aquí hoy —dice el director del museo. Lo miro del otro lado
de la mesa, su rostro es viejo, pero sus ojos azules cristalinos me miran con entusiasmo.
—Es un placer estar aquí, señor Floyd —miento. No quiero estar en esta oficina sofocante, llena de
papeleo.
—Fue maravilloso cuando recibimos noticias de su oficina, Su Alteza —contesta, acomodándose las
gafas—. No puedo decirle lo emocionados que estamos de trabajar con usted.
Quiero decirle lo poco emocionada que estoy y cómo solo estoy involucrada en esto porque mi
oficina lo dijo: «Será una oportunidad maravillosa para que uses tus habilidades» me había dicho mi
secretaria privada, «necesitas ser vista por el público haciendo algo»
Hago todo lo posible por no parecer aburrida mientras el señor Floyd continúa.
—... Aquí en el Museo Victoria & Albert, le damos la bienvenida a cualquier persona apasionada por
la historia y su título ciertamente sugiere que usted lo es.
—Así es —digo sonriendo falsamente, moviendo mi brillante melena castaña detrás de mis
hombros.
Se ve paralizado por un momento, mirando los profundos hoyuelos en mis mejillas mientras le doy
mi mejor sonrisa. Parpadea y se recupera.
—Bueno, como sabe, el próximo año se cumplirán 150 años de la Boda Real del Rey William V y la
Reina Catherine... Es nuestra intención aquí en V&A realizar una exhibición para celebrar esa
ocasión...
Intenta continuar, pero lo interrumpo, cada vez más impaciente. Había sido informada al respecto
tres meses antes.
—Entiendo, señor Floyd, pero ¿cómo voy a ayudarlo con su exhibición? —destaco la última
palabra. No pretendo ser grosera, pero todo esto parece un poco ridículo.
—Oh, sí, bueno... —está nervioso, y hojea sus papeles como si encontrara la respuesta ahí.
Obviamente, no se esperaba una interrupción de su monólogo—. Su Alteza, usted sería asesora especial
de la exhibición, dirá a los curadores una idea de la relación entre el difunto Rey y la Reina... —se
apaga, notando mi expresión poco convencida.
—Señor, usted comprende que nunca conocí al difunto Rey y Reina, ¿no es así? Fallecieron hace
más de ochenta años, ¿parezco mayor de 80 años?
Floyd se sonroja, una ola carmesí se mueve desde su cuello hasta su rostro. Intenta reír, pero decide
que es demasiado arriesgado.
—Por supuesto que no, Su Alteza —dice con una expresión inexpresiva, tengo que admirarlo. Me
río para romper la tensión, y él me sigue con una pequeña risa—. Déjame empezar de nuevo... como
miembro de la familia real, tiene acceso a los archivos reales y creemos que puede haber elementos de
interés allí; fotos, cartas y cosas por el estilo que pertenecieron a William y Catherine.
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—Perdone mi ignorancia, pero ¿no podrían sus investigadores solicitar el acceso a estos archivos?
—Bueno, sí, pero su participación le daría a esta exhibición un cierto... —mira alrededor de la
habitación, buscando la palabra—... ¡Prestigio! —hago todo lo posible por no poner los ojos en blanco.
Se inclina hacia la mesa, como si no quisiera ser escuchado por las personas inexistentes en la
habitación—... Estoy seguro de que sería beneficioso para su imagen pública.
Quiero abofetearlo. Obviamente, ha estado leyendo los tabloides. Me recuerdo internamente: «las
princesas no abofetean, las princesas no abofetean...»
—Haré todo lo posible para encontrar el tipo de material que necesita —digo con los dientes
apretados.
Me sonríe y golpea ligeramente con los dedos el escritorio.
—Hay una cosa más... Una buena exhibición es aquella que revela algo que antes se desconocía.
Esperamos algo... Íntimo.
—¿Íntimo? —arqueo la ceja y frunzo el labio.
—Su Alteza Real, William y Catherine fueron Reyes populares, el deseo del público de obtener
información sobre ellos sigue siendo muy fuerte.
—¿Me está pidiendo que le de información privada sobre mi familia?
—Por supuesto que no —insiste, aunque no estoy convencida de que se oponga a la idea—. ¡Un
pequeño detalle para dar vida a esta exhibición! Si pudiera encontrar algo para que atrajéramos al
público sería un éxito para todos los involucrados —él me guiña un ojo e instintivamente me siento en
mis manos.
Actúo como si lo estuviera considerando, frunciendo el ceño.
—Haré mi mayor esfuerzo —digo finalmente.
—¡Maravilloso! —exclama mientras me pongo de pie—. Por favor, póngase en contacto si tiene
alguna duda —me tiende la mano y la tomo de mala gana. Como esperaba. Sudoroso.
—Gracias, mi oficina estará en contacto —digo, resistiendo el impulso de limpiarme la mano en el
vestido.
Me meto en el coche que me espera e inmediatamente no puedo evitar pensar en lo que había dicho
Floyd; «Estoy seguro de que sería beneficioso para su imagen pública». Tenía razón, por supuesto.
Desde que me gradué de la universidad hace trece meses con un título en Historia, había hecho solo
algunas visitas a organizaciones benéficas. Mi padre y mi oficina habían tratado de ayudar, sugiriendo
todo, desde el ejército hasta las finanzas, y todo lo había rechazado. Naturalmente, la prensa se había
abalanzado sobre mí.
La cuestión es que encontrar tu pasión y comprometerte a ello es un poco difícil cuando sabes de
antemano lo que te espera como futura reina. Así que por qué no solo esperar lo inevitable.
Salgo de mi ensueño cuando mi conductor abre la puerta del coche, lo que indica que llegamos a
casa: Clarence House. Me dirijo a la cocina, mi estómago ruge salvajemente. Allí, de pie junto al
refrigerador, hay una figura alta, de pelo canoso.
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—Bien, conseguiré que Maggie me dé acceso a los archivos de Windsor, nunca se sabe, podría
encontrar su viejo y polvoriento juego de scrabble —jadeo y coloco el dorso de mi mano en mi frente
—. ¡Oh, qué escándalo!
Papá niega con la cabeza y sonríe ante mi sarcasmo.
Julio de 2009
—¿Chi?
—¡Chi! —dice—. Once puntos.
—William, eso no es una palabra —le levanto una ceja.
—Claro que si, Chi es una energía vital en el cuerpo según la filosofía china —dice, alineando sus
fichas con esmero en el tablero de Scrabble—. ¿Vas a jugar o me declaro ganador ahora?
Volteo hacia abajo. Una "J" y una "P" son las únicas fichas que se encuentran en mi soporte.
—Necesito otra ficha —digo, metiendo la mano en la bolsa para tomar una. Una «X». Maldita sea.
Sentado en la alfombra frente a mí, William sonríe. Toma su pieza final, una «S» y la coloca con
aire de grandeza al final de la palabra «locura» que creé media hora antes, cuando este juego parecía
mucho más prometedor.
—¡Los plurales no están permitidos! —Le digo con seguridad.
—Son según el diccionario de Scrabble... —palmea el libro del suelo junto a él. Se lo compré el año
pasado para Navidad y desde entonces lo lamento—... Esta palabra lo está, lo que me convierte en el
ganador... ¡Otra vez!
Resoplé infantilmente y vuelvo a poner mi «J», «P» y «X» en la bolsa, haciendo que William se ría
burlonamente.
—Eres una mala perdedora Middleton.
—¡Cállate! —digo, recogiendo su «S» ganadora y lanzándola.
—¡Ouch! —exclama de repente y se agarra el ojo.
—¡Ups! ¿Estas bien? —me arrastro sobre el tablero hacia él, golpeando todas las palabras fuera de
lugar y tratando de no reírme
—Necesito mis dos ojos para volar helicópteros, sabes —dice fingiendo enojo.
Me río y retiro su mano de su ojo, pretendiendo inspeccionarlo en busca de daños.
—Vivirás para volar otro día más, teniente Wales —digo inclinándome. Acerco mis labios sobre su
párpado, plantando un pequeño beso en su piel. Me acerca a su cuerpo y termino acurrucada en su
regazo jugando con los botones de su camisa—. Ojalá no tuvieras que volver mañana.
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William había estado entrenando con la "Royal Air Force" en Shropshire durante los últimos meses
y lo había extrañado terriblemente.
—Lo sé, yo también —me aparta un mechón de pelo de la cara—, pero pronto me establecerán en
algún lugar fijo, muy probable al norte de Gales... —mira al suelo con nerviosismo—... ¿te gusta
Gales?
Dejo de jugar con su camisa y coloco mi mano sobre su pecho. Es una pregunta extraña.
—Supongo que sí, ¿importa?
—¡Claro!
—¿Por qué? —digo confundida. Todas las decisiones sobre la carrera de William se han tomado sin
mí en mente, y ahora, esta noche, rodeada por el desorden de fichas de Scrabble, soy parte de la
ecuación.
—Porque... —hace una pequeña pausa—... Esperaba que te mudaras conmigo.
El Castillo de Windsor es un lugar bastante imponente. Mientras camino hacia la gran entrada, las
enormes pinturas de mis ancestros me miran desde las frías paredes de piedra como si estuviera
haciendo algo mal. Me estremezco y avanzo rápidamente hacia la torre que contiene los Archivos
Reales.
Allí esperando para recibirme hay una pequeña dama de mediana edad, vestida con un traje de
tweed verde, con su cabello castaño recogido en un moño. Hace una reverencia cuando entro.
—Es un placer conocerte —digo extendiéndole mi mano.
—Su Alteza Real —dice tomándola—, Bienvenida, mi nombre es Adeline Hilson y soy la encargada
de los Archivos, ¿puedo darle un breve recorrido antes de empezar?
Asiento y mientras me guía por las habitaciones, me impresiona que lejos de que este lugar sea un
montón de documentos polvorientos y objetos apilados en estantes, es un espacio elegante y a prueba
de desastres, más parecido a un laboratorio de alta tecnología.
Adeline me muestra algunos elementos que cree que me gustaría ver. Me muestra un libro de
aspecto desgastado sobre una de las mesas de investigación.
—Este es el diario de la reina Victoria, es realmente revelador —dice con orgullo. Por primera vez,
siento un destello de emoción al leer a Victoria describir su noche de bodas—. "¡Me abrazó y nos
besamos una y otra vez! Cuando amaneció (porque no dormimos mucho) y vi ese hermoso rostro a mi
lado, ¡Fue más de lo que puedo expresar!
Me dirijo a Adeline con un nuevo sentido de determinación, si Victoria pudo escribir esto
abiertamente en 1840, ¿seguramente William o Catherine podrían hacerlo en 2011?
—¿Hay algo como esto sobre William y Catherine? ¿Cartas o un diario, algo que el público nunca
haya visto?
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—Me temo, Su Alteza, que nunca se entregó nada por el estilo a los Archivos Reales —dice y mi
corazón se hunde. Justo cuando me estaba emocionado con este proyecto—. Debe recordar que la
comunicación por cartas se extinguió en gran medida en la familia después del rey Charles III... El rey
William V y la reina Catherine probablemente se comunicaban por mensaje de texto o correo
electrónico.
—¿Y supongo que no hay copias impresas de esos? —digo en parte en broma, en parte con vana
esperanza.
Adeline simplemente se ríe, lo que tomo como un no.
—Pero tenemos muchos otros artículos —me lleva a una pequeña sala de lectura sin ventanas,
donde hay cajas y cajas de documentos apilados sobre la mesa—. Me tomé la libertad de seleccionar
algunas cosas para que comience.
No puede ser, mientras reflexiono sobre si la falta de luz solar podría volverme loca. Adeline me
deja para ponerme en marcha y empiezo a leer los documentos.
Dos horas después, quiero estrellarme la cabeza contra la pared. En 120 minutos he encontrado
documentos oficiales entre el Rey William y el parlamento, fotografías de William y Catherine en cenas
de estado y lo más emocionante, una araña muerta aplastada entre las páginas de su programa oficial de
coronación.
Adeline entra y me encuentra apoyando la cabeza en la mesa. Me levanto de un salto. Con gracia,
actúa como si no hubiera visto nada.
—Olvidé darle esto —dice, entregándome otra caja.
Suspiro por dentro divagando qué elemento inductor del sueño contendrá. Sin embargo, cuando lo
abro, encuentro un libro encuadernado de cuero, grabado con las palabras: «El lenguaje de las flores».
Miro a Adeline inquisitivamente.
—Era de Catherine, la copia que utilizó para elegir las flores de su boda. Ella estaba muy interesada
en el significado de las flores, dele un vistazo, las páginas que usó todavía tienen las esquinas dobladas.
Saco el libro con cuidado de la caja y empiezo a hojear las páginas dobladas; lirio de los valles
significa «digno de confianza», mirto «esperanza y amor», carpes «resiliencia». Casi he terminado de
mirar cada página cuando noto un ligero bulto entre dos de las páginas.
Lo abro y me sorprende encontrar lo que parece solía ser una flor presionada entre las páginas. Se
está convirtiendo en polvo, pero una imagen al lado muestra que una vez tuvo ocho pétalos de color
lavanda, formando la forma de una estrella y un largo estambre con antenas de color amarillo brillante.
Adeline se acerca a mi asiento, sin molestarse en ocultar su curiosidad y observa mientras saco una
nota escrita a mano que se ha deslizado con la flor.
«Grewia similis / flor Crossberry. Significado: Calma / Paz (Calmness / Peace). 900102»
—¿900-102? ¿Qué significa eso? —digo.
Adeline frunce el ceño.
—Es una incógnita, Su Alteza, pero debe haber significado algo para Catherine.
—¿Entonces esta es su letra?
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—Oh, sí, reconocería la escritura de ella y del rey William en cualquier lugar —dice, sonrojándose
levemente.
Reconozco que el libro podría ser de alguna utilidad para la exposición y le digo a Adeline que
alguien del V&A se pondrá en contacto con ella. Cuando empiezo a marcharme, Adeline me detiene.
—Por favor, perdone mi impertinencia, pero si lo que busca es algo más personal, le sugiero que
busque un lugar más cercano a casa —le doy una mirada perpleja, deseando que continúe—. El Palacio
de Kensington —dice mirándome como si esto fuera obvio—... Residieron ahí durante más de
cincuenta años, si hay artefactos personales en alguna parte, imagino que ahí es donde estarán.
La maldigo interiormente por no haberme dicho eso hace dos horas, pero exteriormente, le
agradezco, esperando que el Palacio de Kensington contenga algo más significativo que una vieja flor
que se desmorona.
Agosto de 2009
Paso los dedos de mis manos por las hebras frescas de hierba, disfrutando de la sensación. A mi
lado, donde estoy apoyada en la colina, arranco una sola margarita.
—¿Sabes que las margaritas son un símbolo de inocencia? —digo, haciéndola girar entre el dedo
índice y el pulgar.
—¿Así es como seduces a William? ¿Hablando de flores? —responde mi hermana Pippa, acostada
a mi lado, con gafas de sol. Le doy una palmada juguetona en el brazo y miro hacia el campo de polo,
donde William se baja de su caballo—. ¿Qué está pasando con él de todos modos? ¿Has aceptado
mudarte con él ya? —dice sentándose.
—No, solo que aún no sé —me muerdo el labio como siempre lo hago cuando me siento incómoda.
—¿Cuál es el problema? Has vivido con él antes.
—Lo sé, pero esto es diferente, además Galés está tan lejos —comienzo a arrancar distraídamente
los pétalos de la margarita.
William comienza a caminar hacia nosotros, rojo y sudoroso por el partido.
—¿Están bien? —dice cuando llega a nosotras, su cuerpo proyectando una sombra.
—William, si mi hermana se muda contigo, ¿la dejarás salir de su jaula para visitar a su familia de
vez en cuando? —Pippa dice sin rodeos.
—¡Pippa! —grito inmediatamente.
—No controlo a tu hermana, ella puede hacer lo que quiera —mira entre Pippa y yo, es obvio que
no sabe a quién debería dirigir sus comentarios.
—¿Te la vas a llevar para que viva contigo cuando vuelvas a Londres también? —bromea.
—No es probable —William se ríe.
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—El señor Floyd me envió un correo electrónico, quería saber cómo te está yendo.
—Puedes decirle que no he encontrado ninguna de sus bragas —le respondo.
Maggie me mira con una mezcla de desaprobación y diversión. Estamos caminando hacia una
bodega privada del Palacio de Kensington donde guardan los artículos pertenecientes a la realeza, que
se han transmitido de generación en generación y terminaron en esta sala porque nadie sabe qué hacer
con ellos. Me pregunto si mi abuelo ha arrojado artículos no deseados aquí a lo largo de los años.
—Cuando esté a cargo, enviaré toda esta basura a Windsor, a Adeline le encantará.
Maggie está escarbando en cajas de ropa de William y Catherine.
—¿Qué hay de esto? —dice, quitando el papel protector para revelar un hermoso vestido rosa,
adornado con brillantes cuentas plateadas. Saca una foto de Catherine con el vestido que la acompaña y
me la entrega.
Le doy la vuelta y reconozco la misma letra que había visto en Winsdor la semana pasada.
«Ark Gala, 10 de junio de 2011»
—Nos lo quedamos —digo. Maggie cierra la caja y la pone a un lado en nuestra pila de "guardar".
Como mi secretaria privada, Maggie ha sido una parte invaluable de mi vida durante los últimos
cinco años, aunque nunca le diría eso. Una mujer alta, delgada, con cabello castaño rizado, posee toda
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la paciencia, la resistencia y el impulso que tanto me falta, pero tiene suficiente sentido del humor para
aguantarme.
Miro la pila que hemos creado. El vestido, un collar de rubíes y una manta de bebé con monograma
que perteneció a su primer hijo y a mi tatarabuelo, el rey George, es todo lo que tengo para presentarle
a Floyd.
Suspiro profundamente y me siento en el suelo, casi lista para rendirme. Miro las filas de estantes en
los que todavía tenemos que trabajar. Maggie había ideado un plan; ella tomaría la sección de ropa y yo
tomaría las cajas de artículos que habían sido etiquetados cronológicamente, trabajando de izquierda a
derecha.
Decido disuadirme del plan y agarrar la caja más cercana a mí en el estante inferior, con la etiqueta
«Reina Catherine, fecha desconocida». Maggie me mira, pero ignoro su ceño fruncido y abro la caja.
En el interior hay una caja negra más pequeña, del tamaño de una caja de zapatos, pero hecha de
metal y claramente cerrada. La levanto, la inspecciono, y encuentro que tiene una cerradura con 6
dígitos. Las combinaciones posibles son infinitas.
Maggie me dice algunos números que podrían funcionar, como cumpleaños y aniversarios
relacionados con William Catherine. Ninguno de ellos funciona.
—Me pregunto por qué nadie ha intentado abrir esto a la fuerza —digo, tirando de la manija en un
vano intento de abrirla.
—Probablemente porque respetan su privacidad —dice Maggie, colocando con cuidado un vestido
floral de Jenny Packham en su envoltorio.
—¡Oh, por favor, murió hace muchos años!
—Eso no la hace menos humana, ¿verdad? Era tu tatara-tatarabuela después de todo.
Maggie siempre tiene una forma de regañarme sin cruzar la línea. Dejo la caja en el suelo con
culpabilidad y la miro mientras guarda un vestido de flores.
Un pensamiento pasa por mi mente... Vestido de flores... Flores... Grewia similis/Crossberry flower...
—¡900-102! —grito, sorprendiendo a Maggie.
Mis dedos tantean con las cerraduras mientras marco los dígitos. Un clic satisfactorio me dice que
está abierto.
—¿Como demonios...?
—Es mi tatara-tatarabuela, tenemos una conexión —bromeo, y Maggie pone los ojos en blanco,
poco convencida.
El contenido está a reventar, y tan pronto como levanto la tapa, salen fotos, tarjetas y cartas,
esperando ser liberadas durante 150 años.
Reviso todo con entusiasmo, y encuentro una tarjeta de cumpleaños. En el interior se lee:
«9 de enero de 2003,
Querida Kate, espero tengas un excelente día, Will»
Pronto descubro que todo en esta caja está fechado.
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—¡Dios, qué aburrida! —murmuro para mí. Maggie y yo comenzamos a clasificar el contenido—.
¿Crees que esto contará como algo "íntimo" para la exhibición?
—Ciertamente es algo único, mira esto —dice tomando una carta y leyéndola.
«29 de abril de 2011,
Querida Kate, apuesto a que ahora mismo estás sentada en la cama, con el pelo alborotado y
probablemente bastante cansada por dormir poco o nada. Y apuesto a que mientras lees eso,
inconscientemente te estás arreglando el cabello, ¡te caché!
Quiero recordarte la promesa que te hice esa vez. Que pase lo que pase, haré todo lo que esté en
mi poder para hacerte feliz, te protegeré y te amaré por el resto de mi vida. Lo dije en serio esa vez y
lo digo en serio ahora. Te veré en el altar, ¡no llegues tarde! W.»
—Mira, Adeline se equivocó, ¡Sí que escribieron cartas! —digo sintiéndome justificada.
—¡Qué romántico! —dice Maggie, ignorando mis palabras.
Agarro un montón de fotos, buscando algo que valga la pena usar. En una se ven solo sus cabezas,
Catherine besando a William en la mejilla mientras él mira a la cámara, otra donde están con sus hijos
en un columpio...
En otra están parados debajo de un árbol. El resplandor de la lente es fuerte, lo que hace que una luz
brillante oscurezca el lado izquierdo de la foto. Le doy la vuelta buscando la fecha, pero en cambio me
encuentro con algo totalmente diferente.
Pegado a la parte posterior con algo amarillo que supongo alguna vez fue cinta adhesiva, hay un
trozo de cuerda. Observando más a detalle, veo que en realidad son tres piezas, dos rojas y una marrón,
trenzadas juntas.
—Esta no tiene fecha —le digo, pasándoselo a Maggie.
—Quizás se le olvidó —responde, inspeccionando la trenza.
—¡Fechó todo! —le muestro la parte de atrás del resto de las fotos como prueba—. ¿No te parece
sospechoso?
—Creo que estás buscando un escándalo donde no lo hay —se ríe, devolviéndome la foto—, tú eras
la que me decía que William y Catherine eran muy aburridos.
—¡Ugh bien! —puse la foto en mi bolso, mi instinto todavía me decía que había algo especial en
ella—. Quizás no fueron aburridos, pero todavía no puedo imaginarlos besándose espontáneamente en
los pasillos del palacio en un ataque de pasión.
Maggie pone los ojos en blanco.
—Si ya has terminado con esa imagen mental, ¡tenemos que prepararnos para un viaje a Kenia!
Septiembre de 2009
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—Cariño —escucho a través de la niebla del sueño—. Cariño... Kate —continúa—. Catherine —
esta vez está justo al lado de mi oreja, acompañado de una caricia a mi mejilla. Saco mi mano de
debajo de las sábanas y aparto su mano. Esto solo lo anima más y antes de que pueda protestar, la
cabeza de William está enterrada en el hueco de mi cuello, murmurando—. Despierta.
—¡Estaba disfrutando de mi sueño! —lo empujo lejos de mí, cediendo y abriendo mis ojos.
—No aguantas nada, una noche de fiesta y estás muerta para el mundo.
—No solo fue una noche de fiesta Will, no había bebido tanto desde la universidad.
Pongo mi mano sobre mi cabeza y cierro los ojos de nuevo, sintiendo el dulce alivio de la oscuridad.
Junto con un grupo de amigos, William y yo habíamos ido a Raffles en Chelsea anoche. En los dos
años transcurridos desde que volvimos a estar juntos, había mantenido un perfil bajo, trabajando para
el negocio de mi familia y viendo a William los fines de semana. A excepción de anoche, donde
bebimos como marineros
Mi mente regresa a nosotros bailando descuidadamente en el club, riendo como adolescentes en el
camino de regreso y tropezando en las puertas de Clarence House a las 3 de la mañana.
—¿Te acuerdas de anoche? —dejé escapar un gemido bajo.
—En realidad no —bosteza.
—Comenzaste a cantar "Moon River" cuando llegamos aquí e insististe en besarme todo el camino
hasta las escaleras —digo, recordando la imagen en mi mente. William se ríe—. ¡Está bien para ti! —
le digo dándole un golpe en el estómago—; puedes hacer lo que quieras y está bien, pero yo, ¡tu
personal me odia!
—¡Por supuesto que no! —el rostro de William se pone serio de repente. Giro la cabeza y miro al
techo, sabiendo que tengo razón, pero no quiero discutir—. Sabes que las cosas serán diferentes
cuando nosotros... —William me imita, mirando al techo—... cuando seas mi esposa —mi corazón se
acelera. Me encanta escucharlo decir esa palabra—. Las cosas serán más fáciles.
—En algunos aspectos, pero no en todos.
Pienso en ese inquietante temor de que mi vida y mi matrimonio se hagan públicos. William toma
nota de mi inseguridad.
—¿Todavía quieres casarte conmigo?
—Más que nada —me vuelvo para sonreírle.
—Ya sabes, si fuera por mi, seríamos solo nosotros, una casa pequeña y un perro.
—Lo sé —le aseguro, sabiendo que él quiere un "solo nosotros" tanto como yo.
—Hablando de tiempo a solas, estaba pensando que podríamos ir a Kenia, antes de mudarnos a
Gales.
Me acuesto en su abrazo, disfrutando de la idea de un par de días de paz; días en los que nuestros
secretos serán solo nuestros.
—Me encantaría —digo para después plantarle un beso.
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El sol africano comienza a ponerse mientras descendemos en suelo keniano, haciendo que el cielo se
vuelva dorado.
—¡Ajá señal! —exclama Maggie ya de pie, caminando por el pasillo—. Su Alteza, tengo algunos
correos electrónicos —dice, ignorando el letrero parpadeante del cinturón de seguridad y agarrándose a
mi asiento, tambaleándose precariamente.
—Kwasi ha confirmado los detalles de su estancia con él y su familia y ha accedido amablemente a
mostrarle la aldea de Rutundu...
Los Craig, que habían sido amigos de mi familia desde los días del Rey William, me habían pedido
amablemente que me quedara con ellos un par de días como un respiro, después de mi gira de cuatro
días por Kenia.
Después de contarles sobre la exhibición, me dijeron con pesar que no había nada que encontrar en
Lewa Wildlife Conservancy, donde William y Catherine se habían comprometido. Sin embargo, me
sugirieron que pasara un tiempo en el pueblo de Rutundu, donde vivía otro viejo amigo de la familia,
Kwasi.
—...Y el Telegraph se ha enterado de su participación en la exhibición.
—Floyd es una serpiente —susurro.
—Es bastante elogioso, le sugiero que lo lea cuando tenga un momento —Maggie me mira con
optimismo.
Sé que ella está pensando lo mismo que yo, que entre esta visita y la exhibición, podría volver a la
normalidad.
Cuatro días en Kenia pasan volando. Me conmovió la cálida bienvenida de los niños con carteles de
«¡Bienvenida, Princesa!» y la actitud positiva de todos en las organizaciones benéficas que visité.
Pero tan rápido como comenzó, se acabó y me encuentro descendiendo del Land Rover para
encontrarme con Kwasi. Lo veo acercándose de lejos, alto, bien formado, de piel suave y oscura,
parece casi elegante. No lo he visto en diez años, pero ya siento la familiaridad.
—Su Alteza Real —dice con una reverencia—. Bienvenida a Rutundu.
—¡Oh, por favor, nada de eso! —digo.
Sonríe agradecido y sigue hablando con su marcado acento keniano.
Mientras caminamos hacia el pueblo, la conversación se centra en William y Catherine.
—Mi antepasado era cercano al rey William y la reina Catherine.
—¿De Verdad? ¿Cómo? —digo, curiosa por saber cómo mi familia forjó lazos con este pequeño
pueblo.
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—Se interesaron en Rutundu, ayudaron a construir una escuela, ese tipo de cosas —hay un tono en
su voz que me irrita, como si estuviera ocultando algo, pero ignoro mi instinto, queriendo extraer tanta
información como pueda—. ¿Entonces estás buscando algo especial para una exhibición? —dice
Kwasi cuando entramos en el pueblo, con el sol de la tarde ardiendo en mi espalda.
—Sí, algo desconocido por el público, ¿crees que podrías ayudar? —tengo la esperanza de que este
pueblo tenga algo especial.
—Creo que visitaron nuestro pueblo en 2009, 2010, 2023, luego de forma intermitente hasta su
muerte.
—¿2009? —se despierta mi curiosidad—. Leí que vinieron en 2010 por primera vez cuando se
comprometieron.
—Supongo que nuestros antepasados pueden sorprendernos.
Ahí está ese tono de nuevo. Intento alejarme de la sensación de que me está ocultando algo. De
repente me distrae de mis sospechas un tono púrpura en el rabillo del ojo. Girando a mi izquierda, veo
un arbusto, adornado con flores violetas en forma de estrella.
—¿Eso es...?
—¿Eso? —Kwasi camina hacia el arbusto—, se llama...
—Flor de Crossberry —le digo, interrumpiéndolo. Arranca una flor del arbusto y me la da.
—Son originarios de Kenia.
—Catherine había guardado una en un libro —le digo—, debe haberlo conseguido en una de sus
visitas, aunque parece extraño...
—¿Por qué?
—Solo había una flor, habiendo tantas flores hermosas en Kenia, y ella solo se llevó esta.
Frunzo el ceño, tratando de encontrarle sentido. Puedo escuchar a Maggie en el fondo de mi cabeza
diciéndome que estoy buscando un escándalo donde no lo hay.
Sacudiendo la cabeza y me encojo de hombros ante la sensación de que me estoy perdiendo algo.
Octubre de 2009
Dando pasos largos y confiados, pateando las piedras sueltas a medida que avanzo, tomo la mano
de William suavemente, complacida por la libertad que tenemos para hacer algo tan simple.
—Es tan increíblemente aislado —dice entusiasmado mientras recorremos el pequeño pueblo de
Rutundu en Kenia.
—Ian tenía tanta razón sobre este lugar —digo, maravillándome de cómo los árboles y los caminos
se mezclan sin esfuerzo con las sencillas casas de madera.
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Ian Craig nos había hablado de Rutundu después de que William le dijera que nos gustaría explorar
un verdadero pueblo keniano.
—Puedo imaginarnos viviendo en un lugar como este —dice, sonriéndome.
Le devuelvo una sonrisa tímida. Desde que me pidió que viviera con él, se había mostrado cada vez
más abierto sobre nuestro futuro juntos.
Ian había organizado una cena con un amigo suyo, Matu, y cuando nos acercamos a su pequeña
casa, me sorprendió el delicioso olor a guiso.
—¡Bienvenidos! —Matu grita desde la puerta, un anciano de unos setenta años, es bajo y robusto.
Toma nuestras pertenencias y las deja en la esquina de su pequeña cocina. Mientras comenzamos a
comer, Matu explica que es un misionero y un predicador.
—¿Y ustedes a qué se dedican? —pregunta, sin saber quién es William.
—Estoy entrenando para pilotar helicópteros y Catherine trabaja para su familia —responde
William, complacido de permanecer anónimo.
—¿Y tienen hijos? —vuelve a preguntar.
Ambos nos reímos.
—Aún no —dice William, haciéndome sonrojar.
—Deben ir al lago y bañarse allí, les traerá buena suerte en el matrimonio y la fertilidad —dice
Matu seriamente.
Pasamos las siguientes dos horas charlando con él como si fuéramos viejos amigos. Nunca me
había sentido tan cómoda con un extraño, y puedo decir que William siente lo mismo, en la forma en
que se aferra a cada palabra sabia de Matu.
William escucha atentamente mientras explica su rama del cristianismo que usa la naturaleza como
símbolo de presencia en la vida cotidiana.
Para cuando las velas comienzan a atenuarse, decidimos de mala gana que es hora de irnos.
Después de agradecer a Matu, salimos a la noche. William toma mi mano, sus ojos brillan en la
oscuridad.
—Vamos a ese lago —dice.
Después de pasar una tarde hablando con Kwasi y explorando su pueblo, me presenta a su
deslumbrante esposa Constance, y juntos nos sentamos en la terraza de su casa continuando platicando,
los dos me inspiraron con su forma clara de pensar. La conversación lleva a la exhibición varias veces,
y aunque todavía siento que Kwasi está escondiendo algo, mi instinto me dice que puedo confiar en él.
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—¡Déjame enseñarte esas fotos de las que te estaba hablando! —dice Kwasi, entrando a la casa y
regresando rápidamente con un álbum de fotos.
Me deja abrirlo e inmediatamente veo que es un álbum dedicado a las visitas de William y Catherine
al pueblo. Me saltan fotos de ellos rodeados de niños kenianos, y más tarde, con sus propios hijos.
Kwasi me mira mientras examino las fotos, como si estuviera esperando una reacción. Finalmente
llego al final del libro, donde encajada cuidadosamente en la última página hay una imagen que he
visto antes. Muestra a William y Catherine frente a un árbol, solo que esta vez el lado izquierdo de la
imagen no está borrosa por la luz.
—¿Quién es ese? —digo, señalando a un hombre parado a la izquierda de la imagen.
—Es mi tatara tatarabuelo, su nombre era Matu —dice con cariño.
—Tengo esa misma imagen —la saco de mi bolso, donde la había guardado desde que la descubrí en
el Palacio de Kensington—. Solo que la mía tiene esto en la parte de atrás.
Le entrego la foto y la da vuelta. Tan pronto como sus ojos se fijan en la trenza, los veo abrirse
sorpresivamente.
—¿Sabes qué es eso? —lo cuestiono.
—Lo siento, no —me dice. He tenido suficientes personas que me han mentido para saber que él
está haciendo lo mismo.
—Es una pena —digo con indiferencia—, eso significa que lo mejor que tengo es una carta de
William a Catherine el día de su boda.
—Disculpe mi impertinencia, pero ¿no es un artículo muy personal para entregar al público?
—¡No es como si todavía estuvieran aquí! —respondo, metiendo mi cabello detrás de mi oreja.
—Por supuesto, por supuesto.
—Además, la carta es literalmente lo mejor que tengo para ofrecer a la exhibición; el curador quiere
verme en unas semanas.
—¿No hay nada más que pueda darles?
—William y Catherine no fueron exactamente atrevidos, siempre siguieron las reglas.
—Estoy seguro de que eso no es cierto —Kwasi de repente se pone a la defensiva.
—¿Qué es lo que no me estás diciendo Kwasi? —decidiendo que he tenido suficiente, bajé la
guardia cortés.
—Nada en absoluto, señorita —ahora está sonriendo, como si estuviera feliz de que lo interrogue—.
Como dije, nuestros antepasados pueden sorprendernos.
—¿Qué significa eso? Lo dijiste ayer en el arbusto de Crossberry —lo miro con los ojos
entrecerrados.
—Es una lección que todos debemos aprender en la vida, a no juzgar antes de que podamos ver el
panorama completo, ¿ves ese árbol de allá? —señala un Blackwood africano alto—; ha estado allí
durante más de 150 años, probablemente vio a tus antepasados como la ve a usted ahora.
—No entiendo —respondo. Me pregunto por un segundo si espera que le hable al árbol.
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—Todos tenemos la costumbre de vivir en el ahora —dice amablemente—, miramos al pasado, a las
personas del pasado, como muertos, sin sentimiento... Quiere saber algo sobre William y Catherine, ¿no
es así?
—Si...
—Entonces comience a pensar en ellos como personas con corazones, mentes, sentimientos y no
como solo cuerpos... Míralos como las personas que eran, con sueños y deseos como el resto de
nosotros.
—¿Cómo? Ni siquiera los conocía y no tengo nada para conocerlos, no tengo un diario ni
correspondencia ni nada que demuestre lo que pasaba en sus cabezas —las palabras salen torpemente
de mi boca.
Kwasi se ríe como si estuviera viendo a un cordero recién nacido que intenta caminar por primera
vez.
—Señorita, no necesita pruebas, tiene la mejor herramienta posible... su propia mente, ¿quién sabría
mejor que usted, una joven princesa y futura reina, los deseos de un joven príncipe y su futura esposa?
—asiento, comprendiendo su punto—... en 150 años pueden cambiar muchas cosas, pero algunas
siguen igual —me mira fijamente, y luego vuelve a mirar al Blackwood—. No eres muy diferente de tu
tatara tatarabuela, ciertamente te pareces a ella —se ríe—, todo lo que necesitas es hacer una conexión.
Coloca la fotografía en la mesa, se levanta y se va.
Octubre de 2009
—¿¡De verdad lo harás desnudo!? —susurro, mientras William se quita el bóxer, colocándolo en
una pila junto al lago. El lago está rodeado de árboles, está casi completamente oscuro y no se oye
ningún ruido, pero todavía siento la necesidad de susurrar—. ¡William, podríamos meternos en
muchos problemas! —continúo, mirándolo de pie en la orilla del lago, apretando mi ropa contra mi
cuerpo que de mala gana me había quitado, quedando solo en mi ropa interior.
—¿Dónde está tu sentido de la aventura? —bromea, quitando mi ropa y arrojándola a la pila—.
Además, Matu dice que aquí no viene nadie.
Empieza a meterse en el agua poco profunda y yo lo sigo.
—Will... —digo, apenas siendo capaz de verlo.
—Estoy aquí —siento su mano alrededor de mi espalda y me lleva más adentro del lago—, no te
preocupes, estás a salvo —llegamos a un lugar un poco más profundo del lago—. Esto es asombroso —
dice, mirando a la luna.
—Es hermoso —digo. Me acerco a él y nuestros cuerpos se tocan.
—Sería incluso mejor si lo hicieras correctamente —a la luz de la luna, veo una sonrisa pasar por
su boca mientras desabrocha mi sostén.
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Me rindo y me lo quito, junto con mis bragas, bajo el agua y las aprieto con fuerza en mi mano. Los
brazos de William se agarran con fuerza alrededor de mi cintura y me besa, encontrando mis labios
instintivamente en la oscuridad.
—¿Crees que hemos sido suficientemente bendecidos ahora? —digo acariciando su espalda
mientras sus besos recorren mi rostro.
Se aleja y de repente se agacha bajo el agua, sumergiendo la cabeza. Me río en voz baja y hago lo
mismo.
—¡Ya lo hemos hecho! —sonríe mientras me aparto el pelo mojado de la cara—. Por una vida feliz
y fértil juntos —dice pensativo, mirando a su alrededor, como si una luz acabara de alumbrar en su
mente.
—¿Qué estás pensando? —le pregunto, pasando una mano por su cabello.
—Nada, solo sobre cómo debemos aprovechar cada momento —pasa sus manos por mi cuerpo,
explorando cada curva.
Levantando la cabeza, encuentro sus labios de nuevo, mis sentidos hormiguean, intensificados aún
más por la oscuridad casi total.
Empieza a besarme más profundamente, hasta el punto que no puedo distinguir la diferencia entre
sus manos y el agua que se mueve alrededor de mi cuerpo.
—No debemos —susurro mientras su boca se mueve a lo largo de mi cuello.
—Deberíamos hacer lo que queramos —susurra.
Y ahora sus manos son inconfundibles. Alejándome de mis preocupaciones y dejándome en un
estado de pura euforia.
Atrapada por completo, paso la siguiente hora leyendo todo lo que puedo sobre Catherine, con o sin
William, antes de su matrimonio, luego como duquesa, madre, princesa de Gales y al final Reina.
Tumbándome una vez más y fijando la mirada en el mosquitero sobre mi cabeza, empiezo a
contemplar lo que hubieran querido William y Catherine, si las cosas fueran diferentes.
¿Viajar por el mundo solos? ¿Vivir juntos tranquilamente sin que el mundo los mire?
En mi caso, yo quiero una dirección en la vida; una carrera que ame, en la que no me obliguen.
Quiero vivir mi vida sin ser juzgada cada vez que salgo por la puerta. Quiero enamorarme de quien
quiera. Quiero que los momentos más grandes de mi vida sean míos para disfrutarlos. Mi nacimiento,
mi primer día en la escuela, mi graduación, ahora están almacenados en algún archivo para que lo vean
las generaciones. El futuro me ofrece el mismo destino, mi compromiso, mi boda, mi funeral.
Si eran tan similares a mí, como sugirió Kwasi, entonces tal vez, tenían los mismos deseos.
Suspiro inconscientemente y giro la cabeza para mirar la imagen congelada de William y Catherine
sonrientes en la pantalla. Todo lo que había leído, toda la investigación que había hecho no significaba
nada, ahora lo sabía. No necesitaba todo eso para decirme algo sobre ellos, porque aunque con 150
años de diferencia, nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestras vidas van en paralelo.
Sintiendo una cercanía con ellos por primera vez, vuelvo a la copia de la boda y retrocedo hasta el
principio. Catherine llega al altar y mira a William. Sonriendo para mí misma, miro mientras él le dice:
«te ves hermosa»
Y luego le dice algo más, que no logro comprender. Rebobino y lo reproduzco una y otra vez, cada
vez, mi cara se acerca a la pantalla, viendo los labios de William moverse.
Entonces lo veo, sus labios formando las palabras con tanta claridad, es ridículo.
Bloqueó mi teléfono de golpe y salgo de la habitación tan rápido como mis piernas me permiten.
Octubre de 2009
A la mañana siguiente, el agua del lago había tenido un efecto salvaje en mi cabello, haciéndolo
rizar incontrolablemente.
William regresa de una visita matutina a Matu con una bandeja de fruta.
—De parte de Matu —dice, colocándolo sobre la pequeña mesa en la cabaña de madera aislada en
la que nos quedamos junto al lago—. ¿No te gustaría que todos los días fueran como anoche?
—¿No le quitaría eso el sentido de un momento romántico, si fuera todos los días? —me río.
—No me refiero a eso, me refiero a esa sensación de libertad, de que nadie sepa dónde estamos o
qué estamos haciendo.
—Estoy de acuerdo —asiento, masticando la fruta.
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William había tenido esta conversación conmigo muchas veces, sobre lo impotente que era su
situación y no "poder" hacer realmente lo que quiera, si no lo que debía. Si bien podía sentir empatía,
los paparazzi me seguían tanto como él, mi comprensión podía llegar hasta cierto punto.
—Necesito hablar contigo, Kate —dice seriamente. Algo ha cambiado en él durante este viaje, como
si le hubieran quitado un peso de encima. Por lo general, lo atribuiría a que está relajado por las
vacaciones, pero esta vez es diferente—; no quiero que sientas que estás perdiendo tus mejores años
conmigo.
Hay algo familiar en su tono que me pone nerviosa.
—No lo hago —digo a la defensiva y enrolla sus dedos alrededor de los míos de manera protectora.
—Soportas tanto acoso mediático que no deberías tener que hacer... —ese tono despierta un
recuerdo. Así me habló cuando terminamos hace dos años. Mi corazón late con pánico—... No es de
extrañar que pienses que no le agradas a mi personal o que no quiero que vivas conmigo en Londres;
no mereces sentirte así —mira por la pequeña ventana hacia el lago.
—Puedo soportarlo... si te tengo a ti —aprieto sus dedos en un vano intento de evitar que haga lo
que creo que está a punto de hacer.
—Pero no deberías tener que hacerlo, eso es lo que estoy tratando de decir —me devuelve la
mirada—, no creo que aún estés lista para formar parte de mi familia y no te pondré en esa posición.
Alejo mi mano y me levanto apresuradamente, casi tropezando con la mesa. No puedo escuchar sus
excusas.
—¿A dónde vas? —me mira mientras salgo a la terraza que da al lago, el cual de repente, ya no
parece tan romántico.
—Necesito aire —digo. Él me sigue y se para detrás de mí antes de que me dé cuenta. Me aferro a
la barandilla de la terraza con ambas manos, sintiendo la madera astillada presionando mi piel—.
Simplemente no entiendo... —digo en voz baja.
Y él ríe, casi una risa alegre. No es momento adecuado para el humor.
—¡¿No lo ves?! —su voz es tan segura que me siento momentáneamente avergonzada de no "ver"
en absoluto. Me da la vuelta y me mira fijamente a los ojos, deseando que lo entienda—. Ya es hora de
que algo cambie, Kate, y estoy a punto de cambiarlo.
—¡¡Kwasi!! ¡¿KWASI?! —grito sin importar quien me escuche. Lo veo sentado en el columpio del
porche, mirando serenamente a la distancia, aparentemente ajeno de mis gritos—. ¡Kwasi! —digo de
nuevo, sin aliento.
—Buenas noches, señorita —dice, como si acabara de notar que estoy ahí.
—¡Lo he resuelto! —es todo lo que digo.
—¿Resuelto qué? —me lanza una mirada de desconcierto.
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—¡No finjas conmigo! Sabes exactamente a lo que me refiero —Kwasi me da una sonrisa—; hice lo
que dijiste, ¡hice una conexión! —continúo—, me puse en sus zapatos, oh Dios, fue tan obvio, querían
lo mismo que yo... Estoy viviendo su vida 150 años después —las palabras me salen a la velocidad del
rayo, Kwasi escucha, asintiendo cortésmente a mis palabras sin sentido—. Ví la ceremonia de su
boda...
—Hermosa boda, ¿no es así?
—Simplemente me golpeó, la estaba viendo llegar al altar, ¡y lo vi!, vi lo que dijo William —quiero
que Kwasi me asegure que lo que acabo de ver es correcto, pero simplemente se sienta, esperando a
que termine—, lo dice tan claro, que estaba tratando de hacer reír a Catherine... ¡Déjà vu! —lo digo con
convicción, porque en el fondo de mi corazón sé que tengo razón—... dijo «te ves hermosa... Déjà vu»
Octubre de 2009
Los ojos de William están llenos de emoción. Sostiene mis hombros desde donde me dio la vuelta, no
queriendo dejarme ir.
—Cásate conmigo.
Las palabras flotan en el aire, en el silencio atónito entre nosotros. Mi boca se mueve para intentar
hablar, pero ninguna palabra puede escapar.
—Cásate conmigo, Kate —repite William.
Cierro los ojos, preguntándome si los abro de nuevo, me despertaré. Cuando lo hago, William sigue
ahí mirándome, su rostro lleno de anticipación. Trato de ordenar mis pensamientos, tratando de
conectar el tiempo antes y después de esas palabras que acaba de pronunciar.
—Acabas de decir que no estoy lista para unirme a tu familia —digo finalmente.
—Dije que no creo que estés lista todavía, nunca dije que no quería casarme contigo.
—Will, no tiene ningún sentido, esas dos cosas van juntas —tomo sus manos, preguntándome si el
calor le hizo daño en la cabeza.
—No necesariamente —sonríe y levanta una ceja—. Quiero que seas mi esposa, quiero casarme
contigo... Hoy.
La comprensión me golpea como un rayo, mi mente se abre a lo que está sugiriendo.
—No puedes hacerle eso a tu familia.
—No si no lo saben.
Lo tenía todo planeado, me doy cuenta. Tiene preparadas todas las respuestas a mis dudas.
—¿Cómo piensa ocultarles eso?
Me aprieta la mano suavemente, acercándose a mi rostro.
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—La gente aquí no se casa con ataduras legales, no necesitamos un papel oficial para decir que
estamos casados —espera una respuesta de mi parte, pero no la obtiene —; tienes que saber lo mucho
que te amo, y lo comprometido que estoy contigo
—Lo sé —digo.
—Kate, te conozco, has sido muy paciente, pero sé que te molesta que no podamos ser como otras
parejas, anoche en el lago me di cuenta... Queremos casarnos, así que, ¿por qué no hacerlo aquí?
—No quiero que sientas que tienes que hacer esto, solo para demostrarme algo —susurro y William
sonríe.
—Quiero despertar contigo todos los días y poder llamarte mi esposa, quiero que vivamos juntos en
Anglesey sin intrusiones, sin expectativas, solo tú y yo, como marido y mujer; es la solución perfecta...
—le doy el primer indicio de una sonrisa, haciéndolo sonreír más—... y solo cuando estés lista, lo
haremos en público, pero hasta entonces, es nuestro matrimonio y solo nuestro —coloca su cálida
frente contra la mía.
—Supongo que será mejor que busque un vestido —digo en voz baja.
—¿Eso es un sí?
—Eso es un sí.
—Se fugaron —me río—. No puedo creer que realmente se hayan fugado.
—No eran tan aburridos después de todo, ¿no es así? —se burla Kwasi.
—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —le pregunto.
—Lo he sospechado durante algunos años, verá, Matu murió de fiebre un par de años después de su
primera visita a Rutundu y en su delirio, habló de haber oficiado la boda de un príncipe y una princesa;
por supuesto, nadie le creyó debido a su condición, pero a lo largo de los años se ha convertido en un
cuento popular en nuestra familia que el príncipe y la princesa eran William y Catherine, solo esta tarde
lo supe con certeza, y fue gracias a ti.
—¡¿Qué hice?! ¡No sabía nada!
—La foto que me mostraste —Kwasi se ríe—, con la cuerda pegada atrás... apostaría que era el
anillo de bodas de Catherine, y esa foto era de ese día.
El romance de todo esto comienza a filtrarse en mi piel. Dos personas enamoradas que solo querían
vivir según sus propias reglas, tener el día más importante de su vida solo para ellos. Algo que desearía
tener.
—¿Cómo nadie se enteró? ¿Seguro que había papeles?
—He mirado, señorita, pero no hay nada, creo que no hubo una parte legal en la boda.
—¿Entonces no estaban realmente casados? —pregunto cínicamente.
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—Estaban casados ante los ojos de Dios —dice sabiamente—. Déjame preguntarle, en su segunda
boda, ¿en qué momento fueron declarados marido y mujer? ¿Antes o después de que firmaran los
documentos en la parte privada de la abadía?
—Antes —digo, entendiendo.
—Exactamente, y las multitudes celebraron, porque para ellos, eso fue lo que los hizo casarse, no el
papeleo —me sonríe amablemente.
Nos sentamos en silencio durante la siguiente media hora, escuchando a los insectos a nuestro
alrededor. Miro la noche oscura, tratando de imaginarme a los dos tomando la decisión de romper las
reglas. Debe haber sido liberador y aterrador al mismo tiempo.
—¿Qué va a hacer señorita, con su exhibición? —dice Kwasi, rompiendo el silencio.
Hace unos meses, hubiera dado cualquier cosa por encontrar algo que darle a Floyd para la
exhibición, solo para sacarlo de encima. Y ahora que tenía la historia más grande que podía imaginar,
¿podría realmente renunciar a ella? William y Catherine habían pasado de ser mis antepasados muertos,
a realmente sentirlos como mi familia.
Pero esto cambiaría las cosas para mí, la prensa me tomaría en serio y mi padre. Fue la vieja batalla;
mi cabeza contra mi corazón.
—No lo sé —respondo—, simplemente no lo sé.
Octubre de 2009
—Flores, según lo solicitado —William entra a la cabaña con un puñado de flores para que yo elija.
Vistiendo una camisa blanca con los primeros tres botones desabrochados y las mangas arremangadas
hasta el codo, con pantalones caqui, se ve informal, pero increíblemente guapo—. Matu dice que está
listo cuando nosotros lo estemos, que está esperando bajo el árbol de Blackwood.
—¿Y estás seguro de que no se lo contará a nadie?
Por muy digno de confianza que parezca Matu, todavía estoy nerviosa por confiar en un extraño.
Pero William le había dicho quién era en realidad y tenía fe en que mantendría nuestro secreto.
—No lo hará —dice colocando las flores en la mesa donde estoy sentada terminando de arreglar mi
cabello y me besa la frente—. Voy a ir allá, no llegues tarde.
—No lo haré —extiendo la mano para atraerlo a otro beso y él obedece, haciendo que las
mariposas en mi estómago se vuelvan locas.
Sola de nuevo en la cabaña, saco un vestido de mi bolso. Crema, con pequeñas flores amarillas
bordadas, cae justo por encima de mi rodilla con un escote corazón y tirantes finos. De todas las flores
que Will ha elegido, elijo una distintiva de color morado, en forma de estrella, con un estambre
amarillo que combina con mi vestido y la coloco a mi cabello justo encima de mi oreja derecha. Tomo
una nota mental para averiguar el significado de esta flor cuando llegue a casa.
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Doy un respiro, y me dirijo hasta el árbol, sintiéndome más confiada, más feliz y más contenta que
nunca. El sol de la tarde me calienta en la espalda cuando me acerco, como si me empujara
suavemente. Cuando llego, mi corazón se acelera al ver dos líneas de la misma flor que tengo en el
cabello, creando un pasillo improvisado y al final, enmarcado por las ramas gigantes del árbol, está
William.
Extiende su mano tan pronto como estoy lo suficientemente cerca para tomarla, y lo hago.
—Te ves hermosa —dice, haciéndome sonrojar ligeramente.
—Bienvenidos —dice Matu emergiendo de detrás de William—. ¿Empezamos? —ambos asentimos
—. Estamos aquí hoy en presencia de Dios para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado
matrimonio... —Matu continúa leyendo algunos pasajes de la Biblia. Acaricio los dedos de William de
vez en cuando durante las lecturas, a lo que él responde con una rápida mirada y una sonrisa.
Terminado con los pasajes, Matu coloca sobre la Biblia una pequeña cuerda trenzada.
—William, por favor, presenta a Catherine el anillo —William lo toma y lo coloca sobre mi dedo—;
los tres hilos de este anillo representan los valores más importantes en el matrimonio, el amor, la
honestidad y el respeto; William, por favor, repite después de mí...
William repite la palabras de Matu mientras ata el anillo con fuerza alrededor de mi dedo.
—Yo, William Arthur Philip Louis, te tomo a ti Catherine Elizabeth como mi legítima esposa para
que los dos seamos uno sólo desde este día en adelante; para bien o para mal, en la riqueza o en la
pobreza, en la salud y la enfermedad; para cuidarte y amarte hasta que la muerte nos separe.
—Yo, Catherine Elizabeth, te tomo a ti William Arthur Philip Louis... —repito los votos, sonriendo
burlonamente por un momento ante la longitud de su nombre. Sin un anillo para William, sostengo sus
manos con fuerza hasta que termino.
—Nos tomaremos un momento para sus promesas personales —dice Matu y retrocede unos pasos
con respeto.
—Catherine... Kate —William clava sus ojos en los míos—, desde el momento en que te conocí, supe
que había algo especial en ti; sé que hemos tenido nuestros altibajos, pero nunca ni en esos momentos
imaginé mi vida sin ti; me has hecho más feliz de lo que pensé que fuera posible —inclina su cabeza un
momento—; te prometo con mi vida que, como tu esposo, siempre te protegeré y te amaré, no importa
lo que depare el futuro, nunca dejaré que nada se interponga entre nosotros. Nuestro matrimonio será
nuestro y solo nuestro, y agradeceré a Dios cada día que te tenga.
Lucho por mantener mis emociones bajo control, respiro hondo antes de comenzar.
—Will, cuando te conocí, estaba tan nerviosa que pensar que estaría aquí años después casándome
contigo está más allá de cualquier cosa que mi yo de 19 años pudiera imaginar. Has sido un amigo, un
confidente, un apoyo y un amante... —digo la última parte en voz baja—... y te agradezco por poner
mis necesidades por encima de cualquier otra cosa. Sé que algún día las cosas serán tan diferentes,
prometo apoyarte y te amarte y te haré sentir orgulloso. A partir de este día seré tu esposa y estaré a tu
lado hasta mi último aliento.
La emoción en el rostro de Will es evidente y se inclina para besarme.
—¡Ah, todavía no! —Matu dice de repente. Había olvidado que estaba ahí—, una cosa más...
William, ¿aceptas a esta mujer como tú esposa, para vivir juntos según la ley de Dios en sagrado
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matrimonio; para serle fiel, amarla y honrarla en la prosperidad y en la adversidad, todos los días de
tu vida?
—Acepto —sonríe.
—Y Catherine, ¿aceptas a este hombre como tú esposo, para vivir juntos según la ley de Dios en
sagrado matrimonio; para serle fiel, amarlo y honrarlo en la prosperidad y en la adversidad, todos los
días de tu vida?
—Acepto.
—Ante el Señor como nuestro testigo, los declaro marido y mujer. Lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre... pueden sellar su unión —sonríe y retrocede una vez más.
William me rodea la cintura con sus brazos y yo lo alcanzo, tirando de sus hombros hacia adentro.
Nuestros labios se encuentran, su piel cálida contra la mía. Somos ajenos al resto del mundo,
celebrando nuestro propio momento, el momento más importante de nuestras vidas.
Y es nuestro, solo nuestro.
29 de abril de 2161
Las letras son grandes y elegantes en el cartel al lado de la puerta "William & Catherine: A
Celebration" Debajo de las palabras hay una foto de ellos dos el día de su boda, es decir, su segundo
día de boda.
—¿Vamos, Su Alteza? —dice Floyd, el director de V&A.
—Vamos —digo, sintiéndome mucho menos hostil hacia él.
Detrás de mí está Maggie, asegurándose de que todo funcione como un reloj, y detrás de ella, otro
miembro del personal escoltando a mi padre, mi invitado de honor, alrededor de la exhibición.
Floyd me muestra la exhibición, los reporteros y camarógrafos correteando tratando de conseguir
una buena toma. Llegamos a una gran vitrina, casi del largo de la pared.
—¡Y ahora Su Alteza... Su maravilloso descubrimiento!
Sonrío con ironía mientras examino mi trabajo.
Dos semanas después de regresar de Kenia, volví a visitar la bodega del Palacio de Kensington para
verificar el contenido de la caja negra. Cuando no encontré nada más relacionado con la boda, volví a
colocar la caja, solo para sentir que golpeaba algo voluminoso detrás de ella. Sacando lo que parecía
ser otra caja negra idéntica en el fondo del estante.
Páginas tras páginas de fotos. Todo tomado por Catherine. Fotos de sus hijos justo después de su
nacimiento, una de William descansando en un dormitorio, desabrochando el cuello de su uniforme de
la Guardia Irlandesa, con fecha del 29 de abril de 2011, y muchas de sus vacaciones a lo largo de los
años, todas capturando los momentos íntimos y normales en familia.
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Floyd había estado encantado, no era un escándalo, pero era una visión de sus vidas desde los ojos
de la realeza.
Al final, renunciar a su secreto nunca fue una opción. Tal vez me hubiera ganado respeto, pero el
respeto no valía la pena vender a mi familia. El secreto se quedaría conmigo para siempre y me dio la
esperanza de que algún día experimentaría un momento de pura libertad.
A medida que avanzamos la parte de la boda de la exposición, noto el libro "El lenguaje de las
flores" en un gabinete con una recreación de las flores de la boda real. Junto a ella, está la hoja de papel
con la letra de Catherine: "Grewia similis / flor de la baya. Significado: Calma / Paz (Calmness /
Peace). 900102"
Detrás de mí, escucho a la escolta de mi padre describiendo una foto.
—Esto fue tomado en el 08 —dice.
Dijo 08, no 2008... Miro la nota de Catherine una vez más. 900102 y la agrupo en fecha 90-01-02;
no tiene sentido... Inclino la cabeza, cambiando los números en mi mente.
20-10-09
20 de octubre de 2009.
Una risa se me escapa bruscamente, haciendo que la prensa y Floyd me miren con curiosidad.
El 20 de octubre de 2009, exactamente un año antes de que se comprometieran. Las piezas encajan
en su lugar perfectamente.
Esa noche del 2010 en la cabaña Rutundu Lodge, no solo se estaban “comprometiendo
oficialmente”, estaban celebrando su primer aniversario de bodas.
Me río de nuevo, incapaz de detenerme.
—¿Está bien, Su Alteza? —dice Floyd nerviosamente.
—¡Por favor, ríase conmigo! —digo en voz baja.
Me obedece instantáneamente, riendo a lo largo. Y ahora me río de él también, grandes explosiones
de risa escapando de mi cuerpo.
De alivio, de alegría, de esperanza.
En algún lugar allá arriba, sin duda juntos, sé que dos personas me miran y hacen lo mismo.
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