EL BUEN SAMARITANO Parte 2
EL BUEN SAMARITANO Parte 2
EL BUEN SAMARITANO Parte 2
La parábola del buen samaritano tiene mucho que enseñarnos acerca de las estructuras de deshumanización, de
destrucción y de violencia que Jesús vivía en su tiempo. Esas mismas estructuras, con nuevas formas de
expresarse las estamos viviendo actualmente.
1. ¿De qué modo nuestra vida está inmersa en estructuras de violencia que nos influyen, nos forman en
estilos de vida personales y comunitarios imperceptibles?
2. ¿De qué modo participamos y alimentamos estos estilos de vida que son violentos?
3. ¿Por qué nos cuesta aceptar que estamos siendo educados en una cultura de violencia?
4. ¿De qué modo el evangelio y la vida cristiana deben ser una contrapropuesta a la violencia que vivimos?
En la parábola la pregunta del maestro ¿Qué tengo que hacer para ganar la vida eterna? Y la respuesta de Jesús
tenemos que profundizarlas para descubrir mejor el examen que hace Jesús de la vida y de la situación que él
veía.
CORAZÓN, ALMA, MENTE Y FUERZAS - Mt 22, 36-40 (Lev 19, 18; Pro 3, 1-4; 2 Pe 2, 14 Jer 17, 9 Sal 26, 2)
Es el supremo precepto judío que se encuentra en el Deuteronomio (6, 4-9). Fue establecido por Dios como
respuesta a su elección del pueblo judío y a los prodigios realizados para sacarlos de la esclavitud de Egipto. Son la
respuesta del pueblo ante el amor de Dios y a su elección como su pueblo. En este máximo precepto Dios dice
cómo amar:
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involucrada en ello. Dios quiere que estemos habituados a enfocarnos en Él y su camino de vida. Y así
Él nos ayuda a pensar correctamente.
- Con todas las fuerzas: se refiere a la voluntad, libertad que te lleva a las acciones, a las obras. La
fuerza es la energía que se necesita para hacer las cosas. Significa el actuar, poder realizar en la
práctica el amor a Dios.
Los ladrones actúan sobre el hombre logrando encontrar lo que desean: sus bienes. Le quitan, sin embargo otro
bien muy preciado, su salud física. Ahora no podrá por sí mismo recuperarla y por tanto está expuesto y con una
necesidad urgente pues está solo y herido: Por tanto si no recibe atención va a morir. Necesita de alguien que le
devuelva la salud perdida. Es importante ver como el hombre asaltado vive dos transformaciones:
El relato pide que este hombre reciba ayuda de un “operador” y los tres personajes que aparecen lo pueden
hacer. El sacerdote y el levita lo rechazan y el samaritano lo acepta. Los dos primeros pueden continuar con su
camino, es decir, seguir sus objetivos. El samaritano, sin abandonar su objetivo (que interrumpe dejándolo en
segundo término) –que es viajar- se responsabiliza de cuidar al herido.
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Es considerado muerto Lo considera vivo
Es rechazado Lo acepta
Es distanciado Se acerca
Se le niega toda ayuda Lo asiste ilimitadamente
El sacerdote y el levita estaban en el sistema del amor de Dios, de conocer la ley, pero estaban fuera porque no lo
vivían. Un dolor humano perceptible pero se encuentra con un corazón endurecido porque pasa de largo, lo
rodea.
De quien se esperaba todo no da nada. Hay que examinar su respuesta, no se quedaron son hacer nada, sí
hicieron algo: vieron, tomaron una decisión y lo hicieron. No se conmovieron, lo esquivaron, hicieron como que
no lo vieron, acto hipócrita porque tenían conocimiento de lo que pasaba y un deber y se hicieron como que no lo
habían visto. ¿Creen que engañan a su propio Dios? De quien se esperaba mucho no se recibe nada, al contrario
la ley es incumplida conscientemente, lo sorprendente y doloroso es su actitud primero y luego su inmisericordia.
Lo más probable es que el hombre asaltado era correligionario y paisano, es decir, un judío, pero lo abandonan a
su suerte. Su silencio grita: “No nos importa la ley”, “No nos importa ser precisamente de los que deben cumplir
la ley”, “No nos importa este hombre” y “No nos importa la situación de este hombre”.
La violencia comienza en el corazón cuando ves al hermano con necesidad y lo ignoras, tomas tu decisión de
ignorarlo. La violencia comienza cuando tú sabes que tienes un deber con el hermano y no haces nada. Y es
verdadera violencia porque tú sabes que tienes un deber con el próximo y no haces nada.
La violencia del callar: porque miras y callas, miras y pasas de largo, porque sabes en dónde está y la ves y no
haces ni dices nada. Es violencia porque de das cuenta lo que tú puedes hacer por él y no lo haces. El amor no
tiene que ver con el conocimiento sino con el corazón.
De quien no se esperaba nada se recibe todo, espontáneo y total, tuvo entrañas de misericordia. Era para él un
desconocido o sabía que era judío a quien no le debía nada o le debía odio al ser despreciado por no ser
judío….Sin embargo este hombre, espontáneamente, decide ayudarlo.
Un amor solidario, que propone y dispone a ir al encuentro del otro –lo hace su próximo. De ser conmovido al
actuar.
CONCLUSIONES
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Cuando se tiene un deber con el otro, deber que viene como exigencia divina y que se impone en la conciencia
como algo que se debe cumplir pase lo que pase. Sabes que ante cualquier circunstancia lo que Dios pide se tiene
que vivir sea como sea. Y te lo piensas si lo cumples o no. Y al final tomas tu decisión.
- Como creamos conscientemente un distanciamiento con los demás. Establecemos una estrategia o pacto
con los otros. En la medida en que recibo de ti, en que me beneficias, en que me conviene te tomo en
cuenta y te amo y eres todo para mí. Doy y tomo en cuenta en la medida en que es recíproco y no más.
Convivimos con mucha gente y estamos viviendo muy cerca pero tenemos códigos muy bien aceptados
que siempre nos separan de los demás.
- Muy difícilmente estamos en condición o situación de conocer al otro. Tan siquiera de mirarlo a los ojos.
De conocer su dolor y su situación, su historia y su lucha. Pues ¿Quién va tener tiempo de eso? ¿Quién
desperdiciaría su precioso tiempo en eso?
- Como el distanciamiento y el desconocimiento del otro nos conducen a actitudes y a acciones violentas.
Cómo el saber sin la práctica de la misericordia puede conducir a actitudes de rechazo y exclusión que son
violentas.
Hay mucho que hacer para trabajar en nuestro interior. Tenemos que crecer en el sentido de tener un corazón
abierto a los demás y al mundo. Porque encerrarnos en nosotros mismo nos hace daño. Aprender a tener un
corazón que sabe mirar. Crecer en nuestra capacidad para visualizar a los demás como poseedoras de la misma
dignidad dejando a un lado todos nuestros prejuicios. Nos dice el papa Francisco: “Debemos reconocer nuestro
deber de servir a nuestros hermanos, sean cuales sean los recursos que proporcione el gobierno. Los seres
humanos fuimos “hechos para el amor” y para hablar claramente de nuestra “convicción sobre la inalienable
dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos.” Fratelli Tutti FT 86. Somos seres
sociales y cada uno debe tratar de “salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser” (FT 88). El Papa
Francisco nos dice que “El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal” (FT 95). El amor es
lo que nos lleva a una comunión más profunda (fraternidad) con los demás.
Preguntas:
1. ¿En qué medida muchas cosas que pensamos, decimos y hacemos van, poco a poco, sembrando una
tierra para la violencia?
2. ¿De qué modo estas actitudes, hábitos y estilos de vida desarrollan, esconden y generan una cultura de
violencia de un modo imperceptible?
3. ¿Por qué nos cuesta trabajo reconocer nuestra participación en la cultura de violencia?
4. ¿Cómo reconocer y empezar a trabajar que la violencia nace y crece, en primer lugar, en el interior de la
persona, en su corazón, en su alma, en su mente y en sus fuerzas?
5. ¿Reconocemos la urgencia de fortalecer la reflexión y las acciones, contra la cultura de violencia, que se
trabajen en la educación en casa, en la vida de nuestros grupos, en las relaciones entre servidores y entre
creyentes? ¿Cómo comenzar esto en el hogar con nuestros hijos y en la pareja?
6. ¿Reconocemos la extrema urgencia de trabajar en nuestro interior (en el corazón, metas, actitudes,
deseos, ideas, lenguaje, creencias, etc.) para reconocer todos los sistemas de muerte que alimentamos?
Es precisamente en el
agua sucia de nuestra
debilidad donde
descubrimos el verdadero
rostro de Dios y nuestro
verdadero rostro.
Sieger Köder
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