Flor Silvestre - Elvira Santa Cruz Ossa
Flor Silvestre - Elvira Santa Cruz Ossa
Flor Silvestre - Elvira Santa Cruz Ossa
transfotrmacih del g
Esta as lobra \de fio Pedro Lu,iis, madrim?-
Pegunit6 slmprendida.
i ihaibia de ser el! Si ihabia siido Juanlito Sar-
miento eil que dirigi6 iesos traihajos cuanido viao a
rQParar 4as casas dell Roisapio.
-2 SieImPre tan buenlo Juiainiiito?4nitIerrolg6 con
fi%ida lindiferealciia la joiven, e n tanto que un i n v e
11 Si1\ e s t l e 3
1,untario ruibolr Idiel&aba su tunbacibn at1 relcotndar all
queridol colmpafiero tde su niaez.
-El mismito #de &mp , sin neda de olrgufldo;
venia a verme seguidito. Y o (le cdbaba matie en el
oolrreidor coimo cluarnido era dhico; y 61 m e decia.
“iCuin,do itrae a la Roisia, Anituquk? Me parece
qiue evta casa no es [la misma : es ioolmlo un jardin sin
flolres” . Otras veces mle idcciia : ‘‘i Q u i ! 2No tielne
mileldo que las monGas se la pesqu’en para s i e q r e ? ”
-Y yo lo pan’s6 m i s ide urial vez; pero no tenia
vocaci6n. AldelmAs, un dia que ime probaroa la toca,
me vi tan fea! . . . Todavila si hulbiena sido la corneta
de ‘las hermanas die (caridad! Exa es mAs sentado-
ra . . . afiatdi6 Rosa sonriendo con coiquereria.
--MirenIlia tan presumida-dijo Aatonlia enlazan-
do cariiiosaimeinte el edbelto talle idle la jwen;-y el
traje (de novia, 2creles que te sentari, picarona?
-Hahria que ensayarb-repuso Rosa coln genti!
miahin.
Visitaroin ten tsieguiilda la hueyta.. Este era ell reino
de iio Pedro Luis, y alhi 110 enlcointr’aroln, ea mangas
de camisa, arralnicando las escasas male‘ezlas que cre-
cialn en w verjel hain1 1iimpio y culthado. El buen
riwtico mostralba con angudlo sus primores a la Cihe-
fiinrilta: alli se veiain las amelgas de lechuga atadas
coin ihelbrars de totoras, 110s suculentss repollos cuyas
encrespardals hojas guardahan a h goltas de rscio: el
xpio y el perejil, la zanaholria, y el perfurnaldo or6-
gano; las matas de zapallllo, can sus viatosas come-
t~ amar‘illas, qule Pesaltabain en la alfcmhra de ver-
F L,O11 s LLV J?; S'I'JZ 14: 27
el gran suceso
“Rmario” .
--Dicen que traen grandes noveades de !as Uro-
pas,“decia lun a de las visita,ntes.-Mi coimpaire
Usebio, que vi ve en frente a las casas, es que k ijo
a, iio Caahi quc: II evdba icoinitaols sesenita ca j oneis m i s
granides que ur1 altar Imiayor, {quehan identrao por la
pluerta del par que.
-Y, 2habis visto vos el mostruo en que ~lle~garm
~ a1 funldo?-dec :ia la Peta coin a’ire espantaldo.
I’
’I -Callite niiia o persinate antes de imentlar e m -
!J interrulmpih iia Cayeitana, la mis vieja entre las co-
madres, que a pesar de sus oahenita afios, {sic Imante-
nia AgFl y vigorosa, trabajanldo a h con ‘la aativiitdad
de una joven. Ek t r e la gente del campo fia Cayetanita
gozaba {degraiI estimacibn; se la eucudhaba camlo a
un orSculo, re5ipetaida y querida de todos; su nurne-
rosa descen<der icia aoupaba casi toidas lals modernas
casitas de inqciilinos y coin propiedad podia PlamSr-
sele “la suegr a de las Chillcas”. Desde cincuenta
alios atr5s ella amasaba la ga’llleita de llos yeones, y
toldas las mafiam s podia vCrsiela encorvada soibbre la
hatea {delamac,ijo, SLI alto y enjluto cuerpo elnvuelto
en amplio trajt? promesero de Sain Antoinio, la fren-
te oprimida c oI~vistoso paiiuelo que cuibria sius esca-
sios cabellos y sendos paridhes de jaibhn’, de colillrlas
de cigarro o. d e hojas de narainjo a amlhos lados de
la frente, tarai-emdo una tmada en tanto que hun-
30 F L O E SILVESTRE
ra h t ~ i l c a d
, est0 no es tentar a Diias?
Antonia Sol lis trababa de explicafles, como mejor
podia, que 6sas no eran brujerias, siho adellantos
de la ciencia : ta'mbib se 101s habia explicado el wra
de las "Ohilca s"; pero toldo era iniiti'l. El huaso es
testarudo, superstiicioso, y da siempre uma interpre-
taoi6n sdbrenaitunatl o fanjtistica a las 'cosas que no
logra comprenkder. Teniaa arraiigada la idea de que
eso atcabaria Imal para sus patrones y h s t n liuhn
algunos que 1)ensarcin incendiar las bodegas que
p a r d a b a n las diabjlicas maquinarias.
L'a cmvers: bcih sigui6 anilmadisilmla; las m i s le-
tradas discuti;En acailoraldaimteinte, hasta que, ya en-
trada la noldhc?, regreslaron a sus viviendas; no siln
que Saibiina hlh i e r a dejadlo 'en! 61 a!ha de Antonia
una aguda esplina. Con fiingida sio
pegunit6 la Rc)sa por su d u d y volvi6nidose despu6s
a su hermania le decia :-j Qu6 flacuwha estii 13 niGa !
;No es cierto I' iY quC (pareicilda a la fin6. . .-afiadia
guifianldo un ojo y moviendo la mbeza Icon aire
compasivo .
Antonia sic:Impre dispuesita a. allarmarse por la
32 PLOR SILVESTRE
do yo iiba a nacer, 2 1
-Se lo pasaba co
I .
:na limpi-
nubecillas
M U LuIl1uc~IlIcllLt: Id ~ l l l l v l t ;uc 10s vlzioi-
ail viejo mulado uln delicioso viaje {del cual reoikn re-
gresdbam.
Cuatro hijos ~embeillecianel maltriimonio : Alicia, la
mayor, linida jolven de inte'lliigencia lmediana y carAc-
ter ddbil, enteramenlte dolmirnada por su madre, con-
trajo matrimonio can Mariano Flaman, jolven bri-
llante y de gran nambre, ipero con un gran patrimo-
nio de vifcios.
DespuCs de tolerar como unla mkrtir tolda clase
de ~liumlilllacionesy de siufrir en siieacito por mas de
cuatro a h s , re~gneisibpor ukimo a1 hogar paherno con
do's ihijitos que eran el emibeleso y la alegria de don
Guilbe~mo.
Raberto, el segulnido, era un dandy egoista y vivi-
dor, que so pretext0 de concluir sus interminables es-
tudios de abogado, a n d a uti1 se coacretaba, deva-
nando SIU vida enitre el club, las carreras, lois ainigas
y otros pasatiempos colstososen que derrochaba a ma-
nos llenas el caudal paterno. Do& Rafaela tenia ado-
racibn por su hermoso primagkniito y siemipre discul-
paiba su pereza, ,sus calameradas, a fin de evitarle las
severas rspransio~n~es de su JSQOSO.
Ya conocemos a Gralciela. Su porvenir era en csos
motmentos objetoi del desvelo mate'rntall, (pules d&a
Rafaela Itemia Icon sobra de raz6n que la aifia, de
ideas muy avanzadas y carActer en extremo indepen-
diente, nlo ,sie doibleigara con tanta fadl'idad coin0 Ali-
cia cuaimdo se tratase de casafla.
Juan, el 'menor, era 21 idolo de su padre. De inteli-
54 FLOR SILVESTRE
!a se Ira-
ll.
;racic ttivos
-I
--7 ------- n
iciones, a fin de arreglar el prolgrainia con sus
[gas que aceptaron gustosas: la entrada a las
sas del Rosario” ‘era carno diplcma de b uen
. -1‘ -11- - - ----.l-<- 1- --:-.-
0,porqLle ad11 5VIU bt: r C C 1 I J I d cl Id I I I C J U I WLlCLkLd
I --,.:-<
I I I C d l l L I l h L l d CILK
~ -. - 0s vestidos
I
vertirlo extraorc-linariamente.
-Aqui hay una carta para Aliicia Sarmiv:nto de
.a , , ...
encalmi njndosle rmana.
Sentada cerca de la ventana en actitud pensati-
va, Alicia, recorria con displicencia u n liflx-o, mien-
tras su rmiratla nx:aiicblica se berdia e n el espacio.
Jutito a ella, en 12 cum, dormia una liiida ail'lita
ruibia, tesoro de SLI atribulada madre. Cuando Lissy
viiio a1 niundo, ~Uicia,destruitlas ya sus ilusioiies,
apuraba hasta las heces el cdiz de la amargura;
su hija vino a endulzarle en parte las penas d,e la
vida. La joven, dCbil y exte:iuada, parecia carecer
de energia; su hermoso seniblainte tenia tin sello
d8etristeza, y en sus soinbreados ojos podiaii verse
huellas de lkg-rimas. E n medio de las fiestas que a
diario se sucedian en la casa, ella ie sentia des-
consolada ; el recuerdo del pkrfido esposo flotaba
en su iniaiginztcibn coni0 espectro de muertas di-
ahas, producidiiclole una aiignstia indecil)le, una re-
beldia de todo su sCr, seguida de un abatimiento
cada vez mayor.
[En la estancia vecina se escucliaban risas y gri-
tos de al'egria.
--Tito, vengo a llevarme a Rosa,-dijo Juan de-
teiiiiCndose en el umbral de la elegante habitaci6n
adornada con muebles de laquC blanco. En un pe-
queiio catre de bronce se revolvia el sirnpitico Ti-
to, querubin de grandes oljos azules y de blondos
rizosl esparcidoi por la almolhada. A su lado estaba
Rosa edificAndole c a x s y torres con 10s palitos de
co;olr que llenaiban la cairnla.
-L,a Ohefiorita es mia, tio Juan; til no me la
pueldes quitar ahora,-arguy6 con 6nifasis el chico,
FLOR SILVESTR,E 106
Ca r b s ?-pregunt6 sonriente.
--“El Conde de Luxemburgo”,-insinu6 a me-
d ia voz Renato.
-;El dho del “Guarany”, si a Ud. le parece
b ien, Elena?
-Perfectamente ; &e ya lo sabemos; habrA me-
n os peligro de ser silbados.
-Sin embargo, yo creo que habrk que ensayarlo
asitante; ;no te parece, homlbre?-dijo Renato gui-
indolle un ojo.
-2 Quinto ?
-El Imonblolgo de Cksar; Cse no se puede su-
P rimir.
-Volontiers, volontiers, - repuso el afortunado
ii
Nariz”, que era el gracejo d e la compaEiia, a la
v ez que literato y poleta.
-Los otros niimeros 10s IlenarSn artistas que
v end& de Santiago. E n estos dias les cotmunicar6
elI resto del prcngralma teatral. Alhora veamos el final
9ue es lo mAs interesante.-‘(Un cuadro para el
slalbn”, graciosa colmedia en un acto, traducida del
r a n d s por Renato y que aim no ha sido repr‘esen-
ida en Chile. Es chistosisirna.-prosiguih Graciela,
y o la vi en el “Va~idezill~”, y no espero reirme
16s en 10s dias de mi vida.
-Veamos, mAs o menos, ;de quC se trata? ; C u 3
. 112 FLOR SILVESTRE
110s celebrabair, -
de lejos ei ac re olor de la pradera; y 10s pajari-
Lvll
.. ~ ~ rt rli n ncc c i i n r i r n e r
r ~ w n ,ru~
PA-
uuo
I L.6uLA y-
lllvLl uu ll---s
vuelo.
En la blanca reja que e: calan 10s' clarines y donde
10s geranios asoman sus p4talos de fuego, se apupo-
y a h Rosa pensativa. Ins1Ensible a las bellezas que
la circundahan, extendia la vista por ell paisaje
ya tan familiar para ella, y sus melancdicas mira-
daq i h n a fijnrse con insistencia en un punto blaeco,
all5 en la parte alta del camino.
Cansada de esperar algo que no Ilegaba, SUS-
pir6. pas6 $ti rnano por la frente cornlo para dese-
char tin pcnsarnienio irnportuno y volvi6 a la casa.
Las sospechas de 50 Pedro Luis . nu ._ - - 3L-.-
puciiari xr ^_._
11111
I
u R.4-,.+.,An
iLaiiiiuiiuw a
iela coin ojos en que sle pint&a la avidez de
irse amado. Ella que siempre hacia gala de
ptic:isnio, se sinti6 vivamente conmovida a1
prei?der por qui& vibraba, y en p6s de qixi
_ _ _ corazhn Y- _rcsnonrlianrln
1 ib-a csc _ _ _ _- a- la
_ _ - .___ _-miic
_..-._la
ica de acquella miratda su emoci6n la traicior16
un gestc) tan elocuente, que llw6 a1 diputado a
imbre de la diaha.
L
, 1 1 1 1 1
n la galeria, la gente seria, gozanao ae ia IUZ
ina, seguia coln inter& el debaite dle la juventud ;
leseosos de terciar en 61, llamaron a 10s j6-
'S.
“Querida hijita :
Sin esperar respuesta a mi hltima carta, he pe-
dido a la Revereada Madre que me permita escri-
birte. E n estos dias tu recuerdo mle iha perseguido
con tenacidad. ;SerA que ya las clases han comenza-
do y me ihace falta mi ovejita predilecta? 0 ;ser6
que el largo silencio en que me dejas time que preo-
cupar a tu buena madre? Hoy fuC tan vivo el recuer-
do que hice de ti, que me distraje por icompleto du-
ra‘ite la misa. Quiera Nuestro Sefioc perdoaarme
en raz6n del caririo que te profeso. E n el Evangelio
del dia lei est? versiculo: “Guardaos de aquellos
172 FLOR SILVESTRE
otros. ~ P o quC
r alhora se desconsuela asi? ;Qui&
lo obliga a partir? Si cabe creer en 10s presenti-
niientos, diria yo que alguna desgracia nos amaga;
y. como para aumentar mi ansiedad, liafaela tam-
biCn se siente inquieta, angustiada. Ella ha notado
la extraria conducta de Juan: dice que evita sus ca-
rifios, que apenas le dirige la palabra. Asi me !o
contaha esta mafiana, llenos 10s ojos dse I5grimas.
-Hombre, hombre, no seas tan pesimista. acuPr-
date de tu juventud. En esa edad las impresioines
son siempre exalgeradas ; con 10s aiicrs, recofbramos
la calma y se produce icl equilibrio en nuestras fa-
cultades. Dejemos a 10s jhvenes vivir su vida de
rnsuerios y quimeras ; todoc, hemlos pasado por esa
Cpoca en que las pasiones bullen, en que se silent?
arder la sangre en las venas y en que 'holy se desea
con vehemencia aquello quc maiiana se despreciari.
En van0 querriamos ahora experimentar esas sen-
saciones deliciosas.
Deja tus inlquietudes, amigo mio, ellas no tie-
nen raz6n de ser; pasarin esos arrebatos y vendi-.\
la indiferencia con la madurez de lois aiias,-agregd,
don Fernando ,con tono sentencioso.
Don Guillernio, absorto en sus pensamientos, pa-
recia no escucharle ; de pronto continu6 :
-0tro motivo de inquietvd que me da Juan, es
su rechazo de la mesada que les he asignardo sieni-
pre a todols. Me dijo que s u sueldo le bastaba; se
ve que no conoce la necesidad; como desde que
abri6 10s ojos (ha encontrado el nido bien provisto.
FLOII SILVESTIZE 197
I
lentas convulsiones la sacudian, sentia una especie
de vtrtitgo, un deqeo de dejarse morir ah?. . .
No obstante, el instinto de la vida l u h a b a por
ella; y a tientas s e p i a SLI camino cuando 10s pe
rros de fia Sabina empezarcm a ladrar. La joven
se detuvo incierta y trPmula, pues en medio de su
mortal congoja, colmprendia que si la viieja la veia
en ese estado, ISU lengua viperina armaria bravo
esc5ndalo.
Como aunieiitasen !os aullidos, ella se escondi6
en el pasto. La lluvia caia a torrentes sobre su deli-
cado cuerpo, un frio glacial entumia sus miembros
y la penetraba hasta 10s ihuesos.
Acallado el ladrido de 10s guardianes dej6 su es-
condite, y con el vestido chorreando agua pudo
avanzar penosamfente.
Apenas tuvo fuerzas para golpear en la puerta de
su casa. Antonia, extraiiada 'de esa visita, sali6 a
abrir; y jbcU5! no seria su asombro a1 ver entrar a
Rosa !
La nifia se arroj6 en s v s brazos, salllozando.
--Madrina, madrina, s610 t6 me quedas,-decia,
inundhdola de 16grimas.
-Hijita, por Dios, 2por que te vinistie con esta
lluvia? i Maria Santisima, h i m a s benditas ! Si es-
t6s empapada.. . anda a desnudarte. Pero, iquC dis-
parate tan grande! T e vas a enfermar.-Y soste-
niCndola como pudo, la condujo a su habitaci6n.-
DesnGdate ligerito, niiia, mientras yo enciendo fue-
go y tie preparo un gloriado para que entres en ca-
Flor Silvestre 14
2 02 FLEOR SILV,ES?"REl
_-
XVIIE
Q . E. P. D.