4.4. Clasificaciones de Karl Loewenstein

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4.4.

CLASIFICACIONES DE KARL LOEWENSTEIN

Karl Loewenstein considera que los criterios de clasificación anteriormente descritos


son anticuados y muestra claramente la necesidad de otros criterios más orientados a la
sustancia y a la esencia de la Constitución. La primera clasificación de este autor es la
siguiente:

a) Constituciones originarias y Constituciones derivadas Será originaria la Constitución


que contenga un principio funcional novedoso, verdaderamente creador y por tanto
“original” para el proceso del poder político y para la formación de la voluntad
estatal. “La expresión de constitución “derivada” o “derivativa” designa un tipo de
constitución que sigue fundamentalmente los modelos constitucionales nacionales o
extranjeros, llevando a cabo tan sólo una adaptación a las necesidades nacionales”.

Loewenstein opina que las constituciones originarias son relativas y absolutamente poco
frecuentes, puesto que a lo largo de los años ha habido poco espíritu inventivo en la
creación de leyes fundamentales, lo que tiene su razón de ser en el carácter
fundamentalmente conservador del hombre político, que es por lo tanto adverso, a
rupturas violentas con el pasado. El autor alemán sostiene que experimentar con
novedades constitucionales suele ser muy peligroso, por lo que solamente movimientos
revolucionarios sociales en gran escala son apropiados para producir nuevas formas
constitucionales. Como tipos originarios de constitución, Loewenstein dice que entre los
más importantes ejemplos de Constituciones originarias, se pueden considerar:

• El parlamentarismo británico

• El sistema constitucional americano del presidencialismo

• El constitucionalismo francés en 1793, que produjo el tipo de gobierno de asamblea;


• Las constituciones napoleónicas, que introdujeron el cesarismo plebiscitario;
• La carta francesa de 1814, que montó la monarquía limitada constitucionalmente con
base legitimista;

• Las constituciones rusas “soviet” de 1918 y 1924, que rompieron totalmente con la
tradición constitucional de occidente y atribuye-ron a los consejos de trabajadores y
campesinos el papel decisivo en el proceso del poder.

Otra clasificación de las Constituciones que propone Loewenstein es:

b) Constituciones ideológico-programáticas y Constituciones utilitarias


El jurista alemán aporta otro criterio digno de ser tomado en cuenta para la
clasificación realista de las constituciones, en base al análisis de su contenido ideológico,
dice que cabría establecer una distinción entre las constituciones cargadas
ideológicamente o con un programa filosófico y, por otra parte, constituciones
ideológicamente neutrales o puramente utilitarias. Todas las constituciones del final del
siglo XVIII y principios del XIX están necesariamente teñidas de ideología liberal; esta
influencia se manifiesta latentemente en la distribución de tareas estatales a varios
detentadores del poder, respectivamente controlados, y abiertamente con la inclusión
en el documento constitucional de un catálogo de derechos fundamentales.

Loewenstein agrega que muchas de las recientes constituciones son tan


conscientemente ideológicas, “que casi se podría decir que una Constitución no parece
estar completa cuando no está imbuida por todas partes de una determinada ideología.

Estas Constituciones son frecuentemente verdaderos catecismos políticos más que


indicaciones mate-riales para el desenvolvimiento racional del proceso gubernamental”.17
Un conocido ejemplo — agrega — es la Constitución mexicana de 1917, por su expresa
orientación hacia un orden social, que califica de “tipo socialista”.

En cambio las constituciones utilitarias o ideológicamente neutrales se proponen, sin


ningún tipo de influencia doctrinal, ofrecer un cuadro funcional, puramente materialista,
destinado a regular sin intenciones ideológicas declaradas u ocultas, el mecanismo del
proceso gubernamental dentro del cual las fuerzas sociales y políticas de la comunidad
deberán enfrentarse en libre concurrencia.

La última clasificación de Loewenstein en su obra “Teoría de la Constitución”, que al


mismo tiempo es la mayormente estudiada, es la que intitula:

c) Clasificación Ontológica
“La existencia hoy de una Constitución escrita no implica, en absoluto, ipso facto una
garantía de distribución y, por lo tanto, limitación del poder”, surge pues la necesidad
de desentrañar verdaderamente si una Constitución cumple con su cometido de
institucionalizar la distribución del ejercicio del poder político y, por consiguiente, el
control del mismo de parte de quienes lo detentan.

De acuerdo con esto, las Constituciones pueden ser de tres tipos: Normativa, Nominal y
Semántica.

c.1) Constitución Normativa

En lugar de analizar la esencia y el contenido de las Constituciones, el criterio del


análisis ontológico radica en la concordancia de las normas constitucionales con la
realidad del proceso del poder. Su punto de partida es la tesis de que una Constitución
escrita no funciona por sí misma, una vez que haya sido adoptada por el pueblo, sino que
una Constitución es lo que los detentadores y destinatarios del poder hacen de ella en la
práctica, es decir, es importante el análisis del medio social y político donde la
Constitución tiene que valer. Loewenstein opina que para que una Constitución sea viva,
debe ser efectivamente vivida por destinatarios y detentadores del poder, tiene que ser
observada lealmente por todos los interesados, y estar integrada en la sociedad. “Para
que una Constitución sea viva, no es suficiente que sea válida en sentido jurídico. Para
ser real y efectiva, la Constitución tendrá que ser observada lealmente por todos los
interesados y tendrá que estar integrada en la sociedad estatal, y ésta en ella”.

En este orden de ideas, sólo cuando las normas de una Constitución, dominan el proceso
político o, a la inversa, el proceso del poder se adapta a las normas de la Constitución y
se somete a ellas, podemos hablar de una Constitución normativa. El maestro alemán
ejemplifica este tipo de Constitución haciendo una paráfrasis figurada “la constitución
es como un traje que sienta bien y que se lleva realmente”.

c.2) Constitución Nominal Loewenstein sostiene que “el carácter normativo de una
Constitución no debe ser tomado como un hecho dado y sobreentendido, sino que deberá
ser confirmado por la práctica”.

Una Constitución puede ser calificada de nominal, cuando a pesar de ser jurídicamente
válida, la dinámica del proceso político no se adapta a sus normas, entonces la
Constitución carece de realidad existencial. Lo que la Constitución nominal implica es que
los presupuestos sociales y económicos existentes en el momento actual operan contra
una concordancia absoluta entre las normas constitucionales y las exigencias del proceso
del poder. Debido a que quizá la promulgación de la Constitución fue prematura o a que la
realidad social aún no lo permite, pero en el caso de esta clasificación, se debe estar
frente a una decisión política de buena voluntad, de parte tanto de los detentadores
como de los destinatarios del poder, de que tarde o temprano la realidad del proceso del
poder corresponderá a lo establecido en el texto constitucional.

La función primaria de la Constitución nominal es educativa; su objetivo es en un futuro


más o menos lejano, convertirse en una Constitución normativa y determinar realmente
la dinámica del proceso del poder en lugar de estar sometido a ella. Para continuar con el
símil, Loewenstein agrega: “el traje se cuelga cierto tiempo en el armario y será puesto
cuando el cuerpo nacional haya crecido”.

c.3) Constitución Semántica Esta Constitución es la que siendo plenamente aplicada, su


realidad ontológica no es sino la formalización de la existente situación del poder
político en beneficio exclusivo de los detentadores del poder fáctico, que disponen del
aparato coactivo del Estado. Mientras la tarea original de la Constitución escrita es
limitar la concentración del poder, dando posibilidad a un libre juego de las fuer-zas
sociales de la comunidad dentro del cuadro constitucional, en este tipo de Constitución
semántica, el proceso es inverso, la dinámica social, restringe su libertad de acción y es
encausada en la forma deseada por los detentadores del poder. En lugar de servir de
limitación del poder, la Constitución es aquí el instrumento para estabilizar y eternizar
la intervención de los dominadores fácticos de la localización del poder político. Para
demostrar el efecto que realmente produce una Constitución semántica, el alemán
concluye que de acuerdo al ejemplo anteriormente utilizado “el traje no es en absoluto
un traje, sino un disfraz”.
4.5. OTRA CLASIFICACIÓN

El maestro francés, Maurice Duverger, aporta otra interesante clasificación.


Argumenta que se han diferenciado dos clases de constituciones: las Constituciones-Ley,
que son aquellas que imponen obligaciones y limitaciones estrictas a los gobernantes y se
aplican de manera efectiva; y las Constituciones Programa, de alcance más débil, que
“definen un proyecto ideal o simulado y no contienen obligaciones jurídicas en sentido
estricto”.

Es decir, la parte referente a las obligaciones y limitaciones impuestas a las


instituciones gubernamentales en sus relaciones con los ciudadanos, no se respeta en lo
general y a veces es letra muerta. A pesar de todo, justifica Duverger, pueden invocarse
los principios establecidos en tales Constituciones, como un método para resistir o
enfrentar al poder cuando una dictadura se vuelve menos opresiva y categóricamente
sentencia: “Es mejor una Constitución-programa que ninguna Constitución”.

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