J. Daura Luján F. X. Oms Arias

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ARTES Y HUMANIDADES

J. M. FULLOLA PERICOT · J. NADAL LORENZO


J. DAURA LUJÁN · F. X. OMS ARIAS
INTRODUCCIÓN A
LA PREHISTORIA
LA EVOLUCIÓN DE
LA CULTURA HUMANA

18 h
Introducción a la
prehistoria (nueva edición)

La evolución de
la cultura humana

Josep M. Fullola Pericot


Jordi Nadal Lorenzo
Joan Daura Luján
F. Xavier Oms Arias
Diseño de la colección: Fundació per a la Universitat Oberta de Catalunya
Diseño de la cubierta: Natàlia Serrano
Pictograma de cubierta: Freepik

Primera edición en lengua castellana: febrero 2020


Primera edición digital (pdf): marzo 2020

© Josep M. Fullola Pericot, Jordi Nadal Lorenzo, Joan Daura Luján,


F. Xavier Oms Arias, del texto
© Fundació per a la Universitat Oberta de Catalunya, de esta edición, 2020
Avinguda del Tibidabo, 39-43 (08035 Barcelona)
Marca comercial: Editorial UOC
http://www.editorialuoc.com

Realización editorial: Reverté-Aguilar

ISBN: 978-84-9180-697-4

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copia-
da, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea eléctrico,
químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos, sin la autorización
previa por escrito de los titulares del copyright.
Autores

Josep M. Fullola Pericot


Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Barcelona (UB) y director
del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP)
adscrito a dicha cátedra. Es especialista en el estudio de las sociedades de
cazadores-recolectores. Ha escrito diversos libros y artículos de alto nivel
científico, manuales académicos y obras de divulgación, lo que le califica
como conocedor de todos los ámbitos de la ciencia prehistórica. Desde
1979, ha dirigido numerosas excavaciones arqueológicas en Cataluña,
así como diversos proyectos de investigación en los ámbitos español,
mexicano (Baja California) y portugués (Valle del Cõa). Forma parte de
diferentes comisiones científicas nacionales e internacionales, entre
las que destacan la vicepresidencia de Paleolítico superior de la Unión
Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (UISPP). Tiene
igualmente larga experiencia en gestión universitaria y en evaluación en
temas docentes e investigadores, en España y el extranjero.

Jordi Nadal Lorenzo


Profesor titular de Prehistoria de la UB. Investigador del SERP. Es
especialista en arqueozoología y ha dirigido diferentes excavaciones de la
prehistoria reciente (Epipaleolítico, Neolítico, Edad del Hierro). Como
resultado de dichas actividades, ha publicado varios artículos y libros
especializados.

Joan Daura Luján


Investigador y profesor de Prehistoria de la UB y miembro del Grup
de Recerca del Quaternari (GRQ) del SERP. Ha dirigido numerosas
excavaciones prehistóricas, especialmente en contextos del Paleolítico
inferior, medio y superior, de las cuales se derivan distintos trabajos
científicos en revistas internacionales. Sus líneas se de investigación se
centran en el estudio y la reconstrucción paleoambiental del impacto de
los cambios climáticos durante el Cuaternario, así como de las sociedades
cazadoras-recolectoras.
F. Xavier Oms Arias
Profesor asociado de Prehistoria y Arqueología de la UB. Es investigador
del grupo SERP. Especialista en la transición entre los últimos cazadores-
recolectores y las primeras sociedades neolíticas y de la prehistoria reciente
en general, sobre todo en referencia a las problemáticas cronológicas y de la
cultura material. Ha dirigido numerosas excavaciones, tanto profesionales
como desde centros de investigación, del Paleolítico superior, Neolítico
y Edad del Bronce. Ha publicado libros y numerosos artículos de
investigación en revistas de ámbito regional, nacional e internacional.
© Editorial UOC Índice

Índice

Presentación ....................................................................... 13

Capítulo I. Una aproximación epistemológica


y metodológica ............................................................. 17
1. ¿Qué es la prehistoria? ................................................ 17
2. Breve historia del estudio del pasado
prehistórico de la humanidad. De los inicios
a la actualidad ............................................................... 21
3. La arqueología, método de la prehistoria ................ 31
3.1. El descubrimiento................................................ 33
3.2. La excavación ....................................................... 35
3.3. El trabajo de laboratorio y la exposición
de resultados ......................................................... 39
3.4. Otras especialidades de la arqueología ............ 40
4. Los sistemas de datación ............................................ 43
4.1. Los sistemas de datación relativa ...................... 44
4.2. Los sistemas de datación numérica................... 45
4.2.1. El carbono 14 .......................................... 46
4.2.2. Otros sistemas de datación numérica
basados en la desintegración
progresiva de elementos inestables ...... 49
4.2.3. Sistemas de datación no basados
en el comportamiento de elementos
inestables .................................................. 51
Bibliografía ................................................................... 54

7
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Capítulo II. Contextualización geoambiental


de la prehistoria. El Pleistoceno ............................. 55
1. El Cuaternario en la historia de la Tierra ................ 55
2. El Cuaternario: definición y características
geológicas...................................................................... 59
3. Las oscilaciones climáticas durante el Cuaternario ..... 61
4. Consecuencias de las oscilaciones climáticas .......... 64
4.1. El modelado del paisaje ...................................... 64
4.2. La fauna y la flora del Cuaternario ................... 66
Bibliografía ................................................................... 71

Capítulo III. Los primeros pasos. Los homininos


y los humanos durante el Paleolítico ..................... 73
1. ¿Qué somos los humanos? ........................................ 74
1.1. Los humanos entre los primates ....................... 74
1.2. La evolución de los primates durante
el Paleógeno y Neógeno, hasta la aparición
de los homininos.................................................. 78
2. La aparición de los homininos y sus primeras
formas. Los Australopithecus ........................................ 81
2.1. Causas de la aparición de los homininos ......... 81
2.2. Los primeros homininos y los Australopithecus ..... 84
2.2.1. Los primeros homininos ....................... 84
2.2.2. Los australopitecos ................................. 85
3. Los primeros representantes del género Homo....... 91
3.1. Homo habilis ........................................................... 91
4. Sobre el instrumental prehistórico.
Las industrias líticas .................................................... 95
4.1. Los primeros útiles y los primeros
yacimientos arqueológicos .................................. 95
4.2. ¿Los primeros cazadores? ................................... 97

8
Editorial UOC Índice

4.3. Las industrias líticas ............................................. 98


4.3.1. La selección del material ........................ 99
4.3.2. La talla....................................................... 100
4.3.3. El retoque................................................. 102
4.3.4. Tipo y uso de los útiles .......................... 103
5. Los homininos salen de África ................................. 104
5.1. Homo entre hace 2 Ma y 200 ka ......................... 104
5.2. El umbral de la complejidad .............................. 108
6. Los neandertales y las poblaciones euroasiáticas ... 111
6.1. Características de los neandertales ................... 112
6.2. El Paleolítico medio ............................................ 114
6.2.1. Las industrias líticas ................................ 114
6.2.2. Otros aspectos culturales
del Paleolítico medio. El modo
de vida de los neandertales
y las manifestaciones simbólicas........... 118
7. La aparición y la expansión de los humanos
anatómicamente modernos........................................ 121
7.1. El origen del Homo sapiens y su expansión
por el planeta ........................................................ 121
7.2. Humanos modernos, neandertales
y algo más ............................................................. 126
8. El Paleolítico superior europeo................................. 129
9. Las manifestaciones artísticas del Paleolítico .......... 136
9.1. El mundo de lo simbólico y el origen del arte .... 136
9.2. La tipología del arte Paleolítico europeo ......... 139
9.2.1. El arte mueble y los adornos ................ 139
9.2.2. El arte rupestre........................................ 141
9.3. La cronología del arte Paleolítico ...................... 144
9.4. La interpretación cultural del arte paleolítico....... 146
Bibliografía ................................................................... 151

9
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Capítulo IV. La implantación de una nueva fase


climática. El Holoceno .............................................. 153
1. La nueva situación climática ...................................... 154
1.1. El Tardiglaciar ...................................................... 154
1.2. Las subfases climáticas del Holoceno .............. 156
2. Los últimos cazadores ................................................ 158
3. El Epipaleolítico/Mesolítico europeo ..................... 161
3.1. Características culturales del Epipaleolítico ..... 162
3.2. Las evoluciones regionales del
Epipaleolítico europeo ........................................ 167
3.2.1. El Epipaleolítico/Mesolítico en la cuenca
mediterránea de la península ibérica .... 168
3.2.2. El Epipaleolítico/Mesolítico
en la costa cantábrica ............................. 170
3.2.3. El Epipaleolítico/Mesolítico
en Francia ................................................. 171
3.2.4. El Epipaleolítico/Mesolítico
en la zona escandinava ........................... 172
3.2.5. Apuntes sobre los hábitats
y el mundo funerario .............................. 173
4. Los cazadores-recolectores históricos...................... 176
Bibliografía ................................................................... 178

Capítulo V. El Neolítico .................................................. 179


1. La «nueva piedra» y los cambios neolíticos ............. 179
1.1. Las áreas de neolitización nuclear ..................... 181
1.2. Las innovaciones del Neolítico.......................... 189
1.2.1. Las novedades económicas ................... 189
1.2.2. Los descubrimientos tecnológicos ....... 196
1.2.3. Los cambios sociales .............................. 201
1.2.4. Los cambios en el universo mental...... 204

10
Editorial UOC Índice

1.3. Las causas de la neolitización ............................ 207


1.4. El proceso de neolitización en el Próximo
Oriente ................................................................... 211
1.5. Los antecedentes. El mundo Mesolítico .......... 211
1.6. El inicio de la agricultura. Las fases
precerámicas ......................................................... 214
1.7. La aparición de la cerámica y la rápida
evolución hacia las sociedades complejas ........ 219
2. La neolitización de Europa ........................................ 222
2.1. La neolitización del sudeste europeo.
Grecia y los Balcanes .......................................... 226
2.2. La neolitización de la región danubiana
y de Europa central ............................................. 230
2.3. La neolitización en el Mediterráneo central
y occidental ........................................................... 233
2.4. El Neolítico atlántico y septentrional ............... 236
3. El arte pospaleolítico .................................................. 237
3.1. El arte rupestre pospaleolítico en
la península ibérica............................................... 238
3.2. El arte parietal en el mundo............................... 242
4. El fenómeno del megalitismo ................................... 244
Bibliografía ................................................................... 252

Capítulo VI. Del advenimiento de la metalurgia


al fin de la prehistoria................................................. 253
1. El paradigma del paso a la edad de los metales ..... 254
2. El Calcolítico. Características y grupos culturales ....... 256
2.1. Los cambios culturales del Calcolítico ............. 257
2.1.1. Cambios económicos ............................. 257
2.1.2. Cambios sociales ..................................... 259
2.1.3. Cambios simbólico-religiosos ............... 260

11
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

2.2. La metalurgia ........................................................ 262


2.3. Manifestaciones culturales del Calcolítico ....... 266
2.3.1. Las sociedades complejas del sur
de la península ibérica ............................ 266
2.3.2. El vaso campaniforme ........................... 270
2.3.3. La cultura de los kurganes
y los yamnaya ........................................... 272
3. La Edad del Bronce y el paso hacia las primeras
culturas protohistóricas europeas ............................. 273
3.1. Las primeras culturas protohistóricas
del Mediterráneo europeo .................................. 276
3.1.1. El mundo minoico.................................. 277
3.1.2. El mundo micénico ................................ 281
3.2. Otras sociedades complejas de la Edad
del Bronce europea .............................................. 284
3.3. La cuestión de las lenguas indoeuropeas ......... 289
4. El Bronce final y la Edad del Hierro. El fin
de la prehistoria en Europa ....................................... 296
4.1. Europa occidental entre el segundo
y el primer milenio BC........................................ 299
4.1.1. Los campos de urnas ............................. 299
4.1.2. El fenómeno de las colonizaciones ..... 300
4.2. Los pueblos protohistóricos de Europa .......... 306
Bibliografía ................................................................... 310

12
Editorial UOC Presentación

Presentación

Si al reclamo del título de este libro has abierto sus páginas


y empiezas por leer esta presentación, no nos cabe duda de
que, de forma inmediata, contaremos entre nuestros lectores
con una persona sensibilizada con la etapa más alejada de
la historia de la humanidad, la prehistoria. Cada vez más, la
historia y la prehistoria en particular despiertan mayor interés,
puesto que nos permiten, por un lado, conocer el pasado y,
por otro, son una potente herramienta para construir el pre-
sente. Alguno de los grandes tópicos de la prehistoria, tales
como el cambio climático, las grandes migraciones, las inno-
vaciones tecnológicas, etc., son temas de máxima actualidad
en nuestros días.
Quizás te has atrevido a leernos para curiosear a través de
un periodo que desconoces, del que ha oídos hablar mucho
en los medios de comunicación, los cuales se han hecho eco
de los descubrimientos más importantes, o incluso en las
películas, donde se ha popularizado también la arqueología y
algunos de sus grandes tópicos. Quizás el tema ha suscitado
también tu interés por cuestiones relacionadas con la historia,
y deseas completar una visión global adentrándote en las eta-
pas más antiguas de nuestra vida en el planeta; o quizás lo has
hecho a causa de tus estudios universitarios en Arqueología,
Historia o Humanidades que te han movido a cursar la mate-
ria y a tener que leer, esperemos que por convencimiento y
no por obligación, alguna síntesis de prehistoria como la que
nos ocupa.

13
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Sea lo que sea lo que te ha motivado esta lectura, no


nos dejes, sigue adelante y adéntrate de nuestra mano en
los albores de la humanidad y de las sociedades del pasa-
do. Creemos que al final de la obra habrás adquirido un
conocimiento suficiente para abordar libros y artículos más
especializados y para enfrentarte a los diversos periodos de la
prehistoria con una base sólida.
No encontrarás en estas páginas un manual clásico con
todos y cada uno de los detalles cronológicos, de las culturas
materiales, de las industrias líticas, las cerámicas o los puña-
les de bronce; hay otros libros concebidos de esa forma que
proporcionan este tipo de datos. Nosotros hemos intentado
poner en tus manos un relato donde los seres humanos son
los protagonistas; seguiremos sus pasos por el camino de la
evolución biológica y tecnológica, sus adaptaciones al medio
y su fusión con la naturaleza.
Nuestra opción ha sido la de incidir en los procesos
que han llevado a los humanos a alcanzar niveles culturales
y tecnológicos cada vez más sofisticados. No es fácil este
planteamiento, ya que el contexto cronológico y ambiental ha
de hacerse patente a lo largo de la obra; el paso del tiempo ha
marcado dichos procesos y los cambios climáticos han tenido
una influencia decisiva en los cambios sociales, económicos,
tecnológicos y culturales de las poblaciones humanas.
Al principio, los procesos a los que nos estamos refiriendo
obedecían a fenómenos globales en el planeta y sucedían en
lugares más localizados, caso de la hominización, o conver-
gentes en diversas zonas de este, caso de la neolitización, por
ejemplo. Pero a medida que avanzamos en el tiempo y dispo-
nemos de mayor y mejor registro arqueológico, la reconstruc-
ción de las sociedades humanas es cada vez más compleja,
aparece la regionalización y la compartimentación cultural se

14
Editorial UOC Presentación

hace infinita; por ello, hemos elegido aquellos procesos que


nos han parecido más significativos y representativos para
explicar la prehistoria reciente.
Cada vez son más los arqueólogos que han intentado
divulgar la ciencia prehistórica. Las grandes monografías, los
artículos y los libros científicos son el paradigma por el que
habitualmente nos movemos los investigadores. Algunos
de ellos han conseguido sintetizar y explicar los principales
procesos, lo que resulta un ejercicio muy útil para divulgar el
conocimiento. En este libro, hemos intentado dar un paso más
allá, plantear un resumen inteligible de los mecanismos que
han llevado a la humanidad desde la vida en los árboles hasta la
escritura, el comercio y la vida en sociedades urbanas.
Naturalmente, los que firmamos estas líneas hemos reco-
rrido y seguimos recorriendo distintos estadios, desde los
artículos científicos, los manuales… hasta la transferencia del
conocimiento para un público iniciado y no especializado.
Esta obra busca una síntesis, una destilación de los procesos,
no de los hechos ya conocidos. Para vosotros, que os habéis
atrevido a llegar hasta aquí, va este libro, seguros de que su
lectura colmará vuestras expectativas y contribuirá a que
nuestra ciencia prehistórica sea más conocida y valorada en
todo el ámbito de la cultura humana.

15
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

Capítulo I
Una aproximación epistemológica
y metodológica

La prehistoria presenta una serie de particularidades que


la hacen en muchos aspectos diferente a cualquier otro epi-
sodio de la historia. Su definición cronológica y cultural, y
sus singulares métodos de estudio, básicamente a través de la
arqueología, nos obligan a iniciar este libro con una aproxi-
mación a los mecanismos que los prehistoriadores utilizamos
para reconstruir los procesos y los acontecimientos de esta
primera etapa, la más larga que jamás ha existido, de la his-
toria de la humanidad. Por ello, este primer capítulo es una
introducción necesaria a los planteamientos epistemológicos
y metodológicos de esta disciplina. Sin estos, difícilmente se
podrá entender por qué clasificamos las diferentes etapas de
la prehistoria por medio de la aparición de determinados ele-
mentos tecnológicos o de diversas estrategias de la economía
de subsistencia, o cómo datamos los acontecimientos que se
van sucediendo a lo largo del tiempo.

1. ¿Qué es la prehistoria?
En principio, debemos pensar que la mejor manera de
definir un término es dirigirnos a un diccionario de calidad.
Así pues, para los hablantes en lengua castellana, nos diri-

17
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

giremos al diccionario de la Real Academia Española de la


Lengua; en él apreciaremos que la entrada prehistoria presenta
dos acepciones principales. Lo mismo podríamos hacer en
otras lenguas con resultados similares:

1) Periodo de la humanidad anterior a todo documento


escrito y que solo se conoce por determinados vesti-
gios: construcciones, instrumentos, huesos humanos o
de animales, etc.
2) Rama del conocimiento que estudia la prehistoria

Como también sucede en el caso de la gran ciencia que


engloba la prehistoria, la historia, el término «prehistoria» es
objeto de usos con sentido doble; se aplica, por lo tanto, a
dos entidades distintas: una, la realidad de lo prehistórico, y
otra, la disciplina que estudia dicha realidad. Para solventar
este sesgo inicial, algunos investigadores proponen reservar
el término prehistoria estrictamente para el objeto de estudio
y buscar otro para la disciplina (por ejemplo «arqueología»,
aunque, como veremos, este tiene otras connotaciones). En
defensa del término prehistoria en su acepción de disciplina,
podemos decir que, a diferencia de otras actividades como la
biología o sociología, en nuestro caso no existe el objeto de
estudio si no es desde la propia investigación, pues cualquier
tipo de historia, en tanto que «hechos del pasado», ya no exis-
te. La prehistoria, como la historia, no es una «cosa» que existe,
no es una realidad material, sino una «cualidad» que pueden
tener las cosas, las realidades materiales propiamente dichas.
Además, existen también distintos tipos de contradicciones
internas en la propia definición de la prehistoria como etapa
histórica o cronológica. Por un lado, la propia palabra tiene

18
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

un significado de anterioridad a la historia, cuando, en reali-


dad, es una parte de ella; por otro lado, el límite inferior de
donde empieza la prehistoria no está claro, a menudo entra
en conflicto con otras disciplinas, como la paleontología o
la antropología. En segundo lugar, hay que tener presente
que una cosa es una etapa cronológica, ya sea de tipo geoló-
gico, biológico o humano (como es nuestro caso) y otra una
situación geológica, biológica o humana. Aquí, y siguiendo la
definición del diccionario generalmente aceptada, se produce
una contradicción: es evidente que la falta de documentación
escrita en una cultura concreta o en ciertos grupos sociales es
una situación cultural, y esto no implica necesariamente una etapa
cronológica. Por ejemplo, incluso en la actualidad hay socieda-
des que no tienen escritura, lo que llamamos sociedades ágrafas,
como ciertos grupos cazadores-recolectores, y esto no signi-
fica que estén en la prehistoria. Lo mismo podríamos aplicar
para aquellos grupos sociales que son analfabetos; el hecho de
que no sepan leer ni escribir, no significa que vivan en la pre-
historia. La aceptación de una etapa previa sin escritura, y de
otra posterior con escritura, como válida para la historia de la
humanidad (en general usando, además, las cronologías euro-
peas) es, sin duda, un enfoque etnocentrista y finalista, resul-
tado de los postulados evolucionistas de los siglos xix y xx.
La confusión entre «estadios históricos» y «estados cultura-
les» es también otro de los aspectos que dificultan la compren-
sión de la prehistoria entre los no especialistas. En determinadas
épocas es fácil establecer que estamos en una fase «prehistóri-
ca», sin embargo, en otras es ciertamente difícil. Mientras que
para otras etapas de la historia los límites están bastante claros
—edades Media, Moderna y Contemporánea—, la prehistoria
y la historia antigua, como etapas cronológicas, presentan una

19
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

clara indefinición en sus límites. Ello supone que, a veces, para


un mismo momento cronológico, determinadas culturas sean
estudiadas en un «momento» u otro, según tengamos regis-
tro escrito o no. Además, este tipo de clasificación no ayuda a
reconstruir de forma homogénea las culturas estudiadas, estas
deberían analizarse desde la óptica de su economía, de la orga-
nización social y cultural. Por el contrario, lo que se postula
como importante es una apreciación absolutamente episte-
mológica, que afecta solamente al historiador en los mecanis-
mos de acceso a una determinada cultura: si puede contar con
documentación escrita o no en el momento de reconstruir los
comportamientos de las sociedades del pasado.
Considerar que las sociedades sin escritura han de ser
necesariamente anteriores, «más antiguas», que las que gene-
ran escritura es un error resultado de los postulados evolu-
cionistas aplicados a la historia. También lo es suponer que
las que no disponen de escritura son menos «civilizadas» o
«evolucionadas» que las que sí disponen de ella, y que ante
una situación cultural determinada no pueda haber fenó-
menos de «ida y vuelta» o alternancia de momentos con, o
sin, escritura. La historia nos proporciona algunos casos al
respecto, como la sociedad micénica, con escritura, que dejó
paso a otra que no hizo uso de esta, o la de los mayas, que
pasaron de una etapa con escritura a una ágrafa. Lo mismo
ocurre con las novedades tecnológicas o económicas, que
fueron consideradas durante mucho tiempo como «inventos»
que revolucionaban la historia, en la idea de que no eran
más que el resultado de una progresiva e imparable evolución
de las capacidades intelectuales y su expansión a todas las
culturas humanas como algo inevitable. La humanidad pasa-
ba por una serie de estadios tecnológicos y socioeconómicos

20
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

en su progresión hacia la civilización, representada por la


complejidad de Occidente. De un modo u otro, esta visión
finalista y eurocéntrica se mantiene; el resultado es que nues-
tra disciplina está plagada de planteamientos y clasificaciones
paradigmáticos a los que, aunque conceptualmente obsoletos,
se nos hace muy difícil renunciar. En este sentido, nosotros
mismos los reproducimos, ya que nuestra obra se ordenará
según unas clasificaciones y unas definiciones que ya tienen
un siglo y medio de historia: Paleolítico, Neolítico, edades del
Bronce y del Hierro, etc. En todo caso, aunque una reflexión
al respecto es del todo necesaria, no es ahora el momento de
plantear una labor de semejante envergadura.
Por todo ello, aquí seguiremos utilizando el término pre-
historia como una etapa de difícil clasificación cronológica,
diversa según las zonas, que caracteriza en general —pero no
de forma exclusiva— a las primeras etapas de la humanidad por
una situación cultural, la falta de escritura, para poder estudiarla.
Solamente en algunos casos en que conviven sociedades con
escritura y sociedades ágrafas podremos acudir a los textos para
el estudio de estas últimas por medio de los documentos escri-
tos de las primeras. Es lo que denominaremos «protohistoria».

2. Breve historia del estudio del pasado


prehistórico de la humanidad.
De los inicios a la actualidad
La etnografía y la propia prehistoria demuestran que,
desde el momento en el que nuestra especie empieza a tener
conciencia de sí misma, los humanos nos cuestionamos sobre

21
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

aspectos trascendentes como cuáles son nuestros orígenes.


Tradicionalmente, en gran parte de las sociedades del pasado,
se han utilizado los mitos y las leyendas para explicar la his-
toria de la vida y de la Tierra. Por ello, los filósofos presocrá-
ticos intentaron huir de este enfoque y resolver mediante el
pensamiento racional y la observación el origen de todas las
cosas. Sin embargo, en la edad de oro del pensamiento griego
(Sócrates, Platón y Aristóteles), se produce un cierto distan-
ciamiento de estas ideas y se sitúa a los humanos dentro de
la sociedad, se dota a las cosas de esencia eterna e inmutable
y, por lo tanto, la naturaleza se convierte en algo inmóvil y
estático.
El cristianismo es, en cierta manera, heredero de estas
dos tradiciones. Por un lado, la mitología judeocristiana es un
ejemplo de estas tradiciones de mitos y leyendas para explicar
el origen de las cosas, donde la idea de creación está presente
bajo distintas formas. Por otro lado, la doctrina de la inmuta-
bilidad y de que las cosas habían sido creadas armonizaba con
los filósofos clásicos griegos y la idea arraigó en los ambientes
eclesiásticos. Del mismo modo, y muchas veces como un
claro intento de corroborar estas narraciones, se desarrolló
una tradición milenaria cuyo objeto era la localización de los
lugares sagrados donde vivieron mártires y santos, con la
intención de recuperar reliquias.
La desacralización del pensamiento llevó progresivamen-
te hacia otras interpretaciones del pasado, primero de tipo
filosófico y, posteriormente, científico. Aunque los prime-
ros pasos de dichas interpretaciones deben buscarse en el
mismo mundo clásico, no se produce un verdadero cambio
de mentalidades hasta el Renacimiento y la Ilustración, fun-
damentalmente, a partir del siglo xviii, con el desarrollo de

22
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

las ciencias naturales. El interés por el pasado y por los obje-


tos antiguos es también significativo y dará paso a los estu-
dios históricos, por un lado, y a la arqueología, por el otro. De
ahí que, el anticuarismo, el coleccionismo y los gabinetes de
curiosidades tuvieran un papel significativo en el nacimiento
de la prehistoria.
Nos gustaría destacar el intento del obispo Ussher, en 1650
para datar la creación del mundo, que estableció en el año
4004 a. C. Aunque tal aberración siempre ha sido motivo de
mofa entre los investigadores, desearíamos destacar el «pro-
ceder científico» de Ussher, que estableció dicha fecha con-
tabilizando la duración de las generaciones de los personajes
del libro del Génesis. Evidentemente, su gran error recae en
el punto de partida, pero pensamos que supone una nueva
manera de leer la Biblia. También debería insistirse en que no
fue Ussher quien simpáticamente puso día y hora a tal crea-
ción del universo (las doce del mediodía del 23 de octubre del
4004 a. C.), sino su discípulo Lightfoot, haciéndolo coincidir
con la fecha de inicio del curso académico de su universidad.
De todos modos, es cierto que tales planteamientos distan
mucho de las reflexiones realmente profundas y enriquecedo-
ras que realizan algunos filósofos en la misma época, como el
caso del panteísmo de Spinoza que, al aceptar una naturaleza
total, propone unos orígenes y esencias comunes para todos
los seres vivos.
Durante el siglo xviii se establecen las bases de la mayor
parte de las ciencias que se interesan por los orígenes de la
vida y de los seres humanos, así como de su evolución: geo-
logía, biología, paleontología y, evidentemente, prehistoria
y arqueología. Sin embargo, en ninguna de ellas se discute
abiertamente la veracidad del texto bíblico como fuente de

23
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

conocimiento científico. Querríamos destacar a Hutton, que


en su Teoría de la Tierra (1785) estableció los principios del
uniformismo geológico, posteriormente generalizados por
Lyell en su obra Principios de geología (1833), que tanto influyó
en la idea de que no existe una naturaleza inmóvil y estática
y que el presente es resultado de procesos lentos acaecidos
en el pasado. Las ideas geológicas de ambos investigadores
también tuvieron amplia repercusión en la metodología
arqueológica. En este sentido, cabe destacar igualmente la
búsqueda de unas técnicas más precisas de excavación, que
se iban aplicando a yacimientos como Herculano o Pompeya.
Por su parte, los naturalistas empiezan, también en este siglo,
a establecer ordenaciones de los seres vivos según principios
científicos. Destacaríamos a Linneo, al que se debe el actual
sistema de nomenclatura científica binominal y las bases de
la clasificación sistemática de los seres vivos. Curiosamente,
Linneo no se planteó hasta el final de su vida el porqué de
las semejanzas físicas entre los grupos de seres vivos que él
mismo clasificaba y que, claramente, ponían en tela de juicio
el fijismo de las especies, así como su origen, en un acto de
creación. El propio Linneo clasificó a los humanos entre los
primates mucho tiempo antes que otros autores. Cabe desta-
car también a su contemporáneo francés el conde de Buffon,
que asentó las bases para abandonar definitivamente las ideas
fijistas y puede considerarse uno de los pioneros de lo que
posteriormente serían las teorías evolucionistas. Las hipótesis
transformistas de Buffon, aunque no parecían —por escri-
to— poner en duda la creación, establecían las bases para el
abandono definitivo de estos postulados y para la idea que las
especies experimentan variaciones. A Buffon se debe también
una propuesta de fecha para la formación de la Tierra. Según

24
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

su teoría de las esferas metálicas, de corte newtoniano, la


Tierra debía tener 74.832 años y la vida sobre su faz no habría
sido posible hasta hace 40.062 años. Otros personajes de for-
mación diversa, como pueden ser Kant o Goethe, proponían
también, en este momento, hipótesis tan extremas como la
mutabilidad de las formas vivas o incluso el origen simiesco
de la especie humana.
Pero la implantación definitiva de una idea «evolucionista»
para entender el pasado no se produce hasta principios del
siglo xix, al establecerse por primera vez una explicación
científica (aunque errónea) de las causas del cambio en las
especies. Y, curiosamente, estas primeras propuestas surgen
en sus inicios en un ambiente de hostilidad, ya que fueron
consideradas como la opción minoritaria ante las ideas fijistas,
más mayoritarias. Nos referimos, obviamente, a la dialéctica,
diríamos incluso al enfrentamiento científico derivado en per-
sonal, que mantuvieron dos grandes figuras del pensamiento
naturalista: Lamarck y Cuvier.
La genialidad de Cuvier, tanto en sus estudios de anatomía
comparada y paleontología como en su capacidad retórica, le
permitió imponer, entre la comunidad científica y ante la opi-
nión pública, sus hipótesis de la «ley de correlación» y la «ley
de los cuatro planos del reino animal», en las que se proponía
la invariabilidad de las especies. Cuvier, fue el descubridor de
muchos fósiles, y aunque esto parezca contradictorio, la exis-
tencia de seres vivos en el pasado se solventaba con la «teoría
de las catástrofes»: diversas catástrofes habían supuesto la des-
aparición de las formas fósiles extintas y la aparición de otras
nuevas. Dicho catastrofismo suponía en Cuvier la aceptación
de diversas «creaciones». En cualquier caso, no suponía nece-
sariamente un posicionamiento «biblista», aunque este, por

25
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

otra parte, negó siempre la existencia de un «hombre fósil».


A tales interpretaciones fijistas se contrapuso la figura de
Lamarck, al que nos gusta reivindicar como el introductor del
evolucionismo moderno. Este propuso por primera vez la
influencia del medio en la transformación de las formas vivas
a lo largo del tiempo: los individuos se adaptaban al medio a
lo largo de su vida y esas adaptaciones eran heredadas por sus
descendientes. El error de sus planteamientos se encontraba
precisamente aquí: los cambios que se puedan producir a lo
largo de la vida de un ser no se transmiten a la generación
siguiente. Aun así, sorprende que, después de la presión que
Lamarck sufrió por parte de los fijistas partidarios de Cuvier,
su figura no haya sido lo suficientemente reivindicada por
gran parte de los evolucionistas tras la aparición de un perso-
naje de tanta trascendencia como Darwin.
En la publicación del Origen de las especies (1859) Darwin
exponía su teoría, planteada y presentada un año antes en
colaboración con Wallace, explicativa del cambio entre los
seres vivos: existen variaciones entre los individuos de cada
especie —posteriormente, este aspecto fue aclarado gracias
a las aportaciones de Mendel—, y estos, como consecuencia
de la presión del medio, son seleccionados según sean sus
características, lo que permite que dichas características se
perpetúen y, de tal modo, las formas vivas vayan evolucionan-
do lenta y progresivamente con el paso del tiempo.
Estas bases de carácter biológico y su aceptación, los
avances en el campo de la geología y de la biología que
hemos visto con anterioridad, fueron en paralelo con pro-
gresivos descubrimientos arqueológicos que se realizaron
a mediados del siglo xix. Todo ello, cristalizó y permitió el
establecimiento de la prehistoria como una ciencia nueva,

26
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

interesada en los primeros estadios —de los que no se tenía


documentación escrita— de la historia humana.
Muchos son los prehistoriadores que, de la misma forma
que en otros campos del conocimiento, contribuyeron al
desarrollo de la prehistoria. Boucher de Perthes demostró
que los humanos cohabitaron con especies extintas. Los pri-
meros planteamientos de carácter evolucionista aplicados a
la historia de la humanidad fueron propuestos por Thomsen
en lo que ha sido llamado «sistema de las tres edades» (1836).
Dicho esquema se basa en la aparición de determinados
elementos tecnológicos sobre diferentes materias primas lo
que, por tanto, presupone una evolución progresiva de la
humanidad en cuanto a tecnología se refiere. La prehistoria
quedaba segmentada en «Edad de Piedra», «Edad del Bronce»
y «Edad del Hierro», de manera sucesiva. El inglés Lubbock,
posteriormente, en su obra Prehistoric Times (1865), realizó una
nueva subdivisión dentro de la Edad de Piedra: Paleolítico,
Mesolítico y Neolítico. Quedaba así establecida, a mediados
del siglo xix, una división cronológica de la prehistoria, para-
digmática —que se sigue utilizando casi sin cambio alguno—
y que se basaba en una progresión finalista, que lleva a la
civilización, a la historia, a través de una constante mejora de
los elementos tecnológicos: los útiles más elaborados, «mejo-
res», correspondían a las fases más modernas, más «evolu-
cionadas». Tales presupuestos aparecieron también en otra
nueva disciplina que se fue gestando a lo largo de la segunda
mitad del siglo xix: la antropología cultural. Uno de los pio-
neros de esta ciencia, Morgan, propuso que las sociedades
evolucionaban pasando siempre por tres diferentes estadios
culturales (ya no solamente tecnológicos) progresivos: salva-
jismo, barbarie y civilización.

27
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

A pesar de estos puntos de vista, que hoy consideramos


obsoletos, debemos decir que la antropología cultural se impli-
có en el estudio de la evolución del comportamiento humano
de una manera en la que no lo hizo, durante mucho tiempo, la
arqueología prehistórica. Esta, de forma en parte justificable,
volcó sus esfuerzos en el problema de la contextualización
cronológica de los acontecimientos, y se olvidó de su inter-
pretación y de la búsqueda de explicaciones que permitieran
entender las causas del cambio a lo largo de la historia.
Una de las novedades más destacables relacionadas con
el campo de la prehistoria fue el proceso de descubrimientos
sucesivos de restos humanos fósiles. Los primeros hallazgos
no plantearon aún la presencia de una humanidad anterior,
debemos destacar los descubrimientos de restos de neander-
tales en Engis (Bélgica, 1830), en Gibraltar (Reino Unido,
1848) o los propios restos de Neander (Alemania, 1856),
aunque todos estos fósiles no fueron reconocidos como tales
hasta que en 1864 se definió la especie. Singular también fue
el descubrimiento de los restos de Cro-Magnon (Francia,
1868) o los hallazgos de los que en su momento fue llamado
Pithecanthropus erectus (hoy Homo erectus), realizados por Dubois
en Java (Indonesia, 1894). Ello supuso, durante cierto tiempo,
situar la cuna de la humanidad en el sudeste asiático.
Al mismo tiempo, algunos pasajes de la historiografía
nos han dejado casos curiosos, como el fraude de Piltdown
(Reino Unido, 1912), en el que se intentó falsear un homí-
nido fósil mezclando restos humanos con otros primates y
situar así los orígenes humanos en este país. No fue hasta
el siglo xx cuando, con el descubrimiento del famoso niño
de Taung (Sudáfrica, 1925), un Australopithecus africanus, por
parte de Dart, se situaron por primera vez los orígenes de la

28
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

humanidad en el continente africano. Posteriormente la escuela


africanista, de los que podemos destacar a Tobias o la familia
Leakey, consolidó definitivamente esta idea. En paralelo, otros
investigadores trabajaron en la caracterización cronológica y
tipológica de los yacimientos y artefactos prehistóricos».
Fueron significativos los prehistoriadores franceses como
Breuil, Bordes o Leroi-Gourhan, que construyeron esquemas
para la prehistoria europea y establecieron un cuadro tempo-
ral y evolutivo de este periodo histórico, que se concretó defi-
nitivamente a partir de mediados del siglo xx con la aparición
de las primeras técnicas de datación numérica.
Por lo que respecta a la interpretación del comportamiento
de las poblaciones pasadas, son los antropólogos culturales
los que realizan estas aproximaciones. A lo largo del siglo xx,
distintos investigadores fueron matizando las primeras expli-
caciones de Morgan y aportaron ideas muy interesantes para
la interpretación de las comunidades prehistóricas. Es el caso
de la figura de Boas, que establece los presupuestos del «relati-
vismo cultural» para entender las formas de comportamiento
y las adaptaciones de cada cultura; ello, en definitiva, cuestio-
na la idea de una evolución homogénea y necesaria entre los
diferentes grupos humanos hacia un estadio cultural complejo
y deseable. La escuela funcionalista, entre la que destacaríamos
—con sus diferencias— a personajes como Malinowski o
Radcliffe-Brown, que planteaban que la cultura era el resul-
tado, o el instrumento, que servía para satisfacer las necesi-
dades biológicas y psicológicas de los grupos humanos. Más
adelante, destacaríamos a Lévi-Strauss, máximo representante
de la escuela estructuralista, que por primera vez consideró que
en los comportamientos culturales las relaciones en sí mis-
mas son más importantes que la naturaleza de los hechos.

29
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Los acontecimientos y los objetos esconden las estructuras


que rigen a las culturas y que han de ser el verdadero objeto
de estudio de la antropología cultural.
En este estado de las cosas, influenciado por la antro-
pología cultural, tenemos que destacar la participación de
algunos arqueólogos que no se olvidaron de la interpretación
de los hechos. Consideramos a Gordon Childe como su
máximo exponente, en tanto que intentó explicar los proce-
sos de evolución cultural desde una perspectiva dialéctica. A
pesar de ello, la verdadera «revolución interpretativa» en la
manera de hacer prehistoria no surge hasta la segunda mitad
del siglo xx, concretamente en la década de los sesenta, con la
irrupción de la llamada nueva arqueología, y en la que destacamos
arqueólogos como Clarke o Binford. El interés de la arqueolo-
gía debía centrarse en la explicación de los procesos y no en la
realización de listados cronotipológicos o en descripciones de
los materiales sin interpretaciones. Aunque la nueva arqueología
no es una corriente homogénea, gran parte de los investiga-
dores relacionados con ella muestran una clara influencia de
los antropólogos funcionalistas. Un nuevo enfoque teórico,
surgido como reacción crítica a la nueva arqueología, ha sido
la arqueología posprocesual, surgida a principios de los ochenta y
en la que deberíamos destacar a Hodder. Los investigadores
agrupados en esta corriente consideran que la interpretación
del pasado ha olvidado en exceso las verdaderas esencias cul-
turales, limitándose a los aspectos más formales, superficiales,
del comportamiento, en una clara referencia a las inquietu-
des de la antropología estructuralista.
En la actualidad, el mundo de la arqueología prehistórica
puede considerarse como un crisol de intereses y explicacio-
nes que enriquecen el debate. Hay investigadores que siguen

30
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

apostando por una línea de una arqueología más científica y


de análisis de materiales que aproximan la arqueología a las
ciencias de la tierra; sin embargo, otros prefieren la interpre-
tación, más general o más específica, de estos y aproximan
la arqueología a las humanidades y la historia. En todo caso,
nosotros consideramos que todas las aproximaciones cientí-
ficas al pasado son imprescindibles y facilitan, de un modo u
otro, la comprensión de nuestra historia más remota.

3. La arqueología, método de la prehistoria

Aquí no vamos a entrar en la discusión que se ha estable-


cido en determinadas disciplinas históricas sobre el carác-
ter de ciencia o método que pueda definir la arqueología.
En todo caso, el debate que se ha producido nos parece
totalmente estéril. De hecho, nosotros definiremos en este
apartado la arqueología como un método que nos permi-
te acceder a un conocimiento concreto, la prehistoria. Ni
la arqueología es la única fuente de información para la
reconstrucción del pasado prehistórico —aunque sí la más
importante— ni se limita a aportar información a las eta-
pas históricas sin escritura. De hecho, la arqueología puede
definirse como la disciplina que nos aporta conocimiento
histórico a través de la cultura material, es decir, a través de
los vestigios que puede generar el comportamiento cultural.
De la interacción de las comunidades humanas con
el medioambiente o el entorno se producen una serie de
impactos, estigmas, que pueden considerarse como «eviden-
cias» de dicha interacción. Estas interacciones de los grupos

31
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

humanos sobre el medio dan como resultado la formación


de los «yacimientos arqueológicos». El estudio de los yaci-
mientos en sí mismos, de los artefactos recuperados en
ellos y de su situación en el territorio es lo que llamamos
arqueología.
Las técnicas de la arqueología son cada vez más complejas
y diversificadas, y todas ellas se fundamentan en el hecho de
que la intervención arqueológica, la excavación, a diferencia
de lo que sucede en otras disciplinas donde los experimentos
se pueden replicar, suele suponer un acto único que compor-
ta la destrucción del yacimiento. Esta es la manera que los
arqueólogos tenemos para generar conocimiento histórico
y recuperar cultura material. Algunos han utilizado el símil
de la actividad arqueológica con la lectura de un libro cuyas
páginas se destruyen a medida que se va leyendo. Por ello, la
arqueología debe ser muy precisa, ya que el registro minu-
cioso de la información es la base sobre la que se sustenta
toda la excavación. Todo aquello que no quede registrado en
el momento de la excavación desaparecerá para siempre. Es
por este motivo que el laboratorio del arqueólogo, el yaci-
miento arqueológico, se excava mediante un proceso lento
y minucioso, puesto que debe ser registrado con la máxima
precisión y se deben aplicar las máximas técnicas posibles. De
la misma manera, la excavación de yacimientos arqueológicos,
que están considerados bienes patrimoniales, debe estar con-
trolada de forma legal, de tal modo que nadie, ni siquiera los
arqueólogos profesionales, puedan realizar excavaciones sin
la autorización expresa de la administración competente en la
protección de dicho patrimonio.
¿Cuál es, en todo caso, el proceso que siguen los arqueólo-
gos para descubrir, excavar e investigar un yacimiento?

32
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

3.1. El descubrimiento

Aunque la gran mayoría de los yacimientos arqueológi-


cos han sido descubiertos y se descubren de forma casual,
la arqueología ha desarrollado unas técnicas orientadas a su
localización. Su objetivo puede ser tanto para su posterior
excavación como para su identificación destinada a la pro-
tección o al estudio espacial. Estos trabajos de detección de
yacimientos suelen denominarse trabajos de prospección. La pros-
pección de un espacio o territorio donde deseamos localizar
yacimientos arqueológicos se inicia con una fase previa de
recopilación de datos en archivos fotográficos, cartográficos,
bibliotecas, etc. Debemos tener presente si ya hay yacimien-
tos localizados con anterioridad, los cuales normalmente se
recogen en catálogos de patrimonio o cartas arqueológicas. También,
gracias a la información existente y los modelos generados
por otros yacimientos, los arqueólogos sabemos dónde bus-
car los lugares que nos interesan, por ejemplo, sabemos que
durante la prehistoria las cuevas, los abrigos, las simas, los
lugares próximos a fuentes y a corrientes de agua, son sus-
ceptibles de contener yacimientos.
Una vez hemos recopilado toda la información posible,
empezaremos los trabajos de campo. En estos podemos
decantarnos ya por una prospección de tipo selectivo. Así,
por ejemplo, uno de los lugares recurrentes para localizar
yacimientos arqueológicos son las cuevas, ya que en ellas es
más fácil encontrarlos que al aire libre. Si buscamos ocupa-
ciones en cuevas, dirigiremos nuestros pasos a las que ya son
conocidas o a aquellas que se observan o se conocen median-
te catálogos espeleológicos. De todos modos, debemos tener
presente que estas prospecciones selectivas sesgan la infor-

33
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

mación, ya que solamente tenemos una pequeña representa-


ción de los lugares ocupados. Durante mucho tiempo se ha
confundido el registro conocido de las cuevas con las prefe-
rencias ocupacionales de los antiguos grupos humanos: se ha
creído que los patrones de hábitat que regían las poblaciones
prehistóricas se basaban en el uso de cuevas. Hoy, la localiza-
ción de un número creciente de yacimientos al aire libre, des-
cubiertos a través de intervenciones de salvamento que acompañan
las grandes obras, ha llevado a replantear estos modelos y a
considerar que muchas de estas ocupaciones en cueva serían
de tipo esporádico. Por ello, el mejor modelo de prospección
es siempre la intensiva de un territorio previamente delimita-
do. En todo caso, cuando el territorio que se desea prospectar
es excesivamente grande, pueden seleccionarse, de manera
aleatoria, pero estadísticamente representativa, diferentes
áreas o sectores.
Las prospecciones suelen realizarse mediante el recorrido
y observación metódicos del terreno, en equipos de diversas
personas que lo rastrean, separadas unas de otras por unos
pocos metros. Ello permite localizar estructuras o concentra-
ciones de materiales que son registrados en un mapa. Aunque
este sistema se ha demostrado efectivo, no hay duda de que es
costoso, especialmente en determinados terrenos, y no es lo
suficientemente resolutivo para identificar yacimientos que se
encuentran a grandes profundidades. Por ello, la arqueología
aplica distintas técnicas geofísicas, desde la prospección aérea,
resistividad eléctrica, magnetometría, georadar, análisis de fos-
fatos, etc., que ponen en evidencia las ocupaciones humanas
sin que exista una localización visual de materiales arqueo-
lógicos. En cada caso, según las características del terreno o
de los potenciales yacimientos que deseemos localizar, será

34
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

necesario aplicar una u otra técnica. Una vez se ha localizado


y se ha situado el yacimiento, estamos listos para iniciar la
excavación.
No queremos dejar de lado, sin embargo, el hecho del
hallazgo fortuito de un yacimiento o de restos arqueológicos.
Muchos yacimientos se documentan a partir de obras, movi-
mientos de tierras, arado de los campos y otras acciones que
sacan a la luz elementos singulares que llaman la atención de
la persona que está trabajando en el lugar. De su responsabi-
lidad social hacia la comunidad depende que aquellos restos
encontrados se pierdan y se destruyan, pasen a manos privadas
o vuelvan al conocimiento de la sociedad a través de la inter-
vención de la administración, que debe preservarlos, y de los
arqueólogos, que deben estudiarlos y explicarlos. Las grandes
obras de infraestructuras (autopistas, líneas de ferrocarril,
edificaciones en núcleos urbanos con restos en su subsuelo,
etc.) cuentan hoy, en muchas ocasiones, con trabajos previos
o simultáneos de control arqueológico y de acompañamiento
de la maquinaria pesada que remueve las tierras y que, de esta
manera, aseguran la detección de restos antes de su destruc-
ción. Estos controles arqueológicos se están convirtiendo en
cada vez más habituales, sin embargo, aún estamos muy lejos
de examinar la mayor parte de los movimientos de tierras que
se realizan en las obras, y la destrucción de patrimonio sigue
siendo un hecho.

3.2. La excavación

Tal vez sea esta la fase del proceso arqueológico mejor


conocida. La excavación arqueológica consiste en el proceso

35
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

de extracción de la tierra que cubre los objetos arqueológicos


y permite la recuperación de la cultura material, desde los
objetos de mayores dimensiones hasta los de menor tamaño,
ya que estos tienen también una importancia trascendental en
la interpretación histórica. Además supone un preciso trabajo
de documentación y de registro de los elementos y estructu-
ras que aparecen, y de la relación física entre unos y otros, con
el objetivo de conocer sus vínculos espaciales y cronológicos,
es decir, si los artefactos guardan relación entre ellos, y deter-
minar si son contemporáneos, más antiguos o más modernos.
Por ello, en el estudio de la prehistoria, es muy importante
establecer claramente las relaciones estratigráficas, es decir,
delimitar los diferentes niveles y estratos que conforman el
yacimiento y situar los materiales que se recuperan mediante
un sistema de coordenadas tridimensional. Por este motivo, se
han desarrollado distintas propuestas de sistemas de excava-
ción, los cuales son, de hecho, diferentes maneras de registrar
la cultura material y de las estructuras que se van exhumando
durante el proceso (véase la figura 1).
Por lo que respecta a la excavación propiamente dicha,
podríamos distinguir dos modelos diferenciados, aunque no
contrapuestos, y que se diferencian fundamentalmente por
los objetivos que se quieren lograr. En primer lugar, tendría-
mos lo que llamamos excavaciones en vertical o sondeos y que
tienen un objetivo de valoración diacrónica del yacimiento.
Dichos sondeos suponen excavar una pequeña extensión del
yacimiento, lo que solemos llamar «catas». La principal venta-
ja de este tipo de intervención es que nos permite obtener
resultados muy rápidos y evaluar, antes de realizar interven-
ciones de mayor envergadura, la secuencia estratigráfica y
cultural del yacimiento. Este método es poco destructivo, ya

36
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

que mantiene intacta la mayoría de la extensión del yacimien-


to. Por otra parte, las posibilidades interpretativas quedan
sesgadas y no es posible hacer una investigación orientada a
explicar los actividades realizadas por el grupo humano. En
cualquier caso, la excavación mediante sondeos es normal-
mente un paso previo a la excavación en extensión que per-
mite evaluar rápidamente y rentabilizar tiempo y esfuerzos. Si
los resultados obtenidos mediante los sondeos son positivos
y satisfacen los objetivos arqueológicos, con posterioridad,
será necesario plantear una excavación en extensión.

Figura 1. Trabajos en una excavación arqueológica de un poblado celta del


Monte de Santa Tecla (Pontevedra)

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

La excavación en extensión supone intervenir en la práctica


totalidad del yacimiento, aunque normalmente se suelen con-
servar unas áreas de reserva, o testimonios, para futuras interven-
ciones con métodos nuevos, que puedan aportar información

37
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

más precisa o detallada. Las ventajas de este método radican


en el hecho de que podremos establecer interpretaciones de
tipo sincrónico en cada uno de los niveles arqueológicos. La
principal desventaja es que la excavación en extensión ralenti-
za la labor de campo y la obtención de resultados definitivos,
que puede alargarse durante mucho tiempo, y supone una
inversión económica y de recursos humanos muy importante.
Según sean las características de los yacimientos, se aplican
diferentes métodos de registro del material que se recupera.
Así, en los yacimientos de los periodos más antiguos de la
prehistoria, en los que no suelen documentarse estructuras
constructivas, el método más generalizado es el que consiste
en ubicar tridimensionalmente los principales objetos recupera-
dos. Para situar los objetos se utiliza un sistema de coordena-
das cartesianas espaciales, en las cuales se registra la abscisa
(x), la ordenada (y) y la profundidad (z), además, se realiza
una cuadrícula sobre la zona de excavación formada por
zonas de un metro cuadrado que permite también ubicar de
una manera menos precisa los objetos menos significativos.
Este sistema permite reconstruir la disposición de los ele-
mentos recuperados en el yacimiento, así como establecer la
relación de distancias entre unos y otros. En el caso en el que
el yacimiento presente estructuras, suele utilizarse el llamado
método Harris, que se fundamenta en las relaciones entre las
diferentes «unidades estratigráficas» que pueden ser niveles,
estructuras, pavimentos, etc. Mediante el registro en una
ficha de las características de cada unidad estratigráfica, se
confecciona con posterioridad una matriz, un diagrama que
determina la cronología relativa entre las diferentes unidades
estratigráficas y, lógicamente, el orden de formación de los
elementos constructivos que constituyen el yacimiento.

38
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

Los trabajos de excavación y de ubicación de los objetos


se complementan con el registro gráfico de las principales
estructuras y elementos característicos y singulares, ya sea
mediante el dibujo, la fotografía o la grabación en vídeo.
Del mismo modo, algunos restos arqueológicos deberán ser
consolidados mediante técnicas de restauración antes de su
exhumación definitiva. La recuperación de los elementos
arqueológicos va acompañada de la toma de muestras para
la realización de diferentes tipos de analíticas (sedimento-
logía, residuos, estudios paleobotánicos, arqueozoológicos,
etc.). Es importante la criba del sedimento que no se conser-
va para análisis posteriores con mallas de diferentes medidas
para recuperar piezas de pequeño tamaño que puedan no
haber sido detectadas durante la excavación.

3.3. El trabajo de laboratorio y la exposición


de resultados

Los datos de registro de la excavación, así como los mate-


riales recuperados, son posteriormente objeto de análisis. Los
materiales deben ser tratados mediante distintos tipos de pro-
cedimientos según su estado de preservación y de los análisis
que se pretendan realizar; a veces es necesario un proceso de
restauración y consolidación más agresiva mediante distintos
tipos de productos, especialmente cuando se trata de elemen-
tos significativos, mientras que en otros casos se realiza una
mínima actuación para permitir analíticas. Con posterioridad,
los artefactos se numeran y, finalmente, se analizan, según se
trate de elementos culturales (objetos o restos de su fabrica-
ción obtenidos a partir de diferentes tipos de materias primas

39
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

orgánicas o inorgánicas) o restos de las actividades subsisten-


ciales de las comunidades humanas (restos orgánicos como
huesos, semillas, etc.). Los análisis pueden ser múltiples y
diversos, pero en general todo estudio de material arqueológi-
co se inicia con una clasificación tipológica, que nos permitirá
asociar las piezas a otros contextos, uso y cronología deter-
minados. El registro gráfico del material (dibujo, fotografía,
escáner, etc.) es tan importante en los trabajos de laboratorio
como lo es en los de campo. Otro aspecto importante es la
digitalización y el análisis estadístico de los materiales arqueo-
lógicos mediante diferentes programas y bases de datos.
Los datos obtenidos del estudio de los artefactos y de la
documentación de la excavación se recogen en los informes
arqueológicos, documentos de carácter administrativo que se
depositan en las administraciones competentes en materia de
patrimonio y que sirven para garantizar la supervivencia de la
información obtenida de la excavación. Además, los resulta-
dos de las excavaciones se transmiten al resto de la sociedad
por medio de diferentes canales, generalmente publicaciones
a diferentes niveles de lectura: artículos especializados, mono-
grafías, publicaciones de divulgación científica, etc. Todo ello,
con el objetivo de que el conocimiento histórico o cultural
generado por la excavación revierta a la sociedad.

3.4. Otras especialidades de la arqueología

Aunque, efectivamente, todas las disciplinas que nos ayu-


dan a la reconstrucción de la historia y el comportamiento
de las culturas del pasado deben enmarcarse dentro de la
arqueología, también es cierto que, por diferentes motivos,

40
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

algunas de estas disponen de entidad propia y desarrollan


aspectos determinados más allá de la excavación y análisis de
la cultura material. A menudo, algunos autores hablan de las
«otras arqueologías»; citemos, sin ánimo de ser exhaustivos,
algunas de ellas:

La arqueología del territorio. El estudio y prospección


de yacimientos arqueológicos no se orienta exclusivamente
a la localización para su posterior excavación. Situar los
diferentes enclaves ocupados por los grupos humanos en
un momento de la historia nos permite estudiar el uso que
hacían dichas comunidades del territorio y del paisaje, un
tipo de información que completa los datos obtenidos me-
diante la excavación aislada de un yacimiento.
La arqueobiología. Se trata del estudio de los restos or-
gánicos de plantas y animales que recuperamos en los
yacimientos arqueológicos. El estudio de estos restos per-
mite acercarnos a dos tipos de información diferenciada:
por un lado, la reconstrucción del entorno paleoecológico
-
nir las estrategias de subsistencia y aprovisionamiento de
recursos. Algunas veces, incluso, los estudios paleobio-
lógicos se desmarcan del análisis exclusivo del material
procedente de los yacimientos arqueológicos —es el caso
de la palinología—, y realiza muestreos en otras áreas. Por
la importancia que nosotros damos a estos estudios ar-
queobiológicos, los desarrollaremos en un apartado del
próximo capítulo.
La paleoantropología. A pesar de que podría incluirse como
un estudio arqueobiológico más, el estudio de los restos fí-
sicos humanos tiene una entidad propia. La información

41
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que nos proporciona es imprescindible para entender el


proceso de hominización en los primeros estadios de la
evolución de la humanidad. En cronologías posteriores,
los estudios se centran en los diferentes aspectos de las po-
blaciones antiguas (demografía, enfermedades, esperanza
de vida, tasas de mortalidad infantil) y los resultados de sus
análisis son imprescindibles para conocer las poblaciones
del pasado.
La arqueología experimental. A veces, para compren-
der los procesos que genera el registro arqueológico,
los investigadores consideramos oportuno reproducir
las actividades que pudieron haberse desarrollado en la
prehistoria tal y como nosotros pensamos que se lleva-
ron a cabo, controlando las diferentes circunstancias del
proceso. Nuestros resultados se contrastan con los datos
arqueológicos. En caso de coincidencias, se supone que
podemos entender el proceso que se siguió en la fabri-

la siembra de un campo. Un ejemplo de la aplicación de la


arqueología experimental es la traceología, disciplina que,
tras la contrastación de las características de las huellas de
uso que quedan en los útiles líticos por medio de la expe-
rimentación, se centra en la determinación del uso de los
instrumentos prehistóricos.
La etnoarqueología. Es el estudio de la formación de
los conjuntos de cultura material a través de la etnografía,
es decir, mediante la observación del comportamiento de
las comunidades actuales. En este caso, la etnoarqueolo-
gía no se centra exclusivamente en el estudio de comuni-
dades de baja complejidad tecnológica o social, sino que,
según sean nuestros intereses, cualquier grupo humano

42
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

puede aportarnos información valiosa para «entender»


cómo se crean los «yacimientos arqueológicos». A diferen-
cia de la arqueología experimental, en la etnoarqueología
el investigador no controla las circunstancias del proceso.

4. Los sistemas de datación


En prehistoria, igual que en cualquier disciplina de carácter
histórico, no tendría sentido estudiar los acontecimientos y
la evolución de estos si no pudiéramos diferenciarlos en el
tiempo. Ante la necesidad de contextualizarlos de forma cro-
nológica, los geólogos y los arqueólogos han diseñado dife-
rentes tipos de estrategias. Los historiadores, generalmente,
no han tenido este problema, ya que casi todas las sociedades
con documentación escrita han realizado también calendarios
(o estos se han podido aplicar a sociedades contemporáneas
que no tenían). Mediante la superposición de calendarios y
del conocimiento de su funcionamiento, actualmente pode-
mos dar edades en nuestro calendario cristiano de los hechos
acaecidos en la Roma clásica, el Antiguo Egipto o incluso en
las culturas antiguas de la India o China.
Sin embargo, los arqueólogos utilizamos normalmente
otras estrategias para establecer la edad de los acontecimien-
tos, son los llamados sistemas de datación relativa y numérica.
Ambos métodos no son excluyentes y, a menudo, la combina-
ción de ellos es lo que permite establecer con garantía la edad
de los yacimientos arqueológicos. Además, hay que señalar
que una sola datación no es suficiente para establecer la cro-
nología de un yacimiento. Es necesario combinar distintas

43
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

muestras y, a ser posible, por distintos métodos para obtener


una idea lo más aproximada posible de la edad real.

4.1. Los sistemas de datación relativa

Los sistemas de datación relativa son muy importantes, ya


que nos dan información para validar los resultados obteni-
dos por métodos numéricos. Estos sistemas solamente nos
indican si un objeto arqueológico, un periodo o aconteci-
miento es más antiguo, más moderno o contemporáneo a
otros, sin que lleguemos a determinar su edad numérica. El
principal método de datación relativa es la estratigrafía, que
considera, en situaciones normales, que según el criterio de
superposición, los niveles que están por debajo son más anti-
guos (se formaron antes) que los que están por encima. Este
método es fundamental en los yacimientos arqueológicos, ya
que estos están formados por la sucesión de distintos niveles.
Además, la estratigrafía es muy útil como base para verificar
la coherencia de los resultados obtenidos por los métodos de
datación numérica, así, por ejemplo, si realizamos una serie
de dataciones a lo largo de una secuencia estratigráfica, las
edades obtenidas en los niveles superiores deben ser siempre
más recientes que en las inferiores.
Por otro lado, tenemos las seriaciones tipológicas que nos per-
miten definir conjuntos de materiales arqueológicos homogé-
neos localizados en un mismo nivel arqueológico y presente en
distintos yacimientos. Este tipo de método permite establecer
fósiles directores o «fósiles guía». Estos son elementos propios
y exclusivos de un periodo o una cultura material en concreto:
los bifaces del Paleolítico inferior, la cerámica con decoración

44
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

cardial del primer Neolítico en la cuenca del Mediterráneo occi-


dental, los vasos campaniformes del Calcolítico europeo, etc.
Algunos sistemas físico-químicos también se incluyen en
este bloque. Es el caso del análisis de contenido de flúor. El
sistema se basa en el hecho de que dos huesos enterrados en
el mismo tipo de sedimento deberían tener las mismas pro-
porciones de flúor, un elemento presente en la tierra y que se
disuelve en el agua, de tal manera que puede ser incorporado
al fósil con el paso del tiempo. Si no es así, los dos huesos
corresponderán a edades o a yacimientos diferentes. Este tipo
de técnica, hoy superada, significó en su tiempo una herra-
mienta básica para esclarecer el fraude de Piltdown, cuando
se demostró gracias a él que el cráneo y la mandíbula debían
tener cronologías diferentes por su contenido en flúor. Hoy
sabemos que los restos craneales correspondían a un huma-
no moderno y que los restos dentarios eran de un orangután
ligeramente modificado de «manera intencionada».

4.2. Los sistemas de datación numérica

Estos sistemas, a diferencia de los anteriores, nos aportan


una edad numérica expresada mediante un valor y sus márgenes
de error, de los objetos, periodos o acontecimientos del pasado.
Actualmente, son muchos los sistemas de datación numérica
que existen, aunque la mayoría son solamente aplicables a pro-
blemáticas muy concretas. Podríamos, de forma un tanto arbi-
traria, diferenciarlos en dos grupos: aquellos que se basan en la
desintegración progresiva y constante de elementos inestables, y
aquellos que se basan en otros procesos. Además, hay distintas
formas de expresar las dataciones y distintos rangos de proba-

45
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

bilidad según el método que utilicemos. Mayoritariamente las


dataciones se expresan en años antes del presente, y se utilizan
las abreviaciones anglosajonas BP (del término anglosajón before
present) para las edades más antiguas y BC (antes de Cristo) o AD
(después de Cristo). Las edades también se expresan abreviadas
con las siglas Ma (millones de años) y ka (miles de años).

4.2.1. El carbono 14

Este es sin duda el sistema más conocido y también el


más utilizado en la mayor parte de la prehistoria. Por ello, lo
tomaremos como ejemplo para explicar los principales funda-
mentos de los sistemas de dataciones radiométricos basados
en la desintegración de elementos inestables. Se trata de un
sistema ideado por Libby, premio Nobel de química en 1960,
como consecuencia de estudios relacionados con la bomba
atómica. Se fundamenta en los principios siguientes.
El 14C es un isótopo radioactivo de la forma estable del ele-
mento 12C. La proporción de 14C es muy inferior a la de 12C,
pero dicha proporción parece ser estable en la atmósfera por
una tasa «teóricamente constante» de creación/destrucción
del isótopo (se desintegra creando 14N). La formación del 14C
parece estar relacionada con la acción de los rayos cósmicos
en la atmósfera. Ya tenemos las proporciones equilibradas de
12C y 14C. ¿Qué pasa ahora?

El carbono es un elemento que forma parte y es impres-


cindible en todos los seres vivos, por lo tanto, toda la materia
orgánica lo contiene. Las plantas sintetizan el carbono de la
atmósfera mediante el proceso de la fotosíntesis. Los animales
se alimentan o bien de plantas o bien de otros animales. El
resultado es que todos los seres vivos acaban incorporando

46
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

14C en su organismo y tienen en él la misma proporción de


12C-14C que detectamos en la atmósfera. La cuestión principal

es que esta tasa constante se mantiene estable siempre que el


organismo esté vivo, que incorpore carbono. Una vez que
el organismo está muerto, no incorpora más este elemento.
Ahora bien, mientras que el 12C se mantiene inalterado, el
14C continúa su proceso de transformación en 14N. Si esta

tasa de destrucción es constante —hecho que constituye la base


de la teoría—, podremos averiguar la edad de la muerte de
un organismo a través de la proporción de 14C que queda en
su fósil. Parece ser que, ciertamente, la tasa de desintegración
del 14C es constante; este período de semidesintegración es de
5.730 años en el caso del 14C, lo que quiere decir que al cabo
de 5.730 años de la muerte del ser vivo que estamos anali-
zando queda el 50 % del 14C inicial, al cabo de dos períodos
(11.460 años) queda la mitad de la mitad, el 25 %, y así suce-
sivamente hasta que la cantidad se vuelve inapreciable.
La desintegración se produce de forma exponencial a
lo largo del tiempo, ello permite que se pueda detectar 14C
en un organismo fósil hasta una edad de aproximadamente
40.000 años, límite cronológico, por tanto, de lo que podemos
llegar a fechar con este sistema. Sin embargo, en las muestras
muy antiguas, la cantidad de carbono presente es muy baja
y a menudo puede conllevar problemas de contaminación.
Algunos procedimientos permiten llegar a fechar restos de
hasta hace unos 50.000 años, y optimizar los resultados en
muestras más recientes. Se trata del uso del AMS (espectrome-
tría de masas con aceleradores) y de técnicas de ultrafiltrado y
oxidación, para eliminar la contaminación.
El sistema del 14C, aunque es muy utilizado, tiene ciertas
limitaciones:

47
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Solo puede aplicarse a elementos fósiles de carácter orgá-


nico y, excepcionalmente, a algunos materiales inorgánicos
que supongan la captura de carbono en un momento de su
formación, como los carbonatos cálcicos.
Las edades obtenidas están referenciadas respecto al pre-
sente (BP), aunque este presente no es exactamente la ac-
tualidad, sino 1950, año que se considera el inicio de la «era
nuclear». Si deseamos transformar los resultados a otro ca-
lendario (usualmente el calendario cristiano), debemos res-
tar estos 1950 años; así, según sea la fecha, tendremos
dataciones BC (antes de Cristo) o AD (después de Cristo).
Se suelen reservar otras siglas para dataciones convenciona-
les obtenidas de calendarios históricos (a. C., d. C.).
Las proporciones de 14C (y el resto de los isótopos de la
familia) en la atmósfera no ha sido constante. Por ello, las
edades obtenidas mediante este sistema no se correspon-
den exactamente con años reales. Para evitar esta diferen-
cia entre la tasa teórica y la real, se dispone de un sistema
de corrección que llamamos «calibración». Se inició con la
contrastación del sistema de datación por dendrocronolo-
gía, del que más adelante hablaremos, y las fechas obteni-
das por 14C. El recuento de los anillos de los árboles nos
permite obtener años reales y, a su vez, datar el anillo por
14C. De la diferencia obtenida entre un sistema y otro se

obtiene la corrección que debe aplicarse al 14C. Esta co-


rrección se realiza mediante distintos programas informá-
ticos que nos permiten transformar la edad radiocarbónica
obtenida en el laboratorio en años relacionados con nues-
tro calendario, este proceso, que nos permite corregir el
resultado obtenido, es lo que llamamos «calibrar» las fe-
chas radiocarbónicas. Del mismo modo, en el momento

48
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

trata de fechas que no están calibradas (BC o BP) o que sí


lo están, entonces utilizamos la nomenclatura «cal» delante
de la abreviación («cal. BC» o «cal. BP»).
Las dataciones por 14C son cálculos estadísticos de dife-
rentes mediciones, por lo que siempre existe un margen de
error sobre la edad obtenida. Por ello, estas siempre van
acompañadas por un valor medio y su margen de error
variable que se expresa con el símbolo «±».
Por último, debemos evitar cualquier proceso de contami-
nación de las muestras con 14C más moderno (por ejemplo,
el actual) o incluso anterior. Por ello, es importante contro-
lar con mucho cuidado el proceso de extracción y evitar
contaminantes modernos macroscópicos, como raíces, y
microscópicos, como ácidos húmicos. Además, se debe es-

en el yacimiento y evitar posibles procesos posdeposicio-


nales y remociones. Es necesario también seguir todos los
protocolos de recogida y envío de las muestras que señalan
los laboratorios de datación y estar en permanente con-
tacto, puesto que se han desarrollado distintas técnicas y
maneras de procesar y descontaminar las muestras antes
de su datación.

4.2.2. Otros sistemas de datación numérica


basados en la desintegración progresiva
de elementos inestables

No entraremos aquí a describir los diferentes métodos.


Solo destacaremos de cada uno de ellos sus posibilidades, sus

49
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

márgenes cronológicos y los materiales susceptibles de ser


datados con cada sistema:

El potasio 40-argón 40 (K/Ar): se basa en la progresiva


desintegración de los átomos de 40K en 40Ar. La vida media
en este caso es de 1.300 Ma. Se datan sedimentos de origen
-
cos de muchos fósiles de homínidos recuperados al este
del continente africano. Este sistema proporciona unos
márgenes de error muy altos (de más de 10.000 años) que
no son un problema para elementos datados en millones
de años.
Las series del uranio (U/Th): nuevamente se basa en la
desintegración radioactiva de diferentes isótopos del ura-
nio (por ello hablamos de diferentes series). Destacaría-
mos la serie uranio-torio (238U y 235U-230Th). Permite datar
estratos con gran cantidad de carbonato cálcico, como
pueden ser niveles de travertinos o formaciones estalagmí-
ticas de cuevas. Permiten datar formaciones de hasta más
de medio millón de años.
Luminiscencia: se fundamenta en la existencia de deter-
minados elementos radiactivos en las muestras suscepti-
bles de ser datadas, pero no se basa en el recuento de la
desintegración, sino en la emisión de determinadas radia-
ciones. La presencia de minerales con dichos elementos en
objetos concretos (cerámica, industria lítica, sedimentos)
que emiten radiaciones que van desplazando electrones a
la periferia de la retícula de una manera constante a lo lar-
go del tiempo. Este orden queda restablecido si las piezas
que los contienen se exponen a temperaturas superiores a
500 °C en el caso de la termoluminiscencia (TL) o a la luz

50
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

solar, en el caso de la luminiscencia ópticamente estimula-


da (OSL). En este caso, se desprende una energía acumu-
lada que es lo que se mide, y vuelve a iniciarse el proceso
desde cero. Permite, pues, datar elementos no orgánicos
que hayan sido expuestos a focos de calor (cerámica, obje-
tos líticos quemados, sedimentos con presencia de arenas)
y es susceptible de fechas hasta unos 500 ka.
Resonancia de espín electrónico (ESR): se basa en
unos principios parecidos a la luminiscencia, lo que hace

redes cristalinas y permite datar huesos y conchas. En este


caso no se utiliza una fuente de calor para datar, sino la ra-
diación electromagnética de los electrones. Potencialmen-
te, se datarían muestras de hasta un millón de años.

4.2.3. Sistemas de datación no basados en el


comportamiento de elementos inestables

Existen otros sistemas de datación menos conocidos, ya que


se aplican a materiales y yacimientos más concretos. Algunos
de ellos, en estos últimos años, se han generalizado de forma
exponencial, mientras que otros se encuentran mucho más
limitados. De todos modos, citemos algunos de ellos:

La racemización de aminoácidos: se aplica a huesos,


dientes y conchas, y se basa en la transformación de los
aminoácidos de las proteínas de forma L en forma D una
vez ha muerto el organismo. La velocidad de transforma-
ción es constante y la medida de la cantidad de formas L y
D permite saber el momento en que murió el individuo. Se
puede datar hasta una edad de 700 ka.

51
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

El paleomagnetismo: debido a fenómenos relacionados


con la disposición de los elementos predominantes en el
núcleo terrestre (hierro y níquel en fusión), la Tierra ha
variado la posición y la intensidad del campo magnético.
En algunos momentos ha tenido una polaridad similar a
la actual, que llamamos «normal» —por ser la actual, que
indica el polo norte magnético cerca de nuestro polo geo-

-
riaciones afectaron a rocas y sedimentos durante su forma-
ción en las diferentes etapas de polaridad, de esta manera,
los elementos férricos atrapados en el interior de las rocas
o sedimentos quedaron orientados según el campo magné-
tico del momento. Si se conoce, a través de otros sistemas
de datación, la evolución de dichos cambios de polaridad
terrestre, en teoría podemos saber la cronología de la for-
mación de un relleno sedimentario.
La dendrocronología: se basa en el recuento de los ani-
llos de crecimiento de los árboles (un anillo, un año). Las
características de los anillos de cada año son idénticas
entre los árboles de una misma población, de tal mane-
ra que se pueden hacer series mediante la comparación
y superposición de los anillos de crecimiento de árboles
de diferente edad. Estas series cubren actualmente perio-
dos de casi 12.000 años en el sudoeste de Norteámerica.
Como la madera se puede datar también con el método
del 14C, la dendrocronología ha permitido calibrar (recti-
-
bono. La dendrocronología se ha aplicado especialmente
en zonas en las que, por circunstancias excepcionales, se
ha conservado madera antigua y donde esta se puede lle-

52
Editorial UOC Capítulo I. Una aproximación epistemológica…

gar a correlacionar con árboles aún vivos (turberas, fon-


dos de lagos, etc.).

Existen otros sistemas de datación, como la hidratación de


la obsidiana, el arquemagnetismo, las varvas, etc. En cualquier
caso, nuestra intención ha sido mostrar sucintamente cómo
los arqueólogos podemos llegar a datar, con datos numéri-
cos, diferentes niveles o elementos que recuperamos en los
yacimientos, según sea la naturaleza de estos y la edad que
sospechamos que tienen.

53
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Bibliografía

Burns, K. R. (2008). Manual de antropología forense.


Barcelona: Bellaterra Ed.
Buxó, R.; Piqué, R. (2008). Arqueobotánica: los usos de las
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metodología. Madrid: Ed. Ramón Areces.
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Walker, M. (2005). Quaternary Dating Methods. West Sussex:
John Wiley and Sons.
Weiner, S. (2010). Microarchaeology: Beyond the Visible
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Univ. Press.

54
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

Capítulo II
Contextualización geoambiental de la prehistoria.
El Pleistoceno

En este capítulo se presentan algunos datos para situar


la prehistoria en el contexto geológico, ya que, como gran
parte de la historia de la humanidad, los cambios climáticos,
ambientales y geológicos han sido fundamentales. El último
periodo geológico es el que conocemos como Cuaternario,
que a su vez se divide en dos épocas, el Holoceno y el
Pleistoceno, momento en el que sucede la parte más impor-
tante del proceso de evolución humana. Aprovechamos
para desarrollar algunos métodos de investigación que se
emplean para obtener dicha información, aunque estos, lógi-
camente, se pueden aplicar a otras etapas de la prehistoria o,
incluso, a momentos históricos. Este capítulo se subdivide
en tres apartados: contextualización del Cuaternario en la
historia geobiológica de la Tierra, características climáticas
del Pleistoceno, y, finalmente, la fauna y la flora durante el
Pleistoceno.

1. El Cuaternario en la historia de la Tierra


Según el estado actual de las investigaciones, la edad de la
Tierra se podría establecer en unos 4.600 Ma. Su historia no
es estática. La Tierra ha ido cambiando a lo largo del tiempo,

55
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

y se han sucedido diversos eventos geológicos y biológicos


que actualmente permiten a los geólogos establecer una
periodización de esta larga historia. Así, como pasa con la
historia humana, podemos establecer una serie de fases, de
más general a más específica, que permiten definir, a través
de diferentes características, la evolución de nuestro planeta.
Las fases principales de la historia de la Tierra se pueden
dividir de manera distinta si la escala es geocronológica o
cronoestratigráfica; en función de ello varía la nomenclatura
que vayamos a utilizar. Siguiendo este esquema se divide en
eonotema/eón, este en eratema/eras, formadas por sistemas/perio-
dos, que a su vez están divididos en series/épocas y subdivididos
en pisos/edades.
Los fósiles de diferentes seres vivos que habitaron en el
pasado y la datación numérica de algunas rocas permiten esta-
blecer estas fases. Así, los primeros organismos vivos (bacte-
rias, algas azules) podrían haber aparecido hace unos 3.600 Ma
y los primeros animales hace unos 700 Ma.
Dentro de este esquema, el Cuaternario se considera como
un sistema o periodo. Las eras han sido tradicionalmente el
nombre más conocido, y hasta popular, para indicar los gran-
des intervalos de los tiempos geológicos. Actualmente las
grandes divisiones son las siguientes (véase la tabla 1):

Precámbrico, la antiguamente llamada «era arcaica», actual-


mente se considera un supereón que se desarrollaría desde
el inicio de la formación de la Tierra hasta la aparición de los
primeros animales, fechas que ya han sido citadas.
Paleozoico, era o eratema que se desarrolla entre 541 Ma

56
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

Durante esta era tiene lugar una importante expansión de


formas de vida. En este momento se observa una gran
expansión de invertebrados marinos y aparecen los pri-
meros vertebrados, las primeras plantas terrestres, los
primeros bosques y animales de respiración aérea y los pri-
meros reptiles.
Mesozoico -
-
racteriza por la aparición y expansión de los dinosaurios,

también la aparición de los primeros mamíferos, de las


-
tima época de esta era: el Cretácico. Igualmente, en el
Cretácico aparecen los primeros primates y otros órdenes
de mamíferos, en el mismo momento en que se extinguen
los dinosaurios.
Cenozoico -

la actualidad. Debemos destacar tres sistemas o periodos:

1) El Paleógeno, entre 66 Ma y 23 Ma, destaca especialmen-


te por la evolución y diversificación de los mamíferos.
2) El Neógeno, entre los 23 Ma y 2,58 Ma, con una gran
expansión y diversificación de mamíferos y aves, que
acabará dando la variabilidad actual, y la aparición de
los primeros homininos, al final de esta fase.
3) El Cuaternario, entre 2,58 y la actualidad, se desarrolla
la parte más importante de la historia del linaje huma-
no y por este motivo le dedicaremos una atención
especial.

57
Tabla 1. La historia de la vida en la Tierra, las diferentes fases según la clasificación geocronológica y cronoestratigráfica y los
principales acontecimientos que las caracterizan
Eonotema/ Eratema Sistema/ Serie/ Tiempo
Supereón Algunos acontecimientos principales
Eón Era Periodo Época (Ma)
Editorial UOC

Fanerozoico Cenozoico Cuaternario Holoceno 0,1 Numerosas extinciones de grandes mamíferos

Pleistoceno 2,58
Neógeno Plioceno 5,3 Primeros homínidos
Mioceno 23
Paleógeno Oligoceno 33 Modernización y especialización creciente de los mamíferos
Eoceno 56
Paleoceno 66 Gran expansión de los mamíferos primitivos y arcaicos
Mesozoico Cretácico 145 Extinción de los dinosaurios; aparición de los primates y
otros animales.
Jurásico 201 Primeras aves

58
Triásico 252 Primeros mamíferos dinosaurios
Paleozoico Pérmico 299 Numerosas extinciones de invertebrados
Carbonífero 359 Primeros reptiles
Devónico 419 Primeros anfibios; expansión de los peces
Silúrico 443
Ordovícico 485
Cámbrico 541 Primeros vertebrados; gran expansión de los invertebra-
dos marinos
Precám- Proterozoico 2.500
brico Arcaico 4.000 Primeras formas de vida
Hádico 4.600 Origen de la Tierra

Fuente: Joan Daura


Introducción a la prehistoria
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

2. El Cuaternario: definición y características


geológicas
Igual que en los procesos históricos, en los procesos geo-
lógicos los sistemas de periodización intentan establecer lími-
tes en fenómenos que normalmente son continuos. Durante
mucho tiempo, el Cuaternario, definido a inicios del siglo xix
en base a las características geológicas de ciertos niveles, fue
diferenciado como era y posteriormente como periodo. Igual
que en el caso de la definición de la prehistoria, en este caso,
las características que se utilizaron para definir el Cuaternario
presentan matices y particularidades.
Una de las características que lo definían se debía a que
en este periodo se documentaban las evidencias más anti-
guas del ser humano. Hoy en día, sabemos que las primeras
evidencias de homininos —humanos y sus antepasados
extintos— que se separaron del género Pan (chimpancés y
bonobos) es anterior, de finales del Neógeno. Con poste-
rioridad, vista la poca consistencia de este argumento, se
planteó la posibilidad de establecer el inicio del Cuaternario
por la aparición de otros grupos de mamíferos: como Bos,
Elephas o Equus, aunque igualmente era una opción incon-
sistente y excesivamente regional, que planteaba más dudas
que certezas.
En la actualidad, el acontecimiento más definitorio del
Cuaternario son las fluctuaciones climáticas (glaciares,
interglaciares) de repercusión casi mundial que afectaron
a las zonas circumpolares y que condicionaron los agentes
erosivos, como un aumento considerable de los casquetes
de hielo y una sequía importante en otras zonas de latitud
más baja. En este caso también, las oscilaciones climáticas

59
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

no se han desarrollado de forma brusca, los estudios geo-


lógicos han demostrado la existencia de momentos también
muy fríos a lo largo del periodo, por lo que seguiríamos sin
tener un acontecimiento de carácter mundial que permitiese
diferenciar el Cuaternario de otros momentos anteriores.
Por ello, se ha llegado a la convención de aceptar que este
periodo se caracteriza, junto con la aparición de los huma-
nos, por las fluctuaciones climáticas (glaciares, interglacia-
res) que han condicionado la acción de los agentes erosivos
y la evolución biológica. La hominización y los fenómenos
glaciares son procesos continuos y progresivos que no se
han desarrollado de forma brusca y que se documentan al
final del Neógeno. Pero es en el Cuaternario, debido a la
intensidad excepcional de estos, cuando se convierten en
factores dominantes y determinantes de la evolución bioló-
gica y climática.
El Cuaternario tiene su inicio hace 2,58 Ma y se subdivide
en dos series o épocas:

Pleistoceno, momento en que acontecen las últimas glacia-


ciones. Se desarrolla desde los inicios del Cuaternario hasta
hace 11.700 años.
Holoceno, que corresponde a la fase actual con un clima
templado.

A su vez, estas dos series o épocas se dividen en distintas


subseries o subépocas, y en pisos y edades según la Unión
Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS) como puede
verse en la tabla 2.

60
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

Tabla 2. Principales divisiones del Cuaternario

Serie / Subserie / Piso /


Tiempo
Época Subépocas Edad

Holoceno Superior / Tardío Megalayense 4,2 ka

Medio Norgripiense 8,2 ka

Inferior / Inicial Groenlandiense 11,7 ka

Pleistoceno Superior / Tardío «Tarantiense» 126 ka

Medio «Ioniense» 773 ka

Calabriense 1,80 Ma
Inferior / Inicial
Gelasiense 2,58 Ma

Ma: millones de años; ka: miles de años.


Fuente: Joan Daura

3. Las oscilaciones climáticas durante


el Cuaternario

Una de las principales características que definen el


Cuaternario es la de las oscilaciones climáticas en las que se
suceden momentos más rigurosos y fríos —anteriormente
llamados glaciaciones— con momentos de clima templado y
húmedo —anteriormente llamados interglaciales.
En la actualidad, la comunidad científica dispone de un
gran conocimiento acerca de cómo fueron estas alternancias
climáticas y sabemos que la tendencia general del planeta
en los últimos 5 Ma es hacia el enfriamiento. En particular,
el análisis de los hielos polares y de los depósitos marinos,

61
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

formados en su mayor parte por grandes acumulaciones de


esqueletos de carbonato cálcico de foraminíferos (unos orga-
nismos microscópicos), ha permitido estudiar las proporcio-
nes en la presencia de diferentes isótopos del oxigeno (16O
y 18O) en el carbonato y así saber la temperatura global de
la Tierra en el momento de la formación de tales depósitos.
Los fondos marinos han permitido obtener largas secuencias
estratigráficas que, además de haberse analizado para recons-
truir el clima, se han podido datar por métodos radiométri-
cos. Se ha observado que el clima de la Tierra ha sido mucho
más variable de lo que se pensaba y la creencia de grandes
episodios fríos y cálidos muy estables se ha desvanecido.
Todo ello, ha permitido crear un sistema, llamado «estadios
isotópicos del oxígeno» (abreviado con las siglas OIS) o «esta-
dios isotópicos marinos» (MIS) que nos permite reconstruir
el clima del pasado. Este sistema se basa en una gráfica que
representa los valores de estos isótopos de oxígeno a lo largo
del tiempo y, en función de su concentración, el clima sería
más frío o cálido. Se trata de una gráfica en forma de dientes
de sierra en la cual los picos con mayor concentración de
isótopos de 18O se corresponden con momentos fríos y se
numeran con números impares, mientras que los que tienen
menos concentración se corresponde con momentos cálidos
y tienen numeración impar. Así, por ejemplo, en la actualidad
nos encontramos en el estadio isotópico MIS 1, que empe-
zó hace unos 14 ka. Por otro lado, el último estadio glacial
engloba los estadios MIS 2, 3 y 4, y se extendió entre los
14 ka y los 71 ka. Además, dentro de esta tendencia climática
general, se han podido aislar momentos en los cuales el clima
es aún más extremo, se trata de los eventos de Heinrich (HE),
que se corresponden con pulsaciones muy frías en las cuales

62
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

los fragmentos de icebergs cruzaron el Atlántico norte. En el


lado opuesto tenemos los eventos llamados D-O (Dansgaard-
Oeschger) que parece ser que tuvieron cierta ciclicidad (véase
la figura 1).

Figura 1. Principales oscilaciones climáticas y sus consecuencias durante el


Cuaternario

1: Oscilación del nivel del mar mediterráneo en los últimos 500 ka. 2: Temperaturas del último ciclo glacial-
interglacial en relación a los estadios isotópicos, los eventos de Heinrich (HE) y los Dansgaard-Oeschger
(D-O). 3: Curva paleoclimática global construida a partir de los isótopos del oxígeno.

Fuente: Joan Daura

Pero ¿cuáles son las causas de que, a lo largo del pasado,


la temperatura global de la Tierra haya oscilado? Se trata
de una pregunta interesante y de candente actualidad, visto
que el clima de nuestro planeta sigue variando y debemos
determinar hasta dónde llega la influencia humana y dónde
la geológica.
Aunque no tenemos una respuesta definitiva, parece que
diversos factores, astronómicos y geológicos, intervienen
en las variaciones del clima. Hay quien defiende una teoría

63
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

orogénico-solar y apuesta por cambios que se producen en


el propio Sol. Otros plantean que se trata de cambios en la
composición de la atmósfera, especialmente de las propor-
ciones de CO2 como consecuencia de distintos factores (vul-
canismo, masa vegetal, etc.). Hay quienes piensan que podría
ser consecuencia de las erupciones volcánicas, de la presencia
de nubes cósmicas que modifican la radiación solar, de la
presencia de manchas solares, etc. De todas ellas, la teoría
que ha despertado mayor interés en los últimos años es la que
conocemos como ciclos de Milankovi y que se basa en las
variaciones orbitales de la tierra como explicación a los cam-
bios climáticos, fundamentalmente porque la inclinación del
eje de rotación, la forma de la órbita y el balanceo del eje de
rotación terrestres no son siempre constantes y tienen cierta
fluctuación que combinados serían los responsables de estas
oscilaciones climáticas.

4. Consecuencias de las oscilaciones climáticas

4.1. El modelado del paisaje

Las oscilaciones climáticas durante el Cuaternario son


ampliamente conocidas, ya que tienen un efecto modelador
muy importante en el paisaje y ello afecta la localización de
yacimientos prehistóricos:

a) Las oscilaciones del nivel del mar. Durante los periodos fríos,
gran parte del agua oceánica quedó retenida en los con-
tinentes en forma de hielo hasta configurar los inlandsis

64
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

(casquetes polares). Por este motivo, el nivel del mar bajó,


con lo que quedaron al descubierto grandes extensiones de
tierra (regresión) que volvían a quedar cubiertas (transgre-
sión) en las fases templadas o cálidas por la reducción de
los inlandsis. Este movimiento de las aguas, que conocemos
como glacioeustatismo, tuvo como consecuencia variacio-
nes importantes en la ubicación de la línea de costa, así, por
ejemplo, en los momentos de frío del último glacial, en dis-
tintas zonas del Mediterráneo, el mar se podía hallar a más
de 9-15 km de la línea actual, mientras que en momentos
cálidos, se encontraría por encima de la cota actual.
b) Las terrazas fluviales. Del mismo modo, los cambios en el
nivel del mar en las desembocaduras y en el caudal de agua
de los ríos en épocas de sequía —generalmente las frías—
y de humedad —generalmente las cálidas— provocaron
erosiones o acumulaciones de sedimento en los márgenes.
Esta dinámica de acumulación y erosión es la que dio
forma a las terrazas fluviales, un proceso acentuado por el
encajamiento de los ríos en los momentos más fríos.
c) Glaciares. La existencia de glaciares modificó el paisaje cir-
cundante con morrenas, valles de sección en U, depósitos
de sedimentos como las varvas, etc.
d) El loess. Se trata de grandes depósitos de sedimento que
corresponden al polvo transportado de zonas que que-
daron sin vegetación por el intenso frío y que el viento
erosionó. En los lugares donde se depositó, forma acumu-
laciones que pueden llegar a suponer centenares de metros
de potencia y que modificaron sensiblemente el relieve de
esas zonas, convirtiéndolas en grandes llanuras. Son terre-
nos muy fértiles situados en dichas extensiones llanas de
Europa central y oriental y de Asia.

65
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

4.2. La fauna y la flora del Cuaternario

La presencia en los yacimientos arqueológicos de fósiles


de determinadas especies vegetales o animales ha permitido
establecer las consecuencias de las oscilaciones climáticas en
las comunidades biológicas a lo largo del Pleistoceno.
Ello ha sido posible por el desarrollo de la arqueozoología y
la arqueobotánica. Dichas disciplinas, de inspiración arqueológi-
ca y humanística, tienen como finalidad la reconstrucción de
los patrones económicos y sociales de los grupos humanos
a partir del estudio de la fauna y de la flora respectivamente,
así como de reconstruir el paleoambiente, el paleoclima, y la
paleoecología.
Dentro de la arqueozoología se suelen diferenciar diver-
sas subdisciplinas según el tipo de restos susceptibles de ser
recuperados y estudiados, que proporcionan diferentes tipos
de información: así, solemos hacer referencia a la macrofauna
para referirnos a los restos de grandes animales, de microfau-
na en el caso los huesos de pequeños mamíferos, de avifauna
para los restos de aves o de ictiofauna para los restos de peces
y de malacofauna para los restos de conchas y moluscos.
El estudio de los restos de grandes animales, al relacio-
narse en los contextos antrópicos con las actividades subsis-
tenciales, nos permiten inferir en la economía de los grupos
humanos. Contrastando la información específica con otras
propias del análisis arqueozoológico (identificación anató-
mica —de la parte del animal representada—, identificación
del sexo al que correspondería el animal localizado, de su
edad en el momento de la muerte, etc.), podemos llegar a
saber si un grupo practicaba el carroñeo, la caza oportunista

66
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

o especializada en una determinada especie o si se dedicaba


a la producción (la ganadería, en momentos posteriores al
Paleolítico). Por otra parte, el estudio de los huesos de los
roedores que llegaron de forma natural a los yacimientos, de
determinados moluscos terrestres o de algunas aves, nos dan
una información paleoambiental más precisa, ya que estas
especies están más condicionadas por los requerimientos
ecológicos y/o climáticos.
En el Pleistoceno, la fauna y la flora son dos componentes
esenciales del medio en el cual vivieron durante gran parte
de la prehistoria la humanidad y, por lo tanto, fuente de sus
recursos. Por poner algunos ejemplos, se han identificado en
los periodos cálidos animales tales como los hipopótamos
en zonas actualmente tan frías como puedan ser el sur de
Inglaterra, o en momentos fríos, mamuts y esporádicamen-
te renos en la península ibérica. Una de las características
de los momentos fríos es lo que se ha denominado como
complejo faunístico del mamut-rinoceronte lanudo. Se trata
de una asociación faunística que, como su nombre indica,
estaba dominada por el mamut (Mammuhus primigenius) y el
rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) como especies
principales, además de otros taxones adaptados también a
estas condiciones más rigurosas, como el buey almizclero
(Ovibos moschatus), el reno (Rangifer tarandus) o el zorro árti-
co (Alopex lagopus). Por el contrario, en los momentos más
templados tenemos especies que son buenas indicadoras de
estas condiciones; así, por ejemplo, en la península ibérica
encontramos especies propias de este momento, como la
tortuga mediterránea (Testudo hermanni) que necesita veranos
con temperaturas cálidas de alrededor 30 ºC, o el ciervo

67
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

mediterráneo (Haploidoceros mediterraneus, véase la figura 2).


En relación a la fauna, hay que señalar que en los momentos
fríos, se produce una expansión de estas especies desde el
norte de Europa hacia las penínsulas del sur, mientras que las
especies adaptadas a los climas cálidos no consiguen despla-
zarse por la barrera que significa el mediterráneo.

Figura 2. El ciervo mediterráneo (Haploidoceros mediterraneus) una especie


adaptada a los climas cálidos durante el Cuaternario

Fuente: X. Castelltort, M. Sanz y J. Daura

Por lo que respecta a la arqueobotánica, podemos diferen-


ciar varias disciplinas según el elemento o la parte anatómica

68
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

de la especie vegetal que se estudia. En algunos casos, debido a


que los restos no son aportados al yacimiento de forma inten-
cionada por los humanos, la información que proporciona
debe considerarse exclusivamente paleoambiental, aunque en
esta puedan reflejarse acontecimientos estrictamente huma-
nos (deforestaciones de carácter antrópico o, pasado ya el
Paleolítico, implantación de campos de cultivo). Entre las disci-
plinas de más tradición entre la arqueobotánica, podemos citar:

La palinología, que estudia el polen que queda atrapado en el


sedimento de yacimientos, en el fondo de los lagos o en los
coprolitos. Es un buen indicador paleoambiental.
La antracología, que centra su estudio en el análisis de los
restos de madera carbonizada de poblaciones vegetales le-
ñosas, lo que nos está indicando el uso que de ellas hicie-
ron los seres humanos.
La carpología analiza las semillas y los frutos que puedan
conservarse por carbonización, desecación, congelación,
etc. Su presencia en los asentamientos antiguos suele estar
vinculada directamente con las actividades de tipo subsis-
tencial, por lo que es un buen indicador del uso que de ellas
hicieron los seres humanos.
La fitolitología
tamaño microscópico que se forman en las células de los

formaron. Los encontramos en las cenizas, pues cristalizan


por la acción del fuego.

En el Pleistoceno nos encontramos, en los contextos


holárticos, que las fases frías —por el mismo hecho de ser
generalmente secas— las poblaciones forestales son menos

69
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

abundantes; por ello, de los análisis de polen se puede dedu-


cir el paisaje, y a su vez el clima, a través de las cantidades de
polen arbóreo (AP) y polen no arbóreo (NAP). Igualmente,
hay especies típicas que nos remiten a momentos fríos, como
diferentes artemisias (Artemisia), el pino albar (Pinus sylvestris)
y los enebros (Juniperus), u otras a etapas más templadas y
húmedas, como las encinas y los robles (Quercus), los avellanos
(Corylus) y las hayas (Fagus sylvatica).
Todo ello genera que, como en la actualidad, durante el
Cuaternario se configuraran paisajes diferenciados. Durante
los momentos fríos, en Eurasia conocemos distintitos bio-
mas: la tundra, caracterizada por la presencia de hongos,
líquenes y ausencia de árboles; la estepa, dominada por una
vegetación herbácea formada por gramíneas y escasa vegeta-
ción arbustiva de coníferas, pinos, abetos y abedules; y la taiga
o bosque boreal, dominado por bosques de coníferas. En los
momentos y zonas cálidas encontramos: bosques caducifo-
lios, con bosques de robles, hayas, olmos y pinos; bosques
mediterráneos: con bosque y matorral, etc.

70
Editorial UOC Capítulo II. Contextualización geoambiental…

Bibliografía

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Barcelona: Ed. Ariel.

71
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Capítulo III
Los primeros pasos. Los homininos
y los humanos durante el Paleolítico

En este capítulo desarrollaremos la evolución del linaje


humano, desde la aparición de los primeros homininos hasta
el surgimiento de los humanos anatómicamente modernos y
su expansión por el planeta. Esta aproximación a los prime-
ros pasos de la humanidad se realizará desde una perspectiva
doble: la transformación biológica y la evolución de la cul-
tura material. La historia de esta primera etapa de la huma-
nidad, desde el punto de vista cultural, es lo que llamamos

tres etapas: Paleolítico inferior, Paleolítico medio y Paleolítico


superior. De todos modos, el sentido de las dos últimas se
ve restringido a Europa y, parcialmente, a algunas zonas del
Próximo Oriente y del norte de África. El Paleolítico se carac-
terizará por unas actividades de economía de subsistencia
basadas exclusivamente en la depredación (fundamentalmen-
te caza de animales y recolección de vegetales silvestres) y por
la presencia de unos instrumentos realizados sobre piedra,
modificados mediante la técnica de la talla.
Por otro lado, hay que señalar dos conceptos fundamen-
tales que no se deben confundir en este capítulo. En primer
lugar, a lo largo de la evolución hablaremos de distintas
especies humanas (Homo habilis, Homo erectus, Homo ergaster,
etc.), pero hay que tener presente que una especie biológica
se corresponde con aquellos organismos que tienen un

73
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

ancestro común, tienen capacidad reproductora interna entre


sí e incompatible con otras especies y mantienen cohesión.
Entonces ¿qué sucede con el registro fósil? La verdad es que
esta pregunta es muy difícil de responder, puesto que estas
formas humanas ya no existen y no podemos comprobar si
las clasificaciones que hacemos se corresponden con especies
biológicas, o no. Por este motivo, debemos entender cada uno
de los taxones del registro fósil como especies paleontológicas, en
las cuales los restos de los huesos recuperados se agrupan
porque presentan unas características comunes entre sí y a su
vez los diferencia de otros, pero de los cuales no sabemos si
biológicamente se trata de especies distintas.
En segundo lugar, existe una tendencia heredada de los
postulados evolucionistas y finalistas de asociar a cada tipo
de homínido con unas capacidades cognitivas y habilidades
concretas, así como una tecnología lítica determinada. Hoy
en día sabemos que la evolución de la cultura material y de las
capacidades cognitivas van paralelas en el tiempo al curso de
la evolución humana, pero que se encuentran disociadas de ella
y que no podemos asociar a cada tipo de homínido con una
tecnología específica.

1. ¿Qué somos los humanos?


1.1. Los humanos entre los primates

Nosotros, Homo sapiens, formamos parte de un orden muy


concreto de la clase mamíferos, los llamados primates. Dichos
primates suponen uno de los órdenes más antiguos de su clase.

74
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Su presencia se puede identificar ya hacia finales del Cretácico


(entre hace 70 y 65 Ma). Se trata de mamíferos poco transfor-
mados desde un punto de vista generalista, es decir, que no
han variado demasiado su morfología hacia una especialización
concreta (en locomoción, alimentación, etc.); presentan una
gran variedad en la dentición y conservan las extremidades con
cinco dedos, típico de los mamíferos ancestrales.
Aunque este orden está muy diversificado, algunas de las
características comunes que compartimos la mayoría de los
de primates son:

Manos y pies prensiles, dedo pulgar e índice oponibles.


Presencia de uñas (normalmente planas) y carnosidad táctil
en los dedos.
Órbitas de los ojos frontalizadas, que permiten tener una
visión estereoscópica.
Visión cromática (en color).
Un desarrollo cerebral bastante importante.
Clavícula desarrollada en la cintura escapular.

Estas características, aunque no definen biológicamente a


los primates, tienen implicaciones relacionadas con el desa-
rrollo de determinados aspectos. Muchas de ellas nos remiten
a una adaptación a la vida arborícola y a una alimentación
diversificada. De hecho, los primeros primates se distancian
de otros mamíferos (los insectívoros) por esta adaptación a
la vida arborícola y a la ampliación del espectro alimentario
(insectos y frutos). Actualmente, la mayoría de las especies de
primates se encuentran exclusivamente en las regiones cálidas,
ya que su hábitat se encuentra en las selvas y bosques ecuato-
riales y tropicales. Solo unas pocas especies, como el macaco

75
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

del Japón, la mona de Berbería o el propio ser humano, se


encuentran en zonas templadas-frías. Los primates presen-
tamos una locomoción dominada por el cuarto trasero, aun-
que hay distintos sistemas, hay primates que son arborícolas
saltadores y otros braquiadores, otros que son cuadrúpedos
terrestres, otros arborícolas, otros somos bípedos, etc. Cabe
señalar también que acostumbramos a ser gregarios y presen-
tamos una gran sociabilidad, de ello que hayamos desarrolla-
do todo una serie de comportamientos relacionados con la
vida en grupo.
La diversidad actual de los primates es el resultado de la
evolución de las primeras formas, desde finales del Mesozoico,
a lo largo del Cenozoico y hasta la actualidad, en su andar
hacia la expansión geográfica y a la adaptación a nuevos
medios. El orden de los primates se dividía tradicionalmente
en dos grupos: los prosimios (hocico, cola larga, ojos laterali-
zadaos) y los antropoideos, aunque hoy en día el esquema ha
variado ligeramente y se divide en dos subórdenes:

Los estrepsirrinos
nasales (las narinas) húmedos y el labio dividido. Los en-
contramos mayoritariamente en África, Asia y en la isla de
Madagascar. En general son animales de pequeño tamaño,
a excepción de algunos lémures fósiles. Se diferencian dos
grandes grupos que agrupan todas las especies de lémures
y loris.
Los haplorrinos, que se caracterizan por no disponer de
membrana en las narinas y el labio superior continuo y
móvil. También se dividen en distintos grupos. Por un
lado, actualmente se incluyen los tarsiiformes asiáticos y por

76
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

el otro los simiiformes, donde encontramos los platirrinos, o


monos del nuevo mundo, que solo se localizan en el conti-
nente americano. Presentan agujeros nasales separados por
un importante tabique nasal y divergentes (a ello nos remi-
te su nombre), siempre tienen cola y, a veces, esta es pren-
sil y se usa como una quinta extremidad, lo que es muy útil
para el desplazamiento por los árboles. Por otro lado, tene-
mos los catarrinos, o monos del viejo mundo (distribuidos
por África, Asia y excepcionalmente Europa); los agujeros
nasales son más próximos y se orientan hacia abajo o fron-
talmente, pueden presentar cola o no, pero en cualquier
caso esta nunca es prensil. Entre ellos cabe aún distinguir
dos nuevas subdivisiones: los cercopitecos, que agrupan un
extenso número de especies, provistos generalmente de
cola y dotados de diversos tipos de locomoción (macacos,
colobos, babuinos, etc.), y los hominoideos, entre los que se
encontrarían todas las especies de grandes monos sin cola,
con grandes cerebros y una cierta especialización (al me-
nos en origen) en la locomoción braquiadora —con los
brazos, por las ramas de los árboles—, aunque pueden ha-
ber evolucionado hacia otras nuevas formas, caso del bi-
pedismo de los homininos. Los hominoideos actuales son
los gibones, los orangutanes, los gorilas y las dos especies
de chimpancés, además de los homininos, que son los ho-
minoideos bípedos, hoy solamente representados por el
género Homo.

Así pues, si recapitulamos, los humanos somos mamíferos


primates, haplorrinos, antropoideos, catarrinos, hominoideos
de la tribu de los hominini.

77
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

1.2. La evolución de los primates durante


el Paleógeno y Neógeno, hasta la aparición
de los homininos

La diversidad actual de los primates y la propia aparición


de nuestra especie debe entenderse por la evolución, la diver-
sificación a lo largo del tiempo, de las primeras formas reco-
nocidas como primates.
Los primeros fósiles identificados ya como primates y no
como sus parientes cercanos los insectívoros, se localizan en
América del Norte a finales del Cretácico. Se han dado a cono-
cer bajo el nombre de Purgatorius (por el yacimiento epónimo
de Purgatorius Hill, en Montana, Estados Unidos). Se trataría de
un animal de pequeño tamaño, aproximadamente como una
rata, parecido a las actuales musarañas arborícolas del sudeste
asiático. En esta época, América del Norte y Europa formaban
una sola placa continental, lo que explica la llegada de los pri-
meros primates a este segundo continente. Con posterioridad,
este orden de mamíferos desaparecería de su lugar de origen.
Durante el Paleoceno (66-56 Ma) y el Eoceno (56-34 Ma),
encontramos los plesiadapiformes y los adapiformes, anima-
les muy parecidos a los actuales prosimios. Es precisamente
en este momento cuando estos empiezan a diversificarse y a
ocupar Asia y África desde Europa. De este momento, des-
tacan los fósiles de Ganlea megacanina. En la siguiente etapa, el
Oligoceno (34-23 Ma), empezaron a diferenciarse los haplo-
rrinos, una parte de los cuales llegó a América del Sur y dio
lugar a la aparición de los platirrinos. Cómo estos llegaron
desde África aún es un misterio, aunque los investigadores
sospechan que algunos individuos habrían alcanzado las

78
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

costas sudamericanas atravesando un Atlántico mucho más


modesto en tamaño (América y África estaban más próxi-
mas); lo habrían hecho en grandes islotes naturales formados
por árboles muertos y maleza enredada, donde suelen encon-
trarse pájaros, reptiles y pequeños mamíferos, que bajan aún
hoy por los grandes ríos ecuatoriales y, una vez en el mar, son
arrastrados por las corrientes marinas. Dichos islotes suelen
disgregarse en medio del océano antes de poder alcanzar
nuevamente tierra, pero unos pocos pueden llegar a otras
islas y continentes e iniciar así nuevos linajes, aislados de sus
ancestros del área de origen.
A inicios del Mioceno (23-5 Ma), en África, se habían
empezado a diferenciar, entre los catarrinos, los cercopite-
cos y los hominoideos. Uno de estos primeros hominoideos
fue la forma africana conocida como Proconsul. Dichos
hominoideos se beneficiaron de una importante expansión
por Europa, Asia y África entre hace unos 17 y 10 Ma,
momento en el cual conocemos muchas formas: Oreopithecus,
Gigantopithecus, Sivapithecus, Dryopithecus, Pierolapithecus catalu-
nicus, etc. Sin embargo, como resultado de un progresivo
aumento de la aridez de la Tierra, hace unos 10 Ma, la
mayoría de los hominoideos miocénicos desaparecieron del
viejo mundo debido a la reducción de los bosques tropica-
les. De este modo quedaron relegados nuevamente a África
y a algunos puntos de Asia, desde donde evolucionaron
hasta la actualidad convirtiéndose en los hominoideos que
conocemos: los africanos, gorilas y chimpancés, además de
los humanos; y los asiáticos, los gibones y los orangutanes.
El paso siguiente fue ya la aparición de los homininos (véase
la figura 1).

79
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 1. Esquema de clasificación taxonómica de los principales primates


actuales (parte superior) relacionado con su supuesta divergencia en base a
la teoría del reloj molecular (años en paréntesis) y las especies fósiles candidatas
a ancestros comunes (cursiva)

Fuente: Joan Daura

80
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

2. La aparición de los homininos y sus


primeras formas. Los Australopithecus
2.1. Causas de la aparición de los homininos

Actualmente, solo existe una especie viva de hominino, la


nuestra: Homo sapiens. De todos modos, en el pasado han coe-
xistido diferentes especies, incluso géneros, si bien debemos
tener en cuenta la diferenciación entre especie paleontológica
y especie biológica tal y como señalábamos anteriormente.
Los homininos se caracterizan fundamentalmente por
una locomoción bípeda, es decir, que se desplazan andando
sobre sus extremidades traseras. Este sistema de locomoción
ha comportado una serie de cambios esqueléticos, como la
modificación de la posición del foramen mágnum, la res-
tructuración de la columna vertebral, la adaptación del tren
inferior (piernas y pies) y de la pelvis, etc. Además, otras
características que se observan en el curso de la evolución
humana son la reducción del prognatismo, el aumento de
la encefalización o la desaparición del diastema, un espacio
destinado a encajar los caninos sobresalientes.
Lo cierto es que este cambio en el sistema de locomo-
ción puede considerarse como la causa inicial de una serie
de transformaciones más amplias que finalmente nos han
acabado diferenciando como humanos: comportamiento tec-
nológico (instrumental), hábitos alimentarios y aumento de la
encefalización, entre otros. La aparición de los homininos es,
por tanto, un hecho trascendental en la evolución humana.
Y por eso, a menudo nos hacemos preguntas en relación con
ello, como: ¿Cuál fue la causa de este nuevo tipo de locomo-
ción? y ¿cuándo se produjo?

81
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Las evidencias arqueológicas nos indican que este proceso


sucedió en el África oriental ahora hace entre 5 y 7 Ma y los
datos moleculares nos indican que este lapso de tiempo es
compatible con las diferencias genéticas que tenemos con
chimpancés y bonobos. Sin embargo, el motivo por el cual
aparecieron los primeros homininos quizás no lo sabremos
jamás. Seguramente la respuesta debe buscarse en la gran
diversidad de formas que existían en aquel entonces en el
continente africano y en la variedad de soluciones adaptati-
vas a los cambios ambientales y a los a diferentes tipos de
recursos en los ambientes de selva, hábitat propio de los
homininos. La mayor parte de prehistoriadores concuerdan
en que lo que sí podemos explicar es por qué en un momen-
to determinado el bipedismo se desarrolló y triunfó en un
ambiente cambiante, en un periodo muy concreto. Ello es
lo que explica la hipótesis formulada por el paleontólogo
francés Coppens, conocida como East Side Story (en una clara
alusión cinematográfica).
Esta teoría se fundamenta en la progresiva transfor-
mación de la selva húmeda de esta región primero en un
bosque claro y posteriormente en una sabana arbolada. La
explicación de este cambio se debe a la formación del gran
valle del Rift, una falla que recorre África de sur a norte
y que termina en el Próximo Oriente. Esta falla separa de
forma abrupta África occidental y central del este del conti-
nente, dificulta el tránsito de animales y marca el límite de las
zonas forestales en el centro y en el oeste del continente de
la zona más seca y árida del este. Este fenómeno se produjo
como resultado de la tectónica de placas, dio también como
resultado la formación de una cuenca endorreica —que no
desemboca en el mar— de ríos y comportó la formación de

82
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

los grandes lagos africanos. A su vez, los movimientos


de separación de la falla han supuesto la elevación de los
bordes de las nuevas placas con cadenas montañosas, que
han acabado modificando el paisaje del África central. Esta
nueva configuración del paisaje tuvo también consecuen-
cias para el régimen de lluvias. Los vientos que arrastraban
la humedad que permitía la formación de la selva desde la
costa atlántica a la índica, y que tenían un recorrido de oeste
a este, dejaron de atravesar África por la formación de las
cadenas montañosas asociadas al valle del Rift. Esta fue
la causa del proceso de aridificación del este africano y la
pervivencia de la selva en el África central y occidental. Los
homínidos que se mantuvieron en el «lado oeste» no sufrie-
ron una transformación de sus modos de locomoción y ali-
mentación ancestrales y han sobrevivido hasta la actualidad
en especies como los chimpancés, bonobos y los gorilas. En
cambio, en el «lado este», las transformaciones ambientales
debieron favorecer la selección de un incipiente sistema de
locomoción, el bipedismo, más eficaz para desplazarse en
un nuevo paisaje mucho menos boscoso que la antigua
selva. Ello supuso la selección de este tipo de homínidos
como forma mejor adaptada a las nuevas circunstancias.
Hay algunos hallazgos que pueden poner en duda algunos
aspectos concretos de dicha teoría sobre el origen de los
homininos. Por un lado, se han hallado restos (Australopithecus
afarensis) muy antiguos, de 3,5 Ma, fuera de esta zona este, en
el Chad y, por otro, los primeros homininos ya claramente
bípedos parecen ser que tenían una vida más adaptada a los
ambientes forestales que a los espacios abiertos de sabana.
Sin embargo, las propuestas realizadas en esta hipótesis nos
siguen pareciendo las más coherentes y sugerentes.

83
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

2.2. Los primeros homininos y los Australopithecus

2.2.1. Los primeros homininos

Actualmente hay tres géneros como posible origen de los


homininos, algunos de ellos, por su antigüedad, su localización
geográfica fuera del este africano y el ambiente donde vivie-
ron, en bosques cerrados, pueden cuestionar la explicación
que acabamos de exponer. Las evidencias más antiguas son
las de Sahelanthropus tchadensis (apodado Toumaï ), fósil encon-
trado en el Chad con una edad de 7 Ma; tanto la fecha, muy
antigua, como la localización del hallazgo, fuera del África
oriental, complican la credibilidad de la hipótesis del East Side
Story. De todos modos, se podría tratar de un homínido aún
no especializado en la locomoción bípeda que pudiera estar
más bien relacionado con los linajes del chimpancé o del gori-
la. Ligeramente más reciente, conocemos otro posible primer
representante de nuestra línea evolutiva, se trata de Orrorin
tugenensis, de alrededor 6 Ma y que sí que se localiza en el este
africano, sin embargo, este fósil tampoco se ha consolidado
como posible primer representante. El tercer candidato es
el Ardipithecus, consolidado actualmente como el mejor can-
didato a ocupar el primer lugar en nuestra línea evolutiva y
del que ya se han identificado diferentes especies; se localiza
en el este de África entre hace 5,5 y 4 Ma. De este género
tenemos al esqueleto apodado Ardi bastante bien conservado,
se corresponde con una hembra de 50 kg de peso, 1,1 m de
estatura y probablemente tendría un cráneo con una capacidad
de 350 cm3.

84
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

2.2.2. Los australopitecos

Las formas humanas más recientes que sucederían a estos


Ardipithecus son los australopitecos. El género Australopithecus
fue definido por Dart en el año 1925, en Sudáfrica, tras
el descubrimiento del famoso cráneo de niño encontrado
en la cantera de Taung. El propio Dart definió la espe-
cie, Australopithecus africanus, literalmente, «mono austral de
África». Y a pesar de su nombre, siempre consideró que se
trataba de un hominino, aspecto que desde Europa no fue
aceptado hasta los años cincuenta, tras el descubrimiento del
fraude que suponían los restos de Piltdown. El «honor» de
ser la cuna de la humanidad pasaba, de este modo y de forma
aparentemente definitiva, al continente africano.
Actualmente, se han identificado distintas especies dentro
de este género, ocho son las que suelen estar más o menos
aceptadas. Aun así, la relación filética entre ellas y en relación
a sus descendientes sigue siendo motivo de discusión: algunos
plantean un menor número de especies, otras son identifica-
das como correspondientes a otros géneros y muchas parecen
corresponder a vías sin continuidad evolutiva. Incluso algu-
nos autores consideran que todo el género Australopithecus
es un linaje paralelo al nuestro y que no corresponde al que
acabará dando el género Homo, aunque se trata de una idea
minoritaria. El tema de los orígenes humanos, tanto aquí,
en su principio, como más adelante, cuando entran en juego
otros elementos, como el lenguaje o el simbolismo, tiene una
gran trascendencia científica y mediática; esto supone que
cualquier nuevo descubrimiento nos ayuda reconstruir el
rompecabezas de nuestra historia (véase la figura 2).

85
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 2. Árbol filético del linaje humano donde se señalan los principales
homínidos agrupados (rectángulos), las principales especies fósiles identificadas
(cursiva y negrita) y los principales fosiles y otras especies en África, Europa
y Asia

Fuente: J. Daura

Entre las diferentes formas de Australopithecus destacaría-


mos dos grupos: el primero, formado por las especies de carac-
terísticas «gráciles», más antiguas y generalistas, y el segundo,
formado por las especies «robustas», más modernas y espe-
cializadas. Dentro de las primeras incluimos a Australopithecus
anamensis, Australopithecus afarensis y Australopithecus africanus:

Australopithecus anamensis: a pesar de ser de las últimas es-

unas dataciones que se sitúan entre 4,1 y 3,8 Ma. Sus ante-

86
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

cesores podrían ser los Ardipithecus. Aunque son pocos los


datos que tenemos, la mayoría de los restos proceden de
Kenia y muestran un claro bipedismo.
Australopithecus afarensis: fue durante años la especie de
este género considerada más antigua. Se trata de un pe-
queño hominino, claramente bípedo, de entre 1 y 1,3 m
de altura y una capacidad craneal de entre los 300 y los
400 cm3. Su distribución sigue siendo septentrional den-
tro del nicho africano oriental. Entre los fósiles mejor
conservados destaca el esqueleto recuperado en Hadar
(Etiopía), y comúnmente conocido con el nombre de
Lucy -
silizadas del yacimiento de Laetoli (Tanzania). Tanto el
esqueleto poscraneal de Lucy como las huellas de Laetoli
demuestran una locomoción bípeda, pero la despropor-
ción entre unos brazos relativamente largos respecto de
las piernas nos remiten al origen braquiador de los ances-
tros, así como una actividad arborícola aún importante.
Otras características de estas formas gráciles son el mar-
cado prognatismo y la presencia de un pequeño diastema
entre los caninos e incisivos en maxilar. Su cronología
oscila entre los 3,9 y 3 Ma.
Australopithecus africanus: tiene una distribución más meri-
dional (Sudáfrica: yacimientos de Makapansgat, Sterkfon-
tein o Taung), lo que demuestra una expansión de estos
homininos más allá del este africano. Sus restos se datan
entre 3 y 2,3 Ma. Presenta un tamaño medio de 1,4 m y

tan pronunciado como la especie anterior; desaparece el


diastema y reduce la longitud de sus brazos. Su capacidad
craneal rondaría los 430 cm3 y los 500 cm3.

87
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 3. Esqueleto de Australopithecus afarensis conocido como Lucy

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

Las formas robustas de australopitecos han sido conside-


radas también como un género diferente, Paranthropus, y se
corresponden con Australopithecus aethiopicus, Australopithecus
boisei y Australopithecus robustus. Su evolución, a partir de las
formas gráciles, parece resultado de una especialización en
recursos alimentarios vegetales más secos y duros, propios
de un ambiente más árido, del que más adelante hablare-
mos para explicar también las primeras evidencias de Homo.
Este proceso de aridización es una constante en el paisaje
africano, desde ambientes de selvas y bosques cerrados hace
7 Ma hasta las sabanas actuales. Ello obligó a desarrollar una
potente musculatura masticatoria, lo que supuso un aumento
de la robustez general del cráneo; de ahí su nombre. De entre
las distintas especies destacamos:

Australopithecus aethiopicus: se sitúa entre 2,6 y 2,2 Ma en


África oriental. Se trata de la primera forma robusta, y
algunos investigadores consideran que debería agruparse

88
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

como Australopithecus boisei. Se empiezan a evidenciar los


rasgos que caracterizarán las otras dos especies.
Australopithecus boisei: es también una forma oriental, data-
da entre 2,6 y 1 Ma. Se trata de una forma más robusta y
grande que la anterior, de hecho, es la que presenta mayor
tamaño: hasta 1,7 m de altura y una capacidad craneal de
500 cm3, con la mandíbula y la dentición grandes y fuertes,
las mayores que han existido entre los homininos. El apa-
rato masticatorio sería movido por unos fuertes músculos
maseteros que obligarían al desarrollo de una cresta sagital
importante y muy marcada. Además, los dientes tienen un
esmalte muy grueso, los molares están muy desarrollados
y los premolares muy molarizados. Algunos de los princi-
pales yacimientos donde se han localizado restos de esta
forma son Peninj y Olduvai, ambos en Tanzania.
Australopithecus robustus: es una forma paralela a la anterior,
pero localizada exclusivamente en África del sur. Es tam-
bién algo menos robusta, alcanza 1,6 m de altura, y una ca-
pacidad cerebral también de 500 cm3. Está datada entre 2
y 1,2 Ma y algunos de los yacimientos sudafricanos donde
se ha localizado son Kromdraai y Swartkrans.

Además de estas especies mencionadas, se han identifica-


do otras que aportan datos interesantes. En primer lugar,
cabría mencionar al Australopithecus bahrelghazali, encontrado
en el Chad, a muchos miles de kilómetros de la zona habi-
tual del África oriental y que se considera una subespecie
de Australopithecus afarensis que se habría expandido muy
rápidamente en cronologías tempranas. En segundo lugar,
señalamos al Australopithecus garhi, localizado en Etiopía, con

89
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

una antigüedad de 2,5 Ma; que se asoció por primera vez con
huesos manipulados y objetos modificados.
En líneas generales, hay que destacar que los australo-
pitecos son un género que evoluciona a lo largo de, como
mínimo, 3 Ma, por lo tanto, se hace muy difícil sintetizar unas
características físicas concretas y único modelo de compor-
tamiento para un periodo de tiempo tan largo y con tanta
variabilidad de formas. Aun así, destacamos las siguientes
características:

Las proporciones del tamaño del cerebro en compa-


ración con el tamaño del cuerpo (índice cefálico) son
parecidas a los chimpancés actuales. A lo largo de es-
tos millones de años de la evolución, no se observa un

cierto que las formas más antiguas tienen cerebros más


pequeños (350 cm3) que las más modernas (550 cm3),
pero también cuerpos más pequeños, por lo que el índi-

modernas.
Estatura pequeña y media, entre los 1,2 y 1,5 m de altura.
Cráneo ligeramente más globular y posición más avanzada
del foramen mágnum en relación con otros primates como
el chimpancé. La posición del foramen nos indica una lo-
comoción bípeda, aunque algunos fósiles podrían tener
una vida semiarborícola.
Alimentación fundamentada en los recursos vegetales. En-
tre las formas gráciles, estos recursos serían fundamental-
mente frutos pulposos de los árboles, mientras que en las
especies robustas predominarían las semillas y las raíces de
herbáceas.

90
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Conducta instrumental, primeras evidencias de fabricación


y uso de útiles de piedra. Los restos de Australopithecus gahri
(Etiopía) de 2,5 Ma se encuentran asociados con huesos
con marcas de corte e industria lítica. Su edad se puede
rebajar, puesto que en el yacimiento de Dikika de 3,4 Ma se
encontraron huesos con marcas de corte y en Lomekwi 3,
con 3,3 Ma, los primeros útiles.
A partir de las comparaciones morfológicas (cierto dimor-

seguramente estos homínidos vivirían en bandas formadas


por un macho dominante y hembras con su descendencia,
junto a algunos machos jóvenes, y que se organizarían de
forma jerárquica.

3. Los primeros representantes del género


Homo

3.1. Homo habilis

En el apartado anterior hemos visto cómo en un momento


determinado de la evolución de los australopitecos las formas
gráciles dejaban paso a las formas robustas o Paranthropus.
Decíamos entonces que ello había sido una adaptación a un
nuevo régimen alimentario basado en la especialización en
el consumo de frutos y semillas más duros y secos. Era el
resultado adaptativo a un nuevo proceso de aridez progresiva
que se produjo entre hace 3 y 2 Ma, como consecuencia de
un cambio climático global de la Tierra resultado de una serie
de procesos geológicos, como el cierre del istmo de Panamá,

91
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

el cambio de la circulación de las aguas entre el Pacífico y el


Atlántico y las alteraciones de la salinidad de los océanos.
Este fenómeno global que comporto sequía y aridez y afectó
con más intensidad el paisaje, ya semideforestado, del este
africano, condujo a la aparición definitiva de la sabana que
conocemos actualmente. Por ello, las formas robustas de
australopitecos se adaptaron a este nuevo entorno mediante
la especialización en explotar los recursos alimentarios más
abundantes.
Pero no todos los grupos de homininos reaccionaron del
mismo modo ante el cambio ecológico del este de África.
Algunos individuos debieron adaptarse mediante estrategias
más generalistas en vez de recurrir a la especialización, y lo
hicieron ampliando el espectro alimentario. Dicha ampliación
suponía la incorporación de más recursos de origen animal a
la dieta, procedentes fundamentalmente de la caza de peque-
ños, e incluso de grandes, animales. Ya hemos visto cómo
algunas de las formas gráciles de australopitecos fabricaron
útiles para procesar este nuevo tipo de recurso alimentario.
Las evidencias de un consumo de carne de una manera más
intensa y generalizada aumenta alrededor de los 2,5 Ma en el
continente africano. A partir de ahí, observamos también que
los homininos experimentan una expansión cerebral impor-
tante en un proceso que se retroalimenta y que supondrá la
aparición del género Homo: la carne es un alimento de mucha
más calidad que los recursos vegetales, en tanto a que contie-
ne una mayor concentración de nutrientes en un menor volu-
men. La ingesta de menos alimento, debido a la mejor calidad,
supuso poder ahorrar parte de la energía invertida en el pro-
ceso digestivo (la digestión es una actividad energéticamente
muy costosa), que podría aprovecharse para otros órganos

92
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

corporales como el cerebro (órgano también muy costoso).


Esta relación permitió plantear la «teoría del tejido costoso»
que nos dice que la expansión cerebral fue posible por el
acortamiento del tubo digestivo gracias al consumir grasas y
proteínas animales. Como a su vez la obtención de recursos
alimentarios de origen animal —mediante el carroñeo o la
caza— supone mayor organización y cooperación social, el
consumo de carne facilitaba seleccionar cerebros más gran-
des, individuos más inteligentes y, a su vez, estos individuos
más inteligentes eran más efectivos en los mecanismos de
obtención de la carne. Este círculo acabó suponiendo la
aparición de un nuevo hominino resultante de la evolución
de alguna de las anteriores formas gráciles que aumentó
sustancialmente el índice cefálico. Se trata del Homo habilis, la
primera especie reconocida en el linaje humano perteneciente
a nuestro propio género (Homo).
Las primeras evidencias de fósiles atribuidas al Homo habilis
fueron recuperadas entre los años 1959 y 1960, en el yacimien-
to tanzano de Olduvai; se trataba de restos de un esqueleto
asociados a industria lítica. Fue precisamente esta asociación,
entre otros aspectos, la que llevó en aquel momento a Leakey
y Tobias a definir al nuevo fósil como primer representante
del género Homo y considerarlo como Homo habilis, en clara
alusión a su conducta instrumental. Tal y como ya hemos
señalado, hoy en día sabemos que el uso y fabricación de útiles
es muy anterior a este hominino.
Las características que definen al Homo habilis, pueden
resumirse en:

Una bóveda craneal más redondeada que en los austra-


lopitecos, además de una mandíbula menos robusta, con

93
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

dentición más pequeña. La cara era menos prognata (aun-


que aún se observa cierta evolución facial). Todavía pre-
senta arcos superciliares desarrollados.

una nueva organización social no basada en la jerarquía del


macho dominante. Algunos investigadores relacionan este
aspecto con el aumento de la inteligencia (y un desarrollo
infantil más prolongado) y el consumo de carne para expli-
car la aparición de la monogamia como modelo sexual de
los humanos a partir de este momento.
Una importante expansión cerebral en comparación con
el tamaño general del cuerpo (índice cefálico mayor). Se
calcula que la talla de estos individuos estaría entre 1,2 y
1,5 m y un peso medio de 50 kg. La capacidad craneal os-
cilaría entre los 600 y los 800 cm3. El tamaño del cerebro
aumentó respecto a los australopitecos, tanto en valores
absolutos como en proporciones corporales.

en el sur de África, pese a que su origen seguramente es


africano oriental. Algunos de los yacimientos donde se han
localizado restos de este homínido son Olduvai (Tanzania)
y Koobi Fora (Kenia). Se ha datado entre 2,5 y 1,6 Ma.
Presentan una cierta variabilidad y hay quien sugiere que
parte del Homo habilis se puede diferenciar a un nuevo es-
pécimen, el Homo rudolfensis, localizado en África Oriental,
con capacidades craneales ligeramente mayores. Además,
hay quien planeta que estas formas ligeramente más evo-
lucionadas, podrían corresponder a una línea evolutiva pa-
ralela, por un lado darían como resultado al Homo ergaster
y, por otro, habrían evolucionado de otro nuevo homíni-
do del este de África, el Kenyanthropus platyops, datado entre

94
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

3,5 y 3,1 Ma y diferente de los Australopithecus afarensis. Qui-

hace entre 3 y 1 Ma, en el continente africano había una


gran diversidad de formas humanas, de las cuales nos es
prácticamente imposible diferenciar si se trata de especies
diferentes o no.

4. Sobre el instrumental prehistórico.


Las industrias líticas

4.1. Los primeros útiles y los primeros yacimientos


arqueológicos

Recapitulando lo que ya hemos dicho, las primeras evi-


dencias de útiles de piedra se remontan a los australopitecos.
En una edad de 3,3 Ma en el yacimiento de Lomekwian 3
(Turkana, Kenia) hay lascas extraídas mediante el golpe contra
un yunque, como hacen los chimpancés para romper nueces.
De este momento, hay también evidencias de procesamiento
de carcasas animales con útiles de piedra en el yacimiento de
Dikika (Etipia), con una edad de 3,4 Ma y, finalmente, hay
que destacar los restos de Australopithecus garhi de 2,5 Ma en
asociación clara con útiles.
A partir de los 2 Ma se generaliza en el continente africano
la presencia de yacimientos con útiles, hasta el punto de que
son muy abundantes. Este comportamiento instrumental será
posteriormente una característica habitual del género Homo,
primero con el Homo habilis, y posteriormente con el resto de
los representantes.

95
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Estos primeros útiles son simples guijarros —cantos roda-


dos—, normalmente de cuarzo, cuarcita o sílex, en los que
se han realizado unas pocas extracciones, mediante golpes,
para obtener un filo cortante. Según sean las extracciones,
destacamos dos tipos de útiles entre las primeras industrias
líticas: el chopper, guijarro en el que se ha obtenido una arista
cortante mediante extracciones diversas por percusión en una
de sus caras, y el chopping tool, guijarro igual al anterior, pero
en el que se han realizado extracciones por las dos caras. Los
elementos extraídos del proceso de configuración de estos úti-
les, las llamadas lascas, también pudieron ser utilizados como
filos cortantes. Además de este tipo de útiles, los yacimientos
presentan también guijarros tallados destinados solamente a la
producción de estas lascas, en este caso, al soporte destinado a
ello se le llama núcleo. Las piezas talladas de este modo se agru-
pan en lo que en la literatura se suele denominar como «indus-
trias arcaicas», industrias olduvayenses (por los yacimientos
de Olduvai) o también pebble culture
Se trataría de piezas multifuncionales poco especializadas que
normalmente encontramos acumuladas y asociadas a huesos
—ya que su uso se ha de relacionar con el descarnado de car-
casas para la obtención y consumo de la carne— y suponen
las primeras evidencias de un impacto de los homininos sobre
el medio detectable arqueológicamente. Hay quien plantea que
dentro de este momento se podrían diferenciar dos fases: una
más antigua o preolduvayense, donde estos útiles configura-
dos, los chopper y los chopping tool, estarían ausentes y solamente
se producirían lascas para la obtención de filos cortantes, y una
segunda etapa más evolucionada, con la citada presencia de
estos elementos configurados. Para otros, se trata simplemente
de una cuestión de variabilidad.

96
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

4.2. ¿Los primeros cazadores?

Ahora bien, ¿cómo obtenían aquellos individuos las car-


casas de los animales que procesaban mediante los primeros
útiles modificados? Aquí los investigadores no acaban de
ponerse de acuerdo. Lo primero que debemos decir es que el
consumo de carne en el Homo habilis ya no era algo ocasional
u oportunista. En este momento empezamos a encontrar
huesos procesados y consumidos de animales de tamaño
considerable, incluso, en algunos casos concretos, esqueletos
de jirafas, elefantes o hipopótamos. Dicha actividad humana
sobre los huesos viene demostrada por las marcas de carnice-
ría hechos con instrumentos de piedra que se encuentran en
ellos. Algunos investigadores defienden que el acceso habi-
tual a la carne durante este momento fue posible gracias a la
explotación de las carcasas despreciadas por sus verdaderos
cazadores o, en algunos casos, tras robarles a estos su presa.
Se trataría, pues, de un acto de carroñerismo. La justificación
de tal hipótesis se fundamenta en que ni la constitución de
estos homínidos ni la naturaleza de sus instrumentos parece
que permitan sustentar actividades cinegéticas. Por otro lado,
otros investigadores dicen que de las carcasas de los animales
abandonados por los carnívoros se podrían obtener pocos
recursos alimentarios y que, además, estos serían tan difíciles
de defender de otros competidores como si la presa hubiese
sido cazada directamente, por lo que pensar en un acceso
directo a las presas es posible. Sea como sea, pensamos que
algunos nutrientes que hasta el momento eran de difícil acce-
so para cualquier depredador (el tuétano de algunos huesos
que ni leones ni hienas pueden llegar a romper) estarían ahora
al alcance del Homo habilis gracias al uso de estos instrumentos

97
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que empezamos a encontrar en el registro. Por otro lado,


los estudios tafonómicos paren indicar que el acceso de los
humanos fue de tipo primario, y que por lo tanto obtuvieron
las carcasas mediante la caza.

4.3. Las industrias líticas

A partir de este momento, con la aparición de los primeros


útiles, los objetos utilizados serán los elementos que, desde
la arqueología, nos permitirán definir una serie de complejos
tecnológicos de las industrias líticas o tecnocomplejos, que
han sido asimilados de modo un tanto libre a las «culturas
materiales». Estos instrumentos son, para nosotros, los ele-
mentos que podemos identificar como tales, es decir, como
objetos para realizar alguna actividad precisa. El uso de útiles
no es exclusivo de los homininos; biólogos y etólogos han
demostrado que existe una gran variedad de animales que
tienen una conducta instrumental, es el caso de cierto tipo de
peces, osos, delfines, elefantes etc. El caso más ampliamen-
te conocido es el de los primates, que tienen una conducta
instrumental desarrollada y utilizan y modifican objetos para
fabricar instrumentos con funciones específicas, como, por
ejemplo, percutores de piedra para romper frutos, palos de
madera para «pescar» termitas, esponjas de hojas para beber
agua, etc. No todos los instrumentos tienen que estar modi-
ficados para ser utilizados, ciertos primates utilizan piedras
para romper frutos sin necesidad de modificarlas. En los yaci-
mientos arqueológicos encontramos también los llamados
manuports, que son piedras seleccionadas por su tamaño, peso
y forma para ejecutar alguna acción concreta, seguramente la

98
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

de golpear a modo de martillo tal y como se evidencian por


las marcas de percusión.
En cualquier caso, a partir de ahora, cuando nos adentre-
mos en la evolución de la cultural material durante la pre-
historia e identifiquemos o hablemos de «tecnocomplejos» y
«culturas», deberemos tener presente que se trata de conjuntos
de artefactos que se diferencian unos de otros, fundamental-
mente, por las características de los utensilios que encontra-
mos y por sus técnicas de elaboración. Estos instrumentos
se fabricarán, durante la primera etapa de la humanidad —el
Paleolítico—, fundamentalmente sobre piedra; por ello habla-
mos de la presencia de industrias líticas en los yacimientos.
Por la importancia que las industrias líticas tienen en la
caracterización del Paleolítico, hemos creído oportuno dedicar
un apartado de este capítulo a describir los aspectos que nos
permiten discriminar diferencias entre los diversos elemen-
tos líticos de esta era y de otros momentos de la prehistoria.
Para ello, describiremos tales características siguiendo el
proceso de fabricación y uso normal en dichos útiles, lo que
solemos llamar cadena operatoria.1

4.3.1. La selección del material

No todas las rocas o minerales son susceptibles de ser


modificados para obtener utensilios. En general, son nece-

1 Preferimos esta traducción del francés chaîne opératoire a la de cadena operativa.


La razón es de tipo semántico, ya que no se trata de una cadena que opere sino de
una que comprende elementos que operan. Sirva, como ejemplo, la idea de cadena
alimentícia, que es una cadena de la cual nos podemos alimentar, en contraposición a
una cadena alimentaria, que comprende elementos relacionados con la alimentación.

99
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

sarios minerales o rocas de grano muy fino y de estructura


cristalina amorfa (cuarzos, cuarcitas, obsidiana, calizas, etc.)
que permitan una fractura concoide. De todos modos, la
selección de uno u otro tipo de piedra estará determinada por
la disponibilidad, la capacidad de movimiento de un grupo en
un territorio más o menos extenso, la vida funcional o el uso
(más o menos preciso) que quiera darse al útil.
El mineral más utilizado a lo largo de la prehistoria, por
su buena relación entre abundancia y susceptibilidad en la
modificación, es el sílex (dióxido de silicio en variedad cripto-
cristalina). Una vez seleccionado el material, los mecanismos
de modificación de la piedra en prehistoria son dos: la talla y
el pulimento.

4.3.2. La talla

Este es el único sistema de reducción de la materia prima


para la fabricación de utensilios en el Paleolítico. Hay dos
formas distintas de tallar la piedra: la percusión, es decir, a
través del golpeo —o percusión— de la materia prima con
otro elemento, el llamado percutor, que puede ser duro (otra
piedra) o blando (madera, hueso, asta, etc.), y la presión; en este
caso se trata de presionar la materia prima con un elemento
más blando que la piedra que se desea modificar (asta, hueso,
madera…). A su vez, la percusión puede ser directa, cuando
golpeamos directamente sobre el elemento a reducir, o indi-
recta, cuando utilizamos un elemento intermedio a modo de
cincel (madera, hueso, asta). La presión es un mecanismo de
talla muy específico y no se da, ni mucho menos, en todos los
momentos de la prehistoria, sino que se concreta en aquellos
en los que se practica un modo de retoque muy específico.

100
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

La materia prima en bruto antes de tallarla la llamamos


nódulo o riñón, y del proceso de talla, también llamado cadena
operatoria, obtenemos los siguientes elementos:

Lasca: producto extraído del fragmento de piedra —nódu-


lo— que se talla. Se caracteriza por presentar un talón (o

-
cie del fragmento lítico que tallamos, donde encontramos

rugosa que existe antes de realizar ninguna extracción—el


llamado córtex), una cara ventral (o interior, que es la que
se separa del fragmento mineral a consecuencia de la frac-
tura concoide) y un bulbo (protuberancia redondeada re-
sultante de la onda de fractura en la cara ventral). Las lascas
suelen ser el soporte de la mayoría de las piezas retocadas y
cuando esta presenta una longitud igual o superior al doble
de la anchura hablamos de láminas

Figura 4. Morfología de una lasca

A: cara dorsal. B: sección o perfil. C: cara ventral; a: negativo de un levantamiento anterior, b: arista,
c: bulbo, d: ondas de impacto, e: lasca parásita, f: ángulo ventral, g: filo izquierdo, h: talón, i: ángulo de
lascado, j: ángulo de preparación, k: punto de impacto.

Fuente: Dibujo R. Álvarez

101
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Núcleo: es el fragmento de materia prima preparado ade-


cuadamente para la extracción de diferentes lascas y donde
queda marcado el negativo de las extracciones (véase la

Figura 5. Morfología de un núcleo

A: plano de percusión. B: superficie de lascado; a: negativo de la extracción de una lasca, b: arista, c: con-
trabulbo, d: cornisa, e: córtex.

Fuente: Dibujo de R. Álvarez

Restos de talla (también se usa el termino francés débris): lla-


mamos así a los pequeños fragmentos líticos que de forma
no intencionada se desprenden del núcleo o de las lascas
en el proceso de talla. En muy pocos casos, estos elemen-

4.3.3. El retoque

Algunas de las lascas o láminas extraídas del núcleo sufren


un segundo proceso de modificación que llamamos retoque.

102
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Según la forma final que se obtiene mediante este proceso se


pueden confeccionar raederas, raspadores, buriles o puntas de
flecha, por citar los más numerosos. Los retoques implican la
extracción o eliminación de materia prima e igualmente pue-
den hacerse por presión o por percusión. Diferenciamos diver-
sas maneras o «modos de retoque», que están determinados
por la dirección e intensidad del golpe, la cantidad de materia
prima que se extrae y el ángulo del filo cortante que dejan:

Retoque simple -

Retoque abrupto
lasca y deja un borde en la pieza con un ángulo de 90°. La
parte retocada en los útiles que presentan este modo suele
tener una función pasiva, para dejar un plano de enmangue
en la pieza o para dar forma precisa a un elemento.
Retoque plano: se acostumbra a realizar mediante la talla por

muy cortante y reduce su grosor, con un ángulo inferior


a 45°.
Golpe de buril: se trata de un retoque especial, mediante un
golpe preciso que hace saltar una parte de la pieza para
obtener un bisel que permite utilizar el utensilio resultante
como buril.

4.3.4. Tipo y uso de los útiles

Así, tras haber pasado por una selección, una talla, y un


retoque, tenemos un elemento que por sí mismo (útil simple),
o unido a otros elementos (útil compuesto), se puede utilizar

103
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

para realizar actividades precisas e intervenir en el medio.


Recordemos, en todo caso, que los útiles no tienen que ser
objetos necesariamente modificados y pueden ser tanto sim-
ples objetos seleccionados, como elementos tallados —lascas
y núcleos— o piezas retocadas.
Normalmente, en función de la forma final del objeto,
los arqueólogos hemos creado unas series tipológicas que
nos permiten clasificar las piezas líticas. Hay varios sistemas
y formas en función del periodo cronológico. Así, por ejem-
plo, en el Paleolítico inferior tenemos piezas como el chopper
y el chopping tool, el bifaz o el hendedor; mientras que en el
Paleolítico medio se generalizan las raederas, las muescas o
los denticulados, y en el Paleolítico superior los perforadores,
buriles, raspadores, etc. No debemos considerar que solamen-
te las piezas retocadas son los verdaderos útiles. De hecho,
lo que determinará si un elemento fue finalmente usado o no
será el análisis traceológico, que ya explicamos en el capítulo
dedicado a la metodología. En cualquier caso, los elementos
no usados, desechados a lo largo de la cadena operatoria, tam-
bién nos aportan información ya que nos permiten recons-
truir las diferentes técnicas de talla.

5. Los homininos salen de África


5.1. Homo entre hace 2 Ma y 200 ka

La evolución humana es un proceso continuo en el cual


es muy difícil poner líneas. La humanidad irá evolucionan-
do gradualmente y experimentando cambios, un proceso de

104
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

transformación biológico que vuelve a ser complicado en estos


momentos. La clasificación de los fósiles en diferentes especies
está, para esta etapa, poco consensuada, y ello repercute en las
explicaciones que se pueden consultar en la literatura.
Para simplificar este momento cronológico, actualmente
se tiende a agrupar los fósiles humanos del continente afri-
cano comprendidos entre los 1,8 Ma y los 0,7 Ma en Homo
ergaster, mientras que para las formas euroasiáticas se utiliza
Homo erectus, aunque hay quien también prefiere utilizar la
expresión Homo erectus sensus lato (en sentido amplio).
Uno de los eventos más significativos de este momen-
to, es la expansión definitiva de los homininos más allá de
África, hacia Europa y Asia. Actualmente sabemos que
este acontecimiento se produjo, por lo menos, hace entre
1,8 y 1,6 Ma. Así, tenemos evidencias muy antiguas en
Asia tanto de industrias líticas como de restos humanos.
Destacan yacimientos como los de Java (Sangiran) o China,
los del Cáucaso, donde resalta el yacimiento de Dmanisi, en

en Israel, con una antigüedad de 1,4-1,1 Ma. Parece que


los humanos llegaron ligeramente más tarde a la Europa
occidental, así, tenemos evidencias de industrias líticas y
restos humanos de alrededor 1,2 Ma en distintos lugares
de la península ibérica, como en la cuenca de Guadix-Baza
(Orce) o en Atapuerca.
¿Cuáles son las causas de la salida? No las conocemos con
exactitud. Se han planteado distintas hipótesis centradas en el
análisis de cuestiones de carácter biológico, cultural, ambien-
tal y/o climático. De todas ellas, parece ser, una vez más, que
el factor ambiental fue clave, ya que en este momento los
biomas de la sabana se extendían más allá de las zonas donde

105
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

actualmente la ubicamos, lo que implica la expansión de los


humanos.
El Homo erectus/ergaster, fue la evolución gradual en África
de las formas habilinas y, al tener un desarrollo cronológico y
geográfico tan importante, presentaba un importantísimo poli-
morfismo intraespecífico, es decir, una gran variedad de mor-
fologías fruto de las adaptaciones en los diferentes escenarios y
el aislamiento geográfico, genético también, de las poblaciones.
En cualquier caso, algunas de sus características son:

Una capacidad craneal entre 900 y 1.100 cm3 (incluso más

Un aumento del tamaño que, aun con la variabilidad de


formas, supondría llegar a medir 1,8 m (deducido del fósil
de un individuo juvenil hallado en Nariokotome, Kenia, y
conocido como Turkana o Nariokotome boy).
Proporción entre brazos y piernas muy similar a la actual,
con las extremidades inferiores más largas y robustas que
las superiores.
Cierto engrosamiento del torus supraorbitario respecto de la
especie anterior, Homo habilis.

Cada vez tenemos más datos procedentes del registro


arqueológico que nos demuestran la gran complejidad que
existe en este momento y nos complican construir una expli-
cación sencilla del proceso evolutivo. Para muchos autores,
una posibilidad sería agrupar la mayor parte de los fósiles del
género Homo en una sola especie, mientras que para otros,
es mejor mantener las distintas divisiones, incluso cuando
se argumenta con la idea del polimorfismo intraespecífico.
También es problemática su evolución más reciente en las

106
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

formas modernas de neandertales y sapiens. Por ello se sigue


subdividiendo al género Homo en un conjunto de distintas
especies en función de la morfología, la zona geográfica y
la cronología.
La hipótesis más sencilla es clasificar los primeros Homo
erectus africanos, más primitivos y con capacidades craneales
más pequeñas, a partir de 1,8 y 1,4 Ma, en los llamados Homo
ergaster. Estos Homo ergaster serían los que protagonizarían la
primera migración fuera de África. Los que siguen esta pro-
puesta postulan que algunas de las formas euroasiáticas más
antiguas, como los cráneos de Dmanisi, se podrían clasificar
también como Homo ergaster dado que recuerdan a las formas
habilinas ancestrales. La migración habría sido hacia aquellas
zonas ecológicamente similares a los ambientes originarios
de África. De estas poblaciones salidas de África, en Asia y
Europa, a partir de este momento y como resultado del aisla-
miento, se acabarían desarrollando morfologías diferenciadas
que agrupamos bajo la especie Homo erectus, y que agruparían
los homínidos euroasiáticos. Seguramente también dentro de
este gran grupo debamos incluir los restos humanos (Homo
antecessor) de la Gran Dolina, en Atapuerca.
Estas poblaciones humanas siguieron evolucionando en
los distintos territorios que ocuparon sobre el plantea. Tal es
así que las poblaciones de alrededor de los 500 ka presentan
también una gran diversidad que hace difícil agruparlas y cla-
sificarlas. En Europa, algunos de los fósiles de este momento
presentan rasgos arcaicos que recuerdan a estos Homo erectus,

que se llamaron en su día Homo erectus tautavelensis. Otros


restos europeos presentan rasgos más evolucionados, como
los de la Sima de los Huesos en Atapuerca, que anticipan

107
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

a los neandertales, mientras que otros especímenes mues-


tran combinaciones de rasgos, como el caso de Aroeira en
Portugal. Sea como fuere, durante mucho tiempo se ha utili-
zado el término Homo heidelbergensis como forma para agrupar
a los fósiles europeos y africanos de este momento cronoló-
gico alrededor delos 500 ka y que daría como resultado a los
neandertales en Europa y a los humanos modernos en África.
Esta «especie» está muy discutida dada la diversidad que se
observa en el registro. En este sentido, los restos humanos de
al menos quince individuos (Homo naledi) procedentes de Rising
Star (Sudáfrica) ponen en evidencia un mosaico de caracterís-
ticas primitivas y derivadas que nos indican la variabilidad de
formas humanas en este momento.

5.2. El umbral de la complejidad

Como ya se ha comentado, esta variabilidad seguramente


nos indica que la especie humana fue mucho más diversa de
como la conocemos en la actualidad. Por lo que se refiere a
la periodización cultural de esta etapa utilizamos el término
Paleolítico inferior, aunque, de hecho, se inicia con las prime-
ras industrias líticas de hace 3 Ma.
Por lo que respecta a los tecnocomplejos líticos, hay una
continuidad del Olduvayense hasta como mínimo 1,5 Ma en
África y hasta 0,6 Ma en Eurasia. Además, debemos señalar que
los elementos que definen el Olduvayense, los choppers y chop-
ping tools, no desaparecen con los nuevos tecnocomplejos que
definen la segunda etapa de este Paleolítico inferior. Se trata del
Achelense (por el nombre del yacimiento epónimo Saint Acheul,
en Francia) que, además de los útiles propios del Olduvayense,

108
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

incorpora un elemento muy definidor: el bifaz. Se trata de un


útil realizado normalmente en cuarcita o sílex, que ha sido
tallada dejando una forma generalmente apuntada u ovalada y
simétrica. Su uso seguramente fue múltiple y polivalente: des-
pedazar animales, despellejarlos, trabajar madera, etc. También
se seguirían produciendo lascas para la obtención de filos cor-
tantes. La complejidad de la talla y la perfección de los bifaces
indican unas capacidades cognitivas muy evolucionadas de los
grupos humanos que los realizaron. Durante este momento,
se desarrollan otros útiles de gran formato, como los llama-
dos triedros (puntas obtenidas por la confluencia de tres planos
de talla) y los hendedores (de hecho, bifaces de filo transversal
terminal, como un hacha moderna) (véase la figura 6).
Aunque la presencia de bifaces y las cronologías de los
yacimientos nos permiten definir globalmente las ocupacio-
nes achelenses, lo cierto es que algunos investigadores han
observado diferencias regionales según unos elementos sean
más o menos abundantes, o según la presencia/ausencia de
algunos de ellos, como los hendedores.
También en ese momento se tienen registradas las prime-
ras evidencias de utilización del fuego, aunque la cronología
exacta también sea fuente de controversia. Las evidencias
más antiguas proceden de África, documentadas alrededor
de 1,5 Ma en Koobi Fora, Chesowanja y Swartkrans cave, y de
1 Ma en Wonderwerk Cave. En el levante, las evidencias son
ligeramente más recientes, de alrededor 800 ka en Gesher
-
dor de los 500 ka, como en los casos de Aroeira (Portugal),
Beeches Pit (Reino Unido), Vérteszöllös (Hungria) y Menez-
Dregan (Francia). En cualquier caso, la antigüedad de las pri-
meras salidas de África obliga a reconsiderar la interpretación

109
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que decía que la expansión de los homínidos fuera de África


no hubiese sido posible sin la presencia del fuego.

Figura 6. Evolución de los utensilios de la garganta de Olduvai (Tanzania)

1. Capa I, guijarro preparado de la cultura olduvayense. 2. Base de la capa II, bifaz poco elaborado del
nivel 1 de la cultura achelense. 3. Capa II, bifaz del nivel 3 de la cultura achelense. 4. Capa III, bifaz de
nivel 6 de la cultura achelense. 5, 6. Base de la capa IV, bifaz y hendedor del nivel 8 de la cultura ache-
lense. 7. Capa IV, hendedor del nivel 9 de la cultura achelense

Fuente: A. Leroi-Gourhan (1978). La prehistoria (pág. 4). Barcelona: Labor

Otra evidencia del aumento de la complejidad son las


espectaculares lanzas en madera recuperadas en el yacimien-
to alemán de Schöningen, de 400 ka años de antigüedad y
asociadas a restos de animales cazados.

110
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Por último, ciertos elementos permiten a algunos inves-


tigadores plantear ya la presencia de algunos comporta-
mientos de tipo simbólico en este momento. Tal vez el
caso más interesante sea la acumulación de una treintena
de restos humanos en el yacimiento de la Sima de los Hue-
sos, que los investigadores interpretan como resultado de
algún acto funerario ritualizado. De hecho, la presencia de
huesos humanos acumulados está presente a lo largo del
Paleolítico, por ejemplo destacan los diecisiete Australo-
pithecus afarensis de Hadar, o los quince individuos de Rising
Star en Sudáfrica.

6. Los neandertales y las poblaciones


euroasiáticas

En Eurasia, y como resultado de la evolución de los


homínidos que ocuparon este territorio durante el último
millón de años, aparecen progresivamente los neandertales
(Homo neanderthalensis); sus rasgos pueden observarse en las
poblaciones humanas del Pleistoceno medio como la de
Sima de los Huesos. Además de los neandertales, existieron
también otras poblaciones diferenciadas, especialmente en
Asia, como los llamados denisovanos. En este momento
cronológico, en el que sí que tenemos datos genéticos,
estos nos pueden servir como modelo para reflexionar
sobre otras etapas anteriores de la evolución humana. En
este sentido, la presencia de poblaciones neandertales,
denisovanas y de humanos modernos nos está indicando
que existió flujo genético entre las distintas poblaciones y

111
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que las que salieron de África se mezclaron, a su vez, con


las que se encontraron a lo largo del camino, con otras
poblaciones ya existentes. Esto nos reafirma en distintas
ideas: en primer lugar, que no podemos relacionar los lina-
jes genéticos con especies biológicas; en segundo lugar, que
la humanidad ha sido muy diversa y, finalmente, que desde
hace unos centenares de miles de años la humanidad es la
misma especie.
Los restos de neandertales fueron identificados por vez
primera en el valle alemán de Neander (Düsseldorf, 1856).
Tenemos, sin embargo, constancia de descubrimientos ante-
riores que no fueron identificados como tales, y que solo
después de la definición hecha a partir del fósil alemán fue-
ron reconocidos como neandertales. Nos referimos a los de
Engis, en Bélgica, encontrados el año 1828, o los de Gibraltar,
en el año 1848. Por su lado, los denisovanos fueron identifi-
cados por primera vez en 2010 a partir de los restos humanos
hallados en las cuevas de Denisova en Siberia, y se trata de la
primera vez en que se identifica una población humana a par-
tir exclusivamente de datos genéticos, a los que actualmente
se han sumado distintos fósiles.

6.1. Características de los neandertales

Los neandertales fueron definidos por King en 1864 a


partir de criterios fundamentados básicamente en cuestiones
morales y de capacidades cognitivas. De ahí que en la con-
ciencia colectiva aún exista esa idea de vincular a los nean-
dertales con una humanidad de inteligencia inferior. De ello,
se ha derivado la manera como clasificar a estas poblaciones,

112
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

por ejemplo, en la década de los años ochenta y noventa del


pasado siglo se tendía a considerarlas como Homo sapiens nean-
derthalensis, mientras que decenios más tarde se empezaron a
considerar Homo neanderthalensis. La controversia nos remitía
a si consideramos estos homínidos como una subespecie de
la nuestra, Homo sapiens (en contraposición con los huma-
nos anatómicamente modernos, los Homo sapiens sapiens) o
si, definitivamente, consideramos a los neandertales como
una especie separada, Homo neanderthalensis. Lógicamente, la
cuestión surge cuando nos planteamos saber cuánto tiempo
pasaron aislados, evolucionando por separado unos y otros,
y si el tiempo fue suficiente para separar a las poblaciones
genéticamente.
Los primeros estudios genéticos sobre el ADN mito-
condrial, en 1987, de las poblaciones modernas y de los
neandertales, en 1997, permitieron sentar las bases para
diferenciar las dos poblaciones, neandertales y humanos
modernos, como dos especies diferenciadas. Hoy en día,
los estudios genéticos nos indican lo contrario y señalan
que probablemente las poblaciones europeas (neanderta-
les) y asiáticas (denisovanos) se empezaron a diferenciar
hace unos 500 ka. Sin embargo, entre estas poblaciones y
también en relación a las poblaciones africanas que darían
lugar a los humanos modernos debió existir flujo genético,
y no pasó tiempo suficiente como para aislarlas en especies
diferentes. Esto parece confirmado también por los análisis
de distintos fósiles y poblaciones humanas actuales que
nos indica que, hubo mezcla entre aquellas. Tenemos ejem-
plos entre denisovanos y neandertales, y entre estos y huma-
nos modernos. Todo ello nos indica, que desde un punto de
vista biológico, no podemos considerar a estas poblaciones

113
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

como especies diferenciadas, sino que formarían parte de la


variabilidad humana.
Físicamente, los neandertales eran muy corpulentos, con
un cráneo grande, poco desarrollo frontal y fuertes arcos
supraorbitarios, prognatismo facial, obertura nasal amplia,
protuberancia posterior del occipital y mandíbula robusta
sin mentón. Su capacidad craneal (1.500 cm3) era de media
superior a la de los humanos actuales. Se calcula que tenían
una altura de aproximadamente 1,7 m y un peso de 70 kg.
Sus restos se encuentran por Europa y en algunos sitios del
Próximo Oriente (Turquía, Irak, Irán, el Cáucaso, etc.) en
una cronología entre los 250 ka y hasta hace unos 40 ka,
aunque en la península ibérica su desaparición podría ser
algo más moderna.
Algunos estudios genéticos (MC1R) han podido iden-
tificar el fenotipo pelirrojo entre algunos neandertales,
ojos oscuros y piel clara. Esto no significa que todos ellos
presentaran este aspecto. Se ha identificado también el gen
relacionado con la capacidad motora del habla, el receptor
del gusto amargo y la presencia de un sistema sanguíneo
parecido al nuestro.

6.2. El Paleolítico medio

6.2.1. Las industrias líticas

El periodo de tiempo donde encontramos neandertales


suele llamarse Paleolítico medio. Los artefactos arqueológicos
que se recuperan en los yacimientos son fundamentalmente
los restos óseos de los animales que consumían e industria

114
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

lítica. A estas industrias, a su vez, se las denomina Musteriense


(por el yacimiento francés de Le Moustier). Dichas industrias
presentan unas diferencias tecnológicas que permiten dife-
renciarlas de las anteriores del Paleolítico inferior, aunque hay
un claro vínculo entre ellas.
La característica más definitoria es la técnica de talla prede-
terminada o Levallois, que si bien ya está presente a finales del
Paleolítico inferior, se generalizará en este momento. Se trata
de una preparación del núcleo, que queda preconfigurado para
ir obteniendo una serie de lascas de morfología bastante estan-
darizada. Además, en este momento tienden a desaparecer los
útiles de gran formato que caracterizaban el periodo anterior.
En este momento, aparecen nuevos instrumentos más
especializados y, por lo tanto, más efectivos para realizar fun-
ciones más específicas. Algunas de las piezas retocadas más
típicas del musteriense son:

La raedera: elemento con retoque simple lateral y/o transver-


sal, idóneo para el trabajo de las pieles y su uso como cuchillo.
La punta: elemento con retoque simple lateral por sus dos
-
taría de puntas de lanzas destinadas a ser utilizadas con
mango de madera.
Los denticulados: piezas con los bordes retocados en forma
-
jándolo irregular. Su funcionalidad parece estar relaciona-
da, en la mayoría de los casos, con el trabajo de la madera.

Los tecnocomplejos del Paleolítico medio presentan una


gran variabilidad. A partir de estos elementos líticos, de su
presencia o ausencia o incluso de sus proporciones, Bordes

115
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

planteó, en los años sesenta, distintas agrupaciones que gene-


raron un debate muy intenso. Así, diferenció un Musteriense de
tradición achelense con presencia de bifaces, un Musteriense típico
con un número importante de raederas y puntas, un Charentiense
tipo Quina, con ausencia de técnica Levallois, pocos denticu-
lados y raederas de diversos modelos, y otro tipo, Ferrassie,
con el mismo tipo de útiles, pero con presencia de técnica
Levallois y un Musteriense de denticulados que, como indica su
nombre, se caracteriza por un elevado porcentaje de piezas
denticuladas (véase la figura 7).
En general, los diferentes grupos musterienses no parecen
tener una explicación geográfica o cronológica en la Europa
del Paleolítico medio. La hipótesis de Bordes para explicar
tal variabilidad se centraba en el hecho de que cada tipo
fuese el resultado de tradiciones culturales autónomas que se
desplazaban por diversos territorios. A dicho planteamiento
se opuso Binford, que proponía una explicación de tipo fun-
cional. Los diferentes grupos se explicarían por las diversas
actividades realizadas en cada yacimiento. Actualmente, los
estudios de traceología tampoco parecen corroborar total-
mente las hipótesis de Binford, por lo que hoy se acepta que
las causas de la diversidad del musteriense pueden ser en parte
debidas a diferentes funciones del asentamiento y en parte a
tradiciones culturales de los grupos humanos. Este clásico
debate ha revivido recientemente con nuevos enfoques, sin
embargo, es probable que estas interpretaciones conduzcan
al mismo punto muerto que se alcanzó anteriormente hace
cuarenta años.
Independientemente del Musteriense europeo, se localizan
industrias parecidas en la misma cronología en otras partes
ocupadas por poblaciones de homínidos en esa misma época.

116
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Figura 7. Utensilios del Paleolítico medio del sureste de Francia

1 a 4: Charentiense de tipo Ferrassie tardío. 5 a 9: Charentiense de tipo Ferrassie. 10 a 13: Levalloisiense.


Raederas laterales (5, 6, 7, 10, 11), raederas transversales sobre lasca (2, 3, 4, 8, 9), raederas sobre lascas
Levallois (12, 13).

Fuente: A. Leroi-Gourhan (1978). La prehistoria. Barcelona: Labor

Es el caso del ateriense en el norte de África o el amu-


diense en el Próximo Oriente. Las industrias no europeas,

117
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

no por menos conocidas, dejan de tener la importancia que


emana de una producción hecha por los neandertales en Asia
y África. Sin embargo, hay que reconocer que en buena parte
la investigación y la definición de fases y de tecnocomplejos
durante esta fase de la prehistoria se ha centrado desde hace
tiempo en Europa, lo que ha marcado nomenclaturas y otros
tipos de circunstancias.

6.2.2. Otros aspectos culturales del Paleolítico


medio. El modo de vida de los neandertales
y las manifestaciones simbólicas

En los últimos años, uno de los aspectos que más ha lla-


mado la atención es el relacionado con la complejidad social
de los neandertales. De ello, podemos destacar la información
que se deriva de los resultados de los estudios genéticos del
yacimiento asturiano del Sidrón en la península ibérica. En
este yacimiento se han recuperado los restos humanos de lo
que probablemente fue un grupo contemporáneo de doce
individuos emparentados entre sí. En esta comunidad había
tres linajes maternales, once individuos forman parte de dos
linajes. Los adultos machos forman parte del mismo linaje,
es decir, son familia, mientras que las hembras no, esto nos
indica que el patrón de residencia de este grupo esté marcado
por la línea masculina, que es lo que conocemos como patri-
localidad. También sabemos que como mínimo hay tres años
entre nacimientos, ya que una hembra adulta, un juvenil y un
infantil son de la misma familia. Se trata de un patrón habi-
tual en muchos primates y también en sociedades cazadoras
y recolectoras, aunque como es obvio, la diversidad de for-
mas de organización social debió ser mucho más variada. En

118
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

este sentido también, las huellas de las pisadas de un grupo


neandertal en las playas de Normandía sugiere que en este
caso el grupo estaría formado por entre diez y trece indivi-
duos, mayoritariamente niños.
La dieta de los neandertales seguramente fue como la de
otros cazadores-recolectores. Los estudios antropológicos nos
indican que los grupos actuales obtienen sus recursos alimenti-
cios de un amplio conjunto de productos, en los cuales tienen
un importante peso los frutos, los tubérculos y raíces, la miel,
además de la carne y los recursos marinos; sin embargo,
la mayor parte de estos productos no han dejado señal en
el registro arqueológico. Normalmente, en los yacimientos
arqueológicos ocupados por los neandertales, lo que comían
está intrínsecamente relacionado con las zonas geográficas
que habitaron; así, en los yacimientos ubicados en grandes
valles, se alimentaban de grandes bóvidos y caballos, mien-
tras que en los de montaña comían cabras y rebecos. Los
yacimientos costeros nos indican que aprovechaban también
recursos marinos, como se ha documentado en distintos

Figueira Brava), donde hay evidencias de peces, mamíferos


marinos y marisco. También sabemos que practicaban la caza
menor y consumían animales de talla pequeña, como tortu-
gas, aves o incluso conejos.
Más difícil es el registro de recursos vegetales dado que
son perecederos; sin embargo, en algún yacimiento se ha
documentado el consumo de piñones. Por otro lado, el análi-
sis del cálculo dental o sarro de los dientes neandertales nos
indica la presencia, entre otros, de especies como la manzani-
lla o la milenrama, conocidas por sus propiedades digestivas
y antiinflamatorias, y de álamo, que contiene ácido salicílico,

119
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

un analgésico natural. Desconocemos por el momento si


los neandertales tenían un amplio conocimiento de las plantas
medicinales, como sí tienen en la actualidad algunos grupos
nativos, donde incluso existe la figura del medicine man o chamán.
Por otro lado, hay otros argumentos que nos indican que
los neandertales tenían un mundo simbólico muy desarrolla-
do. Las excavaciones documentan la presencia de esqueletos
en conexión anatómica y bastante completos, a diferencia
de lo que sucede en momentos anteriores, señalando un
comportamiento funerario, como los casos de, Shanidar
(norte de Irak), Teshik-Tash (Uzbequistán) o la Chapelle
aux Saints (Francia). Estos restos, entre otras muchas cosas,
demuestran que había una fuerte mortandad infantil (hay
muchos más casos de enterramientos de niños) y expresan
la protección y el mantenimiento por parte de la comunidad
de algunos individuos muy viejos que no podrían valerse por
sí mismos.
Dicho comportamiento funerario se manifiesta no solo
en enterramientos, sino también en otras manipulaciones
post mortem de los individuos. La presencia de huesos huma-
nos canibalizados es muy antigua, tenemos evidencias en
Sterkfontein (Sudáfrica), con 2,4 Ma; en Bodo (Etiopia), con
600 ka, o en Atapuerca (España), hace 700 ka. En el caso de
los neandertales, debemos mencionar los casos del yacimien-
to de Krapina (Eslovenia), donde se han localizado huesos
con marcas de descarnación y manipulación post mortem.
Estos se han interpretado como actividades de canibalismo
ritual. En el caso de la cueva del Sidrón, un 10 % de los
huesos presenta evidencias de canibalismo relacionado con
golpes contundentes de descuartizamiento y desmembración,
procesos relacionados con la extracción de la piel (falanges y

120
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Por último, ciertos elementos permiten a algunos inves-


tigadores plantear ya la presencia de algunos comporta-
mientos de tipo simbólico en este momento. Tal vez el
caso más interesante sea la acumulación de una treintena
de restos humanos en el yacimiento de la Sima de los Hue-
sos, que los investigadores interpretan como resultado de
algún acto funerario ritualizado. De hecho, la presencia de
huesos humanos acumulados está presente a lo largo del
Paleolítico, por ejemplo destacan los diecisiete Australo-
pithecus afarensis de Hadar, o los quince individuos de Rising
Star en Sudáfrica.

6. Los neandertales y las poblaciones


euroasiáticas

En Eurasia, y como resultado de la evolución de los


homínidos que ocuparon este territorio durante el último
millón de años, aparecen progresivamente los neandertales
(Homo neanderthalensis); sus rasgos pueden observarse en las
poblaciones humanas del Pleistoceno medio como la de
Sima de los Huesos. Además de los neandertales, existieron
también otras poblaciones diferenciadas, especialmente en
Asia, como los llamados denisovanos. En este momento
cronológico, en el que sí que tenemos datos genéticos,
estos nos pueden servir como modelo para reflexionar
sobre otras etapas anteriores de la evolución humana. En
este sentido, la presencia de poblaciones neandertales,
denisovanas y de humanos modernos nos está indicando
que existió flujo genético entre las distintas poblaciones y

111
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que las que salieron de África se mezclaron, a su vez, con


las que se encontraron a lo largo del camino, con otras
poblaciones ya existentes. Esto nos reafirma en distintas
ideas: en primer lugar, que no podemos relacionar los lina-
jes genéticos con especies biológicas; en segundo lugar, que
la humanidad ha sido muy diversa y, finalmente, que desde
hace unos centenares de miles de años la humanidad es la
misma especie.
Los restos de neandertales fueron identificados por vez
primera en el valle alemán de Neander (Düsseldorf, 1856).
Tenemos, sin embargo, constancia de descubrimientos ante-
riores que no fueron identificados como tales, y que solo
después de la definición hecha a partir del fósil alemán fue-
ron reconocidos como neandertales. Nos referimos a los de
Engis, en Bélgica, encontrados el año 1828, o los de Gibraltar,
en el año 1848. Por su lado, los denisovanos fueron identifi-
cados por primera vez en 2010 a partir de los restos humanos
hallados en las cuevas de Denisova en Siberia, y se trata de la
primera vez en que se identifica una población humana a par-
tir exclusivamente de datos genéticos, a los que actualmente
se han sumado distintos fósiles.

6.1. Características de los neandertales

Los neandertales fueron definidos por King en 1864 a


partir de criterios fundamentados básicamente en cuestiones
morales y de capacidades cognitivas. De ahí que en la con-
ciencia colectiva aún exista esa idea de vincular a los nean-
dertales con una humanidad de inteligencia inferior. De ello,
se ha derivado la manera como clasificar a estas poblaciones,

112
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

por ejemplo, en la década de los años ochenta y noventa del


pasado siglo se tendía a considerarlas como Homo sapiens nean-
derthalensis, mientras que decenios más tarde se empezaron a
considerar Homo neanderthalensis. La controversia nos remitía
a si consideramos estos homínidos como una subespecie de
la nuestra, Homo sapiens (en contraposición con los huma-
nos anatómicamente modernos, los Homo sapiens sapiens) o
si, definitivamente, consideramos a los neandertales como
una especie separada, Homo neanderthalensis. Lógicamente, la
cuestión surge cuando nos planteamos saber cuánto tiempo
pasaron aislados, evolucionando por separado unos y otros,
y si el tiempo fue suficiente para separar a las poblaciones
genéticamente.
Los primeros estudios genéticos sobre el ADN mito-
condrial, en 1987, de las poblaciones modernas y de los
neandertales, en 1997, permitieron sentar las bases para
diferenciar las dos poblaciones, neandertales y humanos
modernos, como dos especies diferenciadas. Hoy en día,
los estudios genéticos nos indican lo contrario y señalan
que probablemente las poblaciones europeas (neanderta-
les) y asiáticas (denisovanos) se empezaron a diferenciar
hace unos 500 ka. Sin embargo, entre estas poblaciones y
también en relación a las poblaciones africanas que darían
lugar a los humanos modernos debió existir flujo genético,
y no pasó tiempo suficiente como para aislarlas en especies
diferentes. Esto parece confirmado también por los análisis
de distintos fósiles y poblaciones humanas actuales que
nos indica que, hubo mezcla entre aquellas. Tenemos ejem-
plos entre denisovanos y neandertales, y entre estos y huma-
nos modernos. Todo ello nos indica, que desde un punto de
vista biológico, no podemos considerar a estas poblaciones

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Editorial UOC Introducción a la prehistoria

como especies diferenciadas, sino que formarían parte de la


variabilidad humana.
Físicamente, los neandertales eran muy corpulentos, con
un cráneo grande, poco desarrollo frontal y fuertes arcos
supraorbitarios, prognatismo facial, obertura nasal amplia,
protuberancia posterior del occipital y mandíbula robusta
sin mentón. Su capacidad craneal (1.500 cm3) era de media
superior a la de los humanos actuales. Se calcula que tenían
una altura de aproximadamente 1,7 m y un peso de 70 kg.
Sus restos se encuentran por Europa y en algunos sitios del
Próximo Oriente (Turquía, Irak, Irán, el Cáucaso, etc.) en
una cronología entre los 250 ka y hasta hace unos 40 ka,
aunque en la península ibérica su desaparición podría ser
algo más moderna.
Algunos estudios genéticos (MC1R) han podido iden-
tificar el fenotipo pelirrojo entre algunos neandertales,
ojos oscuros y piel clara. Esto no significa que todos ellos
presentaran este aspecto. Se ha identificado también el gen
relacionado con la capacidad motora del habla, el receptor
del gusto amargo y la presencia de un sistema sanguíneo
parecido al nuestro.

6.2. El Paleolítico medio

6.2.1. Las industrias líticas

El periodo de tiempo donde encontramos neandertales


suele llamarse Paleolítico medio. Los artefactos arqueológicos
que se recuperan en los yacimientos son fundamentalmente
los restos óseos de los animales que consumían e industria

114
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

lítica. A estas industrias, a su vez, se las denomina Musteriense


(por el yacimiento francés de Le Moustier). Dichas industrias
presentan unas diferencias tecnológicas que permiten dife-
renciarlas de las anteriores del Paleolítico inferior, aunque hay
un claro vínculo entre ellas.
La característica más definitoria es la técnica de talla prede-
terminada o Levallois, que si bien ya está presente a finales del
Paleolítico inferior, se generalizará en este momento. Se trata
de una preparación del núcleo, que queda preconfigurado para
ir obteniendo una serie de lascas de morfología bastante estan-
darizada. Además, en este momento tienden a desaparecer los
útiles de gran formato que caracterizaban el periodo anterior.
En este momento, aparecen nuevos instrumentos más
especializados y, por lo tanto, más efectivos para realizar fun-
ciones más específicas. Algunas de las piezas retocadas más
típicas del musteriense son:

La raedera: elemento con retoque simple lateral y/o transver-


sal, idóneo para el trabajo de las pieles y su uso como cuchillo.
La punta: elemento con retoque simple lateral por sus dos
-
taría de puntas de lanzas destinadas a ser utilizadas con
mango de madera.
Los denticulados: piezas con los bordes retocados en forma
-
jándolo irregular. Su funcionalidad parece estar relaciona-
da, en la mayoría de los casos, con el trabajo de la madera.

Los tecnocomplejos del Paleolítico medio presentan una


gran variabilidad. A partir de estos elementos líticos, de su
presencia o ausencia o incluso de sus proporciones, Bordes

115
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

planteó, en los años sesenta, distintas agrupaciones que gene-


raron un debate muy intenso. Así, diferenció un Musteriense de
tradición achelense con presencia de bifaces, un Musteriense típico
con un número importante de raederas y puntas, un Charentiense
tipo Quina, con ausencia de técnica Levallois, pocos denticu-
lados y raederas de diversos modelos, y otro tipo, Ferrassie,
con el mismo tipo de útiles, pero con presencia de técnica
Levallois y un Musteriense de denticulados que, como indica su
nombre, se caracteriza por un elevado porcentaje de piezas
denticuladas (véase la figura 7).
En general, los diferentes grupos musterienses no parecen
tener una explicación geográfica o cronológica en la Europa
del Paleolítico medio. La hipótesis de Bordes para explicar
tal variabilidad se centraba en el hecho de que cada tipo
fuese el resultado de tradiciones culturales autónomas que se
desplazaban por diversos territorios. A dicho planteamiento
se opuso Binford, que proponía una explicación de tipo fun-
cional. Los diferentes grupos se explicarían por las diversas
actividades realizadas en cada yacimiento. Actualmente, los
estudios de traceología tampoco parecen corroborar total-
mente las hipótesis de Binford, por lo que hoy se acepta que
las causas de la diversidad del musteriense pueden ser en parte
debidas a diferentes funciones del asentamiento y en parte a
tradiciones culturales de los grupos humanos. Este clásico
debate ha revivido recientemente con nuevos enfoques, sin
embargo, es probable que estas interpretaciones conduzcan
al mismo punto muerto que se alcanzó anteriormente hace
cuarenta años.
Independientemente del Musteriense europeo, se localizan
industrias parecidas en la misma cronología en otras partes
ocupadas por poblaciones de homínidos en esa misma época.

116
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Figura 7. Utensilios del Paleolítico medio del sureste de Francia

1 a 4: Charentiense de tipo Ferrassie tardío. 5 a 9: Charentiense de tipo Ferrassie. 10 a 13: Levalloisiense.


Raederas laterales (5, 6, 7, 10, 11), raederas transversales sobre lasca (2, 3, 4, 8, 9), raederas sobre lascas
Levallois (12, 13).

Fuente: A. Leroi-Gourhan (1978). La prehistoria. Barcelona: Labor

Es el caso del ateriense en el norte de África o el amu-


diense en el Próximo Oriente. Las industrias no europeas,

117
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

no por menos conocidas, dejan de tener la importancia que


emana de una producción hecha por los neandertales en Asia
y África. Sin embargo, hay que reconocer que en buena parte
la investigación y la definición de fases y de tecnocomplejos
durante esta fase de la prehistoria se ha centrado desde hace
tiempo en Europa, lo que ha marcado nomenclaturas y otros
tipos de circunstancias.

6.2.2. Otros aspectos culturales del Paleolítico


medio. El modo de vida de los neandertales
y las manifestaciones simbólicas

En los últimos años, uno de los aspectos que más ha lla-


mado la atención es el relacionado con la complejidad social
de los neandertales. De ello, podemos destacar la información
que se deriva de los resultados de los estudios genéticos del
yacimiento asturiano del Sidrón en la península ibérica. En
este yacimiento se han recuperado los restos humanos de lo
que probablemente fue un grupo contemporáneo de doce
individuos emparentados entre sí. En esta comunidad había
tres linajes maternales, once individuos forman parte de dos
linajes. Los adultos machos forman parte del mismo linaje,
es decir, son familia, mientras que las hembras no, esto nos
indica que el patrón de residencia de este grupo esté marcado
por la línea masculina, que es lo que conocemos como patri-
localidad. También sabemos que como mínimo hay tres años
entre nacimientos, ya que una hembra adulta, un juvenil y un
infantil son de la misma familia. Se trata de un patrón habi-
tual en muchos primates y también en sociedades cazadoras
y recolectoras, aunque como es obvio, la diversidad de for-
mas de organización social debió ser mucho más variada. En

118
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

este sentido también, las huellas de las pisadas de un grupo


neandertal en las playas de Normandía sugiere que en este
caso el grupo estaría formado por entre diez y trece indivi-
duos, mayoritariamente niños.
La dieta de los neandertales seguramente fue como la de
otros cazadores-recolectores. Los estudios antropológicos nos
indican que los grupos actuales obtienen sus recursos alimenti-
cios de un amplio conjunto de productos, en los cuales tienen
un importante peso los frutos, los tubérculos y raíces, la miel,
además de la carne y los recursos marinos; sin embargo,
la mayor parte de estos productos no han dejado señal en
el registro arqueológico. Normalmente, en los yacimientos
arqueológicos ocupados por los neandertales, lo que comían
está intrínsecamente relacionado con las zonas geográficas
que habitaron; así, en los yacimientos ubicados en grandes
valles, se alimentaban de grandes bóvidos y caballos, mien-
tras que en los de montaña comían cabras y rebecos. Los
yacimientos costeros nos indican que aprovechaban también
recursos marinos, como se ha documentado en distintos

Figueira Brava), donde hay evidencias de peces, mamíferos


marinos y marisco. También sabemos que practicaban la caza
menor y consumían animales de talla pequeña, como tortu-
gas, aves o incluso conejos.
Más difícil es el registro de recursos vegetales dado que
son perecederos; sin embargo, en algún yacimiento se ha
documentado el consumo de piñones. Por otro lado, el análi-
sis del cálculo dental o sarro de los dientes neandertales nos
indica la presencia, entre otros, de especies como la manzani-
lla o la milenrama, conocidas por sus propiedades digestivas
y antiinflamatorias, y de álamo, que contiene ácido salicílico,

119
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

un analgésico natural. Desconocemos por el momento si


los neandertales tenían un amplio conocimiento de las plantas
medicinales, como sí tienen en la actualidad algunos grupos
nativos, donde incluso existe la figura del medicine man o chamán.
Por otro lado, hay otros argumentos que nos indican que
los neandertales tenían un mundo simbólico muy desarrolla-
do. Las excavaciones documentan la presencia de esqueletos
en conexión anatómica y bastante completos, a diferencia
de lo que sucede en momentos anteriores, señalando un
comportamiento funerario, como los casos de, Shanidar
(norte de Irak), Teshik-Tash (Uzbequistán) o la Chapelle
aux Saints (Francia). Estos restos, entre otras muchas cosas,
demuestran que había una fuerte mortandad infantil (hay
muchos más casos de enterramientos de niños) y expresan
la protección y el mantenimiento por parte de la comunidad
de algunos individuos muy viejos que no podrían valerse por
sí mismos.
Dicho comportamiento funerario se manifiesta no solo
en enterramientos, sino también en otras manipulaciones
post mortem de los individuos. La presencia de huesos huma-
nos canibalizados es muy antigua, tenemos evidencias en
Sterkfontein (Sudáfrica), con 2,4 Ma; en Bodo (Etiopia), con
600 ka, o en Atapuerca (España), hace 700 ka. En el caso de
los neandertales, debemos mencionar los casos del yacimien-
to de Krapina (Eslovenia), donde se han localizado huesos
con marcas de descarnación y manipulación post mortem.
Estos se han interpretado como actividades de canibalismo
ritual. En el caso de la cueva del Sidrón, un 10 % de los
huesos presenta evidencias de canibalismo relacionado con
golpes contundentes de descuartizamiento y desmembración,
procesos relacionados con la extracción de la piel (falanges y

120
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

axis) y la evisceración (costillas). Hay también evidencias de


fracturas y mordiscos para consumir la médula ósea.
El mundo simbólico de los neandertales es mucho mas
complejo, como veremos en el apartado destinado al arte.
Hoy sabemos que probablemente fueron los primeros en
fabricar elementos de adorno personal, como colgantes de
huesos y dientes perforados, utilizaron también pigmentos
de colores negros y rojos que podrían estar relacionados con
arte corporal y se ha documentado la manipulación de garras
y huesos de aves (para la extracción de plumas) con funcio-
nalidades probablemente simbólicas. Por otro lado, las data-
ciones de algunas de las manifestaciones artísticas en cuevas
paleolíticas, nos remiten también a los neandertales.

7. La aparición y la expansión de los humanos


anatómicamente modernos

7.1. El origen del Homo sapiens y su expansión


por el planeta

Si los neandertales eran fruto de una evolución de las


poblaciones europeas, parece claro que los humanos ana-
tómicamente modernos (Homo sapiens) tenemos un origen
africano. Mientras que en Europa, a partir de los 500 ka,
podíamos seguir el rastro de las poblaciones que gradualmente
evolucionaban hacia los neandertales, en África, para el mismo
momento, disponemos de un menor número de fósiles.
Algunos investigadores consideran las formas más antiguas
dentro del mismo cajón que las europeas y por eso han utili-

121
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

axis) y la evisceración (costillas). Hay también evidencias de


fracturas y mordiscos para consumir la médula ósea.
El mundo simbólico de los neandertales es mucho mas
complejo, como veremos en el apartado destinado al arte.
Hoy sabemos que probablemente fueron los primeros en
fabricar elementos de adorno personal, como colgantes de
huesos y dientes perforados, utilizaron también pigmentos
de colores negros y rojos que podrían estar relacionados con
arte corporal y se ha documentado la manipulación de garras
y huesos de aves (para la extracción de plumas) con funcio-
nalidades probablemente simbólicas. Por otro lado, las data-
ciones de algunas de las manifestaciones artísticas en cuevas
paleolíticas, nos remiten también a los neandertales.

7. La aparición y la expansión de los humanos


anatómicamente modernos

7.1. El origen del Homo sapiens y su expansión


por el planeta

Si los neandertales eran fruto de una evolución de las


poblaciones europeas, parece claro que los humanos ana-
tómicamente modernos (Homo sapiens) tenemos un origen
africano. Mientras que en Europa, a partir de los 500 ka,
podíamos seguir el rastro de las poblaciones que gradualmente
evolucionaban hacia los neandertales, en África, para el mismo
momento, disponemos de un menor número de fósiles.
Algunos investigadores consideran las formas más antiguas
dentro del mismo cajón que las europeas y por eso han utili-

121
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

zado también la nomenclatura de Homo heidelbergensis para las


poblaciones del Pleistoceno medio, dentro de los cuales desta-
caría el cráneo de Bodo de 600 ka. Hay quien considera estas
formas más evolucionadas y, por lo tanto, como una especie
diferenciada (Homo rhodesiensis) que presentaría rasgos anató-
micos más evolucionados y próximos a los humanos moder-
nos, dentro de los cuales podemos destacar el cráneo de Kabwe
(Zambia). Lo cierto es que las semejanzas entre las formas
europeas y las africanas son muchas; el mejor ejemplo es su
constante proceso de expansión de la bóveda craneal, entre
1.200 y 1.400 cm3. Otras características que vemos en estas
poblaciones son la ampliación del frontal, la disminución del
tamaño de los dientes, una nariz más abierta, órbitas más gran-
des y más separadas y un torus supraorbital dividido en dos
partes separadas. Hay algunos fósiles asiáticos similares, como
los de Dali o Yunxian.
Con posterioridad, disponemos de pocos fósiles verda-
deramente significativos en África hasta hace unos 150 ka
y, en especial a partir de 100 ka, cuando en África, pero
especialmente en el Próximo Oriente, se identificaban restos
evidentemente claros de Homo sapiens (Klasies River Mouth y
Die Kelders, en Sudáfrica, y Qafzeh y Skhul, en Israel). Los
datos arqueológicos y genéticos han contribuido en los últi-
mos años a esclarecer el origen de la humanidad moderna.
En un primer momento, los estudios genéticos (del ADN
mitocondrial de las poblaciones humanas actuales) llevaron a
situar el origen de las poblaciones humanas en algún punto de
África entre hace 200 ka y 150 ka. Tal hipótesis es lo que se
ha llegado a conocer como «teoría de la Eva africana», «Eva
mitocondrial» o «Eva negra», por aspectos concretos de dicho
tipo de estudios. En este trabajo se observó la existencia de

122
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

dos grandes grupos; en uno se encontraba solo ADN africa-


no, mientras que en el otro había ADN del resto y africano.
También se determinó que el ADN africano presentaba
mayor variabilidad, lo que significaba que tenía un origen
anterior y, por lo tanto, era más antiguo. Aunque dicha teoría
fue criticada en determinados puntos, los descubrimientos
arqueológicos y de nuevos fósiles parece que han ido confir-
mando dicha hipótesis. En el yacimiento de Herto (Etiopía)
se han recuperado dos cráneos muy completos y con claros
rasgos anatómicos de Homo sapiens, datados alrededor de
160 ka. Se trata de cráneos largos y altos, caras muy verticales
y un torus supraorbital aún divididos. Estos restos humanos,
que fueron considerados a nivel de subespecie (Homo sapiens
idaltu) tuvieron algún tipo de tratamiento post mortem, ya que
los huesos presentan señales de haber sido manipulados. En
Omo-Kibish 1 (Etiopia), se ha estudiado y datado de nuevo
el yacimiento, y sitúan los fósiles de humanos modernos
más antiguos en una cronología de 195 ka. Resultados cohe-
rentes con la genética, que sitúa la divergencia alrededor de
300 ka.
A partir de este momento, los humanos anatómicamente
modernos se habrían ido expandiendo y cruzándose por el
camino con otras formas humanas que acabarían por desapare-
cer. Los fósiles ya comentados del Próximo Oriente evidencian
una salida de África muy temprana, quizás hace aproximada-
mente 100 ka, cuando neandertales y humanos modernos se
encontraron. Tras una irradiación de tipo meridional, llegarían
al sudeste asiático y, desde aquí, y por primera vez a través de
una estrecha línea de mar, alcanzaron Australia hace entre 60 ka
y 50 ka. De la misma manera, y tras superar algunas cadenas
montañosas y algunas masas glaciares, los humanos modernos

123
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

llegaron a Europa hace unos 40 ka y se implantaron definiti-


vamente, sustituyendo a las poblaciones neandertales. Por el
extremo oriental del continente euroasiático, y en un momento
frío que dejaba al descubierto la Beringia (brazo de tierra que
une la Siberia Oriental y Alaska y que hoy está sumergido
bajo un poco profundo mar de Bering), las poblaciones huma-
nas se introdujeron en las últimas grandes masas continentales
vírgenes. Aunque la cronología de este evento es controvertida,
una serie de evidencias en el registro nos hacen pensar que la
colonización definitiva de América no se produjo antes de hace
15 ka. No debemos olvidar, sin embargo, un conjunto cada
vez mayor de dataciones que nos remiten a lo que podrían ser
ocupaciones esporádicas anteriores a este evento, desde hace
unos 30 ka.
Las características físicas del Homo sapiens son una obvie-
dad, puesto que toda la humanidad pertenece a esta especie.
En todo caso, destacaríamos un cráneo más redondeado que
sus, durante cierto tiempo, contemporáneos neandertales:
frente de crecimiento destacadamente vertical, occipucio
bajo y redondeado, fosas nasales pequeñas, arcos supraorbi-
tarios poco marcados, presencia de mentón en la mandíbu-
la. La capacidad craneal es de una media de 1.400 cm3. Al
respecto del tamaño y del peso, la humanidad actual es una
buena muestra de su gran dispersión por el planeta y de su
adaptación específica a cada tipo de ambiente. Vendría a ser
lo que entenderíamos como «polimorfismo intraespecífico»
y que ya citábamos para el caso del Homo erectus (véase la
figura 8).

124
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Figura 8. Diferencias morfológicas de los cráneos de Homo erectus (A), Homo


neanderthalensis (B) y Homo sapiens (C)

El progresivo aumento del volumen del cerebro favoreció cambios notables en la arquitectura de la bóveda
craneal; el paso de capacidades de hasta 700 cm3 en los Australopithecus a los 1.000 cm3 de Homo erectus o
los más de 1.500 cm3 del Homo sapiens comportó que la bóveda del cráneo se fuera haciendo más redon-
deada y que se desarrollara la frente. Además, podemos observar la desaparición del prognatismo y de los
arcos supraciliares, la aparición de la barbilla y la gracilización de la mandíbula.

Fuente: R. Álvarez

125
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

7.2. Humanos modernos, neandertales y algo más

En el caso del suelo europeo, la expansión de los humanos


modernos y la «desaparición de los neandertales» ha tenido
un rol importante en los debates arqueológicos. Vamos a
recapitular lo que hemos ido viendo con anterioridad para
intentar dilucidar cómo fue este proceso y la importancia de
los avances científicos. En la década de los noventa del siglo
pasado, el principal polo de atención se centró en explicar las
causas de la «desaparición» de estas poblaciones neandertales,
un debate centrado fundamentalmente en «cómo se llevó
a cabo». Las aproximaciones se hicieron desde múltiples
parcelas del conocimiento (biología, genética, arqueología,
etc.). Hay quien argumentó causas climáticas, puesto que esto
ocurre en un momento de máximo frío, hay quien defendió
causas de tipo fisiológico o inmunológico, por cuestiones
cognitivas, tecnológicas, competenciales, etc. Una segunda
cuestión que se debatía también es la de cómo se produjo la
«desaparición». Había quien planteaba una continuidad regio-
nal y, por lo tanto, la presencia de flujo genético; hay quien,
por otro lado, planteó un origen meramente africano y quien
propuso cruces. Los datos arqueológicos nos cuentan que los
humanos modernos (Homo sapiens) tenemos nuestro origen
en África hace 200 ka (Herto), mientras que, en el Próximo
Oriente, tenemos evidencias que humanos modernos y nean-
dertales conviveron en la misma zona hace unos 100 ka. Los
primeros estudios genéticos, como la teoría de la Eva africana
(1987) o el ADN mitocondrial de los neandertales (1997)
señalaban un origen africano sin mezcla de poblaciones.
La genética ha evolucionado en los últimos decenios y
los hallazgos arqueológicos han proliferado. La presencia

126
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

de restos humanos que podrían presentar rasgos de las dos


poblaciones suscitó debate, como sucedió con el caso del
yacimiento de Pe tera cu Oase (Rumanía), hecho que se vio
reforzado con la publicación del genoma neandertal en 2010.
En estos estudios se ha encontrado que hay un porcentaje
del ADN de las poblaciones europeas y asiáticas actuales que
tienen genes procedentes de los neandertales, mientras que
en los africanos subsaharianos no. Esto nos está indicando
que, o bien las poblaciones ancestrales no africanas están más
próximas a los neandertales, o bien que hubo mezcla entre
las poblaciones neandertales y las de los humanos modernos.
En este caso, se plantea que, probablemente, si fuese por
mezcla, esta se podría haber llevado a cabo en la zona del
Próximo Oriente, hecho que explicaría por qué los humanos
actuales de Nueva Guinea tienen genes de neandertales, un
lugar donde estos nunca vivieron. Esto nos estaría indican-
do que en Europa existió siempre un flujo genético entre
neandertales y humanos modernos, y si es que existió este
flujo genético, evidentemente existió un flujo cultural entre
las distintas poblaciones. Tal es así que los últimos trabajos
genéticos nos indican también que el flujo genético existió a
la inversa, y que no solo los neandertales dejaron su huella en
los humanos modernos, sino que las poblaciones ancestra-
les asiáticas de alrededor 100 ka poseían genes de humanos
modernos antes de su gran salida de África.
Por lo tanto, si humanos modernos y neandertales se cru-
zaron, esto significa que en realidad no podemos decir que
se tratase de dos especies diferentes y, consecuentemente,
tampoco podemos decir que los neandertales como especie
desparecieran, pues como nosotros mismos somos la misma
especie, seguimos existiendo. Quizás más allá de intentar

127
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

poner líneas rojas con la genética moderna en intentar discer-


nir «especies» y «flujos» lo que simplemente aconteció con los
neandertales es que su mundo, su cultura, sus tradiciones y su
organización como sociedad de la Europa de hace aproxima-
damente 40 ka desapareció y se fundió con una nueva forma
de organizarse que representaba la llegada de nuevas poblacio-
nes procedentes de África y mucho más numerosas, igual que
acontece con tantos otros procesos migratorios.
El sur de Europa, y en especial la península ibérica, es uno
de los principales lugares del mundo donde se ha focalizado
el debate de esta «desaparición», ya que, al parecer, esta zona
fue de las últimas donde los humanos modernos llegaron y, en
consecuencia, los neandertales desaparecieron. Se trata de un
debate que ha generado mucha controversia, puesto que este
momento se sitúa cronológicamente en el límite de datación
del radiocarbono, y esto ha generado mucha confusión debido
a que las muestras están sujetas a los efectos de contaminantes
modernos. Según los datos actuales, parece ser que los últi-
mos neandertales ibéricos vivieron hace alrededor de 37,5 ka,
unos 1.500 o 2.000 años más que en el resto de Europa.
Las investigaciones sobre la evolución de los humanos
modernos se ha desarrollado ampliamente en Europa y
África, así como en el corredor del Levante; sin embargo,
el continente asiático sigue siendo un gran desconocido.
Ya vimos con anterioridad el caso de los denisovanos. Los
hallazgos de fósiles nos demuestran la complejidad de este
proceso, que fundamentalmente se centra en determinar si
en esta zona las poblaciones más recientes son el resultado de
la supervivencia de poblaciones arcaicas que evolucionaron
de maneras aisladas o bien se trata de distintas oleadas de
humanos modernos, como se ha reflejado en el caso de los

128
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

restos humanos de Longlin Cave y Maludong. En este senti-


do, están también los restos de Homo floresiensis en la cueva de
Liang Bua. Se trata de restos humanos de pequeña estatura,
1 m aproximadamente, y capacidades craneales de 380 cm3.
Cronológicamente se sitúan entre los 100 y 50 ka. También
en Filipinas se han documentado restos humanos de pequeña
estatura, tanto en el Paleolítico (Homo luzonensis), datados en
65 ka, como durante el Holoceno.

8. El Paleolítico superior europeo

El término Paleolítico superior tiene validez solamente para


la zona geográfica europea y para algunas áreas cercanas y
limítrofes, como ya pasaba con el Paleolítico medio. En este
momento y en este territorio encontramos diferencias y nove-
dades en la cultura material en relación con periodos anterio-
res. Este periodo se definió inicialmente por la presencia de
la talla laminar y la aparición de los humanos anatómicamente
modernos. Hoy en día, sabemos que este tipo de talla lítica ya
estuvo presente en los últimos neandertales, por lo que den-
tro de este periodo podemos incluir tanto los complejos de
transición de los últimos neandertales como la llegada de los
primeros humanos anatómicamente modernos, alrededor de
hace 40 ka. Y, de forma un tanto arbitraria, concluye con el
fin del Pleistoceno, hace ahora aproximadamente unos 10 ka.
Las principales características de este momento son:

En la tecnología lítica se generaliza la «talla laminar», que


consiste en producir soportes estandarizados más alargados

129
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

(laminas u hojas) en lugar de anchos (lascas), esto permite


economizar la materia prima, poder hacer útiles más es-
pecializados y fabricar elementos más pequeños, general-
mente compuestos.
A su vez, generalización de nuevas materias primas para la
fabricación de nuevos útiles, como en el caso de la indus-
tria ósea. Si bien está documentado el uso del hueso con
anterioridad, este se generaliza en este momento. Ahora
encontramos elementos como agujas y arpones fabricados
con una tecnología propia (aserrados, pulidos, etc.). En
África, hay distintos yacimientos con útiles sobre hueso,
como Katanda (República Popular del Congo), datados

o Blombos Cave de 80 ka.

como nuevas estrategias ocupacionales. Pese a que no se


abandonan las ocupaciones de cuevas, lo cierto es que los
yacimientos parecen estar más intensamente ocupados y
son más frecuentes los poblados al aire libre. Estos segu-
ramente estarían formados por estructuras de hábitat de
diferentes aspectos: tenemos cabañas modelo «tipi» en
Pincevent, Francia, o estructuras semiglobulares realizadas
con huesos de mamut en las estepas del centro y este de
Europa, conocidas desde el Paleolítico medio, pero ahora
con casos tan claros como los de Mezhirich, en Ucrania.
Nuevas estrategias de caza y generalización del espectro
alimentario a otras presas poco explotadas hasta el mo-
mento (aves, peces), seguramente debido también a las
mejoras tecnológicas. En este sentido, debemos destacar
el uso del propulsor, instrumento que permite aumentar la

130
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

actividad menos peligrosa y más efectiva, al aumentar la


distancia entre el cazador y su presa.
En el mundo simbólico, se generalizan las manifestacio-
nes artísticas tal y como veremos en el apartado dedicado
a ello.

Entre estos debemos citar instrumentos tanto sobre pie-


dra como sobre hueso. De los útiles fabricados mediante la
talla de piedra (véase la figura 9), aunque algunos ya están
presentes en fases previas, se generalizan en este momento
los siguientes:

Los raspadores: piezas con un retoque simple frontal, lo que


les da una forma semicircular en el extremo útil. Se usaban
principalmente para el curtido de la piel.
Los buriles: elementos con un ángulo diedro o bisel ob-
tenido por golpeo, que permite su uso como los buriles
actuales. Se utilizarían fundamentalmente para grabar/ra-
nurar materias duras como la madera, el hueso o la piedra,
-
«artística»
paredes o elementos muebles).
Los elementos de dorso rebajado
que, mediante retoques abruptos, verticales, que destruyen

la que se enmanga y la parte no rebajada, aún cortante, el


elemento activo de la pieza. Según el tipo de rebaje, la pieza
puede usarse como punta, cuchillo, elemento lateral de un
proyectil, etc.

131
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 9. Hoja de sílex

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

Las puntas foliáceas: las puntas trabajadas con retoque plano,


hecho por presión, no por percusión, son típicas de un
momento muy concreto (solutrense); son muy especializa-
das y su uso debía limitarse a ser las partes activas de lanzas

Con respecto a los elementos trabajados sobre soporte


óseo, podemos destacar, entre otros:

Las azagayas: son puntas hechas sobre hueso o asta. Es


un elemento generalizado, pero las diferentes morfo-
logías, especialmente en la base, permiten darles una

132
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

dobles, cortos o de hasta dos tercios de la longitud de la


azagaya, etc.
Los bastones perforados: son elementos alargados, con una
perforación redondeada en la parte distal y que suelen estar
decorados. Se desconoce la función de estos instrumen-
tos, aunque algunas interpretaciones señalan que se podría

azagayas.
Las agujas
apuntadas por un extremo y perforadas por el otro. Esto
nos demuestra que, en las fases más avanzadas del Paleo-
lítico superior, cuando estas aparecen, se confeccionarían
vestidos realizados con retales de piel cosidos.
Los arpones: estaban hechos sobre hueso o sobre asta de

pueden diferenciarse dos modelos según tengan una o dos


hileras de dientes. Su uso está relacionado con la pesca y la
caza de grandes mamíferos.

Además de estos elementos, hay otros más minoritarios,


como espátulas, cabezas de propulsor, anzuelos, elementos
ornamentales, etc.
Durante el Paleolítico superior europeo, en general, la
mayor estandarización de las industrias líticas ha permitido
establecer una secuencia cultural en base a las investigacio-
nes de principios de siglo xx en Francia. Hoy, este esquema
superado y mejorado dada la diversidad de conjunto del suelo
europeo, sigue siendo una base fundamental para definir las
características de la cultura material. Estas etapas reciben
su nombre de yacimientos epónimos franceses o de regio-

133
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

nes del mismo país, donde se localizaron por primera vez


yacimientos del periodo estudiado. Además de estos grupos
principales, hay un conjunto de culturas que se localizan de
forma mucho más precisa en diferentes regiones de Europa.
Debemos decir que la cierta homogeneidad cultural que
se había observado hasta inicios del Paleolítico superior se
rompe en este momento y empiezan a surgir muchas evolu-
ciones industriales de tipo regional.
Las principales cronoculturas que los conjuntos materiales
nos permiten establecer son:

Industrias preauriñacienses de transición. Estas industrias pre-

tipo de fósiles directores: Bachokirense (Rumanía, Bulga-


ria, etc.), Uluzzense (Italia), Bohunicense (Centroeuropa).
En Francia y la península ibérica destaca el Chatelperronien-
se (40.000-35.000 años BP). Se trata de una cultura vincu-

es la punta de Chatelperron, una lámina u hoja apuntada con


el borde ligeramente curvado. Hay también industria en
hueso.
Auriñaciense (38.000-25.000 años BP, y según áreas geográ-
ca-
renados, como raspadores, muchos de ellos de frente
destacado. También hay gran presencia de láminas y la-
minitas de dorso, y de grandes láminas estranguladas. En
cuanto a la industria ósea, destacan las azagayas losángicas
y de base hendida.

134
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

Gravetiense -
cas). El elemento característico de este momento es la pun-
ta de la Gravette, gran elemento de dorso acabado en punta.
Otros útiles típicos son las láminas de dorso rebajado, las
raederas, etc. Como veremos en otro apartado, también en

y de animales (arte mueble) en la Europa oriental y central.

«Perigordiense superior» (el Perigordiense inferior y medio


corresponderían a las fases anteriormente citadas).
Solutrense (20.000-17.000 años BP aproximadamente, y se-
más
regional y de menor extensión cronológica de las corres-
pondientes al Paleolítico superior; de hecho, se encuentra
limitada casi exclusivamente a la península ibérica y Fran-
cia. El elemento más característico es la presencia de las
piezas con retoque plano: las puntas en forma de hoja
de laurel o de sauce (comunes a todo el territorio solutren-
se), las puntas con aletas y pedúnculo (restringidas a cier-
tas zonas peninsulares ibéricas), las puntas con pedúnculo
desviado, etc.
Magdaleniense (17.000-10.000 años BP aproximadamente, y
s
el gran desarrollo de los utensilios realizados sobre sopor-
te óseo (arpones, agujas, azagayas, etc.). Entre la industria
lítica dominan los buriles, que, evidentemente, deben estar
relacionados con el frecuente trabajo del hueso, los raspa-
dores y las puntas y laminitas de dorso rebajado (véase la

135
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 10. Arpones magdalenienses

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

9. Las manifestaciones artísticas del Paleolítico


9.1. El mundo de lo simbólico y el origen del arte

El mundo de «lo simbólico», durante el Paleolítico, se


puede explorar de distintas formas, pero quizás aquellas que
han centrado la atención de la mayor parte de los investi-

136
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

gadores han sido las prácticas funerarias y los objetos de


adorno como primera muestra de arte. Durante decenios, los
europeos pensábamos que los grupos cazadores-recolectores
del Paleolítico diferían de nosotros fundamentalmente por la
ausencia de un mundo simbólico y cultural desarrollado. Tal
fue el impacto del descubrimiento de la cueva de Altamira,
y su posterior debate científico, que llegó a poner un punto
final a estas discusiones.
No entraremos en detalle a hablar de las practicas fune-
rarias. En los últimos años el estudio de ciertos primates,
como chimpancés y bonobos, ha despertado interés como
elemento de comparación de los primeros homininos.
Sabemos que en ciertas ocasiones manifiestan una conducta
diferenciada respecto a la muerte. Durante el Paleolítico, ya
hemos visto cómo el canibalismo estuvo presente en ciertos
momentos, ya fuese simbólico, o bien tuviese cualquier otro
significado.
También durante el Paleolítico inferior observamos la pre-
sencia de espacios destinados albergar cuerpos humanos, esto
se ha interpretado como evidencia de prácticas simbólicas, o
bien como resultado de otro tipo de actividades. Destacan
los diecisiete Australopithecus afarensis del yacimiento de Hadar
(Etiopia, 3 Ma), los quince individuos de Homo naledi en
Rising Star Cave (Sudáfrica) o los veintiocho cuerpos de la
Sima de los Huesos. A partir del Paleolítico medio y superior,
se generalizan las prácticas funerarias, con enterramientos
neandertales y de humanos anatómicamente modernos (La
Ferrassie, Skhul, Qafzeh, Tamarasa Hill, Lago Mungo, Lagar
Velho, Barma Grande, etc.)
Por otra parte, tenemos evidencias concretas de cier-
tos elementos que podrían situar los orígenes del arte en

137
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

cronologías muy antiguas. Deberíamos citar, entre estos


casos, el hueso con marcas del yacimiento de Bilzingsleben
(Alemania), de hace 300 ka, con incisiones que parecen mos-
trar una cierta ritmicidad y diseño. En segundo lugar, destaca
el caso de la cueva de Bruniquel (Francia), en cuyo interior
se han documentado dos grandes construcciones anulares
confeccionadas con estalagmitas, a unos 300 m de la entrada
y con señales de haber sido alteradas por fuego con hace
alrededor de 175 ka. Junto con ellas, otras cuatro estructuras
más, de dimensiones más reducidas, completan este conjunto
que posiblemente pudo tener un significado simbólico.
En Asia hay también evidencias muy antiguas, de las
cuales destacan los fragmentos óseos con líneas grabadas,
algunos de los cuales están rellenos de ocre, que se encuen-
tran en el sitio de Lingjing y han sido datados en 125-105 ka.
En Europa tenemos otras evidencias muy antiguas, como
la presencia de conchas con pigmentos ocres y amarillos de la
Cueva de los Aviones, de 120-115 ka. Por otro lado, en África,
se documentan una serie de placas grabadas con motivos
geométricos y pintadas con ocre en el yacimiento de la cueva
de Blombos, en Sudáfrica. Junto con estos elementos, en este
mismo yacimiento hay también de un conjunto de conchas
marinas perforadas que corresponderían a objetos de decora-
ción personal, los más antiguos del registro arqueológico, con
unas edades de entre 75 y 100 ka, A partir de este momento,
las evidencias en el registro arqueológico se generalizan, tanto
en la presencia de los ornamentos personales como en el arte
de las cuevas que veremos de manera detallada. Por el renom-
bre del arte paleolítico europeo, hemos creído oportuno dedi-
carle un apartado diferenciado en este capítulo dedicado a las
primeras sociedades cazadoras-recolectoras.

138
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

9.2. La tipología del arte Paleolítico europeo

Deberíamos distinguir dos tipos de manifestaciones artís-


ticas según sean su soporte: el arte mueble y el arte parietal
o rupestre.

9.2.1. El arte mueble y los adornos

Nos referimos a aquellos objetos decorados que podrían


trasladarse. Entre estos encontramos algunos elementos artís-
ticos en sí mismos (estatuillas, placas pintadas o grabadas)
y otros que son elementos funcionales (arpones, azagayas,
propulsores), que están decorados. El soporte del arte mueble
puede ser muy variado —piedra, hueso, asta, marfil, arcilla,
etc.— y las técnicas pueden ser la escultura, el grabado o la
pintura, esta última en las plaquetas de hueso o piedra.
Con respecto a la temática, la representación humana, espe-
cialmente la femenina, es relativamente abundante. Las famosas
Venus paleolíticas que representan figuras femeninas (véase la
figura 11) con determinados caracteres sexuales muy marcados
(Willendorf, Lespugue, Brassempouy) son características del
Gravetiense, aunque también encontramos otro tipo de figuras
femeninas, muy esquematizadas, en el Magdaleniense. En el
Gravetiense igualmente encontramos estatuillas de animales
(Vogelherd). Durante el Solutrense y el Magdaleniense encon-
tramos un gran número de plaquetas grabadas y pintadas en
piedra (Parpalló) y en hueso (El Castillo). Del Magdaleniense
son característicos los contornos recortados, piezas que repre-
sentan cabezas de animales realizadas sobre un hueso plano
muy determinado: el hioides. También durante este periodo es
cuando la industria ósea se decora con diferentes motivos figu-

139
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

rativos y abstractos, y cuando aparecen con mayor profusión


los objetos de decoración realizados sobre dientes de mamífe-
ros o conchas de moluscos marinos.

Figura 11. Venus de Willendorf y Venus de Lespugue

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

La presencia de elementos de adorno ha ido cada vez más


en aumento. Además de los colgantes de la cueva de Blombos,
sabemos que los neandertales aprovecharon las plumas y
las garras de cierto tipo de aves, en especial las rapaces (en
Krapina, o Fumane). Uno de los casos más paradigmáticos es
el del yacimiento de la Grotte du Renne (Francia), atribuido al
tecnocomplejo chatelperroniense en el cual se descubrieron
numerosos objetos colgantes y de adorno. A medida que nos

140
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

adentramos en el Paleolítico superior, el número de ornamen-


tos es cada vez más abundante. Los cérvidos son uno de los
animales más utilizados para el arte mueble, desde la escápula a
los dientes caninos o las astas. El marfil también era utilizado,
especialmente para realizar figurillas, por su homogeneidad en
la superficie y su volumen, como en el caso de la Cueva de
Hohle Fels. Por el contrario, las conchas normalmente apa-
recen sin decorar y se utilizaban como colgantes, cuentas o
como incrustaciones en vestimentas. Aparte de los elementos
de adorno personal, también tenemos documentado el uso de
pigmentos, normalmente se trata de tonos rojizos y amarillen-
tos, así como lápices de manganeso de color negro.

9.2.2. El arte rupestre

El arte parietal o rupestre es el conjunto de pinturas,


grabados y relieves realizados en las paredes. Generalmente,
estas manifestaciones se realizan en el fondo de las cuevas,
pero en la actualidad conocemos diversos casos de graba-
dos hechos en superficies rocosas al aire libre (Foz Côa, en
Portugal, Siega Verde en España).
Generalmente se dibujan animales, que son las represen-
taciones más realistas y, en concreto, grandes herbívoros:
bisontes, caballos, ciervos, renos, mamuts, etc. No parece
existir una relación directa entre los animales más frecuente-
mente cazados y los animales más representados.
La figura humana está poco representada en el arte parie-
tal y nunca presenta el realismo de las figuras animales. En
general, en el arte rupestre paleolítico no hay escenas, es decir,
composiciones de figuras que parezcan interactuar entre ellas.
Un conjunto de representaciones muy significativo son los

141
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

símbolos o los elementos abstractos. Algunos son de carác-


ter más figurativo: vulvas, elementos fálicos, negativos de
manos… otros no pueden considerarse en absoluto como
representaciones figurativas: tectiformes, claviformes, formas
geométricas o alineaciones de puntos (véase la figura 12).

Figura 12. Panel con manos y otros símbolos en la cueva del Castillo, Puente
Viesgo (Cantabria)

Fuente: Foto J. Zilhão

Con respecto a las técnicas artísticas del arte parietal, tam-


bién encontramos la pintura, el grabado y el relieve. A pesar
de que hay una cierta fama de que el arte rupestre paleolítico
es un arte pictórico con policromía (en contraposición, por
ejemplo, al arte levantino, que será descrito en el capítulo dedi-
cado al Neolítico), lo cierto es que en el caso de las pinturas no

142
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

acostumbran a intervenir más de dos colores, uno empleado


para realizar la silueta y otro para rellenar la figura dibujada.
También es cierto que se suele jugar con la proporción de pig-
mento o con el color natural de la roca, algo que permite dar
a la figura diferentes tonalidades y sensación de volumen. Los
colores más característicos son el negro —obtenido de óxidos
de manganeso o de carbón vegetal— y el ocre, desde tonali-
dades rojizas hasta los amarillos, que se obtenían de óxidos de
hierro. Los pigmentos se aplicaban directamente o con ayuda
de aglutinantes grasos de origen natural (huevo, grasas de ani-
males, resina, sangre etc.) (véanse las figuras 13 y 14).
Los grabados se realizaban en las paredes con algunos ins-
trumentos duros de hueso o de piedra (buriles) o, si el soporte
era blando, con las mismas manos. Los relieves se realizaban
rebajando la piedra en superficies que de una manera natural
tenían formas que podían sugerir volúmenes (Roc de Sers) o

Figura 13. Bisonte de la cueva de Altamira (Cantabria)

Fuente: materiales UOC Prehistoria y antiguedad

143
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Figura 14. Panel de la cueva de Altamira (Cantabria)

Ortoimagen de la sala de policromos © Museo de Altamira 2. Dibujo de la sala de policromos © Museo


de Altamira

Fuente: Dibujo de Antonio J. Gómez Laguna

9.3. La cronología del arte Paleolítico

Las manifestaciones artísticas de carácter mueble no han


presentado nunca problemas de atribución cultural. Al apa-
recer en niveles arqueológicos y asociados a otros elementos
culturales más definidores, su cronología no se ha puesto
nunca en duda en la mayoría de las fases del Paleolítico supe-
rior. Tan solo las primeras manifestaciones de arte mueble,
como las de la mencionada Grotte du Renne, generaron
controversia por la atribución de sus niveles. En el caso del

144
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

arte rupestre, la situación ha sido, hasta hace pocos años,


más problemática. Su datación se basaba en la superposición
de figuras, en la correlación de las pinturas con elementos
procedentes de los yacimientos arqueológicos y en el arcaís-
mo o perfección de determinados «estilos» artísticos. La
hipótesis que resultaba más atractiva era la propuesta por
Leroi-Gourhan, que estableció la existencia de cuatro estilos
que grosso modo correspondían a las etapas auriñaciense, grave-
tiense, solutrense y magdaleniense.
En un primer momento, la incorporación de las técnicas de
datación por 14C (AMS), supuso un intento de establecer eda-
des numéricas. La materia orgánica procede de los pigmentos
(en el caso de que sea carbón vegetal) o de los aglutinantes
orgánicos. Evidentemente, dicho sistema solo ha permitido
datar una técnica del arte rupestre, la pintura. En líneas gene-
rales, en un primer momento, las dataciones obtenidas por
14C parecían refrendar las hipótesis de Leroi-Gourhan, espe-

cialmente en lo referente a las representaciones del estilo IV,


ya que se obtuvieron cronologías magdalenienses, entre 15 ka
y 10 ka: Altamira, Lascaux, Niaux, Tito Bustillo. Con pos-
terioridad se dataron cuevas con representaciones de otros
estilos. La sorpresa saltó con la cueva de Chauvet (Francia).
Sus representaciones, parecían claramente atribuibles al esti-
lo IV, pero las dataciones numéricas dieron cronologías de
inicios del Paleolítico superior. A partir de ahí se generó un
importante debate entre estilos, dataciones y cronologías. Hoy
sabemos que probablemente sea un problema de contamina-
ción de las muestras y que las edades de Chauvet no sean las
reales, con lo que el modelo estilístico sigue siendo, en cierta
forma, de gran utilidad. Por otro lado, las dataciones median-
te series de uranio de distintas cuevas con arte paleolítico de

145
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

la península ibérica, como La Pasiega, Maltravieso y Ardales


pone en evidencia que las primeras manifestaciones artísticas
en las paredes de las cuevas se remiten a los 65 ka, esto es, que
algunos elementos fueron pintados por neandertales. La pro-
blemática al respecto de la evolución estilística y cronológica
del arte rupestre paleolítico sigue abierta a pesar de los avances
en los métodos de datación.

9.4. La interpretación cultural del arte paleolítico

Conocer el sentido de las representaciones artísticas es,


tal vez, el aspecto más difícil de este tipo de registro arqueo-
lógico, y con probabilidad imposible. Evidentemente, nunca
podremos saber su significado, pues nos faltan los autores
para que puedan contextualizar las representaciones, pero
podemos intentar comprender los posibles significados
mediante distintas aproximaciones, como la etnoarqueo-
logía, es decir, estudiando sociedades que aún realizan
manifestaciones semejantes a las del Paleolítico. En este
sentido, lo primero que debemos decir es que, a partir de
esta contrastación, podemos observar que las manifestacio-
nes artísticas primitivas no tienen un único sentido y una
única funcionalidad, y no por ello existe una contradicción;
es lo que algunos antropólogos llaman «multiplicidad de
aproximaciones». En segundo lugar, es evidente que las
representaciones artísticas están relacionadas con el mundo
de las mentalidades, de la religión, como pasa también en la
mayoría del arte occidental. Las manifestaciones artísticas
suelen representar escenas arquetípicas de los mitos de
cada cultura. Si desconocemos los mitos, los panteones

146
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

de una religión, no podremos explicar sus representacio-


nes. ¿Entendería alguien las obras artísticas de la Iglesia
católica si se desconocieran las historias de la Biblia o los
Evangelios? ¿Sabría qué son unas cabecitas con alas, una
señora sobre una luna, un señor barbudo con unas llaves o
un ser sometido a tortura clavado en una cruz? Seguramente
no. Es por este motivo por el que probablemente nunca
esclareceremos el verdadero significado del arte. Por otra
parte, hay que recordar que se trata de un arte que se desa-
rrolla durante miles de años y que seguramente debió existir
una constante transformación de su significado a lo largo
del tiempo, como pasa con nuestros propios símbolos.
De todos modos, la interpretación del significado
del arte paleolítico y del arte prehistórico en general, ha
pasado por diferentes estadios según fuesen las diferentes
corrientes del pensamiento, desde su descubrimiento hasta
la actualidad.
Así, en los inicios, tras los primeros descubrimientos,
realizados por Sanz de Sautuola en Altamira en 1879, gran
parte de la comunidad científica rechazó la posibilidad de
que dichas manifestaciones fuesen fruto de las capacidades
técnicas, simbólicas y cognitivas de los humanos primitivos.
Las cosas fueron cambiando a medida que en otros puntos
de Europa se fueron descubriendo nuevos casos. Aunque a
principios del siglo xx la autoría prehistórica de dicho arte no
se ponía en duda, seguían las interpretaciones fundamentadas
en la imposibilidad de una capacidad reflexiva de sus autores.
De este modo surgió la teoría del «arte por el arte», en la idea
de que las pinturas y los grabados prehistóricos no eran más
que elementos decorativos sin ningún otro tipo de significado
o trascendencia simbólica.

147
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Las primeras interpretaciones de carácter simbólico


llegan durante la primera mitad del siglo xx, con la incor-
poración de la etnografía a la arqueología. Así, se propuso
que las figuras de animales del arte paleolítico nos remitían
a figuras totémicas de los grupos cazadores del Paleolítico
superior. Las principales críticas a este modelo se centraban
en las pocas especies representadas (¿Existirían, pues, muy
pocos clanes?) o en la imposibilidad de explicar las represen-
taciones simbólicas y abstractas. Otra hipótesis, desarrollada
fundamentalmente por el prehistoriador francés Breuil, era
atribuir las pinturas a actos propiciatorios de magia simpá-
tica (por contacto o proximidad). Los grupos paleolíticos,
antes de sus partidas de caza, representarían los animales
predilectos en las paredes de las cuevas, con la intención
de «poseerlos» y «cazarlos simbólicamente» para, posterior-
mente, facilitar las actividades cinegéticas; algo parecido a
la magia del vudú que todos conocemos. Nuevamente se
vertieron algunas críticas sobre esta hipótesis: seguía sin
explicarse el significado de los signos abstractos y, además,
las especies representadas no suelen coincidir con las que se
cazaban con más frecuencia.
La incorporación de la antropología estructuralista a la
investigación prehistórica permitió desarrollar algunas hipó-
tesis interesantes en el campo de la interpretación del arte
rupestre. Destacaríamos figuras como Laming-Emperaire o
Leroi-Gourhan. Así, durante la segunda mitad del siglo xx,
se desarrollaron diversas teorías para la interpretación
semiótica de los símbolos rupestres, abstractos y figurativos.
Podemos destacar la idea de la cueva como «santuario» en
la que, tras estudios cuantitativos, parecía demostrarse una
cierta ordenación de las diferentes figuras dentro de ella, tal

148
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

como pasa en los santuarios de otras religiones, en las que


hay un «orden de lectura» (volvemos a remitir a los ejemplos
de las iglesias cristianas). En algún caso se propuso que las
representaciones se podían agrupar y formaban composi-
ciones en las que se distinguirían dos fuerzas sobrenaturales
opuestas y complementarias, una de tipo femenino (con
representación de órganos sexuales femeninos, formas
abstractas «cerradas» y especies animales como el bisonte)
y otra de carácter masculino (con asociaciones de figuras
fálicas, formas abstractas abiertas y especies animales como
el caballo). Como es lógico, estos planteamientos no pueden
ser contrastados arqueológicamente y los propios estudios
cuantitativos se encargaron en muchos casos de desmentir
tales asociaciones.
Finalmente, siguiendo planteamientos de carácter estruc-
turalista, destacaríamos la propuesta que relaciona el arte
rupestre paleolítico (y en general el prehistórico) con los
rituales chamánicos. Esta propuesta, aunque tenemos cla-
ros precedentes ya a inicios del siglo xx, ha sido nueva-
mente aplicada por Lewis-Williams y Clottes. Según estos
investigadores, las representaciones artísticas nos remitirían
a las visiones de los chamanes prehistóricos en sus estados
modificados de conciencia. Debemos decir que el chama-
nismo se fundamenta en la existencia de una «realidad no
visible» en un estado de conciencia normal que interactúa
con la «realidad visible». La capacidad de observación e
intervención en esta realidad paralela es posible a través de
la modificación del estado normal de conciencia mediante
diferentes mecanismos (desde la mortificación del cuerpo,
el insomnio prolongado hasta el consumo de productos
tóxicos psicotrópicos). Parece ser, según los estudios de

149
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

la neuropsicología, que los procesos de alteración de la


conciencia pasan, en cualquier ser humano, por diferentes
estadios. Entre estos destacaríamos la percepción de una
serie de figuras abstractas luminosas (espirales, puntos,
figuras geométricas, etc.) que se superponen a la realidad
observada en los inicios de la alucinación. Son los llamados
«fosfenos». A medida que aumenta el estado de trance la
realidad normal es sustituida por la alucinación definitiva,
o «alucinación icónica», donde ya no solamente se perciben
las formas abstractas (estas se sitúan en un segundo plano),
sino que se materializa la visión de elementos figurativos.
Así se explicarían los dos tipos de representaciones del arte
paleolítico y del arte prehistórico en general. Los elementos
abstractos, que suelen coincidir en diferentes estilos, corres-
ponderían a los fosfenos, mientras que las representaciones
figurativas, que variarán según los referentes míticos de cada
cultura, nos remiten a las alucinaciones icónicas. Por ello la
representación de un bisonte en el arte paleolítico segura-
mente no está representando a un bisonte cualquiera, del
mismo modo que las representaciones que de Jesucristo que
tenemos en las iglesias actuales no representan a una perso-
na cualquiera. Aunque, efectivamente, la hipótesis del cha-
manismo es muy atractiva y aclara definitivamente el sentido
religioso-simbólico de las manifestaciones artísticas de la
prehistoria, sigue sin explicar el significado de los símbolos
que se utilizan ni nos permite reconstruir los mitos de las
poblaciones del pasado. En este sentido, la aceptación de
dicha hipótesis no supone necesariamente rechazar algunos
aspectos de las otras anteriormente expuestas, sino más bien
complementarlas.

150
Editorial UOC Capítulo III. Los primeros pasos…

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151
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

Capítulo IV
La implantación de una nueva fase climática.
El Holoceno

Tal y como ya se especificó en el capítulo II, los geólogos


dividen la historia del Cuaternario, de forma un tanto arbitraria,
en dos épocas: el Pleistoceno, caracterizado por unas fases frías
(glaciaciones) alternadas de momentos más cálidos (intergla-
ciares), y el Holoceno, que corresponde a la época geoclimática
actual y que responde a un clima templado-cálido. En cualquier
caso, la falta de perspectiva histórica puede estar engañándonos
y, de hecho, es muy posible que el Holoceno no correspon-
da a una nueva época del Cuaternario, diferenciada y con la
misma entidad del Pleistoceno, sino que sea simplemente una
fase interglaciar más entre los últimos momentos fríos del
Pleistoceno, la glaciación del Würm —en terminología tradi-
cional—, y otro momento frío aún por venir. Sea el Holoceno
una época geológica con entidad propia o no, lo cierto es que
las transformaciones climáticas de carácter global que aconte-
cieron hace poco más de 10.000 años modificaron, sin duda, la
evolución cultural del linaje humano. Las poblaciones se adap-
taron de diverso modo al nuevo panorama climático.
En este capítulo analizaremos, en un primer apartado, las
características ambientales que definen el Holoceno y describi-
remos el proceso de transformación del clima global desde fina-
les del Pleistoceno hasta la actualidad. En apartados posteriores,
desarrollaremos las características culturales de los últimos
cazadores-recolectores que sobrevivieron al cambio climático.

153
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

1. La nueva situación climática


1.1. El Tardiglaciar

El paso del Pleistoceno al Holoceno no debe entenderse


como una transformación brusca del clima general de la
Tierra. En todo caso, a finales del Pleistoceno empezamos
a observar una serie de cambios que tampoco podemos
calificar de lentos y progresivos. La transformación cli-
mática parece mostrar unos «dientes de sierra», una serie
oscilante de fases más frías y más cálidas. Esta etapa de
cambios es lo que llamamos el Tardiglaciar, y corresponde a
la última fase de la glaciación del Würm. Se desarrolla tras
el Pleniglaciar, el momento más frío de la glaciación, que
podemos situar aproximadamente hace 18.000 años. Tras
este, el Tardiglaciar se desarrollará en una serie de pulsacio-
nes cortas pero intensas hasta hace unos 10.300 años. Con
posterioridad ya no detectaremos en la historia del clima de
la Tierra momentos tan fríos. En todo caso, y como pasaba
con las glaciaciones, los episodios fríos del Tardiglaciar no
tienen la misma intensidad en todas las regiones. Los dife-
rentes estadios en el que se suele dividir fueron establecidos
en Dinamarca, según se observaban cambios en la vegeta-
ción en diferentes análisis polínicos de sedimentos de esta
cronología. En general se suelen reconocer los siguientes
episodios:

Dryas I o Dryas antiguo (anterior al 13000 BP), pulsación


fría, con un predominio de vegetación esteparia con bos-
ques de pinos en la región mediterránea, y un ambiente
claramente deforestado en el resto de Europa.

154
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

Bölling (13300-12500 BP), que corresponde a un momento


de mejora climática, con aumento de los pinares y apari-
ción de robledales y encinares en la cuenca mediterránea, y
la colonización de bosques pioneros (pinos y abedules) en
el resto de Europa.
Dryas II
nueva etapa fría y una degradación ambiental de la vegeta-
ción establecida en la etapa anterior.
Alleröd (12000-10800 BP), vuelve a ser un momento de
mejora climática y de recolonización de los bosques.
Dryas III o Dryas reciente (10800-10300 BP), último episo-
dio frío del Pleistoceno —y posiblemente el más riguroso
de los del Tardiglaciar— que supone el retorno de los am-
bientes poco cubiertos, si acaso de pinares, en la zona me-
diterránea y la expansión de la estepa en el centro y norte

a dar fenómenos fríos de tanta intensidad y podremos con-

Estos episodios alternos de clima frío y templado que se


detectan en Europa y, en general, en las latitudes septentrio-
nales y australes de todo el planeta, se corresponden grosso
modo a fases más o menos lluviosas en latitudes próximas al
ecuador, sin que se puedan hacer, de todos modos, corre-
laciones más precisas (como ya pasaba con las glaciaciones
europeas y los estadios isotópicos, más globales).1

1 En general, las fases frías en la historia de la Tierra se corresponden con


momentos más secos, ya que parte del agua ambiental queda retenida en forma
sólida en los casquetes polares.

155
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

1.2. Las subfases climáticas del Holoceno

Aunque consideremos el Holoceno como el momento del


clima actual, bastante uniforme, también a lo largo de esta
fase se han dado ciertas alternancias de temperatura y hume-
dad desde su inicio, hace 10.300 años:

Preboreal (10300-8800 BP), con un aumento de la tempera-


tura y de la humedad, y también un aumento de los bos-
ques en toda Europa, aunque aún se trata en su mayoría de
especies pioneras como los pinos y los abedules. También

faunísticas de clima frío (renos, bisontes), o la extinción de


alguna de ellas (mamut, rinoceronte lanudo).
Boreal (8800-7500 BP), periodo más cálido que el anterior,
cuando las poblaciones de árboles pioneros son sustitui-
das por especies clímax, como las encinas, los robles, las
hayas, etc.
Atlántico (7500-4700 BP), es la etapa del Holoceno más
cálida y húmeda, el momento de máxima extensión de los
bosques, juntamente con las faunas asociadas a este tipo
de ambientes boscosos (como el jabalí, el corzo, etc.).
Coincide en Europa con la expansión del fenómeno de
la neolitización.
Subboreal (4700-2800 BP), el clima se vuelve algo más frío y
seco que en la etapa anterior. La masa forestal se ve redu-
cida, seguramente no solo por el cambio ambiental, sino,
y por primera vez, por la actividad humana (agricultura y
ganadería), cada vez más intensa.
Subatlántico (2800 BP hasta la actualidad), que vuelve a
ser una etapa más húmeda y templada, aunque tenemos

156
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

-
temente importantes (como la llamada «pequeña glacia-
ción» que afectó desde la segunda mitad del siglo xiv hasta
inicios del siglo xviii y que tuvo gran trascendencia en los
fenómenos históricos, fundamentalmente en Europa).

El aumento de la temperatura global de la Tierra en el


Holoceno representó claramente una transformación en
muchos aspectos:

El crecimiento de la masa forestal supuso una mayor biodi-


versidad en los paisajes. Debemos decir que la cantidad de
biomasa (cantidad de masa viva) puede ser igual o mayor
en los ambientes abiertos (estepas, praderas, sabanas) pero
esta suele ser muy homogénea: imaginemos las grandes ex-
tensiones de gramíneas del este africano o del medio oeste
norteamericano, donde suelen —solían— pastar miles de
individuos de especies de grandes mamíferos herbívoros,
de comportamiento gregario (cebras y ñúes en un caso y
bisontes en el otro). En los bosques, solemos encontrar más
diversidad de especies vegetales y animales, pero estos últi-
mos no acostumbran a tener un comportamiento tan grega-
rio como en los ejemplos antes citados. Evidentemente, ello
debió tener unas consecuencias subsistenciales importantes
para las comunidades humanas del momento: mayores op-
ciones en los recursos alimentarios a explotar, especialmente
en el caso de los de origen vegetal, pero una disminución de
las manadas de herbívoros gregarios que quedarían circuns-
critas a las zonas que mantendrían el paisaje deforestado.
La subida general de la temperatura global del planeta inun-
dó considerables extensiones de tierra por la fusión de los

157
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

inlandsis, los grandes casquetes polares que retenían gran


cantidad de agua en estado sólido encima de continentes
y océanos. Ello supuso, a efectos humanos, dos eventos
claros: en primer lugar, el aislamiento físico y, por tanto,
cultural, de determinadas regiones de la Tierra durante
mucho tiempo. De la llamada isla de Sahul (o «gran Aus-
tralia»), se separaron la isla de Nueva Guinea, por el norte,
y Tasmania, por el sur; la Beringia, brazo de tierra que co-
nectaba el oriente siberiano con Alaska y, por tanto, Eu-
rasia y América, desapareció, formando el mar de Bering.
En segundo lugar, grandes llanuras litorales o prelitorales
quedaron cubiertas por las aguas. Necesariamente, esta su-
bida del nivel del mar obligó a poblaciones establecidas en
la costa a emigrar hacia el interior, lo que podría suponer

el lento crecimiento de la población cazadora recolectora.2

En cualquier caso, las consecuencias climáticas del paso


del Pleistoceno al Holoceno seguramente fueron un elemento
condicionante de los cambios culturales que más adelante estu-
diaremos.

2. Los últimos cazadores


A pesar de lo dicho en el apartado anterior, las comu-
nidades humanas que «sufrieron» el paso del Pleistoceno al

2 Debemos aclarar que en todo caso dicho proceso duró miles de años. No debe
pensarse en ningún caso en migraciones masivas y de carácter limitado en el tiempo.

158
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

Holoceno reaccionaron de manera muy diversa a los cambios


climáticos y ambientales. Si bien, como veremos en el capí-
tulo siguiente, algunos grupos acabaron trasformando sus
estrategias económicas de manera radical, la mayoría de la
población humana siguió con sus estrategias ancestrales de
subsistencia basadas en la depredación, es decir, en la caza
y la recolección. A estas sociedades prehistóricas cazado-
ras y recolectoras del Holoceno se las suele denominar de
diferentes modos, así como al periodo cultural que definen.
Efectivamente, aunque pueda tratarse de un sinsentido en
tanto que el final del Pleistoceno no debía suponer, a priori,
un cambio de tipo cultural, la etapa que hasta ahora hemos
estudiado, el Paleolítico, se considera finalizada a partir del
Holoceno. Para este momento, suelen utilizarse los térmi-
nos Epipaleolítico y Mesolítico, por lo que hablaremos de
sociedades epipaleolíticas o de sociedades mesolíticas. En
todo caso, y según corrientes interpretativas e investigadores,
estos dos términos no son necesariamente sinónimos y, en
algunos territorios, se suceden ambas fases de manera con-
secutiva (primero el Epipaleolítico como cierta continuidad
del Paleolítico y Mesolítico después, como una respuesta
tecnológica y económica a las nuevas condiciones climáticas).
En un primer momento, en las clasificaciones de la prehis-
toria que se establecieron a mediados del siglo xix, y que ya
hemos visto a principios de esta obra, el periodo de tiempo
entre el Paleolítico y las sociedades productoras posteriores,
—el Neolítico—, fue bautizado como Mesolítico. Este término
implicaba diversos aspectos. El Mesolítico se veía como una

los otros dos grandes momentos. Por otra parte, algunos


autores observaban esta etapa como un momento de cierta

159
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

«degradación cultural» entre dos épocas esplendorosas: el


Paleolítico final suponía el momento de expansión del arte
rupestre y de la caza especializada de grandes presas, y el
Neolítico era visto como un momento de innovaciones/
revoluciones culturales y técnicas con «descubrimientos»
tales como la agricultura y la ganadería. El Mesolítico se
entendía como una una Edad Media similar a la que hay, en
momentos históricos, entre el esplendor del mundo clási-
co y el Renacimiento: con el Mesolítico desaparecía el arte
parietal y el arte mueble, la caza de grandes mamíferos había
sido sustituida por la recolección de moluscos y la caza de
pequeñas presas como los pájaros y los conejos. Sin embar-
go, esta valoración se rechazó con rapidez, puesto que, en la
mayoría de las ocasiones, el Mesolítico representaba una clara
continuidad con las etapas anteriores. De esta manera, desde
Francia, se acuñó el concepto de Epipaleolítico. Este prefijo,
epi-, se aplicaba solamente a los restos que se encontraban en
un yacimiento justo por encima del Paleolítico.
El Epipaleolítico demostraba así su continuidad con el
Paleolítico, incluso podría defenderse un grado de dependen-
cia, cosa que solucionaría la arbitrariedad de separar las cul-
turas de dos momentos diferenciados tan solo por cuestiones
de tipo ambiental.
En cualquier caso, la aparición del término «Epipaleolítico»
no supuso la desaparición del término «Mesolítico». En
muchos ámbitos, especialmente en el anglosajón y en sus áreas
de influencia académica, se mantiene el uso de «mesolítico»,
que también se ha recuperado en ambientes mediterráneos en
los últimos años. En muchos casos, no obstante, Mesolítico y
Epipaleolítico vendrían a usarse como sinónimos, al referirse
ambos a las culturas de cazadores y recolectores que se desa-

160
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

rrollaron en el Holoceno. Por otra parte, allí donde el término


Epipaleolítico se ha impuesto (Francia, España, Portugal),
no es lo mismo hablar de comunidades epipaleolíticas que
de comunidades mesolíticas. En el primero de los casos nos
estaríamos refiriendo a grupos humanos que, establecidos en
el Holoceno, habrían mantenido, con pocas adaptaciones, las
estrategias económicas del Paleolítico, y que, seguramente, no
las hubiesen modificado de no ser por influencias externas
(préstamos culturales, contactos directos con poblaciones ya
neolitizadas) posteriores. Por su lado, hablaríamos de socie-
dades mesolíticas solo en aquellos casos en los que, aun con-
servando una economía de depredación, se desarrollaron de
manera interna una serie de cambios tecnológicos claramente
diferenciados del Epipaleolítico.
En resumen, en la mayoría de países del sur de Europa, el
concepto de Epipaleolítico se reserva para grupos holocenos
que tienen una clara continuidad tecnológica con los grupos
magdalenienses paleolíticos. Esto sucede en Francia, España
y Portugal, mientras que en Italia su Epipaleolítico se define
como Epigravetiense. Cuando los cambios técnicos son claros
respecto a la fase anterior, se utiliza ya el concepto Mesolítico.

3. El Epipaleolítico/Mesolítico europeo
En Europa, durante el Epipaleolítico, es necesario distin-
guir dos regiones claramente diferenciadas:

Aquellas zonas de Europa central y meridional que ya ha-


bían estado ocupadas a lo largo del Paleolítico superior y

161
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

que continuaron evolucionando según las idiosincrasias


anteriores. En este sentido, debemos citar la importante re-
gionalización cultural de Europa a partir de este momento.
Aquellas zonas que son nuevamente repobladas ahora, una
vez desaparecen las grandes masas de hielo que las cubrie-
ron durante los momentos más fríos del Paleolítico (parte
de las islas británicas, Europa septentrional, Escandinavia).

En todo caso, en unas zonas y en otras, y más allá de la


regionalización cultural del momento, que después describi-
remos, podemos establecer algunas características culturales
más o menos compartidas para las poblaciones cazadoras-
recolectoras holocenas europeas.

3.1. Características culturales del Epipaleolítico

En general, las principales características culturales epipa-


leolíticas parecen estar, en mayor o menor medida, relacionadas
con los cambios alimentarios y con las estrategias de depre-
dación que supusieron la adaptación a las nuevas situaciones
climático-ambientales:

-
pectro. Ello fue posible, o necesario, por diferentes cir-
cunstancias. Como hemos comentado en este mismo
capítulo, algunas especies de animales muy gregarios, de
zona abierta, emigraron hacia el norte o se hicieron muy
raras, lo que imposibilitó una caza especializada de es-
tas, como caballos o bisontes. Por otro lado, se hicieron
más habituales especies menos gregarias y de ambientes

162
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

más cerrados, la caza de las cuales no podía suponer una


especialización, como jabalíes, por ejemplo. Además, el
aumento de la diversidad vegetal amplió las posibilida-
des en la recolección de alimentos, que seguramente se
alternarían, según se fuesen consumiendo las especies, a
lo largo de las estaciones. Sorprende cómo, por medio de
los estudios carpológicos, constatamos la explotación
de numerosos tipos de frutos y semillas silvestres que
difícilmente aparecían en los yacimientos de cronología
anterior: avellanas, piñones, bellotas, endrinos, etc. Los
recursos vegetales debieron complementarse, sin duda,
con pequeñas presas o recursos de origen animal, que
hasta este momento estaban poco representados en los
yacimientos. Estos pequeños animales se debieron conse-
guir fundamentalmente mediante el trampeo o con nue-
vos elementos tecnológicos de los que hablaremos más
adelante. En todo caso, es muy posible que su obtención
deba considerarse más bien como una parte de las acti-
vidades de recolección que como un hecho relacionable
con las partidas de caza. En el Mediterráneo, por ejemplo,
son numerosos los yacimientos con importantes cantida-
des de huesos de conejo o de aves de tamaño medio. Ante
la duda de que estos animales de menor tamaño pudiesen
aparecer en los yacimientos de manera natural (en forma
de conejeras, por ejemplo), recientes estudios demuestran
con claridad que se consumieron a partir de las marcas de
corte. Entre los recursos alimentarios de origen animal
no deben olvidarse los moluscos, tanto marítimos como
terrestres. En las costas atlánticas se generalizan los con-
cheros (desde el litoral danés hasta la costa cantábrica
y Portugal, pasando por la Bretaña), también llamados

163
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Kjökkenmödings
en la región escandinava. Se trata de grandes basureros
formados por la acumulación de millares de conchas de
moluscos marinos (lapas, bígaros, etc.) que fueron consu-
midos por bandas de recolectores epipaleolíticos/mesolí-
ticos. En su interior, durante las excavaciones, es también
posible recuperar espinas y vértebras de pescado, así
como huesos de aves y mamíferos, lo que demuestra que
este marisqueo se complementó tanto con la pesca como
con la caza. En los yacimientos epipaleolíticos de interior,
especialmente en el ámbito mediterráneo, encontramos
acumulaciones parecidas, de conchas de caracoles terres-
tres —esencialmente de la especie Cepaea nemoralis—, que

francés escargotiers. Aunque estas grandes acumulaciones


no deben llevarnos a engaño sobre la importancia que
pudieran tener estos animales en el conjunto de la dieta,
no hay duda que su peso fue mayor que en momentos
pasados, sin que de ello se desprenda que las poblaciones
del Epipaleolítico estuviesen faltas de sustento. Diversos
motivos, ambientales y tecnológicos, hacen ahora, y no
antes, rentable este tipo de depredación de manera gene-
ralizada. Aunque la imagen general de estos yacimientos
pueda indicar una orientación, casi especialización, muy

moluscos como los conejos, las aves o los frutos, serían


un complemento entre ellos y con presas de mayor de
tamaño (jabalí, cabra, etc.).
Los cambios en los recursos alimentarios son, en parte,
consecuencia de ciertas novedades tecnológicas, aunque
es también posible que se trate de una situación que se

164
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

retroalimenta: los nuevos recursos facilitan la generaliza-


ción de unos instrumentos que ya existían en el Paleolítico
superior, pero que en el Epipaleolítico se hacen imprescin-

podemos deducir de algunas puntas magdalenienses —y


-
bíamos dicho, pueden considerarse inventos del Paleolítico
superior. En todo caso, las puntas epipaleolíticas son clara-

de este instrumento se produce precisamente en esta fase,


en el Epipaleolítico. A inicios del Holoceno, nos encon-
tramos en el auge del microlitismo. Las piezas líticas llegan a
ser de tamaños increíblemente pequeños, incluso inferio-
res a un par de centímetros (o menores, como los microli-
tos pigmeos del sur de Francia). Estos casos corresponden
en su mayoría a elementos compuestos, concretamente a

tiempo, durante el Epipaleolítico, tendremos dos mode-


los básicos: al principio dominan las puntas obtenidas de
pequeñas laminitas que son aguzadas por un extremo me-
diante un retoque abrupto (las llamadas puntas de dorso,
propias del mundo tecnológico microlaminar); posterior-
mente, lo harán los elementos geométricos, fabricados
también con retoque abrupto y mediante la técnica del

geométrica (triángulos, segmentos, trapecios, etc.). Ambos


elementos diagnósticos son los que nos permiten diferen-
ciar cronoculturas en el mundo epipaleolítico europeo. En
todo caso, no puede considerarse el proceso de microli-
tización de la talla como una regresión cultural del mun-
do de los cazadores holocenos sino, bien al contrario, una

165
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

prueba de una mejora tecnológica en la que se obtienen

una necesidad menor de materia prima.


Con respecto al hábitat y usos del territorio, se observa
continuidad con el momento anterior. El hábitat se rea-
liza en poblados estacionales, al aire libre o en cuevas y
abrigos, en los que no solemos encontrar solución de
continuidad con las ocupaciones del Paleolítico. Solo pa-
rece detectarse, respecto del Paleolítico superior, una re-
ducción de los territorios de captación, según se desprende
del estudio de las áreas de obtención de materias primas
líticas de las comunidades paleolíticas y epipaleolíticas. Si
ello se debe a la posibilidad de que, gracias a los nuevos
recursos alimentarios, la movilidad del grupo pueda redu-
cirse, o si, por el contrario, se trata de una necesidad por la
reducción de los territorios de captación como resultado

a fuentes de alimento es, aún hoy, objeto de controversia.


Por lo que respecta al arte, ciertamente los cazadores ho-
locenos fueron progresivamente abandonando las técni-
cas y los temas del arte paleolítico. En todo caso, diversas
culturas ya holocenas, o de transición, como el Aziliense,

-
can. Así, el ya comentado Aziliense se caracteriza por un
arte mueble realizado sobre cantos rodados, en los que
se representan grabados o pinturas de carácter abstracto:
seriaciones de puntos, ramiformes, etc. En España, se ha
deifnido también un arte abstracto y mobiliar para el Epi-
paleolítico, el llamado arte lineal-geométrico, aunque con

166
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

autores mantienen a día de hoy que el arte naturalista le-


vantino (del levante de la península ibérica), podría tener
su inicio durante el Epipaleolítico, sobre todo a partir
de su temática. Sin embargo, las pruebas parecen apun-
tar que su etapa de desarrollo coincide con el Neolítico.
La desaparición del arte paleolítico no debe, nuevamen-
te, interpretarse por medio de algún tipo de disminución
del nivel cultural en el Holoceno. Su desaparición, como
en todos los cambios de estilos artísticos a lo largo de la
historia, se debería a una sustitución de valores y com-
portamientos, así como de los referentes mitológicos.

3.2. Las evoluciones regionales del Epipaleolítico


europeo

Como hemos comentado anteriormente, durante los prime-


ros estadios del Holoceno empezamos a ver una cierta regiona-
lización de los complejos tecnoculturales en Europa, algo que
con el tiempo irá a más, especialmente a partir del Neolítico.
Esta regionalización puede estar relacionada con el proceso
de reducción de las áreas de captación de los diferentes gru-
pos humanos, cosa que impediría un mayor «flujo cultural».
En cualquier caso, ya no podemos hablar de cronoculturas
ampliamente distribuidas por todo el continente, como había-
mos hecho durante el Paleolítico (véase la tabla 1). Por ello,
nos hemos inclinado por seleccionar algunas de las más carac-
terísticas e importantes seriaciones culturales del Epipaleolítico
europeo para demostrar este fenómeno. Las sociedades de
los cazadores holocenos de Europa se entroncan en el propio
Pleistoceno, en cronologías alrededor del 10000/9000 BC y

167
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

subsisten hasta el 6000-5500 BC en las zonas de más rápida


neolitización, y hasta bien entrado el V milenio o incluso en el
IV milenio BC (aproximadamente 4000-3500 BC) en algunos
puntos de la Europa atlántica y escandinava.

3.2.1. El Epipaleolítico/Mesolítico en la cuenca


mediterránea de la península ibérica

El sistematizador del Epipaleolítico en esta zona ha sido,


sin duda, el prehistoriador J. Fortea, y su propuesta se ha utili-
zado durante décadas, aunque ha reconocido diversas y recien-
tes revisiones (véase la tabla 1). Esta estructura tiene su base
en la existencia sucesiva de dos complejos, subdivididos cada
uno, a su vez, en dos facies. En primer lugar, tendríamos el
Epipaleolítico microlaminar, con sus facies tipo Mallaetes y tipo
San Gregori; dichos nombres, como en las facies siguientes,
pertenecen a los yacimientos que sirvieron para definirlas. Con
posterioridad se desarrolla el Epipaleolítico geométrico con sus
dos facies, tipo Filador y tipo Cocina. Fuera del esquema estric-
to de Fortea, en la actualidad se está abandonando el concepto
microlaminar a favor de otros como el Epimagdalaniense,
puesto que las diferencias entre San Gregori y Mallaetes no
son sistémicas en todos los yacimientos. A nivel cronológico,
le sigue el tecnocomplejo de geométrico antiguo o Filador.
A continuación, existiría un grupo que se definió hace pocos
años, que responde al nombre de Mesolítico de muescas y
denticulados. Tiene la particularidad de que las láminas son
residuales y se vuelve a unas industrias más sencillas y opor-
tunistas, basadas en el uso de lascas (para hacer rascadores,
muescas, denticulados, etc.). Por último, y no documentado en
todas partes del este mediterráneo, encontramos el Mesolítico

168
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

reciente de tipo Cocina, protagonizado por las últimas comu-


nidades cazadoras-recolectoras y que, puntualmente, podrían
haber tenido contactos con los primeros neolíticos peninsula-
res. Este se caracteriza por los trapecios y los triángulos de lado
cóncavo, y está bien atestiguado en el sur de Valencia y en el
valle del Ebro, mientras que es inexistente en Cataluña. En este
último territorio, de hecho, no parece haber presencia humana
antes de la llegada de los primeros neolíticos.

Tabla 1. Esquema cronogeográfico del Epipaleolítico y Mesolítico en diferentes


ámbitos europeos

Cronología Levante
Cantábrico Francia Escandinavia
aprox. p. ibérica

11000- Microlami- Aziliense Aziliense -


9500 BC nar (San
Gregori y
Mallaetes) o
Epimagdale-
niense

10000- Geométrico Aziliense/ Sauvete- Maglemo-


8500 BC (Filador) Asturiense rriense siense

8500- Muescas y Asturiense Tardenoide Maglemo-


6000 BC denticulados siense

6500- Geométrico Asturiense/ Castelnovien Maglemo-


5500 BC reciente Geométrico y Neolítico siense
(Cocina)

A partir Neolítico Asturiense Neolítico Ertebolliense


5500 BC

A partir Neolítico Asturiense y Neolítico Ertebolliense


5000 BC Geométrico
reciente y
Neolítico

Fuente: elaboración propia

169
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

3.2.2. El Epipaleolítico/Mesolítico en la costa


cantábrica

Los yacimientos epipaleolíticos de la costa cantábrica de


la península ibérica se distribuyen por los mismos espacios
donde encontrábamos los del Paleolítico superior, la zona
costera, quizás ahora más privilegiada, y los valles interiores.
De hecho, se sigue viviendo en muchas cuevas, sin que se
observe una ruptura clara en la ocupación.
La primera cultura epipaleolítica (o de transición) es el
Aziliense (que recibe este nombre por el yacimiento de Mas
-
mente en el final del Pleistoceno (véase la tabla 1). Se caracte-
riza fundamentalmente por la presencia de puntas y laminitas
de dorso y por un elemento óseo muy característico, el arpón
aziliense (de morfología más ovalada y rechoncha que los
arpones del Magdalaniense y con una novedosa perforación
en forma alargada en la base). Son típicos de este momento,
como ya comentábamos antes, los cantos decorados con
seriaciones de bandas y puntos, a los que se les supone un
valor mágico o simbólico (arte Aziliense). A pesar de ser muy
significativos, la distribución de estos cantos es desigual en
la región ocupada por el Aziliense, la cornisa cantábrica y la
zona pirenaica francesa, con ramificaciones hacia el centro de
Francia y hacia la vertiente mediterránea ibérica.
Con posterioridad, en el Cantábrico, encontramos el
Asturiense, cultura caracterizada fundamentalmente por ocu-
paciones en las que se concentran grandes acumulaciones de
conchas de moluscos marinos, los antes ya citados concheros.
Respecto a las características tecnológicas de este Asturiense,
el elemento más definitorio es el llamado «pico asturiense»,

170
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

pieza lítica de carácter masivo y arcaico que podría semejar a las


industrias del Paleolítico inferior. Se trata de cantos trabajados
por uno de sus extremos, mediante la talla, que adoptan una
morfología de pico. Su funcionalidad es, por ahora, desconoci-
da, aunque se supone que estaría relacionado, el pico y segura-
mente las lascas obtenidas, con las actividades de marisqueo o
de explotación de otros recursos marítimos. Posteriormente, y
solo en algunos yacimientos, también se conoce un Mesolítico
reciente con geométricos, tanto en el interior como en zonas
más próximas al País Vasco (véase la tabla 1).
Tanto el Asturiense como el Geométrico reciente tienen
una larga pervivencia cronológica y serán los grupos que se
acabarán neolitizando algún tiempo más tarde que en otros
lugares de la península ibérica, entre 4700-4300 BC.

3.2.3. El Epipaleolítico/Mesolítico en Francia

Este país ha sido especialmente bien estudiado y por ello


tenemos una visión muy completa, pero a su vez quizás dema-
siado compleja, del desarrollo de sus tecnocomplejos en estos
momentos. Esto viene dado por la norma de establecer facies
culturales de carácter regional o casi local. En cualquier caso,
y teniendo fundamentalmente en cuenta la evolución cultural
documentada para el área meridional del país, nos interesa
hacer hincapié especial en estas industrias epipaleolíticas
francesas en tanto que su desarrollo nos sirve de puente entre
las descritas para la zona mediterránea y la zona cantábrica.
Así, para el primer momento del Epipaleolítico, volvemos a
toparnos con el Aziliense, ya definido con anterioridad y con
unas características iguales a las que hemos descrito para el
área cantábrica. Coincidiría, más o menos, con las cronologías

171
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

del complejo microlaminar mediterráneo. Paralelas a las facies


geométricas establecidas por Fortea, en Francia se habla de
Sauveterriense para las ocupaciones con predominio de geomé-
tricos triangulares (equivalente al geométrico antiguo de
tipo Filador que hemos vista para el levante peninsular) y de
Tardenoisiense para los yacimientos con trapecios. Para aquellas
poblaciones del Mesolítico reciente o final con geométricos,
en el sur de Francia se encuentran los grupos montclús y cas-
telnovien (que serían un equivalente cronológico al Mesolítico
reciente de fase Cocina de la península ibérica).

3.2.4. El Epipaleolítico/Mesolítico en la zona


escandinava

Sería esta una de las regiones en las que, tras milenios de


ser ocupada por el inlandsis glaciar, progresivamente se obser-
va una colonización por parte de poblaciones humanas una
vez los hielos reducen su dimensión hasta desaparecer. La
cronología de este Epipaleolítico es sustancialmente diferente
a lo que observamos en el área meridional europea (véase la
tabla 1), en tanto que estos grupos cazadores recolectores
perduran hasta épocas muy modernas (debemos recordar
que en el norte de Escandinavia los lapones han practicado la
depredación como base subsistencial hasta la época histórica).
Una de las primeras culturas escandinavas sería el
Maglemosiense, que es cronológicamente más o menos contem-
poráneo al Sauveterriense francés. Presenta microlitos geomé-
tricos y es abundante la industria sobre hueso y asta; además,
debemos mencionar en especial el trabajo de la madera, que
conocemos gracias a que las condiciones tafonómicas de los
yacimientos escandinavos han permitido su conservación.

172
Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

Dichos útiles nos hablan de la explotación intensiva del medio


forestal por parte de estos grupos maglemosienses.
Posteriormente, encontramos la cultura Erteboliense (del
yacimiento danés de Ertebölle), con industrias macrolíticas
y microlíticas, y abundante industria ósea. Se caracteriza por
ocupaciones costeras, que comportan grandes concheros y
auténticas necrópolis; este último hecho nos induce a pensar
ya en un alto grado de sedentarización de las poblaciones.
Cronológicamente coincide con el Neolítico en gran parte de
Europa, y por ello no debe extrañarnos que las poblaciones
ertebolienses, aun siendo cazadoras-recolectoras, hubieran
adoptado algunos elementos tecnológicos propios de las
sociedades productoras, como es la cerámica.

3.2.5. Apuntes sobre los hábitats y el mundo


funerario

Si nos centramos en los hábitats, ya hemos mencionado


cierta continuidad en el uso de cuevas y abrigos que ya fueron
habitados en el Paleolítico. Sin embargo, se da ya un aumen-
to sustancial en los asentamientos al aire libre y, sobre todo,
en su complejidad. Vamos a citar algunos ejemplos europeos
que, por su variedad, se deben presentar. Beg-er-Vil (Bretaña,
Francia) es un amplio asentamiento litoral, pero con una ocu-
pación relativamente corta (aproximadamente 6300-6000 BC,
en el marco de la cultura tardenoide), donde predominan
la recolección de moluscos y la pesca, y donde los recursos
terrestres son muy escasos. Ese mismo ejemplo lo siguen los
numerosos concheros del Sado y el Muge (en Portugal), donde
el tipo de explotación del medio es parecido, si bien tienen un
desarrollo cronológico mucho más amplio y acabarán siendo

173
Editorial UOC Introducción a la prehistoria

también ocupados durante el Neolítico. En este último caso,


estos yacimientos se sitúan en las orillas de los ríos y estuarios,
factor que facilita la presencia (escasa, pero mayor que en
otros yacimientos sincrónicos) de restos de caza y consumo
de fauna terrestre. Otro yacimiento emblemático de esta fase
sería Star Carr (Reino Unido); se trata de otro asentamiento
al aire libre de la cultura maglemosiense, con una compleja
distribución de espacios más o menos especializados dentro
del poblado y que fue interpretado como un campamento
estacional de verano. Además, resulta de gran interés un con-
junto de bucráneos de cérvido modificados que podrían haber
servido como máscaras para rituales de caza y/o chamanismo.
Pero sin duda, uno de los yacimientos más emblemáticos de
Europa en estas cronologías es Lepenski-Vir (en las gargantas
del Danubio, Serbia). Se trata de un gran asentamiento al aire
libre con una larga ocupación, entre aproximadamente 9000-
6500 BC, en el que se han documentado hasta 136 estructuras
habitacionales y funerarias (normalmente alejadas del hábitat),
donde las cabañas tendrían una forma aproximadamente
trapezoidal, con empedrados, estructuras de combustión,
etc. Además, es característico de este yacimiento el hallazgo
de figuritas hechas sobre cantos de río, con rostros de cara y
cuerpo que fueron denominados «ídolos cara de pez».
Por lo que se refiere a los ejemplos funerarios, la progre-
siva fijación de las poblaciones en territorios más reducidos
y, por tanto, una incipiente semisedentarización, facilitó su
aumento. Vamos a citar solo algunos ejemplos que pode-
mos considerar paradigmáticos, por su variedad, de los
últimos cazadores-recolectores holocenos. Uno de los más
clásicos de la historiografía europea es la necrópolis de
Téviec (Bretaña, Francia), datada entre 6000-4600 BC. En

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Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

ella se documentaron 23 inhumaciones asociadas a un abun-


dante ajuar. Entre ellos, destaca la estructura con las «damas
de Téviec», donde se depositaron dos individuos adultos
femeninos con un rico ajuar, pero con claras marcas de haber
sufrido una fuerte violencia, sobre todo a partir de golpes
en el cráneo. Otro ejemplo con claros estigmas de violencia
es la fosa de Ofnet (Baviera, Alemania), con un depósito
donde se depositaron 33 cráneos humanos con fuertes mar-
cas de golpes, sobre todo pertenecientes a mujeres y niños.
Por el contrario, existen ejemplos de poblaciones que cuida-
ron a sus familiares o semejantes, como en el enterramiento
de Araguina Senola (Bonifacio, Italia), donde un individuo
femenino que probablemente fuera inválido fue cuidado por
su comunidad a lo largo de su vida. Otro ejemplo, ya en la
península ibérica, sería el de los enterramientos de la Braña
(León, España) del 6000 BC. Dos individuos masculinos que,
según los recientes estudios genéticos, podían ser hermanos,
fueron transportados y depositados a las profundidades de
una gran cavidad con difícil acceso. Además de este cuidado
transporte y deposición, uno de ellos contaba con un abun-
dante ajuar de cuentas de collar de canino de ciervo. En el
Collado de Oliva (Valencia, España), se documentó una de
las primeras necrópolis del levante ibérico, de entre 7500-
6800 BC, asociada a un lugar de hábitat. Estaba formada
por una treintena de fosas con inhumaciones donde el único
acompañamiento podrían ser caracoles terrestres (podrían
también ser de aportación natural). Por último, otros ejem-
plos de necrópolis (incluso aún mayores) se encontrarían
en los estuarios del Sado y el Muge (Portugal). En estas
zonas con una notable densidad de yacimientos mesolíticos,
destacan los yacimientos de Moita do Sebastiao y Cabeço

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Editorial UOC Introducción a la prehistoria

con cerca de una treintena de fosas funerarias, respectiva-


mente, y con escaso o nulo ajuar asociado. Como en el caso
anterior, los hábitats estarían muy cercanos.

4. Los cazadores-recolectores históricos


La visión mostrada en el apartado 3 para Europa no se
puede extrapolar con facilidad al resto del planeta. Debemos
recordar que las economías de depredación, basadas en la
caza y la recolección, tuvieron gran importancia, al menos
geográficamente hablando (las densidades de población entre
los cazadores recolectores son siempre más bajas que entre
los productores), hasta los procesos de expansión y coloniza-
ción europeos, a partir del siglo xv d. C. Grandes extensiones
de África, América y Oceanía, e incluso una parte consi-
derable de Asia, y, como veíamos antes para Escandinavia,
algunos puntos de Europa, estaban ocupados por bandas de
cazadores y recolectores, que en muchos casos convivían en
estrecho contacto con sociedades agrícolas o ganaderas sin
que ello indujese a un cambio de las estrategias económi-
cas. Es más, en algunos casos se tiene constancia histórica
de grupos que, siendo ya productores, volvieron a practicar
economías de depredación, como en algunas comunidades
de la selva amazónica o de las praderas norteamericanas. Por
ello debemos ser muy precavidos en el momento de intentar
explicar el fenómeno de la neolitización, aspecto que será tra-
tado en el siguiente capítulo. En todo caso, la expansión de las
economías, de producción primero y de las industrializadas

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Editorial UOC Capítulo IV. La implantación de una nueva…

después, ha relegado a los grupos cazadores-recolectores a las


zonas más marginales de la Tierra, desde una perspectiva de
la economía de producción. Es en los desiertos, en las selvas
o en las zonas circumpolares donde han sobrevivido hasta la
actualidad los últimos cazadores-recolectores. La incorpora-
ción de estas últimas zonas vírgenes al mundo industrializa-
do está suponiendo la definitiva desaparición de las últimas
comunidades que basaban su modo de vida en la primera
estrategia de subsistencia de la humanidad.

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Editorial UOC Introducción a la prehistoria

Bibliografía

Barandiarán, I.; Martí, B.; Rincón, M.ª A. del; Maya, J. L.


(2001). Prehistoria de la Península Ibérica. Barcelona: Ed. Ariel.
Ripoll López, S. et al. (2015). Prehistoria I: Las primeras etapas de la
humanidad. Madrid: Ed. Ramón Areces.

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