Vicios de La Voluntad
Vicios de La Voluntad
Vicios de La Voluntad
DE LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA SALUD”
UNIVERSIDAD JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS
EMPRESARIALES PEDAGOGICAS.
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO
SEMESTRE: IV
CURSO : DERECHO CIVIL II
TRABAJO DE INVESTIGACION:
“VICIOS DE LA VOLUNTAD”.
MOQUEGUA-PERU
2021
AGRADECIMIENTO
1. EL ERROR. -
El error-vicio como está referido a la función cognoscitiva del sujeto comprende dentro
de su ámbito conceptual la ausencia de conocimiento, que es la ignorancia, y el
conocimiento equivocado, que es propiamente el erros. De ahí que jurídicamente la
ignorancia se equipare en el error y, como sostiene Ospina y Ospina, que el error
provenga de la ignorancia pues el concepto falso encuentra su origen en el
desconocimiento de la realidad. La equiparación de la ignorancia con el error fue
planteada desde el Derecho Romano. Si bien la ignorancia era empleada
preferentemente por los jurisconsultos romanos para calificar el vicio que consistía en
el desconocimiento o en el falso concepto de la realidad, y además era empleada
preferentemente en los textos romanos como de juris et factiignorantia, el Derecho
Romano moderno sólo ha modificado la nomenclatura referente a este vicio, dando
preferencia al vocablo error, por lo que ambas locuciones-ignorancia y error tienen el
mismo significado jurídico y están comprendidas en el mismo concepto, siendo así
como lo receptó la codificación civil y ha llegado hasta nuestros días.
Ahora bien, hemos planteado la delimitación conceptual del error partiendo de la
diferenciación del error-vicio, o propiamente error, con el error en la declaración o en la
manifestación, estableciendo como premisa para el primero de que se trata de una
divergencia inconsciente entre la voluntad interna y la voluntad que se exterioriza
mediante la manifestación. Y ya ha quedado precisado que el error es ausencia de
conocimiento y también conocimiento equivocado. Es conveniente precisar, entonces,
que el error como vicio sólo afecta a la voluntad y no a su manifestación, que sólo sirve
de vehículo para exteriorizarla. El error como vicio, según explica Messineo,
interviene como agente eficiente en la determinación de la voluntad, pues es el
motivo de la voluntad.
Es una idea inexacta que se forma un contratante sobre uno de los elemento del
contrato, en el que podemos creer que un hecho que es falso es verdadero y viceversa.
Para concluir con esta delimitación conceptual es imprescindible precisar que para que
se configure el error, sea error-vicio o error en la manifestación, es necesaria su
espontaneidad. Como señala Puig Peña, la doctrina del error se construye sobre la
base de la espontaneidad, pues si el error es espontáneo tendremos el
error strictu sensu; en cambio, si el error es provocado por maquinaciones de la
otra parte se entra en los dominios del dolo. La espontaneidad del error es
excluyente de la mala fe, pues para que se configure el error la buena fe debe
caracterizar la conducta del errante y de su contraparte a la que se imputa la
conocibilidad del error.
2. ERROR-VICIO
Nuestro Código Civil vigente lo considera en el enciso 2 de Art. 202°, según el cual "El
error es esencial: Cuando recae sobre las cualidades personales de la otra parte,
siempre que aquellas hayan sido determinantes de la voluntad".
f) El error de cálculo o de cuenta: El error de cálculo es el que resulta de una
operación aritmética mal hecha, equivocada, que responde al viejo
aforismo erro calculi retractur potest.
El Código Civil legisla el error de cálculo en su Art. 204°, estableciendo que "El error
de cálculo no da lugar a la anulación del acto sino solamente a rectificación,
salvo que consistiendo en un error en la cantidad haya sido determinante de la
voluntad".
El Código Civil legisla sobre el error en el motivo en el Art. 205°, en los términos
siguientes: "El error en el motivo sólo vicia el acto cuando expresamente se
manifiesta como su razón determinante y es aceptado por la otra parte".
El Código Civil legisla de manera expresa sobre el error de derecho en el inciso 3 del
Art. 202°: "El error es esencial: cuando el error de derecho haya sido la razón
única o determinante del acto".
El error en la declaración ha llegado a ser legislado en nuestro Código Civil según los
artículos 208° y 209°.
El Art. 208° del CC. Establece como errores en la declaración a los casos: "En que el
error en la declaración se refiera a la naturaleza del acto, al objeto principal de la
declaración o a la identidad de la persona cuando la consideración a ella hubiese
sido el motivo determinante de la voluntad, así como al caso en que la
declaración hubiese sido transmitida inexactamente por quien estuviere
encargado de hacerlo". Disponiendo previamente la aplicación de las normas que
rigen al error-vicio.
Por su parte, el Art. 209° del CC. Establece que: El error en la declaración sobre la
identidad o la denominación de la persona, del objeto o de la naturaleza del acto,
no vicia el acto jurídico, cuando por su texto o las circunstancias se puede
identificar a la persona, al objeto o al acto designado"
El error esencial puede ser causa de anulación del acto jurídico. Así lo establece el Art.
201° CC., agregando el factor de la conocibilidad. Según, Fernando Vidal Ramírez "el
error es causa de anulación del acto jurídico cuando sea esencial y conocible por
la otra parte".
a) La conocibilidad del error.- Es el requisito exigido por el Art.201° CC., para que
el error esencial pueda ser causa de anulación del acto jurídico, es un requisito
concurrente, pues un error puede ser esencial pero no conocible, con lo que no
habría lugar a la anulación. "Er Art. 201 del CC. Lo atribuye a la otra parte,
precisándola como requisito, pues no protege a la víctima de su propio error
en cuanto ha incurrido en él sino en cuanto ese error haya podido ser
advertido por la otra parte. Por ello, en el régimen adoptado por el Código Civil
no basta la esenciabilidad del error sino que se requiere de la conocibilidad,
que se refiere a la posibilidad abstracta de advertir el error ajeno".
La acción de anulación fundada en el error es irrenunciable según el Art. 218° CC., que
declara nula la renuncia anticipada. "Se trata, pues, de la nulidad de una renuncia
a priori, pues de no serla sería contradictoria con las disposiciones del mismo
Código Civil que legislan sobre la confirmación de los actos jurídicos afectados
por una caudal de anulación".
e) La vía procesal
Como el error debe ser probado por quien lo invoca, y sólo puede hacerlo la parte que
incurrió en él, la prueba puede versar sobre los hechos externos que lo hayan
producido y los elementos que evidencien su conocibilidad. De probarse en qué
consiste el error y por qué era conocible para la otra parte, conforme a las pautas
generales contenidas en el Art.203° del CC.
g) Prescriptibilidad de la acción
h) El error en el matrimonio
El Código Civil legisla sobre el matrimonio como acto jurídico aunque sometiéndolo, por
sus peculiaridades, a un régimen especial y no a las normas generales que rigen los
actos jurídicos y que están contenidos en el Libro II, lo que se pone de manifiesto en el
tratamiento del error dentro del régimen legal del matrimonio. Según Fernando Vidal
Ramírez: "Art. 277° CC., inciso 5 señala que: es anulable el matrimonio… de quien
lo contrae por error sobre la identidad física del otro contrayente o por ignorar
algún defecto sustancial del mismo que haga insoportable la vida en común. Se
reputan defectos sustanciales: la vida deshonrosa, la homosexualidad, la
toxicomanía, la enfermedad grave de carácter crónico, la condena
por delito doloso a más de dos años de pena privativa de la libertad o el
ocultamiento de la esterilización o del divorcio. Como puede apreciarse, el
Código Civil, es este caso hace referencia a un error en la identidad de la
persona, pero a nuestro juicio, debe entenderse como un error en las cualidades
esenciales de la persona".
El acto testamentario también presenta características peculiares que hacen que esté
sometido a normas especiales respecto de las contenidas en el Libro II del CC., salvo
los casos de remisión expresa a las reglas generales, como en el caso de las
modalidades (Art. 689° CC.), lo que no ocurre con el tratamiento del error. El acto
testamentario se caracteriza por ser unilateral y recepticio, que requiere de la
manifestación de voluntad directa del testador (Art. 690° CC.) y que puede ser o no de
contenido patrimonial (Art. 686° CC.). Es, además, el acto mortis causa por excelencia
y otras características, sin embargo, sólo vamos a mencionar y poner en relevancia la
de su provisionalidad, pues el testador puede revocarlo cuantas veces quiera, ya que
sólo a su muerte se torna definitivo.
Según, Fernando Vidal Ramírez "De acuerdo al Art. 809° del CC., también son
anulables las disposiciones testamentarias debidas a error esencial de hecho o
de derecho del testador, cuando el error aparece en el testamento y es el único
motivo que ha determinado al testador a disponer. Como error esencial puede
configurarse como error-vicio y también como error en la manifestación de la
voluntad, incluido el error en el que puede incurrir el notario al transcribir la
declaración testamentaria a su protocolo"
6. EL DOLO
(a) Es intencional.
(b) Su empleo es un engaño para inducir a error.
(c) Es contrario a las reglas de la buena fe.
6.2. Clasificación del dolo.
La doctrina distingue varias clases de dolo, siendo la distinción más importante la que
lo clasifica en dolo determinante o causante y en dolo incidente o incidental, que es la
utilizada por nuestro Código civil. En el presente estudio vamos a considerar la
distinción entre:
a) El dolo bueno y el dolo malo.- El dolo bueno es aquel engaño sin malicia,
mientras que el dolo malo viene a ser el dolo con animus nocendi, con intención de
engañar y causar perjuicio, y por eso lo reprime la codificación civil.
El Art. 211° del CC., contiene una noción del dolo incidente: "Si el engaño no es de tal
naturaleza que haya determinado la voluntad, el acto será válido, aunque sin él se
hubiera concluido en condiciones distintas; pero la parte que actuó de mala fe
responderá de la indemnización de daños y perjuicios". El dolo incidente no es,
pues, causa de anulación sino sólo de indemnización, como lo precisa el ya acotado
artículo.
Estas modalidades suponen la utilización del dolo por vía de acción o por vía de
omisión, que sea utilizado por una de las partes, o por ambas y también que sea
utilizado por un tercero.
a) El dolo por acción.- Es también dolo positivo o acción dolosa, viene a ser un
actuar que se trasunta en palabras o hechos, en una conducta en presentar
circunstancias falsas, o en suprimir o alterar las verdades.
El Código Civil considera el dolo por acción en su artículo 212°: "La omisión dolosa
produce los mismos efectos que la acción dolosa".
Según, Fernando Vidal Ramírez "Lo estipulado en el Art. 212° del CC., le reconoce
al dolo positivo la misma eficacia que al dolo negativo o dolo por omisión dolosa,
lo que significa que ambos pueden dar lugar a un dolo causante, o, de ser el
caso, a un dolo incidente".
b) El dolo por omisión.- El dolo por omisión o dolo negativo u omisión dolosa está
también previsto en el Art. 212° del CC., "La omisión dolosa produce los mismos
efectos que la acción dolosa". La omisión de una circunstancia que por la ley, los
usos del comercio o la naturaleza del negocio, había obligación de revelar a la otra
parte, no cabe dudar acerca de que la voluntad del contratante puede ser
determinada y captada por el silencio de quien calle hechos o circunstancias cuyo
conocimiento hubiera podido cambiar el pareces de la parte y hubiera podido
hacerla desistir de la celebración del contrato.
c) El dolo directo.- El dolo directo es el utilizado por uno de los celebrantes del
acto jurídico, a los que jurídicamente se les exige actuar de buena fe a fin de no
quebrar el principio romanista nemo dolus sus prodesse debet (a nadie debe
resultar ventajoso su dolo). Esta modalidad de dolo fue la tradicionalmente
considerada y legislada en nuestro Código Civil en el primer párrafo del Art. 210°,
que legisla sobre dolo causante, del Art. 211°, que legisla sobre dolo incidente, y
está implícito en el Art. 212°, que legisla sobre la acción y la omisión. Del dolo
directo se derivan a su vez:
e) El dolo del incapaz: La situación que genera el dolo utilizado por un incapaz
resulta distinta, el incapaz, si bien es parte en los actos jurídicos, no puede
celebrarlos por sí mismo, salvo que se trate de actos cuya celebración le está
permitida por la ley.
Según, Fernando Vidal Ramírez "La solución que da el Código Civil ante el dolo del
incapaz tiene arraigo romanista, pues esta misma solución viene impuesta desde
el Derecho Romano y su presupuesto es que el incapaz se haya hecho pasar por
capaz. Por eso, como bien lo señala León Barandiarán en lo que se refiere a la
norma vigente, el Art. 229° del CC., sirve al mismo propósito, pues lo queda claro
es que la actuación del incapaz es para ocultar su incapacidad".
g) El dolo indirecto.- el dolo indirecto, por contraposición al dolo directo, es el que
proviene de un tercero, esto es, de un extraño al acto, que lo emplea con la misma
finalidad con que lo podría haber empleado una de las partes para obtener una
ventaja indebida. Por eso se llama también dolo de tercero. El Código Civil se
ocupa del dolo indirecto o de tercero en el segundo párrafo del Art. 210°.
"Cuando el engaño sea empleado por un tercero, el acto es anulable si fue
conocido por la parte que obtuvo beneficio de él".
En los actos unilaterales la voluntad puede estar también viciada de dolo, pero como
hay una sola parte el vicio deberá ser provocado necesariamente por un tercero, es
decir, que la actividad dolosa proviene de quien está interesado en que el negocio
llegue a tener realidad.
El Código Civil no ha previsto el dolo en los actos jurídicos unilaterales. Sin embargo,
nada obsta para que pueda hacerse presente, sean actos recepticios o actos no
recepticios.
En los actos unilaterales recepticios el dolo se presenta con mayor nitidez que en los
no recepticios, por eso no existe razón para distinguir entre el engaño empleado por el
recepcionario de la declaración y el que es obra de un tercero, o sea de un extraño a la
relación jurídica. El recepcionario puede causar dolo configurando mediante halagos, y
lisonjas muy distintas de los artificios y engaños, pero que conducen a una misma
finalidad la cual es de producir una declaración de voluntad. Así por ejemplo, los
actos de captación de voluntad del testador practicados por una persona para
obtener un legado.
Los efectos del dolo resultan de su calificación en todo causante, que puede conducir a
la anulación del acto jurídico, o en dolo incidente, que sólo puede conducir al
resarcimiento de los daños y perjuicios. En el primer caso, la víctima del dolo tiene
expedita la acción de anulación y, en el segundo, la correspondiente acción
indemnizatoria.
Según el Art. 218° del CC., es también nula la renuncia anticipada a las acciones
fundadas en dolo. La renuncia no puede ser anticipada, mas sí es posible a posteriori,
cuando la víctima del dolo tiene conocimiento de él y, no obstante, se desiste de
entablar la acción resarcitoria de los daños y perjuicios. Como se ha referido a ambas
clases de dolo y ambas acciones el Art. 218°, respecto de las cuales prohíbe, najo
sanción de nulidad, su renuncia anticipada.
El dolo como hemos visto, además de ser un vicio de la voluntad configura un ilícito
civil. Para su prueba se aplica el principio general: onus probandi incumbit actori (el
que lo alega tiene que probarlo) y a él corresponde la carga de la prueba.
Los medios probatorios deben estar dirigidos a poner en evidencia la acción u omisión
dolosa y los daños y perjuicios irrogados (causados).
La prescripción de la acción de anulación prevista ene l inciso 4 del Art. 2001° del CC.,
que dispone que las acciones para la anulación de los actos jurídicos prescriben en el
plazo de 2 años, que se computa desde el día en que pudo ejercitarse la acción,
conforme al Art. 1993° del CC.
El dolo en el matrimonio
El dolo no está previsto de manera expresa en las causales que enumera el Art. 277°
del CC., para la anulación del matrimonio. Sin embargo, como hemos visto en la
explicación de las causales del error hemos puesto en evidencia la posibilidad del dolo,
el que se configuraría en el inciso 5 del Art. 277° en lo referente al error en
la identidad física del otro contrayente, cuando se trate de suplantación de persona o
del ocultamiento de su verdadero sexo.
El Art. 809° del CC., considera también el dolo como causa de anulabilidad del
testamento. La anulabilidad puede ser total o parcial, según el dolo haya determinado
la voluntad del testador en cuanto a todo el contenido del testamento o sólo una de sus
cláusulas o disposiciones. Puede configurarse el dolo mediante la modalidad de la
captación de su voluntad, o sea, mediante halagos, lisonjas, fingimientos e intrigas para
inducirlo por quien siendo heredero forzoso quiere ser mejorado, o por quien no
siéndolo quiere ser sustituido heredero voluntario, o por quien, tampoco siéndolo quiere
ser sustituido legatario.
7. LA VIOLENCIA FÍSICA
Concepción
El Art. 214° del CC., establece: "La violencia o la intimidación son causas de anulación
del acto jurídico, aunque hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en
él".
Según el Art. 218° del CC., al igual que en el caso del error y del dolo, es nula la
renuncia anticipada de las acciones fundadas en la violencia.
La vía procesal
El Código Civil, como tampoco el Código Procesal Civil, al igual que en el caso del error
y del dolo, han señalado la vía procesal para el trámite de las acciones, tanto anulatoria
así como indemnizatoria fundadas en la violencia. Por ello, al igual que en los casos
anteriores, consideramos que la vía es la del proceso de conocimiento y que
corresponde al órgano jurisdiccional fijarla en definitiva.
La prueba de la violencia
La violencia tiene que ser probada por quien la alegue como causal de nulidad del
acto: onus probandi incumbit actori. No hay restricción, por lo que el actor podrá
recurrir a cualquier medio probatorio idóneo. Si el actor acumula una acción
indemnizatoria, debe también probar el daño.
Según, Fernando Vidal Ramírez "la prueba de la violencia es suficiente para la
anulación del acto y, como precisó León Barandiarán, en la violencia física no
hay nada que examinar, salvo el hecho mismo de esa violencia. Sin embargo, el
Art. 216° del CC., establece pautas para la calificación de la violencia,
remitiéndose a la edad, el sexo, a la condición de la persona de la persona y a las
demás circunstancias que puedan influir sobre su gravedad, lo que se explica
por la equiparación con la intimidación, por lo que, nuestra opinión, la norma es
superflua en lo que atañe a la violencia".
El mismo plazo rige para la acción indemnizatoria que genera la violencia, tanto la que
se dirija contra la parte como contra esta y el tercero, si actuaron en connivencia
(complicidad), o sólo contra el tercero si la parte fue ajena al empleo de la violencia,
pues se trata de una imputación de responsabilidad extracontractual.
La violencia en el matrimonio
El Código Civil en el inciso 3 del Art. 277° prescribe que es anulable el matrimonio
realizado por el raptor con la raptada o a la inversa o el matrimonio realizado con
retención violenta.
En el Art. 809° del CC., también ha previsto a la violencia como causal de anulación del
acto testamentario, sin que haya lugar a la duda pues, además, menciona a la
intimidación , al dolo y al error. Sin embargo, se cree que obtener una declaración
testamentaria por medio de la violencia es poco menos que imposible por las
formalidades que debe revestir el acto testamentario.
8. LA INTIMIDACIÓN
Concepción
La intimidación consiste en infundir temor en un sujeto para obtener por ese medio una
manifestación de voluntad forzada, en cuanto es consecuencia de haber cedido ante la
amenaza que le infunde el temor y, por eso, constituye un genuino vicio de la voluntad.
La intimidación por ser un fenómeno subjetivo que se produce al interior de cada sujeto
y frente al cual no todos pueden reaccionar de la misma manera, la codificación civil ha
adoptado una noción con caracteres de definición, de lo que no ha sido ajena nuestra
codificación civil.
Se establece que la violencia o la intimidación son causas de anulación del acto jurídico
aunque hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en él. La doctrina
entiende por intimidación a la amenaza dirigida contra una persona con la finalidad de
atemorizarla y obtener así una declaración de voluntad constreñida a evitar el sufrir un
mal grave e inminente; de lo que se infiere que la voluntad del interviniente sí
existe, pero se encuentra viciada por haber tenido como objetivo no la
celebración del acto jurídico, sino el librarse de un no querido.
Según, Fernando Vidal Ramírez "tiene que ser un timor mayoris malignitatis, es
decir, que comparado con la declaración que se quiere arrancar implique mayor
mal para la víctima, la cual, como es natural escoge el mal menor, o sea, la
manifestación de voluntad que se le quiere arrancar. La doctrina y la legislación
han dado diversas calificaciones al mal que se constituye en elemento de la
intimidación. Nosotros vamos a tomar la inminente y grave, que el código de
1936 adoptó en el código Argentino y que el código vigente lo mantiene el
artículo 217°".
El temor: El mal que conlleva a la amenaza debe producir temor, es decir como una
conmoción del espíritu ante la presencia de un mal y al que con dificultad se puede
resistir.
Según, Fernando Vidal Ramírez "Según El art. 215° del CC., se refiere al "fundado
temor", que considera subjetivamente. Aún en la hipótesis de que no existiera
precepto para calificar la intimidación, como el Art. 216° del CC., esta tendría que
hacerse en función de la persona que la sufre, ya que la reacción frente a la
intimidación depende de la estructura psíquica de cada sujeto y de su valoración
de las personas y las cosas, pues la amenaza no sólo puede estar dirigida a él y a
sus bienes sino también a las personas, o a los bienes de éstas, con las cuales
guarda especiales relaciones de afecto".
El Art. 214° del CC., señala "La violencia o la intimidación son causas de anulación
del acto jurídico, aunque hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga
en él".
Efectos de la intimidación
Al igual que las acciones derivadas del error, del dolo y de la violencia física, las
acciones fundadas en la intimidación son irrenunciables, tanto la anulatoria como la
indemnizatoria, pues el Art. 218° del CC., preceptúa que es nula la renuncia anticipada
de la acción que se funde en intimidación.
La norma, como en los casos anteriores, se explica y se justifica en el ilícito civil, y aún
penal, que constituye la intimidación. La renuncia posterior es posible por su
imbricación (superposición) con la figura de la confirmación.
En el Código Civil, como también el Código Procesal Civil, han determinado la vía
procesal para el trámite de las acciones fundadas en la intimidación, por lo que, como
en los casos anteriores consideramos que corresponde tramitarlas como proceso de
conocimientos, correspondiendo al órgano jurisdiccional fijar en definitiva la vía
procesal.
La prueba de la intimidación
El plazo se computa desde el día en que pudieron ser ejercitadas tanto la acción
anulatoria como la acción indemnizatoria, conforme al Art. 1993° del CC. "La
prescripción comienza a correr desde el día en que puede ejercitarse la acción y
continúa contra los sucesores del titular del derecho".
La intimidación en el matrimonio
El Art. 277° inciso 6 del CC., preceptúa que: "Es anulable el matrimonio: de quien lo
contrae bajo amenaza de un mal grave o inminente, capaz de producir en el
amenazado un estado de temor, sin el cual no lo hubiera contraído. El juez
apreciará las circunstancias, sobre todo si la amenza hubiera sido dirigida contra
terceras personas. La acción corresponde al cónyuge perjudicado y sólo puede
ser interpuesta después dentro de un plazo de 2 años de celebrado. El simple
temor reverencial no anula el matrimonio".
La intimidación en el acto testamentario está prevista en el Art. 809° del CC. "Es
anulable el testamento obtenido por la violencia, la intimidación o el dolo. También son
anulables las disposiciones testamentarias debidas a error esencial de hecho de
derecho del testador, cuando el error aparece en el testamento y es el único motivo que
ha determinado al testador a disponer", siendo pertinente lo que hemos dejado
expuesto al referirnos a la intimidación por parte de tercero y sobre la intimidación en
los actos unilaterales.
CONCLUSIONES
Que, el acto jurídico puede ser anulado por existir error en él, lo que constituye un
factor perturbador inconsciente que distorsiona el proceso formativo de la voluntad
jurídica, ya en el aspecto relativo a la voluntad interna, en cuyo caso se configura el
denominado error-vicio, o ya en lo que se refiere a la exteriorización de la voluntad
interna, en cuyo caso se configura el denominado error en la declaración, que el
Código Civil legisla claramente diferenciados en sus artículos, pero bajo el título común
de Vicios de la Voluntad. Sin embargo, la anulabilidad fundada en el error no da lugar a
indemnización.
Por otro lado, el dolo es también un factor perturbador inconsciente del proceso
formativo de la voluntad jurídica que afecta a la función cognoscitiva del sujeto y, por
tanto, distorsiona su voluntad interna. Pero, a diferencia del error-vicio, que es
espontáneo, el dolo es una inducción al error, un engaño para provocar el error, y por
eso se caracteriza por la mala fe, por el designio de perjudicar a otro. Los efectos del
dolo resultan de su calificación en todo causante, que puede conducir a la anulación del
acto jurídico, o en dolo incidente, que sólo puede conducir al resarcimiento de los
daños y perjuicios.
Concluimos también que, la intimidación es el acto ilícito realizado por un sujeto que
atemoriza a otro mediante amenazas injustas de hacerlo sufrir un mal inminente y
grave para obligarlo a realizar un acto jurídico que no desea o que lo desea en otros
términos y condiciones. La persona que bajo amenazas es constreñida a concluir un
acto jurídico en las condiciones que le señalan, no tiene la libertad de decisión que
debe acompañar al perfeccionamiento del acto jurídico. La intimidación acarrea la
anulabilidad del acto jurídico, constituyéndose en una genuina causal anulatoria como
lo establece el Art. 214° del CC. La acción anulatoria debe dirigirse contra la otra parte
y, si el acto es unilateral, con el autor de la intimidación y en caso de provenir de un
tercero, sólo contra éste, salvo que hubiera actuado en connivencia (complicidad) con
la otra parte.
BIBLIOGRAFÍA
TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. Acto Jurídico: Vicios de la Voluntad. Edit. Moreno S.A.
Lima, 2001