Causalidad - Bochaca

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JOSE GAY BOCHACA “Curso de filosofia fundamental”

CAUSALIDAD
D. LA CAUSALIDAD

1. EL CONOCIMIENTO DE LA CAUSALIDAD

1. La experiencia de la causalidad

Hemos estudiado la estructura del ente y los trascendentales. Ahora nos toca ver el tema de la
causalidad, es decir, los estudios de las cosas en cuanto influyen en el ser de otras.
Las ideas de causa y efecto están incluidas entre aquellas a las que el pensamiento humano
recurre con más frecuencia. Tanto la vida práctica como la experiencia científica se basan en la
existencia de la dependencia entre unas cosas y otras. Históricamente, algunos filósofos han
reducido la causalidad a una mera sucesión cronológica de fenómenos que tiene como
consecuencia la negación del saber científico. Y eso es así, pues definimos la ciencia como «el
conocimiento cierto por las causas», y si negamos la causalidad, se cae en un escepticismo. La
existencia de la causalidad para nosotros es una verdad evidente (que se llama per se nota), que
no hay que demostrar, sino estudiarla y buscar su fundamento. Y el fundamento de causalidad no
será otra cosa que el ente, que «es» y por eso puede «causar». La causalidad es un proceso que
parte de lo que llamamos «causas», y afecta a otras cosas que llamamos «efectos».

2. El principio de la causalidad

Al captar la noción de causalidad no captamos aisladamente las ideas de causa y efecto, sino que
las captamos íntimamente vinculadas, hasta tal punto que no se pueden entender una sin la otra.
La mutua dependencia entre causa y efecto se expresa de modo universal bajo el nombre de
principio de causalidad (sin embargo, los principios de causalidad que citaremos se referirán a la
causalidad eficiente, pues las otras causas se fundan en ella o están íntimamente unidas). Algunas
formulaciones del principio de causalidad son:
A. Todo lo que empieza tiene una causa. Esta formulación se puede referir a cualquier perfección
de los entes que tenga un inicio temporal, pues lo que no tiene acto no es capaz de dárselo a sí
mismo, sino que necesita del influjo de otro que ya lo posea (p. ej.: lo que no es cálido necesita de
algo que esté caliente para calentarse).
B. Todo lo que se mueve es movido por otro. Esta es la primera formulación en la historia del
principio de causalidad, y fue realizada por Aristóteles. Esta formulación se puede explicar
diciendo que, por el movimiento, lo que está en potencia pasa a acto, pero, como ninguna
potencia se da el acto a sí misma, tenemos que concluir que, si se mueve lo, hace por algo exterior
a él.
C. Todo lo contingente necesita una causa. Entendemos por contingente lo que se comporta de
diverso modo y, más concretamente, lo que tiene en sí mismo la potencia de dejar de ser, y esto
sucede en los seres corruptibles, que están compuestos de materia y forma. Y como lo
contingente puede ser y no ser, si de hecho «es», podemos concluir que necesita una causa de su
ser en acto, y ésta, si es contingente, necesitará de otra causa, y así sucesivamente hasta que lle-
garemos a una causa necesaria.

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D. Todo lo que conviene a algo y no es de su esencia le pertenece por alguna causa. Esta
formulación se considera como la más perfecta del principio de causalidad. La podemos explicar
diciendo que todos los entes convienen en el ser, el cual no pertenece a su esencia y, por tanto,
exige una causa realmente distinta. Y el ser no pertenece a la esencia porque ésta es el principio
de diversidad; en cambio, el ser es el principio de unidad. Por lo tanto, el ser exige una causa
exterior, pues no le puede venir de la esencia diversificante.
Además, podemos argumentar con santo Tomás de Aquino que «todas las cosas compuestas
tienen una causa (...): aquellas que de por sí son diversas no convienen en algo uno si no es por
una causa que los una». Los entes están compuestos de esencia y ser, que de suyo son diversos;
luego hace falta una causa que los reúna.

De las formulaciones del principio de causalidad podemos concluir que «nada puede ser causa de
sí mismo», pues se produciría en el ser para llegar a ser, lo que supondría que sería y no sería a la
vez, y esto va en contra del principio de no contradicción.
Otra consecuencia que se desprende del principio de causalidad es la siguiente: «ninguna causa
puede producir un efecto superior a sí misma», o como decimos en lenguaje coloquial, «nadie da
lo que no tiene».

Il. NATURALEZA Y GENEROS DE CAUSAS

1. Noción de causa

Podemos definir la causa como «aquello que real y positivamente influye en una cosa,
haciéndola depender de algún modo de sí». Las características de la causa son las siguientes:

A. Dependencia efectiva en el ser: Con eso queremos expresar que una causa es causa en la
medida en que sin ella no comienza a ser o a subsistir el efecto.

B. Distinción real entre la causa y el efecto: Esto es evidente, pues la dependencia real implica
distinción.

C. Prioridad de la causa sobre el efecto: Con ello se quiere decir que toda causa es anterior al
efecto según un orden de naturaleza y casi siempre también según un orden temporal (p. ej.: la
semilla es antes que el árbol), en el sentido de que la perfección causada debe encontrarse
«antes» en la causa, aunque respecto a la acción, causa y efecto son simultáneos.

2. Principales tipos de causas

Lo que distingue a la causalidad es la dependencia en el ser. Por lo tanto, habrá tantos tipos de
causas como diversas maneras de subordinación real.
Los tipos de causas son los siguientes: es causa la materia de la que algo está hecho (causa
material); la forma intrínseca a la cosa, que actualiza a esa materia (causa formal); el principio que
hace surgir la forma en la materia (causa eficiente), y el fin hacia el que tiende el agente (causa
final). Todos los demás tipos de causa pueden resumirse en alguno de estos cuatro.

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III. CAUSA MATERIAL Y CAUSA FORMAL

1. Causa material

Podemos definir la causa material como «aquello de lo cual y en lo cual se hace algo» (p. ej.:
una mesa está hecha de madera). La causa material relacionada con otras causas puede
caracterizarse como:

A. Principio potencial pasivo. La causa material principio al igual que las otras tres. Sin embargo, se
diferencia de las otras en que la causa material tiene razón de potencia pasiva, que contiene al
efecto como la potencia a su acto (p. ej.: la mesa está incluida en la madera informe, pero de
forma potencial y deficiente, ya que para llegar a mesa requiere la acción del carpintero).

B. Permanente en el efecto. Como es potencia pasiva, la materia hace las funciones del sujeto
receptivo de la forma.

C. Indeterminación. Como decimos que es potencia, la materia es algo inacabado e indefinido; esa
indeterminación finaliza cuando la forma actualiza una de las posibilidades de la materia (p. ej.: la
madera está en potencia de ser multitud de utensilios).
Las características de la causa material se encuentran en la materia prima, y en este sentido se
realizan de modo pleno las características de la causa material, ya que es el «sujeto» que
«permanece» a través de los cambios substanciales, «recibiendo» en sí las formas que dan lugar a
los diversos entes; y también la materia segunda (substancia), al ser susceptible de recibir formas
accidentales, es causa material de éstas. Y llamamos a la substancia «materia segunda» porque
presupone en su constitución a la materia prima (p. ej.: la materia prima es la causa material de
que la madera sea madera; y la madera ya constituida es causa material con respecto de la figura,
el color, etc.).

2. La causa formal

Podemos definir la causa formal como «el acto o perfección intrínseca por lo que una cosa es lo
que es, tanto en el ámbito de la substancia como en el de los accidentes» (p. ej.: el alma hace que
el hombre sea hombre o por el color le hace ser blanco, etc.).
La forma es causa con respecto a la materia porque la hace ser en acto, según un modo de ser. Se
llama forma substancial a la forma sin la cual un ente no sería nada; y se llaman formas
accidentales a las que advienen a un ente que ya está en acto añadiéndoles otras perfecciones.
Por último, cabría hacer una referencia a la causa ejemplar. Propiamente no es una causa, sino
que se asimila a la causa formal, pero es una condición esencial para que el agente sea realmente
causa.
La causa ejemplar es el modelo que guía al agente en la realización de la obra (p. ej.: en una
actividad técnica, el proyecto de lo que se va a realizar se posee en la mente y determinará
posteriormente la especie y las características del futuro efecto).

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IV. CAUSA EFICIENTE

1. Naturaleza de la causa eficiente

Podemos definir la causa eficiente como el «principio del que fluye primariamente cualquier acción
que hace que algo sea o que sea de algún modo». Como la causa eficiente obra sobre la materia,
educiendo una nueva forma, se le llama también causa motriz (causa movens); y santo Tomás la
define diciendo que «la causa eficiente es causa de la causalidad de la materia y de la forma, pues
hace, por su movimiento, que la materia reciba la forma y que la forma inhiera en la materia».
Los rasgos distintivos de la causa eficiente son los siguientes:

A. Es exterior al efecto. Se caracteriza como principio extrínseco en oposición a las causas formal y
material.

B. Comunica la perfección propia que el agente tiene e acto.

C. El efecto preexiste de algún modo en su causa. De esto se deduce que el agente que obra
produce siempre algo semejante a sí (p. ej.: el niño se asemeja a los padres), y que el principio por
el que un ente actúa, produciendo un efecto, es su forma y no su materia, dado que es debido a la
forma el que sea en acto.

2. Tipos de causa eficiente

Las causas eficientes se pueden dividir según diversos modos:

A. Causa total y causa parcial

Esta división se realiza en razón de su intensidad. La causa total es causa completa del efecto en
un determinado orden; la causa parcial sólo produce una parte del efecto (p. ej.: el padre y la
madre son causa parcial del hijo).

B. Causa universal y causa particular

Esta división se hace con referencia a la extensión, es decir, al conjunto de efectos diversos a los
que se extiende. La causa universal es la que alcanza una serie de resultados diferentes desde el
punto de vista específico (p. ej.: Dios es causa universal de todo lo creado; el director de un colegio
es causa universal de los que dependen de él: padres, profesores, alumnos, etc.); la causa
particular es la que se encuentra restringida a un solo tipo de efecto (p. ej.: el carpintero hace una
mesa en cuanto mesa, pero no en cuanto ente). Por último, cuanto más perfecta es una causa, es
decir, cuanto más acto tiene, mayor es su capacidad operativa y a más cosas se extiende.

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C. Causa unívoca y análoga

Esta división se realiza por el grado de semejanza de los efectos con sus causas. Se llama causa
unívoca a la que produce un efecto de su misma especie (p. ej.: el hombre engendra un hombre);
la causa análoga es la que da lugar a un efecto de distinta especie e inferior a la causa, aunque
semejante a ella (p. ej.: el artista es causa análoga de la estatua que, aunque no es de la misma
especie que él, posee una semejanza degradada del espíritu humano).

D. Causa principal e instrumental

Podemos decir que causa principal es la que actúa por su propia virtud. En cambio, la causa
instrumental es la que produce un efecto no por su propia virtud, sino sólo por el movimiento con
que lo mueve el agente principal (p. ej.: en una operación, el médico es la causa principal de la
operación y el bisturí es la causa instrumental).
En consecuencia, la acción del instrumento en cuanto instrumento no es distinta de la acción del
agente principal, y por eso el efecto de una acción instrurnental debe atribuirse al agente principal
y no al instrumento (p.ej.: un cuadro no debe atribuirse al pincel, sino al pintor).

E. Causa necesaria y contingente

La causa necesaria es la que alcanza siempre su propio efecto; la contingente es aquella que no
produce siempre el efecto (el conocimiento de Dios es necesario, nunca se equivoca al conocer; en
cambio, una cerilla puede que no queme un pajar si la paja está mojada y, por lo tanto, es una
causa contingente).

F. Causa determinada y libre

Definimos la causa determinada como lo que produce su propio efecto por la simple
espontaneidad de su naturaleza (p. ej.: un manzano produce el fruto según su naturaleza, como
causa determinada, si nada lo impide); por el contrario, la causa libre es la que produce su efecto
con dominio sobre la operación y, por lo tanto, se puede producir o no en virtud de una decisión a
la que llamamos libre (p. ej.: un alumno decide si estudia o no estudia).
No obstante, aunque parezca contradictorio, afirmamos que Dios es causa necesaria (no
contingente) y libre (no determinada).

V. LA CAUSA FINAL

1. Naturaleza de la causa final

Comprobamos por la experiencia que tanto el obrar humano como el obrar entre las criaturas
irracionales tiene una orientación determinada, es decir, se dirige hacia un objetivo, y éste es la
causa del ponerse a obrar, y así surge la causa final como coronación de los diversos tipos de cau-

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salidad.

Podemos definir la causa final como «aquello en vista de lo cual algo se hace», o también, con
otras palabras, podemos decir que la causa final es «aquello por lo que el agente se determina a
obrar» (p.ej.: el arquitecto hace una casa para ganar dinero).

Algunos rasgos distintivos de la causa final son los siguientes:

A. El fin causa por modo de atracción. Esto es lo que caracteriza a la causa final en contraposición
con las otras causas. Por eso, podemos decir que lo propio del fin es atraer (p. ej.: el conseguir
dinero es lo que le mueve al padre de familia a trabajar).

B. La causa final tiene razón de bien. Precisamente si el fin atrae es porque es bueno y, en cuanto
tal, puede perfeccionar a otros. El fin, aquello a lo que tiende el obrar, es necesariamente algo
adecuado para él, ya que no Se movería a conseguirlo sino en virtud de alguna conveniencia. Y
como lo que es apropiado para alguien es su bien, resulta que todo agente obra por el bien.

C. Él fin es verdadero principio causal, pues sin la causa final el agente no se movería a obrar y, en
consecuencia, no se daría el efecto.

2. Tipos de causa final

Podemos establecer diferentes tipos de causa final:

A. Fin intrínseco y fin trascendente

Llamamos fin intrínseco al resultado natural de una operación (p. ej.: el fin del escultor es la
imagen que produce con su trabajo). A este fin se le llama también fin- efecto, en cuanto es
producto de la acción.
Llamamos fin trascendente al objetivo al que está dirigida la acción (p. ej.: el gato se dirige al lugar
en que se encuentra el plato de la leche para alimentarse; la alimentación es el fin trascendente
con respecto al caminar).
Si nos referimos a los seres inteligentes y libres el fin trascendente puede ser elegido por el sujeto
(p. ej.: un pintor puede proponerse ser famoso como meta de su trabajo profesional). En ética se
llama «fin del que actúa» (finis operantis) al fin trascendente; y, en cambio, al fin intrínseco, «fin
de la obra» (finis operis).

B. Fin último y fin próximo

Llamamos fin último al que tienden todos los demás fines de una serie de causas finales
encadenadas; y, en cambio, fin próximo es el que se pretende con vistas a otro fin ulterior (p. ej.:
la paz es la causa final de la guerra y las diferentes batallas victoriosas son fines próximos
encaminados al triunfo final). En último término, el fin último de todo lo creado es Dios; sin
embargo, pueden darse de un modo relativo diferentes fines últimos que no sean Dios.

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C. Fin honesto, deleitable y útil

El fin honesto es aquel que se quiere en sí mismo porque es bueno para el ente que lo desea (p.
ej.: la ciencia médica perfecciona al que la posee).
El fin deleitable es el mismo fin o bien honesto, pero en cuanto aquieta el deseo y produce un gozo
una vez que se ha conseguido, p. ej.: la satisfacción que produce la ciencia médica en cuanto que
aquieta el afán de saber del estudiante).
El fin útil es el que se quiere como medio (p. ej.: la ciencia médica en orden a la salud corporal).

D. Fin producido y fin poseído

Hay acciones que llamamos «productoras de un fin» en cuanto que tienen como resultado una
realidad que antes no existía. A este fin lo llamamos fin producido. En este sentido podemos decir
que la producción del fin es una muestra de la «perfección» del agente (p. ej.: el pintor, cuando
realiza su obra en un lienzo, da realidad al fin que se había propuesto) "
Otras acciones, por el contrario, no producen un nuevo objeto, sino que relacionan al agente con
una realidad ya existente. A este lo llamamos fin poseído (p. ej.: la persona que ama a otra no la
crea, sino que se une a un ser ya existente). En este caso, más que mostrar la perfección del
agente, manifiesta su «indigencia», es decir, la necesidad que tiene de perfeccionarse con algo
exterior.

3. El principio de finalidad

La finalidad hace referencia a todo ente, aunque se vea con mayor facilidad en los entes libres, y
se formula del siguiente modo: «Todo agente obra por un fin»; éste es un hecho captado por la
experiencia. Tanto los seres libres como los que obran según su naturaleza, es decir,
necesariamente, se mueven para conseguir su fin, pues de lo contrario no actuarían.
En los procesos no libres la existencia de la causa final se comprueba al observar la naturaleza. Su
contemplación nos lleva a ver el orden de las cosas, y ese orden supone que el fin es su causa.
Además, la regularidad de los procesos naturales es manifestación clara de que tienden siempre a
un fin. Por eso, concluimos que el fin inmediato de todos los seres no libres es la misma perfección
de su especie.
Los seres libres tienden a sus fines conociendo éstos como tales y dominando las acciones
relacionadas con el fin.

4. El fin, causa de las demás causas

El fin es la primera de las cuatro causas, y se necesita de ella para que se den los demás tipos de
causalidad. El fin es causa de la causalidad del agente, porque hace que éste produzca su efecto
(sin causa final no habría causa eficiente), y si el agente no obra, no se da el paso de potencia
(causa material) al acto (causa formal). Por tanto, sin causa final no habría ni causa eficiente, ni
material, ni formal. El fin, por decirlo así, «pone en marcha» el proceso causal. Por lo tanto,

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podemos afirmar que el fin es la causa de las causas. Sin embargo, el fin es lo último que se
consigue en la ejecución y lo primero en el orden de la intención.

BIBLIOGRAFIA

BIBLIOGRAFIA BASICA que se ha seguido en este capítulo

Alvira, T.; Clavell, L. y Melendo, T., Metafísica. Eunsa. Pamplona, 1982. Especialmente pp. 15, 18,
27-34, 39, 43-45, 49, 53-59, 65-68, 93-98, 101, 102, 109-112, 114, 115, 119-121, 131-135, 137-142,
145, 146, 148, 151153, 157-159, 165-167, 175-181, 185, 186, 188, 193196, 201-208, 219-223, 228.

OTRA BIBLIOGRAFIA

De Finance, J., Conocimiento del ser. Madrid, 1971.


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Gilson, E., Létre et I'essence. Vrin. París, 1962; El ser y los filósofos. Eunsa. Pamplona, 1985.
González Álvarez, A., Introducción a la metafísica. Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, 195.1;
Tratado de metafísica. Ontología. Gredos. Madrid, 1961.
González, A. L., Ser y participación. Eunsa. Pamplona, 1979.
Grenet, P. B., Ontología. Herder. Barcelona, 1973.
Inciarte, F., Forma Formarum. Friburgo, 1970.
Jolivet, R., Metafísica. Lohle. Buenos Aires, 1957.
Manser, G. M., La esencia del tomismo. C. S. 1. C. Madrid, 1953.
Owens, J., The doctrine of being in the aristotelian Metaphysics. Toronto, 1957.
Philippe, M. D., Une philosophie de lêtre est- elle encore posible. París, 1975.
Raymaeker, L. de, Filosofía del ser. Gredos. Madrid, 1968.
Schulz, W., El Dios de la metafísica moderna. México, 1961.

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