01 - Popper - La Logica de La Investigacion Cientifica Capx 85

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LA LOGICA

DE LA

INVESTIGACION
CIENTIFICA

ESTRUCTURA Y FUNCION
EL PORVENIR ACTUAL DE LA CIENCIA
La corroboración 257

sistema de enunciados básicos a que se refiere la corroboración (por


ejemplo, indicando la fecha de su aceptación) 2 • *
Por consiguiente, la Cürroboración no es un «valor veritativo >J;
o sea, no puede equiparársela a los conceptos de «verdadero» y «fal-
so» (que están libres de subíndices temporales): pues para uno y el
mismo enunciado puede existir un número cualquiera de valores dis-
tintos de corroboración, todos los cuales serán, sin duda, «correctos»
o «verdaderos» simultáneamente; pues serán valores deductibles de
la teoría y de diversos conjuntos de enunciados básicos, que estarían
aceptados en fechas distintas.
Las observaciones anteriores pueden servir también -tal vez-
para elucidar el contraste entre mis opiniones y las de los pragmatis-
tas, que proponen definir la «verdad» a base de lo:s éxitos de una
teoría -y, poor tanto, de :su utilidad- o de su confirmación o su
corroboración. Si meramente pretenden afirmar que una evaluación
lógica del éxito de una teoría no puede ser sino una evaluación de
su corroboración, estoy dispuesto a admitirlo. Pero me parece que
identificar el concepto de corroboración con el de verdad distaría
*
mucho de ser «útil» 3 ; y en el uso corriente se evita hacer tal cosa:
¡mes cabe muy bien decir de una teoría que apenas está corroborada
por ahora, o que todavía no está corroborada, mientras que normal-
mente no diríamos nunca que una teoría apenas es verdadera por aho-
ra, o que todavía es falsa.

85. LA RUTA DE LA CIENCIA

En la evolución de la física puede discernirse algo así como una


dirección general de su evolución, que partiendo de teorías de un ni-
vel reducido de universalidad iría hacia teorías de nivel más elevado.
A esto suele llamarse la dirección «inductiva»; y podría pensarse que
el hecho de que la física avance en esta dirección permite ser utili-
zado como argumento en favor del método inductivo.
Ahora bien; un avance en dirección inductiva no consiste nece-
sariamente en una sucesión de inferencias inductivas: en realidad,
hemos hecho ver que puede explicarse de un modo enteramente dife-
rente, a saber, teniendo en cuenta los grados de contrastabilidad y de
corroborabilidad. Pues sólo cabe superar una teoría que esté bien
corroborada por medio de otra de nivel de universalidad más alto;
esto es, por una que sea más contrastable y que, además, oontenga la
teoría antigua y bien corroborada (o, al menos, una buena aproxima-
ción de ella). Por lo cual, sería mejor designar semejante tendencia
-el paso a teorías de nivel de universalidad más elevado- diciendo
que es «casi inductiva» .

., Cf. la nota •1 del apartado 81.


•• Por tanto, para definir «verdadero» como «Útil:. (de acuerdo con lo propuesto
por algunos pragmatistas, especialmente por William James), o bien por u con éxito»,
uconfinnado» o o:corroboradoll, tendríamos que introducir un nuevo concepto «abso-
luto» o «intemporal», que desempeñaría el papel de «vcruad:o.
17
258 La lógica de la investigación científica

Los procesos casi inductivos deberían mirarse del modo siguien·


te. Se proponen teorías de cierto nivel de universalidad, y se contrastan
deductivamente; después se proponen otras de un nivel de universa-
lidad más elevado, que se someten a contraste valiéndose de las corres·
pondientes a los niveles anteriores; y así sucesivamente. Los métodos
de contrastación están apoyados invariablemente en inferencias deduc·
*
tivas que van de un nivel a otro más bajo 1 ; mientras que, por otra
parte,. en la sucesión temporal se llega a cada nivel de universalidad
pasando de un nivel inferior a otro más elevado.
Puede plantearse ahora la cuestión siguiente. ((¿Por qué no in·
ventar directamente teorías del máximo nivel de universalidad? ¿Por
qué esperamos a esta evolución casi inductiva? ¿No será, tal vez, por·
que, al fin y a la postre, haya algún elemento inductivo contenido en
ella ?JJ. Y o no lo creo así. Una y otra vez se proponen ciertas suge-
rencias -conjeturas, o teorías- de todos los niveles posibles de
universalidad; las teorías que se encuentran en un nivel de univer·
salidad demasiado elevado, como si dijéramos (esto es, demasiado le-
jos del nivel alcanzado por la ciencia que en aquel momento es sus-
ceptible de contrastación ), darán lugar, quizá, a un <<sistema metafí.
sico>>. En este caso, incluso si son deductibles enunciados que perte-
necen al sistema científico vigente (o sólo semideductibles, como, por
ejemplo, en el sistema de Spinoza ), entre ellos no se encontrará nin·
gún enunciado contrastable nuevo: lo cual quiere decir que no podrá
idearse ningún experimento crucial con el que someter a contraste
*
el sistema en cuestión 2 • Pero si, por el contrario, cabe idear un
experimento crucial con el fin indicado, el sistema contendrá -al
menos como primera aproximación- alguna teoría bien corrobora-
da y, además, alguna otra cosa que quepa contrastar: no será ((meta·
físico>>, naturalmente, y cabrá considerarle como un nuevo paso en la
evolución casi inductíva de la ciencia. Esto explica por qué, por regla
general, sólo las teorías que se proponen con una pretensión de re-
solver los problemas a la vista en el momento -esto es, las dificul-
tades, contradicciones y falsaciones con que se está enfrentado en
el momento-- establecen un contacto con la ciencia de la época : al
proponer una solución para tales dificultades, tales teorías pueden
indicar el camino hacia un experimento crucial.
Para tener una imagen o modelo de esta evolución casi inductiva
de la ciencia podemos representarnos las diversas ideas e hipótesis
como partículas suspendidas en un fluido. La ciencia susceptible de
contrastación es el precipitado de dichas partículas en el fondo del
recipiente, donde se depositan en capas (de universalidad) ; el es-

*' Las «inferencias deductivas que van de un nivel a otro más bajo» son, natu·
ralmente, explicaciones (en el sentido del apartado 12); y de ahí que las hipótesis de
nivel superior sean explicativas con respecto a las de nivel inferior.
•• Convendría advertir que lo que quiero decir cuando hablo de experimento
crucial es un experimento ideado para refutar una teoría (si es posible), y, más en
particular, aquél que se pretende aporte una decisión entre dos teorías en competencia
al refutar (al menos) una de ellas -sin demostrar por eso la otra, desde lueg()--
(.,éanse, asimismo, la nota 1 del apartado 22 y el apéndice *IX).
La corroboración 259

pesor del depósito crece con el número de capas, y cada capa nueva
corresponde a una teoría más universal que las situadas debajo de
ella. Como resultado de este proceso, es posible que el crecimiento
de la ciencia llegue a alcanzar ideas que antes se encontraban flotando
en regiones metafísicas más altas, con las que establece contacto y las
hace asentarse. Tenemos ejemplos de estas ideas en el atomismo, en
la idea de un «principioll físico -o elemento último- único (del
cual se deriven todos los demás), en la teoría del movimiento terres-
tre (al cual se opuso Bacon como ficticio), en la antiquísima teoría
corpuscular de la luz, y en la teoría de la electricidad como fluido
(que ha revivido en forma de la hipótesis del gas de electrones de la
conducción metálica). Todos estos conceptos e ideas metdísicos pue-
den haber ayudado, incluso en sus formas más primerizas, a ordenar
la imagen del mundo que tiene el hombre, y, en algunos casos, han
llevado a predicciones con éxito. Pero una idea de este tipo adquiere
ciudadanía científica solamente cuando se la presenta en forma fal·
sable: esto es, sólo cuando se ha hecho posible decidir empíricamente
entre ella y otra teoría rival.
Mi investigación ha seguido y rastreado las diversas consecuencias
de las decisiones y convenciones que habíamos adopta,do al comenzar
este libro, en particular del criterio de demarcación. Mirando hacia
atrás, podemos tratar ahora de tener, por fin, una panorámica de la
imagen de la ciencia y de la investigación científica que ha surgido.
(Me refiero no a una imagen de la ciencia como fenómeno biológico,
como instrumento de adaptación o como método de producción en
rodeo, sino "a sus aspectos epistemológicos.)
La ciencia no es un sistema de enunciados seguros y bien asen·
tados, ni uno que avanzase firmemente hacia un estado final. Nuestra
ciencia no es conocimiento ( episteme): nunca puede pretender que
ha alcanzado la verdad, m siquiera el sustituto de ésta que es la
probabilidad.
Pero la ciencia tiene un valor que excede al de la mera super-
vivencia biológica; no es solamente un instrumento útil: aunque no
puede alcanzar ni la verdad ni la probabilidad, el esforzarse por el
conocimiento y la búsqueda de la verdad siguen constituyendo los mo·
tivos más· fuertes de la investigación científica.
N o sabem,os: sólo podemos adivinar. Y nuestras previsiones están
guiadas por la fe en leyes, en regularidades que podemos des-cubrir
-descubrir-: fe acientífica, metafísica (aunque biológicamente ex·
plicable ). Como Bacon, podemos describir la propia ciencia contem·
poránea nuestra -«el método de razonar que hoy aplican ordinaria·
mente los hombres a la Naturaleza>>- diciendo que consiste en o:anti·
cipaciones, precipitadas y prematurasll, y en «prejuiciosll '1.
Pero domeñamos cuidadosa y austeramente estas conjeturas o o:an·
ticipacioneSJl nuestras, tan maravillosamente imaginativas y audaces,
por medio de contrastaciones sistemáticas: una vez que se ha pro·

• BACON, Novum OrBanum, 1, 26.


260 La lógica de la investigación científica

puesto, ni una sola de nuestras l<anticipacioncSJJ se mantiene (logmá·


ticamente; nuestro método de invcstig;aeiún no consiste en defender·
las para demostrar qué razón teníamos; sino <rue, por ('l contrario,
tratamos de derribarlas. Con todas las armas de nuc,tro arsenal lógi·
co, matemático y técnico, tratamos de demostrar que nuestras antici·
paciones eran falsas -con objeto de proponer en su lugar nuevas
anticipaciones injustificadas e injnsti[ieahlc", nuevos «prejuicios prc·
.:!ipitados y prematuros¡¡, como Bacon los llamó con gran mofa 3 • *
Es posible interpretar los progresos de la eicncia más prosaica·
mente. Cabría decir que el progreso puede (( ... originarse fle dos ma·
neras solamente: acumulando nuevas experiencias perceptivas y or·
ganizando mejor las que ya teníamos a nuestra <lisposiciónn 2 • Pero
esta descripción del progreso científico, aunque no es realmente errÓ·
nea, parece no dar en el blanco; recuerda demasiado a la induceiún
baconiana: sugiere en exceso su industrioso acumular los «incontables
racimos, maduros y en sazónn 3 de los que esperaba que fluyese el
vino de la ciencia, su mito de un método científico que partiera <le
la observación y el experimento para avanzar luego hasta las teorías.
(Diremos de pasada que este método legendario aún inspira algunas
nuevas ciencias, que intentan practicarlo debido a la general creencia
de que constituye el método de la física experimental.)
El avance de la ciencia no se debe al hecho de que se acumulen
más y más experiencias perceptivas con el correr del tiempo, ni al de
que haríamos cada vez mejor uso de nuestros sentidos. No es posible
destilar ciencia de experiencias sensoriales sin interpretar, por muy

~.J El término de Bacon aanticipLJción)) (uunticipatio>>, J'D11Ilm Organunr, 1, 26 ),


quiere decir casi lo mismo que «hipótesis" (tal como yo lo empleo). La tesis de Bacon
era que, con objeto de preparar la inteligencia para la intuición de la verdadera
esencia o naturaleza de una cosa, era menester limpiarla ~tes meticulosamente do
toda anticipación, prejuicio e ídolo: pues la fuente de todos los errores es la impureza
de nuestra propia inteligencia, ya que la N1lturalcza no miente. La función principal
de la inducción elimina ti va sería (como en Aristóteles) la de ayudar a tal purifica·
ción (véase también mi Open Society [vers. cast., l-a sociedad abierta (T.)] -capí-
tulo 24, nota 59 del capítulo 1 O y nota 33 del capítulo l l - en donde se describe
brevemente la teoría de la inducción de Aristóteles): esta purificación de prejuicios
es concebida como una especie de rito, que se prescribe' para el científico con objeto
de preparar su inteligencia para la interpretación del Lihro de la Naturaleza -análo-
gamente a como la purificación mística de su alma la dispone para la visión de Dios
(d. el apartado *4 de mi Postscript).
• P. FRANK, Das Kausalgesetz und seine Grenzen (1932). La tesis de que el pro·
greso de la ciencia se deba a la acumulación de experiencias perceptiva~ sigue teniendo
gran aceptación (cf. mi segundo prefacio, de 1958 ); y el no que opongo a ella está rela-
cionado estrechamente con mi recusación de que la ciencia -o el conocimient<>--
tenga que avanzar debido a que nuestras experiencias tienen que acumularse. Frente
a esto, creo que el avance de la ciencia depende de la libre competición del pensa·
miento, y, por ello, de la libertad, y que se verá obligado a detenerse si se acaba con
ésta (aunque puede muy bien ser que continúe en ciertos campos, especialmente en el
de la tecnología) : en mi Poverty of ll istoricisrn [ vers. cast., La miseria del histori-
cismo (T.)] (apartado 32) desarrollo ampliamente esta idea; también razono allí
(en el prefacio) que el crecimiento de nuestro conocimiento es imprevisible por medios
científicos, y que ~n consecuencia- el curso futuro. de nuestra historia es, asimis·
mo, imprevisible.
• BAcoN, Novum Organum, I, 123.
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industriosamente que las acumulemos y escojamos; el único medio


que tenemos de interpretar la Naturaleza son las ideas audaces, las
anticipaciones injustificadas y el pensamiento especulativo: son nues-
tro solo organon, nuestro único instrumento para captarla. Y hemos
de aventurar todo ello para alcanzar el premio: los que no están dis·
puestos a exponer sus ideas ·a la aventura de la refutación no toman
parte en el juego de la ciencia.
Incluso la cuidadosa y austera contrastación de nuestras ideas por
medio de la experiencia está, a su vez, inspirada por las ideas : el
experimento es una acción planeada, en la que todos y cada uno de
los pasos están guiados por la teoría. No tropezamos con nues·
tras experiencias, no las dejamos inundarnos como un río; sino que,
más bien, hemos de ser activos, hemos de ((hacen¡ experiencias. So-
mos nosotros quienes siempre formulamos las preguntas que se han
de proponer a la Naturaleza, quienes intentamos una y otra vez plan·
tearlas de tal modo que sonsaquen un ((SÍll o (<DOll tajantes (pues la
Naturaleza no responde a menos que se la urja a ello). Y, finalmen-
te, somos nosotros los que damos la respuesta, quienes -tras exigente
escrutinio- decidimos acerca de la contestación a la pregunta que
habíamos propuesto a la Naturaleza (después de continuados y se-
rios intentos de sonsacarla un (<DOll inequívoco). ((De una vez para
siempre -dice Weyl 4 (con quien estoy de pleno acuerdo)----;- quiero
manifestar mi admiración ilimitada por el trabajo del experimenta·
dor en su lucha por sacar hechos interpretables de una Naturaleza
huraña, que tan bien sabe responder a nuestras teorías con un no
decisivo o con un sí inaudibleJJ.
El antiguo ideal científico de la episteme -de un conocimiento
absolutamente seguro y demostrable- ha mostrado ser un ídolo. La
petición de objetividad científica hace inevitable que todo enunciado
científico sea provisional para siempre: sin duda, cabe corroborarlo,
pero toda corroboración es relativa a otros enunciados que son, a su
vez, provisionales. Sólo en nuestras experiencias subjetivas de convic-
ción, en nuestra fe subjetiva, podemos estar ((absolutamente segurosJJ 5 •
Juntamente con el ídolo de la certidumbre (que incluye los gra·
dos de certidumbre imperfecta o probabilidad) cae uno de los baluar·
tes del obscurantismo, que cierra el paso del avance científico : pues
la adoración de este ídolo reprime la audacia de nuestras preguntas
y pone en peligro el rigor y la integridad de nuestras contrastaciones.
La opinión equivocada de la ciencia se delata en su pretensión de
tener razón : pues lo que hace al hombre de ciencia no es su posesión
del conocimiento, de la verdad irrefutable, sino su indagación de la
verdad persistente y temerariamente crítica.
¿Ha de ser nuestra actitud, pues, de resignación? ¿Nos veremos

• WETL, Gruppentheorie und Quantenmechanik (1931 ), pág. 2. Trad. ingl. por


H. P. RoBERTSON, The Theory of Groups and Quantum Mechanics (1931 ), pág. XX.
1
Cf., por ejemplo, la nota 4 del apartado 30. Esta última observación, desde
luep, es más psicol6gioa que epistemológica; cf. los apartados 7 y 8.
262 La lógica de la investigación científica

obligados a decir que la ciencia sólo puede cumplir su m1s10n bioló.


gica: que únicamente puede -en el mejor de los casos- demostrar
su temple en las aplicaciones prácticas que puedan corro borrarla?
¿Son insolubles nuestros problemas intelectuales? No lo pienso así.
La ciencia nunca persigue la ilusoria meta de que sus respuestas sean
definitivas, ni siquiera probables; antes bien, su avance se encamina
hacia una finalidad infinita -y, sin embargo, alcanzable-: la de
descubrir incesantemente problemas nuevos, más profundos y más ge·
nerales, y de sujetar nuestras respuestas (siempre provisionales) a co,n·
traslaciones constantemente renovadas y cada vez más rigurosas.

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