La Excomunión Resumen
La Excomunión Resumen
La Excomunión Resumen
Lacán
Idea central
Excomunión significa una expulsión. El utiliza este término ya que quería
designar su separación de la escuela inglesa de psicoanálisis que
predominaba en ese entonces. A lo largo del capítulo, expone sus
diferencias, las cuales generaron esta separación.
Dimensión
Psicoanálisis
cómica
Praxis: término más amplio para designar
Sus colegas y alumnos lo estaban
una acción concertada por el hombre, que le
negociando. Es un intercambio de
da la posibilidad de tratar lo real mediante lo
individuos, de sujetos.
simbólico.
La sociedad puede vivirse, cuando se Dominios de la ciencia: lo que se busca, y lo
está adentro en esta dimensión. que se encuentra.
Si la verdad del sujeto no está en el Reivindicación hermenéutica: la que
mismo sino en un objeto por investiga, la que busca la significación
naturaleza velado, hace surgir este siempre nueva y nunca agotada, pero
objeto es, el elemento de lo cómico amenazada de que la corte de raíz el que
puro. encuentra.
Esta interesa a los analistas porque la vía del
Psicoanálisis didáctico:Praxis que todo
desarrollo de la significación que propone,
lo que se publica deja en la sombra.
muchos la confunden con la interpretación.
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Frente a su certeza está el sujeto.
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3
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Transferencia
CALIFICADA
PRAXIS
COMO
Manera de tratar
Positiva: a los pacientes
Falso amor
Presencia del analista:
Mira al analista con manifestación del
buenos ojos. inconsciente
Negativa: Inc.
Abre para volver a
ambivalencia cerrarse en una
ojeriza pulsación temporal
SUJETO CAMPO
Busca su certeza y
la del propio
analista.
Transferencia
En cuanto hay el sujeto que
se supone saber hay
transferencia.
Función El saber no es absoluto.
La transferencia
El peso de la realidad
es la puesta en
sexual se inscribe en
acto de la realidad la transferencia
del inconsciente.
DESMONTAJE
DE LA PULSIÓN
XIII
PULSIÓN
Elemento que confiere peso clínico a cada uno de los
casos con que tratamos.
Es un concepto fundamental.
Fuerza constante
EMPUJE
Es identificado con una simple y llana tendencia a la
descarga. Esta es el producto de un estímulo,
exitación. Este es un Reiz interno.
Noción de necesidad.
SATISFACCIÓN
Todo lo que los pacientes son tiene que ver con ella.
No se contentan con su estado de insatisfacción, pero aún así, en ese estado
tan poco contento, se contentan.
La meta si se alcanza.
Paradójica. Imposible. Radical.
Ningún objeto puede satisfacer la pulsión.
LO REAL
Imposible.
Es el tropiezo, el hecho de que las cosas no se acomodan de inmediato.
Se distingue por su separación del campo del principio del placer, por su
desexualización, por el hecho de que su economía, en consecuencia,
admite algo nuevo que esm justamente, lo imposible.
Faltas
Una se debe al efecto central en torno al cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su
propio ser en relación con el Otro -debido a que el sujeto depende del significante y el
significante está primero en el campo del Otro.
Esta falta retoma la otra falta, la falta real, anterior, que ha de situarse en el advenimiento del
ser viviente, o sea, en la reproducción sexuada. La falta real es lo que pierde el ser viviente, de
su porción de viviente, por reproducirse por la vía sexuada.
Esta falta es real porque remite a algo real -que el ser viviente, por estar sujeto al sexo, queda
sometido a la muerte individual.
Todo surge de la estructura del significante. Esta se basa en algo que se articula como
función topológica de borde.
1er Vel exahustivo: o voy allá o voy allí; si no voy allá no voy allí, tengo que escoger.
2do Vel : voy a un lado o al otro, da lo mismo, son equivalentes.
3er vel: elección cuyas propiedades depende de que en la reunión uno de los
elementos entrañe que sea cual fuere la elección, su consecuencia fuere ni uno ni lo
otro.
Si escogemos el ser del sujeto, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el sin
sentido; si escogemos el sentido, este solo subsiste cercenado de esa porción de sin-
sentido que, constituye, en la realización del sujeto, el inconsciente.
Factor letal. Está presente en ciertas distribuciones que nos muestra ese juego
significante que a veces vemos actuar en el propio centro de la vida.
El sujeto encuentra una falta en el Otro, en la propia intimación que ejerce cobre el
Otro con su discurso. En los intervalos del discurso del Otro surge en la experiencia
del niño algo que se detecta en ellos radicalmente -me dice eso, pero ¿Qué quiere?
Este intervalo que corta los significantes, que forma parte de la propia estructura del
significante, es la guarida de la metonimia. Allí se arrastra el deseo.
El sujeto aprehende el deseo del Otro en lo que no encaja, en las fallas del
discurso del Otro.
El objeto del deseo es la causa del deseo y este es el objeto de la pulsión, es decir, el
objeto en torno al cual gira la pulsión.
DE LA INTERPRETACIÓN A
LA TRANSFERENCIA
XIX
Idealización, identificación, proyección, introyección.
Identificar, operación escencial del pensamiento.
Proyección, introyección: Uno de estos campos se refiere a lo simbólico y el otro, a un campo
donde domina lo imaginario. En cierta dimensión no se encuentran.
Freud distingue bien el nivel del Ich subrayando a la vez que se presenta como campo
organizado, lo cual es un signo narcisista, y que por ello está justamente articulado con el campo
de lo real. En lo real sólo distingue y privilegia lo que se refleja en su campo, por un efecto del
Lust, como retorno a la homeostasis.
Lo perteneciente al registro del Unlust se inscribe en el yo como no-yo. No-yo se distingue como
cuerpo extraño.
Lo que importa saber es en que campo suceden las diversas cosas con las que tenemos que lidiar
en el campo del análisis. Algunas suceden a nivel del primer campo, el del Ich, y otras en el otro
campo, el del Otro.
La transferencia solo puede pensarse a partir del sujeto a quien se le supone el saber.
Se supone eso de lo que nadie escapa una vez formulado simple y llanamente a la significación.
Esta implica el que no pueda rehusarse a ella.
Al sujeto se le supone saber, por el mero hecho de ser sujeto del deseo.
Ocurre el efecto de la transferencia. Este efecto es el amor. Como todo amor solo se ubica en el
campo del narcisismo. Amar es, escencialmente, ser amado.
El amor interviene en su función aquí revelada como escencial, la del engaño. El amor, sin duda, es
un efecto de la transferencia, pero es su faz de resistencia. Los analistas para poder interpretar,
tienen que esperar que se produzca este efecto de la transferencia, y, a la vez, saben que hace que el
sujeto se cierre al efecto de la interpretación.
La transferencia no es, por naturaleza, la sombra de algo vivido antes. Por el contrario, en tento
está sujeto al deseo del analista, el sujeto desea engañarlo acerca de esta sujeción haciendose amar
por él, proponiendo motu propio esa falsedad escencial que es el amor.
Es repetición de lo ocurrido antes tal cual solo por tener la misma forma.
Es aislamiento en el presente de su puro funcionamiento de engaño.
En consecuencia, podemos decir que detrás del amor llamado de transferencia está la afirmación
del vínculo del deseo del analista con el dese del paciente. Es el deseo del paciente pero en su
encuentro con el deseo del analista.
Un deseo uno lo va cercando.
En la identificación hay enigmas, y los hay para el propio Freud. Parece asombrarse de que la
regresión del amor ocurra con tanta facilidad en términos de identificación.
El rasgo unario (fundamento, núcleo del ideal del Yo) en la medida en que el sujeto se aferra a él,
esta en el campo del deseo. Este campo, de todas maneras, solo se constituye en el reino del
significante, allí donde hay relación entre el sujeto y el Otro. El campo del Otro es lo que determina
la función del rasgo unario, en la medida en que por él se inaugura un tiempo mayor de la
identificación en la tópica, la idealización, el ideal del yo.
El sujeto tiene una relación con su analista cuyo centro es ese significante privilegiado llamado
ideal del yo, en la medida en que, desde ahí, se sentirá tan satisfactorio como amado.
Otra función que instaura una identificación: se trata de ese objeto privilegiado cuya realidad es
puramente topológica, el objeto al que la pulsión le da la vuelta, el objeto que produce un bulto- el
objeto a.
Este sirve de soporte, en la pulsión, a lo que queda definido y especificado por el hecho de que la
entrada en el juego del significante en la vida del hombre le permite dar su sentido al sexo.
El sujeto, por la función del objeto a, se separa, deja de estar ligado a la vacilación del ser, al
sentido que constituye lo escencial de la alienación.
Fundamos la seguridad del sujeto en su encuentro con la porquería que le sirve de soporte, el
objeto a, cuya prescencia, puede decirse legítimamente, es necesaria.
Freud pone el acento en el hecho de que la represión se ejerce sobre algo que pertenece al orden de
la representación que el denomina Vorstellungrepräsentanz (representante representativo)
Subraya que no es en absoluto el afecto lo reprimido.
El afecto se va con su música a otra parte, la que encuentre.
Lo reprimido no es lo representado del deseo, la significación, sino el representante de la
representación.
Nosotros, por nuestra parte, diríamos más bien que el deseo es el representante no
representativo.
El sujeto encuentra el camino de regreso del vel de la alienación en la operación que denominé
separación. Mediante la separación, el sujeto encuentra, digamos, el punto debil de la pareja
primitiva de la articulación significante, en la medida en que es, por escencia, alienante. En el
intervalo entre estos dos significantes se aloja el deseo que se ofrece a la localización del sujeto en
la experiencia del discurso del Otro, del primer Otro con que tiene que vérselas, digamos, para
ilustrarlo, la madre, en este caso. El deseo del sujeto se constituye en la medida en que el deseo de
la madre esté allende o aquende de lo que dice, intima, de lo que hace surgir como sentido, en la
medida en que el deseo de la madre es desconocido, allí en ese punto de carencia se constituye. El
sujeto vuelve, entonces, al punto inicial, el de su falta como tal, el de la falta de si afánisis.
El sujeto tiene que liberarse del efecto afánisico del significante binario.
La función que desempeñan los representantes cuando están cara a cara es la de ser puros
representantes, y es indispensable que no entre en juego su significación propia. En el dialogo
mismo de cada uno de ellos sólo ha de tener en cuenta lo que el otro transmite en su función de mero
significante y no lo que es como presencia, como persona mas o menos simpática.
Repräsentanz: El significante ha de representarse como tal -está en el polo opuesto de la
significación. La significación entra en juego en la Vorstellung.
Aquí se sitúa la subjetividad de la que depende la teoría del conocimiento.
El sujeto nunca es puro.
El surgimiento del sujeto a nivel del sentido solo se da por su afánisis en el Otro lugar, el del
inconsciente.
El campo de los saberes (Descartes) lo sitúa a nivel de un sujeto más vasto, el sujeto al que se supone
saber, Dios.
El sujeto al que se supone saber, en el análisis, es el analista.
La experiencia del análisis permite anunciar la función antes bien limitada del deseo. El deseo
encuentra en alguna parte su límite.
Dije el deseo y no el placer. El placer fija los límites del alcance humano; el principio del placer es
el principio de la homeostasis. El deseo, por su parte, encuentra su cerco, su proporción fijada, su
límite, y en la relación con este límite se sostiene como tal, franqueando el umbral impuesto por el
principio del placer.
Lo óntico, en la función del inconsciente, es la ranura por donde ese algo, cuya aventura en
nuestro campo parece tan corta, sale a la luz un instante, sólo un instante, porque el segundo
tiempo, que es de cierre, da a esta captación un aspecto evanescente.
Ya con la definición misma de inconsciente se hace patente que lo que allí sucede es inaccesible a
la contradicción, a la localización espacio-temporal, como también a la función del tiempo.
Pero si bien el deseo no hace más que acarrear lo que sustenta de una imagen del pasado hacia un
futuro siempre corto y limitado, Freud no obstante lo califica de indestructible.
El Padre, el Nombre-del-Padre, sostiene la estructura del deseo junto con la de la ley -pero la
herencia del padre, Kierkegaard nos la designa: es su pecado.
La correlación del sujeto ya no es ahora con el Otro engañoso, sino con el otro engañado.
Lo que más teme el sujeto es engañarnos, darnos una pista falsa o, más sencillamente, que nos
engañemos nosotros, ya que, después de todo, con solo vernos la cara es evidente que somos gente
que puede equivocarse como cualquier otra.
Habrá que tomar más en cuenta todo, liberarse, freimachen, dice, de toda la escala de la apreciación
que allí se busca, Preisschatzung, de la apreciación de lo que es seguro y de lo que no es seguro. La
más fragil indicación de que algo entra en el campo ha de conferir a ese algo un valor igual de huella
en lo que al sujeto respecta.
Freud: el inconsciente puede ejercerse en el sentido del engaño, y que para él esto no tiene ningún
valor de objeción.
En lo tocante al inconsciente, Freud reduce todo lo que llega sus oídos a función de puros
significantes.
La experiencia demuestra luego que, en relación al sujeto, se topa con límites: la no convicción, la
resistencia, la no curación.
Que el sujeto como tal esté en la incertidumbre debido a que está dividido por efecto del lenguaje,
eso les enseño yo, en tanto soy Lacán, que sigue las huellas de la excavación freudiana. Por el efecto
de la palabra, el sujeto se realiza cada vez más en el Otro, pero con ello solo persigue una mitad de sí
mismo. Irá encontrando su deseo cada vez más dividido, pulverizado, en la cernida metonimia de
la palabra.
El sujeto solo es sujeto por su sujección al campo del Otro, el sujeto proviene de su sejección
sincrónica en ese campo del Otro.
Freud pone de un lado las pulsiones parciales y del otro lado el amor. Dice -no es lo mismo, viene del
corazón. Para sorpresa nuestra nos enteramos por él que el amor, en cambio, es algo que viene del
estómago, es lo que está de rechupete.
La pulsión genital si existe.
La pulsión genital tiene que ir a que la conformen en el lado derecho, en el campo del Otro.
La pulsión genital está sometida a la circulación del complejo de Edipo, a las estructuras,
elementales o no, del poarentezco. A esto de le llama campo de la cultura.
Todo lo que dice Freud del amor hace hincapié en el hecho de que para concebir el amor hay que
referirse necesariamente a otro tipo de estructura que la de la pulsión. Esta estructura de la pulsión
la divide en tres -nivel de lo real, nivel de lo económico, y por último, nivel de lo biológico.
Las oposiciones correspondientes son triples. En el nivel de lo real -lo que interesa y lo que es
indiferente. En el nivel de lo económico -lo que da placer, lo que da displacer. Solo en el nivel de lo
biológico se presenta la oposición actividad-pasividad, en su forma propia, única válida en lo que
toca a su sentido gramatical, la oposición amar-ser amado.
Freud propone considerar que el amor, en su escencia, solo puede juzgarse como pasión sexual del
gesamt Ich.
La filtración del estímulo a la descarga es, justamente, el aparato, la calota en el que se define
primero lo que Freud llama el estadío del Real-ich.
Si hay algo de lo que no cabe duda es que hay objetos desde la época más precoz de la fase neonatal.
(Autoerotisch).
El autoerotisch consiste en que no habría surgimientos de objetos si no hubiese objetos buenos
para mí. Es el criterio del surgimiento y la repartición de objetos.
Allí se constituye, esntonces, el Lust-Ich, y también el campo del Unlust, de objeto como resto,
como ajeno. El objeto que es bueno conocer, y con razón, es el que se define en el campo del
Unlust, mientras que los objetos del campo del Lust-Ich son amables.
El nivel del Ich es no-pulsional, y el él Freud funda el amor. Solo adquiere valor sexual, la
conservación, al sexual Trieb, en función de la apropiación de cada uno de estos campor, de su
captura, por una de las pulsiones parciales.
Freud. Solo con la actividad-pasividad entra en juego lo tocante a la relación sexual en sentido
estricto.
En la relación sexual entran en juego todos los intervalos del deseo.
A este nivel no hay nada que nos saque del campo del amor, es decir, del marco del narcisismo, del
cual dice Freud con todas sus letras, que está formado por la inserción de lo autoerotisch en los
intereses organizados del yo.
Dentro de este marco puede muy bien haber representación de los objetos del mundo exterior,
elección y disernimiento, posibilidad de conocimiento, o sea, todo el campo cubierto por la
psicología clásica. Pero allí nada representa todavía al Otro, al Otro radical, al Otro como tal.
Esta representación del Otro falta, presisamente, entre esos dos mundos opuestos que la
sexualidad nos designa como lo masculino y lo femenino.
Actitud sexual femenina -la mascarada.
En el dominio de lo humano, la mascarada se da en lo simbólico.
Afirmo la distinción radical que existe entre amarse a través del otro -cosa que no permite, en el
campo narcisista del objeto, ninguna trascendencia al objeto incluído a él -y la circularidad de la
pulsión, en la que la heterogeneidad entre la ida y la vuelta revela una hiancia en su intervalo.
¿Qué hay de común entre ver y ser visto? Remitámonos a la pulsión escópica.
La raíz de la pulsión escópica ha de aprehenderse por entero en el sujeto, en el hecho de que el
sujeto se ve a sí mismo.
La actividad de la pulsión se concentra en hacerse.
Después del hacerse ver me gustaría aportar otro, al hacerse oír.
Los oídos son el único orificio, en el campo del inconsciente, que no puede cerrarse. Mientras que
el hacerse ver se indica con una flecha que de veras retorna al sujeto, el hacerse oír va hacia el otro.