Evolución Cultural de La Humanidad Prehistórica

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Evolución cultural de la humanidad prehistórica

Las primeras pruebas de una capacidad inventiva humana superior se encuentran en las
herramientas líticas. Hay otros animales que también utilizan instrumentos, pero ninguno es
capaz de fabricarlos.

Los primeros instrumentos líticos fueron piedras en las que se tallaba un borde cortante. La
más antigua encontrada tiene 2,6 millones de años. Esta primera tecnología, denominada
olduvayense, se asocia al Homo habilis .

Hace 1,7 millones de años, el Homo ergaster comenzó a fabricar bifaces tallados por ambas
caras para hachas y cuchillos. Su tecnología se denomina achelense. Y durante el millón y
medio de años siguientes no se produjeron innovaciones relevantes en esta tradición lítica.

Hace unos 300.000 años comienza en África y en Europa la tecnología musteriense, capaz de
fabricar puntas para armas arrojadizas.

El Homo sapiens, surgido hace 200.000 años, durante sus primeros 100.000 años solo
produjo manifestaciones escasas e intermitentes de alguna tecnología superior y no se
distinguió culturalmente de sus parientes neandertales. Pero en los últimos 75.000 años se
hicieron cada vez más frecuentes las manifestaciones de una mente «moderna» que puede
equipararse a la nuestra. Se han encontrado yacimientos africanos de hace 72.000 años con
una tecnología lítica perfeccionada asociada a artefactos que indican un pensamiento
simbólico, como los ocres grabados y los collares de conchas. Hace 50.000 años apareció la
técnica de los microlitos enmangables para fabricar armas arrojadizas avanzadas. Y se
generalizó el arte, la ornamentación personal, los instrumentos musicales y otras
manifestaciones del pensamiento simbólico.

¿Qué factores impulsaron esta evolución cultural, que se aceleró en los últimos 75.000 años?
Para responder a esta pregunta analizaremos los papeles respectivos del desarrollo cognitivo
y de la ampliación de la sociabilidad humana que tuvieron lugar durante esas épocas.

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Desarrollo de las habilidades cognitivas
Algunos investigadores conceden la mayor importancia a una mejoría progresiva en las
capacidades de imitación, aprendizaje, memoria, asociación de ideas y creatividad. Y, sobre
todo, al desarrollo de un pensamiento de características cada vez más modernas, que culminó
en la utilización de un lenguaje capaz de comunicar todo tipo de información sobre la
naturaleza y sobre las personas. Además, nuestra capacidad lingüística para crear ficciones
compartidas, religiosas y políticas habría hecho posible la cooperación y la organización
social a gran escala.

Los investigadores que han insistido en la importancia de los mencionados cambios


cognitivos han hablado de una revolución cognitiva iniciada hace 70.000 años en el Homo
sapiens, la cual explicaría la aceleración de cambios culturales observada a partir de
entonces. Y hay quien le ha atribuido incluso causas genéticas que habrían cambiado no ya el
volumen, sino la organización del cerebro de los sapiens más modernos.

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Desarrollo de las capacidades sociales
Otros investigadores han hecho ver que lo que distingue al Homo sapiens y explica su
explosión cultural no es su habilidad para usar herramientas ni su capacidad de razonamiento.

El sentido social pudo influir en el devenir de la especie humana mucho más que la
inteligencia abstracta. En los grupos humanos organizados y cohesionados se multiplican las
oportunidades para aprender y para transmitir lo aprendido, así como para innovar y para
llevar a cabo todas las posibilidades imaginables en una cultura.

Prevalecimos como especie gracias a nuestra inclinación a relacionarnos, organizarnos en


grupos y cooperar, y para todo ello se necesita algo más que razonamiento y lenguaje. Para
organizar y mantener sociedades complejas nuestra especie necesitó desarrollar dos
facultades nuevas: una capacidad para comprender la mente ajena y un sentido moral que va
más allá de los intereses individuales.

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Teoría de la mente ajena y empatía
Los seres humanos tenemos una extraordinaria capacidad para conocer los estados internos
de otras personas y ponernos en su lugar. Para conseguirlo plenamente, el lenguaje resulta
insuficiente. Hace falta poseer unas capacidades específicamente humanas, que podemos
considerar innatas. En primer lugar, una capacidad de inferir los pensamientos e intenciones
de otro. Esta capacidad ha sido denominada teoría de la mente. Y también una capacidad de
reproducir en uno mismo los sentimientos de alguien, que se llama empatía.

Las mencionadas capacidades permiten predecir las necesidades y las acciones de los demás,
y nos permiten aprender de la experiencia ajena. Además, en el terreno moral, estas
capacidades crean vínculos, motivan el altruismo y la cooperación, y fundamentan el sentido
de la justicia.

Las sociedades que han desarrollado estas capacidades multiplican sus posibilidades de
aprendizaje, colaboración y evolución cultural.

Algunos investigadores creen que estas capacidades experimentaron un crecimiento brusco


en el Homo sapiens de hace 70.000 años que tuvo mucho que ver con el despegue cultural de
nuestra especie a partir de entonces.

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Desarrollo de la moral
Todos los grandes simios se ayudan, colaboran y comparten. Pero el ser humano aumentó
extraordinariamente sus capacidades de cooperación y las posibilidades de su vida social
adquiriendo un sentido moral, e incorporando sistemas de moralidad compleja.

Michael Tomasello afirma que la moralidad humana evolucionó en dos estadios impulsada
por presiones de selección distintas.

En una primera etapa, los cambios ecológicos y climáticos forzaron una caza y una
recolección fuertemente colaborativas. Los individuos más fiables y dispuestos a colaborar
eran preferidos por los demás. Tener buena reputación daba ventajas. Por eso, los individuos
cuidaban su reputación y escrutaban la de los demás. Hasta el punto de que el lenguaje
evolucionó sobre todo para informarse y criticar las conductas ajenas que no podían ser
observadas directamente. Se implantó así una «moralidad conjunta» de interacción con el
próximo.

En una segunda etapa, la presión de selección hacia la moralidad provino de los cambios
demográficos que vivió el Homo sapiens. Esos cambios multiplicaron los contactos
competitivos entre grupos humanos distintos. Bajo la amenaza de otros grupos, aumentó la
necesidad de cohesión intragrupal, para que todos participaran en la defensa y el ataque. Se
comenzó a ayudar a los individuos por el mero hecho de ser integrantes del grupo. Así
apareció el interés por ser reconocido como miembro del grupo. Y, para ser reconocido, cada
individuo tenía que hacer las cosas de la manera en que su grupo las hacía. El resultado fue
una «moralidad colectiva» que regula las acciones de los individuos de acuerdo con las
costumbres y expectativas de su grupo; pero esta moralidad es hostil, en caso de conflicto,
con los miembros de otros grupos.

En un futuro, la necesidad de convivir en una sociedad global e interdependiente obligará a


desarrollar una «moralidad global» que no haga distinciones tribales entre los individuos y
afronte los problemas comunes del medio ambiente.

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Las dos grandes revoluciones de la humanidad
El Homo sapiens fue la única especie humana que sobrevivió tras el fin de las glaciaciones
del Pleistoceno, hace algo más de 12.000 años. Esta especie, adaptada a la caza y la
recolección, experimentó sucesivamente dos transformaciones radicales en su forma de vivir.

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Revolución agrícola
Se inició hace unos 10.000 años como consecuencia del cultivo de plantas y la domesticación
de animales.

Podemos ver esta revolución como una respuesta obligada a las crisis ecológicas y
demográficas que conllevó el éxito evolutivo de nuestra especie.

Nuestra gran capacidad de depredación contribuyó a las grandes extinciones de la megafauna


del Pleistoceno y disminuyó las existencias de caza mayor. Nuestro éxito en la colonización
de los hábitats más variados completó la ocupación de los buenos territorios. Y nuestro éxito
demográfico hizo necesario alimentar a un número creciente de personas.

El incentivo para el modo de vida agrícola fue la necesidad de aumentar la producción de


alimentos, y la agricultura permitió alimentar a un mayor número de personas.

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Revolución industrial
Se inició en el siglo xviii como consecuencia de los conocimientos técnicos y científicos que
se acumularon en la Edad Moderna.
Consistió en el aprovechamiento intensivo de nuevas formas de energía. En un principio se
utilizaron el carbón y el vapor. Algo más tarde comenzó a usarse el petróleo y la electricidad.
Todo ello aumentó enormemente la producción económica.

El incentivo para el desarrollo industrial fue el interés económico que podían obtener los
modernos sistemas de producción capitalista.

Finalmente, desde la segunda mitad del siglo xx, puede decirse que nos encontramos en otra
revolución: la de la informática y las tecnologías interconectadas .

Las dos grandes revoluciones mencionadas sirven para separar tres grandes etapas culturales:
a) caza y recolección; b) agricultura, y c) industria.

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Salud y enfermedad en las tres grandes etapas culturales
Los cambios paulatinos que conlleva la evolución biológica cambian lentamente el patrón de
las enfermedades que afectan a una especie. Sin embargo, la evolución cultural produce
cambios y alteraciones ambientales mucho más bruscos, y explica la aparición, el cambio y la
desaparición de muchas enfermedades. Considérense, por ejemplo, las consecuencias
patológicas que ha podido tener la creación de hábitats artificiales, como los cultivos, las
granjas, los embalses o los regadíos. Y los cambios en el patrón de las enfermedades que se
han producido como consecuencia de la aparición de agrupamientos humanos densamente
poblados, como las ciudades o los edificios cerrados.

Se hace necesario estudiar las enfermedades del ser humano en relación con las distintas
etapas culturales. Es preciso analizar la forma de vida, el tipo de alimentación y las
condiciones sanitarias en cada una de estas etapas. Y poner todo ello en relación con los
índices sanitarios y los fenómenos demográficos.

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Período de caza y recolección
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Forma de vida
 •

Grupos humanos aislados y pequeños, que tenían menos de 100 individuos.

 •

Vida migratoria con refugios temporales y posesiones escasas.

 •

No necesitaban dedicar una gran parte de su tiempo ni de su esfuerzo a la


subsistencia.

El Homo sapiens ha vivido de esta forma hasta hace unos 10.000 años, lo cual supone más
del 95% de su tiempo de existencia como especie. Este es, por tanto, el modo de vida para el
que ha tenido más tiempo de adaptación. La selección natural durante este largo período
adaptó la especie humana a estas condiciones de vida y alimentación.

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Tipo de alimentación
 •

Compuesta por carnes, pescados, verduras y frutas, aunque carecía de cereales y


productos lácteos. Era una alimentación variada y suficiente en proteínas, rica en
fibras, muy pobre en sodio y en glucosa, pero abundante en potasio y en fructosa. Esta
dieta evitaba los problemas nutricionales que provienen de las dietas monótonas,
pobres en proteínas, fibras y vitaminas; y tampoco tenía los problemas de las dietas
abundantes en sodio y glucosa.

 •

En general, los cazadores y recolectores podían estar bien nutridos. Se había creído
hasta hace poco que estaban permanentemente expuestos a la falta de alimentos. Sin
embargo, debemos tener en cuenta que su población era escasa en relación con la
capacidad de sustentación del medio, y, por tanto, el esfuerzo de búsqueda de
alimentos podía ser máximamente rentable.

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Condiciones sanitarias
El estado general de salud debió ser relativamente bueno.

Estaban ausentes la mayoría de las enfermedades infecciosas epidémicas actuales. Podemos


suponerlo así porque las infecciones agudas que confieren inmunidad a largo plazo no pueden
perdurar en grupos pequeños y aislados, ya que en ellos se agota rápidamente la reserva de
individuos capaces de albergar el germen. Estas enfermedades necesitan un tamaño crítico de
población interrelacionada en la que siempre queden personas susceptibles que puedan
mantener la cadena del contagio. De modo que, si no se alcanza una masa poblacional crítica,
llega pronto el momento en que el germen no dispone de individuos nuevos para mantenerse
en la población. Así, por ejemplo, aunque apareciese alguna infección transmisible en algún
pequeño grupo aislado, el microorganismo desaparecería definitivamente después de haber
infectado a la última persona susceptible.

Las principales enfermedades y causas de muerte eran:

 •

Enfermedades producidas por microorganismos que permanecen largo tiempo en el


individuo, en estado latente o produciendo enfermedades crónicas.

 •

Ciertas infecciones por microorganismos comensales oportunistas o por saprófitos


del suelo.

 •
Algunas enfermedades de los animales salvajes con los que entraban en contacto (las
enfermedades que pueden transmitirse de una especie a otra se denominan zoonosis ).

 •

Violencia accidental o intencional por el asesinato y la guerra.

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Índices sanitarios
Se había solido pensar que la vida de los pueblos primitivos era siempre, como dijo Thomas
Hobbes, «pobre, tosca, embrutecida y breve». Se creía que los primeros cazadores y
recolectores padecían una mortalidad altísima, impuesta por la naturaleza, y que tenían
una natalidad muy alta, propia de la especie humana. Se decía también que el crecimiento
demográfico fue muy lento, porque la alta natalidad apenas bastaba para compensar una gran
mortalidad.

Sin embargo, estas poblaciones fueron las que alcanzaron la longevidad que caracteriza a la
especie humana y, por tanto, empezaron a contar con personas de más de 60 años.
Su esperanza de vida, no obstante, siguió siendo bastante inferior a la longevidad, debido,
sobre todo, a una gran mortalidad infantil. Además, la esperanza de vida está muy
condicionada por la cultura y no solo por la biología. Como ya sabemos, el porcentaje de
mayores de 30 años aumentó en los neandertales y en los sapiens primitivos, y aumentó
muchísimo en los primeros sapiens europeos, en relación con el despegue cultural que
empezó hace 70.000 años.

La mortalidad general no tuvo que ser siempre muy alta. Y podía estar afectada por prácticas
culturales como las siguientes:

 •

Infanticidio, abandono de ancianos y de enfermos, violencia, guerra, etc.

 •

Crianza selectiva. Relajación, de forma más o menos consciente, de los cuidados que
se dispensan a los bebés y a los niños más gravosos o menos deseados. Disminuye así
la supervivencia de los niños más desatendidos en alimentación, protección o
vigilancia.

 •

En las hambrunas y catástrofes se puede recurrir a ciertas prácticas que permiten


sobrevivir a algunos mientras otros mueren (distribución diferente de alimentos,
privilegios sociales, etc.).

La natalidad también podía controlarse en parte. Las poblaciones paleolíticas podrían


controlar la fertilidad por diversos medios conscientes o inconscientes, entre ellos:

 •
Regular la intensidad y la duración de la lactancia (puesto que las mujeres lactantes
tienen menos probabilidad de quedar embarazadas).

 •

Alterar el trato a las mujeres y a las embarazadas.

 •

Variar la frecuencia y las formas de relación sexual.

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Situación demográfica
El crecimiento demográfico fue muy lento durante esta etapa. Y solo pudo llegar hasta los
cinco millones en todo el globo, un poco antes de comenzar la etapa agrícola.

La estabilidad demográfica se conseguía porque la natalidad y la mortalidad tendían a


compensarse una a otra. Sin embargo, ambas tasas no eran necesariamente altas y estaban
influidas por la acción humana.

Ahora bien, ¿por qué se controlaba la demografía por medios, a veces tan drásticos, como la
crianza selectiva o las luchas por el territorio?

Una primera respuesta es que un número excesivo de hijos resultaba incompatible con una
forma de vida nómada y dependiente del esfuerzo de los adultos, en el que los niños tardan
mucho en alcanzar la edad productiva.

Para suministrar una respuesta más amplia debemos tener en cuenta que todo hábitat tiene
un límite de recursos capaces de sustentar durante largo tiempo a sus seres vivos. En las
especies animales, el límite viene impuesto casi exclusivamente por la cantidad de alimentos
disponibles. Sin embargo, para la especie humana, el límite está determinado por el consumo
de diversos recursos, además de los alimentos. Y, además, depende mucho de la técnica
extractiva que se utilice. Así, en un ambiente dado, cada técnica extractiva desarrolla su
propia curva de rendimientos ( fig. 3.1 ). La forma de cada una de estas curvas puede ser
diferente, pero en todas ellas existe: a) una fase de rendimientos que crecen linealmente hasta
que llegan a un punto de inflexión; b) una segunda fase de rendimientos decrecientes para
cada nuevo incremento del esfuerzo; c) una fase de meseta en la que los rendimientos ya no
aumentan más, y d) una fase final de colapso de los sistemas de soporte, que puede ser
irreversible y reducir permanentemente la capacidad de carga del sistema.

Figura 3.1
Curvas de rendimiento para tres técnicas extractivas diferentes.

Un medio ambiente sometido a la técnica de caza y recolección tiene un límite productivo


bastante bajo, y podemos suponer que las poblaciones paleolíticas nunca llegaban a
alcanzarlo. Lo más probable es que al traspasar el punto de inflexión de su curva de
rendimientos comenzaran a detectar la ineficiencia progresiva de sus esfuerzos, y que esta
fuera la señal de alarma que desencadenaba la puesta en práctica de medidas de control
demográfico. Así, mientras estas sociedades consiguieran mantener su población alrededor
del punto de inflexión de los rendimientos, la escasez de alimentos no debía ser importante y
no podía ser un factor directamente determinante de la mortalidad.

Fue solo después de la introducción de la agricultura cuando la desnutrición y la enfermedad


se convirtieron en los controladores directos y casi exclusivos de la demografía.

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Período agrícola
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Forma de vida
 •

Sedentarización y aparición de ciudades.

 •

Formación de grupos humanos más numerosos y hacinados.

 •

Convivencia con animales domesticados, que transmiten enfermedades y cambian


mucho las condiciones higiénicas.

 •

Trabajo más duro y organizado. La mano de obra numerosa se convirtió en un bien


productivo, lo cual fomentó unas tasas de fertilidad más altas.

 •

Se originaron la división del trabajo, la complejidad social y las desigualdades


socioeconómicas.

 •

Formación de estados centralizados que emprendieron grandes obras de irrigación.

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Tipo de alimentación
 •

Dieta a base de productos vegetales, en la que ocupan un primer plano los cereales.
Es alta en calorías, pero monótona, pobre en proteínas y vitaminas, por lo que podían
aparecer casos de malnutrición proteica, sobre todo en niños tras el destete, así como
avitaminosis. Además, las cosechas corren riesgo de malograrse. Surgen así las
hambrunas periódicas.

 •

Comienza a consumirse la leche de los ganados. Esto conllevó que los adultos
padecieran intolerancia a la lactosa (una enfermedad que sigue afectando en la
actualidad a un porcentaje de población tanto mayor cuanto menor sea la antigüedad
de su consumo milenario de leche). Afortunadamente, también se fabricaban
productos lácteos que disminuyen mucho su contenido en lactosa (queso y
mantequilla) o incorporan lactasas bacterianas (yogur).

 •

Se inicia el consumo de sal y aparece la hipertensión dependiente de la ingesta de


sodio en cantidades que el organismo no está adaptado para eliminar.

 •

Se inicia el consumo de bebidas alcohólicas de baja graduación, obtenidas por


fermentación, y se ingieren infusiones vegetales hechas con agua hervida. Ambas
formas de ingesta líquida protegen de las infecciones por vía oral, que eran frecuentes
porque el agua de las ciudades se contamina fácilmente. En el caso del alcohol, sus
ventajas antiinfecciosas superaban los posibles daños metabólicos. Un balance que se
mantuvo positivo hasta que en la Edad Media comenzaron a fabricarse licores de alta
graduación tras el invento de la destilación.

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Condiciones sanitarias
Aparecieron nuevas epidemias y enfermedades infecciosas agudas por los siguientes motivos:

 •

En las ciudades aumenta la exposición a infecciones por contagio, por el


hacinamiento en las viviendas, la contaminación causada por los desechos y el
aumento de los contactos humanos.

 •

Los agrupamientos humanos densamente poblados rebasan la masa poblacional


crítica que hace posible el arraigo de ciertas enfermedades agudas. Ciertas epidemias,
por ejemplo, se desplazan de una ciudad a otra manteniendo indefinidamente una
cadena de contagios que vuelve al cabo de los años a la misma ciudad, donde han
nacido niños susceptibles o han perdido su inmunidad los anteriores enfermos.

 •

La domesticación animal aporta nuevas fuentes de infección. Los animales que


conviven con el hombre pueden transmitirle más fácilmente sus gérmenes y parásitos
habituales.

 •

Las malnutriciones cualitativas o cuantitativas periódicas aumentan la susceptibilidad


a las infecciones.

 •
Los procedimientos agrícolas favorecen ciertas infecciones y parasitosis.

 •

Algunas formas de cultivar (regadíos, charcas) o de almacenar los alimentos (silos,


desvanes) mantienen gérmenes o atraen animales que transmiten enfermedades.

 •

Los viajes, el comercio y las guerras favorecen también las epidemias.

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Índices sanitarios
En las primeras civilizaciones agrícolas, el estado global de salud empeoró:

 •

Disminuyó la estatura media de los individuos (esto es un índice del deterioro del
estado nutricional y sanitario).

 •

La situación sanitaria era aún peor en las ciudades que en el campo.

 •

En las grandes ciudades, la mortalidad solía exceder a la natalidad, y necesitaban un


aporte continuo de población rural.

 •

Se instauró una gran morbilidad y mortalidad infecciosas, sobre todo infantiles, con
epidemias recurrentes.

 •

La esperanza de vida disminuyó. Alcanzaba a poco más de 20 años, teniendo en


cuenta, sobre todo, la gran mortalidad infantil.

 •

La tasa de natalidad de las sociedades agrícolas fue notablemente superior a la de las


paleolíticas. Ello se debe a las nuevas ventajas que suponía el tener muchos hijos,
puesto que los niños se incorporan pronto a las faenas agrícolas y a los pocos años ya
han producido para la familia más de lo que han recibido. Además, constituyen un
seguro para la vejez o la enfermedad de los padres.

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Situación demográfica
La agricultura incrementó los recursos alimenticios y pudo aumentar el número de personas.
Durante el período agrícola se produjo el primer gran crecimiento demográfico. Desde los
cinco millones de habitantes iniciales en el año 10.000 a. de C., se llegó a 50 millones en el
año 1.000 a. de C. Y se alcanzaron 250 millones en el año 1 d. de C. Sin embargo, a
comienzos de la era cristiana la población mundial se estancó durante algo más de 1.000
años. El crecimiento solo se reinició en el siglo xi , pudiendo alcanzar 400 millones en el
siglo xiii . Y en el siglo xvii se llegó a 600 millones:

 •

Los pueblos agrícolas intentaron aumentar la natalidad sin restricciones. Una


población agrícola numerosa aporta beneficios evidentes tanto para las familias como
para el conjunto de la sociedad. Es la forma de aumentar el poder económico, político
y militar de los grupos humanos organizados en sociedades complejas. Naturalmente,
la tecnología agrícola también puede traspasar su límite de rendimientos decrecientes.
Sin embargo, las señales indicativas de esta transgresión se manifiestan a largo plazo
y no son tan evidentes para los individuos. No puede extrañar, por tanto, que durante
toda la etapa agrícola el crecimiento demográfico haya sido estimado como un bien
deseable siempre.

 •

A pesar de ello, la tasa de crecimiento demográfico fue relativamente lenta debido a


la alta mortalidad producida por las enfermedades infecciosas, surgidas en gran parte
como consecuencia de las nuevas condiciones higiénicas y nutricionales.

 •

Además, el hambre era una amenaza que estaba latente siempre, de modo que la
deficiencia alimentaria pasó a ser en esta etapa un factor demográfico crítico, cuyos
efectos eran principalmente indirectos y debidos al incremento de las enfermedades
infecciosas que produce la malnutrición.

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Período industrial
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Forma de vida
 •

Se han producido importantes cambios en el estilo de vida para los que el ser humano
no tiene adaptación genética. Entre ellos destacan la escasez de ejercicio físico o los
ambientes laborales insalubres.

 •

La propia transformación acelerada de las condiciones de vida (que ha sido llamada


el «shock del futuro») produce un aumento del estrés que podría favorecer ciertas
enfermedades.

 •
Mayor frecuencia de accidentes violentos.

 •

Consumo de productos y drogas nocivos: entre ellos hay que mencionar el alcohol, el
tabaco y las sustancias químicas adictivas.

 •

Mayor exposición a ciertas sustancias tóxicas: productos químicos industriales,


contaminantes, fertilizantes y pesticidas.

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Tipo de alimentación
 •

Proliferan los excesos nutricionales. Hasta el siglo xix, el principal problema


nutricional había sido el de la escasa cantidad de alimentos. Sin embargo, a
comienzos del siglo xxi, el número de personas en el mundo con problemas de salud
causados por el sobrepeso igualó por primera vez al número de personas con
problemas por falta de alimentación.

 •

En los países desarrollados, los principales problemas son ahora el exceso


cuantitativo, productor de obesidad y sus patologías asociadas.

 •

Se efectúan cambios en la composición de la dieta para los que no están adaptados


nuestros genes, entre ellos el aumento de grasas animales, glucosa y sodio, así como
la disminución de la fibra.

 •

Se exagera el consumo de nuevas sustancias (licores de alta graduación, drogas) que


generan adicción y daños orgánicos.

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Condiciones sanitarias
 •

Exposición a nuevas sustancias: contaminantes industriales, disruptores endocrinos,


fertilizantes, plaguicidas.

 •

Sedentarismo y falta de ejercicio físico en amplios sectores de la población.

 •
Los principales factores de riesgo en los países desarrollados son: tabaco,
hipertensión, alcohol, hipercolesterolemia y obesidad; mientras que en los países
pobres los principales riesgos sanitarios son: hiponutrición, sexo no seguro y
problemas relacionados con el agua.

 •

Gran disminución de las enfermedades infecciosas por dos motivos principales:

o –

Menor exposición a las infecciones. Hacia finales del siglo xix se


introdujeron medidas higiénicas generales, sobre todo el tratamiento de las
aguas y de las basuras. Ya en el siglo xx se mejoró la higiene de los alimentos
y de la leche. Así como las condiciones de trabajo, de vivienda y de vida.

o –

Mayor resistencia a las infecciones por una mejor nutrición. Se debió a las
mejoras agrícolas y del transporte de alimentos. Poco antes de la
industrialización aparecieron nuevos cultivos (patata y maíz) y se
perfeccionaron las formas tradicionales de cultivo. Después de la
industrialización, tras la segunda mitad del siglo xix, se desarrollaron la
mecanización, los fertilizantes, los pesticidas y las mejoras genéticas.
Finalmente, entre 1960 y 1990 se produjo la llamada «revolución verde», que
incrementó considerablemente la productividad agrícola.

 •

Los avances tecnológicos de la medicina y del tratamiento médico individual solo


comenzaron a influir significativamente en la mejora de los índices sanitarios en la
segunda mitad del siglo xx . De hecho, la tuberculosis y otras enfermedades
respiratorias habían comenzado a disminuir antes de que existieran los antibióticos.

El hecho es que en casi todo el mundo, las infecciones han dejado de ser las causas
principales de muerte y han pasado a primer lugar las llamadas enfermedades del
progreso (vasculares, tumorales, traumáticas, degenerativas, metabólicas).

Como consecuencia de todo ello, ha aumentado significativamente el porcentaje de población


anciana expuesta a las enfermedades crónicas.

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Índices sanitarios
Ha habido una gran mejora general de la salud. Existe una polémica sobre las causas
principales de esta mejora: hay quienes la atribuyen, sobre todo, a las mejores condiciones
generales de vida; y otros conceden más importancia a las medidas de salud pública. Este es
el conocido «debate sobre el nivel de vida»:

 •
La talla media, que es un buen indicador del «nivel material de vida», ha aumentado
en Europa más de 20 cm en los últimos 150 años.

 •

Ha aumentado mucho la esperanza de vida. Comenzó a aumentar en los países


desarrollados en la segunda mitad del siglo xviii . Y en los últimos 50 años ha
aumentado unos 20 años en todo el mundo. En los países desarrollados, la esperanza
de vida ya es superior a los 75 años y más del 60% de las muertes ocurren en mayores
de 70 años. Aunque en los países menos desarrollados solo un 30% de la población
sobrepasa los 70 años.

 •

Ha disminuido la morbilidad infecciosa. Primero disminuyeron las enfermedades


epidémicas (peste, tifus y viruela); algo después, ya en el siglo xix , empezaron a
disminuir las endémicas (tuberculosis y diarreas infantiles).

 •

La mortalidad ha descendido mucho. En los países desarrollados había disminuido


ya significativamente al comienzo del siglo xix , es decir, algo antes de que
comenzara a descender la natalidad. Hasta el momento actual, esta mejora ha seguido
incrementándose y se ha extendido a los países en desarrollo. Ha disminuido, sobre
todo, la mortalidad infantil provocada por enfermedades infecciosas.

 •

Finalmente, se ha producido la llamada transición epidemiológica, desde un patrón


antiguo en el que las principales causas de muerte eran infecciosas, hasta un patrón
actual en el que predominan las enfermedades no contagiosas, crónicas y
degenerativas. Las dos principales causas de muerte en todo el mundo son ahora la
enfermedad cardiovascular isquémica y la enfermedad cerebrovascular. Después de
ellas, en los países desarrollados aparecen las enfermedades cancerosas, mientras que
en los no desarrollados siguen estando las enfermedades infecciosas. La transición
epidemiológica que comenzó en los países desarrollados antes del siglo xx se debió a
las mejoras del nivel de vida, la nutrición y el saneamiento. Por otra parte, la
transición de los países en desarrollo durante los siglos xx y xxi , aunque ha sido más
rápida, se ha debido más a la organización de la asistencia sanitaria y a los programas
de control sanitario desarrollados y financiados internacionalmente.

 •

La tasa de natalidad comienza a descender en los países desarrollados en el


siglo xix . Francia fue el primer país en que esto se hizo evidente a principios del
siglo xix , como resultado de la proliferación de medidas anticonceptivas. Y unos 70
años más tarde, en otros países, como Inglaterra. Sin embargo, a nivel mundial, la tasa
de natalidad solo comenzó a disminuir apreciablemente a mediados del siglo xx . Para
comprender las causas de esta disminución es preciso tener en cuenta que en las
sociedades industrializadas las parejas tienen que dedicar mucho tiempo, esfuerzo y
dinero para suministrar una larga educación a los hijos. Las familias ya no son
unidades productivas, y los hijos se independizan precisamente cuando comienzan a
producir. Además, en estas sociedades, el llamado Estado del bienestar, que asegura
contra los riesgos de la vejez y la enfermedad, hace innecesario que los hijos sean el
sostén de los padres. Por otra parte, sabemos que existen factores directamente
relacionados con la disminución de la natalidad, entre ellos, los siguientes:

o –

Condición de la mujer. A medida que mejoran el nivel cultural y social, y la


independencia económica de la mujer, esta desempeña un mayor papel en las
decisiones reproductivas. Y, como consecuencia, la natalidad disminuye.

o –

Acceso a los medios de planificación familiar. Son muchas las parejas que
recurrirían a estos medios si los tuvieran disponibles.

o –

Mortalidad infantil. Cuando esta disminuye, las parejas dejan de sentir el


estímulo natalista de tener que compensar una gran mortalidad esperable.

o –

Mejoras en la seguridad y el bienestar social. Si las personas cuentan con


seguros públicos de enfermedad y desempleo, junto con adecuadas pensiones
de jubilación, dejan de necesitar un cierto número de hijos para que les presten
estos servicios.

o –

Valores culturales y religiosos. Lo cierto es que estos valores solo parecen


desempeñar un papel significativo durante los períodos de transición. Y más
que los valores directamente pronatalistas, influye la condición subordinada en
la que algunas culturas mantienen a la mujer.

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Situación demográfica
Se ha producido un rapidísimo crecimiento exponencial en el que todavía estamos:

 •

Había unos 750 millones de habitantes en 1750.

 •

1.000 millones en 1804.

 •

2.000 millones en 1927.


 •

3.000 millones en 1959.

 •

4.000 millones en 1974.

 •

5.000 millones en 1987.

 •

6.000 millones en 1999.

 •

7.000 millones en 2012.

En 2021 se sobrepasaron los 7.800 millones de personas. A mediados del siglo xxi, la
población mundial estará entre los 9.000 y los 10.000 millones, en el supuesto de que la
natalidad continúe descendiendo al ritmo de las tres últimas décadas, y siempre que la
mortalidad no aumente. Un siglo más tarde podrá estabilizarse en torno a los 11.500 millones.

Recordemos que la tasa de crecimiento es la cifra resultante de restar la tasa de mortalidad a


la de natalidad.

El crecimiento del período industrial no fue resultado de un ascenso de la natalidad, sino de


un descenso de la mortalidad. La natalidad, paradójicamente, también descendió durante esta
etapa. Sin embargo, el descenso de la natalidad apareció algún tiempo después de la
disminución de la mortalidad, y, además, la natalidad se mantiene por encima de la
mortalidad durante toda una fase llamada de transición demográfica.

En las últimas décadas se ha desarrollado la teoría de la transición demográfica, según la


cual, la evolución demográfica atraviesa tres etapas:

 1.

Primera etapa (sociedades preindustriales): mortalidad y natalidad igualmente altas.


Crecimiento próximo a cero.

 2.

Segunda etapa (aparece en las sociedades en transición ): la mortalidad desciende


antes que la natalidad. Crecimiento exponencial.

 3.

Tercera etapa (sociedades postindustrializadas): mortalidad y natalidad igualmente


bajas. El crecimiento vuelve a ser nulo.
Tal y como predice esta teoría, existe un período de tiempo limitado, aunque variable para
cada sociedad, en el que disminuye la mortalidad, manteniéndose por debajo de la natalidad,
y produciendo un consecuente incremento demográfico ( fig. 3.2 ).

Figura 3.2
Transición demográfica.

Algunos países desarrollados han completado ya la transición demográfica y han llegado


al crecimiento cero, porque mortalidad y natalidad han vuelto a equilibrarse a un nivel más
bajo. No obstante, en el planeta, considerado en su conjunto, la transición demográfica está
lejos de haberse completado. Hasta 1971, el ritmo de descenso de la mortalidad mundial
había sido mayor que el de la natalidad, produciendo una tasa de crecimiento cada vez mayor,
que llegó a estar por encima del 2% anual. Es cierto que en los últimos 50 años el ritmo de
descenso de la natalidad ha sido algo mayor que el de la mortalidad; debido a ello, la tasa de
crecimiento demográfico en 2020 fue del 1,03% anual. Sin embargo, como estas tasas
lentamente decrecientes se aplican a una población cada vez mayor, el resultado ha sido un
aumento neto de la población bastante constante, por encima de los 75 millones anuales.

La industrialización y la mejora del nivel material de vida son los principales factores
correlacionados negativamente con la fertilidad y el tamaño de las familias. Y el mecanismo
de esta correlación es el «balance de costes y beneficios, fundamentalmente económicos, que
la crianza de los hijos reporta a los padres» (en cuanto a gastos, ingresos, seguridad
económica, etc.). En otras palabras, podría decirse que el mecanismo que explica la
disminución del tamaño de las familias en las sociedades industrializadas es doble. Por un
lado, disminuyen los beneficios que los hijos aportan a los padres. Y, por otro, aumenta el
coste de oportunidad de la crianza, esto es, aumenta el valor de las opciones económicas que
se pierden con la crianza de los hijos (en trabajos remunerados para la madre, inversiones
productivas, adquisición de otros bienes económicos). Teniendo en cuenta, además, que el
coste de oportunidad de tener hijos aumenta con la mejora económica y el nivel de vida.

No es extraño, por tanto, que en los países industrializados disminuya drásticamente el


crecimiento de la población. Donde en la actualidad existe todavía un crecimiento
demográfico exponencial es en los países en vías de desarrollo. En estos países ha disminuido
rápidamente la mortalidad. Sin embargo, todavía persisten las condiciones materiales, la
organización social y la mentalidad que promueven un gran número de hijos por familia.

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Enfermedades de la civilización
La idea de que la civilización moderna produce un gran número de enfermedades es una idea
preconcebida que ha llegado a tener gran importancia en la medicina y en la cultura popular,
y es el presupuesto conceptual que da fuerza a la creencia de que existen «enfermedades
indisolublemente ligadas al progreso de la civilización».

Ahora bien, ¿se puede afirmar que la civilización, por sí misma, produce enfermedades? Para
contestar a esta pregunta, es preciso analizar la cuestión desde un punto de vista histórico.

Desde el Neolítico, la vida urbana ha introducido en la especie humana numerosas


enfermedades. La morbilidad y la mortalidad habían sido siempre más altas en las ciudades
que en el campo, lo que se debía principalmente a una mayor tasa de enfermedades
infecciosas. Sin embargo, en el siglo xx, esta situación ha cambiado, y las ciudades de los
países desarrollados se han convertido en lugares más saludables que el campo. Sin embargo,
la antigua asociación entre enfermedad y vida urbana ha mantenido una idea que en los
últimos siglos ha tenido una importancia cultural enorme: «el prejuicio de que la civilización
es dañina para el cuerpo y para el alma». Esta última idea ha influido, a su vez, en el
concepto actual de «enfermedades de la civilización», también llamadas «enfermedades del
progreso» o «de la vida moderna».

Hoy se llama enfermedades de la civilización a todas las enfermedades vasculares, tumorales,


degenerativas y metabólicas, de carácter más bien crónico, cuya frecuencia ha aumentado
mucho en las últimas décadas. Estas enfermedades se suelen considerar provocadas, en
alguna medida, por las modernas condiciones de vida. Ahora bien, con independencia de la
parte de verdad que pueda haber en esa creencia, es innegable que el concepto de
enfermedades de la civilización encierra una cierta construcción ideológica, cuyo desarrollo
solo puede rastrearse y comprenderse históricamente.

Ya los antiguos griegos, que elaboraron el concepto de «naturaleza», pensaron que lo natural
es bueno en sí mismo. Y un corolario de este pensamiento es el prejuicio, muy extendido en
la Edad Moderna, de que todo lo artificial es en el fondo malo. Podemos seguir esta línea de
pensamiento naturalista a lo largo de los últimos siglos:

 1.

En el siglo xviii, algunos filósofos ilustrados (Rousseau entre ellos) denunciaron


ciertos males sociales y los contrastaron con los bienes de una supuesta vida
en «estado de naturaleza». Por otra parte, ciertos médicos (como Cheyne y Tissot)
destacaron la importancia del sistema nervioso como fuente de muchas enfermedades.
Una fuente que podría ser fácilmente afectada por las costumbres y los estilos de vida
modernos.

 2.

En la segunda mitad del siglo xix , que fue una etapa de crisis y luchas sociales,
llegó a su apogeo la ansiedad frente a la cultura moderna, a la que se hacía
responsable de innumerables males. Algunos autores llegaron a pensar que la
civilización estaba enferma; e incluso que la propia civilización era ya una
enfermedad. Y aparecieron filósofos que denunciaban la cultura moderna por
«enfermiza y decadente» (recordemos en este sentido a Schopenhauer, Nietzsche o
Spengler). En este contexto contemporáneo surgió el degeneracionismo, una teoría
seudocientífica que afirmaba que las características culturales de la modernidad eran
morbosas y autodestructivas, y que los rasgos patológicos estaban acumulándose en la
sociedad y transmitiéndose hereditariamente. También cobró fuerza el movimiento
eugenista, inspirado por el darwinismo social y alarmado por una supuesta
degeneración progresiva de la sociedad. Y así, el amplio eco que encontró la ideología
nacionalsocialista se explica, en gran parte, por la extensión que habían alcanzado
estas ideas. El mismo Sigmund Freud, aunque contrario a las ideas degeneracionistas
y hereditarias, manifiesta en su doctrina un indudable recelo hacia la cultura moderna,
a la que veía como represora de las pulsiones naturales. Una de sus obras más leídas
se tituló, precisamente, El malestar en la cultura.
 3.

Durante el siglo xx se ha estudiado desde distintos ángulos la posible asociación


entre algunas patologías y ciertos rasgos sociales. La medicina social correlacionó
estadísticamente las enfermedades con ciertas variables sociales (clase social,
ingresos, ocupación, estado, vivienda, educación). Y llegó a resultar evidente que
ciertas enfermedades están en relación con ciertos ambientes sociales y estilos de
vida. Por otra parte, Seyle y su escuela investigaron la patología asociada al «estrés» y
definieron una serie de «enfermedades de la adaptación». También se ha convertido
en un tópico la idea de que todos estamos expuestos a un gran número de agresiones
que son consecuencia inevitable del progreso (carcinógenos, productos químicos
contaminantes, etc.).

 4.

En el momento actual, con todos los precedentes señalados, las críticas a los males
de la civilización siguen estando muy extendidas y está cobrando fuerza una actitud
generalizada de rechazo hacia la tecnología, junto con una revalorización de todo lo
supuestamente natural. Es innegable que existen ciertas correlaciones entre
enfermedad y estilos de vida o características sociológicas. Ahora bien, no se puede
adoptar la postura simplista de descalificar globalmente a la civilización o a la vida
moderna, pensando que acarrean daños graves e ineludibles para la salud. Podemos
tener en cuenta, entre otras cosas, que:

o A.

El progreso no obliga a mantener ciertos hábitos o dietas tradicionales, que


son los verdaderos responsables de muchas enfermedades. Pensemos que los
principales factores de riesgo (como el tabaco, el alcohol, la obesidad grave y
el consumo excesivo de grasas animales) no están ineludiblemente asociados
al progreso.

o B.

El aumento de ciertas enfermedades que afectan a la ancianidad es solamente


el resultado lógico de haber conseguido una mayor esperanza de vida.

o C.

Es cierto que la contaminación y los tóxicos ambientales son responsables de


ciertas patologías humanas. Pero, al menos hasta el momento actual, el
empeoramiento que producen en los índices sanitarios globales es superado
por la mejora que resulta del aumento del nivel de vida traído por el progreso.
Por otra parte, hoy en día, los países no desarrollados son los más afectados
por estos problemas.

o D.

Es sabido que las enfermedades contagiosas, maternas, perinatales y


nutricionales afectan más a los países no desarrollados.
o E.

Las enfermedades no contagiosas, que se suponen traídas por el progreso,


afectan igualmente a los países más pobres, de modo que un adulto menor de
70 años tiene más probabilidad de morir de enfermedad no contagiosa en un
país no desarrollado, y también tiene más probabilidad de desarrollar
incapacidad.

o F.

El argumento más decisivo es que la carga global de enfermedad es tanto


menor cuanto más desarrollado está un país. La carga global de
enfermedad (GBD) es la suma de años de vida perdidos por las muertes más
los equivalentes de años de vida sana perdidos por las incapacidades. Así, un
país hipotético en el que todos alcanzasen la esperanza de vida posible y no
experimentasen incapacidades tendría una carga igual a cero. Pues bien,
actualmente, África subsahariana e India, con el 26% de la población del
mundo, soportan más del 40% del GBD, mientras que países desarrollados,
con un 20% de la población, soportan menos del 12%.

Podemos, pues, pensar que en nuestros días sigue estando inconscientemente presente el mito
de un primitivo paraíso original que perdimos como castigo por haber querido saber más y
tener el poder de los dioses. Sin embargo, hoy en día, el mito de la expulsión del paraíso, más
que el relato de una pérdida que ocurrió en el pasado, se puede interpretar como una
advertencia de lo que nos puede ocurrir en el futuro si insistimos en cometer ciertos errores
contra el medio ambiente, esto es, «podremos acabar siendo expulsados de nuestro “modesto
paraíso tecnológico” actual», con todas sus consecuencias sanitarias y no sanitarias.

Lo cierto es que el principal efecto negativo de la civilización no se ha producido


directamente en los individuos, sino en el medio ambiente.

Los hombres nunca habían vivido más y mejor, como lo demuestra la continua mejora de los
índices sanitarios (esperanza de vida, morbilidad y mortalidad general, mortalidad infantil,
talla media). Incluso la calidad de vida ha mejorado en muchos aspectos. Sin embargo, el
deterioro del medio ambiente sigue aumentando. Cada vez son mayores las amenazas del
calentamiento global, la contaminación, la degradación y desertización del suelo, el
agotamiento de los océanos, la escasez de agua dulce, etc. Puede decirse, por tanto, que, hasta
el momento presente, la única salud que ha disminuido apreciablemente es la del medio
ambiente. Aunque es indudable que esta disminución de la salud medioambiental podrá poner
en serio peligro la salud y la calidad de la vida humana en un futuro.

Llegamos así a la conclusión de que hasta ahora nuestra cultura tecnológica no ha influido
negativamente sobre el balance de salud del ser humano, sino sobre la del medio ambiente. Y
será el deterioro del medio ambiente el que podrá acabar afectando absolutamente a la salud
de los individuos.

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Papel de la medicina en la mejora de la salud
Recientemente se ha puesto en duda la importancia que ha tenido la medicina en la mejora
global de la salud que se ha producido en los últimos siglos, y se ha planteado un interrogante
sobre lo que puede esperarse de la medicina en el futuro.

Ante estas preguntas caben, en principio, las siguientes cinco posturas:

 1.

Postura agradecida y optimista. Consiste en pensar que debemos a la medicina


logros excelentes y que podemos seguir confiando en ella para la solución de todos
los restantes problemas sanitarios.

 2.

Postura agradecida, pero pesimista. Opinar que la medicina ha tenido éxitos


apreciables en el control de ciertas enfermedades infecciosas, pero que será bastante
incapaz de solucionar los grandes problemas sanitarios del futuro, y en especial las
patologías degenerativas no infecciosas.

 3.

Postura desagradecida. Negar que la medicina haya influido significativamente en


la mejora de los índices sanitarios globales. Thomas McKeown, representante de esta
postura, mantuvo que el aumento de población y la mejora de la salud, desde finales
del siglo xviii , no se debieron a la medicina ni a la salud pública. Las causas de ello
habrían sido, sobre todo, los cambios económicos y sociales, que, al mejorar el nivel
de vida y el estado nutricional, aumentaron la resistencia a las infecciones.

 4.

Postura desengañada. Creer que el objetivo de alcanzar la salud ideal y eliminar por
completo el sufrimiento humano es ilusorio, y que el éxito en alguna parcela siempre
hace surgir problemas nuevos, tal vez más graves. En este sentido, René Dubos
intentó demostrar que las enfermedades son el necesario acompañante del proceso de
la vida. Daniel Callahan piensa que la medicina puede avanzar en ciertas parcelas,
pero siempre acabará tropezando con alguna nueva «frontera desgarrada» de
sufrimiento incurable, que puede incluso ser peor que la anterior.

 5.

Postura acusadora. Denunciar los daños que la medicina está produciendo. Así, Ivan
Illich ha acusado a la medicina de producir ciertos perjuicios a los enfermos, a la
sociedad y a la cultura. Y afirma que, traspasado un cierto nivel, el balance de los
logros médicos llega a resultar negativo, por lo que este autor recomienda implantar
techos asistenciales. Otros autores han denunciado, por otra parte, la creciente
«medicalización» de nuestra sociedad y la excesiva «normativización» social que
impone la medicina.

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Datos que aporta la historia de la medicina
Parece cierto que la asistencia médica directa no había tenido apenas impacto global sobre la
salud antes del siglo xviii . Pero no puede decirse lo mismo de la medicina de los últimos tres
siglos (entendiendo por medicina no solo la asistencia individual, sino todo tipo de actuación
que persigue un objetivo sanitario basándose en las teorías médicas vigentes):

 •

La disminución de las enfermedades epidémicas en el siglo xviii : tuvo algo que ver
con las medidas de salud pública. Recordemos las cuarentenas perfeccionadas, los
cordones sanitarios más eficaces para impedir la entrada de personas y mercancías, así
como una mejor medicina militar.

 •

La disminución de las enfermedades endémicas en el siglo xix : se debió, en parte, a


causas que posiblemente fueron diferentes según el sistema político: en países
liberales, como Inglaterra, la disminución tuvo que ver más con la mejora del nivel de
vida; y en países absolutistas, como Alemania, estuvo más en relación con las
medidas de salud pública.

 •

La enorme disminución de la mortalidad infantil, e incluso de la mortalidad general,


desde finales del siglo xix: se debió mucho a mejoras sanitarias: higiene del agua,
pasteurización de la leche, alimentación libre de gérmenes y administración de
líquidos para rehidratación, entre otras.

 •

La gran disminución de las enfermedades infecciosas, desde mediados del


siglo xx: ha tenido, desde luego, bastante que ver con el tratamiento médico
individual: antibióticos, vacunaciones, etc.

 •

El aumento de la esperanza de vida de la mujer en el siglo xx: se debe, sobre todo, a


las mejoras en la atención al embarazo y el parto (antibióticos, transfusiones) y a las
medidas anticonceptivas.

 •

Las medidas anticonceptivas eficaces y seguras que recientemente ha puesto a punto


la medicina: no solo han contribuido a mejorar la salud de la mujer, sino que han
tenido repercusiones sociosanitarias de largo alcance. Entre ellas: la planificación
familiar, mejores cuidados y mayor sobrevivencia de los niños nacidos más
espaciadamente, disminución del crecimiento demográfico.

 •

Las enfermedades degenerativas crónicas: es más dudoso el papel que ha


desempeñado o podrá desempeñar la medicina sobre ellas.
Es cierto que las enfermedades crónicas e incapacitantes han aumentado su prevalencia por
haber aumentado la proporción de ancianos en los que estas enfermedades son más
frecuentes.

Sin embargo, las preguntas clave son:

 1.

¿La prevalencia de enfermedades incapacitantes está aumentando más rápidamente


que la proporción de personas de edad avanzada?

 2.

¿Están aumentando las enfermedades crónicas en todos y cada uno de los grupos de
edad?

 3.

¿Ha aumentado la proporción de los enfermos totalmente dependientes y de los


confinados en cama?

Hasta ahora los datos existentes no permiten contestar afirmativamente a ninguna de las tres
últimas preguntas.

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Conclusiones acerca del papel de la medicina
Las medidas de salud pública y medicina preventiva han tenido, y deben seguir teniendo, una
función primordial. Sobre todo, en un mundo en el que los factores ambientales de salud
tendrán una importancia cada vez mayor.

La medicina asistencial, por su parte, puede actuar en tres áreas distintas:

 1.

Prevención individual y comunitaria.

 2.

Atención especializada al enfermo agudo con finalidad predominantemente curativa.


Este tipo de atención ha solido postergar al enfermo crónico, que suele ser más
difícilmente curable.

 3.

Atención primaria, cuidados y educación sanitaria de los pacientes que no requieren


tratamientos agresivos.

Sin embargo, el hecho es que en las últimas décadas la medicina se ha concentrado en la


segunda de las anteriores áreas y bastante menos sobre las otras dos. Todo ello dentro de un
modelo biomédico que presupone que la salud se consigue interviniendo curativamente sobre
el individuo enfermo, y que los conocimientos médicos más importantes son los que versan
sobre la estructura y la función corporal.

Sin embargo, la historia epidemiológica nos permite afirmar que los éxitos de la medicina en
el pasado no se han debido solo, ni principalmente, a la puesta en práctica de este modelo.

Es necesario, pues, un replanteamiento del modelo y de los objetivos de la actuación


sanitaria, de forma que se encuentren adecuadamente equilibradas las tres mencionadas áreas
de la asistencia médica. Además, las atenciones individuales directas deben integrarse y
complementarse con actuaciones globales sobre la sociedad, la economía y el ambiente.

Hemos visto que el progreso científico y tecnológico de la medicina es una condición


necesaria, pero no suficiente. Los valores y finalidades culturales, así como el contexto
sociopolítico y económico y los límites del medio ambiente, son los que determinan las
posibilidades de la medicina. Para maximizar los beneficios de la ciencia médica es preciso
que se desarrolle una cierta mentalidad general en el seno de unas condiciones externas
favorables.

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