Como Comenzar Con Pasos Firmes
Como Comenzar Con Pasos Firmes
Como Comenzar Con Pasos Firmes
e625 - 2018
Dallas, Texas
e625 ©2018 por Germán Ortiz y Paolo Lacota
Todas las citas Bíblicas son de la Nueva Traducción Viviente (NTV) a menos que se indique
lo contrario.
Editado por: Virginia Altare
Diseño interior y adaptación de portada: JuanShimabukuroDesign
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS.
ISBN: 978-1-946707-10-9
IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS
CONTENIDO
PRÓLOGO DE LUCAS LEYS
EL PUNTO DE PARTIDA
EL PRIMER PASO
COORDENADAS DEL TRAYECTO
EL EQUIPO
LA RUTINA DE ENTRENAMIENTO
PASOS CONSTANTES
UNA CARRERA ÉPICA
LAS LESIONES
LAS DECISIONES
LLEGAR A LA META
BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO DE LUCAS LEYS
Liderar es un arte y el ministerio cristiano no es un ámbito dónde
aplican exactamente las mismas reglas y protocolos de liderazgo
que en otras geografías humanas y por esa razón es tan importante
comenzar de la mejor manera posible.
Comenzar bien no es garantía de terminar bien, pero aumenta
exponencialmente tus posibilidades de hacerlo.
Muchas investigaciones y estudios estadísticos reflejan la
importancia de los primeros años de una persona en el liderazgo.
Esos primeros años son formativos de carácter y tienen el peligroso
potencial de quemar a muchos y la razón es que son muchos los
que llegan al ministerio con expectativas infantiles.
Demasiados líderes primerizos creen que el liderazgo solo tiene
que ver con pararse al frente, manejar un micrófono y dar órdenes.
¿Qué puede ser tan difícil de hacer eso? Piensan los más osados.
Otros, por el contrario, arrancan llenos de temores y esos temores
les empujan a pretender agradar a todos y ser hipersensibles a las
reacciones de otros.
Demasiados líderes crstianos se dejan sobornar por las críticas al
igual que los elogios en vez de actuar centrados en principios
eternos de la revelación bíblica para guiar sus decisiones y por esa
razón es tan importante que leas este libro.
Doy muchas gracias a Germán y Paolo por escribir un material tan
necesario. Ambos autores son líderes que admiro y jugadores de
equipo que han sabido resistir los embates y las seducciones del
liderazgo con una actitud firme, una visión osada y pasos concretos
que han potenciado el liderazgo de otros. Yo personalmente creo
que el mundo hispano ya está cansado de showmans unipersonales
tratando de ganar fama a toda costa para crear imperios sostenidos
únicamente en sus carismas. Hoy necesitamos líderes formadores de
líderes. Verdaderos siervos que entiendan el liderazgo de la
perspectiva del servicio y su naturaleza multiplicadora. Líderes que
no estén dispuestos a vender su fidelidad por platos de aplausos,
sino que tengan en claro por qué toman las decisiones que toman.
Ánimo al leer estas páginas. Mastícalas con cuidado y medita en
sus ideas con paciencia. El equipo (La iglesia de Cristo) te necesita
y tu papel es indispensable para que muchas personas sean
tocadas, afectadas y equipadas por un ministerio sano.
Dr. Lucas Leys
Autor y fundador de e625.com
EL PUNTO
DE PARTIDA
LA AVENTURA DE LIDERAR
Hay un mensaje milenario que ha guiado los pasos de los
seguidores de Jesús: «…vayan y hagan discípulos en todas las
naciones». (Mateo 28:19). La gran aventura tiene su primer paso
con este versículo como guía. Es este destino trazado lo que atrae e
inspira al equipo a alistarse para servir a la causa divina.
«Vayan…» implica moverse, romper con la inercia, tomar un riesgo
y emprender una aventura única en la vida. Pero esos primeros
pasos en el camino no siempre son claros o fáciles. Necesitamos
orientación para saber cómo empezar. Después de todo, cuando
Jesús lanzó el desafío de «Síganme» a los primeros discípulos, los
equipó durante tres años para que éstos hicieran discípulos, que a
su vez hicieran otros discípulos, que a su vez formaran a más
discípulos, para que se multiplicaran en otros y así… hasta llegar a
los confines de la tierra (Hechos 1:8).
Este libro busca brindarte una guía sobre cómo iniciar tu
ministerio, cómo conformar un equipo y cómo mantenerlo en
constante crecimiento. Su modelo no es perfecto, sino que es
perfectible, capaz de ser perfeccionado. Desde la experiencia que
hemos acumulado, y en el marco de una amistad que nuestro Señor
y el ministerio con las nuevas generaciones han forjado, queremos
dejar un arquetipo, un punto de partida, un grupo de notas y apuntes
de viaje sobre los cuales te puedas basar.
Algo sí podemos afirmar con seguridad: Jesús fundamentó su
ministerio en el desarrollo de su equipo. Según los estudiosos, el
ochenta por ciento de su tiempo Jesús lo compartió con sus
discípulos, y el veinte por ciento restante, con las multitudes. Él
entendía la importancia de formar y establecer un equipo de trabajo.
Gran parte de su energía fue orientada hacia ese aspecto de su
misión.
si no accionamos, muchos niños, adolescentes y jóvenes
pasarán sus mejores años a la deriva
Años después, un murmullo recorría cada puerto del Mediterráneo:
«… Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá».
(Hechos 17:6 RVR95). El comentario fluía por templos paganos,
mercados, tabernas, casas y sinagogas. Los seguidores de Jesús,
los protagonistas de la Iglesia primitiva, sacudían el mundo conocido
con sus desembarcos en cada ciudad de Europa, Asia y la costa
norte de África. Hechos de los Apóstoles deja registro de la travesía
de éstos que portaban un mensaje que causó revuelo… y lo sigue
haciendo.
Este reducido grupo de cristianos de la Iglesia primitiva logró
impactar al mundo entero sin televisión, sin radio, sin imprentas, sin
revistas, ni diarios, ni Internet. El mensaje que propagaban,
respaldado por el estilo de vida que llevaban, fue incontenible.
Recorrió continentes, casas, escandalizó gobiernos y sorprendió a
eruditos. Atestigua Hechos 4:20 lo que sería el lema de aquella
generación de cristianos: «No podemos dejar de hablar de las
maravillas que vimos y que escuchamos». El mensaje de Dios ardía
en sus corazones.
Hay una realidad que sigue vigente desde entonces: si no
accionamos, muchos niños y niñas, preadolescentes, adolescentes
y jóvenes pasarán sus mejores años a la deriva sin tener quién les
guíe a los planes de Dios para sus vidas. «Pongan en práctica la
palabra y no se limiten a solo escucharla…», nos exhorta Santiago
1:22. El panorama actual de nuestro entorno puede que no nos
guste, pero es posible cambiarlo.
Por eso estamos insatisfechos. Por eso preparamos proyectos.
Por eso soñamos. Por eso nos juntamos. Por eso corremos con
paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreros 12:1).
Porque los que sólo se quejan y andan aislados nunca cambian
nada; sólo los que sueñan y accionan, los insatisfechos y los
audaces «trastornan el mundo» y cambian las cosas para bien. Tu
liderazgo puede provocar que esta nueva generación viva una
experiencia única como discípulos de Jesús.
Además, tenemos que decirlo, lo que más nos entusiasma es que
cuando Jesús reunió a su equipo, eligió a personas a las que
nosotros dudaríamos mucho en delegarles la misión de continuar la
tarea. Hombres comunes, sencillos, sin grandes cualidades, quienes
incluso estando en el tramo final del ministerio de Jesús, cuando
tenían que estar despiertos se durmieron, cuando tenían que estar
al lado de Él lo abandonaron, cuando tenían que demostrar que
conocían a Jesús, lo negaron; pero aun así Jesús depositó en ellos
toda su confianza y los ayudó a cambiar. Y así, con el correr de los
años, ellos fueron paso a paso, persona a persona llevando las
buenas nuevas de Jesús y al final de sus días la mayoría de ellos
murió expandiendo el evangelio. ¡De qué maravillosa manera Jesús
nos enseña lo que es ser y hacer discípulos!
Si nos identificamos con la historia de estos primeros seguidores,
¡entonces tenemos esperanza! Si cuentas con personas con
cualidades similares en tu entorno, entonces tienes todo lo que se
necesita para iniciar la carrera y llegar a destino con el mejor equipo
que jamás hayas imaginado.
Desde el camino que hemos recorrido, involucrándonos en el
ministerio de liderar a las nuevas generaciones, enfrentando
distintas adversidades y escabrosos tramos en el camino,
observando la bondad de nuestro Dios que nos permite asociarnos
a su causa, desde allí es que te invitamos a conversar en algún
parador al costado del camino, con la vista en el horizonte, junto a la
senda que nos marca el trayecto hacia un futuro lleno de
oportunidades divinas desafiándonos la mirada.
Luego de haber compartido con cientos de líderes de las nuevas
generaciones y sus equipos a lo largo y a lo ancho del continente,
creemos firmemente que debemos ser creativos, innovadores y
determinados. Es nuestra oración que en cada capítulo de este libro
puedas encontrar herramientas que te permitan afinar, moldear y
construir un equipo de liderazgo junto al que vas a vivir la travesía
más conmovedora de tu vida.
Estamos convencidos de que tu influencia afectará no sólo el
presente, sino que viajará en el tiempo y repercutirá en el futuro de
generaciones. Recordemos que a través de la enseñanza estamos
enviando un mensaje a un futuro que tal vez no vamos a ver, pero
que vamos a afectar positivamente con principios sólidos en la
formación de los jóvenes de hoy, los padres del mañana.
Por eso es un desafío invaluable que puedas dar tus primeros
pasos en el ministerio y formar un equipo debidamente entrenado
que acampe en medio de las nuevas generaciones, amándolos,
aceptándolos y desafiándolos, así como Jesús lo hizo en la tierra.
Dios es el más interesado en equipar y potenciar nuestros
ministerios para que alcancemos y discipulemos a las nuevas
generaciones con eficacia. ¿Pero cómo llegaremos a ellas? ¿Cómo
las vamos a acompañar? ¿Cómo las vamos a pastorear?
El punto de partida es reconociendo que la tarea es grande y que
una sola persona no puede hacer todo. Que no basta con ponerle
buena onda y muchas ganas. Eso suena bien, pero no va más allá
de ser una simple expresión de deseo, solo con eso no alcanza.
Debemos superar los impedimentos y barreras que nos
imposibilitan ver un mejor horizonte y cambiar nuestras realidades
ministeriales: es casi imposible pretender ser relevantes con
programas desfasados, líderes desmotivados y sin un plan que
permita solventar y proyectar mejoras dentro de nuestros
ministerios.
En algún momento Jesús se juntó con sus discípulos y les dijo: «…
La cosecha es mucha y son muy pocos los obreros. Por eso,
pídanle al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo».
(Lucas 2:10). Esa oración se hizo hace mucho tiempo. ¿Sabías que
muchos de nosotros somos la respuesta a la oración que hicieron
los discípulos hace miles de años? Los que estamos involucrados,
somos una respuesta para esa oración.
El desafío es ineludible. Este escrito es para ti, que quieres iniciar
tu ministerio y conformar un gran equipo que se sume al reto de
cumplir con lo que Dios nos llamó a hacer entre las nuevas
generaciones.
¡Demos el primer paso!
Con afecto especial,
Paolo Lacota y Germán Ortiz
EL PRIMER PASO
CÓMO EMPEZAR BIEN
paololacota
¿CÓMO OBTENGO LA VISIÓN?
«No te muevas… hasta que no lo veas», fue el consejo que su
mentor le dio a Bobby Fischer cuando éste iba a enfrentar a su
archirrival en ajedrez. ¡Y vaya lección que le dio! La historia
recordará a Bobby como un adolescente prodigio en ajedrez,
campeón mundial y protagonista del «match del siglo».
El ajedrez requiere de una cierta anticipación de lo que va a
acontecer, de una «visión de juego». Cuántas veces sacamos
precipitadamente al peón, al alfil, al caballo, a la torre, incluso al Rey
y a la Reina... y perdemos la partida. La vida es similar.
Cometeremos numerosas equivocaciones si no vemos antes la
estrategia ganadora que Dios planea.
Hay una famosa frase que dice que hay que vivir la vida por fe.
Pero esto no quiere decir que estás exento de trazarte metas y
esforzarte por alcanzarlas. De hecho, creo que esta es una mala
interpretación de lo que significa vivir por fe. Revisemos nuevamente
el concepto de fe que nos da la Biblia: «Es, pues, la fe la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». (Hebreos 11.1
RVR95).
La certeza de lo que se espera implica saber con seguridad qué es
lo que aguardas que pase de aquí a seis meses, a un año, a cinco
años y a diez años.
Aunque Abraham salió sin saber a dónde iba, ni tenía un mapa del
camino a recorrer o un cuadro completo de lo que Dios quería hacer,
sabía con quién iba y a quién estaba obedeciendo. Génesis 12:1
registra la instrucción de Dios: «… Deja tu tierra, tus familiares y la
casa de tu padre, y vete a la región que te voy a mostrar». [Énfasis
del autor]. Sí, Abraham supo —antes de su concreción— las piezas
que Dios movería. Vio un adelanto de que su descendencia sería
incontable como la arena del mar y como las estrellas del cielo. Dios
le hizo un guiño y Abraham sabía cómo terminaría la historia.
¿Cómo discernir qué piezas mover, qué decisiones tomar, qué
acciones emprender? ¡Tengo que descubrirlo! Tengo que tomarme
el tiempo para indagar, investigar y reflexionar, sobre cuál será la
visión antes de iniciar la travesía. Sí, Dios tiene planes y directrices
para mi vida y la tuya y si lo buscamos… ¡obtendremos respuestas!
«¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan
cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares
desolados», dice en Isaías 43:19 NVI. Lo llamativo en este versículo
es que se mezclan dos tiempos verbales (el futuro y el presente).
Primero Dios nos dice que hará algo en el futuro y al mismo tiempo
pregunta si ya lo estamos viendo. Aparentemente confuso, pero la
clave reside en que tenemos que verlo por los ojos de la fe, como
una realidad.
Esa revelación de «movimientos divinos» es diaria, semanal,
anual, a veces de toda una vida. Sólo que en ocasiones nos
desenchufamos de ella porque vivimos absorbidos por la rutina, las
listas de tareas, las presiones y la impaciencia. Así que movemos
las piezas del tablero por inercia, cansancio, desconfianza o apuro.
A medida que nos sumerjamos más y más en las Sagradas -y
apasionantes- Escrituras y en la oración sincera, el Espíritu Santo
nos mostrará más nítidamente qué pasos dar. Pero se discierne en
la quietud, en la búsqueda voluntaria y apasionada.
Proverbios 20:5 NBLH dice: «Como aguas profundas es el consejo
en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará».
Dicho en otras palabras, el hombre de entendimiento descubrirá la
visión que lleva adentro y la desarrollará hasta hacerla realidad.
Sobre el punto de descubrir la visión de nuestras vidas y su
importancia no solo personal sino también en aquellos que nos
rodean, John C. Maxwell dice lo siguiente:
Para un líder, la visión es todo. Absolutamente indispensable. ¿Por
qué? Porque es la visión la que lo guía. Es ella la que marca la
meta. Enciende y alimenta el fuego dentro de él, y lo lleva hacia
delante. También es el encendedor para otros que siguen a ese
líder. Muéstrame un líder sin visión, y te mostraré alguien que no va
a ningún lugar. En el mejor de los casos, viaja en círculos. 1
Para obtener y desarrollar la visión y entender cómo ésta forma
parte de la vida de un buen líder, considera estos puntos:
LA ENERGÍA INICIAL
Sin entusiasmo, sin fe y esperanza, sin las ganas necesarias para
volcar tanta adrenalina en movimiento decidido, los líderes yacen
inmóviles a la vera del camino. La propuesta de Dios siempre es
energética. Aun cuando Él, en ocasiones, ordene el descanso, esto
tiene como propósito retomar fuerzas para reanudar el movimiento.
La propuesta de la misión refiere a cambio, transformación,
restauración… y nada de eso se consigue sin los movimientos
necesarios. Aun cuando Dios, algunas veces dé la directiva:
«Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la
salvación que el Señor les dará…», siempre se da en el contexto del
movimiento: «Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor,
estaré con ustedes». (2 Crónicas 20:17 NVI).
Sin entusiasmo y energía, la flacidez impide cualquier acción
transformadora. Hay que sacar fuerzas en medio de las flaquezas,
recordar que Dios se perfecciona en nuestra debilidad, que somos
más que vencedores y confiar en los recursos sobrenaturales del
Señor.
LA VISIÓN
¿Y ahora a dónde vamos? Nadie hace uso apropiado de su energía
si no sabe hacia dónde se dirige. El entusiasmo que envuelve el
acto de dar los primeros pasos se apaga pronto si no hay un plan
que le dé destino a la aventura.
Qué es
La visión es un sueño… épico, importante, grandioso pero que
puede y debe ser alcanzado. Es conquistar la tierra prometida,
descubrir una nueva ruta comercial con el lejano oriente,
entrevistarse con el Mago de Oz, arrojar el anillo de poder en el
Monte del Destino, devolver la paz y el orden a Ciudad Gótica. Es
viajar al futuro y regresar con la postal de lo que se pretende
alcanzar.
Cómo debe ser
La visión es clara porque es el destino al que nos dirigimos. La
incertidumbre puede ser un condimento, pero no un elemento
básico. Dios le regaló una visión a Abraham y le dijo: «…vete a la
región que te voy a mostrar». La certidumbre no es absoluta pero la
directiva es clara: «Deja tu tierra, tus familiares y la casa de tu
padre…». Ya hay una postal del futuro para que Abraham sepa
hacia dónde dirigir sus pasos y lo que Dios se propone hacer con él
y a través de él: «Te voy a convertir en una nación muy grande; te
voy a bendecir y te haré un hombre muy famoso. ¡Serás de
bendición para muchas personas!». (Génesis 12:1-2).
Toda aventura divina tiene la cuota de incertidumbre necesaria
para que nuestra fe sea probada, pero requiere de una visión clara
que fije un destino claro, por lo menos, a mediano plazo. Una buena
visión debe poder redactarse en un párrafo breve que, con un
trabajo mínimo, pueda memorizarse. Déjame darte un par de
ejemplos para que veas a qué me refiero.
La visión de L.A.GR.AM (Liderazgo y Adolescencia, Grupo de
Amigos) es: Nuestro deseo es ver a adolescentes que crecen
integralmente siendo agentes de cambio y proyectándose a una vida
adulta madura, plena y realizada.
LA MISIÓN
Una buena visión se complementa con lo que se conoce con el
nombre de misión: ésta es una descripción concreta que describe,
básicamente, lo que el grupo debe estar dispuesto a hacer para
alcanzar la visión.
Si la visión de Batman es «Restablecer el orden en Ciudad
Gótica», su misión debería describir, fundamentalmente cómo se
propone hacerlo. Me atrevería a redactar algo parecido a lo
siguiente: «Utilizando mis destrezas y tecnologías desarrolladas, me
propongo encarnar un personaje misterioso que sirva a la
comunidad derrotando al mal, restableciendo el orden».
Vayamos a los ejemplos dados para observar a cómo lo hicieron
L.A.GR.AM. y JBN.
La misión de L.A.GR.AM. es: «Trabajamos para proveer espacios,
recursos y relaciones significativas que contribuyan al desarrollo
integral del adolescente, declarando que éste es el deseo de Dios y
que quiere expresarlo a través de una relación especial con ellos».
La misión de JBN es: «Generamos ámbitos que propician la
formación de una red vincular donde personas acompañadas, y que
aman a Jesús, brindan acompañamiento a los jóvenes que
deseamos influenciar con su amor y poder».
La visión es a dónde quiero llegar. La misión es lo que me
propongo hacer para alcanzar la visión. La visión y la misión brindan
cause al entusiasmo. El entusiasmo por sí solo puede tener un
efecto embriagador. En un instante se vive una fiesta y al siguiente
se vive una molesta y frustrante resaca. Pero también es cierto que,
si una visión no cuenta con el entusiasmo para desarrollarse, se
convierte en una utopía irrealizable, con la inmensa carga de
frustración que esto conlleva.
Cuando el grupo tiene claridad en esto, sabe perseverar y superar
el cansancio de la mitad del camino. Hacer temblar su ánimo será
difícil si se han unido a una causa que se les ha revelado con
claridad y que han hecho propia. Si el líder mantiene la coherencia
con los motivos que dieron origen al viaje será más sencillo
mantener al equipo unido y esforzado.
LOS OBJETIVOS
Sin entusiasmo no hay partida y perseverancia en el viaje, sin visión
no se sabe a dónde se quiere llegar. Los objetivos te indican qué
hacer durante la travesía.
No fui educado para ser un organizado ni un organizador.
Planificar no es lo que me sale con mayor facilidad, pero sé que si lo
hago contaré con el respaldo de mi Señor y, si no lo hago, puedo ser
tomado desprevenido por el enemigo. Planear es una prerrogativa,
es decir, un derecho adquirido y un deber que Dios le ha concedido
al ser humano. Planear es nuestra responsabilidad. Aprovechar los
planes es sabio. Atarse a los planes es tonto.
Si planeo y pongo los planes al servicio de mi causa y de mi
Señor, alcanzaré destinos increíbles, lo que «ningún mortal ha visto,
ni oído, ni imaginado …». (1 Corintios 2:9). Si me ato a mis planes y
los pongo por sobre las órdenes del Comandante en Jefe, es
probable que me pierda todo eso. Esta es una gran paradoja que,
para mí, se explica maravillosamente en un proverbio de Salomón:
«El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el
Señor». (Proverbios 16:9 NVI).
Dios nos dio libre albedrío y esto significa que gozamos de libertad
para planear. Claro que la libertad que Dios nos concedió viene con
una etiqueta que dice: «Úsese con responsabilidad». Pero el
versículo revela algo que aporta mucha luz: Los planes se realizan
en lo más íntimo del corazón humano.
Por lo tanto, la calidad del plan está directamente ligada a la
calidad del corazón. Los mejores planes de tu vida serán
concebidos desde un corazón sano. Ningún equipo planificará
buenas aventuras si su corazón es insensible, competitivo, egoísta,
orgulloso o con características parecidas, que generan desunión,
pleito, discusiones tontas o competencias de poder. Ya en el
capítulo 4 de Proverbios, Salomón nos había advertido: «Por sobre
todas las cosas cuida tu corazón, porque de él brota la vida».
Si tu corazón se encuentra próximo al de Dios será más probable
que planees correctamente. Tus planes serán de calidad,
contemplarán no sólo tu propia realización, sino la de tu equipo y la
de los adolescentes o jóvenes a los que sirves. Si tu corazón está
lejos de tu Señor, entonces los planes estarán lejos de Él, de su
guía, de su dirección, de su visión para tu vida. Tu ánimo navegará
por intermitencias que fluctuarán entre el entusiasmo fugaz y las
resacas del sin sentido. Las frustraciones te atraparán en algo que
bien podría ser arena movediza.
En estos años de ministerio vi con tristeza cómo fracasaron
muchos que, al momento de iniciar, destilaban entusiasmo por los
poros. Un buen equipo cuida el corazón de sus miembros y planea
en una incansable búsqueda de hacer la voluntad de Dios. Eso
mantiene su ánimo aún en los más duros contratiempos.
Ahora bien, aun cuando todo esto ocurra de manera fluida, un plan
podría fallar o no contemplar alguna contingencia. Esa problemática
no fue prevista, ese recurso no fue tenido en cuenta, esa ausencia
no fue considerada, esa reacción no fue esperada. Una tormenta
llega sin aviso.
No planear porque no sabemos lo que ocurrirá es pereza en
estado puro. Desarrollar planes con la pretensión de que sean
perfectos es engañarnos a nosotros mismos. Es en estas
circunstancias en que Dios nos recuerda que necesitamos estar
siempre unidos a Él. Con un corazón sensible, estaremos atentos y
dispuestos a los cambios que Él proponga sobre la marcha.
Planeo desde un corazón cercano al de mi Señor, y si en algo me
equivoco (que bien podría pasar), estoy dispuesto a que Él cambie
las instrucciones a último momento. Esta es una receta genial para
evitar mi estrés, un método divino para ayudarme a crecer en la
saludable dependencia a su persona.
Déjame darte alguna ayuda para poner objetivos que te permita a
planear: el equipo del que formo parte en JBN planea con tres
clases de objetivos: el general, los específicos y los operativos:
OBJETIVO GENERAL
Es aquel que, sujeto a la visión y la misión; pone en claro qué es lo
que nos proponemos en un lapso concreto de tiempo (semestre,
año o más).
Te doy un ejemplo extraído de la práctica en JBN: «Propiciar el
encuentro espontáneo con Jesús desde una vida de devoción
auténtica y desde el amor que promueven el ministerio relacional, el
trabajo en equipo y una programación de pretendida excelencia».
Como verás, si bien no es tan concreto o cuantificable, sí puede
ser evaluado al finalizar el periodo en el que fue propuesto.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Son aquellos que describen nuestra pretensión acerca de lo que los
muchachos y chicas deben alcanzar o lograr. Tienen que ser bien
concretos y medibles de alguna manera. Estos objetivos podrían
tener un encabezado virtual que, sin estar redactado podría leerse
«que los muchachos y chicas logren…». Muestro un ejemplo sobre
la propuesta de formación de grupos pequeños en JBN: «Encontrar
un espacio relacional de orientación y contención a partir de la
formación de pequeños grupos que se reúnan periódicamente y su
relación con los coordinadores de dichos grupos».
JBN tiene muchos de estos objetivos para la vida de los jóvenes,
para el equipo de trabajo y para los miembros del equipo ministerial.
OBJETIVOS OPERATIVOS
Son esos que describen lo que nos proponemos hacer para
alcanzar el objetivo específico. Por cada objetivo específico debe
haber al menos un operativo. Veamos el ejemplo referido al objetivo
específico citado más arriba: «Generar un espacio organizado en
grupos pequeños de aproximadamente ocho personas con uno o
dos líderes o guías por grupo, acompañando a estos últimos en la
tarea de cuidar espiritualmente a cada muchacho o chica a su
cargo».
Dicen los que saben que la mejor manera de redactar objetivos es
considerar que estén encabezados por un solo verbo en infinitivo. A
esto puede sumársele otro verbo en forma de gerundio dentro del
desarrollo del objetivo que dé cuenta de otra acción que quisiera
tomarse al respecto. En el objetivo operativo de arriba, esto puede
verse en los verbos generar (en infinitivo) y acompañando
(gerundio). En tu buscador de Internet podrás encontrar listas de
verbos que sirven para redactar objetivos. Si lo haces, seguramente
contarás con otro recurso para enriquecer tu ministerio.
UN EQUIPO CREATIVO
La diversidad es un gran factor para la creatividad. Toda gran osadía
requiere de ver a los problemas como grandes oportunidades para
ser creativos.
Examinemos juntos lo que dice Efesios 4:16 NTV:
«Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte,
al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se
desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de
amor».
Todos recibimos y todos damos en un grupo, allí somos
beneficiados, crecemos, nos sanamos y vivimos al máximo el diseño
de Dios para nuestras vidas. Dentro de cada niño, adolescente y
joven hay ideas, dones, experiencias y talentos que debes ayudar a
desarrollar. En 1 Corintios 12:7 dice que a cada uno de nosotros se
nos da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los
demás.
A medida que involucres a los jóvenes en la experiencia de la fe,
sus habilidades especiales saldrán a flote. Presta mucha atención y
reconoce los dones de cada integrante de tu grupo. Andrew
Carnegie dijo una vez sobre la importancia de un equipo: «Llévense
a mi gente y dejen mis fábricas, y la hierba no tardará en brotar del
suelo. Llévense mis fábricas y dejen a mi gente, y pronto tendremos
una fábrica nueva y mejor».
Esta no es una aventura solitaria, esta es una odisea grupal.
Podemos no contar con todos los recursos que necesitamos, pero
nunca nos pueden faltar las personas.
En nuestro caso junto con mi esposa, contamos con un grupo de
líderes creativos, visionarios e inquietos que permiten que la misión
en la que estamos como ministerio continúe para adelante. Ya son
varios años que vamos construyendo la creatividad, combinando
ideas, considerando diferentes aristas y soluciones, creciendo
juntos, dejando espacio para que cada uno cumpla su función
específica, y desarrollándonos como equipo.
El team de e625 Paraguay propicia espacios y reuniones donde
nos escuchamos, planificamos, hacemos «destrucción creativa»
para volver a construir, y anotamos todas las ideas y nos
arriesgamos. De la unión de este este grupo han salido libros,
artículos, audiovisuales, campamentos, capacitaciones masivas,
canciones originales, diseños, conciertos, ferias, montajes creativos,
y otras iniciativas que han permitido aportar algo positivo a cientos
de líderes, familias y miles de jóvenes y adolescentes.
Desde hace años nos capacitamos, leemos e investigamos, nos
mantenemos curiosos, viajamos miles de kilómetros juntos, nos
comunicamos, compartimos comidas, sueños y hemos aprendido a
mantenernos juntos mirando al futuro más allá de los errores y
frustraciones que nos ha tocado atravesar. Nos levantamos los unos
a los otros y superamos juntos las críticas, los tiempos difíciles y las
pruebas. Permitimos un espacio seguro, de familiaridad, donde sin
temor se pueda decir lo que se piensa o se siente.
Siempre estamos con esa sana insatisfacción que nos lleva a
preguntarnos: «¿cómo mejorar esto?», «¿cómo ir a un nuevo
nivel?». No somos producto de la improvisación ni del azar. Somos
intencionales, flexibles, tratamos de ser «entendidos en los tiempos»
(1 Crónicas 12:32) y cumplimos cada cual con una tarea especial
que nos fue encomendada.
En nuestro equipo tenemos administradores, comunicadores,
diseñadores, productores musicales, maestros, economistas,
psicólogos, nutricionistas, abogados, teólogos, contadores, por
mencionar solo las facetas profesionales. ¡Hay tanta riqueza en la
experiencia de cada uno! Pero, todos empezamos siendo
adolescentes y jóvenes soñadores que se embarcaron a una
aventura que, con la guía de Dios, entregaron lo mejor de sí en cada
etapa.
Es increíble cómo Dios hace que «todo el cuerpo encaje
perfectamente».
ENTUSIASMO INALTERABLE
Podemos tener un buen y motivante inicio, pero es más importante
cómo se termina que cómo se empieza. Puedes enfrentar los
desafíos y avanzar confiando en Dios y eso se logra solo con un
entusiasmo inalterable. «Nunca nada grande fue concebido sin
entusiasmo», dijo Ralph Waldo Emerson.
Un líder consistentemente entusiasmado siempre está un paso
adelante, genera espacios creativos y provee la motivación
necesaria para el crecimiento continuo. El entusiasmo es clave en la
vida del líder y su equipo, porque será una característica que no da
lugar a lo rutinario y que contagiará al resto de los integrantes.
La raíz de la palabra entusiasmo proviene de dos palabras: «en» y
«Teos», que significan: «Dios adentro». Si Dios vive dentro de
nosotros, tenemos que ser entusiastas.
Pero ser líderes entusiastas va mucho más allá de emociones del
momento. Es una responsabilidad que se asume desde el principio y
que no tendrá fin. Es lo que marcará el rumbo cuando todo va bien,
y lo que marcará la diferencia cuando surjan las complicaciones.
La verdad es que nuestro grupo debería ser ese brasero que nos
enciende, esa fuente de energía, ese calor que nos abriga y que nos
reúna a todos como si fuera la fogata de la tribu. Un lugar de terapia,
un espacio de autenticidad, de desarrollo, de confesión, de
educación, de afecto, de ánimo, de correcciones y de contención.
Debería ser una prioridad. Pero para ello se necesita echar leña al
fuego, de lo contrario, sólo tenemos cuatro frías paredes para
reunirnos como otra actividad social más los fines de semana.
Por eso es vital entender que emprendemos esta aventura de
servir a Dios por «asignación» de Dios y no solo porque nos
emocionamos en alguna reunión o en alguna actividad. Cuando
tenemos claro que hacemos lo que hacemos por pura gracia y
misericordia de Dios quien, aun conociéndonos como nadie, nos
ama, acepta e invita a ser parte de su equipo, no puede no haber
una reacción que no esté llena de entusiasmo y agradecimiento, que
nos mueva, y que nos encienda.
Recuerda: «No servimos a Dios porque calificamos, sino porque
fuimos perdonados».
Y esta correcta actitud consistente se mantendrá creciendo,
porque sabemos que Dios nos asignó una tarea, una misión. Y que
eso no depende de si tenemos ganas o no, o que nos
mantendremos ellas solo si nos sentimos bien o no, ni tampoco será
por los resultados. Nos mantendremos firmes cuando las cosas
vayan bien, y nos fortaleceremos en el Señor, en la oración, en la
búsqueda apasionada, y en la comunión con otros hermanos en la
fe, cuando las cosas se compliquen.
Pablo lo decía con las siguientes palabras: «Por ello, vístanse de
toda la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo y
así, al terminar la batalla, estén todavía en pie». (Efesios 6:13).
Justamente su vida (la de Pablo) es un fiel reflejo de un líder que
siempre mantuvo la actitud correcta, sin importar las condiciones o
las situaciones que lo rodeaban.
Cuando va finalizando el capítulo 18 del libro de los Hechos se
narra el momento en que Pablo comienza su tercer viaje misionero.
En este punto de la historia no estamos hablando de un novato, o de
uno que recién empieza su ministerio con mucho entusiasmo. En
este momento Pablo ya era un hombre experimentado y curtido en
los asuntos del ministerio. Ya había pasado por momentos de
adversidad extrema, pero nada alteraría esa pasión que cada día se
encendía más en su corazón para cumplir con la misión que le había
sido encomendada.
Cuando inicia el capítulo 19 del libro de los Hechos, Pablo llega a
la ciudad de Éfeso y se encuentra con cierto grupo de discípulos con
quienes comparte un tiempo. Los versículos 8 al 11 relatan el
siguiente episodio:
«Durante los tres meses siguientes Pablo estuvo visitando la
sinagoga; y proclamaba abiertamente el reino de Dios. Pero como
muchos no querían creer y maldecían el Camino públicamente,
Pablo decidió no predicarles más. Separó entonces a los creyentes
y comenzó a discutir diariamente en la escuela de Tirano.
Así continuó durante los dos años siguientes. No quedó en la
provincia de Asia un solo judío o griego, que no escuchara la
palabra del Señor. Dios hacía grandes milagros por medio de
Pablo».
Aunque tuvo oposición y encontró obstáculos en la tarea que
estaba realizando, Pablo enfocó sus energías en aquellos que sí
estaban deseosos de seguir aprendiendo del Señor, y se apartó con
este grupo de discípulos y les enseñó por dos años, hasta que vio
que la palabra de Dios se expandió a todos los que vivían en Asia y
en esa región, y no cesó de hacerlo hasta ver que Dios hacía
milagros extraordinarios entre ellos.
¿Pudo este proceso cortarse en medio de la oposición inicial?
¿Qué marcó la diferencia? Definitivamente su actitud y su
entusiasmo inalterable a lo largo de toda su carrera lo llevaron a ser
un líder que dejó huellas imborrables en su equipo de discípulos y
en aquellos que lo conocieron. Esta escena de la vida de Pablo trae
a mi mente las palabras del Dr. Myles Munroe, quien, haciendo
referencia a lo impactante de la actitud de un líder, decía:
No hay nada tan poderoso como la actitud. La actitud dicta su
responsabilidad en el presente y determina la calidad de su futuro.
(...) La actitud le crea su mundo y designa su destino.
Continúa diciendo que la actitud «es la más poderosa distinción de
la vida, más que la belleza, el poder, el título o la clase social. Es
más importante que la riqueza y puede mantenerlo pobre. Es el
siervo que puede abrir las puertas de la vida o cerrar los portones de
la posibilidad. Puede cambiar lo feo en bonito y la sencillez en algo
atractivo». 8
ENTRENAMIENTO CONSTANTE
El entusiasmo marca la diferencia, pero la tarea de un buen líder no
solo es motivar, sino equipar. El liderazgo se aprende, se desarrolla.
Esto requiere: capacitación, inversión, actualización, disciplina,
enfoque, trabajo arduo y determinación.
Una cualidad distintiva de un buen líder es que es enseñable. Su
vida es un aprendizaje continuo que durará toda la vida. Si esta
virtud se convierte en un valor que define al equipo, entonces
tendremos personas que siempre estarán con el ánimo de seguir
creciendo, invirtiendo, aprendiendo y de mantenerse en constante
movimiento.
De hecho, cuando dejamos de aprender, dejamos de crecer.
Aprender es como remar contra la corriente; cuando dejamos de
hacerlo, no solo nos estancamos, más bien retrocedemos.
Aprendizaje continuo es ir trabajando todas las áreas de nuestras
vidas para ser cada vez mejores para Dios y para los que nos
rodean.
Mi querido amigo Josh Morales, voz líder de la agrupación musical
Miel San Marcos, menciona que: «Hay débiles no por falta de pan
sino por falta de hambre». Y esto es algo que ni el líder ni el equipo
tiene que perder: el hambre. Hambre por seguir aprendiendo, por
conocer más a Dios, por crecer, por mejorar y por ayudar a los
demás a llegar a su destino.
Hace dos décadas comenzamos a trabajar con nuestro equipo de
jóvenes. Algunos de los integrantes eran adolescentes y otros
jóvenes solteros cuando llegaron a nuestro grupo. Con el correr del
tiempo se casaron, algunos tienen hijos y todos son hoy líderes
principales de nuestro grupo. Además de las capacitaciones y
entrenamientos que forman parte de la dinámica de vida de nuestra
iglesia, la mayoría de ellos ha participado de capacitaciones en
liderazgo por más de quince años continuos en viajes conmigo y mi
esposa Karen.
Esto se ha convertido en una plataforma de edificación y
equipamiento para nuestro grupo de líderes porque responde a las
necesidades fundamentales que enfrentan cada uno de ellos. Pero,
por supuesto, el inicio no fue nada sencillo. Recuerdo perfectamente
el primer año que decidimos desafiarlos a viajar a Argentina para
una capacitación especializada. Con Karen les habíamos extendido
la invitación a que nos acompañen en ese viaje a la primera
convención de liderazgo juvenil que se realizaría en aquel país. Pero
la mayoría de ellos respondió de manera negativa, alegando que
este viaje superaba sus posibilidades económicas y que les
resultaría imposible invertir en eso. Una vez que todos se retiraron
nos quedamos con mi esposa mirándonos, sin palabras.
Pero antes de regresar a nuestro hogar, decidimos orar y
entregarle al Señor nuestro deseo de crecer como equipo para los
desafíos que sabíamos que Él nos permitiría vivir más adelante.
Durante la siguiente reunión volvimos a extenderles la invitación,
pero también elaboramos una serie de ideas sobre cómo ahorrar y
recaudar fondos y se las entregamos. De un momento a otro en
aquella reunión uno a uno empezaron a aceptar el desafío y fue así
que de a poco comenzaron a organizarse, a trabajar y a concretar el
anhelo de capacitarse internacionalmente cada año.
Luego de tantos momentos, de tantos milagros financieros en
algunos casos, hoy ellos son los que desafían a sus jóvenes a creer
en su llamado, a invertir en su preparación y a seguir creciendo
cada día.
Como ninguna inversión en el reino vuelve sin resultados, hoy es
justamente este mismo equipo el que organiza las mayores y más
influentes capacitaciones para líderes de nuevas generaciones del
Paraguay. Y todo comenzó con una simple invitación, que se
convirtió en un desafío, que pronto fue una meta planificada, y hoy
es un estilo de vida en nuestro equipo.
Por eso creemos firmemente en esto: invertir en el desarrollo y
entrenamiento del equipo a través de temáticas juveniles es
fundamental, ya que lo mantendrá motivado, en crecimiento
espiritual y enfocado en la visión.
Este proceso requiere de tiempo y preparación. La frustración
muchas veces se presenta cuando queremos lograr las cosas
instantáneamente. Cada caso es muy peculiar. Cada equipo tiene
sus propias características y necesidades. Cada contexto es
diferente. Pero todo equipo necesita ser desafiado a creer y a
accionar, a buscar maneras de crecer y capacitarse. No
necesariamente un equipo tiene que viajar a otro país a capacitarse,
algunos tendrán la oportunidad, para otros será definitivamente muy
complicado. Pero lo importante es que cada equipo necesita
desarrollar la autogestión y convertirse en autodidacta.
La constancia y determinación en el líder es clave para poder
impregnar este pensamiento en el equipo. Recuerda: «Ayudar a la
gente es bueno, pero entrenarla es mejor».
Nuestra tarea como líderes va más allá de simplemente ayudar a
la gente: nuestra responsabilidad es capacitarla y entrenarla para
que puedan crecer en aquello que Dios los llamó a hacer, y así
orientar todo lo aprendido a servir a los demás.
COMPROMISO INNEGOCIABLE
«El talento gana juegos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia
ganan campeonatos», dijo Michael Jordan, considerado el mejor
basquetbolista de todos los tiempos. Otro gran legendario jugador
de la NBA, Magic Johnson, afirmó: «No preguntes qué puede hacer
por ti el equipo. Pregunta qué puedes hacer tú por él».
¿Notas el patrón común que tienen estos mensajes? En ambos
casos se denota que hay un compromiso con el equipo. No están
pensando en sus metas personales, sino más bien en el proyecto
del equipo. Es muy difícil que a través de nuestro esfuerzo solitario
podamos alcanzar grandes sueños y realizar aportes y cambios
significativos en la sociedad.
Por otro lado, hay ciertas cosas que podríamos lograr, siempre que
no sean muy grandes o no presenten un nivel de complejidad que
salga de nuestras manos. Por eso, cuando trabajamos en equipo, y
nos comprometemos con la causa común, podemos proyectarnos
para alcanzar grandes objetivos.
El compromiso y la riqueza del trabajo solidarizado evita que nos
degastemos, pues todos compartimos la carga y la visión. Además,
nos permite llegar a otras personas y cumplir los objetivos, aunque
nos ausentemos en algún momento.
El compromiso con el equipo y con la causa que nos une no me
hace capaz de realizar la tarea, pero sí me hace responsable de
cumplir mi parte sin importar que no todo sea como se espera.
Cabe destacar que asumir el liderazgo implica un deber moral,
social y espiritual, además de la responsabilidad de enseñar y
capacitar a la gente para que, a través del compañerismo, del
trabajo coordinado y del entrenamiento esforzado y suficiente, se
puedan alcanzar los objetivos fijados.
Siempre el compromiso comienza con uno mismo y luego con el
tiempo se contagia a los que te rodean. El compromiso nace con tu
historia, con tu génesis. Se forja con tus primeros pasos y se
fortalece en el caminar a medida que vayas avanzando. Así ocurrió
con nosotros cuando decidimos dar los primeros pasos en servir a
Dios.
Cuando tomamos la decisión de servir al Señor e involucrarnos en
el ministerio siempre estamos antes una disyuntiva de pensamientos
en la cual algunos se frenan creyendo que no pueden hacer mucho
o que no tienen demasiado que ofrecer. Y aunque haya mucho de
realidad en esto, podría ser que no tengas mucho que ofrecer, pero
seguro sí tienes a qué renunciar.
Todos en algún momento nos encontramos ante esta situación, y
fue así con nosotros. Cuando con Karen nos preparábamos para
casarnos hace veinte años, estábamos decidiendo involucrarnos en
el ministerio y sabíamos que era una decisión que requería un
compromiso firme que debería ser estable a través de los años.
Pero en ese momento en que nuestro proyecto de vida aún estaba
en construcción, ambos trabajábamos y estudiábamos y
prácticamente todos nuestros ingresos eran invertidos en nuestros
estudios y sentíamos que no podíamos hacer grandes aportes para
la obra de Dios. Pero conversamos y nos pusimos de acuerdo, y
aunque sí era real que no teníamos mucho que ofrecer, sí podíamos
renunciar a algunas cosas. Así que tomamos la decisión de
renunciar a nuestros sábados por la tarde. Nos comprometimos a
sembrar en la obra todos nuestros sábados de tarde y sabíamos
que el compromiso afectaría las próximas décadas de nuestras
vidas juntos, y así ha funcionado. No teníamos demasiado para dar,
pero contábamos con nuestros sábados por la tarde y así fue que
renunciamos a nuestros tiempos de paseos por los centros
comerciales, cine o cualquier otra cosa que pudiéramos hacer un
sábado en la tarde. De lunes a viernes trabajábamos y
estudiábamos, el sábado a la tarde lo dedicábamos al ministerio y el
domingo era nuestro día de descanso.
Han pasado veinte años y, si no estoy viajando o no estamos
viajando juntos, no nos van a encontrar en otro lugar que no sea en
un aula enseñando la palabra de Dios a un equipo de líderes en
nuestro grupo de discipulado. Cuando comenzamos a hacerlo
nuestro equipo de líderes estaba conformado en su mayoría por
adolescentes; hoy son adultos, gran parte de ellos casados con
hijos, y hemos visto cómo también han abrazado un compromiso
similar de estar firmes discipulando, y casi todos ya lo están
haciendo desde hace más de una década. Y lo mejor de todo es que
podemos ver cómo la palabra de Dios funciona, sigue cambiando
vidas y hoy no solo lo vemos reflejado en sus vidas, sino que
también en la vida de sus hijos. Esto nos lleva a agradecer a Dios
por ver cómo cientos de familias son bendecidas por un pequeño
grupo de líderes que se comprometieron y abrazaron la causa de
Cristo. Y, aunque a veces nos encontramos en tramos escabrosos y
cuesta arriba, podemos ver la mano de Dios en todos los detalles.
RESISTENCIA A LA PRESIÓN
Los equipos que trabajan para hacer bien las tareas y para
mantenerse en constante crecimiento deben incluir en la ecuación
que, en ocasiones, trabajarán bajo presión.
Tener un equipo que se desarrolla, que asume desafíos de fe y
que busca realizar sus tareas de la mejor manera sin tener que
soportar momentos de presión, es como pararse debajo de la
ducha, abrirla, pero no querer mojarse… ¡resulta imposible!
La presión es parte de la vida y más cuando se trata de equipos
emprendedores: estará a la orden del día. Siempre que el equipo
esté activo en la construcción de los proyectos trazados sentirá la
presión y tensión que conllevan esos desafíos. Por eso es
importante el manejo correcto de la presión dentro del equipo y no
permitir que la ansiedad, el perder los estribos y el nerviosismo
hagan mella en las personas, atascándolas en los tramos fangosos
de la frustración.
En el trabajo de liderar a las nuevas generaciones hay fatiga, hay
riesgos y temor en algunos trayectos. Pero la presión se puede usar
a favor, para llevar al equipo a trabajar más duro, más enfocado y,
de esta manera, los temores y ansiedades conducirán a una unidad
más fuerte y por consecuencia a un mejor rendimiento. Esto se
logrará si la visión se mantiene clara y se sustenta en los puntos
anteriormente mencionados.
NO SUBESTIMAR LO PEQUEÑO
Recuerdo que hace unos años participé en un foro de líderes en la
ciudad de Guatemala, compartiendo sobre actividades que impactan
a la juventud. Me sorprendió escuchar que la mayoría de los que
hacían preguntas entre los participantes siempre tenían un grado de
frustración porque no tenían recursos para realizar un gran evento.
Comentaban cosas como que no podían rentar un estadio, o colocar
pantallas led en sus eventos, que les gustaría hacer grandes
convocatorias pero que no había recursos ni apoyo de parte de la
iglesia para semejantes inversiones.
Aunque es verdad que los eventos de mayor alcance multitudinario
y logística son importantes y cumplen con determinados objetivos,
no debiéramos perder de vista los eventos que realizó Jesús en el
tiempo de su ministerio. Si bien es cierto que alimentó a los cinco mil
y estuvo compartiendo en otros momentos con grandes multitudes,
los evangelios destacan otro tipo de acontecimientos que fueron
más que eso: fueron momentos que activaron un proceso:
Y hay otros tantos encuentros que por más que parecían no ser
tan importantes, cambiaron el destino de esas personas y en
algunos casos de ciudades enteras.
El Señor siempre le prestó especial atención a las pequeñas
cosas. Una honda y cinco piedritas. Gedeón y los trescientos en
lugar de un ejército de miles. El pastor que fue a buscar a una oveja
y dejó a las noventa y nueve. La semilla de mostaza. La moneda
perdida. El muchacho que permitió la alimentación de multitudes con
cinco panecillos y dos peces. La viuda que puso dos moneditas en
la caja de ofrendas. ¿Y qué mejor ejemplo que este? El Salvador del
mundo naciendo en un pueblito diminuto llamado Belén, en un
establo olvidado, y acostado en un humilde pesebre.
Definitivamente hay pequeños detalles que Dios hará con tu vida y
liderazgo que no necesariamente serán grandiosos, pero sí siempre
serán valiosos en el Reino de los Cielos.
Llamar a una persona nueva, organizar una merienda de
integración, un café con alguien que visitó el sábado anterior el
grupo de jóvenes por primera vez, la decoración del salón para la
reunión general, visitar a adolescentes convalecientes en un
hospital, hacer tarjetas de bienvenida para cada joven que llegará al
grupo, y tantas otras cosas más que, aunque parecieran ser solo
pequeños detalles, tienen todo el potencial de marcar una vida y su
destino en Dios.
REFLEJAR SU AMOR
Somos nosotros quienes debemos reflejar a Dios en el mundo,
somos su cuerpo. Es probable que el mundo que Dios quiere amar y
que quiere acercar a Él no lo llegue a ver con ojos físicos, pero a
nosotros sí nos ven.
Los chicos quieren verte en acción, quieren ver la verdad en tu
vida, si realmente funciona, si Dios es real. Necesitan ver una vida
genuina, donde se vea la compasión no como un concepto sino más
bien como un rasgo del carácter. La sinceridad, la determinación y la
amistad sincera, son sólo algunas cualidades que todos buscamos
en la gente que observamos o admiramos. De la misma manera,
eso es lo que las nuevas generaciones buscan en nosotros.
¿Pueden ellos hablar de sus errores y pecados contigo? ¿Pueden
conversar contigo aquellas cosas que no se animan a compartir con
sus padres? ¿Te ven los adolescentes y jóvenes de tu grupo como
alguien genuino y confiable? ¿Pueden ellos encontrar en ti
respuestas espirituales a sus interrogantes? ¿Pueden formular
preguntas y cuestionar tus respuestas?
No olvidemos: alguien creyó en nosotros, nosotros debemos creer
en alguien. Ellos tienen que saber que, si te cuentan sus errores,
pueden estar seguros de que no les vas a mirar en forma diferente.
Que no les condenarás por sus equivocaciones porque entiendes
que todos las cometemos y que siempre necesitamos nuevas
oportunidades.
En su libro «Crear o morir» Andrés Oppenheimer, en su
investigación de por qué no tenemos genios de la talla de Steve
Jobs en Latinoamérica, brinda varias aristas al respecto entre las
cuales se encuentra la gran cantidad de trámites burocráticos para
emprender un negocio, la falta de inversión de los gobiernos, la
inestabilidad económica y la corrupción por la cual no se genera un
buen clima para los negocios. Pero también comenta que el
principal motivo por el cual no ha surgido un Jobs en nuestros
países, es que tenemos una cultura social y legal «que no tolera el
fracaso».
Los grandes creadores fracasan muchas veces antes de triunfar.
El basó su investigación en Sillicon Valley, el lugar que eligió el
gobierno de Estados Unidos para invertir en el clima y ambientes
para las empresas de innovación más brillantes como Google,
Apple, Facebook, eBay, Intel y otras miles de compañías de alta
tecnología. Pudo percatarse que en Sillycon Valley, el fracaso es
una experiencia de trabajo que sufre la mayoría de los triunfadores.
PERMITIR LA EXPERIENCIA
Experimentar es el hecho de haber sentido, conocido o presenciado
algo. Es esa práctica prolongada que proporciona conocimiento o
habilidad; es un conocimiento de la vida adquirido por las
circunstancias o situaciones vividas. Las nuevas generaciones no
experimentarán la carrera épica e inolvidable de seguir a Dios si no
generamos un ambiente de delegación y participación.
Una vez leí la frase: «No delegues tareas, porque se crean
seguidores. Delega la autoridad para crear líderes». A veces los
jóvenes y adolescentes solo nos escuchan predicar, y esa es toda
su función semana tras semana. Sin embargo, también es
enriquecedor y activador que compartamos labores con ellos.
Ser mentores tiene que ver con delegar roles de liderazgo y
cuando lo hacemos posiblemente van a hacer líos o podrán cometer
errores. Pero claramente este es el camino en el cual podrán
experimentar que son útiles y parte de los planes de Dios. En
ocasiones habrá que sacrificar la perfección de los programas para
que ellos crezcan y tengan la oportunidad de equivocarse.
Hay muchos ministerios estancados porque todo lo hacen los
líderes. Los adolescente y jóvenes no participan, solo tienen que
venir, sentarse y portarse bien. Eso es lo que se espera que hagan.
Entonces, por supuesto surge la interrogante: ¿cómo podemos
pretender con este modelo que los jóvenes se entusiasmen con el
ministerio?
«El que quiera hacer todo solo, jamás será un gran líder; tampoco
el que quiera quedarse con todo el crédito por hacerlo», señalaba
con mucha razón Andrew Carnegie. Tenemos que ayudarlos a
involucrarse en el ministerio y para eso hay que delegar roles de
liderazgo.
Lo que muchas veces interrumpe esto es el pensamiento de «¡No
podemos permitir que algo salga mal en la reunión!». Algunos
líderes tontamente afirman que si ellos lo hacen lo harán mejor que
sus jóvenes. Pero el punto no es quién lo hace mejor, o cómo hacer
que salga mejor la reunión; la pregunta es: «¿estoy logrando que los
jóvenes crezcan? ¿Estoy logrando que los jóvenes experimenten a
Dios? ¿Estoy brindando espacios para que con confianza puedan
utilizar sus dones y talentos?».
La mejor manera de que puedan ir desarrollándose es dejarlos
hacer cosas pequeñas bien hechas. Enseñarles a poner lo mejor de
su esfuerzo y esmero en aquellas pequeñas tareas que les toque
hacer. Tienes que enseñarles a no buscar atajos y no saltar a una
más grande hasta que hayan comprobado que la pequeña que hoy
hacen, la hacen bien. Tratemos de no presionar y respetemos su
proceso de madurez en todas las áreas de su vida, no esperemos
que se comporten como nosotros los líderes adultos.
Los pensamientos generan sentimientos, los sentimientos,
generan acciones, las acciones se convierten en hábitos, el hábito
se convierte en carácter; carácter es lo que somos. Por lo tanto, hay
que trabajar los pensamientos y sentimientos si queremos formar en
ellos el carácter de Cristo.
Tener éxito no es un asunto de suerte. Es causa y efecto, siembra
y cosecha. No es por un golpe de suerte o por designios del destino
que las cosas ocurren. Es a través del esfuerzo, enfoque, disciplina
y la atención que le prestes a cada cosa. Esto lo tenemos que tener
en claro nosotros y lo tenemos que saber comunicar. Es tan sencillo
que uno no se puede confundir con este concepto: uno no es bueno
para aquello que no practica.
Nuestra meta como líderes tiene que incluir el facilitar experiencias
donde puedan expresar sus sentimientos y sentir que pueden usar
sus dones y talentos para servir a otros. Y esto se tiene que notar en
nuestro calendario y planificación, con todo tipo de iniciativas de
ayuda social, trabajos voluntarios, visitas a asilos de ancianos,
hogares de niños, etc. Genera visitas a hospitales de niños o
lugares donde se encuentran éstos junto a sus familias en extrema
pobreza. Todo este tipo de experiencias serán muy enriquecedoras
no solo por confrontar sus emociones, sino porque también les
brindará otra cosmovisión de la vida y de sus realidades, y el
potencial de brindar lo mejor de ellos a quienes tanto lo necesitan.
Este tipo de programación en nuestro calendario ayudará a que
ellos puedan experimentar a Dios fuera de las cuatro paredes de un
templo y los ayudará a encauzar su llamado hacia los necesitados.
Por supuesto, a esto le sumamos las demás actividades que
programamos normalmente y que son parte de la dinámica de vida
de la iglesia.
CREER EN ELLOS
Recordemos que los discípulos no se reproducen en serie. Los
niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes de tu comunidad no
son números. Son personas con quienes Dios trata de una manera
distinta. Cuando caminamos en el proceso al lado de ellos con una
perspectiva correcta, podemos estar dispuestos a que se
equivoquen, a levantarlos cuando tropiezan y caen. Un estudio del
centro del desarrollo infantil de la universidad de Harvard menciona
que «cada niño que le termina yendo bien (en la vida) ha tenido el
apoyo al menos de una relación estable con un adulto
comprometido».
Doug Fields dice referente a este punto: «Haz que tus muchachos
sepan que crees en ellos. Los jóvenes tienen el poder para hacer
que el mundo sea diferente. Ellos necesitan saber eso. Puedes
fortalecerlos con tres palabras sencillas: ‘Creo en ti’. Los jóvenes
cambian cuando alguien cree en ellos». 12
Recuerdo que en mis tiempos de adolescencia en un momento
estaba atravesando la crisis típica de esa edad. Yo estaba en el
grupo de adolescentes y si bien era baterista de un grupo de
alabanza, ese año estaba inactivo. Sin embargo, el líder de
adolescentes, que además de ser mi líder era un gran amigo, Jaime
Bozzano, siempre estaba viendo la forma de involucrarme en el
ministerio de alabanza del grupo.
ELABORANDO EL CONFLICTO
Los conflictos son parte de las relaciones. Si quieres relacionarte
deberás aceptar que sobrevendrán conflictos. Solo tenemos un
registro de Jesús dando un código de procedimiento y es en el
Evangelio de Mateo en el capítulo 18. Y en este único caso el
Maestro se refiere precisamente a la elaboración correcta de los
conflictos. Todo integrante del grupo debería tener en claro este
procedimiento antes de embarcarse y no debería permitirse el olvido
en ningún punto de la travesía.
COMPAÑERO O POLIZÓN
El último paso, muchas veces, es leído como la declaración de la
muerte cívica del integrante en cuestión. Sin embargo, yo no creo
que esa sea la idea. La versión Reina y Valera lo dice así: «Si
tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia; y si tampoco
a la iglesia le hace caso, ténganlo entonces por gentil y cobrador de
impuestos». (Mateo 18:17 RVC).
Llegamos a la triste instancia en que este integrante no escucha a
nadie. A esta altura Jesús indica un comportamiento de la
comunidad para con la persona en cuestión: «Ténganlo entonces
por gentil y cobrador de impuestos». Está dando una pauta para el
trato, no para el destrato. No se trata de la expulsión o del destierro.
En la versión original Jesús hace referencia a los gentiles y a los
cobradores de impuestos. La NVI, creo yo que, con acierto, traduce
incrédulo o renegado. Estamos hablando de personas que no viven
bajo los principios que la comunidad ha adoptado para sí. Los judíos
detestaban a estos dos grupos de personas. A los primeros, porque
no pertenecían al pueblo y por lo tanto no vivían ni respetaban las
costumbres judías; a los otros, porque siendo judíos habían elegido
vivir como si no lo fueran. Cobraban impuestos para Roma
explotando a sus propios hermanos. Es decir que hablamos de
personas que no se ajustaban a los principios de la comunidad.
Eran personas que se comportaban como polizones. A un miembro
de un grupo se le conceden derechos y obligaciones, a un polizón
no. A decir verdad, el integrante en cuestión que ya pasó por los
primeros pasos de resolución y no entra en razón, hace ya tiempo
que se comporta como si viajara de contrabando. Lo que hace
Jesús en este último punto es solo oficializarlo.
Ahora bien, es cierto que los judíos detestaban a estos dos grupos
de personas, pero Jesús tiene una actitud completamente distinta
para con ellos. Jesús morirá por judíos y gentiles y luego levantará
hombres y mujeres que anunciarán las buenas de salvación hasta
los confines de la tierra, hasta alcanzar al último de los mortales, sin
importar su origen, estado o condición. Lo mismo sucede para con
los cobradores de impuestos. De hecho, quien toma registro de
estas palabras, Mateo, era un cobrador de impuestos. Un miembro
del equipo que había elegido comportarse como polizonte y que
ahora Cristo lo invitaba a volver a ocupar su lugar en el grupo.
Jesús, de alguna manera está diciendo: «Den por sentado que
éste, hasta que se arrepienta y cambie de actitud, ya no se rige por
los principios que les enseñé. Ámenlo, pero tengan en cuenta que
ya no le pueden dar ni responsabilidades ni honras como miembro
del equipo, porque ha elegido viajar como de contrabando. Se le ha
invitado cordialmente a compartir el honor de ser un integrante, pero
se ha negado a ese privilegio, elige ser polizonte… y frente a eso,
solo podemos esperar que recapacite, se arrepienta y cambie de
actitud. Ahora que lo sepa él y toda la comunidad. Ámenlo y
cuídenlo, pero no como integrante, sino como polizonte. Esto es lo
que él (o ella) ha elegido. Ámenlo hasta que el amor de ustedes lo
haga recapacitar. Ámenlo como yo los he amado a ustedes, que di
mi vida para que ya no viajen de manera tramposa; me entregué en
la cruz no solo para que sean integrantes de un grupo sino también
hijos».
APTITUD Y ACTITUD
Alguien podría preguntar, ¿es este procedimiento infalible? Déjenme
que se los diga como lo dice Norberto Saracco que lo expresa mejor
que yo: «Seguir este procedimiento de Jesús no tiene garantías de
resolución positiva… pero no seguirlo tiene el desastre relacional
garantizado». Después de algunos años de ministerio, puedo dar fe
de eso.
Si no tiene garantías de infalibilidad es porque hay una parte que
depende de nuestro corazón. Aun siendo, sin lugar a dudas, el
mejor método a elegir, no puede considerarse suficiente. Jesús no
solo enseña una fórmula, también muestra algo más. Necesitamos
trabajar nuestro carácter, nuestra actitud, no solo un método que
mejore nuestra aptitud.
DE CONFLICTO A PROYECTO
Al cerrar el pasaje que elegimos para reflexionar, Jesús concluye:
«También quiero decirles que si dos de ustedes se ponen de
acuerdo aquí en la tierra acerca de algo que quieran pedir en
oración, mi Padre que está en los cielos se lo concederá, porque
dondequiera que estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estaré
yo». (Mateo 18:19-20).
Me encanta observar esto: cuando damos participación a Jesús,
cuando seguimos sus enseñanzas con fe, el conflicto puede derivar
en proyecto. Solo es necesario que dos personas crean que hay
algo más importante que ellos, que el Reino de Dios está por
encima de cualquier proyecto o de cualquier ser humano.
Cuando yo tenía diecinueve años no tenía todo esto reflexionado y
supongo que Lucas tampoco, pero estoy seguro de que eso fue lo
que pasó entre nosotros. Aquellas diferencias que hacían conflicto
entre Lucas y yo no impidieron que cumpliéramos con nuestra
misión, porque donde dos o tres acuerdan con Jesús presente, los
conflictos derivan en proyecto y los proyectos en bendición.
Simplemente por una fascinante razón: porque no son proyectos
propios sino sueños del Dios Todopoderoso.
LAS DECISIONES
CUANDO ALGUIEN TIENE QUE SALIR DEL
EQUIPO
germánortíz
Algo hemos reflexionado acerca de confrontar, reconociendo lo
difícil que es, pero entendiendo también la necesidad de hacerlo
bien. Con responsabilidad, con verdad, pero también con amor y
humildad. De hecho, a decir verdad, no sería correcto leer este
capítulo sin leer el anterior. Incorporando todo aquello,
comprendiéndolo y asimilándolo, es que debemos considerar una
instancia aún más difícil.
Creímos con Paolo, que no podíamos desentendernos y no tratar
acerca del difícil trance que se nos presenta cuando debemos poner
en discusión la continuidad o no de un integrante de nuestro equipo.
Antes que nada, sería bueno aclarar que debemos cuidar nuestro
corazón. «Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la
fuente de la vida», dice Proverbios 4:23 RVC. Sin cuidar nuestro
corazón, nuestro egoísmo, nuestras propias inseguridades, nuestra
vanidad o nuestra propia torpeza nos llevarán a encontrar diversos
pretextos para deshacernos de cualquiera que no nos brinde lo que
deseamos, o que percibamos como un posible competidor que nos
robe fama o prestigio.
Sin un corazón saludable, frente a cualquiera que nos haga sentir
que pone en riesgo nuestra posición, o que nos resulte molesto
porque no piensa igual que nosotros, sentiremos la tentación de
hacer que parezca un accidente... o buscaremos un medio menos
dramático, pero no por eso menos efectivo, para deshacernos de él
o de ella.
Uno nunca está libre de sentir alguna de estas emociones, pero
con un corazón sano, cuando estos sentimientos asoman por
nuestro interior, suelen encenderse las alarmas necesarias que nos
ayudan a cuidarnos de nosotros mismos y a buscar a Dios, a fin de
elaborar correctamente la situación.
COMPASIÓN, APRENDIZAJE,
RESTAURACIÓN
La mejor propuesta por la que podemos optar, siempre será seguir
el ejemplo de Cristo, y éste parece estar alineado a la compasión, la
enseñanza y en un proceso de restauración que hace base en el
arrepentimiento.
Cuando una persona cae en la trampa del pecado, nuestra primera
reacción debería ser la de la compasión, ya que ha probado un
cóctel venenoso que combina explosivamente su historia, las
circunstancias que lo rodean, sus desajustes internos, alguna
seducción externa y su decisión equivocada que concluyó en una
conducta abrazada al pecado. Él es el primero que pierde, requiere
de mi compasión, y esa compasión es la que debe movilizarnos a la
enseñanza. Es la hora de trabajar comprometidamente en un
proceso de aprendizaje que seguramente implicará un crecimiento
para todos, pero quien cayó debe concentrarse especialmente en
las preguntas correctas: ¿qué me sucedió? ¿Qué descuidé? ¿Qué
herida producida en mi historia facilitó mi caída? ¿Qué debo
entregar a Dios que aún no lo hice? ¿Qué debilidad de mi carácter
deja expuesta esta situación?
Estas son preguntas que, si él o ella no se hace, es nuestra
responsabilidad animarlo o animarla a que se las haga; requieren de
un proceso y ese proceso necesita de nuestro acompañamiento
comprometido. A nosotros nos tocará preguntarnos: ¿quién es la
mejor persona para que realice este acompañamiento? ¿Cuál será
la mejor rutina o estrategia para llevarlo a cabo? ¿Requiere de
ayuda profesional?
Si hemos ocupado lugares de liderazgo sobre la persona que cae,
es importante no trabajar esto en soledad. Necesitamos buscar
ayuda porque, lo percibamos o no, es muy probable que nosotros
también hayamos sido heridos. También habrá preguntas que
requerirán de respuestas en nuestra búsqueda con Dios: ¿qué me
toca aprender a mí en medio de esta circunstancia? ¿Ya había
observado esa debilidad de carácter que fue parte del cóctel del
pecado? ¿Hice algo para alertar a mi hermano o hermana? ¿Debo
arrepentirme yo de algo? ¿Cómo va a hacer Dios para que todos
crezcamos a partir de esta situación? ¿En qué aspectos deseará Él
que crezcamos? ¿Cómo me asocio a lo que Cristo quiere hacer a
partir de este hecho?
EL DISENSO
Al trabajar en equipo, tendrás que enfrentarte a la realidad del
disenso. Los egos sin domesticar son bestias salvajes que se irritan
frente al disenso. Deja que Dios trate contigo y con los integrantes
de tu equipo. Que alguien opine distinto puede ser una oportunidad
única para que tu propuesta se perfeccione, para descubrir una
alternativa superadora, para que el equipo se vea obligado a buscar
la voluntad de Dios.
—Filipenses 3.14
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