Como Comenzar Con Pasos Firmes

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CÓMO COMENZAR TU MINISTERIO CON PASOS FIRMES

e625 - 2018
Dallas, Texas
e625 ©2018 por Germán Ortiz y Paolo Lacota
Todas las citas Bíblicas son de la Nueva Traducción Viviente (NTV) a menos que se indique
lo contrario.
Editado por: Virginia Altare
Diseño interior y adaptación de portada: JuanShimabukuroDesign
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS.
ISBN: 978-1-946707-10-9
IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS
CONTENIDO
PRÓLOGO DE LUCAS LEYS
EL PUNTO DE PARTIDA
EL PRIMER PASO
COORDENADAS DEL TRAYECTO
EL EQUIPO
LA RUTINA DE ENTRENAMIENTO
PASOS CONSTANTES
UNA CARRERA ÉPICA
LAS LESIONES
LAS DECISIONES
LLEGAR A LA META
BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO DE LUCAS LEYS
Liderar es un arte y el ministerio cristiano no es un ámbito dónde
aplican exactamente las mismas reglas y protocolos de liderazgo
que en otras geografías humanas y por esa razón es tan importante
comenzar de la mejor manera posible.
Comenzar bien no es garantía de terminar bien, pero aumenta
exponencialmente tus posibilidades de hacerlo.
Muchas investigaciones y estudios estadísticos reflejan la
importancia de los primeros años de una persona en el liderazgo.
Esos primeros años son formativos de carácter y tienen el peligroso
potencial de quemar a muchos y la razón es que son muchos los
que llegan al ministerio con expectativas infantiles.
Demasiados líderes primerizos creen que el liderazgo solo tiene
que ver con pararse al frente, manejar un micrófono y dar órdenes.
¿Qué puede ser tan difícil de hacer eso? Piensan los más osados.
Otros, por el contrario, arrancan llenos de temores y esos temores
les empujan a pretender agradar a todos y ser hipersensibles a las
reacciones de otros.
Demasiados líderes crstianos se dejan sobornar por las críticas al
igual que los elogios en vez de actuar centrados en principios
eternos de la revelación bíblica para guiar sus decisiones y por esa
razón es tan importante que leas este libro.
Doy muchas gracias a Germán y Paolo por escribir un material tan
necesario. Ambos autores son líderes que admiro y jugadores de
equipo que han sabido resistir los embates y las seducciones del
liderazgo con una actitud firme, una visión osada y pasos concretos
que han potenciado el liderazgo de otros. Yo personalmente creo
que el mundo hispano ya está cansado de showmans unipersonales
tratando de ganar fama a toda costa para crear imperios sostenidos
únicamente en sus carismas. Hoy necesitamos líderes formadores de
líderes. Verdaderos siervos que entiendan el liderazgo de la
perspectiva del servicio y su naturaleza multiplicadora. Líderes que
no estén dispuestos a vender su fidelidad por platos de aplausos,
sino que tengan en claro por qué toman las decisiones que toman.
Ánimo al leer estas páginas. Mastícalas con cuidado y medita en
sus ideas con paciencia. El equipo (La iglesia de Cristo) te necesita
y tu papel es indispensable para que muchas personas sean
tocadas, afectadas y equipadas por un ministerio sano.
Dr. Lucas Leys
Autor y fundador de e625.com
EL PUNTO
DE PARTIDA
LA AVENTURA DE LIDERAR
Hay un mensaje milenario que ha guiado los pasos de los
seguidores de Jesús: «…vayan y hagan discípulos en todas las
naciones». (Mateo 28:19). La gran aventura tiene su primer paso
con este versículo como guía. Es este destino trazado lo que atrae e
inspira al equipo a alistarse para servir a la causa divina.
«Vayan…» implica moverse, romper con la inercia, tomar un riesgo
y emprender una aventura única en la vida. Pero esos primeros
pasos en el camino no siempre son claros o fáciles. Necesitamos
orientación para saber cómo empezar. Después de todo, cuando
Jesús lanzó el desafío de «Síganme» a los primeros discípulos, los
equipó durante tres años para que éstos hicieran discípulos, que a
su vez hicieran otros discípulos, que a su vez formaran a más
discípulos, para que se multiplicaran en otros y así… hasta llegar a
los confines de la tierra (Hechos 1:8).
Este libro busca brindarte una guía sobre cómo iniciar tu
ministerio, cómo conformar un equipo y cómo mantenerlo en
constante crecimiento. Su modelo no es perfecto, sino que es
perfectible, capaz de ser perfeccionado. Desde la experiencia que
hemos acumulado, y en el marco de una amistad que nuestro Señor
y el ministerio con las nuevas generaciones han forjado, queremos
dejar un arquetipo, un punto de partida, un grupo de notas y apuntes
de viaje sobre los cuales te puedas basar.
Algo sí podemos afirmar con seguridad: Jesús fundamentó su
ministerio en el desarrollo de su equipo. Según los estudiosos, el
ochenta por ciento de su tiempo Jesús lo compartió con sus
discípulos, y el veinte por ciento restante, con las multitudes. Él
entendía la importancia de formar y establecer un equipo de trabajo.
Gran parte de su energía fue orientada hacia ese aspecto de su
misión.
si no accionamos, muchos niños, adolescentes y jóvenes
pasarán sus mejores años a la deriva
Años después, un murmullo recorría cada puerto del Mediterráneo:
«… Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá».
(Hechos 17:6 RVR95). El comentario fluía por templos paganos,
mercados, tabernas, casas y sinagogas. Los seguidores de Jesús,
los protagonistas de la Iglesia primitiva, sacudían el mundo conocido
con sus desembarcos en cada ciudad de Europa, Asia y la costa
norte de África. Hechos de los Apóstoles deja registro de la travesía
de éstos que portaban un mensaje que causó revuelo… y lo sigue
haciendo.
Este reducido grupo de cristianos de la Iglesia primitiva logró
impactar al mundo entero sin televisión, sin radio, sin imprentas, sin
revistas, ni diarios, ni Internet. El mensaje que propagaban,
respaldado por el estilo de vida que llevaban, fue incontenible.
Recorrió continentes, casas, escandalizó gobiernos y sorprendió a
eruditos. Atestigua Hechos 4:20 lo que sería el lema de aquella
generación de cristianos: «No podemos dejar de hablar de las
maravillas que vimos y que escuchamos». El mensaje de Dios ardía
en sus corazones.
Hay una realidad que sigue vigente desde entonces: si no
accionamos, muchos niños y niñas, preadolescentes, adolescentes
y jóvenes pasarán sus mejores años a la deriva sin tener quién les
guíe a los planes de Dios para sus vidas. «Pongan en práctica la
palabra y no se limiten a solo escucharla…», nos exhorta Santiago
1:22. El panorama actual de nuestro entorno puede que no nos
guste, pero es posible cambiarlo.
Por eso estamos insatisfechos. Por eso preparamos proyectos.
Por eso soñamos. Por eso nos juntamos. Por eso corremos con
paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreros 12:1).
Porque los que sólo se quejan y andan aislados nunca cambian
nada; sólo los que sueñan y accionan, los insatisfechos y los
audaces «trastornan el mundo» y cambian las cosas para bien. Tu
liderazgo puede provocar que esta nueva generación viva una
experiencia única como discípulos de Jesús.
Además, tenemos que decirlo, lo que más nos entusiasma es que
cuando Jesús reunió a su equipo, eligió a personas a las que
nosotros dudaríamos mucho en delegarles la misión de continuar la
tarea. Hombres comunes, sencillos, sin grandes cualidades, quienes
incluso estando en el tramo final del ministerio de Jesús, cuando
tenían que estar despiertos se durmieron, cuando tenían que estar
al lado de Él lo abandonaron, cuando tenían que demostrar que
conocían a Jesús, lo negaron; pero aun así Jesús depositó en ellos
toda su confianza y los ayudó a cambiar. Y así, con el correr de los
años, ellos fueron paso a paso, persona a persona llevando las
buenas nuevas de Jesús y al final de sus días la mayoría de ellos
murió expandiendo el evangelio. ¡De qué maravillosa manera Jesús
nos enseña lo que es ser y hacer discípulos!
Si nos identificamos con la historia de estos primeros seguidores,
¡entonces tenemos esperanza! Si cuentas con personas con
cualidades similares en tu entorno, entonces tienes todo lo que se
necesita para iniciar la carrera y llegar a destino con el mejor equipo
que jamás hayas imaginado.
Desde el camino que hemos recorrido, involucrándonos en el
ministerio de liderar a las nuevas generaciones, enfrentando
distintas adversidades y escabrosos tramos en el camino,
observando la bondad de nuestro Dios que nos permite asociarnos
a su causa, desde allí es que te invitamos a conversar en algún
parador al costado del camino, con la vista en el horizonte, junto a la
senda que nos marca el trayecto hacia un futuro lleno de
oportunidades divinas desafiándonos la mirada.
Luego de haber compartido con cientos de líderes de las nuevas
generaciones y sus equipos a lo largo y a lo ancho del continente,
creemos firmemente que debemos ser creativos, innovadores y
determinados. Es nuestra oración que en cada capítulo de este libro
puedas encontrar herramientas que te permitan afinar, moldear y
construir un equipo de liderazgo junto al que vas a vivir la travesía
más conmovedora de tu vida.
Estamos convencidos de que tu influencia afectará no sólo el
presente, sino que viajará en el tiempo y repercutirá en el futuro de
generaciones. Recordemos que a través de la enseñanza estamos
enviando un mensaje a un futuro que tal vez no vamos a ver, pero
que vamos a afectar positivamente con principios sólidos en la
formación de los jóvenes de hoy, los padres del mañana.
Por eso es un desafío invaluable que puedas dar tus primeros
pasos en el ministerio y formar un equipo debidamente entrenado
que acampe en medio de las nuevas generaciones, amándolos,
aceptándolos y desafiándolos, así como Jesús lo hizo en la tierra.
Dios es el más interesado en equipar y potenciar nuestros
ministerios para que alcancemos y discipulemos a las nuevas
generaciones con eficacia. ¿Pero cómo llegaremos a ellas? ¿Cómo
las vamos a acompañar? ¿Cómo las vamos a pastorear?
El punto de partida es reconociendo que la tarea es grande y que
una sola persona no puede hacer todo. Que no basta con ponerle
buena onda y muchas ganas. Eso suena bien, pero no va más allá
de ser una simple expresión de deseo, solo con eso no alcanza.
Debemos superar los impedimentos y barreras que nos
imposibilitan ver un mejor horizonte y cambiar nuestras realidades
ministeriales: es casi imposible pretender ser relevantes con
programas desfasados, líderes desmotivados y sin un plan que
permita solventar y proyectar mejoras dentro de nuestros
ministerios.
En algún momento Jesús se juntó con sus discípulos y les dijo: «…
La cosecha es mucha y son muy pocos los obreros. Por eso,
pídanle al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo».
(Lucas 2:10). Esa oración se hizo hace mucho tiempo. ¿Sabías que
muchos de nosotros somos la respuesta a la oración que hicieron
los discípulos hace miles de años? Los que estamos involucrados,
somos una respuesta para esa oración.
El desafío es ineludible. Este escrito es para ti, que quieres iniciar
tu ministerio y conformar un gran equipo que se sume al reto de
cumplir con lo que Dios nos llamó a hacer entre las nuevas
generaciones.
¡Demos el primer paso!
Con afecto especial,
Paolo Lacota y Germán Ortiz
EL PRIMER PASO
CÓMO EMPEZAR BIEN
paololacota
¿CÓMO OBTENGO LA VISIÓN?
«No te muevas… hasta que no lo veas», fue el consejo que su
mentor le dio a Bobby Fischer cuando éste iba a enfrentar a su
archirrival en ajedrez. ¡Y vaya lección que le dio! La historia
recordará a Bobby como un adolescente prodigio en ajedrez,
campeón mundial y protagonista del «match del siglo».
El ajedrez requiere de una cierta anticipación de lo que va a
acontecer, de una «visión de juego». Cuántas veces sacamos
precipitadamente al peón, al alfil, al caballo, a la torre, incluso al Rey
y a la Reina... y perdemos la partida. La vida es similar.
Cometeremos numerosas equivocaciones si no vemos antes la
estrategia ganadora que Dios planea.
Hay una famosa frase que dice que hay que vivir la vida por fe.
Pero esto no quiere decir que estás exento de trazarte metas y
esforzarte por alcanzarlas. De hecho, creo que esta es una mala
interpretación de lo que significa vivir por fe. Revisemos nuevamente
el concepto de fe que nos da la Biblia: «Es, pues, la fe la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». (Hebreos 11.1
RVR95).
La certeza de lo que se espera implica saber con seguridad qué es
lo que aguardas que pase de aquí a seis meses, a un año, a cinco
años y a diez años.
Aunque Abraham salió sin saber a dónde iba, ni tenía un mapa del
camino a recorrer o un cuadro completo de lo que Dios quería hacer,
sabía con quién iba y a quién estaba obedeciendo. Génesis 12:1
registra la instrucción de Dios: «… Deja tu tierra, tus familiares y la
casa de tu padre, y vete a la región que te voy a mostrar». [Énfasis
del autor]. Sí, Abraham supo —antes de su concreción— las piezas
que Dios movería. Vio un adelanto de que su descendencia sería
incontable como la arena del mar y como las estrellas del cielo. Dios
le hizo un guiño y Abraham sabía cómo terminaría la historia.
¿Cómo discernir qué piezas mover, qué decisiones tomar, qué
acciones emprender? ¡Tengo que descubrirlo! Tengo que tomarme
el tiempo para indagar, investigar y reflexionar, sobre cuál será la
visión antes de iniciar la travesía. Sí, Dios tiene planes y directrices
para mi vida y la tuya y si lo buscamos… ¡obtendremos respuestas!
«¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan
cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares
desolados», dice en Isaías 43:19 NVI. Lo llamativo en este versículo
es que se mezclan dos tiempos verbales (el futuro y el presente).
Primero Dios nos dice que hará algo en el futuro y al mismo tiempo
pregunta si ya lo estamos viendo. Aparentemente confuso, pero la
clave reside en que tenemos que verlo por los ojos de la fe, como
una realidad.
Esa revelación de «movimientos divinos» es diaria, semanal,
anual, a veces de toda una vida. Sólo que en ocasiones nos
desenchufamos de ella porque vivimos absorbidos por la rutina, las
listas de tareas, las presiones y la impaciencia. Así que movemos
las piezas del tablero por inercia, cansancio, desconfianza o apuro.
A medida que nos sumerjamos más y más en las Sagradas -y
apasionantes- Escrituras y en la oración sincera, el Espíritu Santo
nos mostrará más nítidamente qué pasos dar. Pero se discierne en
la quietud, en la búsqueda voluntaria y apasionada.
Proverbios 20:5 NBLH dice: «Como aguas profundas es el consejo
en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará».
Dicho en otras palabras, el hombre de entendimiento descubrirá la
visión que lleva adentro y la desarrollará hasta hacerla realidad.
Sobre el punto de descubrir la visión de nuestras vidas y su
importancia no solo personal sino también en aquellos que nos
rodean, John C. Maxwell dice lo siguiente:
Para un líder, la visión es todo. Absolutamente indispensable. ¿Por
qué? Porque es la visión la que lo guía. Es ella la que marca la
meta. Enciende y alimenta el fuego dentro de él, y lo lleva hacia
delante. También es el encendedor para otros que siguen a ese
líder. Muéstrame un líder sin visión, y te mostraré alguien que no va
a ningún lugar. En el mejor de los casos, viaja en círculos. 1
Para obtener y desarrollar la visión y entender cómo ésta forma
parte de la vida de un buen líder, considera estos puntos:

1. La visión comienza adentro.


2. La visión proviene de tu historia.
3. La visión enfrenta las necesidades de otros.
4. La visión ayuda a conseguir recursos.

Uno de los más valiosos beneficios de la visión es que actúa como


un imán; atrae, reta y une a la gente. Ahora bien, aunque podamos
ir desarrollando una idea clara de lo que queremos lograr, o
hayamos descubierto la visión para nuestras vidas, esto no nos
exonera de dudas, temores y errores: igualmente vamos a tener que
tomar decisiones condicionantes, asumir riesgos y comenzar a
avanzar en el camino aun medio de la oscuridad de la
incertidumbre.
Refiriéndose a un punto crucial en su vida el autor Mark Batterson
escribe:
Cuando miro mi vida en perspectiva, puedo notar que las cosas
buenas que me sucedieron, fueron consecuencias de unos cuantos
riesgos calculados que me tocó tomar. En su momento, cada paso
me dio temor e incertidumbr, pero hoy no me imagino qué habría
sido mi vida de no haber asumido esos riesgos.

lo único que se interpone entre nosotros y nuestro destino


son pequeños actos de valentía
Estoy convencido que lo único que se interpone entre nosotros y
nuestro destino son pequeños actos de valentía.
Es realmente triste cuando por no correr un riesgo, perdemos para
siempre una pieza del rompecabezas de nuestra vida. Eso deja un
agujero permanente en nuestro destino y al final de la vida,
lamentarás las piezas que te faltan.2
Asumir riesgos siempre tendrá que ser parte de nuestro
presupuesto de vida y ministerio. Tal vez solo tengas una palabra de
Dios, tal vez solo una convicción profunda en tu interior que no la
sabes explicar, pero sabes que lo tienes que hacer y que forma
parte de tu propósito. Entonces llega un momento en que es hora de
moverte hacia tu destino.
Recuerda: asumir riesgos es parte de la ecuación. Cuando decides
qué carrera universitaria escogerás, asumes un riesgo. Son años de
estudio que muchas veces no sabemos cómo los solventaremos,
pero tomamos la decisión de matricularnos y confiamos en que las
demás situaciones se ordenarán por el camino.
Cuando aceptas un trabajo, asumes el riesgo de involucrarte en el
desafío de realizar la tarea asignada, y aunque no tienes la certeza
de que realmente todo te irá bien, lo haces creyendo en que es una
oportunidad que no puedes dejar pasar.
Asumes riesgos cuando le declaras tu amor a esa persona tan
importante en tu vida y, más aún, cuando le propones matrimonio y
te lanzas a la aventura de construir una vida juntos. Te expones a
que te hagan daño y/o te digan que no, pero, ¿imaginas una vida sin
amar o ser amado?
Casi sin darte cuentas estás asumiendo un sinfín de riesgos que,
aunque en el momento traigan temor y generen momentos de
incertidumbre, tarde o temprano se convierten en descubrimientos
de la bondad y provisión de Dios.
Es igual cuando tomamos la decisión de servir a Dios con nuestras
vidas: tomamos desafíos gigantes de fe que forman parte de un
proceso que con el tiempo nos enseñan que Dios siempre va
adelante y que nunca pierde el control de nada, aunque muchas
veces nos sentimos perdidos en el camino.
Por eso es fundamental buscar las coordenadas de Dios antes de
iniciar la aventura de fe, para que una vez en el trayecto podamos
enfrentar los riesgos, confiando en que, si nos mantenemos fieles al
mapa de ruta, llegaremos.

¿BASTA UN IMPULSO EMOCIONAL?


A veces pasa. Asistimos a una conferencia. Observamos lo que
otros líderes están realizando. Alguien nos dice que podemos iniciar
algún emprendimiento específico, nos emocionamos y sin tomarnos
el tiempo de analizar, ponerlo en oración o buscar consejos, en un
impulso empezamos a hacerlo. Sin siquiera trazar un plan nos
ponemos en marcha y luego de que el furor pasa, nos empezamos a
desanimar.
Lo he visto una y otra vez. Es innumerable la cantidad de veces en
las que jóvenes o líderes de jóvenes en capacitaciones en diversos
países a los que tuve oportunidad de visitar, me dicen que tienen un
llamado a iniciar un ministerio totalmente «diferente» a lo que se
viene haciendo. Pero cuando les pregunto cómo recibieron el
llamado y cuál es la visión que tendrá dicho ministerio, se quedan
sin palabras y se hace evidente que realmente no tienen claro qué
es lo que quieren emprender y mucho menos cómo iniciar tal
ministerio. De ahí la importancia de comenzar hablando de la visión
que inspirará la travesía.
Es increíble la cantidad de gente que sólo inicia un ministerio por
un impulso emocional, o porque lo vieron en algún lado, o porque
había que hacer algo. Luego, a lo largo del camino, siguen
involucrándose en otras cosas, determinan su rumbo acorde a las
tendencias y terminan haciendo de todo un poco, y poco de mucho.
Al transcurrir el tiempo, lógicamente, luego del desgaste
innecesario y de la probabilidad de pocos resultados, llega la
frustración al ver que los proyectos no prosperan. Como líder, es un
gran error reunir a un grupo de gente con la idea de conformar tu
equipo si no tienes claro para qué necesitas el equipo, si no sabes a
qué quieres llegar y mucho menos si no tienes idea de cómo lo vas
a hacer. Las reuniones de lluvias de ideas en realidad sólo deberían
enriquecer algo que tú ya viste con anticipación, y que te tomaste el
tiempo de programar y plasmar, es decir: la visión de tu ministerio.
Quiero hacer un paréntesis aquí, y mencionar lo siguiente: si tu
caso es que eres líder de grupo pequeño, célula, barca, racimo, o
grupo de discipulado (los nombres pueden cambiar según la iglesia,
denominación o país), y tu iglesia local ya posee una visión y misión,
y las tienen bien establecidas, lo que tienes que hacer es alinear tu
vida, planes y esfuerzos a dicha visión. Por lo tanto, asegúrate de
conocerla muy bien y proponte disfrutar el camino de trabajar en una
visión corporativa que te da la oportunidad de usar tus dones y
capacidades para bendecir a aquellos a los que tienes la bendición
de discipular, y guiarlos en ese proceso que la Iglesia y tus pastores
principales ya han establecido. ¡Y la excelente noticia es que en los
siguientes capítulos encontrarás ideas, historias y herramientas que
te ayudarán a ser aún más eficaz en el trabajo que estas realizando
en el ministerio! Así que sigamos avanzando.
Ahora bien, si estás tratando de iniciar un nuevo ministerio, y lo
tienes que hacer desde el principio, debes empezar por establecer
el destino y cuáles serán los pasos a dar, para llegar a lo que estas
proponiéndote. ¿Estás pensando en un ministerio de adolescentes o
jóvenes en tu iglesia? ¿O tal vez en una organización de acción
social, un grupo de alabanza, un elenco teatral, o un ministerio en tu
universidad? Sea cual fuere el ámbito en el que quieres aportar,
tienes que tener bien determinado el destino y la forma como
llegarás. De esta manera, tu trabajo irá fortaleciéndose con el
tiempo y no desgastándose.
Hace más de una década atrás, iniciamos con Especialidades
Juveniles (hoy e625), la Cumbre Nacional de Líderes Juveniles. Fue
un desafío que Dios puso en nuestros corazones como estrategia de
capacitación y actualización para líderes. Era un gran sueño y
requería de un gran equipo. Desde el inicio tuvimos en claro dónde
Dios quería que nos involucráramos. Gracias a la determinación y el
enfoque en esa visión, hoy podemos contar con alegría que ya
realizamos más de doce ediciones sin interrupciones, con más de
veinticinco mil líderes entrenados, brindando recursos y
entrenamiento con el sello que siempre caracterizó al equipo, que es
la excelencia en cada detalle. Hoy, con e625 y visión renovada,
estamos más comprometidos que nunca, listos para seguir
trabajando y capacitando líderes que ayudarán y bendecirán a miles
de familias.
Un impulso emocional puede ayudar a ganar un partido, pero una
visión sumada a la convicción de un equipo gana campeonatos.

¿CÓMO SABER SI ME ESTOY


DESENFOCANDO?
Tu responsabilidad como líder es indagar en la visión de Dios para
tu vida y la de los jóvenes de tu grupo. No te muevas hasta que no
lo veas. Cuando tienes claro el propósito de tu vida y de tu ministerio
puedes ordenar tus prioridades, motivaciones y vivir una vida
enfocada e intencionada.
Max Lucado acerca de este tema puntualiza: «Debemos vivir una
vida intencionada, no una vida de reacción». Y relata la historia de
un administrador del faro:
El cuidador de un faro que trabajaba en una costa rocosa recibía
aceite una vez al mes para mantener su llama ardiendo. Como
vivía cerca de la población, no le faltaban visitantes. Una noche una
mujer necesitaba aceite para mantener a su familia caliente. Otra
noche un padre necesitaba aceite para su lámpara. Otro necesitó
aceite para lubricar una rueda. Todas las peticiones parecían
legítimas y el cuidador trataba de suplirlas. Hacia el fin del mes se le
acabó el aceite y el faro de apagó, lo que causó que muchas naves
se estrellaran en esa costa. El hombre recibió la reprensión se sus
superiores: «Se te da aceite por una sola razón», le dijeron.
«Queremos mantener el faro ardiendo».3
Si no tienes claro para qué se te dio el petróleo, nunca sabrás qué
decisiones serán las correctas. Si no sabes a dónde quieres ir, no
sabrás cuál es la ruta indicada.
Un líder que define una visión, se enfoca; ordena sus prioridades y
se vuelve confiable. Sabe la dirección y por qué está yendo hacia
allá. Un líder sabrá proteger el propósito de su grupo y evaluará qué
necesita para el camino, cuándo decir sí y cuándo decir no, sabrá
realizar ajustes y correcciones necesarias. En consecuencia, todo
será más objetivo y evaluable.

Si no sabes a dónde quieres ir, no sabrás cuál es la ruta


indicada
Puedes tener una visión muy grande, pero solo se hará realidad si
creas un nexo que te lleve de las ilusiones de tu vida hasta las
pequeñas acciones que debes desarrollar para lograrlo, y ese nexo
serán metas que deberás trazarte y que servirán de coordenadas en
tu hoja de ruta; éstas a su vez permitirán que te des cuenta cuándo
te has desviado de tu destino. Toma apunte: «Los equipos sin
metas, se convierten en un comité más».
Mike Hyatt lo afirmaba con estas palabras: «Si tienes visión clara,
eventualmente atraerás la estrategia adecuada. Si no tienes visión
clara, no habrá estrategia que te salve». La visión siempre será un
filtro que te permitirá examinar tus motivaciones, decisiones y
acciones.
En el ministerio de las nuevas generaciones siempre enfrentarás
este tipo de interrogantes: ¿es el número tu motivación? En algún
momento nos enseñaron equivocadamente que lo más importante
en un ministerio es cuántos jóvenes tienes en él, como si eso fuera
lo más transcendental. Es como etiquetar la eficacia de cada
ministerio según la cantidad de jóvenes que tienen. Es decir, si
tienes quinientos jóvenes eres un líder altamente espiritual y Dios
está contigo; si tienes cuarenta jóvenes, vas por mal camino y tienes
que hacer algo, porque a sólo unas cuadras de tu iglesia hay un
líder mucho más espiritual al que Dios le envía más jóvenes.
Analicemos: hay ministerios de jóvenes pequeños que cumplen el
propósito de Dios en la vida de sus jóvenes y hay ministerios de
jóvenes numerosos que también lo hacen. De la misma manera que
pueden existir grupos de jóvenes numerosos totalmente alejados de
los planes de Dios y viceversa, con un ministerio con menos
jóvenes. La cantidad y los números no son los indicadores que
marcan cuán eficaz es un ministerio. Pensemos en el ministerio de
Jesús que empezó con solo doce discípulos comprometidos y con
ellos revolucionó el mundo entero.
Es por eso que la pregunta más importante no es cuántos jóvenes
tengo en mi ministerio, sino más bien es qué estoy haciendo con
ellos y hacia a dónde estamos yendo.
¿De qué sirve tener miles de jóvenes si no se está haciendo un
discipulado y acompañamiento debido, si no están siendo formados
en convicciones que los llevarán a tomar decisiones inteligentes y
acciones cruciales en sus vidas, que les forjarán un futuro con Dios?
Los ministerios que lideran a las nuevas generaciones avanzan
cuando tienen claro su destino y cuando resuelven trabajar en serio
para concretarlo. Si carecen de ello, dan vueltas en círculos,
bordean la meta, no trascienden, creen ingenuamente estar
haciendo lo que deben. Por eso pareciera que muchas veces se
camina en círculo y siempre se vuelve al mismo lugar para desde
ahí iniciar la misma expedición, con la misma frustración, con el
mismo sesgo de fracaso y sentimiento de impotencia, de no estar
avanzando hacia un objetivo.
Pregúntate: ¿cuál es el propósito principal del ministerio de nuevas
generaciones? ¿Para qué existirá mi ministerio? ¿A quiénes estará
enfocado? ¿Qué quiero lograr con los integrantes de mi grupo?
¿Cómo planeo lograrlo? Esas son solo algunos interrogantes que se
deben responder antes de dar los primeros pasos. En el siguiente
capítulo mi querido amigo Germán profundizará más en este tópico
con consejos muy prácticos.

¿CÓMO SUPERO LA ETAPA


VULNERABLE?
Mientras vas construyendo la visión, entras en la etapa naciente de
la preparación, donde también es cuando se corre peligro. Podemos
comparar este periodo con un pequeño roble. Cuando un árbol de
roble tiene apenas un año, hasta un niño puede desraizarlo, pero
cuando ha pasado el tiempo y se establece con firmeza, ni la fuerza
de un huracán puede arrancarlo.
En esta fase la visión podría ser atacada, cuestionada o criticada
por tus amigos, familiares o aquellos que están muy cerca de ti y
que están al tanto de lo que pretendes alcanzar. Por eso, presta
mucha atención a quién muestras el mapa del tesoro, a quiénes
eliges para que suban a bordo y quiénes estarán cerca de ti en este
tiempo tan trascendental para tu vida.
Lógicamente acompañan este proceso el temor y la incertidumbre
respecto a los resultados o al futuro que tendría la visión. Las
emociones podrían jugar una mala pasada si no reaccionamos
inteligentemente a los momentos que estaremos atravesando. Y
aquí es justamente donde muchos abandonan aún antes de haberlo
intentado. Interrogantes como: «¿qué pasa si las cosas no salen
como espero?», «¿y si no me acompaña nadie?», «¿y si invierto
mucho y no consigo apoyo?», seguro invadirán tu mente a la hora
de arrancar con una visión.
No subestimes tu tiempo de preparación en el proceso de ir
desarrollando la visión, porque, aunque normalmente es un proceso
silencioso, Dios te está preparando para soportar las pruebas.
Que todo lo que debe hacerse no te resulte abrumador. Que te
entusiasme. Eso mismo transmitirás a tu grupo. Hablando de esta
etapa inicial, aquí viene una frase genial de Mark Twain: «El secreto
de salir adelante es empezar. El secreto de empezar es desglosar
las tareas complejas y abrumadoras en tareas pequeñas y fáciles de
manejar, y luego empezar por la primera».
A esto John Maxwell agrega: «La visión no sigue a los recursos,
sino que sucede al contrario. Primero tenemos el sueño, luego nos
toca avanzar, entonces, y solo entonces, las personas y los recursos
aparecen».
Esta es una sucesión de escenas que se tienen que ir dando en
nuestras vidas para ir plasmando la visión: primero el sueño, el
avance y luego llegarán los recursos. No te desanimes. No te
entregues a las críticas. Cree en el sueño y acciona. Walt Disney lo
dice de esta manera: «La forma de empezar es dejar de hablar y
empezar a hacerlo».

¿ESTOY MIRANDO LEJOS?


Nuestra cultura nos bombardea con el «cortoplacismo». Intenta que
nos enfoquemos en el «aquí y ahora», nos quita la mirada del largo
plazo. Por eso debemos tener cuidado de solo estar concentrados
en el programa del próximo fin de semana. Nuestra aspiración debe
trascender mucho más allá y concentrarnos en el destino final.
La impaciencia y la instantaneidad no son compatibles con el
ministerio de las nuevas generaciones. Sobre todo cuando se trata
de transformación de vidas. Un viaje podría tardar meses o años, y
si te concentras sólo en el presente, podrías sabotear la misión.
Por ejemplo, cuando te preparas para encarar un año nuevo, no
puedes hacerlo pensando que todo acabará en enero, tienes que
proyectarte a diciembre. Tienes que divisar cómo quieres estar a fin
de año para saber los pasos que tienes que empezar a dar apenas
inicia el año. ¿Alguna vez armaste un rompecabezas? Primero
debes mirar la imagen en la tapa, luego armarlo pieza por pieza.
Dios mismo usó esa estrategia. Gálatas 4:4 dice que cuando llegó
el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Jesús al mundo. Dios ya
había visualizado en qué momento intervendría en la historia y con
qué protagonistas.
Colectiva e individualmente necesitamos una meta importante de
largo plazo, valores claros y el cuadro que nos muestre cómo es
vivirlos consistentemente. La visión le da significado y dirección a
nuestra vida. Nos ayuda a mantener el enfoque, a activar la energía
y a obtener grandes resultados.

¿ME MUEVO POR LAS RAZONES


CORRECTAS?
Lógicamente la influencia a largo plazo con resultados duraderos es
el fruto de relaciones significativas y modelos de conducta
importantes. La visión y la misión tienen que tener su lugar en el
ministerio, pero la influencia positiva a largo plazo en la vida de los
jóvenes viene de personas, no de programas ni estrategias.
Un liderazgo generacional efectivo es un ministerio de relaciones,
un ministerio de nuevas generaciones funciona a través de
relaciones (con Dios, con nuestros líderes, con nuestros jóvenes y
sus padres). No puedes tener un ministerio relacional, si no inviertes
tiempo con los jóvenes y sus familias. No importa qué tan precisa
sea la visión y cuán contundente sea la declaración de la misión, ni
si tu programa es el más nutrido y divertido. Todo esto no serviría de
mucho si no desemboca en invertir en tiempo y calidad de
relaciones con nuestros jóvenes.
La clave inefable del liderazgo generacional es trabajar las
relaciones significativas y trabajarlas proactivamente para generar
relaciones sólidas, fuertes y sanas que profundicen en el tiempo y
superen las crisis típicas que viven los adolescentes y jóvenes.
No puede existir un ministerio efectivo de nuevas generaciones sin
objetivos, ni una programación inteligente si no hay metas trazadas.
Pero la verdadera diferencia en la efectividad de un ministerio es
que las personas son más importantes que los programas y que las
prioridades no son las metas y objetivos, sino que éstas son
simplemente vehículos a través de los cuales estamos cuidando a
nuestros jóvenes y ayudándolos a construir relaciones con Dios, con
su familia y con sus amigos.
Doug Fields plasma esta idea con las siguientes palabras: «Los
programas no desarrollan relaciones, son las personas las que lo
hacen». Debemos recordar que estamos donde estamos y hacemos
lo que hacemos por las personas, no por nosotros mismos. Y que
más allá de desarrollar una visión y misión que alcancen objetivos,
lo más significativo será profundizar la conexión entre Dios y las
personas.
No perdamos de vista que la gran tarea que tenemos en el
ministerio con las nuevas generaciones es acompañarlos a la
madurez en Cristo y llevarlos a un crecimiento integral en sus vidas.
Una vez que tenemos definida la visión y bien en claro la misión de
nuestro ministerio, el siguiente paso es comunicarla correctamente
para que la gente pueda sumarse.

¿CÓMO TRANSMITO LA VISIÓN?


Eduardo Galeano escribe en «El libro de los abrazos» que las
personas podemos ser un mar de fueguitos. «Algunos fuegos, no
alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que
no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se
enciende».
Así se contagia una visión, con la vida misma. Como una llama
frente a la cual uno no puede permanecer indiferente. La visión tiene
que ser desafiante, significativa, creíble, tiene que producir
expectativa.
La clave de la visión consiste en que ésta continúe viviendo y
creciendo aun cuando tú ya no estés. Los niños y jóvenes necesitan
líderes con visión, líderes que les muestren el camino, que les
marquen el norte, que les enseñen las cosas que pueden hacer y
también a ponerse metas a corto, mediano y largo plazo para que
puedan crecer integralmente. ¡Enciéndelos!
Que este pasaje bíblico pueda ser tu inspiración: «…hablaremos la
verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos
más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la
iglesia». (Efesios 4:15 NTV).
Dan Kimball dice que predicar en la cultura actual «…tiene que ver
con nuestros corazones, matrimonios, soltería, familias, amigos,
creatividad, discurso, actitudes, cuerpos, acciones, bromas,
susurros, gritos, miradas, secretos, pensamientos y sí, nuestros
sermones también». En otras palabras, nuestra vida en sí es una
predicación y nuestro cristianismo es transversal (atraviesa cada
área).
Una vez que des los primeros pasos, continúa repitiendo la visión
para evitar que tu equipo la olvide. Anótala, comunícala, recuérdala
constantemente. «El lápiz más pequeño es más fuerte que la más
poderosa memoria», son las sabias palabras del pastor y autor Mark
Batterson.
En cuanto a este punto, el Dr. Lucas Leys, en su increíble libro
«Liderazgo Generacional» aclara también el concepto de cómo
lograr una comunicación efectiva de la visión compartiendo algunas
ideas prácticas para hacerlo:
Muchos líderes fallan porque, a pesar de que contar con una
filosofía correcta de lo que se proponen, no logran que otros los
acompañen con entusiasmo. Los buenos líderes saben que no sólo
se trata de «conocer» los propósitos de Dios para la iglesia, sino de
asegurarse de que todos los involucrados también los reconozcan y
recuerden.
Algunos tenemos la tendencia a ser movilizados por lo visual, otros
por lo auditivo y otros definitivamente por lo afectivo y por eso es
necesario usar diversos medios para promocionar la dirección de
nuestros ministerios.
Así como en las grandes empresas, al solo llegar uno se puede
encontrar con una declaración que explica para qué existe esa
empresa, los ministerios también pueden hacerlo. De hecho, mucho
antes de que a los principales CEOs se les ocurriera hacerlo, la
Biblia ya hablaba de eso en Proverbios 29:18, «Donde no hay visión
el pueblo se extravía».
Nuestros ministerios también pueden escribir lo que se proponen
hacer y tenerlo en un cuadro, cartel, calcomanías o señaladores
para que todos reconozcan para qué existe el ministerio. Cuando
hablamos de comunicar la visión, tenemos que saber que tenemos
que ser insistentes, cuando nos estamos cansando de decirla, la
gente recién la va digiriendo y procesando, por eso que es vital
continuamente y de diversas formas.
Las distintas personalidades suelen engancharse con distintas
maneras de decir lo mismo. Por eso es importante repetir la
declaración de misión personalizada de formas diversas y teniendo
en cuenta esta realidad. Las imágenes ayudan mejor a los visuales,
predicaciones y canciones van a ayudar a los auditivos, y
conversaciones personales a los afectivos.4

UNOS CONSEJOS PRÁCTICOS


Antes que nada, para definir la visión de tu grupo, busca en oración
a Dios. Porque «Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano trabajan
los albañiles…». (Salmos 127:1).
En segundo lugar, piensa a qué necesidad quieres responder, cuál
es el ámbito al que sientes que como grupo pueden contribuir, cuál
es el sueño en grande que dinamiza el futuro. Piensa en tu entorno,
en los recursos, en las personas que te rodean, en la geografía, en
los desafíos de esta generación. Incluso puedes hacer este proceso
participativo, dejando que tus jóvenes también aporten ideas y
perspectivas.
En tercer lugar, pon por escrito los pensamientos que vayan
surgiendo para construir a partir de ellos. Luego transmite esto al
grupo y conéctalo con sus motivaciones. Recuerda: «Donde no hay
visión, el pueblo se extravía». Por eso, asegúrate de que la visión
siempre esté disponible y sea recordada por todos los integrantes
del grupo.
John C. Maxwell. Las 21 cualidades indispensables de un líder. Grupo
Nelson. Nashville, TN. 2007 (p. 141)
Wild Goose Chase. Mark Batterson. Crown Publishing.
Max Lucado. Como Jesús. Editorial Betania. Nashville, TN – Miami, FL. 1999
(p. 86 - Énfasis del autor)
Lucas Leys. El ministerio juvenil efectivo. Editorial Vida. Miami, FL. 2003
(p. 40)
COORDENADAS DEL TRAYECTO
VISIÓN, MISIÓN Y PLANIFICACIÓN
germánortíz
El sólo hecho de emprender un viaje produce adrenalina. Dar ese
primer paso en el camino, experimentar ese viento por el rostro que
presagia aventura, atarse los cordones en medio de la oscilación.
Ese simple hecho de alejarse del punto de partida, de abandonar lo
seguro y de poner los músculos en movimiento hace que algunos se
sientan incómodos, pero pocos relatos de navegación no incluyen
una aventura. En realidad, yo no conozco ninguno.

LA ENERGÍA INICIAL
Sin entusiasmo, sin fe y esperanza, sin las ganas necesarias para
volcar tanta adrenalina en movimiento decidido, los líderes yacen
inmóviles a la vera del camino. La propuesta de Dios siempre es
energética. Aun cuando Él, en ocasiones, ordene el descanso, esto
tiene como propósito retomar fuerzas para reanudar el movimiento.
La propuesta de la misión refiere a cambio, transformación,
restauración… y nada de eso se consigue sin los movimientos
necesarios. Aun cuando Dios, algunas veces dé la directiva:
«Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la
salvación que el Señor les dará…», siempre se da en el contexto del
movimiento: «Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor,
estaré con ustedes». (2 Crónicas 20:17 NVI).
Sin entusiasmo y energía, la flacidez impide cualquier acción
transformadora. Hay que sacar fuerzas en medio de las flaquezas,
recordar que Dios se perfecciona en nuestra debilidad, que somos
más que vencedores y confiar en los recursos sobrenaturales del
Señor.

Dios se perfecciona en nuestra debilidad


La aventura requiere del entusiasmo en este relato del Antiguo
Testamento. El rey Josafat es el líder de la expedición y es
interesante registrar las palabras que han quedado escritas: «¿No
fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a
los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para
siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham?».
«Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de
la espada, o la peste o el hambre, si nos congregamos ante ti, en
este templo donde habitas, y clamamos a ti en medio de nuestra
aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás». (2 Crónicas 20:7 y 9
NVI).
Los buenos líderes saben tomar la energía acumulada en la
desesperación y usarla como materia prima para que, refinada en la
destilería de la fe y de la esperanza en nuestro Dios, se produzca el
necesario combustible del entusiasmo que permite el movimiento
necesario.
Pero no alcanza sólo con la energía y el entusiasmo. Estos
elementos parecen brindar la parte «divertida» a la cosa. Todos
gritamos y saludamos a quienes nos alientan en el punto de partida,
damos gritos de guerra y júbilo, saltamos en hermosos cultos en los
que nos entregamos a la algarabía, lloramos en los congresos,
saltamos en los retiros, cantamos canciones de relatos épicos,
tomamos decisiones temerarias, hacemos declaraciones
importantes, prometemos fidelidad y entrega, pero cuando se
apagan las luces de esas fiestas, será necesario algo más que
entusiasmo para no quedar mirándonos unos a otros sin saber cómo
sigue la travesía.
Entusiasmo: un elemento fundamental pero que se apaga pronto si
no se acompaña con los otros elementos que veremos a
continuación.

LA VISIÓN
¿Y ahora a dónde vamos? Nadie hace uso apropiado de su energía
si no sabe hacia dónde se dirige. El entusiasmo que envuelve el
acto de dar los primeros pasos se apaga pronto si no hay un plan
que le dé destino a la aventura.
Qué es
La visión es un sueño… épico, importante, grandioso pero que
puede y debe ser alcanzado. Es conquistar la tierra prometida,
descubrir una nueva ruta comercial con el lejano oriente,
entrevistarse con el Mago de Oz, arrojar el anillo de poder en el
Monte del Destino, devolver la paz y el orden a Ciudad Gótica. Es
viajar al futuro y regresar con la postal de lo que se pretende
alcanzar.
Cómo debe ser
La visión es clara porque es el destino al que nos dirigimos. La
incertidumbre puede ser un condimento, pero no un elemento
básico. Dios le regaló una visión a Abraham y le dijo: «…vete a la
región que te voy a mostrar». La certidumbre no es absoluta pero la
directiva es clara: «Deja tu tierra, tus familiares y la casa de tu
padre…». Ya hay una postal del futuro para que Abraham sepa
hacia dónde dirigir sus pasos y lo que Dios se propone hacer con él
y a través de él: «Te voy a convertir en una nación muy grande; te
voy a bendecir y te haré un hombre muy famoso. ¡Serás de
bendición para muchas personas!». (Génesis 12:1-2).
Toda aventura divina tiene la cuota de incertidumbre necesaria
para que nuestra fe sea probada, pero requiere de una visión clara
que fije un destino claro, por lo menos, a mediano plazo. Una buena
visión debe poder redactarse en un párrafo breve que, con un
trabajo mínimo, pueda memorizarse. Déjame darte un par de
ejemplos para que veas a qué me refiero.
La visión de L.A.GR.AM (Liderazgo y Adolescencia, Grupo de
Amigos) es: Nuestro deseo es ver a adolescentes que crecen
integralmente siendo agentes de cambio y proyectándose a una vida
adulta madura, plena y realizada.

Toda aventura divina tiene la cuota de incertidumbre


necesaria para que nuestra fe sea probada
La visión de JBN (Jóvenes Buenas Nuevas), el ministerio juvenil
de la iglesia en la que me desempeño como pastor, es: Soñamos
con jóvenes que crecen integralmente como consecuencia de una
relación abundante, natural y comprometida con Cristo. Se guían
por los valores bíblicos, se involucran entusiasta y activamente en la
comunidad de fe e impactan positivamente a la sociedad por su
vocación de amor e integridad.

BENEFICIOS QUE APORTA UNA VISIÓN


Tener claridad en la visión hace algunos aportes más que
interesantes:

Te da un mapa de ruta por lo tanto te impide gastar energías


en cosas que no son necesarias para tu propósito y te
ayuda a buscar los recursos necesarios. Una vez que
estableces el destino de tus vacaciones, armas tus valijas
con los elementos apropiados (no se recomienda botas de
abrigo para veranear en las playas de Miami).
Permite que tu grupo sepa si están dispuestos o no a unirse
a la aventura. Cuando sabes hacia dónde vas tienes
mayores posibilidades de ser claro en la propuesta y en tu
invitación a otros para que se sumen. Tu claridad avisa
destino y el que avisa no traiciona. En la historia de «El
Señor de los Anillos», los miembros de la Comunidad del
Anillo no pueden excusarse a mitad de la travesía; se les
avisó sobre el destino a perseguir y sobre los riesgos que
deberían enfrentar. No se sumaron al viaje por una
publicidad engañosa o por un líder seductor, lo hicieron por
su propia decisión para servir a una causa que tiene una
clara visión: destruir el anillo y restablecer la paz en la Tierra
Media… o dejar la vida en el intento.

LA MISIÓN
Una buena visión se complementa con lo que se conoce con el
nombre de misión: ésta es una descripción concreta que describe,
básicamente, lo que el grupo debe estar dispuesto a hacer para
alcanzar la visión.
Si la visión de Batman es «Restablecer el orden en Ciudad
Gótica», su misión debería describir, fundamentalmente cómo se
propone hacerlo. Me atrevería a redactar algo parecido a lo
siguiente: «Utilizando mis destrezas y tecnologías desarrolladas, me
propongo encarnar un personaje misterioso que sirva a la
comunidad derrotando al mal, restableciendo el orden».
Vayamos a los ejemplos dados para observar a cómo lo hicieron
L.A.GR.AM. y JBN.
La misión de L.A.GR.AM. es: «Trabajamos para proveer espacios,
recursos y relaciones significativas que contribuyan al desarrollo
integral del adolescente, declarando que éste es el deseo de Dios y
que quiere expresarlo a través de una relación especial con ellos».
La misión de JBN es: «Generamos ámbitos que propician la
formación de una red vincular donde personas acompañadas, y que
aman a Jesús, brindan acompañamiento a los jóvenes que
deseamos influenciar con su amor y poder».
La visión es a dónde quiero llegar. La misión es lo que me
propongo hacer para alcanzar la visión. La visión y la misión brindan
cause al entusiasmo. El entusiasmo por sí solo puede tener un
efecto embriagador. En un instante se vive una fiesta y al siguiente
se vive una molesta y frustrante resaca. Pero también es cierto que,
si una visión no cuenta con el entusiasmo para desarrollarse, se
convierte en una utopía irrealizable, con la inmensa carga de
frustración que esto conlleva.
Cuando el grupo tiene claridad en esto, sabe perseverar y superar
el cansancio de la mitad del camino. Hacer temblar su ánimo será
difícil si se han unido a una causa que se les ha revelado con
claridad y que han hecho propia. Si el líder mantiene la coherencia
con los motivos que dieron origen al viaje será más sencillo
mantener al equipo unido y esforzado.

LOS OBJETIVOS
Sin entusiasmo no hay partida y perseverancia en el viaje, sin visión
no se sabe a dónde se quiere llegar. Los objetivos te indican qué
hacer durante la travesía.
No fui educado para ser un organizado ni un organizador.
Planificar no es lo que me sale con mayor facilidad, pero sé que si lo
hago contaré con el respaldo de mi Señor y, si no lo hago, puedo ser
tomado desprevenido por el enemigo. Planear es una prerrogativa,
es decir, un derecho adquirido y un deber que Dios le ha concedido
al ser humano. Planear es nuestra responsabilidad. Aprovechar los
planes es sabio. Atarse a los planes es tonto.
Si planeo y pongo los planes al servicio de mi causa y de mi
Señor, alcanzaré destinos increíbles, lo que «ningún mortal ha visto,
ni oído, ni imaginado …». (1 Corintios 2:9). Si me ato a mis planes y
los pongo por sobre las órdenes del Comandante en Jefe, es
probable que me pierda todo eso. Esta es una gran paradoja que,
para mí, se explica maravillosamente en un proverbio de Salomón:
«El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el
Señor». (Proverbios 16:9 NVI).
Dios nos dio libre albedrío y esto significa que gozamos de libertad
para planear. Claro que la libertad que Dios nos concedió viene con
una etiqueta que dice: «Úsese con responsabilidad». Pero el
versículo revela algo que aporta mucha luz: Los planes se realizan
en lo más íntimo del corazón humano.
Por lo tanto, la calidad del plan está directamente ligada a la
calidad del corazón. Los mejores planes de tu vida serán
concebidos desde un corazón sano. Ningún equipo planificará
buenas aventuras si su corazón es insensible, competitivo, egoísta,
orgulloso o con características parecidas, que generan desunión,
pleito, discusiones tontas o competencias de poder. Ya en el
capítulo 4 de Proverbios, Salomón nos había advertido: «Por sobre
todas las cosas cuida tu corazón, porque de él brota la vida».
Si tu corazón se encuentra próximo al de Dios será más probable
que planees correctamente. Tus planes serán de calidad,
contemplarán no sólo tu propia realización, sino la de tu equipo y la
de los adolescentes o jóvenes a los que sirves. Si tu corazón está
lejos de tu Señor, entonces los planes estarán lejos de Él, de su
guía, de su dirección, de su visión para tu vida. Tu ánimo navegará
por intermitencias que fluctuarán entre el entusiasmo fugaz y las
resacas del sin sentido. Las frustraciones te atraparán en algo que
bien podría ser arena movediza.
En estos años de ministerio vi con tristeza cómo fracasaron
muchos que, al momento de iniciar, destilaban entusiasmo por los
poros. Un buen equipo cuida el corazón de sus miembros y planea
en una incansable búsqueda de hacer la voluntad de Dios. Eso
mantiene su ánimo aún en los más duros contratiempos.
Ahora bien, aun cuando todo esto ocurra de manera fluida, un plan
podría fallar o no contemplar alguna contingencia. Esa problemática
no fue prevista, ese recurso no fue tenido en cuenta, esa ausencia
no fue considerada, esa reacción no fue esperada. Una tormenta
llega sin aviso.
No planear porque no sabemos lo que ocurrirá es pereza en
estado puro. Desarrollar planes con la pretensión de que sean
perfectos es engañarnos a nosotros mismos. Es en estas
circunstancias en que Dios nos recuerda que necesitamos estar
siempre unidos a Él. Con un corazón sensible, estaremos atentos y
dispuestos a los cambios que Él proponga sobre la marcha.
Planeo desde un corazón cercano al de mi Señor, y si en algo me
equivoco (que bien podría pasar), estoy dispuesto a que Él cambie
las instrucciones a último momento. Esta es una receta genial para
evitar mi estrés, un método divino para ayudarme a crecer en la
saludable dependencia a su persona.
Déjame darte alguna ayuda para poner objetivos que te permita a
planear: el equipo del que formo parte en JBN planea con tres
clases de objetivos: el general, los específicos y los operativos:

OBJETIVO GENERAL
Es aquel que, sujeto a la visión y la misión; pone en claro qué es lo
que nos proponemos en un lapso concreto de tiempo (semestre,
año o más).
Te doy un ejemplo extraído de la práctica en JBN: «Propiciar el
encuentro espontáneo con Jesús desde una vida de devoción
auténtica y desde el amor que promueven el ministerio relacional, el
trabajo en equipo y una programación de pretendida excelencia».
Como verás, si bien no es tan concreto o cuantificable, sí puede
ser evaluado al finalizar el periodo en el que fue propuesto.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Son aquellos que describen nuestra pretensión acerca de lo que los
muchachos y chicas deben alcanzar o lograr. Tienen que ser bien
concretos y medibles de alguna manera. Estos objetivos podrían
tener un encabezado virtual que, sin estar redactado podría leerse
«que los muchachos y chicas logren…». Muestro un ejemplo sobre
la propuesta de formación de grupos pequeños en JBN: «Encontrar
un espacio relacional de orientación y contención a partir de la
formación de pequeños grupos que se reúnan periódicamente y su
relación con los coordinadores de dichos grupos».
JBN tiene muchos de estos objetivos para la vida de los jóvenes,
para el equipo de trabajo y para los miembros del equipo ministerial.

OBJETIVOS OPERATIVOS
Son esos que describen lo que nos proponemos hacer para
alcanzar el objetivo específico. Por cada objetivo específico debe
haber al menos un operativo. Veamos el ejemplo referido al objetivo
específico citado más arriba: «Generar un espacio organizado en
grupos pequeños de aproximadamente ocho personas con uno o
dos líderes o guías por grupo, acompañando a estos últimos en la
tarea de cuidar espiritualmente a cada muchacho o chica a su
cargo».
Dicen los que saben que la mejor manera de redactar objetivos es
considerar que estén encabezados por un solo verbo en infinitivo. A
esto puede sumársele otro verbo en forma de gerundio dentro del
desarrollo del objetivo que dé cuenta de otra acción que quisiera
tomarse al respecto. En el objetivo operativo de arriba, esto puede
verse en los verbos generar (en infinitivo) y acompañando
(gerundio). En tu buscador de Internet podrás encontrar listas de
verbos que sirven para redactar objetivos. Si lo haces, seguramente
contarás con otro recurso para enriquecer tu ministerio.

ALGO SOBRE SU APLICACIÓN


Cada objetivo operativo debería estar puesto en función de uno de
tus objetivos específicos; a la vez, cada uno de éstos debería estar
en armonía con el objetivo general, y éste debe responder a la
misión que describe lo que hacen tú y tu equipo para alcanzar la
visión propuesta.
En la experiencia JBN el programa anual y cada encuentro
planificado respetan este esquema de organización. Sólo para
ponerte en contexto te cuento brevemente cómo se aplica esto en la
práctica en nuestro grupo de jóvenes. Podríamos modificarlo sobre
la marcha y tú puedes considerarlo y hacerle adaptaciones para tus
necesidades. No lo describo para que lo copies tal cual sino para
que veas cómo fluye su aplicación:
Cada mes contemplamos un tema que responde a las
necesidades de los miembros del grupo y durante ese mes tratamos
en el primer sábado el desarrollo conceptualmente de la temática
(privilegiando lo intelectual). En el segundo sábado generamos un
espacio inspirador referido a ese mismo tema (privilegiando lo
emocional) y en el tercero promovemos su práctica (haciendo algo
referido al tema que desarrollamos en los otros sábados). Nos
quedan los cuartos sábados para trabajar cosas no previstas a
comienzo de año y que van surgiendo de la necesidad de los chicos
o del contexto en el que se mueven. Así, al momento de elegir los
temas, nos ponemos objetivos para cada mes y para cada
encuentro, a modo de que sea evidente lo que nos proponemos que
ocurra al abordar esa cuestión.
Alguien dijo alguna vez: «Nadie planea fracasar, pero muchos
fracasan por no planear». Y nosotros estamos de acuerdo con ese
«alguien». Cuando cuentas con estos elementos te resulta mucho
más sencillo evaluar. Deberás responderte:

¿Hicimos lo que nos propusimos en los objetivos operativos?


¿Conseguimos que los muchachos y chicas lograran lo que
consideramos en los objetivos específicos?
¿Qué está sucediendo con nuestro objetivo general? ¿Lo
logramos, lo logramos parcialmente o no lo alcanzamos?
¿Estamos haciendo con convicción y perseverancia lo que
nos proponemos en nuestra misión?
¿Notamos que damos pasos decididos y concretos hacia
nuestra visión?

Toda actividad, programa o proceso puede ser evaluado y esto


resulta importante y enriquecedor para el desempeño del equipo y el
cumplimiento de la tarea. Recuerda: entusiasmo, visión y
planificación son tres elementos fundamentales para llegar a la
meta.
EL EQUIPO
LA SELECCIÓN
paololacota
Liderazgo conectivo. De eso se trata. Jesús no desplegó una lista de
requisitos para formar su equipo inicial, de otro modo los discípulos
a los que escogió hubiesen sido descartados. En vez de eso, los
eligió por ser individuos distintos, capaces de recibir instrucción, y
cuyas vidas Él podía forjar a través de su presencia entre ellos.
De eso se trata esta aventura de toda la vida que conocemos
como discipulado. Discipulado es sinónimo de aprendizaje, y un
aprendizaje de toda la vida, del cual nunca nos graduaremos. Es
esa misión preciosa que nos regaló el Señor de convivir y aprender
juntos, como individuos y como equipo, en comunidad.
Eddie Gibbs en su libro «Liderar en una cultura de cambios»,
explica que discipulado no es un curso, o una serie de lecciones en
un aula: es transmisión de vida a través de relaciones
interpersonales. Un discípulo es un aprendiz, pero no en el sentido
académico, sino en un contexto relacional donde aprende lecciones
de vida y habilidades de fe. Además, es parte de un proceso que va
desde que decides aceptar a Cristo en tu corazón hasta convertirte
en un discípulo comprometido con Él y con su causa, entendiendo
que el término «discípulo» no se restringe a los supercristianos sino
que es la forma de describir a los creyentes comunes en proceso de
crecimiento.
Así ocurrió con los primeros discípulos de Jesús quienes
solamente después de que hubieron experimentado el impacto
transformador del discipulado, estuvieron en posición de
embarcarse ellos mismos en su misión de hacer discípulos entre
todos los pueblos.
Los discípulos no existen en aislamiento sino en comunidad de
sostén mutuo, rendición de cuentas y compromiso para expandir las
buenas noticias. Cuando decimos «soy discípulo», nos embarcamos
en un aprendizaje que dura toda la vida, que incluye aprender en
comunidad, tener una vida de servicio y entrega y enseñar como
Jesús enseñó.

Los discípulos no existen en aislamiento sino en


comunidad
El impacto en la vida de los discípulos de Jesús fue tan
contundente que el libro de Hechos de la Biblia fue nombrado así
gracias a que este grupo de discípulos fue conocido por sus
HECHOS, no por sus palabras. Esto nos insta e inspira a que
podamos ser intencionales en forjar el carácter de Cristo en
nuestras vidas, y ser coherentes, convirtiéndonos en hacedores y no
solo habladores de su palabra. No es que los discípulos no
cometían errores, sino que, a pesar de ellos, de su humanidad y
debilidades, pudieron ser de gran influencia para que otros pudieran
recibir el mensaje de Jesús. ¡Qué gran desafío es el que nos espera
en esta carrera!
Hoy en día es igual: más allá de nuestras imperfecciones, nuestras
familias y nuestros ministerios son fuentes de inspiración e
influencia para aquellos que nos rodean si permitimos que Dios
pueda usar nuestras vidas intencionalmente.
Si bien es cierto que vivimos en un tiempo de escasez de
referentes y tropezamos con el problema de la falta de modelos
dignos de imitar, este es un desafío que a nosotros nos corresponde
y que debemos asumir.
Al contrario de lo que muchos piensan acerca de este tiempo,
creemos que este momento nos brinda el escenario perfecto para
demostrar en nuestras vidas que el evangelio va más allá de las
palabras y sermones. Esto representa una brillante oportunidad para
que la gente pueda ver y experimentar a Jesús no sólo en nuestras
palabras, sino también a través de cómo vivimos nuestras vidas.

Las familias no son perfectas, pero son el vehículo más


poderoso para influenciar a las nuevas generaciones
Al respecto Reggie Joiner y Lucas Leys en su libro «Los padres
que tus hijos necesitan», dicen lo siguiente:
Hay dos influencias poderosas en el planeta: la iglesia y el hogar.
Ambas existen porque Dios las inició. Ambas existen porque Dios
desea usarlas para llevar a cabo su plan de redención y
restauración.
Tanto la iglesia como la familia son sistemas conformados por
gente imperfecta, pero diseñados por Dios para contar su historia al
mundo.5
Definitivamente, uno de los grandes propósitos de la iglesia es
acercar a las familias a Dios y ser intencionales en el cuidado e
intereses de los más jóvenes.
Las familias no son perfectas, pero son el vehículo más poderoso
para influenciar a las nuevas generaciones, por eso estamos
totalmente convencidos de que el ministerio a la familia es el
siguiente movimiento fuerte de Dios.
Un antiguo proverbio chino dice: «Nadie puede entender a otros,
hasta que camine en sus zapatos». Y justamente eso fue lo que hizo
Jesús. Él vivió entre nosotros pero sin juzgarnos, primero acogía y
luego enseñaba.
La manera en que las nuevas generaciones entienden la verdad
es viéndola incorporada en nuestras vidas. Ellas quieren ver la
verdad funcionando en nuestras vidas, en nuestras familias y
comunidades de fe. Muchos jóvenes, por ejemplo, abandonan las
iglesias porque no pueden ver la verdad reproducida en nosotros. La
verdad tiene que ser algo que se pueda ver, que se pueda mostrar,
pero no solo en teoría, sino reflejada en nuestras maneras de vivir y
de convivir.
Si queremos caminar en el plan de Dios debemos entender que la
iglesia debe ser saludable. Y para lograr esto tenemos que trabajar
para empoderar, nutrir, y levantar a las familias, porque es la clave
para tener una sociedad sana.
En el ministerio de nuevas generaciones, la clave es un
acompañamiento espiritual, es transmisión de vida a través de
nuestras relaciones interpersonales. Tenemos que proveer una
estructura de credibilidad; ellos no buscan perfección, pero tienen
derecho a la coherencia de los líderes, es decir, que mostremos con
nuestras vidas lo que enseñamos. Tenemos que ser marcos de
referencia donde ellos puedan ver la verdad, a pesar de todos los
defectos que podamos tener.
Por lo tanto, la familia y la iglesia deben ir de la mano.
Necesitamos crecer y fortalecer a las familias. Debemos buscar a
Dios en nuestras casas, y como líderes no debemos ignorar los
ataques que hoy en día existen sobre las familias.
Claro que este camino de trabajo fusionado entre familia e iglesia,
es de trayecto largo y podría ser escabroso, ya que tanto en las
familias como en las iglesias existen conflictos, errores y
frustraciones, y es justamente porque ambas instituciones
diseñadas por Dios están conformadas por seres humanos.
Aun así, la familia es la institución más importante, sin ella las
sociedades no hubieran sobrevivido. Su impacto es único en la raza
humana, y sin embargo la mayoría de las familias no poseen una
visión compartida, no conocen su propósito y no tienen claros los
valores que deberían abrazar. A pesar de todo, de igual manera a
través de la historia hemos visto que la familia ha sido la fuente
principal de influencia en la vida de las personas. Si sumamos a
esto que el proceso en el trabajo con las nuevas generaciones
contempla que los padres y los líderes trabajemos juntos y de
manera fusionada en pos de forjar en los planes de Dios a las
nuevas generaciones, en este proceso las familias se volverán más
saludables, las iglesias más fuertes, y nuestros equipos y ministerio
se irán acercando al nivel de influencia transformador que ayudará a
miles a alcanzar su destino en Dios.
Así que, al momento de convocar a nuestro equipo, hagámoslo
entendiendo que estamos emprendiendo una aventura para toda la
vida. John Maxwell afirmó:
«El desarrollo del liderazgo es una travesía de toda una vida, no
un viaje fugaz».

LOS DISCÍPULOS COMPROMETIDOS


Desglosemos la importancia del compromiso del equipo. Están los
entusiastas admiradores que son los más enérgicos cuando
hablamos de aventura; son los que vitorean y aplauden las
iniciativas, siempre y cuando éstas los beneficien. Son los que se
acercan a la Iglesia para sentirse bien y eufóricos. Conocen de
Jesús al dedillo y compran cuanto merchandising hay de Él, pero la
gran pregunta es: ¿conocen a Jesús?
Los seguidores quieren estar lo suficientemente cerca para
obtener los beneficios, pero en el momento en que deben
comprometerse y rendir sus vidas en obediencia, tienen ganas de
abandonar. En Juan 6:66, está registrado un episodio donde Jesús
habla sobre lo que implicaba ser un verdadero discípulo, más que
un simple seguidor. Esto fue lo que pasó: «Desde ese momento
muchos de sus discípulos lo abandonaron. Entonces, Jesús les
preguntó a los doce: —¿También ustedes quieren irse?».
Eran nada más y nada menos que los cinco mil, esos que vieron el
milagro de la multiplicación de los panes, pero con la diferencia de
que se trataba del día siguiente. Ocurre algo muy interesante: Jesús
se percata de que la mayoría lo siguió por la comida gratis que
recibieron el día anterior (por los beneficios). Entonces, les dirige
estas palabras: «… La verdad es que ustedes me buscan, no
porque han visto señales milagrosas sino porque comieron hasta
llenarse». Y prosigue: «No trabajen por la comida que se acaba.
Trabajen más bien por la comida que permanece y da vida eterna,
que es la comida que el Hijo del hombre les dará. Sobre él ha
puesto Dios el Padre su sello de aprobación». (Juan 6:26-27).
Ahí viene la raya que separa a los seguidores de los discípulos: el
compromiso y el buscarle a Él, no a sus bendiciones. Es la raya
entre los que tratan a la Iglesia como estadios a los que van los
fines de semana, de los que deciden morir para que Cristo viva en
ellos y abrazan la fe todos los días; entre los que se acercan para
ser bendecidos en lo material, de los que buscan lo eterno. Entre los
que están en las buenas, y los que están en las buenas y en las
malas.
Es como si Jesús dijera que los seguidores van por las
añadiduras, pero los discípulos van por la relación, lo desean a Él.
Esta respuesta de nuestro Señor lo engloba todo: «… Yo soy el pan
de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre…». (Juan
6:35). Los discípulos no son admiradores entusiastas que se
marchan al presentarse el compromiso; son pecadores redimidos
que aman a Dios con todo su corazón, con toda su alma y todas sus
fuerzas. Son los que se quedan en el camino, aunque sea cuesta
arriba.
Pensemos en esto: asistir a una iglesia, no te convierte en
discípulo. Cuenta William Barclay que una vez alguien estaba
hablando con un gran erudito en cuanto a un joven, y le dijo «Fulano
de Tal fue uno de tus alumnos». El maestro contestó
devastadoramente: «Él pudo haber asistido a mis clases, pero no
fue uno de mis alumnos». Hay un mundo de diferencia entre asistir a
clases y ser un estudiante. Esto nos lleva a pensar: los integrantes
de mi equipo, ¿están comprometidos con crecer y aprender juntos o
sólo se sumaron para pasarla bien un rato y «mironear»?

LA DIVERSIDAD COMO UNA VIRTUD


Los líderes efectivos saben que solos no pueden lograrlo todo.
Reconocen y dedican buena parte de su tiempo a reclutar
voluntarios para el ministerio de liderar a las nuevas generaciones.
Cuanta más diversidad de líderes se tenga, más posibilidades de
maduración y resolución de conflictos tendrán las personas.
Los mejores equipos son los que se caracterizan por la diversidad
de intereses, personalidades, habilidades, estilos y edades:

Tener líderes adultos y padres, por ejemplo, enriquece al


ministerio con experiencia, contención y modelos.
Las mujeres aportan sabiduría, sensibilidad, perspectiva y un
abordaje profundo a muchos temas.
Aquellos que tienen el don de administrar aportan orden y la
oportuna utilización de los recursos.
Los que se destacan por su don de servicio, contribuyen a
afianzar el sentido de pertenencia.
Los inquietos creativos, siempre van un paso adelante con la
innovación dinamizando lo que todos hacen.

Es muy bueno que la gente piense diferente y que posea


habilidades que aporten en la vida de otros. Esto facilita que se
alcancen a jóvenes de distintos entornos y estilos de vida. Si en el
equipo todos pensamos y actuamos de la misma manera, la
monotonía se apropia de todo lo que hacemos y lo que es peor aún,
muchos dejarán de ser alcanzados. La variedad y la diversidad nos
permite ser versátiles y efectivos.
Además, esperar que dentro del equipo todos piensen y actúen de
la misma manera es peligroso porque impide que se expresen
ideas, opiniones, y de este modo no se generan espacios para
desarrollar la creatividad, a la cual muchos líderes temen porque
son inseguros. Un equipo maduro y con un liderazgo sano sabe
cómo lidiar con los desacuerdos y respetar la individualidad de cada
compañero.
Considera a cada miembro del equipo como parte de una gran
familia de la fe que, aunque diversa, debe ser profundamente unida
para alcanzar la visión. Esta unidad no se refiere a que estemos
todos de acuerdo sino a que estemos unidos por el Espíritu Santo,
quien nos guía, capacita y aconseja. No es un camino sencillo y que
lleve a resultados inmediatos, pero sí un camino seguro que nos
acercará cada vez a lo que nos hemos propuesto.
Por lo tanto, debemos ser cuidadosos y atentos con cada miembro
del equipo, estimándolos y teniéndolos como mayores que nosotros
mismos. El equipo se debilita cuando se descuida el verdadero
significado de comunidad que nos da la Biblia en el libro de Hechos.
La iglesia primitiva se caracterizaba por tener un mismo espíritu y
por su generosidad los unos con los otros. Cuando nos centramos
en nosotros mismos y nuestros propios intereses, empezamos a
descuidar a los demás y aparecen males como el individualismo, el
elitismo y el favoritismo que tanto mal pueden causar al equipo
ministerial.
Tener en claro que nuestro llamado es con personas y familias, y
que está enfocado hacia ellas, nos ayuda a establecer vínculos de
fraternidad, amor y unidad. Entonces, la próxima vez que tengas
que exhortar a alguien de tu equipo, no saldrá lastimado o molesto,
sino más bien desafiado a alcanzar su potencial máximo.
Si entendemos y aplicamos este principio, nuestra carrera
continuará kilómetro tras kilómetro. Así que no te centres en el
esplendor de tus programas, en tu infraestructura ni en tus recursos;
fíjate muy bien en las personas que añades a tu equipo y
comprométete a añadir valor a sus vidas: que el hecho de estar
contigo los haga mejores.
No obstante, al tener a la diversidad como un valor agregado, hay
un aspecto que deberías considerar al momento de reclutar a tu
grupo: identificar la dirección de sus sueños. No hay nada mejor que
tener a personas en el grupo que quieran dirigirse en la misma
dirección. El entrenador Pat Riley dijo: «El trabajo en equipo exige
que los esfuerzos de cada uno vayan en una sola dirección».
Te grafico esto con una historia:
En una costa del océano muy peligrosa y conocida por sus
naufragios, existía un puerto con un barco rudimentario y pequeño.
En el barco había pocos miembros devotos que vigilaban
constantemente la zona cumpliendo con su rol de salvavidas. Día y
noche estaban pendientes del pedido de ayuda de quienes
estuviesen en peligro o perdidos en el turbulento mar.
Muchas vidas se salvaron gracias a esta valiente tripulación.
Algunos de los rescatados admiraron este gesto y quisieron
respaldar la causa del barco salvavidas. Así fue que se unieron,
pero en el proceso se dieron cuenta de que había muchas cosas por
mejorar, puesto que todo el equipamiento era antiguo, tosco y hecho
a mano. Entonces se ofrecieron para realizarle al barco una
transformación: trajeron equipos sofisticados, le dieron un toque de
pintura, tiraron el viejo mobiliario y lo reemplazaron por otro
moderno, implementaron nuevos sistemas, pusieron parlantes de
última generación y botes inflables, le dieron una decoración de
primera clase, trajeron una radio de emergencia, incluyeron una
potente iluminación y todo tipo de artefactos y mejoras que
terminaron cambiando el aspecto de aquel humilde barco del inicio
de la historia.
Cuando todo quedó terminado, las reuniones dentro del barco se
hicieron populares… y los objetivos empezaron a cambiar. Ahora el
barco, que casi ya no salía a hacer rescates, pasaba la mayor parte
del tiempo estático en el puerto y sirviendo como una especie de
club, como un lugar atractivo que alguna vez había sido parte de
grandes hazañas.
El salvar vidas y el dar de comer a hambrientos náufragos, el
fortalecer a los afectados por las tormentas del mar y calmar a los
atribulados, ya era más bien parte del pasado para esta tripulación.
Muy pocos de los integrantes se interesaban en desafiar el mar en
misiones de rescate. Lo irónico era que el propósito original de
«salvar vidas» todavía era muy notorio en las declaraciones de esta
tripulación, e incluso parte de la nueva decoración incluía retratos de
misiones anteriores.
Por ese tiempo hubo un naufragio muy grande frente a esa costa.
El barco por fin salió a socorrer. La cantidad de personas tiritando de
frío, empapadas y medio ahogadas en la zona de primeros auxilios
del barco, denotaba la gravedad de la situación. Muchas de ellas
estaban sucias y enfermas. El ahora hermoso barco de repente se
convirtió en un hospital improvisado, atiborrado de gente. Lo
llamativo fue que una de las primeras medidas fue nombrar un
comité especial para construir inmediatamente una ducha «dentro»
y otra «fuera» del barco para proteger la comodidad de la
tripulación.
Las discusiones y divisiones no tardaron en llegar entre los
rescatistas. La mayoría quería que se abandonaran las actividades
de salvar vidas y toda participación en la ayuda a víctimas de
naufragios. Decían: «Es desagradable convivir con este tipo de
personas y situaciones». Se volvió más importante el ser un club
exclusivo que salvar las vidas de quienes fueran atrapados por las
aguas.
Los naufragios todavía ocurren en esa zona, pero la mayoría de
las víctimas no sobrevive. Todos los días perecen en el mar y son
pocos los que parecen preocuparse por eso. Ya no usan sus
largavistas para monitorear, se concentran en sus reuniones
internas.
Esta historia nos enseña dos cosas: primero, más que cualquier
recurso o metodología, es crucial proteger el propósito del equipo.
Todos necesitan estar enfocados en eso. Es fácil distraerse con el
cómo y olvidarnos el por qué.
En segundo lugar, aprendemos que tener personas diversas
permite que alcances a personas diversas. En el mar uno no
pregunta a alguien sus antecedentes, historial o nivel de
compromiso con Dios antes de tirarle un salvavidas. ¡No! Es deber
de la tripulación rescatar a quienes estén en el alcance/radar del
barco y lo necesiten en ese momento.
Hay que preparar al equipo para que tenga esa mentalidad. ¿Es
bueno ser excelentes y mejorar los sistemas? Sí, pero no hasta el
punto de valorarlos más que a los perdidos.
Hay un genial escrito de Theodore Roosevelt que dice:
«No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo al
hombre fuerte cuando tropieza o el que indica en qué cuestiones
quien hace las cosas podría haberlas hecho mejor. El mérito recae
exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo
rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con
valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez […].
El que cuenta es el que, de hecho, lucha por llevar a cabo las
acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes
devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa
noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes
logros y si no la tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al
mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a
esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la
derrota». 6
Hay que salir a salvar vidas. Los rescatistas tienen en su ADN el
diseño para dar su vida en rescate, no para tener simples reuniones
sociales.
Hay algo que debes grabar en tu mente y corazón. Es uno de los
mejores consejos del Dr. Henry Cloud: «Los líderes reciben lo que
crean, o lo que permiten». Es decir, cada líder permite cierta clase
de ambiente en el cual ciertas conductas son bienvenidas y otras
no. Es importante establecer límites y desafíos. Desde el momento
que selecciones al grupo deja en claro que no son un club social,
sino una comunidad hecha para grandes hazañas.

UN EQUIPO CREATIVO
La diversidad es un gran factor para la creatividad. Toda gran osadía
requiere de ver a los problemas como grandes oportunidades para
ser creativos.
Examinemos juntos lo que dice Efesios 4:16 NTV:
«Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte,
al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se
desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de
amor».
Todos recibimos y todos damos en un grupo, allí somos
beneficiados, crecemos, nos sanamos y vivimos al máximo el diseño
de Dios para nuestras vidas. Dentro de cada niño, adolescente y
joven hay ideas, dones, experiencias y talentos que debes ayudar a
desarrollar. En 1 Corintios 12:7 dice que a cada uno de nosotros se
nos da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los
demás.
A medida que involucres a los jóvenes en la experiencia de la fe,
sus habilidades especiales saldrán a flote. Presta mucha atención y
reconoce los dones de cada integrante de tu grupo. Andrew
Carnegie dijo una vez sobre la importancia de un equipo: «Llévense
a mi gente y dejen mis fábricas, y la hierba no tardará en brotar del
suelo. Llévense mis fábricas y dejen a mi gente, y pronto tendremos
una fábrica nueva y mejor».
Esta no es una aventura solitaria, esta es una odisea grupal.
Podemos no contar con todos los recursos que necesitamos, pero
nunca nos pueden faltar las personas.
En nuestro caso junto con mi esposa, contamos con un grupo de
líderes creativos, visionarios e inquietos que permiten que la misión
en la que estamos como ministerio continúe para adelante. Ya son
varios años que vamos construyendo la creatividad, combinando
ideas, considerando diferentes aristas y soluciones, creciendo
juntos, dejando espacio para que cada uno cumpla su función
específica, y desarrollándonos como equipo.
El team de e625 Paraguay propicia espacios y reuniones donde
nos escuchamos, planificamos, hacemos «destrucción creativa»
para volver a construir, y anotamos todas las ideas y nos
arriesgamos. De la unión de este este grupo han salido libros,
artículos, audiovisuales, campamentos, capacitaciones masivas,
canciones originales, diseños, conciertos, ferias, montajes creativos,
y otras iniciativas que han permitido aportar algo positivo a cientos
de líderes, familias y miles de jóvenes y adolescentes.
Desde hace años nos capacitamos, leemos e investigamos, nos
mantenemos curiosos, viajamos miles de kilómetros juntos, nos
comunicamos, compartimos comidas, sueños y hemos aprendido a
mantenernos juntos mirando al futuro más allá de los errores y
frustraciones que nos ha tocado atravesar. Nos levantamos los unos
a los otros y superamos juntos las críticas, los tiempos difíciles y las
pruebas. Permitimos un espacio seguro, de familiaridad, donde sin
temor se pueda decir lo que se piensa o se siente.
Siempre estamos con esa sana insatisfacción que nos lleva a
preguntarnos: «¿cómo mejorar esto?», «¿cómo ir a un nuevo
nivel?». No somos producto de la improvisación ni del azar. Somos
intencionales, flexibles, tratamos de ser «entendidos en los tiempos»
(1 Crónicas 12:32) y cumplimos cada cual con una tarea especial
que nos fue encomendada.
En nuestro equipo tenemos administradores, comunicadores,
diseñadores, productores musicales, maestros, economistas,
psicólogos, nutricionistas, abogados, teólogos, contadores, por
mencionar solo las facetas profesionales. ¡Hay tanta riqueza en la
experiencia de cada uno! Pero, todos empezamos siendo
adolescentes y jóvenes soñadores que se embarcaron a una
aventura que, con la guía de Dios, entregaron lo mejor de sí en cada
etapa.
Es increíble cómo Dios hace que «todo el cuerpo encaje
perfectamente».

LA EXPERIENCIA DE LOS VETERANOS


Pasemos ahora a un punto más que importante. Cuando busques
voluntarios en tu grupo, busca que sean abiertos y flexibles; sobre
todo si son adultos, ¡que entiendan que es una reunión de jóvenes!
Y que se trata de los jóvenes y no de ellos.

Los voluntarios adultos enriquecen la labor


Los voluntarios adultos enriquecen la labor realizada en el
liderazgo generacional. Incluirlos dentro del equipo trae grandes
beneficios. Por ejemplo, considerando que también podrían ser
padres, pueden ayudarte a explicar a sus pares las cuestiones del
ministerio de nuevas generaciones que los padres de los
adolescentes no entienden o les parecen fuera de lugar.
La sabiduría contenida en líderes adultos es invaluable y su
experiencia de vida aporta a la vida de los jóvenes y genera
confianza en los padres hacia el grupo de jóvenes.
Además, teniendo en cuenta la realidad familiar, encontramos que
estamos frente a una generación huérfana de padres y madres,
posiblemente no por causa de la muerte, sino probablemente del
abandono emocional que éstos sufren por parte de sus
progenitores. Sin entrar a analizar las razones, los líderes adultos
pueden ser modelos de padres y abuelos en la vida de los jóvenes.
Esto es poderosísimo ya que pueden suplir, aunque nunca
reemplazar, la figura de los padres.
Aunque tengamos padres involucrados en el liderazgo
generacional, recordemos que el foco son los hijos. Dicho
involucramiento tiene que permitir que los hijos siempre puedan ser
hijos.
Por otro lado, en el ministerio generacional debemos aprender a
asociarnos con los padres para hacer efectivo un acompañamiento
a sus hijos. Muchos padres de niños, adolescentes o jóvenes
cuando vean el impacto significativo de la iglesia en sus hijos,
querrán saber más de la fe por causa de ellos que por cualquier otro
medio o ejemplo.
Por eso, al involucrarnos en el ministerio de nuevas generaciones
tenemos que pensar en las familias. Además, independientemente
de que los padres sean buenos o no, conozcan a Jesús o no, no
debemos subestimar su influencia en sus hijos.
La mayor influencia que reciben nuestros niños, preadolescentes,
adolescentes y jóvenes ocurre en sus familias. Respecto a esto, el
Dr. Lucas Leys menciona en su libro Liderazgo Generacional:
Muchas veces asumimos que, si el ministerio es para
adolescentes, entonces es para ellos, y no para sus padres… sin
darnos cuenta de cuán incompleta es la influencia que podemos
ejercer sobre nuestros adolescentes si no influenciamos
intencionalmente también a las personas más influyentes en sus
vidas que, según toda la ciencia, ¡son precisamente sus padres!7
Por eso uno de los propósitos más grandes que debe forjarse la
iglesia es ser mentores espirituales de los padres, y que éstos a su
vez lo sean de sus hijos, de tal manera que el legado de la fe
continúe a las siguientes generaciones. Para los jóvenes es muy
importante que tanto padres como líderes estén presentes en los
momentos cruciales de sus vidas.
Es importante dejar en claro que la labor de transmitir la fe a los
hijos es de los padres, sin embargo, muchos de ellos no conocen al
Señor, entonces, es cuando el líder asume un rol protagónico en el
aspecto espiritual del joven, adolescente y aun de los niños, el cual
riega todas las demás áreas de su vida.
Para los que no tienen a sus padres en la iglesia, podemos suplir
esa necesidad de alguna manera y trabajar en crear puentes que
podrían unirnos a sus progenitores. Considera que esta alianza no
se trata de que ellos formen parte de un programa, un esquema o
una estructura, sino de que se acerquen a través de una línea de
pensamiento, un estilo de vida y una asociación de principios
evidenciados en sus hijos, donde la afirmación en la identidad, la
valía y las convicciones firmes de los jóvenes jugarán un rol
determinante.

CÓMO INVOLUCRAR A LOS PADRES EN


EL MINISTERIO
Puedes comunicar información sobre las actividades de la
iglesia en las que participarán sus hijos, y las enseñanzas que
recibirán en el semestre. Puedes valerte de boletines
semanales, correos electrónicos, etc. Un miembro del equipo
puede ayudarte con esta labor.
Ayuda a los padres creando espacios para el aprendizaje y el
diálogo a través de charlas, conferencias, debates, ágapes,
con temas relevantes relacionados con la crianza de sus
hijos. Actividades como éstas y otras similares les ayuda a
conocer a otros padres que también lidian con los mismos
desafíos que ellos. También esto podría promover la
formación de una comunidad de compañerismo y crecimiento.
Forma grupos o comités de padres que apoyen las diversas
actividades orientadas hacia sus hijos, como los
campamentos, torneos deportivos, y otras actividades. Contar
con adultos crea siempre un ambiente confiable y de
seguridad, además, ellos conocen y se sienten parte lo que
estás realizando con sus hijos, lo que despertará una
valoración genuina hacia el ministerio y por ende su apoyo
incondicional hacia tu labor. Recuerda: la gente apoya aquello
en lo cual está involucrado. Ten presente que habrá padres
que, aunque deseen contribuir, no podrán hacerlo por sus
compromisos laborales o de otra índole, sin embargo,
extiéndeles siempre la invitación a colaborar, aunque sea
eventualmente.
Anima a los padres en su rol y demuéstrales valoración, esto
es trascendental. No olvides que ser padre de familia no es
tarea sencilla. Busca la forma, resaltando alguna
característica positiva de su hijo/a diciéndole: «Haz hecho un
buen trabajo educando a tu hijo». Puedes organizar una vez
al año una actividad donde la meta sea animar y bendecir a
los padres en su labor. Este tipo de iniciativas promueve
espacios donde los hijos pueden honrar la vida de sus padres
y dar gracias a Dios por ellos.
Los grupos de oración e intercesión son importantes en la
labor que realizamos en la vida de los niños, adolescentes y
jóvenes, por lo tanto, desafiar a padres que tengan el deseo y
la disponibilidad de formar parte de este tipo de movimiento
espiritual despierta el compromiso y la responsabilidad hacia
el ministerio. De igual manera, puedes involucrar a más
padres desde sus hogares a través de tarjetas de motivos de
oración.
Invita a algunos de los padres a compartir con el grupo su
experiencia de vida, temas de interés, enseñanzas bíblicas, y
todo lo que pueda aportar al crecimiento espiritual y al desafío
en todas las áreas de la vida de los chicos.

No podemos perder de vista nuestro gran objetivo: que en la


convivencia y en las relaciones los jóvenes puedan conocer y
experimentar a Dios. Que el equipo que seleccionemos ayude a
modelar y dibujar en sus mentes el plan de Dios para sus vidas.
Nunca podremos dimensionar hasta dónde puede llegar el impacto
y la influencia de los líderes en la vida de las nuevas generaciones:
Quizá el único buen matrimonio que verán en toda la vida sea el
tuyo.
Reggie Joiner y Lucas Leys. Los padres que tus hijos necesitan. e625. Dallas
TX. 2017 (p. 26)
Fragmento de “El hombre en la arena”, discurso de Theodore Roosevelt
pronunciado en la Sorbona de París, Francia, el 23 de abril de 1910.
Lucas Leys. Liderazgo generacional. e625. Dallas, TX. 2017 (p. 40)
LA RUTINA DE ENTRENAMIENTO
DEVOCIÓN, COMUNIÓN, CAPACITACIÓN Y
MINISTERIO
germánortíz
Uno de los desafíos que los líderes han tenido, es saber
desenvolverse en medio de la tensión que implica alcanzar los
objetivos propuestos, por un lado, y satisfacer las necesidades de su
equipo, por el otro.
Las largas travesías suelen complicar el cumplimiento de los
objetivos propuestos por no contar con los recursos necesarios para
satisfacer las necesidades del grupo. Por ejemplo, un grupo que
corre desprovisto del atuendo adecuado, sin formación apropiada o
relegada del protagonismo, puede fracasar en sus objetivos. Y si
todo eso está plantado en personalidades inmaduras, puede derivar
en rebeldía. Es responsabilidad del líder responder a esas
necesidades para que los miembros del equipo con necesidades
satisfechas colaboren para alcanzar en unidad los objetivos
propuestos.
Metafóricamente hablando, toda persona que desee permanecer
en movimiento en el camino sin claudicar, debe comer, hidratarse,
entrenar, ser capacitado adecuadamente y ser considerado como un
elemento valioso a la hora de realizar la tarea. Trataremos de
desentrañar estos problemas y ver qué tienen que ver con nuestra
realidad ministerial.

COMIDA – ALIMENTADOS EN LA DEVOCIÓN


Ninguna aventura que se precie de ser tal deja a los integrantes de
un equipo la responsabilidad absoluta de conseguir sus propios
víveres. No se puede responder a la necesidad de alimentación
diciéndoles: «Vayan y cómprense algo» o con un simple «No hay
más». Los líderes no pueden darle la papilla en la boca, pero sí son
responsables de que la gente a su cargo esté bien alimentada.
El apóstol Pablo suele hacer metáforas alimenticias para describir
la práctica de la vida devocional. Debemos alimentarnos en nuestra
relación con Dios, porque cuando perdemos este saludable hábito,
la desnutrición empieza a dejar huellas que se notan en nuestra
conducta y aún en nuestro semblante. No te alimentes de los
pensamientos de tu Señor y pronto tus pensamientos se
desvariarán.
Cuando no nos alimentamos de sabiduría celestial se nos cruzan
pensamientos animalescos (Santiago 3:13-18). Tu equipo debe
alimentarse bien en la vida devocional, en la instrucción bíblica que
da respuestas a los problemas cotidianos de la vida. La fe debe
responder a las necesidades básicas del ser humano. La Biblia dice
que la palabra de Dios es viva y eficaz (Hebreos 4:12), lo que
implica que sabe dar respuesta a las cuestiones prácticas del día a
día. Para que eso ocurra será necesario conocerla, interpretarla y
aplicarla. Los líderes deben promover ese ejercicio de reflexión y
búsqueda de revelación entre sus tripulantes.
No podemos hambrear al equipo y luego exigirles el máximo
rendimiento. Cada uno será responsable de hacer su búsqueda
personal, de buscar a Dios en lo íntimo de sus cuartos, pero los
primeros promotores de eso debemos ser nosotros.
La palabra de Dios debe ser enseñada, reflexionada y su
aplicación debe ser discutida entre los integrantes del grupo. ¿Cómo
crezco en mi relación con Dios? ¿Cómo me convierto en un mejor
empleado? ¿Cómo puedo ser un mejor empleador? ¿De qué
manera puedo vivir un noviazgo conforme al corazón de Dios?
¿Cómo hago para honrar a mis padres? ¿Cómo formo mi familia
según los principios del Reino? ¿De qué manera respondo a mis
obligaciones como ciudadano? ¿Cómo soy un testigo fiel de Cristo
en cada lugar donde me muevo? Estas son preguntas que deben
responderse en enriquecedores encuentros en comunidad. Los
líderes conducimos al equipo a la experiencia genuina con nuestro
Dios para que Él nos alimente con su palabra. Si no lo hacemos,
pronto todos sufrimos las consecuencias.
La conformación de un equipo debe contemplar este elemento.
Quienes dirigimos equipos debemos, por lo menos, mostrar interés
por esta cuestión: ¿Cómo está tu relación con Cristo? ¿Estás
charlando con alguien sobre las cuestiones íntimas de tu vida? Esas
y otras preguntas deberían hacerse de manera periódica. Es el
interés del líder por la salud espiritual de su valiente equipo. Es su
responsabilidad frente a ellos y frente a su Señor.

ABRIGO – REFUGIADOS EN LA COMUNIÓN CON


LOS HERMANOS
¿Dónde encuentran refugio los miembros de tu grupo? Los
estímulos frente al espejo son un lindo ejercicio de autoayuda pero
pronto pierden efecto si no encuentro la palabra cálida de un
semejante.
En el grupo se debería tener el compromiso de cuidar unos de
otros. Los líderes tienen como parte de su tarea fortalecer el vínculo,
la cooperación y la ayuda mutua. Deben promover el amor
desinteresado y el perdón. Por el propio bien del equipo y por amor
a la tarea propuesta.

Cada vez que atentamos contra la unidad, atentamos


contra la misión
Siempre que los pleitos reinan, cuando no podemos poner orden
en nuestras relaciones, los enojos amargan nuestro corazón, el
rencor siembra amargura y nos produce heridas en lo más profundo
de nuestro ser. Ya lo dijo Jesús en los tiempos que hablaba parado
sobre el pequeño bote a la orilla del mar de Galilea:
«Yo les he dado la gloria que me diste, para que estén unidos, así
como nosotros estamos unidos, yo unido a ellos y tú unido a mí.
Permite que ellos lleguen a la perfección en la unidad, así el mundo
reconocerá que tú me enviaste, y que los amas a ellos tal como me
amas a mí». (Juan 17:22-23).
Cada vez que atentamos contra la unidad, atentamos contra la
misión. No hay vueltas. Los líderes trabajan por la comunión integral
de los miembros del equipo. Proponen encuentros, salidas por
restaurantes, pizzerías y hogares que hacen de puestos de
reabastecimiento; trabajan por la relación y la convivencia, porque si
no lo hacen, la salud misma de sus jóvenes pronto se ve afectada y
la misión se pone en riesgo.
Paolo y yo nos unimos en oración por cada ministro de Cristo en
este continente, por la unidad de todos los tripulantes de esta flota a
la que llamamos ministerio juvenil.

CAPACITACIÓN – RECIBIENDO INSTRUCCIÓN


PARA RUTAS ESPECÍFICAS
¿Sabe tu equipo a qué desafíos se enfrenta? ¿Conoce qué ruta es
la que se encuentra caminando? Los equipos deben ser
capacitados. Nadie puede dar ni obtener todas las respuestas, pero
podemos hacer lo mejor que esté a nuestro alcance. Cada equipo
trabaja con jóvenes o adolescentes de distintos lugares de nuestro
continente, tienen edades diferentes, situaciones diversas, contextos
variados, culturas específicas, un tiempo particular en el que viven.
Los equipos deben reflexionar sobre esto, considerando cómo
crecer en el conocimiento de lo que enfrentan, buscando recursos
apropiados para servir mejor, comprendiendo cómo usar mejor los
recursos con los que ya cuentan.
Los equipos no capacitados tienen pocas posibilidades de prevenir
contingencias, toman acciones inapropiadas, descuidan detalles que
no deberían descuidarse; dicen cosas a sus adolescentes o jóvenes
que no deberían decirse, dejan de decirle aquello que debería ser
dicho, no tienen la actitud correcta, implementan inapropiadamente
ciertas herramientas y desconocen otras que podrían usar.
Los buenos líderes trasmiten toda su experiencia, no se guardan
nada, son generosos a la hora de comunicar todo lo que saben y lo
que ya han vivido; y cuando algo no lo saben, se guardan el orgullo
en el bolsillo, buscan alguien que brinde esa capacitación y luego se
sientan junto con la tripulación a aprender.
En la agenda de encuentros con el equipo, debe estar reservado el
tiempo para la capacitación. Puede ser brindada por el líder, puede
tener formato de mesa redonda de reflexión, puede incluir debates
sobre textos de todo tipo relacionados con diversos temas de la
juventud y la adolescencia, discusión y análisis sobre la realidad
concreta de los muchachos y chicas con los que se trabaja,
investigaciones distintas con materiales obtenidos de bibliotecas o
de Internet y, por supuesto, también pueden traerse a especialistas
o personas de mayor experiencia o formación en diversos temas
relacionados.
Podemos generar encuentros como jornadas o retiros para brindar
la capacitación necesaria o podemos recurrir a los ya existentes
como los que ofrece e625 u otras organizaciones. En mi caso
particular, he promovido que mi equipo, o parte de él, participe de
encuentros como las Cumbres de e625. Desde hace ya algunos
años, e625 ha puesto a funcionar institutos de liderazgo juvenil y
más recientemente de liderazgo generacional. Cientos de líderes
han apartado tiempo para formarse y reflexionar junto a distintos
maestros sobre las cuestiones referidas a la misión y a los jóvenes a
los que servimos en nuestro continente. Además, esta organización
genera otros espacios de capacitación ya sea en su expresión
internacional o a través de sus oficinas nacionales en la mayor parte
de nuestro continente.

VALORACIÓN DE LA TAREA – HACIENDO A


TODOS Y A CADA UNO PROTAGONISTAS DEL
MINISTERIO
¿Qué participación tienen los chicos en la tarea y en la toma de
decisiones? En este punto se presenta una tensión entre la
participación y la autoridad. Una tensión que no es sencilla de
manejar, que implica todo un desafío, pero que deberá ser atendida
si se pretende trabajar apropiadamente en equipo.
Lo primero que ayuda a trabajar esta tensión es el oído abierto del
líder. Los tripulantes deben tener la tranquilidad de que existe la
disposición de escucharlo todo, sean propuestas o quejas. Deben
tener la sensación de que nada resultará escandaloso o
inapropiado, que todo será considerado y analizado, pero no todo
implicará un cambio en la implementación. Esa es una prerrogativa,
un deber y un derecho, de quienes tengan la responsabilidad última,
ya sea un líder o pastor, o una mesa directiva u otro órgano de
autoridad semejante.
La única salvedad que haría a este principio está referida a la
murmuración. Frente a conflictos entre integrantes de un grupo, mi
proceder es procurar que no lleguen acusaciones a mi oído que no
hayan tenido un primer intento de resolución entre los miembros.
Claro que, aun así, siempre estoy expuesto a recibir a alguien que
viene a contarme lo mal que otro se porta cuando no lo veo, pero de
ser así detengo la conversación y promuevo que intente tratar, en
primera instancia, su diferencia con la persona en cuestión y me
ofrezco para un segundo momento, si esto no pudo ser resuelto.
Tengo la férrea convicción de que los principios de Mateo 18:15-17,
no están escritos por casualidad y están dichos por Jesús con la
intención de que sean respetados.
Dicho todo esto, debe tenerse en cuenta que parte de nuestra
tarea como capitanes es generar participación y valoración del
aporte de todos y cada uno. A continuación, algunos consejos que
me resulta interesante compartir con ustedes:

1. Diez felicitaciones mejoran la comunicación de una


corrección. Parte de nuestra tarea es corregir, pero esto no
se puede volver el deporte favorito del capitán. La afirmación
es fundamental para hacer un aporte importante en la
formación del carácter de los miembros de la tripulación.
2. Ama, corrige, ama. La corrección debe estar introducida por
la afirmación del amor en el comienzo de la charla y por la
promesa de amor incondicional al cerrar la misma.
3. Escucha las dificultades de la tarea sin minimizarlas. Los
problemas son problemas en tanto y cuanto se vean como
problemas. Yo puedo ver su resolución como algo sencillo,
pero no siempre es así para quien es parte del conflicto. La
contención emocional por medio del abrazo y el oído atento
habilita la segunda instancia de proponer soluciones. Es un
error ridiculizar la problemática.
4. No rechaces una propuesta a menos que sea
estrictamente necesario. Acompañar propuestas es una de
las maneras más prácticas de generar buen clima y
valoración. Pocas sensaciones son más hermosas que
cuando se te aprueba algo que propones. A veces nuestro
rechazo es únicamente porque no es como lo haríamos
nosotros. En mi vida he resistido un par de propuestas porque
no me parecían apropiadas. Fue porque no coincidía con la
ética o porque entendía que podría derivar en un golpe
demasiado duro para el joven o para el grupo. Pero me he
propuesto no rechazar algo que se me proponga sino tengo
una muy, muy, muy clara y buena razón.
5. Da participación en la lectura de problemáticas,
necesidades, temas a abordar y estrategias a
implementar. No te apresures a desestimar o menospreciar
la idea. Anota todo y luego ora. Busca que el Espíritu de Dios
te oriente y toma tu decisión en reflexión y oración. Luego
comunica con humildad, amor y firmeza lo que tú o la mesa
que está en autoridad ha decidido.
6. Brinda participación a todo joven en los procesos o
encuentros de evaluación. Procura un encuentro o una
encuesta para evaluar actividades o procesos. Promueve una
participación amplia de todos los miembros de la tripulación.
Esta es una medida más que importante y valiosa para la
tarea y para reafirmar el rol de cada uno de los miembros del
equipo.
7. Valora y honra los llamados, dones, talentos,
capacidades y perfiles de cada uno de los miembros de
tu tripulación. Te animo a considerar todos estos elementos
y resaltarlos en lo íntimo y en lo público. Aun cuando
debemos recordar que nadie debería trabajar por el aplauso
humano, nos toca a nosotros aplaudir a cada uno de los
miembros de nuestro equipo.
8. Ten cuidado de asignar tareas por llamado y no por
necesidad o interés personal. La mayoría de las veces, la
tarea de la iglesia se realiza con voluntarios, pero es
responsabilidad del líder procurar que éstos respondan a un
llamado celestial. Cuando las tareas son realizadas como
favor o por obligación suelen ser realizadas con desgano y
frustración. Dice Norberto Saracco: «No hay ministerio sin
ministro». Si queremos que una tarea sea realizada, debemos
comenzar por orar para que nuestro Dios llame y capacite con
dones a la persona que Él considera apropiada.
9. Planea celebraciones de fin de año o de cierre de
actividades. No somos tan solo máquinas productoras.
Como Nehemías, debemos aprender a celebrar los logros con
inmensa alegría.

El equipo debe tener su tiempo para desarrollar las cuestiones


concretas y diarias que refieren a todos los aspectos del ministerio.
Esto atiende problemáticas pero también brinda capacitación y
aporta a la formación del carácter, y si da lugar a la oración en la
búsqueda de la dirección de Dios para resolver esos temas, también
afianza la vida devocional.

DEVOCIÓN, COMUNIÓN, CAPACITACIÓN Y


MINISTERIO
Estos son los cuatro elementos que acabo de tratar. Nutridos en la
devoción, abrigados en la comunión entre los hermanos,
capacitados para enfrentar la misión y ocupados en resolver las
cuestiones propias del ministerio.
Estos componentes también son parte de la tarea de discipular.
Son un aporte significativo para la formación del discípulo porque
componen todos los elementos de la vida de aquel que desea seguir
a Cristo. Si el equipo está bien alimentado, abrigado, capacitado y
atento a su llamado, estará en condiciones más que propicias para
llevar adelante su misión durante el trayecto.
PASOS CONSTANTES
LA TAREA DE MOVERNOS
paololacota
No sirve de mucho recolectar datos, hacer mapas, o conocer la
realidad que necesitamos cambiar, si no hacemos algo al respecto.
Nos quedamos en la etapa del diagnóstico sin el remedio. Nos
quedamos iguales. Nos quedamos en el punto de partida.
Ya tienes la visión y la misión definidas, el equipo seleccionado y
motivado, las tareas distribuidas. Ahora es momento de empezar a
correr. La espera terminó. El plan se pone en acción. Es tiempo de
la experiencia del camino. Terminaron las historias de terceros, de
las anécdotas de generación en generación. Es hora de vivirlo en
carne propia. De ver y oír lo que Dios preparó para tu equipo. Es
hora de mover esos músculos.
El entusiasmo inicial es inminente, pero lo importante en la
travesía es mantenerlo en constante crecimiento, y en este punto es
fundamental la actitud y la mentalidad del líder.
El solo hecho de pensar que Dios nos conoce como nadie y que
sabe todo lo bueno y lo malo acerca de nosotros, incluso lo que no
saben nuestros padres, nuestro cónyuge o nuestros amigos, ni
siquiera nuestros líderes, y aun así nos ama, nos acepta y nos invita
a que seamos parte de sus planes y propósitos… ¡¡es una verdad
liberadora!!
Este entendimiento debería cambiar totalmente nuestra
cosmovisión como líderes y llevarnos a incorporar algunas
características que deberían ser trasmitidas a nuestros equipos a lo
largo de la travesía.

ten por seguro que tendrás momentos de incertidumbre


Ni bien tengas unos cuantos kilómetros recorridos querrán
sobrevenir algunos pensamientos a tu mente, como: «sin apoyo no
podemos seguir avanzando en el ministerio, ni siquiera hay
presupuesto», o «los lugares que queremos alcanzar son muy
difíciles, no vemos cambios», y también «los jóvenes exigen que
seamos ejemplos todo el tiempo, tengo miedo a equivocarme». Pero
deja que la promesa que Jesús nos hizo, registrada en Mateo 28:20,
aliente tu corazón: «… estaré con ustedes siempre, hasta el fin del
mundo».
¿Qué aparece en tu mapa ministerial? La presencia de temor no
indica que carezcas de fe. El temor nos visita a todos. Tan solo
cerciórate de que el temor sea un visitante, no un invitado
permanente.
Ni bien des los pasos iniciales en tu ministerio y empieces el
movimiento rumbo al propósito de Dios, ten por seguro que tendrás
momentos de incertidumbre, frustración y temor que tratarán de
desviarte del destino o dejarte a mitad del camino.
Pero es ahí donde estas cualidades que vamos a compartir en
este capítulo te mantendrán en movimiento y en la ruta correcta
rumbo a la meta trazada.

ENTUSIASMO INALTERABLE
Podemos tener un buen y motivante inicio, pero es más importante
cómo se termina que cómo se empieza. Puedes enfrentar los
desafíos y avanzar confiando en Dios y eso se logra solo con un
entusiasmo inalterable. «Nunca nada grande fue concebido sin
entusiasmo», dijo Ralph Waldo Emerson.
Un líder consistentemente entusiasmado siempre está un paso
adelante, genera espacios creativos y provee la motivación
necesaria para el crecimiento continuo. El entusiasmo es clave en la
vida del líder y su equipo, porque será una característica que no da
lugar a lo rutinario y que contagiará al resto de los integrantes.
La raíz de la palabra entusiasmo proviene de dos palabras: «en» y
«Teos», que significan: «Dios adentro». Si Dios vive dentro de
nosotros, tenemos que ser entusiastas.
Pero ser líderes entusiastas va mucho más allá de emociones del
momento. Es una responsabilidad que se asume desde el principio y
que no tendrá fin. Es lo que marcará el rumbo cuando todo va bien,
y lo que marcará la diferencia cuando surjan las complicaciones.
La verdad es que nuestro grupo debería ser ese brasero que nos
enciende, esa fuente de energía, ese calor que nos abriga y que nos
reúna a todos como si fuera la fogata de la tribu. Un lugar de terapia,
un espacio de autenticidad, de desarrollo, de confesión, de
educación, de afecto, de ánimo, de correcciones y de contención.
Debería ser una prioridad. Pero para ello se necesita echar leña al
fuego, de lo contrario, sólo tenemos cuatro frías paredes para
reunirnos como otra actividad social más los fines de semana.
Por eso es vital entender que emprendemos esta aventura de
servir a Dios por «asignación» de Dios y no solo porque nos
emocionamos en alguna reunión o en alguna actividad. Cuando
tenemos claro que hacemos lo que hacemos por pura gracia y
misericordia de Dios quien, aun conociéndonos como nadie, nos
ama, acepta e invita a ser parte de su equipo, no puede no haber
una reacción que no esté llena de entusiasmo y agradecimiento, que
nos mueva, y que nos encienda.
Recuerda: «No servimos a Dios porque calificamos, sino porque
fuimos perdonados».
Y esta correcta actitud consistente se mantendrá creciendo,
porque sabemos que Dios nos asignó una tarea, una misión. Y que
eso no depende de si tenemos ganas o no, o que nos
mantendremos ellas solo si nos sentimos bien o no, ni tampoco será
por los resultados. Nos mantendremos firmes cuando las cosas
vayan bien, y nos fortaleceremos en el Señor, en la oración, en la
búsqueda apasionada, y en la comunión con otros hermanos en la
fe, cuando las cosas se compliquen.
Pablo lo decía con las siguientes palabras: «Por ello, vístanse de
toda la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo y
así, al terminar la batalla, estén todavía en pie». (Efesios 6:13).
Justamente su vida (la de Pablo) es un fiel reflejo de un líder que
siempre mantuvo la actitud correcta, sin importar las condiciones o
las situaciones que lo rodeaban.
Cuando va finalizando el capítulo 18 del libro de los Hechos se
narra el momento en que Pablo comienza su tercer viaje misionero.
En este punto de la historia no estamos hablando de un novato, o de
uno que recién empieza su ministerio con mucho entusiasmo. En
este momento Pablo ya era un hombre experimentado y curtido en
los asuntos del ministerio. Ya había pasado por momentos de
adversidad extrema, pero nada alteraría esa pasión que cada día se
encendía más en su corazón para cumplir con la misión que le había
sido encomendada.
Cuando inicia el capítulo 19 del libro de los Hechos, Pablo llega a
la ciudad de Éfeso y se encuentra con cierto grupo de discípulos con
quienes comparte un tiempo. Los versículos 8 al 11 relatan el
siguiente episodio:
«Durante los tres meses siguientes Pablo estuvo visitando la
sinagoga; y proclamaba abiertamente el reino de Dios. Pero como
muchos no querían creer y maldecían el Camino públicamente,
Pablo decidió no predicarles más. Separó entonces a los creyentes
y comenzó a discutir diariamente en la escuela de Tirano.
Así continuó durante los dos años siguientes. No quedó en la
provincia de Asia un solo judío o griego, que no escuchara la
palabra del Señor. Dios hacía grandes milagros por medio de
Pablo».
Aunque tuvo oposición y encontró obstáculos en la tarea que
estaba realizando, Pablo enfocó sus energías en aquellos que sí
estaban deseosos de seguir aprendiendo del Señor, y se apartó con
este grupo de discípulos y les enseñó por dos años, hasta que vio
que la palabra de Dios se expandió a todos los que vivían en Asia y
en esa región, y no cesó de hacerlo hasta ver que Dios hacía
milagros extraordinarios entre ellos.
¿Pudo este proceso cortarse en medio de la oposición inicial?
¿Qué marcó la diferencia? Definitivamente su actitud y su
entusiasmo inalterable a lo largo de toda su carrera lo llevaron a ser
un líder que dejó huellas imborrables en su equipo de discípulos y
en aquellos que lo conocieron. Esta escena de la vida de Pablo trae
a mi mente las palabras del Dr. Myles Munroe, quien, haciendo
referencia a lo impactante de la actitud de un líder, decía:
No hay nada tan poderoso como la actitud. La actitud dicta su
responsabilidad en el presente y determina la calidad de su futuro.
(...) La actitud le crea su mundo y designa su destino.
Continúa diciendo que la actitud «es la más poderosa distinción de
la vida, más que la belleza, el poder, el título o la clase social. Es
más importante que la riqueza y puede mantenerlo pobre. Es el
siervo que puede abrir las puertas de la vida o cerrar los portones de
la posibilidad. Puede cambiar lo feo en bonito y la sencillez en algo
atractivo». 8

la tarea de un buen líder no solo es motivar, sino equipar


La actitud del líder influenciará la conducta del equipo. Juntos
forjarán cualidades distintivas que se verán reflejadas en la
elaboración de contenidos, en la confianza mutua, en la coherencia
y en la constancia en todo lo que se realiza. Y nada mejor que
continuar en esta aventura de llevar las buenas noticias de Jesús a
las nuevas generaciones con la actitud correcta, sabiendo que
somos parte del mejor equipo jamás soñado, y que la cabeza de
todo es el capitán de capitanes: Jesús.

ENTRENAMIENTO CONSTANTE
El entusiasmo marca la diferencia, pero la tarea de un buen líder no
solo es motivar, sino equipar. El liderazgo se aprende, se desarrolla.
Esto requiere: capacitación, inversión, actualización, disciplina,
enfoque, trabajo arduo y determinación.
Una cualidad distintiva de un buen líder es que es enseñable. Su
vida es un aprendizaje continuo que durará toda la vida. Si esta
virtud se convierte en un valor que define al equipo, entonces
tendremos personas que siempre estarán con el ánimo de seguir
creciendo, invirtiendo, aprendiendo y de mantenerse en constante
movimiento.
De hecho, cuando dejamos de aprender, dejamos de crecer.
Aprender es como remar contra la corriente; cuando dejamos de
hacerlo, no solo nos estancamos, más bien retrocedemos.
Aprendizaje continuo es ir trabajando todas las áreas de nuestras
vidas para ser cada vez mejores para Dios y para los que nos
rodean.
Mi querido amigo Josh Morales, voz líder de la agrupación musical
Miel San Marcos, menciona que: «Hay débiles no por falta de pan
sino por falta de hambre». Y esto es algo que ni el líder ni el equipo
tiene que perder: el hambre. Hambre por seguir aprendiendo, por
conocer más a Dios, por crecer, por mejorar y por ayudar a los
demás a llegar a su destino.
Hace dos décadas comenzamos a trabajar con nuestro equipo de
jóvenes. Algunos de los integrantes eran adolescentes y otros
jóvenes solteros cuando llegaron a nuestro grupo. Con el correr del
tiempo se casaron, algunos tienen hijos y todos son hoy líderes
principales de nuestro grupo. Además de las capacitaciones y
entrenamientos que forman parte de la dinámica de vida de nuestra
iglesia, la mayoría de ellos ha participado de capacitaciones en
liderazgo por más de quince años continuos en viajes conmigo y mi
esposa Karen.
Esto se ha convertido en una plataforma de edificación y
equipamiento para nuestro grupo de líderes porque responde a las
necesidades fundamentales que enfrentan cada uno de ellos. Pero,
por supuesto, el inicio no fue nada sencillo. Recuerdo perfectamente
el primer año que decidimos desafiarlos a viajar a Argentina para
una capacitación especializada. Con Karen les habíamos extendido
la invitación a que nos acompañen en ese viaje a la primera
convención de liderazgo juvenil que se realizaría en aquel país. Pero
la mayoría de ellos respondió de manera negativa, alegando que
este viaje superaba sus posibilidades económicas y que les
resultaría imposible invertir en eso. Una vez que todos se retiraron
nos quedamos con mi esposa mirándonos, sin palabras.
Pero antes de regresar a nuestro hogar, decidimos orar y
entregarle al Señor nuestro deseo de crecer como equipo para los
desafíos que sabíamos que Él nos permitiría vivir más adelante.
Durante la siguiente reunión volvimos a extenderles la invitación,
pero también elaboramos una serie de ideas sobre cómo ahorrar y
recaudar fondos y se las entregamos. De un momento a otro en
aquella reunión uno a uno empezaron a aceptar el desafío y fue así
que de a poco comenzaron a organizarse, a trabajar y a concretar el
anhelo de capacitarse internacionalmente cada año.
Luego de tantos momentos, de tantos milagros financieros en
algunos casos, hoy ellos son los que desafían a sus jóvenes a creer
en su llamado, a invertir en su preparación y a seguir creciendo
cada día.
Como ninguna inversión en el reino vuelve sin resultados, hoy es
justamente este mismo equipo el que organiza las mayores y más
influentes capacitaciones para líderes de nuevas generaciones del
Paraguay. Y todo comenzó con una simple invitación, que se
convirtió en un desafío, que pronto fue una meta planificada, y hoy
es un estilo de vida en nuestro equipo.
Por eso creemos firmemente en esto: invertir en el desarrollo y
entrenamiento del equipo a través de temáticas juveniles es
fundamental, ya que lo mantendrá motivado, en crecimiento
espiritual y enfocado en la visión.
Este proceso requiere de tiempo y preparación. La frustración
muchas veces se presenta cuando queremos lograr las cosas
instantáneamente. Cada caso es muy peculiar. Cada equipo tiene
sus propias características y necesidades. Cada contexto es
diferente. Pero todo equipo necesita ser desafiado a creer y a
accionar, a buscar maneras de crecer y capacitarse. No
necesariamente un equipo tiene que viajar a otro país a capacitarse,
algunos tendrán la oportunidad, para otros será definitivamente muy
complicado. Pero lo importante es que cada equipo necesita
desarrollar la autogestión y convertirse en autodidacta.
La constancia y determinación en el líder es clave para poder
impregnar este pensamiento en el equipo. Recuerda: «Ayudar a la
gente es bueno, pero entrenarla es mejor».
Nuestra tarea como líderes va más allá de simplemente ayudar a
la gente: nuestra responsabilidad es capacitarla y entrenarla para
que puedan crecer en aquello que Dios los llamó a hacer, y así
orientar todo lo aprendido a servir a los demás.

COMPROMISO INNEGOCIABLE
«El talento gana juegos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia
ganan campeonatos», dijo Michael Jordan, considerado el mejor
basquetbolista de todos los tiempos. Otro gran legendario jugador
de la NBA, Magic Johnson, afirmó: «No preguntes qué puede hacer
por ti el equipo. Pregunta qué puedes hacer tú por él».
¿Notas el patrón común que tienen estos mensajes? En ambos
casos se denota que hay un compromiso con el equipo. No están
pensando en sus metas personales, sino más bien en el proyecto
del equipo. Es muy difícil que a través de nuestro esfuerzo solitario
podamos alcanzar grandes sueños y realizar aportes y cambios
significativos en la sociedad.
Por otro lado, hay ciertas cosas que podríamos lograr, siempre que
no sean muy grandes o no presenten un nivel de complejidad que
salga de nuestras manos. Por eso, cuando trabajamos en equipo, y
nos comprometemos con la causa común, podemos proyectarnos
para alcanzar grandes objetivos.
El compromiso y la riqueza del trabajo solidarizado evita que nos
degastemos, pues todos compartimos la carga y la visión. Además,
nos permite llegar a otras personas y cumplir los objetivos, aunque
nos ausentemos en algún momento.
El compromiso con el equipo y con la causa que nos une no me
hace capaz de realizar la tarea, pero sí me hace responsable de
cumplir mi parte sin importar que no todo sea como se espera.
Cabe destacar que asumir el liderazgo implica un deber moral,
social y espiritual, además de la responsabilidad de enseñar y
capacitar a la gente para que, a través del compañerismo, del
trabajo coordinado y del entrenamiento esforzado y suficiente, se
puedan alcanzar los objetivos fijados.
Siempre el compromiso comienza con uno mismo y luego con el
tiempo se contagia a los que te rodean. El compromiso nace con tu
historia, con tu génesis. Se forja con tus primeros pasos y se
fortalece en el caminar a medida que vayas avanzando. Así ocurrió
con nosotros cuando decidimos dar los primeros pasos en servir a
Dios.
Cuando tomamos la decisión de servir al Señor e involucrarnos en
el ministerio siempre estamos antes una disyuntiva de pensamientos
en la cual algunos se frenan creyendo que no pueden hacer mucho
o que no tienen demasiado que ofrecer. Y aunque haya mucho de
realidad en esto, podría ser que no tengas mucho que ofrecer, pero
seguro sí tienes a qué renunciar.
Todos en algún momento nos encontramos ante esta situación, y
fue así con nosotros. Cuando con Karen nos preparábamos para
casarnos hace veinte años, estábamos decidiendo involucrarnos en
el ministerio y sabíamos que era una decisión que requería un
compromiso firme que debería ser estable a través de los años.
Pero en ese momento en que nuestro proyecto de vida aún estaba
en construcción, ambos trabajábamos y estudiábamos y
prácticamente todos nuestros ingresos eran invertidos en nuestros
estudios y sentíamos que no podíamos hacer grandes aportes para
la obra de Dios. Pero conversamos y nos pusimos de acuerdo, y
aunque sí era real que no teníamos mucho que ofrecer, sí podíamos
renunciar a algunas cosas. Así que tomamos la decisión de
renunciar a nuestros sábados por la tarde. Nos comprometimos a
sembrar en la obra todos nuestros sábados de tarde y sabíamos
que el compromiso afectaría las próximas décadas de nuestras
vidas juntos, y así ha funcionado. No teníamos demasiado para dar,
pero contábamos con nuestros sábados por la tarde y así fue que
renunciamos a nuestros tiempos de paseos por los centros
comerciales, cine o cualquier otra cosa que pudiéramos hacer un
sábado en la tarde. De lunes a viernes trabajábamos y
estudiábamos, el sábado a la tarde lo dedicábamos al ministerio y el
domingo era nuestro día de descanso.
Han pasado veinte años y, si no estoy viajando o no estamos
viajando juntos, no nos van a encontrar en otro lugar que no sea en
un aula enseñando la palabra de Dios a un equipo de líderes en
nuestro grupo de discipulado. Cuando comenzamos a hacerlo
nuestro equipo de líderes estaba conformado en su mayoría por
adolescentes; hoy son adultos, gran parte de ellos casados con
hijos, y hemos visto cómo también han abrazado un compromiso
similar de estar firmes discipulando, y casi todos ya lo están
haciendo desde hace más de una década. Y lo mejor de todo es que
podemos ver cómo la palabra de Dios funciona, sigue cambiando
vidas y hoy no solo lo vemos reflejado en sus vidas, sino que
también en la vida de sus hijos. Esto nos lleva a agradecer a Dios
por ver cómo cientos de familias son bendecidas por un pequeño
grupo de líderes que se comprometieron y abrazaron la causa de
Cristo. Y, aunque a veces nos encontramos en tramos escabrosos y
cuesta arriba, podemos ver la mano de Dios en todos los detalles.

RESISTENCIA A LA PRESIÓN
Los equipos que trabajan para hacer bien las tareas y para
mantenerse en constante crecimiento deben incluir en la ecuación
que, en ocasiones, trabajarán bajo presión.
Tener un equipo que se desarrolla, que asume desafíos de fe y
que busca realizar sus tareas de la mejor manera sin tener que
soportar momentos de presión, es como pararse debajo de la
ducha, abrirla, pero no querer mojarse… ¡resulta imposible!
La presión es parte de la vida y más cuando se trata de equipos
emprendedores: estará a la orden del día. Siempre que el equipo
esté activo en la construcción de los proyectos trazados sentirá la
presión y tensión que conllevan esos desafíos. Por eso es
importante el manejo correcto de la presión dentro del equipo y no
permitir que la ansiedad, el perder los estribos y el nerviosismo
hagan mella en las personas, atascándolas en los tramos fangosos
de la frustración.
En el trabajo de liderar a las nuevas generaciones hay fatiga, hay
riesgos y temor en algunos trayectos. Pero la presión se puede usar
a favor, para llevar al equipo a trabajar más duro, más enfocado y,
de esta manera, los temores y ansiedades conducirán a una unidad
más fuerte y por consecuencia a un mejor rendimiento. Esto se
logrará si la visión se mantiene clara y se sustenta en los puntos
anteriormente mencionados.

NO SUBESTIMAR LO PEQUEÑO
Recuerdo que hace unos años participé en un foro de líderes en la
ciudad de Guatemala, compartiendo sobre actividades que impactan
a la juventud. Me sorprendió escuchar que la mayoría de los que
hacían preguntas entre los participantes siempre tenían un grado de
frustración porque no tenían recursos para realizar un gran evento.
Comentaban cosas como que no podían rentar un estadio, o colocar
pantallas led en sus eventos, que les gustaría hacer grandes
convocatorias pero que no había recursos ni apoyo de parte de la
iglesia para semejantes inversiones.
Aunque es verdad que los eventos de mayor alcance multitudinario
y logística son importantes y cumplen con determinados objetivos,
no debiéramos perder de vista los eventos que realizó Jesús en el
tiempo de su ministerio. Si bien es cierto que alimentó a los cinco mil
y estuvo compartiendo en otros momentos con grandes multitudes,
los evangelios destacan otro tipo de acontecimientos que fueron
más que eso: fueron momentos que activaron un proceso:

La cena en la casa de Zaqueo.


La conversación con la mujer samaritana al borde de un
pozo artesiano de agua, al mediodía bebiendo un poco de
agua y dialogando.
La última cena con sus discípulos.
El desayuno con Pedro, luego de la negación de éste.
La caminata rumbo a Emaús con Cleofás y otro compañero.

Y hay otros tantos encuentros que por más que parecían no ser
tan importantes, cambiaron el destino de esas personas y en
algunos casos de ciudades enteras.
El Señor siempre le prestó especial atención a las pequeñas
cosas. Una honda y cinco piedritas. Gedeón y los trescientos en
lugar de un ejército de miles. El pastor que fue a buscar a una oveja
y dejó a las noventa y nueve. La semilla de mostaza. La moneda
perdida. El muchacho que permitió la alimentación de multitudes con
cinco panecillos y dos peces. La viuda que puso dos moneditas en
la caja de ofrendas. ¿Y qué mejor ejemplo que este? El Salvador del
mundo naciendo en un pueblito diminuto llamado Belén, en un
establo olvidado, y acostado en un humilde pesebre.
Definitivamente hay pequeños detalles que Dios hará con tu vida y
liderazgo que no necesariamente serán grandiosos, pero sí siempre
serán valiosos en el Reino de los Cielos.
Llamar a una persona nueva, organizar una merienda de
integración, un café con alguien que visitó el sábado anterior el
grupo de jóvenes por primera vez, la decoración del salón para la
reunión general, visitar a adolescentes convalecientes en un
hospital, hacer tarjetas de bienvenida para cada joven que llegará al
grupo, y tantas otras cosas más que, aunque parecieran ser solo
pequeños detalles, tienen todo el potencial de marcar una vida y su
destino en Dios.

No subestimemos el poder de los detalles por diminutos


que parezcan
Por eso, no podemos subestimar el poder que hay en una
pequeña semilla, porque no sabemos cuántos frutos saldrán de ella.
No subestimemos el poder de los detalles por diminutos que
parezcan, porque bien realizados podrían acarrear grandiosas
sorpresas.
Recuerda: «Pequeños comienzos, bien hechos, desembocarán en
grandes resultados».

LA EXCELENCIA COMO NORMA


Jim Collins decía con gran acierto que: «Lo bueno es el enemigo de
lo mejor».
Y en esta tarea de movernos hacia lo que nos hemos propuesto en
el liderazgo, necesitamos ordenar nuestras prioridades, enfocarnos
y todavía ser más intencionales y certeros en cuando al movimiento
y crecimiento, tanto personal como del equipo. Por supuesto, este
no es un camino fácil, de hecho será de los tramos más
complicados y probablemente más frustrantes del camino, ya que la
falta de organización, el desánimo, los errores y las limitaciones que
se pueden enfrentar en cuanto a entrenamiento y apoyo al
ministerio, nos pueden llevar por trayectos potencialmente fangosos
para nuestras aspiraciones de crecimiento y mejora continua. Doug
Fields menciona al respecto que «la mayoría de los trabajadores
juveniles no están preparados para tratar con realidades del
ministerio profesional». Continúa diciendo que «aprendemos
mientras trabajamos y oramos para tener más éxitos que errores». 9
Agrega que la curva de aprendizaje en el ministerio va directo hacia
arriba y que todos tenemos mucho que aprender. Ten paciencia y
anima a los demás. Únete al equipo de aprendizaje y sé parte de
aquellos que están dispuestos a organizarse, planificar y hacer lo
mejor que pueden con lo que tienen.
Por eso, una vez que hayas recopilado toda la información y hayan
trabajado acerca de todas aquellas aristas que mencionamos en los
capítulos anteriores, es el momento de trabajar con la mayor
objetividad posible. No te dejes llevar solo por el entusiasmo inicial,
es muy probable que esto no sea suficiente, ya que habrá
momentos de presión, desaciertos, desánimo y pocos resultados.
Pero más allá de todo esto, tienes que entender que estás en un
proceso de aprendizaje y madurez como líder y también junto a tu
equipo, por lo tanto es indispensable que puedas definir la dirección
de los siguientes pasos y determinar concretamente en qué te vas a
especializar tú y los miembros del equipo.
¡Seguro hay tanto por hacer que no sabes por dónde empezar!
Pero es importantísimo que no trates de hacerlo todo, enfócate en
perfeccionar aquello que mejor haces. Y comienza por ahí, y así
puedes ir avanzando paso a paso.
El Dr. Lucas Leys dice en el libro «Asuntos internos», que escribió
junto a Dante Gebel, que es indispensable tener un foco definido de
lo que queremos lograr. Sin eso es como decir «quiero ser un buen
médico» sin decidirse por una especialidad; es como asegurar
«quiero ser un buen futbolista» sin saber si tengo talento para jugar
de defensor, en el mediocampo o como delantero. Resulta vital
definir el destino específico al que queremos llegar, de otro modo
andaremos como de paseo, a la deriva, en la rotonda, luchando
contra molinos de viento, y tarde o temprano otros lo notarán.
La mejor manera de ir desarrollándote en aquello que has decidido
especializarte es ir haciendo cosas pequeñas, bien hechas. John
Maxell lo define así: «Somos lo que repetidamente hacemos. La
excelencia entonces, no es un acto sino un hábito».
El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos que estaban en
Roma, dijo que Dios nos ha llamado a realizar tareas únicas, por
eso debemos orientar bien nuestras fuerzas y especializarnos en
ellas (Romanos 12.6).
Algunos consejos que te ayudarán a especializarte:

1. Invierte en tu propio desarrollo personal.


2. Consigue materiales literarios, videos, audios y todo aquello
que te motive e instruya acorde a tu campo de interés
profesional.
3. Investiga acerca de personas que se alistaron a tu misma
carrera y las exigencias que afrontaron en el futuro.
4. Considera las orientaciones vocacionales y las opiniones de
tus padres.
5. Asiste a seminarios y conferencias que contribuyan a tu
progreso personal y profesional.

Recuerda: en cada área de la vida, necesitamos gente que se


especialice para hacer lo mejor para Dios y para los que le rodean.
En la música necesitamos un Juan Sebastián Bach, un nuevo
Ludwig Van Beethoven. En el arte a Vincent Van Gogh, al nuevo
Pablo Picasso. En la tecnología y en las empresas a un Thomas
Edison, un Steve Jobs.
A propósito de este último: ¿no te parece curioso que la mayor
firma mundial de computadoras haya sido ideada en un garaje de
automóviles hace algunos años? Steve nació fuera del matrimonio y
fue puesto en adopción, tuvo que dejar la universidad al poco tiempo
de ingresar, creó su primera empresa; cuando ésta tuvo éxito y
creció lo despidieron de la misma. Sin embargo, después de todos
los acontecimientos, trabajó, se enfocó, se especializó, fue
excelente en cada cosa que hizo... ¡y cambió al mundo!
¡No lo olvides!… A veces creemos que la excelencia tiene que ver
con la calidad y cantidad de recursos que tengamos para hacer lo
que nos hemos propuesto. Pero en realidad la excelencia tiene que
ver con un estilo de vida y con el tipo de decisiones que tomamos
como líderes. Yo podría no contar con un montón de buenos
recursos, pero sí hacer las cosas de la mejor manera con lo que
tengo a mano. O podría tener los mejores recursos, pero aun así no
hacer las cosas con excelencia. Para que se entienda bien el
concepto, la excelencia no pasa por lo que tengo sino más bien por
cómo me conduzco con lo que poseo, sea mucho o poco. La
excelencia tiene que ver con una actitud, con hacer las cosas bien.
Con prepararnos y pensar en cada detalle de lo que vamos a
realizar y a ofrecer. Como lo mencioné algunas líneas atrás, no
podemos subestimar los pequeños gestos, la puntualidad, aquellos
detalles aparentemente insignificantes, la atención, la amabilidad, la
prolijidad y el amor con el que hacemos lo que nos proponemos
hacer.
Ser excelentes es por compromiso no por accidente, esa es la
consigna de un equipo que sabe lo que quiere y lo que se necesita
para llegar a la meta de la mejor manera. No tiene que ver con que
no cometeremos errores y no fracasaremos, sino más bien con
tener el carácter firme de volver a levantarnos de la decepción, la
frustración y el desánimo cuando esto ocurra.

necesitamos preparar nuestra estrategia antes de que las


cosas comiencen a suceder
Hay decisiones que se toman antes de que nos encontremos
avanzando en el camino. Necesitamos preparar nuestra estrategia
antes de que las cosas comiencen a suceder, anticipando el futuro y
entrenando para mantener el equilibrio en cualquier situación que
demande una rápida reacción.
Eso fue lo que hizo que un muchacho se convirtiera en un
verdadero héroe. Daniel fue responsable, inteligente y precavido,
según nos relata la Biblia. Determinó de antemano la actitud y
conducta que tendría, y cuando sobrevino una prueba de mucha
presión… ¡pudo mantener su norte!
En una jugada épica, de esas que definen y marcan el rumbo de
un partido, Daniel jugó al anticipo y, tal como lo registra el libro que
lleva su nombre, asumió la siguiente postura: «Pero Daniel se
propuso no contaminarse…». (Daniel 1:8).
Él ya sabía cuál sería la táctica y cómo ésta influiría en la nueva y
difícil etapa que le tocaría vivir. Era consciente de que a la carrera
no la ganaría en la primera curva, sino al llegar a la meta.
Presta atención: lo impactante de la historia de Daniel es que
cuando toma esta crucial decisión que marcará el rumbo de su vida
y de su liderazgo, ¡tenía quince años aproximadamente! En solo
seis capítulos del libro de Daniel se relatan más de setenta años de
su vida. Cuando llegamos al capítulo seis, donde es arrojado al foso
de leones, ya no es el joven «Dani». A estas alturas de su vida ya es
don Daniel, quien ha sido promovido como el hombre de más alto
rango en cuatro reinados diferentes. Sin embargo, se mantiene una
constante en su vida: Daniel siempre honra a Dios y permanece fiel
a sus principios y decisiones. En este viaje de la vida encontramos a
Daniel una y otra vez manteniendo su compromiso con Dios en cada
episodio que le toca vivir y, aunque probablemente cometió errores y
pasó momentos de incertidumbre y decepciones, no claudicó y
volvió una y otra vez a mantener el rumbo en su caminar con Dios.
¡Y es que los contratiempos, decepciones, errores y fracasos son
parte de la dinámica de vida de cualquier persona que tiene una
meta, un sueño, y que está liderando o es parte de un ministerio!
En el libro «Creatividad, S.A.» Ed Catmull presidente de Pixar nos
comenta acerca del proceso de desarrollarnos y ser creativos, y
resalta que: «fracasar no es un mal necesario». Sigue comentando
que ¡ni siquiera es un mal! Que «cuando se trata de labores
creativas el concepto de cero fracasos no solo es peor que inútil, es
contraproducente». Sigue relatando que en su experiencia: «el
fracaso es algo saludable porque es una consecuencia natural de la
innovación, y que lo que sí es un problema es preferir el camino más
seguro antes de arriesgarse a fracasar». Continúa diciendo que el
éxito que ha tenido Pixar no radica en la falta de fracasos, sino en
cómo lidia con ellos en etapas prematuras para evitar que se
conviertan en grandes tragedias.10
Llevando este concepto al plano personal y con la mente puesta
en nuestros equipos, nos desafía a trabajar fuertemente para
convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, más allá de
nuestros errores, fracasos y frustraciones, y colocando a éstos como
pavimento en este proceso de madurez, para también ayudar a los
que están a nuestro alrededor a lograrlo. Ser mejores no se trata de
competir con otros, sino más bien de ser competentes.
DESARROLLAR UN CARÁCTER FIRME
Reflexiona por un momento: ¿qué fue lo que tanto impresionó al rey
de estos muchachos? La Biblia nos cuenta que «los halló diez veces
mejores» que todos los demás de su reino.
La clave radica en que estos muchachos definieron cómo
enfrentarían el partido de sus vidas y de su liderazgo aun antes de
ser promovidos; se determinaron a agradar a Dios sobre cualquier
circunstancia que podían enfrentar, y a dar lo mejor de ellos sin
importar las circunstancias que debían enfrentar, porque sabían que
«riesgos y recompensas» eran las dos caras de una misma
moneda. Woodrow Wilson dice al respecto: «Si usted piensa en lo
que debería hacer por la gente, su carácter se cuidará por sí
mismo». John Mason agrega: «La excelencia del carácter se
muestra haciendo en secreto lo que haríamos si todo el mundo nos
estuviera mirando». Y fue lo que hicieron Daniel y los otros
muchachos en Babilonia. Aprendieron a ser excelente para Dios y
para los demás en todo, creciendo en carácter, manteniendo estas
cualidades en el tiempo, y por supuesto esto se reflejó en sus
acciones públicas.
Haciendo un recuento de lo que abordamos en este capítulo, los
equipos que buscan la excelencia tienen estas características
resaltantes:

No dan lugar a las excusas.


No subestiman las pequeñas acciones.
Se entrenan constantemente.
Soportan la presión.
Entienden que no están exentos de errores.
Desarrollan un carácter firme.

Volviendo a la historia de los muchachos que influenciaron


Babilonia, tomaron decisiones radicales. Tuvieron carácter firme
ante las adversidades y fue así que asumieron los riesgos… y
pronto las consecuencias se hicieron sentir. Se ganaron un lugar de
prestigio en la sociedad y el respeto de todo un pueblo al cual
incluso no pertenecían.
Hay partidos candentes que enfrentaremos. Asegúrate de que tú y
tu equipo desarrollen un carácter firme que les permita jugar con
convicción y sabiduría, cualidades que se necesitan a cada
segundo, para que cuando escuchen el pitazo final puedan saber
que lo entregaron todo.
Dr. Myles Munroe. El espíritu de liderazgo. Whitaker House. New Kensington,
PA. 2005 (p. 31)
Doug Fields. ¡Ayúdenme! ¡Soy líder de jóvenes! Editorial Vida. Miami, FL.
2002 (p. 56)
Ed Catmull. Creatividad S.A.: Cómo llevar la inspiración al infinito y más allá.
Conecta. Buenos Aires, Argentina. 2015 (pp. 129-132)
UNA CARRERA ÉPICA
LA EXPERIENCIA QUE BUSCAMOS
paololacota
Los tiempos cambian. El viento sopla diferente. Lo que funcionaba
ayer, ya no es una estrategia relevante para hoy. Hablando de los
tiempos vertiginosos en los cuales estamos viviendo y en las
cualidades distintivas de las nuevas generaciones, me gustaría
destacar lo que dijo Jeroen Boschma quien, en su libro «Generación
Einstein», hace un acertado perfil de nuestra juventud actual:
Son más rápidos, más listos y más sociables. Conocen las reglas
del marketing, leen la prensa como periodistas, miran películas
como directores de cine y analizan anuncios como verdaderos
publicistas. 11
Esta generación a la que Dios nos llamó a servir es altamente
crítica. Los adolescentes y jóvenes no aceptan imposiciones,
buscan la autenticidad y parecieran tener un detector de falsedad.
Ellos quieren dejar una huella en el mundo y quieren ser tenidos en
cuenta y ser escuchados. Fíjense qué magnífica oportunidad
tenemos como líderes, ya que todas las herramientas de este
tiempo están a nuestro favor.

REFLEJAR SU AMOR
Somos nosotros quienes debemos reflejar a Dios en el mundo,
somos su cuerpo. Es probable que el mundo que Dios quiere amar y
que quiere acercar a Él no lo llegue a ver con ojos físicos, pero a
nosotros sí nos ven.
Los chicos quieren verte en acción, quieren ver la verdad en tu
vida, si realmente funciona, si Dios es real. Necesitan ver una vida
genuina, donde se vea la compasión no como un concepto sino más
bien como un rasgo del carácter. La sinceridad, la determinación y la
amistad sincera, son sólo algunas cualidades que todos buscamos
en la gente que observamos o admiramos. De la misma manera,
eso es lo que las nuevas generaciones buscan en nosotros.
¿Pueden ellos hablar de sus errores y pecados contigo? ¿Pueden
conversar contigo aquellas cosas que no se animan a compartir con
sus padres? ¿Te ven los adolescentes y jóvenes de tu grupo como
alguien genuino y confiable? ¿Pueden ellos encontrar en ti
respuestas espirituales a sus interrogantes? ¿Pueden formular
preguntas y cuestionar tus respuestas?
No olvidemos: alguien creyó en nosotros, nosotros debemos creer
en alguien. Ellos tienen que saber que, si te cuentan sus errores,
pueden estar seguros de que no les vas a mirar en forma diferente.
Que no les condenarás por sus equivocaciones porque entiendes
que todos las cometemos y que siempre necesitamos nuevas
oportunidades.
En su libro «Crear o morir» Andrés Oppenheimer, en su
investigación de por qué no tenemos genios de la talla de Steve
Jobs en Latinoamérica, brinda varias aristas al respecto entre las
cuales se encuentra la gran cantidad de trámites burocráticos para
emprender un negocio, la falta de inversión de los gobiernos, la
inestabilidad económica y la corrupción por la cual no se genera un
buen clima para los negocios. Pero también comenta que el
principal motivo por el cual no ha surgido un Jobs en nuestros
países, es que tenemos una cultura social y legal «que no tolera el
fracaso».
Los grandes creadores fracasan muchas veces antes de triunfar.
El basó su investigación en Sillicon Valley, el lugar que eligió el
gobierno de Estados Unidos para invertir en el clima y ambientes
para las empresas de innovación más brillantes como Google,
Apple, Facebook, eBay, Intel y otras miles de compañías de alta
tecnología. Pudo percatarse que en Sillycon Valley, el fracaso es
una experiencia de trabajo que sufre la mayoría de los triunfadores.

Los grandes creadores fracasan muchas veces


Si trasladamos esta perspectiva de vida a lo espiritual y a nuestra
cosmovisión como líderes, podríamos vivir nuestras vidas
personales con mayor madurez y coherencia, y también podríamos
abrazar y ayudar a las nuevas generaciones en este camino hacia la
madurez espiritual que los encontrará una y otra vez rotos o
golpeados al costado del camino.
Justamente es por estas cualidades distintivas de las nuevas
generaciones, quienes valoran la integridad, la honestidad y la
coherencia, que creo firmemente que se terminó el tiempo donde los
líderes parecían Superman y la Mujer Maravilla, que tenían la vida
perfecta y que aparentemente no luchaban con tentaciones y no
tenían pecado. Lamentablemente, proyectando una imagen idealista
y de espiritualidad perfecta, cientos de líderes no sólo han mostrado
un mal modelo de vida a sus jóvenes, sino que también han
lastimado a sus familias.
Por eso es que en estos tiempos estamos atravesando una crisis
en nuestro continente respecto a la religiosidad: los jóvenes están
hartos de la hipocresía y la religiosidad, pero no de la espiritualidad.
Esta generación es altamente espiritual, pero no como la hemos
entendido por años. Ellos están hambrientos de una espiritualidad
cotidiana, que pueda ayudarles en sus circunstancias diarias, en sus
casas, colegios, universidades y no solamente de algo que
aparentemente funcione en las reuniones que se realizan dentro de
un templo. Más allá de que pareciera que vivimos en un mundo
donde declararse ateo es cool e intelectual, los grandes íconos del
arte y de la música contemporánea hablan y buscan la
espiritualidad.
¡Esta es la gran oportunidad que los líderes tenemos que
aprovechar! Nuestros ministerios no pueden competir con el mundo
del entretenimiento, ni con los grandes recursos con los que cuentan
los grandes shows que se brindan en las distintas partes del mundo,
pero algo que no tiene competencia para la iglesia es que podemos
amar a las nuevas generaciones, podemos acercarnos a ellos,
abrazar a los necesitados, ayudarlos en su caminar de fe, y
aceptarlos así como son. Es tiempo de empezar a ver más allá de
las apariencias y de comenzar a usar la espada de la Palabra de
Dios no solo para atacar, sino para defender al olvidado, al que
necesita, al que no tiene en quién apoyarse. Cuando las nuevas
generaciones hayan encontrado a Dios en la amistad con sus
líderes y amigos a través del servicio, todas estas aristas brindarán
la posibilidad de percibir un evangelio más real en sus vidas.
Cuando hablamos de lo que nos proponemos o de lo que
queremos lograr en el ministerio con ellos, una de las metas que
claramente debería saltar a la luz es que las nuevas generaciones
experimenten a Dios.
Tristemente, en ocasiones solo intentamos que los jóvenes se
porten bien, que se diviertan o que aprendan Biblia. Y aunque nada
de esto está mal y entendemos que la Biblia es el fundamento de
nuestra fe, tenemos que recordar que la enseñamos para que los
jóvenes experimenten y conozcan a Dios personalmente.
No enseñamos doctrina como fin, sino como medio para que
experimenten a Dios.
Tienen que conocer la Palabra de Dios, pero también conocer al
Dios de la Palabra. Esa fusión de conocimiento y experiencia, esa
conexión entre la lectura y la interacción íntima, los llevará a un nue
vo nivel de experiencia que marcará sus vidas para siempre. Podrán
descubrir a Dios más allá de la teoría, como un Dios real, amoroso,
que está con ellos en todo tiempo.

GENERAR ZONAS DE EXPERIENCIA


Las «zonas de experiencia» son espacios interactivos en los que las
empresas patrocinadoras y expositoras realizan actividades
especiales con su público; mediante demostraciones o eventos dan
a conocer los beneficios de sus productos o servicios. Los expertos
saben lo importante que es para una persona vivir una experiencia
con algo que va a adquirir, y los lazos que pueden crear estas
actividades, por eso hoy tratan de acercase de una manera más
íntima a sus clientes.

No enseñamos doctrina como fin, sino como medio para


que experimenten a Dios
Años atrás ibas a una feria o exposición de libros y no los podías
hojear porque tenían un envoltorio protector para que no se
estropeen. Hoy tienes que vivir la experiencia de tener el libro en tu
mano, hojearlo y hasta olfatearlo; entonces, acondicionan el lugar de
manera que puedas vivir toda la experiencia. Algunos ponen
cómodos sillones y hasta máquinas de café para que puedas
sentarte por un momento a comprobar las bondades del producto y
el servicio.
Los tiempos han cambiado y es transcendental que puedas vivir
una experiencia real en cualquier área de la vida. Nuestros
ministerios tienen la obligación de crear espacios y relaciones para
que las nuevas generaciones puedan conocer y experimentar a Dios
de una manera individual. Los jóvenes buscan pertenecer a algo,
por eso una de las necesidades básicas de la juventud es la
búsqueda de su sentido de pertenencia. Imagínate si la familia es
vital, los amigos son como el aire que respiran.
Como líderes debemos ayudar a nuestros jóvenes para que el
tema de la espiritualidad esté en medio de sus amistades. Si los
jóvenes y adolescentes no encuentran a sus mejores amigos dentro
de la iglesia, es casi un hecho que tarde o temprano se van a ir.
Ellos constantemente intentan ser parte de un grupo, llámese
amigos, escuelas, grupos de intereses comunes (música, arte,
deporte, etc.) Y es por eso que cuando no se sienten «adentro» a
veces se deprimen y hacen lo que sea para llamar la atención de
sus compañeros de grupo o se alejan. De igual manera, cobran vida
cuando pueden compartir, reírse, llorar y hasta ser parte de una
causa mayor junto a su grupo de amigos.
¡Para los jóvenes es fundamental entablar una amistad con sus
líderes sin importar la edad que tengas! Muchas veces pensamos
que los jóvenes se llevan mejor con otros jóvenes solamente y no
con adultos que quieran trabajar con ellos ¡y no es así! Los jóvenes
buscan amistades y líderes que sean genuinos, que inviertan tiempo
en ellos sin importar la edad que tengan.
¡Esto representa un gran desafío! Debemos suplir esta necesidad
y crear un ambiente de confianza, una zona de experiencia donde
puedan ser ellos mismos, donde se destaque lo bueno que tienen y
en la cual puedan sentirse seguros.
Es hora de pedirle al Señor que nos ayude y que cambiemos
nuestra manera de ver la vida. El problema es que muchas veces
somos buenos en ver lo malo y malos en ver lo bueno. Pero esta
cosmovisión necesita cambiar, recordemos que alguna vez nosotros
también transitamos esa senda de la vida.
Referente a esto, hay una frase que grafica muy bien el concepto y
que dice: «La iglesia es perfecta porque Cristo está en medio de ella
y es imperfecta porque estamos tú y yo».
Esto nos recuerda que somos lo que somos y hacemos lo que
hacemos por pura gracia y misericordia de Dios. No es ni por
nuestra preparación, ni por nuestras grandes habilidades, ni por la
cantidad de talentos que puedas tener. Dios te permite estar en el
liderazgo porque a Él le plació que así sea, y lo hizo para que
tengas la posibilidad de bendecir y ayudar a otros.
¡Tiene que ser una de nuestras metas resaltantes! Que sientan
que pueden ser ellos mismos, que se sientan importantes y que son
parte del gran equipo de Dios. Esa tiene que ser la consigna
inalterable de tu grupo y la dirección a la que se dirigen.

CREAR UNA ATMÓSFERA IDEAL


Lamentablemente muchos ministerios y muchas iglesias se
encuentran distraídos en luchas de poder; parece que todo tiene
que ver con quién es más poderoso, más efectivo, más espiritual o
quién tiene más unción. Mientras tanto, se manipula a la gente y
nuestros jóvenes sufren el clima de estar en un ambiente de fuego
cruzado de ministerios compitiendo.
El clima y la condición ideal de nuestro liderazgo es reconocer que
somos falibles. Es importante que reconozcamos que tenemos que
seguir aprendiendo, más allá de la experiencia que tengamos. La
clave de la madurez espiritual es saber que Dios todavía quiere
hacer cambios en mi vida, en mi familia y, por consecuencia, en
nuestro ministerio. Siempre podemos mejorar, siempre podemos
seguir aprendiendo y creciendo.
Si queremos desarrollar un liderazgo fiel a lo que Dios llama,
tenemos que ser enseñables, tenemos que seguir siendo instruidos
y no conformarnos con lo que ya sabemos. Esto a su vez es un
detonante vital que nuestros jóvenes verán, y sentirán que se les
abre también un mundo de oportunidades en Dios.
Al respecto fueron acertadas las palabras de Eric Hoffer quien dijo
que: «En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje
se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo
todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe».
Cuando somos líderes enseñables creamos un ambiente de
confianza y credibilidad, que es el clima y la atmósfera ideal para un
ministerio de nuevas generaciones, saludable y espiritual.
Si los jóvenes ven en ti un líder enseñable, combativo con sus
propios errores y con ganas de superación personal, encontrarán la
suficiente confianza para luchar contra sus propios tropiezos.
La mayoría de nuestros jóvenes y adolescentes viven un clima
hostil en la escuela, colegio o universidad. Viven escuchando cómo
se destacan los defectos, cómo es criticada la forma de vestir, de
hablar, de ser. Impulsados por aquellos medios de comunicación
cuyo fin es vender, los jóvenes compran estereotipos porque creen
que esto les ayudará a encajar, a darle valor a sus vidas. Retornan a
sus casas, donde muchos de ellos viven un estado de abandono
afectivo, siendo su única compañía la soledad, la TV, Internet o la
música. Padres e hijos viven en planetas diferentes y si a eso le
sumamos el abismo generacional, el panorama se torna aún más
oscuro.
Por eso es fundamental generar ambientes donde se destaque lo
bueno. Donde nos convirtamos junto con nuestro equipo de líderes
en buscadores de cualidades positivas en la vida de nuestros
jóvenes. El mundo no perdona los errores, nosotros sí debemos
hacerlo, promoviendo un clima de gracia y restauración.
Si los jóvenes caen, debemos amarlos, abrazarlos, sanar sus
heridas y acompañarlos en ese trayecto difícil del camino. ¡Ya es
hora de cambiar esa atmósfera de condenación por una de gracia y
perdón!
Entonces, y solo entonces, la iglesia será un lugar seguro para
todos. Reinará un clima de seguridad donde los chicos puedan ser
quienes son, y comportarse acorde a su edad, sin tener que estar
tratando de impresionar a nadie. Y lógicamente, nosotros los líderes
debemos propiciar este ambiente en nuestros ministerios.
Dios diseñó que haya una transición entre la niñez y la adultez y
nosotros tenemos que acondicionar el ambiente para brindarles la
seguridad que necesitan en esta etapa. ¿Qué piensan los jóvenes
de nuestro liderazgo? ¿Qué tendrían que decirnos respecto a esto?
¿Qué están experimentando a lo largo de la travesía? ¿Se sienten
solos?
Margaret Carty dijo: «Ten en cuenta que lo más hermoso del
trabajo en equipo es que siempre tienes a otros de tu lado».
Esa es la experiencia que todos necesitamos. Tal como lo
menciona Margaret Carty, el camino se hace más fácil cuando
sabemos que tenemos a otros a nuestro lado incondicionalmente.

PERMITIR LA EXPERIENCIA
Experimentar es el hecho de haber sentido, conocido o presenciado
algo. Es esa práctica prolongada que proporciona conocimiento o
habilidad; es un conocimiento de la vida adquirido por las
circunstancias o situaciones vividas. Las nuevas generaciones no
experimentarán la carrera épica e inolvidable de seguir a Dios si no
generamos un ambiente de delegación y participación.
Una vez leí la frase: «No delegues tareas, porque se crean
seguidores. Delega la autoridad para crear líderes». A veces los
jóvenes y adolescentes solo nos escuchan predicar, y esa es toda
su función semana tras semana. Sin embargo, también es
enriquecedor y activador que compartamos labores con ellos.
Ser mentores tiene que ver con delegar roles de liderazgo y
cuando lo hacemos posiblemente van a hacer líos o podrán cometer
errores. Pero claramente este es el camino en el cual podrán
experimentar que son útiles y parte de los planes de Dios. En
ocasiones habrá que sacrificar la perfección de los programas para
que ellos crezcan y tengan la oportunidad de equivocarse.
Hay muchos ministerios estancados porque todo lo hacen los
líderes. Los adolescente y jóvenes no participan, solo tienen que
venir, sentarse y portarse bien. Eso es lo que se espera que hagan.
Entonces, por supuesto surge la interrogante: ¿cómo podemos
pretender con este modelo que los jóvenes se entusiasmen con el
ministerio?
«El que quiera hacer todo solo, jamás será un gran líder; tampoco
el que quiera quedarse con todo el crédito por hacerlo», señalaba
con mucha razón Andrew Carnegie. Tenemos que ayudarlos a
involucrarse en el ministerio y para eso hay que delegar roles de
liderazgo.
Lo que muchas veces interrumpe esto es el pensamiento de «¡No
podemos permitir que algo salga mal en la reunión!». Algunos
líderes tontamente afirman que si ellos lo hacen lo harán mejor que
sus jóvenes. Pero el punto no es quién lo hace mejor, o cómo hacer
que salga mejor la reunión; la pregunta es: «¿estoy logrando que los
jóvenes crezcan? ¿Estoy logrando que los jóvenes experimenten a
Dios? ¿Estoy brindando espacios para que con confianza puedan
utilizar sus dones y talentos?».
La mejor manera de que puedan ir desarrollándose es dejarlos
hacer cosas pequeñas bien hechas. Enseñarles a poner lo mejor de
su esfuerzo y esmero en aquellas pequeñas tareas que les toque
hacer. Tienes que enseñarles a no buscar atajos y no saltar a una
más grande hasta que hayan comprobado que la pequeña que hoy
hacen, la hacen bien. Tratemos de no presionar y respetemos su
proceso de madurez en todas las áreas de su vida, no esperemos
que se comporten como nosotros los líderes adultos.
Los pensamientos generan sentimientos, los sentimientos,
generan acciones, las acciones se convierten en hábitos, el hábito
se convierte en carácter; carácter es lo que somos. Por lo tanto, hay
que trabajar los pensamientos y sentimientos si queremos formar en
ellos el carácter de Cristo.
Tener éxito no es un asunto de suerte. Es causa y efecto, siembra
y cosecha. No es por un golpe de suerte o por designios del destino
que las cosas ocurren. Es a través del esfuerzo, enfoque, disciplina
y la atención que le prestes a cada cosa. Esto lo tenemos que tener
en claro nosotros y lo tenemos que saber comunicar. Es tan sencillo
que uno no se puede confundir con este concepto: uno no es bueno
para aquello que no practica.
Nuestra meta como líderes tiene que incluir el facilitar experiencias
donde puedan expresar sus sentimientos y sentir que pueden usar
sus dones y talentos para servir a otros. Y esto se tiene que notar en
nuestro calendario y planificación, con todo tipo de iniciativas de
ayuda social, trabajos voluntarios, visitas a asilos de ancianos,
hogares de niños, etc. Genera visitas a hospitales de niños o
lugares donde se encuentran éstos junto a sus familias en extrema
pobreza. Todo este tipo de experiencias serán muy enriquecedoras
no solo por confrontar sus emociones, sino porque también les
brindará otra cosmovisión de la vida y de sus realidades, y el
potencial de brindar lo mejor de ellos a quienes tanto lo necesitan.
Este tipo de programación en nuestro calendario ayudará a que
ellos puedan experimentar a Dios fuera de las cuatro paredes de un
templo y los ayudará a encauzar su llamado hacia los necesitados.
Por supuesto, a esto le sumamos las demás actividades que
programamos normalmente y que son parte de la dinámica de vida
de la iglesia.

CREER EN ELLOS
Recordemos que los discípulos no se reproducen en serie. Los
niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes de tu comunidad no
son números. Son personas con quienes Dios trata de una manera
distinta. Cuando caminamos en el proceso al lado de ellos con una
perspectiva correcta, podemos estar dispuestos a que se
equivoquen, a levantarlos cuando tropiezan y caen. Un estudio del
centro del desarrollo infantil de la universidad de Harvard menciona
que «cada niño que le termina yendo bien (en la vida) ha tenido el
apoyo al menos de una relación estable con un adulto
comprometido».
Doug Fields dice referente a este punto: «Haz que tus muchachos
sepan que crees en ellos. Los jóvenes tienen el poder para hacer
que el mundo sea diferente. Ellos necesitan saber eso. Puedes
fortalecerlos con tres palabras sencillas: ‘Creo en ti’. Los jóvenes
cambian cuando alguien cree en ellos». 12
Recuerdo que en mis tiempos de adolescencia en un momento
estaba atravesando la crisis típica de esa edad. Yo estaba en el
grupo de adolescentes y si bien era baterista de un grupo de
alabanza, ese año estaba inactivo. Sin embargo, el líder de
adolescentes, que además de ser mi líder era un gran amigo, Jaime
Bozzano, siempre estaba viendo la forma de involucrarme en el
ministerio de alabanza del grupo.

nuestras amistades influencian nuestra experiencia


cristiana
Yo insistía en que no quería involucrarme en ese tiempo. No puedo
rememorar las clases bíblicas, ni las prédicas, ni las enseñanzas de
los domingos, pero hay algo que nunca olvido. Por varios sábados
en la tarde iba a esperar a Jaime a los ensayos del grupo de
alabanza. Cuando él terminaba su ensayo y se despedía de todos,
yo estaba ahí esperándolo para luego tener una caminata. Él llevaba
su bicicleta consigo e íbamos caminando hasta un club social que
estaba en el camino y, mientras veíamos un partido de fútbol,
conversábamos. Recuerdo que todos los sábados que hicimos esas
caminatas al final del ensayo, Jaime siempre me decía cosas como:
«Paolo, tienes un llamado de Dios, así que guárdate y busca a Dios,
porque Él va usar tu vida para bendecir a muchos». Siempre al
despedirnos, me reiteraba que las puertas del grupo de alabanza
estaban abiertas para cuando yo decidiera reintegrarme.
Mi líder y amigo en ese entonces me ayudó a involucrarme y a
entender que Dios tiene un trato particular con cada uno de distintas
maneras. Hoy, con los años, le agradezco el tiempo de caminar a mi
lado en el proceso del llamado que Dios tenía para mi vida.
Puedes pensar en tu caso: ¿cómo ha sido el proceso en tu vida?
¿Cómo fue que llegaste al liderazgo? ¿Cómo es que estás donde
estás y haces lo que haces? ¿Qué es lo que más ha influenciado tu
vida? ¿Sermones, libros o personas?
Sin lugar a dudas nuestras amistades influencian nuestra
experiencia cristiana. Dios nos diseñó así, es por eso que nuestras
relaciones interpersonales nos pueden ayudar o nos pueden
dificultar el experimentar a Dios. Y es en este punto donde el rol del
líder es fundamental, porque podemos facilitar o dificultar que los
jóvenes puedan conocer a Dios.
Luego de varios años de ser el baterista del grupo de adolescentes
y de servir a Dios, empezó a brotar en mí el deseo de prepararme
para discipular adolescentes y jóvenes. Con el correr del tiempo
ingresé al Instituto Bíblico y desde aquel entonces estoy activo
sirviendo a Dios en el discipulado de jóvenes y adolescentes,
entrenando a líderes de nuevas generaciones en todo el continente.
Y todo hubiese sido casi imposible y con un camino mucho más
empinado cuesta arriba si no se hubiese cruzado en mi camino un
líder y amigo que decidió acompañarme en ese trayecto de mi vida.
John Maxwell afirma lo siguiente: «Es increíble cuando la gente
cree en su líder, pero es más increíble cuando el líder cree en su
gente.»
En la Biblia encontramos la maravillosa historia de un muchacho
que tuvo un inicio poco alentador en el ministerio, luego una serie de
circunstancias cambiaron la situación y lo llevaron a cumplir con su
propósito. Luego del arresto, juicio y crucifixión de Jesús, la
persecución a los discípulos y seguidores de Jesús se empieza a
intensificar a medida que éstos se van multiplicando. Los líderes
religiosos del momento buscan eliminar esta «nueva religión»
fundada en torno a la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Entre estos miles de seguidores está una familia influyente con un
hijo llamado Juan Marcos. Su madre se suma al equipo de
discípulos y abre las puertas de su casa para reuniones de oración.
Algunos meses después de la resurrección, se menciona a Marcos
relacionado a una de estas reuniones en casa de su madre, donde
algunos cristianos se habían juntado para orar por la liberación de
Pedro, quien, en ese entonces, tal como lo relata Hechos 12:12, se
encontraba en prisión.
La aventura empieza para Marcos cuando su primo Bernabé, líder
de la iglesia, se convierte en socio de Pablo. Ambos le piden a
Marcos que se una a ellos como asistente en su primer viaje
misionero. Marcos acepta y se acopla a la travesía. Pero, por
razones desconocidas Marcos abandona a Bernabé y Pablo y
regresa a Jerusalén. Si bien este episodio no interrumpe la misión,
la actitud de Marcos no agrada para nada a Pablo.
Un par de años más tarde, cuando Bernabé está planificando el
segundo viaje misionero, vuelve a sugerir a Marcos como
acompañante del equipo, a lo cual Pablo se opone rotundamente.
Como resultado de este desacuerdo, el equipo se divide y Bernabé
viaja con Marcos y Pablo parte rumbo a otro destino, acompañado
de Silas.
Bernabé sigue creyendo en Marcos, le brinda varias
oportunidades, viajan juntos, comparten experiencias, y ese tiempo
invertido más adelante arroja muy buenos resultados. Pronto,
Marcos se convierte en un compañero útil para Pablo en otras
misiones. Más adelante acompaña a Pedro en Roma. Incluso Pedro,
en su primera carta desde Roma, llama a Marcos «mi hijo». De esto,
podemos concluir que Marcos debe haber sido compañero de viaje
y de ministerio de Pedro en Roma, porque en esta carta, el apóstol
también envía saludos de parte de Marcos (1 Pedro 5:13).
Se deduce que Marcos una y otra vez escuchó a Pedro narrar sus
experiencias vividas con Jesús, por lo que Marcos fue el primero en
escribir sobre la vida de Jesús contando con los relatos de primera
mano de parte de Pedro. Finalmente, Marcos nos deja un gran
legado escrito a través del evangelio que lleva su nombre. Fue el
evangelio de Marcos el que registra más milagros que ningún otro.
Pero para que podamos disfrutar hoy de todo lo que nos dejó
como testimonio Marcos, debemos fijar nuestra atención en
Bernabé, quien tuvo un papel preponderante en su vida, al apoyarlo
incondicionalmente. Fue Bernabé quien mantuvo su confianza en
Marcos más allá de sus errores y desaciertos, fue él quien tuvo la
paciencia necesaria para ver más allá de sus faltas y quien le
enseñó a que los fracasos podrían ser un escalón a un nuevo nivel
de aprendizaje, si así lo decidía. Fue Bernabé quien dejó como
legado que lo más importante no es cómo comenzamos en nuestro
liderazgo, sino que más allá de nuestros tímidos e inestables
comienzos, podemos mantener el norte y llegar a buen puerto.
Podríamos estar en las sandalias de Marcos, entre nuestros
errores, desaciertos e inexperiencia, tal vez con ganas de volver a
abandonar todo, pero cuánto bien nos haría sentir la mano de algún
Bernabé en nuestro hombro, que nos anime a seguir, que nos diga
que no todo está perdido y que nos calme con el mensaje de que en
medio de nuestra noche más oscura escucharemos: «¡Sigamos
caminando porque vamos rumbo a nuestro destino!».
O, podríamos estar en las sandalias de Bernabé observando a
algún Marcos en nuestro grupo de jóvenes que, aunque le hemos
brindado espacios y oportunidades, lo hemos visto sucumbir una y
otra vez. Es muy probable que este sea el momento ideal para
recordar que los mayores errores deberían ser los mejores
maestros; que la madurez se va desarrollando y alcanzando en esa
combinación de tiempo, ajustes, aprendizaje y con un buen
acompañamiento.
Recordemos que siempre podemos encontrar algo bueno en ese
Marcos a quien nos toca acompañar en medio de sus faltas y
fracasos, y que para los que aman a Dios… todas las cosas le
ayudan para bien (Romanos 8:28).
Por eso, nunca subestimes a un pequeño que limpia el mobiliario
en el templo, porque Dios podría levantarlo como el próximo profeta
que traerá dirección a tu nación. No desatendamos a alguna
adolescente solitaria de escasos recursos, solo porque no vive con
sus padres, porque como ocurrió con Ester, podría llegar a lugares
de influencia y cambiar el destino de naciones enteras. No
tengamos en poco al muchachito que solo toca música, porque
podría ser el próximo rey. No deberíamos subestimar a un
adolescente solo por ser algo tímido e introvertido, y proveniente de
un hogar disfuncional porque podría, como Timoteo, encabezar a la
nueva generación de líderes.
Nunca deberíamos reírnos y tener en poco a alguien que está
soñando, porque como ocurrió con Jacob, puede trabajar veinte
años y el sueño de Dios lo llevará hacia arriba y mañana le
preguntarás cómo hizo y cómo lo logró. Y qué mejor que la
respuesta sea, ¿cómo no lo iba a lograr? Si en ti encontré a un líder
que siempre creyó en mí, contra todos los pronósticos.
Aunque ellos crean que están lejos de Dios, recuérdales que
puedan regresar y que encontrarán a Dios y a sus líderes con los
brazos abiertos esperándolos. Líderes que siempre creerán en ellos
y estarán dispuestos a acompañarlos en esta travesía de
experimentar y conocer a Dios.
Es tiempo de la experiencia. «Por eso, también nosotros, que
estamos rodeados de tantos testigos, dejemos a un lado lo que nos
estorba, en especial el pecado que nos molesta, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante. Mantengamos fija la
mirada en Jesús, pues de él viene nuestra fe y él es quien la
perfecciona. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz y no le
dio importancia a la vergüenza que eso significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Por eso, piensen en el
ejemplo que él nos dejó, pues siguió adelante a pesar de tanta
oposición por parte de los pecadores. Por tanto, no se cansen ni
pierdan el ánimo…». (Hebreos 12:1-3).
Jeroen Boschma. Generación Einstein: Más listos, más rápidos y más
sociables. Comunicarse con los jóvenes del siglo XXI. Gestión 2000.
Barcelona. 2008.
Doug Fields. ¡Ayúdenme! ¡Soy líder de jóvenes! Editorial Vida. Miami, FL.
2002 (p. 16)
LAS LESIONES
SOLUCIÓN DE CONFLICTOS
germánortíz
CONFLICTOS EN EL CAMINO
Tres años antes de que fundáramos L.A.GR.AM., Lucas Leys y yo
éramos adolescentes. Nos conocimos en un campamento de la Liga
Argentina para la Evangelización del Niño, y junto con otros amigos
comenzamos a participar de la organización de los campamentos de
esa entidad. A decir verdad, Lucas y yo estábamos llenos de
diferencias. A mí se me había formado para el bajo perfil, a él para
el protagonismo. Lucas vivía en la gran metrópolis y yo en una
ciudad de la provincia rodeado de conejos, gallinas y pavos. Él
jugaba al rugby y estudiaba en colegios privados de doble
escolaridad de habla inglesa. Yo pateaba una pelota de goma contra
la pared de mi casa y estudiaba en una simple y tradicional escuela.
Él se vestía a la moda y usaba el pelo largo. Yo, en cambio, recibía
muchos cuestionamientos en cuanto a mi manera de vestir en
aquella época… De hecho, mi esposa aún se ríe de mí cuando lo
recuerda.
Trabajábamos juntos en el mismo equipo, pero precisamente ese
aspecto, el de compartir la travesía, no era para nosotros lo más
atractivo de ese viaje. No nos entendíamos bien. No había piel. Pero
la cosa supo empeorar. El genial Ernesto Ríos, el líder adulto que en
aquel tiempo nos lideraba, no tuvo mejor idea que ponernos a
coordinar ¡juntos! los campamentos para adolescentes de entre
trece y quince años. Debo admitir que pensé: «¿Qué mal le hice yo
a este hombre?».
Pero hay situaciones ministeriales que se asemejan mucho a estar
en el medio de alta mar: no hay forma de escapar. Así que Lucas y
yo no tuvimos más opción que pensar en cómo seguir, ya que no
podíamos huir. Y como interiormente nos percibimos escasos de
recursos para manejar la situación, como quien teme naufragar,
decidimos clamar al cielo. Sinceramos nuestras diferencias,
reconocimos nuestras asperezas y oramos. Acordamos en nuestro
desacuerdo y pedimos a Dios que se hiciera cargo de su propio
sentido del humor y solucionara lo que nosotros no sabíamos cómo
solucionar.
Al día de hoy estamos convencidos de que fuimos testigos de un
milagro. Yo creo que lo que pasó fue que Dios nos dio criterios
nuevos, distintos de los míos, distintos de los suyos y consiguió que
fuéramos unánimes.

ELABORANDO EL CONFLICTO
Los conflictos son parte de las relaciones. Si quieres relacionarte
deberás aceptar que sobrevendrán conflictos. Solo tenemos un
registro de Jesús dando un código de procedimiento y es en el
Evangelio de Mateo en el capítulo 18. Y en este único caso el
Maestro se refiere precisamente a la elaboración correcta de los
conflictos. Todo integrante del grupo debería tener en claro este
procedimiento antes de embarcarse y no debería permitirse el olvido
en ningún punto de la travesía.

CONSEJOS DEL MAESTRO: PASO A PASO


«Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su
falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano». (Mateo 18:15
NVI).
A solas
No se trata de exponer a mi adversario. No se trata de ganar la
pulseada. No tiene nada que ver con reclamar públicamente el
triunfo de mi razón. El objetivo no es darle un escarmiento para que
no vuelva a cometer esa falta. No es cuestión de volverlo el centro
de la charla y el chisme. Primero y fundamentalmente… porque es
mi hermano.
Jesús introduce la idea de la fraternidad, la conexión con el
semejante, la alianza con el otro simplemente porque es humano,
entonces es mi hermano y por eso la idea es ganarlo y no ganarle.
Por eso, a pesar de considerar que ha cometido una falta, lo cuido.
No lo expongo, lo protejo. No es mi deseo avergonzarlo, sino hacer
uso de la corrección para dignificarlo en un proceso de aprendizaje
que puede ser aprendizaje para ambos. Por eso lo hago a solas, en
un espacio de discreción e intimidad que me permita elaborar la
situación apropiadamente. Es importante entender que ni mi
hermano (mi semejante, mi prójimo), ni el conflicto, son mis
enemigos. Nos estamos enfrentando, en realidad, con la amenaza
de que el conflicto explote y su onda expansiva alcance formato de
pleito, división, falta de perdón, rencor, resentimiento, venganza,
amargura. Contra esto peleamos.
En su versión original el conflicto puede hasta resultar un amigo
que trae debajo del brazo los regalos del aprendizaje, del
enriquecimiento mutuo, de la saludable corrección, del crecimiento.
Cuando olvidamos esto y vemos al conflicto como obstáculo y no
como oportunidad, rápidamente consideramos al otro como enemigo
y la situación degenera en tempestad dentro de nosotros.
Puede ser que consideres que esa persona no sea más que un
gruñón con el que no se puede hablar, pero Jesús te desafía a que
lo consideres hermano y cuides de él. En este caso, no hagas
futurología: confróntalo y si no colabora en la resolución del conflicto
será momento de cliquear en la solapa de opciones avanzadas,
pero no optes por el paso 2 sin haber pasado por el paso 1.
El arte de confrontar
La confrontación es un arte complejo, pero la clave está en el
espíritu de este procedimiento que enseña Jesús: amor y verdad. En
Proverbios 3, Salomón nos recuerda la importancia de estos
componentes: «No te apartes nunca del amor y la verdad; llévalos
atados a tu cuello como si fueran un collar y escríbelos en lo
profundo de tu corazón». (Proverbios 3:3). Y en Proverbios 16 nos
revela una de las razones: «Con amor y verdad se perdona el
pecado, y con temor del Señor se evita el mal». (Proverbios 16:6).
La confrontación requiere dosis semejantes de amor y de verdad.
Estos son dos ingredientes indispensables para vivir la vida tal y
como la concibió Dios. Cada vez que me acerco a mi hermano con
el deseo de cuestionar algo debo hacerlo con un marcado y visible
compromiso con el amor y con la verdad. Si digo la verdad lo haré
con amor. Si amo lo haré con sinceridad y autenticidad. Porque te
amo te digo la verdad, te la digo con amor, pero no dejaré de
decírtela. Pondré mi mayor esfuerzo en no privilegiar un elemento
por encima del otro. No ataré un solo ingrediente a mi cuello,
escribiré ambos en mi corazón. Me apropiaré de toda estrategia que
me ayude a recordarlos y ponerlos en práctica de manera asociada.

La confrontación requiere dosis semejantes de amor y de


verdad
En comunicación existe una máxima acerca de la confrontación
que dice: «Empiece en positivo, confronte promediando la charla,
termine en positivo». Esto implica comenzar la receta por los
ingredientes de la afirmación de la relación y de la persona,
valorando quién es el otro, en acto y en potencia, declarando
nuestro deseo de permanecer en la relación y nuestro compromiso
con el amor incondicional. Entonces, si hemos sido sinceros, es el
momento de hablar de lo que nos molesta, nos preocupa, de hacer
nuestra advertencia o nuestro cuestionamiento, expresando que
nuestra intención es la crítica constructiva, la corrección positiva.
Luego, es hora de manifestar nuestro compromiso de amar a pesar
de la reacción del otro.
No confrontamos porque estamos seguros de que cuando
terminemos nos abrazarán con lágrimas en los ojos y nos pedirán
perdón. Es cierto, puede ser que eso no pase. Confrontamos por
amor a nuestro hermano porque deseamos lo mejor para él, porque
de no hacerlo lo abandonamos cruelmente a la oscuridad. Lo
hacemos con humildad, porque sabemos que el amor requiere de
ella y que la verdad siempre necesita del espíritu humilde que no se
cree su dueño, sino que la busca con apertura al descubrimiento.
Quien confronta con humildad, con las dosis apropiadas de amor y
verdad, corrige desde un espíritu amable y respetuoso que busca
respuestas que hagan crecer la relación. No anhela sentencias
lapidarias. El desafío es ayudar a mi hermano y a la relación,
atravesando el conflicto en búsqueda del crecimiento como
resultado. Ganar a mi hermano. No ganarle.
Uno o dos testigos
A esta altura debería quedar en claro que no iniciamos en el paso
uno con el deseo de atravesar cada paso con las ganas de arribar lo
más pronto posible a un merecido y supuesto castigo. En cada
punto que nos regala Jesús, el deseo siempre es ganar a mi
hermano… pero puede fallar. Puede ser que el hermano no
responda con apertura. Puede ser que se niegue a oírnos. No es el
resultado deseado, pero tristemente puede ser el posible. Jesús
entonces recurre al paso dos: «Pero si no, lleva contigo a uno o dos
más, para que todo asunto se resuelva mediante el testimonio de
dos o tres testigos». (Mateo 18:15 NVI).
Me voy a permitir darte algunos consejos para arribar a esta
instancia:
No lo hagas por sorpresa. Anuncia tu decisión de pasar al
siguiente paso. No se trata de hacerle una redada o una emboscada
con dos amigos tuyos que lo más probable es que estén a tu favor.
No se trata de poner dos testigos que den cuenta de lo tonto que es
el otro y, mucho menos, producir un encuentro intimidatorio en algún
callejón del puerto. Se trata de encontrar personas que colaboren en
el objetivo de ganar a tu hermano.
Es recomendable que, en lo posible, pongan esos testigos de
mutuo acuerdo. Lo ideal es que las personas elegidas resulten
confiables para ambos. Lo mejor sería que fuera gente a la que se le
reconozca madurez y si es posible autoridad.
En caso de que la persona no quiera alcanzar este segundo paso
y se niegue al encuentro con uno o más testigos, lo mejor es
encontrar un medio para comunicarle que la situación se dará a
conocer a una o dos personas de reconocida madurez, en el marco
de una apropiada discreción. En el contexto de una comunidad de
fe, éstas deberían ser personas que ocupan un lugar de autoridad
sobre tu vida y la vida del otro en cuestión. Envía un email
respetuoso, un mensaje de texto u otro medio privado que avise a tu
hermano que estás decidido, por amor, a pasar al siguiente paso.
Sería correcto señalar el nombre de las personas con las que
compartirás la situación, con el fin de que te ayuden a elaborarla.
En muchos casos he conocido gente que se niega a tomar la
decisión de saltar al segundo paso. Dan por cerrada la cosa y eligen
seguir adelante. Dicen: «Ya está, ya está». Lamentablemente, en un
99,9% la cosa no se cierra nada y el malestar continúa
solapadamente; las personas conviven en el distanciamiento y la
frialdad, hasta que una nueva situación recrudece el conflicto y una
vez más corremos el riesgo de caer en el pleito que hace que las
cosas terminen mal.
Otro error común es insistir en la repetición del primer paso y
postergar el salto al segundo. Comúnmente, cuando por fin se
decide llamar a testigos, la relación está tan desgastada que es muy
difícil llegar a un acuerdo. Mi consejo es que esta segunda instancia,
una vez dado el primer paso, no debería demorarse. Es importante
recordar su objetivo y reconocer que, si el deseo es la elaboración
del conflicto para alcanzar crecimiento, nadie debería tener objeción
de llamar a los testigos y trabajar por la resolución.
La iglesia y su lugar en el conflicto
«Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a
la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un
renegado». (Mateo 18:17 NVI). En esta instancia, no se trata de
prender fuego en audiencia pública a nadie. El amor sigue siendo el
rector. Este tercer paso recomendado por Jesús no es el privilegio
para la verdad y el fin del amor. La sociedad entre estos dos
ingredientes no debe desaparecer nunca… ni aún en esta instancia.
Consideremos algunas cosas:
Estamos observando el caso de una persona que ha sido
confrontada con amor, de manera personal, a solas, y luego
se le dio lugar a dos testigos que se sumaron en esta
empresa de amor y trataron de hacerlo entrar en razón y aun
así se resiste a cambiar su actitud. No nos referimos a
alguien que cometió un pecado aislado. Hablamos de alguien
que, habiendo sido confrontado por una falta, un pecado, una
mala actitud, no tiene intención de cambiar. Reconociendo o
no que lo que hace está mal, no tiene intención de revisar su
conducta. Dada esta situación el consejo de Jesús es que se
le comunique a la iglesia de la situación específica y
concreta.
Debe comprenderse que esta persona, decide vivir a
contramano de esa comunidad que reconocemos como
iglesia. Él dice: «Yo quiero vivir según mis propios criterios».
La iglesia dice: «Nosotros queremos vivir bajo la voluntad de
Dios». Usando una comparación con el mar, es alguien que,
de alguna manera, decide subirse al barco, pero en algún
punto de la travesía elige no respetar las normas de la
navegación: no ayuda en las tareas, contradice al capitán, se
pelea con el resto de los tripulantes y podríamos seguir
jugando con la metáfora. A esta altura coincidirán conmigo
que algo hay que decirle a la tripulación. No podemos
permanecer como si nada ocurriera.

No debemos olvidar que la iglesia es un grupo humano, no es


un ente impersonal: es gente, es comunidad, es pueblo, es
familia. Cuando aquí se menciona a la iglesia, se está
refiriendo a eso. La propuesta es llevar el conflicto frente al
grupo humano que es la iglesia e informar la situación para
que la comunidad cuide de este hermano y se cuide de este
hermano. Las cartas sobre la mesa. La consigna sigue siendo
la misma: tratar de ganar al hermano. Es hora de que los
miembros de la familia de Dios, al tomar conocimiento de la
situación, puedan intentar hacer su parte. Es la hora en que
la tripulación insta al hermano en cuestión a revisar su
actitud, a sumarse a la tarea, a responder al líder y a
reconciliarse con quien tenga la diferencia.

COMPAÑERO O POLIZÓN
El último paso, muchas veces, es leído como la declaración de la
muerte cívica del integrante en cuestión. Sin embargo, yo no creo
que esa sea la idea. La versión Reina y Valera lo dice así: «Si
tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia; y si tampoco
a la iglesia le hace caso, ténganlo entonces por gentil y cobrador de
impuestos». (Mateo 18:17 RVC).
Llegamos a la triste instancia en que este integrante no escucha a
nadie. A esta altura Jesús indica un comportamiento de la
comunidad para con la persona en cuestión: «Ténganlo entonces
por gentil y cobrador de impuestos». Está dando una pauta para el
trato, no para el destrato. No se trata de la expulsión o del destierro.
En la versión original Jesús hace referencia a los gentiles y a los
cobradores de impuestos. La NVI, creo yo que, con acierto, traduce
incrédulo o renegado. Estamos hablando de personas que no viven
bajo los principios que la comunidad ha adoptado para sí. Los judíos
detestaban a estos dos grupos de personas. A los primeros, porque
no pertenecían al pueblo y por lo tanto no vivían ni respetaban las
costumbres judías; a los otros, porque siendo judíos habían elegido
vivir como si no lo fueran. Cobraban impuestos para Roma
explotando a sus propios hermanos. Es decir que hablamos de
personas que no se ajustaban a los principios de la comunidad.
Eran personas que se comportaban como polizones. A un miembro
de un grupo se le conceden derechos y obligaciones, a un polizón
no. A decir verdad, el integrante en cuestión que ya pasó por los
primeros pasos de resolución y no entra en razón, hace ya tiempo
que se comporta como si viajara de contrabando. Lo que hace
Jesús en este último punto es solo oficializarlo.
Ahora bien, es cierto que los judíos detestaban a estos dos grupos
de personas, pero Jesús tiene una actitud completamente distinta
para con ellos. Jesús morirá por judíos y gentiles y luego levantará
hombres y mujeres que anunciarán las buenas de salvación hasta
los confines de la tierra, hasta alcanzar al último de los mortales, sin
importar su origen, estado o condición. Lo mismo sucede para con
los cobradores de impuestos. De hecho, quien toma registro de
estas palabras, Mateo, era un cobrador de impuestos. Un miembro
del equipo que había elegido comportarse como polizonte y que
ahora Cristo lo invitaba a volver a ocupar su lugar en el grupo.
Jesús, de alguna manera está diciendo: «Den por sentado que
éste, hasta que se arrepienta y cambie de actitud, ya no se rige por
los principios que les enseñé. Ámenlo, pero tengan en cuenta que
ya no le pueden dar ni responsabilidades ni honras como miembro
del equipo, porque ha elegido viajar como de contrabando. Se le ha
invitado cordialmente a compartir el honor de ser un integrante, pero
se ha negado a ese privilegio, elige ser polizonte… y frente a eso,
solo podemos esperar que recapacite, se arrepienta y cambie de
actitud. Ahora que lo sepa él y toda la comunidad. Ámenlo y
cuídenlo, pero no como integrante, sino como polizonte. Esto es lo
que él (o ella) ha elegido. Ámenlo hasta que el amor de ustedes lo
haga recapacitar. Ámenlo como yo los he amado a ustedes, que di
mi vida para que ya no viajen de manera tramposa; me entregué en
la cruz no solo para que sean integrantes de un grupo sino también
hijos».

APTITUD Y ACTITUD
Alguien podría preguntar, ¿es este procedimiento infalible? Déjenme
que se los diga como lo dice Norberto Saracco que lo expresa mejor
que yo: «Seguir este procedimiento de Jesús no tiene garantías de
resolución positiva… pero no seguirlo tiene el desastre relacional
garantizado». Después de algunos años de ministerio, puedo dar fe
de eso.
Si no tiene garantías de infalibilidad es porque hay una parte que
depende de nuestro corazón. Aun siendo, sin lugar a dudas, el
mejor método a elegir, no puede considerarse suficiente. Jesús no
solo enseña una fórmula, también muestra algo más. Necesitamos
trabajar nuestro carácter, nuestra actitud, no solo un método que
mejore nuestra aptitud.

el conflicto puede derivar en proyecto


Sin amor y verdad y sin la necesaria humildad que nos dispone
con un espíritu enseñable, el método no alcanzará. Con la actitud
correcta el método tiene el sello del Maestro y no existe mejor
camino para tomar.

DE CONFLICTO A PROYECTO
Al cerrar el pasaje que elegimos para reflexionar, Jesús concluye:
«También quiero decirles que si dos de ustedes se ponen de
acuerdo aquí en la tierra acerca de algo que quieran pedir en
oración, mi Padre que está en los cielos se lo concederá, porque
dondequiera que estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estaré
yo». (Mateo 18:19-20).
Me encanta observar esto: cuando damos participación a Jesús,
cuando seguimos sus enseñanzas con fe, el conflicto puede derivar
en proyecto. Solo es necesario que dos personas crean que hay
algo más importante que ellos, que el Reino de Dios está por
encima de cualquier proyecto o de cualquier ser humano.
Cuando yo tenía diecinueve años no tenía todo esto reflexionado y
supongo que Lucas tampoco, pero estoy seguro de que eso fue lo
que pasó entre nosotros. Aquellas diferencias que hacían conflicto
entre Lucas y yo no impidieron que cumpliéramos con nuestra
misión, porque donde dos o tres acuerdan con Jesús presente, los
conflictos derivan en proyecto y los proyectos en bendición.
Simplemente por una fascinante razón: porque no son proyectos
propios sino sueños del Dios Todopoderoso.
LAS DECISIONES
CUANDO ALGUIEN TIENE QUE SALIR DEL
EQUIPO
germánortíz
Algo hemos reflexionado acerca de confrontar, reconociendo lo
difícil que es, pero entendiendo también la necesidad de hacerlo
bien. Con responsabilidad, con verdad, pero también con amor y
humildad. De hecho, a decir verdad, no sería correcto leer este
capítulo sin leer el anterior. Incorporando todo aquello,
comprendiéndolo y asimilándolo, es que debemos considerar una
instancia aún más difícil.
Creímos con Paolo, que no podíamos desentendernos y no tratar
acerca del difícil trance que se nos presenta cuando debemos poner
en discusión la continuidad o no de un integrante de nuestro equipo.
Antes que nada, sería bueno aclarar que debemos cuidar nuestro
corazón. «Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la
fuente de la vida», dice Proverbios 4:23 RVC. Sin cuidar nuestro
corazón, nuestro egoísmo, nuestras propias inseguridades, nuestra
vanidad o nuestra propia torpeza nos llevarán a encontrar diversos
pretextos para deshacernos de cualquiera que no nos brinde lo que
deseamos, o que percibamos como un posible competidor que nos
robe fama o prestigio.
Sin un corazón saludable, frente a cualquiera que nos haga sentir
que pone en riesgo nuestra posición, o que nos resulte molesto
porque no piensa igual que nosotros, sentiremos la tentación de
hacer que parezca un accidente... o buscaremos un medio menos
dramático, pero no por eso menos efectivo, para deshacernos de él
o de ella.
Uno nunca está libre de sentir alguna de estas emociones, pero
con un corazón sano, cuando estos sentimientos asoman por
nuestro interior, suelen encenderse las alarmas necesarias que nos
ayudan a cuidarnos de nosotros mismos y a buscar a Dios, a fin de
elaborar correctamente la situación.

TRES TIPOS DE CONFLICTOS


En lo personal, creo poder observar al menos tres tipos de conflictos
que nos podrían llevar a una situación límite: los conflictos que están
relacionados a una falta de acuerdo en la visión y/o la misión que da
razón a nuestra tarea, los que tienen que ver con diferencias, de
cualquier tipo, que nos resulten imposibles de conciliar, y, por último,
los relacionados a problemas éticos o morales, directamente ligados
a algo que consideraríamos pecaminoso. Cada uno de estos tres
grandes grupos, implican distinta gravedad y, desde mi opinión, por
sus diferencias permiten que los abordemos considerando distintas
estrategias.
A dónde vas. Los conflictos relacionados con la
visión o la misión.
Esteban Fernández, con lo que para mí es un gran acierto, compara
la visión con lo que en Argentina llamamos «el cartelito del
colectivo». Me propongo partir de esta metáfora para considerar el
conflicto propio que se genera al momento de establecer una visión
o una misión.
En Argentina, utilizamos el término colectivo para referirnos al
transporte de pasajeros automotorizado. En otros lugares suelen
llamarle de otras formas. En la ciudad de Buenos Aires, un caudal
impresionante de personas hace uso de este medio, hacia miles de
destinos, durante las veinticuatro horas del día.
Para satisfacer esta demanda, existen cientos de líneas de
colectivos que suelen diferenciarse por un número y por una
variedad incontable de combinaciones de colores, y cada una de
esas líneas puede tener más de un ramal con distintos destinos.
Cada colectivo se diferencia por su color, su número de línea, su
letra o número de ramal, un cartel que expresa su destino final y
hasta, en algunos casos, otro letrero que también informa la calle o
avenida principal de su recorrido. Aun así, aunque te cueste creerlo,
existen personas como yo que podemos tomar el colectivo
equivocado. Así que para que no me vuelva a ocurrir, suelo ir sobre
seguro y consulto con el querido colectivero, el chofer de este medio
de transporte. Subo y no con poca vergüenza pregunto: «¿Me dejas
en Eva Perón y Medina?». El chofer solo tiene que contestar con un
monosílabo: sí o no. No tengo oportunidad, ni posibilidad de discutir.
No puedo objetarle que su destino me parece inapropiado,
peligroso, poco oportuno o nada práctico.
El destino está prefijado y a mí solo me corresponde elegir: pago
mi pasaje y hago uso de ese servicio, o me bajo para tomar otra
línea, o recorrido. Si no elijo ese colectivo, esa noche cuando el
chofer llegue a su casa, no me va a regalar el mínimo pensamiento.
No estará angustiado, ni deprimido, ni enojado. No se cuestionará si
por amor a mí debía cambiar de recorrido o destino, ni tampoco
lamentará que yo haya elegido un destino distinto para mi día. Es el
simple, y para nada dramático, producto de la elección de personas
libres. En este caso, por un lado, el de los empresarios
transportistas que eligieron, previamente, cubrir con su servicio
determinado recorrido y alcanzar determinado destino. Por el otro
lado, mi decisión de llegar al lugar al que necesito llegar. Sencillo.
Lo mismo ocurre cuando te identificas con una visión o misión.
Algunas personas subirán a tu colectivo, aplaudirán tu decisión de
haber elegido ese punto en el mapa, celebrarán tu ruta. Otros te
observarán partir, a veces hasta con indiferencia, esperando otro
camino que los lleve a ese destino que ellos entienden que es el
correcto para sus vidas… y no debería haber drama. Se sumarán a
otro equipo bajo las órdenes de otro líder o emprenderán su propia
aventura. Para Paolo y para mí mejor aún: ¡vamos a vender más
libros!
No existe una sola visión o misión porque no existe solo una
necesidad, ni solo una situación, ni solo un tiempo determinado. No
existe solo un grupo humano al cual servir y no hay solo un equipo
con posibilidades de satisfacer las necesidades de ese grupo. En
ese marco cada discípulo de Jesús debería leer el capítulo que
escribió Paolo.
Bromas aparte, creo que debemos comprender profundamente lo
desarrollado en ese capítulo. Es clave entregarse a Jesús, con
intensa devoción, para que Él te muestre cuál es la visión en la que
Él desea que seas protagonista, y no molestar ni molestarse con
otros con otra visión. Debería ser simple, pero... ¿por qué no lo es?
Bueno, en mi humilde opinión, por tres situaciones que se originan
en lo profundo de nuestros corazones.
Situación 1: El síndrome del reclutador
compulsivo
Algunas veces, en la mayoría de los casos sin mala intención,
algunos líderes le dan tanto crédito a su visión que jamás se la
cuestionan y creen que todo mortal debería apoyarle a él en su
misma aventura. Pareciera que consideraran que solo lo que ellos
hacen salvará al mundo de la perdición y, en función de tal sublime
empresa, les resulta absurdo que alguien no desee sumarse a su
causa. Descartan a los que supuestamente no sirven, seducen a los
capaces y consideran rebeldes a los que se atreven a abandonar el
proyecto bajo cualquier motivo o explicación.
Cualquiera sea nuestra causa, por más noble que sea nuestra
misión, no podemos esclavizar a las personas por medio de la
coerción o la manipulación a fin de lograr nuestros objetivos. Te
embarques en la empresa que te embarques, tu tarea y la mía, debe
reconocer que Dios nos llama a ser sus socios, ayudando a los
demás en la construcción de una identidad propia, como personas
libres, que deciden por sí solas, con la madurez necesaria. No
podemos, ni debemos, vivirle la vida a nadie, ni tomar decisiones
por los demás. Sería genial que toda persona caminara con Jesús,
buscando cada día más de Dios, pero ni siquiera podemos
obligarlos o manipularlos para que tomen esa decisión. Mucho
menos para que elijan formar parte de nuestro equipo o del
ministerio que Dios nos encomendó. Parte de nuestra
responsabilidad como líderes es ayudar a las personas a crecer en
dirección a una profunda experiencia de la saludable libertad.
Muchas veces vas a descubrir talentos maravillosos y el deseo de
incorporarlos a tu equipo aparecerá en tu lista de prioridades. Pero
no se trata de lo que tú haces o anhelas conseguir. Se trata del
proyecto grande de Dios y sobre cómo Él quiere incluir a cada
persona en ese proyecto. Nuestra misión es trabajar en conexión
con el Espíritu de Dios generando espacios que coincidan, o no, con
el llamado de Dios para las personas. Norberto Saracco suele decir:
«Yo no trabajo con voluntarios, trabajo con llamados». Cuando le
escuché expresar esto por primera vez, para mí fue como una
revelación. Yo no estoy para reclutar voluntarios, sino para generar
espacios que podrían coincidir con el llamado de algunas personas.
Los mismos espacios que no tendrán nada que ver con el llamado
de otras.
Siempre pensé que uno de mis mayores desafíos era trabajar con
equipos de voluntarios. Personas que, sacrificialmente, entregan
con mucho esfuerzo el poco tiempo que les queda para alcanzar un
fin noble. Ahí estaba yo tratando de hacer mucho, con gente muy
valiosa pero que no podían dar más de lo que daban. Sin darme
cuenta, muchas veces, me volvía loco tratando de cuidar a las
personas para que no se sintieran mal, para que no perdieran el
entusiasmo y fueran a abandonar su compromiso con la misión.
¡Qué gracioso! ¡Como si yo fuera el dueño de la empresa! ¡Cómo si
pudiera hacer un llamado realmente trascendente!
Yo no soy quien llama. Por lo tanto, no soy yo quien elige a quién
llamar, ni cuándo llamar, ni a dónde llamar, ni a qué misión convocar.
Pero cuando trabajas con tripulantes llamados que coinciden contigo
en un proyecto particular de Dios, entonces la situación es
completamente distinta. El fundamento de su estímulo, el ánimo en
medio de la dificultad, las fuerzas en medio del cansancio o si debe
existir algún tipo de retribución por lo que hacen, dejan de ser tu
responsabilidad. Todo eso surge de la relación de cada integrante
del grupo con su Señor.
Es el llamado y no tu simpatía lo que hace que alguien
permanezca
Es el llamado y no tu simpatía lo que hace que alguien
permanezca en la dura travesía. Los llamados se sostienen en la
tarea en obediencia a Dios, por la satisfacción de cumplir con la
voluntad del Señor, no por mis elogios o dádivas.
Solo déjenme aclarar que, obviamente, esto no es un permiso para
la tiranía o el maltrato. Cuando todos entendemos esta idea, los
elogios o los aplausos, son un plus que celebra la alegría que
produce ser parte del proyecto de Dios, pero no se vive como una
necesidad que condiciona la fidelidad o la continuidad en la misión.
Corresponde hacerlo… pero evita que se transforme en la moneda
de cambio para la fidelidad. Esto no es bueno para la misión, pero
es peor aún para quien hace del elogio su combustible para
continuar.
Cuando las personas comprenden esto, más allá del conflicto que
produce un cambio de decisión sobre la continuidad de un joven,
todos podemos vivir con alegría que alguien decida partir con un
rumbo distinto, en obediencia al llamado de Dios, y nosotros
encontraremos la paz necesaria, si el caso implica animarlo a
descubrir dónde el Espíritu quiere que esté.
Situación 2: El caso del pasante benigno
Habiendo hablado de llamados, debemos considerar a aquellos
que aún no tienen claridad al respecto. La misión que Dios nos
encomiende debe tener integrantes que permanecen firmes en sus
puestos en obediencia a su llamado. Pero no todos lo tendrán tan
claro y no es cuestión de andar con el llamadómetro para ver a
quién dejamos a mitad de camino. Considero que existe una
instancia donde todo líder debe brindar, con generosidad, un
espacio para la experiencia. Una instancia que funciona como una
pasantía, una experiencia de prueba, un ejercicio que posibilita al
pasante, el descubrimiento de su llamado y vocación.
Cuando yo era adolescente, hermosos líderes me brindaron la
posibilidad de trabajar con niños. De hecho, en lo personal, creo que
toda persona debería hacer alguna experiencia trabajando con los
más pequeños. Es una posibilidad inmensamente formadora.
Durante algunos años puse mi mejor empeño en trabajar con ellos,
pero en la medida en que crecí, mi llamado a la adolescencia y
juventud tomó forma y descubrí que aquello era lo que Dios quería
que hiciera. Al mismo tiempo el desgano por el trabajo con niños fue
en aumento. Al descubrir dónde debes estar, el mismo ánimo que te
convoca a permanecer ahí, es el que te moviliza para correrte de
donde no debes estar.
Cuando eso ocurrió mi tiempo de pasante concluyó. Algunos
líderes se entristecieron al no poder contar más conmigo, otros lo
celebraron… Pero finalmente, unos y otros se alegraron de que
descubriera en dónde Dios me llamaba a desarrollar mis dones.
Todo líder debería tener esta actitud. Las pasantías no suelen
revelarse sino recién pasado algún tiempo. En aquel momento, en el
que yo trabajaba con niños, no hubiese podido definirme como «de
paso». Yo no lo sabía. Pocos pasantes saben que lo son, pocos
líderes saben por cuánto tiempo los jóvenes estarán compartiendo
su mismo grupo. Solo Dios tiene este conocimiento. A nosotros nos
corresponde estar abiertos a ese obrar divino.
Tu equipo debe tener un cupo para pasantes. Un espacio para
personas que sin tener confirmación de su llamado están en una
etapa de búsqueda. Nuestro rol incluye ayudarlos en ese proceso de
descubrimiento, brindarles todo lo que podamos para enriquecer su
proceso de aprendizaje y celebrar cuando llegue el momento de la
definición, sea ésta la decisión de quedarse o de moverse hacia otro
destino de un proyecto diferente. Cuando podemos ayudar a otros
en esta búsqueda y en esa definición, podemos estar felices por
estar cumpliendo con parte de nuestra tarea.
Situación 3: La patología del integrante
confundido
Algunos integrantes del grupo están enfermos. No es mi intención
fomentar el uso de una etiqueta. Hay un sentido amplio para pensar
en la enfermedad y es sobre ese sentido que deseo que
reflexionemos juntos. En la vida, en la aventura del viaje, siempre
somos propensos a contagiarnos de alguna peste. Por eso es vital
que por empezar cuidemos de nuestra propia salud, y la mejor
manera de hacerlo es cuidando nuestro corazón, porque como dice
el proverbio, «…él es la fuente de la vida».
Pero lo cierto es que algunas personas descuidan su corazón y
éste se enferma. Obviamente no me refiero, en esta instancia, a
problemas cardiovasculares, sino a enfermedades que afectan el
alma y la mente como la confusión, la poca valoración de uno
mismo, la inseguridad, el egoísmo, la avaricia, la cobardía, la
vanidad y otras pestes parecidas.
Algunas veces, personas de este tipo terminan viajando junto a
nosotros. Se los suele reconocer por una clara manifestación de su
confusión. Cuesta definirlos como compañeros, polizontes o
espectadores. Por momentos quieren formar parte del equipo, en
otras instancias se esconden a dormir y en otros momentos se
pasan exigiendo. Un día están pidiendo que se les dé
responsabilidades, quieren ser parte de las decisiones, desean
participar de la descripción de la visión y la misión y se quejan de
cualquier cosa sobre las que no se les consultó. En otro momento
desaparecen: llegan tarde a la mayoría de las reuniones, si es que
vienen, no dan aviso de en qué andan o dónde están. Hacen de su
paradero un verdadero misterio.
Otros días se asemejan a pasajeros exigentes: hacen reclamos
por falta de reconocimiento, atención o ausencia de cuidado
pastoral, protestan porque no se sienten amados, llamados o
cuidados. Como pasajeros de placer reclaman que el servicio no
llega o se demora pero, obviamente, pocas veces muestran
disposición para acciones de servicio que no tengan una retribución
apropiada en dinero, en privilegios o en popularidad. Piden y exigen
mucho, pero dan muy poco.
¡Atención! Lo primero que deberíamos hacer con esta descripción
no es compararla con lo que otros hacen sino observar cuántos
puntos de contacto tiene con nosotros mismos. Entonces sí, luego
de eso, podemos pensar qué hacemos con el resto de los
integrantes.
Cuando ve una enfermedad, el corazón de un discípulo de Jesús
cobija el deseo de trabajar por su cura, no el de incinerar
convalecientes. En función de esto, lo que desarrollamos en
capítulos anteriores se vuelve más que pertinente. El desafío del
amor es ayudar a estos chicos a salir de su error, reconocer su
enfermedad e iniciar un tratamiento para su curación. Esta sanidad
no llegará nunca si esa persona no deja que Dios trate con ella. Este
tratamiento requiere de fortalecer la relación con el Espíritu Santo,
pero también de crecer en la relación con hermanos sanos que nos
ayuden a reflexionar y a buscar de Jesús y, en lo personal, creo que
en muchos casos no deberíamos descarta la ayuda de un
profesional psicológico.
En el marco de estas patologías debe considerarse que algunos
individuos poseen un sueño de destino que por momentos no suele
ser muy claro, ya que es fruto de sus dolencias, pero por momentos
resulta muy parecido a lo que sería una visión. No es extraño que
muchas veces, en estas condiciones, surjan quienes deseen
apoderarse del mando y disponer del liderazgo del camino. Objetan
el rumbo que se está tomando y reclaman por cambios de dirección.
Las propias limitaciones de un corazón poco saludable nos dejan
escasos de recursos, sin las energías ni el valor necesario para
embarcarnos en un proyecto de Dios que nos incluya. Cuando eso
ocurre, tristemente, deambulamos entorpeciendo la misión de otro y,
muchas veces, hasta intentando torcer la visión de quien tiene claro
a qué lugar debe llegar.
Frente a esto, la reacción común de muchos líderes es ablandarse
o endurecerse. Se ablandan cuando ceden su liderazgo,
permitiendo que el proyecto cambie hacia un rumbo impreciso o a
un destino diferente al que habían comprendido de parte de Dios.
Temerosos de ser rechazados o boicoteados, regalan espacios que
no deberían conceder, no por orgullo, sino por obediencia a Cristo.
Se endurecen, cuando sus actitudes toman forma de rudeza o de
patoterismo, y se termina en actitudes semejantes a las de marcar el
territorio con reclamos de autoridad y exhibiciones de poder.
Con cualquiera de estas reacciones el que gana es el enemigo. Si
nos enfrascamos en luchas de poder o en artimañas con el fin de
sostenernos en nuestros puestos, habremos dejado que la
enfermedad nos engañe, nos contagie y nos venza. Nuestra
participación en el proyecto grande de Dios, tristemente, quedará en
cuarentena.
La manera de salir de esta encrucijada es a través de una tercera
opción. Debemos negarnos al proceso de ablandamiento o al de
endurecimiento. Se hace la hora de recurrir a los recursos del
Espíritu: poder, amor y dominio propio, para adquirir la valentía
necesaria. «Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio». (2 Timoteo 1:7 RVC).
Es hora de elegir el protagonismo que influencia desde la firmeza y
la serenidad, desde la verdad y el amor, y para eso requerimos del
dominio propio que solo podemos cultivar en la relación con el
Espíritu de Dios.
Permítanme referir otra vez al capítulo anterior, y en especial a lo
expresado en relación al arte de confrontar. Es vital que recuerde
que mi vocación debe ser ganar a mi hermano. No ganarle, sino
ganarlo. En primera instancia, mi objetivo es trabajar por su sanidad,
sabiendo que también tengo el desafío de resguardar la salud del
resto del equipo. Es posible que en un primer momento el otro me
proponga una batalla por el puesto, por la razón o por el liderazgo.
Pero mi reto es salir de esa pulseada y mostrar que el poder del
Espíritu reside en el amor. Debo mostrar que lo amo, que si me veo
obligado a la corrección es por amor y no por orgullo, vanidad o
egoísmo. Mostrarme sano es la mejor manera de promover la
sanidad.
Es importante observar al Espíritu de Dios trabajando en nosotros,
en la formación de nuestro carácter: en el líder, en la persona que
propone la relación conflictiva y en el resto de los jóvenes. La acción
inteligente se aparta de la lucha de poder y direcciona el diálogo y
cualquier intervención hacia esa reflexión. ¿Cómo hará Dios
mejores personas de cada uno de nosotros a través de esta
situación? ¿En qué aspecto de nuestro carácter nos está invitando a
trabajar? ¿Me ayudas a pensar cómo puedo mejorar? ¿Me permites
ayudarte para que sigas creciendo? ¿Cómo podremos mejorar
todos a partir de esto?
Déjenme decirles que cuando así actuamos, la mayoría de las
veces no tenemos la necesidad de recurrir al uso de una expulsión.
El sabio recapacita y el necio termina por irse solo cuando observa
que no tiene espacio para el pleito o la división… y si llegáramos a
tener que tomar la decisión de apartar a alguien de la tarea, aún con
tristeza, tendremos la paz de haber actuado con integridad.
Acordemos el desacuerdo: Los conflictos
relacionados con diferencias
Compartían la visión y la misión, no tenían diferencias visibles en
la doctrina, los movilizaba la misma pasión, el mismo amor por
Cristo y por las personas. Habían viajado juntos, enfrentado el dolor,
habían disfrutado el obrar sobrenatural de Dios, presentado el
evangelio a miles. Ambos habían sido enviados a las misiones el
mismo día, en la misma congregación. El mismo Espíritu de Dios
había ordenado que fueran apartados para el ministerio. Ambos
estaban dispuestos a hacerle frente a lo que sea, aun cuando ese
algo fuera el martirio. Sin embargo, hubo un detalle menor que
resultó definitorio para que no pudieran seguir viajando juntos.
Durante algunos años, Pablo y Bernabé fueron dos contra el
mundo. Fueron la dupla que trastornaba cada ciudad que pisaban
con el mensaje y la experiencia del Evangelio. Si me lo preguntan,
me cae como una patada en el hígado que se tuvieran que separar.
No me gusta, pero así sucedió.
Yo no creo que ellos nos hayan dejado doctrina sobre cómo
resolver conflictos parecidos, ni creo que sean un ejemplo sobre
cómo se resuelve un conflicto. La virtud de ellos, si es que podemos
llamarla así, tiene que ver con algunas cosas que podemos inferir
sobre cómo obraron frente a algo que se parece mucho a la
irresolución.
El nombre Bernabé podría traducirse como «hijo de consolación» y
a éste parece que el nombre le quedaba como anillo al dedo. Como
decía mi mamá, era un defensor de pobres y ausentes. Ahí estaba
su corazón y la historia lo muestra reincidiendo. Ya lo había hecho
con el mismo Pablo. Sacó la cara por él cuando los recuerdos del
conocido Saulo no daban crédito al desconocido Pablo. Promovió su
defensa y se encargó de acompañarlo para dar testimonio de su
cambio radical. Se jugó por él delante de los demás. Ahora se
jugaba por otro delante de él. Este se llamaba Marcos y los había
abandonado en su primer viaje, por razones que se desconocen
pero que al parecer no lo honran mucho. Pablo no estaba dispuesto
a renovarle el crédito, Bernabé no iba a claudicar al significado de
su propio nombre. Todo indica que este último decidió honrar la
misma actitud que había tenido para con el viejo Saulo, ahora con el
nuevo Marcos. Así que acordaron en el desacuerdo y se fueron
cada uno cargando con la misma visión, la misma misión, la misma
pasión, el mismo arrojo… pero cada uno hacia un punto geográfico
diferente. Pablo con un tal Silas y Bernabé con Marcos.
Diferencias como estas pueden surgir y yo creo que debemos
tratar de resolverlas. El ejemplo de Pablo y Bernabé no es para que
cada cosa mínima justifique la separación. Pero aun así, por alguna
razón propia de nuestra limitación humana, puede que no sepamos
cómo resolverlo y entonces habrá que lidiar con la irresolución.
Entre otras cosas, podemos tener diferencias por puntos
doctrinales, por métodos, por formas, por estilos, por el lugar donde
misionar y, cómo en el caso de estos dos, porque no coincidimos en
las personas que deseamos que formen parte del equipo, y yo creo
que lo primero es intentar resolverlo. Pero si por alguna razón no lo
resolvemos, entonces debemos tomar alguna medida que nos
permita seguir en misión, y para mí aquí es donde Pablo y Bernabé
nos dejan ejemplo. Me gustaría creer que estos dos paladines del
Nuevo Testamento agotaron todas las instancias antes de decidir
separarse pero al no lograrlo tomaron caminos diferentes, y por más
que esto le caiga muy mal al idealista de Germán no debería
tomarse como algo tan grave.
¿Que sí es grave? Bueno, si me permiten explayarme un poco,
creo que esto se vuelve grave cuando en nombre de la misión, los
principios y las convicciones terminamos enemistados, hablando
pestes uno del otro u ocultando, vaya uno a saber por qué, los
genuinos motivos del fin de la sociedad. Nada de esto parece ocurrir
con Pablo y Bernabé.
He observado cómo gente se enemista por discutir sobre el
método evangelístico a seguir. Olvidan que Jesús oró para que
seamos uno para que el mundo crea y, en nombre de alcanzar a las
personas para Cristo, atentan contra la mismísima misión
pretendida. Es una locura.
Deduciendo algunas cosas de la experiencia de Pablo y Bernabé,
creo que podemos extraer algunas pautas para lidiar con la
imposibilidad de ponernos de acuerdo.
No se debería dramatizar la decisión de tomar caminos distintos.
Para que esto ocurra de verdad, el amor que nos profesamos no
debería ser afectado. Mi compromiso para con el amor a mi
hermano debería permanecer inalterable.
En función de esto, aun cuando este no es el caso de Pablo y
Bernabé, creo que podemos inferir que, en una relación asimétrica,
es decir donde uno está en autoridad sobre el otro, debería
mostrarse respeto sobre la decisión de quien preside, pero quien
está en autoridad debería dar libertad sin acusar de rebeldía a quien
decide tomar otro camino frente a la irresolución. Ni tiranos, ni
rebeldes… simplemente distintos.
Considerando esto, quedaría excluida de toda acción, toda forma
de murmuración, de difamación o de palabras descalificadoras para
con el otro. Todo lo contrario: siempre y bajo cualquier circunstancia
mi llamado es a bendecir.
Debería darse a conocer, con absoluta sinceridad, la razón
genuina que motiva la separación, reconociendo ambas partes, que
no supieron cómo accionar para permanecer juntos. Esto debería
darse a conocer a todo el mundo en una especie de comunicado
conjunto. Nótese cómo funcionó esto en el caso de Pablo y
Bernabé: tomó tal conocimiento público que hasta nos enteramos
nosotros varios siglos después.
Déjenme insistir que, aunque en este caso no nos referimos a
situaciones estrictamente ligadas con el pecado, Mateo 18 nos da
buenas pistas para que entendamos la necesidad de incluir a otros
en la resolución de nuestros conflictos. Una decisión de este tipo no
debe tomarse sin exponer la diferencia ante otros buenos hermanos,
que nos ayuden a salvar nuestras diferencias.
Dicho todo esto, cuando algún integrante del grupo presenta
alguna diferencia irreconciliable, creo que deberíamos hacer pública
esa diferencia, confesar nuestra imposibilidad para resolver la
diferencia y darle libertad de acción para hacer su propio camino,
bendiciéndolo y orando por él.
Tratar con el pecado: Los conflictos que surgen
de una conducta pecaminosa
Un joven roba, es parte de una estafa, miente, engaña a su
cónyuge, a su novia o a su novio, seguramente conoces historias
como estas o parecidas. La tentación está a la vuelta de la esquina.
Jesús, en el Padre Nuestro, nos enseñó a orar desde el
reconocimiento de nuestra debilidad, rogando por no caer bajo esa
seducción. Nadie puede arrojar la primera piedra, levantar el dedo
acusador. Cada caída de otro debe ser un llamado de alerta, como
cuando vemos tropezar a alguien y tenemos cuidado al pasar por
ese mismo lugar.
Por momentos el pecado parece una trampa para ratones, cuyo
señuelo, su queso delicioso y aromático, es la tentación. Algo o
alguien resulta inmensamente atractivo, la satisfacción a nuestra
necesidad parece estar a nuestro alcance, la vista que se enfoca
donde no debe hacerlo, el brazo que se extiende, el gatillo que se
presiona y ¡plac!, la trampa se cierra. Otra historia que se complica.
Sin embargo, la Biblia nos dice que el pecado y la tentación no son
solo atracciones desde nuestro exterior. Las cartas de los Apóstoles
desarrollan ampliamente la cuestión del pecado como un problema
de nuestro interior. Santiago lo pone en claro:
«Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir
por sus propios malos deseos. El fruto de estos malos deseos, una
vez concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez
cometido, es la muerte». (Santiago 1:14-15 RVC).
No podemos echar la culpa afuera. Esos estímulos, atractivos y
seductores que danzan a nuestro alrededor, no son los únicos
actores de la película. Junto a ellos, en el elenco de estrellas
tramposas, está todo lo que aportamos desde nuestro mismo
interior: el deseo de poseer más, de sentirnos mejor, de encontrar
seguridad, la sensación de la solución mágica al alcance de la
mano, ese deseo poderoso de satisfacción egoísta, ese déficit en
nuestro carácter. Es importante que nos hagamos cargo. Somos
responsables del pecado y de sus consecuencias que siempre
tienen olor a muerte. Necesitamos aceptar el constante trabajo del
Espíritu de Dios ayudándonos en la construcción de la pureza, en la
formación del carácter de Jesús en nuestras vidas, en la búsqueda
de alinear todo nuestro ser al amor a Dios y a nuestros semejantes.
Creemos que el sacrificio de Jesús y su resurrección ya operaron
milagrosamente en nuestro ser al consagrarnos a ese nuevo
nacimiento del que Jesús habló con Nicodemo en Juan, capítulo 3.
Sobre esto, así nos va a enseñar el Apóstol Pablo:
«Sabemos que nuestra vieja naturaleza pecaminosa fue clavada
en la cruz junto con Cristo; de esta manera, ya no está bajo el
dominio del pecado, ni tiene que someterse a la esclavitud del
pecado, porque al morir quedamos libres de su dominio. Y por
cuanto nuestra naturaleza pecadora murió con Cristo, creemos que
también compartiremos su nueva vida. (Romanos 6:6-8).
Nuestro desafío ahora es sintonizar con esta verdad, depositando
nuestra fe en la obra de Jesús en la cruz, alineando nuestra vida,
cada día, con el Espíritu de Dios. Pablo nos da una consigna que
creo que es más que interesante para que la implementemos en
este sentido:
«No dejen que el pecado domine su cuerpo mortal; no lo
obedezcan siguiendo sus malos deseos. No entreguen ninguna
parte de su cuerpo al pecado para que se convierta en instrumento
del mal. Más bien, entréguense por completo a Dios, como quienes
ya han muerto y han vuelto a vivir. Y preséntenle sus miembros
como instrumentos para la justicia». (Romanos 6:12-13).
El reto parece ser renovar, cada día, nuestro compromiso con lo
que es justo, para seguir creciendo en la coherencia entre la libertad
que Jesús nos brindó y la que vivimos en realidad. La pregunta
parece ser: ¿qué ajustes debo hacer en mi vida, con el auxilio del
Espíritu de Dios, para que la realidad de Jesús, haciéndome libre del
poder del pecado, se refleje en mi vida cotidiana?
¿Por qué invierto estás líneas en hacer teología del pecado?
Bueno, porque creo que es importante obtener la mayor
comprensión sobre cómo proceder frente a dos situaciones posibles:
el pecado de otros o… nuestro propio pecado. Esta es una realidad
en la naturaleza humana que no necesita condenación. Requiere de
una transformación sobrenatural en lo más profundo de nuestro ser.
Transformación que es imposible que se dé sin la intervención
directa del Espíritu de Dios. Pero entonces, ¿cuál es nuestra
responsabilidad? ¿Que nos toca a nosotros? Bueno, creo que en lo
que se refiere a nuestro propio pecado, ya Pablo nos ha dado una
pista importantísima. Abrirnos al obrar del Espíritu Santo, buscando
cada día entregar nuestras vidas al servicio de la justicia. ¿Y en
cuanto al pecado de los otros? De algo estoy seguro, el camino no
es el juicio y mucho menos la condenación:
«Por eso no tienes excusa alguna cuando juzgas a otros, pues
cuando lo haces, te condenas a ti mismo, ya que cometes los
mismos actos que ellos». (Romanos 2:1).
¡Clarísimo! ¿No? Miren cómo lo ve Jesús:
«Los fariseos y los maestros de la ley que pertenecían a su mismo
grupo, se molestaron con los discípulos de Jesús y les dijeron: ¿Por
qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y con
pecadores? Jesús les contestó:
—Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo
no he venido a llamar a los justos para que se arrepientan, sino a los
pecadores. (Lucas 5:30-32).
Jesús apela a una metáfora con la que ya hemos jugado en este
libro. Buscamos traer sanidad, no condenación. Por eso la iglesia
denuncia el pecado, pero ama al pecador… o así debería ser.
Nunca justifica el pecado pero, como lo hace el Maestro, regala
miradas de compasión a la multitud, porque la reconoce navegando
en la confusión.
«Jesús recorría las ciudades y los pueblos de la región enseñando
en las sinagogas, predicando las buenas nuevas del reino y
sanando a la gente de sus enfermedades y dolencias. Al ver a las
multitudes, sintió compasión de ellas, porque eran como ovejas
desamparadas y dispersas que no tienen pastor.
‘¡Es tan grande la mies y hay tan pocos obreros!’ —les dijo a los
discípulos—. ‘Pidan que el Señor de la mies consiga más obreros
para sus campos’». (Mateo 9:35-38).
Jesús no condena. Se compadece, enseña y llama al
arrepentimiento. Invita constantemente a un cambio de dirección
hacia un rumbo mejor. En esta misión, Cristo nos invita a participar.
Esa es tu misión y la mía. La pregunta del millón es: ¿cómo se hace
esto?
A lo largo de la historia, para disciplinar al pecador algunas
personas o iglesias han recurrido a la exposición pública
vergonzosa, a la expulsión o al destierro, al abandono y hasta al
castigo físico. Creo que queda claro que el camino propuesto por
Jesús no tiene nada que ver con eso.

COMPASIÓN, APRENDIZAJE,
RESTAURACIÓN
La mejor propuesta por la que podemos optar, siempre será seguir
el ejemplo de Cristo, y éste parece estar alineado a la compasión, la
enseñanza y en un proceso de restauración que hace base en el
arrepentimiento.
Cuando una persona cae en la trampa del pecado, nuestra primera
reacción debería ser la de la compasión, ya que ha probado un
cóctel venenoso que combina explosivamente su historia, las
circunstancias que lo rodean, sus desajustes internos, alguna
seducción externa y su decisión equivocada que concluyó en una
conducta abrazada al pecado. Él es el primero que pierde, requiere
de mi compasión, y esa compasión es la que debe movilizarnos a la
enseñanza. Es la hora de trabajar comprometidamente en un
proceso de aprendizaje que seguramente implicará un crecimiento
para todos, pero quien cayó debe concentrarse especialmente en
las preguntas correctas: ¿qué me sucedió? ¿Qué descuidé? ¿Qué
herida producida en mi historia facilitó mi caída? ¿Qué debo
entregar a Dios que aún no lo hice? ¿Qué debilidad de mi carácter
deja expuesta esta situación?
Estas son preguntas que, si él o ella no se hace, es nuestra
responsabilidad animarlo o animarla a que se las haga; requieren de
un proceso y ese proceso necesita de nuestro acompañamiento
comprometido. A nosotros nos tocará preguntarnos: ¿quién es la
mejor persona para que realice este acompañamiento? ¿Cuál será
la mejor rutina o estrategia para llevarlo a cabo? ¿Requiere de
ayuda profesional?
Si hemos ocupado lugares de liderazgo sobre la persona que cae,
es importante no trabajar esto en soledad. Necesitamos buscar
ayuda porque, lo percibamos o no, es muy probable que nosotros
también hayamos sido heridos. También habrá preguntas que
requerirán de respuestas en nuestra búsqueda con Dios: ¿qué me
toca aprender a mí en medio de esta circunstancia? ¿Ya había
observado esa debilidad de carácter que fue parte del cóctel del
pecado? ¿Hice algo para alertar a mi hermano o hermana? ¿Debo
arrepentirme yo de algo? ¿Cómo va a hacer Dios para que todos
crezcamos a partir de esta situación? ¿En qué aspectos deseará Él
que crezcamos? ¿Cómo me asocio a lo que Cristo quiere hacer a
partir de este hecho?

Arrepentimiento es un genuino cambio de rumbo


Lo dicho hasta ahora deja en relieve algo muy importante: será
muy difícil encarar este proceso si alguna de las partes
intervinientes no está abierta al aprendizaje con un espíritu humilde
y enseñable. Esto es para cada tripulante del barco, pero
especialmente para quien ha experimentado la caída. Abordar este
tipo de procesos llenos de supuestas certezas y desprovistos de
buenas y humildes preguntas, solo presagia destinos ruinosos. En
este sentido, en la base de esta actitud, si deseamos sentar
cimientos sólidos para la reconstrucción, es vital comprender el
significado del arrepentimiento y llevarlo a la práctica. Será
importantísimo comprenderlo no tan solo como un evento aislado,
sino como la actitud necesaria en el proceso de restauración.
Arrepentirse no es pedir disculpas. Es una actitud que Dios
reconoce de manera instantánea pero que los humanos
necesitamos de tiempo para poder comprobar.
Arrepentimiento es un genuino cambio de rumbo que los humanos
estamos imposibilitados de comprobar si no vemos a la persona en
cuestión mantenerse fiel en esa determinación a lo largo de un
periodo de tiempo. Por eso quien cae, no puede pretender o esperar
una recomposición exprés en las relaciones que se vieron afectadas
por su pecado. Esta es una razón más que importante para
comprender cómo juega el factor tiempo en el proceso de
restauración, pero existe al menos un motivo más.
La Biblia revela que el perdón y la limpieza llegan de la mano de la
confesión, sin más trámites: «Pero si confesamos a Dios nuestros
pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda
maldad». (1 Juan 1:9).
Quienes resultan heridos o salpicados por el pecado de otros,
tienen el desafío de ajustar sus vidas y su accionar a la fidelidad y la
justicia de Dios. Debemos perdonar como Él perdona. No se llega a
la sanidad y al crecimiento si no se recorre el camino del perdón.
Esto deja de manifiesto el inmenso error que cometemos cuando
entendemos los procesos de restauración como castigos que
compensan la falta que se cometió. El perdón llega de parte de Dios
de manera automática y nosotros deberíamos cultivar una actitud de
aproximación a esa forma de accionar de Dios. Este tiempo no es
para castigar el pecado, sino para considerar y trabajar en ese
déficit de carácter que fue pieza clave para que la caída se
convirtiera en un hecho. Hay algo que muchas veces no
observamos: ese déficit de carácter siempre fue un problema,
siempre representó una amenaza. Nosotros no lo percibíamos… y si
lo hacíamos, nunca le dimos la debida importancia.
El foco de la restauración no debe estar en el pecado, sino en ese
problema de carácter que era un bidón de combustible esperando la
primera chispa que lo convirtiera en llamas hirientes. Y no hay otra
opción: trabajar en esto requiere del exigente factor tiempo, el cual,
si lo aprovechamos bien, nos ayudará a comprender mejor las
condiciones internas que requieren ser puestas bajo la luz de Dios y
expuestas ante el poder transformador de su Espíritu.
LLEGAR A LA META
CONCLUSIÓN
El trabajo en equipo no es una opción. La Biblia nos regala múltiples
conceptos, principios, valores y figuras que revelan que el congeniar
con otros para alcanzar logros en la misión, es voluntad de Dios.
Aquellos que huyen del trabajo en equipo se condenan a la pobreza,
se resignan a logros insostenibles, se confinan a una indeseable
soledad.
Emprender el camino en solitario puede ser un muy excelente
ejercicio físico, pero no te permitirá viajar muy lejos. No lograrás
terminar la maratónica carrera que equivale a los grandes desafíos
de Dios, en soledad. Sencillamente es casi imposible.

CUIDADO CON LA TENTACIÓN


La tentación entonces será conseguirte un hermoso ejército de
autómatas que hagan tu santísima voluntad. Muchos no lo revelan
pero, en secreto, sueñan con un ejército de sicapitanistas que jamás
discutan ninguna de sus decisiones. Quisiéramos dejarte en claro
que, aunque quisiéramos, este libro no puede darte herramientas
para alcanzar semejante objetivo descabellado. Ninguna de las
herramientas, ideas, estrategias, conceptos que te hemos brindado,
podría tener algún propósito similar.
Deseamos que puedas batallar con tu propio ego y puedas ver a tu
Señor amoroso tratando contigo. Él desea desarrollar el carácter de
Cristo en tu interior, y sabe que en la experiencia de rozarte con
otros, tiene las mejores posibilidades para entrenarte en el amor al
prójimo y en la adoración a su Nombre. No solo lo hace por estar
empecinado en su deseo de sacarte bueno, o caprichoso por
convertirte en una herramienta afilada, sino que lo hace porque en
su inmensa sabiduría, en su entrañable amor y en su maravilloso
diseño, ese es el camino más excelente para librarte del saqueo, la
muerte y la destrucción y llevarte a las alturas de la vida en
abundancia (Juan 10:10).
Aquellos que huyen del trabajo en equipo se condenan
Trabajar en equipo es un ejercicio excelente para tonificar los
músculos de tu espiritualidad, una dieta infalible para nutrir tus
pensamientos, una experiencia privilegiada para calibrar tus
emociones, una escuela de altos estudios para sintonizar con la
voluntad del Padre.
Al dirigir un equipo no te compras un ejército de clones
manipulados genéticamente para obedecer a tus designios. En una
carrera de auténtica espiritualidad, el trabajo en equipo resulta un
hermoso pretexto para afianzar el discipulado, para aprender del
Maestro durante la travesía, para recopilar experiencias, para sumar
conocimientos y para adquirir nuevas miradas que provienen del
universo del otro.

EL DISENSO
Al trabajar en equipo, tendrás que enfrentarte a la realidad del
disenso. Los egos sin domesticar son bestias salvajes que se irritan
frente al disenso. Deja que Dios trate contigo y con los integrantes
de tu equipo. Que alguien opine distinto puede ser una oportunidad
única para que tu propuesta se perfeccione, para descubrir una
alternativa superadora, para que el equipo se vea obligado a buscar
la voluntad de Dios.

Al dirigir un equipo no te compras un ejército de clones


Un equipo maduro busca que el disenso emerja de la manera más
visible, lo más pronto posible. No lo hacen por una vocación
masoquista, sino porque saben que cuanto antes lo aborden más
rápidamente podrán elaborarlo, procesarlo y saltar a una propuesta
superior que mejore las condiciones para llegar a los objetivos
propuestos. Los buenos líderes promueven, constantemente, que
los disensos sean explicitados con libertad, preguntando
permanentemente sobre la opinión de todos.
Los disensos no abordados pueden generar permanente
insatisfacción, conscientes o inconscientes sabotajes, deserciones
indeseables, enemistades absurdas. Cada una de estas cosas
provocan pérdidas invaluables de energía útil para la misión.
Algunos, persiguiendo la excelencia, paradójicamente, dejan
expuesto lo poco excelente que es su carácter. El disenso suele ser
un detonador que deja a la vista este déficit más que importante.
Los buenos líderes no huyen frente al disenso. No lo niegan, no
permiten que los ponga nervioso. Lo aprovechan, lo dejan fluir, lo
encausan apropiadamente como herramienta pedagógica o como
marcador del algún detalle aún no considerado y, amando a Dios,
saben incorporarlo a la larga lista de todos esos recursos que el
Creador logra que sirvan para bien (Romanos 8:28).
Los disensos hablados y elaborados son tierra fértil para conciliar
mejores ideas, concebir nuevas estrategias, enriquecer la caja de
herramientas, perfeccionar el carácter de los discípulos y afinar la
sensibilidad hacia la guía del Espíritu de Dios.
Amígate con el disenso, aprende a dominar la tensión que pueda
provocar, estimula a tu equipo a compartir su opinión con
generosidad y a tratar las diferencias con respeto y humildad. Si
ellos disponen de un espíritu enseñable, el disenso será un recurso
maravilloso para crecer en el aprendizaje y encarar la misión con
bríos renovados. Niégate al disenso y desaprovecharás una gran
oportunidad de crecimiento.

GOLPE BAJO AL DESEO MEZQUINO


El disenso duele porque golpea en el deseo mezquino de que las
cosas sean siempre como tú quieres. Es vital que, como lo
desarrollamos en este material, obtengas una visión de parte de
Dios, porque es eso, y no otra cosa, lo que debe servir de norte a tu
ministerio. No el deseo de que todo salga como tú quieres. No te
confundas. Si Dios te da una visión, tráela siempre a la mesa de
trabajo, pero permite que el disenso exponga positivamente la
diversidad y las variables que cada integrante puede aportar.
Al final, las cosas pueden no salir como pretendías, pero si cultivas
y ayudas a cultivar una sabia búsqueda de Dios, entonces la buena
noticia es que saldrán aún mejor de lo que estaban en tus planes
primitivos. Las personas sabias que se disponen a trabajar en
equipo, saben que deben aprender a aceptar que las cosas no
siempre saldrán como ellas quieren. Casualmente, esa es la misma
actitud que está presente en los que buscan la voluntad de Dios.
Busca y promueve la búsqueda de la guía de Dios siempre que el
disenso parezca irreconciliable; antes de la imposición o la fractura,
profundiza esa búsqueda aún con mayor humildad, clamando por un
nuevo y renovado entendimiento que te lleve junto al equipo del que
formas parte, a un nuevo y superior nivel (Efesios 1:18, Jeremías
33:3).
Dios te involucra en la aventura más maravillosa. El formar parte
de un equipo es, en gran medida, el ejercicio extraordinario de
propiciar un ámbito donde el Espíritu Santo se mueva, su voz se
oiga, su poder se manifieste, su amor se derrame y sus hijos se
conviertan en discípulos relevantes para ese momento histórico y
para ese lugar específico en el que les toque desempeñarse. Así
que prepárate para la travesía más importante de tu vida:
¡Persevera!

De esta manera sigo adelante hacia la meta, para ganar


el premio que Dios ofrece por medio de su llamado
celestial en Cristo Jesús.

—Filipenses 3.14
BIBLIOGRAFÍA
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