Forst (El Derecho Básico A La Justificación)
Forst (El Derecho Básico A La Justificación)
Forst (El Derecho Básico A La Justificación)
Reiner Forst**
Traducción de Francisco Cortés Rodas
* Originalmente este artículo fue publicado en alemán con el título “Das grundlegende
Recht auf Rechtfertigung. Zu einer konstruktivistischen Konzeption von Menschenrechten”,
en: H. Brunkhorst, W. Köhler y M.Lutz-Bachmann (editores). Recht auf Menschenrechte,
Menschenrechte, Demokratie und internationale Politik. Frankfurt am Main, Suhrkamp,
1999. Agradecemos a la editorial Suhrkamp el permiso para su publicación en castellano.
** Quiero agradecer por sus valiosos comentarios a los participantes del seminario “Global
Transformation of Democracy” realizado en el Instituto de Ciencias de la Cultura en Essen
(diciembre de 1996), y del seminario “Philosophy and social sciences: Insitutions, discourse
and identity”, en Praga (mayo de 1997). Particularmente, las discusiones sobre la conexión
entre los derechos humanos y legitimación democrática con Frank Michelman, en Essen,
y con Stefan Gosepath, en Praga. También agradezco a Jürgen Habermas, Flemón Davgis
y Noirbert Campagna por sus detallados comentarios escritos y su crítica. Espero haber
aprendido al menos un poco de lo que he debido aprender de estas sugerencias y
comentarios.
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1 Véase, por ejemplo: P. Kondylis. “Des Westens weiße Weste?”. Frankfurter Rundschau,
agosto 20, 1996, p. 10.
2 Véase: S. Moller Okin. “Konflikte zwischen Grundrechten. Frauenrechte und die Probleme
religiöser und kultureller Unterschiede”. En: S. Gosepath y G. Lohmann (editores).
Philosophie der Menschenrechte. Frankfurt am Main, 1998. Véase también: S. J. Alazm.
“Das Wahrheitsregime der Verbrecher”. Frankfurter Rundschau. febrero 26, 1996, p. 10.
3 Para una discusión sobre la relación entre las raíces seculares y religiosas del concepto
de los derechos humanos, véase: E. W. Bökenförde y R. Spaemann (editores). Menschenrechte
und Menschenwürde. Stuttgart, 1987; O. Höffe. “Christentum und Menschenrechte”. En:
O. Höffe. Vernunft und Rect, Frankfurt am Main, 1996, pp. 83-105.
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6 Esto no significa que no puede haber una defensa autocrática (particularmente teocrática)
de la autonomía de una cultura fuerte que se oponga a demandas de derechos humanos;
simplemente quiere decir que tales defensas no pueden emplear un fuerte concepto de
integridad cultural —aunque a menudo lo intentan para ocultar el carácter autocrático de
su argumentación.
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forma negativa: es la autonomía de personas que no han sido más ignoradas, que no
han sido más subordinadas, que no han sido vistas por más tiempo como los simples
medios para la preservación de ciertas instituciones y relaciones de poder. Para
decirlo positivamente, en términos kantianos, ser un “fin” y no un “medio” de otros
es ser capaz de exigir justificaciones sobre las relaciones sociales en contextos
concretos. Y en la medida en que los demandantes vinculan estas exigencias con el
lenguaje del derecho, el núcleo de su reclamación da cuenta de una concepción de
la persona como un ser que otorga y reclama razones, y es por esto un ser autónomo.
Esta concepción no está necesariamente conectada con la idea comprehensiva
de la persona que, en un sentido ético o incluso postradicional, se determina ella
misma en todos los aspectos de su vida; más bien, significa que una persona se
considera ella misma como una persona que exige y da razones en contextos morales
relevantes. 9 Este concepto de persona y el “derecho a la justificación” indican una
profunda gramática normativa de la protesta social y de las luchas, en las cuales las
demandas concretas de justificación se asocian con el lenguaje de los derechos. Con
esto se ha abierto la posibilidad de una lógica del desarrollo —en el sentido de una
“modernización moral” 10—, en la cual pueden ser demandadas más y más razones
de las relaciones sociales sobre la base del derecho a la justificación, e incluso pueden
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11 M. Walzer. “Nation and universe”. En: G. B. Peterson (editor). The tanner lectures on
human values. Salt Lake City, 1990, p. 535.
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los seres humanos en tanto miembros de una comunidad moral incluyente, la cual no
puede ser negada con razones.
El derecho a la justificación y los criterios de reciprocidad y universalidad sirven
como bases para la construcción de una concepción de los derechos humanos: como
se intentó mostrar anteriormente, esta fundamentación es neutral en relación con las
culturas, dado que tiene tanto un fundamento inmanente como trascendente a ellas.
Ninguna cultura puede negar esta base como un “descubrimiento” externo, puesto
que su propia pretensión a la integridad cultural y a la aceptación interna presupone
la afirmación del derecho a la justificación. Y la manera en que los miembros de una
sociedad reclaman ese derecho como una demanda por derechos concretos, no
puede ser entonces determinada por valores “incuestionables” o decretos. Sin tal
punto de vista, que es a la vez universal, y ciertamente abierto en términos de sus
contenidos, no puede haber una concepción universal de los derechos humanos.
Una concepción universal de los derechos humanos debe ser vista como el
resultado de un “discurso constructivista” por las siguientes razones:21 primero, debe
estar cimentada sobre una base segura e imparcial, y ser una construcción que, por así
decirlo, tiene que ser hecha en principio por todas las personas morales en mutua
cooperación, quienes deben usar solo materiales moralmente aceptables y proceder de
acuerdo con un plan de razón para posibilitar que cada ser humano pueda encontrar
un seguro refugio en esa casa —u hotel, como Walzer 22 diría. 23 En este sentido, el
constructivismo moral es la expresión y el resultado de las capacidades morales y
experiencias de seres humanos autónomos, capaces de razonamiento práctico, finitos,
quienes han reconocido la necesidad de normas comunes de la humanidad y de los
derechos y deberes correspondientes a ellas.
21 Véase la discusión de constructivismo y razón práctica en: R. Forst. Kontexte der Gerechtigkeit.
Op. cit., capítulo IV. 2. En este lugar no puedo tratar la compleja cuestión de las relaciones
de esta concepción de una teoría de la justificación relacionada con el contexto, con el
programa original —en algunos aspectos más inclusivos— de la fundamentación racional
de las orientaciones prácticas de la escuela de Erlangen y de Konstanz. Véase: P. Lorenzen
y O. Schewemmer. Konstruktive Logik, Ethik und Wissenschaftstheorie. Mannheim, 1975;
F. Kambartel (editor). Praktische Philosophie und konstruktive Wissenscheftstheorie. Frankfurt
am Main, 1974. De estos, véase F. Kambartel. “Moralisches Argumentieren. Methodischce
Analysen zur Ethik”.
22 Véase: M. Walzer. Kritik und Gemeinsinn. Op. cit., capítulo 1, sobre la idea de un “Hotel
Hilton” como estándar mínimo de moralidad que demanda una protección para los seres
humanos en todo lugar.
23 Aquí uso una figura de O´Neills, tomada de la discusión de una moralidad constructivista,
véase: Onora O´Neills. Towards justice and virtue. Cambridge, 1996.
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24 Véase: J. Rawls. “Kantischer Konstruktivismus in der Moraltheorie”. En: Die Idee des
politischen Liberalismus. Frankfurt am Main, 1992, pp. 81 y ss.
25 Véase: R. Forst. Kontexte der Gerechtigkeit. Op. cit., capítulo IV.2; R. Forst. “Gerechtigkeit
als Fairneß: ethisch, politisch oder moralisch?”. En: Philosophische Gesellschaft Bad
Homburg y W. Hinsch (editores). Zur Idee des politischen Liberalismus. Frankfurt am
Main, 1997.
26 Véase: J. Rawls. Political Liberalism. Nueva York, 1993, p. 90.
27 Véase: Ibíd., pp. 103 y ss.
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28 Véase: J. Rawls. “The law of peoples”. En: St. Shute y S. Hurley. On human rights. Nueva
York, 1993. Para críticas importantes a este ensayo, véase: T. Pogge. “An egalitarian law
of peoples”. Philosophy and Public Affaire, 23, 1994; T. McCarthy. “Über die Idee eines
vernünftigen Völkerrechts”. En: M. Lutz-Bachmann y J. Bohman (editores). Frieden
durcht Rect. Frankfurt am Main, 1996.
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normas pretenden validez. De esta manera, una posición constructivista evita una
designación paternalista de una lista de los derechos humanos o una interpretación
específica de esos derechos en una estructura política particular.
La idea de un contexto universal de la humanidad en el cual los derechos
humanos deben ser justificados y aceptados requiere que una teoría constructivista
haga uso de ciertas abstracciones. Frente al trasfondo de los presupuestos de una
justificación discursiva de las normas morales y de los derechos, esa teoría recons-
truye las experiencias morales y los procesos de aprendizaje de los seres humanos,
los cuales proveen los argumentos para los derechos humanos, que no pueden ser
negados universal y recíprocamente. Partiendo de las demandas que las personas han
hecho y hacen en los conflictos sociales, una teoría constructivista obtiene una
determinada lista de derechos humanos que a ninguna persona se le pueden
desconocer de manera razonable sin que su derecho a la justificación sea violado, en
cualquier contexto social. Así pues, es posible construir una concepción de los
derechos humanos que no encuentre ninguna “última fundamentación”, sino que
represente el resultado de desarrollos normativos históricos relevantes y que esté
abierta a otras argumentaciones, sin que al mismo tiempo tenga un débil contenido
moral. Si uno quiere disputar el estatus de esos derechos como derechos humanos
—tal y como ellos, por ejemplo, fueron documentados en la Declaración General de
los Derechos Humanos—, debe ser capaz de dar argumentos que muestren la validez
limitada de esos derechos; y con tales argumentos dar las pruebas que sirvan,
universal y recíprocamente, a aquellos que puedan sufrir por las violaciones de esos
derechos.
Entonces, una teoría constructiva requiere que el derecho a la justificación, la
base de todos los derechos de los seres humanos, no sea ignorado. Y también esto
vale en el caso de que se añadan derechos especiales. No hay aquí verdades
platónicas a las que uno pueda recurrir, pero sí criterios que se deben satisfacer en
un discurso sobre tales derechos. Cada construcción de una lista general de
derechos humanos tiene un carácter “provisional” y puede ser cuestionada, ella no
es una Creatio ex nihilo, sino que es el resultado de experiencias históricas y
procesos de aprendizaje, y es asegurada a través del criterio del cuestionamiento
legítimo de tales derechos —finalmente, a través del derecho básico a la justifica-
ción. La probada “inviolabilidad” normativa de esos derechos, así como su función
de instrumentos para asegurar pretensiones individuales no rechazables, se expre-
sa en su formulación como derechos legales positivos vinculantes, que protegen a
las personas como personas jurídicas. Para este fin, se requieren ciertamente
estructuras legales y políticas que presupongan un procedimiento de constructivismo
político (por tanto, también legal).
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justificación y reconocen los derechos que son justificables sobre la base de ese
derecho (en la forma aceptada por ellos).31 En los discursos políticos los ciudadanos
son participantes de la empresa cooperativa, históricamente situada, del estableci-
miento de una estructura social legitimada; no se trata de seres nacidos en un cielo
moral que desciendan a la tierra para formarla de acuerdo con un ideal, sino de
personas comprometidas en una multiplicidad de conflictos y luchas sobre el mejor
orden para su Estado —y en casos de conflictos especialmente graves, asumen su
papel como personas morales y hacen valer derechos que tienen el estatus de
derechos humanos, que nadie puede desconocer, ya sea en la exigencia de equidad
jurídica, de igualdad política o de inclusión social.32 Las estructuras legales y políticas
que resulten al interior de los distintos contextos sociales y culturales pueden ser
completamente diferentes entre sí, pero ninguna de ellas puede contener componen-
tes capaces de superar arbitrariamente el derecho básico a la justificación. Los
derechos humanos constituyen por tanto el núcleo interno de cada estructura social
legitimada, sin que ellos representen regulaciones concretas que el sistema legal deba
simplemente “reflejar”. La forma que los derechos toman en cada caso debe ser
determinada discursivamente por los mismos afectados.
Así pues, una comunidad política debe ser asumida como “soberana” en el
sentido en que sus miembros la ven como un proyecto colectivo para el establecimien-
to de instituciones justas, cuyo fundamento es el reconocimiento recíproco de los
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36 Como subraya Rawls con el principio de diferencia, el derecho al veto puede referirse en
un sentido general a partes fundamentales de la estructura socio-económica y de la
distribución de bienes; sin embargo, permanece abierta la discusión sobre cómo al
derecho al veto se le puede dar la forma de derechos concretos. Véase: J. Rawls. A theorie
of justice. Frankfurt am Main, 1975, capítulo 26.
37 Véase: J. Habermas. Faktizitat und Geltung. Frankfurt am Main, 1992, capítulo 3.
38 Para una discusión más amplia sobre la teoría de Habermas, véase: R. Forst. “Die
Rechfertigung der Gerechtigkeit”. Op. cit., parágrafo 4.
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39 En relación con la tesis de Habermas de que los derechos humanos son “por principio
de naturaleza jurídica”, pero también, de que los argumentos morales son suficientes para
su fundamentación, véase: J. Habermas. “Kants Idee des ewigen Friedens :èaus dem
historischen Abstand von 200 Jahren”. En: Die Einbeziehung des Anderen. Op. cit., p.
221; y “Zur Legitimation durch Menschenrechte”. Op. cit.
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40 Véase: T. Pogge. “How schould Human Richts be conceived?”. En: J. Hruschka (editor).
Jahrbuch für Recht und Ethik, 3, Berlín, 1995; P. Koller. “Frieden und Gerechtigkeit in einer
geteilten Welt”. En: R. Merkel y R. Wittmann (editores). ‘Zum ewigen Frieden’ Grundlagen,
Aktualitat und Aussichten einer Idee von Immanuel Kant. Frankfurt am Main, 1996.
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von zwischenstaatlichem Recht und dem Recht der Menschheit. Die Rolle der
zivilgesellschaftlichen Institutionen”. En: Ibíd.; A. Honneth. “Universalismus als moralische
Falle? Bedingungen und Grenzen einer Politik der Menschenrechte”. Sobre el problema
de las intervenciones humanitarias, véase: “Humanitärer Inter ventionen”. Veáse también:
C. Greenwood, “Gibt es ein Recht auf humanitäre Intervention?”. Europa-Archiv, 4, 1993.
43 Véase: R. Marx. “Kein Frieden ihne Menschenrechte – keine Menschenrechte ohne
Frieden”. En: H. Bielefeldtl, V. Deile y B. Thomsen (editores). Amnesty Internacional:
Menscherechte vor der Jahrtausendwende. Frankfurt am Main, 1993; D. y E. Senghaas.
“Si vis pacem, para pacem”. Leviatan, 20, 1992.
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a las víctimas de violaciones de los derechos humanos, de tal manera que aquellos
puedan encontrar seguridad en un Estado. El derecho básico al asilo no es un
derecho que un Estado pueda elegir garantizar o no garantizar a su discreción; es
un derecho fundamental que no puede negarse recíprocamente.
d) Otros deberes que los ciudadanos deben aceptar tienen que ver con las consecuen-
cias de decisiones políticas en otros que no son miembros de su comunidad
política. Si esas decisiones (por ejemplo, de tipo económico o ecológico) condu-
cen a consecuencias que violan los derechos de otras personas o grupos, éstas
deben participar en los procesos políticos de justificación —y cuando se hayan
producido ciertas consecuencias, las personas o los grupos afectados deben ser
compensadas. Aquí también es necesario tener instituciones apropiadas para esas
tareas —para lo cual se plantea la pregunta por las estructuras de una “democracia
global” o, para ser más preciso, de instituciones controladas democráticamente
para tratar con problemas globales. 44
e) Al lado de los deberes que ya se han mencionado, hace falta discutir una dimensión
importante de los derechos humanos, designada con el término derechos sociales.
Se trata de derechos fundamentales a un estándar de vida adecuado. Pero,
ciertamente, los significados de “social” y “adecuado” (por ejemplo, en el artículo
25 de la Declaración General) son extremadamente indeterminados y, consideran-
do las distintas concepciones de estándares de vida “adecuados” en diferentes
contextos culturales y sociales, surge el difícil problema de qué contienen esos
derechos. Además se critica a menudo que estos son derechos positivos a la
distribución de bienes sociales que solamente pueden ser reclamados al interior
de determinados contextos sociales sobre la base de concretas relaciones y
obligaciones; por tanto, no aplican de manera general sobre sociedades y Esta-
dos. 45 A pesar de la relevancia de estas consideraciones para un diferenciado
concepto de justicia (que se discutirá en el próximo párrafo), no satisface ninguna
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razón para negar el argumento de acuerdo con el cual cada ser humano que sufre
por hambre, enfermedad o pobreza, pueda exigir, como una cuestión de principio,
a todos aquellos otros que poseen medios suficientes y especialmente a quienes
cuentan con una abundancia de bienes, los recursos para un estándar básico de
vida 46 (presuponiendo las condiciones materiales de vida en la tierra). Teorías
como la de Amartya Sen han mostrado que es posible definir un estándar general
de vida bajo la consideración de diferencias culturales. Sobre tal base se puede
desarrollar una concepción de lo que constituye una “vida digna de ser vivida” en
diferentes sociedades y qué medios serían necesarios para ella;47 e incluso en caso
de que aparecieran dificultades insuperables en la determinación del significado
de “adecuado”, se podrían encontrar criterios suficientes para considerar lo que es
un “inadecuado” estándar de vida. Los ciudadanos de Estados que disponen de
medios suficientes tienen el deber de crear instituciones que aseguren la realización
efectiva de las legítimas pretensiones a tales medios. Además, sería contradictorio
exigir, de un lado, que cada persona tenga un derecho a la justificación en su
comunidad política (en la forma que sea), y, de otro, no considerar qué presupues-
tos materiales hay en esa sociedad para hacer valer esos derechos. Así, los
derechos humanos a ciertos bienes materiales pueden ser justificados con referen-
cia a las condiciones necesarias para establecer una estructura básica legitimada,
así como —lo que es central— con referencia a un estándar básico de una vida
humana digna, la cual, dado el estado actual de los recursos disponibles, no se le
puede negar a nadie con justificadas razones. En este sentido, los derechos
humanos son no solo derechos a ciertas libertades, sino también derechos a bienes,
cuya exigencia puede justificarse recíproca y universalmente.48
Sin embargo, es importante notar la distinción entre pretensiones de derechos
humanos y demandas de justicia en un sentido amplio. Primero, las reclamaciones
de justicia al interior de una comunidad política incluyen mucho más de lo que
46 También en el caso que Rawls indica en “The law of peoples”, en el cual una errada
conducción de la economía de mercado puede conducir a ciertos desarrollos indeseables
en un Estado; pero existen deberes positivos no-rechazables para ayudar a aquellos que
sufren por las consecuencias, los cuales incluyen el deber de trabajar por el establecimiento
de estructuras internas justas.
47 Véase: A. Sen. Inequality Reexamined. Cambridge, Mass., 1992; y A. Sen. “Capability and
well-being”. En: M. C. Nussbaum y A. Sen (editores). The quality of life. Oxford, 1993.
48 Estos derechos no son más débiles que otras pretensiones de derechos, las cuales implican
supuestamente solo deberes negativos. Una muestra de esto es que los derechos a la vida
y a la integridad personal contienen deberes positivos de gran alcance para erigir instituciones
que ayuden a asegurarlos. Véase: H. Shue. Basic Rights. Op. cit., capítulo 2.
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