Historia
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Germán Negrete-Andrade 1
1. Universidad de Antioquia.
los de cualquier indígena o blanco que pisara las tierras costarricenses por aquellos
tiempos. El cacao se convirtió en una moneda de compra y venta, y los esclavos
tenían acceso a una pequeña porción de la producción, lo cual les abrió una venta-
na para entrar en un sistema económico que trajo como consecuencia –afortunada
para ellos– la posibilidad de tener un estilo de vida casi libre, e incluso algunos lle-
garon a comprar su libertad con las utilidades recabadas de los sembradíos de cacao.
Anotamos que en la Mosquitia colonial se intentó explicar la diferencia para
justificar la esclavitud y fomentar el privilegio de los blancos. Siendo el mestizaje
un hecho crucial se necesitó implementar una serie de categorías distintivas desde
la racialización. Dadas las relaciones del pueblo miskitu con las rutas de comercio
inglesas, crearon en su imaginario un “blanqueamiento” que solo apreciaban con
sus propios ojos, generando así una forma de vivir su “Piel negra, máscaras blan-
cas”, para usar la expresión que titula el libro de Frantz Fanon.2
En Omoa se vivían toda suerte de debates en torno del estatus, el acceso y los
vínculos de la población esclava en las esferas comerciales. Los principales traba-
jos para los africanos esclavizados eran las tareas de construcción de obras civiles,
cuadrillas de limpieza y carpintería. Es interesante el aspecto que describe Rina
Cáceres sobre las mujeres en este contexto colonial, cuando menciona que las
afrodescendientes servían de apoyo para el desmonte en los cultivos, y señala que
con frecuencia las jóvenes sufrían abusos por parte de los capitanes de cuadrilla
que detentaban un poder ilimitado y, en ocasiones, por los mismos negros.
Leemos otro punto de referencia sobre la esclavitud y el mestizaje en Guate-
mala cuando Catherine Komisaruk nos menciona que este país centroamericano
tuvo unas lógicas particulares en las relaciones esclavistas, puesto que los amos
estaban prestos a manumitir a sus piezas por las constantes tentativas de huida y su-
blevación, aceptando una manumisión que seguía operando por otra vía: una eco-
nomía extractiva donde el esclavo constituía el eje de la producción. Sin embargo,
lo anterior abre un debate sobre los africanos esclavizados y sus descendientes:
entre las posibilidades que tuvieron de ser libres o hacerse ladinos.
Con los trabajos de Justin Wolfe, Lowell Gudmundson, Juliet Hooker, Lara
Putnam, Ronald Harpelle y Mauricio Meléndez Obando se ensambla la se-
gunda parte del libro. En ella nos queda claro que en la Nicaragua de mediados
del siglo XIX se presentan una serie de luchas políticas en medio de un crecien-
te liberalismo popular, guerras civiles, intervención extranjera y un nacionalismo
emergente (p. 239); los afronicaragüenses intentaron conseguir un espacio de fi-
guración y acción política, pero era evidente que los blancos dominaban la escena
pública, y a lo largo de todo el siglo XIX la desigualdad racial y discriminación
permanecieron como una “cruel coyunda”.
En el siguiente capítulo del libro se plantea la pregunta por la importancia del
color de piel a finales del siglo XIX en el mismo país. Se referencian varias tablas
que categorizan la población nicaragüense en blancos, indios, mestizos, mulatos,
2. Título original: Peau noire, masques blancs. Versión referenciada: Frantz Fanon. Piel negra, máscaras blancas (Madrid: Ediciones
Akal, 2009).
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Reseñas
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