1-El Modernismo

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TEMA 1.- EL MODERNISMO. Características.

La repercusión de Rubén Darío y el modernismo en


España.

1.1.- MODERNISMO. Definición y rasgos generales.

Este nombre se aplicó a una serie de tendencias europeas y americanas seguidas en los últimos años del siglo XIX.
El Modernismo literario se puede definir como un movimiento de ruptura con la estética vigente, que se inicia en
torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental alcanza hasta la primera Guerra Mundial. Esta ruptura se enlaza con la
amplia crisis intelectual de fin de siglo. La pequeño-burguesía a la que pertenecen la mayor parte de los escritores,
expresa a través de sus obras su oposición o alejamiento del sistema.

Se distinguen dos fases en el Modernismo español: Una primera fase en la que el Modernismo se muestra como
una ruptura radical con el Realismo; una segunda en la que este movimiento se muestra menos polémico que en las
primeras décadas del siglo XX. En este momento unos escritores aceptan la nueva situación (Eduardo Marquina,
Manuel Machado); mientras que otros buscan caminos estéticos e ideológicos distintos (Juan Ramón Jiménez,
Valle Inclán, Antonio Machado).

Influencias. Existe un fuerte rechazo de la tradición española (con la excepción de Bécquer). En cambio, reciben
una fuerte influencia de la literatura francesa, sobre todo, del poeta romántico Víctor Hugo y de dos corrientes
poéticas de la segunda mitad del siglo XIX: el Parnasianismo y el Simbolismo.

El Parnasianismo debe su nombre al título de una revista: “Le Parnase contemporain” del escritor Teophile
Gautier, con su famoso lema “el arte por el arte”. Siguiéndole se instaura el culto a la perfección formal, el ideal de
una poesía serena y equilibrada. La máxima figura de este movimiento fue Leconte de Lisle. Tenía preferencia por
temas que también utilizaron los modernistas: los mitos griegos, los exóticos ambientes orientales, lo medieval, etc

El Simbolismo es una corriente que arranca con Baudelaire (1821-1867) y se desarrolla con Verlaine, Rimbaud,
Mallarmé. Para los simbolistas la realidad encierra significaciones profundas o afinidades con los estados de ánimo
que transmiten al lector a través de símbolos. El símbolo es una imagen física que sugiere algo no perceptible por
los sentidos (una idea, un sentimiento...). Por ejemplo, el ocaso será símbolo de decadencia o de muerte, el camino
será el símbolo del vivir, etc (estos y otros símbolos aparecerán en Rubén Darío, Machado y Juan Ramón Jiménez).

El Modernismo hispánico es una síntesis del Parnasianismo y del Simbolismo. De los parnasianos se toma el deseo
de conseguir la perfección formal, los temas exóticos y los valores sensoriales. Y de los simbolistas, el arte de
sugerir y la búsqueda de efector rítmicos.

Otras influencias de los modernistas: el escritor romántico Gustavo Adolfo Bécquer. El autor de las Rimas fue un
precursor del simbolismo: de él arranca la poesía intimista y subjetiva que después siguieron Rubén, Machado, etc.
No hay que olvidar la admiración que los modernistas sentían por nuestros poetas antiguos: Berceo, el Arcipreste
de Hita, Jorge Manrique.

Rasgos generales del Modernismo.

La temática de la literatura de principios de siglo XX apunta en dos direcciones. Una atiende a la exterioridad
sensible (imágenes legendarias, paganas, exóticas). La otra línea apunta a la intimidad del poeta. Esta es la más
propia de la estética modernista, aunque es menos conocida:

Romanticismo. Rechazo de una sociedad vulgar, sensación de desarraigo, de soledad, exalta, por encima de la
razón, las pasiones y lo irracional dando lugar a la aparición en literatura de lo misterioso, lo fantástico, los sueños.

Primitivismo. Los modernistas se interesan por lam historia de épocas pasadas como la Edad Media, también se
observa una fuerte influencia del pasado medieval o la Grecia clásica. Este primitivismo se debe entender como una
búsqueda de lo imperecedero más allá de los límites cronológicos.
Este gusto por refugiarse en el pasado decadente hace que busquen para sus obras, como ya habría hecho el
Romanticismo en su momento, la antigua ciudad, anclada en un pasado con historia: Ávila, Segovia y, sobre todo
Toledo.

El escapismo. Hay una evasión en el espacio, el exotismo, y una evasión en el tiempo, hacia otras épocas históricas
o legendarias; a esto se añade el gusto por la mitología griega. Todo esto viene por influencia del Parnasianismo.
Así aparecen en los textos princesas, dioses y ninfas mandarines y odaliscas, recreados en ambientes legendarios:
castillos, jardines versallescos, etc.

El decadentismo. Es un rasgo que proviene del Naturalismo. Presentan estos escritores un gusto por la muerte, la
enfermedad, las miserias humanas, los escenarios ruinosos. Este es, nuevamente un signo de rebeldía ante una
sociedad que exalta lo material por encima de cualquier otro valor.
Esta decadencia lleva a los escritores de fin de siglo a mantener actitudes de pesimismo, escepticismo, lo que ellos
llaman el “hastío vital”. Esta actitud de descontento se traduce en sus novelas en el enfrentamiento entre
intelectualismo y vitalidad.

El Cosmopolitismo. Está también ligado a la necesidad de evasión, el anhelo de buscar lo distinto, lo aristocrático.
Esto se traduce en la pasión por los viajes, conocer nuevos países y lugares distintos, que los modernistas
encuentran en la vida bohemia y los ambientes artísticos de París. La admiración por lo foráneo se une también a la
exaltación de lo castizo, de lo que manifiesta el espíritu popular español.

El amor y el erotismo. Se establece un contraste entre el amor delicado y un intenso erotismo. Hay una
idealización de la mujer, del amor imposible, frente a sensuales descripciones que hacen ver conductas asociales.
Se deriva, en ocasiones, hacia lo marginal: prostitutas, bebedores, delincuentes.

Los temas americanos. Se trata de una evasión más hacia el pasado y sus mitos. Más adelante este tema se
convierte en un modo de buscar su propia identidad por parte de los poetas hispanoamericanos. Junto a esto está la
defensa de lo hispánico. Esa misma búsqueda de raíces explicará también la entrada de los temas hispanos. Rubén
Darío en sus Cantos de vida y esperanza, exalta lo español frente a la civilización norteamericana.

Espiritualismo. Es la respuesta a la insatisfacción con el mundo, que se deriva de la angustia existencial. Esto lleva
a manifestar una inclinación a identificar a Dios con la Naturaleza, que es el panteísmo que encontramos en la
poesía de Juan Ramón Jiménez; la inclinación a seguir algunas doctrinas esotéricas: hermetismo, esoterismo,
teosofismo, pitagorismo…

Esteticismo. Esta necesidad de transcendencia conduce a los artistas a concebir el arte como algo inmanente: se
exalta la Belleza como ideal prioritario, el arte tiene un carácter espiritual. La poesía se considera como el arte
supremo que reúne en sí misma la riqueza expresiva de todas las artes.
En conclusión, la temática modernista revela, por una parte, un anhelo de armonía; un ansia de plenitud y de
perfección; por otra parte, una búsqueda de raíces en medio de aquella crisis que produjo un sentimiento de
desarraigo en el escritor. A ello se une la búsqueda de valores sensoriales.

La lírica fue el género preferido por los escritores modernistas. Durante los primeros años del siglo XX se
publican los libros más característicos del Modernismo español: Alma (1902) de Manuel Machado, Soledades
(1903) de Antonio Machado, Arias tristes (1903) y Jardines lejanos (1904) de Juan Ramón Jiménez y La paz del
sendero (1904) de Ramón Pérez de Ayala. El Modernismo español se acerca a un mayor intimismo que el
modernismo hispanoamericano.

1.2.- La repercusión del Modernismo en España: Rubén Darío y el Modernismo en Valle-Inclán.

El movimiento modernista se inició en Hispanoamérica en torno al último tercio del siglo XIX, aunque el momento
culminante del movimiento se dio en 1888 con la publicación de Azul… de Rubén Darío. Se suelen distinguir dos
etapas:

- La primera hasta 1896 (fecha de Prosas profanas de Rubén Darío), y en ella dominarían el preciosismo
formal y el culto a la belleza sensible.

- La segunda presentaría como particularidades una intensificación de la poesía intimista y una presencia de
los temas americanos.

Los principales iniciadores del modernismo hispanoamericano fueron: José Martí, Gutiérrez Nájera, José Asunción
Silva... Tras ellos triunfó Rubén Darío.

En España hay también precursores de las nuevas tendencias: Ricardo Gil, Manuel Reina y, sobre todo, el
malagueño Salvador Rueda. Pero fue Rubén Darío el que tuvo un papel relevante en la renovación de la lírica
española: su venida a España en 1892 y su regreso en 1899 son hitos decisivos en el triunfo del Modernismo en
España.

Rubén Darío (poeta nicaragüense nacido en Metapa en 1867 – León 1916) llegó a España como cronista de La
Nación para mandar artículos acerca del estado en que se encontraba la nación española tras su derrota frente a
Estados Unidos en la Guerra de 1898. Estas crónicas terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901,
titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios. En ellas, Rubén manifiesta su confianza en la
recuperación de la nación.

La evolución poética de Rubén Darío está jalonada por la publicación de los poemarios: Azul... (1888), Prosas
profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905), que pueden considerarse el inicio de las tres
etapas en las que puede dividirse su obra.
Antes de Azul... Darío escribió tres libros y gran número de poemas sueltos. Los libros son Epístolas y poemas,
Rimas (1887) y Abrojos (1887). En estos poemarios se aprecian influencias clásicas en la métrica, con tono
romántico. Las epístolas, de influencia neoclásica, van dirigidas a autores como Ricardo Contreras, Juan Montalvo,
Emilio Ferrari y Víctor Hugo. En Abrojos la influencia más acusada es la del español Ramón de Campoamor. En
cuanto a Rimas son una serie de composiciones a imitación de las Rimas de Bécquer.

 Azul... (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en
prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica. Presenta ya algunas
preocupaciones características de Darío, como la expresión de su insatisfacción ante la sociedad burguesa
(por ejemplo, el relato de "El rey burgués"). En 1890 vio la luz una segunda edición del poemario,
aumentada con nuevos textos, entre los cuales destaca una serie de sonetos en alejandrinos.
 La etapa de plenitud del Modernismo y de la obra poética del poeta la marca el libro Prosas profanas y
otros poemas, colección de poemas en las que la presencia de lo erótico es más importante, y del que no
está ausente la preocupación por temas esotéricos (como en el largo poema "Coloquio de los centauros").
En este libro está ya toda la imaginería exótica propia de la poética de Darío: la Francia del siglo XVIII, la
Italia y la España medievales, la mitología griega, etc.
 Cantos de vida y esperanza (1905), anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción,
sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de identidad del Modernismo. Al mismo tiempo,
aparece en su obra la poesía cívica, con poemas como "A Roosevelt", una línea que se acentuará en El
canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). El sesgo intimista de su obra se
acentúa, en cambio, en Poema del otoño y otros poemas (1910), en que se muestra una sencillez formal
sorprendente en su obra.

No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos de ellos, aparecidos
únicamente en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte.
En España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo. Entre estos
jóvenes modernistas estaban Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán, Jacinto Benavente y los
hermanos Machado.

Valle-Inclán, máximo representante de la prosa modernista en su primera época con la publicación de su obra en
prosa Las Sonatas. Se publican en libro en 1902 (Sonata de otoño), 1903 (Sonata de estío), 1904 (Sonata de
primavera) y 1905 (Sonata de invierno). Estas narraciones, fragmentos de unas memorias ficticias del marqués de
Bradomín, son una mezcla de artes, la literatura y la música []. La narración es retrospectiva, desde la vejez. Cada
Sonata responde a una época de su vida y a una estación del año.
La Sonata de otoño (1902), está localizada en Galicia, en la primera aparición del personaje de Bradomin, se
desarrolla en un pazo donde se está muriendo su prima Concha, una mujer con la que tuvo una relación amorosa
anteriormente. Bradomín suele distanciarse irónicamente de la realidad, idealizando el pasado, enjuiciando sus
propios actos o rodeándose de actitudes ideales, de prestigio histórico y literario.
La Sonata de estío (1903) se sitúa en México. Es una historia de amor plena, e implica también la historia de Eros y
Tánatos, que se refleja también en la Sonata de primavera (1904). La historia tiene lugar en Italia y se nos cuenta
un intento de seducción que no logra.
La Sonata de invierno (1905). El marqués es herido en una guerra carlista y se recupera en un convento de Navarra.
Valle-Inclán nos presenta a un aristócrata católico, elitista, orgulloso y engreído, al que le gusta escandalizar. Se le
identifica con el diablo en su forma de actuar y en sus expresiones vemos algo de satanismo aún siendo católico a
la manera del Don Juan.
LA ESTÉTICA MODERNISTA

El modernismo es el nombre que recibe en España e Hispanoamérica el simbolismo. Se caracteriza por la


búsqueda de un nuevo lenguaje que represente el alma del poeta, su afán de encontrar una correspondencia entre el
mundo exterior e interior y su ansia de belleza.
El género preferido por el Modernismo es la lírica.
Los modernistas se caracterizan por el manejo de todos aquellos recursos estilísticos que se caracterizan por su
valor ornamental o por su poder sugeridor:

- Abundantes recursos fónicos que responden al ideal de musicalidad. Así, abundan los simbolismos fonéticos que
aluden a la música (“las trompas guerreras resuenan”).

-El léxico se enriquece con cultismos, con palabras de resonancias exóticas o con adjetivación ornamental
(epítetos): unicornio, dromedarios, gobelinos, pavanas, gavotas, ebúrneo cisne, sensual hiperestesia... Este es un
rasgo que refuerza el escapismo de la poesía modernista, por un lado, y el primitivismo y exotismo, por otro.

- La preeminencia de lo sensorial se manifiesta en el abundante empleo de la sinestesia, es una figura literaria que
reúne en un sintagma formado por sustantivo y adjetivo, en donde cada palabra alude a una sensación diferente:
furias escarlatas y rojos destinos, verso azul, esperanza olorosa...

- Riqueza de imágenes que abunda en la ornamentación de la poesía y la riqueza y abundancia verbal: “Nada más
triste que un titán que llora/ hombre-montaña encadenado a un lirio”.

La Métrica es un aspecto fundamental en esta revolución poética: se enriquecen los ritmos y se revoluciona la
métrica tradicional y la métrica heredada de los románticos:

- El verso preferido es el alejandrino (verso de 14 sílabas que proviene de la poesía clásica francesa), es un
verso que basa su musicalidad con nuevos esquemas acentuales. También abundan los dodecasílabos (6+6)
y eneasílabos (9 sílabas). Además, utilizan los versos más tradicionales de nuestra lengua: endecasílabos y
octosílabos.

- En cuanto a las estrofas también hay innovaciones. Por ejemplo, el soneto ofrece nuevas modalidades.
Sonetos en alejandrinos, o en versos de desigual medida.

- La métrica se enriquece con múltiples artificios: uso especial de rimas agudas o esdrújulas, rimas internas,
armonías vocálicas, paralelismos y simetrías que refuerzan el ritmo, etc.
El iniciador y difusor de este movimiento, en el que hay influencias de los simbolistas, parnasianos, y de los
románticos franceses, es Rubén Darío (1867-1916), poeta nicaragüense que viajó en España y entabló amistad con
Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez Unamuno y otros autores del momento. A su primer libro, Azul (1888)
pertenece este poema.

Esto se refleja en poemas de su primera etapa:

DE INVIERNO
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,


Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;


Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.


Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Azul, 1888.

En 1896 publicó Prosas profanas, poemario que muestra a un autor en su madurez creativa en el dominio total de
su lengua.

5
Sonatina
La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.


Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente; 10
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,


o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz? 15
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa,


quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, 20
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, 25


ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. 30

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!


Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas, 35
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!


(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe 40
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!

¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-,


en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor, 45
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!

Nueve años más tarde, en Cantos de vida y esperanza, aparece un poeta más intimista. A este libro pertenecen los
siguientes poemas;
MELANCOLÍA
A Domingo Bolívar

Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.


Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar. La poesía


es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;


a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto…

Y en este titubeo de aliento y agonía,


cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?

LO FATAL

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,


y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,


y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,


y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos…!

Escrito a principios del siglo XX durante la presidencia de Theodore Roosevelt, este


poema se puede ver principalmente como un texto de orden social y además de denuncia
fuerte contra las intromisiones continuadas del gobierno de los Estados Unidos en asuntos
nacionales que concernían a países de América Latina, particularmente del Caribe. Los
Estados Unidos, que se describen en el poema como una entidad poderosa pero injusta que
sigue llevando a cabo sus políticas intervencionistas y egoístas, se representan por la figura
impopular e imponente de Theodore Roosevelt – su presidente imperialista en ese momento-
que ya había perjudicado y desestimado considerablemente al pueblo y las tierras
latinoamericanos durante su presidencia.

Tras definir y realmente criticar de manera bien detallada el país soberbio de los Estados
Unidos y sus visiones matizadas del mundo y específicamente del pueblo de, que Darío
sarcásticamente llama, la “América ingenua”, en la primera mitad del poema, el poeta sigue
en las últimas dos estrofas por revelar la resistencia del pueblo de la “América española” a
las intromisiones continuadas por parte del gobierno estadounidense. Obligada por una
infelicidad y resistencia correspondiente tanto adecuada como comprensible en su opinión,
estos últimos versos cuentan de la lucha enérgica y duradera del pueblo de esta América
española para que sostenga su propia cultura única y valiosa a pesar de las injusticias
excesivas y el imperialismo mal acogido de los vanidosos Estados Unidos. Darío afirma que
tanto las grandes épocas y figuras del pasado como el paisaje y los habitantes de hoy día en
América Latina siguen vivientes – soñando, amando y vibrando – en lo que es “la hija del
Sol” – la digna y asombrosa América española.

ODA A ROOSEVELT

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,


que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: "Las estrellas son vuestras."
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Cuactemoc:
"Yo no estoy en un lecho de rosas"; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
Rubén Darío, 1904

FRAGMENTOS DE SONATAS DE VALLE INCLÁN

TEXTO I: SONATA DE ESTÍO

Fue aquél uno de esos largos días de mar encalmados y bochornosos que navegando a vela no tienen fin. Sólo de
tiempo en tiempo alguna ráfaga cálida pasaba entre las jarcias y hacía flamear el velamen. Yo andaba avizorado y
errabundo, con la esperanza de que la Niña Chole se dejase ver sobre cubierta algún momento. Vana esperanza. La
Niña Chole permaneció retirada en su camarote, y acaso por esto las horas me parecieron, como nunca, llenas de
tedio. Desengañado de aquella sonrisa que yo había visto y amado en otros labios, fui a sentarme en la popa.
Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de bullentes rizos. Sin saber cómo resurgió en
mi memoria cierta canción americana que Nieves Agar, la amiga querida de mi madre, me enseñaba hace muchos
años, allá en tiempos cuando yo era rubio como un tesoro y solía dormirme en el regazo de las señoras que iban de
tertulia al Palacio de Bradomín. Esta afición a dormir en un regazo femenino la conservo todavía. ¡Pobre Nieves
Agar, cuántas veces me has mecido en tus rodillas al compás de aquel danzón que cuenta la historia de una criolla
más bella que Atala, dormida en hamaca de seda, a la sombra de los cocoteros! ¡Tal vez la historia de otra Niña
Chole!

TEXTO II SONATA DE OTOÑO

Era medianoche. Yo me hallaba escribiendo cuando Concha, envuelta en su ropón monacal, y sin ruido,
entró en el salón que me servía de alcoba:
-¿A quién escribes?
-Al secretario de Doña Margarita.
- ¿Y qué le dices?
-Le doy cuenta de la ofrenda que hice al Apóstol en nombre de la Reina.
Hubo un momento de silencio. Concha, que permanecía en pie, apoyadas las manos en mis hombros, se
inclinó, rozándome la frente con sus cabellos:
-¿Escribes al secretario, o escribes a la Reina?
Me volví con fría lentitud:
-Escribo al secretario. ¿También tienes celos de la Señora?
Protestó vivamente:
-¡No! ¡No!
La senté en mis rodillas, y le dije, acariciándola:
-Doña Margarita no es como la otra...
-A la otra también la calumnian mucho. Mi madre, que fue dama de honor, lo decía siempre.
Viéndome sonreír, la pobre Concha inclinó los ojos con adorable rubor:
-Los hombres creéis todo lo malo que se dice de las mujeres... ¡Además, una reina tiene tantos enemigos!
Y como la sonrisa aún no había desaparecido de mis labios, exclamó retorciéndome los negros mostachos
con sus dedos pálidos:
-¡Boca perversa!

(p. 108) Se puso en pie con ánimo de irse. Yo la retuve por una mano:
-Quédate, Concha.
-¡Ya sabes que no puede ser, Xavier!
Yo repetí:
-Quédate.
-¡No! ¡No!... Mañana quiero confesarme... ¡Temo tanto ofender a Dios!
Entonces, levantándome con helada y desdeñosa cortesía, le dije:
-¿De manera que ya tengo un rival?
Concha me miró con ojos suplicantes:
-¡No me hagas sufrir, Xavier!
-No te haré sufrir... Mañana mismo saldré del Palacio.
Ella exclamó llorosa y colérica:
-¡No saldrás!
Y casi se arrancó la túnica blanca y monacal con que solía visitarme a tales horas. Quedó desnuda.
Temblaba, y le tendí los brazos:
-¡Pobre amor mío!
A través de las lágrimas, me miró demudada y pálida:
-¡Qué cruel eres!... Ya no podré confesarme mañana.
La besé, y le dije por consolarla:
-Nos confesaremos los dos el día que yo me vaya.
Vi pasar una sonrisa por sus ojos:
-Si esperas conquistar tu libertad con esa promesa, no lo consigues.
-¿Por qué?
-Porque eres mi prisionero para toda la vida.
Y se reía, rodeándome el cuello con los brazos. El nudo de sus cabellos se deshizo, y levantando entre las
manos albas la onda negra, perfumada y sombría, me azotó con ella. Suspiré parpadeando:
-¡Es el azote de Dios!
-¡Calla hereje!

(p. 109) -¿Te acuerdas cómo en otro tiempo me quedaba exánime?


-Me acuerdo de todas tus locuras.
-¡Azótame, Concha! ¡Azótame como a un divino Nazareno!... ¡Azótame hasta morir!...
-¡Calla!... ¡Calla!
-Y con los ojos extraviados y temblándole las manos, empezó a recogerse la negra y olorosa trenza:
-Me das miedo cuando dices esas impiedades... Sí, miedo, porque no eres tú quien habla: Es Satanás... Hasta
tu voz parece otra... ¡Es Satanás!...
Cerró los ojos estremecida y mis brazos la abrigaron amantes. Me pareció que en sus labios vagaba un rezo y
murmuré riéndome, al mismo tiempo que sellaba en ellos con los míos:
-¡Amén!... ¡Amén!... ¡Amén!...
Quedamos en silencio. Después su boca gimió bajo mi boca.
-¡Yo muero!
Su cuerpo aprisionado en mis brazos tembló como un sacudido por mortal aleteo. Su cabeza lívida rodó
sobre la almohada con desmayo. Sus párpados entreabrieron tardos, y bajo mis ojos vi aparecer sus ojos
angustiados y sin luz:
-¡Concha!... ¡Concha!
Me incorporé sobre la almohada, y helado y prudente solté sus manos aún enlazadas en torno de mi cuello.
Parecían de cera. Permanecí indeciso, sin osar moverme:
-¡Concha!... ¡Concha!...
A lo lejos aullaban canes. Sin ruido me deslicé hasta el suelo. Cogí la luz y contemplé aquel rostro ya
deshecho y mi mano trémula tocó aquella frente. El frío y el reposo de la muerte me aterraron. No, ya no podía
responderme. Pensé huir, y cauteloso abrí una ventana. Miré en la oscuridad con el cabello erizado, mientras en el
fondo de la alcoba flameaban los cortinajes de mi lecho y oscilaba la llama de las bujías en (p. 110) el candelabro
de plata. Los perros seguían aullando muy distantes, y el viento se quejaba en el laberinto como un alma en pena, y
las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas.

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