Spinelli

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TEXTO 1

“VOLVER A PENSAR EN SALUD: programas y territorios.”


Hugo Spinelli

INTRODUCCIÓN
Este texto se estructura sobre la base de las siguientes preguntas: ¿por qué las políticas en el campo
sociosanitario tienden a expresarse a través de programas?; ¿son los programas la mejor respuesta desde el
estado a las necesidades de los conjuntos sociales, en términos de ampliación de derechos y reducción de
desigualdades?; ¿los conocimientos de los trabajadores del campo sociosanitario alcanzan para abordar la
complejidad de lo social?; ¿necesitan saber más, o desaprender mucho de lo aprendido?; ¿se trata solo de un
conflicto de lo político, o hay además un conflicto epistemológico? el propósito de estas preguntas es poner
en discusión, desde la teoría crítica, la planificación y la programación social como expresión de la razón
instrumental y, desde allí, entender el territorio como espacio de lo singular y sitio del hacer, donde lo
relacional y lo simbólico se expresan atravesados por capitales y campos que exceden la simplicidad
epistemológica que sustentan los programas. (……)

La fragmentación de los sujetos, los territorios y los problemas


Los programas se proponen como respuestas a los “diagnósticos técnicos”, en general, bajo el formato de
enlatados producidos por organismos internacionales. la mayoría de esas propuestas suelen ser modas
efímeras, pero se acumulan al interior de las instituciones del estado como capas geológicas y persisten
como racionalidades –en tanto formas de conocimiento– ya sea a través de técnicas, discursos, procesos de
trabajo y/o dinámicas organizativas. Lo único que no cambia con el tiempo son los problemas, que no solo
aumentan en cantidad, sino que se vuelven más complejos y singulares. En síntesis, los programas no salen
del papel y las promesas no se plasman en soluciones. los sujetos de la ciencia no siempre pueden entender
que “las modas técnicas” constituyen el problema y no la solución. Los programas fueron, y son, las formas
de dar respuestas, por parte del estado, a los problemas y/o demandas de los conjuntos sociales. en sus
orígenes, en el campo de la salud, tuvieron mayor impacto ya que enfrentaron situaciones epidemiológicas
dominadas por enfermedades de carácter infeccioso que requerían, como condición de efectividad, una alta
cobertura, por lo que la respuesta se realizó a través de programas centralizados a nivel nacional como, por
ejemplo, las campañas de vacunación frente a la epidemia de poliomielitis en los años cincuenta. Pero al
complejizarse la situación epidemiológica de los conjuntos sociales –mal llamada “transición
epidemiológica”– se necesitó incluir otras dimensiones que proponían cambios, como los aspectos
relacionados a acciones intersectoriales y/o modos de vida y, por lo tanto, la condición de efectividad
requería incluir el tema del territorio y la gestión social de los problemas. Allí, los programas debieron
enfrentar dimensiones socioculturales y fueron perdiendo efectividad frente a la imposibilidad de traducir
los distintos saberes y concepciones del mundo puestos en juego por distintos actores/agentes. Esto señala
las limitaciones del pensamiento de la epidemiología moderna centrada en el eje lugar-tiempo-persona,
incapaz de reemplazarlo por el eje territorio-historia-sociedad.
La modernidad instala la idea de que, en la relación entre ciencia, técnica y sociedad, a la ciencia le
correspondían los temas de la naturaleza, mientras que la política se encargaba de los temas de la sociedad.
En los últimos tiempos, esa relación presenta otros desafíos, dado que “los nuevos” problemas de la cuestión
social han roto los límites entre ciencia y política y se presentan como objetos híbridos, mezclando
dimensiones de la naturaleza y de la sociedad, y desafiando prácticas y saberes tanto de lo político como de
lo científico. Esos objetos híbridos interpelan de manera simultánea a la ciencia y a la política, como lo
vemos en las violencias, la fertilidad asistida, las nuevas estructuras parentales, los bancos de células
madres, la genética y sus aplicaciones, etc. estos son algunos de los ejemplos que entran en conflicto con los
viejos dispositivos conceptuales de lo programático, que se dirigen verticalmente al territorio sin diferenciar
culturas ni procesos sociales y le asignan al nivel local muy baja capacidad de tener/producir conocimientos.
En esa lógica, los problemas se fragmentan, y los recursos materiales y el personal técnico abocado a la
resolución de los problemas se vuelven ineficientes e ineficaces, y en ello colaboran los distintos
componentes del programa: estructuras normativas; sistemas de información y evaluación; “expertos”;
manuales de procedimientos y de buenas prácticas; evidencias científicas y guías clínicas; etc. (…) la mirada
desde el programa es reduccionista ya que desconoce las singularidades y los aspectos culturales que se
ponen en juego en cada territorio. Así, se cosifica lo social y se lo simplifica sobre la base de “la solución”
que proviene de la racionalidad de los técnicos que, en general, residen muy lejos del lugar donde se
implementa el programa.(…)

Los territorios como preguntas


Los programas son respuestas sin preguntas. Los especialistas que “saben” y formulan las respuestas a los
problemas no parten de preguntas sino de certezas (…) La lógica programática devuelve como verdades
reveladas saberes ancestrales que fueron arrebatados por la ciencia a las propias comunidades, por ejemplo:
la formación de cooperativas de trabajo, la lactancia materna, el parto natural, la comensalidad, el cuidado
de adultos mayores, los modelos productivos de base familiar, las huertas comunitarias, etc. (…)
Los saberes científicos son necesarios y muy útiles en determinados casos, pero el territorio necesita –y
tiene– otros saberes que no siempre se sustentan en la ciencia, de allí la importancia de una ecología de
saberes en permanentes procesos de traducción. El territorio no necesita de planes y programas sino de
ciudadanía y de trabajadores del campo sociosanitario que desarrollen vínculos basados en el cuidado desde
lo artesanal de su tarea, en procesos relacionales mediados por lo simbólicos. estos trabajadores tienen
prácticas muy ricas, impregnadas por “el caos” con el que se les presenta lo social ante sus racionalidades
estructuradas en lógicas de orden y clasificación. Esa configuración epistémica produce mucho malestar y
no menos sufrimiento, ya que lo que no se entiende se sufre. Para instalar nuevas praxis se debe permanecer
fiel a la sentencia de Paulo Freire, quien señaló: “donde los pies pisan, la cabeza piensa”. Las dificultades
para entender lo territorial y moverse en una dinámica relacional, en escenarios de complejidades crecientes
y/o caos, induce al dominio de una lógica centrípeta que reproduce más que produce, y lleva a que los
profesionales tiendan a atrincherarse en sus instituciones como forma de defensa ante eso “externo” que
incomoda y desestructura, y que cada vez se entiende menos, ya que los problemas son más complejos y
más distantes a sus epistemes.
El territorio nos demuestra que la epidermis no es el límite del individuo y que si vamos más allá de la piel
de cada sujeto se pueden trascender los factores de riesgo para pensar en términos de interacción y juego
social, y descubrir las vulnerabilidades sociales y las lógicas de poder (macro y micro), como también la
potencia que subyace en el territorio. Trabajar allí no implica pensar con las categorías de la
planificación/programación con las que la mayoría de los universitarios son formados e interpretan lo social.
Las preguntas marcan el camino del pensamiento, y la posibilidad de formularlas se relaciona con la riqueza
del marco epistémico y teórico. Enfrentar lo no pensado, y aceptar el derrumbe de las certezas, permitirá
realizar preguntas y evitar la naturalización, la queja y/o la anécdota. Por ello no se debe temer abandonar lo
conocido que no resulta útil, para aventurarse en lo desconocido en un viaje sin certezas de éxito, apostando
y siendo fiel a las apuestas, inscriptos en una lógica del acontecimiento en la que no se predicen los
objetivos a futuro, sino que se los reconoce al volver la mirada hacia atrás y se identifica lo construido que,
en general, se ubica lejos de lo pensado/imaginado, sobre todo en su trayectoria. (...)

Extraído de “Volver a pensar en salud: programas y territorios” Dr. Hugo Spinelli. Artículo. Revista
Salud Colectiva. 2016. http://revistas.unla.edu.ar/saludcolectiva/article/view/976/983

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