Supiot (2021) - El Trabajo No Es Mercancía
Supiot (2021) - El Trabajo No Es Mercancía
Supiot (2021) - El Trabajo No Es Mercancía
He publicado infinidad de dibujos, pero nada de lo que hice antes de cumplir se-
tenta años me satisface. Tan solo a mis setenta y tres comprendí, más o menos, la
forma y la verdadera naturaleza de los pájaros, de los peces, de las plantas... Así
pues, cuando cumpla ochenta años habré hecho muchos progresos. A los noventa
habré alcanzado el misterio de las cosas. A los cien lograré una obra asombrosa
y a los ciento diez, un punto, una línea, serán la vida. Pido a los que vivan tanto
como yo que estén atentos a ver si mantengo mi promesa (Katsushika Hokusai,
Posfacio a Cien vistas del monte Fuji, 1834).
Ha llegado ya –o quizás por fin– el momento de rendir cuentas. En concreto,
sobre este último año académico, que he dedicado a un análisis jurídico de las
transformaciones del trabajo en el siglo xxi. Dos certezas se desprenden de ese
análisis. La primera es que el impacto de la revolución digital en lo que respecta
a la organización y a la división del trabajo es, como mínimo, tan considerable
como el de la pasada revolución industrial, que dio lugar al Estado social. Ahora
* Profesor emérito del Collège de France; alain.supiot@college-de-france.fr. El texto aquí pre-
sentado corresponde a la clase magistral de clausura que el Profesor Supiot impartió en el Collège
de France el 22 de mayo de 2019. El original francés fue publicado por Éditions du Collège de
France (Alain Supiot, Le travail n’est pas une marchandise. Contenu et sens du travail au xxi e siècle,
coll. «Leçons de clôture» (París: Éditions du Collège de France, 2019); versión digital: https://books.
openedition.org/cdf/7026).
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos solo incumbe a sus autores,
y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.
1 André Leroi-Gourhan, Le geste et la parole II. La mémoire et les rythmes (París: Albin Michel,
1964), 50. [Traducción al español de Felipe Carrera D., El gesto y la palabra (Caracas: Ediciones de
la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1971), 243. Todas las notas de la traductora
se presentan entre corchetes].
2 Jean-Louis Gardies, L’Erreur de Hume (París: PUF, 1987), 118-119.
3 Alexandre Kojève, Esquisse d’une phénoménologie du droit (París: Gallimard, 1982).
4 Dany-Robert Dufour, Les Mystères de la trinité (París: Gallimard, 1990).
5 Gilbert Keith Chesterton, The Everlasting Man (Londres: Hodder & Stoughton, 1925). [Traduc-
ción al español de Mario Ruiz Fernández, El hombre eterno (Madrid: Ediciones Cristiandad, 2008)].
6 Véase Ota de Leonardis, «Nuovi conflitti a Flatlandia». En Giorgio Grossi, ed., I conflitti con-
temporanei. Contrasti, scontri e confronti nelle società del III millennio (Turín: Utet Università, 2008),
5 y sigs. Se trata de un ensayo sobre el relato de Edwin A. Abbott, Flatland, A Romance of Many
Dimensions (Londres: Seeley & Co, 1884). [Traducción del relato al español de José Manuel Álvarez
Flórez, Planilandia. Una novela de muchas dimensiones (Palma de Mallorca: José J. De Olañeta, Edi-
tor, 1999)].
El trabajo no es una mercancía 3
7 Alain Supiot, La Gouvernance par les nombres. Cours au Collège de France (París: Fayard,
2015).
8 Friedrich A. Hayek, Law, Legislation and Liberty. A New Statement of the Liberal Principles
of Justice and Political Economy. Volume 2: The Mirage of Social Justice (Chicago: The University
of Chicago Press, 1976). [Traducción al español de Luis Reig Albiol, Derecho, legislación y libertad.
Volumen 2: El espejismo de la justicia social (Madrid: Unión Editorial, 1981)].
4 Revista Internacional del Trabajo
La dificultad que surge ahora es que, si bien los principios sobre los que se
fundó entonces la justicia social no han perdido ni un ápice de su valor, las con-
diciones para su aplicación han cambiado profundamente. Los retos que plantea
la revolución digital y el agotamiento de la Tierra reclaman nuevas respuestas
que corresponde a los seres humanos concebir y poner en marcha. Veamos cuá-
les son, en concreto, esos retos.
La revolución digital conlleva tanto riesgos como oportunidades. Los riesgos
son los que entraña la deshumanización cada vez mayor del trabajo. Al someti-
miento físico del trabajador se suma ahora el sometimiento mental. El trabajo de
las personas se concibe a partir del modelo de los ordenadores, es decir, como si
se tratara de la ejecución de un programa. Esta metáfora del programa –término
que etimológicamente significa «escrito con anterioridad»– es el último avatar
de las religiones monoteístas. Se ha extendido imprudentemente del ámbito de
la informática al de la biología y hoy se aplica también a los trabajadores. Con-
vertidos en eslabones de redes de comunicación destinadas a tratar durante las
24 horas del día un número de datos siempre en aumento, los trabajadores son
evaluados en función de indicadores de rendimiento que no tienen en cuenta
su experiencia concreta de la tarea que deben realizar. De ahí el dramático in-
cremento de las patologías mentales vinculadas al trabajo, que en Francia se
multiplicaron por siete en cinco años (entre 2012 y 2017).9 Esta gobernanza por
los números se traduce asimismo en un aumento del fraude y la malversación
que afecta también –ya volveremos sobre esto– a la investigación científica. Por
último, a pesar de que existe jurisprudencia que reconoce todas las caracterís-
ticas de la relación salarial en la gestión mediante algoritmos,10 los dirigentes
políticos, bajo la intensa presión de las plataformas digitales, mantienen férrea-
mente a los trabajadores «uberizados» en una situación «inferior al empleo».11
Este sombrío panorama no debe hacernos perder de vista las oportunidades
que brinda la revolución digital. Al ir liberándonos progresivamente de todas
las tareas calculables o programables, la informática nos obliga a reflexionar
9 Assurance Maladie, «Les affections psychiques liées au travai: éclairage sur la prise en charge
actuelle par l’Assurance Maladie – Risques professionnels», Santé travail: enjeux & action (enero de
2018).
10 Véase, en Francia, la sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Social) en el caso n.o 1737,
de 28 de noviembre de 2018 sobre la empresa Take Eat Easy (Arrêt n.o 1737 du 28 novembre 2018
(17-20.079) – Cour de cassation – Chambre sociale – ECLI:FR:CCASS:2018:SO01737. Relatora, Sra. Sa-
lomon; Fiscal General, Sra. Courcol-Bouchard). La jurisprudencia en otros países (Australia, España,
Estados Unidos y Reino Unido) va en el mismo sentido. Sobre el caso estadounidense, véase Alyssa
M. Stokes, «Driving courts crazy: A look at how labor and employment laws do not coincide with
ride platforms in the sharing economy», Nebraska Law Review 95, n.o 3 (2017): 853-884; Nicolas
L. Debruyne, «Uber drivers: A disputed employment relationship in light of the sharing economy»,
Chicago-Kent Law Review 92, n.o 1 (2017): 289-315; y el sitio web http://www.uberlawsuit.com/, que
sigue la evolución de esta jurisprudencia.
11 Mencionemos el caso de Neelie Kroes, expresidenta de la Comisión Europea, quien durante
su mandato criticó acerbamente la condena por un tribunal belga de los servicios de UberPop y
posteriormente integró el comité asesor en política pública de Uber, del que también forman parte
el ex Secretario de Estado estadounidense de Transportes, Ray LaHood, el expresidente de la Se-
cretaría de la Competencia de Australia, un ex primer ministro peruano y una princesa saudita
(véase https://www.lemonde.fr/entreprises/article/2016/05/05/uber-se-dote-d-un-comite-de-conseil-en-
politique-publique_4914020_1656994.html, Le Monde, 5 de mayo de 2016).
El trabajo no es una mercancía 5
sobre la repartición del trabajo entre las personas y las máquinas. Si en lugar
de identificarnos con ellas, las «domesticamos», podrían permitirnos concen-
trar el trabajo humano en lo no calculable y lo no programable, es decir, en su
componente propiamente poiético, el que entraña libertad, creatividad o aten-
ción al otro, todo aquello de lo que no es capaz ninguna máquina. En la em-
presa informatizada, la función de cerebro no es ya exclusiva de los dirigentes.
La comparten todos los trabajadores, de los cuales se espera responsabilidad e
iniciativa, y entre los cuales puede y debe existir colaboración directa, indepen-
dientemente de su posición en la cadena de mando.12 La eficacia de una empresa
de este tipo requiere lo que Gilbert Simondon denominaba un «acoplamiento
entre las capacidades inventivas y organizativas» de todos sus colaboradores.13
Ahora bien, ese «acoplamiento» supone que la función dirigente no sea ya una
función de poder, sino de autoridad. El poder se expresa dando órdenes, mien-
tras que la autoridad se manifiesta confiriendo legitimidad a la acción. Una re-
lación de autoridad, a diferencia de una relación de dominación, implica por
parte de quien la ejerce estar también al servicio de la realización de una obra
que trasciende su interés individual y con la que puedan identificarse todos los
miembros del colectivo laboral. Si admitimos que la inteligencia humana no se
reduce a sus capacidades de cálculo, la revolución digital brinda una ocasión
histórica de establecer algo que supere al empleo asalariado, algo que la Cons-
titución de la OIT denomina «un régimen de trabajo realmente humano». Es
todo lo contrario, en realidad, de lo que vaticina esa otra profecía milenarista
neoliberal del «fin del trabajo».
Esta vía de libertad en el trabajo, y no solo del trabajo, es también la que ha-
bría que tomar para afrontar el reto ecológico. Es del todo evidente que la pre-
servación –o el deterioro– de nuestro ecosistema depende de la organización del
trabajo y de la elección de sus productos. Los trabajadores, en especial los más
jóvenes, que son particularmente conscientes de los peligros medioambientales,
deben optar a favor de una producción perdurable y sostenible tanto en sus mé-
todos como en sus resultados, no solo como consumidores, sino también como
productores. El reconocimiento de un derecho de alerta ecológica de los traba-
jadores, asalariados o no, en curso de debate a escala europea, es un indicio del
surgimiento de la tan necesaria democracia económica, que reconoce a todos y
a cada uno el derecho de control sobre los métodos y los fines de su trabajo.14
Al contrario de lo que vaticina una tercera profecía milenarista del neoli-
beralismo, este no marca el «fin de la historia», ya que la historia no tiene fin.
Se desarrolla en permanencia y son los seres humanos quienes la escriben. La
gran invención jurídica del siglo xx que constituyó el Estado social no se debe a
12 Michel Volle, «De la main-d’œuvre au cerveau d’œuvre». En Pierre Musso y Alain Supiot,
eds., Qu’est-ce qu’un régime de travail réellement humain? Colección Colloque de Cerisy (París:
Hermann, 2018), 341-355.
13 Gilbert Simondon, Du mode d’existence des objets techniques [1958] (París: Aubier-Montaigne,
2012), 342. [Traducción al español de Margarita Martínez y Pablo Rodríguez, El modo de existencia
de los objetos técnicos (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2008), 268].
14 Propuesta de directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a la protección de las
personas que informen sobre infracciones del Derecho de la Unión (COM/2018/218 final – 2018/0106
[COD]).
6 Revista Internacional del Trabajo
15 Denis Kessler, «Adieu 1945, raccrochons notre pays au monde!», Challenges.fr, 4 de octubre
de 2007.
16 Karl Polanyi, La gran transformación. Crítica del liberalismo económico [1944]. Traducción
sion: entre travail humain et productivisme». En Musso y Supiot, eds., Qu’est-ce qu’un régime de
travail réellement humain?, 399-413 (véase la nota 12).
El trabajo no es una mercancía 7
18 Banco Mundial, Informe sobre el desarrollo mundial 2019. La naturaleza cambiante del tra-
to Education [1964]. Tercera edición (Chicago: The University of Chicago Press, 1994).
20 Iosif Staline, El capital más precioso es el hombre. Discurso pronunciado el 4 de mayo de
1935, saludando a la nueva promoción de oficiales del Ejército Rojo (Madrid: Ediciones Europa-Amé-
rica, 1935).
21 Yannick Lemarchand y Cheryl S. McWatters, «Quelques aspects de la gestion de la traite
négrière française au xviii e siècle», Droits 51, n.o 1 (2010): 55-74; Cheryl S. McWatters y Yannick
Lemarchand, «Accounting representation and the slave trade: The Guide du commerce of Gaignat
de l’Aulnais», The Accounting Historians Journal 33, n.o 2 (2006): 1-37.
22 Banco Mundial, The Changing Wealth of Nations: Building a Sustainable Future (Washington:
tions. Tome 1: Contrat et engagement unilatéral. Quinta edición actualizada (París: PUF, 2019), 477
y 508 y sigs.
8 Revista Internacional del Trabajo
Una vez más, estamos ante una instrumentalización de la obra concreta reali-
zada por la empresa, que no tiene otro propósito que el de obtener un beneficio.
Esta instrumentalización se agravó a finales del siglo xx con el giro neoliberal
que supuso la corporate governance, cuyo objeto y efecto es someter a los direc-
tivos de las empresa al único fin de crear valor para los accionistas.24
Esta privación total del sentido y del contenido del trabajo se encuentra tam-
bién a la escala de las naciones. Los fines encomendados al Estado social son
también definidos cuantitativamente, en términos de aumento del producto inte-
rior bruto o de reducción de la tasa de desempleo. La aspiración a la democracia
económica, que anteriormente había marcado la historia social, se ha abando-
nado o bien ha tomado la forma de nacionalizaciones, sin incidencia sobre el
régimen de trabajo en el sector privado. El giro neoliberal iniciado hace treinta
años no ha llevado a reabrir un debate democrático sobre la cuestión de qué
producir y cómo producirlo; más bien ha asignado a los Estados nuevos objeti-
vos cifrados en términos de disciplina presupuestaria o fiscal y de reducciones
de impuestos y de prestaciones sociales.
Así pues, tanto a escala empresarial como nacional, la explotación del tra-
bajo no se perpetra ya mediante la promesa de un enriquecimiento sino me-
diante la amenaza del desclasamiento social, la pobreza y la miseria. En las
empresas, esta amenaza toma la forma de lo que el Tribunal Supremo francés
ha calificado de «gestión por el miedo».25 En la esfera pública consiste, tal como
ha observado Jacques Rigaudiat, en utilizar la deuda como «un arma de disua-
sión social masiva».26
Aplicado a empresas y a naciones, el paradigma del trabajo como mercancía
ha conducido a reducir el perímetro de la justicia social a los términos cuanti-
tativos del intercambio salarial –intercambio de tiempo de trabajo subalterno
contra garantías de seguridad física y económica–, y a excluir del mismo, por
el contrario, estas dos cuestiones cruciales: ¿cómo y por qué trabajar? Dicho
de otro modo, se excluye el trabajo en tanto que tal, su contenido y su sentido.
24 Véase el Informe Cadbury: Report of the Committee on the Financial Aspects of Corporate
Governance (Londres: The Committee on the Financial Aspects of Corporate Governance and Gee
and Co. Ltd., 1992). Véanse también los Principios de gobierno corporativo de la OCDE 2004 (París:
OCDE, 2004), y Randall K. Morck, ed., A History of Corporate Governance around the World. Family
Business Groups to Professional Managers (Chicago/Londres: The University of Chicago Press, 2007).
Ciertos juristas han visto en ello «el fin de la historia del derecho empresarial» (Henry Hansmann
y Reiner Kraakman, «The end of history for corporate law», Georgetown Law Journal 89, n.o 2
(2001): 439-468). Dicha doctrina se basa en la afirmación, sin fundamento jurídico, de un derecho
de propiedad de los accionistas sobre la empresa (Jean-Philippe Robé, «À qui appartiennent les en-
treprises?», Le Débat 3, n.o 155 (2009): 32-36). Esta metamorfosis de la empresa en objeto especu-
lativo socava los marcos institucionales de la libertad de empresa (véanse los artículos recopilados
en Alain Supiot, ed., L’entreprise dans un monde sans frontières. Perspectives juridiques et économi-
ques (París: Dalloz, 2015).
25 Véanse las siguientes sentencias del Tribunal Supremo francés (Sala de lo Social), relativas
a la empresa Soredis: Cour de cassation, Chambre sociale, 6 de diciembre de 2017, n.os 16-10885,
16-10886, 16-10887, 16-10888, 16-10889, 16-10890, 16-10891.
26 Jacques Rigaudiat, La dette, arme de dissuasion sociale massive (Vulaines-sur-Seine: Éditions
du Croquant, 2018).
El trabajo no es una mercancía 9
El trabajador y su obra
Por supuesto, ello no quiere decir que tanto los trabajadores como los directivos
empresariales sean indiferentes a estas cuestiones; la mayoría sabe muy bien
que, en el fondo, hacer dinero es como no hacer nada. Algunos de ellos han
obrado recientemente para que la noción de «razón de ser de la empresa» se
introduzca tímidamente en el derecho mercantil.27 Además, todas las encuestas
muestran que muchos de ellos no están motivados solamente por el monto de
su salario neto o de su activo circulante sino también por lo que Maurice Hau-
riou llamaba en su teoría de la institución una «idea de obra a realizar».28 Las
empresas prósperas y duraderas son, por otra parte, aquellas que tienen una
«razón de ser» en la que pueden reconocerse, puesto que es la que confiere
sentido a su trabajo. Por supuesto, para que la obra se lleve a cabo es necesario
que todos los que trabajan en la empresa tengan una idea clara de dicho sen-
tido. En el relato La muralla china, de Franz Kafka, el protagonista se pregunta
por qué se había decidido construir la muralla por tramos y no de forma lineal.
Según el narrador, solo ese sistema de construcción parcial podía dar sentido
a la vida de los que, a diferencia de los jornaleros, cuya única perspectiva es el
jornal, estaban animados por el placer del trabajo bien hecho y la ambición de
ver un día su obra acabada. De no haber procedido así, escribe, «la futilidad de
un trabajo que excedía el término natural de la vida de un hombre los hubiera
incapacitado para la obra».29 Esa futilidad es la que se cierne hoy sobre todos
aquellos cuyo trabajo no tiene otra razón de ser que la financiera.
El análisis jurídico confirma pues el diagnóstico pesimista de Cornelius
Castoriadis:
Y esta actitud –hacer siempre lo mejor que se pueda sin esperar de ello un prove-
cho material– no tiene lugar en el andamiaje imaginario del capitalismo. De ahí
[…] el vacío moral actual […]. En este plano, el capitalismo vive agotando las re-
servas antropológicas constituidas durante los milenios precedentes. Así como vive
agotando las reservas naturales.30
27 La Ley 2019-486, de 22 de mayo de 2019, sigue las recomendaciones al respecto del informe
de Nicole Notat y Jean-Dominique Sénard titulado L’Entreprise, objet d’intérêt collectif (La empresa,
objeto de interés colectivo; informe a los Ministros de la Transición Ecológica y Solidaria, de Justi-
cia, de Economía y Finanzas, y de Trabajo, marzo de 2018). Así pues, la referencia a la razón de
ser de la empresa puede ya figurar en los estatutos de las empresas en Francia (Code civil, art. 1835,
y Code du commerce, arts. L. 225-35 y 225-64).
28 Maurice Hauriou, «La théorie de l’institution et de la fondation», Cahiers de la nouvelle jour-
née 4 (1925). Reeditado en Aux sources du droit. Le pouvoir, l’ordre et la liberté (París: Bloud & Gay,
1933), 89-128. [Traducción al español de Arturo Enrique Sampay, La teoría de la institución y de la
fundación. Ensayo de vitalismo social (Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 1968), 52-53].
29 Franz Kafka, La muralla china (Madrid: Alianza Editorial, 2015). Traducción de Adan
Kovacsics.
30 Cornelius Castoriadis, «Réponse à Richard Rorty» [1991]. En Une société à la dérive. Entre-
tiens et débats (1974-1997) (París: Seuil, 2005), 131. [Traducción al español de Sandra Garzonio, Una
sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997). Edición de Enrique Escobar, Myrto Gondicas
y Pascal Vernay (Buenos Aires: Katz, 2006), 116].
10 Revista Internacional del Trabajo
de las riquezas y la del reconocimiento de las identidades. Sin embargo, con la he-
gemonía cultural del neoliberalismo, la justicia del reconocimiento, vinculada al
ser, ha hecho desaparecer de la agenda política la justicia distributiva, vinculada
al tener. De ahí la imperiosa necesidad de reducir las desigualdades de riqueza,
que han aumentado con la deconstrucción del Estado social. Ahora bien, por muy
necesario que sea, este restablecimiento de la justicia distributiva no bastará para
responder a los retos tecnológicos y ecológicos de nuestro tiempo. También habrá
que tener en cuenta el carácter insostenible del modelo de desarrollo inherente a
la globalización. Si lo que deseamos es, por el contrario, una mundialización respe-
tuosa de la diversidad de culturas y de entornos naturales, conviene pues abrirse a
una tercera dimensión de la justicia social: la de la justa división del trabajo, que,
vinculada al hacer, responde también al reto que plantea la revolución digital.
La Declaración de Filadelfia nos brinda una definición de esta justa división
del trabajo, útil como brújula en estos tiempos de desorientación. Propone como
meta para «todas las naciones del mundo» fomentar programas que permitan
«emplear trabajadores en ocupaciones en que puedan tener la satisfacción de
utilizar en la mejor forma posible sus habilidades y conocimientos y de contri-
buir al máximo al bienestar común». Este rotundo y elocuente enunciado res-
ponde a un tiempo a la cuestión del sentido del trabajo, o «¿por qué trabajar?»
–contribuir al máximo al bienestar común–, y a la de su contenido, o «¿cómo
trabajar?»: con la satisfacción de utilizar en la mejor forma posible las propias
habilidades y conocimientos. El enunciado define lo que hemos propuesto deno-
minar una concepción ergológica del trabajo, siguiendo a Georges Canguilhem e
Yves Schwartz, aunque en una acepción más amplia,31 es decir, una concepción
que, partiendo de la propia experiencia del trabajo, restaure la justa jerarquía
de los medios y los fines vinculando el estatus del trabajador a la obra que ha
de realizar y no a su producto financiero.
A decir verdad, esta concepción sigue todavía presente, no solo de hecho, en
quienes siguen trabajando lo mejor posible sin esperar un beneficio material,
sino también de derecho, en el estatus jurídico otorgado a ciertas funciones. Es
el caso de las profesiones liberales, cuyos servicios no se han dejado a merced
de las leyes del mercado (al menos todavía no completamente), puesto que su
calidad requiere el respeto de criterios técnicos propios a cada una de ellas. Por
consiguiente, en dicho caso es la naturaleza del trabajo la que determina su ré-
gimen jurídico, mientras que el monto de su retribución sigue siendo, en princi-
pio, no evaluable, lo cual justifica el pago de honorarios y no de salarios. Ello nos
recuerda que la ficción del trabajo como mercancía, al igual que la de la tierra
como mercancía, es reciente y no se concretó jurídicamente hasta el siglo xix.
Antes de que ello ocurriera, el concepto de trabajo se reservaba a tareas que no
31 Yves Schwartz, Reconnaissances du travail: pour une approche ergologique (París: PUF, 1997).
Esta concepción responde asimismo a las «condiciones de un trabajo no servil» definidas por Si-
mone Weil tras su experiencia de la vida obrera (véanse los capítulos de Robert Chenavier, Yves
Clot e Isabelle Vacarie en Alain Supiot, ed., Mondialisation ou globalisation? Les leçons de Simone
Weil (París: Éditions du Collège de France, 2019), 107 y sigs.). A diferencia de Hannah Arendt, Weil
no opone trabajo y obra de forma radical (véase Dominique Méda, «Simone Weil et Hannah Arendt,
deux philosophes du travail post-modernes». En Musso y Supiot, eds., Qu’est-ce qu’un régime de tra-
vail réellement humain?, 27-39 (véase la nota 12)).
El trabajo no es una mercancía 11
32 Véase William H. Sewell, Gens de métier et révolutions. Le langage du travail de l’Ancien Ré-
gime à 1848 (París: Aubier, 1983), 46, que es la traducción al francés de Work and Revolution in
France (Cambridge: Cambridge University Press, 1980). [Traducción al español, Trabajo y revolución
en Francia: el lenguaje del movimiento obrero desde el Antiguo Régimen hasta 1848 (Madrid: Taurus,
1992)].
33 Projet de loi de transformation de la fonction publique (proyecto de ley de transformación
Magna (cláusula 40), que establecía que «Nulli vendemus, nulli negabimus, aut differemus rectum
aut justiciam» (No venderemos a nadie, ni negaremos ni postergaremos justicia o derecho a nin-
gún hombre). En la actualidad este principio se recoge en el artículo 6 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos, en virtud del cual «Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equi-
tativa, públicamente y dentro de un plazo razonable, por un Tribunal independiente e imparcial,
establecido por ley».
El trabajo no es una mercancía 13
39 Marcel Hénaff, Le prix de la vérité. Le don, l’argent, la philosophie (París: Seuil, 2002). [Tra-
ducción al español de Isabel Cadenas Cañón, El precio de la verdad. Don, dinero, filosofía (Santiago
de Chile: LOM Ediciones, 2017)].
40 Jacques Le Goff, Les intellectuels au Moyen Âge [1957] (París: Seuil, 1985). [Traducción al
español de Alberto L. Bixio, Los intelectuales en la Edad Media (Barcelona: Gedisa Editorial, 1996)].
41 Jacques Verger, Culture, enseignement et société en Occident aux xii e et xiii e siècles (Rennes:
Scientia donum Dei est, unde vendi non potest», Traditio 11 (1955): 196-234.
43 Véase Françoise Waquet, Respublica academica. Rituels universitaires et genres du savoir
sus libros en tanto que objetos materiales, fuente de ingresos lícitos, y su dere-
cho moral, personal e intransferible por «no tener precio». Estas distinciones se
han mantenido operativas hasta nuestra época, como muestra, por ejemplo, el
extenso estudio que Gérard Lyon-Caen dedicó en 1965 a «la publicación de los
cursos de profesores de universidad».44
A decir verdad, no merece la pena siquiera plantearnos si los investigado-
res y profesores universitarios pueden ser remunerados, ya que la respuesta es
más que obvia. El problema es más bien si el dinero que perciben es el fin en sí
mismo, o bien un medio al servicio de otro fin, el conocimiento científico, que no
tiene precio. La auténtica cuestión es pues si su trabajo puede tratarse como una
mercancía. A lo largo de estos años de docencia hemos visto que la dinámica del
Mercado Total iba en ese sentido. Concretamente, ello se hace evidente en el con-
cepto de «mercado de ideas», acuñado por otro galardonado con el denominado
«Nobel de Economía», Ronald Coase,45 concepto del que actualmente se sirve el
Tribunal Supremo de los Estados Unidos para definir los marcos jurídicos de la
democracia o la religión.46 ¿Por qué entonces no admitir que la ciencia es tam-
bién un mercado de ideas y que los científicos pueden venderse al mejor postor?
A semejante ampliación del concepto es posible oponer el peso de una tra-
dición milenaria que demuestra que la investigación científica libre no puede
existir sin un marco institucional que la garantice y la proteja. Desde finales del
siglo xii, a fin de evitar que se mezclara a Dios con la resolución de las quere-
llas mundanas, el derecho canónico prohibió las ordalías e impuso el recurso a
pruebas consideradas «racionales»,47 cuya jerarquía anunciaba ya las ciencias
experimentales.48 En efecto, tanto en la Ciencia como en el Derecho, la verdad
solo se descubre a partir del respeto de tres condiciones: probar los hechos alega-
dos;49 interpretarlos,50 y someterlos a la prueba del principio de contradicción.51
Con estas tres condiciones se establece jurídicamente una «República de las Le-
tras»,52 es decir, un orden ternario que somete las relaciones entre sus miem-
44 Gérard Lyon-Caen, «La publicación de los cursos de profesores de universidad», Revue in-
ket for ideas», American Economic Review 64, n.o 2 (1974): 384-391.
46 Alain Supiot, «Democracy laid low by the market», Jurisprudence 9, n.o 3 (2018): 449-460;
Laurent Mayali, ed., Le façonnage juridique du marché des religions aux États-Unis (París: Mille et
une nuits, 2002).
47 Véase Jean-Philippe Lévy, La hiérarchie des preuves dans le droit savant du Moyen Âge de-
puis la renaissance du droit romain jusqu’à la fin du xiv e siècle (París: Sirey, 1939); Henry Lévy-Bruhl,
La preuve judiciaire. Étude de sociologie juridique (París: Marcel Rivière et Cie, 1964).
48 En la parte más baja de esta jerarquía se encuentran «todos los modos que no reposan
sobre un conocimiento directo o indirecto de la verdad a través de los sentidos» (Lévy, La hiérar-
chie des preuves..., 162 [véase la nota 47]).
49 Code de procedure civil (Código francés de procedimientos civiles), artículos 9-11.
50 Ibíd., artículo 12: «[el juez] debe dar o restituir a los hechos o actos litigiosos su exacta ca-
lificación independientemente de la que las partes puedan atribuirles».
51 Ibíd., artículos 14-17.
52 Hans Bots y Françoise Waquet, La République des Lettres (París/Bruselas: Belin/De Boeck,
1997).
El trabajo no es una mercancía 15
of Science. Theoretical and Empirical Investigations (Chicago: The University of Chicago Press, 1967),
267-278. [Traducción al español, La sociología de la ciencia: investigaciones teóricas y empíricas
(Madrid: Alianza Editorial, 1977 [1973])].
54 Max Weber, Wissenschaft als Beruf [1919]. [Traducción al español de Francisco Rubio Llo-
rente, El político y el científico (Madrid: Alianza Editorial, 1979). Traducción del fragmento repro-
ducido a partir de la edición en francés citada por el autor].
16 Revista Internacional del Trabajo
Marshall Clagett, Gaines Post y Robert Reynolds, eds., Twelfth-Century Europe and the Foundations
of Modern Society (Madison: University of Wisconsin Press, 1961). [Traducción al español, Historia
social de la verdad. La hidalguía y la ciencia en la Inglaterra del siglo xvii (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2016)].
56 Véase Verger, Culture, enseignement et société..., capítulo viii , 117-129 (véase la nota 41).
57Véase Steven Shapin, A Social History of Truth. Civility and Science in Seventeenth-Century
England (Chicago: The University of Chicago Press, 1994).
58 Roger Hahn, The Anatomy of a Scientific Institution: The Paris Academy of Sciences, 1666-
Francia por el Consejo Constitucional debe entenderse tanto como una fuente
de deberes como de derechos.59 El estatus jurídico del profesor universitario
continúa fundándose en los valores aristocráticos cultivados por el mundo eru-
dito desde el siglo xvii: desinterés, imparcialidad y dedicación al bien común.
Estos valores están en las antípodas de los ideales mercantiles de búsqueda del
beneficio y maximización del interés individual. Forman parte de lo que Émile
Durkheim denominaba una «moral profesional», indispensable, en su opinión,
para proteger cualquier función social del «desenfreno de los intereses econó-
micos».60 La erosión de esta moral conduce inevitablemente a una formalización
jurídica de las reglas de la profesión, como pone de manifiesto la actual profu-
sión de textos destinados a prevenir conflictos de intereses y fraudes en el ám-
bito de la investigación científica.
Este estatus profesional universitario, que combina libertad, seguridad y
responsabilidad, está hoy amenazado por la asimilación de la enseñanza supe-
rior y de la investigación a un mercado sometido a exigencias de rendimiento
y de competitividad.
Así, según los términos del artículo 179 del Tratado de Funcionamiento de
la Unión Europea, esta «tendrá por objetivo fortalecer sus bases científicas y
tecnológicas, mediante la realización de un espacio europeo de investigación
en el que los investigadores, los conocimientos científicos y las tecnologías cir-
culen libremente, y favorecer el desarrollo de su competitividad, incluida la de
su industria, así como fomentar las acciones de investigación que se conside-
ren necesarias en virtud de los demás capítulos de los Tratados». Nos encon-
tramos de nuevo con la fantasía de un orden político «basado» en la ciencia
y en la tecnología. En efecto, si estas «bases» deben favorecer el desarrollo de
la competitividad, es el orden de la competencia el que se revela, sin sorpresa,
como el fundamento real, «determinante en última instancia», de este mon-
taje normativo.61 Estamos ante un sistema autorreferencial, ya que el impera-
tivo de la competitividad ha de derivarse, a su vez, de un orden espontáneo
descubierto por la ciencia económica. La investigación deja de ser un fin en sí
misma para convertirse en instrumento al servicio del logro de objetivos eco-
nómicos, sometida a los mismos métodos de gestión por objetivos que aplican
las empresas con fines de lucro.
La «organización científica del trabajo» inherente a la segunda revolución
industrial no había afectado a los académicos. No sucede así con la gobernanza
por los números, que proyecta actualmente el imaginario cibernético sobre todas
las actividades humanas. Como cualquier trabajador, el investigador es tratado
como un ser programable, sometido al logro de objetivos cuantificados en un
interpretación, véase Alain Supiot, «Sur l’ouverture de l’Université». En Convergences, Études offer-
tes à Marcel David (Quimper: Calligrammes, 1991), 417 y sigs.
60 Émile Durkheim, Leçons de sociologie. Segunda edición (París: PUF, 1969), 41-78. [Traduc-
ción al español, Lecciones de sociología: Física de las costumbres y del derecho (Granada: Editorial
Comares, 2006)].
61 En relación con el retroceso de la concepción de la ciencia como bien público, véase Helga
Nowotny et al., The Public Nature of Science Under Assault. Politics, Markets, Science and the Law
(Berlín: Springer, 2005).
18 Revista Internacional del Trabajo
proceso interminable de benchmarking, como exigen los cánones del new pu-
blic management.62 Si alguien puede creer que un buen investigador es un ser
programable, ciertamente nunca ha conversado con ninguno. Los mejores son
absolutamente improgramables e impredecibles, al menos en sus obras. Esta es
la razón por la que la programación de la investigación los obliga a gastar una
energía demencial para lograr concentrarse en las cuestiones que la realidad
verdaderamente les plantea fingiendo que responden a las que les obligan a
plantearse. Bergson, Valéry, Foucault o Bourdieu habrían tenido sin duda gran-
des dificultades para producir sus obras si se hubieran visto obligados a defen-
der su «cachet» con semejante gimnasia mental.
En la actualidad, la contractualización de la financiación de la investiga-
ción va unida a la desestabilización de sus instituciones, cuyos recursos esta-
bles no dejan de menguar en una dinámica de reestructuración permanente.
Considerada demasiado costosa, la evaluación cualitativa del trabajo univer-
sitario tiende a ser suplantada por un enfoque cuantitativo basado en indica-
dores; no solo indicadores bibliométricos –número de patentes o de artículos
en revistas revisadas por pares y otros «índices h», cuya consulta permite eva-
luar publicaciones sin leerlas–, sino también indicadores de fund raising (do-
naciones conseguidas), que en suma determinan el «precio de mercado» de los
investigadores, alentados a incluir dichos indicadores de manera prominente
en su curriculum vitae, ya que abre expectativas de enriquecimiento para las
instituciones que puedan contratarlos. Desde esta perspectiva, Grigori Perel-
man, uno de los mejores matemáticos de su generación, quien jamás publica
su trabajo en revistas arbitradas y ha rechazado los premios más prestigiosos,
no vale nada como investigador.
Los objetivos cuantificados se han hecho también prioritarios en lo que
atañe a la inversión pública en investigación. El indicador de este tipo más céle-
bre es la clasificación de universidades de Shanghái, y conviene recordar que se
trata de un subproducto de la planificación soviética y de las «cifras de control»
de las que se dotaba el Gosplan para medir los avances en la construcción del
socialismo científico en los principales ámbitos de actividad. Francia se ha em-
barcado en un ejercicio de creación de conglomerados mastodónticos mediante
fusión de instituciones de investigación, dando por sentado que ello mejorará su
lugar en dicha clasificación. No hace falta mucha experiencia legal para predecir
que estos combinats se desintegrarán tan pronto como se les supriman las inyec-
ciones de fondos públicos. Si el objetivo es que la investigación francesa salte a
la cima de ese podio mundial, sería suficiente con fusionar todas sus universi-
dades en una sola, que podríamos denominar «Universidad de Francia». Ahora
bien, si de lo que se trata es de crear condiciones institucionales óptimas para
la investigación, sería mucho más coherente promover comunidades de trabajo
62 Puede encontrarse un análisis general de esta doctrina en Owen E. Hughes, Public Mana-
gement and Administration. An Introduction [1994]. Cuarta edición (Basingstoke/Nueva York: Palgrave
Macmillan, 2012). En cuanto a los efectos perversos de su aplicación a la investigación científica,
véase Giuseppe Longo, «Science, problem-solving and bibliometrics». En Wim Blockmans, Lars En-
gwall y Denis Weaire, eds., Bibliometrics: Use and Abuse in the Review of Research Performance
(Londres: Portland Press Limited, 2014), 9-15.
El trabajo no es una mercancía 19
63 Françoise Waquet, Parler comme un livre. L’oralité et le savoir (xvi e-xx e siècle) (París: Albin
Michel, 2003).
64 Ferric C. Fang, R. Grant Steen y Arturo Casadevall, «Misconduct accounts for the majority
of retracted scientific publications», Proceedings of the National Academy of Science 109, n.o 42 (2012):
17028-17033.
65 Véase Alain Supiot, «Ontologie et déontologie de la doctrine», Recueil Dalloz, n.o 21 (2013):
1421-1428.
66 Véase Consejo de Europa, The Handling of the H1N1 Pandemic: More Transparency Needed.
Informe Flynn, de 4 de junio de 2010, sobre la gestión de la epidemia de gripe A (H1N1), y el edi-
torial de Fiona Godlee, «Conflicts of interest and pandemic flu. WHO must act now to restore its
credibility, and Europe should legislate», British Medical Journal 340 (2010): c2947.
20 Revista Internacional del Trabajo
67 Alliance Athéna, Recherches sur les radicalisations, les formes de violence qui en résultent et
la manière dont les sociétés les préviennent et s’en protègent. État des lieux, propositions, actions. In-
forme presentado en marzo de 2016 (París: Alliance nationale des sciences humaines et sociales,
2016), 10 y 14.
68 European Research Council (ERC), Opening Address of Prof. Helga Nowotny, President of the
European Research Council. Quinto aniversario del ERC (Bruselas, 29 de febrero de 2012), 7.
69 Debo a una conversación con Jean-Pierre Vernant mi descubrimiento de esta tipología de
las formas de poder elaborada por André-Georges Haudricourt, «Domestication des animaux, cul-
ture des plantes et traitement d’autrui», L’Homme. Revue française d’anthropologie 2, n.o 1 (1962):
40-50. Reeditado en La technologie, science humaine. Recherches d’histoire et d’ethnologie des tech-
niques (París: Éditions de la Maison des sciences de l’homme, 1987), 277.
El trabajo no es una mercancía 21
70 Véase Alain Supiot, ed., Au-delà de l’emploi [1999]. Segunda edición (París: Flammarion,
2016).
71 Sobre esta cuestión, veáse Alain Supiot y Mireille Delmas-Marty, eds., Prendre la responsa-
bilité au sérieux (París: PUF, 2015); Alain Supiot, ed., Face à l’irresponsabilité: la dynamique de la so-
lidarité, colección Conférences (París: Collège de France, 2018).
72 Franz Kafka, «Josefina la cantora o el pueblo de los ratones». En Un médico rural y otros