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Resiliencia

Concepto actual que actúa como protector del bienestar psicológico de cada individuo. La

resiliencia se considera una capacidad universal que ha estado presente en las personas

incluso antes de considerarla para un estudio formal.

El término de resiliencia fue usado inicialmente dentro del área de las ciencias exactas,

específicamente de la física, en dónde la palabra resiliencia hacia referencia a un atributo

de las sustancias referentes a la soltura de su reacción y elasticidad, posteriormente

también se consideró en las ciencias ambientales. Pero no es hasta los inicios de los años

60, donde surge la necesidad de integrar el concepto de resiliencia en diversas disciplinas,

sobre todo, implicó en la forma de mirar los procesos individuales a nivel de la salud

mental.

Vera (2006) sostiene que el origen de los trabajos sobre resiliencia se remonta a la

observación de comportamientos individuales de superación que parecían casos aislados y

al estudio evolutivo de niños en condiciones difíciles, así frente a la creencia tradicional

de que una infancia infeliz determina el desarrollo posterior del niño hacia formas

patológicas del comportamiento y la personalidad, los estudios con niños resilientes han

demostrado que son suposiciones sin fundamento científico y que un niño herido no está
condenado a ser un adulto fracasado. Asimismo,

Uriarte (2005) manifiesta que:

El enfoque de la resiliencia se ha enriquecido de las investigaciones evolutivas que han

utilizado modelos longitudinales y estructurales para explicar el cambio intraindividual e

interindividual. También la investigación en psicopatología del niño y del adolescente ha

sido relevante al detectar los factores de riesgo para el desarrollo normal y el modelo de la

vulnerabilidad. Sin embargo, la psicopatología ha priorizado los diseños cuantitativos,

“retrospectivos” y lineales para relacionar factores antecedentes con ciertos trastornos, sin

explicar suficientemente los mecanismos de relación entre las variables del sujeto y del

medio, ni los procesos del cambio normal o patológico. La constatación de que existen

niños que se desarrollan con normalidad en un contexto patógeno ha

abierto el camino a los estudios de la invulnerabilidad, los factores de protección y

la perspectiva de la resiliencia. (p. 62)

Es así como los estudios al respecto empiezan a considerarse fundamentales para

la construcción del concepto naciente, evolucionando y siendo influenciado por diferentes

corrientes epistemológicas. Según Morales (2018), la concepción inicial de la resiliencia

como un rasgo individual estático ha sido cuestionada y transformada a lo largo del

tiempo. La autora argumenta que la resiliencia no puede entenderse solo con un enfoque

individualista y determinista, sino que debe analizarse desde una perspectiva más

relacional y contextual. Esta perspectiva reconoce la influencia de factores sociales,

culturales e históricos en la manera en que las personas experimentan y responden a la

adversidad.

La investigación sobre resiliencia ha evolucionado en tres generaciones distintas, la

primera generación originada en la escuela anglosajona destacó la importancia de la


cercanía de amigos y relaciones positivas en la resiliencia, así como atributos como la

adaptabilidad y el enfrentamiento efectivo.

La segunda generación se centró en entender el proceso que lleva a las personas a superar

la adversidad, con un enfoque más intrapsíquico y relacional. Mientras que, la tercera

generación, considera la resiliencia como un atributo potencial presente en todos los

individuos, pero que requiere la interacción con el entorno para manifestarse. A diferencia

de las generaciones anteriores, esta perspectiva otorga un papel más activo al individuo en

la construcción de su propia resiliencia, enfatizando la interacción entre el individuo y su

entorno para el desarrollo de esta capacidad.

De esta forma y a partir de las diversas generaciones surgen concepciones particulares y

representativas de varios autores.

Se destaca a Knight (2007) quien sugiere que no existe una definición universal de

resiliencia; esto se ve reflejado en distintas investigaciones donde el concepto es

considerado un proceso, una capacidad, una conjunción de factores tanto internos como

externos, etc.

Asimismo, Knight (2007) plantea un constructo tridimensional de la resiliencia

donde se la entiende como un estado, una condición y una práctica. Desde la concepción

de estado, propone una subdivisión del constructo que integra la competencia G,

competencia social y orientación de futuro.

Sin embargo, la concepción de la autora denota competencias que pueden ser

desarrolladas y mejoradas por un individuo con el fin de superar las adversidades, dentro

de las competencias que se consideró está la competencia emocional, la competencia

social y la orientación hacia el futuro.


Entendiéndose a la competencia emocional se entiende como el conjunto de

conocimientos, capacidades y habilidades que le permiten a un sujeto tener un concepto

positivo de sí mismo para superar las dificultades, un locus de control interno que permita

reconocer las causas de sus fracasos y trabajar en ellas, ser autónomo empleando los

propios abatidos por la adversidad (Bisquerra et al., 2007; Knight, 2007).

En cuanto a la competencia social, se entiende como las capacidades individuales y

específicas que hay que desarrollar para desenvolverse adecuadamente en la vida social,

esta persigue interacciones eficaces que permitan mantener relaciones positivas. Aquí se

distingue la comunicación, la capacidad para generar relaciones sociales y la empatía,

para crear vínculos sólidos que sirvan como redes de apoyo en momentos críticos

(Giménez y Quintanilla, 2009; Knight, 2007).

Y por último la orientación hacia el futuro se define como las actitudes y expectativas

individuales acerca de la construcción de eventos futuros, se caracteriza por el optimismo,

que permite enfrentar de mejor manera los obstáculos, la resolución de problemas, que

implica encontrar soluciones a los desafíos y sentido de propósito que orienta a alcanzar

objetivos propuestos incluso ante las dificultades (Nuttin, 1985).

Después de una minuciosa revisión de la literatura mencionada anteriormente y de

diferentes consideraciones de varios autores y demás, se genera un concepto de resiliencia

más acertado.

Se considera a la variable resiliencia como una capacidad de carácter evolutivo que se

desarrolla a través de la competencia emocional, la competencia social y la orientación

hacia el futuro; es decir, a través de habilidades que permiten sostener una visión positiva

respecto a los eventos venideros y la relación satisfactoria de un individuo tanto consigo

mismo como con quienes lo rodean. Esta capacidad facilita el afrontamiento efectivo a
estresores o circunstancias de gran adversidad, lo que produce el crecimiento y adaptación

exitosa de un sujeto al entorno cambiante (Almeida et al., 2024).

A partir de esto podemos denotar la importancia que tiene la resiliencia en los estudiantes

universitarios, radicando en su capacidad para afrontar y superar desafíos académicos,

personales y emocionales que puedan surgir durante su etapa universitaria. Entendiendo a

la resiliencia como lo que les permite adaptarse de manera positiva a situaciones de estrés,

presión académica, entorno social, y demás factores que puedan afectar a su bienestar y

rendimiento académico. Además, la resiliencia en los universitarios está fuertemente

relacionada con un mejor rendimiento académico, una mayor satisfacción con la vida

universitaria y mejor capacidad para establecer y mantener relaciones interpersonales

saludables.

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