El Descubrimiento de La Doble Hélice

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El descubrimiento de la doble

hélice

El descubrimiento de una fórmula tan compleja como la estructura
del ADN no surgió de forma azarosa, es decir, Watson y Crick no
“inventaron” la doble hélice (puesto que siempre había existido),
simplemente fueron los primeros en definirla y mostrarla al mundo.
“Se ha escrito tanto sobre nuestro descubrimiento de la doble
hélice que me es difícil añadir algo a lo ya dicho” (Crick, 1989),
hecho que resalta la gran expectación que creó este hallazgo que
ha sido calificado por varios científicos como “uno de los
descubrimientos más importantes de la historia”.
EC | Madrid | Mayo 2012

Las memorias de James Watson y Frances Crick nos ayudarán a reconstruir


la historia del descubrimiento de la estructura del ADN. Estamos en el año
1951. James Watson, de 23 años, llega al “laboratorio Cavendish” de
Cambridge para unirse a un pequeño grupo de físicos y químicos que
trabajaban sobre las estructuras tridimensionales de las proteínas. Francis
Crick trabajaba en una unidad, realizando diversos experimentos. Era un
hombre charlatán, de risa sonora, que entonces contaba con 35 años y era
casi un desconocido. James Watson era un zoólogo fascinado por la
ornitología, que terminaría interesándose por el estudio de la genética.
Crick era físico. Antes de la llegada de Watson, Crick apenas se había
ocupado del ADN y de su papel en la herencia; además, por aquel entonces,
el trabajo molecular sobre el ADN en Inglaterra era considerado propiedad
básica de Maurice Wilkins, cuyo principal instrumento de investigación era
la difracción de los rayos X. Wilkins trabajaba en el laboratorio de Randall
en el King’s College de Londres. Randall había contratado a una
cristalógrafa con experiencia, Rosalind Franklin, que será otra de las
protagonistas de nuestra historia.

Crick, durante la
Segunda Guerra Mundial, había trabajado en el diseño de minas magnéticas
y acústicas-minas a distancia. Cuando terminó la guerra, no sabía qué
hacer, no tenía una especialización clara, pero comprendió que esto podía
resultar una ventaja, porque le permitía dedicarse a lo que quisiera. La
formación que fue adquiriendo en biología, y su interés por las fronteras
entre lo viviente y lo no viviente le terminaría llevando al laboratorio
Cavendish. Para poder trabajar en el Cavendish, Crick tuvo que estudiar
cristalografía de rayos X, tanto la teoría como la práctica. Al tener que
aprender difracción de rayos X por su cuenta, adquirió un conocimiento
amplio y profundo.

Watson y Crick tenían intereses parecidos, aunque era distinta su formación


anterior. Entonces Crick sabía bastante sobre proteínas y difracción de
rayos X. Watson conocía mucho menos esos temas, pero superaba a Crick
en trabajos experimentales sobre fagos (virus bacterianos). Watson también
conocía mejor la genética bacteriana. Los conocimientos de ambos sobre
genética clásica eran equiparables. Maurice Wilkins fue el primero que avivó
el interés del biólogo Watson sobre los trabajos realizados con rayos X
sobre el ADN. Sucedió en Nápoles, en una reunión científica sobre las
estructuras de las grandes moléculas halladas en las células vivas, en 1951.
Wilkins presentó en su conferencia una fotografía de la difracción de los
rayos X sobre el ADN. Ahora sabía Watson que los genes podían cristalizar.
Por tanto, debían poseer una estructura regular que pudiera ser resuelta de
una manera directa. Se corrió por entonces el rumor de que Linus Pauling
había resuelto parcialmente la estructura de las proteínas. Su modelo era el
de la hélice-alfa. Watson, tras oírle en una conferencia, quiso comprobar con
un cristalógrafo si el modelo descrito por Pauling era correcto. Y fue
entonces cuando mostró interés en entrar en el laboratorio Cavendish,
aunque tuvo problemas con el Consejo de Becas porque consideraban que
no debía trasladarse a trabajar en una especialidad para la que carecía de
preparación.
No sabía qué hacer, no tenía una especialización clara, pero comprendió que esto
podía resultar una ventaja, porque le permitía dedicarse a lo que quisiera.
Watson se entendía muy bien con Crick, también interesado por el ADN, y
por teorizar. Watson quiso saber cómo Pauling había descubierto las
hélices-alfa. No tardó en aprender que el logro de Pauling era producto del
sentido común, y no resultado de un complicado razonamiento matemático.
La clave del éxito de Linus radicaba en su confianza en las sencillas leyes
de la química estructural. La hélice-alfa no habría sido descubierta con sólo
el estudio de las fotografías a rayos X; los principales instrumentos de
trabajo eran un conjunto de modelos moleculares que se asemejaban a los
juguetes de los niños en edad preescolar. Watson y Crick pensaron que no
había razón por la que no hubieran de resolver el ADN de la misma manera.
Todo lo que debían hacer era construir un conjunto de modelos moleculares
y empezar a jugar; con un poco de suerte, la estructura representaría una
hélice.

Watson y Crick seguían hablando de posibles tipos de estructuras de ADN.


Trabajaban diferentes modelos, algunos de los cuales se iban mostrando
erróneos. Obtuvieron avances y los expusieron a Wilkins y Franklin, que no
les hicieron mucho caso. Sir Lawrence Bragg, profesor de ambos, decidió
entonces que debían abandonar la investigación, porque no le veía mucho
sentido a que se duplicase la que estaba llevando a cabo el laboratorio de
Wilkins. A Watson y Crick les preocupaba que la interrupción por su parte de
la construcción del modelo no iba a llevar consigo una mayor actividad en el
laboratorio de Wilkins. Aunque se apartaron de la investigación, no
abandonaron su interés por el ADN: Crick divagaba sobre disposiciones
helicoidales de la hélice-alfa y Watson leía sobre química teórica y hojeaba
publicaciones especializadas, con la esperanza de hallar alguna pista
olvidada.

Mientras, Watson fue despedido de su beca por no estar trabajando en la


institución designada, sino en el Cavendish. Se le concedió una beca
distinta, que Watson pensaba aceptar. Había decidido ganar tiempo
dedicándose a la investigación del virus de mosaico del tabaco (VTM). Un
componente esencial del VTM era el ácido nucleico, y por ello la tapadera
perfecta para enmascarar su continuado interés por el ADN.

Las disensiones entre los dos investigadores que trabajaban juntos en el


King’s College, Maurice Wilkins y Rosalind Franklin, se habían acentuado. Y
Rosalind Franklin insistía en que sus datos demostraban que el ADN no era
una hélice.
Watson tomó las medidas necesarias para que su próxima beca fuese
trasladada al Cavendish. Sin embargo, Crick y él no se iban a dedicar por
completo a la investigación de la estructura del ADN. Entonces les llegó la
noticia de que Linus Pauling había encontrado ya una estructura para el
ADN. Watson y Crick tenían la esperanza de que esto no fuese así, porque
Pauling no conocía los trabajos desarrollado en el “King’s College”, no había
visto las fotografías de Wilkins y Franklin. Watson confiaba en que la
urgencia creada por el asalto de Linus sobre el ADN llevase a Wilkins a
pedirles ayuda a Crick y a él. No sucedió así.

Tenacidad y entusiasmo
El modelo sobre el que Pauling estaba trabajando era muy similar al que
habían trabajado Watson y Crick, una hélice de tres cadenas, con la cadena
azúcar-fosfato en el centro. Sin embargo, al leer una copia del trabajo, se
dieron cuenta de que algo iba mal, ya que mostraba poca ortodoxia química.
El trabajo de Pauling había sido enviado ya para la publicación, y cuando se
publicase sería cuestión de días el que se descubriesen los errores del
mismo. Disponían unas pocas semanas antes de que Linus se dedicara de
nuevo al ADN. Watson fue a hablar con Wilkins para comentarle todo lo
relacionado con el trabajo de Pauling y sus errores. Éste le comunicó una
noticia muy importante: Rosalind Franklin había obtenido la prueba de una
nueva forma tridimensional del ADN, una nueva forma que ellos llamaban
“estructura B”. Los reflejos negros en forma de cruz que dominaban la
fotografía sólo podían provenir de una estructura helicoidal. Pero el
problema radicaba en la ausencia de cualquier hipótesis estructural que les
permitiese agrupar regularmente las bases en el interior de la hélice. Por
eso Wilkins estaba convencido de que Rosalind Franklin, opuesta a la idea
de una estructura helicoidal, estaba en lo cierto. Tras esta conversación, y
mientras viajaba en tren camino de Cambridge, Watson decidió que debían
centrarse en un modelo de dos cadenas. Watson expuso todo lo relacionado
con la “estructura B” a Crick y a su profesor, Bragg, que no puso ninguna
objeción a que continuase con la tarea de construir nuevos modelos.

El descubrimiento clave, según Crick, fue la determinación, por parte de


Watson, de la naturaleza exacta de los pares de bases (adenina con timina,
guanina con citosina). No lo logró por lógica, sino por casualidad. En cierto
modo, el hallazgo de Watson fue cuestión de suerte, pero la mayoría de los
descubrimientos tienen un elemento azaroso. Lo más importante es que
Watson estaba buscando algo significativo y que inmediatamente reconoció
el significado de los pares correctos cuando los vio por azar…”El azar
favorece a la mente preparada”. Este episodio, asegura Crick, también
ilustra que muchas veces, en la investigación, es importante jugar.

Crick considera que si Watson y él merecen algún mérito es el de la persistencia y el


deseo de desechar ideas cuando éstas se convierten en insostenibles.
El siguiente paso científico era comparar con rigor los datos experimentales
de los rayos X con el módulo de difracción que predecía el modelo de
Watson y Crick. Wilkins, que no mostró ningún indicio de amargura por el
descubrimiento, prometió que mediría enseguida las reflexiones críticas.
Rosalind Franklin, contraria hasta el momento a la estructura helicoidal, vio
el atractivo de los pares de bases y aceptó el hecho de que la estructura era
demasiado bonita para no ser verdadera. Y cuando llegó a oídos de Pauling
lo que había sucedido, su reacción fue de auténtica emoción. Watson, Crick
y Wilkins ganaron en 1962 el premio nobel de fisiología o medicina por sus
descubrimientos acerca de la estructura molecular de los ácidos nucleicos
y su importancia para la transferencia de información en la materia viva. El
trabajo cristalográfico de Rosalind Franklin, que ya había fallecido, no
recibiría, sin embargo, el debido reconocimiento.
Esta historia es una muestra de los peligros de la especialización; ni Watson
ni Crick eran inicialmente especialistas en el ADN, y terminaron
descubriendo su estructura con tenacidad y entusiasmo. Es más, Crick,
tras descubrir la estructura del ADN, se terminaría interesando por la
neurología, en concreto por investigar las bases neuronales de la
conciencia.

Crick considera que si Watson y él merecen algún mérito es el de


la persistencia y el deseo de desechar ideas cuando éstas se convierten
en insostenibles. Un crítico les consideró poco inteligentes por haber
seguido tantas pistas falsas, pero no tuvo en cuenta que éste es el modo en
que suelen hacerse los descubrimientos. La mayoría de los intentos fallan,
no por falta de cerebro, sino porque el investigador se atasca en un callejón
sin salida o porque abandona prematuramente. También se les ha criticado
por no haber dominado a la perfección todas las áreas de conocimiento
necesarias para acertar con la doble hélice; sin embargo, al menos
intentaron dominarlas todas, dice Crick, que considera que su mayor mérito,
teniendo en cuenta lo temprano de su carrera investigadora, fue seleccionar
el problema adecuado y apegarse a él. Es cierto que andando a ciegas
tropezaron con oro, comenta, pero no por ello deja de ser verdad que
buscaban oro.

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