Introduccion Al Nuevo Testamento

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Introducción al Nuevo Testamento

Parte II
Universidad Cristiana Internacional el Shaddai

Editado por Departamento de Educación Teológica de la Universidad Libertad

Copyright © 2015 by Universidad Libertad


Madrid, España.
Contenido
PARTE I
1. El Canon del Nuevo Testamento
2. Apóstoles en La Biblia
3. Los Evangelios
4. El Libro de Hechos
5. Las Epístolas del Apóstol Pablo a Los Tesalonicenses
6. Las Epístolas a Los Corintios
7. Las Epístolas a Los Gálatas
8. Las Epístolas a Los Romanos
9. Efesios
10. Filipenses
11. Colosenses
12. Epístolas Pastorales del Apóstol Pablo a Timoteo y Tito

PARTE II
13. Filemón 3
14. Hebreos 7
15. Primera Epístola General de Pedro 75
16. Segunda Epístola General de Pedro 120
17. 1 de Juan 139
18. 2 de Juan 170
19. 3 de Juan 176
20. Judas 182
21. Apocalipsis 192
22. Santiago 278
23. Bibliografía 322

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Filemon
INTRODUCCION

Los testimonios de su autenticidad son: Orígenes, Homilía 19, sobre Jeremías, que la cita
como la carta de Pablo a Filemón acerca de Onésimo; Tertuliano, contra Marción, 5:21, “La
brevedad de esta Epístola es la única razón por la cual ha escapado las manos falsificadoras de
Marción”; Eusebio, Historia Eclesiástica, 3:25, la menciona entre “las Epístolas universalmente
reconocidas del canon”; Jerónimo, Proemium in Philemonem, vol. iv, p. 442, arguye a favor de
ella contra aquellos que se oponían a su canonicidad por ser el tema de ella indigno de un
apóstol. Ignacio, Efesios 2, y Magnes, 12, parece referirse a Filemón 20. Véase Epístola a
Policarpo (caps. 1 y 6). Su brevedad es la causa por la cual no es citada a menudo por los
“padres”. Paley, Horae Paulinae, ha mostrado pruebas notables de su autenticidad en las
coincidencias naturales entre ella y la Epístola a los Colosenses.
LUGAR y TIEMPO DE SU COMPOSICION. —Esta Epístola está íntimamente relacionada con la
Epístola a los Colosenses. Las dos fueron llevadas por el mismo portador, Onésimo (con quien,
sin embargo, está unido Tiquico en la Epístola a los Colosenses), Colosenses 4:9. Las personas
que envían saludos son las mismas, con excepción de una, Jesús llamado Justo (Colosenses
4:11). Igualmente en ambas es saludado Arquipo (v. 2; Colosenses 4:17). Pablo y Timoteo están
en los encabezamientos de ambas. En ambas aparece Pablo como preso (v. 9; Colosenses 4:18).
De ahí resulta que fué escrita en el mismo tiempo y lugar como la Epístola a los Colosenses (lo
que fué cerca de la misma fecha como la Epístola a los Efesios), es decir, en Roma, durante el
primer encarcelamiento de Pablo, años 61 a 62 d. de C.
OBJETO. —Onésimo, de Colosas (“el cual es de vosotros”, Colosenses 4:9), esclavo de
Filemón, se había escapado de él yendo a Roma después de haberle defraudado (v. 18). Allí fué
convertido al cristianismo por Pablo y persuadido por Pablo a que regresase a su amo, fué
provisto de esta Epístola, la que recomendaba a la favorable recepción de Filemón, por ya no
ser un mero siervo sino también un hermano en Cristo. Pablo termina pidiendo a Filemón que
le prepare hospedaje, pues confiaba en ser libertado pronto y visitar a Colosas. Esta Epístola es
dirigida también a Apia, quien se supone, por el tono doméstico de la carta, que sea la esposa
de Filemón, y a Arquipo (un ministro de la Iglesia colosense, Colosenses 4:17), por la misma
razón, suponiéndose que sea pariente cercano e íntimo.
Onésimo en los llamados Cánones Apostólicos (73) fué emancipado, se dice, por su amo. Las
Constituciones Apostólicas (7:46) afirman que fué consagrado por Pablo como obispo de Berea,
en Macedonia, y que fué martirizado en Roma. Ignacio, Epístola ad Ephesum, cap. 1, habla de él
como obispo de los efesios.
ESTILO. —Ha sido llamada felizmente, por su urbanidad graciosa y delicada, “la Epístola
cortés.” Sin embargo, no hay en ella nada de cumplimiento insincero, por el mundo
erróneamente llamado cortesía. Es varonil y franca, sin representación falsa o supresión de
hechos, al mismo tiempo que es persuasiva y lo más cautivante. Alford cita la elocuente
descripción hecha por Martín Lutero: “Esta Epístola manifiesta un ejemplo correcto, noble,
hermoso del amor cristiano. Aquí vemos cómo Pablo se esfuerza por el pobre Onésimo y por
todos los medios aboga su causa con su amo, y así se considera a sí mismo como si él fuese

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Onésimo y él mismo le hubiera hecho el mal a Filemón. Sin embargo, hace todo esto, no con
fuerza, como si tuviera derecho a ello, más se despoja de su derecho y así obliga a Filemón a
renunciar a su derecho también. Así como Cristo obró a favor nuestro con el Padre, así también
obró Pablo por Onésimo con Filemón: porque Cristo también se despojó de su derecho, y por
amor y humildad obligó (?) al Padre a deponer su ira y poder y a llevarnos a su gracia por amor
de Cristo, quien amorosamente aboga nuestra causa y con todo su corazón se esfuerza por
nosotros; porque nosotros somos los Onésimos de él, según pienso yo.”

CAPITULO I
Vers. 1–25. DIRECCION. HACIMIENTO DE GRACIAS POR EL AMOR Y FE DE FILEMON.
INTERCESION POR ONESIMO. PEDIDO FINAL Y SALUDOS. Esta Epístola da una muestra de la
sabiduría más elevada en cuanto a la manera en que los cristianos deberían tratar sus asuntos
sociales sobre principios más elevados. 1. prisionero de Jesucristo—uno a quien la causa de
Cristo ha hecho prisionero (véase “en las prisiones del evangelio”, v. 13). No se llama así, como
en otras Epístolas, “Pablo el apóstol”, como está escribiendo familiarmente, no
autoritativamente. coadjutor nuestro—en edificar la iglesia en Colosas, cuando estábamos en
Efeso. Véase mi Introducción a Colosenses. 2. Apphia—La forma latina, “Appia”. O la esposa o
alguna pariente cercana de Filemón. Ella y Arquipo, si no hubieran pertenecido a la familia,
difícilmente habrían sido incluídos con Filemón en la dirección de una carta sobre un asunto
doméstico. Archipo—un ministro de la Iglesia colosense (Colosenses 4:17). compañero de
nuestra milicia— (2 Timoteo 2:3). la iglesia… en tu casa—En ausencia de un edificio propio de
la iglesia, se usaban las casas de ciertos santos con aquel fin. Nótese el tino de Pablo en asociar
con Filemón a aquellos que están asociados por parentesco o fraternidad cristiana con su casa,
y en no ir más lejos. 4. siempre—Unido por Alford con “Doy gracias a mi Dios”. 5. Oyendo—La
base de su hacimiento de gracias. Una marca delicada de autenticidad es que él dice “oyendo”
respecto de iglesias y personas que no había visto o visitado entonces, pues a Colosas, la
residencia de Filemón, él nunca había visto. Sin embargo, el v. 19 de esta Epístola da a entender
que Filemón fué un convertido suyo. Filemón, sin duda, fué convertido en Efeso o en algún
lugar donde se encontró con Pablo. caridad, y la fe—El orden teológico es, primero, la fe y
luego el amor, el fruto de la fe. Pero de intento pone el amor de Filemón en el primer lugar,
como es a un acto de amor que le está exhortando. 6. Para que, etc.—El propósito de mi acción
de gracias y oraciones por ti, es a fin de que la, etc. la comunicación de tu fe—la comunicación
de la fe y de los frutos de la fe (es decir, actos de amor y beneficencia; como Hebreos 13:16, “de
la comunicación no os olvidéis”; es decir, compartir una porción) a otros; o, la liberalidad a
otros la que fluye de tu fe (“liberal distribución”; véase 2 Corintios 9:13). sea eficaz, en—el
elemento en que su liberalidad tenía lugar, es decir, puede ser probada o por hechos en, etc.
conocimiento—en el reconocimiento experimental y práctico. de todo el bien que está en
vosotros—Los manuscritos más antiguos dicen, “que está en nosotros”, es decir, el
reconocimiento práctico de toda gracia que hay en nosotros los cristianos, en cuanto
realicemos el carácter cristiano. En resumen, que tu fe sea probada por hechos como “una fe
que obra por amor”. por Cristo Jesús—más bien como el griego, “a Cristo Jesús”; es decir, para
la gloria de Cristo Jesús. Dos de los manuscritos más antiguos omiten “Jesús”. Este versículo
responde al v. 5, “Tu amor y fe … para con todos los santos”: Pablo nunca cesa de mencionarlo

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en sus oraciones, a fin de que su fe manifieste todavía más su poder en relación con otros,
exhibiendo toda gracia que hay en los cristianos para la gloria de Cristo. Así él prepara el
terreno para su pedido a favor de Onésimo. 7. Porque—Razón por la oración, vv. 4–6.
tenemos—Griego, “tuvimos”. gozo y consolación—Unidos en 2 Corintios 7:4. Por ti que han
sido recreadas las entrañas de los santos—su casa estaba abierta para ellos. oh hermano—
puesto al final (en el griego), para granjear su favorable atención al pedido que sigue. 8. Por lo
cual—Por mi amor para contigo, prefiero “rogar”, antes que “mandar” autoritativamente.
tengo mucha resolución… para mandarte—En virtud de la obligación a la obediencia bajo la
cual estaba Filemón para con Pablo, por haber sido convertido por la instrumentalidad de él. en
Cristo—el elemento en el cual su resolución tenía lugar. 9. por amor—el mío para ti, y lo que
debería ser el tuyo para con Onésimo. O, aquel amor cristiano del cual tú manifiestas un
ejemplo tan brillante (v. 7). siendo tal cual soy—Explíquese, Siendo tal cual tú sabes que soy, es
decir, Pablo (el fundador de tantas iglesias, apóstol de Cristo y tu padre en la fe) el anciano
(circunstancia calculada para asegurar tu respeto por cualquier cosa que pida) y ahora también
prisionero de Jesucristo (el derecho más firme a tu consideración; si no por otro motivo, por lo
menos en consideración de esto, por conmiseración, dame el gusto). 10. Ruégate—Repetido
desde el v. 9, por énfasis. En el original griego, el nombre “Onésimo” muy hábilmente está
colocado al fin; pone el escritor primero una descripción de él muy favorable, antes de
mencionar el nombre que con Filemón había caído en tan mala fama. “Ruégate por mi hijo que
he engendrado en mis prisiones, Onésimo.” Las Escrituras no sancionan la esclavitud, más al
mismo tiempo no emprende una cruzada política contra ella. Propone más bien los principios
de amor para con nuestros semejantes, principios que seguramente (como ha sucedido) con el
andar del tiempo la socavarían y derribarían, sin producir convulsiones en la existente fábrica
social, incitando a los esclavos contra sus amos. 11. El cual… te fué inútil—Desmintiendo su
nombre Onésimo, que quiere decir útil, provechoso. No sólo fué inútil, sino positivamente
dañino, habiendo “perjudicado” a su amo en algo. Acerca de esto Pablo emplea una expresión
muy suave. ahora… útil—Sin piedad, el hombre no está en situación estable. 12. mis
entrañas—a mí tan querido como mi propio corazón. [Alford]. Véase el v. 17, “como a mí”.
Onésimo es el objeto de mi más tierno afecto como el de un padre para con su hijo. 13. Yo—
Enfático; yo por mi parte. Puesto que yo le tengo confianza tan implícita como para desear
tenerle aquí conmigo para sus servicios, tú debes recibirle con toda confianza. Yo quisiera
detenerle—Aquí Pablo usa un verbo griego diferente del “quise” del v. 14; “me habría gustado
detenerle”, aquí, pero “no quise”, etc. v. 14. en lugar de ti—para que me supliera él todos los
servicios que tú habrías rendido si estuvieras aquí, en virtud del amor que me profesas (v. 19).
prisiones del evangelio—mis prisiones sufridas por amor al evangelio (v. 9). 14. sin tu
consejo—consentimiento. no fuese como de necesidad—“para que no pareciera como asunto
de necesidad. sino de voluntad espontánea”, de parte de Filemón. Si Pablo hubiera retenido a
Onésimo, por más que Filemón quisiera complacer a Pablo, aquél no tendría oportunidad de
mostrar que tenía esta buena voluntad de servir a Pablo. 15. acaso—humanamente hablando,
pero como uno que cree que probablemente (porque no podemos definir dogmáticamente los
escondidos propósitos de Dios en su providencia) la providencia de Dios predominó sobre el
mal ya pasado, para que resultase finalmente en un bien mayor para Filemón. Este
pensamiento suavizaría la cólera de Filemón por la ofensa anteriormente cometida por
Onésimo. Así en el caso de José, en Génesis 45:5. se ha apartado de ti—“separado por un

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tiempo”; término más suave por decir “se escapó de ti”, para mitigar la ira de Filemón. le
recibieses—Griego, “le tuvieses para ti en plena posesión” (Nota, Filipenses 4:18). La misma
palabra griega en Mateo 6:2. para siempre—en esta vida y en la venidera (véase Éxodo 21:6).
El tiempo de la ausencia de Onésimo, por largo que fuese, no fué sino una corta “hora” (así el
griego) comparado con la eterna devoción que desde ahora le liga a su amo. 16. Ya no más
como simple esclavo (aunque todavía lo es), sino superior a esclavo, de modo que recibirás de
él no solamente los servicios de un esclavo, sino beneficios superiores: un siervo “en la carne”,
él es un hermano “en el Señor”. amado, mayormente de mí—quien soy su padre espiritual, y
que he experimentado sus fieles atenciones. Para que no le desagradara a Filemón que
Onésimo se llamase “hermano”, Pablo primero le reconoce como hermano, por ser el hijo
espiritual del mismo Dios. cuánto más de ti—con quien mantiene él una relación más estrecha
y más duradera. 17. por compañero—en el compañerismo cristiano de fe, esperanza, y amor.
recíbele como a mí—Resumiendo desde arriba “recibe a aquél quien es mis propias entrañas”.
18. Griego, “Pero si (tú no estás dispuesto a recibirle, porque) te dañó en algo”; término más
suave que “te robó”. Parece que Onésimo habría confesado a Pablo algún acto semejante.
ponlo a mi cuenta—Estoy dispuesto a reparar la pérdida a ti, si se me pide. La parte final del v.
21 da a entender que Pablo no pensaba que Filemón se lo exigiría. 19. de mi mano—no usando
un amanuense, como en otros Epístolas: un cumplimiento especial para Filemón del cual éste
debería mostrar su aprecio concediendo el pedido de Pablo. En contraste, nótese Colosenses
4:18. lo que indica que la Epístola a la Iglesia colosense—la cual acompañaba nuestra Epístola—
no tenía sino el saludo final escrito por la mano de Pablo mismo. aun a ti mismo te me debes
demás—no simplemente tus posesiones. Porque a mi instrumentalidad tú debes tu salvación.
De modo que la deuda que él “te debe”, siendo transferida a mí (haciéndome yo responsable
por ella) queda cancelada. 20. góceme—En el original “me” es enfático: “Que tenga yo
provecho (así el griego por “gozo”, onáimen, con referencia al nombre Onésimo, de la misma
raíz, “provechoso”, útil) de parte de ti. así como tú deberías haber tenido de Onésimo”: porque
“tú me debes a mí tu propio ser.” en el Señor—no en ganancia o provecho terrenal sino en tu
crecimiento en las gracias del Espíritu del Señor. [Alford]. mis entrañas—mi corazón. Agrada tú
mis sentimientos concediendo mi pedido. en el Señor—Los manuscritos más antiguos leen “en
Cristo”. La esfera o ambiente en que naturalmente debería tener lugar este acto de amor
cristiano. 21. confiando en tu obediencia—a mi autoridad apostólica, si yo hubiera de
“mandártelo” (v. 8), lo que no hago, prefiriendo “rogártelo” como un favor (v. 9). aun harás
más—para con Onésimo: insinuando su posible manumisión por Filemón, además de ser
recibido amablemente. 22. Esta perspectiva que tenía Pablo de visitar a Colosas, tendería a
asegurar un recibimiento bondadoso para Onésimo, como Pablo en persona sabría cómo el
esclavo convertido habría sido tratado. vuestras… os—Plural, para incluir a Filemón, Apia,
Arquipo y la iglesia en la casa de Filemón. Se expresa la misma expectativa en Filipenses 2:23,
24, Epístola escrita en el mismo encarcelamiento. 23. Las mismas personas mandan saludos en
la Epístola acompañante (la colosense), con excepción de que aquí no se menciona “Jesús
Justo”. Epafras, mi compañero en la prisión—éste había sido enviado por la Iglesia colosense
para preguntar por Pablo y para servirle, y fué posiblemente echado en la cárcel por las
autoridades romanas por sospecha. Sin embargo, no se menciona como preso en Colosenses
4:12, de modo que “compañero en la prisión” aquí podría querer decir meramente uno que era
fiel compañero de Pablo en las prisiones, y por su sociedad se colocaba en posición de un

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prisionero. Así también “Aristarco, mi compañero en las prisiones”, Colosenses 4:10, podría
tener el mismo sentido. Benson conjetura que el sentido sería que en alguna ocasión anterior
estos dos habían sido “compañeros en prisiones”, no en este momento. 25. sea con vuestro
espíritu— (Gálatas 6:18; 2 Timoteo 4:22).

Hebreos

Vistazo Panorámico

“Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente”.
Hebreos 13:22
Al estudiar un libro de la Biblia es muy importante entender con precisión lo que enseña. Por
ello, es necesario leerlo varias veces para que la mente quede saturada de su contenido. Se
recomienda que cada lectura se haga de corrido, es decir, que comience y termine sin
interrupciones. Al hacerlo, piense que es una carta; aleje de su mente la división por capítulos y
títulos que aparecen en las versiones contemporáneas.

SITUACION HISTORICA

La preocupación del remitente era que los creyentes judíos a quienes envió su carta estaban
vacilando entre el judaísmo y su nueva fe porque su arraigado nacionalismo y tradiciones les
impedían aceptar las demandas del cristianismo. Además, estaban pasando por diversas
persecuciones, lo que los impulsaba a refugiarse en el sistema del cual habían salido, mismos
que ya no podía hacer nada por ellos. La única solución era que aprendieran a depender de
Cristo en su totalidad. Es algo parecido a lo que había sucedido con los gálatas, para quienes el
Señor no era suficiente y querían continuar observando sus prácticas legalistas.
La perseverancia en la vida cristiana es algo que demanda esfuerzo del creyente y completa
confianza en Dios. Qué difícil resulta en ocasiones poder demostrar esta virtud cuando
confrontamos situaciones desagradables en el trabajo, problemas en el hogar y tentaciones a
las cuales es casi imposible decir “¡No!” Si esto le suena familiar, entonces le será muy útil
estudiar la carta a los Hebreos.
¿Cuál es la diferencia entre lo bueno y lo mejor? Una acertada respuesta la tenemos en esta
epístola. Al comparar a nuestro Señor Jesucristo con los profetas, líderes, sacrificios y el
sacerdocio, él sobresale como el mejor e incomparable Salvador.

PROPOSITO Y TEMA

El tema principal es la exhortación (13:22). Por el contenido se puede deducir que los
destinatarios estaban prestando demasiada atención a sus tradiciones. Cristo no ocupaba el
lugar que le correspondía. Se requería un mensaje como el de esta carta para que desistieran
de confiar en el ritual y sus costumbres y lo hicieran únicamente en el Señor (12:1–2).
Mejor es una de las palabras claves de esta epístola, no sólo porque aparece varias veces,
sino porque se usa para contrastar a Jesús, que es mejor, con lo bueno que existía en la antigua
dispensación. Nótese que al hacerlo, el autor no trata de menospreciarla, ni su mensaje,

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mensajeros y ritual, sino que pretende exaltar lo nuevo (Cristo como revelación total y único
medio de salvación).

CRISTO ES MEJOR QUE TODO

Al ir demostrando la ineficacia de lo antiguo, el autor les advierte contra el peligro de


continuar en ese estado de inmadurez. De ahí que este libro se dedique a la exhortación. Su
estilo es muy singular y destaca en todo el Nuevo Testamento precisamente por esas
características peculiares.

HEBREOS, UN LIBRO DE INTERROGANTES


Para entender una carta, es necesario saber quién la escribió, a quién y cuándo. En todas las
demás epístolas del Nuevo Testamento es fácil saber toda esta información, pero Hebreos es
única por cuanto empieza sin las salutaciones de rigor, sin el nombre del autor o de la iglesia
destinataria o personas a quienes se dirigió.

Autor
“¿Quién escribió esta interesante carta?” es una pregunta que a través de la historia se ha
tratado de contestar sin que ninguno de los posibles candidatos (Pablo, Bernabé, Lucas, Apolos,
etc.) tenga suficiente apoyo como para ser aceptado unánimemente. Una cosa sí se puede decir
con toda seguridad: “Si su paternidad es incierta, su inspiración es indiscutible”.
Lo único que se puede decir de su autor es que era creyente de segunda generación y había
escuchado el evangelio de segunda mano, no directamente del Señor (2:3). Esto por
consiguiente, descarta la idea de que fuese Pablo (vea Gálatas 1:12).
Si los destinatarios eran judíos, es probable que también él lo fuera, ya que con frecuencia
usa el pronombre de la primera persona del plural (nosotros) para dirigirse a ellos.
Esta persona poseía una gran habilidad literaria; esto se comprueba por su estilo al exponer
sus ideas y por las palabras tan descriptivas y elevadas que usa. También sabemos que tenía un
gran conocimiento del Antiguo Testamento por las repetidas alusiones que hace a él.

Destinatarios
¿Qué en cuanto a los destinatarios? Es interesante notar que eran cien por ciento
conocedores del Antiguo Testamento así como de todo el sistema ceremonial. Es por ello que
se denomina “Epístola a los Hebreos”.
También habían escuchado la predicación del evangelio proclamada por algunos testigos de
Jesús (2:3–4). Formaban un grupo de fieles creyentes acostumbrados a las persecuciones
ocasionadas por su fe (10:32–34). Una razón por la que se escribió esta carta de exhortación es
la condición de inmadurez en que se encontraban los recipientes de ella (2:1; 5:11–6:1; 10:25).

Fecha
Tomando en cuenta que se trataba de una segunda generación de cristianos (2:1–4) que
tenían un considerable tiempo de conversión (5:12) y por las alusiones al templo, su
elaboración se sitúa aproximadamente en el año 67 d.C., antes de la caída y destrucción de
Jerusalén. En ese tiempo, el ambiente nacionalista judío estaba en pleno auge.

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¡PENSEMOS!

Estudie los pasajes de Hebreos 2:3–4, 5:11–6:1 y 10:25 y llene los siguientes espacios:
a. Características del escritor: ________________________________________________
b. Características de los destinatarios: _________________________________________
c. Posible fecha: __________________________________________________________

HEBREOS, UN LIBRO DE EXHORTACIONES

Esta epístola está llena de exhortaciones. Todas sus enseñanzas sublimes y profundas se
revisten de un espíritu de amonestación. El propósito del escritor era evitar que los cristianos
hebreos volvieran al judaísmo. Para lograrlo, demuestra en su escrito que Cristo es superior,
intercalando algunas recomendaciones prácticas de acuerdo a sus necesidades.
Algunas veces incluye advertencias, señalando el peligro en que se encontraban si
continuaban en su estado de indiferencia. La primera amonestación es a atender la palabra de
Dios (2:1–4) y les señala el peligro de ser negligentes, usando la palabra “deslizarse”. En el
contexto, está hablando de la superioridad del Salvador sobre los ángeles y exactamente a la
mitad de su argumento hace este paréntesis exhortatorio.
La segunda manifiesta el peligro de la incredulidad, usando como ilustración el castigo
sufrido por los israelitas que salieron de Egipto. Las palabras “mirad” (3:12), “temamos” (4:1) y
“procuremos” (4:11), los invitan a cambiar de actitud. Juntamente con la desconfianza
menciona la desobediencia, advirtiéndoles que la falta de voluntad para obedecer resulta fatal
para el progreso espiritual.
La tercera identifica su estado de inmadurez. Habiendo comenzado a hablar del sacerdocio,
un tema de gran importancia para los judíos, al llegar a 5:11, decide hacer un paréntesis para
animarlos a que no se conformen con los rudimentos del cristianismo. Se sentía incapaz de
continuar desarrollando un tema tan profundo conociendo el estado de principiantes en que
estaban.
La cuarta exhortación se encuentra en 10:26, inmediatamente después de terminar con el
tema del sistema ritual. Ahora los invita a poner toda su confianza en Cristo, quien es muy
superior a los sacrificios de la antigüedad. Después de recibir una enseñanza tan clara y sólida
acerca del Señor como mediador del nuevo pacto, los lectores no podían seguir alegando
ignorancia. No se puede tener en tan poco el sacrificio de nuestro Salvador. Hasta entonces, los
destinatarios habían confiado en él, pero también practicaban sus rituales legalistas. El seguir
con esa dualidad era imposible, de ahí la severidad de esta amonestación.
La quinta exhortación es la última (12:25). En ella les advierte que no rechacen la enseñanza
de este libro y para apoyar su dicho, enseguida hace una descripción del severo juicio que
espera a quien deseche al Hijo de Dios.

EXHORTACIONES

¡PENSEMOS!

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A la luz de lo que se observa en el cuadro anterior, busque las citas siguientes y apunte en
los espacios la razón por la cual el escritor hace estas amonestaciones:

a. Hebreos 2:1–4 ___________________________________________________


b. Hebreos 3:7–4:13 ________________________________________________
c. Hebreos 5:11–6:20 _______________________________________________
d. Hebreos 10:26–39 ________________________________________________
e. Hebreos 12:25 ___________________________________________________

HEBREOS, UN LIBRO DE CONTRASTES

La comparación es uno de los métodos que más usa el autor para desarrollar su argumento.
La palabra que caracteriza esas similitudes es mejor (6:9; 7:19, 22; 8:6; 9:23), vocablo que
describe o ayuda a comprender la superioridad de Cristo. El propósito del escritor era que ellos
perseveraran en su fe y descartaran la tentación de regresar al judaísmo.
A través de todo el libro se usan tres de estas comparaciones. Primero, lo equipara con los
ángeles (1:5–13). Parece que los destinatarios tenían cierta atención puesta en esos seres,
considerando que eran intermediarios entre Dios y el hombre. La carta usa dos argumentos
para demostrar que el Señor es superior y el único mediador entre el Creador y la humanidad.
La segunda es con Moisés (3:1–6). Los judíos tenían en muy alta estima a ese líder, lo cual
opacaba un poco la personalidad de Jesucristo. Entonces, era necesario que aprendieran que
aunque había sido fiel a Dios, no debía ocupar el mismo lugar que nuestro Salvador.
La tercera comparación es con el sacerdocio (4:14–7:28). Esta es la de mayor interés y por el
espacio que ocupa, a la que se da más énfasis. El sacerdocio formaba el corazón del judaísmo y
por lo tanto, la mitad del libro está dedicada a discutirlo. La preeminencia de Cristo ante los
ángeles y Moisés, por mucho que les interesaran, no tenían la misma importancia que la
tradición religiosa. Todavía había ceremonias y ritos relacionados con el sacrificio de animales y
la función sacerdotal. Si el escritor lograba convencerlos de las ventajas del sacerdocio
cristiano, ya no habría peligro de que regresaran a su antigua religión.
El clímax de las comparaciones se encuentra en 10:19–22, donde hace una invitación a
acercarse al verdadero lugar santísimo, el cual quedó abierto a través de Cristo.

CRISTO COMPARADO CON

• LOS ANGELES
• MOISES
• EL SACERDOCIO
CLIMAX DE LAS COMPARACIONES
1:4–2:18
3:1–6
4:14–7:28
10:19–22

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¡PENSEMOS!

Al meditar en la importancia que los creyentes judíos daban a sus tradiciones y ritos, ¿cómo
podemos aplicar esta enseñanza a nuestros días? Sabemos que la mayoría de los nuevos
creyentes tienen este mismo problema. ¿Quién o quiénes son responsables de animarlos,
enseñarlos y llevarlos a la madurez? Piense en alguna persona que se encuentre en esa
situación y procure visitarla para darle una palabra de ánimo y hacerla comprender que
Jesucristo es el único que puede llevarnos a Dios el Padre, porque gracias a su muerte abrió el
camino para restablecer la comunión con el Señor.

HEBREOS, UN LIBRO DE APLICACIONES

Si las verdades expuestas en el libro no tuvieran un fin práctico, no tendría razón de haberse
escrito. A partir del capítulo 11, el autor utiliza tres capítulos para aplicar sus enseñanzas a la
vida diaria, y en particular a los problemas de sus destinatarios, insistiendo en que nuestra
confianza debe estar puesta solo en Jesús. Primero describe la fe que Dios espera de sus hijos y
expone ejemplos de hombres y mujeres que demostraron la clase de fe que agrada al Señor.
Toda su enseñanza va dirigida hacia este punto: “Ya que Cristo es superior a todo, el creyente
debe confiar solamente en él”.
También les da consejos relacionados con esa misma fe (13:1–19). Termina su disertación
enviándoles una bendición especial (13:20–25) y añade: “Os ruego, hermanos, que soportéis la
palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente” (13:22).

EL CREYENTE QUE AGRADA AL SEÑOR PONE TODA SU CONFIANZA EN CRISTO

RESUMEN

Este vistazo panorámico al libro de Hebreos nos enseña algunas cosas. El hecho de que los
destinatarios pertenecieran a una segunda generación de creyentes (2:3), no quería decir que
hubieran sido salvos automáticamente. Ellos también requerían ejercer una fe plena y personal
en Jesucristo.
El énfasis exhortativo nos ilustra que la vida cristiana demanda integridad, madurez y
obediencia, cualidades que faltaban en los lectores de esta misiva. El autor establece que no
era suficiente sufrir por causa del Señor y hacer obras de misericordia (10:32–34), sino que era
necesario perseverar en la fe.

¡PENSEMOS!

Lea varias veces el libro a los Hebreos sin interrupción. Haga una lista de los temas
principales que trata y apunte en una libreta las preguntas que surjan en su mente al ir
haciendo esta lectura. Con ayuda de algún diccionario bíblico, otros comentarios relativos al
tema y leyendo las referencias que se incluyen en su Biblia, inicie desde hoy su propio estudio
de esta epístola. Le garantizamos que obtendrá una gran bendición para su vida espiritual.

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Dios ha Hablado - Hebreos 1:1–3

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres
por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.
Hebreos 1:1–2a

Un niño hace mil preguntas al día porque es infinitamente curioso. Pero si usted trata de
responder a cada una de ellas, terminará platicando al aire, porque el desarrollo mental del
pequeño no es suficiente como para poder captar y asimilar todas las explicaciones. Déle unos
cuantos años de aprendizaje graduado y entonces podrá sostener una conversación inteligente
con él.
Así somos los adultos. Sólo podemos captar determinada cantidad de información a la vez.
Es por ello que Dios reveló su plan para el mundo físico y la humanidad en forma progresiva.
Cada nueva revelación implicaba más responsabilidad.
En su introducción de los primeros tres versículos, el escritor de Hebreos presenta a Cristo
como la cumbre de la revelación y dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo… en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo” (1:1–2a).

Puesto que el tema principal de su epístola es que el Salvador es superior a todo, antes de
probar esa afirmación lo describe utilizando todos los recursos de palabras permitidos por la
lengua griega. Este pasaje majestuoso declara el hecho más grande dado a la humanidad: Dios
ha hablado.
Con esta afirmación da respuesta al escepticismo y ateísmo que niegan o disimulan la
existencia del Creador. Con la frase Dios ha hablado muchas veces y de muchas maneras
también se refuta el deísmo, que afirma que el Señor creó al mundo y como a un gran reloj le
dio cuerda dejándolo a su suerte.

DIOS HA HABLADO DE MUCHAS MANERAS

Este no es el relato de una persona buscando a tientas quién es el Ser Supremo, sino que es
la historia de la revelación de Dios. El hombre es incapaz de saber algo de su Hacedor si primero
él no toma la iniciativa y se lo da a conocer. Todo lo que entendemos de él es porque él nos lo
ha hecho saber.

¡PENSEMOS!

Lea el pasaje que se encuentra en Romanos 1:17–20 y medite en lo que el apóstol Pablo
escribe acerca de la revelación divina. Primero dice que en el evangelio la justicia de Dios se
revela por y para fe. Enseguida afirma que la ira del Señor se revela contra toda impiedad. En
tercer lugar establece que todo lo que se conoce de él, aún lo invisible, ha sido hecho evidente
desde la creación del mundo, de modo que la humanidad no puede escudarse en la ignorancia.

12
¿Cómo debe afectarnos esta verdad? ¿Estamos conscientes de que no tenemos excusa para
negar la existencia del Creador?

DIOS HABLO POR MEDIO DE LOS PROFETAS 1:1

El primer versículo muestra la manera en que Dios se manifestó por medio de sus voceros,
quienes jugaron un papel muy importante en la Biblia. Esta revelación no podía exceder lo que
los hombres podían entender y es por eso que antes de descorrer totalmente el velo por medio
de su Hijo, habló “muchas veces y de muchas maneras”. Un niño no puede aprender todo al
mismo tiempo. Es necesario que se le vaya enseñando poco a poco y repitiendo muchas veces
la misma cosa. Así sucedió con el mensaje de los profetas.
Cabe aquí aclarar que aunque en el Antiguo Testamento el plan de salvación no era tan
claro como para nosotros, el hombre sólo se salvaba por la fe en lo que Dios había revelado
hasta entonces. Antes y después de Cristo, el único medio de llegar al cielo es la fe.
Cuando los hebreos vivían en Egipto, tuvieron que creer en la palabra de Dios expresada a
través de Moisés para salir del cautiverio y ser salvos.

ANTES Y DESPUES DE CRISTO EL UNICO MEDIO DE SALVACION ES LA FE

LOS MENSAJES PROFETICOS

Circunstanciales
En cada época en que vivieron los profetas sus palabras se adaptaban a las circunstancias
que reinaban. Así, el vocero se centraba en una idea básica y determinada exclusiva de su
tiempo. Por ejemplo, Amós clamó por justicia social que era inexistente en aquellos días. Oseas,
a causa de su amarga experiencia matrimonial, descubrió el gran amor que Dios sentía por su
pueblo.

Variados
La manera en que Dios habló fue muy variada. A veces era por medio de discursos
(Números 16:6–8). En otras ocasiones, para impresionar la ruda mentalidad popular, los
profetas tuvieron que realizar acciones extravagantes, pero siempre con un objetivo profético
(1 Reyes 11:29–32).
Por ejemplo, Isaías tuvo que andar desnudo y descalzo por tres años para señalar la miseria
en que los judíos exiliados estarían en Egipto (Isaías 20:2). Jeremías tuvo que usar un yugo en el
cuello para simbolizar el dominio babilónico (Jeremías 27:1–7).
Otros, se valían de la poesía, algunas veces precedida por la llamada enfática: “Oíd y
testificad… ha dicho Jehová” (Amós 3:13).

Progresivos
Dios no reveló su plan total al mismo tiempo, sino que lo hizo a través de muchos siglos y en
sucesivas generaciones, arrojando más luz sobre él cada vez. Por ejemplo, en cuanto a la
persona del Mesías, Adán y Eva recibieron la primera revelación (Génesis 3:15) donde se les dijo
que sería la simiente de la mujer.

13
A Abraham se le indicó cuál sería la raza del Salvador. A Jacob se le enseñó de qué tribu
sería; a David acerca de su familia; a Isaías el hecho de que nacería de una virgen (Isaías 7:14;
9:6). Por último, Miqueas recibió la revelación acerca del lugar en que vendría al mundo
(Miqueas 5:2).
Bien puede decirse que en el proceso de revelación, la Palabra de Dios primero fue semilla,
luego espiga y por último fruto.

Limitados
Debido a que los mensajes declarados por los profetas eran los adecuados a las
circunstancias históricas por las que atravesaban, el pueblo no podía entender en su totalidad
el plan divino dentro del marco progresivo de la revelación. Ningún profeta pudo captar el
círculo completo de la verdad. Lo contrario pasó con Cristo. Él no era un fragmento de la verdad
sino la revelación completa (Juan 14:6). Sin embargo, esto no significa que hubiera un
rompimiento entre la enseñanza del Antiguo Testamento y el Nuevo. Más bien hay crecimiento
y continuidad conformando un todo.

LOS PROFETAS DIERON MENSAJES

• CIRCUNSTANCIALES
• VARIADOS
• PROGRESIVOS
• LIMITADOS

¡PENSEMOS!

El escritor de Hebreos quería que los destinatarios de su misiva estuvieran seguros de su fe.
Por ello inicia su disertación partiendo del conocimiento que tenían de los libros proféticos del
Antiguo Testamento. ¿Qué tan bien conoce usted las profecías bíblicas concernientes a
Jesucristo? Esta semana estudie las mencionadas arriba y busque otras para que tenga el
cuadro completo de la revelación total de Dios.

DIOS HA HABLADO POR MEDIO DE SU HIJO 1:2–3

Desde Adán hasta Malaquías, el Creador escogió a ciertos hombres como mensajeros y
luego guardó silencio por espacio de 400 años. Cuando volvió a revelarse al mundo, no lo hizo
solo por medio de un profeta (Juan el Bautista), sino también por su Hijo, quien dio culminación
a la revelación divina. Este fue su objetivo principal, y lo logró cumpliendo perfectamente con la
voluntad de Dios (10:7). Debido a esto, Cristo es la última palabra del Padre Celestial.
Su mensaje es superior al de los profetas. Mientras ellos anunciaban a un Mesías que había
de venir, nuestro Salvador hablaba como tal (Juan 10:10).
Pero, ¿quién era esta persona por quien Dios habló y completó su revelación a la
humanidad? El escritor lo describe utilizando siete frases para explicar lo que era desde el
principio.

14
CRISTO ES LA CULMINACION DE LA REVELACION DIVINA

¿QUIEN ES EL HIJO?

Heredero
Este término en primer lugar se refiere a la subordinación del Hijo, quien debido a esa
posición tiene derecho a recibir una herencia. En segundo lugar, infiere su soberanía absoluta,
porque todo le pertenece como legítimo propietario (Mateo 11:27). Dios lo declaró dueño de
todo después de su encarnación, sufrimientos, muerte y resurrección (Filipenses 2:8–11).

CRISTO ES HEREDERO Y DUEÑO DE TODO

Creador
“Por quien asimismo hizo el universo”. La palabra “asimismo” relaciona esta parte con la
anterior, llegando a la conclusión de que el heredero de todo es el Creador de todo cuanto
existe. Ser heredero de todas las cosas confirma el derecho que tiene en virtud del papel que
desempeñó en la creación del universo.
Tenemos en este pasaje un paralelo con Juan 1:3 que dice: “Todas las cosas por él fueron
hechas”. Estas dos afirmaciones acerca de Jesucristo como Heredero y Creador lo ponen en una
posición de autoridad. Nuevamente se ve confirmada la superioridad del Señor. En esta corta
introducción se traslucen ideas que el autor desarrollará con más amplitud en el transcurso de
su carta.

TODAS LAS COSAS FUERON HECHAS POR CRISTO

Revelador
Primero el autor presenta al Hijo en su relación cósmica. Ahora lo hace en su vínculo
personal con el Padre. El verbo en la frase “siendo el resplandor de su gloria” indica su
naturaleza eterna, esencial a su manifestación, además de su unidad con el Padre. Cristo vino
para ser el siervo de Jehová y Sumo Sacerdote, pero siempre ha sido el resplandor de la gloria
divina. El Hijo es la perfecta revelación de Dios porque es Dios mismo.
Herbert Spencer, uno de los más conocidos agnósticos del siglo pasado, observó
acertadamente que nunca se ha sabido de un pájaro que vuele más allá del espacio. Por
analogía, concluyó que es imposible que algo finito penetre en lo infinito. Su aseveración es
correcta, pero no así su conclusión. Le faltó analizar la otra posibilidad, o sea que lo infinito
penetre en lo finito. Eso fue lo que hizo el Altísimo: habló muchas veces y de muchas maneras,
lo infinito se comunicó con lo finito.
Pero no sólo lo hizo a través de los profetas. Este pasaje va mucho más allá. Dios mismo, en
su Hijo vivió entre nosotros y adoptó una personalidad humana para que lo conociéramos
mejor.
Paul Little ilustró esto diciendo:

15
Si usted quisiera comunicarle su amor a una colonia de hormigas, ¿cómo podría hacerlo
más efectivamente? Por supuesto que la mejor forma sería convertirse en hormiga; sólo de esta
manera podría usted comunicar completa y totalmente su existencia y lo que usted es.

Eso fue lo que Dios hizo con nosotros. Esto se ve confirmado porque vive y gobierna la vida
de los hombres y mujeres que creen en él.

¡PENSEMOS!

Las descripciones de este pasaje son muy significativas para el creyente. Una persona que
posee varios títulos académicos y menciones honoríficas se considera muy capaz. Los que se le
asignan a Cristo en este pasaje no lo capacitan para una obra determinada, sino que confirman
lo que él es en sí mismo. Por eso puede salvar y dar vida eterna. Él es el único digno de
confianza. ¿Cómo afecta este conocimiento su concepto del Salvador? ¿Hay algo que deba
cambiar? ¡Hágalo hoy mismo y compártalo con alguien más!

Imagen de la deidad
La palabra “resplandor” se refiere más a la apariencia externa, mientras que “sustancia”
trata de la esencia, lo interno de Dios. La palabra original usada para “imagen” tiene dos
sentidos:
El primero se refiere a un sello y el segundo a la marca o impresión que éste hace. Cuando
este instrumento se usa para marcar o imprimir algo, el producto tiene su misma forma, porque
reproduce su figura exacta y detalladamente. Al decir que Jesús es la imagen y sustancia de
Dios, afirma que es una reproducción exacta. Así como en la impresión se ve la forma del sello
que la originó, de la misma manera nuestro Salvador refleja exactamente cómo es Dios; no es
parte de la revelación, sino la manifestación total y exacta de su Padre y todos sus atributos
pertenecen y permanecen en el Hijo, quien es la evidencia misma de quien lo engendró. Un
comentarista dice: “No podría haberse usado mejor lenguaje para expresar la deidad de Cristo”.

EL HIJO DE DIOS ES LA PERFECTA REVELACION Y MANIFESTACION EXACTA DE SU PADRE

Sustentador
Esta palabra tiene la idea de mantener, o estar al cuidado de algo. Es muy significativa para
el creyente, porque Cristo participó en la creación y la sigue supervisando. No es el Dios del
deísmo que dice que hizo al mundo y lo abandonó a su suerte. El verbo sustentar se encuentra
en el texto en su tiempo presente, dando a entender que el Señor continuamente está
cuidando de su obra.
La frase: “la palabra de su poder” (v. 3), nos hace recordar el principio de la creación como
se relata en Génesis 1:3, donde por medio de un sencillo mandato, todo fue hecho. No necesitó
de herramientas; él habló y todo lo que dijo se cumplió. Esta es la interpretación correcta de “la
palabra de su poder”.
Esta certeza de que Cristo es el sustentador de todo nos debe animar a descargar sobre él
todas las tribulaciones y problemas que nos abrumen. Él es quien sostiene y perfecciona todas
las cosas, incluso aquellas que nos preocupan y afligen.

16
Salvador
Otro aspecto de la obra del Hijo es la purificación de nuestros pecados. Este es el propósito
por el cual fue enviado al mundo. Esta palabra lleva el sentido de limpieza usando un medio
purificador, o sea la expiación por absorción, como si se usara un secante de los que se usaban
antiguamente para evitar que la tinta fresca se corriera.
El tiempo del verbo habiendo efectuado significa que Cristo eliminó de una vez y para
siempre las transgresiones del creyente. Fue un sacrificio suficiente, ya no se necesitaba nada
más. Los lectores de esta misiva debían estar ciertos de esto.
La expresión “por medio de sí mismo” viene a reforzar la idea de que hizo su obra sin ayuda
de ángeles o de otras personas, porque él es el sacerdote y la víctima del sacrificio. Más tarde,
el escritor desarrolla este tema con mayor detalle y amplitud (Hebreos 9:14, 26; 10:10–12). Por
lo pronto, nos da una breve descripción de lo que es la base de nuestra redención.

JESUCRISTO ES NUESTRO SACERDOTE Y TAMBIEN LA VICTIMA DEL SACRIFICIO


OFRECIDO POR NUESTRA REDENCION

Rey
“Se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Este acto manifiesta honor, aprobación
y recompensa. La palabra majestad es sinónimo de Dios y expresa la idea de su grandeza. Por lo
tanto, la “diestra del Altísimo” es el lugar del mayor honor. Esta figura se basa en las cortes de
los reyes de la antigüedad, donde la persona que se sentaba a la derecha del soberano era la
que ocupaba la más alta posición y recibía las mayores distinciones (Salmos 110:1).
Esta categoría hace resaltar la superioridad de quien se sienta al lado de un rey. Por lo
tanto, una persona con esta designación recibe toda la autoridad sobre las cosas, tanto las que
están en el cielo como en la tierra (Mateo 28:18; Marcos 16:19; Efesios 1:19–23).
¡PENSEMOS!

Los creyentes de todos los tiempos se han maravillado al estudiar este pasaje del libro de
Hebreos porque presenta una descripción majestuosa de las varias facetas de la obra de
Jesucristo. Al meditar detenidamente en cada una de las características estudiadas, ¿cómo se
siente usted?

En primer lugar, debemos estar agradecidos por haber sido objetos del amor eterno de
Dios. Deténgase un momento para dirigir una oración de alabanza a nuestro Padre Celestial por
la maravillosa revelación y redención que nos otorgó por medio de la fe en su Hijo Unigénito.
En segundo lugar, este reconocimiento debe estimularnos a resistir las pruebas y aflicciones,
sabiendo que estamos en las benditas manos del que es nuestro Creador, Sustentador y
Redentor que camina a nuestro lado permanentemente.

Cristo es Superior a los Ángeles - Hebreos 1:4–2:4

“Hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”.
Hebreos 1:4

17
Se cuenta de un soldado cuyo ejército fue derrotado y cayó prisionero. El general enemigo
le ordenó marchar con una copa llena de agua hasta los bordes, bajo la amenaza de que en el
mismo lugar donde vertiera una sola gota del líquido, el verdugo que iba detrás lo mataría de
inmediato. Cuando el prisionero terminó su caminata con la copa, el militar le preguntó:
“¿Qué gestos hizo la gente que te observaba?”
“No he visto a una sola persona y no puedo decirlo”, fue la respuesta del cautivo. Salvar su
vida era lo único que le importaba y no perdió tiempo mirando a su alrededor.
Como creyentes en Cristo, se nos ha llamado a poner nuestra confianza y vista solamente
en Jesús (Hebreos 12:2), sin distraernos en otra cosa. Los destinatarios de esta epístola estaban
haciendo lo contrario. Aunque confiaban en Jesús, también dependían de otras cosas. Una de
ellas era pensar que los ángeles eran intercesores entre Dios y el hombre. Ante tal creencia, era
necesario demostrar que Jesús es superior a esos seres y es el único que puede mediar entre el
Padre Celestial y la humanidad.

NO HAY OTRO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES QUE JESUCRISTO

En el capítulo anterior se estudiaron las excelencias del Salvador como se encuentran


descritas en la introducción a esta carta. En este, se verá que el autor comienza a desarrollar el
argumento principal de su escrito que es la superioridad de Cristo, contrastada en este caso con
los ángeles.
Esta comparación abarca Hebreos 1:4–2:18. Para su estudio la dividiremos en tres partes,
dos de las cuales cubriremos en esta lección:

1. Superior en su persona como Hijo 1:4–14


2. Superior en su proclamación 2:1–4
3. Superior en su persona como Hombre 2:5–18

¿Por qué era necesario probar esta enseñanza? Porque los judíos daban una gran
importancia a los ángeles. En esa época, se estaba difundiendo la idea de que Dios se estaba
alejando cada vez más del hombre y haciéndose inalcanzable. El resultado era que habían
llegado a pensar que los seres celestes actuaban de intermediarios entre él y los hombres. Una
de sus creencias básicas se fundamentaba en la enseñanza del Antiguo Testamento que decía
que el Señor estaba rodeado de una corte celestial (Isaías 6:2; 1 Reyes 22:19) cuyos
componentes eran instrumentos para proclamar la Palabra divina. Se creía que gozaban de
conocimientos superiores. La opinión de los judíos era que la ley había sido dada por ellos. En
ocasiones opacaban la gloria del Padre Celestial enalteciendo a estos seres en demasía.
Olvidaron que eran servidores del Creador y llegaron a verlos como dioses.

LOS ANGELES NO TIENEN PODER EN SI MISMOS NI SON INTERMEDIARIOS

Ante esa idea absurda, era indispensable demostrar que Jesucristo es superior a ellos. Para
lograr su propósito, el escritor selecciona una serie de textos del Antiguo Testamento, tales
como 2 Samuel 7:14, Deuteronomio 32:43; Salmos 2:7; 97:7; 45:6–7; 102:25–27; 104:4. Algunos

18
de ellos son un poco diferentes a la versión que aparece en nuestra Biblia porque los citó
directamente de la Septuaginta, la versión en griego del Antiguo Testamento, y ésta no siempre
concuerda con el original hebreo del cual fue traducida nuestra versión.

¡PENSEMOS!

Antes de seguir adelante, analice el pasaje de Hebreos 1:4–14 y descubra por usted mismo
las diferencias que hay entre los ángeles y Jesucristo. Utilice los espacios en blanco para escribir
sus características.

SUPERIOR EN SU PERSONA COMO HIJO 1:4–14

El versículo 4 comienza esta comparación con cierta brusquedad, lo cual nos da idea del
estilo del escritor. Encontramos también que en su mente había suficientes razones para hacer
esta súbita transición. El versículo 3 había terminado diciendo que el Hijo “se sentó a la diestra
de la Majestad en las alturas”, implicando la idea de que había miríadas de ángeles adorándole.
De ahí que se comience con una comparación formal con ellos.
Hay por lo menos cuatro contrastes que se establecen:

Él es Hijo, ellos son servidores


Primeramente se puede ver en el pasaje que Cristo es llamado Hijo (v. 5). La forma en que
se pregunta: “¿Porque a cuál de los ángeles dijo jamás…?” indica claramente que Dios nunca
había dado a ninguno de ellos ese nombre. En el Antiguo Testamento a veces hijo se refiere a
los ángeles (Job 1:6; 2:1; 38:7), pero nunca en sentido personal como lo hizo con Jesucristo. La
cita del versículo 5 está sacada del Salmo 2. Es posible que cuando éste Salmo, considerado
mesiánico, se escribió se estuviera celebrando la coronación de algún rey de la descendencia de
David. Esto también tiene una referencia a Jesús, el último y eterno Rey de la línea de David.
La segunda cita en la que se apoya el carácter de Hijo es 2 Samuel 7:14 donde Dios habla a
David por medio del profeta Natán, refiriéndose a Salomón, quien habría de ser sucesor del
trono de Israel. Este caso es uno de los muchos en la Biblia en que una predicción de cierto
evento tenía también un significado más remoto. En este sentido es en el que se interpreta esta
cita. La referencia del acontecimiento inmediato se relacionaba con Salomón y el posterior, con
Cristo.
En contraste, se ve a nuestro Señor como Hijo, y a los ángeles como servidores. Hebreos
1:14 dice; “¿No son todos espíritus ministradores…?” Nuevamente aquí no se pretende
desacreditar el ministerio de los seres angélicos, sino elevar a Cristo muy por encima de ellos.

JESUCRISTO ES SUPERIOR A LOS ANGELES PORQUE SOLO A EL SE DA EL APELATIVO DE “HIJO”

Este versículo enseña que el servicio hecho por los ángeles es a favor de los herederos de la
salvación, es decir, a los hijos de Dios. No se especifica cuál es el ministerio que prestan. Es
probable que se refiera a casos como el de Pedro al ser librado de la cárcel (Hechos 12:7–11).

¡PENSEMOS!

19
Nosotros no tenemos el problema que tuvieron los judíos de querer dar a los ángeles el
lugar del Señor, pero sí tenemos otras cosas que toman la primacía. Medite en su vida y piense
en lo que tiene mayor importancia para usted. ¿Qué lugar ocupa Cristo? Vuelva a acomodar su
lista y procure que él esté en primer lugar. Pida a Dios en oración que le ayude a mantener sus
prioridades en esta perspectiva correcta.

Él es adorado, ellos son adoradores


El segundo contraste lo vemos en Hebreos 1:6. Cristo es alabado y los ángeles son
precisamente quienes lo hacen. El escritor prueba con este argumento la supremacía del Señor
sobre los seres celestiales. En el Nuevo Testamento la adoración es exclusiva de Dios. Por el
contrario, vemos que los ángeles no aceptan ser adorados. En Apocalipsis 19:10; 22:8–9 el
enviado del Señor se niega a ser adorado por Juan, y lo insta a hacerlo únicamente al Creador.

SOLO DIOS Y SU HIJO, QUIEN ES DIOS MISMO, DEBEN SER ADORADOS

Él es inmutable, ellos son temporales


La tercera comparación es la transitoriedad del ministerio angelical con la inmutabilidad del
de Cristo (vv. 7–8). Esta permanencia se manifiesta en las palabras del mismo escritor:
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (13:8).
En primer lugar, se observa en 1:7 que los ángeles son espíritus y sus ministros (los mismos
ángeles) son llamas de fuego. Aunque la mayoría de los comentaristas hacen énfasis en que los
ángeles sirven a Cristo, de acuerdo con el contexto, el escritor los está comparando con el
Señor, haciendo hincapié en la eternidad e inmutabilidad del trono del Mesías (v. 8) mientras
que los seres angélicos son temporales como lo son el fuego y el viento.

Él es Creador, ellos son creados


Otro contraste es que Cristo es Creador y los ángeles seres creados. Esto último no se dice
en el pasaje, pero sí se implica. En el versículo 10 se puede ver al Hijo en su carácter de Creador
tal y como lo enseñan otras porciones de las Escrituras (Juan 1:1–3 y Hebreos 1:2). Lo que
presenta en Hebreos 1:10 es un pensamiento expresado en términos antropomórficos, como
figura retórica de la acción de Dios, la cual se describe usando términos comprensibles a la
mente humana. Sabemos que Dios no tiene manos, pero en muchas ocasiones usa esa
descripción para que el hombre pueda entenderlo. El hecho de ser Creador y eterno, significa
que los ángeles son criaturas tal como lo enseña el Salmo 148.

TODAS LAS COSAS FUERON HECHAS POR JESUS- JUAN 1:3

¡PENSEMOS!

El resumen de este argumento es que Cristo es mejor que los ángeles porque es el Hijo de
Dios. La dignidad de su persona descansa en la doctrina de su deidad, tal como afirman las
Escrituras. El que estos pasajes tengan relación con algunos del Antiguo Testamento revela

20
cuán claramente se fundan en éste último las verdades del evangelio. Al meditar en esto,
démosle gracias a Dios por la maravillosa continuidad de su revelación.

SUPERIOR EN SU PROCLAMACION 2:1–4

Con cada parpadeo que damos, vemos distintos anuncios que quieren llamar nuestra
atención. Algunos son interesantes, otros tediosos y algunos más hasta nos causan risa. Sin
embargo, los hay que demandan cuidado y obediencia. Están diseñados para advertirnos de
algún peligro, como los que se encuentran en las carreteras o en lugares donde hay corriente
de alto voltaje. Si obedecemos los anuncios sencillos y comunes para evitar consecuencias
negativas, cuánta más atención debemos dar a los que nos evitan alguna tragedia.
Dios usó a los ángeles como mensajeros. Las palabras dichas por ellos eran ciertas y
desobedecerlas traería malas consecuencias. Pero el mensaje final y completo vino por medio
de Cristo Jesús, cuyas palabras debemos atender con cuidado.

PRIMERA EXHORTACION: CRISTO ES SUPERIOR A LOS ANGELES. POR LO TANTO, DEBEMOS


ATENDER SUS PALABRAS CON EL MAYOR CUIDADO

El pasaje que vamos a estudiar es una exhortación. Aquí ya no se trata de probar la


superioridad del Señor, sino más bien declarar que en vista de ella, debían dar a su mensaje la
atención adecuada. Esto lo confirma empezando el versículo 1 con: “Por tanto…” Parece que el
escritor quería aprovechar todas las oportunidades para exhortar a los destinatarios, aun
encontrándose en medio de un argumento teológico. Esta es una de ellas, y se puede notar
claramente el paréntesis entre 1:14 y 2:5, donde retoma su disertación. La porción que nos
ocupa puede dividirse en tres partes: la exhortación, el ejemplo y el juicio.

La exhortación 2:1
Aquí el escritor elabora sobre lo que acaba de decir. No señala ningún pecado; simplemente
les advierte del peligro que hay en alejarse de las enseñanzas del Hijo de Dios. Menciona dos
cosas: una que permanece estática, sin moverse y otra que lentamente se separa de ella. La
primera se refiere a la Palabra que habían oído de Cristo, la divina revelación suprema. La otra,
la movediza, es la confianza del creyente, que descansa en esa revelación.
El vocablo deslicemos es una expresión técnica que se usaba para describir a un barco que
se desataba del muelle al que se encontraba amarrado. La idea aquí entonces, es que el
creyente se asegure o ponga atención a la firmeza de las enseñanzas cristianas, porque puede
soltarse e irse a la deriva, alejándose cada vez más del puerto y así naufragar.
Los destinatarios no estaban poniendo mucha atención a las palabras dichas por Jesús y lo
demostraban aferrándose a su tradicionalismo, alejándose de la verdad.

El ejemplo 2:2
En este segundo versículo pone un ejemplo de juicio por haberse soltado de la Palabra
segura. Es probable que al referirse a lo dicho por los ángeles quisiera indicar la ley dada por
Moisés. Aunque Éxodo 20 no hace mención a los ángeles, en su defensa ante el concilio de
Jerusalén Esteban declaró que ellos tuvieron parte en ese proceso (Hechos 7:35). Pablo repite

21
lo mismo en Gálatas 3:19. También Moisés, al bendecir a los hijos de Israel, les recordó la
manera en que Dios había hecho esto. En Deuteronomio 33:2 dice: “Y vino de entre diez
millares de santos”, tomando esta última palabra con referencia a los ángeles. Es claro entonces
que éstos tomaron parte en la entrega de la ley.
De ella se dice que fue firme, y toda transgresión recibió su justa retribución. El ejemplo
entonces es que si el mensaje de la antigua dispensación, siendo incompleto, imponía castigos
por alejarse de él, cuánto más serán disciplinados los que desechen la revelación completa
dada en la persona de Cristo.

El juicio 2:3–4
La manera en que se presenta este juicio es fuerte: “¿Cómo escaparemos nosotros, si
descuidamos una salvación tan grande?” La idea es que no hay remedio para los que
desatienden lo que dijo Jesús. Aquí no se dice qué clase de castigo es, sólo se señala la certeza
de él. Muchos quieren atribuir a éste la pérdida de la salvación, pero esto no es posible según la
enseñanza bíblica. Lo único seguro es que el que descuida o se aleja del fundamento de la
revelación divina será disciplinado.
La claridad con la cual se presentó el mensaje de Cristo es la base para este juicio,
dejándonos sin excusa. La última parte del versículo 3 y todo el 4 señalan cuatro hechos
significativos que demuestran la grandeza del mensaje.

HAY UN CASTIGO PREPARADO PARA QUIENES DESATIENDEN LAS PALABRAS DE JESUS

Primero dice que el mismo Hijo de Dios fue el encargado de anunciarlo (Mateo 4:17). En
segundo lugar, fue confirmado por los testigos presenciales que lo oyeron directamente de sus
labios. Tercero, Dios mismo dio su sello de veracidad y por último la autenticidad del mensaje
se apoyó en señales y maravillas. Con esta presentación, es injustificable tenerlo en poco.
El juicio para el creyente que se aleja de la palabra de Cristo es muy real. Esta parte del
mensaje es quizás la menos popular y la que menos se predica, pero es necesario hacer
hincapié en ella si queremos presentar un mensaje completo.

¡PENSEMOS!

El escritor de esta epístola quiere demostrar en ese pasaje que no necesitamos de nadie, ni
siquiera de seres sobrenaturales, para llevarnos a la presencia de Dios. Esta enseñanza es
pertinente en nuestros días, pues se ha multiplicado el ocultismo, fetichismo y demonismo que
están seduciendo a grandes multitudes. Apliquemos este conocimiento para instruir a los que
se desvían, aun siendo creyentes.

Antes de la llegada de Cristo, la revelación de Dios vino al hombre a través de los profetas
como vimos en 1:1, pero cuando nuestro Señor se hizo hombre, nos trajo la revelación
completa y final. La exhortación que aparece en 2:1–4 se debía a la negligencia de los creyentes
que se deslizaban de la doctrina sana. La vida cristiana es un privilegio muy grande que conlleva
grandes responsabilidades, de las cuales daremos cuentas al Señor.

22
El Hijo de Dios se hizo Hombre - Hebreos 2:5–18

“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de
gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase
la muerte por todos”
Hebreos 2:9

Hace años se exhibió una película cristiana que ilustra de manera increíble e impresionante
la humillación que sufrió Cristo al hacerse hombre:

Un jardinero vivía con su hijo en la montaña. Alrededor de ellos crecían toda clase de
árboles frutales y flores fragantes. Afuera del jardín, Camino al valle, sólo había cardos y
espinas. Una pareja de hormigas voladoras tenía el privilegio de volar por donde quisieran,
siempre y cuando no destruyeran el jardín.
Obedecieron por un tiempo, pero las plantas del jardín eran demasiado tentadoras y
decidieron comérselas. Fue así que el jardinero tuvo que castigarlas. Les arrancó las alas y las
arrojó al valle oscuro y desolado. Desde entonces las hormigas vivieron miserablemente. Las
que nacieron después de lo ocurrido, no tuvieron alas y nunca pudieron vivir en el jardín.
El jardinero miró hacia el valle y tuvo compasión de aquellos insectos. Entonces envió a su
hijo para hacerse hormiga y vivir con ellas. El único hijo del jardinero dejó el bello jardín y bajó
al valle. En el camino sus ropas se rasgaron con las espinas y su cuerpo sangró profusamente de
las heridas. Se hizo hormiga para ser como ellas, pero las hormigas no lo aceptaron. Todas se
volvieron contra él y lo mataron.
El hijo regresó al jardín y le mostró a su padre las cicatrices de su sacrificio. El valle seguía
en oscuridad, pero cuando vieron a dos hormiguitas que regresaban al jardín arrepentidas,
supieron que la aflicción había valido la pena y más aún cuando vieron que en los cuerpos de
los insectos nuevamente aparecían las alas que una vez habían perdido.

¿Cómo pudo vivir el hijo del jardinero con aquellos insectos? ¡Son horripilantes! ¿Cómo
pudo el Hijo de Dios dejar el cielo y venir a vivir en la tierra? Por dentro y por fuera somos tan
feos como esas hormigas. Fue el amor de Dios por nosotros el que lo hizo enviar a Cristo para
hacerse hombre. Es por esa razón que puede entender nuestras aflicciones.
En esta lección veremos que Cristo es superior a los ángeles porque se hizo hombre,
cualidad que éstos últimos nunca tuvieron.
¿Qué es el hombre? Esta pregunta ha preocupado a la humanidad a través de la historia y
en el mayor de los casos, ha tratado de contestarla dándole una respuesta equivocada. Por
ejemplo, el fanático e idólatra cree que el hombre es un ser inferior a las bestias e imágenes de
piedra ante las cuales se postra. Los seudocientíficos dicen que es un ser evolucionado del
animal. Los materialistas creen que es el producto casual de las fuerzas naturales y delante de
las cuales probablemente perecerá.
La respuesta de la Biblia es diferente y muy consoladora para aquellos que creen en él. El
pasaje que estudiaremos nos habla del hombre como un ser creado para ejercer autoridad.
También veremos que Dios mismo, a través de su Hijo, se hizo hombre para proveer salvación y
victoria sobre Satanás.

23
CRISTO SE HUMILLO HACIENDOSE HOMBRE Y POR LO TANTO, PUEDE ENTENDER NUESTROS
PROBLEMAS

¡PENSEMOS!

Desde el principio de los tiempos, Dios dio al hombre dominio sobre todas las cosas, pero
cuando el pecado entró en el mundo, ya no pudo cumplir con ese propósito. Lea el Salmo 8:4–8
y escriba lo que dice el pasaje acerca del hombre:
________________________________________________

________________________________________________

________________________________________________

CRISTO ES SUPERIOR A LOS ANGELES EN SU HUMANIDAD 2:5–9

Nuestro Señor no solamente está por encima de los ángeles por ser divino. También su
humanidad refleja esa superioridad, porque le permitió realizar una obra que los ángeles no
podían hacer debido a sus limitaciones.
El tema de la humanidad de Cristo en este pasaje comienza presentando la posición del
hombre ante Dios. Se menciona el dominio que tenía sobre la creación, la pérdida de él y su
recuperación.
Nuestro Redentor tenía que ser verdaderamente hombre para poder intervenir y arreglar la
relación entre la humanidad y Dios, lo cual lo colocó en una posición de autoridad que los
ángeles no tenían.
EL PROPOSITO DE LA ENCARNACION DE CRISTO ES RESTAURAR AL HOMBRE A SU POSICION
ORIGINAL. EL ES SUPERIOR A LOS ANGELES PORQUE NINGUNO DE ELLOS PUDO HACER ESO.

El dominio que tenía el hombre 2:5–7


El tema se introduce en el versículo 5, donde el escritor señala que a los ángeles no se les
concedió tener el dominio que el hombre tendrá en el mundo venidero. La palabra pero con la
cual comienza el versículo 6 indica un contraste. Dios no sujetó lo porvenir a los ángeles, sino al
hombre. La implicación clara de esta declaración es que éste último ocupará un lugar superior
al de los primeros, verdad que se enseña también en otras porciones bíblicas (1 Corintios 6:3).
Mundo venidero es una expresión que ha sido objeto de mucha discusión entre los
comentaristas. Algunos creen que se refiere al tiempo presente. Otros que es el cielo. Tomando
en cuenta que será una época futura (según el pasaje) cuando el hombre ejercerá esa
autoridad, concuerda más con la idea de que se trata del Milenio, período en el cual los
creyentes reinarán juntamente con Cristo (Apocalipsis 20:6).
A continuación cita el Salmo 8 con objeto de presentar el propósito de la creación del
hombre en el plan de Dios. Para entender correctamente este pasaje, se debe tener en cuenta
que el Salmo 8 se refiere específicamente al hombre; no hay en él ninguna referencia al Mesías

24
o a Jesús y que es un canto a la gloria del hombre. De hecho es una ampliación de la promesa
dada por Dios al hombre en el Edén (Génesis 1:28). Todo lo que el Señor ha hecho desde
entonces ha sido para el bien del hombre y la gloria divina. Diseñó un mundo adecuado para el
placer de la humanidad y lo puso bajo su control. Formó a cada ser humano a su imagen para
gozar de una relación, no de sirviente como los ángeles, sino de un miembro de su familia.
Aunque fue hecho menor que los ángeles, le dio una posición superior a la de ellos.
Aparentemente hay una contradicción en este pasaje. El versículo 5 habla de un dominio
futuro, pero del 6 al 8 se presenta esta potestad como algo que le pertenece desde el principio.
Esto nos lleva a la siguiente etapa.

EL PLAN DE DIOS ERA QUE EL HOMBRE RIGIERA EN LA CREACION Y LE DIO UNA


POSICION SUPERIOR A LA DE LOS ANGELES

El hombre perdió el dominio que tenía sobre lo creado 2:8


El Creador dio al hombre poder sobre las obras de sus manos (Génesis 1:26–30), pero la
situación con la cual nos enfrentamos es diferente. Aunque debe regir sobre todas las cosas, en
realidad no lo hace, sino que lo vemos derrotado por tentaciones y lujuria, rodeado de
debilidad y deficiencias, frustrado por la ambición. Alguien dijo en una ocasión: “Una cosa es
cierta: el hombre no es lo que debía haber sido”.
¿Por qué este cambio tan radical? Cuando Adán desobedeció a Dios y decidió hacer su
propia voluntad, la autoridad le fue quitada (3:17–19). El individuo diseñado para reinar se hizo
esclavo de sus pasiones y sus limitaciones fueron controladas por la incapacidad y la
condenación de la tierra. El pecado vino a transformar la autoridad que el hombre poseía
(Romanos 8:22, 23).
Hoy en día, está buscando desesperadamente cómo controlar el universo. En parte ya lo ha
logrado al descubrir el secreto del átomo y al poner sus pies sobre la luna. Pero por mucho que
aprenda, nunca podrá recuperar por sí mismo el control que tenía antes de la caída.

EN VEZ DE SER EL DOMINADOR, EL HOMBRE ESTA SUJETO A SUS PROPIAS PASIONES

¡PENSEMOS!

El pecador es incapaz de discernir lo espiritual y por lo tanto, se afana y sufre inútilmente.


Piense en alguien que necesite conocer la verdad de la salvación en Cristo, ore por él y procure
guiarlo al conocimiento del Señor, en cuyo sacrificio se encuentra nuestra redención.

El dominio recuperado 2:9


Era necesario que Cristo se encarnara para poder sacar a la humanidad de la esclavitud y
volverla a su estado original. Siendo hombre, sufrió y murió para pagar las demandas que
impone el justo juicio de Dios por el pecado y pudo limpiarnos y dejarnos en una situación
semejante a la del principio. En otras palabras, se puede decir que su muerte permitió que el
hombre fuera libre de su frustración y esclavitud, que pudiera recuperar el dominio que poseía
en el Edén y llegase a ser aquello para lo que originalmente había sido creado.

25
El hombre que acepta esta obra de Cristo, tiene la promesa de que ejercerá autoridad
futura. Por eso el versículo 5 habla de un reino venidero, el cual los ángeles no podrán dominar.
El versículo 8 nos ensena lo mismo al decir: “Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean
sujetas”, refiriéndose a que llegará un día en que sí gozará de esa autoridad.

SOLO A TRAVES DE CRISTO EL HOMBRE PUEDE RECUPERAR SU POSICION INICIAL

El versículo 9 presenta a Cristo como el hermano mayor de la humanidad redimida.


Temporalmente, él también fue hecho poco menor que los ángeles igual que el hombre. ¿De
qué otra manera podría morir por nosotros? Debido a que sufrió la muerte, ha sido coronado
con gloria y honra, y todas las cosas están sujetas bajo sus pies. Este pasaje es paralelo a
Filipenses 2:9–11. Cristo siempre ha recibido la honra, pero fue coronado con gloria porque
murió para redimir al hombre.
Entonces el autor demuestra la superioridad de Cristo sobre los ángeles al mencionar que
por haberse hecho hombre y haber muerto, puede ejercer autoridad sobre el mundo. Los
ángeles no pueden porque no son humanos.

CRISTO SUPERIOR A LOS ANGELES POR SU PROVISION 2:10–18

Por haberse hecho carne, nuestro Salvador puede ejercer la autoridad que le corresponde
como tal. Pero aún hizo algo más por esa misma razón: consiguió ciertos privilegios para los
hombres que los ángeles no pueden proporcionarles.

Pudo salvar al hombre y ponerlo en calidad de hijo 2:10–13


Mucha gente no puede aceptar que Cristo tuviera que morir para salvar a la humanidad; se
les hace imposible que él, siendo inocente, muriera en lugar del hombre perverso. El versículo
10 dice que era conveniente para Dios hacerlo así porque era la única manera de justificar la
paga que el pecado merecía. El Creador no puede pasar por alto la desobediencia ni permitirla
en su presencia, y por eso era necesario que nuestro Salvador, el único que no pecó, sustituyera
a la humanidad y pagara el castigo que le correspondía. Esta era la única forma de solucionar el
pecado de acuerdo con el carácter santo de Dios.
Pero la muerte de Cristo mediante su humanidad no tan sólo pudo salvar al hombre;
también lo trajo a una relación de hijo. De esta manera, el cristiano se hace miembro de la
familia más distinguida del universo; la de Dios. Para probar esto, se cita el Salmo 22
(mesiánico) en el cual Cristo proclama el nombre de su Padre y no se avergüenza de llamar
“hermano” al creyente. Su perfecta identificación como hombre hace posible una relación muy
íntima y profunda. Si el Hijo de Dios no se apena de llamarnos hermanos, ¿cómo podemos
nosotros avergonzarnos de confesarlo como nuestro Salvador y Señor?

¡PENSEMOS!

El versículo 13, al citar Isaías 8:17–18, recalca la relación familiar que hay entre creyentes.
El cristiano, como miembro de la familia de Dios, debe ser diferente a los demás. ¿Cómo puede,
siendo parte de esta familia, vivir tan descuidadamente como a veces sucede?

26
Analice su conducta dentro de la congregación a la que asiste. ¿Cómo es? ¿Se comporta
como verdadero hermano en la fe, o más bien parece que no conociera a sus hermanos? ¿Hay
algo en su actitud hacia la familia de Dios que deba cambiar? Si es así, hágalo hoy mismo.

Pudo dar al creyente victoria sobre Satanás 2:14–15


La encarnación de Cristo no solamente era indispensable para que pudiera morir por
nuestros pecados e identificarse con nosotros, sino también para destruir al que tenía
hegemonía sobre el hombre. El versículo 14 dice claramente que otro propósito del Señor al
humanarse era terminar con aquel que tenía el poder de la muerte. La única manera en la que
el hombre podía librarse de Satanás era despojándose de la naturaleza caída sobre la cual éste
tenía dominio. Esto era imposible para el hombre, por eso Jesús se hizo “en semejanza de carne
de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3).
La palabra “destruir” en el versículo 14 significa aniquilar, dar por terminado. Esto fue lo
que hizo el Salvador con el diablo; terminó con su poder. Por medio de esa obra, el creyente ya
no tiene por qué permanecer bajo su dominio.
Cristo no solamente destruyó al demonio, sino que también eliminó el temor a la muerte
(Hebreos 2:15). Los hombres no salvos, aunque lo nieguen, tienen temor a la muerte. Este
temor mantiene al hombre toda su vida en un estado de miseria porque sabe que no es digno
de enfrentarse a un juicio.
El hombre trata de acallar su miedo diciendo que Dios, la Biblia y la creencia en un estado
futuro son cosas que heredamos de una era pretérita de gente menos inteligente que nosotros
y por lo tanto debemos descartarlas. Desafortunadamente para estas personas, negar un hecho
no lo elimina.
El Señor no nos libra de la muerte física, pero sí del miedo a ella. Los creyentes aun mueren,
pero no viven atemorizados gracias a la confianza que tienen puesta en el Salvador.

EL CREYENTE EN CRISTO NO TEME MORIR FISICAMENTE PORQUE TIENE LA ESPERANZA DE LA


VIDA ETERNA

El escritor de Hebreos quería demostrar a los cristianos que el poder del diablo que los tenía
esclavizados y el miedo a la muerte, habían sido eliminados por la muerte de Cristo. La lucha
había sido ganada por aquel que es superior a todo, el Hijo de Dios.

¡PENSEMOS!

Alguien ha dicho que la preocupación es como un ratoncito que se mueve


incontrolablemente en la mente. Sin embargo, el temor es como un león que destroza sin
piedad el corazón. Por lo regular, los incrédulos no tienen paz en su alma cuando piensan en lo
que les espera después de morir, pero los creyentes tenemos la firme esperanza de que
viviremos y reinaremos con el Señor siempre. Lea Hebreos 2:14–15 donde se nos dice por qué
el cristiano no debe temer a la muerte y escriba las razones. Anime con esta verdad a los
desconsolados y dirija su atención al único que puede darles verdadera paz.

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Pudo ser un sacerdote perfecto 2:16–18
Cristo tuvo que hacerse igual a sus hermanos para poder ser un sacerdote fiel. Este tema
del sacerdocio se introduce aquí por primera vez, y se continúa en 4:14. En 5:1 el escritor
enseña que todo sacerdote, para representar al hombre, debe salir de entre ellos mismos; es
un mediador entre Dios y el humano y por eso debe ser elegido de entre sus iguales. Esta es
otra provisión lograda por la encarnación de nuestro Salvador.

EL SACERDOTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO ERA UN INTERMEDIARIO ENTRE DIOS Y LOS


HOMBRES. AHORA CRISTO ES NUESTRO REPRESENTANTE.

El no escogió la forma de ángel para ofrecerse por los ángeles (v. 16), sino la humana, para
ser aceptado entre los hombres y poder hacer el trabajo de mediación ofreciendo su sangre
para limpiar los pecados de sus congéneres.
La frase “para expiar los pecados del pueblo” (v. 17), describe el propósito de la actividad
del sacerdote, que era la de conseguir la expiación del pecado. El tiempo presente en que
aparece este verbo, indica que esta expiación es un proceso continuo. Cristo, actuando como
sacerdote, buscaba el perdón de los pecados de los hombres, por lo que tenía que ser en todo
semejante a ellos.
De esta manera, simpatiza con nosotros porque nos comprende. El sufrimiento que padeció
al ser tentado y al sufrir toda la experiencia humana, le permite entendernos porque ya pasó
por lo mismo. Es casi imposible comprender la pena y el dolor de otro ser humano sin haber
tenido las mismas experiencias. Para identificarnos plenamente con alguien, debemos pasar
por pruebas semejantes a las que ha pasado esa persona. Esto fue precisamente lo que Cristo
hizo.
Debido a su experiencia como hombre, puede ayudarnos, ya que conoce nuestras
necesidades, padeció nuestros sufrimientos y tentaciones, sabe con exactitud la ayuda que
necesitamos y puede dárnosla. Padeció (v. 18) se encuentra en tiempo pasado y se refiere a
todo el período del sufrimiento de Cristo hasta el momento de su muerte.
Por los argumentos expuestos queda establecido que Cristo, por ser humano, es superior a
los ángeles. Ningún ser celestial jamás fue encarnado para llevar a cabo la obra que el Mesías
hizo.
La enseñanza de los capítulos 1 y 2 ya era suficiente para que los destinatarios dejaran la
idea errónea que tenían en cuanto a los ángeles y supieran que Cristo es superior a cualquier
ser sobrenatural. Esto debía animarles a confiar más en él.

¡PENSEMOS!

Hemos aprendido mucho en cuanto a la obra realizada por Cristo por medio de su
encarnación. Veamos un resumen:
• Nos dio la salvación y una posición de hijos de Dios.
• Nos dio poder sobre Satanás para no temer más a la muerte.
• Nos comprende y ayuda en nuestras necesidades.
Piense en qué manera puede aplicar estas verdades a su vida y compártalas con algún
hermano de la familia de Dios.

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Una vez más lea Hebreos 2:5–18. ¿Con qué recursos cuenta usted como creyente? Cristo
nos ha provisto de todo lo que necesitamos. Ya no tenemos que temer al diablo y sus
tentaciones. Por su muerte, el Señor lo venció y nos da poder para vivir victoriosamente. Tome
unos momentos para agradecer a Dios en oración todos estos beneficios que nos ha otorgado
por medio de su Hijo, quien es infinitamente superior a cualquier ser creado.

La Fe que Vence al Enemigo - Hebreos 3:1–4:13

“Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo
de desobediencia”
Hebreos 4:11

Piense por un momento en la última vez que tuvo insomnio. Sin duda, estaba agotado
después de un largo día de trabajo, pero no lograba cerrar los ojos. Daba vueltas en la cama,
hora tras hora, y nada. ¿Qué hizo? Mucha gente sin pensarlo dos veces, se levanta a tomar una
pastilla para dormir y con alivio cae al fin vencida por el sueño. Pero, ¿qué harán si vuelve a
suceder lo mismo mañana y pasado? Ninguna píldora puede dar el descanso tan necesitado en
forma continua.
El hecho de conocer a Cristo no quiere decir que no tendremos noches en que el sueño nos
evadirá. El cristiano sigue siendo humano. Las cargas de la vida, la situación financiera, los hijos,
la salud quebrantada, etc., parecen ser cargas demasiado pesadas. Pero podemos encontrar
descanso, apoyo y gracia en Jesús. Él es más grande que todos los problemas. Confiando en él,
podemos descansar y crecer en nuestra vida espiritual resolviendo cada uno de ellos.
Los hebreos también tenían el privilegio de descansar en Cristo. Estaban pasando por
pruebas difíciles; querían evitar las persecuciones en vez de soportarlas confiando en la gracia
que el Señor da y procurando madurar a través de ellas.
Recuerde que los destinatarios de la carta estaban un poco desanimados de la vida cristiana
debido a las aflicciones que estaban padeciendo. Esa era una de las razones por las que querían
regresar al judaísmo. El escritor trata de animarlos usando el ejemplo de Israel, que por su
incredulidad no pudo entrar en la Tierra Prometida. El pueblo no había considerado que tendría
que vencer algunos enemigos antes de poseerla.
En la primera parte del pasaje, el autor vuelve a presentar la superioridad de Cristo, pero
esta vez comparándolo con Moisés, uno de los líderes más grandes de Israel. En los dos
capítulos anteriores, había demostrado que es superior a los ángeles y sobre esa base,
comienza el capítulo 3 diciendo: “Por tanto…” Habiendo mostrado la superioridad de Cristo, los
creyentes (“hermanos santos”) debían pensar en qué consistía. La palabra “considerar” lleva el
sentido de enfocar la atención, como cuando un fotógrafo prepara su cámara para captar bien
la imagen. Significa fijarse en algo sin distracción. Pero precisamente lo que estaban haciendo
los destinatarios era lo contrario, ya que estaban vacilantes en su vida cristiana, queriendo
regresar al judaísmo. En su argumento resalta la fidelidad del Señor contrastándola con la del
caudillo. En la segunda parte de la lección se ve la infidelidad del pueblo de Dios.

¡PENSEMOS!

29
¿Qué se dijo en el capítulo 2 acerca de la persona y obra de Cristo? ¿Con quién se le
compara? Vuelva a leer Hebreos 2:1 donde se exhorta a los creyentes con las palabras: “es
necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos
deslicemos”. Analice su propia vida y la de su iglesia y busque la forma en que puede contribuir
a mejorar la comprensión de lo que es nuestro Redentor.

CRISTO, SUPERIOR A MOISES 3:1–6

Como se observó en los capítulos anteriores, el escritor usa comparaciones para demostrar
la superioridad de Cristo. Ya se estudió la primera con los ángeles. En los seis primeros
versículos del capítulo 3, aparece un segundo contraste, esta vez con Moisés, uno de los líderes
más grandes de Israel.

Por su fidelidad 3:1–2


El autor hace esto de una manera muy lógica. Su primera explicación se debía a la atención
que los judíos ponían en los ángeles. Ahora, se refiere a uno de los próceres hebreos más
destacados. Moisés ocupaba en el pensamiento judío un lugar absolutamente singular. Fue el
único con quien Dios habló cara a cara y que recibió directamente los Diez Mandamientos,
alrededor de los cuales giraba la vida del israelita.
En los evangelios se usó a Moisés en varias ocasiones como sinónimo de la ley. Un
comentarista menciona a un maestro judío del segundo siglo que se refería a este pasaje
diciendo: “Dios llama a Moisés fiel en toda mi casa y de esta manera lo coloca en una categoría
superior a los ángeles que le sirven”. Es por esta razón que para el judío, el contraste dado en
esta parte de la carta es lógico. Si Jesús es superior a los ángeles, ahora tendrá que demostrar
su hegemonía sobre el gran líder.

CRISTO ES SUPERIOR A LOS ANGELES, A LA LEY Y A MOISES

En esta porción se enfatiza la fidelidad como característica de Cristo (v. 2) y la usa para
exhortar a los destinatarios a que tomen en cuenta a Jesús. En otras palabras dice: “Concentren
su atención en aquel que fue fiel”. En el mismo versículo menciona esta virtud en relación a
Moisés. Pero según la Biblia, este último también manifestó su infidelidad. Así que el escritor no
puede basar en la fidelidad sola su argumento para comprobar la superioridad de Cristo.
Por su posición de constructor del pueblo judío 3:3–4
Para probar la superioridad de Cristo ante Moisés usa dos argumentos
En el versículo 3 usa como ejemplo una casa y su constructor para enseñar que el arquitecto
debe recibir más honra que el edificio hecho por él. Señala que Cristo es el que levantó la casa,
o sea el pueblo de Dios al cual pertenecía Moisés.

SE DEBE DAR MAYOR HONRA AL CONSTRUCTOR QUE A LA CASA QUE EDIFICA

Por su posición de Hijo de Dios 3:5–6

30
Siguiendo el mismo razonamiento, en los versículos 5 y 6 desarrolla otro argumento en
favor de la superioridad de Cristo al referirse a la posición que tiene dentro de la casa de Dios.
Moisés fue fiel como siervo, pero Cristo lo fue como Hijo. Este elemento no está basado en la
fidelidad de ambos, sino en la posición que tiene cada uno.
El versículo 6 presenta un problema. Algunos estudiosos interpretan este pasaje diciendo
que nuestra salvación depende de nuestro comportamiento. En otras palabras, si mantenemos
firme hasta el fin nuestra confianza, perteneceremos a la casa de Dios. Lo que dice este texto es
que la casa de Dios se compone de creyentes de todas las edades. La prueba de que una
persona pertenece a ella está en “retener firme hasta el final la confianza”. No nos hacemos
parte de la casa de Dios por estar firmes, sino porque ya pertenecemos a él.
Un esposo que se encuentra fuera de su hogar le escribe diariamente a su esposa porque la
ama. Pero no la ama sólo porque le escribe. Es importante distinguir entre la causa y el efecto.
El amor es la causa y las cartas el efecto. Así que “retener firme la confianza” no es la causa de
nuestra salvación, sino su resultado.

¡PENSEMOS!

¿Por qué el escritor compara a nuestro Salvador con Moisés? Porque era necesario utilizar
un personaje importante del Antiguo Testamento para que los judíos entendieran
perfectamente la posición de Cristo. Al hacer la comparación, no se menosprecia al gran líder.
Aunque Moisés fue fiel, siempre fue un siervo. Nuestro Señor es mejor porque fue fiel en su
posición como Hijo. ¿En qué maneras podemos imitar a Moisés y a Jesús en cuanto a su
fidelidad?

LA INFIDELIDAD DEL PUEBLO DE DIOS SEGUNDA EXHORTACION 3:7–4:13

Para recordar a un niño que ya es hora de acostarse, a veces se requieren varios avisos. El
primero va con mucho cariño, el siguiente todavía lleva amor pero más volumen. El tercero sale
con más fuerza y el cuarto, con la palma de la mano.
Los destinatarios de esta carta eran semejantes. Necesitaron de cinco advertencias que se
expresan a través de la epístola. Cada una más severa que la anterior.
En este pasaje aparece la segunda de ellas. Nuevamente el escritor, como se vio en 2:1–4,
interrumpe su argumento para hacer otro paréntesis donde incluye una advertencia. Como
vimos en la primera lección, en total intercala cinco exhortaciones severas. En el desarrollo de
éstas, se puede apreciar el progreso que habían experimentado en el alejamiento de la verdad.
Si ignoraban la primera exhortación, se requería una más seria.
En la primera (2:1–4), advierte contra el peligro de deslizarse, y su objetivo era llamar la
atención de sus lectores a la verdad. En la segunda (3:7–4:13), el riesgo es desobedecer a la
verdad. Cuando la indiferencia es persistente, da lugar a la desobediencia.
El pasaje comienza con la expresión por lo cual 3:7. Aquí nuevamente hace referencia a la
enseñanza anterior que establece la superioridad de Cristo sobre los ángeles y Moisés. El
peligro lo señala el versículo 8: “No endurezcáis vuestros corazones”. La palabra endurecer
tiene sentido de “encallecer”. Los callos en los pies o manos no surgen de repente, sino que son
provocados por irritaciones repetidas. Comienzan con una ampolla suave y tierna, pero si se

31
roza varias veces, se convierte en un callo duro e insensible. La verdad que se desecha por
primera vez hace que la conciencia se sienta apesadumbrada, pero si se persiste en esta
actitud, se llega a endurecer. Una conciencia así es insensible a la Palabra de Dios.

LAS PRIMERAS EXHORTACIONES:


2:1–4
3:7–4:13
El peligro de deslizarse
El riesgo de desobedecer a la verdad

Exhortación basada en el Antiguo Testamento 3:7–15

Incredulidad de los judíos en el desierto 3:7–11


Estos versículos citan el Salmo 95:7–11. Se refieren a la falta de fe mostrada por los
israelitas en el desierto. Como los destinatarios de esta carta conocían perfectamente las frases
“en la provocación” y “en el día de la tentación en el desierto” (v. 8), el autor usa este pasaje
para enseñarles que no debían endurecer su corazón como sus antepasados, a quienes el Señor
dijo: “Por tanto, juré en mi ira: no entrarán en mi reposo”.

LOS JUDIOS ENDURECIERON SU CORAZON Y NO RECIBIERON EL DESCANSO PROMETIDO

Advertencia a los destinatarios 3:12–15


En el versículo 12 les dice que tengan cuidado, que la misma incredulidad no fuera hallada
en ellos. Aquí no implica que fueran a apostatar de la fe o negar a Cristo, sino que podían
apartarse de Dios. La tentación que tenían era regresar al judaísmo con el fin de evitar las
persecuciones. Por esta razón en el versículo 14 les anima a mantener firme hasta el fin la
confianza que tuvieron en el principio.
En el 15, el escritor vuelve a citar el Salmo 95. Lo usa para ilustrar cómo el creyente puede
perder los derechos que le corresponden. Los israelitas habían recibido la promesa de la Tierra
Prometida, un gran privilegio, pero lo perdieron cuando provocaron a Dios por su falta de fe.

LOS CREYENTES DEBEN EXHORTARSE UNOS A OTROS PARA MANTENERSE FIRMES

Paralelismo entre los israelitas y los destinatarios 3:16–4:11


¿Qué parecido existía entre los destinatarios y el ejemplo que se les estaba poniendo con los
israelitas?

Habían sido escogidos


Los israelitas habían salido de Egipto al ser liberados de la antigua esclavitud (v. 16). Ahora
se les daba la oportunidad de descansar. También los destinatarios habían sido redimidos. En
3:1 se les llama “hermanos santos”; habían sido separados de la ley, de lo antiguo, para venir a
Cristo y gozar del descanso que él ofrece.

Se les había hecho una promesa

32
El descanso para los israelitas era la Tierra Prometida; para los destinatarios, una vida de
confianza y dependencia de Dios. Según el versículo 18, los judíos tenían la promesa de que
hallarían descanso en la Tierra Prometida. En 4:1 se dice que los lectores de la epístola habían
recibido la promesa de obtener un reposo por medio de la fe.
La palabra reposo aparece varias veces en nuestro pasaje, en el cual se dan tres diferentes
significados. Se usa primeramente como la paz de Dios. También, como la Tierra Prometida,
que era el descanso que esperaba el pueblo dirigido por Moisés. Y por último, se usa con
referencia al descanso de Dios en el sexto día de la creación. Es en este último sentido que el
escritor resume los demás usos del vocablo. Según un comentarista, este argumento yace en
una concepción rabínica en la cual Dios reposó de sus trabajos en el séptimo día. Según los
rabinos, hay un hecho extraordinario y curioso en el relato bíblico de Génesis 1 y 2. En los
primeros seis días de la creación se menciona la tarde y la mañana, pero en el día séptimo, el
día de descanso de Dios, no se mencionan estas características del día. A partir de aquí, los
rabinos argumentan que mientras los demás días concluían, el día de reposo de Dios no tenía
fin. Por lo tanto, aunque los israelitas no pudieron entrar en el reposo divino, éste aún
permanece porque es eterno.

No habían creído
Se afirma claramente que los israelitas no entraron al descanso por falta de fe. En 4:2 “la
buena nueva” se refiere a la misma predicación que había escuchado la gente de la generación
de Moisés. El mensaje para aquéllos había sido transmitido por dos espías. Aunque no era el de
salvación como lo es el evangelio para nosotros, sí se les abrió la oportunidad para entrar en el
reposo de la Tierra Prometida. No es que los israelitas no pudieran entrar en ella porque Dios
no había cumplido su promesa, sino que no aprovecharon el mensaje de los espías que sí
tuvieron fe. El reporte de los agentes secretos fue recibido con incredulidad.

Eran acreedores a un castigo por la desobediencia


Los destinatarios estaban en peligro de cometer el mismo error que los israelitas, quienes
habían recibido un juicio físico. Ahora éstos estaban en peligro de recibir un castigo por su
incredulidad y por eso les exhorta a tener cuidado y procurar entrar al reposo que Cristo ofrece
(vv. 9–10), el cual viene por tener fe, diciéndoles: “que ninguno caiga en semejante ejemplo de
desobediencia”. La promesa de descanso no es garantía de que se va a obtener, éste debe
apropiarse por medio de la fe. En el caso del pueblo judío, habían recibido la promesa, pero
algunos no la alcanzaron por no haber creído. También los lectores de la epístola querían
regresar al judaísmo del cual habían sido librados.

Debían luchar para merecer el reposo prometido


Para que ambos pueblos pudieran entrar al descanso, tenían que luchar contra varios
enemigos. La generación de Moisés no estaba dispuesta a pelear. Según ellos, Dios era
responsable de quitar a todos los adversarios de en medio para que pudieran entrar a la tierra
sin tener que luchar. En el versículo 11 se exhorta a los creyentes: “Procuremos, pues, entrar en
aquel reposo”. La palabra procurar implica que la vida de reposo no es fácil. Cuando alguien
voluntariamente declara su fe en Cristo y toma las promesas de Dios, puede esperar ataques

33
del enemigo. Por eso es que tenemos que pelear una batalla de fe que es necesaria antes de
merecer el descanso. En este sentido, se puede decir que la fe no es pasiva, sino activa.

SIMILITUDES ENTRE LOS ISRAELITAS Y LOS DESTINATARIOS:


• AMBOS PUEBLOS HABIAN SIDO REDIMIDOS
• HABIAN RECIBIDO LA PROMESA
• NO HABIAN CREIDO
• ERAN ACREEDORES AL CASTIGO POR LA DESOBEDIENCIA
• DEBIAN DERROTAR AL ENEMIGO PARA MERECER EL DESCANSO

¡PENSEMOS!

El autor sabía que los lectores de su carta estaban flaqueando en su fe al ser perseguidos.
Tal vez porque habían creído que la vida cristiana es un paraíso sin problemas. En la actualidad
hay muchas personas en las iglesias que piensan lo mismo. ¿Cuál es el enfoque cristiano
correcto? ¿Qué puede hacer usted para animar a los hermanos nuevos que se sienten
perseguidos o rechazados por sus familiares y amigos?

LA IMPORTANCIA DE LA EXHORTACION 4:12–13

La palabra porque en el versículo 12 nos da la clave para saber que lo que sigue explica todo
lo que se ha dicho. En otras palabras, el pasaje está diciendo: “Procuren entonces entrar en el
reposo porque la Palabra de Dios (que es viva y eficaz) expone a la luz sus debilidades y no
pueden engañarla”.
Se la compara con una espada de dos filos porque penetra profundamente en la vida y
porque contiene dos divisiones, el Antiguo y el Nuevo Testamento que representan los dos
filos. El propósito de usar este ejemplo era sacudir a los lectores para que se dieran cuenta de
su situación crítica. Por tratar de escapar a las persecuciones, iban a perder los privilegios de
reposar en Cristo. El énfasis se pone en la profundidad a la cual la Palabra puede penetrar y en
su eficacia para entender los pensamientos e intenciones del corazón. No importa lo que
hagamos, la Biblia revela lo que somos. Por eso debemos ser diligentes.
Este pasaje expone la incredulidad, miedo y cobardía que estaban motivando a los
destinatarios a regresar al judaísmo. La Palabra de Dios es capaz de entrar hasta lo más
recóndito de su corazón y sacar a la luz las razones que tenían para querer volver a sus
tradiciones. No hay ninguna persona que se pueda esconder de la actividad de la Palabra divina.
Ella lo discierne todo y al estar bajo ese conocimiento, uno es llevado a juicio.
A través de la vida, muchas veces el creyente se encuentra cara a cara con montañas muy
inclinadas, difíciles de superar, persecución o rechazo. ¿Qué actitud debe tomar? “No puedo”,
“tal vez podré”, o “sé que puedo”. ¿Qué espera Cristo? ¡Claro que podemos triunfar sobre los
problemas porque el Señor provee la ayuda y gracia necesarias!

¡PENSEMOS!

34
El estudio de este pasaje nos enseña que el descanso que ofrece Cristo no es fácil. El creyente
se enfrenta a enemigos en la misma forma que los israelitas cuando salieron de Egipto.

El cristiano que no está dispuesto a enfrentar los problemas que acarrea su vida de fe, no
podrá gozar del reposo, de la misma manera que los israelitas no lo obtuvieron por no haberle
hecho frente al enemigo.

¿Está pasando por alguna aflicción? ¿Ha pensado que es probable que sea parte del plan de
Dios? ¿Cómo debería afectar este conocimiento su perspectiva de la enfermedad, separación
conyugal, muerte y otros problemas? La próxima vez que se le presente una dificultad,
demuestre la actitud positiva que Cristo espera de usted: “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Filipenses 4:13).

¡Arriba y Adelante! - Hebreos 4:14–6:20

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la


perfección” Hebreos 6:1

Supongamos que usted quiere estudiar un curso para labrar madera. Se inscribe en una
institución y compra las herramientas necesarias. Asiste a la primera de 12 clases y por una
hora el maestro explica cómo transferir un diseño a la madera y cómo calcular la proporción del
mismo.
Cuando regresa la segunda semana, una vez más recibe sugerencias de cómo transferir el
mismo dibujo. La tercera clase es idéntica a las dos primeras.
Si usted es una persona normal, se opondrá a pasar todo el tiempo estudiando algo que ya
ha aprendido. De la misma manera, hay creyentes que nunca van más allá de oír el plan de
salvación del evangelio. Es la única enseñanza que reciben semana tras semana.
El escritor de Hebreos estaba tratando un tema muy difícil, pero dice que no lo puede hacer
en forma adecuada porque los destinatarios siguen siendo niños espirituales (5:12). Todavía
estaban estudiando los rudimentos de la salvación en lugar de gozar lo que les correspondía
como cristianos maduros.

EL SACERDOCIO: UN TEMA DIFICIL DE ENTENDER PARA LOS DESTINATARIOS 4:14–5:10

Hace algunos años se usó en uno campaña política el lema “¡Arriba y adelante!”. El
propósito era animar al pueblo a levantarse de la situación en la que se encontraban y marchar
hacia el progreso.
Esta es también la idea que tenía en mente el escritor de la epístola que nos ocupa.
Anteriormente, había exhortado dos veces a los destinatarios (2:1–4; 3:7–4:13). En este pasaje
vuelve a hacerlo, pero con palabras más fuertes. Los creyentes estaban a punto de regresar al
judaísmo y era necesario hablarles de esa manera para que reaccionaran. Su propósito era
animarlos a abandonar esa condición que reflejaba inmadurez y marcharan con paciencia hacia
adelante, a la madurez.

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En los capítulos anteriores se vio que uno de los temas principales de esta carta es la
superioridad de Cristo. Primero se presentó en relación con los ángeles (1:4–2:18) y con Moisés
(3:1–6); ahora se compara con el sacerdocio levítico. Para entender este contraste es necesario
saber en qué consistía el trabajo de un sacerdote de acuerdo con las Escrituras.

Definición del sacerdocio levítico


Del latín sacerdotium. Orden sacerdotal instituida por Dios en tiempos del Antiguo
Testamento para mediar entre él y los hombres. Consistía de un sumo sacerdote o jefe y otros
que le ayudaban. Todos pertenecían a la tribu de Leví.

Requisitos del sumo sacerdote


Tenía que ser escogido de entre los hombres para poder representar a sus congéneres.
Nunca hacía campaña para aspirar al puesto, sino que era llamado por Dios.

Deberes del sumo sacerdote


Una vez al año, pasaba a través del velo que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo en el
templo y ofrecía un sacrificio para cubrir los pecados del pueblo por otro año, no sin antes
presentar un sacrificio por su propio pecado. También ofrecía otras ofrendas. Era el
representante del hombre ante Dios.

La superioridad del sacerdocio de Cristo 4:14–16


Este pasaje es una introducción al tema del sacerdocio. Nos presenta en forma general el
ministerio de Cristo como tal.

Traspasó los cielos 4:14


Hay una relación entre el velo que había en el Tabernáculo y los cielos. El velo protegía al
hombre de ser consumido por la gloria de Dios, así como los cielos impiden que el pecador sea
consumido por el resplandor de la gloria divina. Cuando este versículo nos dice que “traspasó
los cielos”, hace una alusión al sacerdocio levítico. El día de la expiación el sacerdote traspasaba
el velo llevando sangre para cubrir los pecados del pueblo. Jesucristo atravesó los cielos para
presentar su sangre derramada por nuestros pecados y continuamente representa al hombre
ante el Señor.
Por esta razón el creyente debe tener confianza en que la deuda que tenía por sus
transgresiones ha quedado saldada y mantener esa confianza a través de su vida. Note la
exhortación del versículo 4:14. “Retengamos nuestra profesión.” Esto es lo que debe hacer un
creyente conociendo la clase de sacerdote que tiene y lo que éste ha hecho por él.

Puede compadecerse 4:15–16


Nuestro intercesor nos comprende porque pasó por las mismas tentaciones que nosotros.
Él estuvo en este mundo y experimentó sufrimientos grandes, incomprensiones y burlas.
Cuando necesitamos ayuda, buscamos quién entienda nuestros problemas, y eso es
precisamente lo que él hace.
Gracias a este ministerio, el creyente puede acercarse confiadamente hasta la presencia de
Dios (v. 16), sabiendo que ha sido limpiado de su pecado.

36
¡PENSEMOS!

Ya que Cristo es nuestro intercesor ante Dios y puede compadecerse de nosotros, ¿cuál
debe ser nuestra actitud al enfrentar dificultades, sufrimientos y enfermedades?
¿Verdaderamente creemos que él nos comprende y que por medio de él podemos acercarnos
confiadamente ante el trono de la gracia del Altísimo?

Requisitos del sacerdocio 5:1–10


Cristo, para ser sacerdote, tenía que llenar los requerimientos que todo sacerdote del
Antiguo Testamento debía reunir

Lo que todo sacerdote debía cumplir 5:1–4


El primer requisito nos lo muestran los tres primeros versículos que dicen que tenía que ser
verdaderamente humano. La razón es que tenía que fungir a favor de los hombres. Tenía que
haber similitud que hiciera posible que uno representara al otro. Otra razón por la cual el
sacerdote debía ser hombre, era para que pudiera entender al hombre respecto a sus fallas,
necesidades, etc.
El segundo requisito era que debía ser llamado por Dios (v. 4); ningún sacerdote se
designaba a sí mismo. Todos ellos tenían que llenar estos requisitos básicos, y si Cristo es uno
de ellos, debía llenarlos también.

REQUISITOS PARA SER SACERDOTE

LEVITAS
CRISTO
Debía ser un hombre
(5:1)
Debía ser llamado por
Dios (5:4)
Fue hombre
(5:7–9)
Fue llamado por
Dios (5:5, 6)

Lo que Cristo cumplió 5:5–10


Nuestro Señor llenó estos requerimientos, aunque el pasaje lo muestra en el orden
contrario. Primero señala que fue llamado por Dios para ser sacerdote (vv. 5–6). Solo podía
existir un sacerdocio divinamente designado. Hasta la muerte del Salvador, el único era el de
Aarón, pero con su muerte y resurrección, Dios instituyó un nuevo orden, el de Melquisedec.
Fue entonces que Jesús comenzó a ministrar como sacerdote.
Los versículos 7–10 demuestran que Jesucristo fue verdaderamente humano, por lo que
puede representar a la humanidad; así llena el segundo requisito del sacerdocio. Para probar
esto, el autor se refiere a un incidente de la encarnación del Hijo de Dios, posiblemente a la

37
experiencia que tuvo cuando estaba en Getsemaní. Las palabras “ofreciendo ruegos y súplicas”
hacen énfasis en el sufrimiento físico que padeció (Lucas 22:39–46).

CRISTO CUMPLIO TODOS LOS REQUISITOS PARA SER SUMO SACERDOTE

UN PROBLEMA DIFICIL DE LOS DESTINATARIOS 5:11–6:20

Su condición espiritual 5:11–14


Este pasaje empieza un nuevo tema dejando inconcluso el del sacerdocio. El autor no podía
continuar con su disertación tan profunda debido a la condición espiritual de los hebreos.
Notemos algunas de sus características:
El versículo 11 dice: “Os habéis hecho tardos para oír”. Esto implica que antes no eran así,
pero ahora habían cambiado y estaban retrocediendo. Otra la encontramos en el versículo 12:
“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo”. Esto significa que ya eran salvos
desde hace mucho tiempo y tenían suficiente conocimiento del evangelio. Cuando dice en el
mismo versículo 12: “Tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar” no es que necesitaran
más tiempo o conocimiento, sino que habían retrocedido olvidando lo que ya sabían. Esta
condición de inmadurez los había llevado a necesitar de leche, no de alimento sólido.
Los versículos 13 y 14 explican en qué consisten la leche y el alimento sólido. La diferencia
estriba en la profundidad a que se entienden las doctrinas de la Biblia. Puede decirse entonces
que la leche es para un nuevo convertido que no conoce mucho, que se encuentra en la etapa
de bebé espiritual y el alimento sólido para los maduros, los que pueden captar las
profundidades de la Palabra.
No obstante, la madurez no sólo tiene que ver con mayor cantidad de conocimiento. Un
hombre puede saber mucho de la Biblia y aun así ser inmaduro. Más bien tiene que ver con el
uso que se le da a esa sabiduría. Los que toman leche son “inexpertos” (v. 13), es decir, no
saben cómo usar la Palabra. Aunque alguien tenga mucho conocimiento bíblico, si no sabe
cómo aplicarlo, sigue siendo leche. Pero los que comen alimento sólido son maduros, porque
“por el uso tienen los sentidos ejercitados” (v. 14). En otras palabras, los maduros pueden usar
las verdades bíblicas para saber discernir entre lo bueno y lo malo.
Estos versículos nos enseñan que los destinatarios eran creyentes que estaban sufriendo
persecución y creían que la forma de evitarla era regresando al judaísmo. Conocían las
Escrituras pero no sabían cómo usarlas en la situación por la que estaban pasando. Con esta
actitud estaban demostrando su inmadurez, la cual los estaba llevando a un gran peligro.
Se cuenta la historia de un boxeador joven que estaba en buenas condiciones físicas.
Muchos decían que llegaría a ser campeón. Todos los días entrenaba en el gimnasio y corría
varios kilómetros en el campo. Era un boxeador ágil y capaz. Pero como suele pasar, un día
amaneció cansado de hacer tanto esfuerzo para ganarse la vida. Tenía mucho dinero en el
banco y una mansión en la playa. Entonces se dedicó a comer, dormir y gozar de la vida.
Pasó el tiempo, y un día recibió la visita de un promotor, quien le dijo que un extranjero
quería pelear contra el mejor boxeador joven del mundo. Sin duda alguna, el muchacho de
nuestra historia era el mejor.

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El joven regresó al gimnasio. Tenía tres días en los cuales podría entrenar antes del
encuentro. Pero, ¡qué extraño! Ya no podía aguantar mucho, ni era tan ágil como antes.
Después de correr unas cuantas cuadras ya se sentía agotado.
El boxeador hizo todo lo posible para estar en buena condición, pero era inútil. Da tristeza
relatar que este joven que tenía un futuro tan brillante, perdió el encuentro. Había dejado su
entrenamiento para vivir una vida fácil.
Estos mismos pasos se pueden ver en los destinatarios del libro de Hebreos (vv. 11–12).
Tenían suficiente entrenamiento para ser maduros (v. 12), pero estaban pasando por muchas
persecuciones, y algunos de ellos optaron por buscar una vida más fácil. Se les había olvidado la
ayuda que Dios ofrece dentro de los problemas. Habían retrocedido a la infancia. Alguien ha
dicho que la madurez es la capacidad de tomar verdades bíblicas y aplicarlas a cada situación de
la vida. Esto es exactamente lo que no pudieron hacer los hebreos, por lo tanto, eran
inmaduros.
Por ello, el escritor tuvo que dejar a un lado la enseñanza sobre el sacerdocio y en su lugar
hacerles una exhortación bastante severa.

¡PENSEMOS!

¿Cómo son nuestras iglesias hoy en día? ¿Se pueden comparar con los hebreos en cuanto a
su inmadurez? En los versículos 12 y 14 se habla de dos clases de alimentos: leche y carne.
¿Cómo explicaría usted la diferencia entre la enseñanza bíblica que es leche y la que es carne?
¿Qué clase de alimentos estaban comiendo los destinatarios? ¿Cuál estamos comiendo hoy en
día en nuestras congregaciones?

Consejo a los destinatarios 6:1–3


Debido a la situación inmadura en que se encontraban, el escritor los anima a marchar hacia
adelante: “Vamos adelante a la perfección” (6:1). Perfección no se refiere a la salvación, sino a
la madurez. La preocupación del escritor por sus lectores lo lleva al punto de identificarse con
ellos haciendo suya la experiencia de ellos. Por eso dice: “Vamos adelante”.
Para hacer esto tenían que dejar los rudimentos de la doctrina de Cristo, es decir, aquellos
principios básicos de la vida cristiana que los judíos tenían y aceptaban como parte de su credo.
Habían dejado el alimento sólido para volver a vivir de lo más elemental, porque de esta
manera no se comprometerían mucho con el cristianismo y no padecerían persecución. La
única manera de que maduraran era dejar esa actitud y estuvieran dispuestos a sufrir
persecución. La enseñanza general del Nuevo Testamento es que sin sufrimiento no hay
madurez. Así que las palabras del escritor son de ánimo: “Adelante; vamos hacia la perfección”.

¡PENSEMOS!

¿Cuál es el reto que este consejo nos deja como creyentes de la época actual? ¿Hay alguna
acción específica que tengamos que tomar para dejar los principios elementales de la doctrina
de Cristo e ir hacia la perfección?

Advertencia para los que persisten en esa condición 6:4–8

39
Este pasaje describe a individuos que habían experimentado cinco cosas (vv. 4–5):
• Habían sido iluminados.
• Habían disfrutado del don celestial.
• Habían sido hechos partícipes del Espíritu Santo.
• Habían disfrutado de la Palabra de Dios.
• Habían gozado de los poderes del siglo venidero.
Algunos piensan que éstas son algunas de las cosas que han experimentado los que
profesan ser salvos pero que en realidad nunca lo fueron, en otras palabras “cristianos
profesantes”. Por lo menos existen dos razones por las que no se puede aceptar esta
interpretación.
1. Si éstos fueran profesantes, significaría que el escritor tendría que cambiar de repente el
hilo del argumento que venía desarrollando refiriéndose a creyentes que han regresado a la
inmadurez para tratar otro tema completamente diferente. Sin embargo, esa posibilidad no
tiene ninguna relación con el problema que el autor está discutiendo, ni siquiera lo insinúa.
2. Otra razón para no aceptar esta interpretación, es que las palabras que se utilizan en los
versículos 4 y 5 se usan en el Nuevo Testamento únicamente para describir a creyentes, nunca
para profesantes.
Por lo tanto, es imposible que los creyentes que han pasado por estas cinco fases recaigan y
sean renovados otra vez. El escritor no dice que es difícil, sino imposible. ¿Pero, a qué se refiere
lo imposible, a recaer o a ser renovados? Esto se debe contestar a la luz del problema de los
destinatarios. En este contexto, recaer significaría dejar el cristianismo para tener comunión
con el judaísmo, que era lo que estaban haciendo. Entonces lo imposible se refiere a
renovarlos. Si recaían regresando al judaísmo, sería imposible hacerlo. Este es un juicio severo
para ellos. El que fuera imposible renovarlos no quiere decir que iban a perder su salvación,
sino que nunca serían traídos a la madurez. En otras palabras, mientras vivieran serían dejados
en el estado pueril que habían escogido. Sería imposible renovarlos después ya que habrían
vuelto a un sistema que no reconoce al Mesías y niega su crucifixión (6:6).
Si estos que estaban padeciendo la persecución regresaban a lo antiguo sería imposible
traerlos de nuevo a que recibieran las bendiciones y privilegios de la madurez. Esto no es una
ilustración como algunos lo interpretan. Es algo muy real, y al paso que iban los destinatarios,
es muy probable que llegaran a ello. Esta es la razón por la cual se les anima a seguir adelante y
por la que les daba tantas exhortaciones.
En los versículos 7 y 8 se ilustra esta misma verdad. Existen dos clases de terrenos que
cuentan con las mismas ventajas para producir buena cosecha. La tierra, la lluvia y los
privilegios para producir son los mismos. Un terreno produce buena cosecha con el uso de los
privilegios dados; el otro produce espinos y abrojos. Lo que se quiere decir con esto es que los
destinatarios habían recibido bendiciones y privilegios que les permitirían producir fruto o
espinas. El escritor deseaba que siguieran adelante y produjeran fruto para madurez y no
regresaran a la inmadurez.

¡PENSEMOS!

40
Este pasaje es difícil de interpretar. Léalo varias veces y compárelo con los siguientes
versículos que hablan de la seguridad de la salvación: Romanos 8:29–39, 1 Juan 5:11, 12, Juan
3:16

En Hebreos 6:7–8 el escritor da una ilustración de los versículos 6:4–6. En una hoja haga
una lista de las facilidades con que cuentan los terrenos y deduzca una aplicación práctica a su
vida cristiana.

Hacia un cambio de actitud 6:9–20


Este es el único pasaje en toda la carta en que se llama a los destinatarios “amados”. Les ha
estado hablando con dureza, pero ahora los trata de animar y estimular. Hay “cosas mejores”
que evitar la persecución, dice aquí, tales como el fruto de la salvación que es la madurez.
Para alcanzarla es necesaria la perseverancia, que “muestren la misma solicitud hasta el
fin”, pero para hacer de esto una realidad se necesitan dos cosas: fe y paciencia (v. 12). Aquí se
les da una ilustración de Abraham (vv. 13–16) para demostrar que la fe y la paciencia son
indispensables en la vida del creyente. La fe debe tener una base, algo en qué apoyarse.
Abraham la tenía en la promesa que Dios le había dado (Génesis 12, 13, 15) y que le ratificó con
un juramento en Génesis 15:17. Abraham creyó en el Altísimo y esto produjo en él la paciencia
(Hebreos 6:15). Dios tardó en cumplirla, pero el siervo esperó con paciencia.
Este mismo Señor de Abraham nos anima a aguardar pacientemente sus promesas. Nuestra
fe está puesta en un ancla segura que es Cristo quien es a la vez el objeto de nuestra fe (6:19).
El Hijo de Dios ha penetrado el velo como precursor y nos llevará también a nosotros con él.
Esto quiere decir que ha entrado a la presencia del Señor adonde iremos los que confiamos en
él. ¿Por qué desanimarse ahora? Tendremos que pasar por un rato de persecución y resistirla
con perseverancia, pero estamos firmemente asidos de la promesa divina, porque Cristo ya ha
traspasado el velo por nosotros (6:20). ¡Así que adelante!
Es fácil decir para los que no han pasado por tragedias: “Adelante, manténganse firmes;
Dios tiene un propósito para todo esto”. Es verdad que lo tiene y el creyente afirma su fe
estando en medio de problemas, no observándolos y quedándose al margen de ellos. Sabiendo
que confiamos en un Creador que tiene todo bajo su control, aun las tragedias pueden
ayudarnos a madurar.

¡PENSEMOS!

La meta de todo creyente debe ser la madurez espiritual. Para llegar a ella es necesario
tener fe y confianza en Dios aun en medio de las situaciones más difíciles. Tenemos como
ejemplo a Abraham y las promesas que el Señor le hizo, pues demostró su fe en él a pesar de
que pasaron muchos años antes del cumplimiento de la promesa.

Esta lección encierra una gran verdad, no con objeto de asustar al creyente, sino para
hacerlo reaccionar. La situación en la que estaban cayendo los destinatarios puede ser similar a
la nuestra y el riesgo también parecido si descuidamos nuestra vida cristiana estancándonos en
el crecimiento. Sin embargo, este pasaje da una nota de ánimo: “Estamos persuadidos de cosas
mejores” (Hebreos 6:9). Como cristianos gozamos de tantos privilegios que no hay razón para

41
regresar a nuestras antiguas costumbres. Siga perseverando en su fe. No se deje vencer.
Marche cada día hacia la madurez.

Un Sacerdote Superior - Hebreos 7

“Por lo cual puede también salvarnos perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos”
Hebreos 7:25

En muchas ocasiones es necesario usar un intermediario. Este funciona como puente entre
dos personas o grupos.
Los sacerdotes de la orden levítica del Antiguo Testamento eran llamados por Dios para ser
mediadores entre él y los hombres. Pero había un problema con ellos: seguían siendo humanos
con las consecuentes fallas y cuerpos destructibles. Así que el Altísimo instituyó una nueva
orden sacerdotal, la de Melquisedec, con Cristo fungiendo como Sumo Sacerdote. Él es perfecto
y eterno y continuamente intercede a nuestro favor ante Dios.

MELQUISEDEC ES UN TIPO DE CRISTO EN SU CARACTER DE SUMO SACERDOTE

BIOGRAFIA DE MELQUISEDEC

Este es un personaje del cual se habla muy poco en la Biblia pero que tiene mucho
significado para la persona de Cristo. El tema referente a él es oscuro y difícil de entender. Por
eso el remitente de esta misiva interrumpe su disertación en 5:10 diciendo en el versículo 11
que es un tema complejo. Más tarde, en 6:20 vuelve a retomar el hilo de su enseñanza y la trata
de lleno en el pasaje que estudiaremos.
Pero, ¿quién era Melquisedec? Hay solamente cuatro referencias en la Biblia que lo
mencionan:

Génesis 14:17–20
Hebreos 5:6–10;
Salmos 110:4;
Hebreos 7:1–10

Según Génesis 14:18, fue rey de la ciudad de Salem. No se sabe con exactitud dónde se
encontraba esa ciudad, aunque para los judíos se refiere a Jerusalén. También fue sacerdote del
Dios Altísimo. Este rey/sacerdote se le apareció a Abraham cuando venía de derrotar a cuatro
reyes de oriente y lo bendijo, por lo cual Abraham le dio los diezmos. Esta es toda la referencia
histórica que tenemos a nuestra disposición. El Salmo 110:4 únicamente anuncia que el Mesías
sería sacerdote según el orden de Melquisedec.

¡PENSEMOS!

42
Estudie detenidamente las porciones indicadas arriba y anote lo que se sabe de
Melquisedec: ¿quiénes eran sus antepasados? ¿Cómo fue su nacimiento? ¿Su muerte?
¿Quiénes son sus descendientes? ¿Cuál era su ocupación? ¿Qué, significa su nombre? La falta
de detalles acerca de su vida no quiere decir que Melquisedec sea como Dios, sin principio ni
fin. Simplemente se trata de una situación de información limitada. Se sabe únicamente que
fue sacerdote y queda como tal para siempre.

LA SUPERIORIDAD DE LA PERSONA DE LA CUAL DERIVA EL ORDEN 7:1–3

En el capítulo anterior se empezó a tratar el tema del sacerdocio de Cristo asentando que es
superior al levítico (Hebreos 5:1–10). Se habló de los requisitos del sacerdocio que nuestro
Señor cumplió. Siguiendo el argumento, en este pasaje veremos que es superior a los levitas
debido al orden sacerdotal al que pertenece.

Superioridad por sus características

Es universal
En los primeros tres versículos del capítulo siete se dan algunos rasgos de Melquisedec sin
entrar en detalle. Se nos dice que fue rey y sacerdote a la vez. Rey de Salem y sacerdote del
Dios Altísimo. Es interesante que Génesis no menciona a Dios como Jehová al referirse al Dios
de Melquisedec. Esto demuestra la universalidad de su sacerdocio. El sacerdocio levítico
reconocía únicamente a Jehová como su Dios, algo muy particular para Israel.

EL ORDEN SACERDOTAL DE MELQUISEDEC ES UNIVERSAL

Fue reconocido por Abraham


Melquisedec recibió el diezmo de los despojos de la batalla de manos de Abraham y a
cambio le extendió una bendición especial. Como no se menciona su genealogía muchos han
querido decir que fue una teofanía (aparición de Dios). Sin embargo, Abraham lo reconoció
como sacerdote y le hizo entrega de la ofrenda correspondiente.

Cumple con los requisitos del sacerdocio levítico


Ya vimos en Hebreos 5:1 que un sacerdote tiene que ser hombre, así que Melquisedec tenía
que haber sido totalmente humano para poder desempeñar su papel, lo cual echa por tierra la
anterior suposición. Únicamente se ve a Melquisedec desarrollando su trabajo, pero no se da su
trasfondo: a dónde fue, quién era, cuál era su ministerio, etc. En eso es como Cristo.

Es eterno
Siempre que aparece Melquisedec en la Biblia se ve como sacerdote y que permanece como
tal para siempre. Esto es lo único que se sabe de él.

EL SACERDOCIO DEL ORDEN DE MELQUISEDEC NO TIENE PRINCIPIO NI FIN

LA SUPERIORIDAD DE ESTE ORDEN SACERDOTAL 7:4–28

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En el desarrollo del pasaje podemos ver que se mencionan dos órdenes sacerdotales. Por lo
que estudiamos en la lección anterior, dos de ellos no pueden funcionar simultáneamente, así
que aquí se contrastan ambos y se dice que el de Melquisedec es mejor. Ahora veremos en qué
consiste esto. A través del Antiguo Testamento el orden levítico era el oficial, pero no pudo
llenar los requisitos de Dios ni proveer la eterna redención para el hombre. Cristo vino al
mundo para hacer precisamente esto. Cuando ascendió al cielo, se eliminó el orden sacerdotal
levítico y entró en vigor el de Melquisedec

Superioridad demostrada en el diezmo 7:4–10


El asunto del diezmo en este pasaje, juega un papel muy importante porque en él se
fundamenta la preeminencia del sacerdocio de Melquisedec

Melquisedec recibió diezmos de Abraham 7:4


El que aparezca la palabra patriarca en este versículo para describir a Abraham, significa que
éste es mayor que los sacerdotes levíticos. Entonces si Abraham, fundador de la raza hebrea,
dio diezmos al rey/sacerdote, es claro que se debe a que es mayor que aquél y los levitas. A
pesar de que Abraham era patriarca, sin preguntar nada, dio sus diezmos reconociendo así la
hegemonía de Melquisedec.

Los Levitas toman los diezmos por mandamiento 7:5–6


Por arreglo divino, los sacerdotes levíticos habían sido ordenados para tomar los diezmos
del pueblo (Vea Números 18:20, 21). Pero Melquisedec, quien no tenía ninguna relación con
Abraham, aceptó la ofrenda como un derecho que poseía legalmente. Mientras los levitas
recibían los diezmos por mandamiento, Melquisedec los obtuvo por razón de lo que era
personalmente y no por mandato.

Los levitas toman el diezmo como hombres mortales 7:8


Los levitas morían, pero según el pasaje, Melquisedec vive para siempre. ¿En qué sentido
dice esto? No es que fuera inmortal; si lo fuera, dejaría de ser hombre. Su inmortalidad se basa
en que no hay referencia a su muerte en los registros bíblicos; en cambio, sí se mencionan las
de los levitas. Sin duda Melquisedec tuvo padre y madre, principio y fin, como cualquier mortal.
Hebreos toma este incidente y lo considera un tipo de Cristo.

Leví pagó diezmos a Melquisedec 7:9–10


Cuando Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, también lo hizo Leví, nieto de Abraham.
Aunque no lo hizo personalmente, sí los dio en forma potencial, porque estaba en el cuerpo
(“aún estaba en los lomos de su padre”) de Abraham. En consecuencia, cuando el patriarca
pagó los diezmos, también los pagó Leví porque estaba incluido en el cuerpo de su antecesor.
En otras palabras, Leví pagó el diezmo a través de Abraham. El escritor utilizó este argumento
reconociendo que era un poco forzado. Pero era con el único propósito de expresar esta
profunda verdad.

44
EL MENOR SIEMPRE ES BENDECIDO POR EL MAYOR

Para concluir esta sección, se confirma la supremacía del sacerdocio de Melquisedec con las
palabras: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor” (v. 7). La bendición
siempre procede de arriba hacia abajo. Melquisedec bendijo a Abraham, demostrando así que
era superior.

¡PENSEMOS!

Abraham era un personaje muy conocido para los hebreos. Lo consideraban el padre de su
nación. ¿Cómo demuestra el escritor de la carta que Melquisedec es superior a Abraham? Para
contestar esto, responda las siguientes preguntas: ¿Qué le dio Abraham a Melquisedec? (vv. 4–
5) ¿Qué hizo Melquisedec a Abraham? (vv. 6–7) ¿En qué sentido admitió Leví, de quien
descendieron todos los sacerdotes aarónicos, la superioridad de Melquisedec? (vv. 9, 10).

Superioridad demostrada en sus características 7:11–28


El escritor deja ahora el relato histórico de Melquisedec para enfocarse en las fallas del
sacerdocio levítico y las características del sacerdocio universal de Melquisedec. Esta sección
demuestra que había necesidad de establecer un nuevo orden sacerdotal.

Perfección 7:11–14
El sacerdocio tenía que dar perfección a los que vivían bajo el sistema, pero el levítico era
incapaz de ofrecer esto. La prueba está en que Dios tuvo que levantar otro orden, debido a que
el levítico no estaba cumpliendo su propósito y no funcionaba como debía. El anuncio profético
comprueba lo imperfecto del primero. Es decir, mientras que el orden levítico estaba en vigor,
ya se anticipaba uno mejor (Salmo 110). Cristo fue constituido como sacerdote del orden de
Melquisedec mientras el sacerdocio levítico estaba aún ministrando.
No se podía cambiar el orden sacerdotal sin cambiar su base (v. 12). El fundamento del
sistema levítico era la ley y si se iba a sustituir el orden, era necesario que también su base
fuera transformada. Este cambio radical se comprueba en los versículos 13 y 14, en donde el
nuevo sacerdote ya no tenía que observar lo escrito en la Ley. Si el sacerdocio de Cristo
estuviera bajo esta, debía pertenecer a la tribu de Leví; pero “manifiesto es que nuestro Señor
vino de la tribu de Judá” (7:14).
Era necesario el cambio de sistema sacerdotal debido a la imperfección del primero. Este
fue sustituido por un sistema superior y perfecto.

EL ORDEN DE MELQUISEDEC, DEL CUAL ES CRISTO, NO TENIA QUE CUMPLIR LA LEY PORQUE
ESTE SE HABIA ANULADO JUNTO CON EL ORDEN LEVITICO

Eternidad 7:15–19
El sacerdocio levítico descansaba en un arreglo temporal porque era imagen de uno futuro
que había sido prometido. Esto demostraba la inutilidad del primero, pues no ofrecía un perdón
perpetuo. Cuando el sacerdote levita hacía un sacrificio para evitar el juicio, éste duraba

45
solamente un año. Además, la salvación de este orden duraba mientras vivía el sacerdote.
Cuando moría, había que sustituirlo por otro, lo cual provocaba inseguridad a los que vivían
bajo ese sistema. En contraste con esto, vemos que el nuevo orden trajo salvación perpetua; su
valor no descansaba en el per se, sino en el hombre que lo administraba.

EL HECHO DE QUE CRISTO NUNCA MUERE NOS DA SEGURIDAD EN SU SACERDOCIO

Juramento 7:20–22
El juramento sirve para dar garantía a la promesa. Por ejemplo, cuando Dios le hizo una
promesa a Abraham, interpuso uno de ellos para garantizarla (Génesis 22:16, 17). Era suficiente
la promesa de Dios, pero el juramento le daba al hombre una seguridad mayor. El orden del
sacerdocio al que pertenece Cristo, fue confirmado por un juramento, dándole un carácter
superior al levítico. Los levitas tomaban sus puestos por herencia, y de esta manera
confirmaban el carácter provisional de este orden. En contraste con esto, Cristo fue hecho
sacerdote por juramento divino.

JESUS ES FIADOR DE UN MEJOR PACTO

El hecho de que el sacerdocio de Cristo es perfecto, eterno y constituido por juramento,


eleva el pacto del cual él es fiador a un nivel más alto que el del sacerdocio levítico (Hebreos
7:22). Esto manifiesta otra evidencia de la superioridad del sacerdocio de Cristo. Más adelante
trataremos con más detalle este tema. Por ahora, solamente diremos que un pacto es un
acuerdo entre dos personas. El pacto levítico dependía de la obediencia a la ley para que Dios
cumpliera lo prometido. El nuevo pacto depende únicamente del amor divino.

Permanencia 7:23–25
Como se dijo anteriormente, la muerte sobrevenía indefectiblemente a los sacerdotes del
orden levítico. Ninguno de ellos vivió para siempre. En contraste, Cristo vive y reina para
siempre, y por lo tanto su sacerdocio es inmutable. De este modo, la salvación que ofrece es
perfecta y eterna.
La aplicación para estos destinatarios que querían regresar al judaísmo era muy acertada.
¿Por qué regresar a lo temporal y dejar la perfección del sacerdocio permanente que puede
salvar perpetuamente?

EL SACERDOCIO DE CRISTO ES INMUTABLE

El sacerdocio de Cristo no cambia. En oposición a esto, los sacerdotes levíticos no eran


permanentes. La palabra que se usa para describir la inmutabilidad del sacerdocio de Cristo es
aprobatos (7:24). Es una palabra legal que significa inviolable. Por ejemplo, una ley física jamás
puede ser violada. En este sentido el sacerdocio de Cristo jamás puede ser cambiado por otro.

¡PENSEMOS!

46
Cuando nos sintamos desfallecer o titubear en nuestra fe, pensemos que el sacrificio de
Cristo en la cruz no sólo significó vida nueva para nosotros, sino también la seguridad de que
puede salvar perpetuamente e interceder siempre por nosotros como lo haría un sumo
sacerdote. Animemos a los debilitados o caídos de nuestra iglesia con estas verdades.

Su persona 7:26–28
En este punto ya no tiene que ver tanto el orden sacerdotal en sí sino la persona de ese
orden. El carácter perfecto de Cristo le hace mejor sacerdote que los levitas y se manifiesta en
que es:
1. Santo. La palabra en griego que se usa aquí no es la que describe a una persona separada
para Dios, sino que tiene que ver más con limpieza y significa “separación de la inmundicia”. La
persona de Cristo es santa en sí misma desde la eternidad.
2. Inocente. Este término es opuesto a maldad. Describe al hombre totalmente bueno y se
refiere a la pureza de la persona de Cristo.
3. Sin mancha. Estos vocablos describen algo completamente libre de cualquier mancha o
enfermedad que pudiera incapacitarlo para presentarse ante Dios. Quizá esto tenga alguna
referencia a la necesidad de la perfección corporal de los sacrificios del Antiguo Testamento. La
víctima impura no podía ser ofrecida al Señor. Pero el que no tuvo mancha era el único
capacitado para esta designación.
4. Apartado de los pecadores. Esto no significa que Cristo no fuera totalmente hombre, sino
que vivió apartado del pecado. La diferencia entre Jesús-hombre y el resto de la humanidad
radica precisamente en que aunque tuvo tentaciones, jamás cayó en alguna. Fue totalmente sin
pecado. Todos los calificativos mencionados hasta aquí únicamente hacen un variado énfasis en
su cualidad suprema de santidad y libertad del pecado.
5. Más sublime que los cielos. Esta frase, más que una excelencia de su persona, es un
hecho oficial mencionado con frecuencia en la epístola (4:14, 9:11 y 24).
Por estas características de Cristo no tuvo necesidad de presentar sacrificios por sus
pecados como lo hacían los sacerdotes levíticos. Antes que el sumo sacerdote pudiera ofrecer
sacrificios por los pecados del pueblo, primero debía hacerlo por los propios, porque era un
hombre pecador. Esto fue algo que nuestro Señor jamás tuvo que hacer. Esta es otra evidencia
de la perfección de Cristo en contraste con los sacerdotes levíticos.

CRISTO FUE IMPECABLE Y NO TIENE QUE OFRECER SACRIFICIO CONTINUAMENTE

Para terminar, el escritor menciona dos características más.


Mientras los sacerdotes levíticos ofrecían sacrificios diariamente, Cristo lo hizo solo una vez,
para siempre. Fue el sacerdote perfecto, y también la ofrenda perfecta “ofreciéndose a sí
mismo”. Él fue tanto la ofrenda como el que ofrendó (v. 27).
El último versículo viene a ser un resumen de este pasaje. las imperfecciones del sacerdocio
levítico se ven superadas por la excelencia del Salvador, “hecho perfecto para siempre” (v. 28).
Este tema a veces resulta un poco confuso. Pero nos debe animar el reconocer que tenemos
a un sacerdote intercediendo por nosotros ante Dios y que Cristo es superior a todos los del
Antiguo Testamento porque nos ofrece salvación eterna y comunión constante. ¿Qué más

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podríamos necesitar? Cuando se sienta solo, sin apoyo alguno, recuerde que este sacerdote
efectúa incesantemente su obra de intercesión a su favor.

¡PENSEMOS!

El sacerdocio de Jesús no es una simple doctrina abstracta, sino algo muy objetivo en
creyentes que aplican esa verdad en sus vidas. Por nuestras debilidades y caídas tan frecuentes,
debería animarnos el saber que Cristo, el único sacerdote perfecto, intercede continuamente
(v. 25), recordándole a Dios el sacrificio que hizo por nosotros. El saber que nuestro destino
está en sus manos, nos ofrece seguridad.

Un Mejor Pacto - Hebreos 8

“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas” Hebreos 8:6

Cuando una pareja joven adquiere muebles para su primer hogar lo hace de una manera
muy diferente de cuando los compra en cualquier otra etapa de su vida. Al principio buscan
muebles duraderos que no se ensucien fácilmente con los niños. También toman en cuenta el
dinero que tienen disponible.
Algunos años después, puede ser que cambien los muebles por algo más elegante y frágil.
Los niños ya están en edad de apreciar tales cosas.
Tanto los primeros planes como los segundos representan el buen juicio de la pareja, pero
los últimos son mejores. Los muebles son correctos para cada etapa. No por sustituir el
mobiliario antiguo violan sus principios o niegan sus deseos. Simplemente están actuando de
acuerdo con su nueva posición económica.
El primer arreglo que Dios hizo con el hombre, el pacto mosaico, estaba de acuerdo con sus
planes y las necesidades de la humanidad de ese tiempo. No significaba que no podía ofrecer
más, sino que decidió escoger esta forma hasta que el tiempo oportuno se prestara para
instituir una mejor manera de relacionarse con el hombre. El escritor de Hebreos quería que los
creyentes entendieran claramente el trato que Dios había hecho bajo el antiguo y nuevo
pactos.
En el progreso científico, el hombre va descubriendo nuevas cosas que en siglos pasados
jamás se pensó que habría. Los viejos inventos van dando paso a los nuevos por su durabilidad
y eficacia. En este progreso científico, el hombre a veces descubre nuevas cosas
accidentalmente o después de una larga búsqueda.
En los planes de Dios su forma de trabajo estuvo siempre completa. No es que haya ido
cambiando su sistema a medida que se iba probando en el hombre, sino que su plan es el
mismo desde la eternidad. No obstante, la forma en la que llevó a cabo su proyecto fue
variando, porque así lo dispuso. Dentro de este plan se deja ver un progreso en la revelación y
cambios en el trato de Dios con el hombre.
En este capítulo estudiaremos uno de esos cambios o progresos en el plan divino. El antiguo
pacto mosaico, abrió paso a uno mejor, hecho bajo una mejor base y promesas.

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El pasaje que analizaremos está dentro de la comparación entre el sacerdocio levítico y el
de Cristo. Recuerde que el escritor está desarrollando su argumento de “la superioridad de
Cristo” por medio de contrastes, y ahora lo está haciendo con el sacerdocio.
Sería recomendable hacer un breve repaso de lo que ya se ha visto para poder seguir el
argumento del libro. En esta comparación se menciona que ya se presentó la superioridad de
Cristo ante los ángeles y Moisés. Ahora se hace ante el sacerdocio levítico.

UN MEJOR MINISTERIO 8:1–5

El primer versículo de este capítulo nos lleva al énfasis principal de esta sección: “Tenemos
tal sumo sacerdote”. Aquí nuevamente se comienza a contrastar el sacerdocio levítico con el
mejor del Salvador.

Por su posición 8:1


Cristo se sentó a la diestra de Dios en señal de autoridad, gloria y honor; pero esto no
significa que su obra terminó, como cuando una persona se sienta a descansar después de
haber terminado su trabajo, más bien indica aprobación. El Padre Celestial lo sentó a su diestra
después de que terminó su obra en la cruz (Filipenses 2:8–11). Su ministerio como sacerdote no
pudo haber concluido en la cruz porque hoy no estaría haciendo nada. Al contrario, en la
actualidad lleva a cabo el ministerio de intercesión.

CRISTO ESTA SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS INTERCEDIENDO POR NOSOTROS

Para el pueblo de Israel, los puestos de sacerdote y rey siempre habían estado separados.
Pero algunas profecías mesiánicas, como el Salmo 110 y Zacarías 6:13, indican que Cristo sería
un rey-sacerdote. A los hebreos les costó aceptar este concepto porque para ellos el sacerdote
ministraba ante Dios, pero nunca se sentaba en su presencia.

Por su lugar de ministerio 8:2


El Tabernáculo que Moisés erigió por mandato de Dios fue diseñado para enseñar al pueblo
que hay uno en el cielo, del cual ese era solamente una réplica. Lo que pasaba en el
Tabernáculo terrenal indicaba a Israel cómo llegar al Señor. Los sacerdotes de la tribu de Leví
servían en aquel, el cual era sólo sombra y figura del celestial (v. 5). Pero el verdadero santuario
que está en el cielo, es en el que Cristo está sirviendo y en el cual entró una vez y para siempre
ofreciendo un sacrificio perfecto. Esto es en contraste con los sacerdotes de antaño, que debían
entrar en el templo cada año para presentar holocaustos por sus pecados y por los del pueblo.
Por medio del sacrificio único del Señor podemos entrar en el Lugar Santísimo.

EL SACRIFICIO VICARIO DE CRISTO NOS PERMITE LA ENTRADA AL LUGAR SANTISIMO

Porque su ministerio se basa en una mejor sangre 8:3


El sumo sacerdote del orden de Leví no podía entrar en el Lugar Santísimo sin llevar sangre
(9:7). Hacían el sacrificio con animales. Este versículo significa que si aquellos que ministraban
en el Tabernáculo, el cual sólo era “figura y sombra de las cosas celestiales”, tenían que

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presentar un sacrificio de sangre, mucho más Cristo que ministra en el verdadero Tabernáculo.
El sacrificio del Mesías debería ser de mejor sangre que el de aquéllos. Este versículo nos da una
razón de por qué Cristo tenía que morir.

Porque no se limita a ordenanzas 8:4–5


Si el sacerdocio de Cristo fuera terrenal, no sería sacerdote porque no pertenecía a la tribu
de Leví. Bajo la ley mosaica la función sacerdotal era llevada a cabo por los levitas, quienes
ofrecían los sacrificios de acuerdo a la Ley. Jesús, siendo de la tribu de Judá, no llenaba los
requisitos para ejercer el sacerdocio conforme a la Ley, pues según ella, el sacerdocio era un
ministerio desarrollado en la tierra mientras que su ministerio se lleva a cabo en el cielo.

CRISTO ES SACERDOTE DE UN MEJOR PACTO PORQUE OFRECIO UN MEJOR SACRIFICIO

¡PENSEMOS!

Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre ejerciendo un amplio ministerio de


intercesión a favor de los creyentes. 1 Juan 2:1 confirma esta verdad. ¿Cómo afecta su vida esta
seguridad? Decida compartir este conocimiento con otros que aún no creen en Jesucristo como
su Salvador.

UN MEJOR PACTO 8:6–13

Cristo oficia no sólo en un santuario mejor que el levítico, como se ha demostrado en los
versículos 1 al 5, también está relacionado con un mejor pacto. Para probar esto, se cita una
porción de Jeremías 31 que justifica esta afirmación de superioridad. Basta con analizar Éxodo
19:1–6 (el viejo pacto) y Jeremías 31:31–34 para entender la superioridad del nuevo pacto.

Trasfondo del nuevo pacto 8:6–13


En la Biblia aparece varias veces la palabra “pacto”. El Diccionario Ilustrado de la Biblia lo
define como “acuerdo mutuo entre dos o más socios que los vincula y obliga a una reciprocidad
de beneficios y obligaciones”. Hubo solamente ocho pactos que Dios hizo con el hombre. Dos
de ellos son los de más importancia porque trazan el desarrollo del plan divino para su pueblo.
Uno de ellos es el que se conoce como el “pacto abrahámico”, del cual se derivan tres de los
ocho pactos. El otro es el pacto mosaico, que es el que Dios hizo con Moisés y el pueblo al
entregar la Ley (Éxodo 19). Pero, ¿qué relación tienen estos convenios con el nuevo que
menciona nuestro pasaje? Hebreos 8:13 habla de dos pactos: el antiguo y el nuevo. El primero
se refiere a las ordenanzas de la Ley y el sistema levítico, y es con el que se está contrastando
en este pasaje con el mejor pacto. El nuevo pacto tiene que ver con el abrahámico.
Para entender esta relación del nuevo con el abrahámico, tenemos que remontarnos a
Génesis 12:1–3, puesto que ahí es donde se origina. En ese pasaje podemos ver que Dios hace
un convenio con Abraham. Sobresalen tres promesas que se refieren a tres áreas: la nacional
(“nación grande”), la simiente (“engrandeceré tu nombre”) y la bendición (“serán benditas en ti
las familias de la tierra”), las cuales se extienden y ratifican en otros tres pactos.

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El primero es el que se conoce como pacto palestino (Deuteronomio 28 al 30), en el cual
Dios promete tierra para esa nación. El segundo es el pacto davídico (2 Samuel 7:16) en el cual
se promete a ese rey un reino perpetuo. El tercero es el nuevo pacto (Jeremías 31:31–34) que
es la provisión que Dios haría para las necesidades de la gente a través de la simiente de
Abraham.

PACTO ABRAHAMICO
Nacional →
Simiente →
Bendición Universal →
Pacto Palestino: Tierra
Pacto Davídico: Reino
Pacto Nuevo: Perdón
Tierra
Reino
Perdón

Es importante notar el carácter incondicional de este pacto. Según las costumbres en los
tiempos de Abraham, ambos pactantes tenían que cumplir con condiciones que ellos mismos
establecían. Para ello tomaban animales y los partían por la mitad, poniendo cada mitad una
enfrente de la otra. Entonces caminaban entre los animales partidos, diciendo: “Si no cumplo
con este pacto, que me pase a mí lo mismo que a estos animales”. Es interesante notar que en
Génesis 15, cuando Dios está haciendo este pacto con Abraham, sólo el Señor pasó a través de
los animales partidos, enseñando así que se comprometía a cumplir con este pacto sin
demandar nada de Abraham. De ahí que el pacto sea incondicional. Abraham no tenía que
hacer nada para que Dios cumpliera.

CUADRO DE LOS PACTOS – “Las promesas a Abraham”

“Haré de tí una nación grande”



PACTO PALESTINO Dios promete tierra a la nación
“Engrandeceré tu nombre”

PACTO DAVIDICO Dios promete un reino perpetuo para Israel
“Serán benditas en ti todas las familias de la tierra”

NUEVO PACTO Dios provee las necesidades de la gente a través de la simiente de Abraham
Promesa del nuevo pacto (Jeremías 31:31–34)
Ayudará mucho estudiar el contexto de este pacto en Jeremías 31 para entender en qué
consiste. En Jeremías 30, el profeta habla de la promesa de libertar a Israel del cautiverio en
forma nacional y personal (v. 11). La primera tiene que ver con librarlos de sus enemigos, y la
segunda del pecado. Esta libertad se efectuaría a través de un príncipe (v. 21). En el capítulo 31,
el profeta describe el amor de Dios que haría posible esta salvación. Jeremías 31:31–34 es el

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mismo pasaje que aparece en Hebreos 8:8–13 y que es la base para la salvación prometida en
el capítulo 30. También es parte de la bendición del pacto abrahámico de Génesis 12:3.

EL NUEVO PACTO NO EXIGE CUMPLIMIENTO A LA LEY

Cuando dice Hebreos 8:9: “No como el pacto que hice con sus padres”, se refiere al mosaico
de Éxodo 19. “Después de aquellos días” (Hebreos 8:10), cuando termine el pacto mosaico, Dios
hará un nuevo convenio, que tiene que ver con un conocimiento perfecto de la voluntad de
Dios y perdón de pecados (v. 12). El pacto mosaico quedó abolido cuando Cristo murió en la
cruz, dando por terminado el requisito de cumplir la Ley para entrar en la presencia de Dios.
Nuestro Salvador anunció la iniciación de esta nueva etapa cuando cenaba con sus discípulos en
el Aposento Alto poco antes de ser entregado (Lucas 22:20), y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre”. En otras palabras, estaba diciendo: “Cuando mi sangre sea derramada dentro de
pocas horas, el antiguo pacto se dará por terminado y se instituirá el nuevo predicado por
Jeremías”. La sangre de este sacrificio de Cristo es la base del nuevo pacto.

Características del nuevo pacto (Hebreos 8:8–12)


En griego hay dos palabras para “nuevo”. Una es neos, que significa “nuevo” en el sentido
de ser renovado o adaptado. Es como cuando una llanta de un carro se lleva a renovar o
recubrir (reencauchar). No se cambia la llanta por una nueva, sino que se utiliza la misma y se
pone como nueva. La otra palabra es kainos, que también significa “nuevo”, pero en el sentido
de totalidad, diferente. Algo que es reproducción, es nuevo en el sentido de neos pero no de
kainos. El nuevo pacto es kainos, totalmente distinto al antiguo. Esta es la palabra que aparece
en el original.
Para describir al antiguo, en 8:13 se usan dos palabras muy significativas. Una es gerskon
que significa “en decadencia”. La segunda es afasnismos, que se usaba para describir una
ciudad que es arrasada o eliminada en su totalidad. Es así como el antiguo pacto desapareció
del todo.
El nuevo convenio no sólo se distingue por ser superior al antiguo sino que además tiene
ciertas cosas que lo identifican claramente.

Es universal
En primer lugar, su alcance es universal. Esto es algo enteramente nuevo. En el antiguo
pacto, había una marcada división entre el pueblo escogido por Dios, y los gentiles. Israel era el
medio por el cual Dios se revelaba al hombre. Tenían la Ley y gozaban de una comunión
especial con su Creador. En cambio, los gentiles estaban separados de ellos y eran tratados con
desprecio. En el nuevo pacto no existen distinciones ni una clase especialmente privilegiada
(vea Efesios 2:11–22), sino que incluye a todos los hombres.

Es incondicional
En segundo lugar, no depende de la obediencia como el antiguo, en el cual Dios dijo: “Si
guardareis” (Éxodo 19:5). Esto significa que si Israel cumplía, Dios también cumpliría. Pero en el
nuevo pacto, Dios dice: “Yo haré” (Hebreos 8:10), demostrando la incondicionalidad de su

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convenio. No consta de una ley que exige obediencia absoluta sino de un ferviente deseo de
obedecer que nace del corazón del hombre (vv. 10–11).

Es por gracia
En tercer lugar, proveería de un verdadero perdón (v. 12). Dios dijo que olvidaría por
completo sus pecados. Bajo el antiguo pacto, el hombre solo podía mantener su relación con
Dios obedeciendo la Ley, es decir, mediante sus esfuerzos. Ahora, la relación depende
solamente de la gracia de Dios, y no de la obediencia humana. Es un perdón eterno que olvida
todas las iniquidades del hombre y su incapacidad de cumplir con la Ley.
La conclusión es: ¿Por qué querrían los destinatarios regresar al judaísmo, cuando éste
estaba basado en un pacto incompetente? En cambio, el nuevo es mucho mejor y está basado
en promesas eternas.
En este capítulo hemos aprendido dos cosas en especial:
1. Que el ministerio de Cristo se está llevando a cabo en el Tabernáculo real, que está en el
cielo, no como en tiempos de Moisés, en que el sacerdote oficiaba en lo que era figura de aquel
Tabernáculo. Cuántos cristianos hay que siguen confiando en lo material, en las cosas pasajeras
de este mundo, aun sabiendo que todo lo que hay de este mundo tiene que terminar. Nos
conviene depositar nuestra confianza en lo real, en lo celestial y no en lo pasajero de este
mundo.
2. Que Cristo inauguró un pacto nuevo por el que nos ofrece perdón eterno. El cristiano ya
no tiene que cumplir con ritos legalistas. Ahora debe confiar en que Dios va a cumplir con esa
promesa.

¡PENSEMOS!

El pueblo de Israel tenía que cumplir con muchos ritos y costumbres para llevar a cabo su
adoración a Dios. Cuando Cristo vino, todo esto cambió. Nosotros tenemos plena libertad de
entrar en la presencia de Dios porque él nos ofrece un perdón eterno. Ya no tenemos que
cumplir con reglamentos como antes. Permanezcamos firmes en nuestro amor a Dios y a
quienes nos rodean y sirvamos con todo nuestro corazón.

Superior en su Ministerio - Hebreos 9:1–10:10

“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio
y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre
de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el
Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. Hebreos 9:11, 12

Se cuenta de una señora que entró en la capilla de cierta iglesia cargando un costal de
peticiones, confesiones y culpas. Casi no podía caminar con semejante peso en su espalda. Al
llegar al altar, colocó el costal en el piso y empezó a sacar las peticiones.
“Oh, Señor”, decía, “no le enseñé a mi hijo tus caminos y ahora está perdido. Perdóname y
salva a mi hijo. También, Señor, perdona mi amargura. He sufrido mucho, pero quiero confiar

53
en tí. También te pido por mi esposo. Está muy enfermo y yo no puedo cuidarlo. Perdóname,
Señor. Ahora, gracias por oírme y perdonarme. Dejo ante tí mis peticiones y mi dolor. Amén”.
Al terminar recogió el costal y en vez de irse libre de las cargas que había dejado ante Dios,
volvió a meterlas dentro. Salió de la capilla igual que como entró, cargando el peso excesivo.
¿De qué sirve exponer ante Dios nuestras peticiones y culpas si no las dejamos en sus
manos? Por el sacrificio de Cristo en la cruz, podemos descansar de nuestros pecados y la culpa
que producen. El ya llevó todo esto.
Este pasaje de Hebreos habla del ministerio superior de Cristo. Su sacrificio acarrea mejores
beneficios y se efectúa en un santuario celestial; por eso es superior.
Hace más o menos una generación, el equipo para lavar ropa de toda ama de casa consistía
de una cubeta, un lavadero o una tabla para tallar y un jabón amarillo. Con estos elementos
lograban hacer un trabajo satisfactorio. Pero en la actualidad, las lavadoras automáticas, los
detergentes químicamente mejor preparados y blanqueadores hacen un trabajo mucho mejor.
El equipo moderno lava mejor la ropa y ahorra a las lavanderas y amas de casa tiempo y
esfuerzo. Esto es precisamente lo que el escritor de Hebreos quiere explicar a los recipientes de
su misiva. ¿Por qué pensar en regresar a lo antiguo cuando la expiación que Cristo nos ofrece es
mejor y dura eternamente?
Expiación. El significado de esta palabra originalmente era “cubrir”. En relación con el
sacrificio del Antiguo Testamento, el día de expiación mantenía el pecado cubierto sin quitarlo
(Hebreos 10:4). Más bien prefiguraba el sacrificio de Cristo que sí lo pudo quitar (Juan 1:29). Es
interesante notar que en el Nuevo Testamento no se usa esta palabra sino propiciación o
satisfacción.

MEJOR SANTUARIO Y ORDENANZAS 9:1–12

El Tabernáculo ocupaba un lugar muy importante para Israel. Era el punto de contacto entre
Dios y el pueblo. Pero ese lugar y todos sus ritos no eran capaces de quitar el pecado y la culpa
que sufría el hombre.
En contraste con esto, el pasaje presenta el ministerio de Cristo que sí pudo satisfacer las
demandas de Dios.

Descripción del antiguo pacto 9:1–10


El primer versículo del capítulo 9, describe las características del antiguo pacto (el mosaico),
diciendo que tenía ordenanzas de culto y santuario terrenales. Los versículos 2 al 5 se refieren
al santuario o tabernáculo, aunque no lo describen con detalles. No era necesario explicar este
tema porque sus lectores (quienes eran judíos) lo comprendían. Por lo tanto, únicamente
menciona que el santuario se dividía en dos partes: Lugar Santo (v. 2) y Lugar Santísimo (v. 3). El
primero contenía el candelero y la mesa de los panes; el segundo, un incensario y el arca del
pacto sobre el cual estaba el propiciatorio donde Dios se comunicaba con el sumo sacerdote
(Éxodo 25:22).
Después de hacer esta descripción habla de las ordenanzas (Hebreos 9:6–10). Dice que en el
Lugar Santo los sacerdotes entraban continuamente para realizar su oficio, pero en el Lugar
Santísimo entraba una vez al año sólo el sumo sacerdote para ofrecer el sacrificio por sus

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pecados y por los del pueblo. Estas ordenanzas no se analizan porque los destinatarios las
conocían. Pero como nosotros no, las explicaremos más en detalle.
Había dos eventos que tenían un significado especial para este pueblo relacionados con el
oficio diario de los sacerdotes y el del sumo sacerdote.
El primero tenía que ver con las ofrendas diarias (Éxodo 29:38–46), en las cuales el
sacerdote tomaba dos corderos todos los días para ofrecerlos en la mañana y en la tarde. La
sangre que se ofrecía en este sacrificio era para mantener limpios a los israelitas todos los días
durante el año y también para protegerlos de juicio por sus pecados diarios.
El segundo era el día anual de expiación (Levítico 16), que era un acto general de limpieza
por todos los pecados e impurezas. Tenía que ser un día de humillación (Levítico 16:33). No era
un día de fiesta sino de ayuno. El judío piadoso se preparaba absteniéndose de alimento con
diez días de anticipación. En ese día el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo a ofrecer
sangre en el propiciatorio después de haber sacrificado a un animal. En nuestro pasaje, Hebreos
9:7, se hace resaltar la importancia de la sangre ofrecida en este sacrificio. La sangre le daba
una base a Dios para posponer la deuda del pecado. Es por esta razón que los sacrificios
continuos no podían quitar el pecado. Únicamente lo cubrían. En otras palabras, la sangre del
animal era un anticipo que prometía un pago futuro que sería hecho por Cristo. Después de
esta ordenanza o sacrificio, el pueblo experimentaba una limpieza que les protegía de juicio por
un año; pero esta experiencia no duraba en la mente del israelita por mucho tiempo, pues
volvía a pecar y sufría de culpabilidad hasta el siguiente año.
Así que mientras la nación era protegida de juicio por el día de expiación, el individuo era
salvo del juicio inmediato por las ofrendas diarias. Este era el cuadro que estaba en la mente
del escritor. Con esto quiere decir que el sacrificio del antiguo orden no podía proveer un
perdón permanente porque su base era inadecuada (v. 10), ya que descansaba en ordenanzas
carnales. El israelita sufría de culpabilidad y tenía que hacer sacrificios diarios, porque el anual
no podía limpiar la conciencia del devoto practicante (v. 9).

¡PENSEMOS!

Llene los espacios con las palabras correctas:


El antiguo pacto era caracterizado por dos cosas (Hebreos 9:1). ¿Cuáles eran?

_____________ y _____________

Había también ciertas ordenanzas o ritos que se efectuaban en el Tabernáculo. Su


propósito era confesar el pecado y tener comunión con Dios. Para entenderlas mejor,
regresemos al Antiguo Testamento:

OFRENDAS DIARIAS
Éxodo 29:38–46
DIA DE EXPIACION
Levítico 16
Hechas por:
Hecho por:

55
Cómo:
Cómo:
Para:
Para:

Descripción del nuevo pacto 9:11–12

Mejor santuario
Mientras el anterior contaba con un santuario terrenal, el nuevo con “el más amplio y más
perfecto tabernáculo” (v. 11). Es mejor porque su origen es divino (no de esta creación), es
eterno (no temporal), es celestial (no terrenal). Esto demuestra que el ministerio de Cristo se
lleva a cabo en un mejor santuario (8:2).

No requiere de ritos
Mientras el antiguo pacto contaba con ordenanzas y ritos (9:1), el nuevo no tiene
obligaciones que se tienen que cumplir

No tiene que repetirse


Puesto que el sacrificio presentado es perfecto, no tiene que repetirse constantemente
como el antiguo

Es eterno
Cristo se ofreció a sí mismo como sacrificio perfecto y como es el Sumo Sacerdote del nuevo
pacto, “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo”. Por esta razón puede ofrecernos
“eterna redención”.

¡PENSEMOS!

En estos dos versículos hay cinco puntos que muestran la superioridad del sacrificio de
Cristo:
• Es sacerdote de los bienes venideros (que son los beneficios de la redención).
• Funciona en un tabernáculo perfecto.
• Ofreció su propia sangre.
• Entró una vez y para siempre en el santuario celestial.
• Obtuvo eterna redención.
Analice con cuidado estos postulados y propóngase ayudar a quienes no conocen los
beneficios espirituales de creer en Cristo.

Con esta serie de argumentos el autor está preparando a sus lectores para la afirmación de
10:9: “Quita lo primero para establecer esto último”.

OFRECE MEJORES BENEFICIOS 9:13–28

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El sistema sacrificial del Antiguo Testamento era muy complicado y extenso y tenía una
limitación muy grave. Sólo podía limpiar el exterior de la persona “la purificación de la carne”
(Hebreos 9:13). En cambio, la sangre de Cristo, además de limpiar el exterior, también lo hace
con la conciencia.
Esta epístola nos recuerda repetidas veces cuánto mejor es el nuevo pacto con su sacrificio
más perfecto que el anterior y cuánto más podría hacer por los lectores de la epístola. Solo
debían dejar lo que tenía valor limitado y temporal y tomar los beneficios que Dios había
preparado para ellos.

Limpieza interior 9:13–14


Las ofrendas a las que se refiere el versículo 13 son las del día de expiación (Levítico 16) y las
de la purificación de lo inmundo (Números 19) que era cuando un israelita tenía contacto con la
muerte o con alguna enfermedad inmunda (como la lepra). Tenían como propósito limpiar la
inmundicia del pecado y la contaminación. Eran limitadas porque sólo limpiaban lo externo
“purificación de la carne” (v. 13). Pero el problema básico del hombre es la inmundicia interior,
y estos sacrificios no podían hacer nada por este problema. En contraste con éste, el versículo
14 nos dice que el sacrificio de Cristo no solamente limpia lo externo, sino también lo interno:
“Limpiará vuestras conciencias”.
Aquí surge una pregunta: ¿Por qué tiene más valor la sangre de Cristo que la de los
animales? El versículo 14 nos da una clave: porque él fue “sin mancha”. Cuando Adán pecó,
todo cayó bajo condenación, inclusive los animales, plantas y el hombre mismo. Así que la
sangre de animales estaba condenada, pero la de nuestro Señor era inmaculada. Otra razón de
la superioridad de la sangre de Cristo a la de los animales, es que la de Cristo fue ofrecida en
forma voluntaria; él “se ofreció a sí mismo… a Dios” (v. 14). En contraste con esto, el animal
tenía que ser atado para ser sacrificado (Salmo 118:27). Se dificultaba acercarlo al altar, porque
olía la muerte y por instinto se apartaba. Entonces se puede decir que la sangre de Cristo es
mejor, porque es sin mancha y voluntaria, y por esta razón podía limpiar la conciencia (la
inmundicia interior).

LA SANGRE DE CRISTO DERRAMADA EN LA CRUZ FUE MAS EFICAZ QUE LA DE LOS ANIMALES
PORQUE EL FUE SIN MANCHA Y SE OFRECIO VOLUNTARIAMENTE

Provee esperanza para los que vivieron bajo el primer pacto 9:15
Aquí se manifiesta el sorprendente hecho de que la muerte de Cristo tiene poder
retroactivo. Es decir, los que vivían bajo el antiguo pacto alcanzaron la herencia eterna por su
sacrificio. Aquellos pecados que el sacrificio de animales sólo cubría, la muerte del Señor los
eliminó para siempre (9:12). Por tanto, la eficacia del sacrificio de Cristo alcanza a las
generaciones precedentes, de tal manera que los patriarcas, profetas y todos los llamados
podían recibir por él la herencia eterna (11:40).
En 9:16–22, el escritor hace un paréntesis para explicar brevemente que los beneficios de
Cristo tienen un precio. En otras palabras dice: El perdón que Dios ofrece en el nuevo pacto
tiene un precio muy alto y lo explica con dos ilustraciones. La primera se refiere a los beneficios
de un testamento (vv. 16–17), documento que no se hace efectivo hasta que muera el testador.

57
Es como un requisito sin el cual queda sin valor. De igual manera, el nuevo pacto entró en vigor
cuando Cristo murió.
La segunda ilustración retrocede al sistema sacrificial hebreo (vv. 18–22), cuando se
inauguró el antiguo pacto bajo Moisés. En esa ocasión el pueblo aceptó la ley como condición
de su relación con Dios. Aunque no se dan detalles, se introduce algo de este evento al citar
becerros, machos cabríos, escarlata e hisopo, el rociamiento del libro, los vasos y el pueblo. La
idea básica es que no puede realizarse la purificación si no hay derramamiento de sangre. Estos
dos ejemplos enseñan la verdad de que para poder gozar de los beneficios del nuevo pacto,
Cristo tuvo que morir (como en el caso del testamento). No se podía hacer una purificación a
fondo sin existir el derramamiento de sangre.

Quita el pecado eternamente 9:23–28


La manera en que el escritor ha venido presentando su argumento es a base de comparar el
antiguo pacto con el nuevo. En ocasiones hasta parece que repite varias veces una misma cosa.
El contenido de estos versículos (23–28) ha sido presentado anteriormente (vv. 11–12), pero
ahora se hace con una nueva enseñanza. Lo que quiere decir es que Cristo, al entrar al
santuario celestial con un solo sacrificio, pudo quitar para siempre el pecado. Porque si esto no
hubiera sido suficiente, tendría que padecer repetidas veces, como era el caso de los sacrificios
en el antiguo pacto. Pero por este solo hecho, el Señor entró a la presencia misma de Dios para
presentarnos limpios ante él. En este único sacrificio, nuestro Redentor llevó el castigo que
merecíamos. Así que Dios ya no ve nuestro pecado porque éste ya fue limpiado y nos ha
declarado justos. Esta grandiosa obra de Cristo debe motivarnos a amarle más cada día y estar
dispuestos a servirle.

CRISTO FUE OFRECIDO UNA SOLA VEZ PARA LLEVAR LOS PECADOS DE MUCHOS

¡PENSEMOS!

La obra de Cristo en la cruz costó mucho: pagó con su vida por los pecados de todo el
mundo. ¿Cómo debemos cambiar nuestra vida a la luz de esta verdad? ¿Estamos dispuestos a
seguirle con fidelidad en gratitud por su sacrificio supremo? O más bien ¿somos egoístas y no
queremos comprometernos en el servicio cristiano? Haga una oración al Padre dándole gracias
por proveer un medio para que pudiéramos acercarnos a él confiadamente y agradezca a
Jesucristo la entrega desinteresada de su vida.

MAYOR EFICIENCIA 10:1–10

Para probar la eficacia del sacrificio de Cristo, el escritor regresa otra vez al antiguo sistema
sacrificial para enseñar que éste no pudo proveer la perfección. La razón que da es que la ley es
simplemente una sombra de lo verdadero, una silueta sin realidad ni sustancia (v. 1). No la está
menospreciando ya que ésta cumplió un propósito. Únicamente está tratando de enseñar que
el sacrificio nuevo es más eficiente. Los sacrificios bajo el sistema mosaico tenían que repetirse
sin cesar. Ahora, si una cosa es realmente eficaz, no necesita repetirse. El mismo hecho de

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repetición constante es la prueba de que no puede ofrecer perfección. De hecho, estos
sacrificios sólo servían para recordarles su pecado (v. 3), pero no lo quitaban (v. 4).
En contraste con esto, el sacrificio de Cristo fue suficiente. Para probarlo, se cita el Salmo 40
donde dice que la perfección viene a base de obediencia y no de sacrificios de animales. El
énfasis recae en la obediencia de Cristo. Para los judíos, el sacrificio llegó a ser un medio para
comprar el perdón. Por esta razón el Antiguo Testamento insiste en que Dios no quiere
sacrificios, sino obediencia (1 Samuel 15:22, Salmo 51, Oseas 6:6, Isaías 1:10–20).
En resumen, el pasaje dice que la perfección no viene a través de los sacrificios de animales,
sino del sacrificio obediente de Cristo. Por esta razón el versículo 9 de Hebreos 10 dice que
Cristo, al obedecer a Dios, quita lo primero (el sistema sacrificial mosaico), para establecer lo
último (el sacrificio obediente y perfecto de Cristo). Se eliminó el sistema antiguo que era
inadecuado e ineficiente para establecer el nuevo, a base de un sacrificio voluntario y por lo
mismo, más eficiente.

¡PENSEMOS!

Para los lectores de esta carta, la aplicación de las verdades de esta porción viene siendo
casi idéntica a las de los capítulos anteriores. ¿Por qué regresar al sistema antiguo cuando éste
no satisface las demandas de Dios ni las necesidades personales de ellos?

Para nosotros, la aplicación es obvia también. ¿Por qué insistimos en confiar en otras cosas
o personas cuando Cristo nos ofrece lo máximo? Todo lo demás nos desilusiona porque falla;
pero él no falla.

Superioridad en Privilegios y Responsabilidades - Hebreos 10:19–39

“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones
de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” Hebreos 10:22

Imagínese que vive en un pueblo del interior. Es un lugar muy quieto y bonito, pero sin
algunas de las comodidades que se encuentran en las grandes ciudades. Hay una gasolinera, un
mercado y varias tiendas chicas. También hay una repetidora de televisión que transmite a esa
región del país, la cual da fin a su programación a las diez de la noche.
Todos los martes hay un programa sobre agricultura, maquinaria e irrigación. Casi siempre
empieza a las nueve de la noche y termina a las diez, pero a veces se atrasa.
Supongamos que una noche el programa empieza un poco tarde. El locutor va a hablar de
cómo componer un tractor. Primero saca todas las herramientas necesarias y las explica una
por una y sigue con el mecanismo del tractor. Luego da una lista de los posibles problemas que
puede tener una máquina de esas y escoge uno en especial para tratarlo.
Por unos minutos pasan los anuncios de un antiácido, los últimos modelos de automóviles y
de un shampoo no alcalino. Cuando regresa el locutor, sólo tiene tiempo de decir: “Y ahora
veremos cómo componer el tractor”. Repentinamente aparecen en la pantalla los cuadritos o
rayas con las que la estación repetidora anuncia el final de su programación.

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¿Aprendió usted cómo componer un tractor? No. Sólo vio un estudio sobre herramientas,
refacciones o repuestos y una lista de posibles problemas. ¿De qué sirvió todo eso si no lo
puede usar para arreglar su tractor? La información es interesante, pero no tiene uso práctico.
Esto mismo se puede aplicar a las cosas espirituales. ¿De qué sirve saber: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13), si nos paralizamos al enfrentar un problema? Toda
enseñanza o información debe ponerse en práctica para que sirva de provecho.
Siempre se ha dicho que un gran privilegio exige una gran responsabilidad. Los grandes
hombres de empresa por ejemplo, cuentan con relativo desahogo económico, tal vez lujo,
fama, etc., que muy poca gente puede gozar. Sin embargo, las responsabilidades que tienen
encima también son mayores que las del común de las personas.
Lo mismo se puede decir de la vida cristiana. Gozamos de privilegios únicos tales como ser
salvos por la gracia divina, del apoyo de un Dios Todopoderoso, vida eterna, y al contrario del
pueblo de Dios que vivió antes de Cristo, ahora podemos acercarnos directamente a la
presencia del Altísimo sin necesidad de ritos e intermediarios.
Todos estos privilegios y muchos más hacen del creyente una persona distinta de las demás,
pero esta diferencia le hace responsable ante el mundo de llevar una vida recta y obedecer en
forma absoluta la Palabra divina. En este capítulo estudiaremos algunas de esas prerrogativas y
la responsabilidad de mantenernos firmes y constantes en la vida de fe.
Como se estableció al principio, los últimos capítulos del libro de Hebreos, comenzando con
este pasaje, se dedican a enfatizar el aspecto práctico de la vida cristiana con el fin de aplicar la
enseñanza que se ha venido dando. Hasta ahora, el énfasis ha sido exclusivamente en la
persona y obra de Cristo, pero a partir de este pasaje, estará en el hombre mismo y lo que Dios
demanda de él a la luz de lo que Jesús ha hecho. La exigencia del Señor no consta únicamente
de lo que debe hacer el creyente (vv. 22–25), sino en lo que no debe hacer (vv. 26–31). Es
posible que al tratar esto último habrá mucha discusión, ya que no es un pasaje fácil, pero no
conviene pasar mucho tiempo tratando algo que ni los más destacados eruditos de la Biblia han
podido resolver.

LA RESPUESTA DEL CRISTIANO A LA OBRA DE CRISTO DEBE SER DE GRATITUD Y DE FRUTOS QUE
LO GLORIFIQUEN

LO QUE CRISTO HA HECHO 10:19–21

En todo discurso o argumentación debe haber una conclusión objetiva y una aplicación
práctica, si no, no deja de ser sólo una serie de palabras sin propósito. En las cartas de Pablo,
por ejemplo, hay mucha enseñanza sólida; pero antes de terminar, da una aplicación práctica a
base de lo enseñado. Lo mismo podemos decir de Hebreos. No es en vano todo lo que se ha
dicho y que hemos estudiado. Tiene que haber una conclusión práctica a todo lo expresado y la
encontramos precisamente en este pasaje.
“Así que” es la primera frase que aparece en el versículo 19 y anuncia el clímax a donde el
escritor quiere dirigir a sus lectores. Incluye todo lo que hasta aquí se les ha enseñado.
Primero desarrolló el tema de la superioridad de Cristo comparándolo con los ángeles,
Moisés, los sacrificios, etc., para que los lectores dejaran de confiar en lo pasado y lo externo y
pusieran su confianza solamente en el Señor y pudieran acercarse confiadamente hasta su

60
presencia misma. Ya tenían ese derecho y se les había explicado en qué se basaba. En otras
palabras, el escritor quiere decir: “Así que, en vista de todo lo que les he dicho, ya que Cristo es
superior a todo, entremos confiadamente hasta la presencia misma de Dios porque tenemos el
derecho de hacerlo”.

CRISTO ABRIO UN CAMINO NUEVO PARA ALLEGARNOS AL PADRE

Los versículos 19 al 21 citan brevemente la base de este derecho. Asimismo, podemos ver la
obra de Cristo en tres áreas.

La sangre de Cristo es la puerta de acceso 10:19


En el Antiguo Testamento ere requisito indispensable llevar la sangre del sacrificio (9:7) para
poder entrar al Lugar Santísimo donde estaba la presencia de Dios. Los sumos sacerdotes
entraban con temor porque no sabían si la sangre que estaban presentando llenaba todo los
requisitos del Señor. Cuando Cristo se ofreció en sacrificio, Dios aceptó su sangre totalmente, y
de esa manera nosotros, como cristianos, podemos acercarnos a él sin temor, confiadamente,
porque sobre nosotros actúa la sangre del sacrificio de Cristo.

¡PENSEMOS!

1. Lea Hebreos 9:7. ¿Qué debía llevar el sumo sacerdote para poder entrar en la
presencia de Dios?
2. ¿Cuántas veces la llevaba?
3. ¿Qué presentó Cristo para darnos acceso a la presencia de Dios?
4. ¿Cuántas veces la presentó?
5. Contraste la sangre del antiguo y el nuevo pacto. ¿Cuál es la mejor sangre y por qué?

El abrió un camino nuevo 10:20


Este versículo dice que nosotros entramos en la presencia de Dios a través del velo, es decir,
a través de la carne de Jesús. Regresemos al contraste con el Antiguo Testamento. Frente al
Lugar Santísimo colgaba un velo que lo dividía del Lugar Santo. Esto era con el fin de cubrir la
presencia de Dios.
Para que el hombre pudiera entrar a ese lugar, el velo tenía que ser quitado. Según este
pasaje, el velo es el cuerpo de Cristo. Cuando la carne de Jesús fue desgarrada en la cruz, lo
mismo pasó con el velo, y en este sentido se removió lo que impedía el acceso a Dios. De esta
manera el hombre puede llegar verdaderamente a la presencia divina, ya que Jesús abrió el
camino que nos conduce a Dios.

Cristo es nuestro Sumo Sacerdote 10:21


Este ministerio específico de Jesús complementa los requisitos para llegar ante la presencia
de Dios. Ya se ha mencionado anteriormente que ofreció su sangre y abrió un camino; ahora se
refiere a él como representante o intermediario entre el Señor y el hombre. Con esto se puede

61
decir que Cristo no solamente nos abre el camino a Dios, sino también nos introduce a su
presencia a través de su oficio de sacerdote.
Por esta obra, ya no hay nada que impida llegar a la presencia del Padre Celestial. Ahora
tenemos libre acceso hasta el Lugar Santísimo.

LO QUE EL CREYENTE DEBE HACER 10:22–25

Hay una ley física que dice: “Toda causa produce un efecto”. Esto lo podemos aplicar a la
enseñanza de este pasaje. La obra de Cristo, como causa, debe producir un efecto en la vida del
creyente. Esta reacción tiene que ver con tres áreas en las que estaban fallando los
destinatarios.

Acercarse a Dios confiadamente 10:22


Esta es la primera aplicación y está basada en todo lo anteriormente enseñado, pero
especialmente en los versículos 19 al 21. En otras palabras, este pasaje dice: “Ya que Cristo es
superior a todo, ya que tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo y tenemos un gran
sumo sacerdote, los creyente debemos tener la suficiente confianza para acercarnos hasta la
presencia de Dios”. Esta enseñanza era nueva y difícil de aceptar para un judío creyente. Por
siglos se les había transmitido la enseñanza de que la única manera de llegar al Altísimo era
través de intermediarios humanos y sacrificios. Por esta razón había necesidad de repetir varias
veces este tema.

CRISTO NUESTRO SACERDOTE


CRISTO NUESTRO SACRIFICIO
CRISTO NUESTRO CAMINO AL PADRE

Este acercamiento debe hacerse con sinceridad y plena certidumbre de fe, y además,
limpios de mala conciencia. Estas condiciones dependen tanto de Dios como del hombre. El
Señor ya hizo su obra de limpiarnos y traernos a la comunión con él. Ahora es responsabilidad
del cristiano mantener esa comunión con una vida aceptable y de acuerdo a la obra que ya se
efectuó en él. Por lo tanto, el creyente nunca debe sentirse cohibido de estar ante la presencia
de su Padre. Eso sería como una persona que no está segura de invitar a un amigo a su casa
porque se encuentra sucia.
¡Qué gran privilegio tenemos de poder acercarnos a Dios! ¡Aprovechémoslo!

¡PENSEMOS!

Después de estudiar las responsabilidades que tenemos como creyentes en Jesucristo,


¿cómo debe cambiar nuestra vida? ¿Estamos orando consistentemente? ¿Firmes en lo que
hemos creído? ¿Apoyando a los más débiles de nuestra iglesia? Si no es así, hágase el propósito
de cumplir con esto para glorificar a nuestro Padre y a nuestro Salvador.

Mantenerse firme 10:23

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Esta segunda aplicación tiene que ver con la firmeza en la fe cristiana. “Mantengamos” es
un mandato, no una sugerencia. El versículo 23 dice algo más que esto: “sin fluctuar”. Los
creyentes destinatarios de esta carta estaban dudando y siendo tentados para regresar al
judaísmo. Por un lado les atraían los rituales de la adoración en el templo; por otro, les
asustaban los rechazos y persecuciones debido a su fe. Así que estaban en la misma situación
que las personas que han recibido a Cristo y que encuentran su antigua manera de vivir casi
irresistible. Quieren seguir al Señor, pero también regresar a lo anterior. Por esta razón la carta
está llena de advertencias y palabras de ánimo a la firmeza y fidelidad. En medio de los
desalientos, dudas o persecución, el creyente debe permanecer asido a la misma confianza del
principio. La última parte del versículo 23 nos da ánimo diciendo: “Porque fiel es el que
prometió”.

Considerar a los débiles 10:24–25


La idea que nos presentan estos dos versículos es la ayuda que un creyente puede dar a
otros en tiempos de prueba. Tomando en cuenta el contexto, podemos decir que un creyente
firme en su fe tiene la capacidad y responsabilidad de ayudar a alguno que quiera regresar a su
antigua manera de vivir o que vacila en su fe estimulándolo al amor y a las buenas obras; en
otras palabras, reanimarlo para que no sea fluctuante. Esta exhortación iba dirigida a los
destinatarios maduros con objeto de que ayudaran a los más débiles a no regresar al judaísmo.
En el versículo 25 el “no dejando de congregarnos”, no está hablando de ir a la iglesia,
aunque puede ser una aplicación para nosotros hoy en día. Aquí tiene que ver más con los
destinatarios. La exhortación es que no deben dejar la comunión de los creyentes para regresar
al judaísmo, porque haciéndolo se les quitaría la tentación de volver a sus antiguos ritos.
Una aplicación que podemos sacar de esta enseñanza es que el estar reunidos en comunión
con otros hermanos ayuda a no alejarnos del Señor. Un creyente que con frecuencia falta a la
iglesia está más propenso a fallar en la vida cristiana y hasta a abandonarla

¡PENSEMOS!

¿Está usted pasando por momentos difíciles, rechazo por su fe o persecuciones? Recuerde
que los creyentes del primer siglo también los experimentaron. Por ello es tan importante
meditar en la palabra de Dios, que es actual y verdadera. Podemos aplicar la misma exhortación
que se hizo a los hebreos a que permanecieran firmes a los nuevos creyentes a que por lo
regular experimentan este tipo de trato de parte de sus familiares y amigos. Esta semana
comparta con alguien esta verdad gloriosa.

LO QUE DIOS HARA AL QUE RECHAZA LA VERDAD 10:26–39

Hay varias interpretaciones para este pasaje; tal vez usted tenga una en particular. A
continuación señalaremos brevemente las más comentadas.
1. Algunos ven en este pasaje un caso hipotético, es decir, algo que sucedería si un creyente
negara a Cristo. Esta no deja de ser sólo suposición, y por lo tanto no se puede aceptar.

63
2. Otros consideran que se refiere a la pérdida de salvación. Esta no puede ser aceptada
tampoco, pues la enseñanza general de la Biblia es que la salvación que Cristo ofrece es eterna
(Romanos 5:10, 1 Juan 5:11).
3. Que se trata de disciplinar al que rechaza a Cristo. Tomando en cuenta el contexto del
pasaje y el histórico, creemos que ésta es la más conveniente, y a continuación explicaremos el
por qué.
En los versículos 26 al 31 aparece una advertencia seria que podríamos decir es la más
fuerte del libro. Primeramente se señala la razón del castigo: “Si pecáremos voluntariamente”.
Todos hemos hecho esto después de ser salvos, así que debe tratarse de un pecado específico.
Del contexto se desprende que éste se trata de volver al judaísmo, que era la tentación que los
destinatarios tenían. Por esta razón en el versículo 26b dice; “Ya no queda más sacrificio por los
pecados”. Si los lectores de la carta volvían a sus prácticas antiguas, también tendrían que
participar de los sacrificios, y esto sería valorar en poco el sacrificio de Cristo, dando más
crédito al hecho de animales que al del Señor. El versículo 29 dice que es como pisotear al Hijo
de Dios y tener como inmunda la sangre que lo santificó.

SI PECAREMOS VOLUNTARIAMENTE, YA NO QUEDA MAS SACRIFICIO POR LOS PECADOS SINO


UNA EXPECTACION DE JUICIO

Ese pecado, según el juicio de Dios, merece una severa disciplina y por eso el versículo 27
dice: “Una horrenda expectación de juicio”. Pero, ¿en qué consiste este juicio? Si un creyente
judío regresaba al judaísmo, tendría que aceptar el sistema ritual levítico con todas sus
ceremonias en el templo que se encontraba en Jerusalén, ciudad que estaba bajo un juicio
pronunciado por Cristo (vea Mateo 23:27–36). Entonces, si los destinatarios no hacían caso de
la exhortación y regresaban, estarían bajo el mismo juicio físico que la ciudad, misma que según
la historia fue destruida en el año 70 d.C. De esta manera se cumplió el juicio anunciado por
Cristo contra ella. El que escribió esta carta no sabía el tiempo exacto en que Jerusalén sería
arrasada, pero sabía que no faltaba mucho puesto que el juicio había sido pronunciado a esa
generación, que ya estaba por terminar.
En el versículo 28 se apela a un principio del Antiguo Testamento para comprobar el castigo
que merece el hombre que rechaza o niega la verdad. Ya que escribía para judíos, expone una
ilustración de la ley mencionando que hacer esto provocaba la muerte física. Entonces, si Dios
mandó este castigo a los que rehusaban someterse a la ley de Moisés, ¿cuánto más al que
pisoteare al Hijo de Dios? (v. 29). La base para este juicio la encontramos en los versículos 30 y
31, y tiene que ver con la justicia divina.
A continuación el escritor da palabras de ánimo a sus destinatarios (vv. 32–39), diciendo
que aún no han llegado a cometer semejante pecado. Sus obras pasadas así lo testificaban (vv.
32–34), pero era necesario que perseveraran en su fe, porque estaban en peligro.
La solución al problema de los destinatarios la encontramos en el versículo 36: “Es necesaria
la paciencia”. Paciencia y fe son sinónimos en el pensamiento del escritor. Así que todos ellos
necesitaban ejercerlas. No estaban en una situación fácil porque estaban pasando por
persecuciones a causa de su fe, y por eso se les dan estas palabras de ánimo. Un creyente
genuino no es el que retrocede, sino aquel que tiene fe y la aplica en los momentos difíciles.

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¡PENSEMOS!

A la luz del pasaje estudiado examine su vida y vea si está manteniendo comunión con el
Señor. Ya estudiamos que Dios quiere que el creyente se acerque a él. Esta sería una buena
oportunidad para reconsagrar su vida al servicio.

Después de leer el versículo 31, recuerde que cuando el cristiano no hace caso a la Palabra
y persiste en su pecado Dios lo traerá a juicio. Puede ser que usted esté acariciando un pecado
que no ha podido dejar, así que en actitud de oración confiéselo a Dios y pida su ayuda para
apartarse de él.

El Espíritu Santo es la persona de la Trinidad que da la convicción de pecado. Si después de


examinar su vida con esa ayuda divina no encuentra nada que estorbe su comunión con Dios,
gócese de esta plena comunión y comunicación con el Padre Celestial. ¡Así debe ser la vida
cristiana normal!

Grandes Lecciones de Paciencia y Obediencia - Hebreos 11:1–12:3

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube, de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera
que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús - Hebreos 12:1, 2a

Se cuenta de una señora que después de orar 35 años por la salvación de su esposo, al fin lo
vio convertido al Señor. El esposo dice que nunca recibió una palabra contradictoria o negativa
de ella. Con semejante testimonio no pudo dejar de ver el cambio que Cristo puede hacer en
una persona.
Pero, ¿35 años? Sin duda no fue fácil para ella. Hubo veces en que seguramente se
desesperó, pero no por ello vaciló en su empeño. Dios no tiene ninguna obligación de contestar
nuestras peticiones en el instante en que las presentamos. En cambio, nosotros sí tenemos el
deber de mantenernos firmes hasta recibir su respuesta.
En otra ocasión, un hombre, agobiado por los problemas financieros y familiares, exclamó:
“¡Es imposible vivir la vida cristiana!” Continuó: “Por más que me preocupo por ser fiel y
honesto, todo me sale mal”.
Es posible que si alguno de nosotros estuviera en la misma situación diría lo mismo. El
pasaje que estudiaremos ahora nos habla de hombres que a pesar de enfrentar problemas muy
difíciles, demostraron que sí es posible vivir la vida cristiana que agrada a Dios.
Los destinatarios de Hebreos estaban dudando en su fe a causa de las duras pruebas por las
cuales estaban pasando. Por eso, el capítulo 11 del libro se dedica a dar una lista de personas
que tuvieron fe en Dios y por ella demostraron obediencia y paciencia en la aflicción. Algunos,
para recibir lo que Dios había prometido, tuvieron que esperar largos años, como la señora de
la ilustración, pero no vacilaron. Se utilizan los nombres de esas personas para animar a los
lectores a seguir adelante a pesar de los obstáculos.
La necesidad más imperiosa de los lectores de la carta era tener paciencia y aguantar la
difícil situación por la que estaban atravesando. En 10:23 ya se les exhortó a mantenerse firmes

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y en 10:35–36 se les dijo que la solución al problema de la persecución no era regresar al
judaísmo, sino soportar pacientemente. Tal vez para los destinatarios era difícil y quizá hasta
imposible sostener esta situación. Pero este pasaje nos enseña que sí es posible hacerlo. Hubo
hombres que pudieron enseñarnos que a pesar de la persecución, se puede demostrar fe a
través de paciencia y obediencia.

NOSOTROS NO SOMOS DE LOS QUE RETROCEDEN SINO DE LOS QUE TIENEN FE

DESCRIPCION DE LA FE 11:1–3

Muchas personas siempre han pensado que en este pasaje se da una definición de la fe,
pero en realidad es una descripción de lo que ésta produce. Podríamos definir fe como “creer
en algo”. Pero creer en algo no lo hace cierto, y es por eso que la base de nuestra fe es la
revelación de Dios. El versículo 1 nos dice que esta fe en la revelación divina produce en el
creyente convicción y certeza.
No se puede ver la fe de un creyente, pero sí se pueden apreciar la certeza y convicción que
la fe produce en él. Por eso, el versículo 2 señala que las descripciones de la fe pudieron verse
ejemplificadas en personajes del pasado. Aquí “antiguos” se refiere a los antepasados creyentes
que tuvieron buen testimonio. Más tarde se señalarán algunos de ellos.
En el versículo 3 aparece una ilustración de lo que la fe produce. En la creación, Dios fue el
único testigo. No hubo otra persona que pudiera contarlo. El hizo el universo por su palabra y el
único testimonio de esto se encuentra en la Biblia. Al hombre le queda aceptar este testimonio
o rechazarlo. Esta ilustración enseña que la fe da una convicción firme de cosas de las cuales no
hubo ningún testigo. Esto apoya lo que dice el versículo 1, que la fe es la convicción de lo que
no se ve.

LA FE NO PUEDE VERSE SOLO SE VE LO QUE PRODUCE

HOMBRES DE FE DIGNOS DE IMITAR 11:4–40

En general, este pasaje enseña que la fe produce paciencia y obediencia. Para apoyar su
afirmación, el autor regresa al Antiguo Testamento y cita a hombres ejemplares de fe. No
tratará de probar la fe de estos hombres, sino que su fe produjo obediencia y perseverancia.

Lo que produjo la fe de Abel 11:4


La fe de Abel produjo obediencia, misma que se manifestó cuando ofreció un sacrificio de
animal. Esto, aunque no se ve en Génesis, se entiende como un patrón: “Sin derramamiento de
sangre no hay remisión de pecados” (9:22). En cambio, la desobediencia de Caín vino de su
incredulidad. No se trata de probar que Abel creyó, sino que la fe produjo obediencia.

Lo que produjo la fe de Enoc 11:5, 6


Aquí nuevamente no se trata de probar la fe de Enoc, sino de analizar lo que ésta dio como
resultado. Antes de ser traspuesto, su fe lo llevó a tratar de agradar a Dios. Precisamente lo hizo
por medio de su obediencia. Agradar y obedecer son sinónimos.

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En el versículo 6 se establece el principio que está desarrollando: “Sin fe es imposible
agradar e Dios”. También se podría decir: “Sin fe ningún hombre puede obedecer a Dios”.

Lo que produjo la fe de Noé 11:7


Los distintivos sobresalientes de la fe de Noé fueron la obediencia y su enorme paciencia. La
primera se manifestó al construir el arca, algo totalmente nuevo y extraño para Noé. Su gran
paciencia se ve en que esperó todo un siglo para ver el cumplimiento de lo que Dios le había
prometido.

Lo que produjo la fe de Abraham y Sara 11:8–19


Abraham es conocido como el ejemplo máximo de fe en el Antiguo Testamento, y este
pasaje lo demuestra. Primeramente se puede ver su obediencia en que salió de Ur a un lugar no
conocido. Dios le dijo que abandonara su casa y así lo hizo. La paciencia se ve en que estuvo
habitando por mucho tiempo como extranjero en la Tierra Prometida, esperando el día en que
se cumpliría lo dicho por el Señor.
Su esposa Sara también demostró las mismas características en su vida de fe. Su paciencia
se vio cuando esperó más allá del tiempo adecuado para tener hijos deseando que pudiera
cumplirse la promesa y peor aún, porque era estéril. Esto también nos enseña que las promesas
no siempre se cumplen inmediatamente.
En los versículos 13 al 16 hay una pausa para llamar la atención al hecho de que a veces hay
una espera de mucho tiempo entre la promesa y su cumplimiento. A pesar de todo ello, estos
hombres que hemos visto jamás perdieron de vista lo prometido ni pensaron volver atrás, sino
que continuaron adelante, demostrando paciente fe en las promesas divinas.
En el versículo 17 se menciona a Abraham. Dios le ordenó ofrecer a Isaac. Para la mente
humana esto sería un absurdo. ¿Cómo es posible que Dios le ofreciera una descendencia
grande a través de su hijo y ahora le pide que lo mate? (v. 18) Además, el patriarca esperó
mucho tiempo para el nacimiento de su vástago. Parece imposible que se le ordene sacrificarlo.
No había modo de que tuviera más hijos para que la promesa se realizara. Pero Abraham
obedeció. Creyó en el Señor aun al levantar la mano con el cuchillo para matar a Isaac. Creyó
que Dios podría levantarlo aún de la muerte y cumplir su promesa. Todo esto demostró un gran
ejemplo de obediencia y paciencia.

La fe de Isaac, Jacob y José 11:20–22


Se subraya que estos tres hombres murieron sin haber entrado en la Tierra Prometida. Isaac
fue nómada y peregrino; Jacob, exiliado en Egipto y José aunque alcanzó grandeza, no dejó de
ser extranjero en Egipto. Estos, a pesar de su experiencia, jamás dudaron de las promesas de
Dios y murieron esperando su cumplimiento. Sabían que lo que el Señor ofrece es verdadero y
ejercieron su fe esperando y obedeciendo pacientemente.

Lo que produjo la fe de Moisés 11:23–28


La vida y manifestación de la fe de Moisés se remonta hasta su nacimiento, cuando sus
padres lo escondieron para evitar que muriera a manos de Faraón. Después su fe se fue
desarrollando mostrando lealtad a su pueblo y dejando las riquezas que ofrecía el palacio para
ser maltratado al igual que sus hermanos. Todo esto no tenía más que una esperanza futura del

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caudillo hacia la tierra que Dios había prometido a sus padres. Aún tuvo que soportar toda la
experiencia de vagar por el desierto por 40 años. Todo esto mostraba la gran paciencia y
obediencia de la fe de Moisés. La sangre de la pascua demostró su obediencia; pues Moisés y
los del pueblo no podían entender cómo la sangre de un cordero pudo salvarlos de la muerte
física.

¡PENSEMOS!

Si la descripción de la fe dada por el autor significa la manifestación de evidencias visibles,


¿cómo podemos nosotros dar a conocer que somos cristianos fieles y verdaderos?
Primeramente, se requiere de nosotros obediencia a los mandatos de Dios señalados en forma
específica a través de su Palabra. También debemos ser pacientes y esperar todo lo que el
Señor ha prometido en ella, teniendo la certeza y convicción de que todo se cumplirá aunque
no podamos verlo.

Lo que produjo la fe en lo imposible 11:29–31


En el versículo 29 se ve a un pueblo y a un líder dispuestos a emprender lo imposible en
obediencia a Dios. Teniendo enfrente un impetuoso mar y un ejército que los seguía por detrás,
obedecieron al Señor demostrando que aún el mayor obstáculo del mundo no es impedimento
para él.
En el versículo 30 también vemos al pueblo ejerciendo su fe. Dios les había dicho que
rodearan la ciudad de Jericó por siete días. Esto es tan risible hoy en día como lo fue en aquel
entonces; pero obedecieron y la paciencia los mantuvo por siete días confiando en que el Señor
cumpliría.
Por último, el versículo 31 nos habla de la fe de Rahab. Creyó que Dios estaba con Israel y
que les iba a dar la tierra donde ella vivía. Así que obedeció al guardar a los espías cuando
fueron a reconocer la tierra. Es interesante ver cómo la historia de Rahab quedó impresa en la
memoria de Israel. Santiago 2:25 la menciona como un ejemplo de obras que demuestran la fe.

Resumen de otros héroes que alcanzaron buen testimonio 11:32–40


En el versículo 32 se hace una pausa para cambiar de método. Ya no se seguirá tratando de
probar la manifestación de fe de estos hombres, uno por uno. Al parecer, el escritor trata de
decir que ya ha dicho suficiente para ilustrar cómo la fe produce obediencia y paciencia y
empieza a dar una especie de catálogo de sufrimientos y percances. Al dar esta lista demuestra
que la fe no exenta al individuo del sufrimiento y la persecución, pero sí lo apoya o sostiene.
Algunos pudieron ver la victoria de su fe inmediatamente, pero la mayoría tuvieron que sufrir
sin ver lo prometido y aun así, mostraron paciencia y obediencia.
Al concluir el capítulo se hace notar que “todos éstos”, desde Abel hasta el final, alcanzaron
buen testimonio por lo que la fe produjo en ellos a pesar de no haber recibido lo prometido.
La aplicación es obvia para estos destinatarios. Están sufriendo persecución a causa de su
nueva fe. Esto los está motivando a dejar el cristianismo y regresar al sistema judaico. Estos
ejemplos de fe les enseñan que la persecución es parte de la vida de fe, y lo que deben hacer es
perseverar. Al fin y al cabo Dios cumplirá. Además, si los hombres mencionados pudieron
aguantar y obedecer lo imposible, cuánto más aquellos que ya han disfrutado los gozos de la

68
salvación. Es así como las palabras de este capítulo iban con la intención de animar a los
destinatarios de esta epístola.

¡PENSEMOS!

Lea este pasaje tres veces. Luego escriba una carta a un amigo real o ficticio que esté
sufriendo mucho y se sienta desanimado. Incluya en la carta las siguientes cosas: 1) la
enseñanza del capítulo, 2) ejemplos de personas de hoy en día que representarían a los
hombres de Hebreos 11 para animarlo y 3) una conclusión asegurándole sus oraciones.

La fe del creyente no es ciega. Tiene como base la revelación divina. A veces no tenemos
pruebas palpables para comprobar lo que dice la Biblia, pero podemos confiar en Dios y sus
promesas.

A veces no se recibe una respuesta de Dios inmediatamente, pero por fe se espera y se


confía. El pasaje estudiado demuestra que con fe en el Señor se puede hacer hasta lo imposible.

CRISTO, EL EJEMPLO SUPREMO 12:1–3

El escritor continúa aplicando la enseñanza dada en la epístola. Ya les demostró que Cristo
es superior a todo, y el creyente, en vista de esa superioridad, debe depositar su confianza
plena en él y demostrarla perseverando en la vida cristiana a pesar de las persecuciones.
El “por tanto” del versículo 1 lo relaciona con el capítulo anterior. Así que trata de decir: “Ya
que pudimos ver cómo los hombres del Antiguo Testamento evidenciaron con su vida que es
posible vivir la vida cristiana de fe con paciencia y en obediencia, nosotros, “despojémonos de
todo peso y del pecado que nos asedia” que impide hacer lo mismo Que ellos.
¿A qué se refiere “peso y pecado”? Según el problema por el que están pasando los
destinatarios, se trata de la incredulidad. En 3:12 ya los exhortó a no ser incrédulos. Aquí
nuevamente les hace la misma recomendación, porque no les permite correr bien en la carrera
de fe. El énfasis en este primer versículo no está en correr solamente, sino en hacerlo con
paciencia. Con esto regresamos a 10:35–36 en donde se les exhorta a tener paciencia.
En 12:2 hay un nuevo estímulo para la carrera de fe de estos destinatarios: “Puestos los ojos
en Jesús”. Su ejemplo es mucho mayor que los enumerados en el capítulo 11. Es muy
significativo que aparezca el nombre de Jesús sin agregar Cristo o Señor; haciendo énfasis en su
humanidad. Fue precisamente el ministerio terrenal de Cristo lo que mostró cómo una vida de
fe se manifiesta en aguante paciente en medio del sufrimiento. La oración: “Sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio”, muestra su gran paciencia. El enunciado: “Por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz”, manifiesta obediencia. Así que las características mencionadas en
el capítulo 11 en referencia a los hombres de fe, también se aplican a Jesús.
“Puestos los ojos” no expresa todo el significado de la palabra original. Significa fijar
nuestros ojos en algo que está muy lejos quitando de nuestra vista todas las cosas cercanas que
desvian nuestra atención y poniendo la mirada solamente en el blanco que es Jesús. Es como
cuando un cazador se fija exclusivamente en el animal al que está apuntando y se olvida de
todo lo que pasa a su alrededor para no fallar el tiro. Cristo, siendo el autor de la fe, es el

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ejemplo supremo de obediencia y paciencia. El pasaje nos exhorta a dejar a un lado la
incredulidad para fijar la vista nada más en Jesús, como el modelo de alguien que pudo correr
con paciencia toda su vida.
En 12:3 nos invita no sólo a tener a Jesús como ejemplo, sino también a considerar su
sufrimiento como estímulo para no desalentarnos. El cansarse o desmayar era darse por
vencidos y regresar al judaísmo. Así que los padecimientos de Cristo deben servirnos de
inspiración para seguir adelante.

¡PENSEMOS!

Todo el capítulo 11 se dedicó a demostrar que sí es posible vivir una vida de fe a pesar de
los problemas y persecuciones. En el capítulo 12 dice: Ustedes también lo pueden lograr. Pero,
¿cómo? Vea el versículo 1. ¿Qué cosa debe dejarse? Examine su propia vida. ¿Cuál es ese peso
y pecado que usted debe dejar? ¿Cuál es la cosa positiva mencionada? Lea el versículo 2. ¿En
quién debemos concentrarnos para poder lograr una vida victoriosa? Es posible que no nos
agrade la difícil situación por la que estamos atravesando, pero recordemos: “La prueba de
vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:3). Cristo demostró fehacientemente que sí es
posible dominar las circunstancias difíciles, por eso es nuestro ejemplo supremo.

Déle un vistazo a su pasado. ¿Cuántas veces en la última semana dijo usted: “Ya no puedo
más”? Todos lo hemos dicho en algunas ocasiones. Lea 1 Corintios 10:13. Este versículo
contradice la declaración anterior. Dios nunca nos manda una tentación más grande que su
gracia. La próxima vez que enfrente una situación similar, recuerde: “Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece” (Filipenses 4:13). Mantenga los ojos puestos en Jesús. Los humanos fallamos,
pero Cristo nunca nos abandona.

Sufrir para Progresar - Hebreos 12:4–13:25

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero
después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” Hebreos 12:11

Hubo una vez una señora creyente que tenía cáncer. Decía que padecer esa enfermedad era
la cosa más fantástica que le había sucedido en su vida aunque durante el tratamiento sufrió
increíblemente. A veces estaba tan enferma que no podía ni orar, pero tenía una paz enorme
en su corazón. El dolor solamente la había acercado más al Señor.
Parece imposible, ¿verdad? ¿Cómo puede una persona sufrir y no echarle la culpa a Dios?
Ella hablaba de la paz divina que sobrepasa todo entendimiento, aquella que está al alcance de
cualquier creyente y que hace posible soportar el sufrimiento.
El pasaje que ahora nos ocupa también habla del sufrimiento y la disciplina y la manera en
que Dios los osa para llevar al creyente a la madurez. No es muy agradable tener estas
experiencias, pero “después da fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).
Cuando vemos un pastel recién salido del horno, su aroma y apariencia nos invitan a
comerlo. Después de la primera mordida, exclamamos con suave acento: “¡Mmmmm……
delicioso!”, pero el resultado de ese rico pastel fue la combinación de varios ingredientes.

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Algunos de éstos no son muy agradables por sí solos, pero sí son necesarios para darle buen
sabor al pastel. Lo mismo sucede en la vida cristiana. Es imprescindible pasar por algunas
pruebas pues son indispensables para nuestro crecimiento espiritual. Aunque no es muy grato
tener que pasar por ellas, después de experimentarlas podemos decir con gozo: “¡La vida
cristiana es una vida abundante!”
En este capítulo estudiaremos el valor y propósito de las pruebas.

LOS SUFRIMIENTOS SON PARTE DEL PLAN DE DIOS 12:4–29

Ya estudiamos en el capítulo anterior la manera en que Cristo y los hombres de fe del


Antiguo Testamento sufrieron manifestando paciencia y obediencia. Ahora veremos que ese
dolor era necesario y que lo sigue siendo pera que Dios lleve a cabo sus planes.

Los sufrimientos son parte de la vida cristiana 12:4


Hay que recordar que los destinatarios estaban padeciendo por causa de su fe en Cristo. En
este pasaje el autor les anima a perseverar recordándoles que no han sufrido por el evangelio
tanto como otros lo han hecho, pues hubo algunos que resistieron “hasta la sangre”, tal vez
siendo martirizados o arrojados a las fieras. Esto nos demuestra que no hay sufrimiento, por
muy grande que sea, que justifique el dar marcha atrás en la vida cristiana. Este versículo
enfatiza que hay un precio que pagar en la vida cristiana.

NINGUN SUFRIMIENTO JUSTIFICA RETROCEDER EN LA VIDA CRISTIANA

El propósito del sufrimiento 12:5–11


La razón por la cual esos creyentes tenían la tentación de regresar al judaísmo, era que
habían olvidado que Dios ocupa de manera especial el sufrimiento en la vida del creyente. Esto
tiene relación con el versículo 5:12, en donde se nos dice que era algo que ya sabían. Es decir,
habían olvidado la enseñanza en cuanto a la disciplina divina, la cual abarca los padecimientos.
Para tratar este tema, era necesario entender cuál es el propósito eterno de Dios para sus
hijos. Esto lo leemos claramente en Romanos 8:29, en donde se nos enseña que él nos ha
escogido para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo. En otras palabras, él espera que el
creyente sea como Cristo. En su infinita sabiduría, permite que pasemos por sufrimientos para
cumplir ese objetivo. Hebreos 12:10 dice que el propósito de la disciplina es para que
participemos de su santidad y el versículo 11 nos enseña que la corrección da frutos de justicia.
Así que Dios la usa para reproducir en nosotros su santidad y justicia. Entonces, cuando un
cristiano se rebela contra el sufrimiento o la persecución (como en el caso de estos creyentes),
lo hace en contra la forma en que el Señor ha escogido para conformarlo a Cristo. También les
recuerda que él usa la disciplina no para castigarlos por algo que han hecho, sino más bien para
conformarlos a la imagen de su Hijo Unigénito y así cumplir su propósito.

EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS PARA SUS HIJOS, ES CONFORMARLOS A LA IMAGEN DE SU HIJO


CRISTO

71
El creyente, al saber que Dios permite ciertas pruebas para enseñarle algo, debe aceptar el
sufrimiento con la pregunta: “¿Qué es lo que el Señor quiere que aprenda?”

La actitud ante la disciplina 12:12–17


Este pasaje enseña la actitud que debemos tener y el comportamiento que nos debe
caracterizar al ser disciplinados por Dios. Este conocimiento les hacía mucha falta a esos
creyentes, pues no sabían cómo reaccionar y por eso estaban regresando al judaísmo.

En primer lugar, se les recuerda que tienen el deber de animar al hermano que está
pasando por pruebas duras. Han de exhortarle a no desmayar, pero para hacer esto, deben
primeramente enderezar su propio camino siendo íntegros en la vida. Para mostrar a otros el
ejemplo que deben seguir, deben hacerlo ellos primero.
La palabra seguid en el versículo 14 se refiere a un patrón que se debe imitar, recordándoles
así que deben tener paz y santidad para con todos. Son cualidades que debían cultivar y
persistir en ellas no permitiendo que menguaran en sus vidas, aunque hubiera persecución y
sufrimiento.
La razón por la cual esta generación estaba regresando al judaísmo, era básicamente su
amor por la vida fácil. No estaban dispuestos a sufrir las persecuciones que estaban
experimentando pues deseaban más satisfacer su carne que soportar la aflicción. En este
sentido eran como Esaú (v. 16), a quien se le llama fornicario, no porque haya habido
inmoralidad en su vida, sino porque vivía para agradar a su carne. Esta se rebelaba contra las
dificultades y sufrimientos, así que la exhortación es para no ser como esa clase de gente.

¡PENSEMOS!

Lea los versículos 4 al 11 y haga una paráfrasis del versículo o versículos que le ayuden a
saber cuál debe ser su actitud ante la disciplina.

Ahora lea los versículos 12 al 17. ¿Cuáles son las acciones que resultan de la actitud positiva
de la pregunta anterior?

Razones por las que deben mantenerse firmes, soportando las persecuciones 12:18–29
Había cuando menos dos razones por las cuales estos creyentes debían aguantar los
sufrimientos y las persecuciones

Por su relación con Dios 18–24


Esto más bien es un estímulo para esos creyentes. La relación de que gozaban ahora con el
Señor no era la misma que tenían los judíos bajo la Ley. La de ellos incluía una esperanza más
gloriosa y nuevamente hace la comparación de la gloria pasada con la presente. Los judíos bajo
la Ley tomaban fuerzas del monte Sinaí recordando todo lo que pasó. Representaba la esencia
de la revelación de Dios, pues fue el lugar donde se dio la Ley. Cuando buscaban una revelación
divina, era ahí precisamente adonde iban. La gloria del Todopoderoso era tan grande, que la
montaña era intocable. Aquello era tan terrible que Moisés temblaba. Pero esta gloria no es

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comparable al monte al cual se he acercado el cristiano. Esta gloria se describe en el versículo
22 como el monte de Sion, que es la ciudad de Dios.
Esto no tiene que ver con la ciudad terrenal de Jerusalén, sino con la Jerusalén celestial. En
esa ciudad hay una manifestación de la gloria de Dios mayor de la que hubo en Sinaí. Los
habitantes son: 1) “Millares de ángeles”. Según el Antiguo Testamento, éstos moran en la gloria
de Dios. 2) “La congregación de los primogénitos”. Estos son los creyentes de este siglo o sea la
iglesia. Esto nos recuerda la doctrina del Nuevo Testamento en Colosenses 3:1–3, acerca del
destino del creyente. 3) “Los espíritus de los justos hechos perfectos”. Ellos son los creyentes
del Antiguo Testamento destinados a ver su gloria.
También aparece en esta ciudad la fuente de la gloria: “Dios el Juez de todos” y “Jesús el
Mediador del nuevo pacto”. Con esto podemos ver que hay una gloria mayor que la del Sinaí; y
ya que el creyente es partícipe de esta, gloria, debe perseverar hasta el fin, soportando el
sufrimiento presente.

EL SUFRIMIENTO SE PUEDE SOPORTAR SABIENDO QUE UN DIA ESTAREMOS POR SIEMPRE CON
EL

Por el juicio severo de Dios 25–29


Si estos cristianos no aceptaban el sufrimiento y regresaban al judaísmo, Dios podía
castigarlos, como ya estudiamos en 6:4–6 y 10:26. En este pasaje el Señor habla a través del
escritor (12:15), exhortándolos a seguir hacia la perfección y no regresar al judaísmo.
El texto menciona una ilustración del Antiguo Testamento para señalar que cuando no se
hace caso de alguna advertencia, viene el juicio. Es posible que la frase: “Aquellos que
desecharon al que amonestaba” se refiera a los que quedaron muertos en el desierto, o a los
israelitas que ignoraron las advertencias de los profetas y fueron llevados al cautiverio. El
versículo 25 dice: “Mucho menos nosotros”, dando a entender que si aquellos que no tenían
toda la gloria recibieron juicio, cuánto más nosotros, “si desecháremos al que amonesta desde
los cielos”.
Cabe mencionar aquí que no está hablando de la pérdida de la salvación, sino de una
disciplina severa.
En el versículo 26 se cita a Hageo para demostrar que la disciplina no ha terminado aún.
Dios disciplinará con un juicio severo al creyente que hoy en día no le obedezca.
La conclusión de este pasaje es que si tenemos un reino inconmovible, como el que vimos
en los versículos 22 al 24, debemos mantenernos firmes, agradando al Señor con temor y
reverencia.

COMO VIVIR A LA LUZ DE ESTOS SUFRIMIENTOS 13

Ahora el escritor presenta algunas aplicaciones prácticas, mencionando los problemas que
estaban enfrentando los destinatarios. Estos se relacionan directamente con la persecución y su
aplicación tiene que ver con tres áreas: social, moral y religiosa.

Área social 13:1–3 Est e


pasaje comienza hablando del amor para con los hermanos. Había algunos que tendían a la

73
severidad en su trato con aquellos que en alguna crisis no habían tenido el valor de mantenerse
firmes. Era, pues, necesario conservar la unidad en esos momentos difíciles y aplicar el amor
para que hubiera más resistencia.
Este amor debe manifestarse en la hospitalidad que incluye no solamente a los hermanos
conocidos, sino también a los desconocidos. La razón por la cual pide esto, es que “algunos, sin
saberlo, hospedaron ángeles”. Posiblemente aquí se refiere a Génesis 18 cuando Abraham tuvo
una experiencia así. Pero siendo que esto no ha pasado muy frecuentemente, sería mejor
tomar la palabra “ángel” en su sentido primario, es decir, no de un ser angelical, sino de un
mensajero. Con esto, el pasaje no quiere decir que se va a repetir la experiencia de Abraham,
sino que cuando un hermano dé hospitalidad a otro creyente que no conoce, es posible que
éste último pueda ser un mensajero de Dios que traiga consigo su bendición.
Otra aplicación es acerca de asociarse con aquellos que están sufriendo por Cristo. Una
reacción muy natural de estos destinatarios hubiera sido alejarse de esta gente para no ser
maltratados también. Los que estaban sufriendo en la cárcel dependían de que alguien les
llevara ropa y comida. En este texto se les invita a identificarse con ellos.

Área moral 3:4–6


La recomendación del versículo 4 no es tanto una declaración de lo honroso que es el
matrimonio. Esto ya lo sabían, sin embargo, les estaba recordando que debían sostener con
toda honra esa institución divina. Detrás de todo esto había problemas morales, pues algunos
eran fornicarios y adúlteros. Así que se les exhorta a encomiar el matrimonio. Parece que
cuando el hombre está bajo mucha presión es susceptible a caídas de inmoralidad. El escritor
entendía esto y por eso hace esta recomendación.
Por último, aparece el tema de la codicia. Esto parecía ser un problema en aquellos
creyentes, pues muchos habían perdido dinero o estaban a punto de perderlo. Con esto
estarían sujetos a la tentación de rebelarse en contra de Dios por su privación. Es por esta razón
que el versículo 6 les anima a confiar en la fidelidad del Señor.

¡PENSEMOS!

Al leer los versículos 1 al 6 haga una lista de las recomendaciones prácticas que se hacen
para la vida diaria. Después piense en cómo puede aplicarlas a su propia situación.

Área religiosa 13:7–25


Dentro de esta área se le anima al destinatario a tener en alta estima al pastor. Por lo que
dice el versículo 7, los pastores habían dado ejemplo de firmeza, aguantando las persecuciones,
así que se les invita a imitarlos.
También era necesario exhortarles a no ser llevados por doctrinas extrañas. Esto, como lo
pudimos ver a través de la carta, era un problema grave. Debían dejar todos los ritos y
sacrificios y seguir a Jesús (v. 12). Cuando dice: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento”,
significa dejar la comunidad judía en la cual se llevaban a cabo los ritos y sacrificios, para
identificarse exclusivamente con Cristo.
En contraste con los antiguos sacrificios, se les anima a ofrecer nuevos sacrificios. Ahora
deben ser de alabanza, testimonio y obras de amor hacia el prójimo.

74
Los últimos versículos del libro son utilizados para la bendición final y saludos. En la
bendición aún se conserva el pensamiento del pastor. Este gran pastor es Cristo. Se le pide a
Dios que este Pastor los haga aptos que significa perfectos o maduros. Se recalca nuevamente
el deseo final que ha sido la enseñanza continua a través de todo el libro. Este deseo es la meta
de Dios para todos los creyentes. Él quiere que el estudio de este libro nos anime a buscar esa
perfección.

¡PENSEMOS!
Recuerde algún problema difícil por el cual pasó hace algún tiempo. Ahora pregúntese lo
que aprendió de tal situación. ¿Hubo algún progreso espiritual en su vida? Tal vez ese problema
sirvió para unir más a su familia.

Dios permite las pruebas o sufrimientos para nuestro beneficio pues quiere que todos los
creyentes seamos maduros (perfectos) y una manera de lograrlo es moldeando a cada cristiano
a través de las pruebas. Para terminar, lea en voz alta Hebreos 12:10-11.

Primera Epístola General de Pedro

INTRODUCCION

Su genuinidad está atestiguada por 2 Pedro 3:1; sobre la autoridad de la Segunda Epístola
véase mi Introducción. También por Policarpo (en Eusebio, 4:14), quien, escribiendo a los
Filipenses, cita muchos pasajes: en el cap. 2, cita 1 Pedro 1:13, 21 y 3:9; en el cap. 5, cita 1
Pedro 2:11. Eusebio dice de Papías, Historia Eclesiástica, 3:39, que él también cita la Primera
Epístola de Pedro. Ireneo (Haereses, 4. 9. 2) la menciona expresamente; en el 4. 16. 5, cita 1
Pedro 2:16. Clemente de Alejandría (Sirómata, 1. 3., pág. 544) cita 1 Pedro 2:11, 12, 15, 16; (y
pág. 562,) 1:21, 22; (y pág. 584,) 3:14–17; (y pág 585,) 4:12–14. Orígenes (en Eusebio, Historia
Eclesiástica, 6:25) menciona esta Epístola; en Homilía 7, sobre Josué, vol. ii, pág. 63, menciona
ambas epístolas, y en su Comentario, sobre el Salmo 3, y sobre Juan, menciona 1 Pedro 3:18–
21. Tertuliano (Scorp., cap. 12) cita expresamente 1 Pedro 2:20; (y en el cap. 14,) 2:13, 17.
Eusebio dice que era la opinión de los que le precedieron que ésta estaba entre las epístolas
universalmente reconocidas. La versión siríaca Peschito la tiene. El fragmento del canon
llamado de Muratori la omite. Con esta excepción y la de los herejes paulicianos, que la
repudiaron, todo el testimonio antiguo está en su favor. La evidencia interna es igualmente
fuerte. El autor se llama a sí mismo Pedro (1:1), y “testigo de las aflicciones de Cristo,” y un
“anciano” (5:1). La energía del estilo armoniza con el calor de espíritu del carácter de Pedro; y,
como dice Erasmo, esta Epístola está llena de dignidad y autoridad apostólica, y es digna del
caudillo entre los apóstoles.
HISTORIA PERSONAL DE PEDRO. —Simón, o Simeón, fue nativo de Betsaida situada sobre el
mar de Galilea, hijo de Jonás, o sea, Juan. Con su padre y su hermano Andrés desempeñaba el
oficio de pescador en Cafarnaúm, su domicilio subsecuente. Era casado, y la tradición dice que
el nombre de su esposa era Concordia o Perpetua. Clemente Alejandrino dice que ella sufrió el
martirio, animándola su esposo a ser fiel hasta la muerte: “Acuérdate, amada, de nuestro
Señor”. Su suegra fue restablecida de la fiebre, por Cristo. Fue llevado a Jesús por su hermano

75
Andrés, el cual había sido discípulo de Juan el Bautista, y por él fué dirigido al Salvador como “el
Cordero de Dios”. Jesús, no bien lo contempló, le dió el nombre por el que principalmente es
conocido, indicativo de su carácter subsecuente y su obra en la Iglesia: “Pedro” (griego) o
“Cefas” (arameo), piedra. No se unió al Señor sino en una fecha posterior. Los incidentes
señalados de su vida apostólica son bien conocidos: camina sobre el mar turbulento al
encuentro de Jesús, y por dudar empieza a hundirse; su presto y franco reconocimiento de la
persona divina y oficio de Jesús, no obstante las dificultades contrarias a tal creencia, por lo
cual se le denominó entonces la piedra, o roca; pero su reprensión por el Señor cuando les
anunció lo que fue tan repugnante a los prejuicios carnales, su pasión y muerte; su ida de un
extremo al otro opuesto, en referencia al ofrecimiento de Cristo de lavarle los pies; su
declaración arrogante de que nunca abandonaría a su Señor, hiciesen lo que hicieran los
demás, fue seguida por su vil negación triple de Cristo, con maldiciones; su profundo
arrepentimiento: el pleno perdón de Cristo y la profecía de su fidelidad hasta la muerte,
después que hubo recibido de él la profesión de su “amor”, repetida cuantas veces su previa
negación. Estos incidentes ilustran su carácter, que es celoso, piadoso y ardientemente ligado al
Señor, y presto a declarar sus convicciones con franqueza; era ligero en juicio, precipitado,
demasiado confiado en la aseveración de su firmeza; el resultado fue que, aunque abundaba en
coraje humano, su coraje moral se dejaba fácilmente vencer por el temor a la opinión de
hombre. Un cambio maravilloso se operó en él por la restauración después de su caída, por la
gracia de su Señor resucitado. Su celo y su ardor quedaron santificados, purificados por un
espíritu de sincera humildad. Su amor al Señor, si posible fuera, fue aumentado, mientras que
su modo de demostrarlo ya era con el obrar y sufrir por su nombre, más bien que por las
fuertes demostraciones. Así que, preso y juzgado ante el sanhedrín por haber predicado a
Cristo, valientemente declaró su resolución de seguir haciéndolo. Bien ha sido llamado “la boca
de los apóstoles.” Su fidelidad motivó su encarcelamiento por Herodes Agripa, con miras de su
ejecución, de la que fue librado, sin embargo, por el ángel del Señor.
Después de la ascensión tomó la iniciativa en la Iglesia; y con la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés, ejerció el poder predeterminado de “las llaves” del reino de Cristo, abriendo la
puerta de la Iglesia, en la predicación, para la admisión de miles de israelitas; y aún más así al
abrir (en obediencia a revelación especial) un acceso para los gentiles “devotos” (eso es,
prosélitos judaicos del paganismo), Cornelio y otros, caso precursor de la cosecha allegada
luego de los gentiles idolátricos de Antioquía. Esto explica el sentido de las palabras que Jesús le
aplicó al decir: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia”…, es decir, sobre Cristo, la verdadera
“Roca,” era relación con quien solo se le dió la designación: título compartido en común en las
mismas condiciones por los demás apóstoles, como los primeros fundadores de la Iglesia sobre
Cristo, “la principal piedra del ángulo”. Se da un nombre a menudo en el hebreo, no porque la
persona sea idénticamente la cosa misma, sino que tiene alguna relación especial con ella: así
como Elías significa Jehová Poderoso, Simón es llamado Pedro, “la roca”, no porque lo fuese,
sino salvo por su relación con Jesús, la sola Roca verdadera (Isaías 28:16; 1 Corintios 3:11).
Como subsecuentemente se identificó, en su conducta, con Satanás y fue por consiguiente
llamado “Satanás”, por su clara confesión de Cristo, la Roca, quedó identificado con Cristo, y de
consiguiente es llamado “Roca”. Es innegable que no hay caso escritural de que Pedro se haya
arrogado ni practicado la supremacía; al contrario, se le representa como enviado por los
apóstoles de Jerusalén para confirmar a los samaritanos que fueron bautizados por Felipe el

76
diácono; otra vez, en el concilio de Jerusalén, no él, sino Jacobo el presidente, u obispo principal
de aquella ciudad, fue quien pronunció la decisión autoritativa (Hechos 15:19): “Yo juzgo …”
Cierta clase de primado, sin duda, (pero no supremacía) le fue dada a Pedro, en atención a su
edad, y a su marcada sinceridad y valentía al tomar la iniciativa en muchas ocasiones
importantes. De ahí que sea llamado “primero” en la enumeración de los doce apóstoles. De
ahí también las frases: “Pedro y los once”. “Pedro y los demás apóstoles”; y Pablo, al llegar a
Jerusalén después de su conversión, fue a ver a Pedro en particular.
Una sola vez más dejó ver el mismo espíritu de vacilación por temor al reproche de hombre,
que había motivado su negación del Señor. Aunque en el concilio de Jerusalén había abogado
por la eximición de los convertidos gentiles de las observancias ceremoniales de la ley, sin
embargo, después de juntarse en íntimas relaciones con los gentiles en Antioquía, se retiró de
ellos, temiendo los prejuicios de sus hermanos judíos venidos de parte de Jacobo, y
tímidamente disimuló su convicción de la igualdad religiosa de judío y gentil; por eso Pablo se le
opuso públicamente y le reprochó: una clara refutación de su supremacía e infalibilidad
alegadas (salvo, por supuesto, la inspiración especial que gozó al escribir sus epístolas). En
todos los demás casos se evidenció ser, como en efecto Pablo lo llama, “una columna”.
Subsecuentemente lo hallamos en “Babilonia”, de donde escribió esta primera Epístola a los
creyentes israelitas de la dispersión y a los cristianos gentiles unidos en Cristo, en Ponto,
Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia.
Jerónimo (De Scriptorum Ecclesiasticorum, 1) declara que “Pedro, después de ser obispo de
Antioquía y de predicar a los creyentes en Ponto (la clara referencia del 1:1) … en el segundo
año de Claudio fue a Roma para refutar a Simón el Mago, y por veinte años tuvo allí la silla
episcopal, hasta el último año de Nerón, o sea el 14o. por el cual (Nerón) fue crucificado cabeza
abajo, declarándose ser indigno de ser crucificado como su Señor, y fue enterrado en el
Vaticano, cerca de la vía triunfal”. Eusebio (Chron. Ann. 3) también asevera el episcopado de
Pedro en Antioquía; su declaración de que Pedro fundara aquella iglesia contradice Hechos
11:19–22. Su supuesto viaje a Roma para refutar a Simón Mago se derivó del relato de Justino
de la estatua hallada en Roma (en realidad la estatua del dios sabino, Semo Sanctus, o Hércules,
confundido con Simón Mago, como si fuese adorado con aquel nombre: “Simoni Deo Sancto”;
hallada en el río Tiber en 1574, o en una isla del Tíber en 1662), asociado con el relato de
Hechos 8:9–24. El obispado de veinticinco años es cronológicamente imposible, puesto que eso
pondría la entrevista de Pedro con Pablo en Antioquía dentro del supuesto obispado en Roma.
Su crucifixión está asegurada por la profecía de Cristo (Juan 21:18, 19). Dionisio de Corinto (en
Eusebio, Hist. Ecles., 2:25) asevera en una epístola a los Romanos que Pablo y Pedro juntos
fundaron la Iglesia Romana así como también la de Corinto, y sufrieron el martirio en Roma en
la misma ocasión. Lo mismo Tertuliano (Contra Marción, 4:5, y Prescriptio Hereticorum, c. 36,
38). También Cayo, el presbítero de Roma, en Eusebio Historia Eclesiástica, 2:25) dice que
algunos monumentos de su martirio pueden verse en Roma sobre el camino a Ostia. Asimismo
Eusebio, Historia Eclesiástica, 2:25, y Demonstratio Evangelicae, 3:116. Igualmente Lactanio, De
Mortibus Persecutorum, c. 2. Muchos de los detalles son palpablemente falsos; si el todo es
falso o no, es dudoso, cuando se considera la tendencia de reconcentrar en Roma los eventos
de interés. [Alford]
Lo cierto es que Pedro no estuvo en Roma antes de la fecha de la carta a los Romanos (58 d.
de J. C.); de lo contrario habría mención de ello en la misma; ni durante el primer

77
encarcelamiento de Pablo, de otro modo hubiera sido mencionado en alguna de las varias
cartas de Pablo escritas desde Roma; ni durante el segundo encarcelamiento, al menos cuando
Pablo escribía la Segunda Epístola a Timoteo, un poquito antes de su martirio. Puede haber ido
a Roma después de la muerte de Pablo, y según la tradición común, encarcelado en el Calabozo
Mamertino, y crucificado en el monte Janículo, sobre la eminencia de San Pietro en Montorio, y
depositados sus restos bajo el gran altar de la famosa basílica de San Pedro. Ambrosio (Ep. 33,
Ed. París pág. 1022) relata que Pedro, no mucho antes de su muerte, persuadido por las
solicitaciones de sus hermanos cristianos a que se salvara, huía de Roma, cuando el Señor le
sale al encuentro, y preguntándole: “Señor, ¿a dónde vas?” recibió la respuesta: “Voy a ser
crucificado de nuevo”. Con esto, volvió Pedro y gozosamente fue al martirio. La Iglesia llamada
“Domine quo vadis,” sobre la Vía Apia, conmemora la leyenda. No es improbable que la entera
tradición esté fundada en la relación que existía entre Pablo y Pedro. Como Pablo, el “apóstol a
los gentiles”, escribió epístolas a Galacia, Efeso, y Colosas y a Filemón en Colosas, dirigiéndose
más prominentemente a los cristianos gentiles, y a los judeocristianos en segundo término; así
vice versa, Pedro “el apóstol de la circuncisión”, se dirigió a las mismas iglesias, en primer plano
a los judeocristianos y a los creyentes no judíos en segundo orden.
A QUIENES DIRIGIO ESTA EPISTOLA. —El encabezamiento (1:1), “A los extranjeros
(peregrinos espirituales) esparcidos” (griego: de la dispersión), indica claramente a los
cristianos de la dispersión judía como los lectores aun cuando se incluyan los cristianos gentiles
como injertados en el tronco judeocristiano por la adopción y la fe, siendo así parte del
verdadero Israel, como lo prueban el 1:14; 2:9, 10; 3:6 y 4:13. Así él, el apóstol de la
circuncisión, trató de unir en un Cristo a judío y a gentil, llevando a cabo así la misma obra y
doctrina que Pablo. apóstol de la incircuncisión. Las provincias son nombradas por Pedro en
orden geográfico desde el nordeste a sud y oeste. Ponto era el país del judío Aquila. Pablo visitó
dos veces a Galacia, fundando y confirmando iglesias. Crescente, su compañero, fue allá como
al tiempo del último encarcelamiento de Pablo, un poco antes de su martirio. Ancira fue
posteriormente su metrópoli eclesiástica. Hombres de Capadocia, así como de “Ponto” y “Asia”,
había entre los oyentes del poderoso sermón de Pedro en Pentecostés, cuando el Espíritu
descendió sobre la Iglesia; éstos probablemente llevaron a sus respectivos países las primeras
nuevas del evangelio. El “Asia” proconsular incluía a Misia, Caria, Frigia, Pisidia y Licaonia. En
Licaonia estaban las iglesias de Iconio, fundadas por Pablo y Silas; de Listra, ciudad de Timoteo,
donde Pablo fue apedreado a instigación de los judíos; y de Derbe de donde era oriundo Gayo,
o Gayo. En Pisidia estaba Antioquía, donde Pablo fue el medio de la conversión de muchos,
pero fue expulsado por los judíos. En Caria estaba Mileto, que tenía sin duda una iglesia
cristiana. En Frigia Pablo predicó las dos veces que visitó a Galacia, país colindante, y en ella
estaban las iglesias de Laodicea, Hierápolis y Colosas, de la última de las cuales eran miembros
Filemón y Onésimo, y dirigentes Arquipo y Epafras. En Lidia estaba la de Filadelfia, mencionada
favorablemente en Apocalipsis 3:7, etc., la de Sardis, capital, y la de Tiatira, y la de Efeso,
fundada por Pablo y escenario de las labores de Aquila y Priscila, y subsecuentemente de las de
Pablo por más de doce años, y con posterioridad censurada por haber caído de su primer amor
(Apocalipsis 2:4). Esmirna en Jonia era de la misma provincia, y como una de las siete iglesias
del Asia recibió perfecta alabanza. En Misia estaba Pérgamo. Troas, también, se conoce como
escenario de la predicación de Pablo, cuando resucitó a Eutico, donde también pasó un tiempo
posteriormente con Carpo. De “Bitinia” no se menciona expresamente iglesia en otra parte del

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Nuevo Testamento. Cuando anteriormente Pablo trató de ir a Bitinia, el Espíritu no se lo
permitió. Pero después, inferimos de 1:1, el Espíritu sí impartió el evangelio a dicho país,
posiblemente por el ministerio de Pedro. En forma de gobierno, estas varias iglesias—parece,
según la epístola: 5:1, 2: “Apacentad la grey…”—estaban en la misma condición que cuando
Pablo conversó con los “ancianos” de Efeso en Mileto (Hechos 20:17, 29, “apacentad”) en
lenguaje muy similar; dirigían los ancianos, o presbítero obispos, mientras que los apóstoles
ejercían la dirección general. Estaban expuestos a persecuciones, no sistemáticas al parecer,
sino más bien vejaciones y escarnio por cuanto no se unían con sus vecinos paganos en la vida
disoluta, no estando exentos, sin embargo, del peligro de caer en dicha falta. Los males
existentes entre ellos, de los que son luego reprochados, eran la ambición y codicia del lucro de
parte de los presbíteros (5:2, 3), los malos pensamientos y palabras entre los miembros en
general, y la falta de simpatía y generosidad de los unos para con los otros.
SU PROPOSITO parece ser, en vista de la bendición celestial y por el ejemplo de Cristo, dar
consuelo a los perseguidos, y prepararlos para hacer frente a una prueba mayor que se
acercaba, y exhortar a todos: a maridos, esposas, siervos, presbíteros y pueblo, a desempeñar
debidamente sus respectivos deberes de modo de no dar ocasión al enemigo para que
reproche el cristianismo, y así confirmarlos en “la verdadera gracia,… en la cual estáis” (5:12).
Véase la nota correspondiente. Alford arguye con razón que “amonestando” y “testificando” en
dicho texto significan las exhortaciones de Pedro al través de la epístola, fundadas en el
testimonio que él da de la verdad evangélica, bien conocida ya por sus lectores mediante la
enseñanza de Pablo en aquellas iglesias. Estaban ya introducidos (griego eis, 5:12) en esta
gracia de Dios como su seguro fundamento. Comp. 1 Corintios 15:1: “Os declaro el evangelio…
en el cual perseveráis” (estáis, el mismo verbo en griego). Por lo tanto, no expone en esta
epístola una completa explicación de la doctrina evangélica de la gracia, sino que depende del
conocimiento ya existente de ella. Comp. 1:8, 18: “Sabéis”; 3:15, 2 Pedro 3:1. No que Pedro
servilmente copie el estilo y modo de enseñar de Pablo: como testigo independiente, en su
propio estilo atestigua las mismas verdades. Podemos dividir la epístola en (I) La introducción
(1:1, 2). (II) La excitación del puro afecto en los creyentes ya nacidos de Dios: 1. Por motivo de
la esperanza, a la que Dios nos ha regenerado (1:3–12); 2. La producción del fruto de la fe, dado
el gran precio pagado por nuestra redención del pecado (1:14–21). 3. Purificados por el Espíritu
para el amor de los hermanos, engendrados por la eterna palabra de Dios, sacerdotes y reyes
espirituales, a los cuales Cristo solo es precioso (1:22–2:10). 4. Seguir el ejemplo de Cristo,
sufriendo, observando una buena conducta en todas las relaciones (2:10–3:14). 5. Y una buena
profesión de fe en contemplación del sacrificio único de Cristo y de su futura venida para juicio
(3:15–4:11). 6. Y la exhibición de la paciencia en la adversidad, en la esperanza de la futura
glorificación con Cristo: (a) en general, como cristianos (4:12–19); (b) cada uno en su propia
esfera (5:1–11). El título “Amados” marca la separación entre la primera y la segunda parte
(2:11, y entre la segunda y la tercera (4:12: “carísimos,” el mismo término griego). [Bengel]. (III)
La conclusión.
LA FECHA Y EL LUGAR. —Es claro que fue antes de la abierta y sistemática persecución de
los últimos años de Nerón. Que esta Epístola fue escrita después de las de Pablo, aun de
aquellas que fueron escritas durante su segundo encarcelamiento en Roma, que terminó en el
año 63, es evidente por el conocimiento de ellas que Pedro deja traslucir en la misma.
Compárense: el 2:13 con 1 Timoteo 2:2–4; el 2:18 con Efesios 6:5; el 1:2 con Efesios 1:4–7; el

79
1:3 con Efesios 1:3; el 1:14 con Romanos 12:2; el 2:6–10 con Romanos 9:32, 33; el 2:13 con
Romanos 13:1–4; el 2:16 con Gálatas 5:13; el 2:18 con Efesios 6:5; el 3:1 con Efesios 5:22; el 3:9
con Romanos 12:17; el 49 con Filipenses 2:14, Romanos 12:13 y Hebreos 13:2; el 4:10 con
Romanos 12:6–8; el 5:5 con Efesios 5:21 y Filipenses 2:3, 5–8; el 5:8 con 1 Tesalonicenses 5:6 el
5:14 con 1 Corintios 16:20. Además en el 5:13, se menciona a Marcos con Pedro en Babilonia.
Esto debe haber sido después de Colosenses 4:10 (año 61–63), cuando Marcos estaba con
Pablo en Roma, pensando seguir para Asia Menor. Otra vez en 2 Timoteo 4:11 (año 67 o 68),
Marcos estaba en Efeso o cerca de la misma, en Asia Menor, y Timoteo tiene orden de llevarlo
consigo a Roma. Así que es probable que fuese después, o sea, después del martirio de Pablo,
cuando Marcos se unió con Pedro y por consiguiente cuando fue escrita la Epístola. No es
probable que Pedro hubiera querido establecerse en los campos de labor de Pablo, en las
iglesias del Asia Menor, mientras Pablo vivía. La muerte del Apóstol de los gentiles, y la
consiguiente necesidad de quién llevara a cabo sus enseñanzas, probablemente dieron la
ocasión para el testimonio de Pedro en las mismas iglesias, mediante una carta circular a favor
de la misma verdad. La relación que mantenían las iglesias paulinas con los apóstoles en
Jerusalén favorece este parecer. Hasta los cristianos gentiles esperarían de los padres
espirituales de la Iglesia de Jerusalén, de donde se había diseminado el evangelio, los consejos
necesarios para poder hacer frente a las pretensiones de los judaizantes y de los heréticos; y
Pedro, siempre destacado entre los apóstoles de Jerusalén, aunque estuviera en otra parte,
sentiría profundo interés en ellos, especialmente cuando se veían privados de la dirección de
Pablo debido a su muerte. Birks (Horae Evangelicae) sugiere que los falsos maestros podían
haber apelado de las doctrinas de Pablo a las de Jacobo y de Pedro. En tal caso Pedro
naturalmente escribiría para confirmar las doctrinas de la gracia y enseñar tácitamente que no
había diferencia entre las suyas y las enseñanzas de Pablo. Birks prefiere fijar la fecha de la
Epístola en el año 58, después de la segunda visita de Pablo a Galacía, cuando Silvano estaba
con él, y así no podría haber estado con Pedro (año 54: 5:12), y antes de su encarcelamiento en
Roma, cuando Marcos estaba con él y así no podía estar con Pedro (año 62); acaso mientras
Pablo estaba encarcelado en Cesárea y así impedido de comunicarse personalmente con
aquellas iglesias. Yo prefiero la opinión antes dicha, la que hace a un lado la tradición de que
Pablo y Pedro sufrieran el martirio juntos en Roma. La declaración de Orígenes y de Eusebio, de
que Pedro visitara a las iglesias de Asia en persona, parece muy probable.
El lugar de la redacción sin duda fue Babilonia sobre el Eufrates (5:13). Es improbabilísimo
que en medio de las comunicaciones y salutaciones ordinarias de una carta azás sencilla, se
hubiera usado el lenguaje simbólico de la profecía (es decir, “Bablionia” por Roma). Josefo
(Antigüedades, 15; 2, 2; 3:2) declara que había una gran multitud de judíos en la Babilonia
Caldea; es por tanto probable que “el apóstol de la circuncisión” alguna u otra vez los visitara.
Algunos sostienen que Babilonia significa Egipto, porque Marcos predicó en Alejandría y sus
cercanías después de la muerte de Pedro, y que por tanto haría lo mismo junto con el apóstol
en vida. Pero no se hace mención alguna en otras escrituras de tal Babilonia egipcia, sino sólo
de la Caldea. Y aunque hacia el fin del reinado de Calígula una persecución arrojó a los judíos de
allí a Seleucia, y una plago, cinco años más tarde también los diezmó, esto con todo no excluye
su retorno y su multiplicación durante los veinte años entre la plaga y la redacción de la
Epístola. Además, el orden de la enumeración de los países, del nordeste al sur y oeste, es el
que seguiría uno que escribiera desde la Babilonia Oriental, y no desde Egipto ni Roma. En

80
verdad, Cosmas Indicopleutes, en el siglo seis, entendía que se trataba de la Babilonia que
estaba fuera del Imperio Romano. Silvano, compañero de Pablo, lo fue posteriormente de
Pedro, y fue el portador de la epístola.
EL ESTILO. —La verdad fervorosa y práctica, antes que el raciocinio lógico, son las
características de esta epístola, como también del enérgico y simpático escritor. Su
conocimiento de las epístolas de Pablo revelado en la carta, concuerda con lo que era de
esperar por el hecho de que Pablo hubiera “comunicado el evangelio que predicaba a los
gentiles” (por revelación especial a él concedida) a Pedro entre otros de “figuración”.
Individualmente ocurren, tales como el bautismo, “la demanda de una buena conciencia hacia
Dios” (3:21); “conciencia de Dios” (2:19, griego), como motivo por qué soportar las aflicciones;
“esperanza viva” (1:3); “herencia incorruptible y que no puede contaminarse ni marchitarse”
(1:4); “ósculo de caridad” (5:14). Se contempla a Cristo menos en relación con sus
padecimientos pasados, y más como está exaltado al presente tiempo y por venir pronto
manifestado en su majestad. La proximidad de la realización de la dicha futura le hace estimar a
los creyentes como “extranjeros” y “peregrinos” en la tierra. El fervor depurado, la humildad
profunda y ardiente amor, aparecen en la epístola, como debiéramos esperar de uno que había
sido tan amorosamente restaurado de su seria caída. “Convertido”, en verdad “fortalece a sus
hermanos”. Su fervor se destaca en la frecuente repetición del mismo pensamiento en palabras
similares.
En algunos pasajes demuestra su familiaridad con la Epístola de Santiago, cuya importancia
tenía peso para el partido judaico legalista, lo cual confirma la inspiración de la misma (comp. el
1:6, 7 con Santiago 1:2, 3; el 1:24 con Santiago 1:10; el 2:1 con Santiago 1:21; el 4:8 con
Santiago 5:20, ambos citan Proverbios 10:12; el 5:5 con Santiago 4:6 y Proverbios 3:34). Las más
citas hechas del Antiguo Testamento, son comunes a ambas epístolas. “La fuerte
susceptibilidad a impresiones externas, la vivacidad de sentimientos, la facilidad en el
desarrollo de temas, disponen las naturalezas como la de Pedro para que repitan de nuevo los
pensamientos de otros.” [Steiger].
La dicción de esta Epístola y la de los discursos de Pedro en los Hechos son muy similares:
una coincidencia impensada, y así una evidencia de la genuinidad de la carta (comp. el 2:7 con
Hechos 4:11; el 1:12 con Hechos 5:32; el 2:24 con Hechos 5:30 y 10:39; el 5:1 con Hechos 2:32 y
3:15; el 1:10 con Hechos 3:18 y 10:43; el 1:21 con Hechos 3:15; 10:40; el 4:5 con Hechos 10:42;
el 2:24 con Hechos 3:19, 26).
Hay, también, una repetición del lenguaje del Señor de la última entrevista después de su
resurrección, según Juan 21. Comp. “el Pastor… de almas”, 2:25; “Apacentad la grey de Dios”,
“el Príncipe de los pastores”, 5:2, 4, con Juan 21:15–17: “Apacienta mis ovejas… corderos al
cual… amáis “también el 1:8; 2:7, con Juan 21:15–17: “¿Me amas?” y 2 Pedro 1:14 con Juan
21:18, 10. Wiesinger bien dice: “El que en amorosa impaciencia se arrojó a la mar para ir al
encuentro del Señor, es también el hombre que con más ardor testifica de la esperanza de su
retorno; el que fechó su propia fe desde los padecimientos de su Maestro, nunca se cansa de
ensalzar la sufrida forma del Señor, para consolar y estimular a sus lectores; aquel para quien la
muerte de mártir es una expectativa asegurada, es quien en la mayor variedad de aspectos
expone el deber, tanto como la consolación, de padecer por Cristo; como una roca de la Iglesia,
cimienta a sus lectores, para la tormenta de las presentes tribulaciones, sobre la verdadera
Roca de la eternidad.”

81
CAPITULO 1

HOMILIA SOBRE LA DIVINIDAD: GRATITUD POR LA ESPERANZA VIVA PARA LA CUAL SOMOS
ENGENDRADOS, LO QUE PRODUCE GOZO EN MEDIO DE PADECIMIENTOS: ESTA SALVACION,
OBJETO DEL MAS PROFUNDO INTERES DE PARTE DE PROFETAS Y ANGELES: SU COSTO TAN
ALTO, MOTIVO PARA LA SANTIDAD Y EL AMOR, COMO HEMOS NACIDO DE NUEVO DE LA
PALABRA DE DIOS QUE PERMANECE PARA SIEMPRE. 1. Pedro—forma griega de Cefas, hombre
de piedra, apóstol de Jesucristo—El que predica de otra manera que no sea como mensajero de
Cristo, no debiera ser escuchado; si como tal predica, entonces es lo mismo que si oyeses a
Cristo hablando en tu presencia. extranjeros esparcidos—lit., “peregrinos de la dispersión”;
ocurre sólo en Juan 7:35 y aquí en el Nuevo Testamento y en el Salmo 147:2 (Versión de los
Setenta). “los echados de Israel”; la designación peculiar dada a los judíos en su condición de
dispersos por todo el mundo siempre desde el cautiverio babilónico. A éstos se dirige Pedro,
como apóstol de la circuncisión, en primer orden; pero no en el limitado sentido temporal
solamente; considera su condición temporal como una sombra de su vocación celestial para ser
extranjeros y peregrinos sobre la tierra, que esperan a la Jerusalén celestial por hogar propio.
Así los cristianos gentiles, como el Israel espiritual, son incluídos secundariamente, teniendo la
misma vocación. Alude claramente a los cristianos gentiles (1:14; 2:10; 4:3; comp. el 1:17; 2:11).
Los cristianos, si consideran debidamente su vocación, nunca deben establecerse aquí, sino
sentirse como transeúntes. Como los judíos en su dispersión difundieron por las naciones el
conocimiento del Dios único, preparatorio para el primer advenimiento de Cristo, así los
cristianos dispersos entre los inconversos, difunden el conocimiento de Cristo en preparación
para su segunda venida. “Los hijos de Dios esparcidos por doquier” constituyen un todo en
Cristo, que “los junta con amor en uno”, ahora parcialmente y en el Espíritu, después, más
perfecta y visiblemente. “Elegidos”, en el orden griego, precede a “extranjeros”, electos en
relación con el cielo, extranjeros en referencia a la tierra. La elección aquí es la de individuos a
la vida eterna por la soberana gracia de Dios, como lo siguiente lo demuestra. “Mientras que
cada uno está seguro de su propia elección por el Espíritu, no recibe seguridad alguna tocante a
otros, ni hemos de ser demasiado curiosos (Juan 21:21, 22); Pedro los enumera entre los
elegidos, puesto que llevan la apariencia de haber sido “regenerados” [Calvino]. Llama a toda la
Iglesia por el término que estrictamente pertenece sólo a la mejor porción de ellos [Calvino]. La
elección a oír y la elección a vida eterna son distintas. Ser consciente de la elección es un fuerte
motivo para la santidad. El ministro invita a todos, y con todo no disimula la verdad de que en
ningunos, salvo los elegidos, efectuará la predicación la bendición eterna. Como el principal
fruto de la exhortación, y aun de las amonestaciones, redunda para “los elegidos”, por tal
razón, principia por dirigirse Pedro a los tales. Steiger traduce: A “los electos peregrinos que
forman la dispersión en Ponto…” El orden de las provincias es que serían miradas por uno que
escribiese desde el oriente, desde Babilonia (5:13); del nordeste hacia el sur a Galacia, del
sudeste hacia Capadocia, luego hacia Asia y de vuelta hacia Bitinia, al oeste de Ponto.
Contrástese el orden en Hechos 2:9. Ahora está sirviendo a los mismos a quienes había
predicado en Pentecostés: “Partos, Medos, Elamitas, habitantes de Mesopotamia y de Judea”—
es decir, judíos que estaban ahora sujetos a los partos, cuya capital era Babilonia, donde Pedro
trabajó en persona—de Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Bitinia”, la dispersión asiática derivada

82
de Babilonia, a los cuales ministra por carta. 2. presciencia—el amor preordinante (1:20),
inseparable de la presciencia de Dios, el origen de la elección y el molde al cual se conforma.
Hechos 2:23 y Romanos 11:2 prueban que “presciencia” es preordinación. La presciencia de
Dios no es la percepción en base alguna a acción ajena a él mismo; con todo en ella se
comprende la libertad, y se excluye toda coartación absoluta. [Anselmo en Steiger]. Porque el
Hijo de Dios fue “antes conocido” (así el griego en el 1:20: “ordenado antes…”) para ser el
Cordero sacrificial, no contra su voluntad ni con ella, sino con su voluntad reposada en la
voluntad del Padre. Esto incluye la acción consciente; y más, hasta la aquiescencia gozosa.
“Conocer” en el hebreo como en el griego incluye como propios de uno la aprobación y el
reconocimiento. El hebreo señala la unidad de amar y escoger con tener una palabra para
expresar los dos conceptos, bachar (heiretizo, V. de los Setenta). Pedro desciende de la eterna
“elección” de Dios por el nuevo nacimiento, a la “santificación” del creyente, para que de ésta
pueda elevarlos de nuevo por la consideración de su nuevo nacimiento, a la “viva esperanza” de
la “herencia” celestial. [Heidegger]. Las tres Personas divinas las introduce en sus respectivas
funciones en la redención. en santificación—El elemento en que son elegidos. La elección de
Dios se realizó y se manifestó “en” la santificación de ellos. Los creyentes son “santificados por
la ofrenda de Cristo una vez por todas” (Hebreos 10:10). “Tú debes creer que eres santo; pero
no por tu propia piedad, sino por la sangre de Cristo” [Lutero]. Esta es la verdadera santificación
del Espíritu, obedecer el evangelio, confiar en Cristo. [Bullinger]. —La separación por el Espíritu
del creyente como consagrado a Dios. La ejecución de la elección de Dios (Gálatas 1:4). Dios el
Padre nos da la salvación por la elección gratuita; el Hijo la compra con el derramamiento de su
sangre; el Espíritu Santo aplica el merecimiento del Hijo al alma por la palabra evangélica
[Calvino]. Comp. Números 6:24–26, la triple bendición del Antiguo Testamento. para
obedecer—El Gr., “para obediencia”, el resultado y la finalidad de Dios con respecto a nosotros:
la obediencia, que consiste en la fe y en lo que mana de la fe; “obedeciendo a la verdad por el
Espíritu” (1:22). Romanos 1:5, “obediencia a la fe”, y obediencia fruto de la fe. Ser rociados—el
Gr. “para obediencia y rociamiento de sangre…” No en la justificación mediante la expiación
hecha una vez por todas, expresada en las frases anteriores, sino (como el orden indica) en ser
diariamente rociados con la sangre de Cristo, y así limpiados de todo pecado, lo que es el
privilegio de todo justificado que “camina en la luz”. Gracia—la fuente de la “paz”, sea
multiplicada—aún más que hasta ahora. Daniel 4:1. “Ya tenéis la paz y la gracia, mas no todavía
en la perfección; por tanto, debéis seguir creciendo, hasta que el viejo Adán esté muerto”
[Lutero]. 3. Empieza, como Pablo, al principiar sus epístolas, dando gracias a Dios por la
grandeza de la salvación; en esto (1) anticipa el futuro (1:3–9) y (2) vuelve sobre lo pasado.
[Alford]. Bendito—vocablo griego (eulogetos, “bendito sea”) que se aplica a Dios, distinto del
que se usa (eulogemenos, bendecido), con respecto al hombre. Padre—Esta Epístola entera
concuerda con el “Padre nuestro”: “Padre”, 1:3, 14, 17, 23; 2:2; “nuestro”, 1:4; “en los cielos”,
1:4; Sea santificado tu nombre”, 1:15, 16; 3:15; “venga tu reino”, 2:9; “sea hecha tu voluntad”.
2:15; 3:17; 4:2, 19; “pan diario”, 5:7; “perdón de pecados”, 4:8, 1; “tentación” 4:12;
“liberación”, 4:18 [Bengel]; comp. el 3:7 y 4:7, alusiones a la oración. Barak en el hebreo,
“bendice”, lit., arrodillarse. Dios, la fuente de bendiciones debe ser bendito por todas sus obras.
grande misericordia—Que la “misericordia” de Dios alcanzara hasta nosotros, culpables y
enemigos, es prueba de que es grande y plena. nos ha regenerado—del Espíritu por la palabra
(1:23); aunque éramos por naturaleza hijos de la ira, y muertos en pecados. en—Gr. eis, “para”;

83
para esperanza, para que la tengamos. viva—o “viviente”. Tiene vida en sí, da vida, y espera
vida objetivamente [De Wette]. Viviente es una expresión favorita de Pedro (1:23; 2:4, 5). Se
deleita en contemplar la vida venciendo la muerte en el creyente. La fe y el amor siguen a la
esperanza (1:8, 21, 22). “(Para) una esperanza viva” es explicada aún más por “(para) una
herencia incorruptible… que… no marchitase…” y “para (alcanzar la) salud (salvación)…
aparejada para ser revelada en el postrimero tiempo”. Yo prefiero, con Bengel y Steiger, unir
como en el griego: “para una esperanza viva (que posee vida y vitalidad) mediante la
resurrección de Jesucristo”. La fe, el medio subjetivo de la resurrección espiritual del alma, es
obrada por el mismo poder por el cual Cristo fue resucitado de los muertos. El bautismo es el
medio objetivo (3:21). [Nota del Traductor: El bautismo, se puede decir que es el medio
simbólico, figurativo, de la resurrección a novedad de vida. El Espíritu obra
independientemente de medios.] Su fruto moral es una vida nueva. La relación de nuestra
filiación con la resurrección aparece también en Lucas 20:36; Hechos 13:33. La resurrección de
Cristo es la causa de la nuestra, (1) como causa eficiente (1 Corintios 15:22); (2) como causa
ejemplar, estando todos los santos por resucitar a similitud de la resurrección de él. Nuestra
“esperanza” es que Cristo, resucitado de los muertos, ha ordenado el poder, y ha venido a ser
el modelo de la resurrección del creyente. El alma, renacida de su estado natural para la vida de
la gracia, nace luego otra vez para la vida de gloria. Mateo 19:28: “Regeneración, cuando se
sentará el Hijo del hombre en el trono de su gloria”; la resurrección de nuestros cuerpos es una
salida como si fuera de la matriz de la tierra y la entrada a la inmortalidad, una natividad para
otra vida. [El Obispo Pearson.] Las cuatro causas de nuestra salvación son: (1) la causa primaria,
la misericordia de Dios; (2) la causa inmediata, la muerte y resurrección de Cristo; (3) la causa
formal, nuestra regeneración; (4) la causa final, nuestra dicha eterna. Como Juan es el discípulo
del amor, así Pablo es el de la fe, y Pedro el de la esperanza. De ahí que Pedro, más que los
demás apóstoles, subraya la resurrección de Cristo; una coincidencia entre la historia y la
Epístola, y una prueba de su genuinidad. La resurrección de Cristo fue la ocasión de la
restauración de Pedro mismo, por Cristo, después de su caída. 4. Para una herencia—el objeto
de nuestra esperanza (v. 3), que por tanto no es una esperanza muerta, sino viva. La herencia
es del creyente ya, por título, estándole acreditada en efecto; la entrada para poseerla es
futura, y es esperada como cosa cierta. Siendo “engendrado” de nuevo como “hijo”, es
“heredero”, así como los padres terrenales engendran hijos que heredarán los bienes de ellos.
La herencia es la salvación (vv. 5, 9): “la gracia… presentada en la revelación (aparición) de
Cristo” (v. 13); “una corona de gloria que es inmarcesible.” incorruptible—que no tiene en sí los
gérmenes de la muerte. Las negaciones de las imperfecciones con que nos encontramos en esta
vida son los principales medios de llevar a nuestras mentes un concepto de las cosas celestiales
que todavía “no han subido al corazón del hombre”, y que aún no tenemos las facultades
capaces de conocer plenamente. Pedro, temerario, impulsivo, y muy susceptible a las
impresiones externas, era tanto más apto para sentir con dolor la corrupción arraigada, que,
acechando bajo el esplendor de las cosas más hermosas de la tierra, las condena a pronta
podredumbre y muerte, no puede contaminarse—“herencia… incontaminable” (Gr. amianton);
no manchada por el pecado como los bienes terrenos, ni en la adquisición, ni en el uso de ellos;
no susceptibles de mancha alguna. “El rico o es hombre fraudulento, o es heredero de
fraudulento.” [Jerónimo.] Aun la herencia de Israel estaba contaminada por el pecado del
pueblo. La contaminación se insinúa de intrusa hasta en nuestras cosas santas de ahora,

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mientras que el servicio de Dios debe de ser puro. ni marchitarse—Comp. al v. 24 en contraste.
Aun la parte más delicada de la herencia celestial sigue siendo inmarcesible. “En sustancia
incorruptible; en pureza incontaminable; en hermosura inmarcesible” [Alford]. Reservada—
guardada (Colosenses 1:5; 2 Timoteo 4:8); el pretérito perfecto, que expresa un estado fijo y
permanente, “que ha sido y está guardada”. La herencia está en seguridad, sin riesgo, fuera del
alcance de Satanás, aunque nosotros, los herederos, estamos aún en medio de peligros. Con
todo, si somos creyentes, nosotros también, así como la herencia, somos “guardados” (el
mismo griego, Juan 17:12) en seguridad por Jesús (v. 5). en los cielos—donde no puede ser ni
destruída ni robada. No se sigue que, por cuanto está guardada en los cielos, no haya de estar
después en la tierra también. 5. para nosotros—El Gr., “para vosotros”, como en el v. 6. Está
segura, no sólo en sí a salvo de toda desgracia, sino también de toda enajenación, de modo que
nadie la puede recibir en nuestro lugar. Había dicho “nosotros” en el v. 3; ahora se dirige a los
elegidos, a fin de animarlos y de exhortarlos, somos guardados—El Gr. “Para vosotros los… los
guardados,” “los que estáis siendo guardados.” Refuta la objeción: “¿De qué provecho es dicha
salvación que nos está reservada en el cielo, como en puerto tranquilo y seguro, cuando
nosotros somos arrojados en el mundo sobre turbulento mar en medio de mil naufragios?”
[Calvino]. Como la herencia está guardada (v. 4) en seguro para los lejanos “herederos”, así
deben ellos ser guardados en sus personas para así estar seguros de alcanzarla. Ni carecerán
ellos de ella, ni ella de ellos, “Nosotros estamos guardados en el mundo, así como nuestra
herencia está guardada en el cielo”. Esto define el “vosotros” (“nosotros” en nuestra versión).
La herencia, sabed, pertenece sólo a los que “perseveran hasta el fin”, siendo “guardados por (o
en) la virtud de Dios por fe”. Comp. Lucas 8:13 en contraste. Dios mismo es nuestro solo poder
guardador. “Es su poder el que nos guarda de nuestros enemigos. Es su longanimidad lo que
nos salva de nosotros mismos” [Bengel], Judas 1: “conservados en Jesucristo”; Filipenses 1:6;
4:7; “guardará”, el mismo verbo en el griego como aquí. Este guardar se efectúa, de parte de
Dios, por su “poder”, la causa eficiente; de parte del hombre, por medio de la fe, el medio
efectivo. en la virtud—El creyente vive espiritualmente en Dios, y en virtud de su poder, y Dios
vive en él. “En” denota que la causa es inherente en los medios, u obra orgánicamente por
ellos, los cuales existen también en la causa. El poder de Dios que guarda al creyente no es
ninguna fuerza externa que obre sobre él desde afuera con necesidad mecánica, sino el poder
espiritual de Dios, en el cual vive, y de cuyo Espíritu está vestido. Baja éste sobre él, y luego
mora en él, así como está en él. [Steiger]. Que na die se jacte de que está guardado por el poder
de Dios para salvación, si no está caminando por la fe. Ni el conocimiento especulativo y la
razón, ni las obras de aparente caridad, tendrán valor, aparte de la fe Es por la fe que la
salvación se recibe y también está guardada. para (alcanzar la) salud salud—El Gr. “para
salvación”. “La salvación” no es meramente operada para nosotros en título por Cristo,
escriturada a nuestro nombre cuando creemos, sino en efecto manifestada, y para ser
finalmente perfeccionada, aparejada, etc.—Cuando Cristo se manifieste, ella será manifestada.
Los preparativos para ello están ahora haciéndose, y comenzaron cuando Cristo vino: “Todas las
cosas están ya aparejadas”; la salvación está ya hecha, y sólo espera el tiempo del Señor para
ser manifestada: él está preparado “para juzgar”. postrimero tiempo—el último día, que
termina el día de la gracia: el día de juicio, de redención, de la restitución de todas las cosas, y
de la perdición de los impíos. 6. En lo cual—en la cual esperanza de la salvación final, os
alegráis—“con exultación”, “os regocijáis con exuberancia”. La salvación se realiza por la fe (v.

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9), como cosa tan efectivamente presente como para causar exultación a pesar de las
tribulaciones existentes. si es necesario—“Si es la voluntad de Dios que así sea”, [Alford],
porque no todos los creyentes están atribulados. Uno no debe pedir ni imponerse una cruz,
sino sólo “alzar” la cruz que Dios le impone (“su cruz”). No se debe forzar demasiado el texto de
2 Timoteo 3:12. No todo creyente, ni todo pecador, es probado con aflicciones [Theophylact].
Algunos piensan erróneamente que no obstante nuestro perdón en Cristo, hace falta alguna
suerte de propiciación o expiación por el pecado. Afligidos—El Gr. “entristecidos”. La “tristeza”
ya se considera pasada, o al menos temporaria; el “gozo exultante”, presente y continuo. Es
porque el gozo realizado, de la salvación venidera, hace que la presente tristeza parezca cosa
del pasado. Al primer golpe de la aflicción os entristecisteis, pero ahora en anticipación os
alegráis, pareciéndoos pasada la presente aflicción. Tentaciones—o sea, pruebas de vuestra fe.
7. La finalidad de la tentación, o prueba, es la comprobación. prueba—el examen, aprobación.
Para que vuestra fe así probada “sea hallada (el aoristo: una vez por todas, como resultado del
examen en el día del juicio) para (resultando en) alabanza…” es decir, la alabanza que imparte
el Juez. el cual perece—El oro perece, y con todo es probado con fuego. Si el oro perecedero es
examinado con fuego para quitarle la escoria y estimar su genuinidad, ¿cuánto más necesita
vuestra fe, que nunca perece, pasar por la prueba ardiente para quitarle todo lo defectuoso y
probar su pleno valor? gloria—“Honra” no es tan fuerte como “gloria”. Como la “alabanza” está
en palabras, así la “honra” es de hechos: la recompensa honoraria, cuando… manifestado—El
Griego., “en la revelación…” Así en el v. 13. A la revelación (Griego., apokalipsis) de Cristo,
también tendrá lugar la revelación, o manifestación, de los hijos de Dios (Romanos 8:19). Comp.
1 Juan 3:2, en el griego. 8. Al cual, no habiendo visto, le amáis—aunque en otros casos es el
conocimiento de la persona lo que produce el amor hacia ella. Son más “bienaventurados los
que no vieron y con todo creyeron”, que los que creyeron porque vieron. Sobre el amor de
Pedro mismo a Jesús, véase Juan 21:15–17. Aunque los apóstoles lo habían visto, dejaron ya de
conocerlo meramente según la carne. en el cual creyendo—lo que produce un regocijo
exultante. al presente—la presente condición en contraste con la futura, cuando los creyentes
“verán su rostro”. inefable—Comp. 1 Corintios 2:9. Glorificado—Un gozo que está ya rodeado
de gloria. La “gloria” es en parte una posesión presente por la presencia de Cristo, “el Señor de
la gloria”, en el alma; en parte, la anticipación asegurada. “El gozo del cristiano está ligado con
el amor a Jesús; su base es la fe: no es pues ni egoísta ni arrogante” [Steiger]. 9. obteniendo—
en asegurada anticipación; “el fin de la fe (vuestra”), o sea su consumación triunfante, la
“salvación” finalmente cumplida (Pedro aquí confirma la enseñanza de Pablo sobre la
justificación por la fe): obteniendo también ahora el título de propiedad y las primicias de ella.
En el siguiente v. 10, la salvación se trata como ya presente, mientras que “los profetas” no la
tenían aún presente. Debe pues referirse en el v. 9 al presente: la liberación ahora de un estado
de ira: los creyentes ahora mismo “obtienen la salvación,” aun cuando su plena “revelación” es
futura. de (vuestras) almas—El alma inmortal era lo que estaba perdido, así que “la salvación”
concierne en primer lugar al alma; el cuerpo participará de la redención más adelante; el alma
del creyente está salva ya: prueba adicional de que el “obtener la salvación” es cosa del tiempo
presente. 10. La magnitud de esta “salvación” está probada por el ardor con que “los profetas”,
y aun “los ángeles”, la escudriñaron. Aun desde el principio del mundo esta salvación ha sido
testimoniada por el Espíritu Santo. los profetas—término general que incluía a todos los
autores inspirados del Antiguo Testamento. han inquirido—con perseverancia: así el griego.

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Mucho más se nos revela a nosotros que lo que alcanzaron con diligente investigación los
profetas. Con todo no se dice que ellos la buscaran, sino que inquirieron y buscaron “acerca de”
ella (así el griego) Ellos ya estaban seguros acerca de la redención que estaba por venir. No
vieron plenamente, como nosotros, pero desearon ver al uno y mismo Cristo que nosotros
vemos plenamente en espíritu. “Como Simeón estuvo ansiosamente deseando anteriormente y
quedó tranquilo en paz sólo cuando hubo visto a Cristo, así todos los santos del Antiguo
Testamento vieron a Cristo sólo veladamente y como si estuviese ausente—ausente no en el
poder y la gracia, sino por cuanto no estaba aún manifiesto en carne” [Calvino]. Los profetas,
como individuos, tuvieron que reflexionar sobre el sentido figurado y de largo alcance de sus
profecías; porque sus palabras, como profetas, en su función pública, no eran propias de ellos
tanto como del Espíritu, que hablaba por ellos y en ellos: así opinó Caifás. Un testimonio
notable de la inspiración verbal; las palabras que los autores inspirados escribieron son palabras
de Dios, que expresan la mente del Espíritu, las cuales los escritores mismos escudriñan, para
encontrar el hondo sentido precioso, lo mismo que hacen los lectores creyentes. El verbo
(inquirir) indica que tenían indicaciones de seguir en búsqueda. de la gracia que había de
venir—a saber, la gracia del Nuevo Testamento: arras de “la gracia” de la perfecta “salvación”
“para ser traída con la (segunda) revelación de Cristo”. Los creyentes del Antiguo Testamento
también poseían la gracia de Dios: eran hijos de Dios, pero eran como menores de edad, así
como siervos; mientras que nosotros gozamos los plenos privilegios de hijos adultos.
11. escudriñando—“con referencia a qué tiempo o qué suerte de tiempo”. Así lo expresa el
griego. Este qué expresa el tiempo en absoluto; qué cuál había de ser la era de la venida del
Mesías; qué suerte de tiempo, qué eventos y rasgos caracterizarían el tiempo de su venida. La
conjunción o infiere que algunos de los profetas, si no podían como individuos descubrir el
tiempo preciso escudriñaron los rasgos y eventos característicos del tiempo. El griego por
“tiempo” aquí es la sazón, la época, el tiempo propio en los propósitos de Dios, el Espíritu de
Cristo… en ellos— (Hechos 16:7, Versión Moderna: “el espíritu de Jesús”; Apocalipsis 19:10.) Así
Justino Mártir dice: “Jesús fue aquel que apareció y se comunicó con Moisés, Arahán y los
demás patriarcas”. Clemente de Alejandría lo llama “el Profeta de profetas, y Señor de todo el
espíritu profético.” significaba—“daba intimación.” prenunciaba—“testificaba de antemano los
padecimientos (ordenados) para el Cristo”, o en respecto a Cristo. “Cristo”, el ungido Mediador,
cuyos padecimientos fueron el precio de nuestra “salvación” (vv. 9, 10), el cual es el conducto
de “la gracia que había de venir a nosotros”, las glorias—de su resurrección, de su ascensión, de
su juicio y reino venideros, las consecuencias necesarias de los padecimientos, después de
ellas— (3:18–25; 5:1). Puesto que “el Espíritu de Cristo” es el espíritu de Dios, Cristo es Dios. Es
sólo porque el Hijo de Dios había de ser nuestro Cristo que se reveló a sí mismo y por sí al Padre
en el Antiguo Testamento, y que por el Espíritu Santo, que procede eternamente del Padre y
del Hijo, habló a los profetas. 12. No sólo les fue revelado el futuro a ellos, sino también esto,
que dichas revelaciones del futuro les fueron dadas no para ellos mismos, sino para el bien de
nosotros de los tiempos del evangelio. Esto, lejos de desanimarlos, los alentó más para
testificar abnegadamente en el Espíritu para el bien parcial de su propia generación (sólo de
creyentes), y para el pleno beneficio de la posteridad. Contrástese en tiempos evangélicos,
Apocalipsis 22:10. No que sus profecías fuesen desoídas con las instrucciones espirituales
tocantes al Redentor, por su propia generación, sino que la plena luz no había de ser dada antes
de que el Mesías viniese; fué para el bien de ellos que tuvieron esta “revelación”, para que no

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se desanimasen por no descubrir claramente a pesar de su investigación y búsqueda todos los
pormenores de la “salvación venidera.” A Daniel le fue revelado el tiempo (Daniel 9:25, 26).
Nuestros inmensos privilegios están así expuestos por el contraste con los de ellos, no obstante
que tuvieron honor grande de que el Espíritu hablara en ellos; y esto como incentivo a aun
mayor consagración de nuestra parte que la que ellos mismos hubieran manifestado (v. 13).
para nosotros—los manuscritos más antiguos dicen “vosotros”, como en el v. 10. Este versículo
expresa que nosotros los cristianos podemos entender las profecías con la ayuda del Espíritu,
en la parte más importante, es decir, hasta donde han sido ya cumplidas. por el Espíritu Santo
enviado—en Pentecostés. Manuscritos posteriores dicen: “en el Espíritu…”; Los evangelistas
hablando por el Espíritu Santo eran testigos infalibles. “El Espíritu de Cristo” estaba en los
profetas (v. 11), pero no manifiestamente, como en el caso de la iglesia cristiana y sus primeros
predicadores, “enviado del cielo”. ¡Cuán favorecidos somos nosotros, al ser servidos, en cuanto
a la “salvación”, por los profetas y asimismo por los apóstoles, anunciando éstos como en
efecto cumplidas las mismas cosas que aquéllos predijeron! en las cuales—cosas “que ahora os
son anunciadas” por los predicadores evangelistas, a saber, “los padecimientos de Cristo v las
glorias que habían de seguir” (vv. 11, 12). ángeles—superiores aun a los profetas. Los ángeles,
como tampoco nosotros mismos, no poseen un conocimiento intuitivo de la redención. “Mirar”
es lit., aquí en el griego: “encorvarse para mirar profundamente hasta el fondo de una cosa”.
Véase nota sobre el mismo vocablo en Santiago 1:25. Como los querubines se encorvaban
sobre el propiciatorio, emblema de la redención, en el lugar santísimo, así los ángeles
contemplan fijamente y anhelan profundizar “el gran misterio de la piedad, Dios manifestado
en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles”. Su “ministerio a favor de los herederos
de la salvación” naturalmente los predispone a compenetrarse de este misterio que refleja tal
gloria sobre el amor, justicia, sabiduría y poder del Dios y Señor suyo y nuestro. Lo pueden
conocer sólo por su manifestación en la iglesia, puesto que ellos no tienen la porción directa en
él que tenemos nosotros. “Los ángeles tienen sólo el contraste entre el bien y el mal, sin el
poder de la conversión del pecado a la justicia: presenciando dicha conversación en la Iglesia,
anhelan informarse del conocimiento de los medios por los cuales se efectúa” [Hofman en
Alford]. 13. Por lo cual—Viendo que los profetas ministraron a vuestro favor en estos altos
privilegios evangélicos, en que ellos mismos no participaron plenamente, aunque los
escudriñaron, y vieron que hasta los ángeles deseaban “mirarlo”, ¡cuán fieles y vigilantes
debierais vosotros ser respecto a ellos! los lomos … ceñidos—refiriéndose a las palabras de
Cristo mismo (Lucas 12:55), una figura sugerida por la manera en que los israelitas comían la
pascua, atada la larga ropa exterior a la cintura con un cinturón, como en preparación para
viajar. Los obreros, los corredores, luchadores, y guerreros (como figuras típicas de los
cristianos) así se ceñían, tanto para acortar el ropaje de modo que no impidiera la acción, como
para ceñir y fortificar el cuerpo para la acción. El creyente debe tener la mente (sus poderes
intelectuales) preparada y presta siempre para la venida de Cristo. “Reunid la potencia de
vuestro espíritu” [Hensler]. Con templanza, eso es, sujeción propia espiritual, para que uno no
sea derrotado por las seducciones del mundo y de la carne, y con la “perfecta esperanza” de la
revelación (aparición) de Cristo, es la verdadera manera de “ceñir los lomos de la mente
(entendimiento)”. perfectamente—para que no haya nada deficiente en vuestra esperanza,
ninguna caída de vuestra confianza. Si se tradujera “hasta el fin” (teleios), podría hacer alusión
a “el fin” (telos) del v. 9, el fin de vuestra fe y esperanza, a saber, “la gracia que os es traída en

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(así dice el griego) la revelación de Cristo”. Como la gracia será entonces perfeccionada, así
debéis esperar perfectamente. “Esperad” es repetición del v. 3; las dos apariciones no son sino
dos etapas de la gran revelación de Cristo que abarca el Nuevo Testamento del principio al fin.
14. De sobriedad de espíritu y perseverancia de esperanza, pasa a obediencia, santidad y
reverencial temor. Como hijos—indicando su presente carácter real de “renacidos” (vv. 3, 22).
obedientes—Griego, “hijos de obediencia”; hijos de los cuales la obediencia es su característica
natural y predominante, como el niño es de la misma naturaleza de la madre y del padre.
Comp. en contraste, Efesios 5:6, “los hijos de desobediencia”. Comp. el v. 17, “invocáis por
Padre”, de quien sois “hijos”. Teniendo la obediencia de la “fe” (v. 22) así como la de la práctica
(vv. 16, 18). “La fe es la obediencia suprema, porque se desempeña a las órdenes supremas”.
[Lutero.] no conformándoos—La moda (Griego, squema) externa es pasajera y meramente
superficial. La “forma”, o conformación en el Nuevo Testamento es algo más profundo, más
perfecto y esencial. los deseos que antes teníais—las características de vuestro estado de
ignorancia de Dios: tanto de judíos como de gentiles. La santificación se describe primero
negativamente (v. 14, “no conformándoos …” desvistiéndoos el viejo hombre, la forma exterior,
así como la conformación interna); luego positivamente (v. 15, vistiéndoos el nuevo. Comp.
Efesios 4:22, 24). Los “deseos” o concupiscencias manan del original “nacimiento en pecado”
(herencia de nuestros primeros padres, los que por deseo voluntario trajeron el pecado al
mundo), el que siempre, desde que el hombre quedó distanciado de Dios, trata de llenar con
cosas terrenales el vacío que siente en su ser; las formas múltiples que asume la concupiscencia
congénita se llaman en el plural concupiscencias. En el regenerado, en cuanto concierne al
nuevo hombre, que constituye su ego verídico, “el pecado” ya no existe; pero en la carne, el
viejo hombre existe. Por eso surgen los conflictos, continuados sin interrupción al través de la
vida, en los que el nuevo hombre generalmente prevalece y al fin vencerá completamente.
Pero el hombre natural no conoce lucha alguna sino la de sus concupiscencias una con otra, o
bien con la ley, sin poder para vencerlas. 15. Lit., “Sino (antes) según la norma de aquel que os
llamó y que es (cuya característica es de ser) santo, sed (griego, llegad a ser) vosotros también
santos.” Dios es nuestro gran modelo. La llamada (vocación) de Dios es el motivo a que Pedro
apela frecuentemente en sus epístolas. Todo aquel que engendra, engendra un vástago que se
le asemeja. [Epifanio]. “Que los hechos del hijo demuestren similitud con los del Padre”
[Agustín]. conversación—comportamiento, curso de vida; la conducta de uno, como distinta de
su naturaleza íntima, a la que exteriormente debe corresponder. Los cristianos ya son santos a
Dios por la consagración; deben serlo también en su conducta externa y en su comportamiento
en todo sentido. 16. La escritura es la verdadera fuente de toda autoridad en asuntos de
doctrina y práctica, sed … porque yo soy—Es conmigo que tenéis que haberos. Vosotros sois
míos. Por tanto absteneos de la corruptela gentílica. Somos demasiado propensos a tener
respeto para los hombres [Calvino]. Yo soy la fuente de la santidad, siendo santo en mi esencia,
sed pues celosos para ser participantes de la santidad, para que seáis como yo también soy
[Dídimo]. Dios es esencialmente santo; la criatura es santa en cuanto sea santificado por Dios.
Dios, quien da el mandamiento de ser santo, está dispuesto a dar también el poder de
obedecerle, es decir, por medio de la santificación del Espíritu (v. 2). 17. si—es decir, “puesto
que invocáis por Padre …” pues todos los regenerados oran como hijos, diciendo: “Padre
nuestro, que estás en los cielos”, sin acepción de personas—(Hechos 10:34; Romanos 2:11;
Santiago 2:1), que juzga sin aceptar a judío sobre el gentil (2 Crónicas 19:7; Lucas 20:21; dicho

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propiamente de un juez que no tiene prejuicios con respecto a personas). El Padre juzga por
medio del Hijo, que ejerce su autoridad delegada (Juan 5:22). Esto señala la unidad armoniosa y
completa de la Trinidad. obra—la obra de cada hombre es una unidad completa, sea buena o
mala. Las obras particulares de cada uno son manifestaciones del carácter general de su obra
completa de la vida, que indica si fue de fe y amor, por los que solamente podemos agradar a
Dios y evitar la condenación. Conversad—conducíos, apartaos. Peregrinación—El estado
objetivo de los judíos en su dispersión es emblemático del estado peregrino de todos los
creyentes en este mundo, ausentes de nuestra verdadera patria. temor—el reverencial, no el
servil. El que es vuestro Padre es también vuestro Juez: pensamiento que bien puede inspirar el
temor reverencial. Observa Theophylact: Un doble temor se menciona en las escrituras: (1) el
elementario, que produce en uno la seriedad; (2) el perfectivo: siendo éste el motivo por el cual
Pedro les urge a que sean obedientes. El temor no es incompatible con la certidumbre, sino con
la seguridad carnal: el temor produce la vigilante precaución para no ofender a Dios y
apostatar. “El temor y la esperanza manan de la misma fuente: el temor evita que
abandonemos la esperanza” [Bengel]. Aunque el amor no tiene en si temor, sin embargo, en
nuestra actual condición de imperfecto amor, éste necesita que el temor lo acompañe como
principio subordinado. Este temor ahoga todos los demás temores. El creyente teme a Dios, y
así no tiene a otro alguno que temer. No temer a Dios es la mayor bajeza e insensatez. De él
manaba el coraje de los mártires, más bien que de humano valor. 18. Otro motivo del temor
reverencial y vigilante (v. 17) de desagradar a Dios, es la consideración del alto precio de
nuestra redención del pecado. Nótese que somos nosotros, no el cielo, los que somos
comprados con la sangre de Cristo. No se dice en las escrituras que la sangre de Cristo compre
el cielo para nosotros; el cielo es la “herencia” (v. 4) que nos es dada a nosotros como hijos de
Dios. redimidos—Siendo el oro y la plata en sí mismos aptos para la corrupción (v. 7: “el oro
que perece;” comp. las palabras de Pedro mismo en Hechos 3:6, una coincidencia), a nadie
pueden librar de la muerte espiritual y corporal; son pues de demasiado poco valor. Comp. el v.
19 en contraste: “la sangre de Cristo…” Los israelitas eran rescatados por medio siclo cada uno
(Éxodo 30:12–16: comp. Números 3:44–51), que se destinaba para la compra del cordero para
el sacrificio diario. Pero el Cordero que redime a los israelitas espirituales lo hace “sin dinero y
sin precio”. Entregada por el pecado a la justicia de Dios, la Iglesia de los primogénitos es
redimida del pecado y de la maldición por la preciosa sangre de Cristo (Mateo 20:28; 1 Timoteo
2:6; Tito 2:14; Apocalipsis 5:9). En todos estos textos está la idea de la sustitución, la entrega de
uno por otro por vía de rescate o de equivalente. El hombre “está vendido bajo pecado” como
esclavo: encerrado bajo la condenación de la maldición. El rescate fue, pues, pagado al Juez,
justamente airado, y fue aceptado por Dios como satisfacción vicaria por nuestro pecado, por
cuanto fue su amor tanto como su justicia lo que lo predeterminó. Un israelita vendido esclavo
por deuda podía ser redimido por uno de sus hermanos. Como. pues, no podíamos rescatarnos
a nosotros mismos, Cristo asumió nuestra naturaleza a fin de hacerse nuestro pariente más
cercano y hermano, y ser así nuestro Goel o Redentor. La santidad es el fruto natural de la
redención de “nuestra vana conversación”; porque aquel por el cual somos redimidos es el
mismo para el cual somos redimidos. “Sin la justa abolición de la maldición, o no podría haber
liberación, o—cosa imposible—la gracia de Dios y su justicia deberían hallarse en conflicto”
[Steiger]; más ahora, Cristo habiendo llevado la maldición de nuestro pecado, liberta de ella a
los que son hechos hijos de Dios por su Espíritu. Vana—auto engañadora, irreal, y sin provecho:

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que promete el bien que no produce. Comp. la conducta de los gentiles, Hechos 14:15;
Romanos 1:21; Efesios 4:17; la de los filósofos humanos, 1 Corintios 3:20; la de los judíos
desobedientes, Jeremías 4:14. Conversación—comportamiento. Para saber lo que el pecado es,
debemos saber lo que costó de nuestros padres—las tradiciones judaicas. “La piedad humana
es una vana blasfemia, y el mayor pecado que puede el hombre cometer” [Lutero]. Hay un solo
Padre a quien imitar (v. 17); comp. Mateo 23:9, la misma antítesis [Bengel]. 19. preciosa—de
inestimable valor. El orden griego es: “Con preciosa sangre, como de un cordero sin mancha (en
sí) y sin contaminación (contraída por el contacto con otros), (la misma sangre) de Cristo”.
Aunque fue verdadero hombre, quedó puro en sí mismo (“sin mancha”), y sin ser infectado por
impresión alguna del pecado desde afuera (“sin contaminación”), lo que le hubiera hecho
inepto para ser nuestro Redentor propiciador: así el cordero pascual, y toda víctima para el
sacrificio, así también, la Iglesia, la Esposa, por su unión con él. Como la redención de Israel del
poder de Egipto requirió la sangre del cordero pascual, así nuestra redención del pecado y de la
maldición requirió la sangre de Cristo; “preordinado” él (v. 20) desde la eternidad, así como el
cordero pascual era elegido anticipadamente en el día diez del mes. 20. La preordinación
eternal hecha por Dios, del sacrificio redentor de Cristo, y el completamiento del mismo “en
estos postrimeros tiempos por amor de nosotros”, constituyen otra obligación que se nos
impone de mantener una conducta santa, considerando cuán grandes cosas se han hecho así
para nosotros. El lenguaje de Pedro en la historia corresponde al de aquí (Hechos 2:23), una
coincidencia impensada y marca de la genuinidad. La redención no fue una consideración
tardía, ni remedio de un mal imprevisto, ideado al momento de su aparición. La preordinación
del Redentor por Dios refuta la calumnia de que, sobre la teoría cristiana, hubo un período de
4.000 años de nada, salvo un Dios airado. Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del
mundo. Manifestado—en su encarnación, en la plenitud del tiempo. Existió desde la eternidad
antes que fuese manifestado. en los postrimeros tiempos—1 Corintios 10:11: “los fines de los
siglos”. Esta última dispensación, compuesta de “tiempos” marcados por grandes cambios,
pero reteniendo una unidad general, se extiende desde la ascensión de Cristo hasta su venida
para juzgar. 21. por él—Comp. “La fe que es por (medio de) él”. Hechos 3:16. Por Cristo, por
medio de su Espíritu, que tenemos en su resurrección y ascensión, que nos capacita para creer.
Este versículo excluye a todos los que no “por él creen en (eis con el acusativo) Dios”, incluye a
todos los que de toda edad y de todo clima creen en Dios. Lit., “son creyentes en Dios”. Creer
en Dios expresa una confianza íntima: “creyendo para amar a Dios, entrar en él, asiéndose de
él, incorporados en sus miembros. Por esta fe el impío es justificado, de modo que de aquí en
adelante la fe misma empieza a obrar en amor” [P. Lombardo]. Creer sobre (Gr. epí, o el
locativo) Dios, expresa la confianza que se fundamenta en Dios, que reposa sobre él. “La fe en
(Griego, “en” con el locativo) su sangre” (Romanos 3:25), denota que su sangre es el elemento
en que la fe tiene su lugar propio y permanente. Comp. con esto, Hechos 20:21: “el
arrepentimiento para con (eis con el acusativo) Dios y la fe hacia (eis con el acusativo) Cristo”:
donde hay un solo artículo para determinar ambos sustantivos, arrepentimiento y fe, lo que los
une inseparablemente formando una sola verdad; donde hay arrepentimiento, allí hay fe;
cuando uno conoce a Dios el Padre espiritualmente, entonces debe conocer al Hijo, por el cual
solo podemos llegar al Padre. En Cristo tenemos vida: si no tenemos la doctrina de Cristo, no
tenemos a Dios. El único camino vivo a Dios es por Cristo y su sacrificio. el cual lo resucitó—La
resurrección de Jesús por Dios es el fundamento especial de nuestro “creer:” (1) porque por

91
ella Dios declaró abiertamente su aceptación de su Hijo como nuestro sustituto; (2) porque por
ella y su glorificación él ha recibido poder, es decir, el Espíritu Santo, para impartir “fe” a sus
elegidos: el mismo poder que nos faculta para creer en aquel que lo resucitó. Nuestra fe no
debe ser sólo en Cristo, sino también por Cristo y por medio de Cristo. “Puesto que en la
resurrección de Cristo y en su consiguiente dominio está fundada nuestra seguridad, allí la fe y
la esperanza encuentran su apoyo”. [Calvino]. para que vuestra fe y esperanza sea en Dios—el
objeto y el efecto de la resurrección de Cristo por Dios. Declara Pedro lo que fué en efecto el
resultado y hecho, no es una exhortación, salvo sólo de manera indirecta. Vuestra fe surge de la
resurrección; vuestra esperanza, del hecho de que Dios “le ha dado gloria”. (Comp. el v. 11, “las
glorias”). Acordaos de que Dios levantó y glorificó a Jesús para el ancla de vuestra fe y
esperanza en Dios, y conservad vivas así estas gracias. Aparte de Cristo ni hubiéramos podido
sino tener miedo y no creer ni esperar en Dios. Comp. vv. 3, 7–9, 13, sobre la esperanza en su
relación con la fe; el amor se introduce en el v. 22. 22. purificado … verdad—Griego, “En la
(vuestra) obediencia de (vale decir a) la verdad” (evangélica de la salvación), vale decir, en el
hecho de haber creído vosotros. La fe purifica el corazón dándole el único motivo puro, el amor
a Dios (Hechos 15:9. Romanos 1:5), “obediencia a la fe”. por el Espíritu—frase omitida de los
manuscritos más antiguos. El Espíritu Santo es el Purificador al impartir la obediencia de la fe (v.
2; 1 Corintios 12:3). en amor—Griego, “para amor”, el resultado propio de la purificación de
vuestros corazones por la fe. “¿A qué fin debemos llevar una vida pura? ¿Para así ser salvados?
No: sino para esto: para poder servir a nuestro prójimo” [Lutero]. caridad (amor) hermanable—
Griego, “filadelfia”, amor fraterno. Es distinto del amor común. “El cristiano ama primero a los
que están en Cristo: y luego a todos los que pueden estarlo, es decir, a todos los hombres, así
como Cristo, hombre, murió por todos, y así espera que todos lleguen a ser sus hermanos
cristianos.” [Steiger]. Bengel observa que aquí como en 2 Pedro 1:5–7, el “amor fraternal” es
precedido por las gracias purificaderas, o sea, “fe, conocimiento y piedad”, etc. El amor a los
hermanos es la evidencia de nuestra regeneración y justificación por la fe. sin fingimiento—
comp. el 2:1, 2: “dejando… fingimientos… sin engaño”. Amaos unos a otros—Cuando la
purificación por fe para el amor de los hermanos ha formado el hábito, entonces siguen los
actos, de modo que el amor es a la vez hábito y hecho entrañablemente—Griego,
“intensamente” con todos los poderes en tensión (4:8). “Constantemente”, Hechos 26:7.
Puro—omitido de los manuscritos más antiguos, “amor de corazón”. 23. La fraternidad cristiana
surge de nuestro nuevo nacimiento de una simiente imperecedera, la palabra permanente de
Dios. Esta es la consideración aquí puntualizada para llevarnos a practicar el amor fraternal.
Como la relación natural da origen al afecto natural, así la relación espiritual da origen al amor
espiritual y por tanto permanente, así como la semilla de que nace es permanente, y no
transitoria como lo son las cosas terrenales. de… de… por—“La palabra de Dios” no es el
material del nuevo nacimiento espiritual, sino el medio. Por medio de la palabra el hombre
recibe la incorruptible simiente del Espíritu Santo, y así viene a ser “renacido”: Juan 3:3–5,
“nacido de agua y del Espíritu”; habiendo una sola preposición griega con los dos sustantivos, se
enseña la íntima conexión del signo y la gracia, o sea el nuevo nacimiento significado. La
Palabra es el instrumento remoto y anterior: el bautismo, el instrumento próximo y
sacramental. La palabra es el instrumento en relación con el individuo; el bautismo, en relación
con la iglesia como sociedad (Santiago 1:18). Nacemos de nuevo del Espíritu, pero no sin el uso
de medios, sino por la palabra de Dios. La palabra no es el principio engendrador mismo, sino

92
sólo aquello por lo cual éste obra: el vehículo del misterioso poder germinante [Alford]. que
vive y permanece para siempre—Es porque el Espíritu de Dios la acompaña, que la palabra lleva
en sí el germen de la vida. Los así renacidos viven y permanecen para siempre, en contraste con
los que siembran para la carne. “El evangelio lleva fruto incorruptible, no obras muertas,
porque es en sí incorruptible” [Bengel]. Porque aun cuando la voz y el habla se desvanecen, el
corazón queda aún, la verdad comprendida en la voz. Ella se arraiga en el corazón, y es viviente;
sí, y es Dios mismo. A Moisés dice (Éxodo 4:12): “Yo seré en tu boca” [Lutero]. “El evangelio
nunca dejará de ser, aunque su ministerio cesará” [Calvino]. La permanente gloria de la
resurrección siempre está relacionada con nuestra resurrección por el Espíritu. La regeneración,
que principia con la renovación del alma del hombre, en la resurrección se efectúa en el cuerpo,
y luego en toda la naturaleza. 24. La prueba textual de que la palabra de Dios vive para siempre,
en contraste con la debilidad del hombre. Si nacierais de nuevo de la carne, de simiente
corruptible, pereceríais también de nuevo “como la hierba”; pero dado que aquella de la cual
habéis recibido la vida permanece eternamente, así también ella os hará eternos. Carne—el
hombre en su naturaleza meramente terrena. Como—omitido de los manuscritos más
antiguos: “todo hombre es hierba”. del hombre—los manuscritos más antiguos dicen: “gloria
de ella”, de la carne. Dicha “gloria” la comprenden la sabiduría, la potencia, las riquezas, el
honor, la hermosura, arte, virtud y justicia del hombre natural (sinónimo de “la carne”), todo
transitorio (Juan 3:6), pero no absolutamente, pues la gloria del hombre, en su verdadero ideal
realizado en Cristo, es eterna. Secóse—No bien existe, deja de existir. Cayó—la flor; el texto
recibido: “su flor”, de la hierba. “La hierba” es la carne; “la flor,” la gloria de la carne. 25. (Salmo
119:39.) ésta es la palabra, etc. —Es eterno lo que nace de simiente incorruptible (v. 24):
vosotros habéis recibido la simiente incorruptible, la palabra (v. 25); por tanto habéis nacido
para la eternidad, y estáis ya destinados para vivir eternamente (vv. 22, 23). No tenéis que ir
lejos para buscar la palabra; entre vosotros está, eso es, el bendito mensaje del evangelio que
os predicamos. No dudéis que el evangelio predicado por Pablo y abrazado por vosotros
mismos es la verdad eterna. Así la unidad del credo de Pablo y de Pedro aparece. Véase mi
Introducción, la que demuestra que Pedro escribe a algunas de las iglesias entre las que Pablo
ministró y a las cuales escribió.

CAPITULO 2

EXHORTACIONES: A alimentarse sinceramente de la palabra, conscientes de su privilegio de


niños recién nacidos, piedras vivas del templo espiritual fundado sobre Cristo, la principal
piedra del ángulo, y sacerdotes reales, en contraste con su condición anterior: también a la
abstención de los deseos carnales y a caminar dignamente en todas las relaciones de la vida, de
modo que el mundo exterior que se les opone sea constreñido a glorificar a Dios, viendo las
buenas obras de ellos. Cristo, el gran ejemplo al cual deben seguir con paciencia, bajo los
padecimientos causados por el bien hacer. 1. Dejando—una vez por todas: así expresa el
aoristo griego, como una ropa quitada. La exhortación se aplica sólo a los cristianos, porque en
ningunos otros existe la nueva naturaleza, la cual, como “el hombre interior” (Efesios 3:16), se
desviste el hombre viejo como cosa exterior ajena, de modo que el cristiano, por la continua
renovación de su hombre interior, puede exhibirse también externamente como un nuevo
hombre. Pero a los incrédulos, la demanda se dirige a que, íntimamente, tocante a la nous

93
(mente), deben ser cambiados, metanoeisthai (arrepentirse) [Steiger]. El “pues” resume la
exhortación comenzada en el capítulo anterior. Puesto que habéis renacido de simiente
incorruptible, no seáis enredados de nuevo en el mal, que “no tiene ser substancial, sino que es
una operación contraria al ser formado en nosotros” [Theophylact]. La “malicia” etc., son del
todo inconsecuentes con el “amor fraternal”, para el cual habéis “purificado vuestras almas”
(1:22). Las vicios señalados son los que contradicen el amor arriba mencionado. Cada vicio
surge del que precede, de modo que forman la genealogía de los pecados contrarios al amor.
De la malicia nace el engaño; del engaño nacen los fingimientos (aparentar ser lo que no somos
y disimular lo que en realidad somos; lo opuesto del “amor no fingido”, y “sin disimulación”); de
los fingimientos nacen las envidias, de aquellos a los que creemos que debemos tratar con
hipocresías; de las envidias, las detracciones maliciosas y envidiosas. El engaño es una
disposición permanente; los fingimientos (hipocresías), los actos que de ella manan. El veraz no
conoce envidia. Comp. el v. 2, “sin engaño”, eso es, sincero. “La malicia se deleita en el daño
ajeno; el engaño imparte la duplicidad al corazón; la hipocresía (lisonja) imparte la duplicidad a
la lengua; las detracciones hieren el carácter de otro” [Agustín]. 2. niños recién nacidos—
completamente “sin engaño” (1:1). Entre tanto estamos aquí, somos “niñitos”, en una relación
especialmente tierna a Dios (Isaías 40:11). El espíritu propio de un niño es indispensable, si
queremos entrar en el cielo. La “leche” aquí no significa las verdades elementarias en
contraposición con las verdades cristianas más adelantadas, como en 1 Corintios 3:2 y Hebreos
5:12, 13, sino en contraste con “engaño, fingimientos …” del 2:1; la simplicidad de la doctrina
cristiana general con el espíritu infantil. La misma “palabra de la gracia” que es el instrumento
de la regeneración, es el instrumento también de la edificación o crecimiento. “La madre de la
criatura es también la amamantadora natural de ella” [Steiger]. El niño, lejos de analizar
químicamente la leche, instintivamente la desea y se alimenta de ella; del mismo modo, no nos
toca a nosotros la racionalización arrogante ni las interrogaciones, sino la simple aceptación de
la verdad en el amor de la verdad (Mateo 11:25). desead—Griego, “desead ardientemente”, o
“anhelad”, impulso natural de los regenerados, “porque como no se necesita enseñar a los
recién nacidos qué alimento tomar, sabiendo que una mesa le está aparejada en el seno
materno”, así el creyente de suyo tiene sed de la palabra de Dios (Salmo 119). Comp. el
lenguaje de Tacio tocante a Aquiles. leche espiritual—Griego, logikón: comp. “culto (o servicio)
racional,” de Romanos 12:1. Según Alford, “leche espiritual”; la Versión Inglesa en Romanos
12:1, “razonable”. El término griego logos no significa razón, ni mente, sino palabra; el contexto
aquí requiere la traducción, como la Versión Inglesa aquí, “la leche de la palabra”; el adjetivo
logikós conserva el sentido del sustantivo logos, “palabra”. Santiago 1:21: “Dejando toda
inmundicia… recibid con mansedumbre la palabra ingerida”, es un paralelo preciso, y confirma
la versión antedicha. sin engaño—Griego., “leche sincera”, leche adolon, sin dolo. Comp. v. 1.
“dejando… todo (dolo, o) engaño.” Ireneo dice que los herejes mezclan tiza con la leche. El
artículo gramatical indica que fuera de la bien conocida leche pura, el evangelio, no hay otra
doctrina pura, sin adulteración. Sólo ella puede hacernos sinceros, “sin engaño”. Crezcáis en
salud—Griego, “crezcáis hacia la salvación” (eis soterían, omitido del Texto Recibido). Nacidos
de nuevo a la salvación hemos de crecer también a la salvación. El fin hacia el cual lleva el
crecimiento es la salvación perfeccionada. “El crecimiento es la medida de la plenitud no sólo
de aquel rescate de la destrucción, sino de la bienaventuranza positiva, comprendida en la
palabra “salvación” [Alford]. por ella—Griego., “en ella”; alimentados de ella; en su fuerza

94
(Hechos 11:14). “La palabra ha de ser deseada con apetito como la causa de la vida, ser tragada
en el oído, masticada como la rumia, con el entendimiento, y digerida por la fe” [Tertuliano].
3. Pedro alude al Salmo 34:8. Las primeras gustaduras del amor de Dios son seguidas luego por
experiencias más plenas y gozosas. Una prueba aguza el apetito [Bengel]. benigno—Bueno;
como Dios se nos revela en Cristo, “el Señor” (v. 2), nosotros, los renacidos, debemos ser
buenos y benignos con los hermanos (1:22). “A todo aquel que no ha gustado la palabra, ella no
le es dulce; no le ha llegado al corazón; pero para los que la han experimentado, los que de
corazón creen que “Cristo fue enviado por mí y se ha hecho mío; mis miserias son suyas, y su
vida es mía”, “tiene un gusto dulce” [Lutero]. 4. allegándoos—(el mismo verbo en Hebreos
10:22), por la fe, continuamente: el participio presente: no la venida de una vez en la
conversión, sino el acudir de los salvos. Piedra—Pedro (es decir, una piedra, así llamado por el
Señor) desea que todos asimismo sean piedras vivas EDIFICADAS SOBRE CRISTO, LA
VERDADERA PIEDRA FUNDAMENTAL; comp. su discurso de Hechos 4:11: una coincidencia
impensada que señala la autenticidad. El Espíritu Santo, previendo la perversión romanista de
Mateo 16:18 (comp. el v. 16: “el Hijo del Dios viviente”, que coincide con su lenguaje usado
aquí, “piedra viva”) prescientemente hace que Pedro mismo la refute. Confirma en esto la
enseñanza de Pablo. Cristo es la piedra viva, o viviente, teniendo en sí la vida desde el principio,
y levantado de la muerte para vivir para siempre (Apocalipsis 1:18), después de ser repudiado
por los hombres, se constituyó en la fuente de la vida para nosotros. Como ninguna roca
terrenal, él vive, y da vida. Comp. 1 Corintios 10:4, y el tipo, Éxodo 17:6; Números 20:11.
Reprobada—rechazado, desestimado; referido por Cristo mismo; también por Pablo; comp. las
profecías similares, Isaías 8:14; Lucas 2:34. Elegida de Dios—lit., “con (o en la presencia y
criterio de) Dios electa”, o seleccionada (v. 6). Mucha gente se aleja del evangelio, porque no
tiene buena fama en todas partes, sino antes es rechazado por la mayoría. Pedro responde que,
aunque es reprobado por los hombres, Cristo es peculiarmente la piedra de la salvación
honrada por Dios, así señalado primero por Jacob en su profecía pronunciada en su lecho de
muerte. 5. Vosotros también, como piedras vivas—participando del nombre y de la vida que
están en “LA PIEDRA VIVA” (v. 4; 1 Corintios 3:11). Muchos nombres aplicados a Cristo en el
singular, se les asignan a los cristianos en el plural. Él es “el Hijo”, “Sumo Sacerdote”, “Rey”,
“Cordero”: ellos son “hijos”, “sacerdotes”, “reyes”, “ovejas”, “corderitos”. Así fue nombrada la
sulamita por Salomón [Bengel]. sed edificados—No como lo dice Alford erróneamente; el
griego es ambiguo, pero no el contexto: Pedro funda su exhortación (vv. 2, 11) sobre el sentido
consciente que tenían de sus altos privilegios de piedras vivas en el curso de su edificación de
una casa espiritual (eso es, “la habitación del Espíritu”). “Sois (estáis siendo) edificados”, como
consta en Efesios 2:22. Sacerdocio—Los cristianos son a la vez el templo espiritual y los
sacerdotes del templo: hay dos vocablos griegos por “templo”, hieron (el lugar sagrado), todo el
edificio, inclusive los patios donde el sacrificio era muerto; y naos (la morada, eso es, de Dios),
el santuario interior donde Dios se manifestaba particularmente, y donde, en el lugar santísimo,
la sangre de la víctima era presentada delante de él. Todos los creyentes asimismo, y no
solamente los ministros, son ahora la morada de Dios (y llevan el nombre griego de naos, y no
hieron) y sacerdotes para Dios (Apocalipsis 1:6). El ministro no es, como el sacerdote judaico
(griego hiereus), admitido más cerca de Dios que el pueblo, sino que sólo por motivo de orden
dirige los servicios espirituales del pueblo. En el libro de oración anglicano, “priest” (preste) es
la abreviatura de presbítero, y no corresponde al sacerdote aarónico (ihereus, que ofrecía el

95
sacrificio literal). Cristo es el único hiereus (sacerdote) literal en el Nuevo Testamento, por el
cual sólo podemos siempre acercarnos a Dios. Comp. el v. 9, “sacerdocio real”, eso es, un
cuerpo de reyes sacerdotes, como lo fue Melquisedec. En el Nuevo Testamento, el Espíritu
nunca da el nombre hiereus, o sacerdote, a los ministros del evangelio. Santo—consagrado a
Dios. Sacrificios espirituales—no literales como en la misa, como enseñan los romanistas, que
se llaman discípulos de Pedro. Comp. Isaías 56:7, 8, con “agradables a Dios,” vv. 19, 21; Salmo
4:5; 50:14; 51:17, 19; Oseas 14:2; Filipenses 4:18. “Entre los sacrificios espirituales tiene el
primer lugar la oblación de nosotros mismos. Porque nunca podremos ofrecer nada a Dios
mientras no nos hayamos ofrecido a nosotros mismos en sacrificio a él. Después siguen las
oraciones, el hacimiento de gracias, las limosnas y todos los ejercicios de la piedad” [Calvino].
Las casas de culto cristiano nunca son llamadas templos, porque templo fue el lugar para el
sacrificio, el que no tiene cabida en la dispensación cristiana: el templo cristiano es la
congregación de adoradores espirituales. La sinagoga (donde la lectura de la Escritura y la
oración constituían el culto) era el modelo de la casa de culto cristiana (comp. Nota a Santiago
2:2, griego, “sinagoga”; Hechos 15:21). Nuestros sacrificios son los de la oración, alabanza y
servicios abnegados en la causa de Cristo (2:9–25). por (medio de) Jesucristo—como nuestro
Sumo Sacerdote Mediador ante Dios; complemento gramatical de “para ofrecer”. Cristo es
precioso él mismo, y también nos hace agradables o aceptos a Dios [Bengel]. Como el templo,
así también el sacerdocio, está edificado sobre Cristo (vv. 4, 5) [Beza]. Por imperfectos que sean
nuestros servicios, no debemos con la timidez incrédula (que mucho se asemeja a la refinada
justicia propia) dudar de su aceptación POR MEDIO DE CRISTO. Después de ensalzar la dignidad
de los cristianos, Pedro retorna a Cristo, la única fuente de dignidad. 6. Por lo cual—Lo antes
dicho es verídico, “porque lo contiene la Escritura”. He aquí—llamando la atención al glorioso
anuncio de su eterno consejo. Escogida—“electa”, así elegidos también los cristianos (v. 9;
Griego, “linaje”, o “generación electa”). Preciosa—En el hebreo, Isaías 28:16, “piedra angular de
precio”. Véase mi Nota allí. Así el v. 7 dice que Cristo es a los creyentes “honor”, en el griego,
“precio”. Confundido—El mismo griego como en Romanos 9:33, traducido “avergonzado”.
Pedro aquí como en otras partes confirma la enseñanza de Pablo. Véase Introducción, y
Romanos 10:11. En Isaías 28:16, es “apresurarse”, o sea, huir en pánico repentino, avergonzado
por las esperanzas confundidas. 7. Aplicación del texto anterior primero al creyente, y luego al
incrédulo. Sobre los efectos opuestos del mismo evangelio en las diversas clases, véase Juan
9:39; 2 Corintios 2:15, 16. Honor—Griego, “lo precioso” (v. 6). A vosotros los creyentes
pertenece lo precioso de Cristo antes dicho. Desobedientes—a la fe, y así desobedientes en la
práctica. piedra… cabeza del ángulo— (Salmo 118:22). Todos los que rechazaban la piedra,
estaban ellos mismos contribuyendo todo el tiempo inconscientemente a que llegase a ser la
cabeza del ángulo. El mismo imán tiene dos polos, el uno repulsivo, el otro atrayente; así el
evangelio tiene efectos opuestos sobre los creyentes y los incrédulos respectivamente.
8. piedra de tropiezo—Cita de Isaías 8:14. No es meramente que tropezaran en cuanto sus
prejuicios fuesen ofendidos, sino que su tropiezo denota castigo judicial de su actitud para con
el Mesías: se hirieron a sí mismos, cayendo, o tropezando (según el hebreo en Jeremías 13:16;
Daniel 11:19), en la piedra angular. en la palabra—más bien “desobedientes (o incrédulos) a la
palabra” (así el 3:1; 4:17). para lo cual—para el tropiezo penal, para el castigo judicial de su
incredulidad. También—un pensamiento adicional: la ordenación de Dios; no que Dios los
ordene o los destine al pecado, sino que ellos están entregados “al fruto de sus propios

96
caminos” de conformidad con el eterno consejo de Dios. La ordenación moral del mundo es del
todo de Dios. Dios dispone que los impíos sean entregados al pecado, a una mente réproba y a
sus necesarias penalidades. fueron… ordenados—Griego, “fueron puestos”; corresponde a
“pongo” del v. 6. Dios—se dice—ordena en voz activa a Cristo y a los creyentes (directamente).
Y los incrédulos, en voz pasiva, son ordenados (obrando Dios menos directamente en la
ordenación del horrible curso del pecador). Dios ordena a los malos al castigo, no al crimen [J.
Cappel]. “Ordenados,” o “puestos” (no “preordinados” aquí), se refiere no tan directamente al
eterno consejo de Dios, como a la justicia penal de Dios. Por medio del mismo Cristo, a quien
ellos rechazan, serán ellos rechazados; diferentes de los creyentes, ellos son por Dios
ordenados a la ira como aptos para ella. Los perdidos echarán la culpa de su ruina sobre su
propia perversidad pecaminosa, y no sobre el decreto de Dios; los salvos atribuirán todo el
merecimiento de su salvación al amor y gracia electivos de Dios. 9. Comp. el contraste en los
privilegios y destinos de los creyentes. Comp. También el contraste similar en el v. 8. Linaje—
Que expresa la unidad del origen y parentesco espirituales de los creyentes, como clase distinta
del mundo. escogido—“electo” en Dios, como lo es también Cristo nuestro Señor. Real
sacerdocio—Los creyentes, como Cristo, el Melquisedec antitipo, son a la vez reyes y
sacerdotes. Israel, en un sentido espiritual, debía ser lo mismo entre las naciones del mundo. La
plena realización de esto, tanto para el Israel literal como para el espiritual, es todavía futura.
Gente santa—“nación santa”, antitípica de Israel. pueblo adquirido—lit., “pueblo para
adquisición”; es decir, que Dios lo escogió como suyo en particular: Hechos 20:28, “ganó” lit.,
“adquirió”. El tesoro predilecto de Dios. para que anunciéis—no las propias alabanzas, sino las
de él. No tienen razón para engrandecerse sobre otros, porque antes habían estado en las
mismas tinieblas, y sólo por la gracia de Dios habían sido llevados a la luz que ahora en adelante
deben anunciar a otros. virtudes—“las excelencias”, su gloria, misericordia (v. 10), benignidad
(v. 3; Números 14:17, 18; Isaías 63:7). Los mismos términos se aplican a los creyentes (2 Pedro
1:5). de aquel— (2 Pedro 1:3) de las tinieblas—del paganismo y aun de la ignorancia judaica, del
error, pecado, miseria, y así también del dominio del príncipe de las tinieblas. su luz—de Dios.
Sólo la luz (espiritual) fue creada por Dios, no las tinieblas. En Isaías 45:7, son la oscuridad y el
mal físicos, no morales, los que Dios creó; el castigo del pecado, no el pecado mismo. Pedro con
valentía característica llama tinieblas a todo cuanto el mundo llama luz; la razón, sin el Espíritu
Santo, a pesar de su arrogante poder, es tinieblas espirituales. “No puede comprender lo que es
de la fe: por tanto es completamente ciega; tantea como un ciego, y tropezando va de una a
otra cosa y no sabe lo que hace” [Lutero]. admirable—Pedro tiene en la mente aún el Salmo
118:23. 10. Adaptado de Oseas 1:9, 10; 2:23. Pedro claramente confirma a Pablo, quien cita
este pasaje como indicación de la vocación de los gentiles de venir a ser en lo espiritual lo que
Israel había sido literalmente, “el pueblo de Dios”. En primer lugar, la profecía se refiere al
Israel literal, que ha de ser más adelante plenamente lo que en sus mejores días era sólo en
parte, el pueblo de Dios. no habíais alcanzado, etc. —lit., “(Vosotros) los no compadecidos…”
Denota que era la pura misericordia de Dios, no sus propios méritos, lo que causó el bendito
cambio en su estado; un pensamiento que debe encender en ellos la gratitud viva, que se
demuestre tanto en la vida como con los labios. 11. Como acaba de exhortarlos a caminar
dignamente de acuerdo con su vocación, a diferencia de su conducta anterior, así ahora los
exhorta a glorificar a Dios delante de los incrédulos. Amados—consigue la atención para la
exhortación con asegurarles su amor. extranjeros y peregrinos— (1:17.) Moradores, lit.,

97
“colonos”, personas que toman casa en una ciudad sin ser ciudadanos: cuadro de la posición
del cristiano en la tierra; y peregrinos, los que moran por un tiempo en el exterior. Flacius
analiza la exhortación así: (1) Purificad vuestras almas (a) como extranjeros en la tierra, que no
debéis permitir que os estorben las concupiscencias terrenales, y (b) porque éstas guerrean en
contra de la salvación del alma. (2) Andad piadosamente entre los incrédulos para que (a) dejen
de calumniar a los cristianos y (b) se conviertan ellos mismos a Cristo. deseos carnales—
enumerados en Gálatas 5:19–21. No sólo los apetitos que tenemos en común con los animales,
sino también los pensamientos de la mente no regenerada. que—Griego, “los que”, es decir,
por cuanto batallan contra el alma. No sólo impiden: también atacan [Bengel] el alma—
“Batallan contra el alma” regenerada; así como contra las de los lectores. El alma regenerada es
asediada por los deseos pecaminosos. Como Samsón en el regazo de Dalila, el creyente, en el
momento en que se entrega a las concupiscencias, tiene ya cortados los rizos de su fuerza, y
deja de mantener aquella separación del mundo y de la carne, de la que el voto nazareo era
emblema. 12. conversación—“comportamiento”, “conducta”. Hay dos cosas en las que los
“extranjeros y peregrinos” deben portarse bien: (1) la conversación, o conducta, como súbditos
(v. 13), como siervos (v. 18), esposas (3:1), maridos (3:7), todos bajo toda circunstancia; (2) la
confesión de la fe (3:15, 16). Estas dos surgen de la voluntad de Dios. Nuestra conducta debe
conformarse a la condición del Salvador; ésta es celestial, así también debe ser aquélla.
honesta—honrosa, decorosa, propia (3:16). Comp. en contraste la “vana conversación” del
1:18. El buen porte no nos hace piadosos; debemos primero ser piadosos y creyentes antes de
pretender llevar un curso bueno. La fe recibe de Dios, luego el amor da al prójimo [Lutero]. en
lo que ellos murmuran de vosotros—Ahora (v. 15), para que ellos, sin embargo, tarde o
temprano, glorifiquen a Dios; “para que en aquello, por vuestras buenas obras (que verán con
más íntima inspección), glorifiquen a Dios”. Las mismas obras “que con más cuidadosa
consideración, deben llevar a los gentiles a alabar a Dios, son al principio objeto de odio y de
escarnio”. [Steiger]. malhechores—Por cuanto los cristianos no podían conformarse a las
costumbres paganas, eran acusados de desobediencia a las autoridades legales; a fin de rebatir
esta acusación, se les dice que se sometan a toda ordenación humana (no pecaminosa en sí).
glorifiquen—que formen un alto concepto del Dios adorado por los cristianos, debido a la
conducta ejemplar de los cristianos mismos. Debemos hacer el bien, no para nuestra propia
gloria, sino para la gloria de Dios. día de la visitación—de la gracia de Dios, cuando Dios los
visitará en misericordia. estimándoos—Griego., “serán testigos oculares de…” contemplarán de
cerca: en contraste con su “ignorancia” (v. 15) del verdadero carácter de los cristianos y del
cristianismo, habiendo juzgado solamente por los rumores. El mismo griego ocurre con sentido
similar (“considerando”) en el 3:2. “Otros miran estrechamente (así expresa el griego) vuestras
acciones de justicia.” [Bengel]. Tertuliano contrasta a los primitivos cristianos y los paganos:
Estos se deleitaban en los sangrientos espectáculos del anfiteatro, mientras que un cristiano
quedaba excomulgado si asistía siquiera una sola vez. Ningún cristiano se hallaba encarcelado
por crimen, sino sólo por la fe. Los paganos excluían a los esclavos de los ritos religiosos,
mientras que los cristianos tenían algunos presbíteros suyos de dicha clase social. La esclavitud
silenciosa y gradualmente desaparecía por la ley cristiana del amor, “Todo lo que quisierais que
os hiciesen los hombres, así hacedlo a ellos”. Cuando los paganos desamparaban a sus
familiares en una plaga, los cristianos servían a los enfermos y moribundos. Cuando los gentiles
abandonaban a sus muertos después de la batalla, y arrojaban a sus heridos a la calle, los

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discípulos se apresuraban a dar alivio a los que sufrían. 13. toda ordenación—(“Toda institución
humana” [Alford]. lit., “toda creación humana”. Aunque son de determinación divina, sin
embargo, en el modo de su nombramiento y en el ejercicio de su autoridad, los gobernantes de
la tierra no son sino instituciones humanas, siendo de los hombres, y en relación a los hombres.
El apóstol habla como uno elevado por encima de todo lo humano. Pero a fin de que los
creyentes no se crean tan ennoblecidos por la fe como para ensalzarse sobre la subordinación a
las autoridades humanas, les dice que se sujeten por amor de Cristo, quien desea que estéis
sujetos, y quien una vez estuvo sujeto también a gobernantes humanos, aun cuando tenía
sujetas a sí mismo todas las cosas, y cuyo honor es vuestra responsabilidad en la tierra. Comp.
Romanos 13:5: “Sed sujetos a causa de la conciencia”. rey—el emperador romano era
“supremo” (superior), en las provincias a donde la Epístola era enviada. Los judíos fanáticos le
negaban la obediencia. La distinción entre “el supremo rey” y “gobernadores por él enviados”,
sugiere que si el rey manda una cosa y el magistrado subordinado otra, debemos obedecer más
bien al superior”. [Agustín en Grocio]. Las Escrituras no prescriben nada respecto a la forma de
gobierno, sino simplemente sujeta al cristiano a la forma existente en cualquier parte, sin
discutir la cuestión de derecho de los gobernantes (pues los emperadores romanos se habían
tomado por la fuerza la suprema autoridad, y Roma, por medios injustificables, se había hecho
la “señora” del Asia), porque los gobernantes de facto no habían sido constituídos por la suerte,
sino por la providencia de Dios. 14. gobernadores—subordinados al emperador, “enviados”, o
delegados por César para presidir sobre las provincias. para venganza—o “castigo”. Jamás ha
sido tiranía tan falta de principios como para no mantener alguna forma de equidad en sí; por
lo corrupto que fuere un gobierno, Dios nunca permite que lo sea tanto que no sea mejor que
la anarquía [Calvino]. Aunque los reyes malos a menudo oprimen a la gente buena, sia
embargo, casi nunca lo hacen por medio de la autoridad pública (y es lo que es hecho por la
autoridad pública de lo que Pedro habla aquí), sino bajo la máscara del derecho. La tiranía
persigue a muchos, pero la anarquía trastorna todo el estado [Horneius]. La sola excepción
justificable son los casos en que la obediencia a los reyes envuelve claramente la desobediencia
a los mandamientos expresas del Rey de los reyes. loor de los que hacen bien—Todo gobierno
reconoce la excelencia de los súbditos verdaderamente cristianos. Así Plinio, en su carta al
Emperador Trajano, reconoce: “No he hallado en ellos nada salvo una perversa y extravagante
superstición”. Tal reconocimiento, a la larga mitigó la persecución 3:13). 15. La razón por qué le
recomienda la sumisión a las autoridades (v. 13). hagáis callar—Lit., “amordazar”, “taparles la
boca”. la ignorancia—espiritual; no teniendo “el conocimiento de Dios”, y por tanto ignorantes
de los hijos de Dios, e interpretando mal los actos de ellos; influídos por las meras apariencias,
más bien que por los ojos y los oídos. La ignorancia de ellos debe mover al cristiano a lástima,
no encenderle la ira. Ellos juzgan cosas que son incapaces para juzgar a causa de la incredulidad
(v. 12). Mantened tal conducta ante ellos, que no os puedan denunciar ni acusar de nada, sino
tocante a vuestra fe; y de modo que sus mentes sean favorablemente dispuestas para con el
cristianismo. 16. como libres—como “los libertos del Señor”, relacionado gramaticalmente con
“haciendo bien” del v. 15. El “bien-hacer” es el fruto natural del “ser les libres de Cristo,
libertados por la verdad”, de la esclavitud del pecado. El deber nos impone guardarnos de la
lascivia, pero la manera en que debe ser efectuado es por el amor y los santos instintos de la
libertad cristiana. Se nos dan los principios, no los detalles. como siervos de Dios—obligados,
por tanto, a sujetaros a toda ordenación humana (v. 13), dispuesta también por Dios.

99
17. Honrad a todos—según sea el debido honor en cada caso. Entre iguales un respeto mutuo
es debido. Cristo dignificó nuestra humanidad al asumirla; por tanto no debemos deshonrarla,
sino respetar y honrar nuestra común humanidad, aun en los más humildes. El primer “honrad”
está en el aoristo griego del imperativo, y significa: En cada caso pagad a todos puntualmente lo
que debéis” [Alford]. El segundo está en el presente, queriendo decir, “Honrad al rey habitual y
continuamente”. Así que el primer precepto es general; los tres siguientes son tres grandes
divisiones. Amad—el presente: amad habitualmente con la especial afección congenial que
debéis sentir para con los hermanos, además del amor general a todos los hombres. Temed a
Dios … rey—El rey ha de ser honrado: pero Dios solo, en sentido supremo, temido.
18. Siervos—Griego, “domésticos”: no se trata de “esclavos”. Probablemente incluye a los
libertos (ex-esclavos) que queden aún en casa de sus amos. Amos no lo eran comúnmente los
cristianos: menciona, pues, solamente a los sirvientes. Estos eran a menudo perseguidos por los
amos incrédulos. La finalidad de Pedro parece ser enseñarles la sumisión, sea cual fuere el
carácter de los amos. Pablo, no teniendo el mismo propósito prominente, incluye los amos en
sus amonestaciones. sed sujetos—Griego, “Estad (tácito) sujetándoos” continuamente: que
expresa un ejemplo particular de la exhortación general de buena conducta (vv. 11, 12), de la
cual el primer precepto particular es, “Sujetaos a toda ordenación humana por amor de Dios”
(v. 13). La exhortación se resume en el v. 16, y así el gerundio del v. 18, “sujetándoos”, se liga a
los imperativos hortatorios antecedentes, o sea, “absteneos,” “sujetaos”, “honrad a todos.” con
todo temor—Griego, “en todo …”, en todo posible temor, bajo toda circunstancia: temor
respetuoso de uno en sujeción: Dios, con todo, es el objeto final del “temor:” “por respeto del
Señor” (v. 13), no meramente el miedo servil. buenos—benignos. humanos—indulgentes hacia
las errores: considerados; complacientes; que no exigen todo cuanto la ley pudiera demandar.
rigurosos—perversos, severos. Los que tienen que obedecer no deben hacer del carácter y
comportamiento de su superior la medida del cumplimiento de sus obligaciones. 19. El motivo
para sujetarse aún a los rigurosos. agradable—Griego, “Esto es una gracia:” Comp. Lucas 6:33,
“¿qué gracia tenéis.. ?” Un curso fuera de lo común, y en especial agradable (digno de alabanza,
versión inglesa) ante los ojos de Dios; no que se gane mérito, según la interpretación romanista,
haciendo así una obra de supererogación (comp. el v. 20). conciencia delante de Dios—Lit., “Por
la conciencia de Dios”; por una consideración consciente de Dios, más bien que de los hombres.
sufre—Griego, soporta con paciencia como bajo “una carga superimpuesta”. [Alford].
molestias—Griego., “tristezas”, penas. 20. qué—Griego, “qué suerte de.” gloria—qué mérito
particular. abofeteados—el castigo de esclavos e infligido repentinamente [Bengel]. esto… es—
Alguno de los manuscritos más antiguos anteponen “porque”: “Afligidos… lo sufrís con
paciencia (es una gloria), porque esto es agradable”; o sea, “una gracia”, como en el v. 19. 21. El
ejemplo de Cristo es una prueba de que la paciente tolerancia de padecimientos inmerecidos es
aceptable a Dios. para esto—para soportar los padecimientos no merecidos (3:9). Cristo es el
ejemplo para los siervos, puesto que él alguna vez estuvo “en forma de siervo”. llamados—con
vocación celestial, aunque sois esclavos. por nosotros—Su muerte por nosotros es el supremo
ejemplo del “hacer bien” (v. 20). Debéis sufrir con paciencia, siendo inocentes, como Cristo
también inocentemente sufrió (no por sí mismo, sino por nosotros). Los manuscritos más
antiguos rezan: “… por vosotros, dejándoos ejemplo”. Los padecimientos de Cristo, mientras
sirven de ejemplo, fueron primordialmente “por nosotros”, consideración que nos impone la
eterna obligación de agradarle. dejándonos—tras de sí (así dice el griego), al irse al Padre y a la

100
gloria. ejemplo—Griego, “modelo”, una copia de escrito hecho por el maestro para los
alumnos. Los preceptos y sermones de Cristo eran unas transcripciones de su vida. Pedro
expone gráficamente a los domésticos aquellos rasgos especialmente adaptados al caso de
ellos, sigáis—de cerca: dice el griego. sus pisadas—o sea, el camino de su paciencia combinada
con la inocencia. 22. Que ilustra el bien hacer de Cristo (v. 20). en medio de padecimientos. no
hizo—El aoristo griego. “Nunca, ni en un solo caso” [Alford]. Cita de Isaías 53:9, versión de los
Setenta. ni—Ni tampoco [Alford]. La pureza de boca es marca de perfección. El engaño es una
falta común de los siervos. “Si hay quien se jacte de su inocencia, Cristo por cierto no sufrió
como malhechor” [Calvino], sin embargo lo llevó con paciencia (v. 20). Sobre la perfección
moral de Cristo véase 2 Corintios 5:21; Hebreos 7:26. 23. Los siervos son propensos a ser
respondones (Tito 2:9). Las amenazas de juicio divino contra los opresores son usadas a
menudo por los que no tienen otra arma, por ejemplo, los esclavos. Cristo, el Señor, podría
haber amenazado con la verdad, pero nunca lo hizo. remitía la causa—como hombre en sus
padecimientos. Comp. el tipo, Jeremías 11:20. Aquí Pedro parece tener en la mente Isaías 53:8.
Comp. Romanos 12:19, sobre nuestro deber correspondiente. Dejad vuestro caso en las manos
de él, no deseando hacerle ejecutor de vuestra venganza, antes orando por vuestros enemigos.
El justo juicio de Dios da tranquilidad y consuelo a los oprimidos. 24. El cual mismo—no
habiendo otro alguno que lo pudiese hacer, sino él mismo. Su voluntaria empresa de la obra de
la redención aquí se quiere decir. El griego pone en yuxtaposición “nuestros” y “él mismo”, para
señalar la idea de su sustitución por nosotros. El bien hacer de sus padecimientos se expone
aquí como ejemplo para los domésticos y para todos nosotros (v. 20). llevó—para sacrificar;
término sacrificial, que significa “llevó y ofreció”. Isaías 53:11, 12: “El llevó los pecadas de
muchos”: donde se destaca la idea de llevar sobre sí; aquí la idea de la ofrenda en sacrificio se
combina con aquélla. Tal es el sentido del mismo vocablo en el v. 5. nuestros pecados—Al
ofrecer o presentar en sacrificio (como denota el griego por “llevar”) su cuerpo, Cristo ofreció
en él la culpa de nuestros pecados sobre la cruz, como sobre el altar de Dios, para que fuese
expiada en él (Cristo) y así apartada de nosotros. Comp. Isaías 53:10: “… puesto su vida en
expiación por el pecado”. Pedro así expresa con “llevó” lo que el siríaco requiere dos vocablos
para expresar: llevar y ofrecer: (1) Ha llevado nuestros pecados, que le fueron impuestos (es
decir: la culpa, maldición y castigo de ellos); (2) Los ha llevado de tal manera que los ofreció
junto consigo mismo sobre el altar. Se refiere a los animales, sobre los cuales los pecados eran
puestos primero, los cuales así cargados eran luego ofrecidos en sacrificio [Vitringa]. El pecado
y la culpa se consideran entre los semitas como carga que reposa pesadamente sobre el
pecador. [Gesenius]. sobre el madero—la cruz, el lugar propio para uno sobre el cual la
maldición fue puesta: esta maldición permaneció en él hasta que fue legalmente (por la muerte
de quien llevaba la culpa) destruída en su cuerpo; así está cancelada por su muerte la obligación
legal que nos era contraria. muertos a los pecados—el efecto de la muerte de Cristo sobre “el
pecado” en el conjunto, y todos “los pecados” particulares; es decir, que estuviésemos tan
libertados de ellos como el esclavo muerto está libre del servicio de su amo. Tal es nuestro
estado espiritual por la fe en virtud de la muerte de Cristo: nuestra mortificación efectiva de los
pecados particulares está en la proporción del grado de nuestra conformación eficiente a la
muerte de él. “Para que muriésemos a los pecados cuya culpa conjunta Cristo quitó con su
muerte, y así viviésemos a la justicia (comp. Isaías 53:11, “Justificará mi siervo justo a muchos”,
la relación bendita con Dios a la que Cristo nos introdujo”. [Steiger]. herida… sanados—Una

101
paradoja, pero es la verdad. “Vosotros siervos (comp. abofeteados, el madero, vv. 20, 24)
lleváis a menudo la aflicción; pero no es más de lo que vuestro Señor mismo llevó; aprended de
él la paciencia en los padecimientos injustos”. 25. (Isaías 53:6.) Porque—señalando la necesidad
natural de ser sanados (v. 24). ahora—ya que la propiciación para todos está hecha, el
fundamento está puesto para la conversión individual: así “habéis vuelto”, u “os
convertisteis…” al Pastor y Obispo—La designación de los pastores y ancianos de la Iglesia
pertenece a su sentido más pleno a la gran Cabeza de la Iglesia, “el buen Pastor”. Como el
obispo “vigila” (lit., “sobrevé” en el griego), así “los ojos del Señor están sobre los justos” (3:12).
Nos da su Espíritu, y nos alimenta y nos guía por su palabra. “Pastor” (hebreo, Parnas) se aplica
a menudo a reyes, y se emplea en la formación de hombres, como Pharnabazus.

CAPITULO 3

DEBERES RELATIVOS DE MARIDOS Y ESPOSAS: EXHORTACIONES AL AMOR Y


LONGANIMIDAD: LA CONDUCTA DEBIDA BAJO LA PERSECUCION POR AMOR A LA JUSTICIA,
SEGUN EL EJEMPLO DE CRISTO. CUYA MUERTE EFECTUO EN NOSOTROS UNA VIVIFICACION POR
MOTIVO DE LA REVIVIFICACION DE EL. DE LA CUAL EL BAUTISMO ES EL SELLO SACRAMENTAL.
1. Asimismo—Griego, “del mismo modo”, así como toca a los siervos en la esfera de ellos;
comp. la razón de la sujeción de la mujer, 1 Corintios 11:8–10; 1 Timoteo 2:11–14. vuestros—“a
los propios”, subrayando la obligación: no es a los extraños a quienes debáis sujetaros. Cada vez
que se intima a las mujeres a la obediencia a sus maridos, el griego idios, “lo particularmente
propio”, se usa, mientras que las esposas de los hombres se expresa con heauton, “de ellos
mismos”. Sintiendo la necesidad de apoyarse en uno más fuerte que ella, la esposa
(especialmente la casada con inconverso) puede ser tentada, si bien en lo espiritual, a
relacionarse con otro en una forma que debe ser sólo con su propio esposo (1 Corintios 14:34,
35: “preguntan en casa a sus propios maridos”); una amistad así podría formarse con la persona
del enseñador que, sin ser en el sentido común el adulterio espiritual, podría con todo debilitar
en su base la relación marital. [Steiger]. para que—Griego “Para que también si (o, aunque)
algunos no creen…” Aunque tienes marido que no obedece a la palabra (o sea, que es
incrédulo). sin (la) palabra—sin oír la predicación de la palabra, la manera común en que “viene
la fe”. Pero Bengel: “sin palabra”, eso es, sin la directa conversación evangélica con las esposas.
“sean (lit., serán, según los mejores manuscritos, lo que señala la casi seguridad del resultado)
ganados” indirectamente “Hacer sin hablar es más poderoso que hablar sin hacer”
[Oecumenius.] “Un alma convertida es ganada, para sí, para el pastor, para la esposa, o marido,
que la buscaba, y para Jesucristo; agregaba al tesoro de aquel que no creyó demasiado cara su
propia sangre preciosa para ponerla en cambio de esta ganancia”. [Leighton]. “La esposa
discreta elegirá persuadir a su marido a compartir con ella las cosas que corducen a la dicha;
pero si esto es imposible ella debe seguir procurando la virtud, obedeciéndole en todo, de
modo que nada haga en ningún tiempo contrario a la voluntad de él, salvo en tales cosas que
sean esenciales para la virtud y para la salvación” [Clemente de Alejandría]. 2. considerando—
con cuidadoso escrutinio; lit., “habiendo observado de cerca”. casta—pura, sin mácula, libre de
toda impureza. temor—reverencial, hacia vuestros maridos. Escrupulosamente puras en
contraste con el carácter bullicioso, ambicioso de las mujeres mundanas. 3. de las cuales—es

102
decir “vuestro adorno”. Lit., “Sea (como su adorno especial) no el exterior (usual en el sexo que
primero por la caída, trajo la necesidad del vestido, Nota al 5:5) de … sino …” encrespamiento—
artificial, para atraerse la admiración. atavío—lit., “lo peripuesto”, como la diadema para la
cabeza, brazaletes para el brazo, anillos para el dedo. ropas—ostentosas y costosas. “Ten el
rubor de la modestia en tu rostro en vez de la pintura” [Melissa]. 4. Sino—más bien. “El adorno
exterior” de joyas, etc., está prohibido, en cuanto la mujer ame tales cosas, no en cuanto las
use por el sentido de la propiedad, y no abuse de ellas. La singularidad viene mayormente del
orgullo, y echa estorbos innecesarios en el camino de otros. Bajo un atavío costoso puede
haber una mentalidad humilde. “Grande es aquel que usa la loza como si fuera plata; no menos
grande es el que usa su plata como si fuese loza”. [Séneca en Alford]. en hombre… encubierto—
así dice el griego: el hombre interior, que el cristiano esconde instintivamente de los ojos del
público. (hombre) del corazón—que consiste en el corazón regenerado y adornado por el
Espíritu. Este “hombre interior del corazón” es el sujeto del verbo “sea” del v. 3: “Vuestro
adorno sea el hombre interior …” en incorruptible—que consiste en lo (o tácitamente en el
ornato) incorruptible; “lo que no es transitorio, ni manchado de corrupción, como todos los
adornos mundanos. agradable—Manso (Mateo 5:6; 11:29), que no crea bulla: pacífico, que
soporta con tranquilidad los disturbios hechos por otros. Manso en el afecto y sentimientos;
pacífico en palabras, de rostro, y en acciones [Bengel]. de grande estima—Los resultados de la
redención debieran corresponder a su tan alto precio (1:19). delante de Dios—quien ve lo
interior, no las meras exterioridades. 5. así—“de esta manera”, con el atavío de un espíritu
manso y calmoso (comp. el retrato de la esposa piadosa, Proverbios 31:10–31). esperaban—
“Santas” se explica por el hecho de que “esperaban en (eis, para ser unidas a) Dios”. La
esperanza en Dios es la fuente de toda verdadera santidad [Bengel]. sujetas—su adorno
consistía en su subordinación femenina. 6. Sara—un ejemplo de fe. llamándole señor—
(Génesis 18:12). espantadas de ningún pavor—Griego, “alarma turbulenta”, “consternación”.
Obrad bien, no os dejéis vencer por el pánico, como las mujeres débiles ante cualquier
oposición de afuera. Bengel traduce: “no teniendo ningún terror que venga de afuera” (vv. 13–
16). La Versión de los Setenta (Proverbios 3:25) usa la misma palabra griega, a la cual
probablemente Pedro alude. La ira asalta a los hombres; el miedo a las mujeres. No tenéis que
temer a hombre alguno, al hacer lo que es justo: no consternadas por la repentina explosión de
enojo de parte de vuestros maridos incrédulos, mientras estéis haciendo bien. 7. habitad—
Griego, “habitando”, complemento del verbo del 2:17, “Honrad a todos”. ciencia—el
conocimiento cristiano; apreciando la debida relación de los sexos en el propósito de Dios, y
obrando con ternura y paciencia conformemente: prudentemente, con sabia consideración.
dando honor a la mujer—tradúzcase y puntúese el griego más bien: “habitando según la ciencia
con el (“vaso”) femenino como con el vaso más débil” (véase nota a 1 Tesalonicenses 4:4).
Tanto el marido como la esposa son vasos en las manos de Dios, y hechura de Dios, para
cumplir sus propósitos de gracia. Ambos débiles, la mujer la más débil. El sentido de su propia
debilidad y de que ella, como él mismo, es vaso y hechura de Dios, debe llevarlo a obrar con
tierna y sabia consideración para con la que es de hechura más débil, dándole (lit.,
consignándole, señalándole) honor, por ser ellos (además de ser marido y esposa) también
“coherederos”. (La razón por qué debe el hombre dar honor a la mujer es, porque Dios da
honor a ambos: comp. el mismo argumento en el v. 9) Pedro no toma en cuenta el caso de la
esposa incrédula, como quien pudiera llegar a creer. la gracia de la vida—la vida es don gratuito

103
de Dios (1:4, 13). oraciones no… impedidas—por disensiones que impidan la oración unida, de
la que depende la bendición. 8. Resumen general del deber relativo, después de haber
detallado los deberes particulares, desde el 2:10. de un mismo corazón—o mente, tocante a la
fe. compasivos—Grieqo, “compadeciéndoos” en los goces y penas los unos de los otros.
amándoos fraternalmente—Griego, “amando a los hermanos”. misericordiosos—para con los
afligidos. amigables—la verdadera cortesía cristiana; no el falso brillo de la cortesía mundana:
estampada con el amor no fingido, por una parte, y con la humildad de la otra. Los manuscritos
antiguos dicen “humildes”, o “de mente humilde”, en vez de amigables, que indica de parte de
uno el esfuerzo consciente de serlo en verdad. 9. mal por mal—en los hechos. maldición—“la
injuria”; en palabras. bendiciendo—a vuestros injuriadores. sabiendo que—Los manuscritos
más antiguos, sólo: “porque”. sois llamados—Griego, “fuisteis llamados”. bendición en
herencia—Griego, “para heredar en bendiciones”, no sólo pasiva, sino también activamente:
recibiendo bendición espiritual de Dios por la fe, y de vuestra parte de amor bendiciendo a
otros. [Gerhard en Alford]. “No es con el fin de heredar la bendición que debamos glorificar
sino porque ya es nuestra posesión. Ninguna injuria os podrá dañar (v. 13). Imitad a Dios, quien
os bendice. Las primicias de su bendición de la eternidad las gozan los justos ahora mismo (v.
10). [Bengel]. 10. el que quiere amar—La vida (presente y eterna) y quiere seguir amándola, sin
envolverse en los males que hacen de esta vida una carga y que le hagan perder la vida eterna.
Pedro confirma su exhortación del v. 9 citando el Salmo 34:12–16. refrene—Lit., “haga cesar”;
expresando que nuestra inclinación natural es de hablar mal. “Los hombres comúnmente
piensan que se expondrían al abuso de sus enemigos, a menos que demandasen sus derechos.
Pero el Espíritu promete una vida de bendiciones solamente a los que son benignos y pacientes
con los males” [Calvino]. mal… engaño—Primero Pedro amonesta contra los pecados de la
lengua, la injuria, el engaño, “bilingües”: luego contra los actos que dañan al prójimo. 11. En los
manuscritos más antiguos: “además (de sus palabras: en los hechos) apártese”. sígala—como
persiguiendo una cosa difícil de alcanzar, y que se esquiva de uno en este mundo de
tribulaciones. 12. La base de la prometida vida presente y eterna de bendiciones para los
mansos (v. 10). Los ojos del Señor están siempre sobre ellos para bien. oídos atentos a sus
oraciones— (1 Juan 5:14, 15). rostro… sobre—Los ojos sugieren consideración favorable; el
rostro del Señor sobre los que hacen mal, denota que los mira de cerca, de modo de no
permitir que dañen seriamente a su pueblo (v. 13). 13. quién … podrá—Griego, “¿quién es
aquel que os hará daño?” Esta confianza intrépida en la protección del daño por Dios, Cristo, la
Cabeza, en sus padecimientos la experimentó; asimismo sus miembros. si… seguís—Griego, “Si
os hicieseis imitadores (los manuscritos más antiguos: “celosos”, Tito 2:14) del bien”. “El bien”:
el contraste en el griego es: ¿quién os hará mal, si sois celosos en hacer el bien? 14. Mas
también si—“Pero aunque padezcáis …” “Las promesas de esta vida alcanzan sólo allá donde
nos convenga que se cumplan” [Calvino]. Así sigue declarando las excepciones de la promesa (v.
10) y cómo los prudentes se portarán en tales casos excepcionales, “Si acaso sufrierais …”;
palabra más suave que “dañar”. por hacer bien—Griego, “a causa de justicia”; “no el
padecimiento, sino la causa por la cual uno padece, hace el mártir”. [Agustín]. (sois)
bienaventurados—Ni puede el padecer quitar la buena ventura; más bien la encarece. Por
tanto—Griego, “Pero” no perdáis vuestra bendición (v. 9), temiendo el terror del hombre en los
tiempos de vuestra adversidad. Lit., “no os aterrorice el terror de ellos”, no temáis el terror que
ellos quieren infundiros, terror que ellos mismos experimentan cuando están en la adversidad.

104
Este y el v. 15 son citas de Isaías 8:12, 13.Dios solo ha de ser temido; el que teme a Dios, no
tiene a quién más temer. ni seáis turbados—la amenaza de la ley, Levítico 26:36; Deuteronomio
28:65, 66; en contraste con ella, el evangelio da al creyente un corazón que siente la seguridad
del favor de Dios, corazón por tanto tranquilo en toda adversidad. No temáis, ni aun estéis
agitados. 15. santificad—haced santo; honrad como santo, entronizándolo en vuestros
corazones. Así en la oración dominical (Mateo 6:9). La santidad de Dios es así glorificada en
nuestros corazones como morada de su Espíritu. Señor Dios—Los manuscritos más antiguos
leen “a Cristo”: “Santificad a Cristo por Señor”. y estad—Griego, “pero”, o “además”. Además
de esta santificación interior de Dios en el corazón, estad siempre listos para dar razón …
responder—respuesta apologética en defensa de vuestra fe. a cada uno que os demande—Esto
limita la extensión de la palabra “siempre”: al blasfemo no hay que darle razón, sino al pagano
que interroga con sinceridad. razón—Griego, “logón”, palabra, una relación razonable. Esto
rebate el dogma de Roma, “lo creo porque la Iglesia lo cree”. La credulidad es creer sin
evidencia; la fe es creer por la evidencia. No hay dónde descansar la razón misma sino en la fe.
Este texto no impone la obligación de presentar un ensayo erudito ni defensa lógica de la
revelación. Pero como los creyentes se niegan a sí mismos, crucifican al mundo, y afrontan la
persecución, necesitan ser alentados con alguna fuerte “esperanza”; hombres del mundo, que
no tienen tal esperanza ellos mismos, son movidos por la curiosidad a preguntar el secreto de
esta esperanza; el creyente debe estar preparado para dar un relato experimental de “cómo
nació en él la esperanza, qué es su contenido, y sobre qué descansa como apoyo” [Steiger]. con
mansedumbre—Los manuscritos más antiguos: “pero con…” El orden del griego es:
“Aparejados… razón… vosotros, pero con mansedumbre…;” no con arrogancia e impertinencia
(comp. v. 4). Es la manera más eficiente; no la impetuosidad y la suficiencia propias.
reverencia—el debido respeto hacia el hombre y temor hacia Dios, recordando que la causa de
él no necesita el enojo ni la ira del hombre para defenderse. 16. Teniendo buena conciencia—la
fuente secreta de la prontitud para dar razón de nuestra esperanza. Así la esperanza y la buena
conciencia van unidas en Hechos 24:15, 16. La profesión sin la práctica no tiene peso. Pero los
que tienen buena conciencia pueden permitirse dar razón de su esperanza “con
mansedumbre”. en lo que murmuran—Un manuscrito antiguo dice: “en lo que sois
calumniados”, y omite “como malhechores”. blasfeman—el griego expresa la malicia
demostrada en hechos tanto como en palabras. Se traduce “ultrajan” en Mateo 5:44; Lucas
6:28. conversación—vida, conducta, comportamiento. en Cristo—quien es el mismo elemento
de vuestra vida de cristianos. “En Cristo” de “buena.” Es vuestra buena conducta como
cristianos, no como ciudadanos, lo que evoca la malicia (4:4, 5, 14). 17. mejor—uno no puede
objetar diciendo: Yo no lo llevaría tan mal, si lo hubiese merecido: a lo que Pedro responde: Es
mejor que no lo merecieras, a fin de que, haciendo bien y con todo calumniado, puedas probar
que eres un cristiano verdadero [Gerhardt]. si la voluntad de Dios así lo quiere—Mejor como los
manuscritos más antiguos tienen el modo optativo (theloi), “si la voluntad de Dios (lo)
quisiere”. Los que honran la voluntad de Dios como su suprema ley (2:15), tienen el consuelo
de saber que el padecimiento es de la ordenación de Dios (4:19). Así Cristo mismo; nuestra
inclinación humana no lo desea. 18. En confirmación de lo anterior (v. 17), por los gloriosos
resultados del inocente padecimiento de Cristo en muerte y en vida; pues su muerte trajo el
resultado mejor para él mismo y para nosotros [Bengel]. 18. Cristo—El Santo Ungido de Dios; el
Santo sufrió por los pecados; el Justo por los injustos. también—Así como vosotros (v. 17).

105
Comp. el 2:21; allí se exponen sus padecimientos como ejemplo para nosotros; aquí, como
prueba de la bienaventuranza de sufrir a causa del bien hacer. una vez—por todas; para no
sufrir más para siempre jamás. Nos es mejor también sufrir una vez con Cristo que sufrir para
siempre sin Cristo [Bengel]. Ahora estamos sufriendo la “una vez” nuestra; pronto esto será
pretérito; un buen consuelo para experimentar. por los pecados—como si él mismo los hubiera
cometido. Se expuso a la muerte al dar su “confesión”, así como se nos exhorta a “responder al
que nos pide razón de nuestra esperanza”. Como él sufrió “el justo”, así debiéramos estar
dispuestos a sufrir por amor a la justicia (v. 14; comp. vv. 12, 17). para llevarnos a Dios—juntos
consigo en su ascensión a la diestra de Dios (v. 22). Nos lleva a nosotros “los injustos”,
justificados, juntamente al cielo. Así es el resultado de su muerte “traer a sí a todos”;
espiritualmente ahora, por cuanto tenemos acceso al santuario, abierto por la ascensión de
Cristo, literalmente más adelante. “Llevarnos” además por los mismos pasos de la humillación y
exaltación por los que pasó él. a Dios—el caso dativo, complemento indirecto, que expresa que
Dios lo desea [Bengel] siendo—… muerto—fué muerto, como medio de llevarnos a Dios. en (la)
carne—eso es, con respecto a la vida de carne y sangre. vivificado en espíritu—“en espíritu”,
antitético con “en carne”, sin artículo ambos. “Muerto” cuanto al anterior modo de vida, y
“vivificado” en el nuevo. No que su Espíritu muriera jamás y fuese vivificado, ni hecho vivo de
nuevo, sino que mientras que había vivido según la manera del hombre mortal en la carne, él
empezó a vivir una vida espiritual de “resurrección” (v. 21). por lo cual tiene poder para
llevarnos a Dios. Se nos ofrecen dos modos de explicar los vv. 18, 19: I. “Vivificado en espíritu”,
eso es, inmediatamente después de ser librado de la “carne”, la energía de su inmortal vida
espiritual “fue hecha viva” por el Padre para nuevos modos de acción, a saber; “en el espíritu
descendió (como subsecuentemente ascendió al cielo, v. 22, el mismo verbo griego) y proclamó
no la salvación, según Alford en contra de las Escrituras, las que en todas partes representan
como irrevocable el estado del hombre, sea de salvado o de perdido, después de la muerte. Ni
hay mención hecha de conversión alguna de los espíritus encarcelados. Véase Nota, al v. 20. Ni
dice la frase, predicó el evangelio, evangelizó, sino proclamó (ekeruxe), o predicó; dando
sencillamente el anuncio de su obra acabada; así el mismo griego en Marcos 1:45, anunció,
confirmando el testimonio de Enoc y de Noé, y declarando así la virtual condenación de la
incredulidad de ellos, y la salvación de Noé y los creyentes; un ejemplo de los similares efectos
contrarios que la misma obra tiene sobre todos los incrédulos y los creyentes, respectivamente;
también un consuelo para los lectores de Pedro, en sus sufrimientos a manos de los incrédulos,
especialmente elegido (el ejemplo) a causa del bautismo, su anti tipo (v. 21), que, como sello,
marca a los creyentes como separados del resto del mundo condenado, proclamó a los
espíritus (su espíritu hablando con los espíritus) en la cárcel (que en Hades, o sea Sheol,
esperaban el juicio, 2 Pedro 2:4), los cuales fueron en otro tiempo desobedientes …” II. El punto
más fuerte a favor de I. es la posición de “en otro tiempo”, es decir, de antiguo, en conexión
con los “desobedientes”; mientras que si la predicación o anuncio fuese cosa de mucho tiempo
atrás, esperaríamos que el adverbio de tiempo se relacionara con “fué y predicó”. Pero esta
transposición podría expresar que la desobediencia de ellos precedió a la predicación de él. La
partícula griega expresa la razón de la predicación, “por cuanto fueron una vez desobedientes”
(4:6). También el “fué” parece significar una ida personal, como en el v. 22, no meramente en
espíritu. Pero véase la respuesta abajo. Las objeciones son: “vivificado” debe referirse al cuerpo
de Cristo (v. 21), por cuanto su Espíritu nunca dejó de existir, y no se puede decir que fuese

106
“vivificado”. Comp. Juan 5:21; Romanos 8:11, y otros textos, donde “vivificar” indica la
resurrección corporal. Tampoco fué al Hades su Espíritu, sino su alma. Su espíritu, a su muerte,
fue encomendado por él al Padre, y estuvo luego en el “Paraíso”. La primera teoría entonces
¡requeriría que su descenso a los espíritus encarcelados fuese después de la resurrección!
Comp. Efesios 4:9, 10, que hace que el descenso preceda al ascenso. También la Escritura calla
en toda otra parte tal proclamación, aunque posiblemente la muerte de Cristo tuviera efectos
inmediatos sobre el estado, tanto de los piadosos como de los impíos en el Hades: las almas de
los justos hasta entonces en comparativa reclusión, siendo acaso trasladados entonces, como
algunos padres creyeron, a la presencia inmediata y celestial de Dios; pero esto no puede
probarse por la Escritura. Comp. con todo, Juan 3:13; Colosenses 1:18. Cárcel siempre se usa en
las Escrituras en sentido malo. “Paraíso, y “el seno de Abrahán”, la morada de los espíritus
buenos en el Antiguo Testamento, están separados del infierno o hades “por una grande sima”,
y no puede llamarse “cárcel”. Comp. 2 Corintios 12:2, 4, donde el “paraíso” y “el tercer cielo” se
corresponden. Además, ¿por qué deberían ser elegidos en particular los incrédulos
antediluvianos como recipientes de su predicación en el Hades? Por tanto se explica que
“Vivificado en espíritu” en el que (a diferencia de en persona; las palabras “en el cual”, es decir,
en espíritu, obviando expresamente la objeción de que “fué” indique una ida personal) él fué
(en la persona de Noé. “predicador de la justicia,” 2 Pedro 2:5: la nota propia de Alford, Efesios
2:17, es la mejor replica a su argumento sobre “fué”, de que se trate de una ida local al Hades
en persona). Como “vino y predicó la paz”, por su espíritu en los apóstoles y ministros después
de su muerte y ascensión, así antes de su encarnación predicó en espíritu por Noé a los
antediluvianos (Juan 14:18, 28; Hechos 26:23, “Para anunciar luz al pueblo y a los gentiles”), y
predicó a los espíritus encarcelados, a saber, a los antediluvianos, cuyos cuerpos a la verdad
parecían libres, pero sus espíritus estaban “en cárcel”, encerrados en la tierra como en una
celda grande condenada (un paralelo exacto con Isaías 24:22, 23. “Sobre la tierra … serán
amontonados como encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados,”—
precisamente como los ángeles caídos están tenidos judicialmente “en cadenas de oscuridad”,
aunque están por un tiempo libres ahora sobre la tierra, 1 Pedro 2:4—, donde (Isaías 24:18)
tiene clara alusión al diluvio: “de lo alto se abrieron ventanas:” comp. Génesis 7:11); de dicha
cárcel el único camino de escape era aquel anunciado por Cristo en Noé. Cristo, que en
nuestros tiempos vino en carne, en los días de Noé predicó en espíritu, por Noé, a los espíritus
entonces en cárcel (Isaías 61:1, “El Espíritu del Señor Dios me ha enviado a predicar … a los
presos abertura de cárcel”). Asimismo en el 1:11 se dice, “el Espíritu de Cristo” testificaba en los
profetas. Como Cristo sufrió hasta la muerte a manos de sus enemigos, y fue luego vivificado en
virtud de su “Espíritu” (o naturaleza divina, Romanos 1:3, 4; 1 Corintios 15:45), que de allí en
adelante obró en su plena energía, el primer resultado de la cual fue la resurrección de su
cuerpo (v. 21) de la cárcel de la tumba, y de su alma del Hades; así el mismo Espíritu de Cristo
dió el poder a Noé en medio del escarnio y tribulaciones de predicar a los desobedientes
espíritus firmemente encadenados en la ira. El mismo Espíritu en ti también puede darte a ti el
poder para sufrir con paciencia ahora, esperando la liberación de la resurrección. 20. una vez—
Griego, “hapax”, “de una vez”, “una vez por todas”, omitido de los mejores manuscritos.
cuando—corresponde a “en otro tiempo”. esperaba la paciencia—Continuó esperando (por si
acaso en los 120 años se arrepintiesen) hasta que llegó el fin de su espera, con la muerte de
ellos por el diluvio. Esto refuta la idea de Alford de que se les diese un segundo día de gracia en

107
el Hades. Se escogen los días de Noé, por cuanto el arca y el diluvio destructivo corresponden
respectivamente al “bautismo” y la venidera destrucción de los incrédulos por fuego. cuando se
aparejaba el arca— (Hebreos 11:7.) Un largo período de “paciencia” (Griego., “longanimidad”) y
de “espera”, por cuanto Noé tenía pocos que le ayudasen, lo que hace más inexcusable la
incredulidad del mundo. en la cual—eis con el acusativo, que denota que tuvieron que entrar
para ser salvos. pocas—como hoy en día. ocho—Siete (el número sagrado) y el impío Cam.
personas—El griego, “almas”. Como este vocablo aquí indica personas vivientes, ¿por qué no
debe hacerlo también “espíritus”? Noé les predicó al oído; más Cristo, en espíritu, a los
espíritus de ellos, o sea, a sus naturalezas espirituales. salvadas por agua—La misma agua que
ahogó a los incrédulos mantuvo a flote el arca en que fueron salvos los ocho. No como traducen
algunos: “fueron llevados en salvo al través del agua”. Sin embargo, el sentido de la preposición
puede ser como en 1 Corintios 3:15, “fueron conservados en salvo por (al través de) el agua”,
aunque tuvieron que estar en el agua. 21. A la figura de la cual—El griego, “la cual (en) figura”;
lit., “la cual (agua, en general), siendo el anti tipo (del agua del diluvio) ahora nos está salvando
(no estando la salvación aún realizada por nosotros plenamente, comp. 1 Corintios 10:1, 2, 5;
Judas 5: pone en estado de salvación) también a nosotros (dos manuscritos antiguos dicen
“vosotros”: a vosotros, así como a Noé y los suyos), a saber, el bautismo”. El agua salvó a Noé,
no por sí misma, sino por mantener el arca construída en la fe basada en la palabra de Dios: era
para él un sello y un medio de una suerte de regeneración de la tierra. El diluvio fue para Noé
un bautismo, como el paso del mar Rojo lo fue para los israelitas; por el bautismo en el diluvio
él y su familia fueron trasladados del antiguo mundo al nuevo; de la destrucción inmediata a
una probación prolongada; del compañerismo de los malvados a la comunión con Dios; de la
disolución de los vínculos entre la criatura y el Creador al privilegio del pacto: así nosotros por
el bautismo espiritual. Como hubo un Cam que perdió los privilegios del pacto, así hay muchos
hoy en día. El agua antitípica, a saber, el bautismo, os salva también, no de sí, ni el agua
material, sino la cosa espiritual a él unida, el arrepentimiento y la fe de los que es un signo y
sello, como Pedro sigue explicando. Comp. la unión del signo y lo significado en Juan 3:5;
Efesios 5:26; Tito 3:5; Hebreos 10:22; 1 Juan 5:6. no quitando—En “la carne” es donde cae el
énfasis. El bautismo “no es limpieza de la inmundicia de la carne (como se hace en la mera
inmersión en agua, no acompañada del bautismo del Espíritu; comp. Efesios 2:11), sino del
alma. [Nota del Traductor: Nuestro comentador es muy hábil en su explicación de todo este
pasaje azás difícil, y parece a veces que le falta un solo paso para llegar a la completa
interpretación simbólica. La antítesis no es entre la inmundicia de la carne y la del alma. Dice
Pedro que el bautismo no es una limpieza de la inmundicia, sino la demanda de una buena
conciencia. Sea cual fuere el sentido preciso de la “demanda de una buena conciencia”, ésta es
anterior al bautismo en la experiencia del creyente; y la regeneración es anterior a la buena
conciencia para con Dios; la salvación debe ser anterior, pues, e independiente del bautismo.
que no puede ser sino un símbolo, o “figura” de la experiencia de la muerte espiritual al pecado
y la resurrección a vida nueva. El bautismo verdadero o tiene eficacia salvadora, o no la tiene.
“… el bautismo os salva también, no de sí … sino la cosa espiritual a él unida, a saber, el
arrepentimiento y la fe, de la cual (cosa, el bautismo) es signo y sello.” ¿Puede el hombre ser
salvo “por el arrepentimiento y la fe” sin el bautismo? ¿Puede tener la seguridad de su
salvación sin este “signo y sello”? La circuncisión podía ser “signo y sello” exterior, visible, en la
carne, del pacto mosaico; pero el nuevo pacto es nuevo no solamente porque es otro, más

108
reciente, sino porque es diferente, de una clase nueva: es espiritual, y no de la letra. Si la
salvación en Cristo dependiese, en todo o en parte, de un rito o ceremonia externa, entonces el
nuevo pacto sería de la misma categoría del antiguo, carnal, de la letra, y no espiritual. Si por
otra parte el bautismo es una “figura”, símbolo, retrato, de nuestra salvación, la cual es “por la
resurrección de Cristo,” entonces se puede decir que el bautismo nos salva “a la figura”,
figurativa o simbólicamente, lo que concuerda con el lenguaje del Nuevo Testamento en
general. Simboliza la experiencia de la salvación y es una confesión pública de lo que el
“catecúmeno” ya experimentó, antes de verificarlo en contestación a su “buena conciencia
para con Dios,” quien lo mandó.] Es el arca (Cristo y su Iglesia llena del Espíritu Santo), no es el
agua, lo que es el instrumento de la salvación: el agua solamente rodeaba el arca; así tampoco
el mero bautismo en agua, sino el agua cuando es acompañada por el Espíritu. demanda—El
Griego, “interrogación”, que se refiere a las preguntas hechas a los candidatos para el
bautismo, para sacar de ellos una confesión de fe “para con Dios”, y la renunciación de Satanás
[Agustín, ad Cathechumenos, libro 4, cap. 1; Cipriano, Ep. 7., ad Rogatian], las que, si manan de
“una buena conciencia” aseguran a uno de que está “salvo”. Lit., “la interrogación de una buena
conciencia (inclusive la contestación satisfactoria) para con Dios”. Prefiero esta traducción a la
de Wahl, Alford, etc., “la indagación de una buena conciencia acerca de Dios”; ninguno de los
paralelos alegados, ni aun el 2 Samuel 11:7, versión de los Setenta, viene estrictamente al caso.
El idiotismo reciente del griego bizantino (según el cual el término significa (1) la pregunta; (2)
la estipulación; (3) el compromiso), que fluye fácilmente del uso de la palabra en que Pedro la
emplea, confirma la traducción anterior. por la resurrección de Jesucristo—frase unida con “os
salva”, en cuanto nos aplique el poder de la resurrección de Cristo. Como la muerte de Cristo al
pecado es el origen de la muerte del creyente al pecado y de su liberación de la pena y del
poder del pecado, así la vida de Cristo resucitado es la fuente de la nueva vida espiritual del
creyente. 22. (Salmo 110:1; Romanos 8:34, 38; 1 Corintios 15:24; Efesios 1:21, 3:10; Colosenses
1:16; 2:10–15.) El fruto de su paciencia en sus padecimientos voluntariamente llevados e
inmerecidos; un ejemplo para nosotros (vv. 3–7, 19). subido— (Lucas 24:51.) Una prueba en
contra de los racionalistas de una real ascensión material. Los manuscritos más antiguos, la
Vulgata y los Padres Latinos llevan una añadidura que expresa los beneficios resultantes para
nosotros de estar Cristo sentado a la diestra de Dios: “El cual está a la diestra de Dios, habiendo
sufrido la muerte para que fuésemos hechos herederos de la vida eterna”; lo que envuelve para
nosotros un estado de vida, salvada, gloriosa y eterna. Los Manuscritos griegos, sin embargo,
rechazan estas palabras. Comp. con esto, los textos de discursos de Pedro, Hechos 2:32–35;
3:21, 26; 10:40, 42.

CAPITULO 4

COMO EL CRISTO RESUCITADO. LOS CRISTIANOS DESDE AHORA NO DEBEN TENER NADA
QUE VER CON EL PECADO. Como está cerca el fin, cultivad la moderación, la vigilancia en la
oración, la caridad, la hospitalidad, el lenguaje bíblico, la ministración mutua según vuestros
sendos dones para la gloria de Dios, la paciencia gozosa en las tribulaciones. por nosotros—
frase omitida por algunos de los manuscritos más antiguos. en la carne—en su cuerpo mortal
de humillación. armados—Griego, “armaos” (Efesios 6:11, 13). mismo pensamiento—de sufrir
con paciencia y pronta voluntad lo que Dios disponga que sufráis. el que ha padecido—por

109
ejemplo, Cristo mismo primero, y en la persona de él el creyente: una proposición general.
cesó—lit., “se le ha hecho cesar”, es decir, ha obtenido por el mismo hecho de haber padecido
él una vez por todas, una cesación del pecado, como el cristiano, que en la persona de Cristo ha
muerto, ya no tiene más que hacer con el pecado judicialmente, ni debe tener nada que ver con
él tampoco efectivamente. “La carne” es la esfera donde el pecado tiene cabida. 2. Para que,
etc.—“Para que (el creyente, que una vez por todas obtuvo cesación de pecados, mediante el
padecimiento, en la persona de Cristo, es decir, en virtud de su unión con el crucificado) ya no
viva el resto de su tiempo en la carne a las concupiscencias de los hombres, sino a la voluntad
de Dios”, como su regla de vida. “El resto de su tiempo en la carne” (el griego aquí lleva la
preposición “en”; no en el v. 1 tocante a Cristo prueba que la referencia aquí no es a Cristo, sino
al creyente, cuyo tiempo sobrante para glorificar a Dios es corto (v. 3). “Viva” en el sentido
verdadero, pues hasta ahora estaba muerto. No como Alford: “Armaos … con el propósito de
no vivir el resto de vuestro tiempo …” 3. nos—Omitido de los manuscritos más antiguos. debe
bastar—Dice el griego: “suficiente” (sin verbo: es, fué, ha sido). Pedro toma la posición más
baja: pues ni aun el tiempo pasado debía de ser malgastado en concupiscencias; pero puesto
que no podéis revocarlo, tratad al menos de aprovechar mejor el futuro. hecho—Griego,
“desarrollado”, “cumplido” gentiles—paganos: lo que erais muchos. cuando conversábamos—
Griego, “caminando”, “caminando como habéis caminado (Alford) en lascivia”; el griego
significa conducta petulante, inmodesta, ligera, suelta; no tanto la lujuria grosera.
embriagueces—“embriagueces de vino” [Alford]. abominables—“idolatrías nefarias”, en
violación de la ley más sagrada de Dios; no todos los lectores de Pedro (Nota al 1:1) caminaban
en estas cosas, pero muchos sí, a saber, el elemento gentil. 4. En lo cual—en la conducta de los
creyentes gentiles (v. 3). corráis—apresuradamente, en tropillas [Bengel]. desenfrenamiento—
“exceso”, lit., profusión: como agua estancada después de una inundación. ultrajándo (os) —
Griego, acusándoos de orgullos, de singularidad, de hipocresía y de crímenes secretos (v. 14; 2
Pedro 2:2). Sin embargo, el pronombre “os” no aparece en el griego, sino sólo “blasfemando”.
Me parece que se usa siempre en el sentido directo o indirecto de la injuria impía para con
Dios, o contra Cristo y el Espíritu Santo y la religión cristiana, no meramente contra los hombres
como tales; como “vituperar” en el v. 14. 5. Aquellos que os acusan falsamente tendrán que dar
cuenta de sí por esta misma injuria (Judas 15) y ser condenados con justicia. aparejados—con
mucha rapidez (v. 7; 2 Pedro 3:10). La venida de Cristo para el creyente siempre está cerca.
6. Porque—da la razón por qué “juzgar” a los muertos (v. 5). también, etc. —“También a
muertos se evangelizó”, tanto como a vivos, y a los que se hallen vivos cuando venga el Juez.
“Muertos” debe tomarse en el mismo sentido literal como en el v. 5, lo que contradice la
explicación de “muertos en pecados”. Además, la ausencia del artículo griego no limita
necesariamente el sentido de “muertos” a muertos particulares, pues el artículo tampoco está
en el v. 5, donde “los muertos” es universal en sentido. Este parece ser el sentido: Pedro
representando la debida actitud de la Iglesia de todo tiempo, que espera a Cristo en cualquiera
y a todo momento, dice: El Juez está aparejado para juzgar a vivos y muertos—los muertos,
digo, porque ellos también, en su vida, fueron evangelizados, a fin de que pudiesen ser
juzgados de la misma manera que los ahora vivos (y los que estarán vivos cuando el Señor
venga), es decir, “hombres en la carne”, y para que puedan, habiendo evitado la condenación
con haber abrazado el evangelio anunciado, vivir en Dios en espíritu (aunque la muerte les haya
tocado en la carne), Lucas 20:38, siendo hechos semejantes a Cristo en la muerte y en la vida

110
(Nota, al 3:18). Dice “vivos”, no los “vivificados”; porque se supone que ya han sido “vivificados
juntamente con Cristo” (Efesios 2:5). Este versículo es paralelo al 3:19; véase Nota allí. El
evangelio, substancialmente fué “predicado” a la Iglesia del Antiguo Testamento; aunque no
tan plenamente como en el Nuevo. No es válida la objeción de que el evangelio no haya sido
predicado a todos los que se hallarán muertos a la venida de Cristo. Porque claramente Pedro
se refiere sólo a los que están al alcance del evangelio, o a los que hubieran conocido a Dios por
medio de sus ministros en los tiempos del Nuevo y del Antiguo Testamentos. Pedro, como
Pablo, arguye que los hallados vivos a la venida de Cristo no tendrán ventaja sobre los que
habiendo muerto serán resucitados, por cuanto éstos viven a Dios, aun ahora en los propósitos
de él. Es errónea la explicación de Alford de: “para que sean juzgados según los hombres con
respecto a la carne”, eso es, que estén en estado de completa condenación por el pecado, lo
que es la muerte según la carne. Porque “juzgado” no puede tener aquí un sentido diferente
del que lleva “juzgar” en el v. 5. “Vivir según Dios” significa, vivir una vida con Dios, tal como la
que Dios vive, divina; en contraste con vivir “según los hombres en la carne”, eso es, una vida
tal cual viven los hombres en la carne. 7. Resumiendo la idea del v 5. el fin de todas las cosas—y
por tanto también de la lujuria (v. 3, 4) de los malos, y también de los padecimientos de los
justos [Bengel]. La proximidad no es meramente del tiempo, sino de la presencia del Señor;
como explica para evitar la mala comprensión, y defiende a Dios del cargo de la demora o
tardanza: Vivimos en la última dispensación, no como los judíos bajo el Antiguo Testamento. El
Señor vendrá como ladrón de noche; está ya “aparejado” (v. 5) para juzgar al mundo en
cualquier momento; es sólo la longanimidad de Dios y su deseo de que se predique el evangelio
como testimonio a todas las naciones, lo que lo induce a extender el plazo, el que para él es aún
como nada. templados—“moderados”, “discretos”. Los deberes opuestos a los
correspondientes pecados se inculcan: así “templados”, en oposición de la “injuria” (v. 3).
velad—Griego, “estad sobriamente vigilantes”, no embriagados con las cuitas y placeres
mundanos. La templanza promueve a la vigilancia, y ambas a la oración. La bebida adormece, y
la somnolencia impide la oración. oración—Griego, “oraciones”; la finalidad por la cual
debemos ejercer la vigilancia. 8. sobre todo—no que la “caridad”, o el amor, se coloque sobre
la “oración”, sino porque el amor es el espíritu animador, sin el cual todos los demás deberes
están muertos. Tradúzcase: “Teniendo vuestro mutuo (de unos a otros) amor intenso”.
Presume la existencia del amor entre ellos; les urge que lo hagan más ferviente. la caridad
cubrirá multitud de pecados—Cita de Proverbios 10:12; comp. 17:9. “Cubre” (así dicen los
manuscritos más antiguos), de modo que no condena severamente ni expone las faltas, sino
antes con paciencia hace que lleven los unos las cargas de los otros, perdonando y olvidando las
ofensas pasadas. Tal vez se incluye otra idea más: Por la oración a favor de los pecadores, el
amor trata de hacerlos cubrir por Dios, y siendo así el instrumento de la conversión del
pecador, de su error, “cubre una multitud de pecados”; pero la idea anterior, la de los
Proverbios, es la más prominente. “Como Dios con amor cubre mis pecados, si yo creo, yo debo
cubrir con mi amor los pecados de mi prójimo” [Lutero]. Comp. la conducta de Sem y Jafet
hacia Noé (Génesis 9:25), en contraste con la de Cam. Debemos cubrir los pecados de otros sólo
donde el amor mismo no exija lo contrario. 9. (Romanos 12:13; Hebreos 13:2.) No la espúrea
hospitalidad corriente en el mundo, sino el hospedaje de los que lo necesitan, especialmente
los desterrados a causa de la fe, como los representantes de Jesucristo, y toda hospitalidad
extendida a quien fuere, de puro amor cristiano. sin murmuraciones—“El que da, hágalo con

111
simplicidad”, eso es, con franca sinceridad, con cordialidad. Sin hablar secretamente contra la
persona hospedada, ni echarle en cara el favor que se le hace. 10. Cada uno—“Según que cada
uno haya recibido”, en cualquier grado y de cualquier especie. Los dones del Espíritu (lit.,
“dones de gracia”, dones impartidos gratuitamente) son propiedad común de la comunidad
cristiana, siendo cada cristiano solamente ministro para la edificación del todo, que no recibe el
don solamente para su propio bien. adminístrelo—sin descontento ni envidia, sin desdorar el
don de otro. a los otros—Griego, “unos a otros”, como en el v. 8, lo que indica que todas
forman un solo cuerpo y los que procuran el bien de los otros promueven el bien de ellos
mismos. dispensadores—Referencia a Mateo 25:15, etc.; Lucas 19:13–26. 11. Si alguno habla—
a saber, como profeta, o maestro divinamente enseñado, en la asamblea de la iglesia.
conforme, etc. —Griego, “hable oráculos (logia) de Dios”. En el griego no hay artículo con
“oráculo” ni con “Dios”, debido al principio gramatical de que cuando un sustantivo sin artículo
es complemento de otro sustantivo, éste omite el artículo también. En Hechos 7:38 también,
falta el artículo griego; de modo que la traducción, “conforme a las palabras de Dios”, es decir,
el Antiguo Testamento, sería correcta, y sería el precepto semejante a Romanos 12:6:
“Profecía… conforme a la medida de la fe”. Pero el contexto cuadra bien con esto: “hable como
(conviene a quien habla) palabras (oráculos) de Dios”. Sus palabras divinamente inspiradas no
han de ser sujas, sino de Dios, y como administrador a quien están confiadas, así debe
hablarlas. Jesús fue el ejemplo en este respecto (Mateo 7:29; Juan 12:49; 14:10; comp. Pablo, 2
Corintios 2:17). Nota: El mismo término (logia), que en otros textos del Nuevo Testamento
(Hechos 7:38; Romanos 3:2; Hebreos 5:12) siempre se aplica a los escritos del Antiguo
Testamento, aquí comprende las palabras inspiradas (la substancia de las cuales fue puesta por
escrito después) de los profetas del Nuevo Testamento. ministra—en obras: la otra esfera de
actividad espiritual, además de hablar. conforme a la virtud—como del surtido de su “fuerza”
(Griego, poder físico en relación con el servicio exterior, más bien que con la “capacidad” moral
e intelectual; como en Marcos 12:30). suministra—dicho originalmente del “choragus”, que
proporcionaba al coro todo lo necesario para ejecutar sus partes respectivas. Dios glorificado—
la finalidad de todos los actos del cristiano. por Jesucristo—El Mediador por el cual descienden
a nosotros todas las bendiciones, por quien también todas nuestras alabanzas ascienden a Dios.
Sólo por medio de Cristo puede ser glorificado Dios en nosotros, y en nuestros dichos y actos.
sea—Griego, “es”. para siempre jamás—Griego, “hasta los siglos de los siglos”. 12. no os
maravilléis—Puede ser que preguntaran por qué debía Dios permitir que sus hijos predilectos
fuesen tan duramente probados. por fuego—como es por el fuego que se prueban los metales
y se les quita la escoria. Agrega el griego, “en vuestro caso”. para vuestra prueba—“Que os
acontece para una prueba”. Lejos de ser una casualidad, alguna rara desgracia, acontece con el
propósito amoroso de probaros; Dios tiene en ello un sabio fin: pensamiento este que
consuela. 13. gozaos en que—Los manuscritos más antiguos dicen, “según que”, “a la medida
que”, sufriendo, sois participantes de los padecimientos de Cristo, a saber, entráis por la fe en
la realización de la participación en ellos; padeciendo voluntariamente por amor de él, como él
padeció. gocéis en triunfo—Griego, “con gozo exultante”, “Gozaos y alegraos”; ambos verbos
constan en Mateo 5:12; ahora os gozáis en medio de las aflicciones; entonces, libres de ellas,
exultaréis (1:6, 8). Si no queréis llevar las aflicciones por Cristo ahora, deberéis llevar las eternas
después. 14. en el nombre de Cristo—es decir, como cristianos (v. 16; 3:14): “en mi nombre,
porque sois de Cristo”. El énfasis cae en esto: en contraste está el v. 15, sufrir “como homicida,

112
ladrón”, etc. Que vuestro padecimiento sea a causa de Cristo, no a causa del mal hacer (2:20).
vituperados—El vituperio afecta las mentes nobles más que la pérdida de bienes, y aún más
que el sufrimiento corporal. el Espíritu… sobre vosotros—el mismo que reposó sobre Cristo
(Lucas 4:18). “El Espíritu de la gloria”, es el Espíritu de él, porque él es el Señor de la gloria
(Santiago 2:1). Los creyentes bien pueden sobrellevar “el vituperio” (comp. Hebreos 11:26),
viendo que “el Espíritu de la gloria” reposa sobre ellos, como sobre él. No puede estorbar la
felicidad de los justos. si son vituperados por amor de Cristo, porque ellos retienen ante Dios su
entera gloria, como teniendo al Espíritu, con el que la gloria está inseparablemente unida
[Calvino]. y… de Dios—Griego, “y (el Espíritu) de Dios”, lo que indica que el Espíritu de la gloria
(que es el Espíritu de Cristo) es al mismo tiempo el Espíritu de Dios. cierto… glorificado—
omitidas de los manuscritos griegos más antiguos, Vulgata, Sahídica, Cipriano. “Blasfemando”:
no meramente calumniado, como en el 3:16, sino blasfemamente se mofan de Cristo y del
cristianismo. 15. Así que—“Vituperado en el nombre de Cristo” (v. 14), digo, “que ninguno …
padezca …” como—Un segundo “como” en el griego distingue la clase de los “metidos” de la
primera clase de delincuentes (homicida, ladrón, malhechor). Los cristianos, por el celo
erróneo, bajo la excusa de la fidelidad, fácilmente podrían desviarse de su vocación para
convertirse en jueces de las acciones de los incrédulos. “Allotriepískopos”, lit., “obispo (no de la
suya sino) de la provincia de otro; alusión a los obispos o sobreveedores de aquellas iglesias;
uno que se constituye a sí obispo en los asuntos ajenos. 16. como Cristiano—el nombre dado
con desprecio primero en Antioquía (Hechos 11:26; 26:28); los únicos tres lugares donde ocurre
el término. Al principio los creyentes no tenían nombre distintivo, sino que entre sí se llamaban
“hermanos” (Hechos 6:3), “discípulos” (Hechos 6:1), “los del camino” (Hechos 9:2), “los santos”
(Romanos 1:7); “nazarenos” con escarnio por los judíos (que negaban que Jesús fuera el Cristo,
y así nunca hubieran originado ellos el nombre de cristianos). En Antioquía, donde se
convirtieron los primeros gentiles idólatras (Cornelio, Hechos 10, no era idólatra, sino
prosélito), y se emprendió la obra misionera más extensa, ya no podían ser tenidos por una
secta judaica, y así los gentiles los denominaron “cristianos”. El origen del nombre nuevo señala
una época nueva en la vida de la Iglesia, una nueva estación en su desarrollo, a saber, sus
misiones a los gentiles. Los ociosos e ingeniosos de Antioquía, según los escritores paganos,
eran famosos como inventores de sobrenombres. La fecha de esta Epístola debió ser cuando
éste ya había llegado a ser el nombre generalmente conocido entre los gentiles (los cristianos
nunca se lo aplicaban unos a otros, como en tiempos posteriores: una prueba impensada de
que el Nuevo Testamento fue compuesto en el tiempo en él indicado), y cuando dicho nombre
exponía a uno al escarnio y padecimiento, aunque no parece aún ser la persecución sistemática.
no se avergüence—aunque el mundo se avergüenza de la vergüenza; sufrir por las propias
faltas no es ningún honor (v. 15; 2:20), sufrir por Cristo, ninguna vergüenza (v. 14; 3:13). antes
glorifique a Dios—no meramente gloriarse en la persecución: Pedro hubiera podido decir como
contraste, “pero que lo estime un honor para sí”; pero la honra ha de darse a Dios, que lo tiene
por digno de tal honor, que envuelve la exención de los juicios venideros que vienen sobre los
injustos. en esta parte—Los manuscritos más antiguos y la Vulgata: “en este nombre”, eso es,
con respecto al sufrimiento por tal nombre (de cristiano). 17. Otra base de consuelo para los
cristianos. Todos deben pasar ante el tribunal de Dios; la casa de Dios primero, su castigo hecho
aquí, por el cual debieran glorificar a Dios como prueba de su parte de la familia de él, y como
arras de su liberación del fin de aquellos que serán hallados desobedientes al evangelio, en el

113
juicio final. es tiempo—Griego, “estación”, “tiempo propio”. juicio comience de la casa de
Dios—La Iglesia de los creyentes vivos. Pedro tiene en mente Ezequiel 9:6; comp. Amos 3:2;
Jeremías 25:29. El juicio ya empezó, como “espada de dos filos”, que tiene el doble efecto: de
salvar a unos y de condenar a otros, y así será consumado en el postrer juicio. “Cuando se da el
poder al destructor, él no observa distinción entre los justos y los injustos; no sólo así, empieza
primero con los justos” [Weitstein de Rabbins]. Pero Dios limita el poder del destructor sobre su
pueblo. si primero… fin de aquellos—Si aún los justos sufren castigos aquí, con cuánta más
razón serán los impíos condenados en los juicios finales. evangelio de Dios—Las buenas nuevas
del mismo Dios que los ha de juzgar. 18. con dificultad—“A duras penas”. Comp. “Así como por
fuego”, 1 Corintios 3:15; teniendo que pasar por castigos penosos, como David pasó a causa de
su pecado. “El justo” siempre tiene más o menos pruebas, pero el resultado es seguro, y su
entrada al reino al fin será abundante. El “a duras penas” señala la severidad del suplicio y la
improbabilidad (del mero punto de vista humano) de que lo resista el justo; pero la justicia de
Dios y el eterno pacto de Dios lo hacen del todo seguro. el infiel—el impío, que no respeta a
Dios; descripción negativa. pecador—amante del pecado: positivo; el mismo hombre a la vez
olvidadizo de Dios y amante del pecado. dónde aparecerá—en el juicio. 19. Conclusión general
de los vv. 17, 18. Puesto que los justos saben que sus padecimientos son por la voluntad de
Dios, para castigarlos, a fin de que no perezcan con el mundo, tienen razón por qué confiar en
Dios con buen ánimo en medio de las aflicciones, perseverando en bien hacer.
encomiéndenle—“ellos también”, o “ellos aún”, tanto como los que no sufren. No sólo en las
circunstancias ordinarias, sino también en tiempos de aflicciones, encomiéndenle …” (comp.
Nota al 3:14). voluntad de Dios— (Nota, 3:17.) La voluntad de Dios de que el creyente sufra (v.
17), es para el bien del creyente. Un manuscrito antiguo y la Vulgata agregan “en hacer bienes”;
en contraste con el “malhechor” (v. 15). Hemos de encomendarnos a Dios no con indolente y
pasiva quietud, sino activos en hacer bienes. fiel—a las promesas de su pacto... Creador—
Creador, que es por tanto también Preservador Todopoderoso. El, no nosotros, debe guardar
nuestras almas. El pecado destruyó la relación espiritual original entre criatura y Creador,
quedando sólo la de gobierno. La fe la restablece; de modo que el creyente, viviendo según la
voluntad de Dios (v. 2), reposa confiadamente en la fidelidad del Creador.

CAPITULO 5

EXHORTACIONES A LOS ANCIANOS, A LOS MANCEBOS Y A TODOS EN GENERAL. ORACION


FINAL, CONCLUSION. 1. ancianos—Así en oficio como en edad. yo anciano… como ellos—El
ponerse uno en el mismo nivel con los exhortados da más peso a su exhortación (2 Juan 1).
Pedro, en verdadera humildad por amor del evangelio, no invoca aquí su apostolado, por el que
presidía a los ancianos. En el apostolado los apóstoles no tuvieron sucesores, porque “las
señales del apóstol” no han sido transmitidas. Los presidentes de los presbíteros y diáconos,
sea cual fuere el nombre de su designación, ángel, obispo, o moderador, etc., aunque son de la
misma orden que los presbíteros, con todo han alcanzado virtualmente una dirección de la
Iglesia análoga a la que ejercían los apóstoles (esta superintendencia y prioridad existió desde
los primeros tiempos pos apostólicos [Tertuliano]); así como la sinagoga judaica (el modelo
seguido por la Iglesia) era regida por un concilio de presbíteros, presidido por uno de ellos
mismos, el “arquisinagogo.” Comp. Vitringa, Sinagogue, Parte II, Caps. 3 y 7. testigo—testigo

114
ocular de los padecimientos de Cristo, y así caracterizado para exhortaros a la paciencia
confiada, sufriendo y haciendo bien, según el ejemplo de él (4:19; 2:20). Esto explica el “por
tanto” insertado en los manuscritos más antiguos, “Por tanto ruego …” resumiendo la
exhortación desde el 4:19. Su suprema dignidad de apóstol se presupone aquí con delicadeza,
por cuanto el ser testigo ocular era una necesaria condición para el apostolado: comp. los
discursos de Pedro mismo (en Hechos 1:21, 22; 2:32; 10:39). también—expresa la justa
recompensa de conformidad con los padecimientos. participantes de la gloria—según la
promesa de Cristo: arras de la cual fue la visión de la transfiguración. 2. Apacentad—mediante
la disciplina y la enseñanza. Guiad, alimentad, cuidad; por la oración, exhortación, gobernación
y ejemplo. La dignidad se señala con el término de “anciano”: los deberes del oficio, atender, o
vigilar, con el término de “obispo”. Pedro recuerda el mandamiento que le dió Cristo:
“Apacienta mis ovejas … mis corderitos” (Juan 21:16). Invita a los ancianos a compartir con él el
mismo deber (Hechos 20:28). El rebaño es de Cristo. que está entre vosotros—Mientras que
tenéis la preocupación por toda la Iglesia, vuestro deber especial es el de alimentar la porción
de ella que está entre vosotros. teniendo cuidado—el deber de obispo o “sobreveedor”. no por
fuerza—la necesidad les está impuesta, pero la buena voluntad evita que sea sentida como tal,
tanto en emprender como en cumplir el deber [Bengel]. “Aquel es verdadero presbítero y
ministro del consejo de Dios que hace y enseña las cosas del Señor, tenido por justo no
meramente porque es presbítero, sino porque es justo, escogido para el presbiterio”.
[Clemente de Alejandría]. voluntariamente—Un manuscrito antiguo, Vulgata, Siríaca y Cóptica
agregan: “según Dios”, como Dios quisiera que se hiciese (Romanos 8:27). no por ganancia
deshonesta— (Isaías 56:11; Tito 1:7). de ánimo pronto—de corazón. sin motivo egoísta de
ganancias, como los israelitas que daban sus servicios en el santuario, de corazón espontáneo.
3. no como teniendo señorío—Griego, no enseñoreándoos”, que denota orgullo y opresión.
“No que tengamos dominio sobre vuestra fe”. las heredades—las porciones de la Iglesia
señaladas a vuestro cargo pastoral [Bengel]. Se explica por “el rebaño” de la frase que sigue. Sin
embardo, en el v. 2, “el rebaño de Dios que está entre vosotros”, que corresponde a “las
heredades” (en plural que expresa las ovejas, que son la porción y heredad de Dios,
Deuteronomio 32:9), a vosotros confiadas, favorece nuestra versión. El rebaño, como un todo,
es la heredad de Dios, o sea, el rebaño en singular. Mirado con relación a las ovejas
componentes, divididas entre los varios pastores, es en plural, “heredades”. Comp. Hechos
1:17, 25, “tenía suerte en …” (el mismo griego). Bernardo de Claraval escribió al Papa Eugenio:
“Pero no podía dar lo que no tenía: lo que tenía dió: el cuidado de la Iglesia, no el dominio”.
siendo—Griego, “haciéndoos”, “llegando a ser”. dechados—la recomendación más efectiva de
precepto (1 Timoteo 4:12). Tito 2:7: “ejemplo”, o molde. Así Jesús. “Es una monstruosidad ver
el rango supremo unido con la mente más ruin, el primer asiento con la vida más baja, la lengua
grandilocuente con una vida más ociosa, mucho hablar sin fruto”. [Bernardo]. 4. Y—Y así, como
el resultado de “ser dechados”. Príncipe de los pastores—Título especialmente apropiado de
Cristo, no de Pedro ni del Papa. apareciere—Griego, “fuere revelado” (Colosenses 3:4). La fe
sirve al Señor mientras esté aún invisible. corona—Griego., “stéfanos”, guirnalda de victoria, el
premio en los juegos griegos, de hiedra, perejil, mirto, oliva o roble. Nuestra corona se
distingue de las de ellos en que es “incorruptible” y “no se marchita”, como las hojas de
aquellas plantas: “la corona de la vida” No la corona de un rey (Término griego distinto,
“diadema”); la prerrogativa sólo del Señor Jesús (Apocalipsis 19:12). gloria—Griego., “de la

115
gloria”, a saber, a ser revelada entonces (v. 1; 4:12); 5. mancebos—Los diáconos eran al
principio hombres más bien jóvenes; los presbíteros, más viejos; pero posteriormente como
presbítero expresaba el oficio de gobernante o enseñador de la Iglesia, así el griego neoteros
significaba no (lit.) jóvenes en edad, sino ministros subordinados o servidores de la Iglesia. Así
Cristo usa el término “joven”. Pues lo explica al decir “el que sirve”, lit., el que ministra de
diácono; así como explica “la grandeza” con “el que es primero entre vosotros”, es decir, “el
que gobierna”, la misma palabra que se aplica a los obispos o presbíteros. Así “los jóvenes”, o
“mancebos”, son sin duda los diáconos de la Iglesia de Jerusalén, de los que, siendo todos
judíos, los cristianos helenistas después se quejaron de haber sido descuidadas sus viudas
griegas, lo que motivó el nombramiento de los otros siete diáconos helenistas. Así aquí, Pedro
habiendo exhortado a los presbíteros, o ancianos, a no enseñorearse de los que estaban a su
cuidado agrega: Igualmente (asimismo) vosotros neoteroí o mancebos, o sea, ministros y
diáconos subordinados, sed sujetos gozosamente a la autoridad de los ancianos. [Mosheim]. No
hay sanción escritural de que neoteroi signifique laicos en general (como explica Alford): su
empleo en este sentido es probablemente de fecha posterior. El “todos” que sigue se refiere a
la congregación en general; y es probable que Pedro, como Pablo, reconociera, antes que a la
congregación general, a los ministros subordinados como también a los presbíteros,
escribiendo como escribió a las iglesias de la misma región (Efeso), y para confirmar la
enseñanza del apóstol a los gentiles. y todos—Griego, “pero todos”, para recapitular toda mi
exhortación. sed… sumisos—palabras omitidas de los manuscritos y versiones más antiguos,
pero Tischendorf cita la Vaticana en apoyo de ellas. Tradúzcase pues: “Ceñíos (1:13; 4:1) la
humildad unos para con otros”. El verbo es lit., “afirmar con nudo firme” [Wahl]. O “ceñíos
como con el traje de esclavo” (“encomboma”), pues el Señor así se ciñó con toalla para hacer el
oficio servil de humildad y amor, lavándoles los pies a sus discípulos, escena en la que Pedro
jugó un papel importante, de modo que naturalmente la tendría presente en la mente. Comp.
asimismo el v. 2 con Juan 21:15–17. La ropa era el distintivo original del pecado y vergüenza del
hombre. El orgullo motivó la necesidad de la ropa de parte del hombre; y el orgullo aun reina
en el vestido; el cristiano por tanto se viste de la humildad (3:3, 4). Dios le provee el manto de
la justicia de Cristo, para recibir el cual el hombre debe ser desnudado de su orgullo. Dios
resiste a los soberbios—Cita, como Santiago 4:6 también, de Proverbios 3:34. Pedro tenía la
Epístola de Jacobo en la mente, y así le da la sanción de la inspiración. Comp. el v. 9 con
Santiago 4:7; lit., “se arma en contra…” Otros pecados huyen de Dios; sólo el orgullo se opone a
Dios; por tanto, Dios también a la vez se opone a los orgullosos [Gehard, en Alford]. La
humildad es el vehículo de todas las gracias [Agustín]. 6. bajo la poderosa mano—que os aflige
(3:15): “aceptad” sus castigos, y volveos al que os hiere. El deprime a los soberbios y ensalza a
los humildes. cuando fuere tiempo—“a tiempo”: esperad humildemente y con paciencia el
propio y debido tiempo de él. Un manuscrito antiguo y la Vulgata dicen, “en la estación de la
visitación”, es decir, su visitación en misericordia. 7. Echando—una vez por todas: así expresa el
aoristo griego. solicitud—“ansiedad”, “congoja”. La ventaja resultante de humillarnos bajo la
mano de Dios (v. 6) es la firme confianza en su bondad. La liberación de la congoja acompaña a
la humilde sumisión a Dios. tiene cuidado de vosotros—El cuidado es una carga que la fe quita
al hombre y echa sobre su Dios. Comp. el Salmo 22:10; 37:5; 55:22, a los que Pedro alude; Lucas
12:22, 37; Filipenses 4:6. 8. Pedro tiene en mente la amonestación que le hizo el Señor de
cuidarse de Satanás, olvidando lo cual cayó. Sed templados y velad—La “solicitud”, o sea, la

116
congoja, embriaga al alma; por tanto sed sobrios, moderados. Sin embargo, esta libertad de la
congoja no debe llevar a la seguridad falsa, pues agrega: “velad” contra “vuestro adversario”.
Sea ésta vuestra preocupación: Dios provee, por tanto no os acongojéis. El diablo procura, por
tanto velad, sed vigilantes [Bengel]. porque—Omitido de los manuscritos más antiguos. Las
sentencias cortas y sin ilación son más férvidas y fuertes. Lucifer de Cagliari dice como nuestra
versión. adversario—lit., contrincante en la corte de justicia (Zacarías 3:1). “Satanás” significa
contrario; “diablo”, acusador o calumniador (Apocalipsis 12:10). “El enemigo” (Mateo 13:39).
“Homicida desde el principio” (Juan 8:44). El contrarresta el evangelio y sus agencias. “El
tentador”. león rugiente—Expresivo de su violenta insaciable sed de presa. como de un león
hambriento. Por el pecado del hombre él logró la justicia de Dios por su parte en contra de
nosotros; pero Cristo, nuestro Abogado, con cumplir todas las exigencias de la justicia por
nosotros, ha hecho que nuestra redención sea del todo consecuente con la justicia. anda
alrededor— (Job 1:7; 2:2). De modo que los hijas del inicuo no pueden reposar. Se dice en 2
Pedro 2:4 y Judas 6, que los espíritus malos ya están en las cadenas de oscuridad y en el
infierno. Probablemente significa que tal es su condenación final; condena ya comenzada en
parte; aunque se les permite vagar por el mundo (del que Satanás es el príncipe),
Especialmente en el aire oscuro que rodea la tierra. De ahí acaso que el miasma del aire
asciende a veces, como el mal moral y físico íntimamente unidos. devore—enredar en los
“cuidados” mundanos (v. 7) y en otras trampas, para al fin destruir. Comp. Apocalipsis 12:15,
16. 9. (Lucas 4:13; Efesios 6:11–17; Santiago 4:7). firmes—Comp. “confirmados en la verdad” (2
Pedro 1:12). El poder de Satanás existe solamente respecto a los incrédulos; a los creyentes no
los puede dañar (1 Juan 5:18). La fe da fuerza a la oración, el gran instrumento en contra del
enemigo (Santiago 1:6, etc.). sabiendo—“animación para que no os desmayéis en las
aflicciones”: vuestros hermanos padecen lo mismo; nada de más allá de la suerte común de
todos los cristianos os sucede (1 Corintios 10:13). Es señal del favor de Dios más bien que de su
desagrado, que se le permita a Satanás que os ultraje, como hizo a Job. Vuestros hermanos en
la fe tienen las mismas luchas de fe y oración en contra de Satanás. han de ser cumplidas—
Griego, “se están cumpliendo”, de conformidad con la ordenación de Dios. en el mundo—que
yace en el inicuo, y por lo tanto el escenario de necesidad de la “tribulación” (Juan 16:33).
10. Seguridad consoladora de que Dios al fin “perfeccionará” su obra de “gracia” en ellos,
cuando hayan pasado las necesarias aflicciones previas. más—Sólo velad vosotros y resistid al
enemigo: Dios hará lo demás [Bengel]. de toda gracia— (comp. el 4:10.) El Dios a quien, fuente
de gracia, toda gracia ha de referirse, que en gracia cumple lo que en gracia comenzó. Desde el
principio “os” (así los manuscritos más antiguos, en vez de “nos”) llamó para su eterna gloria. El
no dejará fracasar su propósito antes de terminarlo. Si cumple su propósito en el castigo,
cuánto más en la gracia. Las tres cosas se coordinan bien: el llamamiento, la gloria a la que son
llamadas, y el camino (por el padecimiento); la cuarta es la base del llamamiento, a saber, la
gracia de Dios en Cristo. por—“en”. Es Cristo en virtud de quien, y en unión con quien los
creyentes son llamados para la gloria. Lo opuesto es “en el mundo” (v. 9; Juan 16:33). un poco
de tiempo sufrido—“Os llamó a vosotros que sufristeis un poco,” el padecimiento como
preliminar necesario para la gloria, era contemplado en la vocación de Dios. un poco—de
tiempo corto e inconsiderable en comparación con la gloria. perfeccione. etc. —Griego, “os
perfeccionará…” Los dos manuscritos más antiguos, las versiones Vulgata y Cóptica dicen,
“perfeccionará (de modo que no quede nada defectuoso en vosotros), confirmará,

117
corroborará”, y omiten “establecerá” (lit., “cimentará”) Alford lo acepta a pesar de los
manuscritos más antiguos. Yo prefiero la autoridad de éstos: además el clímax parece requerir
un verbo que exprese la terminación de la obra de gracia más bien que éste, que significa la
fundación de ella. El griego dice que “él mismo os perfeccionará”: aunque os toca velar y resistir
al enemigo, Dios mismo debe en verdad hacerlo todo en vosotros y por medio de vosotros. El
mismo Dios que comienza debe él mismo terminar la obra. El griego por “confirmar” (afín de
ser “firmes” en la fe, v. 9) se halla en Lucas 22:32, “Confirma a tus hermanos”, palabras que
Pedro tiene ahora en la mente. Su exhortación concuerda con su nombre de Pedro, “Tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia”. “Corroborar”, de modo que no titubeen. 11. A
él—Enfático. A él y a él sólo: no a nosotros mismos. Comp. “él mismo”, Nota a v. 10. la gloria—
omitidas de los manuscritos y versiones más antiguos. imperio—Griego, “el poder” manifestado
en su perfeccionamiento de vosotros. 12. Silvano—Silas, compañero de Pablo y Timoteo:
mensajero propio por el cual confirmar, como Pedro confirma, las doctrinas paulinas de “la
verdadera gracia de Dios” en las mismas iglesias (comp. 2 Pedro 3:16). Nunca nos encontramos
con Silvano como compañero de Pablo después del último viaje de éste a Jerusalén. Su relación
con Pedro fue claramente posterior a dicho viaje. según yo pienso—Léase, “fiel a vosotros
[Steiger] según yo creo”, Silvano podía haber estado en íntima relación con las iglesias de Asia
después de la partida de Pablo, e ido después a Pedro, quien lo despachara de nuevo con esta
Epístola. El no conoció, por observación positiva, la fidelidad de Silvano para con ellos; por lo
tanto dice: “fiel a vosotros, según yo pienso”, por lo que oigo decir de él, sin expresar duda
alguna. Alford construye: “He escrito a vosotros”, lo que favorece el orden del griego. La
incertidumbre, así, no es en cuanto a la fidelidad de Silvano, que está puntualizada por el
artículo griego, sino acerca de quién llevará la carta, dirigida como estaba a cinco provincias, a
todas las cuales acaso Silvano no hubiera podido llegar. “Por Silvano, este fiel hermano, como
pienso, os escribí a vosotros” [Birks]. brevemente—Griego, “en pocas (palabras”), en
comparación con la importancia de lo tratado (Hebreos 13:22). amonestándoos—Griego,
“exhortándoos”, no enseñando las doctrinas, lo que no podía hacer con tan “pocas palabras.”
testificando—presentando mi testimonio en confirmación (así expresa el verbo griego
compuesto) de aquella verdad que ya habéis oído de parte de Pablo y Silas (1 Juan 2:27). que
ésta—de la que acabo de escribir y de la que Pablo os testificó (cuyo testimonio, ya que él no
está en esas regiones, acaso se ha puesto en duda por algunos de vosotros; 2 Pedro 3:15, 16). 2
Pedro 1:12, “la verdad presente”, a saber, la gracia antes prometida por los profetas, y ahora
revelada a vosotros. “La gracia” es la nota tónica de la doctrina de Pablo. la que Pedro ahora
confirma (Efesios 2:5, 8). Sus padecimientos por el evangelio los había llevado a la necesidad de
alguna atestiguación y confirmación de la verdad, para que no la abandonasen cayendo. en la
cual estáis—Los manuscritos más antiguos dicen imperativamente, “en la cual estad firmes”:
Lit., “En (eis con el acusativo) la cual (estando ya admitidos, 1:8, 21; 2:7, 8) estad (en ella)”.
Pedro parece tener en su mente las palabras de Pablo (Romanos 5:2; 1 Corintios 15:1). “La
gracia en la que estamos debe ser verdadera, y nuestra estancia en ella verdadera también”
[Bengel]. Comp. en Steiger: “Empezó su Epístola con “la gracia” (1:2), y la termina con “la
gracia”, y la ha esparcido al través de la carta, para que en todas partes enseñase que la Iglesia
no está salva sino en la gracia”. 13. la (Iglesia) … en Babilonia—Alford, Bengel, y otros, traducen:
“La que está elegida juntamente con vosotros en Babilonia”, es decir, la esposa de Pedro, a
quien llevaba consigo en sus viajes misionales. Comp. el 3:7, “herederos juntamente de la

118
gracia de la vida”. Pero por qué debiera ser ella llamada “la elegida juntamente con vosotros en
Babilonia”, como si no hubiese otra mujer cristiana en Babilonia, es inexplicable en esta
opinión. En nuestra versión el sentido es claro: “Aquella porción de la entera dispersión (1:1), o
la Iglesia de los cristianos judíos, con convertidos gentiles, que reside en Babilonia”. Como
Pedro y Juan se asociaban íntimamente, Pedro escribe a la Iglesia en la provincia de Juan, Asia,
y termina con “Os saluda la coelecta iglesia hermana en (de) Babilonia;” y Juan escribe a la
“electa señora”, o sea, a la Iglesia de Babilonia, y termina diciendo: “Los hijos de tu electa
hermana (la Iglesia asiática) te saludan:” véase mi Introducción a la Segunda Epístola de Juan.
Erasmo explica: “Y Marcos, que me hace las veces de hijo:” comp. Hechos 12:12, que señala la
relación de Pedro con Marcos; de modo que no deja de ser cosa natural la mención de él en
relación con la Iglesia de Babilonia, donde trabajó bajo la dirección de Pedro antes de ir a
Alejandría. Papias, citando al Preste Juan (Libro 3:3–9), dice que Marcos era intérprete de
Pedro, y escribió en su Evangelio los hechos relatados por Pedro. Silvano, o Silas, había
sustituído a Marcos como compañero de Pablo, a causa de la defección temporaria de Marcos.
Pero ahora Marcos restaurado se asocia con Silvano, compañero de Pablo, en la estimación de
Pedro, como también estuvo restablecido en la estimación de Pablo. Que Marcos tuviera
relación espiritual con las iglesias asiáticas, a las cuales Pedro escribió, y así naturalmente
saluda, se desprende de 2 Timoteo 4:11; Colosenses 4:10. Babilonia—La Babilonia Caldea, sobre
el Eufrates. Véase la Introducción, sobre Lugar de la Redacción de la Epístola, en prueba de que
no quiere decir Roma, como pretenden los papistas; comp. el Sermón de Lightfoot. ¡Cuán
improbable es que se diese en una salutación amistosa, el título enigmático de Roma usado en
la profecía (Apocalipsis 17:5)! Babilonia era el centro desde donde salió la dispersión asiática, a
la que Pedro escribe. Filón (Legat. ad Caium, sec. 36), y Josefo (Antigüedades, 15:2, 2; 23:12)
nos informan de que Babilonia tenía muchísimos judíos en los tiempos apostólicos (Mientras
que los de Roma eran comparativamente pocos, como 8.000; Josefo, 17:11); de modo que
dicha ciudad naturalmente sería visitada por el apóstol de la circuncisión. Sería la sede de
aquellos a quienes había predicado con éxito en Pentecostés, Hechos 2:9. “partos” judaicos
“que habitamos en Mesopotamia” (los partos eran entonces los señores de la Babilonia
Mesopotámica); a éstos les ministró en persona Pedro. Sus demás oyentes judíos que
habitaban en “Capadocia. Ponto, Asia, Frigia, Panfilia”, ahora les ministraba por carta. La más
temprana autoridad distinta sobre el martirio de Pedro es Dionisio, obispo de Corinto, en la
segunda mitad del siglo dos. El gran deseo de representar a Pedro y a Pablo, los dos apóstoles
destacados, como cofundadores de la Iglesia de la Metrópoli parece haber originado la
tradición. Clemente de Roma, citado a menudo en apoyo de ella, en realidad está en su contra
(1 Epístola ad Corinthios, sec. 2:5). Menciona a Pablo y a Pedro, pero hace que sea una
circunstancia distintiva de Pablo el que él predicara tanto en oriente como en occidente,
infiriendo que Pedro, por su parte, nunca estuvo en occidente. En 2 Pedro 1:14. él dice: “en
breve tengo de dejar mi tabernáculo”, significando que su martirio estaba cerca; sin embargo,
no hace alusión alguna a Roma ni a intención alguna suya de visitarla. 14. ósculo de caridad—
Romanos 16:16. “ósculo santo:” la señal del amor a Dios y a los hermanos. El amor y la santidad
son inseparables. Comp. el ejemplo de Hechos 20:37. paz—la salutación final de Pedro; como la
de Pablo es, “La gracia sea con vosotros”, aunque la acompaña con “paz sea a los hermanos”.
“Paz” (que mana de la salvación) es la salutación de Cristo mismo después de la resurrección, y
de él la recibe Pedro. sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo—Los manuscritos más

119
antiguos omiten “Jesús”. En Efesios 6:24, carta dirigida a la misma región, ocurre la misma
limitación de la salutación, razón, acaso, por qué Pedro la adopta. En contraste comp. “Sea con
todos vosotros”, Romanos 16:24; 1 Corintios 16:33.

Segunda Epístola General de Pedro

INTRODUCCION

AUTENTICIDAD Y GENUINIDAD. —A menos que sea una grosera impostura, su propio


testimonio interno está inequivocadamente en su favor. Lleva el nombre de Pedro y el
apostolado, en el encabezamiento: no sólo su sobrenombre sino también su nombre original de
Simón, o Simeón; con esto, al fin de su vida, recuerda a sus lectores quién era al principio antes
de su llamamiento. Otra vez en 1:16–18, menciona su presencia en la transfiguración, y la
profecía de Cristo tocante a su muerte: y en el 3:15, su relación fraternal con Pablo. De nuevo,
en el 3:1, el autor habla de sí como el autor de la carta anterior: está dirigida, además, de modo
de incluir (sin estar restringida) a las mismas personas, como la anterior, las cuales, presume
que conocen los escritos de Pablo, reconocidos como “Escritura” (3:15, “la paciencia
[longanimidad] del Señor”; véase Romanos 2:4). Esto de necesidad representa una fecha tardía,
cuando las epístolas de Pablo (inclusive Romanos) ya estuvieron generalmente difundidas y
aceptadas como Escritura por las iglesias. La Iglesia del siglo cuatro tenía, además del
testimonio que nosotros tenemos de las dudas de los cristianos anteriores, otra evidencia
externa que nosotros no tenemos, la cual, sin duda, bajo la providencia predominante de Dios,
motivó su resolución de aceptarla. Es difícil entender cómo un libro palpablemente falso (y
falso sería, si Pedro no fuera su autor) hubiera podido ser aceptado en el canon finalmente
establecido en los concilios de Laodicea, del año 360 (si es auténtico el artículo 59), de Hipona y
de Cartago del siglo cuatro (años 393 y 397). Todo el tenor y el espíritu de la Epístola prueban
que no es impostura. Escribe el autor como uno que no habla de por sí, sino movido por el
Espíritu Santo (1:21). La tentativa de semejante fraude en los primeros siglos hubiera culminado
sólo en la ignominia y el dolor, así de parte de los cristianos como de parte de los paganos, para
el perpetrador: no había entonces, como en tiempos posteriores, la tentación de los fraudes
piadosos. Que debe haber sido escrita en la edad primitiva está claro por el gran abismo de
estilo que separa a ésta y las demás Escrituras del Nuevo Testamento, de los escritos primeros y
aun de los mejores del período postapostólico. Bien dice Daille que “Dios ha permitido que se
trazara un foso por la flaqueza humana alrededor del canon sagrado para protegerlo de toda
invasión.”
Aparecen en los primeros Padres evidencias de que la Epístola era conocida. Cotéjese
Hermas: Símiles, 6:4 con el 2:13 en el griego: “deleites de día … lozaneando en sus propios
engaños”; y El Pastor, Visión 3:7, “Han dejado su camino verdadero” (con el 2:15), Visión 4:3,
“Tú has escapado del mundo” (con el 2:20). Clemente de Roma, ad Corinthios, 7:9 y 10, tocante
a la predicación de Noé y la liberación de Lot: “El Señor hace saber que no abandona a aquellos
que confían en él, sino que ordena al juicio a los de inclinación contraria” (cotéjese 2:5, 6, 7, 9).
Ireneo, año 178 (“el día del Señor es como mil años”), y Justino Mártir parecen aludir al 3:8.
Hipólito, De Antichristo, parece aludir al 1:21: “Los profetas no hablaron de su propia habilidad

120
y voluntad particular, sino lo que les fue (revelado) a ellos sólo por Dios. La dificultad es que ni
Tertuliano, ni Cipriano, ni Clemente de Alejandría la mencionan, ni la más antigua versión
siríaca (es decir, la Peschito: la siríaca posterior la tiene), ni el fragmento llamado el Canon de
Muratori. El primer escritor que la nombra expresamente es Orígenes, en el siglo tercero (en su
Homilía sobre Josué; también en la 4a. Homilía, sobre Levítico, y en la 13a. sobre Números),
quien la denomina “Escritura”, citando el 1:4 y 2:16; aun cuando observa (en Eusebio, Historia
Eclesiástica, 6:25) que algunos tenían por dudosa la Segunda Epístola. Firmiliano, obispo de
Capadocio, en su Epístola a Cipriano, habla de las Epístolas, como que nos amonestan para que
nos cuidemos de los herejes (advertencia que se hace en la Segunda Epístola, mas no en la
Primera). Bien, Capadocia es una de las regiones mencionadas (1 Pedro 1:1, con el 3:1) como
destinatarias; y es llamativo el que es de Capadocia de donde recibimos el testimonio decisivo
más primitivo. “Dentro de la carta profesa ser escrita por Pedro, y esta profesión está
confirmada por cristianos de aquella misma región en cuya custodia debió ser hallada”.
[Tregelles.]
Los libros disputados (Antilegomena), en distinción de los universalmente reconocidos
(homologoumena), son las Epístolas 2 Pedro, Santiago, 2 y 3 Juan, Judas, el Apocalipsis, y
Hebreos (véase Eusebio, Historia Eclesiástica, 3, 3, 25). Los antilegomena están en una categoría
diferente de los espúreos; de éstos nunca hubo disputa, pues eran universalmente rechazados,
por ejemplo, el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pedro, la Epístola de Bernabé. Cirilo de
Jerusalén (año 348) enumera siete Epístolas Católicas, inclusive la 2a. de Pedro; así también
Gregorio Nacianceno (año 389), y Epifanio (año 367). Los manuscritos más antiguos existentes
(del 4o. siglo) contienen los antilegomena. Jerónimo, De Viris Ilustribus, conjeturó, en razón de
la supuesta diferencia de estilo entre las dos Epístolas, que Pedro, no pudiendo escribir en el
griego, emplearía otro traductor para su dictado hebreo de la segunda Epístola, y no al mismo
que tradujo al griego la Primera. Se ha dicho que Marcos fue su traductor en el caso del
Evangelio según Marcos; pero esto es todo conjetura gratuita.
En ambas Epístolas se exponen mayormente los mismos pensamientos. En ambas se espera
la venida repentina del Señor, y el fin del mundo (cotéjese 3:8–10 con 1 Pedro 4:5); la
inspiración de los profetas (el 1:19–21 con 1 Pedro 1:10–12); el nuevo nacimiento por la
palabra, el motivo de abstenerse de los deseos mundanos (el 1:4 con 1 Pedro 1:22); ambas
emplean el mismo término griego raro por “virtud” (el 1:3 con 1 Pedro 2:9. Cotéjese el 2:3 con
1 Pedro 4:17.
No es motivo de extrañeza que peculiaridades de estilo distingan cada Epístola, por cuanto
es distinto el propósito en cada caso. Así los padecimientos de Cristo son más prominentes en
la Primera, siendo su objetivo el de así animar a los cristianos afligidos; la gloria del Señor es
más prominente en la Segunda, siendo el propósito el de comunicar más pleno “conocimiento”
de él, como el antídoto para la enseñanza falsa, contra la que Pedro advierte a sus lectores. De
ahí que sea “Cristo” el título que emplea en la Primera; pero en la Segunda, es de “el Señor”. La
esperanza es característica de la Primera Epístola; pleno conocimiento, de la Segunda. En la
Primera Epístola da menos prominencia a su autoridad apostólica que en la Segunda, pues en
ésta su fin es el de amonestar a los doctores falsos. La misma diferencia es observable en las
epístolas de Pablo. Véase 1 Tesalonicenses 1:1; 2 Tesalonicenses 1:1; Filipenses 1:1, en
contraste con Gálatas 1:1 y 1 Corintios 1:1. La referencia a los escritos de Pablo como ya
existentes en número, formando parte ya de la Escritura reconocida, da a entender que esta

121
Epístola fue escrita en una fecha muy posterior a aquéllos, un poco antes de la muerte de
Pedro.
Ocurren señaladas coincidencias verbales: cotéjese 1 Pedro 1:19, fin, con el 3:14, fin; el 1:3,
“suyo propio”, griego, 2:16 y 3:17 con 1 Pedro 3:1, 5. La omisión del artículo griego, 1 Pedro
2:13 con el 1:21; 2:4, 5, 7. Además ocurren dos palabras: “tabernáculo” (es decir, el cuerpo), y
su “fallecimiento” (1:13, 14, 15), que nos recuerdan en seguida la narración evangélica de la
transfiguración. Ambas Epístolas hacen referencia al diluvio y a Noé, el octavo de los salvos.
Aunque la Primera Epístola abunda en citas del Antiguo Testamento, mientras que la Segunda
no tiene ningunas, sin embargo ocurren a menudo, referencias al Antiguo Testamento (1:21;
2:5–8; 3:5, 6, 10, 13). Cotéjese 1 Pedro 3:21, “quitando” (en el griego) con el 1:14, “dejar”; 1
Pedro 1:17, griego, “peregrinación”, con el 2:18; 1 Pedro 4:3, “conversábamos”, con el 2:10 y
3:3; “os ha llamado”, 1 Pedro 1:15; 2:9; 5:10 con el 1:13.
Además, otras coincidencias verbales con los discursos de Pedro contenidos en Hechos,
ocurren más en esta Segunda Epístola que en la Primera. Véase “alcanzado” (en el griego), 1:1,
con Hechos 1:17; “temor de Dios, 1:6, con Hechos 3:12, texto único que tiene este término,
fuera de las epístolas pastorales; véase el 2:9, con Hechos 10:2, 7; “atormentados”, 2:9, con
“castigar”, Hechos 4:21, los únicos textos que tienen este mismo verbo en el griego; el doble
genitivo del 3:2, con Hechos 5:32: “el día del Señor”, 3:10 con Hechos 2:20, donde sólo ocurre
salvo en 1 Tesalonicenses 5:2.
El testimonio de Judas, 17, 18, es fuerte a favor de la autenticidad e inspiración de 2 Pedro,
puesto que adopta sus mismas palabras, y da a entender que fue recibida por las iglesias a las
que él (Judas) escribió: “Tened memoria de las palabras que antes han sido dichas por los
apóstoles … como os decían que … habrá burladores …” Judas debió escribir, pues, después de
2 Pedro, a la cual es claro que alude: no antes, como piensa Alford. No menos de once pasajes
de Judas están basados en dichos similares de 2 Pedro. Véase Judas 2 con el 1:2; Judas 4 con el
2:1; Judas 6 con el 2:4; Judas 7 con el 2:6; Judas 8 con el 2:10; Judas 9 con el 2:11; Judas 11 con
el 2:15; Judas 12 con el 2:17; Judas 16 con el 2:18; Judas 18 con el 2:1 y 3:3. Precisamente de la
misma manera Miqueas 4:1–4 se apoya en la algo más anterior profecía de Isaías, cuya
inspiración así confirma. Alford raciocina que por cuanto Judas, en muchos de los textos
parecidos a 2 Pedro, es más extenso que 2 Pedro, Judas debe ser el primero. Pero tal cosa de
ninguna manera se infiere. Es al menos tan probable, si no es más probable aún, que la más
breve sea la anterior, más bien que la más amplia. La dignidad y la energía del estilo de la
Segunda Epístola están en completo acuerdo con lo que se esperaría del espontáneo y ardiente
adalid de los apóstoles. La diferencia entre 1 Pedro y 2 Pedro está de acuerdo con la claridad de
los temas y las finalidades de cada una.
LA FECHA, según lo ya dicho, sería aproximadamente el año 68 o 69, como un año después
de la Primera y un poco antes de la destrucción de Jerusalén, precursora típica del fin del
mundo (al que el capítulo 3 tan solemnemente llama la atención), terminado ya el ministerio de
Pablo (véase el aoristo griego, “escribió”, tiempo pretérito, 3:15), indudablemente antes de la
muerte de Pedro. Fue escrita para incluir a las mismas personas, de los mismos lugares, más o
menos, que la Primera. Por cuanto carecía de las salutaciones, y no fue confiada a ninguna
iglesia, o iglesias particulares, como fue la Primera, antes es dirigida en forma general “a los que
habéis alcanzado fe igualmente preciosa con nosotros”, necesitó más tiempo para ser
reconocida por canónica. Si Roma hubiese sido el lugar de su redacción o publicación, apenas

122
podría haber dejado de tener una pronta aceptación—argumento incidental en contra de la
tradición del martirio de Pedro en Roma. El remoto escenario de su redacción en Babilonia, o
bien en alguna de las regiones contiguas situada más allá de las fronteras del imperio romano, y
su circulación en Capadocia, Ponto, etc., dará explicación adicional de su tardía pero al fin
universal aceptación en la Iglesia católica. La Primera Epístola, por su dirección más
determinada, obtuvo antes una aceptación general.
LA FINALIDAD.—En el pasaje contenido en 3:17, 18, se expone el doble propósito de la
Epístola, a saber, advertir a sus lectores contra “el error” de los doctores falsos, y exhortarlos a
crecer en el experimental “conocimiento de nuestro Señor y Salvador”. La base en que
descansa este conocimiento se declara (1:12–21), a saber, el testimonio inspirado de los
apóstoles y de los profetas. El peligro existente, como de antiguo, estaba por surgir de
enseñadores falsos, pronto a aparecer entre ellos, como también Pablo (a quien hace
referencia en 3:15, 16) testificó en la misma región. El gran antídoto es “el pleno conocimiento
de nuestro Señor y Salvador”, por el cual conocemos a Dios el Padre, participamos de su
naturaleza, nos escapamos de las contaminaciones del mundo, y tenemos entrada en el reino
de Cristo. El aspecto de Cristo presentado no es tanto el de sus padecimientos pasados, como el
del futuro Salvador reinante, su poder presente, y su futuro reino nuevo. Este aspecto se toma
como el más adecuado para contrarrestar las falsas teorías de aquellos que deberían “negar” el
señorío y la segunda venida, los mismos dos puntos que Pedro atestigua como apóstol y testigo
ocular (su “poder” y su “venida”); también, para contrarrestar el ejemplo malo de ellos en la
práctica, blasfemando el camino de la verdad, despreciando la ley y el orden, esclavos de la
codicia y de los deseos sucios de la carne, mientras que se jactan de la libertad cristiana, y—lo
peor de todo—apóstatas de la verdad. El conocimiento de Cristo, siendo como es el
conocimiento del “camino de la justicia”, “el camino justo”, es el antídoto de las malas prácticas
de ellos. Por tanto, “el predicador de la justicia”, Noé, y el “justo Lot”, se tienen por ejemplos
de los que escapan de la destrucción que alcanzó a los “injustos”; y Balaam, para ilustrar los
funestos resultados de la “injusticia” que caracterizaba a los doctores falsos. Así la Epístola
forma un todo relacionado, unidas las partes intimamente por una relación mutua, y el fin
correspondiendo al principio; véase el 3:14, 18 con el 1:2, “la gracia” y “la paz” en relación con
“el conocimiento de nuestro Salvador”; véase también el 3:17 con el 1:4, 10, 12; y el 3:18,
“creced en la gracia y el conocimiento”, con lo más amplio de 1:5–8; y el 2:21 y 3:13, “justicia”,
con el 1:1; el 3:1 con el 1:13, y el 3:2 con el 1:19.
Los gérmenes de las herejías carpocraciana y gnóstica ya existían, pero se habla de la
manifestación efectiva de las mismas como futura (2:1, 2, etc.): otra prueba de que esta
Epístola fue escrita, como profesa ser, en la edad apostólica, antes del desarrollo de las herejías
gnósticas del fin del primer siglo y del principio del segundo. La descripción es demasiado
general para identificar las herejías con cualquiera particular de las formas subsecuentes de
herejía, pero se les aplica a todas.
Aunque es del todo distinta de la Primer Epístola en su propósito, con todo se puede trazar
una relación. El descuido de las amonestaciones tocante a la circunspección en la conducta
condujo a los males predichos en la Segunda. Véase la advertencia contra el abuso de la
libertad cristiana de 1 Pedro 2:16, con el 2:19, “prometiéndoles libertad, siendo ellos mismos
siervos de corrupción”; también la amonestación contra el orgullo (1 Pedro 5:5, 6, con el 2:18),
“hablando arrogantes palabras de vanidad”.

123
CAPITULO 1

CABECERAS: EXHORTACIONES A TODAS LAS GRACIAS. SEGUN DIOS NOS HA DADO, EN EL


CONOCIMIENTO DE CRISTO, TODO LO PERTENECIENTE A LA VIDA: CONFIRMADO POR EL
TESTIMONIO DE LOS APOSTOLES, Y TAMBIEN POR LOS PROFETAS, DEL PODER Y DE LA VENIDA
DE CRISTO. 1. Simón—la forma griega: en manuscritos más antiguos “Simeón” (hebreo, “oído”),
como en Hechos 15:14. Su mención del nombre original concuerda con el propósito de esta
Segunda Epístola, que es para advertirles acerca de los futuros doctores falsos, y exponer el
verdadero “conocimiento” de Cristo basado en el testimonio de los primeros testigos oculares
apostólicos como él. Esto no fue necesario en la Primera. siervo—“esclavo”, como Pablo en
Romanos 1:1, a los que—escribe a mayor número de lectores (a todos los creyentes) que en la
otra Epístola; pero piensa incluir especialmente a los mismos de la Primera, como indica el 3:1.
habéis alcanzado—por la gracia. Así también la recepción del apostolado, lit., por sorteo: así el
griego en Lucas 1:9, y Juan 19:24. No adquirieron la fe de por sí; la elección divina es tan
independiente del dominio del hombre, como lo es la suerte que se echa. igualmente
preciosa—a todos: a todos los que creen, aunque no han visto a Cristo, les es tan preciosa como
a Pedro y los demás que lo vieron. Porque la fe echa mano de las mismas “promesas
grandísimas y preciosas”, y de la misma “justicia de Dios nuestro Salvador”. “La común
salvación … la fe una vez entregada a los santos” (Judas 3). con nosotros—apóstoles y testigos
oculares (1:18). Aunque invoca su apostolado para dar fuerza a su exhortación, con verdadera
humildad se pone, respecto a “la fe”, en el mismo nivel con todos los demás creyentes. El grado
de la fe varía en las diferentes personas; pero con respecto a sus objetivos, la justificación
presente, la santificación, y la futura glorificación, es común así a todos. Cristo para todos “es
hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención”. en la justicia—“del que es
(a la vez) nuestro Dios y (nuestro) Salvador”, sentido que requiere un artículo con los dos
sustantivos. Pedro, confirmando el testimonio de Pablo a las mismas iglesias, adopta la
fraseología inspirada de Pablo. El plan evangélico expone la justicia de Dios en la luz más
brillante. La fe tiene su esfera en ella como su propio elemento: Dios es en la redención,
“justo”, y al mismo tiempo “Salvador”; véase Isaías 45:21, “Dios justo y Salvador”. 2. Gracia y
paz—(1 Pedro 1:1.) conocimiento—Según el griego, “pleno conocimiento”: la esfera única “en”
que la gracia y la paz pueden ser multiplicadas. de Dios, y de nuestro Señor Jesús—“Dios” aquí
es el Padre; en el 1:1 es el Hijo: indicando cuán enteramente uno son el Padre y el Hijo (Juan
14:7–11). La Vulgata omite “de Dios y”; pero los manuscritos más antiguos confirman estas
palabras. Con todo, la finalidad principal de la exhortación de Pedro es “el conocimiento de
Jesús nuestro Señor” (una frase hallada sólo en Romanos 4:24) y sólo en sentido secundario, el
del Padre por medio de él (1:8; 2:20; 3:18). 3. Como …—Puesto que. [Alford.] “Como él nos ha
dado todas las cosas (necesarias) para la vida y la piedad, así poned vosotros toda diligencia …”
El aceite y la llama son dados completamente de la gracia de Dios, y los creyentes son
“participantes” de los mismos: les toca pues de aquí en adelante tener “despabiladas sus
lámparas” (véase vv. 3, 4, con el 5). vida… piedad—La vida espiritual debe existir primero, antes
que pueda haber piedad verdadera. El conocimiento de Dios es experimentalmente el primer
paso hacia la vida (Juan 17:3). El hijito debe tener primero el aliento vital, para luego poder
clamar al padre y caminar en sus caminos. No es por la piedad que alcancemos la vida, sino por

124
la vida, la piedad. La vida se puede parangonar con la corrupción; la piedad con la
concupiscencia (v. 4). nos ha llamado—“vocación” (v. 10, con 1 Pedro 2:9); por su (propia)
gloria …—así consta en la Vulgata y los manuscritos más antiguos; no “para su gloria”, sino “por
medio de su propia gloria y virtud peculiares”; siendo la explicación de “su divina potencia”; la
gloria y la excelencia moral (los mismos atributos dados a Dios en 1 Pedro 2:9: “alabanzas”, lit.,
virtudes) caracterizan la “potencia” de Dios. “Virtud” (Griego, areté), vocablo típico de la ética
pagana, se halla sólo una vez en Pablo (Filipenses 4:8), y en Pedro en un sentido distinto de su
uso clásico; es (en el sentido pagano) un término demasiado bajo y terrenal para expresar los
dones del Espíritu. [Trench, Synonyms.] 4. Por las cuales—gloria y virtud suyas: su gloria que
hace que sean grandísimas sus “promesas”; su virtud, que las hace “preciosas”. [Bengel]. Las
promesas preciosas son el objeto de la preciosa fe. dadas—Las promesas mismas son una
dádiva: pues las promesas de Dios son tan seguras como si estuviesen ya cumplidas. por ellas—
las promesas. Son el objeto de la fe, y tienen en el creyente aun ahora, un efecto santificador,
que lo asimila a Dios. Lo tendrá aún más, cuando ellas sean realizadas. fueseis hechos—Griego,
“Para que lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina”, aun ahora en parte; después
perfectamente; 1 Juan 3:2, “Seremos como él”. naturaleza divina—no la esencia de Dios, sino
su santidad, inclusive su “gloria” y “virtud”, 1:3; lo opuesto a “corrupción”, y “concupiscencia”.
La santificación es el impartimiento de Dios mismo a nosotros por el Espíritu Santo en el alma.
Nosotros por la fe participamos también de la naturaleza de Jesús (Efesios 5:30). La “divina
potencia” nos hace participantes de “la naturaleza divina”. habiendo huído de la corrupción—la
que envuelve en sí y por sí la destrucción al fin del alma y del cuerpo; sobre “huído” (escapado)
como de la celda de condenado, véase 2:18–20; Génesis 19:17; Colosenses 1:13. por—Griego,
“en”. “La corrupción en el mundo” tiene su sede, no tanto en los elementos circunstantes,
como en los “deseos”, la concupiscencia del corazón humano. 5. poniendo—lit., introduciendo,
lado a lado, con la dádiva de Dios, de vuestra parte “diligencia”. Véase un ejemplo, v. 10; 3:14; 2
Corintios 7:11. toda—toda posible. por esto mismo—por la misma razón, a saber, “viendo que
su divina potencia nos ha dado todo lo que pertenece a la vida y a la piedad” (v. 3). mostrad—
lit., “ministrad adicionalmente”, o abundantemente (2 Corintios 9:10); dicho propiamente de
uno que surtía todo el equipo de un coro. Así conformemente, “os será abundantemente
administrada la entrada en el reino eterno …” (v. 11). en vuestra fe—En la posesión de vuestra
fe administrad la piedad. Su fe (correspondiente a “conocimiento de él”, v. 3) se presupone
como el don de Dios (v. 3; Efesios 2:8), y no debe ser administrada por nosotros. Cada gracia
asumida viene a constituirse en escalones hacia la gracia sucesiva; y ésta a su vez habilita y
perfecciona la anterior. La fe lleva la vanguardia; el amor guía la retaguardia [Bengel]. Los frutos
especificados de la fe son siete, el número perfecto. virtud—la excelencia moral; energía
varonil, estrenua, que corresponde a la virtud (excelencia enérgica) de Dios. y en la virtud—“y
en (el ejercicio de) la virtud, ciencia” (conocimiento), eso es, la discriminación práctica del bien
y el mal: la inteligente apreciación de la voluntad de Dios en cada detalle de la práctica.
6. Según el griego, “Y en vuestro conocimiento, la templanza”. En el ejercicio del conocimiento,
o discernimiento de la voluntad de Dios, haya también el fruto práctico de la templanza, el
dominio de los deseos y pasiones. La incontinencia debilita la mente; la continencia, o
templanza, quita la debilidad e imparte fuerza. [Bengel.] paciencia—“En vuestro dominio propio
poned la paciencia, el aguante paciente”, en medio de los padecimientos que tanto comentó en
la Primera Epístola. “Y en vuestra paciencia, el temor de Dios”, la piedad; no debe ser el mero

125
aguante estoico, sino el que está unido a (y que mana de) la confianza en Dios. [Alford.] 7. “Y en
vuestra piedad, el amor fraternal”, “benignidad hermanable”; sin permitir que vuestra piedad
se vuelva torpeza, o sea, un mórbido hábito solitario de la vida, sino benigna, generosa, y
cortés. [Alford.] Vuestro afecto natural y benignidad hermanable han de ser santificados por la
piedad o fervor religioso. “Y en vuestra benignidad hermanable, el amor”, eso es, a todos los
hombres, hasta a los enemigos, en pensamiento, palabra y práctica. Véase 1 Tesalonicenses
3:12, “el amor entre vosotros (benignidad hermanable), y para con todos” (la caridad). Así la
caridad completa el coro de las gracias en Colosenses 3:14. En el orden reverso, el que tiene
amor, ejercerá la benignidad fraternal; el que ésta tiene sentirá la necesidad de la piedad; el
piadoso no adulterará su paciencia con el estoicismo; al paciente, la templanza es fácil; el
templado pasa las cosas, y así adquiere conocimiento; el conocimiento vigila porque el impulso
repentino no le quite la virtud [Bengel.] 8. Porque si … hay—“Si las hay en vosotros”, como es
de suponer. y abundan—más que en otros; así dice el griego. no os dejarán—“no os
constituirán”, habitualmente, por la misma posesión de las gracias: ociosos—como un campo
sin aras, sin cultivar (griego), como el estéril y sin valor. ni estériles—“en (respecto al) el pleno
conocimiento (griego) de Cristo”; éste es la meta de todas estas gracias. Su subsistencia en
nosotros no nos deja ser ociosos, y si abundan en nosotros no nos dejan ser estériles,
infructuosos. Es con hacer la voluntad de Dios, creciendo en su semejanza, como crecemos
también en el conocimiento de él (Juan 7:17). 9. Mas—Griego, “porque”, en confirmación de la
necesidad de estas gracias (vv. 5–8), por las fatales consecuencias de la falta de ellas. ciego—
tocante a las realidades espirituales del mundo invisible, vista… corta—lo que explica su
ceguera. Cierra los ojos (griego) como incapaz de ver los objetos distantes (eso es, las cosas
celestiales), y fija la mirada en cosas presentes y terrenas, que solamente le son visibles. Acaso
se expresa un grado de terquedad en el griego “cerrar los ojos’, que constituye la culpabilidad
de la ceguera. olvidado—“se ha contraído el olvido” terco y culpable. la purificación—el sentido
de que los pecados de uno han sido una vez para siempre perdonados, que es el estímulo más
fuerte hacia todas las gracias (Salmo 130:4). Esta purificación efectuada una vez por todas, de
los pecadores en un nuevo nacimiento la enseña el Señor simbólicamente (Juan 13:10, griego),
“El que se ha bañado (una vez por todas) no necesita sino lavarse los pies (del polvo que se le
pega en el caminar diario), sino que es del todo limpio (en Cristo nuestra Justicia)”. “Una vez
purificados (en la sangre de Cristo), no debemos tener más conciencia del pecado” (como que
nos condenara, Hebreos 10:2), a causa de las promesas de Dios. 10. Por la cual—En vista de las
benditas consecuencias de tener estas gracias, y de los funestos efectos de no tenerlas.
hermanos—señalando que es el afecto para con ellos, lo que lo constriñe a instarlos con tanto
fervor. En ninguna otra parte les habla con tanto cariño, lo que hace tanto más enfático aquí el
llamamiento que les hace. procurad—El aoristo denota un único efecto vitalicio. [Alford.]
hacer—La voz media del griego; en todo cuanto depende de vosotros; hacer cuanto os toca. “El
hacer” absoluta y finalmente es la parte de Dios, y se emplearía el verbo en voz activa. firme
vuestra vocación y elección—con “poner en la fe virtud, y en vuestra virtud conocimiento”, etc.
Dios debe obrar toda esta gracia en nosotros, pero no de modo que nosotros fuéramos meras
máquinas, sino instrumentos voluntarios en las manos de él, para “hacer firme”, o segura su
elección de nosotros. Se habla de esta “aseguración” de nuestra “elección”, no con respecto a
Dios, cuyos consejos son firmes y eternos, sino con respecto de nuestra parte. De la parte de
Dios no hay incertidumbre, pero de la nuestra, la única seguridad es nuestra fe en su promesa y

126
los frutos del Espíritu (vv. 5–7, 11). Pedro pospone elección a vocación, porque la vocación es el
efecto y la prueba de la elección de Dios, que precede y es la cosa más importante (Romanos
8:28, 30, 33, donde los “elegidos” son los “preordinados” de Dios y la elección es su
“propósito”, según el cual los “llamó”). Nosotros conocemos su llamamiento antes que su
elección, y por eso se antepone llamamiento, o vocación. no caeréis—Griego, “tropezar”, para
finalmente caer (Romanos 11:11). La metáfora es de uno que tropieza en la carrera (1 Corintios
9:24). 11. administrada la entrada—el mismo verbo como en el v. 5, “Administrad en vuestra fe
virtud”, etc., porque así os será administrada más abundantemente la entrada a aquel cielo
donde estas gracias brillan con más fulgor. La recompensa de la gracia más allá corresponderá a
la obra de la gracia acá. abundantemente—Griego, “ricamente”. Corresponde a “abundan” del
v. 8. Si estas gracias abundan en vosotros, tendréis vuestra entrada en el reino, no meramente
“a duras penas” (como dijo en 1 Pedro 4:18), ni “así como por fuego”, como quien escapa con la
vida cuando ha perdido todos sus bienes en el incendio, sino en triunfo, sin “tropiezos ni
caídas”. 12. Por esto—por cuanto estas gracias son necesarias para vuestra abundante entrada
al reino de Cristo (vv. 10, 11). no dejaré—Los manuscritos más antiguos dicen, “He de estar
siempre recordándoos (futuro acumulado: os tendré por necesitados siempre que se os
recuerde): véase, “Yo procuraré” (v. 15). “De seguro os haré acordar siempre”. [Alford.]
“Siempre” indica la razón por qué escribe la segunda Epístola tan pronto después de la primera.
Cree probable que ha de haber cada vez más necesidad de amonestación, a causa de la
creciente corrupción (vv. 1, 2). en la verdad presente—la verdad evangélica presente con
vosotros: anteriormente prometida a los creyentes del Antiguo Testamento como a punto de
llegar, ahora en el Nuevo Testamento, efectivamente presente con los creyentes y en ellos, de
modo que están “confirmados” en ella como una verdad “actual”. Su importancia hace que las
frecuentes amonestaciones nunca sean superfluas: véase la apología similar de Pablo, Romanos
15:14, 15. 13. Porque—Griego, “Pero;” aunque “sabéis” la verdad (v. 12). este tabernáculo—
pronto a deshacerse (2 Corintios 5:1): debo pues aprovechar cuanto más posible el tiempo que
me queda en bien de la Iglesia de Cristo. El celo de Satanás en su contra, tanto más intenso
cuanto que su tiempo es corto, debería estimular a los cristianos por la misma razón. con…—
recordándoos (3:1). 14. brevemente …—Griego, “la desnudación de mi tabernáculo es rápida”:
lo que expresa la pronta aproximación de la muerte, también repentina (como lo es la muerte
violenta). Las palabras de Cristo, Juan 21:18, 19, “Cuando fueres más viejo”, eran la base de su
conocimiento, ya que era viejo, que su martirio predicho estaba cercano. Compárese con Pablo,
2 Timoteo 4:6. Aunque iba a ser muerte violenta, la llama “partida” (vocablo griego por
“defunción”, v. 15), véase Hechos 7:60. 15. procuraré—“Seré diligente”: el mismo verbo del v.
10. Este es el campo donde mi diligencia tiene amplitud. Pedro así cumple la orden de Cristo,
“Apacienta mis ovejas”. fallecimiento—La misma palabra (éxodo) se usa en la transfiguración:
Moisés y Elías conversan con el Señor sobre su éxodo (no hallada en otra parte del Nuevo
Testamento, sino en Hebreos 11:22, “la partida de Israel” desde Egipto, a la que corresponde la
liberación de los santos de la presente esclavitud de corrupción). “Tabernáculo” es otro término
usado aquí y también allí (Lucas 9:31, 33): coincidencia impensada que confirma la redacción
petrina de esta Epístola. que… podáis—con la ayuda de esta carta escrita, y acaso también del
Evangelio de Marcos, dictado por Pedro. siempre—Griego, “en cada ocasión”: cuantas veces la
ocasión requiera. tener memoria—No meramente “acordarse”, como a veces lo hacemos, de
las cosas sin importancia; sino “tenerlas en (ardiente) memoria”, como verdades de suma

127
importancia y preciosas. 16. Porque—La razón de su ardiente deseo de que tengan presentes
estas cosos después de la muerte de él. siguiendo—en detalle. fábulas—como las mitologías
paganas, y las subsecuentes “fábulas y genealogías” gnósticas, cuyos gérmenes ya existían en la
junta del judaísmo con la filosofía oriental en el Asia Menor. Una protesta preventiva del
Espíritu en contra de la teoría racionalista de que la historia evangélica sea un mito. por arte
compuestas—Griego, “inventadas por la sabiduría” (de hombres), como distinguidas de lo que
enseña el Espíritu Santo (1 Corintios 3:13). Pero también véase el 2:3, “palabras fingidas”. no os
hemos dado a conocer—no que Pedro mismo haya enseñado personalmente a las iglesias de
Ponto, Galacia, etc., sino que él era uno de los apóstoles, cuyo testimonio les fue llevado a ellos
y a la Iglesia en general, a quien se dirige esta Epístola (v. 1, que incluía, pero no se restringía
como 1 Pedro, a dichas iglesias). potencia—lo contrario de “fábulas”; véase el contraste de
“palabra” y “potencia”, 1 Corintios 4:20. Una muestra de su potencia fue dada en la
transfiguración; también de su segunda “venida”, y de su gloria acompañante. El griego por
“venida” se usa siempre de su segundo advenimiento. Una refutación de los escarnecedores
(del 3:4): Yo, Jacobo y Juan, vimos con nuestros propios ojos una muestra misteriosa de su
gloria venidera. habiendo… visto—Griego, “hechos testigos oculares de la majestad de aquel”.
Como espectadores iniciados en misterios (como en el griego) fuimos admitidos a los secretos
más íntimos de él, a saber, en la transfiguración de él (enfático). 17. recibido … honra—en la
voz que le habló. y gloria—en la luz que lo rodeó. enviada—la misma frase ocurre sólo en 1
Pedro 1:13: uno de los varios ejemplos que demuestran que no está bien fundado el argumento
en contra de la autenticidad de 2 Pedro, de la supuesta desemejanza de estilo en comparación
con 1 Pedro. una tal voz—que procede a describir. de la magnífica gloria—más bien como el
griego: “por (es decir, pronunciada por) la magnífica gloria” (eso es, por Dios: así llaman a
menudo los hebreos la gloriosa presencia manifiesta de Dios, “la gloria”; véase, “su excelencia”,
Deuteronomio 33:26; Salmo 21:5). en el cual—Griego, “para con el cual”; “en respecto a quien”
(eis con el acusativo); pero en Mateo 17:5, “en el cual” (locativo) se reconcentra y reposa mi
agrado. Pedro también omite: “a él oíd”, como que no viene a su propósito, y demuestra así su
independencia en el testimonio inspirado. me he agradado—Griego, me agrade”, aoristo
griego, “Mi beneplácito reposó desde la eternidad”. 18. nosotros—en posición enfática:
nosotros, Jacobo, y Juan, y asimismo yo también. el monte santo—así llegó a ser llamado el
monte de la transfiguración, por cuanto en él fue manifestada la divina gloria de Cristo.
19. Tenemos—todos los creyentes. también—por esta muestra de la gloria de Cristo en su
humillación (Juan 1:14), y arras de su futura gloria en su exaltación. la palabra más
permanente—“más fundamentada”, confirmada. Antes conocíamos la certeza de ella por la fe;
pero ahora por aquel ejemplo visible de su futuro cumplimiento pleno, la seguridad se hace
doblemente segura. La profecía nos asegura que los padecimientos de Cristo, ya pasados, han
de ser seguidos por la gloria de Cristo, aun futura: la transfiguración nos da una garantía para
hacer aún más fuerte nuestra fe en que “el día” de su gloria “amanecerá” antes de mucho. No
quiere decir que la “voz profética”, o la Escritura, sea más segura que la voz de Dios oída en la
transfiguración: pues tal cosa claramente no es verdad. El cumplimiento de la profecía hasta
ahora en la historia de Cristo nos hace sentirnos más seguros de lo que aún ha de cumplirse, a
saber, su gloria consumada. La palabra era la “lámpara (Griego, luz) obedecida” por los
creyentes del Antiguo Testamento, hasta que el crepúsculo de la nueva alba apareció en la
venida de Cristo, y especialmente en su transfiguración. Así la palabra nos es lámpara aún, y

128
hasta que “el día” fulgure en su plenitud con la segunda venida del “Sol de justicia”. El día,
cuando amanece, os asegura que visteis correctamente, si bien indistintamente, los objetos
revelados por la lámpara. a la cual—palabra de profecía, primordialmente del Antiguo
Testamento en tiempo de Pedro; pero ahora también en nuestro día. el Nuevo Testamento
que, si bien más brillante que el Antiguo Testamento (1 Juan 2:8), aún no es sino una lámpara
en comparación con el fulgor de aquel día eterno (véase 3:2). Las enseñanzas orales y las
tradiciones deben ser examinadas a la luz de la palabra escrita (Hechos 17:11). lugar oscuro—El
griego denota un lugar escuálido, sin agua ni luz: tal es la condición del mundo exterior, y del
pequeño mundo interior (microcosmo), el corazón en su condición natural. Compárese “lugares
secos” de Lucas 11:24 (es decir, sin el riego del Espíritu), donde atraviesa un espíritu inmundo.
esclarezca—que irrumpa por la oscuridad. el lucero de la mañana— (Apocalipsis 22:16.) El
Señor Jesús. en vuestros corazones—El amanecer de Cristo en el corazón mediante el Espíritu,
da plena seguridad, y espiritualmente crea el día pleno en el corazón, por medio de la atención
con oración a la palabra. Se asocia esta idea con la venida del día del Señor, siendo como es una
garantía de ella. En efecto, ni nuestros corazones realizarán plenamente a Cristo en toda su
inefable gloria y presencia, hasta que él venga (Malaquías 4:2). Isaías 66:14, 15, “Veréis, y
alegrarás vuestro corazón. Porque he aquí viene el Señor”. Sin embargo, es mejor la puntuación
de Tregelles, “a la cual hacéis bien en estar atentos (como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga) en vuestros corazones”.
Porque el día ya esclareció en el corazón de los creyentes: el que ellos esperan es su visible
manifestación en la venida de Cristo. 20. “Atentos (v. 19) … por cuanto entendéis (sabéis) esto”
(1 Pedro 1:18). primero—la principal consideración en el estudio de la palabra de profecía.
Proponiéndolo como un principio primario que nunca debe perderse de vista. es—no el simple
verbo “ser”. Ninguna profecía resulta ser de “interpretación (solución) privada” (no inspirada de
escritor individual). ni de su procedencia. El sustantivo griego epilusis no significa en sí
procedencia; sino que aquello que el escritor divino no podía siempre interpretar plenamente,
aunque él era el portavoz o escritor (como da a entender 1 Pedro 1:10–12). no es, claramente,
de su propio descubrimiento, procedencia e inspiración, sino de Dios. como Pedro sigue
explicando, “sino los santos… hablaron (y luego escribieron)… movidos por el Espíritu Santo”:
razón por la cual debéis estar atentos a ella. El paralelo del v. 16 demuestra que “interpretación
privada” contrastada con “movidos (o inspirados) por el Espíritu Santo”, aquí corresponde a
“fábulas inventadas de (humana) sabiduría”, contrastada con “fuimos testigos oculares de su
majestad …” atestiguada por la “voz de Dios”. Las palabras de los escritores proféticos, y demás
escritores bíblicos. no eran meras palabras de individuos, para ser interpretadas, por tanto. por
ellos, sino del “Espíritu Santo”, que los inspiró. “Privada” se explica con “por voz humana” (v.
21, a saber el escritor individual). En un sentido secundario este texto enseña también que
como la palabra es del Espíritu Santo. no puede ser interpretada por los lectores (como
tampoco por sus escritores) mediante sus meros poderes humanos privados, sino por la
enseñanza del Espíritu Santo mismo (Juan 16:14). “El que es el autor de la Escritura es también
su intérprete por excelencia.” [Gerhard.] Alford traduce: “No surge de la interpretación
humana”. eso es, no una pronosticación hecha por un hombre que supiese el significado
cuando la pronunció, sino…” (Juan 11:49–52). Con razón: sólo que el verbo más bien significa
llegar a ser, o resultar ser, acontecer. Como no es de interpretación privada. debéis “estar
atentos” a ella, procurando la iluminación del Espíritu “en vuestros corazones” (Véase Notas, v.

129
19). 21. no … traída por voluntad humana—solamente. Jeremías 23:26. “Profetizan el engaño
de su corazón”. Véase el 3:5, “ignoran voluntariamente”. santos—Un manuscrito antiguo tiene,
“hombres (venidos) de Dios”: enviados de parte de Dios. “Santo”, si se incluye, significará que
tenían al Espíritu Santo. inspirados—Griego, “movidos” (adelante) como por un viento fuerte:
Hechos 2:2. “viento que corría”, el mismo verbo griego: arrebatados fuera de sí; pero no en
arrebato fanático (1 Corintios 14:32). El hebreo nabi, “profeta”, significa anunciador o
intérprete de Dios: como portavoz de Dios, que interpretaba no su propia “privada” voluntad o
pensamiento, sino los de Dios. “Varón de Espíritu” (Oseas 9:7, marginal). “Tú testificaste por tu
espíritu en tus profetas”. “Vidente”, por otra parte, se refiere al modo de recibir
comunicaciones de Dios, más bien que al anuncio de ellas a otros. “Hablaron” significa que,
tanto en su original pronunciamiento oral como todavía en la escritura, siempre ha sido, y es, la
viva voz de Dios que nos habla por sus siervos inspirados. El griego “movidos”, o llevados, forma
hermosa antítesis con “fue traída”. Eran instrumentos pasivos, antes que activos. Los profetas
del Antiguo Testamento primordialmente, pero se incluyen todos los escritores inspirados, sean
del Antiguo o del Nuevo Testamento (3:2).

CAPITULO 2

FALSOS DOCTORES HAN DE SURGIR: SUS MALAS PRÁCTICAS Y SU SEGURA DESTRUCCION.


DE LA QUE LOS JUSTOS SERAN LIBRADOS. COMO FUE LOT. 1. Pero—En contraste con los
profetas movidos por el Espíritu Santo (1:21). también—Así como también profetas verdaderos
(1:19–21). Pablo ya había testificado de la venida de profetas falsos en las mismas iglesias. en el
pueblo—Israel: está escribiendo en primer orden a creyentes israelitas (nota, 1 Pedro 1:1). Tal
“falso profeta” fue Balaam (v. 15). habrá—ya aparecían síntomas de este mal (vv. 9–22; Judas
4:13). falsos doctores—enseñadores de la mentira. En contraste con los verdaderos, a los
cuales exhorta a los lectores a prestar atención (3:2). que—“los cuales”. como tales que…
encubiertamente—no abierta y directamente al principio, sino a la larga, introducen la herejía
al lado de la doctrina verdadera (así el griego): los romanistas objetan que los protestantes no
pueden señalar la fecha precisa del principio de la añadidura de las doctrinas falsas con la
verdad original: contestamos, Pedro nos predijo que así pasaría de tal manera que la primera
introducción de las mismas sería furtiva e inobservable (Judas 4). perdición—que seguiría como
consecuencia inevitable (Filipenses 3:19). herejías—enseñanzas escogidas por ellos mismos,
que no emanan de Dios (Colosenses 2:23, “culto voluntario”, o culto a, la voluntad). y—Griego,
“hasta negando al Señor…”, llegando al extremo de negarle tanto en la enseñanza como en la
práctica. Pedro sabía, por el amargo arrepentimiento, cuán terrible cosa es negar al Señor
(Lucas 22:61, 62). negarán—a aquel a quien, sobre todos los demás. deben de confesar. al
Señor—“Amo y Propietario”, griego déspota (véase Judas 4, griego). Quien según la verdadera
doctrina es su Propietario por el derecho de compra. Lit., “negando al que los compró (para ser
así) Señor de ellos.” los rescató—Griego, “los compró”: aun los impíos fueron comprados por su
“preciosa sangre”. Será su remordimiento más amargo en el infierno porque, en cuanto
concierne a la redención de Cristo. ellos podrían haber sido salvos. La negación o
rechazamiento de su sacrificio se incluye en el sentido (1 Juan 4:3). atrayendo sobre sí—Véase
el v. 5, “trayendo Dios el diluvio sobre el mundo.” Los hombres traen sobre sí la venganza que
Dios trae sobre ellos. acelerada—de descensión repentina, como la venida del Señor será

130
rápida y repentina. Como la tierra se tragó a Coré y a Datán, y “descendieron vivos al abismo”.
Véase Judas 11, pasaje semejante a éste. 2. seguirán—hasta el fin así el griego. disoluciones—
(Judas 4). La doctrina falsa y la práctica inmoral generalmente se acompañan (vv. 18, 19). por
los cuales—A causa de los seguidores de los doctores falsos. blasfemando—vituperado por los
de afuera, que culpan al cristianismo mismo de la mala práctica de los que lo profesan. Véase
en contraste 1 Pedro 2:12. 3. por—Griego, “en avaricia” como su propio elemento (v. 12, fin).
Contrástese 2 Corintios 11:20; 12:17. de largo tiempo—en el propósito eterno de Dios. “Desde
antes ordenados para condenación” (Judas 4). condenación—Griego, “destrucción” (Nota, v. 1).
Personificada. no tarda—aunque los pecadores creen que tarda. “No es ociosa”. no se
duerme—aunque los pecadores duermen. 4. La apódosis no queda expresada, pero
virtualmente se contiene en el v. 9. Si Dios en tiempos pasados ha castigado a los impíos y
salvado a su pueblo, de cierto lo hará también en nuestros días (v. 3). ángeles—los superiores
de las criaturas inteligentes (Judas 6), con todo, no los perdonó cuando pecaron. infierno—
Griego, “tártaro”: no está en ninguna otra parte del Nuevo Testamento, ni en la Versión de los
Setenta: equivalente a gehenna del griego común. No inconsecuente con 1 Pedro 5:8; porque
aunque su condenación final es al infierno. sin embargo. por un tiempo se les permite vagar allá
por “las tinieblas de este mundo”. Los esclavos del tártaro (llamado “el abismo”, “el hoyo”,
Lucas 8:31; Apocalipsis 9:11) también pueden venir a la tierra. Paso a paso son entregados al
tártaro, hasta que por fin allí quedan ligados. los entregó—como el juez entrega al preso
condenado a los oficiales (Apocalipsis 20:2). con cadenas—(Judas 6.) Los manuscritos más
antiguos dicen, “cuevas”, como Alford traduce: el griego, sin embargo, en el griego helenista,
puede significar cadenas, como lo expresa Judas. Están “reservados” para “la niebla de
oscuridad” como su final “juicio”, o condena, y entre tanto ya empezó su exclusión de la luz del
cielo. Así se consideraba que los impíos estaban virtualmente “en prisiones”, aunque estaban
libres en la tierra, desde el momento cuando se lanzó la sentencia divina, si bien fue ejecutada
120 años después. 5. Noé—Griego, “Noé el octavo”, es decir, Noé y otros siete. En contraste
con el “mundo de los impíos” densamente poblado. pregonero—No sólo “justo” él mismo (v.
8), sino también “predicador de justicia”: aducido por Pedro en contraste con la disolución de
los falsos doctores (v. 2), que no tienen más provenir delante de ellos que la destrucción, como
la que alcanzó al mundo impío de los días de Noé. 6. por destrucción—“a la destrucción”.
[Alford.] ejemplo—“de (el destino que espera a) los que después viviesen vidas impías”. Véase
Judas 7, “puestas por ejemplo”. 7. nefanda conducta—lit., “conducta en lascivia” (Génesis
19:5). los malvados—Griego, “los anárquicos”: que desafían las leyes de la naturaleza tanto
como las de Dios. Se nos recuerda la fidelidad de Lot, pero no su pecado cometido en la cueva:
caso semejante al de Rahab. 8. afligía—Griego, “atormentaba”. 9. Sabe el Señor—No le faltan
los medios, aun cuando los hombres no vean escape alguno. tentación—pruebas. para ser …—
Griego, “guardarlos (siendo ellos) castigados”: como los ángeles caídos (v. 4), ya bajo la
sentencia y esperando la ejecución final de ella. El pecado ya es su propia pena; el infierno será
su pleno desarrollo. 10. principalmente—éstos serán castigados en especial (Judas 8). e
inmundicia—de inmundicia: “en la pasión por el uso miasmático e ilícito de la carne”. [Alford.]
la potestad—Griego, “señorío”, “dominio” (Judas 8). atrevidos—La terquedad engendra la
presunción. Osadía arrogante. no temen—por ser insignificantes en potencia: Griego, “no
tiemblan” (Judas 8, fin). decir mal—Griego, “blasfemar”. potestades superiores—Griego,
“glorias”. 11. que son—y aunque son. mayores—que los blasfemadores. Judas cita el ejemplo

131
de Miguel. contra ellas—contra “las potestades” por ejemplo, los ángeles caídos: una vez
exaltados, y que retienen aún rasgos de su anterior gloria y poder. juicio de maldición—Griego,
“juicio blasfemo” (Judas 9). delante del Señor—en presencia del Juez, en reverencia, se
abstienen de hacer juicios. [Bengel.] El juicio pertenece a Dios. no a los “angeles”. ¡Cuán grande
es la dignidad de los santos, que como asesores de Cristo, juzgarán más adelante a ángeles!
Entre tanto, los juicios arrogantes, dichos si bien con verdad contra las dignidades, pero con
irreverencia, son de la naturaleza de “blasfemias” (griego, 1 Corintios 4:4. 5). Si los ángeles
superiores, por estar en la presencia de Dios, el Juez, no se atreven a hablar mal ni aun de los
ángeles malos, ¡cuán horrible es la presunción de los que blasfeman a las “dignidades” buenas!
2 Samuel 16:7, 8, Simei; Números 16:2, 3, Coré, etc., referidos también en Judas 11; Números
12:8, “¿Por qué no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés” (vosotros Aarón y
María)? Los ángeles que pecaron, retienen aún la indeleble impresión de majestad. Satanás es
aún “hombre fuerte”: “príncipe de este mundo”; y bajo él hay “principalidades, poderes,
gobernantes de las tinieblas de este mundo”. Hemos de evitar la irreverencia con respecto a
ellos, no a causa de ellos, sino a causa de Dios. Una advertencia de los que usan el nombre de
Satanás con irreverencia y en blasfemia. “Cuando el impío maldice a Satanás, maldice su propia
alma”. 12. (Judas 10, 19.) Más éstos—en contraste con los “ángeles” (v. 11). bestias—Griego,
“animales” (Salmo 49:20). brutos—Griego, “irracionales”. Contraste con los ángeles que
“sobresalen en potencia”. naturalmente—Griego, “bestias que son nacidas naturales”: son así
irracionales por naturaleza, y como tales han de ser presa y destruidos (Griego, “nacidos para
presa y destrucción”, o corrupción, Nota, Gálatas 6:8; con “perecerán” aquí, lit., “serán
corrompidos en su propia corrupción”. Judas 10, “naturalmente … se corrompen”, y así se
destruyen: porque el uno y mismo vocablo griego expresa corrupción, la simiente, y
destrucción, el fruto desarrollado). diciendo mal …—“en el caso de cosas que no entienden”.
Véase la misma presunción, padre del consiguiente error gnóstico, que engendra otro error
opuesto, si bien afín, a saber, “la adoración de ángeles buenos”, Colosenses 2:18, “metiéndose
en lo que no ha visto”. 13. galardón de …—recompensa por su “injusticia”. [Alford.] Acaso
denota que la injusticia será su propio galardón, o castigo. “Premio (o paga) de la maldad”
(injusticia, ambos términos idénticos en el v. 15) tiene otro sentido, a saber, la ganancia
terrenal obtenida con la injusticia. cada día—Tradúzcase, “gozar de deleites diurnos (no
limitados a la noche, como la orgía ordinaria. O como dice la Vulgata, Calvino, etc., “el deleite
que dura por un día”: así Hebreos 11:25, “los placeres temporales del pecado”; y 12:16, Esaú),
que consideran su sumo bien y su supremo goce. suciedades—“tachas”, en sí mismos.
manchas—ignominias: que traen reproche (así el griego) sobre la Iglesia y sobre el cristianismo
mismo. comiendo—Griego, “lozaneando”, “festejándose”. errores—“engaños”, o bien
pasivamente, “decepciones”; el lujo adquirido por el engaño; Véase Mateo 13:22, “el engaño
de las riquezas”; Efesios 4:22, “deseos engañosos”. Engañando a otros se engañan a sí mismos.
Véase Filipenses 3:19, “cuya gloria es su vergüenza”. “Ellos”, en contraste con “entre vosotros”:
mientras participan del ágape (fiesta de amor) con vosotros, “se lozanean en sus propias
decepciones”, o “engaños”: Judas, negativamente, “apacentándose sin temor” (Judas 12). Pero
varios de los manuscritos más antiguos, Vulgata, Siríaca, y Sahídica, dicen (como Judas), “en sus
propios ágapes”, lo que significa que pervierten las fiestas de amor de modo de hacerlas servir
a sus propios fines lujuriosos. 14. llenos de adulterio—Lit., “de adúltera”, como si llevasen
consigo a adúlteras siempre presentes en los ojos: siendo el ojo avenida del deseo. [Horneius.]

132
Bengel piensa que la adúltera que les llena los ojos es el “deseo que seduce”. no saben cesar—
“no se les puede hacer cesar de pecar”. cebando—para la pesca. inconstantes—no firmes en la
fe y piedad. corazón—no sólo los ojos, el conducto, sino también el corazón, el manantial del
deseo. Job 31:7, “Mi corazón se fué tras mis ojos”. hijos de maldición—Dedicados a la
maldición. La maldición y la codicia a menudo van juntas, como en el caso de Balaam: la
maldición que propuso para Israel cayó sobre los enemigos de Israel y sobre él mismo. Los
creyentes verdaderos bendicen, y nunca maldicen, y así son bendecidos. 15. han dejado—
Algunos de los seductores, dice, han venido, otros aún están por venir. siguiendo—
desviadamente (Números 22:23, 32; Isaías 56:11). hijo de Bosor—El mismo que Beor (Números
22:5). Se adoptó esta palabra acaso, porque la parónima Basar significa carne; y Balaam
justamente se llama hijo de la carnalidad, como codicioso, y el que sedujo a Israel a la
concupiscencia. amó el premio de la maldad—y por tanto deseó (a fin de ganarlo de Balac)
maldecir a Israel a quien Dios había bendecido, y al fin dió el consejo diabólico de que la única
manera de motivar la maldición de Dios sobre Israel era seducirlos al deseo carnal y a la
idolatría, que a menudo van juntos. 16. fué reprendido—Griego, “tuvo reprensión”, o
convicción: el descubrimiento de su iniquidad especiosa al ser probado (el verbo radical del
mismo sustantivo significa examinar, convencer, avergonzar). su iniquidad—“propia”: su propia
bestia le reprochó su propia iniquidad. bestia de carga—el asno era el animal común de
montar, en la Palestina. “Muda”, Griego, “áfonon”, sin voz; pero habla con voz humana:
señalando el carácter maravilloso del milagro. refrenó—lit., “impidió”. No fueron las palabras
del asna (que sólo se quejó del apaleo), sino el hecho maravilloso de que hablara siquíera, lo
que refrenó la perversidad de Balaam de desear ir, después que Dios lo hubo prohibido en un
principio. Así indirectamente el asna y directamente el ángel, le reprocharon su obstinación
peor que asnal; el asna dió vuelta al ver al ángel; pero Balaam, después que Dios hubo dicho
claramente, “no irás”, perseveró en desear ganar el “premio”; así el asna, de hecho, refrenó la
locura de Balaam. ¡Qué contraste terrible: un animal mudo estorba a un profeta inspirado!
17. (Judas 12, 13.) fuentes sin agua—“nubes sin agua”, en Judas; ambas prometen (v. 19) agua,
sin darla; así sus palabras grandilocuentes resultan ser sólo “vanidad” (v. 18). nubes—Los
manuscritos más antiguos dicen “nieblas”, oscuras y no transparentes y brillantes como a
menudo son las “nubes”, de donde se aplica este término muchas veces a los santos; propio
emblema de los hijos de las tinieblas. “Nubes” es una corrección de copista de Judas 12, donde
es propio el término, “nubes … sin agua” (que prometen lo que no cumplen); pero no aquí,
“nieblas llevadas por el torbellino”. oscuridad—“¡el horror glacial que acompaña a la
oscuridad!” [Bengel.] 18. ceban—cual pescadores. con—Griego, “en”: las concupiscencias
carnales, elemento propio donde echar el cebo. verdaderamente—Pero los manuscritos más
antiguos y la Vulgata leen “apenas”, o “por poco tiempo”; apenas hubieron escapado de los que
viven en el error (del mundo impío), cuando son atraídos de nuevo al pecado por estos
seductores (v. 20). 19. Prometiéndoles libertad—(la cristiana) estas promesas son ejemplos de
sus “palabras arrogantes” (v. 18). La libertad que ellos prometen es la que no teme a Satanás, ni
aborrece la carne. Lenguaje paulino adaptado aquí, y en 1 Pedro 2:16, nota; véase el 3:15;
Romanos 6:16–22; 8:15, 21; Gálatas 5:1, 13; con Juan 8:34. corrupción—Nota, 1:12. de
alguno—quien sea … por el mismo. 20. habiéndose … apartado—los seductores “mismos” se
escaparon (v. 19; Nota, Hebreos 6:46). contaminaciones—que traen la corrupción (v. 19). por—
Griego, “en”. conocimiento—Griego, “conocimiento pleno y exacto”. el Señor y Salvador

133
Jesucristo—que expresa plena y solemnemente a aquel Grande y Piadoso, de quien apostatan.
postrimerías …—Pedro se acuerda de las palabras del Cristo. “Peores”, en contraste con
“mejor” (v. 21). 21. el camino de la justicia—“el camino de la verdad” (v. 2). La doctrina
cristiana, y el conocimiento del Señor y Salvador”. del santo mandamiento—el evangelio, que
ordena la santidad; en oposición a la corrupción. Es “santo”, no porque él haga santo, sino
porque debe ser guardado inviolable. [Tittmann.] dado—una vez por todas: sin admitir el
“tornarse atrás.” 22. Pero—No debéis admiraros de esto: pues perros y puercos eran antes, y
perros y puercos seguirán siendo. Ellos “apenas” (v. 18) escaparon de su inmunda locura,
cuando de nuevo se ven enredados en ella. Luego, a su vez, seducen a otros, los que de la
misma manera “por un poco de tiempo escaparon de tos que viven en el error” (v. 18). Pedro
citó Proverbios muchas veces en su Primera Epístola (1:7; 2:17; 4:8, 18), otra prueba de que
ambas Epístolas son del mismo autor.

CAPITULO 3

LA SEGURIDAD DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO, Y SUS ACOMPAÑANTES, DECLARADA


EN OPOSICION A LOS ESCARNECEDORES QUE PRONTO APARECERAN. LA LONGANIMIDAD DE
DIOS, MOTIVO DE ARREPENTIMIENTO, COMO EXPONEN LAS EPISTOLAS DE PABLO;
EXHORTACION FINAL AL CRECIMIENTO EN EL CONOCIMIENTO DE CRISTO. 1. ahora—“Esta pues
es una segunda carta que os escribo”. Entonces hacía poco que había escrito la Primera. Las
siete Epístolas Católicas (generales) fueron escritas por Jacob, Pedro, Juan y Judas un poco
antes de la muerte de ellos: previamente, teniendo la expectativa de seguir viviendo algún
tiempo más, creían menos necesario escribir. [Bengel.] os—La Segunda Epístola, si bien más
general en cuanto a sus destinatarios, incluía con todo las mismas personas a quienes dirigió en
manera especial la Primera. con exhortación—Griego, “en”, “en recordación”: haciéndoos
acordar (1:12, 13). “Sabiéndolo” ya vosotros (v. 3), sólo resta que os recuerde (Judas 5).
limpio—“puro visto a la luz del sol;” “sincero”. Sin adulteración de errores. Lo opuesto de
“entendimiento oscurecido”. 2. profetas—del Antiguo Testamento. nuestro—Los manuscritos
más antiguos y la Vulgata dicen, “y el mandamiento del Señor y Salvador (declarado) por
vuestros apóstoles” (así: “apóstol de los gentiles”, Romanos 11:13)—los apóstoles que viven
entre vosotros actualmente, en contraste con los “profetas” del Antiguo Testamento.
3. Sabiendo primero esto—de la palabra de los apóstoles. vendrán—el mismo escarnio de ellos
confirmará la verdad de la predicción. burladores—Los manuscritos más antiguos y la Vulgata
agregan, “burladores con burlas”. Como Apocalipsis 14:2, “arpando con arpas”. andando según
sus propias concupiscencias—(2:10; Judas 16, 18). Su propio placer es su única ley, no
refrenados por la reverencia a Dios. 4. (Véase Salmo 10:11; 73:11.) El escepticismo presuntuoso
y el deseo ilícito que ensalzan la naturaleza y las llamadas leyes de ella por encima del Dios de la
naturaleza y de la revelación, y que arguye de la continuidad pasada de los fenómenos
naturales que no puede haber para ellos ninguna interrupción futura: fue el pecado de los
antediluvianos, y será el de los escarnecedores en los últimos días. ¿dónde?—insinuando que
ya debe de haber acontecido, si acontece, cosa que nunca sucederá. la promesa—Cuyo
cumplimiento estáis esperando (v. 13) siempre vosotros los creyentes. ¿Qué se ha hecho de las
promesas de que tanto habláis? su advenimiento—el del Cristo: el tema de la profecía desde los

134
primeros días. los padres—a quienes fueron hechas las promesas, los cuales descansaron todas
sus esperanzas en ellas. todas las cosas—del mundo natural; los escépticos no miran más allá.
como desde el principio—y continúan siendo; como las vemos pasar. Desde el tiempo de la
promesa de la venida de Cristo como Salvador y Rey, todo continúa, y ha continuado, como
ahora, “desde el principio de la creación”. Los escarnecedores aquí no son necesariamente
ateos, ni pretenden que el mundo haya existido desde la eternidad. Están dispuestos a
reconocer un Dios, pero no al Dios de la revelación. Basan su raciocinio sobre la demora
aparente del cumplimiento siquiera de la palabra de Dios. 5. Refutación a los escarnecedores en
base a la historia. voluntariamente—temerariamente; no desean saber. Su ignorancia es
voluntaria. ignoran—En contraste con el v. 8, “No ignoréis esta una cosa”. Lit., en ambos textos,
“Esto escapa de la noticia de ellos (filósofos sagaces que se aprecian en mucho a sí mismos)”;
“que no escape esto a vuestra atención”. Obstinadamente cierran los ojos al relato escritural de
la creación y del diluvio; éste es el verdadero paralelo del venidero juicio por fuego,
mencionado por Cristo, como Pedro, sin duda, recuerda. por la palabra de Dios—no por la
concurrencia fortuita de los átomos. [Alford]. en el tiempo antiguo—Griego, “desde antiguo”;
desde el principio de las cosas. Confutación de su objeción de que “todas las cosas continúan
como fueron desde el principio de la creación”. Pero antes del diluvio, la misma objeción a la
posibilidad del diluvio pudo haber sido aducido respecto a la misma plausibilidad: Los cielos
(visibles) y la tierra han sido desde antiguo. ¡cuán improbable pues que no hayan de seguir así!
Pero, responde Pedro, vino el diluvio a pesar de los raciocinios de ellos; del mismo modo,
vendrá la conflagración de la tierra a pesar de los “escarnecedores” de los últimos días, la que
cambiará todo el orden de las cosas (el “mundo” presente, o como el griego significa, el
“orden”), introduciendo los cielos nuevos y la nueva tierra (v. 13). tierra … asentada—Griego,
“consistente en”, es decir. “formada de entre el agua”. Las aguas que estaban bajo el
firmamento fueron en la creación reunidas en un lugar, y la seca emergió de (arriba de) el agua.
y en agua—mejor, “por medio del agua”, como el gran instrumento (junto con el fuego) en los
cambios operados en la superficie de la tierra, para prepararla para el hombre. Mantenida por
el agua. La tierra surgió del agua por la eficacia del agua misma. [Tittmann.] 6. Por lo cual—
Griego, “por los cuales”. Por medio de los cuales cielos y tierra (cuanto a las aguas que se
juntaron en ambos) el mundo de entonces pereció (es decir, en cuanto a sus habitantes,
hombres y animales, y su orden aquel; no fue aniquilada la tierra); porque en el diluvio “las
fuentes del gran abismo fueron rotas” de la tierra (1) abajo. y las ventanas del cielo (2) arriba
“fueron abiertas”. La tierra fue anegada por aquella agua de la cual originalmente surgió.
7. (Véase Job 28:5, fin.) que son ahora—“El visible mundo posdiluviano”. Contraste: “que fué
entonces” (v. 6). la misma palabra—Otros manuscritos antiguos, “por su palabra (de Dios)”.
conservados—en depósito: Griego, “atesorados”. guardados—Es sólo la constante providencia
vigilante de Dios lo que guarda unido el presente estado de cosas, para cuando debe terminarlo
él. 8. no ignoréis—como aquellos burladores (v. 5). Además de la refutación a ellos (vv. 5–7)
basada en la historia del diluvio, agrega otra aquí (dirigida a los creyentes antes que a los
escarnecedores), a saber, la demora de Dios en cumplir su promesa no se debe, como las
demoras de los hombres, a la incapacidad e inconstancia para guardar la palabra, sino a causa
de su “longanimidad”. esta una cosa—como la consideración de la mayor importancia (Lucas
10:42). un día … mil años—Salmo 90:4: Moisés allí dice. Tu eternidad, que no conoce distinción
entre mil años y un día. es el refugio de nosotros, criaturas de un día. Pedro contempla la

135
eternidad de Dios en relación con el último día: aquel día nos parece a nosotros, seres de corta
vida, tardío en venir, pero con el Señor el intervalo es irrespectivo a la idea de largo o corto. Su
eternidad excede a todas las medidas del tiempo: a su divino conocimiento todas las cosas
futuras están presentes: su poder no requiere largas demoras para llevar a cabo su obra: su
longanimidad excluye toda expectación impaciente y apresuramiento febril, tal cual sienten los
hombres. Él es igualmente bendito en un día y en mil años. Puede hacer la obra de mil años en
un día: de modo que en el v. 9 dice, “no tarda”, no es tardío. Siempre tiene el poder de cumplir
su “promesa”. mil años como un día—ninguna demora que ocurre es larga para Dios: para el
hombre de riquezas sin fin, mil libras son como un solo centavo. El “eonólogo” (cronómetro
milenial) de Dios difiere del todo del “horólogo (reloj de arena) del hombre. Su gnomen enseña
todas las horas a una vez, en la mayor actividad y en el perfecto reposo. Para él no pasan las
horas, ni más despacio, ni más ligero, de lo que conviene a su economía. No hay nada que le
haga apresurar ni demorar el fin. Las palabras, “con el Señor” (Salmo 90:4, “delante de sus
ojos”), silencian todas las objeciones del hombre en base a su incapacidad de entender esto.
[Bengel.] 9. no tarda—no es lerdo, tardío ni atrasado; extraordinario en la hora justa, como si
dicha hora siempre estuviese presente. Hebreos 10:37, “No tardará”. su promesa—de la que
los burladores cavilan. V. 4, “¿Dónde está su promesa?” algunos—los “burladores”. la tienen—
Consideran que su promesa sea el resultado de la tardanza. paciente—esperando hasta que se
cumpla el número pleno de los que están ordenados para la “salvación” (v. 15). para con
nosotros—Los manuscritos más antiguos, Vulgata, Siríaca, etc., leen, “para con vosotros”.
ninguno—en efecto, no desea que ninguno perezca, ni aun de los burladores, lo que resultaría
si no les diese plazo para que se arrepintiesen. procedan—vayan y sean recibidos para
arrepentimiento: expresa el griego que hay plazo para que sean recibidos a arrepentimiento
(véase en el griego, Marcos 2:2; Juan 8:37). 10. La seguridad, precipitación y efectos
concomitantes, de la venida del día del Señor. Faber arguye de esto que el milenio, etc., debe
preceder a la venida literal de Cristo, no sucederla. Pero “el día del Señor” comprende toda una
serie de acontecimientos, que principia con el advenimiento premilenial que termina con la
destrucción de los malos, la conflagración final, y el juicio final, (el cual se interpone entre la
conflagración y la renovación de la tierra). vendrá—el día del Señor: el orden en el griego es
enfático. “Pero (a pesar de los escarnecedores, y no obstante la demora) vendrá y estará
presente el día del Señor”. como ladrón—Pedro recuerda y repite la figura empleada por el
Señor (Lucas 12:39, 41) en una conversación en que él tuvo parte; así también Pablo (1
Tesalonicenses 5:2), y Juan (Apocalipsis 3:3; 16:15). los cielos—que según dicen los burladores,
continuarán tal cual están (v. 4; Mateo 24:35; Apocalipsis 21:1). con grande estruendo—con un
ruido que retumba, como el de una flecha silbante o el estallido de llama devoradora. los
elementos—los materiales componentes del mundo. [Wahl.] Sin embargo, como “las obras” se
mencionan separadamente de “la tierra”, así es probable que por “elementos”, mencionados
después de “los cielos”, quiera decir “las obras que están en ellos”, es decir, el sol, la luna, y las
estrellas (como usan la palabra “elementos” Teófilo de Antioquía, pp. 22, 148, 228; Justino
Mártir, Apología, 2:44): éstos se mencionan como en la creación así también en la destrucción,
del mundo. [Bengel.] Pero como “elementos” no se usa así en el griego de las Escrituras, acaso
se refiere a los materiales componentes de “los cielos”, inclusive los cuerpos celestiales;
pertenecen claramente a la frase anterior, “los cielos”, no a la siguiente, “la tierra”, etc.
deshechos—“fundidos”, como en el v. 11. las obras—de la naturaleza y del arte. 11. Vuestro

136
deber, viendo que esto es así, es de estar siempre a la expectativa animosa del día de Dios.
Pues—Algunos de los manuscritos más antiguos sustituyen “así” por “pues”: refutación feliz del
“así” de los burladores (v. 4, “permanecen así”). han de ser …—Griego, “Están siendo
deshechos (fundidos, por la ordenación de Dios, pronto a consumirse); el tiempo presente
expresa la certeza, como si ya estuviese en efecto presente. ¿qué tales …—exclamatorio: ¡Cuán
vigilantes, cuán constantes en la oración, celosos! que vosotros seáis—no el verbo sustantivo
griego (einai), sino (huperchein) el que denota un estado o condición en que uno debe estar.
[Tittmann.] ¡Qué hombres santos debéis ser hallados cuando llegue el evento! Este es el
“mandamiento santo” mencionado arriba (v. 2). conversaciones …—Griego, en el plural, “santas
costumbres” (para con los hombres) y “piedades” (hacia Dios) en las múltiples maneras de
manifestarse. 12. apresurándoos—con la mayor sinceridad deseando, [Wahl.], pidiendo,
contemplando, la venida del Salvador como cercana. El griego puede significar “apresurar
(“urgir:” Alford.) el día de Dios”; no que sea alterable la eterna ordenación de Dios, sino que nos
ordena como instrumentos para llevar a cabo aquellos eventos que deben suceder antes que
pueda venir el día de Dios. Orando por su venida, adelantando la predicación del testimonio a
todas las naciones, y haciendo llegar a aquellos que “la longanimidad de Dios” espera salvar, así
apresuramos la venida del día de Dios. El verbo griego se usa en el Nuevo Testamento sólo
como neutro; pero en la versión de los Setenta se usa como activo. Cristo dice, “De cierto vengo
en breve. Amén.” A nosotros nos toca apresurar esta consumación orando, “Así sea, ven, Señor
Jesús.” venida—Griego, “la presencia”, de una persona: comúnmente, del Salvador. el día de
Dios—Dios ha dado miríadas de días a los hombres: uno será el gran “día de Dios” mismo. en el
cual—más bien como el griego, “a causa del cual” día. los cielos—las superiores e inferiores
regiones del cielo visible. deshechos—fundidos: nuestras rocas ígneas demuestran que alguna
vez estuvieron en estado líquido. 13. bien que—en contraste con los efectos destructivos del
día de Dios están sus efectos constructivos. Como el diluvio fue el bautismo de la tierra que
quedó convertida en una tierra renovada, parcialmente librada de “la maldición”, así el
bautismo de fuego purificará la tierra de modo que sea una morada renovada para el hombre
regenerado, completamente libertada de la maldición. sus promesas—(Isaías 65:17; 66:22.)
cielos nuevos—nuevos cielos atmosféricos que rodearán la tierra renovada. justicia—que mora
en aquel mundo venidero como un rasgo esencial, quitadas todas las contaminaciones.
14. seáis hallados de él—“a ojos de él” [Alford], lo que denota claramente una venida personal.
sin mácula—en las futuras bodas del Cordero, en contraste con el v. 13, “suciedades y manchas
mientras comen”, sin tener el puro traje de bodas del Rey. sin reprensión—(1 Corintios 1:8;
Filipenses 1:10; 1 Tesalonicenses 3:13; 5:23.) en paz—en todos sus aspectos, para con Dios,
para con la conciencia propia, y para con vuestros semejantes, y en su consecuencia la eterna
bienaventuranza: “el Dios de paz” efectuará esto para vosotros. 15. tened por salud—La
paciencia (longanimidad) de nuestro Señor tiene por finalidad nuestra salvación y la de todos
cuantos formarán parte de la Iglesia: mientras que los burladores la tienen por (resultado de)
“tardanza” (v. 9) de parte del Señor. nuestro amado hermano Pablo—Hermoso ejemplo de
amor y humildad. Pedro alaba las mismas epístolas que tienen su reprensión. según la sabiduría
que le ha sido dada—Adoptando el lenguaje de Pablo (1 Corintios 3:10), “Conforme a la gracia
que me ha sido dada … como perito arquitecto.” La sabiduría sobrenatural e inspirada que le
fué “dada”, no adquirida en escuela de humana enseñanza. ha escrito—Griego, aoristo,
“escribió”, pretérito indefinido, como también en la frase, “gracia que le fué dada.” Pablo en la

137
fecha de esta Epístola, o estaba muerto ya, o había dejado de administrarles a aquéllos. os—a
vosotros, gálatas, efesios, colosenses, la misma región destinataria de la Epístola esta. Comp.
“en paz” (v. 14), exhibición práctica de la cual Pedro ahora da en demostración del acuerdo
perfecto existente entre Pablo (quien escribió la Epístola a los Gálatas) y él, a pesar del suceso
desagradable en ella recordado (Gálatas 2:11–14). Colosenses 4 se refiere a la segunda venida
de Cristo. La Epístola a los Hebreos, también (dirigida a los cristianos hebreos de Palestina, pero
en segundo orden a cristianos de todas partes), puede ser de su referencia, por cuanto Pedro
en primer término dirige ambas epístolas a cristianos hebreos (pero no exclusivamente) de la
dispersión (Nota a 1 Pedro 1:1). Hebreos 9:27, 28; 10:25, 37. “hablan de estas cosas” que
trataba Pedro (v. 16), a saber, la venida del día del Señor, demorado por su “longanimidad”
pero con todo cercano e inminente. 16. Casi en todas sus epístolas—Romanos 2:4 es muy
parecido al v. 15. Las epístolas paulinas ya habían llegado a ser propiedad común de todas las
iglesias. El término “todas” parece inferir que ellas ya estaban terminadas. La palabra “casi” no
está en el original, sino el ilativo “como”. El tema de la segunda venida se trata en 1
Tesalonicenses 4:13; 5:11; comp. el v. 10 con 1 Tesalonicenses 5:2. Sin embargo, Pedro
distingue entre la Epístola, o Epístolas de Pablo “a vosotros” (v. 15, “os escribió”) y “todas sus
(demás) cartas”, indicando que ciertas iglesias determinadas. o grupos de particulares, están
determinadas por el “vosotros”. entre las cuales—Epístolas. El Texto Recibido lee, “en las cuales
cosas.” algunas difíciles de entender—a saber, tocante a la venida de Cristo. “Pablo parece así
postergar la venida de Cristo a un plazo más largo que los demás apóstoles, por lo cual algunos
dudaron de la venida del todo.” [Bengel.] Aunque hay algunas cosas difíciles de entender, hay
además otras bastante claras, fáciles, y suficientes para el perfeccionamiento del hombre de
Dios. “No hay casi nada sacado de pasajes oscuros, sin que lo mismo en otros lugares se halle
clarísimo”. [Agustín.] Son nuestro propio prejuicio, nuestras esperanzas necias y fantasías
carnales, lo que hace difíciles las Escrituras. [Jeremías Taylor.] los indoctos—No quiere decir los
que carezcan de erudición humana, sino los que no tienen la iluminación impartida por el
Espíritu. Los eruditos humanos han sido a menudo los más deficientes en la enseñanza
espiritual, y han originado la mayor parte de herejías. Comp. 2 Timoteo 2:23, vocablo griego
diferente, “sin sabiduría,” lit., “sin educación”. Cuando se estudia la religión como una ciencia,
nada es más abstruso; cuando se estudia para conocer nuestro deber, nada es más fácil.
inconstantes—no establecidos aún en lo que han aprendido; sacudidos por toda dificultad
aparente: quienes, con los textos oscuros, en vez de esperar que Dios por su Espíritu los
esclarezca cotejándolos con otros textos de la Escritura, con impaciencia adoptan ideas
torcidas. tuercen—fuerzan y tuercen (propiamente con un desternillador) lo que en sí es
derecho, por ejemplo, 2 Timoteo 2:18: otras Escrituras—Las Epístolas de Pablo, pues, eran
reconocidas ya en las Iglesias como “Escritura”: término que nunca se aplica en ninguno de los
cincuenta lugares donde ocurre sino a los escritos sagrados del Antiguo y del Nuevo
Testamentos. Los hombres en cada Iglesia, dotados del discernimiento milagroso de los
espíritus hubieran evitado la aceptación de todo escrito no inspirado a la par con la palabra de
Dios en el Antiguo Testamento; las vidas de los apóstoles fueron prolongadas
providencialmente, las de Pablo y de Pedro, al menos hasta treinta y cuatro años después de la
resurrección, la de Juan hasta treinta años más aún, de modo que no puede caber fraude
alguno en el canon. Los tres evangelios y Hechos se incluyen en “las otras Escrituras”, y acaso
todos los libros del Nuevo Testamento, salvo Juan y Apocalipsis, que fueron escritos más tarde.

138
para perdición de sí mismos—no por falta alguna de Pablo (2:1). 17. vosotros—amonestados
por el caso de los “indoctos e inconstantes” (v. 16.) amonestados—Griego, “sabiendo de
antemano” del evento futuro. extraviados—El mismo término, como Pedro recuerda, usado por
Pablo tocante a Bernabé que “fué llevado” con Pedro y otros judíos en la hipocresía de ellos.
abominables—“los anárquicos”, como en el 2:7, caigáis—(de la gracia. Gálatas 5:4; la verdadera
fuente de la “firmeza”, o estabilidad, en contraste con “los inconstantes” (v. 16): “establecidos”
(1:12): todos términos afines. Comp. Judas 20, 21. 18. creced—No sólo no caigáis atrás (v. 17),
sino antes creced adelante: la verdadera manera de no volver atrás. Efesios 4:15, “Creced en él,
la Cabeza, Cristo”. gracia … conocimiento … Cristo—“la gracia y conocimiento de Cristo” [Alford
con razón], la gracia de la cual Cristo es Autor. y el conocimiento del cual es el objeto. hasta … la
eternidad—Griego, “hasta el día de la eternidad”: día que no tiene fin; “el día del Señor”, que
empieza con la venida del Señor.

1 de Juan

INTRODUCCIÓN

La primera epístola de Juan es una carta intensamente práctica dirigida a lectores cristianos.
Contiene una advertencia contra los peligros de las enseñanzas falsas y exhorta a los creyentes
a llevar una vida de obediencia a Dios así como de amor hacia los hermanos y hermanas. El
tema principal de esta carta es la comunión con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo (1:3).

Autor. La epístola ha sido adjudicada en forma tradicional al apóstol Juan. El nombre del
autor, sin embargo, no aparece en la carta. A pesar de ello, debido al estilo general de la
epístola, queda muy claro que el autor gozaba de autoridad espiritual. Además, él se cuenta a sí
mismo entre los testigos presenciales de la vida del Señor Jesús (1:1–2). Los primeros escritores
cristianos, entre los que se incluyen Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano, citaban la
epístola dando por sentado que era de Juan. Así que no hay razón para negar la creencia
tradicional de que la carta es de origen apostólico.

Trasfondo. La carta no proporciona ninguna pista en relación con la identidad o localización


de los destinatarios originales. Sólo sabemos que eran cristianos. Puesto que la iglesia primitiva
asocia, de manera tradicional, a Juan con la provincia romana de Asia (al oeste de Turquía), a
menudo se ha pensado que los lectores vivían ahí. Esto bien podría ser cierto a la luz de que tal
asociación se confirma en Apocalipsis 2 y 3.
Los lectores habían sido confrontados por los falsos maestros a los que Juan llama
anticristos (1 Jn. 2:18–26). El carácter exacto de esos falsos maestros ha sido ampliamente
debatido. Muchos creen que eran gnósticos relacionados con un dualismo estricto en el que las
cosas espirituales y materiales se diferenciaban de forma muy clara. Otros ven la carta como
que se originó para atacar el docetismo, doctrina que enseñaba que la humanidad de Cristo no
era real, sino que el Señor sólo aparentaba tener cuerpo físico. A menudo, también se piensa
que la carta refutaba la herejía de Cerinto. De acuerdo a la tradición de la iglesia, ese líder
gnóstico vivió en la misma parte de Asia del imperio romano y Juan se oponía en forma
139
terminante a él. Cerinto enseñaba que Jesús fue sólo hombre, que el Cristo divino descendió
sobre él en el momento de su bautismo, y que lo abandonó antes de la crucifixión.
No es posible precisar el carácter exacto de la enseñanza falsa a la cual Juan se opone en su
carta. Los únicos datos verídicos son los que se encuentran en la misma carta. Está claro que los
anticristos niegan que Jesús es el Cristo (2:22). La declaración de 5:6 bien se puede entender
tomando en cuenta el trasfondo de una enseñanza como la de Cerinto. Las fuertes afirmaciones
que hay en 1:1–2 acerca de la realidad física de la encarnación son apropiadas si el docetismo
fuera la herejía atacada. La importancia dada al “conocimiento” de Dios encaja bien con el
punto de vista de los herejes, que daban atención especial al “conocimiento” así como hacían
los gnósticos. Pero al gnosticismo se le conoce principalmente a través de fuentes más tardías
que 1 Juan y muchas características del pensamiento gnóstico posterior no se encuentran
aludidas en la epístola.
Es probable que sea un error tratar de sistematizar el pensamiento herético al que Juan se
opuso en su carta. De acuerdo con su propia declaración, había “muchos” maestros falsos a la
vista (2:18; 4:1). No hay razón para pensar que todos sostenían, con exactitud, las mismas
creencias. El mundo grecorromano antiguo era una confusión en cuanto a corrientes religiosas
y tal parece que los lectores enfrentaban una gran diversidad de ideas. No obstante, los herejes
tenían en común que rechazaban a la persona de Cristo, aunque podían manifestarlo de
diferentes maneras. Con base en 2:19, es posible pensar que esos falsos maestros surgieron
principalmente en Judea (V. el comentario de 2:19). Pero más allá de esto, poco puede decirse
con seguridad acerca de la naturaleza exacta de la herejía o herejías que dieron origen a la carta
de Juan.
El hecho de que los primeros lectores eran cristianos resulta claro según 2:12–14, 21; y
5:13. La referencia a “la unción” que poseían (2:20, 27) i.e., el Espíritu Santo, podría también
sugerir que los destinatarios eran ante todo los líderes de la iglesia o iglesias a las cuales Juan se
dirigió en su carta. En el A.T. se ungía a los líderes de Israel—profetas, sacerdotes y reyes—para
confirmarlos en sus cargos. Aunque es posible que 1 Juan 2:20 y 27 se refieran a la “unción”
válida para todo creyente, esta clase de idea aparece raras veces en el N.T. Aun 2 Corintios 1:21
puede referirse al oficio apostólico de Pablo. Por lo tanto, es posible que en 1 Juan 2:20, 27 el
autor buscara confirmar la capacidad de los líderes en el área del discernimiento espiritual y al
mismo tiempo fortalecer su autoridad en contra de los falsos maestros. Los líderes no
necesitaban que les enseñaran maestros humanos porque eran enseñados por su “unción”, i.e.,
por el Espíritu Santo.
No se puede ser dogmático en este punto. Sin duda alguna, Juan conocía a los destinatarios
de la epístola. Aun si los líderes hubieran sido los destinatarios principales, la carta se hubiera
leído como era la costumbre, a la congregación o congregaciones enteras. Sólo así se podía
llevar a cabo el propósito de apoyar la autoridad de los maestros establecidos. De ese modo, la
audiencia mayor podía recibir la instrucción que la carta contenía y a la vez, el ánimo como para
apoyarse en la guía ofrecida por el liderazgo de su iglesia, a quien el Espíritu Santo enseñaba. En
la iglesia primitiva, una de las responsabilidades principales de los ancianos era proteger al
rebaño de los “lobos” espirituales (Hch. 20:28–29; Tit. 1:9–11). Si los falsos maestros presumían
exageradamente en cuanto a su sabiduría y autoridad espirituales, parece sensato que el autor
inspirado confirmara su confianza en el liderazgo habitual de la iglesia. Al hacerlo, los apoyaría
en su(s) congregación(es) para resistir los ataques de las ideas heréticas.

140
Sin embargo, se puede pensar que las referencias a los “hijitos”, “padres” y “jóvenes” (1 Jn.
2:12–14), señalan a un grupo de personas que están en diferentes niveles de crecimiento
espiritual. Si esto es así, es difícil considerar sólo a los líderes como destinatarios principales.
Por otro lado, Juan se dirigió a todos los lectores como “hijitos” (e.g., 2:1, 18). Los términos
empleados en 2:12–14 pueden ser sencillamente distintas maneras de dirigirse a las mismas
personas apreciadas desde diferentes perspectivas. (Para un estudio más profundo, V. el
comentario de esos vv.)
De cualquier modo, el propósito final de la carta era sin duda dar una palabra de
advertencia e instruir a la iglesia entera o a las iglesias a las cuales fue enviada. Las verdades
expresadas en ella bien se pueden aplicar a la experiencia de todo cristiano.

Fecha. Prácticamente no existe indicio alguno en la carta de una fecha o período específico
para su redacción. Muchos eruditos conservadores sugieren una fecha tardía en el s. I d.C.;
alrededor del tiempo en que fue escrito el cuarto evangelio o poco después. Bien se puede
defender una fecha anterior al año 70 d.C. para el evangelio de Juan. De ser así, no hay razón
alguna por la cual no se le puede asignar a 1 Juan el mismo período. Si 2:19 indica la separación
de los falsos maestros de las iglesias palestinas, a las que los apóstoles supervisaban, esto
podría indicar una fecha anterior a las consecuencias de la rebelión judía contra los romanos en
66–70 d.C. Después de ese período, la influencia de la cristiandad palestina (tanto la buena
como la mala) en la iglesia gentil menguó en forma considerable. Si la referencia de 2:19 incluye
a Palestina, entonces puede ser que Juan estuviera en Jerusalén cuando escribió esta carta y
por eso dijo: “salieron de nosotros.”
A pesar de que estas deducciones no son seguras, pueden ser una guía para fechar esta
epístola entre 60 y 65 d.C. Sin embargo, se tiene que admitir que no se puede excluir la
posibilidad de una fecha aún más temprana. No obstante la fecha de composición, esta epístola
proporciona verdades de valor eterno para la iglesia cristiana.

BOSQUEJO

La primera epístola de Juan es sumamente difícil de bosquejar. Se han ofrecido muy


diferentes perspectivas. La validez para el bosquejo siguiente puede encontrarse en la
exposición que contiene este comentario.

I. Prólogo (1:1–4)
II. Introducción: principios básicos (1:5–2:11)
A. Principios básicos de la comunión (1:5–2:2)
B. Principios básicos del conocimiento de Dios (2:3–11)
III. Propósito de la epístola (2:12–27)
A. Visto a la luz de las condiciones espirituales de los lectores (2:12–14)
B. Visto a la luz de las atracciones del mundo (2:15–17)
C. Visto a la luz de los engaños de los últimos tiempos (2:18–23)
D. Visto a la luz de las responsabilidades que tienen los lectores de permanecer en
Cristo (2:24–27)
IV. Cuerpo de la epístola (2:28–4:19)

141
A. El tema es dado a conocer (2:28)
B. Cómo reconocer a los hijos de Dios (2:29–3:10a)
C. El discernimiento del amor hacia los hermanos (3:10b–23)
1. Lo que no es el amor (3:10b–15)
2. Lo que es el amor (3:16–18)
3. Lo que el amor hace por los creyentes (3:19–23)
D. El conocimiento del Dios que mora en el creyente (3:24–4:16)
1. El conocimiento del Espíritu de verdad (3:24–4:6)
2. El conocimiento del Dios que ama (4:7–16)
E. Culminación de la tesis (4:17–19)
V. Conclusión (4:20–5:17)
A. El amor puesto en claro (4:20–5:3a)
B. El amor que capacita (5:3b–15)
C. El amor práctico (5:16–17)
VI. Epílogo (5:18–21)

COMENTARIO

I. Prólogo (1:1–4)

El prólogo de la epístola consta de los primeros cuatro vv. En ellos, el autor afirma la
realidad tangible de la encarnación de Cristo y anuncia que los objetivos de su carta son la
comunión y el gozo.
1:1. El apóstol declara su tema como lo que era desde el principio. Muchos han pensado
que se refiere al principio absoluto, tal como lo describen Génesis 1:1 y Juan 1:1. Puede ser así,
pero a la luz del interés de la epístola en el mensaje original acerca de Jesucristo, parece más
probable que se refiera al comienzo de la proclamación del evangelio. De ser así, el significado
es similar al que se encuentra en 1 Juan 2:7, 24; y 3:11. El autor declara entonces que el
mensaje que él proclama es la verdad acerca del Hijo de Dios. Los apóstoles habían sido testigos
de ella debido al contacto directo que habían tenido con el Señor. El autor se incluye a sí mismo
entre los testigos presenciales apostólicos al describir esa proclamación como lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras
manos.
Con estas palabras introductorias, el apóstol dirige sus primeras flechas contra la herejía
que tanto le preocupaba. Los anticristos traen nuevas ideas, no las que son “desde el principio”
de la era del evangelio. Más aún, el rechazo de la realidad de la encarnación de Cristo era
contraatacado por la experiencia de los testigos oculares, cuyos testimonios se basaban en la
realidad misma de lo que oyeron, vieron y tocaron (cf. “mirad” y “palpad” en Lc. 24:39). El
mensaje de Juan se basa firmemente en la realidad histórica.
El significado exacto de la expresión tocante al Verbo de vida ha sido explicado de varias
maneras. Al usar la palabra “Verbo” con mayúscula, la RVR60 la interpreta como un título del
Señor, tal como se encuentra en Juan 1:1, 14. Pero en ese caso, este título no tiene una frase
modificadora tal como la expresión “de vida”, la cual sí se encuentra aquí. Parece más natural
entender la frase en el sentido de “el mensaje acerca de la vida” de la cual se encuentra un

142
paralelo en Filipenses 2:16 (V. también Hch. 5:20). De hecho, tal como lo muestra 1 Juan 1:2, es
la “vida” que se personifica y no la “palabra”. Así que lo que Juan dice en esta epístola es que el
tema en cuestión trata de las verdades originales y bien atestiguadas en cuanto al “mensaje
acerca de la vida”—i.e., acerca del Hijo de Dios, quien es vida (cf. 5:20).
1:2. La vida, la cual proclaman los apóstoles, es intensamente personal. Aquella vida no sólo
fue manifestada, sino que se trata nada menos que de la vida eterna, la cual estaba con el
Padre y se manifestó a la gente. Sin lugar a dudas, se trata de la encarnación de Jesucristo.
1:3. El objetivo que Juan tenía en mente al escribir estas verdades tan significativas era que
vosotros, los lectores, tengáis comunión con nosotros, los apóstoles. Su propósito no era la
conversión de los lectores, puesto que en 2:12–14 afirma claramente que los consideraba como
cristianos genuinos. Es un error serio de interpretación tomar el término “comunión” como si
se tratara de un poco más que “ser cristiano”. Los lectores ya eran salvos, pero necesitaban
esta carta si querían disfrutar de una comunión verdadera con el círculo apostólico al cual
pertenecía el autor. Después de todo, la comunión apostólica es con el Padre, y con su Hijo
Jesucristo.
Es probable que los falsos maestros negaran que los lectores tenían la vida eterna (V. el
comentario de 2:25; 5:13). De ser así, y si los lectores llegaban a dudar de la garantía divina al
respecto, estaría en riesgo su comunión con el Padre y con el Hijo. Por supuesto que esto no es
lo mismo que decir que su salvación estaba en peligro. Debido a su calidad de creyentes, nunca
podrían perder el regalo de la vida que Dios les había otorgado (cf. Jn. 4:14; 6:32, 37–40) pero
su comunión sí dependía de su andar en la luz (1 Jn. 1:7). El peligro para los lectores era que
podían ser atraídos a las tinieblas por las palabras persuasivas de los anticristos. Su poder impío
para seducir se manifiesta en esta carta. Por lo tanto, el propósito de Juan era reafirmar a sus
lectores en las verdades básicas de la fe para que se mantuvieran firmes en su comunión con
Dios.
1:4. Juan concluyó el prólogo con un delicado toque personal. Si su carta tenía éxito y
cumplía su cometido en la vida de los lectores, el autor (y sus colegas apostólicos) cosecharía
alegría espiritual. Estas cosas os escribimos, para que vuestro (RVR60; “nuestro”, NVI95) gozo
sea cumplido. Esta declaración es parecida a la que el mismo autor hace en 3 Juan 4: “No tengo
yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad”. Los apóstoles se identificaron
de tal manera con el amor de Cristo por su pueblo, que su propia alegría se vinculaba al
bienestar de aquellos a quienes ministraban. Si los lectores retenían su comunión verdadera
con Dios y con los apóstoles, nadie se sentiría más feliz que el propio Juan.

II. Introducción: principios básicos (1:5–2:11)

Puesto que el objetivo expreso de la carta de Juan es la comunión, era natural que
comenzara tratando dicho tema. Así que en 1:5–2:11 plantea algunos principios fundamentales
que forman la raíz de toda comunión genuina con Dios. Esos principios son de gran valor
práctico para la vida de todo creyente. A través de ellos, los cristianos pueden comprobar la
realidad de su comunión personal con Dios. También pueden discernir si han llegado a conocer
al Dios con el cual tienen comunión.

A. Principios básicos de la comunión (1:5–2:2)

143
1:5. En el prólogo, el autor asegura que escribió acerca de lo que había oído, visto y
palpado. Aquí comienza con algo que había escuchado. Este es el mensaje que hemos oído de
él, y os anunciamos. Al usar la frase “de él”, sin duda Juan se refería al Señor Jesucristo, cuya
encarnación apenas había mencionado (vv. 1–2). El contenido de ese “mensaje”, como Juan lo
explicó, era que Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Esta afirmación no se encuentra
exactamente expresada en las palabras escritas de Jesús, pero el autor era un apóstol que había
oído mucho más de lo que se había consignado por escrito (cf. Jn. 21:25). No hay razón para
pensar que Juan no quisiera decir exactamente lo que dijo. Esa verdad la había aprendido del
Señor.
Al describir a Dios como luz, lo que hace con bastante frecuencia (Jn. 1:4–5, 7–9; 3:19–21;
8:12; 9:5; 12:35–36, 46; Ap. 21:23), sin duda el autor pensaba en Dios como el que revela su
propia santidad. Ambos aspectos de la naturaleza divina figuran en las discusiones relacionadas
con el pecado y la comunión de 1 Juan 1:6–10. Como luz, Dios exhibe el pecado del hombre y lo
condena. Si alguno anda en tinieblas, se esconde de la verdad, la cual se revela por medio de la
luz (cf. Jn. 3:19–20). Por tanto, en 1 Juan 1:6, 8, 10 se destacan muchos términos reveladores
tales como “la verdad” y “su palabra”.
Era importante que el “mensaje” que Juan había oído fuera el mismo que enviaba a sus
lectores (“os anunciamos”). Algunos eruditos opinan que las falsas afirmaciones que se
condenan en los vv. 6, 8, y 10 son las de los falsos maestros o anticristos, acerca de los cuales
Juan escribiría posteriormente. Pero no hay prueba de ello. El autor continúa empleando la
palabra “nosotros”, primera persona del pl., e.g., “decimos”, “tenemos”, “andamos”, etc., como
si tuviera en mente tanto a sus lectores como a sí mismo. Cuando se analiza en forma detenida,
la clase de afirmaciones que Juan refuta son claramente las que hacen los cristianos que han
perdido contacto con las realidades espirituales y con Dios. Todo esfuerzo por encontrar en los
vv. 6–10 la definición de las creencias doctrinales de los maestros heréticos carece de
fundamento exegético.
1:6. Debido a que “Dios es luz”, se puede concluir que el creyente no puede con honestidad
afirmar que tiene comunión con él mientras ande en tinieblas, tal como dice Juan: Si decimos
que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.
Juan sabía, como cualquier pastor perspicaz, que los cristianos a veces fingen ser espirituales
mientras que siguen participando de actos de desobediencia. El apóstol Pablo tuvo que tratar
un caso de incesto en la congregación de Corinto (1 Co. 5:1–5) e hizo una lista de pecados por
los que los miembros debían recibir disciplina de la iglesia (1 Co. 5:9–13). A través de la historia
de la iglesia, han sido una realidad trágica las falsas pretensiones de algunos que dicen que
están en comunión con Dios.
Un cristiano que afirma que está en comunión con Dios (quien “es luz”) pero que a la vez lo
desobedece (anda “en tinieblas”), miente (cf., 1 Jn. 2:4). Juan usa la palabra “tinieblas” once
veces para referirse al pecado (Jn. 1:5; 3:19; 12:35 [dos veces]; 1 Jn. 1:5–6; 2:8–9, 11 [tres
veces]).
1:7. Sólo puede haber una esfera de comunión verdadera con Dios—la luz misma. Por tanto,
Juan insiste en que es en ella donde el cristiano puede encontrar la comunión: pero si andamos
en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros. Es extraño que muchos
comentaristas hayan entendido la expresión “unos con otros” como una referencia a la

144
comunión con otros cristianos. Pero el autor no habla de eso aquí. El pron. gr. que usa para
expresar “unos con otros” (allēlōn) puede referirse a las dos partes (Dios y el cristiano)
mencionados al principio de esta declaración. La idea que Juan quería recalcar aquí es que si los
cristianos viven en luz, donde también está Dios, tendrán comunión con él y Dios con ellos, i.e.;
ellos tienen comunión con él y él con ellos. La luz en sí es la realidad fundamental que
comparten. Así que la comunión verdadera con Dios consiste en vivir en la esfera en la que la
experiencia se ilumina con la verdad de lo que Dios es. Es vivir en forma abierta a la revelación
que el Señor hizo de sí mismo en la persona de Jesucristo. Implica tal como Juan lo expresa (v.
9), que el creyente reconozca cualquier error que le revele la luz.
Es significativo que el apóstol hable de andar en la luz en lugar de andar según la luz. Esta
última lectura requiere de perfección, pero para el ser humano pecador sería imposible tener
comunión con Dios. El andar en la luz, sin embargo, sugiere que el individuo está abierto y es
sensible a ella. Juan no considera que los cristianos sean personas sin pecado, aun cuando
anden en la luz, como lo explica en la última parte de este v.: la sangre de Jesucristo su Hijo nos
limpia de todo pecado. Esta declaración se coordina en forma gramatical con la anterior:
“tenemos comunión unos con otros”. El v. 7, en su totalidad, afirma que hay dos verdades
acerca de los creyentes que andan en luz: (a) están en comunión con Dios y (b) se van
limpiando de todo pecado. Mientras haya franqueza ante la luz de la verdad divina, los fracasos
de los cristianos estarán bajo el poder purificador de la sangre derramada por Cristo. De hecho,
sólo en virtud de la obra de Cristo en la cruz es que puede haber comunión entre las criaturas
imperfectas y Dios, quien es infinitamente perfecto.
1:8. Pero cuando el creyente experimenta comunión verdadera con Dios, puede sentirse
tentado a pensar o decir que está, en ese momento cuando menos, libre del pecado. Pero Juan
advierte contra ese concepto engañoso. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros (cf. v. 6; 2:4). Si los cristianos comprenden la
verdad que la palabra de Dios enseña acerca de la depravación del corazón humano, se darán
cuenta de que no se encuentran libres de pecado sólo porque no están conscientes de sus
fallas. Si la verdad está “en” ellos como influencia controladora y motivante, no se dará esa
clase de autoengaño. No importa si alguien pretende estar sin pecado por un corto tiempo o en
forma permanente; esa es una creencia falsa.
1:9. En vista del v. 8, los creyentes deben estar listos en todo momento para reconocer
cualquier falla que la luz divina les pueda revelar. Con esto en mente, Juan escribe: Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos
de toda maldad. Aunque la trad. de la RVR60 “nuestros pecados” (después de la palabra
“perdonar”) es aceptable, la palabra “nuestros” no aparece en el texto gr. La frase (tas
jamartias) tiene sólo un artículo y un sustantivo. Es posible que el pron. “nuestros” sea de la
clase que los gramáticos denominan “de la referencia anterior”. Si esto es así, hay un contraste
sutil entre esta expresión y la siguiente, “toda maldad”. El pensamiento de Juan se puede
parafrasear de la siguiente manera: “Si confesamos nuestros pecados … él perdonará los
pecados que confesamos y además nos limpiará de toda maldad”. Por supuesto, sólo Dios
conoce en todo momento la dimensión de la maldad del individuo. Sin embargo, cada cristiano
es responsable de reconocer (que es el significado de la palabra “confesar”, jomologōmen; cf.
2:23; 4:3) cualquier falla que le manifieste la luz. Cuando esto sucede, el Señor le asegura una

145
limpieza completa y perfecta. Por lo tanto, no hay razón para padecer agonía por los pecados
de los cuales no estamos conscientes.
Además, es bueno saber que el perdón prometido aquí se garantiza en forma absoluta
(porque Dios “es fiel”) y que esto de ninguna manera contrarresta su santidad (ya que también
es “justo”). La palabra que se trad. aquí como “justo” (dikaios), es la misma que se aplica a
Cristo como su título en 2:1, donde se trad. “el justo”. Dikaios también se emplea con
referencia a Dios (ya sea el Padre o el Hijo) en 2:29 y 3:7. Es claro que Dios es “justo” o “recto”
al perdonar el pecado del creyente por medio del sacrificio expiatorio que ha hecho el Señor
Jesucristo (V. 2:2). Como se expresó con toda claridad en 1:7, la comunión del cristiano con Dios
está estrechamente ligada a la eficacia de la sangre de Cristo derramada en la cruz por él.
En tiempos modernos, algunos han negado que el cristiano deba confesar sus pecados y
pedir perdón a Dios. Aducen que el creyente ya recibió el perdón en Cristo (Ef. 1:7). Pero este
punto confunde la posición perfecta que el cristiano tiene en el Hijo de Dios (por lo cual Dios le
hace “sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” [Ef. 2:6]), con sus necesidades como
individuo, que sigue siendo propenso a fallar mientras esté aquí en la tierra. El perdón que se
menciona en 1 Juan 1:9 puede describirse como “perdón familiar”. Se entiende como la
petición de perdón de un hijo a su padre, solicitando que le perdone sus fallas sin que por ello
ponga en peligro su posición como miembro de la familia. El cristiano que nunca pide perdón a
su Padre celestial por los pecados cometidos, difícilmente puede ser sensible a las distintas
formas en que lo entristece. Además, el Señor Jesucristo mismo enseñó a sus seguidores a
buscar el perdón de sus pecados en una oración que nos da a entender que Cristo quería que
fuera una práctica diaria (cf. la expresión “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, que
antecede a “perdónanos nuestras deudas” Mt. 6:11–12). Es una aberración la enseñanza que
propone que el cristiano no debe pedir perdón a Dios en forma cotidiana. Además, Juan nunca
relacionó la confesión del pecado con la recepción de la vida eterna, la cual siempre depende
de la fe. 1 Juan 1:9 no habla a los incrédulos. Es un error el esfuerzo que algunos han hecho por
convertirla en una afirmación soteriológica.
En realidad, estas ideas no presentan ninguna dificultad cuando el concepto de andar en la
luz o en las tinieblas se entiende en forma correcta al nivel de la experiencia. El término
“tinieblas” conlleva un significado ético (V. TDNT, bajo la palabra “skotos”, 7:444). Al perder su
contacto personal con el Dios de luz, al creyente comienza a vivir en las tinieblas. La confesión
de pecado, sin embargo, es el camino que le conducirá de nuevo a la luz.
1:10. No obstante, el creyente no debe negar su pecado después de haberlo cometido. Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Esta afirmación se debe contemplar en conexión directa con el v. 9. Cuando la palabra de Dios
confronta al creyente con sus faltas, debe reconocerlas en lugar de negarlas. Por el contrario,
negar al pecado personal ante el testimonio divino es llamar a Dios “mentiroso”. Al contradecir
la palabra de Dios, el individuo no sólo la rechaza, sino que rehúsa darle el lugar apropiado en
su vida.
2:1. Puede ser que la insistencia de Juan en cuanto a la pecaminosidad de los cristianos
pudiera desanimar a algunos de sus lectores que andaban en búsqueda de la santidad. Sin
embargo, su propósito era todo lo contrario: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis. Se dirige a ellos con afecto, como un apóstol que siente interés paternal. (La palabra
gr. que se usa para “hijitos” es teknia [lit., “pequeños, recién nacidos”], palabra que se emplea

146
siete veces en esta epístola [vv. 1, 12, 28; 3:7, 18; 4:4; 5:21] y una vez en el evangelio del mismo
autor [Jn. 13:33]. Una palabra afín, tekna [“nacidos”] aparece en Jn. 1:12; 11:52; 1 Jn. 3:2, 10
[dos veces]; 5:2; 2 Jn. 1, 4, 13; y 3 Jn. 4. Por otro lado, la palabra paidia [“niños”] se emplea sólo
en dos lugares de 1 Juan [2:13, 18].)
Las declaraciones de 1:8, 10 en cuanto a las tendencias pecaminosas del creyente no son en
realidad para estimular a los lectores a pecar. Al contrario, ponen a los cristianos perspicaces
sobre aviso. Si el creyente hace las afirmaciones censuradas en 1:8 y 10, entonces estará
propenso a ignorar y tolerar el pecado en su vida. El pecado es una realidad de la vida. No
obstante, Juan deseaba sobremanera que sus lectores lo evitaran. Así que les dio la siguiente
garantía: y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
No era el deseo de Juan que sus lectores pecaran, pero a la vez, sabía que ninguno de ellos era
perfecto y que todos tenían necesidad de la ayuda disponible de su abogado.
El término “abogado” es trad. de la palabra paraklēton, cuyo sentido básico es “intercesor”.
Juan es el único escritor del N.T. que lo emplea con referencia al Espíritu Santo (cuatro veces en
su evangelio: Jn. 14:16, 26; 15:26; 16:7). En esos cuatro vv., la RVR60 siempre lo trad. como
“Consolador” (pero cf. la NVI95, donde aparece “intercesor”). La imagen aquí en 1 Juan 2:1 es la
de un abogado defensor que presenta el caso de su cliente ante el tribunal. La intervención
defensora de Cristo en beneficio de su pueblo pecador se ilustra en forma admirable en su
intercesión por Pedro (Lc. 22:31–32). Al anticipar la inminente negación de Pedro, Cristo pidió
al Padre que la fe del discípulo no faltara. También tenía en mente la ayuda que Pedro podría
brindar a los hermanos en Cristo en el futuro. No hay fundamento alguno para pensar que
Cristo tiene que rogar a Dios para que no envíe al creyente al infierno por causa de su pecado.
La vida eterna se garantiza en forma plena a todo aquel que confía en Cristo para obtenerla (Jn.
3:16; 5:24; etc.). Sin embargo, cuando el creyente peca, Cristo lleva ante Dios como asuntos de
gran urgencia las consecuencias del pecado del creyente, la restauración del individuo y su
utilidad futura. La justicia personal de Cristo (él es “el justo”; cf. 1 Jn. 1:9, Dios es “justo”) es lo
que en forma singular le capacita para actuar como abogado del creyente cuando éste peca.
2:2. Si Dios extiende su misericordia al creyente pecador de tal manera que éste no reciba
todas las consecuencias de sus fallas en su vida cotidiana, no se debe a ningún supuesto mérito
hecho por el creyente mismo. ¡Al contrario! Cualquier gracia obtenida por la acción defensora
de Jesucristo se debe, igual que toda la gracia concedida por Dios, al sacrificio todo suficiente y
personal de Cristo en la cruz. Si el creyente pecador se pregunta acerca de la base sobre la que
puede conseguir la misericordia de Dios después de que ha fallado, en este v. puede encontrar
la respuesta. La propiciación de Cristo es tan adecuada, que no tan sólo abarca los pecados de
los creyentes, sino también … los de todo el mundo. Al escribir lo anterior, Juan confirma con
claridad el punto de vista de que de hecho, Cristo murió por todos (cf. 2 Co. 5:14–15, 19; He.
2:9). Esto no quiere decir, por supuesto, que todos se salvarán. Significa que cualquier persona
que escucha el evangelio puede ser salva si así lo desea (Ap. 22:17). No obstante, el propósito
de Juan, tomando en cuenta el contexto inmediato, es recordar a sus lectores del alcance
magnífico que tiene la propiciación de Cristo. Con esto, les asegura que la acción defensora de
Cristo en beneficio de ellos es consistente con la santidad de Dios.
En tiempos recientes ha habido mucha discusión entre los eruditos en cuanto a la palabra
gr. jilasmos, la cual aparece en la RVR60 como “propiciación”. (En el N.T., ese término aparece
sólo aquí y en 1 Jn. 4:10.) Algunos dicen que no significa que la ira de Dios se aplaca con

147
respecto al pecado, sino que más bien señala una “expiación” o “purificación” del pecado en sí.
Sin embargo, la evidencia lingüística que apoya esta interpretación no es convincente. Esta
opinión ha sido discutida y refutada de manera competente por Leon Morris en su libro The
Apostolic Preaching of the Cross, “Predicación Apostólica de la Cruz” (Grand Rapids: Wm. B.
Eerdmans Publishing Co., 1965, págs. 125–85).
La ira divina contra el pecado puede no compaginar con la mente moderna; no obstante, es
un concepto que tiene amplio apoyo bíblico. La palabra jilasmos puede ser perfectamente trad.
“propiciación” (cf., el sustantivo jilastērion, “propiciación” en Ro. 3:25 y el vb. jilaskomai, “sé
propicio” en Lc. 18:13 y “expiar” en He. 2:17). De hecho, la cruz ha propiciado o satisfecho a
Dios. También cumplió con sus justas exigencias, al grado de que su gracia y misericordia están
disponibles, en forma abundante, tanto para los creyentes como para los incrédulos.

B. Principios básicos del conocimiento de Dios (2:3–11)

La transición de Juan (v. 3) al tema del conocimiento de Dios puede parecer mucho más
abrupta de lo que en realidad es. En el pensamiento antiguo, el concepto de “luz” sugería en
forma casi automática la idea de “visión”, “percepción”, o “conocimiento”. Parece obvio que la
vida de comunión con Dios en la luz debe guiar al conocimiento de él. Claro, en un sentido, todo
cristiano verdadero conoce a Dios (Jn. 17:3), pero algunas veces se puede decir que aún los
creyentes auténticos no conocen a Dios o a Cristo (Jn. 14:7–9). Además, Jesús prometió a sus
discípulos una manifestación personal especial como resultado de que obedecieran sus
mandamientos (Jn. 14:21–23). Se entiende que tal clase de experiencia involucra el
conocimiento de Dios. Por último, la comunión fomenta en forma natural el conocimiento de
aquel con quien se tiene la relación. Aun al nivel de la experiencia humana, este es un principio
verídico. Si un padre y su hijo viven separados, no se conocerán uno a otro tan profundamente
como si vivieran juntos—aunque su relación como padre e hijo permanezca vigente.
Sería un error, entonces, leer 1 Juan 2:3–11 como si el apóstol hubiera terminado con el
tema de la comunión con Dios. Por el contrario, el tema del conocimiento de Dios es la
continuación lógica de ese asunto.
2:3. Para quienes desearan determinar si su experiencia de comunión con Dios les había
conducido a conocerlo en forma personal, Juan dio una sencilla prueba: y en esto sabemos que
nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. Este v. contiene las primeras dos de
23 veces que Juan emplea la palabra ginōskō (trad. aquí “sabemos” y “conocemos”) en esta
epístola. (Un sinónimo, oída, aparece seis veces: 3:2; 5:15 [dos veces], 18–20.) Como
característica del estilo juanino de escribir, la palabra “le” puede referirse tanto a Dios como a
Jesucristo. Para el apóstol, Jesús estaba tan ligado con el Padre, que le parecía irrelevante hacer
una distinción precisa entre esas dos personas de la Trinidad. La comunión es con ambos, el
Padre y el Hijo (1:3), y conocer a uno de ellos en forma íntima es conocer al otro. Pero la
obediencia es la condición para alcanzar tal conocimiento (cf. Jn. 14:21–23). También es el
medio por el cual el cristiano puede estar seguro de que ha llegado a conocer a su Señor (cf.
“guardar sus mandamientos” en 1 Jn. 3:22, 24; 5:2–3).
2:4. Por lo tanto, el que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es
mentiroso. Igual que la observación hecha en 1:6, alguien puede profesar tener comunión con
Dios, mientras su vida demuestra lo contrario. Juan da a esa clase de afirmación su nombre

148
verdadero: mentira. Además, se puede afirmar en cuanto a esa misma persona, que la verdad
no está en él. La idea es afín a las declaraciones hechas con anterioridad en cuanto a otras
afirmaciones falsas (1:6, 8, 10). En tal clase de persona la verdad no es una influencia dinámica
que lo controla. Es una persona que se encuentra gravemente fuera de contacto con la realidad
espiritual.
2:5–6. Por otra parte, la obediencia a la palabra de Dios (“sus mandamientos”, v. 3) da como
resultado una experiencia rica y plena de amor divino: en éste verdaderamente el amor de Dios
se ha perfeccionado. La expresión gr. “el amor de Dios” puede referirse al amor de Dios hacia el
creyente o al amor del creyente hacia Dios. A la luz de Juan 14:21–23, el amor de Dios hacia el
individuo parece ser lo más cercano a lo que el escritor tenía en mente. En ese pasaje, se le
promete al discípulo obediente una experiencia especial de amor del Padre y del Hijo. Debido a
que el cristiano ya es en sí receptor del amor salvífico de Dios, se puede decir que esta
comprensión adicional del afecto divino perfecciona el amor de Dios en él (cf. 1 Jn. 4:12, 17). Es
decir, el creyente obediente goza de un conocimiento profundo y completo del amor divino.
Debido a que Dios es amor (4:16), conocerlo en forma íntima es conocer su amor en forma
profunda también.
Luego Juan agrega por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él,
debe andar como él anduvo. En estas cláusulas, Juan emplea dos expresiones (“estamos en él”
y “permanece en él”) que desarrollan su idea. El discurso del aposento alto (Jn. 13–16) es el
semillero del cual provienen estas ideas, al igual que la conexión que Juan hace entre la
obediencia y el conocimiento de Dios. Este concepto se deriva sobre todo de la parábola de la
vid y los pámpanos (Jn. 15:1–8). La relación vid-pámpano es una imagen de la experiencia del
discipulado. Jesús dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así
mis discípulos” (Jn. 15:8). El discipulado también está a la vista en 1 Juan 2:5–6 como se observa
al estudiar la referencia a la imitación de Cristo en el v. 6. Además, el término gr. que se trad.
“permanecer” (menō) es el mismo vb. empleado en Juan 15:4.
Sería un error equiparar el concepto de estar “en él”, tal como Juan lo maneja, con el
concepto paulino de estar “en Cristo”. Para Pablo, las palabras “en Cristo” describen la posición
permanente del cristiano en el Hijo de Dios con sus privilegios correspondientes. Para Juan, la
clase de relación que describe en la imagen vid-pámpano representa una experiencia capaz de
sufrir una ruptura (Jn. 15:6) con la resultante pérdida de comunión y de la capacidad de
producir fruto. Así que, aquí en 1 Juan, la prueba de que el individuo goza de esta clase de
experiencia se basa en un estilo de vida de obediencia a la palabra de Dios según el patrón que
nos dejó Cristo. En fin, 2:5–6 desarrolla aún más el tema de la comunión del creyente con Dios.
2:7. Los vv. 3–6 dan la introducción al tema de la obediencia, aunque sin duda también se
encuentra implícito en 1:5–10. Pero la insistencia de Juan en que la obediencia a los
mandamientos de Dios es una prueba de que el creyente tiene una relación con él y
conocimiento personal del Señor, nos conduce a una pregunta natural: ¿cuáles eran con
exactitud los mandamientos que Juan tenía en mente al escribir estas palabras? La respuesta se
encuentra aquí. No tenía en mente ningún mandamiento nuevo del cual sus lectores nunca
hubieran oído. Al contrario, el mandamiento predominante en su pensamiento era uno
antiguo, el que habían tenido desde el principio (cf. 2 Jn. 5). Sin lugar a duda, Juan pensaba en
forma especial en el mandamiento de amarse unos a los otros (cf. 1 Jn. 2:9–11). Hizo hincapié
en él al agregar que este mandamiento antiguo es la palabra (logos; cf. 1:5; 3:11) que habéis

149
oído (la mayoría de los mss. añaden otra vez la frase desde el principio). Sean cuales fueran las
innovaciones introducidas por la doctrina de los anticristos a las cuales los lectores debían
hacer frente, su obligación verdadera era hacia un mandamiento que habían oído desde el
comienzo de su experiencia cristiana (cf., “oído” y “desde el principio” en 1:1; 2:24; 3:11).
La preocupación cariñosa de Juan para con sus lectores se refleja en su uso del término
agapētoi, lit., “amados” que aquí se trad. hermanos. Empleó la misma palabra en 3:2, 21; 4:1, 7,
11 y agapēte (“amado”) en 3 Juan 2, 5, 11.
2:8. Sin embargo, Jesús llamó “nuevo” a este mandamiento (Jn. 13:34) y Juan señala que
todavía no había perdido su frescura. En realidad, todavía se considera como un mandamiento
nuevo “cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes” (NVI95).
Esta última afirmación parafraseada por la NVI95 parece indicar que el mandamiento de amar
se realizó primero en Cristo y después en sus seguidores. La siguiente frase, porque las tinieblas
van pasando, y la luz verdadera ya alumbra, se relaciona mejor con la declaración de que,
después de todo, les escribía un nuevo mandamiento. Su idea era señalar que el mandato de
amar (el cual se manifiesta en Jesucristo y en sus seguidores) pertenece a la nueva era de
justicia, la cual apenas había comenzado. No pertenece a la época antigua de tinieblas que
estaba pasando. La encarnación de Cristo trajo luz al mundo y nunca nadie la puede extinguir.
El amor que él mostró y enseñó a sus discípulos para que lo manifestaran es una característica
de la época por venir. Son precisamente las tinieblas del presente sistema y todo su odio
intrínseco los que están destinados a desaparecer para siempre (cf. 1 Jn. 2:17a).
Al hablar de esta forma, Juan da una connotación ligeramente diferente a la que dio a los
términos “luz” y “tinieblas” en el cap. 1. En ese cap. se define la luz en términos del carácter
fundamental de Dios (1:5). En ese sentido, la luz ha alumbrado al mundo desde que Dios
comenzó a revelarse al hombre. Pero en este v., Juan escribe en particular acerca de la
encarnación de Cristo como el comienzo del efecto luminoso de la luz. El amanecer de esta
época nueva y su carácter verdadero pueden definirse ahora en términos de la revelación
especial que Dios ha mostrado a través de su Hijo. Y sobre todo, es una revelación del amor
divino.
2:9. La conclusión lógica es que el que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está
todavía en tinieblas. Esta advertencia se dirige en forma inequívoca a los cristianos, tal como lo
indican las palabras “su hermano”. De hecho, el incrédulo puede odiar a su hermano de sangre.
Pero debido a que no cuenta con ningún pariente espiritual porque es incrédulo, no tiene forma
de odiar a su hermano (espiritual). Si Juan hubiera creído que un verdadero cristiano es incapaz
de odiar a otro creyente, no hubiera habido necesidad de que personalizara la relación con la
palabra “su”. Pero la opinión de algunos, en el sentido de que es imposible que un creyente
verdadero odie a otro cristiano, es ingenua y contraria a la Biblia y a la experiencia. Aun un gran
hombre como el rey David fue culpable de homicidio que a fin de cuentas, es la expresión
máxima del odio. Juan previno a sus lectores contra un peligro espiritual que también es real
(cf. 1:8, 10). Afirmó que un cristiano capaz de odiar a su compañero creyente no ha escapado
todavía de las tinieblas de la época pasajera actual. Para decirlo en otras palabras, le queda
mucho por aprender de Dios y no puede reclamar legítimamente que tiene un conocimiento
profundo de Cristo. Si en realidad conociera a Cristo como debe, amaría a su hermano.
2:10–11. En contraste con eso, el que ama a su hermano, permanece en la luz de la nueva
época que se ha iniciado en Cristo (cf. v. 8). Y en él (en aquel que ama a su hermano) no hay

150
tropiezo. El odio es una especie de “piedra de tropiezo” interna que puede inducir a caídas
espirituales desastrosas. Pero el que ama a su hermano evita tales calamidades.
No obstante, ese no es el caso del que aborrece a su hermano. Esa clase de persona anda
en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos (cf. v. 9). El
cristiano que guarda rencor hacia otro creyente ha perdido totalmente el sentido de dirección.
Es semejante a un vagabundo que anda errante en la oscuridad y que enfrenta grandes peligros
en potencia.

III. Propósito de la epístola (2:12–27)

En el prólogo, Juan expresó la intención general y la meta de su carta. Ahora revela a sus
lectores las preocupaciones específicas que le motivaron a escribirla. En ese sentido es que
formula el propósito específico de esta epístola.

A. Visto a la luz de las condiciones espirituales de los lectores (2:12–14)

Tomando en cuenta todas las advertencias de 1:5–2:11, los lectores podían llegar a la
conclusión de que Juan estaba fundamentalmente insatisfecho con la condición espiritual de
ellos. Pero eso no era verdad. El apóstol les aseguró que les había escrito debido al balance
espiritual positivo que poseían.
2:12–13a. Al describir esos bienes espirituales o características positivas, el autor se dirige a
ellos con las palabras hijitos, … padres, … jóvenes. Algunos han sugerido que Juan clasifica aquí
a sus lectores según su edad cronológica. Otros opinan que ese orden refleja las diferencias de
madurez espiritual. Ambas explicaciones no aclaran la secuencia poco usual de la palabra
“padres”, la cual aparece en medio. Además, en otros lugares Juan se refiere a todos sus
lectores como “hijitos” (vv. 1, 28; 3:7, 18; 5:21). Parece mejor (siguiendo la interpretación de C.
H. Dodd e I. H. Marshall) ver estos términos de convocatoria como una referencia a todos los
lectores en cada caso. Entonces, según la situación en la que se encuentran, se les aplica la
categoría adecuada.
Así es que, en calidad de “hijitos”, los lectores habían experimentado el perdón que el Padre
celestial garantiza a los suyos. Como “padres”, tenían una experiencia que aludía a la eternidad
pasada, ya que habían conocido al que es desde el principio. Tomando en consideración 2:3–6,
esto implica que habían experimentado una comunión verdadera con Dios. (De nuevo, aquí [cf.
v. 3] la palabra “al” puede señalar al Padre o al Hijo; la distinción no era importante para Juan
porque sus lectores conocían a los dos.) Como “jóvenes”, los lectores habían entablado una
guerra espiritual y habían vencido al maligno, Satanás (cf. “el maligno” en v. 14; 3:12; 5:18–19).
Vista de esta manera, adquiere sentido la secuencia “hijitos”, “padres”, y “jóvenes”. Los
lectores conocían la experiencia de haber sido perdonados y de gozar de la comunión con Aquél
“que es desde el principio”. Como consecuencia, llegaron a ser como jóvenes vigorosos que
habían vencido los ataques satánicos.
2:13b–14. A continuación se reiteran los logros de los lectores, pero esta vez haciendo unos
cambios sutiles. Aunque de nuevo son considerados como hijitos, se puede decir que habían
conocido al Padre. En contraste con los infantes recién nacidos (teknia [“pequeños, recién
nacidos”], v. 12; V. el comentario del v. 1) quienes difícilmente pueden reconocer a sus padres,

151
estas personas (paidia, “hijos”; cf. v. 18) han llegado a conocer a su Padre celestial a través de la
comunión íntima con él. Pero ¿qué se puede agregar a la experiencia de conocer a Aquél “que
es desde el principio”? Al dirigirse a ellos de nuevo llamándoles padres, Juan reitera el logro
mencionado con anterioridad sin hacer ningún cambio. Luego, al verlos una vez más como
jóvenes, el autor infiere un crecimiento en fuerza. En el v. 13, había mencionado en forma
sencilla una victoria sobre Satanás. Ahora escribe: sois fuertes, y la palabra de Dios permanece
en vosotros, y habéis vencido al maligno. Al repetir las tres categorías con las cuales se dirige a
sus lectores, no sólo sugiere que poseían logros espirituales que ameritaban los títulos de
hijitos, padres, y jóvenes, sino que también los tenían en abundancia.

B. Visto a la luz de las atracciones del mundo (2:15–17)

El autor no estaba insatisfecho con el estado espiritual de sus lectores. Mucho menos
cuestionaba o dudaba de su salvación, como algunos expositores de esta epístola quieren hacer
ver. Al contrario, se puede decir que habían madurado en su fe. Juan les escribió precisamente
porque su estado espiritual era muy bueno. Pero quería advertirles acerca de los peligros que
siempre están presentes, no importando cuánto un creyente haya avanzado en su andar
cristiano.
2:15. Aquí vuelve a darles otra advertencia: No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. El “mundo” (kosmos), concebido aquí como una entidad hostil hacia Dios (cf. 4:4), es
siempre una influencia atractiva que los cristianos deben resistir en forma continua (cf. Jn.
15:18–19; Stg. 4:4. En otros vv. del N.T., la palabra [kosmos] se refiere a gente, e.g., Jn. 3:16–
17). El mundo compite para lograr el amor de los cristianos, pero no se puede amar al mundo y
al Padre a la vez. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Esto es parecido a lo
que Santiago dijo a sus lectores cristianos: “la amistad del mundo es enemistad contra Dios”
(Stg. 4:4).
2:16. El amor al mundo no es compatible con el amor a Dios, porque todo lo que hay en el
mundo, … no proviene del Padre, sino del mundo. El mundo, en este sentido, es un sistema de
prioridades y metas que excluyen a Dios. Al describir “todo lo que hay en el mundo”, Juan traza
sus características con tres frases bien conocidas que ponen de manifiesto en forma efectiva la
apariencia falsa del mundo. Los hombres del mundo viven para “los malos deseos del cuerpo”
(NVI95). “Deseos” y “codicia” (NVI95) es la trad. castellana de epithymia, palabra que se emplea
dos veces en este v. y una en el siguiente. La NVI95 la trad. en dos formas diferentes: “malos
deseos” y “codicia”. En el N.T., generalmente esta palabra tiene—aunque no siempre—la
connotación de deseo pecaminoso. La expresión de la carne (sarx) es la frase que se refiere en
particular a los apetitos corporales ilícitos. La expresión los deseos (epithymia) de los ojos se
refiere a la codicia y ambición desmedida del hombre. “La arrogancia de la vida” (NVI95; la
vanagloria de la vida, RVR60) es trad. de la frase gr. jē alazoneia tou biou (lit., “las pretensiones
de la vida humana”), indicando un estilo de vida altanero y ostentoso. (Alazoneia aparece sólo
aquí en el N.T.) Los cristianos no deben tener nada que ver con ninguna de tales perspectivas
mundanas.
2:17. Después de todo, el mundo pasa, y sus deseos (epithymia), los cuales son temporales,
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. “Permanece” es la palabra
menō, tan característica de los escritos de Juan (cf. 2:6). Señala, como lo hace en casi todos los

152
lugares donde aparece en esta epístola, una vida que persevera en la comunión con Dios. Aquí,
sin embargo, se introduce el concepto adicional de que la existencia que se vive en comunión
con Dios, que rechaza los valores pecaminosos y pasajeros de este mundo, es una vida que en
realidad no tiene fin. Una persona cuyo carácter y personalidad han sido forjados con base en la
obediencia a la voluntad de Dios, no se verá afectada por un mundo en decadencia de vanos
deseos. Es la manera que tiene Juan de decir: “Sólo disfrutamos de una vida; y ésta pronto
pasará. Sólo lo que se hace para Cristo perdurará”.

C. Visto a la luz de los engaños de los últimos tiempos (2:18–23)

2:18. A la advertencia general que hace Juan contra el mundo sigue otra acerca de una de
sus manifestaciones en los tiempos finales. Los falsos maestros eran mundanos hasta los
huesos (cf. 4:5). Los lectores sabían de la venida ya predicha del anticristo y tenían necesidad de
que se les advirtiera acerca de la presencia de muchos anticristos que desplegarían su
hostilidad hacia el Ungido de Dios. Esta es una clara indicación de que la historia ha llegado a
una época culminante: el último tiempo. A pesar de que han pasado muchos siglos desde que
Juan escribió estas palabras, en cierto modo el clímax de toda la historia todavía está en
suspenso. El escenario está puesto para que se lleve a cabo el drama final de la historia.
2:19. En cuanto a los falsos maestros que Juan tenía en mente, indica que salieron de
nosotros. La palabra “nosotros” sin duda es la primera persona pl. apostólica de esta epístola
(V. 1:1–5; 4:6). “Nosotros” es un contraste con “vosotros” de 2:20–21 que se refiere a los
lectores. No tendría sentido que los falsos maestros salieran de las iglesias a las que
pertenecían los lectores. Si habían salido de esas iglesias, entonces ¿cuál era el problema? Por
otro lado, si—como los legalistas de Hechos 15—se habían separado de las iglesias apostólicas
de Jerusalén y Judea, entonces representaban un problema formidable para los lectores,
porque venían afirmando que tenían sus raíces en el mismo suelo de donde surgió la
cristiandad. Así que a Juan le urgía negar cualquier vínculo con ellos.
No eran de nosotros es la trad. lit. de la frase gr. que indica con claridad que esos hombres
no compartían el espíritu y perspectiva del círculo apostólico. Porque si así hubiera sido el caso,
no se habrían separado. Cualquier herejía iniciada por los miembros salvos de la iglesia o por los
incrédulos que se infiltran en ella, siempre manifiesta una discordancia con el espíritu y
doctrina de los apóstoles. Un individuo en contacto con Dios, se sujeta a la enseñanza
apostólica (cf. 1 Jn. 4:6).
2:20–21. Los lectores estaban bien preparados para enfrentar a los anticristos ya que tenían
la unción del Santo (i.e., de Dios). La “unción” es, sin duda, el Espíritu Santo debido a que, según
el v. 27, la unción “enseña”. Esto sugiere con claridad que la “unción” se concibe como una
persona. Jesucristo mismo fue “ungido” con el Espíritu Santo (cf. Hch. 10:38). (V. la Introducción
en caso de considerar que el término se refiera a los líderes de la iglesia.) Como resultado de su
“unción”, los lectores (quizá principalmente los líderes de la iglesia) habían recibido la
instrucción adecuada en la verdad de Dios. Juan les escribe precisamente porque su
comprensión de la verdad era correcta y porque no se debe confundir nunca la mentira con la
verdad.

153
2:22–23. Los anticristos son mentirosos, porque niegan que Jesús es el Cristo, i.e, el Hijo de
Dios y el Salvador escogido (cf. Jn. 4:29, 42; 20:31). Esta negación también implica una negación
del Padre. Cualquier afirmación de que tenían la aprobación del Padre es falsa. Nadie puede
tener al Padre sin tener al Hijo. Al rechazar a uno, se rechaza en forma automática al otro.

D. Visto a la luz de las responsabilidades que tienen los lectores de permanecer en


Cristo (2:24–27)

2:24. Los lectores tenían que cerciorarse de que lo que habían oído desde el principio (cf.
1:1; 2:7; 3:11), permaneciera en ellos. Si lo hacían, permanecerían en el Hijo y en el Padre. El
término que aquí se trad. permaneceréis es menō (cf. 2:6, 10, 14, 17). La idea de Juan es que si
los lectores podían resistir las mentiras de los anticristos y permitir que la verdad que habían
oído desde el principio permaneciera en ellos, continuarían siendo constantes en la comunión
con Dios el Padre y Dios el Hijo.
2:25–26. También podían seguir confiando en la promesa divina de la vida eterna. Tal como
posteriormente insistió Juan (5:9–13; cf. 5:20), podían estar seguros de ella con base en el
testimonio dado por Dios de este hecho. Bien pudo ser que los anticristos negaran que los
lectores eran salvos de verdad, a la luz de lo que Juan dice en el v. 26: Os he escrito esto sobre
los que os engañan (cf. 3:7). Es evidente que esos hombres provenían de las iglesias apostólicas
de Judea y tal parece que buscaban minar la convicción de los lectores de que Jesús es el Cristo
y de la vida eterna recibida por medio de él. La insistencia de Juan en el hecho de que sus
lectores sí conocían a Dios y su verdad (2:12–14, 21), es parte de su estrategia para
fortalecerles contra los ataques de los anticristos.
2:27. A los destinatarios de esta carta no les hacía falta la enseñanza de los anticristos ni de
cualquier otra persona. La unción que habían recibido de él (Dios) permanecía en ellos como el
maestro por excelencia. Esta afirmación, junto con la de los vv. 12–14, sugiere que los lectores
de esta epístola eran relativamente maduros, en contraste con los inmaduros que sí necesitan
de maestros humanos (cf. He. 5:12). Esta afirmación sería muy apropiada si el apóstol se
estuviera dirigiendo a los líderes de las iglesias, pero también quedaría perfecta para una
congregación con mucho arraigo en la fe. A diferencia de los anticristos, que podrían haber
disimulado alguna forma de inspiración, la unción de los lectores era verdadera, y no una
mentira. La única necesidad que tenían era permanecer (menete) en él (el pron. aquí puede
referirse a la unción) y confiar en forma plena en su continua instrucción.

IV. Cuerpo de la epístola (2:28–4:19)

En la sección anterior (2:12–27), Juan escribe para asegurar a sus lectores la validez de sus
experiencias espirituales y advertirles acerca de los anticristos que las negaban. En lo que se
puede describir como el cuerpo de la carta, el apóstol explora el carácter verdadero y las
consecuencias de la experiencia que ya estaban experimentando sus lectores y que necesitaban
mantener.

A. El tema es dado a conocer (2:28)

154
2:28. Muchos comentaristas ven aquí una división principal. Las palabras permaneced en él
son otra vez la trad. castellana del vb. gr. menō (“permanecer”) que ya ha aparecido diez veces
en los vv. 6–27. (Juan empleó menō 66 de las 112 veces que aparece en el N.T.: 40 en Juan, 23
en 1 Juan y tres veces en 2 Juan.) De acuerdo con el tema principal básico de la comunión (1 Jn.
1:3), Juan menciona una vez más la vida que permanece en Cristo. Pero ahora introduce un
nuevo pensamiento, el de tener confianza en Cristo en su venida. La frase “tengamos
confianza” es trad. de parrēsia en gr., que puede significar libertad audaz para hablar. Juan la
volvió a usar en 3:21; 4:17; 5:14. Si los lectores mantenían su compañerismo con Dios,
experimentarían una auténtica libertad de expresión cuando se encontraran con su Señor. En
qué forma puede suceder esto es el tema de 2:29–4:19. Sin embargo, para el creyente que no
permanece en el Señor, existe la posibilidad de que se avergüence ante él durante su venida.
Esto infiere que recibirá desaprobación en el tribunal de Cristo que se menciona en 4:17–19. No
nos alejemos de él avergonzados puede ser una trad. más lit. de “no ser avergonzados en su
venida” (NVI95). La posibilidad es real pero, por supuesto, no sugiere la pérdida de la salvación.

B. Cómo reconocer a los hijos de Dios (2:29–3:10a)

Aquí Juan comienza a desarrollar un argumento que culmina con la adquisición de la


confianza de la cual apenas habló (2:28; cf. 4:17–19). La comunión con el círculo apostólico y
con Dios que tenía en mente (cf. 1:3) requiere un discernimiento de la manera en cómo se
manifiestan las vidas de los hijos de Dios a través de sus actos. La conclusión a la cual quería
llegar Juan es que cuando la vida del individuo se expresa en forma correcta, Dios mismo se
manifiesta en ella (4:12–16).
2:29. Este v. introduce por primera vez en 1 Juan la idea explícita del nuevo nacimiento.
Puesto que los lectores sabían que él (Dios el Padre o Dios el Hijo) es justo, también sabían que
todo el que hace justicia es nacido de él (el pron. aquí probablemente se refiere a Dios el Padre,
que es el que regenera). (La frase “nacido de Dios” aparece en 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18 [dos veces;
una se trad. “engendrado por Dios”].) Esta declaración no tiene nada que ver con la seguridad
de la salvación individual de los creyentes. Más bien, es una afirmación de que pueden estar
seguros de que cuando alguien exhibe la justicia verdadera (“el que hace justicia” es la trad. de
tēn dikaiosynēn), es hijo de Dios. Claro, la justicia de la que Juan habla aquí sólo puede ser de la
clase que Cristo ha ordenado. No tiene nada que ver con la simple bondad y moralidad
humanista. Pero Juan no afirma que toda persona nacida de Dios necesariamente practica la
justicia. El apóstol sabía que el cristiano es capaz de andar en tinieblas y que es susceptible de
caer en pecado (1:6, 8; 2:1). Aquí dice que es posible reconocer que otros han nacido de nuevo
a través de sus acciones.
3:1. Idete (mirad) es la palabra gr. con que comienza este v. El autor apenas había indicado
a sus lectores cómo observar la realidad del nuevo nacimiento a través de la conducta justa;
ahora les invita a contemplar la grandeza del amor divino que despliega esa realidad. Mirad
cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. (De forma acertada, la
mayoría de los mss. no contienen las palabras kai esmen “¡y lo somos!” [que incluye la NVI95 al
final de esta oración] por ser probablemente una cláusula que algún escriba añadió.) Desde la
perspectiva bíblica, “llamados” indica la esencia de lo que uno es (cf. “llamados a ser santos”,

155
lit., “llamados santos” [1 Co. 1:2]). Los creyentes son “llamados hijos de Dios” porque son
nacidos (tekna) del Padre.
Sin embargo, al mundo se le escapa esta perspectiva. Debido a que el mundo … no le
conoció a él (a Dios o a Cristo), sería demasiado esperar que el mundo reconociera a los
creyentes como hijos de Dios. Esta clase de discernimiento en cuanto a los demás es una
característica de la perspectiva cristiana.
3:2–3. Pero aún para los creyentes esta es una percepción espiritual. Aunque ahora somos
hijos de Dios, no hay ninguna evidencia externa que el ojo pueda percibir. Los cambios físicos
en los cristianos aguardan hasta la venida de Cristo. Pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él (cf. 1 Co. 15:52–54; Fil. 3:21). Tal transformación vendrá como
resultado de verlo tal como él es. Pero mientras tanto, es cierto que todo aquel que tiene esta
esperanza en él (aquí el pron. es probable que se refiera a Cristo, el objeto de esta esperanza)
se purifica a sí mismo, así como él es puro. Con estas palabras, es probable que el autor hace
una alusión adicional al nuevo nacimiento. El que pone su esperanza por fe en el Hijo de Dios,
experimenta una purificación interior tan completa como la de Cristo mismo (“como él es
puro”). De esta manera, Juan prepara el terreno para las afirmaciones que hará enseguida (1 Jn.
3:6, 9). El nuevo nacimiento involucra una purificación completa de pecado.
3:4. A continuación, Juan escribe acerca del pecado, el cual es contrario a la pureza que
mencionó en el v. 3. La RVR60 trad. esta explicación de Juan en la forma siguiente: Todo aquel
que comete pecado, infringe también la ley (tēn anomian poiei, “produce anarquía, desorden”);
pues el pecado es infracción de la ley (anomia). Por lo general, en el N.T. gr., la palabra anomia
es un término general, como el término castellano “maldad” o “iniquidad”, los cuales gozan de
alguna prominencia en contextos escatológicos (cf. Mt. 7:23; 13:41; 24:12; 2 Ts. 2:7). Así que el
uso de este término en forma inmediata al contexto de los anticristos es muy revelador. El
autor quería con toda probabilidad hacer con él una descripción muy despectiva del pecado. A
la luz de 1 Juan 3:7, parece que los anticristos mantenían un punto de vista tolerante en cuanto
al pecado, mismo que Juan quería refutar. La persona que peca hace maldad y el pecado es
maldad, insiste Juan. (Lit., la primera cláusula del v. 4 es: “Todo aquel que comete maldad”.) El
pecado no se debe tomar a la ligera.
3:5–6. La seriedad del pecado se subraya al considerar que Cristo apareció para quitar
nuestros pecados, y no hay pecado en él. La encarnación de Cristo introdujo al mundo a Aquél
que no tenía pecado y cuyo objetivo era limpiar la iniquidad de la vida de los suyos (cf. Jn. 1:29;
He. 9:28a). De ahí que se infiera en forma lógica, que el individuo que está (“permanece”) en
una persona sin pecado, también tiene que estar libre de pecado, porque tiene una naturaleza
regenerada en la que no existe iniquidad.
Esta es la lógica ineludible del texto. Sin embargo, la redacción de la NVI95 sugiere una idea
nueva en el v. 6: “Todo el que permanece (menēn) en él, no practica el pecado. Todo el que
practica el pecado, no lo ha visto ni le ha conocido”. Una explicación ampliamente difundida es
que el creyente “no peca en forma habitual”, i.e., que el pecado no es su estilo de vida. Sin
embargo, el texto gr. no tiene palabras para representar las frases que comunican un acto
continuo (tales como “practicar el pecado” o “continúa en” o “en forma habitual”). Estas frases
se basan en la interpretación del tiempo pres. del vb. gr. que actualmente es tema de mucha
discusión entre los eruditos novotestamentarios (V. e.g., S. Kubo, 1 John 3: Absolute or
Habitual?” 1 Juan 3:9: ¿Absoluto o Habitual?] Andrews University Seminary Studies 7, 1969:47–

156
56; C. H. Dodd. The Johannine Epistles “Las Epístolas Juaninas”, págs. 78–81; I. Howard
Marshall, The Epistles of John “Las Epístolas de Juan”, pág. 180). No se puede mostrar en
ninguna parte del N.T. que el tiempo pres. acepte esta clase de significado sin el apoyo de otras
palabras. Tal punto de vista es nulo para este v. y para 1 Juan 3:9. Pero Juan no enseña aquí que
tiene que alcanzarse la pureza perfecta y que aquellos que no la obtienen pierden la salvación.
Tal concepto es totalmente ajeno al argumento de Juan y a toda la Escritura.
El argumento de Juan es sencillo y directo. El pecado es producto de la ignorancia y la
ceguera con respecto a Dios. Todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido (v. 6b).
El pecado nunca puede ser producto de ver y conocer a Dios. De ninguna manera puede
formar parte de la experiencia de permanecer en Cristo. Todo aquel que permanece en él no
peca (v. 6a). Y aunque no se ha cuestionado el significado de esta declaración, parece haber
cierta incongruencia con la insistencia anterior de Juan en cuanto a que el creyente jamás
puede pretender que está sin pecado (1:8). El v. 3 del cap. 3 ha sugerido la solución a este
dilema: la purificación de aquel “que tiene esta esperanza en él” se compara en su naturaleza a
la pureza de Cristo (“así como él es puro”). De ahí, el apóstol sigue diciendo en forma lógica que
en cierto sentido, la vida regenerada es una vida donde fundamental y esencialmente no hay
pecado. Para el creyente, el pecado es anormal y antinatural porque el rumbo de su vida lo
aleja de él.
Sin embargo, permanece el hecho de que el creyente no experimenta una vida
perfectamente pura en esta tierra, lo cual permite decir que 1:8, 10 aún son válidos. En
realidad, ambos conceptos no son incompatibles. El cristiano todavía está enzarzado en una
auténtica lucha con la carne y supera sus impulsos sólo con la ayuda del Espíritu Santo (cf. Gá.
5:16–26).
La opinión de Pablo parece estar de acuerdo con este punto de vista. Estando en medio de
su lucha contra el pecado, llegó a la siguiente conclusión: “y si hago lo que no quiero, ya no lo
hago yo, sino el pecado que mora en mi” (Ro. 7:20). De esta manera, el apóstol no percibía el
pecado como una parte auténtica de lo que él era en lo más íntimo de su ser (cf. Ro. 7:25).
Cuando escribió: “y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gá. 2:20), dio a entender lo mismo. Si
sólo Cristo vive en la persona, el pecado no puede formar parte de su experiencia. En la medida
en que el creyente experimenta a Dios, su experiencia va quedando libre de pecado (cf. el
comentario de 1 Jn. 3:9).
3:7–8. Estos vv. sugieren en forma determinante que la doctrina de los anticristos contenía
una confusión entre el pecado y la justicia. Tal vez los anticristos se sentían con la libertad de
pecar y, al mismo tiempo, negaban su culpa y pretendían tener una vida recta. Juan advierte a
sus lectores en contra de tales ideas: nadie os engañe (el vb. gr. que se usaba para “engañar”,
planaō, también aparece en 2:26 y 1:8.); el que hace justicia es justo, como él es justo (cf. 1:9;
2:1, 29). Sólo la justicia brota de una naturaleza justa. En contraste con ello, el que practica el
pecado es del diablo. Sería un error minimizar esta aseveración. Todo pecado, de cualquier
clase o grado, es satánico en su naturaleza. Esto se debe al hecho de que el diablo peca desde el
principio (cf. Jn. 8:44). El pecado se originó con Satanás y es parte de su conducta habitual. El
participar en cualquier forma de pecado es tomar parte con él de su actividad. También es
oponerse a la obra del Hijo de Dios, quien apareció (cf. 1 Jn. 3:5; He. 9:28a) … para deshacer
(lysē, “destruir”) las obras del diablo. Aun el pecado más pequeño va contra la obra de Cristo.

157
Los creyentes deben vencer “al maligno” (1 Jn. 2:13–14), denominado aquí “el diablo”, y no
participar de su naturaleza.
3:9. Como se ha mencionado en referencia al v. 6, el texto gr. no justifica que se agreguen
frases como “practica”, “continuar a” y “habitualmente” en conexión con las declaraciones de
Juan acerca del pecado. Como se dijo con anterioridad, tales aseveraciones son absolutas. Todo
aquel que es nacido de Dios, (cf. 2:29; 4:7; 5:1, 4, 18), no practica el pecado (gr., “peca”),
precisamente porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido
de Dios. “La simiente de Dios” es la naturaleza divina, dada a cada creyente en el momento de
la salvación (Jn. 1:13; 2 P. 1:4). Lo importante aquí es el hecho de que el hijo participa de la
naturaleza de su padre. No hay nada más remoto en la mente del autor que la idea de que un
Padre santo engendre a un hijo que peca aunque sólo sea un poco. Como siempre, Juan hace
contrastes muy marcados. Todo pecado es del diablo (1 Jn. 3:8); no proviene de la naturaleza
regenerada del creyente, que es simiente de Dios, y el hijo de Dios no puede pecar; y de hecho,
no peca. La misma explicación que se proporcionó para el v. 6 se aplica aquí también. El
hombre “nuevo” (Ef. 4:24; Col. 3:10) es una nueva creación perfecta. Al insistir en esto, Juan
buscaba refutar un concepto falso en cuanto a las transgresiones. El pecado nunca se puede
calificar como “no satánico”. Nunca puede surgir del nivel que el cristiano ha alcanzado como
ser regenerado.
3:10a. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo es trad. lit. del texto gr.
Las palabras “en esto” es probable que se refieran a la totalidad de la discusión previa. Al
marcar una diferencia tajante entre el pecado y la justicia, Juan pone en claro la manera
fundamental en que los hijos de Dios se manifiestan en contraste con los hijos del diablo. La
clave de su idea es la palabra “manifestar” en la que se incluyen de nuevo las ideas presentadas
en 2:29 y 3:1. El hijo de Dios nunca puede “manifestarse” a través del pecado (como lo puede
hacer el hijo del diablo) debido a que en lo más íntimo de su ser es sin pecado. Mientras que
una persona incrédula puede mostrar su verdadera naturaleza a través del pecado, el hijo de
Dios no lo puede hacer. Cuando el cristiano peca, encubre su naturaleza verdadera en lugar de
manifestarla. Si los lectores se percatan de que alguien practica la justicia verdadera,
entonces—y sólo entonces—pueden interpretar ese acto como producto del nuevo nacimiento
(2:29) y ver así el amor de Dios (3:1). Esta observación es crucial para el desarrollo del
argumento de Juan.

C. El discernimiento del amor hacia los hermanos (3:10B–23)

Juan hace a un lado el tema del nuevo nacimiento que no volverá a mencionar sino hasta
4:7. El objeto primordial de la sección que comienza aquí es definir la justicia en términos del
amor fraternal entre creyentes y mostrar cómo ese amor se expresa en forma adecuada.

1. LO QUE NO ES EL AMOR (3:10b–15)

3:10b. En lugar de ver el v. 10a como una introducción del v. 10b, es mejor tomar 10a como
la conclusión del párrafo anterior, y 10b como introducción del siguiente. Todo aquel que no

158
hace justicia, … no es de Dios. La expresión “de Dios” en gr. (ek tou theou) sólo puede señalar a
una persona que no tiene a Dios como la fuente de sus acciones; “no es de Dios” lo que hace. La
falla de no practicar la justicia y de no amar al hermano nunca puede emanar de Dios. Juan
estableció con anterioridad que todo pecado proviene del diablo (v. 8). Además, utiliza la frase
ek tou theou (“de Dios”) en siete lugares adicionales (4:1–4, 6–7; 3 Jn. 11).
Al conectar la idea de la justicia (mencionada en 1 Jn. 2:29–3:7) con el amor (no
mencionado en vv. los 2–9), Juan forma un puente para iniciar una discusión nueva. Ahora
conceptúa el amor como la expresión apropiada de la vida regenerada a la cual se había
referido antes. El amor es la justicia puesta en acción.
3:11–12. Aquí el apóstol indica con toda claridad que sus amonestaciones las dirige a los
cristianos. Porque este es el mensaje que vosotros los creyentes habéis oído desde el principio:
Que (nosotros los cristianos) nos amemos unos a otros. Pero antes de detallar a sus lectores lo
que es el amor, Juan les dice lo que no es. Es evidente que no es la clase de comportamiento
que Caín manifestó en contra de su hermano Abel. Caín lo mató (Gn. 4:8) y en el momento de
llevar a cabo esa acción, era del maligno (ek tou ponōrou). El resentimiento celoso por la
justicia superior de su hermano (Gn.4:2–7), fue la causa de que Caín cometiera el homicidio. Al
decir esto, Juan pone el dedo en la llaga, puesto que los sentimientos de culpa, surgidos por
evaluar la vida propia en comparación con la de otros, son los que provocan odio hacia el
hermano en Cristo. Al creyente le hace bien recordar que tales reacciones son satánicas, como
lo expresa Juan aquí con toda franqueza.
3:13. Las reacciones de odio y homicidio (vv. 11–12) son también del mundo, porque el
mundo … aborrece a los cristianos. Este hecho no debía sorprender a los lectores (esta es la
única vez en que el apóstol los interpela llamándolos hermanos en 1 Jn.) en lo más mínimo.
¿Qué otra reacción se puede esperar del mundo? Es el odio entre creyentes lo que es anormal,
y el apóstol les previene en contra de ello. En este sentido, se puede considerar este v. como un
comentario más o menos parentético.
3:14. En contraste con el mundo, nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos. El sujeto de la oración, “nosotros”, es muy marcado y puede
referirse a los doce, i.e, “nosotros, los apóstoles”. Pero aunque fuera así, sin duda el autor
quería que los lectores aplicaran ese comentario a sus propias vidas. El amor hacia el hermano
es evidencia de que el individuo pertenece a la esfera divina (cf. Jn. 13:35).
La expresión que se trad. como “pasado de muerte a vida” sólo aparece aquí y en Juan 5:24,
donde se refiere a la experiencia de la conversión. Difícilmente se puede dar un significado fijo
a una frase que sólo aparece en dos lugares en los escritos de Juan. El contexto mismo tiene
que determinar su significado. Las aseveraciones de 1 Juan 3:14b–15 sugieren que las esferas
de la “muerte” y la “vida” se tratan como conceptos experimentales y determinados por los
actos del individuo. Si este es el caso, aquí no se contempla el tema de la conversión.
La expresión: El que no ama a su hermano, permanece en muerte se interpreta junto con el
v. 15.
3:15. Por lo general se toma este v. para decir que el cristiano verdadero no puede odiar a
otro creyente a la luz de que el odio es el equivalente moral del homicidio. Pero este punto de
vista no se puede mantener al hacer un escrutinio meticuloso del v.

159
Para comenzar, Juan habla de todo aquel que aborrece a su hermano. Si el apóstol hubiera
creído que sólo el incrédulo es capaz de odiar al creyente, la palabra “su” personalizaría la
relación en forma innecesaria (cf. el comentario de 2:9). Pero la creencia de que el cristiano
verdadero es incapaz de odiar y asesinar, es una ilusión. David fue culpable de matar al piadoso
Urías heteo (2 S. 12:9), y Pedro previno a sus lectores cristianos: “Así que, ninguno de vosotros
padezca como homicida” (1 P. 4:15). Decir que 1 Juan 3:15 no puede referirse a la gente salva
es ponerse fuera de la realidad. Sin embargo, destaca un hecho solemne: el odio hacia otro
creyente es equivalente al homicidio espiritual (Mt. 5:21–22) al igual que el ojo codicioso es el
equivalente espiritual del adulterio (Mt. 5:28).
Juan sigue diciendo que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. El part. gr.
menousan (“permanente”) es crucial aquí. Juan no dice que el que odia a su hermano no posee
la vida eterna, sino que no la tiene en forma permanente, refiriéndose al control de sus
acciones. Debido a que según el apóstol, Cristo mismo es la vida eterna (Jn. 14:6; 1 Jn. 1:2;
5:20), con estas palabras comunica que ningún homicida tiene a Cristo permaneciendo en él. De
nuevo vemos que Juan tiene en mente el concepto de “permanecer”.
Así que el odio de parte de un creyente hacia otro es una experiencia de homicidio moral.
Como lo indicó en 3:14b, Juan enseña que el cristiano que no ama a su hermano “permanece
(menei) en muerte”. De modo que vive en forma práctica en la misma esfera en la cual vive el
mundo (V. v. 13). Debido a que es homicida, no puede decir que tiene la clase de comunión
íntima con Dios y con Cristo que sugiere la palabra “permanecer”. La vida eterna (i.e., Cristo) no
mora a gusto en su corazón mientras el espíritu del homicida está presente. Tal persona está,
en forma desastrosa, fuera de contacto con su Señor y experimenta sólo la muerte. (Cf. la
aseveración paulina: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis” [Ro. 8:13].) Sin duda alguna,
las palabras de Juan son severas. Y no sirven de nada para la iglesia de hoy si se niega su
pertinencia en cuanto a la vida de los creyentes. La experiencia de la iglesia a través de los
siglos comprueba la necesidad que tiene de estos conceptos. Por desgracia, el odio no se limita
exclusivamente al círculo de los incrédulos.

2. LO QUE ES EL AMOR (3:16–18)

3:16. El carácter verdadero del amor cristiano sobresale al contrastarlo con el odio. Está
muy lejos del espíritu de homicidio; su esencia es entregar la vida en beneficio de los demás en
vez de quitarla. Jesucristo mismo es el ejemplo, quien puso su vida por nosotros. Con Cristo
como modelo, los cristianos también deben estar dispuestos a poner sus vidas por los
hermanos.
3:17–18. Sin embargo, puede ser que nunca se presente la oportunidad de sacrificar la
propia vida en favor de otro. Pero los bienes de este mundo (tales como el alimento y el
vestido) ayudan a sostener la vida y, si el amor del creyente es verdadero, no podrá ver a su
hermano padecer necesidad y cerrar contra él su corazón (“y no tiene compasión de él”, NVI95)
sin ayudarle. “Compasión” (NVI95; splanjna)̱ indica una arraigada preocupación emocional o
una simpatía afectuosa (palabra también empleada en Lc. 1:78; 2 Co. 6:12; 7:15; Fil. 1:8; 2:1;
Flm. 7, 12, 20). La prueba verdadera del amor no consiste en la expresión verbal del mismo (i.e.,
amar de palabra y de lengua), sino en la disponibilidad de ayudar y así amar de hecho y en
verdad.

160
3. LO QUE EL AMOR HACE POR LOS CREYENTES (3:19–23)

3:19–20. Es probable que la aseveración: Y en esto conocemos que somos de la verdad se


refiera a los vv. 17–18. Los cristianos pueden estar seguros de que están participando en la
verdad en forma experimental por las manifestaciones prácticas del amor con las cuales
solventan las necesidades de los otros. (La frase “somos de la verdad” es trad. lit. del texto gr.;
cf. “de Dios” [v. 10] y “del maligno” [v. 12].)
El resto del v. 19 y todo el v. 20 son difíciles de trad. del original, pero una probable versión
podría ser la siguiente: y convenceremos a nuestros corazones delante de él de que si nuestro
corazón nos reprende, Dios es mayor que nuestro corazón, y él sabe todas las cosas. Es
precisamente en la esfera del amor del creyente hacia otros cristianos, donde Cristo ha puesto
un estándar tan alto, que el creyente podría sentirse totalmente incapaz de cumplirlo y resentir
en forma profunda su fracaso. Pero si su corazón lo reprende, puede recordar que Dios toma en
cuenta las cosas que ignora su corazón en ese momento. Si el creyente ha estado involucrado
en actos prácticos de amor, tales como los que menciona Juan aquí, puede persuadir a su
corazón, tan afligido con sentimientos de culpa, de que Dios está consciente de su compromiso
fundamental con la verdad. Este pasaje trae a la memoria con claridad la respuesta del apóstol
Pedro a la pregunta final de Cristo: “¿Me amas?” Pedro contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú
sabes que te amo” (Jn. 21:17).
3:21–22. Una vez que el corazón acusador ha sido silenciado porque confía en el hecho de
que Dios sabe todo, disfruta de una nueva confianza en Dios. La palabra “confianza” es la trad.
castellana de la palabra gr. parrēsia, la cual Juan no había usado desde su declaración temática
de 2:28 (cf. 4:17; 5:14). Justo en este punto, el autor ha llegado a la mitad de su argumento.
Como resultado de una participación activa en la verdad, manifestada por actos evidentes de
amor, los cristianos pueden calmar su corazón censurador y obtener confianza en la oración.
Sus plegarias serán respondidas porque como creyentes, se sujetan en forma consciente a la
voluntad de Dios (guardan sus mandamientos [cf. 2:3], y hacen las cosas que son agradables
delante de él). Aquí se da por sentado que hacen sus peticiones conforme a la voluntad de Dios
(5:14–15).
3:23. El autor había declarado que la vida caracterizada por la oración eficaz, hecha con
confianza ante Dios, se basa en la obediencia a los “mandamientos” divinos (v. 22). Ahora esos
mandamientos se resumen en un solo mandamiento, que consiste de fe y amor. La frase: Que
creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo es la primera referencia directa a la fe en esta
epístola. El texto gr. no contiene aquí ninguna palabra equivalente a la palabra castellana “en”,
de modo que la frase se puede expresar de la siguiente manera: “que creamos el nombre de su
Hijo”. Sin duda, en este contexto se incluye la fe en el nombre de Cristo que la auténtica
oración cristiana requiere (V. Jn. 14:12–15; 16:24).
Primera Juan 3:23 forma una especie de clímax del párrafo que comienza con el v. 18.
Cuando un cristiano participa en forma activa en los actos de amor (v. 18) y logra confianza
ante Dios en oración (v. 21), entonces hace lo que el Señor le ordena (cf. 2:3; 3:24; 5:2–3): vivir
una vida plena de confianza en el nombre de Cristo que se sostiene por el amor (3:23; cf. v. 14;
4:7, 11, 21). Debido a que la fe y el amor, entendidos de esa manera, están ligados, esta clase
de vida se considera como de obediencia a un solo “mandamiento”.

161
D. El conocimiento del Dios que mora en el creyente (3:24–4:16)

Desde la declaración temática de 2:28, el argumento de Juan ha pasado a través de dos


etapas: (1) el que ha nacido de Dios se da a conocer a través de los actos de justicia (2:29–
3:10a), y (2) esa justicia toma la forma del amor como el de Cristo hacia los hermanos y
conduce a la confianza en la oración (3:10b–23). Ahora Juan muestra que esta clase de vida es
la manifestación del Dios que fija su morada en el creyente.

1. EL CONOCIMIENTO DEL ESPÍRITU DE VERDAD (3:24–4:6)

3:24. Dos temas nuevos aparecen en este v. El primero, es la primera referencia que se hace
en toda la epístola al hecho de que Dios, o Cristo, permanece en cada creyente obediente. El
que guarda sus mandamientos (cf. 2:3; 3:23; 5:2–3) permanece (menei) en Dios, y Dios en él.
Esta relación mutua se destaca en la parábola de la vid y los pámpanos (Jn. 15:4–5, 7).
El segundo concepto nuevo es la primera de seis referencias explícitas al Espíritu Santo en
esta epístola (cf. 1 Jn. 4:2, 6, 13; 5:6, 8; cf. “del Santo” en 2:20). El creyente puede verificar que
Dios permanece (menei) en él por la actividad del Espíritu en su vida. Luego, Juan procede a
mostrar que el Espíritu de Dios es tanto el Espíritu de fe (4:1–6) como el de amor (4:7–16)—dos
aspectos del doble “mandamiento” dado en 3:23.
4:1–3. Para comenzar, es menester distinguir entre el Espíritu de Dios y los falsos espíritus.
Este paso es necesario a la luz de que muchos falsos profetas han salido por el mundo. Para
probar a esos espíritus (falsos profetas) es importante ver cuál es su actitud hacia la persona de
Jesucristo encarnado. Lo que caracteriza al espíritu del anticristo, en contra del cual Juan
previno a sus lectores con anterioridad (2:18–27; cf. 2 Jn. 7), es que falla en reconocer
(jomologei, “confesar”; cf. 1:9; 2:23; 4:15) que Jesucristo ha venido en carne.
4:4–6. Hasta ahora, el autor confirma a sus hijitos (teknia, cf. el comentario de 2:12), i.e.,
sus lectores que habían vencido a estos anticristos (falsos profetas) por medio de el que está en
ellos (sin duda, otra referencia al Espíritu; cf. 3:24; 4:2). La confianza en Dios es el secreto de
toda victoria, ya sea sobre una herejía o sobre cualquier otra trampa tendida por el maligno. El
que está en ellos—el Espíritu que mora en cada creyente y que por ende es “el que está en
vosotros” (3:24; 4:13; Ro. 8:9)—es mayor en poder que el que está en el mundo, i.e., que
Satanás (cf. 1 Jn. 5:19). A éste se le llama “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31); “el dios de
este siglo” (2 Co. 4:4); y el “príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2).
Los anticristos son del mundo, y hablan desde la perspectiva del mundo. Por eso, el mundo
los oye. Siempre ha sido patente que la manera de pensar inspirada por Satanás atrae de
manera especial a la mente mundana. Pero el pueblo de Dios (ek tou theou, “de Dios”; cf. 1 Jn.
4:4; v. 5, “del mundo”; y 3:12, “del maligno”) oye a los apóstoles. Los pron. que dan inicio a los
vv. 4–6 (vosotros, ellos y nosotros) tienen un tono enfático en el texto original y en forma
evidente señalan tres grupos: a los lectores, a los anticristos y a los apóstoles. Cada persona
catalogada como una que proviene “de Dios” (i.e., impulsada e influenciada por Dios), conoce a
Dios y oye la enseñanza de los apóstoles. A través de la historia de la iglesia, la enseñanza
apostólica siempre ha sido el medio por el cual se puede distinguir entre el espíritu de verdad y
el espíritu de error. La cristiandad verdadera es la apostólica.

162
2. EL CONOCIMIENTO DEL DIOS QUE AMA (4:7–16)

4:7–8. El autor vuelve ahora al tema del amor, el cual, al igual que la fe en el Hijo de Dios (v.
13), es producto del Espíritu. Así como la confesión de la encarnación de Cristo es una
peculiaridad de la persona impulsada por Dios (“de Dios”, vv. 4, 6), también lo es el amor,
porque el amor es de Dios. Por consiguiente, todo aquel que ama (en el sentido cristiano del
término), es nacido de Dios (cf. 2:29; 3:9; 5:1, 4, 18), y conoce a Dios. El amor emana de la
naturaleza regenerada y también de la comunión con Dios, la cual resulta en mayor
conocimiento de él (V. 2:3–5). La ausencia del amor es evidencia de que el individuo no conoce
a Dios. Es muy significativo que el apóstol no escribió que tal persona no era nacida de Dios. En
la declaración negativa (v. 8) sólo se repite la última parte de la afirmación positiva (4:7). Puesto
que Dios es amor, sólo la relación íntima y personal con él induce al amor. Así como la luz (1:5),
el amor es también intrínseco del carácter y naturaleza divina. El que conoce íntimamente a
Dios, anda en su luz (1:7).
4:9–11. Si alguien desea saber exactamente cómo mostró … Dios su amor, lo único que
necesita hacer es considerar el hecho de que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que
obtuviéramos por él la vida eterna. (“Unigénito” es trad. castellana de monogenē, que aparece
también en Jn. 1:14, 18; 3:16.) Además, este amor … no era una respuesta al amor de parte del
ser humano, sino resultado de la iniciativa divina (1 Jn. 4:10). Como resultado del amor de Dios,
el Hijo llegó a ser la propiciación (jilasmon; V. el comentario de 2:2) por nuestros pecados. No
existe un mejor modelo de amor para los cristianos que el de Dios en Cristo.
La referencia al amor de Dios en 4:9 como su amor para con nosotros es importante para el
argumento de Juan. En los vv. 12–16 muestra que el amor, experimentado entre los cristianos,
puede hacer visible a Dios en medio de ellos.
4:12–13. Nadie ha visto jamás a Dios en su naturaleza y esencia divinas (cf. una
proclamación afín hecha por este mismo autor en Jn. 1:18). No obstante, en medio de la
experiencia de ese amor entre los creyentes, este Dios invisible vive (permanece) de hecho en
nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. La palabra permanece es trad. del
término tan característico de los escritos de Juan (menō), la cual señala la vida arraigada en
Dios. El concepto del amor divino que llega a su perfección en el creyente bien puede dar a
entender una experiencia profunda y completa de ese amor (cf. 1 Jn. 2:5; 4:17).
La exposición del v. 13 se relaciona en forma íntima con las ideas que el apóstol acababa de
expresar. En esto conocemos que permanecemos (menomen) en él, y él en nosotros, en que
nos ha dado de su Espíritu. La permanencia mutua del creyente en Dios y Dios en el creyente
(cf. Jn. 15:4–7) se patentiza por la presencia del Espíritu en el creyente. La frase “de su espíritu”
en gr. (ek tou pneumatos) da a entender una participación en el Espíritu de Dios; lit.: “nos ha
dado desde su Espíritu”. La misma construcción gramatical aparece en 1 Juan 3:24. Cuando el
creyente ama, se abastece de amor a través del Espíritu de Dios (cf. Ro. 5:5) que, a la vez es la
fuente de su confesión de fe en Cristo (1 Jn. 4:2). Por tanto ambas partes (i.e., la fe y el amor)
unidas en el doble “mandamiento” de 3:23, son producto de la actividad del Espíritu en el
creyente. La obediencia encauzada por el Espíritu en el creyente forma la evidencia de que éste
disfruta de una relación mutua y permanente con Dios, acerca de la cual escribe Juan.

163
4:14. El apóstol llega a un punto culminante en su argumento en el v. 14. Acaba de decir
que “si nos amamos unos a otros”, entonces, el Dios a quien “nadie ha visto jamás”,
“permanece en nosotros y su amor” se perfecciona en nosotros. El resultado de esta
experiencia es que hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del
mundo. A la luz de que la primera persona pl. en los vv. 7–13 abarca con toda claridad a los
lectores, se puede deducir con toda confianza que la palabra nosotros de este v. también los
incluye. El Dios que mora en el creyente, y cuya presencia se manifiesta en medio de una
comunidad cristiana que practica el amor, se hace en un sentido realmente visible al ojo de la
fe. A pesar de que “nadie ha visto” (tetheatai) “a Dios” (v. 12), los creyentes que permanecen
en él (v. 13) han visto (tetheametha, “ven”) al Hijo, que se manifiesta por medio de los
cristianos que aman. Los creyentes que observan esta manifestación han visto en verdad y
pueden testificar de la realidad fundamental de que “el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del
mundo”. Esta gran verdad se puede expresar a través del instrumento del amor cristiano.
Con estas palabras, Juan alcanza la meta anunciada en el prólogo (1:1–4), i.e., que sus
lectores compartieran la experiencia de los apóstoles. Los apóstoles habían “visto”
(jeōrakamen) la “vida …, la cual estaba con el Padre y se les “manifestó” (1:2). Los creyentes
también pueden verla en la comunidad cristiana que se caracteriza por el amor. El autor
escogió con cuidado el término “vida” en 1:2, que es una referencia a la encarnación de
Jesucristo. Sus lectores podían ser testigos oculares de la nueva manifestación de esa vida en
sus compañeros cristianos. Pero, tal como lo viene presentando desde 2:29, la “vida” que los
cristianos poseen por medio del nuevo nacimiento está libre de pecado; y sólo puede
manifestarse a través de la justicia y el amor semejantes a los de Cristo. Cuando esto ocurre,
Cristo, a quien los apóstoles habían visto en la carne, se puede ver de nuevo en un sentido
espiritual pero verdadero (4:14).
4:15–16. Bajo las circunstancias aquí descritas, la confesión (cf. 1:9; 2:23; 4:3) de que Jesús
es el Hijo de Dios es una señal de que la persona que hace tal afirmación disfruta de una
relación mutua y duradera con Dios. Esta sección se completa con la aseveración: nosotros
hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Al vivir en un ambiente de
mutuo amor cristiano, el creyente recibe un conocimiento personal del amor divino y una
experiencia nueva de la fe en ese amor. Debido a que Dios es amor (cf. v. 8), el que permanece
en amor, permanece (menei) en Dios, y Dios en él. La última parte del v. 16 se debe considerar
como la conclusión del párrafo, en lugar del inicio del siguiente. De nuevo, Juan afirma la
realidad de la experiencia de permanecer en Dios disfrutada por todo cristiano que ama.

E. Culminación de la tesis (4:17–19)

El autor regresa ahora al tema de la confianza (parrēsia) con motivo de la segunda venida
de Cristo, la cual introdujo en 2:28. A la mitad de su argumento, había mencionado la confianza
en la oración (3:21–22), pero ahora desarrolla el tema un poco más: los creyentes que viven en
amor pueden tener confianza aun ante el tribunal de Cristo cuando él regrese.
4:17. Se puede expresar este v. en forma lit. de la manera siguiente: En esto se ha
perfeccionado el amor en nosotros, con el fin de que tengamos confianza en el día del juicio. El
escritor no se refiere con estas palabras a un juicio final en el que se pone en duda el destino
eterno de cada creyente. No hay tal juicio para el cristiano (Jn. 5:24), sino que tiene que ver con

164
la evaluación que se hará de la vida del creyente ante el tribunal de Cristo (1 Co. 3:12–15; 2 Co.
5:10). Sin embargo, aún en esa ocasión solemne, el creyente puede tener confianza (parrēsian;
cf. 1 Jn. 2:28; 3:21; 5:14) de que Dios aprobará la calidad de su vida si, por medio del amor, ha
seguido siendo como él mientras estuvo en este mundo. El cristiano que no ama, no es como su
Señor y puede esperar una reprensión y pérdida de recompensas ante el tribunal de Cristo.
Pero el creyente que practica el amor es aquel en el cual la obra del amor de Dios se ha
perfeccionado (cf. las mismas palabras en 2:5; 4:12), y cuyo fruto es la confianza ante Aquél que
lo juzgará. De esta manera, alcanza la meta de la confianza y no tendrá vergüenza ante él, tal
como lo expresó en 2:28.
4:18–19. Si el cristiano espera con preocupación el tribunal de Cristo, se debe al hecho de
que el amor divino no se ha perfeccionado en él todavía. La palabra original aquí trad. como
“perfecto” tiene la misma fuerza que la idea de cabalidad expresada en 2:5 y 4:12. La
experiencia madura del amor de Dios (alcanzada por la práctica de amarse uno al otro) es
incompatible con el temor, y lo elimina del corazón.
Las palabras el temor lleva en sí castigo expresan en forma muy precisa el significado lit. del
texto gr. El temor conlleva un tipo de tormento que en realidad es su propio castigo. Parece
irónico, pero el creyente que no ama, sufre una especie de castigo precisamente porque se
siente culpable y tiene miedo de enfrentarse a su juez. Tal clase de temor limita el proceso de
alcanzar el amor perfecto o completo (el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor). Pero
el cristiano que ama no tiene nada que temer y, por consiguiente, se libra del tormento interno
que puede traer consigo la falta de amor. No obstante, el amor del creyente es esencialmente
un resultado.
Nosotros … amamos (la mayoría de los mss. agregan a él) … porque él nos amó primero. El
creyente que ama a otros creyentes también ama a Dios y, al estar ante su juez, simplemente
estará ante quien ama; en esa situación no tendrá temor, porque reconoce que su amor se
origina en el amor que Dios le tiene a él.

V. Conclusión (4:20–5:17)

El punto culminante de la epístola se alcanza en 4:11–19. Pero la experiencia ahí descrita,


con su concepto sorprendente de confianza en el día del juicio, puede obtenerse sólo de una
manera más práctica. En la conclusión, Juan cristaliza el concepto del amor y la manera de
llevarlo a la práctica en la vida personal.

A. El amor puesto en claro (4:20–5:3a)

La breve pero a la vez culminante declaración hecha en 4:19 menciona por primera vez el
amor hacia Dios (según la mayoría de los mss. gr.). Pero no se puede sustituir el amor hacia
otros creyentes con una simple declaración de amor hacia Dios. Esto le da a Juan el punto de
partida.
4:20–21. Si alguno dice que ama a Dios pero aún aborrece a su hermano, hace una
afirmación falsa: es mentiroso. Juan señala a menudo las afirmaciones falsas con la palabra
“mentiroso”: 1:10; 2:4, 22; 4:20; 5:10 (cf. “mentimos” en 1:6). El amor hacia el Dios invisible (cf.
4:12) sólo se puede expresar en forma concreta a través del amor hacia el hermano cristiano

165
visible. Además el mandamiento de Dios (v. 21; cf. 2:3; 3:23–24; 5:3) ha agrupado las dos clases
de amor—el que es hacia Dios y el que es hacia el hermano.
5:1–3a. Si alguien tiene dudas en cuanto a quién es con exactitud su hermano o hermana, el
apóstol responde: Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios (cf. “nacido de
Dios” en 3:9; 4:7; 5:4, 18). Todo creyente debe amar a su hermano, sin importar si éste exhibe
una vida admirable o no. Ese amor no surge debido a que la otra persona tenga algo que
amerite dicho amor, sino debido a la relación que tiene con el Padre celestial: todo aquel que
ama al Padre, i.e., al que lo engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. Además,
el amor hacia los hijos de Dios no consiste en un mero sentimiento o expresión verbal (cf. 3:18),
sino que es inseparable del amor hacia Dios y la obediencia a sus mandamientos (5:2; cf. 2:3;
3:22, 24; 5:3).
Si más adelante surgiera otra pregunta acerca de en qué consiste amar a Dios, la respuesta
sería: guardando sus mandamientos. Así que con esta serie de enunciados, el apóstol reduce el
amor a Dios y al hermano cristiano a su carácter fundamental. El que guarda los mandamientos
de Dios hace lo correcto, tanto en relación a Dios como en relación al prójimo cristiano; y a la
vez ama a ambos. Pero es imperioso recordar que esto incluye la disposición a sacrificarse en
beneficio del hermano (cf. 3:16–17).

B. El amor que capacita (5:3b–15)

¿Cómo se puede amar a Dios y al hermano cristiano si la esencia de ese amor es la


obediencia a los mandamientos de Dios? ¿Están más allá de la capacidad del creyente? En esta
sección Juan identifica a la fe como el secreto de la vida victoriosa en la obediencia.
5:3b–5. De hecho, sus mandamientos [de Dios] no son gravosos (cf. Mt. 11:30). No lo son
porque la victoria reside en forma latente en todo aquel que ha sido nacido de Dios. Cada
persona con esta característica vence al mundo (cf. 1 Jn. 4:4). Su fe en Cristo, por la cual ha sido
regenerada, constituye una victoria sobre el sistema mundial al cual Satanás ha cegado en
relación con el evangelio (cf. 2 Co. 4:3–4). ¿Quién es, entonces, el que vence al mundo, sino el
que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Con estas palabras, el autor afirma que el creyente es un
vencedor del mundo por medio de su fe en Cristo. Esto sugiere que tal fe es el secreto para
obtener una victoria continua y, por esa razón, su obediencia a los mandatos de Dios no tiene
por qué ser gravosa.
5:6–8. El objeto de esa fe siempre tiene que ser el que vino mediante agua y sangre, i.e.,
Jesucristo. La interpretación más sencilla del término “agua” es considerarla como el bautismo
de Jesucristo mediante el cual inició su ministerio público (Mt. 3:13–17; Mr. 1:9–11; Lc. 3:21–
22). “La sangre” se referiría entonces a su muerte, con la cual puso fin a su obra en la tierra. La
insistencia de Juan en que había venido no mediante agua solamente, sino mediante agua y
sangre, parece refutar el concepto erróneo propagado por Cerinto (V. la Introducción), quien
enseñaba que el Cristo divino descendió sobre el hombre Jesús en su bautismo y lo abandonó
antes de su crucifixión. Al enseñar eso, negaba que una sola persona, Jesucristo, había venido
mediante el agua y la sangre. Cerinto no era el único que apoyaba tales ideas, a las que Juan
consideraba tanto falsas como contrarias al testimonio verdadero del Espíritu Santo. De hecho,
son tres los que dan testimonio … el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. Se
puede considerar el testimonio del Espíritu como el que fue dado por medio de los profetas

166
(incluyendo a Juan el Bautista). El testimonio del Espíritu, entonces, aumenta con las realidades
históricas involucradas en “el agua” y “la sangre”. Tanto el bautismo como la crucifixión de
Jesús son hechos históricos fuertemente probados (cf. Jn. 1:32–34; 19:33–37). Los tres testigos
(la redacción personifica al “agua” y la “sangre”) “concuerdan” en que una sola persona divina,
Jesucristo, fue la que participó en esos tres eventos.
5:9–12. Así que no queda ningún motivo para no aceptar el testimonio de Dios acerca de la
persona de Jesucristo. Si se puede aceptar el testimonio de los hombres cuando se verifica en
forma adecuada (Dt. 19:15), se debe aceptar también el testimonio de Dios, el cual es mayor
que el de los hombres. Las palabras porque este es el testimonio con que Dios ha testificado
acerca de su Hijo deben tomarse como el inicio de un pensamiento que involucra una ligera
elipsis. Se puede parafrasear de la siguiente manera: “He aquí, pues, el testimonio de Dios
acerca de su Hijo (que debemos aceptar por su grandeza)”.
Pero antes de especificar el contenido del testimonio de Dios (lo cual sí hace en 1 Jn. 5:11–
12), Juan dijo en forma parentética que el que cree el testimonio lo interioriza al aceptarlo.
Cada creyente tiene la verdad de Dios en sí mismo. Sin embargo, el que no cree a Dios, le ha
hecho mentiroso (cf. 1:10). Para Juan no había medias tintas u opiniones no expresadas. O la
persona cree, o pone en duda la veracidad divina.
Una vez aclarado esto, Juan regresa al contenido del testimonio; el cual es: Dios nos ha
dado vida eterna; (cf. 5:13, 20) y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el
que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. A la luz de 2:25–26 (V. el comentario de esos vv.),
la declaración de Juan bien puede estar dirigida contra la que hacían algunos anticristos, los que
al parecer negaban que los lectores hubieran recibido la vida eterna por medio del Hijo de Dios.
Sin embargo, el Padre ha confirmado en forma directa que precisamente él ha dado la vida
eterna a través de su Hijo. Negar esto es llamar a Dios mentiroso.
5:13. El apóstol escribió estas cosas … para que los destinatarios creyentes supieran que
tenían vida eterna (cf. vv. 12, 20). A menudo se interpretan en forma equivocada las palabras
“estas cosas” como una referencia a toda la epístola. Pero hay expresiones semejantes en 2:1,
26 donde hacen alusión al material del contexto inmediato, y lo mismo sucede aquí. La meta de
Juan respecto a lo que recién había escrito en cuanto al testimonio de Dios (5:9–12), era
asegurar a sus lectores que sí tenían la vida eterna a pesar de lo que les dijeran los anticristos.
Realmente vale la pena señalar que la seguridad de la salvación personal siempre descansa en
forma fundamental y suficiente en las promesas directas que Dios hace al creyente. En otras
palabras, la convicción personal al respecto se basa en el testimonio de Dios.
Después de las palabras que tenéis vida eterna la mayoría de los mss. agregan la cláusula y
para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Puede ser que esta declaración haya parecido
redundante a algún escriba o editor antiguo y por tal razón la eliminó de su ms. No obstante, la
cláusula prepara el terreno para la reflexión acerca de la oración. Invita a los lectores que ya
tienen la vida eterna a través de Jesucristo, a tener más fe en él. La oración también es una
expresión de confianza en el nombre del Hijo de Dios (V. el comentario de 3:23).
5:14–15. El que cree en el nombre de Jesucristo tiene confianza (parrēsia) … en él al orar (cf.
3:21). Dios oye las peticiones hechas de acuerdo a su voluntad, y el creyente puede estar
seguro de que va a recibir respuesta a ellas. Por supuesto, hoy en día los cristianos disciernen la
voluntad de Dios a través de las Escrituras y hacen sus peticiones con base en ellas. Esta sección
de la epístola, la cual comienza en 5:3b, se enfoca en el concepto verdadero de que los

167
mandamientos de Dios no son gravosos, porque la fe en el Hijo de Dios es el secreto de la
victoria espiritual sobre el mundo. Dentro del marco de este contexto, se supone en forma
natural, que al escribir esto, Juan tenía en mente en forma especial, aunque no exclusiva, el
derecho del cristiano a pedir la ayuda divina para poder guardar sus mandamientos.
Obviamente, esta clase de oración es conforme a su voluntad. La oración, la cual se basa en la
fe en el nombre del Hijo de Dios, libera al cristiano victorioso de cualquier carga que tenga.

C. El amor práctico (5:16–17)

Si la confianza en el nombre de Jesús por medio de la oración puede llenar las necesidades
propias del cristiano que ora, ¿qué de las necesidades de los demás creyentes? Al ampliar su
explicación acerca de la oración, Juan entreteje una vez más su doble tema de la fe y el amor. El
creyente que ama a su hermano y hermana en verdad no puede mantenerse indiferente ante
sus necesidades espirituales.
5:16. Ha habido mucha discusión acerca de los vv. 16 y 17, aunque en realidad no hay
motivo para tanta controversia. Algunas veces, el cristiano puede pecar en forma tan seria, que
Dios castiga su pecado enviándole una muerte física súbita: “un pecado que sí lleva a la
muerte” (NVI95). Ananías y Safira son ejemplo de esto (Hch. 5:1–11). Pero la mayoría de los
pecados que el creyente ve a su hermano cometer no son de tal naturaleza, indicada por la gran
frecuencia con que ocurren. El creyente debe orar por tales pecados y estar consciente de que
cualquier pecado—practicado por un largo período—es una amenaza para la vida de su
compañero cristiano (cf. Stg. 5:19–20; también cf. Pr. 10:27; 11:19; 13:14; 19:16). Así que la
restauración del hermano puede lograr la prolongación de su vida física.
Las palabras pecado que no sea de muerte, se prestan a malas interpretaciones. Al final,
todo pecado conduce a la muerte, pero la expresión “que no sea de muerte” (mē pros
thanaton) tiene el sentido de “no ser castigado con la muerte”. Juan hace una distinción aquí
entre los pecados por los cuales la muerte es una consecuencia inmediata y aquellos por los
cuales no lo es.
Cuando el creyente ve a otro pecar de una manera que no es fatal, se le instruye a orar por
él y Dios le dará vida. (La palabra “Dios” no aparece en el texto original, pero en forma
acertada, la RVR60 la incluye). Sin embargo, Juan recuerda a sus lectores el hecho de que hay
pecado de (i.e., “que se castiga con la”) muerte. No hace falta el artículo indefinido (i.e., “un”)
antes de la palabra “pecado”, porque seguramente Juan tenía en mente más de una sola clase
de pecado. El ejemplo del N.T. citado con anterioridad (Hch. 5:1–11) fue una violación flagrante
de la santidad de la comunidad cristiana. No es necesario que el cristiano esté seguro en forma
absoluta, de cuales pecados flagrantes se castigan con la muerte inmediata si puede reconocer
que muchos no lo son. Se le manda orar en cuanto a los pecados que ve que no están penados
con la muerte repentina. Los cristianos tienen la libertad de orar aún por los pecados de mayor
seriedad. Juan escribe en cuanto al pecado de muerte por el cual yo no digo que se pida. Esta
frase no prohíbe la oración en los casos más serios. Pero en tales casos, por supuesto, los
creyentes sujetarán sus oraciones a la voluntad de Dios. En contraste con eso, los creyentes sí
pueden orar con confianza, basándose en este v., por los pecados que no se castigan con la
muerte repentina.

168
5:17. Este v. afirma que existe una auténtica gama de posibilidades para orar por los
pecados que no son de muerte tal y como lo establece Juan en el v. 16. Toda injusticia (adikia)
es pecado y dentro de esta amplia gama hay pecado que no “lleva a la muerte” (NVI95). Este
pasaje ha sufrido bastante a manos de los expositores preocupados en forma desmedida por
identificar el pecado penado en forma directa con la muerte. El enfoque de Juan aquí, sin
embargo, es el pecado que no merece ese castigo. Por esta clase de pecado es que debe orar el
creyente. Al hacerlo, demuestra su amor hacia su hermano y al mismo tiempo obedece el
mandamiento respectivo tan repetido en esta epístola. También ejerce fe en el nombre del Hijo
de Dios, debido a que su petición amorosa la hace en el nombre de Jesús. De modo que la
oración a favor del hermano pecador es en parte obediencia al doble mandamiento de 3:23.

VI. Epílogo (5:18–21)

En su breve epílogo, el apóstol Juan quería fortalecer algunas de las verdades básicas
expresadas en su epístola. La primera persona de pl. que predomina en esta sección (el sujeto
“nosotros” entendido por la conjugación de los cinco vbs. junto con la palabra “nos” del v. 20)
probablemente se refiere a los apóstoles en forma fundamental, tal como lo encontramos en el
prólogo (1:1–4; cf. la palabra “sabemos” de Jn. 21:24). Sin embargo, no hay duda de que el
autor esperaba que sus lectores se pudieran identificar en forma plena con sus afirmaciones.
Cada v. de 1 Juan 5:18–20 comienza con la palabra “sabemos” (oidamen).
5:18. Igual que en 3:6, 9 (V. el comentario que se encuentra ahí) no se puede justificar la
palabra practica con base en el texto original gr. Sencillamente Juan afirma el hecho de que
cualquiera que ha nacido de Dios tiene una naturaleza fundamental e inherentemente libre de
pecado. (Cf. “nacido de Dios” en 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4.)
La cláusula que sigue: Aquel que fue engendrado por Dios, no es una referencia a Cristo,
como muchos han sugerido. Juan nunca ha hecho referencia alguna a Cristo de esta manera;
aquí continúa escribiendo acerca de la gente regenerada. Con esto en mente, se debe sustituir
la palabra le con la palabra “se” al leer este v. Así que Juan afirma que “aquel que es nacido de
Dios (o engendrado por Dios) “se guarda” (o “se cuida”). Este v. reitera la verdad de 3:9 en una
forma ligeramente distinta. El “nuevo hombre” del creyente (o “nueva naturaleza” NVI95; Ef.
4:24; Col. 3:10) es impenetrable al pecado en forma fundamental y, por consiguiente, el
maligno (cf. 1 Jn. 2:13–14; 3:12), Satanás, no le toca.
5:19. La nueva naturaleza de la persona regenerada es sin pecado en forma inherente (v.
18) porque la “simiente” de Dios está en él (3:9). El conocimiento de esta verdad se acopla con
la convicción de que somos de Dios. Esta seguridad (basada para cada creyente en el testimonio
divino [5:9–13]) acompaña a la verdad de que el mundo entero está bajo el maligno (cf. v. 18).
Por medio de estas declaraciones, que forman un resumen de la epístola, Juan busca fortalecer
la conciencia de los lectores en cuanto a que son diferentes del sistema mundano controlado
por Satanás y que básicamente están libres de su poder. No les hacía falta escuchar las ideas
frívolas enseñadas por los anticristos (3:7–8). Tampoco necesitaban sucumbir a los deseos
mundanales (cf. 2:15–17).
5:20. Además, la venida del Hijo de Dios … ha dado entendimiento a los creyentes y ha
hecho posible el conocimiento de Dios. Juan y su círculo estaban en el que es verdadero (y

169
también lo estaban sus lectores mientras “permanecieran” en él). Pero permanecer en Dios es
permanecer también en su Hijo Jesucristo. Por esa razón, Jesucristo mismo es el verdadero
Dios, (cf. Jn. 1:1, 14) y la vida eterna (cf. 1 Jn. 1:2; 2:25; 5:11–13). Con esta gran afirmación de la
deidad de Cristo, Juan concluye su resumen de las verdades apostólicas, las cuales se oponían a
las enseñanzas falsas de los anticristos.
5:21. Parece sorprendente que Juan escogiera como amonestación final las palabras Hijitos
(teknia, “pequeños, recién nacidos”; cf. 2:1, 12, 28; 3:7, 18; 4:4), guardaos de los ídolos. No hay
motivo alguno para interpretar la palabra “ídolos” en forma figurada. En el mundo
grecorromano de los días de Juan, cualquier acuerdo con las perspectivas mundanas tarde o
temprano los conduciría a practicar alguna forma de idolatría, debido al hecho de que la
idolatría permeaba todos los estratos de la vida pagana. Adherirse al “verdadero Dios, y la vida
eterna” (5:20)—y buscar la expresión de la naturaleza nueva, sin pecado en su forma
fundamental, como hijo de Dios—incluye evitar la idolatría y la laxitud moral que la acompaña.
De modo que la amonestación final del apóstol fue muy relevante para sus lectores originales

2 de Juan

INTRODUCCIÓN

Segunda Juan es una epístola breve que bien pudo haberse escrito en una sola hoja de
papiro de medida convencional. El que esta carta tan breve se haya preservado es, sin duda, un
tributo a su carácter espiritual y a su inspiración divina.

Autor. En forma tradicional, se ha acreditado esta epístola al apóstol Juan como autor. Sin
embargo, el escritor se identifica a sí mismo en forma sencilla como “el anciano”. Este título
probablemente no se refiere al oficio que realiza un anciano en la iglesia local. Más bien, puede
ser una manera simple y afectuosa en que sus lectores lo llamaban (presbyteros, “el viejo”; cf. 1
Ti. 5:1–2; 1 P. 5:5; 3 Jn. 1). Sin embargo, según algunas evidencias antiguas, el término
“anciano” se podía usar para designar a cualquier apóstol o testigo presencial de la vida y
enseñanzas del Señor Jesús. A la luz de la manifiesta similitud de estilo y contenido que hay
entre 1 y 2 Juan, los fuertes argumentos que señalan a ese apóstol como autor de la epístola
más grande, conllevan la seguridad suficiente para decir que también es el escritor de ésta, la
más breve. No hay ninguna razón de peso para dudar que es correcta la designación tradicional
en el sentido de que el apóstol Juan es el autor de esta carta.

Trasfondo. La carta está dirigida “a la señora elegida y a sus hijos” (v. 1; cf. vv. 4–5). No se
encuentran en ella nombres personales, y es poco convincente la sugerencia de que la
destinataria se llamaba Eclecta (de eklektē, palabra que se trad. “elegida”) o Kyria (término que
se trad. “señora”). En este aspecto, 2 Juan contrasta con 3 Juan, en que sí contiene los nombres
de tres personas. Se ha sugerido, por tanto, que en 2 Juan, el autor apostólico adoptó una
forma literaria, en la que personifica a una iglesia cristiana en particular, llamándola “la señora
elegida” y cuyos miembros se llaman “sus hijos”. En la Biblia, es común encontrar que algunas

170
naciones y ciudades se designan como personajes femeninos (cf. “la hija de Sion”). A la iglesia
cristiana se le llama, con frecuencia, “la esposa de Cristo” (cf. Ef. 5:22–33; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7).
La conclusión de que 2 Juan es una misiva que se dirige a una iglesia también se basa en la
observación de que, en gr., el escritor no usa el pron. sing. a partir del v. 5 y sólo reanuda su uso
en el v. 13. De hecho, la naturaleza general del contenido de la epístola es más apropiada para
una comunidad. Aunque la posibilidad de que una mujer cristiana fuera la destinataria no
queda excluida en forma total, es preferible ver esta carta como que se envió a una iglesia. De
ser así, los problemas que enfrentaba no difieren mucho de los que experimentaban los
lectores de 1 Juan. Aquí también, el autor advierte en contra de los anticristos (2 Jn. 7; cf. 1 Jn.
2:18, 22). Estos eran culpables, como sucede también en 1 Juan, del error de negar a la persona
de Cristo (2 Jn. 7; cf. 1 Jn. 2:22–23; 4:1–3). De manera semejante, la carta insiste en la
obediencia a los mandatos divinos, en particular el que encarga amarse uno al otro (2 Jn. 5–6;
cf. 1 Jn. 2:3–9; 3:14–18, 23; 4:7, 11, 20–21).

Fecha. No existe información independiente disponible en la cual basar la fecha en que se


escribió 2 Juan. Pero debido a que la situación que se menciona en esta carta es parecida a la
que sustenta, en forma evidente, 1 Juan, esto hace posible fijar una fecha semejante a la que
generalmente se sugiere para la carta más grande. Basados en esto, 2 Juan puede también
pertenecer al período anterior al estallido de la guerra judía contra los romanos en Palestina, en
el año 66 d.C. Así que la fecha más probable en que se escribió esta carta es a principios de la
década de los 60.

BOSQUEJO

I. Preámbulo (vv. 1–3)


II. Contenido de la carta (vv. 4–11)
A. Práctica de la verdad (vv. 4–6)
B. Protección de la verdad (vv. 7–11)
III. Despedida (vv. 12–13)

COMENTARIO

I. Preámbulo (vv. 1–3)

La epístola da comienzo de la misma manera como convencionalmente lo hacían las cartas


de los tiempos antiguos. El autor se presenta; establece la identidad del destinatario o
destinatarios, y da un saludo. Pero, como se observa en la Introducción, Juan no proporciona el
nombre específico de “la señora elegida” y el texto se lee en forma natural, aun si estuviera
dirigido a una iglesia. El preámbulo acentúa que la “verdad” y el “amor” son los temas
principales tanto de esta carta (“verdad”: vv. 1 [dos veces], 2–4; “amor”: vv. 1, 3, 5–6 [dos
ocasiones en el v. 6]) como de 3 Juan.

171
Vv. 1–2. El anciano (V. “Autor” en la Introducción) comienza su carta asegurando que
amaba a esa iglesia (la señora elegida; cf. “señora”, v. 5) y a sus miembros (sus hijos; cf. v. 4) en
la verdad. De hecho, también todos los que han conocido la verdad lo hacen. Esto parece
sugerir que la iglesia, a la cual dirige la carta, era bien conocida de los círculos cristianos. (Dicha
iglesia se llamaba “la elegida” porque estaba compuesta por los elegidos por Dios, i.e., los
cristianos.) El amor del apóstol Juan así como el de otros de esa comunidad, se basaba y
afirmaba en la verdad divina. Existía por causa de la verdad que permanece en nosotros, y
estará para siempre con nosotros. El amor cristiano, bajo ninguna circunstancia, es sólo
sentimentalismo o compasión humanitaria. Más bien, su motivación se basa en el conocimiento
de la verdad, la cual se revela en Jesucristo. La verdad es la base del amor. Es precisamente
debido a esta verdad, que la iglesia es amada, y por lo tanto, tiene que ser cuidadosa en
guardar la verdad.
V. 3. En lugar de sólo desear gracia, misericordia y paz a sus lectores, Juan les dice que
debían experimentar esas cosas en verdad y en amor (cf. v. 1). (Es interesante que en los
saludos que enviaron en sus cartas, tanto Pablo como Pedro incluyeron sólo gracia y paz,
excepto en 1 y 2 Ti., en las cuales sí se incluyen “gracia, misericordia y paz”. V. “Introducciones
de las epístolas paulinas” en el Apéndice, pág. 278.) Son precisamente las cualidades de la
verdad y el amor las que Juan animó a sus lectores a que mantuvieran. Si ellos las practicaban,
entonces podían esperar disfrutar de la “gracia, misericordia y paz” las cuales proceden de Dios
Padre y del Señor Jesucristo. El hecho de que estas bendiciones provengan tanto del Padre
como del Hijo, confirman la deidad de Cristo. El Hijo del Padre es una expresión poco común (cf.
“al Padre y al Hijo” en 2 Jn. 9). Las bendiciones—los favores de Dios (jaris),
̱ la compasión (eleos),
y la armonía interna o la tranquilidad (eirēnē)—se pueden disfrutar en un ambiente donde
predominan la “verdad” y el “amor”. Juan había escrito que la verdad “estará … con nosotros”
(v. 2). Ahora añade: la gracia, la misericordia y la paz sea con vosotros.

II. Contenido de la carta (vv. 4–11)

Yendo directamente al grano, Juan expresa su preocupación (a) de que la iglesia siguiera
obedeciendo a Dios y (b) que los creyentes continuaran resistiendo toda invasión por parte de
los falsos maestros. Estos dos objetivos, por supuesto, son inseparables.

A. Práctica de la verdad (vv. 4–6)

V. 4. En forma evidente, Juan había encontrado a algunos miembros de esta iglesia (algunos
de tus hijos; cf. v. 1) en algún lugar y se había gozado (mucho me regocijé; cf. 3 Jn. 3–4) al
observar su obediencia a la verdad. Usó la fidelidad de ellos, de la cual era testigo, como un
punto de partida positivo. Lo que estaban haciendo (andando en la verdad; cf. 3 Jn. 3–4) era,
con exactitud, el mandamiento … del Padre. Andar en la verdad significa ser obediente a la
verdad que Dios ha revelado. Juan anhelaba que toda la iglesia hiciera lo mismo.
V. 5. En ésta su última referencia a la iglesia personificada (no se vuelve a mencionar así
sino hasta el v. 13), Juan le hace una exhortación llamándola la señora elegida. Lo que había
escrito a la iglesia no era un nuevo mandamiento, sino el que la iglesia había tenido desde el
principio (cf. v. 6). (Para corroborar la misma idea, V. 1 Jn. 2:7.) No era otra cosa que el

172
mandamiento de amarse uno al otro. Así como lo había hecho en su primera carta, el apóstol
animó a sus lectores a seguir el camino antiguo. De esta forma intentó ayudarles a resistir las
enseñanzas novedosas de los anticristos (2 Jn. 7).
V. 6. Pero, ¿qué significa “amarse uno al otro”? La respuesta es: Y este es el amor, que
andemos según sus mandamientos. Tal como lo había hecho en 1 Jn. 5:2–3a, Juan definió el
amor cristiano en términos de obediencia a Dios. Un cristiano que en verdad busca lo mejor de
Dios para sus hermanos y hermanas, sólo puede hacerlo cuando obedece lo que Dios demanda
de él. El amor que no está dirigido por la revelación divina puede, con facilidad, degenerar en
una fatua actividad sentimental. Los creyentes que andan “en la verdad” (2 Jn. 4), i.e., que viven
de acuerdo a lo que Dios ha revelado, se aman unos a otros. El amor fraternal es un aspecto de
la verdad que Dios ha dado a conocer y que establece como mandamiento.
En el original, es difícil interpretar la última parte del v. 6. La trad. de la RVR60 puede estar,
en esencia, correcta (aunque las palabras en amor son una interpretación del gr. en autē, “en
esto”). Una alternativa podría ser: y “este es el mandamiento, que andéis en esto, como
vosotros habéis oído desde el principio”. En esta trad. del texto, Juan afirma que la obediencia a
los mandamientos divinos significa ajustarse a sus exigencias, tal y como se habían expresado
desde el principio. Visto así, las palabras del escritor se diseñaron para advertir contra cualquier
“reinterpretación” de la voluntad de Dios, tal como podrían proponer los anticristos.
El cambio del pl. “mandamientos” (v. 6a) al sing. mandamiento (v. 6b) es común en los
escritos de este autor (cf. 1 Jn. 3:22–23). Las varias especificaciones de la voluntad divina
pueden ser tomadas como una sola obligación.

B. Protección de la verdad (vv. 7–11)

V. 7. Este v. está ligado en forma inmediata a la idea del v. 6, aunque algunas trad. no lo
revelan así. El significado de la conjunción gr. (joti) “porque” no se trad. en ellas. Es obvio que
este no es un problema para la RVR60. La causa de la exhortación previa de Juan es que muchos
engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Así
como lo había expresado en su primera carta, Juan estaba preocupado porque habían surgido
muchos maestros falsos (cf. 1 Jn. 2:18; 4:1). Dichos maestros eran “engañadores” (planoi,
“alguien que guía al error”; cf. planaō, “dirigir al error”, en 1 Jn. 2:26; 3:7). Su gran número (así
como la probable variedad de ideas erróneas), los convertía en una amenaza sustancial para las
iglesias cristianas así como a ésta en particular. Lo que identificaba a los falsos maestros y sus
puntos de vista era su incredulidad y rechazo de la encarnación de Cristo.
El part. “venido” (BLA, nota marginal, lit., “a Jesucristo viniendo”) se enfoca en el principio
que involucra la encarnación: Jesús tomando (venido en) una naturaleza humana y
manteniéndola aún (cf. 1 Jn. 4:2). Los engañadores negaban esta verdad acerca de “Jesucristo
… venido en carne”. Algunos enseñaban que el cuerpo de Jesús no fue verdaderamente
humano; que sólo era aparente. Eso, por supuesto, contradice la verdad de la encarnación, i.e.,
que Cristo es plenamente Dios y totalmente humano (Col. 2:9).
Quien esto niega se identifica como engañador y anticristo. (V. el comentario de 1 Jn. 2:18).
La palabra el que antecede a “engañador” y “anticristo” podría ser mal interpretada. El artículo
“un” (en lugar de “el”) es a veces más apropiado para trad. el artículo definido gr., sobre todo

173
cuando se refiere a un individuo anónimo. Juan, al usar el artículo definido el, no se refería a la
persona única que aparecerá al final de los tiempos y que será conocido como el anticristo.
V. 8. Debido al surgimiento de esos engañadores, los lectores necesitaban estar vigilantes
en cuanto a los desastrosos efectos espirituales que conlleva cualquier compromiso con sus
ideas. El peligro no tenía que ver con la pérdida de la salvación, por supuesto, sino con el ser
privado de la recompensa.
La RVR60 usa pron. y vbs de la segunda persona del pl. para las tres oraciones que se
encuentran en este v. Pero la mayoría de los mss. optan por pron. y vbs. de la primera persona
del pl. Esto se refleja en la RVR09 “porque no perdamos las cosas que hemos obrado, sino que
recibamos galardón cumplido”. Es probable que algunos de los primeros escribas y editores
pudieran haber cambiado de la primera a la segunda persona del pl. en este v. para evitar la
sugerencia de que el apóstol pudiera compartir la pérdida de la recompensa. Pero el tono del
autor es tan delicado como humilde. Él se consideraba a sí mismo como un colaborador con sus
lectores y la pérdida que ellos sufrieran, si no resistían en forma efectiva la falsa doctrina, sería
compartida por él. Los anticristos eran una amenaza para la obra del Señor en la cual tanto el
apóstol como los creyentes estaban mutuamente comprometidos. La frase recibáis completo
galardón muestra que la falla de los lectores no les privaría en forma completa de su
recompensa. Dios no olvidaría lo que habían hecho por él (cf. He. 6:10). Pero la plenitud de su
recompensa (cf. 1 Co. 3:11–15) estaba amenazada por la subversión ocasionada por los
anticristos.
V. 9. En este v. el peligro se define en forma clara. Cualquiera que se extravía (parabainōn;
otros mss. usan proagōn “ir adelante”) y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios.
Estas palabras sugieren de manera muy enérgica que el apóstol estaba pensando aquí en la
defección de la verdad por parte de aquellos que en alguna ocasión la habían guardado. La
palabra “perseverar” es trad. del vb. gr. menō, conocido por su uso frecuente (23 veces) en 1
Juan con referencia a la vida que “permanece”. Una persona que “no persevera” en algo, tiene
que haber perseverado en ello anteriormente. Los escritores del N.T. eran realistas acerca de la
posibilidad de que un verdadero cristiano cayera presa de la herejía y les advertían en contra de
ella (cf. comentarios del libro de He.). Juan acababa de prevenir a sus lectores acerca de la
posible pérdida de su recompensa completa (2 Jn. 8). Así que ahora (v. 9) les aconseja no
sobrepasar los límites de la sana doctrina, sino “perseverar” donde se encontraban, i.e.,
mantenerse “en la doctrina (enseñanza, didajē; cf. v. 10) de (i.e., acerca de) Cristo”. Desviarse
de la verdad es abandonar a Dios, y él no está presente con tal persona. Lo que esa persona
hace, lo efectúa sin Dios. Esto, por supuesto, no indica la pérdida de la salvación. En lugar de
ello, dirige la atención a la desviación doctrinal, con su consabida desobediencia.
En contraste con el que es desleal a la verdad, cualquiera que persevera en la doctrina de
Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Esto significa que Dios está con aquellos que perseveran en
la verdad doctrinal de Cristo. (Aquí puede también haber otra afirmación sutil acerca de la
deidad de Cristo; cf. v. 3.) Pero, sin duda, Juan tiene en mente más que un mero credo
ortodoxo. Por segunda vez en el v. 9, usó menō, la palabra característica de las epístolas
juaninas que se refiere a la vida de comunión con el Padre y con el Hijo. La raíz de la
importancia que se le da en estas cartas se encuentra en textos tales como Juan 8:31 y 15:1–7.
Para Juan, una persona que “permanece en la enseñanza” (NVI95) es alguien que “permanece”
o “hace su morada” en ella. Su conexión con la verdad es vital y dinámica, así que él tiene una

174
relación plena con Dios, cuyos mandamientos obedece (cf. Jn. 14:21–23 como otra expresión
de esta clase de relación). El “permanecer” y la obediencia son dos pensamientos juaninos
inseparables.
Vv. 10–11. Sin embargo, “permanecer” en la verdad acerca de Jesucristo demanda una
respuesta firme contra quienes han venido a propagar la doctrina falsa. Por lo tanto, Juan
agrega: si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis:
¡Bienvenido! En el mundo grecorromano de la época de Juan, era común que hubiera filósofos
o maestros religiosos itinerantes. Los predicadores cristianos también eran itinerantes y
dependían de los creyentes de cada localidad para recibir hospitalidad y sostén (3 Jn. 5–8). Sin
embargo, a los lectores de 2 Juan se les anima a hacer discriminaciones. Si alguien “viniera” a
ellos (la implicación es “con la función de maestro ambulante”) sin traer la sana doctrina
(didajēn), debían negarle cualquier tipo de ayuda. El vb. gr. que se trad. “traer” es ferō
(“llevar”), el cual conserva la idea de viaje. Si la verdad no formaba parte de su “equipaje”, no
debía recibir hospitalidad de parte de quienes son leales a la verdad. (En contraste, la
hospitalidad se debe dar a los creyentes verdaderos [3 Jn. 5, 8].) Pero a un engañador no se le
debe dar ni un saludo de bienvenida, pues de lo contrario, se hace copartícipe de sus malas
(ponērois, “maldad”; cf. “el malvado” [to ponēron], 1 Jn. 2:13–14) obras. Darle la bienvenida (2
Jn. 10–11) es en forma lit., “saludarlo”. En gr. la palabra que se trad. “bienvenido” es jairein,
relacionado con jairo, “regocijarse, estar alegre”. Jairein se usaba como tratamiento cordial de
bienvenida o despedida, algo como “qué gusto verte” o “que te vaya bien” (cf. Hch. 15:23;
23:26; Stg. 1:1).
Para algunas mentes modernas, estas instrucciones parecen indebidamente rígidas y
ásperas. Una gran parte del problema, sin embargo, descansa en la inclinación actual a ser
demasiado tolerante con las diferencias religiosas. Es necesario enfrentar con franqueza el
hecho de que los escritores del N.T. no compartían ese espíritu de indulgencia. Su compromiso
con la verdad, y su conciencia de los peligros que acarrean los errores religiosos, provocaron
muchas denuncias severas contra los maestros falsos. Pero los cristianos de la era moderna han
disminuido sus precauciones frente al peligro de la herejía y perdido sus convicciones tocante a
la verdad.
No obstante, este pasaje no debe llevarse más allá del propósito que sustentaba el escritor.
Él tenía en mente, de manera específica, a los falsos maestros que estaban comprometidos en
forma activa en diseminar el error. En cuanto a esa actividad, no se les debía prestar ninguna
clase de ayuda. Aún una palabra de saludo podría ser malinterpretada y hacer que se sintieran
aceptados. Al mantenerse distantes de tales maestros, los lectores comunicarían que de
ninguna manera concordaban con las actividades de ellos. La misma actitud debe fomentarse
hoy en día. Juan no trató en forma directa la pregunta de qué debemos hacer para cumplir con
nuestro deber de lograr que tales personas lleguen a reconocer la verdad. Aun así, está claro
que ninguna clase de esfuerzo debe conducir a que los falsos maestros lo confundan con alguna
forma de aprobación.

III. Despedida (vv. 12–13)

La despedida del autor es semejante a las palabras que usó en 3 Juan 13 (cf. “Yo tenía
muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas [“hacerlo”, NVI95] con tinta y pluma”;

175
“espero verte en breve y hablaremos cara a cara”). Así como sucede con el formato de toda la
epístola, estas conclusiones eran quizá convencionales. Pero aunque así sea, de ninguna
manera sugieren falta de sinceridad.
V. 12. Juan señaló que había muchas cosas que quería escribirles pero prefería expresarlas
cara a cara. Preveía una pronta visita, en que llevaría más asuntos que comunicarles. Esa clase
de visita personal completaría su gozo (jara).
̱ Lo que pensaba escribirles, si no hubiera tenido
planes de hacer esa visita, se puede colegir del contenido de 1 Juan. De hecho, en algunos
aspectos, 2 Juan es una versión condensada de la primera carta. Es probable que el autor
hubiera ampliado sus advertencias en forma similar a como hizo en su epístola más grande.
V. 13. Juan escribió su despedida con saludos de parte de los hijos de tu hermana, la
elegida. Si en realidad esta carta se hubiera escrito a una mujer cristiana, se esperaría que los
saludos fueran de parte de la hermana, no de los hijos. Debido al anonimato que mantiene en
cuanto a las personas que menciona, una vez más parece más fácil entender este saludo como
enviado por los miembros (“hijos,” cf. v. 1) de una iglesia “hermana” a la iglesia a la cual
escribió Juan (V. la Introducción)—ambas “señoras” iglesias habían sido “elegidas” (escogidas)
por la soberana gracia de Dios. Esto, pues, da testimonio de la red del interés y preocupación
cristiana que unía a los miembros de las diferentes iglesias durante los primeros años de la fe
cristiana.

3 de Juan

INTRODUCCIÓN

Tercera Juan es una carta personal escrita a un destinatario específico, un hombre llamado
Gayo. Si 2 Juan, como parece probable, fue escrita a una iglesia, entonces 3 Juan y Filemón son
las únicas cartas personales del N.T. Las epístolas pastorales (1 y 2 Ti. y Tit.), aunque fueron
dirigidas a individuos, se enviaron con el propósito de ser leídas en público. Así que la epístola
del apóstol Juan a Gayo es un precioso fragmento de la correspondencia cristiana temprana. Su
carácter espiritual es evidente.

Paternidad literaria. Como en 2 Juan, el escritor se llama a sí mismo simplemente “el


anciano”. Con toda probabilidad, este título se refiere a su madurez (presbyteros significa
“anciano”) pero también a su autoridad como testigo presencial de la vida de Cristo. (V. La
Introducción de 2 Juan.) El estilo literario de la epístola es claramente el mismo de 1 y 2 Juan, y
no son convincentes los esfuerzos por negar que un solo autor fue el que produjo las tres
cartas. Por lo tanto, puede aceptarse ampliamente la antigua opinión de que el apóstol Juan
escribió esta carta, al igual que las otras dos. Debido a los claros vínculos estilísticos que existen
entre ambas cartas, los argumentos que apoyan la autoría apostólica de 1 Juan también pueden
atribuirse a esta pequeña carta. Además, la confiada autoridad del escritor de 3 Juan (cf. v. 10)
también concuerda con la personalidad de un apóstol.

Trasfondo. No se especifica dónde vivía Gayo (v. 1). Es probable que perteneciera a una
iglesia de algún lugar de la provincia romana de Asia (la actual Turquía occidental). La tradición
adjudica al apóstol Juan un ministerio en esa región, como lo confirma el libro de Apocalipsis.
176
Parece que el escritor quería exhortar a Gayo para que hospedara a Demetrio (v. 12), que
evidentemente era un predicador cristiano itinerante (vv. 5–8) y quizá también el portador de
esta carta.
El apóstol Juan aparentemente tuvo que suplicar de manera directa a Gayo que apoyara a
Demetrio, debido a que la iglesia estaba dominada por un hombre llamado Diótrefes, que no
veía con buenos ojos a los hermanos que viajaban (vv. 9–10). Incluso procuraba excomulgar a
quienes ofrecían su hospitalidad a tales hermanos. Si Gayo era miembro de la misma iglesia,
entonces podría haber corrido riesgo de incurrir en la ira de Diótrefes. Pero parece que Gayo
era un hombre que poseía alguna riqueza y no podía ser echado de la iglesia fácilmente. A la luz
del v. 9, que simplemente incluye la referencia a “la iglesia”, no parece probable la idea de que
Gayo perteneciera a una iglesia diferente a la de Diótrefes.
Diótrefes puede ser un ejemplo temprano (y desfavorable) de un obispo autocrático. De la
situación eclesiástica primitiva en la que un cuerpo de ancianos gobernaba a la congregación,
emergió un sistema en que un solo hombre se hizo prominente sobre otros ancianos y por lo
tanto, se le dio el título de “obispo” (si bien ese nombre originalmente era sinónimo de
anciano). En algunas ocasiones, este proceso debió haber ocurrido de manera inadvertida,
cuando un hombre de carácter fuerte llegaba a ocupar un lugar de privilegio sobre el resto del
liderazgo. Pero en la iglesia a la que Gayo evidentemente pertenecía, el proceso había llegado
al punto de que había obtenido la prominencia un hombre autocrático e impositivo. Juan no
dice claramente cuáles eran las razones de Diótrefes para negarse a recibir a los hermanos
viajeros. Pero, sin duda, justificaba su mala conducta de alguna manera. El apóstol dejó en claro
que lo que Diótrefes hacía estaba mal (cf. v. 11) y esperaba corregir esa situación cuando
llegara a la iglesia (v. 10).

Fecha. Como sucede con 2 Juan, no existe información independiente en la cual basar
determinada fecha para la redacción de 3 Juan. Lo más sencillo es sugerir que las tres epístolas
se escribieron en algún momento durante la década de los sesenta del s. I de la era cristiana.

BOSQUEJO

I. Salutación (vv. 1–4)


II. Cuerpo de la epístola (vv. 5–12)
A. Elogio a Gayo (vv. 5–8)
B. Condenación de Diótrefes (vv. 9–11)
C. Recomendación de Demetrio (v. 12)
III. Despedida (vv. 13–15)

COMENTARIO

I. Salutación (vv. 1–4)

V. 1. El anciano (V. “Paternidad Literaria” en la Introducción) saluda al destinatario de esta


carta en forma breve y afectuosa. Este saludo es diferente a la mayoría de los que aparecen en

177
las epístolas del N.T., en que le falta expresar el común deseo de gracia y paz. Sin embargo, la
despedida incluye la expresión “la paz sea contigo” (v. 14).
La expresión el amado trad. las palabras gr. tō agapētō, que se derivan del vb. agapaō
(amo). El espíritu de amor cristiano prevalecía en la actitud del anciano hacia Gayo. Y ese era
precisamente el espíritu que debía caracterizar la actitud de Gayo hacia los predicadores
itinerantes como Demetrio. En otras tres ocasiones, el escritor se dirige a Gayo usando este
mismo significativo término (vv. 2, 5, 11).
Además, el amor del apóstol por Gayo se basaba en la verdad, i.e., era genuino y de acuerdo
con la verdad de Dios. De la misma forma, Gayo debía expresar su amor cristiano ofreciendo
una hospitalidad que apoyara la verdad (cf. v. 8). Como en las dos anteriores epístolas de Juan,
el argumento de esta carta está dominado por el interés del escritor de que existiera la verdad
y el amor en la experiencia cristiana de sus lectores (“verdad”: vv. 1, 3 [dos veces], 4, 8, 12;
“verdadero”: v. 12; “amor”: vv. 1, 6).

V. 2. El anciano se sentía complacido por la condición espiritual de Gayo y deseaba que


pudiera estar igualmente bien en lo físico. Como lo muestran los vv. 2–6, Gayo era
evidentemente un extraordinario hombre espiritual. Las palabras yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma no es una
expresión simple y convencional de buenos deseos. El apóstol estaba interesado en el bienestar
temporal de otros, no tan sólo en su prosperidad espiritual. Seguramente debió haber
aprendido esto de Jesús mismo, cuya preocupación por los problemas físicos de la gente se
pone de manifiesto en los cuatro evangelios. Sin duda, este es un aliciente bíblico para los
cristianos de hoy, para que oren por las necesidades temporales de sus compañeros.
V. 3. El anciano sintió mucho gozo (cf. v. 4) al saber, por algunos hermanos, acerca de la
fidelidad de Gayo hacia la verdad. Las palabras dieron testimonio de tu verdad son una trad. lit.
Del gr. El apóstol estaba diciendo que él había oído que Gayo era un hombre de la verdad. Muy
posiblemente, los “hermanos” que llevaron ese testimonio a Juan habían disfrutado de la
hospitalidad de Gayo, la misma cosa que el escritor estaba solicitando en favor de Demetrio (v.
10). Las palabras de cómo andas en la verdad, detallan lo que los “hermanos” habían dicho de
Gayo. El estilo de vida de Gayo (su “andar”) era consistente con la verdad de Dios.
V. 4. Nada hacía más feliz a Juan (cf. v. 3) que oír que sus hijos andaban en la verdad. Esta
expresión es similar a la de 2 Juan 4. Es posible que Juan, al referirse a Gayo como uno de sus
hijos, dijera que éste era uno de sus convertidos (cf. el uso que Pablo hace de esta misma idea
en 1 Co. 4:14; Gá. 4:19; Fil. 2:22). Por otra parte, el anciano apóstol pudo simplemente haber
considerado desde una perspectiva de padre—con interés paternal—a los que él ministraba.

II. Cuerpo de la epístola (vv. 5–12)

Después de elogiar en forma general la conducta de Gayo, el escritor pasó directamente al


asunto que más le interesaba: los que salen a predicar la verdad necesitan apoyo de los
cristianos en los lugares por los que van viajando. A diferencia de Diótrefes, Gayo dio este tipo
de ayuda, y el apóstol quería confirmarle que ese era el curso de acción apropiado que debía
seguir. Es interesante que esto contrasta con el énfasis de 2 Jn. 10–11, que trata acerca de no
brindar hospitalidad a los falsos maestros.

178
A. Elogio de Gayo (vv. 5–8)

V. 5. Dirigiéndose a Gayo de nuevo como amado (cf. vv. 1, 2, 11), el escritor elogia su
hospitalidad hacia los cristianos que llegaban a su hogar. La RVR60 adopta una forma del texto
en la que se equiparan las palabras desconocidos y hermanos. Pero muchos mss. dicen: “para
los hermanos y para los desconocidos”. Entendido de esta manera, el escritor se estaría
refiriendo a los predicadores itinerantes como a “los hermanos”, mientras que también afirma
que la hospitalidad de Gayo no paraba allí, sino que se extendía incluso a los “desconocidos”
(quizá especialmente cristianos) que se encontraran en las cercanías. (Acerca de la
responsabilidad cristiana de hospedar a los extraños, V. He. 13:2.) En relación con este tipo de
conducta, el apóstol declaró: fielmente te conduces cuando prestas algún servicio, i.e., tal
conducta es digna de alabanza, porque es un acto de lealtad a la verdad de Dios. De nuevo,
como en 2 Juan 1–2, el amor emerge de la verdad.
V. 6. El reporte acerca de la hospitalidad de Gayo (tu amor) había llegado hasta la iglesia
donde Juan se encontraba. Esta bien pudo ser la iglesia de Jerusalén, si es que la epístola fue
escrita antes del 66 d.C. (cf. la Introducción de 1 Jn. para la discusión acerca de la posibilidad de
que la primera epístola fuera escrita antes de esa fecha). De ser así, sin duda Gayo estaría
complacido de saber que la muy respetada iglesia de Jerusalén había oído del servicio que
prestaba a los siervos de Dios. Pero Juan prosiguió su labor de animar a Gayo con una
exhortación: y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que
continúen su viaje. Las palabras “y harás bien” en el original forman una expresión idiomática y
virtualmente significan “favor de, o por favor”. La forma verbal “encaminarlos” (propempsas)
sin duda tenía generalmente la connotación de hacer una provisión adecuada para las personas
que se hospedaba, tanto durante el tiempo en que permanecían en la casa, como cuando
partían. La fuerza de las palabras del apóstol tenían el propósito de promover en Gayo una
amplia generosidad hacia los hermanos viajeros. Nada menos que tal generosidad sería algo
“digno de su servicio a Dios”, quien expresó su suprema generosidad al dar a su Hijo.
V. 7. La razón para tal comportamiento (el v. comienza en gr. con gar, porque) es que las
personas a quienes Gayo debía ayudar habían partido a ministrar por amor del nombre de Él. El
“nombre”, es aquí, por supuesto, el de Jesús, que ahora ha sido exaltado sobre todo nombre
(Fil. 2:9–11). Salir a ministrar por causa de ese nombre constituye un gran honor (cf. Hch. 5:41
para ver el honor de sufrir por él). Naturalmente, sería inapropiado por parte de quienes hacían
esto, buscar apoyo de parte de aquellos que no creían o no rendían honra a ese nombre. De
esta manera, los siervos del Señor partían sin aceptar nada de los gentiles. En la actualidad,
también parece algo impropio que un predicador solicite dinero a las personas a quienes ofrece
la salvación gratuita de Dios.
V. 8. Pero el hecho de que los fieles predicadores cristianos no buscaran ayuda de los no
salvos, significaba que los creyentes sí tenían una obligación especial de ayudarlos. Al
proporcionar la ayuda requerida a esos predicadores (acogiendo a tales personas), los cristianos
como Gayo podían cooperar con la verdad. Esta última frase podría trad. mejor “ser
colaboradores con la verdad”. La idea que se expresa aquí es de una participación en lo que
logra la verdad en las vidas y corazones de las personas. Este era un noble objetivo que Gayo
debía procurar.

179
B. Condenación de Diótrefes (vv. 9–11)

V. 9. Sin embargo, no todos compartían ese digno objetivo. Juan declara: yo he escrito a la
iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. La simple
referencia a “la iglesia” sugiere fuertemente la idea de que esta era la congregación a la que
pertenecía Gayo. Las palabras suenan como si éste no supiera nada de la carta que Juan envió a
la iglesia. Puede ser que Diótrefes la hubiera guardado y ocultado de la atención de la
congregación. Juan señala que Diótrefes estaba motivado por el ansia de sobresalir en la iglesia.
Pero no fue el primero ni el último líder eclesiástico en tener esa motivación. La tentación de
aprovechar la función que uno desempeña en la congregación como medio de auto
gratificación sigue siendo muy real, y todos los siervos de Dios deben resistirla. Como resultado
de sus ambiciones personales, Diótrefes se opuso a los deseos e instrucciones del apóstol. La
expresión “no nos recibe”, puede trad. también “no nos recibe como huéspedes”. El apóstol
probablemente pensaba en la negativa de Diótrefes a brindar hospitalidad a los hermanos
viajeros (cf. v. 5) que venían a la iglesia (quizá con la carta antes mencionada), y tomó el
rechazo de los hermanos por parte de Diótrefes como un rechazo de sí mismo. Es muy posible
que Diótrefes no se presentara a sí mismo como opositor de Juan, pero al rechazar a los
representantes del apóstol, estaba rechazándolo a él (cf. Jn. 13:20).
V. 10. El escritor, no obstante, sabía que podía arreglar ese asunto personalmente. Por esta
causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace. Esta aseveración probablemente debe
interpretarse como una intención de minimizar el hecho. El vb. (jypomnēsō) significa
básicamente “recordarles” o “traer a la memoria”. Aquí la frase se trad. “recordaré las obras
que hace” con la manifiesta implicación de que las obras de Diótrefes iban a ser tratadas en
forma apropiada.
El escritor afirma que Diótrefes era culpable de tres pecados. Primero, andaba parloteando
con palabras malignas contra nosotros. Estas palabras lit. significan “levantando falsas
acusaciones (flyarōn, usada sólo aquí en el N.T.) contra nosotros con palabras malignas”
(ponērois). Sin duda, ese líder autocrático había hecho lo más que podía para echar por tierra la
reputación de aquellos de quienes no estaba dispuesto a recibir (como en el v. 9, el “nos”
puede referirse principalmente a los representantes de Juan).
Sin embargo, Diótrefes no sólo hablaba mal, sino que iba más lejos. No contento con estas
cosas, no recibe a los hermanos. Esta era su segunda obra perversa. Su maliciosa charla sentaba
el fundamento para negarse a brindar hospitalidad (en contraste con la hospitalidad de Gayo). Y
tercero, al igual que muchos otros dictadores eclesiásticos que han surgido desde entonces,
Diótrefes hacía todo lo posible por imponer su voluntad sobre otros: a los que quieren
recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia. Valiéndose de su autoridad autoproclamada y
de su prominente posición (v. 9), forzaba a otros creyentes a ser inhospitalarios, y si no le
obedecían, incluso les impedía congregarse en la iglesia.
Quizá Gayo ya conocía muchos de esos hechos. Es probable que Juan le estuviera
recordando de manera indirecta las dificultades potenciales que enfrentaría al recibir a los
hermanos que servían a la verdad. Pero la obvia dedicación de Gayo a brindar hospitalidad (vv.
5–6) sugiere que era un hombre de cierta riqueza y que probablemente tenía una buena
posición, por lo que podía resistir el autoritarismo de Diótrefes. Gayo se sentiría más animado

180
por la promesa de Juan en el sentido de que cuando llegara, trataría el problema con el mismo
Diótrefes.
V. 11. Gayo no debía, de ningún modo, imitar lo malo, sino lo bueno. Debía evitar repetir la
conducta de Diótrefes. La conducta del individuo refleja claramente su relación con Dios. Todo
aquel que hace lo bueno es de Dios. Las palabras “de Dios” trad. la frase gr. ek tou theou, que
aparece varias veces en 1 Juan (e.g. 3:10; 4:1–4, 6–7) para sugerir la idea de que Dios es la
fuente de las acciones y actitudes del individuo. Por el contrario, el que hace lo malo, no ha
visto a Dios. Con esto debía compararse la declaración de 1 Juan 3:6 (V. el comentario de ese
v.). La afirmación no debe ser diluida. La maldad jamás surgirá de alguien que tiene una genuina
percepción de Dios, sino que siempre será producto de las tinieblas que hay en el corazón
humano y la ceguera para con Dios. Juan no cuestionaba la salvación de Diótrefes, pero sí
afirma que la conducta de éste manifestaba una verdadera ceguera para con Dios. Gayo debía
tener mucho cuidado de evitar una conducta como ésa.

C. Recomendación de Demetrio (v. 12)

V. 12. Si en verdad Gayo iba a imitar “lo bueno” (cf. v. 11), debía brindar hospitalidad a
Demetrio. Esto no se solicita explícitamente, pero parece ser la implicación obvia de la
recomendación que Juan hace de Demetrio. De acuerdo con la ley judía referente a los testigos
(Dt. 19:15), el apóstol adujo un triple testimonio del carácter de Demetrio. (1) Todos los que lo
conocían daban buen testimonio de Demetrio. (2) También era respaldado por la verdad
misma. Aquí la verdad se personifica como “testigo” y sin duda, Juan quería comunicar que el
carácter y doctrina de Demetrio estaban en conformidad con esa verdad, i.e., que virtualmente
la verdad misma hablaba en favor de él. (3) Como tercera línea de testimonio Juan escribió: y
también nosotros damos testimonio; y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
Juan mismo podía personalmente comprobar la dignidad de ese hombre. Por lo tanto, Gayo no
tenía razón de vacilar en brindar a Demetrio el tipo de hospitalidad que había mostrado hacia
otros. (El Demetrio de esta carta no se debe confundir con su homólogo de Hch. 19:24, que fue
un enemigo del evangelio.)

III. Despedida (vv. 13–15)

Vv. 13–14. Juan estaba por concluir lo que quería decir en esta breve carta, pero aún tenía
muchas cosas que escribir a Gayo. Pudo haber dicho mucho más por escrito (así como dijo en 2
Juan) pero esperaba en breve poder comunicar esas cosas cara a cara.
V. 15. El apóstol deseó a Gayo paz y comunicó los saludos de los amigos. De manera similar,
quería que Gayo saludara a los amigos, a cada uno en particular. El uso del término “amigos”
mencionado dos veces en estas oraciones finales, es quizá un recordatorio final a Gayo de que
los cristianos en todo lugar son o deberían ser, una red de amigos que estén listos para
ayudarse unos a otros siempre que se necesite. Parte de la esencia del cristianismo es conocer
a personas que jamás se han visto y hacerlo en lugares distantes, y descubrir un vínculo
inmediato de amistad por medio de la fe que comparten.

181
Judas

INTRODUCCIÓN

Paternidad literaria. El escritor de la epístola de Judas, la última de las epístolas generales,


introduce su carta con una simple declaración acerca de sí mismo: “Judas, siervo de Jesucristo,
y hermano de Jacobo” (v. 1).
¿Quién era este Judas? Existen tres posibilidades en cuanto a su identidad. El autor pudo
haber sido (a) Judas, el medio hermano de Cristo, (b) el apóstol del mismo nombre, o (c) un
líder homónimo de la iglesia de Jerusalén. Este último fue enviado a Antioquía con Pablo,
Bernabé y Silas (Hch. 15:22). Su sobrenombre era Barsabás, indicando con esto que pudo haber
sido hermano de José Barsabás, quien fue uno de los dos candidatos para reemplazar a Judas
Iscariote (Hch. 1:23). Por esa razón, tal vez era conocido en la iglesia. Pero, además de ésta,
existe muy poca evidencia adicional que lo señale como autor de esta epístola.
Por lo que hace a la posibilidad de que haya sido el apóstol Judas, el v. 17 de su carta parece
indicar que el escritor no se consideraba apóstol, aunque la modestia pudo haberlo inducido a
escribir así. Sin embargo, si es que realmente fue uno de ellos, el importante tema acerca del
cual escribió probablemente le hubiera exigido identificarse con los otros apóstoles, por causa
de la autoridad apostólica.
Lo más probable es que la identidad del autor corresponda a Judas, el medio hermano de
Cristo, hijo de José y María nacido después de Jesús. El uso del término “siervo” sería muy
apropiado, porque aunque al principio los hermanos de Jesús no creyeron en él (Jn. 7:5), más
tarde vieron a Cristo resucitado y se convirtieron (Hch. 1:14). Entre estos estaba Judas, quien no
se consideraba a sí mismo digno de llamarse “hermano”, sino sólo “siervo” de Jesucristo.
Por lo tanto, el Jacobo al que se refiere Judas como su hermano también era medio
hermano del Señor (Mt. 13:55; Mr. 6:3), así como líder de la iglesia de Jerusalén (Hch. 15:13) y
autor de la epístola de Santiago (Stg. 1:1).
Judas escribió con un corazón pleno de amor y comprensión, y con una nota de
preocupación y autoridad. Él quería escribir de un tema gozoso “acerca de nuestra común
salvación” (Jud. 3), pero fue compelido a escribir una epístola mucho más seria. Su amor por los
creyentes, a quienes vio en peligro por parte de adversarios que los acechaban, lo obligó a
cambiar su tema más agradable por el anuncio de una solemne advertencia.

Estilo. Judas escribió en un estilo dinámico, usando muchas figuras de lenguaje (e.g.
pastores, nubes y árboles, v. 12; así como olas y estrellas, v. 13).
Frecuentemente su material está escrito en tríadas. Si nos atenemos a las que han
descubierto algunos comentaristas, podrían ser hasta 18 de ellas. Destacan entre las tales, su
introducción: “Judas, siervo … hermano” (v. 1); la mención de sus destinatarios: “los llamados,
santificados … y guardados” (v. 1); su salutación: “misericordia y paz y amor” (v. 2); su
descripción de los apóstatas: “hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de
nuestro Dios … niegan … a nuestro Señor Jesucristo” (v. 4); sus ejemplos de otros apóstatas que
fueron juzgados: “al pueblo sacándolo de Egipto … ángeles … Sodoma y Gomorra y las ciudades
vecinas” (vv. 5–7); su descripción de los soñadores herejes: “mancillan la carne, rechazan la
autoridad y blasfeman de las potestades superiores” (v. 8); su descripción detallada: “han
182
seguido el camino de Caín … se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la
contradicción de Coré” (v. 11).
Luego Judas fue más allá del uso de tríadas y añadió figura sobre figura para enfatizar su
denuncia de los apóstatas. Los llamó “manchas… que se apacientan a sí mismos; nubes sin agua
… árboles otoñales, sin fruto … fieras ondas del mar … estrellas errantes” (vv. 12–13).
En otras trilogías, Judas dijo: “estos son murmuradores, querellosos que andan según sus
propios deseos, cuya boca habla cosa infladas, adulando a las personas” (v. 16), y se
caracterizan como los que “causan divisiones … sensuales … no tienen al Espíritu” (v. 19). Los
lectores de Judas debían “convencer a algunos … arrebatándolos del fuego … y de otros [tener]
… misericordia” (vv. 22–23).
Frecuentemente, Judas hizo referencia al A.T. Habló del éxodo (v. 5), de la muerte de
muchos israelitas en el desierto (v. 5), de Sodoma y Gomorra (v. 7), del cuerpo de Moisés (v. 9),
de Caín (v. 11), Balaam (v. 11), Coré (v. 11), Enoc (v. 14) y Adán (v. 14).

Fecha. Los eruditos difieren en cuanto a la fecha de redacción de este libro, porque Judas no
identificó directamente a la asamblea a la cual dirigió la epístola ni especificó cuál era el grupo
herético acerca del cual escribió. Sin embargo, la mayoría de los comentaristas le asignan una
fecha entre 67 y 80 d.C. Judas fue probablemente influido por Pedro, quien escribió su segunda
epístola cerca del 67–68 d.C. (Pedro predijo que surgirían los falsos maestros [2 P. 2:1; 3:3],
pero Judas declaró que estos habían “entrado encubiertamente” [Jud. 4].) Además, la herejía
antinómica gnóstica (a la que Judas pudo haber estado respondiendo), comenzó a ejercer su
influencia en el s. I.

Propósito. Una idea caracteriza a esta epístola: tengan cuidado de los apóstatas. En
conformidad con esa advertencia, Judas procedió a expresar una exhortación para sus lectores:
“que contendáis ardientemente por la fe” (v. 3). La herejía del gnosticismo se había
manifestado. “Aquí se encuentran, en una forma subdesarrollada, todas las principales
características que contribuyeron a formar el posterior gnosticismo—el énfasis en el
conocimiento libre de las exigencias morales; arrogancia hacia los líderes “no iluminados” de la
iglesia; interés en la angelología; esfuerzos divisionistas; tendencia hacia la lascivia” Michael
Green, The Second Epistle General of Peter and the General Epistle of Jude, “La Segunda
Epístola Universal de Pedro y la Epístola Universal de Judas”, pág. 39).
Los incipientes gnósticos contra los que Judas advirtió negaban el señorío de Cristo (v. 4),
ejercitaban una licenciosa conducta pecaminosa (vv. 4, 8, 16), se rebelaban contra la autoridad
(vv. 8, 11, 18), estaban entregados a sus propios deseos (vv. 16, 19), vivían preocupados sólo de
autogratificarse (vv. 11–12, 16), eran divisionistas (v. 19), criticones (v. 16) y orgullosos (v. 16).
El gnosticismo declaraba que lo espiritual era bueno y lo material malo. Por lo tanto, lo
espiritual debía cultivarse y alimentarse, dándole libertad para alcanzar sus buenas
inclinaciones. Pero además, los gnósticos se sentían libres para dar rienda suelta a los deseos de
la carne. De esta manera, el centro de esa apostasía consistía en que trocaba la gracia de Dios
en libertinaje y lascivia. Judas escribió para advertir a sus lectores acerca de esta doble
apostasía de conducta equivocada y falsa doctrina.

183
Destinatarios. El tono de la carta demuestra que los destinatarios originales pudieron ser
cristianos judíos de Palestina que se reunían en congregaciones locales. Las referencias hechas
a incidentes del A.T. y a la literatura extrabíblica identifica a los destinatarios como personas
que entenderían estas referencias sin necesidad de explicación alguna. Egipto, Sodoma y
Gomorra, Moisés, Caín, Balaam, Coré, Enoc, Adán y los ángeles caídos, todos indican a gente
familiarizada con la historia del A.T. y posiblemente con la literatura apócrifa.

Aplicación. El libro es una solemne advertencia a los cristianos de todo lugar, debido a que
todos están sujetos a caer en los mismos errores doctrinales y prácticos. Aunque su tema
acerca de la apostasía se dirige específicamente a los cristianos judíos del s. I, su mensaje es
aplicable a todos los cristianos. Todos los creyentes deben evitar las trampas de negar el
señorío de Cristo, de seguir los deseos carnales de manera promiscua, de rechazar la autoridad,
de ser causa de división y de vivir sólo para sí.

BOSQUEJO

I. Salutación (vv. 1–2)


II. Advertencia contra los apóstatas (vv. 3–4)
III. Advertencia contra el peligro de la apostasía (vv. 5–16)
A. Ejemplos de apóstatas del pasado (vv. 5–7)
1. Egipto (v. 5)
2. Los ángeles (v. 6)
3. Sodoma y Gomorra (v. 7)
B. Acciones de los apóstatas en el presente (vv. 8–16)
1. Rechazan la autoridad (vv. 8–10)
2. Caminan en error (v. 11)
3. Dirigen con falsedad (vv. 12–13)
4. Se autogratifican (vv. 14–16)
IV. Pautas para evitar la apostasía (vv. 17–23)
A. Recordar la enseñanza de los apóstoles (vv. 17–19)
B. Alimentarse a sí mismos (vv. 20–21)
C. Ser misericordiosos con otros (vv. 22–23)
V. Victoria sobre la apostasía (vv. 24–25)

COMENTARIO

I. Salutación (vv. 1–2)

V. 1. El autor se presenta a sí mismo simplemente como Judas, siervo de Jesucristo, y


hermano de Jacobo. No hizo ningún llamado a sus lectores con base en su autoridad personal.
Se sentía satisfecho con ser identificado como “siervo” (doulos, “esclavo”) de Jesucristo. (Para
la discusión sobre la identidad de este Judas, V. la Introducción.)
La epístola de Judas fue dirigida a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en
Jesucristo. Esta triple descripción de la gente de Dios es una de las muchas tríadas de esta

184
epístola. La primera expresión “a los llamados” se enfoca en el pasado—al llamado soberano de
Dios para salvación y su gracia electiva (cf. Ro. 1:6; 8:30; 1 Co. 1:24; Ef. 4:4; 2 P. 1:3). La frase
“santificados en Dios Padre” (RVR60), “amados por Dios el Padre” (NVI95), se refiere al
presente. La forma verbal “amados” (NVI95) indica que el amor de Dios hacia ellos se manifestó
en el pasado, pero también se mantiene en el presente. Su tercera descripción “guardados en
Jesucristo” expresa la más positiva seguridad acerca del futuro, porque Dios preservará a los
que confían en él hasta la venida de Jesucristo (1 Ts. 5:23; 2 Ti. 1:12; 1 P. 1:5; Jud. 24). El
llamado es la obra activa del Espíritu Santo; el amor emana del Padre (cf. 2 Co. 13:14); y la obra
de guardarnos es el ministerio del Hijo. Así, todos los miembros de la Trinidad se incluyen en la
salutación de Judas. El conocimiento del llamado de Dios, su amor y resguardo, proporcionan al
creyente seguridad y paz en tiempos de apostasía.
Cada uno de estos puntos de la dedicatoria de Judas parecen ser tratados después en el
cuerpo de la epístola: el llamado puede estar insinuado con las palabras “nuestra común
salvación” (v. 3), el amor de Dios es mencionado en el v. 21 y el poder protector de Jesús puede
estar incluido en las palabras “esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida
eterna” (v. 21; cf. v. 24).
V. 2. Las provisiones divinas de misericordia y paz y amor que se incluyen en el saludo de
Judas son necesarias para los cristianos que viven en una atmósfera licenciosa de enseñanza
apóstata. La misericordia de Dios puede sostenerlos en tiempos de dificultad (He. 4:16); su paz
puede proveerles una dulce calma cuando la maldad abunda (Ro. 15:13; Fil. 4:7); y su amor
puede proteger y asegurar a los creyentes ante el peligro (Ro. 5:5; 1 Jn. 4:12, 15–16).
La naturaleza de la salutación refleja la actitud del escritor. La selección de palabras de
Judas introduce su profunda compasión y sincera preocupación por sus lectores. Él anhelaba
que ellos conocieran la plena medida de la “misericordia y paz y amor” de Dios. Judas rebosaba
de amor por los creyentes mientras les advertía contra los que se habían infiltrado en la iglesia
y procuraban destruirla, que no sabían nada acerca de la misericordia, paz y amor divinos.

II. Advertencia contra los apóstatas (vv. 3–4)

Vv. 3–4. Deseando haber escrito acerca del más agradable tema de la salvación, debido a su
preocupación Judas se vio obligado a escribir acerca de un tema urgente y desagradable.
Habían surgido circunstancias que demandaban una acción inmediata, presentando así una
situación de emergencia. Judas mismo se refirió a un problema reconocido, y exhortó a los
creyentes a responder con determinación positiva.
Por eso, fue directamente al punto: os exhorto a que contendáis ardientemente por la fe.
Luego procedió a decir a sus lectores por qué estaba tan preocupado. Algunos impíos habían
entrado encubiertamente infiltrándose entre ellos. Se habían unido a la asamblea de creyentes
pretendiendo ser parte de ellas cuando en realidad eran enemigos.
Las palabras de Judas fueron escritas a quienes compartían la fe y la salvación. Su escrito es
una advertencia a los creyentes para cuidarse de esos apóstatas que estaban operando en las
asambleas locales y que llegarían a destruir, si fuera posible, el fundamento de la fe sobre el
cual se edificó la iglesia.
“La fe” que ha sido una vez dada a los santos por Dios, es el cuerpo de verdades que
enseñaron los apóstoles. El término “la fe”, que también se emplea en Gálatas 1:23 y en 1

185
Timoteo 4:1, se refiere a las cosas que habían creído. Es la falsa enseñanza de los apóstatas
contra la cual los creyentes fueron llamados a contender (epagōnizesthai, “luchar con ahínco”)
con toda diligencia para defender las verdades que los impíos trataban de destruir. De hecho,
Judas dijo lo mismo que el autor de Hebreos: “retengamos nuestra profesión” (He. 4:14).
La intrusión de libertinos en la iglesia se refiere a los forasteros que podrían envenenar a la
congregación y que debían ser rechazados. Esos apóstatas no eran seguidores de Cristo que se
habían descarriado, más bien eran intrusos que no pertenecían a la iglesia y que procuraban
causar que naufragara la fe de los creyentes.
La condenación de esos hombres, de la cual desde antes se había escrito, puede referirse a
las profecías del A.T. (e.g. Is. 8:19–22; Jer. 5:13–14). Su fin también se predice en el N.T. (e.g. 2
Ts. 2:6–10; 2 P. 2:3).
Hay dos características que identifican a esos impíos (asebeis, “irreverentes”; cf. Jud. 15)
apóstatas: pervierten la gracia de Dios y rechazan al Hijo de Dios.
Pretendiendo tener libertad en Cristo, interpretan la gracia del Señor como libertinaje para
hacer lo que su carne desea sin inhibición alguna. Su libertinaje cambió la gracia por una burda
conducta licenciosa. Estos antinómicos declaraban que, puesto que la carne no fue creada por
Dios, era apropiado acceder a sus deseos. No es ninguna sorpresa que en la práctica, esa
perversión fuera acompañada de una desviación de la doctrina—una negación de la persona y
autoridad de Jesucristo.

III. Advertencia contra el peligro de la apostasía (vv. 5–16)

Primero, Judas advirtió a sus lectores acerca del peligro de la apostasía refiriéndose a tres
ejemplos del pasado de apóstatas que fueron destruidos (vv. 5–7), y luego describiendo el juicio
venidero sobre los actuales apóstatas (vv. 8–16).

A. Ejemplos de apóstatas del pasado (vv. 5–7)

1. EGIPTO (V. 5)

V. 5. Egipto se menciona como recordatorio del hecho de que la mayoría de los israelitas
que salieron de Egipto no fueron fieles. Una generación entera pereció en el desierto debido a
su incredulidad (cf. He. 3:16–19).

2. LOS ÁNGELES (V. 6)

V. 6. Entre los ángeles había algunos que habían permanecido en su primera morada
obedientes a Dios. Pero otros se rebelaron y no guardaron su dignidad y ahora están guardados
bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.
La fuente de información que empleó Judas para hacer esta declaración es algo que se ha
debatido extensamente. Algunos creen que ésta se puede referir a Génesis 6:1–4, y que “los
hijos de Dios” que cohabitaron con “las hijas de los hombres” en la tierra, fueron los ángeles
que “no guardaron su dignidad”, desobedeciendo a Dios. (Pero V. el comentario de Gn. 6:1–4.)
Otros consideran que Judas estaba utilizando el libro apócrifo de Enoc. Debido a que Judas no

186
identifica su fuente, cualquier decisión a este respecto es mera conjetura. La manera en que
Judas se refirió a los ángeles da razón para creer que esta verdad era bien aceptada por sus
lectores y, por ende, no necesitaba mayor explicación.

3. SODOMA Y GOMORRA (V. 7)

V. 7. La tercera ilustración de Judas es la de Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que


provee un aterrador ejemplo de lo que pasa a los que dejan a Dios para seguir su lujuriosa
naturaleza. El destino de los incrédulos de esas dos ciudades (Gn. 19:1–29) presagió el destino
de quienes niegan la verdad de Dios e ignoran sus advertencias. El castigo por fuego sobre los
perversos moradores de Sodoma y Gomorra ilustra el fuego eterno del infierno, que
experimentarán los falsos maestros.

B. Acciones de los apóstatas en el presente (vv. 8–16)

1. RECHAZAN LA AUTORIDAD (VV. 8–10)

V. 8. Judas volvió a referirse a los apóstatas dentro de la iglesia, alterando el orden de sus
referencias históricas en los vv. 5–7. Los que mancillan la carne son como Sodoma y Gomorra.
“Mancillan” es miainousin, lit., “pervierten, contaminan” usada sólo en Tito 1:15 y Hebreos
12:15. Los que rechazan la autoridad son como los israelitas incrédulos que desecharon la
autoridad tanto de Moisés como de Jehová. Los que blasfeman de las potestades superiores
evocan a los ángeles que abandonaron su morada. Estas tres acciones revelan las actitudes
internas de inmoralidad física (cf. Ro. 1:24, 26–27; Ef. 4:19), la insubordinación intelectual y la
irreverencia espiritual. Debido a que son soñadores, no son realistas, y consideran que sus
actos les traerán satisfacción.
V. 9. El arcángel Miguel fue enviado a sepultar el cuerpo de Moisés, pero según una
tradición judía (el libro seudoepigráfico de “La Asunción de Moisés”) el diablo disputó con el
arcángel por el cuerpo, aparentemente reclamando el derecho a disponer de él. Pero Miguel,
aunque era poderoso e investido de autoridad, no se atrevió a disputar con Satanás, así que
dejó el asunto en manos de Dios, diciendo: El Señor te reprenda. Los falsos maestros de los que
habla Judas no tenían respeto por la autoridad ni por los ángeles. La blasfemia de los apóstatas
hacia las potestades celestiales (v. 8) marca un arrogante contraste con respecto a Miguel,
principal ser angelical, quien no se atrevió a maldecir a Satanás, jefe de los ángeles caídos.
V. 10. Aunque Miguel no se atrevió a acusar al diablo, estos apóstatas, en contraste,
blasfemaban de cuantas cosas no entendían. Este hablar abusivo puede referirse a que
blasfemaban de los ángeles (v. 8). Su entendimiento estaba depravado, porque sólo seguía los
instintos animales naturales. La mentalidad de los apóstatas era como la de los animales
irracionales. En lugar de comprender lo que estaba por encima de ellos (los ángeles), en
realidad sólo entendían lo que había debajo de ellos (los animales). De esta manera, Judas
desbarató la pretensión gnóstica que tenían de que poseían un conocimiento superior. Y su
entendimiento—que contaminaba “su cuerpo” (NVI95, v. 8)—era autodestructivo como el
pecado de Sodoma.

187
2. CAMINAN EN ERROR (V. 11)

V. 11. De nuevo, Judas menciona una de sus tríadas. Los apóstatas erraban en tres aspectos,
así que dijo: ¡Ay de ellos!
Han seguido el camino de Caín. Esto puede significar que ellos, al igual que Caín: (a)
fabricaron en desobediencia su muy particular manera de adorar, (b) tuvieron envidia de otros,
o (c) odiaban a otros con un instinto asesino (cf. 1 Jn. 3:12).
Se lanzaron por lucro en el error de Balaam. Éste, bajo la apariencia de servir a Dios, indujo
a otros a pecar, mientras que al mismo tiempo buscaba lucrar con el error de ellos (2 P. 2:15–
16; Nm. 22:21–31). De forma similar, los falsos líderes del tiempo de Judas, codiciosos de
dinero, condujeron a otros al pecado sin que reconocieran el peligro que entrañaba imitar sus
acciones.
Perecieron en la contradicción de Coré. Éste dirigió una revuelta contra Moisés y Aarón,
porque no reconoció que Dios había delegado su autoridad en ellos (Nm. 16). Entonces, su
rebelión fue en realidad contra Dios mismo. De manera similar, los hombres de que hablaba
Judas (quizá líderes de iglesias locales) se habían rebelado contra la autoridad de Dios y como
resultado, serían destruidos repentinamente. Esa destrucción era tan cierta, que Judas declaró
en tiempo pretérito: “perecieron”.

3. DIRIGEN CON FALSEDAD (VV. 12–13)

V. 12. Judas destaca cuán astutamente habían entrado en la iglesia los apóstatas. Hacían de
las suyas en los ágapes—que eran las celebraciones más íntimas de los creyentes—comidas
(indicado por la palabra comiendo) que eran probablemente seguidas por la cena del Señor.
Con todo, los falsos maestros, aunque participaban externamente, en su interior negaban al
Señor (v. 4b). Esta es la más descarada blasfemia posible. Tales hombres eran así las manchas
que ensuciaban la belleza interna de la iglesia. Además, estaban introduciéndose (cf. “han
entrado encubiertamente” entre vosotros, v. 4a) impúdicamente o sin inhibición. “Manchas” es
spilades; cf. la forma verbal espilōnemon (contaminada) del v. 23. Al manchar a otros (v. 12), se
ensuciaban a sí mismos (v. 23).
Además, esos incrédulos habían asumido una función pastoral, pero no actuaban como
pastores. En lugar de alimentar al rebaño de Dios, de manera egoísta se alimentaban a sí
mismos. Cuán impensable que un pastor no alimente a sus ovejas ¡la cual es su principal
responsabilidad! Su liderazgo era falso, porque era engañoso, endurecido y egoísta.
Esos apóstatas, aunque eran líderes, eran nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los
vientos. Esta es la primera de cuatro vívidas comparaciones extraídas de la naturaleza que
aparecen en los vv. 12–13. Esos hombres no tenían agua para las almas sedientas; sólo
aparentaban que la poseían. Y pronto se fueron, porque eran inestables como las nubes que
son llevadas por el viento.
Como líderes, esos apóstatas estaban espiritualmente muertos. Los árboles otoñales (el
tiempo de recolectar frutos de los árboles) sin fruto parecen (o están) muertos, y los árboles sin
fruto que son desarraigados mueren para siempre—de esta manera están dos veces muertos.
La condición de muerte de los líderes apóstatas se indica por dos cosas: (a) no producían fruto
espiritual en otros, y (b) no tenían raíces espirituales en ellos. Por ende, enfrentaban el juicio.

188
V. 13. Los apóstatas desparramaban su espuma como las fieras ondas del mar, rompiendo
de un lado a otro y produciendo sólo espuma en la playa, sin nada sólido, edificante, de ayuda o
nutriente. Lo único que producían era vergüenza, misma que era causada por sus acciones.
Las estrellas errantes se mueven a lo largo del cielo, brillando esporádicamente, y luego se
desvanecen sin producir luz o dar dirección. Pero las estrellas fijas sirven para guiar a los
navegantes, no así las errantes, que no sirven de nada. Si un capitán de una embarcación fuera
tan estúpido de dejarse guiar por una de ellas, se extraviaría. De manera similar, la prominencia
de los líderes apóstatas es efímera, inútil y falsa. Descarrían a sus ingenuos seguidores,
pretendiendo ser lo que no son. Ellos serán por lo tanto confinados eternamente a la oscuridad
de las tinieblas. El juicio eterno es algo seguro para ellos.
Esos apóstatas no eran creyentes estériles, que no recibirían recompensa en los cielos en el
tribunal de Cristo. Más bien, eran impostores que serían juzgados según sus perversas obras.

4. SE AUTOGRATIFICAN (VV. 14–16)

Vv. 14–15. El juicio de los apóstatas, ya mencionado en los vv. 4–7, 13, se confirma ahora
con una referencia a una profecía antediluviana hecha por Enoc, séptimo desde Adán (Gn. 5:4–
20). Sin embargo, los eruditos están perplejos por la ausencia de toda referencia a esta profecía
en el A.T. Debido a que la afirmación de Judas es similar a un pasaje del libro apócrifo de Enoc
(1:9)—escrito antes de 110 a.C. y probablemente conocido por los cristianos primitivos—
muchos asumen que Judas tomó una cita de ese libro. Otros opinan que la diferencia entre las
palabras de Judas y el libro de Enoc indica que Judas recibió la información acerca de Enoc
directamente de Dios, o que bajo inspiración divina, registró una tradición oral. Ninguno de
estos puntos de vista afecta la doctrina de la inspiración de manera adversa. Si Judas citó el
libro apócrifo, estaba afirmando únicamente la verdad de esa profecía y no avalando el libro
completo (cf. la cita de Pablo del poeta cretense Epiménides, en Tit. 1:12).
La profecía de Enoc señalaba el glorioso retorno de Cristo a la tierra con sus santas decenas
de millares de ángeles (Mt. 24:30; 2 Ts. 1:10) cuando su propósito será hacer juicio contra todos
(2 Ts. 1:7–10), y dejar convictos a todos los impíos con la irrefutable evidencia de que sus actos,
costumbres y palabras han sido malignos (asebeis; “irreverentes”; cf. Jud. 4). El cuádruple uso
que Judas hace de la palabra impíos refuerza su descripción de la naturaleza de esos hombres.
En lugar de ser auténticos líderes espirituales, han hablado cosas duras (cf. “blasfeman” en el v.
10) contra Jesús, a quien han negado.
V. 16. Aquí Judas describe a los apóstatas de cuatro maneras. Esta descripción justifica por
qué Enoc los llamó “impíos”. (a) Eran murmuradores y querellosos, encontraban faltas en otros
pero ni la más mínima en ellos; (b) de manera lujuriosa andaban según sus propios deseos (cf.
vv. 8, 10, 18–19); (c) hablaban cosas infladas acerca de ellos mismos (la palabra yperonka,
usada sólo aquí y en 2 P. 2:18, significa estar “inflado” o “hinchado”); y (d) lisonjeaban a otros,
intentando congraciarse con la gente sólo cuando sabían que podían sacar provecho.
Verbalmente descontentos, extravagantemente egocéntricos y engañosamente aduladores, así
eran los apóstatas de entonces y de ahora.
De esta manera, hablando resueltamente, Judas identificó con claridad a los apóstatas,
mientras que al mismo tiempo exhibió su verdadero carácter para advertir a los creyentes

189
acerca de su naturaleza real y su destino final. Estaba colocando así el fundamento para llamar
a sus lectores a la acción contra esos hombres impíos y sus prácticas.

IV. Pautas para evitar la apostasía (vv. 17–23)

Habiendo identificado a los apóstatas con un expresivo lenguaje, Judas da a los creyentes
pautas sobre cómo evitar los errores de los apóstatas. No es suficiente con reconocer a los
falsos maestros; es también necesario evitar caer en sus errores.

A. Recordar la enseñanza de los apóstoles (vv. 17–19)

Vv. 17–19. Judas indicó a sus lectores que recordaran lo que los apóstoles habían dicho
acerca de los burladores. En Éfeso, Pablo advirtió acerca de los “lobos rapaces” que vendrían a
destruir el rebaño y a torcer la verdad (Hch. 20:29–30) y expresó similares advertencias de
apostasía a Timoteo (1 Ti. 4:1; 2 Ti. 3:1–5; 4:3–4). Pedro había tocado el mismo tema (2 P. 2:1–
3; 3:3–4). La cita de Jud. 18 es una trad. libre de las palabras de Pedro de 2 Pedro 3:3, y al
mismo tiempo, resume las advertencias de Pablo.
Como se afirma en Judas 18–19, esos intrusos (a) se burlan (cf. vv. 10–15), (b) andan según
sus malvados deseos (cf. v. 16), son sensuales (cf. vv. 10, 16) y (c) buscan causar divisiones
entre los creyentes. Es obvio que tales hombres no tienen al Espíritu, y por lo tanto, no han
nacido de nuevo (Ro. 8:9).

B. Alimentarse a sí mismos (vv. 20–21)

Vv. 20–21. Además de recordar lo que los apóstoles habían dicho acerca de los apóstatas,
los lectores de Judas debían poner atención a ellos mismos. Aquí está el corazón del mensaje de
Judas: Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu
Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando el regreso de Cristo. (En el original, el imper.
“conservaos” tiene más fuerza, lo cual indica que los tres gerundios “edificándoos, orando y
esperando” dependen de él.) El evidente contraste de estas acciones con los burladores se
introduce con las palabras pero vosotros. Y por tercera vez, Judas se dirige a sus lectores
llamándolos amados (vv. 3, 17, 20).
La edificación personal (“edificándoos”) se logra por el progreso en el conocimiento de
“vuestra santísima fe”. Esta “fe que ha sido una vez dada a los santos” (v. 3) es la enseñanza de
los apóstoles que se registra en las Escrituras para que sea estudiada (Hch. 20:32; 2 Ti. 2:15).
Orar en el Espíritu Santo no significa hablar en lenguas, sino “el orar de los corazones y
almas que son habitadas, iluminadas y llenas con el Espíritu Santo” (George Lawrence Lawlor.
Translation and Exposition of the Epistle of Jude, “Traducción y Exposición de la Epístola de
Judas”, pág. 127). Es orar con el poder del Espíritu Santo (cf. Ef. 6:18).
Conservarse “en el amor de Dios” (Jud. 21) no indica que la salvación dependa del esfuerzo
humano, porque eso contradiría otros pasajes de la Escritura (e.g., v. 24). En lugar de eso, el
creyente se nutre a medida que se ocupa en recordar el amor de Dios por él y se mantiene en
comunión con el Señor (cf. Jn. 15:9–10, “permaneced en mi amor”).

190
Aguardando (prosdejomenoi
̱ “mirar expectante”) la esperanza bienaventurada, el retorno
de Cristo por su iglesia, es un cuarto medio de nutrirse personalmente. Esperar ese evento es
aguardar la misericordia de nuestro Señor, en el sentido de que el rapto será la evidencia
consumadora de su misericordia. Judas añadió que traerá la vida eterna, i.e., el disfrute de la
vida que nunca termina en la presencia de Dios (cf. 1 P. 1:5, 9, 13).

C. Ser misericordiosos hacia otros (vv. 22–23)

Vv. 22–23. Debido a que las palabras de los apóstatas eran confusas, probablemente
muchos creyentes tenían dudas acerca de si debían seguirlos o no. Judas escribe que tales
personas no deben ser maldecidas o criticadas. Deben ser tratadas con amor y misericordia—
de la misma manera en que el Señor las trataría (cf. v. 21). Necesitaban ánimo, no críticas,
necesitaban ser edificados, no destruidos.
Otros—los que no son salvos—estaban a punto de caer en el fuego, el fuego eterno del
infierno (cf. v. 7). Judas exhortó a sus lectores a que los arrebataran del fuego, salvándolos.
Aun a otros, un tercer grupo, los creyentes debían mostrar misericordia. Pero debían
hacerlo con una actitud de temor, i.e., con cuidado, no fuera que se contaminaran por el
pecado del “hereje más recalcitrante” (Michael Green, The Second Epistle General of Peter and
the General Epistle of Jude. “La Segunda Epístola Universal de Pedro y la Epístola Universal de
Judas”, pág. 188). Tales personas están tan corrompidas, que el hedor de muerte las ha
contaminado e incluso su ropa hiede con el olor de la carne contaminada (cf. el comentario
acerca de “contaminada” en v. 12).
En su corta epístola, Judas dio siete mandamientos a los creyentes:
1. Contender ardientemente por la fe (v. 3)
2. Recordar la enseñanza y advertencia de los apóstoles (v. 17)
3. Edificarse mutuamente en su santísima fe (v. 20)
4. Orar en el Espíritu Santo (v. 20)
5. Conservarse en el amor de Dios (v. 21).
6. Buscar la misericordia de Dios que traerá vida eterna (v. 21)
7. Tener misericordia por los cristianos que dudan, arrebatar a los incrédulos del fuego, y
con cuidado mostrar misericordia a los que se han corrompido (vv. 22–23).

V. Victoria sobre la apostasía (vv. 24–25)

Vv. 24–25. En su último párrafo, Judas prorrumpió en una de las doxologías más excelsas,
respondiendo a la inexpresada pregunta: “¿quién nos librará de los apóstatas y la apostasía a la
que ellos conducen a los incautos?” Su proclamación fue: Alabad a aquel que es poderoso para
guardaros sin caída. ¡La victoria sobre la apostasía se encuentra en Jesucristo! Él es quien
guardará a los creyentes. Cristo presentará a los creyentes ante su Padre sin mancha delante de
su gloria con gran alegría—con gozo por él y por ellos (He. 12:2; 1 P. 1:8). Aquí está el más
grande tema de victoria que debe anunciarse, la más excelsa nota de alabanza y adoración
posible, y la más grande seguridad para los redimidos. Judas atribuye al Señor, al único y sabio
Dios, nuestro Salvador, la gloria y majestad, imperio y potencia, que están todas disponibles
para los creyentes a través del victorioso “Jesucristo nuestro Señor” (NVI95). Y esta exaltada

191
posición es cierta de Dios en la eternidad pasada, en el presente, y por toda la eternidad en el
futuro.
De esta manera, Judas cumple el deseo de su corazón de escribir en los más gozosos
términos (Jud. 3), porque en Cristo hay esperanza de conseguir la victoria que da a los
creyentes alegría y confianza.

Apocalipsis

INTRODUCCIÓN
Importancia. El libro de Apocalipsis es muy importante, porque fue el último libro inspirado de
la Biblia que se escribió y por eso, está muy bien colocado al final del N. T. Así como éste
comienza con los cuatro evangelios, que están relacionados con la primera venida de Cristo,
Apocalipsis lo cierra con el tema general de la segunda venida del Señor. Este libro también es
el clímax de muchas líneas de revelación que corren a través de los dos Testamentos, y trae a su
conclusión la revelación de muchas profecías que todavía están por cumplirse.
La segunda venida de Cristo y los años inmediatamente anteriores a ella, se revelan en
Apocalipsis en forma más gráfica que en ningún otro libro de la Biblia. El libro de Daniel
describe en detalle el período desde la época de ese profeta hasta el tiempo de la primera
venida de Cristo, y explica brevemente el período de la tribulación y el reinado del Señor en la
tierra. Pero Apocalipsis amplía la enseñanza acerca de los grandes acontecimientos de los
últimos tiempos, y añade muchos detalles adicionales que culminan con el nuevo cielo y la
tierra nueva.
Autor. Como especifican claramente los primeros vv. del libro, éste fue escrito por Juan. Desde
el primer siglo hasta el presente, los cristianos conservadores han aceptado casi unánimemente
que se refiere al apóstol Juan. Dionisio fue el primero en dudar de la autoría juanina, y lo hizo
basándose en que disentía con la teología del libro y porque encontró muchas inexactitudes en
la gramática. Pero sus objeciones fueron desechadas por casi todos los padres de la iglesia
primitiva más reconocidos como Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Clemente de
Alejandría y Orígenes. (Para una discusión de este tema, V. John F. Walvoord, The Revelation of
Jesús Christ, “La Revelación de Jesucristo”, págs. 11–14.) Prácticamente todos los eruditos
modernos que creen en la inspiración divina del libro de Apocalipsis, también creen que su
autor es el apóstol Juan. Sin embargo, Erasmo, Lutero y Zwinglio cuestionaron la autoría juanina
porque enseña que Cristo reinará literalmente por mil años.
Fecha. La mayoría de eruditos evangélicos afirma que Apocalipsis se escribió en el año 95 o 96
d.C. Esto se basa en los relatos hechos por los padres de la iglesia primitiva en el sentido de que
el apóstol Juan vivió exiliado en la isla de Patmos durante el gobierno de Domiciano, quien
murió en el año 96 d.C. Hasta entonces, se permitió a Juan regresar a Éfeso.
También se ha cuestionado la autoría juanina debido a la declaración de Papías, padre de la
iglesia primitiva, en el sentido de que el apóstol Juan fue martirizado antes del año 70 d.C. No
obstante, la exactitud de la cita de Papías ha sido seriamente desafiada por las declaraciones de

192
Clemente de Alejandría y Eusebio, quienes afirman que el libro fue escrito por Juan en Patmos
en 95 o 96 d.C.
Inspiración y canonicidad. Quienes aceptan que el apóstol Juan es el autor de este libro,
reconocen universalmente la inspiración divina de Apocalipsis y el derecho que tiene a estar en
la Biblia. Debido a que su estilo difiere de los demás libros del N.T., los cristianos de la iglesia
primitiva se demoraron en aceptarlo, debido a la creciente oposición al premilenarismo. La
doctrina de un reino literal de Cristo con duración de mil años fue rechazada por algunos líderes
eclesiásticos de los siglos tercero y cuarto. No obstante, la evidencia muestra que los teólogos
conservadores aceptaron de inmediato que el libro fue auténticamente inspirado. Los padres
de la iglesia primitiva que reconocieron el libro como parte de las Escrituras, incluyen a Ireneo,
Justino Mártir, Eusebio, Apolonio y Teófilo, obispo de Antioquía. Para principios del tercer siglo,
el libro ya era citado ampliamente como Escritura. El hecho de que Apocalipsis complementa
otros libros inspirados como el de Daniel, ha confirmado su inspiración divina.
Estilo. Al igual que los libros de Daniel y Ezequiel del A.T., Apocalipsis utiliza extensamente las
formas de revelación simbólica y apocalíptica. Debido a que los símbolos deben explicarse, esto
ha conducido a muchas y diversas interpretaciones. Sin embargo, en la mayoría de los casos,
puede encontrarse el significado de la revelación simbólica comparándola con otras
revelaciones proféticas y apocalípticas que se encuentran en el A.T. Esto ha hecho que muchos
intérpretes consideren que el libro de Apocalipsis presenta predicciones muy realistas del
futuro. Su carácter apocalíptico y simbólico contrasta grandemente con los libros de parecida
naturaleza que se han escrito fuera de la Biblia y que se clasifican como seudoepigráficos.
Mientras que muchos de esos libros extrabíblicos son casi imposibles de entender, Apocalipsis,
en contraste, presenta una visión comprensible del futuro que va en armonía con el resto de las
Escrituras (cf. Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 23–30).
Interpretación. Debido a su carácter inusual, Apocalipsis ha sido estudiado usando diversos
principios de interpretación, algunos de los cuales hacen surgir serias dudas en cuanto a su
valor como revelación autoritativa.
El enfoque alegórico o no literal. Esta forma de interpretación fue iniciada por la escuela de
teología de Alejandría en los siglos tercero y cuarto. Considera que toda la Biblia es una enorme
alegoría que debe interpretarse en un sentido no literal. Más tarde, Agustín (354–430 d.C.)
restringió la interpretación alegórica de la Biblia en su mayor parte a las profecías relativas al
milenio. Él interpretaba Apocalipsis como una crónica del conflicto espiritual entre Dios y
Satanás con cumplimiento en la era actual de la iglesia. En la era moderna, una variante liberal
de este enfoque considera que Apocalipsis es simplemente una presentación simbólica del
concepto de la victoria final de Dios.
El enfoque preterista. Un punto de vista más respetado es el conocido como preterista, el cual
considera que Apocalipsis es un cuadro simbólico de los conflictos de la iglesia primitiva que ya
se han cumplido. Este punto de vista niega la cualidad predictiva del futuro de la mayor parte
del libro de Apocalipsis. En distintos grados, este enfoque combina las interpretaciones
alegórica y simbólica con el concepto de que Apocalipsis no trata de acontecimientos futuros
específicos. Existe otra variante del punto de vista preterista que considera que Apocalipsis

193
establece los principios del trato divino con el hombre, sin presentar acontecimientos
específicos.
El enfoque histórico. Este es un punto de vista muy popular que surgió en la Edad Media.
Considera que Apocalipsis es un cuadro simbólico de toda la historia, que abarca la era actual
de la iglesia entre la primera y la segunda venida de Cristo. Este punto de vista fue promovido
por Lutero, Isaac Newton, Elliot y muchos otros expositores de la escuela de interpretación
posmilenarista y ha obtenido respetabilidad en los últimos siglos. Su problema principal es que
rara vez se encuentran dos intérpretes que coincidan en explicar un determinado pasaje como
refiriéndose al mismo acontecimiento. Además, cada intérprete tiende a buscar su
cumplimiento en su generación. Muchos han combinado el punto de interpretación histórico
con aspectos de otras formas de interpretación con el fin de entresacar enseñanzas
devocionales o espirituales del libro. Los métodos de interpretación precedentes tienden a
negar el futuro reino milenial literal así como los acontecimientos futuros literales que se
mencionan en el libro de Apocalipsis.
El enfoque futurista. Este punto de vista ha sido adoptado por los eruditos conservadores,
generalmente premilenaristas, que afirman que los caps. 4–22 se refieren a acontecimientos
que en la actualidad están en el futuro. El contenido de Apocalipsis 4–18 es una descripción de
los últimos siete años que precederán a la segunda venida de Cristo y enfatizan particularmente
la gran tribulación, la cual ocurrirá en los tres años y medio previos a su venida.
Las objeciones a este punto de vista a menudo surgen de las posiciones teológicas que se
oponen al premilenarismo. Con frecuencia se aduce que si fuera principalmente futurista, para
los primeros cristianos no hubiera sido consolador leer el libro de Apocalipsis, ni habría sido
entendido por ellos. Pero los adeptos de la interpretación futurista insisten, por el contrario, en
que los acontecimientos futuros que se describen en Apocalipsis traen consuelo y seguridad a
los cristianos que consideran, debido a la naturaleza de su fe, que la victoria final es futura. Sin
embargo, la interpretación futurista es muy difícil para el intérprete, ya que le exige concretar
las presentaciones simbólicas que caracterizan al libro, en acontecimientos proféticos tangibles.
Propósito. El objetivo del libro de Apocalipsis es revelar los acontecimientos que tendrán lugar
inmediatamente antes, durante, y después de la segunda venida de Cristo. Para cumplir este
propósito, el libro dedica la mayoría de su revelación a este asunto en los caps. 4–18. En el cap.
19, la segunda venida se describe en forma más gráfica que en ningún otro lugar de la Biblia, y
es seguida por la descripción del reino milenial de Cristo en el cap. 20. El estado eterno se
revela en los caps. 21–22. Así que el propósito evidente del libro es complementar el tema
profético presentado anteriormente en las profecías del A.T. (e.g., Dn.) así como las profecías
hechas por Cristo, especialmente las del discurso del monte de los Olivos (Mt. 24–25). Además
del carácter predictivo del libro de Apocalipsis, en él se hallan muchas revelaciones acerca de
casi todas las áreas importantes de la teología. Además, muchos pasajes sugieren aplicaciones
prácticas de las verdades proféticas a la vida del cristiano. El conocimiento específico y la
espera del cumplimiento del programa futuro de Dios, son incentivos para vivir en santidad,
dedicados a Cristo.

194
Aplicación. Además de los pasajes que sugieren aplicaciones prácticas de las verdades
proféticas, los caps. 2–3 son de especial importancia, porque contienen mensajes a siete
iglesias locales que muy apropiadamente representan a toda la iglesia. El agudo mensaje que
Cristo envía a cada una de ellas, corona las epístolas del N.T. que tratan de la vida práctica de
quienes se han entregado a la fe cristiana. Por un lado, se exhorta a los creyentes a vivir
santamente, y por el otro, se advierte a los incrédulos acerca de los juicios venideros. El libro de
Apocalipsis provee evidencia sólida de que Dios, que es justo, castigará finalmente al pecado
humano y traerá a su consumación la salvación de los que han creído en Cristo. Se hace una
solemne advertencia a aquellos que no están preparados para encarar el futuro. En el programa
divino, es inevitable que llegue el día en que habremos de entregar cuentas, en el cual toda
rodilla se doblará ante Cristo (Fil. 2:10). Debido a su amplia revelación de los acontecimientos
que están por venir, así como por su aguda exhortación a la rectitud, el libro de Apocalipsis
pronuncia una bendición sobre “los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas
en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Ap. 1:3).

BOSQUEJO
I. Introducción: “Las cosas que has visto” (1)
A. Prólogo (1:1–3)
B. Salutación (1:4–8)
C. La visión en Patmos de Cristo glorificado (1:9–18)
D. La orden de escribir (1:19–20)
II. Cartas a las siete iglesias: “Las [cosas] que son” (caps. 2–3)
A. Carta a la iglesia de Éfeso (2:1–7)
B. Carta a la iglesia de Esmirna (2:8–11)
C. Carta a la iglesia de Pérgamo (2:12–17)
D. Carta a la iglesia de Tiatira (2:18–29)
E. Carta a la iglesia de Sardis (3:1–6)
F. Carta a la iglesia de Filadelfia (3:7–13)
G. Carta a la iglesia de Laodicea (3:14–22)
III. Revelación del futuro: “Las [cosas] que han de ser después de estas” (caps. 4–22)
A. Visión del trono celestial (4)
B. El libro con siete sellos (5)
C. Apertura de seis de los sellos: el tiempo de la ira divina (6)
D. Los que serán salvos en la gran tribulación (7)
E. Apertura del séptimo sello y la presentación de las siete trompetas (caps. 8–9)
F. El ángel fuerte con el librito (10)
G. Los dos testigos (11:1–14)
H. La séptima trompeta (11:15–19)
I. Los siete grandes personajes de los últimos tiempos (caps. 12–15)
J. Las copas de la ira divina (16)
K. La caída de Babilonia (caps. 17–18)
L. El cántico de aleluya en el cielo (19:1–10)
M. La segunda venida de Cristo (19:11–21)

195
N. El reino milenial de Cristo (20:1–10)
O. El juicio del gran trono blanco (20:11–15)
P. Cielo nuevo y tierra nueva (21:1–22:5)
Q. Última palabra de Dios (22:6–21)

COMENTARIO
I. Introducción: “Las cosas que has visto” (cap. 1)
A. Prólogo (1:1–3)
1:1. Las palabras la revelación de Jesucristo con que empieza Apocalipsis, indican cuál es el
tema de todo el libro. La palabra “revelación” es trad. del término gr. apokalypsis, que significa
“correr el velo” o “descubrir”. Esta palabra da título al libro. La revelación fue dada a Juan para
que la transmitiera a otros, a sus siervos, y predice las cosas que deben suceder pronto, en
lugar de hacer una presentación histórica como los cuatro evangelios. La palabra “pronto” (en
taje̱ i; cf. 2:16; 22:7, 12, 20) significa que cuando acontezca, la acción será repentina, no
necesariamente que va a ocurrir de inmediato. Una vez que comiencen los acontecimientos de
los últimos tiempos, éstos se darán en rápida sucesión (cf. Lc. 18:8; Hch. 12:7; 22:18; 25:4; Ro.
16:20). La palabra declaró viene del vb. gr. esēmanen, que significa “dar a conocer por medio
de señales o símbolos”, pero el vb. también incluye la comunicación por medio de palabras. No
se da el nombre del ángel mensajero, pero algunos creen que es Gabriel, el mismo que llevó
mensajes a Daniel, María y Zacarías (cf. Dn. 8:16; 9:21–22; Lc. 1:26–31). La palabra su siervo
(doulos, que generalmente significa “esclavo”) Juan es la misma que usan Pablo, Santiago,
Pedro y Judas (cf. Ro. 1:1; Fil. 1:1; Tit. 1:1; Stg. 1:1; 2 P. 1:1; Jud. 1) al hablar de su posición
como siervos de Dios.
1:2. Con toda fidelidad, Juan describe el testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio
de Jesucristo, en todas las cosas que pudo ver. Lo que él observó fue la comunicación de—y
acerca de—Jesucristo mismo.
1:3. El prólogo concluye pronunciando una bendición sobre cada individuo que lee el libro,
así como sobre los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas.
La implicación es que el lector debía leer este mensaje en voz alta a una audiencia. No sólo hay
una bendición para el lector y sus escuchas, sino también para aquellos que responden en
obediencia.
Juan concluye su prólogo con la frase porque el tiempo está cerca. La palabra “tiempo”
(kairos) se refiere a un período de tiempo, es decir el tiempo del fin (Dn. 8:17; 11:35, 40; 12:4,
9). El tiempo del fin como período, se menciona en Apocalipsis 11:18 y 12:12. En 12:14, la
palabra “tiempo” significa un año (Dn. 7:25); y la frase “tiempo, y tiempos, y la mitad de un
tiempo” significa un año (“tiempo”), más dos años (“tiempos”), más seis meses (“la mitad de un
tiempo”), totalizando tres años y medio—la duración del tiempo “del fin”. Apocalipsis 1:3
contiene la primera de las siete bienaventuranzas que menciona el libro (1:3; 14:13; 16:15;
19:9; 20:6; 22:7, 14; V. “Las Siete Bienaventuranzas de Apocalipsis” en el Apéndice, pág. 279).
Este prólogo presenta en forma concisa los hechos básicos que aparecen en el resto del
libro: sus temas, propósito y los canales angélicos y humanos que se utilizan. Es de suma

196
importancia observar principalmente que el propósito del libro era dar una lección práctica a
aquellos que lo leyeran y tomaran en cuenta su contenido.

B. Salutación (1:4–8)
1:4–6. Este saludo—al igual que los de Pablo en sus epístolas y el de Juan en 2 Juan—
especifica quiénes son los destinatarios del libro. Las receptoras del mensaje eran las siete
iglesias que estaban en la provincia romana de Asia, lo que actualmente es el occidente de
Turquía (Ap. 1:11; caps. 2 y 3). Las palabras gracia y paz a vosotros resumen en forma breve,
tanto la posición del cristiano ante Dios, como su experiencia. “Gracia” refiere la actitud de Dios
hacia los creyentes, mientras que “paz” refiere tanto la posición como la experiencia de la paz
divina.
Esta salutación es inusual en el sentido de que describe a Dios como el que es y que era y
que ha de venir (cf. 1:8). La frase los siete espíritus probablemente se refiere al Espíritu Santo
(cf. Is. 11:2–3; Ap. 3:1; 4:5; 5:6) aunque es una forma poco común de referirse a la tercera
persona de la Trinidad. De las tres personas que forman la Trinidad, Jesucristo se menciona
aquí en último lugar, probablemente debido al lugar prominente que ocupa en este libro. A él
se le describe como el testigo fiel, i.e., la fuente de la revelación que se va a dar; el primogénito
de los muertos (cf. Col. 1:18), haciendo referencia a su resurrección histórica, y el soberano de
los reyes de la tierra, apuntando a su función profética después de su segunda venida (cap. 19).
La resurrección de Cristo fue de entre los muertos. Como “primogénito”, es el primero que
resucitó con cuerpo eterno, el cual es la garantía de otras resurrecciones selectivas que
incluyen las de los santos que mueran durante la era de la iglesia (Fil. 3:11), la de los mártires
de la tribulación (Ap. 20:5–6) y la de los impíos que han muerto durante todas las edades
(20:12–13).
Al morir en la cruz, Jesucristo, el que nos amó, también nos lavó de nuestros pecados con
su sangre (algunos mss. gr. tienen “nos ha librado” [cf. NVI95] en lugar de “nos lavó”). Ahora,
los creyentes somos reyes y sacerdotes, cuyo único propósito ahora y para siempre, es servir a
Dios, su Padre. Esto compele a Juan a expresar una doxología de alabanza y adoración que
culmina con Amén (lit., “que así sea”).
1:7–8. Se exhorta a los lectores a esperar su venida, refiriéndose a la segunda venida de
Jesucristo, que será con las nubes (cf. Hch. 1:9–11). Además, todo ojo le verá, hasta aquellos
que le traspasaron. Aunque los verdugos literales y los que rechazaron a Cristo ya están
muertos y no resucitarán sino hasta después del milenio, el remanente fiel de Israel lo mirará a
él, “a quien traspasaron” (Zac. 12:10). Ese remanente fiel representará a la nación judía.
Sin embargo, la segunda venida de Cristo será visible a todo el mundo, incluyendo a los
incrédulos, en contraste con su primera venida, cuando nació en Belén, y con el rapto futuro de
la iglesia, el cual probablemente no será visible en toda la tierra. El tiempo presente que se usa
en la expresión: He aquí que viene (Ap. 1:7) apunta hacia el rapto futuro de la iglesia (Jn. 14:3).
De nueva cuenta, Juan añade la palabra Amén. La salutación termina con un recordatorio de
que Cristo es eterno, el Alfa y la Omega, la primera y última letras del alfabeto gr. (esta frase
también aparece en Ap. 21:6; 22:13). Además, se describe como el que es y que era y que ha
de venir (cf. 4:8; 11:17), el Todopoderoso. El término gr. que se trad. como “Todopoderoso” es
pantokratōr, “el que tiene todo el poder”. Éste se usa diez veces en el N.T., nueve de las cuales

197
están en Apocalipsis (2 Co. 6:18; Ap. 1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22). La principal
revelación de todo el libro se encuentra en estos versículos de salutación.

C. La visión en Patmos de Cristo glorificado (1:9–18)


El lugar donde se llevó a cabo la dramática revelación de Cristo que se registra en este libro,
fue Patmos, pequeña isla del mar Egeo al suroeste de Éfeso, localizada entre Asia Menor y
Grecia. Según algunos padres de la iglesia primitiva (Ireneo, Clemente de Alejandría y Eusebio),
Juan fue enviado a esa isla como prisionero después de haber tenido un exitoso pastorado en
Éfeso. Victoriano, que fue el primer comentarista del libro de Apocalipsis, afirma que Juan
trabajaba como preso en las minas de la pequeña isla. Cuando el emperador Domiciano murió
en el año 96 d.C., su sucesor Nerva permitió que Juan regresara a Éfeso. Durante los aciagos
días que pasó en Patmos, Dios dio a Juan la maravillosa revelación contenida en este último
libro de la Biblia.
1:9–11. Esta sección comienza con la expresión Yo Juan. Esta es la tercera referencia que se
hace al autor humano en este cap. y la primera de tres veces que él se menciona a sí mismo en
el libro como yo (cf. 21:2; 22:8). Esto contrasta con la mención que hace de sí mismo en 2 Juan
1 y en 3 Juan 1 como “el anciano” y su referencia en Juan 21:24 a que era un discípulo.
En estos primeros caps. que dirige a las siete iglesias de Asia, Juan se describe como un
hermano que era copartícipe con los cristianos en la tribulación. Su sufrimiento había venido
por causa de su fiel proclamación y por su fe en la palabra de Dios y el testimonio de
Jesucristo. “El testimonio de Jesucristo” significa el testimonio de Juan por y acerca de Jesús, no
el testimonio dado por Cristo. Como muchos otros escritores bien conocidos de las Escrituras
(Moisés, David, Isaías, Ezequiel, Jeremías y Pedro), Juan estaba escribiendo desde el contexto
del sufrimiento causado por su entrega al verdadero Dios.
La revelación de Juan se realizó mientras él estaba en el Espíritu en el día del Señor.
Algunos han indicado que “el día del Señor” se refiere al primer día de la semana. Sin embargo,
la frase “del Señor” está usada como adjetivo, y esta expresión nunca se usa en la Biblia para
indicar el primer día de la semana. Probablemente, Juan se refiere al día del Señor, expresión
común que aparece en los dos Testamentos (cf. Is. 2:12; 13:6, 9; 34:8; Jl. 1:15; 2:1, 11, 31; 3:14;
Am. 5:18, 20; Sof. 1:7–8, 14, 18; 2:3; Zac. 14:1; Mal. 4:5; 1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10). “En el Espíritu”
también puede trad. como “en [mi] espíritu” (cf. Ap. 4:2; 17:3; 21:10). Es decir, su ser interior,
no el corporal, fue proyectado hacia adelante en una visión, hacia el día futuro del Señor
cuando Dios derramará sus juicios sobre la tierra.
Los conmovedores acontecimientos que se narran a partir de Apocalipsis 4 son la
manifestación del día del Señor y los juicios divinos que se relacionan con él. Parece improbable
la idea de que todo el libro de Apocalipsis se diera a Juan en un sólo día de veinticuatro horas,
especialmente porque tuvo que escribirlo todo a mano. Después de que fue trasladado
proféticamente hacia el futuro día del Señor, se puso a registrar su experiencia.
Juan dice que escuchó una gran voz como de trompeta que le daba instrucciones de
escribir en un rollo lo que veía y escuchaba y lo enviara a las siete iglesias localizadas en Asia
Menor. Esta es la primera de las doce veces en que en este libro se ordena a Juan que escriba lo
que ve, mandato que parece relacionarse con la visión que recibió inmediatamente antes (cf.

198
1:19; 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14; 14:13; 19:9; 21:5). No obstante, no debía registrar una visión en
especial (10:4).
Cada una de esas iglesias era una congregación local autónoma, y el orden en que se
mencionan es una media luna geográfica empezando en Éfeso en la costa occidental, siguiendo
al norte a Esmirna y Pérgamo, después rodeando al oriente y sur a Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea. (Para más información acerca de estas siete iglesias, V. el comentario de los caps. 2–
3.)
1:12–16. Al escuchar la voz, Juan se volteó para ver de dónde procedía. Lo que vio fueron
siete candeleros de oro. Aparentemente, eran candeleros individuales en lugar de un candelero
con siete lámparas como el que formaba parte del mobiliario del tabernáculo y del templo.
En medio de los siete candeleros, Juan vio a uno semejante al Hijo del Hombre, expresión
usada en Daniel 7:13 para referirse a Cristo. La descripción que hace corresponde a la de un
sacerdote vestido de una ropa larga y ceñido por el pecho con un cinto de oro. La blancura de
su pelo corresponde a la del Anciano de días (cf. Dn. 7:9), referencia relacionada con Dios el
Padre. Dios el Hijo tiene la misma pureza y eternidad que su Padre, como se manifiesta por la
blancura de su cabeza y sus cabellos. Sus ojos eran como llama de fuego, que describen su
implacable juicio sobre el pecado (cf. Ap. 2:18).
Este concepto se destaca más porque sus pies eran semejantes al bronce bruñido,
refulgente como en un horno (cf. 2:18). El altar de bronce del templo estaba relacionado con el
sacrificio por el pecado y el juicio divino sobre éste. Su voz se compara con el estruendo de
muchas aguas. Juan observó que en su diestra tenía siete estrellas, mismas que se describen
en el v. 20 como ángeles o mensajeros a las siete iglesias. Es significativo que Cristo las tenía en
su mano derecha, lo cual indica posesión soberana. Hablando del ministerio de Cristo como
Juez, Juan vio que de su boca salía una espada aguda de dos filos. Este tipo de espada
(rhomfaia, también se menciona en 2:12, 16; 6:8; 19:15, 21) era usada por los romanos para
apuñalar con el fin de matar. Además, su rostro refulgía con la brillantez del sol cuando
resplandece en su fuerza. Jesucristo ya no es el niño de Belén o el varón de dolores coronado
de espinas. Ahora es el Señor de la gloria.
1:17–18. Juan dice que cuando lo vio, cayó como muerto a sus pies. De manera similar,
Pablo fue arrojado en tierra cuando vio a Cristo en su gloria en el camino a Damasco (Hch. 9:4).
Anteriormente, Juan había reclinado su cabeza en el pecho de Jesús (cf. Jn. 13:25). Pero ahora,
el apóstol ya no podía mostrar la misma familiaridad con el Señor de la gloria.
Juan recibió ánimo de Cristo, quien le dijo: No temas. El Señor le aseguró que él es eterno,
el primero y el último (cf. Ap. 1:8; 2:8; 21:6; 22:13), el que resucitó, el que vive, el que estuvo
muerto pero he aquí que ahora vive ¡por los siglos de los siglos! Aquí, Cristo afirma que sólo él
tiene las llaves de la muerte y del Hades; i.e., que tiene autoridad sobre la muerte y sobre el
lugar de los muertos (cf. Jn. 5:21–26; 1 Co. 15:54–57; He. 2:14; Ap. 20:12–14). Aunque el Cristo
glorificado debe ser reverenciado, los creyentes fieles como Juan pueden estar seguros de que
han sido aceptados por el Hijo de Dios. Tanto la muerte como la resurrección del cristiano están
en sus manos. Este cuadro de Cristo glorificado contrasta con el de Cristo como Hombre que
aparece en los cuatro evangelios (cf. Fil. 2:6–8), excepto por su transfiguración (Mt. 17:2; Mr.
9:2).

D. La orden de escribir (1:19–20)

199
1:19–20. Enseguida de la revelación de Cristo en su gloria, a Juan se le da nuevamente el
mandato: escribe. El tema de su crónica comprende tres tiempos: (a) lo que ya había
experimentado: las cosas que has visto; (b) las experiencias presentes: las que son; y (c) el
futuro: las que han de ser después de estas. Es evidente que este es el bosquejo divino de
Apocalipsis. Lo que se dice a Juan que escriba primero es el registro de su pasada experiencia
(cap. 1) y que ya era historia. Después, debía escribir el mensaje presente de Cristo a las siete
iglesias (caps. 2–3). Finalmente, debido a que el propósito principal del libro es profético, debía
registrar los acontecimientos que precederán, culminarán y seguirán a la segunda venida de
Cristo (caps. 4–22).
La división cronológica del libro de Apocalipsis es muy superior a muchos otros bosquejos
en los cuales los intérpretes a menudo se aferran a frases incidentales o manipulan el libro para
acomodarlo a su muy particular forma de interpretación. Este bosquejo armoniza
maravillosamente con el concepto de que la mayor parte de Apocalipsis (empezando en el cap.
4) es futura, no histórica o simplemente simbólica, o que sólo contiene declaraciones de
principios. Es significativo que sólo la interpretación futurista de Apocalipsis 4–22 tiene alguna
consistencia. Los intérpretes que siguen el enfoque alegórico del libro rara vez se ponen de
acuerdo entre ellos respecto a sus puntos de vista. Esto también se aplica a quienes sustentan
los enfoques simbólico e histórico.
En Apocalipsis, a menudo se presenta primero el símbolo o visión y después se da su
interpretación. De modo que aquí se declara que las siete estrellas … son los ángeles o
mensajeros de las siete iglesias. Y los siete candeleros … son las siete iglesias. En lugar de ser
un confuso montón de visiones simbólicas, el libro de Apocalipsis es un registro
cuidadosamente escrito de lo que Juan vio y escuchó, con explicaciones frecuentes de su
significado teológico y práctico.
Apocalipsis, con la ayuda de otros libros simbólicos como Daniel y Ezequiel, fue diseñado
por Dios para ser entendido por los que estudian acuciosamente toda la palabra de Dios. Como
el libro de Daniel, será entendido mejor a medida que se desarrolle la historia. Aunque sus
verdades y aplicaciones no están limitadas por el tiempo, serán de un consuelo muy especial
para aquellos que necesitan dirección en esos días previos a la segunda venida de Cristo.
Antes de revelar las asombrosas escenas proféticas de los caps. 4–22, Cristo primero envió
un mensaje personal a cada una de las siete iglesias, mismas que contienen aplicaciones
prácticas evidentes para su iglesia de estos días.

II. Cartas a las siete iglesias: “Las [cosas] que son” (caps. 2–3)
Como declaró Apocalipsis 1:11, Cristo envió un mensaje a cada una de las siete iglesias
locales de Asia Menor. El orden de la presentación escritural es geográfico, ya que cualquier
mensajero seguiría en forma natural esa ruta. Partiendo del puerto de Éfeso, viajaría 56 kms.
hacia el norte para llegar al puerto de Esmirna, continuando más hacia el norte y luego hacia el
oriente hasta Pérgamo y después giraría hacia el oriente y sur para visitar las otras cuatro
ciudades (1:11. V. “Mapa de localización de las siete iglesias de Apocalipsis” en el Apéndice,
pág. 280).
Ha habido mucha discusión en cuanto al significado que esos mensajes tienen para hoy. Es
evidente que esas iglesias fueron elegidas especialmente y arregladas en forma providencial

200
para que reflejaran las situaciones características que la iglesia ha confrontado a través de su
historia. Al igual que las epístolas de Pablo, que aunque fueron dirigidas a iglesias específicas,
también estaban diseñadas para toda la iglesia, así estos siete mensajes se aplican a toda la
iglesia de hoy, con la condición de que esté pasando por situaciones similares. En Asia Menor
había muchas otras iglesias, como Colosas, Magnesia y Tralles, algunas de las cuales eran más
grandes que las siete mencionadas, pero no se les enviaron cartas (V. “Cartas a las Siete
Iglesias” en el Apéndice, pág. 281).
Cuando se analiza el contenido de las cartas, se pone de manifiesto que en primer lugar, son
mensajes enviados a iglesias locales que históricamente surgieron en el primer siglo. En
segundo, también constituyen un mensaje a parecidas iglesias de la actualidad. En tercer lugar,
las exhortaciones individuales dirigidas a personas o grupos de las iglesias ponen en claro que
los mensajes también se dirigen a los individuos de hoy. En cuarto lugar, algunos creen que el
orden que tienen las siete iglesias sigue el orden de las distintas épocas de la historia de la
iglesia desde el primer siglo hasta hoy.
Al comparar las cartas a las siete iglesias con el devenir de la historia eclesiástica a partir de
la era apostólica, se descubren similitudes extraordinarias. Por ejemplo, parece que Éfeso
caracteriza a la iglesia del período apostólico como un todo, y Esmirna a la iglesia durante las
primeras persecuciones. No obstante, las Escrituras no autorizan expresamente esa
interpretación, y debiera aplicarse sólo cuando se ajusta en forma natural. Después de todo,
todas esas iglesias existieron en forma simultánea en el primer siglo.
Aunque sus mensajes son diferentes, las cartas tienen algunas similitudes. En cada una de
ellas, Cristo declara que él conoce sus obras; en cada una hay una promesa para aquellos que
vencen y una exhortación para quienes escuchan, y cada misiva tiene una descripción distinta
de Cristo que se relaciona con el mensaje que contiene. Además, cada una de ellas incluye una
alabanza, con excepción de Laodicea, una reprensión (excepto Esmirna y Filadelfia), una
exhortación, y una promesa consoladora a quienes atienden a su mensaje. En general, las
cartas a las siete iglesias tratan de los problemas que la iglesia ha tenido a través de la historia
eclesiástica y son una revelación incisiva y comprensiva de la forma en que Cristo evalúa a las
iglesias locales.
Extrañamente, a esta porción de las Escrituras no se le ha dado la atención debida. Mientras
que muchos consultan las epístolas de Pablo y otros pasajes del N. T. buscando verdades para la
iglesia, a menudo las cartas a esas siete iglesias son ignoradas completamente a pesar de que
proceden de Cristo mismo y de que esta es su evaluación definitiva. Este descuido ha
contribuido a que las iglesias de la actualidad fallen en conformarse a la voluntad perfecta de
Dios.

A. Carta a la iglesia de Éfeso (2:1–7)


1. DESTINATARIOS (2:1)

2:1. Por el tiempo en que esta carta se escribió, Éfeso era una de las ciudades principales de
Asia Menor, puerto y sede del gran templo de Artemisa (“Diana”, cf. Hch. 19:24, 27–28, 34–35)
que era una de las siete maravillas del mundo antiguo. El apóstol Pablo visitó la ciudad cerca del
año 53 d.C., unos 43 años antes de que esta carta de Apocalipsis se enviara a sus destinatarios.

201
Él vivió en Éfeso varios años y predicó el evangelio con tanto éxito, “que todos los que
habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús” (Hch. 19:10). La gran
ciudad se conmocionó completamente con el mensaje de Pablo (Hch. 19:11–41), dando como
resultado que los plateros provocaran un gran disturbio cuando vieron amenazados sus
negocios de hacer “templecillos de Diana”.
Por esa razón, la iglesia en Éfeso ya tenía una larga historia y era la más prominente de la
zona. Al pastor o mensajero de la iglesia se le llama el ángel (angelos). El uso principal que se da
a esta palabra en la Biblia es en referencia a los ángeles del cielo (William F. Arndt y F. Wilbur
Gingrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament, “Léxico Griego-Inglés del N.T.”,
Chicago: University of Chicago Press, 1957, págs. 7–8). Pero también se usa para referirse a
mensajeros humanos (Mt. 11:10; Mr. 1:2; Lc. 7:24, 27; 9:52).
Cristo tenía siete estrellas en su diestra y caminaba en medio de los siete candeleros de
oro. Las “estrellas” eran los ángeles o mensajeros de las iglesias y los “candeleros”, las siete
iglesias (1:20)

2. ALABANZA (2:2–3)

2:2–3. Cristo alaba a los miembros de la iglesia de Éfeso por su arduo trabajo y paciencia,
porque condenaban a los malos y señalaban a los falsos apóstoles. (Los falsos maestros
estuvieron presentes en cada una de las primeras cuatro iglesias; cf. vv. 2, 6, 9, 14–15, 20.)
Además, se les felicita por haber sufrido tribulaciones y por no haber desmayado en el servicio
del Señor. En general, esa iglesia había permanecido fiel en su servicio a Dios durante más de
cuarenta años.

3. REPRENSIÓN (2:4)

2:4. A pesar de las muchas áreas en que era digna de ser felicitada, se reprende
fuertemente a la iglesia de Éfeso: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. El
orden de las palabras en gr. es muy enfático; esta última cláusula se puede trad. así: “Tu primer
amor que has dejado”. Cristo utiliza la palabra agapēn, hablando de la clase de amor profundo
que Dios tiene por el hombre. Esta reprensión contrasta con lo que Pablo escribió a los efesios
35 años antes, diciendo que nunca dejaba de dar gracias por ellos, por su fe en Cristo y su amor
(agapēn) por los santos (Ef. 1:15–16). Para cuando recibieron la carta de Apocalipsis, la mayoría
de los cristianos de Éfeso eran creyentes de segunda generación y aunque habían retenido la
pureza en la doctrina y en sus vidas, y seguían practicando un alto nivel de servicio, les faltaba
una profunda devoción a Cristo. La iglesia de nuestros días también necesita escuchar la misma
advertencia, en el sentido de que la ortodoxia y el servicio no son suficientes. Cristo quiere el
corazón de los creyentes así como necesita sus manos y mentes.

4. EXHORTACIÓN (2:5–6)

2:5–6. Primeramente, se invita a la iglesia de los efesios a que recordara de dónde había
caído; se le pide que se arrepienta y vuelva al amor que había abandonado. Con frecuencia, se
encuentran en el N.T. exhortaciones similares relacionadas con la necesidad de permanecer en

202
el profundo amor a Dios (Mt. 22:37; Mr. 12:30; Lc. 10:27; Jn. 14:15, 21, 23; 21:15–16; Stg. 2:5; 1
P. 1:8). Cristo afirmó que el amor por Dios debe ser mayor que el que se siente por los
familiares más cercanos, incluso el padre, la madre, el hijo o la hija (Mt. 10:37). Por su parte,
Pablo añadió que el amor por Dios debe estar aún por encima del que sentimos por nuestro
cónyuge (1 Co. 7:32–35). Al llamar a los creyentes efesios al arrepentimiento, Cristo les pidió
que cambiaran de actitud así como de afectos. Debían continuar en su servicio, no simplemente
porque era lo correcto, sino por amor a Cristo. El Señor advierte a la iglesia que si no respondía,
se extinguiría la luz de su testimonio en Éfeso: vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su
lugar. La iglesia continuó, y posteriormente fue el escenario de un gran concilio eclesiástico,
pero después del s. V, declinaron tanto la iglesia como la ciudad. La zona circunvecina ha estado
deshabitada desde el s. XIV.
A continuación, se incluye otra palabra de felicitación. Se le elogia por aborrecer las obras
de los nicolaítas. Se ha especulado mucho acerca de la identidad de ese grupo, pero las
Escrituras no especifican quiénes eran. Tal vez era una secta equivocada tanto en su práctica
como en sus doctrinas (para mayor información, V. Henry Alford, The Greek Testament, “El
Testamento Griego”, 4:563–65; Merrill C. Tenney, Interpreting Revelation, “Interpretando
Apocalipsis”, págs. 60–61; Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, pág. 58).

5. PROMESA (2:7)

2:7. Como en las otras cartas, Cristo da a la iglesia de Éfeso una promesa que va dirigida a
los individuos que escuchan. El Señor declara: Al que venciere, le daré a comer del árbol de la
vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. El árbol de la vida se menciona por primera vez
en Génesis 3:22, donde dice que se encontraba en el jardín del Edén. Más adelante, vuelve a
aparecer en la nueva Jerusalén, donde dará fruto en abundancia (Ap. 22:2). Aquellos que
coman de él, nunca morirán (Gn. 3:22). Esta promesa no debe interpretarse como un premio
sólo para un grupo especial de cristianos, sino que es la esperanza normal de todos ellos. “El
paraíso de Dios” probablemente es uno de los nombres del cielo (cf. Lc. 23:43; 2 Co. 12:4,—las
únicas otras referencias que se hacen al paraíso en el N.T.). Probablemente se identificará con
la nueva Jerusalén en el estado eterno.
Esta palabra de ánimo para seguir en el amor verdadero les recordó otra vez de la provisión
misericordiosa de Dios en el sentido de que serían salvos en el tiempo y la eternidad. El amor a
Dios no se forja cumpliendo mandatos legalistas, sino respondiendo al conocimiento del amor
divino que se posee y apreciándolo en su justo valor.

B. Carta a la iglesia de Esmirna (2:8–11)


1. DESTINATARIOS (2:8)

2:8. La segunda carta se dirige a Esmirna, una ciudad grande y rica que estaba a 55 kms. al
norte de Éfeso. Como ésta, era un puerto. Pero en contraste con Éfeso, que en la actualidad
está en ruinas y desierta, Esmirna todavía es un gran puerto con una población actual de unos
200,000 habitantes. Cristo se describe a sí mismo como el primero y el postrero, el que estuvo
muerto y vivió. El Señor también se describe como Eterno (cf. 1:8, 17; 21:6; 22:13), el que

203
sufrió la muerte a manos de sus perseguidores y después se levantó de la tumba (cf. 1:5). Estos
aspectos de Cristo eran de especial relevancia para los cristianos de Esmirna, ya que, al igual
que Cristo en su muerte, estaban experimentando graves persecuciones.
El nombre de la ciudad, Esmirna, significa “mirra”, que era un perfume común. También se
utilizaba para el aceite de la unción del tabernáculo y para embalsamar cadáveres (cf. Éx. 30:23;
Sal. 45:8; Cnt. 3:6; Mt. 2:11; Mr. 15:23; Jn. 19:39). Aunque los cristianos de la iglesia de Esmirna
estaban experimentando la amargura del sufrimiento, su testimonio fiel era como la mirra, un
dulce perfume para Dios.

2. ALABANZA (2:9)

2:9. Para los creyentes de Esmirna debe haber sido un gran consuelo saber que Cristo
conocía todo acerca de ellos, sus obras … tribulación … y pobreza, y sin embargo, les dijo que
¡eran ricos! Aparte de sufrir persecuciones, también estaban sufriendo extrema pobreza
(ptōje̱ ian en contraste con penia, la palabra común que se usaba para “pobreza”). Aunque eran
extremadamente pobres, eran ricos en las maravillosas promesas que Cristo les había hecho (cf.
2 Co. 6:10; Stg. 2:5). Estaban siendo perseguidos no sólo por los paganos gentiles, sino también
por los hostiles judíos y por el mismo Satanás. Esto se hace evidente porque a la sinagoga judía
del lugar se le llama sinagoga de Satanás (cf. Ap. 3:9). (Satanás se menciona en cuatro de las
siete cartas 2:9, 13, 24; 3:9.) En la historia de la iglesia, las persecuciones más severas han
provenido de los religiosos.

3. REPRENSIÓN

Es muy importante el hecho de que para los fieles y pacientes cristianos de Esmirna no se
emita ninguna reprensión. Esto es un gran contraste con las evaluaciones que hace Cristo de
cinco de las otras seis iglesias, a las cuales sí reprende. Los sufrimientos de esos hermanos,
aunque extremadamente difíciles, les habían ayudado a mantener la pureza de la fe y de sus
vidas.

4. EXHORTACIÓN (2:10A)

2:10a. La palabra de Cristo para los sufridos cristianos de la iglesia es de exhortación a tener
valor: No temas (lit., “deja de tener miedo”) en nada lo que vas a padecer. Sus difíciles pruebas
iban a continuar. Todavía serían perseguidos, encarcelados, probados y aun padecerían
tribulación por diez días. Algunos han tomado la frase “por diez días” como una representación
simbólica de toda la persecución que ha sufrido la iglesia; otros piensan que se refiere a diez
persecuciones orquestadas por los gobernantes de Roma. El significado más probable es que se
les estaba anunciando que sufrirían por un período limitado de tiempo (cf. Walvoord,
Revelation, “Apocalipsis” págs. 61–62). Por su parte, Scott encuentra que hay antecedentes en
las Escrituras que indican que “diez días” significa un período limitado de tiempo (Walter Scott,
Exposition of the Revelation of Jesús Christ, “Exposición de la Revelación de Jesucristo”, pág.
69). Para apoyar esto, cita Génesis 24:55; Nehemías 5:18; Jeremías 42:7; Daniel 1:12; Hechos

204
25:6. Alford sostiene la misma posición, citando Números 11:19; 14:22; 1 Samuel 1:8; Job. 19:3
(The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:567).
El problema del sufrimiento humano, aunque sea por tiempo limitado, siempre ha
desconcertado a los cristianos fieles. Éste se puede esperar de los impíos, pero, ¿por qué deben
sufrir los santos? Las Escrituras nos dan varias razones. El sufrimiento puede deberse a: (1)
disciplina (1 Co. 11:30–32; He. 12:3–13), (2) prevención (como el aguijón en la carne de Pablo, 2
Co. 12:7), (3) al aprendizaje de la obediencia (como el sufrimiento de Cristo, He. 5:8; cf. Ro. 5:3–
5), o (4) para propiciar un mejor testimonio para Cristo (como en Hch. 9:16).

5. PROMESA (2:10B–11)

2:10b–11. En medio del sufrimiento, se exhorta a los creyentes de Esmirna con las palabras:
Sé fiel hasta la muerte. Aunque sus perseguidores tomaran sus vidas, esto haría que recibieran
la corona de la vida. Es evidente que hasta ese momento, nadie había muerto, pero era algo
que podían esperar. Más adelante, Policarpo, que llegó a ser obispo de la iglesia de Esmirna, fue
martirizado y sin duda, también otros fueron asesinados (cf. Robert Jamieson, A. R. Fausset y
David Brown, A Commentary Critical, Experimental and Practical on the Old and New
Testaments, “Comentario Crítico, Experimental y Práctico del Antiguo y Nuevo Testamentos”,
Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1945. 6:662). “La corona de la vida” es una de
las varias coronas que se prometen a los cristianos (cf. 1 Co. 9:25; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:6–8; 1 P.
5:4; Ap. 4:4). La corona de la vida también se menciona en Santiago 1:12. A los creyentes se les
anima a que permanezcan fieles, contemplando lo que les espera después de la muerte, i.e., la
vida eterna.
Como en todas las cartas, se hace una exhortación a los individuos que escuchan. La
promesa se da a quien venciere, refiriéndose en general a todos los creyentes, y se les asegura
que ninguno sufrirá daño de la segunda muerte (cf. Ap. 20:15).
La consoladora palabra de Cristo para Esmirna es la misma que para todos los cristianos que
sufren y son perseguidos. Como dice en Hebreos 12:11: “Es verdad que ninguna disciplina al
presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a
los que en ella han sido ejercitados”.

C. Carta a la iglesia de Pérgamo (2:12–17)


1. DESTINATARIOS (2:12)

2:12. La tercera iglesia estaba en Pérgamo, que se encontraba a unos 30 kms. tierra adentro
de Esmirna. Como Éfeso y Esmirna, era una ciudad rica, pero impía. La gente que se dedicaba a
los cultos paganos adoraba a Atenea, Esculapio, Dionisio y Zeus. Era famosa por su universidad,
cuya biblioteca contenía unos 200,000 volúmenes, así como por la manufactura de pergamino
(pergamena). La atmósfera que se respiraba en esa ciudad era adversa a la vida cristiana eficaz
y su testimonio.
Anticipando la reprensión que Cristo les va a hacer por tolerar la maldad e inmoralidad,
Juan describe al Señor como el que tiene la espada aguda de dos filos (que también se cita en
1:16; 2:16; 19:15, 21). La espada es una representación simbólica de la doble capacidad que

205
tiene la palabra de Dios de separar a los creyentes del mundo y de condenar al mundo por su
pecado. Es la espada tanto de la salvación como de la muerte.

2. ALABANZA (2:13)

2:13. Siguiendo el mismo orden que las dos cartas precedentes, primero se extiende una
felicitación. Cristo reconoce la difícil situación por la que pasaban, ya que vivían donde está el
trono de Satanás. Esto puede referirse al gran templo de Esculapio, el dios pagano de la
sanidad que se representaba como una serpiente. Nuevamente se menciona a Satanás al final
de este v. Pérgamo estaba donde mora Satanás y a los creyentes se les felicita por seguir
siendo fieles aun cuando Antipas (que significa “contra todo”) había sido martirizado. Nada se
sabe de este incidente. Los cristianos de Pérgamo seguían reteniendo el nombre de Dios aun
estando bajo pruebas muy severas, pero habían comprometido su testimonio de otras formas,
como se observa en los siguientes dos vv.

3. REPRENSIÓN (2:14–15)

2:14–15. Se les hallaba culpable de contemporizar con los paganos al permitir a los que
retienen la doctrina de Balaam y a los que retienen la doctrina de los nicolaítas. Balaam fue
culpable de aconsejar al rey Balac para que hiciera pecar a Israel a través de los matrimonios
con mujeres paganas y a través de la adoración a los ídolos (Núm. 22–25; 31:15–16). Los
casamientos mixtos con paganas también constituían un problema en Pérgamo, donde
cualquier contacto social con el mundo también involucraba la adoración a los ídolos.
Generalmente, la carne que se expendía en el mercado había sido previamente ofrecida a los
ídolos (cf. 1 Co. 8).
También se les acusa de seguir la enseñanza de los nicolaítas. Anteriormente, se había
felicitado a la iglesia de Éfeso por rechazar ésta, que parece era una degeneración moral (cf. Ap.
2:6). Algunos mss. gr. añaden aquí que Dios aborrece la enseñanza de los nicolaítas como
también se afirma en el v. 6. Contemporizar con la moralidad mundana y la doctrina pagana era
común en la iglesia, especialmente en el s. III, cuando se popularizó el cristianismo. Así que
contemporizar con la moralidad impía y el apartarse de la fe bíblica fueron las causas de que
muy pronto la iglesia se corrompiera.

4. EXHORTACIÓN (2:16)

2:16. Con dureza, Cristo reprendió a la iglesia con el áspero mandato: ¡arrepiéntete! y se le
advierte: pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. Aquí,
les promete que el juicio vendría “pronto” (tajy̱ s), lo cual también significa “repentinamente”
(cf. 1:1; 22:7, 12, 20). Cristo iba a pelear contra ellos usando la espada de su boca (1:16; 2:12;
19:15, 21). Esta frase también se refiere a la palabra de Dios que juzga con dureza la
contemporización con el mundo y el pecado.

5. PROMESA (2:17)

206
2:17. Como sucede en los mensajes a las otras iglesias, la exhortación final nuevamente se
hace a aquellos que quieren oír su mensaje. Al que venciere, Cristo le dará a comer del maná
escondido y una piedrecita blanca donde estará escrito un nombre nuevo. Tal vez el “maná
escondido” se refiere a Cristo como el pan del cielo, la fuente invisible de la fuerza y alimento
del creyente. Mientras que Israel recibió la comida física del maná, la iglesia recibe la comida
espiritual (Jn. 6:48–51)
Los eruditos difieren en cuanto al significado de la “piedrecita blanca”. Tal vez Alford tiene
razón al decir que el punto importante aquí es la inscripción que aparecerá en ella, por medio
de la cual se dará al creyente “un nombre nuevo”, lo cual indica aceptación de Dios y el derecho
que tiene a la gloria (The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:572). También puede ser
una alusión a la práctica que se realizaba en el A.T. por la cual el sumo sacerdote llevaba sobre
su pecho doce piedras donde estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel. Aunque
los creyentes de Pérgamo no tuvieran piedras preciosas o gemas en este mundo, tenían lo que
sin duda es más importante, la aceptación de Cristo mismo y la seguridad de recibir infinitas
bendiciones futuras. Tomado como un todo, el mensaje a la iglesia de Pérgamo es una
advertencia contra contemporizar en moralidad o enseñanza con el mundo y contra desviarse
de la pureza de la doctrina que se requiere de los creyentes.

D. Carta a la iglesia de Tiatira (2:18–29)


1. DESTINATARIOS (2:18)

2:18. Tiatira estaba a 60 kms. al sureste de Pérgamo y era una ciudad mucho más pequeña.
Estaba situada en un área reconocida por sus cosechas abundantes y la fabricación de tinte
púrpura. La iglesia era pequeña, pero queda señalada por esta impresionante carta de
reprensión.
De acuerdo con lo que sigue, Cristo se define como el Hijo de Dios, el que tiene ojos como
llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido. Esta descripción del Señor es parecida a
la que aparece en 1:13–15, pero aquí se le llama el Hijo de Dios en vez de el Hijo del Hombre. La
situación demandaba una reafirmación de su deidad y su justa ira por los pecados de la iglesia.
La frase “bronce bruñido” que se usa para referirse a sus pies, es una trad. de una palabra gr.
muy rara, ja̱ lkolibanō, que también se usa en 1:15. Parece que éste se formaba con una
aleación de varios metales y se caracterizaba por su gran brillantez cuando se pulía. La
referencia a sus ojos como “llama de fuego” y al reflejo brillante de sus pies, enfatizan la
indignación y juicio justo de Cristo.

2. ALABANZA (2:19)

2:19. Aunque había muchas cosas equivocadas en la iglesia de Tiatira, se felicita a los
creyentes por su amor … fe … servicio y … paciencia (cf. 2:2). Y esos cristianos seguían haciendo
más buenas obras a medida que pasaba el tiempo (esto en contraste con la iglesia de Éfeso,
que cada vez hacía menos). Pero a pesar de las evidencias de que había vida cristiana y
testimonio, la iglesia de Tiatira tenía serios problemas.

207
3. REPRENSIÓN (2:20–23)

2:20–23. La principal condena que les hace Cristo es la relativa a que toleraban a esa mujer
Jezabel, misma que se autonombraba profetisa y que enseñaba a los creyentes a que
participaran en la inmoralidad sexual, y a fornicar (prácticas que acompañaban a la religión
pagana) y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Cristo aborrecía lo que para la sociedad local
era aceptable. Los creyentes se habían apartado de la moralidad desde hacía algún tiempo (v.
21). Tal vez la iglesia de Tiatira escuchó por primera vez el evangelio por boca de Lidia, que se
convirtió gracias al ministerio de Pablo (Hch. 16:14–15). Es interesante que posteriormente
también fuera una mujer, la que se autodenominaba “profetisa”, la que estuviera influenciando
a la iglesia. Su nombre “Jezabel”, sugiere que estaba corrompiendo a la iglesia de Tiatira de
manera muy similar a Jezabel, la esposa de Acab (1 R. 16:31–33), la que corrompió a Israel.
Cristo le promete un juicio repentino e inmediato; llama a su pecado “adulterio”, y promete
gran tribulación a los que con ella adulteran. Y agrega: y a sus hijos heriré de muerte,
indicando que el sufrimiento se extendería también a sus seguidores. El juicio sería tan
dramático, que todas las iglesias sabrían que Cristo es el que escudriña la mente y el corazón.

4. EXHORTACIÓN (2:24–25)

2:24–25. Después de su condena, Cristo envía una palabra de exhortación al remanente fiel
que existía en la iglesia de Tiatira, lo cual implica que el resto de la iglesia era apóstata. A ese
remanente se le dice: vosotros … los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa
doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, a ese
remanente santo, se le da una simple instrucción: lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
Tal vez debido a que la iglesia era tan pequeña, Cristo no les mandó que la dejaran, sino que
permanecieran en ella, dando testimonio fiel. El juicio sobre Jezabel y sus seguidores vendría
pronto y purgaría a la iglesia. En el tiempo actual, los cristianos que se encuentran en iglesias
locales que son apóstatas, generalmente pueden dejarlas para unirse a otra congregación, pero
eso no era posible bajo las circunstancias de Tiatira.
Son muy claros los paralelismos que hay entre Tiatira y otras iglesias apóstatas a través de la
historia eclesiástica. Algunos comparan a Tiatira con los creyentes de la Edad Media, cuando el
protestantismo se separó del catolicismo romano y trató de volver a la pureza, tanto doctrinal
como en forma de vida. A veces, la prominencia de Jezabel como profetisa se compara con la
exaltación antibíblica de María. La participación en fiestas idolátricas ilustra la enseñanza falsa
que dice que la cena del Señor es otro sacrificio de Cristo. A pesar de la apostasía de las iglesias
de la Edad Media, siempre hubo congregaciones que, al igual que la de Tiatira, tenían algunos
creyentes que eran faros luminosos de fidelidad en cuanto a doctrina y forma de vida.

5. PROMESA (2:26–29)

2:26–27. Cristo promete a los creyentes fieles, que se unirán a él en su reino milenial (Sal.
2:8–9; 2 Ti. 2:12; Ap. 20:4–6). La palabra que se trad. en el v. 27 como “regirá” (poimanei)
significa “pastorear”, indicando que no simplemente estarán administrando justicia, sino que
también, como el pastor usa su cayado, estarán vigilando a las ovejas y protegiéndolas al mismo

208
tiempo. Aunque Salmos 2:9 se refiere al reinado de Cristo, Juan cita aquí ese pasaje
relacionándolo con la regencia (pastoreo) del creyente que venciere. Los fieles cristianos
tendrán autoridad en la misma forma que Cristo (1 Co. 6:2–3; 2 Ti. 2:12; Ap. 3:21; 20:4, 6),
misma que él ha recibido de su Padre (cf. Jn. 5:22).
2:28. Además, los fieles recibirán la estrella de la mañana, la cual aparece justo antes del
amanecer. Las Escrituras no explican esta expresión, pero puede estar relacionada con la
participación de la iglesia en el rapto de la misma, el cual se llevará a cabo antes de las horas
tenebrosas que precederán al amanecer del reino milenial.
2:29. La carta a Tiatira termina con la exhortación ya familiar: el que tiene oído, oiga lo que
el Espíritu dice a las iglesias. A diferencia de las cartas anteriores, esta recomendación más
bien sigue y no antecede a la promesa hecha a los que vencieren. Este es el mismo orden que
sigue en las cartas que se dirigen a las tres últimas iglesias.

E. Carta a la iglesia de Sardis (3:1–6)


1. DESTINATARIOS (3:1a)

3:1a. La importante ciudad mercantil de Sardis se ubicaba a unos 48 kms. al sureste de


Tiatira, en una importante ruta comercial que corría de este a oeste a través del reino de Lidia.
La ciudad se había enriquecido gracias a sus importantes industrias, tales como joyería, tintes y
textiles. Desde el punto de vista religioso, era un centro de culto pagano y donde se encontraba
un templo de Artemisa (“Diana”), cuyas ruinas todavía existen (cf. el comentario de 2:1 relativo
a otro templo de Artemisa). En la actualidad, sólo existe un pequeño villorrio llamado Sart en el
sitio que esa gran metrópoli una vez ocupó. Los arqueólogos han localizado las ruinas de un
edificio perteneciente a una iglesia cristiana junto al templo pagano. Al dirigir su mensaje a esa
iglesia, Cristo se describe a sí mismo como el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete
estrellas, que es una descripción parecida a la que aparece en 1:4. Aquí, Cristo dice que los
“tiene”, hablando del Espíritu Santo en relación con él mismo (Is. 11:2–5; cf. Ap. 5:6). Como las
estrellas mencionadas en 1:20, que representan a los pastores de las iglesias, éstas también
están en sus manos (cf. 2:1).

2. ALABANZA (3:1b)

3:1b. La única palabra de aprobación es en realidad de reprensión, porque Cristo declara


que esa iglesia tenía la reputación, i.e., el nombre de que vivía, porque tal vez sus
contemporáneos consideraban que era una iglesia efectiva.

3. REPRENSIÓN (3:1c, 2b)

3:1c, 2b. Con rapidez, Cristo hizo desaparecer la reputación de que estaban vivos al declarar
que estaban muertos. Como la de los fariseos, su apariencia externa era una máscara que
escondía su mortandad (cf. Mt. 23:27–28). Cristo añade: porque no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios. Ellos estaban muy lejos de cumplir con sus obligaciones de
creyentes.

209
4. EXHORTACIÓN (3:2a, 3)

3:2a, 3. Se recomienda a la iglesia que permanezca vigilante, que despierte de su letargo


espiritual, que fortalezca y afirme las otras cosas que estaban a punto de morir, refiriéndose a
las pocas evidencias de vida que todavía tenía. Asimismo, Cristo la exhorta: acuérdate … de lo
que has recibido, … guárdalo, y arrepiéntete. Advierte a los creyentes que si no escuchaban
estas palabras, él vendría sobre ellos como un ladrón, i.e., inesperada y repentinamente.

5. PROMESA (3:4–6)

3:4–6. Mientras que la congregación como un todo estaba ya muerta o a punto de fenecer,
Cristo reconoce que había unas pocas personas en la iglesia de Sardis, un remanente fiel que
no había manchado sus vestiduras con el pecado. A esos fieles creyentes les promete: andarán
conmigo en vestiduras blancas (cf. v. 18), que son símbolo de la justicia de Dios. Además, les
dice que sus nombres permanecerían escritos en el libro de la vida, y que el Señor los
reconocería como propios delante de su Padre, y delante de sus ángeles.
La declaración de que sus nombres no serían borrados del libro de la vida representa un
problema para algunos. Pero una persona que en verdad ha nacido de nuevo, permanece
regenerada, como dijo Juan en otros lugares (Jn. 5:24; 6:35–37, 39; 10:28–29). Mientras que
este pasaje puede implicar que un nombre puede borrarse del libro de la vida, en realidad sólo
expresa una afirmación positiva de que sus nombres no serían borrados de él (cf. Walvoord,
Revelation, “Apocalipsis”, págs. 82, 338). En seis ocasiones, Juan se refirió al libro de la vida (Ap.
3:5; 13:8 [cf. el comentario que aparece ahí]; 17:8; 20:12, 15; 21:27).
La carta también concluye con una exhortación a oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. La
carta a Sardis es un inquietante mensaje a las iglesias de la actualidad que están llenas de
actividades y que ocupan hermosos edificios, pero que tan a menudo carecen de evidencias de
la vida eterna. La palabra de Cristo para ellas es: “acuérdate”, “obedece” y “arrepiéntete”, así
como dijo a la iglesia de Sardis.

F. Carta a la iglesia de Filadelfia (3:7–13)


1. DESTINATARIOS (3:7)

3:7. La ciudad de Filadelfia estaba a unos 42 kms. al sureste de Sardis. Se localizaba en una
zona notable por sus productos agrícolas, pero propensa a los terremotos, mismos que
destruyeron la ciudad varias veces, la más reciente cerca del año 37 d.C. Su nombre le fue dado
en honor de un rey de Pérgamo, Atalo Filadelfo, que fue quien la construyó. “Filadelfo” es
parecido a la palabra gr. filadelfia, que significa “amor fraternal” y que aparece siete veces en la
Biblia (Ro. 12:10; 1 Ts. 4:9; He. 13:1; 1 P. 1:22; 2 P. 1:7 [dos veces]; Ap. 3:7). Sólo aquí se usa
para referirse a la ciudad con ese nombre. En el siglo presente, el testimonio cristiano todavía
permanece vivo en esa ciudad.
Cristo se describe a sí mismo como el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el
que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. La santidad de Cristo es una verdad que se
menciona con frecuencia en las Escrituras (1 P. 1:15), y porque él es Santo, es digno de juzgar la
vida espiritual de la iglesia de Filadelfia. “La llave de David” parece que se refiere a Isaías 22:22,

210
donde la llave de la casa de David fue entregada a Eliaquim, que así tuvo acceso a todas las
riquezas del rey. Anteriormente, Cristo se describe como el que “tiene las llaves de la muerte y
del Hades” (Ap. 1:18). Sin embargo, parece que la referencia que se hace en este pasaje es a las
riquezas espirituales.

2. ALABANZA (3:8–9)

3:8. Como en los mensajes a otras iglesias, Cristo dijo: Yo conozco tus obras. Congruente
con la autoridad que Cristo tiene para abrir y cerrar puertas (v. 7), declara: he aquí, he puesto
delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar. No hay reprensión en sus
palabras, aunque le dice: tienes poca fuerza. Esta frase se convierte en la base de su
felicitación, porque añade: has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
3:9. Cristo se refiere a sus enemigos como la sinagoga de Satanás (cf. 2:9), que eran los
judíos que se oponían al testimonio de los cristianos. La religión falsa siempre ha sido un
formidable enemigo de la fe cristiana. Sin embargo, el día vendrá en que todos los enemigos de
la fe tendrán que admitir la verdad (cf. Is. 45:23; Ro. 14:11; Fil. 2:10–11). A continuación, Cristo
declara: haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

3. PROMESA (3:10–12)

3:10. La iglesia de Filadelfia no recibió ninguna reprensión de Cristo. En lugar de ello, se le


felicita y se le da una promesa porque había guardado la palabra de … paciencia del Señor. La
promesa es: yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero, para probar a los que moran sobre la tierra. Esta es una promesa específica a la iglesia
de Filadelfia de que no pasaría por la hora de prueba que se revela a partir de Apocalipsis 6.
Cristo estaba diciendo que esa congregación no pasaría por el tiempo de tribulación futuro; él
no pudo haberlo dicho más explícitamente. Si el Señor hubiera querido decir que serían
preservados durante el tiempo de tribulación, o que los iba a quitar de en medio de ella, se
hubiera requerido el uso de un verbo y una preposición diferentes.
Aunque los eruditos han tratado de evitar esta conclusión con objeto de justificar el
postribulacionismo, la combinación del verbo “guardar” (tērein) con la preposición “de” (ek)
está en agudo contraste con el significado de guardar a la iglesia “durante” (dia) ella, pero aquí
no se usa esa preposición. La expresión “la hora de la prueba” (que se refiere a un período de
tiempo), pone en claro que ellos serían mantenidos fuera de ese período. Es difícil ver cómo
Cristo pudo haber hecho esa promesa a esa iglesia local si el propósito de Dios hubiera sido que
toda la iglesia pasara por la tribulación que sobrevendrá al mundo entero. Aunque la iglesia de
Filadelfia llegara a la gloria mediante la muerte mucho antes de que se iniciara el tiempo de la
prueba, si tomamos a esa iglesia como tipo del cuerpo de Cristo que se mantiene firme en la fe,
es evidente que la promesa va más allá de la iglesia de Filadelfia y se aplica a todos los que son
creyentes en Cristo (cf. Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 86–88).
3:11. Pero también se le hacen otras promesas. El Señor dice: He aquí, yo vengo pronto,
que es un concepto que se repite a menudo en el libro de Apocalipsis. La idea no es
simplemente de que él vendría pronto, sino que lo haría rápida y repentinamente (cf. 1:1; 2:16).
A la luz de esa venida, se exhorta a la iglesia: retén lo que tienes.

211
3:12. Todo aquel que venciere, será columna en el templo de … Dios. Por supuesto que
esto es un símbolo del lugar permanente que los creyentes tendrán en el cielo, al que se refiere
aquí como el templo de Dios. La nueva Jerusalén completa será el último templo (21:22). En
contraste con los templos terrenales y columnas que se destruyen, los creyentes seguirán por
siempre en el templo. Cristo especifica que se estaba refiriendo a la ciudad de mi Dios, i.e., la
nueva Jerusalén (cf. 21:2). Después, repite esta promesa: y escribiré sobre él … mi nombre
nuevo (cf 2:17; 14:1; 19:12). Puesto que los creyentes se han identificado con Cristo por medio
de la fe, ahí él se identificará con ellos también.

4. EXHORTACIÓN (3:13)

3:13. La carta cierra con la recomendación ya familiar: el que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias. La promesa dada a la iglesia de Filadelfia y el reto a que continuara
siendo fiel, ciertamente es palabra de Dios y aplicable a toda su iglesia del día de hoy.

G. Carta a la iglesia de Laodicea (3:14–22)


1. DESTINATARIOS (3:14)

3:14. La próspera ciudad de Laodicea estaba ubicada en el camino a Colosas, casi 64 kms. al
sureste de Filadelfia. Unos 35 años antes de que se escribiera esta carta, Laodicea fue destruida
por un terremoto, pero fue reedificada gracias a su riqueza y capacidad industrial. Su industria
primordial era la fabricación de tela de lana. No existe ningún registro de que Pablo visitara esa
ciudad, pero sí de que estaba preocupado por ella (Col. 2:1–2; 4:16).
Al dirigirse a la iglesia, Cristo se define a sí mismo como el Amén, el testigo fiel y verdadero,
el principio de la creación de Dios. La palabra “amén”, significa “que así sea” y se relaciona con
la soberanía de Dios que está por encima del humano acontecer (cf. 2 Co. 1:20; Ap. 1:6). Al
referirse a sí mismo como “el testigo fiel y verdadero”, Cristo repite lo que había dicho antes
(Ap. 1:5; 3:7). Como “principio (“soberano” [NVI95]) de la creación de Dios”, Cristo existió antes
de la creación divina y es soberano sobre ella (cf. Col. 1:15, 18; Ap. 21:6). Esta descripción es
una preparación para la áspera palabra de reprensión que Cristo iba a dar a la iglesia de
Laodicea.

2. REPRENSIÓN (3:15–17)

3:15–16. No hay palabras de felicitación para la iglesia de Laodicea. Más bien, se presenta
como un grupo totalmente aborrecible para Cristo, ya que ni era frío ni caliente, más bien, era
tibio. Esto se refiere tanto a la iglesia como a su ángel o pastor, que algunos creen era Arquipo
(Col. 4:17). Sin embargo, es improbable que Arquipo, si es que era pastor de esa iglesia, todavía
estuviera vivo. Al referirse a esa iglesia como “tibia”, Cristo expresa que esa era su situación
permanente. En las fiestas, así como en los sacrificios religiosos, la gente del mundo antiguo
acostumbraba tomar bebidas calientes o frías—pero nunca algo tibio. Esta reprensión debe
haber tenido un significado especial para esa iglesia, porque el agua que se consumía en la
ciudad se llevaba por medio de tuberías desde Hierápolis, que se encontraba a pocos kms. al
norte. Para cuando el agua llegaba a Laodicea, ¡ya estaba tibia!

212
3:17. Su tibieza espiritual se manifestaba en que se conformaban con su riqueza material sin
estar conscientes de su pobreza espiritual. Cristo utiliza palabras muy fuertes para describir a
cada uno de sus miembros: desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (V. “Cartas a las
siete iglesias”, en el Apéndice, pág. 281).

3. EXHORTACIÓN (3:18–19)

3:18–19. Se les aconseja que compren oro refinado, no oro común y corriente, refiriéndose
al que glorificaría a Dios y los haría verdaderamente ricos. Gracias a su industria bancaria, los
habitantes de la ciudad poseían riquezas materiales, pero la iglesia carecía de riqueza espiritual.
Aunque poseían hermosas vestiduras, se les recomendó que se vistieran con vestiduras blancas
(cf. v. 4) que son símbolo de la justicia y que cubrirían su desnudez espiritual. La lana era una de
las principales mercancías de esa región, y Laodicea era famosa por un tipo de vestidura negra
que se hacía de lana negra. En lugar de ella, lo que necesitaban era una alba vestidura.
Después, Cristo dice: unge tus ojos con colirio. En Laodicea había una escuela de medicina
en el templo de Esculapio donde se expendía un colirio especial para los ojos que curaba los
problemas comunes del Medio Oriente. Lo que necesitaban no era esa medicina, sino la vista
espiritual. La iglesia de Laodicea es típica de una iglesia moderna que vive inconsciente de sus
necesidades espirituales y que se conforma con sus hermosos edificios y con todas las cosas
materiales que el dinero puede comprar. Este es un duro y penetrante mensaje. Para ese tipo
de creyente, la exhortación es la misma: sé, pues, celoso, y arrepiéntete. Cristo los reprende
porque los ama, pero su amor también traería castigo sobre esa iglesia.

4. PROMESA (3:20–22)

3:20–21. En forma dramática, Cristo se describe a sí mismo como estando parado afuera y
llamando a la puerta. Existe una conocida pintura donde aparece la puerta sin pasador exterior,
indicando que ésta sólo puede abrirse desde adentro. El ruego es: si alguno oye mi voz y abre
la puerta, y la promesa: entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Si Cristo se queda afuera,
no puede existir compañerismo o riqueza verdadera. Con Cristo en el interior, se da un
maravilloso compañerismo y la facultad de compartir la excelsa gracia de Dios. Este ruego del
Señor va dirigido a los cristianos y no a los incrédulos, y hace surgir una pregunta importante
relacionada con qué tan profunda es la intimidad que tenemos con Jesús. A quienes responden,
el Señor les promete el derecho a sentarse con él en su trono para que compartan su victoria.
3:22. En este v., de nueva cuenta, se da la invitación a escuchar y a responder: El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Las cartas a las siete iglesias son un tratado asombrosamente completo de los problemas
que enfrentan las iglesias de la actualidad. Los peligros recurrentes de perder el primer amor
(2:4), de tener miedo de sufrir (2:10), de la deserción doctrinal (2:14–15), de caer en la
inmoralidad (2:20), de estar muertos espiritualmente (3:1–2), de no retener la doctrina (3:11) y
de la tibieza (3:15–16), son tan comunes hoy como lo fueron en las iglesias del primer siglo.
Debido a que estas cartas vienen de Cristo en persona, adquieren un gran significado, porque
contienen la exhortación final de Dios a la iglesia a través de todas las edades. El ruego final se

213
hace a todos los individuos que quieren oír. Los cristianos que pertenecen a la iglesia de hoy
harían bien en escuchar.

III. Revelación del futuro: “Las [cosas] que han de ser después de estas” (caps. 4–22)
Siguiendo con el bosquejo divino esbozado en 1:19, Dios revela a Juan los detalles del
futuro, “las [cosas] que han de ser después”. Éstas incluyen los emocionantes acontecimientos
previos a la segunda venida de Cristo (caps. 4–18); luego se narra la segunda venida en sí misma
(cap. 19); después sus consecuencias, el reino milenial (cap. 20) y finalmente la Nueva Jerusalén
y los cielos nuevos y la tierra nueva (caps. 21–22). Así como el tema principal de los cuatro
evangelios es la primera venida del Señor, es evidente que la verdad central de toda esta
sección es la segunda venida de Cristo que aparece en el cap. 19.
Mientras que se han sugerido muchas interpretaciones para el libro de Apocalipsis, la única
perspectiva que proporciona un conocimiento convincente es la que considera que a partir del
cap. 4, el libro contiene profecías relacionadas con acontecimientos futuros. Cualquier otro
sistema de interpretación se pierde en un laberinto de opiniones contradictorias.
Aunque en esta sección futurista no se presentan necesariamente todos los
acontecimientos en estricto orden cronológico, sin embargo, todos están en el futuro. Por eso,
esta parte del libro presenta un cuadro más gráfico y detallado del porvenir que cualquiera de
los que aparecen en otras partes de la Biblia. Esta revelación es un clímax adecuado para todas
las profecías bíblicas relacionadas con la historia humana, las cuales están apropiadamente
centradas en la persona y obra de Jesucristo.
La revelación del futuro inicia con una visión celestial (caps. 4–5). A partir del cap. 6, a
medida que se van abriendo los siete sellos, éstos constituyen el principal movimiento
cronológico de la gran tribulación, la cual conduce a la segunda venida de Cristo. Las siete
trompetas contienen los detalles de los acontecimientos que vendrán como consecuencia de la
apertura del séptimo sello. De la misma manera, en el cap. 16, las siete copas de la ira de Dios
revelan el contenido de la séptima trompeta.
El orden que se sigue va progresando hacia un clímax, y a medida que se acerca el período
de la segunda venida de Cristo, los acontecimientos se suceden con rapidez cada vez más
acelerada y con mayor devastación. Una vez que se ha revelado la segunda venida de Cristo, los
últimos capítulos resumen en forma breve el período más extenso de acontecimientos
futuros,—el cap. 20 se relaciona con el reino milenial y los caps. 21–22 describen los cielos
nuevos y la nueva tierra.
Es evidente que el propósito principal del libro de Apocalipsis es presentar la segunda
venida de Cristo y los acontecimientos que la acompañarán. Esto es con el fin de dar una
palabra de advertencia al pueblo de Dios, así como al mundo en general, acerca de la
importancia de estar preparados para enfrentar el juicio divino venidero.

A. Visión del trono celestial (cap. 4)


1. LA INVITACIÓN (4:1)

214
4:1. Juan recibió la visión del trono celestial después de escuchar la revelación de los
mensajes a las iglesias. La secuencia de tiempo se indica por la expresión después de esto
(meta tauta).
El apóstol vio una puerta abierta en el cielo y escuchó una voz que le invitaba diciendo:
Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. La frase “las cosas que
sucederán después de estas” es similar a la que aparece en 1:19: “las [cosas] que han de ser
después de estas”. Mientras que este último v. indica que los acontecimientos han de suceder
más tarde, en 4:1b se usa la palabra gr. dei, que significa que éstos tienen que suceder. Esto no
sólo apunta al futuro, sino también al propósito soberano de Dios. El parecido entre ambas
expresiones confirma el bosquejo cronológico en tres partes que se esboza en 1:19.
Cronológicamente, tanto la revelación como su cumplimiento son posteriores a los caps. 1–3.

2. EL TRONO CELESTIAL (4:2–3)

4:2–3. Juan declara que al instante … estaba en el Espíritu (o “en [mi] espíritu”; cf. 1:10;
17:3), lo que indica que virtualmente fue llevado al cielo aunque de hecho, su cuerpo estaba
todavía en la isla de Patmos. En ese lugar, vio un trono … en el cielo y a uno sentado en él que
tenía la apariencia de piedra de jaspe y de cornalina. El jaspe (cf. 21:18) era una piedra
transparente muy diferente al jaspe opaco que se conoce en la actualidad; puede haber sido
semejante al diamante. La cornalina (cornerina) también se conoce como rubí (que es como la
trad. la NVI95 en el A.T.) y el sardónice (piedra sárdica), eran de color rojo rubí. El jaspe y la
cornalina eran la última y primera de las doce gemas que estaban en el pectoral del juicio del
sumo sacerdote (cf. Éx. 28:17–21). También se usaban el jaspe y el sardónice en relación con el
rey de Tiro (Ez. 28:13) y además, esas piedras preciosas también formarán parte de los
cimientos de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:19–20). La apariencia general del trono era de gran
belleza y colorido y estaba adornado con un arco iris que lo rodeaba, semejante en aspecto a la
esmeralda. El color verde de la esmeralda añadía mayor belleza a la escena.

3. LOS VEINTICUATRO ANCIANOS (4:4)

4:4. Alrededor del trono había veinticuatro tronos menores en los cuales estaban sentados
… veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas y que portaban coronas de oro en sus
cabezas. Las coronas eran parecidas a las que se otorgaban a los vencedores de los juegos
griegos (stefanos), y diferentes de las que llevaban los soberanos (diadēma). Las coronas
parecen indicar que los ancianos ya habían sido juzgados y premiados.
Se han hecho muchas especulaciones en cuanto a la identidad de los ancianos. Las dos
principales son (1) que representan a la iglesia que participó en el rapto antes de esa visión y
que ha sido galardonada en el cielo, o (2) que son ángeles a quienes se han conferido mayores
responsabilidades. Veinticuatro es el número que simboliza la representación, ilustrado por el
hecho de que en la ley de Moisés había veinticuatro órdenes sacerdotales. (Para una discusión
más amplia acerca de la identidad de los veinticuatro ancianos, V. el comentario de 5:8–10).

4. LOS SIETE ESPÍRITUS DE DIOS (4:5)

215
4:5. La impresionante escena del cielo se vio realzada por relámpagos y truenos y voces
que salían del trono. En Apocalipsis, en la RVR60 y en el gr., los truenos se mencionan diez
veces (4:5; 6:1; 8:5; 10:3; 10:4 [dos veces] 11:19; 14:2; 16:18; 19:6). Juan también vio siete
lámparas de fuego y añadió que esas siete lámparas son los siete espíritus de Dios, los cuales
deben interpretarse como representación del Espíritu Santo y no como siete espíritus
individuales o ángeles. Esto se relaciona con el concepto de que el carácter del Espíritu posee
siete aspectos (Is. 11:2–3; cf. Ap. 1:4; 5:6). Con Dios el Padre sentado en el trono y el Espíritu
Santo representado por las siete lámparas, el escenario queda listo para desplegar la revelación
subsiguiente (cap. 5) de Cristo mismo como Cordero inmolado.

5. LOS CUATRO SERES VIVIENTES (4:6–8)

4:6–8. Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, mismo que
reflejaba los brillantes colores del conjunto de la escena celestial (cf. 15:2). En el centro del
cuadro, había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás, mismos que se comparan
con un león … un becerro …; un hombre … y … un águila volando. Y los cuatro seres vivientes
tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos. Además, se añade
que no cesaban día y noche de alabar a Dios diciendo: Santo, santo, santo es el …
Todopoderoso (pantokratōr; cf. 1:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22) y eterno (el que era,
el que es, y el que ha de venir; cf. 1:8; 11:17). Esta es la primera de las catorce doxologías que
aparecen en el libro de Apocalipsis (V. “Las catorce doxologías del libro de Apocalipsis” en el
Apéndice, pág. 282).
Muchas interpretaciones se han dado acerca de los cuatro seres vivientes. Así como el
Espíritu Santo está simbolizado por las siete lámparas, probablemente los cuatro seres vivientes
representan simbólicamente los atributos de Dios, incluyendo su omnisciencia y omnipresencia
(indicadas porque los seres están llenos de ojos). Los cuatro animales representan otros
atributos divinos: el león, majestad y omnipotencia; el becerro, es típico del trabajo fiel y la
paciencia; el hombre, inteligencia; y el águila que es el ave más grandiosa, la suprema soberanía
divina. Otra posibilidad es que simbolizan a Cristo como fue revelado en los cuatro evangelios:
en Mateo, el león de la tribu de Judá; en Marcos, el becerro que es siervo de Jehová; en Lucas,
Jesús, el Hijo del Hombre encarnado; y en Juan, el águila, como Hijo divino de Dios. Otra
alternativa es que los cuatro seres vivientes son ángeles (cf. Is. 6:2–3) que exaltan los atributos
de Dios.

6. LA ADORACIÓN CELESTIAL (4:9–11)

4:9–11. La adoración de los cuatro seres vivientes es presenciada por los veinticuatro
ancianos que también se postran delante del que está sentado en el trono y echan sus
coronas frente a él, reconociendo la gloria del Señor como soberano. Además, atribuyen a Dios
toda la gloria y la honra y el poder (cf. 5:12–13), porque reconocen que es el Creador y
Sustentador del universo (cf. Jn. 1:3; Ef. 3:9; Col. 1:16–17; He. 1:2–3; Ap. 10:6; 14:7).

B. El libro con siete sellos (cap. 5)

216
1. INTRODUCCIÓN DEL LIBRO CON SIETE SELLOS (5:1)

5:1. Todo el cap. 4 es un preámbulo al tema principal de los caps. 4–5, que es presentar el
libro o rollo que estaba sellado con siete sellos. La presentación simbólica muestra un libro en
forma de rollo o un pergamino enrollado que tiene siete sellos por un lado, puestos de tal
forma, que si se desenrolla, es necesario romper los sellos uno por uno.

2. LA PREGUNTA: “¿QUIÉN ES DIGNO?” (5:2–5)

5:2–5. Juan vio a un ángel fuerte (cf. 10:1; 18:21) y le escuchó decir a gran voz: ¿Quién es
digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Esta es la primera de veinte veces que aparece en el
libro de Apocalipsis la frase “gran voz”. La última de ellas se encuentra en 21:3. La palabra gr.
que se trad. como “libro” es biblion, de la cual se deriva el término “Biblia”. Debido a que no se
encontró a ninguno que fuera digno, Juan lloraba … mucho (lit., “siguió derramando muchas
lágrimas”). Sin embargo, uno de los veinticuatro ancianos le dijo que no llorara, y le presentó al
León de la tribu de Judá, la raíz de David (cf. Is. 11:1; Ap. 22:16). El mismo anciano le informó
que el Señor había vencido, i.e., que ya había alcanzado la victoria, y que sólo él podía abrir el
libro y desatar sus siete sellos.

3. EL CORDERO (5:6–7)

5:6–7. A pesar de que se le presenta como “León” (v. 5), lo que Juan vio fue a un Cordero
que tenía la apariencia de haber sido inmolado o sacrificado. Sin embargo, estaba en pie en
medio del trono. Alrededor de él estaban los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes.
El Cordero … tenía siete cuernos, y siete ojos.
El León y el Cordero seguramente son referencias a Cristo. El último nombre lo relaciona
con su primera venida y su muerte, y el primero, con su segunda venida y el juicio soberano que
hará caer sobre el mundo. Este es el único lugar en Apocalipsis donde se le llama a Cristo
“León”, mientras que el apelativo “Cordero” (arnion, “macho pequeño o joven de la oveja”) se
menciona 27 veces, pero no se encuentra en ningún otro libro del N.T. en gr., el cual usa otras
dos palabras similares para referirse al cordero del sacrificio: arēn, que sólo se halla en Lucas
10:3, y amnos, que aparece cuatro veces (Jn. 1:29, 36; Hch. 8:32; 1 P. 1:19). No obstante, la
RVR60 lo trad. en todas las ocasiones como “Cordero”.
Puesto que los cuernos simbolizan fuerza (1 R. 22:11), “los siete cuernos” representan la
autoridad y poder de un gobernante (Dn. 7:24; Ap. 13:1). Los “siete ojos”, que se definen como
los siete espíritus de Dios (cf. Zac. 3:9; 4:10), simbolizan al Espíritu Santo (cf. Ap. 1:4; 4:5).
Debido a que sólo él era digno, el Cordero vino, y tomó el libro de la mano derecha del que
estaba sentado en el trono (cf. Dn. 7:9, 13–14).

4. LA ADORACIÓN DEL CORDERO (5:8–14)

5:8. Cuando el Cordero hubo tomado el libro …, los veinticuatro ancianos se postraron
delante de él y le adoraron. Todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, las cuales se
interpretan como las oraciones de los santos (cf. Sal. 141:2). Aunque los ángeles presentaban

217
las oraciones, no eran sacerdotes o mediadores. En Apocalipsis, sólo se mencionan el arpa (lira)
y la trompeta como instrumentos musicales de adoración celestial.
5:9–10. Entonando un nuevo cántico, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos
adjudicaban al Cordero la capacidad de tomar el libro y de abrir sus sellos, afirmando que él
fue inmolado, y con su sangre redimió a los hombres para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación. Con los que fueron comprados con su sangre, formó un pueblo de reyes y
sacerdotes para que sirvieran a Dios (cf. 1:6) y para que reinaran sobre la tierra. “Redimido” o
“comprado” viene del vb. gr. agorazō (V. “Palabras referentes a la redención en el Nuevo
Testamento”, en el Apéndice, pág. 283).
En estos vv. existe un problema textual. El texto gr. que se usó para la trad. de la RVR60
indica que el cántico nuevo lo entonan aquellos que han sido redimidos: “con tu sangr. nos has
redimido para Dios …, y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos
sobre la tierra”.
Sin embargo, la NVI95 trad.: “con tu sangre compraste para Dios gente …, de ellos hiciste un
reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra”. Si la RVR60
está correcta, los veinticuatro ancianos deben representar a la iglesia o a los santos en general.
Pero si su cántico es impersonal como en la NVI95, y simplemente cantan que Cristo es el
Redentor de todo hombre, esto abre la posibilidad a que los veinticuatro ancianos sean ángeles,
aunque esto no se afirme expresamente.
Mientras que los eruditos difieren en este punto, parecería que puesto que los ancianos
están en sus tronos y han recibido la corona de vencedor, representan a la iglesia en vez de a
los ángeles, ya que a esas alturas del programa de Dios, éstos todavía no han sido juzgados ni
galardonados. Pero muy pronto, los ángeles se unen a los seres vivientes y a los ancianos en la
alabanza del Cordero (5:11–12). Aunque existan dos interpretaciones diferentes de este pasaje,
este hecho no debe ensombrecer la belleza del cuadro celestial y la maravilla de este cántico de
alabanza.
5:11–12. Después, la voz de muchos ángeles se unió a la de los seres vivientes, y de los
ancianos para elevar su alabanza al Señor. Todos ellos decían (legontes) a gran voz, en
contraste con el v. 9, donde los veinticuatro ancianos “cantaban” (adousin). En su adoración, los
ángeles atribuyen al Cordero el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria
y la alabanza.
5:13–14. A continuación, todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de
la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, se une a la multitud celestial en la
alabanza a Dios. En este acto final de adoración, los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los
veinticuatro ancianos se postraron … y adoraron.
Con la visión celestial de los caps. 4–5, el escenario queda listo para los dramáticos
acontecimientos que siguen, la apertura de los siete sellos. Esta revelación pone en claro que el
cielo es real, no imaginario. Estos dos caps. revelan la gloria indescriptible e infinita majestad
que el Dios Trino posee en el cielo. Los siguientes, revelan el poder soberano de Dios, que se
expresa en juicio contra el mundo impío, mismo que se halla inmerso en increíbles
profundidades de pecado y blasfemia. Aunque los creyentes de la actualidad no tengamos el
privilegio de compartir la visión de Juan o la similar que se le permitió ver a Pablo (2 Co. 12:1–
3), sí podemos tomar las descripciones verbales que hacen las Escrituras en estos pasajes, como

218
un anticipo de la gloria y maravilla del escenario celestial que algún día contemplaremos con
nuestros propios ojos.

C. Apertura de seis de los sellos: el tiempo de la ira divina (cap. 6)


1. EL PRIMER SELLO (6:1–2)

Antes de poder entender el cap. 6, se deben responder cinco importantes preguntas. ¿Son
pasados o futuros los acontecimientos que empiezan con la ruptura del primer sello? Aunque
muchos han tratado de buscar su cumplimiento en el pasado (V. la Introducción), existen
razones válidas para creer que esta revelación se relaciona con acontecimientos futuros.
La visión de los caps. 4–5 se describe en 4:1 como “después de esto”, i.e., después de la
revelación dada a las siete iglesias, que en 1:19 se llama “las [cosas] que son”, en contraste con
“las que han de ser después de estas”. Puesto que el libro mencionado en 5:1 está “sellado”, la
implicación clara es que los sellos se rompen en un tiempo posterior al cap. 5. Todos los
intentos que se han hecho para encontrar el cumplimiento de los sellos en la historia han
fallado, porque no han producido una interpretación uniforme, ni ha habido siquiera dos
comentaristas que se hayan puesto de acuerdo en cuanto a su interpretación. De hecho, no
existe en la historia ninguna secuencia de hechos que corresponda claramente a estos
acontecimientos. Así que puede concluirse diciendo que son futuros.
Surge una segunda pregunta: ¿qué relación tienen los sellos con el rapto de la iglesia? En la
carta a Tiatira, el rapto se describe como estando en el futuro (2:25, 28); y en la carta a la iglesia
de Filadelfia, éste parece inminente (3:10–11). No obstante, comenzando con el cap. 6 no se
hace referencia alguna a las iglesias o al rapto que se describe en pasajes muy conocidos (e.g., 1
Co. 15:51–58; 1 Ts. 4:13–18). Puesto que ni el rapto ni la iglesia son el tema de Apocalipsis 6–
18, muchos aseguran que el rapto de la iglesia tiene lugar antes de los acontecimientos que
empiezan con el cap. 4 y por lo tanto, éste precede a la tribulación (para una discusión más
amplia, V. Charles C. Ryrie, Revelation “Apocalipsis”; Charles C. Ryrie, La Biblia y las Noticias del
Mañana y John F. Walvoord, The Rapture Question, “El Asunto del Rapto”).
La tercera pregunta que surge es: ¿qué relación tienen los sellos con Daniel 9:27? El
programa para Israel, que concluye con la semana setenta de Daniel, se entiende mejor si se
relaciona con las escenas que se describen aquí en Apocalipsis. Aunque algunos han tratado de
encontrar el cumplimiento histórico de Daniel 9:27 en el pasado, ningún período de la historia
corresponde a ese pasaje, así que es mejor considerar los últimos siete años como el lapso final
que conduce a la segunda venida del Señor y que por lo tanto, todavía está en el futuro.
La cuarta pregunta es: ¿trata Apocalipsis con la totalidad de los siete años profetizados en
Daniel 9:27, o sólo con los últimos tres y medio años, a menudo llamados “la gran tribulación” o
el “tiempo de angustia”? (Jer. 30:7; Dn. 12:1; Mt. 24:21) Debido a que la gran tribulación se
menciona específicamente en Apocalipsis 7:14 y se le llama “el gran día de su ira” (6:17), parece
que existe una clara identificación de Daniel 9:27 con los acontecimientos de Apocalipsis. La
mayor parte de los expositores asumen que los eventos que empiezan en Apocalipsis 6 cubren
la totalidad del período de siete años. Sin embargo, este libro nunca usa una figura de siete
años, aunque sí hace referencias frecuentes a tres años y medio o cuarenta y dos meses (11:2;
13:5). Puesto que los sucesos del cap. 6 y los que le siguen parecen coincidir con la gran

219
tribulación, más que con el tiempo de paz que habrá en la primera mitad de los siete años (1 Ts.
5:3), existen buenas razones para concluir que los grandes acontecimientos que se describen a
partir de Apocalipsis 6 se han compactado en los últimos tres años y medio antes de que Cristo
regrese a la tierra. Por lo que dice el cuarto sello (Ap. 6:7–8), podemos afirmar con certeza que
los acontecimientos descritos prevén un período de tribulación sin precedentes.
Puede hacerse una quinta pregunta: ¿qué relación tienen los sucesos de Apocalipsis con el
sermón que dijo Cristo acerca de los últimos tiempos? (Mt. 24–25) J. Dwight Pentecost señala
(Things to Come, “Eventos del Porvenir”, págs. 280–82) que el orden de los acontecimientos de
Apocalipsis y los de Mateo son impresionantemente similares: (a) guerras (Mt. 24:6–7; Ap. 6:3–
4), (b) hambruna (Mt. 24:7; Ap. 6:5–6), (c) muerte (Mt. 24:7–9; Ap. 6:7–8), (d) martirios (Mt.
24:9–10, 16–22; Ap. 6:9–11), (e) el sol y la luna se oscurecerán y las estrellas caerán del cielo
(Mt. 24:29; Ap. 6:12–14), (f) juicio divino (Mt. 24:32–25:26; Ap. 6:15–17). Parece evidente que
los acontecimientos de Apocalipsis tienen sus antecedentes en profecías anteriores, las cuales
ayudan a interpretar la revelación simbólica de Juan. La evidencia nos lleva a la conclusión de
que ésta describe el período final (probablemente los últimos tres años y medio) que tendrán
su clímax en la segunda venida de Cristo para establecer su reino (para una discusión más
amplia, V. Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 123–28; así como el comentario de Mt.
24–25).
6:1–2. Al observar lo que sucedió después de que el Cordero abrió uno de los sellos, Juan
vio a un caballo blanco con un jinete que llevaba un arco, al que le fue dada una corona
(stefanos) y que iba decidido a vencer. Puesto que en su segunda venida Cristo se describe
(19:11) como que vendrá montado en un caballo blanco, algunos han supuesto que 6:2 también
se refiere al Señor, porque el caballo blanco es símbolo de victoria. En el mundo antiguo, era
costumbre que después de obtener una victoria en batalla, los generales romanos desfilaran
triunfantes en un caballo blanco seguidos por sus cautivos. Sin embargo, la cronología no
concuerda, porque Cristo va a regresar a la tierra como vencedor, no al principio de la
tribulación, sino al final de ella. Además, es evidente que los jinetes de los otros caballos se
relacionan con la destrucción y el juicio que preceden por algún tiempo a la segunda venida de
Cristo.
Una mejor interpretación es que el conquistador que se menciona aquí es el futuro líder
mundial, algunas veces llamado el anticristo, aunque Apocalipsis no menciona ese nombre.
Probablemente es la misma persona que gobernará a las gentes según Daniel 9:26. Ese líder
porta un arco sin flechas, lo que indica que establecerá su gobierno mundial sin necesidad de
guerrear (V. el comentario de Ap. 13:4). El gobierno mundial futuro comienza con un período
de paz, pero es pronto seguido por la destrucción (1 Ts. 5:3). En general, los sellos, las
trompetas y las copas de la ira divina, señalan los terribles juicios que Dios hará caer sobre el
mundo al final de las edades, llegando a su clímax con la segunda venida de Cristo.

2. EL SEGUNDO SELLO (6:3–4)

6:3–4. Cuando se abrió el segundo sello, apareció un caballo … bermejo (de color rojo
encendido), cuyo jinete tenía el poder de quitar de la tierra la paz (cf. “un dragón escarlata”,
12:3 y la “bestia escarlata”, 17:3). A diferencia del primer jinete, que tenía un arco sin flechas, el

220
segundo llevaba una gran espada. Este es un cuadro del poder político de que estará investido
el segundo jinete como gobernante mundial.

3. EL TERCER SELLO (6:5–6)

6:5–6. Al abrirse el tercer sello, apareció un caballo negro. Su jinete llevaba una balanza en
la mano. Al mismo tiempo, se escuchó una voz de entre los cuatro seres vivientes, que decía:
Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el
aceite ni el vino. “Un denario” se refiere a la moneda romana cuyo valor era de
aproximadamente 4 gramos de plata y que equivalía al jornal normal de un día de trabajo. Así
que lo que dice este pasaje es que cuando escasee la comida, se necesitará del sueldo de todo
un día de trabajo para comprar un kilogramo de trigo o tres de cebada. Si se opta por comprar
el trigo, será suficiente para una buena comida; si se compra la cebada, alcanzará para tres
buenas comidas, pero no quedará nada de dinero para comprar aceite o vino. El hambre es el
resultado inevitable de la guerra. Esta será una de las principales causas de muerte durante la
gran tribulación. El color negro del caballo representa hambre y muerte.

4. EL CUARTO SELLO (6:7–8)

6:7–8. A continuación, cuando el Cordero abrió el cuarto sello, se reveló un caballo


amarillo. “Amarillo” lit. es un color verde pálido o amarillento (cf. la misma palabra se usa para
referirse a la vegetación en Mr. 6:39; Ap. 8:7; 9:4). Juan afirma que el jinete tenía por nombre
Muerte, y el Hades le seguía de cerca. Este es un cuadro de la posguerra, donde surgen el
hambre y la muerte. Cuando éstas llegan, la gente es fácil presa de la plaga y las bestias salvajes
de la tierra. Se revela un hecho sorprendente: la cuarta parte de la tierra, que en cifras de la
población actual serían más de mil millones de personas, morirá por esta causa. Es muy
evidente que este no es un juicio baladí, sino un factor principal de la gran tribulación, lo cual
confirma la conclusión de que para ese entonces, ésta ya habrá comenzado. Los primeros
cuatro sellos pueden considerarse como una unidad y una descripción general de la gran
tribulación como un tiempo de aflicción sin precedentes (cf. Jer. 30:7; Dn. 12:1; Mt. 24:21–22).

5. EL QUINTO SELLO (6:9–11)

6:9. Al abrirse el quinto sello, Juan tuvo otra visión del mismo cielo. En ella, se dirigió su
atención para que viera bajo el altar, donde estaban las almas que se identifican como las de
aquellos que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que
tenían. (Para otras referencias a “bajo el altar”, V. Éx. 29:12; Lv. 4:7.) Con toda probabilidad,
éstas son de mártires, mismos que se mencionan con más detalle en Apocalipsis 7. Esto pone
en claro que algunos serán salvos durante la gran tribulación, pero muchos de ellos serán
martirizados.
6:10–11. Estas almas clamaban a gran voz preguntando: ¿Hasta cuándo, Señor …?
refiriéndose a cuánto tiempo debía pasar para que él viniera a vengar su sangre. En respuesta,
se les dieron vestiduras blancas y se les informó que la tribulación todavía no terminaba, y que
otros más debían ser martirizados antes de que viniera el castigo divino sobre los impíos y los

221
justos fueran liberados en la segunda venida. Este pasaje muestra que esos acontecimientos
suceden durante la gran tribulación, pero no son su final.
Los espíritus sin cuerpo no pueden usar vestiduras. El hecho de que los santos las
recibieron, apoya la idea de que cuando los creyentes mueren, en el cielo se les dan cuerpos
temporales que posteriormente serán reemplazados por cuerpos resucitados durante el tiempo
de la resurrección (cf. 20:4).

6. EL SEXTO SELLO (6:12–17)

6:12–14. Al abrirse el sexto sello, Juan registra que hubo un gran terremoto. Pero más
dramática que el terremoto fue la transformación de los cielos, porque el sol se puso negro … y
la luna se volvió … como sangre; y las estrellas … cayeron … como la higuera deja caer sus
higos cuando es sacudida. Además, el cielo se asemejó a un pergamino que se enrolla. Al
mismo tiempo, debido al terremoto, todas las montañas e islas fueron traspasadas de su lugar.
De nuevo aquí, por la secuencia de los acontecimientos, se aprecia que no ha llegado el final,
pues todavía falta abrir otro sello. Pero este es el juicio más severo hasta ese momento de la
etapa de la gran tribulación, misma que sucederá antes de la segunda venida del Señor.
Muchos expositores han tratado de atribuir un cumplimiento figurado a esta profecía. Sin
embargo, es preferible tomarla literalmente. Los juicios de las trompetas y las copas que serán
revelados posteriormente en Apocalipsis, también incluyen grandes cataclismos que sucederán
en el cielo y en la tierra antes de la segunda venida de Cristo.
6:15–17. El efecto práctico del juicio es que provocará gran temor de los incrédulos sin
importar de dónde procedan. Por eso, pedirán a los montes y a las peñas: Caed sobre
nosotros, y escondednos de … la ira divina. Su miedo será tan grande, que preferirán morir
bajo una montaña despeñándose que enfrentarse al Cordero (v. 16), y su ira (v. 17),
refiriéndose a la ira del Dios Trino. De nuevo, este no es un cuadro de tribulación normal, sino
del período de mayor angustia de la historia mundial.
Tomado como un todo, el cap. 6 es uno de los más importantes y centrales de todo el libro.
Describe los primeros seis sellos y también presenta al séptimo, mismo que consiste en, e
introduce, las siete trompetas y las siete copas de la ira de Dios de los caps. 8–9; 16.
El contenido del cap. 6 debe hacer desaparecer la falsa enseñanza que dice que debido a
que Dios es un Dios de amor, no puede castigar al mundo impío. Asimismo, hace surgir la vital
pregunta que aparece en las palabras concluyentes del v. 17: ¿y quién podrá sostenerse en
pie? Sólo podrán sobrevivir aquellos que se hayan apropiado de la gracia de Dios antes de que
venga el juicio en que él castigará a la tierra en ese último período de gran aflicción. En el
siguiente cap. se describe a los que serán salvos durante la gran tribulación.

D. Los que serán salvos en la gran tribulación (cap. 7)


1. LOS 144,000 SELLADOS DE ISRAEL (7:1–8)

7:1–3. En 6:17 surgió la pregunta de si alguien podrá ser salvo durante la tribulación. Ésta se
responde en este cap. y específicamente se mencionan dos grupos de personas que serán

222
libradas: (1) las de Israel que sean salvas; (2) las de todas las naciones que aunque fueron salvas
espiritualmente, murieron martirizadas. A cuatro ángeles se les dijo que detuvieran los juicios
que vendrían sobre la tierra hasta que sellaran a los siervos de nuestro Dios (v. 3). El sello en
sus frentes simboliza protección y propiedad. Representa el deseo divino de proteger a las doce
tribus que se mencionan, de la misma manera en que protegió a Noé del diluvio, a Israel de las
plagas de Egipto, y a Rahab y su casa en Jericó.
7:4–8. Juan escuchó el nombre de las doce tribus con doce mil sellados de cada tribu, que
por lo tanto, quedaron protegidos. Las doce tribus no se han “perdido” como algunos afirman.
Se han hecho muchos esfuerzos para identificar a las doce tribus de este pasaje con la
iglesia, casi siempre para evitar la implicación de que lit. se refiere a Israel. Pero el hecho de
que en el pasaje se mencionen específicamente las tribus y se den números exactos de cada
una de ellas, parece separar esto de lo simbólico y justificar la interpretación lit. Si Dios quisiera
que estos vv. representaran lit. a Israel, estos son los medios que usaría para hacerlo. En ningún
otro lugar de la Biblia, se encuentra una docena de referencias a las doce tribus aplicadas a la
iglesia. Es evidente que Israel pasará por la tribulación y a pesar de que en la actualidad el
hombre no pueda identificar a cada tribu, ciertamente Dios las conoce.
Ha surgido mucha especulación en cuanto a por qué se omite la tribu de Dan. Se incluyen a
José y Manasés, uno de sus dos hijos, pero se omite a Efraín, el otro hijo de José. Así que si se
incluyera a Dan, fueran trece tribus. Según J. B. Smith, las Escrituras contienen 29 listas de las
tribus de Israel en el Antiguo y el Nuevo Testamentos y en ningún caso se menciona a más de
doce tribus (A Revelation of Jesús Christ, “Una Revelación de Jesucristo”, pág. 130).
Generalmente, la tribu que se omite es Leví, de la que vino el sacerdocio. Por cuanto es normal
que aparezcan doce y no trece tribus, la omisión de Dan no tiene mayor importancia. Tal vez
ésta se omite aquí porque fue una de las primeras tribus que se dio a la idolatría (Jue. 18:30; cf.
1 R. 12:28–29). Sin embargo, Dan se menciona en Ezequiel 48:2 como participando en la
distribución de la tierra en el milenio.
El hecho más importante que se enseña aquí es que Dios sigue vigilando a Israel, aun
cuando esté pasando por el período de su mayor angustia. No existe ninguna justificación para
espiritualizar ni el número, ni los nombres de las tribus que aparecen en este pasaje con el fin
de hacer que representen a la iglesia.

2. LA MULTITUD DE LOS MÁRTIRES (7:9–17)

7:9–12. Después, Juan vio a una gran multitud de personas procedentes de todas naciones
y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono (i.e., delante de Dios el Padre) y en
la presencia del Cordero (i.e., de Dios el Hijo). Este es el mismo grupo que se menciona en 6:9,
pero aquí están vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos, tal vez indicando su
victoria bien merecida. Mientras que la multitud clamaba, atribuyendo la salvación a Dios y al
Cordero …; todos los ángeles …, los ancianos y … los cuatro seres vivientes se unieron a ellos
en la adoración, como sucedió en 5:9–10.
7:13–17. Entonces, uno de los ancianos preguntó a Juan cuál era el origen de los que
estaban vestidos de ropas blancas. ¿No es significativo que si los veinticuatro ancianos
representan a la iglesia, los que se describen aquí constituyen un grupo diferente de salvos?
Cuando Juan respondió que no conocía la respuesta (v. 14a), el anciano mismo respondió

223
diciéndole quiénes eran las personas de la multitud y de dónde venían: Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero.
Parece evidente que la referencia a “los que han salido de la gran tribulación” indica que
esos creyentes fueron martirizados y ya se encuentran a salvo en el cielo. A ellos se les dio el
privilegio especial de estar delante del trono de Dios y servirle día y noche en su templo.
Estaban protegidos por Dios mismo y nunca jamás tendrían hambre ni sed …, ni calor alguno
volvería a caer sobre ellos, implicando que esa fue su experiencia de sufrimiento en la tierra.
Estaban siendo pastoreados y bajo el cuidado especial del Cordero, quien los guiará a fuentes
de aguas de vida. La narrativa termina con la consoladora verdad de que todas sus lágrimas
serán enjugadas.
Los dos grupos que observó Juan fueron los 144,000 israelitas y una gran multitud de toda
nación, incluyendo algunos judíos que no habían sido sellados y que fueron martirizados
durante la gran tribulación. Una explicación natural de estos dos grupos es que ninguno de ellos
representa a la iglesia, el cuerpo de Cristo de la era presente, porque ambos se diferencian de
los veinticuatro ancianos y ninguno de ellos se identifica claramente con la iglesia de la
dispensación actual.
Los acontecimientos de éste, como de otros caps. que siguen, no avanzan la narrativa, sino
que son una pausa en la descripción que se hace de los sucesos para resaltar una revelación
concentrada en un asunto especial, en este caso, la respuesta a la pregunta que se formuló en
6:17: “¿quién podrá sostenerse en pie?”
Aunque no todos los caps. de Apocalipsis se encuentran en orden cronológico, el cap. 7
describe una escena del cielo que precede a la segunda venida de Cristo a la tierra. Se dice que
los que fueron vistos en el cielo “han salido de la gran tribulación” (v. 14). De acuerdo a esto,
este cap. indica la forma maravillosa en que serán bendecidos en el cielo después de pasar por
grandes aflicciones en la tierra. Los 144,000 se vuelven a mencionar (14:1–5) y la multitud de
mártires que fueron asesinados por no querer adorar a la bestia aparecen de nuevo durante el
tiempo de la resurrección en 20:4. Se hace evidente que no son los santos del milenio, por el
hecho de que ya estarán en el cielo delante del trono de Dios y ya habrán sido resucitados.

E. Apertura del séptimo sello y la presentación de las siete trompetas (caps. 8–9)
1. APERTURA DEL SÉPTIMO SELLO (8:1)

8:1. La apertura del séptimo sello es un acontecimiento de la mayor importancia, hecho


que se confirma porque cuando se abrió, se hizo silencio en el cielo como por media hora. El
contenido de las siete trompetas indica que éstas son diferentes de los siete sellos. W. Graham
Scroggie dice: “Por lo tanto, las trompetas no duplican algunos o todos los sellos, sino que están
debajo del sexto sello, y proceden de él” (The Great Unveiling, “La Gran Revelación”, pág. 111).
Asimismo, afirma que las copas de la ira de Dios (cap. 16), “no duplican los juicios de los sellos y
las trompetas” (pág. 112).
C. A. Blanchard asume la misma posición: “En realidad, la serie de tres sietes está agrupada
bajo una sola serie de siete, es decir, que las siete trompetas se incluyen bajo el séptimo sello y
las siete copas de ira se incluyen bajo la séptima trompeta, por lo que de hecho tenemos una

224
sola serie en tres movimientos” (Light on the Last Days, “Luz sobre los Últimos Días”, pág. 58).
De acuerdo a esto, el séptimo sello es muy importante, porque en realidad incluye todos los
acontecimientos desde 8:1 a 19:10 (V. “Relación entre los sellos, las trompetas, y las copas de
ira” en el Apéndice, pág. 284).

2. LOS SIETE ÁNGELES Y LAS SIETE TROMPETAS (8:2)

8:2. A medida que Juan observaba la escena celestial, escribió que vio a los siete ángeles, a
quienes se dieron siete trompetas. El hecho de que las trompetas pertenezcan a esos ángeles,
las distingue de la trompeta de Dios (1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:16) así como de otras que se
mencionan en el N.T. (He. 12:19; Ap. 1:10; 4:1).

3. EL INCENSARIO DE ORO (8:3–5)

8:3–5. Sin embargo, antes de que sonaran las trompetas, otro ángel, diferente de los siete,
hace una dramática introducción parándose ante el altar, con un incensario de oro. En el
tabernáculo del A.T. se usaba un incensario de cobre, tal vez demasiado pesado para ser
portado, para llevar carbones del altar de bronce que estaba fuera del tabernáculo y
depositarlos en el altar de incienso que estaba dentro. Más tarde en el templo, Salomón usó
incensarios hechos de oro (1 R. 7:50; 2 Cr. 4:22).
En Apocalipsis, esta es la única referencia que se hace a incensarios, aunque en 5:8 sí se
mencionan copas de oro llenas de incienso que probablemente no son incensarios. Sin
embargo, al igual que las copas de 5:8, el incensario de oro con que se ofrece el incienso es un
símbolo de las oraciones de todos los santos.
Esta ofrenda en el cielo corresponde a la costumbre de ofrecer incienso en el altar que para
ese fin estaba tanto en el tabernáculo como en el templo. En el incensario se depositaban los
carbones, y en una vasija aparte, el incienso que debía derramarse sobre los carbones una vez
que se llegaba al altar. El humo resultante tipificaba las oraciones que subían a la presencia de
Dios.
En el v. 5, el ángel ofreció el incienso en los carbones delante de Dios y después, tomando el
incensario con el fuego todavía en él, lo arrojó a la tierra, lo cual provocó truenos, y voces, y
relámpagos, y un terremoto. El cuadro aquí es de anticipación amenazadora.

4. LA PRIMERA TROMPETA (8:6–7)

8:6–7. Mientras el primer ángel tocaba la trompeta …, hubo granizo y fuego mezclados con
sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; haciendo que se quemara la tercera parte de los
árboles, así como toda la hierba verde. Este juicio devastador, como los que acompañan a casi
todas las trompetas, afectará principalmente a la tercera parte de la tierra.

5. LA SEGUNDA TROMPETA (8:8–9)


8:8–9. Al tocarse la segunda trompeta …, una gran montaña ardiendo en fuego fue lanzada
en el mar. El resultado fue que la tercera parte del mar se convirtió en sangre, lo que a su vez

225
provocó que muriera la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y también
que la tercera parte de las naves quedara destruida. Es mejor interpretar estos
acontecimientos lit., aunque la descripción del mar convirtiéndose en sangre puede referirse
sólo a su apariencia, así como se menciona la sangre después del sonido de la primera
trompeta. En las plagas de Egipto encontramos que se hace referencia a la sangre como un
castigo divino (cf. Éx. 7:14–22).
Es evidente que los resultados de estos juicios son lit. El mar convirtiéndose en sangre
provoca la muerte de un tercio de las criaturas marinas y la montaña ardiente que se lanza al
mar produce la destrucción de un tercio de los barcos. Probablemente se entiende mejor la
referencia a la montaña como un cuerpo grande que lit. cae del cielo. Puesto que los resultados
son lit., es razonable tomar los juicios también como tales.

6. LA TERCERA TROMPETA (8:10–11)

8:10–11. El siguiente juicio, el de la tercera trompeta, es muy parecido al de la segunda.


Sólo que aquí la masa incandescente que cae del cielo a la tierra es una gran estrella, misma
que estaba ardiendo como una antorcha. Ésta cae sobre la tercera parte de los ríos, y sobre
las fuentes de las aguas; en otras palabras, en aguas distintas a los océanos.
A la estrella se le llama Ajenjo, que es una planta amarga del desierto que sólo se menciona
aquí en el N.T. Pero en el A.T., se cita siete veces y representa aflicción y juicio amargo (Dt.
29:18; Pr. 5:4; Jer. 9:15; 23:15; Lm. 3:15, 19; Am. 5:7).
Aunque muchos han tratado de interpretar la tercera trompeta simbólicamente, parece
mejor considerarla un gran meteoro o estrella que cae a la tierra desde el cielo y que, como se
indica, hace el agua amarga, de tal modo que muchos hombres murieron a causa de esas
aguas. El contraste que esto tiene con la cruz de Cristo, es igual que las aguas de Mara que se
hicieron dulces (Éx. 15:23–25), la cruz convierte el juicio amargo en dulce misericordia y
proporciona vida y esperanza. La tercera trompeta es otro asombroso juicio que resulta en gran
pérdida de vidas.

7. LA CUARTA TROMPETA (8:12)

8:12. Al sonido de la cuarta trompeta, la luz del sol se redujo en un tercio. Al oscurecerse la
tercera parte del sol, no hubo luz en la tercera parte del día. Igualmente, la tercera parte de la
noche carecía de la luz de la luna y las estrellas. De nuevo, la mejor interpretación es la lit. Así
como las primeras tres trompetas tienen que ver con un tercio de la tierra, la cuarta tiene que
ver con un tercio de los cielos.

8. ANUNCIO DE LAS ÚLTIMAS TRES TROMPETAS (8:13)

8:13. Se hace una advertencia de que las siguientes tres trompetas serán más graves y
devastadoras que las que les precedieron. El triple ¡ay! ¡ay! ¡ay! que anuncia un ángel (“un
águila”, NVI95), habla de un juicio inminente. Las águilas también se mencionan en 4:7 y 12:14.

9. LA QUINTA TROMPETA (9:1–11)

226
9:1–6. A los sucesos relacionados con el sonido de la quinta trompeta se les da considerable
explicación, implicando que este es un paso muy importante de los crecientes juicios
progresivos de Dios sobre la tierra. Por el pron. le (v.1) y su referencia a que es “rey” (v. 11), se
entiende que la estrella que cayó del cielo a la tierra es una persona y no el fragmento de una
estrella (cf. Is. 14:12–17; Lc. 10:18). Aun en la terminología moderna se acostumbra llamar
“estrella” a un atleta o actor sobresaliente. A esa estrella, que probablemente representa a
Satanás que será lanzado del cielo al principio de la gran tribulación (Ap. 12:9), se le dio la llave
del pozo del abismo (algunas trad. dicen “pozo sin fondo”). El “abismo” (abyssos) es donde
habitan los demonios (cf. Lc. 8:31; Ro. 10:7; Ap. 9:11; 11:7; 17:8; 20:1, 3). Satanás estará
confinado en el abismo durante mil años, mientras Cristo reina en la tierra (Ap. 20:1–3).
Aquí, la estrella (Satanás) usa su llave para permitir que los demonios que están en el
abismo salgan de él y ataquen a los moradores de la tierra. Visualmente, este suceso se
representa como humo de un gran horno, tan grande, que se oscureció el sol y el aire … Del
humo salieron unas criaturas con aguijones mortales a las que se llama langostas o
escorpiones. Aunque no dañaban la vegetación natural ni los árboles, sí se les permitió atacar a
los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
En el cap. 7, fueron sellados 144,000 santos del pueblo de Israel, y la protección de la plaga
se extiende a todos aquellos que conocían al Señor en ese día (cf. Ef. 1:13–14; 2 Ti. 2:19). En el
A.T., la langosta era una plaga temible, capaz de reducir la tierra a un páramo porque arrasaba
con toda la vegetación verde (Éx. 10:12–20; Jl. 1:4–7). Sin embargo, esas langostas no se
comían la vegetación, sino que se les dio el poder de atormentar a los hombres por cinco meses
(cf. Ap. 9:10). Por lo tanto, pueden ser demonios con la apariencia de langostas. Esto se
confirma por el hecho de que proceden del abismo, el hogar de los demonios (Lc. 8:31). Su
control demoniaco sobre la gente fue tal, que aunque las víctimas ansiaban morir, la muerte
huía de ellos, y estaban imposibilitados de quitarse la vida.
9:7–11. Es aterradora la descripción que se hace de las langostas al compararlas con
caballos preparados para la guerra. Dice que en las cabezas tenían como coronas de oro; sus
caras eran como … humanas; su cabello era como … de mujer; sus dientes eran como de
leones; tenían corazas como … de hierro y alas cuyo sonido era como el estruendo de muchos
carros de caballos corriendo a la batalla.
Es evidente que Juan estaba describiendo lo que veía, pero no interpretó cada una de las
características. El cuadro que pinta representa el poder aterrador y sobrenatural de Satanás y
del mundo demoniaco, en especial en su relación con los incrédulos.
Contrario a la duración de los juicios anteriores que parece que son breves, este juicio se
extiende por cinco meses (v. 10; cf. v. 5). Esto es importante, porque refuta claramente la idea
de que todos estos juicios ocurrirán en un breve período de tiempo inmediatamente antes de la
segunda venida de Cristo.
Los demonios tienen un rey sobre ellos … cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego,
Apolión. Ambos términos significan “Destructor”. Aunque Satanás a veces se describe como un
ángel de luz (2 Co. 11:14), aquí, él y sus demonios se ven como lo que son en realidad,
destructores de gente. Este castigo confirma algo que ya se había insinuado en los juicios
previos, a saber, que la gran tribulación como fue descrita por Jesucristo, será un tiempo de
gran aflicción, “cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt.
24:21).

227
10. LA SEXTA TROMPETA (9:12–21)
9:12. La quinta trompeta que se describe como el primer ay, ahora es seguida por las dos
últimas trompetas, también llamadas “ayes” (cf. 8:13).
9:13–15. Parece que la sexta trompeta se relaciona con el último conflicto militar que se
describe en 16:12–16 (cf. Dn. 11:40–45). Al sonido de la sexta trompeta, Juan escuchó una voz
de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios que dijo al sexto ángel
…: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Eufrates. Claramente, esos
cuatro ángeles son demonios, porque los ángeles santos no están atados. El momento en que
son liberados está calculado al minuto, para determinada hora, día, mes y año en el cual van a
quedar libres para matar a la tercera parte de la población mundial.
El cuarto sello (Ap. 6:7–8) provocó que muriera la cuarta parte de la población mundial. Con
este, muere la tercera parte de los que quedaron. Estos dos juicios solos, sin considerar a los
demás, provocan la muerte de la mitad de la población mundial. Este hecho debe tomarse lit.,
porque confirma la declaración de Daniel (Dn. 12:1) y las palabras de Cristo (Mt. 24:21), en el
sentido de que la gran tribulación será un acontecimiento sin precedentes y terminaría con la
muerte de toda la raza humana si no fuera acortada por la segunda venida del Señor (Mt.
24:22).
9:16. La liberación de los cuatro ángeles (que no son iguales a los mencionados en 7:1), hizo
que saliera un ejército de jinetes cuyo número era de doscientos millones. La mayoría de los
eruditos no toman este número en forma lit., aunque hay buena evidencia de que todos los
números que aparecen en Apocalipsis son lit. Aunque se tome simbólicamente, esta cifra
claramente representa una fuerza militar muy poderosa. Hace años, China comunista afirmó
que tenía un ejército de doscientos millones de soldados (cf. revista Time, Mayo 21, 1965, pág.
35).
Algunos intérpretes dicen que estos millones de seres son demonios, pero generalmente
éstos no están agrupados como una fuerza militar. El hecho de que Juan oyera su número,
porque evidentemente él no hubiera podido contar a doscientos millones de hombres por sí
mismo, parece darle credibilidad al concepto de que esto es lit. y que predice a un ejército que
vendrá del oriente cruzando el lecho seco del río Éufrates (16:12).
Ya se han construido grandes presas a lo largo del río Éufrates para desviar el agua con el fin
de irrigar las tierras, así que en ciertas épocas, el lecho del río está total o parcialmente seco. En
Daniel 11:44 se predice que en los últimos tiempos, habrá una gran invasión procedente del
oriente y del norte.
9:17–19. Juan vio a los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro
y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, lo cual implica que
eran algo más que caballos normales. Además, Juan declara que vio que de su boca salían
fuego, humo y azufre. Algunos han identificado este cuadro con una guerra moderna, que
incluye el uso de vehículos blindados parecidos a los tanques de guerra. Ya sea que se tome lit.
o simbólicamente, este pasaje ciertamente implica una terrible destrucción y una aterradora
fuerza invasora. Los resultados se expresan por partida doble e incluyen la muerte de la tercera
parte de los hombres (vv. 15, 18).
9:20–21. Aunque el juicio fue muy devastador y evidentemente provino de Dios, no logró
que los hombres se arrepintieran, sino que continuaron adorando a los demonios y a sus

228
representaciones idolátricas y siguieron matando y participando en el ocultismo y las
hechicerías (farmakeiōn, de donde se deriva “farmacia”; cf. Gá. 5:20; Ap. 18:23; 21:8; 22:15), y
en su fornicación …, y en sus hurtos.
Es obvio que los juicios de las trompetas claramente van en aumento, haciéndose peores y
más devastadores. A pesar de la clara evidencia del poder divino para juzgar al mundo, a Juan
no se le da evidencia de que la gran masa humana estuviera dispuesta a cambiar su forma de
ser. Aunque el sexto juicio produjo temor, no produjo arrepentimiento.

F. El ángel fuerte con el librito (cap. 10)


1. PRESENTACIÓN DEL ÁNGEL QUE PORTABA EL LIBRITO (10:1–4)

El cap. 7 hizo un paréntesis para hablar de los 144,000 sellados y de los muchos mártires, sin
avanzar cronológicamente el relato de los eventos de la gran tribulación. De la misma manera,
los caps. 10:1–11:14 dan información adicional como un trasfondo de los juicios de los sellos,
las trompetas, y las copas.
Se introduce a otro ángel, pero no es uno de los siete que tocan las trompetas. Algunos
piensan que este ángel es Cristo, diciendo que el ángel que se menciona en 8:3 es una probable
representación del Señor como sacerdote. Pero aunque Cristo apareció con frecuencia como el
ángel de Jehová en el A.T. (e.g. Gn. 16:13; 24:7; 31:11, 13; Jue. 6:22), no hay evidencia de que
éste sea otro que un poderoso ángel (cf. Ap. 5:2), tal vez el arcángel Miguel.
10:1–4. Sin embargo, este ángel es descrito dramáticamente como que estaba envuelto en
una nube, que tenía el arco iris sobre su cabeza, que su rostro brillaba como el sol y que sus
pies eran como columnas de fuego. Y Juan añade que tenía en su mano un librito abierto y
que estaba parado con su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra. Al mismo
tiempo, gritaba fuertemente, como ruge un león. Sin duda, esta escena despierta asombro.
Además, cuando el ángel fuerte clamó, siete truenos emitieron sus voces. A Juan se le prohíbe
registrar lo que dijeron los siete truenos. Aunque Apocalipsis fue diseñado principalmente para
revelar, no para esconder el propósito de Dios ni los acontecimientos futuros, alguna revelación
permanece oculta, como se ilustra por la advertencia divina hecha a Juan de que no escribiera
lo que dijeron “las voces” de los siete truenos.
En contraste con el libro (biblion) con siete sellos que tenía en sus manos el Cordero (5:1),
este ángel llevaba un librito (biblaridion, que también se usa en 10:9–10). Es evidente que ese
librito contenía las órdenes para la misión que el ángel estaba a punto de realizar.

2. EL ANUNCIO DEL FINAL INMINENTE (10:5–7)


10:5–7. La dramática presentación de ese ángel (en vv. 1–4) sirve de preparación para el
pronunciamiento que sigue en los vv. 5–7. Jurando solemnemente por Dios el Creador eterno,
el ángel declaró que el tiempo no sería más (“que ya no habrá dilación” BLA; “¡ya no habrá
dilación!” BJ). “El tiempo no sería más” se ha interpretado erróneamente como la abolición del
sistema actual del tiempo con su secuencia de acontecimientos. Pero esta no es la idea del
pasaje, y la trad. de la BLA y BJ es la correcta. La clara referencia a Dios el Creador (cf. 4:11;

229
14:7) contesta a la especulación evolucionista en cuanto al origen de la tierra y asimismo afirma
la omnipotencia divina para enjuiciar al mundo cuando el tiempo haya llegado.
Asimismo, se anuncia que en los días … del séptimo ángel … el misterio de Dios se
consumará. Ese misterio había sido anunciado previamente a los profetas. Por lo tanto, esta
referencia no es a una verdad oculta, sino al cumplimiento de muchos pasajes del A.T. que se
refieren al glorioso regreso del Hijo de Dios para establecer su reino de justicia y paz sobre la
tierra. Aunque los propósitos de Dios no se revelan necesariamente en sucesos
contemporáneos en los que a Satanás se le ha permitido tener poder y la capacidad de
manifestarse, vendrá el día en que Satanás ya no tendrá poder, y las predicciones de los
profetas del A.T. se cumplirán. Entonces, todos conocerán al Señor y la verdad concerniente a
él (Jer. 31:34). Aquí se encuentra de nuevo la evidencia de que la séptima trompeta introduce
los juicios de las siete copas de la ira de Dios que se describen en Apocalipsis 16.

3. LA INGESTIÓN DEL LIBRITO (10:8–11)

10:8–11. Juan obedeció las instrucciones del ángel, quien le ordenó que se comiera el
librito. Aunque sintió que era dulce en su boca, como la miel, le amargó el vientre. A
continuación, el ángel le dijo: Es necesario que profetices otra vez.
¿Qué significa este incidente? Aunque a Juan no se le dio ninguna interpretación, es
evidente que al comerse el librito, se estaba apropiando de lo que éste contenía (cf. Jer. 15:16).
Parece que el librito simboliza la palabra de Dios y la revelación divina en general, porque a
Juan se le encomienda que la enseñe con fidelidad.
De cierto, para Juan la palabra de Dios fue dulce a su paladar debido a que contiene la
revelación de la gracia divina junto con sus muchas y preciosas promesas que pertenecen a los
creyentes. Como tal, contrasta grandemente con las circunstancias que el apóstol estaba
padeciendo en la isla de Patmos. David había dicho: “Los juicios de Jehová son verdad, todos
justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y
que la que destila del panal” (Sal. 19:9–10). Aunque la palabra es dulce a los creyentes, será
amarga para los incrédulos cuando haga caer el juicio divino sobre ellos.

G. Los dos testigos (11:1–14)


Aunque es claro que 11:1–14 continúa con la sección parentética iniciada en 10:1, ha
surgido una asombrosa variedad de interpretaciones de esta porción de las Escrituras. Alford
llama a este cap. “uno de los más difíciles de todo el libro de Apocalipsis” (The Greek
Testament, “El Testamento Griego”, 4:655).
La mejor guía a seguir para interpretar esta sección, es tomar cada hecho lit. Acorde con
este principio, existirá un templo lit. que habrá sido edificado durante la gran tribulación, y la
ciudad debe considerarse lit. como la ciudad de Jerusalén, según se identifica en 11:8. Los
períodos de tiempo de 42 meses (v. 2) y tres días y medio (vv. 9, 11) también deben tomarse lit.
El terremoto virtualmente matará a siete mil individuos y los dos testigos deben interpretarse
como dos hombres.

230
1. LAS MEDIDAS DEL TEMPLO (11:1–2)

11:1–2. A Juan se le dio una caña semejante a una vara de medir ligera, que debía usar
como instrumento de medición. Se le instruyó a que midiera el templo de Dios, y el altar, pero
que no midiera el patio que está fuera del templo, lo cual significa que debía medir los lugares
santo y santísimo. Mientras que otras personas podían reunirse en el atrio exterior, sólo los
sacerdotes podían entrar en esos dos salones del templo. La explicación que se le da es que el
atrio exterior estaba bajo el control de los gentiles, quienes hollarían la ciudad santa por
cuarenta y dos meses.
¿Para qué debía medir Juan el templo? Generalmente, se miden las posesiones personales,
y el templo pertenece a Dios. El templo se midió en Ezequiel 40 así como se medirá la nueva
Jerusalén (Ap. 21:15–17). El templo a que se refiere esto será construido para que los judíos
ortodoxos puedan ofrecer sus sacrificios de acuerdo a la ley mosaica en el período de la
primera mitad del espacio de siete años conocido como la semana setenta de Daniel. Sin
embargo, al principio de los cuarenta y dos meses que durará la gran tribulación, los sacrificios
se suspenderán y el templo será profanado para convertirse en el santuario del gobernante
mundial de la gran tribulación que pondrá un ídolo en el altar y se autoproclamará como Dios
(cf. Dn. 9:27; 12:11; 2 Ts. 2:4; Ap. 13:14–15).
También se le dieron instrucciones a Juan de que contara a los adoradores que llegaran al
templo. Parece que la idea aquí es que Dios evaluará tanto al templo como a quienes lleguen a
él.
La tendencia de algunos es a espiritualizar el período de cuarenta y dos meses de la gran
tribulación, pero esto debe tomarse como un espacio lit., lo cual se confirma por los mil
doscientos sesenta días de 11:3, que equivalen a cuarenta y dos meses de treinta días cada
uno. De esto, se desprende claramente que “el tiempo de los gentiles” (Lc. 21:24) no terminará
sino hasta que Cristo venga por segunda vez a la tierra para establecer su reino. Aunque los
judíos tengan posesión de Jerusalén temporalmente, como ha sucedido en este siglo, perderán
su posesión durante la gran tribulación.
Algunos creen que los cuarenta y dos meses se refieren a la primera mitad de la semana
setenta de Daniel (Dn. 9:27). Aunque esto no es muy claro, la evidencia que rodea este pasaje
de Apocalipsis se refiere a los últimos tres años y medio. Parece que esto también se confirma
por el hecho de que en la primera mitad de los últimos siete años, los judíos poseerán de hecho
la ciudad de Jerusalén y adorarán en su templo, mientras que aquí el contexto indica que este
es el período en que los gentiles habrán hollado la ciudad santa, lo cual implica el maltrato de
los judíos y la profanación del templo.

2. EL MINISTERIO DE LOS DOS TESTIGOS (11:3–6)

11:3–6. A Juan se le reveló que los dos testigos recibirán poder de Dios para actuar como
profetas por mil doscientos sesenta días o cuarenta y dos meses. Además, irán vestidos de
cilicio y se les llama los dos olivos, y los dos candeleros.
Se han dado numerosas y variadas interpretaciones para explicar a los dos testigos. Algunos
sugieren que no serán personas reales. Sin embargo, en vista del hecho de que mueren y
resucitan, la implicación es que sí son personas reales.

231
Otro problema es su identificación. Una interpretación muy común es que se trata de
Moisés y Elías, porque los juicios infligidos por ellos en el A.T. son similares a los que envían
estos dos personajes (11:5–6). Existe mayor apoyo a la identificación de Elías debido a la
profecía (Mal. 4:5) que dice que aparecerá “antes que venga el día de Jehová, grande y
terrible”. Cristo dijo que esta profecía relativa a Elías se había cumplido parcialmente durante la
existencia terrenal del Señor (Mt. 17:10–13; Mr. 9:11–13; cf. Lc. 1:17). Además, tanto Moisés
como Elías participaron en la transfiguración (cf., Mt. 17:3), que fue un anticipo de la segunda
venida. Pero hay un problema con esta identificación sugerida, y es que Moisés ya murió una
vez. Algunos han identificado a los dos testigos con Enoc y Elías puesto que no murieron, sino
que fueron trasladados al cielo (cf. He. 9:27)
Aunque hay espacio para discutir ampliamente los diversos puntos de vista, el hecho es que
el pasaje no identifica a los dos testigos y probablemente no tienen una identificación histórica.
La descripción que se hace de los dos testigos como olivos y candeleros tiene antecedentes
en el A.T. (Zac. 4:2–14). Los dos testigos que aparecen en el pasaje veterotestamentario fueron
el sumo sacerdote Josué y el gobernador Zorobabel. Su relación con los candeleros es que a
ellos se les dio el poder del Espíritu Santo, simbolizado por el aceite de olivo. De la misma
manera, los dos testigos de Apocalipsis 11 tendrán el poder del Espíritu Santo.
Como los profetas de la antigüedad, los dos testigos serán capaces de realizar milagros
sobrenaturales, y destruirán con fuego a quienes traten de hacerles daño (Ap. 11:5). Al igual
que Elías, tendrán el poder de detener la lluvia y como Moisés, podrán convertir el agua en
sangre y hacer que vengan plagas (v. 6). En medio de la incredulidad, apostasía y poder satánico
de la gran tribulación, estos dos testigos serán una amenaza para todo el malvado mundo por
un período lit. de mil doscientos sesenta días.

3. LA MUERTE DE LOS DOS TESTIGOS (11:7–10)

11:7–10. Cuando termine el ministerio de los dos testigos, Dios permitirá que la bestia suba
del abismo (cf. 9:1–2, 11; 17:8; 20:1, 3) para que los destruya. La bestia, o sea el anticristo, se
menciona otras nueve veces en Apocalipsis (13:1; 14:9, 11; 15:2; 16:2; 17:3, 13; 19:20; 20:10).
Después de que mueran los dos testigos, sus cuerpos serán dejados sin enterrar en Jerusalén,
que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, debido a la apostasía y rechazo de la gente
hacia Dios.
Por tres días y medio, todo el mundo se regocijará de que hayan muerto. Esto implica que
habrá algún tipo de exhibición mundial, que en la actualidad es posible gracias a las
transmisiones por televisión. Su muerte será considerada como una gran victoria del
gobernante mundial y de Satanás, y será celebrada, porque las personas se enviarán regalos
unos a otros.

4. LA RESURRECCIÓN DE LOS DOS TESTIGOS (11:11–12)

11:11–12. Sin embargo, después de tres días y medio de estar en la plaza, de pronto los dos
testigos fueron resucitados y se levantaron sobre sus pies. Respondieron al llamado que se les
hizo: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron con gran temor.

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5. EL RESULTANTE JUICIO DIVINO SOBRE JERUSALÉN (11:13–14)

11:13–14. Al mismo tiempo, hubo un gran terremoto en Jerusalén y la décima parte de la


ciudad se derrumbó, y … murieron … siete mil hombres. En contraste con los juicios anteriores,
donde continúan el desprecio y rebelión hacia Dios, en éste, los demás se aterrorizaron, y
dieron gloria al Dios del cielo. Así termina el segundo ay, quedando pendiente sólo la séptima
trompeta y el tercer, y último, ay.

H. La séptima trompeta (11:15–19)


11:15. Aunque los resultados completos del sonido de la séptima trompeta sólo se esbozan
aquí y no se concluyen (como se hará en el cap. 16), la introducción de la séptima trompeta es
muy dramática. Cuando el ángel tocó la trompeta, se escucharon voces en el cielo que decían:
Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los
siglos de los siglos. (Cf. las predicciones del reino terrenal de Cristo en Ez. 21:26–27; Dn. 2:35,
44; 4:3; 6:26; 7:14, 26–27; Zac. 14:9.) El hecho de que esto se cumplirá en la segunda venida de
Cristo, pone en claro que cronológicamente, el período de la séptima trompeta llega hasta el
regreso de Cristo. Por lo tanto, la séptima trompeta introduce e incluye los juicios de las siete
copas de la ira de Dios que se revelan en el cap. 16. En contraste con las trompetas anteriores,
donde sólo se escucha una voz, aquí se une a la proclamación un grandioso coro del cielo.
11:16–18. Después de este anuncio, los veinticuatro ancianos, que aparecen con frecuencia
(4:4, 10; 5:5–6, 8, 11, 14; 7:11, 13; 11:16; 14:3; 19:4), y que estaban sentados delante de Dios
en sus tronos, fueron vistos por Juan cuando se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios.
Su canto de alabanza indica que el tiempo ha llegado para que Dios juzgue a las naciones, así
como a los muertos, y que entregue el galardón a sus siervos.
Dios se describe como el Señor Dios Todopoderoso (pantokratōr; que también se usa en
1:8; 4:8; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22), el eterno (el que eres y que eras [cf. 1:8; 4:8] y que has
de venir) y como el que tiene gran poder (dynamin; 11:17). En general, este cántico de
alabanza anticipa la segunda venida de Cristo y el establecimiento de su reino en la tierra.
11:19. El cap. cierra con otro dramático incidente. Juan escribió: Y el templo de Dios fue
abierto en el cielo. Al mismo tiempo, el apóstol pudo mirar dentro y ver el arca de su pacto …
en el templo. Esto se refiere al templo celestial y no al terrenal. Sin embargo, los resultados
correspondientes en la tierra incluyeron relámpagos … truenos, un terremoto y grande granizo
(cf. 8:5)
La dramática introducción de los acontecimientos relativos a la séptima trompeta concluyen
aquí y se retomarán en el cap. 16. Cronológicamente, el tiempo se sitúa cerca de la segunda
venida de Cristo.

I. Los siete grandes personajes de los últimos tiempos (caps. 12–15)


Aunque en 11:15 se registra que la séptima trompeta sonó, los detalles de lo que vendrá a
causa de ella no se revelan sino hasta el cap. 16. Entonces, los caps. 12–15 miran hacia las
profecías de los últimos tiempos desde otra perspectiva, y presentan los grandes personajes
que estarán involucrados en la segunda mitad del período de siete años.

233
Muchos han señalado que en los caps. 12–13 aparecen siete personajes: (1) una mujer
vestida con el sol, que representa a Israel (12:1–2); (2) el dragón escarlata con siete cabezas y
diez cuernos, que representa a Satanás (12:3–4); (3) el hijo varón, que representa a Jesucristo
(12:5–6); (4) el arcángel Miguel, que lanza a Satanás fuera del cielo (12:7–12); (5) la
descendencia de la mujer que es perseguida por el dragón (12:13–17); (6) la bestia que sale del
mar o el futuro dictador mundial (13:2–10); y (7) la otra bestia que sube de la tierra, el falso
profeta (13:11–18). Estos caps. no avanzan la narrativa cronológicamente, sino que presentan
los acontecimientos y situaciones que coinciden con el sonar de las trompetas. La progresión
cronológica de los sucesos se reanuda en el cap. 16.

1. EL PRIMER PERSONAJE: UNA MUJER VESTIDA DEL SOL (12:1–2)

12:1–2. El primer gran personaje aparece en el cielo, y se dice que es una gran señal
(sēmeion mega; cf. 13:13): una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su
cabeza una corona de doce estrellas. Sin duda, la señal provocó asombro, como indica la frase
“una gran señal”, aunque Juan no utilizó la palabra gr. “maravilla” (teras). Este es el primero de
una serie de sucesos llamados “señales” o “milagros” (12:3; 13:13–14; 15:1; 16:14; 19:20).
Como tales, son símbolos de algo que Dios estaba por revelar y generalmente contienen un
elemento de advertencia profética. Aunque la señal fue vista en el cielo, es evidente que los
acontecimientos que siguen ocurren en la tierra.
La mujer simboliza a Israel, como se indica en Génesis 37:9–11, donde el sol y la luna se
refieren a Jacob y Raquel, los padres de José. Las estrellas de la corona de la mujer claramente
se relacionan con los doce hijos de Jacob e identifican a la mujer con Israel, en cumplimiento
del pacto abrahámico. J. B. Smith cita Isaías 60:1–3, 20 como prueba de que el sol se refiere al
futuro glorioso de Israel (A Revelation of Jesús Christ, “Una Revelación de Jesucristo”, pág. 182).
Muchos comentaristas están tan interesados en identificar a la iglesia con Israel, que
ignoran estas obvias indicaciones de que la mujer es Israel. Robert H. Mounce, por ejemplo,
dice que la mujer es “la comunidad mesiánica, el Israel ideal … la iglesia (Ap. 12:17). El pueblo
de Dios ha sido uno solo a través de toda la historia de la redención” (The Book of Revelation,
“El Libro de Apocalipsis”, pág. 236). Mientras que sí existe una unidad en el pueblo de Dios, esto
no elimina las distinciones dispensacionales y raciales.
Este símbolo, aunque no se refiere específicamente a María, la madre de Cristo, apunta a
Israel como el origen de Jesucristo. Así que no se refiere a la iglesia. En las Escrituras, las malas
mujeres a veces se utilizan para representar a la falsa religión como en el caso de Jezabel (2:20);
por otro lado, la iglesia apóstata de los últimos tiempos es una prostituta (17:1–7, 15, 18); e
Israel aparece como la esposa adúltera de Dios (Os. 2:2–13). En contraste, la iglesia se
representa como una novia virgen (2 Co. 11:2), que es la esposa del Cordero (Ap. 19:7).
Se dice que la mujer estaba encinta y que ya estaba sufriendo los dolores de parto (12:2).
Mientras que en cierto sentido esto puede haberse cumplido durante el nacimiento de Cristo
de la virgen María, parece que el contexto se refiere al sufrimiento de la naciente nación de
Israel antes de la segunda venida de Cristo. Esto se afirma de nuevo en los vv. que siguen.

2. EL SEGUNDO PERSONAJE: EL DRAGÓN ESCARLATA CON SIETE CABEZAS Y DIEZ CUERNOS (12:34)

234
12:3–4. La segunda señal (sēmeion; cf. v. 1) apareció … en el cielo, aunque de hecho se
relaciona con escenas de la tierra. Era un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez
cuernos, y en sus cabezas siete diademas. Por las descripciones similares que aparecen en
Daniel 7:7–8, 24 y Apocalipsis 13:1, esta bestia representa el control que tendrá Satanás sobre
los imperios mundiales de la gran tribulación. Apocalipsis 12:9 identifica al dragón con Satanás.
El color escarlata puede indicar el derramamiento de sangre que habrá en ese período. Los diez
cuernos representan simbólicamente a diez reyes (V. Dn. 7:24) que reinarán simultáneamente
con el dirigente mundial y que se mencionan en Daniel 7:7 y Apocalipsis 13:1.
La referencia a la tercera parte de las estrellas del cielo que fueron arrojadas sobre la
tierra, parece indicar que el poder satánico se extenderá tanto a los cielos como a la tierra.
Satanás es visto aquí como teniendo poder sobre aquellos que se le oponen tanto espiritual
como políticamente. La intención del dragón era devorar al hijo de la mujer tan pronto como
naciese (12:4). Esto parece referirse a los intentos que ha hecho Satanás por destruir al niño
Jesús. En los dos Testamentos, es muy clara la oposición satánica a Israel, y en especial a la línea
mesiánica.

3. EL TERCER PERSONAJE: CRISTO, EL HIJO VARÓN (12:5–6)

12:5–6. Cuando nació el niño, que se describe como un hijo varón, que regirá con vara de
hierro a todas las naciones …, fue arrebatado para Dios y para su trono. Evidentemente, este
niño es Jesucristo (Sal. 2:9; Ap. 19:15). Alford dice que “el hombre-niño es el Señor Jesucristo y
no ningún otro” (The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:668). El arrebato del niño se
refiere a la ascensión, no al rapto posterior de la iglesia, aunque se utilice la misma palabra
“arrebato” para referirse al rapto (1 Ts. 4:17; cf. Hch. 8:39; 2 Co. 12:2–4). El rapto de la iglesia
no puede constituir la liberación del hombre-niño del poder de Satanás.
La liberación tuvo lugar cuando la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios,
donde fue sustentada por mil doscientos sesenta días, que equivale a tres años y medio o
cuarenta y dos meses de treinta días cada uno. Mateo (24:16) se refiere a la huida de Israel al
principio de la gran tribulación (cf. Mr. 13:14). Las referencias que se hacen tanto al desierto
como a las montañas no se contradicen, ya que ambos son lugares salvajes. En su escondite en
el desierto, Israel será preservado tan milagrosamente como lo fue durante el viaje por el
desierto cuando salió de Egipto con rumbo a la tierra prometida.
Este período de tiempo es de mil doscientos sesenta días, que posteriormente se describe
como “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (cf. el comentario de Ap. 12:14). Esta
acción (vv. 5–6) sigue a lo que se describe en el v. 7 como “una gran batalla en el cielo”.

4. EL CUARTO PERSONAJE: SATANÁS ES LANZADO FUERA DEL CIELO (12:7–12)

12:7. Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel, el arcángel (cf. Jud. 9), y sus
ángeles lucharon contra Satanás y sus ángeles, i.e., los demonios. No se indica cuándo se va a
realizar esa batalla, pero el contexto se refiere a los últimos tiempos. Debido al contexto de
Apocalipsis 12, no se justifican los esfuerzos de algunos expositores por hacer que esto coincida
con la primera venida de Cristo, relacionándola con Lucas 10:18. Además, Satanás está más

235
abiertamente activo durante el actual período de la iglesia (cf. Hch. 5:3; 1 Co. 5:5; 7:5; 2 Co.
2:11; 11:14; 12:7; 1 Ti. 1:20; 1 P. 5:8).
El concepto de que Satanás está inactivo en la era presente es una concepción falsa, que
está basada en la idea de situar el encadenamiento de Satanás durante la primera venida de
Cristo (Ap. 20:1–3). Sin embargo, este es un evento que todavía está en el futuro y se relaciona
con el reino milenial.
12:8–9. El resultado de la guerra es que Satanás será lanzado fuera, y claramente se revela
su carácter por los diversos títulos que se le adjudican: el gran dragón, la serpiente antigua …,
diablo y Satanás. Con él, también serán arrojados fuera sus ángeles caídos del mundo
demoniaco.
Parece difícil entender el concepto de que Satanás esté en el cielo, pero es claro que en la
actualidad actúa como el acusador de los santos (cf. Job 1:6; Ap. 12:10). Aunque Satanás fue
derrotado en la primera venida de Cristo (Jn. 16:11), su ejecución ha sido demorada y se
efectuará en etapas. Aquí (Ap. 12:8–9), él va a ser arrojado fuera del cielo a mitad de la
tribulación. Posteriormente, será atado por toda la duración del reino milenial (20:1–3).
Finalmente, será lanzado en el lago de fuego y azufre (20:10), a donde mil años antes habrán
sido lanzados el gobernante mundial (anticristo) y el falso profeta.
Satanás y las actividades que desempeña en el cielo y en la tierra se oponen a Cristo en sus
funciones de Sacerdote en el cielo, de Rey en el mundo cuando esté dominado por Satanás
durante la gran tribulación, y de verdadero Profeta, al apoyar a la bestia que sube de la tierra
(13:11), que es el falso profeta (20:10). Satanás se identifica como la serpiente antigua, alias el
diablo o Satanás, y se declara que es el que hizo que el mundo entero se descarriara. Cuando
sea lanzado a la tierra, todos los ángeles caídos o demonios también serán arrojados
juntamente con él.
12:10–12. Después, Juan escuchó que una gran voz en el cielo entonaba un himno que
anunciaba la manifestación venidera de la salvación divina y del poder con el advenimiento del
reino milenial. Satanás es reconocido como el acusador de los creyentes delante de nuestro
Dios día y noche. El principio por el cual él será vencido y lanzado fuera del cielo es por medio
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos. Cristo no sólo provee la
victoria, sino que también aquellos que fueron martirizados tomarán parte en ella. Se llama a
los que están en los cielos a que se regocijen por la derrota de Satanás, pero a la tierra se le
advierte que el diablo ha descendido … con gran ira, porque sabe que tiene poco tiempo. El
diablo sabe que su tiempo estará limitado a mil doscientos sesenta días, el período de la gran
tribulación. Ni haciendo un gran esfuerzo por estirar la imaginación se pueden ampliar estas
profecías, como algunos pretenden hacer, para que cubran toda la era comprendida entre los
dos advenimientos de Cristo.

5. EL QUINTO PERSONAJE: LA DESCENDENCIA DE LA MUJER ES PERSEGUIDA POR EL DRAGÓN (12:13–17)

12:13–14. La mujer que fue presentada en el v. 1 se convierte en el objeto especial de la


persecución satánica. A ella se le prestará una ayuda sobrenatural que se simboliza por las dos
alas de la gran águila, las cuales le permitirán volar de delante de la serpiente a un lugar
preparado para ella en el desierto.

236
El escondite no se identifica claramente. Algunos sugieren que puede ser Petra, la ex capital
fortificada de los nabateos situada en Edom, al sur del mar Muerto. Esa ciudad tiene una
entrada muy angosta que fácilmente puede ser bloqueada, pero que se abre a un gran cañón
capaz de albergar a muchos miles de personas. Aunque las Escrituras no son específicas,
algunos creen que los 144,000 que se mencionan en el cap. 7 serán preservados en ese lugar.
Ellas hablan de un sello divino que será puesto sobre ellos para protegerlos.
Las dos alas probablemente no se refieren a modernos aeroplanos, sino al poder libertador
de Dios, y son una figura de lenguaje tomada de pasajes del A.T. tales como Éxodo 19:4 y
Deuteronomio 32:11–12. La huida de Israel a un lugar de refugio también se menciona en
Mateo 24:16; Marcos 13:14 y Lucas 21:21.
Aunque Apocalipsis 12:6, 14 se refiere al refugio como al desierto y los pasajes sinópticos
mencionados hablan de montañas, esto no es una contradicción, porque tanto el uno como las
otras están en zonas salvajes. La duración del tiempo de su preservación se dice que es un
tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Esto se refiere a los tres años y medio de la gran
tribulación, donde “un tiempo” equivale a un año, “tiempos” a dos, y “la mitad de un tiempo”
indica seis meses (cf. Dn. 7:25; 12:7 con los cuarenta y dos meses a que se refieren Ap. 11:2;
13:5). La mención que se hace de estos períodos de tiempo específicos muestra que la gran
tribulación no es toda la presente era, sino los tres años y medio que precederán a la segunda
venida de Cristo.
12:15–17. Al ir persiguiendo a la mujer, el diablo con apariencia de serpiente ocasionará
una inundación para que [ella] sea arrastrada por el río, pero la tierra se tragará al río. Algunos
interpretan esto como una inundación lit., pero puesto que Israel podría huir en todas
direcciones, la geografía de la Tierra Santa no se presta para ese tipo de inundación.
Probablemente ésta representa el esfuerzo de Satanás por exterminar a Israel, pero el abrupto
terreno lo impide, y además provee numerosos lugares de refugio. De algún modo, Dios
ayudará a los israelitas para que no sean totalmente destruidos, aunque Zacarías 13:8 indica
que “las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán”.
Aunque sólo la tercera parte de Israel que esté en su tierra será preservada de esta forma
(de la cual forman parte los 144,000 de Ap. 7), Satanás, el dragón, continuará atacando al
remanente.
Apocalipsis 12 presenta cuatro personajes importantes y un grupo de personas que vivirán
en los últimos tiempos: Israel, Satanás, Cristo, el arcángel y el remanente de Israel. En
Apocalipsis 13, dos importantes personajes complementan la escena.

6. EL SEXTO PERSONAJE: LA BESTIA QUE SUBE DEL MAR (13:1–10)

a. Presentación de la bestia que sube del mar (13:1–2)


13:1–2. El cap. 13 presenta a un personaje que será de la mayor importancia en los últimos
tiempos. Juan dice: vi subir del mar una bestia. Sus siete cabezas y diez cuernos representan al
imperio romano renacido, que también fue descrito como la cuarta bestia de Daniel, la cual
también tenía diez cuernos (Dn. 7:7–8; cf. Ap. 13:3; 17:3, 7). En Apocalipsis 13 y 17, la bestia es

237
el gobernante mundial, mientras que en Daniel 7, el dirigente global es el cuerno pequeño de la
bestia.
El hecho de que la bestia sale del mar indica que es un gentil, porque procede de un mar de
“pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (cf. Ap. 17:15).
Muchos han dicho que la bestia se refiere a algún personaje de la historia pasada, pero
claramente el contexto se refiere a los últimos tres años y medio que precederán a la segunda
venida de Cristo. Bajo el control de ese gobernante principal, durante la gran tribulación se
levantarán diez naciones en el Medio Oriente (cf. Dn. 7:24: “los diez cuernos … [son] diez
reyes”). (Para una discusión de los distintos puntos de vista de este personaje, V. Walvoord,
Revelation, “Apocalipsis”, págs. 198–99.)
En Apocalipsis 13:2, se describe a la bestia como una combinación de los símbolos de los
tres imperios anteriores: Grecia (leopardo, cf. Dn. 7:6), Medo Persia (oso, cf. Dn. 7:5), y
Babilonia (león, cf. Dn. 7:4). El poder de la bestia procede de Satanás mismo: el dragón le dio su
poder y su trono, y grande autoridad. Esto coincide con lo que dice Pablo (2 Ts. 2:9, NVI95): “el
malvado (i.e., el anticristo, la primera bestia de Ap. 13) vendrá con toda clase de milagros
(dynamei), señales (sēmeiois) y prodigios falsos (terasin)”.
b. La herida mortal de la bestia (13:3)
13:3. Parece que las siete cabezas de la bestia representan a sendos destacados líderes, uno
de ellos, tal vez el séptimo, sufrirá una herida mortal causada por una espada (v. 14), la cual
será sanada enseguida. Esto despertará un gran asombro en el mundo entero.
Algunos han tratado de identificar a esa bestia como alguien del pasado o del presente que
ha de convertirse en el último gobernante mundial. Entre los que se han sugerido están: Nerón,
Judas Iscariote, Mussolini, Hitler, Stalin, Kissinger, y muchos otros; pero evidentemente las
características de esos hombres no concuerdan en todos los detalles con el gobernante mundial
que todavía está en el futuro.
¿Cuál es el significado de la herida mortal de la que fue sanado? Parece que hay dos
posibilidades que cumplen con esta descripción. Por ejemplo, Alford ve a la herida mortal como
la destrucción del “imperio romano pagano” a manos del “imperio cristiano romano”,
convirtiendo esto en un asunto histórico y no profético (The Greek Testament, “El Testamento
Griego”, 4:675). Por tanto, el renacimiento del imperio romano equivaldría a la curación
milagrosa de la herida. Otra explicación plausible es que el último gobernante mundial recibirá
una herida que normalmente sería fatal, pero es milagrosamente sanado por Satanás. Mientras
que la resurrección de un muerto supera al poder de Satanás, sí está dentro de su poder sanar
una herida, y puede que ésta sea la explicación. El punto importante es que el último
gobernante mundial llegará al poder apoyado por una milagrosa sanidad realizada por Satanás
mismo.
c. La adoración de Satanás y la bestia (13:4–6)
13:4–6. El carácter sobrenatural de la bestia hará que se convierta en objeto de adoración
junto con Satanás, que es la fuente de su poder. El propósito de Satanás siempre ha sido recibir
la adoración que sólo debe darse a Dios, como se establece en Isaías 14:14: “seré semejante al
Altísimo”. Esta es la forma final de la engañosa religión de Satanás, en la cual él asumirá el lugar
de Dios el Padre y la bestia o gobernante mundial usurpará la posición de rey de reyes como

238
sustituto de Cristo. Esta situación probablemente se dará al principio de los últimos tres años y
medio cuando comience la gran tribulación.
Reconociendo el carácter sobrenatural de Satanás y el gobernante, surgirá la pregunta:
¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? (Ap. 13:4) Probablemente esto
explique cómo es que la bestia llegará a ser el gobernante mundial sin tener que guerrear. La
usurpación blasfema del papel de Dios continuará por cuarenta y dos meses, durante los cuales
la bestia dirá blasfemias contra Dios así como contra el cielo y los que moran en el cielo.
d. El poder mundial de la bestia (13:7–8)
13:7–8. La bestia se convertirá en el gobernante mundial y su autoridad se extenderá sobre
toda tribu, pueblo, lengua y nación, como se predice en Daniel 7:23: “a toda la tierra devorará,
trillará y despedazará”.
Además de que logrará dominar a todo el mundo, también va a abolir todas las otras
religiones y exigirá que todos le adoren (cf. 2 Ts. 2:4). Todos los moradores de la tierra
adorarán a la bestia, excepto aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. En la
expresión del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo, parece (como afirma la
nota mar. de la NVI95) que las palabras “desde el principio del mundo” tienen que ver con el
tiempo de la eternidad pasada en que los nombres se escribieron en el libro de la vida y no con
la crucifixión de Cristo, puesto que él no fue crucificado cuando se creó el mundo. Como dice
Pablo, aquellos que son salvos fueron predestinados para la salvación antes de la creación (cf.
Ef. 1:4).
Algunos piensan que el libro de la vida originalmente contenía los nombres de todas las
personas que han nacido en el mundo y que los de los no salvos se borran de él cuando
mueren. Esta interpretación proviene de Ap. 3:5, donde Cristo prometió a los creyentes de
Sardis que sus nombres no serían borrados del libro de la vida, y de 22:19, donde a una persona
que rechaza el mensaje del libro de Apocalipsis se le advierte que “Dios quitará su parte del
libro de la vida” (cf. “árbol de la vida” en 2:7 y 22:2, 14 y “libro de la vida” en 3:5; 17:8; 20:12,
15; 21:27). Sin embargo, 13:8 probablemente significa que aquellos que han sido salvos ya
tienen sus nombres escritos en el libro de la vida desde la eternidad en previsión de la muerte
de Cristo en la cruz por ellos, y que sus nombres nunca serán borrados.
Tomados como un todo, los vv. 7–8 indican la extensión universal del gobierno político de la
bestia así como la forma final que adoptará la religión satánica durante la gran tribulación. Sólo
aquellos que vienen a Cristo serán librados de la condenación que se avecina.
e. La exhortación a escuchar (13:9–10)
13:9–10. En un formato parecido al de las exhortaciones a las siete iglesias de Asia Menor
(caps. 2–3), este pasaje hace una invitación a los individuos para que oigan. Actualmente,
muchos sueñan con una iglesia universal y una religión global. Ese sueño se realizará al final del
tiempo, pero la religión será satánica y blasfema en lugar de dedicarse a la adoración al Dios
verdadero. En tal situación, la exhortación sólo podrá hacerse para que los individuos se alejen
de ella y se vuelvan a Dios. En todas las edades, Dios ha hablado a los que quieren oír, concepto
que con frecuencia se menciona en los evangelios (Mt. 11:15; 13:9, 43; Mr. 4:9, 23; Lc. 8:8;
14:35).
En contraste con la invitación que se hace a las siete iglesias, donde cada exhortación se
dirige “a la iglesia”, es notable que aquí no se mencionen congregaciones. Esta es otra
239
indicación de que la iglesia ya habrá sido arrebatada antes de que ocurran estos
acontecimientos. En vez de interpretar Apocalipsis como dirigida sólo a la primera generación
de cristianos que enfrentaban la persecución, este libro se entiende mejor si se considera como
una exhortación a los creyentes de todas las edades, pero en especial a aquellos que estarán
viviendo al final de los tiempos. A aquellos que están dispuestos a escuchar, se les recuerda que
su obediencia a la palabra de Dios puede resultar en cautividad o martirio (Ap. 13:10), así que
la exhortación termina diciendo: Aquí está la paciencia (jypomonē, “aguante, perseverancia”,
cf. 14:12) y la fe de los santos.

7. EL SÉPTIMO PERSONAJE: LA BESTIA QUE SUBE DE LA TIERRA (13:11–18)


a. Presentación de la bestia que sube de la tierra (13:11–12)
13:11–12. En contraste con la primera bestia que subió del mar (v. 1), la segunda sale de la
tierra, aunque es similar a la primera (se usa thērion, “una bestia” para referirse a ambos
personajes). Sin embargo, mientras que la primera es un gentil porque proviene de toda la raza
humana que se simboliza como “el mar” (v. 1), la segunda es una criatura terrenal. Algunos han
interpretado esto como una referencia específica a la tierra prometida y han argumentado que
por lo tanto, es un judío. Pero dentro del contexto no hay apoyo para esta opinión, ya que la
palabra que se usa para “tierra” es el término común que se usa en relación con el mundo (gē).
De hecho, no se indican ni su nacionalidad ni su origen geográfico, y es evidente que se trata
del así llamado “falso profeta” mencionado en 19:20 y 20:10. (Para una discusión más amplia
de las dos bestias, V. Alford, The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:678–79.)
La segunda bestia tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como
dragón, i.e., como Satanás. De esto, se puede entender que es un personaje religioso cuyo
papel será apoyar al gobernante político, la primera bestia. Además, tiene toda la autoridad,
obviamente derivada de Satanás y del regente político, porque hace que la tierra y los
moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
El falso sistema religioso que ese individuo apoyará, es una imitación de la divina Trinidad.
Satanás busca tomar el lugar de Dios el Padre; la primera bestia asume el de Jesucristo el Hijo y
Rey de reyes; y la segunda bestia o falso profeta, se adjudica un papel similar al del Espíritu
Santo, que es el que hace que los cristianos adoren a Dios. Este será el último intento de
Satanás por sustituir la verdadera fe en Cristo por una religión espuria.
b. Los milagros de la bestia (13:13–15)
13:13–15. Para inducir a la gente a que adore a la primera bestia, la segunda realizará
grandes señales (“señales milagrosas”, NVI95, sēmeia megala; cf. “una gran señal” en 12:1),
incluso hará descender fuego del cielo a la tierra. Algunas veces, la gente pasa por alto el
hecho de que Dios puede hacer cosas sobrenaturales, pero también Satanás puede hacer
milagros, y éste usará ese poder al máximo durante esta coyuntura para inducir a la gente a
que adore al sustituto satánico de Cristo. En consecuencia, la segunda bestia engañará a los
moradores de la tierra.
Además de hacer que caiga fuego del cielo, la segunda bestia eregirá una imagen de la
primera bestia, la cual probablemente será colocada en el primer templo de Jerusalén que fue
arrebatado a los judíos. De acuerdo con Pablo (2 Ts. 2:4), en ocasiones, la primera bestia se

240
sentará personalmente en el templo de Dios para recibir la adoración que pertenece sólo al
Señor. Tal vez la imagen de la bestia será puesta en el mismo templo para proporcionar a la
gente un objeto de culto mientras la bestia no esté presente.
Esa imagen se menciona con frecuencia (Ap. 13:14–15; 14:9, 11; 15:2; 16:2; 19:20; 20:4).
Aunque no se aclara si será una representación del gobernante mundial o primera bestia, o
simplemente algún objeto de adoración, parece que simbolizará el poder de la primera bestia.
El hecho de que la segunda bestia tenga poder para infundir aliento a la imagen de la
bestia y aun hacer que hable, ha hecho que surjan algunos problemas para los eruditos, porque
parece que la Biblia no indica que Satanás tiene poder para dar vida a un objeto inanimado.
Sólo Dios es el Creador. Así que probablemente la imagen de la bestia podrá dar la impresión de
que respira y habla mecánicamente, como hacen los robots computarizados de la actualidad, o
puede ser que se ponga en operación una combinación de poderes naturales y sobrenaturales
para hacer que la bestia que salió de la tierra lleve a cabo este propósito. Es seguro que será
bastante convincente para la gente, porque logrará que adore a la imagen.
La orden de adorar a la imagen de la primera bestia, se hará cumplir matando a todo aquel
que no la adore. Pero hay gran diferencia entre emitir el decreto de matarlos y realizar la
ejecución. El problema de encontrar a todos los que en la tierra se nieguen a adorar a la bestia
requerirá de demasiado tiempo. Cuando Hitler trató de exterminar a los judíos, invirtió varios
meses en ese esfuerzo y nunca terminó su tarea. La multitud de gente que será martirizada se
menciona en 7:9–17.
c. La marca de la bestia (13:16–18)
13:16–18. Para poder ejercer control sobre la raza humana y hacer que adore a la bestia
que subió del mar, la segunda bestia hará que todos …, lleven una marca en la mano derecha,
o en la frente, y sin esa evidencia de que adoraron a la bestia, nadie podrá comprar ni vender.
La necesidad de comprar o vender para suplir las necesidades básicas como comida y vestido,
forzará a cada persona de todo el mundo a decidir si adora a la bestia o se arriesga a sufrir el
castigo. Es evidente que la gran mayoría adorará a la bestia.
Ha surgido mucha especulación en cuanto a la insignia o “marca” de la bestia, pero puede
ser cualquiera o varias clases de identificaciones. Asimismo, se han hecho incontables intentos
de interpretar el número seiscientos sesenta y seis, generalmente utilizando los equivalentes
numéricos de las letras de alfabetos tales como el hebreo, el griego y otros. Puesto que se han
dado cientos de explicaciones que empezaron en el pasado y siguen hasta el día presente, es
evidente que si el número se refiere a un individuo, no se aclara quién es.
Tal vez la mejor interpretación es que puesto que el número seis es uno menos que el siete,
que es el número perfecto, las tres repeticiones del seis indicaría que sin importar cuántas
veces digan que es la deidad, Satanás y las dos bestias sólo son criaturas y no pueden
compararse con el Creador. En la Biblia, se ilustra muchas veces que el seis es número de
hombre, incluyendo el hecho de que el hombre debe trabajar seis días y descansar el séptimo.
(Para una discusión más amplia acerca de las distintas interpretaciones, cf. Mounce, The Book
of Revelation, “El libro de Apocalipsis”, págs. 263–65; Smith, A Revelation of Jesús Christ, “Una
Revelación de Jesucristo”, págs. 206–7; y Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 209–12.)
La práctica de la gematría era muy usada en el mundo antiguo y consistía en usar las letras
de una palabra para, por medio de su valor numérico combinado, descubrir el significado oculto

241
de un nombre de la Biblia. Tal vez Juan tenía en mente a una persona en particular que sus
asociados cercanos podrían identificar. Sin embargo, la literatura de los padres de la iglesia
primitiva muestra la misma confusión y diversidad de interpretaciones que existen en la
actualidad, así que tal vez sea mejor dejar sin resolver este enigma. Posiblemente la conclusión
más segura es la que ofrece Thomas F. Torrance: “La trinidad malvada del 666 imita a la Santa
Trinidad del 777, pero siempre se queda corta y falla” (The Apocalypse Today, “Apocalipsis
Hoy”, pág. 86).
El cap. 13 es importante porque presenta a dos de los personajes principales de Apocalipsis:
la bestia que sube del mar o dictador mundial; y la bestia que sube de la tierra o falso profeta y
principal promotor de aquél. No existe evidencia de que alguno de ellos sea judío, aunque
algunos han tratado de identificar a uno o al otro con un judío apóstata basándose en la
expresión “del Dios de sus padres no hará caso” (Dn. 11:37). No obstante, el término hebr.
’ĕlōhîm es la misma palabra que se usa comúnmente para hablar de “dios”, y es muy diferente
de Yahweh. Además, no existe ninguna prueba de que en Daniel se refiera al Dios de Israel.
Otras versiones dicen “los dioses” (VP, BJ). Por lo tanto, aunque se haya popularizado la
creencia de que uno de los dos líderes de Ap. 13 será un judío apóstata, tal postura carece de
evidencias. Ambas bestias probablemente serán gentiles, puesto que esta será la última hora
en que “Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se
cumplan” (Lc. 21:24), y porque ambos dirigentes perseguirán tanto a judíos como a gentiles
creyentes.
Sin embargo, Apocalipsis 13 nos proporciona muchos detalles internos acerca de las
características de la gran tribulación. Será un tiempo de un gobierno mundial único con una
religión mundial y un solo sistema económico. Aquellos que se resistan al dictador y rehúsen
adorarlo, serán ejecutados, y tal vez habrá más mártires que creyentes sobrevivientes. Será el
último y final intento de parte de Satanás para hacer que el mundo lo adore a él y deje de
adorar al Dios verdadero y a Jesucristo como su Salvador.
Este cap. también manifiesta claramente que el sueño de los posmilenaristas de que el
mundo irá haciéndose cada vez mejor a través del testimonio cristiano y la proclamación del
evangelio no es apoyado por la Biblia. Por el contrario, la forma final que adoptará la religión
mundial será la de una iglesia apóstata, satánica y blasfema. Actualmente existen muchas
indicaciones de que el mundo está tomando esa dirección, lo que nos hace concluir que la
venida del Señor puede estar muy cerca.

8. LA ESCENA RESULTANTE EN LA TIERRA Y EN EL CIELO (CAPS. 14–15)

a. Los 144,000 del monte de Sion (14:1–5)


En los caps. 14 y 15, se presentan diversos detalles del escenario mundial tanto en la tierra
como en cielo, en preparación para la serie final de las siete copas de juicios del cap. 16 así
como de los juicios de los caps. 17–18.
14:1–2. Primero se vuelve a dar un atisbo del Cordero que estaba en pie sobre el monte de
Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil. Es lógico pensar que este es el mismo grupo que se
menciona en 7:4–8, pero que aquí se encuentra en un período posterior de la tribulación.
Cronológicamente, la visión prevé que el triunfo hará que los ciento cuarenta y cuatro mil estén
todavía intactos cuando Jesucristo regrese del cielo a la tierra. A diferencia de muchos otros

242
que serán martirizados, estas personas sobrevivirán a ese período. Pero no son los únicos que
lo harán, puesto que muchos gentiles y judíos se volverán a Cristo durante el último tiempo; de
alguna manera escaparán del martirio y se sentirán honrados de dar la bienvenida al Señor
cuando regrese.
De nuevo, la escena celestial es dramática, porque se escucha una voz como estruendo de
muchas aguas …, y como sonido de un gran trueno …; como de arpistas (cf. “truenos” en 4:5;
6:1; 8:5; 11:19; 16:18; 19:6).
14:3–5. Juan dice: y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro
seres vivientes, y de los ancianos. Es evidente que esos cantantes forman parte de un coro
celestial. Pudiera estar formado por la multitud de vestiduras blancas mencionadas en 7:9–17.
Pero no hay justificación aquí para ver al cielo como si fuera el monte de Sion. Es mejor
considerar que el coro estará formado por los ciento cuarenta y cuatro mil (cf. 14:1) que
todavía no habrán muerto y que estarán en la tierra en el verdadero monte de Sion.
La referencia que se hace a la pureza de los ciento cuarenta y cuatro mil puede deberse a
que durante los difíciles tiempos de la gran tribulación no pudieron tener una vida normal de
casados. O tal vez se refiere a la pureza espiritual, a menudo simbolizada por la virginidad (cf. 2
R. 19:21; Is. 37:22; Jer. 18:13; 31:4, 21; Lm. 2:13; Am. 5:2). En 2 Corintios 11:2, el concepto de
virginidad se extiende a toda la iglesia, incluyendo ambos sexos.
Algunos creen que los ciento cuarenta y cuatro mil serán evangelistas de la gran tribulación.
Pero no hay indicios de que sean predicadores o profetas; su testimonio estribará
principalmente en su pureza moral y en el hecho de que no fueron martirizados como muchos
otros y porque siguen al Cordero por dondequiera que va. Juan añade: Estos fueron redimidos
de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. La palabra “primicias”
sugiere que esos israelitas convertidos precederán a muchos otros que se volverán al Señor
cuando él venga en su segunda venida (Zac. 12:10; Ro. 11:15, 26–27). Asimismo se describen
como sin mancha (amōmoi, palabra que se usaba para referirse a los animales del sacrificio sin
defecto), y como aquellos que aunque vivieron en el período del grandísimo engaño de
Satanás, se mantuvieron alejados de la mentira. Como un todo, el pasaje es un vistazo profético
del triunfo que obtendrán los ciento cuarenta y cuatro mil sellados cuando Cristo regrese.
b. El mensaje de los tres ángeles (14:6–12)
14:6–8. A Juan se le dio la visión de un ángel que llevaba un mensaje, al que se llama el
evangelio eterno. Ese mensajero fue comisionado para entregarlo a todos los moradores de la
tierra, i.e., a todos los grupos de seres humanos. Debido a que se usa la palabra “evangelio”
algunos han pensado que se refiere al mensaje de la salvación o de buenas nuevas del reino
venidero. Sin embargo, el contexto parece indicar lo contrario, porque el mensaje es de juicio y
condenación. El ángel dijo: Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado.
Así que el mensaje eterno más bien parece que habla de la justicia de Dios y del castigo divino
en vez de ser un mensaje de salvación.
El primer ángel fue seguido por otro ángel, que anunció: Ha caído …, Babilonia, la que
emborrachaba a otros con el vino … de su fornicación. Es evidente que esto es un anticipo de la
descripción que se hace de esa ciudad más adelante (V. el comentario del cap. 18).
14:9–12. Y el tercer ángel los siguió con otro juicio contra los adoradores de la bestia y … su
imagen, los que recibieron la marca, los cuales serán objeto de la ira de Dios. Éstos están

243
destinados al tormento eterno junto con Satanás, el mundo demoniaco, y todos los impíos. En
el v. 11 se establece el carácter eterno de ese castigo con las palabras: el humo de su tormento
sube por los siglos de los siglos. Y no tendrán reposo. Pero los que obedecen los
mandamientos de Dios y son fieles, necesitarán de paciencia (v. 12; cf. 13:10). Aunque la
doctrina del castigo eterno es muy impopular entre los eruditos liberales y difícil de aceptar, no
obstante se enseña con claridad en la Biblia. Jesús y el apóstol Juan dicen más acerca de este
asunto que todo el resto de las Escrituras.
c. Bendición de los santos fieles (14:13)
14:13. Después que el tercer ángel hizo su pronunciamiento, Juan escuchó una voz que le
ordenó desde el cielo: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren
en el Señor. A esto, el Espíritu Santo añade la promesa: descansarán de sus trabajos, porque
sus obras con ellos siguen.
A menudo, este pasaje se cita en relación con las bendiciones generales de Dios sobre todos
los cristianos, pero el contexto indica que ésta es especialmente para aquellos que mueran
durante la gran tribulación. Para ellos, la muerte será una liberación bendita de las
persecuciones, tormentos y pruebas, y la entrada a la gloriosa presencia del Señor.
d. Los mensajes del segundo grupo de tres ángeles (14:14–20)
14:14–16. Siguiendo con su visión, Juan vio en una nube blanca, a uno sentado semejante
al Hijo del Hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
Aunque algunos han identificado “al Hijo del Hombre” con un ángel, es más probable que sea
Cristo mismo, a quien con frecuencia se le da ese nombre (cf. 1:13). Sólo en el evangelio de
Mateo se le llama así más de 25 veces (Mt. 8:20; 9:6; 11:19; 12:8, 32; 13:41; etc.). La hoz que
lleva en la mano sugiere castigo, y esto se apoya por el mensaje que dan los tres ángeles (Ap.
14:15–20).
Otro ángel clamó a Cristo pidiéndole: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha
llegado, y añade que la mies ya estaba madura. Esa madurez es en el sentido de productos
marchitos o podridos (exēranthē). Lo que sigue es un castigo, porque Jesucristo metió su hoz
en la tierra. Alford afirma que el v. 14 se refiere a la cosecha de los santos, y que los vv. 15–16
describen el juicio contra los impíos (The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:691).
Pero es difícil imaginar una cosecha de santos que se haya pasado de madura.
14:17–20. Otro ángel, que también tenía una hoz aguda, recibió las palabras de otro ángel
que le ordenó diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus
uvas están maduras. Aquí se usa una palabra diferente para madura (ēkmasan), que significa
“totalmente crecida” o “en condición óptima”. Las uvas estaban llenas de jugo y listas para ser
cosechadas. Obedientemente, el ángel vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran
lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, tal vez Jerusalén (cf. “la gran
ciudad” en 11:8).
La costumbre era obtener el jugo de uva pisando la fruta en una prensa para vino. Sin
embargo, el resultado aquí es diferente. Del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos,
por mil seiscientos estadios, o sea, unos 290 kms. Aunque esa distancia puede ser literal y
designar el área del juicio que rodea a Jerusalén, por supuesto que es imposible que la sangre
alcance una altura donde tocaría los frenos de los caballos. Lo que esto quiere decir es que
habrá un espantoso derramamiento de sangre, el cual salpicará tan alto como los frenos de un
244
caballo. Este es un cuadro gráfico de una gran matanza (Is. 63:1–3). Otros pasajes (e.g. Ap.
16:14; Dn. 11:40–45) ponen en claro que al tiempo de la segunda venida de Cristo, se estará
llevando a cabo una tremenda guerra mundial con un alcance terrible, y este puede ser un
cumplimiento parcial de esas profecías.
Tomado como un todo, Apocalipsis 14 se refiere por un lado, a la preservación de los
144,000 durante la gran tribulación. Por otro, explica en forma gráfica algunos de los
espantosos juicios que sufrirá el mundo que rechace a Cristo y siga al usurpador satánico.
William Kelly considera este cap. como un bosquejo de los principales acontecimientos del
fin de los tiempos: (1) la aparición de un remanente fiel de Israel; (2) la predicación a los
gentiles; (3) la caída de Babilonia; (4) la condenación de los adoradores de la bestia; (5) la
bendición para los santos que serán martirizados; (6) la cosecha; (7) la ira de Dios que caerá
sobre el mundo (Lectures on the Book of Revelation, “Conferencias Acerca del Libro de
Apocalipsis”, pág. 330).
e. Presentación de los siete ángeles (15:1–8)
15:1–2. Con la escena del cielo que se describe en el cap. 14 como antecedente, Juan se
dispone a registrar más detalles acerca del castigo divino. Escribe que vio en el cielo otra señal,
grande y admirable: a siete ángeles que tenían cada uno una plaga, mismas que se describen
como las siete plagas postreras. Esta es la presentación del clímax del derramamiento de la ira
de Dios sobre la tierra. Esta última señal se relaciona con las grandes señales precedentes de la
mujer del cap. 12:1 y del dragón escarlata de 12:3. Estos siete ángeles no deben confundirse
con los dos grupos de tres ángeles del cap. precedente (14:6–20) o con cualquier otro grupo de
ángeles mencionado anteriormente.
Juan también vio como un mar de vidrio mezclado con fuego. Probablemente éste es el
mismo mar que se describe en 4:6. Estando en pie, a un lado del mismo, Juan vio a los mártires
muertos, el mismo grupo a que se refiere en 7:9–17.
15:3–4. Los santos victoriosos, acompañados con arpas, entonaban el cántico de Moisés …
y el cántico del Cordero. Éstas pueden ser dos canciones distintas, la primera refiriéndose a la
fidelidad divina para con Israel y la segunda, a su situación durante la gran tribulación. Algunos,
como Walter Scott, hacen referencia al cántico de Moisés que aparece en Éxodo 15, donde
Israel triunfó sobre los egipcios (Exposition of Revelation, “Exposición de Apocalipsis”, pág. 315).
Pero otros, como J. B. Smith, sugieren que esta es la canción de Deuteronomio 32, que contiene
un amplio repaso de la fidelidad de Dios para con Israel (A Revelation of Jesús Christ, “Una
Revelación de Jesucristo”, págs. 224–225). En la canción de Ap. 15:3–4, se da gloria a Dios por
sus grandes y maravillosas obras, su justicia y verdad (cf. 16:7), y su gloria y santidad (V. “Las
Catorce Doxologías del libro de Apocalipsis” en el Apéndice, pág. 282). A continuación se hace
la predicción de que todas las naciones vendrán y adorarán a Dios.
Esta descripción de la alabanza a Dios y la afirmación de que será universal, concuerda con
otros pasajes de las Escrituras y por supuesto que se relaciona con la segunda venida de Cristo y
la adoración a Dios en todo el mundo durante el reino milenial (Sal. 2:8–9; 24:1–10; 66:1–4;
72:8–11; 86:9; Is. 2:2–4; 9:6–7; 66:18–23; Jer. 10:7; Dn. 7:14; Sof. 2:11; Zac. 14:9). La aterradora
época de impiedad y blasfemia contra Dios, que caracterizará al período que conducirá a la
segunda venida de Cristo, será seguido por la total justificación de la santidad y castigo de Dios
en el siguiente período.

245
15:5–8. Mientras continuaba viendo la visión, Juan vio el templo, al cual llama el
tabernáculo del testimonio. Esta alusión a un templo en el cielo parece que es la contraparte
celestial del templo terrenal. A medida que se abría, salieron los siete ángeles que tenían las
siete plagas. Los vestidos de lino limpio y resplandeciente de los ángeles indican su pureza, y
los cintos de oro que tenían alrededor del pecho, señalan la gloria de Dios.
Juan vio que uno de los cuatro seres vivientes dio … siete copas de oro, llenas de la ira de
Dios a los siete ángeles. Al hacerlo, el templo se llenó de humo, impidiendo que alguien
pudiera entrar en el templo hasta que … las siete plagas se hubieran derramado sobre la tierra
(cf. Éx. 40:34–35). Tomado como un todo, Apocalipsis 15:5–8 presenta un cuadro aterrador del
juicio divino inminente sobre el mundo impío. Los juicios que serán derramados (cap. 16),
justifican plenamente esta ominosa introducción.

J. Las copas de la ira divina (cap. 16)


Cronológicamente, este cap. está muy cerca de la segunda venida de Cristo, y los juicios que
se describen en él se dan en rápida sucesión. Alford dice: “Aquí no puede haber dudas, no sólo
en cuanto a que esta serie de juicios se extenderá hasta el tiempo del fin, sino que la totalidad
de ellos se realizará muy cerca de ese tiempo” (The Greek Testament, “El Testamento Griego”,
4:696). Por su parte, Daniel indicó que los días finales de la tribulación será un tiempo de
conflicto mundial (Dn. 11:36–45). Juan describe los sucesos mundiales como que se suceden
inexorablemente hasta llegar a su clímax.

1. LA PRIMERA COPA DE IRA (16:1–2)

16:1–2. Juan registra que oyó una gran voz que instruía desde el templo a los siete ángeles
para que derramaran sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Indudablemente, era la
voz de Dios que hablaba desde el templo celestial. El adjetivo que se trad. como “gran”
(megalēs) se usa con frecuencia en este cap. (el v. 17 también menciona “una gran voz”). Pero
la misma palabra gr. se usa en relación con el gran calor (v. 9), el gran río Éufrates (v. 12), el
gran día del Dios Todopoderoso (v. 14), un gran temblor de tierra (v. 18), la gran ciudad (v. 19),
la gran Babilonia (v. 19), el enorme granizo (v. 21) y la plaga sobremanera grande (v. 21). Los
juicios que se derramarán serán más grandes, severos e intensos que cualquier otro que se
haya mencionado en los acontecimientos precedentes. Cuando el primer ángel derramó su
copa de ira, vino una úlcera maligna y pestilente sobre todos aquellos que tenían la marca de
la bestia y que adoraban su imagen.
Ha surgido la pregunta de si las copas de la ira de Dios siguen cronológicamente a las siete
trompetas tocadas por los ángeles, o si son idénticas a ellas. Claramente se observa que existen
muchas similitudes entre los juicios de las trompetas y los de las copas. Ambos tienen que ver
con (a) la tierra (8:7; 16:2), (b) con el mar (8:8; 16:3), (c) con los ríos y fuentes de agua (8:10;
16:4), y (d) con el sol, la luna y las estrellas (8:12), pero en el juicio de las copas sólo se
menciona el sol (16:8–9). La quinta trompeta se relaciona con la posesión demoniaca y con el
oscurecimiento del sol y del cielo (9:1–3), que es muy parecida a la quinta copa, en la que la
oscuridad cubrirá la tierra y las llagas producirán agonía entre los hombres (16:10–11). La sexta
trompeta se relaciona con el río Éufrates (9:13–14), y la sexta copa hará que ese caudal se

246
seque (16:12). La séptima trompeta implica que la gran tribulación está llegando a su fin
(11:15–19), y la séptima copa de la ira de Dios registra una gran voz que dice desde el cielo:
“Hecho está” (16:17), lo cual provoca un cataclismo en la tierra consistente en un terremoto y
granizo, que también se incluyen en la séptima trompeta (11:18–19).
Sin embargo, estas similitudes no prueban que los eventos son los mismos y al comparar los
juicios de las trompetas con las copas de la ira de Dios, encontramos que también existen
grandes diferencias entre ellos, aunque el orden de los juicios siga una misma secuencia.
Generalmente hablando, en los juicios de las trompetas la tercera parte de la tierra o el cielo se
ven afectados, mientras que en los de las copas de ira, los efectos de los juicios abarcan a toda
la tierra y se caracterizan por ser mucho más severos y definitivos. Por lo tanto, parece que es
mejor apegarse a la interpretación que la iglesia por mucho tiempo ha aceptado, en el sentido
de que las siete copas son una ampliación de la séptima trompeta, así como las siete trompetas
son una extensión de la ruptura del séptimo sello. El orden va progresando hacia un clímax, y
los juicios se hacen más intensos y extensos a medida que se acerca el tiempo de la segunda
venida de Cristo. Todos los indicios son de que los juicios de las copas de ira se suceden con una
rapidez asombrosa sobre un mundo que de por sí se estará tambaleando por los juicios
precedentes y por un conflicto mundial. Algunos juicios de las copas son selectivos y sólo caen
sobre los impíos (16:2, 8–11). Otros, sólo afectan algunas partes de la naturaleza (mares, ríos,
sol, etc.)
En el juicio de la primera copa de ira, los hombres que sigan al anticristo serán afectados
por úlceras malignas y pestilentes. También habrá llagas cuando se derrame la quinta copa (vv.
10–11).

2. LA SEGUNDA COPA DE IRA (16:3)

16:3. Después que sonó la segunda trompeta (8:8–9), “la tercera parte del mar se convirtió
en sangre”, matando a “la tercera parte de los seres vivientes” y destruyendo “la tercera parte
de las naves” (8:8–9). Sin embargo, cuando el segundo ángel derrame su copa, morirá todo ser
vivo que se halle en el mar (16:3). Al decir que el mar se convertirá en sangre como de muerto,
es probable que el líquido no corresponda exactamente a la sangre humana en su composición
química, sino que tendrá apariencia de sangre, y dio el mismo resultado de matar a todo ser
vivo. Así como en la segunda trompeta, la sangre aquí es parecida a la primera plaga de Egipto
(Éx. 7:20–25). Debido a que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta de mares,
este será un espantoso juicio a nivel mundial.

3. LA TERCERA COPA DE IRA (16:4–7)

16:4–7. Así como la tercera trompeta hizo que “la tercera parte de las aguas se hiciera
amarga como el ajenjo” (8:11), asimismo cuando el tercer ángel derrame la tercera copa sobre
los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, éstas se convertirán en sangre (16:4). Juan escuchó
que el ángel encargado de las aguas proclamaba que Dios, el Santo, es Justo en todos sus
juicios, porque ha juzgado estas cosas (v. 5). El hecho de que Dios haga que las aguas se
conviertan en sangre es un castigo por el derramamiento de la sangre de los santos y de los

247
profetas (v. 6). Desde el altar, se escucha un eco de estas palabras que dice que los juicios de
Dios son verdaderos y justos (v. 7; cf. 15:3).

4. LA CUARTA COPA DE IRA (16:8–9)

16:8–9. Este castigo se relaciona con el sol y su gran calor. Cuando los hombres sintieron la
fuerza quemante del astro, blasfemaron contra Dios y no se arrepintieron (cf. v. 11). Por el
contrario, la cuarta trompeta (8:12) oscureció la tercera parte de los cielos, pero no incluyó
calor intenso. Por esta y otras profecías, es claro que durante la gran tribulación habrá
tremendos cambios en el clima.

5. LA QUINTA COPA DE IRA (16:10–11)

16:10–11. Este juicio estará dirigido hacia el trono de la bestia, cubrirá su reino de tinieblas,
y producirá úlceras (cf. v. 2) dolorosas en los hombres, quienes blasfemarán contra … el Dios
del cielo … y no se arrepentirán. Esta es la última mención en Apocalipsis de que los hombres
rehúsan arrepentirse (cf. 2:21; 9:21; 16:9; sin embargo, cf. 16:21). La quinta copa es similar a la
quinta trompeta (9:1–11) en que ambas traerán oscuridad, pero la quinta trompeta se relaciona
con la posesión demoniaca más que con agudos dolores físicos.

6. LA SEXTA COPA DE IRA (16:12–16)

16:12. De acuerdo a la revelación de Juan, el sexto ángel derramó su copa secando el agua
del gran río Éufrates, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Se han
hecho especulaciones interminables acerca de quiénes son “los reyes del oriente”. Muchos
expositores tratan de relacionarlos con líderes contemporáneos a su propia generación. Al
hacer una encuesta de cien comentarios acerca del libro de Apocalipsis, se encontró que
cuando menos existen cincuenta interpretaciones diferentes para explicar quiénes son los reyes
del oriente. Sin embargo, la mejor explicación y la más sencilla es que se refiere a reyes o
gobernantes procedentes del oriente que participarán en la última guerra mundial. A la luz del
contexto de este pasaje, que revela la segunda venida de Cristo que estará muy cerca, y la
situación mundial actual, en que la parte oriental del mundo contiene una enorme proporción
de la población mundial con grandísimo potencial militar, no tiene sentido hacer ninguna
interpretación diferente a la literal. En forma concisa, Alford afirma: “Esta es la única
interpretación de estas palabras que se apega al contexto y a los requerimientos de esta serie
de profecías” (Alford, The Greek Testament, “El Testamento Griego”, 4:700).
Esto se relaciona con el gran río Eufrates, porque ese río forma la frontera oriental entre la
Tierra Santa y Asia (V. los comentarios de 9:12–16). Mientras que se hace la implicación de que
el agua se secará por un acto de Dios, el hecho es que en este siglo se han construido presas a
lo largo de ese río para desviar el agua y usarla para irrigación, de tal modo que en la
actualidad, hay ocasiones en que hay muy poca o nada de agua en ese cauce. El río Éufrates se

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menciona a menudo en las Escrituras (e.g., Gn. 15:18; Dt. 1:7; 11:24; Jos. 1:4). En Isaías 11:15
también se predice que su caudal se secará.
16:13–16. A continuación, se le dio a Juan una perspectiva amplia y simbólica de la
preparación para el derramamiento de la última copa de la ira de Dios. Él vio salir de la boca del
dragón (Satanás) … y de la bestia (el anticristo 13:1–10) …, y de la boca del falso profeta
(13:11–18), tres espíritus inmundos a manera de ranas. No es necesario especular acerca de la
identidad de esos tres batracios, porque el v. 14 explica que son espíritus de demonios, que
hacen señales milagrosas. Esos demonios irán por todo el mundo ejerciendo su maligna
influencia sobre los reyes, con objeto de reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso (“Todopoderoso” [pantokratōr] también se usa en 1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7;
19:6, 15; 21:22).
Aunque el significado de esta presentación simbólica es muy claro, hace surgir un problema
importante relacionado con lo que hacen los demonios. El gobierno global futuro de la gran
tribulación será establecido por el poder de Satanás (13:2). Sin embargo, aquí, el mismo
Satanás, el dictador mundial, y el falso profeta, se unen para incitar a las naciones del mundo a
que se apresten para la guerra mundial final. De hecho, la guerra será una forma de rebelión
contra el gobernante mundial. ¿Por qué entonces se soltarán las fuerzas satánicas para destruir
el imperio que recién habrán creado?
Parece que la respuesta se encuentra en los sucesos que siguen. Sabiendo que la segunda
venida de Cristo se acerca, Satanás reunirá todo el poderío militar del mundo en Tierra Santa
para poder oponerse a la venida del Hijo del Hombre, quien retornará al monte de los Olivos
(Zac. 14:4). Aunque las naciones sean engañadas y participen en el conflicto esperando obtener
mayor poder político en el mundo, el propósito satánico es combatir contra las huestes
celestiales (que se presentan en el cap. 19) durante la segunda venida de Cristo.
Se dice que ese conflicto mundial continuará hasta el día en que Cristo venga por segunda
vez, y que habrá una intensa lucha casa por casa en Jerusalén precisamente en ese día (Zac.
14:1–3). Tal vez sea mejor trad. la frase “la batalla” (ton polemon, Ap. 16:14) como “la guerra” y
es mejor referirse a “la guerra de Armagedón” (V. v. 16), en lugar de decir “la batalla de
Armagedón”. La guerra habrá estado llevándose a cabo por algún tiempo, pero el clímax se
dará en la segunda venida de Cristo. “Armagedón” proviene del gr. “Jarmagedōn” que es una
transliteración de las palabras hebr. monte (har) de Megido. Esa montaña está cerca de la
ciudad de Megido y de la llanura de Esdraelón, que fue escenario de muchas batallas del A.T.
A continuación, Juan escuchó una advertencia dicha por Cristo mismo: He aquí, yo vengo
como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y
vean su vergüenza.
A menudo, se compara la venida de Cristo con la de un ladrón, e implica que en lo que se
refiere a los incrédulos, será de improviso y sin ninguna advertencia. Así como los cristianos no
serán sorprendidos por el rapto de la iglesia (1 Ts. 5:4), así los creyentes que vivan durante la
segunda venida de Cristo estarán esperando ansiosamente su venida. Se promete una
bendición para aquél que esté preparado para la venida del Señor, porque lleva el vestido de
justicia que Dios mismo le entregará.
Tomado como un todo, el derramamiento de la sexta copa de la ira de Dios es una
preparación para el acto final de castigo antes de la segunda venida, y es la última etapa de
desarrollo relacionada con el río Éufrates, mencionado antes (Ap. 9:14). Comparativamente, el

249
lapso de tiempo que habrá entre la sexta trompeta y la sexta copa de la ira divina, será bastante
corto.

7. LA SÉPTIMA COPA DE IRA (16:17–21)

16:17–20. A continuación, el séptimo ángel derramó su copa por el aire. Juan escuchó una
gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está. Una exclamación parecida
siguió al sonido de la séptima trompeta (11:15–19). Aquí también Juan vio destellos de
relámpagos y escuchó truenos y voces seguidos por un terremoto enorme (16:18). Se le
informó al apóstol que ese será el terremoto más grande de todos los tiempos (se mencionan
otros terremotos en 8:5 y 11:19), y la descripción resultante indica que afectará a toda la tierra,
posiblemente con excepción del territorio de Israel. La gran ciudad que fue dividida en tres
partes, se refiere a la destrucción de Babilonia. Pero el suceso más importante será que
también caerán las ciudades de las naciones. El terrible terremoto reducirá a escombros a
todas las ciudades de las naciones (gentiles). De esta manera, se prepara el escenario para la
segunda venida de Cristo. Es evidente que durante el colapso de las ciudades del mundo, habrá
enormes pérdidas humanas y la destrucción de lo que quede del imperio mundial.
Aunque se menciona a Jerusalén en 11:8 diciendo que es “la grande ciudad que en sentido
espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado”, en este
caso, “la gran ciudad” se especifica que es Babilonia, como indica 16:19. Dios dará a Babilonia el
cáliz del vino del ardor de su ira, i.e., la ciudad experimentará un espantoso derramamiento de
sus juicios. Algunos han sugerido que esa ciudad es Roma, pero que se le llama Babilonia
debido a su declinación espiritual. Mientras que esto ha sido ampliamente debatido por los
eruditos (cf. J.A. Seiss, The Apocalypse, “Apocalipsis”, págs. 381–82, 397–420), es preferible
considerar que “Babilonia” es la ciudad del mismo nombre que habrá sido reconstruida cerca
del río Éufrates, la cual será la capital del último gobierno mundial (cf. Walvoord, Revelation,
“Apocalipsis”, págs. 240–41).
Además del espantoso terremoto y tal vez ocasionado por él, Juan registra que toda isla
huyó, y los montes no fueron hallados. Si se toman lit., estos vv. (18–20), indican que habrá
cambios en la topografía de la tierra que también provocarán la transformación de la Tierra
Santa en preparación para el reino milenial de Cristo.
16:21. Además del terremoto, cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como
del peso de un talento (unos 45 kgs.). Semejantes piedras de hielo formadas
sobrenaturalmente, destruirán cualquier cosa que quede en pie después del terremoto, y sin
duda matarán o herirán gravemente a quienes les caigan encima. A pesar de la severidad del
castigo y de su carácter cataclísmico, en la última oración de este v. se revela que el corazón de
los hombres seguirá endureciéndose: y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del
granizo; porque su plaga fue sobremanera grande. Con frecuencia se hace la pregunta de por
qué el castigo eterno es para siempre. La respuesta es que la gente no cambiará la dureza de su
corazón, y por lo tanto, merece ser castigada eternamente porque eternamente rehúsa
arrepentirse. Al terminar la destrucción proveniente de la séptima copa de la ira de Dios,
quedará listo el escenario para la dramática y culminante segunda venida de Cristo que se
revela en el cap. 19. Sin embargo, antes de ese acontecimiento, en los caps. 17–18, se da una
descripción detallada de la futura ciudad de Babilonia.

250
K. La caída de Babilonia (caps. 17–18)
Aquí se ve a Babilonia—el origen de tantas religiones impías y paganas que se han opuesto
a la fe de Israel y de la iglesia—recibiendo su castigo final. Cronológicamente, estos caps. no
entran en el esquema de los sellos, trompetas y copas de la ira de Dios, y los expositores han
tenido dificultades para determinar con precisión el significado de la revelación contenida en
ellos.
Sin embargo, en general, en el cap. 17 se ve a Babilonia en su aspecto religioso, que
culminará en una religión mundial que parece coincidir con la primera mitad de los últimos
siete años anteriores a la segunda venida de Cristo. Asimismo, este cap. registra que los diez
reyes destruirán a Babilonia (v. 16).
En contraste, el cap. 18 parece referirse a Babilonia como un poder político, como una gran
ciudad y como sede del gran imperio mundial que dominará la segunda mitad de los últimos
siete años antes de la venida de Cristo. Babilonia, que se menciona unas trescientas veces en la
Biblia, a veces se considera como el programa religioso satánico que se opone a la verdadera
adoración a Dios, pero principalmente como el poder político que tiene como capital a la gran
ciudad que lleva el nombre de Babilonia. En los últimos tiempos se reunirán estas dos líneas
principales de profecías acerca de Babilonia e indican que Dios hará caer sobre ella su juicio
final.

1. DESTRUCCIÓN DE LA BABILONIA RELIGIOSA (CAP. 17)

17:1–2. Uno de los siete ángeles (del cap. 16) que tenían las siete copas, invitó a Juan para
que presenciara la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas.
Esa malvada mujer representa al sistema religioso de Babilonia, y las aguas, a “pueblos,
muchedumbres, naciones y lenguas” (v. 15). El ángel informó a Juan que con ella habían
fornicado los reyes de la tierra; en otras palabras, los gobernantes habían participado en el
sistema religioso que ella simboliza (cf. 14:8).
17:3–5. A continuación, Juan fue llevado en el Espíritu (es mejor trad. “en [su] espíritu”, i.e.,
en una visión, no corporalmente cf. 1:10; 4:2) al desierto, donde vio a la mujer en persona, la
cual estaba sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete
cabezas y diez cuernos. Es evidente que la referencia a la bestia apunta al gobierno mundial
(13:1). Los diez cuernos se definen posteriormente (17:12) como diez reyes “que aún no han
recibido reino”. Parece que las siete cabezas se relacionan con gobernantes prominentes del
futuro imperio romano.
Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas
y de perlas. Sus ornamentos son similares a los de las vestiduras religiosas de las iglesias
ritualistas del presente. Aunque la púrpura, escarlata, oro, piedras preciosas y perlas pueden
representar belleza y gloria en relación con la fe verdadera, aquí se relacionan con una religión
falsa que prostituye la verdad.
En su mano, la mujer tenía un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su
fornicación (cf. “el vino de su fornicación” en el v. 2). Esto confirma las referencias previas que
dicen que su carácter y su vida son símbolo de la religión falsa, lo cual se manifiesta por el título
que apareció escrito en su frente …, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y

251
DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Es probable que la RVR60 tenga razón al separar la palabra
“misterio” del título que sigue, porque no es parte de este título, sino una descripción de él.
La Biblia está llena de información acerca de Babilonia y dice que ha dado origen a la
religión falsa a partir de la construcción de la torre de Babel (Gn. 10–11). El nombre “Babel”
significa “confusión” (Gn. 11:9). Posteriormente, ese nombre se aplicó a la ciudad de Babilonia,
la cual tiene una larga historia, que se calcula comenzó tan temprano como 3,000 años a.C. Uno
de sus gobernantes más famosos fue Hamurabi (1728–1686 a.C.). Después de un período de
decadencia, nuevamente Babilonia se elevó a grandes alturas bajo el mando de
Nabucodonosor, cerca de 600 años antes de Cristo. El reinado de ese gobernante (605–562
a.C.) y la historia subsecuente de Babilonia forman el escenario del libro de Daniel.
Babilonia era importante no sólo en lo político, sino también en lo religioso. Según registran
documentos extrabíblicos, Nimrod, fundador de Babilonia (Gn. 10:8–12), tuvo una esposa
llamada Semiramis, que fue la que creó los ritos secretos de las religiones de misterio de
Babilonia. Semiramis tuvo un hijo después de una supuesta concepción milagrosa a quien se dio
el nombre de Tamuz y de hecho fue un cumplimiento falso de la promesa dada a Eva en cuanto
a la simiente de la mujer (Gn. 3:15).
Se observaban diversas prácticas religiosas en relación con la religión falsa de Babilonia,
entre ellas, la veneración de la madre y el hijo como dios y la creación de una orden de vírgenes
que practicaban la prostitución religiosa. Según la tradición, Tamuz fue muerto por un animal
salvaje y después recobró la vida, lo cual fue un anticipo satánico y falso de la resurrección de
Cristo. Repetidamente, las Escrituras condenan esa religión falsa (Jer. 7:18; 44:17–19, 25; Ez.
8:14). La adoración a Baal se relaciona con la que se daba a Tamuz.
Después de que los persas conquistaron Babilonia en 539 a.C., no miraron con buenos ojos
la práctica de las religiones de misterio de Babilonia. Posteriormente, los adeptos de ellas se
mudaron a Pérgamo (o Pergamos), donde se encontraba una de las siete iglesias de Asia Menor
(cf. Ap. 2:12–17). Para honrar al dios-pez, los principales sacerdotes del culto babilónico
portaban coronas con la forma de una cabeza de pescado. En las coronas estaban inscritas las
palabras “Guardador del Puente”, símbolo del “puente” que hay entre Satanás y el hombre. Ese
lema fue adoptado por los emperadores romanos que usaban el título en latín Pontifex
Maximus, que significa “Máximo Guardador del Puente”. Más tarde, ese título fue usado por el
obispo de Roma. En la actualidad, a menudo se llama al Papa de Roma pontífice, palabra que
proviene de pontifex. Cuando los maestros de las religiones babilónicas de misterio se mudaron
de Pérgamo a Roma, influyeron grandemente en la paganización del cristianismo y dieron
origen a muchos supuestos ritos que se han adoptado dentro de las iglesias ritualistas.
Entonces, Babilonia es el símbolo de la apostasía y de la sustitución blasfema de la adoración de
Dios en Cristo por ídolos. En este pasaje, Babilonia enfrenta su juicio final.
17:6. La mujer, que simboliza al sistema religioso apóstata, estaba ebria de la sangre de los
santos. Esto pone en claro que el sistema religioso apóstata de la primera parte de los últimos
siete años previos a la segunda venida de Cristo, carecerá totalmente de verdaderos cristianos.
De hecho, la iglesia apóstata tratará de asesinar a todos aquellos que sigan la fe verdadera.
Juan expresó su gran asombro ante esta revelación.
17:7–8. El ángel explicó a Juan el significado del misterio de la mujer, y de la bestia que la
trae, misma que vendrá del abismo, que es el hogar de Satanás (11:7) y el lugar de donde
proceden los demonios (9:1–2, 11). Esto indica que el poder que está tras el dictador (la bestia)

252
es satánico (cf. 13:4) y que Satanás y el hombre que él controla se identifican plenamente entre
sí. Su poder es el mismo. El hecho de que la bestia era, y no es; y está para subir del abismo en
el futuro, es otra indicación de lo que se presentó en 13:3. La sobrevivencia sobrenatural y
resucitación tanto del dictador mundial como de su imperio, impresionarán al mundo por su
carácter sobrenatural y hará que la gente adore a la bestia y a Satanás. (Para una explicación
del libro de la vida, V. los comentarios de 3:5; 13:8. También cf. 20:12, 15; 21:27.)
17:9–11. El mismo ángel informó a Juan que esto es para la mente que tenga sabiduría (cf.
13:18). Para entender la verdad que aquí se presenta en forma simbólica, se necesita de una
percepción especial, y la dificultad para interpretarla correctamente se ilustra por las distintas
formas en que se ha entendido a través de la historia de la iglesia.
El ángel informó a Juan que las siete cabezas de la bestia son siete montes, sobre los cuales
se sienta la mujer. Muchos escritores antiguos, tales como Victorino, que escribió uno de los
primeros comentarios del libro de Apocalipsis, identificó a las siete colinas con las que están en
Roma, que a menudo se describe como “la ciudad de las siete colinas”. Esta identificación ha
llevado a la conclusión de que este pasaje enseña que Roma será la capital del futuro imperio
mundial. Originalmente, Roma tenía siete pequeños montes a lo largo del río Tíber que se
llamaban Palatino, Aventino, Celio, Esquilino, Viminal, Quirinal y Capitolino. Sin embargo,
posteriormente la ciudad se extendió hasta abarcar el monte Janículo y otro que estaba al
norte llamado Pincio. Aunque a Roma se la conoce por tener siete colinas o montes, no todos
los escritores incluyen los mismos montículos en sus listas.
Un estudio detallado del pasaje no apoya la conclusión de que esta descripción se refiere a
Roma. Por ejemplo, Seiss ofrece abundantes evidencias de que se refiere a siete gobernantes y
no precisamente a colinas (The Apocalypse, “Apocalipsis”, págs. 391–94). Esto se apoya en el
mismo texto, que dice que son siete reyes (lit., “las siete cabezas son siete reyes”, v. 10). Si los
montes representan reyes, entonces es evidente que no son colinas literales y no se refiere
específicamente a Roma, sino a gobernantes.
Este punto de vista se apoya también en el v. 10. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro
aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo. Juan estaba
escribiendo desde su particular punto de vista, en el cual ya habían gobernado y declinado
cinco importantes reyes del imperio romano y uno de ellos ocupaba el trono por aquel
entonces (probablemente Domiciano, el que originó la persecución que envió a Juan a la isla de
Patmos). Se desconoce la identidad del séptimo rey, el que estaba por venir después del tiempo
de Juan.
El v. 11 añade que el último imperio mundial estará gobernado por un octavo dirigente, la
bestia que era, y no es, es también el octavo rey y va a la perdición. Es obvio que el octavo rey
es idéntico al último dictador mundial, el hombre que encabeza el imperio mundial último y
que será destruido por Jesucristo en su segunda venida.
Una explicación plausible para entender la diferencia que hay entre la séptima y la octava
bestia es que la séptima es el imperio romano que será revivido milagrosamente al final de los
tiempos, y la octava bestia es el último gobernante. Estos vv muestran que en los últimos
tiempos, en especial durante la primera mitad de los últimos siete años, habrá una alianza
entre el gobernante del Medio Oriente (el anticristo) y la iglesia apóstata mundial de esos
tiempos. Sin embargo, esto tendrá su culminación a la mitad de los siete años, cuando el poder
político se extienda por el mundo entero.

253
17:12–14. El v. 12 dice que los diez cuernos… son diez reyes. Mientras que muchos
comentaristas han tratado de identificar esto con diez reyes sucesivos del pasado, el pasaje
indica claramente que serán contemporáneos entre sí y que encabezarán a los países con los
cuales formarán la alianza original del Medio Oriente y que apoyará al futuro dictador mundial.
Por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Pudiera ser que las
siete cabezas sean dirigentes sucesivos del imperio romano de reconocida prominencia, pero
en contraste, los diez cuernos son contemporáneos entre sí, y como indica el texto, recibirán el
poder político por breve tiempo.
Los diez reyes unirán su poder para apoyar a la bestia (v. 13), el dictador del Medio Oriente
que surgirá al fin del tiempo y que hará un pacto con Israel siete años antes de la segunda
venida de Cristo. El odio de ellos contra Cristo se manifestará durante todos los siete años. Y
cuando Cristo regrese, esos diez reyes pelearán contra él, pero serán derrotados (v. 14). Es
interesante que se diga que Cristo, el Cordero, también es Señor de señores y Rey de reyes (cf.
1 Ti. 6:15; Ap. 19:16).
17:15. El v. 1 declara que la mujer se sienta “sobre muchas aguas”. Aquí se interpretan esas
aguas como pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. Esto indica que habrá un sistema
religioso ecuménico mundial que incluirá a todas las naciones e idiomas.
17:16–18. El cap. cierra con la dramática destrucción de la mujer. Los diez cuernos (los diez
reyes) y la bestia (el dictador mundial, el anticristo)… aborrecerán a la ramera, y la dejarán
desolada y desnuda y la llevarán a la ruina. Aunque en este pasaje no se da la fecha exacta de
este suceso, parece que ocurrirá a mitad de los siete años, cuando la bestia se proclamará
dictador mundial (Dn. 9:27; Mt. 24:15).
Cuando el gobernante del Medio Oriente asuma todo el poder político del mundo, también
tomará el lugar de Dios y exigirá que todos le adoren, so pena de morir (cf. Dn. 11:36–38; 2 Ts.
2:4; Ap. 13:8, 15). Así es como llega a un final abrupto el movimiento mundial eclesiástico, que
caracterizará a la primera mitad de los siete años previos a la segunda venida de Cristo. A su
vez, será reemplazado por la forma final de religión mundial que consistirá en la adoración del
dictador global, el sustituto satánico de Cristo.
Esto es parte del propósito soberano de Dios para traer a juicio a los líderes malvados,
porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar
su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
En 17:18 se presenta la última descripción de la mujer: la mujer que has visto es la gran
ciudad que reina sobre los reyes de la tierra. Esta referencia a la mujer como una ciudad es
otro eslabón que la une con la antigua Babilonia, esta vez considerada como el centro cúltico de
la religión falsa. La iglesia apóstata, representada por la mujer, es una combinación de poder
político y religioso. Como declara el v. 5, la ciudad y la mujer son un “misterio” y por lo tanto,
son una representación simbólica. Sin embargo, el v. 18 introduce al siguiente cap., que parece
referirse a Babilonia más como una ciudad literal que como a una entidad religiosa.

2. DESTRUCCIÓN DE LA BABILONIA POLÍTICA (CAP. 18)

18:1–3. Juan vio a un ángel descender del cielo que le proporcionó información adicional
acerca de la destrucción de Babilonia. Esto es distinto a lo que dice 17:1: “uno de los siete
ángeles”; y tampoco debe confundirse con una representación angelical de Cristo. En el libro de

254
Apocalipsis, los ángeles tienen gran autoridad y a menudo hacen declaraciones. El poder y
gloria de este ángel eran tales, que la tierra fue alumbrada con su gloria (18:1).
El mensaje del ángel se resume de la siguiente manera: Ha caído, ha caído la gran
Babilonia. Esto hace surgir la pregunta de si esta es otra perspectiva de la misma destrucción
mencionada en 17:16–17. Pero al comparar los caps. 17 y 18, se descubre que son
acontecimientos diferentes. La mujer del cap. 17 se asocia con el poder político, aunque no es
éste en sí mismo, y es evidente que su destrucción no produce luto en la tierra. En contraste, la
destrucción de Babilonia que describe el cap. 18, produce grandes lamentos tanto de los
poderes políticos como económicos de la tierra. Además, en vez de ser destruida y consumida
por los diez reyes, aquí la destrucción proviene de un terremoto, por lo que es probable que
esta sea una explicación más amplia de lo que se menciona en 16:19–21.
La que se describe aquí es una ciudad grande y próspera que es centro de la vida política y
económica. El castigo de Dios hace que se convierta en habitación de demonios y guarida de
todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las
naciones han bebido del vino del furor de su fornicación. Esa religión falsa será como una
droga que llevará a los hombres a la locura. Aunque los mercaderes de la tierra se han
enriquecido asociándose con ella, ahora está condenada a la destrucción.
18:4–8. Después de la declaración del ángel, otra voz del cielo instruyó a la gente de Dios a
que abandonara la ciudad para que escapara del juicio que vendría sobre ella (vv. 4–5).
Babilonia recibirá tormento y llanto, acordes con la magnificencia y los deleites en que vivió y
en los que se gloriaba diciendo: Yo soy reina (v. 7). Por lo tanto, en un solo día vendrán… sobre
esa ciudad muerte, llanto y hambre así como fuego (v. 8).
18:9–20. Cuando los reyes que han fornicado con ella vean su destrucción, llorarán y harán
lamentación diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte…! (v. 10). Los
mercaderes también llorarán y se afligirán por la caída de la ciudad, porque ya no podrán
realizar su comercio con ese emporio. La descripción que se hace en los vv. 12–13 indica que la
ciudad vivía con grandes lujos y riquezas. Evidentemente esto se refiere a una situación
económica y política más que a una condición religiosa. El lamento de los mercaderes es similar
al de los reyes: ¡Ay, ay de la gran ciudad…! (v. 16)
De la misma manera, se oirá el lamento ¡Ay, ay de la gran ciudad…! proveniente de todos
los que tenían naves en el mar, los marineros y otros que se ocupaban de la navegación (v. 19).
Los tres grupos—reyes, mercaderes y marineros—se refieren a su destrucción como algo
repentino, diciendo que será en una hora (vv. 10, 17, 19). Mientras que el mundo llora por la
destrucción de Babilonia, a los santos se les dice que se regocijen, porque Dios os ha hecho
justicia en ella (v. 20).
18:21–24. La destrucción violenta y final de la ciudad se compara con una gran piedra de
molino que es arrojada en el mar (v. 21). El lamento continúa, diciendo que aquellos que una
vez pulularon por la ciudad, arpistas… músicos… flautistas y… trompeteros, así como toda
clase de artífices de oficio (v. 22) no volverán a ser vistos en ella nunca jamás. Tampoco habrá
más luz ni la alegría de los casamientos (v. 23). La razón de su castigo es que debido a sus
hechicerías (farmakeia; cf. 9:21), fueron engañadas todas las naciones, las cuales se alejaron
de Dios (18:23; cf. 17:2). Asimismo, se la encontró culpable de haber derramado la sangre de
los profetas y de los santos (18:24; cf. 17:6).

255
La pregunta persiste en cuanto a cuál es la ciudad de que habla este pasaje. Un punto de
vista muy común es que se refiere a la ciudad de Roma, debido a su prominencia como sede de
la Iglesia Católica Romana y por ser la capital del antiguo imperio romano. Algunos encuentran
la confirmación de esto en el hecho de que los reyes y mercaderes marítimos podrán ver el
humo que sale de la ciudad en llamas (18:9, 18).
Otra evidencia parece apuntar al hecho de que se trata de Babilonia y que se localiza en el
río Éufrates, que en los últimos tiempos se convertirá en un río de tal magnitud, que los barcos
podrán navegar por él. Cuando se estudia toda la evidencia, la conclusión parece señalar que
Babilonia será reconstruida y al final de los tiempos será la capital del imperio mundial y que no
se trata de Roma, Italia. Sin embargo, los expositores bíblicos continúan divididos en cuanto a la
interpretación de esta cuestión.
Los acontecimientos del cap. 17 se cumplirán a la mitad de los siete años, mientras que los
del cap. 18 ocurrirán al final de ellos, inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. La
destrucción de la ciudad de Babilonia es el golpe final que traerá a su término el tiempo de los
gentiles, que empezó cuando el ejército babilónico atacó a Jerusalén en el año 605 a.C. (cf. Lc.
21:24).
Después de la información adicional relativa a los principales movimientos religiosos y
políticos que habrá durante los últimos siete años (caps. 17 y 18), el escenario queda listo para
el clímax del libro de Apocalipsis—la segunda venida de Cristo (cap. 19).

L. El cántico de aleluya en el cielo (19:1–10)


1. EL ALELUYA DE LAS MULTITUDES EN EL CIELO (19:1–3)

Apocalipsis 4 al 18 narran principalmente los acontecimientos de la gran tribulación. A partir


del cap. 19, se realiza un cambio notable. La gran tribulación ahora está llegando a su fin y la
atención se centra en el cielo y la segunda venida de Cristo, que será un tiempo de regocijo y
victoria para los santos y ángeles.
19:1. La frase después de esto (meta tauta), con la que abre el cap. 19, indica que se trata
de un desarrollo cronológico. Lit., estas palabras significan “después de estas cosas” y se
refieren a los sucesos del cap. 18. Acorde con esto, Juan escuchó una gran voz en el cielo, como
proveniente de mucha gente que adoraba a Dios, evidentemente por el castigo de Babilonia.
Los intérpretes muestran mucha confusión para entender el orden de los acontecimientos de
los caps. 19–20; por ello es importante tomar nota de que esta alabanza de 19:1 sigue a la
destrucción de Babilonia que se relató en el cap. 18.
El término “voz” (fōnēn) o “bullicio” (NVI95) está modificado por el adjetivo “gran”
(megalēn). Ese cántico procedía de una gran multitud, que es la misma frase que se usa en 7:9,
donde se refiere a los mártires muertos de la gran tribulación. Para ellos en particular, el juicio
de Babilonia es un gran triunfo. La palabra gr. Aleluya es jallēlouia, y se deriva de una palabra
parecida en hebr. del A.T. En el N.T. sólo aparece cuatro veces, todas ellas en Apocalipsis 19 (vv.
1, 3–4, 6). Este es el coro bíblico del “Aleluya”.
19:2–3. Al expresar su alabanza a Dios mencionarán el poder y la gloria divinos que
originaron la salvación de los santos, así como el hecho de que sus juicios son verdaderos y
justos. La destrucción de la gran ramera (cf. 17:1) fue un acto apropiado de venganza por haber

256
martirizado a los siervos de Dios (17:6). Sin embargo, el castigo que cayó sobre ella sólo es el
principio del castigo eterno de los impíos, lo cual se expresa por medio de la declaración el
humo de ella [la ciudad] sube por los siglos de los siglos.

2. EL ALELUYA DE LOS VEINTICUATRO ANCIANOS (19:4–5)

19:4–5. Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes también cantan un coro de
aleluya. Este es otro recordatorio de que los veinticuatro ancianos, que representan a la iglesia
de la era presente, se diferencian de los santos de la tribulación, que se describen en el v. 1
como “una gran multitud”. Parece que los cuatro seres vivientes, anteriormente presentados
en 4:6–8, son ángeles que adoran a Dios. Pero había otra voz de alabanza, que quizá procedía
de un ángel que también alababa al Señor y exhortaba a todos sus siervos (19:5) a que se
unieran en su alabanza a Dios.

3. PROCLAMACIÓN PROFÉTICA DE LAS BODAS DEL CORDERO (19:6–9)

19:6–8. Según Juan, el cuarto y último aleluya de este cap. sonó como la voz de una gran
multitud, como el estruendo de muchas aguas… y… como… grandes truenos. Aquí, el regocijo
es profético, por lo que está a punto de suceder y no por el castigo recién ejecutado.
La segunda venida de Cristo se anuncia con las palabras ¡… el Señor nuestro Dios
Todopoderoso reina! Juan usa la palabra “Todopoderoso” (pantokratōr que también se
menciona en 1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:15; 21:22). Junto con la exhortación a
regocijarse, se da la noticia de que las bodas del Cordero han llegado, y su esposa se ha
preparado.
En las Escrituras, a menudo se usa la figura del matrimonio para describir la relación de los
santos con Dios. En el A.T., Israel se describe, como en Oseas, como la esposa infiel de Jehová,
que está destinada para ser restaurada en el futuro reinado del Señor. En el N.T., también se
usa el matrimonio para describir la relación entre Cristo y la iglesia, pero la ilustración difiere de
la del A.T. en que la iglesia se considera como una novia virgen que espera la llegada de su
novio celestial (2 Co. 11:2).
Se explica que el lino fino con que se viste la novia representa las acciones justas de los
santos (Ap. 19:8). (En el A.T., las vestiduras del sumo sacerdote incluían el lino: Éx. 28:42; Lv.
6:10; 16:4, 23, 32.) Mientras que algunos piensan que esto se refiere al hecho de que los santos
han sido justificados por la fe, la expresión en pl. “las acciones justas” parece indicar que se
trata de los hechos justos realizados por los santos por medio de la gracia de Dios. Aunque todo
esto ha sido hecho posible por la gracia de Dios, aquí el énfasis parece que se pone en las obras
de la novia, y no en su posición como alguien que ha sido justificado por la fe.
Esta es la última doxología de alabanza a Dios de parte de los santos, los ángeles, los
veinticuatro ancianos y/o los cuatro seres vivientes de los catorce que se mencionan en el libro
de Apocalipsis. Los himnos o cánticos de alabanza se encuentran en 4:8, 11; 5:9–10, 12–13;
7:10, 12; 11:16–18; 15:3–4; 16:5–7; 19:1–4, 6–8 (V. “Las Catorce Doxologías del libro de
Apocalipsis” en el Apéndice, pág. 282)
19:9. El ángel que ordenó a Juan que escribiera (14:13) ahora le ordena otra vez que
registre el mensaje: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

257
Una de las falsas interpretaciones que han afectado a la iglesia es el concepto de que Dios
trata a todos los santos de la misma manera. Por el contrario, una interpretación lit de la Biblia
marca diferencias entre los grupos de santos, y aquí la novia se distingue de aquellos que son
invitados a la cena de la boda. En vez de tratar a todos por igual, Dios tiene un programa para
Israel como nación así como para aquellos de esa nación que sean salvos. También tiene un
programa para los gentiles del A.T. que depositaron su fe en Dios. Y en el N.T., tiene un
programa para la iglesia como un grupo diferente de santos. Igualmente, en el libro de
Apocalipsis los santos de la tribulación se diferencian de los grupos anteriores. No se trata tanto
de una cuestión de diferencia en bendiciones, sino que Dios tiene un programa diseñado para
cada grupo de santos que corresponde a su relación particular con el programa divino
completo. Aquí, la iglesia, que se describe como la novia, será servida por los ángeles y santos,
que son distintos a ella.
Los expositores han debatido acerca de si la boda se realizará en el cielo o en la tierra.
Mientras que la diferencia no es tan importante, el problema interpretativo puede resolverse
comparando la boda que aquí se describe con las que se realizaban en el primer siglo.
Generalmente, un casamiento incluía las siguientes etapas: (1) el finiquito legal del arreglo
matrimonial entre los padres de la novia y el novio al momento de pagar la dote; (2) la llegada
del novio para reclamar a la novia (como se ilustra en Mt. 25:1–13 en la conocida parábola de
las diez vírgenes) y (3) la cena de bodas (como se ejemplifica en Jn. 2:1–11) que era una fiesta
de varios días que seguía a la etapa previa.
En Apocalipsis 19:9, “la cena de las bodas del Cordero” es la tercera fase. Y el anuncio
coincide con la segunda venida de Cristo. Por lo tanto, parece que la cena de bodas todavía no
se realiza. Para poder entender este símbolo de las bodas del primer siglo, sabemos que en la
actualidad Cristo está cumpliendo con la primera fase, en la era de la iglesia, a medida que los
individuos se salvan. La fase dos se realizará durante el rapto de la iglesia, cuando Cristo se lleve
a la novia al cielo, la morada del Padre (Jn. 14:1–3). Acorde con esto, parece que el inicio del
milenio será el cumplimiento del simbolismo de la cena (gamos) de bodas. También es
significativo que el uso de la palabra “esposa” (gynē) que se usa en 19:7, implica que la segunda
etapa de la boda ya se habrá llevado a cabo y que lo único que falta es la fiesta. (La palabra que
comúnmente se usa para “novia” es nymfē; cf. Jn. 3:29; Ap. 18:23; 21:2, 9; 22:17).
Todo esto sugiere que la fiesta de bodas es terrenal, lo cual también concuerda con los
ejemplos de bodas que aparecen en la Biblia (Mt. 22:1–14; 25:1–13), y por lo mismo, tendrá
lugar en la tierra al principio del milenio. La importancia del anuncio e invitación a la cena de la
boda que se repite en Apocalipsis 22:17, se aprecia en las palabras dichas por el ángel: Estas
son palabras verdaderas de Dios.

4. EL MANDATO DE ADORAR A DIOS (19:10)

19:10. Tan impresionante es la escena del cielo con los cuatro grandes aleluyas y el anuncio
de la fiesta de bodas, que como había hecho antes (1:17), Juan cayó de rodillas para adorar al
ángel. Sin embargo, en aquella ocasión estaba adorando a Cristo, lo cual es correcto. Pero aquí
el ángel lo reprende, instándolo a que sólo adore a Dios y no a él, puesto que era consiervo de
Juan. El ángel añadió: porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía, i.e., que la
misma naturaleza o propósito de la profecía es testificar de Jesucristo y traerle gloria sólo a él.

258
En la edad presente, una de las funciones especiales del Espíritu Santo es glorificar a Cristo e
informar a los creyentes de “las cosas que habrán de venir” (Jn. 16:13). La extraordinaria
revelación de los primeros diez vv. de Apocalipsis 19 es una adecuada introducción para lo que
va a ser revelado, i.e., la segunda venida de Jesucristo, que es el tema de todo el libro (1:1).

M. La segunda venida de Cristo (19:11–21)


Cuando Juan vio el cielo abierto, en forma profética vio la segunda venida de Cristo y los
acontecimientos que le seguirán. La segunda venida es una doctrina sobresaliente de las
Escrituras (Sal. 2:1–9; 24:7–10; 96:10–13; 110; Is. 9:6–7; Jer. 23:1–8; Ez. 37:15–28; Dn. 2:44–45;
7:13–14; Os. 3:4–5; Am. 9:11–15; Miq. 4:7; Zac. 2:10–12; 12; 14:1–9; Mt. 19:28; 24:27–31; 25:6,
31–46; Mr. 13:24–27; Lc. 12:35–40; 17:24–37; 18:8; 21:25–28; Hch.1:10–11; 15:16–18; Ro.
11:25–27; 2 Ts. 2:8; 2 P. 3:3–4; Jud. 14–15; Ap. 1:7–8; 2:25–28; 16:15; 22:20). Así que es obvio
que es uno de los acontecimientos principales del programa divino.
Casi todos los intérpretes conservadores de la Biblia reconocen unánimemente que este es
un acontecimiento que está en el futuro, como indican todos los credos ortodoxos que han
existido a través de la historia de la iglesia. Así como la primera venida de Cristo fue lit. y se
cumplió en la historia, así también su segunda venida, que todavía es futura, se cumplirá en la
misma forma lit.
Sin embargo, entre los intérpretes conservadores ha surgido la pregunta de si el rapto de la
iglesia, como se revela en pasajes tales como 1 Tesalonicenses 4:13–18 y 1 Corintios 15:51–58,
se cumplirá al mismo tiempo que la segunda venida de Cristo a la tierra, o, como afirman los
pretribulacionistas, si será un suceso aparte que se llevará a cabo siete años antes de su
segunda venida formal de Cristo a la tierra.
Debe tomarse en cuenta que ninguno de los muchos detalles que se dan en Apocalipsis
19:11–21 corresponden al rapto de la iglesia. En Apocalipsis, Cristo regresa, pero en ninguno de
los pasajes acerca del rapto se enseña que él va a tocar la tierra durante ese arrebato, sino que
los santos se reunirán con él “en las nubes” (1 Ts. 4:17).
Aún más importante es el hecho de que en Apocalipsis 19–20 hay un silencio total relativo
al traslado de los santos que estén viviendo en esa época. De hecho, la implicación del pasaje es
que los santos que estén en la tierra cuando Cristo regrese, permanecerán en ella para entrar al
reino milenial con sus cuerpos naturales. Si el rapto se incluyera en la segunda venida de Cristo
a la tierra, se esperaría encontrar en Apocalipsis 19 alguna referencia a tan importante
acontecimiento. Pero no se encuentra ninguna mención de ello. Por ésta y muchas otras
razones, el cap. 19 es una confirmación de la enseñanza de que el rapto de la iglesia es un
suceso preliminar aparte, y que no habrá un traslado de los santos vivientes en la época en que
el Señor venga a la tierra por segunda vez. (Para mayor información sobre este tema, V. The
Rapture Question, “El Asunto del Rapto” por John F. Walvoord.)

1. REVELACIÓN DEL JINETE DEL CABALLO BLANCO (19:11–13)

19:11–13. Al mirar Juan hacia el cielo abierto, vio a Cristo montado en un caballo blanco.
Aunque algunos han identificado ese jinete con el mismo que se menciona en 6:2, esto sucede
en un contexto totalmente diferente. En aquel pasaje, el jinete es el gobernante mundial de la

259
gran tribulación, mientras que aquí evidentemente es alguien que procede del cielo y el caballo
blanco representa su triunfo inminente. Era costumbre que los generales romanos victoriosos
desfilaran por la vía Sacra, una de las principales avenidas de Roma, exhibiendo las evidencias
de su victoria, y haciendo que marcharan detrás de ellos los prisioneros con el botín adquirido
(cf. 2 Co. 2:14). Entonces, el caballo blanco es un símbolo del triunfo de Cristo sobre las fuerzas
de la maldad en el mundo, cuyos detalles se dan a continuación.
Al jinete se le llama Fiel y Verdadero, porque como dice Juan, con justicia juzga y pelea. Su
penetrante juicio contra el pecado se indica por las palabras sus ojos eran como llama de fuego
(cf. Ap. 1:14), y su derecho a reinar se manifiesta por las muchas diademas que lleva sobre su
cabeza. Además, tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo, lo cual sugiere
que Cristo es el único que es inefable e indescriptible. Que él viene a juzgar se apoya en el
hecho de que estaba vestido de una ropa teñida en sangre (19:13; cf. Is. 63:2–3; Ap. 14:20).
Pero también se le dan algunos títulos. Apocalipsis 19:13 dice: su nombre es: EL VERBO DE DIOS
(cf. Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 1:1) y Apocalipsis 19:16 declara que el nombre que aparece en su vestidura
y en su muslo es: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES (cf. 1 Ti. 6:15; Ap. 17:14). Es evidente entonces
que el jinete es Jesucristo, que regresa a la tierra en gloria.

2. LA VENIDA DEL REY Y SU EJÉRCITO CELESTIAL (19:14–16)

19:14–16. El drama que se desarrolla en ese escenario será aún más impresionante porque
habrá una multitud de los ejércitos celestiales, que se describen como vestidos de lino
finísimo, blanco y limpio que le seguían en caballos blancos (cf. v. 8). De la boca de Cristo sale
una espada aguda (cf. 1:16; 2:12, 16; 19:21), la cual usará para herir con ella a las naciones. La
palabra que se trad. como “espada” (rhomfaia) se aplicaba a una espada inusualmente larga
que a veces se usaba como lanza para atacar con una acción penetrante. Además de usar la
espada para herir, también usará una vara de hierro para regir a las naciones (cf. Sal. 2:9; Ap.
2:27). También se describe a Cristo como el que pisa el lagar del vino del furor y de la ira del
Dios Todopoderoso (cf. 14:19–20; y cf. “Todopoderoso” en 1:8; 4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6;
21:22). Esta escena es una muestra dramática de lo terrible que será el juicio inminente. Mateo
24:30 dice que los que estén en la tierra serán testigos de esa impresionante escena.
La escena en la tierra es la etapa final de la extensa guerra mundial que se habrá estado
llevando a cabo por muchas semanas. Con los ejércitos luchando en todo el territorio de la
Tierra Santa tratando de salir victoriosos, en el día en que Cristo regrese habrá una batalla casa
por casa en Jerusalén (Zac. 14:2). Los combatientes habrán sido atraídos al sitio de la batalla por
los demonios enviados por Satanás para reunir a los ejércitos del mundo para que luchen
contra los ejércitos celestiales (cf. Ap. 16:12–16).

3. LA DESTRUCCIÓN DE LOS IMPÍOS (19:17–21)

19:17–18. Los ejércitos humanos no podrán competir con los celestiales. La aguda espada
que habrá en la boca de Cristo (v. 15) simboliza su palabra autoritativa y de mando que
destruirá a los ejércitos terrenales con el poder divino. Millones de hombres con sus
cabalgaduras serán destruidos instantáneamente. De acuerdo con esto, Juan registra que vio a
un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan

260
en medio del cielo: Venid y congregaos a la gran cena de Dios, con objeto de que se comieran
los cadáveres de los reyes… de capitanes, jinetes, y de todos los que morirán por el poder de
Cristo.
19:19–21. La bestia… y sus ejércitos se reunirán para pelear contra Jesucristo y su ejército.
El resultado de esa batalla—la cual se cita en 16:14 y se le llama “la batalla de aquel gran día del
Dios Todopoderoso”—se resume en 19:19–21. Los gobernantes mundiales—la bestia, y… el
falso profeta—serán capturados. Su poder demoniaco con el que anteriormente hicieron
grandes señales, no será suficiente para salvarlos. Ambos serán lanzados vivos dentro de un
lago de fuego que arde con azufre. Los impíos que hayan muerto desde el principio de la
historia del mundo hasta ese punto, estarán en el Hades (Lc. 16:23). El lago de fuego es un lugar
diferente, y fue preparado para el demonio y sus ángeles (Mt. 25:41), y no será ocupado por los
seres humanos sino hasta después (Ap. 20:14–15).
Los ejércitos serán destruidos por la espada de Cristo (19:21; cf. 1:16; 2:12, 16; 19:15). El
número de muertos será tan grande, que los buitres no podrán acabar con ellos. La derrota de
los impíos de la tierra será total y posteriormente será finalizada, a medida que los siguientes
juicios alcancen a los incrédulos de otras partes de la tierra y también acaben con ellos (cf. Mt.
25:31–45).
La misma palabra inspirada de Dios que tan maravillosamente describe la gracia divina y la
salvación que está disponible para todos los que creen, es igualmente definida en cuanto al
juicio de todos los que rechazan la gracia de Dios. Es totalmente injustificada la tendencia que
tienen los intérpretes liberales de la Biblia a acentuar los pasajes que tienen que ver con el
amor de Dios e ignorar los que se refieren a su juicio justo. Los pasajes que hablan del juicio
divino son tan inspirados y exactos como los que desarrollan las doctrinas de la gracia y la
salvación. La Biblia es muy clara en cuanto a que les espera un juicio a los impíos, y la segunda
venida de Cristo es la ocasión en que vendrá un castigo mundial sin paralelo en las Escrituras
desde el diluvio de los tiempos de Noé.

N. El reino milenial de Cristo (20:1–10)


Este cap. presenta el hecho de que Cristo reinará en la tierra por mil años. Si este cap. se
interpreta en forma lit., es relativamente sencillo entender lo que significa. Sin embargo,
debido a que muchos intérpretes de la Biblia rechazan la idea de que va a haber un reinado
terrenal de Cristo con duración de mil años después de que regrese a la tierra, a este cap. se le
ha dado un excesivo número de diversas interpretaciones, todas ellas diseñadas para eliminar
la posibilidad de que habrá un reino milenial lit. En general, existen tres puntos de vista, cada
uno con algunas variaciones.
La opinión más reciente es la conocida como posmilenarismo. De acuerdo con ella, los mil
años representan el triunfo del evangelio en el período anterior a la segunda venida de Cristo.
Según ella, el regreso de Cristo seguirá al milenio. Generalmente esta idea se traza hasta Daniel
Whitby, controvertido escritor del s. XVII y ha sido apoyada por otros eruditos prominentes de
la historia de la iglesia, incluyendo a Charles Hodge, A. H. Strong, David Brown, y más
recientemente, Loraine Boettner. Básicamente, es una idea optimista que dice que Cristo
reinará espiritualmente en la tierra a través del trabajo de la iglesia y la predicación del

261
evangelio. En el s. XX, este punto de vista ha sido casi totalmente descartado porque han
surgido muchos movimientos anticristianos, y el mundo no ha progresado espiritualmente.
Un segundo punto de vista importante es el conocido como amilenarismo, el cual niega que
habrá un milenio lit. o reinado de Cristo en la tierra. El reino milenial de Cristo se limita a uno
que será espiritual y se llevará a cabo en el corazón de los creyentes. Este reinado incluye a los
de la tierra que han puesto su fe en él o bien, a los que están en el cielo. Tanto el amilenarismo
como el posmilenarismo tienen que interpretar Apocalipsis 20 en un sentido no lit. A menudo
existe una gran diferencia entre los amilenaristas al interpretar varios pasajes del libro de
Apocalipsis. Históricamente, este punto de vista tuvo a su primer adepto importante en
Agustín, quien vivió en el cuarto y quinto siglos. Antes de él, es difícil encontrar algún
amilenarista ortodoxo. Los adeptos modernos incluyen a respetados teólogos del s. XX, tales
como Oswald Allis, Louis Berkhof, William Hendriksen, Abraham Kuyper, R.C.H. Lenski y
Gerhardus Vos.
Una tercera forma de interpretación es el premilenarismo, llamado así porque interpreta
Apocalipsis 20 como refiriéndose a un reino lit. de mil años de Cristo posterior a su segunda
venida. Puesto que la segunda venida ocurre antes del milenio, por lo tanto es premilenial. Los
adeptos de esta postura en el s. XX incluyen a Lewis Sperry Chafer, Charles L. Feinberg, A.C.
Gaebelein, H.A. Ironside, Alva McClain, William Pettingill, Charles C. Ryrie, C.I. Scofield, Wilbur
Smith y Merrill F. Unger. Se pueden encontrar otros premilenaristas desde el primer siglo, entre
ellos Papías, Justino Mártir y muchos otros padres de la iglesia primitiva. Los argumentos que
apoyan esta posición se basan en la secuencia natural de los acontecimientos del cap. 20 que
siguen al cap. 19, considerándolos como consecutivos y como consecuencia de la segunda
venida de Cristo. Muchos pasajes hablan de la segunda venida de Cristo que será seguida por
un reinado de justicia en la tierra (Sal. 2; 24; 72; 96; Is. 2; 9:6–7; 11–12; 63:1–6; 65–66; Jer.
23:5–6; 30:8–11; Dn. 2:44; 7:13–14; Os. 3:4–5; Am. 9:11–15; Miq. 4:1–8; Sof. 3:14–20; Zac. 8:1–
8; 14:1–9; Mt. 19:28; 25:31–46; Hch. 15:16–18; Ro. 11:25–27; Jud. 14–15; Ap. 2:25–28; 19:11–
20:6).
Debe ser obvio que la forma en que uno interprete Apocalipsis 20 es una decisión
importante, porque determina la forma en que se ven los distintos puntos de vista en cuanto a
la escritura profética. El acercamiento que se adopta en este comentario es que los
acontecimientos del cap. 20 siguen cronológicamente a los del cap. 19. Muchos también creen
que los caps. 21–22 siguen en orden cronológico (para una discusión más detallada de los
distintos puntos de vista, V. Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 282–90; y The Millenial
Kingdom, “El reino milenial”. Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1959; págs. 263–75).

1. SATANÁS ES ATADO (20:1–3)

20:1–3. En gr., el cap. 20 empieza con la ya familiar frase “y” (BLA) vi a un ángel (cf. 7:2; 8:2;
10:1; 14:6; 18:1; 19:17). La “y” con que empieza este pasaje en gr. sugiere la continuación de
una secuencia de acontecimientos que empezaron en 19:1 y que inició con la frase “después de
esto”. En gr., 15 vv. del cap. 19 comienzan con “y”, pero la RVR60 sólo la incluye once veces, en
los vv. 4, 14, 16, 17, 19, 20 y 21. El uso de la palabra “y” (kai), indica a menudo una acción que
sigue a otra en secuencia lógica y/o cronológica. Por lo tanto, no existe razón alguna por la cual
el cap. 20 no deba considerarse como que describe los acontecimientos que le siguen al cap.

262
19. El uso de “y” (kai) continúa a través de todo el cap. 20 al comienzo de once vv. (en gr., todos
los vv. del cap. 20 empiezan con “y”, excepto el v. 5). Entonces, no existe ninguna sugerencia
gramatical o lingüística en el sentido de que estos sucesos no sean sino los que siguen a la
segunda venida de Cristo y que suceden consecutivamente.
Además de la gramática, que conecta estos incidentes, existe también la relación causal de
ellos, los cuales prosiguen en forma natural al hecho de que Cristo ya habrá regresado a la
tierra. En el cap. 19, los acontecimientos incluyen el lanzamiento de la bestia y el falso profeta
dentro del lago de fuego que arde con azufre y la destrucción de sus ejércitos. Habiendo
eliminado al gobernante mundial y al falso profeta, así como a sus ejércitos, parece lógico que
Cristo se vuelva contra Satanás mismo, lo cual hace en el cap. 20.
Consecuentemente, Juan vio un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y
una gran cadena en la mano. Ese ángel prendió a Satanás, el dragón (cf. 12:3–4, 7, 9, 13, 16–
17; 13:2, 4, 11; 16:13), la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás (12:9, 14–15), y lo ató
por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró… para que no engañase más a las naciones y
para evitar que siguiera haciendo su labor maléfica.
Existe una importante cuestión de interpretación relacionada con el hecho de si Satanás fue
atado durante la primera venida de Cristo, como aducen generalmente los amilenaristas, o si
será atado en la segunda venida, como afirman los premilenaristas. Apocalipsis 20:1–3
contradice claramente la postura amilenarista que dice que Satanás fue atado durante la
primera venida del Señor. A través de las Escrituras, se encuentra que Satanás ejerce gran
poder, no sólo contra el mundo, sino también contra los cristianos (Hch. 5:3; 1 Co. 5:5; 7:5; 2
Co. 2:11; 11:14; 12:7; 1 Ti. 1:20). Si aún existiera alguna duda de que esto es así, quedaría
resuelta por la exhortación que hace 1 Pedro 5:8: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro
adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.
Los amilenaristas responden a esto diciendo que Satanás está limitado por el poder de Dios.
Pero esto siempre ha sido cierto, como se ilustra en el libro de Job y en otros lugares. Describir
la situación actual de Satanás diciendo que está atado en el abismo e incapaz de engañar a las
naciones por un tiempo de mil años, simplemente es incorrecto y se requiere hacer una
exagerada espiritualización de la literalidad de estos pasajes así como de otras referencias de
las actividades y poder de Satanás en el N.T. Ese poder de Satanás se revelará aún más durante
la gran tribulación, cuando le dará poder al gobernante mundial (Ap. 13:4). Satanás será
arrojado del cielo al principio de la gran tribulación y entonces estará más activo que nunca (Ap.
12:9, 13, 15, 17).
Si actualmente Satanás está engañando a las naciones, como indican las Escrituras y los
hechos históricos, entonces no puede estar atado en el abismo, y el milenio todavía está en el
futuro. Esta interpretación también se apoya en la declaración final de este pasaje, que dice
que después de los mil años, debe ser desatado por un poco de tiempo (20:3). De nuevo aquí
los expositores son incapaces de explicar esto excepto en forma lit., lo cual abre la posibilidad a
que haya una rebelión satánica al final del reino milenial.

2. LA RESURRECCIÓN Y PREMIACIÓN DE LOS MÁRTIRES (20:4–6)

20:4. La revelación que sigue en la serie, es la que Juan registra al decir que vio tronos, y se
sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar. Además, vio las almas de los

263
decapitados por causa de haberse mantenido fieles al Señor y a su palabra durante la gran
tribulación. El hecho de que Juan pudo verlos implica que en el cielo esos santos recibieron
cuerpos temporales intermedios y estaban esperando su resurrección.
Debe hacerse una distinción entre lo que Juan vio y lo que recibió como revelación. Aunque
pudo ver las almas, se le informó que esos seres habían sido decapitados porque no habían
adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron su marca. Las que Juan vio no fueron
todas las almas del cielo, sino una generación específica de mártires que fueron
contemporáneos del gobernante mundial, la bestia que subió del mar (13:1). Si la iglesia fue
raptada antes de este suceso, como enseñan los premilenaristas, tiene sentido que esos
mártires sean señalados para ser resucitados. Pero si el rapto de la iglesia no ha sucedido, sería
sumamente raro que únicamente se especificara a este pequeño grupo y se ignorara a todos los
mártires de las generaciones anteriores y a la iglesia como un todo.
Es evidente que a Juan no se le dijo cuál era la identidad de los individuos que estaban
sentados en los tronos y que no se incluyen a todos los mártires. Cristo había profetizado (Lc.
22:29–30), que los doce discípulos comerían y beberían en la mesa de su reino y que se
sentarían “en tronos juzgando a las doce tribus de Israel”. Puesto que los apóstoles también
son parte de la iglesia, el cuerpo de Cristo, sería natural que ellos se sentaran en esos tronos.
De acuerdo a las Escrituras, existe una serie de juicios que se relacionan con la venida de
Cristo. La bestia y el falso profeta serán arrojados en el lago ardiente (Ap. 19:20), Satanás será
lanzado al abismo (20:1–3), y después, los mártires que hayan muerto durante la gran
tribulación serán juzgados y premiados (v. 4). Además, Israel será juzgado (Ez. 20:33–38) así
como los gentiles (Mt. 25:31–46). Estos juicios son anteriores al reinado milenial y conducen a
él.
Juan declara que esos mártires vivieron y reinaron con Cristo mil años. Su vuelta a la vida
sugiere que recibirán cuerpos resucitados. Además de recibir la revelación visual, a Juan se le
informó el significado del carácter del juicio que se estará llevando a cabo.
20:5. A Juan también se le informó que los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se
cumplieron mil años. Esto se refiere a la resurrección de los impíos que han muerto, que se
discute más adelante (vv. 11–15).
Juan afirma que lo que vio fue la primera resurrección. Los postribulacionistas aducen que
esto es prueba de que la iglesia no será arrebatada antes de la tribulación y que no ha habido
una resurrección anterior a este punto en cumplimiento del programa profético de Dios. Sin
embargo, es obvio que cronológicamente, de ninguna manera puede ser esta la primera
resurrección, porque históricamente Cristo fue el primero en levantarse de los muertos con un
cuerpo resucitado transformado. También hubo una resurrección de “muchos cuerpos de
santos” (Mt. 27:52–53) que tuvo lugar cuando Cristo murió. Entonces, ¿cómo es posible que la
resurrección que se menciona en Apocalipsis 20:5 sea la “primera”?
Como indica el contexto que sigue, “la primera resurrección” (vv. 5–6) es diferente de la
última resurrección (vv. 12–13), la cual va seguida por “la segunda muerte” (vv. 6, 14). Es
primera en el sentido de antes. Todos los justos, sin importar cuándo fueron levantados, toman
parte en la resurrección que es primera, o previa a la resurrección final (de los impíos muertos)
que se realizará al final del milenio. Esto apoya la conclusión de que la resurrección de los justos
será en diferentes etapas. Cristo fue “las primicias” (1 Co. 15:23), la cual fue precedida por una
resurrección limitada de “muchos… santos” (Mt. 27:52–53). Después ocurrirá el rapto de la

264
iglesia, el cual incluirá la resurrección de los santos muertos de la iglesia y la translación de los
santos de la iglesia que estén vivos (1 Ts. 4:13–18). La resurrección de los dos testigos ocurrirá
durante la gran tribulación (Ap. 11:3, 11). Luego, poco después de que Cristo regrese a la tierra
(20:4–5), ocurrirá la resurrección de los mártires que mueran durante la gran tribulación. A esto
puede añadirse la resurrección de los santos del A.T. que parece que también se llevará a cabo
en este tiempo, aunque no se menciona en el texto (cf. Is. 26:19–21; Ez. 37:12–14; Dn. 12:2–3).
20:6. Se dice de todo aquel que participe en la resurrección de los justos: bienaventurado y
santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad
sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. Aunque
todos los justos serán levantados antes del milenio, los individuos retendrán su identidad y sus
diferencias como grupos, específicamente, los creyentes gentiles y de Israel del A.T., la iglesia
del N.T. y los santos de la tribulación.
Debe tomarse en cuenta que el término “mil años” aparece seis veces en el cap. 20. Esto no
es algo que pudiera apreciarse visualmente, sino que Juan tuvo que ser informado de ello y
debía interpretar que la visión abarca un período de mil años. Mientras que los amilenaristas y
otros tienden a ver esto como no lit., no existe evidencia que apoye esa conclusión. Este es el
único cap. de Apocalipsis donde se menciona un período de mil años, y el hecho de que se cite
seis veces y claramente se describa como un lapso de tiempo en el que antes y después de él
ocurren determinados acontecimientos, nos lleva a la conclusión de que en efecto se trata de
un período lit. de mil años.
Puesto que otras referencias al tiempo en Apocalipsis son lit. (e.g., “cuarenta y dos meses”,
11:2; 13:5; “mil doscientos sesenta días”, 11:3; 12:6), entonces también es natural tomar los
“mil años” en forma lit. Si la frase “mil años” designa a un largo período no específico de
tiempo, i.e., la época presente entre las dos venidas de Cristo como aducen los amilenaristas,
entonces sería correcto esperar que Juan dijera simplemente que Cristo reinará “por largo
tiempo”, en contraste con “un poco de tiempo” en que Satanás será desatado (20:3).
Los acontecimientos que preceden a los mil años son: (a) la segunda venida de Cristo, (b) la
bestia y el falso profeta serán arrojados en el lago ardiente, (c) los ejércitos serán destruidos,
(d) Satanás será atado y encerrado en el abismo, (e) se dan tronos a quienes recibieron la
facultad de juzgar y (f) los mártires de la tribulación son resucitados. Estos acontecimientos,
revelados en su secuencia apropiada, ponen en claro que el período de mil años sigue a todos
ellos, incluyendo la segunda venida de Cristo. La conclusión de que la segunda venida es
premilenial se apoya claramente en una interpretación normal y lit. de este pasaje.

3. EL JUICIO FINAL DE SATANÁS (20:7–10)

Aparte de las menciones frecuentes a los mil años, no se dan detalles relacionados con el
reinado de Cristo en la tierra, excepto que será un período de grandes bendiciones. Sin
embargo, muchos pasajes del A.T. nos proporcionan información adicional acerca del milenio.
El punto principal de esta revelación es que el milenio sigue a la segunda venida de Cristo.
20:7–8. A Juan se le dijo lo que pasaría cuando los mil años se cumplan. Satanás será suelto
de su prisión, el abismo, y realizará un último intento por inducir a las naciones—aquí llamadas
Gog y Magog—para que se junten y vengan a la batalla que tendrá contra el Señor. La

265
liberación de Satanás producirá una rebelión global contra el reino milenial de Cristo. Los
ejércitos serán tan grandes en número, que se dice que serán como la arena del mar.
¿Quiénes son estos que seguirán a Satanás? Los que sobrevivan a la tribulación entrarán al
milenio con su cuerpo natural y engendrarán hijos que volverán a poblar la tierra (Is. 65:18–25).
Aún bajo las circunstancias ideales de ese período en que todos sabrán de Jesucristo (cf. Jer.
31:33–34), muchos profesarán una fe externa en él sin poner su verdadera fe en él para ser
salvos. Esa profesión superficial de fe se pondrá en evidencia cuando Satanás sea soltado. Las
multitudes que lo sigan evidentemente son aquellos que nunca habrán sido salvos durante el
reino milenial.
Ha surgido la pregunta de si esta guerra es la misma que se menciona en Ezequiel 38–39,
donde también se menciona a Gog y Magog (Ez. 38:2). Pero estas son dos guerras diferentes,
porque en la que se cita en Ezequiel 38–39, los ejércitos vienen principalmente del norte e
incluyen sólo a unas pocas naciones de la tierra. Pero la batalla de Apocalipsis 20:7–9 incluirá a
todas las naciones, así que los ejércitos vendrán de todas direcciones.
Es más, en el contexto de Ezequiel 38–39 nada es parecido a la batalla de Apocalipsis, ya
que no se mencionan a Satanás ni a las condiciones que se darán durante el milenio. En
Apocalipsis 20:7, el contexto claramente ubica esa batalla al final del milenio, mientras que en
Ezequiel, ésta tiene lugar en relación con los acontecimientos de los últimos tiempos.
Entonces, ¿a qué se debe que Juan use la expresión “Gog y Magog”? Las Escrituras no la
explican. De hecho, puede ser eliminada de la oración sin que cambie su significado. En Ezequiel
38, Gog es el gobernante y Magog es la ciudadanía, y ambos se rebelan contra Dios y son
enemigos de Israel. Es posible que los términos hayan adquirido un significado simbólico,
parecido a cuando se dice que una persona tuvo su “Waterloo” (para indicar que fue
derrotada), aunque históricamente se refiere a la derrota que sufrió Napoleón en ese lugar de
Bélgica, pero que ha llegado a significar cualquier gran desastre. Lo que sí es cierto es que los
ejércitos aquí vienen con el mismo espíritu antagónico contra Dios como el que se encuentra en
Ezequiel 38.
20:9 Los ejércitos rodearán el campamento de los santos y la ciudad amada por Dios. Esto
sólo puede significar que es Jerusalén, que será la capital del gobierno de Cristo durante el
reino milenial (cf. Is. 2:1–5). El resultado de esto es un juicio inmediato: de Dios descendió
fuego del cielo, y los consumió.
A diferencia de Ezequiel 38, no se menciona un terremoto, granizo ni otro tipo de desastre.
La única similitud es que en ambos casos cae fuego del cielo, un método que la divinidad usa
con frecuencia para juzgar a la tierra (cf. Gn. 19:24; Éx. 9:23–24; Lv. 9:24; 10:2; Nm. 11:1; 16:35;
26:10; 1 R. 18:38; 2 R. 1:10, 12, 14; 1 Cr. 21:26; 2 Cr. 7:1, 3; Sal. 11:6; etc.)
20:10. Después de que sean destruidos los seguidores de Satanás, él será lanzado en el lago
de fuego y azufre. El ser lanzado al lago que fue preparado para él y sus ángeles constituye el
castigo final de Satanás (cf. Mt. 25:41). La declaración final es de la mayor importancia, porque
apoya la doctrina del castigo eterno: y serán atormentados día y noche por los siglos de los
siglos. El vb. en pl. “serán” incluye al diablo, la bestia, y el falso profeta. El lago de fuego y
azufre no significa la aniquilación, porque la bestia y el falso profeta todavía seguirán existiendo
en ese lugar mil años después de que experimenten su juicio final (Ap. 19:20).

O. El juicio del gran trono blanco (20:11–15)


266
1. RESURRECCIÓN Y JUICIO DE LOS IMPÍOS MUERTOS (20:11–13)

20:11. Los últimos cinco vv. del cap. 20 presentan el juicio que vendrá al final de la historia
humana y el inicio del estado eterno. Juan dice: y vi un gran trono blanco. Los acontecimientos
que aquí se describen claramente siguen a los mil años de los vv. 1–6. Es evidente que el gran
trono blanco difiere del que se menciona más de treinta veces en Apocalipsis a partir de 4:2. Se
ve que no está ubicado ni en el cielo ni en la tierra, sino en el espacio, como sugiere la frase del
cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. No se indica quién es el
que se sentará en el trono, pero probablemente es Cristo mismo como en 3:21 (cf. Mt. 19:28;
25:31; Jn. 5:22; 2 Co. 5:10—aunque el trono mencionado en esas referencias no es
necesariamente el mismo de Ap. 20:11). Puesto que actualmente Cristo está sentado en su
trono en el cielo, y tomará el trono davídico en la tierra durante el milenio (Mt. 25:31), este
juicio del trono blanco es una situación especial.
Ha surgido la pregunta de si la tierra y el espacio estelar que existen ahora serán destruidos
en ese punto del futuro, o si simplemente serán restaurados a un nuevo estado de pureza.
Existen muchas referencias en la Biblia que sugieren que la tierra y los cielos, como ahora los
conocemos, serán destruidos (cf. Mt. 24:35; Mr. 13:31; Lc. 16:17; 21:33; 2 P. 3:10–13). Esto se
confirma por la declaración inicial de Apocalipsis 21: “el primer cielo y la primera tierra
pasaron”.
El universo actual fue creado como un reloj gigante al que se le está terminando la cuerda, y
si se le deja a sus posibilidades, finalmente llegará a un estado de completa inactividad. Puesto
que Dios creó el universo y lo puso en movimiento con el propósito de desarrollar el drama del
pecado y la redención, parecería apropiado que empezara con un nuevo cielo y nueva tierra
que se apeguen a los designios eternos y que sean formados a partir de un principio diferente.
El nuevo cielo y la nueva tierra que se describen en el cap. 21 no tienen parecido con los que
conocemos en la actualidad.
20:12. El propósito de establecer el gran trono blanco es para juzgar a los muertos. Juan
escribió que los muertos, grandes y pequeños, estaban de pie ante Dios (“del trono” [NVI95,
BLA]). Por otros pasajes de las Escrituras, parece que todos los justos que hayan muerto habrán
sido levantados, incluyendo a los santos del A.T., los que murieron durante la gran tribulación, y
los santos de la iglesia, el cuerpo de Cristo (V. el comentario del v. 5). Por lo tanto, puede
afirmarse que los vv. 11–15 se refieren al juicio de los impíos que habrán muerto, quienes
según el v. 5, no serán resucitados sino hasta después de los mil años y no tendrán parte en lo
que se llama “la primera resurrección”.
Durante el juicio, Juan vio que los libros fueron abiertos, incluyendo el libro que se llama el
libro de la vida. El texto no declara definidamente cuáles son esos libros, pero los primeros
pueden estar relacionados con las obras de los hombres, y “el libro de la vida”, puede ser el
registro de aquellos que han sido salvos (cf. 3:5; 13:8; 17:8; 20:15; 21:27). El hecho de que esos
muertos no fueron levantados antes es una evidencia por sí misma de que no tienen vida
eterna y que su juicio está relacionado con las obras que hayan hecho.
Todos los juicios finales tienen que ver con las obras, ya sea las de los cristianos que son
premiados en el tribunal de Cristo, o las de los no salvos que están siendo juzgados aquí. La
cuestión de quién es salvo se determina no en el cielo, sino durante la vida en la tierra. Lo que

267
se revela aquí es la confirmación del destino de los individuos por medio de los registros
escritos por Dios.
Algunos consideran que el libro de la vida es un registro de todos los vivientes y que cuando
los incrédulos mueren, sus nombres se borran de él. Pero un mejor punto de vista es que el
libro es el registro de aquellos que han sido salvos y cuyos nombres están “escritos desde la
fundación del mundo en el libro de la vida” (17:8). Sin importar la posición que se adopte en
relación a esto, en ese tiempo sólo los salvos estarán incluidos en el libro de la vida.
20:13. Para que los impíos muertos puedan ser juzgados, el mar… la muerte y el Hades
tendrán que entregar a sus muertos. Aquellos que mueren sin ser salvos, inmediatamente van a
un estado de castigo consciente que se describe en el A.T. como el Seol y en el N. T. como el
Hades. El Seol y el Hades nunca se refieren a un estado eterno, y no deben considerarse como
equivalentes a la palabra “infierno”, que realmente es el lugar del castigo eterno. El lago de
fuego (vv. 14–15) al que se cita como el “lago de fuego que arde con azufre” (19:20), es el
mismo que el gehenna (cf. Mt. 5:22, 29–30; 10:28; 18:9; 23:15, 33; Mr. 9:43, 45, 47; Lc. 12:5;
Stg. 3:6) y se trad. como “infierno”. Algunos pasajes añaden la frase “de fuego”. De hecho, el
gehenna originalmente fue el nombre del lugar donde se quemaba la basura, que estaba
situado en el valle de Hinom al sur de Jerusalén. Sin embargo, el término va mucho más allá de
sus antecedentes geográficos y se refiere al castigo eterno.
La declaración “la muerte y el Hades entregaron los muertos”, significa que los cuerpos de
los no salvos se unirán a sus espíritus que ya estarán en el Hades. La mención a “el mar” que
entrega a sus muertos pone en claro que sin importar cuánto se hayan desintegrado los
cuerpos, es seguro que serán resucitados para ser juzgados.

2. EL LAGO DE FUEGO (20:14–15)

20:14–15. Siguiendo al juicio del gran trono blanco, la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el destino final de los impíos. La doctrina del castigo
eterno siempre ha sido un problema para los cristianos que disfrutan de la gracia de Dios y la
salvación en Cristo. Sin embargo, la Biblia es muy clara cuando afirma que el castigo de los
impíos es eterno. Esto se confirma en el v. 10, donde la bestia y el falso profeta todavía estarán
en el lago de fuego después de los mil años del reino milenial de Cristo. Aunque los impíos
muertos recibirán cuerpos resucitados, éstos serán muy diferentes de los cuerpos de los santos
cuando resuciten. Los primeros continuarán siendo pecadores, pero serán indestructibles y
existirán para siempre en el lago de fuego.
Aunque muchos han tratado de encontrar el camino escritural para evitar la doctrina del
castigo eterno, por lo que respecta a la revelación bíblica, no hay más que dos posibilidades
para el alma humana. Una es estar con el Señor y la otra es estar separados para siempre de
Dios en el lago de fuego. Este hecho solemne es motivación suficiente para proclamar el
evangelio hasta lo último de la tierra sin importar el costo, y hacer todo lo posible para informar
y desafiar a la gente para que reciba a Cristo antes de que sea demasiado tarde.

P. Cielo nuevo y tierra nueva (21:1–22:5)


1. EL NUEVO CIELO Y LA NUEVA TIERRA SON CREADOS (21:1)

268
21:1. Los vv. iniciales del cap. 21 describen la creación del cielo nuevo y la tierra nueva, que
cronológicamente sigue al reinado milenial de Cristo que se describe en el cap. 20. El cap. 21
inicia con la ya familiar expresión vi, que se repite en el v. 2 (cf. v. 22, “y no vi”). Esta nueva
creación se describe como un cielo nuevo y una tierra nueva. El hecho de que se trata de un
cielo y tierra totalmente nuevos y no los que actualmente conocemos pero renovados, se apoya
en la declaración adicional el primer cielo y la primera tierra pasaron (V. el comentario de
20:11). Se nos proporciona excepcionalmente escasa información acerca del nuevo cielo y la
nueva tierra. Pero sí se ofrece en este v. un hecho sobresaliente: y el mar ya no existía más.
En contraste con la tierra presente, cuya mayor superficie está cubierta por agua, en la
nueva tierra no habrá un cuerpo grande de agua. Sin embargo, la Biblia guarda silencio en
cuanto a cualquier característica del primer cielo, excepto lo que dice 21:23 en el sentido de
que no habrá sol ni luna, y por ende, tampoco estrellas. El cielo nuevo no se refiere a la morada
de Dios, sino a la atmósfera terrenal y el espacio interestelar.
Tampoco se dan las características de la nueva tierra y nada se sabe en cuanto a su
vegetación, color, o forma. Sin embargo, la implicación es que es redonda y que será la morada
de todos los que sean salvos. En las Escrituras se encuentran algunas otras referencias en
relación a la nueva tierra, entre ellas Isaías 65:17; 66:22 y 2 Pedro 3:10–13.
Debido a que en algunos de estos pasajes también se discute el milenio, los expositores a
menudo han confundido el estado eterno con el milenio. No obstante, en las Escrituras se
establece claramente el principio de que acontecimientos distantes entre sí a menudo se
mencionan juntos. Ejemplo de esto son Isaías 61:1–2 (cf. Lc. 4:17–19) que habla de la primera y
segunda venidas de Cristo juntas, y Daniel 12:2, que menciona la resurrección de los justos y los
impíos juntos, a pesar de que, según Apocalipsis 20:5, estarán separados por mil años. Algunas
veces, aun el orden cronológico se trastoca, como en Isaías 65:17–25 (los vv. 17–19 se refieren
al cielo nuevo y tierra nueva mientras que los vv. 20–25 claramente se refieren al milenio). Los
acontecimientos del fin de los tiempos también se ponen juntos en 2 Pedro 3:10–13, donde el
principio y el final del día del Señor se mencionan en el mismo pasaje.
Aunque algunos expositores difieren en esto, el principio de que los pasajes claros deben
usarse para explicar los obscuros, apoya la conclusión de que la segunda venida de Cristo va
seguida de su reinado de mil años en la tierra, y a su vez, esto es seguido por el cielo nuevo y la
nueva tierra, que será la morada de los santos por toda la eternidad. Debido a la ausencia de
cualquier identificación geográfica y de que no habrá mar, la nueva tierra evidentemente será
totalmente distinta a la que conocemos. En contraste, el mar se menciona muchas veces en
relación con el milenio (e.g., Sal. 72:8; Is. 11:9, 11; Ez. 47:8–20; 48:28; Zac. 9:10; 14:8). Es
definitiva la evidencia de que no deben confundirse el nuevo cielo y la tierra nueva con el
milenio.

2. DESCRIPCIÓN DE LA NUEVA JERUSALÉN (21:2–8)

21:2. La atención de Juan se dirige a una característica específica del cielo nuevo y la nueva
tierra, es decir: la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descenderá del cielo de Dios, dispuesta
como una esposa ataviada para su marido. A la nueva Jerusalén se le llama la ciudad santa, en
contraste con la Jerusalén terrenal (que espiritualmente se compara con Sodoma en 11:8).
Desde muy temprano en el libro, la nueva Jerusalén se describe como “la ciudad de mi Dios, la

269
nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo” (3:12). El hecho de que la nueva Jerusalén
desciende del cielo y no se dice que será creada en ese momento, ha hecho surgir la pregunta
de si ya existía durante el milenio (V. una discusión más amplia de esto en 21:9).
Muchos eruditos consideran que la promesa hecha por Cristo en Juan 14:2: “voy, pues, a
preparar lugar para vosotros” se refiere a esta ciudad. Se ha sugerido que si la nueva Jerusalén
ya existía durante el reino milenial de Cristo, debe haber estado suspendida en los cielos para
alojar a los santos arrebatados y resucitados, que sin embargo tendrían acceso inmediato a la
tierra para realizar sus funciones de gobernar con Cristo. Por ejemplo, J. Dwight Pentecost cita a
F. C. Jennings, William Kelly y Walter Scott como adeptos de este concepto de que la nueva
Jerusalén será como una ciudad satélite durante el milenio (Things to Come, “Eventos del
Porvenir”, Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1958, págs. 577–79). Es evidente que
durante el milenio, la nueva Jerusalén no se localizará en la tierra, pues todavía existirán la
Jerusalén terrenal y el templo (Ez. 40–48).
Entonces, la nueva Jerusalén obviamente tendrá que ser retirada de su proximidad con la
tierra cuando ésta sea destruida al final del milenio, y después descenderá, una vez que haya
sido creada la tierra nueva. Aunque esta posibilidad de que sea una ciudad satélite ha sido
desechada por la mayoría de los comentaristas, y debe ser considerada como una inferencia en
lugar de una revelación directa de la Biblia, nos resuelve algunos problemas en cuanto a la
relación entre los santos arrebatados y resucitados con aquellos que todavía tengan su cuerpo
natural durante el milenio, problemas que sin esta posible interpretación se dejan sin
explicación.
Aquí se describe a la nueva Jerusalén como será en el estado eterno, y se dice que será
como “una esposa ataviada para su marido”. Debido a que en las Escrituras la iglesia se
personifica como una novia (2 Co. 11:2), algunos han tratado de identificar a los habitantes de
la nueva Jerusalén como que específicamente son los santos de la iglesia, excluyendo a los
santos de otras dispensaciones. Sin embargo, el uso del matrimonio como ilustración es muy
común en las Escrituras, no sólo para relacionar a Cristo con la iglesia, sino a Jehová con Israel.
Aunque la ciudad se compara con una esposa lindamente ataviada, de hecho es una ciudad, no
una persona o grupo de personas.
21:3–4. A continuación de esta revelación inicial de la nueva Jerusalén, Juan escribió: Y oí
una gran voz del cielo que salía del trono celestial. Esta es la última de veinte veces que se
menciona una “gran voz” en Apocalipsis (la primera vez se usa en 5:2).
La revelación final del cielo declara que Dios morará con los hombres, que los santos serán
su pueblo, y que Dios mismo estará con ellos como su Dios. En la eternidad, los santos
disfrutarán de una nueva relación íntima con Dios que es imposible tener en un mundo donde
el pecado y la muerte siempre están presentes. El nuevo orden carecerá de pesares. Dios
enjugará… toda lágrima de los ojos de sus escogidos y la muerte con su luto y el dolor con su
llanto se desvanecerán, porque las primeras cosas habrán pasado.
Algunos se preguntan si la pena y el dolor existirán por un tiempo breve en el cielo y
después se erradicarán durante el establecimiento del nuevo orden de cosas. Pero es mejor
entender este pasaje como que en el cielo no habrá ninguna de las características de la tierra
actual.
21:5–6. El cambio dramático al nuevo orden de cosas se expresa en las palabras: ¡He aquí,
yo hago nuevas todas las cosas!… estas palabras son fieles y verdaderas, y se instruyó a Juan

270
para que escribiera este hecho. El que produce el cambio es Cristo, quien se llama a sí mismo el
Alfa y la Omega (cf. 1:8; 22:13), que son la primera y última letras del alfabeto gr., que se
interpretan con la frase el principio y el fin.
Aquellos que tengan sed, se les promete que podrán recibir gratuitamente de la fuente del
agua de la vida. Es obvio que esto no se refiere a la sed física, sino al deseo de recibir bendición
espiritual.
21:7–8. Además, Cristo explica que el que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su
Dios, y él será mi hijo. Esto expresa la relación íntima que habrá en el estado eterno entre los
santos y Dios.
En contraste, los que cometen los pecados del mundo incrédulo quedarán excluidos de la
nueva Jerusalén y están destinados al lago de fuego que arde con azufre. Este castigo es un
justo juicio de sus pecados, de los cuales se mencionan aquí ocho de ellos. Después, añade que
esta será la muerte segunda.
Debe ser evidente que este pasaje no afirma que puede haber salvación por obras, sino que
más bien se refiere a las obras como demostración de que uno es salvo. Obviamente, muchos
que antes de su conversión eran culpables de esos pecados estarán en el cielo, pero se alejaron
de ellos en el día de gracia cuando confiaron en Cristo como su Salvador. Aunque las obras son
la evidencia de la salvación o la falta de ella, nunca son la base o causa de ella. En Apocalipsis se
mencionan otras listas similares de pecados (cf. v. 27; 22:15).

3. LA NUEVA JERUSALÉN COMO ESPOSA (21:9–11)


21:9–11. A continuación, uno de los ángeles del cap. 16 que había derramado una de las
copas de la ira de Dios sobre la tierra, invitó a Juan a que viera la nueva Jerusalén ataviada
como novia: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Llevado por el
Espíritu a un monte grande y alto, Juan vio a la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de
Dios, y resplandeciendo con la gloria de Dios.
Algunos eruditos han levantado preguntas acerca de esta revelación adicional de la nueva
Jerusalén que empieza desde el v. 9. Algunos creen que esta sección es un resumen y tipifica a
la nueva Jerusalén como estando suspendida sobre la tierra durante el reino milenial de Cristo.
Sin embargo, la interpretación más aceptada es que el pasaje continúa describiendo a la nueva
Jerusalén como será en el estado eterno. Evidentemente, la ciudad será la misma en cualquiera
de los casos, pero hay varios indicios que parecen relacionarla con el estado eterno y no con el
milenio.
La impresión general de la ciudad es que parecía una piedra preciosísima, que se compara
diciendo que era como piedra de jaspe, diáfana como el cristal, lo cual indica su gran belleza.
Juan estaba tratando de describir lo que vio y relacionándolo con lo que podría ser conocido a
sus lectores. Sin embargo, es obvio que su revelación trasciende cualquier cosa que conocieran
o hubieran experimentado.
La piedra de jaspe que se conoce en la actualidad es opaca y no translúcida (cf. 4:3). Se
encuentra en varios colores, y evidentemente Juan se estaba refiriendo a la belleza de la piedra
más que a sus características particulares. En la actualidad, se podría describir a la ciudad como
un diamante exquisitamente cortado, piedra que no se conocía como joya en el primer siglo.

271
Como en las anteriores referencias a la nueva Jerusalén como esposa, aquí también se habla
de que es una ciudad y no una persona o grupo de personas. Esto se confirma con la
descripción de la ciudad que se hace a continuación.

4. LA NUEVA JERUSALÉN COMO CIUDAD (21:12–27)


21:12–13. Juan vio a una ciudad gigantesca de forma “cuadrada” (v. 16) y rodeada por un
muro grande y alto con doce puertas. Las doce puertas tenían nombres inscritos, que son los
de las doce tribus de los hijos de Israel. El número doce será muy importante en esa ciudad,
pues tendrá doce puertas y doce ángeles (v. 12), doce tribus de Israel (v. 12), doce cimientos (v.
14), doce apóstoles (v. 14), doce perlas (v. 21), doce clases de frutos (22:2); el muro mide ciento
cuarenta y cuatro codos—doce por doce (21:17) y su altura, anchura y longitud son de doce mil
estadios, o sea, unos 2,240 kms. (v. 16). Además, la ciudad tenía muros al norte, sur, este y
oeste con tres puertas en cada lado (v. 13), y con un ángel que monta guardia en cada una de
las puertas (v. 12).
Esta situación es totalmente diferente a la de la Jerusalén terrenal durante el milenio. Pero
si los nombres y puertas corresponden a la Jerusalén milenial que se describe en Ezequiel
48:31–34, el lado norte viendo del este hacia el oeste, serán las puertas llamadas Leví, Judá y
Rubén. En el lado occidental viendo de norte a sur, estarán Neftalí, Aser y Gad; en el sur, viendo
de este a oeste, Simeón, Isacar y Zabulón; y en el lado oriental viendo de norte a sur, José,
Benjamín y Dan. En contraste con Apocalipsis 7:5–8, donde se omite a Dan y se incluyen a José
y Manasés, Ezequiel mencionó a Dan, pero no a Manasés.
21:14–16. Los doce cimientos del muro tenían inscritos los doce nombres de los doce
apóstoles del Cordero. Los apóstoles fueron parte de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Por eso,
tanto la iglesia como Israel estarán representados en la ciudad; la primera, por los nombres de
los apóstoles que aparecen en los cimientos (v. 14) y el último por los nombres de las doce
tribus de Israel que aparecen en las puertas (v. 12). Así, se afirma la diferencia que hay entre
Israel y la iglesia. El ángel midió la ciudad con una caña de medir, de oro, de aproximadamente
tres más. de largo. La ciudad medía doce mil estadios; siendo iguales la longitud y la anchura
de ella, o sea, aproximadamente 2,240 kms. por lado. Aunque son sorprendentes las
dimensiones de la ciudad, el hecho más asombroso es que también tiene 2,240 kms. de altura.
Los comentaristas difieren en cuanto a si la ciudad es un cubo o una pirámide. Pero la
descripción parece favorecer la forma piramidal.
21:17–18. Alrededor de esa enorme ciudad habrá un muro, de ciento cuarenta y cuatro
codos de espesor, o sea, 65 mts aproximadamente. La referencia que se hace a que es medida
de hombre, sencillamente significa que aunque el ángel está usando una vara, emplea
dimensiones humanas.
Juan, al contemplar el muro, vio que estaba hecho de jaspe, y que la ciudad era de oro
puro, semejante al vidrio limpio. Aquí Juan emplea el lenguaje figurado, ya que es obvio que
tanto el jaspe como el oro son distintos a los metales que conocemos hoy. En el v. 11, el jaspe
es translúcido y en los vv. 18 y 21, el oro es transparente como el vidrio.
21:19–21. Los adornos de los cimientos (que tenían inscritos los nombres de los apóstoles),
son de doce piedras de distintos colores. No se indica cuál es el color del jaspe. El zafiro
probablemente era azul; el ágata (calcedonia) viene de Calcedonia en Turquía, y básicamente

272
es azul con vetas de otros colores. La esmeralda es de verde subido; el ónice (sardónice) es de
color rojo y blanco; la cornalina también se conoce como rubí (que es como la trad. la NVI95 en
el A.T.) y es de color rojo subido, aunque a veces combina los colores miel y ámbar. En 4:3, la
cornalina se combina con el jaspe para reflejar la gloria de Dios. El crisólito es de color dorado,
tal vez distinto de la piedra de crisólito actual que es verde pálido. El berilo es color verdemar;
el topacio es transparente y amarillo verdoso; el crisopraso también es verde; el jacinto
(también conocido como circón) es violeta, y la amatista, púrpura. Juntas, esas piedras
preciosas proporcionarán a la ciudad un brillante y hermoso conjunto de colores. Las puertas
parecen enormes perlas. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio (cf.
21:18).
Mientras que la belleza de la ciudad puede tener un significado simbólico, no se da ninguna
pista en cuanto a una interpretación exacta. Puesto que es razonable suponer que los santos
morarán en la ciudad, es mejor considerarla como un lugar lit. futuro en que vivirán los santos y
los ángeles.
21:22–27. Juan declaró que no vio en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es
el templo de ella, y el Cordero (Dios el Hijo). Tampoco habrá necesidad de la luz del sol ni de la
luna… porque la gloria de Dios la ilumina. Como Juan explica, el Cordero es su lumbrera.
Por el hecho de que las naciones (gentiles) estarán en la ciudad (vv. 24, 26) —así como
Israel y la iglesia—es evidente que la ciudad es la morada de los santos de todas las edades, los
ángeles, y Dios mismo. La descripción que se hace de la Jerusalén celestial en Hebreos 12:22–24
explica que en ella estarán todos los mencionados aquí y además “los espíritus de los justos
hechos perfectos”, que abarca a todos los otros santos que no se mencionan en forma
específica.
Juan entendió que las puertas de la ciudad nunca serán cerradas, y debido a que la gloria de
Dios estará presente de continuo, allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las
naciones a la ciudad y toda cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, quedará
excluida de ella (cf. Ap. 21:8; 22:15). Los habitantes serán solamente los que están inscritos en
el libro de la vida del Cordero. Es interesante que en las seis referencias que se hacen al libro
de la vida en Apocalipsis, sólo ésta lo llama “del Cordero” (cf. 3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15).
Aunque la descripción de la ciudad no contesta todas las preguntas relativas al estado
eterno, la revelación que se da a Juan describe un futuro hermoso y glorioso para los que
ponen su fe en el Dios vivo.

5. EL RÍO DEL AGUA DE LA VIDA (22:1–2a)

22:1–2a. En los vv iniciales del cap. 22, se proporcionan hechos adicionales acerca de la
nueva Jerusalén. El ángel le mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. Mientras que este puede ser un río lit., su
simbolismo es claro. Del trono del Señor fluirá agua pura, que simboliza la santidad y pureza de
Dios y de la ciudad. Esta referencia a un río no debe confundirse con situaciones mileniales
parecidas, tales como la que menciona Ezequiel 47:1, 12 y Zacarías 14:8. Estos se refieren a ríos
lit. que saldrán del templo y de Jerusalén y formarán parte del escenario milenial. El río de
Apocalipsis 22:1 será parte de la nueva Jerusalén que estará en la nueva tierra. El agua fluirá
por en medio de la calle de la ciudad. Es obvio que esto se refiere a la avenida principal de la

273
nueva Jerusalén que saldrá del trono de Dios y el río será un arroyo angosto que correrá por en
medio de la calle. La RVR60 relaciona la frase “en medio de la calle de la ciudad” a la oración
que sigue y no al río. La NVI95 la usa para describir la ubicación del río.
También es importante que el Cordero se muestra en el trono (mencionado también en el v.
3). Esto aclara lo dicho en 1 Corintios 15:24, donde se afirma que Cristo va a entregar “el reino
al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”, no significa
que el reinado de Cristo sobre el trono terminará, sino que cambiará de forma. Cristo es el Rey
de reyes y Señor de señores (cf. Ap. 17:14; 19:16) por toda la eternidad.

6. EL ÁRBOL DE LA VIDA (22:2b)

22:2b. A medida que Juan contemplaba la ciudad celestial, vio a uno y otro lado del río, el
árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Los intérpretes se han
confundido por la expresión de que el árbol está “a uno y otro lado del río”. Algunos toman
esto como un grupo de árboles. Otros dicen que el río de agua de vida es angosto y que fluye a
ambos lados del árbol. En Génesis se sitúa ese árbol en el huerto de Edén (Gn. 3:22, 24), donde
se dice que perpetúa la vida física para siempre. A Adán y Eva se les prohibió que comieran del
fruto de ese árbol. Anteriormente, en Apocalipsis (2:7), a los santos se les prometió que podrían
“comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.
Mientras que lo lit. y lo simbólico parece que se combinan en este árbol, no hay razón para
decir que no es un árbol de verdad que da frutos de verdad. El efecto práctico de esto sería que
la vida física continuará para siempre. Aunque el v. no declara que los frutos pueden comerse,
puede presumirse que esto es lo que se implica.
Además, las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Basándose en esta
declaración, algunos han relacionado esta situación con el tiempo anterior del milenio, en que
habrá enfermedad y sanidad. Sin embargo, parece que está en orden otro significado. La
palabra “sanidad” (therapeian) puede entenderse como que “dará salud”. El término castellano
“terapéutico” se deriva de esta palabra gr. A pesar de que no habrá enfermedad en el estado
eterno, el fruto del árbol y sus hojas parece que contribuirán al bienestar físico de aquellos que
se encuentren en ese lugar.

7. EL TRONO DE DIOS (22:3–4)

22:3–4. Como para recordar al lector que no se necesitará de sanidad como tal, Juan añade:
Y no habrá más maldición. Así como la maldición por el pecado de Adán provocó
enfermedades que requerían ser sanadas y que causan la muerte, así no habrá más maldición
en el estado eterno; por lo tanto, no se requerirá sanar de las enfermedades.
Como se mencionó antes, Dios y el Cordero estarán en la nueva ciudad (21:22–23; 22:1). La
nueva Jerusalén será el templo de Dios (21:22), y el trono de Dios también estará en ella.
Después, Juan escribió: y sus siervos le servirán. El más alto gozo y privilegio de los santos en la
eternidad será servir a su bendito Señor, a pesar de que es verdad que también reinarán con él
(2 Ti. 2:12; Ap. 5:10; 20:4–6). Es evidente que tendrán un lugar privilegiado ante el trono,
porque verán su rostro. La implicación es que estarán disfrutando del favor de Dios y dentro de
su “círculo íntimo”. Esa intimidad también se corrobora por el hecho de que su nombre estará

274
en sus frentes (cf. 2:17; 3:12; 7:3; 14:1). Su libertad para estar en la presencia de Dios indica
que para entonces tendrán cuerpos glorificados (cf. 1 Jn. 3:2).

8. EL REINADO DE LOS SANTOS CON DIOS (22:5)

22:5. Una vez más, Juan escribe que la gloria y la luz de la nueva Jerusalén será la presencia
de Dios, y que no habrá necesidad de iluminación artificial (cf. 21:23–24). Y de nueva cuenta, se
hace la declaración de que los siervos de Dios reinarán por los siglos de los siglos con Cristo (cf.
20:6b).

Q. Última palabra de Dios (22:6–21)


1. LA CERTEZA DEL REGRESO DE CRISTO (22:6–7)

22:6–7. Para confirmar tanto la verdad como la posibilidad de entender las profecías antes
dichas, el ángel dijo a Juan que las palabras de este libro son fieles y verdaderas. El propósito
de estas comunicaciones no es confundir o desviar, sino revelar muchas de las cosas que deben
suceder pronto.
Esto contradice directamente el punto de vista de muchos eruditos en el sentido de que el
libro de Apocalipsis es un misterio indescifrable para el que no existe ninguna clave en la
actualidad. Este libro es la palabra de Dios y no la imaginación divagante de Juan. Además, su
intención es describir los acontecimientos futuros. Cuando se toma en su significado normal y
lit., esto es exactamente lo que hace, a pesar de que gran parte del libro está escrito en forma
simbólica. La palabra de Dios no se dio para que fuera oscura, sino para que fuera entendida
por aquellos que son enseñados por el Espíritu.
El tema de Apocalipsis se define de nuevo en el v. 7 ¡He aquí, vengo pronto! (Cf. 1:7; 22:12,
20.) Además, él viene rápidamente. La palabra gr. tajy̱ se puede trad. como pronto o con
rapidez y desde el punto de vista divino, ambas cosas son reales. La venida de Cristo siempre es
pronto desde la perspectiva previa del futuro que tienen los santos, y cuando ocurra, vendrá
repentina o rápidamente. De acuerdo con esto, se pronuncia una bendición especial para
aquellos que creen y ponen atención a la profecía del libro. Como se dijo anteriormente, este
último libro de la Biblia, tan descuidado por la iglesia y con su significado confundido por
muchos expositores, contiene más promesas de bendición que cualquier otro libro de las
Escrituras. Esta bendición es la sexta bienaventuranza que aparece en el libro (la séptima se
encuentra en el v. 14). La primera (en 1:3) es parecida a esta de 22:7.

2. LA ADORACIÓN DE JUAN (22:8–9)

22:8–9. Juan, al estar recibiendo esta maravillosa revelación, de nueva cuenta, él se postró
para adorar a los pies del ángel. Pero de nuevo fue reprendido y se le recordó que los ángeles
no deben ser adorados porque, como los santos, son consiervos. A Juan se le ordenó: Adora a
Dios, no a los ángeles (cf. 19:10).

3. LA ORDEN DE PROCLAMAR LA PROFECÍA DEL LIBRO (22:10–11)

275
22:10–11. A Daniel se le dijo que sus profecías estarían “cerradas y selladas hasta el tiempo
del fin” (Dn 12:9). Pero a Juan se le dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro.
Debe enfatizarse nuevamente que el punto de vista de algunos eruditos en el sentido de que el
libro de Apocalipsis es un arcano indescifrable se contradice expresamente en este y otros
pasajes. Apocalipsis, tanto a través de sus declaraciones directas y sus símbolos, está diseñado
para revelar los hechos y acontecimientos que se relacionan con la segunda venida de Cristo.
La exhortación que sigue ha confundido a algunos. A los que han sido injustos e inmundos
se les exhorta a que sigan siéndolo y el que es justo… y… santo se le dice que continúe siéndolo
(Ap. 22:11). Lo que esto significa es que no debemos condonar lo malo, sino señalar que si la
gente no escucha esta profecía, continuará en su maldad.
Por otro lado, aquellos que sí hacen caso de la profecía, continuarán haciendo lo que es
correcto. Hablando relativamente, el tiempo del regreso del Señor está cerca y no pueden
esperarse cambios mayores en la conducta humana.

4. EL JUICIO Y EL GALARDÓN VENIDEROS (22:12)

22:12. Las palabras con las que empieza este v.: He aquí yo vengo pronto, son las mismas
que dan inicio al v. 7. En relación con su regreso, que será “pronto” (cf. vv. 7, 20), se promete
un galardón a los santos por lo que hayan hecho por Cristo. La referencia es al tribunal de Cristo
(2 Co. 5:10–11). El juicio final tanto de los impíos como de los justos serán juicios de obras. Esta
es la gloriosa esperanza de los que son fieles y el temor de los que han sido infieles.

5. EL CRISTO ETERNO (22:13)

22:13. De nueva cuenta, Cristo se describe como el Alfa y la Omega (la primera y última
letras del alfabeto gr.), el principio y el fin, el primero y el último. Cristo es antes que toda la
creación y continuará existiendo después de que la creación actual sea destruida. Él es el Eterno
(cf. 1:4, 8, 17; 2:8; 21:6).

6. EL JUICIO Y BENDICIÓN VENIDEROS (22:14–15)

22:14–15. La última de las siete bienaventuranzas de Apocalipsis es pronunciado sobre los


santos: Bienaventurados los que lavan sus ropas. Ellos tendrán acceso a la nueva Jerusalén y al
árbol de la vida (cf. v. 19). Las otras seis bienaventuranzas aparecen en 1:3; 14:13; 16:15; 19:9;
20:6; 22:7). Los mss. en gr. que usó Casiodoro de Reina como texto base de la “Biblia del Oso”
(1569) aquí dicen: “guarden sus mandamientos” (V. las notas mar. de VM, RVR77 y RVA). En
ambos casos, la frase describe acertadamente a los justos.
En contraste, se lanza un juicio contra aquellos que no han sido salvos (los perros se refiere
a personas; cf. Fil. 3:2): los hechiceros (cf. Ap. 9:21; 18:23; 21:8), los fornicarios, los homicidas,
los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. Como se hace en la descripción similar de
los impíos en 21:8, 27, aquí también se describen las obras de maldad que caracterizan a los
incrédulos. Aunque algunos santos indudablemente han caído en prácticas similares, han sido
lavados por la sangre del Cordero y son aceptables delante de Dios. Pero aquellos que rehúsan
venir al Señor reciben el justo pago por sus pecados. Aunque el mundo es extremadamente

276
impío, Dios traerá todo pecado a juicio. Y quizá se está acercando en forma inexorable el
tiempo en que esto sucederá, cuando Cristo regrese.

7. LA INVITACIÓN DEL ESPÍRITU Y LA ESPOSA (22:16–17)


22:16–17. Todo el libro de Apocalipsis fue entregado por Jesús a través de su ángel para las
iglesias. Cristo se describe a sí mismo como la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana. Históricamente, Cristo proviene de David (Mt. 1:1; cf. Is. 11:1;
Ap. 5:5). Proféticamente, su venida es como la estrella de la mañana, el inicio de un nuevo y
brillante día. El Espíritu se une a la Esposa, la iglesia, para hacer una invitación a todos los que
escuchan y se les anima a responder y a extender la invitación a otros. Se da la preciosa
promesa de que todo el que tiene sed, venga; y… tome del agua de la vida y recibirá
gratuitamente el regalo de Dios.
Esta es una hermosa invitación que se hace a todas las generaciones hasta que Cristo venga.
Los que reconocen su necesidad y se dan cuenta de que Cristo es el que provee salvación, son
exhortados a venir mientras haya tiempo antes de que caiga el juicio y sea demasiado tarde.
Como las Escrituras dicen claramente, el regalo de vida eterna (que aquí se llama el “agua de la
vida”; cf. 22:1; Jn. 7:37–39) es gratuito. Fue pagado por la muerte de Cristo en la cruz y se
ofrece a todo aquel que está dispuesto a recibirlo por fe.

8. LA ADVERTENCIA FINAL (22:18–19)

22:18–19. Mientras que por un lado la invitación se hace a quienes escuchan, también se
hace una advertencia a los que rechazan la revelación de este último libro de la Biblia. La
advertencia es doble, tanto para el que añade como al que quita cosas de él (cf. Dt. 4:2; 12:32;
Pr. 30:6). ¡Qué terrible será el juicio contra los que desprecian este libro y lo consideran como
las experiencias místicas de un anciano, y por lo mismo, niegan que es la inspirada palabra de
Dios! Rechazar la palabra de Dios equivale a rechazarlo a él. Y aquellos que niegan sus
promesas de bendición y quitan parte de su verdad, recibirán el juicio y no tendrán parte en el
libro de la vida ni acceso a la santa ciudad (cf. Ap. 22:14).

9. ORACIÓN FINAL Y PROMESA (22:20–21)

22:20–21. Se da una palabra adicional de testimonio: Ciertamente vengo en breve (cf. vv. 7,
12). A esto, Juan responde con una breve oración: Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Con esta extraordinaria revelación terminada, se pronuncia una bendición final. La gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. Esta expresión, tan común en otros
libros del N. T., trae a su conclusión las palabras finales de Dios. Para aquellos que creen que en
su primera venida Cristo les proveyó su salvación hay una maravillosa promesa de que vendrá
otra vez para traerles la completa y final liberación. Así como el libro comenzó presentando la
revelación de Jesucristo, así termina con el mismo pensamiento de que él regresará.
Tal vez ningún otro libro de las Escrituras contrasta tan gráficamente el galardón bendito de
los santos con el aterrador final de los perdidos. Ningún otro libro de la Biblia es más explícito
en su descripción del juicio por un lado y la eterna beatitud de los santos por el otro. ¡Qué

277
tragedia que tantos pasen por alto este libro y fallen en descubrir sus maravillosas verdades,
empobreciendo así su conocimiento y esperanza en Cristo Jesús! Pero los creyentes en Dios que
entienden y aprecian estas maravillosas promesas, pueden unirse con Juan en la oración: “Sí,
ven, Señor Jesús”.

Santiago

Tanto la Epístola de Santiago como las de Pedro, Juan y Judas se han venido llamando,
desde los primeros siglos de la Iglesia, «Epístolas Católicas» o «Universales» por estar dirigidas
(excepto la 2 y 3 de Jn.), no a una iglesia o a una localidad particular, sino a un grupo poco (o
nada) determinado de creyentes. Por ejemplo, esta Epístola de Santiago va dirigida «a las doce
tribus que (están) en la dispersión» (lit.).
Los comentaristas antiguos pensaban que el autor de esta epístola era el llamado «Santiago
el Menor», uno de los Doce apóstoles. El otro Santiago apóstol, hermano del apóstol Juan y
llamado «Santiago el Mayor», queda descartado por haber sido martirizado demasiado pronto
(v. Hch. 12:2). La mayoría inmensa de los comentaristas modernos están de acuerdo en que el
autor es Santiago el hermano del Señor. Dos razones abonan esta opinión: (A) El autor no
menciona su condición de apóstol, lo cual sería muy extraño si se tratase del llamado «Santiago
el Menor». (B) El estilo de la carta, como observa Ryrie, encaja muy bien con lo que sabemos de
Santiago el hermano del Señor por su intervención en el llamado «Concilio de Jerusalén» (v.
1:1, 27; 2:5, comp. respectivamente con Hch. 15:23; 15:14 y 15:13).
La epístola contiene temas sumamente prácticos que conciernen a la conducta cristiana,
entre los que destacan dos: las buenas obras como prueba de la fe genuina (cap. 2), y la
importancia que tiene el buen uso de la lengua (cap. 3). En cuanto a la división, seguimos la del
Dr. Ryrie:
I. Saludo (1:1).
II. Las pruebas a que somos sometidos (1:2–18).
III. Hacedores de la Palabra (1:19–27).
IV. Contra el favoritismo (2:1–13).
V. Fe y obras (2:14–26).
VI. Pecados de la lengua (3:1–12).
VII. La verdadera sabiduría (3:13–18).
VIII. Mundanidad (4:1–17).
IX. Las riquezas, la paciencia y los juramentos (5:1–12).
X. La oración (5:13–18).
XI. La conversión del que yerra (5:19, 20).

CAPÍTULO 1

278
En este primer capítulo: I. Santiago comienza por un saludo (v. 1). II. Pasa enseguida a tratar
de las ventajas que nos traen las pruebas que sufrimos (vv. 2–4). III. Trata después de las
condiciones de la oración eficaz (vv. 5–8). IV. De las diversas reacciones ante las pruebas (vv. 9–
12). V. Muestra después que el poder dañino de la tentación procede de la mala condición de
nuestra naturaleza, no de Dios (vv. 13–18). VI. Pasa luego a explicar cómo se ha de escuchar la
Palabra de Dios (vv. 19–25), y VII. Dónde se halla la verdadera devoción (vv. 26, 27).

Versículo 1
1. Vemos primero el nombre del autor de la epístola: «Santiago», según solemos expresarlo
en castellano, aunque el verdadero nombre es Jacobo; éste, a su vez, es la forma helenizada de
Jacob. El nombre Santiago se formó por transformación de Santiago; y éste, del latín Sanctus
Iacobus.
2. El autor se llama a sí mismo «siervo de Dios y del Señor Jesucristo». Aunque el original usa
doúlos (esclavo), el dominico Salguero hace notar que «en la Sagrada Escritura, el término
siervo (ebed en hebreo) tiene con frecuencia un sentido religioso. Se llamaban siervos de Dios
los israelitas que se distinguían por su fidelidad al Señor, como los patriarcas, los profetas, los
reyes buenos, los justos en general, e incluso el mismo Mesías es designado con el nombre de
Siervo de Jehová en Isaías, capítulos 42–66. En el Nuevo Testamento, los apóstoles son
llamados siervos del Señor, y también todos los cristianos (Ap. 1:1). San Pablo se designa a sí
mismo con este titulo».
3. Pero lo más interesante es que se llame también «siervo del Señor Jesucristo», cuando
era hermano suyo según la carne. Con esto muestra Santiago: (A) Su humildad, al reconocerle
como inmensamente superior a sí mismo; (B) Su confesión del señorío y de la mesianidad de
Jesús. No puede hablarse de «interpolación», puesto que la frase tiene el apoyo de todos los
MSS.
4. Santiago dirige su epístola «a las doce tribus que están en la dispersión (gr. diasporá)»,
frase con que se designaba a todos los cristianos de origen judío que residían fuera de
Palestina.

Versículos 2–4
Sin más preámbulos, Santiago pasa a tratar de las ventajas que nos proporcionan las
pruebas bien llevadas. Dicen estos versículos en la NVI: «Considerad, hermanos míos, como un
motivo de gozo puro cuando tengáis que arrostrar pruebas de varias clases (lit. de muchos
colores), porque ya sabéis que la prueba a que es sometida vuestra fe produce constancia. Y la
constancia necesita llevar a feliz término su obra, a fin de que estéis perfectos y completos, sin
que os falte nada».
1. Lo primero que advertimos es el afecto con que les escribe, pues les llama «hermanos
míos», no sólo como hermanos de raza (v. Hch. 2:29, 37), sino, sobre todo, como hermanos en
la fe cristiana. Esta expresión de afecto era tanto más necesaria cuanto que el tema que iba a
tratar era penoso, aunque provechoso (comp. con He. 12:11).
2. En la misma línea de Pablo (v. Ro. 5:4 y ss.; Fil. 2:29; 4:4) y de Pedro (v. por ej., 1 P. 2:19–
21), muestra Santiago los bienes que se siguen de arrostrar con buen ánimo las pruebas; por

279
eso, lo que habría de ser motivo de pena y tristeza para un no creyente, ha de ser para el
creyente motivo de gozo puro. El original dice literalmente: «Considerad (como) todo gozo …»,
donde el griego pasan significa sumo (como traducen muchas versiones; entre ellas, la Reina-
Valera) o puro (según hallamos en la NVI). ¿Cuál es el motivo de ese gozo ante la aflicción?
Santiago lo explica en una fácil secuencia:
(A) Una prueba, bien llevada (v. 3), engendra paciencia (gr. hupomoné, la constancia bajo el
peso de circunstancias adversas). Dice Salguero: «Paciencia en sentido bíblico no es la virtud
que reprime los movimientos desordenados de la ira, sino la espera paciente del auxilio y del
premio divinos prometidos a los atribulados».
(B) Pero esta constancia (v. 4) ha de ser perseverante hasta el fin, hasta llevar a cabo, a feliz
término, su obra. ¿Qué obra es ésta? El objetivo intentado por Dios al enviar o permitir la
prueba: Llevarnos a una perfección completa; es decir, a una madurez cabal. Esto es lo que aquí
significa el griego téleios, como en la mayoría de los lugares en que dicho término es aplicado a
personas (v. en esta misma epístola, 3:2). Nótese que, en ese mismo versículo (3:2), afirma que
todos sin excepción tropezamos de muchas maneras (NVI). Luego no habla de una perfección
absoluta, imposible en esta vida. «En nada faltos» (lit.) significa «sin carecer de ninguna cosa
que se ordene a la perfección» (T. García de Orbiso, citado por Salguero).

Versículos 5–8
Santiago trata de las condiciones necesarias para que nuestra oración sea eficaz.
1. Menciona primero algo de valor primordial como objeto de las oraciones (v. 5): «Si a
alguno de vosotros le falta sabiduría, pídasela a Dios» (NVI). Esta «sabiduría» no era la que
buscaban los filósofos (v. 1 Co. 1:21 y ss.), sino la sabiduría entendida en sentido bíblico: «La
sabiduría práctica, que permite apreciar las cosas y los sucesos en su justo valor, en
conformidad con la ley divina, y en el caso presente enseña a saber sufrir» (Salguero). De esta
sabiduría leemos en Proverbios 4:7: «La sabiduría es de sumo valor; adquiere, pues, sabiduría»
(NVI).
2. Santiago asegura que quien se sienta falto de sabiduría y la pida a Dios, será escuchado:
Dios se la dará, pues da a todos con generosidad y sin reproches (v. 5b). El adverbio que la NVI
traduce por generosamente es haplós, que significa simplemente, es decir, «sin segundas
intenciones ni cálculo por parte de Dios» (J. Alonso). Quiere decir, pues, que Dios no escatima lo
que se le pide, da a manos llenas (affluenter, como dice la Vulgata Latina). Añade que Dios da
sin reproche. Comenta muy bien Salguero: «Dios no reprocha a los que le dirigen súplicas, ni
siente pesar por los beneficios ya concedidos, contrariamente a los hombres, que con
frecuencia parecen reprochar a los pobres la limosna que les dan».
3. El versículo 6 declara la condición indispensable para que Dios conceda lo que se le pide:
«Pero cuando pida, debe hacerlo con entera fe y sin vacilar, porque el que vacila es como una
ola del mar, a merced del viento que la agita» (NVI). La fe es siempre una seguridad, pero tiene
distintos matices; aquí no es la de Efesios 2:8 (la fe que justifica), sino la confianza cierta de
obtener lo que Dios mismo ha prometido (v. por ej., Mr. 11:24). El verbo diakríno tiene dos
significados diversos: (A) En la voz activa, suele significar discernir, juzgar. (B) En la voz media
(como es el caso aquí), significa más bien dudar, vacilar o discutir. En su misma etimología,
dudar tiene el sentido de estar ante dos caminos sin saber por cuál seguir. Santiago compara al

280
vacilante a una ola del mar, a merced del viento que la agita, pues tiene el alma dividida (v. 8)
en sentimientos opuestos entre sí, por lo que carece de estabilidad, «y es sacudida por los
acontecimientos como las olas por el viento» (Salguero). Compárese con Isaías 57:20 y Efesios
4:14.
4. Conviene estudiar conjuntamente los versículos 7 y 8, como aparecen en la NVI, donde se
ve claramente la conexión: «Ese tal no debe suponer que va a recibir nada de parte del Señor; es
un indeciso y un inconstante en todo lo que emprende».
(A) En el versículo 7, Santiago asegura que el hombre que vacila en su oración no puede ser
escuchado, pues su misma duda es un insulto a Dios. Los hombres mismos se sienten insultados
cuando se duda de su poder o de su bondad para conceder algo, pues esa duda equivale a una
negación. Cuando la duda se dirige hacia Dios, infinito en poder y en bondad, el insulto es
tremendo; es como si cerrase las puertas de la omnipotencia divina (v. Mr. 6:5, 6).
(B) En el versículo 6b comparó al que vacila como una ola del mar, pero en el versículo 8
dice de tal hombre que es un indeciso (NVI). El griego dice que es dípsukhos, de doble alma:
«por una parte espera ser escuchado, y por otra teme que Dios no le oiga» (Salguero). El
Antiguo Testamento dice «de doble corazón (hebr. leb waleb), para expresar la misma idea (v. 1
Cr. 12:33; Sal. 12:2. V. también el comentario a 1 R. 18:21 y comp. con Mt. 6:24). Dice también
Santiago de tal hombre que es «inestable en todos sus caminos» (lit.), es decir, inconstante en
toda su conducta. Eso es una consecuencia lógica de tener el alma dividida: Al tirar una parte
por un lado, y la otra por otro, es inestable (gr. akatástatos); le falta la firmeza (gr. katástasis)
con que un objeto queda establemente fijo en un lugar.

Versículos 9–12
En los versículos 9–12 se describen las diversas reacciones ante las pruebas. Dicen estos
versículos en la NVI: «El hermano de humilde condición debería gloriarse de su alta posición.
Pero el que es rico debería gloriarse en su baja posición, porque su vida pasará como flor del
campo. Porque se levanta el sol con calor abrasador y seca la planta; se cae la flor y desaparece
su belleza. Del mismo modo, se marchitará también el rico en medio de sus negocios. Feliz el
hombre que persevera bajo la prueba, porque al resultar aprobado, recibirá la corona de
vencedor: la vida que Dios ha prometido a los que le aman».
1. El hermano de humilde condición (v. 9) es el cristiano pobre. El griego dice tapeinós,
pequeño, que corresponde al hebreo anaw y significa humilde, modesto, desconfiado de sí y
que tiene puesta toda su confianza en la todosuficiencia de Dios (v. 1 S. 2:7 y ss.; Sal. 72:4, 12–
14; Sof. 3:12; Lc. 1:52). Son estas disposiciones interiores, más bien que la carencia de bienes de
fortuna, las que aquí se contemplan. Este hermano debe gloriarse (comp. con Ro. 5:3) en su
exaltación: por pequeño que parezca a los ojos de los demás, y aun a los suyos propios, su
posición es alta a los ojos de Dios, pues es rico en riquezas espirituales (comp. con Lc. 1:52;
14:11; Ap. 2:9). Como bien hace notar Salguero: «La exaltación del pobre no se refiere aquí a un
cambio brusco de fortuna, como el que nos cuenta el final del libro de Job; ni tampoco a la
recompensa sobrenatural en la otra vida—de esto nos hablará en el v. 12—, sino al estado
actual del humilde, en cuanto que es una perfección moral, consecuencia de las pruebas y de la
posesión de la sabiduría».

281
2. El contraste que establece el versículo 10 es de gran belleza: «Pero el que es rico debería
gloriarse en su baja posición» (lit. en su pequeñez). Por el hecho de que Santiago no repite en
este versículo el apelativo de hermano, opinan algunos que se refiere al rico en general; en este
caso, el autor sagrado se expresaría irónicamente: «¡Que se gloríe en sus efímeras riquezas!»
Sin embargo, es mucho más probable que Santiago tenga en mente al rico cristiano. ¿Por qué
ha de gloriarse el creyente rico en lo que es motivo de humillación? Según Salguero, «son
invitados a complacerse … en el pensamiento de su fragilidad y de la caducidad de las
riquezas». Otros opinan que hay aquí una elipsis y que el verbo que habría de suplirse en el
versículo 10 no es gloriarse, sino avergonzarse. Ambas opiniones, a mi juicio, están
completamente equivocadas. El puritano Thomas Manton (1620–1677) lo entendió mucho
mejor hace unos 350 años, cuando escribió: «Me gusta más bien la opinión de los que repiten
kaukhástho, usado en el versículo anterior: «Gloríese el pobre de que es exaltado
espiritualmente; el rico, en que es humillado espiritualmente». De modo que la gracia iguala a
ambos ante Dios, y con respecto a la aprobación divina están al mismo nivel: el pobre que está
demasiado bajo es exaltado; el rico que está demasiado alto es humillado; lo cual es para
ambos motivo de gloria o gozo».
3. La razón que el autor sagrado esgrime para que el cristiano rico se gloríe en su
humillación o baja posición es que «su vida pasará como flor del campo» (v. 10b. NVI). La figura
está tomada de Isaías 40:6–8 (v. también Job 14:2; Sal. 37:2; 1 P. 1:24 y ss.). ¿Cómo llega un
cristiano rico a percatarse de esta fragilidad de su vida y de sus riquezas materiales? Notemos
que todo esto está inscrito en un contexto de prueba. La prueba para el cristiano rico viene,
como hace notar Ryrie, «ya sea al perder su dinero o al tener que pasar por especiales
circunstancias a fin de que se percate de que el dinero significa poco y que, por bueno que sea,
es transitorio». No hay peor cosa para un cristiano próspero en riquezas materiales que
continuar medrando así, sin pasar por pruebas que le ayuden a desapegar el corazón de las
riquezas (v. el comentario a He. 12:6 y ss.).
4. El versículo 11 nos explica el pensamiento del versículo 10, no sólo por medio del
desarrollo de la figura de la flor de la hierba que pasa demasiado pronto, sino también porque
hace entrever la prueba a que es sometido el creyente rico, y la ruina que sobreviene al rico no
creyente.
(A) Lo primero que necesita aclaración es que el griego to kausóni no se refiere
precisamente al calor mismo del sol, puesto que en el texto griego no figura el su (gr. autoú),
referido al sol, sino más bien al viento solano, llamado ruaj Jehová, soplo de Jehová, en Isaías
40:7, pasaje del que está tomada la presente comparación. Ese viento es el que seca y abrasa la
flor y la hierba misma, y hace que desaparezca la «apariencia de belleza» (gr. euprépeia), el
«buen parecer» al que se refiere aquí Santiago. No es, pues, una belleza verdadera la de las
riquezas materiales, sino sólo aparente.
(B) «Del mismo modo, continúa diciendo Santiago (v. 11b), se marchitará también el rico en
medio de sus negocios». Esta versión evita la confusión que el griego poreíais (en su etimología
de «salidas») podría engendrar. No se trata, pues, de la conducta del creyente rico, que se
supone correcta, sino de sus negocios, esto es, de sus asuntos comerciales, de sus
especulaciones financieras, etc. Esto es lo que, del rico, se marchita. Ante una quiebra del
negocio, sobre todo cuando es humanamente irreparable, el rico incrédulo contempla su ruina
y, con frecuencia, apela al suicidio; el cristiano rico, en cambio, llega a gloriarse en su

282
humillación, pues la pérdida de las riquezas materiales le hace reflexionar (o debe hacerle
reflexionar) sobre el valor inestimable de las riquezas espirituales.
5. El versículo 12 saca la consecuencia general, válida tanto para el cristiano pobre como
para el rico, de lo que realmente es motivo de alegría cuando se persevera pacientemente (gr.
hupoménei) bajo la prueba. Dice Salguero: «La perspectiva se ensancha en este versículo. Ya no
se trata de regocijarse en la tribulación a causa del progreso moral que de ella dimana, sino a
causa de la recompensa que merece». Si retiramos lo de «merece», propio de la mentalidad
catolicorromana, podremos estar de acuerdo con el exegeta dominicano.
(A) Una prueba, entre muchas, del sabor hebreo, sapiencial, de la Epístola de Santiago es la
forma en que comienza este versículo. Como en los Salmos 1:1; 32:2; 34:8; 94:12 (v. también
Job 5:17), la expresión griega makários anér («Dichoso el varón») es la misma que usaron los
LXX para verter el hebreo ashrey haish (v. el comentario a Sal. 1:1). Todos los demás lugares del
Nuevo Testamento que expresan una bienaventuranza, excepto Romanos 4:8, que es una cita
de Salmos 32:2, están redactados de modo diferente (v. por ej., Mt. 5:3–11; 16:17; Lc. 1:45; Jn.
20:29; 1 P. 3:14; Ap. 1:3).
(B) De este varón que persevera pacientemente bajo la prueba, dice Santiago que es
dichoso porque, al resultar aprobado, recibirá la corona de la vida (lit.), esto es, la corona que
consiste en la vida eterna. Para aprobado tenemos, en el original, el vocablo dókimos, bien
conocido (v. Ro. 14:18; 16:10; 1 Co. 11:19; 2 Co. 10:18; 13:7; 2 Ti. 2:15). Lo contrario es
adókimos, descalificado (v. 1 Co. 9:27, al final). El vocablo dókimos se aplicaba especialmente a
los metales que son probados a fuego. ¡Qué mejor símil para dar a entender la prueba a que es
sometido el creyente! La corona es otra metáfora, tomada del laurel con que eran coronados
los vencedores en las pruebas atléticas. A eso hacen referencia lugares como 1 Corintios 9:25; 2
Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4; Apocalipsis 2:10 y 3:11, donde el vocablo stéphanos sale con el
mismo sentido que aquí. Véase tambien 1 Corintios 3:14, en cuanto a «recompensa».
(C) Santiago dice que esta corona la ha prometido Dios a los que le aman (v. 12b). El vocablo
Dios falta en la mayoría de los MSS; otra prueba del sabor judío de la epístola, «ya que era
costumbre entre los judíos evitar, en lo posible, el nombre de Dios cuando podía ser
sobrentendido» (Salguero). La promesa a que se refiere aquí Santiago no se halla textualmente
en ningún lugar de las Escrituras canónicas, pero su sentido se halla ya en Éxodo 20:6 y a lo
largo de toda la Biblia. Al tener en cuenta que los autores sagrados del Nuevo Testamento
citan, a veces, de apócrifos, especialmente de los sapienciales, es muy probable que el texto
que más se aproxima a la promesa que aquí vemos sea el de Sab. (Sabiduría de Salomón) 5:15,
16, que dice así en la Biblia de Jerusalén: «Los justos, en cambio, viven eternamente; en el Señor
está su recompensa, y su cuidado en el Altísimo. Recibirán por eso de mano del Señor la corona
real del honor y la diadema de la hermosura».

Versículos 13–18
En estos versículos, Santiago pasa de lo que es prueba, enviada o permitida por Dios, a lo
que es tentación al mal, por lo que Satanás es llamado «el tentador» (v. Mt. 4:1; 1 Ts. 3:5). El
cambio de matiz del vocablo peirasmós, que significa tanto prueba como tentación, se advierte
en la diferencia que existe entre la frase «al resultar aprobado», del versículo 12, y la del
versículo 13 «al ser tentado».

283
1. Comienza Santiago (v. 13) esta sección diciendo: «Cuando una persona se sienta tentada,
nunca debe decir: “Dios me está tentando”. Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni
tienta Él a nadie». En otras palabras, el Dios infinitamente santo y bueno no puede de ningún
modo ser instigado a obrar por un motivo malo ni puede instigar a nadie a obrar el mal. Ya
decía el pagano Plutarco: «Considero peor sentir mal de Dios que negar que haya Dios», puesto
que no cabe peor negación del verdadero Dios que atribuirle de algún modo la maldad. Por eso,
nadie puede echar sobre la providencia divina la responsabilidad de sus propias culpas, ya que,
en todo lo que hace, quiere o permite, Dios es bueno para todos (Sal. 145:9) y es especialmente
bueno para los que le aman, y hace que todo (lo próspero y lo adverso) coopere para el bien de
ellos (Ro. 8:28).
2. Podría esperarse, en el versículo 14, que Santiago culpase de las tentaciones al diablo.
Pero no lo hace así, sino que cava más hondo, a fin de poner al descubierto la verdadera fuente
del mal en el hombre: su corazón engañoso y perverso (Jer. 17:9). Veamos la lección de fina
psicología que hallamos en los versículos 14 y 15, literalmente traducidos: «Mas cada uno es
tentado al ser arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Después la concupiscencia,
concibiendo, da a luz el pecado; y el pecado, llevado a su consumación, engendra muerte». Las
figuras con que Santiago decora e ilustra su lección de psicología son dignas de análisis especial.
(A) El verbo peirázo (sobre todo, en este contexto) tiene el sentido peyorativo de tentar
para el mal, como ya insinuamos al comienzo de esta sección.
(B) Santiago asegura explícitamente (v. 13) que tal tentación no puede en modo alguno
proceder de Dios. Tampoco culpa de ella al diablo, aunque tampoco niega su actividad a este
respecto (comp. con 4:7).
(C) El origen del veneno que la tentación lleva en sí lo ve el autor sagrado en nuestra
concupiscencia (gr. epithumía). Las frases del versículo 14 admiten una doble construcción
sintáctica: (a) «Mas cada uno es tentado por su propia concupiscencia, siendo arrastrado y
seducido»; (b) «Mas cada uno es tentado al ser arrastrado y seducido por su propia
concupiscencia», según hemos traducido arriba. Las dos hacen buen sentido, pero, a mi juicio,
es preferible la segunda, por ser más natural la construcción sintáctica según las normas
gramaticales del griego.
(D) Los verbos griegos que hemos traducido por «arrastrado» y «seducido» son términos
tomados respectivamente del arte de la caza y de la pesca. Dice Salguero: «El primero significa,
en sentido propio, la acción con la que los cazadores tratan de atraer los animales para sacarlos
de sus escondites. El segundo se dice de los peces, que son seducidos por el cebo». La
ilustración es magnífica, pues describe la forma con que una persona, al ser sorprendida por la
tentación, siente dentro de sí una especie de «tirón» hacia el objeto de la tentación; en la
oportunidad (placer, dinero, prestigio, poder, etc.) que la tentación presenta, nuestra
concupiscencia percibe el cebo con que la persona es atraída y seducida.
(E) Al cambiar rápidamente de figura, Santiago describe (v. 15) la concupiscencia como una
mala mujer que seduce, concibe y da a luz; con ello, penetra todavía más en la psicología de la
tentación, con sus tres momentos:
(a) La seducción, cuando la ocasión no es buscada adrede (pues eso no puede llamarse
tentación), produce en el sujeto un movimiento indeliberado que todavía puede ser resistido
(comp. con 4:7) para salir así victorioso y aprobado. Como alguien ha dicho muy bien: Nadie
puede impedir que un pájaro revolotee en torno a su cabeza, pero sí puede impedirle hacer un

284
nido en su cabello. Pero si el sujeto presta su consentimiento, la concupiscencia concibe, es
decir, recibe dentro de sí, según la etimología misma del verbo concebir, tanto en castellano
como en griego y en latín. Comienza así el deslizamiento por el plano inclinado del pecado. Lo
mismo que el embrión, el pecado tiene al principio un tamaño imperceptible; por ejemplo, una
mirada sensual, a la que sigue una expresión halagadora; después, una notita o una llamada
telefónica, y una cita … Comenzó la gestación.
(b) Cuando la gestación ha cumplido su tiempo (que, en esto, suele ser muy elástico), nace
el pecado. No es que la gestación esté libre de pecado, pues, como observa J. Alonso: «Como el
niño tiene vida antes de nacer, así también el pecado es una realidad aun antes de aparecer al
exterior. Pecado aquí significa la serie de pecados de una vida apartada de Dios».
(c) Llega, por fin, el momento en que el niño se hace adulto: el pecado es llevado a su
consumación («a su madurez», NVI) y, ya en plena madurez adulta, comienza a trabajar y
produce su fruto: engendra muerte, que es, al mismo tiempo, su salario (v. Ro. 6:23). Salguero
hace notar el contraste entre el proceso del pecado y el de la virtud ante las pruebas: «Las
pruebas purifican la fe; la fe produce la paciencia; la paciencia, la perfección, y la perfección es
recompensada en el cielo. Por el contrario, la concupiscencia es causa de la tentación, ésta
engendra el pecado, y el pecado la muerte».
3. «No os llaméis a engaño (la misma frase de 1 Co. 6:9; 15:33 y Gá. 6:7), mis queridos
hermanos» (NVI), dice a continuación Santiago (v. 16). Este versículo representa un empalme,
por una parte, con el versículo 13 y, por otra, con el versículo 17, pues viene a decir: No os
dejéis engañar, como si la tentación pudiera proceder de Dios. Dios no puede pretender el mal,
pues es el Dador de todo bien, como va a poner de relieve a continuación.
4. El versículo 17 merece traducirse literalmente, a fin de percatarnos de su pintoresca
imaginería: «Todo buen don (gr. dósis, la acción misma de dar) y todo regalo (gr. dórema,
dádiva concreta) perfecto (sin ningún defecto) es de arriba, pues desciende desde el Padre de
las luminarias (comp. con Gn. 1:14–18; Sal. 136:7–9; Jer. 4:23; 31–35), junto al cual no existe
mudanza ni sombra de alteración». Fácilmente se percibe que la imaginería está llena de
metáforas tomadas de la Astronomía:
(A) Lo de «Padre de las luminarias» refleja el amplio trasfondo bíblico, donde tan frecuente
es la mención de los astros como obra de Dios y de suma importancia para el cómputo de días,
meses, años, sazones, festividades, etc. Eso mismo ya era un gran don de Dios a los hombres
(comp. con Hch. 14:17; Ro. 1:19, 20). Se pone también de relieve la idea de Dios como Luz y
fuente de toda luz espiritual (v. Is. 60:19; 1 P. 2:9; 1 Jn. 1:5).
(B) Para «mudanza», el griego tiene el vocablo parallagué, de donde procede el vocablo
castellano paralaje, término de Astronomía que designa la distinta posición de un astro (en
movimiento aparente) con respecto a dos puntos distintos de observación desde la Tierra. Al
decir, pues, que con Dios no existe paralaje, se da a entender que Dios permanece siempre el
mismo y en la misma posición, sin que pueda darse variación alguna en la forma en que lanza
sobre nosotros la luz de su bondad.
(C) La expresión «sombra de alteración» parece haber sido ella misma «alterada», a pesar
de figurar hoy en todas las ediciones del Nuevo Testamento Griego, ya que los dos MSS más
antiguos (el Sinaítico y el Vaticano) dicen: «en el cual no existe mudanza (procedente) de
variación de sombra». El vocablo para «sombra» no es el corriente skiá (v. en Mt 4:16; Mr. 4:32;
Lc. 1:79; Hch. 5:15; Col. 2:17; He. 8:5; 10:1), sino aposkíasma, que ocurre únicamente aquí y

285
resulta muy apropiada para designar la oscuridad provocada por un eclipse. Nuestra confianza
en Dios está firmemente asegurada por esa luz que jamás se eclipsa, ni aun siquiera palidece
por un momento. Siempre brilla su misericordia (Sal. 100:5), y brilla siempre con el mismo
esplendor. ¡Es el YO SOY (Éx. 3:14)!
5. Una magnífica prueba de la bondad de ese Dios que no cambia es la vida divina que nos
ha conferido (v. 18): «Él decidió libremente engendrarnos espiritualmente mediante la
predicación del Evangelio, para que fuésemos como una especie de primicias de todo lo que ha
creado» (NVI). La primera frase significa claramente que nuestra regeneración espiritual es obra
de la libre y soberana gracia de Dios. El medio ordinario que Dios usa para ello es la predicación
del Evangelio, poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Ro. 1:16, comp. con Ro.
10:17; 1 Co. 4:15; Ef. 1:13; 1 P. 1:23). Lo de «como una especie de primicias de todo lo que ha
creado» es entendido por algunos como si los creyentes fuesen «la parte más noble y digna de
toda la creación a causa de su dignidad de hijos de Dios» (T. García de Orbiso, citado por
Salguero). Mucho más probable es la opinión de Ch. Ryrie, quien dice en nota a este versículo:
«Estos primeros creyentes, mayormente de origen judío, eran la garantía de una futura y más
plena cosecha de creyentes». Así se mantiene mejor la idea netamente bíblica de primicias
como primeros frutos.

Versículos 19–25
La sección comienza con una advertencia que tiene que ver con «la predicación del
Evangelio» (NVI) o «palabra de la verdad», que Santiago ha mencionado en el versículo 18. La
conexión se advierte mejor aún a partir del versículo 21, que comienza con un «por lo cual».
Para que la Palabra de Dios surta su efecto, no basta con oírla; es menester ponerla por obra.
1. Viene primero la advertencia (vv. 19, 20): «Mis queridos hermanos: tomad buena nota de
lo siguiente: Toda persona debería estar pronta para escuchar, reflexiva (lit. lenta) antes de
hablar, serena (lit. lenta) antes de enojarse; porque el hombre encolerizado no se comporta con
la rectitud que Dios requiere» (NVI). Es cierto que esta versión es más bien una paráfrasis, pero
es tan acertada que casi sobra todo comentario. El consejo tiene el tinte y el tono de la
literatura sapiencial, especialmente de Proverbios, sin desdeñar el apócrifo Eclesiástico (sigla:
Ecli.), que Santiago conocería muy bien (v. Pr. 1:5, 6; 10:19; 13:3; 29:20; Ecli. 5:11; 20:5–8.
Recomiendo, para la lectura de los apócrifos, la Biblia de Jerusalén). Más sobre la ira, puede
verse en Proverbios 14:29; 16:32; 29:22; Eclesiástico 1:22; 27:30.
2. A continuación, Santiago presenta las disposiciones con que se ha de recibir la Palabra de
Dios. Estas disposiciones son dos: pureza y humildad, según las expone en el versículo 21: «Por
lo cual, despojaos de toda suciedad moral y de la maldad que tanto abunda, y recibid con
humildad (lit. con mansedumbre; es decir, con la debida sumisión) la palabra que ha sido
sembrada (comp. con Mr. 4:14; 1 P. 1:23) en vosotros y que tiene poder para salvaros (v. Ro.
1:16)» (NVI). La idea se halla ya en Jeremías 31:33 (comp. con 2 Co. 3:3). (A) Para que la palabra
del Evangelio se abra paso hasta el fondo del corazón, es menester que el Espíritu Santo
convenza de pecado al oyente. También el creyente necesita de esta convicción, ya que, sin
ella, no puede proceder a la confesión del pecado que obstaculiza su comunión con Dios (v. 1
Jn. 1:9). El apego al pecado impide prestar atención a la verdad (v. 2 Ti. 4:3, 4). (B) No basta
despojarse de la suciedad; es tambien preciso inclinar el oído con sumisión: lo que el apóstol

286
llama «la obediencia de la fe» (v. Ro. 1:5; 16:26). El autosuficiente no puede recibir la palabra
que salva, puesto que no se considera necesitado de salvación (v. Jn. 3:17–21; 9:39–41).
3. Procediendo al núcleo doctrinal de la sección, dice Santiago en los versículos 22–25: «No
os contentéis meramente con escuchar la palabra, pues entonces os engañaríais a vosotros
mismos. Poned en práctica lo que dice. Quien se contenta con escuchar la palabra, pero no pone
por obra lo que la palabra dice, es semejante al que se mira la cara en un espejo y, después de
mirarse, se marcha e inmediatamente se olvida de su propia fisonomía. Pero el que se fija
atentamente en la ley perfecta, la que da libertad, y continúa llevándola a la práctica, no como
quien se olvida de lo que ha oído sino como quien lo cumple de veras, éste será dichoso
obteniendo bendición en lo que haga» (NVI).
(A) Comienza Santiago y dice que no hemos de ser meros oyentes de la palabra, sino que
hemos de poner manos a la obra. El término para oyente es aquí akroataí (en plural), que
significa el que forma parte de un auditorio al que se dirige un predicador, orador o lector. Esta
necesidad de poner por obra la Palabra, sin contentarse con oírla, se halla ya en Deuteronomio
15:5; 30:8 y ss.; Ezequiel 33:31, 32, y es enfáticamente enseñada por el Señor Jesús (v. Mt. 7:24,
26; 12:50; Lc. 6:47–49; 8:21; Jn. 13:17) y por el apóstol Pablo (v. por ej., Ro. 2:13).
(B) El autor sagrado explica esta enseñanza (vv. 23, 24) por medio de una bella y sencilla
ilustración: La del hombre que se mira la cara en un espejo, pero se marcha enseguida
descuidando las manchas del rostro que el espejo le ha mostrado. Bien puede compararse la
Palabra de Dios a un espejo, ya que … por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Ro.
3:20b). La Palabra de Dios le dice a cada uno, como Natán a David (2 S. 12:7): «¡Tú eres ese
hombre!» Pero, para que la Palabra surta su efecto, es menester que uno vea en ella su propio
rostro y no el del vecino; y, después de ver su propio rostro, que se pare a reflexionar y se
decida a quitar las manchas y rectificar las deformaciones que el espejo le haya mostrado.
(C) El vocablo griego con que Santiago expresa (v. 22b) el engaño de sí mismo que se halla
implicado en oír la Palabra y no ponerla por obra es paraloguizómenoi, que significa una falsa
argumentación, es decir, un sofisma o silogismo incorrecto, con que el sujeto se engaña a sí
mismo, sin percatarse (por no querer reconocerlo) de la falacia de su raciocinio. Th. Manton
explica admirablemente la forma en que se fabrica tal engaño, y hacer notar que nuestra
conciencia desempeña tres oficios: de legislador, de testigo y de juez (comp. con Ro. 2:14–16).
Como reflejo de la ley en nuestro interior, nos ofrece los principios de conducta. Como testigo
de oficio, nos dice si hemos faltado en algo o no contra la norma de conducta. Como juez,
pronuncia sentencia en el juicio, ya sea excusándonos (absolución) o acusándonos
(condenación). Las tres funciones pueden compararse a las premisas y conclusión de un
silogismo; por ejemplo:
(Principio) El creyente espiritual se interesa en estudiar la Biblia.
(Hecho) Yo siento poco interés en el estudio de la Biblia.
(Conclusión) Luego yo no soy un creyente espiritual.
«Ahora bien, dice Brown, todo engaño de sí mismo se halla en una de esas proposiciones. A
veces, la conciencia no acierta a ver la norma en los principios mismos; otras veces, fracasa en
testificar correctamente de los hechos; otras veces, en su función de juez, demora dar su
veredicto o lo esconde en un rincón». Se extiende ampliamente Brown en detallar casos

287
particulares, pero cada lector puede hacerse su propio «test», si desea conocer hasta qué
punto se está engañando a sí mismo en algún punto de doctrina o de práctica.
(D) Al oidor negligente, que se despreocupa de lo que la Palabra le pone delante de los ojos,
contrapone Santiago (v. 25) el oidor diligente: «el que se fija atentamente en la ley perfecta, la
de la libertad» (lit.). Aunque ya hemos dado todo el versículo 25 según lo trae la NVI, que
clarifica estupendamente el sentido, conviene analizar tambien la letra del texto sagrado para
adquirir una mayor comprensión del asunto que toca:
(a) Para lo de fijarse atentamente, Santiago usa el vocablo griego parakúpsas. Este verbo
ocurre también en Lucas 24:12; Juan 20:5, 11 y 1 Pedro 1:12, y significa «inclinarse para mirar»,
con el matiz de interesarse vivamente por observar algo. El verbo está en participio de aoristo,
y da a entender que no es menester continuar mirando, sino, después de una observación
atenta, pasar a actuar en consecuencia con lo visto.
(b) Aunque es cierto que la Ley antigua era en sí perfecta (v. Sal. 19:7–10 y todo el Sal. 119),
la expresión que Santiago añade: «la de la libertad», da a entender claramente que el autor
sagrado intenta añadir un nuevo matiz. Por otra parte, en un hombre que, a diferencia de
Pablo, era estricto observante de la Ley (v. Hch. 21:17 y ss., para leerlo «entre líneas»), no
puede pensarse que se refiriese a la libertad del Evangelio en los mismos términos en que lo
hace Pablo en Romanos y en Gálatas. Además, cuando Santiago escribía esto, no existía
ninguna parte del Nuevo Testamento escrito y sólo circulaban los llamados logia o «dichos de
Jesús», entre los que, sin duda, destacaban (¡especialmente, en los ambientes judíos!) los del
Sermón del monte (Mt. caps. 5–7). A mi juicio, nadie como Salguero ha hecho un comentario
tan magistral a estas frases de Santiago:
«El Evangelio, comparado con la Ley antigua, es llamado la ley perfecta, porque, al contrario
de la Ley mosaica, conduce a la perfección, es decir, perfecciona la misma Ley mosaica (cf. Mt.
5:17). Además, es llamado la ley de la libertad, porque nos libra realmente de la servidumbre de
la Ley mosaica, del pecado, de la muerte, y nos hace hijos de Dios. La Ley antigua era, por el
contrario, un yugo de esclavitud (cf. Hch. 15:10; Gá. 4:3 y ss.; 5:1), impotente para borrar el
pecado, y que impulsaba a los hombres a servir a Dios más con el temor que con el amor (cf. 2
Co. 3:17)».
(c) En el mismo versículo 25, continúa diciendo Santiago que el diligente no resulta oyente
de olvido, sino hacedor de obra, y que será dichoso en su acción. Lo de oyente (u oidor) y lo de
hacedor ya no hace falta comentarlo más, pero hay dos vocablos cuyo análisis será provechoso:
El primero es epilesmonés, de olvido; procede del verbo epilanthánomai, que significa
«olvidar por falta de atención». Esto nos ofrece una buena lección de psicología, pues, en
efecto, el olvido es efecto, con frecuencia, de la falta de atención; y la falta de atención es
producto de la falta de interés. Muchos niños que no recuerdan los principales ríos de su país,
recuerdan a maravilla los equipos de fútbol de primera (y aun de segunda) división. La
diferencia está únicamente en el distinto interés que ponen en lo uno y en lo otro. ¿Cómo
memorizamos la Palabra de Dios? Vale la pena examinarnos sobre este punto.
El segundo vocablo es acción (gr. poiései), que la RV. traduce «en lo que hace»; y la NVI, en
consonancia con el futuro será, «en lo que haga». Ahora bien, el idioma griego distingue bien
entre poíesis, «el hacer» mismo, y poíema, «lo hecho» (v. Ef. 2:10 «hechura suya»). Esto quiere
decir, ni más ni menos, en el caso presente, que el hacedor de la Palabra de Dios, no sólo será
dichoso en lo que haga y en la recompensa que por ello le otorgue Dios, sino también en su

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propio hacer, esto es, en su conducta de cumplimiento de la ley perfecta, la de la libertad
(comp. con Sal. 1:1–3; Sal. 119:1 y ss. y, especialmente, el bellísimo v. 54—RV 1977—. V.
tambien Jn. 13:17).

Versículos 26–27
En los versículos 19–25, Santiago ha mostrado que lo que cuenta no es oír en vano, sino
obrar lo sano; en los versículos 26, 27 va a mostrar que lo que cuenta no es hablar en vano, sino
ayudar al hermano. Esto es algo que Santiago expresa, de una manera u otra, a lo largo de toda
la epístola (v. especialmente, además de estos versículos, 2:15, 16). Dice así la presente porción
en la NVI: … El que se tiene por religioso, pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí
mismo y su religión no sirve para nada. La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura y
sin mancha consiste en lo siguiente: en socorrer a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y
en conservarse inmune de la contaminación de este mundo».
1. Lo primero que se advierte en esta porción es su trasfondo veterotestamentario, tanto
por lo que hace al socorro del desvalido (comp. con Is. 1:11–17; 58:3–7; Jer. 7:21–23; Os. 6:6;
Am. 5:21–25; Mi. 6:8), como por lo que hace a la abstención de lo inmundo (v. en una buena
Concordancia las veces que salen en el Antiguo Testamento el verbo contaminar y el adjetivo
inmundo). Esto es una consecuencia de la exhortación: «Santos seréis, porque santo soy yo
Jehová vuestro Dios» (Lv. 19:2) que, de un modo u otro, se repite con frecuencia, ya desde
Éxodo 19:6. En efecto, la santidad de Dios consta de dos aspectos que se complementan
admirablemente: (A) Su trascendencia, por la que se halla infinitamente distante de todo lo que
contamina. (B) Su inmanencia, por la que está infinitamente cercano a toda miseria. Ambos
aspectos se hallan en el versículo 27: La imitación de la santidad trascendente, en la frase final
del versículo; la de la santidad inmanente, en la frase anterior.
2. Nótese que Santiago (v. 26) dice: «Si alguno piensa ser religioso» (lit.), no: «Si alguno es
religioso» (comp. con 2:14 «si alguien dice tener fe», lit.). Se trata de un pensamiento
engañoso, por cuanto no le pone freno a la lengua (V. Sal. 39:1; 141:3), por lo que se engaña a
sí mismo y su religión no sirve para nada. Examinemos de cerca este versículo 26:
(A) Santiago no intenta mostrar aquí la esencia de la espiritualidad cristiana. No habla
siquiera de devoción (gr. eusébeia), sino de religión (gr. threskeía). Tanto el adjetivo threskós,
religioso (única vez que tal vocablo se halla en toda la Biblia), como el sustantivo threskeía,
designan, más bien que una disposición interior del corazón, la exterior observancia de las
prácticas religiosas, especialmente las que tienen que ver con el culto. Tenemos, pues, aquí una
diatriba parecida a las del Señor Jesús contra la tendencia puramente ritualista de los fariseos
de su tiempo (v. por ej. Mt. cap. 23; Mr. 7:15 y ss.).
(B) Aunque, más tarde (3:5–12), Santiago va a tratar de los pecados de la lengua, en este
versículo parece considerar lo del freno en la lengua conforme a lo que dijo en el versículo 19
(«lento para hablar»), pues en este sentido general se halla repetidamente en Proverbios (v.
por ej., 13:3; 18:7, 21; 21:23) y es también el que predomina en 3:1–4 de esta misma epístola.
(C) El verbo apatáo, que Santiago usa aquí en participio de presente, para indicar que el
individuo en cuestión está en un continuo engaño, ocurre únicamente aquí y en Efesios 5:6 y 1
Timoteo 2:14, pero el sustantivo apáte, engaño, ocurre en otros siete lugares. Su sentido es de
usar maniobras tramposas, fraudulentas, bajo la apariencia de «juego limpio», con lo que el

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engañado se siente fascinado, como seducido por una brillante demostración. Nótese que
Santiago no dice que sea su corazón quien le engañe a él, como ocurre cuando, incluso a
personas de porte muy «honesto», les traicionan los perversos motivos subconscientes (v. Jer.
17:9), sino que él mismo está engañando a su corazón, como al poner programaciones falsas en
la computadora del subconsciente. No es, pues, un engaño que toma al sujeto por sorpresa,
sino un engaño conscientemente madurado.
(D) De ahí que su religión, todo el culto que esta persona cree rendir a Dios, sea vana (gr.
mátaios, vacía, inútil); «no sirve para nada», como ha traducido la NVI.
(E) «La religión (v. 27) que Dios nuestro Padre acepta como pura (gr. kathará, sin mezcla de
escorias) y sin mancha (gr. amíantos, libre de contaminación o profanación, como en Hebreos
7:26; 13:4 y 1 Pedro 1:4, los cuatro únicos lugares en que este término ocurre en todo el Nuevo
Testamento) consiste en lo siguiente:
(a) «En socorrer a los huérfanos y a las viudas en su aflicción» (NVI). Ésta es la religión
verdaderamente aceptable a los ojos de Dios nuestro Padre, quien prefiere la misericordia al
sacrificio (Os. 6:6), pues los sacrificios en que más se complace son la sincera alabanza a su
nombre y el hacer el bien al prójimo (v. He. 13:15, 16). Se menciona en particular a los
huérfanos y a las viudas porque no tienen quien les defienda, les proteja y les proporcione el
sustento. El verbo episképtomai, que Santiago usa aquí, sale en otros diez lugares y significa
propiamente «hacer una visita de inspección» para enterarse cómo van las cosas y qué nuevas
necesidades o problemas han surgido. «En su aflicción» no quiere decir que la visita ha de
hacerse cuando haya sobrevenido un nuevo problema o una especial tribulación (gr. thlípsei),
sino que la aflicción es el estado continuo de huérfanos y viudas sin defensa. Siempre es
conveniente (sobre todo, en el caso de las viudas) que la visita sea hecha por señoras de la
congregación, o por un líder con su señora, o por dos líderes a la vez. La razón es obvia, aun
cuando se trate del caso de las que son verdaderamente viudas (v. 1 Ti. 5:3–16).
(b) «Y en conservarse inmune de la contaminación de este mundo» (NVI). El creyente que
obra así procura ponerse a salvo de las atracciones del mundo y de la carne, lucha contra las
tentaciones y huye en los casos en que hasta la lucha es peligrosa, como ocurre en los ataques
de la impureza sexual. De la misma manera que el Señor Jesús no pidió para los suyos que el
Padre los sacase del mundo, sino que los preservase del mal (v. Jn. 17:15), tampoco Santiago
propone como «religión más perfecta» la huida del mundo a un monasterio o a una ermita, sino
conservarse inmune de la contaminación del mundo, no de vivir entre mundanos (comp. con 1
Co. 5:9–11). El peligro no está en que la iglesia se halle dentro del mundo, sino en que el mundo
se halle dentro de la iglesia.

CAPÍTULO 2

En el capítulo anterior, Santiago ha mostrado que de nada sirve escuchar la Palabra de Dios
si no se la pone por obra. Sin perder de vista este punto básico, va a mostrar: I. Que el
favoritismo es inconciliable con la fe cristiana (vv. 1–13). II. Que la ausencia de obras es
inconciliable con la verdadera fe (vv. 14–26).

290
Versículos 1–13
Si hubiésemos de resumir en una sola frase el ideario de Santiago, ésta podría ser una de las
más aptas: «El cristiano ha de obrar siempre en conformidad con su fe» (Salguero). Con esa
frase puede resumirse bien lo que Santiago ha dicho en el capítulo 1 y lo que va a decir en todo
el capítulo 2. En la primera sección del presente capítulo, muestra que el favoritismo es
incompatible con la genuina fe cristiana.
1. Comienza (v. 1) por sentar la proposición general: «Hermanos míos, como creyentes que
sois en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no mostréis favoritismo alguno». Mostrar favoritismo
(lit. tener aceptación de personas—en atención a su aspecto exterior—) es ser parcial a favor de
personas de dinero y posición social dentro de la congregación. Tal actitud, viene a decir
Santiago, es inconciliable con la profesión de la fe cristiana, la cual está centrada en nuestro
Señor Jesucristo, Señor de los ricos lo mismo que de los pobres (comp. con Ef. 6:9). Así como el
Señor no tiene favoritismos, puesto que recibe a todo el que a Él se allega, sea rico o pobre (Jn.
6:37), así tampoco el discípulo de Cristo ha de mostrar parcialidad. La mención de la gloria del
Señor es aquí muy oportuna, para dar a entender que la gloria de los ricos es vana.
2. A continuación (vv. 2–4) ilustra su enseñanza con un ejemplo que ojalá no fuese
demasiado frecuente en nuestras propias congregaciones: «Suponed que en el lugar en que
estáis reunidos entra un señor con un anillo de oro en el dedo y vistiendo un espléndido traje, y
entra también un pobre con su traje raído. Si mostráis una atención especial al que va
espléndidamente vestido y le decís: “Aquí hay una buena butaca para ti”, mientras le decís al
pobre: “Tú quédate ahí de pie”, o: “Siéntate en el suelo a mis pies”, ¿no es verdad que habéis
hecho discriminación entre vosotros y os habéis portado como jueces que razonan
perversamente?» (NVI). El sentido queda espléndidamente claro en la traducción de la NVI,
pero vale la pena analizar algunos detalles que destacan en el original.
(A) Para describir el lugar de reunión, Santiago usa el termino sunagogué (sinagoga). No hay
razón para dudar de que se trata de una reunión eclesial, pues la distinción entre los términos
iglesia y sinagoga en las comunidades cristianas se fue haciendo poco a poco, teniendo además
en cuenta la antigüedad de esta epístola y su trasfondo judío.
(B) El aspecto exterior del rico es descrito muy gráficamente, pues Santiago lo llama «varón
con dedo de oro en ropaje brillante» (lit.). ¡Con tantos anillos que el dedo parece de oro, y con
vestidura tan rozagante y esplendorosa que lanza destellos! Fascinado por tan pomposos
arreos, el que preside la asamblea le ofrece el asiento más cómodo y honorable.
(C) En cambio, el pobre se presenta en traje sórdido (gr. rhupará), raído por el uso y la
suciedad, no por descuido suyo, sino por falta de medios económicos. Al no saber sobreponerse
al asco que quizá le causa la apariencia exterior de tal persona, el líder de la asamblea lo trata
con la mayor desconsideración.
(D) El ejemplo que acaba de poner no es hipotético, sino real, como se aprecia por la
pregunta que dirige a sus lectores (v. 4), y se confirma por el contexto posterior (vv. 5–9). En
cuanto a las frases que les dirige, a pesar de la traducción que ofrecen todas las versiones que
conozco, creo que J. Salguero y T. Carson están en lo cierto al hacer notar que el verbo
(diekríthete) está en pasiva, lo mismo que en 1:6 y, por tanto, tiene el sentido de «estar dividido
en sí mismo». Salguero propone la siguiente traducción de este versículo: «¿No sois
inconsecuentes con vosotros mismos y venís a ser jueces perversos?» Y añade: «En cuyo caso

291
significaría que los cristianos dudan, están divididos entre si atender a Cristo o al mundo.
Tienen fe, pero obran como si no la tuvieran. De este modo se evita la tautología al evitar la
repetición del verbo juzgar».
3. Razona Santiago (vv. 5–7) con varias consideraciones la acusación que acaba de lanzarles:
«Escuchad, mis queridos hermanos: ¿No es verdad que Dios ha escogido a los que son pobres a
los ojos de este mundo, para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que ha
prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que
os están explotando y también los que os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos los que
dejan en mal lugar el glorioso nombre de Aquel a quien vosotros pertenecéis?» (NVI).
(A) Basta leer Marcos 6:3 y Lucas 2:24 (comp. con Lv. 12:8) para darse cuenta de que
Santiago habla por propia experiencia de menospreciado a causa de la modesta posición en que
se crió. Aunque la llamada «Teología de la liberación» tiende a desnivelar la escala de valores al
dar mayor relieve a lo economicosocial que a lo espiritual, es muy cierto lo que se ha dicho de
esta epístola (en especial, de la porción que tenemos delante y de 5:1–6) que, leída en muchos
púlpitos sin mencionar al autor, fácilmente podría pasar por una especie de manifiesto
revolucionario y caer bajo la censura y prohibición de las autoridades.
(B) Sin embargo, el tono que adopta Santiago no es el de áspera reprensión, sino el de
afectuosa invitación a reflexionar: «¡Escuchad, mis queridos hermanos …!» Como si dijese:
«Paraos un momento a pensar y me daréis la razón». Tres son las reflexiones que les hace:
(a) Dios ha escogido (v. 5) a los pobres en riquezas materiales para hacerlos ricos en las
riquezas espirituales que la fe proporciona, y herederos del reino (comp. con Mt. 5:3) que ha
prometido a los que le aman (comp. 1:12). ¿Es que los ricos están excluidos de la salvación?
¡No! (v. Mt. 19:24–26). Pero los pobres a los que Santiago se refiere (v. 1 S. 2:8; Sal. 113:7; Sof.
3:12; Mt. 5:3; Lc. 1:52; 6:20; 1 Co. 1:26 y ss.), al no tener en este mundo las satisfacciones que
los ricos encuentran, se hallan más libres de los muchos peligros que las riquezas ocasionan y
más inclinados a depender de la providencia divina. Para aclarar ideas, bueno será tener en
cuenta que «en Israel, la pobreza era, en un principio, un mal y la riqueza un bien … Pero,
andando el tiempo, la experiencia … hizo que se modificase esta concepción … Dentro de Israel
había algunos ricos y poderosos, pero con la particularidad de que aparecían como malvados,
despreciadores de la justicia y opresores del pobre, mientras éste aparece como el piadoso que
no tiene más apoyo que Jehová. Con este motivo se efectúa una espiritualización del concepto
de pobreza o de “pobre”, que viene a ser sinónimo de “piadoso” (cf. Sal. 86:1; 132:15, 16). Y los
pobres, en este sentido, serán los beneficiarios de las promesas mesiánicas (cf. Is. 61:1; Mt.
11:5)» (J. Alonso). En este contexto ha de entenderse la Epístola de Santiago.
(b) Santiago recrimina (v. 6) a los destinatarios de la carta por haber afrentado al pobre ¡a
quien Dios ha escogido! Para mayor vergüenza de ellos, están mostrándose parciales a favor
precisamente de quienes les oprimen (comp. con 5:4) y les arrastran ante los tribunales (comp.
con 1 Co. 6:1–11). Explicar en detalle este extraño fenómeno de la psicología humana no es
propio de este lugar, pero baste constatar este hecho de masoquismo mental por el que se
llega a respetar y adular (muchas veces, es cierto, insinceramente) a señorones y dictadores de
todo tipo.
(c) Finalmente, les hace ver que son los ricos, los que les oprimen y arrastran ante los
tribunales, los que dejan en mal lugar (lit. blasfeman, es decir, hacen que se hable mal) el
glorioso nombre de Aquel a quien ellos pertenecen (NVI). La fraseología literal del texto

292
(«blasfeman el nombre excelente, el que fue invocado sobre vosotros») es típicamente judía.
Primero, en cuanto al uso del verbo blasfemar (comp. con 2 S. 12:14, por ejemplo). Segundo, al
evitar la mención de Dios, limitándose a decir el nombre. Tercero, por el uso de la frase, tan
repetida en el Antiguo Testamento, «sobre nosotros es invocado tu nombre» (v. Dt. 28:10; 2 Cr.
7:14; Jer. 14:9; 15:16; 25:29; Dn. 9:18, 19; Am. 9:12). El propio Santiago, al citar precisamente
de Amós 9:11, 12, usó la frase (v. Hch. 15:17). Significa que era privilegio de los israelitas
invocar el nombre de Jehová. ¿Se refiere aquí Santiago al nombre de Jehová? Ésa es mi opinión
personal (v. Jn. 17:6), siguiendo a Knowling (citado por T. Carson), quien asegura: «No es
probable que un judío asociase la blasfemia con un nombre inferior a un nombre divino» (v. Lv.
24:11; Hch. 26:11). Sin embargo, la mayoría de los autores (son notables las referencias de la
Ryrie Study Bible a Hch. 11:26 y 1 P. 4:16) ven aquí el nombre de Cristo (comp. con Hch. 4:12;
Fil. 2:9) o el de cristiano. Esto último me parece improbable, ya que Santiago no usa el verbo
kaléo, llamar, sino epikaléo, invocar. Sólo como ilustración provechosa me permito citar el caso
de Alejandro Magno, quien dijo a un soldado suyo que también se llamaba Alejandro, pero no
sobresalía precisamente por su valentía: «O cambias de conducta o cambias de nombre».
4. En los versículos 8 y 9, Santiago puntualiza que no es malo amar y prestar la debida
consideración a los ricos, con tal que no se haga discriminación, sino que se trate también del
mismo modo a los pobres. Dicen así dichos versículos en la New American Standard Translation,
que es la que mejor vierte aquí la letra misma del original: «Si, no obstante, estáis cumpliendo
la regia ley, conforme a la Escritura: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, estáis obrando
bien. Pero si mostráis parcialidad, estáis cometiendo pecado y quedáis convictos por la ley como
transgresores». Solamente dos puntos requieren aclaración:
(A) Santiago llama ley (esto es, norma) regia al mandamiento de amar al prójimo (v. Lv.
19:18), porque sirve de base y compendio a toda la Escritura, según afirmó el propio Señor
Jesús (Mt. 22:40, comp. con 7:12); o, mejor aún, porque es la ley del Reino de Dios, «la ley de la
libertad» (comp. con el v. 12 y con 1:25).
(B) El que muestra favoritismo es condenado por la Ley misma como transgresor. (En efecto,
la Ley condenaba la acepción de personas, como puede verse en Lv. 19:15; Dt. 1:17; 16:19, 20.)
5. Para mostrar la gravedad de este pecado, Santiago les hace ver que el quebrantamiento
de la Ley en este punto, como en cualquier otro, constituye una transgresión de la Ley entera,
pues la Ley de Dios forma un todo compacto (vv. 10, 11): «Porque cualquiera que guarda toda
la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás
adulterio, también dijo: No cometerás homicidio. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero
cometes homicidio, ya te has hecho transgresor de la ley». Ésta es una lección muy importante,
que a todos nos conviene aprender y recordar:
(A) Santiago no hace distinción entre muchos y pocos pecados, ni entre pecados graves y
leves. Para él, todo pecado es un quebrantamiento de la ley entera. La razón es que cada
precepto de la Ley es expresión de la voluntad de Dios y está, por tanto, respaldado por la
autoridad de Dios. Así que quien lo quebranta se rebela contra la voluntad divina y
menosprecia la autoridad soberana de Dios. Esta enseñanza se halla tambien en la literatura
rabínica. Decía el Rabi Yohanán (Juan): «Aquel que dice: Yo acepto toda la Ley excepto una
palabra, desprecia la palabra del Señor y hace nulos sus preceptos».
(B) El autor sagrado cita dos mandamientos de la segunda tabla, a fin de ilustrar
concretamente lo que acaba de decir. Extraña, a primera vista, que cite primero el adulterio

293
antes que el homicidio, al ser así que, en la promulgación del Decálogo, aparecen en orden
inverso. La razón es que Santiago está citando de la versión de los LXX según el códice Vaticano,
el cual, por cierto, es uno de los dos más antiguos que se conservan. En dicho MSS, esos dos
mandamientos aparecen en el orden que sigue Santiago aquí.
(C) Una sencilla ilustración servirá para aclarar este punto: Si una persona está sujeta y
aprisionada con una cadena de múltiples grilletes, no es menester romper todos los grilletes
para soltarlo; basta romper uno para que se quede libre de todos. De la misma manera, el que
quebranta un mandamiento divino, se suelta de la obligación (término que significa «atadura»)
que tiene de cumplir la Ley.
6. Los versículos 12 y 13 no contienen una nueva exhortación, sino que guardan estrecha
conexión con lo que precede, pues su sentido es el siguiente: «Puesto que el que quebranta un
solo precepto de la Ley incurre en transgresión de toda la Ley y, por tanto, le espera un juicio
severo, es menester tratar a todos, de palabra y de obra, con el mismo amor y respeto, evitar
todo favoritismo y percatarse de que cada uno será medido con la misma medida que emplee»
(comp. con Mt. 5:7; 6:14, 15; 18:21–35; 25:34–46). Dicen así dichos versículos en la NVI:
«Hablad y actuad como quienes van a ser juzgados por la ley que nos hace libres (comp. con el
v. 8 y con 1:25), porque al que no haya practicado la misericordia, le aguarda un juicio sin
misericordia; pero el misericordioso se regocija cuando le llega el juicio».
(A) Santiago dice «Hablad y actuad …», pues ambas cosas entran en el comportamiento que
observamos en el versículo 3 y que el autor sagrado tiene en cuenta al escribir esto.
(B) Las dos últimas palabras del versículo 12, en el griego original (méllontes krínesthai,
estando a punto de ser juzgados. Lit.) indican que Santiago tenía por inminente dicho juicio, por
considerar inminente la Segunda Venida del Señor. De ahí la urgencia a comportarse como es
debido.
(C) Los lugares que hemos citado arriba (en paréntesis) del Evangelio según Mateo, nos dan
a conocer suficientemente la mente del Señor Jesucristo sobre el juicio sin misericordia que le
aguarda al que no haya practicado la misericordia.
(D) Pero el misericordioso no tiene nada que temer del juicio de Dios, ya que el que hace
misericordia muestra prácticamente su amor al prójimo (comp. con 1 Jn. 3:17, 18), y el que ama
al prójimo cumple toda la Ley, no la quebranta en ningún punto. Por eso, contempla el juicio
venidero, no con miedo, sino con gozo. Dice Salguero: «Dios juzgará con severidad al que no
tenga misericordia. Pero el que sea misericordioso no tiene por qué temer, pues cuando sea
juzgado obtendrá victoria. La misericordia, en la lucha entablada con el juicio, logrará el
triunfo».

Versículos 14–26
Entramos aquí en la parte central de la epístola. A primera vista, Santiago parece decir lo
contrario que Pablo, hasta el punto de que esta sección ha confundido a muchos, incluso a
Lutero (al principio), cuando llamó «Epístola de paja» a esta Carta de Santiago. Lo primero que
ha de tenerse en cuenta es que ni Pablo se desentiende de las obras (v. Ef. 2:10) ni Santiago se
desentiende de la fe (v. 2:18b). Lo que ocurre es que cada uno pone de relieve un matiz distinto
en el verbo «justificar» y en el sustantivo «fe». Para Pablo, justificar es causar la posición de
justo. Para Santiago, mostrar la condición del justo. «El hombre es justificado por la fe», dice

294
Pablo (v. Ro. 3:28). «La fe es justificada (demostrada genuina) por las obras», dice Santiago (v.
por ej., v. 18, al final: «yo te mostraré mi fe a base de mis obras»). Dice Ryrie: «Tanto Pablo
como Santiago definen la fe como una confianza, viva y productiva, en Cristo». Un versículo
muy iluminador, en el que se percibe claramente que no había contradicción alguna entre las
enseñanzas de estos dos siervos de Dios en un punto tan importante, es Gálatas 5:6: «sino la fe
que se reactiva (o que actúa) mediante el amor». En segundo lugar, es menester también tener
en cuenta que la Epístola de Santiago se escribió mucho antes que Romanos y Gálatas. No es,
pues, una «rectificación» a lo dicho por Pablo.
El proceso que sigue Santiago en la demostración de su tesis es el siguiente: I) Una fe estéril
no es genuina, está muerta (v. 14). Esta afirmación se repite, con variantes, como un estribillo
en los versículos 17, 20, 24 y 26. 2) La genuinidad de la fe se muestra, no en el decir, sino en el
hacer (vv. 15–17). 3) Por eso, el profesante que dice tener fe, pero no la muestra en obras, es
falso; en cambio, el que obra santamente, no necesita decir que tiene fe; sus obras lo dicen (vv.
18–20). 4) Así se muestra en dos ejemplos notorios: (A) el de Abraham (vv. 21–24) y (B) el de
Rahab (vv. 25, 26). Vamos por partes:
1. Dice el versículos 14: «¿De qué sirve, hermanos míos, el que alguien alegue que tiene fe, si
no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle tal fe?» (NVI). Dos detalles requieren especial atención:
(A) Nótese que Santiago no habla aquí de alguien que tiene fe, sino de alguien que dice tener fe
(lit.), lo cual es muy distinto, pues la falta de obras muestra que miente o se engaña a sí mismo.
(B) Aunque la última parte del versículo dice textualmente: «¿Acaso puede la fe salvarle?», no
cabe duda de que Santiago se refiere a la clase de fe de la que el sujeto en cuestión alardea, por
lo que la NVI traduce correctamente el artículo griego he por tal («esa fe», dice la RV 1977),
pues Santiago no niega, ni puede negar, que la fe genuina salva; pero está en lo cierto al negar
que la fe de tal sujeto (una fe que no actúa—comp. con Gá. 5:6—) pueda salvarle, puesto que
demuestra no ser genuina.
2. A continuación, describe un caso concreto donde se demuestra lo correcto de su tesis (vv.
15–17): «Suponed que un hermano o una hermana andan mal vestidos y carecen del alimento
cotidiano, y va uno de vosotros y les dice: “¡Hala! ¡Que os vaya bien! ¡Abrigaos y hartaos!”, pero
no hace nada para remediar sus necesidades físicas, ¿qué provecho van a sacar? De la misma
manera, la fe por sí misma, si no va acompañada de hechos, es una fe muerta» (NVI). La
comparación es magnífica para ilustrar el punto que desea poner de relieve: De la misma
manera que una ayuda de meras palabras no sirve para aliviar unas necesidades reales (comp.
con 1 Jn. 3:18), sino que más bien es un sarcasmo, así tampoco una fe estéril en obras puede
hacer a una persona acepta a los ojos de Dios, pues equivale a una presunción insultante para
Dios y engañosa para el propio sujeto. J. Alonso hace ver que la frase literal: «Id en paz» (que la
NVI vierte por «¡Que os vaya bien!», para ponerlo en la fraseología moderna), «es la frase usual
judía de despedida (cf. Jue. 18:6; 1 S. 1:17; 20:42; 29:7; etc.)».
3. En los versículos 18–20, el autor sagrado lanza una especie de desafío al sujeto que dice
tener fe, pero no muestra con hechos la genuinidad de su fe: «Pero dirá alguien: “Una persona
tiene fe, otra tiene hechos”. Mi respuesta es: “Muéstrame cómo puede tener alguien fe sin
hechos; yo te mostraré por mis hechos mi fe”. ¿Crees tú que hay solamente un Dios? ¡Muy bien!
También los demonios lo creen, y tiemblan de miedo. ¡Tú, estúpido! ¿Quieres que se te
demuestre que la fe sin hechos es inútil?» (Biblia de las Buenas Nuevas). La versión que he
adoptado para estos versículos es, en cierto modo, una paráfrasis, pero es la única que me

295
satisface en cuanto a dar el sentido del original. (También la Nueva Biblia Española hace
sentido, pero, a mi juicio, no es el sentido del texto griego). Debo advertir, para información del
lector, que los propios MSS ofrecen diferentes lecturas y se prestan a una puntuación variable,
por lo que hay tantas traducciones distintas con respecto a estos versículos. A mi juicio, la
mejor y más clara es la que acabo de presentar. Sobre ésta, pues, estará basado el análisis que
sigue.
(A) Como se ve en el original, la primera parte del versículo 18 parece presentar una
objeción a lo que Santiago afirma y viene a decir: «¿Acaso no puede uno salvarse creyendo, y
otro haciendo buenas obras?» A esto viene a responder Santiago: «Muéstrame cómo puedes tú
tener una fe genuina sin que se traduzca en obras; en cambio, yo te mostraré a base de mis
obras que mi fe es genuina».
(B) A continuación (v. 19), cita Santiago el artículo fundamental de la fe judía (v. Dt. 6:4). Si
esa creencia en el único Dios no se traduce en una conducta correcta (v. Dt. 6:5), no pasa de ser
una fe de tipo meramente intelectual. Esa clase de fe puede hallarse (y de hecho se halla) en los
demonios, quienes temblaban ante el poder de Jesús y, sobre todo, tiemblan ante la
perspectiva del castigo final que les espera y al que parece referirse especialmente Santiago
aquí (v. Jud. 6, comp. con Mt. 8:29; Mr. 1:34; 5:6, 7; Lc. 10:18; Jn. 12:31; 2 P. 2:4; Ap. 12:7–12;
20:10).
(C) En el versículo 20, continúa Santiago dirigiéndose al que alardea de tener fe sin tener
obras, y lo trata de estúpido (lit. vacío, que, como de costumbre, nuestras versiones traducen
por «vano»). Le va a mostrar, con un par de ejemplos, la tremenda equivocación que padece.
Por tanto, este versículo 20 puede tomarse mejor como introducción a los versículos que
siguen, pero lo hemos analizado con los anteriores, como conclusión de la argumentación que
le precede.
4. Analizaremos por separado, para comodidad del lector, los dos ejemplos que Santiago
presenta para probar su tesis, comenzando por el de Abraham, con la conclusión que el autor
sagrado deduce (vv. 21–24): «¿No fue considerado justo nuestro antepasado Abraham por lo
que hizo cuando ofreció sobre el altar a su propio hijo Isaac? Ya ves que su fe y sus acciones
obraban conjuntamente, y su fe llegó a su plenitud a base de sus hechos. Y se cumplió el pasaje
de la Escritura que dice: “Creyó Abraham a Dios, y ello le fue computado para una correcta
relación con Dios”, y fue llamado amigo de Dios. Ya ves cómo una persona queda justificada por
lo que hace, y no sólo por su fe» (NVI). De nuevo tenemos, a primera vista, en este último
versículo 24, una oposición (por supuesto, aparente) a lo que Pablo dice en Romanos 4:3;
Gálatas 3:6–9, pero el análisis que haremos a continuación mostrará que no hay ninguna
contradicción entre lo que dice Santiago y lo que afirma Pablo.
(A) Para ver cómo la NVI nos da estupendamente el sentido de esta porción, nos bastará
examinar cuidadosamente la letra del original. Así, el versículo 21 dice literalmente: «Abraham
nuestro padre ¿no fue justificado con base en (o, en virtud de. Gr. ex) obras?» Ahora bien, que
no se trata aquí de la justificación por la que Abraham fue salvo, sino del reconocimiento de
que estaba actuando conforme a su fe, se ve por lo que el autor sagrado presenta como prueba
de ello: el ofrecimiento de su hijo Isaac en sacrificio (Gn. cap. 22). Ahora bien, esto sucedió más
de 30 años después del suceso que Santiago narra en el versículo 23, a fin de confirmar lo que
acaba de decir: «Creyó Abraham a Dios y le fue computado para justicia» (lit.). ¿Dónde se halla
esto? ¿En el capítulo 22 del Génesis? ¡No! En 15:6, cuando Abraham creyó la promesa de Dios

296
de que su descendencia había de ser tan numerosa como las estrellas del cielo (v. también He.
11:8–12).
(B) Lo mismo se confirma por lo que añade en el versículo 22: «Ya ves que su fe y sus
acciones obraban conjuntamente, y su fe llegó a su plenitud a base de sus hechos». La fe que
justifica es una fe que recibe, sin más, la gracia salvífica (Ef. 2:8). La fe que actúa («cooperaba
con las obras», dice Santiago textualmente) es la de una persona previamente justificada. Por
eso añade que «a base de las obras, la fe fue perfeccionada» (lit.); en otras palabras, su
obediencia sin reservas ni objeciones a sacrificar a su único hijo, el hijo de la promesa, mostró la
calidad de su fe (comp. con He. 11:17–19), del mismo modo que la obediencia de Jesús mostró
su calidad por lo que padeció (He. 5:8). Dice Salguero: «La fe puede ser perfeccionada por las
obras. Y éstas a su vez pueden mostrar la buena calidad de la fe. Son como el complemento
necesario de ella. Mas la fe confiere a las obras tal dignidad, que hacen al hombre grato a Dios;
y, al mismo tiempo, la fe recibe de las obras su consumación y perfección».
(C) En esta misma línea ha de entenderse el versículo 23: «Y se cumplió la Escritura que dice
…» (lit.). No significa que fuese precisamente entonces, al ofrecer a su hijo en sacrificio, cuando
se cumplió lo que leemos en Génesis 15:6, sino que fue entonces cuando le fue reconocido, por
parte de Dios (v. Gn. 22:12) que su fe era, no sólo genuina, sino perfecta. Lo de que «fue
llamado amigo de Dios» (v. 23b) es una referencia a 2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8, aunque la
especial amistad existente entre Abraham y Dios se manifiesta claramente en los capítulos 12 al
22 del Génesis; muy especialmente en 18:17–33.
(D) Es, pues, en esta perspectiva y dentro de este contexto, como ha de interpretarse el
versículo 24: «Veis que por las obras es justificado (¡en presente! aunque esto puede indicar
únicamente algo que le acontece a cada uno) el ser humano, y no sólo por la fe» (lit.). Santiago
no va contra la fe genuina, sino contra la fe estéril. Lo que ha mencionado de Abraham era para
mostrar que su fe no fue estéril, sino viva, activa.
5. Del ejemplo de Abraham pasa Santiago al de Rahab (vv. 25, 26): «De igual manera, ¿no
fue considerada justa, incluso Rahab, la prostituta, por lo que hizo cuando dio hospedaje a los
espías y les orientó para que escaparan por otro camino? Así como el cuerpo sin alma (lit. sin
espíritu) está muerto, así también está muerta la fe si carece de obras» (NVI).
(A) También en Hebreos 11:31 se menciona la conducta que Rahab observó con los espías
como manifestación de la fe que tenía en el Dios de Israel, a quien sólo conocía de oídas (v. Jos.
2:8–11). Grande fue la fe de esta mujer, como lo demostró en la forma como se condujo con los
espías israelitas. No cabe duda de que fue salva en el momento en que puso su fe, de un modo
tan extraordinario, en el Dios de Israel, pero esa fe se manifestó como genuina, viva y activa por
las obras que llevó a cabo.
(B) La conclusión final de esta sección (v. 26) necesita aclararse de modo conveniente, pues
se presta a equívocos cuando se entiende incorrectamente la enseñanza bíblica sobre la
justificación por la fe, sin las obras de la ley (Ro. 3:28). Por una mala inteligencia de esta
doctrina, los comentaristas catolicorromanos (en general), como el jesuita J. Alonso y el
dominico J. Salguero, sacan la falsa conclusión de que la fe sola no justifica, aunque el jesuita es
más cauto que el dominico en el lenguaje que usa. La raíz de esta confusión está en la doctrina
catolicorromana (según fue definida en Trento) sobre la fe (entendida como un asentimiento) y
la gracia (entendida como un hábito infuso). Las palabras de Santiago en este versículo 26 han

297
de entenderse del mismo modo que han de entenderse «justificación», «fe» y «obras» en toda
esta porción:
(a) Hemos de repetir que Santiago no entiende por justificación la correcta relación con Dios
en virtud de un acto de fe, sino la exterior manifestación, mediante las obras, de dicha correcta
relación, adquirida de antemano. Lo hemos visto al analizar los dos ejemplos que Santiago
propone en los versículos 21–25.
(b) La fe a la que Santiago se refiere no es la fe que recibe, sino la fe que actúa, opuesta a la
mera profesión estéril de una creencia intelectual. Esta última está ya muerta antes de nacer,
como el cuerpo sin (gr. khorís, aparte de, privado de) espíritu (lit.), es decir, del soplo vital que
Dios inspiró en las narices de Adán (Gn. 2:7).
(c) ¿En qué sentido, pues, son las obras como el soplo vital de la fe, hasta el punto de que,
sin (de nuevo, khorís) obras, la fe esté muerta? Oigamos al cardenal Tomás de Vío (llamado
Cayetano, por ser natural de Gaeta), según lo hallo citado en Th. Manhattan: «Por espíritu no
ha de entenderse el alma, sino el aliento: pues, así como el cuerpo de una bestia, cuando no
respira, está muerto, así tambien la fe sin obras está muerta, al ser el respirar efecto de la vida,
como el actuar lo es de una fe viva. De donde se ve claro lo que el apóstol (al pensar que
Santiago es el llamado “Santiago el Menor”. El paréntesis es mío) quiere dar a entender cuando
dice que la fe es muerta sin obras, no que las obras sean el alma de la fe, sino que las obras
acompañan a la fe, como el respirar es inseparable de la vida». La equivocación de Manhattan
está en pensar que el Cayetano se expresa «de total acuerdo con la doctrina protestante». Sin
embargo, la cita nos puede servir para entender lo que venimos diciendo del matiz que
Santiago da a su noción de fe y de obras. Según Santiago, el «respirar» no es causa de la vida,
sino una manifestación exterior de que el cuerpo está vivo, puesto que respira; y, viceversa, su
ausencia es manifestación de que el cuerpo está muerto, puesto que no respira. Toda otra
interpretación da al traste con la enseñanza bíblica sobre la justificación por la fe, sin las obras
de la ley.

CAPÍTULO 3

En este capítulo, Santiago trata: I. De la necesidad de vigilar y frenar la lengua (vv. 1–4). II.
Del peligroso poder de la lengua (vv. 5–12). III. De la sabiduría verdadera y de la falsa (vv. 13–
18).

Versículos 1–4
De la importancia de vigilar y frenar la lengua habló ya Santiago en 1:19, 26; 2:12; pero
ahora va a dedicar la mayor parte de este capítulo a tratar del peligro que supone una lengua
sin freno y de los gravísimos males que puede causar. Es en vista del peligro de una lengua sin
freno por lo que Santiago comienza desanimando a convertirse en hablador profesional dentro
de la iglesia. Viene primero la amonestación. y pone después dos ilustraciones del modo de
gobernar la lengua.

298
1. La amonestación se halla en los versículos 1 y 2, que dicen así en la NVI: «No aspiréis
muchos a ser maestros, hermanos míos, porque ya sabéis que nosotros, los maestros,
tendremos un juicio más severo; porque todos sin excepción tropezamos de muchas maneras;
pero el que no tropieza nunca en lo que dice, ése es un hombre perfecto, capaz de poner freno a
toda su persona».
(A) El Señor dio a su Iglesia (Ef. 4:11), entre los principales ministerios, «pastores y
maestros», y Pablo dice también que quien desea el oficio de supervisor, «a noble oficio aspira»
(1 Ti. 3:1 NVI). No se opone a esto Santiago, aunque a primera vista lo parezca. Para entender
bien lo que el autor sagrado desea poner de relieve aquí, es menester notar dos detalles: (a)
Santiago no desanima a seguir el llamamiento de Dios a predicar y enseñar, sino a que sean
muchos los que ambicionen ser («no os hagáis …», dice literalmente) maestros. Lo que ataca,
pues, es el prurito, tan frecuente, de enseñar a otros, «de ocupar el púlpito», enfermedad
bastante corriente, por desgracia; (b) Santiago hace ver la tremenda responsabilidad que tal
ministerio comporta: … porque ya sabéis que nosotros (dice, incluyéndose a sí mismo, con lo
que se confirma su posición como líder de la iglesia), los maestros, tendremos un juicio más
severo».
(B) La severidad de este juicio se advierte si nos paramos a pensar en la responsabilidad de
todo aquel que ocupa el púlpito o la tribuna para enseñar a sus hermanos. Desde luego, ya es
una osadía grave, no exenta de pecado, aspirar a tal ministerio sin ser llamado por Dios.
Todavía es más grave ocupar el púlpito sin la preparación debida, sin conocer bien el pasaje en
cuestión e inventando explicaciones (y también aplicaciones) ajenas a lo que el texto significa.
La gravedad sube de punto cuando se usa el púlpito, especialmente ante numeroso auditorio,
para hacer el «gracioso», contando anécdotas y chascarrillos jocosos, a fin de «amenizar el
culto». El caso es gravísimo cuando esto se hace durante la predicación del Evangelio, pues no
hay nada que resulte más eficaz para apagar el poder del Espíritu que el humor en el púlpito. En
efecto, el oyente necesita ser convicto de pecado y percatarse de lo muy serio de su condición y
de lo que le espera en la eternidad. Un chiste, en este contexto, no puede menos de hacer el
efecto de un refrescante apaga-incendios, y el desgraciado pecador respira satisfecho al ver,
por fin, que el león no era tan fiero como lo pintaba el predicador en un principio. ¿Quién no
temblará ante esta consideración?
(C) En el versículo 2, Santiago da una razón muy específica de la severidad del juicio que les
espera a los maestros: ¡Porque la herramienta con la que trabajan es la lengua! ¡Y la lengua es
la herramienta más dificil de manejar! «Porque todos, sin excepción, tropezamos (es decir,
caemos en pecado, pues éste es el sentido del griego ptaíomen) de muchas maneras (v. Is. 53:6
«… cada cual se apartó por su camino»); pero el que no tropieza nunca en lo que dice, ése es un
hombre perfecto», es decir, cabal, maduro, notorio por su prudencia y su dominio propio. Dice
Salguero: «El dominio de la lengua es un signo de fuerza moral y de santidad que dispone al
hombre para afrontar victoriosamente todas las tentaciones».
(D) De ahí que, quien refrena su lengua (v. 2b) «es capaz de poner, freno a toda su persona»
(comp. con 1:26). Aquí, como a lo largo de toda la Escritura, vemos que no hay nadie sin pecado
(nótese el gr. ápantes, más enfático que pántes, y comp. con 1 R. 8:46; Job 4:17–19; Sal. 19:12;
Pr. 20:9; Ro. 3:9–18; 1 Jn. 1:7–10), pero, a pesar de esa inevitable deficiencia, si no se peca con
la lengua, dice Santiago, se obtiene un gran triunfo moral, que redunda en todo el resto de la
conducta. Dice el refrán español que «más mató la lengua que la espada». Los juicios

299
temerarios (v. Mt. 7:1, 2; Ro. 2:1) constituyen sólo uno de los vicios (aunque bastante terrible él
solo), que con otros diez u once más de los que cita Pablo (v. 1 Co. 6:9, 10; Gá. 5:19–21; Ef.
4:29–31), hace que los pecados conectados con la lengua obtengan una lamentable mayoría
entre las más terribles lacras que degradan a la humanidad.
2. A continuación, vienen dos ilustraciones que presentan al vivo el tremendo poder que,
para bien o para mal, tiene la lengua humana.
(A) «Cuando ponemos el freno de boca a los caballos para que nos obedezcan, podemos
gobernar enteramente al animal» (v. 3. NVI). Un caballo desbocado es un animal temible, pues
es capaz de atropellar todo y a todos que se ponen o se cruzan en su camino. Un ser humano
de lengua desenfrenada es mucho más de temer que un caballo desbocado, pues puede
atropellar todo cuanto más digno y santo hay en el Universo. Sin embargo, un pequeño freno
de boca sirve para gobernar enteramente al caballo. Así también, el ser humano que es capaz
de poner freno a su boca, es capaz también de poner freno a toda su persona (v. 2b).
(B) «O tomemos las naves como ejemplo. A pesar de lo grandes que son y de lo fuertes que
son los vientos que las embisten, son conducidas por medio de un timón pequeñísimo a donde el
piloto quiere que vayan» (v. 4. NVI). Dos detalles pone de relieve Santiago aquí: (a) El poder que
hace falta para resistir a los fuertes vientos. (b) El pequeñísimo tamaño del timón, comparado
con la magnitud de las naves. De este modo, vemos claramente cómo causas pequeñísimas
pueden producir grandísimos efectos. Estos efectos son muy buenos en las dos ilustraciones
que el autor sagrado ha presentado en los versículos 3 y 4, pero son catastróficos en una lengua
que carece de freno, como vamos a ver enseguida.

Versículos 5–12
En estos versículos Santiago muestra del modo más pintoresco los males que causa una
lengua sin freno. La presente sección puede subdividirse en cuatro porciones: 1) La lengua es un
mundo de maldad (vv. 5, 6). 2). Es indomable (vv. 7, 8). 3) Produce cosas contradictorias, lo cual
es antinatural (vv. 9, 10). 4) Tal cosa no tiene lugar en ningún otro reino de la naturaleza (vv. 11,
12).
1. «Así también la lengua es un pequeño miembro del cuerpo, y se jacta de grandes hazañas.
Fijaos cuán grandes bosques pueden ser incendiados por una pequeña chispa. También la
lengua es como un fuego y como un mundo de iniquidad entre los miembros del cuerpo. Echa a
perder a la persona entera, prende fuego a todo el curso de nuestra vida y parece como si el
mismo Infierno le prestara su fuego» (vv. 5, 6. NVI). Es en esta porción donde se hallan las más
pintorescas metáforas de toda la sección.
(A) Al seguir con la comparación del pequeñísimo timón de las naves, el autor sagrado pone
de relieve aquí que también la lengua es un miembro relativamente pequeño, cuando se la
compara con una pierna o con un brazo. Para lo de «se jacta», Santiago usa el vocablo griego
aukheí, única vez que dicho verbo ocurre en todo el Nuevo Testamento, pero su sinónimo
kaukháomai, con los sustantivos de la misma raíz, sale unas 58 veces. Dice que se jacta de
grandes hazañas (lit. de grandes cosas). En un solo vocablo griego (megála) están
representadas todas las jactancias, las exageraciones de lo bueno o grande que se lleva a cabo y
las mentiras con que se doran las omisiones y cobardías que da vergüenza confesar.

300
(B) Nunca es peor la jactancia que cuando la persona se jacta de hacer el mal, como, por
desgracia, es frecuente el caso, ya que la naturaleza humana está inclinada, de suyo, al mal.
Esto parece colegirse de lo que Santiago da a entender a continuación (v. 5b, 6a): La lengua,
como una pequeña chispa, encierra una maldad tan grande, que puede prender fuego a todo el
material combustible que se ponga por delante. ¡El símil es muy gráfico! ¡Tanto que puede
asegurarse que todas las guerras, grandes y pequeñas, se han desencadenado en virtud de una
frase áspera, dura o jactanciosa, que ha dado lugar a malentendidos y ha provocado una
reacción insensata, sin tener en cuenta las consecuencias. El orgullo, personal o nacional, ha
prestado el necesario combustible y hasta la mecha que ha prendido fuego a todos los rencores
acumulados.
(C) Las cualidades nocivas de la lengua son expuestas por Santiago en seis frases muy
expresivas (v. 6); las estudiaremos con base en la letra misma del texto original:
(a) «Y (o, También) la lengua (es un) fuego». Dice Salguero: «La lengua es, como la chispa,
insignificante e inofensiva en apariencia, pero puede causar grandes daños. Por medio de ella
pueden encenderse, fomentarse y satisfacerse las más bajas pasiones». En efecto, ¿qué
incitación al mal no suele hacerse mediante palabras, habladas o escritas? (para el símil del
fuego, aplicado a la lengua, véanse, por ej., Sal. 120:24; Pr. 16:27; 26:18).
(b) «El mundo de la iniquidad», dice literalmente el texto sagrado, con lo que da a entender
que la lengua contiene dentro de sí la suma de todas las iniquidades posibles, el mundo entero
del mal. El sabio benedictino inglés Beda (672–735) escribía ya a principios del siglo VIII: «La
mayor parte de los crímenes son preparados, ejecutados y defendidos con la lengua».
(c) «Está constituida (como en lugar de poder y dominio) entre nuestros miembros». Este es
el sentido del verbo griego kathístemi (aquí, en pasiva o, quizás, en media, como si ella
usurpase un lugar de mando, aunque lo más probable es que Santiago se refiera a la colocación
que le ha sido asignada). Lo cierto es que ocupa un lugar de prestigio; de tanto, que a ella le
cabe el honor, en un creyente lleno del Espíritu Santo, de ofrecer a Dios el primer fruto de dicha
llenura (v. Ef. 5:18, 19: «… sed llenos del Espíritu, HABLANDO …»). Pero, en el presente
contexto, no es instrumento de espiritualidad, sino de carnalidad. Dice Manton: «Así es la
lengua entre los miembros; esto es, de tan gran deferencia; no es más que un miembro, y
pequeño entre los demás; sin embargo, de tan maldita influencia, que con frecuencia hace
recaer la culpabilidad sobre todo el resto de los miembros». En efecto, comp. con Eclesiastés
5:6.
(d) «La que contamina (mancha o ensucia) todo el cuerpo», como una fuerza corruptora que
se extiende por toda la persona, debido al maligno poder que ejerce desde el ventajoso sitio
que ocupa, «más cerca del cerebro que del corazón», diría yo (siempre, en metáfora).
(e) «y (la que) inflama el curso de la existencia», donde el vocablo griego trokhón (única vez
que tal término ocurre en todo el Nuevo Testamento), del verbo trékho, correr, significa todo lo
que corre en redondo. A su vez, para existencia, Santiago usa el griego guenéseos, nacimiento.
Con ambos vocablos tenemos magníficamente representado todo el ciclo de nuestra vida, la
rueda de todas las vicisitudes de nuestra existencia terrenal. Con lo que se da a entender que
«la lengua no sólo ejerce su nocivo influjo temporalmente, sino a través de toda la existencia»
(J. Alonso).
(f) Santiago termina esta terrible descripción diciendo que la lengua misma «es inflamada
por el infierno» (gr. gueénnes: la Gehenna). Esto explica que la lengua pueda echar a perder

301
toda la vida, como un fuego devastador, puesto que ella misma está inflamada por el infierno
mismo, esto es, ¡por el diablo! Dice Manton que «el celo es un fuego santo que desciende del
cielo, pero éste sube del infierno. Los labios de Isaías fueron tocados con un ascua del altar (Is.
6:6) y el Espíritu Santo descendió en lenguas de fuego repartidas. Pero este fuego viene de
abajo, de un modelo infernal».
2. A continuación, y esto es lo peor, Santiago añade (vv. 7, 8) que la lengua no se puede
domeñar, es indomable: «Todas clases de fieras, de aves, de reptiles y de animales marinos se
doman y han sido domesticadas por la especie humana, pero nadie puede domar su lengua. Es
un mal siempre en movimiento y lleno de veneno mortal» (NVI).
(A) Lo primero que se advierte en el versículo 7 es la doble generalización que Santiago hace
de los animales: (a) Los clasifica en las mismas cuatro categorías que hallamos ya en Génesis
1:26; 9:2. (b) Dice que toda naturaleza (lit.) de estas cuatro clases de animales, no sólo es
domada por la naturaleza humana (lit.), sino que ha quedado domada (pretérito perfecto de la
voz media-pasiva) por el hombre; en otras palabras, el hombre ha llegado, no sólo a domar
toda clase de animales, sino también a domesticarlos, al continuar domados de por vida, y
poder emplearlos para su servicio y alimento. Lo más probable es que se trate aquí de una
hipérbole, figura frecuente en el lenguaje semítico, aunque podría hacerse notar que, si bien es
cierto que el hombre, en el actual estado de naturaleza caída, no puede domar a todos los
animales, también lo es que, por lo menos, puede tenerlos a raya para que no le hagan daño.
(B) Al decir que nadie puede domar su lengua (v. 8), Santiago no afirma la total
imposibilidad, sino la suma dificultad de hacerlo, pues tanto en el versículo 2b como en 1:26 ha
dado a entender que tal cosa es posible. Sin embargo, después de lo que ha dicho en los
versículos 6 y 7, es probable que lo que quiere poner de relieve Santiago sea que, aun cuando
alguien pueda domar la lengua, frenándola con la gracia que Dios da, nadie la puede llegar a
domesticar, es decir, a tenerla tan sumisa a su voluntad que pueda atreverse a soltarle el freno.
(C) Esta opinión mía me parece corroborada por lo que añade, en este mismo versículo 8, el
autor sagrado, al decir que la lengua es «un mal agitado» (gr. akatástaton, sin fijación,
inestable; el mismo vocablo de 1:8), con lo que se expresa que, «bajo el estímulo de las
pasiones, se agita continuamente, y dice despropósitos» (Salguero). Lo de «agitado» no
resultaría tan peligroso si no fuese un «mal», pero el mal de la lengua es tan malo que, a
cualquier parte que se vuelve en su agitación, escupe su veneno, pues está «llena de veneno
mortífero» (lit.). Compárese con Salmos 5:9; 10:7 y 140:3, citados por Pablo en Romanos 3:13,
14. Es, pues, esa agitación, ese continuo movimiento de la lengua, lo que la hace incapaz de ser
domesticada. Esta continua movilidad de la lengua se halla bien expresada en la frase vulgar:
«la sin hueso».
3. En los versículos 9 y 10, Santiago describe el lamentable resultado de esta malvada
agitación de la lengua, por la cual, en lugar de poder ser habitualmente frenada y retenida en
un punto fijo, se mueve en todas las direcciones hasta llegar fácilmente a puntos contrarios:
«Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que
han sido hechos a imagen de Dios. De una misma boca salen la bendición y la maldición. Esto,
hermanos míos, no debería ser así» (NVI).
(A) En la primera parte del versículo 9, el autor sagrado se refiere al uso que hacemos de la
lengua en los servicios del culto eclesial, cuando alabamos a Dios, le damos gracias e invocamos
su santo nombre con oraciones, himnos y cánticos. De ahí la monstruosidad de usar esa misma

302
lengua, dedicada al servicio de Dios, para maldecir y calumniar a los hombres. Dice M. Henry:
«¡Cuán absurdo es que quienes usan su lengua en oración y alabanza la puedan usar jamás en
maldecir, calumniar y cosas por el estilo! Esa lengua que se dirige con reverencia al Ser Divino,
no puede, sin la mayor inconsecuencia, volverse hacia nuestros semejantes con lenguaje
pendenciero y ultrajante».
(B) El autor sagrado hace notar (v. 9b) que esos hombres a quienes maldecimos con nuestra
lengua, han sido hechos a imagen de Dios (comp. con Gn. 1:26). El autor sagrado da a entender
aquí que «maldecir al hombre—hecho a imagen de Dios—es maldecir la imagen de Dios mismo.
Y, por lo tanto, se viene a contradecir las alabanzas que se le habían tributado» (Salguero). De
paso, observaremos que Santiago dice de los hombres, en general, que han sido hechos a
imagen de Dios, lo cual demuestra que la imagen de Dios no quedó completamente borrada
por el pecado, sino sólo oscurecida.
(C) Santiago concluye (v. 10) que eso de que por una misma boca salga la bendición a Dios y
la maldición a los hombres es algo que no debe ocurrir, pues es una monstruosidad que no
tiene par en la naturaleza, como lo muestran los tres ejemplos que aduce a continuación.
4. Estos ejemplos están expuestos, de la forma más vívida y clara, en los versículos 11 y 12:
«¿Puede acaso una fuente echar a la vez por un mismo caño agua dulce y agua salada?
Hermanos míos, ¿acaso puede una higuera dar olivas, o una viña higos? Tampoco un manantial
de agua salada puede dar agua dulce» (NVI). Esta es la lectura refrendada por los mejores MSS.
(A) Para que el uso de unas comparaciones tan sencillas no llegue a avergonzar a los
lectores, Santiago les ruega que ponderen serenamente lo que les está diciendo, pues lo hace
por el bien de ellos, como se advierte por la frase afectuosa: «Hermanos míos».
(B) La NVI añade en la primera comparación (v. 11) un «a la vez», que no figura en el
original, seguramente para que el contraste se vea claro, pero es muy improbable que sea ése
el sentido. Dice acertadamente Salguero: «La fuerza de la comparación de la primera imagen no
se pone en la salida simultánea de agua dulce y amarga, como piensa algún autor (Meinertz),
sino en el hecho de que del mismo caño, aunque en diverso tiempo, salga agua dulce y amarga.
De igual modo, la deformidad de la lengua no está en que a la vez profiera palabras contrarias,
lo que sería imposible, sino en que la misma lengua, en tiempos diversos, pronuncie cosas
contradictorias».
(C) Las comparaciones con la higuera que diese olivas y con la vid (RV, mejor que «viña», de
la NVI, pues el vocablo griego es ámpelos, el mismo de Jn. 15:1, 4, 5) que diese higos, están
tomadas de la vida campestre de Palestina y presentan de forma gráfica la monstruosidad que
supone el uso contradictorio de la lengua, en claro contraste con el orden y la armonía que
reinan en la naturaleza, en perfecta sumisión a la voluntad de Dios, quien creó las plantas y los
animales de forma que cada uno diese fruto según su especie (v. Gn. 1:11, 12, 21, 24, 25), no
según una especie totalmente ajena.
(D) La segunda parte del versículo 12 parece, a primera vista, una añadidura innecesaria,
pero el autor sagrado termina de esta manera porque recoge, mejor que ninguna otra
comparación, la incongruencia de que una vida consagrada a Dios eche por una boca, que
debería dar palabras de dulzura, palabras llenas de amargura. Remacha así el contraste que
aparece en las comparaciones tomadas de la vida agrícola.

303
Versículos 13–18
En estos versículos, Santiago describe dos clases de sabiduría: Una, falsa, que no procede
del cielo, sino del infierno, pues es diabólica (v. 15, al final; comp. con la mala lengua—v. 6, al
final—); otra, que es verdadera sabiduría, del cielo, de lo alto (v. 15a; así es como frena su
lengua el «varón perfecto», del v. 2b). El empalme de esta porción con la anterior se hace, con
la mayor probabilidad, al conectar el versículo 13 con el versículo 1, como insinúa atinadamente
Salguero, quien dice: «En la segunda parte del capítulo 3, el autor sagrado expone las
cualidades que debe tener la sabiduría del maestro. Es difícil cumplir la misión de maestro, a
causa de la facilidad con que la lengua desbarra. Sin embargo, este mal connatural puede ser
superado por una conveniente preparación del alma por medio de la verdadera sabiduría. Ésta
es la razón de que el autor sagrado pase del abuso de la lengua a hablar de los peligros de la
falsa sabiduría».
1. En los versículos 1 y 2, Santiago expuso el peligro de hacerse maestro, sin tener en cuenta
el severo juicio que le espera. En el versículo 13 hace una pregunta que pone a prueba la
responsabilidad del que aspira a ser sabio maestro de los demás: «¿Quién hay entre vosotros
sabio y experto? Que lo demuestre por medio de una conducta buena, por obras hechas con la
humildad (lit. mansedumbre) que la sabiduría confiere» (NVI). Así que la pregunta con que se
abre esta sección podría contestarse de la manera siguiente: «Sabio y experto es el que tiene
conciencia de su grave responsabilidad». En esto, como en toda la epístola, Santiago pone de
relieve lo que, para él, es la clave de toda la conducta cristiana: El talante espiritual del cristiano
ha de manifestarse en la forma como se conduce; su fe ha de mostrarse en las obras, «del
mismo modo que los árboles manifiestan su naturaleza por medio de sus frutos (v. 12)»
(Salguero). Sí, es cierto que los frutos no causan la vida del árbol (v. el comentario a Ef. 2:8–10),
pero la manifiestan.
2. En los versículos 14–16, Santiago muestra, con base en los frutos amargos, la diabólica
catadura de la falsa sabiduría: «Pero, si abrigáis en vuestros corazones envidias amargas y
ambiciones egoístas, no os jactéis de ello ni faltéis a la verdad. Esa clase de “sabiduría” no
procede del cielo, sino que es terrena, meramente natural, demoníaca. Porque donde hay
envidias y ambiciones egoístas, allí hay turbulencias y toda clase de malas acciones» (NVI).
(A) La lógica de Santiago es perfecta: «Donde hay celos amargos y rivalidad rencillosa (lit.)
no puede haber verdadera sabiduría, la cual es mansa (o confiere mansedumbre, según el
sentido que se le de al genitivo semítico «mansedumbre de sabiduría», que es lo que dice
literalmente el texto), pues nada hay tan contrario a la mansedumbre como las envidias
amargas y las rivalidades rencillosas que muestran una ambición egoísta. Que no se jacte, pues,
nadie de ser sabio en esas condiciones, pues está faltando a la verdad de la forma más
descarada.
(B) En efecto, esa clase de «sabiduría» no puede ser genuina, pues la verdadera desciende
del cielo (comp. con 1:5, 17; 3:17); en cambio, esa otra es terrena, es decir, es una planta que
crece en el suelo de este mundo malvado; meramente natural (gr. psukhiké; el mismo vocablo
de 1 Co. 2:14), esto es, propia de los inconversos, que piensan según los criterios que imperan
entre los humanos (comp. con Mt. 16:23, al final); finalmente, es demoníaca (lit.), por estar
teñida de envidia y de mentira, que son las características de Satanás (v. Jn. 8:44).

304
(C) No es, pues, extraño (v. 16) que donde reinan los celos y la rivalidad ambiciosa, haya
agitación (gr. akatastasía, cuya raíz hemos visto en el v. 8 y en 1:8) y toda acción ruin (lit. Para
ruin hallamos el gr. phaúlon, el mismo vocablo de 2 Co. 5:10, al final). Este cuadro de agitación
perturbadora y de toda clase de ruindad nos dice que no estamos cerca del Dios de orden
(comp. con 1 Co. 14:33), sino del padre de la mentira.
3. A continuación, Santiago describe los caracteres de la verdadera sabiduría (vv. 17, 18):
«Pero la sabiduría que procede del cielo (lit. de lo alto—o, de arriba—; el mismo vocablo griego
de 1:17; Jn. 3:3, 7) es, ante todo, pura y, además, amiga de la paz, comprensiva, complaciente,
llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincera. Los que trabajan por la paz están
echando una semilla de paz que producirá frutos de virtud» (NVI).
(A) Vemos primero que la verdadera sabiduría procede del cielo, como ya hemos hecho ver
anteriormente. Al ser un don perfecto (v. Pr. 4:7, en la NVI), ha de bajar de allí (1:17), del Padre
de las luces, pues la sabiduría verdadera es la gran luminaria espiritual del hombre.
(B) Es pura (gr. agné, el mismo vocablo de 1 Jn. 3:3, al final), es decir, «libre de todo
movimiento pasional y de todo principio de error y de pecado» (Salguero). Es una luz sin mezcla
de tinieblas, como el Dios de quien procede (comp. con 1 Jn. 1:5).
(C) Es pacífica (lit.), esto es, amiga de la paz, pues contribuye a establecer la paz, del mismo
modo que la falsa sabiduría es una fuente continua de envidias y rivalidades (vv. 14, 16).
(D) Es comprensiva, indulgente (sin faltar a la justicia. Gr. epieikés que, con el sustantivo
epieíkeia, sale además en Hch. 24:4; 2 Co. 10:1; Fil. 4:5; 1 Ti. 3:3; Tit. 3:2 y 1 P. 2:18),
especialmente con aquellos a quienes enseña.
(E) Es complaciente (lit. bien dispuesta a ser persuadida, dócil; gr. eupeithés), esto es,
atiende a las razones de los demás, sin dejarse llevar de la soberbia propia de los que piensan
que lo saben todo.
(F) Llena de misericordia es una característica que refleja la sinceridad de la persona en el
culto que tributa a Dios (comp. con 1:27), al preocuparse de los pobres y de los afligidos.
(G) Es imparcial (gr. adiákritos, que no discrimina); esto es, no hace distinción ni acepción
de personas, tema que el autor sagrado ha puesto de relieve en 2:1–9, para atacarlo en una
situación concreta, con lo que la presente mención adquiere mayor relevancia.
(H) Es sincera (gr. anupókritos; lit. sin hipocresía), «porque obra con sinceridad, no para
complacer a los hombres, sino a Dios» (Salguero). J. Alonso hace notar que «las
manifestaciones de la verdadera sabiduría recuerdan las manifestaciones de la caridad
referidas por Pablo en 1 Corintios 13».
(I) A esta lista de manifestaciones virtuosas de la sabiduría verdadera añade Santiago (v. 18)
una especie de resumen de todo lo bueno que en ella se encierra. La traducción literal del
versículo se halla, entre otras versiones, en nuestra Reina-Valera, que dice así: «Y (el) fruto de
justicia se siembra en paz para aquellos que hacen (la) paz». Es decir, los que buscan y procuran
la paz, echan en el surco una semilla que ha de producir excelentes frutos de justicia. Hacen,
pues, una labor opuesta a la de los falsos sabios, quienes, con sus envidias y rivalidades,
provocan la agitación y el desorden, con lo que la justicia es violada y quebrantada.

CAPÍTULO 4

305
Siguiendo las divisiones que de este capítulo hace la Ryrie Study Bible, vemos que Santiago
trata aquí de la mundanidad que se mete por las iglesias; describe: I. Su causa (vv. 1, 2); II. Sus
consecuencias (vv. 3–6); III. Su remedio (vv. 7–10), y IV. Sus características (vv. 11–17).

Versículos 1–2
Dicen estos versículos en la NVI, donde los lectores pueden apreciar bien el sentido del
original: «¿De dónde proceden las luchas y los altercados que hay entre vosotros? ¿De dónde,
sino de las pasiones que se agitan en vuestro interior? Deseáis ardientemente algo y no lo
conseguís. Matáis y os consumís de envidia, y no podéis alcanzar lo que deseáis. Os pasáis el
tiempo en altercados y en polémicas. No tenéis lo que deseáis, porque no se lo pedís a Dios». No
perderemos de vista el original, que es muy expresivo.
1. Puesto que también en las congregaciones cristianas se cuela la falsa sabiduría, mundana
y demoníaca, con sus celos y rivalidades (v. 3:14–16), no es extraño que también entren los
horribles pecados que Santiago menciona aquí. Si la mala lengua es inflamada por el propio
infierno (3:6), no es extraño que el mal corazón, del que rebosa lo que sale por la boca, llegue a
manifestarse con obras satánicas como es el homicidio (comp. v. 2 con Jn. 8:44).
2. ¿Cuál es la causa próxima de todos estos horribles pecados? A esto contesta Santiago y
dice que todo eso procede «de vuestros placeres (es decir, de las malas pasiones), que están en
continuo pie de guerra (gr. strateuoménon, en participio de presente continuativo) en vuestros
miembros» (lit.). Se ha dicho muy bien que «las pasiones son muy buenas auxiliares, pero muy
malas consejeras», y es cierto. Lo peor es que, por la corrupción siempre latente aun en el
corazón regenerado por la gracia de Dios, los movimientos pasionales de toda índole se
adelantan al sereno juicio de la razón y pervierten el juicio que se lleva a cabo en el tribunal de
la conciencia, y hacen que lo bueno sea dictaminado como malo, y viceversa (comp. con Is.
5:20). Así resulta que «la naturaleza humana está bajo la opresión permanente de un ejército
de ocupación» (J. Alonso). Estas malas pasiones, también llamadas «concupiscencias»
(recuérdese 1:14, 15), son las que provocan las guerras y las luchas (lit.) entre los propios
creyentes (v. 1), al actuar al exterior por medio de los miembros de nuestro cuerpo, que así
resultan «armas de iniquidad» (v. Ro. 6:13. Lit.).
3. Las terribles consecuencias directas de estas pasiones desbocadas son los continuos
altercados y polémicas (lit. lucháis y guerreáis) del versículo 2 que, en orden inverso,
corresponden a las guerras y luchas del versículo 1, donde se manifiestan las consecuencias
directas de una codicia no satisfecha («codiciáis y no tenéis». Lit.) y de la consiguiente envidia al
que tiene, por no poder alcanzar tanto o más que el que tiene («tenéis celos, y no podéis
conseguir». Lit.). Nótese que el primer verbo está en presente continuativo, pero el verbo
conseguir está en aoristo de infinitivo (de una vez, porque los celos son impacientes). ¿Llegaban
realmente al homicidio estos cristianos por muy carnales y mundanos que fuesen? El mero
pensamiento resulta tan horrible, que Erasmo proponía cambiar el verbo griego phoneúte
(matáis) por phthoneíte (envidiáis). Lo cierto es que el «matáis» aparece en todos los MSS, por
lo que tal cambio resulta inconcebible (¿cómo pudo un solo copista cambiar todos los MSS
originales?) Más probable es la interpretación que ofrece J. Alonso: «Podría explicarse como
tendencia, sin que se realice (la tendencia a matar)». De forma parecida habla Ryrie: «La

306
consecuencia lógica, pero no necesariamente acostumbrada, de la concupiscencia. Véase
Mateo 5:21, 22».
4. La cosa es, dice Santiago, que podríais tener lo que buenamente deseáis, si en lugar de
tomar el camino de la pasión, caminaseis por la senda de la oración (v. 2b: «no tenéis a causa
de no pedir». Lit.). Todas esas rivalidades, cuya consecuencia lógica (sobre todo psicológica) es
una envidia mortal, son producto de una falsa sabiduría. Con la sabiduría verdadera no suceden
esas cosas, pues todos sus frutos son frutos de paz (v. 3:17, 18). ¡Y esa sana sabiduría está al
alcance de todo creyente con tal que la pida a Dios! (1:5). El mejor remedio contra la codicia es
el contentamiento (v. 1 Ti. 6:6–10, con las referencias correspondientes).

Versículos 3–6
En estos versículos Santiago describe las consecuencias de la mundanidad cuyo origen ha
presentado en los versículos 1 y 2. Ha dicho en 2b que no tienen porque no piden. Ahora va a
decirles que sus oraciones no son escuchadas: I) porque piden cosas malas (v. 3); 2) porque
piden con mala disposición (vv. 4, 5); 3) porque piden de mala manera (v. 6). Ya decía Agustín
de Hipona, haciendo un juego de palabras en latín (mali, male, mala) que, cuando no
conseguimos lo que pedimos a Dios, es porque, o pedimos con mala disposición (mali), o de
mala manera (male) o cosas malas (mala). Eso mismo viene a decir aquí el autor sagrado,
aunque no tan explícitamente.
1. Vemos primero una oración no respondida a causa del mal fin que se pretende (v. 3): «Y
cuando pedís, no lo recibís, porque pedís por motivos bastardos, para gastar lo que conseguís,
en dar satisfacción a vuestras pasiones» (NVI). Dios es un buen Padre y, por eso, no nos
concede a menudo algunas cosas, puesto que Él sabe muy bien que no nos convienen.
Tampoco un padre y una madre humanos le dan un cuchillo a su hijo pequeñito, por mucho que
llore y patalee, puesto que con él podría hacerse daño. Por lo que dice Santiago, sus carnales
lectores no buscaban primero el reino de Dios y su justicia (Mt. 6:33), sino bienes temporales
(salud, fuerzas, dinero, etc.) para gastarlos en dar satisfacción a sus pasiones.
2. La mala condición de los que piden se echa de ver en las fuertes frases del versículo 4
(analizaremos aparte el v. 5, por su especial dificultad): «Gentes adúlteras, ¿no sabéis que la
amistad con el mundo es enemistad con Dios? Todo el que decide ser amigo del mundo se
convierte en un enemigo de Dios» (NVI).
(A) Lo primero que observamos es que Santiago usa el término griego moikhalídes,
adúlteras (en femenino). Caben dos preguntas: (a) ¿Habla de adulterio físico, literal, o
metafórico (espiritual)? A esta pregunta, la respuesta unánime es: espiritual, pues es el único
que encaja en el contexto. (b) ¿Se dirige, entonces, sólo a las mujeres, pues está en femenino?
La respuesta, también unánime, a esta pregunta es que Santiago sigue la línea metafórica que
vemos en ambos Testamentos (especialmente, en Oseas 2), según la cual Israel es la esposa de
Jehová, y la Iglesia la esposa de Cristo (v. por ej. 2 Co. 11:2; Ef. 5:22 y ss.; Ap. 19:6–9; 21:2).
Añade J. Alonso: «Aquí la metáfora ha sufrido una depuración, y es entendida como esposa no
solamente la colectividad, sino también cada individuo, y toma como adulterio, no sólo ya el
culto dado a otros dioses, sino toda contemporización con el espíritu del mundo».
(B) Por eso continúa diciendo que la amistad con el mundo y la amistad con Dios son
incompatibles (comp. con Mt. 6:24; Lc. 16:13; 1 Jn. 2:15, 16), puesto que piden cosas

307
contradictorias entre sí (Dios pide santidad; el mundo pide corrupción) y demandan una
servidumbre total, en cuanto al tiempo (siempre) y en cuanto a la dedicación (absoluta). Los
compromisos son imposibles: el que no está con Cristo, está contra Él (v. Mt. 12:30; Lc. 11:23).
Por consiguiente, el que se va con el mundo, se convierte en enemigo de Cristo y de Dios. Y, al
mismo tiempo, el que se va con Cristo, se convierte en enemigo del mundo (v. 1 P. 4:4).
3. Para traducir e interpretar correctamente el versículo 5, es preciso tener en cuenta el
contexto anterior (v. 4), que acabamos de estudiar. La dificultad está en que el griego del
versículo 5b ofrece tres opciones:
(A) Al tener en cuenta que el sujeto implícito del versículo 6 es, sin duda, Dios, también aquí
habría de ser el sujeto implícito, al ser espíritu el término directo del verbo epipothéi (anhela. El
mismo verbo sale en Ro. 1:11; 2 Co. 5:2; 9:14; Fil. 1:8; 2:26; 1 Ts. 3:6; 2 Ti. 1:4 y 1 P. 2:2). La
traducción literal del versículo 5b será entonces: «… (Dios) anhela hasta la envidia (esto es,
celosamente) el espíritu que ha hecho habitar (del verbo katokizo, según los mejores MSS) en
nosotros?» En este caso, la frase no es una cita literal de la Escritura, pero su sentido se halla en
los numerosos lugares en que se expresa el amor celoso con que Dios ama a los hombres (v. Éx.
20:5; Dt. 5:9; Jos. 24:19; Is. 9:6; Zac. 1:14; 8:2). Significaría, pues, que «causa celos a Dios si este
espíritu nuestro se deja acaparar por el espíritu del mundo» (Alonso). A mi juicio, es la
interpretación más probable, a la vista del contexto; especialmente, del anterior.
(B) Si se toma espíritu (neutro, en griego; por lo que, de su forma, no puede determinarse si
está en nominativo—sujeto—o en acusativo—término directo—) como sujeto del verbo, pero
leemos con E mayúscula dicho nombre, tendremos que: «… el Espíritu que habita en nosotros
nos anhela celosamente». Una de las Escrituras que podría citarse a favor de esto sería Levítico
26:12 (comp. con 1 Co. 6:19 y, sobre todo, con 2 Co. 6:16, donde está citado Lv. 26:12). Es
cierto que esta lectura tiene un sentido parecido al de la interpretación anterior, pero tiene dos
inconvenientes: (a) Entonces el verbo para habitar sería katoikéo, el cual no está tan bien
atestiguado en los MSS como katokízo. (b) El sujeto del versículo 6 habría de ser entonces el
Espíritu Santo, lo cual es inusitado en el Nuevo Testamento.
(C) Si se toma espíritu (ahora, con minúscula) como sujeto del verbo epipothéi, la traducción
habría de ser que: «… el espíritu que habita en nosotros anhela hasta la envidia», cuyo soporte
escritural sería quizá Génesis 6:5 (y aun Gn. 4:4 y ss.). En este caso, el versículo 6 nos haría ver
que, para contrarrestar esta mala inclinación del espíritu humano, (Dios) da mayor gracia. Esta
interpretación tiene también dos inconvenientes: (a) El paso de sujeto del espíritu humano (en
el v. 5) a Dios (v. 6) es violento. (b) La pregunta con que comienza el versículo 5: «¿O pensáis
que en vano dice la Escritura …?» (lit.) tiene poco sentido, tanto en sí como en relación con el
contexto anterior.
4. Ya hemos considerado la primera frase del versículo 6. El resto del versículo dice así: «Por
lo cual dice la Escritura: “Dios se enfrenta con los orgullosos, pero da su gracia a los humildes”»
(NVI). Esta vez la cita es claramente de Proverbios 3:34 (v. también Sal. 138:6; Mt. 23:12; 1 P.
5:5). La presentación de esta cita, dentro de este contexto, nos hace ver que Santiago tiene en
mente a los amadores de este mundo, en los que ve a los orgullosos de Proverbios 3:34, y a los
que confían únicamente en Dios y se someten voluntariamente a su servicio, a los humildes
(comp. con Sof. 3:12; Mt. 5:3, entre otros muchos lugares).

308
Versículos 7–10
En estos versículos, Santiago propone el remedio contra la mundanidad, que es, ¡de
acuerdo con el contexto anterior! (v. 6b), la humildad; de esta brota naturalmente la sumisión;
de la sumisión, el arrepentimiento sincero; del arrepentimiento, la total dedicación a Dios.
1. Como primer fruto, pues, de la humildad, sumisión (v. 7): «Someteos, pues, a Dios.
Resistid al diablo y huirá de vosotros». A primera vista, no parece haber conexión entre las dos
partes de este versículo, pero Alonso la ha percibido muy bien: «Resistir al diablo es resistir al
espíritu de soberbia, que aleja de Dios» (v. el v. 6b). Al diablo se le resiste con el escudo de la fe
(Ef. 6:16), con la Palabra de Dios (v. Mt. 4:4, 7, 10; Lc. 4:4, 8, 12) y con la práctica de la
humildad, como el propio Santiago da a entender aquí.
2. El versículo 8 comienza con un par de frases que exhortan a fomentar la comunión íntima
con Dios, con lo que, juntamente con la sumisión humilde, se manifiesta la decidida voluntad de
resistir al diablo: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros». Estas frases parecen estar
inspiradas en Zacarías 1:3; Malaquías 3:7: «Volveos a mí y yo me volveré a vosotros». Nótese
que estas palabras de Dios no van dirigidas a inconversos, sino a creyentes que se han alejado
de su Dios, y han perdido (o disminuido considerablemente) la comunión con Él. En efecto, para
volverse a Dios es necesario que, previamente, Dios se haya vuelto al hombre con su gracia y
con la convicción de pecado que se requiere para percatarse del estado de condenación y
anhelar la salvación. Y aun en el caso del creyente, ya unido a Cristo, es menester que Dios obre
con su gracia primero, para que el creyente se acerque más a Dios (v. por ej., Jer. 31:18b:
«Conviérteme y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios»). Como bellamente dice Pascal,
al poner la frase en labios de Dios: «No me buscarías si no me hubieses encontrado».
3. Continúa Santiago diciendo en los versículos 8b, 9: «Limpiad (las) manos, pecadores, y
purificad (los) corazones, (los) de doble alma (esto es, los de ánimo dividido entre Dios y el
mundo. El vocablo es el mismo de 1:8). Reconoced vuestra miseria, haced luto y lamentaos; se
cambie en luto vuestra risa, y vuestro gozo en desaliento» (lit.). Todas estas expresiones
parecen estar calcadas de Joel 2:12–17; Amós 8:9, 10 (v. también Pr. 14:13, aunque el contexto
es diferente, así como el sentido). Dice Salguero: «Santiago insiste sobre los signos que
manifiestan externamente la compunción interior, como era usual entre los orientales. En la
Biblia se invita con frecuencia a cambiar la alegría profana en llanto saludable de penitencia».
4. El autor sagrado cierra esta porción (vv. 7–10) como la comenzó, pues al conectar con el
versículo 6b, concluye ahora (v. 10): «Humillaos delante (lit. ante los ojos) del Señor (es decir, de
Dios), y Él os exaltará». Dice M. Henry: «Si estamos verdaderamente arrepentidos y nos
humillamos ante los signos del desagrado de Dios, conoceremos en muy breve tiempo los
beneficios de su favor … El honor más alto en los cielos será la recompensa de la más grande
humildad en la tierra». El que se humilla delante de Dios y se somete a Él, purifica el corazón (v.
8, al final), es decir, le quita la mezcla que llevaba (de inclinación hacia Dios y hacia el mundo a
la vez—¡el ánimo dividido!—), quedando así, todo y solamente, para el Señor. La receta, pues,
contra la mundanidad, en el creyente y en la congregación, ha quedado descrita aquí con todos
sus ingredientes.

Versículos 11–17

309
Aunque estos versículos parecen contener exhortaciones inconexas, contienen, en realidad,
dos manifestaciones características de mundanidad: la maledicencia (vv. 11, 12) y la presunción
(vv. 13–17). A ellas habrá que añadir (5:1–6) la explotación de los pobres, la impaciencia (5:7–
11) y los juramentos sin necesidad (5–12).
1. Abundando en el tema de las malas lenguas (v. 3:5–12), Santiago exhorta aquí a no hablar
mal del hermano, y a no convertirse en juez del hermano (vv. 11, 12). Estos versículos deben
leerse conforme se hallan en la NVI: «Hermanos, no murmuréis (lit. no habléis contra) los unos
de los otros. El que habla mal (lit. habla contra) de su hermano, o (no, y) le juzga, está hablando
mal (lit. hablando contra) de la Ley y juzgándola. Y si juzgas a la Ley, ya no eres cumplidor de la
Ley, sino su juez. No hay más que un solo verdadero Legislador y Juez, el cual puede salvar y
destruir (lit. arruinar). Pero tú, ¿quién eres tú para juzgar a tu prójimo?»
(A) Por lo que dice Santiago en el versículo 11, se ve que «entre los males provocados por
las pasiones en las comunidades cristianas, tenía especial importancia la difamación»
(Salguero). Ya dijo el autor sagrado anteriormente (2:8) que la ley regia se condensa en el
mandamiento de amar al prójimo, por lo que difamar o juzgar al hermano va contra la esencia
misma de la ley regia del amor.
(B) Hace notar Santiago (v. 11b) que el que juzga a la Ley, ya no es cumplidor de la Ley, sino
juez de la Ley. Dice M. Henry: «El que alterca con su hermano y le condena por causa de algo
que no está determinado en la Palabra de Dios, está con eso reprochando a la Palabra de Dios
como si no fuese una norma perfecta. Guardémonos de juzgar la ley, porque la ley del Señor es
perfecta; si los hombres la quebrantan, ella misma los juzgará; y si no la quebrantan, no les
juzguemos. Los que más dispuestos están a constituirse en jueces de la ley, son generalmente
los que más descuidan obedecerla».
(C) Además (v. 12), Dios es el único Legislador y Juez; el único que tiene poder y autoridad
para promulgarla y sancionarla; «Él es quien puede salvar y arruinar. Tiene poder para
recompensar plenamente la observancia de Sus leyes y para castigar toda desobediencia»
(Henry). Por eso, el ser humano que se mete a juez de su hermano, está usurpando una función
que compete exclusivamente a Dios.
2. El otro mal que Santiago ataca en esta porción es la presunción (vv. 13–17): «Ahora
escuchad vosotros, los que decís: “Hoy o mañana iremos a esta o aquella ciudad, pasaremos allí
un año, haremos negocio y ganaremos dinero”. Pero, ¡si ni siquiera sabéis qué será de vosotros
el día de mañana! ¿Qué es vuestra vida? Sois como la bruma que aparece por un momento y
enseguida se desvanece. En vez de eso, deberíais decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos
esto o aquello”. De momento, os jactáis de vuestras insolencias. Toda jactancia de esa clase es
mala. En conclusión, todo el que conoce el bien que debería hacer, y no lo hace, tiene pecado»
(NVI).
(A) Desde tiempo inmemorial, los judíos han tenido siempre un fino instinto para los
negocios, pero fue especialmente a partir del tiempo de Alejandro Magno cuando se
convirtieron en especialistas del comercio. Éste es el trasfondo histórico del mal que Santiago
ataca aquí. Dice Salguero: «Las advertencias van dirigidas especialmente a los comerciantes
cristianos, que en sus negocios todo lo esperaban de su habilidad, sin recurrir para nada a Dios
y sin tener cuenta de Él». Mejor debería decir: «a los comerciantes judío-cristianos», pues la
epístola va dirigida a creyentes de extracción judía (v. 1:1b).

310
(B) El pecado, pues, de estos creyentes estaba en disponer y organizar toda su vida «como si
Dios no existiera o no interviniera en ella» (J. Alonso). Santiago no reprueba el dedicarse a los
negocios o al comercio, sino la mundanidad que se manifestaba en la manera de disponer de la
vida y de lo que en ella se piensa hacer. Dice nuestro refrán castellano: «El hombre propone y
Dios dispone». Que los incrédulos vivan en su autosuficiencia y al margen de Dios, se explica,
pero que los creyentes actúen de esta manera no tiene sentido. Son tan insensatos como el rico
de la parábola (v. Lc. 12:13–21), pues le pidieron el alma cuando mejor se regodeaba en sus
sueños de medrar y gozar.
(C) Por eso les advierte el autor sagrado, en la misma línea de Proverbios 27:1: «Pero, ¡si ni
siquiera sabéis lo que será de vosotros el día de mañana!» (v. 14). Ellos parecían tener seguro
(v. 13) que (a) llegarían con bien a cierta ciudad; (b) permanecerían allí un año; (c) negociarían,
y (d) harían dinero. Ya era mucho suponer. Dice M. Henry: «Cuán vano es hacer buenos planes
para el futuro sin contar con la Providencia. Iremos a tal ciudad, dicen. Pero algo podría
interrumpirles el viaje o llamarles a otro punto. Muchos de los que han emprendido un viaje
han llegado muy lejos de su hogar, pero nunca han alcanzado el término de su viaje. Pero
supongamos que lleguen a dicha ciudad, ¿cómo saben que han de continuar allí?… Supongamos
también que llegan a la ciudad y permanecen allí por un año, pero no ganan nada … La
fragilidad, brevedad e incertidumbre de la vida deberían mantener a raya la presuntuosa
confianza de quienes hacen tales proyectos para el futuro».
(D) Son precisamente estos aspectos de nuestra vida terrenal (su fragilidad, brevedad e
incertidumbre) los que Santiago desea que estos comerciantes judío-cristianos consideren (v.
14b): «¿Qué es vuestra vida? Sois como la bruma que aparece por un momento y enseguida se
desvanece». Tanto las consideraciones que hace el autor sagrado como los símiles que emplea
se hallan abundantemente en los libros poéticos de la Biblia (v. por ej., Job 7:7; Sal. 39:5; 102:3;
144:4; Pr. 27:1), por lo que estos creyentes no tenían excusa, pues deberían haberlos tenido en
consideración.
(E) A continuación (v. 15) les dice la manera en que deberían expresarse en tales casos: «En
vez de eso, deberíais decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”». De esta
manera se reconoce nuestra dependencia de Dios, no sólo en el existir, sino también en el
movernos (comp. con Hch. 17:25, 28). Como ejemplo del correcto modo de proceder en esta
materia, puede citarse el ejemplo del apóstol Pablo, quien, al despedirse de los efesios (v. Hch.
18:21b), les dijo: «… volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere».
(F) Sigue el autor sagrado con una reprensión de la manera de obrar de estos comerciantes
cristianos, tildándola, como se merece, de mala jactancia. Nótese ese «Ahora (lit.) os jactáis …»
(v. 16a). Como si dijese: «En este momento os estáis jactando; pero tal jactancia es insensata,
pues no sabéis lo que acontecerá después».
(G) El versículo 17 contiene una máxima general, que tiene validez para todos los casos y
para todas las épocas: La omisión de un bien es tan pecado como la comisión de un mal. Raras
veces nos paramos a considerar la enseñanza de este versículo, pero bastarían las parábolas del
buen samaritano y de los talentos (Lc. 10:25–37; Mt. 25:14–30), así como el juicio de las
naciones (Mt. 25:41–46, ¡cinco pecados de omisión!) para que nos percatásemos de la
importancia de esta materia.
(H) Queda una pregunta: ¿Qué conexión guarda este versículo 17 con el contexto anterior o
posterior? A esto puede responderse que, aun cuando dicho versículo tendría su vigencia como

311
máxima general, si se le considerase desligado del contexto, la conjunción consecutiva griega
oun, pues, muestra que tiene alguna conexión con el contexto anterior. J. Alonso la resume de
la siguiente manera: «Los comerciantes a quienes se dirige el autor conocen la fragilidad de la
vida, pero hacen caso omiso de dicho conocimiento».

CAPÍTULO 5

Según apuntamos en la introducción al comentario de los versículos 11–17, el autor sagrado


continúa exponiendo en este capítulo 5 las manifestaciones de la mundanidad, de las que en el
capítulo 4 ha mencionado la maledicencia y la presunción. En este capitulo: I. Añade la
explotación de los pobres (vv. 1–6). II. También menciona la impaciencia (vv. 7–11); y III. Los
juramentos innecesarios (v. 12). A continuación: IV. Trata de la oración (vv. 13–18); y V. De la
conversión del que yerra (vv. 19, 20).

Versículos 1–6
Lo mismo que la porción en que Santiago se dirige a los jactanciosos (4:13 y ss.), también
ésta comienza en el original con los vocablos águe nun, que nuestra Reina-Valera traduce por
«¡Vamos ahora!», que, con un poco de paráfrasis, podríamos traducir expresivamente por:
«¡Vamos! ¡Ahora os toca a vosotros!» Con las invectivas que siguen, Santiago no se dirige a los
ricos en general, sino a unos ricos determinados que abusan de sus riquezas y explotan a los
pobres. Les dice primero (vv. 1–3) las miserias que les van a sobrevenir en breve; después (vv.
4–6) los pecados por los que tales miserias les van a sobrevenir.
1. Veamos primero los versículos 1–3, que dicen así en la NVI: «Ahora escuchad vosotros, los
ricos; llorad y gemid por las calamidades que se ciernen sobre vosotros. Vuestra riqueza se ha
podrido, y vuestras ropas han quedado consumidas por la polilla. Vuestro oro y vuestra plata
están corroídos por el orín. Esta corrosión será una acusación (lit. un testimonio) contra vosotros
y consumirá como fuego vuestras carnes. Habéis acumulado riquezas en los últimos días».
(A) Santiago usa el participio de presente eperkhoménais (que están sobreviniendo) para dar
a entender las miserias que esperan a los ricos avaros y explotadores. Que estos ricos
pertenecían al grupo de los destinatarios de la epístola, es cosa segura. Si eran meros
profesantes o creyentes sinceros, no lo sabemos. Pero, al suponer que fuesen verdaderos
creyentes aunque carnales, puede hablarse de «miserias» en dos aspectos: (a) material, puesto
que les van a durar poco las riquezas que han acumulado, ya que son los últimos días (v. 3, al
final); esto es, la parusía, o Segunda Venida de Cristo, está próxima. Dice Salguero: «Nuestro
autor imita el estilo de los profetas, los cuales estaban tan ciertos de los castigos anunciados al
pueblo de Israel que los presentaban como ya realizados o a punto de realizarse»; (b) espiritual,
pues van a tener que rendir cuentas (v. 2 Co. 5:10) de la forma en que se han conducido en esta
materia.
(B) El autor sagrado divide aquí (vv. 2, 3) las riquezas en tres grupos: «ropas, oro y plata»; la
misma división que Pablo menciona en Hechos 20:33, aun cuando en orden inverso: «plata, oro
o vestidos». La idea de la corrosión del oro y de la plata contiene, a mi juicio, una metáfora para

312
indicar que son perecederos, puesto que no se pueden sacar de este mundo (v. 1 Ti. 6:7). Por
eso, los llama Pedro (1 P. 1:18) «cosas corruptibles». No entran los autores sagrados en las
propiedades físicas o químicas del oro y de la plata, ya que es bien sabido que, físicamente, el
oro y la plata no pueden ser atacados por el orín. Santiago está expresándose de la misma
forma que Jesús en Mateo 6:19–21 (comp. también con Lc. 6:24 «Pero ¡ay de vosotros los ricos,
porque habéis recibido vuestro consuelo!»)
(C) Con una metáfora de clásico estilo semita, dice Santiago que el propio moho u orín
(«corrosión», NVI) se levantará como testigo en el día del inminente juicio para acusarles de
avaricia y explotación. No sólo será testigo, sino también verdugo, pues añade que «consumirá
como fuego vuestras carnes» (v. 3b). No hay razón para pensar (como lo hace Salguero) que
Santiago se está refiriendo a la perdición eterna de estos ricos. La mención del fuego, como
agente consumidor de la escoria y purificador del pueblo de Dios, es frecuente en ambos
Testamentos, ya desde la zarza ardiente de Éxodo 3:2 y ss. hasta lugares del Nuevo Testamento
como 1 Corintios 3:13–15; Hebreos 6:8; 10:27; 12:29.
2. A continuación, Santiago menciona los pecados por los que les van a sobrevenir a los
ricos esas miserias que ha nombrado en los versículos anteriores: «¡Mirad! El jornal que habéis
dejado de pagar a los obreros que han segado vuestros campos está clamando contra vosotros,
y los clamores de los que han hecho la recolección han llegado hasta los oídos del Señor de las
huestes. Habéis llevado en este mundo una vida fastuosa y disoluta. Habéis cebado vuestros
cuerpos para el día de la matanza. Habéis condenado al inocente y le habéis dado muerte. Él no
os opone resistencia» (NVI).
(A) El primer crimen de que les acusa es la explotación (v. 4). Las frases de Santiago parecen
calcadas de las que, en el Antiguo Testamento, pronuncia Dios por sí mismo o por boca de sus
profetas contra las injusticias cometidas en el pago de salarios (v. por ej., Lv. 19:13; Dt. 24:14,
15; Job 24:9, 10; Jer. 22:13; Mal. 3:5). Se ve que el autor sagrado se está refiriendo a un abuso
frecuente, entonces como ahora. Los clamores que menciona Santiago representan una idea
parecida a la de Deuteronomio 24:15, entre otros lugares. No hace falta el que los explotados
clamen en sentido literal, pues la metáfora es corriente ya desde Génesis 4:10. El verbo
apestereménos, que Santiago usa aquí, significa propiamente ha sido retenido, como traduce la
RV 1977, con lo que se expresa no sólo la falta de pago, sino incluso la retención indebida del
mismo, pues se trata de obreros que necesitan el jornal de cada día para el pan de cada día. La
retención los mata de hambre, lo mismo que la falta de pago. El participio de pretérito perfecto
es muy expresivo (es un efecto continuo de falta de pago). No debe pasarse por alto la mención
del Señor (esto es, Jehová) de las huestes al final del versículo 4, pues tal epíteto se usa en las
Escrituras siempre que se quiere dar a entender que Dios se dispone a «entrar en liza» para
«desfacer un entuerto», como diría Cervantes.
(B) El segundo crimen de que les acusa es la disolución. El verbo trupháo (etruphésate, en
aoristo de indicativo) es la única vez que sale en todo el Nuevo Testamento y significa llevar una
vida fastuosa, especialmente en lo que ha venido a llamarse «una buena mesa», donde corren
parejas el regalo del paladar y el lujo ostentoso. El segundo verbo: spataláo (espatalésate,
también en aoristo de indicativo) sale únicamente aquí y en 1 Timoteo 5:6, y significa llevar una
vida muelle o lasciva, lo que es todavía peor que la glotonería. Dice J. Alonso: «Jesús describe
de la misma manera al rico epulón (Lc. 16:19). Este lujo a que se entregan los ricos es
denunciado también en las invectivas de Amós (Am. 6:1–6)». «El día de la matanza (lit. del

313
degüello)» equivale al día del juicio (comp. con Is. 34:6; Ez. 21:15). Comenta Salguero: «Los
banquetes y la ociosidad les han engordado como si se tratase de animales destinados al
matadero. Viven cual estúpido ganado que se engorda para el día de la matanza. En el mismo
sentido habla el profeta Jeremías (46:21) de los mercenarios de Egipto, gordos y preparados
para el castigo».
(C) El tercer crimen de que les acusa es el asesinato (v. 6). Tres son los detalles dignos de
atención a este respecto:
(a) Lo de «habéis condenado» ha de entenderse a la vista de 2:6, donde se menciona la
violencia de los ricos al arrastrar a los tribunales a los pobres que no pueden defenderse a sí
mismos; seguramente que los llevaban a juicio y los condenaban por malos trabajadores. Lo
cierto es que, de ordinario, cuando los amos pagan tarde y mal, los obreros trabajan poco y
mal, y se establece así un círculo vicioso, difícil de romper.
(b) «Le habéis dado muerte al inocente», añade Santiago. Compárese con 4:2 (v. el
comentario a dicho versículo), aunque el contexto es diferente. Aquí, lo de dar muerte puede
entenderse en el sentido de que, al condenar al inocente ante los tribunales y apoderarse así de
lo poco que el pobre poseía, es como si se le diese muerte. Éste es el sentido que le da Ryrie.
(c) Santiago termina añadiendo un nuevo matiz que agrava el crimen del rico opresor. Se
vale cobardemente de la debilidad y de la misma mansedumbre del pobre, para cometer
impunemente su pecado. Pero Dios tomará a su cargo la defensa y vindicación del pobre; por
eso mencionó Santiago el epíteto de «Señor de las huestes» al final del versículo 5.

Versículos 7–11
Tras de las invectivas a los ricos opresores, Santiago exhorta ahora a la paciencia; se dirige,
pues, a los justos oprimidos, a fin de que soporten con paciencia la opresión de los potentados.
Dicen así dichos versículos en la NVI: «Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la venida del
Señor. Mirad cómo espera el labrador a que la tierra de su precioso fruto y con qué paciencia
aguarda a que caiga la lluvia de otoño y la de primavera. Aguardad también vosotros con
paciencia y afianzad vuestra esperanza, porque la venida del Señor está próxima. No os quejéis,
hermanos, unos contra otros; de lo contrario, seréis juzgados. ¡El Juez está a las puertas!
Hermanos, tomad como ejemplo de paciencia frente al sufrimiento a los profetas que hablaron
en el nombre del Señor. Como bien sabéis, tenemos por felices a los que perseveraron. Habéis
oído hablar de la perseverancia de Job y habéis visto lo que al fin le otorgó el Señor. El Señor
está lleno de compasión y de misericordia (lit. es multitierno—lleno de ternura—y de
compasiones)». En esta porción advertimos lo siguiente: 1) una exhortación general a la
paciencia (v. 7a); 2) una comparación con el labrador (vv. 7b, 8); 3) una exhortación a no
quejarse unos contra otros (v. 9); 4) exhortación específica a ser pacientes como los profetas de
antaño y como Job (vv. 10, 11).
1. La exhortación a tener paciencia hasta la venida del Señor está revestida de un matiz más
general, no sólo por su validez universal (no sólo los pobres necesitan paciencia, sino también
los ricos), sino especialmente porque los pobres eran, sin duda, el grupo que formaba la
mayoría en las respectivas congregaciones a las que se dirige el autor sagrado. Éste posee el
convencimiento de que la Venida del Señor acabará con las injusticias y nivelará las
desigualdades que en esta vida distinguen a ricos y pobres. Aunque la frase del versículo 7a «…

314
hasta la venida del Señor» parece dar a entender que Santiago consideraba próxima tal venida,
no debe olvidarse que la primitiva Iglesia vivía en constante expectación de la Parusía, no
porque la creyera inminente, sino porque el Señor mismo les había dejado en la incertidumbre
de la fecha en que tal suceso había de acontecer (v. por ej., Mt. 24:36; Mr. 13:32; Hch. 1:7).
2. Viene después (vv. 7b, 8) una comparación con el labrador, quien también tiene que
aguardar con paciencia a que caiga la lluvia, tanto la de otoño como la de primavera—lit. (lo)
temprano y (lo) tardío—, donde los vocablos griegos próimon y ópsimon son términos técnicos
para describir la lluvia, respectivamente, de otoño y de primavera, por lo que salen
frecuentemente en la versión de los LXX (v. por ej., Dt. 11:14; Os. 6:3). De la misma manera que
el labrador no se queja contra nadie de que la lluvia no venga tan pronto como él desearía, sino
que aguarda a que caiga en sus debidas sazones, así tampoco los creyentes pobres, humildes,
oprimidos, deben quejarse unos contra otros, sino esperar la venida del Señor. Este matiz de no
quejarse contra otros es el que se advierte en el verbo que Santiago usa para expresar la
paciencia (vv. 7 y 8), pues no es hupoméno (perseverar bajo el peso de circunstancias adversas)
sino makrothuméo (mostrarse longánime con personas que ponen a prueba la paciencia). Para
mostrar la proximidad de la Venida del Señor, Santiago usa énguiken, pretérito perfecto del
verbo enguizo, estar cerca. El mismo vocablo vemos en Marcos 1:15; Romanos 13:12, entre
otros lugares. En Romanos 13:11, Pablo usa el vocablo enguíteros (comparativo de la misma
raíz) para decir que «nuestra salvación está más cerca que cuando creímos (aoristo)». Como se
ve por estos lugares, esta proximidad se describe de forma muy elástica. Mientras tanto, viene
a decir Santiago, reforzad vuestra esperanza (lit. afianzad vuestros corazones. La misma frase de
1 Ts. 3:13), que no cunda el desaliento, pues el Señor no se retrasa (comp. con 2 P. 3:9).
3. En este contexto de paciencia longánime se inscribe la exhortación a no quejarse unos
contra otros (v. 9). Lo de «para que no seáis juzgados» (lit.) da a entender que, en esas quejas,
iban envueltos juicios temerarios contra otros hermanos, con lo que volvemos a la idea de 4:11,
12: No juzgar al hermano, para no ser juzgado por el único Juez que está sobre ambos, el cual,
dice Santiago, ¡está ya a las puertas!
4. Sigue con una exhortación específica (vv. 10, 11) a la paciencia, y toma como ejemplos a
los profetas y a Job. Estos versículos requieren un análisis más detallado.
(A) En primer lugar, para hacer más llevadera la exhortación a sufrir con paciencia, les llama
«hermanos» (sin el «míos» que añaden nuestras versiones). Toda exhortación a recibir con
paciencia las duras pruebas, así como todo necesario reproche, deben ir acompañados de
palabras, gestos y hechos que garanticen que no es el orgullo ni la cólera lo que gobierna la
lengua del que así se dirige a sus hermanos, sino el amor al Señor y a los hermanos mismos.
(B) Les propone a continuación, como ejemplos de paciencia en medio de las aflicciones, a
«los profetas que hablaron en nombre del Señor». Entre los profetas que sufrieron muchísimo
por decir la verdad de parte de Dios, descuella Jeremías. Dice J. Alonso: «En tiempo del autor de
la epístola estaba difundida la idea de los profetas como mártires, tal vez por influjo de algunas
leyendas del judaísmo. Alusiones al martirio de los profetas se encuentran en Hebreos 11:33 y
ss.» Lo cierto es que el propio Señor Jesucristo alude a estos sufrimientos de los profetas (v. Mt.
5:11, 12; 23:24; Lc. 11:49).
(C) En medio de estos ejemplos, exclama Santiago (v. 11 a): «Ved (cómo) llamamos dichosos
(gr. makarízomen, en presente de indicativo) a los que aguantaron (gr. hupomeínantas, en
aoristo)» (lit.). En efecto, todas las bienaventuranzas comienzan, en el griego, con el vocablo

315
makários (en singular) o makárioi (en plural); como puede verse, es de la misma raíz que el
verbo makarízomen que usa Santiago aquí (v., por ejemplo, Mt. 5:10; 1 P. 3:14, con referencia
directa a los que sufren por causa de la justicia).
(D) Viene después el ejemplo de Job (v. 11b). Merece la pena analizar cada una de las tres
frases del versículo 11b:
(a) «Oísteis la paciencia (gr. hupomonén, vocablo bien conocido) de Job» (lit.). Sabido es de
todos que Job ha sido siempre tenido por prototipo de paciencia, pero quien haya leído el libro
de Job se habrá percatado de que igualmente podría proponérsele como prototipo de
impaciencia. ¿Cómo se explica esta aparente paradoja? J. Alonso trata magníficamente este
punto, del que extractaré las principales conclusiones:
Primera, es absolutamente preciso estudiar la estructura del libro de Job y distinguir
cuidadosamente entre la narración en prosa (caps. 1 y 2, y del 42 los vv. 7–18) y el poema, que
ocupa toda la parte central del libro (3:1; 42:6). «La parte en prosa, dice Alonso, existió antes
por separado.»
Segunda, al autor del poema le preocupaba el problema que el caso de Job presentaba en
cuanto a la providencia retributiva de Dios. La narración en prosa le dio al poeta la ocasión de
tratar la paradójica conclusión que la enfermedad de Job presentaba a ese respecto, de modo
que los amigos de Job defendiesen la tesis tradicional, mientras que Job mismo la ataca
duramente. Sea lo que sea lo que pensamos acerca de esta dualidad de autores, advierto a mis
lectores que ello no presenta ningún problema para la inspiración del libro: ambos autores
estarían movidos por el Espíritu Santo.
Tercera, en la narración en prosa es evidente en todo momento la maravillosa paciencia de
Job, que se condensa en aquella frase de 1:21b: «Jehová lo dio y Jehová lo ha quitado; ¡sea
bendito el nombre de Jehová!»
Cuarta, la forma en que se expresa Job durante su discusión con los tres «amigos» ya es
otra cosa: Job se expresa de forma, no sólo impaciente, sino hasta irreverente. Es cierto que a
nuestro Padre no le desagrada que derramemos en su presencia nuestro corazón dolorido,
pero de que Job se excedió no cabe ninguna duda. Quizá se le pueda decir a Alonso: «Sin
embargo, Dios dice de él (42:7) a Elifaz: “… no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo
Job”». Pero de seguro que Alonso respondería a eso: «¡Ah, pero esas frases se hallan en la parte
que está en prosa! La propia retractación de Job en 42:3–6 demuestra que no había hablado
rectamente».
(b) La segunda frase es: «Y habéis visto lo que, al fin, le otorgó el Señor» (NVI). Esto se
refiere a la narración (en prosa) que leemos en Job 42:10–17, donde Dios le vuelve a dar el
doble de lo que le había arrebatado, excepto en el número de hijos e hijas (v. el comentario a
Job 42:13).
(c) La tercera frase da la razón de esta benevolencia del Señor: «Pues (gr. hóti, partícula
explicativa, no causal) el Señor está lleno de ternura (más a la letra: es multitierno) y de
compasiones» (lit.). Con ello da a entender Santiago a sus destinatarios, tentados de
impaciencia, que el mismo Señor que fue tan compasivo con Job, lo será también con ellos.

Versículo 12

316
Dice este versículo en el original: «Mas, ante todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo,
ni por la tierra ni (con) ningún otro juramento. Vuestro sí sea sí; y vuestro no, no, para que no
caigáis bajo juicio».
1. Es evidente que Santiago se apoya aquí en las propias palabras de Jesús (Mt. 5:34–37). En
todas las épocas de la Historia de la Iglesia ha habido grupos que han entendido estas palabras
como una prohibición total de los juramentos, pero éste no es el caso, como vamos a ver.
2. Para comenzar, diremos que, si Jesús (y, después, Santiago) hubiese intentado prohibir
toda clase de juramentos, Él mismo no habría respondido al conjuro del sumo sacerdote en
Mateo 26:63, 64.
3. Lo que tanto Jesús como Santiago condenan es el abuso y el mal uso de los juramentos,
pues su uso era bueno, con tal de que se hiciese «en verdad, en justicia y en rectitud» (Jer. 4:2).
El abuso y el mal uso entraron cuando, precisamente por una falsa reverencia al nombre de
Jehová, los fariseos buscaban subterfugios para abusar del juramento sin tener que apelar al
nombre de Dios. También durante la dispensación de la Iglesia se ha abusado del juramento,
pero el abuso de una cosa no impide que dicha cosa sea usada correctamente.
4. Que el apóstol Pablo usaba el juramento en algunas ocasiones es evidente por Romanos
1:9; 9:1; 2 Corintios 1:23; Filipenses 1:8. Igualmente, con la excepción de algunos grupos, la
Iglesia ha permitido siempre jurar con las debidas condiciones (v. Jer. 4:2).
5. La intención de Santiago, en el presente contexto, es evitar que sus lectores, llevados de
la impaciencia, prorrumpan en juramentos que impliquen tomar en vano el nombre de Dios.
Dice Salguero: «Los judíos eran muy inclinados a jurar, y esto mismo había introducido abusos
deplorables. Había muchos que no les importaba perjurar. Sobre todo, después que la
casuística rabínica había regulado cuándo se podía quebrantar el juramento».

Versículos 13–18
En estos versículos, Santiago indica lo que los cristianos deben hacer en las diversas
circunstancias de la vida, y centra su enseñanza en la oración. Primero (v. 13), habla de la
conveniencia de la oración. En los versículos 14–16 trata de la eficacia de la oración. Y en los
versículos 17, 18 presenta un ejemplo memorable de esta eficacia de la oración.
1. Dice a la letra el versículo 13: «¿Sufre alguien algún mal entre vosotros? Ore. ¿Está de
buen humor? Salmodie». Cantar alabanzas a Dios, con o sin el acompañamiento del salterio (gr.
psalléto), es ya una oración, la más noble de todas. Pero Santiago contrasta con esto la
situación de alguien que se siente afligido por algún mal. No es que trate de disuadir a éste de
cantar alabanzas, sino que le prescribe, de acuerdo con sus peculiares circunstancias, otra clase
de oración: la oración de súplica (gr. proseukhéstho). Dice Salguero: «La oración es la medicina
de todos los males, pues con ella se consigue reanimar el alma y se obtiene el auxilio pedido». A
ella recurrió el Señor en los momentos de mayor tristeza (v. Mt. 26:39 y paralelos).
Efectivamente, a una persona que sufre, le ronda la depresión y el pesimismo, con sus fatales
consecuencias (v. 2 Co. 7:10, al final). La oración le pone en comunicación con nuestro Padre
Celestial, en quien se halla la fuente de todos los bienes y, por tanto, de todos los remedios
(1:17).
2. A continuación, Santiago trata de un caso en que se pone de manifiesto la eficacia de la
oración. Dicen los versículos 14–16 en la NVI: «¿Se encuentra alguno enfermo en cama? Que

317
haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren sobre él y le unjan con aceite en el
nombre del Señor. Y la oración hecha con fe hará que el paciente se recobre; el Señor lo
restablecerá. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Por tanto, confesaos los unos a los
otros vuestros pecados y orad unos por otros para obtener vuestra curación. La oración de un
hombre justo, cuando es ferviente, tiene mucho poder».
(A) Comienzo por decir, para información de los lectores, que sobre este lugar apoya la
Iglesia de Roma su doctrina del «Sacramento de la Extremaunción» (o Unción de los Enfermos).
Entiende por presbutérous (v. 14) los «sacerdotes»; interpreta el verbo sósei (v. 15) por
«salvación eterna»; y los pecados (gr. hamartías; v. 15b), por «pecados mortales». En ninguna
de esas tres cosas estamos de acuerdo con ellos los evangélicos. Sin embargo, debemos ir con
cuidado al describir los detalles de tal enseñanza catolicorromana: No es exacto decir que «el
rito catolicorromano tiene en vista la muerte, no la recuperación» (Ryrie), ni que «no ha de
administrarse, sino a los que están mortalmente enfermos» (Manton), ya que la enseñanza de
dicha Iglesia es que ha de administrarse a los que están gravemente (no mortalmente)
enfermos, y con vistas, si es la voluntad de Dios, a la recuperación.
(B) El texto dice claramente que el enfermo debe hallarse así a causa de una grave
debilidad, como lo muestra el verbo asthenéi (v. el asthenéis, de la misma raíz, en 1 Co. 11:30,
donde no hay duda de que se trata de enfermedad grave, aun cuando pueda ser crónica).
(C) En tal caso, el enfermo debe hacer llamar a los ancianos de la iglesia. No cabe duda de
que se trata de los líderes de la comunidad eclesial. Manton hace notar que Santiago «no dice
que haga llamar al médico, sino a los ancianos», pues «el primer cuidado de un enfermo debe
ser por su alma». Sin embargo, Dios puede curar también por medio de la medicina. En
realidad, yo diría que aquí tenemos un caso de lo que hoy se llama «medicina holística», porque
considera a la persona humana como un «todo».
(D) En efecto, tenemos la acción conjunta de la oración y del aceite (v. 14b). La unción con
aceite es símbolo de la acción del Espíritu Santo sobre el enfermo: sobre su alma, para hacerle
recapacitar sobre sus pecados; sobre su cuerpo, para darle poder y vigor físicos. No ha de
dejarse a un lado la acción curativa del aceite. Dice Salguero: «En la antigüedad era conocida la
virtud terapéutica del óleo, sobre todo en los países cálidos, en donde ayuda a desengrasar y a
regularizar la transpiración, y también a limpiar y suavizar la piel. Los judíos tenían en gran
aprecio el óleo como remedio contra las enfermedades (cf. Is. 1:6; Jer. 8:21 y ss.; Lc. 10:34). Por
otra parte, los semitas se servían del óleo para inaugurar un santuario y consagrar los objetos
de culto (Gn. 28:18; Éx. 30:22 y ss.)».
(E) El original dice (v. 15) que «la oración de la fe salvará al enfermo (gr. ton kámnonta, al
que está exhausto de fuerzas) y le levantará el Señor» (lit.). El verbo sósei («salvará») tiene aquí
el mismo sentido que en Mateo 9:21; Marcos 6:56: le librará de la enfermedad, y hará así que
recobre la salud perdida. «La oración de la fe» es la oración hecha con fe (1:6). Como puede
verse, Santiago atribuye la recuperación física y espiritual del enfermo, no al aceite, sino a la fe
de los que oran sobre el enfermo. Lo de «le levantará el Señor» se entiende mejor si se toma en
sentido físico, según el sentido del verbo egueíro en lugares como Mateo 8:15; Marcos 1:31.
(F) Continúa Santiago diciendo (v. 15b): «Y, si ha cometido pecados, le serán perdonados».
La Iglesia de Roma sostiene que este perdón de los pecados es efecto sacramental de la unción,
junto con la fórmula («la oración de la fe») que da sentido a la ceremonia, pero, como bien
advierte Ryrie, el contexto posterior (v. 16) muestra que «la curación depende aquí de la

318
confesión del pecado». La confesión supone la convicción de pecado (comp. con 1 Co. 11:29,
30), especialmente cuando la enfermedad es una disciplina que el Señor aplica para la salud
espiritual del sujeto. Ya dijimos que, en último término, la curación depende de la voluntad de
Dios. En otras palabras, no hay ninguna fórmula mágica para curar la salud quebrantada, por
mucha que sea la fe de los que oran, aunque es cierto que la oración con fe tiene eficacia
curativa, siempre dentro de los planes de la providencia de Dios, los cuales no coinciden
necesariamente con los nuestros (v. Is. 55:8, 9).
(G) En el versículo 16, Santiago propone la confesión de los pecados, junto con la oración,
como condiciones para la recuperación de la salud. Dice así dicho versículo en la NVI: «Por
tanto, confesaos los unos a los otros vuestros pecados y orad unos por otros para obtener
vuestra curación. La oración de un hombre justo, cuando es ferviente, tiene mucho poder». Es
conveniente analizar en detalle este versículo:
(a) La Iglesia de Roma (Concilio de Trento, sesión 14, cap. 5) aplica estas palabras del
versículo 16a a la confesión sacramental, esto es, al llamado «Sacramento de la Penitencia», no
a la Extremaunción, lo cual es muy extraño en un contexto que trata de la unción del aceite con
la oración de la fe. Sin embargo, teólogos católicos tan relevantes como Agustín de Hipona, en
el siglo V, y el cardenal Cayetano, en el siglo xv, han sostenido que no se trata de la confesión
sacramental. Dice Cayetano, en su comentario a esta epístola: «No se trata aquí de confesión
sacramental (como consta al decir «confesaos mutuamente»; la confesión sacramental no se
hace mutuamente, sino sólo a los sacerdotes), sino que se trata de la confesión por la que
mutuamente nos confesamos por pecadores, para que se pida por nosotros, y de la confesión
de las diversas faltas en orden a la apaciguación y reconciliación». Ejemplos de esta confesión
pública los tenemos ya en Mateo 3:6; Marcos 1:5; Hechos 19:18.
(b) Que esta confesión es una condición para la curación, como ya hemos apuntado arriba,
se ve por la oración consecutiva-final siguiente: a … de forma que seáis sanados» (lit.). Para este
verbo ya no usa el autor sagrado el griego sózo, sino iáomai («sanar», en el sentido técnico de
la Medicina. De ahí se deriva «iatrós», médico, de donde se forman todos los vocablos
castellanos que terminan en iatría). Es obvio, pues, que con este último verbo se designa la
recuperación de la salud del cuerpo, si no exclusivamente, al menos principalmente.
(c) La última parte del versículo 16 dice así, al pie de la letra, según el original: «Mucha
fuerza tiene la oración (de petición. Gr. déesis) de un justo, reactivada» (gr. energouméne,
exactamente el mismo vocablo de Gá. 5:6, al final). En este caso, no cabe duda de que la
reactivación de dicha oración, con la que resulta tan eficaz, se debe al fervor de la fe del que
está orando. Este sentido se corrobora por el contexto posterior.
3. Para corroborar lo que acaba de decir, Santiago apela al ejemplo del profeta Elías (vv. 17,
18): «Elías era un hombre de la misma condición mísera (lit. de pasiones semejantes. Gr.
homoiopathés) que nosotros. Y oró insistentemente que no lloviera, y no llovió sobre la tierra
durante tres años y medio. Volvió a orar, y el cielo envió la lluvia, y la tierra produjo sus frutos»
(NVI).
(A) Santiago quiere poner aquí de relieve que Elías, aun siendo un hombre como cualquiera
de nosotros, pecador, sometido a las mismas miserias espirituales (sucumbió a la tentación de
desánimo) que nosotros, oró, sin embargo, con una fe tan grande y fervorosa, que pudo cerrar
el cielo para que no lloviera, y volverlo a abrir para que lloviera. Un poder tal sobre la
naturaleza inanimada supone que, tras de la oración, se oculta una fuerza milagrosa,

319
procedente de Dios; por lo cual, no ha de extrañar que esta fuerza ejerza su influjo también (y
aun con mayor facilidad, si cabe expresarse así) en lo que afecta a la salud física y espiritual de
las personas.
(B) Por 1 Reyes 17:1; 18:1, sabemos efectivamente que Elías fue el instrumento de Dios para
realizar lo que aquí dice Santiago. Pero no leemos allí que orase, ni que estuviese sin llover
durante tres años y medio. La Palabra de Dios dice únicamente (1 R. 17:1): «… en estos años», y
luego (1 R. 18:1): «Pasados muchos días …». Dice Salguero: «Como Jesucristo en el Evangelio
(Lc. 4:25, «tres años y seis meses») dice lo mismo que Santiago, es muy probable que tanto
Cristo como Santiago hayan seguido la tradición judía, que determinaba más en concreto el
tiempo que duró la sequía en los días de Elías».

Versículos 19–20
En estos versículos, Santiago trata de la conversión del extraviado. Dicen así en la NVI:
«Hermanos míos, si alguien de vosotros se desvía de la verdad y otro le hace volver al buen
camino, recordad esto: Quienquiera que haga volver de su extravío a un pecador, le salvará de
la muerte y cubrirá muchos pecados».
1. Por el tono con que se abre esta exhortación, se nota el afecto con que Santiago la dirige:
«Hermanos míos …». Esto mismo da evidencia (nótese lo de «si alguien de vosotros») de que el
autor sagrado está tratando casos entre creyentes; no se trata de la evangelización de un
inconverso.
2. El griego original (planethé, aoristo pasivo de subjuntivo del verbo planáo, engañar) da a
entender que el individuo en cuestión se ha desviado de la verdad y cedido al engaño; lo cual
no significa que sea otro quien le haya engañado, sino que él mismo ha caído en el error. «La
verdad» no tiene en la Biblia el sentido limitado de lo que es conforme a la realidad doctrinal o
histórica, sino que abarca tanto la doctrina como la conducta (v. 3:14 y comp. con 2 Jn. 2; 3 Jn.
3). De ahí que Santiago hable de hacerle volver, esto es, reencaminarle por la senda correcta
(comp. con Mt. 18:15; Gá. 6:1).
3. Santiago tiene gran interés (no es para menos la importancia de esta materia) en que sus
lectores recuerden (lit. conozca; quizás pensaba en Proverbios 10:12 y lugares parecidos) lo
siguiente: «Quienquiera que haga volver de su extravío al pecador, le salvará de la muerte y
cubrirá muchos pecados». Cada una de estas tres frases requiere especial análisis:
(A) El autor sagrado usa, en el griego original, el verbo epistrepho que significa, en pasajes
similares a éste, convertir, y así lo tradujeron Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. Las
ediciones posteriores (1960 y 1977) lo han modificado para evitar el pensamiento de que es un
hombre el que convierte a otro, aunque, como hace notar Manton, «es atribuido al hombre, a
los ministros e instrumentos de la conversión, como en Hechos 26:18». Hecha esta salvedad,
cualquier lector podrá percatarse de que éste es el sentido que quiere Santiago darle a dicho
verbo: «Quienquiera que, como instrumento de Dios, haga volver al buen camino a un hermano
extraviado …». Hay otra razón por la que el verbo convertir, en este caso, podría entenderse
mal, como si se tratase de traer al Evangelio a un inconverso, lo cual no tiene aplicación en este
contexto.

320
(B) «Le salvará de la muerte» (si se compara con 1 Co. 11:30; 1 Jn. 5:16, 17) se refiere, como
hace notar Ryrie, a la muerte física y ya que el hermano, esto es, el creyente genuino, ya no
padece de la muerte espiritual, que es la del pecado (v. Ef. 2:1–5).
(C) Finalmente, la frase «cubrirá multitud de pecados» (lit.) ha suscitado mucha
controversia. Una frase semejante aparece en 1 Pedro 4:8 y puede asegurarse que lo de
«cubrirá (“está cubriendo”, dice Pedro del amor) multitud de pecados» tiene el mismo sentido
en los dos lugares. La mayoría de los exegetas catolicorromanos (entre ellos, Salguero) entiende
las dos últimas frases como aplicadas a la persona que hace volver al extraviado: ella misma se
salva y cubre todos sus pecados con ese acto de amor al prójimo. El jesuita J. Alonso es más
cauto, pues dice que «no es fácil dirimir la cuestión, ya que el autor empleó una forma
gramatical ambigua». Los evangélicos sostenemos, por principio, que las frases se refieren a
salvar de la muerte al prójimo extraviado y cubrir los pecados del extraviado, no de la persona
que lo devuelve al buen camino. Como bien dice Th. Manton: «El amor es ciertamente una
señal y un argumento del perdón de nuestros pecados, pero no la causa. El perdonar a otros
nos da una mayor confianza y seguridad de nuestro propio perdón, Mateo 6:14». En efecto,
atribuir al amor la salvación de uno mismo es ir derechamente contra la clara enseñanza bíblica
de la justificación por medio de la fe sola.

321
Bibliografía

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