Feminismo Genero y Patriarcado
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L INTRODUCCIÓN
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ción, o del contacto con los espacios de los más altos poderes, o donde se cree que
están los espacios de mayor poder tanto en lo económico y lo politico como en lo
cultural. Nosotras agregaríamos una cuarta característica: cuarto, el pensamiento
dicotómico, jerarquizado y sexualizado, que lo divide todo en cosas o hechos de la
naturaleza o de la cultura, y que al situar al hombre y lo masculino bajo la segunda
categoría, y a la mujer y lo femenino bajo la primera, erige al hombre en parámetro o
paradigma de lo humano, al tiempo que justifica la subordinación de las mujeres en
función de sus pretendidos “roles naturales”.
La universalidad de la subordinación femenina, el hecho de que exista y que
involucre los ámbitos de la sexualidad, la afectividad, la economía y la política en
todas las sociedades, independientemente de sus grados de complejidad, da cuenta de
que estamos ante algo muy profundo, e históricamente muy enraizado, algo que no
podremos erradicar con un simple reacomodo de algunos roles en o; sexual osocial, ni
siquiera con reorganizar por completo las estructuras económicas y políticas. Institu-
ciones como la familia, el Estado, la educación, las religiones, las ciencias y el derecho
han servido para mantener y reproducirel estatus inferior de las mujeres.
En particular y por ser el derecho, en definitiva, la materia que nos ocupa en
esta publicación, cabe señalar la importancia que éste tiene en el mantenimiento y
reproducción de un sistema que trivializa la vida y experiencias de la mitad de la
humanidad. La función social del derecho es regular la convivencia de hombres y
mujeres en una sociedad determinada con el fin de promover la realización perso-
nal y colectiva de quienes hacen parte de una comunidad, en paz y armonía. Si esto
es cierto, cabe decir que el derecho no ha cumplido con esta finalidad. Leyes que
esclavizan a las mujeres, que restringen de diferentes modos de acuerdo con su
clase, etnia, raza, edad, habilidad, etc., sus posibilidades de ser y actuar en el mun-
do, que otorgan más poder económico, político y sexual a los hombres, sólo pueden
profundizar una convivencia basada en la violencia y en el temor.
Por ello, repensar el derecho y su función social, es un desafío que va más allá
de contar con “buenas leyes” o con “buenas resoluciones judiciales” para las mu-
jeres. Significa hacer de esta disciplina un instrumento transformador que desplace
los actuales modelos sexuales, sociales, económicos y políticos hacia una convi-
vencia humana basada en la aceptación de la otra persona como una legitima otra
y en la colaboración como resultante de dicho respeto a la diversidad.
El concepto, teorías y perspectivas de género, así como el moderno entendi-
miento de lo que conforma el patriarcadoo el sistema de dominación patriarcal son
producto de las teorías feministas, es decir, de un conjunto de saberes, valores y
prácticas explicativas de las causas, formas, mecanismos, justificaciones y expre-
siones de la subordinación de las mujeres que buscan transformarla. El género y el
concepto de patriarcado, se enriquecen dinámicamente, en el marco del desarrollo
de opciones políticas de transformación de las relaciones entre los sexos en nues-
tras sociedades, que plantean los diversos feminismos. Así, el interés por la “pro-
blemática” de género es más que académico. Involucra un deseo de cambio y la
emergencia de un orden social y cultural en el cual el desarrollo de las potencialida-
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des humanas esté abierto tanto a las mujeres como a los hombres. Se trata, en defini-
tiva, del cambio de una forma de vida y de la ideología que la ha sustentado por
miles de años.
Una ideología es un sistema coherente de creencias que orientan a las personas
hacia una manera concreta de entender y valorar el mundo; proporciona una base
para la evaluación de conductas y otros fenómenos sociales; y sugiere respuestas
de comportamiento adecuadas. Una ideología “sexual” seria, entonces, un sistema
de creencias que no sólo explica las relaciones y diferencias entre hombres y muje-
res, sino que toma a uno de los sexos como parámetro de lo humano. Basándose en
este parámetro, el sistema especifica derechos y responsabilidades, asi como res-
tricciones y recompensas, diferentes e inevitablemente desiguales en perjuicio del
sexo que es entendido como diferente al modelo. Además, el sistema justifica las
reacciones negativas ante quienes no se conforman, asegurándose así el manteni-
miento del statu quo.
Es éste el caso de las ideologías patriarcales que no sólo construyenlas diferen-
cias entre hombres y mujeres, sino que lasconstruyen de manera que la inferioridad
de éstas es entendida como biológicamente inherente o natural. Au nque las diver-
sas ideologías patriarcales construyen las diferencias entre los sexos de manera
distinta, en realidad este tipo de ideologías sólo varían en el grado en que legitiman
la desventaja femenina y en el número de personas que comparten un consenso
sobre ellas.
Las ideologías patriarcales no sólo afectan a las mujeres al ubicarlas en un
plano de inferioridad en la mayoría de los ámbitos de la vida, sino que restringen y
limitan también a los hombres, a pesar de su situación de privilegio. En efecto, al
asignar a las mujeres un conjunto de características, comportamientos y roles “pro-
pios de su sexo”, los hombres quedan obligados a prescindir de estos roles, compor-
tamientos y caracteristicas y a tensar al máximo sus diferencias con ellas. Como
dice Marcela Lagarde, de seguir por esta senda ideológica la dominación patriarcal
se agudizará y se ampliará la brecha entre mujeres y hombres, aumentarán la
feminización de la pobreza, la marginación de las mujeres, el femicidio (individual
otumultuario). Aumentará también la disputa patriarcal entre los hombres, crecerá
la expropiación de millones de ellos realizada por cada vez menos hombres y sus
poderosos mecanismos e instituciones, y con el neoliberalismo se agudizarán el
machismo y la violencia de unos hombres contra otros.
Si no enfrentamos con eficacia y efectividad el sentido patriarcal de la vida,
cada año y cada día que pasen, en lugar de aminorar, los sexismos se sumarán a
otras formas de dominación nacional, de clase, etnocida. Los sexismos, como hasta
ahora, serán atizados y usados como combustible para los neofascismos, la fobia a
los extranjeros, a las personas de otras opciones políticas, de otras creencias y
prácticas religiosas o mágicas, sexuales o estéticas. La fobia a los otros, a las otras,
se reproduce por el fomento de la desidentificación entre personas diferentes, Esta
creencia dogmática, refuerza la tesis de que sólo pueden identificarse positivamen-
te, entre sí, las personas y grupos semejantes. La fobia al otro, como sustrato cultural
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través del matrimonio. Por otra, el que dentro de la institución matrimonial pa-
triarcal sea el marido el que tiene la autoridad, reflejada hasta hace poco por el
deber de obediencia de la mujer y por su incapacidad para actuar por sí misma en
el ámbito público jurídico, es expresión de este control. Más aún, el que durante
más de un siglo se tolerara la violación conyugal y la violencia física dentro del
ámbito familiar también da cuenta de hasta dónde el derecho ha legitimado al
varón en el uso de la fuerza sobre nuestros cuerpos para dominarnos,
f El género es una categoría social como lo es la raza, la clase, la edad, etc. que
atraviesa y es atravesada por todas las otras categorías sociales, Tiene su base
material en un fenómeno natural, de nacimiento que es el sexo, cuya desaparición
no depende de la desaparición de las diferencias sexuales así como la desapari-
ción del racismo no depende de la eliminación de las distintas etnias. La perspec-
tivade género (feminista) por su parte, permite visibilizar la realidad que vivenlas
mujeres así como los procesos culturales de socialización que internalizan y re-
fuerzanlos mecanismos de subordinación de las mujeres. En este sentido, la pers-
pectiva de género no sólo analiza la relación de subordinación entre las mujeres y
los varones sino que también analiza las relaciones entre mujeres y la funcionalidad
de sus prácticas con el sistema patriarcal. No entraremos a profundizar en este
punto, pues es el que se desarrolla a continuación.
II1. GÉNERO
8 SroLLer, Robert, Sex and Gender, Nueva York, Science House, 1968, pág. VIL.
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OAartEy, Ann, Sex, Gender and Society, Londres, Temple Smith, 1972.
Goreau, Angeline, Reconstructing Aphra: a Social Biography of Aphra Behn, Nueva York,
The Dial Press, 1980.
WOLLSTONECRAFT, Mary, Vindication of the Rights of Woman, Londres, Pelican
Classics,
Penguin Books, 1978.
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por los hombres. Es difícil reconocer que la mujer de clasealta, en edad reproductiva,
adinerada, sin discapacidades visibles, blanca, esposa de un banquero, pueda com-
partir la subordinación de género con una mujer pobre, vieja, discapacitada, lesbiana
y negra. Pero así es. Ambas comparten el mandato de ser para un hombre, dedicarse
centralmente a los hijos y a la casa; ambas son invisibilizadas por el lenguaje, margi-
nadas de la historia, y permanentemente víctimas potenciales del abuso y acoso sexual.
Ambas viven en un mundo que simbólicamente las aniquila y que constantemente les
recuerda que ser mujer es no ser persona y sin embargo cada una pertenece a una
Cultura que representa de distintas maneras esta subordinación.
Poresto, Barrie Thorne, Cheris Kramarae y Nancy Henley han insistido en que “el
género no es un hecho unitario ni natural, pero toma forma en relaciones sociales
concretas e históricamente cambiantes”.'Al igual, para Gerda Lerner: "Es la defini-
ción cultural del comportamiento asignado como apropiado para cada uno de los
Sexos en una sociedad determinada. El género es un conjunto deroles culturales. Esun
disfraz, una máscara con la que hombres y mujeres bailan su desigual danza”.
El concepto de género alude, tanto al conjunto de caracteristicas y comporta-
mientos, como a los roles, funciones y valoraciones impuestas dicotómicamente
a
cada sexo a través de procesos de socialización, mantenidos y reforzados por la
ideología e instituciones patriarcales. Este concepto, sin embargo, no es abstracto
ni
universal, en tanto se concreta en cada sociedad de acuerdo con contextos
espacia-
les y temporales, a la vez que se redefine constantemente a la luz de otras realidades
como la de clase, etnia, edad, nacionalidad, habilidad, etc. De allí que
las formas en
que se nos revelan los géneros en cada sociedad o grupo humano varía atendiendo
a los factores de la realidad que concursan con éste.
La atribución de características, comportamientos y roles dicotómicos a cada uno
de los sexos es un problema de discriminación contra las mujeres porque, como
ya se
dijo, los de las mujeres gozan de menor o ningún valor. Pero el problema es más serio
aún: las características, comportamientos y roles que cada sociedad atribuye a los
hombres, son las mismas que se le asignan al género humano. De esta manera
lo
masculino se convierte en el modelo de lo Fumano, Esto dificulta aún más la
elimina-
ción de la discriminación contra las mujeres porque ya no se trata solamente de elimi-
nar estereotipos y cambiar roles sino que esnecesario reconceptualizar al ser
humano,
tarea que implica reconstruir todo el “saber” que hasta ahora ha partido de una
premi-
sa falsa: el hombre como modelo O paradigma de lo humano y la mujer como
“lo otro”.
En síntesis, las teorías de género insisten en la cualidad fundamentalmente
secia! de las distinciones basadas en el sexo. Según estas teorfas, el sistema
de sexo-
géneroatribuye características, aptitudes y actitudes a cada uno de los dos
sexos de
manera tal que las atribuidas al masculino gozan de mayor prestigio y se erigen
en
las características, actitudes y valores paradigmáticas del ser humano.
Al insistir
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en que éstas son atribuidas a cada sexo desde antes de nacer la persona, estas
teorías están esbozando las razones ideológicas y políticas de asignarle a cada sexo
caracteristicas jerarquizadas y diametralmente opuestas.
El problema fue que al desarrollar las teorías sobre el sistema de sexo-género, se
obvióel hecho de que lo que se entiende por sexo también es culturalmente construi-
do, del mismo modo que en la mayoría de nuestras culturas, solo se reconocen dos
sexos. Tal problema produjo muchas críticas, entre las cuales estaba la de que su
explicación del estatus subordinado de las mujeres seguía dependiendo de un he-
cho de la naturaleza: el sexo, También se le criticó su direccionalidad: descansa en
una matriz que va de lo biológico a lo social, del sexo al género. Posteriores desarro-
llos han demostrado que para explicar la subordinación de las mujeres se debe
partir de lo social a lo biológico. En otras palabras, la cultura no solo atribuye y
construye el género, sino que ¡crea e inventa el sexo!
Es obvio, entonces, que el concepto de género no es esencialista, ya que mucho
se ha insistido en su carácter histórico y cambiante. El problema radica más bienen
la teoría del sistema de sexo-género desarrollada principalmente por Rubin." De
acuerdo con esta teorfa, la niña al nacer es solamente un ejemplar de la hembra de
la especie humana, convirtiéndose en un ser subordinado a la supremacía mascu-
lina gracias a la acción de la sociedad en la cual nació. Es así que, siempre según
Rubin, una hembra nace hembra gracias a su sexo; se convierte en mujer gracias al
género que le atribuyen y que ella acepta como propio.
Como es fácil comprobar, la teoría de Rubin y otras similares, trascienden las
explicaciones biologicistas sobre la subordinación de las mujeres pero se basan en
la dicotomización del binomio naturaleza/cultura al colocar el sexo en la esfera de
la primera y el género en la de la segunda. De esta manera, si bien el género es
explicado como una categoría cambiante e histórica, el sexo permanece estático.
Esta dependencia de un concepto inmutable es lo que ha llevado a algunas perso-
nas a tildar estas teorías de esencialistas. Pero, que el sexo haya sido entendido por
las creadoras de las teorías del sistema de sexo-género como algo inmutable y
ahistórico no es del todo correcto. Muchas reconocen que la base biológica del
género, es decir, el sexo, es siempre culturalmente experimentada. Esto quiere decir
que aunque se ha explicado el sistema de sexo/género echando mano del pensa-
miento dicotómico prevaleciente en nuestras culturas patriarcales, se ha hecho para
facilitar la comprensión de este sistema tan complejo. Por ello, algunas feministas
prefieren hablar de relaciones de género en vez del sistema de sexo-género, hacien-
do énfasis en el carácter relacional del concepto.
Como explica Saffioti,” las personas al nacer son transformadas, a través delas
relaciones de género, en mujeres y hombres, de manera tal que cada una de estas
14 Ruem, Gayle, El tráfico de mujeres: notas sobre una economía política del sexo, Santiago,
Chile, Centro de Estudios de la Mujer, 1985.
15 Sarrion, Heleieth, ”Reaniculandocgínzro e classe social”, en Uma Questño de Género,
Río de Janeiro, Fundacao Carlos Chagas, Rosa dos Tempos, 1992, págs. 183-87.
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que no han tomado en cuenta las relaciones de poder entre los géneros o las han
marginado a tal punto que su visión o explicación de cualquier fenómeno social o
cultural se ha visto parcializado, incompleto o tergiversado. Sin embargo, las pers-
pectivas género-sensitivas o perspectivas de género como se les dice más comúnmen-
te, no pretenden sustituir la centralidad del hombre por la centralidad de la mujer
aunque partan de una mirada que corresponde a la experiencia de un sujeto espe-
cifico. Pretenden poner las relaciones de poder entre hombres y mujeres en el centro
de cualquier análisis e interpretación de la realidad.
Las perspectivas género-sensitivas son pues, aquellas que visibilizan los distintos
efectos de la construcción social de los géneros. Ponen al descubierto cómo el hombre
y lo masculino son el referente de la mayoría de las explicaciones de la realidad en
detrimento de las mujeres y de los valores asociados con lo femenino, y sugieren
nuevas formas de construir los géneros que no estén basadas en la discriminación.
Estas perspectivas pueden ser desde el género femenino o desde el masculino.
La perspectiva de género feminista introduce la mirada y experiencia del género
femenino; colectivo cuyos deseos, necesidades y experiencias han sido invisibilizadas
osubvaloradas y desde allí contribuye al desmantelamiento de todos los mecanismos
y formas que asumen los sistemas de dominación.'* El género es múltiple y por ende,
las perspectivas de género de las mujeres también lo son. Por lo tanto, la perspectiva
feminista no es la contraparte de la perspectiva androcéntrica, ya que no pretende la
centralidad del género femenino en el sentido de construir una mirada que se erija en
una mirada única y aplicable como tal a la totalidad de los colectivos humanos. Es
más, al poner en el centro de su análisis las relaciones de poder, y por consiguiente no
invisibilizar al género masculino, es mucho más amplia que la perspectiva
androcéntrica, Así, las perspectivas feministas parten de la experiencia de subordina-
ción de las mujeres, pero al hacerlo visibilizan las relaciones de poder entre los géneros
y el hecho de que en todo discurso hay una perspectiva involucrada.
Por otro lado, una perspectiva de género masculina no androcéntrica también
permite visibilizar la experiencia e intereses de los varones como grupo específico
contribuyendo a la vez, a una mirada más integral y concreta de los fenómenos
sociales. Que los varones sean vistos como un grupo específico en vez de como
representantes de la humanidad toda, y que ellos describan y registren sus realida-
des desde ésta, contribuye a la transformación de una realidad tan mutiladora de
nuestras humanidades masculinas y femeninas.
Para poder incorporar una perspectiva de género en el derecho, se requiere
primero ver y comprender todas las formas en que la mirada de los varones se ha
asumido como humana, y corregirlas.”” Esta tarea no es nada fácil, ya que muchas
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de las manifestaciones del sexismo son percibidas tanto por hombres como por
mujeres como “naturales”. Además, debido a que la mirada de los hombres ha
pasado por tantísimos siglos como una mirada “neutral”, es difícil reconocerla
para desarticularla. Más aún, en el campo del derecho que se concibe a si mismo
como una disciplina objetiva a pesar de que su instrumento es el lenguaje, posible-
mente la más sexista de las instituciones patriarcales.
La distinción entre sexo y género no es tan tajante como se creía en los inicios
del desarrollo de las teorías de género. Ya sabemos que lo que se entiende por sexo
es construido socialmente también. Sin embargo, la mayoría de las personas entien-
den el sexo como algo biológico, inmutable y por ende corresponde hacer, para
facilitar la comprensión, una distinción entre sexo y género. Sin esta distinción es
difícil entender la subvaloración de todo lo femenino o entender que los roles y
caracteristicas que se le atribuyen a cada sexo, aunque se basaran en diferencias
biológicas, no son una consecuencia ineludible de esas supuestas diferencias y
que, por lo tanto, pueden ser transformadas. Es precisamente esta separación con-
ceptual entre el sexo y el género la que ha permitido entender que ser mujer o ser
hombre, más allá de las caracteristicas anatómicas, hormonales o biológicas, es una
construcción social y no una condición natural.
Entender que género no es lo mismo que sexo es fácil, pero lo que noes an fácil es
hacer una distinción tajante entre uno y otro concepto porque ambos se significan
mutuamente. Sin embargo, estos términos no se deben usar indiscriminadamente o,
peor aún, no se debe usar el término género en sustitución de sexo. Debemos tener claro
que el sexo es lo que entendemos como más o menos determinado biológicamente
mientras que el género es construido social, cultural e históricamente. Sin embargo,
muchas personas ahora usan género en vez de sexo porque les parece que es un
término más alejado de “lo sexual”. Por ejemplo, en algunas dependencias guberna-
mentales preguntan el “género” de la persona que hace tal o cual demanda cuando lo
correcto es preguntar por su “sexo”. Tampoco se pueden hacer estadisticas
desagregadas por “género” sino que deben ser desagregadas por “sexo”. El género,en
definitiva, no es un término que viene a sustituir el sexo, es un término para darle
nombrea aquello que es construido socialmente sobre algo que se percibe como dado
por la naturaleza.
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mente las que hasta hace muy poco tiempo eran las que se decían que distinguíanal
ser humano del resto de los animales: intelecto, razón, cultura, pensamiento, etc.
Asimismo, muchas de las características asociadas a las mujeres se relacionan con
aquello sobre lo cual se ejerce el poder: la naturaleza.
19 Lerner,
op. cit,, pág. 340.
20 Sau, Victoria. Un diccionario ideológico feminista, Barcelona, ICARIA, 1981, pág, 204.
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mantenido esta línea de argumentación, al decir que las mujeres son seres
in-
completos en su evolución lo que se demostraría en la existencia de períodos
menstruales y en la subsecuente inmadurez emocional.
El patriarcado se mantiene y reproduce en sus distintas manifestacione
s histó-
ricas, a través de múltiples y variadas instituciones.?' Llamamos institución
patriarcal a aquella práctica, relación u organización que a la par de
otras
instituciones operan como pilares estrechamente ligados entre sí en la transmi-
sión de la desigualdad entre los sexos y en la convalidación de la discrimina-
ción entre las mujeres,? pero tienen en común el hecho de que contrib
uyen al
mantenimiento del sistema de género y a la reproducción de los mecanis
mos de
dominación masculina que oprimen a todas las mujeres. Entre estas institucio-
nes están: el lenguaje ginope, la familia patriarcal, la educación androcéntrica,
la maternidad forzada, la historia robada, la heterosexualidad
obligatoria, las
religiones misóginas, el trabajo sexuado, el derecho masculinista, la ciencia
monosexual, la violencia de género, etc.
A. EL LENGUAJE GINOPE
El lenguaje es un fenómeno social presente en casi todas las especies. Sin embargo
enlaespecie humana es donde ha llegado a su mayor desarrollo: habilita y
crea vida
social. A través del lenguaje se ve reflejado el modelo de sociedad existente en un
determinado lugar y en un período histórico específico. Ninguna sociedad
vive al
margen de sulenguaje sino más bien existe en él. De allí que todas las posibilidades
de
acciones y coordinaciones posibles entre los seres humanos estén registradas
en el
lenguaje y, porlo tanto, den cuenta de la realidad en que están viviendo los hombres
y
las mujeres de una determinada cultura. A la vez, el lenguaje también genera realidad
en tanto constituye la principal forma de relacionarse con otros/as y de coordinar
acciones para la convivencia entre unos y otros. Así, enuna cultura en que el lenguaje
no registra la existencia de un sujeto femenino, podríamos concluir que, o no existen
las mujeres o éstas no son vistas como sujetosen dicha cultura. Al mismo tiempo el
uso
de un lenguaje que prescinde del sujeto femenino consolida y proyecta hacia el futuro
una sociedad en donde la mujer no vale lo mismo que el varón.
En las sociedades patriarcales el lenguaje refleja estos dos efectos. Por una
parte, da cuenta de la situación de la mujer en la cultura patriarcal y, por otra,
la
mantiene y reproduce. El poder de nombrar -es decir, de crear y definir las palabras,
de crear y definir las reglas gramaticales de unlenguaje determinado, de proporcio-
nar a las cosas identidad, evocándolas y estableciéndolas como puntos
de referen-
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cia o relacionándolas unas con otras- es el poder de conformar una cultura deter-
minada, de establecer lo que existe y lo que no existe, lo que se considera natural y
lo queno lo es, lo bueno y lo malo. El poder de la palabra es el poder de escoger los
valores que guiarán a una determinada sociedad pero más aún es el poder de crear
una determinada realidad.
A las mujeres nos han impedido ejercer este poder, poder que nos definiria como
sujetos de una sociedad, sujetos que en la sociedades patriarcales no hemos sido. Una
de las expresiones más claras del ejercicio del poder masculino en el lenguaje es el que
progresivamente la voz hombre sirviera para denominar tanto al varón de la especie
como a la especie toda y la creación de reglas gramaticales que permitieran que lo
masculino pudiera tanto excluir como incluir/ocultar a lo femenino, mientras que
relegan lo femenino a la categoría de “específico” y “particular” de ese sexo.
Aún en la actualidad, y a pesar de la lucha de las mujeres, persisten formas de
exclusión que se expresan en el impedimento a las mujeres a participar en las
“reales” o no, academias de la lengua, que hasta hace muy poco tiempo estuvieron
integradas exclusivamente por varones. El diccionario es un buen lugar para com-
probar la centralidad de lo masculino y la marginalidad de lo femenino. Por ejem-
plo, los adjetivos están siempre en su forma masculina en los diccionarios de la
lengua española, agregándoseles una “ (aY para las formas femeninas, Los nom-
bres de los animales son otro ejemplo interesante:
Con sólo estos dos ejemplos podemos comprobar que lo masculino es la norma
o el paradigma y que lo femenino es “lo otro” o lo que existe sólo en función de lo
masculino o para lo masculino.
Con el diccionario no sólo comprobamos la centralidad de lo masculino sino que
podemos comprobar que el lenguaje no es neutral sino que tiene una perspectiva
claramente masculina y además presenta a las mujeres como seres inferiores o más
cercanas a los animales. Como dice la mexicana Elena Urrutia, “acudiendo al diccio-
nario de la Real Academia Española de la Lengua (...) deducimos que la mujer es un ser
débil, delicado, con afición al regalo y no apta para el trabajo. El hombre es todo lo
contrario”. “Sexo débil: las mujeres. Femenino/a: Débil, endeble. Afeminación: Moli-
cie, flojedad de ánimo. Afeminar: Hacer perder a uno la energía varonil. Molicie: afi-
ciónal regalo, afeminación. Blando: Afeminado y que noes fuerte para el trabajo. Sexo
fuerte: Los hombres. Varonil: relativo al varón; esforzado, valeroso y firme. Hombrada:
Acción propia de un hombre generoso y esforzado. Fuerte: Animoso, varonil” 2
El diccionario también nos dice que “ser mujer” es “haber llegado una doncella
a estado de menstruar” mientras que el “ser hombre” significa “valiente y esforza-
23 Urruna, Elena, “Lenguaje y discriminación”, en Revista FEM, vol. I, nro, 6, 1976, pág. 8
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do” y que no es lo mismo ser una mujer pública que un hombre público ya que la
primera es una ramera y el segundo es “el hombre que interviene públicamente en
los negocios políticos”.
Conel diccionario también podemos ver como el patriarcado conceptualiza a la
mujer como animal de sexo femenino mientras que el hombre es un ser racional. En
castellano, por ejemplo, hembra y macho, varón y varona no son términos comple-
mentarios unos de otros. “Hembra” es definida como “animal del sexo femenino” y
también como sinónimo de “mujer”, mientras que macho sólo es definido como
“animal del sexo masculino” porque para la criatura racional del sexo masculino
existe una palabra: varón. Y, aunque existe la palabra varona, ésta no es usada para
respondera la pregunta de a qué sexo pertenece una determinada bebé, Más bienes
usada en su segunda acepción como “ mujer varonil”,
Estas definiciones no sólo nos dan una pista de cómo nuestra cultura le atribu-
yealo femenino características relacionadas con lo débil y poco apto para el traba-
jo, y entiende que para ser mujer sólo se requiere un hecho de la naturaleza mientras
que para ser hombre se requieren virtudes humanas, sino que nos confirman que
quien está definiendo es un hombre: “Afeminar: hacer perder a uno la energía
varonil”. Es obvio con esta definición que quienes definen las palabras se identifi-
can como potenciales “víctimos” de la acción de afeminar, es decir, que esta defini-
ción está hecha desde la perspectiva de un hombre y no de una mujer, y menos aún
desde la perspectiva de nadie como pretenden quienes quieren negar el
androcentrismo en el lenguaje. Para que esta definicion fuese realmente neutral en
términos de género, para que no fuera androcéntrica, tendría que haber sido escrita
de otra manera, como por ejemplo, “hacer perder a los hombres su energía varonil”.
Desafortunadamente, no percibimos la parcialidad masculinista en estas defini-
ciones precisamente porque los hombresy las mujeres estamos acostumbrados/as a
que los hombres sean el paradigma de ser humano y que la masculinidad sea la
centralidad misma alrededor de la cual giran todos los hechos y cosas y desde la cual
se defineny valoran. En nuestras culturas las mujeres no existimos, al menos no como
protagonistas. Lo femenino existe sólo como la hembra de.
Si el lenguaje es una de las principales formas de comunicación -por medio de él
se transmiten de generación en generación los hábitos culturales-, no es de extrañar
que las mujeres y lo femenino estemos invisibilizadas o marginadas del quehacer
humano, ya que el mismo lenguaje que utilizamos para comunicar esos hábitos cultu-
ralesse encarga de ocultarnos tras el género masculino, o por lo menos minimizarnos,
relativizarnos o ridiculizarnos frente al sexo “fuerte”. El lenguaje no sólo refleja y
comunica los hábitos y valores de una determinada cultura sino que conforma y fija
esos hábitos y valores. Como los hombres/ varones han tenido el poder de definir las
cosas, casi todo lo que está definido lo está desde su perspectiva. Como los hombres
han tenido el poder de definir las cosas y los valores, casi sólo las cosas y valores que
ellos han definido están aceptados como válidos en nuestra cultura y, por ende, esta
cultura es masculina o al menos, predominantemente masculina. Las mujeres, como
seres humanas plenas y autónomas, no existimos en esta cultura masculina.
284
ACADEMIA
AÑO 3, NUMERO 6, PRIMAVERA 2003, rács. 259-294
B. LA FAMILIA PATRIARCAL
285
FEMINISMO, GÉNERO Y PATRIARCADO
ALDA Facio Y LORENA Fries
representación social ni política fuera del ámbito privado puesto que el jefe de la
familia patriarcal encarna los intereses de sus integrantes. Así, los derechos ciuda-
danos se concibieron y consagraron haciendo una clara distinción entre los hom-
bres, sujetos de ciudadanía por pertenecer al ámbito público y las mujeres sin esta
calidad puesto que su ubicacióny función se encontraba dentro de una institución
conotras reglas del juego, la familia.
Desde el punto de vista económico, la familia ha significado una forma de
enriquecimiento de los varones a costa de la mujer y los hijos. La invisibilidad de su
aporte en materia de reproducción social así como su aporte en las tareas agrícolas,
de pesca, etc., que van más allá de la necesidad de provisión familiar, es desconoci-
do. A ello se suma que hasta mediados del siglo xvi estaban absolutamente incapa-
citadas juridicamente para administrar el haber familiar. Aún hoy, y a pesar de que
la mayoría de las legislaciones latinoamericanas reconocen la plena capacidad
jurídica de las mujeres para administrar recursos patrimoniales en el matrimonio,
subsisten las trabas y obstáculos para que lo hagan, a principal de ellas, es que el
marido es quien sustenta el título de jefe de familia.
De acuerdo con las investigaciones que se han realizado en torno al impacto de
este tipo de familia en el desarrollo de hombres y mujeres, y en nuestras formas de
convivencia, se concluy que ees “una historia marcada por el sometimiento a la domi-
nación, manipulación y explotación, se puede explicar en términos psicohistóricos
como la extensión de esa susceptibilidad desde el ámbito personal al ámbito más
amplio, el político”.5 Afirma que las personas que durante su infancia o durante el
período de socialización han vivido obligadas a reprimir su realidad y a aceptar otra
impuesta por la autoridad, se convierten en adultos extremadamente susceptibles al
dominio y la explotación. Sólo así puede explicarse que líderes a todo nivel, autorita-
rios, castigadores y explotadores hayan disfrutado de la lealtad, la incondicionalidad
y hasta el amor de tantas personas. Este proceso de socialización del sistema de género
opera tanto a nivel mental o intelectual como a nivel emocional y físico, siendo en el
cuerpo de los y las niños/as donde tiene su efecto más eficaz y duradero. “Allí es
dondeel control autoritario se vivencia en forma más traumática y donde primero se
radican los patrones psicosomáticos necesarios para mantener a los sistemas
dominadores” En las culturas patriarcales el trauma del dominio sobre los cuerpos
ha recaído fundamentalmente en las mujeres, quienes han visto legitimada histórica-
mente la violencia en su contra en el seno familiar.
Algunas/os de nosotras/os podemos creer que provenimos de familias en don-
deel padre y la madre tenían igual poder e iguales derechos, algunas hasta creemos
que en nuestras familias más bien dominaba la madre, pero si analizamos nuestra
familia en el contexto legal, cultural y político en que estaban inmersas, veremos
que nuestra percepción no es del todo correcta. Por más que hacia adentro nuestras
madres pudieron haber tenido poder, ¿quién tenía más posibilidades legales, eco-
25 Ester, Riane, Placer sagrado, t. 2, Santiago de Chile, Cuatro Vientos, 1998, pág, 28.
Ibíd., pág. 29.
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nómicas o políticas? ¿Quién era más valorado socialmente? Y aún en los casos en
que nuestros padres fueran personas que por circunstancias de la vida hayan caído
enel desprecio social, no podemos negar que el ideal de familia con el que crecimos
era uno en el que el papá proveía en lo económico y mamá en lo emocional, papá era
de la calle y mamá del hogar.
Por elio es fundamental en la opción por un cambio en el tipo de familia revisar
también todas las otras instituciones que favorecen a los hombres y por ende le dan
más poder dentro de la familia. Tendríamos que revisar las prácticas y leyes sobre
herencia, acceso al trabajo asalariado, sobre tributos, sobre salarios, sobre violencia
contra las mujeres, sobre la valoración de la prueba en los procesos judiciales, etc.
Tendríamos que revisar qué mensajes danlos medios de comunicación, las escue-
las, la Iglesia y cómo está distribuido el tiempo de cada quien, quién hace qué, etc.
En síntesis, la construcción social de la(s) familia(s) y de otras relaciones íntimas es
un factor determinante en la forma en que se construyen todas las relaciones socia-
les, ala vez que las instituciones patriarcales son determinantes en el resguardo y
consolidación de la familia patriarcal. De ahí que, desde una perspectiva feminista,
el analisis de la familia sea fundamental.
C. LA EROTIZACION DE LA DOMINACIÓN
287
FEMINISMO, GÉNERO Y PATRIARCADO
ALDA FAcIO Y LORENA FrIES
D. LA EDUCACIÓN ANDROCÉNTRICA
288
ACADEMIA
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niveles de educación básica y media, y a pesar de que son las mujeres las que
mayoritariamente se dedican al magisterio, la educación sigue reforzando la cul-
tura patriarcal y contribuyendo a los procesos de socialización de género. Así,
refuerza al hombre y lo masculino como referentes invisibilizando el aporte de las
mujeres en la sociedad. La educación institucionaliza la sobrevaloración de lo
masculino y la visión de mundo androcéntrica. Preguntémonos ¿qué le pasa a una
persona que pasa doce o más años aprendiendo a valorar el punto de vista y el
conocimiento masculino? ¿Qué le pasa cuando es la misma educación la que hace
invisible a las mujeres e invencible a los hombres? ¿Qué le pasa a una niña que por
un lado se le dice que debe ser dulce, intuitiva, generosa, sensible, etc. y la educa-
ción le dice que las personas que tienen éxito son las agresivas, racionales, abjeti-
vas y que piensan primero en su carrera y después en la familia? ¿No es acaso la
educación la que nos hace admirar a los llamados “clásicos” de la civilización
occidental, la mayoría de los cuales expresa odio hacia la mitad femenina de la
humanidad?
¿Qué pasa por la cabeza de niñas y niños cuando la maestra o maestro les dice
que vamos a estudiar la historia de la humanidad y sólo se habla de los grandes
hombres, sus hazañas y conquistas o cuando se estudia el sistema nervioso, el óseo,
muscular, etc. del cuerpo humano y el cuerpo que se utiliza coma modelo es el
cuerpo de un hombre? ¿Qué sucede cuando se les dice a las niñas que ellas no son
buenas para las matemáticas antes de que lo hayan podido descubrir por sí mis-
mas? ¿Qué sucede cuando a una niña se la regaña mientras que a un niño se lo
alaba por hacer la misma pregunta? Sucede que hombres y mujeres salen educados
enlos valores patriarcales, eso es lo que sucede.
Al igual que los hombres, las mujeres son y han sido siempre, actoras y agentes en
la historia. Ya que las mujeres son la mitad o más de la mitad de la humanidad,
siempre han compartido el mundo y sus trabajos en iguales partes con los hombres.
Las mujeres son y han sido parte central, no marginal, de la formación de la sociedad
y de la construeción de la civilización. Las mujeres también han compartido con los
hombres la preservación de la memoria colectiva, que conforma el pasado en la
tradición cultural, provee el vínculo entre generaciones, y conecta el pasado con el
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FEMINISMO, GÉNERO Y PATRIARCADO
ALDA Facio Y Lorena Fries
futuro. Esta tradición oral se mantuvo viva en la poesía y el mito, que tanto hombres
como mujeres crearon y preservaron en el folklore, el arte y los rituales.?
¿Entonces, por qué persiste esa idea de que las mujeres no hemos hecho “histo-
ria”, excepto poralgunas grandes reinas o otras grandes mártires o madres
de reyes
O mártires? La misma autora nos dice:
Hacer Historia con “H” mayúscula para diferenciar esta Historia registrada e inter-
pretada, de la historia que no está escrita (o al menos no oficialmente)
(...) es una
creación histórica que data de la invención de la escritura en la antigua Mesopotam
ia.
Desde el tiempo de las listas de los reyes de la antigua Sumeria en adelante
los
historiadores tanto sacerdotes, sirvientes reales, empleados, clérigos o una clase
profesional de intelectuales universitarios, han seleccionado los hechos que serán
registrados y los han interpretado de modo de darles comprensión y significado.
Hasta en el más reciente pasado, estos historiadores han sido hombres, y lo que
ellos han registrado ha sido lo que los hombres han hecho, han experimentado y
han encontrado importante. Lo han llamado Historia y han proclamado su Univer-
salidad. Lo que las mujeres han hecho y experimentado no ha sido registrado,
ha
sido descuidado e ignorado en su interpretación.
Los estudios históricos, hasta el más reciente pasado, han visto a la mujer margina-
da del desarrollo de la civilización e innecesaria para aquellos logros definidos
como de histórica importancia. Por lo tanto, el expediente registrado e interpreta-
do sobre el pasado de la humanidad es sólo un expediente parcial, en cuanto a que
omite el pasado de la mitad de la humanidad, y es distorsionado, en cuanto a que
relata la historia desde el punto de vista sólo de la mitad masculina de la humani-
dad. Para contradecir este argumento, se dice que grandes grupos de hombres,
posiblemente la mayorfa, han sido también eliminados del registro histórico,
a
través de las interpretaciones prejuiciadas de intelectuales que representan la pre-
ecupación de pequeñas élites gobernantes. Un error no cancela otro; ambos errores
conceptuales requieren ser corregidos. Sin embargo hay una diferencia entre am-
bos errores: a medida que los antiguos grupos subordinados tales como campesi-
nas, esclavos, proletarios se han elevado a posiciones de poder -o al menos, han
sido incluidos en el discurso del poder- sus experiencias han llegado a formar parte
del expediente histórico. Esto s, las experiencias de los hombres de esos grupos,
porque las mujeres fueron, como siempre, excluidas. El punto es que tanto los
hombres como las mujeres han sufrido discriminación según su grupo, pero nin-
gún hombre ha sido excluido del expediente histórico a causa de su sexo mientras
que todas las mujeres lo han sido a causa del suyo.*
F. EL DERECHO MASCULINISTA
27
LERNER, Op. cit., 1986, pág. 2.
28 Ibid., pag 3.
290
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Regla 148. Durante su infancia, una mujer debe depender de su padre, durante su
juventud, depende de su marido, si ha muerto su marido, de sus hijos, si no tiene
hijos, de los próximos parientes de su marido, y en su defecto, de los de su padre,
29 Código de Hamurabi, citado por Lor, Isidoro, en La Mujer. Si la mujer fuese buena Dios
también tendría una, Sudamericana-Planeta, pág. 6.
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FEMINISMO, GÉNERO Y PATRIARCADO
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si no tiene parientes paternos, del soberano, una mujer no debe nunca gobernar-
se a su antojo.
Regla 150. Debe estar siempre de buen humor, manejar diestramente los asuntos
de la casa, conservar con la mayor diligencia los utensilios domésticos y no
excederse en los gastos.
Regla 154. Aunque sea censurable la conducta de su marido, aunque se dé a otros
amores y esté desprovisto de buenas cualidades, debe la mujer reverenciarlo
constantemente como a un Dios.*
Ley 7: Si alguna hija de algún señor o caballero se averiguase mala, que muera
por ello.*'
Enlas leyes de Indias algunas de las conductas por las cuales mujeres negras o
mestizas eran criminalizadas fueron el hecho de vestir oro, seda, perlas, etc. A la
par estas mujeres no podían llevar hábitos de indias so pena de recibir cien azotes,
En uno de los millones de tratados sobre la inferioridad femenina que existen
en el mundo, publicado en 1900, es decir, en una época posterior a la promulgación
de todos los códigos civiles que en buena parte aún rigen en nuestros países, escrito
por el médico Paul Julious Moebius bajo el título “La inferioridad mental de la
Mujer”, se encuentra la siguiente opinión sobre la mujer y el derecho:
Y aunque el autor afirma que las mujeres deben ser tratadas diferentemente
porque son inferiores, con lo que no estoy de acuerdo, sí señala algo que nadie le
objetó en esa época por evidente y es el hecho de que las leyes son hechas por y para
los hombres,
Es en una segunda etapa histórica y cuando el proceso de domesticación de las
mujeres ya había producido sus frutos cuando el derecho conjuga un método de
regulación específica hacia la mujer, con uno neutral, supuestamente dirigido a
todos y todas por igual, al sujeto universal. Así, tanto el reconocimiento jurídico del
principio político de la igualdad y la neutralidad del derecho como método de
regulación actual han ocultado una verdad que se mantiene cierta hasta nuestros
días: la subordinación y discriminación de las mujeres; como lo prueba la falta de
representatividad femenina en los órganos legislativos y de administración de jus-
292
ACADEMIA
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ticia de estos países; como lo prueban las sentencias sexistas y todas las leyes
discriminatorias que se mantienen a pesar de esas declaraciones de igualdad entre
los sexos; como lo prueban todas las leyes que necesitamos las mujeres y que no
existen; como lo prueban las instituciones jurídicas creadas a partir de las necesi-
dades de los hombres y que en su génesis excluyeron totalmente a las mujeres
creando sistemas jurídicos esencialmente masculinos.
Las legislaciones más modernas o al menos más recientes, se han modernizado
aunque aun así pueden ser llamadas “implicitamente patriarcales”. En efecto, de-
pendiendo de las necesidades y preocupaciones masculinas, siguen dos cursos de
acción. En un sentido, las legislaciones siguen siendo patriarcales cuando, aunque
nos reconozcan como sujetas de derechos, nos despojan de ciertos derechos como la
libertad de tránsito al exigirnos seguir el domicilio de nuestros maridos, o no nos
garantizan la integridad de nuestros cuerpos al no castigar la violencia doméstica
o cuando nos mantienen a las mujeres dependientes de la buena voluntad de los
hombres con pensiones alimenticias bajísimas e incobrables, necesitadas de su
aprobación para regular nuestra fecundidad, etc. (imitaciones a nuestros derechos
que respondena necesidades masculinas).
Enelotro sentido, la legislación sigue siendo patriarcal cuando sólo nos toma
en cuenta en cuanto a nuestra función reproductora estableciendo toda clase de
“protecciones” para las mujeres (preocupación masculina que consiste en poder
controlar esta función por la necesidad masculina de poder confirmar su paterni-
dad). En realidad esas “ protecciones” son garantías para que los hombres puedan
tener seguridad de que ellos son los padres, o puedan ejercer la paternidad irres-
ponsable, 0 a lo sumo son protecciones para las futuras generaciones pero en nin-
gún caso son protecciones a la mujer-persona.
En ambos sentidos las actividades, necesidades y preocupaciones de los hom-
bres constituyen lo esencial de estas legislaciones. Por una parte, no tenemos los
mismos derechos que los varones; se nos restringen o limitan. Por otra parte, nues-
tras actividades, necesidades y preocupaciones están prácticamente ausentes. Es el
caso de la exclusión histórica de los derechos sexuales y reproductivos, Estas nece-
sidades que sólo sienten las hombres no son percibidas como “específicas” de y
para ellos sino tado lo contrario, como necesidades de la humanidad entera. A
veces sellega a tal grado de cinismo, que quieren vendérnoslas como “derechos” de
las mujeres. Lean por ejemplo el código laboral de cualquier país de América Latina
oelsiguiente artículo del Código Civil de Guatemala:
293
FEMINISMO, GÉNERO Y PATRIARCADO
ALDA FACIO Y LORENA FRIES
Este ejemplo y muchos otros que todavía persisten en nuestros códigos nos
comprueban fehacientemente desde la experiencia y necesidades de quién se han
redactado nuestras leyes. Sin embargo, debido al trabajo de concientización que
hacemos las feministas, las mujeres estamos empezando a exigir que nuestros inte-
reses y necesidades sean tomados en cuenta por el derecho. Es dentro de este con-
texto que hace unos años los escritos feministas latinoamericanos le están haciendo
una nueva crítica al derecho. Esta crítica utiliza el lente de la perspectiva de género
para visibilizar el androcentrismo en el quehacer jurídico, creando un verdadero
dilema para muchas juristas que al igual que los juristas varones hemos sido defor-
madas para creer que la ley es sinónimo de justicia.
¿Cómoutilizar el derecho para el mejoramiento de la posición social y condicio-
nes de vida de las mujeres si éste es un instrumento que fue creado para dominara
las mujeres? ¿Cómo transformar un derecho dominador en uno cooperador en la
convivencia de mujeres y de hombres? ¿Cómo iniciar o mantener un compromiso
con el movimiento de mujeres y seguir ejerciendo nuestra profesión? Como aboga-
das/os tenemos verdaderas dificultades para aceptar la parcialidad androcéntrica
de los principios básicos del derecho, de la lógica jurídica y hasta de la misma
estructura del derecho, crítica que como feministas sí estamos dispuestas a hacerles
a otras instituciones. Sin embargo, si dejamos de lado nuestra entendible reacción
defensiva ante una crítica a una profesión que nos costó tantos años de sacrificio,
podremos ver que estas críticas pueden ser productivas en última instancia.
La crítica feminista es una alternativa catalizadora de transformaciones
democratizantes dentro del derecho. Esta crítica no tiene por finalidad única de-
nunciar las discriminaciones que sufrimos las mujeres sino que es mucho más
profunda y abarcadora. Se puede utilizar el pensamiento feminista para visibilizar
la estructura del derecho, históricamente condicionada a la parcialidad por haber
tomado como modelo de sujeto de derechos y obligaciones al sexo masculino, y de
éste, sólo a los de cierta clase, raza, religión, preferencia sexual, etc. Además, la
critica feminista también se aboca a llenar de contenidos más democráticos los
principios e instituciones que constituyen un aporte a la convivencia y que son
producto de luchas históricas para superar todo tipo de discriminaciones. Los con-
ceptos en abstracto de justicia, igualdad, libertad, solidaridad, etc. no son en sí
androcéntricos; el problema está en el significado y aplicación que los hombres les
han dado a esos valores.