Elmo Leon resúmenes de la pagina 210 hasta la 235
Elmo Leon resúmenes de la pagina 210 hasta la 235
Elmo Leon resúmenes de la pagina 210 hasta la 235
DEL CUSCO
ESCUELA PROFECIONAL DE ARQUEOLOGIA
TEMA: Resumen de la página 210 hasta la 235 del libro “Origenes humanos en los andes
centrales”
Cusco 2024
El fuego: el centro de las actividades
Desde que los seres humanos aprendieron a controlar el fuego, esto cambió nuestras vidas de
manera radical, como se puede ver desde la época del Paleolítico. Las chozas y viviendas tenían
un hogar con fuego para calentarse, cocinar alimentos y protegerse de animales
peligrosos. Además, el fuego permitía actividades nocturnas y el compartir historias en
sociedad. En el abrigo de Telarmachay, no se sabe cómo encendían el fuego, pero
probablemente usaban varillas o pirita. Los fogones evolucionaron con el tiempo, desde simples
fogatas hasta fogones con placas de piedra para mayor eficacia.
La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.
El equipo de investigación ha encontrado evidencia de que los alimentos se cocinaban
calentando piedras bajo tierra en el fogón central, al menos desde el año 6,000 a. C. Piedras
recalentadas fueron encontradas, similar a la preparación de la Pachamanca hoy en día. Además,
se han encontrado evidencias de fuego abierto en la cueva, donde se asaron alimentos. La
escasez de combustible podría haber llevado a la fragmentación de la carne a cocinar, y se
piensa que el agua se hervía sumergiendo piedras calientes. El fuego también se utilizaba para
ahumar carne, preparar pieles y calentar rocas antes de tallarlas.
El arte y las costumbres funerarias
El contenido detalla importantes descubrimientos arqueológicos en un yacimiento que data de al
menos 6,000 años a. C. Se han encontrado objetos como perlas, collares, y cuentas, lo que
sugiere un interés por el sentido estético, ritual o de moda desde esos tiempos. En la sepultura
de un niño se hallaron cuentas cilíndricas de hueso y cuentas de piedra calcárea, además de
pendientes de hueso, lo que podría indicar un tipo especial de ofrenda o ritual funerario.
Se describe el entierro de una mujer de más de 50 años, encontrada en una fosa elíptica, su
esqueleto mostraba flexión extrema posiblemente debido a que el cuerpo fue atado. Asimismo,
el cuerpo estaba en una especie de bolsa, y apareció sin cabeza, tal vez por la acción de
ocupantes posteriores.
Otros hallazgos incluyen los restos de una mujer joven y un infante, cubiertos por lajas de
piedra, lo que refleja un patrón funerario común. La mujer joven, de entre 20 y 25 años,
presentaba signos de artrosis posiblemente causados por el trabajo de procesamiento de pieles,
insinuando que las mujeres podrían haberse especializado en ciertas artesanías.
Se menciona también la veneración hacia los niños, ya que un infante muerto prematuramente
fue enterrado con especial cuidado, cubierto por ocre rojo, y acompañado por 99 discos de
piedra calcárea que podrían haber formado un collar. Esta atención especial en el tratamiento
funerario de niños fue recurrente durante los primeros milenios después de la llegada de los
emigrantes andinos y es corroborada por otros sitios como Lauricocha.
El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay es un importante yacimiento arqueológico en la Puna de Junín,
aunque carece de datación radiométrica precisa para algunos periodos. La investigación, llevada
a cabo en la década de 1970-1980 por Peter Kaulicke, ofrece informes limitados pero
significativos. Su cronología se basa en comparaciones con Telarmachay, sin garantizar una
temporalidad específica. A pesar de las excavaciones restringidas y los informes escasos, se
encontraron restos de fauna extinta, como un ciervo glacial y caballos del Pleistoceno, junto con
herramientas de caza primitiva, sugiriendo la coexistencia de humanos y megafauna.
Uchkumachay se encuentra a gran altitud en Junín, conectada con Telarmachay a través de un
corredor de aproximadamente 30 km. Un dato relevante es el descubrimiento de capas
estratigráficas de arcilla que podrían indicar variaciones climáticas. Las similitudes tipológicas
entre Uchkumachay y Telarmachay sugieren un enfoque común hacia la caza y la preparación
de pieles durante el Holoceno Temprano, con un aumento del uso de herramientas líticas como
raspadores y puntas de proyectil.
El sitio presenta 36 estratos divididos en fases, desde 9,795 hasta 3,104 a.C., lo que lo
convierte en uno de los yacimientos precerámicos mejor fechados del Perú.
Las viviendas, inicialmente simples, se volvieron más elaboradas con pisos de arcilla y
techos sostenidos por postes internos, señalando una mayor complejidad social.
Los grupos humanos aprovechaban recursos tanto de la sierra alta como de la puna baja,
destacando la movilidad y la amplitud de su territorio de explotación.
El sitio cuenta con 36 estratos, separados en tres bloques. Aldenderfer establece fases
basadas en 30 fechados radiocarbónicos, convirtiendo a Asana en uno de los yacimientos
mejor fechados del precerámico peruano.
Fase IV (6,979-4,731 a.C.) y III (hasta 3,104 a.C.): Aumento de ocupación y densidad de
actividad.
Durante el Holoceno temprano, los grupos establecían campamentos en las cercanías del
bofedal y ampliaban su alcance hacia la puna baja (30 km) y la costa, buscando materiales
como calcedonia y sílex azul.
En el Holoceno medio, las viviendas presentaban pisos de arcilla para mayor confort. La
disposición de los postes cambió de formas circulares a internas, indicando una mayor
complejidad social.
A medida que disminuyó el trabajo con pieles de camélidos, aumentó el uso de batanes
para procesar plantas como quinua (Chenopodiaceae).
Las puntas romboidales y con pequeños alerones predominan en las fases iniciales,
mientras que las lanceoladas dominan en el Holoceno medio.
La cueva está ubicada al noroeste del Cerro Toquepala, Tacna, cerca del límite con Moquegua, a
2,700 metros sobre el nivel del mar. Esta región es un punto intermedio entre la costa y el
altiplano. El área es volcánica, lo que sugiere la necesidad de estudios paleoclimáticos y
geológicos más profundos, así como en Caru, 70 km al suroeste.
Las dataciones de radiocarbono de las muestras del sitio han sido problemáticas debido a la falta
de contexto detallado y posibles contaminaciones. La evidencia sugiere que el sitio estuvo
ocupado entre el quinto y sexto milenio a. C. Las herramientas halladas, realizadas
principalmente en roca volcánica, indican que el lugar pudo haber sido un taller donde se
manufacturaban y desechaban herramientas.
Las pinturas rupestres, un símbolo del arte precerámico andino, son notables en los paneles de la
cueva y el abrigo. Aunque difíciles de fechar con precisión, se presumen del Holoceno Medio,
adaptándose a cierto estilo de pintura prehistórica. Las representaciones incluyen animales como
guanacos y escenas de caza. También hay signos abstractos que podrían tener significados
míticos o sociales.
El sitio pudo haber servido como refugio temporal estacional para sus habitantes por su
artefactos y restos, lo que sugiere un patrón de vida trashumante. Algunos objetos encontrados,
como cuarzos y pirita, podrían tener fines rituales en lugar de prácticos. En resumen, la cueva de
Toquepala es un lugar de gran interés arqueológico debido a sus pinturas y la información que
ofrece sobre las culturas prehistóricas en la región andina.
El panel C muestra a tres camélidos en movimiento seguidos por dos seres humanos con
máscaras. Uno de los animales lleva un proyectil sujeto a su pierna, sugiriendo huida, mientras
que otro parece estar muerto. En el panel A, figuras pseudo-humanas rodean a los animales de
manera dinámica, posiblemente cazando guanacos. Se sugiere un mensaje de "conjuro" por
incisiones en los animales. Se menciona la técnica de caza conocida como "chaco" desde al
menos el sexto milenio a. C. Estas pinturas reflejan creencias basadas en la economía de caza y
podrían haber sido realizadas en cuevas como expresión artística. Las máscaras y símbolos en
las representaciones son similares a otros sitios de arte rupestre famosos. Las pinturas podrían
representar un deseo de cazar y asegurar la captura de presas. Existen otras representaciones
entre Arequipa y Puno que no se mencionan aquí por falta de espacio y documentación.
El abrigo de Caru, Tacna
El abrigo de Caru en Tacna es un yacimiento arqueológico importante en el sur del Perú, que
revela evidencias de antiguos pobladores datadas entre 7,348-6,836 años a. C. Se han
encontrado fogones, restos de talla lítica y artefactos de piedra como puntas, raspadores y
cuchillos. También se hallaron restos de guanaco quemado y cuentas de concha marina, lo que
sugiere intercambio a larga distancia. Se descubrieron pinturas rupestres monocromáticas en el
abrigo, representando seres humanos, guanacos y líneas verticales y horizontales. Estos
hallazgos reflejan aspectos de la vida diaria y arte de los antiguos peruanos, contribuyendo a
comprender su historia desde hace 14,000 años antes de Cristo. Es importante destacar que estas
conclusiones son preliminares y pueden cambiar con futuras investigaciones.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN
ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD de CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA
CUSCO – PERÚ
2024
El fuego: el centro de las actividades
Desde el Paleolítico, el control del fuego transformó la vida humana, proporcionando calor,
permitiendo la cocción de alimentos, actuando como defensa contra animales, y favoreciendo
la vida social. En Telarmachay, aunque no hay evidencia concreta de técnicas de ignición, se
cree que podrían haber usado métodos como la frotación de varillas o percusión con pirita,
posiblemente empleando el ichu como combustible. Los fogones evolucionaron desde
simples fogatas hasta estructuras más elaboradas, llegando en el quinto milenio a.C. a estar
rodeados de placas de piedra para mejorar su eficiencia y duración.
Las tumbas encontradas en Telarmachay también revelan detalles sobre las costumbres
funerarias. El entierro de una mujer mayor fue hallado en una fosa elíptica junto a la pared de
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la cueva, en una postura extremadamente flexionada, lo que sugiere que pudo haber sido
atada antes de ser enterrada. El esqueleto carecía de cabeza, posiblemente debido a
alteraciones causadas por ocupantes posteriores, y estaba rodeado de restos de huesos y lascas
de piedra, que los investigadores consideran material de relleno y no ofrendas.
Otra sepultura contenía los restos de una mujer joven y un infante de cinco meses, ambos
cubiertos por lajas de piedra, siguiendo una práctica funeraria común de la época para
proteger a los más pequeños. La joven, de entre 20 y 25 años, fue encontrada con su cuerpo
flexionado y signos de haber sido atada, además de un conjunto de herramientas de piedra y
una bola de ocre rojo, que indican que probablemente trabajaba procesando cuero y pieles,
dado que estas herramientas presentaban señales de uso prolongado y estaban manchadas de
ocre, un conservador natural del cuero. Este trabajo parece haber sido una actividad
especializada femenina, ya que tanto ella como otra mujer enterrada en el sitio mostraban
signos de artrosis en el codo, posiblemente debido al uso continuo de raspadores.
Entre los restos encontrados, destaca también el esqueleto de un infante de cinco a seis
meses, cubierto en ocre rojo y enterrado en una fosa oval. El tratamiento especial de este
entierro incluía un collar de discos de piedra calcárea y un conjunto de pendientes de hueso
en los pies, lo cual podría haber sido una especie de cinturón. Las ofrendas del infante
incluían además conchas marinas, un hecho significativo dado que el mar estaba a 150 km de
distancia, lo que muestra el valor simbólico otorgado al entierro de niños. Las malas
condiciones de salud, reflejadas en caries, abrasión dental y posibles signos de malnutrición,
sugieren las difíciles condiciones de vida en esta comunidad temprana.
El abrigo de Uchkumachay
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bajo la dirección de Peter Kaulicke, quien documentó hallazgos clave, aunque sin
obtener fechados radiométricos específicos para muchas de las capas arqueológicas, lo
cual limita la precisión cronológica del sitio.
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En resumen, Uchkumachay y Telarmachay muestran patrones de ocupación similares,
lo que sugiere que ambos lugares pudieron haber tenido funciones parecidas y
actividades paralelas durante sus ocupaciones, aunque la falta de datos detallados y
fechados radiométricos limita la capacidad de establecer una cronología precisa. La
relación entre ambos sitios destaca la importancia de la caza y la preparación de pieles
en las primeras sociedades andinas del Holoceno.
Las ocupaciones humanas más antiguas en el Perú se han relacionado históricamente con la
cueva de Pikimachay, en Ayacucho, donde se encontraron herramientas líticas que, según
reportes iniciales, superaban los 20,000 años de antigüedad. Esta afirmación ha sido objeto de
controversia durante las últimas décadas, cuestionada por especialistas como Duccio
Bonavia, John Rick, y Thomas Lynch. Estos expertos argumentan que los datos no son
concluyentes y que los supuestos fechados tempranos deben revisarse con precaución.
Existen dos complejos arqueológicos principales en Ayacucho que generan mayor debate: el
Complejo Pacaicasa y el Complejo Ayacucho. Estos sitios han sido propuestos como las
evidencias más remotas de ocupación humana en el Perú, y son frecuentemente citados en
relación con posibles asentamientos del Pleistoceno Tardío o incluso más antiguos. Sin
embargo, los estudios son limitados y carecen de una validación exhaustiva, pues la
documentación que sustenta estas afirmaciones es escasa y los informes finales del Proyecto
Botánico Arqueológico de Ayacucho presentan información limitada y a veces fragmentaria.
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permitirían obtener una cronología más precisa y confiable para los vestigios humanos en
Ayacucho. Esto sería fundamental para reevaluar la antigüedad de las primeras ocupaciones
humanas en la región y determinar si efectivamente Pikimachay y otros sitios en Ayacucho
representan algunas de las primeras presencias humanas en los Andes y en el continente
sudamericano.
La cueva de Pikimachay
La capa "j", inmediatamente superior a la "k", presenta dataciones entre 23,472 y 18,984 años
a.C., con una vegetación forestal y fauna que indican condiciones húmedas. Los estudios
sugieren que entre 23,000 y 20,000 años a.C., el clima fue más templado, con ecosistemas
que sustentaban fauna de ciervos, lo cual podría corresponder a un período interestadial.
En capas más recientes, como la "i1" y "i", se observa una alternancia de condiciones frías.
La capa "i1", con fauna como caballos, ha sido datada entre 18,647 y 15,756 años a.C., lo que
podría correlacionarse con el avance europeo del Dryas II. Finalmente, la capa "i" muestra un
avance glacial continuo en un ambiente de sabana, fechado entre 17,291 y 13,881 años a.C.,
indicando una extensión de las condiciones frías de la capa anterior.
Estos datos preliminares sugieren una historia climática compleja, con variaciones entre
condiciones frías y templadas. Sin embargo, hasta que se realicen nuevas investigaciones y
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análisis especializados en calibración radiocarbónica para el hemisferio sur, estos resultados
deben considerarse aproximados.
En cuanto a la datación, las muestras de este complejo se han basado en huesos de perezosos
(Scelidoterium) que aparentemente habitaban la cueva y presentan huellas de corte y pulido,
aunque no se han publicado fotos que respalden esta afirmación. Las dataciones abarcan un
período de 23,472 a 13,881 años a.C., aunque MacNeish considera que la fecha más reciente
es inexacta. No obstante, la falta de muestras de carbón reduce la confiabilidad de estos
fechados.
Las capas excavadas de Pikimachay que corresponden al "Complejo Pacaicasa" son las capas
"k", "j", "i1" e "i", en las que se identificaron áreas de actividad supuestamente humanas. La
capa más profunda, "k", tiene un área de unos 45 m² y muestra tres áreas de actividad
propuestas por MacNeish, pero no presenta fogones ni áreas organizadas, lo que impide
corroborar la presencia humana. La capa "j", con un área de 65 m², muestra nuevamente tres
áreas de actividad que carecen de evidencias sólidas, y aunque MacNeish menciona huesos
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de perezosos y restos de madera trabajada, no existen estudios tafonómicos que respalden su
origen antropogénico.
Las capas superiores, "i1" e "i", contienen huesos de caballo y perezosos con supuestas
huellas de raspado, pero no presentan coherencia en su distribución para ser interpretados
como actividad humana. En resumen, la falta de evidencias claras y coherentes en el
"Complejo Pacaicasa", así como la carencia de carbón y análisis geo-arqueológicos y
tafonómicos, dificultan aceptar esta evidencia como prueba de las primeras ocupaciones
humanas en el Perú.
El "Complejo Ayacucho" representa uno de los conjuntos de evidencia más convincentes para
los posibles primeros indicios de presencia humana en el Perú, según algunos expertos. A
diferencia de las pruebas del "Complejo Paccaicassa", las capas del "Complejo Ayacucho"
—denominadas “h1” y “h”— ofrecen restos arqueológicos que muestran una mayor
consistencia para interpretación como producto de actividad humana. Sin embargo, aún se
carece de suficiente documentación y sólo se cuenta con una datación radiocarbónica.
La capa “h1” es la más amplia, con un espesor entre 35 y 50 cm y seis áreas de actividad
propuestas, de las cuales las áreas 4 y 5 contienen agrupaciones de restos líticos y huesos de
animales como el perezoso gigante y el caballo. Esta disposición parece indicar actividad
humana, aunque no existen dataciones radiocarbónicas en esta capa.
La capa “h” es considerada la más rica en restos, incluyendo huesos de diversas especies
(caballos, zorros, ciervos y vizcachas), que sugieren procesamiento humano por herramientas
de piedra de materiales variados, como guijarros y rocas silicificadas. En esta capa se han
encontrado dos supuestos fogones, aunque faltan descripciones detalladas para confirmarlos
como estructuras antrópicas. La única datación radiocarbónica proviene de un hueso de
perezoso gigante y sitúa el conjunto en un período entre 15,271 y 14,610 años a.C.
Además de los restos de huesos, en la capa "h" se hallaron puntas de hueso, las cuales
parecen ser convincentes como herramientas hechas por humanos, similares a hallazgos
contemporáneos de otras cuevas como la de Huango. Entre las herramientas de piedra se
destacan piezas elaboradas con rocas seleccionadas, en algunos casos menos meteorizadas
que las encontradas en el "Complejo Paccaicassa".
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Uno de los artefactos analizados en el Museo de Arqueología de San Marcos es un posible
cuchillo de dorso rebajado, hecho en roca silicificada y ligeramente retocado. Se ha
observado que la base del utensilio presenta manchas de combustión, lo cual podría respaldar
la hipótesis de fogones en la capa. Otra pieza importante es un perforador, caracterizado por
un apéndice creado mediante muescas en ambos bordes. Este tipo de elaboración parece
indicar una economía de materiales, ya que se seleccionaron rocas de alta calidad y se utilizó
un retocado mínimo para aprovechar al máximo el material disponible.
Aunque aún hay limitaciones en la documentación del "Complejo Ayacucho", los indicios
parecen más sólidos en comparación con los del "Complejo Paccaicassa". Las herramientas
de piedra, los restos óseos y las posibles estructuras de combustión apuntan hacia actividad
humana, aunque es necesaria una investigación más exhaustiva y estudios de tafonomía y
análisis detallados de los artefactos.
El abrigo 3 de Sumbay se encuentra a unos 4,600 msnm, en el Cerro Jayo Grande y junto a
una quebrada de 50 metros de profundidad. Aunque no se cuenta con un reporte exhaustivo
para la comunidad, los hallazgos provienen de pozos de cateo que priorizaron la descripción
de herramientas líticas encontradas en el sitio. Entre estos artefactos destacan puntas líticas de
forma pentagonal con bases cóncavas y, en algunos casos, con acanaladuras y “alerones” a
los lados. Este diseño sugiere una tecnología lítica diferente a la observada en la sierra central
del Perú, posiblemente influida por la tradición del área meridional andina o por el material
utilizado para el mango de estas puntas.
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Además de estas puntas, se hallaron raspadores y perforadores de pequeño tamaño y
aparentemente estandarizados. La función de estos artefactos aún no es clara, pero se plantea
que pudieron estar relacionados con el trabajo de pieles de camélidos, dada su forma y
tamaño.
Algunos de estos artefactos fueron recuperados de los estratos 3 y 4, los cuales han sido
datados mediante calibración en un rango de 5,211 a 3,398 a.C., pertenecientes
probablemente al quinto milenio a.C. y, por tanto, al Holoceno Medio. Sin embargo, faltan
datos precisos sobre la ubicación y contexto exacto de estas muestras, lo cual impide una
afirmación concluyente hasta que se realicen estudios más extensivos.
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MANANTIALES Y BOFEDALES COMO FUENTES DE RECURSO
El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua, destaca por su proximidad a
fuentes de agua naturales, lo que le otorgó una ubicación estratégica para los primeros grupos
humanos. Según Mark Aldenderfer (1990a, 1990b, 1998, 1999), Asana estaba situado en la
orilla norte de un bofedal que era alimentado por dos manantiales a lo largo del Holoceno.
Estos manantiales proporcionaban agua y recursos a animales como guanacos y tarucas, que a
su vez eran aprovechados por los pobladores del sitio.
El sitio contiene una secuencia de 36 estratos, agrupados en tres bloques que presentan una
estratigrafía compleja. Sin embargo, gracias a 30 fechados radiocarbónicos, Aldenderfer ha
establecido fases de ocupación que aportan una de las cronologías más detalladas del
Precerámico Peruano. La fase VI, la más antigua, se sitúa entre 9,654-9,795 años a.C., lo que
coincide con el final del Younger Dryas. La fase V (8,169-6,505 años a.C.) marca el inicio
del sedentarismo, con ocupación permanente y el probable uso de obsidiana traída de
Cotacalli. Las fases IV (6,979-4,731 años a.C.) y III (hasta 3,104 años a.C.) completan la
secuencia cronológica del yacimiento.
En fases posteriores, como el Holoceno Medio, las viviendas de los pobladores de Asana
mostraron una mayor complejidad. Se construyeron estructuras más duraderas con pisos de
arcilla, lo que sugiere un aumento en la permanencia de los grupos en el lugar. A partir de la
fase IV, la densidad de las ocupaciones aumentó, y se observó un mayor uso de plantas, como
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la quinua, que se procesaba con piedras y batanes. Además, las viviendas adoptaron una
forma cuadrangular, lo que indica una mayor organización social.
Este sitio se encuentra a 2,700 m.s.n.m., en una zona de transición entre la costa y el
altiplano, entre los ríos Osmore y Locumba. La zona es de carácter volcánico y ha sido clave
para estudios paleoclimáticos y geológicos. La cueva es especialmente relevante por sus
pinturas que datan posiblemente entre 6,000 y 4,500 años a.C., aunque la datación aún
presenta inconsistencias, en parte por la falta de registros precisos y la alteración de las
muestras.
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El arte rupestre en Toquepala incluye símbolos geométricos que recuerdan a los encontrados
en el Paleolítico europeo, y algunos investigadores sugieren que podrían ser ideogramas o
representaciones de grupos sociales. Este conjunto de pinturas proporciona una visión
fascinante de las primeras formas de arte y organización social en la región andina.
Otro hallazgo importante fue una serie de pinturas rupestres en la bóveda del abrigo, que
presentan matices rojos característicos del arte paleolítico temprano. Estas pinturas incluyen
representaciones de seres humanos, guanacos y diversas formas geométricas, lo que destaca
el vínculo entre el arte rupestre de los Andes y las tradiciones de ocupación más antiguas en
la región.
En cuanto a las conclusiones preliminares, Ravines sugiere que los hallazgos de Caru
proporcionan valiosas pistas sobre las primeras huellas humanas en los Andes, pero señala
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que la investigación aún está en desarrollo y que estos resultados deben ser considerados
dentro de una visión general del proceso de ocupación humana en el sur del Perú, entre los
14,000 y 4,000 años a.C.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA
DOCENTE:
Torres Huaman Rodrigo
ASIGNATURA:
Arqueología del pre-cerámico
INTEGRANTES:
● Huillca Aragon Juan Antoni
● Carmen Rosa Lloclle Huarca
● Vanesa Huallpa Cusi
● Karen Chchacca Yapu
CUSCO-PERÚ
2024
A pesar de la falta de datos concretos, se observa que las herramientas líticas, como
raspadores y puntas de proyectil, son similares a las encontradas en Telarmachay, lo que
indica que las actividades de caza y preparación de pieles eran predominantes. Además, se
presenta una variabilidad en las puntas de proyectil, lo que podría reflejar diferencias
funcionales o estilísticas.
En resumen, aunque la información sobre Uchkumachay es limitada, permite formular
hipótesis sobre la vida de sus antiguos habitantes, su interacción con la fauna y su conexión
con otros yacimientos arqueológicos de la región. La investigación futura podría arrojar más
luz sobre estos aspectos y ayudar a construir una imagen más completa de la ocupación
humana en la Puna de Junín durante el Holoceno.
En síntesis, el Complejo Pacaicasa sigue siendo un tema de debate entre los expertos, y se
requiere más investigación y análisis para determinar su validez como evidencia de la
presencia humana en el Perú durante el período paleolítico.
Entre los hallazgos más destacados se encuentran puntas líticas con formas pentagonales y
características únicas, como bases cóncavas y canaladuras, lo que sugiere una tecnología
diferente a la de la sierra central peruana. También se han encontrado raspadores y
perforadores estandarizados, que podrían haber sido utilizados en la preparación de pieles
de camélidos.
Las dataciones radiocarbónicas de los estratos 3 y 4 sugieren una ocupación que podría
datar de 5,211 a 3,398 años a.C., indicando una presencia humana durante el Holoceno
Medio. Sin embargo, se requiere más investigación para confirmar estos hallazgos.
El abrigo se caracteriza por una notable cantidad de pinturas rupestres, que Neira
Avendaño estima en alrededor de 500. Aunque no se dispone de información detallada
sobre su datación o contexto, los diseños retratan escenas de caza de camélidos y figuras
humanas en movimiento, sugiriendo un dinamismo en la representación.
CURSO: Preceramico
ALUMNO:
•El fuego era esencial para las actividades diarias de los primeros habitantes de la
Puna de Junín. Su presencia se evidencia en los restos de fogones encontrados en los
abrigos rocosos de la zona. El fuego no solo proporcionaba calor y luz, sino que
también era crucial para cocinar alimentos, ahuyentar a los animales salvajes y para la
elaboración de herramientas. La evidencia arqueológica indica que el uso del fuego en
la Puna de Junín se remonta a hace 10.000 años.
La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6.000 años a.
C.
En Asana, se observó que tanto las puntas como los raspadores fueron producidos en
menor cantidad en épocas más recientes, lo que contrasta con el patrón observado en
la Puna de Junín al inicio del Holoceno Tardío. Aunque no se tiene una explicación
clara, el modelo de sedentarismo temprano propuesto por Aldenderfer podría ser una
posible respuesta. En general, Asana muestra evidencia de cazadores que
establecieron campamentos estratégicos en la sierra alta de Moquegua,
desplazándose hacia la puna, pero adoptando características sedentarias
rápidamente. No obstante, no fue un área de domesticación de animales hasta épocas
mucho más tardías.
Otras técnicas fueron posibles gracias al fuego. Algunas evidencias de fuego abierto en partes
internas de la cueva, también permiten sugerir que se asaron alimentos. Es curioso que en
estas partes del abrigo se ha encontrado desechos óseos y guijarros con huellas de percusión y
aplastamiento que probablemente, eran instrumentos de cocina.
De acuerdo a las inferencias de Lavallée, es posible pensar que debido a la escasez de
combustible para hacer fuego, éste se habría economizado al máximo, de modo tal que, por
ejemplo, se habrían fragmentado los trozos de carne a cocinar. Otros debieron ser
contenedores de cuero o de vísceras de animales. Por ello es que varios autores, como ella o
Bonavia, piensan que el agua fue hervida por la técnica de inmersión, es decir, calentar
piedras y luego sumergirlas hasta hervir el agua. De ahí que no se puede excluir la posibilidad
de cocción de sopas de carne y seguramente productos vegetales recolectados.
El abrigo de Uchkumachay
Las ocupaciones humanas más antiguas de Perú en Ayacucho Duccio Bonavia, John Rick,
Thomas Lynch, et al. 194 pusieron en duda que los restos humanos y las herramientas de
piedra más antiguas se encuentren en la cueva de Pikimachay, Ayacucho, y que estas
herramientas de piedra superan los 20,000 años de antigüedad. Tuvieron apoyo en avances en
correcciones radiocarbónicas y el análisis de una colección lítica que podría representar la
evidencia humana más antigua en Perú. Rescato especialmente la discusión de los complejos
de Pacaicasa y Ayacucho debido a la relevancia de mis observaciones hechas allí; los otros
complejos del Holoceno Temprano se dejan de lado por falta de documentación adecuada. En
la cueva de Pikimachay, ubicada en Ayacucho a 2,850 m.s.n.m., los análisis climáticos
basados en polen y acidez del suelo aún carecen de informes especializados, limitando la
interpretación de los datos disponibles. Se citó la bibliografía tanto de MacNeish y su equipo
como de los informes preliminares y finales del Proyecto Botánico Arqueológico de
Ayacucho 1969-1983.
La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay está situada en la parte norte del departamento de Ayacucho, a unos
12 km al sur del pueblo de Huanta y a 2,850 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra en la
confluencia de los ríos Huarpa y Pongos, derivados del Mantaro, y a unos 16 km al oeste de
la cadena oriental de los Andes Centrales.
1. Capa "k": Esta es la capa más profunda y se presenta como una sabana fría. Aunque
no se han obtenido fechados directos, se estima que es anterior a los 23,000 años a.C.
y podría estar vinculada con el Último Máximo Glacial (LGM).
2. Capa "j": Fechada entre 23,472 y 18,984 años a.C., esta capa sugiere un clima
húmedo con vegetación forestal favorable para animales como los ciervos. Se estima
que esta capa corresponde a un período de interés interestadial.
3. Capa "i1": Indicadores de un clima frío con fauna de tipo sabana, como caballos,
fechada entre 18,647 y 15,756 años a.C. Esta capa podría correlacionarse con el
avance europeo Dryas II.
4. Capa "i": Muestra un avance glacial con vegetación de tipo sabana, fechada entre
17,291 y 13,881 años a.C., posiblemente la continuación del clima frío de la capa
anterior.
El Complejo Pacaicasa
considerado como evidencia de los primeros humanos en el Perú, pero expertos como Duccio
Bonavia y John Rick cuestionan su validez debido a la falta de pruebas concluyentes. Los
supuestos utensilios de piedra hallados en la cueva parecen ser simplemente rocas caídas, con
signos de meteorización que impiden determinar si fueron trabajadas por humanos. Además,
no se han realizado estudios tafonómicos ni análisis de los restos animales para confirmar su
origen humano.
● La cronología basada en huesos de perezoso muestra una antigüedad de entre 23,472
y 13,881 años a.C., pero sin muestras de carbón, la datación es incierta. Las
excavaciones en varias capas de la cueva no revelan evidencias claras de ocupación
humana, como fogones o K soáreas de trabajo bien definidas.
La evidencia del Complejo Pacaicasa es insuficiente para sostener que representa los
primeros humanos en los Andes, y se requieren más estudios para validar su autenticidad.
El Complejo Ayacucho
Considerado como los primeros indicios de presencia humana en el Perú, con evidencias que
datan de aproximadamente 14,600 años a.C. A pesar de la escasa documentación, las
evidencias encontradas en las capas “h1” y “h” de este complejo incluyen restos líticos, de
huesos de animales (como perezosos gigantes, caballos y camélidos), y artefactos de piedra
que podrían ser asociados a actividades humanas.
MacNeish reporta una capa (h) con concentraciones de restos y seis áreas de actividad,
aunque la naturaleza antrópica de estos hallazgos es discutible. Destacan la presencia de
restos de animales procesados con herramientas de piedra, y aunque no se ha encontrado
evidencia concluyente de actividad humana, algunos hallazgos, como un hueso de
Scelidoterium fechado radiocarbónicamente entre 15,271 y 14,610 años a.C., sugieren la
presencia de humanos.
El análisis de las herramientas, como cuchillos y perforadores de piedra, muestra la selección
de materiales de alta calidad y el uso de tecnologías para fabricar utensilios bifaciales.
También se documentaron artefactos de hueso, como puntas de proyectil, y utensilios de
guijarros utilizados para fracturar huesos y maderas.
Aunque algunos utensilios y restos parecen ser desechos de talla, estos hallazgos sugieren que
ya existían prácticas de manufactura compleja, y que los primeros pobladores ya usaban
recursos naturales de manera eficiente. En resumen, el Complejo Ayacucho aporta pruebas de
la presencia humana en el Perú hace más de 14,600 años, mostrando una economía de
subsistencia basada en la caza y procesamiento de animales, junto con una tecnología
rudimentaria pero avanzada para la época.
El abrigos rocosos de Sumbay
Ubicado en el distrito de Cayma, Arequipa, es un sitio arqueológico precerámico a 4,600
m.s.n.m., en una quebrada del Río Sumbay. Aunque la investigación sobre el sitio es limitada,
se han encontrado artefactos líticos únicos, como puntas de flecha con bases cóncavas y
detalles como "alerones" y "acanaladuras", que sugieren una tecnología diferente a la de otras
regiones andinas. También se han hallado raspadores y perforadores, posiblemente usados en
actividades como la preparación de pieles de camélidos.
Además, el abrigo contiene una notable cantidad de pinturas rupestres, que podrían llegar
hasta 500, aunque su antigüedad exacta no ha sido determinada. Las representaciones, que
probablemente datan del final del Holoceno Medio o Tardío, incluyen escenas de camélidos
perseguidos por figuras humanas dinámicas, posiblemente relacionadas con la caza, y escenas
agrícolas o de recolección. Este sitio es crucial para comprender las primeras interacciones
entre los seres humanos y su entorno en la región andina.
ESTUDIANTES:
CUSCO- PERÚ
2024
La pachamanca: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.
La pachamanca fue un invento culinario en la Puna de Junín hace alrededor de 6.000 años. La
evidencia sugiere que la comida se cocinaba calentando piedras bajo tierra, como en el fogón central y
en etapas posteriores. Es posible que otras técnicas, como el uso del fuego, fueron posibles debido a la
escasez de combustible para cocinar. Esto puede haber provocado la fragmentación de los trozos de
carne para cocinar. Otros métodos utilizados por el fuego incluían humear la carne, preparar pieles,
secar la roca e incluso arreglar la carne y las herramientas relacionadas con la carne
El arte y las costumbres funerarias
El arte y las costumbres funerarias han cambiado nuestro modo de vida desde el Paleolítico. Las
rudimentarias viviendas encontraron hogares con combustión, que proporcionaban abrigo, cocción de
alimentos, armas contra animales predadores, luz para actividades nocturnas y vida en sociedad. El
abrigo de Telarmachay no debe ser escapado a estas prácticas, sino que se puede ser usado por
frotación de varillas o percusión con pirita. Los fogones evolucionan en el tiempo, con el fuego
encontrado como pequeña fogata en las primeras fases, y en el quinto milenio antes de Cristo.
Un grupo de 18 pendientes fueron encontrados en la sepultura de un niño, revelando una forma
rectangular con intenso polvo de arado. Las piezas fueron encontradas mediante un perforador, lo que
sugiere que el niño era un cinturón. También se encontraron dos dientes carnívoros, posiblemente de
una especie de orejeras o aretes.
En Telarmachay se encontraron tres tumbas humanas que aportan importantes detalles sobre la
anatomía física y costumbres funerarias del antiguo pueblo peruano. Las tumbas fueron encontradas
en los estratos VI, los cuales pueden fecharse hace entre 6.060 y 5.882 años. Las tumbas contenían el
cuerpo de una mujer, flexionado sobre el viento, posiblemente una liana o cuerpo. Los fractales de los
tonos de los pies sugieren que el cuerpo fue enterrado en un carro o bolsa de cuero.
Sonia Guillén, experta en física, detectó abrasión en los dientes y artrosis en el codo derecho,
posiblemente por estrés laboral. En la misma sepultura, cubiertos de piedra, fueron encontrados una
mujer y un bebé. Este tratamiento de colocar piedras sobre las tumbas, exclusivamente para niños, era
común en Lauricocha durante esta época.
El esqueleto de una joven peruana de entre 20 y 25 años, de frente grande, sugiere que su cuerpo
también fue afectado. A pesar de alterar su cabello, permaneció flexionada y apoyada sobre su
costado izquierdo. En uno de sus dedos fue colocada un hacha funeraria, posiblemente indicando que
se dedicaba a la piel y al tratamiento de la piel. La piedra exógena utilizada para las hachas y la bola
de ocre, un buen conservador de la piel, sugieren que era experta en el tratamiento de la piel. Otro
esqueleto femenina también experimentó estrés en el trabajo de la piel. Es interesante notar que las
mujeres se habían especializado en artes específicas antes de Cristo, y durante este tiempo, las
mujeres eran expertas en el trabajo de la piel. Cerca del esqueleto se encontró un lactante, que murió
prematuramente, cubierto de un ocre rojo y colocado en un cuneta de tierra rocosa.
Casi todos los miembros inferiores tienen 18 perforaciones óseas rectangulares, que pueden haber
formado un cinturón. Las conchas eran de procedimiento, destacando el especial tratamiento funerario
dado a los niños durante siglos. El bebé pudo haber muerto por infección generalizada o desnutrición
debido a malas condiciones de salud.
El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay es un yacimiento importante para el éxito de la Puna de Junín, en la
Quebrada de Tilarnioc. Fue investigado por Peter Kaulicke durante la década de 1970-1980, y se
encuentra en la estructura del cerro Jirjancancha. La investigación se basa en las coordenadas
11º20`03``S y 75º52`35`W, departamento de Junín. La investigación se encuentra en la misma
Quebrada de Tilarnioc, y se encuentra cerca del Abrigo de Telarmachay. Una gran cantidad de
fechados es encontrado, y se encuentra una edad similar a la capa 6 de Uchkumachay con la VII de
Telarmachay. La cronología del yacimiento es elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo
que no garantiza una cronología específica. La edad del abrigo es similar a la capa en Uchkumachay,
y las semejanzas en la capa 6 de Uchkumachay y la VII de Telarmachay no implican paralelos
cronológicos.
El texto habla sobre la actividad de preparación de pieles durante el Holoceno Temprano en este
abrigo, como Telarmachay. Los raspadores eran simples, pequeños y de algún tipo de roca de buena
calidad. Un cuarto del material encontrado durante esta época está compuesto por piezas bifaciales,
como puntas de proyectil y bifaces. Una de las diferencias más interesantes es la presencia de puntas
anchas delgadas y pedúnculos en Uchkumachay. Las fases VI y V de Telarmachay guardan
similitudes con la fase 5 de Uchkumachay, que podría fechar entre 5,500 y 3,500 a.C., y se mencionan
capas de arcilla roja-marrón en la descripción estratigráfica.
El texto describe la cultura de Telarmachay y Uchkumachay, y su estructura y cultura. En
Telarmachay, el número de puntas aumenta considerablemente, y en Uchkumachay, el número de
raspadores se reducirá en cantidad similar al Telarmachay hasta la fase V superior. Esta estructura se
refleja en la similitud de los raspadores, y el aumento de piezas con muescas y susupuestos buriles. La
tecnología lítica sofisticada en los Andes es más frecuente en Telarmachay, pero la evidencia de las
piezas similares de Telarmachay confirma su escasa presencia. La historia de Uchkumachay es más
idéntica a Telarmachay, y durante el Holoceno Temprano, hay una gran cantidad de paralelos con
Telarmachay. La ocupación del espacio y la caza seleccionada siguen siguiendo la regla general. La
estructura de Telarmachay y Uchkumachay tienen funciones similares en tiempos paralelos.
Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho
Las ocupaciones humanas más remotas del Perú se encuentran en la cueva de Pikimachay, Ayacucho,
con antiguos utensilios de piedra que superan los 20.000 años de antigüedad. Expertos como Duccio
Bonavia, John Rick y Thomas Lynch han estado involucrados en este debate durante más de dos
décadas. Este es un buen momento para examinar y evaluar esta controversia, ya que se pueden
obtener nuevos datos mediante la datación por radiocarbono y una pequeña colección de evidencia
lítica. La atención se centra en los dos complejos más antiguos, Pacaicasa y Ayacucho, debido a la
polémica por su alejamiento de los grupos humanos en Perú. Las tres informaciones finales
presentadas por el Proyecto Arqueológico Botánico de Ayacucho aportan valiosos conocimientos.
La cueva de Pikimachay
La cueva está situada en la parte norte de Ayacucho, a unos 12 km al sur de Huanta y a 2,850 m.s.n.m.
en la confluencia de los ríos Huarpa y Pongos.
Está próxima a la cadena oriental de los Andes centrales (a unos 16 km).
Investigaciones y limitaciones:
Richard MacNeish lideró estudios para reconstruir el clima basado en análisis de polen y la acidez del
suelo, aunque no se ha presentado un informe detallado sobre estos resultados.
Las dataciones actuales están basadas en curvas de calibración del hemisferio norte, lo que introduce
cierta incertidumbre debido a la falta de una curva específica para el hemisferio sur.
Estratigrafía y capas sedimentarias:
La capa más profunda, denominada "k", se asocia con un entorno de sabana fría y podría datar antes
de 23,000 años a. C., posiblemente vinculada al Último Máximo Glacial (LGM).
La capa "j" tiene una datación entre 23,472 y 18,984 años a. C. (con un posible límite menor de
20,000 años a. C.). Se sugiere un clima húmedo con vegetación propicia para ciervos, indicando un
posible interestadial. La capa "i1" presenta un reavance frío con un entorno de sabana, evidenciado
por la presencia de caballos, y está fechada entre 18,647 y 15,756 años a. C., posiblemente
coincidiendo con el Dryas II en Europa. La capa "i" muestra un avance glacial posterior, con
vegetación de sabana, datando entre 17,291 y 13,881 años a. C., probablemente una continuación de
las condiciones de la capa anterior.
Interpretación paleoclimática y faunística:
Las capas sedimentarias revelan fluctuaciones climáticas, alternando entre períodos fríos y húmedos,
con cambios en la vegetación y presencia de megafauna (ciervos y caballos).
La cueva de Pikimachay proporciona información clave sobre los cambios climáticos y ecológicos
durante el Pleistoceno tardío en los Andes centrales, aunque la interpretación está limitada por la falta
de dataciones más precisas.
El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más antiguos?
Aunque varios textos lo consideran como la evidencia más antigua de presencia humana en el Perú,
investigadores como Duccio Bonavia y John Rick ponen en duda esta afirmación.
Las supuestas herramientas de piedra encontradas parecen ser simplemente rocas caídas del techo de
la cueva, erosionadas, sin evidencia clara de haber sido talladas por humanos.
La erosión en las piezas dificulta la identificación de marcas de impacto o señales de manufactura
humana.
No se ha realizado un análisis tafonómico que ayude a discernir si las marcas son producto de
actividad humana o de procesos naturales.
El informe final de MacNeish (1980) es desorganizado y carece de documentación adecuada, como
fotografías o dibujos técnicos de las supuestas herramientas.
Las dataciones se basan en huesos de perezoso (Scelidoterium) encontrados en la cueva, con un rango
de 23,472 a 13,881 años a.C.
Sin embargo, no hay muestras de carbón que puedan confirmar la autenticidad de estas fechas.
Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay (k, j, i1, e i) son atribuidas al Complejo
Pacaicasa.
No hay evidencia clara de ocupación humana, como fogones o suelos de ocupación definidos.
Las "áreas de actividad" propuestas por MacNeish no presentan asociaciones convincentes que
respalden la presencia humana.
En la capa "k", se afirma que se procesaron perezosos, pero solo se encontró una vértebra de este
animal.
Las capas superiores (j, i1) muestran huesos de animales con supuestas marcas de corte y trabajo en
madera, pero sin estudios que lo confirmen.
No se encuentran concentraciones de restos coherentes que puedan interpretarse como resultado de
actividades humanas.
Sin evidencia adicional (como restos de carbón, estudios geo-arqueológicos, análisis detallados de las
herramientas de piedra y tafonomía de los restos animales), es imposible validar la antigüedad y
autenticidad del Complejo Pacaicasa como prueba de los primeros habitantes del Perú.
El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú
El Complejo Ayacucho es considerado uno de los primeros indicios de ocupación humana en el Perú,
aunque con limitadas evidencias radiocarbónicas.
Se encontraron dos capas de interés arqueológico: “h1” y “h”. La capa “h” ha sido fechada en
15,271-14,610 a.C.
Las capas contienen herramientas líticas, huesos de animales (perezoso gigante, caballo, ciervos, etc.)
y posibles indicios de actividad humana.
Descripción de las capas “h1” y “h”
Capa “h1”: Presenta una cobertura uniforme y restos líticos dispersos asociados a fauna extinta,
aunque con escasas concentraciones.
Capa “h”: Más rica en materiales y con seis concentraciones de restos que podrían ser evidencias de
actividad humana, incluyendo herramientas y huesos procesados.
Hallazgos y análisis de herramientas
Utensilios de piedra:
Se identificaron herramientas elaboradas en materiales como tufo volcánico, guijarros y rocas
silicificadas.
Ejemplos incluyen cuchillos de dorso rebajado, perforadores, puntas de proyectil y choppers
(herramientas líticas pesadas).
Utensilios óseos:
Se encontraron puntas de hueso, como la elaborada con hueso de caballo, que presentan evidencias de
uso y retoque.
Las herramientas indican una selección cuidadosa de materias primas y técnicas de talla bifacial.
Evidencias adicionales
Se reportaron fogones en la capa “h”, aunque sin una descripción detallada, lo que sugiere actividad
antrópica.
MacNeish documentó hallazgos de enterramientos humanos y restos de perros en etapas posteriores.
Periodización del Complejo Ayacucho
Fase Huanta: Se caracteriza por herramientas líticas simples y restos de fauna, fechada en
aproximadamente 14,600 a.C.
Fase Puente: Inicios del Holoceno, con mayor densidad poblacional y herramientas diversificadas,
fechadas entre 8,198 y 7,057 a.C.
Complejo Jaywa: Innovaciones como entierros con envoltorios y mayor consumo de cuyes, datando
entre 6,464 y 5,381 a.C.
Complejo Piki: Alta ocupación en diversos pisos ecológicos y reducción en el tamaño de
herramientas, fechada entre 5,630-3,811 a.C.
Agricultura temprana y domesticación
En el Complejo Cachi (posterior a Piki), se encontraron restos de maíz, con fechados que sugieren su
uso hacia 4,354-3,811 a.C., lo que apunta a la temprana domesticación de cultivos en los Andes.
Los abrigos rocosos de Sumbay en Arequipa
Los abrigos rocosos de Sumbay están situados en el distrito de Cayma, en Arequipa, cerca del río
Sumbay.
El abrigo rocoso número 3, que ha sido el más estudiado, se encuentra a 4,600 m.s.n.m., sobre el
Cerro Jayo Grande.
En tres quebradas cercanas al río Sumbay se han identificado 9 sitios precerámicos, algunos con arte
parietal, destacando el abrigo número “3”.
Hallazgos líticos:
El sitio contiene una variedad de artefactos líticos, con especial atención a puntas pentagonales con
bases cóncavas y acanaladuras, que presentan diferencias tecnológicas respecto a la sierra central
peruana.
También se encontraron raspadores y perforadores, que podrían haber sido usados para el trabajo de
pieles de camélidos.
Cronología:
Los estratos 3 y 4 han sido datados entre 5,211 y 3,398 a.C., ubicados a finales del Holoceno Medio.
Sin embargo, faltan detalles sobre el contexto exacto de los hallazgos y la documentación precisa de
las muestras.
Pinturas rupestres:
El abrigo número 3 contiene alrededor de 500 pinturas rupestres según Neira Avendaño.
Estas pinturas muestran escenas de caza de camélidos, con figuras humanas representadas en color
blanco, en posiciones dinámicas como saltando o corriendo.
Aunque las pinturas no están bien documentadas en términos cronológicos, se especula que podrían
pertenecer a finales del Holoceno Medio o al Holoceno Tardío.
Escenas representadas:
Las representaciones incluyen figuras humanas persiguiendo camélidos, posiblemente en actividades
de "chaco" (caza colectiva).
Las escenas se destacan por el dinamismo y la interacción entre humanos y animales.
Falta de estudios detallados:
A pesar de los descubrimientos, hay ausencia de estudios exhaustivos y documentados sobre los
contextos arqueológicos de Sumbay, lo que limita la comprensión completa de su importancia cultural
y cronológica.
Asana: cazadores de guanacos en la sierra de Moquegua
El yacimiento de Asana se encuentra en la serranía de Moquegua, cerca de la mina de Cuajone, en la
margen derecha de un afluente del río Osmore, a unos 3,435 m.s.n.m.
Investigaciones arqueológicas:
Las excavaciones han sido lideradas por Mark Aldenderfer en varios estudios a lo largo de los años
(1990, 1998, 1999).
El sitio es un yacimiento al aire libre que ha revelado información clave sobre la vida de los primeros
habitantes de la región durante el Holoceno.
Hallazgos principales:
Se encontraron una serie de viviendas construidas por los antiguos pobladores.
Los descubrimientos han proporcionado datos importantes sobre el modo de vida de estos grupos
humanos tempranos en la sierra sur del Perú.
Importancia del yacimiento:
Asana destaca por ofrecer una visión detallada de los hábitos y costumbres de cazadores-recolectores,
particularmente en la caza de guanacos, en la región de Moquegua durante el Holoceno.
Manantiales y bofedales como fuentes de recursos
El yacimiento de Asana se situaba en la orilla norte de un bofedal alimentado por dos manantiales a lo
largo del Holoceno, lo que atraía a guanacos y tarucas, asegurando recursos cercanos para los
pobladores.
Durante el Holoceno Temprano, el aumento de temperaturas creó un entorno favorable para las
vicuñas, lo que añadió una fuente adicional de recursos para los habitantes. Secuencia estratigráfica y
datación:
Asana cuenta con una secuencia compleja de 36 estratos divididos en tres bloques. Mark Aldenderfer
identificó fases de ocupación humana a partir de 30 fechados radiocarbónicos, convirtiéndose en uno
de los sitios mejor datados del Precerámico Peruano.
Las fases más relevantes son:
● Fase VI (9,654-9,795 a. C.): Final del Younger Dryas.
● Fase V (8,169-6,505 a. C.): Inicio del sedentarismo y posible intercambio de obsidiana.
● Fase IV (6,979-4,731 a. C.): Aumento de ocupaciones.
● Fase III (hasta 3,104 a. C.): Uso más intensivo de plantas y mayor densidad de ocupación.
Estilo de vida y tecnología:
Durante el Holoceno Temprano, los habitantes establecen campamentos ovalados o circulares cerca
del bofedal, utilizando raspadores para trabajar pieles de camélidos.
Se evidencia un intercambio de obsidiana con sitios distantes como Cotacalli (a 80 km), mostrando un
temprano acceso a recursos foráneos.
Cambio en el uso de recursos y sedentarismo:
Hacia el Holoceno Medio, se notó una disminución en la preparación de pieles y un mayor uso de
batanes para moler granos, como la quinua.
Aparecen viviendas cuadrangulares, lo que sugiere un aumento en la complejidad social y un estilo de
vida más sedentario.
Los postes de las viviendas cambian de estar alrededor a ser colocados en el interior para soportar
techos, indicando un desarrollo arquitectónico.
Materiales líticos y herramientas:
La mayoría de las herramientas de piedra se elaboraron con materiales locales, excepto por las rocas
de alta calidad como la obsidiana y el sílex azul, traídas de lugares lejanos.
Las formas de puntas evolucionaron desde estilos romboidales con alerones en el Holoceno Temprano
a lanceoladas en el Holoceno Medio.
Observaciones finales:
Asana refleja un campamento estratégico para cazadores-recolectores en la sierra alta, con evidencias
de un temprano sedentarismo, aunque no de domesticación de animales hasta tiempos más tardíos.
La reducción en la producción de puntas y raspadores en épocas más recientes sugiere un cambio en
el estilo de vida, posiblemente vinculado a un mayor sedentarismo temprano en comparación con
otras regiones como la Puna de Junín.
La Cueva y el Abrigo de Toquepala
La cueva de Toquepala, ubicada en la región de Tacna, Perú, es un sitio arqueológico notable, famoso
por sus pinturas rupestres que datan de hace aproximadamente 7,650 años, lo que la convierte en una
de las manifestaciones artísticas más antiguas del continente americano. Este sitio fue excavado en la
década de 1960 bajo la dirección del arqueólogo Rogger Ravines, quien trabajó en colaboración con el
Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Lima.
Historia del Descubrimiento
El descubrimiento de la cueva ha sido objeto de debate. Según Ravines, el profesor Emilio Gonzales
García fue quien alertó a los arqueólogos sobre la existencia de las pinturas. Otra versión sostiene que
obreros de la Utah Construction Company, que trabajaban en la instalación de torres eléctricas, fueron
los primeros en encontrarla. Ambas versiones pueden ser complementarias, ya que los obreros
informaron a Gonzales.
Características Geográficas
La cueva se encuentra a una altitud aproximada de 2,700 m.s.n.m., al noroeste del Cerro Toquepala y
cerca del Río Locumba. Este lugar es significativo porque actúa como un puente entre la costa y el
altiplano peruano. La región es volcánica y presenta un entorno geológico que requiere estudios más
profundos para comprender su historia paleoclimática y geológica.
Pinturas Rupestres
Las pinturas en Toquepala son diversas y representan escenas de caza, así como figuras estilizadas y
motivos geométricos. Se estima que algunas pinturas podrían datar hasta 8,000 años atrás, reflejando
una rica historia cultural. Los colores predominantes son el rojo, amarillo y verde, utilizando
pigmentos naturales como hematita.
Investigaciones Arqueológicas
Las excavaciones realizadas por Ravines revelaron una ocupación pre-cerámica que data desde
aproximadamente 7,650 a.C. Se encontraron herramientas líticas elaboradas principalmente con
materiales volcánicos y evidencias de actividades de talla in situ. Sin embargo, los fechados obtenidos
han sido contradictorios. Por ejemplo, se han registrado fechas que oscilan entre 9,130 a.C. y 4,274
a.C., lo que sugiere problemas en la recolección o contaminación de las muestras.
Patrón de Vida
La evidencia sugiere que los habitantes de Toquepala eran cazadores-recolectores que utilizaban la
cueva como refugio temporal. Se ha propuesto un patrón trashumante basado en la presencia
intermitente de artefactos y los hiatos en el registro arqueológico. La dieta parece haber estado
centrada en el guanaco, con un 74% de los restos óseos hallados pertenecientes a este animal.
En la cueva de Toquepala se han encontrado diversos elementos que sugieren usos no pragmáticos,
posiblemente rituales. Entre estos hallazgos se incluyen pirita de cobre, cristales de cuarzo y un
bloque de piedra con una mancha roja, probablemente hematita, que podría haber sido utilizado como
paleta para aplicar colorantes en las pinturas rupestres. Estos objetos provienen de capas que datan del
Holoceno Medio y podrían haber sido utilizados en la creación de las pinturas.
Intercambio y Conexiones Culturales
Se han hallado al menos 20 especímenes de "choros" (Aulacomya ater) en la capa más profunda, lo
que sugiere posibles intercambios entre las comunidades costeras y los habitantes de las montañas,
dado que los choros provienen del litoral, a unos 80 km al suroeste. Este tipo de intercambio ya ha
sido observado en otros sitios como Asana y Quebrada Jaguay.
Arte Rupestre
Las pinturas rupestres de Toquepala son emblemáticas del arte andino precerámico. Se estima que
fueron realizadas entre 6,000 y 4,500 años a.C., aunque la falta de datos concretos dificulta una
datación precisa. Los paneles presentan representaciones de camélidos, especialmente guanacos, y
escenas de caza que reflejan técnicas como el "chaco", donde los cazadores acorralan a sus presas.
Características de las Pinturas
Los paneles incluyen figuras humanas en diversas posturas, algunas portando arcos, lo que sugiere el
uso del arco y flecha desde el quinto o sexto milenio a.C. Las representaciones son dinámicas y
muestran técnicas de caza avanzadas. Además, se han identificado símbolos que podrían tener
significados rituales o míticos, similares a los encontrados en cuevas paleolíticas europeas.
El abrigo de Caru, Tacna
El abrigo de Caru, ubicado en el distrito de Tarata en el Departamento de Tacna, es el yacimiento más
meridional de la sierra peruana y fue objeto de investigaciones arqueológicas por Rogger Ravines en
la década de 1960. Este sitio se encuentra a aproximadamente 3,150 m.s.n.m. y tiene una superficie de
alrededor de 50 metros cuadrados.
Hallazgos Arqueológicos
Las excavaciones en Caru revelaron al menos dos fogones y áreas con restos de talla lítica. Un análisis
de radiocarbono proporcionó una fecha entre 7,348 y 6,836 años a.C., aunque el contexto del carbón
utilizado para la muestra no está claro. Los artefactos incluyen huesos quemados, principalmente de
guanaco, y herramientas talladas en materiales como cuarzo y basalto. También se encontró una
cuenta de concha marina, lo que sugiere intercambio a larga distancia con la costa.
Pinturas Rupestres
En el abrigo se descubrieron pinturas rupestres en tonos rojos, representando figuras humanas y
posiblemente guanacos. Estas pinturas monocromáticas son similares a las encontradas en Toquepala
y reflejan un estilo que recuerda al arte paleolítico europeo.
Conclusiones Preliminares
Los hallazgos en Caru contribuyen a comprender las primeras ocupaciones humanas en los Andes
entre 14,000 y 4,000 años a.C. Aunque los datos son limitados y la investigación continúa
evolucionando, se destaca la importancia del abrigo como un sitio clave para entender las
interacciones culturales y los patrones de vida de los antiguos peruanos. La presencia de pinturas
rupestres también sugiere un vínculo entre el arte y las prácticas rituales relacionadas con la caza.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA
Cusco - Perú
2024-II
EL FUEGO: EL CENTRO DE LAS ACTIVIDADES
Desde el paleolítico los seres humanos fueron capaces de producir y controlar el fuego,los usos
que le daban fueron :
- cocción de alimentos
- Arma contra animales depredadores
- Luz para actividad nocturna
- Vida en sociedad
En el abrigo rocoso de telarmachay, no hay evidencia de ignición de materiales, aunque lavalle
arguye que pudieron haber sido por medio de la frotación de varillas o percusión de pirita.
Los fogones presentan una clara evolución en el tiempo :
1°fase: encendido sobre el suelo a modo de fogata
2°fase: fogones
3°:Se cavan orificios para darle más eficiencia y duración
5to milenio a.c.: instalan placa de piedra para rodearlo.
LA “PACHAMANCA”: UNA INVENCIÓN CULINARIA EN LA PUNA DE JUNÍN DE 6,000 AÑOS
A. C.
Se presenta una evidencia de cocción de alimentos por calentamiento de piedras con el
descubrimiento de un fogón centro de al menos la fase VI( 6000 años a.c. y posteriores)
Además usaron otras técnicas como el asado de alimentos con el uso de huesos y guijarros que
aparentemente son instrumentos de cocina.
Lavalle y Bonavia infiere que debido a la escasez de combustión se fragmentaba trozos de carne
y hacían hervir agua por inmersión
Otros usos:
- Ahumar la carne
- Preparar las pieles
- Calentamiento de rocas
- Fijar mangos
EL ARTE Y LAS COSTUMBRES FUNERARIAS
El hallazgo de perlas ,pendientes y cuentas data de 6000 años a.c. ¿Estética, moda o ritual?.
Se encontró 99 cuentas a modo de disco de piedra calcárea, las cuales rodeaban el entierro de un
infante,además 18 pendientes en forma rectangular de herbívoros grandes,2 dientes de caninos
de carnívoros que fueron posibles orejeras o aretes.
Los 3 entierros de telarmachay procedentes de la capa VI (6000 y 5882 a.c.)
- 1° entierro: Una mujer de más de 50 años en una fosa de forma elíptica ligeramente sobre
su lado izquierdo y exionada sobre el vientre .Los investigadores suponen que el cuerpo
fue atado por una especie de liana o cuerda, la fractura de huesos indica que haya estado
metida en una bolsa de carrizo o de cuero cerrado donde comprimieron sus pies ,además
se evidencia osteoporosis en el codo ,lo que posiblemente fue por estrés del trabajo.
- 2° entierro: 2 cadáveres, mujer joven de 20 a 25 años que evidencia que fue atada,
recostada al lado izquierdo y exionada hacia las nalgas,además el ajuar funerario que se
encontró a la altura de una de sus piernas este contenía 11 artefactos( 6 raspadores, 2
bifaciales, 1 punta bifacial y lascas retocadas, guijarros de cuarzo)e instrumentos de
huesos todos con evidencia de uso.
- 3° entierro VENERACIÓN A LOS INFANTES: Lactante de 5 a 6 meses enterradas al pie
del abrigo rocoso.
El cuerpo, puesto en una fosa oval de unos 30 cm. de largo, fue cubierto completamente
por ocre rojo, el cual llegó a manchar todos los huesos y hasta el suelo donde estaba
colocado, lo que nos da una idea del ritual llevado a cabo. Se le había colocado,
literalmente, dentro de una forma de cuneta de tierra oval, marcada por algunas piedras
dispuestas en forma de semi-arco. A la altura del mentón, se le colocó una especie de
cordón con 99 discos de piedras calcáreas perforadas, lo que podría haberse tratado de un
collar
Muy cerca de los miembros inferiores hubo una serie de 18 pendientes de hueso
rectangulares, cuidadosamente elaborados, los cuales muestran perforaciones circulares
que pudieron haber constituido un cinturón. Un hecho remarcable es que las conchas eran
de procedencia marina, lo que releva lo particular de las ofrendas colocadas en la tumba
de este infante, considerando que el mar se encontraba a unos 150 km. de distancia. No
cabe duda de que el tratamiento especial funerario de niños fue una constante durante los
primeros milenios, desde la llegada de los emigrantes andinos. Los entierros de Lauricocha
también dan fe de ello.
Las malas condiciones de salubridad se manifiestan por el hecho de que este infante
pueda haber fallecido por una infección generalizada o por malnutrición.
El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay, es uno de los yacimientos importantes que nos puede brindar
información sobre los primeros habitantes de la Puna de Junín,. La investigación de este sitio está
enmarcada dentro de la campaña de trabajos de campo que se llevaron a cabo durante la década
de 1970- 1980. Las excavaciones han sido llevadas a cabo por Peter Kaulicke, la cronología de
este yacimiento está elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo que no garantiza
ninguna cronología específica.
El abrigo de Uchkumachay se localiza en la Quebrada de Tilarnioc, departamento de Junín, sobre
la falda suroeste del cerro Jirjancancha (a unos 4.400 m.s.n.m.). Según Kaulicke, se ubica a 4,050
m.s.n.m. pero por coordenadas GPS se tiene que el sitio está a 4,235 m.s.n.m. Desde el abrigo, si
uno desciende hasta la misma Quebrada de Tilarnioc, llega a la Pampa La Cima, que es un
corredor casi directo hasta San Pedro de Cajas, el cual se conecta con el Abrigo de Telarmachay
mediante un recorrido aproximado de 15 km. Si uno suma la distancia total entre los dos abrigos,
siguiendo el curso del Shaka Palcamayo-San Pedro de Cajas-Pampa La Cima- Quebrada
Tilarnioc, se tiene un total de aproximadamente 30 km. Es decir, un trecho perfectamente
transitable entre uno y otro sitio por los antiguos pobladores de esta zona.
Un hallazgo importante es el concerniente al nivel más antiguo (que en realidad se trató de un
lente pequeño), donde Kaulicke halló 8 fragmentos de hueso de fauna extinta, como una especie
de ciervo de la edad glacial (Agalmaceros), un tipo de caballo pleistocénico (Parahipparion) y un
tipo de roedor (Cricetidae). Aparentemente se encontró, también, un supuesto raspador, una lasca
retocada y 5 lascas junto a los fragmentos, lo que puede considerarse como un indicio de que los
primeros habitantes del abrigo cazaron este tipo de animales. Se trataria de la única posible
evidencia de cohabitación por megafauna y seres humanos en la Puna de Junín.
En vista de las semejanzas que contiene la capa 6 de Uchkumachay con la VII de Telarmachay,
Kaulicke atribuye una edad similar a esta capa en Uchkumachay, de modo que de acuerdo a él,
fecharía en un lapso entre los 8,900 y 6,000 años a. C. El asignar fechados por similitudes
tipológicas no sólo es riesgoso, sino que es un procedimiento que se reduce a analogías
anacrónicas a base de formas que no resisten la mínima crítica. Es evidente la existencia de
varios paralelos entre ambos yacimientos, empero, ello no implica necesariamente paralelos
cronológicos. Ahora bien, poco se puede decir sobre el material debido a lo escaso de la
información reportada, salvo el énfasis en lítico y en otros reportes sobre material óseo. De lo
publicado, es evidente que los raspadores abundan. Por ello es posible deducir, que de manera
similar a Telarmachay, la actividad de preparado de pieles fue importante durante el Holoceno
Temprano en este abrigo.
Los raspadores, de acuerdo a las ilustraciones, parecen ser simples, frecuentemente elaborados
en lascas secundarias, pequeñas y suponemos que de algún tipo de roca de buena calidad.
Similarmente, casi un cuarto del material encontrado durante esta época está compuesto por
piezas bifaciales (puntas de proyectil y bifaces) de allí que se pueda sugerir la dependencia de la
caza.
Una de las diferencias más interesantes con respecto de Telarmachay, es la presencia de puntas
anchas bastante delgadas tales como las de los niveles más bajos de Pachamachay, y otras con
pedúnculo como las de la capa más antigua de la cueva del Guitarrero.
De acuerdo a Kaulicke, las fases VI y V de Telarmachay guardan similitudes con la fase 5 de
Uchkumachay, ésta podría, entonces, fechar entre 5,500 y 3,500 a.C. De hecho, ello es
aproximado, pues un fechado obtenido de esta capa ha resultado en 5,697- 5,385 años a. C. de
modo tal que resulta algo anterior a la fase V inferior y superior de Telarmachay. Por tanto parece
tratarse de una fase del Holoceno Medio. En la descripción estratigráfica se mencionan capas de
arcilla roja-marrón, que contrasta con la arena amarillenta seca de la fase anterior aunque no hay
una descripción geológica más precisa. ¿Puede tratarse de algún tipo de indicador de humedad?.
Un paralelo general con Telarmachay resulta en que, durante el mismo tiempo, el número de
puntas aumentan considerablemente en ambos sitios. Incluso, la fase siguiente que no vamos a
tratar aquí, muestra más puntas bifaciales, es decir, el mismo fenómeno que ocurre en
Telarmachay. Este incremento del número de puntas ha sido interpretado como el resultado de
“conflictos”. Otro paralelo es que en ambos yacimientos se produce gran cantidad de raspadores,
para luego reducirse en cantidad de manera similar en Telarmachay hasta la fase V superior. Este
hecho ha sido interpretado como una baja en la actividad de preparación de pieles, frente al
progreso de la caza especializada y progresiva domesticación de camélidos.
Hay que señalar que algunas piezas parecen haber sido elaboradas de pequeñas láminas, a
juzgar por los negativos presentes, de modo que la técnica laminar pudo haberse empleado para
fabricar mayormente bladelets, o pequeñas láminas, algo similar a varias de las piezas de la
cueva del Guitarrero. Lo mismo sucede con las raederas, las cuales no se producen con tanta
frecuencia como antes, pues se asume que eran, en gran medida, destinadas a complementar las
labores sobre las pieles, aunque no se puede descartar otras funciones.
También llama la atención el ligero aumento de piezas con muescas y, sobre todo, de los
supuestos buriles. Se sabe bien que este tipo de herramienta es muy poco frecuente en los Andes
y responde a una tecnología lítica sofisticada, aunque por la evidencia es posible afirmar su
escasa presencia. A pesar de la poca variedad de información recuperada de Uchkumachay, los
datos obtenidos a partir de huesos, líticos y estratigrafía, dan la impresión de ser altamente
similares a los de Telarmachay. Hay que señalar tambien que se ha detectado la presencia de un
tipo de cánido durante el Holoceno Medio.
Finalmente, debido a la carencia de datos de Uchkumachay, sólo queda pensar en que ambos
sitios cercanos tuvieron funciones similares en tiempos paralelos.
Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho
Se sigue insistiendo en que los restos humanos y herramientas de piedra más antiguas se
encuentran en la cueva de Pikimachay, Ayacucho. Además, que dichos restos superan los 20,000
años de antigüedad. Todo ello ha sido puesto en tela de juicio por expertos en el tema como
Duccio Bonavia, John Rick, Thomas Lynch, entre otros.
Hay un énfasis en los dos complejos más antiguos, llamados Pacaicasa y Ayacucho. Ello se debe
a la controversia que suscitan, pues se juegan el derecho de ser la evidencia más remota de
grupos humanos en el Perú.
Se mencionan una serie de hallazgos, pero siempre brevemente y con ausencia de estudios
especializados en los tres informes finales presentados por el famoso Proyecto Botánico
Arqueológico de Ayacucho. Si se desea consultar cualquier manual de arqueología con esta
información o los mismos tomos finales de la investigación arqueológica llevada a cabo (MacNeish
et al. 1980, 1981, 1983). Para la parte bibliográfica vamos a basarnos en los informes de avance
de las excavaciones de MacNeish y su equipo (1969, 1970), el análisis de la cueva de Pikimachay
(MacNeish 1979) y los informes finales del Proyecto Botánico Arqueológico de Ayacucho
(MacNeish et al. 1980, 1981, 1983).
La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay se ubica en la parte norte del actual departamento de Ayacucho, al sur
del pueblo de Huanta, en la confluencia del río Huarpa y Pongos, derivados del Mantaro. Se
localiza a unos 2,850 m.s.n.m.
MacNeish ha tratado de reconstruir el clima a base de polen y la acidez del suelo de la cueva. Se
puede indicar, la presencia humana durante las épocas pleistocénicas aunque estas pueden ser
cuestionables, los datos concernientes a paleofauna y paleoclimas deberían ser considerados en
la discusión, hasta nuevos reportes de este ecotono del pie de la Cordillera Oriental.
Es necesario insistir en el hecho de que todas las calibraciones para estos períodos de fines del
Pleistoceno debieron ser efectuadas por medio de la curva de calibración del hemisferio norte, de
modo que sólo son aproximados. La capa más profunda ha sido denominada “k”, supuesta y
virtualmente, para MacNeish y sus colegas, la más antigua que contenía restos dejados por
humanos. La capa “k” se presentaba como de tipo sabana fría. Aunque no se tienen fechados
directos, pero si usamos el fechado de la capa siguiente como terminus post-quem es posible que
feche al menos antes de los 23,000 años a. C.,. Por tanto, también es plausible que este período,
esté vinculado con el LGM.
Por encima de la capa “k” se hallaba la “j”, la cual resultó en 23,472-18,984 años a. C. Es probable
que esta capa tenga un límite menor, de unos 20,000 años a. C. De modo que al menos durante el
23,000 y el 20,000, el clima debió ser húmedo, con una vegetación forestal propicia para animales
como ciervos y, probablemente, perteneciente a una suerte de interestadial.
Posteriormente, la capa “i1” proporcionó indicadores de un reavance frío en un medio de tipo
sabana, con fauna como caballo. El único fechado obtenido de esta capa resultó en 18,647-
15,756 años a. C., que bien podría correlacionarse con el avance europeo Dryas II.
Luego, nuevamente tendríamos en la capa “i” un avance glacial con vegetación de tipo sabana, en
un lapso de tiempo de 17,291-13,881 años a. C. Es posible que sea, pues, la continuación del
avance de la capa anterior.
El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más antiguos?
Una serie de textos y obras de divulgación, asumen al Complejo Paccaicassa como la evidencia
más antigua de seres humanos en el Perú. Sin embargo, expertos en el tema como Duccio
Bonavia, John Rick, entre otros, han examinado las supuestas evidencias de este Complejo y
concluyen que debería ser puesto en tela de juicio, porque los mismos supuestos utensilios de
piedra parecen simples rocas caídas del techo de la cueva, en las cuales no es posible reconocer
talla hecha por manos humanas, principalmente por la erosión de la misma roca.
En 1990, cuando el Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos aún no había sido
reestructurado, Se pudieron analizar algunas de estas piezas y en efecto, el grado de
meteorización es de tal magnitud, que es simplemente imposible determinar si se trata de
artefactos hechos por humanos. Es virtualmente imposible detectar algún punto de impacto de
percutor, pero tampoco saber si las aparentes huellas de extracciones en algunos bordes de las
piezas son producto intencional, o simplemente resultado de “trampling” de algún animal o algún
tipo de “ecofacto”.
Un informe tafonómico podría ser de ayuda, pero tampoco ha sido realizado. Por otro lado, el
informe final (MacNeish et al. 1980), no está bien organizado, de tal modo que no es posible ver
todo el material para así tener una apreciación general. Las fotografías hechas de las
“herramientas de piedra” tampoco ayuda. Finalmente, tampoco es posible evaluar la organización
de los negativos de las extracciones de los supuestos artefactos en función de intentar reconocer
algún tipo de trabajo humano intencional, pues simplemente no hay un reporte específico sobre
ello.
Todas las muestras fueron tomadas de huesos de perezoso (Scelidoterium) que murieron dentro
de la cueva, la cual era su morada durante esta época, perteneciente al LGM (si este no se dio
antes, puesto que el LGM andino tiene una cronología diferente a la global). MacNeish afirma
haber encontrado huesos de estos animales con huellas de corte y pulido, pero no hay ninguna
fotografía de ellos.
Las muestras han resultado en un período de 23,472-13,881 años a. C., aunque MacNeish piensa
que esta última fecha es demasiado reciente. No obstante, no hay ninguna fecha de alguna
muestra de carbón que pudiera dar más veracidad a este set radiocarbónico.
Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay, es decir, “k”, “j”, “i1”, e “i”, son las
adscritas a este “Complejo”. MacNeish nos muestra un plano de cada capa excavada con un
promedio de tres supuestas concentraciones, a las cuales las llama “áreas de actividad”. La capa
“k” tendría un área aproximada de ocupación de unos 45 m2 , (en ella no hay algún fogón o algún
área organizada).
El presenta tres áreas de actividad que no permiten corroborar la existencia de asociaciones. Es
más, resulta paradójico que el autor sostenga que durante esta época la principal actividad fue el
procesamiento de perezosos, cuando sólo hay una vértebra de este animal. Cabe añadir que
tampoco existe algún piso de ocupación definido. En conjunto, no se observa argumento de peso
para aceptar la supuesta evidencia de esta capa.
La siguiente capa, denominada “j”, tendría un área hasta de unos 65 m2 y nuevamente se
exponen tres “áreas de actividad” que tampoco llegan a convencernos que se trata de restos
dejados por seres humanos. Por encima, se hallaba la capa “i1”, al parecer con menos
“evidencias” de supuestos huesos de caballo y perezosos, algunos de ellos con huellas de
raspado, en asociaciones con utensilios de piedra, dentro de dos áreas de actividad, donde en
honor a la verdad, tampoco se observa coherencia en la distribución de los restos, como para ser
interpretada como procedente de actividad humana.
Similares hallazgos proceden de la capa superior culminante del “Complejo Pacaicasa”, con tres
áreas de actividad supuestas, pero ninguna concentración de restos que sean coherentes y
respondan a alguna actividad humana.
En síntesis se puede concluir que es virtualmente imposible emitir una opinión respecto de la
validez de esta evidencia, sin la ocurrencia de carbón que indique combustión de naturaleza
antropogénica, análisis geo-arqueológicos que demuestren la formación de la capa, un estudio de
los utensilios de piedra, y análisis tafonómicos de los restos animales.
El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú
El Complejo Ayacucho, ubicado en los Andes Centrales del Perú, es considerado por los expertos
como un posible sitio para la presencia humana más temprana en el país. La evidencia, aunque
limitada, sugiere una posible presencia humana que se remonta a 15.271-14.610 años a. C.,
durante el Pleistoceno tardío.
El arqueólogo Richard MacNeish identificó dos capas clave en el sitio, "h1" y "h", que exhiben
posibles signos de actividad humana. La capa "h1", caracterizada por su cobertura uniforme y
espesor considerable, revela seis "áreas de actividad" con artefactos líticos junto a huesos de
perezosos gigantes y caballos, insinuando actividad humana. Sin embargo, esta capa carece de
datación por radiocarbono.
La capa "h", considerada más rica en materiales, presenta la evidencia más sólida de
"concentraciones de restos", atribuidas a la actividad humana. Esta capa también contiene restos
de animales procesados, incluyendo caballos, zorros, perezosos, ciervos y vizcachas. Las
herramientas utilizadas para el procesamiento son de toba volcánica, guijarros e incluso rocas
silicificadas, lo que sugiere un conjunto de herramientas más diverso.
MacNeish también menciona la presencia de dos fogones, aunque no se proporciona una
descripción detallada. Si se confirman, estos proporcionarían evidencia adicional de actividad
humana.
Una sola datación por radiocarbono de la capa "h", obtenida de un hueso de perezoso gigante,
ubica el sitio en 15.271-14.610 años a. C. Este hueso se encontró en el "área de actividad 3",
junto a huesos de camélidos, ciervos, caballos y roedores, pero sin signos de quema o
procesamiento. La escasez de herramientas de piedra y la falta de presentación grupal en las
publicaciones dificultan las conclusiones definitivas.
A pesar de la evidencia limitada, la presencia de puntas de hueso, similares a las encontradas por
Augusto Cardich en la cueva de Huango, proporciona un apoyo adicional para la actividad
humana. Estas herramientas se consideran convincentes y aproximadamente contemporáneas,
aunque la información sobre los hallazgos de la cueva de Huango es escasa.
Un examen más detenido de los artefactos, principalmente a través de fotografías de la
publicación de MacNeish de 1979, revela información limitada. Las herramientas de hueso
parecen ser implementos puntiagudos, incluyendo una posible punta de proyectil. Si bien algunas
piezas líticas muestran signos de retoque, su importancia sigue siendo incierta sin un análisis
adicional.
En 2006, investigadores contactaron a Juan Yataco, curador de la colección lítica del Museo de
Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para analizar los artefactos del
Complejo Ayacucho. Su análisis reveló varios hallazgos clave: un "cuchillo con dorso rebajado"
hecho de roca altamente silicificada, un "dentado grande" (perforador) hecho de roca horsteno de
alta calidad, y una "pieza en forma de cuña con acanaladura" que podría ser una preforma.
El Complejo Ayacucho, aunque carece de documentación completa, presenta evidencia
convincente de la presencia humana temprana en Perú. La presencia de herramientas, restos de
animales procesados, y posibles fogones, junto con la datación por radiocarbono, sugiere una
presencia humana que se remonta al Pleistoceno tardío.
Sin embargo, se necesita más investigación para solidificar estos hallazgos. Esto incluye un
análisis detallado de los artefactos líticos, la excavación y análisis de la capa "h1", y estudios
comparativos con otros sitios tempranos. El Complejo Ayacucho tiene el potencial de reescribir
nuestra comprensión de la presencia humana temprana en Perú, y la investigación continua será
crucial para desentrañar los misterios de su pasado.
Los abrigos rocosos de Sumbay en Arequipa
En los abrigos rocosos de Sumbay, en Arequipa, se han descubierto sitios precerámicos con arte
parietal, destacando el abrigo número 3 estudiado por Neira Avendaño. Este abrigo, ubicado a
4.600 metros sobre el nivel del mar, revela puntas líticas pentagonales con bases cóncavas y
perforadores estandarizados. Los artefactos datan de 5.211 a 3.398 años a. C. Las
aproximadamente 500 pinturas rupestres en la cueva representan la caza de camélidos por seres
humanos en escenas dinámicas de salto, carrera y uso de arcos o palos, con algunas escenas de
"chaco" (caza colectiva). Aunque la antigüedad precisa de las pinturas no está clara, se estima
que podrían datar de fines del Holoceno Medio o del Holoceno Tardío. Estos hallazgos ofrecen
una visión única y fascinante de la cultura precerámica en la región andina meridional, destacando
tecnologías líticas singulares y expresiones artísticas que difieren de las del Área Central Andina
peruana.
Las evidencias muestran que durante el Holoceno Temprano, Asana era utilizado para
campamentos estratégicos cerca del bofedal, con grupos que se desplazaban para ampliar la
caza, incluso hacia la puna baja a unos 30 km de distancia. Se destaca que los pobladores se
desplazaban hacia la costa en busca de calcedonia y hacia la Puna para obtener sílex azul de alta
calidad.
En una etapa posterior, se observó una mayor densidad de ocupaciones en Asana, junto con un
mayor uso de plantas. Se produjo una transición hacia el uso de batanes para moler granos, lo
que indica una evolución en las prácticas de manufactura de alimentos. Las viviendas
evolucionaron hacia una construcción cuadrangular, mostrando una mayor complejidad social. En
cuanto a la fabricación de herramientas de piedra, la mayoría se elaboraba con materias primas
locales, salvo las rocas de alta calidad importadas de zonas distantes.
RESUMEN 5
ASIGNATURA: ARQUEOLOGÍA DEL PRE- CERÁMICO
ESTUDIANTES :
● CARLOS CHUMA MARIBEL
● HUALLPAYUNCA-ABAL-EDITH
● CHACON-QQUELLON-MARILUZA SHOMARA
SEMESTRE: 2024- II
CUSCO-PERÚ
2024
El fuego: el centro de las actividades
El fuego jugaba un papel central en la vida cotidiana, ya que servía no solo para cocinar, sino
también para abrigar, ahuyentar depredadores, y como punto de reunión social. Los restos
sugieren que las primeras fogatas se hacían directamente en el suelo y, con el tiempo,
evolucionaron a fogones estructurados, con piedras alrededor para aumentar la eficiencia y
durabilidad del calor.
Desde que los seres humanos fueron capaces de producir y controlar el fuego, esta
“invención” cambió radicalmente nuestro modo de vida. Ello está demostrado desde el
Paleolítico. Las chozas y viviendas, por más rudimentarias que hayan sido, albergaban, ya sea
en su parte interna, o inmediatamente externa, un hogar con combustión, lo cual
proporcionaba no sólo abrigo frente al frío, sino también la cocción de los alimentos.
Los fogones presentan una clara evolución en el tiempo. Mientras que en las primeras fases
de ocupación el fuego era encendido simplemente sobre el suelo como pequeña fogata, luego
se convierte en fogón y posteriormente se cavó un orificio para darle más eficacia y duración,
hasta que, ya en el quinto milenio antes de Cristo, se llega a instalar una serie de placas de
piedra para rodear el fogón, todo un verdadero acondicionamiento.
La evidencia sugiere que usaban el ichu (pasto alto de la puna) como combustible. Los
fogones muestran una evolución desde pequeñas hogueras hasta estructuras permanentes,
donde las piedras circundantes ayudaban a mantener el calor de manera más prolongada.
El abrigo de Uchkumachay
La investigación de este sitio está enmarcada dentro de la campaña de trabajos de campo que
se llevaron a cabo durante la década de 1970 y 1980. Las excavaciones han sido llevadas a
cabo por Peter Kaulicke como miembro del proyecto,la cronología de este yacimiento está
elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo que no garantiza ninguna cronología
específica.
● Kaulicke halló 8 fragmentos de hueso de fauna extinta, como una especie de ciervo de
la edad glacial (llamado Agalma Ceros), un tipo de caballo pleistocénico
(Parahipparion) y un tipo de roedor (Cricetidae).
● Un paralelo general con Telarmachay resulta en que, durante el mismo tiempo, el
número de puntas aumentan considerablemente en ambos sitios Este incremento del
número de puntas a lo largo del tiempo ha sido interpretado como el resultado de
“conflictos”.
● A pesar de la poca variedad de información recuperada de Uchkumachay, los datos
obtenidos a partir de huesos, líticos y estratigrafía, da l impresión de ser altamente
similares a los de Telarmachay, del cual sí se tiene una gran cantidad de datos y
reconstrucciones de técnicas y modos de vida, como ya hemos expuesto
● Durante el Holoceno Temprano, hasta aproximadamente los 6,000 años a. C. las
herramientas líticas de Uchkumachay son casi idénticas a las de Telarmachay. Puntas
y raspadores se muestran altamente similares, lo que permite sugerir que la cacería y
preparación de pieles fueron las principales actividades.
En cuanto a las sepulturas, se documentaron tres entierros humanos. Uno corresponde a una mujer
mayor de 50 años, encontrada en una fosa elíptica con el cuerpo flexionado y posiblemente atado
dentro de una bolsa. Su esqueleto mostró signos de artrosis, probablemente causada por
actividades repetitivas como el procesamiento de pieles, evidenciadas también en otras tumbas.
El segundo hallazgo notable fue el entierro de una joven de 20-25 años, con indicios similares de
trabajo con pieles, como lo demuestran las herramientas líticas y óseas encontradas en su tumba,
junto con una bola de ocre, empleada como conservador de cuero.
EL ABRIGO DE UCHKUMACHAY
El Abrigo de Uchkumachay, situado en la Puna de Junín, es un yacimiento clave para entender a
los primeros habitantes de esta región, aunque su cronología aún es incierta debido a la falta de
fechados radiométricos precisos. Excavado en las décadas de 1970 y 1980 bajo la dirección de
Peter Kaulicke, el sitio ha proporcionado información importante sobre los modos de vida de los
antiguos pobladores, especialmente en lo relacionado con la caza y la preparación de pieles.
El sitio se encuentra a unos 4,235 m.s.n.m., en la Quebrada de Tilarnioc, y es relevante por su
proximidad a otros yacimientos como Telarmachay. Aunque las excavaciones no han sido
concluyentes en cuanto a datación exacta, los hallazgos sugieren que Uchkumachay estuvo
ocupado entre los 8,900 y 6,000 años a.C., coincidiendo con los períodos del Holoceno Temprano
y Medio. Las capas estratigráficas muestran la presencia de herramientas líticas como raspadores,
puntas de proyectil y bifaces, lo que indica que la caza y el procesamiento de pieles eran
actividades predominantes.
Uno de los hallazgos más destacados es la presencia de fragmentos óseos de fauna extinta, como
ciervos de la edad glacial y caballos pleistocénicos, lo que sugiere que los habitantes del abrigo
pudieron haber cazado estos animales, aunque esto aún necesita confirmación con estudios más
detallados. La similitud de las herramientas líticas encontradas en Uchkumachay con las de
Telarmachay permite inferir que las actividades de caza y procesamiento de pieles fueron comunes
en ambos sitios.
En cuanto a la fauna y los materiales encontrados, se destaca el hallazgo de raspadores, bifaces y
puntas, especialmente en las capas más antiguas, lo que indica una especialización en la caza de
grandes animales. También se observa un aumento en la cantidad de puntas en fases posteriores, lo
cual se interpreta como un indicio de conflictos o un aumento en la caza especializada.
A pesar de la escasez de datos, los paralelismos entre Uchkumachay y Telarmachay permiten
sugerir que ambos yacimientos tuvieron funciones similares y estuvieron ocupados en períodos
paralelos, destacándose por su enfoque en la caza, el procesamiento de pieles y la utilización de
recursos locales. Sin embargo, debido a la falta de evidencia más precisa, la interpretación de
estos hallazgos sigue siendo provisional.
colección lítica que podría representar algunas de las evidencias más antiguas de la presencia
humana en Perú. En este análisis se enfocan especialmente en los complejos más antiguos,
Pacaicasa y Ayacucho, debido a la controversia sobre cuál de ellos podría ser la evidencia más
remota de grupos humanos en la región.
El resto de los complejos correspondientes al Holoceno Temprano se trata de forma más marginal,
dado que su documentación y evidencia son limitadas. Se menciona que los informes del Proyecto
Botánico Arqueológico de Ayacucho contienen hallazgos, pero estos se presentan de manera
superficial, sin estudios detallados, y se hace referencia a ellos para quienes deseen profundizar en
el tema a través de los informes de avance de las excavaciones de MacNeish y su equipo (1969,
1970) y los informes finales del proyecto (1980, 1981, 1983)
LA CUEVA DE PIKIMACHAY
La cueva de Pikimachay se encuentra en el norte del departamento de Ayacucho, a unos 12 km al
sur de Huanta, en la confluencia de los ríos Huarpa y Pongos, a 2,850 m.s.n.m., cerca de la cadena
oriental de los Andes Centrales. El clima de la cueva ha sido reconstruido por MacNeish
utilizando polen y la acidez del suelo, aunque aún falta un informe especializado para confirmar
estos datos, por lo que la interpretación sigue siendo especulativa. Aunque la presencia humana en
épocas pleistocénicas es debatida, los datos sobre paleofauna y paleoclimas deberían ser
considerados en la discusión.
Se han identificado varias capas en la cueva, siendo la capa más profunda, llamada “k”, la más
antigua y supuestamente vinculada con restos humanos, posiblemente datando de hace más de
23,000 años. Esta capa podría corresponder al Último Máximo Glacial (LGM). La capa “j” sobre
ella muestra fechados entre 23,472 y 18,984 años a.C., indicando un clima húmedo y vegetación
forestal, ideal para megafauna.
Más arriba, la capa “i1” muestra indicios de un reavance frío en un entorno de sabana, con fauna
en la que se podía encontrar caballos, datando entre 18,647 y 15,756 años a.C., lo que podría
correlacionarse con el evento climático europeo Dryas II. La capa “i” refleja otro avance glacial
con vegetación de sabana entre 17,291 y 13,881 años a.C., posiblemente continuando el fenómeno
de la capa anterior.
La alta meteorización de las piedras hace prácticamente imposible determinar si fueron talladas
por humanos o si las marcas observadas son producto de procesos naturales como la erosión o el
pisoteo de animales. La ausencia de un estudio tafonómico que analice la formación de los
sedimentos y la alteración de los restos óseos agrava la falta de evidencia científica sólida.
El informe original de MacNeish presenta deficiencias metodológicas. La organización del
informe es deficiente, dificultando la evaluación completa del material. La falta de dibujos
técnicos de las piezas y la ausencia de un análisis detallado de los negativos de las extracciones en
las piedras impiden una evaluación rigurosa de la evidencia lítica. Además, las fechas de
radiocarbono obtenidas (23,472-13,881 años a. C.) carecen de la corroboración de fechas de
carbón, lo que reduce su confiabilidad. La ausencia de fotografías de los huesos de perezoso con
supuestas marcas de corte es otra falla significativa.
El análisis de las capas estratigráficas ("k", "j", "i1", e "i") de la cueva de Pikimachay revela una
falta de evidencia consistente de actividad humana. MacNeish identifica "áreas de actividad",
pero estas carecen de elementos característicos como fogones o una organización espacial que
sugiera ocupación humana. La escasez de restos óseos, como la presencia de sólo una vértebra de
perezoso en la capa "k", contradice la afirmación de que el procesamiento de perezosos fue la
actividad principal. Las otras capas presentan igualmente una falta de evidencia convincente, con
asociaciones poco claras entre restos óseos y supuestos artefactos líticos.
datando entre 9,654 y 9,795 años a.C., y muestra que los primeros habitantes de Asana vivieron
durante el final del Younger Dryas. La fase V, entre 8,169 y 6,505 años a.C., marca el inicio del
sedentarismo y el transporte de obsidiana, mientras que las fases IV y III abarcan períodos
posteriores con dataciones hasta 3,104 años a.C.
Los habitantes establecieron campamentos estratégicos en las cercanías del bofedal y se
desplazaron hacia la costa y la puna para obtener materiales como calcedonia y sílex. Durante el
Holoceno Temprano, los camélidos eran la principal fuente de alimento, y se utilizaban raspadores
para preparar sus pieles.
Con el tiempo, el uso de plantas aumentó y las herramientas de piedra comenzaron a
diversificarse, destacando la fabricación de batanes de molienda. Las construcciones también
evolucionaron hacia patrones más complejos, con viviendas cuadrangulares y mayor organización
social.
las representaciones muestran escenas de caza con camélidos, figuras humanas y símbolos que
sugieren significados míticos o rituales.
En el panel “B”, destacan dos camélidos enfrentados y un humano en movimiento que parece
portar un arco. Esto podría indicar el uso temprano de esta herramienta para cazar,
remontándose al sexto milenio a.C. Además, un panel alargado con puntuaciones paralelas
recuerda a símbolos del Paleolítico europeo, sugiriendo su posible asociación a grupos
sociales o ideogramas.
Otras pinturas, en rojo tenue, parecen añadidos posteriores, menos elaborados y pintados sin
pincel. Algunas figuras muestran puntos paralelos, símbolos recurrentes en el arte paleolítico
global. También se identifica un humano sobrepuesto a un camélido, portando un instrumento
posiblemente relacionado con propulsores de proyectiles.
El panel “C” presenta tres camélidos en movimiento y dos figuras humanas que podrían llevar
máscaras, evocando representaciones chamanísticas como las de Les Trois-Frères, en Francia.
Finalmente, el panel A muestra animales rodeados por figuras humanas dinámicas, asociadas a
técnicas de caza como el "chaco" andino.
Guffroy sugiere que estas pinturas reflejan creencias ligadas a la economía de caza, siendo el
abrigo un espacio habitacional y la cueva un lugar ritual. El arte de Toquepala comparte
elementos con otros sitios sudamericanos y europeos, reflejando un enfoque mágico-ritual en
torno a la caza
Un aspecto destacado del sitio son las pinturas rupestres descubiertas en el abrigo, realizadas
en tonos rojos monocromáticos. Estas representaciones, que incluyen figuras humanas,
huanacos y líneas horizontales y verticales, guardan similitudes estilísticas con el arte
paleolítico europeo. Se cree que estas pinturas corresponden a las primeras etapas de
ocupación humana en la región, lo que refuerza la importancia del abrigo de Caru como
evidencia temprana de la actividad artística y cultural en los Andes.
Finalmente, el análisis del abrigo de Caru, junto con otros sitios arqueológicos que abarcan
desde 14,000 hasta 4,000 años a.C., permite delinear un panorama preliminar sobre las
primeras huellas humanas en los Andes. Aunque las conclusiones son aún transitorias, los
hallazgos de Caru ofrecen información crucial para comprender las formas de vida y
adaptaciones de los primeros habitantes de esta región.