Elmo Leon resúmenes de la pagina 210 hasta la 235

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD

DEL CUSCO
ESCUELA PROFECIONAL DE ARQUEOLOGIA

TEMA: Resumen de la página 210 hasta la 235 del libro “Origenes humanos en los andes
centrales”

Alumnos: Ashley Esthefany Aime Huaman


Mijael Gabriel Huaman Huallpa
.Erick Aro Quispe

Cusco 2024
El fuego: el centro de las actividades
Desde que los seres humanos aprendieron a controlar el fuego, esto cambió nuestras vidas de
manera radical, como se puede ver desde la época del Paleolítico. Las chozas y viviendas tenían
un hogar con fuego para calentarse, cocinar alimentos y protegerse de animales
peligrosos. Además, el fuego permitía actividades nocturnas y el compartir historias en
sociedad. En el abrigo de Telarmachay, no se sabe cómo encendían el fuego, pero
probablemente usaban varillas o pirita. Los fogones evolucionaron con el tiempo, desde simples
fogatas hasta fogones con placas de piedra para mayor eficacia.
La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.
El equipo de investigación ha encontrado evidencia de que los alimentos se cocinaban
calentando piedras bajo tierra en el fogón central, al menos desde el año 6,000 a. C. Piedras
recalentadas fueron encontradas, similar a la preparación de la Pachamanca hoy en día. Además,
se han encontrado evidencias de fuego abierto en la cueva, donde se asaron alimentos. La
escasez de combustible podría haber llevado a la fragmentación de la carne a cocinar, y se
piensa que el agua se hervía sumergiendo piedras calientes. El fuego también se utilizaba para
ahumar carne, preparar pieles y calentar rocas antes de tallarlas.
El arte y las costumbres funerarias
El contenido detalla importantes descubrimientos arqueológicos en un yacimiento que data de al
menos 6,000 años a. C. Se han encontrado objetos como perlas, collares, y cuentas, lo que
sugiere un interés por el sentido estético, ritual o de moda desde esos tiempos. En la sepultura
de un niño se hallaron cuentas cilíndricas de hueso y cuentas de piedra calcárea, además de
pendientes de hueso, lo que podría indicar un tipo especial de ofrenda o ritual funerario.

Se describe el entierro de una mujer de más de 50 años, encontrada en una fosa elíptica, su
esqueleto mostraba flexión extrema posiblemente debido a que el cuerpo fue atado. Asimismo,
el cuerpo estaba en una especie de bolsa, y apareció sin cabeza, tal vez por la acción de
ocupantes posteriores.

Otros hallazgos incluyen los restos de una mujer joven y un infante, cubiertos por lajas de
piedra, lo que refleja un patrón funerario común. La mujer joven, de entre 20 y 25 años,
presentaba signos de artrosis posiblemente causados por el trabajo de procesamiento de pieles,
insinuando que las mujeres podrían haberse especializado en ciertas artesanías.

Se menciona también la veneración hacia los niños, ya que un infante muerto prematuramente
fue enterrado con especial cuidado, cubierto por ocre rojo, y acompañado por 99 discos de
piedra calcárea que podrían haber formado un collar. Esta atención especial en el tratamiento
funerario de niños fue recurrente durante los primeros milenios después de la llegada de los
emigrantes andinos y es corroborada por otros sitios como Lauricocha.
El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay es un importante yacimiento arqueológico en la Puna de Junín,
aunque carece de datación radiométrica precisa para algunos periodos. La investigación, llevada
a cabo en la década de 1970-1980 por Peter Kaulicke, ofrece informes limitados pero
significativos. Su cronología se basa en comparaciones con Telarmachay, sin garantizar una
temporalidad específica. A pesar de las excavaciones restringidas y los informes escasos, se
encontraron restos de fauna extinta, como un ciervo glacial y caballos del Pleistoceno, junto con
herramientas de caza primitiva, sugiriendo la coexistencia de humanos y megafauna.
Uchkumachay se encuentra a gran altitud en Junín, conectada con Telarmachay a través de un
corredor de aproximadamente 30 km. Un dato relevante es el descubrimiento de capas
estratigráficas de arcilla que podrían indicar variaciones climáticas. Las similitudes tipológicas
entre Uchkumachay y Telarmachay sugieren un enfoque común hacia la caza y la preparación
de pieles durante el Holoceno Temprano, con un aumento del uso de herramientas líticas como
raspadores y puntas de proyectil.

En el Holoceno Medio, hay paralelismos con Telarmachay, como el crecimiento en el número


de herramientas bifaciales y raspadores, señalando una transición hacia la caza especializada y
la domesticación de camélidos. La posible presencia de cánidos también indica cambios en la
ocupación del espacio. Sin embargo, las limitaciones de información en Uchkumachay impiden
una conclusión detallada. Aunque ambas ubicaciones comparten características técnicas y de
estilo, se precisa más evidencia para confirmar las hipótesis sobre sus funciones paralelas
durante dichos periodos.
Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho
Se cuestiona la antigüedad de los restos humanos y herramientas de piedra de la cueva de
Pikimachay en Ayacucho, los cuales se cree tienen más de 20,000 años. Expertos como Duccio
Bonavia, John Rick y Thomas Lynch han puesto en duda esta información. Se busca examinar
esta controversia con nuevos datos obtenidos a través de avances en correcciones
radiocarbónicas y con la revisión de una colección lítica que podría ser la evidencia más antigua
de seres humanos en el Perú. Se destaca la importancia de los complejos Pacaicasa y Ayacucho
como posibles evidencias más antiguas de grupos humanos en el país. Otros hallazgos en el
Holoceno Temprano son mencionados de forma breve, pero carecen de estudios detallados. Se
sugiere consultar manuales de arqueología o informes de investigaciones anteriores para obtener
más información.
La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay se encuentra en el norte de Ayacucho, cerca del río Huarpa y Pongos, a
una altitud de 2,850 m. s. n. m. y cerca de la cadena oriental de los Andes Centrales. Aunque se
ha intentado reconstruir el clima y el ambiente de la cueva a través de polen y la acidez del
suelo, aún no hay un informe especializado al respecto. Se cree que la presencia humana en la
zona data de alrededor de 14,000 años a. C.

Se especula sobre la presencia humana durante las épocas pleistocénicas, y se destaca la


importancia de considerar datos sobre paleofauna y paleoclimas para discutir el tema. Las capas
de la cueva revelan periodos de clima frío y húmedo, con presencia de animales como ciervos,
caballos y vegetación de sabana. Se sugiere que estos periodos podrían corresponder a eventos
como el LGM y el avance europeo Dryas II.

En resumen, la cueva de Pikimachay proporciona información importante sobre el clima y la


presencia humana en la zona durante periodos antiguos, aunque se necesita más investigación
para comprender completamente su historia.
El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más antiguos?
Expertos como Duccio Bonavia y John Rick critican la validez del Complejo Pacaicasa. Los
presuntos artefactos de piedra parecen rocas erosionadas o productos de fenómenos
naturales, no necesariamente manufactura humana.
El informe original de MacNeish carece de organización adecuada, imágenes detalladas y
análisis tafonómicos o geoarqueológicos.
Las fechas radiocarbónicas, entre 23,472 y 13,881 a.C., se basan en huesos de perezoso y
no cuentan con muestras adicionales de carbón que podrían validar estos resultados.
Las capas más profundas (k, j, i1, e i) no presentan estructuras humanas claras como
fogones o áreas organizadas. Las denominadas "áreas de actividad" no ofrecen suficiente
coherencia ni concentración de restos para confirmarlas como evidencia de ocupación
humana.
Las marcas en huesos podrían deberse a factores naturales o animales, y las piedras
carecen de indicios claros de trabajo humano como puntos de impacto de percutores.

El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú


Las capas h1 y h contienen evidencia más convincente de actividad humana. En h1 se
identificaron seis áreas de actividad, aunque sólo algunas presentan agrupaciones de restos
que podrían asociarse a seres humanos.
Restos óseos de animales procesados (caballo, perezoso, ciervos, vizcachas), utensilios de
piedra y hueso, e incluso posibles fogones.
Un único fechado radiocarbónico sitúa esta capa entre 15,271 y 14,610 a.C.
Piezas como puntas elaboradas y pulidas parecen indicar manufactura humana. Estas
herramientas recuerdan hallazgos similares en otras partes de los Andes, como Huango.
Los artefactos incluyen piedras volcánicas, guijarros y rocas silicificadas, lo que implica una
selección cuidadosa de materiales.
El uso de retoques marginales y bifaciales sugiere un nivel técnico avanzado. Se
identificaron herramientas como cuchillos y perforadores, algunos con posibles huellas de
combustión.

Los abrigos rocosos de Sumbay en Arequipa


Este conjunto de nueve sitios precerámicos incluye abrigos con arte rupestre, situados a
4,600 msnm en la cuenca del río Sumbay.
Incluyen puntas pentagonales con bases cóncavas y acanaladuras, perforadores
estandarizados y raspadores. Estas características podrían reflejar tradiciones específicas
del área surandina.
Aproximadamente 500 figuras representan camélidos y escenas de caza. Los diseños
sugieren un dinamismo en los seres humanos representados, a menudo portando
herramientas como arcos o palos.
Estratos fechados entre 5,211 y 3,398 a.C. necesitan confirmación mediante estudios
interdisciplinarios.
Asana: cazadores de guanacos en la sierra de Moquegua
Situado a 3,435 msnm cerca de un bofedal alimentado por manantiales, Asana ofrecía
recursos abundantes como guanacos y vicuñas.

El sitio presenta 36 estratos divididos en fases, desde 9,795 hasta 3,104 a.C., lo que lo
convierte en uno de los yacimientos precerámicos mejor fechados del Perú.

Durante el Holoceno temprano, los habitantes se desplazaban hacia la puna y la costa en


busca de materiales como obsidiana y calcedonia. Los campamentos tenían estructuras
ovaladas o circulares, probablemente usadas como paravientos.

Raspadores fueron empleados principalmente para trabajar pieles de camélidos. En fases


posteriores, herramientas de molienda comenzaron a reemplazar las piedras usadas para
procesar huesos.

Se identificó obsidiana procedente de Cotacalli, ubicada a 80 km, lo que evidencia redes de


intercambio desde épocas tempranas.

Las viviendas, inicialmente simples, se volvieron más elaboradas con pisos de arcilla y
techos sostenidos por postes internos, señalando una mayor complejidad social.

A medida que aumentaba el sedentarismo, disminuía la producción de puntas y raspadores,


reemplazados por implementos más enfocados en el procesamiento de plantas como
quinua.

Manantiales y bofedales como fuentes de recursos


Asana se encuentra en la orilla norte de un bofedal alimentado por dos manantiales, lo que
proveía recursos constantes durante el Holoceno. Este ecosistema atraía animales como
guanacos y tarucas, facilitando su caza para los habitantes del sitio.

Durante el Holoceno temprano, el aumento de la temperatura generó un entorno favorable


para las vicuñas, que se convirtieron en una importante fuente de recursos.

Los grupos humanos aprovechaban recursos tanto de la sierra alta como de la puna baja,
destacando la movilidad y la amplitud de su territorio de explotación.

El sitio cuenta con 36 estratos, separados en tres bloques. Aldenderfer establece fases
basadas en 30 fechados radiocarbónicos, convirtiendo a Asana en uno de los yacimientos
mejor fechados del precerámico peruano.

Fase VI (9,795-9,654 a.C.): Ocupación temprana durante el Younger Dryas.

Fase V (8,169-6,505 a.C.): Aparecen señales de sedentarismo y redes de transporte o


intercambio de obsidiana.

Fase IV (6,979-4,731 a.C.) y III (hasta 3,104 a.C.): Aumento de ocupación y densidad de
actividad.
Durante el Holoceno temprano, los grupos establecían campamentos en las cercanías del
bofedal y ampliaban su alcance hacia la puna baja (30 km) y la costa, buscando materiales
como calcedonia y sílex azul.

Los asentamientos eran de formas irregulares, tendiendo a estructuras ovaladas o


circulares, probablemente paravientos.Los raspadores se usaban principalmente para
trabajar las pieles de camélidos, que constituían la principal presa en esta época.

Se encontraron piezas procedentes de Cotacalli, a 80 km de Asana, lo que sugiere redes de


intercambio temprano similares a las observadas en Quebrada Jaguay.

En el Holoceno medio, las viviendas presentaban pisos de arcilla para mayor confort. La
disposición de los postes cambió de formas circulares a internas, indicando una mayor
complejidad social.

A medida que disminuyó el trabajo con pieles de camélidos, aumentó el uso de batanes
para procesar plantas como quinua (Chenopodiaceae).

Las viviendas cuadrangulares y posiblemente públicas comenzaron a aparecer, señalando


un cambio en la organización social.

Se utilizaron principalmente recursos locales, pero también se importaron materiales de alta


calidad desde la puna y la costa.

Las puntas romboidales y con pequeños alerones predominan en las fases iniciales,
mientras que las lanceoladas dominan en el Holoceno medio.

Hacia el Holoceno tardío, se redujo la fabricación de puntas y raspadores, en contraste con


otras zonas como la puna de Junín, donde aumentó.
La cueva y el abrigo de Toquepala
En la década de 1960, Rogger Ravines inició investigaciones arqueológicas en la cueva de
Toquepala, famosa por sus pinturas rupestres. La cueva se usaba como refugio para mineros de
la Southern Peru Copper Corporation. El descubrimiento de la cueva tiene dos versiones; una de
Ravines, que atribuye el hallazgo a Emilio Gonzales García, y otra de Jorge Muelle, quien
menciona a obreros que colocaban torres eléctricas. Ambos relatos coinciden en que los obreros
informaron a Gonzales. Luego de evaluar el sitio, un equipo del Museo Nacional de
Arqueología y Antropología de Lima, bajo la dirección de Jorge Muelle, realizó excavaciones
que resultaron en diversos estudios y publicaciones sobre las pinturas rupestres.

La cueva está ubicada al noroeste del Cerro Toquepala, Tacna, cerca del límite con Moquegua, a
2,700 metros sobre el nivel del mar. Esta región es un punto intermedio entre la costa y el
altiplano. El área es volcánica, lo que sugiere la necesidad de estudios paleoclimáticos y
geológicos más profundos, así como en Caru, 70 km al suroeste.

Las dataciones de radiocarbono de las muestras del sitio han sido problemáticas debido a la falta
de contexto detallado y posibles contaminaciones. La evidencia sugiere que el sitio estuvo
ocupado entre el quinto y sexto milenio a. C. Las herramientas halladas, realizadas
principalmente en roca volcánica, indican que el lugar pudo haber sido un taller donde se
manufacturaban y desechaban herramientas.

Las pinturas rupestres, un símbolo del arte precerámico andino, son notables en los paneles de la
cueva y el abrigo. Aunque difíciles de fechar con precisión, se presumen del Holoceno Medio,
adaptándose a cierto estilo de pintura prehistórica. Las representaciones incluyen animales como
guanacos y escenas de caza. También hay signos abstractos que podrían tener significados
míticos o sociales.

El sitio pudo haber servido como refugio temporal estacional para sus habitantes por su
artefactos y restos, lo que sugiere un patrón de vida trashumante. Algunos objetos encontrados,
como cuarzos y pirita, podrían tener fines rituales en lugar de prácticos. En resumen, la cueva de
Toquepala es un lugar de gran interés arqueológico debido a sus pinturas y la información que
ofrece sobre las culturas prehistóricas en la región andina.
El panel C muestra a tres camélidos en movimiento seguidos por dos seres humanos con
máscaras. Uno de los animales lleva un proyectil sujeto a su pierna, sugiriendo huida, mientras
que otro parece estar muerto. En el panel A, figuras pseudo-humanas rodean a los animales de
manera dinámica, posiblemente cazando guanacos. Se sugiere un mensaje de "conjuro" por
incisiones en los animales. Se menciona la técnica de caza conocida como "chaco" desde al
menos el sexto milenio a. C. Estas pinturas reflejan creencias basadas en la economía de caza y
podrían haber sido realizadas en cuevas como expresión artística. Las máscaras y símbolos en
las representaciones son similares a otros sitios de arte rupestre famosos. Las pinturas podrían
representar un deseo de cazar y asegurar la captura de presas. Existen otras representaciones
entre Arequipa y Puno que no se mencionan aquí por falta de espacio y documentación.
El abrigo de Caru, Tacna
El abrigo de Caru en Tacna es un yacimiento arqueológico importante en el sur del Perú, que
revela evidencias de antiguos pobladores datadas entre 7,348-6,836 años a. C. Se han
encontrado fogones, restos de talla lítica y artefactos de piedra como puntas, raspadores y
cuchillos. También se hallaron restos de guanaco quemado y cuentas de concha marina, lo que
sugiere intercambio a larga distancia. Se descubrieron pinturas rupestres monocromáticas en el
abrigo, representando seres humanos, guanacos y líneas verticales y horizontales. Estos
hallazgos reflejan aspectos de la vida diaria y arte de los antiguos peruanos, contribuyendo a
comprender su historia desde hace 14,000 años antes de Cristo. Es importante destacar que estas
conclusiones son preliminares y pueden cambiar con futuras investigaciones.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN
ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD de CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

CURSO: Arqueología del Pre-Cerámico


TEMA: Resumen de los temas - Páginas: 210 a 235
DOCENTE: Rodrigo Torres Huaman
ESTUDIANTES:
● Davalos Aguilar Sarahi Danna
● Perez Quispe Kiara Isabel

CUSCO – PERÚ
2024
El fuego: el centro de las actividades
Desde el Paleolítico, el control del fuego transformó la vida humana, proporcionando calor,
permitiendo la cocción de alimentos, actuando como defensa contra animales, y favoreciendo
la vida social. En Telarmachay, aunque no hay evidencia concreta de técnicas de ignición, se
cree que podrían haber usado métodos como la frotación de varillas o percusión con pirita,
posiblemente empleando el ichu como combustible. Los fogones evolucionaron desde
simples fogatas hasta estructuras más elaboradas, llegando en el quinto milenio a.C. a estar
rodeados de placas de piedra para mejorar su eficiencia y duración.

La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de


Junín de 6,000 años a. C.
Desde el 6,000 a.C., en la Puna de Junín se ha documentado la cocción de alimentos bajo
tierra mediante piedras calientes, similar a la pachamanca actual. Esta técnica de cocción, que
asemeja un estofado, convivía con el uso de fuego abierto en la cueva, donde se hallaron
huesos y herramientas de cocina como guijarros. Dada la escasez de combustible, el fuego se
economizaba, fragmentando la carne y utilizando contenedores de cuero o vísceras para
calentar agua con piedras, sugiriendo la preparación de sopas. Además, el fuego se empleaba
para ahumar carne, secar pieles y fijar herramientas.

El arte y las costumbres funerarias

La evidencia arqueológica de la Puna de Junín revela prácticas funerarias y artísticas


avanzadas en sociedades de hace 6,000 años a.C. En el sitio, se hallaron adornos personales
como perlas, pendientes y cuentas, lo que sugiere un sentido de estética que pudo haber
tenido connotaciones rituales o sociales. Estos objetos, hechos de hueso de aves y otros
materiales, fueron elaborados en forma de cuentas cilíndricas y discos perforados,
posiblemente usados como collares o cinturones. Particularmente llamativo es el hallazgo de
un entierro infantil rodeado de cuentas de piedra calcárea, las cuales parecen haber tenido un
significado especial, ya que los entierros de infantes en esta época recibían un trato distintivo,
en ocasiones similar al de la cueva de Lauricocha.

Las tumbas encontradas en Telarmachay también revelan detalles sobre las costumbres
funerarias. El entierro de una mujer mayor fue hallado en una fosa elíptica junto a la pared de

1
la cueva, en una postura extremadamente flexionada, lo que sugiere que pudo haber sido
atada antes de ser enterrada. El esqueleto carecía de cabeza, posiblemente debido a
alteraciones causadas por ocupantes posteriores, y estaba rodeado de restos de huesos y lascas
de piedra, que los investigadores consideran material de relleno y no ofrendas.

Otra sepultura contenía los restos de una mujer joven y un infante de cinco meses, ambos
cubiertos por lajas de piedra, siguiendo una práctica funeraria común de la época para
proteger a los más pequeños. La joven, de entre 20 y 25 años, fue encontrada con su cuerpo
flexionado y signos de haber sido atada, además de un conjunto de herramientas de piedra y
una bola de ocre rojo, que indican que probablemente trabajaba procesando cuero y pieles,
dado que estas herramientas presentaban señales de uso prolongado y estaban manchadas de
ocre, un conservador natural del cuero. Este trabajo parece haber sido una actividad
especializada femenina, ya que tanto ella como otra mujer enterrada en el sitio mostraban
signos de artrosis en el codo, posiblemente debido al uso continuo de raspadores.

Entre los restos encontrados, destaca también el esqueleto de un infante de cinco a seis
meses, cubierto en ocre rojo y enterrado en una fosa oval. El tratamiento especial de este
entierro incluía un collar de discos de piedra calcárea y un conjunto de pendientes de hueso
en los pies, lo cual podría haber sido una especie de cinturón. Las ofrendas del infante
incluían además conchas marinas, un hecho significativo dado que el mar estaba a 150 km de
distancia, lo que muestra el valor simbólico otorgado al entierro de niños. Las malas
condiciones de salud, reflejadas en caries, abrasión dental y posibles signos de malnutrición,
sugieren las difíciles condiciones de vida en esta comunidad temprana.

Este conjunto de hallazgos, en Telarmachay y Lauricocha, ilustra un rico legado cultural y


funerario en el que las prácticas de sepultura y los ajuares reflejan una estructura social donde
las mujeres desempeñaban roles especializados, especialmente en la elaboración y
procesamiento de pieles, y donde la protección y el respeto hacia los infantes fallecidos
parecen haber sido una constante cultural significativa en los Andes tempranos.

El abrigo de Uchkumachay

El abrigo de Uchkumachay, situado en la Quebrada de Tilarnioc en el departamento de


Junín, Perú, es un yacimiento arqueológico de gran importancia para comprender los
primeros habitantes de la Puna de Junín. Su estudio comenzó en la década de 1970

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bajo la dirección de Peter Kaulicke, quien documentó hallazgos clave, aunque sin
obtener fechados radiométricos específicos para muchas de las capas arqueológicas, lo
cual limita la precisión cronológica del sitio.

Este abrigo se encuentra cerca de Telarmachay, un yacimiento contemporáneo con el


que comparte muchas similitudes en sus artefactos y restos faunísticos, lo que ha
permitido a los investigadores estimar la cronología de Uchkumachay a través de
comparaciones tipológicas. Sin embargo, esta metodología es discutida debido a la
falta de fechados absolutos, ya que depender de similitudes tipológicas no garantiza
una cronología exacta y puede conducir a interpretaciones anacrónicas.

En Uchkumachay, Kaulicke encontró restos óseos de fauna extinta como Agalmaceros


(un ciervo de la edad glacial), Parahipparion (un caballo pleistocénico) y Cricetidae
(un roedor), junto con herramientas líticas como raspadores y lascas retocadas. Esto
sugiere la posibilidad de caza de megafauna por los primeros habitantes, aunque se
necesita una mayor investigación para corroborarlo. Durante el Holoceno Temprano,
la actividad principal parece haber sido la preparación de pieles, lo que se deduce de la
abundancia de raspadores, similares a los de Telarmachay. Estas herramientas son
simples y elaboradas en lascas secundarias, probablemente de buena calidad lítica.

A medida que el Holoceno avanzaba, particularmente en el Holoceno Medio


(aproximadamente entre 5,500 y 3,500 a.C.), se observó un incremento en las puntas
bifaciales y en las piezas destinadas a la caza, un patrón que también se evidencia en
Telarmachay. Este incremento en herramientas de caza ha sido interpretado como
resultado de una especialización en la caza y posiblemente de conflictos entre grupos
humanos.

Otra diferencia notable respecto a Telarmachay es la presencia de puntas de proyectil


anchas y delgadas en Uchkumachay, lo que indica una variación en el estilo o función
de estas herramientas. Además, se observa un aumento en herramientas como buriles,
aunque estos son raros en los Andes y representan una tecnología lítica avanzada.

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En resumen, Uchkumachay y Telarmachay muestran patrones de ocupación similares,
lo que sugiere que ambos lugares pudieron haber tenido funciones parecidas y
actividades paralelas durante sus ocupaciones, aunque la falta de datos detallados y
fechados radiométricos limita la capacidad de establecer una cronología precisa. La
relación entre ambos sitios destaca la importancia de la caza y la preparación de pieles
en las primeras sociedades andinas del Holoceno.

Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho

Las ocupaciones humanas más antiguas en el Perú se han relacionado históricamente con la
cueva de Pikimachay, en Ayacucho, donde se encontraron herramientas líticas que, según
reportes iniciales, superaban los 20,000 años de antigüedad. Esta afirmación ha sido objeto de
controversia durante las últimas décadas, cuestionada por especialistas como Duccio
Bonavia, John Rick, y Thomas Lynch. Estos expertos argumentan que los datos no son
concluyentes y que los supuestos fechados tempranos deben revisarse con precaución.

Existen dos complejos arqueológicos principales en Ayacucho que generan mayor debate: el
Complejo Pacaicasa y el Complejo Ayacucho. Estos sitios han sido propuestos como las
evidencias más remotas de ocupación humana en el Perú, y son frecuentemente citados en
relación con posibles asentamientos del Pleistoceno Tardío o incluso más antiguos. Sin
embargo, los estudios son limitados y carecen de una validación exhaustiva, pues la
documentación que sustenta estas afirmaciones es escasa y los informes finales del Proyecto
Botánico Arqueológico de Ayacucho presentan información limitada y a veces fragmentaria.

El Proyecto Botánico Arqueológico de Ayacucho, dirigido por el arqueólogo Richard


MacNeish en las décadas de 1960 y 1970, generó una serie de informes y publicaciones
donde se detallan estos hallazgos iniciales. Los informes de avance (1969, 1970) y el análisis
de la cueva de Pikimachay (1979) son documentos clave en los que MacNeish y su equipo
describen herramientas de piedra asociadas con los complejos Pacaicasa y Ayacucho. Sin
embargo, las conclusiones derivadas de estos estudios han sido cuestionadas debido a la falta
de fechados radiométricos confiables y estudios especializados que puedan confirmar la
antigüedad de los materiales.

Actualmente, la revisión y el análisis de estos complejos antiguos pueden beneficiarse de


avances en técnicas de datación, como las correcciones radiocarbónicas, las cuales

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permitirían obtener una cronología más precisa y confiable para los vestigios humanos en
Ayacucho. Esto sería fundamental para reevaluar la antigüedad de las primeras ocupaciones
humanas en la región y determinar si efectivamente Pikimachay y otros sitios en Ayacucho
representan algunas de las primeras presencias humanas en los Andes y en el continente
sudamericano.

La cueva de Pikimachay

La cueva de Pikimachay, ubicada en el norte del departamento de Ayacucho, Perú, se


encuentra aproximadamente a 12 km al sur del pueblo de Huanta, cerca de la confluencia de
los ríos Huarpa y Pongos, y a una altitud de unos 2,850 m.s.n.m. Este sitio arqueológico,
estudiado principalmente por Richard MacNeish y su equipo, ha sido central en las
discusiones sobre las ocupaciones humanas más antiguas en el Perú. Sin embargo, la falta de
un análisis climático especializado basado en polen y suelos ha limitado la comprensión
detallada del contexto ambiental de las capas excavadas.

La capa más profunda de Pikimachay, denominada "k", se considera la más antigua y se


asocia con un ecosistema de sabana fría. Aunque no se han obtenido fechados directos de esta
capa, el fechado de la capa "j" sobreyacente se ha utilizado como referencia, sugiriendo una
datación anterior a los 23,000 años a.C. Esta época se vincula con el Último Máximo Glacial
(LGM), cuando el clima era considerablemente frío.

La capa "j", inmediatamente superior a la "k", presenta dataciones entre 23,472 y 18,984 años
a.C., con una vegetación forestal y fauna que indican condiciones húmedas. Los estudios
sugieren que entre 23,000 y 20,000 años a.C., el clima fue más templado, con ecosistemas
que sustentaban fauna de ciervos, lo cual podría corresponder a un período interestadial.

En capas más recientes, como la "i1" y "i", se observa una alternancia de condiciones frías.
La capa "i1", con fauna como caballos, ha sido datada entre 18,647 y 15,756 años a.C., lo que
podría correlacionarse con el avance europeo del Dryas II. Finalmente, la capa "i" muestra un
avance glacial continuo en un ambiente de sabana, fechado entre 17,291 y 13,881 años a.C.,
indicando una extensión de las condiciones frías de la capa anterior.

Estos datos preliminares sugieren una historia climática compleja, con variaciones entre
condiciones frías y templadas. Sin embargo, hasta que se realicen nuevas investigaciones y

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análisis especializados en calibración radiocarbónica para el hemisferio sur, estos resultados
deben considerarse aproximados.

El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más


antiguos?

El "Complejo Pacaicasa" ha sido frecuentemente considerado como la evidencia más antigua


de presencia humana en el Perú, pero su autenticidad ha sido cuestionada por expertos como
Duccio Bonavia y John Rick. Ellos sostienen que los supuestos artefactos de piedra que se
han encontrado en el sitio podrían no ser herramientas hechas por humanos, sino simplemente
piedras caídas del techo de la cueva, desgastadas por la erosión, lo que impide identificar
marcas de tallado intencional. Las piezas presentan un grado de meteorización tan alto que no
es posible discernir si tienen alguna modificación humana, y podrían ser resultado de
procesos naturales como el “trampling” por animales.

En la revisión de esta evidencia, MacNeish presenta dificultades, ya que el informe final


(MacNeish et al., 1980) está desorganizado y no ofrece una visión general de los materiales.
Las fotografías de las "herramientas de piedra" no son concluyentes, y sería preferible contar
con dibujos técnicos detallados. Además, no hay un análisis tafonómico ni estudios de
organización de las piezas, lo que dificulta el reconocimiento de trabajo humano en los
artefactos.

En cuanto a la datación, las muestras de este complejo se han basado en huesos de perezosos
(Scelidoterium) que aparentemente habitaban la cueva y presentan huellas de corte y pulido,
aunque no se han publicado fotos que respalden esta afirmación. Las dataciones abarcan un
período de 23,472 a 13,881 años a.C., aunque MacNeish considera que la fecha más reciente
es inexacta. No obstante, la falta de muestras de carbón reduce la confiabilidad de estos
fechados.

Las capas excavadas de Pikimachay que corresponden al "Complejo Pacaicasa" son las capas
"k", "j", "i1" e "i", en las que se identificaron áreas de actividad supuestamente humanas. La
capa más profunda, "k", tiene un área de unos 45 m² y muestra tres áreas de actividad
propuestas por MacNeish, pero no presenta fogones ni áreas organizadas, lo que impide
corroborar la presencia humana. La capa "j", con un área de 65 m², muestra nuevamente tres
áreas de actividad que carecen de evidencias sólidas, y aunque MacNeish menciona huesos

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de perezosos y restos de madera trabajada, no existen estudios tafonómicos que respalden su
origen antropogénico.

Las capas superiores, "i1" e "i", contienen huesos de caballo y perezosos con supuestas
huellas de raspado, pero no presentan coherencia en su distribución para ser interpretados
como actividad humana. En resumen, la falta de evidencias claras y coherentes en el
"Complejo Pacaicasa", así como la carencia de carbón y análisis geo-arqueológicos y
tafonómicos, dificultan aceptar esta evidencia como prueba de las primeras ocupaciones
humanas en el Perú.

El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú

El "Complejo Ayacucho" representa uno de los conjuntos de evidencia más convincentes para
los posibles primeros indicios de presencia humana en el Perú, según algunos expertos. A
diferencia de las pruebas del "Complejo Paccaicassa", las capas del "Complejo Ayacucho"
—denominadas “h1” y “h”— ofrecen restos arqueológicos que muestran una mayor
consistencia para interpretación como producto de actividad humana. Sin embargo, aún se
carece de suficiente documentación y sólo se cuenta con una datación radiocarbónica.

La capa “h1” es la más amplia, con un espesor entre 35 y 50 cm y seis áreas de actividad
propuestas, de las cuales las áreas 4 y 5 contienen agrupaciones de restos líticos y huesos de
animales como el perezoso gigante y el caballo. Esta disposición parece indicar actividad
humana, aunque no existen dataciones radiocarbónicas en esta capa.

La capa “h” es considerada la más rica en restos, incluyendo huesos de diversas especies
(caballos, zorros, ciervos y vizcachas), que sugieren procesamiento humano por herramientas
de piedra de materiales variados, como guijarros y rocas silicificadas. En esta capa se han
encontrado dos supuestos fogones, aunque faltan descripciones detalladas para confirmarlos
como estructuras antrópicas. La única datación radiocarbónica proviene de un hueso de
perezoso gigante y sitúa el conjunto en un período entre 15,271 y 14,610 años a.C.

Además de los restos de huesos, en la capa "h" se hallaron puntas de hueso, las cuales
parecen ser convincentes como herramientas hechas por humanos, similares a hallazgos
contemporáneos de otras cuevas como la de Huango. Entre las herramientas de piedra se
destacan piezas elaboradas con rocas seleccionadas, en algunos casos menos meteorizadas
que las encontradas en el "Complejo Paccaicassa".

7
Uno de los artefactos analizados en el Museo de Arqueología de San Marcos es un posible
cuchillo de dorso rebajado, hecho en roca silicificada y ligeramente retocado. Se ha
observado que la base del utensilio presenta manchas de combustión, lo cual podría respaldar
la hipótesis de fogones en la capa. Otra pieza importante es un perforador, caracterizado por
un apéndice creado mediante muescas en ambos bordes. Este tipo de elaboración parece
indicar una economía de materiales, ya que se seleccionaron rocas de alta calidad y se utilizó
un retocado mínimo para aprovechar al máximo el material disponible.

Aunque aún hay limitaciones en la documentación del "Complejo Ayacucho", los indicios
parecen más sólidos en comparación con los del "Complejo Paccaicassa". Las herramientas
de piedra, los restos óseos y las posibles estructuras de combustión apuntan hacia actividad
humana, aunque es necesaria una investigación más exhaustiva y estudios de tafonomía y
análisis detallados de los artefactos.

LOS ABRIGOS ROCOSOS DE SUMBAY EN AREQUIPA


Ubicados en el distrito de Cayma, en el departamento de Arequipa, los abrigos rocosos de
Sumbay deben su nombre a su proximidad al río homónimo. En tres quebradas que
desembocan en el río Sumbay, se han identificado nueve sitios precerámicos, algunos con
arte parietal, entre los que destaca el abrigo número “3”, estudiado en mayor detalle por Neira
Avendaño (1990).

El abrigo 3 de Sumbay se encuentra a unos 4,600 msnm, en el Cerro Jayo Grande y junto a
una quebrada de 50 metros de profundidad. Aunque no se cuenta con un reporte exhaustivo
para la comunidad, los hallazgos provienen de pozos de cateo que priorizaron la descripción
de herramientas líticas encontradas en el sitio. Entre estos artefactos destacan puntas líticas de
forma pentagonal con bases cóncavas y, en algunos casos, con acanaladuras y “alerones” a
los lados. Este diseño sugiere una tecnología lítica diferente a la observada en la sierra central
del Perú, posiblemente influida por la tradición del área meridional andina o por el material
utilizado para el mango de estas puntas.

8
Además de estas puntas, se hallaron raspadores y perforadores de pequeño tamaño y
aparentemente estandarizados. La función de estos artefactos aún no es clara, pero se plantea
que pudieron estar relacionados con el trabajo de pieles de camélidos, dada su forma y
tamaño.

Algunos de estos artefactos fueron recuperados de los estratos 3 y 4, los cuales han sido
datados mediante calibración en un rango de 5,211 a 3,398 a.C., pertenecientes
probablemente al quinto milenio a.C. y, por tanto, al Holoceno Medio. Sin embargo, faltan
datos precisos sobre la ubicación y contexto exacto de estas muestras, lo cual impide una
afirmación concluyente hasta que se realicen estudios más extensivos.

Un elemento característico del abrigo es su extensa colección de pinturas rupestres, con


alrededor de 500 figuras, según Neira Avendaño. Las pinturas presentan escenas de caza de
camélidos, en las que los cazadores, representados en color blanco, aparecen saltando,
corriendo o portando un arco o palo, lo que otorga dinamismo a las imágenes. Las referencias
limitadas sugieren que estas pinturas podrían corresponder al Holoceno Medio o Tardío,
aunque aún se requieren estudios que relacionen cronológicamente las pinturas con las
ocupaciones humanas en el sitio.

En conclusión, los abrigos de Sumbay representan un valioso y aún enigmático conjunto de


evidencias arqueológicas, cuya tecnología lítica y arte rupestre presentan características
distintivas respecto a otras áreas andinas.

ASANA: CAZADORES DE GUANACOS EN LA SIERRA DE


MOQUEGUA
El yacimiento arqueológico de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua cerca de la mina
Cuajone, ha sido estudiado principalmente por el investigador Mark Aldenderfer (1990a,
1990b, 1998, 1999). Este sitio al aire libre se encuentra en la margen derecha del río
Moquegua, un afluente del río Osmore, a una altitud de aproximadamente 3,435 msnm.

Las excavaciones realizadas en Asana han revelado diversas estructuras habitacionales


construidas por los primeros pobladores de la región durante el Holoceno. Los hallazgos
aportan valiosa información sobre el estilo de vida de estos grupos humanos, especialmente
en lo que respecta a sus estrategias de caza y aprovechamiento de los recursos locales, como
los guanacos.

9
MANANTIALES Y BOFEDALES COMO FUENTES DE RECURSO
El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua, destaca por su proximidad a
fuentes de agua naturales, lo que le otorgó una ubicación estratégica para los primeros grupos
humanos. Según Mark Aldenderfer (1990a, 1990b, 1998, 1999), Asana estaba situado en la
orilla norte de un bofedal que era alimentado por dos manantiales a lo largo del Holoceno.
Estos manantiales proporcionaban agua y recursos a animales como guanacos y tarucas, que a
su vez eran aprovechados por los pobladores del sitio.

Durante el Holoceno Temprano, la temperatura aumentó, creando un ambiente propicio para


la proliferación de vicuñas, otro recurso importante para los habitantes de Asana. Las
evidencias sugieren que los grupos humanos accedían tanto a recursos de la sierra alta como
de la puna baja, desplazándose hacia zonas cercanas, incluso hasta 30 km. Además, la
ubicación del yacimiento favoreció el comercio de materiales como la calcedonia y el sílex
azul, los cuales fueron obtenidos de la costa y la Puna, respectivamente.

El sitio contiene una secuencia de 36 estratos, agrupados en tres bloques que presentan una
estratigrafía compleja. Sin embargo, gracias a 30 fechados radiocarbónicos, Aldenderfer ha
establecido fases de ocupación que aportan una de las cronologías más detalladas del
Precerámico Peruano. La fase VI, la más antigua, se sitúa entre 9,654-9,795 años a.C., lo que
coincide con el final del Younger Dryas. La fase V (8,169-6,505 años a.C.) marca el inicio
del sedentarismo, con ocupación permanente y el probable uso de obsidiana traída de
Cotacalli. Las fases IV (6,979-4,731 años a.C.) y III (hasta 3,104 años a.C.) completan la
secuencia cronológica del yacimiento.

Durante el Holoceno Temprano, los habitantes de Asana establecieron campamentos cerca


del bofedal, aunque también se desplazaban hacia la puna baja para ampliar sus fuentes de
caza. Los camélidos fueron la principal presa, y se utilizaban raspadores principalmente para
procesar sus pieles. Además, la presencia de obsidiana, obtenida a través del intercambio,
subraya la capacidad de los grupos para conseguir materiales a larga distancia.

En fases posteriores, como el Holoceno Medio, las viviendas de los pobladores de Asana
mostraron una mayor complejidad. Se construyeron estructuras más duraderas con pisos de
arcilla, lo que sugiere un aumento en la permanencia de los grupos en el lugar. A partir de la
fase IV, la densidad de las ocupaciones aumentó, y se observó un mayor uso de plantas, como

10
la quinua, que se procesaba con piedras y batanes. Además, las viviendas adoptaron una
forma cuadrangular, lo que indica una mayor organización social.

A lo largo de las ocupaciones, las herramientas de piedra se fabricaron principalmente con


materias primas locales, excepto en el caso de la obsidiana y el sílex de alta calidad, que
fueron traídos de áreas lejanas. Las puntas y raspadores, que fueron predominantes durante el
Holoceno Temprano, cambiaron de forma a lo largo del tiempo, destacándose las puntas
lanceoladas en el Holoceno Medio.

Asana representa un ejemplo de un campamento estratégico en la sierra alta de Moquegua, en


el que los grupos humanos transitaban hacia la puna para acceder a recursos adicionales.
Aunque no fue un centro de domesticación de animales, los hallazgos sugieren un proceso
temprano de sedentarismo y un aprovechamiento cada vez mayor de los recursos vegetales y
animales disponibles.

LA CUEVA Y EL ABRIGO DE TOQUEPALA


La Cueva de Toquepala, ubicada en Tacna, es un yacimiento arqueológico importante debido
a sus pinturas rupestres, descubiertas en la década de 1960. Aunque existen dos versiones
sobre su descubrimiento, ambas coinciden en que fue inicialmente identificada por
trabajadores que realizaban actividades mineras, y posteriormente investigada por
arqueólogos como Rogger Ravines y Jorge Muelle.

Este sitio se encuentra a 2,700 m.s.n.m., en una zona de transición entre la costa y el
altiplano, entre los ríos Osmore y Locumba. La zona es de carácter volcánico y ha sido clave
para estudios paleoclimáticos y geológicos. La cueva es especialmente relevante por sus
pinturas que datan posiblemente entre 6,000 y 4,500 años a.C., aunque la datación aún
presenta inconsistencias, en parte por la falta de registros precisos y la alteración de las
muestras.

Las pinturas, realizadas principalmente en rojo marciano, representan escenas de caza,


incluyendo camélidos como guanacos, y podrían haber sido realizadas con herramientas
elaboradas a base de óxido de hierro. Estas representaciones muestran animales en posiciones
de agotamiento, lo que podría tener un significado semiótico relacionado con la caza.
Además, hay figuras humanas representadas, algunas sosteniendo lo que parece un arco, lo
que sugiere el uso de proyectiles desde al menos el sexto milenio a.C.

11
El arte rupestre en Toquepala incluye símbolos geométricos que recuerdan a los encontrados
en el Paleolítico europeo, y algunos investigadores sugieren que podrían ser ideogramas o
representaciones de grupos sociales. Este conjunto de pinturas proporciona una visión
fascinante de las primeras formas de arte y organización social en la región andina.

EL ABRIGO DE CARU - TACNA

Ubicado en el distrito de Tarata, Tacna, es uno de los yacimientos más meridionales de la


sierra peruana. Este sitio fue excavado en la década de 1960 por el arqueólogo Rogger
Ravines, quien realizó investigaciones en dos pozos de prueba. Aunque los trabajos fueron
limitados, se encontraron evidencias clave que aportan información relevante sobre las
primeras ocupaciones humanas en el sur del Perú.

Este yacimiento se sitúa a unos 3,150 m.s.n.m., en la Quebrada de Caparaja, en la vertiente


del cerro Caru, parte de la alta Cordillera del Barroso. El abrigo tiene una superficie
aproximada de 50 metros cuadrados, y su orientación es hacia el sur. Durante las
excavaciones, se identificaron al menos dos fogones y dos áreas de concentración de restos
de talla lítica. El único fechado disponible, obtenido mediante radiocarbono, sugiere una
antigüedad de 7,348-6,836 años a.C., aunque la ubicación exacta del carbón utilizado en el
análisis no es clara.

Las evidencias encontradas en el sitio incluyen huesos quemados, en su mayoría de guanaco


(Lama guanicoe), y fragmentos de piedras como cuarzo y basalto que habían sido talladas en
las cercanías. Entre los artefactos líticos hallados se encuentran puntas de forma pentagonal,
raspadores, cuchillos y leznas de hueso. Además, se descubrió una cuenta de concha marina,
lo que sugiere intercambios o desplazamientos de productos a larga distancia, pues la
distancia entre la Cordillera del Barroso y el litoral es de aproximadamente 120 km.

Otro hallazgo importante fue una serie de pinturas rupestres en la bóveda del abrigo, que
presentan matices rojos característicos del arte paleolítico temprano. Estas pinturas incluyen
representaciones de seres humanos, guanacos y diversas formas geométricas, lo que destaca
el vínculo entre el arte rupestre de los Andes y las tradiciones de ocupación más antiguas en
la región.

En cuanto a las conclusiones preliminares, Ravines sugiere que los hallazgos de Caru
proporcionan valiosas pistas sobre las primeras huellas humanas en los Andes, pero señala

12
que la investigación aún está en desarrollo y que estos resultados deben ser considerados
dentro de una visión general del proceso de ocupación humana en el sur del Perú, entre los
14,000 y 4,000 años a.C.

13
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

TEMA: libro de Elmo león resumen página 210 a 235

DOCENTE:
Torres Huaman Rodrigo

ASIGNATURA:
Arqueología del pre-cerámico

INTEGRANTES:
● Huillca Aragon Juan Antoni
● Carmen Rosa Lloclle Huarca
● Vanesa Huallpa Cusi
● Karen Chchacca Yapu

CUSCO-PERÚ
2024

El fuego: el centro de las actividades


Desde que los humanos aprendieron a dominar el fuego, este marcó un cambio profundo en
su forma de vida, algo evidente desde el Paleolítico. Las chozas, incluso las más simples,
incorporan hogares que ofrecían abrigo, cocción de alimentos, protección contra
depredadores y luz para las noches, fomentando además la vida en sociedad, donde los
grupos compartían historias alrededor del fuego.
En Telarmachay, aunque no hay evidencia directa sobre las técnicas para encender fuego, se
especula que se usaron métodos como la frotación de varillas o la percusión con pirita, y
materiales como el ichu de la puna podrían haber sido combustibles. Los fogones
evolucionaron con el tiempo: desde fogatas sobre el suelo, pasando por pequeños hoyos para
mejorar su funcionalidad, hasta alcanzar, en el quinto milenio a.C., fogones rodeados por
placas de piedra, un diseño más eficiente y duradero.

La pachamanca: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.


El equipo de investigación ha identificado diversas técnicas de cocción en Telarmachay,
incluyendo la cocción subterránea mediante el calentamiento de piedras, una práctica que
data al menos del 6,000 a.C. Este método, similar a la actual Pachamanca, era una forma de
estofado. También se encontró evidencia de fuego abierto en el interior de la cueva, donde
probablemente se asaron alimentos, restos óseos y guijarros usados como herramientas de
cocina.
Debido a la escasez de combustible, se cree que el fuego era utilizado de manera eficiente,
fragmentando la carne antes de cocinarla y empleando contenedores improvisados de cuero o
vísceras. Para hervir agua, se habrían calentado piedras y sumergido en líquidos, permitiendo
la preparación de sopas de carne y vegetales.
El fuego también tuvo otros usos importantes, como ahumar carne, secar y tratar pieles,
calentar rocas para tallado, y fijar mangos en herramientas de piedra, mostrando su
versatilidad en la vida cotidiana.
LA CUEVA Y EL ABRIGO DE TOQUEPALA
Este artículo nos lleva a un viaje al pasado precerámico de los Andes, explorando la cueva
y el abrigo de Toquepala, ubicados en el sur del Perú, y sus fascinantes pinturas rupestres.
Descubrimiento e Investigación:
La cueva de Toquepala, famosa por sus pinturas, fue descubierta a finales de la década de
1950 por trabajadores de la mina de cobre de Toquepala. El profesor Emilio Gonzales
García, estudiante de arqueología, llamó la atención de los arqueólogos sobre su potencial.
El Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Lima, liderado por Jorge Muelle, llevó
a cabo las excavaciones, dando lugar a publicaciones sobre las pinturas rupestres,
incluyendo la tesis de Rogger Ravines (1971) y el libro de Jean Guffroy (1999).
Ubicación y Entorno:
La cueva y el abrigo de Toquepala se encuentran al noroeste del Cerro Toquepala, en la
falda del Cerro Huancanane Grande, dentro del departamento de Tacna, Perú. La zona, a
una altitud de 2,700 m.s.n.m., se caracteriza por su ubicación estratégica entre la costa y el
altiplano, con acceso a los ríos Osmore y Locumba. La presencia de volcanes como el
Yucamane y el Tutupaca hacia el este, facilita el paso al altiplano. El entorno volcánico y la
transición geográfica hacen de esta zona un lugar clave para estudios paleoclimáticos y
geológicos
Cronología y Ocupación Humana:
Las excavaciones han revelado una ocupación humana que data del sexto o séptimo
milenio a.C., con evidencia de una ocupación ocasional o trashumante. Las fechas de
radiocarbono obtenidas de las muestras presentan algunas contradicciones, lo que dificulta
la determinación precisa de la cronología. Sin embargo, la evidencia sugiere una ocupación
temprana, coincidiendo con un periodo de calentamiento climático y deglaciación en los
Andes
Herramientas y Subsistencia:
Las herramientas de piedra encontradas en el abrigo de Toquepala, principalmente de
origen volcánico como cuarzo, calcedonia y riolita, sugieren la existencia de un taller de
talla. Las herramientas incluyen raspadores, raederas, escotaduras y perforadores,
similares a los encontrados en otros yacimientos de la sierra sur peruana. Las puntas de
proyectil, distintivas de las de la sierra central, sugieren una adaptación a la caza de
guanacos, que constituía el 74% de la dieta de los habitantes.
Elementos Importados y Ritualidad:
La presencia de elementos como pirita de cobre y cristales de cuarzo, posiblemente
importados para fines rituales, sugiere una interacción con otras regiones. También se ha
encontrado un bloque de piedra con una mancha roja de hematita, que podría haber sido
utilizado como paleta para la pintura
Arte Rupestre:
Las pinturas rupestres de Toquepala, realizadas tanto en la cueva como en el abrigo,
representan una parte esencial del patrimonio arqueológico del sitio. Las pinturas,
principalmente en rojo marciano, datan del Holoceno Medio, entre 6,000 y 4,500 años a.C.,
aunque la evidencia sugiere una posible elaboración temprana
Análisis de las Pinturas:
Las pinturas de Toquepala, interpretadas por Jorge Muelle y Jean Guffroy, muestran una
variedad de temas, incluyendo escenas de caza, animales, figuras humanas y símbolos. El
panel "B" es particularmente notable, mostrando dos camélidos en posición opuesta, un
animal muerto, un humano con un arco y una "valla" con puntuaciones.
Interpretación de los Símbolos.
Los símbolos, como las puntuaciones alineadas y las líneas irregulares, recuerdan a los
encontrados en el paleolítico europeo, sugiriendo una posible conexión con
representaciones míticas o ideogramas.
Evidencia de Propulsores:
La presencia de una figura humana con un instrumento que podría ser una estólica
"australiana" sugiere la posibilidad de que las puntas foliáceas hayan sido lanzadas con
propulsores, reforzando la hipótesis basada en los experimentos realizados en Telarmachay.
scena de "Chaco":
El panel "C" muestra una escena de caza con tres camélidos en movimiento, seguidos por
dos figuras humanas con máscaras, que recuerdan al chamán de Les Trois-Frères. La
escena sugiere la utilización de la técnica de "chaco" para la caza, datando esta práctica al
menos del sexto milenio a.C.

El abrigo de Caru, Tacna


El abrigo de Caru, ubicado en el sur del Perú, es el yacimiento más meridional de la sierra
peruana, investigado por Rogger Ravines en la década de 1960. Las excavaciones,
limitadas a dos pozos de prueba, revelaron la presencia de fogones, restos de talla lítica y
una fecha de radiocarbono de 7,348-6,836 años a.C. Las herramientas de piedra,
principalmente de cuarzo, basalto y riolita, sugieren una adaptación a la caza de guanacos.
La presencia de conchas marinas, como "choro" y "loco", evidencia un intercambio a larga
distancia desde el litoral. Además, se encontraron pinturas rupestres monocromáticas de
color rojo, representando figuras humanas, guanacos y líneas, que recuerdan al arte
paleolítico europeo. La información recopilada del abrigo de Caru, junto con otros
yacimientos del sur peruano, permite comprender mejor la historia de los primeros
habitantes de los Andes, su adaptación al entorno y sus prácticas culturales.

EL ABRIGO DE UCHKUMACHAY (4)

El abrigo de Uchkumachay es un yacimiento arqueológico clave para entender a los


primeros habitantes de la Puna de Junín, aunque carece de fechados radiométricos
precisos. Las excavaciones, realizadas por Peter Kaulicke en las décadas de 1970 y 1980,
han proporcionado información valiosa, a pesar de las limitaciones en la cantidad y calidad
de los hallazgos.

Este sitio se encuentra en la Quebrada de Tilarnioc, a aproximadamente 4,235 m.s.n.m., y


su ubicación estratégica permite un fácil acceso a otros yacimientos cercanos, como
Telarmachay, sugiriendo que los antiguos pobladores podían haber transitado entre ellos.
Un hallazgo notable incluye restos de fauna extinta, lo que sugiere la caza de animales
como ciervos y caballos pleistocénicos.

A pesar de la falta de datos concretos, se observa que las herramientas líticas, como
raspadores y puntas de proyectil, son similares a las encontradas en Telarmachay, lo que
indica que las actividades de caza y preparación de pieles eran predominantes. Además, se
presenta una variabilidad en las puntas de proyectil, lo que podría reflejar diferencias
funcionales o estilísticas.
En resumen, aunque la información sobre Uchkumachay es limitada, permite formular
hipótesis sobre la vida de sus antiguos habitantes, su interacción con la fauna y su conexión
con otros yacimientos arqueológicos de la región. La investigación futura podría arrojar más
luz sobre estos aspectos y ayudar a construir una imagen más completa de la ocupación
humana en la Puna de Junín durante el Holoceno.

EL COMPLEJO DE PACAICASA: ¿ LA EVIDENCIA DE LOS PERUANOS MAS


ANTIGUOS?

El Complejo Pacaicasa es considerado como la evidencia más antigua de seres humanos


en el Perú, pero expertos cuestionan su validez debido a la escasa y parcial evidencia
publicada. Los supuestos utensilios de piedra parecen simples rocas caídas del techo de la
cueva y no se reconocen huellas de talla hecha por manos humanas debido a la erosión.

La cronología del Complejo Pacaicasa se basa en muestras de huesos de perezoso que


datan de 23,472-13,881 años a.C. Sin embargo, MacNeish considera que la fecha más
reciente es demasiado joven. Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay
están adscritas al Complejo Pacaicasa, pero no se observan áreas de actividad coherentes
ni concentraciones de restos que respondan a actividad humana.

Además, faltan fechas de carbón que respalden la cronología y no se presentan fotografías


de huesos con huellas de corte y pulido. Tampoco hay análisis geo-arqueológicos que
demuestran la formación de la capa. Expertos como Duccio Bonavia y John Rick han
evaluado críticamente la evidencia y consideran que es necesario realizar más estudios y
análisis para evaluar la validez del Complejo Pacaicasa.

La investigación realizada por MacNeish en la cueva de Pikimachay reveló la presencia de


huesos de perezosos y otros animales, pero no se encontraron evidencias claras de
ocupación humana. La falta de fogones, áreas organizadas de ocupación y otros
indicadores de actividad humana plantea dudas sobre la interpretación de los hallazgos.

En síntesis, el Complejo Pacaicasa sigue siendo un tema de debate entre los expertos, y se
requiere más investigación y análisis para determinar su validez como evidencia de la
presencia humana en el Perú durante el período paleolítico.

LOS ABRIGOS ROCOSOS DE SUMBAY


EN AREQUIPA (6)

El grupo de abrigos Sumbay, ubicado en el distrito de Cayma, Arequipa, incluye el abrigo


rocoso número 3, que se sitúa a 4,600 m.s.n.m. en el Cerro Jayo Grande. Este sitio ha sido
objeto de estudio, aunque la información disponible es limitada y se basa principalmente en
pozos de cateo.

Entre los hallazgos más destacados se encuentran puntas líticas con formas pentagonales y
características únicas, como bases cóncavas y canaladuras, lo que sugiere una tecnología
diferente a la de la sierra central peruana. También se han encontrado raspadores y
perforadores estandarizados, que podrían haber sido utilizados en la preparación de pieles
de camélidos.
Las dataciones radiocarbónicas de los estratos 3 y 4 sugieren una ocupación que podría
datar de 5,211 a 3,398 años a.C., indicando una presencia humana durante el Holoceno
Medio. Sin embargo, se requiere más investigación para confirmar estos hallazgos.

El abrigo se caracteriza por una notable cantidad de pinturas rupestres, que Neira
Avendaño estima en alrededor de 500. Aunque no se dispone de información detallada
sobre su datación o contexto, los diseños retratan escenas de caza de camélidos y figuras
humanas en movimiento, sugiriendo un dinamismo en la representación.

En resumen, el abrigo 3 de Sumbay ofrece evidencias significativas sobre las actividades de


los antiguos pobladores, pero se necesita una investigación más exhaustiva para
comprender plenamente su antigüedad y el contexto cultural de las pinturas rupestres.

ASANA: CAZADORES DE GUANACOS EN


LA SIERRA DE MOQUEGUA (7)

El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua a 3,435 m.s.n.m., ha sido


excavado bajo la dirección de Mark Aldenderfer. Este sitio arqueológico al aire libre ha
revelado una serie de viviendas construidas por los primeros grupos humanos durante el
Holoceno, proporcionando datos importantes sobre su modo de vida. La ubicación
estratégica de Asana, cerca del río Osmore, sugiere una adaptación efectiva a las
condiciones de la región. Se espera que investigaciones futuras continúen explorando los
hallazgos en Asana para ofrecer una comprensión más profunda de los pobladores de esta
parte del Perú.

MANANTIALES Y BOFEDALES COMO FUENTES DE RECURSOS (7)

El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua, ha sido objeto de estudio por


Mark Aldenderfer, quien ha analizado su historia medioambiental y la vida de sus antiguos
habitantes. Asana se sitúa estratégicamente cerca de fuentes de agua naturales, lo que
facilitó el acceso a recursos para los pobladores, incluyendo guanacos y vicuñas.

Las excavaciones revelaron 36 estratos, con un sólido marco cronológico basado en 30


fechados radiocarbónicos. Las fases de ocupación se extienden desde el final del Younger
Dryas, alrededor de 9,700 a.C., hasta aproximadamente 3,100 a.C. Durante el Holoceno
Temprano, los pobladores establecieron campamentos cerca del bofedal y se desplazaron
hacia la costa y la Puna en busca de materiales como calcedonia y sílex.

A lo largo del tiempo, se observó un cambio hacia el sedentarismo, con la construcción de


viviendas más complejas y el uso de herramientas de piedra, principalmente elaboradas con
materias primas locales. Las evidencias indican que durante el Holoceno Medio, la actividad
de preparación de pieles disminuyó y se intensificó el uso de plantas, sugiriendo un cambio
en las prácticas de subsistencia.

Aldenderfer destaca que, aunque Asana fue un campamento estratégico para


cazadores-recolectores, no se evidenció la domesticación de animales en la zona. En
general, el sitio proporciona una visión de la vida de los antiguos pobladores de Moquegua y
su transición hacia formas de vida más sedentarias.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

CURSO: Preceramico

DOCENTE: Rodrigo Torres Huamán

ALUMNO:

 Huallpa Champi Jose Manuel – 234537


 Fracklin Lopez Quispe-234540
 Bryan A. Yucra Enriquez- 151692
El fuego: el centro de las actividades

•El fuego era esencial para las actividades diarias de los primeros habitantes de la
Puna de Junín. Su presencia se evidencia en los restos de fogones encontrados en los
abrigos rocosos de la zona. El fuego no solo proporcionaba calor y luz, sino que
también era crucial para cocinar alimentos, ahuyentar a los animales salvajes y para la
elaboración de herramientas. La evidencia arqueológica indica que el uso del fuego en
la Puna de Junín se remonta a hace 10.000 años.
La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6.000 años a.
C.

•La "pachamanca", un método de cocción en la tierra, se originó en la Puna de Junín


hace 6.000 años. Este método consistía en calentar piedras en el fuego y luego
enterrarlas junto con los alimentos en un hoyo previamente excavado. Las piedras
calientes transmitían su calor a los alimentos, cocinándolos lentamente y dándoles un
sabor único. La pachamanca sigue siendo una tradición culinaria en los Andes, y es un
testimonio de la ingeniosidad de los primeros habitantes de la región.
El arte y las costumbres funerarias

•Los primeros habitantes de la Puna de Junín desarrollaron expresiones artísticas y


costumbres funerarias. Se encontraron restos de ocre rojo, un pigmento natural que se
usaba para pintar y decorar objetos. Las pinturas rupestres, como las que se
encuentran en el abrigo de Toquepala, son un ejemplo de la creatividad artística de
estos primeros habitantes. Las prácticas funerarias incluían la colocación de ofrendas
en las tumbas, como herramientas de piedra, huesos de animales y objetos de ocre
rojo. Estas ofrendas reflejan creencias sobre la vida después de la muerte y la
importancia de los ancestros.
El abrigo de Uchkumachay

•El abrigo de Uchkumachay, ubicado en la Puna de Junín, presenta evidencia de


ocupaciones humanas más remotas que el abrigo de Telarmachay. Los fechados
radiocarbónicos indican que el abrigo de Uchkumachay fue ocupado entre los 10.000 y
9.000 años a. C., lo que lo convierte en uno de los sitios arqueológicos más antiguos
del Perú. Se encontraron restos de fogones, herramientas de piedra y huesos de
animales, lo que sugiere actividades de caza y recolección. La evidencia arqueológica
también indica que los habitantes de Uchkumachay usaban el fuego para cocinar
alimentos y para la elaboración de herramientas.
LAS OCUPACIONES HUMANAS MÁS REMOTAS DE PERÚ EN AYACUCHO
Se insiste que los restos humanos y herramientas de piedra más antiguos, son de más
de 20,000 años de antigüedad, que se encontraron en la cueva de Pikimachay,
Ayacucho, pero han sido cuestionada por expertos como Duccio Bonavia, John Rick y
Thomas Lynch desde hace más de dos décadas.
Es un momento propicio para evaluar la controversia sobre los restos antiguos en
Pikimachay, aprovechando nuevos datos obtenidos gracias a avances en correcciones
radiocarbónicas y la revisión de una colección de herramientas de piedra que podrían
representar la evidencia más antigua de presencia humana en el Perú.
Se enfatiza que los complejos Pacaicasa y Ayacucho por la controversia como posible
evidencia más antigua de la presencia humana en Perú, hace que los otros complejos
del Holoceno Temprano se tratan de forma secundaria debido a la falta de
documentación detallada y por razones de espacio, aunque se incluyen fechas
calibradas.
Se mencionan varios hallazgos y sin estudios especializados en los informes finales
del Proyecto Botánico Arqueológico de Ayacucho. Se pueden consultar manuales de
arqueología o los propios tomos de la investigación (MacNeish et al. 1980, 1981,
1983). La base bibliográfica incluye informes preliminares de las excavaciones de
MacNeish y su equipo (1969, 1970), el análisis de la cueva de Pikimachay (MacNeish
1979) y los informes finales del proyecto (1980, 1981, 1983).
LA CUEVA DE PIKIMACHAY
La cueva de Pikimachay está situada en el norte del departamento de Ayacucho, a 12
km al sur de Huanta, en la confluencia de los ríos Huarpa y Pongos, a 2,850 m.s.n.m.,
y a 16 km al oeste de la cadena oriental de los Andes Centrales.
MacNeish intentó reconstruir el clima de la cueva de Pikimachay a través del polen y la
acidez del suelo, pero no se ha presentado un informe especializado, por lo que solo
se puede especular a partir de sus anotaciones. Aunque la evidencia de presencia
humana en el Pleistoceno es debatible, los datos de paleofauna y paleoclimas deben
considerarse en la discusión. Las calibraciones para estos períodos se basaron en la
curva del hemisferio norte y son aproximadas, a la espera de una futura curva
específica para el Pleistoceno del hemisferio sur.
La capa más profunda de la cueva de Pikimachay, denominada "k", fue considerada
por MacNeish y sus colegas como la más antigua con restos humanos. Esta capa se
caracterizaba por un entorno de sabana fría. Aunque no hay fechas directas, usando la
capa superior como terminus post-quem, se estima que data de al menos 23,000 años
a.C. Este período, el más antiguo y frío registrado en la cueva, podría estar
relacionado con el Último Máximo Glacial (LGM).
La capa "j", situada sobre la capa "k" en la cueva de Pikimachay, fue datada entre
23,472 y 18,984 años a.C., con un posible límite inferior de 20,000 años a.C. Durante
el período entre 23,000 y 20,000 años a.C., el clima parece haber sido húmedo, con
vegetación forestal que favorecía la presencia de megafauna como ciervos, indicando
un posible período interestadial.
La capa "i1" muestra un reavance frío en un entorno de sabana, con fauna como
caballos. El fechado obtenido de esta capa, entre 18,647 y 15,756 años a.C., podría
correlacionarse con el avance europeo Dryas II. Posteriormente, la capa "i" presenta
otro avance glacial con vegetación de sabana, datado entre 17,291 y 13,881 años
a.C., lo que sugiere que podría ser una continuación del avance de la capa "i1".
EL “COMPLEJO PACAICASA”: ¿LA EVIDENCIA DE LOS PERUANOS MÁS
ANTIGUOS?
Los diversos textos de divulgación consideran al Complejo Paccaicassa como la
evidencia más antigua de presencia humana en Perú. Sin embargo, expertos como
Duccio Bonavia y John Rick han cuestionado estas evidencias, señalando que la
información publicada es escasa y parcial. Además, los supuestos utensilios de piedra
parecen simples rocas caídas del techo de la cueva, sin señales claras de haber sido
talladas por humanos debido a la erosión.
Con esta experiencia en prehistoria americana y europea, coincide con otros expertos
en que las supuestas herramientas del Complejo Paccaicassa no pueden confirmarse
como artefactos humanos. En 1990, al examinar algunas de estas piezas en el Museo
de Arqueología de la Universidad de San Marcos, se observó un grado de
meteorización tan alto que impide determinar si fueron hechas por humanos. No se
pueden identificar puntos de impacto ni confirmar si las marcas en los bordes son
intencionales o resultado de procesos naturales como el "trampling". Un informe
tafonómico ayudaría, pero no se ha realizado.
El informe final que entrego MacNeish (1980) está desorganizado, lo que dificulta una
evaluación completa del material. Las fotografías de las "herramientas de piedra" no
son suficientes y hubiera sido mejor contar con dibujos técnicos. Además, no se puede
evaluar la organización de los negativos de las extracciones para identificar trabajo
humano intencional, ya que no existe un reporte específico al respecto.
Antes de analizar la evidencia, es importante mencionar la cronología. Las muestras
provienen de huesos de perezoso (Scelidoterium) que vivieron y murieron en la cueva,
su morada durante el LGM, aunque la cronología andina puede diferir de la global.
MacNeish reportó huesos con huellas de corte y pulido, pero no presentó fotografías,
algo crucial debido a la importancia de los contextos antiguos en los Andes. Las fechas
obtenidas son de 23,472 a 13,881 años a.C., aunque MacNeish consideraba que la
última era demasiado reciente. No se dispone de fechas de carbón que refuercen la
fiabilidad de estos resultados.
Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay ("k", "j", "i1" e "i") están
asociadas al "Complejo". MacNeish mostró planos de estas capas con tres supuestas
"áreas de actividad" por capa, aunque la capa "k" abarca unos 45 m² sin elementos
claros como fogones o áreas organizadas. A pesar de esto, MacNeish afirmó que la
principal actividad fue el procesamiento de perezosos, aunque solo se halló una
vértebra de este animal. Tampoco hay un piso de ocupación definido, por lo que no
hay evidencia convincente para respaldar la ocupación humana en esa capa.
La capa "j" en la cueva de Pikimachay abarca unos 65 m² y presenta tres "áreas de
actividad" que no convencen como evidencia de presencia humana. Aunque MacNeish
menciona huesos de perezosos con marcas de corte y trabajos en madera y hueso, no
se proporcionan pruebas suficientes ni estudios tafonómicos. La capa "i1", ubicada
encima, contiene menos evidencia, como huesos de caballo y perezosos con marcas y
utensilios de piedra en dos áreas de actividad, pero la distribución de los restos carece
de coherencia para ser atribuida a actividad humana.
La capa superior del "Complejo Pacaicasa" también presenta tres supuestas áreas de
actividad, pero sin concentraciones coherentes de restos que indiquen actividad
humana. En conclusión, es prácticamente imposible validar la evidencia sin la
presencia de carbón que confirme combustión de origen humano, análisis geo-
arqueológicos sobre la formación de la capa, estudios detallados de los utensilios de
piedra y análisis tafonómicos de los restos animales.
EL COMPLEJO AYACUCHO: POSIBLES PRIMEROS INDICIOS HUMANOS EN EL
PERÚ

El Complejo Ayacucho es considerado por expertos como más convincente que el


Complejo Pacaicasa. Aunque la evidencia no está bien documentada y solo cuenta
con un fechado radiocarbónico, se concluye que podría ser aceptable y representar la
evidencia más antigua de presencia humana en Perú.
MacNeish afirma que la evidencia del Complejo Ayacucho proviene de dos capas: "h1"
y "h". La capa "h1", de 35 a 50 cm de espesor, cubre las capas inferiores y presenta
seis áreas de actividad; aunque no hay concentraciones claras, las áreas 4 y 5
muestran una posible agrupación de restos líticos asociados con huesos de perezoso
gigante y caballo, lo que sugiere actividad humana. La capa "h" es la más rica en
materiales, con seis concentraciones de restos, aunque su origen antropogénico es
debatible. Se encontraron huesos de varios animales procesados con herramientas de
piedra de distintos tipos de roca.
MacNeish señala la presencia de dos fogones en la capa "h", aunque no se ofrecen
descripciones de ellos, lo que dificultaría confirmar su origen antropogénico. Esta capa
tiene un único fechado radiocarbónico de 15,271-14,610 años a.C., obtenido de un
hueso de perezoso gigante de un área con otros restos de animales, como camélidos
y caballos, que no muestran evidencia de haber sido quemados o procesados. Los
utensilios de piedra son escasos y no se han presentado en conjunto en publicaciones,
lo que impide una evaluación más detallada.
Es relevante la presencia de puntas de hueso en el Complejo Ayacucho, que parecen
ser herramientas convincentes, similares a las halladas por Cardich en la cueva de
Huango. Aunque la información sobre estos hallazgos es limitada, es importante
destacar que algunas herramientas de piedra en el Complejo Ayacucho fueron hechas
de rocas como guijarros y silicificadas, lo que las diferencias de las piezas más
meteorizadas del Complejo Pacaicasa. No obstante, es necesario realizar un estudio
específico de las herramientas de piedra para un análisis más detallado.
La primera pieza examinada es un utensilio lítico que MacNeish describe como una
punta, pero que, según el análisis, parece un cuchillo de dorso rebajado. Pesa 20
gramos y está hecho de una roca altamente silicificada. Se retocó ligeramente una
lasca laminar obtenida de un núcleo, lo que sugiere una selección de materiales finos
y la producción de soportes alargados para este tipo de herramientas. El retoque
parece superficial, y la pieza no parece terminada. Además, se observan manchas de
combustión en la base, lo que podría confirmar la hipótesis de MacNeish sobre su uso.
La siguiente pieza examinada es un perforador bien definido, aunque MacNeish lo
llama "denticulado grande". Aunque no se localizó la pieza original, se analizó un cast
que permitió estudiar su superficie. El perforador tiene un apéndice en la parte
superior, resultado de dos muescas en ambos bordes. La materia prima parece ser
una roca de alta calidad, como el horsteno, lo que sugiere una cuidadosa selección de
materiales. Además, esta pieza fue tallada de un espécimen bifacial, lo que indica que
las poblaciones prehistóricas peruanas ya optimizaban el uso de las rocas,
evidenciando una economía de materia prima.
Esta pieza, similar a la anterior, muestra retoque marginal, lo que sugiere que el
artesano intentó regularizar el contorno y despejar el apéndice perforante. Aunque se
especula que se trata de un utensilio para perforar, estudios internacionales en
prehistoria indican que muchos instrumentos de piedra fueron utilizados en diversas
actividades, por lo que es difícil determinar con certeza su uso exacto.
El tercer espécimen es una pequeña pieza bifacial, bastante meteorizada, con una
pátina evidente que dificulta su examen completo. MacNeish la llama pieza en forma
de cuña con acanaladura. La superficie alterada presenta "micro astillamientos" que
recuerdan al fenómeno de la "gelifracción", causado por la deposición interna de hielo.
La pieza bifacial podría ser una preforma pequeña, posiblemente no utilizable, ya que
las puntas pudieron haberse fabricado directamente sobre lascas. Podría haber sido
parte de una práctica de aprendiz, con un negativo alargado visible. La acanaladura no
es evidente debido a la alteración, pero podría ser tecnología de acanaladura basal o
simplemente reducción basal. Junto a esta pieza, se encuentra una punta de hueso de
caballo, descrita por MacNeish como raspada y pulida, lo que sugiere huellas de uso y
constituye una buena evidencia de la validez de la capa.
El primer utensilio es un "chopper" de basalto, usado para fracturar huesos y maderas,
indicando el conocimiento de las propiedades de las rocas por los primeros peruanos.
El segundo utensilio es similar, pero más dudoso, y ambos fueron tallados con un
percutor duro.
Se identificó un desecho de talla triangular, posiblemente de trabajo bifacial, hecho de
roca de grano fino similar al chert. Este desecho sugiere que los artesanos preferían
rocas de buena calidad para trabajos delicados, y es un indicio de que la pieza fue
tallada en la misma cueva, ya que este tipo de residuo generalmente no se desplaza
de su sitio original.
Los indicios, como huellas de combustión, manejo de rocas para fabricar
herramientas, huesos tallados, uso de rocas pesadas y desechos de talla, sugieren
que estas evidencias podrían corresponder a las primeras pruebas de presencia
humana en el Perú, alrededor de 14,600 años a.C. La fase Huanta, representada por
la capa "h", incluye 7 utensilios de piedra y posibles evidencias de ocupación, pero no
constituye una fase definida en términos arqueológicos.
La fase Puente, correspondiente a inicios del Holoceno, se caracteriza por una mayor
densidad poblacional, con evidencias documentadas en trece yacimientos. Los
fechados radiocarbónicos varían entre 8,198 y 7,057 años a.C., siendo los más
coherentes. En la cueva de Uchkumachay, MacNeish reporta restos óseos de perro
con un fechado de al menos 8,639 años a.C., aunque aún no se ha presentado un
análisis específico. Además, se mencionan entierros humanos flexionados, aunque no
se han detallado adecuadamente en los reportes científicos.
Durante esta época, los individuos pudieron haber sido los portadores de puntas de
tipo "cola de pescado", además de puntas foliáceas, pedunculadas y geométricas.
MacNeish las asocia con grupos de cazadores andinos, aunque en Telarmachay
parecen cumplir diversas funciones. Lurie (1983) realizó estudios microscópicos sobre
las huellas de uso de herramientas de piedra, destacando que el basalto, extraído de
fuentes locales cerca del río Cachi, fue el material más utilizado en este periodo.
Muchos de los utensilios de esta época tuvieron múltiples funciones. Por ejemplo, las
raederas muestran huellas de uso tanto en materiales duros como blandos, a pesar de
su apariencia especializada. Algunas puntas de proyectil también habrían sido
utilizadas para cortar grasa, similar a un caso en Telarmachay. Además, se elaboraron
herramientas de hueso como agujas, punzones, cuentas y artefactos para raspar
pieles, posiblemente similares a los encontrados en Telarmachay, así como cuchillos
con una forma semi-lunar.
El Complejo Jaywa, aunque menos representado que el Complejo Puente, se destaca
por innovaciones culturales como enterramientos envueltos y un alto consumo de
cuyes (Cavia porcellus). Su distribución temporal abarca entre los 6,464 y 5,381 años
a.C. Durante este período, los talladores produjeron puntas uniformes, similares a
hojas y raspadores, que muestran una estandarización similar a la producción en
Telarmachay. Este complejo podría situarse en el contexto del hipotético Optimum
Climaticum de los Andes Centrales.
El Complejo Piki, fue fechado entre 5,630 y 3,811 años a.C., muestra una alta
versatilidad en la distribución humana a través de casi todos los pisos ecológicos
investigados por el Proyecto de MacNeish. La amplia presencia de este grupo se ha
registrado en unos 40 yacimientos, lo que sugiere un aumento significativo en la
cantidad de habitantes durante esta época.
se observa en el Complejo Piki, la fabricación de herramientas de piedra
significativamente más pequeñas que las anteriores, con formas geométricas de
puntas de proyectil. Este fenómeno también se repite en varios yacimientos de la Puna
central del Perú, destacándose la reducción de tamaños en los utensilios.
El Complejo Piki, se destaca por el uso frecuente de simples lascas y raederas,
aprovechando los desechos de talla para maximizar el uso de las rocas, lo que refleja
un enfoque práctico y oportunista en la manufactura de utensilios. Otros rasgos
importantes incluyen la cremación de cadáveres, la domesticación de quinua y
calabaza, y la fabricación de batanes de molienda, posiblemente para procesar plantas
como la kiwicha, aunque faltan estudios específicos.
El Complejo Cachi, posterior al Piki, es relevante por el hallazgo de maíz en la cueva
de Rosamachay, con fechados corregidos de 4,354-3,811 años a.C. Estos resultados
son significativos en el contexto de la domesticación temprana del maíz en los Andes
Centrales, especialmente considerando otros hallazgos de maíz más antiguos en
Casma. Sin embargo, los reportes sobre estas plantas son limitados.
LOS ABRIGOS ROCOSOS DE SUMBAY EN AREQUIPA
En el distrito de Cayma, Arequipa, se encuentra un grupo de abrigos llamados
Sumbay, cerca del río del mismo nombre. En tres quebradas afluentes del río se han
hallado nueve sitios precerámicos, algunos con arte parietal, destacando
especialmente el abrigo número “3”, que ha sido estudiado en detalle por Neira
Avendaño en 1990.
El abrigo rocoso número 3 de Sumbay, situado a 4,600 m.s.n.m. en el Cerro Jayo
Grande, al borde de una quebrada de 50 metros, carece de un informe detallado sobre
sus investigaciones científicas, limitándose a datos de pozos de cateo y descripciones
de hallazgos líticos. Entre las evidencias más interesantes están las puntas líticas
poco comunes, de forma pentagonal con bases cóncavas y pequeños alerones, y a
veces acanaladuras, lo que sugiere una tecnología diferente a la de la sierra central
peruana, posiblemente influenciada por los materiales usados o la tradición lítica del
área andina meridional.
Otro tipo de materiales son los raspadores, pero lo que más llama la atención son los
perforadores, que parecen haber sido hechos de forma estandarizada y en módulos
pequeños. Cabe preguntarse a qué tipo de actividad fueron destinados, si acaso no
sirvieron, también, para la preparación de pieles de camélido. Parte de este grupo de
artefactos de piedra procede, aparentemente, de los estratos 3 y 4, que una vez
calibrados fechan 5,211-3,398 años a. C., aunque no hay referencias de dónde se han
extraído las muestras ni tampoco documentación de los contextos. De todas formas
podríamos tratarlas tentativamente como evidencias del quinto milenio a. C., es decir,
de fines del Holoceno Medio, hasta que se realicen investigaciones más extensivas e
interdisciplinarias.
El abrigo rocoso número 3 de Sumbay destaca por sus aproximadamente 500 pinturas
rupestres, según Neira Avendaño. Aunque no se dispone de descripciones detalladas
ni de relaciones cronológicas claras de estas pinturas, se estima que podrían
pertenecer al Holoceno Medio o Tardío basándose en los diseños y las referencias
radiocarbónicas. Las pinturas representan principalmente escenas de caza de
camélidos perseguidos por figuras humanas, habitualmente en color blanco,
mostrando un notable dinamismo con figuras saltando, corriendo y portando arcos o
palos. Se sugiere que algunas escenas podrían representar actividades de "chaco". Es
necesaria una investigación más detallada para una mejor evaluación, ya que estas
pinturas parecen diferir de las del Área Central Andina peruana.
ASANA: CAZADORES DE GUANACOS EN LA SIERRA DE MOQUEGUA
El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua a 3,435 m.s.n.m., cerca
de la mina de Cuajone y en la margen derecha de un afluente del río Osmore, ha sido
investigado por Mark Aldenderfer. Este sitio al aire libre ha revelado una serie de
viviendas construidas durante el Holoceno, proporcionando información valiosa sobre
el modo de vida de los primeros grupos humanos de la región.
MANANTIALES Y BOFEDALES COMO FUENTES DE RECURSOS
Aldenderfer estudió la historia medioambiental de Asana y concluyó que el yacimiento
estaba estratégicamente ubicado en la orilla norte de un bofedal alimentado por dos
manantiales durante casi todo el Holoceno. Estos manantiales atraían a animales
como guanacos y tarucas, facilitando el acceso a recursos para los antiguos
pobladores. Durante el Holoceno Temprano, con el aumento de la temperatura, las
vicuñas se convirtieron en un recurso adicional para los habitantes de Asana. Las
evidencias muestran que tenían acceso a recursos de la sierra alta y de la puna baja.
El yacimiento de Asana contiene una secuencia de 36 estratos divididos en tres
bloques, lo que complica la estratigrafía. Aldenderfer estableció fases de ocupación
humana basadas en unos 30 fechados radiocarbónicos, convirtiéndolo en uno de los
sitios precerámicos con mejor cronología en Perú. La fase VI, la más antigua, data de
entre 9,654-9,795 a. C., coincidiendo con el final del Younger Dryas. La fase V, de
8,169-6,505 a. C., marca el inicio del sedentarismo y evidencia ocupación permanente,
transporte y posible intercambio de obsidiana.
La fase IV de Asana tiene fechas entre 6,979 y 4,731 a. C., mientras que la fase III
concluye alrededor de 3,104 a. C. Durante el Holoceno Temprano, el sitio albergaba
campamentos estratégicos cerca de un pequeño bofedal. Los grupos humanos
también se desplazaban para ampliar sus actividades de caza, llegando hasta la puna
baja a unos 30 km de distancia.

Durante el Holoceno Temprano, los pobladores de Asana se desplazaban hacia la


costa en busca de calcedonia y a la Puna para obtener sílex azul de alta calidad.
Construían campamentos de forma ovalada o circular, similares a paravientos típicos
de la época. Los camélidos eran la principal presa, y los análisis de herramientas
indican que los raspadores se usaban principalmente para preparar sus pieles.

Durante el Holoceno Medio y especialmente al inicio del Tardío, las ocupaciones en


Asana aumentaron en densidad, junto con un mayor uso de plantas. Las piedras para
fracturar y machacar huesos fueron reemplazadas por batanes de molienda de granos,
posiblemente de la familia de la quinua. Las viviendas se diversificaron, incluyendo
estructuras posiblemente públicas, con un patrón de construcción cuadrangular, lo que
indica una mayor complejidad social. Los postes ya no se colocaban en círculos, sino
dentro de las habitaciones para sostener techumbres. La mayoría de las herramientas
de piedra fueron fabricadas con materiales locales, excepto las de alta calidad,
importadas desde el litoral o la Puna.

Aunque no se profundiza en la evolución de las puntas, es importante señalar que las


formas romboidales con pequeños alerones están presentes desde el inicio, mientras
que en el Holoceno Medio predominan las formas lanceoladas, típicas de los Andes
Centrales. Los raspadores, al igual que en otras partes del Perú, se usaban
principalmente para trabajar cuero, y se han encontrado restos de óxido de hierro, lo
que recuerda a los hallazgos en Telarmachay.

En Asana, se observó que tanto las puntas como los raspadores fueron producidos en
menor cantidad en épocas más recientes, lo que contrasta con el patrón observado en
la Puna de Junín al inicio del Holoceno Tardío. Aunque no se tiene una explicación
clara, el modelo de sedentarismo temprano propuesto por Aldenderfer podría ser una
posible respuesta. En general, Asana muestra evidencia de cazadores que
establecieron campamentos estratégicos en la sierra alta de Moquegua,
desplazándose hacia la puna, pero adoptando características sedentarias
rápidamente. No obstante, no fue un área de domesticación de animales hasta épocas
mucho más tardías.

LA CUEVA Y EL ABRIGO DE TOQUEPALA

En la década de 1960, durante las investigaciones de Rogger Ravines, se excavó la


cueva de Toquepala, conocida por sus pinturas rupestres. Existen dos versiones sobre
su descubrimiento: según Ravines, Emilio Gonzales García, un estudiante de
arqueología, fue quien alertó a los arqueólogos; mientras que Jorge Muelle sostiene
que fue descubierta a finales de la década de 1950 por obreros de la Utah que
trabajaban en la mina. Ambas versiones pueden complementarse, ya que los obreros
notificaron a Gonzales.
Tras evaluar el potencial arqueológico de la cueva de Toquepala, un equipo del Museo
Nacional de Arqueología y Antropología de Lima, liderado por Jorge Muelle, realizó las
excavaciones. Como resultado, se publicaron una tesis (Ravines, 1971), un artículo
(1972) y varios trabajos, incluyendo un libro de Guffroy (1999) sobre las pinturas
rupestres. Las localidades estudiadas por Ravines se encuentran al noroeste del Cerro
Toquepala, en la falda del Cerro Huancanane Grande, entre las Quebradas Simarrona
y Huancanane Grande, a unos 2,700 m.s.n.m., en el Departamento de Tacna, cerca
del límite con Moquegua. Esta zona es clave como un punto intermedio entre la costa
y el altiplano.
Las vertientes altas de los ríos Osmore y Locumba, que desembocan en la costa,
están cerca de la cueva de Toquepala. Los cursos de agua cercanos pertenecen al Río
Locumba. La distancia hasta la costa es de unos 90 a 100 km, aunque es difícil de
acceder debido a cañones y encajonamientos. Al este, la cadena sur de volcanes,
como el Yucamane y el Tutupaca, marca el paso al altiplano. La zona es volcánica y
de transición, lo que requiere estudios paleoclimáticos y geológicos más profundos, al
igual que para el abrigo de Caru, ubicado a unos 70 km al suroeste, en una geografía
similar.
Las pinturas en Toquepala muestran figuras que combinan características humanas y
animales, representando la técnica de caza por acorralamiento o "chaco", usada al
menos desde el sexto milenio a.C. Según Guffroy, estas representaciones reflejan un
sistema de creencias ligado a la economía de caza, donde el abrigo servía de vivienda
y la cueva como espacio ritual. Este arte se asemeja al de cazadores de guanacos en
el río Pinturas (Argentina) y recuerda a otras representaciones prehistóricas, como las
de Chauvet (Francia) y Tito Bustillo (España), con figuras humanas enmascaradas y
símbolos similares.
Muelle interpretaba las pinturas de Toquepala como una representación del deseo de
cazar, sugiriendo que al plasmarlas gráficamente, el grupo buscaba garantizar la
captura de las presas, similar a una hechicería. Guffroy, por su parte, calificó este arte
rupestre como naturalista. Existen otras representaciones similares entre Arequipa y
Puno, pero no se abordarán aquí debido a la falta de espacio y documentación
interdisciplinaria.
EL ABRIGO DE CARU, TACNA
El abrigo de Caru, el yacimiento más al sur de la sierra peruana, fue estudiado por
Rogger Ravines en la década de 1960. Aunque solo se realizaron excavaciones en
dos pozos de prueba, se llevó a cabo un análisis de radiocarbono y se hallaron
evidencias importantes. El yacimiento está en el distrito de Tarata, departamento de
Tacna, cerca de la ciudad del mismo nombre, a 3,150 m.s.n.m. Se encuentra en la
ladera del cerro Caru, en la Quebrada de Caparaja, que nace en la alta Cordillera del
Barroso, una zona andina destacada que separa el Altiplano de los Andes.
El abrigo de Caru, en Tacna, tiene una entrada orientada al sur y cubre una superficie
de unos 50 m². Excavaciones limitadas revelaron dos fogones y áreas con restos de
talla lítica. Un fechado de 7,348-6,836 años a. C. fue obtenido, aunque el origen
exacto del carbón usado no es claro. El sitio parece más vinculado al altiplano que a la
región del Huascarán. La evidencia climática del Sajama, Bolivia, sugiere un ascenso
de temperatura en el Holoceno durante esta época. Los fogones, formados por
piedras, tenían unos 50 cm de diámetro y contenían huesos de guanaco quemados.
Las herramientas líticas incluyen puntas pentagonales, raspadores circulares, cuchillos
y leznas de hueso, tallados con materiales como cuarzo, riolita y pedernal.
El abrigo de Caru, en Tacna, también destaca por el hallazgo de cuentas de concha
marina (Choromytilus chorus y Concholepas concholepas), lo cual evidencia el
intercambio a larga distancia desde la costa, ubicada a unos 120 km. Además, se
encontraron pinturas rupestres de color rojo, monocromáticas y con figuras humanas,
guanacos y líneas, que remiten al arte paleolítico europeo y sugieren un uso
recurrente del color rojo en los inicios de la ocupación humana. Estas conclusiones
sobre la prehistoria peruana entre 14,000 y 4,000 a.C. son preliminares, destacando
hallazgos importantes sin abordar grandes modelos poblacionales.
“Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la
conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho”
UNIVERSIDAD NACIONAL SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

RESUMEN DEL LIBRO: ORÍGENES HUMANOS EN LOS ANDES DEL


PERÚ ( ELMO LEÓN CANALES) - PÁG 211 A 235

ASIGNATURA: ARQUEOLOGIA DEL PRECERÁMICO


DOCENTE: RODRIGO HUAMAN TORRES
ESTUDIANTES:
- YOSELIN MARIELA RAMOS ACHAHUANCO - 234543
- FLOR ANABEL MAMANI VILCAPAZA -234541
- RUTH ISABEL MORALES HANCCO - 235129
La pachamanca: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.

El equipo de investigación ha documentado también evidencia de cocción de alimentos por


medio del calentamiento de piedras bajo la tierra. Es el caso de lo descubierto en el fogón
central, al menos desde la fase VI, es decir, desde el 6,000 años a. C. y épocas posteriores. Se
han hallado piedras recalentadas, tal como la costumbre de hoy en día en la preparación de la
Pachamanca. Se puede decir, que este tipo de preparación es una especie de estofado.

Otras técnicas fueron posibles gracias al fuego. Algunas evidencias de fuego abierto en partes
internas de la cueva, también permiten sugerir que se asaron alimentos. Es curioso que en
estas partes del abrigo se ha encontrado desechos óseos y guijarros con huellas de percusión y
aplastamiento que probablemente, eran instrumentos de cocina.
De acuerdo a las inferencias de Lavallée, es posible pensar que debido a la escasez de
combustible para hacer fuego, éste se habría economizado al máximo, de modo tal que, por
ejemplo, se habrían fragmentado los trozos de carne a cocinar. Otros debieron ser
contenedores de cuero o de vísceras de animales. Por ello es que varios autores, como ella o
Bonavia, piensan que el agua fue hervida por la técnica de inmersión, es decir, calentar
piedras y luego sumergirlas hasta hervir el agua. De ahí que no se puede excluir la posibilidad
de cocción de sopas de carne y seguramente productos vegetales recolectados.

El arte y las costumbres funerarias

Se encontraron perlas, pendientes y cuentas en el yacimiento, datando de al menos 6,000 años


a. C. Las cuentas cilíndricas estaban hechas de huesos de aves y falanges de herbívoros, con
rastros de pulido en los extremos, lo que sugiere que formaban collares.Se hallaron 99
cuentas de piedra calcárea que rodeaban el entierro de un infante, con medidas similares y
perforaciones para formar un collar.
En la sepultura del niño, se encontró un conjunto de 18 pendientes rectangulares hechos de
huesos de herbívoros, con pulido intenso, lo que sugiere un uso prolongado. A la vez que
también se identificaron dos dientes caninos de carnívoros con aditamentos para colgarlos,
posiblemente orejeras o aretes.
Se conocen tres tumbas humanas en Telarmachay, similares a las de Lauricocha,
proporcionando información sobre la antropología física y las costumbres funerarias. Los
entierros datan de la capa VI, entre 6,060 y 5,882 años a. C.
En el estrato VI, se encontró el entierro de una mujer bajo un fogón, en una fosa elíptica,
con marcas de una pala (detalle interesante). La mujer, de más de 50 años, fue enterrada sobre
su lado izquierdo, flexionada sobre el vientre, con las piernas paralelas a las costillas.
Especulando que el cuerpo fue atado con una liana o cuerda, y que estuvo en una bolsa de
carrizo o cuero. El esqueleto carece de cabeza, posiblemente debido a perturbaciones
posteriores, la mujer medía 1.59 m de estatura.
Encontraron una fosa con dos cadáveres: una mujer joven de entre 20 y 25 años y un infante
de unos 5 meses,ambos cuerpos fueron cubiertos por lajas de piedra, una práctica común en
la época.El cuerpo de la mujer de 20 joven muestra signos de que fue atado, con los talones
junto a las nalgas y las piernas flexionadas, menciona que la mujer trabajaba con cuero y
pieles, debido a los raspadores de piedra exógena, las huellas de uso y la bola de ocre y
tambien presentaba una alteración patológica en el codo derecho, posiblemente por el uso
excesivo de raspadores.La otra mujer encontrada también presentaba el mismo problema, lo
que sugiere que el trabajo con pieles era una actividad femenina de alta precisión.

Finalmente se encontró el entierro de un lactante de 5 a 6 meses, casi al pie de la pared del


abrigo rocoso.El cuerpo fue cubierto con ocre rojo, que manchó los huesos y el suelo, se le
colocó un cordón con 99 discos de piedras calcáreas perforadas, posiblemente un collar.
Muy cerca se hallaron 18 pendientes de hueso rectangulares, con perforaciones circulares,
posiblemente un cinturón, también se encontraron conchas marinas, lo que indica la
importancia de las ofrendas en la tumba.
Se cree que el lactante murió por una infección generalizada o malnutrición.

El abrigo de Uchkumachay

El Abrigo de Uchkumachay, aunque no ha sido fechado radiometricamente para la época que


nos interesa, es uno de los yacimientos importantes que puede brindar información sobre los
primeros habitantes de la Puna de Junín.
La investigación del sitio se llevó a cabo durante la década de 1970-1980 por Peter Kaulicke,
generando una serie de reportes científicos.
Las excavaciones fueron limitadas y no se han presentado fechados absolutos, excepto uno
del Holoceno Medio. La cronología del yacimiento se basa en comparaciones con
Telarmachay, lo que no garantiza una cronología específica.

● El abrigo de Uchkumachay se ubica en la Quebrada de Tilarnioc, departamento de


Junín, sobre la falda suroeste del cerro Jirjancancha (aproximadamente a 4,400
m.s.n.m.). Según Kaulicke, se ubica a 4,050 m.s.n.m., pero por coordenadas GPS se
tiene que el sitio está a 4,235 m.s.n.m.

En lo que es hallazgos, en el nivel más antiguo, Kaulicke halló 8 fragmentos de hueso de


fauna extinta, como una especie de ciervo de la edad glacial (Agalmaceros), un tipo de
caballo pleistocénico (Parahipparion) y un tipo de roedor (Cricetidae).
Se encontró también un supuesto raspador, una lasca retocada y 5 lascas, lo que podría
indicar que los primeros habitantes del abrigo cazaron este tipo de animales.
Pero se requiere un estudio más detallado de suelos, tafonomía y geoarqueología para
confirmar esta hipótesis.
En comparación con Telarmachay,debido a las semejanzas de la capa 6 de Uchkumachay con
la VII de Telarmachay, Kaulicke atribuye una edad similar a esta capa en Uchkumachay,
entre 8,900 y 6,000 años a. Sin embargo, asignar fechados por similitudes tipológicas es
arriesgado y se reduce a analogías anacrónicas.Se ha reportado poca información sobre el
material, salvo el énfasis en lítico y material óseo.
Los raspadores parecen ser simples, elaborados en lascas secundarias, pequeñas y de buena
calidad. Casi un cuarto del material encontrado durante esta época está compuesto por piezas
bifaciales, como puntas de proyectil y bifaces, lo que indica la importancia de la caza. Se
encontraron puntas anchas y delgadas, similares a las de Pachamachay, y otras con
pedúnculo, como las de la cueva del Guitarrero. Estas variaciones pueden explicarse por el
contacto geográfico entre los sitios.
Debido a las similitudes con las fases VI y V de Telarmachay, Kaulicke considera que la fase
5 de Uchkumachay podría fechar entre 5,500 y 3,500 a. C.
Un fechado obtenido de esta capa ha resultado en 5,697-5,385 años a. C., lo que la ubica en el
Holoceno Medio.
Durante el mismo tiempo, el número de puntas aumenta considerablemente en ambos sitios,
representando más del 30% del material hallado. Observándose un aumento en la cantidad de
raspadores, seguido de una reducción, lo que se ha interpretado como una baja en la actividad
de preparación de pieles frente al progreso de la caza especializada y la domesticación de
camélidos.La estandarización del trabajo de pieles se refleja en la gran similitud de los
raspadores, que suelen tener formas redondas. Se ha detectado el uso de la técnica laminar
para fabricar bladelets, similar a las piezas de la cueva del Guitarrero. Las raederas se
producen con menos frecuencia, posiblemente porque eran complementarias a las labores
sobre las pieles. Hubo un ligero aumento de piezas con muescas y buriles, herramientas poco
frecuentes en los Andes.

Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho

Las ocupaciones humanas más antiguas de Perú en Ayacucho Duccio Bonavia, John Rick,
Thomas Lynch, et al. 194 pusieron en duda que los restos humanos y las herramientas de
piedra más antiguas se encuentren en la cueva de Pikimachay, Ayacucho, y que estas
herramientas de piedra superan los 20,000 años de antigüedad. Tuvieron apoyo en avances en
correcciones radiocarbónicas y el análisis de una colección lítica que podría representar la
evidencia humana más antigua en Perú. Rescato especialmente la discusión de los complejos
de Pacaicasa y Ayacucho debido a la relevancia de mis observaciones hechas allí; los otros
complejos del Holoceno Temprano se dejan de lado por falta de documentación adecuada. En
la cueva de Pikimachay, ubicada en Ayacucho a 2,850 m.s.n.m., los análisis climáticos
basados en polen y acidez del suelo aún carecen de informes especializados, limitando la
interpretación de los datos disponibles. Se citó la bibliografía tanto de MacNeish y su equipo
como de los informes preliminares y finales del Proyecto Botánico Arqueológico de
Ayacucho 1969-1983.

La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay está situada en la parte norte del departamento de Ayacucho, a unos
12 km al sur del pueblo de Huanta y a 2,850 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra en la
confluencia de los ríos Huarpa y Pongos, derivados del Mantaro, y a unos 16 km al oeste de
la cadena oriental de los Andes Centrales.

El arqueólogo Richard MacNeish y su equipo han trabajado en la cueva para reconstruir el


clima antiguo a través del análisis de polen y la acidez del suelo. Sin embargo, aún no se ha
presentado un informe especializado, por lo que muchas conclusiones se basan en
especulaciones. La presencia humana durante el Pleistoceno en la cueva de Pikimachay es un
tema debatido, pero se han realizado investigaciones sobre paleofauna y paleoclima que
proporcionan información valiosa.

Las excavaciones en Pikimachay revelaron varias capas:

1. Capa "k": Esta es la capa más profunda y se presenta como una sabana fría. Aunque
no se han obtenido fechados directos, se estima que es anterior a los 23,000 años a.C.
y podría estar vinculada con el Último Máximo Glacial (LGM).
2. Capa "j": Fechada entre 23,472 y 18,984 años a.C., esta capa sugiere un clima
húmedo con vegetación forestal favorable para animales como los ciervos. Se estima
que esta capa corresponde a un período de interés interestadial.
3. Capa "i1": Indicadores de un clima frío con fauna de tipo sabana, como caballos,
fechada entre 18,647 y 15,756 años a.C. Esta capa podría correlacionarse con el
avance europeo Dryas II.
4. Capa "i": Muestra un avance glacial con vegetación de tipo sabana, fechada entre
17,291 y 13,881 años a.C., posiblemente la continuación del clima frío de la capa
anterior.

El Complejo Pacaicasa
considerado como evidencia de los primeros humanos en el Perú, pero expertos como Duccio
Bonavia y John Rick cuestionan su validez debido a la falta de pruebas concluyentes. Los
supuestos utensilios de piedra hallados en la cueva parecen ser simplemente rocas caídas, con
signos de meteorización que impiden determinar si fueron trabajadas por humanos. Además,
no se han realizado estudios tafonómicos ni análisis de los restos animales para confirmar su
origen humano.
● La cronología basada en huesos de perezoso muestra una antigüedad de entre 23,472
y 13,881 años a.C., pero sin muestras de carbón, la datación es incierta. Las
excavaciones en varias capas de la cueva no revelan evidencias claras de ocupación
humana, como fogones o K soáreas de trabajo bien definidas.
La evidencia del Complejo Pacaicasa es insuficiente para sostener que representa los
primeros humanos en los Andes, y se requieren más estudios para validar su autenticidad.

El Complejo Ayacucho
Considerado como los primeros indicios de presencia humana en el Perú, con evidencias que
datan de aproximadamente 14,600 años a.C. A pesar de la escasa documentación, las
evidencias encontradas en las capas “h1” y “h” de este complejo incluyen restos líticos, de
huesos de animales (como perezosos gigantes, caballos y camélidos), y artefactos de piedra
que podrían ser asociados a actividades humanas.
MacNeish reporta una capa (h) con concentraciones de restos y seis áreas de actividad,
aunque la naturaleza antrópica de estos hallazgos es discutible. Destacan la presencia de
restos de animales procesados con herramientas de piedra, y aunque no se ha encontrado
evidencia concluyente de actividad humana, algunos hallazgos, como un hueso de
Scelidoterium fechado radiocarbónicamente entre 15,271 y 14,610 años a.C., sugieren la
presencia de humanos.
El análisis de las herramientas, como cuchillos y perforadores de piedra, muestra la selección
de materiales de alta calidad y el uso de tecnologías para fabricar utensilios bifaciales.
También se documentaron artefactos de hueso, como puntas de proyectil, y utensilios de
guijarros utilizados para fracturar huesos y maderas.
Aunque algunos utensilios y restos parecen ser desechos de talla, estos hallazgos sugieren que
ya existían prácticas de manufactura compleja, y que los primeros pobladores ya usaban
recursos naturales de manera eficiente. En resumen, el Complejo Ayacucho aporta pruebas de
la presencia humana en el Perú hace más de 14,600 años, mostrando una economía de
subsistencia basada en la caza y procesamiento de animales, junto con una tecnología
rudimentaria pero avanzada para la época.
El abrigos rocosos de Sumbay
Ubicado en el distrito de Cayma, Arequipa, es un sitio arqueológico precerámico a 4,600
m.s.n.m., en una quebrada del Río Sumbay. Aunque la investigación sobre el sitio es limitada,
se han encontrado artefactos líticos únicos, como puntas de flecha con bases cóncavas y
detalles como "alerones" y "acanaladuras", que sugieren una tecnología diferente a la de otras
regiones andinas. También se han hallado raspadores y perforadores, posiblemente usados en
actividades como la preparación de pieles de camélidos.
Además, el abrigo contiene una notable cantidad de pinturas rupestres, que podrían llegar
hasta 500, aunque su antigüedad exacta no ha sido determinada. Las representaciones, que
probablemente datan del final del Holoceno Medio o Tardío, incluyen escenas de camélidos
perseguidos por figuras humanas dinámicas, posiblemente relacionadas con la caza, y escenas
agrícolas o de recolección. Este sitio es crucial para comprender las primeras interacciones
entre los seres humanos y su entorno en la región andina.

Asana: cazadores de guanacos en la sierra de Moquegua


Llevado a cabo en la serranía de Moquegua, las excavaciones en área han puesto al
descubierto una serie de viviendas construidas por los pobladores durante el Holoceno.
Manantiales y bofedales como fuentes de recursos
El yacimiento de Asana, ubicado en la región de Moquegua, Perú, se destaca por su
estratégica ubicación cerca de manantiales y bofedales que proporcionaban recursos clave
para los grupos humanos precerámicos. Estos lugares eran frecuentados por animales como
guanacos y tarucas, lo que facilitaba la caza para los habitantes del sitio. Según Aldenderfer,
el aumento de la temperatura durante el Holoceno Temprano favoreció a las vicuñas,
convirtiéndolas en un recurso adicional para los pobladores de Asana.
El sitio muestra una secuencia estratigráfica de 36 capas, con fechas radiocarbónicas que
permiten reconstruir su historia ocupacional. La fase VI, la más antigua, data de alrededor de
9,700 años a.C., durante el final del Younger Dryas. Las fases posteriores revelan el
comienzo del sedentarismo y el uso de obsidiana, lo que sugiere un intercambio a larga
distancia. Los pobladores también se desplazaban hacia la costa y la puna baja para obtener
materiales como calcedonia y sílex.
Las viviendas eran de forma ovalada o circular y se utilizaban principalmente para la caza de
camélidos. A lo largo del tiempo, el uso de plantas aumentó, y en las fases posteriores, las
viviendas adquirieron una estructura más compleja, probablemente pública, con una mayor
densidad poblacional. Durante el Holoceno Medio y Tardío, se incrementó el uso de batanes
de molienda, lo que indicaba una mayor intensificación de la agricultura, especialmente en el
procesamiento de granos como la quinua.
El sitio de Asana no solo fue un campamento de cazadores-recolectores, sino que
gradualmente adoptó características sedentarias. Aunque no fue un centro de domesticación
de animales, su evolución hacia un asentamiento más permanente refleja el desarrollo de una
sociedad más compleja.

La cueva y el abrigo de Toquepala


Conocidos principalmente por sus pinturas rupestres. Estas se descubrieron durante
investigaciones arqueológicas lideradas por Rogger Ravines en la década de 1960. Existen
dos versiones sobre su descubrimiento: una atribuida a Emilio Gonzales García, quien alertó
a los arqueólogos sobre la cueva, y otra a los obreros de la Utah, que trabajaban en la mina y
habrían sido los primeros en hallarla. Después de su descubrimiento, se realizaron
excavaciones por parte de un equipo del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de
Lima, bajo la dirección de Jorge Muelle.
La cueva se encuentra en el Departamento de Tacna, en una zona volcánica y de transición
entre la costa y el altiplano, lo que la convierte en un lugar geográficamente clave para
entender las migraciones y el uso del espacio en tiempos prehistóricos. La excavación de la
cueva reveló evidencias de una ocupación que se remonta al Holoceno Medio, entre los 6,000
y 4,500 años a.C. Sin embargo, las fechas exactas son inciertas debido a la falta de un registro
claro de los contextos de las muestras de radiocarbono.
Los artefactos encontrados en el sitio incluyen herramientas líticas de diversos tipos de rocas
volcánicas, como cuarzo y obsidiana, lo que sugiere que la cueva funcionó como un taller
ocasional. Entre los utensilios encontrados, destacan los raspadores, raederas, perforadores, y
puntas de flecha, que son similares a las encontradas en otros yacimientos de la región.
Además, se descubrió material que podría haber tenido un propósito ritual, como pirita de
cobre y cristales de cuarzo.
Lo más destacado del sitio son las pinturas rupestres. Estas pinturas fueron realizadas
principalmente en tonos de rojo marciano, y se encuentran en varios paneles en la cueva y el
abrigo. Aunque las fechas exactas son difíciles de establecer, se cree que las primeras
pinturas se realizaron alrededor del 6,000 a 4,500 a.C. Las representaciones incluyen figuras
de camélidos, posiblemente guanacos, y escenas que podrían estar relacionadas con rituales
de caza. En uno de los paneles, se observa una figura humana posiblemente armada con un
arco, lo que podría indicar el uso de esta herramienta en el periodo mencionado.
Las pinturas y artefactos de Toquepala ofrecen valiosos conocimientos sobre las prácticas y
creencias de los grupos humanos que habitaron la región de los Andes Centrales durante el
Holoceno Medio. Las interpretaciones sobre estas representaciones y su contexto siguen
siendo un tema de debate entre los arqueólogos, y se requiere más investigación para
comprender completamente el significado de este importante yacimiento.
El abrigo de Caru
Ubicado en Tacna, es un importante yacimiento arqueológico en el sur del Perú.
Investigaciones realizadas por Rogger Ravines en los años 60 revelaron hallazgos
significativos a través de excavaciones limitadas. El sitio, a 3,150 m.s.n.m., presenta al menos
dos fogones y áreas con restos de talla lítica, con un datado de entre 7,348 y 6,836 años a.C.
Se han encontrado huesos de guanaco y diversas piedras talladas, así como evidencias de
intercambio a larga distancia, como cuentas de concha marina. Además, se descubrieron
pinturas rupestres en tonos rojos, representando figuras humanas y guanacos, que reflejan las
primeras ocupaciones humanas en la región. Estos hallazgos contribuyen a la comprensión de
la historia peruana entre 14,000 y 4,000 años a.C.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL
CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

TEMA: LAS ALTURAS DE LOS ANDES CENTRALES


(pg 210-235)

ASIGNATURA: ARQUEOLOGIA DEL PRE-CERÁMICO

DOCENTE: TORRES HUAMAN RODRIGO

ESTUDIANTES:

● PFOCCO HUAMAN EDWIN


● AMAT SARAYA LUZ CARMEN
● PFOCCO HUAMAN SAUL GREGORIO

CUSCO- PERÚ
2024
La pachamanca: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.
La pachamanca fue un invento culinario en la Puna de Junín hace alrededor de 6.000 años. La
evidencia sugiere que la comida se cocinaba calentando piedras bajo tierra, como en el fogón central y
en etapas posteriores. Es posible que otras técnicas, como el uso del fuego, fueron posibles debido a la
escasez de combustible para cocinar. Esto puede haber provocado la fragmentación de los trozos de
carne para cocinar. Otros métodos utilizados por el fuego incluían humear la carne, preparar pieles,
secar la roca e incluso arreglar la carne y las herramientas relacionadas con la carne
El arte y las costumbres funerarias
El arte y las costumbres funerarias han cambiado nuestro modo de vida desde el Paleolítico. Las
rudimentarias viviendas encontraron hogares con combustión, que proporcionaban abrigo, cocción de
alimentos, armas contra animales predadores, luz para actividades nocturnas y vida en sociedad. El
abrigo de Telarmachay no debe ser escapado a estas prácticas, sino que se puede ser usado por
frotación de varillas o percusión con pirita. Los fogones evolucionan en el tiempo, con el fuego
encontrado como pequeña fogata en las primeras fases, y en el quinto milenio antes de Cristo.
Un grupo de 18 pendientes fueron encontrados en la sepultura de un niño, revelando una forma
rectangular con intenso polvo de arado. Las piezas fueron encontradas mediante un perforador, lo que
sugiere que el niño era un cinturón. También se encontraron dos dientes carnívoros, posiblemente de
una especie de orejeras o aretes.
En Telarmachay se encontraron tres tumbas humanas que aportan importantes detalles sobre la
anatomía física y costumbres funerarias del antiguo pueblo peruano. Las tumbas fueron encontradas
en los estratos VI, los cuales pueden fecharse hace entre 6.060 y 5.882 años. Las tumbas contenían el
cuerpo de una mujer, flexionado sobre el viento, posiblemente una liana o cuerpo. Los fractales de los
tonos de los pies sugieren que el cuerpo fue enterrado en un carro o bolsa de cuero.
Sonia Guillén, experta en física, detectó abrasión en los dientes y artrosis en el codo derecho,
posiblemente por estrés laboral. En la misma sepultura, cubiertos de piedra, fueron encontrados una
mujer y un bebé. Este tratamiento de colocar piedras sobre las tumbas, exclusivamente para niños, era
común en Lauricocha durante esta época.
El esqueleto de una joven peruana de entre 20 y 25 años, de frente grande, sugiere que su cuerpo
también fue afectado. A pesar de alterar su cabello, permaneció flexionada y apoyada sobre su
costado izquierdo. En uno de sus dedos fue colocada un hacha funeraria, posiblemente indicando que
se dedicaba a la piel y al tratamiento de la piel. La piedra exógena utilizada para las hachas y la bola
de ocre, un buen conservador de la piel, sugieren que era experta en el tratamiento de la piel. Otro
esqueleto femenina también experimentó estrés en el trabajo de la piel. Es interesante notar que las
mujeres se habían especializado en artes específicas antes de Cristo, y durante este tiempo, las
mujeres eran expertas en el trabajo de la piel. Cerca del esqueleto se encontró un lactante, que murió
prematuramente, cubierto de un ocre rojo y colocado en un cuneta de tierra rocosa.
Casi todos los miembros inferiores tienen 18 perforaciones óseas rectangulares, que pueden haber
formado un cinturón. Las conchas eran de procedimiento, destacando el especial tratamiento funerario
dado a los niños durante siglos. El bebé pudo haber muerto por infección generalizada o desnutrición
debido a malas condiciones de salud.
El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay es un yacimiento importante para el éxito de la Puna de Junín, en la
Quebrada de Tilarnioc. Fue investigado por Peter Kaulicke durante la década de 1970-1980, y se
encuentra en la estructura del cerro Jirjancancha. La investigación se basa en las coordenadas
11º20`03``S y 75º52`35`W, departamento de Junín. La investigación se encuentra en la misma
Quebrada de Tilarnioc, y se encuentra cerca del Abrigo de Telarmachay. Una gran cantidad de
fechados es encontrado, y se encuentra una edad similar a la capa 6 de Uchkumachay con la VII de
Telarmachay. La cronología del yacimiento es elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo
que no garantiza una cronología específica. La edad del abrigo es similar a la capa en Uchkumachay,
y las semejanzas en la capa 6 de Uchkumachay y la VII de Telarmachay no implican paralelos
cronológicos.
El texto habla sobre la actividad de preparación de pieles durante el Holoceno Temprano en este
abrigo, como Telarmachay. Los raspadores eran simples, pequeños y de algún tipo de roca de buena
calidad. Un cuarto del material encontrado durante esta época está compuesto por piezas bifaciales,
como puntas de proyectil y bifaces. Una de las diferencias más interesantes es la presencia de puntas
anchas delgadas y pedúnculos en Uchkumachay. Las fases VI y V de Telarmachay guardan
similitudes con la fase 5 de Uchkumachay, que podría fechar entre 5,500 y 3,500 a.C., y se mencionan
capas de arcilla roja-marrón en la descripción estratigráfica.
El texto describe la cultura de Telarmachay y Uchkumachay, y su estructura y cultura. En
Telarmachay, el número de puntas aumenta considerablemente, y en Uchkumachay, el número de
raspadores se reducirá en cantidad similar al Telarmachay hasta la fase V superior. Esta estructura se
refleja en la similitud de los raspadores, y el aumento de piezas con muescas y susupuestos buriles. La
tecnología lítica sofisticada en los Andes es más frecuente en Telarmachay, pero la evidencia de las
piezas similares de Telarmachay confirma su escasa presencia. La historia de Uchkumachay es más
idéntica a Telarmachay, y durante el Holoceno Temprano, hay una gran cantidad de paralelos con
Telarmachay. La ocupación del espacio y la caza seleccionada siguen siguiendo la regla general. La
estructura de Telarmachay y Uchkumachay tienen funciones similares en tiempos paralelos.
Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho
Las ocupaciones humanas más remotas del Perú se encuentran en la cueva de Pikimachay, Ayacucho,
con antiguos utensilios de piedra que superan los 20.000 años de antigüedad. Expertos como Duccio
Bonavia, John Rick y Thomas Lynch han estado involucrados en este debate durante más de dos
décadas. Este es un buen momento para examinar y evaluar esta controversia, ya que se pueden
obtener nuevos datos mediante la datación por radiocarbono y una pequeña colección de evidencia
lítica. La atención se centra en los dos complejos más antiguos, Pacaicasa y Ayacucho, debido a la
polémica por su alejamiento de los grupos humanos en Perú. Las tres informaciones finales
presentadas por el Proyecto Arqueológico Botánico de Ayacucho aportan valiosos conocimientos.
La cueva de Pikimachay
La cueva está situada en la parte norte de Ayacucho, a unos 12 km al sur de Huanta y a 2,850 m.s.n.m.
en la confluencia de los ríos Huarpa y Pongos.
Está próxima a la cadena oriental de los Andes centrales (a unos 16 km).
Investigaciones y limitaciones:
Richard MacNeish lideró estudios para reconstruir el clima basado en análisis de polen y la acidez del
suelo, aunque no se ha presentado un informe detallado sobre estos resultados.
Las dataciones actuales están basadas en curvas de calibración del hemisferio norte, lo que introduce
cierta incertidumbre debido a la falta de una curva específica para el hemisferio sur.
Estratigrafía y capas sedimentarias:
La capa más profunda, denominada "k", se asocia con un entorno de sabana fría y podría datar antes
de 23,000 años a. C., posiblemente vinculada al Último Máximo Glacial (LGM).
La capa "j" tiene una datación entre 23,472 y 18,984 años a. C. (con un posible límite menor de
20,000 años a. C.). Se sugiere un clima húmedo con vegetación propicia para ciervos, indicando un
posible interestadial. La capa "i1" presenta un reavance frío con un entorno de sabana, evidenciado
por la presencia de caballos, y está fechada entre 18,647 y 15,756 años a. C., posiblemente
coincidiendo con el Dryas II en Europa. La capa "i" muestra un avance glacial posterior, con
vegetación de sabana, datando entre 17,291 y 13,881 años a. C., probablemente una continuación de
las condiciones de la capa anterior.
Interpretación paleoclimática y faunística:
Las capas sedimentarias revelan fluctuaciones climáticas, alternando entre períodos fríos y húmedos,
con cambios en la vegetación y presencia de megafauna (ciervos y caballos).
La cueva de Pikimachay proporciona información clave sobre los cambios climáticos y ecológicos
durante el Pleistoceno tardío en los Andes centrales, aunque la interpretación está limitada por la falta
de dataciones más precisas.
El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más antiguos?
Aunque varios textos lo consideran como la evidencia más antigua de presencia humana en el Perú,
investigadores como Duccio Bonavia y John Rick ponen en duda esta afirmación.
Las supuestas herramientas de piedra encontradas parecen ser simplemente rocas caídas del techo de
la cueva, erosionadas, sin evidencia clara de haber sido talladas por humanos.
La erosión en las piezas dificulta la identificación de marcas de impacto o señales de manufactura
humana.
No se ha realizado un análisis tafonómico que ayude a discernir si las marcas son producto de
actividad humana o de procesos naturales.
El informe final de MacNeish (1980) es desorganizado y carece de documentación adecuada, como
fotografías o dibujos técnicos de las supuestas herramientas.
Las dataciones se basan en huesos de perezoso (Scelidoterium) encontrados en la cueva, con un rango
de 23,472 a 13,881 años a.C.
Sin embargo, no hay muestras de carbón que puedan confirmar la autenticidad de estas fechas.
Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay (k, j, i1, e i) son atribuidas al Complejo
Pacaicasa.
No hay evidencia clara de ocupación humana, como fogones o suelos de ocupación definidos.
Las "áreas de actividad" propuestas por MacNeish no presentan asociaciones convincentes que
respalden la presencia humana.
En la capa "k", se afirma que se procesaron perezosos, pero solo se encontró una vértebra de este
animal.
Las capas superiores (j, i1) muestran huesos de animales con supuestas marcas de corte y trabajo en
madera, pero sin estudios que lo confirmen.
No se encuentran concentraciones de restos coherentes que puedan interpretarse como resultado de
actividades humanas.
Sin evidencia adicional (como restos de carbón, estudios geo-arqueológicos, análisis detallados de las
herramientas de piedra y tafonomía de los restos animales), es imposible validar la antigüedad y
autenticidad del Complejo Pacaicasa como prueba de los primeros habitantes del Perú.
El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú
El Complejo Ayacucho es considerado uno de los primeros indicios de ocupación humana en el Perú,
aunque con limitadas evidencias radiocarbónicas.
Se encontraron dos capas de interés arqueológico: “h1” y “h”. La capa “h” ha sido fechada en
15,271-14,610 a.C.
Las capas contienen herramientas líticas, huesos de animales (perezoso gigante, caballo, ciervos, etc.)
y posibles indicios de actividad humana.
Descripción de las capas “h1” y “h”
Capa “h1”: Presenta una cobertura uniforme y restos líticos dispersos asociados a fauna extinta,
aunque con escasas concentraciones.
Capa “h”: Más rica en materiales y con seis concentraciones de restos que podrían ser evidencias de
actividad humana, incluyendo herramientas y huesos procesados.
Hallazgos y análisis de herramientas
Utensilios de piedra:
Se identificaron herramientas elaboradas en materiales como tufo volcánico, guijarros y rocas
silicificadas.
Ejemplos incluyen cuchillos de dorso rebajado, perforadores, puntas de proyectil y choppers
(herramientas líticas pesadas).
Utensilios óseos:
Se encontraron puntas de hueso, como la elaborada con hueso de caballo, que presentan evidencias de
uso y retoque.
Las herramientas indican una selección cuidadosa de materias primas y técnicas de talla bifacial.
Evidencias adicionales
Se reportaron fogones en la capa “h”, aunque sin una descripción detallada, lo que sugiere actividad
antrópica.
MacNeish documentó hallazgos de enterramientos humanos y restos de perros en etapas posteriores.
Periodización del Complejo Ayacucho
Fase Huanta: Se caracteriza por herramientas líticas simples y restos de fauna, fechada en
aproximadamente 14,600 a.C.
Fase Puente: Inicios del Holoceno, con mayor densidad poblacional y herramientas diversificadas,
fechadas entre 8,198 y 7,057 a.C.
Complejo Jaywa: Innovaciones como entierros con envoltorios y mayor consumo de cuyes, datando
entre 6,464 y 5,381 a.C.
Complejo Piki: Alta ocupación en diversos pisos ecológicos y reducción en el tamaño de
herramientas, fechada entre 5,630-3,811 a.C.
Agricultura temprana y domesticación
En el Complejo Cachi (posterior a Piki), se encontraron restos de maíz, con fechados que sugieren su
uso hacia 4,354-3,811 a.C., lo que apunta a la temprana domesticación de cultivos en los Andes.
Los abrigos rocosos de Sumbay en Arequipa
Los abrigos rocosos de Sumbay están situados en el distrito de Cayma, en Arequipa, cerca del río
Sumbay.
El abrigo rocoso número 3, que ha sido el más estudiado, se encuentra a 4,600 m.s.n.m., sobre el
Cerro Jayo Grande.
En tres quebradas cercanas al río Sumbay se han identificado 9 sitios precerámicos, algunos con arte
parietal, destacando el abrigo número “3”.
Hallazgos líticos:
El sitio contiene una variedad de artefactos líticos, con especial atención a puntas pentagonales con
bases cóncavas y acanaladuras, que presentan diferencias tecnológicas respecto a la sierra central
peruana.
También se encontraron raspadores y perforadores, que podrían haber sido usados para el trabajo de
pieles de camélidos.
Cronología:
Los estratos 3 y 4 han sido datados entre 5,211 y 3,398 a.C., ubicados a finales del Holoceno Medio.
Sin embargo, faltan detalles sobre el contexto exacto de los hallazgos y la documentación precisa de
las muestras.
Pinturas rupestres:
El abrigo número 3 contiene alrededor de 500 pinturas rupestres según Neira Avendaño.
Estas pinturas muestran escenas de caza de camélidos, con figuras humanas representadas en color
blanco, en posiciones dinámicas como saltando o corriendo.
Aunque las pinturas no están bien documentadas en términos cronológicos, se especula que podrían
pertenecer a finales del Holoceno Medio o al Holoceno Tardío.
Escenas representadas:
Las representaciones incluyen figuras humanas persiguiendo camélidos, posiblemente en actividades
de "chaco" (caza colectiva).
Las escenas se destacan por el dinamismo y la interacción entre humanos y animales.
Falta de estudios detallados:
A pesar de los descubrimientos, hay ausencia de estudios exhaustivos y documentados sobre los
contextos arqueológicos de Sumbay, lo que limita la comprensión completa de su importancia cultural
y cronológica.
Asana: cazadores de guanacos en la sierra de Moquegua
El yacimiento de Asana se encuentra en la serranía de Moquegua, cerca de la mina de Cuajone, en la
margen derecha de un afluente del río Osmore, a unos 3,435 m.s.n.m.
Investigaciones arqueológicas:
Las excavaciones han sido lideradas por Mark Aldenderfer en varios estudios a lo largo de los años
(1990, 1998, 1999).
El sitio es un yacimiento al aire libre que ha revelado información clave sobre la vida de los primeros
habitantes de la región durante el Holoceno.
Hallazgos principales:
Se encontraron una serie de viviendas construidas por los antiguos pobladores.
Los descubrimientos han proporcionado datos importantes sobre el modo de vida de estos grupos
humanos tempranos en la sierra sur del Perú.
Importancia del yacimiento:
Asana destaca por ofrecer una visión detallada de los hábitos y costumbres de cazadores-recolectores,
particularmente en la caza de guanacos, en la región de Moquegua durante el Holoceno.
Manantiales y bofedales como fuentes de recursos
El yacimiento de Asana se situaba en la orilla norte de un bofedal alimentado por dos manantiales a lo
largo del Holoceno, lo que atraía a guanacos y tarucas, asegurando recursos cercanos para los
pobladores.
Durante el Holoceno Temprano, el aumento de temperaturas creó un entorno favorable para las
vicuñas, lo que añadió una fuente adicional de recursos para los habitantes. Secuencia estratigráfica y
datación:
Asana cuenta con una secuencia compleja de 36 estratos divididos en tres bloques. Mark Aldenderfer
identificó fases de ocupación humana a partir de 30 fechados radiocarbónicos, convirtiéndose en uno
de los sitios mejor datados del Precerámico Peruano.
Las fases más relevantes son:
● Fase VI (9,654-9,795 a. C.): Final del Younger Dryas.
● Fase V (8,169-6,505 a. C.): Inicio del sedentarismo y posible intercambio de obsidiana.
● Fase IV (6,979-4,731 a. C.): Aumento de ocupaciones.
● Fase III (hasta 3,104 a. C.): Uso más intensivo de plantas y mayor densidad de ocupación.
Estilo de vida y tecnología:
Durante el Holoceno Temprano, los habitantes establecen campamentos ovalados o circulares cerca
del bofedal, utilizando raspadores para trabajar pieles de camélidos.
Se evidencia un intercambio de obsidiana con sitios distantes como Cotacalli (a 80 km), mostrando un
temprano acceso a recursos foráneos.
Cambio en el uso de recursos y sedentarismo:
Hacia el Holoceno Medio, se notó una disminución en la preparación de pieles y un mayor uso de
batanes para moler granos, como la quinua.
Aparecen viviendas cuadrangulares, lo que sugiere un aumento en la complejidad social y un estilo de
vida más sedentario.
Los postes de las viviendas cambian de estar alrededor a ser colocados en el interior para soportar
techos, indicando un desarrollo arquitectónico.
Materiales líticos y herramientas:
La mayoría de las herramientas de piedra se elaboraron con materiales locales, excepto por las rocas
de alta calidad como la obsidiana y el sílex azul, traídas de lugares lejanos.
Las formas de puntas evolucionaron desde estilos romboidales con alerones en el Holoceno Temprano
a lanceoladas en el Holoceno Medio.
Observaciones finales:
Asana refleja un campamento estratégico para cazadores-recolectores en la sierra alta, con evidencias
de un temprano sedentarismo, aunque no de domesticación de animales hasta tiempos más tardíos.
La reducción en la producción de puntas y raspadores en épocas más recientes sugiere un cambio en
el estilo de vida, posiblemente vinculado a un mayor sedentarismo temprano en comparación con
otras regiones como la Puna de Junín.
La Cueva y el Abrigo de Toquepala
La cueva de Toquepala, ubicada en la región de Tacna, Perú, es un sitio arqueológico notable, famoso
por sus pinturas rupestres que datan de hace aproximadamente 7,650 años, lo que la convierte en una
de las manifestaciones artísticas más antiguas del continente americano. Este sitio fue excavado en la
década de 1960 bajo la dirección del arqueólogo Rogger Ravines, quien trabajó en colaboración con el
Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Lima.
Historia del Descubrimiento
El descubrimiento de la cueva ha sido objeto de debate. Según Ravines, el profesor Emilio Gonzales
García fue quien alertó a los arqueólogos sobre la existencia de las pinturas. Otra versión sostiene que
obreros de la Utah Construction Company, que trabajaban en la instalación de torres eléctricas, fueron
los primeros en encontrarla. Ambas versiones pueden ser complementarias, ya que los obreros
informaron a Gonzales.
Características Geográficas
La cueva se encuentra a una altitud aproximada de 2,700 m.s.n.m., al noroeste del Cerro Toquepala y
cerca del Río Locumba. Este lugar es significativo porque actúa como un puente entre la costa y el
altiplano peruano. La región es volcánica y presenta un entorno geológico que requiere estudios más
profundos para comprender su historia paleoclimática y geológica.
Pinturas Rupestres
Las pinturas en Toquepala son diversas y representan escenas de caza, así como figuras estilizadas y
motivos geométricos. Se estima que algunas pinturas podrían datar hasta 8,000 años atrás, reflejando
una rica historia cultural. Los colores predominantes son el rojo, amarillo y verde, utilizando
pigmentos naturales como hematita.
Investigaciones Arqueológicas
Las excavaciones realizadas por Ravines revelaron una ocupación pre-cerámica que data desde
aproximadamente 7,650 a.C. Se encontraron herramientas líticas elaboradas principalmente con
materiales volcánicos y evidencias de actividades de talla in situ. Sin embargo, los fechados obtenidos
han sido contradictorios. Por ejemplo, se han registrado fechas que oscilan entre 9,130 a.C. y 4,274
a.C., lo que sugiere problemas en la recolección o contaminación de las muestras.
Patrón de Vida
La evidencia sugiere que los habitantes de Toquepala eran cazadores-recolectores que utilizaban la
cueva como refugio temporal. Se ha propuesto un patrón trashumante basado en la presencia
intermitente de artefactos y los hiatos en el registro arqueológico. La dieta parece haber estado
centrada en el guanaco, con un 74% de los restos óseos hallados pertenecientes a este animal.
En la cueva de Toquepala se han encontrado diversos elementos que sugieren usos no pragmáticos,
posiblemente rituales. Entre estos hallazgos se incluyen pirita de cobre, cristales de cuarzo y un
bloque de piedra con una mancha roja, probablemente hematita, que podría haber sido utilizado como
paleta para aplicar colorantes en las pinturas rupestres. Estos objetos provienen de capas que datan del
Holoceno Medio y podrían haber sido utilizados en la creación de las pinturas.
Intercambio y Conexiones Culturales
Se han hallado al menos 20 especímenes de "choros" (Aulacomya ater) en la capa más profunda, lo
que sugiere posibles intercambios entre las comunidades costeras y los habitantes de las montañas,
dado que los choros provienen del litoral, a unos 80 km al suroeste. Este tipo de intercambio ya ha
sido observado en otros sitios como Asana y Quebrada Jaguay.
Arte Rupestre
Las pinturas rupestres de Toquepala son emblemáticas del arte andino precerámico. Se estima que
fueron realizadas entre 6,000 y 4,500 años a.C., aunque la falta de datos concretos dificulta una
datación precisa. Los paneles presentan representaciones de camélidos, especialmente guanacos, y
escenas de caza que reflejan técnicas como el "chaco", donde los cazadores acorralan a sus presas.
Características de las Pinturas
Los paneles incluyen figuras humanas en diversas posturas, algunas portando arcos, lo que sugiere el
uso del arco y flecha desde el quinto o sexto milenio a.C. Las representaciones son dinámicas y
muestran técnicas de caza avanzadas. Además, se han identificado símbolos que podrían tener
significados rituales o míticos, similares a los encontrados en cuevas paleolíticas europeas.
El abrigo de Caru, Tacna
El abrigo de Caru, ubicado en el distrito de Tarata en el Departamento de Tacna, es el yacimiento más
meridional de la sierra peruana y fue objeto de investigaciones arqueológicas por Rogger Ravines en
la década de 1960. Este sitio se encuentra a aproximadamente 3,150 m.s.n.m. y tiene una superficie de
alrededor de 50 metros cuadrados.
Hallazgos Arqueológicos
Las excavaciones en Caru revelaron al menos dos fogones y áreas con restos de talla lítica. Un análisis
de radiocarbono proporcionó una fecha entre 7,348 y 6,836 años a.C., aunque el contexto del carbón
utilizado para la muestra no está claro. Los artefactos incluyen huesos quemados, principalmente de
guanaco, y herramientas talladas en materiales como cuarzo y basalto. También se encontró una
cuenta de concha marina, lo que sugiere intercambio a larga distancia con la costa.
Pinturas Rupestres
En el abrigo se descubrieron pinturas rupestres en tonos rojos, representando figuras humanas y
posiblemente guanacos. Estas pinturas monocromáticas son similares a las encontradas en Toquepala
y reflejan un estilo que recuerda al arte paleolítico europeo.
Conclusiones Preliminares
Los hallazgos en Caru contribuyen a comprender las primeras ocupaciones humanas en los Andes
entre 14,000 y 4,000 años a.C. Aunque los datos son limitados y la investigación continúa
evolucionando, se destaca la importancia del abrigo como un sitio clave para entender las
interacciones culturales y los patrones de vida de los antiguos peruanos. La presencia de pinturas
rupestres también sugiere un vínculo entre el arte y las prácticas rituales relacionadas con la caza.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

Resumen del libro: Orígenes Humanos en los Andes del Perú

CURSO: Arqueología del Pre-cerámico


DOCENTE: Rodrigo Torres Huaman
INTEGRANTES:
● Edson Amaru Flores Cáceres - 234535
● Yanelly Contreras Bornas - 234534
● Miyagui Mijael Cruz Quispe - 235125
● Noemi Ruth Bustinza Ccoscco - 235124

Cusco - Perú
2024-II
EL FUEGO: EL CENTRO DE LAS ACTIVIDADES
Desde el paleolítico los seres humanos fueron capaces de producir y controlar el fuego,los usos
que le daban fueron :
- cocción de alimentos
- Arma contra animales depredadores
- Luz para actividad nocturna
- Vida en sociedad
En el abrigo rocoso de telarmachay, no hay evidencia de ignición de materiales, aunque lavalle
arguye que pudieron haber sido por medio de la frotación de varillas o percusión de pirita.
Los fogones presentan una clara evolución en el tiempo :
1°fase: encendido sobre el suelo a modo de fogata
2°fase: fogones
3°:Se cavan orificios para darle más eficiencia y duración
5to milenio a.c.: instalan placa de piedra para rodearlo.
LA “PACHAMANCA”: UNA INVENCIÓN CULINARIA EN LA PUNA DE JUNÍN DE 6,000 AÑOS
A. C.
Se presenta una evidencia de cocción de alimentos por calentamiento de piedras con el
descubrimiento de un fogón centro de al menos la fase VI( 6000 años a.c. y posteriores)
Además usaron otras técnicas como el asado de alimentos con el uso de huesos y guijarros que
aparentemente son instrumentos de cocina.
Lavalle y Bonavia infiere que debido a la escasez de combustión se fragmentaba trozos de carne
y hacían hervir agua por inmersión
Otros usos:
- Ahumar la carne
- Preparar las pieles
- Calentamiento de rocas
- Fijar mangos
EL ARTE Y LAS COSTUMBRES FUNERARIAS
El hallazgo de perlas ,pendientes y cuentas data de 6000 años a.c. ¿Estética, moda o ritual?.
Se encontró 99 cuentas a modo de disco de piedra calcárea, las cuales rodeaban el entierro de un
infante,además 18 pendientes en forma rectangular de herbívoros grandes,2 dientes de caninos
de carnívoros que fueron posibles orejeras o aretes.
Los 3 entierros de telarmachay procedentes de la capa VI (6000 y 5882 a.c.)
- 1° entierro: Una mujer de más de 50 años en una fosa de forma elíptica ligeramente sobre
su lado izquierdo y exionada sobre el vientre .Los investigadores suponen que el cuerpo
fue atado por una especie de liana o cuerda, la fractura de huesos indica que haya estado
metida en una bolsa de carrizo o de cuero cerrado donde comprimieron sus pies ,además
se evidencia osteoporosis en el codo ,lo que posiblemente fue por estrés del trabajo.
- 2° entierro: 2 cadáveres, mujer joven de 20 a 25 años que evidencia que fue atada,
recostada al lado izquierdo y exionada hacia las nalgas,además el ajuar funerario que se
encontró a la altura de una de sus piernas este contenía 11 artefactos( 6 raspadores, 2
bifaciales, 1 punta bifacial y lascas retocadas, guijarros de cuarzo)e instrumentos de
huesos todos con evidencia de uso.
- 3° entierro VENERACIÓN A LOS INFANTES: Lactante de 5 a 6 meses enterradas al pie
del abrigo rocoso.
El cuerpo, puesto en una fosa oval de unos 30 cm. de largo, fue cubierto completamente
por ocre rojo, el cual llegó a manchar todos los huesos y hasta el suelo donde estaba
colocado, lo que nos da una idea del ritual llevado a cabo. Se le había colocado,
literalmente, dentro de una forma de cuneta de tierra oval, marcada por algunas piedras
dispuestas en forma de semi-arco. A la altura del mentón, se le colocó una especie de
cordón con 99 discos de piedras calcáreas perforadas, lo que podría haberse tratado de un
collar
Muy cerca de los miembros inferiores hubo una serie de 18 pendientes de hueso
rectangulares, cuidadosamente elaborados, los cuales muestran perforaciones circulares
que pudieron haber constituido un cinturón. Un hecho remarcable es que las conchas eran
de procedencia marina, lo que releva lo particular de las ofrendas colocadas en la tumba
de este infante, considerando que el mar se encontraba a unos 150 km. de distancia. No
cabe duda de que el tratamiento especial funerario de niños fue una constante durante los
primeros milenios, desde la llegada de los emigrantes andinos. Los entierros de Lauricocha
también dan fe de ello.
Las malas condiciones de salubridad se manifiestan por el hecho de que este infante
pueda haber fallecido por una infección generalizada o por malnutrición.

El abrigo de Uchkumachay
El Abrigo de Uchkumachay, es uno de los yacimientos importantes que nos puede brindar
información sobre los primeros habitantes de la Puna de Junín,. La investigación de este sitio está
enmarcada dentro de la campaña de trabajos de campo que se llevaron a cabo durante la década
de 1970- 1980. Las excavaciones han sido llevadas a cabo por Peter Kaulicke, la cronología de
este yacimiento está elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo que no garantiza
ninguna cronología específica.
El abrigo de Uchkumachay se localiza en la Quebrada de Tilarnioc, departamento de Junín, sobre
la falda suroeste del cerro Jirjancancha (a unos 4.400 m.s.n.m.). Según Kaulicke, se ubica a 4,050
m.s.n.m. pero por coordenadas GPS se tiene que el sitio está a 4,235 m.s.n.m. Desde el abrigo, si
uno desciende hasta la misma Quebrada de Tilarnioc, llega a la Pampa La Cima, que es un
corredor casi directo hasta San Pedro de Cajas, el cual se conecta con el Abrigo de Telarmachay
mediante un recorrido aproximado de 15 km. Si uno suma la distancia total entre los dos abrigos,
siguiendo el curso del Shaka Palcamayo-San Pedro de Cajas-Pampa La Cima- Quebrada
Tilarnioc, se tiene un total de aproximadamente 30 km. Es decir, un trecho perfectamente
transitable entre uno y otro sitio por los antiguos pobladores de esta zona.
Un hallazgo importante es el concerniente al nivel más antiguo (que en realidad se trató de un
lente pequeño), donde Kaulicke halló 8 fragmentos de hueso de fauna extinta, como una especie
de ciervo de la edad glacial (Agalmaceros), un tipo de caballo pleistocénico (Parahipparion) y un
tipo de roedor (Cricetidae). Aparentemente se encontró, también, un supuesto raspador, una lasca
retocada y 5 lascas junto a los fragmentos, lo que puede considerarse como un indicio de que los
primeros habitantes del abrigo cazaron este tipo de animales. Se trataria de la única posible
evidencia de cohabitación por megafauna y seres humanos en la Puna de Junín.
En vista de las semejanzas que contiene la capa 6 de Uchkumachay con la VII de Telarmachay,
Kaulicke atribuye una edad similar a esta capa en Uchkumachay, de modo que de acuerdo a él,
fecharía en un lapso entre los 8,900 y 6,000 años a. C. El asignar fechados por similitudes
tipológicas no sólo es riesgoso, sino que es un procedimiento que se reduce a analogías
anacrónicas a base de formas que no resisten la mínima crítica. Es evidente la existencia de
varios paralelos entre ambos yacimientos, empero, ello no implica necesariamente paralelos
cronológicos. Ahora bien, poco se puede decir sobre el material debido a lo escaso de la
información reportada, salvo el énfasis en lítico y en otros reportes sobre material óseo. De lo
publicado, es evidente que los raspadores abundan. Por ello es posible deducir, que de manera
similar a Telarmachay, la actividad de preparado de pieles fue importante durante el Holoceno
Temprano en este abrigo.
Los raspadores, de acuerdo a las ilustraciones, parecen ser simples, frecuentemente elaborados
en lascas secundarias, pequeñas y suponemos que de algún tipo de roca de buena calidad.
Similarmente, casi un cuarto del material encontrado durante esta época está compuesto por
piezas bifaciales (puntas de proyectil y bifaces) de allí que se pueda sugerir la dependencia de la
caza.
Una de las diferencias más interesantes con respecto de Telarmachay, es la presencia de puntas
anchas bastante delgadas tales como las de los niveles más bajos de Pachamachay, y otras con
pedúnculo como las de la capa más antigua de la cueva del Guitarrero.
De acuerdo a Kaulicke, las fases VI y V de Telarmachay guardan similitudes con la fase 5 de
Uchkumachay, ésta podría, entonces, fechar entre 5,500 y 3,500 a.C. De hecho, ello es
aproximado, pues un fechado obtenido de esta capa ha resultado en 5,697- 5,385 años a. C. de
modo tal que resulta algo anterior a la fase V inferior y superior de Telarmachay. Por tanto parece
tratarse de una fase del Holoceno Medio. En la descripción estratigráfica se mencionan capas de
arcilla roja-marrón, que contrasta con la arena amarillenta seca de la fase anterior aunque no hay
una descripción geológica más precisa. ¿Puede tratarse de algún tipo de indicador de humedad?.
Un paralelo general con Telarmachay resulta en que, durante el mismo tiempo, el número de
puntas aumentan considerablemente en ambos sitios. Incluso, la fase siguiente que no vamos a
tratar aquí, muestra más puntas bifaciales, es decir, el mismo fenómeno que ocurre en
Telarmachay. Este incremento del número de puntas ha sido interpretado como el resultado de
“conflictos”. Otro paralelo es que en ambos yacimientos se produce gran cantidad de raspadores,
para luego reducirse en cantidad de manera similar en Telarmachay hasta la fase V superior. Este
hecho ha sido interpretado como una baja en la actividad de preparación de pieles, frente al
progreso de la caza especializada y progresiva domesticación de camélidos.
Hay que señalar que algunas piezas parecen haber sido elaboradas de pequeñas láminas, a
juzgar por los negativos presentes, de modo que la técnica laminar pudo haberse empleado para
fabricar mayormente bladelets, o pequeñas láminas, algo similar a varias de las piezas de la
cueva del Guitarrero. Lo mismo sucede con las raederas, las cuales no se producen con tanta
frecuencia como antes, pues se asume que eran, en gran medida, destinadas a complementar las
labores sobre las pieles, aunque no se puede descartar otras funciones.
También llama la atención el ligero aumento de piezas con muescas y, sobre todo, de los
supuestos buriles. Se sabe bien que este tipo de herramienta es muy poco frecuente en los Andes
y responde a una tecnología lítica sofisticada, aunque por la evidencia es posible afirmar su
escasa presencia. A pesar de la poca variedad de información recuperada de Uchkumachay, los
datos obtenidos a partir de huesos, líticos y estratigrafía, dan la impresión de ser altamente
similares a los de Telarmachay. Hay que señalar tambien que se ha detectado la presencia de un
tipo de cánido durante el Holoceno Medio.
Finalmente, debido a la carencia de datos de Uchkumachay, sólo queda pensar en que ambos
sitios cercanos tuvieron funciones similares en tiempos paralelos.
Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho
Se sigue insistiendo en que los restos humanos y herramientas de piedra más antiguas se
encuentran en la cueva de Pikimachay, Ayacucho. Además, que dichos restos superan los 20,000
años de antigüedad. Todo ello ha sido puesto en tela de juicio por expertos en el tema como
Duccio Bonavia, John Rick, Thomas Lynch, entre otros.
Hay un énfasis en los dos complejos más antiguos, llamados Pacaicasa y Ayacucho. Ello se debe
a la controversia que suscitan, pues se juegan el derecho de ser la evidencia más remota de
grupos humanos en el Perú.
Se mencionan una serie de hallazgos, pero siempre brevemente y con ausencia de estudios
especializados en los tres informes finales presentados por el famoso Proyecto Botánico
Arqueológico de Ayacucho. Si se desea consultar cualquier manual de arqueología con esta
información o los mismos tomos finales de la investigación arqueológica llevada a cabo (MacNeish
et al. 1980, 1981, 1983). Para la parte bibliográfica vamos a basarnos en los informes de avance
de las excavaciones de MacNeish y su equipo (1969, 1970), el análisis de la cueva de Pikimachay
(MacNeish 1979) y los informes finales del Proyecto Botánico Arqueológico de Ayacucho
(MacNeish et al. 1980, 1981, 1983).
La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay se ubica en la parte norte del actual departamento de Ayacucho, al sur
del pueblo de Huanta, en la confluencia del río Huarpa y Pongos, derivados del Mantaro. Se
localiza a unos 2,850 m.s.n.m.
MacNeish ha tratado de reconstruir el clima a base de polen y la acidez del suelo de la cueva. Se
puede indicar, la presencia humana durante las épocas pleistocénicas aunque estas pueden ser
cuestionables, los datos concernientes a paleofauna y paleoclimas deberían ser considerados en
la discusión, hasta nuevos reportes de este ecotono del pie de la Cordillera Oriental.
Es necesario insistir en el hecho de que todas las calibraciones para estos períodos de fines del
Pleistoceno debieron ser efectuadas por medio de la curva de calibración del hemisferio norte, de
modo que sólo son aproximados. La capa más profunda ha sido denominada “k”, supuesta y
virtualmente, para MacNeish y sus colegas, la más antigua que contenía restos dejados por
humanos. La capa “k” se presentaba como de tipo sabana fría. Aunque no se tienen fechados
directos, pero si usamos el fechado de la capa siguiente como terminus post-quem es posible que
feche al menos antes de los 23,000 años a. C.,. Por tanto, también es plausible que este período,
esté vinculado con el LGM.
Por encima de la capa “k” se hallaba la “j”, la cual resultó en 23,472-18,984 años a. C. Es probable
que esta capa tenga un límite menor, de unos 20,000 años a. C. De modo que al menos durante el
23,000 y el 20,000, el clima debió ser húmedo, con una vegetación forestal propicia para animales
como ciervos y, probablemente, perteneciente a una suerte de interestadial.
Posteriormente, la capa “i1” proporcionó indicadores de un reavance frío en un medio de tipo
sabana, con fauna como caballo. El único fechado obtenido de esta capa resultó en 18,647-
15,756 años a. C., que bien podría correlacionarse con el avance europeo Dryas II.
Luego, nuevamente tendríamos en la capa “i” un avance glacial con vegetación de tipo sabana, en
un lapso de tiempo de 17,291-13,881 años a. C. Es posible que sea, pues, la continuación del
avance de la capa anterior.
El “Complejo Pacaicasa”: ¿la evidencia de los peruanos más antiguos?
Una serie de textos y obras de divulgación, asumen al Complejo Paccaicassa como la evidencia
más antigua de seres humanos en el Perú. Sin embargo, expertos en el tema como Duccio
Bonavia, John Rick, entre otros, han examinado las supuestas evidencias de este Complejo y
concluyen que debería ser puesto en tela de juicio, porque los mismos supuestos utensilios de
piedra parecen simples rocas caídas del techo de la cueva, en las cuales no es posible reconocer
talla hecha por manos humanas, principalmente por la erosión de la misma roca.
En 1990, cuando el Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos aún no había sido
reestructurado, Se pudieron analizar algunas de estas piezas y en efecto, el grado de
meteorización es de tal magnitud, que es simplemente imposible determinar si se trata de
artefactos hechos por humanos. Es virtualmente imposible detectar algún punto de impacto de
percutor, pero tampoco saber si las aparentes huellas de extracciones en algunos bordes de las
piezas son producto intencional, o simplemente resultado de “trampling” de algún animal o algún
tipo de “ecofacto”.
Un informe tafonómico podría ser de ayuda, pero tampoco ha sido realizado. Por otro lado, el
informe final (MacNeish et al. 1980), no está bien organizado, de tal modo que no es posible ver
todo el material para así tener una apreciación general. Las fotografías hechas de las
“herramientas de piedra” tampoco ayuda. Finalmente, tampoco es posible evaluar la organización
de los negativos de las extracciones de los supuestos artefactos en función de intentar reconocer
algún tipo de trabajo humano intencional, pues simplemente no hay un reporte específico sobre
ello.
Todas las muestras fueron tomadas de huesos de perezoso (Scelidoterium) que murieron dentro
de la cueva, la cual era su morada durante esta época, perteneciente al LGM (si este no se dio
antes, puesto que el LGM andino tiene una cronología diferente a la global). MacNeish afirma
haber encontrado huesos de estos animales con huellas de corte y pulido, pero no hay ninguna
fotografía de ellos.
Las muestras han resultado en un período de 23,472-13,881 años a. C., aunque MacNeish piensa
que esta última fecha es demasiado reciente. No obstante, no hay ninguna fecha de alguna
muestra de carbón que pudiera dar más veracidad a este set radiocarbónico.
Las cuatro capas más profundas de la cueva de Pikimachay, es decir, “k”, “j”, “i1”, e “i”, son las
adscritas a este “Complejo”. MacNeish nos muestra un plano de cada capa excavada con un
promedio de tres supuestas concentraciones, a las cuales las llama “áreas de actividad”. La capa
“k” tendría un área aproximada de ocupación de unos 45 m2 , (en ella no hay algún fogón o algún
área organizada).
El presenta tres áreas de actividad que no permiten corroborar la existencia de asociaciones. Es
más, resulta paradójico que el autor sostenga que durante esta época la principal actividad fue el
procesamiento de perezosos, cuando sólo hay una vértebra de este animal. Cabe añadir que
tampoco existe algún piso de ocupación definido. En conjunto, no se observa argumento de peso
para aceptar la supuesta evidencia de esta capa.
La siguiente capa, denominada “j”, tendría un área hasta de unos 65 m2 y nuevamente se
exponen tres “áreas de actividad” que tampoco llegan a convencernos que se trata de restos
dejados por seres humanos. Por encima, se hallaba la capa “i1”, al parecer con menos
“evidencias” de supuestos huesos de caballo y perezosos, algunos de ellos con huellas de
raspado, en asociaciones con utensilios de piedra, dentro de dos áreas de actividad, donde en
honor a la verdad, tampoco se observa coherencia en la distribución de los restos, como para ser
interpretada como procedente de actividad humana.
Similares hallazgos proceden de la capa superior culminante del “Complejo Pacaicasa”, con tres
áreas de actividad supuestas, pero ninguna concentración de restos que sean coherentes y
respondan a alguna actividad humana.
En síntesis se puede concluir que es virtualmente imposible emitir una opinión respecto de la
validez de esta evidencia, sin la ocurrencia de carbón que indique combustión de naturaleza
antropogénica, análisis geo-arqueológicos que demuestren la formación de la capa, un estudio de
los utensilios de piedra, y análisis tafonómicos de los restos animales.
El complejo Ayacucho: posibles primeros indicios humanos en el Perú
El Complejo Ayacucho, ubicado en los Andes Centrales del Perú, es considerado por los expertos
como un posible sitio para la presencia humana más temprana en el país. La evidencia, aunque
limitada, sugiere una posible presencia humana que se remonta a 15.271-14.610 años a. C.,
durante el Pleistoceno tardío.
El arqueólogo Richard MacNeish identificó dos capas clave en el sitio, "h1" y "h", que exhiben
posibles signos de actividad humana. La capa "h1", caracterizada por su cobertura uniforme y
espesor considerable, revela seis "áreas de actividad" con artefactos líticos junto a huesos de
perezosos gigantes y caballos, insinuando actividad humana. Sin embargo, esta capa carece de
datación por radiocarbono.
La capa "h", considerada más rica en materiales, presenta la evidencia más sólida de
"concentraciones de restos", atribuidas a la actividad humana. Esta capa también contiene restos
de animales procesados, incluyendo caballos, zorros, perezosos, ciervos y vizcachas. Las
herramientas utilizadas para el procesamiento son de toba volcánica, guijarros e incluso rocas
silicificadas, lo que sugiere un conjunto de herramientas más diverso.
MacNeish también menciona la presencia de dos fogones, aunque no se proporciona una
descripción detallada. Si se confirman, estos proporcionarían evidencia adicional de actividad
humana.
Una sola datación por radiocarbono de la capa "h", obtenida de un hueso de perezoso gigante,
ubica el sitio en 15.271-14.610 años a. C. Este hueso se encontró en el "área de actividad 3",
junto a huesos de camélidos, ciervos, caballos y roedores, pero sin signos de quema o
procesamiento. La escasez de herramientas de piedra y la falta de presentación grupal en las
publicaciones dificultan las conclusiones definitivas.
A pesar de la evidencia limitada, la presencia de puntas de hueso, similares a las encontradas por
Augusto Cardich en la cueva de Huango, proporciona un apoyo adicional para la actividad
humana. Estas herramientas se consideran convincentes y aproximadamente contemporáneas,
aunque la información sobre los hallazgos de la cueva de Huango es escasa.
Un examen más detenido de los artefactos, principalmente a través de fotografías de la
publicación de MacNeish de 1979, revela información limitada. Las herramientas de hueso
parecen ser implementos puntiagudos, incluyendo una posible punta de proyectil. Si bien algunas
piezas líticas muestran signos de retoque, su importancia sigue siendo incierta sin un análisis
adicional.
En 2006, investigadores contactaron a Juan Yataco, curador de la colección lítica del Museo de
Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para analizar los artefactos del
Complejo Ayacucho. Su análisis reveló varios hallazgos clave: un "cuchillo con dorso rebajado"
hecho de roca altamente silicificada, un "dentado grande" (perforador) hecho de roca horsteno de
alta calidad, y una "pieza en forma de cuña con acanaladura" que podría ser una preforma.
El Complejo Ayacucho, aunque carece de documentación completa, presenta evidencia
convincente de la presencia humana temprana en Perú. La presencia de herramientas, restos de
animales procesados, y posibles fogones, junto con la datación por radiocarbono, sugiere una
presencia humana que se remonta al Pleistoceno tardío.
Sin embargo, se necesita más investigación para solidificar estos hallazgos. Esto incluye un
análisis detallado de los artefactos líticos, la excavación y análisis de la capa "h1", y estudios
comparativos con otros sitios tempranos. El Complejo Ayacucho tiene el potencial de reescribir
nuestra comprensión de la presencia humana temprana en Perú, y la investigación continua será
crucial para desentrañar los misterios de su pasado.
Los abrigos rocosos de Sumbay en Arequipa

En los abrigos rocosos de Sumbay, en Arequipa, se han descubierto sitios precerámicos con arte
parietal, destacando el abrigo número 3 estudiado por Neira Avendaño. Este abrigo, ubicado a
4.600 metros sobre el nivel del mar, revela puntas líticas pentagonales con bases cóncavas y
perforadores estandarizados. Los artefactos datan de 5.211 a 3.398 años a. C. Las
aproximadamente 500 pinturas rupestres en la cueva representan la caza de camélidos por seres
humanos en escenas dinámicas de salto, carrera y uso de arcos o palos, con algunas escenas de
"chaco" (caza colectiva). Aunque la antigüedad precisa de las pinturas no está clara, se estima
que podrían datar de fines del Holoceno Medio o del Holoceno Tardío. Estos hallazgos ofrecen
una visión única y fascinante de la cultura precerámica en la región andina meridional, destacando
tecnologías líticas singulares y expresiones artísticas que difieren de las del Área Central Andina
peruana.

Asana: cazadores de guanacos en la sierra de Moquegua

El proyecto de campo en Asana, en la serranía de Moquegua y liderado por Mark Aldenderfer, ha


revelado viviendas construidas por los primeros habitantes durante el Holoceno. Este yacimiento
al aire libre, ubicado a 3,435 m.s.n.m., ha proporcionado datos importantes sobre el estilo de vida
de los primeros grupos humanos en esta región de Perú.
Manantiales y bofedales como fuentes de recursos
En Asana, Moquegua, la ubicación estratégica del yacimiento cerca de fuentes de agua natural ha
sido aprovechada por Mark Aldenderfer para estudiar la historia medioambiental de la zona. El
yacimiento se encontraba estratégicamente en la orilla norte del bofedal, alimentado por dos
manantiales durante la mayor parte del Holoceno, lo que atrajo a animales como guanacos y
tarucas, proporcionando recursos accesibles para los antiguos habitantes.

Durante el Holoceno Temprano, se observó un aumento de la temperatura, lo que creó un entorno


propicio para las vicuñas, convirtiéndose en una fuente de recursos para los grupos que habitaban
Asana. Además, se tenía acceso a recursos tanto de la sierra alta como de la puna baja. El sitio
contiene una secuencia importante de 36 estratos, separados en tres bloques, lo que complicó la
estratigrafía. Aldenderfer estableció fases de ocupación humana basadas en unos 30 fechados
radiocarbónicos, lo que lo convierte en uno de los yacimientos con mejor base cronológica del
Precerámico Peruano.

Las evidencias muestran que durante el Holoceno Temprano, Asana era utilizado para
campamentos estratégicos cerca del bofedal, con grupos que se desplazaban para ampliar la
caza, incluso hacia la puna baja a unos 30 km de distancia. Se destaca que los pobladores se
desplazaban hacia la costa en busca de calcedonia y hacia la Puna para obtener sílex azul de alta
calidad.

En una etapa posterior, se observó una mayor densidad de ocupaciones en Asana, junto con un
mayor uso de plantas. Se produjo una transición hacia el uso de batanes para moler granos, lo
que indica una evolución en las prácticas de manufactura de alimentos. Las viviendas
evolucionaron hacia una construcción cuadrangular, mostrando una mayor complejidad social. En
cuanto a la fabricación de herramientas de piedra, la mayoría se elaboraba con materias primas
locales, salvo las rocas de alta calidad importadas de zonas distantes.

En resumen, Asana revela la evolución de cazadores en un campamento estratégico en la sierra


alta de Moquegua hacia una comunidad sedentaria, con una mayor intensidad en el uso de
recursos y una complejidad social en constante evolución.
La cueva y el abrigo de Toquepala
➢ En 1960, se excavó la cueva de Toquepala, la que se hizo especialmente famosa
por sus pinturas, por demás interesantes.
➢ La cueva era usada como refugio de mineros que trabajaban para la Southern Peru
Copper Corporation.
➢ Existen dos versiones sobre su descubrimiento:
1. Ravines, quien afirma que el peruano Emilio Gonzales García (profesor de la
escuela y a la sazón, estudiante de arqueología) fue el primero en llamar la
atención a los arqueólogos.
2. Jorge Muelle, quien dice que la cueva fue descubierta a fines de la década
del 50 por los obreros de la Utah que colocaban las torres de suspensión de
cables de alta tensión, como parte de los trabajos relacionados con la mina.
➢ Las dos localidades estudiadas por Ravines se sitúan al noroeste del Cerro
Toquepala, sobre una parte de la falda del Cerro Huancanane Grande (o
simplemente Cerro Grande), entre las Quebradas Simarrona y Huancanane
Grande, dentro del actual Departamento de Tacna, a sólo un kilómetro del límite
con Moquegua a unos 2,700 m.s.n.m. Esta zona es importante, pues se constituye,
literalmente, tal como lo afirma Ravines, como una especie de intermediaria entre
la costa y el altiplano.
➢ Los cursos de agua inmediatos a la cueva pertenecen al Río Locumba.
➢ La zona es eminentemente volcánica y, como se dijo arriba, de enclave. Se
imponen, pues, estudios más profundos, tanto paleoclimáticos como geológicos
para obtener la información de esta área clave.
➢ La zona donde se encuentra tanto la cueva como el abrigo de Toquepala se haya a
una altura aproximada de 2,300 m.s.n.m. y tan sólo a 12 km de la zona de
explotación de cobre de la mina.
➢ El principal problema, sin embargo, es la ausencia de un reporte detallado de los
contextos de donde se extrajeron las muestras para radiocarbono.
❖ La primera muestra tomada por Gonzales no tiene validez, pues como bien
dice Muelle era de excremento de pájaro.
❖ La segunda, que sí venía de excavaciones controladas, ha dado un
resultado de 9,130- 8,632 años a. C. para el abrigo.
➢ Debido a la falta de información, no podemos saber si el problema se trata de
contaminación o de mal recojo de las muestras. Lo que parece ser probable es
que, aun con alteraciones, se trate de una ocupación cuya antigüedad
máxima fluctúa en el quinto o (siendo más aventurados) sexto milenio a. C.
➢ Siempre de acuerdo a Ravines, las preferencias de los artesanos de la piedra para
la manufactura de sus herramientas, en el abrigo de Toquepala, han sido dadas a
las de tipo volcánico. Entre ellas tenemos a los cuarzos de los tipos más variados,
calcedonias, rocas vitrificadas similares a la obsidiana, pero también riolitas,
dacitas, etc.
➢ Parece que hubo una gran cantidad de desechos, lo que podría indicar que se
llevaron a cabo eventos de talla in situ, lo que a su vez puede indicarnos que el
sitio funcionó, al menos en parte, como un taller.
➢ Mientras que durante la primera fase de ocupación en Toquepala (posiblemente
durante el sexto o sétimo milenio a. C.), las puntas son de tipo foliáceas, y durante
el Holoceno Medio, más bien, son frecuentes las puntas con pedúnculos y sobre
todo las de base con escotadura y apéndices laterales.
➢ Este tipo de herramientas guardan similitudes con las encontradas en otros
yacimientos del Altiplano del sur y de las zonas más australes, tal como se
constata en los sitios de Asana o Caru.
➢ La presencia de hiatos y las diversas concentraciones de artefactos pueden
responder a un patrón de vida en la cueva de Toquepala, el cual no fue
permanente, sino más bien ocasional, aprovechando las mejores estaciones
anuales.
➢ Elementos posiblemente importados, Resulta de interés que se haya encontrado
un bloque pequeño de piedra que contenía una mancha cuadrangular roja,
que Ravines piensa que es hematita, u óxido de hierro y que tal vez se trate de una
suerte de paleta para depositar la materia colorante. Todas estas piezas y
fragmentos son de las capas 3 y 4, es decir, posiblemente del Holoceno Medio, y
podrían haber servido, en efecto, para hacer las pinturas rupestres.
➢ Es también notorio el hallazgo de al menos 20 especímenes de “choros”
(Aulacomya ater) en la capa más profunda del abrigo.
➢ Si se pide una expresión típica del arte rupestre andino precerámico,
probablemente la primera sugerencia pueda ser el de las paredes de la cueva de
Toquepala. Reportado por Ravines, a base de los calcos y óleos de Pedro Rojas
Ponce, los únicos que han buscado interpretarlas son, en primer lugar, Jorge
Muelle y luego, Jean Guffroy.
➢ Las pinturas fueron realizadas tanto en el abrigo como en la cueva. La presencia
de paletas o panes con óxido de hierro en el estrato 4 en el abrigo y la de dos
pinceles con el mismo material colorante en los estratos 4 y 5 de la cueva, podrían
indicar que éstas fueron hechas aproximadamente entre los 6,000 y 4,500 años a.
C.
➢ Las pinturas están elaboradas en una serie de paneles, tanto en la cueva como en
el mismo abrigo. De acuerdo a Guffroy, y por lógica de estilos en el paleolítico, es
muy posible que las pinturas en rojo marciano hayan sido las primeras en
elaborarse.
➢ El panel “B” es el que reúne las características más importantes. Tal como Guffroy
lo describe, está compuesto por dos camélidos (posiblemente guanacos, en
opinión de Muelle) en aparente estado de agotamiento y en posición opuesta.
En la parte central más bien aparece un animal de mucha rigidez que, en opinión
de Guffroy, parece haber sido alcanzado y muerto posiblemente por un dardo o
proyectil. Éste pudo haber sido lanzado por el personaje humano que se halla
pintado en una escala mucho menor a la altura del lomo del animal, y cuyas
piernas se encuentran simulando movimiento. El mismo, a pesar de que está
representado con un solo brazo, porta posiblemente un arco en la mano, pero
también puede tratarse de una especie de bastón.
Ahora bien, en la parte inferior de este panel “B” se aprecian animales más
pequeños que los representados arriba, y la figura esquematizada de un animal
que, de acuerdo a este autor, podría tratarse de un perro.
➢ La originalidad de estos elementos ha sido puesta en duda, pues Guffroy menciona
la existencia de una fotografía de la pared original, donde no se los observa. No
obstante, en una conversación que sostuvimos con el autor de las acuarelas
basadas en las pinturas, Pedro Rojas Ponce, hemos podido observar el grado de
detalle del trabajo de este artista. En todo caso, esto es materia de debate.
➢ En primer lugar, se trata de las líneas de puntos que han sido pintadas casi
paralelamente a la forma del panel de valla al que aludimos arriba. La ocurrencia
de estos puntos también en el panel “A”, esta vez en rojo marciano, aboga por la
mayor antigüedad de estas representaciones. Estos símbolos son frecuentes en las
representaciones del paleolítico mundial.
➢ En segundo lugar, llama la atención la presencia de lo que podría ser un humano,
que más bien se haya sobrepuesto a uno de los camélidos en la parte superior
central. Si bien, estilística y dimensionalmente dista de los humanos representados
en rojo marciano, lo romo y poco detallado de sus formas no lo aleja
completamente de esta composición. Lo curioso es que en su mano lleva un
instrumento, en rojo marciano y, según el estilo, podría asociarse bien al panel
original.
➢ Otro panel, llamado C (no graficado en este libro), muestra a tres camélidos en
movimiento, seguidos por dos seres que asemejan humanos que, a juzgar por las
representaciones del hocico y eventualmente cuernos, parecen portar máscaras,
en opinión de Muelle, con lo que coinciden.
➢ En cierta forma recuerdan al supuesto chamán famoso, identificado en la
representación del humano-cérvido de Les Trois-Frères (Ariege, Francia). Es
interesante que uno de los animales porte una línea, que bien puede representar el
vástago del proyectil aún sujeto a la pierna del animal en huida. Sin embargo, hay
uno que está aparentemente muerto. Una línea irregular superior, que contiene tres
semicírculos resulta una incógnita, aunque bien puede representar la cantidad de
animales en la escena.
➢ Finalmente, el panel A, es especialmente rico en lo que respecta a figuras
pseudo-humanas. Éste sigue el mismo principio de los dos paneles anteriores.
➢ En la parte superior figuran una serie de animales, al parecer en desplazamiento,
mientras que en la parte inferior, representaciones humanas rodeando a los
animales. Tal como lo apunta Guffroy, estas siluetas muestran una gran dinámica,
que asemejan los movimientos efectuados al correr, saltar, reptar, etc. Todas llevan
en la mano la forma de arco, que el mismo autor ha interpretado, justamente como
uso de arco y flecha, como primera alternativa. Por su parte, ya Muelle las ha
referido como representaciones de gran dinamismo en las cuales cazadores, al
parecer, saben perfectamente el tipo de caza que están realizando y, sobre todo,
cómo operar para que los guanacos sean capturados. Incluso Muelle habla de una
suerte de mensaje de “conjuro”. La forma cómo estos seres rodean a los animales
recuerda a la ya esgrimida técnica de cazar por medio de acorralamiento,
conocida en los Andes como “chaco”. Si ello es así, tendríamos un buen indicio
de que esta técnica ya era usada al menos durante el sexto milenio a.C.
➢ Guffroy llama la atención sobre la posibilidad de que, mientras el abrigo fue la
morada principal de los habitantes, la cueva sirvió, más bien, para fines de
plasmar este tipo de representaciones.
➢ Como ya hemos visto, Muelle pensaba que las pinturas representaban un ansia
del grupo: la caza. Además, el plasmarlas gráficamente habría garantizado la
captura de las presas, cual hechicería y “alfileres en muñecos”.
El abrigo de Caru, Tacna
● El abrigo de Caru (Tacna), el yacimiento más meridional de la sierra peruana.
● Este yacimiento se localiza en el distrito de Tarata, en el actual Departamento de
Tacna, en las inmediaciones de la ciudad de Tarata. Se halla a unos 3,150
m.s.n.m., a media cuesta del cerro llamado Caru que está en la Quebrada de
Caparaja, la cual nace en la alta Cordillera del Barroso, que es uno de los flancos
andinos más impresionantes y que separa el Altiplano de los Andes.
● La boca del abrigo mira hacia el sur, y la superficie total de éste es de
aproximadamente 50 metros cuadrados. Las excavaciones limitadas han relevado
la existencia de al menos dos fogones y, siempre de acuerdo a Ravines, dos áreas
de concentración de restos de talla lítica.
● Al parecer los fogones habrían sido acondicionados por una serie de piedras y
medían unos 50 cm de diámetro. Huesos quemados, en su mayoría ,de guanaco
(Lama guanicoe) –como ya es frecuente en este tipo de yacimientos del sur
peruano- y fragmentos de rocas como cuarzo y basalto habrían sido tallados en las
inmediaciones. En las ilustraciones se observan puntas característicamente de
forma pentagonal, raspadores típicos y circulares, cuchillos y, en efecto, una suerte
de leznas de hueso. Otras rocas talladas fueron el cuarzo cripto-cristalino, la riolita,
la andesita, el pedernal, como ya se ha expuesto en general, material idóneo para
la talla.
● No llama la atención el hallazgo de una cuenta de concha marina “choro”
(Choromytilus chorus), y de “loco” o “pata de burro” (Concholepas concholepas),
pues como hemos demostrado en la gran mayoría de yacimientos de esta parte del
Perú siempre figuran productos de intercambio o desplazados de sus lugares de
origen, al menos desde el Holoceno Medio.
● Bien, una vez expuesta toda la información que hemos considerado relevante para
con la historia peruana entre los 14,000 y 4,000 años antes de Cristo.
FIN
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

RESUMEN 5
ASIGNATURA: ARQUEOLOGÍA DEL PRE- CERÁMICO

DOCENTE: TORRES HUAMAN RODRIGO

ESTUDIANTES :
● CARLOS CHUMA MARIBEL
● HUALLPAYUNCA-ABAL-EDITH
● CHACON-QQUELLON-MARILUZA SHOMARA

SEMESTRE: 2024- II

CUSCO-PERÚ
2024
El fuego: el centro de las actividades

El fuego jugaba un papel central en la vida cotidiana, ya que servía no solo para cocinar, sino
también para abrigar, ahuyentar depredadores, y como punto de reunión social. Los restos
sugieren que las primeras fogatas se hacían directamente en el suelo y, con el tiempo,
evolucionaron a fogones estructurados, con piedras alrededor para aumentar la eficiencia y
durabilidad del calor.

Desde que los seres humanos fueron capaces de producir y controlar el fuego, esta
“invención” cambió radicalmente nuestro modo de vida. Ello está demostrado desde el
Paleolítico. Las chozas y viviendas, por más rudimentarias que hayan sido, albergaban, ya sea
en su parte interna, o inmediatamente externa, un hogar con combustión, lo cual
proporcionaba no sólo abrigo frente al frío, sino también la cocción de los alimentos.

Los fogones presentan una clara evolución en el tiempo. Mientras que en las primeras fases
de ocupación el fuego era encendido simplemente sobre el suelo como pequeña fogata, luego
se convierte en fogón y posteriormente se cavó un orificio para darle más eficacia y duración,
hasta que, ya en el quinto milenio antes de Cristo, se llega a instalar una serie de placas de
piedra para rodear el fogón, todo un verdadero acondicionamiento.

La evidencia sugiere que usaban el ichu (pasto alto de la puna) como combustible. Los
fogones muestran una evolución desde pequeñas hogueras hasta estructuras permanentes,
donde las piedras circundantes ayudaban a mantener el calor de manera más prolongada.

La “pachamanca”: una invención culinaria en la Puna de Junín de 6,000 años a. C.

En Telarmachay, se hallaron evidencias de técnicas de cocción que anticipan el método de la


pachamanca, practicado desde aproximadamente el 6,000 a.C. Estas técnicas incluían el uso
de piedras calentadas enterradas para cocinar los alimentos, una práctica similar a la actual
pachamanca.
Se encontraron también evidencias de técnicas como asado de carnes y hervido de agua por
inmersión de piedras calientes, permitiendo preparar sopas de carne y vegetales, lo cual
evidencia un aprovechamiento máximo del fuego y de los pocos recursos disponibles en
términos de combustible.
Hay evidencia de cocción de alimentos por medio de calentamiento de piedras bajo la tierra.
Tal es el caso de lo descubierto en el fogón central, al menos desde la fase VI, es decir, desde
el 6,000 años a. C.
Es curioso, pero en estas partes del abrigo se han encontrado desechos óseos y guijarros con
huellas de percusión y aplastamiento, los cuales, muy probablemente, eran instrumentos de
cocina.
● Bonavia, piensan que el agua fue hervida por la técnica de inmersión, es decir,
calentar piedras y luego sumergirlas hasta hervir el agua.

El arte y las costumbres funerarias

● En el yacimiento se hallaron tumbas con objetos personales, lo que evidencia rituales


funerarios complejos. Se descubrieron tres sepulturas en Telarmachay, destacando una
mujer de más de 50 años, otra de entre 20 y 25 años, y un infante de unos 5 meses.
● Estas personas fueron enterradas en posiciones específicas y rodeadas de objetos que
probablemente usaron en vida. Las tumbas infantiles estaban cubiertas de ocre y
acompañadas de objetos especiales como collares hechos de cuentas de piedra. Esto
sugiere una veneración a los infantes y un tratamiento especial en la sepultura de los
niños.
● Las sepulturas incluían cuentas de piedra calcárea, pendientes de hueso, y otros
adornos, lo que podría representar un desarrollo temprano de sentido estético o ritual
en las culturas de la región. Las herramientas encontradas junto a los cuerpos, como
raspadores de piedra con huellas de uso, sugieren que algunas de estas mujeres se
dedicaban a trabajar con pieles.
Preparación de Pieles y Herramientas de Trabajo

● En el yacimiento de Telarmachay, se hallaron evidencias de que los habitantes le


daban gran importancia a la elaboración y preparación de pieles, particularmente de
camélidos y otros animales locales. Se emplearon herramientas como raspadores y
alisadores de hueso para suavizar y estirar las pieles, posiblemente añadiendo ocre y
grasa animal para ablandarlas.
● Los instrumentos principales incluían raspadores de piedra, “chairas” de hueso para
cortar, punzones y agujas, elaborados a partir de hueso, que permitían hacer prendas,
contenedores, y otros objetos necesarios para la vida en un ambiente frío.
● En cuanto a las enfermedades es pertinente añadir que Guillén ha detectado caries
(inflamación en la superficie de oclusión), e incluso pérdida de dientes pre-mortem.
● Las malas condiciones de salubridad se manifiestan por el hecho de que este infante
pueda haber fallecido por una infección generalizada o por malnutrición.

El abrigo de Uchkumachay
La investigación de este sitio está enmarcada dentro de la campaña de trabajos de campo que
se llevaron a cabo durante la década de 1970 y 1980. Las excavaciones han sido llevadas a
cabo por Peter Kaulicke como miembro del proyecto,la cronología de este yacimiento está
elaborada a base de comparaciones con Telarmachay, lo que no garantiza ninguna cronología
específica.

● Kaulicke halló 8 fragmentos de hueso de fauna extinta, como una especie de ciervo de
la edad glacial (llamado Agalma Ceros), un tipo de caballo pleistocénico
(Parahipparion) y un tipo de roedor (Cricetidae).
● Un paralelo general con Telarmachay resulta en que, durante el mismo tiempo, el
número de puntas aumentan considerablemente en ambos sitios Este incremento del
número de puntas a lo largo del tiempo ha sido interpretado como el resultado de
“conflictos”.
● A pesar de la poca variedad de información recuperada de Uchkumachay, los datos
obtenidos a partir de huesos, líticos y estratigrafía, da l impresión de ser altamente
similares a los de Telarmachay, del cual sí se tiene una gran cantidad de datos y
reconstrucciones de técnicas y modos de vida, como ya hemos expuesto
● Durante el Holoceno Temprano, hasta aproximadamente los 6,000 años a. C. las
herramientas líticas de Uchkumachay son casi idénticas a las de Telarmachay. Puntas
y raspadores se muestran altamente similares, lo que permite sugerir que la cacería y
preparación de pieles fueron las principales actividades.

Las ocupaciones humanas más remotas de Perú en Ayacucho


Cueva de Pikimachay y Pacaicasa en Ayacucho.
La cueva de Pikimachay
La cueva de Pikimachay se ubica en la parte norte del actual departamento de Ayacucho, a
unos 12 km. al sur del pueblo de Huanta, en la confluencia del río Huarpa y Pongos,
derivados del Mantaro. Se localiza a unos 2,850 m.s.n.m. y tan sólo a unos 16 km. al oeste de
la cadena oriental de los Andes centrales (figura 46). MacNeish ha tratado de reconstruir el
clima a base de polen y la acidez del suelo de la cueva.
“Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la conmemoración de las
heroicas batallas de Junín y Ayacucho”

UNIVERSIDAD NACIONAL SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO


FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

ORÍGENES HUMANOS - RESUMEN Nº3

ASIGNATURA: ARQUEOLOGÍA DEL PRE - CERÁMICO


DOCENTE: RODRIGO TORRES HUAMAN
ESTUDIANTES:
- MAVILA URPI QUISPE CARLOS
- YANDEL ALBERTO HUANCA VALENCIA
- MANUEL ESTEBAN VALENCIA ZAMORA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

LA “PACHAMANCA”: UNA INVENCIÓN CULINARIA EN LA PUNA DE JUNÍN DE 6,000


AÑOS A. C.
El equipo de investigación documentó evidencias de técnicas de cocción de alimentos mediante el
uso de piedras calentadas bajo tierra, similares a la preparación actual de la pachamanca. Este
método, registrado desde el 6,000 a. C., consistía en un estofado primitivo. También se
identificaron indicios de fuego abierto para asar alimentos, en zonas internas del abrigo, donde se
hallaron restos óseos y guijarros con señales de uso, posiblemente como utensilios de cocina.
La escasez de combustible para el fuego llevó a maximizar su uso, fragmentando la carne para una
cocción más eficiente. Según Lavallée y Bonavia, es probable que se emplearan contenedores de
cuero o vísceras para hervir agua mediante inmersión de piedras calientes, lo que permitió
preparar sopas de carne y vegetales recolectados.
El fuego también se utilizó para ahumar carne, secar y preparar pieles, calentar rocas antes de
tallarlas, y fijar mangos o ataduras para utensilios de piedra. Estas prácticas reflejan una
adaptación versátil y eficiente del uso del fuego en la vida cotidiana de los antiguos habitantes.

EL ARTE Y LAS COSTUMBRES FUNERARIAS

Las investigaciones y hallazgos arqueológicos que revela prácticas estéticas, funerarias y de


subsistencia de los primeros habitantes del Perú, alrededor del 6,000 a.C. En el yacimiento, se
encontraron perlas, pendientes y cuentas que indican un interés estético o ritual. Las cuentas de
hueso y discos de piedra calcárea, encontrados especialmente en entierros infantiles, sugieren
prácticas funerarias cuidadosas. Los collares, cinturones y aretes elaborados reflejan habilidades
técnicas avanzadas y la utilización de materiales locales y de intercambio, como conchas marinas
transportadas desde la costa, a más de 150 km de distancia.

En cuanto a las sepulturas, se documentaron tres entierros humanos. Uno corresponde a una mujer
mayor de 50 años, encontrada en una fosa elíptica con el cuerpo flexionado y posiblemente atado
dentro de una bolsa. Su esqueleto mostró signos de artrosis, probablemente causada por
actividades repetitivas como el procesamiento de pieles, evidenciadas también en otras tumbas.

El segundo hallazgo notable fue el entierro de una joven de 20-25 años, con indicios similares de
trabajo con pieles, como lo demuestran las herramientas líticas y óseas encontradas en su tumba,
junto con una bola de ocre, empleada como conservador de cuero.

Finalmente, se destaca el entierro de un lactante de 5 a 6 meses, cubierto completamente con ocre


rojo y acompañado de un collar de discos de piedra y un cinturón de huesos cuidadosamente
elaborados. Este tratamiento refleja un especial cuidado hacia los niños en las prácticas funerarias
de la época.
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FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE ARQUEOLOGÍA

EL ABRIGO DE UCHKUMACHAY
El Abrigo de Uchkumachay, situado en la Puna de Junín, es un yacimiento clave para entender a
los primeros habitantes de esta región, aunque su cronología aún es incierta debido a la falta de
fechados radiométricos precisos. Excavado en las décadas de 1970 y 1980 bajo la dirección de
Peter Kaulicke, el sitio ha proporcionado información importante sobre los modos de vida de los
antiguos pobladores, especialmente en lo relacionado con la caza y la preparación de pieles.
El sitio se encuentra a unos 4,235 m.s.n.m., en la Quebrada de Tilarnioc, y es relevante por su
proximidad a otros yacimientos como Telarmachay. Aunque las excavaciones no han sido
concluyentes en cuanto a datación exacta, los hallazgos sugieren que Uchkumachay estuvo
ocupado entre los 8,900 y 6,000 años a.C., coincidiendo con los períodos del Holoceno Temprano
y Medio. Las capas estratigráficas muestran la presencia de herramientas líticas como raspadores,
puntas de proyectil y bifaces, lo que indica que la caza y el procesamiento de pieles eran
actividades predominantes.
Uno de los hallazgos más destacados es la presencia de fragmentos óseos de fauna extinta, como
ciervos de la edad glacial y caballos pleistocénicos, lo que sugiere que los habitantes del abrigo
pudieron haber cazado estos animales, aunque esto aún necesita confirmación con estudios más
detallados. La similitud de las herramientas líticas encontradas en Uchkumachay con las de
Telarmachay permite inferir que las actividades de caza y procesamiento de pieles fueron comunes
en ambos sitios.
En cuanto a la fauna y los materiales encontrados, se destaca el hallazgo de raspadores, bifaces y
puntas, especialmente en las capas más antiguas, lo que indica una especialización en la caza de
grandes animales. También se observa un aumento en la cantidad de puntas en fases posteriores, lo
cual se interpreta como un indicio de conflictos o un aumento en la caza especializada.
A pesar de la escasez de datos, los paralelismos entre Uchkumachay y Telarmachay permiten
sugerir que ambos yacimientos tuvieron funciones similares y estuvieron ocupados en períodos
paralelos, destacándose por su enfoque en la caza, el procesamiento de pieles y la utilización de
recursos locales. Sin embargo, debido a la falta de evidencia más precisa, la interpretación de
estos hallazgos sigue siendo provisional.

LAS OCUPACIONES HUMANAS MÁS REMOTAS DE PERÚ EN AYACUCHO


En relación con los restos humanos y las herramientas de piedra encontradas en la cueva de
Pikimachay en Ayacucho, se ha sostenido durante años que estas evidencias superan los 20,000
años de antigüedad, lo que ha sido un tema de debate entre especialistas como Duccio Bonavia,
John Rick y Thomas Lynch. Esta controversia ha sido discutida en diversos libros, pero ya hace
más de dos décadas que la comunidad científica cuestiona estos datos.
Este contexto proporciona una oportunidad para revisar y evaluar nuevos hallazgos, aprovechando
los avances en las correcciones radiocarbónicas y la posibilidad de presentar una pequeña
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colección lítica que podría representar algunas de las evidencias más antiguas de la presencia
humana en Perú. En este análisis se enfocan especialmente en los complejos más antiguos,
Pacaicasa y Ayacucho, debido a la controversia sobre cuál de ellos podría ser la evidencia más
remota de grupos humanos en la región.
El resto de los complejos correspondientes al Holoceno Temprano se trata de forma más marginal,
dado que su documentación y evidencia son limitadas. Se menciona que los informes del Proyecto
Botánico Arqueológico de Ayacucho contienen hallazgos, pero estos se presentan de manera
superficial, sin estudios detallados, y se hace referencia a ellos para quienes deseen profundizar en
el tema a través de los informes de avance de las excavaciones de MacNeish y su equipo (1969,
1970) y los informes finales del proyecto (1980, 1981, 1983)

LA CUEVA DE PIKIMACHAY
La cueva de Pikimachay se encuentra en el norte del departamento de Ayacucho, a unos 12 km al
sur de Huanta, en la confluencia de los ríos Huarpa y Pongos, a 2,850 m.s.n.m., cerca de la cadena
oriental de los Andes Centrales. El clima de la cueva ha sido reconstruido por MacNeish
utilizando polen y la acidez del suelo, aunque aún falta un informe especializado para confirmar
estos datos, por lo que la interpretación sigue siendo especulativa. Aunque la presencia humana en
épocas pleistocénicas es debatida, los datos sobre paleofauna y paleoclimas deberían ser
considerados en la discusión.
Se han identificado varias capas en la cueva, siendo la capa más profunda, llamada “k”, la más
antigua y supuestamente vinculada con restos humanos, posiblemente datando de hace más de
23,000 años. Esta capa podría corresponder al Último Máximo Glacial (LGM). La capa “j” sobre
ella muestra fechados entre 23,472 y 18,984 años a.C., indicando un clima húmedo y vegetación
forestal, ideal para megafauna.
Más arriba, la capa “i1” muestra indicios de un reavance frío en un entorno de sabana, con fauna
en la que se podía encontrar caballos, datando entre 18,647 y 15,756 años a.C., lo que podría
correlacionarse con el evento climático europeo Dryas II. La capa “i” refleja otro avance glacial
con vegetación de sabana entre 17,291 y 13,881 años a.C., posiblemente continuando el fenómeno
de la capa anterior.

EL “COMPLEJO PACAICASA”: ¿LA EVIDENCIA DE LOS PERUANOS MÁS ANTIGUOS?


El debate sobre la antigüedad del poblamiento humano en Perú se centra, en parte, en la validez
del "Complejo Pacaicasa" como evidencia de los primeros peruanos. Si bien algunos trabajos de
divulgación lo presentan como la prueba más antigua, un análisis crítico de la evidencia
arqueológica revela serias dudas sobre esta afirmación. Expertos como Duccio Bonavia y John
Rick han expresado fuertes reservas, señalando la falta de evidencia convincente y la posibilidad
de que los supuestos artefactos líticos sean simplemente rocas naturales erosionadas.
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La alta meteorización de las piedras hace prácticamente imposible determinar si fueron talladas
por humanos o si las marcas observadas son producto de procesos naturales como la erosión o el
pisoteo de animales. La ausencia de un estudio tafonómico que analice la formación de los
sedimentos y la alteración de los restos óseos agrava la falta de evidencia científica sólida.
El informe original de MacNeish presenta deficiencias metodológicas. La organización del
informe es deficiente, dificultando la evaluación completa del material. La falta de dibujos
técnicos de las piezas y la ausencia de un análisis detallado de los negativos de las extracciones en
las piedras impiden una evaluación rigurosa de la evidencia lítica. Además, las fechas de
radiocarbono obtenidas (23,472-13,881 años a. C.) carecen de la corroboración de fechas de
carbón, lo que reduce su confiabilidad. La ausencia de fotografías de los huesos de perezoso con
supuestas marcas de corte es otra falla significativa.
El análisis de las capas estratigráficas ("k", "j", "i1", e "i") de la cueva de Pikimachay revela una
falta de evidencia consistente de actividad humana. MacNeish identifica "áreas de actividad",
pero estas carecen de elementos característicos como fogones o una organización espacial que
sugiera ocupación humana. La escasez de restos óseos, como la presencia de sólo una vértebra de
perezoso en la capa "k", contradice la afirmación de que el procesamiento de perezosos fue la
actividad principal. Las otras capas presentan igualmente una falta de evidencia convincente, con
asociaciones poco claras entre restos óseos y supuestos artefactos líticos.

EL COMPLEJO AYACUCHO: POSIBLES PRIMEROS INDICIOS HUMANOS EN EL PERÚ


El complejo Ayacucho es considerado como un posible indicio de los primeros seres humanos en
Perú, con evidencias más convincentes en comparación con otros hallazgos. A pesar de no estar
completamente documentado, se sostiene que la evidencia presentada por MacNeish tiene un valor
significativo, con un fechado radiocarbónico que sugiere una presencia humana remota, datando
entre 15,271 y 14,610 años a.C.
MacNeish identifica dos capas principales: "h1" y "h". La capa "h1" es notable por su espesor y
presenta varias áreas de actividad, donde se observan restos líticos en posible asociación con
huesos de perezoso gigante y caballo, sugiriendo actividad humana. La capa "h" es la más rica en
materiales, con seis concentraciones de restos que, aunque escasas, muestran indicios de un origen
antropogénico. Se han encontrado restos de varios animales que parecen haber sido procesados
con herramientas de piedra de diferentes tipos.
La presencia de fogones también se menciona, aunque sin descripción detallada, lo que podría
indicar su uso por humanos. A pesar de la falta de evidencia contundente, se destacan
herramientas de hueso y utensilios de piedra que muestran un avance en la manufactura y
selección de materiales.
El análisis de los utensilios encontrados revela un conocimiento en la selección de rocas y técnicas
de talla, lo que sugiere prácticas sofisticadas en la fabricación de herramientas. Las evidencias,
como huellas de combustión y restos de talla, apoyan la hipótesis de que estos podrían ser los
primeros indicios de actividad humana en Perú.
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Además se menciona la fase Huanta y el Complejo Puente, donde se documenta un aumento en la


densidad poblacional y se encuentran más fechados radiocarbónicos. La fase Jaywa presenta
innovaciones culturales, como enterramientos y un consumo notable de cuyes, mientras que el
Complejo Piki evidencia una alta versatilidad en la distribución humana y una evolución en la
fabricación de herramientas más pequeñas.

LOS ABRIGOS ROCOSOS DE SUMBAY EN AREQUIPA


Los abrigos rocosos de Sumbay, ubicados en el distrito de Cayma, Arequipa, contienen un grupo
de sitios precerámicos, entre los cuales destaca el abrigo número 3, que se encuentra a 4,600
m.s.n.m. en el Cerro Jayo Grande. Este abrigo ha sido objeto de estudios más detallados, aunque la
información disponible es limitada, proveniente principalmente de pozos de cateo.
Entre los hallazgos más interesantes se encuentran puntas líticas de forma pentagonal con
características únicas, como bases cóncavas y "acanaladuras", que sugieren una tecnología
diferente a la de la sierra central peruana. También se han encontrado raspadores y perforadores,
que podrían haber sido utilizados en actividades como la preparación de pieles de camélido.
Los materiales extraídos de los estratos 3 y 4 se han datado entre 5,211 y 3,398 años a.C., aunque
la falta de documentación sobre el contexto de las muestras limita la interpretación de estos
hallazgos.
El abrigo es notable por la presencia de aproximadamente 500 pinturas rupestres, que representan
principalmente camélidos y figuras humanas en movimiento. Sin embargo, la falta de información
sobre el contexto y la cronología de estas pinturas impide una evaluación precisa de su antigüedad,
aunque se especula que podrían datar del Holoceno Medio o Tardío.
Para comprender mejor estas evidencias y su relación con las ocupaciones humanas, se sugiere
realizar investigaciones más profundas y extensivas en el área.

ASANA: CAZADORES DE GUANACOS EN LA SIERRA DE MOQUEGUA


El yacimiento de Asana, ubicado en la serranía de Moquegua, cerca de la mina de Cuajone, ha
sido objeto de un trabajo de campo dirigido por Mark Aldenderfer. Este sitio, situado a 3,435
m.s.n.m. en la margen derecha del río Osmore, presenta excavaciones que han revelado una serie
de viviendas construidas por los pobladores durante el Holoceno. Los hallazgos en Asana ofrecen
importantes datos sobre el modo de vida de los primeros grupos humanos en esta región del Perú.

MANANTIALES Y BOFEDALES COMO FUENTES DE RECURSOS


La zona de Asana, en la serranía de Moquegua, presenta importantes fuentes de agua naturales, lo
que facilitó el asentamiento humano durante el Holoceno. Según Mark Aldenderfer, este
yacimiento se localiza estratégicamente junto a un bofedal alimentado por manantiales, al que
acudían guanacos y tarucas, proporcionando recursos accesibles para los pobladores.
Las excavaciones han revelado 36 estratos que indican varias fases de ocupación humana, con un
cronología bien documentada gracias a 30 fechados radiocarbónicos. La fase VI es la más antigua,
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datando entre 9,654 y 9,795 años a.C., y muestra que los primeros habitantes de Asana vivieron
durante el final del Younger Dryas. La fase V, entre 8,169 y 6,505 años a.C., marca el inicio del
sedentarismo y el transporte de obsidiana, mientras que las fases IV y III abarcan períodos
posteriores con dataciones hasta 3,104 años a.C.
Los habitantes establecieron campamentos estratégicos en las cercanías del bofedal y se
desplazaron hacia la costa y la puna para obtener materiales como calcedonia y sílex. Durante el
Holoceno Temprano, los camélidos eran la principal fuente de alimento, y se utilizaban raspadores
para preparar sus pieles.
Con el tiempo, el uso de plantas aumentó y las herramientas de piedra comenzaron a
diversificarse, destacando la fabricación de batanes de molienda. Las construcciones también
evolucionaron hacia patrones más complejos, con viviendas cuadrangulares y mayor organización
social.

LA CUEVA Y EL ABRIGO DE TOQUEPALA


Investigada por Rogger Ravines durante los años 60 en la cueva de Toquepala, famosa por sus
pinturas rupestres. La cueva, ubicada en el departamento de Tacna, Perú, se usaba como
refugio por trabajadores de la minería. Su descubrimiento es disputado entre Emilio Gonzales
García, quien habría alertado a los arqueólogos, y Jorge Muelle, quien atribuye el hallazgo a
obreros de la década de 1950.
Tras evaluar su importancia arqueológica, un equipo del Museo Nacional de Arqueología y
Antropología, dirigido por Muelle, llevó a cabo excavaciones que produjeron estudios clave.
Las muestras datadas presentan inconsistencias: oscilan entre 9,000 y 4,000 a.C., lo que genera
dudas sobre la cronología del sitio. Se sugiere que la ocupación de la cueva fue estacional y
trashumante, con una dieta basada principalmente en guanacos.
Las herramientas halladas, elaboradas mayormente en piedra volcánica, sugieren que la cueva
también funcionó como taller. Las pinturas rupestres, realizadas con óxido de hierro y
posiblemente fechadas entre 6,000 y 4,500 a.C., reflejan un estilo típico del arte rupestre
precerámico andino. Sin embargo, algunos hallazgos como lascas pintadas podrían indicar una
antigüedad mayor.
El sitio también revela indicios de interacción con áreas costeras, como la presencia de
conchas marinas y materiales posiblemente rituales, evidenciando un intercambio cultural
temprano entre sierra y costa. La cueva de Toquepala, con su ubicación estratégica entre la
costa y el altiplano, constituye un enclave clave para comprender la transición entre estas
regiones y las dinámicas culturales del Holoceno

Analizando las pinturas rupestres de Toquepala, enfocándose en sus características y posible


significado. Estas pinturas, predominantemente en rojo marciano, podrían ser de las más
antiguas y están asociadas al Holoceno Medio. Aunque no se cuenta con un registro detallado,
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las representaciones muestran escenas de caza con camélidos, figuras humanas y símbolos que
sugieren significados míticos o rituales.

En el panel “B”, destacan dos camélidos enfrentados y un humano en movimiento que parece
portar un arco. Esto podría indicar el uso temprano de esta herramienta para cazar,
remontándose al sexto milenio a.C. Además, un panel alargado con puntuaciones paralelas
recuerda a símbolos del Paleolítico europeo, sugiriendo su posible asociación a grupos
sociales o ideogramas.

Otras pinturas, en rojo tenue, parecen añadidos posteriores, menos elaborados y pintados sin
pincel. Algunas figuras muestran puntos paralelos, símbolos recurrentes en el arte paleolítico
global. También se identifica un humano sobrepuesto a un camélido, portando un instrumento
posiblemente relacionado con propulsores de proyectiles.

El panel “C” presenta tres camélidos en movimiento y dos figuras humanas que podrían llevar
máscaras, evocando representaciones chamanísticas como las de Les Trois-Frères, en Francia.
Finalmente, el panel A muestra animales rodeados por figuras humanas dinámicas, asociadas a
técnicas de caza como el "chaco" andino.

Guffroy sugiere que estas pinturas reflejan creencias ligadas a la economía de caza, siendo el
abrigo un espacio habitacional y la cueva un lugar ritual. El arte de Toquepala comparte
elementos con otros sitios sudamericanos y europeos, reflejando un enfoque mágico-ritual en
torno a la caza

EL ABRIGO DE CARU, TACNA

Las investigaciones realizadas en el abrigo de Caru, en Tacna, considerado el yacimiento más


meridional de la sierra peruana. Ubicado en el distrito de Tarata, a una altitud de 3,150
m.s.n.m. y cerca de la ciudad de Tarata, este sitio ofrece evidencias relevantes para entender
las primeras ocupaciones humanas en los Andes. Excavado en la década de 1960 por Rogger
Ravines, el abrigo de Caru tiene una superficie aproximada de 50 metros cuadrados y se
encuentra en la Quebrada de Caparaja, un entorno que conecta con la alta Cordillera del
Barroso.

Las investigaciones revelaron la existencia de fogones construidos con piedras, en cuyo


interior se hallaron huesos quemados de huanaco, un animal común en los yacimientos del sur
peruano, y herramientas de piedra como puntas pentagonales, raspadores circulares y
cuchillos. Además, se identificaron restos de materiales líticos, como cuarzo, basalto, riolita,
andesita y pedernal, utilizados en la fabricación de herramientas. El hallazgo de cuentas
elaboradas con conchas marinas, como Choromytilus chorus y Concholepas concholepas,
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sugiere la existencia de redes de intercambio o transporte de larga distancia, ya que la costa


más cercana se encuentra a más de 120 km.

Un aspecto destacado del sitio son las pinturas rupestres descubiertas en el abrigo, realizadas
en tonos rojos monocromáticos. Estas representaciones, que incluyen figuras humanas,
huanacos y líneas horizontales y verticales, guardan similitudes estilísticas con el arte
paleolítico europeo. Se cree que estas pinturas corresponden a las primeras etapas de
ocupación humana en la región, lo que refuerza la importancia del abrigo de Caru como
evidencia temprana de la actividad artística y cultural en los Andes.

Finalmente, el análisis del abrigo de Caru, junto con otros sitios arqueológicos que abarcan
desde 14,000 hasta 4,000 años a.C., permite delinear un panorama preliminar sobre las
primeras huellas humanas en los Andes. Aunque las conclusiones son aún transitorias, los
hallazgos de Caru ofrecen información crucial para comprender las formas de vida y
adaptaciones de los primeros habitantes de esta región.

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