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Hacia una ecogénesis territorial. Acaparamiento de tierras y aguas en los oasis de


la provincia de Mendoza (Argentina) Revista Cardinalis. Nº 19-2º semestre

Article · December 2022

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Robin Larsimont
Complutense University of Madrid
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Revista del Departamento de Geografía. FFyH – UNC – Argentina. ISSN 2346-8734
Año X. Nº 19- 2º semestre 2022 Pp. 152-172
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/cardi/index
Recibido: 29 de septiembre de 2022 - Aceptado: 17 de diciembre de 2022//

Hacia una ecogénesis territorial. Acaparamiento de tierras y aguas en los


oasis de la provincia de Mendoza (Argentina)1

Robin Larsimont2

Traducción de capítulo de libro

INTRODUCCIÓN

En el año 2008, el grupo inmobiliario belga BURCO –ya presente en la Patagonia argentina
desde la década de los 1990– desembarcaba en el Valle de Uco, uno de los varios oasis
irrigados de la provincia semiárida de Mendoza. En las últimas tres décadas, esta provincia,
históricamente conocida por su economía regional vitivinícola, experimentó un proceso
desigual de reestructuración productiva orientado a la producción y exportación de vinos de
alta calidad. Este cambio productivo se presentó como un "El Dorado" para inversionistas
nacionales y extranjeros ávidos de diversificar sus inversiones. BURCO, como muchas
otras empresas, optó por combinar la vinificación de exportación con otras fuentes de
ganancias, como el turismo y los complejos inmobiliarios de lujo. A través de una nueva
filial local, el holding seleccionó el codiciado terroir del distrito de Gualtallary como marca
de distinción para su proyecto exclusivo: un wine-country con una cancha de golf de 800
hectáreas.
Este tipo de maniobras corporativas, respaldadas por autoridades locales y el uso de sutiles
estrategias de marketing, dan cuenta de un complejo modelo de agronegocios que ya
1
Translation from the English language edition: Territorialising Space in Latin America - Processes and
Perceptions by Michael Keith McCall, Brian Napoletano, Andrew Boni Noguez, Tyanif Rico Rodríguez,
Copyright © Springer Nature Switzerland AG 2020. All Rights
Reserved.(https://julac-hkbu.primo.exlibrisgroup.com/discovery/fulldisplay?vid=852JULAC_HKBU:HKBU&
docid=alma991026460660603409&context=L&lang=en). Se agradece la autorización de la editorial y del
autor para su publicación traducida en la Revista Cardinalis
2
Departamento de Geografía. Contrato María Zambrano. Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Correo: roblarsi@ucm.es
convirtió varias zonas rurales de Mendoza en paisajes globales. Ahora bien, detrás de estos
paisajes idílicos subyacen procesos territoriales conflictivos, tácticas de intimidación o de
expropiaciones violentas, y varias familias locales mantienen relaciones tensas con estos
"nuevos vecinos".
Al ejercer un control efectivo sobre la tierra y el agua (en su mayoría subterránea), los
actores corporativos avivaron la dinámica de cercamientos y de mercantilización de
espacios del piedemonte mendocino. Esa necesidad de garantizar la obtención de beneficios
mediante dicho control sobre la tierra y sus recursos remite a lo que Borras et. al (2012)
llaman el "control grabbing", un concepto que movilizaremos en este trabajo a la hora de
analizar procesos territoriales corporativos. En este artículo, en base a nuestro trabajo de
campo3 y el análisis de fuentes secundarias, buscamos desentrañar las relaciones de poder
que sustentan estos acaparamientos de tierras. El marco conceptual que desplegamos sigue
dos propósitos interconectados.
En primer lugar, busca caracterizar la valorización capitalista del Valle de Uco, no sólo
como un espacio de producción sino también de consumo de élite. En este sentido,
demostramos que los procesos materiales, discursivos y simbólicos de apropiación del
espacio por parte de actores corporativos evidencian formas de violencia epistémica y
física. En segundo lugar, esto nos llevará a dar cuenta de la naturaleza no lineal de estos
procesos territoriales. De hecho, en varias ocasiones, los acaparamientos de tierras llegan a
ser negocios arriesgados (Li 2015). Sobre la base de este estudio de caso, argumentamos
que las estrategias empleadas por los inversores para garantizar el acceso a la tierra y el
agua - así como para mantener sus planes de negocios iniciales- pueden encontrar
obstáculos, como cambios políticos, restricciones legales o falta de apertura económica.
Para caracterizar el movimiento de ida y vuelta de estos complejos procesos, distinguimos
fases de territorialización, desterritorialización y reterritorialización.
Una de las principales conclusiones de este trabajo es que, a pesar de los evidentes
impactos a largo plazo del "control grabbing" –como la sobreexplotación de aguas
3
El trabajo de campo se realizó durante varias estancias cortas, principalmente entre 2015-2017. Varias
entrevistas individuales y grupales fueron realizadas con familias y productores locales de Gualtallary, así
como con agrónomos, enólogos, periodistas y responsables políticos. Se consultaron también fuentes de datos
segundarios, en particular flyers, informes empresariales anuales y sitios web, mapas catastrales e informes
periodísticos.

153
subterráneas, la creciente mercantilización de la naturaleza y el despojo cultural– sus
efectos tienden a ser invisibilizados por las estrategias de legitimación desplegadas por los
actores corporativos y las autoridades políticas. En particular, el argumento de la
ecoeficiencia y el deseo de consolidar Mendoza dentro de las regiones vitivinícolas de
renombre internacional siguen conformándose como los principales discursos movilizados
para legitimar nuevas compras de tierras.
Con lo expuesto anteriormente, invitamos el lector a seguir los siguientes pasos: primero,
expondremos nuestras herramientas teórico-metodológicas basándonos en la literatura
sobre el llamado "acaparamiento global de tierras" proponiendo abordar esta problemática
mediante una lente vertical y multidimensional. Para resaltar el carácter dinámico y no
lineal del control grabbing, operacionalizamos la teoría de la ecogénesis territorial
propuesta por Claude Raffestin, geógrafo crítico cuyos aportes teóricos han sido
ampliamente utilizados en América Latina. Segundo, tras una previa contextualización
geohistórica con los oasis como telón de fondo, nos centramos en la reciente expansión de
la frontera agrícola liderada por el Modelo de Agronegocio y sustentada en la explotación
de aguas subterráneas. Tercero, analizaremos las transformaciones territoriales generadas
por la expansión descontrolada del agronegocio en el distrito de Gualtallary, prestando
especial atención al conflictivo proceso de apropiación de tierras de un emblemático
proyecto de wine-country con cancha de golf.

ACAPARAMIENTO DE TIERRAS: UN ENFOQUE TERRITORIAL

Control-grabbing: una lente vertical y multidimensional

Desde la década de los 1990 en adelante, en varias latitudes de la diagonal


árida-sudamericana, el famoso lema de "hacer florecer el desierto" (Reisner 1993) ha
encontrado en el auge de la agroexportación su nueva razón de ser. Varias zonas de
agricultura de oasis tradicionalmente estructuradas en torno a redes de distribución
superficiales de aguas, han experimentado una expansión de sus fronteras agrícolas a través
de la explotación intensiva de sus acuíferos (Lavie et al. 2017; Vos y Marshall 2017;

154
Damonte y Boelens 2019). A través del acceso a fuentes subterráneas y la aplicación
sistemática de tecnologías modernas de riego, inversores nacionales y extranjeros
convirtieron tierras anteriormente tildadas de "secas", "marginales" o "vacías" en fuentes de
ganancias (White et al 2012). En consecuencia, varios oasis se encuentran cada vez más al
servicio de mercados internacionales y, en última instancia, a una dieta global. En estas
tierras secas, los flujos de mercancías ya sean frescas (espárragos, pimientos, aguacate, etc.)
o procesadas (vino, aceite de oliva), dependen de significativos flujos de agua. En el caso
de una capital mundial del vino como Mendoza esta dinámica rural va de la mano con la
puesta en escena y creciente mercantilización del campo para los sectores turísticos e
inmobiliarios. Tales procesos territoriales encubren cómodamente "historias y pueblos
existentes […], y 'crean destructivamente' nuevas socio-naturalezas" (Devine y Ojeda 2017,
p. 606) o, como resalta Gordillo (2014), producen, destruyen y rehacen.

En base a la literatura sobre el llamado "control land grab" (Borras et al. 2012) destacamos
dos puntos de vista epistemológicos a la hora abordar procesos de acaparamiento de tierras
en una zona semiárida como la provincia de Mendoza. El primero aboga por la necesidad
de tener una visión vertical que distinga tres niveles: "[...] el suelo, el subterráneo y el
suelo" (Lefebvre 1991, p. 325). En este esquema, la tierra no sólo se refiere a la
agricultura, sino también al subsuelo y sus recursos (Lefebvre 1991). Si esta visión vertical
sobre la valorización capitalista de la tierra por parte de actores corporativos nos insta a
considerar suelos, características agroclimáticas e incluso paisajes, también invita a hacer
énfasis en el control de las aguas subterráneas (Hoogesteger y Wester 2015). En este
sentido, algunos se refieren al "blue grabbing" para caracterizar "la captación del control
del acceso no sólo del agua en sí, sino también de la capacidad de decidir cómo se utilizará
por quién, cuándo, durante cuánto tiempo y con qué fines– y así controlar los beneficios del
uso" (Franco et al. 2013, p. 1654). Específicamente, siguiendo a Bossenbroek et al. (2017)
destacamos tres procesos distintivos pero estrechamente entrelazados acerca de los
cercamientos de aguas subterráneas (groundwater enclosure): el físico, mediante
cercamientos de tierras, y una frontera más difusa en relación al agua; el tecnológico, que
mantiene oculta el agua en pozos tubulares y redes de riego por goteo; y el discursivo, que

155
remite a nuevos imaginarios agrícolas y del agua relacionaos al riego por goteo y la noción
de eficiencia, la cual es altamente excluyente (Bossenbroek et al. 2017).

Este último proceso conduce a nuestro segundo punto de vista epistemológico, el cual
subraya que los procesos de control grabbing deben entenderse no sólo en un registro
técnico-material sino también discursivo y simbólico. Retomando la idea de que "la
producción crea al consumidor" y la "forma de consumo" (Marx 1963 [1859], p. 343)
entendemos que más allá de la producción de mercancías, las empresas también tienen que
trabajar la forma de consumirlas. En este sentido, las estrategias de marketing (incluido el
greenwashing) son herramientas indispensables para promover una continua búsqueda de
marcas de distinción y singularidad no solo del producto en sí mismo, sino también del
ambiente construido necesario para su producción (viñedos, bodegas y terruños). De hecho,
como mencionó un prestigioso arquitecto de bodegas, el diseño arquitectónico y paisajístico
se conformó para muchas empresas como "un valor agregado", o sea una "seducción visual
con fines comerciales" (Flores 2001, p. 54).

La perspectiva de la ecogénesis territorial

Ha corrido mucha agua bajo el puente de la ecléctica cuestión territorial. En este trabajo,
entendemos el "control grabbing" como el punto de partida de una eco génesis territorial
(Raffestin 1982). Siguiendo a Raffestin, este enfoque conceptualiza los procesos
territoriales de manera relacional y dinámica. No se acota a la dimensión
político-administrativa sino que, al contrario, considera que cualquier grupo de actores
humanos puede producir activamente múltiples formas territoriales. Específicamente,
entendemos el eco génesis territorial como un proceso socio-relacional continuo y
disputado, estrechamente dependiente de relaciones de poder y arreglos escalares. Como
enfoque reversible fomenta el desciframiento de procesos de
territorialización-territorialización-Reterritorialización (TDR) de un determinado grupo de
actores humanos, en nuestro caso, empresas. Incrustado en una compleja ontología
socionatural, se considera también que la conformación de los ecosistemas creados

156
mediante T-D-R se realiza mediante procesos de domesticación y simulación (Raffestin
1997, 2012). Mientras la domesticación remite al proceso de transformación que opera
sobre la escala espacial y temporal de la naturaleza producida (Raffestin 2012), la
simulación alude a "una exploración algorítmica que genera imágenes y modelos que
inventan 'naturalezas' cuyas escalas se eligen de acuerdo con una utilidad deseada"
(Raffestin 1997, p. 98). Las prácticas y los conocimientos técnico-científicos, como
veremos, son fuerzas impulsoras de esta remodelación.

Islas verdes en medio del desierto

Los principales ríos en la provincia de Mendoza se originan en la Cordillera de los Andes y


fueron desviados para alimentar tres oasis desarrollados en los piedemontes (Fig. 1). Si bien
estos oasis fueron irrigados desde tiempos remotos4, a finales del siglo XIX hubo una
significativa revolución en el uso de la tierra con la llegada del ferrocarril y una masiva ola
de migración mediterránea. En ese momento, el gobierno y la élite provincial empujaron
una misión hidráulica financiando la expansión de un sistema de distribución superficial de
agua para riego. Esta enorme infraestructura hidráulica se conformó como el pilar de un
modelo histórico5vitivinícola, y hortofrutícolas. Este modelo, impulsado por el crecimiento
del consumo interno de vino de mesa de baja calidad "durará un siglo” antes de entrar en
total colapso en 1980 (Stein y Mateu 2018, p. 291). Desde fines de esta década empresas
grandes y fuertemente capitalizadas iniciaron un proceso de reconversión de la industria
vitivinícola argentina (Stein y Mateu 2018).

4
En esta tierra árida, con precipitaciones anuales de 200-350 mm que no permiten la agricultura de secano
(Lavie et al. 2017), el control del agua se volvió esencial para la subsistencia de estos ecosistemas creados y
domesticados.
5
La economía de los oasis se modificó gradualmente a partir del desarrollo de una actividad de engorde de
ganado dependiente de la producción de alfalfa regada y complementada por la producción de vinos y cultivos
de subsistencia. La misión hidráulica se hizo de la mano de un proceso de mercantilización de la tierra y del
agua que dio lugar al despojo de grupos nativos y campesinos de sus tradicionales derechos sobre la tierra y el
agua (Martin 2019).

157
Fig. 1 La Provincia de Mendoza y sus oasis

La conquista del piedemonte por el agronegocio

En el curso de los 1990, a medida que los oasis mendocinos despertaban el interés de
inversores transnacionales, el proceso de reestructuración comenzaba a revelar sus
consecuencias espaciales: mientras se abandonaban algunas áreas de cultivos otras se
expandían (Lavie et al. 2017). En particular, en un contexto de escasa regulación de las
aguas subterráneas, esa expansión de la frontera agrícola fue posible gracias a la

158
explotación intensiva de acuíferos. Liderada principalmente por proyectos intensivos de
gran escala y orientados en parte a la exportación, esta conquista de los piedemontes
involucró no solo al sector vitivinícola de alta calidad, sino también a la producción de
frutas, nueces, hortalizas y aceite de oliva. Las llamadas "tierras marginales" de las áreas
periféricas de los oasis se encontraban en la mira de empresas, contempladas esta vez como
altamente rentables (Martin 2019). Con el acceso a las aguas subterráneas, los actores
corporativos se desconectaron e independizaron del complejo sistema de riego superficial al
poder regar sus campos a su antojo. Los sistemas de riego presurizado facilitaron aún más
este proceso, ya que los suelos arenosos de tierras inclinadas del piedemonte no hubieran
podido ser puestos en producción sin dicha tecnología (Hoogesteger y Wester 2015). En
particular, el riego por goteo se utilizó no sólo para superar las limitaciones físicas en esta
conquista de nuevos espacios de producción, sino también para optimizar el rendimiento
agrícola, garantizando criterios de calidad y cantidad. Muchos grupos empresariales en
búsqueda de diversificar sus actividades o encontrar estabilidad frente a las turbulencias de
los mercados financieros, optaron por combinar la producción de vino de exportación con
otras fuentes de ganancias como el turismo y el desarrollo de complejos inmobiliarios de
lujo. Estas dinámicas rurales y estos procesos de reestructuración se dieron en todos los
oasis pero cobraron especial relevancia en el caso del Valle de Uco (Fig. 2). En las últimas
décadas, este oasis se ha convertido en el equivalente argentino del Napa Valley
californiano. En la siguiente sección describimos transformaciones territoriales generadas
como consecuencia de la expansión descontrolada del agronegocio en el distrito de
Gualtallary.

159
Fig. 2 La expansión de la frontera agrícola en el Valle de Uco

Vino, golf y violencia: Gualtallary como paisaje global

Gualtallary es un distrito y una zona vinícola de altura (aprox.1500 m) situado dentro del

160
departamento de Tupungato en el Valle de Uco (Fig. 2). A fines del siglo XIX, en las tierras
altas del piedemonte tupungatino aún predominaba la ganadería extensiva basada en
grandes latifundios y dedicada a la comercialización a Chile. Después de un proceso de
subasta, las tierras bajas fueron altamente fragmentadas a mediados del siglo XX. Estas
tierras, "divididas solo por palabra, y no por papeles" como recuerda un productor local,
fueron adquiridas por fruticultores de mediana escala (principalmente de origen
mediterráneos) y algunas familias campesinas locales dedicadas a la cría de ganado y
caballos. Como los productores dependían del riego, organizaron la distribución del agua de
una manera que "nadie robaba el agua". Pero "cuando empezaron a tener más plantaciones
se tuvo que poner a turno", e intervino la Departamento General de Irrigación (DGI)
registrando 50 ha.
A finales de la década de los 1980, se produjo un cambio importante en Gualtallary. Todo
comenzó en 1989, cuando Nicolás Catena Zapata, bodeguero sobreviviente de la crisis
(Stein y Mateu 2018) compró una pequeña parcela buscando “altura, frescura y estar cerca
de la montaña, pensando en tener finalmente vinos más frescos, [...] con más acidez", tal
como explica un enólogo local. En ese momento, como recuerda un fruticultor, la tierra
"tenía muy poco valor. [...] debe haber sido [...] un valor de 300 dólares cosa así la hectárea
y se ve que el estudio le dio ¡que sí!”. De hecho, la llegada de este empresario a la zona
desencadenó el boom del vino de Gualtallary. En primer lugar, llamó la atención del
político-empresario y oriundo de Tupungato, J.L. Manzano (ex ministro del gobierno
neoliberal de Menem), quien rápidamente se convirtió en un nuevo terrateniente con visión
especulativa. Esto rápidamente despertó el interés de otras empresas para comprar en este
distrito. Como recordó un lugareño "parecía que todo el mundo quería irse para arriba [...]
los que habíamos estado 40 años produciendo en Gualtallary dijimos, estos son locos, ¡que
vengan y pongan la plata!". De hecho, en pocos años –a medida que la fruticultura se volvía
menos rentable– proliferaron nuevos viñedos y bodegas en la zona (como la francesa
Doutre y Chandon, la chilena Doña Paula, la catalana Freixenet, y las argentinas Zuccardi,
Zorzal y Altus, entre otras). También aparecieron complejos enoturísticos e inmobiliarios
como Huentala Wine, pero sobre todo el proyecto belga Tupungato Winelands de BURCO,
sobre el cual nos centraremos más adelante (Fig. 3).

161
Fig. 3 Compra de tierras en el distrito de Gualtallary

Fuente: Elaboración propia

El proceso de territorialización por parte de actores corporativos ha dado lugar a nuevos


patrones de uso de la tierra. Mientras siguen dominando formas funcionales y repetitivas
–en particular esa lógica de la cuadrícula al servicio de una estructuración voluntarista del
espacio–, algunos proyectos turísticos optaron por más libertad a la hora de diseñar el
paisaje. Al mismo tiempo, este proceso de control grabbing exacerba fuertemente el
carácter físico y concreto de la tierra, dando centralidad a la propiedad privada. Al contrario
de ciertos productores locales que tendían a trabajar la tierra independientemente de su
estatus legal, las empresas del agronegocio buscan principalmente poseer tierras como
propiedad privada (Martin 2019). Mientras algunos habitantes y productores intentaron
adaptarse a este nuevo mecanismo de legitimación de la tenencia, para otros era demasiado
tarde.

Los actores corporativos movilizan marcadores espaciales que materializan y simbolizan la


seguridad de la tenencia de la tierra. Un lugareño recordaba un conflicto que tuvo con la

162
empresa Freixenet después de que uno de sus caballos rompiera sus rústicas vallas para
aventurarse en los viñedos de la empresa. Hasta ese día su nuevo vecino no se había
acercado nunca a conocerle. Sin éxito, trató de recordarles que Gualtallary era
anteriormente un lugar de cría de ganado. Sin embargo, "como extranjeros llamaron la
policía al toque". Como en otros casos de "colonialismo de los inversores, [...] el espacio y
sus animales fueron repentinamente controlados mediante alambre de púas" (Netz 2009, p.
16). Se desplegaron también otros marcadores y medios para controlar o disuadir la
intrusión como carteles "PROPIEDAD PRIVADA: NO ENTRAR" o mediante guardias de
seguridad, perros y videovigilancia. La operacionalización de estas tecnologías de poder
exacerbó claramente el proceso de cercamientos mercantilistas del paisaje rural. Además,
impulsado por la explotación intensiva de acuíferos, este proceso de territorialización
genera en paralelo el cercamiento de aguas subterráneas (Bossenbroek et al. 2017). En estos
nuevos recintos, el agua fluye silenciosamente y de manera oculta a través del riego por
goteo o –como se informa en un folleto comercial– resurge a través de aspersores para
regar "el campo de golf que se extiende como una alfombra verde en armonía con la
vegetación natural" [folleto promocional TWL].

En base a lo anterior, podemos decir que Gualtallary se ha transformado en menos de dos


décadas en un paisaje global (Woods 2007). Si bien se constituyó como un foco de una
fuerte concentración corporativa y atracción turística, refleja también la creciente
polarización social y la precariedad laboral. Como explicaba un ingeniero que trabaja en
un proyecto transnacional de la zona: "“hoy Gualtallary está muy reconocido mundialmente
por sus vinos [...]. Mucho tiene que ver con el suelo pero a su vez la combinación de la
altura, la temperatura y la gente que trabaja acá hace un lugar muy particular.”. Esta
reputación condujo definitivamente a un fuerte aumento en los precios de la tierra, tal y
como recordó ese mismo ingeniero: "Cuando estas personas [empresas] compraron, valía
500 dólares la hectárea. Hoy [en 2016] en Gualtallary, una hectárea con derechos de riego
vale US$20.000 [...] y con viñedos 60.000 dólares".

Por su parte, una periodista local resaltaba la "brecha del paisaje” de Gualtallary. Como
mencionaba, "Tenés así la contracara, recorres ahí y te choca digamos, te salta a la vista, ahí

163
no más, la pobreza, el hacinamiento y del otro lado tenés a estos vecinos [corporativos]".
De hecho, además de la difícil situación de los fruticultores locales, la fiebre por la tierra
aumentó junto con la proliferación de asentamientos informales. Si la llegada de estos
nuevos colonos (principalmente trabajadores agrícolas locales o migrantes desfavorecidos)
sirvió para algunas empresas como ejército de reserva de mano de obra barata, también
fueron el origen de cierta tensión con familias locales. Ahora bien, los actores corporativos
parecen saber manejar estos conflictos internos en su beneficio. Como recuerda la
periodista, "esta zona siempre ha sido con muchos litigios de papeles [...]. Hay
superposición de títulos que en realidad no se sabe bien de quien son". Además, varias
reclamaciones de derechos de propiedad de actores locales han sido pasadas por alto por las
autoridades gubernamentales. Como lamentaba un colono: “Somos gente tranquila, pero
que nos dejan vivir” [...] “dicen que somos indios, nosotros somos gente de acá, gente del
lugar6”. Las autoridades locales han desempeñado definitivamente un papel clave a la hora
de facilitar –directamente o no– la mercantilización de estas tierras al abarcar confusas
propiedades como tierras fiscales.

Para ilustrar esta complicidad estatal-corporativa cabe mencionar las presiones recibidas
por una familia local para transformar su parcela alargada de una hectárea en una pista de
aterrizaje para potenciales clientes V.I.P de la zona (Fig. 3). El proyecto de construir un
pequeño aeropuerto privado surgió de una iniciativa del ex-alcalde de Tupungato, una
asociación de pilotos, y algunos nuevos empresarios, entre otros un "pez gordo" como J.L.
Manzano. La familia se enteró en la prensa de que sus tierras habían sido seleccionadas
como ubicación óptima para este proyecto de pista de aterrizaje. Mientras el ex-alcalde
declaraba públicamente estar: "resolviendo algunas cuestiones sobre la documentación de
la propiedad, para firmar definitivamente los papeles de compra" (Manoni 2011), la familia
recibía la visita de testaferros de Manzano con una propuesta de venta. Por su parte el
vecino colindante Freixenet ya había ofrecido parte de su propiedad para instalar los
hangares y otras infraestructuras necesarias. Después de haber rechazado firmemente las
ofertas, la parcela familiar se vio extrañamente afectada por una maniobra de riego y
6
El término Indio se entiende aquí de manera peyorativa, refiriéndose a personas indígenas nativas o
trabajadores migrantes de países limítrofes.

164
comenzó a recibir menos agua de la que necesitaban sus árboles frutales. Finalmente,
después de haber decidido marcar la posesión ocupando permanentemente sus tierras, la
familia se sorprendió al enterarse de que el proyecto había desaparecido de la agenda
política inmediata.

Sin profundizar en las múltiples causas de este receso, este caso nos recuerda algo
importante respecto a la territorialización de actores corporativos. El control grabbing no
siempre es un proceso libre de preocupaciones, ya que las empresas pueden enfrentar
dificultades, obstáculos y estancamiento. Por supuesto, tenemos que mencionar las
habituales restricciones político-económicas inherentes a "la economía de éxito o fracaso de
Argentina", donde "los inversores tienen que estar dispuestos a superar los altibajos"
(Carter 2014, p.1). Pero también cabe mencionar la implementación de una restricción legal
y administrativa que prohibió a partir de 2011, perforar nuevos pozos en el Valle de Uco
debido a la sobreexplotación de sus acuíferos. Como declaró un ingeniero la zona “tiene
una oferta absolutamente inelástica porque no hay más agua en Gualtallary, ya no se puede
plantar más, ¡ciao! ¡se cerró!". Con el fin de profundizar en los vaivenes de estos procesos
presentamos a continuación la apropiación territorial conflictiva e intermitente de un
emblemático proyecto.

La territorialización incompleta de BURCO

En 2008, el CEO de la filial latinoamericana del grupo BURCO inauguró en Gualtallary su


nuevo proyecto Tupungato Winelands (TWL). La estrategia parecía sencilla, como
recordaba irónicamente uno de sus directivos, "se compran dos mil, cinco mil, diez mil,
veinte mil hectáreas, se hacen caminos, se construye una bonita casa, y se espera que un
millonario americano, argentino, español o belga quiera comprar una propiedad en América
Latina, en Argentina". En un folleto promocional, presentaban la tierra adquirida como un
"desierto repleto de ríos subterráneos de agua dulce” que iba a transformarse en “un oasis
donde la naturaleza se despliega resguardando el potencial de un verdadero tesoro” [folleto
promocional]. Efectivamente, al perforar numerosos pozos, este tesoro les permitió
proporcionar "un estilo de vida para aquellos dispuestos a disfrutar del placer de la vida

165
contemporánea" [folleto promocional]. Con más de 800 hectáreas, el proyecto combinaba
un viñedo supervisado por un enólogo de renombre internacional, residencias privadas, un
hotel, un club de polo y un campo de golf. En uno de sus informes comerciales se puede
leer que "a pesar del estallido de la crisis económica y financiera mundial [2008] nuestra
empresa ha disfrutado de un excelente lanzamiento comercial de su nuevo proyecto de
Wine Country Club Tupungato Winelands" (BCE 2009, p.36). Recordando la espectacular
inauguración "con presencia de celebridades, globos y avionetas", un vecino comentaba
irónicamente: "Rápidamente nos dimos cuenta de que íbamos a quedarnos fuera de este
proyecto".

Para otra conocida familia campesina de Gualtallary, esta noticia fue el comienzo de una
pesadilla. Como suele ser a menudo el caso, se dieron cuenta demasiado tarde de sus tierras
ya habían sido "medidas/estudiadas y –formalmente– expropiadas" (Martin 2019, p. 2).
Primero vinieron testaferros usando diferentes nombres de empresas y argumentando que
ya habían comprado la tierra. Luego, la familia se enteró "en los periódicos de que hubo
una negociación con el alcalde de Tupungato en un hotel de Buenos Aires" (ver Gómez
2008). Finalmente, un día "apareció gente cerrando el campo con una valla perimetral, y
sabíamos que si lo cerraban tomarían posesión del terreno". A partir de este momento “esto
fue una guerra para nosotros [...] entre nosotros y ellos, y, obvio, ellos tienen dinero, poder
político; ¿quién nos iba a escuchar a nosotros?”. Lo anterior, desencadenó un
enfrentamiento violento y una intimidación mediante la utilización de armas hasta el
momento en que la abuela de la familia decidió renunciar alegando que "no hay tierra que
valga la vida de un hijo". Años más tarde, desde una colina y detrás de una valla,
contemplando este paisaje corporativo domesticado y simulado –donde según el folleto era
"posible vivir el proceso de alquimia interactuando con la naturaleza"– su hija lamentaba :
"una cosa es transformar la naturaleza, otra es destrozarla" (Fig. 4).

166
Fig. 4 Proyecto Tupungato Winelands

Desde entonces, aunque las tensiones se atenuaron, este acontecimiento –tabú para
algunos– permanece en la memoria colectiva de Gualtallary. Pasaron los años y la
reputación de TWL no mejoró, todo lo contrario. La empresa trató -con el pretexto de
responsabilidad social corporativa- desplazar detrás de una colina a colonos informales
instalados alrededor del proyecto, ya que como ironizaba uno de ellos "visual y
turísticamente no está bien". Recordando que dicha empresa era a su vez conocida por sus
recurrentes y masivos despidos, un maestro de escuela explicaba cómo la empresa
explotaba a uno de sus alumnos que trabajaba en el hotel: "quería hacer una reclamación,
una queja, pero no había forma legal para hacerlo". Dudando de la rentabilidad del
proyecto, este maestro acertaba al preguntarse si "¿se recuperará el capital?"

En el año 2017, "cansado" por las escasas ventas de fincas privadas, el CEO decidió vender
el complejo a BD Promotores, otro grupo transnacional de mala fama. Esta maniobra
corporativa dio lugar a un proceso desterritorialización y otro de reterritorialización
(Raffestin 2012). Innegablemente, una empresa como BURCO, por su respaldo financiero,
puede llevar a cabo estrategias flexibles a escala regional o mundial cerrando el flujo de

167
inversión en un determinado lugar y abriéndolo en otro. Así, mientras la empresa se
desterritorializaba en Mendoza, se reterritorializaba desarrollando nuevos proyectos en el
Cono Sur, principalmente en la Patagonia. Empero en Gualtallary, parafraseando a
Raffestin (1982, p. 169), "el retorno al baldío [friche] revela el cese de la producción
territorial", la domesticación se interrumpía, al menos por un tiempo. Al parecer, el
ambiente construido y parcialmente abandonado por BURCO, está todavía a la espera de
ser reactivado. De hecho, a pesar de una nueva ola de simulación para "reinventar" el
proyecto (con una inversión de 40 millones de dólares y una nueva bodega biodinámica), el
proceso de reterritorialización de BD Promotores parece permanecer en un estado
publicitario. Recientemente, un miembro de la familia expropiada -que hasta entonces no
podía acercarse a su vecino corporativo por orden judicial- decidió subir la colina cercana.
Al llegar a la cima, pudo observar que –excepto el viñedo- – el resto del recinto estaba
abandonado y fuera de control. La entrada ya no estaba asegurada, sino más bien dañada y
vandalizada con graffitis. El pequeño asentamiento informal había crecido hasta llegar a los
greens ahora secos del campo de golf. Contemplando los “escombros del progreso”
(Gordillo 2014) y sabiendo que en el fondo las raíces del problema seguían sin resolverse,
susurró "¿Para qué?"

Sobre la (in)visibilidad de un paisaje global

Este trabajo contribuye al debate actual sobre el acaparamiento de tierras y de aguas


explorando, a través de una lente territorial, el caso del Valle de Uco (Mendoza,
Argentina), y en particular las secuelas de una ola de inversiones en tierras en el distrito de
Gualtallary. Nuestro marco teórico buscó proporcionar mediante una visión vertical y
multidimensional una comprensión más profunda del complejo nexo agua-tierra, así cómo
de los movimientos de vaivenes intrínsecos a la dinámica contemporánea de control
grabbing en tierras secas. En este estudio de caso, revelamos que la eco-génesis territorial
corporativa da lugar a procesos progresivos y regresivos de TDR mediante la
domesticación y la simulación. Según sus narrativas, pareciera que los nuevos actores
corporativos "empezaron de cero" al tildar estas tierras de alto potencial como
"desaprovechadas" o al enorgullecerse de su hazaña de conquistar este desierto (ver

168
también Pastor et al. 2020). Sutiles narrativas modernizadoras fueron desplegadas por los
actores privados y estatales para justificar estos procesos de toma de control. Ahora bien,
este argumento de la eco-eficiencia que remite esencialmente al uso de tecnología de riego
de última generación y a la práctica de la agricultura de precisión, más allá de simular una
relación armoniosa capital-naturaleza, desacredita también prácticas tradicionales. Además,
en un contexto de estrés hídrico, el estado (incluida la autoridad local del agua) juega un
doble juego. Si bien impone restricciones en cuanto al acceso al agua de riego, moviliza
estas poderosas eco-narrativas para legitimar nuevas compras de tierras argumentando que
hay espacio suficiente para proyectos modernos. A su vez, debido a la determinación
política de transformar (y por cierto simular) Mendoza como una de las mejores regiones
vitivinícolas del mundo, la ecogénesis territorial corporativa se ve respaldada por
intermediarios políticos o facilitadores, quienes ven estas inversiones como potenciales
focos de desarrollo. Como tal, la complicidad estatal-corporativa contribuyó a la
reinvención de un paisaje rural estandarizado y banalizado, y en definitiva adaptado a
gustos y tendencias globales. Mientras tanto, las reivindicaciones para asegurar derechos
de propiedad a los actores locales son a menudo desatendidas y los conflictos rurales -como
aquellos que describimos- se vuelven invisibles, incluso silenciados. Este estudio de caso
da cuenta de la violencia inherente a estos procesos territoriales y de cómo esta violencia
toma muchas formas. Se ejerce físicamente mediante la dominación por cercados y
monitoreo de la tierra, incluso por amenazas directas. Pero una violencia epistémica
(Devine y Ojeda 2017) también se ejerce cuando los actores estatales y corporativos
reinventan el paisaje rural mediante la simulación, encubriendo prácticas e historias locales.
Retomando a Lefebvre, estas maniobras corporativas sacrifican claramente "el porvenir en
provecho de intereses inmediatos mientras arruina[n] el presente en nombre de un futuro
programado y sin embargo incierto" (Lefebvre 1991: 336). Ahora bien ¿quién se preocupa
por las huellas de la temporalidad especulativa del capital en este paisaje y sus memorias?

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