Cómo aplicar los 8 pasos del modelo de Kotter
Cómo aplicar los 8 pasos del modelo de Kotter
Cómo aplicar los 8 pasos del modelo de Kotter
En los últimos años hemos sido testigos de una de las más importantes
transformaciones en las dinámicas de trabajo. La lección es que no
prepararse para el cambio y para la adaptación a nuevos climas de negocios
puede llevar al fracaso.
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¿Cuántos empleados trabajan en la empresa?
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Ahora que sabes porqué este modelo es tan importante y las ventajas que
tiene su fórmula general, es momento de que veamos cuáles pasos
componen la propuesta de Kotter y cómo la puedes implementar en un
escenario real.
2. Crea coaliciones.
Para lograr el cambio en una empresa es fundamental que los líderes creen
coaliciones entre departamentos o en las mesas directivas para impulsar las
transformaciones. Esto ayudará a generar una mejor estrategia y a sumar,
en lugar de restar trabajo.
Mientras más miembros fuertes del equipo estén de tu lado, más confianza
generarás entre los empleados y estos terminarán sumándose a tu causa. Tu
experiencia, credibilidad y liderazgo son las mejores herramientas para
cumplir satisfactoriamente con este cambio.
Imaginables
Deseables
Realizables
Flexibles
Comunicables
Para generar el cambio no basta con diseñar objetivos fijos. Por el contrario,
debes contagiar tu visión para que sea adoptada por todos los miembros del
colectivo. Así, no sólo les dirás qué hacer, sino por qué es importante
hacerlo.
Por otro lado, es necesario que también tengas un plan real, ya que una
visión puede ser demasiado utópica. Para ello, es fundamental contar con
una buena estrategia. Los pasos que debes seguir de acuerdo con este
método para definir tu visión y objetivo son:
Naturalmente delegar tareas puede ser difícil para los líderes. Por ello, es
importante asegurarse de que los trabajadores desempeñarán su trabajo de
modo correcto. Para lograrlo Kotter recomienda:
3. Ofrecer capacitación para que los responsables puedan cumplir con sus
tareas.
De acuerdo con este modelo deberás seguir los 8 pasos que revisamos
anteriormente. Aquí te compartimos este proceso aplicado a la tan necesaria
transformación digital:
La rápida transformación del mercado puede ser una gran preocupación para
los líderes empresariales. Si la competencia ha comenzado a elevar sus
ventas y tu compañía se ha quedado atrás, es posible que haga falta
incorporar tecnologías que reduzcan tus costos y que te permitan mejorar la
calidad de los productos.
Una vez que has detectado que el cambio es necesario, valdrá la pena que
compartas tus inquietudes con los demás líderes de la empresa. Si en el
departamento de recursos humanos hace falta un sistema que eficiente los
procesos de contratación y en el área de producción sería muy funcional un
software para la gestión de calidad, puedes crear coaliciones con ellos para
que tu inquietud sea escuchada.
Una vez que estos líderes contagien el entusiasmo por el cambio con los
miembros de su equipo, se creará un sentimiento de motivación por
aprender e integrar estos sistemas en sus operaciones.
Asimismo, puedes hablar con las mesas directivas y con los inversores para
comentar las ventajas productivas que pueden tener diferentes plataformas
para gestionar las tareas de la empresa.
3. Cuenta con un equipo de atención que pueda resolver las dudas de los
trabajadores.
El cambio tecnológico es uno de los grandes retos a los que hoy en día se
enfrentan todas las empresas y esta necesidad de transformación no va a
aminorar con el tiempo. Si no logras afianzar el cambio, es muy probable que
los trabajadores no abandonen sus hábitos previos y rechacen con el tiempo
los nuevos métodos de trabajo.
Del mismo modo, será necesario que tus canales de comunicación giren en
torno a la mensajería instantánea, las videollamadas o que incluso dispongas
de una plataforma intraempresarial. Esto hará que con el tiempo tus nuevos
empleados tengan que poseer conocimientos informáticos y que lentamente
esto forme parte de la esencia de tu empresa.
Pero mientras mejoran su capacidad de liderar, las empresas deberían recordar que un
liderazgo fuerte con una directiva débil no es mejor, y en ocasiones puede llegar a ser
pero, que lo contrario. El verdadero reto pasa por combinar un liderazgo fuerte con una
gestión fuerte y conseguir que ambos se equilibren entre sí.
Por supuesto, no todo el mundo puede ser bueno como líder y como director. Algunas
personas tienen la capacidad de llegar a ser extraordinarios gestores, pero nunca será
líderes fuertes. Otras tienen un gran potencial de liderazgo, pero, por una serie de
razones, tienen dificultades en convertirse en gestores eficientes. Las empresas
inteligentes valoran a los dos tipos de personas, y se esfuerzan para conseguir que se
integren en su equipo.
El liderazgo, por el contrario, se ocupa del cambio. Uno de los motivos por los que el
liderazgo ha adquirido importancia en los últimos años tiene que ver con que el mundo
empresarial se ha hecho más competitivo y más volátil. Los cambios tecnológicos
rápidos, la mayor competencia internacional, la liberalización de los mercados, la
saturación de los sectores intensivos en capital, un cártel petrolífero inestable, los
tiburones financieros armados con bonos basura y la demografía cambiante de la
fuerza laboral se encuentran entre los numerosos factores que han contribuido a este
cambio. El resultado neto es que hacer lo que se hacía en el pasado, o hacerlo un 5%
mejor, ya no sirve para conseguir el éxito. Cada vez son necesarios cambios
fundamentales para sobrevivir y competir con eficacia en este nuevo entorno.
Estas dos funciones tan diferentes –ocuparse de la dificultad y ocuparse del cambio-
determinan las actividades características de la gestión y el liderazgo. Cada método de
acción tiene que decidir lo que se ha de hacer, crear redes de personas y relaciones
que puedan llevar a cabo un programa y después tratar de que esas personas hagan
realmente el trabajo. Pero cada uno realiza estas tres tareas de forma diferente.
Por último, la gestión asegura la realización del plan mediante el control y la resolución
de problemas: comparando con cierto detalle los resultados con el plan original, tanto
formal como informalmente, mediante informes, reuniones y demás instrumentos;
analizando las desviaciones; y después planificando y organizando para resolver los
problemas. En el caso del liderazgo, para alcanzar la visión hace falta motivación e
inspiración: consiguiendo que las personas avancen en la dirección adecuada, a pesar
de los grandes obstáculos que dificulten el cambio, apelando a las necesidades,
emociones y valores humanos básicos, que tantas veces se desaprovechan.
Un examen más a fondo de cada una de estas actividades servirá para aclarar las
aptitudes que necesitan los líderes.
Fijar la orientación nunca es lo mismo que planificar, ni siquiera a largo plazo, aunque e
frecuente que se confundan las dos cosas. Planificar es un proceso de gestión, de
naturaleza deductiva, que está diseñado para obtener unos resultados esperados, no
un cambio. Fijar una orientación es un proceso más inductivo. Los líderes reúnen una
amplia gama de datos, y buscan pautas, relaciones y vínculos que ayuden a explicar
las cosas. Lo que es más, la fijación de la orientación en el ámbito del liderazgo no da
lugar a planes; crea visiones y estrategias que describen a la empresa, la tecnología o
la cultura empresarial en términos de lo que debería ser a largo plazo y articula una
forma factible de conseguir ese objetivo.
La mayoría de los debates sobre la visión tienden a degenerar hacia la mística. LO que
se quiere dar a entender es que la visión es algo misterioso, que los simples mortales,
aunque tengan talento, nunca pueden esperar tener. No obstante, avanzar por la buena
dirección empresarial no es algo mágico. Es un proceso difícil, en ocasiones agotador,
de recogida y análisis de información. Las personas que articulan estas visiones no son
magos, sino pensadores estratégicos de aspectos generales, que está dispuestos a
correr riesgos.
Tampoco hace falta que las visiones o las estrategias sean innovaciones brillantes; de
hecho, algunas de las mejores no lo son. Las visiones empresariales eficaces suelen
tener características casi tópicas; es frecuente que se trate de ideas trilladas. La
articulación concreta o su ordenación de las ideas puede ser nueva, pero en ciertos
casos, ni siquiera es así.
Por ejemplo, cuando el consejero delegado Jan Carlzon plasmó su visión para hacer de
Scandinavian Airlines (SAS) la mejor línea aérea del mundo para el viajero que se
desplazaba con frecuencia por trabajo, no estaba diciendo nada que no supiese nadie
que trabajase en el sector de las líneas aéreas. Los pasajeros por motivos de trabajo
viajan con más frecuencia que los pertenecientes a cualquier otro segmento de
mercado, y normalmente están dispuestos a pagar mayores tarifas De modo que
centrarse en los clientes de empresa ofrece a una línea aérea la oportunidad de
obtener unos márgenes más elevados, un volumen constante consciente de negocio y
un considerable crecimiento.
No obstante, en un sector más conocido por su burocracia que por la visión, ninguna
empresa había combinado estas ideas ni las había puesto en práctica. SAS lo hizo, y
funcionó.
Lo más importante sobre una visión no es una originalidad, sino lo adecuada que
resulte a los intereses de los principales grupos a los que dirige –clientes, accionistas,
empleados – y la facilidad con la que se pueda convertir en una estrategia competitiva
realista. Las visiones deficientes suelen pasar por alto las necesidades y los derechos
legítimos de importantes grupos de implicados, favoreciendo, por ejemplo, a los
empleados sobre los clientes o los accionistas. O son insensatas en el plano
estratégico. Cuando una empresa que nunca ha sido mejor que un mal competidor
empieza a hablar de convertirse en el número uno del sector, eso es un sueño
imposible, no una visión.
Uno de los errores más frecuentes que las empresas excesivamente gestionadas y
deficientemente lideradas suelen cometer es el de adoptar la “planificación a largo
plazo” como la panacea para su falta de dirección y su incapacidad de adaptación a un
entorno empresarial cada vez más competitivo y dinámico. Pero este enfoque
malinterpreta la naturaleza del proceso de fijación de la orientación, y nunca funciona.
La planificación a largo plazo siempre exige mucho tiempo. Y siempre que ocurre algo
inesperado, es necesario rehacer los planes. En un entorno empresarial dinámico, lo
inesperado se convierte frecuentemente en la norma, y la planificación a largo plazo se
puede convertir en una actividad terriblemente engorrosa. Éste es el motivo por el cual
la mayoría de las empresas que tienen éxito limitan el marco temporal de sus
actividades de planificación. De hecho, algunas incluso consideran que los términos
“planificación y a largo plazo” son una contradicción.
En una empresa sin orientación, hasta la planificación a corto plazo se puede convertir
en un agujero negro capaz de absorber una cantidad infinita de tiempo y energía. Sin
visión y sin estrategia que impongan límites al proceso de planificación, o que lo guíen,
cualquier eventualidad se hace merecedora de un plan. En estas circunstancias, la
planificación de contingencias puede prolongarse hasta el infinito, robando dinero y
atención a actividades más importantes, y sin ni siquiera proporcionar la sensación
clara de dirección que todas las empresas necesitan desesperadamente. Después de
un tiempo, los directivos acaban desarrollando un sentimiento de cinismo hacia todo
esto, y el proceso de planificación puede degenerar en un juego extraordinariamente
politizado.
Los directivos “organizan” para crear sistemas humanos que puedan poner en práctica
planes tan precisa y eficazmente como sea posible. Para conseguirlo, lo normal es que
haya que adoptar una serie de decisiones potencialmente complejas. La empresa debe
definir una estructura de los puestos de trabajo y las relaciones de dependencia;
dotarla con las personas adecuadas para esos puestos; facilitar formación a los que la
necesiten; comunicar los planes a la fuerza laboral; y decidir cuánta autoridad se va a
delegar y a quién. También es necesario crear incentivos para llevar a cabo el plan, así
como sistemas para controlar su ejecución. Estas valoraciones de la organización son
muy similares a las decisiones arquitectónicas. Es una cuestión de encaje en un
contexto determinado.
Tratar de conseguir que las personas comprendan una visión de un futuro alternativo
es también un desafío de comunicación de una magnitud completamente diferente de
la de organizarlas para que realicen un plan a corto plazo. Es muy parecido a la
diferencia que existe entre un entrenador de fútbol explicando las dos o tres jugadas
siguientes y sus explicaciones sobre un enfoque totalmente nuevo de juego que se va a
aplicar durante la segunda mitad de la temporada.
N quiere decir que porque los mensajes, transmitidos con muchas palabras o con unos
pocos símbolos cuidadosamente elegidos, hayan sido entendidos sean aceptados
automáticamente. Otro desafío importante en los esfuerzos de liderazgo es el de la
credibilidad: conseguir que las personas se crean el mensaje. Hay muchos factores que
influyen en la credibilidad; el historial de la persona que lanza el mensaje, el contendió
del mensaje, la reputación de integridad y fiabilidad del comunicador y la coherencia
entre las palabras y los hechos.
Por algunas de las mismas razones por las que el control es tan importante para la
gestión, un comportamiento muy motivado o genial es prácticamente irrelevante. Los
procesos de gestión deben de ser tan seguros y exentos d riesgo como sean posibles.
Esto significa que no pueden depender de algo que sea infrecuente o difícil de lograr.
El objetivo de los sistemas y estructuras consiste en ayudar a las personas normales,
que se comportan de forma normal, a completar sus trabajos ordinarios con buenos
resultados, días tras días. No es excitante ni atractivo. Pero en eso consiste la gestión.
Los buenos líderes motivan a las personas de muchas maneras. En primer lugar,
siempre articulan la visión de la organización de forma que acentúe los valores de la
audiencia a la que se dirigen. Esto hace que el trabajo sea importante para esas
personas. Los líderes también implican a las personas en la decisión sobre la forma de
llevar a cabo la visión de la organización (o en la parte más relevante para una persona
determinada). Esto les da sensación de control. Otra importante técnica de motivación
consiste en apoyar los esfuerzos de los empleados para poner en práctica la visión,
ofreciéndoles formación, información y sirviendo de modelo, con lo que se ayuda a las
personas a desarrollarse profesionalmente y a mejorar su autoestima. Por último, los
buenos líderes aprecian y recompensan el éxito, lo que no sólo da a las personas una
sensación de éxito, sino que también les hace sentir que pertenecen a una
organización que se preocupa de ellos. Cuando se ha hecho todo esto, el trabajo se
convierte en algo motivador por sí mismo.
Cuanto más característico del entorno empresarial sea el cambio, más deberán motivar
los líderes a las personas para que también ofrezcan liderazgo. Cuando esto se
consigue, el proceso suele reproducirse, trasladando el liderazgo a todos los niveles
de organización. Esto es una característica muy valiosa, porque hacer frente al cambio
en cualquier actividad compleja exige iniciativas de múltiples personas. Si no, no se
consigue nada.
Por supuesto, el liderazgo proveniente de diversas fuentes no tiene por qué ser
convergente. Al contrario, es muy probable que genere conflictos. Para que múltiples
funciones de liderazgo puedan trabajar juntas, las acciones de las personas tienen que
estar cuidadosamente organizadas por mecanismos diferentes de los que organizan las
funciones de gestión tradicionales.
Las redes de relaciones informales con vínculos fuertes –del tipo que se suelen
encontrar en empresas con culturas saludables – ayudan a organizar las actividades de
liderazgo de forma muy similar a la que emplea la estructura formal para organizar las
actividades de gestión. La principal diferencia es que las redes informales pueden
hacer frente al aumento de exigencias de organización asociado con las actividades no
rutinarias y con el cambio. La multitud de canales de comunicación y la confianza entre
las personas conectadas por estos canales permite un proceso constante de
acomodación y adaptación. Cuando surgen conflictos entre funciones, esas mismas
relaciones ayudan a resolverlos. Tal vez lo más importante sea el hecho de que este
proceso de diálogo y acomodo puede generar visiones conectadas y compatibles entre
sí, en vez de desconectadas y competidoras. Todo ello requiere una comunicación
mucho mayor de la que puede hacer falta para organizar las funciones de gestión,
pero, a diferencia de las estructuras formales, las redes informales con vínculos fuertes
pueden controlarlo.
Por supuesto, en todas las empresas existen relaciones informales de algún tipo. No
obstante, es muy frecuente que estas redes sean muy débiles –algunas personas están
muy bien conectadas, pero la mayoría no lo están- o que estén muy fragmentadas –
existe una red con fuertes conexiones dentro del grupo de Marketing o de I+D, pero no
entre los dos departamentos. Estas redes no son adecuadas para soportar iniciativas
de liderazgo múltiples. De hecho, las redes informales extensas son tan importantes
que, si no existiesen, su creación tendría que ser el objetivo de las iniciativas de
liderazgo.
Estas prácticas pueden, casi por sí solas. Preparar a las personas para puestos de
liderazgo de pequeña y mediana trascendencia. No obstante, formar personas para
posiciones importantes de liderazgo requiere más trabajo por parte de los altos
ejecutivos, a menudo durante un largo período de tiempo. Este trabajo comienza con la
búsqueda de personas con gran potencial de liderazgo que están empezando su
carrera, y con la identificación de lo que va a hacer falta para que se formen y se
esfuercen.
Una vez más, este proceso no tiene nada que ver con la magia. Los métodos que
emplean las empresas que consiguen buenos resultados son sorprendentemente
sencillos. Se toman la molestia de hacer que los empleados más jóvenes y las
personas de los niveles inferiores de las organizaciones entren en contacto con los
niveles superiores de la dirección. De este modo, los directivos pueden juzgar por sí
mismos quién tiene el potencial y qué necesitan desarrollar en esas personas. Los
ejecutivos también debaten sus conclusiones provisionales entre ellos, para llegar a
unas valoraciones más exactas.
Con una noción clara de quién tiene un considerable potencial de liderazgo y de qué
habilidades es necesario desarrollar, los ejecutivos de estas empresas dedican su
tiempo a planificar esa formación. En ocasiones estos planes se llevan a cabo como
parte de un proceso de planificación de sucesión formal o de un proceso de desarrollo
de alto potencial; a menudo, es algo más informal. En cualquier caso, el ingrediente
esencial parece ser una valoración inteligente de las oportunidades viables de
desarrollo que se adaptan a las necesidades de cada candidato.
Para animar a los directivos a participar en estas actividades, las empresas bien
dirigidas suelen reconocer y recompensar a las personas que preparan a los líderes
con éxito. Esta recompensa raramente se integra en un plan de compensación formal o
en una fórmula de cálculo de bonificaciones, simplemente porque resulta demasiado
difícil medir estos logros con precisión. No obstante, se convierte en un factor en las
decisiones sobre ascenso, en especial a los niveles más altos y, aparentemente, tiene
un gran efecto. Cuando se dice que los ascensos futuros dependen en cierta medida
de la capacidad de fomentar el liderazgo, hasta que los que dicen que la capacidad de
liderazgo es algo que no se puede desarrollar, encuentran formas de hacerlo.
Estas estrategias ayudan a crear una cultura empresarial en virtud de la cual las
personas valoran el liderazgo fuerte y se esfuerzan en crearlo. De l misma manera que
hacen falta más personas que desempeñen funciones de liderazgo en las
organizaciones complejas que dominan nuestro mundo hoy en día, también hacen falta
más personas que desarrollen culturas que permitan crear ese liderazgo.
Etiquetas: AdministraciónEmprendedoresInternacionalJohn
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