Telar (julio-diciembre/2024) ISSN 1668-3633 l Mariátegui y el problema de la hegemonía... 131-150
Lecturas
Mariátegui y el problema de la
hegemonía
Mariátegui and the question of hegemony
Juan Dal Maso
Semanario Ideas de Izquierda (Argentina)
Buenos Aires, Argentina
ORCID: https://orcid.org/0009-0008-1011-1544
juandalmaso@gmail.com
Recibido: 15/08/2024
Aceptado: 31/10/2024
Resumen: En este artículo se abordan algunas reflexiones acerca de la
especificidad del enfoque mariateguiano sobre la relación entre lucha
indígena y lucha obrera, particularmente enfocadas a identificar el “modelo
teórico” del concepto de hegemonía puesto en práctica por el marxista
peruano, ubicando su lectura como parte del marxismo del siglo XX.
Palabras clave: Mariátegui, Hegemonía, Cuestión Indígena, Cuestión de
Clase, Lucha de Clases, Antimperialismo, Socialismo Indoamericano.
Abstract This piece addresses some reflections on the specificity of the
Mariateguian approach to the relationship between indigenous and worker’s
struggle, particularly focused on identifying the “theoretical model” of the
concept of hegemony developed by José Carlos Mariátegui, as part of 20th
century Marxism.
DOI: 10.70198/rt.33.708
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Keywords: Mariátegui, Hegemony, Indigenous Question, Class, Class
Struggle, Anti-imperialism, Indoamerican Socialism.
La hegemonía, el marxismo del siglo XX y Mariátegui
La problemática de la hegemonía ha resultado central en el marxismo del
siglo XX, tanto por su relación con la Revolución rusa como con el pensamiento
de Gramsci, pero sobre todo por su relevancia para reflexionar sobre la vinculación
entre la lucha de la clase obrera y otros sectores sociales oprimidos y sobre los
mecanismos de dominación. De manera muy esquemática, podemos señalar que
–en lo referente a la relación entre las clases– el concepto de hegemonía se refiere
a una relación de liderazgo o jefatura, con acuerdo o consenso de quienes son
liderados; cuestión que abarca desde la dimensión política hasta la ideológica. En
el marxismo ruso se utilizó tempranamente para pensar la articulación entre la
lucha del proletariado y el campesinado antes de la revolución y posteriormente
tuvo importancia en los debates sobre la transición al socialismo.
En Lenin, el concepto de hegemonía está asociado con la superación del
economicismo y la capacidad de la clase obrera de establecer una práctica que va
de lo social a lo político: tomando todas las demandas de los sectores oprimidos y
agraviados (en el caso de Rusia, por el zarismo), especialmente del campesinado,
la clase trabajadora podía liderar una revolución cuyas tareas inmediatas no eran
directamente socialistas.
En el caso de Trotsky, desde otra concepción del posible desarrollo de
la Revolución rusa, la clase obrera podía ser hegemónica si mostraba mucha
decisión en la lucha por sus propias demandas, de modo tal que los demás
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sectores oprimidos (cuyas demandas también debían ser levantadas) vieran en ella
al factor dirigente de la revolución. La revolución de 1905 mostraba la posibilidad
de constituir esta hegemonía, con el soviet como institución de democracia obrera
y popular y la huelga general como método de lucha.
En Gramsci, el concepto de hegemonía fue clave para pensar el problema
del poder estatal en la Europa de entreguerras, las formas de lucha más adecuadas
para la revolución socialista en escenarios en los que la relación entre la sociedad y
el Estado era más compleja que en la vieja Rusia zarista, así como para reflexionar
sobre los problemas de una clase que construye un “nuevo tipo” de Estado y las
perspectivas del marxismo de constituir una “filosofía de masa” (no incluimos
aquí otros usos, referidos a las relaciones interestatales).
Si pensamos la hegemonía como un “modelo teórico” con ciertos
componentes típicos, podemos señalar que estos son: a) una clase o sector social
con el potencial de hegemonizar, por su fuerza social y sus ideas socialistas; b)
otras clases o sectores con intereses al menos parcialmente convergentes, sin
posibilidades de sostener por sí solos programas e imaginarios socialistas, pero sin
cuyo apoyo el hegemón no puede llevar adelante la revolución; c) una relación que
se caracteriza por el rol de dirección de a) y el de fuerza auxiliar o de apoyo de b).
Aunque las posturas posmarxistas y antimarxistas rechazan este
planteo del problema, este modelo teórico permite pensar la lucha de clases
en términos más amplios que los de la oposición capital/trabajo. De allí que
resulte particularmente productivo para las perspectivas marxistas que buscan
articular las luchas de la clase obrera con las de otros sectores sociales o evitar
posicionamientos obreristas o economicistas.
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Significativamente, en el caso de Mariátegui, un autor fundamental del
pensamiento marxista en América Latina –y del marxismo a escala internacional
en la primera mitad del siglo XX–, una de cuyas principales elaboraciones sobre
la realidad latinoamericana tiene que ver precisamente con la vinculación de la
lucha obrera y la lucha indígena, el concepto no aparece sistemáticamente. En
este artículo, intentaremos pensar las razones de esta circunstancia y delinear y
caracterizar cuál es la opción teórica que Mariátegui establece como variación
significativa de ese concepto, la que puede pensarse en término de un “modelo
teórico” alternativo a los más conocidos dentro del marxismo ya mencionados.
Debemos hacer, igualmente, una salvedad. Mariátegui no está pensando
en establecer un modelo teórico, sino en sentar las bases de un movimiento
socialista en el Perú, con una multiplicidad de políticas: organización de los
intelectuales (en la que juega un rol central la revista Amauta), de una central
sindical, de un partido y desde todas esas instancias la vinculación con los
indígenas. De allí que su teorización aparezca como incompleta. Sin embargo, sus
reflexiones también tienen implicaciones teóricas que son importantes rescatar
para pensar la actualidad del pensamiento mariateguiano y no reducirlo a un
reservorio de citas o una referencia del pasado.
Dicho sea de paso, aunque no nos centraremos en esa contraposición de
perspectivas, ofreceremos una lectura alternativa a una de las más significativas que
en América Latina se han puesto en práctica sobre el pensamiento de Mariátegui:
aquella centrada en la cuestión de lo “nacional-popular” (entendido como
superación de la óptica de clase). Me refiero especialmente a la obra de recuperación
de Mariátegui llevada adelante por José Aricó (Aricó, 1980: XXVIII) quien en el
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estudio preliminar de Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, así como
en otras intervenciones, resaltó la originalidad del marxista peruano, al mismo
tiempo que lo vinculó a una concepción política enmarcada en la estrategia de
Frentes Populares de la Comintern, adoptada oficialmente por esa organización
en su VII Congreso (1935) y caracterizada por la alianza entre la clase obrera y la
llamada burguesía antifascista.
Usos del término y del concepto de hegemonía en
Mariátegui
Una cuestión fundamental que tenemos que señalar es que el término
hegemonía fue utilizado por Mariátegui con cierta frecuencia. Aunque se trata de
un número de intervenciones relativamente pequeño en relación con el conjunto
de su obra, son intervenciones y trabajos significativos en su trayectoria. El uso de
este término, sin embargo, no implica necesariamente que exprese el concepto de
hegemonía en su sentido clásico. En líneas generales, su uso aparece más cercano a
un concepto de primacía que puede ir desde una preponderancia no necesariamente
basada en la utilización de la fuerza (como el caso de las tendencias artísticas)
hasta la dominación (para el caso de las potencias); es decir, estaríamos ante el
uso de hegemonía, pero con un significado más restringido que el de liderazgo con
legitimación por parte de quienes son dirigidos.
Haciendo un reagrupamiento temático de las diversas acepciones del
término en las intervenciones de Mariátegui, podemos identificar las siguientes
como principales: hegemonía de una potencia a escala mundial o regional,
incluyendo la dimensión específica militar (particularmente naval); hegemonía en
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el plano de las tendencias artísticas (sea de una escuela o de una ciudad como
sede), editoriales o de la moda; hegemonía de un grupo político sobre otros;
hegemonía de una clase social propietaria o grupo nacional privilegiado sobre una
formación estatal o área económica; hegemonía intelectual o “espiritual” de un
grupo o de una cultura.
A pesar de que se trata de una variada gama de usos, casi nunca aparece
utilizado en relación con el concepto de “hegemonía” tal como fue definido más
arriba (liderazgo con legitimación por parte de quienes son dirigidos), ni con su
acepción más específica de “hegemonía del proletariado”. Hasta donde llega
nuestro conocimiento, el concepto es utilizado solamente una vez en referencia
a la “hegemonía del proletariado” en relación con la realidad peruana: en “El
problema de las razas en América Latina”, del modo siguiente:
El VI Congreso de la I. C. ha señalado una vez más la posibilidad,
para pueblos de economía rudimentaria, de iniciar directamente una
organización económica colectiva, sin sufrir la larga evolución por la que
han pasado otros pueblos. Nosotros creemos que entre las poblaciones
“atrasadas”, ninguna como la población indígena incásica, reúne las
condiciones tan favorables para que el comunismo agrario primitivo,
subsistente en estructuras concretas y en un hondo espíritu colectivista, se
transforme, bajo la hegemonía de la clase proletaria, en una de las bases
más sólidas de la sociedad colectivista preconizada por el comunismo
marxista (Mariátegui, 1986c: 68).
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Tratándose de un texto escrito para ser presentado en la Conferencia
Comunista Sudamericana, tanto la referencia al VI Congreso de la Internacional
Comunista como a la cuestión de la hegemonía proletaria parecerían un intento
de presentar las ideas sobre el “socialismo indoamericano” (mal recibidas por
Codovilla y los dirigentes de la Internacional Comunista burocratizada) como
compatibles con la orientación de la organización, y no tanto un intento de
enmarcar la problemática indígena dentro de las coordenadas teóricas de la
hegemonía. Esta impresión se refuerza en el hecho de tratarse de la única
referencia planteada en tales términos en el conjunto de su obra.
Sin embargo, esto no debería inducirnos a la conclusión, que sería
apresurada, de que (más allá de que dicha afirmación parecería más bien
instrumental) no existe en la obra de Mariátegui un tratamiento de la relación
entre cuestión indígena y cuestión de clase que suponga algún tipo de articulación
hegemónica. Veremos que sí lo hay y que la formulación de esta problemática
–tal como fue presentada por Mariátegui– obedecía al contexto histórico y a los
problemas organizativos, políticos e ideológicos de los que tuvo que ocuparse, así
como que mantiene vigencia para pensar los desafíos de la lucha de clases en la
actualidad de América Latina.
Cuestión indígena, estructura de clase y clasismo
Podríamos pensar que en Mariátegui la cuestión de clase aparece por dos
vías: la explicación de la problemática indígena a partir de sus bases económicosociales (es decir, su relación con la estructura de clases del Perú moderno) y la
cuestión de la lucha de la clase obrera propiamente dicha. El comunismo incaico
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hace de mediador entre ambas cuestiones, en los términos de punto de apoyo
para la construcción de una perspectiva socialista, universal y, al mismo tiempo,
específica. Pero también la identidad indígena de la clase obrera incide en un
doble movimiento: la aproximación clasista a la cuestión indígena y la mirada
indigenista de la cuestión de clase. Intentaremos abordar un poco más en detalle
estos temas, a partir de las formulaciones de Mariátegui.
La definición de que el “problema del indio es el problema de la
tierra”, al hacer eje en la cuestión estructural del latifundio en la economía
peruana, abre la perspectiva a un análisis de clase (sin reducir a los indígenas a la
dimensión “campesina”); en simultaneo, Mariátegui establece la centralidad de la
problemática indígena para pensar la realidad del Perú moderno. En este sentido,
el “problema indígena” aparece como “problema nacional” (no confundir con el
de una “minoría nacional”) al mismo tiempo que como “problema económicosocial” y de clase.
Es importante tener en cuenta que Mariátegui fue haciendo un recorrido
a través del cual, paralelamente, fue dando cuenta de la necesidad de un análisis
de la estructura económico-social y de la realidad política del Perú, así como de
la centralidad de la cuestión indígena para la transformación revolucionaria de
esa realidad. En este sentido, es relevante el señalamiento de Claudio Berríos
Cavieres (2020: 156) en su estudio sobre la polémica del indigenismo en Amauta.
Para el autor, en “Lo nacional y lo exótico” (09/12/1924), Mariátegui planteaba
que la nacionalidad peruana estaba en formación, pero daba por muerta la
civilización indígena del mundo incaico, aunque rápidamente su valoración se
vería modificada en textos publicados unos meses después. En “El problema
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primario del Perú” (06/02/1925), señalaba que la cuestión indígena es “el
problema de la mayoría” o “el problema de la nacionalidad” y la “solución
social” del problema indígena sería realizada por “los propios indios”. La idea
central de los Siete Ensayos (1928) también es planteada ese mismo año en el
artículo “Un programa de estudios económicos y sociales” (17/07/1925),
en el que Mariátegui afirma: “El problema del indio es, en último análisis, el
problema de la tierra”.
Asimismo, a través de la polémica sobre el indigenismo que tuvo lugar
en la revista Amauta, Mariátegui fue afianzando los diversos componentes y
la coherencia interna de su posición. Por un lado, la necesidad de un enfoque
marxista de la problemática que ligara la situación de los pueblos indígenas con
la estructura económico-social y las formas del poder político en el Perú; por
otro, su vinculación con la cuestión del socialismo en general y de las formas
que debía adquirir esta corriente revolucionaria en el Perú en particular. Esto
implicaba también una distancia, amigable pero crítica, respecto de posiciones
“antioccidentales” como la de Luis E. Valcárcel.
Todas esas reflexiones confluyen en los Siete Ensayos y los textos
programáticos de 1929. Por razones de economía argumental, no vamos a repetir
aquí todo el recorrido realizado por Mariátegui al respecto. Nos interesa más
que nada destacar que en él hay un abordaje de la cuestión indígena en términos
de clase, no porque reduzca la identidad indígena a la condición campesina u
obrera ni porque piense que los indígenas son una clase, sino porque, al remitir la
cuestión indígena a la estructura de clases del Perú, cuestión indígena y cuestión
de clase quedan ligadas estrechamente. Al mismo tiempo, Mariátegui busca
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clarificar la relación entre masas indígenas y clase obrera, junto con la relación
entre “socialismo práctico” indígena y el socialismo moderno del proletariado.
Paralelamente a los intentos de establecer una lectura marxista de
la cuestión indígena y de la realidad del Perú, Mariátegui dedicó importantes
esfuerzos a la organización del movimiento obrero de su país, partiendo de una
pelea inmediata y elemental como era la tentativa de superar la organización por
oficios. Simultáneamente con la proclamación de la necesidad de un “socialismo
indoamericano” que uniera la comunidad indígena con el socialismo moderno,
Mariátegui impulsaba la conformación de sindicatos por rama y una central
sindical única a escala nacional. Esto indica, a su vez, que el movimiento obrero
peruano estaba en un estadio muy rudimentario de organización, lo cual incide
en la combinación puesta en práctica por Mariátegui de mucha radicalidad en las
batallas ideológicas y estratégicas y mucho realismo y espíritu práctico para llevar
adelante las peleas político-organizativas cotidianas.
Un dato interesante para tener en cuenta y ver cómo Mariátegui pensaba
la ligazón de las problemáticas indígena y obrera a diferentes escalas, es el modo
en que el programa de la CGTP tomaba las demandas relacionadas con la cuestión
indígena. Al abordar la relación entre la central sindical y el movimiento indígena,
aparecían vinculadas la identidad indígena de la mayoría de la clase trabajadora
peruana y la necesidad de establecer una relación entre la organización sindical
y las comunidades:
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Si el problema agrícola y campesino requiere una gran atención, el
problema indígena no puede quedar a la zaga. Al ahondar este problema
veremos el enlazamiento que tiene con el problema agrícola, campesino
y minero. De ahí que, al tratar este problema desde el punto de vista
sindical, tiene que hacerse a base de la organización, de la educación
clasista. El problema indígena está ligado al problema de la tierra, y
en su solución no podrá avanzarse si no es a base de la organización
de las masas indígenas. El indio en nuestras serranías trabaja de 6 a 7
meses al año, tiempo que por lo general dura la siembra y cosecha
de sus productos. En los meses restantes, se dedica a trabajar, en los
latifundios serranos y minas, unos, y otros, en las haciendas de la costa,
haciéndose de inmediato trabajador agrícola. Esta forma de emigración
temporal concurre a exigir que se le preste toda la atención necesaria
desde el punto de vista sindical. Los sindicatos, del proletariado agrícola
y de los mineros1, tendrán una carga pesada en las tareas impuestas por
la afluencia temporal de estas masas indígenas, y su educación por el
sindicato será tanto más pesada también cuanto menos sea su sentido
de clase. Precisa, pues, una gran labor en las comunidades y ayllus, etc.,
donde deben de establecerse bibliotecas, comisiones de enseñanza que
luchen contra el analfabetismo, (el analfabetismo se puede decir que es una
lacra social de la raza indígena), secciones de deportes, etc., que estando a
cargo de compañeros preparados, desarrollen una enseñanza activa que
tienda a capacitarlos en su rol de clase, explicándoles su condición de
1. Cabe destacar el interés de Mariátegui por la organización del proletariado minero, lo cual se
puede ver también en la revista Amauta donde se le otorgó importancia a la masacre de Morococha
(Amauta, 22) y a la gran huelga posterior que tuvo lugar en ese complejo minero (Amauta, 26).
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explotados, sus derechos y los medios de reivindicarlos. De esta manera
el indio será un militante del movimiento sindical, esto es, soldado que
luche por la liberación social de su clase. El objetivo de las comunidades
será, pues, la capacitación de sus componentes, y la federación de todas
las comunidades en un solo frente de defensa común (1986c: 148-149).
Se pueden destacar diversos aspectos de lo planteado en el programa de
la CGTP: en primer lugar, la centralidad de la cuestión indígena como transversal
a la campesina y obrera; en segundo lugar, las condiciones concretas del trabajo
temporario de los indígenas como obreros agrícolas o mineros, que implican la
doble pertenencia de estos a sus comunidades y a la clase obrera. Por último, la
necesidad de una política social, cultural, deportiva y sindical que busque unificar
o plantear una continuidad de la actividad en ambas instancias, dando lugar a la
consciencia de clase que es también consciencia de la condición indígena.
Una relación sobredeterminada: ¿hacia un modelo híbrido
de hegemonía?
A las cuestiones que ya señalamos, agregaremos una de carácter más
teórico general: el modo en que Mariátegui vincula raza y clase para comprender
la realidad peruana. En “El problema de las razas en América Latina” (1929),
Mariátegui partía de señalar, al igual que en los Siete Ensayos sobre el problema
del indio, que “[e]conómica, social y políticamente, el problema de las razas,
como el de la tierra, es, en su base, el de la liquidación de la feudalidad”. No nos
detendremos aquí en la discusión sobre hasta dónde era acertado o no caracterizar
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como “feudal” a la gran propiedad agraria. Sí aclararemos que, a diferencia de
los estalinistas, Mariátegui nunca derivó de esa caracterización la necesidad
de una alianza con una supuesta “burguesía nacional” o “progresista” (la que
rechazó expresamente en textos como “Aniversario y Balance”). Volviendo a
la cuestión de la relación entre raza y clase o cuestión indígena y cuestión de
clase, en “El Problema de las razas…” Mariátegui la planteaba en términos de
una “complicación” (que en el contexto de su argumentación se puede entender
como confusión, síntesis, interdependencia o “enlazamiento” tal como estaba
planteado en el programa de la CGTP):
El problema de las razas no es común a todos los países de la América
Latina ni presenta en todos los que lo sufren las mismas proporciones
y caracteres. En algunos países latinoamericanos tiene una localización
regional y no influye apreciablemente en el proceso social y económico.
Pero en países como el Perú y Bolivia, y algo menos el Ecuador, donde la
mayor parte de la población es indígena, la reivindicación del indio es la
reivindicación popular y social dominante. En estos países el factor raza se
complica con el factor clase en forma que una política revolucionaria no
puede dejar de tener en cuenta. El indio quechua o aymara ve su opresor
en el “misti”, en el blanco. Y en el mestizo, únicamente la conciencia de
clase es capaz de destruir el hábito del desprecio, de la repugnancia por el
indio. No es raro encontrar, en los propios elementos de la ciudad que se
proclaman revolucionarios, el prejuicio de la inferioridad del indio, y la
resistencia a reconocer este prejuicio como una simple herencia o contagio
mental del ambiente. La barrera del idioma se interpone entre las masas
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campesinas indias y los núcleos obreros revolucionarios de raza blanca
o mestiza. Pero, a través de propagandistas indios, la doctrina socialista,
por la naturaleza de sus reivindicaciones, arraigará prontamente en
las masas indígenas. Lo que hasta ahora ha faltado es la preparación
sistemática de estos propagandistas. El indio alfabeto, al que la ciudad
corrompe, se convierte regularmente en un auxiliar de los explotadores
de su raza. Pero en la ciudad, en el ambiente obrero revolucionario, el
indio empieza ya a asimilar la idea revolucionaria, a apropiarse de ella,
a entender su valor como instrumento de emancipación de esta raza,
oprimida por la misma clase que explota en la fábrica al obrero, en el
que descubre un hermano de clase. El realismo de una política socialista
segura y precisa en la apreciación y utilización de los hechos sobre los
cuales le toca actuar en estos países puede y debe convertir el factor raza
en factor revolucionario (1986c: 32-33).
Tomando en cuenta estos planteos y los que ya señalamos a propósito de los
Siete Ensayos y el programa de la CGTP, se puede proponer el siguiente enfoque para
comprender la posición de Mariátegui: 1) En un nivel más general, vinculado con
la estructura económico-social del Perú, la cuestión de clase determina la cuestión
indígena, en tanto está vinculada directamente a la estructura económica y a la
estructura de clases del país. 2) En un nivel más específico, vinculado con la historia
y la política peruanas, la cuestión indígena sobredetermina, a su vez, la cuestión de
clase, es decir, le imprime sus características específicas. Esto quiere decir que no
se puede pensar la realidad de la clase obrera peruana haciendo abstracción de su
origen indígena y de su relación con las masas indígenas en general.
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Veremos en qué medida todo esto incide en la forma en que Mariátegui
piensa la conceptualización de la cuestión de la hegemonía. De los elementos
que hemos ido consignando, surge que las formulaciones de Mariátegui no
podrían esquematizarse de la misma forma que el “modelo” teórico clásico que
describimos antes, porque la diferenciación de sus componentes aparece menos
clara, así como los roles de dirección y fuerza auxiliar. Podríamos estar, entonces,
ante un concepto de articulación, pero sin hegemonía. En lugar de actuar la clase
obrera como un sujeto aglutinador y dirigente respecto de las masas indígenas,
tanto las masas indígenas como el proletariado serían parte de un movimiento
revolucionario y socialista en el Perú, sin establecer una relación jerárquica entre
sus componentes. Sin embargo, al plantear Mariátegui que es en “el ambiente
obrero revolucionario” que “el indio empieza ya a asimilar la idea revolucionaria,
a apropiarse de ella, a entender su valor como instrumento de emancipación de
esta raza, oprimida por la misma clase que explota en la fábrica al obrero, en el
que descubre un hermano de clase”, se presentan varias cuestiones importantes
que merecen ser analizadas para intentar comprender esta aparente articulación
sin hegemonía. En primer lugar, la unidad de ambas luchas a la que hacíamos
referencia, en razón de que enfrentan al mismo enemigo de clase. En segundo
lugar, el comunitarismo indígena es para Mariátegui un rasgo característico de la
realidad peruana y punto de apoyo de la revolución socialista, pero el socialismo
obrero es un factor indispensable para que ese comunitarismo indígena se vuelva
un factor revolucionario, al mismo tiempo que el espacio urbano aparece con
centralidad como sede de las ideas socialistas y comunistas. Se podría pensar
entonces el planteo de Mariátegui en términos de un modelo híbrido de hegemonía.
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Siguiendo el esquema que presentamos al comienzo de estas líneas, la relación c)
entre a) y b) es menos unilateral que en el modelo original, dado que a) y b) están
entrecruzadas.
La afirmación de la centralidad del espacio urbano y de la clase obrera
en el movimiento revolucionario implica un rol de dirección respecto de las masas
indígenas pero, al mismo tiempo, la afirmación de importantes especificidades de
los agentes involucrados limita la relativa unilateralidad que tiene el vínculo entre
la clase obrera y otros sectores populares en los modelos clásicos de hegemonía.
El socialismo práctico de los indígenas y la identidad indígena de la mayoría de
la propia clase obrera implican una modificación de los parámetros en los que
generalmente solo la clase obrera representa una aspiración socialista y, a su vez,
está estrictamente delimitada socialmente respecto de los sectores hegemonizados.
La figura del modelo híbrido de hegemonía que proponemos aquí busca sintetizar
estas cuestiones, dando cuenta de la compleja relación entre sus componentes tal
como fue pensada por Mariátegui.
Podemos pensar en la idea de un modelo híbrido de hegemonía porque, en
razón del entrecruzamiento entre la cuestión de raza y la de clase, la relación
hegemónica se vuelve difusa. El pueblo oprimido, que en un modelo clásico sería
hegemonizado por la clase productora, está también constituyendo a la clase
productora misma y esa interpenetración hace más fluido el vínculo entre los
dos polos de la relación. El otro aspecto que contribuye al modelo híbrido es
que no se plantea una relación en la que un agente urbano, obrero y socialista,
hegemoniza a otro rural, pequeñoburgués y atado a la propiedad privada. La
existencia del comunitarismo indígena implica que el plus que aporta el espacio
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proletario y urbano para terminar de conectar el comunitarismo autóctono con
el socialismo moderno es eso, un plus, es decir un aspecto decisivo que se aporta
desde otro lugar, pero no para dar algo de lo que el otro polo de la relación carece
sino para resignificar aquello que en este ya existe en la práctica. A su vez, desde
el punto de vista de la lucha por el socialismo, este enfoque tiene cierta ventaja
respecto, por ejemplo, de miradas de tipo “interseccional”, dado que comparte
con estas la necesidad de un enfoque no reduccionista, pero otorga centralidad
a la lucha contra el capitalismo como sistema, a diferencia de aquellas. A esta
cuestión dedicaremos las últimas líneas de este artículo, para intentar pensar la
actualidad de las posiciones de Mariátegui.
Modelo híbrido de hegemonía y actualidad del “socialismo
indoamericano”
Las experiencias de lucha de clases de las últimas décadas en América
Latina mostraron diversos aspectos de actualidad y también matices respecto
de las elaboraciones de Mariátegui sobre la relación entre lucha indígena, lucha
obrera, comunitarismo indígena y socialismo moderno. Partiendo, por supuesto,
de asumir la diferencia de contexto (en la década de 1920 existía la referencia
de la Revolución rusa), experiencias como las de Ecuador, Bolivia o Perú en sus
distintos momentos han puesto de relieve el peso demográfico, social, político e
ideológico de los pueblos originarios en la lucha de clases de nuestro subcontinente,
al mismo tiempo que posibles articulaciones políticas contrarias a las que había
pensado Mariátegui, es decir, alianzas entre los movimientos indígenas y gobiernos
“progresistas” o “posneoliberales” que operaron reconocimientos de derechos
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pero en los marcos del capitalismo. Al mismo tiempo, la crisis del movimiento
obrero como sujeto político que se viene arrastrando desde hace varias décadas
(agravada por la predominancia de la burocracia sindical en sus orientaciones) es
un desafío para cualquier apuesta política que ponga la hegemonía obrera en el
centro de sus preocupaciones (incluso en su versión híbrida como es el caso de
Mariátegui). Esto se pudo ver particularmente en la contraposición entre rol jugado
por la CGTP en la lucha contra el gobierno golpista de Dina Boluarte en el Perú
y la gran combatividad de las comunidades indígenas del sur del país; así como
en las enormes dificultades para lograr una acción coordinada a escala nacional
y sumar más decididamente a los sectores populares urbanos a la lucha. Pero, por
otra parte, la cuestión del entrecruzamiento de la identidad indígena y la condición
de clase pensada por Mariátegui mantiene plena vigencia, así como la posibilidad
de confluencia entre el comunitarismo indígena y las ideas socialistas (de ambas
hemos tenido muestras en la lucha librada en 2022 por el pueblo de Jujuy contra
la reforma constitucional reaccionaria del entonces gobernador Gerardo Morales).
En un marco como el descrito, un modelo híbrido de hegemonía como el de
Mariátegui parecería adecuado para señalar la necesidad de unir las luchas de los
pueblos indígenas y el movimiento obrero, entrelazando demandas inmediatas
con objetivos socialistas, porque –si bien mantiene la centralidad de la clase
trabajadora en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo– no presenta la
hegemonía obrera como una petición de principio.
En un sentido más general, este modelo híbrido parecería coincidir con
la forma actual de la hegemonía, dado que la problemática de clase está cruzada
por múltiples problemáticas relacionadas con otros movimientos, identidades y
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Telar (julio-diciembre/2024) ISSN 1668-3633 l Mariátegui y el problema de la hegemonía... 131-150
demandas, de modo tal que la unidad de clase y una política hegemónica hacia
otros sectores sociales se implican mutuamente.
Para los países del Cono Sur, especialmente para los que integran el
llamado triángulo del litio, estas cuestiones se volverán más candentes en la
medida en que gobiernos y empresas multinacionales pretendan avanzar sobre los
derechos territoriales de las comunidades pertenecientes a los pueblos originarios
para imponer las políticas extractivistas (que ahora en la Argentina tienen el marco
extremadamente favorable para sus intereses del RIGI). Este tipo de proyectos
implican un ataque a los derechos territoriales de las poblaciones originarias,
deterioro del medioambiente y también (salvo contadas excepciones en las que
algún sector de trabajadores gana sueldos por encima de la media) mayores niveles
de precarización y pérdida de derechos para la fuerza de trabajo. La necesidad y
posibilidad de una confluencia en la lucha social está planteada. El tema que
queda pensar es con qué objetivos articular esa confluencia y es ahí donde juega
un rol importante la idea mariateguiana del “socialismo indoamericano”.
Sospechosa en su momento para los estalinistas, tachada de “europeísta”
por quienes preferían (y prefieren) alianzas con las supuestas “burguesías
progresistas”, la idea del “socialismo indoamericano” propuesta por Mariátegui
en “Aniversario y balance” sostiene, al mismo tiempo, la necesidad de un sistema
que reemplace al capitalismo a escala internacional, junto con la recuperación de
aquellas tradiciones potencialmente convergentes con el socialismo ya existentes en
América Latina, como el ya nombrado comunitarismo de los pueblos originarios.
Estas tradiciones comunitarias son un componente fundamental para cualquier
versión que queramos pensar del socialismo en nuestro subcontinente. Volver
DOI: 10.70198/rt.33.708
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Telar (julio-diciembre/2024) ISSN 1668-3633 l Del Maso, Juan 131-150
al “problema del indio” en América Latina implica también volver a pensar la
estrategia para unir a la clase trabajadora y los sectores populares en las luchas
sociales y políticas, así como volver a discutir qué alternativa podemos construir
frente a la decadencia del capitalismo y el recrudecimiento de la opresión y
explotación imperialistas.
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