Ejemplos ?
Antes bien, la compadece, prueba su pequeñez y su miseria haciéndole sentir el más liviano achaque inherente a su flaca naturaleza, y cuando, deshaciéndose entre el polvo de que procede, tiemble, y cree, la divina misericordia le perdona y le recibe en su mano.
Ni gruesa ni flaca; de carnes dulcemente repartidas sobre armazón de menudos, bien formados y delicados huesos; de cabellera naturalmente rubia, y tan rica y sedosa que era un regio manto; de cara inocente y picaresca, en mezcla original, sugestiva, la Candela triunfaba siempre que el papel requiriese sólo belleza y donaire.
Y además, la viuda estaba flaca; tenía grandes pretensiones, llevaba siempre un pequeño chal negro cuya punta le caía entre los omóplatos; su talle seco iba siempre envuelto en unos vestidos a modo de funda, demasiado cortos, que dejaban ver los tobillos, con las cintas de sus holgados zapatos trenzados sobre sus medias grises.
Una mujer pálida y flaca, con cara de hambre, las mejillas y la boca teñidas de carmín, me hizo estremecer de pies a cabeza al tocarme la manga del pesado abrigo de pieles que me envolvía, y sonó siniestramente en mis oídos el pssit, pssit, que le dirigió a un inglés obeso y sanguíneo, forrado en cheviotte gris, que se había detenido a mi lado y que se fue tras ella.
Estaba la sala escura y las camas bien desviadas; pero no por esto dejó de oír, entre otras razones, éstas, que, con voz debilitada y flaca, el lastimado huésped primero decía: -¡Ay sin ventura!
Ella era larga de más de siete pies; toda era notomía de huesos, cubiertos con una piel negra, vellosa y curtida; con la barriga, que era de badana, se cubría las partes deshonestas, y aun le colgaba hasta la mitad de los muslos; las tetas semejaban dos vejigas de vaca secas y arrugadas; denegridos los labios, traspillados los dientes, la nariz corva y entablada, desencasados los ojos, la cabeza desgreñada, la mejillas chupadas, angosta la garganta y los pechos sumidos; finalmente, toda era flaca y endemoniada.
Acudió la gente del hospital, y, viendo aquel retablo, unos decían: Ya la bendita Cañizares es muerta; mirad cuán disfigurada y flaca la tenía la penitencia; otros, más considerados, la tomaron el pulso, y vieron que le tenía, y que no era muerta, por do se dieron a entender que estaba en éxtasis y arrobada, de puro buena.
Al final yo también me vine, con mi mujer, porque allá no había cómo vivir. El café, que medio cosechaba, se desgració por la falta de agua, y pa‘remate lo pagan a precio ‘e gallina flaca.
Aquella desgraciada acababa de quedar viuda; su marido no le había dejado recursos de ningún género y ella se moría de hambre y de pena. Dio a luz otra niña, flaca y que no parecía tener más que un soplo de vida.
Un grito inmenso de admiración y entusiasmo acogió sus palabras, y el rostro del anciano se dilató con el placer que causa la conciencia del deber cumplido; placer tanto más intenso cuanto más doloroso ha sido vencer, para alcanzarlo, la flaca naturaleza de la humanidad».
De que vio no le aprovechar nada su remedio, dijo: “Este arcaz está tan maltratado y es de madera tan vieja y flaca, que no habrá ratón a quien se defienda; y va ya tal que, si andamos más con él, nos dejará sin guarda; y aun lo peor, que aunque hace poca, todavía hará falta faltando, y me pondrá en costa de tres o cuatro reales.
– Si mi memoria no es flaca – y si lo es, recurro a la memoria que dijo tener de elefante el señor senador Haedo… (Hilaridad) … fue nada más que un error.