a reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló por la ventana de una buhardilla donde estaban cuatro hombres
flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados.
Rubén Darío
Por fin, al fondo de la plaza, apareció un gran landó de alquiler, tirado por dos caballos flacos, a los que daba latigazos con todas sus fuerzas un cochero con sombrero blanco.
Reformadas las personas y los caballos, que venían todos flacos por no haber visto desde el Perú hasta aquí un indio de paz, padeciendo mucha hambre, por hallar en todas partes alzados los mantenimientos, salí con toda la gente, que vino muy bien aderezada y a caballo, a cumplirles mi palabra, y fui a buscar los indios, y llegado a sus fuertes los hallé huídos todos, acogiéndose de la parte de Mauli hacia la mucha gente, dejando quemados todos sus pueblos y desamparado el mejor pedazo de tierra que hay en el mundo, que no parece sino que en la vida hobo indio en ella.
Los indios se repartieron los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos, e iban todas las noches con hambriento sigilo a robar espigas de maíz en las chacras ajenas.
Así que se infló y se infló tanto, tanto, que cuando se vio como un musculoso atleta, se sintió superior a cualquier globo flaco y presumía: -¡Ea, flacos!
Estos tales al lado de los príncipes, siempre ocupando con invenciones el ocio y poblando de mentiras la atención real y desacreditando con la traición a los leales y con los chismes de la paz los trabajos de la guerra, han ocasionado los estragos y castigos que han hecho los flacos y mal aliñados.
En mi segunda carrera debiera haber llegado a general según mis servicios, que a otros fajaron haciéndoselos muy
flacos a la patria; pero era yerno de un diputado: quitáronme las charreteras, envolviéronme en la común desgracia, y las circunstancias me llevaron a Ceuta, adonde bien sabe Dios que yo no quería ir; allí hice la vida de presidiario y de mal casado, que cualquiera de estos dos dogales por sí solo bastara para acabar con un hombre.
Mariano José de Larra
Sus facciones consumidas, sus carnes blandas y semiazuladas, sus brazos y piernas
flacos, sus dedos de arañita, revelaban la desnutrición, el régimen del hambre.
Emilia Pardo Bazán
¡Leves os sean esos manjares indigestos y conviértanse en sangre de vuestra sangre y en hueso de vuestros huesos y ayude a peptonizarlos y a facilitar vuestras difíciles digestiones la acción de gracias que articulan los labios enjutos y la bendición que esparcen en el aire los dedos flacos del abate Pazavillini, sentado a la cabecera de la mesa, en que lucen ahora el queso de Camembert de coloración cadavérica, el Roquefort delicuescente y la decocción de chicoria amarga con que creyendo que absorbéis el café aromático, el licor de Voltaire y de Balzac, finalizáis vuestros pantagruélicos almuerzos!
Una cortina ocultaba el único cristal que era de color entre azulado y verde, así es que en el interior debía reinar una obscuridad completa. Tiraban del coche dos caballos flacos y feos y los guiaba desde el pescante un negro vestido con prendas encarnadas y amarillas.
Por la noche, cuando Carlos regresaba a su casa, sacaba por debajo de sus ropas sus largos brazos flacos, se los pasaba alrededor del cuello y haciéndole que se sentara en el borde de la cama se ponía a hablarle de sus penas: ¡la estaba olvidando, amaba a otra!
Como no cabían todos los hocicos, se enzarzaron en nueva pelea, y los más fuertes ahuyentaron a los más
flacos, devorando entero el sabroso contenido.
Emilia Pardo Bazán