Romera. Nombrar El Nombre. Un Problema de La Poesía Moderna

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NOMBRAR EL NOMBRE?

UN PROBLEMA DE LA POESA MODERNA

A Hugo Cowes, in memoriam

Nombrar el nombre o no nombrarlo? He ah la cuestin, inherente a la


poesa moderna. Al enunciar la pregunta he querido circunscribirme al
problema de la "nominacin potica", que ya enfrent Frutos Corts
desde una doble vertiente: filosfica y potica, con ejemplos paradigmti-
cos del discurso de Pedro Salinas 1
El problema ha estado presente en mis investigaciones y de un modo
menos consciente en el quehacer como poeta. Vuelvo a enfocarlo aqu en
la lnea del dilogo, cruzando los puentes que la poesa y la teora me
tienden, sin apoyo fijo, mientras abajo corre el ro de Herclito: fugaz y
eterno como el nombre en la corriente del lenguaje. El nombre, en su
fluir, agit ya las aguas de la antigedad. No slo inquiet a los poetas
sino tambin a los filsofos, como Platn, que antes fue poeta. Es desde
este inicio que me interesa confrontar, por lo menos, dos aspectos: la
ontologa que adquiere el nombre (aun el no nombrado) en la poesa
moderna, en relacin con los lmites que el discurso socialmente til (el
de la comunicacin cotidiana) le impone y la afirmacin del ser que
produce el nombrar poticamente por la va negativa. Una prueba
ontolgica slo posible en la prctica significante del lenguaje potico
que "en un movimiento de negatividad, niega al mismo tiempo el habla
y lo que resulta de esa negacin y se convierte as en una afirmacin: la
nica que inscribe el infinito", como afirma J. Kristeva2
El problema del nombre deriva en la antigedad por lo menos en dos
problemas: uno, el del origen; otro, el de la relacin entre el nombre y las
cosas. Los dos estn enunciados en el dilogo Cratilo (o sobre la rectitud de
los nombres/. El primer problema nos remite a los nombres divinos y a la
figura del legislador o imponedor de nombres; el segundo, a las dos

1
E. FRUTOS CORTS, "La nominacin potica", Creacin filosfica y creacin
potica, J. Flors, Barcelona, 1958, pp. 167-176.
2
JULIA KRISTEVA, "Posie et ngativit'', Recherches pour une smanalyse, ds.
du Seuil, Paris, 1969, p. 276.
3
PLATN, Obras completas, Universidad de Venezuela, Caracas, 1982, pp. 177-
260.

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teoras all argumentadas: la teora physei (segn la naturaleza), planteada


por Cratilo, discpulo de Herclito, quien afirma que el nombre
reproduce la cosa misma, su esencia (390d) y es a la vez una gnoseologa
pues "quien sabe los nombres sabe las cosas" (435d) y la teora thesei
(segn la convencin), planteada por Hermgenes, quien afirma que el
nombre consiste en convencin y consenso (384d). A pesar de la insercin del
Aoyo~ (palabra) en los postulados platnicos de la verdad, Scrates no se
inclina por ninguna de las dos teoras (las considera un falso problema)
pero no elude, sin embargo, ilustrar con los nombres que ensean. los
poetas cuando distinguen entre los impuestos por los hombres y los
dados por los dioses. Y el modelo es Homero (39ld), antpoda de la
figura del legislador: "el artfice ms raro de nacer entre los hombres"
(389a), que legisla la cuestin del origen del nombre desde fuera del
lenguaje.
Proclo, comentarista del dilogo, realiza una lectura neoplatnica y
afirma que hay anmalas apropiados para cada orden de las realidades:
nombres divinos o primersimos para los seres divinos, nombres segundos
o intermedios, establecidos en el plano del intelecto; nombres terceros,
formados en el plano del discurso, que reciben una apariencia de los
seres divinos y son revelados por los entendidos mediante la inspiracin
y de manera intelectiva. Los nombres producidos en este ltimo nivel son
como ecos de los dioses en los que el conocimiento intelectivo desvela la
esencia oculta por medio de las combinaciones y divisiones de los
sonidos. Esta ltima distincin, correlativa a la figura del legislador, nos
orienta a la cuestin de la palabra original perseguida por la poesa
moderna, a la concepcin del poeta demiurgo, enunciada por Holderlin,
y a la naturaleza lingstica del signo saussuriano: sonido e imagen
acstica.
En consecuencia, la oposicin physei-thesei no resulta una simplifica-
cin sino una dialectizacin que todava nos alcanza tanto en el signo por
convencin y uso as como por la presencia de la teora cratiliana en el
signo de la poesa, en el sentido en que la vuelve a pensar R. Barthes,
quien se pregunta si "esta relacin natural no est presente en todo acto
de escritura" 4 , referido aqu a la teora proustiana del nombre propio
como un signo motivado sobre una relacin de imitacin entre el
significante y el significado, que parece retomar la afirmacin de Cratilo:

4
ROLAND BARTHES, "Proust et les noms'', To honor Roman]akobson. Essays on
theoccasion ofhisseventiethbirthday, Mouton, Th,~ Hague, 1967, pp.157-158.

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"la propiedad del nombre consiste en representar la cosa tal como es"
(428d).
Esta introduccin a la epistme del nombre, donde ya ovoam plantea
en Cratilo el interrogante de su composicin literal y de su significado
(421a), nos permite pensar el problema desde el inicio, conducidos por
la cita socrtica: "las cosas bellas son difciles" (384b), y abrirlo a una
relacin contempornea, entre discursos. Y si bien el nombrar de la
poesa moderna niega, en una operacin radical, el nombrar de la
historia, cumpliendo en parte la lejana indicacin aristotlica: "la poesa
es ms filosfica y elevada que la historia", no deja por eso de entrar, por
la va del lenguaje, en el centro de la realidad histrica de occidente: la
del existencialismo, ser con el otro; la del cristianismo, en la bsqueda
del nombre absoluto o en el acceso, por la negacin, a la presencia del
ser; la de la teora del inconsciente; la de la supresin de la alienacin
que subyace en la idea marxista, desmintiendo as el adjetivo de inhumano
o deshumano con que se ha calificado al nombre de la poesa moderna.
Si pensamos en el nombre como el signo, me interesa remitirme a la
referencia lingstica sobre el signo saussureano pensada por Benveniste
al aclarar la nocin de arbitrariedad descrita por Saussure: "entre el
significante y el significado el nexo no es arbitrario, sino al contrario, es
necesario" 5 Lo que viene a decirnos Benveniste es que lo arbitrario no
interviene en la construccin del signo sino que el carcter inmotivado se
produce entre el signo y la cosa. Esta inmotivacin que oculta la esencia
(o urna) del nombre es rechazada por la poesa moderna, que se inclina as
a favor de la "estructura ntima del fenmeno", como la llama Benvenis-
te, es decir, a favor de este "nexo necesario".
El primer aspecto de este marco terico: el del signo, apunta al
lenguaje y a un tipo particular de prctica significante: la del lenguaje
potico, como lo ha presentado J. Kristeva al encarar el estatuto del
significado potico en relacin con el significado en el discurso no
potico6 Incluyo en esta lnea terica la nocin de poeticidad, enunciada
por J akobson y tambin la de foncin esttica, planteada por Mukarovsky,
porque ponen en el centro de nuestra atencin la estructura misma del
signo lingstico. Las dos se compadecen con la ontologa de la palabra
potica como morada del ser, en trminos de Heidegger, cuya sede es el
lenguaje.

MILE BENVENISTE, "La naturaleza del signo lingstico", Probl.emas de


5

lingstica general, Siglo XXI, Mxico, 1991, pp. 49-55.


KRISTEVA, op. cit., pp. 246-276.
6

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La palabra potica destaca la funcin semitica del signo: significar.


Se pone as en juego la pura funcin del significante, como en el
algoritmo saussureano propuesto porJ. Lacan7 , que se lee as: significante
sobre significado, el sobre responde a la barra que separa sus dos etapas. El
signo as escrito que merece, segn Lacan, ser atribuido a Saussure,
formaliza el descubrimiento freudiano del inconsciente. De donde se
impone la nocin de un deslizamiento incesante del significado bajo el
significante. Estamos ante una doble revolucin copernicana: la del
descubrimiento del inconsciente y la del lenguaje que lo formaliza: el
inconsciente como una estructura del lenguaje, un Otro que me habla y
que me constituye como sujeto. Se derrumba as el cogito filosfico de la
modernidad y su espejismo de certidumbre: "no soy all donde soy el
juguete de mi pensamiento. Pienso en lo que soy all donde no pienso
pensar" (p. 202).
No podemos dejar de lado aqu la relacin entre ser y lenguaje,
enunciada por Heidegger, en cuanto el lenguaje es algo de que dispone-
mos y que, sin embargo, dispone de nosotros, ni dejar de recordar que
cuando Lacan traduce a Heidegger nos dice: "cuando lo traduzco me
esfuerzo en dejar a la palabra que profiera su significacin soberana" (p.
212). Basta con escuchar en este sentido a la poesa para descubrir en ella
una polifona semejante a la del estallido del nombre en la poesa
moderna.
Desde esta perspectiva, el campo del nombre y del nombrar podra
delimitarse a la funcin significante de dos tropos: la metonimia, "esa
conexin palabra a palabra que permite la elisin" y la metfora, ese
decir de otro decir donde "un significante se ha sustituido a otro mientras
el significante oculto sigue presente por su conexin con el resto de la
cadena"8 Dicho en trminos de Jakobson se trata de desplazamienio y
condensacin, los dos procedimientos que la poesa pone en juego para no
nombrar. Uno de ellos, la metfora, est en el inicio de la poesa de
occidente y en la antigua literatura oriental, como lo seala Borges quien,
con gesto ldico, imagina un nmero reducido de modelos metafricos
que admiten un nmero infinito de variaciones.
He aqu el marco que envuelve al signo de la poesa, quien tambin
se abre paso en el procedimiento denominado intertextualidad que, sin
aparato terico, ya enuncia Borges, en 1944: "Poe que engendr a

7
JACQUES LACAN, "La instancia de la letra en el inconsciente o la razn
desde Freud'', Escritos J, Siglo XXI, Buenos Aires, 1998, pp. 183-189.
8
LACAN, op. cit., p. 192.

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Baudelaire, que engendr a Mallarm, que engendr a Valry" 9 De


donde se deduce que la literatura engendra ms literatura, la poesa ms
poesa y el nombre ms nombre. La teora la expone tal cual]. Kristeva,
en 1968: "para los textos poticos de la modernidad es, sin exagerar, una
ley fundamental: se hacen absorbiendo y destruyendo al mismo tiempo
los dems textos del espacio intertextual... Baudelaire traduce a Poe;
Mallarm recoge el legado de Baudelaire" 10 , etc.
Podramos afirmar as que la teora engendra ms teora pero
tambin que la lrica moderna ha dado pie a esta teorizacin en un
movimiento recproco: la lrica teoriza poetizando y la teora dialoga con
esta prctica significante, la incorpora a sus problemas como lo demues-
tran las corrientes tericas del siglo xx, desde el formalismo hasta la
hermenutica.
Hemos inscrito el problema del nombrar en dos operaciones radicales
que remiten a una doble vertiente simblica, intrnseca al acto potico:
la afirmacin y la negacin, compartidas por dos divinidades: Apolo y
Dioniso. Llegamos aqu a uno de los principios de la lgica occidental: la
teora del negar y, en consecuencia, lo que engendra, la contradiccin: el
no ser del ser. Llegamos as a la actividad constitutiva del lenguaje potico,
a ese gesto que "rene simultneamente lo positivo y lo negativo, lo que
existe para el habla y lo que es no existente para ella", llegamos,
siguiendo a Kristeva, "a ese fuera de la ley en un sistema regido por los
postulados platnicos" (p. 251 ). Llegamos a la paradoja hay nombre/no hay
nombre, llegamos a Nietzsche y a dos puntos claves: tragedia y mito.
Nociones que ni Scrates evita en Cratilo (408a), al referirse a la doble
naturaleza del dios Pan y a la vida trgica de ac abajo, la que Sileno, el
encadenado dios de los bosques, le desvela a los mortales: "Lo mejor de
todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada.
Y lo mejor en segundo lugar es para ti morir pronto" 11 Para soportar esta
sentencia el griego crea a los dioses. Esta fue la estrategia de la voluntad
helnica para poder vivir en absoluto. Para soportar esta sentencia, el
poeta moderno intenta en una operacin interna de negatividad no
nombrar y nombrar a la vez el ser del nombre.

9
JORGE LUIS BORGES, "Pierre Menard, autor del Quijote'', Ficciones, Alianza,
Madrid, 1995, p. 49.
!O KRISTEVA, op. cit., p. 257.
11
FRIEDRICH NIETZSCHE, El nacimiento de la tragedia, Alianza, Madrid, 1993,
cap. 3, p. 52.

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La propuesta nietzscheana de la complementariedad est ligada a la


evolucin del arte, a la cada del principio de certidumbre, a la tragedia
del nombrar. La poesa realiza su propia experiencia extrema como la
realizan otras expresiones del arte. As, la encrucijada nombrar? deriva
en mostrar? como la presenta la experiencia de Piet Mondrian, en
pintura, con los ejes horizontal/vertical: dos fuerzas en oposicin que lo
dominan todo y que nos recuerdan a los ejes paradigma/sintagma de la
funcin potica y al ascenso mstico de la palabra de San Juan, sin
olvidar el blanco de Malevich, que nos recuerda el vado absoluto de
Mallarm.
Llegados a este punto creo necesario referirme a la concepcin de
literatura absoluta, propuesta por R. Calasso: Literatura como "un saber que
se declara y se quiere inaccesible por otra va que no sea la composicin
literaria; absoluta, porque es un saber que se asimila a la bsqueda de un
absoluto". Y en su etimologa es al mismo tiempo en s misma algo ab-
solutum, "libre, escindido de toda obediencia o funcionalidad respecto del
cuerpo social" 12 La propuesta se compadece con el nombrar de la poesa
moderna, que constituye una gnoseologa propia y se asimila a la
bsqueda de un absoluto, como el nombre sin nombre de Salinas o el
nombre proteico de Borges, escindidos de toda obediencia o funcin
respecto del signo social.
Para Calasso este saber se deja advertir desde los albores del
romanticismo alemn, 1798, cuya marca es la revista Athenaum, y
concluye en 1898, con Mallarm. Los poetas considerados por Calasso:
Novalis, Baudelaire, Lautreamont, Mallarm, se corresponden con la
poesa post-Holderlin. Cuando surgen, por lo tanto, las vanguardias, el
oscuro proceso del nombre ya se haba desarrollado. Para Calasso existe
la sospecha de que "ese proceso represente la ms radical apostasa de la
historia y de la sociedad", si pensamos, en trminos platnicos, que el
gran animal de la Sociedad "se ha vuelto tan omnipresente como para
coincidir con la obviedad misma" 13 Por otra parte y desde una perspecti-
va semitica inserta en lo histrico, Kristeva considera el texto y el
lenguaje de la poesa una revolucin:

... ya que transforma las resistencias, los lmites y los estancamientos naturales
y sociales, en tanto prctica que implica el conjunto de las relaciones inconscien-

ROBERTO CALASSO, "Literatura absoluta", VIII, La literatura y los dioses,


12

Anagrama, Barcelona, 2002, p. 164.


13
CALASSO, op. cit., p. 166.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 591

tes, subjetivas, sociales, en una actitud de ataque, de apropiacin, de destruccin


y de construccin 14

Esta postura parece alejarse de la de Calasso, sin embargo se


encuentran en un cauce comn al poner de relieve la primaca del
significante. As la literatura absoluta tiene un "carcter autorreferencial,
compuesta de 'realia' mltiples, divergentes y mal definidas, que es el
cauce de toda la literatura" 15 De este modo, ni la concepcin de literatura
absoluta ni la encrucijada del nombrar se instalan en la categora de
"entelequia" 16 Tampoco se trata de "ese signo cuya forma no entre en la
historia del lenguaje ni en la de la realidad" 17 , sino de un proceso
significante que se aleja de los procesos del lenguaje social y de sus
prcticas, si atendemos a la reflexin de Calasso:

.. .la fuerza del choque de las formas polticas totalitarias no puede


explicarse a menos que se admita que la nocin misma de sociedad
ha absorbido en s una potencia inaudita, que haba pertenecido antes
a lo religioso. Consecuencia de ello sern la liturgia de los estadios,
los hroes positivos, las hembras fecundas, las masacres 18

Al negar estas prcticas, el signo de la poesa anticipa, desde


Hrderlin, la huida de los dioses y la desobediencia al signo de la
sociedad, tal como lo propone Mallarm para quien "la palabra una vez
salida por la puerta de la sociedad, volva a entrar por una csmica
ventana", en imagen de Calas so, despus de haber absorbido nada
menos que el Todo. La poesa post-Holderlin no hace entonces ms que
expresar el desgarro trgico del "principio individuationis", la soledad de
la forma. Se produce as la evasin del cauce de la retrica, cuyo valor
vinculante se eriga, en la poesa clsica, en la voz de una comunidad.
De esta experiencia extrema del lenguaje, de sus clandestinos "signos
de reconocimiento": le nouveau frisson con que Hugo saluda a Baudelaire
y Baudelaire a Poe, etc., nos quedan sus continuadores, unidos por esa

14
KRISTEV A, "Prliminaires thoriq ues ",La rvolution du langage potique, ds.
du Seuil, Pars, 1974, p. 14.
15
CALASSO' op. cit., p. 169.
16
ELSA DEHENNIN, "La potica de la poesa pura una entelequia?", Studi
lspanici, Pisa-Roma, 2002, 155-182.
17
ROLAN O BARTHES, "La utopa del lenguaje", El grado cero de la escritura,
Siglo XXI, Mxico, 1993, pp. 85-89.
18
CALAS SO, op. cit., p. 16 7.

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vibracin de la palabra. En esta suerte de orden de caballera nocturna


en la que todos hablan de lo mismo aunque no se muestren ansiosos por
nombrarlo, Calasso incluye selectivamente algunos nombres: Valry,
Proust, Montale, Borges, Tsvietieva y algunos otros, a los que yo
agregara una lista de elegidos en lengua espaola: J. R. Jimnez y la
Generacin del 27, para limitarnos, pero antes, Gngora y S. Juan de la
Cruz. Todos ellos participaran de la experiencia extrema del lenguaje,
configuraran una lengua especial que nombra lo absoluto. Una lengua
que funciona en lugar de la realidad, como lo seala H. Cowes 19
La exaltacin de esta realidad de orden lingstico atraviesa los
discursos lricos del 27 y no escapa a la relacin intertextual: Juan
Ramn homenajea a Mallarm, Lorca, a Gngora, Salinas traduce a
Proust, Guilln, a Valry. Algunos poetas de esta Generacin se
enfrentan a la encrucijada del nombrar desde la perspectiva trgica, en
eco con Sileno: la tragedia de la palabra es nacer. As el nombre, en el
discurso de Salinas, atraviesa el cuerpo del lenguaje como un tajo que
nos separa de la unidad primordial: "Nombre: qu pual clavado/ en
medio de un pecho cndido/ que sera nuestro siempre/ si no fuese por
su nombre" (9). Ahora s, la herida fatal del nombre deviene "utopa de
una palabra no alienada cuya forma no entre en la historia del lenguaje
ni en la de la realidad'', si recordamos a Barthes, quien adems advierte
que "nace as una tragicidad de la escritura, ya que el escritor debe
luchar contra los signos ancestrales que, desde el fondo de un pasado, le
imponen la literatura como un ritual y no como una reconciliacin"2 . La
cita subraya lo que la poesa tematiza.
El yo lrico de Salinas llega a desear una dimensin ahistrica, la de
una realidad no nombrada: "enterrar los nombres,/ los rtulos, la
historia... "; llega a rechazar la realidad afirmada por las cosas y se
propone habitar en la realidad ms absoluta del lenguaje, la de los
decticos: "Para vivir no quiero/ islas, palacios, torres./ Qu alegra ms
alta:/ vivir en los pronombres!" ( 14)21 Estos "signos vacos, no referencia-
les por relacin a la 'realidad', siempre disponibles y que se vuelven
'llenos' no bien un locutor los asume en cada instancia de su discurso",
segn Benveniste, no aluden a la realidad extralingstica sino que

19
Huco COWES, El problema del referente en los discursos lricos de Pedro Salinas,
Universidad Nacional de Cuyo, 1991, pp. 193-214.
20
BARTHES, "La utopa del lenguaje", p. 87.
21
PEDRO SALINAS, La voz a ti debida, Ctedra, Madrid, 1997, poemas 9 y 14,
pp. 125, 136.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 593

constituyen una realidad ex novo, de esencia lingstica Constituyen la sui


referencialidad del nombrar potico. La posicin de Salinas se relaciona as
con la ontologa del nombre, con el "nexo necesario" del signo lingstico
propuesto por Benveniste, con el "algoritmo saussureano" pensado por
Lacan. Se trata de un signo que niega al signo alienado de la sociedad: la
palabra mundana que se alej del ser, en trminos de Heidegger y que
en Salinas niega adems el nombre heredado y las marcas de la Historia
donde ese nombre se vaca. Salinas ingresara as en la orden de la
literatura absoluta, cuyos miembros viven en una "realidad secundaria, que
se abre detrs de las fisuras de la otra realidad" 22 , en palabras de Calasso.
Esta realidad secundaria, correlativa a la del lenguaje potico, es de
orden lingstico: "Un ms all de veras/ Misterioso, realsimo",
enunciado por la poesa de Guilln y que se corresponde a ese: "S por
detrs de las gentes te busco/ No en tu nombre, si lo dicen ... Detrs,
detrs, ms all", enunciado por la poesa de Salinas23 El nombre de este
ms all, el mismo que Mallarm hace entrar por la ventana csmica,
tiene ms peso ontolgico que el nombre de la realidad habitual.
Desde otro exemplum, la consecuencia trgica de este nombrar
absoluto alcanza su mxima tensin en los Poemas de la consumacin, de
Aleixandre. All, el yo lrico, realiza como poeta y desde el cuerpo del
lenguaje la experiencia extrema de enunciar lo inenunciable: el acontecer
la muerte en la muerte del cuerpo del nombre, que es tambin el cuerpo
del poeta: "Soy quien fin, quien pronunci tu nombre, como forma/
mientras mora" (Presente, despus). Y tambin, in extremis, la de enunciar
la tragedia del nombre, es decir su nacimiento: "De m nacida;/ aqu
presente porque yo te he dicho". Entre el participio (nacida) y el genitivo
de posesin (De m) se proyecta la fusin poeta/palabra y la relacin
lingstica enunciador/enunciada, elidiendo el nombre, lo que se resiste a
ser nombrado: referente oculto o metonimia de la muerte.
La tragedia del nombre no es ajena al grito nietzscheano: Dios ha
muerto, ledo como la muerte del sentido tradicional del absoluto. De all
que la poesa moderna privilegie el lenguaje y que inclusive el poema de
un poeta creyente como Eliot tienda a algo ms perfecto que nunca ser
escrito o a oscilar, en busca del nombre, entre Escila y Caribdis, para no
naufragar 24 Sin embargo el agnosticismo de poetas como Aleixandre,

22
CALAS SO, op. cit., pp. 170-171.
23
PEDRO SALINAS, La voz a ti debida, p. 111.
24
T. S. ELIOT, "Escila y Caribdis", Cuadernos Hispanoamericanos, junio de 1998,
nm. 576, pp. 77-90.

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594 LUCRECIA ROMERA

Borges y casi el mismo Salinas no escapa a la trascendencia del nombre


(o a la ilusin de trascendencia, en el caso de Borges), a la bsqueda de
una palabra liberada en fusin csmica o a la de un nombre oculto o
silenciado, en resonancia con la escucha espiritual que nos leg San]uan.
As el nombre aleixandrino hallar correspondencia en la noche
ilimitada o se fusionar con la tierra como el nombre de la Primera
Residencia de Neruda; en tanto el de Borges ser un nombre consciente
del lmite, incrdulo y a la vez expectante del secreto del nombre.
Salinas, en cambio nombrar como un vivir en vilo, apoyado en la
paradoja hay nombre/no hay nombre, a la manera de la propuesta de fe de
Meister Eckhart: "una cada de todo punto de apoyo".
Si el nombre es evanescente y mortal, la posibilidad es afirmarlo por
la va negativa: lo que no tiene nombre, como el dios de Eckhart2 5 que,
conteniendo en s todas las cosas en su pureza y plenitud, no dice su
nombre a Moiss cuando se lo pregunta (III, segundo Libro, xodo) pues
queriendo mostrar que en l estaba la pureza del ser dijo: "Yo soy el que
soy", enunciado bblico que Borges considera en su ensayo: Historia de los
ecos de un nombre26 , dndonos el pie para entrar en el problema del secreto
del nombre a partir de distintas lecturas, una de las cuales refiere a
Martn Buber, para quien la frase bblica puede traducirse por: Soy el que
ser o por: Yo estar, es decir, el advenir del advenir. En este sentido, el yo
lrico de Salinas tampoco dice su nombre: yo te quiero/ soy yo .. ., apropindo-
se de la lengua entera al designarse como yo, confirmndonos as su
deseo de absoluto: vivir en el lenguaje, ms, en los decticos, porque slo
all es posible fundar la realidad del ser. Pero no slo persigue el advenir
del ser en el advenir del nombre, sino el advenir de la pureza del ser en
el vaco de un nombre siempre nico: "Si t no tuvieras nombre,/ todo
sera primero/ inicial, todo inventado por m". Deseo potico de estatuirle
el ser al nombre y deseo adnico de fundar con el nombre, que no
excluye la afirmacin amorosa, liberada as de las marcas de la historia,
en la negacin del nombre: "Gozo, amor: delicia lenta/ de gozar, de amar
sin nombre" (9).
La va negativa del nombrar proviene, en el 27, de la lnea potico-
mstica de San Juan. No se trata del componente doctrinario sino del
lenguaje insuficiente o de lo inefable mstico, en palabras de J. Guilln. Se

25
MEISTERECKHART, Cuestiones parisienses, EUDEBA, Buenos Aires, 1967, p.
34.
26
JORGE LUIS BORGES, en Otras Inquisiciones, Emec, Buenos Aires, 1960, pp.
223-228.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 595

trata de un lenguaje cuya paradoja lo vaco es lo lleno se constituye en una


Potica. San Juan nos anticipa as al poeta moderno. La experiencia
mstica es su va religiosa pero la conciencia de un lenguaje insuficiente
es su va potica. La encrucijada, comparable a la del poeta moderno, lo
conduce a una escucha privilegiada en la que se encuentran la va religiosa
y la lingstica:. "mientras los msicos cantaban, pareca dormir.
Acabado, le preguntaron qu le pareca y el respondi que haba estado
atendiendo a otra msica interior" 27 Podramos relacionar otra msica
interior con la chora semitica de la que nos habla Kristeva: "Esa musicali-
dad infralingstica a la que todo lenguaje potico aspira y pasa a ser el
objetivo principal de la poesa moderna" 28 Esta msica, cercana al aksara
vdico: vibracin irreductible, anterior al significado, nos conduce a ese
espacio, anterior al sujeto, que no guardamos en la memoria puntual
pues careci de lenguaje articulado.
Pero vueltos otra vez a la persecucin de la palabra absoluta, que
niega a la palabra de uso, podemos recordar, desde otra va religiosa
aunque en trminos de conciencia lingstica, la propuesta de San
Agustn: "Y volvimos a hablar con las palabras de cada da, que
comienzan y terminan, en nada semejantes a la palabra de Dios, que es
en s mismo, que nunca envejece y rejuvenece todas las cosas"29 Una
propuesta que, leda desde la encrucijada post-Holderlin, nos enfrenta a
la sui-referencialidad del lenguaje potico, lo que no excluye el problema
del referente.
Si bien se trata aqu de otra paradoja: hay referente/no hay referente, si
pensamos en la afirmacin terica de Frege, para quien la literatura tiene
un sentido pero no un referente o en la de Ricoeur31 , para quien en la
obra literaria el discurso llega a suspender la denotacin primera a
expensas de la denotacin segunda o si pensamos en el referente
inestable y el vaciamiento del signo de la poesa de Salinas o en el
referente alterado posicionalmente en las instancias del discurso, de
Borges ("Ser Judas/ que acepta la divina misin de ser traidor" 32 ). Este

27
En DAMASO ALONSO, El misterio tcnico de la poesia de S.]. de la Cruz, Poesa
Espaola, Gredos, Madrid, 1966, p. 395.
28
JULIA KRISTEVA, La revuelta ntima, EUDEBA, Buenos Aires, 2001, p. 19.
29
SAN AGUSTN, Las confesiones, Ediciones Palabra, Madrid, 1998, p. 233.
30
GOTTLOB FREGE, "Sobre el sentido y la denotacin", en T. Moro Simpson,
Semntica filosfica: problemas y discusiones, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973, pp. 4-27.
31
PAUL RICOEUR, La mtaphore vive, ds. du Seuil, Paris, 1975, p. 331.
32
JORGE LUIS BORGES, Obra potica completa, Emec, Buenos Aires, 1977, p.
429.

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Actas XV Congreso AIH (Vol. III). LUCRECIA ROMERA. Nombrar el nombre? Un problema de la poesa moder
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596 LUCRECIA ROMERA

referente que se ausenta, se oscurece y se ilumina, se suspende y se altera


echa por tierra la nocin de realidad: "Una cosa es el verde en la
naturaleza y otra en la literatura. La naturaleza y las letras parecen
tenerse una natural antipata; basta juntarlas para que se hagan
pedazos", como lo tematiza rotundamente el enunciado potico de
Virginia Woolf (Orlando), en traduccin de Borges.
El problema del referente se pone de manifiesto, como lo ha
demostrado Hugo Cowes33 , en la poesa de Salinas y tambin en la de
Borges, dos ejemplos paradigmticos de potencial post-modernidad, en
los que me voy a detener, pues si bien los dos poetas se ignoraron
comparten la tragedia del nombrar desde diferentes estrategias del
lenguaje, como veremos, comenzando con el discurso de Salinas.
La tragedia del nombre como un desgarramiento del principio
individuationis est enunciada ya en Presagios (1924 ). El epgrafe del propio
Salinas pone de manifiesto adems la temporalidad que obra simultnea-
mente en la cadena finita e infinita del significante al forjar el poeta, en
una suerte de rnxvri, cada nombre: "Forj un eslabn un da,/ otro da
forj otro/ y otro./ De pronto se me juntaron/ -era la cadena- todos". En
otro ejemplo la unidad del mundo no tiene todava nombre sino pre-
nombre, balbuceo infantil que no ha sufrido an el desgarramiento de la
individuacin, de los lmites lingsticos: "El mar, las montaas, todo .. .j
el mundo Tat, dad" (4). En Seguro azar (1929), asistimos, bajo la
influencia mallarmeana (la palabra azar es dominante}, a una puesta de
la teora del blanco, que da cuenta de la tensin evanescencia/aparicin en
la cadena significante: "Y la que vence es rosa, azul, sol, el alba.. ./ contra
lo blanco, en blanco/ inicial, t, palabra" ( 1). En Fbula y signo (1931 }, un
ttulo emblemtico que conjuga mito y lenguaje, prevalece este deseo del
nombre no articulado, perdido en el caos de la modernidad, donde se
construye y desconstruye, imposible de apresar como absoluto en la
infinita combinacin del finito alfabeto: "Se me olvid tu nombre./ Las
siete letras andan desatadas;/ no se conocen./ Pasan anuncios en
tranvas/ letras/ se encienden en colores a la noche ... Por all andars
t .. ./ tu nombre, que eras t,/ ascendido/ hasta unos cielos tontos,/ en
una gloria abstracta de alfabeto" ( 11 ). Salinas no rehsa nombrar los
nombres de este caos (cines, letreros, etc.), inclusive los de las marcas de
la superestructura, en una operacin que transforma estos nombres de
uso y de mercanca en nombres poticos, traspuestos a la realidad del

33
HUGO COWES, "El referente en la lrica de Pedro Salinas", Revista de
Filologa, Buenos Aires, 23 (1988), nm. l.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 597

lenguaje, como en el poema citado: Underwood Girls (28) donde tambin


se hace visible lo invisible contra el fondo del blanco mallarmeano: el
mito ninfas, refugiado en las letras: "T alcate/ bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,/ a las treinta, eternas ninfas/ contra el gran mundo
vaco/ blanco en blanco" 34
Esta postura, que comparte con Guilln, se escapa de la pureza
juanramoniana del lenguaje sin por eso dejar de perseguir el absoluto del
nombre. No hay espacio para ms ejemplos. Slo quiero acotar que la
obra potica de Salinas puede leerse como una obra nica pero adems
como una obra sobre el lenguaje, al igual que la de Borges y la de los
otros poetas del 27. Me interesa ahora citar fragmentos de un texto de
Salinas: "Poema JO(Razn de amor)" 35 , donde los decticos yo/t fundan
constantemente la realidad del nombre y llevan a cabo la utopa de "un
signo cuya forma no entra en la historia del lenguaje ni en la de la
realidad", como lo seal Barthes, porque se proyecta en el advenir del
ser. Aqu el vaco de la correlacin yo/t no es precisamente el de los
"nombres vacos" de la denotacin.
El poema se abre con dos preguntas que interpelan al t: "T sabes
lo que eres de m?/ Sabes t el nombre?". Me interesa destacar la
posicin del pronombre lo entre prtasis y apdosis, entre t y el genitivo
de posesin: de m. El yo posee un nombre o el enigma de un nombre?,
cul?: el que encierra la forma neutra lo, de hecho, el miembro no
marcado de la correlacin de persona yo/t. La segunda pregunta
refuerza la oscuridad del enigma. Los interrogantes marcan el blanco
entre las preguntas y la respuesta, configurada en los 61 versos restantes,
de libre versificacin que completan el poema.
La respuesta comienza con una negacin afirmativa: "No es el que
todos te llaman,/ esa palabra usada/ que se dicen las gentes,/ si besan o
se quieren/ porque ya se lo han dicho/ otros que se besaron". Hay un
saber del yo en relacin con el nombre del t que no es el establecido por
uso y convencin, como el de Hermgenes, ni el que ha pasado por el
discurso de la historia ni el automatizado en acto por el habla. Pero
tambin hay un no saber del yo: "Yo no lo s, lo digo,/ se me asoma a los
labios/ como una aurora virgen/ de la que no soy dueo". No saber es
aqu decir el nombre siempre en presente, comparable al smbolo
doblemente puro: aurora virgen, que no admite ni fijacin ni posesin. La
paradoja hay nombre/no hay nombre se desplaza, en la correlacin de

34
PEDRO SALINAS, Poesas completas (7), Alianza, Madrid, 1989.
35
PEDRO SALINAS, op. cit. (3), pp. 39-41.

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598 LUCRECIA ROMERA

subjetividad, al t: "T tampoco lo sabes,/ lo oyes. Y lo recibe/ tu odo


igual que el silencio/ que nos llega hasta el alma/ sin saber de qu
ausencias/ de ruidos est hecho,/ son letras, son sonidos?". Se produce
aqu un quiebre del dilogo convencional y del propio silencio: ncleo de
la paradoja con sede en el alma, palabra eje del corpus salineano. La
pureza del enigma lo confluye en el plural nos: forma indicativa de la
yuncin yo/t y forma espiritualizada del lenguaje si pensamos que el
silencio niega los ruidos del nombre mundano y afirma la ousa de lo no
dicho. El enigma lingstico, privado de marcas, va ms all de la
se miosis, en tanto la pregunta son letras, son sonidos? con su paronomasia
interna son y son(idos}, nos enva a una fase anterior al signo.
La pregunta da pie a una respuesta afirmativa: "Es mucho ms
antiguo;/ lengua de paraso,/ sones primeros, vrgenes/ tanteos de los
labios,/ cuando, antes de los nmeros,/ en el aire del mundo se estrena-
ban los nombres/ de los gozos primeros". El nombre no codifica aqu en
el sistema lingstico general, no es un signo social. Se inscribe en una
lengua anterior a la lengua: nombre pre-adnico, anterior al paraso
codificado, a los nmeros, a la individuacin, un nombre cuya materia,
los sones, carece de marcas, siempre en posicin pre-fundante, sin punto
de apoyo, excepto el ncleo fsico: los labios, conjugacin de fisiologa
prousteana y platonismo. Esta vspera del nombre remite a la vspera de
un mundo que los nombres no han nombrado an como lo indica la
proposicin adjetiva: "Que se olvidaban luego/ para llamarlo todo/ de
otro modo al hacerlo/ otra vez/ nuevo son para el jbilo nuevo". En ese
paraso, sin pecado ni cada, est el origen del nombre: su realizacin y
desrealizacin, su anulacin por el olvido que da entrada, sin embargo,
al advenir eufrico y pre-lingstico del nuevo son para el jhilo nuevo.
Este ir hacia atrs configura un paraso de esencias. Lo sealan la
determinacin indeterminante del demostrativo ese y la ostensin de los
indicadores all, ms, que lo universalizan: "En ese paraso/ de los tiempos
del alma,/ all, en el ms antiguo,/ es donde est tu nombre". La
construccin adjetiva: de los tiempos del alma, configura un paraso sin
historia: la morada del nombre del t. As inscrito el nombre en el origen
del origen, el yo lrico apela al enigma del enigma que encierra el lo
pronominal: "y aunque yo te lo llamo/ en mi vida, a tu vida,/ con mi
boca, a tu odo,/ en esta realidad,/ como l no deja huella/ en memoria
ni en signo,/ y apenas lo percibes,/ ntido y momentneo,/ a su cielo se
vuelve/ todo alado de olvido,/ dicho parece en sueos,/ slo en sueos
odo" y en una operacin sui-referencial va del enigma al enigma del
nombre, en primer lugar porque Te lo llamo no es lo mismo que te llamo.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 599

Se produce aqu otro quiebre de las funciones comunicativas del


lenguaje. El dilogo deviene secreto del nombre cuya instantaneidad no
deja marcas en las fases fsico-lingsticas, como en el lenguaje onrico.
Se trata de un nombre fugaz y esencial a la vez. Ni el yo emisor ni el t
receptor son poseedores de ese lo, que se enva a s mismo a un locus de
origen: el serna espiritual cielo. Nombre en ascenso cuya ousa nos
recuerda la definicin platnica de la poesa: algo alado y divino. Nombre
que cuanto ms se eleva menos posibilidades tiene de morir en las
marcas de la historia, como el aksara vdico, tejido sobre el ter36
El nombre salineano evanesce y es a la vez ontolgico: slo elyo lrico,
al decirlo, le otorga el ser al t; absoluto del nombre y suspensin de ese
absoluto: "Y as, lo que t eres,/ cuando yo te lo digo/ no podr serlo
nadie,/ nadie podr decrtelo./ Porque ni t ni yo/ conocemos su nombre/
que sobre m desciende,/ pasajero de labios,/ husped/ fugaz de los odos/
cuando desde mi alma/ lo sientes en la tuya,/ sin poderlo aprender,/ sin
saberlo yo mismo". La fugacidad del nombre con sus fases de ascenso y
descenso cae sobre el yo lrico como el relmpago sobre el poeta
Holderlin. Al otorgarle al t un estatuto ontolgico, el yo instaura lo
permanente del nombre, que es a la vez lo fugaz. Instauracin que slo
concierne a los poetas, como advierte Holderlin: "Mas lo permanente lo
instauran los poetas", y a la posicin de trascendencia con respecto a t,
en la correlacin de subjetividad. Slo este yo lrico, singular y universal,
podr estatuirle al t el ser del nombre. Esta supremaca del dectico
sobre el nombre se desplaza, sin punto de apoyo, de lo fsico a lo
espiritual, de la sincdoque de las partes (de labios, de los odos) a la nocin
platnica del alma, configurando una metafsica potica del nombre.
Sentir el nombre no es conocerlo ni saberlo. No hay nombre en las
marcas histricas del lenguaje. Se lo siente, como nos dice San Agustn:
"Callado por ser ruido de palabras pero no en cuanto al afecto del
corazn"37
El trnsito del nombre, que se desplaza en la metonimia pasaje-
ro/husped fugaz, no instaura un magisterio, como el del nombre secreto
del Padre, en Jess o en San Juan Evangelista, que da testimonio de la
luz de ese nombre secreto. Tampoco instaura una gnoseologa. La
preposicin sin ha privado a los infinitivos poder y saber de ejercer estas
posibilidades. Las diferentes posiciones de la forma pronominal lo
reiteran la estructura del enigma, que atraviesa todo el poema. Se impone

36
ROBERTO CALASSO, op. cit., p. 151.
37
SAN AGUSTN, op. cit., p. 248.

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600 LUCRECIA ROMERA

la va negativa La conjuncin ni abarca la correlacin yo/ t, la forma


posesiva su, correspondiente al lo pronominal y priva a la vez de su
etimologa a la forma verbal de la yuncin yo/ t: ni t ni yo/ conocemos su
nombre.
No hay asentamiento del nombre excepto en la sede del alma. En el
paralelismo de los versos finales: "sin poderlo aprender, / sin saberlo yo
mismo", las construcciones privativas y la posicin encltica del enigmti-
co "lo, que nunca es despejado", niegan la instauracin del nombre. Se
trata de un nombre del que nada se sabe y por lo tanto no es de nadie. La
negacin del nombre no es nihilismo: afirma la ilimitada posibilidad de
ser, el poder del enigma ante las restricciones de las marcas. As la
interrogacin nuclear: Sabes t el nombre? obtiene una respuesta potica
que trata de la esencia de la esencia sin revelarnos el enigma. Como en
el rezo, cuando se enuncia la santificacin de un nombre que no
conocemos. He ah la encrucijada del yo lrico que, como analic en otro
texto:rn, envuelve tambin a los lectores, nos arroja al vaco del nombre
que, en trminos de psicoanlisis se compadece con "esta cifra absoluta,
este puro significante que se significa a s mismo y puede serlo todo,
incluso el nombre secreto del sujeto, pero un nombre del que nada se
sabe"39
Las palabras cifra y enigma nos conducen naturalmente a Borges,
miembro genuino de la orden de Literatura absoluta y alter ego de
Cervantes (todos somos lectores; todo manuscrito es ficcin; la erudicin
es un juego; las armas son ms peligrosas que las letras, etc.). Tiremos en -
tonces de uno de los hilos de la red borgeana. Una de las conferencias dic-
tadas en Harvard ( 1968) se titula: "El enigma de la poesa' 40 y se abre con
la paradoja de no tener ninguna revelacin que ofrecer. Esta postura nos
conduce tambin a la esencia de la esencia: cualquier intento de definir
la poesa es siempre otro enigma verbal. Veamos algunos ncleos. El
punto de partida nos enva a una referencia terica, que Borges admite
como hiptesis. Se trata de la definicin de Croce: "La poesa como
expresin", ms cerca de la teora de Jakobson: "la poesa como un
enunciado orientado hacia la expresin", que de una valoracin histrica.
Desde esta perspectiva, algunas nociones, codificadas en otros sistemas

38
LUCRECIA ROMERA, Poema 21, Razn de amor, Cien aos de poesa, Peter
Lang, Zrich, 2001, pp. 127-140.
39
MARCE LO BARROS, La pulsin de muerte, el lenguaje y el sujeto, El Otro, Buenos
Aires, 1996, p. 153.
40
JORGE LUIS BORGES, Arte potica, Crtica, Barcelona, 2000, pp. 15-35.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 601

del pensamiento, vuelven a urdirse en la trama borgeana. As, en lugar


de la historia de la poesa, Borges considera la "experiencia esttica" como
la posibilidad de acceder a la esencia de la esencia: Keats leyendo el
Homero de Chapman, Borges recordando a Keats en la biblioteca de su
padre. La experiencia nos lleva as a la teora de la lectura, que desembo-
ca en la autora infinita de una palabra siempre significante: el manifes-
tarse la palabra o mejor: "la poesa que ocultan las palabras".
La poesa est unida, en Borges, a otras nociones. Una de ellas
implica la nocin de lo sagrado. Ni las Sagradas Escrituras ni el Corn
escapan a la concepcin borgeana de poesa. Y en esta lnea, el Espritu
Santo se compadece con la nocin homrica de musa, expuesta antes con
rigor por Marcos: "porque no sois vosotros los que hablaris, sino el
Espritu Santo" (XII, 11) y que llega hasta nosotros convertida en yo
subliminal o subconsciente, palabras, para Borges, menos poticas que las
anteriores. La poesa no se deja as petrificar y se transforma en una
ocasin para la belleza. Es el ncleo que sustenta a la funcin de la poesa:
significar. Las palabras, adems, no estn solas. El contexto crea poesa
con palabras. An las ms remotas vuelven siempre a la casa del ser: las
mismas y otras en el deslizamiento del significado. Este fluir de fondo
heracliteano nos arrastra hacia el lmite y la evanescencia, el lado trgico
del lenguaje que es tambin nuestra mortalidad y que no excluye la
confirmacin de la belleza (no la de las Belles Letres) como una ontologa:
"la belleza siempre nos acompaa", dice Borges, esperanzado. No hay
cancelacin de esta esencia en el fluir del significado aunque este fluir
conlleve la conciencia del tiempo, su tragicidad: "El ro me arrebata y soy
ese ro" 41
Como contrapartida surge en Borges la concepcin, prxima a
Schopenhauer, de un pensamiento nico, cuyo secreto es haber ledo en
clave de ficcin los sistemas considerados no ficcionales y que para
Borges ocultan siempre el mito o fbula, la intriga, a la vez que eviden-
cian la encrucijada de la razn. De este modo, Borges se filtra en los
intersticios de la razn, en sus escndalos (oKav5allov, obstculo). As en
el eplogo a Otras inquisiciones confiesa "estimar las ideas religiosas o
filosficas por su valor esttico". He ah la esencia filosfica del corpus de
Borges, que no es la de la filosofa tradicional. Lo filosfico, ese color que
buscaba Valry, aparece camuflado en la ficcin de una obra que es
tambin una "opera summa" en la que la lectura se convierte en escritura
y el enigma de saber qu es la poesa, en ms poesa. Cundo se produce

41
] ORGE LUIS BORGES, Obra potica completa, p. 321.

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602 LUCRECIA ROMERA

ese no saber que es saber? Segn Borges, cuando se siente ese especial
estremecimiento que nos recuerda al nouveaufrisson con el que Hugo salud
a Baudelaire.
Borges descubre la literatura como Biblioteca de Babel: nombres
finitos en fantasas infinitas. El lenguaje es libertad aparente. La sintaxis
restringe. Poner nombres es delimitar el mundo, inclusive es mejor que
los poetas no tengan nombre ya que los versos los podemos recibir as de
la musa, del Espritu Santo o de otro escritor: anhelo de una literatura
annima, que es tambin una realidad nica del lenguaje. Borges
enfrenta la fatalidad del nombrar con el rigor de un clsico. La nocin de
lmites atraviesa su obra. El lenguaje es as un problema filosfico en s
mismo. La conciencia de los lmites le hacen sospechar un ms all
inabordable que lo lleva a buscar en la poesa el enigma del nombre, de
la palabra, de lo Otro. En su teora circular de la lectura, que es una
escritura, palabra cambiante y eterna, viven el griego, el latn, el cdigo
romntico, el simbolista. Esta postura casi pica ante la encrucijada del
nombrar no excluye la nostalgia por el origen, tan cara a la poesa
moderna. Tambin Borges, inevitablemente moderno, anhela ese
nombre original que tiene ms poder que la funcin semntica de la
palabra. Un nombre que es tambin secreto y deviene ecos de un nombre
que no puede ser pronunciado, como el nombre de Dios, un absoluto que
quizs se desplaza a otro nombre, que se configura como totalidad en el
Aleph.
Veamos ahora algunos ejemplos de la encrucijada ante el nombre. En
el poema El Golem, la teora expuesta por Cratilo se presenta poetizada
al igual que una de las versiones de la cbala, atribuida a Scholem. En la
primera estrofa, el nombre cratiliano se vuelve arquetipo y, a modo de
hiptesis condicional, rene en s mismo el absoluto de las cosas: "Si
como el griego afirma en el Cratilo/ el nombre es arquetipo de la cosa/
en el nombre de rosa est la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo". Los
smbolos seleccionados no parecen casuales, subyacen en la Potica de
Borges. La rosa, archicodificada, vuelve a estructurarse como Absoluto
temporal y en el Nilo, ro sagrado, fluye la teora de Herclito, la
estructura profunda de la significacin. Luego, la teora platnica es
ensayada por la versin cabalstica: "Y, hecho de consonantes y vocales,/
habr un terrible nombre, que la esencia/ cifre de Dios y que la Omnipo-
tencia/ guarde en letras y slabas cabales". Tamaa prediccin choca con
los lmites y restricciones del propio lenguaje, incluida la de la teora
platnica y se enfrenta al enigma de ese "puro significante del que nada
se sabe: Tal vez hubo un error en la grafa/ o en la articulacin del Sacro

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NOMBRAR EL NOMBRE? 603

Nombre'', como lo describe cada una de las estrofas de la leyenda. El


cruce entre la teora platnica y la mstica nos enfrenta a la indefensin
del Hombre frente al Nombre. Todo intento por alcanzar la Cifra es
vano. La teora y la leyenda son puestas a prueba en la visin potica de
incertidumbre, como lo demuestra la auto-irona del monlogo final:
"Por qu di en agregar a la infinita/ serie un smbolo ms?" Pues
Borges tampoco renuncia a esa Cifra que puede serlo todo: un verso, una
lnea, que la justifiquen. Es un intento por nombrar lo absoluto, como en
el Aleph o en el ttulo La Cifra, en cuya dedicatoria nos muestra la
operacin esencial de la poesa: nombrar. Aunque esta vez se trata de
nombrar el nombre de un referente concreto, que remite a otros nombres
y configura el universo: "Yo pronuncio ahora su nombre, Mara Kodama.
Cuntas maanas, cuntos mares ... , cunto Virgilio!" (p. 569).
Otra operacin borgeana es mostrarnos el poder del enigma. Un
enigma que se compadece con la Cifra Absoluta, carpo lo constata el
poema titulado Signos, cuyo epgrafe importa: "Hacia 1915 en Ginebra,
vi en la terraza de un museo una alta campana con caracteres chinos. En
1976 escribo estas lneas". Esta declaracin, con marcas temporales, se
nos presenta como el referente potico que, en posicin de yo lrico-
autorreferido, ignora los caracteres impresos en su cuerpo pero no la
restriccin del lenguaje: "Indescifrada y sola, s que puedo/ ser en la vaga
noche una plegaria/ de bronce o la sentencia en que se cifra/ el sabor de
una vida o de una tarde/ ... o el universo o tu secreto nombre/ o aquel
enigma que indagaste en vano/ a lo largo del tiempo y de sus das./
Puedo ser todo. Djame en la sombra". El referente suspende as la
denotacin de primer grado y enuncia, en la soledad de la forma, las
posibles cifras de un todo (la o disyuntiva es asimiladora). Renuncia a la
traduccin, a la funcin metalingstica, elige la oscuridad del referente
y ms, la apelacin al t supone la resistencia del nombre a ser nombra-
do. El enigma, del que nada sabemos, afirma, al no cifrarse, la posibili-
dad de ser en trminos de Absoluto, como el nombre del cuervo de Poe.
Por el sendero del Enigma llegamos a la sospecha extrema: un ms
all que nos trasciende, experimentar la inquietud metafsica de un saber
que est fuera del nombre, de los lmites intelectivos del lenguaje, el
mundo como proyecto de un Dios inescrutable, como enigma : "La luna
ignora que es tranquila y clara/ y ni siquiera sabe que es la luna;/ ... Quiz
el destino humano/ de breves dichas y de largas penas/ es instrumento
de Otro. Lo ignoramos;/ darle nombre de Dios no nos ayuda. (De que

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604 LUCRECIA ROMERA

nada se sabe)" 42 Los enunciados nos devuelven a la fatalidad del


nombre, a la ilusin de un saber y, en paralelismo potico, al poema 9 de
Salinas, ya citado: "Por qu tienes nombre t,/ da, mircoles?/ .. por
qu tenis nombre: amor?/ Si t no tuvieras nombre,/ yo no sabra que
era,/ ni cmo, ni cundo. Nada". Hasta llegar al pual de la tragedia:
"Nombre: qu pual clavado/ en medio de un pecho cndido". No se
trata, en los dos casos, de una metafsica del vaco. La presencia de lo
fenomnico como realidad inefable no es nihilista, es confrontacin
extrema con los lmites que el lenguaje impone al mundo y a las cosas.
Ni Dios tiene que tener nombre porque sera relativizarlo en su esencia,
negarle Absoluto. Las hiptesis de Borges son paradjicas, como las de
la poesa, y no escapan a la fatalidad del nombrar. La imposibilidad de
apresar la realidad con el lenguaje; la tensin entre la gnoseologa y lo
ontolgico llevan a Borges a valorar la experiencia esttica que nos ofrece
la poesa. El referente oscurecido de los signos de la campana en
sombras; la ignorancia fenomnica de los nombres, nos envan a la
unidad primera, parecen tener ms poder que la palabra mundana y que
el desciframiento gramatical.
Otra hiptesis sobre la realidad del nombre es la que Borges ingresa
en el sueo y en la teora del tiempo circular. El nombre, en una
operacin infralingstica, adquiere en el sueo su mxima realidad. Tal
vez el arquetipo potico de esta postura sea Shakespeare: que so ser
todos siendo nadie y a quien Dios le habla (eco de la secuencia con
Moiss, en xodo III) y le dice: "yo tampoco soy... , como yo eres muchos
y nadie" (en Everything and nothing43 ). Al invertir la respuesta bblica, la
negacin afirma otra forma de nombrar lo Absoluto y corrobora adems
la imposibilidad de reconstruir la biografa de Shakespeare, que es todos
los nombres y ninguno, como tambin lo advierte Virginia Wolfr 4
El sueo nos conduce a la esencia de la poesa y, por analoga, al
descubrimiento freudiano: el inconsciente. El trabajo del sueo sigue las
leyes del significante, es decir las leyes de la poesa. Las operaciones de
metonimia y condensacin o sobreimposicin de los significantes
indican, como seala Lacan: "la connaturalidad del mecanismo a la
poesa". Las observaciones lingsticas formuladas por Lacan a partir de

42
J. L. BORGES, op. cit., pp. 206, 512, 451.
43
J. L. BORGES, Obras completas, Emec, Buenos Aires,
1974, p. 803.
44
VIRGINIA WOOLF, Un cuarto propio, Sur, Buenos Aires, 1980, p. 57.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 605

Freud y pesquisadas por Benveniste 45 estn unidas a las vanguardias.


Para Borges, que no las cultiva, el sueo es una pura experiencia esttica
que deviene literatura en s misma. Alguien me suea: Dios, el lenguaje,
el Creador. No hay certidumbre de un soador original. Hay un
encadenamiento sin fin (equivalente al de la cadena significante) de
soadores que suean a otros y en ese sueo les otorgan el ser, como un
significante pasa la antorcha a otro significante.
La hiptesis del sueo unida a la creacin literaria se manifiesta en
un ejemplo paradigmtico: el poema Ni siquiera soy polvo 46 , que tematiza
el problema de la nominacin y del cual citar algunos versos: "No
quiero ser quien soy. La avara suerte/ me ha deparado el siglo diecisiete,/
el polvo y la rutina de Castilla/ .. ./ Soy hombre entrado en aos. Una
pgina/ casual me revel no usadas voces/ que me buscaban, Amads y
Urganda". El poema es un homenaje de hermandad a Cervantes, el gran
soador en lengua espaola y padre literario.
Desde un tramado nacido a la vez de otro tramado de estructura
narrativa, el referente cervantino enuncia en primera persona el rechazo
a los signos de la realidad y su ingreso en el signo de la literatura: los
nombres de las no usadas voces que estn fuera de la realidad del lenguaje
ordinario. El problema de la nominacin es aqu el de una operacin
abierta. El referente de la realidad desconoce, en sueos, su nombre
literario: No s an su nombre, pero no el de su soador: "Ni siquiera soy
polvo. Soy un sueo/ que entreteje en el sueo y la vigilia/ mi hermano
y padre el capitn Cervantes ... ". Pocas parbolas tan esperanzadas sobre
el poder de un nombre cuya realidad ser constituida por el sueo y por
la conciencia lingstica del soador, sobre todo porque se trata de un
nombre no nacido cuyo nombre ordinario: Quijano, es a la vez un
referente literario codificado. La conciencia de esta operacin onrica y
a la vez potica conlleva marcas autobiogrficas si pensamos que es
Borges quien considera a Cervantes mi hermano y padre (recordemos que
Cervantes se dice padrastro de Quijote). En este proceso de gestacin
onrica del nombre se produce otra gnesis: la de un referente innombra-
do dispuesto otra vez a nacer en la cadena infinita del significante, que
es la de los soadores y soados: "Para que yo pueda soar al otro/ cuya
verde memoria ser parte/ de los das del hombre, te suplico:/ mi Dios,
mi soador, sigue sondome". Ese nombre no nacido supera as la

45
MILE BENVENISTE, "Observaciones sobre la funcin del lenguaje en el
descubrimiento freudiano", op. cit., 1, 7 5-87.
46
BoRGES, Obra potica completa, p. 451.

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606 LUCRECIA ROMERA

fatalidad del nombrar, no se clausura en la memoria, se impone como


signo autorreferencial y omnvoro, eslabn de una cadena urea en la cadena
de la Literatura absoluta que nos devuelve, adems, al mito: "Porque en
el principio de la literatura est el mito y, asimismo, en el fin", nos dice
Borges en la Parbola De Cervantes y de Quijote 47
El acto de fe sobre este nombre en perpetuo engendramiento alcanza
su mxima expresin en la splica final, que deja al descubierto la
primaca del significante. La teora potica del sueo libera al signo de
las marcas de la historia de la literatura y de su cronologa en un proceso
donde la enunciacin en futuro, enmarcada por la operacin temporal
de lo "eternamente" presente y por la posibilidad que indica la frase
verbal con gerundio, configuran el nombre de un referente siempre
proyectado. En esta operacin se pone en marcha la paradoja lo vaco es
lo lleno que Borges no slo expres de la poesa: que es inmortal y pobre sino
de s mismo al definirse como un pobre y enigmtico hombre de letras,
dispuesto a recibir los dones de la musa o del nombre siempre engen-
drndose del soador trascendental. Una postura que tiene su correlato
con la de Salinas, para quien el poeta es el que est vacante, "en estado
de vacancia, a la disposicin entera y total de la fuerza potica"48 Las dos
posturas dialogan con la nocin de signifiance, pensada por Kristeva como
"un engendramiento ilimitado, jams cerrado, alrededor, en y a travs
del lenguaje", y con la de "una prctica de estructuracin y desestructu-
racin" que, siguiendo a Kristeva, desemboca en goce y revolucin, si
pensamos en la comparacin que establece con la de la "revolucin
poltica, en cuanto opera para el sujeto esto que lo otro introduce en la
sociedad" 49 y que me permito leer en su etimologa.
Desprovisto de teora especfica, la prctica resultara para Borges una
"experiencia esttica" y el goce (no as el trmino revolucin), la felicidad de
la palabra. La concepcin potica de Borges no se apoya en lo histrico
-en trminos objetivos- sino en el tiempo, ms cerca de la concepcin
hind. Borges, al apoyarse en el tiempo, cree en la eternidad de la
belleza, como Keats: "Lo bello es gozo para siempre".
Para Salinas la prctica de la poesa es una inmensa traslacin y
escribir poesa es "trasladar las palabras que tienen un uso diario y fijo

47
J. L. BoRGES,
Obras completas, p. 799.
48
PEDRO SALINAS, Mundo real y mundo potico, Pre-Textos, Valencia, 1996, p.
32.
49
JULIA KRJSTEV A, "Prliminaires thoriques", en op. cit., p. 14.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 607

a una tensin nueva, donde valgan y signifiquen otra cosa"50 Tanto el


discurso de Borges como el de Salinas van del nombre al nombre, a la
inversa de Scrates que, al final de Cratilo, va, en una teora fuerte, de la
cosa al nombre (439a), desconfiando de esa gnoseologa (440c). Pero
tambin en los dos discursos hay una fascinacin por la nada y el nadie,
por el annimo, como lo vimos encarnado en Shakespeare o mejor, en el
proceso De alguien a nadie51 que Borges presenta con ecos de textos
sagrados y que se corresponde con los ecos tambin bblicos de Salinas:
"Y vuelto ya al annimo/ eterno del desnudo,/ de la piedra, del
mundo ... "52
A la luz de esta lectura, la encrucijada del nombre pone en marcha
la cadena potica desde Homero y promueve un dilogo nico con las
distintas lneas del pensamiento, desde el razonamiento platnico a la
metafsica no tradicional, Nietzsche y Heidegger, pasando por la
lingstica y la teora del inconsciente, simultneamente. El hay nombre/no
hay nombre configura en estos discursos una teora de la realidad, una
metafsica propia que deviene una tica: la del ser y nos confirma la
potica de una esencia sobre la esencia. Sin llegar al abismo mallarmea-
no, la va negativa de un nombre que configure lo absoluto nos aproxima
a lo que Hegel bautiza dialcticamente como el Espritu ("Todava vemos
al lenguaje como el existir del espritu")53 y en consecuencia a lo que
presenta como la significacin positiva de la negatividad que asume
Cristo en relacin con lo finito. Negatividad que compete al lenguaje de
la cual l encarna la "naturaleza divina". Autorreferencia que tiene el
aspecto de laparousa. Pues tambin del lenguaje se puede decir: "l es all
como es en s, es all como el espritu"54 La supresin de s llevada a cabo
por Cristo para resurgir como espritu puro no excluye al "Verbo que se
hizo carne,/ y puso su morada entre nosotros" Uuan I, 14), cita que el
agnstico Borges tematiza enjuan /, 1455 como el "Espritu del Verbo
divino, el Otro", al que en un gesto de modestia, deja librado el poema:
"Desde mi eternidad caen estos signos./ Que otro, no el que es ahora su

50
PEDRO SALINAS, op. cit., p. 33.
51
JORGE LUIS BORGES, Otras inquisiciones, Emec, Buenos Aires, 1964, pp. 199-
202.
52
PEDRO SALINAS, La voz a ti debida, p. 137.
53
G. W. F. HEGEL, "El lenguaje como la realidad del extraamiento y de la
cultura", Fenomenologa del espritu, FCE, Buenos Aires, 1992, pp. 300-305.
54
G. W. F. HEGEL, "La religin revelada", en op. cit., 433-457.
55
JORGE LUIS BORGES, Obra potica completa, p. 319.

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amanuense, escriba el poema". Las constataciones hasta aqu algo


abstractas colaboran sin embargo con la teora de la "revolucin del
lenguaje potico", enunciada por Kristeva, en cuanto se tratara de un
nombrar que transforma las resistencias, los estancamientos naturales y
sociales, produciendo un estallido del sujeto y de sus lmites ideolgicos.
Por otra parte, la negatividad de la poesa moderna pone en marcha
todo el procedimiento de la poesa post-Holderlin pero tambin el de la
poesa anterior, como lo puntualiza Salinas en Mundo real y mundo potico:
Fray Luis huyendo de lo mundano; Garcilaso procediendo por omisin,
por negacin, privilegiando los decticos yo/t; Gngora y el formidable
pero puesto a la realidad desde la metfora, la mitologa, la asociacin, no
para construir una irrealidad sino la realidad realsima que habita en el
significante. Estos nombres de referentes oscurecidos e inestables, no
pueden ser expropiados por el signo corrosivo de la lengua del habla ni
por las prcticas significantes socialmente instaladas. Por qu? Porque
nombran palabras, como responde Octavio Paz, quien subyace silenciado
pero presente en estas pginas.
Los discursos de Borges y Salinas se complementan como Apolo y
Dioniso, como clsico, el uno, en la aceptacin de los lmites del lenguaje,
la voluntad por elevar lo perecedero a lo perdurable; como romntico, el
otro, en el deseo de absoluto ilimitado y comparten, en palabras de Eliot,
quien en 1917 se anticipa a la intertextualidad, 56 el proceso de despersona-
lizacin y su relacin con el sentido de la tradicin. Los dos discursos
absorben en el presente de la significacin todo el pasado oral y escrito,
desde Homero. Se trata de los nombres usados y nunca gastados que
alcanzan el poema desde la tradicin eterna de labradores, peregrinos,
cuchilleros, payadores y desde la tradicin culta de la poesa escrita. Por
ltimo, la valoracin del silencio, en el caso de Salinas, y del sueo, en el
caso de Borges, no implican la sustraccin del cuerpo del nombre sino la
presencia en la no presencia de la mtica orden de Apolo que, en la
escena de la copa tica, presentada por Calasso como escena primordial
de la poesa, sostiene, empuando su rama de laurel, los elementos
irreductibles de todo acto potico: el Yo, el S y lo Divino, que podramos
trasladar a la enunciacin siempre presente del yo lrico, a la afirmacin
que conlleva la negatividad y al mito, a lo Otro, a la musa, en palabras
de Borges, cuando suspende la incredulidad, trayndonos el eco de
aquellos nombres primersimos, comentados por Proclo y escuchados por

56
T. S. ELIOT, "La tradicin y el talento individual", Los poetas metafsicos y
otros ensayos, Emec, Buenos Aires, 1944, t. 1, pp. 11-23.

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NOMBRAR EL NOMBRE? 609

Homero, hechos cuerpo e imagen entre los pastores de Virgilio: "Lleg


Pan, el dios de la Arcadia, a quien vimos nosotros mismos enrojecido por
sanguneas bayas" (Buclica X, vv. 26-27).
La soledad del nombre de la poesa moderna se prolonga al siglo XXI.
Su inestabilidad no apunta a la ansiedad de un presente sin presente sino
a un presente del ser. No lo reconocemos ni en el nihilismo ni en la
uniformidad globalizadora o totalitarismo del gran animal social porque
es un signo liberador. De la misma manera que la funcin potica, no
salta a los ojos como un afiche, no predomina en el conjunto de los
valores sociales, sin embargo es la poesa la que nos protege contra la
automatizacin, recordando a J akobson. 57 Este signo subversivo y
subvertidor, precario y pleno, que podra remontarse, segn Scrates, al
que los rficos definen en el nombre owa cuerpo, que es sepulcro (ora)
del alma, en el que est al presente enterrada y porque mediante el
cuerpo el alma da a significar (or a 1ve 1) lo que quiere significar y por tal
razn correctamente se lo llama signo (ora) (400c), opera como un eco
en la encrucijada del nombrar y golpea, violentado, las puertas de los
textos. Cuando sucede, da de beber al sediento y de comer al hambrien-
to. Nos confirma que es poticamente como habita el hombre esta tierra.

LUCRECIA ROMERA
Universidad de Buenos Aires

57
RO MAN jAKOBSON, Qu'est-ce que la posie ?, Potique, Paris, 7 ( 1971 }, p. 308.

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