Freddy Gatón Arce
Freddy Gatón Arce
Freddy Gatón Arce
Vlía
Poema para la quinta hoja de un trébol cualquiera
1. Oído inescuchado
Los espacios aquietados, azules de enclavados astros, dan su violeta a la torre invertida del cielo.
La torre, extática, muda, salta nerviosa en sus risas y gemidos, como mama tallado de virginidad.
Cantar de los gallos espada la vigilia y el mundo noche de todos los donceles.
La vida ha perdido un inconsciente de por qué la vida. El traje color rubor de timidez quedó
destrozado en el valladar de los ojos. Clavada torre en el mar de los sueños remolino de sangre de
la sensitiva, blancor de olas altas llagadas como la incertidumbre, o dos pavores y cinco pétalos
caídos traéis a Vlía.
Las cintas grises de la ciudad interior crúzanse desiertas. A trechos regulares espigados señores
negros asoman su cabeza de ojo macilento. Y el gato negro acecha...
Vlía anda como el viento ¡es el viento! que sopla hacia el mar. Vlía: mar de angustia. Se azulan sus
pasos. Anochecen sus cabellos de tanto ser la noche. ¡Y el gato negro acecha! (Vlía, todo un gato
de Noche).
El almendro se desprende de sus pupilas. Los ojos rodantes de la playa buscan su órbita amarga.
La arena: rastro de vientos; fatiga de pupilas; sudario del mar; espaldas de Vlía: Vlía.
La dama blonda Vlía de amarillez de verde es indiscreta: su lengua de plata cuenta cosas al oído
inescuchado párpado de toda quimera: Vlía.
2. Rocío subrosa
vientos para adentrarse en la ría de canalados sentires. Nosotros, ¿qué esperamos de nosotros?
¿Y de ti? ¿Y deVlía? Estamos situados en la infinita distancia de la cercanía y ni siquiera sollozas.
Las lágrimas se hicieron para la fuerza. Tendremos que inventar una nueva telepatía de las almas
para encontrarnos extraterrenos, o subrosa como quieran los hados de todos nuestros deseos, de
los deseos tuyos, de los deseos de Vlía. Ya no podemos cargarnos más de mentiras inclinadas de
ojos y dedos de frentes cuidados de cabelleras invisibles. Debemos irnos viendo en ese mapa que
carece de posición fisiológica: corazon. Quiero queremos tú y yo y Vlía lo sabemos bien: siempre lo
hemos querido en todos los anhelos borrados de sueños que nos vayamos adonde tengamos lo
que nadie sabe, lo que todos hemos sabido desde antes de conocernos. Porque ni tus ojos, ni los
ojos de Vlía, ni los míos, están espejando nada, ni siquiera a nosotros, Vila. Yo quiero que lo sepas
que lo sepamos ya nada acelera mi corazón.
3. Desgarrados cristales
Que se detengan todos: Pájaros anclados en el aliento; espejos con empaños de vidas húmedas.
Que se detengan todos: Universo, Sol y luna; los astros y la imagen gota de rocío de arcoiris en la
siniestra flor de cinco pétalos; los ojos que brotan de las órbitas infinitas para eternizarse en la
visión del jardín, la fuente muda, los perfumes definidos,Vlía y tú, y las margaritas que caen sobre
el almohadón desesperado mano crispada que se detengan. Que se detengan todos. Y la jaula que
vuela en la pupila encarcelada y la rosa amarilla cesen en su Vaivén de congojas. Que se
detengan todos, porque el demonio quiere soñar y yo, Vlía, lo poseo persiguiéndolo por la pradera
de verdeante púrpura apagada. Ahora él sueña ¡como si fueras tú, Vlía!, sueña en mí: ritmo interior
de todas las mariposas;
Aquella niña del pájaro clavado en todos las emociones de la vida perdida de quebrantos
verdaderos olvidados de perfumes idos en la belleza de las palabras, en el oleaje de las
penumbras quebradas de rocas llovidas, como de la mano de una paloma o de un almendro
partido por los rayos del sol relámpago de luz en los desgarrados cristales; aquella niña: recuerdo
sacudido en mis oídos vueltos vientos armoniosos de campanas; aquella niña que llena el alma de
todos los cipreses mejores y largamente encumbrados copa abajo; ésa que nos transfigura,Vlía,
cual si estuviésemos en el fondo de la mar sentados: cabelleras sueltas a todas las corrientes; a
ésa que yo pienso en mi locura, como a ti, endemoniadamente colérica: sonrisa desguindada de la
forma del lacayo eterno guardián durmiente; a ésa que juega en la mesa de horizontes como
cabelleras de rosas, el triángulo diverso de la feminidad: verde aridez de primavera dormida en las
conciencias ausentadas del poema luz de las miradas, los lentes equívocos de vigilias ahumados;
la del respirar de yodos níveo-azules; a esa asomada hacia la silla coja de mil pestañas dispersas;
a ésa que yo poseo
como al demonio, como a ti, urgido por todas las locuras, pasajeramente...
A ésa la sueño despertando cuando el paisaje de las miserias des-ciende para angustiarse en los
músicos: peldaños de árboles nacidos en las noches de todos los hombres que no caminan como
las piedras, bajo las aguas...
4. Inefables rutas
Un silencio estrangula la garganta de luz inventada: el patio interior amanece una sonrisa de
primavera; las pestañas marco alado trajean de verde su rojo de ojos cerrados; la mano de fuego
ennegrece los párpados transparencias recién nacidas de inquietos pájaros umbrosos. Vlía:
Alucinacion.
Lo he intentado muchas veces, demasiadas, ¡tantas que ya los sueños protestan! Jamás quise
pedir nada; sólo un recuerdo en nombre del amor, un recuerdo. Que tuviera un desmayo la
resistencia, que dejara su cabeza degollada sobre un tronco lánguidamente, y que la brisa se
hiciera fría, más fría bajo el árbol de la incomprensión, porque los desesperos hielan la tarde. No
he pedido a los pechos un sube y baja de hipocresía, ni a las gasas manchas de sangre, como un
dolor a dos negaciones. Sólo pedí la presencia de un pasado: un otoño sin hojas secas,
preparativos matrimoniales, ni corduras que se sustituyen. No puedo aguardar el retorno de un
alma rota sobre la almohada de dos huecos, uno que no es mío, para entonces devolverla ungido
por mi ardor. ¡No aguardo nada! El labio de la luna no miente en la quimera: de noche sus llantos,
Señor de sus vigilias, y es tuya cuando está dormida. ¡No quiero aguardar nada! La cita,
renovación de la imagen, la he entregado al aire para enseñar los astros, porque por sobre el amor
resultó pura. ¡No quiero aguardar nada! Ni la reconstrucción. Sobre el dedo de las ruinas sólo el
recuerdo debe levantarse: presentimientos vagos de reconciliación: ignorar de seres encontrados
en inefables rutas. ¡No quiero aguardar nada! Ni la llegada del agua que no tiene los campanarios
de los floreros, ni la sublime emanación de los colores. ¡No quiero aguardar nada! Sólo las grandes
horas que se olvidan por soñadas.
5. Sueño eclosivo
Para el amor todo se hace breve lentitud. La inconstancia no mira en la habitación obscura, ni se
explaya en la furia. Luceros sin almendros perjudican la profesión de adorar. No mueven al odio
salvador del hastío. La realidad precisa un natural encantamiento inferior, emocionado, al reverso
de los ojos, intensamente. La madrugada pertenece al gato negro viejo habitante de lo apacible se
queda en la azotea húmeda órbita de la noche raptada al cielo. Danza y otros pies habitan su
frenesí. La pena no sonríe, ni ciena. Ni melancólica quietud n albor de ruiseñores, suenan tres
perdones en la ventana quebrantamiento de la cita lunar y las cortinas.
Ojos de imágenes sagradas quedan sepultados en las conquistas sin copas que calman los grises
de aire hasta la aurora. ¡Todo quedará distinto! Lejana reconstrucción del mundo, sucinta arista de
la mudez, y tú, intachable en la propaga. ción del vicio. Para nacer escogeremos la perla del
campanario nadando en la alborada suave admiración de la caída. Floreciendo todo, n< nos
distinguiremos, será preferible fabricarnos una manzana inicial en un camino siempre inhollado. El
brotar de las cavernas precisa rar encantamiento y uno que otro movimiento pulmonar en la
quimera Consumirse mueve al desorden. No diviniza la serpiente que está en turno, hay que
dejarla lomizando los troncos del insomnio. Latiremos una vez, y el eco nos lo repetirá al infinito
oído interior petrificado ex la disolución de los pétalos, burda mecánica en los orillas. Para nuestra
primera divinización, volvamos a la intemperie, rechacemos los pies después del nacimiento, la
perduración del amor necesita intensa embriaguez de entrañas.
La amargura jamás debe mostrar sus dientes; escapar por la: manos marchitando la sal que
provoca, es el destino de la sonrisa.
La fantasía no debe guiñarnos si estamos cogidos de las manos Para continuar en la resurrección
basta una fiebre y muchos dedo estrujados. Esencial es irse con labios de burla a todo lo demás,
que no otra cosa se agita en nosotros, sino la creación de algo inadecuado. Un baño de
espiritualidad conforta, mas, margina el goce. Para no perde la serenidad, un salto es necesario.
En la acompasada tristeza de lo otros, buscaremos regocijo perenne subterfugio para deshogarnos
in sensiblemente, las palabras no deben preocuparnos, sólo nosotros da mos sentido a las
estrellas. Imaginar un cielo siempre igual, acontece: los despreocupados. Agrandar los ojos por
una jugarreta de la natura leza, sucede a las personas que carecen de una interioridad liberada Ya
que nacimos, el parecernos a muchas extravagancias que usan dos pies en vez de sus cuatro
naturales, nos privaría del ridículo que tanto acerca a lo patético. Un perfume y otros nominados no
forman una rosa, hay que arrancarla al aire, soberbiamente. Para hacerte no he tenido que viajar a
las minas, una idea satisfizo a lo increado. Para no olvidar nada, te he dado poesía, indigestión de
poltronas y guantes. Así, seremos semejantes: alargar el tiempo abstrayéndolo de nuestras
incursiones, es la sabiduría que nos separa de lo cotidiano. Para salvarnos del regreso el dormir
nos interroga. Hay que dormir un desvelamiento de los oídos, y algunos crujidos más en el
corazón. Quedarse como un desmayo de la Muerte, es retrógrado. Arrojemos los párpados sobre
los yerbajos del camino, ya que continuar en el polvo nos da la sensación de innacidos. De todos
maneras, ahí finaliza el proceso natural de ellos grosera comedia sin acto determinado- y nuestro
telón cobra alas infatigables. Nuestra respiración nos trae otras respiraciones; contagiarse de ellas
propiciaría la impureza de nuestra verdadera misión, quedarnos como nubes sin lluvias, y tú
quisiste un presagio de rocío en el aliento de la mañana. Para la contemplación es requerido
arrojar los ojos al sol. Si hemos de continuar, el sufrimiento se impone, el gozo se anticipa en los
cobardes.
Vayamos por partes: que los tentáculos palpen el aire de invisibles cabezas degolladas, donde
prima el diamante del azul. Antes de lanzarnos al mar no importa su marea ni su sangre
contemplemos el cráter que nos sube a las gargantas. La virginidad hay que poseerla como un
seminarista, por to-dos los corredores. Si la falda está rígida hay que brindarle la ligereza de una
ventana abierta, es propicio al conocimiento del sexo. De todos modos, una indiscreción debe
insinuarse, como un niño. La travesura es necesaria a los dibujos de un cristal quebrado. Para no
desmayar una obsesión de niñez nos invade y aparta los actos sangrientos anteriores a la
concepción. Giramos el sol, mudamos el bosque y nos encontramos perdidos. El escapar no
requiere sistema señalado. Algo negro debe ser el principio, reacción de la sangre coagulada. Otra
belleza jamás emerge esplendorosa. La espontaneidad, o desgraciamos la experiencia. Sólo los
ojos de la neurastenia -cuerdo extravío- iluminan. Para mayores precauciones, empecemos por no
haber comido; pensar separados del estómago, o quedarnos a un brazo de la cruz. Depilamos es
conveniente al total brote de los nervios. Hay que agarrar sus puntos fuertemente y tirar con la
rudeza, destinada a zafark las entrañas a un hermano. De esta manera estaremos accesibles a
una neurastenia mejor, salvadora. En las manos diez puñales deben cornearse para el degúello.
Ahora nos asimos fuertemente por los pies, y dejamos las cabezas sobre el almohadón breve
silueta del universo. Nuestros troncos pueden nadar ahora o confundirse con los hombres. Para un
pasar intachable, volemos al Polo, con nuestras médulas enlazadas.
6. Raro infierno
Aquí, sobre las rocas, o allá, donde el horizonte florece velas, un crimen es necesario. Para el color
de la imagen, un crimen. Nos acercaremos una y otra vez a esa delicia -dios nectario de la
sofocación y fiel a mi constante tristeza te dejaré intocada. Fuente de caracol en la ruta, nos acerca
irremediablemente, como un amago de soledad que viste comprensión de colores. Sonrisa no
frecuenta las almas sin fe, ni el desvelo. Las campanas tendrán que no caerse más a los pies
desangrados del atardecer, de cordura embriagadas. Tendremos dos, tres, y algunos más
imaginados horizontes para ilusionamos. En la locura un presagio de religión es conveniente. Mas,
por sobre todo lo disgregario de la brisa, la obsesión del crimen debe persistir, intensamente
arraizada en la piel -corcel con pasos de caracol donde las almas jamás se vuelven temerosas. Un
crimen blanco, un crimen de frenesí que nos separe de la vulgaridad. Una sangre que nos lleve sin
caer en el hastio hasta él, en cada emoción que se pierde por conocida. Nosotros recorreremos el
arcoíris. Un arcoíris nuevo a cada explosión. Irse de las olas al sol, brizna quebrada de reflejos en
las rocas sin movedizas ilusiones, alas en los corazones que saben crearse un amor. Nosotros no
debemos satisfacernos, una contemplación basta a las sangres
que dislocan en las calles como naranjas heridas de pudor en el jardín tapiado. Pero estamos muy
cerca o muy lejos de la realidad que nos conmueve: el crimen, y hay que decidirse a ser locos o
todas las sábanas protestarán de sed. Pintemos el sol como si fuera el ojo de la montaña o
decrecer de los almendros cobijados en el estío. Pero no, tú estás sin sobresaltos vivo coral a flor
de tierra y otras tantas tonterías en las estrellas invisibles.
Para que el sueño se realice faltan todas las cosas incompatibles con la angustia, y ella está
ausentada de este o de aquel cielo que me frecuenta. Si estamos junto al demonio, no hay que
jumar nada a la noche ni a las almas vacías. Para que los perros no roben nuestra atención, los
ahorcaremos en cualquier rama de las manos intangibles, y el insomnio de la víctima tendrá sabor
de hiena. Lo más adecuado es trajearse de algas. ¡Cuántas cosas hacen un crimen! Ahora la
molestia de distraer mis ojos en la tienda del mar, mis inmersiones no requieren fondo preciso, ni
clima antiguo. Te contentarás con desnudarte, porque la indecisión turba los sentidos. Pero, ¡el
crimen! ¿Dónde está el crimen? Otra pasión ya no conmueve. Las personas, ¿por qué nos dejan
solos? Una protesta, porque la soledad siempre acompaña al crimen y nosotros debemos ser
distintos. Excluiremos la soledad de nuestros cálculos. Así estaremos mejor, un poco más solos.
Entonces el crimen no llega. Para mí, el crimen, de lo contrario nos quedaremos sobre el césped.
Ilusionarse con el cielo acontece todos los días. Olvidar es cruel en tu presencia. Olvidar una rosa
por marchita ocurre a todos los floreros, y yo sólo luzco una flor que nace de cualquier im-
pertinencia de los ojos: el crimen botona en las pupilas. Un instante sin precisión de calendario
duda y queda a los pies pasajería sin destino- y el crimen se acepta o tortura. Hay que ofrecerse en
una quietud callada, un beso haría perder la realidad ambiente. Debemos sentirnos como un vals.
¿Oyes? ¡Qué bien se escucha el silencio de las olas! La actitud hay que mantenerla: un beso nos
haría seres abandonados en una habitación estrecha; nosotros tenemos otros recursos.
Aguardemos, el crimen requiere ser catado, lo contrario sería desbordamiento de sirvientes y los
arrecifes se extienden en tu cabellera. Toda la augusta exquisitez del alcohol hay que recibirla con
la irreverencia de un sentimiento cualquiera sin la ridiculez de los días señalados en Agosto, Abril o
Mayo. Las flores precisan luceros titilantes de emociones decepcionadas sufrir de mariposas
somnolientas en la tarde cuajada de pintores, almendros sin luz de alcobas dormidas. Para la
perpetración del crimen estamos aquí, sin ti y sin mí. Incubar huesos y hacerlos pulular por los
aires como mensajeros del Señor, es nuestro destino. Esta es tu comunión con lo irremediable. Yo
he tenido muchos crímenes. Dejar que el nuestro se realice prontamente sería darles la razón a los
pájaros enfebrecidos de la luna. Ellos dan Diciembre a cada amor, y no debemos fatigar sus labios.
Hay que dar a los párpados la natural posición del sueño; así todo brillará mejor, casi interiormente.
Las sirenas no tienen por qué angustiarse; nos urgen y la impaciencia puede agostar nuestro
deleite. La
psicología del crimen nos tiene atrapados, y es cruel una amargura en el aire. No es posible irse en
las algas alrededor del mundo; en las gaviotas del horizonte las penas se internan todas las quejas
tienen una preñez de angustia. Nunca procuro situaciones futuras a mi corazón, su latido podría
desmayarse en una mentira. Por eso, sí, hay una, otra y otra y muchas más. Ella, ellas, no
intervienen ahora. Sería un proceso lento sumar tantas estaciones para crearte una primavera.
Hagamos un amor como nosotros mismos, que se detenga a dos pasos del pecado. ¿El crimen? El
crimen sólo preocupa a los hombres, y nosotros no los vemos. Estamos con el único Juez
verdadero, el nuestro. ¡No hay por qué llamar! Has asomado Mujer en mi. ¡Calla! Mañana no hay
que hablar del pasado. Toda ridiculez de hoy quedará cal en las grutas -copas de alzadas ilusiones
en las esferas. Por otra parte, la almohada debe abandonarnos; sólo las piedras se convierten en
pesadillas de filos rosados agradable intención de los demonios. Después del crimen, un delirio
mayor propician las abejas. Apóyate en mi hombro para darle descanso a tu corazón bajo la
sombra de una chimenea. La incongruencia es notable: los sueños jamás lloran humo hebra del
aire tejedor de árboles. Ahora, presenciemos un desfile de guijarros y pies heridos bajo el agua del
cielo, recuperemos los ojos, recojamos los párpados: las tinieblas deben reinar con todo su atavío.
Para ser los ebrios eternos, cultivemos vid en un juego de campanas pequeñas y grandes aridez
en el día de muertes. Procurémonos un momento puesto que la detención del reloj es necesaria en
el despilfarro de la adolescencia. Por sobre todas las torpezas, un presentimiento de Reina de
Saba y Príncipe Azul, debe protegernos. La humildad de la cuna no se opone a la exploración de
otros campos. Para una mayor exaltación, vístete de sueño, así la brisa no tendrá reparo en
desnudarte. Evitar una jugarreta del discernimiento requiere un manotazo al sol, la luna y las
estrellas se prestan más a un encantamiento. Un riachuelo nos haría música adecuada a la
entrega. Para que tu languidez cobre expresión de ángel, reclínate en una palma cualquiera, sus
hojas te darán la insensatez de su vaivén. Una vez retornada la cabeza, piérdela de nuevo en un
cruzar de campos siempre cubiertos de verde invisible sentido del locuaz candor que no redime.
Despójate de todas las vestiduras que son los padres y un hogar honorable, para la vehemencia.
Ya estás pura, para el amor. Un volar de ciudades y paisajes, y el tren no se detiene. Un sueño
más, y otro sueño. Todo en una sucesión sobresaltada. Nada va a la tierra. Danza, pies,
divinización. Médula, cabezas sin troncos, crimen. Pesadilla, borrachera, adolescencia. Lo
vertiginoso intenso interior se impone. Todo corre, vuela, se transforma; los árboles se detienen
para un roce en el rostro acompasado. Algo quiere amanecer, una confusión terrible lo revuelve
todo, y por sobre todo, el galope, el galope, el galope. Lo indecible, a ratos tiene un visaje y el
dormir tiene una ligera transformación de miembros. La sábana una y otra vez se convierte en alas
de la ventana abierta y el galope se fatiga, calma. Ciudades, paisajes, árboles, toman la placidez
de una
definición. El sueño toma un ritmo infinito de aroma en la amarga sonrisa insatisfecha. Y todo es
suavidad de esperanzada confianza en el durmiente.
7. -Nada emocionada
Lo quieren saber los demonios que se cobijan en mí. Extienden sus alas a cada golpe del corazón.
Las quimeras rotas como cuerdas de guitarra sin ebriedad interminables copas de luceros árboles
sedientos dcl viento de infinitos labios. Ya nadie te recuerda en la indecisa hora en que te haces
prolongadamente mía. Todos ignoran que los sueños son yerbas florecidas de hielos despiertos en
la encontrada realidad, obscura sombra que se refugia bajo el pez de aguas cristalinas. Ya ni
siquiera respiras por inconsciente, ni te unes a las vigilias de sueños de dos. Ellos se escurren por
una luz retrocedida. Esto no es todo puesto que cada mañana te vuelcas tras la montaña.
Entonces te contemplo bajo olas que se estrellan en el firmamento de aguas enloquecidas por el
viento, rompiente que carece de sentido de sed agudizada. Los olivos nos dejan sin perfume de
sacrificios llevados como espantapájaros al mundo porque los mañanas aún no me tienen logrado
hasta la perfección de la irrealidad, porque tú no te ahogas en el pecado de Cristo, y todo se pone
azul como palabras de veneración. Te conduciré a procesiones que no te avergüence en las
noches que son como blasfemias al transporte de la realidad; a los pájaros nocturnos como vigilia
de ruiseñores bajo ventana de colores. Ya no te escurres de mis brazos invisibles porque te han
llegado demasiado lejos y no me dejas en la pesadez que sacia. Tu flor no tiene ese color que te
hace indefinible bajo el árbol de ramas febriles, como el mar de corales sangrantes sobre la yerba,
extendida. Nos iremos alejando como palmeras bajo un mismo sol de Mayo desflorado en la noche
de los sepultureros sin vidas que cultivar, pero debes sustraerte a esa realidad que te hace tan
negativa o la pesadumbre que me deja como un niño sin voz. Te alejas de todas las cosas que
antes te hacían visión desordenada de pequeñas satisfacciones humanas, con unos lentes y una
viudez inventada. Te dejaré sin vida en mis noches que te hacen en verdad ángel de alas
cuadradas, la tierra está volcada en mí como en un cubo. Nos quedaremos así a dos pasos de la
muerte natural que proporcionan los sueños y muy lejanos para guiñarnos un ojo. El mundo se
desboca hacia ti, como si no estuviera regenerado por el bautismo como tres lirios bajo la sombra
de cosas irrealizables. Ni siquiera suspiras de suficiencia descontrolada y eres un devenir de
música sobre los papeles. De tanto respirar ni siquiera te vuelves humedad de sueños que no te
transformen en sometida. Te veré .en todos los corredores que desembocan en el vacio, más allá
de las cosas que nos aguardan siempre por eternidades dormidas en los muelles sobre la
desesperación. Te esperaré nos esperaremos bajo las aguas que el demonio no estrangula por
diurnos y nos iremos juntos tomando pétalos incompatibles para conocernos mejor bajo bombillas
que se sustituyen en calles cuajadas de perros. Tú convendrás en que nos odiamos porque somos
orgullosos de las tonterías que nos hacen humanos, siendo dioses destronados del cielo. Debes
comprender que las muertes se suceden como presagios que no se colman nunca en penas ni
lágrimas, ni rocíos del viento; debes comprender que las palabras se han vuelto una verdad
humana difícil de compensar como un alero de palomas enamoradas. Tú ni me miras con tus ojos
de muerta que camina hacia la gloria de mis vigilias, porque estamos distantes a dos primaveras y
mucha realidad duerme aún en el pesebre de la Anunciación. Deberías irte de rodillas hasta mi
infierno de luciérnagas y desposarte con una flor cualquiera que no trasnoche como las llaves en el
jardín rodeado de espejos. Entonces vendrías a mí salvada de tantos obstáculos que te hacen
bella. Deberías dejar de recorrer mis intrincadas esencias porque me estoy fatigando de tantos
pasos bajo pupilas de angustia, porque no podemos irnos en el espacio tras las campanadas, ni
quedarnos en el bronce de los fieles. Tenemos que procurarnos un ambiente distinto bajo el
regocijo de saberte desconocida e inlíegada. Jamás tornarás frente a mis ojos que se quiebran
como el vidrio en el niño emocionado. Tu deberías volver a angustiarte como antes bajo el penar
de las almas felices, cuando un purgatorio sin fuegos quemaba las angelicales sonrisas de los
condenados. Si perseveras nos hallaremos a vuelta de esto o de lo otro que no tiene cambio. Me
está urgiendo parecerme a lámparas alucinadas que reflejan las yerbas amarillas bajo el estío. Ven
para no quererte más inalcanzable en la flor celestial en una tarde florida de hundidos cementerios.
Ya todos ríen con esa frialdad que dan los mármoles bajo las bóvedas, sacrilegios de gusanos
como hombres de mil pies gastados y muchas genuflexiones; estaremos viéndonos en el espejo
que son las mariposas del sol y no podremos irnos como los pájaros.
No podemos más. La vida pesa demasiado. Es una tristeza doblada en las cavernas que avanzan.
La noche no se puede detener en una esquina cualquiera. Debe ser que a nosotros nada nos une,
ni siquiera los pensamientos. Debiera irme como perro a la sombra de los casas, hurgando en los
zafacones. Es imposible quedarse bajo lo azul y tenerte presente o estar triste. Trataré de darte
otra silueta para imaginarte mejor. Todo quedará como árboles ardidos hacia los venas frías. Ya
que estamos en el cementerio, un coloquio con los muertos confortaría. Aquí todo es igual, la
tradición fría desconoce el sol de las transformaciones. Si miras a la derecha, nadie ultraja la
humanidad del algodón, ni a la izquierda un chaqué crea odios. Aquí debimos haber nacido: la
música siempre es escuchada, un viraje al Norte o al Sur para agradar con otra melodía, y no
hacen falta oídos ni manos para templar cuerdas, ni aliento para estridentes sopíos. Todo es
nuestro, un ritmo muy tuyo, muy de aquel, muy mío, y todo descansa en una igualdad serena. Pero
ya estamos bajo el árbol elegido; nuestra primera incursión aquí termina.