3 Salsa de Tomate
3 Salsa de Tomate
3 Salsa de Tomate
Ingredientes
Cebolleta, 1/2 Kg
Dientes de ajo, 8
Melaza de granada
Tomillo
Sal
Pimienta
Saber preparar una buena salsa de tomate casera es un conocimiento clave tanto a la hora de
iniciarse en el mundo de la cocina como si se quieren hacer platos de nivel más avanzado, además
de ser una salsa de uso cotidiano en nuestras casas de la que vale la pena conocer todos sus
secretos y así saber preparar nuestra propia salsa casera, que siempre va a resultar mucho más
natural y sabrosa que la que podemos adquirir en los comercios. ¡Vamos a ello!
Picamos toda la verdura lo más fina que podamos. Para picar grandes cantidades de ajo un
método que nos facilitará la tarea es utilizar una picadora 1,2,3 o similar. La zanahoria debido a su
fibrosidad también la podemos picar en la picadora o incluso podemos rallarla. Sin embargo, la
cebolla y el pimiento verde deberemos picarla a cuchillo, ya que la cuchilla haría que soltasen
muchísima agua, con lo que se cocerían.
Elegimos una cazuela lo más ancha posible y con cierta altura y la llevamos al fuego. Añadimos un
poco de aceite de oliva a la cazuela y a continuación el ajo y la cebolla. Acto seguido, añadimos
también el pimiento verde y la zanahoria y rehogamos todo bien. Cocinamos a fuego muy lento,
hasta que la verdura se poche mucho, pierda toda consistencia y se caramelice.
Añadimos entonces el tomate concentrado y un poco de melaza, y dejamos reducir unos minutos
a fuego lento para que el sofrito se concentre más aún.
Llega el momento de incorporar todo el tomate, en este caso tomate triturado de la huerta que
emboto en conserva cada año, así como sal y las especias que queramos añadir, en este caso
pimienta y tomillo. Cocemos a fuego medio-bajo, cubriendo parcialmente con la tapa para evitar
salpicaduras y permitir la evaporación. Reducimos la salsa de tomate poco a poco, con paciencia y
removiendo de vez en cuando, hasta que vaya perdiendo todo el agua y termine espesando y
concentrándose de manera natural.
Cuando la salsa haya reducido de volumen y tenga consistencia y textura muy espesa, rectificamos
de sal, dulzor y especias. También variaremos su espesor y textura a nuestro gusto y dependiendo
del uso que le vayamos a dar.
Qué tomates debemos utilizar para preparar nuestra salsa de tomate casera perfecta
Una de las dudas habituales que nos pueden surgir a la hora de preparar nuestra propia salsa de
tomate casera es qué variedad de tomate nos va a dar mejor resultado. Y es que no es una
cuestión baladí, por suerte podemos encontrar en los mercados y en las fruterías una inmensa
variedad de tomates diferentes, por lo que a veces es fácil perderse y no saber cuál escoger.
En otra entrada ya os enseñamos qué variedad de tomate es mejor para cada uso que se la vaya a
dar entre los que podemos encontrar en los mercados. De todas las maneras, vale la pena
detenerse en un instante en las variedades de tomate que mejor van para preparar salsa, que son
las más carnosas y dulces:
Tomate pera: El más común y por ello el más utilizado para salsas y para sopas frías. Es muy
carnoso, muy dulce y tiene una piel muy fina.
Tomate corazón de buey: Es un tomate excelente, polivalente y todo terreno, que cuando está
bien maduro hace una muy buena salsa de tomate, ya que es muy sabroso y carnoso.
Tomate pimiento: Tomate muy similar al pera pero que forma un pico en su extremo, lo que le
hace muy similar a un pimiento. Yo lo planto en la huerta y me encanta, están llenos de pulpa y me
parecen todavía más sabrosos y dulces que el tomate pera normal.
Tomate San Marzano: El tomate San Marzano es una variedad italiana con D.O.P. que se produce
respetando una técnica de cultivo y producción muy meticulosa. Son conocidos mundialmente y
es la variedad utilizada para preparar la auténtica salsa de tomate para las pizzas napolitanas.
Tiene como inconveniente que es poco accesible, especialmente por su elevado precio.
Tomate de colgar: Su principal ventaja con respecto a las otras variedades es su larga duración y
conservación, ya que nos permite tener el sabor del tomate fresco, no de invernadero, fuera de
temporada. Son pequeñitos y tienen gran cantidad de pulpa y una piel muy fina, lo que hace que
sean perfectos para preparar el tradicional pan con tomate catalán o pa amb tomàquet.
Qué tomates se deben usar para preparar salsa de tomate, ¿frescos o en conserva?
Como todos bien sabemos, el sabor del tomate que podemos encontrar en invierno no se acerca,
ni de lejos, al del tomate de temporada. Estos tomates procedentes de invernadero o de países del
norte de Europa carecen totalmente de sabor y no tienen ni el dulzor ni la carnosidad deseable a la
hora de preparar una buena salsa de tomate casera.
Por lo tanto, si nos encontramos en verano lo más lógico es buscar unos buenos tomates frescos
en el mercado, aprovechando su época de esplendor en la que están llenos de sabor. Si queremos
hacer una salsa de tomate casera en los meses de invierno, dada la poca calidad del producto
fresco quizá sea mejor optar por utilizar un buen tomate en conserva (aunque quizá haya alguna
excepción que nos de buen resultado, como el tomate de colgar o alguno muy selecto).
¿Es mejor añadir los tomates enteros, troceados o triturados? ¿Hará falta pelarlos? ¿Y las pepitas?
Tanto si vamos a adquirir una conserva o vamos a usar tomate fresco, otro dilema que nos puede
surgir en el proceso de confección de la salsa de tomate es cómo añadir el tomate al sofrito de
nuestra salsa:
Pelado o sin pelar: En general, lo mejor es usar tomate pelado para que nuestra salsa quede bien
fina una vez acabada y sin resistencias ni restos de piel. También se puede añadir el tomate con
piel si posteriormente vamos a pasar la salsa por el pasapurés, ya que las pieles quedará en él y las
eliminaremos en ese paso. También si lo vamos a triturar, siempre que lo colemos a continuación,
pero hay que tener en cuenta que cuando la piel es gruesa suele amargar. De todas maneras, si no
tenemos claro qué acabado final queremos para nuestra salsa es mejor pelarlos, cosa que podréis
hacer sin ningún esfuerzo, para así no tener la necesidad de someterlos a ningún procesado
posterior. Siempre aplicando el sentido común, porque no siempre será necesario ni saldrá a
cuenta ese trabajo extra, como puede ser con la piel fina y el tomate de reducidas dimensiones de
alguna de las variedades de tomate que podemos utilizar para nuestra salsa.
Entero, troceado o triturado: Esto depende también del acabado final que queramos para nuestra
salsa de tomate. En lo relativo a conservas, el tomate pelado y entero es el menos aconsejable, ya
que contiene gran cantidad de líquido y además será necesario triturarlo a última hora, con lo que
el color rojizo de la salsa se apagará. El tomate troceado es el que mejor resultado nos dará,
gracias a que podemos escurrirlo bien del agua antes de añadirlo al sofrito y no necesitaremos que
reduzca tanto tiempo al fuego como si lo usamos entero o triturado. Sin embargo, también
requerirá que pasemos la salsa o la trituremos, si no queremos que quede con un acabado muy
rústico, con tropiezos de tomate además de la verdura. Por otro lado, el tomate triturado también
contiene mucha agua, pero si no nos es un gran inconveniente dejarlo a fuego lento para que
evapore tranquilamente también es una buena opción.
Con o sin pepitas: En principio, debemos partir de la base de que lo que nos interesa en una salsa
es concentrar el sabor del tomate eliminando el agua. Por lo tanto, parece claro que lo mejor es
añadir únicamente la carne del tomate y no las semillas. Así nuestra salsa se concentrará mucho
antes, ya que tiene menos agua que debamos evapora, y nos llevará mucho menos tiempo su
elaboración. Además hay gente a la que no le gusta notar aunque sea levemente las semillas. De
todos modos debemos insistir en lo mismo, es cuestión de aplicar el sentido común y decidir si
merece la pena dependiendo del tomate utilizado.
El acabado ideal de nuestra salsa de tomate dependerá del uso que le vayamos a dar y de nuestro
gusto personal.
Si no os importa que la salsa final tenga pequeños tropiezos en los que se note la verdura, lo ideal
es no pasar la salsa de ninguna manera. La verdura la podéis picar muy finamente si queréis que
acabe siendo prácticamente imperceptible o más grande si os gusta que se noten los trozos en la
salsa y os apetece una salsa más agreste. El resultado final es lo que se denomina sofrito de
tomate, que presenta un acabado pastoso y rugoso natural y sencillo. Si usamos tomate troceado,
nuestra salsa quedará todavía más gruesa y casera.
El sofrito de tomate es ideal como base de otras preparaciones y guisos o como salsa de guisos y
pastas si queremos que el plato adquiera un cariz más casero y artesanal.
Si queremos una salsa más fina y procesada, es recomendable pasarla por el pasapurés y no por la
batidora. ¿Por qué? Aunque el pasapurés deje la salsa de tomate menos fina que la batidora,
siempre la podremos pasar a continuación por un chino o un colador tupido para que quede más
fina y conserve buena parte del color intenso del tomate. La batidora, sin embargo, tritura mejor la
salsa y la deja más lisa pero la tiñe de un color anaranjado que, aunque recupera levemente el
tono al volver a ser llevada al fuego, no recupera ni de lejos el color rojo intenso de una buena
salsa de tomate bien concentrada y reducida.
La buena salsa de tomate es la que ha concentrado todo el sabor y el dulzor del tomate de manera
natural, mediante la simple reducción del producto, y además el resto de los ingredientes del
sofrito con el que la elaboramos le aportan un toque de sabor y personalidad sin enmascarar la
esencia del tomate.
Si usamos una variedad u otra de tomate, troceado o triturado o más carnosos o menos, el tiempo
que llevará que la salsa reduzca y se concentre su sabor variará mucho. Sin embargo, es un
proceso que debemos realizar al máximo, hasta que el tomate se convierta en una salsa viscosa,
espesa y con todo lo valioso del tomate aglutinado en mucha menor cantidad de producto, nos
lleve el tiempo que nos lleve.
Una vez reducida hasta los topes, ya podemos variar la consistencia de nuestra salsa a nuestro
gusto y según los usos. Si la salsa va a ir a parar a otro fondo o salsa posiblemente nos venga bien
esa textura espesa y acompotada que ha adquirido durante la reducción al fuego. Sin embargo, si
queremos nuestra salsa de tomate para napar una preparación o como base, por ejemplo de una
pizza o de unos canelones, seguramente necesitaremos una salsa más estirada. En este caso lo
importante es reducir primero el tomate al máximo y luego aligerar la salsa, porque así nuestra
salsa de tomate tendrá un sabor mucho mejor que si reducimos el tomate solo hasta que tenga la
consistencia que queremos y no eliminamos todo el agua que contenía en un principio. El sabor no
tiene nada que ver.
Trucos a la hora de preparar la salsa de tomate casera perfecta: cómo endulzar, potenciar y
conservar nuestra salsa de tomate casera
Debido al bajo pH propio del tomate, debemos encontrar la manera de rectificar esa acidez de la
manera más natural posible. En primer lugar, escogiendo el tomate que más dulzor nos aporte,
como os comentamos anteriormente. Así, la elección de la variedad, del estado de madurez y la
utilización de tomate de temporada, ya sea fresco o en conserva, aportará un dulzor natural que
nos ayudará a que no haya que añadirle prácticamente ningún endulzante adicional.
De todas las maneras, si el tomate que hemos usado no es un maravilloso tomate de temporada,
muy maduro e increíblemente dulce, es muy probable que sea necesario corregir la acidez de
vuestra salsa de tomate ligeramente de algún modo. Lo más habitual es añadiendo azúcar
refinado, aunque yo soy más partidario de procurar aportar a la salsa azúcares lo más naturales
posible. En primer lugar, añadiendo al sofrito de la salsa de tomate verduras u hortalizas que le
aporten cierto dulzor por sí mismos, como puede ser la cebolla cuando se cocina mucho tiempo o
la zanahoria. En segundo lugar, añadiendo productos más sanos sustituyendo al azúcar, como
pueden ser la miel o la melaza. Como quizás la miel deje un rastro de sabor más marcado, yo
últimamente me decanto por añadir un poquito de melaza de granada a mi salsa de tomate que,
aparte de darle un toque dulce muy rico ayuda a que la salsa de tomate casera quede con un color
más intenso y apetecible.
Otro giro interesante a la hora de elaborar nuestra propia salsa de tomate casera es potenciarla
con tomate concentrado. Añadir una pequeña cantidad de esta pasta de tomate tomate tan
consumida y potente ayudará a darle aún más color, sabor e intensidad a nuestra salsa de tomate
hecha en casa.
La salsa de tomate es una salsa tan básica y elemental para infinidad de preparaciones que se
presta a multitud de variaciones. Aparte de las correspondientes al tipo de tomate, consistencia,
dulzor y todos los aspectos que acabamos de detallar, el sofrito de verduras de la salsa es la base
que nos permite personalizar nuestra salsa de tomate de mil maneras.
El ajo y la cebolla están presentes en la práctica totalidad de recetas de salsa de tomate, y son
prácticamente imprescindibles para darle a la salsa un sabor casero y mediterráneo. A partir de
ahí, hay gente que además añade otro tipo de verduras u hortalizas dependiendo de la receta:
pimiento verde, zanahoria, puerro, etc. Otros la modifican a través de las especias o plantas
aromáticas (albahaca, orégano, tomillo, pimienta, curry…), mientras que otros muchos le aportan
su toque personal de otro modo: cocinándola con mantequilla en vez de aceite de oliva, usando
tomates secados al horno, añadiendo una pizca de vinagre…
Mención aparte merece la llamada salsa de tomate invertida. Esta salsa se prepara triturando el
tomate con la cebolla, el ajo y el resto de verduras que le queramos añadir a nuestra salsa en
crudo para cocinar a continuación el batido resultante. Es una alternativa con la que ahorrar
tiempo y preparar una salsa de tomate casera de manera muy sencilla, aunque el resultado final
será inevitablemente menos gustoso.
También cabe destacar por su singularidad las salsas de tomate de dos países, las de la cocina
italiana y las de la cocina mexicana. En cuanto a las salsas italianas, su elaboración busca preservar
la pureza del producto, añadiendo muy poca cantidad de cebolla y ajo en comparación con la
cantidad de tomate usado y dándole personalidad a través de multitud hierbas aromáticas frescas.
En Italia la salsa de tomate concentrada a partir de la reducción natural del producto tiene nombre
propio: la passata.
En las salsas de tomate mexicanas, además de aparecer como componente indisoluble el picante
se acostumbra a asar los tomates en el comal o mediante calor directo, sin grasas, para que se
tuesten y tengan un sabor y color más intensos. Y no, no amarga el tomate asado de esta manera
pese a que presenten un aspecto un tanto carbonizado.
Todas las versiones son válidas, pero a mí me gusta añadirle mucha cebolla y mucho ajo, todo ello
muy picado y cocinado para que no se perciba en la salsa de tomate pero sí quede su gusto.
Además me gusta añadirle un poco de pimiento verde, que le da un toque muy especial y un
poquito de zanahoria, que además de tener un sabor muy amable suaviza la acidez del tomate.
Eso sí, estos ingredientes sí que prefiero añadirlos en mucha menor cantidad, para no enmascarar
al protagonista: el tomate.
En cuanto a especias, picante y hierbas aromáticas prácticamente todo le va bien, sólo hay que
escoger adecuadamente según el uso y el gusto que le queramos dar.
Todas las salsas de tomate pueden resultar geniales, lo único que requieren es ponerse manos a la
obra, probar a hacer la nuestra y modificarla a nuestro gusto a medida que cada vez nos vaya
pidiendo una u otra cosa, ahora que tenemos una serie de pautas importantes que debemos tener
en cuenta para que el acabado de nuestra salsa de tomate sea el perfecto.
Si necesitáis más ideas, aquí os dejo otras recetas de salsa de tomate muy versátiles y de todo tipo
que han hecho mis compañeros: