Una Perspectiva Sistémica para La Psicoterapia Individual
Una Perspectiva Sistémica para La Psicoterapia Individual
Una Perspectiva Sistémica para La Psicoterapia Individual
Resumen
Abstract
EL PROBLEMA
1
Psicólogo Clínico Acreditado, Jefe Unidad de Psicoterapia con Adolescentes del Centro de Salud Mental de
la Pontificia Universidad Católica de Chile, Post-título en Terapia Familiar y Terapia de Parejas en el Instituto
de Terapia Familiar de Santiago, Post-título en Biología del Conocer en la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Chile, Académico Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad de Chile,
Universidad Alberto Hurtado y Universidad del Pacífico, Doctorando en Programa de Doctorado en
Psicología de la Universidad de Chile, e-mail czamorau@uc.cl
1
luego de resueltos algunos desacuerdos de convivencia, entonces ellos pueden continuar
con el “verdadero” proceso terapéutico. Esta situación revela un supuesto desde el que
aparece la derivación: los psicólogos clínicos sistémicos sabemos hacer “algo” entre los
pacientes, pero se devalúa el entendimiento que podemos tener respecto a lo que ocurre
“desde” el paciente. Asimismo, colegas y alumnos me han preguntado si en mi consulta
atiendo a pacientes individuales, planteamiento que revela un supuesto desde el que aparece
la pregunta: los psicólogos clínicos sistémicos ¿trabajamos en procesos terapéuticos
individuales?, y más aún ¿cómo se hace terapia individual sistémica?
o Todos consideran que lo sistémico no es sólo la terapia familiar y que por lo tanto
la terapia individual también se piensa desde ahí. Sin embargo, la mayoría reconoce
que les es más difícil definir cómo elaboran hipótesis y cuál es el concepto de
cambio. Por otro lado reconocen que los tiempos son distintos a la terapia familiar
y de pareja, pero que lo han aprendido en la práctica.
1
Post-título de Psicoterapia en Adultos, de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de
Chile, en el año 2006. Los criterios para elegir a los entrevistados fueron: a) haber hecho la formación en el
Instituto Chileno de Terapia Familiar o en el Instituto de Terapia Familiar de Santiago, dado que son los de
mayor antigüedad en Chile, y b) tener al menos 5 años de ejercicio clínico posterior a la formación, para
garantizar un nivel de experiencia suficiente.
2
o Por último respecto a otras influencias, algunos reconocen que con pacientes graves
prefieren leer algo más descriptivo, por ejemplo, respecto a trastornos de
personalidad.
A mi juicio, este escenario debiera interpelar a los terapeutas que trabajamos desde
una perspectiva sistémica a conceptualizar, sistematizar y publicar respecto de los distintos
aspectos que consideramos relevantes en los procesos terapéuticos individuales; más aún,
para quienes hacemos docencia al respecto, implica una cuestión ética.
3
EL CONTEXTO CONCEPTUAL
Gregory Bateson
“…los terapeutas de familia se han ocupado durante muchos años del contexto relacional más
significativo del individuo –la familia-, persuadidos de que para cambiar a una persona bastaba con cambiar
las relaciones familiares. Los procesos internos del individuo se descuidaban, (…) ya que los problemas
presentados por los clientes se atribuían a causas externas (relacionales) y no a causas internas” (pág.27)
A comienzos de los años 80, los planteamientos de Heinz von Foerster, Humberto
Maturana, Francisco Varela y Ernst von Glasersfeld interpelan a los terapeutas sistémicos
de un modo que redirecciona la perspectiva: lo real como proposición explicativa de la
experiencia humana y la autorreferencia desplazaron la atención de los sistemas observados
a los sistemas observantes, fundando así el constructivismo. Se hace ineludible en esta
nueva mirada epistemológica el preguntarse por quién hace las distinciones, el observador.
Después de 30 años de historia de terapia familiar es posible volver a preguntarse por el
individuo, y no sólo como un elemento articulado conductualmente a otros.
1
Ver Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R., 1976
4
Comienza así un período de reinvención, apareciendo distinciones como narrativas,
co-construcción, premisas, que permiten pensar lo terapéutico desde otro lugar1, haciendo
emerger al individuo con mayor relevancia que en los inicios de la mirada sistémica. En
esta dirección, en la última década han aparecido en distintos institutos y universidades2,
cursos y programas de entrenamiento clínico específicos en terapia sistémica individual.
1
Para una visualización del proceso de cambio epistemológico en la perspectiva sistémica, ver Mony Elkaim,
Ecología de las ideas: Constructivismo, construccionismo social y narraciones ¿En los límites de la
sistémica?, en Perspectivas Sistémicas, N° 42- Julio- Agosto 1996
2
Institutos como el ITF de Santiago de Chile, el ILEF en México, la ESIL en Perú, el ITAD en España, el
EIST en Milán, el CMTF en Milán, la Universidad del Aconcagua en Argentina, el Diplomado Sistémico de
la Universidad de Chile, contienen en sus programas de formación secciones específicas en terapia individual
sistémica
3
Revista Connessioni, n. 20 (marzo 2008): PAZIENTE SISTEMA PERSONA. La terapia con l’individuo
4
Andolfi M (2001) Terapia con el individuo y terapia con la familia. Sistemas Familiares 17 (1) 29-42
5
El marco epistemológico que me da la perspectiva de análisis es la Teoría Biológica del Conocer; no
obstante tanto H. Maturana como F. Varela no se reconocen constructivistas, pero por razones diferentes y en
parte antagónicas: Maturana no comparte la noción de “calce”, pues presupondría un mundo independiente
del observador, mientras que Varela toma distancia respecto de la idea de la “realidad inventada”, previniendo
de caer en la posición solipsista. Prefiero considerar el constructivismo como marco epistemológico que
comparte el cuestionamiento de la objetividad, que considera que el mundo y lo real se genera con lo que el
observador hace, dice que le pasa y explica lo que le pasa. En ese punto, Varela, Maturana y von Foerster
comparten la premisa de que todo hacer es conocer, y todo conocer es hacer, principio fundamental de la
perspectiva sistémica constructivista.
5
RESPECTO DE LAS INDICACIONES
1. Adultos que no han formado su pareja, que no han formado su propia familia y se
han independizado concretamente de las familias de origen, sería anti-evolutivo no
verlos como lo que están tratando de ser en su objetivo evolutivo primario: adultos
autónomos e independientes.
2. Adultos que poseyendo una familia nuclear, sus familias de origen son físicamente
inaccesibles para una terapia
3. Adultos que teniendo una familia de origen accesible y una familia nuclear, su
problema es planteado en ámbitos que no ponen en un primer plano ninguna de
estas personas
6
Es posible deducir desde lo planteado por estos autores, que para ellos existirían
situaciones de primera opción y otras por “defecto”; esta distinción está basada en criterios
que revelan un punto de tensión fundamental: ¿cuán des-vinculado o in-dependiente debe
estar el individuo de su sistema familiar para que la terapia individual sea “indicada”? Esta
interrogante es especialmente crítica en casos de adolescentes o adultos jóvenes que viven
con sus familias.
3. Aún cuando lo que le ocurre tiene que ver con otros, se plantea desde el deseo de
clarificar desde él/ella lo que le ocurre y tomar posición al respecto,
4. Y acepta la invitación del terapeuta para pensar y dialogar con él/ella todo aquello.
7
respecto de su pertenencia a su mundo familiar, evitando caer en categorizaciones de
exclusión del tipo:
1
Como bibliografia recomendada respecto del trabajo con adolescentes desde una perspectiva sistémica –si
bien desde distintos enfoques- sugiero revisar Cordella, P. (2006), Fishman, H. C. (1990), Haley, J. (1985),
Contreras, O. (2003), Crispo, R. et al. (2003) y Zamorano, C (2008)
2
En la vereda opuesta están los criterios de Coddou y Méndez –en comunicación personal, dado que no han
publicado al respecto-, quienes consideran que los adolescentes nunca deben ser vistos en psicoterapia
individual, dado que no tienen el grado de autonomía y responsabilidad necesarios y, aún más, para ellos sería
técnicamente un error porque ello favorecería la omnipotencia de los adolescentes.
3
Para profundizar respecto de los fundamentos y alcances epistemológicos de esta afirmación, sugiero revisar
Méndez, C. L. (1992) y Méndez, C. L. y Maturana, H. R. (1986)
8
RESPECTO DE LOS MOTIVOS DE CONSULTA Y EL TIEMPO
A través del ejercicio clínico, me animo a plantear que si bien algunos procesos de
terapia individual alcanzan períodos de tiempo similares a los de la terapia familiar, en
muchos otros casos éstos pueden extenderse por períodos cercanos o superiores a un año.
¿En qué se basa esta diferencia?
1
Ver Bertrando, P y Toffanetti, D. (2004)
2
Artículo on line, www.itfsantiago.cl
9
cumplir los criterios que mencioné más arriba. Esta apertura no es diferente de cómo
comienza un proceso de terapia familiar, ésto es, un motivo de consulta que emerge desde
un sufrimiento que queda anclado desde una red de conversaciones que lo sostiene. Sin
embargo, este mal-estar emocional puede tener distintas maneras de aparecer en la consulta
individual:
Un caso clínico:
Catalina, 40 años, casada, dos hijos, consulta por sugerencia de una amiga, quien
fue mi paciente anteriormente. Su motivo de consulta es el alto nivel de angustia que
registra hace un mes, derivado de un complicado escenario vital: comienza relación
paralela hace 6 meses con otro hombre, de quien se empieza a involucrar afectivamente,
hasta un punto en que se da cuenta que no puede sostener emocionalmente esta doble vida.
Sus preguntas iniciales tenían relación con buscar salida a este entrampe: ¿por qué no me
puedo separar? ¿y si me equivoco en la decisión? ¿tengo que dejar de verlo, mejor? En la
exploración del mundo de significados, aparece en el diálogo que siempre se sintió
descalificada por su madre y sus hermanas respecto de su inteligencia, que cuando se casa
con su marido -15 años mayor- se sentía protegida, pero comienza muy rápido con
problemas en el plano sexual –dolores y dificultad para conectarse con el goce sexual- y
que la maternidad le dio un sentido a su vida. Por otro lado, problematizo con ella respecto
del lugar en que está ubicando a su otro hombre, de salvarla del matrimonio, de qué pauta
conecta dicha solución con la salida de su familia de origen, y la enorme mochila que va a
cargar su nueva pareja si se separa con ese sentido. En este punto, emerge la idea que ella
regularmente coloca en otro la responsabilidad de la decisión, lo cual confirmaba la premisa
de su madre, el supuesto del marido de tener que dirigirle la vida, la angustia que infiero
debe haber tenido su amiga –mi ex paciente- cuando le pedía su opinión y por tanto, el
difícil lugar en que me encontraba terapéuticamente.
10
Luego de 5 sesiones, Catalina decide separarse. Me plantea su agradecimiento por
haberla ayudado a pensar lo que quería hacer, sintiendo que es una decisión de la cual ella
se va a hacer cargo. Cuando le abro la posibilidad de seguir dialogando dado el nuevo
contexto de desafíos que va a enfrentar, y continuar tematizando lo relevante desde ella,
prefiere cerrar la terapia. Recursivamente, tomó la decisión de terminar un proceso donde
se problematizó lo mucho que le costaba tomar decisiones, y que le ayudó a tomar una
decisión.
∗ “la” familia como totalidad emergente no sufre, puesto que no es un ser vivo; el
individuo sí,
∗ “la” familia no genera un borde cerrado que lo separa del mundo en que se sitúa,
como en el caso de los individuos -analogar la casa a la piel es sólo una
metáfora-, por lo que la discusión de si es posible caracterizar lo que “la” familia
es, en función de definir su identidad es un debate abierto. Humberto Maturana
y Francisco Varela diferían claramente al respecto2. En el caso del individuo,
éste se lleva a sí mismo como sistema a cualquier lugar, por lo que la pregunta
sobre quién es o quién quiere ser, es central
∗ cuando como terapeutas nos encontramos conversando con “una” familia, esa
dimensión del acoplamiento social implica que interactuamos con ella como una
1
Para profundizar en esta diferencia, ver El árbol del conocimiento de Maturana y Varela (1984), donde los
autores desarrollan los conceptos de unidades de primer, segundo y tercer orden, para los sistemas celulares,
pluricelulares (organismos) y sociales.
2
Para Maturana, esto es posible, dado que toda unidad queda definida como una unidad de cierta clase dada
su organización, por lo que habría que dar cuenta de la organización que constituye a la familia, y él plantea
que ella se define por la pasión de estar juntos (1990); el Modelo en Realidades Consensuales desarrollado
por Fernando Coddou y Carmen Luz Méndez (1988), tiene esa impronta, desde la idea de dar cuenta de una
organización que genera el sufrimiento; por otro lado, Varela (1989). cuestiona dicha pretensión, al plantear
que las familias no son objetos “naturales” o unidades, por lo que no habría gran propósito en la tentativa de
encontrar dónde la familia está “realmente”.
11
unidad compuesta1, a través de relacionarnos con sus componentes –integrantes
de la familia-
Un caso clínico:
Consulta Fernanda, 25 años, soltera, vive con su familia de origen; llega derivada
por dos amigas, de quienes yo fui profesor en la Universidad. Su motivo de consulta lo
expresa como “problemas en mi relación con los hombres”. Se define como “histérica” –
probablemente por la influencia de sus amigas psicólogas-, lo que fundamenta por tender a
coquetear con otros cuando está con alguien. Relata una conflictiva relación con su madre,
un trastorno alimentario nunca tratado en su adolescencia –de carácter mixto- y un pololeo
de 7 años muy tormentoso que él termina hace 6 meses. Actualmente está empezando a
pololear con David, con quien se ha sentido muy contenta, y no quiere echar a perder la
relación, lo cual gatilla la consulta. En función del presente artículo, quiero puntualizar que
1
Para profundizar en las nociones de unidades simples y compuestas, sugiero leer Maturana y Varela (1984)
12
este motivo de consulta no es de la misma naturaleza del anteriormente expuesto, ya que no
se trata de una situación a resolver “en el mundo”, sino una pregunta, una tematización en
relación a un aspecto de su “ser mujer” que le genera complicación.
Dialogamos cómo al ser parte de una “doctrina” de mujer independiente -la cual
fundó su abuela materna- la ha llevado a pelear más veces de las justificables, y a que le
cueste reconocer cuando necesita ser protegida. Ambos aspectos, puestos en una relación de
pareja fueron problematizados de distinta manera, incluyendo el re-mirar su último pololeo,
en el cual nunca le reconoció a su ex pololo lo mal que lo pasaba, lloraba a escondidas, y le
demostraba ser capaz de tolerar distanciamientos y reencuentros propuestos por él.
El proceso de autoconstitución (de identidad narrativo) está tan arraigado que para reconstruirlo no es
sólo cuestión de contar con un análisis convincente. La fuerza activa orientada a la constitución de identidad
es profundamente inalterable Explorarla y reconstruirla es esencialmente un asunto de aprendizaje y
transformación sostenida. (pág. 107)
Un caso clínico:
Macarena, 27 años, soltera, viviendo con sus padres. Consulta por cambios de
ánimo, angustia recurrente, llanto, lo cual ha derivado en peleas con sus padres y mayor
aislamiento social. Reconoce estar en ese estado emocional desde hace dos meses, gatillado
por su dificultad para reinsertarse en Santiago luego de estudiar en Londres; el motivo de su
vuelta es la determinación de Nicolás, su pololo por 7 años, de terminar con ella por
haberse ido a Europa abortando los planes de comenzar a vivir juntos. Macarena asume lo
cuestionable de su partida y lo asustada que estaba con echar raíces en Santiago; no
obstante, cuando Nicolás rompe con ella, interrumpe los estudios que desarrollaba y retorna
a recuperar la relación. Finalmente se reconcilian, pero desde entonces Macarena ha
comenzado a manifestar sintomatología angustiosa. La motivación inicial de Macarena para
ir al psicólogo tenía que ver con lograr sentirse mejor con la decisión tomada, dejar de
sentir rabia y angustia y pelear menos con sus padres.
14
Seguir pensando en la vida que dejó en Londres y los proyectos inconclusos, le
subrayaban aún más el menosprecio que tiene por este país. Hija de diplomáticos, vivió en
distintos países hasta los 15 años, y viajó a hacer un post grado a Nueva York una vez
terminado sus estudios universitarios. La primera etapa de la psicoterapia tuvo relación con
el duelo de la decisión tomada, ayudarla a tener menos roces con los padres y plantearse
nuevas metas: encontrar trabajo y salir de su casa.
Una vez que comienza a asentar los costos del retorno, los síntomas angustiosos
empezaron a remitir, lo cual corona con encontrar trabajo en una importante institución
pública. En ese momento, le propongo a Macarena cerrar el proceso terapéutico, ante lo
cual responde que lo había estado pensando, que cree que ya no lo necesita como en un
comienzo –habían pasado 4 meses desde entonces-, pero que las temáticas trabajadas le
habían permitido pensar mejor lo que hacía, especialmente el reconocer su “egoísmo”
cuando toma ciertas decisiones y su dificultad para hacer “cosas por otra persona”.
Vislumbra el complejo escenario que se le presentará cuando concrete el proyecto de
convivencia con Nicolás, y plantea rechazo y temor ante la idea de ser madre.
Esta psicoterapia ilustra cómo el proceso puede fluir desde una comprensión y
ayuda para un entrampe emocional, a un dialogar más abierto que conecta un actuar desde
un conocer activamente generado desde el co-habitar lingüístico del paciente, el cual si es
puesto en sospecha por el terapeuta, promueve que el paciente suelte sus convicciones y las
ponga en circulación en las dinámicas sistémicas que forma parte.
15
RESPECTO DEL SÍ MISMO Y LA CONSTRUCCIÓN DE HIPÓTESIS
Mi mecanismo y mis procesos cognitivos forman una única y enorme máquina ciega.
Una máquina a través de la cual no puedo siquiera ver que es ciega.
Y ni siquiera veo la oscuridad
Gregory Bateson
...no es más que un mandato. No nos proporciona el “cómo”. Es una consigna, pero sin
explicaciones sobre la manera de cumplirla. En este sentido, tal forma imperativa de la cibernética de segundo
orden es incompleta (..) No es posible contentarse con decir: “incluya al observador”, hay que indicar
precisamente la manera en que este observador puede emerger (pág. 129)
Algunos terapeutas sistémicos se han hecho cargo de este problema, por ejemplo,
Juan Luis Linares (2002), quien plantea:
“Antes que nada, la integración del individuo en el modelo sistémico es un tema no resuelto, que
seguirá pendiente en tanto no se ponga a punto una teoría relacional del self. Desde luego un self relacional no
puede ser entendido como una instancia maciza e inamovible dotada de cualidades per se, sino como un
reflejo individual de un entorno sistémico que no cesa de producir historias concatenadas desde el nacimiento
hasta la muerte.” (pág. 6)
En este mismo sentido, Helm Stierlin (1997) plantea que para él es necesario tratar
con una idea de self y desarrolla la noción de un “yo-mismo”3, interesado en volver a
resaltar la individualidad, perdida en la cibernética de primer orden. Al respecto, plantea
que:
Se debe poder esperar que la práctica psicoterapéutica abra perspectivas tanto de las posibilidades
como de las dificultades que resultan del empleo del constructo “yo-mismo”, y que aclarezca al mismo tiempo
1
En La Terapia Familiar en Transformación, Mony Elkäim, compilador, 1998
2
Una interesante discusión plantean Rosembaum y Dyckman (1995) en su artículo Integrando el self y el
sistema: ¿Una intersección vacía?, traducido por Sylvia Campos para De Familias y Terapias (1996); en dicha
edición, además, Fernando Coddou comenta dicho artículo desde el Modelo en Realidades Consensuales.
3
Stierlin utiliza la noción “yo-mismo” sacada de Bateson, quien afirma que el yo-mismo es un constructo
lingüístico (1972), un subsistema dentro de un sistema mayor, con lo cual cuestionaba su utilidad y más bien
prevenía de sus peligros. Pese a esa prevención, Stierlin considera el concepto de autorreferencia de von
Foerster para fundamentar la posibilidad de tratar con un “yo-mismo” sin dejar de considerar su co-
determinación.
16
por qué las ópticas centradas en el individuo y el sistema, en el yo-mismo y el contexto no se excluyen
mutuamente, sino que se condicionan y completan las unas a las otras.” (pág.72)
Dicho por muchos, hoy en día, la teoría sistémica está en crisis. El terapeuta sistémico se siente así
limitado, incómodo, en especial cuando debe hacer algo distinto que ordenar las relaciones. Por ejemplo,
cuando trabaja con individuos. (….) Porque un modelo preferentemente formal funciona muy bien cuando se
trata de ver familias, de trabajar sobre las relaciones visibles a la hora del encuentro terapéutico, menos
cuando se debe entrar en el mundo interno y en la intimidad (algunas veces insidiosa) de un encuentro de a
dos. El sumergirse en la teoría sistémica ahora lleva a arriesgarse a dirigirla hacia una terapia vacía, en que
inexorablemente falta algo.” (pág.1)
Dicho en otros términos, la naturaleza del medio ambiente adquiere para un ser cognitivo un curioso
status: es la que se presta a un excedente de significación. Al igual que la improvisación en jazz, el medio
ambiente otorga la “excusa” para la “música” neural desde la perspectiva del sistema cognitivo involucrado.
Al mismo tiempo, el organismo no puede vivir sin este acoplamiento constante y la igualmente constante
emergencia de regularidades. (pág. 101)
1
Este planteamiento de Varela es una consecuencia de la autocrítica que asume en el Prefacio a la segunda
edición de De Máquinas y Seres Vivos (1996), en el cual plantea que existe la tentación de una lectura
solipsista en las ideas ahí expuestas, dado que la noción de perturbación en el acoplamiento estructural no
toma adecuadamente en cuenta las regularidades emergentes de una historia de interacción, dejando la
interacción en la “bruma” de una mera perturbación. Desarrollará una alternativa explicativa que intenta
respetar la co-definición entre el sistema autónomo y su entorno; a esa hipótesis la denominó Enacción.
17
Ahora bien, dado que los seres humanos vivimos en el lenguaje, esa “música”
neural se liga a una narrativa que está articulada a nuestro acoplamiento estructural, pero al
mismo tiempo, dado que no podemos dejar de producir significados, generamos un
permanente co-habitar lingúístico, que en su constante autodescripción y narración
constituye una subjetividad:
Lo peculiar de este personal self – y que define bien lo que es el nivel mental o psicológico- es que a
través del lenguaje hay una relativa autonomización del sí mismo cognitivo básico (basic cognitive self). Esta
narrativa, en sí misma, se convierte en un mundo para el sujeto en su sentido más tradicional y literal, la
completa autonomización del registro imaginario (pág. 107)
Entender el concepto de self de esta manera, permite –y exige- tener una doble
mirada en la conversación terapéutica y son, al mismo tiempo, dos puntos de referencia
para la generación de hipótesis:
por otro, es posible dialogar con el paciente respecto de cómo lo que hace en
distintas dinámicas contextuales está ensamblado a un co-habitar lingüístico que
produce una perspectiva desde él, haciendo emerger un mundo en el cual él
“produce y especifica su propio campo de problemas y acciones por ser resueltos”
(Varela, 1991, pág.110). Esta manera de dialogar permite la hipotetización respecto
de las premisas que dan sentido y orientan al paciente al mundo; dicho de otro
modo, esta conversación permite explorar en lo que mueve al paciente a hacer lo
que hace, donde la situación sistémica en que se halla le sirve de “excusa” para su
significación. Siguiendo a Varela (1991), este dominio constituye la dimensión
interpretativa (o de significación)
18
Esta doble mirada puede ser ilustrada del siguiente modo:
DIMENSIÓN DE ENLACE
DIMENSIÓN INTERPRETATIVA
En esta dialéctica, como terapeuta de individuos asumo que el mundo del paciente
está constituído sobre regularidades, interacciones y texturas que operan en el contexto, y al
mismo tiempo, que ese individuo enfrenta esas circunstancias y las trata desde una
perspectiva que no es intrínseca a ese encuentro en sí mismo, sino que está dada por una
identidad narrativa constituída activamente. Expuesto en concreto, si un paciente relata lo
que le ocurre con su pareja, por un lado es axiomático considerar que ese presente se ha
19
establecido en una historia (como history) que ha definido un patrón relacional que implica
una co-determinación; no obstante –y al mismo tiempo-, la situación en que se encuentra
con su pareja –discusión, reconciliación, etc.- no contiene en sí misma las razones que
expliquen lo que hace, sino que es necesario hacer emerger desde dónde está lanzado a esa
textura de encuentro, explorar cómo hay una historia ahí (como story) que promueve una
intención en ese estar con su pareja.
A MODO DE CIERRE
Tal vez hablo en prosa, pero prefiero creer que mi perspectiva habla en verso.
20
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Andolfi M (2001) Terapia con el individuo y terapia con la familia. Sistemas Familiares 17
(1) 29-42
Bertrando, Paolo (2007), La caja vacía. Usos de la teoría sistémica, traducción de Miguel
Campillay y Marcelo Bustos, en prensa
Crispo, R.; Alemán, A. y Radivoy, M.J. (2003) Decálogo sobre cómo equivocarse menos
en el tratamiento con adolescentes. De Terapias y Familias, 17, pp. 33-40
Linares, Juan Luis (2002) ¿Acaba la historia en el post-modernismo? Hacia una terapia
familiar ultramoderna, Perspectivas Sistémicas, nº 71
21
Maturana, H. R. y Varela, F. (1984) El Árbol del Conocimiento: Las Bases Biológicas del
Conocer Humano, Edit. Universitaria, Santiago.
Revista Terapia Familiare, Vol. 31, (Noviembre 1989) Numero speciale su Famiglia
individuo
Weber, G. y Simon, F.B. (1989) Terapia individual sistémica, Revista Sistemas Familiares,
Año 5 Nº 3, 73-88
Zamorano, C (2008) Terapia Familiar con Hijos Adolescentes, Libro “Salud Mental.
Práctica Clínica en un Centro Universitario”, Sharim, D., Machuca, A., Reinoso, A.
Editores, Ediciones Universidad Católica de Chile, pp. 149-157
22