Ministerio Publico Su Competencia
Ministerio Publico Su Competencia
Ministerio Publico Su Competencia
La función constitutiva del Ministerio Público Fiscal dejó de ser la de “perseguir delitos” y “llevar
casos a juicio” para centrarse, en el modelo adversarial, en la solución del conflicto primario que
llega a su conocimiento y competencia. Impulsar un caso hasta el juicio, en esta comprensión de
su misión institucional, no es una obligación funcional inherente al rol del fiscal sino una decisión
seguida de un proceso racional de evaluación de recursos limitados, en el marco de un conjunto
de opciones múltiples y de análisis de escenarios diversos, favorables y adversos en cada caso
concreto, y sin dejar de lado el principio legitimante de la político criminal de uso mínimo de la
violencia estatal29 . Este tipo de motivaciones para eximir de costas al estado perdidoso debe ser
superada asimilando que, en un sistema institucional de gestión de conflictos que pretende llevar
adelante una política criminal democrática, el Ministerio Público Fiscal se asemeja mucho más, en
su organización, prácticas y objetivos, a una dependencia estatal del Poder Ejecutivo que planifica,
implementa y evalúa políticas públicas que a un brazo técnico especializado del Poder Judicial
dedicado a la investigación de delitos y al litigio de casos para obtener condenas. Lejos de haber
delegado en el juez del caso la atribución de sopesar cada uno de estos factores previo a la
decisión de aplicar las costas ante las derrotas acusatorias bajo el rótulo de razones plausibles para
litigar, los códigos acusatorios han eliminado dicha fórmula para incorporar el criterio objetivo de
la derrota. Este principio ya contiene en su configuración la valoración de dichos elementos. Su
aplicación al Estado acusador es uno de los límites más reales y concretos al poder punitivo
estatal, erigiéndose como un contrapeso contundente de la acumulación de poder punitivo que
ostenta el Ministerio Público Fiscal. Una vez que el MPF decidió llevar su caso a juicio no quedan
dudas que previamente realizó el análisis en torno a cómo se inscribe el hecho investigado dentro
de los métodos de resolución habilitados y en la planificación de la institución, que ha evaluado
cuánto dinero costará la investigación del caso y la realización del juicio, el tiempo que mantendrá
a una persona inocente sometida a las molestias de un proceso penal, y las consecuencias de una
eventual derrota. El criterio objetivo de la derrota le sustrajo esa facultad al anticipar una
evaluación imperativa de todos esos factores, exigiendo al fiscal su valoración en un momento
bastante anterior al juicio, y por ende menos dañoso para el acusado. Una institución tan
poderosa no necesita del auxilio judicial para justificar sus decisiones. Algunas veces los fiscales
lograrán sus objetivos y otras no lo harán. En todos esos casos se generan gastos y el esquema
más virtuoso para eficientizar la política criminal -reduciendo costos y violencia- se gesta a partir
de la imposición de las costas al Estado para el caso en que no logra sus objetivos cuando impulsó
la acción hasta el momento de mayor exposición para una persona acusada de un delito, el
juicio30 . Esta doctrina jurisprudencial del “juicio indebido”, que aparenta ostentar sólidos motivos
para eludir la aplicación de las costas procesales al acusador público vencido, tiene idénticas
consecuencias que la doctrina “negatoria”. Ambas se desentienden completamente de los efectos
de su modo de resolver sobre una persona que fue perseguida durante un tiempo más o menos
prolongado por el Estado. La contracara de la eximición estatal de afrontar las costas es la
paradójica imposición de la obligación de pago a un acusado inocente de la mitad de todos los
gastos y tasas del proceso, así como la totalidad de los honorarios de sus defensores y asesores de
confianza por la persecución que sufriera. Ya no como criterio relevado de sentencias sino como
parte de los planteos usuales del Ministerio Público Fiscal para no ser condenado en costas se
ubica aquél que sostiene que en los supuestos de no eximición se estaría obligando al Estado a
pagar dos veces lo mismo en tanto paga los gastos para el funcionamiento del sistema penal y en
el caso concreto deberá pagar los mismos gastos que ya sufraga. Este intento argumental, que no
ha encontrado respaldo jurisprudencial, ha sido contundentemente rebatido por Mario JULIANO,
quien señalara que “Se encuentra fuera de toda discusión que el Estado es quien afronta los
gastos de la administración de justicia. Ello por un claro y expreso mandato constitucional, y no
por una cuestión estrictamente crematística. Decir que el Estado es quien afronta los gastos de la
administración de justicia, no es decir demasiado, ya que ella es una de las funciones esenciales de
su razón de ser, a la cual contribuyen todos los ciudadanos con el pago de sus impuestos, incluidos
los sospechados por la comisión de un delito. Insisto con esta idea. Las rentas generales con las
cuales se atienden los gastos derivados del funcionamiento del Estado, entre ellos los de la
administración de justicia, son formadas esencialmente con el pago de los impuestos. De tal
manera que, oponer tal excepción —que el Estado no puede afrontar el pago de las costas del
proceso porque paga el funcionamiento de la administración de justicia— es un argumento falaz.
Muy por el contrario, quien en el caso específico estaría afrontando doblemente el pago de un
mismo concepto es el imputado, ya que es éste quien por un lado contribuye a la formación de la
renta general con el pago de sus impuestos, y que además se pretende que deba soportar los
gastos originados por un proceso penal al cual no debió haber sido sometido