CAstedo - Ambiente Alfabetizador
CAstedo - Ambiente Alfabetizador
CAstedo - Ambiente Alfabetizador
Gabriela Hoz**
Ambiente alfabetizador.
Experiencias en tiempos de distancia
RESUMEN
El ambiente alfabetizador se constituye en una condición didáctica funda-
mental para la alfabetización inicial en el aula, idea que suele producir ma-
los entendidos; puede llevar a pensar que ciertos objetos alfabetizan por sí
mismos o que la presencia y manipulación espontánea de material escrito es
suficientemente alfabetizadora. Muy por el contrario, la inmersión es nece-
saria pero nunca suficiente. Es el uso del material en situaciones didácticas
lo que se constituye en condición alfabetizadora. En las aulas (presenciales),
la centralidad de los materiales que conforman el ambiente alfabetizador
radica en que con el uso intensivo las escrituras se hacen estables para los
niños y así se transforman en fuentes de información “seguras” para inter-
pretar o producir nuevas escrituras, es decir, algunas escrituras del ambien-
te se constituyen en fuente para interpretar o para producir otras escrituras.
En condiciones de distancia o de presencialidad con intermitencias, este
trabajo no ha resultado sencillo. En este artículo se analizan las decisiones
que tomaron dos equipos escolares para resignificar su construcción y uso.
vol. I • nro. 2 • noviembre de 2021 • pp. 233-251
Revista Argentina de Investigación Educativa
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* Mirta Castedo es doctora en Ciencias con Especialidad en Investigación Educativa
(DIE-CINVESTAV). Profesora emérita de la Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación e investigadora en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y
Ciencias Sociales, ambos de la UNLP. Formadora de docentes e investigadores y
autora de numerosas publicaciones en el área de enseñanza y aprendizaje de lengua
escrita.
** Gabriela Hoz es magíster en Escritura y Alfabetización (FaHCE, UNLP). Docente e
investigadora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.
Coordinadora del área de Prácticas del Lenguaje en escuelas primarias y profesora
de educación superior en la ciudad de La Plata. Formadora de docentes en el área
de enseñanza y aprendizaje de lengua escrita.
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PALABRAS CLAVE
Ambiente alfabetizador ▪ alfabetización inicial ▪ didáctica de la lectura y la
escritura ▪ enseñanza a distancia
INTRODUCCIÓN
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en dos equipos escolares para resignificar la construcción y uso del ambiente así
como las consecuencias y tensiones que han dado lugar en la interacción con los
niños y entre los miembros del equipo escolar.
MARCO CONCEPTUAL
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LAS EXPERIENCIAS
Crear un ambiente para alfabetizar supone generar un aula que contenga material
escrito que se convierta en una fuente segura de información para leer y/o escribir
nuevos enunciados. Un conjunto de palabras estables asociadas a un abecedario
es una de las fuentes de informaciones privilegiadas. Como el abecedario es un
1. Una “burbuja” escolar se compuso por una parte de los estudiantes de un grado
junto a su docente. Así, distintas “burbujas” de un mismo grado asistieron de
manera alternada reduciendo el número de estudiantes presentes y posibilitando el
distanciamiento social.
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las familias sino que constituye un conocimiento especializado de las y los docen-
tes. Del mismo modo, al iniciar el trabajo sincrónico se “pacta” con los niños que
para resolver el problema de encontrar dónde dice, antes hay que dar y encontrar
una pista en el abecedario. Por ejemplo, “¿Qué palabra del abecedario empieza
como GALLO? la buscamos para estar seguros de dónde dice GALLO”.
Este modo de proceder obedece a que se ha observado que en el aula presen-
cial la situación se puede resolver de la manera descripta o de otras muchas. Una
vez planteado el problema, sin explicitación previa de una estrategia, se abren dis-
tintas posibilidades que el docente regula sobre la marcha de la acción didáctica,
muchas veces abriendo varias líneas de reflexión a la vez. En encuentros sincróni-
cos, donde aumenta la distancia entre las interacciones, garantizar que cada uno
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de los niños tome en cuenta índices para elaborar sus respuestas resulta mucho
más complejo. Por eso se procede explicitando una de las muchas estrategias po-
sibles para llegar a la respuesta, aunque se sostiene un principio fundamental:
el adulto resuelve una parte del problema y devuelve a los niños algo de lo que
deberán hacerse cargo.
Advertir que el trabajo con el abecedario como fuente segura para buscar in-
formación no resultaba para nada sencillo en el hogar, llevó a decidir que se desti-
narían tiempos específicos de trabajo con el abecedario como fuente. Las decisio-
nes sobre frecuencia, duración y contenidos puestos en primer plano en cada una
de las (escasas) situaciones sincrónicas a distancia (junto con el número de niños
participantes), constituyó una verdadera resignificación de la planificación de la
enseñanza. ¿Qué hacer en menos tiempo? ¿Cómo distribuirlo? ¿Con quiénes?
Se decidió que cada cuatro encuentros sincrónicos, uno se destinaría exclusi-
vamente al trabajo con las palabras del abecedario para tomarlas como objeto de
reflexión, hasta que los chicos las incorporasen con autonomía como fuente segu-
ra, es decir, sin que el docente lo pida. Con la plantilla del abecedario presente, se
plantean problemas de búsqueda de una palabra que comparta el comienzo (“si
quisiera escribir PUMA, ¿qué palabra tendríamos que buscar para que nos ayude
a escribir PUMA?”) o de evaluación de juicios de otros (“Algunos chicos dijeron
que PUMA va con la de UVA, ¿qué les parece?”). De este modo se favoreció la
recuperación explícita de la fuente segura pero también el intercambio sobre las
hipótesis de los niños que pueden ser diferentes. Cuando este trabajo se desarro-
lló asiduamente, las palabras que formaron parte del repertorio disponible en el
portador se convirtieron en palabras seguras a las cuales recurrir para escribir
otras, inclusive cuando el docente no estaba presente, constatación comentada
por muchas familias.
Veamos una pequeña escena de la resolución de una tarea para hacer “en casa”
en la cual se usa el abecedario personal. Se trata del aula de Laura Torres.
En el marco de la secuencia de adivinanzas, la maestra envió por audio de
WhatsApp una adivinanza que los niños debían descubrir. Una vez que lo ha-
cían y tenían la respuesta, debían armarla con letras móviles.2 En este caso, la
respuesta era TORTA. Enzo ordena las letras y, ante la solicitud de su madre
de hacer un video para contarle a la maestra cómo lo hizo, menciona “como
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mi boca… mirá tor… ta, ta, con la T de tomate y la A”, haciendo referencia a las
correspondencias sonoras que ya comenzó a establecer para decidir qué orden
darle a las letras, pero también a la palabra segura que posee en el abecedario
(tomate). Y agrega “¿y cómo me di cuenta? porque antes, to, justo aquí me dio la
idea que va la T de tomate… y así tor, tor, ta… como tortuga. Y a mí me dio la idea
2. Las propuestas que incluyen el armado de palabras con letras móviles también
habían sido acordado con las familias, explicándoles que se les debía entregar a los
niños las letras exactas que se requieren para la palabra pero desordenadas y que el
desafío para los niños era ordenarlas. Asimismo se sugirió ofrecer como ayudas para
esta tarea el uso del abecedario para pensar inicios y finales.
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Un problema muy importante que se suscitó en el abrupto inicio del 2020 fue
que aún no se habían construido las fuentes de información seguras en el aula e
inesperadamente se suspendieron las clases presenciales. A la dificultad de que los
chicos tuvieran que escribir con una mediación del docente que no se encontraba
frente a ellos, sin interacción con pares y con la intervención de una familia que
con las mejores intenciones le dictaba letra a letra, se agregó no poder ayudarlos
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Recordemos que para poder identificar un nombre entre otros es necesario contar
con un contexto desde donde hacer anticipaciones y verificarlas en el texto (Kauf-
man, 1998). El trabajo en el aula presencial con los tres repertorios es la condición
para que esto suceda. Pero hay una diferencia muy importante entre el aula y el
hogar. En el aula esos repertorios están puestos en un contexto material que co-
labora para hacer las anticipaciones. Por ejemplo: los días de la semana están en
la agenda semanal y además siempre en el mismo orden. Eso permite saber cuál
es cuál o identificar dónde dice TEO porque es un nombre que está en la lista de
los encargados de recoger los papeles los días viernes. Cuando los nombres se
depositan en la cajita pierden ese contexto. Es por eso que se decidió que, a dife-
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4. Elegir “nombres” como escrituras estables obedece a que los niños conciben que los
sustantivos comunes y propios son las primeras formas que aparecen escritas.
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Por su parte, los nombres de objetos de la cajita tienen una imagen al dorso
de la escritura. Al igual que la inclusión del color, la decisión de colocar imagen al
dorso fue objeto de discusiones entre especialistas y docentes. Los indicios que se
proveen en el aula para saber dónde buscar algo son parte de los contextos situa-
cionales, gráficos o verbales. En cambio, en el hogar y en la cajita se pierden estos
contextos. La imagen al dorso resultó de una “negociación” entre los contextos
escolares y del hogar porque permite que los chicos busquen una palabra cuando
están solos y no logran reconocerla por la escritura y, al mismo tiempo, también
permite sostener situaciones más analíticas de la escritura en sí misma, sin ima-
gen, en otros momentos (que quedarían invalidadas con la imagen si estuviese al
lado). Al mismo tiempo permite que estas escrituras se utilicen de una manera
complementaria a las del abecedario, donde la imagen está al lado.
• Armar subconjuntos, por ejemplo, poner todos los que empiezan o termi-
nan igual y anticipar (leer) qué dice.
• Armar y desarmar nombres, por ejemplo, escribir los nombres que están
contenidos en otros nombres. Esta situación, que conlleva un análisis in-
trapalabra, está muy vinculada a una que solo se puede realizar en presen-
cial o en sincrónico de pequeño grupo: anticipar qué nombre dice a partir
de tapar distintas partes.
• Ordenar, por ejemplo, los nombres de los personajes del cuento en el orden
en que aparecen o los días de la semana.
• Comparar nombres de la misma familia (GALLO - GALLINA), transfor-
mar nombres con los que se está trabajando (CERDO en CERDITOS).
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Veamos una breve escena en un encuentro sincrónico donde la docente pide, sim-
plemente, que tomen los días de la semana y los ordenen. Se trata del aula de Ro-
mina Pintos, de la EP8 de Chascomús.
En silencio, Mía toma los carteles rosa. Con bastante rapidez coloca LUNES,
MARTES y MIÉRCOLES. Se detiene y empieza a manipular el resto de los nom-
bres. Elige JUEVES y con gesto de complicidad mira a la mamá y muestra el car-
tel. Esta festeja el hallazgo. Pareciera que se desorienta con el resto. La mamá le
hace “leer” en orden los nombres. La niña se apoya en la serie oral para señalar
cada cartel ya ordenado, pero parece confundir cuál viene después de JUEVES.
Una vez aclarado, toma el cartel de VIERNES. A continuación, coloca DOMINGO
y SÁBADO. Su mamá le señala que el orden es “sábado y domingo” y la niña in-
vierte estos carteles.5
Como se advierte, el trabajo en el hogar resulta muy sencillo. No hay una inter-
vención docente que problematice el análisis. Pero al menos se garantiza que la
situación se desarrolle en torno a un pequeño conjunto de escrituras con sentido.
¿Qué sucede cuando la situación aspira a algo más que el simple reconocimiento?
¿Cómo desarrollar estas situaciones en encuentros sincrónicos? Ha sido difícil
desarrollar situaciones de lectura o de escritura por sí mismo a distancia, cuando
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sonora del habla (mientras el resto de sus compañeros ya lo hacía sin dificultad).
Para avanzar en esta situación se decidió una replanificación y reagrupamiento de
los tiempos de enseñanza para todos los chicos del grado. De dos reuniones sin-
crónicas semanales, relativamente largas, con todo el grado, se sostuvo solo una
y se agregaron dos encuentros semanales de 20 a 30 minutos en tríos, parejas o
individuales, de acuerdo a las posibilidades de uso de los dispositivos. Para Romi-
na Pintos, la docente del grado, los grupos a atender se multiplicaron y lo mismo
sucedió con otras secciones. Otros docentes de la institución sin sección a cargo
–directivos, equipo de orientación– se suman entonces a la atención de distintos
grupos, es decir, la reorganización también supuso una redistribución de los roles
de los educadores.
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dice en una parte. La propuesta tiene dos aspectos que constituyen un verdadero
problema para niños que aún no vinculan la escritura con la sonoridad: las escritu-
ras tienen partes que se corresponden con partes de lo que se dice, es decir, partes
escritas comunes suponen partes dichas también comunes.
A la contribución precedente de Florencia, ahora se suma Bruno, quien se sien-
te convocado a pensar en “las partes”. Su primera respuesta es separar oralmente
las sílabas de “miércoles”. Dice lentamente, varias veces y en voz baja: “mi- er-
co- les, miércoles”. Reitera con otros nombres. Se superpone con la docente que
vuelve a leer y, antes de que ella termine, el niño interrumpe y grita “es”. Ahora
Bruno descubre otra parte común, no solo la ve, también la vincula con la parte
de la palabra oral que representa. Florencia se suma al intercambio que propone
Bruno señalando que “en JUEVES también está la partecita que suena igual”.
Recapitulando, en este momento, al menos dos de los niños posiblemente ha-
yan comprendido que dos de los nombres comienzan igual, como “mamá”, y que
los tres terminan igual, con “es”. Es decir, han identificado partes comunes en
nombres escritos y comienzan a vincularlos con las partes de los nombres orales.
Ante la imposibilidad de poder seguir la escritura de los tres a través de la
pantalla (se ha intentado sin éxito en otras oportunidades), Romina les propone
escribir cooperativamente, a través de su propia escritura. Genera así una situa-
ción intermedia entre lectura y escritura. Desde el inicio, la consigna lleva a re-
flexionar sobre las unidades de la escritura: “Ahora les propongo que entre todos
escribamos la palabra ‘lunes’. No la vamos a buscar entre los cartelitos, vamos a
pensar si es un nombre corto, si es un nombre largo, cuántas letras llevará, con
cuál empieza y si nos sirve algo de ‘martes’, ‘miércoles’ o ‘jueves’ para escribir
‘lunes’”. La consigna es amplia, permite el análisis desde distintos puntos de vista
y recupera el trabajo de lectura que acaban de realizar. Se trata de una situación
didáctica que en parte se asemeja a la escritura colaborativa entre pares pero, en
este caso, se realiza a través del adulto. La pantalla será el lugar donde se va de-
jando rastro de las sucesivas reflexiones.
La maestra propone pensar entre todos palabras que comiencen como ‘lunes’.
Jorge, que hasta el momento parecía atento pero no había participado, dice “luna”
y Bruno agrega “Lucas”. La maestra escribe ambas palabras. A continuación pre-
gunta: “Qué partecita, hasta dónde nos sirve de ‘luna’ y ‘Lucas’, para escribir ‘lu-
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nes’”. El hecho de haber escrito las palabras propuestas permite que el análisis
ponga en relación lo dicho con lo escrito. Florencia opina “la primera” y Romina
marca L en LUNA para, nuevamente, hacer observable la relación entre lo que
se dice y lo que se escribe. Repregunta: “¿Solamente esta, la primera, la de ‘luna’
o alguna más?”. Florencia agrega: “Con la u”. La docente marca LU y repone qué
dice en esa parte, “lu”. Repregunta: “¿Nos sirve alguna más?” y la niña propone
“la ene de nene”. Es probable que la niña no esté aún analizando cómo suena sino
recordando la escritura de ese nombre con el que ha trabajado en otras oportuni-
dades. Como Florencia ha avanzado mucho en el análisis, la docente convoca a los
otros niños: “¿Qué opina el resto?”. Los chicos se suman y la docente pregunta por
la siguiente letra (A), para darles lugar a rechazarla.
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En otro cuadro de texto, Romina escribe LUN, la parte que acaban de proponer y
pregunta “¿Qué partecita de ‘martes’, ‘miércoles’ y ‘jueves’ nos sirve para escribir
‘lunes’”? Bruno recupera lo que ha señalado un momento antes “la ‘e’ y la ‘ese’”,
Jorge reafirma. La docente recuadra la parte señalada por Bruno e interroga: “¿Y
cómo suena esa partecita si yo la quiero leer?”, es decir, invita a poner en corres-
pondencia lo que está escrito con lo que se lee; Bruno responde adecuadamente.
Para finalizar la situación, la docente propone a la niña y los niños buscar en
los carteles dónde dice LUNES y comprobar que quedó igual.
Con una dinámica semejante, para chicos que se encuentran en similares con-
diciones, se realizan actividades que han sido planificadas por todo el colectivo de
la escuela, una condición indispensable a partir del reordenamiento de los adultos
en relación con los grupos. Para cada situación se planifican unas pocas inter-
venciones para hacer reflexionar sobre las relaciones entre las partes dichas y las
partes escritas: “¿qué parte de ‘cerdo’ sirve para escribir ‘cerdito’?”, “¿qué parte de
‘gallo’ también está en ‘gallina’?”.
A través de sostener este trabajo durante algunos meses, inclusive una vez que
ya pueden trabajar en burbuja, estos niños han avanzado notablemente. Todos, en
mayor o menor medida, vinculan la escritura con la pauta sonora del habla, em-
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De los relatos precedentes nos parece que es posible extraer algunas reflexiones
que se vinculan tanto con la dimensión institucional como con la del aula.
La decisión de llevar adelante una evaluación de cada niño en una entrevista
individual por video llamada, originada en la imposibilidad de apreciar el avance
de cada uno a distancia; esto es, una diferencia con lo que usualmente sucede en el
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CONCLUSIONES
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A la vez, se generan situaciones que son en gran parte nuevas y que conducen a
reflexiones mínimas pero productivas.
Cuando la enseñanza se desarrolla a distancia, se juega una tensión entre sim-
plificar la consigna para que sea viable y perder el sentido de que la misma plantee
un problema de lectura o de escritura. Por momentos, para garantizar que los
chicos puedan responder, la simplificación transforma la situación en un “mero”
análisis de los aspectos figurales de la escritura (Ferreiro, 1997, p. 18). El desafío
es lograr que esto no resulte lo predominante. No obstante, lo que nunca se pierde
es que los análisis se realicen en presencia de escritura, única garantía para apro-
ximarse a comprender el sistema, nunca en la pura oralidad.
En el mismo sentido, en los materiales se juega una tensión entre presentarlos
con todas las características que circulan en las prácticas sociales o acompañarlos
de color o imágenes que no son parte de las mismas, es decir, generar condiciones
didácticas “artificiales”, que nada tienen que ver con lo lingüístico. ¿Hasta qué
punto transformarlos? ¿En qué momento se pierde el sentido?
Por último, cabe destacar que la situación didáctica no funcionaría sin haber
tomado las decisiones de reorganización institucionales y que, al mismo tiempo,
tales decisiones se toman de cara a hacer posible el trabajo didáctico.
Alfabetizar en pandemia ha sido una “circunstancia” larga, imprevista y que
va a tener consecuencias de cierta duración. Pero las consecuencias no serán de-
finitivas porque los seres humanos tenemos capacidad de aprender a lo largo de
toda la vida. Cómo será la escuela (y otras instituciones) después de estas distan-
cias obligatorias es algo que aún no sabemos. Pero es seguro que algo de lo que sa-
bemos sobre alfabetización, como siempre, seguirá teniendo vigencia y tendremos
que reinventar en los nuevos escenarios. El proceso de alfabetización es difícil.
Negarlo sería quitarle valor al esfuerzo profesional de miles de docentes que rein-
ventan cada día las formas de sostener lo esencial de los seres humanos, estar con
otros, y lo esencial de la escuela, estar con otros aprendiendo.
Más que nunca, es indispensable confiar en las chicas y los chicos. Confiar en
que hacen su mejor esfuerzo, igual que los adultos. Confiar en que todo lo que hoy
podrían no conseguir es siempre recuperable. Confiar en que será la generación
que aprendió a leer y a escribir en pandemia.
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Recepción: 18 de octubre
Aceptación: 12 de noviembre
BIBLIOGRAFÍA
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