Luli
Luli
Luli
requiere elegancia y tino. Estos límites del buen gusto los vemos sobrepasados
con frecuencia en algunas películas contemporáneas, empeñadas hasta lo cursi
en «la educación de los padres». El tema estaba bien visto en las instancias
oficiales como dique frente a los excesos de la juventud, aunque fuera la ye-yé, e
interesaba a un público receloso ante las consecuencias de un cambio en las
relaciones entre padres e hijos. Sin embargo, el conflicto se prestaba a un
trazado a base de brochazos y los personajes solían aparecer aquejados de una
caricaturización de los comportamientos y las actitudes. Enrique Diosdado y
Amelia de la Torre, según las reseñas, evitaron estos riesgos. El primero hizo uso
de la contención y la sobriedad para plantear el drama humano de Daniel en una
comedia que él mismo dirigió. La citada actriz era una eterna merecedora de
parabienes por parte de la crítica. Víctor Ruiz Iriarte conocía el terreno donde se
movía y traza unos personajes ideales para unos intérpretes cuya presencia en
escena daba seguridad, y autoridad, a la llamada de atención o alfilerazo que
plantea el autor en El carrusel. Los elogios de la prensa abarcaron el trabajo de
los jóvenes que, como Manuel Galiana y Ana María Vidal, debutaban tras pasar
por una escuela que les evitó los años de meritorios de otras épocas. Su
incorporación a los espacios dramáticos de TVE era cuestión de poco tiempo y
allí volverían a encontrarse con Víctor Ruiz Iriarte.