Antologia de Derecho
Antologia de Derecho
Antologia de Derecho
UNIDAD 1
INDIVIDUO SOCIEDAD Y DERECHO.
La limitación del poder trae como resultado el reconocimiento y la protección de la libertad, tanto de los
individuos como de los grupos sociales. La libertad urídica consiste precisamente en la ausencia de una
coacción que imponga un determinado tipo de conducta, en ciertos aspectos o circunstancias de la vida,
ausencia que por lo tanto determina que el individuo -o el grupo- quede con un determinado ámbito de
libertad para hacer lo que guste, para hacer o no hacer una cosa, o para hacer otra. La libertad jurídica se
piensa principalmente como un estar libre de la intromisión de los poderes públicos dentro del campo
que se reputa como debiendo pertenecer a la decisión de la persona. La libertad jurídica consiste en un
estar exento de interferencia por parte de los poderes públicos en determinadas esferas de la conducta,
por ejemplo, en las esferas constituidas por los derechos y libertades fundamentales del hombre. Toda
limitación de los poderes públicos llevada a cabo por el Derecho constituye, explícita o implícitamente, el
reconocimiento y la protección de una esfera de libertad. En algunos regímenes, en los regímenes de los
países verdaderamente civilizados de occidente, el poder estatal está limitado, entre otras barreras
jurídicas, por el reconocimiento y protección de los derechos individuales, democráticos y sociales del
hombre.
En otros regímenes, tales derechos no están totalmente reconocidos ni protegidos. Pero donde quiera
que el poder del Estado está organizado y limitado jurídicamente, las limitaciones puestas a dicho poder
representan un ámbito de libertad -suficiente o insuficiente según los diversos casos- para los individuos.
UNIDAD 2
CONCEPTO GENERAL DE CIENCIA.
2.1. CONCEPTOS DE CIENCIA TEORÍA Y FILOSOFÍA
El concepto de ciencia deriva del latín “scire” que quiere decir conocer, pero es un concepto muy amplio
porque significa conocimiento, práctica, erudición; por lo tanto el concepto de ciencia equivale desde
esta acepción a toda clase de saberes.
Ciencia es el conocimiento sistematizado en cualquier campo, pero suele aplicarse, sobre todo, a la
organización de la experiencia sensorial objetivamente verificable. La búsqueda de conocimiento, en ese
contexto, se conoce como ciencia pura,-conocer por el sólo hecho de conocer- para distinguirla de la
ciencia aplicada –la búsqueda de usos prácticos del conocimiento científico- y de la tecnología, a través
de la cual se llevan a cabo las aplicaciones.
La visión de lo que podemos entender como ciencia se ha transformado en el devenir histórico hasta
llegar a un concepto preciso y claro. En la Edad Media la disciplina por antonomasia era la Filosofía,
entendida en su concepción más simple como un conjunto de saberes que busca establecer, de manera
racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como
el sentido del obrar humano. La filosofía busca conocer el origen o causa de todo lo que existe y sus
últimas consecuencias.
En la actualidad el desarrollo industrial ha transformado lo que entendemos por ciencia en función de su
manifestación tangible que es la tecnología que nos ha permitido crear un acervo material inigualado a
otros momentos históricos. En el curso del tiempo la definición de ciencia se precisó llegando a significar
un conjunto de conocimientos sistemáticos sobre una disciplina o materia académica.
El conocimiento científico intentó subsanar el posible alejamiento de aquellos aspectos susceptibles de
ser contrastados con la realidad, por esto la ciencia se preocupa de relacionar el sentido común y el
pensamiento reflexivo con la contrastación empírica.
Para precisar el concepto de Ciencia lo podemos hacer desde distintas perspectivas como son:
Sierra Bravo (1984) define a la ciencia como "El conjunto organizado de conocimientos sobre la realidad
y obtenidos mediante el método científico"
Dendaluce (1988) la define en función de sus componentes, contenidos, métodos y producto y la
concibe como "Modo de conocimiento riguroso, metódico y sistemático que pretende optimizar la
información disponible en torno a problemas de origen teórico o práctico"
El filósofo argentino Mario Bunge (1985) entiende por ciencia al “conjunto de conocimientos racionales o
probables, que obtenidos de manera metódica y verificados en su constatación con la realidad, se
sistematizan orgánicamente haciendo referencia a objetos de una misma naturaleza, cuyos contenidos
son susceptibles de ser transmitidos”
Bunge agrega que una ciencia "no es un agregado de informaciones inconexas, sino un sistema de ideas
conectadas lógicamente entre sí."
Los conocimientos generados pueden ser más o menos demostrados o contrastables, pero se refieren a
aspectos esenciales de los fenómenos.
Los conocimientos científicos se obtienen a partir del método científico (observación-experimentación) o
método de conocimiento que integra la inducción o deducción, con la finalidad de construir un
conocimiento teórico y aplicado.
La ciencia se desarrolla a través del desarrollo de teorías. Entendemos por teoría el conocimiento
especulativo considerado con independencia de toda aplicación, o bien la hipótesis cuyas consecuencias
se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella.
Hipótesis es un término procedente del griego que designa, etimológicamente, ‘aquello que se
encuentra debajo de algo sirviéndole de base o fundamento’. En lógica filosófica, se entiende por
hipótesis un enunciado (o un conjunto de enunciados) que precede a otros enunciados y constituye su
fundamento.
Asimismo, puede definirse como una proposición cuya verdad o validez no se cuestiona en un primer
momento, pero que permite iniciar una cadena de razonamientos que luego puede ser adecuadamente
verificada. Así, un ‘razonamiento por hipótesis’ es aquel que comienza ‘suponiendo’ la validez de una
afirmación, sin que ésta se encuentre fundamentada o sea universalmente aceptada. La formulación de
hipótesis adecuadas y correctamente fundamentadas en la experiencia es uno de los rasgos esenciales
del método científico, desde
Como se puede observar, las ciencias fácticas se dividen, a su vez en dos grandes grupos: Ciencias
Naturales o Ciencias de la Naturaleza, y Ciencias Culturales o Ciencias de la Sociedad y que el Derecho se
encuentra dentro de estas últimas.
Para entender mejor la diferencia entre las ciencias fácticas y las formales, podemos contrastarlas por su
objeto de estudio; por su método de trabajo; por su tipo de enunciados; y por su finalidad, como se
muestra en el siguiente cuadro.
UNIDAD 3
DEFINICIÓN DEL DERECHO.
3.1. ANÁLISIS DE LOS ELEMENTOS QUE PUEDE CONTENER LA
DEFINICIÓN DE DERECHO.
Definir significa precisar con claridad y exactitud los caracteres genéricos y diferenciales de una palabra o
de un concepto. No obstante esto, desde un punto de vista no sólo lexicográfico, definir es más que
lograr la precisión de dichos caracteres, sobre todo tratándose de un concepto como el de Derecho,
donde lo que se persigue es colocarlo en su verdadero lugar en el orden de los conocimientos. señalar.
su fundamento y las conexiones con otros análogos conforme a su esencial naturaleza.
Al elaborar una definición del Derecho se indaga de modo sistemático sobre la explicación de un
concepto, indagación que puede darse desde ángulos muy distintos según sea el tipo de definición
pretendida. Hay, entre otras, definiciones nominales, reales, analíticas y sintéticas. Éstas persiguen,
respectivamente, explicarnos ciertos rasgos distintivos del concepto en cuestión, tales como su nombre,
su forma de existencia o sus contenidos. En este caso, lo que se busca con la definición del Derecho no es
sólo precisar uno o varios de sus rasgos, sino orientarnos sobre su naturaleza, fines y conexiones
funcionales. Es decir, llevar a cabo la transformación de un concepto inexacto y vago empleado en algún
ámbito por otro más preciso y exacto que pueda ser usado en la mayoría de las ocasiones en que se usa
el concepto anterior.
Para alcanzar ese objetivo y en función de lo hasta aquí reflexionado, la definición del Derecho ha de
establecer, así sea de manera resumida, la precisión de varios aspectos, a saber: en qué ámbitos del
conocimiento se presenta; cuál es su fundamento racional y cuáles son los rasgos característicos que
determinan sus conexiones y diferencias en relación con otros fenómenos de la misma o similar
naturaleza.
Las dificultades para definir el Derecho.
Definir el Derecho, sin embargo, comporta singulares dificultades. Así piensan la mayoría de los autores
que han abordado este tema. Por ejemplo, García Máynez, señala: "¿Qué es el derecho' He aquí lo
primero que el estudioso se pregunta, al hollar el umbral de la ciencia jurídica. El problema, lógicamente
anterior a los demás de la misma disciplina es, al propio tiempo, el más arduo de todos. Los autores que
lo abordan no han conseguido ponerse de acuerdo ni en el género próximo ni en la diferencia específica
del concepto, lo que explica el número increíble de definiciones Y la anarquía reinante en esta materia.
"Otros juristas llegan, incluso, a la conclusión de que es imposible definir el Derecho. En efecto, la
llamada tesis de la indefinición ha sido sostenida con base en la idea, antes ya indicada por García
Máynez, de que al modo aristotélico no es posible asignar al Derecho un género próximo ni una
diferencia específica. Sin embargo, esta postura no puede mantenerse en pie porque parte del
presupuesto de que sólo existe un único .sistema para encontrar la definición de algo, ignorando -como
afirma Vallado Berrón-que no todos los objetos del conocimiento, y entre ellos el Derecho, pueden
definirse por igual procedimiento. Definir es tarea de las ciencias y al existir varios tipos.
es lógico que haya también formas diversas de alcanzar una definición.'
Las dificultades específicas con que se topan los juristas para definir el Derecho no acaban aquí. Existe el
extendido criterio de que así como hay un sistema exclusivo para definir, hay también una definición
única y universal del Derecho. Carlos S. Nino piensa que dichas dificultades parten de la adhesión a una
cierta concepción sobre la relación que se da entre el lenguaje y la realidad, misma que impide contar
con una idea clara sobre los presupuestos, las técnicas y consecuencias que han de tenerse en
consideración cuando se define una expresión lingüística, en este caso, la palabra derecho.
Según Nino, sigue vigente en nuestros días la idea platónica de la relación entre lenguaje y realidad, ésta
presupone que si los conceptos no hacen más que reflejar la presunta esencia de las cosas, las palabras
son únicamente el vehículo de los conceptos, de donde la relación entre lenguaje y realidad no puede
ser otra que necesaria Por tanto, al definir se reconoce una realidad, la cual no puede ni cambiarse ni
crearse, pues los conceptos sólo detectan aspectos esenciales de esa realidad, esencias que deben estar
ineludiblemente contenidas en aquellos conceptos. De ahí que este enfoque, también conocido como
realismo verbal, sostenga que hay sólo una definición válida para una palabra, que se obtiene por
intuición intelectual de la naturaleza intrínseca de los fenómenos denotados en la expresión.
Evidentemente, el realismo verbal hace del trabajo definitorio una tarea de simple reconocimiento de
ciertos aspectos esenciales de la realidad. Pero ¿cuáles? ¿Cómo no hacer de esta labor definitoria un
ejercicio intelectual sumamente subjetivo? ¿Quién posee el monopolio de la verdad para decirnos que
una persona sí captó y otra no, ese aspecto esencial de la realidad? ¿Qué criterio objetivo se usará para
distinguir lo esencial de aquello que no lo es? Esta postura ha generado buena parte de las dificultades
para definir el Derecho, porque persigue casi de modo metafísico, una huidiza esencia que nos indicará
indubitablemente cuál es la definición única de lo jurídico.
Nino, en contra del tal postura realista, acepta el convencionalismo verbal, esto es, el enfoque que
postula que la relación entre el lenguaje y la realidad es arbitrariamente establecida por los seres
humanos. aunque exista al respecto un acuerdo consuetudinario para el uso de tal lenguaje que evita
confusiones. De tal guisa, las cosas sólo tienen propiedades esenciales en la medida en que los hombres
hagan de esas propiedades condiciones necesarias para el uso de la palabra. decisión que, claro está,
puede variar Así, al hacer frente a una palabra como Derecho, resulta útil darle un significado si lo que
pretendernos es describir los fenómenos implicados por tal expresión. Igualmente, y sin perjuicio de
elaborar un concepto original o más preciso de la palabra, debe investigarse el significado de la misma
en el lenguaje común, lo cual nos ayudará a descubrir distinciones conceptuales importantes que se
presuponen sin tener conciencia de ellas, y cuyo desprecio - insiste Nino- puede provocar pseudo
cuestiones filosóficas. "De este modo -dice textualmente nuestro autor- la caracterización del concepto
de derecho se
desplazará de la obscura y vana búsqueda de la naturaleza o esencia del derecho a la investigación sobre
los criterios vigentes en el uso común para usar la palabra `derecho'; y si, prescindiendo de este análisis,
o a través de él, llegamos a la conclusión de que nuestro sistema teórico requiere estipular un significado
más preciso que el ordinario para 'derecho', la estipulación no estará guiada por un test de verdad en
relación a la captación de esencias místicas sino por criterios de utilidad teórica y de conveniencia para la
comunicación ".
Cabe sumar a las anteriores dificultades, dos más. La primera tiene que ver con la palabra misma
`derecho', la segunda, con el enfoque científico y la posición teórica adoptada por los distintos juristas o
estudiosos del fenómeno jurídico en general. Respecto de la primera dificultad, la terminológica, hay que
tener en cuenta que la expresión 'derecho' no posee una acepción única sino que al contrario, implica
varios significados entre sí relacionados. Esta ambigüedad o analogía,'' se denota en la singular
particularidad de la palabra `derecho' que designando el conjunto de fenómenos jurídicos, es también
nombre de la disciplina científica que los estudia. El concepto de 'derecho', por lo tanto, no tiene un
carácter unívoco. ya que su aplicación en el lenguaje cotidiano y en el propiamente jurídico no se refiere
a una misma situación. Verbigracia: una cosa es el Derecho como disciplina y otra el Derecho como
fenómeno social que es estudiado por la disciplina que, para aumentar la confusión, utiliza el mismo
nombre.
Conviene agregar, todavía en torno a la primera dificultad, que la palabra 'derecho 'posee una fuerte
carga emocional` y se presenta de forma imprecisa en la realidad. El Derecho se relaciona con ideas
como la libertad, la justicia, la igualdad, el bien común, que suscitan la exaltación sobre todo porque a
éstas se otorgan predicados dirigidos más a la persuasión, a mover la voluntad, que al convencimiento.
No es extraño que en una interlocución se utilice la palabra 'derecho' como sinónimo de justicia o
libertad, por ejemplo, con sentidos perfectamente contrapuestos.
En suma, la palabra 'derecho' no se limita a describir propiedades o hechos, sino que también sirve para
designar emociones. Es evidente que en ciertas expresiones como "¡No hay derecho.'". estamos dando a
entender más que la inexistencia de una norma jurídica, más que la ilegalidad, la creencia o sentimiento
que despierta en nosotros la injusticia de un acto. En muchos casos, incluso, sentimos o creemos que
algo es injusto aunque no sepamos explicar racionalmente por qué. Lo cierto es que la expresión
'derecho' inspira o evoca emociones relacionadas con valores o intereses que nos resultan
importantes. Como ya se mencionó, en el uso cotidiano dicha expresión implica ideas como justicia,
libertad, seguridad, orden que también están dotadas de una fuerte carga emotiva y tienen que ver,
según ya se dijo, con el valor de lo jurídico. Por otro lado, la palabra 'derecho' es ciertamente vaga," dado
que no en todos los casos, según estudiaremos más adelante, se presenta con aquellas propiedades que
se le asignan como necesarias. Por ejemplo, la coacción es una nota singular de las normas jurídicas, sin
embargo, hay normas jurídicas que en los distintos sistemas de Derecho carecen de ésta. Esas normas
imperfectas, aun contempladas en un ordenamiento jurídico ¿no son legítimamente jurídicas por carecer
de coacción o sanción expresa?
Evidentemente, el Derecho comprende más que normas coactivas y por esto la expresión 'derecho'
puede aludir indistintamente, con la consecuente confusión, a normas programáticas, enunciativas y
principios, es decir, que de suyo carecen de sanción específica, no obstante se encuadren en un
ordenamiento jurídico coactivo concebido como un todo. En este sentido es importante hacer una breve
alusión a dos autores que han demostrado que los sistemas jurídicos no sólo están constituidos por
normas coactivas, sino por otra clase de normas y hasta por principios. Me refiero a Herbert L. Hart y a
Ronald M. Dworkin.
Hart desarrolla la idea de que los sistemas jurídicos están constituidos por diversas clases de normas -
primarias y secundarias-- cuya unión y estructura es, precisamente, la que distingue al Derecho de otros
sistemas normativos. Este autor piensa que además de las normas jurídicas propiamente dichas (normas
de conducta o reglas primarias de obligación), conforman al Derecho otros tres tipos de reglas
denominadas secundarias. La unión e interacción de éstas son las que Introducción al estudio del
Derecho
Facultad de Derecho [ 22 ]
identifican a los sistemas jurídicos y denotan sus características propias. Las reglas secundarias cumplen
con la tarea de identificar a las reglas o normas primarias de obligación, la principal de aquéllas es la
denominada regla de reconocimiento, que podría definirse como el criterio utilizado por funcionarios y
particulares para identificar al Derecho. Dicho criterio, dice Hart, en los sistemas jurídicos modernos
"...incluyen una constitución escrita, la sanción por una legislatura, y los precedentes judiciales.
Hart también identifica como reglas secundarias a las reglas de cambio -que establecen los
procedimientos de creación, modificación y derogación de las normas- y a las reglas de adjudicación -
que establecen los procedimientos para los supuestos de violación e interpretación de las normas-. En
suma, concluye nuestro autor, que si bien el Derecho está formado por normas coactivas de conducta,
principalmente, ni todas prescriben necesariamente una conducta (como las que confieren poderes o
atribuyen derechos), ni todas son coactivas (como las reglas de cambio y adjudicación).
Dworkin, por su parte, considera que el Derecho no es sólo un sistema de normas sino de principios, es
decir, `cartas de triunfo' social que son jerárquicamente superiores y, por lo tanto, se imponen a otras
demandas jurídicas, políticas o éticas con las que pudieran entrar en conflicto. Estos principios son
desarrollados por las sociedades y los profesionales del Derecho a lo largo de la historia. Así, indica
textualmente el propio Dworkin, "...cuando los juristas razonan o disputan acerca de derechos y
obligaciones legales. particularmente en esos casos dificultosos donde los problemas que se les plantean
a propósito de estos conceptos parecen más agudos, hacen uso de pautas que no funcionan como
normas jurídicas, sino en calidad de principios, directrices o normas de otra clase. "
Respecto a la segunda dificultad reconocida para definir el Derecho (el enfoque científico y la posición
teórica) es preciso hacer algunas reflexiones. Podemos deducir que toda vez que lo jurídico abarca
distintos ámbitos de la vida social, es lógico que de su estudio se ocupen distintas ciencias sociales; como
lo es también deducir que a cada ciencia social importará un aspecto especial de lo jurídico. Por lo tanto,
el enfoque de la Sociología, la Antropología o la Historia aplicadas a los fenómenos jurídicos, propiciará
sus respectivas definiciones, predicando el enfoque ya sociológico, ya antropológico o ya histórico del
Derecho-¿Dichas definiciones variarán'? Sí, evidentemente. Ello nos invita a concluir que el enfoque
teórico condiciona la definición del Derecho que se pretende formular.
La postura teórica es asimismo determinante y también condicionará el contenido de la definición. ¿Por
qué? Cada ciencia social comprende diversas corrientes de pensamiento, distintas posiciones teóricas
que no son otra cosa que construcciones intelectuales que pretenden explicar: desde sus hipótesis, el
Introducción al estudio del Derecho
fenómeno o fenómenos de que se ocupan, utilizando al efecto presupuestos similares, análogos y hasta
contrapuestos. Al igual que como sucede con la Ciencia Jurídica, la Sociología, la Antropología y la
Sicología implican múltiples posturas teóricas que, en función de sus propios presupuestos teóricos
definirán, en este caso, el Derecho. Muchas de esas definiciones coincidirán en algunos rasgos o diferirán
diametralmente, según tendremos ocasión de ver en posteriores ejemplos. De tal suerte que no sólo es
el enfoque científico sino la postura teórica (cada postura pondera más algunos aspectos que otros), lo
que influirá determinantemente en la definición del Derecho. Esta definición delata la posición teórica
que, obviamente, ha condicionado el contenido o predicado del concepto en cuestión.
No podemos dejar de mencionar, que el origen de la gran diversidad de definiciones del Derecho dentro
del Derecho, está estrechamente relacionado, según se puede entender ahora, con la postura teórica
adoptada por el expositor de la definición respectiva. Ello se debe a que las distintas doctrinas que
estudian el fenómeno jurídico analizan uno o varios aspectos, para ellas principales, de su manifestación.
Puede suceder, también, que esas doctrinas enfoquen ciertos aspectos de ese mismo fenómeno que les
parezcan los más importantes o esenciales. "La raíz de este disentimiento -expresa Villoro Toranzo-se
debe a que se han propuesto nociones del Derecho que resaltan un aspecto del mismo y niegan -o, por
lo menos, disminuyen- la importancia de los demás. El porqué de esta unilateralidad de los puntos de
vista hay que buscarlo en las filosofías defendidas por los juristas "."
La diversidad de definiciones del Derecho analizada desde la posición que sostiene una conexión
necesaria entre el lenguaje y la realidad, y como forzosa, consecuentemente, la búsqueda de una sola
definición, adquiere caracteres de caos conceptual y hasta de prueba contundente respecto de que la
esencia del Derecho es algo inasible; todo lo cual se muestra equivocado. Resulta fácil explicar y justificar
que cada escuela o ciencia analice el fenómeno jurídico desde las aristas que racionalmente les parezcan
más trascendentes, sin embargo, ello no significa que esas aristas sean las únicas importantes del
Derecho, o que esa posición sea excluyente o definitiva en relación con las otras. Esta circunstancia
denota que los logros científicos, tanto en las ciencias sociales como en las naturales, son producto del
análisis constante y no dogmático de las distintas facetas que los problemas plantean. procurando de ese
modo pequeñas o grandes contribuciones que permitirán alcanzar más que verdades absolutas,
posiciones superadoras de otras en la escala infinita del conocimiento humano.
Para llevar a cabo nuestra propia definición del Derecho, partiremos del ya esbozado concepto
provisional, mismo que nos ha mostrado al fenómeno jurídico como una realidad que se manifiesta o
presenta en diferentes formas o dimensiones. lo cual está corroborado no solo por la multiplicidad de
ángulos desde los cuales se estudia, sino por la de significados que aluden. también, a distintos ámbitos
de su conocimiento. Es decir, que el Derecho-y de ahí buena parte de las dificultades de su comprensión
y definición no se manifiesta unívocamente ni en lo terminológico ni en lo epistemológico, ya que su
naturaleza es variada y compleja.
El error en el análisis y la aprehensión del Derecho ha consistido, según nuestro particular modo de ver,
en querer reducir el fenómeno jurídico a una sola de sus facetas por el solo hecho de que en la realidad
así aparece. Es decir, lo que la realidad nos presenta como fenómeno único se expresa, por su contenido
complejo, deforma multidimensional. Entonces, negar el contenido complejo del Derecho porque en la
realidad se manifiesta como un todo es, en buena medida, causa de las confusiones.
Si el Derecho es un todo de contenido complejo, como cualquier todo, que se traduce en dimensiones
distintas pero complementadas, dimensiones unidas, entrelazadas en lo fundamental, es claro que esa
complejidad dificulta su comprensión, pero, de ninguna manera, la hace imposible. Si discriminamos con
cuidado los datos que nos aporta el acercamiento empírico y provisional, podremos concluir que el
Derecho se manifiesta como un todo multidimensional c complejo del que se advierten tres aspectos
distintos y complementarios, a saber, sus dimensiones como hecho social, norma jurídica y valor.
Así el derecho es fenómeno social, norma y un valor en si mismo que tutela otros valores.
Quien planteó ya esta tercia de elementos, analítica y sistemáticamente articulados en tanto Teoría de la
tridimensionalidad del Derecho, fue el filósofo brasileño Miguel Reale." su concepción de lo jurídico ha
sido desarrollada y enriquecida por autores como Recaséns Siches y García Máynez. Resulta oportuno
subrayar que esta visión más rica y cabal del Derecho, ha tenido un resurgimiento muy importante en la
Teoría y Filosofía del Derecho actuales, sobre todo a raíz del renacimiento de la preocupación por los
problemas éticos de lo jurídico y las críticas a las posturas iuspositivistas.
Ahora bien, los dos niveles de conocimiento o estudio del Derecho según se deduce de las ciencias que
lo estudian, son el fáctico o positivo (que se mueve en el mundo del ser) y el filosófico (que lo hace en el
del deber ser), y que corresponden tanto a las ciencias jurídicas como a otras ciencias sociales y a las
auxiliares del Derecho. En cada uno de esos niveles de conocimiento la ocupación central se concreta en
analizar cómo es o se presenta el Derecho en la realidad y cómo debe o debería ser. Esta distinción que
para fines analíticos y didácticos se hace del Derecho, quedará mayormente esclarecida una vez que nos
explayemos respecto de las tres dimensiones de lo jurídico (Véase cuadro explicativo).
La Sociología analiza al Derecho como un modo de comportamiento social, que responde a ciertas
circunstancias y que influye en la adopción de determinadas conductas, dando origen a fenómenos
sociales específicos: la Antropología conoce al Derecho como manifestación cultural, corno hacer social
que responde a ciertos modos de ver y entender la vida y que aparece, de uno u otro modo, con
caracteres idiosincráticos propios en los distintos grupos humanos donde se desarrolla; la Sicología ve al
Derecho cono una forma de influencia particular en la conducta de los individuos; la Historia comprende
al fenómeno jurídico como uno de lo hechos de la voluntad humana que sobresalen de entre las
realizaciones de los pueblos en los distintos momentos de su existencia; la Ciencia Política entiende lo
jurídico cono un fenómeno social que responde a ciertos intereses o circunstancias que tienen que ver
con las relaciones de poder; la Teoría del Estado, que concibe el Derecho como una típica forma de
manifestación del hacer estatal; y la Economía, que sobre todo
en su versión política o social, se aboca al análisis del Derecho como un medio de regulación que auxilia
e influye los fenómenos relativos a la producción y distribución de la riqueza.
Desde el Derecho y en su dimensión fáctica se ocupan del fenómeno jurídico las ciencias o disciplinas
jurídicas auxiliares, denominadas así porque ponen al servicio del Derecho una metodología
comprensiva particular, procurándolo como especial objeto de estudio. Dichas ciencias auxiliares son: la
Sociología Jurídica o Sociología del Derecho y la Historia del Derecho. Cabe decir, que son Derecho
también ciencias o disciplinas jurídicas auxiliares, aunque se ocupan del Derecho desde un punto de
vista especulativo, la Filosofía y, dentro de ella misma, la Ética y la Lógica.
Para terminar con lo que corresponde a esta dimensión fáctica del Derecho, diremos que al análisis de su
aspecto filosófico se abocará la denominada por Miguel Reale, Culturología Jurídica. Para Reale ésta
estudiaría al Derecho en tanto una forma especial de hecho social, vida humana objetivada, utilizando la
terminología de Recaséns. Se trata de una especie, si cabe, de Antropología
cultural referida específicamente a lo jurídico.
DIMENSIÓN FÁCTICA
3.2.2. DIMENSIÓN NORMATIVA.
La segunda dimensión, la dimensión normativa del Derecho, reconoce al fenómeno jurídico en su
presencia estrictamente jurídica. Así, el Derecho como hecho social se caracteriza por ocuparse de fijar,
establecer y ajustar las conductas sociales que los seres humanos deben asumir, y no las conductas que
son o se dan en la realidad social (de esto último se ocupan las ciencias preocupadas de la dimensión
fáctica). En consecuencia, la dimensión normativa del Derecho se refleja en la realidad como el conjunto
de normas coactivas que prescriben la conducta social debida. Aunque, como ya mencionamos en
párrafos precedentes, los sistemas jurídicos no se componen exclusivamente de normas coactivas, aun
cuando la característica más destacada de los ordenamientos jurídicos sea la coacción.
Ahora bien, dado que socialmente hay más de un tipo de conductas debidas según ya vimos, como las
morales, religiosas y los convencionalismos sociales, la dimensión normativa del Derecho se ocupa de
una normatividad específica, que Concibe al Derecho como un hecho o fenómeno social
El Derecho como fenómeno social es estudiado por:
Desde otras Sociología, Antropología Psicología, Historia, Ciencias sociales: Ciencia Política, Teoría del
Estado, Economía, Sociología Jurídica, Historia del Derecho: Disciplinas jurídicas auxiliares
Desde la Ciencia Jurídica se distingue por sus propias notas, entre las cuales está, principalmente, su
impositividad inexorable o coercitividad. En efecto, según se analizó antes, el lenguaje del Derecho es
normativo. como lo es también el lenguaje de otras formas de regulación del comportamiento social. Sin
embargo, se concluyó que las normas jurídicas garantizan una determinada conducta social cuya eficacia
se respalda con la fuerza institucionalizada como poder político, en virtud del cual es posible coaccionar
su cumplimiento, en aquellos casos en que las normas jurídicas no sean asumidas voluntariamente por
los miembros del grupo social.
Recordemos que la Ciencia del Derecho o Jurídica nos ofrece la primera perspectiva científica del
fenómeno jurídico, haciendo de éste su objeto central de análisis, englobando la totalidad de las
distintas clases de conocimientos y metodologías con que se aborda ese fenómeno. Hablamos de una
primera perspectiva en función de su importancia, ya que es la Ciencia del Derecho la que, por
naturaleza propia, nos otorga el conocimiento específico de lo jurídico, mientras que la perspectiva
científica que a su vez nos ofrecen otras ciencias en sus respectivas dimensiones y a partir de su propia
metodología (Sicología, Antropología, Historia, Sociología, Ciencia Política, Teoría del Estado, Economía,
Filosofía, Ética y Lógica), complementa el conocimiento tridimensional del Derecho. Por lo tanto, la
dimensión normativa será conocida y analizada a través de las siguientes materias clave que componen a
la mencionada Ciencia Jurídica, y que se ocuparán, respectivamente, del Derecho que es y del que debe
o debería ser: la Teoría General del Derecho`y la Filosofa del Derecho.
La Teoría General del Derecho se concentra en el análisis de los distintos aspectos y problemas surgidos
del ser mismo de la normatividad jurídica. Se trata de la doctrina de los conceptos jurídicos
fundamentales. Estudia el Derecho que es, tratando de definirlo y ubicarlo desde el punto de vista de
una experiencia completa de la vida jurídica
Héctor Raúl Sandler señala que el sector del conocimiento jurídico que se denomina como 'teoría
general', está integrado por las teorías que tratan de explicar y resolver los cuestionamientos surgidos
del orden jurídico. Éstas buscan plantear soluciones a los problemas reales que se presentan en el
quehacer cotidiano de los abogados, atienden por consecuencia no sólo a los problemas formales sino
de contenido de los diferentes sistemas jurídicos. Así, por ejemplo, la Teoría General del Derecho se
ocupa de conceptos tales como norma, sanción, deber, acto y hecho jurídicos, o de instituciones como la
patria potestad, el negocio jurídico, el matrimonio, planteando teorías que permitan su selección,
sistematización, comprensión y mejor aplicación en la realidad.
Distinta por su función y objetivos de la Teoría General, a la rama de la Ciencia Jurídica que se ocupa de
los sistemas jurídicos en cuanto tales se le llama Dogmática Jurídica. Aquí, como afirma Elías Díaz, para el
jurista el dato de estudio fundamental son las normas, el sistema normativo delimita y enmarca la zona
de su trabajo. El nombre `dogmática' proviene del hecho de que el estudio sistemático de los contenidos
de las diversas ramas del Derecho de que se ocupa, parte de concebir tales sistemas como algo dado. sin
ulteriores consideraciones valorativas. Son parte de la Dogmática Jurídica los estudios referidos tanto a
cualquiera de las ramas que componen los ordenamientos jurídicos de cada país - el Derecho Civil,
Mercantil, Constitucional, Penal. Fiscal, etc.-, como los que son de interés y aplicación común —Derecho
Internacional Público, Privado, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, entre otros.
Por otro lado, la parte de la Ciencia Jurídica que estudia y analiza los medios empleados para la
elaboración, transformación y aplicación de las normas jurídicas en vigor, se denomina Técnica Jurídica o
Técnica del Derecho positivo.
Incluimos también, por considerarla determinante en la concepción de la dimensión normativa a la
Lógica Jurídica o Lógica Deóntica, cuyo objeto de estudio lo constituyen la estructura y. la lógica de las
proposiciones normativas que conformara el ordenamiento jurídico. Las aportaciones de la Lógica
Jurídica son capitales, como afirma Norberto Bobbio, para la resolución de problemas tales como la
naturaleza de la norma jurídica como norma hipotética; las distinciones y relaciones entre los distintos
tipos de normas; el ordenamiento jurídico como sistema y sus necesidades de unidad, coherencia e
integridad, por citar sólo algunos.'
Una materia muy importante de la Ciencia Jurídica ocupada de un particular aspecto de la dimensión
normativa del fenómeno jurídico es el Derecho comparado. A éste se encomienda el estudio de los
caracteres propios y comunes, así como la interrelación de las instituciones legales de diferentes
sistemas jurídico-normativos. El análisis comparativo permite apreciar la manera en que cada sistema
jurídico ha resuelto, por vía de su propio Derecho, la regulación de los distintos problemas a que da lugar
la convivencia humana. Dentro de la dimensión normativa de lo jurídico, pero en el nivel del
conocimiento dirigido a la determinación de cómo debe o debería ser el Derecho, hallamos a la Filosofa
del Derecho. A la parte de la Filosofía encargada le los problemas
relativos al concepto y estructura de la norma jurídica, pero no sólo en su aspecto formal, como es el
caso de la Dogmática y la Técnica jurídica, sino de la norma inserta en un dado contexto político y social,
se le denomina Ontología Jurídica. Se trata del análisis de los conceptos y sistemas normativos en la
realidad que se conciben y desarrollan. La indagación por el ser del derecho -anotan Aftalión y Vilanova-
que responde a la pregunta ¿qué es el derecho?, se entiende para nosotros como indagación que no es
de pura lógica sino de la esencia del objeto del derecho, de su ser, y recibe por ello el nombre tradicional
de ontología jurídica.
También ocupada del estudio de esta dimensión normativa a nivel de deber ser y como parte integrante
de la Filosofía del Derecho se halla la Teoría e la Ciencia Jurídica, cuyos esfuerzos se encaminan, según
Bobbio, "…al estudio de los esquemas intelectuales empleados por los juristas para crear, interpretar:
completar y conciliar entre sí las reglas de un sistema jurídico." Elías Díaz asigna a dicha Teoría de la
Ciencia Jurídica varias misiones: una reflexión crítica sobre la Ciencia misma del Derecho y sobre la
actividad científica de los juristas; el análisis de la metodología y los procedimientos lógicos utilizados en
la argumentación jurídica; la aplicación y realización del Derecho; la determinación de los elementos y
componentes que hacen a la Ciencia Jurídica; así como el papel que juega en el panorama actual de los
conocimientos científicos y su relación con las otras ciencias sociales.
DIMENSIÓN NORMATIVA
3.2.3. DIMENSIÓN AXIOLÓGICA.
La tercera dimensión en que se expresa el Derecho es la valorativa o axiológica.
En esta última dimensión se concibe el Derecho como un valor y como portador y garantizador de otros
valores superiores. Recordemos que el fenómeno jurídico no se concreta al hecho social que tiene una
representatividad normativo-coactiva, pues hemos de tomar en consideración que detrás de esas
normas, como razón de su obligatoriedad, están valores necesariamente perseguidos por todo Derecho.
Andrés Ollero ha escrito al respecto: "El derecho es, ante todo, juicio de valor. Una actividad humana
que, inevitablemente se refiere a valores (más o menos `superiores') a cuya luz ajustar relaciones.
"Concibe al Derecho en su presencia estrictamente jurídica El Derecho como norma y conjunto de
normas es estudiado por la Ciencia Jurídica Teoría General del Derecho:
CIENCIA JURÍDICA
Ontología Jurídica
Filosofía del Derecho: Teoría de la Ciencia Jurídica Dogmática Jurídica, Lógica Jurídica, Técnica Jurídica y
Derecho Comparado.
La dimensión axiológica se ocupa del análisis de la doble dimensión valorativa del Derecho. Esto es: el
Derecho como valor-el valor de lo jurídico-que surge de su sola presencia en sociedad, como generador,
inicialmente, de valores jurídicos cuyo carácter es instrumental (orden. seguridad e igualdad). Valor de lo
jurídico que se gesta en las funciones formales que todo Derecho realiza por el mero hecho de existir y
de operar de modo efectivo, funciones que con más o menos éxito realiza en sociedad todo sistema de
normas jurídicas: y. el Derecho en tanto portador de valores superiores, como la vida, la dignidad
humana. etc. por eso, el Derecho aparece siempre. a fin de cuentas, como medio e instrumento de otros
valores, nunca como un fin que se agota en .sí mismo.La dimensión valorativa, axiológica o estimativa del
Derecho, es otra de las facetas expresivas de lo jurídico, como medio para satisfacer una serie de
necesidades humanas que se ajustan a la exigencia de ciertos valores como el de la justicia y de los
demás que ésta implica, entre los que figuran la autonomía de la persona, la seguridad, el bien común y
otros.
Por lo que toca al estudio del Derecho como valor, es fácil deducir que éste se encuentra encomendado,
en el ámbito filosófico, a la Estimativa o Axiología Jurídica y, en el plano lógico, a la Política del Derecho o
Jurídica. La primera, es una rama de la Filosofía del Derecho a la que también se le conoce como Teoría
de la Justicia, su propósito es analizar los valores que dan origen y fundamento al Derecho, se encarga
del deber ser, es decir. del aspecto ético de lo jurídico. La Axiología, Estimativa Jurídica o Teoría de la
Justicia, dice García Máynez, no estudia al Derecho desde dentro, como hace la Teoría General, sino
desde fuera, y lo considera no sólo en sí mismo, sino en sus relaciones y diferencias con otros órdenes
que regulan la conducta humana en sociedad, como la moralidad, los convencionalismos sociales y la
religión. A la Política Jurídica, por su parte, se aboca al estudio de la manera en que los valores que
fundamentan o inspiran al Derecho se hacen norma jurídica efectiva, es decir, el paso de una norma
moral crítica o positiva al ámbito de lo jurídico, o lo que es lo mismo, la aplicación de los criterios
estimativos a la elaboración práctica del Derecho.
DIMENSIÓN AXIOLÓGICA.
La tridimensionalidad del Derecho nos ofrece una visión más rica del fenómeno jurídico y, sobre todo,
nos ayuda a evitar la confusión de los planos en los que el Derecho se expresa. dando lugar a disputas
inútiles cuyo origen no es otro que la unilateralidad desde la que intenta definirse al Derecho. Esto,
además, nos
subraya la multiplicidad expresiva del Derecho como fenómeno complejo, cuya presencia toca distintos
ámbitos de la vida social.
Cabe aclarar, que el Derecho es en sí mismo un todo, una unidad monolítica que.
para efectos de su aprehensión y comprensión, admite y justifica este análisis teórico que disgrega sus
dimensiones, pero que en la realidad social posee una presencia única pero de contenido complejo
(fáctico y normativo), evidenciado por tres dimensiones que se hallan en un juego e interacción
constantes.
Se trata, de tres dimensiones interactuantes, unidas de forma inseparable por su interrelación. Ya que,
como afirma Recaséns, "...aunque se reconozca la posibilidad de estos tres diferentes estudios, resulta
que no puede existir una total independencia entre esos tres ángulos, antes bien, cada uno de ellos
necesariamente aparece enlazado con los otros dos. Esto es así, porque el Derecho... es una obra
humana, es un producto de la cultura, y por ende es histórico; de forma normativa, con validez dada por
el poder público; obra humana que aspira a realizar en la vida social unos determinados valores, v que
consigue eficacia en la conducta de los sujetos.
La visión tridimensional del Derecho permite comprender a éste en su totalidad, mostrándolo como un
fenómeno social vivo, afectado por circunstancias culturales, Concibe al Derecho como un valor y como
portador y garantizador de valores superiores. ' El Derecho en esta dimensión es estudiado por la Ciencia
Jurídica desde dos planos: Estimativa, Axiología Jurídica Analiza los valores que dan origen o Teoría de la
Justicia: y fundamento al Derecho.
Ciencia Jurídica:
históricas, políticas, en las que están implícitos valores, aspiraciones, la búsqueda permanente del
equilibrio social a través de la coexistencia de intereses que se dan en toda comunidad humana.
Concebido así, puede analizarse al Derecho con claridad conceptual y metodológica, evitando disputas
bizantinas y distinguiendo que, aunque fenómeno real, el Derecho expresa contenidos dimensionales
distintos. Quien desee conocer lo jurídico en plenitud, debe analizar y estudiar individualmente sus
dimensiones. para luego comprender la manera en que éstas se integran e interactúan en el todo (Véase
cuadro ilustrativo).
NIVELES DE CONOCIMIENTO
1. FÁCTICA
SOCIOLOGÍA
PSICOLOGÍA
ANTROPOLOGÍA
HISTORIA
CIENCIA POLÍTICA
ECONOMÍA
CIENCIAS JURÍDICAS
AUXILIARES
SOCIOLOGÍA JURÍDICA
ANTROPOLOGÍA
JURÍDICA
FILOSOFÍA JURÍDICA
PSICOLOGÍA JURÍDICA
HISTORIA DEL
DERECHO
CULTUROLOGÍA
JURÍDICA
2. NORMATIVA
CIENCIA JURÍDICA O
CIENCIA DEL DERECHO
TEORÍA GENERAL DEL
DERECHO
DOGMÁTICA JURÍDICA
LÓGICA JURÍDICA
TÉCNICA JURÍDICA
DERECHO
COMPARADO
FILOSOFÍA DEL
DERECHO
ONTOLOGÍA
JURÍDICA
TEORÍA DE LA
CIENCIA JURÍDICA
3. AXIOLÓGICA O
VALORATIVA
FILOSOFÍA
ÉTICA
LÓGICA
POLÍTICA JURÍDICA O DEL DERECHO
FILOSOFÍA DEL DERECHO ESTIMATIVA O
AXIOLOGÍA JURÍDICA
UNIDAD 4
CONCEPTOS NORMATIVOS DE LA CONDUCTA HUMANA
Las reglas prácticas de cumplimiento potestativo prescriben determinados medios, con vista a la
realización de ciertos fines. Si digo, por ejemplo, que para ir de un punto a otro por el camino más corto
es necesario seguir la línea recta, formularé una regla técnica. Si afirmo: "debes honrar a tus padres",
expresaré una norma. Los juicios enunciativos se dividen en verdaderos y falsos. En relación con las
normas no se habla de verdad o falsedad, sino de validez o invalidez. Las reglas técnicas y las normas son
reglas de conducta.
Entre las leves físicas y las normas de conducta existen las siguientes diferencias:
a) La finalidad de la ley natural es la explicación de relaciones constantes entre fenómenos; el fin de las
normas, provocar un comportamiento. Los principios científicos tienen un fin teórico; el de los juicios
normativos es de orden práctico.
Las leyes de la naturaleza no deben ser confundidas con las relaciones que expresan. No son enlaces
entre hechos, sino fórmulas destinadas a explicarlos. La gravitación universal, por ejemplo, es una
realidad; la ley de Newton, su expresión científica.
Por la índole de su objeto, las leyes naturales se refieren indefectiblemente a lo que es, en tanto que las
normas estatuyen lo que debe ser. Aquéllas no se dirigen a nadie; éstas sólo tienen sentido en relación
con seres capaces de cumplirlas.
b) Las leyes naturales implican la existencia de relaciones necesarias entre los fenómenos. El supuesto
filosófico de toda norma es la libertad de los sujetos a quienes obliga.
La ley física enuncia relaciones constantes, es decir, procesos que se desenvuelven siempre del mismo
modo; las normas exigen una conducta que en todo caso debe ser observada, pero que, de hecho,
puede no llegar a realizarse.
A diferencia de las leyes naturales, que expresan relaciones indefectibles, las normas no se cumplen de
manera ineluctable. Esta característica no deriva de las normas mismas, sino de la índole de los sujetos a
quienes se encuentran destinadas. Los juicios normativos perderían su significación propia si las
personas cuya conducta rigen no pudiesen dejar de obedecerlos. Toda norma se halla necesariamente
referida a seres libres, es decir, a entes capaces de optar entre la violación y la obediencia. Con razón se
ha escrito que si los destinatarios de un imperativo lo acatasen fatalmente, dejaría de ser regla de
conducta, para transformarse en ley de la naturaleza. ¿Qué sentido tendría decir que los cuerpos,
abandonados a su propio peso en el vacío, deben caer con igual velocidad?
Indudablemente ninguno, pues ello no es debido, sino fatal. Los cuerpos caen en el vacío con la misma
rapidez, no porque deban caer así, sino porque no pueden caer de otro mudo. En cambio, sí tiene
sentido declarar que los contratos legalmente celebrados deben ser puntualmente cumplidos, en cuanto
el cumplimiento de un contrato no es necesario, sino obligatorio.
c) Una ley natural es válida cuando es verdadera, o sea, cuando las relaciones a
que su enunciado se refiere ocurren realmente, en la misma forma que éste indica.
Para que las leyes físicas tengan validez es indispensable que los hechos las confirmen. Tal corroboración
ha de ser total e indefectible, no parcial ni esporádica. Una sola excepción puede destruir un principio
científico. Este aserto es corolario de la tesis anteriormente examinada, según la cual la existencia de
relaciones necesarias es el supuesto de las leyes naturales.
Las llamadas "leyes estadísticas" son leyes en sentido impropio, por su mismo carácter contingente. Más
que de auténticas legalidades se trata de generalizaciones cuyo valor depende del grado o medida en
que la experiencia las confirme.
En un sentido filosófico estricto, las normas son válidas cuando exigen un proceder intrínsecamente
obligatorio. El concepto de obligatoriedad se explica en función de la idea de valor. Sólo tiene sentido
afirmar que algo debe ser, si lo que se postula como debido es valioso. Por ejemplo: podemos decir que
la justicia debe ser, en cuanto vale. Si careciese de valor no entenderíamos por
qué su realización se encuentra normativamente prescrita.
Hemos definido los juicios normativos como reglas de conducta que imponen deberes o conceden
derechos. Ahora bien: todo deber es deber de alguien. O, expresado en otra forma: los impuestos por un
imperativo son siempre deberes de un sujeto. Éste recibe el nombre de obligado. Obligado es, pues, la
persona que debe realizar (u omitir) la conducta ordenada (o prohibida) por el precepto.
En su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, define Kant el deber diciendo que es "la
necesidad de una acción por respeto a la ley".
El filósofo emplea el término ley como sinónimo de norma. Pero la palabra necesidad, que encontramos
en la definición, no debe entenderse en el sentido de forzosidad que generalmente se le atribuye. Lo que
Kant quiere expresar cuando habla de la necesidad de una acción por respeto al deber es simplemente el
carácter obligatorio de las exigencias morales. En nuestra opinión, no es posible definir el concepto del
deber, aun cuando todos sepamos, gracias a una intuición inmediata, en qué consiste. "Tanto el ser como
el deber ser --escribe Jorge Simmel- son categorías primarias; y así como no puede describirse qué son el
ser o el pensar, tampoco existe una definición del deber ser... El deber ser es, como el futuro o el
pretérito, el subjuntivo o el condicional, una forma de pensamiento."
Uno de los grandes méritos del filósofo de Koenigsberg consistió en subrayar la independencia entre lo
que es y lo que debe ser. De la observación de los hechos no es correcto, según Kant, desprender
conclusiones normativas. La circunstancia de que algo ocurra en determinada forma no nos autoriza para
declarar que así debe ocurrir. Y a la inversa: la violación reiterada de una norma no destruye su validez.
Partiendo del estudio de un hecho es posible llegar al conocimiento de su causa y prever sus
consecuencias, mas no desprender de tal estudio juicios de valor. Que el pez grande devore al chico, o
que el pueblo fuerte sojuzgue al débil, no demuestran que así deba suceder; simplemente indican que
así sucede.
Razonando como lo hacen los partidarios de la ética empírica podríamos llegar a la conclusión de que la
propiedad y la existencia ajenas no deben ser respetadas, en cuanto la experiencia demuestra que hay
ladrones y asesinos.
Kitz, autor citado por Kelsen, explica, con no igualada claridad, la independencia de los conceptos a que
hemos venido refiriéndonos: "de que algo sea puede inferirse que algo fue o que algo será, mas nunca
que otra cosa deba ser. Lo que debe ser puede no haber sido, no ser actualmente y no llegar a ser nunca,
perdurando, no obstante, como algo obligatorio".
En lo que a los preceptos jurídicos atañe, la independencia entre validez y efectividad no puede
afirmarse de manera tan absoluta, al menos desde el punto de vista del poder público. De acuerdo con el
criterio oficial, un precepto dotado de vigencia, es decir, formalmente válido, conserva su validez aun
cuando no sea cumplido; pero la fuerza obligatoria que el listado le atribuye sólo puede subsistir, y sólo
es afirmada, mientras el sistema a que la norma pertenece mantiene su eficacia.
Los juicios que postulan deberes se dividen en categóricos e hipotéticos. Los primeros ordenan sin
condición; los segundos, condicionalmente. Esta dicotomía encuentra su antecedente en la moral
kantiana.'° Imperativos categóricos-dice el filósofo prusiano- son aquellos que mandan una acción por sí
misma, como objetivamente necesaria; hipotéticos, los que prescriben una conducta como medio para
el logro de determinado fin. Los categóricos pueden ser positivos o negativos, es decir, mandatos o
prohibiciones. La fórmula de los primeros es: A debe ser; la de los segundos: A no debe ser. Ejemplos:
debes honrar a tus padres, no debes ser hipócrita, etc.
La de los hipotéticos se expresa en estos términos: "si quieres alcanzar tal o cual fin, debes emplear
estos o aquellos medios".
Los del segundo grupo tienen un supuesto común, a saber: que se desee realizar una finalidad
determinada. En tal hipótesis, el precepto ordena que se recurra a ciertos medios. Ejemplo: si quieres
construir un edificio, debes aplicar las reglas del arte arquitectónico.
El pensador alemán distingue dos clases de imperativos hipotéticos: los principios de la habilidad, o
reglas técnicas, y los consejos de la sagacidad, o imperativos pragmáticos." Aquéllos son preceptos
problemático-prácticos, en cuanto señalan
los procedimientos que es forzoso seguir para el logro de cualquier propósito posible; éstos son
asertórico-prácticos, ya que indican los caminos que conducen a la realización de un desiderátum no sólo
posible, sino real: la conquista de la felicidad. A diferencia de estas dos clases de reglas, las de la
moralidad son categóricas, y aparecen ante nosotros como auténticos mandamientos, o principios
apodíctico-prácticos.
2.-HIPOTÉTICOS
b) Principios asertórico-prácticos, consejos de la sagacidad o imperativos pragmáticos.
Por su parte la Ley, como regla de conducta, es una norma jurídica que es creada por autoridad
competente y es obligatoria por la misma circunstancia. Su característica radica en ser general, abstracta
y obligatoria. Es creada por el legítimo poder para regular para regular la conducta de los hombres o
para establecer los órganos necesarios para el cumplimiento de sus fines.
A pesar de la dificultad para presentar un concepto acabado, para fines didácticos podemos decir que la
moral es un conjunto de principios rectores e internos que nos dicen lo que es bueno o lo que es malo
para hacerlo o evitarlo.
Como ejemplos más importantes de esta clase de reglas podríamos citar los preceptos del decoro y la
cortesía, las exigencias de la etiqueta y la moda y, en general, todas las normas de origen
consuetudinario y estructura unilateral Generalmente, los convencionalismos son exigencias tácitas de la
vida colectiva, es decir, carecen de una formulación expresa y absolutamente clara; pero nada
impide admitir la posibilidad de que se les formule e inclusive se les codifique. Una prueba de ello la
encontramos en los manuales de urbanidad y los códigos del honor.
UNIDAD 5.
MORAL Y DERECHO. CRITERIOS DE ANALOGÍA Y DISTINCIÓN
Las primeras imponen deberes y, correlativamente, conceden facultades; las segundas imponen deberes,
mas no conceden derechos. Pongamos un ejemplo: una persona presta a otra cien pesos,
comprometiéndose el deudor a pagarlos en un plazo de dos meses. Al vencerse el término estipulado, el
mutuante puede, fundándose en una norma, exigir del mutuatario la devolución del dinero. La
obligación del segundo no es, en este caso, un deber para consigo mismo, sino una deuda frente al otro
sujeto. El deber jurídico de aquél no podría ser considerado como deuda, si correlativamente no
existiese un derecho de otra persona.
Derecho, en sentido subjetivo, es la posibilidad de hacer (o de omitir) lícitamente algo. Si decimos que el
comprador tiene el derecho de reclamar al vendedor la entrega de la cosa, ello significa que el precepto
lo faculta para formular tal exigencia. La conducta del que exige tiene el atributo de la licitud
precisamente porque constituye el ejercicio de un derecho.
Las facultades conferidas y las obligaciones impuestas por las normas jurídicas se implican de modo
recíproco. Pongamos otro ejemplo: una persona vende un reloj en veinte pesos. Cuando el comprador y
el vendedor se han puesto de acuerdo acerca de la cosa y el precio, adquiere aquél el derecho de exigir
la entrega del objeto y contrae, al mismo tiempo. la obligación de pagarlo. Y el segundo, por su parte,
debe entregar la cosa y puede lícitamente exigir el precio. El deber de cada uno es correlativo de un
derecho del otro.
No pocos autores definen el derecho subjetivo como “la facultad de hacer o de omitir algo". Esta
definición tiene el inconveniente de que el término facultad, además de su acepción normativa, que
equivale a "derecho" o "posibilidad de obrar lícitamente", puede ser empleado en un sentido
enteramente distinto.
Cuando decimos que Paderewsky era un pianista "de grandes facultades", empleamos el vocablo en el
sentido de aptitud, destreza o poder; en cambio, al afirmar que quien ha hecho un depósito "está
facultado" para pedir su devolución, no nos referimos a una aptitud, sino a un derecho subjetivo.
El derecho subjetivo es una posibilidad, porque la atribución del mismo a un sujeto no implica el
ejercicio de aquél; pero esa posibilidad (de hacer o de omitir) difiere de la puramente fáctica, en cuanto
su realización ostenta el signo positivo de la licitud. El derecho, como tal, no es un hecho; pero su
ejercicio sí tiene ese carácter. Volvamos a los ejemplos. La Ley Federal del Trabajo permite al obrero
injustificadamente despedido exigir del patrono el pago de una indemnización. El derecho subjetivo del
trabajador no es un hecho, sino una posibilidad cuya realización está jurídicamente permitida, lo cual
significa que el facultado puede, si quiere, reclamar lo que se le adeuda. Supongamos que el obrero
reclama la indemnización. La conducta desplegada por él es un hecho, pero un hecho que ostenta el
signo positivo de la licitud, precisamente porque constituye el ejercicio de una facultad legal.
El examen del ejemplo claramente revela que la norma que concede al trabajador despedido el derecho
de exigir que se le indemnice, lógicamente implica la existencia de otra, en virtud de la cual el patrono
tiene el deber de pagar la indemnización. Por ello sostenemos que la regulación jurídica es una conexión
de dos juicios, recíprocamente fundados, uno imperativo y otro atributivo. El que impone el deber al
obligado lógicamente implica el que concede al pretensor un derecho subjetivo, y viceversa. Pues si el
cumplimiento de la obligación del primero no pudiese ser reclamado por el derechohabiente, ese deber
no sería una deuda, ni tendría carácter jurídico.
La norma: "el trabajador injustificadamente separado tiene el derecho de exigir del patrono el pago de
una indemnización" es, pues, equivalente a esta otra, que alude al segundo aspecto del mismo nexo: "el
patrono que ha despedido injustificadamente a un trabajador está obligado a indemnizarlo". No se trata
de un solo precepto, sino de dos normas distintas, que mutuamente se implican. Y las dos son
equivalentes, porque, pese a su diferente significación, se refieren a una sola relación jurídica. El juicio
atributivo se refiere al aspecto activo; el imperativo, al aspecto pasivo de ese vínculo.
La misma distinción suele expresarse diciendo que las normas morales establecen deberes del hombre
para consigo mismo, en tanto que las jurídicas señalan las obligaciones que tiene frente a los demás. Esta
fórmula es poco clara, porque las impuestas por los imperativos éticos pueden consistir en la ejecución
de una conducta relativa a otros sujetos, distintos del obligado. La máxima que prohíbe mentir sólo
puede ser cumplida en las relaciones interhumanas. Lo propio debe afirmarse del precepto que nos
ordena ser caritativos. El deber de la caridad únicamente se concibe cuando un sujeto entra en relación
con otros. Ello no quiere decir, sin embargo, que la obligación de socorrer al pobre sea una deuda frente
a éste. Estrictamente hablando, no es un deber del sujeto frente a sus semejantes, aun cuando se
manifieste en relación con ellos. Se trata de un deber del individuo para consigo mismo, precisamente
porque sólo su conciencia puede reclamarle el acatamiento de lo ordenado. Metafóricamente
podríamos decir que su conciencia es la única instancia autorizada para exigirle el cumplimiento de lo
prescrito. Cosa distinta ocurre en el campo del derecho, porque las obligaciones que éste impone no
solamente se manifiestan en las relaciones recíprocas de los hombres, sino que son deberes de carácter
exigible. Tal exigibilidad es la que hace de ellos verdaderas deudas.
La teoría fue elaborada por el filósofo de Koenigsberg al explicar el concepto de voluntad pura.
Posteriormente ha sido utilizada por los juristas para diferenciar las normas de que hemos venido
hablando.
Una conducta es buena, según el pensador prusiano, cuando concuerda no sólo exterior, sino
interiormente, con la regla ética. La simple concordancia externa, mecánica, del proceder con la norma,
carece de significación a los ojos del moralista. Lo que da valor al acto no es el hecho aparente, la
manifestación que puede ser captada por los sentidos, sino el móvil recóndito, la rectitud del propósito.
A la moral pragmática, que mide el mérito de la conducta en función de los resultados que produce,
opone Kant la ética de las intenciones, para la cual el elemento decisivo es la pureza de la voluntad.
Cuando una persona ejecuta un acto de acuerdo con el deber, mas no por respeto a éste, su
comportamiento no merece el calificativo de virtuoso. Lo contrario ocurre si el sujeto no tiene más mira
que el cumplimiento de la norma, y no se preocupa por las consecuencias de su actitud. La coincidencia
externa constituye en este caso un fiel trasunto de la interna. Lo que el autor de la Crítica de la Razón
Pura llama interioridad es, por tanto, una modalidad o atributo de la voluntad. Para que una acción sea
buena, se requiere que el individuo obre no únicamente conforme al deber, sino por deber, es decir, sin
otro propósito que el de cumplir la exigencia normativa. El pensador germánico lleva a tal extremo el
rigorismo de su tesis, que niega valor moral a los actos efectuados por inclinación, aun cuando ésta sólo
engendre efectos benéficos. Si un hombre socorre a un menesteroso para disfrutar del íntimo placer que
el ejercicio de la caridad le produce, su actitud no posee valor ético alguno. La correspondencia exterior
de un proceder con la regla no determina, por sí misma, la moralidad de aquél. Es simple legalidad,
corteza que oculta o disfraza determinadas intenciones. La imagen evangélica de los "sepulcros
blanqueados" alude a una distinción parecida. La actitud externa - palabras, gesto, ademán- es mera
apariencia, envoltura que solamente tiene relieve moral cuando encubre un propósito sano.
Nada mejor, para completar la exposición que antecede, que repetir alguno de los ejemplos de la
Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. Conservar la vida, dice Kant, es
incuestionablemente un deber, pero su cumplimiento carece casi siempre de significación ética. El
hombre que conserva su existencia por amor a ella no realiza un acto virtuoso, porque el objetivo de su
conducta no es la obediencia de la norma, sino una inclinación hondamente arraigada en el instinto.
Supongamos ahora que un infeliz, víctima de la adversidad, ha perdido todo apego a la existencia y, aun
deseando morir, conserva la vida, sin amarla, no por temor o inclinación, sino exclusivamente por
respeto al precepto que le ordena no atentar contra la misma. El comportamiento de este individuo
tendrá un valor ético pleno.
La tesis de Kant ha sido aplicarla a la cuestión que discutimos. Se ha sostenido que, a diferencia de la
moral, la cual reclama ante todo la rectitud de los propósitos, el derecho se limita a prescribir la
ejecución, puramente externa, de ciertos actos, sin tomar en cuenta el lado subjetivo de la actividad
humana.
El anterior criterio no es absoluto, pues la moral no sólo se preocupa por el fuero interno del sujeto, ni el
derecho considera únicamente la exterioridad de las actitudes. Aquélla demanda asimismo que obremos
con rectitud y hagamos cristalizar en actos nuestros propósitos; y éste no busca de manera exclusiva la
mera adecuación exterior, la simple legalidad, sino que atiende también a los resortes de la conducta.
Una moral que solamente mandase pensar bien resultaría estéril. El moralista examina de manera
preferente la pureza de nuestras miras, mas no desdeña las manifestaciones externas de la voluntad. Por
ello exige que las buenas intenciones trasciendan a la práctica. De lo contrario, únicamente servirían
"para empedrar el camino del infierno".
El derecho tampoco se conforma con la pura legalidad. A menudo penetra en el recinto de la conciencia
y analiza los móviles de la conducta, atribuyéndoles consecuencias jurídicas de mayor o menor monta.
Piénsese, por ejemplo, en el papel que desempeña la intencionalidad en el derecho penal, o en el que
juega, en materia civil, la buena fe. Es cierto que el jurista carece de medios absolutamente idóneos para
establecer, en cada caso, la existencia o inexistencia de determinadas intenciones. Los datos de que
puede echar mano para comprobar o inferir los elementos psicológicos de un comportamiento son
siempre sucesos externos, más o menos engañosos, que es
indispensable interpretar. La circunstancia de que en estas ocasiones la técnica jurídica resulte
imperfecta, no indica indiferencia del derecho ante el aspecto
íntimo de la actividad humana, sino todo lo contrario. Pero es indudable que desde el punto de vista
jurídico la exterioridad de la conducta posee trascendencia mayor, y que desde el ángulo ético la
interioridad es lo fundamental.
Los intereses de la moral y el derecho siguen direcciones diversas, como lo expresa muy bien Gustavo
Radbruch. La primera se preocupa por la vida interior de las personas, y por sus actos exteriores sólo en
tanto que descubren la bondad o maldad de un proceder. El segundo atiende esencialmente a los actos
externos y después a los de carácter íntimo, pero únicamente en cuanto poseen trascendencia para la
colectividad. Al jurista le preocupa ante todo la dimensión objetiva de la conducta; el moralista estudia,
en primer término, su dimensión subjetiva. Aquél pondera el valor social de las acciones; éste analiza la
pureza de los pensamientos y la rectitud del querer. 0, expresado en otros términos: el derecho se
refiere a la realización de valores colectivos, mientras la moral persigue la de valores personales.
Lo inadmisible en el terreno moral se convierte en la esfera jurídica en posibilidad que se realiza con
frecuencia. El derecho tolera y en ocasiones incluso prescribe el empleo de la fuerza, como medio para
conseguir la observancia de sus preceptos. Cuando éstos no son espontáneamente acatados. exige de
determinadas autoridades que obtengan coactivamente el cumplimiento. La posibilidad de recurrir a la
violencia, con el fin de lograr la imposición de un deber
jurídico, se halla, por tanto, normativamente reconocida. En lo que atañe a las obligaciones morales no
hay posibilidad semejante.
Al decir que el derecho es coercible no prejuzgamos el debatido problema que consiste en establecer si
la sanción es o no esencial a las normas jurídicas. Coercibilidad no significa, en nuestra terminología,
existencia de una sanción. Introducción al estudio del Derecho. Si otorgásemos al vocablo tal sentido,
resultaría impropio sostener que la coercibilidad es lo que distingue a la moral del derecho, ya que los
mandamientos de la primera poseen también sus sanciones, aunque de otra índole. Por coercibilidad
entendemos la posibilidad de que la norma sea cumplida en forma no espontánea, e incluso en contra
de la voluntad del obligado. Ahora bien: esta posibilidad es independiente de la existencia de la sanción.
De acuerdo con esta tesis los preceptos morales son autónomos, porque tienen su fuente en la voluntad
de quienes deben acatarlos. Las normas del derecho son, por el contrario, heterónomas, ya que su
origen no está en el albedrío de los particulares, sino en la voluntad de un sujeto diferente.
Toda norma ética requiere, para su realización, el asentimiento del obligado; las jurídicas poseen una
pretensión de validez absoluta, independiente de la opinión de los destinatarios. El legislador dicta sus
leyes, de una manera autárquica, sin tomar en cuenta la voluntad de los súbditos. Aun cuando éstos no
reconozcan la obligatoriedad de aquéllas, tal obligatoriedad subsiste, incluso en contra de sus
convicciones personales.
UNIDAD 6.
EL DERECHO Y LOS CONVENCIONALISMOS SOCIALES.
Los teóricos no han logrado siquiera ponerse de acuerdo en la denominación que deba darse a dichas
reglas. El primer autor que se ocupó en estudiarlas -nos referimos a Austin-, las llama, muy impropia
mente por cierto, moralidad positiva (positive morality); Jhering les da el nombre de usos sociales Nicolai
Hartmann las denomina reglas, del trato externo; Stammler emplea la expresión normas convencionales;
Recaséns Siches prefiere decir reglas del trato social. Nosotros emplearemos los términos reglas
convencionales, convencionalismos sociales y usos sociales, no porque creamos que son los más
adecuados, sino atendiendo a que el uso de los mismos es el más común.
Generalmente, los convencionalismos son exigencias tácitas de la vida colectiva, es decir, carecen de una
formulación expresa y absolutamente clara; pero nada impide admitir la posibilidad de que se les
formule e inclusive se les codifique. Una prueba de ello la encontramos en los manuales de urbanidad y
los códigos del honor.
Hemos visto qué semejanzas existen entre los preceptos jurídicos y los convencionalismos sociales;
consideremos ahora el pensamiento de los autores que niegan la posibilidad de separar
conceptualmente esas dos clases de reglas.
6.2 TESIS DE GIORGIO DEL VECCHIO.
La actividad humana -dice el jurista italiano- puede hallarse sujeta a obligaciones que unas veces tienen
una índole típicamente moral y otras asumen carácter jurídico. Las normas creadoras de las primeras son
siempre unilaterales; las que establecen las segundas poseen estructura bilateral. Lógicamente, no es
posible admitir la existencia de una regla de conducta que no pertenezca a alguna de las dos categorías
que hemos citado, es decir, que no sea imperativa simplemente o imperativo-atributiva. En el mundo
real encontramos, sin embargo, una larga serie de preceptos de aspecto indefinido, relativamente a los
cuales resulta difícil la determinación de su naturaleza. Tales preceptos se parecen a veces a la moral y a
veces al derecho, por lo cual se ha dicho que se hallan a igual distancia de las normas de aquélla y de
éste. Pero un examen atento revela al investigador que, o bien imponen deberes solamente, caso en el
cual son imperativos morales, o conceden además facultades, y entonces poseen carácter jurídico.
Estas reglas de perfil equívoco pueden ser normas imperativo-atributivas que han perdido su estructura
bilateral o, por el contrario, preceptos morales que aspiran a convertirse en reglas de derecho.
Los llamados convencionalismos no constituyen, de acuerdo con lo expuesto, una clase especial de
normas, sino que pertenecen, comúnmente, al ámbito de la moral, en cuanto no facultan a nadie para
exigir la observancia de las obligaciones que postulan.
Lo que hemos dicho de los usos sociales podemos afirmarlo igualmente de las normas religiosas.
Suponen éstas una relación entre el hombre y la divinidad, e imponen a aquél deberes para con Dios,
para consigo mismo o para con sus semejantes. Tales preceptos revisten necesariamente, según los
casos, forma bilateral o unilateral, lo que significa que en rigor no representan una nueva
especie de normas, sino el fundamento sui géneris, puramente metafísico y trascendente, de un sistema
regulador de la conducta, compuesto de una moral y un derecho relacionados entre sí de cierto modo.
Se trata de una sanción nueva y más alta, que los creyentes atribuyen a los propios deberes morales y
jurídicos: sanción que se refiere al reino de ultratumba y se encuentra representada en la tierra por los
sacerdotes de la iglesia a que aquéllos pertenecen. Pero una autoridad eclesiástica no puede establecer
regulación ninguna si no es sujetándose a las formas de la obligatoriedad subjetiva o intersubjetiva o, lo
que es lo mismo, a la moral o al derecho.
El derecho, la moral, la religión, en una palabra, todas las formas de la cultura, poseen orientación
análoga y tienden siempre al logro de valores: justicia, bondad, santidad, etc. Pero si inquirimos cuáles
sirven de meta a los convencionalismos no lograremos descubrirlos, sencillamente porque no
existen.
La conexión entre derecho y convencionalismos, sigue diciendo Radbruch, no es, en realidad, de orden
lógico, sino histórico. Esto quiere decir que los usos pueden ser una etapa embrionaria de los preceptos
del derecho, o bien, por el contrario, una degeneración de los mismos. Tal circunstancia sólo se explica
en cuanto dichas reglas no difieren de manera substancial.
Examinemos ahora las doctrinas elaboradas con el propósito de distinguir las normas jurídicas de los
convencionalismos sociales.
La voluntad jurídica, por su carácter autárquico, prevalece sobre las reglas convencionales con su eficacia
de simples invitaciones. Estas se circunscriben al puesto que el derecho les cede y señala. La forma del
derecho abarca, pues, la totalidad de la vida social, aunque poniendo a contribución los usos y
costumbres posibles o existentes, para regular la comunidad como la ley suprema lo exige."
La tesis de Stammler nos parece inaceptable. Los preceptos de la etiqueta, las reglas del decoro y, en
general, todos los convencionalismos, son exigencias de tipo normativo. Quien formula una invitación
deja al arbitrio del invitado la aceptación o no aceptación de la misma; quien, como legislador, estatuye
deberes jurídicos, reclama, en cambio, obediencia incondicional, sin tomar en
cuenta el asentimiento de los obligados ni conceder a éstos el derecho de poner en tela de juicio la
justificación de los respectivos mandatos.
Si los usos sociales son invitaciones, no es posible atribuirles carácter obligatorio; y, si tienen tal carácter,
ilógico resulta desconocer su absoluta pretensión de validez. Ahora bien, es evidente que la sociedad
quiere que sus convencionalismos sean fielmente acatados, y que tal pretensión es análoga a la del
orden jurídico. Se trata, en ambos casos, de legislaciones heterónomas, que exigen un sometimiento
incondicional.
A mis investigaciones posteriores sobre el propio tema debo la convicción de que al contraste externo
corresponde otro interno; es decir: que hay materias que, de acuerdo con su fin, pertenecen al derecho,
y otras que, por igual razón, corresponden a los convencionalismos; lo que no excluye la posibilidad de
que, históricamente, adopte aquél la forma de éstos, o los segundos la del primero."
A nuestro modo de ver, la tesis anterior es falsa. Aun cuando es cierto que, por regla general,
determinadas materias han sido objeto de una reglamentación jurídica, y otras de regulación
convencional, también es verdad que el apuntado criterio de distinción no es absoluto, y sus excepciones
tan frecuentes, que acaban por destruir la regla. Es curioso observar cómo el propio Jhering, al terminar
el párrafo que arriba transcribimos, reconoce que, a través de la historia, el derecho puede aparecer bajo
la forma de los convencionalismos, y viceversa. Por otra parte, no cumple la tarea que se propone, ya
que no dilucida qué contenidos son de índole jurídica exclusivamente y cuáles pertenecen, de acuerdo
con su naturaleza, al campo de la regulación convencional.
Un análisis histórico comparativo del derecho y las costumbres revelaría la imposibilidad de distinguir,
desde el punto de vista material, las normas jurídicas y los usos sociales.
En los siglos XV y XVI, por ejemplo, se promulgaron varias ordenanzas prohibiendo las colas y vestidos de
terciopelo (Ordenanzas de Colonia sobre el Lujo, del año de 1542), los adornos de plumas, las calzas
españolas, los miriñaques y las bombachas. Y en 1528, Jorge de Sajonia permitió a las damas y señoritas
de la nobleza que llevaran colas en sus vestidos, siempre y cuando éstas no tuvieran más de dos varas de
largo."
Pero no hace falta volver los ojos al pasado en busca de ejemplos. También en el derecho actual son
abundantes. Recuerde el lector las ordenanzas militares acerca del saludo y el uniforme, o las reglas del
ceremonial diplomático.
6.6. TESIS DE FÉLIX SOMLÓ.
Los preceptos jurídicos y los convencionalismos sociales deben ser distinguidos, según el jurista húngaro
Félix Somló, atendiendo a su diverso origen. Aquéllos son obra del Estado; éstos, creación de la sociedad.
El criterio que acabamos de enunciar tampoco es aceptable, porque, en primer término, es falso que las
normas del derecho deriven siempre de la actividad legislativa estatal. El derecho consuetudinario, como
su nombre lo indica, nace de ciertas costumbres colectivas, reconocidas por quienes las practican como
fuente de facultades y deberes.
Por otra parte, es incorrecto explicar el derecho en función del Estado, o establecer entre ambos una
relación genética, porque este último, como organización jurídica, no puede existir antes que aquél, ni
ser considerado como su creador.
Los usos sociales y los preceptos éticos tienen los siguientes puntos de contacto:
1° Carecen de organizaciones coactivas destinadas a vencer la resistencia de los sujetos insumisos.
2°Sus sanciones no tienden al cumplimiento ejecutivo de la norma infringida.
La diferencia entre ambos no debe buscarse en el contenido, sino en la naturaleza de las sanciones y,
sobre todo, en la finalidad que persiguen. La de los usos tiende al castigo del infractor, mas no al
cumplimiento forzado de la norma; la jurídica, en cambio, persigue como finalidad esencial la
observancia del precepto. La sanción de las normas del uso social es sólo la expresión de una
condenación, de una censura al incumplimiento contra el infractor por parte del círculo colectivo
correspondiente, pero no la imposición de la observancia forzada de la norma. Podrá resultar en sus
efectos para el sujeto todo lo terrible que se quiera; podrá producirse la sanción de reprobación llegando
incluso a la exclusión del círculo, de modo inexorable; podrá asimismo la sanción estar prevista o
contenida en algún modo en la norma del uso, pero esta sanción no consiste en someter efectivamente
al sujeto a comportarse como la norma usual determina: quien no la cumple es sancionado, pero no es
forzado a cumplirla.
De la estructura de la norma usual podrá formar parte una sanción, pero esta sanción jamás consiste en
la ejecución forzada e inexorable de lo que manda la norma usual. Ahora bien, por el contrario, en el
derecho, cabalmente la posibilidad predeterminada de esa ejecución forzada, de la imposición
inexorable de lo determinado en el precepto jurídico, incluso por medio del poder físico, constituye un
ingrediente esencial de éste.
La antítesis interioridad-exterioridad es mucho más acentuada tratándose de las relaciones entre moral y
convencionalismos, que de las que existen entre aquélla y los preceptos del derecho. Al hablar de estos
últimos vimos cómo, si bien es verdad que exigen una conducta fundamentalmente externa, también es
cierto que en muchos casos atribuyen consecuencias jurídicas a los aspectos íntimos del
comportamiento individual. Los convencionalismos sociales, en cambio, quedan plenamente cumplidos
cuando el sujeto realiza u omite los actos respectivamente ordenados o prohibidos, sean cuales fueren
los móviles de su actitud.
Algunos autores -Radbruch entre ellos- piensan que las reglas del trato social reclaman también un
propósito bueno, del mismo modo que los principios éticos. Esta tesis deriva de una confusión de puntos
de vista: el meramente convencional, externo por esencia, y el moral, esencialmente subjetivo. Si el
saludo amable o el apretón de manos no corresponden a la verdadera opinión del que quiere demostrar
afecto, se podrá hablar de hipocresía, mas no decir que el sujeto es descortés. La simple adecuación
externa de la conducta a la norma satisface las exigencias del uso, lo que no impide que la moral tome
en cuenta la interioridad o intencionalidad del mismo proceder, para enjuiciarla desde su propio punto
de vista.
UNIDAD 7
DIFERENTES ACEPCIONES DE LA PALABRA DERECHO.
La palabra “derecho” se presenta como un término ambiguo, es decir, que implica varias acepciones o
significados. Es esta circunstancia, la de su ambigüedad, una de las dificultades propias del Derecho que
complican su definición y su comprensión.
La etimología de la palabra “derecho” no resuelve del todo este problema, aunque aporta datos que
hacen referencia, de manera preferente, a su dimensión normativa. “Derecho” proviene del adjetivo
latino “directus, a um”, es decir, "lo recto, lo que está en pie, que está en línea recta, recto, derecho",
que en sentido figurado significa "lo que está conforme a la regla, a la ley, a la norma ", lo que se no se
desvía a un lado ni a otro, lo que es recto, lo que se dirige sin oscilaciones a su propio fin.
Recordemos que la palabra norma significa “encuadrar arreglar, ajustar”'. Es claro que la etimología de
“derecho” alude a lo que norma”, es decir, 'lo que mantiene recto, encuadrado, ajustado”. Luego
entonces, la raíz latina hace referencia al Derecho como norma o conjunto de normas. En otros idiomas,
sobretodo en las lenguas romances que se originan, al igual que el español, del latín, mantiene la palabra
“derecho” su misma etimología y el mismo sentido de rectitud. En italiano, francés, rumano y portugués,
“derecho” se dice, respectivamente: “directo”, “droit”, “dreptu”, “directo”. Idiomas sólo con influencia
latina pero que mantienen esa idea son el alemán, “rect.” y el inglés, “right”. Sin embargo, en esta última
lengua hay más de una palabra para referirse al “derecho”, que sería “law”, lo cual indica que “derecho”
tiene más de un significado, facilitándose así el reconocimiento del carácter multívoco de tal palabra,
situación que no se da en español, donde un único término sirve para referirse a todas sus acepciones.
Cuando utilizamos la palabra “derecho” y decimos: "El Derecho mexicano otorga iguales prerrogativas a
los ciudadanos"; "El Derecho mexicano reconoce y protege el derecho que tengo de expresarme
libremente”; "Estudio Derecho en la Facultad de Derecho "; "No hay derecho... ", intuimos que todas
estas expresiones poseen algo en común pero que, también, la palabra “derecho” está siendo aplicada
en distinto sentido. Y, efectivamente, así es. Veamos esto en detalle.
Llamamos orden jurídico vigente al conjunto de normas imperativo-atributivas que en una cierta época y
un país determinado la autoridad política declara obligatorias. El derecho vigente está integrado tanto
por las reglas de origen consuetudinario que el poder público reconoce, como por los preceptos que
formula. La vigencia deriva siempre de una serie de supuestos. Tales supuestos
cambian con las diversas legislaciones. En lo que toca al derecho legislado, su vigencia se encuentra
condicionada por la reunión de ciertos requisitos que la ley enumera.
El orden vigente no sólo está integrado por las normas legales y las reglas consuetudinarias que el poder
público reconoce y aplica. A él pertenecen asimismo los preceptos de carácter genérico que integran la
jurisprudencia obligatoria y las normas individualizadas (resolucio nes judiciales y administrativas,
contratos, testamentos, etc.). La validez de todas estas normas -sean generales o
individuales- depende siempre de un conjunto de requisitos extrínsecos, establecidos por otras del
mismo sistema.
Las locuciones derecho vigente y derecho positivo suelen ser empleadas como
sinónimos.
Tal equiparación nos parece indebida. No todo derecho vigente es positivo, ni todo derecho positivo es
vigente. La vigencia es atributo puramente formal, el sello que el Estado imprime a las reglas jurídicas
consuetudinarias, jurisprudenciales o legislativas sancionadas por él. La positividad es un hecho que
estriba en la observancia de cualquier precepto, vigente o no vigente. La costumbre no aceptada por la
autoridad política es derecho positivo, pero carece de validez formal. Y a la inversa: las disposiciones que
el legislador crea tienen vigencia en todo caso, mas no siempre son acatadas. La circunstancia de que
una ley no sea obedecida, no quita a esta su vigencia. Desde el punto de vista formal, el precepto que no
se cumple sigue en vigor mientras otra ley no lo derogue. Tal principio ha sido consagrado por la ley
mexicana, lo que viene a confirmar la conveniencia de distinguir con pulcritud los dos términos referidos.
El artículo 10 del Código Civil Federal establece que '`contra la observancia de la ley- no puede alegarse
desuso, costumbre o práctica en contrario".
La lectura del precepto revela la posibilidad de que una disposición legal conserve su vigencia aun
cuando no sea cumplida ni aplicada, y obligue a todos los sujetos a quienes se dirige, incluso en la
hipótesis de que exista una práctica opuesta a lo que ordena. La legislación mexicana rechaza, pues, de
modo expreso, la llamada costumbre derogatoria. La regla del artículo 10 es corolario del principio
consagrado en el artículo anterior del propio Código. "La ley -dice el artículo 9- sólo queda abrogada por
otra posterior que así lo declare expresamente, o que contenga disposiciones total o parcialmente
incompatibles con la ley anterior."
Para que una ley pierda su vigencia (total o parcialmente) es indispensable que otra ulterior la abrogue o
derogue, ya de manera expresa, ya en forma presunta.
La posibilidad de que exista un derecho dotado de vigencia, pero desprovisto de eficacia, sólo es
admisible en los casos a que acabamos de aludir, o sea, cuando se trata de preceptos jurídicos aislados.
Sin dificultad puede aceptarse que una norma elaborada de acuerdo con todos los requisitos que
estructuran el proceso legislativo, carezca por completo de positividad. Todo el mundo conoce ejemplos
de preceptos formalmente válidos que nunca fueron cumplidos por los particulares ni aplicados por el
poder público.
Esta separación entre positividad y validez formal no puede admitirse en relación con todo un sistema
jurídico. Un ordenamiento que en ningún caso fuese obedecido ni aplicado no estaría en realidad dotado
de vigencia. Pues ésta supone, por definición, la existencia del poder político. Derecho vigente es el
políticamente reconocido, es decir, el que el Estado crea o aplica por medio de sus órganos.
Problema muy debatido por los juristas es el concerniente al llamado derecho natural. Suele darse esta
denominación a un orden intrínsecamente justo, que existe al lado o por encima del positivo. De
acuerdo con los defensores del positivismo jurídico sólo existe el derecho que efectivamente se cumple
en una determinada sociedad y una cierta época. Los partidarios de la otra doctrina aceptan la existencia
de dos sistemas normativos diversos, que, por su misma diversidad, pueden entrar en conflicto. La
diferencia se hace consistir en el distinto fundamento de su validez. El natural vale por sí mismo, en
cuanto intrínsecamente justo; el positivo es caracterizado atendiendo a su valor formal, sin tomar en
consideración la justicia o injusticia de su contenido.' La validez del segundo se
encuentra condicionada por la concurrencia de ciertos requisitos, determinantes de su vigencia. Todo
precepto vigente es formalmente válido. Las expresiones vigencia y validez formal poseen en nuestra
terminología igual significado. Estos atributos pueden aplicarse, según dijimos antes, tanto a las
disposiciones establecidas legislativamente como a las reglas nacidas de la costumbre. Frente a tales
preceptos, los del derecho natural son normas cuyo valor no depende de elementos extrínsecos. Por ello
se dice que el natural es el único auténtico, y que el vigente sólo podrá justificarse en la medida en que
realice los dictados de aquél.
Sobre los preceptos en vigor -legislados o consuetudinarios- se eleva el otro orden como un modelo o
paradigma. La enorme variedad de concepciones del derecho natural que registra la historia se explica
en función del gran número de sentidos en que los teóricos emplean la voz naturaleza.
En la enseñanza socrática la idea del derecho natural adquiere un cariz nuevo.
Sócrates refiere las exigencias de tal derecho a la voluntad divina, y distingue las leyes escritas, o derecho
humano, de las no escritas e inmutables, establecidas por la divinidad.
El concepto de naturaleza es entendido otras veces en una acepción sociológica, es decir, como
naturaleza social o sociabilidad natural del ser humano. Bajo el título de concepción sociológica del
derecho natural podemos agrupar todas las teorías que buscan el fundamento y origen de éste en los
atributos que el hombre posee como "animal político".
En el derecho natural clásico, es decir. en las doctrinas de los siglos XVII y XVIII, se recoge y desenvuelve
en múltiples sentidos la vieja idea -defendida en la época de Sócrates por los sofistas griegos- de que el
verdadero derecho tiene su fundamento en la naturaleza, por lo cual representa, frente a los
ordenamientos positivos, un conjunto de principios eternos e inmutables. Sólo que en las citadas teorías
la noción de naturaleza es concretamente referida al ser humano. Se parte de la convicción de la unidad
esencial de la especie v se pretende descubrir los rasgos constantes de aquél, para desprender de tal
estudio los principios universalmente válidos del derecho natural.
Otra de las variantes de la teoría de los dos órdenes es la racionalista. De acuerdo con esta tesis, la
naturaleza en que el derecho se funda es la razón. La doctrina ofrece diversas facetas, condicionadas por
la forma en que las diferentes escuelas entienden aquel concepto. Es posible, por ejemplo, proyectar
sobre el mundo la idea de racionalidad y considerar que todos los fenómenos se hallan regidos por una
inteligencia superior. El preludio de esta concepción se encuentra en la teoría
heraclitana del Lógos.
Si combinamos los tres conceptos a que hemos venido aludiendo, descubriremos siete posibilidades
diferentes:
1. Derecho formalmente válido, sin positividad ni valor intrínseco.
2. Derecho intrínsecamente valioso, dotado además de vigencia o validez formal, pero carente de
positividad.
3. Derecho intrínsecamente válido, no reconocido por la autoridad política y desprovisto de eficacia.
4. Derecho formalmente válido, sin valor intrínseco, pero provisto de facticidad.
5. Derecho positivo, formal e intrínsecamente válido.
6. Derecho intrínsecamente válido, positivo, pero sin validez formal.
7. Derecho positivo (consuetudinario), sin vigencia formal ni validez intrínseca.
El primer sector corresponde al concepto de un derecho formalmente válido, pero desprovisto de
positividad y validez intrínseca. Esta hipótesis sólo es admisible en relación con preceptos jurídicos
aislados. Un precepto legal, expedido de acuerdo con todos los requisitos formales que la Constitución
establece, es derecho vigente, aun cuando sea injusto y no sea cumplido ni aplicado. El punto de vista a
que aludimos deriva de lo que podría llamarse criterio oficial o estatal acerca de lo jurídico. El Estado
reconoce exclusivamente como derecho: los preceptos elaborados de acuerdo con los requisitos del
proceso legislativo; las normas de la jurisprudencia obligatoria; las costumbres expresa o tácitamente
admitidas por los órganos encargados de la formulación o aplicación de la ley; los tratados
internacionales en vigor y, en general, todas las normas jurídicas individualizadas.
Además, por lo que toca a los preceptos legales, declara que sólo pueden quedar abrogados o derogados
por otros posteriores que así lo indiquen o contengan disposiciones total o parcialmente incompatibles
con los primeros.
El sector señalado con el número 2 corresponde a preceptos que poseyendo validez formal e intrínseca,
carecen empero de eficacia. Es el caso de normas legales justas, que no son cumplidas por los
particulares ni aplicadas por el poder público. Para ellas vale, según el criterio oficial, la misma regla de
que hicimos mención anteriormente. o sea, la de que su obligatoriedad no queda destruida por el hecho
de su inobservancia. Lo propio cabe decir de su valor intrínseco. Éste subsiste incólume, aun cuando
aquéllas no se cumplan.
El tercer caso es el de normas o principios jurídicos ideales que el legislador no ha sancionado, y que
tampoco tienen positividad. Tales principios sólo pueden ser considerados como derecho si los miramos
desde el ángulo visual de la teoría de los dos órdenes. Para el Estado no tienen tal carácter, precisamente
por no hallarse reconocidos. Según la teoría romano-canónica tampoco son derecho,
pues no gozan de vigencia social. Siendo principios objetivamente válidos, no sancionados por el poder
público ni provistos de eficacia, resulta imposible clasificarlos como imperativos o mandatos.
Valen en sí y por sí, pese a su desconocimiento o inobservancia. Aun cuando no sean cumplidos,
conservan la dignidad de todo paradigma, y sirven como pautas para la valoración del derecho positivo.
Tanto el legislador como los jueces encargados de resolver los casos jurídicos que la vida presenta,
pueden y deben volver los ojos hacia tales principios, ya sea para la reforma de la legislación en vigor, ya
para colmar los vacíos que la ley, como toda obra humana, inevitablemente presenta. En esta última
hipótesis, adquieren, a un tiempo, eficacia y validez formal. Ello equivale a decir que son fuentes reales,
en las que pueden y deben beber tanto el legislador como los jurisconsultos y los
jueces.
El Derecho objetivo, anota García Máynez, es el "tecnicismo que puede usarse para designar tanto un
precepto aislado como un conjunto de normas, o incluso todo un sistema jurídico. Decimos, verbigracia:
derecho sucesorio, derecho alemán, derecho italiano. " Por lo tanto, cuando se habla de Derecho
objetivo está predicándose el derecho como norma jurídica que forma parte de un conjunto o sistema
de la misma naturaleza.
Podemos decir que Derecho objetivo es el conjunto de normas que en sí, forman la maquinaria jurídica
de un país.
En cambio, cuando decimos: "El Derecho mexicano reconoce protege el derecho que tengo de
expresarme libremente", se utiliza la expresión `derecho' en el sentido de Derecho subjetivo, es decir, la
facultad atribuida por la norma de Derecho objetivo. en este ejemplo, el Derecho mexicano. Recibe el
nombre de subjetivo porque se refiere al. sujeto. la persona, a la que se otorga la facultad (sí, el derecho)
que le otorga la norma jurídica (el Derecho objetivo).
La expresión: "Estudio Derecho en la Facultad de Derecho" emplea la palabra “derecho” como ciencia
que se ocupa del estudio y análisis del fenómeno jurídico. El cuarto caso es el de preceptos dotados de
validez formal y de positividad, pero carentes de valor intrínseco. Se presenta, por ejemplo, cuando una
ley o una costumbre (oficialmente reconocida), son injustas.
Aun cuando tal cosa ocurra, la ley o la costumbre subsisten como tales, al menos desde el punto de vista
del Estado. Del mismo modo, la regla consuetudinaria que reúne los requisitos que señala la teoría
romano-canónica es, de acuerdo con ésta, derecho auténtico, sea cual fuere el valor de su contenido.
El sector número 5 representa el caso ideal: el de un derecho dotado de vigencia, intrínsecamente justo
y, además, positivo. La realización de tal desiderátum no es sólo perseguida por los partidarios del
derecho natural, sino que constituye una aspiración del autor de la ley. Éste no puede, sin embargo,
hacer depender la fuerza obligatoria de sus mandatos de la concordancia de los mismos con las
exigencias de la justicia, ni menos aún facultar a los particulares para que condicionen en tal sentido su
obediencia. Por ello reclama un sometimiento incondicional, y formula los preceptos legales de manera
imperativa.
El sexto caso corresponde a reglas consuetudinarias no reconocidas por el Estado, cuyo contenido es
intrínsecamente valioso. Esta posibilidad existe tanto desde el punto de vista de la doctrina del derecho
natural como desde el que adopta la teoría romano-canónica.
La última hipótesis sólo es admisible a la luz de esta teoría. Puede ocurrir, en efecto, que a una práctica
social injusta, no reconocida por el poder público, se halle vinculada la opinio juris seu necessitatis. En tal
supuesto, la teoría romanocanónica tiene que admitir, de acuerdo con las premisas en que se funda, que
esa práctica es derecho, aun cuando no tenga el reconocimiento oficial ni sea objetivamente justa. En
este caso habrá una discrepancia entre la convicción subjetiva de la obligatoriedad de la costumbre y el
contenido de la práctica consuetudinaria.
Así como se habla de vigencia formal, para designar el atributo del reconocimiento de una norma o
conjunto de normas por el poder público, cabría hablar, paralelamente, de una vigencia puramente
social. Esta expresión se aplicaría a aquellos preceptos que la sociedad considera jurídicamente
obligatorios, encuéntrense o no oficialmente reconocidos.
El Derecho Subjetivo se divide en: Derechos Políticos, Derechos Públicos y Derechos Civiles, éstos se
subdividen en personales y patrimoniales, clasificándose los patrimoniales, a su vez, en reales y de
crédito. Los Derechos Subjetivos Políticos con aquellos que tienen los individuos cuando actúan en
calidad de ciudadanos que pertenecen a un determinado Estado. Los Derechos Subjetivos Públicos son
los que tienen los individuos por el simple hecho de serlo, sin considerar su sexo, nacionalidad o edad.
Los Derechos Subjetivos Civiles son los que tienen, los individuos en su carácter particular o privado;
ejemplo el derecho que tienen los hijos de pedir alimentos a sus padres, el derecho que se tiene para
usar un nombre, el derecho de unirse en matrimonio, etc.
Los Derechos Subjetivos Personales son los que se refieren a la persona misma, no pueden desligarse del
individuo, como ocurre con el nombre; los Derechos Subjetivos Patrimoniales son los de carácter
económico.
Los Derechos Subjetivos Patrimoniales se subdividen en Reales y De Crédito. Los primeros son los que
conceden a su titular un poder directo sobre la cosa material sobre la que recae el Derecho. Los
segundos son aquéllos que facultan a una persona para exigir a otra el cumplimiento de una obligación.
La separación del derecho en público y privado resulta lógica si consideramos que los hombres en su
continuo actuar en sociedad lo hacen en dos aspectos diversos, es decir, son individuos considerados
como tales; además de que forman parte de una comunidad denominada Estado.
Es prudente señalar que la distinción que estudiamos ha variado en el transcurso del tiempo, desde que
se originó en Roma, Pues muchas ramas del derecho que nosotros consideramos público fueron
consideradas en la antigüedad como privado.
Actualmente, existe una marcada tendencia del derecho público para invadir temas o materias que
estaban reservadas al derecho privado.
Existen algunas ramas jurídicas que no se encuentran claramente definidas o determinadas respecto a
qué clase de derecho pertenecen, sino que por el contrario encontraremos que tienen elementos
públicos y privados.
Más aun, existen normas de derecho público que se encuentran dentro del Código Civil, considerado
como derecho privado, por ejemplo las relativas a ciertas funciones del ministerio público.
El Derecho Público esta compuesto por el conjunto de normas jurídicas que regulan la actuación de los
individuos frente al Estado, así como las relaciones de los Estados como entidades soberanas entre si; es
decir, cuando existen relaciones entre los particulares con el Estado, pero considerando a éste con su
potestad soberana -expropiación por causa de utilidad pública- (Relaciones de supra a subordinación), o
bien de Estado a Estado.
Por otra parte, consideramos como Derecho Social. al conjunto de normas jurídicas que establecen y
desarrollan diferentes principios y procedimientos protectores en favor de las personas, grupos y
sectores de la sociedad integrados por individuos socialmente débiles, para lograr su convivencia con las
otras clases sociales, dentro de un orden jurídico.
Tradicionalmente, se han clasificado las normas jurídicas en normas de derecho privado y normas de
derecho público. Como ya analizamos, en el primer grupo se encuentran las leyes que partiendo de la
noción de igualdad, regulan las relaciones de las personas en su carácter de particulares, esto es, no
investidas de poder público respecto a dichas relaciones. En el segundo grupo, las normas que
reglamentan la organización y actividad del Estado y demás organismos dotados de poder público, y las
relaciones en que interviene con tal carácter.
La desarticulación del derecho del trabajo del derecho civil, y las conquistas obreras que se elevaron a
rango legal, produjeron un ordenamiento jurídico incompatible con las nociones de derecho privado y
derecho público y que quedaba, en consecuencia, fuera de la clasificación tradicional. Con la autonomía
de los derechos del trabajo y agrario, con la regulación de la seguridad y asistencia sociales, y con el
surgimiento del derecho económico, se constituyó un conjunto de ordenamientos jurídicos con
características distintas a las del derecho público y a las del privado, pero comunes entre sí.
Para el derecho social, la igualdad humana no es el punto de partida, sino la aspiración del orden
jurídico.
De acuerdo a las características del derecho social, enumeradas en el parágrafo anterior, se ha
modificado la clasificación del orden jurídico positivo, colocando al derecho social a un lado del derecho
público y del derecho privado, según el siguiente cuadro:
Las ramas del derecho social que aparecen en el cuadro precedente, no podrían ubicarse dentro del
derecho público o privado, y justifican, por lo tanto, el establecimiento del derecho social dentro de las
divisiones primarias del derecho.
El derecho del trabajo regula las relaciones obrero-patronales y trata de rodear al trabajador de todas las
garantías en el desempeño de sus actividades. Protege al trabajador, en tanto es miembro de esa clase.
El derecho agrario regula la equitativa distribución de la tierra y su explotación en beneficio del mayor
número de campesinos y a la sociedad por el volumen y costo de la producción agrícola ganadera. El
derecho agrario es también un derecho de clase no subsumible en las categorías tradicionales.
El derecho económico tiende a garantizar un equilibrio, en un momento y en una sociedad
determinadas, entre los intereses particulares de los agentes económicos públicos y privados y un
interés económico general y tiene una finalidad puramente social: poner al alcance de las masas,
elementos de trabajo y de vida
El derecho de seguridad social procura poner a cubierto de la miseria a todo ser humano. Es un derecho
de clase por que se dirige a proteger a quienes sólo cuentan con su trabajo personal como fuente de
ingresos y los protege en la enfermedad, la invalidez, la desocupación y la vejez.
El derecho de asistencia social considera los intereses y las necesidades de quienes no pueden trabajar ni
procurarse las atenciones médicas, de alimentación, de indumentaria y de habitación que requieren,
constituyéndose instituciones jurídicas con características ajenas al derecho público y al privado.
El derecho cultural se integra con las leyes que regulan la instrucción y la educación en todos los grados,
clases y aspectos, procurando ofrecer las condiciones necesarias para una buena educación para todos.
El carácter de un ordenamiento jurídico se expresa con mayor claridad por la relación que en él tengan,
uno frente al otro, el derecho público y el privado y por el modo en que se repartan las relaciones
jurídicas entre ambos derechos. La transformación que ahora vivimos del derecho liberal en derecho
social se revela, en las nuevas limitaciones del derecho público impuestas al derecho privado, en especial
a la propiedad y a la libertad contractual y constituye un notable avance hacia la justicia social.
La clasificación “derecho sustantivo” se refiere a las normas que conceden derechos e imponen
obligaciones, excepto las relacionadas con el proceso.
Los denominados códigos sustantivos (Código Civil. Código Penal, la parte relativa de la Ley Federal del
Trabajo, etc.) contienen las normas clasificadas como sustantivas, mientras los códigos procesales
(Código de Procedimientos Civiles, el Código de Procedimientos Penales, la parte relativa de la Ley
Federal del Trabajo etc.) contienen las normas clasificadas como adjetivas. Lo anterior no siempre resulta
verdad, pues se pueden ver múltiples normas procesales que están en los códigos sustantivos y
viceversa.
7.8.1.DERECHO CIVIL.
Es la rama del derecho privado constituida por un conjunto de normas que se refieren a las relaciones
jurídicas de la vida ordinaria del ser humano, en su categoría de persona.
En la actualidad, forman parte del derecho civil aquellas reglas de conducta que en unión de las
disposiciones del derecho mercantil, constituyen el ámbito del derecho privado; pero al paso que estas
últimas reclaman para si la disciplina del acto de comercio y de la persona en su situación de
comerciante, las del derecho civil consideran a la persona en un punto de vista bastante más amplio y
más general, pues se interesan en ella, en atención a su calidad y a su dignidad de ser humano
considerado con capacidad de goce y, por lo tanto, con personalidad y, a la vez, como miembro de una
familia y como titular de un patrimonio.
De allí que esta rama del derecho privado comprenda todo un sistema jurídico coherente, construido
alrededor de la persona (personalidad y capacidad), del patrimonio (bienes, contratos, sucesiones) y de
la familia (matrimonio, filiación, patria potestad y tutela). A este conjunto de normas e instituciones
jurídicas que integran el núcleo central del derecho civil, se agrega, otro grupo de disposiciones
normativas que exceden por mucho, el ámbito del derecho privado y que son por decirlo así, la
expresión normativa de los principios fundamentales del derecho objetivo, a saber: las que se refieren a
la vigencia de la ley en el tiempo y en el espacio, a la igualdad jurídica de la persona con independencia
de su sexo y condición, a los principios básicos de la interpretación de la ley y a su aplicación, a la fuerza
imperativa de las leyes de interés público, así como a la exclusión de la costumbre, finalmente en este
conjunto de disposiciones generales el Código Civil incluye normas que disponen acerca de los efectos de
la ignorancia de la ley y un precepto relativo a la lesión en los contratos bilaterales.
De este derecho en cierne y en constante evolución, nacen las primeras instituciones jurídico
mercantiles, relacionadas con el comercio en general (contratos entre ausentes) y marítima en especial
el cambio y la remisión de dinero de una plaza u otra (letra de cambio), las primitivas operaciones
bancarias (depósitos, prenda, concesión de crédito) y de seguros (de daños y de vida).
Al desarrollarse, se independiza del tradicional derecho civil, y se afirma como una rama autónoma en
virtud de notas propias que lo caracterizan y que lo distinguen de aquél: su carácter uniforme, su
tendencia cosmopolita, la ausencia de formalidades y la nota de especulación propia de los negocios
mercantiles.
Al derecho constitucional, en sentido estricto, se le estudia como se puede examinar el derecho civil, el
mercantil, el procesal, el penal, etc. Podemos definir al derecho constitucional, en sentido estricta como
la disciplina que estudia las normas que configuran la forma y sistema de gobierno; la creación,
organización y atribución de competencia de los órganos del propio gobierno, y que garantiza al
individuo un mínimo de seguridad jurídica y económica.
Sobre las diversas partes que componen la definición apuntada, destacamos que el derecho
constitucional estudia la forma de gobierno, es decir, si ese país es una república o una monarquía y qué
clase de república o monarquía es. Los órganos de gobierno tienen que ser creados por la misma
Constitución, y generalmente son tres: ejecutivo, legislativo y judicial, y es la propia ley
fundamental la que los organiza.
Una vez que los órganos de gobierno están creados y organizados, les otorga su competencia; es decir,
les señala lo que pueden hacer y todo aquello que no les indica no lo pueden realizar.
Sobre la base del principio constitucional de que no hay delito ni pena sin ley previa, el derecho penal
describe las diversas especies de delito, señala las características de toda infracción penal y determina la
naturaleza de las penas y medidas de seguridad y las bases de su magnitud y duración. Delito, pena y
medida de seguridad son, pues, los conceptos esenciales del derecho penal.
Para varios autores el término derecho fiscal es sinónimo de derecho tributario, sin embargo la doctrina
con frecuencia divide a los ingresos fiscales en tributarios y no tributarios, por lo que en todo caso
pueden referirse al derecho tributario como un sector del derecho fiscal.
En el derecho positivo mexicano, el derecho fiscal regula los ingresos fiscales, dentro de los que las
contribuciones , ocupan un lugar preponderante.
UNIDAD 8.
ÁMBITOS Y JERARQUÍA DE LAS NORMAS.
A diferencia de las genéricas, las individualizadas únicamente obligan o facultan a uno o varios
miembros, individualmente determinados, de la clase designada por el concepto-sujeto de la norma
genérica que les sirve de base. Por ejemplo: la sentencia que condena a Pito Pérez a veinte años de
cárcel, por la comisión de un homicidio, es una norma individualizada, ya que solamente es aplicable al
acusado; pero el fundamento del fallo reside en una norma genérica, según la cual, quienes den muerte
a un semejante en tales o cuales circunstancias, deberán sufrir tal o cual pena. Mientras la disposición
genérica se refiere a todos los comprendidos dentro de la clase designada por el concepto jurídico
"homicida", la sentencia judicial sólo se aplica a un miembro, individualmente determinado, de la misma
clase.
Las normas individualizadas se dividen en privadas y públicas. Las primeras derivan de la voluntad de los
particulares, en cuanto éstos aplican ciertas normas genéricas; las segundas, de la actividad de las
autoridades. Tienen carácter privado los contratos y los testamentos; público, las resoluciones judiciales
y administrativas (sentencias, concesiones, etcétera). Los tratados internacionales deben considerarse
también como normas individualizadas de índole pública”.
El orden jerárquico normativo de cada sistema de derecho se compone de los siguientes grados:
1. Normas constitucionales.
2. Normas ordinarias.
3. Normas reglamentarias.
4. Normas individualizadas.
Tanto los preceptos constitucionales como los ordinarios y reglamentarios son normas de carácter
general; las individualizadas, en cambio, se refieren a situaciones jurídicas concretas.
LA CONSTITUCIÓN.- Es la norma suprema que regula la vida jurídica de un país; es la ley de la Ley en la
cual esta contenido todo el orden normativo de un pueblo. El Articulo 133 Constitucional establece que
la Constitución, Las Leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén
de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la
República con aprobación del Senado, serán Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada estado se
arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las normas en contrario que pueda haber en
las constituciones o leyes de los Estados.
Sobre la norma constitucional no existe ningún precepto de mayor categoría, sino que es de ésta de
donde parte todo el sistema jurídico. Es la piedra angular del mundo de Derecho de un pueblo, además
de ser la norma de mayor importancia jerárquica. Todas las demás disposiciones legales, por generales o
particulares que sean no pueden contravenir lo que en ella este establecido, pues de hacerlo así, serán
nulas.
Desde luego, el reglamento no puede ir contra el contenido de la ley, pues de ser así carecería de valor
jurídico.
La diferencia que existe entre la ley y el reglamento, además de su jerarquía, la encontramos en su
origen, pues la primera emana del poder Legislativo, mientras que el segundo del poder Ejecutivo.
LAS NORMAS JURÍDICAS INDIVIDUALIZADAS. - Son aquellas que se refieren a situaciones jurídicas
concretas o individuales. para algunos autores no son realmente normas jurídicas, sino actos jurídicos
regidos naturalmente por normas jurídicas.
Se consideran normas jurídicas individualizadas: el Contrato, el Testamento, la Sentencia ,y la Resolución
Administrativa.
a) EL CONTRATO.- Según el Código Civil, el convenio que produce o transfiere las obligaciones o derechos
toma el nombre de contrato.
b) EL TESTAMENTO.- Es la declaración solemne de la última voluntad de una persona, hecha con los
requisitos y con las formalidades que establecen las leyes. El Código Civil dispone que el testamento es
un acto personalísimo, revocable y libre, por el cual una persona capas dispone de sus bienes y derechos
y declara o cumple deberes para después de su muerte.
c) LA SENTENCIA.- Es aquella resolución de un juez que pone fin a las controversias judiciales. Es la
legítima decisión del juez sobre la causa controvertida ante él. Declaración del juicio y resolución del
juez. Es la resolución judicial más solemne que decide definitivamente las cuestiones del pleito o causa
de una instancia, y la que recayendo sobre un incidente, pone término a lo principal que .sea objeto de
litigio, haciendo imposible su continuación.
Podemos decir también que la sentencia es la verdad legal emitida por un juez d) LA RESOLUCIÓN
ADMINISTRATIVA.- Los procedimientos administrativos que surgen cuando hay controversia entre los
particulares y el Estado, concluyen necesariamente con una sentencia, misma que recibe el nombre de
Resolución Administrativa. Dicho de otro modo, las Resoluciones Administrativas son las declaraciones o
sentencias emitidas por un Tribunal Administrativo cuando ha habido-litigio entre los particulares y el
Estado.
8.2.1. JERARQUÍA DEL ORDEN JURÍDICO EN EL ÁMBITO TERRITORIAL DE LOS ESTADOS Y DEL DISTRITO
FEDERAL.
La validez jerárquica de las normas jurídicas en nuestro país presenta de primera intención problemas de
aplicación: las del sistema federal, que es piedra angular del sistema político que nos cobija, y la de las
locales. Significa que existen dos clases de leyes, es decir, las federales para toda la Nación y las locales o
particulares de los Estados. Una pregunta aparece cuando dos de estas normas distintas chocan al
regular una situación jurídica: ¿cuál es la que debe aplicarse? La respuesta la encontraremos en la
Constitución en los siguientes preceptos:
“Artículo 40.- Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa,
democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen
interior; pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.”
“Artículo 41.- El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la
competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos
respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de los Estados, las
que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal…”
“Artículo 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los
Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la
República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado
se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda
haber en las Constituciones o leyes de los Estados.”
De la trascripción de los anteriores artículos constitucionales, se desprende que en caso de conflicto de
aplicación de una ley federal con una local sobre un mismo hecho, la primera tiene primacía sobre la
segunda, dejándola sin efecto.
UNIDAD 9.
FORMAS DE CREACIÓN DEL DERECHO.
9.1. CONCEPTO DE FUENTE DEL DERECHO Y SU CLASIFICACIÓN.
La expresión fuente del derecho, se usa para designar el origen del derecho, es decir, la manera como el
orden jurídico brota para su observancia. Existen tres clases de fuentes del derecho: reales, formales, e
históricas.
PROCEDIMIENTO LEGISLATIVO.
La ley es una norma jurídica que ha emanado del Poder Legislativo para regular la conducta de los
hombres. La Ley es una regla que regula todos los casos o circunstancias que reúnan las condiciones
previstas por ella para su aplicación.
Las características de la ley son: generalidad, obligatoriedad e irretroactividad en perjuicio de las
personas.
Las normas jurídicas son generales, es decir, que se aplican a todas aquellas personas que se encuentran
en un hecho determinado; deben aplicarse sin excepción arbitraria, siempre que la conducta se adecué
al texto legal.
La obligatoriedad de la ley consiste en que ésta necesariamente debe ser cumplida, para tal caso, existen
órganos judiciales que obligan a la observancia de la misma imponiendo sanciones a los infractores.
Las normas jurídicas se elaboran para el futuro, de manera que una ley será retroactiva cuando se aplica
a hechos que ocurrieron cuando regia otra disposición anterior. El Artículo 14 de la Constitución
establece que a ninguna ley se le dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. De lo que se
desprende que la ley puede aplicarse retroactivamente en los casos en que no perjudique a nadie.
La actividad encaminada a la elaboración de las leyes, recibe el nombre de Proceso Legislativo, y corre a
cargo de los Diputados y Senadores. El proceso legislativo pasa por las siguientes fases: iniciativa,
discusión, aprobación, sanción, publicación e iniciación de la vigencia.
A la Cámara donde inicialmente se discute un proyecto de la ley se le llama cámara de origen, a la otra se
le denomina Revisora.
c) APROBACIÓN.- Es el acto por el cual las Cámaras aceptan un proyecto de ley.
Cuando se aprueba un proyecto en la Cámara de Origen, se envía para que se discuta a la otra, la cual, si
está de acuerdo, la envía al Ejecutivo.
e) PUBLICACIÓN.- Las leyes para que surtan sus efectos tienen que ser dadas a conocer a quienes deben
cumplirlas; para tal efecto las disposiciones del Congreso para que se conviertan en obligatorias es
necesario que se publiquen en el periódico oficial del Estado, llamado Diario Oficial de la Federación.
Además de este órgano de difusión legislativa, existen en los Estados los diarios o Gacetas Oficiales, en
que se publican las disposiciones legislativas locales. Las reglas sobre discusión, aprobación, sanción y
publicación, las podemos consultar en el artículo 72 de nuestra Carta Magna que a la letra dice:
“Artículo 72.- Todo proyecto de ley o decreto, cuya resolución no sea exclusiva de alguna de las Cámaras,
se discutirá sucesivamente en ambas, observándose el Reglamento de Debates sobre la forma, intervalos
y modo de proceder en las discusiones y votaciones.
E. Si un proyecto de ley o decreto fuese desechado en parte, o modificado, o adicionado por la Cámara
revisora, la nueva discusión de la Cámara de su origen versará únicamente sobre lo desechado o sobre
las reformas o adiciones, sin poder alterarse en manera alguna los artículos aprobados. Si las adiciones o
reformas hechas por la Cámara revisora fuesen aprobadas por la mayoría absoluta de los votos
presentes en la Cámara de su origen, se pasará todo el proyecto al Ejecutivo, para los efectos de la
fracción A. Si las adiciones o reformas hechas por la Cámara revisora fueren reprobadas por la mayoría
de votos en la Cámara de su origen, volverán a aquella para que tome en consideración las razones de
ésta, y si por mayoría absoluta de votos presentes se desecharen en esta segunda revisión dichas
adiciones o reformas, el proyecto, en lo que haya sido aprobado por ambas Cámaras, se pasará al
Ejecutivo para los efectos de la fracción A. Si la Cámara revisora insistiere, por la mayoría absoluta de
votos presentes, en dichas adiciones o reformas, todo el proyecto no volverá a presentarse sino hasta el
siguiente período de sesiones, a no ser que ambas Cámaras acuerden, por la mayoría absoluta de sus
miembros presentes, que se expida la ley o decreto sólo con los artículos aprobados, y que se reserven
los adicionados o reformados para su examen y votación en las sesiones siguientes.
F. En la interpretación, reforma o derogación de las leyes o decretos, se observarán los mismos trámites
establecidos para su formación.
G. Todo proyecto de ley o decreto que fuere desechado en la Cámara de su origen, no podrá volver a
presentarse en las sesiones del año.
H. La formación de las leyes o decretos puede comenzar indistintamente en cualquiera de las dos
Cámaras, con excepción de los proyectos que versaren sobre empréstitos, contribuciones o impuestos, o
sobre
reclutamiento de tropas, todos los cuales deberán discutirse primero en la Cámara de Diputados.
I. Las iniciativas de leyes o decretos se discutirán preferentemente en la Cámara en que se presenten, a
menos que transcurra un mes desde que se pasen a la Comisión dictaminadora sin que ésta rinda
dictamen, pues en tal caso el mismo proyecto de ley o decreto puede presentarse y
discutirse en la otra Cámara.
J. El Ejecutivo de la Unión no puede hacer observaciones a las resoluciones del Congreso o de alguna de
las Cámaras, cuando ejerzan funciones de cuerpo electoral o de jurado, lo mismo que cuando la Cámara
de Diputados declare que debe acusarse a uno de los altos funcionarios de la Federación por delitos
oficiales.
Tampoco podrá hacerlas al decreto de convocatoria a sesiones extraordinarias que expida la Comisión
Permanente.”
f) INICIACIÓN DE LA VIGENCIA.- Es cuando entra en vigor una ley con toda su fuerza obligatoria.
Dos sistemas existen para que las leyes inicien su vigencia: Sucesivo y Sincrónico.
El sucesivo está regulado en el Código Civil Federal, de la siguiente manera:
Las leyes, reglamentados, en circulares o cualesquiera otras disposiciones de observancia general,
obligan y surten sus efectos tres días después de su publicación en el periódico oficial.
En los lugares distintos a los que se publique el periódico oficial, para que les leyes, reglamentos, etc., se
reputen publicadas y sean obligatorias, se necesita que además del plazo que fija el párrafo anterior,
transcurra un día más por cada cuarenta kilómetros de distancia o fracción que exceda de la mitad.
El tiempo que existe entre el momento de la publicación de la ley y aquél en que comienza su vigencia se
denomina Vacatio Legis.
El sistema sincrónico se encuentra contenido en el propio Código Civil en los siguientes términos: Si la
ley, reglamento, circular o disposición de observancia general fija el día en que debe comenzar a regir,
obliga desde ese día con tal de que su publicación haya sido anterior.
PROCEDIMIENTO CONSUETUDINARIO.
LA COSTUMBRE.-Es un uso implantado en una colectividad y considerado por esta como jurídicamente
obligatorio. Podemos decir también que es un uso eistente en un grupo social que expresa un
sentimiento jurídico de los individuos que componen dicho grupo.
as comunidades sociales, en el devenir histórico han observado algunas reglas de manera uniforme y
constante por medio de las cuales resolvían situaciones jurídicas.
Como elementos de la costumbre encontremos la repetición más o menos constante y prolongada de
ciertas reglas, así como el hecho de que la agrupación social les reconozca cierta obligatoriedad.
De lo anterior se desprende que la costumbre es una forma arcaica de cómo se anifestó el derecho en la
sociedad. Las normas jurídicas que tienen. su origen en la costumbre, reciben en su conjunto el nombre
de Derecho Consuetudinario.
PROCEDIMIENTO JURISPRUDENCIAL.
Se ha utilizado la palabra jurisprudencia, tradicionalmente para designar la Ciencia del Derecho.
Además puede considerarse la jurisprudencia como la interpretación jurisdiccional del Derecho positivo
y está constituida por el conjunto de decisiones judiciales y en ocasiones administrativas dictadas sobre
una misma cuestión y en especies análogas.
La Ley de Amparo establece como jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia las resoluciones de la
misma, ,siempre que lo resuelto en ellas se sustenten en cinco sentencias ejecutorias ininterrumpidas
por otra en contrario, que hayan sido aprobadas por lo menos por ocho ministros si se tratara de
jurisprudencia del pleno, o por cuatro ministros, en los casos de jurisprudencia de las salas.
La jurisprudencia de la Corte puede interrumpirse o modificarse por resoluciones del mismo tribunal.
Para que tal modificación surta efectos la jurisprudencia, se requiere que se expresen !as razones que se
tuvieron para variarla, las cuales deberán referirse a las que tuvieron presentes para establecer la
jurisprudencia que se modifica.
La jurisprudencia de la Suprema Corte, en nuestro país, se convierte en obligatoria para todos los
tribunales, los que deberán acatarla y cumplirla.
LA DOCTRINA.
Con la palabra Doctrina comprendemos la opinión de uno o varios autores en cualquier materia del
derecho. Es la teoría u opinión sustentada por los tratadistas respecto a las cuestiones del mundo
jurídico.
La doctrina no representa ningún valor jurídico, sino un mero valor intelectual auxiliar en la aplicación e
interpretación de las normas. Los autores no tienen ninguna autoridad para elaborar el Derecho. Ellos no
hacen más que comprobar el estado del Derecho Positivo y ponerlo bajo una forma didáctica.
Las leyes no están siempre redactadas de manera clara y precisa y no, han podido prever todas las
situaciones que se presentan en la práctica. De ahí resulta que hay para el jurista, muchos puntos
obscuros y controvertidos. Los autores tienen entonces por misión la de proponer soluciones para esas
dificultades. Es una cuestión de confianza personal y el valor de la doctrina es puramente moral. Un
simple texto legal destruye cualquier argumentación por sabia que pueda presentarse.
UNIDAD 10
EL ESTADO.
10.1. CONCEPTO DE ESTADO.
El Estado suele definirse la organización jurídica de una sociedad bajo un poder de dominación que se
ejerce en determinado territorio, además de que es titular de la soberanía.
El poder político se manifiesta a través de una serie de normas y de actos normativamente regulados, en
tanto que la población y el territorio constituyen los ámbitos personal y espacial de validez del orden
jurídico, mientras que la soberanía es un atributo del Estado considerado en su conjunto.
l. Derechos de libertad.
2.Derechos que se traducen en la facultad de pedir la intervención del Estado en favor de intereses
individuales.
3.Derechos políticos.
1.La existencia de los derechos de libertad significa que las personas, en cuanto miembros de la
comunidad política, se encuentran sujetas a un poder limitado. La subordinación del individuo tiene
como límite el conjunto de deberes que el orden jurídico le impone. El radio de actividad que queda a
cada sujeto, abstracción hecha de sus obligaciones jurídicas, tanto positivas como negativas, representa
su libertad. No se trata, como veremos más tarde, de libertad en sentido natural, de un simple poder,
sino de una facultad normativamente reconocida.'
2.Un segundo grupo de facultades que pertenecen al status está constituido por los derechos cuyo
ejercicio tiende a la obtención de servicios positivos por parte del Estado. Entre esas facultades figuran
los derechos de acción i petición, lo mismo que la pretensión de que aquél ejerza la actividad
administrativa en servicio de intereses individuales. Frente a los derechas de libertad, la posición del
Estado, en relación con los individuos, es puramente negativa; tratándose de las facultades del segundo
grupo es, en cambio, positiva.
3. No siendo una persona física, el Estado sólo puede actuar por medio de sus órganos. La intervención
del individuo en la vida pública supone tanto el ejercicio de derechos como el cumplimiento de
obligaciones. Por ello es que entre las facultades que integran el status figuran, en tercer término, las
que permiten a los particulares el desempeño de funciones orgánicas (votar, ser
votado, tomar las armas en defensa de la patria, etc.). Estas facultades, que hacen posible imputar a la
persona jurídica estatal actos realizados por personas físicas, reciben el nombre de derechos políticos. La
sujeción de los individuos al orden jurídico no se encuentra única. mente vinculada a la calidad de
miembros del Estado, ni siquiera a la de personas, sino que existe en relación con todos los hombres que
viven en el territorio.
Entre los derechos que forman el status, algunos pertenecen exclusivamente a los ciudadanos (derechos
políticos); otros corresponden a todos los miembros del Estado, lo mismo que a los extranjeros (derecho
de libertad, derecho de petición en asuntos que no tengan carácter político, derecho de acción, etc..
La pertenencia al Estado se halla condicionada por un vínculo jurídico específico: la nacionalidad. Esta
última debe ser distinguida de la ciudadanía, que implica la facultad de intervenir, con el carácter de
órgano, en la vida pública.
Debemos saber distinguir los conceptos de pueblo y población, ya que comúnmente se usan como
sinónimos, cuando en realidad tienen connotaciones jurídicas diferentes.
PUEBLO: Debe usarse para designar a aquella parte de los habitantes de un Estado que tienen derechos
civiles y políticos plenos.
La palabra pueblo es un término de contenido estricto, ya que solamente se refiere a aquellas personas
que están sujetas a la soberanía del Estado, ligadas por el vinculo de ciudadanía, que viven en el
territorio del Estado o en el extranjero. Forman el pueblo mexicano, exclusivamente aquellos individuos
que tengan el carácter de ciudadanos de la República.
POBLACIÓN: Se habla de población cuando se hace referencia al conjunto de seres humanos que viven
en el territorio de un Estado, sin tomar en cuenta su nacionalidad; este término es cuantitativo,
aritmético. De esta manera podemos afirmar que la población de nuestro país está compuesta por todas
aquellas personas que viven en nuestro territorio.
b) EL TERRITORIO.- Suele definirse como la porción del espacio en que el Estado ejercita su poder. Siendo
éste de naturaleza jurídica sólo puede ejercitarse de acuerdo con normas, creadas o reconocidas por el
propio Estado.
Cuando una agrupación no estatal ejerce un poder de dominación, éste tiene su fuente en la voluntad
del Estado. Ello equivale a sostener que no se trata de un poder propio, sino derivado. Dicho principio,
universalmente admitido en nuestros días, no posee, sin embargo, valor absoluto. En las épocas en que
el poder político no se había consolidado, habría sido imposible postularlo.
Durante la Edad Media, por ejemplo, hubo agrupaciones no estatales que gozaban, en mayor o menor
medida, de un poder de dominación independiente.
Éste fue el caso de la Iglesia Católica, que a menudo hizo valer su autoridad aun en contra del Estado. Lo
mismo ocurrió con numerosos señores feudales, cuyo poder no era siempre el producto de una
delegación de origen estatal. En México, el poder o gobierno supremo se divide para su ejercicio en tres
poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, según lo dispone el artículo 49 de la Constitución.
d) LA SOBERANÍA.- Es la característica del poder del Estado que radica en mandar definitivamente, en
hacerse obedecer en el interior del mismo y en expresar, al exterior, su independencia.
Para un gran número de autores, la soberanía es un atributo esencial del poder político. Dicho concepto
puede ser caracterizado tanto negativamente como en forma positiva. En su primer aspecto implica la
negación de cualquier poder superior al del Estado, es decir, la ausencia de limitaciones impuestas al
mismo por un poder extraño. El poder soberano es, por ende, el más alto o supremo.
Es, también, un poder independiente. El carácter de independencia se revela, sobre todo, en las
relaciones con otras potencias; la nota de supremacía aparece de manera más clara en los vínculos
internos del poder con los individuos y colectividades que forman parte del Estado.
Para ciertos juristas, la soberanía tiene un tercer atributo. El poder soberano, declaran, debe ser
ilimitado o ilimitable. En la actualidad esta tesis suele ser unánimemente repudiada. Aun cuando el
poder soberano sea el más alto y no dependa de ningún otro, se halla, sin embargo, sometido al derecho
y, en tal sentido, posee determinadas restricciones. Si el poder político fuese omnipotente -dice Jellinek-
podría suprimir el orden jurídico, introducir la anarquía y, en una palabra, destruirse a sí mismo. El poder
estatal encuentra una limitación en la necesidad de ser poder jurídico, es decir, poder cuyo ejercicio se
halla normativamente regulado.
La sujeción de la actividad estatal al orden jurídico no implica la destrucción del concepto de soberanía,
porque las limitaciones impuestas por tal orden derivan del mismo Estado y, en este sentido,
representan una auto limitación. Ahora bien, dicha limitación es una de las manifestaciones de la
capacidad que el Estado tiene de determinarse a sí mismo, o autonomía. El poder estatal dejaría de ser
soberano sólo en la hipótesis de que las limitaciones jurídicas impuestas a su ejercicio derivasen de un
poder ajeno (heteronomía).
La noción de que hablamos es puramente formal, ya que nada tiene que ver con el contenido del poder
político. Simplemente expresa el carácter supremo e independiente de éste.
Un estudio sobre el origen y evolución del mismo concepto revela que la soberanía no es atributo
esencial del poder del Estado. Hay, en efecto, Estados soberanos y no soberanos. El de la Edad Media,
por ejemplo, no tenía aquel atributo, pero era, no obstante, Estado. Y, en nuestra época, los Estados
miembros de una Federación no son, relativamente a ésta, soberanos, ya que se encuentran sujetos a la
constitución general y a las leyes federales. La distinción entre Estados soberanos y no soberanos suele
formularse de este modo: los primeros pueden por sí mismos, dentro de los límites creados o
reconocidos por ellos, establecer libremente el contenido de su propia competencia; los segundos, aun
cuando pueden darse normas, sólo tienen tal facultad dentro de los límites de su poder estatal.
Pero estos límites no representan una auto limitación, como en el caso del Estado soberano, sino que
tienen su fundamento en el orden jurídico de la comunidad de que forman parte.
UNIDAD 11
CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES.
Los hechos jurídicos, dice el autor, pueden ser clasificados desde dos puntos de vista:
a) Atendiendo a su naturaleza.
b) De acuerdo con los efectos que producen.
b) De coincidencia;
c) De oposición.
1) Cuando la finalidad práctica no coincide con la consecuencia normativa, ni se opone a ella, se dice que
la relación es de indiferencia, y que el acto es (puramente) lícito. Ejemplo: el hecho de que yo escriba un
libro no tiene una finalidad práctica concordante con el efecto jurídico del mismo (es decir, el nacimiento
de mi derecho de propiedad intelectual), ni representa tampoco un caso de oposición entre la
consecuencia jurídica y el fin que persigo.
2) Si el fin práctico del autor del acto concuerda con la consecuencia jurídica de éste, nos encontramos
en presencia de un acto jurídico en sentido estricto. Por ejemplo: cuando compro el papel necesario
para escribir una novela. El fin práctico (adquisición del papel que me hace falta) coincide con la
consecuencia de derecho (transmisión de la propiedad).
3) Por último, cuando entre la finalidad práctica y la consecuencia jurídica hay oposición, debe hablarse
de actos jurídicos ilícitos. Si en vez de comprar el papel indispensable para escribir una obra, lo robo, no
habrá coincidencia entre el fin práctico y la consecuencia de derecho, afino oposición, porque en vez de
adquirir la propiedad del papel me hago acreedor a una pena y contraigo la obligación de restituir lo
robado.
b) Clasificación de los hechos jurídicos de acuerdo con los efectos que producen.-Desde este punto de
vista, se dividen en hechos de eficacia principal y de eficacia secundaria. Se habla de eficacia secundaria
cuando el hecho no tiene efectos sino unido a otro, cuya eficacia modifica. Los de eficacia principal
pueden provocar por sí mismos consecuencias de derecho. A los de eficacia secundaria se les llama
también condiciones jurídicas. Los principales son constitutivos o extintivos, según que den nacimiento a
una relación de derecho o la extingan.
Las condiciones jurídicas pueden paralizar o modificar la eficacia de los hechos principales; por esta
razón se habla de condiciones impeditivas y modificativas.
Para entender donde se encuentra el acto jurídico, dentro del universo de los hechos jurídicos,
analizaremos a continuación la clasificación de los hechos jurídicos según la doctrina francesa.
Esta doctrina nos dice que los hechos jurídicos pueden consistir en hechos o estados de hecho
ndependientes de la actividad humana, o en acciones humanas voluntarias o involuntarias. Como
ejemplos de hechos o estados de hecho puramente naturales podemos citar el nacimiento, la mayoría
de edad o la muerte de las personas.
Las acciones humanas pueden producir consecuencias tanto en relación con sus autores como
relativamente a otros sujetos; por ejemplo, en el caso de responsabilidad por hechos de un tercero. Hay
también consecuencias jurídicas que tienen como supuesto o condición los riesgos o daños producidos
por cosas, útiles o animales.
Las acciones del hombre, en tanto que el derecho subjetivo las considera como hechos jurídicos, se
dividen en lícitas e ilícitas, según que sean conformes o contrarias a los preceptos de aquél. Cuando las
de un sujeto son lícitas y su finalidad es la creación, la transmisión, la modificación o la extinción de
obligaciones y derechos, se llaman actos jurídicos. Éstos pueden ser
unilaterales o bilaterales. Los bilaterales reciben la denominación de convenios, en sentido amplio y de
contratos en sentido estricto, cuando sólo tienen por objeto crear o transmitir derechos y obligaciones
Bajo la expresión hechos jurídicos, los autores franceses comprenden los puramente materiales, los de
un tercero y los ilícitos.
La doctrina llama cuasidelito al hecho por el cual una persona involuntariamente y sin dolo causa un
daño o perjuicio a otra.
En nuestro país a los cuasidelitos se les da el nombre de delitos culposos.
Los delitos y los cuasidelitos difieren de los cuasicontratos en que el hecho de donde resulta el
cuasicontrato es permitido por las leyes, en tanto que el que constituye el delito o el cuasidelito es un
hecho condenable.
El acto y el hecho jurídicos constituyen las formas de realización de los supuestos de derecho.
11.2.3.DERECHOS SUBJETIVOS.
Rolando Tamayo en la obra Diccionario Jurídico Mexicano, nos dice respecto a los Derechos Subjetivos lo
siguiente:
El término "derecho", además de designar un orden jurídico o una parte significativa del mismo, se usa
para referirse a una ventaja o beneficio normativo conferido a un individuo o a una clase le individuos.
En este sentido, "derecho" designa una permisión otorgada a alguien o a algunos para hacer u omitir
cierta conducta, con la garantía de la protección judicial. Así, se dice "el arrendador viene derecho de..”,
"el propietario tiene derecho..”, etc.
Ciertamente, el derecho subjetivo, sigue siendo una exigencia judicialmente respaldada. Por ello es
necesario deslindar el uso técnico del término "derecho" subjetivo, del uso incorrecto, el cual origina no
pocas confusiones en el discurso jurídico.
Gran parte de la teoría jurídica describe el derecho, como, el orden jurídico, compuesto de normas
jurídicas que imponen obligaciones o deberes. Esta imagen es tan característica que conduce a muchos
autores a reducir el fenómeno jurídico a sólo normas "imperativas" y a tratar de explicar todas las
manifestaciones del fenómeno en términos de obligaciones, hechos ilícitos y sanciones. Sin embargo, el
fenómeno no se agota en obligaciones y sanciones.
El enunciado "x tiene derecho a nadar en la piscina" que autoriza a x a nadar en la piscina, presupone
que no todo el mundo puede nadar en la piscina (o que él no podía) . El derecho implica una permisión
exclusiva. Si a alguien se le concede el derecho de entrar a cierto lugar presupone el hecho de que, en
principio, no podía hacerlo. Cuando digo "puede pasar" con ello expresamente permito. Este es
precisamente el efecto de investir a alguien con una permisión. la permisión jurídica contenida en un
derecho (o en una facultad) exceptúa, privilegia, beneficia a alguien (o a algunos).
Aunque la conducta, objeto de un derecho, se encuentra permitida, no toda la conducta permitida
puede explicarse en términos de derechos. Ciertamente, la conducta obligada está permitida, pero es
igualmente cierto que ésta no se explica en términos de derechos. La permisión incluida en la obligación
se distingue claramente de la permisión fuerte que el derecho subjetivo confiere. La obligación implica la
permisión de la conducta requerida, pero los alcances de esta permisión son restringidos: no se permite
la omisión; por el contrario, se prohíbe. En el caso del derecho subjetivo, el sujeto del derecho puede
omitir (no es ilícito omitir, no hace mal si omite). Esta circunstancia distingue al derecho de aquellas
situaciones en que al individuo le está permitiendo Cuando se permite, confiriendo derechos, se intenta
producir una ventaja normativa sobre una persona o clase de personas. Todos los actos jurídicos por los
cuales se confiere derechos (se enviste con facultades o se impone obligaciones) pretenden que ciertas
cosas ocurran; no reflejan un estado de cosas: tienen una función normativa.
La existencia de una fuente (una norma jurídica) es una condición de la existencia de un derecho
subjetivo; esto es, la existencia de una norma jurídica apropiada es condición necesaria para que x tenga
un derecho a B. Dicho de otra forma: x tiene derecho a B, si existe una norma que establezca (que le
confiera) un derecho en tal sentido. Dicha norma constituye el único fundamento jurídico para que x
tenga derecho a B (Es claro que una apropiada explicación de los derechos subjetivos debe partir de una
satisfactoria descripción de las normas y disposiciones que los confieren. Debemos tener presente que la
conducta contenido del derecho subjetivo se encuentra estrechamente relacionada con la conducta de
los demás (en alguna medida, depende de la acción de los demás). No es extraño que una de las ideas
persistentes en la teoría del derecho sea la que considera a los derechos subjetivos como correlativos de
deberes impuestos a otros.
Cuando un legislador establece una norma que otorga derechos subjetivos quiere que algo ocurra. La
norma que confiere derechos a un individuo tiene una función normativa. La norma que establece que x
tiene derecho a B introduce ciertas instrucciones tanto para él como para los demás. Los derechos
funcionan como una señal normativa que indica que alguien tiene un fundamento jurídico para hacer (u
omitir) B y, lo que es muy importante, los demás lo entienden así.
El derecho subjetivo está en estrecha relación con la protección judicial que el orden jurídico presupone.
Se podría argumentar que la descripción de derechos objetivos aquí proporcionada está respaldada por
el hecho de que los individuos así han aprendido a reaccionar ante los derechos.
El presupuesto que subyace es que las consecuencias normativas de los derechos son más bien resultado
del funcionamiento del sistema jurídico (y su aparato judicial).
El derecho subjetivo contiene la autorización conferida al derechohabiente -al titular del derecho (o a
quien actúe en su nombre) - de dirigirse al órgano de aplicación (por ejemplo el tribunal) requiriendo,
mediante la interposición de una demanda o acción, la ejecución de su derecho. El órgano aplicador (el
tribunal) podrá aplicar el derecho (por ejemplo. las normas aplicables al caso, la norma que confiere el
derecho subjetivo en cuestión) si, y sólo si, lo pide el derechohabiente (o quien actúe en su nombre)
mediante el ejercicio de la acción correspondiente.
Con la interposición pone en marcha el procedimiento que compete al órgano aplicador. El derecho
aplicable al caso queda, por decirlo así, a disposición del derechohabiente. Esta situación no se explica
con la descripción de la obligación correlativa. El momento decisivo se encuentra en la potestad jurídica
de que dispone el derechohabiente para hacer que se lleve a efecto un proceso para perseguir la
ejecución de su derecho. Resulta obvio que esta potestad no es un mero reflejo de la obligación
correlativa; el ejercicio de esta potestad excede a ualquier cosa que pudiera reflejarse de la obligación.
Sólo cuando el orden jurídico confiere tal potestad encontramos en el derecho subjetivo un sentido
técnico, consistente en una potestad jurídica otorgada al derechohabiente para llevar adelante un
procedimiento de aplicación "El ejercicio de esta potestad jurídica -dice Kelsen- es ejercicio del derecho
en el sentido propio del término..." Según una idea general todo derecho subjetivo contiene una
pretensión, una exigencia, de cierta conducta de otro u otros, sin embargo cuando un individuo no tiene
el poder jurídico de hacer valer, mediante la interposición de una acción, su derecho, el acto por el que
reclama dicha ejecución no tiene ningún efecto jurídico.
"Por tanto -señala Kelsen- una “pretensión” no existe como acto jurídico eficaz sino únicamente cuando
existe su derecho subjetivo en sentido técnico... Pero este derecho subjetivo, lo mismo que la obligación
jurídica, no se encuentra situado frente al derecho objetivo como algo independiente de él, Se trata de
una norma jurídica que otorga un poder jurídico específico, de una norma que faculta a determinado
individuo.
Cuando el derecho a la propia conducta es de hacer algo, se llama facultas agendi; cuando es de no
hacer algo, denominase facultas omitendi. El derecho a la conducta ajena recibe, por su parte, la
denominación de facultas exigendi.
Las facultates omittendi existen en dos casos. El primero está constituido por el derecho a la omisión de
la conducta ilícita; el segundo, por el que todo el mundo tiene de no ejercitar sus derechos, cuando éstos
no se fundan en una obligación propia. Si una conducta está vedada, tengo el derecho de omitirla; si he
prestado cien pesos a un amigo, puedo, si lo deseo, no reclamarle el pago de la deuda.
Tanto las facultates agendi como las omittendi son correlativas de un deber universal de respeto. En ello
difieren de la facultates exigendi, que en todo caso
son correlativas del deber de una o más personas individualmente determinadas.
En el caso de las facultades de hacer y de omitir, el cumplimiento del deber de respeto permite al titular
el pacífico ejercicio de las mismas, sin necesidad de pedir nada a los sujetos pasivos de la relación; en el
de la facultates exigendi, por el contrario, el concurso del obligado resulta indispensable.
Aun cuando es cierto que en algunos derechos el aspecto más obvio es el que se refiere a la conducta
del titular y, en otros, el referido a la ajena, no es menos
cierto que en toda facultad existen los dos aspectos de que habla la doctrina. En cuanto posibilidad de
hacer o de omitir lícitamente algo, el derecho subjetivo implica siempre la autorización o facultamiento
de cierta conducta, positiva o negativa, del titular. Esto ocurre lo mismo en el caso de los reales que en el
de los de crédito. Vivir en su propia casa es actividad del propietario, como es actividad del comprador
reclamar la entrega de una mercancía. En este sentido, toda facultad jurídica se refiere a la conducta del
derechohabiente. Pero como los derechos subjetivos implican la existencia de un deber impuesto a otras
personas, el titular no sólo está autorizado para proceder de cierto modo, sino para exigir de los sujetos
pasivos el cumplimiento de sus obligaciones. Volviendo a los ejemplos, diremos que el dueño de un
inmueble no sólo tiene el derecho de vivir en él, sino el de pretender que los demás no se lo impidan. De
manera semejante, el que compra un reloj tiene derecho a la conducta impuesta al vendedor, y puede
exigirle la observancia de lo prescrito, lo que supone una actividad del mismo comprador
Una de las características esenciales de la relación procesal es su complejidad. Se dice que es compleja
porque no se agota en un solo vínculo normativo, sino que se desenvuelve en una serie de relaciones de
derecho, constitutivas del proceso.
Los elementos principales de éste, en su fase declarativa son tres:
a) La demanda;
b) La defensa;
c) La sentencia.
La palabra persona deriva del vocablo latino “personare” que significa mascara, por las que en el pasado
usaban los actores en las representaciones teatrales.
Luego la palabra paso a significar al mismo actor, al personaje representado y por último al hombre
mismo.
El estado civil es soltero o casado. No hay estado civil divorciado o viudo, en virtud de que el divorcio y la
muerte del cónyuge ponen fin al matrimonio recuperándose la soltería.
DOMICILIO.- Se define como el lugar donde una persona reside habitualmente con el propósito de
radicarse en él.
NOMBRE.- El nombre determina, en cada sujeto, su identificación personal.
La denominación de las personas morales equivale al nombre de las físicas.
PATRIMONIO.- Es la posibilidad jurídica de adquirir bienes, derechos y obligaciones.
NACIONALIDAD.- Es el vínculo del individuo con un Estado concreto, por el que queda adscrito a una
nación concreta y por el que se generan derechos y deberes recíprocos. Toda vez que resulta corriente
que un Estado pueda entrar y entre a diario en relación con personas no nacionales, algunas de estas
relaciones se regularán con arreglo a las leyes de ese Estado. Pero la relación del Estado con nacionales
es mucho más estrecha que con otras personas, y esto adquiere una relevancia tal que, en el ámbito del
Derecho privado, la nacionalidad se considera como un estado civil más del individuo, generador de
derechos y obligaciones (así por ejemplo, la nacionalidad determina la obligación de prestar el servicio
militar o, unida a la residencia, que el nacional tenga que declarar sus impuestos en ese país). En el
ámbito del Derecho público, la nacionalidad representa un vínculo político del individuo con el Estado
que le da derecho a votar en las elecciones o a ser elegido en las mismas.
UNIDAD 12.
TÉCNICA JURÍDICA.
Como analizamos en la Unidad 3, la técnica jurídica es la parte de la ciencia jurídica que estudia y analiza
los medios empleados para la elaboración, transformación y aplicación de las normas jurídicas en vigor.
Suele denominarse también como técnica del derecho positivo.
Dentro de los problemas relacionados con la aplicación del derecho objetivo podemos citar a los
relacionados con :
1.- Determinación de la vigencia.
2.- Interpretación.
3.- Integración.
4.- Retroactividad .
5.- Conflicto de leyes en el espacio.
Interpretar la ley es descubrir el sentido que encierra, es investigar el contenido de la voluntad del
legislador.
La integración es un conjunto de métodos para colmar las lagunas que la ley en ocasiones presenta,
como son la analogía, los principios generales del derecho, y la equidad.
El artículo 10 del Código Civil establece que contra la observancia de la ley no puede alegarse desuso,
costumbre o práctica en contrario. Por lo tanto en México la costumbre no puede abrogar a la ley.
Norma fundamental en materia de abrogación es la del inciso f) del artículo 72 de la Constitución que
dispone que en la derogación de las leyes o decretos se observarán los mismos trámites establecidos
para su formación.
En materia penal una ley se puede aplicar a hechos consumados bajo el imperio de otra si beneficia al
autor de un delito. Así las leyes que reducen las penas deben siempre aplicarse retroactivamente.
García Máynez nos dice que los problemas relacionados con la aplicación de leyes que tienen diferente
ámbito temporal de vigencia suelen ser llamados conflictos de leyes en el tiempo. Paralelamente a éstos
se habla de conflictos de leyes en el espacio. El supuesto ineludible de los últimos es la coexistencia de
preceptos legales relativos a los mismos hechos, pero que pertenecen a sistemas jurídicos cuyos ámbitos
espaciales de vigencia son distintos.
En rigor, los llamados conflictos de leyes en el espacio no solamente se refieren a la determinación del
ámbito espacial, sino a la del personal de vigencia de los preceptos legales. Pues, como luego veremos,
no se trata únicamente de inquirir qué ley debe aplicarse en tal o cual lugar, sino de saber si a una cierta
persona debe aplicársele su propia ley o la extranjera. Otras veces el conflicto existe entre preceptos de
diferentes provincias de un mismo Estado, o entre leyes de distintas partes de una Federación.
Los llamados conflictos de leyes en el espacio se reducen siempre a establecer el carácter territorial o
extraterritorial de determinado precepto. En principio, las leyes vigentes en un Estado se aplican dentro
del territorio del mismo. Lo que en derecho público se llama territorio no es otra cosa que el ámbito
normal de vigencia del orden jurídico de un Estado, en relación con el espacio. Decimos "normal" porque
en ciertos casos se admite la posibilidad de que la ley obligatoria en el territorio de un Estado se aplique
fuera de él, o la de que la ley extranjera tenga aplicación en el nacional.
Nuestro Código Civil Federal en sus artículos 12 a 15 establece reglas en la aplicación del ámbito espacial
de validez de la normas que sirven para determinar cual es la aplicable en el caso concreto.
“ARTICULO 13. LA DETERMINACIÓN DEL DERECHO APLICABLE SE HARÁ CONFORME A LAS SIGUIENTES
REGLAS: I.- LAS SITUACIONES JURÍDICAS VALIDAMENTE CREADAS EN LAS ENTIDADES DE LA REPUBLICA O
EN UN ESTADO EXTRANJERO CONFORME A SU DERECHO, DEBERÁN SER RECONOCIDAS; II.- EL ESTADO Y
CAPACIDAD DE LAS PERSONAS FÍSICAS SE RIGE POR EL DERECHO DEL LUGAR DE SU DOMICILIO; III.- LA
CONSTITUCIÓN, RÉGIMEN Y EXTINCIÓN DE LOS DERECHOS REALES SOBRE INMUEBLES, ASÍ COMO LOS
CONTRATOS DE ARRENDAMIENTO Y DE USO TEMPORAL DE TALES BIENES, Y LOS BIENES MUEBLES, SE
REGIRÁN POR EL DERECHO DEL LUGAR DE SU UBICACIÓN, AUNQUE SUS TITULARES SEAN EXTRANJEROS;
IV.- LA FORMA DE LOS ACTOS JURÍDICOS SE REGIRÁ POR EL DERECHO DEL LUGAR EN QUE SE CELEBREN.
SIN EMBARGO, PODRÁN SUJETARSE A LAS FORMAS PRESCRITAS EN ESTE CÓDIGO CUANDO EL ACTO
HAYA DE TENER EFECTOS EN EL