Poder y Comunicación-Vicente Romano

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Vicente Romano

PODER Y COMUNICACIÓN *

La relación entre poder y medios de comunicación es muy


directa. Esto lo saben muy bien magnates como Berlusconi,
Kirch, Murdoch, Bertels-mann, Polanco, etc. Baste recordar la
reciente polémica en torno a las llamadas “plataformas digita-
les”, es decir, en torno a los consorcios de empresas gigantes-
cas que se disputan el mercado de la comunicación digital, o
sea, la simplificada al sistema numérico (digital) de transmi-
sión: por eso la comunicación se ha convertido en un sector
estratégico a nivel económico, cultural y político.
Hace ya algunos años que analizamos y publicamos, en otro
lugar, este carácter moderno de la comunicación. Así que,
para no repetirme, parece apropiado señalar aquí, aunque
sólo sea de forma somera, otros aspectos más sutiles, pero no
menos reales ni eficaces, de esta relación entre poder y me-
dios de comunicación, como, por ejemplo, la economía de
señales y el empleo que los pocos propietarios de los medios
hacen de las señales, del tiempo y de los medios para mante-
ner su dominio de los muchos.

*
Procedencia del texto: Laberinto: http://laberinto.uma.es

1
II

En las condiciones de la economía mundializada sigue am-


pliándose la brecha entre ricos y pobres, hambrientos y har-
tos, empleados y parados. La “victoria” mundial del capitalis-
mo no ha resuelto la satisfacción de las necesidades humanas,
ni siquiera las más elementales. Entre éstas habría que incluir
la necesidad de información y comunicación, de relación con
los otros seres humanos, de intercambio de conocimientos y
de sentimientos, del contraste de pareceres y de adquisición
de saberes para el dominio del entorno, o sea, de esta socie-
dad generadora de angustias e incertidumbres, aunque la pre-
sente publicitariamente como “sociedad libre de mercado”.
La comunicación es, por tanto, necesaria para el conoci-
miento y dominio del medio ambiente, de la sociedad en que
se vive, a fin de ser dueños y no víctimas de ella. A través de
ella se realiza el proceso de comprensión y solidaridad entre
individuos y grupos sociales, proceso que se desenvuelve con
el objetivo de facilitar la actividad social y transformadora del
ser humano. Cuando la información está en manos de los po-
cos, éstos pueden utilizarla para el dominio de los muchos,
hurtándoles así el conocimiento de la realidad social y sus po-
sibilidades de modificación. Por eso se dice que la información
es poder.
Todo lo que tiene que ver con la información y la comuni-
cación está relacionado también con el poder, la impotencia y
la violencia. Como se trata de medios, la diferente posesión de
los mismos significa la desigualdad. La persona que carece de
medios, o, más exactamente, de medios de intercambio co-
municativo, no puede hacerse entender. Es el perjudicado en
el intercambio social, si es que llega a participar en él. Y no se
trata de ninguna metáfora. Hay que imaginarse al disminuido

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físico o psíquico, al ciego o al sordomudo, al analfabeto, y
compararlo con el político, sobre el que se concentran cáma-
ras y micrófonos, cuyas palabras se difunden a los cuatro vien-
tos y penetran el pensamiento, las emociones y la acción de la
gente. Si Marx tenía razón cuando decía que la emancipación
era la reducción de las relaciones al ser humano, la investiga-
ción de los medios resulta entonces una tarea emancipadora.
El estudio de los medios debe entenderse, por consiguien-
te, como un campo de trabajo que aspira a una mayor preci-
sión en la comunicación y a un conocimiento más profundo de
sus causas. Su objetivo estriba en descubrir las condiciones de
la libertad, o falta de libertad, concreta del hombre en la co-
municación pública.

III

La expansión de la industria de los medios tiene por objeti-


vo alcanzar de la forma más rápida posible, a través de los
espacios más amplios posibles, al mayor número posible de
gente. El gasto técnico para el mensaje individual se reduce
proporcionalmente cuando el mayor número posible de re-
ceptores está conectado a la red. Pero lo que elige es su co-
nexión a un sistema heterodeterminado.
Este es el principio de la economía de señales, principio que
recorre el desarrollo de los medios de comunicación desde los
comienzos de la cultura hasta hoy día. Esto hay que tenerlo en
cuenta a la hora de analizar el desarrollo tecnológico. La técni-
ca de los medios sigue este principio sin instrumento artificial,
en la comunicación primaria o del contacto elemental huma-
no, con instrumento en el iniciador de la comunicación, lo que
se denomina medios secundarios, y con aparatos en el emisor
y receptor, esto es, la comunicación de los medios terciarios.
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Efectivamente, los satélites de TV sólo tienen sentido si se
encuentra gente suficiente que compre los aparatos que se
necesitan para poder recibir el mensaje difundido por satélite.
De ahí que haya que hacer propaganda para que millones y
miles de millones de receptores teóricos se compren los re-
ceptores que permitan traducir a ganancia la inversión de los
promotores y explotadores de los satélites. Este es el trasfon-
do de todas las hermosas elegías que se hacen en la actuali-
dad acerca del futuro de los medios: crear un público que
aporte tiempo y dinero y ponerlos a disposición de los propie-
tarios de la nuevas tecnologías: Las cuentas de la economía de
señales sólo salen bien si un gran número de consumidores
reduce el gasto del explotador del medio para el mensaje indi-
vidual.
La economía de señales se aplica cuando el mismo mensaje
debe distribuirse a varios. Cuando uno se dirige a varias per-
sonas las reúne alrededor. Es decir, hace que otras personas
entreguen una parte de su precioso e irrecuperable biotiempo
subjetivo de modo que quien las reúne no tenga que andar
detrás de cada una de ellas, lo que le costaría mucho de su
biotiempo al comunicador. Al hacer que otros acudan a él se
ahorra gastos de transmisión del mensaje.
La reducción del gasto de señales es el origen de todas las
reuniones, desde las comidas conjuntas de las familias y gru-
pos pequeños hasta la asamblea popular o las cortes. Pero
este ahorro sólo se efectúa cuando los otros acuden. Todo el
mundo sabe que cuando se disuelve la mesa familiar, cuando
faltan los hijos, el padre o la madre, se deshace la institución
de la familia. Lo mismo ocurre cuando la agrupación local de
un partido ya no puede organizar ningún acto porque sus
miembros se quedan en casa. Quien ha perdido el poder de
convocatoria carece ya de poder, pues el comienzo de todo

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poder de un hombre sobre otro radica en que uno disponga
del biotiempo de otros. Quien acude reconoce el motivo, esté
o no esté de acuerdo con lo que se comunica, en virtud del
tiempo que entrega.
Si se reflexiona sobre los medios actuales y los del futuro,
cada cual deberá tener claro cuánto de su precioso biotiempo
quiere dedicarle a esos medios, o mejor dicho, a sus propieta-
rios, y cuánto está dispuesto a pagar, pues ejercen poder so-
bre él.

IV

El poder de unos seres humanos sobre otros comienza con


la apropiación del biotiempo de los muchos por parte los po-
cos. El tiempo es un factor de poder. Se suele decir que el po-
der es el que manda y no la opinión. Pero el poder sólo puede
imperar mientras las personas le entreguen su biotiempo y
crean que deben someter su tiempo individual a ese poder.
Un joven francés del siglo XVI, Etienne de la Boetie, se pre-
guntaba en el Discours de la servitude volantaire (1548):
"cómo es posible que tantas personas, aldeas, ciudades y na-
ciones se sometan de vez en cuando a un solo tirano, que no
tiene más poder que el que se le dé, que no puede causar más
males que los que ellos le permitan".
Tiene poder quien accede al tiempo de otros y reúne para
sí el tiempo de muchas vidas humanas. En todas las culturas,
que en el mundo han sido, tuvo poder quien reunía a su alre-
dedor a muchas personas, quien disponía de muchos esclavos,
de muchos campesinos que trabajaban para él, de muchos
soldados que podía matar y morir por él. Y eso era así porque
podía subordinar el biotiempo de los demás al suyo. En este

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sentido originario el poder no es más que un concepto políti-
co. Poderoso es el rico que compra a las personas con su dine-
ro, el capitalista que se apropia del biotiempo de sus obreros
haciendo que trabajen un número determinado de horas para
él. Pero también son poderosos los medios de comunicación y
las “estrellas” y “famosos” de todo tipo que acaparan el tiem-
po de miles y millones de seres humanos. Téngase en cuenta
que los españoles dedican un promedio diario de 3 horas y 41
minutos a ver televisión.
Quien posee un medio de comunicación del que los otros
carecen tiene una ventaja económica sobre ellos. Aprovechar
la ventaja de la señal que el otro no tiene es propio del medio
más móvil de todos: el dinero. Platón decía que todas las gue-
rras se deben al dinero, y un satírico romano, Petronio, acuñó
la expresión de que quien tiene dinero navega viento en popa.
Cierto. Pero, ¿por qué no evitar los riesgos de la guerra me-
diante engaños y navegar con viento en popa?
La fabricación de moneda falsa presupone siempre el cono-
cimiento de los metales y sus aleaciones, de las técnicas de
grabación y acuñación. Desde que se imprime papel moneda,
las cosas se han simplificado. Con los ordenadores y la digitali-
zación es aún más sencillo. Se calcula que en el mundo circu-
lan diez mil millones de dólares falsos.

En la comunicación, el engaño no sólo se da en el ámbito


de los medios primarios, sino sobre todo en los medios tercia-
rios, donde tanto uno como otro participante necesitan un
aparato para poder comunicarse. La técnica de comunicación,
acelerada a través de las grandes distancias para grandes can-

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tidades de receptores dispersos, conduce a la simplificación de
los signos en imágenes y abreviaturas lingüísticas. De este
modo reducen las posibilidades de descifrarlas, al tiempo que
sobrecargan con nuevas abreviaturas la percepción y exceden
la capacidad de la memoria.
En el lenguaje, la metáfora, como imagen lingüística, redu-
ce el discurso. La imagen lingüística puede facilitar la com-
prensión, pero no contribuye a la explicación, ya que la expre-
sión gráfica introduce otro modo de representación. Se “ve” lo
que quiere decir “la nave del Estado”, pero esta imagen no
dice nada acerca del Estado, sino que representa al oyente a
una representación (gráfica) del Estado.
Puede decirse entonces que cuanto más corta y estereoti-
pada sea la comunicación, tanto mayor será la violencia
simbólica y el poder de los medios, y tanto menor el significa-
do que puede utilizar para sí mismo el sujeto receptor.
Hoy día, la mayor parte de la comunicación se hace a través
de los llamados medios de masas, que, como el término “co-
municación de masas”, no deja de ser un eufemismo. Como es
sabido, ni las masas se comunican entre sí a través de esos
medios ni éstos son de las masas, sino de unos pocos que pro-
ducen masivamente para las masas.
Producción masiva significa producción en serie, indiferen-
ciada, simplificación y estereotipación. Como en la producción
comunicativa se trata de productos del pensamiento, de con-
tenidos de conciencia, esta serialización e indiferenciación
tiene también algo que ver con la producción del pensamiento
indiferenciado, acrítico, esto es, mágico.

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VI

Los pocos propietarios de los medios de comunicación emple-


an la economía de señales para el dominio de los muchos.
La utilización de los medios presupone siempre una mani-
pulación, esto es, una intervención inconsciente en el material
comunicativo con unos intereses muy concretos. Cualquier
proceso de producción comunicacional, desde la elección del
medio, la grabación, la mezcla, la realización y la distribución,
es una intervención en el material existente. Lo que importa
no es que los medios y los mensajes de la industria de la con-
ciencia sean manipulados o no, sino quién los manipula y en
provecho de quién, al servicio de qué intereses.
El primer paso para ser dueños de nuestras vidas y de nues-
tro futuro se inicia con el conocimiento de las trabas interesa-
das que otros nos ponen en el camino para llevarnos a su
huerto. La manipulación espiritual, como comunicación orien-
tada al dominio ideológico, persigue adaptar todo lo posible al
sistema social vigente la conciencia y las actividades, incluidas
las de su tiempo libre, de la mayoría de la población, en contra
de sus intereses objetivos y, por consiguiente, subordinarlos a
los intereses minoritarios. Los más deben someter su imagen
del mundo, su comprensión de las cosas, sus hábitos de pen-
samiento, sus sentimientos, sus gustos, en suma, su forma de
vida, a los intereses de los menos. La manipulación significa la
deformación espiritual del pueblo, privarlo de sus facultades y
actividades creadoras. A través de ella se menoscaba sistemá-
ticamente la subjetividad del individuo, esto es, su personali-
dad. Manipulación significa uniformidad del espíritu, degrada-
ción de todo el ser humano a objeto, o a simple número con-
table que se vende a x Pts. el millón de telespectadores en las
audiencias de televisión, por ejemplo. El receptor y consumi-

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dor de los mensajes y productos de esta industria de la con-
ciencia y del entretenimiento no participa en la planificación,
la dirección, las decisiones ni la gestión de esta producción. No
se trata, como decía McLuhan, de que el medio sea el mensa-
je, sino de que todos los medios transmiten el mismo mensa-
je, y hasta la misma foto. Por eso, “lo que la gente ve, lee y
escucha, lo que viste, lo que come, los lugares a donde va, y lo
que cree estar haciendo, han pasado a ser responsabilidades
de un sistema de información que fija gustos y valores en fun-
ción de sus propios criterios de mercado, los cuales, a su vez,
se refuerzan a si mismos” (H. I. Schiller. Los manipuladores de
cerebros, p.189)
Para conseguir esa uniformidad de la conciencia en una so-
ciedad dividida por contradicciones antagónicas se aplican
métodos psicológicos que se han confirmado con éxito en la
“publicidad” comercial, en la industria del reclamo.
Con los recursos científicos de las disciplinas más diversas
(sociología, estudios de opinión, psicología, politología, rela-
ciones públicas, estudios del comportamiento y de las motiva-
ciones, teoría de la comunicación, etc.) se obtiene un pensa-
miento en modelos preformados. Una manera de pensar que,
además, refuerza la apariencia de que se actúa libremente.
Bajo el manto de una supuesta libertad de expresión, los po-
cos que realmente disfrutan de ella, es decir, los pocos que
disponen de los medios para expresarla, intentan moldear
sistemáticamente las conciencias de millones de personas, los
condenan a la minoría de edad intelectual, los educan para ser
dóciles, para soportar, sin críticas, el sistema de dominio y
explotación vigente, y para considerar como propios los idea-
les falsos de este sistema. Las actuaciones y conductas resul-
tantes se presentan como decisiones “libres”, autodetermina-
das, cuando en realidad son inducidas, heterodeterminadas.

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VII

Como fenómeno típico de la vida espiritual en esta autode-


nominada “sociedad libre de mercado”, el dominio de las con-
ciencias parte, entre otras cosas, de las siguientes condiciones
previas:
1) La concentración sin precedentes del capital en los sectores
clave y, al mismo tiempo, la reciente caída de la tasa de bene-
ficios.
2) El consiguiente problema de la valorización del capital y la
búsqueda de nuevas inversiones.
3) El desarrollo del sector terciario, de servicios.
4) La eliminación de las fronteras nacionales por necesidades
de expansión del capital, aunque, por otro lado, se estén cre-
ando continuamente nuevas fronteras y conflictos étnicos.
5) La agudización de las contradicciones del capitalismo, es-
pecialmente entre el Norte y el Sur, entre pobres y ricos.
6) La existencia de medios técnicos modernos y conocimien-
tos científicos, eso que se suele englobar en el concepto de
“nuevas tecnologías”, que permitan el ejercicio unitario del
poder económico e ideológico sobre toda la sociedad.
7) Una oferta masiva de mercancías que estimula el consumo
como ideal deseable.
8) El progresivo abandono de la idea de “lo público”, lo que
ha llevado a la marginación de los servicios públicos en cuanto
organización y modo de regulación del sistema.
9) El consiguiente proceso de desregulación y privatización, la
implantación de criterios de rentabilidad financiera, en vez de

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criterios de rentabilidad social.
10) La comercialización de todos los aspectos de la vida mate-
rial y espiritual de los ciudadanos, lo que lleva, necesariamen-
te, a que el producto barato, esto es, el producto indiferencia-
do, uniforme, determine la producción y los programas. El
efecto final de la comercialización es, como se sabe, el entre-
tenimiento de productos fabricados en serie y guarnecidos de
reclamos comerciales.
11) Lo que se impone es el valor de cambio de la información
y del entretenimiento como mercancía destinada a compensar
ilusoriamente las carencias afectivas de la mayoría de la po-
blación, y no el valor de uso.
12) La industria de la comunicación y de la conciencia, princi-
pal instrumento de dominio y sumisión, se ha convertido en
sector estratégico en lo económico, lo político y lo cultural.

VIII

El dominio va dirigido al pensamiento, los sentimientos, las


acciones (y omisiones), a toda la persona. Desde la esfera
íntima hasta la presentación pública en el trabajo, en la escue-
la o en la política, no queda un solo aspecto, una sola esfera
de la vida que no reciba su influencia. El objetivo final es la
pasividad y la sumisión. El dominio de las mentes es una gue-
rra psicológica planificada, dirigida con conocimientos científi-
cos, contra el desarrollo progresista, esto es, solidario y co-
operativo, del ser humano, o lo que es lo mismo, contra el
progreso social.
En lo que se llama “sociedad libre de mercado”, el cometi-

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do de la industria de la comunicación, como el de cualquier
industria, estriba en producir beneficio, como el de cualquier
industria, estriba en producir beneficio, más aún, en estimu-
larlo y, sobre todo, en manipular a la mayoría de la población
de manera que no emprendan acciones contra el sistema de
economía privada, sino que lo apoyen y extiendan. La razón de
ser de esta estrategia se fundamenta en las leyes que rigen la
economía de mercado, Por eso hay quien la califica de “ins-
trumento de conquista” como hace Paulo Freire en su libro
Pedagogía del oprimido. La manipulación, dice este católico
brasileño, es uno de los recursos mediante los cuales “las eli-
tes dominantes tratan de hacer que las masas se amolden a
sus objetivos” valiéndose de mitos que explican, justifican y
hasta embellecen las condiciones existentes de vida, los pocos
que disponen de los medios vuelcan el apoyo en favor de un
orden social que no sirve a los intereses de la mayoría. Si la
manipulación tiene éxito, la gente no piensa en otros ordena-
mientos sociales ni, por consiguiente, se decide a cambiar el
orden existente.
Dicho en otros términos, la función primordial de la indus-
tria de la comunicación, la conciencia, el entretenimiento o
como quiera que se la denomine, en la sociedad capitalista
estriba en desorganizar y desmoralizar a los sometidos. Neu-
traliza a los dominados, por un lado, y consolida, por otro, la
solidaridad con la clase dominante y sus intereses. Al fin y al
cabo, “los ricos también lloran”, tienen problemas con sus
hijos, etc. Los modelos de conducta que presentan se basan
en el éxito personal, el individualismo, el aislamiento y la
fragmentación social. Lo colectivo no conduce a ninguna par-
te.

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IX

Una de las técnicas más desapercibidas y eficaces para con-


seguir este poder sobre las conciencias de los consumidores
consiste en seleccionar y difundir las informaciones y conoci-
mientos que mejor satisfacen los intereses y objetivos de los
productores. Hacer objeciones a esta selección equivaldría,
según los pocos que seleccionan y deciden para los muchos,
un atentado a la libertad de expresión, de comercio, de crea-
ción, etc. etc.
Cierto, la información es, por su naturaleza, selectiva. No se
puede publicar todo lo que acontece. Los periódicos y revistas
tienen un espacio, un número de páginas, limitado. Otro tanto
ocurre con los espacios y tiempos de la radio y la televisión.
Por eso hay que seleccionar entre el flujo incesante que sale
de los corresponsales y agencias, se criba en éstas, se envía a
las redacciones que, a su vez, vuelven a seleccionar, de modo
que, al final, apenas se publica un 1% de lo que originariamen-
te se produjo. Se trata de un despilfarro enorme que valdría la
pena analizar.
Como es lógico suponer, cada uno selecciona de acuerdo
con sus gustos, educación, ideología, intereses, necesidades,
etc. En la formación social que se denomina de “libre merca-
do”, es decir, en el capitalismo, se selecciona lo que se cree
que se va a vender mejor y a más gente.
Sea como fuere, debido a la concentración existente en es-
ta industria de la conciencia, o del entretenimiento como la
llaman otros, la verdad es que sobran los dedos de una mano
para contar las agencias internacionales que seleccionan los
acontecimientos y las imágenes que vemos en la mayor parte
del mundo. Otro tanto vale decir con la producción de pelícu-
las o series televisivas, libros de texto etc. Baste recordar la
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información sobre la Guerra del Golfo efectuada en exclusiva
por la cadena norteamericana CNN, o la de Yugoslavia, re-
transmitida en condiciones muy parecidas, y los periodistas
previamente cribados e informados por los militares del
Pentágono, que el 95% de la imágenes difundidas por los me-
dios de comunicación las suministra una agencia yanqui o que
el 90% de los conocimientos almacenados en los bancos de
datos del mundo son de propiedad privada norteamericana.
En suma, que estos pocos tienen el poder de definir la rea-
lidad para los muchos, de decirles lo que pasa, lo que es bueno
y malo, lo que hay que hacer y no hacer, cómo hacerlo, etc.
Este poder de definir el programa social de cualquier comuni-
dad es la clave del control social. Lord Nordclijje, dueño de
uno de los consorcios más poderosos de periódicos de princi-
pios de siglo, lo explicaba así, sin pelos en la lengua: “Dios en-
señó a los hombres la lectura para que yo pueda decirles a
quién deben amar, a quién deben odiar y lo qué deben pen-
sar.”
Y lo que nos cuentan suele ser casi siempre la historia de
los otros, no la nuestra. Y si estamos ocupados en vivir la his-
toria de los demás no tenemos tiempo de preocuparnos de la
vida propia. Pues si nos ocupásemos de ella y descubriéramos
como la determinan otros, no nos quedaríamos de brazos cru-
zados e intentaríamos cambiarla a mejor.
Lo opuesto a esta comunicación para el dominio es la for-
mación de conciencia crítica y voluntad democrática para el
desarrollo multilateral de la personalidad humana. Para eso se
requiere, entre otras cosas, la transformación del sistema de
producción material y espiritual, del sistema de enseñanza, la
creación de condiciones reales de acceso que permitan la li-
bertad concreta de expresión para todos, la supresión de las
medidas estatales que limitan estas libertades, el freno y la

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anulación de la influencia de los monopolios y oligopolios en la
formación de la opinión pública y en la cultura. Habría que
convertir a la mayoría, al pueblo, en protagonistas de los me-
dios, utilizando para la formación de su opinión los ejemplos y
modelos vivos, concretos, en todos los aspectos de la vida. El
pueblo como protagonista implica que las mayorías trabajado-
ras elaboren sus noticias y las discutan. ■

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Vicente Romano menciona que el poder en los medios de comunicación está en unos pocos,
estos pocos, imponen su modo de pensar y de actuar en la mayoría, esto por medio de su
biotiempo que otorgan las masas, además que usa la información selectiva provocando una
conducta heterodeterminada en las masas.

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