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JUZGADO DE CONTROL Y FALTAS Nº10

Protocolo de Autos
Nº Resolución: 53
Año: 2023 Tomo: 2 Folio: 353-375

EXPEDIENTE SAC: 11363867 - HABEAS CORPUS COLECTIVO -DENUNCIA DE LIMITACION DE LIBERTAD

AMBULATORIA Y DE TRABAJAR LIBREMENTE SIN ORDEN DE AUTORIDAD COMPETENTE Y ALTERACION DE LA

TRANQUILIDAD PUBLICA - HABEAS CORPUS

PROTOCOLO DE AUTOS. NÚMERO: 53 DEL 31/03/2023

Córdoba, treinta y uno de marzo de dos mil veintitrés.

Y VISTOS: Los presentes autos caratulados “HABEAS CORPUS COLECTIVO -

DENUNCIA DE LIMITACION DE LIBERTAD AMBULATORIA Y DE TRABAJAR

LIBREMENTE SIN ORDEN DE AUTORIDAD COMPETENTE Y ALTERACION DE

LA TRANQUILIDAD PUBLICA - HABEAS CORPUS” (SAC 11363867), tramitados por

ante este Juzgado de Control y Faltas n.° 10, de turno a la fecha de su presentación.

DE LOS QUE RESULTA:

1.a. Con fecha 28 de octubre de 2022, los ciudadanos David Andrés Boffa, Marina Santini,

Daniel Lattini, Diego Roberto Roiz, Héctor Fiorani, Alberto Bruzzesi, con el patrocinio legal

del Dr. Nazario Eduardo Bittar, presentaron escrito titulado habeas corpus colectivo a favor

de los vecinos y comerciantes de B° Centro de la Ciudad de Córdoba.

Posteriormente, con fecha 9 de noviembre de 2022, presentaron un nuevo escrito solicitando

que, para una mejor y más eficiente actuación procesal y defensa de sus derechos, se tenga en

cuenta esta nueva presentación junto con la anterior.

En su presentación expresaron que interponían acción de habeas corpus colectivo en razón

del constante avasallamiento y perturbaciones de derechos consagrados constitucionalmente

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que sufren quienes trabajan y viven en el Centro de la Ciudad de Córdoba.

Justificaron su legitimación activa en el carácter de autoridades electas del Centro Vecinal de

Barrio Centro de la Ciudad de Córdoba, y en defensa de derechos tales como la libertad

ambulatoria y al trabajo.

Argumentaron que el objetivo de la acción es que se cite a la Policía de la Provincia de

Córdoba, la Secretaría de Seguridad de la Provincia de Córdoba y al Ministerio Público Fiscal

de la Provincia de Córdoba, a los fines de que, de manera conjunta, se puedan instrumentar

dentro de la razonabilidad y proporcionalidad, medidas tendientes a mitigar y/o hacer cesar

las restricciones arbitrarias que dan origen a la presentación del habeas corpus.

Expusieron que quienes residen, trabajan y circulan por el Centro de la Ciudad de Córdoba

son víctimas de agrupaciones que se han apropiado del espacio público para realizar todo tipo

de reclamos, repudios y manifestaciones grupales. Que tales reclamos, lejos de desarrollarse

en tranquilidad y dentro de los cánones legales, son realizados de manera ilegal, cortando la

vía pública en su totalidad y en condiciones violentas, obstaculizando así el funcionamiento

de los servicios públicos de transporte y perjudicando de manera directa y maliciosa el

desempeño regular de la actividad laboral y comercial.

Manifestaron que el desorden derivado del modo caótico en el que se ejerce el derecho a la

protesta afecta la paz y el orden social, generando también una importante contaminación

auditiva y daño a la higiene pública. A modo de ejemplo, expusieron que en los acampes las

entradas de los edificios son utilizadas para satisfacer necesidades fisiológicas básicas. Esta

situación, sostuvieron los presentantes, genera enormes pérdidas económicas a los

comerciantes que, en muchas ocasiones, se ven obligados a tener que cerrar sus comercios.

Alegaron que la interposición de la presente acción no es una actitud apresurada, sino que ya

intentaron por todas las vías obtener respuestas de las autoridades competentes, pero solo

observan que la situación empeora con piquetes y manifestaciones diarias que entorpecen la

vida del colectivo de personas a cuyo favor se ejerce la acción.

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Asimismo, argumentaron que en la situación fáctica relatada se juega el ejercicio del derecho

a la libertad, lo que hace pertinente el ejercicio de la acción de habeas corpus. En apoyo de lo

expuesto, ofrecieron como prueba documental diversas notas periodísticas que dan cuenta de

lo relatado, videos de manifestaciones realizadas en el centro de la ciudad, y también

ofrecieron el testimonio de vecinos afectados.

Expresaron que se debe exigir una respuesta a las autoridades responsables, siendo éstas la

Policía de la Provincia de Córdoba, la Secretaría de Seguridad de la Provincia de Córdoba y el

Ministerio Público Fiscal.

Efectuaron reserva del caso federal, solicitaron se haga lugar a la acción interpuesta y se

disponga una acción conjunta para instrumentar –dentro de la razonabilidad y

proporcionalidad- medidas tendientes a mitigar y/o hacer cesar -de ser posible- las

restricciones arbitrarias a la libertad que padece el colectivo a cuyo favor se ejercita la acción.

También solicitaron la incorporación de la prueba ofrecida y la realización de la audiencia

prevista en los artículos 13 y 14 de la ley 23098.

b.Con fecha 14 de noviembre de 2022 se llevó a cabo la audiencia solicitada por los

presentantes en la que las partes expusieron sus diferentes puntos de vista. En la audiencia

celebrada el día 14 de noviembre de 2022 prestaron declaración, en calidad de damnificados,

los Sres. Héctor Fiorani, David Boffa, presidente electo del Centro Vecinal de B° Centro de la

Ciudad de Córdoba, Patricia Ester Luna, vecina del B° Centro, Pablo Godoy, comerciante del

B° Centro, María Santini, vicepresidente del Centro Vecinal de B° Centro, quienes relataron

la situación que tienen que transitar cada vez que hay una protesta social en el B° Centro,

haciendo énfasis en cómo su vida personal y laboral se ve afectada por la situación.

c. A raíz de lo manifestado en dicha primera audiencia, y como medida probatoria, este

Tribunal dispuso realizar con fechas 22/11/22, 06/12/22 y 7/12/22 constataciones de

manifestaciones en diversos puntos del Centro de la Ciudad de Córdoba. Así las cosas, en la

manifestación realizada principalmente por la agrupación Polo Obrero el día 22/11/22, según

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publicó el diario La Voz del Interior, la protesta habría afectado el 80% del transporte público

de la ciudad. Además, se observó que en diversas agrupaciones los manifestantes concurrían

con niños de corta edad.

d. El 21 de diciembre de 2022 se realizó una segunda audiencia entre las partes en la que se

expusieron alternativas para abordar la problemática de las protestas sociales en el espacio

público, y se comprometieron a continuar trabajando en conjunto para alcanzar una solución.

Y CONSIDERANDO:

I. Procedencia de la acción.

El habeas corpus es un recurso judicial sumario por el que se tutela la libertad corporal y de

locomoción. Desde la reforma constitucional de 1994 se encuentra delineado en el art. 43 CN

y también en el reenvío a los tratados sobre derechos humanos que lo reconocen (art. 72 inc.

22, C).

Suelen distinguirse diferentes modalidades de habeas corpus.

El habeas corpus preventivo es aquel que puede plantearse ante la amenaza concreta e

injustificada de sufrir una restricción corporal o de locomoción.

El habeas corpus tradicional o reparador es el que se presenta ante la concreción de la

restricción injustificada, que puede abarcar tanto la privación efectiva de la libertad corporal o

de movimientos o las molestias que, sin llegar a la privación, suponen una limitación

injustificada, el hábeas corpus restringido es el que se dirige contra toda forma de molestias

que perturben o alteren la libertad física sin llegar a su privación (ej. seguimientos,

vigilancias, impedimentos de acceder a lugares como el domicilio o el lugar de trabajo, etc.),

el hábeas corpus correctivo que se funda en el agravamiento injustificado de las condiciones

de detención o privación de la libertad; y, finalmente, desde 1994 y por mandato

constitucional, también procede el hábeas corpus en la desaparición forzada de personas

(debiendo la autoridad dar cuenta de las personas desaparecidas, cuando sea imputable a ella

y a pesar de que ninguna autoridad se haga cargo del arresto).

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El origen de la restricción corporal o ambulatoria puede provenir de una autoridad pública, o

aún generarse por actos de particulares.

A la luz de las distintas modalidades de habeas corpus expuestas, y teniendo en cuenta el

contenido de las presentaciones formuladas por los aquí accionantes, nos encontramos ante un

supuesto de habeas corpus restringido, pues su objeto es hacer cesar las molestias que

perturban y alteran la libertad física y de locomoción de los accionantes, sin llegar a ser

una detención ilegal. A su vez, la acción también tiene las notas de un habeas corpus

preventivo, ya que opera ante la necesidad de resguardar los derechos de los peticionarios,

ante un estado de amenaza concreta de sus libertades.

Por otra parte, la naturaleza de los hechos y requerimientos traídos a consideración de este

juzgado mediante la acción impetrada, permite considerarla dentro de la variante de habeas

corpus que se pretende -colectivo-, en tanto su objeto está dirigido a procurar la tutela de los

derechos fundamentales de las personas que viven, trabajan y transitan por el B° Centro de

esta ciudad. En esta clase de habeas corpusla pluralidad de sujetos afectados puede estar

descripta con nombre y apellido o estar definida como un colectivo determinado. También

puede referirse a ambas hipótesis. Sin perjuicio de lo señalado, cabe también aclarar que la

afectación real de derechos invocada por los accionantes, por lógica, también interfiere con el

normal goce de derechos básicos de toda la población que concurre al espacio céntrico de la

ciudad.

Si bien este tipo de procedimiento no se encuentra expresamente previsto, la CSJN ha

entendido que resulta “lógico suponer que si se reconoce la tutela colectiva de los derechos

citados en el párrafo segundo del art. 43 de la Constitución Nacional, con igual o mayor

razón la Carta Magna otorga las mismas herramientas a un bien jurídico de valor prioritario

y del que se ocupa en especial [en el último párrafo de tal dispositivo], no precisamente para

reducir o acotar su tutela sino para privilegiarla” (CSJN, causa “Verbitsky”, 3/5/05, pub. en

L.L. del 25/8/05).

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A su vez, también se ha tenido en cuenta que si se procurara dar una solución individual y

concreta en cada caso, negándose la existencia de un habeas corpus colectivo con base en una

interpretación literal y hermética del artículo 43 de la CN, no solo se convertiría aquel en letra

muerta, sino que se echaría por tierra al cambio de paradigma pretendido por el constituyente

que incorporó, en la reforma de 1994, la protección de derechos colectivos y los consiguientes

procesos constitucionales como mecanismos de tutela efectiva; tanto así que

jurisprudencialmente, de discutirse la existencia o no de “un caso”, se ha pasado a aceptar la

vía para atender no sólo situaciones actuales sino también potenciales.

En relación a la naturaleza jurídica de la acción, Armando Aquino Britos sostiene que

“…tiene la estirpe garantística idéntica que el amparo para repeler actos que invadan la esfera

de la libertad y por supuesto la restrinjan y la limiten quitándole –con ello- la efectividad

constitucional… Esta acción materializa la garantía –como especie- del recurso sencillo y

rápido previsto en el art. 25 de la CADH. De allí entonces que el hábeas corpus restringido es

el tipo de hábeas corpus que tutela la libertad de transitar y circular sin restricciones indebidas

en las vías de uso y de libre ingreso y salida del propio domicilio… Todo acto lesivo

comprende hechos, conductas u omisiones. La omisión comprende al incumplimiento de

acciones que deben realizarse para cumplimentar una obligación constitucional de expedirse,

y tal inacción dañosa se revierte con un mandamiento de ejecución donde se obliga a una

autoridad pública que cumpla con el mandato constitucional en el caso específico. No solo

alcanza este concepto a la omisión en resolver un pedido concreto que afecte un derecho

fundamental, también se entiende a la omisión de cumplimiento de una misión constitucional

específicamente impuesta; o a la pasividad frente a la posibilidad de asumir una conducta no

impuesta, o la morosidad como uso discrecional, es decir cuando el orden jurídico deja

librado al criterio del poder público obrar o no obrar cuando lo crea conveniente. Requiere

“actualidad”, que es el mantenimiento de la cuestión de hecho al tiempo de resolver mediante

el habeas corpus el hecho que motiva la restricción e impide el ejercicio del derecho de

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transitar o circular. “Se trata de auspiciar la herramienta constitucional evitando resolver

cuestiones abstractas, aunque la evolución de la figura tiende a permitir que, sin perjuicio

sufrido, se considere actual a la función judicial preventiva…”.

En cuanto a la procedencia de la acción, el citado autor sostiene que “procede cuando por

hechos infundados la autoridad efectúa una restricción, que implica reducción, disminución o

limitación del derecho fundamental de la libertad ambulatoria o el ejercicio del mismo.

También se produce una alteración, que es un accionar por el cual se cambia, modifica y

desnaturaliza un derecho, sea por tiempos, formas o modos en su ejecución. Por ese obrar

lesivo se le quita la nota de eficacia al derecho, propia del goce y ejercicio de los mismos. La

dimensión del precepto puede trabajar con la guía del principio alterum non leadere, tomado

con la amplitud que se necesita para fijar los límites al ejercicio del poder. La ley 23.098 dice

que procede la acción de hábeas corpus cuando se denuncie un acto u omisión de la autoridad

pública, que implique limitación o amenaza actual de la libertad ambulatoria sin orden escrita

de autoridad competente … Debe tenerse presente que el hábeas corpus restringido procede

para los supuestos de limitación parcial de la libertad, especialmente en relación a la libertad

ambulatoria o de desplazamiento con el que procura neutralizar atentados menores a la

libertad de transitar o circular, como seguimientos infundados, hostigamientos, o molestias

que se funden en actos ilegales o arbitrarios. En algunas circunstancias los actos son

reiterados, repetitivos y obedecen a un abuso de poder con la intención de causar temor y con

ello restringen el derecho a circular y transitar”.

En cuanto a la necesidad de que los poderes públicos del Estado regulen determinadas

situaciones para salvaguardar derechos constitucionales básicos, el autor sostiene que “La

modalidad de garantía y su efectividad no solo depende de la generosidad de un ordenamiento

jurídico que la recepta sino que la adecuada instrumentación que de la misma realicen los

jueces. Se vio en la mayoría de los casos en el accionar del poder judicial, pero la Corte

Suprema marcó un camino cuando actuó como tribunal de garantías constitucionales en

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cuanto le tocó hacer prevalecer la vigencia de los derechos fundamentales y su alcance ante

actos estatales que bien podrán justificarse por una emergencia natural que provocó una

parálisis en la sociedad alcanzando también al funcionamiento institucional”[1].

II.Legitimación procesal activa.

Los presentantes interpusieron acción de habeas corpus en el carácter de autoridades de

l Centro Vecinal del Barrio Centro de la Ciudad de Córdoba.

Del art. 43 de la Constitución Nacional y de la ley de habeas corpus surge que cualquier

persona puede ejercitar la acción sin necesidad de poder ni patrocinio letrado. A su vez, en el

precedente “Verbitsky” la CSJN estableció una legitimación amplia en materia de habeas

corpus colectivo. Así las cosas, dentro de la normativa que regula la actuación de los Centros

Vecinales se les atribuye la facultad de “llevar adelante acciones tendientes a la satisfacción

de las necesidades comunes de los vecinos y el mejoramiento de su calidad de vida, sobre

principios de participación democrática, colaboración mutua y solidaridad vecinal” (Art. 1

Ord. Municipal n° 10.713). Por ello, corresponde reconocer tal capacidad a los accionantes,

en su carácter de representantes del colectivo invocado.

La demanda se deduce en favor de un “colectivo”, que no se traduce como la simple suma de

intereses individuales, sino que trasunta en algo superior, esto es, el reclamo de un conjunto

de personas, más o menos determinado, que abogan por un mismo derecho o conjunto de

ellos.

III. Conclusiones del juzgado.

La acción de habeas corpus formulada por los presentantes se vincula con la vulneración de

numerosos derechos básicos y elementales, como el de la libertad de locomoción, de ejercer el

comercio o toda industria lícita, de ingresar y salir libremente de sus domicilios y sus

negocios, entre otros tantos. Dicho cercenamiento, según sostienen los accionantes, se

produce como consecuencia del ejercicio abusivo del derecho a la protesta y las

omisiones de las autoridades estatales frente a esta situación.

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El derecho a la libertad y su ámbito de protección.

Dadas las particularidades del planteo formulado, corresponde conceptualizar el contenido y

alcance del derecho a la libertad y seguridad personal para así determinar el ámbito y los

mecanismos de protección de este derecho por medio de la herramienta garantizadora que

constituye el habeas corpus. En otras palabras, corresponde indagar si nos encontramos, o no,

ante una situación capaz de ser tutelada mediante la mencionada herramienta constitucional.

La Corte IDH ha inscrito el derecho a la libertad personal dentro de la libertad general del ser

humano. El bien tutelado comprende el derecho de toda persona de organizar, con arreglo a la

ley, su vida individual y social conforme a sus propias opciones y convicciones. La seguridad,

por su parte, sería la ausencia de perturbaciones que restrinjan o limiten la libertad más allá de

lo razonable.

La libertad, definida así, es un derecho humano básico, propio de los atributos de la persona,

que se proyecta en toda la Convención Americana. En efecto, del Preámbulo se desprende el

propósito de los Estados Americanos de consolidar “un régimen de libertad personal y de

justicia social, fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre”, y el

reconocimiento de que “sólo puede realizarse el ideal del ser humano libre, exento de temor y

de la miseria, si se crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos

económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos”.[2]

En lo concerniente al artículo 7 de la Convención Americana de Derechos Humanos, la Corte

Interamericana de Derechos Humanos ha aclarado que “éste protege exclusivamente el

derecho a la libertad física…”, lo cual no resta significación a este derecho sino más bien la

pone de relieve, pues dicha libertad es el estado natural de la persona, aquel en el cual puede,

sin cortapisas o barreras físicas, organizar, con arreglo a la ley, su vida individual y social

conforme a sus propias opciones y convicciones.

Las personas que sufren una restricción de su libertad son titulares de los derechos humanos,

pero no pueden disfrutar de todos ellos de manera plena por las limitaciones ligadas a esa

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situación de detención o cuando padecen molestias irrazonables y arbitrarias a su libre

locomoción. En ese orden de ideas, el derecho a la libertad personal es de crucial importancia

puesto que, cuando este es vulnerado, se genera un riesgo de que se produzca la vulneración

de otros derechos, como la integridad personal y, en algunos casos, la vida”.[3]

El artículo 7.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos plasma este derecho de

manera general, al reconocer a toda persona el “derecho a la libertad y a la seguridad

personales”, lo cual se traduce en la exigencia normativa de procurar, tanto como sea posible,

la preservación del estado de libertad física de cada ser humano.

El derecho a la libertad personal admite restricciones, que deben ajustarse a los artículos 30 y

32.2 de la Convención. En este sentido, el artículo 7.2 de la Convención establece, como

principio, que nadie puede ser privado de su libertad física, pero a continuación deja a salvo la

posibilidad de adoptar injerencias en este derecho, “por las causas y en las condiciones fijadas

de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes o por las leyes dictadas

conforme a ellas”. Entonces, cualquier restricción de la libertad deberá precisar las “causas” y

las “condiciones” en las cuales la privación de libertad o su limitación se ordene.

Por otra parte, la libre locomoción, cuya relación con la libertad personal es íntima, está

consagrada en varios convenios y pactos internacionales, entre ellos la Declaración Universal

de los Derechos Humanos (Naciones Unidas, 1948), cuyo artículo 13 señala que “toda

persona tiene derecho a circular libremente (...) en el territorio de un Estado”, y el Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Ley 74 de 1968, que en su

artículo 12 indica: “Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un Estado tendrá

derecho a circular libremente por él...”. Así las cosas, la Constitución Nacional reconoce el

derecho a la libertad de tránsito que consiste en el derecho que tiene toda persona para

ingresar, permanecer, circular y salir del territorio argentino (art. 14 CN).

El análisis de la presentación y los testimonios prestados en las audiencias dan cuenta de una

afectación arbitraria a la libertad personal y de locomoción, que es el derecho que se ampara y

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garantiza a través del habeas corpus.

La situación descripta por los presentantes, sin llegar a resultar una privación de la libertad en

el sentido de una detención, implica una perturbación arbitraria e injustificada al derecho de

transitar libremente por la vía pública y a concurrir a comercios para trabajar o desplazarse de

un punto a otro del B° Centro de la ciudad de Córdoba.

En ese sentido, tal como lo expresaron los accionantes y se acreditó en el diligenciamiento del

presente trámite, se observa que ante la realización de una manifestación social de carácter

masivo, calles troncales y neurálgicas del Centro de la Ciudad son tomadas por los integrantes

de las agrupaciones que protestan y ello apareja, como consecuencia necesaria e ineludible, la

imposibilidad de los ciudadanos de transitar, en sus vehículos particulares o en el transporte

público, por las arterias principales del sector más importante de la ciudad. Al respecto,

corresponde efectuar una analogía válida e ilustrativa en tanto el sistema de tránsito de una

ciudad como la de Córdoba podría perfectamente compararse con el sistema vascular de un

cuerpo, en tanto la obstrucción de las arterias principales, aunque sea por períodos acotados,

podría perfectamente acarrear el colapso completo de todo el sistema. Así, vemos que, como

consecuencia de la afectación a la libertad ambulatoria, también se restringen

injustificadamente otros derechos constitucionales, como el derecho a trabajar, a concurrir a

establecimientos educativos, gubernamentales, a procurarse la atención de la salud, entre

innumerables otros.

Además, tal como expresaron los accionantes, el marco de las manifestaciones multitudinarias

referidas opera como caldo de cultivo y pantalla para la comisión de diversos delitos (arts.

194, 209, 211, 213 bis y otros, del CP) y contravenciones (art. 68, 75, 81, 95 y 103 del Código

de Convivencia Ciudadana) que, en razón del principio de legalidad procesal, deben ser

investigados por el Ministerio Público Fiscal.

También es preocupante el avasallamiento de los derechos de otro colectivo vulnerable que

merece especial protección del Estado. Me refiero a la utilización de niños en las

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manifestaciones callejeras.

Conforme destacaron los accionantes y puntualizó la Sra. Jefa de Policía de la Provincia de

Córdoba en las audiencias, niños, niñas y adolescentes suelen ser usados por ciertas

agrupaciones como escudo para impedir el accionar de las fuerzas policiales. Esa

circunstancia coloca a los menores en una situación de riesgo para su integridad física y,

además, vulnera otros derechos básicos de la niñez como el acceso a la educación,

esparcimiento y la necesidad de contar con un marco de contención que promueva su

desarrollo armónico y la protección de su interés superior.

Según se acreditó a lo largo de este procedimiento, la ocupación indebida del espacio público

del B° Centro de la ciudad de Córdoba es una situación continua y sistemática que, en

ocasiones, ocurre hasta más de una vez por semana. Ello conlleva un estado de amenaza

permanente a las libertades de los accionantes y de todo ciudadano que precise circular y

desarrollar actividades de su vida cotidiana por el Centro de la Ciudad de Córdoba. En efecto,

se ha vuelto una práctica habitual que los ciudadanos, previo decidir si concurren o no al

centro, verifiquen si ese día está programada alguna manifestación en ese sector de la ciudad.

Frente a las diversas modalidades mediante las que podría ejercerse el derecho a manifestarse

y peticionar ante las autoridades se ha vuelto una costumbre hacerlo mediante acciones

ilícitas, cuestión que claramente no puede ser tolerada. En ese contexto, solamente a partir de

una mirada sesgada por criterios ideológicos podría pensarse que la libertad de locomoción no

está siendo afectada arbitrariamente y que nos encontramos ante un supuesto de colisión de

derechos.

Este tribunal ya ha aclarado en el Obiter dictum de la causa “ALVAREZ, Julio Martín,

p.s.a. Intimidación Pública Agravada, etc.” (Expte. SAC Nº 9894753), Auto n° 24 del

03/03/2022, aspectos conceptuales referidos a la ponderación de derechos como el de la

libertad de expresión, de petición ante las autoridades y bienes jurídicos como la

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libertad, la tranquilidad social y la integridad física y psicológica de las personas. Cabe

recordar que en dichas actuaciones se sometió a juzgamiento una serie de conductas

atribuidas a un grupo de integrantes de un sindicato de agentes estatales en el marco de

manifestaciones, marchas y cortes de calles por reclamos sectoriales, actitudes entre las

que llamaba particularmente la atención la circunstancia de que miembros de la

agrupación manifestante habría disparado un artefacto de pirotecnia que provocara

lesiones a un niño de cuatro años que acompañaba a su madre en actividades cotidianas,

y que quedaran aprisionados por la columna de protestantes. Dicha situación aberrante,

indolente y evidentemente apática motivó por parte de este magistrado la expedición del

mentado acápite conteniendo apreciaciones generales en torno a los límites a derechos

tales como a la protesta y a peticionar ante las autoridades, y su interferencia como

avasallamiento a derechos humanos fundamentales del resto de los habitantes.

Esas consideraciones son absolutamente pertinentes para el caso que nos ocupa. En ese

sentido, he afirmado en el precedente señalado que “Surge evidente que los gremios con

mayor poder de convocatoria y movilización –como también otras organizaciones

sociales- ya no se conforman con hacerse escuchar en cuanto a sus reclamos, sino que

sus manifestaciones se han convertido en verdaderas demostraciones de fuerza. Ese afán

por “ganar la calle” no puede ser visto ingenuamente como una mera modalidad de

actividad sindical lícita, sino que constituye una técnica de amedrentamiento social.

Incluso ya ni siquiera trasunta el problema por una cuestión numérica o de magnitudes.

Más allá de las organizaciones aludidas, se advierte en la actualidad que incluso

cualquier grupúsculo de individuos que afirman encontrarse afectados por alguna

circunstancia puntual tiene el atrevimiento de obstruir el flujo de las arterias más

transitadas de la ciudad, lo cual de ningún modo puede ser consentido por las

autoridades encargadas de velar por el normal desenvolvimiento de la ciudad.

Entiéndase bien, la expresión “criminalización de la protesta” es tan sólo un eufemismo

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o un cliché pues, como tal, no existe. Una protesta puede constituir una actividad lícita o

bien delictiva, según qué conductas involucre. Nadie las criminaliza, sólo sus

participantes al cometer durante éstas delitos o contravenciones (cortes totales o

parciales de calles, lanzamiento de pirotecnia u objetos contundentes, vandalización de

bienes públicos o privados, privación ilegítima de libertad de personas ajenas que

quedan inmovilizadas en un lugar, etc.). Todos estos comportamientos constituyen, lisa y

llanamente, ilícitos penales. Por consiguiente, las autoridades estatales están obligadas a

intervenir, pues carecen de facultad discrecional para dejarlos pasar inadvertidos. Así

como el principio de legalidad resulta vinculante en la actividad judicial para la

persecución y juzgamiento de delitos ya cometidos, también se impone ante todo

funcionario público competente que toma conocimiento de la futura o actual comisión

de los mismos…

Lo contrario, es decir, una indebida tolerancia de una transgresión legal mal entendido

como el legítimo ejercicio del derecho de expresión o de peticionar ante las autoridades,

sólo logrará dar pie a una espiralización creciente de violencia que terminará

desdibujando la frontera entre lo permitido y lo que no lo está. La sutil diferencia entre

un estado de derecho y el caos.

Una postura displicente y permisiva del Estado frente a hechos semejantes sólo logra

naturalizar en el pensamiento de los transgresores la supuesta legitimidad de los

métodos escogidos para hacer valer sus pretensiones, con la salvedad de que dicho

avance indebido repercutirá de manera directamente proporcional en desmedro de

derechos individuales de la ciudadanía en general…

Aparece claro que aquí nos enfrentamos con un particular supuesto: una aparente

colisión de derechos que no es tal. Y no es tal porque, en realidad, se pretende presentar

un falso dilema entre verdaderos derechos (a circular libremente, a trabajar, a disfrutar

de paz social, etc.) e intereses sectarios, grupales o incluso individuales disfrazados de

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derechos. En términos concretos, nadie cuestionará la licitud de circular normalmente

por la vía pública, estacionar un vehículo en lugares permitidos, detenerse ante un

semáforo sin ser molestado, entre otras cosas. Por el contrario, ninguna norma consagra

derecho alguno a interrumpir o demorar arbitrariamente el tránsito, a imponer

unilateralmente cánones de estacionamiento o de circulación, o bien a alterar la paz

social.

Por todo ello, esta Magistratura considera fundamental que la totalidad del Estado, a

través de sus distintos órganos, comparta una visión integral sobre la situación y las

soluciones a tales problemas –que no son otras que las que la ley ordena-. En tal sentido,

es el Poder Judicial desde su rol institucional, pero también como fundamental actor

social al amparo de su lema y anhelo de estar cerca de la población, el órgano encargado

de señalar los límites de la convivencia pacífica, y cuándo éstos se encuentran

vulnerados sistemáticamente. No satisface tal anhelo el conformismo de aceptar

mansamente premisas tales como “liberar media calzada de la vía pública”, exhortar a

los ciudadanos que “eviten ir al centro” o a los comerciantes a “cerrar sus negocios para

prevenir daños”, pagar indebidamente por un estacionamiento para evitar daños en el

vehículo o incluso entregar dinero en cada esquina de la ciudad para evadir un

altercado o incluso tener que tolerar la contaminación sonora de caños de escape en

infracción a la ley.

Nada de eso es vivir en libertad, es tan sólo resignarse –como se dijo- a “la ley de la

selva”…

Está claro que la solución a esta situación no trasunta por la sola tarea de un fiscal o un

juez cuando los hechos ya han acaecido. Por el contrario, debe encararse una férrea

política estatal de prevención y disuasión de estas transgresiones, con la sola utilización

de las herramientas legales disponibles (Código Penal y Código de Convivencia,

fundamentalmente). A tal fin, además, se debe restituir a las fuerzas de seguridad la

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plena confianza de que contarán con absoluto apoyo institucional en caso de requerirse

su intervención activa (siempre dentro de los límites de la ley)…

Es la sociedad cautiva del caos, representada … en quienes diariamente se dirigen a sus

trabajos, atienden sus comercios, circulan por las calles sin molestar a los demás,

disfrutan de los espacios públicos, entre otras, la que reclama cada vez con más énfasis

la restauración del orden y la convivencia pacífica. Y la solución es simple y

contundente: la aplicación de la ley…

En dicho entendimiento, todos y cada uno de los agentes, funcionarios y magistrados del

Estado (en todas sus órbitas) se encuentran obligados a actuar o bien a requerir la

actuación de la autoridad correspondiente, ante el mero anoticiamiento de supuestos

como los aludidos. Nadie puede poner en duda que el ciudadano de a pie, si bien por lo

general cultiva un perfil bajo y carece de voz propia, goza de los mismos derechos que

les asisten a aquéllos que engrosan las filas de distintas agrupaciones (gremiales,

partidarias, deportivas, etc.), o bien de sujetos que deciden conducirse como les plazca

sin reparar en los derechos del resto. De hecho esa vulnerabilidad del individuo, de

encontrarse invisibilizado y de no poder hacerse escuchar, muchas veces pretende ser

revertida por comunicadores sociales comprometidos, como fue el caso –entre tantos

otros- de la editorial expresada por el Periodista Jorge Martínez en su programa de

Radio Mitre de fecha 25/07/2018 (https://radiomitre,cienradios.com/los-viven-cortar-

puentes/) ante el corte simultáneo de todos los accesos de la ciudad…”(Obiter dictum,

Auto n° 24 del 03/03/2022 causa “ALVAREZ, Julio Martín, p.s.a. Intimidación Pública

Agravada, etc.” Expte. SAC Nº 9894753).

De allí que el Estado debe asegurar el imperio del derecho y una justa convivencia social, y

para ello tiene facultades para imponer limitaciones en la forma, modo o extensión del goce

de los derechos. Estas limitaciones son en beneficio de la comunidad, pues tratan de defender

el interés social, equilibrando los derechos de unos frente a otros, y del Estado mismo.

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El destacado jurista Carlos Nino, en su libro Un país al margen de la ley, alude a un estado de

anomia boba. Una sociedad que de modo sistemático se aleja de las reglas, generando una

dinámica disfuncional, caracterizada por la circunstancia de que ese apartamiento normativo

generalizado conlleva un perjuicio para todos los individuos, incluso quienes quiebran las

reglas.

El derecho a peticionar a las autoridades puede ejercerse, como todos los demás derechos,

bajo ciertas modalidades y dentro de cierto límite y éste, claramente, es el que marca la ley.

Lo contrario implica tergiversar el claro sentido literal de la norma, lo cual justamente

profundiza el estado de anomia colectiva.

Cuando la forma de protestar implica cometer un delito (coaccionando a terceros o

imponiéndoles restricciones arbitrarias a su libertad), o una contravención, ya no se está

ejerciendo una petición o expresando una idea u opinión sino, más bien, cometiendo un ilícito

penal. Entonces, el rol del Estado, a través de sus diferentes áreas y poderes, es garantizar el

ejercicio de las libertades individuales, entre ellas la de la protesta y la libertad de expresión,

siempre y cuando no afecte otros derechos fundamentales de terceros, especialmente cuando

frente a agrupaciones organizadas, sean gremios u organizaciones sociales, un conjunto de

vecinos y ciudadanos que no cuentan con esa estructura se ven perjudicados en el ejercicio de

su libertad y en una clara posición de inferioridad para ser oídos, si no acuden a los mismos

medios ilícitos y hasta violentos.

En tal sentido, no puede pasarse por alto que la intervención estatal en la regulación de las

situaciones señaladas resulta insustituible, a fin de evitar la aludida espiralización de violencia

entre ciudadanos. A modo de ejemplo, cabe recordar el lamentable episodio que tuvo lugar el

día veintiocho de septiembre de dos mil veintidós, oportunidad en la que se desató una batalla

campal entre simpatizantes del Club Atlético Talleres y manifestantes del Movimiento Teresa

Rodríguez, que se encontraban interrumpiendo el tránsito en la Ruta 11, a la altura de

Tacuarendí (Santa Fe). La omisión de una disolución temprana del corte dejó servida la

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solución al problema por mano propia a través de la intervención violenta de los simpatizantes

deportivos, quienes disolvieron el piquete de la manera que mejor se les dio (utilizando armas

de fuego, palos, piedras, machetes y cualquier medio lesivo a su disposición), con el

consabido resultado de varios heridos (https://www.clarin.com/deportes/futbol/pinas-corridas-

tiros-fuerte-cruce-hinchas-talleres-grupo-piquetero-ruta-11_0_Ni2p5IMhVf.html,

https://tn.com.ar/deportes/2022/09/28/machetes-armas-de-fuego-y-robos-salio-a-la-luz-un-

nuevo-video-de-la-pelea-entre-barras-de-talleres-y-piqueteros/).

El fenómeno señalado permite plantearnos los siguientes interrogantes, al menos como

ejercicio retórico: ¿acaso resulta razonable que el Estado se mantenga prescindente en estas

situaciones y deje librado a los propios ciudadanos la solución de estos conflictos? ¿Estamos

aguardando que los ciudadanos damnificados por los cortes de calles y piquetes se organicen

para salir a dar batalla a los manifestantes? ¿Cuánto falta para que un ciudadano en un “día de

furia” decida embestir a una multitud con su vehículo para abrirse camino y dejar de estar

cautivo en medio de un corte?

Esta posición no implica negar el derecho de los ciudadanos a manifestarse y criticar a las

autoridades estatales. Tampoco implica desconocer la importancia de la libertad de expresión,

especialmente la doctrina del “foro público”, de notable tradición en la jurisprudencia

norteamericana, según la cual “las calles y los parques han sido confiados al uso público

desde tiempo inmemorial, usándose desde siempre para el propósito de que los ciudadanos se

reúnan en asambleas, se comuniquen entre sí, y discutan sobre cuestiones públicas”[4]. Lo

que se quiere dejar en claro es que resulta ilegal e inconstitucional que los grupos que,

teniendo a mano medios lícitos para manifestarse (en plazas, parques), eligen hacerlo

mediante acciones que encuadran en diversos ilícitos penales, siendo el más habitual la

obstrucción del normal funcionamiento del transporte público (art. 194 del CP). Resulta

obvio que el hecho de que el espacio público sea el lugar utilizado por los ciudadanos para

canalizar sus peticiones y reclamos ante la autoridad pública no significa que el uso del

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mismo pueda realizarse de cualquier manera.

En una concepción democrática de la justicia, el derecho a la protesta y la libertad de

expresión revisten una importancia fundamental; sin embargo, la necesidad de asegurar un

debate público robusto en el que las distintas voces de la sociedad puedan ser escuchadas no

debe llevar a tolerar actitudes violentas que impliquen la violación de otros derechos humanos

básicos, como ser la libertad de locomoción y de trabajar, entre otros tantos.

De ser así, se llegaría al extremo inadmisible en un marco de Estado de derecho constitucional

de que sólo resultarían audibles las voces de aquellas agrupaciones que tienen un mayor poder

de impacto en los espacios públicos, y que mientras más osadas sean sus acciones, mayores

resultados obtendrán en sus reclamos. Lamentablemente, no estamos lejos de ese estado de

cosas y esta es la situación en la que se encuentran los presentantes: un conjunto de vecinos y

comerciantes del B° Centro de la ciudad de Córdoba que resultan constantemente tomados de

rehenes por las agrupaciones que ocupan abusivamente el espacio público.

El marco descripto nos lleva a una situación de desigualdad y a una naturalización de la

violencia, surgiendo la necesidad de que las autoridades estatales competentes tomen cartas

en el asunto y se restituyan las libertades constantemente vulneradas. Entiéndase bien, la

violencia ya se verifica con el atropello liso y llano de los derechos del otro, impidiéndole

circular libremente, trabajar, ingresar o salir de su domicilio, vivir en paz y tranquilidad, entre

otros derechos. No existe un piso tal para considerar a una situación violenta, como podría ser

exigir la verificación de agresiones físicas o detrimentos patrimoniales.

Lo expuesto no implica desconocer la acuciante realidad del país, los altos índices de pobreza,

desocupación, el marco inflacionario que deteriora constantemente el salario de la población y

la necesidad de ciertos sectores de manifestarse y reclamar por estas y otras problemáticas

sociales. Ahora bien, inmersos en ese mismo contexto, y también padeciendo el flagelo de

una economía en caída, se encuentran los vecinos y comerciantes del centro de la ciudad,

quienes ante una manifestación callejera se ven obligados a cerrar sus comercios frente al

Expediente SAC 11363867 - Pág. 19 / 45 - Nº Res. 53


temor de sufrir hurtos, daños o, simplemente, por la nula afluencia de clientes que apareja una

movilización social. Ello conlleva importantes pérdidas, toda vez que, además de la ganancia

que dejan de obtener, deben pagar rigurosamente impuestos, alquileres de locales

comerciales, salarios de empleados y otros costos propios de la actividad específica que

desarrollan. Esta situación, además de consolidar una injusticia, coloca en riesgo numerosas

fuentes de trabajo. También deben contemplarse situaciones igualmente graves, como la de

los residentes de las zonas afectadas, que en la mayoría de los casos se ven impedidos de

ingresar o salir de sus domicilios, de movilizar sus vehículos, como también se ven obligados

a soportar las inmundicias de basura y excrementos que les son dejados en los ingresos a sus

viviendas. Otra también es la realidad de las personas que, sin ser residentes o trabajadores de

la zona céntrica, se ven totalmente perjudicados debido a la interrupción o desvío de los

circuitos de transporte público urbano e interurbano. En estos supuestos también se advierte

cómo el propio Estado Municipal resulta perjudicado en su logística cotidiana. Se trata de una

realidad frente a la cual no podemos permanecer insensibles.

Por lo tanto, luce razonable el reclamo de los accionantes de que el estado encuentre la

manera de velar por el respeto de las libertades de locomoción, trabajo, cuidado del

patrimonio público, normal funcionamiento de las vías de transporte, etc; y al tiempo

establezca reglas para el desarrollo de la protesta social, regulando su ejercicio y

estableciendo sectores de la ciudad donde no se afecten de manera excesiva los derechos de

otros ciudadanos que ni siquiera son los destinatarios de los reclamos de quienes toman el

espacio público.

En el desarrollo de las audiencias realizadas en el presente proceso ha quedado demostrado

que, más allá del eventual tratamiento de una nueva legislación que regule el derecho a la

protesta social en el espacio público y de las herramientas que ésta podría brindar, el marco

normativo hoy vigente resulta suficiente para que las autoridades estatales actúen sobre la

problemática abordada. A modo de ejemplo, la Sra. Jefa de Policía explicó que, a partir del

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diálogo con referentes de organizaciones sociales, se consiguió llegar a acuerdos para evitar el

corte de puentes que dan acceso al Centro de la Ciudad.

En este punto considera el suscripto que corresponde destacar un aspecto de la situación que

resulta evidente, pero que a la vez no puede pasarse por alto. Las personas que con

habitualidad organizan y despliegan manifestaciones en la vía pública han adoptado la

modalidad de invocar distintos sellos bajo los cuales enmascaran supuestas organizaciones

sociales o movimientos populares de dudosa conformación y funcionamiento institucional y

democrático. De hecho, se advierte que generalmente ante los medios de comunicación

aparecen las mismas caras visibles, que a su vez encabezan los reclamos y sientan las

premisas de protesta, como también se vislumbra un elevado nivel de logística y manejo de

los concurrentes. Puntualmente, este magistrado ha podido constatar de visu la conducción de

grupos mediante personal encargado, incluso munidos de handies, como también el uso

camiones y otros vehículos con personas encargadas de acarrear equipamiento de sonido,

pasacalles, pancartas, etc. Asimismo, durante una de las manifestaciones aludidas, también se

ha podido constatar el acaecimiento de estampidas de personas por enfrentamientos entre

integrantes de distintas agrupaciones que se han agredido entre sí, habiendo en el lugar

incluso hasta menores de edad.

Es aquí donde se puede advertir prístinamente cómo quienes organizan estas movilizaciones

pretenden colocar deliberadamente al Estado en todas sus áreas (Poder Ejecutivo, fuerzas de

seguridad, Poder Judicial, autoridades municipales) en encrucijadas evidentes, en las que se

persigue condicionar el accionar de los distintos funcionarios competentes bajo la amenaza de

que cualquier intento por hacer cumplir la ley en resguardo de la mayoría de la población

traerá aparejadas una serie de reacciones tendientes a colocar a las propias autoridades y al

resto de la ciudadanía en situaciones aún más conflictivas.

Se vislumbra entonces una lisa y llana coacción contra las autoridades legal y

constitucionalmente designadas, con total independencia de su filiación política y partidaria.

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Se trata de un modus operandi común y constante contra cualquier gestión de gobierno, sea de

orden nacional, provincial o municipal, pasada, presente o futura. Una lisa y llana modalidad

antirrepublicana, una tiranía de masas. Al respecto, conviene evocar las sabias palabras del

jurista norteamericano James Madison en su obra El Federalista Nº 10, al decir que “Por

facción entiendo cierto número de ciudadanos, estén en mayoría o en minoría, que

actúan movidos por el impulso de una pasión común, o por un interés adverso a los

derechos de los demás ciudadanos o a los intereses permanentes de la comunidad

considerada en conjunto…

La conclusión a que debemos llegar es que las causas del espíritu de facción no pueden

suprimirse y que el mal sólo puede evitarse teniendo a raya sus efectos.

Si un bando no tiene la mayoría, el remedio lo proporciona el principio republicano que

permite a esta última frustrar los siniestros proyectos de aquél mediante una votación

regular. Una facción podrá entorpecer la administración, trastornar a la sociedad; pero

no podrá poner en práctica su violencia ni enmascararla bajo las formas de la

Constitución. En cambio, cuando un bando abarca la mayoría, la forma del gobierno

popular le permite sacrificar a su pasión dominante y a su interés, tanto el bien público

como los derechos de los demás ciudadanos. Poner el bien público y los derechos

privados a salvo del peligro de una facción semejante y preservar a la vez el espíritu y la

forma del gobierno popular, es en tal caso el magno término de nuestras investigaciones.

Permítaseme añadir que es el gran desiderátum que rescatará a esta forma de gobierno

del oprobio que tanto tiempo la ha abrumado y la encomendará a la estimación y la

adopción del género humano…”.

En concordancia con lo precedentemente reseñado, y teniendo en cuenta que el espíritu

constituyente norteamericano resultó la mayor fuente de inspiración de nuestro primer

constituyente, corresponde traer a colación el texto iluminador de nuestra propia Carta

Magna. En primer lugar, cabe evocar el faro señero de la hermenéutica constitucional, cual es

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el Preámbulo. Al respecto, su texto prevé como objetivos prioritarios “afianzar la justicia,

consolidar la paz interior… promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la

libertad”. Una primera aproximación al espíritu constitucional nos remite al respeto de todos

los derechos sin permitir el avasallamiento o cercenamiento de unos sobre otros, a la

preponderancia de la paz como derecho a vivir en tranquilidad, como también a propender al

bien de la comunidad en general por encima de intereses meramente sectarios.

En segundo término, la forma de gobierno representativa y republicana consagrada en el

artículo 1 nos ilustra acerca de que las facultades decisorias, tanto a nivel legisferante como

ejecutivo y judicial, se encuentran en manos de las autoridades legalmente constituidas y

elegidas, bajo un sistema de división de poderes, con atribuciones y responsabilidades. Dicho

artículo se encuentra íntimamente entrelazado con el 22, que expresamente establece que el

pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas

por la Constitución. Por el contrario, cualquier grupo de personas que por vía de presión o

coacción pretenda influir sobre la voluntad de dichas autoridades legítimas, estará violando

abiertamente dicho mandato democrático.

A continuación, un artículo fundamental en cuanto a declaración de derechos resulta el 14, en

cuanto prevé que todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme

a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de

navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir

del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y

disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de

enseñar y aprender. Como se advierte con claridad, se otorga el primer lugar al derecho de

poder desarrollar la actividad laboral con total normalidad, y en cuanto a los derechos de

libertad de expresión y de petición, debe reconocerse que no cabe lugar a duda de que los

mismos son concebidos en su versión lícita, esto es, la difusión de ideas por distintos medios

y la petición ante las autoridades como requerimiento civilizado y no coactivo.

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De otro costado, un mandato sacro de la parte dogmática de nuestra constitución es el

contenido en el artículo 19, conocido como principio de reserva, en cuanto ningún habitante

podrá ser obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que ella no prohíbe. Así

las cosas, debemos entender que resultará inadmisible obligar al colectivo de la población a

soportar indebidamente situaciones angustiantes –en las que ni siquiera tiene parte-, como

también resultará inconcebible permitir que se vean privados de ejercer derechos que les son

expresamente reconocidos (como los señalados precedentemente, tales como trabajar y

ejercer comercio o industria lícita, comerciar o disponer de su propiedad).

Asimismo, un elemental ejercicio de memoria nos permitirá recordar que el desarrollo

desmesurado de las protestas en nuestra historia reciente desencadenó una anomia y un

descontrol generalizado que nos llevara en el luctuoso mes de diciembre del año 2001 a la

declaración del estado de sitio previsto por el artículo 23 de la Constitución, por parte del

entonces Presidente de la Nación.

Otro mandato constitucional de vital gravitación resulta el contenido en el artículo 36, en

cuanto sienta que la Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su

observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático,

agregando que todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren

los actos de fuerza enunciados en este artículo. Aquí también se advierte con claridad

meridiana que la propia Carta Magna prevé la posibilidad de que grupos sectarios pretendan

atacar de cualquier modo a las autoridades legalmente constituidas, por vías de hecho y

antidemocráticas. Incluso prevé, para cuando ello suceda, la facultad de los ciudadanos de

confrontar dicha situación.

Finalmente, cabe señalar que el diseño constitucional prevé una estructura jerárquica de

normas, y que la incorporación de los Tratados Internacionales con jerarquía constitucional

previstos en el artículo 75 inciso 22 no derogan artículo alguno de la primera parte de esta

Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella

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reconocidos. El contenido de la norma resulta absolutamente claro y no resiste el menor

análisis: la parte dogmática de la Constitución posee un estatus normativo superior a dichos

tratados y, por ende, su vigencia e interpretación siempre deberá supeditarse al bloque

constitucional duro.

El repaso constitucional efectuado nos deja una enseñanza troncal: la Constitución Nacional

jamás avalará el ejercicio abusivo de ningún derecho en detrimento de otros, y cualquier

norma restrictiva de los mismos deberá ser entendida en el marco de la previsión de

reglamentación contemplado en su propio artículo 14. Por consiguiente, bajo ningún aspecto

se podrá postular válidamente que el derecho de peticionar ante las autoridades o de libertad

de expresión (pues el derecho a la protesta, como tal, no se encuentra expresamente

contemplado) podrá imponerse por encima de otros derechos de raigambre constitucional

también previstos en la primera parte de la Manda Fundacional.

A tal punto resultaría desacertado reconocer valor absoluto a algunos derechos en detrimento

de otros, que la exacerbación de los primeros podría llevar –en el caso que nos atañe- a

violaciones de lesa humanidad, como los contenidos en el propio Estatuto de Roma de la

Corte Penal Internacional sancionado en 1998 (obligar a personas a trasladarse forzosamente

de su lugar de residencia debido a las vulneraciones constantes de sus derechos –como se vio

en el caso de una de las declarantes durante las audiencias de la presente causa-, la

persecución de ciertos individuos o grupos de personas a manos de grupos sectarios, o bien

cualquier privación grave de libertad física, como el caso de personas que no pueden ingresar

a ciertas áreas por estar tomadas, o que no pueden salir o ingresar libremente de sus

domicilios). Hasta allí incluso llega la gravedad y la importancia de las violaciones de

derechos aquí traídas a consideración.

Con todo lo dicho, queda acabadamente acreditado que la antinomia de derechos –derecho a

trabajar, a vivir en paz y tranquilidad, a transitar libremente, versus el derecho a peticionar o a

expresarse) constituye un falso dilema, habida cuenta de que se pretende hacer pasar el

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ejercicio abusivo de un derecho como una facultad constitucionalmente reconocida. Ello

resulta, a todas luces, un lobo con piel de cordero en términos de interpretación normativa.

A propósito de lo recién manifestado, resulta útil recordar que la raíz de la legitimidad del

derecho positivo reside, en primer término, en su concordancia con principios comunes de

justicia y de razonabilidad, de los cuales puede afirmarse, sin temor a equivocación, que se

encuentran al alcance de la mayoría de los ciudadanos. Si nos orientamos, además de

normativamente, bajo dicha premisa, advertiremos que la instalación de la problemática a

nivel opinión pública y periodística ha arrojado un rechazo generalizado por parte de un

significativo número de ciudadanos. Si a ello se suma el razonamiento elemental de que

cualquier reclamo mediante manifestación popular, por más concurrido que sea, nunca pasará

de ser una expresión de una facción mínima en relación al colectivo de la sociedad toda, allí

mismo nos daremos de bruces con la realidad de dicho repudio mayoritario.

Incluso el Informe del Observatorio de Derechos Humanos del Honorable Senado de la

Nación sobre el Derecho a la Protesta, en palabras de Norma Morandini, expresa

criteriosamente que “Existe entre nosotros una fuerte tradición de utilizar las plazas para

festejar o reclamar. En las últimas décadas democráticas esta práctica adoptó una forma

original, “los piquetes”… Al inicio se trataba de protestas aisladas, que luego fueron llegando

a las zonas más pobladas del país, en el Gran Buenos Aires, para convertirse en los últimos

años en parte del paisaje urbano a juzgar por las reacciones de sorpresa y curiosidad que

manifiestan los extranjeros que visitan la capital del país …

La falsa dicotomía entre “dejar hacer” y “reprimir” tergiversó el lenguaje democrático, que es

el de la deliberación, y postergó el debate en torno a la tensión entre los derechos y los delitos

definidos en nuestro Código Penal.

Los Derechos Humanos son valores inherentes a la condición humana y cuando se trata de

salvar vidas de la opresión y las tiranías, la dignidad de la vida humana se impone como un

valor universal absoluto. Y por eso no puede ser moneda de negociación. En las democracias

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consolidadas, ser sujeto de derecho no entraña una superioridad moral sino el compromiso de

vivir en una comunidad de iguales, en la que los conflictos se resuelven por el diálogo y no

por la violencia. La igualdad libera intereses en pugna y las demandas desnudan los conflictos

que obligan al Estado a la deliberación y a la negociación para encontrar una solución. El

derecho a protestar y el ejercicio de la libertad para expresar disconformidad, indignación y

para peticionar a las autoridades son un lenguaje para resolver los conflictos. El compromiso

mínimo con los Derechos Humanos es aceptar esa deliberación, porque el diálogo y la

negociación son esenciales al sistema democrático. La confrontación es la negación misma de

la filosofía de los Derechos Humanos.

Porque se tiene libertad para decir se puede reclamar porque falta el pan o el trabajo. Para

proteger el derecho igualmente legítimo de las personas a circular, la regulación de ese

equilibrio, en bien de todos, debe ser razonable y gradual. La Comisión Interamericana de

Derechos Humanos en el año 2002, cuando ya se comenzaba a insinuar en toda la región la

tensión entre estos derechos, estableció que el derecho a protestar debe ser protegido, pero sin

dejar de considerar que no es absoluto, por lo que puede regularse con la limitación del

tiempo, lugar y forma, en beneficio del espacio público; sin intervenir en el contenido de la

protesta. No existe en el Sistema Universal ni en el Sistema Interamericano de Derechos

Humanos ninguna protección a la violencia. La custodia del “orden público” implica tanto la

seguridad de quienes protestan como quienes no lo hacen. Es entonces cuando el Estado debe

acudir, con normas claras y apegadas a los estándares internacionales de Derechos Humanos,

a regular el derecho a la protesta. No para menoscabarlo sino, por el contrario, para garantizar

su ejercicio dentro del cauce constitucional…

Los poderes del Estado, por tanto, son responsables de velar por el mandado constitucional y

de proveer las garantías necesarias para el ejercicio de estos derechos. Cabe mencionar que,

como la propia Carta Magna establece los derechos se ejercen conforme a las leyes que los

reglamentan. En este sentido su ejercicio no puede ser ilimitado: cuando lesiona o amenaza

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otros derechos reconocidos por nuestra Constitución, cuando el ejercicio de un derecho se

torna abusivo es la Justicia quien tiene el deber de, acreditada fehacientemente la comisión de

un delito, ordenar la reparación de los daños producidos. Es necesario advertir que la materia

del derecho en cuestión, en tanto importa la libertad de expresión y por eso el ejercicio de los

demás derechos humanos, impone un riguroso apego a los estándares internacionales, a fin de

evitar cualquier arbitrariedad que cercene tanto las garantías individuales como el debate

público. De allí deriva la responsabilidad de los funcionarios, que deben procurar el bien

común y gestionar los conflictos propios de la dinámica democrática sin coartarlos; la de los

legisladores a la hora de definir determinados tipos penales, que en ningún caso deberían

vulnerar los estándares nacionales e internacionales de Derechos Humanos; y la de los

funcionarios judiciales en el momento de calificar como delito una determinada acción.

Ningún abuso debe ser tolerado: ni el de quien comete un delito en nombre del ejercicio de un

derecho, ni el de quien formula o imparte las leyes al margen de los preceptos

constitucionales…”.

Las palabras reseñadas resultan sumamente esclarecedoras en relación a dirimir la verdadera

naturaleza del falso dilema señalado. En primer lugar, reconoce la supremacía de la Norma

Constitucional como principio rector de los mandatos legales.

En segundo término, también reconoce la posibilidad del abuso de los derechos mediante la

comisión de delitos.

En tercer lugar, destaca la prevalencia del bien común –entendido como del colectivo

mayoritario de la población- por encima de los intereses sectarios.

En cuarto término, alude al concepto de debate público. Al respecto, debemos tener en cuenta

que todo debate, siempre y bajo cualquier circunstancia, debe darse entre al menos dos partes

que estén dispuestas a debatir voluntariamente. Por consiguiente, jamás se podrá contemplar

la posibilidad de obligar a participar de un debate a personas que se consideran ajenas a un

tema o disputa.

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En quinto lugar, se reconoce el falso dilema aludido anteriormente en relación a una presunta

colisión de derechos, al contraponer lo que llama “dejar hacer” versus “reprimir”. Dicho en

otros términos, “dejar hacer” debe entenderse como permitir protestar de cualquier modo y

con cualquier alcance (incluso conculcando flagrantemente derechos elementales de terceros

ajenos a la protesta), contra la aplicación de restricciones a los excesos señalados. Ni más ni

menos que oponer la aplicación de la ley para resguardar derechos de personas inocentes

vulneradas, frente a vías de hecho adoptadas unilateralmente por una facción. Traducido

correctamente de tal manera, se disipa cualquier tipo de duda sobre la falsedad del

contrapunto.

En sexto término, merece destacarse que la destacada periodista evoca la tradición popular

argentina en cuanto a que históricamente los ámbitos elegidos por nuestra población tanto

para protestar como para festejar eran las plazas, y en los últimos tiempos ello ha virado hacia

la vía pública. En ello se reconoce claramente una distorsión de los límites entre lo razonable

y permitido, por un lado, y lo excesivo e invasivo, por el otro. Así, deberá entenderse que la

vulneración de derechos se concreta efectivamente cuando quien protesta no se conforma tan

sólo con hacerse escuchar, sino que además persigue la molestia y el fastidio de terceros.

Como séptimo punto a tener especialmente en cuenta, al aludir a los piquetes destaca que los

extranjeros los observan con sorpresa y curiosidad. De ello se desprende, lógicamente, la

irracionalidad de la modalidad aludida, habida cuenta de que conflictos sociales hay y habrá

en todo el mundo, mas la modalidad de protesta elegida en este punto del globo dista bastante

de ser vista con familiaridad por otros pueblos. A modo comparativo con un país vecino

latinoamericano como es la República Federativa de Brasil, debemos evocar los recientes

disturbios y ataques llevados adelante por facciones afines al ex presidente Jair Bolsonaro en

contra de edificios públicos del gobierno, como protesta por el resultado de las últimas

elecciones presidenciales. Tales episodios trajeron aparejadas actuaciones penales en contra

de funcionarios acusados de interferir con la debida y diligente intervención de las fuerzas de

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seguridad, en desmedro de un gobierno que bajo ningún aspecto podría ser tildado de

antipopular o elitista. Quizás ello sea demostrativo de una cultura cívica mucho más elevada

que la nuestra, definida lisa y llanamente por la premisa inserta en la propia bandera de dicho

Estado: “orden y progreso”. Ello debe ser entendido, sin mayores rodeos, como que no se

puede concebir progreso alguno si no se da en un marco de orden institucional. Y dicho orden

es desterrado de cuajo, precisamente, por el caos impuesto por la anomia inherente a la

violación de las leyes.

Como octava deducción del texto analizado, podemos decir válidamente que los Derechos

Humanos como contrapunto de la opresión y la tiranía ameritan un análisis actual y

circunstanciado, en nuestro país y en los tiempos que corren. De tal modo, al haber ya

transcurrido casi cuarenta años del retorno a la democracia, en la actualidad no resulta de

recibo hablar de tiranía estatal o institucional. En la actualidad el recuerdo vivo de fenómenos

detestables como las dictaduras latinoamericanas de Videla en Argentina, Stroessner en

Paraguay, Pinochet en Chile, Batista en Nicaragua o Trujillo en República Dominicana, para

mencionar sólo algunos ejemplos, constituyen una vital enseñanza histórica, mas no se puede

sostener que subsistan en nuestro país en esta época. Claramente, en nuestra patria todo ello

ha quedado atrás en el tiempo. En todo caso, si se pretendiera señalar algún tipo de tiranía, no

resultaría otra que las tiranías de las facciones que pretenden imponerse mediante el uso de la

fuerza y las vías de hecho. De tal modo, se presenta como tiránica la actitud de quienes

ocupan indebidamente espacios públicos valiéndose de la mera fuerza de su masividad,

tomando como rehén al resto de la población, y obligándola a ser parte de conflictos que

claramente le son ajenos. Eso sí será tiranía y opresión: el avance de masas aplastando el

derecho de individuos indefensos, invisibilizados y desoídos que deben tolerar estoicamente

un estado de cosas inhumano.

Al postular la mencionada autora el diálogo y la negociación como única vía de solución de

conflictos acorde a la filosofía de los Derechos Humanos, no hace más que dejar en claro que

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las vías de hecho lesivas de derechos de terceros resultan ajenas a cualquier tipo de diálogo, y

vulneran sin más los mentados Derechos Humanos. Sirva de ejemplo el contraste entre dicha

modalidad coactiva e ilegal de hacer valer reclamos y la vía judicial legalmente escogida por

los accionantes en los presentes. Y si de grados de vulnerabilidad se tratara, debe aclararse

que ante este Estrado han comparecido personas comunes y corrientes, que necesitan trabajar

diariamente para subsistir, que no viven en barrios cerrados que los mantengan al margen de

los avatares de la dinámica cotidiana (como los cortes de calles y acampes, los hechos de

inseguridad, los problemas económicos generalizados, entre otros). Pasar por alto dichas

consideraciones nos llevaría al absurdo de obligar a los accionantes, por vía de denegación de

una tutela judicial efectiva, a alcanzar un estado de desesperación y desahucio que no les deje

más alternativa que recurrir a vías de hecho –llamadas justicia por mano propia- debiendo

organizarse y movilizarse para encarar “contramarchas” que casi con seguridad terminarían

en verdaderas batallas campales. Es allí donde claramente el Estado no puede estar ausente.

Ello nos lleva a un dilema válido, al menos en su planteamiento: ¿es necesariamente más

vulnerable alguien que percibe una asignación periódica o un sueldo por parte del Estado que

un pequeño comerciante que asfixiado por la carga fiscal y laboral se ve ante el abismo de su

propia quiebra a causa, además, de la imposibilidad de vender debido a que su zona se

encuentra permanentemente sitiada? ¿Es necesariamente más vulnerable alguien que se

traslada desde otra zona de la ciudad con el fin de protestar en el Centro y después regresa

normalmente a su casa, que el indefenso residente céntrico que se encuentra limitado en su

capacidad para circular, ingresar o salir de su domicilio, o simplemente recibir ayuda sanitaria

ante una emergencia? Partiendo de una presunción indemostrable de vulnerabilidad o

marginalidad de cualquiera que encara una protesta, ¿es acaso dicha supuesta vulnerabilidad o

marginalidad una patente de corso o una carta de impunidad para pisotear derechos y

libertades de personas igualmente o quizás más vulnerables que las primeras? ¿Qué puede

predicarse, en materia de vulnerabilidad económica, respecto del perjuicio ocasionado por

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cortes de calles e interrupción del transporte público, en relación a empleados,

cuentapropistas, changarines, o personal de casas de familia, que dejan de percibir su jornal o

pierden el presentismo en sus trabajos? Todos estos cuestionamientos retóricos nos confirman

que deben dejarse de lado los prejuicios y estereotipos bajo los cuales se pretende sentar la

falsa presunción de que la vulnerabilidad sólo puede predicarse respecto de quienes adoptan

medidas radicales e ilegales. Está claro que no siempre hay una relación directa entre la

vulnerabilidad de una persona y su apego a la ley.

Lo expresado nos deja una valiosa enseñanza: que las violaciones de los Derechos Humanos

no son patrimonio exclusivo de ningún sector específico y deben ser emancipadas de

cualquier sesgo ideológico o político, pues la realidad y la historia indican que las violaciones

de tales preceptos pueden darse bajo cualquier modalidad, tanto a manos de gobiernos

tiránicos de derecha o de izquierda, como también por parte de colectivos no estatales que

abusan de la prudente tolerancia de las autoridades legítimas y de la paciencia de los

conciudadanos.

Finalmente, y a modo de cierre de la reseña desarrollada, Morandini reconoce, sin mayores

rodeos, la necesidad de intervención de la Justicia ante la comisión de delitos, como

modalidad de ejercicio abusivo de un derecho reconocido constitucionalmente.

Por ello, las autoridades competentes deben hacer cesar toda situación de restricción de la

libertad que se verifica en el ejercicio abusivo de las protestas sociales y arbitrar todos los

medios que otorga el monopolio estatal del uso de la fuerza pública para desplegar

eficientemente el accionar preventivo de las fuerzas policiales con el objetivo de impedir

ilegalidades tales como acampes en plena vía pública, cortes completos de calles, sin siquiera

el respeto a la media calzada y corredor sanitario.

Ahora bien, trayendo a consideración concreta en el presente caso las premisas sentadas,

corresponde evocar las manifestaciones vertidas por las partes del presente proceso, durante

las dos audiencias llevadas a cabo.

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En una primera oportunidad, con fecha catorce de noviembre de dos mil veintidós, se llevó

adelante una audiencia en la que, inicialmente, se dio el uso de la palabra al Sr. Héctor

Fiorani, en su carácter de comerciante del Centro. Dentro de los diversos perjuicios

ocasionados a la actividad comercial a raíz de marchas, cortes y acampes, destacó el ejemplo

de que en una época el local de Grimoldi del Centro era el de mayor número de ventas,

incluso por encima de los locales de los shopping, perdiendo dicha preminencia a raíz de los

conflictos señalados. Agregó que a causa de ello se ha verificado una caída en el valor de las

propiedades del centro. También manifestó que durante los días de manifestaciones la

facturación disminuye notablemente. Destacó que los medios de comunicación se han

habituado a aconsejar a su audiencia que se abstenga de concurrir al Centro en los días en que

están previstas marchas y cortes. Asimismo, señaló que los empleados se ven totalmente

afectados también por dichos cortes en cuanto a su traslado.

Acto seguido, intervino el Dr. Eduardo Bittar, representante de la actora, poniendo de relieve,

a modo de ejemplo, que el perjuicio ocasionado por el fenómeno denunciado trajo aparejada

una inactividad comercial en el Centro equivalente a la mitad del mes de septiembre de dos

mil veintidós.

También agregó el Sr. David Boffa, Presidente del Centro Vecinal del Centro, que suelen

darse situaciones tan particulares en las manifestaciones y acampes, tales como escuchar que

se enarbolan reclamos en contra del Fondo Monetario Internacional.

A continuación, la Sra. Patricia Luna declaró que vive sobre Bv. Chacabuco, entre Bv. Illia y

Corrientes. Trabaja en Tribunales y muchas veces se ve limitada para ingresar a su domicilio

cuando hay cortes. También se ve impedida de retirar su vehículo de la cochera. Además, los

acampes en la noche afectan el normal descanso, como también afectan la higiene del ingreso

a su edificio. Destacó que cuando no puede persuadir a los manifestantes de que le permitan

sacar el auto de su cochera, debe salir con su nena pequeña y buscar un taxi para trasladarse,

con el trastorno y el gasto que ello implica.

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A continuación, fue citado ante el estrado el Sr. Pablo Godoy, comerciante del Centro, quien

relató que es propietario de seis comercios en el área del Centro. Que en relación a los cortes

y acampes, advierte que los manifestantes se encuentran altamente organizados, incluso en

turnos, y ya tiene identificados a los organizadores. Que tales manifestantes incluso llevan

niños a los cortes y acampes. Que incluso en caso de emergencia, no podría llegar en auxilio

una ambulancia. Que debido a la merma de la actividad laboral por dichas restricciones

muchas veces apenas llegan a cubrir los gastos operativos. Que considera que no tienen por

qué retirar sus negocios de dicha zona, por el simple hecho de sufrir dicha situación.

Seguidamente compareció la Sra. María Belén Santini, quien refirió ser vecina residente del

barrio Centro. Que anteriormente vivía sobre Bv. Chacabuco 174, primer piso, contrafrente,

pero debió mudarse a otra zona del Centro debido a los cortes y acampes. Que ese

departamento de Bv. Chacabuco era su favorito, pero debió mudarse de allí debido a los

inconvenientes por los cortes y acampes. Que en una ocasión los manifestantes utilizaron

bengalas verdes, y a través del aire acondicionado se le llenó de humo verde el departamento.

Que una vez que bajaba para ir a trabajar a la UES21, no pudo salir porque una persona estaba

haciendo sus necesidades en el ingreso al edificio. Que en otra oportunidad estaba haciendo

un zoom por razones de trabajo, y no se escuchaba nada por los ruidos de los manifestantes.

Que ahora vive en inmediaciones de la Municipalidad, y padece igualmente las

manifestaciones y cortes que se desarrollan en ese lugar. Agregó que en el Centro viven

muchas personas y se conocen mucho. Que le gusta vivir en el Barrio Centro, y que no está

dispuesta a resignar su lugar de residencia a causa de estos problemas.

Cedida la palabra al Sr. Administrador General de los Tribunales Municipales de Faltas, Dr.

Juan Manuel Araoz, el mismo hizo hincapié en diversos trastornos que la problemática genera

en el normal funcionamiento del Estado Municipal, como además destacó las limitaciones que

tiene la propia Municipalidad en lograr superar dichas situaciones debido a no contar con

poder de policía.

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Inmediatamente se le dio la palabra a la Sra. Jefa de Policía, Cria. Gral. Lic. Liliana Zárate,

quien destacó que el personal policial debiera estar realizando su tarea de prevenir el delito o

investigando, en vez de estar abocado a cuidar manifestantes. Que muchas veces se deben

afectar hasta trescientos uniformados a tal tarea. Que durante su gestión se ha logrado evitar

los cortes de puentes. Que los dirigentes de las organizaciones conocen bien los límites

delictivos. Que en una ocasión una abogada de una organización feminista quiso

condicionarla para que no intervenga la Guardia de Infantería. Que en el mes de septiembre

de 2022 hubo 41 manifestaciones en la ciudad de Córdoba que la policía debió controlar. Que

desde la Policía se debe dejar de afectar esos recursos a manifestaciones para aplicarlos a la

prevención del delito. Que cuando se ha procedido a imputar a manifestantes, se ha logrado

por un tiempo disminuir la intensidad de las manifestaciones. Que el personal policial,

además, debe cuidar los bienes públicos y privados, como también ordenar el tránsito. Que

cuando se constata un delito o una falta la Policía actúa inmediatamente. Que sería bueno que

los manifestantes también escuchen el pesar de los accionantes. Que están identificados los

dirigentes de las organizaciones, que incluso pretenden condicionar el accionar de la Policía.

Que en una de las manifestaciones de EPEC tuvieron más de diez detenidos por daños

diversos. Que la Policía cuenta con un protocolo de uso racional de la fuerza, además de un

protocolo elaborado conjuntamente con el MPF donde se establece el respeto de la media

calzada, del corredor sanitario, y el despliegue de las unidades especiales. Que la Guardia de

Infantería efectúa un primer anillo de las unidades especiales para evitar el ingreso de

manifestantes a edificios públicos. Además, han sumado equipos tácticos como el ETER, a

través de su grupo de aprehensión. A su vez, tiene respaldo del grupo SIOM (motos

tripuladas), además de personal de civil. También cuentan con un grupo de infantería

femenino, para evitar problemas de género en la intervención.

A posteriori, intervino el Sr. Fiscal General, Dr. Juan Manuel Delgado, quien expresó estar de

acuerdo con la conformación de una mesa de trabajo entre los asistentes a la audiencia para

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abordar la problemática y su eventual solución, y reconoció que la realidad es dinámica y que

las políticas de persecución penal pueden ser revisadas, sobre todo en lo atinente a los

organizadores de los cortes y acampes. También reconoció la necesidad de restablecer la ley y

el orden. Finalmente agregó que se debe buscar una solución general e integral a un reclamo

que considera lícito y lógico.

En último término, el Sr. Secretario de Seguridad de la Provincia, Dr. Stampalija, destacó que

comparte la idea de que en parte el Estado Provincial y Municipal son víctimas de esta

situación. Que uno de los problemas es que incluso los inspectores municipales muchas veces

no cumplen sus funciones por encarar protestas gremiales. Propuso como aporte positivo la

creación de un Consejo Barrial de prevención y convivencia en el Centro para abordar el tema

en cuestión.

Con fecha veintiuno de diciembre de 2022 se llevó a cabo la segunda audiencia en el marco

del presente trámite. En dicha ocasión, inicialmente, el Dr. Eduardo Bittar, representante legal

de los accionantes, destacó –entre otros aspectos- la gravedad del perjuicio provocado a

vecinos y comerciantes por la invasión indiscriminada y recurrente del espacio público.

Además, agregó la insuficiencia de soluciones parciales y meramente simbólicas a dicha

problemática, tales como la exigencia del despeje de la media calzada.

A Continuación, el Presidente del Centro Vecinal Centro, David Boffa, expresó su negativa a

negociar cuánta ilegalidad es tolerable o no. Asimismo, destacó que ni siquiera se había

contemplado como parte de la problemática la situación de personas con discapacidad, tales

como quienes dependen de sillas de rueda, no videntes o niños con autismo. Agregó que la

Constitución bajo ningún concepto avala el corte de calles, y ratificó lo señalado por el letrado

en cuanto a que la afectación por el corte de media calzada, en los hechos, resulta equiparable

al corte de la calzada completa.

Posteriormente, en representación de la Municipalidad de Córdoba como tercero afectado, el

Asesor Letrado, Dr. Andrés Varizat, visibilizó los efectos de la problemática en el normal

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desenvolvimiento del Estado Municipal, al destacar fenómenos tales como la destrucción de

la Plaza Colón después de una inversión millonaria por parte del fisco, los problemas de

transporte –público y privado- aparejados a los ciudadanos, como también la necesidad de

procurar una vida laboral digna a los comerciantes y sus empleados. Cerró su intervención

destacando que la posición de la Municipalidad sobre el tema es clara, en el sentido de que

debe hacerse cesar el estado de cosas.

A continuación, el Sr. Fiscal General de la Provincia, Dr. Juan Manuel Delgado, en

representación del Ministerio Público Fiscal, aclaró que los medios materiales y humanos

están al alcance de las necesidades para abordar la problemática. Paralelamente, destacó que

los derechos no son absolutos, y que se impone la actuación de oficio ante la comisión de un

delito. Agregó que el traslado de las protestas a lugares distintos al centro de la ciudad no

resulta una solución efectiva del problema, resaltando que en lugar de ello sí considera una

buena propuesta establecer lugares específicos para desarrollar protestas, donde no se violen

derechos de terceros. Asimismo, expresó que el Ministerio Público acompañará las propuestas

legislativas tendientes a regular las protestas públicas, fundamentalmente tendientes a

establecer lugares determinados de realización y la necesidad de exigir aviso previo, dejando

a salvo su posición de que no puede un ciudadano permitirse violar derechos de otros en

ejercicio de la protesta. De tal modo, expresó la firme decisión del Ministerio Público Fiscal

de proteger los derechos de todas las personas. Concluyó su intervención aclarando de la

política criminal resulta dinámica y en permanente evolución.

Posteriormente, la Sra. Jefa de Policía, Cria. Gral. Lic. Liliana Zárate, dijo que la institución a

su cargo, conjuntamente con la Fiscalía General y la Secretaría de Seguridad, se encuentra

llevando adelante un proceso de avance para poner orden en el marco de las protestas. La

uniformada puso en conocimiento del Tribunal numerosas situaciones concretas en las que

personal a su cargo sufrió agresiones y avasallamientos por parte de manifestantes. Por

último, comunicó a este Magistrado que la fuerza policial se encuentra en condiciones,

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mediante mecanismos de investigación convencionales y absolutamente lícitos, de identificar

a los organizadores de los acampes y cortes de calles.

En último término, hizo uso de la palabra el Sr. Secretario de Seguridad de la Provincia, Dr.

Claudio Stampalija, quien sintéticamente, a raíz de la problemática de la media calzada,

destacó que se debe comenzar a adoptar acciones concretas, como también en relación al

diseño de corredores sanitarios por parte de la Municipalidad. Destacó que, a su criterio,

existe una colisión de derechos. A su vez, ilustró acerca de la existencia de diálogo por parte

de las autoridades provinciales con distintos dirigentes de organizaciones sociales y

sindicales. En cuanto a la existencia de proyectos legislativos orientados a regular las

protestas, señaló que la postura del Gobierno Provincial es acompañar la normativa que sea

sancionada por la Legislatura.

Como corolario de todos los aspectos valorados y las intervenciones verificadas, este

Magistrado se encuentra en condiciones de arribar a las conclusiones que a continuación se

enunciarán.

En primer lugar, que a lo largo del trámite del presente proceso se ha comprobado

fehacientemente la constante afectación de la libertad y derechos constitucionalmente

consagrados que acarrea la situación consolidada denunciada por los presentantes, motivo por

el cual el habeas corpus se erige como la herramienta idónea para garantizar las facultades

cercenadas.

En segundo lugar, corresponde arribar a una conclusión inexorable, conforme lo advertido en

base a las posiciones planteadas: que el Estado en todos sus niveles (Poderes provinciales a

nivel Ejecutivo, Legislativo y Judicial, como también el Estado Municipal) se encuentran

igualmente afectados por el ejercicio abusivo de derechos por parte de agrupaciones

numerosas, de modo que el normal ejercicio de las atribuciones de diversos funcionarios

públicos se encuentran indebidamente condicionadas de facto, ante la insoslayable disyuntiva

de verse responsabilizados por las consecuencias involuntarias y no deseadas ni provocadas

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por el liso y llano cumplimiento de sus deberes. Como tal estado de cosas resulta inadmisible

en un Estado democrático de derecho, considera este Tribunal que su principal

responsabilidad institucional en el presente trámite radica, lejos de buscar responsabilidades

funcionales, en brindar un claro apoyo institucional a la tarea de todos los funcionarios

estatales comprometidos con el abordaje de los asuntos aludidos. Ha quedado claro a lo largo

del presente debate que todos ellos se encuentran comprometidos con el irrestricto respeto por

los Derechos Humanos, dejando en claro este Juzgador que las únicas vulneraciones de tales

Derechos que se han verificado a lo largo de la causa son las padecidas por los vecinos y

comerciantes del área afectada (los aquí peticionarios).

Sobre este último aspecto cabe traer a colación la preponderancia de la noción de víctima

como persona o colectivo de personas vulneradas en sus derechos, tanto en el plano

constitucional, como también penal y contravencional. Un debido abordaje de la cuestión

traída a estudio persuade al suscripto de la necesidad imperiosa de la implementación de una

perspectiva victimológica que satisfaga acabadamente el derecho a la tutela judicial efectiva,

como también una adecuada visibilización de la noción de Derechos Humanos en relación a

las personas de los aquí afectados.

En pos dicho propósito de apoyo institucional, es entonces tarea primordial de este

Magistrado poner de manifiesto el marco normativo dentro del cual el Gobierno Provincial, a

través de las fuerzas de seguridad, podrá ejercer sin condicionamientos las facultades y

atribuciones que les son inherentes. En tal sentido, merece ser traído a colación el contenido

del PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS (1966) cuyo

artículo 21 reza: “Se reconoce el derecho de reunión pacífica. El ejercicio de tal derecho sólo

podrá estar sujeto a las restricciones previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad

democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad pública o del orden público,

o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los demás”.

A dicha norma se agrega la Resolución A/HRC/25/L del Consejo de Derechos Humanos (LA

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PROMOCIÓN Y PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL CONTEXTO

DE LAS MANIFESTACIONES PACÍFICAS (2014)), cuyo punto 10. exhorta a los Estados a

que, con carácter prioritario, velen por que sus leyes y procedimientos nacionales se ajusten a

sus obligaciones y compromisos internacionales en lo que se refiere al uso de la fuerza en el

contexto de las actividades de mantenimiento del orden público y sean aplicados de forma

efectiva por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en particular los principios

aplicables del cumplimiento de la ley, a saber los principios de necesidad y proporcionalidad,

teniendo presente que la fuerza letal sólo puede usarse como último recurso para proteger

contra amenazas inminentes a la vida y que su uso no es admisible para le mera disolución de

una concentración.

En el punto 14. alienta a los Estados a que pongan a disposición de los funcionarios que

desempeñan tareas de aplicación de la ley equipos de protección y armas no letales, y a que,

simultáneamente, prosigan las iniciativas internacionales dirigidas a regular y establecer

protocolos en relación con el uso de armas no letales y el adiestramiento a tal efecto.

Otro claro ejemplo de regulación de los límites del derecho a las protestas lo constituye el

INFORME DEL RELATOR ESPECIAL SOBRE LOS DERECHOS A LA LIBERTAD DE

REUNIÓN PACÍFICA Y DE ASOCIACIÓN, MAINA KIAI, A/HRC/20/27 (21/05/2012),

que establece en su punto 15. que Según se dispone en el artículo 4 del Pacto Internacional de

Derechos Civiles y Políticos, los derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación no

son absolutos. En la resolución 15/21 (párr.. 4) se establece claramente que estos derechos

“pueden estar sujetos a ciertas limitaciones prescritas por la ley que sean necesarias en una

sociedad democrática en razón de la seguridad nacional o la integridad de la población, el

orden público, la protección de la salud o de la moral públicas o la protección de los derechos

y libertades de los demás.

Las normas transcriptas resultan harto suficientes para concluir que los derechos a la protesta

y a la expresión para nada deben entenderse en términos absolutos, sino que, por el contrario,

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pueden encontrar límites en fundamentos tales como la seguridad, el orden público, la salud y

moral públicas, como también la protección de derechos y libertades de terceros. A tal punto

se prevé la posibilidad de regular tales situaciones, que incluso se concibe el uso lícito de

armas no letales con dicha finalidad, en base a principios de necesidad y proporcionalidad.

Por consiguiente, y como consecuencia de los argumentos previamente vertidos, se arriba a la

conclusión de que debe acogerse favorablemente la acción de habeas corpus interpuesta por

las autoridades del Centro Vecinal del Barrio Centro, debiendo arbitrar las autoridades

competentes los medios necesarios para hacer cesar las situaciones vulneratorias de derechos

constitucionales en un término razonable y mediante la implementación de medidas efectivas

conducentes a tales fines.

En virtud del propósito señalado, corresponde hacer saber al Ministerio de Gobierno de la

Provincia de Córdoba, a través de la Secretaría de Seguridad y la Jefatura de Policía, que se

encuentra legalmente autorizado por la Constitución Nacional y las normativas

internacionales en materia de Derechos Humanos, como también por los Códigos Penal,

Procesal Penal y de Convivencia, a llevar adelante todo tipo de tareas inherentes a la

prevención anticipada de la toma indebida del espacio público, con preponderancia de las

calles y demás vías de circulación, como así también a intervenir de oficio ante la verificación

de transgresiones flagrantes de dichas normas, debiendo dar inmediata noticia de ello al

Ministerio Público Fiscal.

Asimismo, corresponde hacer saber al Ministerio Público Fiscal, en cabeza del Sr. Fiscal

General, que, en virtud de la normativa señalada en el punto precedente, se encuentra

legalmente autorizado a diseñar y aplicar su política criminal sin otro condicionamiento que la

legislación vigente, en el marco del principio de objetividad establecido por su propia Ley

Orgánica.

Paralelamente, se deberá exhortar a los Poderes del Estado Provincial con facultades de

iniciativa legislativa –Poder Legislativo y Poder Ejecutivo-, en el marco del respeto a la

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división de poderes, prevean la posibilidad de incorporar nuevos dispositivos normativos

tendientes a la reglamentación del uso del espacio público en el marco del desarrollo de

protestas sociales, sometiendo a consideración aspectos tales como la predisposición de

espacios públicos idóneos a tales efectos (que garanticen una debida visibilización de las

protestas sin afectación de derechos de terceros), como también la ocupación de vías de

transporte para acceder a tales espacios, y las exigencias de aviso previo para desarrollar tales

actividades, sin perjuicio de toda otra regulación que estimen pertinente. Independientemente

del eventual tratamiento y dictado de tal normativa, nada impide que la autoridad municipal,

en acción conjunta con la Policía de la Provincia y el Ministerio Público Fiscal, pueda proveer

operativamente las alternativas aludidas precedentemente para brindar las condiciones que

faciliten el adecuado ejercicio del derecho a la libertad de expresión y a peticionar ante las

autoridades en el ámbito del espacio público, también en resguardo del respeto del resto de los

ciudadanos.

Finalmente, y a los fines de tornar operativos las consideraciones del presente decisorio, se

dispone la conformación de una Comisión Provisoria de Abordaje y Seguimiento de la

Problemática del Uso Indebido del Espacio Público para la ciudad de Córdoba con

funcionamiento en el seno de este Tribunal, la que estará integrada por el Ministerio Público

Fiscal, el Sr. Secretario de Seguridad de la Provincia, la Sra. Jefa de Policía de la Provincia, el

Sr. Asesor Letrado de la Municipalidad de Córdoba y el Sr. Presidente del Centro Vecinal del

Centro (o quienes las autoridades máximas de cada área designen en su representación) que

deberá reunirse periódicamente, a fin de coordinar acciones conjuntas con el propósito de

alcanzar una solución satisfactoria a la problemática planteada por la actora, en cumplimiento

del derecho a una tutela judicial efectiva.

En virtud de todo lo expuesto, y normas constitucionales y legales citadas, RESUELVO: 1)

Hacer lugar a la acción de habeas corpus interpuesta por las autoridades del Centro Vecinal

del Barrio Centro, con la representación letrada del Dr. Nazario Eduardo Bittar, debiendo

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arbitrar las autoridades competentes los medios necesarios para hacer cesar las situaciones

vulneratorias de derechos constitucionales en un término razonable y mediante la

implementación de medidas efectivas conducentes a tales fines.

2) Hacer saber al Ministerio de Gobierno de la Provincia de Córdoba, a través de la Secretaría

de Seguridad y la Jefatura de Policía, que se encuentra legalmente autorizado por la

Constitución Nacional y las normativas internacionales en materia de Derechos Humanos,

como también por los Códigos Penal, Procesal Penal y de Convivencia, a llevar adelante todo

tipo de tareas inherentes a la prevención anticipada de la toma indebida del espacio público,

con preponderancia de las calles y demás vías de circulación, como así también a intervenir

de oficio ante la verificación de transgresiones flagrantes de dichas normas, debiendo dar

inmediata noticia de ello al Ministerio Público Fiscal.

3) Hacer saber al Ministerio Público Fiscal, en cabeza del Sr. Fiscal General, que, en virtud de

la normativa señalada en el punto precedente, se encuentra legalmente autorizado a diseñar y

aplicar su política criminal sin otro condicionamiento que le legislación vigente, en el marco

del principio de objetividad establecido por su propia Ley Orgánica.

4) Exhortar a los Poderes del Estado Provincial con facultades de iniciativa legislativa –Poder

Legislativo y Poder Ejecutivo-, en el marco del respeto a la división de poderes, a que prevean

la posibilidad de incorporar nuevos dispositivos normativos tendientes a la reglamentación del

uso del espacio público en el contexto del desarrollo de protestas sociales, sometiendo a

consideración aspectos tales como la predisposición de espacios públicos idóneos a tales

efectos (que garanticen una debida visibilización de las protestas sin afectación de derechos

de terceros), como también la ocupación de vías de transporte para acceder a tales espacios, y

las exigencias de aviso previo para desarrollar tales actividades, sin perjuicio de toda otra

regulación que estimen pertinente.

5) Conformar una Comisión Provisoria de Abordaje y Seguimiento de la Problemática del

Uso Indebido del Espacio Público para la ciudad de Córdoba con funcionamiento en el seno

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de este Tribunal, la que estará integrada por el Ministerio Público Fiscal, el Sr. Secretario de

Seguridad de la Provincia, la Sra. Jefa de Policía de la Provincia, el Sr. Asesor Letrado de la

Municipalidad de Córdoba y el Sr. Presidente del Centro Vecinal del Centro (o quienes las

autoridades máximas de cada área designen en su representación) que deberá reunirse

periódicamente, a fin de coordinar acciones conjuntas con el propósito de alcanzar una

solución satisfactoria a la problemática planteada por la actora, en cumplimiento del derecho a

una tutela judicial efectiva. PROTOCOLÍCESE Y NOTIFÍQUESE.

[1] Aquino Britos, Armando Rafael, “El hábeas Corpus – Una garantía constitucional y convencional”, B de F,

Montevideo – Buenos Aires, pags. 182-194.

[2] Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador. Excepciones preliminares, fondo,

reparaciones y costas.

Sentencia de 21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr. 52.

[3] Casal, Jesús María, en Convención Americana sobre Derechos Humanos: comentada/coordinadores Christian

Steiner, Patricia Uribe; México, 2014. KONRAD ADENAUER STIFTUNG Programa Estado de Derecho para

Latinoamérica xv, p. 208.

[4]Gargarella, Roberto, El derecho a la protesta, Buenos Aires, Ed. Ad-Hoc, 2007, p. 28, Ad- Hoc.

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Texto Firmado digitalmente por:
FERNANDEZ LOPEZ Juan Manuel
JUEZ/A DE 1RA. INSTANCIA

Fecha: 2023.03.31

GONZALEZ Sebastian Oscar


PROSECRETARIO/A LETRADO

Fecha: 2023.03.31

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