TIF-China en El Espacio - Updated

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UNIVERSIDAD DE PALERMO

Facultad de Ciencias Sociales


Licenciatura en Relaciones Internacionales

TRABAJO FINAL DE GRADO

1
Universidad de Palermo

Facultad de Ciencias Sociales

Programa Académico de Relaciones Internacionales

Posicionamiento de China en el escenario del espacio ultraterrestre: hacia la


construcción de hegemonía en todos los frentes

Autor
Avila Quintero Valeska Alexandra

Marzo de 2023

2
Resumen

Este trabajo analiza el rol que ha cumplido China en la investigación espacial y


la explotación de recursos ultraterrestres en el siglo XXI, desde un enfoque
teórico basado en el realismo ofensivo en el marco de las relaciones
internacionales, la nueva Guerra Fría y competencia que sostiene por la
hegemonía con Estados Unidos en diversos terrenos, más allá de lo económico
y militar. Se exponen los logros y avances tecnocientíficos alcanzados por
China en el espacio ultraterrestre, y la incidencia que han tenido en el aumento
de conflictos, la armamentización y militarización de dicho espacio.

Se desarrolló una investigación bibliográfica-documental a través de la cual se


recabaron datos cuantitativos y cualitativos que operan como indicadores del
programa espacial chino, su concepción de la conquista del espacio, y las
implicancias que puede tener para su consolidación como potencia
hegemónica. Se parte de una descripción del realismo ofensivo aplicado a la
geopolítica contemporánea, focalizando el desarrollo de la investigación y
exploración del espacio ultraterrestre, su marco normativo y gobernanza,
focalizando el rol de China en la geopolítica internacional, la investigación y sus
disputas con Estados Unidos en este terreno. Se concluye que la investigación
espacial de la República de China está ideada como una actividad principal
dentro de un plan estratégico mediante el cual busca posicionarse como
primera potencia mundial, aspirando a desplazar a Estados Unidos de la
hegemonía internacional en el mediano plazo. En este sentido, los avances de
China en el espacio ultraterrestre han incidido en la disputa con Estados
Unidos por la hegemonía global, generando un proceso de militarización del
espacio exterior por parte de Estados Unidos.

Palabras clave: China – hegemonía – espacio ultraterrestre – realismo


ofensivo – armamentización – normativa - gobernanza

3
Índice

Resumen ............................................................................................................ 3
Introducción ........................................................................................................ 5
Marco teórico.................................................................................................... 10
El realismo ofensivo en la geopolítica contemporánea .............................. 10
Desarrollo de la investigación y exploración del espacio ultraterrestre ............ 15
Marco normativo del espacio ultraterrestre ...................................................... 17
La gobernanza del espacio ultraterrestre ......................................................... 21
El rol de China en la geopolítica internacional y la investigación y conquista del
espacio ultraterrestre ........................................................................................ 24
Conclusiones .................................................................................................... 33
Bibliografía ....................................................................................................... 36

4
Introducción

La República Popular China ha experimentado un crecimiento


constante en el siglo XXI, dando lugar a una nueva dinámica que la posicionó
como una potencia con el poder de transformar gran parte del comercio
internacional y la economía global, convirtiéndose en un eje principal de las
relaciones internacionales actuales y futuras por su poderío económico, militar
y científico.

Históricamente ha existido un Estado que como consecuencia de su


fuerza económica actuó como potencia, siendo el rector del panorama mundial.
Como ejemplos de ello puede postularse el caso del imperio británico durante
los siglos XVIII y XIX o los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial
en adelante, colocándose como potencia a nivel mundial. El concepto de
hegemonía acciona como un manifiesto de superioridad estatal, como
consecuencia de su preponderancia en términos económicos, culturales y
militares dentro del contexto de las relaciones internacionales. La República de
China, con el paso de los años, comenzó a buscar esa hegemonía y emerger
como potencia mundial.

Cada año, desde principios de los años ‘80, la ONU aprueba una
resolución sobre la prevención de la carrera armamentista en el espacio
ultraterrestre. Pero estas iniciativas no fueron del todo claras ni lo
suficientemente amplias para enfrentar los desafíos que se plantean en dicho
espacio. Se prohibió el despliegue de armas de destrucción masiva en la órbita
terrestre pero no se extendió a otras armas o sistemas militares. La mayoría de
los estudiosos del derecho espacial interpretan esto como una prohibición de
las actividades militares en el espacio ultraterrestre, pero esta interpretación no
fue seguida por quienes realmente tienen capacidades espaciales. En efecto,
actualmente nadie duda de que el espacio fue utilizado para actividades
militares desde el comienzo de la era espacial (Pardo Vallejo, 2016).

El desarrollo económico de China supondría en su crecimiento un


progresivo desplazamiento del peso de las economías occidentales hacia

5
Oriente, emergiendo a la vez economías notablemente relevantes –como
Corea del Sur, Singapur, Malasia-, con el gigante asiático precisamente por
encima de ellas. Así se aprecia conforme los estándares propios de su
sociedad, ello en materia de consumo, donde la República de China es líder a
nivel general. En un contexto caracterizado por una guerra comercial entre
Estados Unidos y China, se ha desatado un duelo por la hegemonía a nivel
económico y político, e incluso, más recientemente, en un espacio tan
exclusivo como el de la investigación y la innovación espacial. En el presente
trabajo se ha de analizar el posicionamiento y proyección de China en el
escenario ultraterrestre en los últimos años, considerando sus principales
avances y retrocesos, e indagando los conflictos vigentes con Estados Unidos,
y las otras superpotencias –principalmente Rusia-, en el espacio exterior.

Actualmente es posible apreciar en el marco internacional que el rol de


China se ha visto incrementado en diversas áreas, no siendo la investigación
espacial una excepción. De tal forma que, desde el año 2003 la República de
China busca desarrollarse en su afán de consolidarse como hegemón no sólo
en el plano terrestre sino en el espacio. En sus desarrollos tecnológicos para
lograr esta hegemonía internacional la investigación espacial es una de sus
principales fundamentaciones, y en el siglo XXI ha alcanzado varios logros en
la explotación de los recursos espaciales.

Teniendo en cuenta lo hasta aquí expuesto, el problema a abordar se


puede plantear mediante el siguiente interrogante: ¿Qué incidencia han tenido
los logros de China en el espacio ultraterrestre en su disputa por la hegemonía
global con Estados Unidos?

El objetivo general es analizar el rol cumplido por China en el espacio


ultraterrestre en el siglo XXI, cuál ha sido su estrategia de proyección y su
posicionamiento en los principales conflictos suscitados en dicho escenario.
Por su parte, los objetivos específicos son:

• Describir la competencia entre China y Estados Unidos por


la hegemonía en el campo económico, militar y espacial.

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• Indagar los hitos de la tecnología aeroespacial y militar china
y su proyección en el espacio ultraterrestre.

• Evaluar las asimetrías entre las potencias y los países con


cierto grado de desarrollo en el espacio ultraterrestre, y las
estrategias adoptadas por Estados Unidos y China en sus
logros y conquistas.

En cuanto a la hipótesis de investigación que se formula, se optó por la


siguiente: La investigación espacial de la República de China está ideada como
una actividad principal dentro de un plan estratégico mediante el cual busca
posicionarse como primera potencia mundial, aspirando a desplazar a Estados
Unidos de la hegemonía internacional en el mediano plazo. Por consiguiente,
los avances de China en el espacio ultraterrestre han incidido en la disputa con
Estados Unidos por la hegemonía global, generando un proceso de
militarización del espacio exterior por parte de Estados Unidos.

En su competencia con Estados Unidos y Rusia por la soberanía


espacial, a fin de no tener dependencia de otros países, naturalmente China ha
ganado terreno, habiendo instaurado sus propios satélites y estaciones
espaciales, lo cual potencialmente puede conllevar a una problemática. En
tanto, puede esbozarse la necesidad de realizar este estudio como
consecuencia de otro problema potencial de índole armamentista, ya que quien
domine el espacio ultraterrestre ha de prevalecer en el plano de la guerra
terrestre, con base en armas nucleares apuntando a la tierra.

Respecto a lo mencionado anteriormente como justificación, en 2013 y


con el lanzamiento del satélite Shenzhou-10, la superpotencia China inició su
incursión espacial. Desde entonces China busca asegurar con sus
investigaciones científicas que los futuros usos de los recursos del espacio
sean bajo una óptica productiva, y la exploración de los misterios del universo
sirvan para el crecimiento de la potencia asiática.

7
Aksenov y Voronin (2021) señalan que el viaje de Gagarin al espacio el
12 de abril de 1961, hace ya más de 60 años, fue una victoria de la Unión
Soviética sobre Estados Unidos en la carrera espacial. En vistas a que su
regreso a la tierra fue un triunfo innegable, afirman cómo la carrera espacial ha
tenido varios hitos desde sus inicios. En el presente estudio, en el marco
teórico se han de presentar y describir estos hitos, así como los particulares
logros de China en la materia en el siglo XXI, asumiéndose una perspectiva
desde el realismo ofensivo en la geopolítica contemporánea.

En tanto, Raffaini (2021) hace mención a las declaraciones del


presidente Xi Jinping, quien alude a que el espacio exterior, junto con los polos
y los fondos marinos, son las nuevas fronteras estratégicas de China, razón por
la cual el control del espacio constituye en sí mismo un interés central en la
estrategia de crecimiento y de desarrollo nacional. En efecto, dentro del interés
por los recursos extraterrestres, se destacan los avances por los recursos
lunares, ya sea del sector público, así como del sector privado:

Se ha originado un término llamado “fiebre del oro espacial” y esta


exploración ha impulsado la denominada “carrera espacial del
siglo XXI”, una contienda que, gracias a la perseverancia de
China ha iniciado sus investigaciones espaciales con el ímpetu
que podría proporcionarle la victoria, y que le ha motivado a ver
su programa de exploración lunar como la piedra angular de la
estrategia que le permitirá arrebatar la hegemonía a Washington
(Fernández de Bobadilla Ferrer, 2021, 888).

En tanto, las investigaciones espaciales del gigante asiático son una de


las dimensiones centrales de la transición actual en el ascenso de China como
hegemón emergente del sistema internacional, a la par de la crisis de
hegemonía y el declive estadounidense. Como se puede apreciar, la
investigación espacial China está ideada como una actividad principal dentro
de un plan estratégico de posicionamiento de liderazgo mundial, donde su
principal competidor a quien quiere reemplazar es Estados Unidos (Merino,
Bilmes y Barrenengoa, 2021).

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Se realizará una investigación bibliográfica y documental, donde se
pretende describir, caracterizar y analizar el posicionamiento y proyección de
China en el espacio ultraterrestre, en el marco de su disputa con Estados
Unidos por la hegemonía global. Se hará entonces un relevamiento de los
logros alcanzados por China en el espacio exterior durante el siglo XXI, así
como su rol y posicionamiento en los conflictos suscitados en dicho escenario,
contemplando los diferentes actores intervinientes –naciones con capacidades
espaciales. Asimismo, se indagarán las diferencias y similitudes de la disputa
en el espacio ultraterrestre, respecto de las contiendas en el plano económico y
militar.

El diseño de investigación es de tipo exploratorio-descriptivo, con un


diseño cualitativo y retrospectivo, a fin de brindar una caracterización de cómo
ha incidido el crecimiento y proyección de China en el espacio ultraterrestre, las
reacciones que ha generado en la estrategia de la principal potencia –Estados
Unidos-, y cuáles son los principales conflictos que amenazan con una
escalada de la militarización del espacio exterior, con los riesgos que ello
conlleva para la supervivencia del planeta, asumiendo una óptica neorrealista
de las relaciones internacionales. La búsqueda, rastreo y selección de la
información bibliográfica y documental se realizará mediante consultas a
diversas modalidades de publicación de centros de investigación, organismos
internacionales, textos académicos, revistas especializadas y publicaciones en
general sobre geoestrategia internacional, el espacio ultraterrestre, sus
conflictos y normativa, tanto en la literatura especializada como a través de
documentos accesibles en Internet. Se contempla también la realización de dos
entrevistas en profundidad a expertos en la materia, tanto sobre las relaciones
internacionales y la disputa por la hegemonía de China, como en investigación
y desarrollo de capacidades y explotación del espacio ultraterrestre.

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Marco teórico

El realismo ofensivo en la geopolítica contemporánea

La terminología sobre la hegemonía internacional, fundamental a lo


largo de este trabajo, representa mucho más que un ordenamiento entre
Estados. Según Cox (2016), se trata de un orden en las esferas de la
economía mundial mediante un modelo de producción dominante sobre los
Estados que los vincula hacia otros modelos de producción subordinados. Se
basa en un complejo de relaciones sociales entre Estados orientadas a
conectar distintas clases sociales de diferentes países. Entonces, se menciona
una estructura social y una estructura política; y no puede ser solamente una
de estas cosas sino ambas.

La hegemonía mundial se expresa con normas universales,


instituciones y mecanismos que establecen reglas generales de
comportamiento para los estados y para aquellas fuerzas de la
sociedad civil que actúan más allá de las fronteras nacionales –
reglas que sostienen el modelo de producción dominante (Cox,
2016, p. 149).

Es necesario explicar, según el contexto internacional, que se ha


producido una importante concesión donde se expresa la voluntad soberana
del Estado. Así, se puede afirmar que el Estado continúa accionando como el
actor por excelencia del sistema mundial, motivo por el cual Keohane sostiene
que “el realismo es un componente necesario en cualquier análisis coherente
de la política mundial porque la atención que presta al poder, a los intereses y a
la racionalidad es crucial para comprender el tema” (1983, p. 504).

El estudio de las hegemonías tiene una arraigada tradición en la


disciplina de las Relaciones Internacionales. Junto con los abordajes de la
Economía Política Internacional y los sistémicos, así como con algunos
liberales y neoliberales, procura explicar o dan cuenta de los ciclos
hegemónicos y los momentos de transición hegemónica en el curso de la
historia, tal y como son concebidos en la actualidad. Si bien estas teorías
difieren en sus planteamientos, comparten ciertos rasgos sobre la forma en que
se configuran las hegemonías en el plano internacional, generando visiones

10
consolidadas sobre el tema, como por ejemplo, el ciclo hegemónico de Estados
Unidos desde la finalización de la segunda guerra mundial, pasando por la
Guerra Fría, hasta la actualidad, donde parecería haber una transición con el
ascenso y el desarrollo de China como potencia hegemónica, sobre todo a
partir de la segunda década del siglo XXI (Herrera Santana, 2017).

Este autor sostiene que la hegemonía mundial se concibe como una


forma claramente transhistórica que se focaliza en el dominio o supremacía de
una nación sobre otras. Desde una perspectiva crítica, argumenta que hablar
de hegemonía o de ciclos hegemónicos genera una visión mecanicista del
sistema mundial que naturaliza estructuras y relaciones de poder a escala
global. Si bien el enfoque de los sistemas mundiales contemporáneos intenta
complicar el análisis colocando al capitalismo histórico en el centro de la
dinámica mundial, no evita esta visión mecanicista ni se emplea plenamente en
la teoría disciplinaria.

González (2003) plantea que la tradición realista tiene sus raíces


intelectuales en la vieja filosofía política de Occidente. La génesis de las
relaciones internacionales se encuentra en la antigüedad, pero es hasta los
albores del siglo XX, a partir de la Primera Guerra Mundial, cuando obtiene el
rigor científico de una disciplina.

Desde su surgimiento, y a pesar de sus limitaciones, el realismo ha


podido desplegarse como teoría de referencia en el campo de las Relaciones
Internacionales, sustentado en el ascenso de Estados Unidos como potencia
hegemónica, representando toda una tradición a la hora de planificar,
fundamentar y aplicar toda una política de poder lanzada desde los principales
centros capitalistas del mundo -así como de algunos no capitalistas-.

El origen y desarrollo del realismo se relaciona con el momento


histórico en el cual los preceptos liberales, propios de la primera generación de
la teoría en Relaciones Internacionales, se enfrentan a una etapa de gran
conflictividad, ante la cual no pueden amoldarse, ni inducir cambios en esa
realidad. Esto da cuenta del hecho de que la teorización no es neutral, como
tampoco suficientemente explicativa de la realidad, no posee una pureza

11
intrínseca ni descubre la esencia de las cosas, sino que produce e induce
realidades, las genera, las configura y se imbrica en un proceso continuo de
producción de conocimiento-transformación de la sociedad, reformulación del
conocimiento-modificación y cambio social (Honneth, 2009).

Según Barbé (1987), la teoría realista se encuentra a la orden del día


en las Relaciones Internacionales, siendo la corriente idónea para la
elaboración del actual documento. Según ello, se menciona la naturaleza
conflictiva de las relaciones internacionales y, en última instancia, la centralidad
del poder. De esta forma, Schmidt (2005) afirma que el concepto de poder está
muy cerca y asociado a la teoría del realismo. Aunque las diversas escuelas de
la teoría de las relaciones internacionales tienen algo que decir sobre la
naturaleza y el papel del poder, es la escuela realista la que ha sido identificada
más de cerca con el estudio del poder. Los realistas a lo largo de los siglos han
argumentado que el poder es el determinante decisivo en las relaciones entre
políticos y comunidades, siendo de crucial importancia para comprender la
dinámica de guerra y paz.

Mearsheimer (2006) menciona que los realistas creen que el poder es


la moneda de la política internacional. Las grandes potencias, principales
actores de la historia real, prestan gran atención a su poderío económico y
militar. Es importante no sólo tener algo de fuerza, sino también asegurarse de
que no haya otras condiciones que de repente cambien el equilibrio de poder a
su favor. Para los realistas, la política internacional es sinónimo de la política
del poder.

Existen, sin embargo, diferencias sustanciales entre los realistas. La


división más básica es reflejada en la respuesta a la simple pero importante
pregunta: ¿por qué los estados quieren el poder? Para los realistas clásicos
como Morgenthau (1948), la respuesta es la naturaleza humana. Virtualmente
todos nacen con una voluntad de poder cableada en ellos, lo que efectivamente
significa que las grandes potencias están dirigidas por individuos que están
empeñados en que su estado domine a sus rivales. No se puede hacer nada
para alterar ese impulso para que sea todopoderoso.

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Para los realistas estructurales, la naturaleza humana tiene poco que
ver con las causas por las cuales los estados quieren el poder. En cambio, es
la estructura o arquitectura del sistema internacional lo que obliga a los Estados
a perseguir el poder. En un sistema donde no hay una autoridad superior que
se siente por encima de los grandes poderes, y donde no hay garantía de que
uno no atacará a otro, hace eminentemente sensato que cada estado sea lo
suficientemente poderoso como para protegerse en caso de que sea atacado.
En esencia, las grandes potencias están atrapadas en una jaula de hierro
donde tienen poca elección, y tienen que competir entre sí por el poder si
esperan sobrevivir, argumenta Mearsheimer (2006).

El abordaje teórico del problema de investigación se fundamenta en el


realismo ofensivo, el cual surge de un examen de los procesos históricos que
marcaron el nacimiento, la transformación y el colapso de las grandes
potencias por un lado y la introspección por el otro. Esto, como veremos más
adelante, sin duda le dio una gran influencia en su pensamiento sobre las
disciplinas de la geopolítica y las relaciones internacionales. La principal
pretensión es ser una teoría descriptiva, para explicar cómo se comportaban
las grandes potencias en el pasado y cómo es probable que lo hagan en el
futuro. Ofrece así una serie de argumentos sobre su comportamiento, en qué
sentido coexisten, y cómo operan en busca de oportunidades que les permitan
extraer una ventaja en un sistema internacional, caracterizado principalmente
por dos factores; la anarquía y la distribución de poder (Mearsheimer, 2001, p.
11).

Para ello, la teoría necesita evidencias de que, por ejemplo, el


comportamiento del siglo XX no fue determinante y excluyente, sino parte de la
larga historia de las relaciones internacionales entre las grandes potencias. Por
otro lado, también pretende ser una teoría normativa que pueda advertir cómo
deben comportarse los estados según los dictados del realismo ofensivo y así
predecir el comportamiento de las grandes potencias en el siglo XXI. Se debe
mencionar que el concepto de “poder espacial” fue establecido por Lupton,
quien lo definió como “la habilidad de una nación de explotar el entorno
espacial con el propósito de alcanzar los objetivos nacionales mediante el uso

13
de todas las capacidades astronáuticas de la nación” (Jussell, Judson, 1998, p.
17). Esta deducción del concepto si bien es vanguardista, muestra cierta
confusión sobre qué metas nacionales deben lograrse para convertirse en un
líder casi absoluto del sistema internacional, porque para lograr esta meta se
necesita ejercer el poder de los Estados.

En general las teorías acerca del poder aeroespacial denotan estar


circunscriptas a la problemática de la defensa de una nación y a la estrategia
militar. Esta visión es coherente con el pensamiento realista, el cual define al
sistema internacional como un escenario en el cual los Estados buscan
continuamente la oportunidad de tomar ventaja con respecto a otros, en una
especie de competencia por la seguridad (con el riesgo permanente de guerra)
donde la cooperación posee sus límites, debido a los constreñimientos que
posee por las restricciones de la lógica de competencia planteada
(Mearsheimer, 2006, p. 9).

Para Mearsheimer, una potencia es aquella que tiene suficiente


capacidad militar para destruir a los demás Estados, es decir, para identificarla
nos planteamos los interrogantes ¿es capaz de ir a la guerra?, ¿puede luchar?,
¿confrontar y causar dolor? Al responder todos los interrogantes de forma
positiva, esta potencia ni siquiera tiene que derrotar a su oponente. Por lo
tanto, ser una gran potencia requiere de un alto nivel de capacidades militares
para respaldar su fuerza relativa frente a otros Estados. Mearsheimer (2001, p.
60) menciona que se compone del poder demográfico y del poder económico,
traducido en grandes poblaciones y riquezas.

Por su parte, las discusiones y debates acerca del lugar que ocupa
China en el escenario internacional, su relación con el resto de las potencias o
cómo su posicionamiento impacta en la propia naturaleza del “orden” mundial,
es una de las problemáticas más relevantes para el mainstream académico y
político en el ámbito de las relaciones internacionales.

En el caso de la denominada “carrera espacial”, puede definírsela


como una competencia tecnológica, política y simbólica por obtener la
superioridad en el espacio ultraterrestre. Surgida en la época de la Guerra Fría,

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el relato histórico describe que fue la Unión Soviética la que tuvo en principio el
liderazgo de la carrera espacial, para luego cederlo a Estados Unidos, con su
llegada a la luna en 1969, entre otros desarrollos posteriores de la nación
americana. Sin embargo, y a pesar del protagonismo de rusos y
estadounidenses, otros países, aliados y periféricos –entre los que se destaca
China–, buscaron su propio desarrollo, lo que les trajo aparejado más de un
cortocircuito con las potencias por la innovación en el campo político de la
ciencia y la tecnología espacial (Blinder y Frenkel, 2018).

El "espacio ultraterrestre" ha sido definido por Petras (2002) con el


siguiente argumento: “dado que ningún Estado ha afirmado nunca que un
satélite que orbita la Tierra estaba infringiendo su espacio aéreo nacional, es
posible decir que, en el derecho internacional, el espacio ultraterrestre
comienza al menos desde la altura sobre la Tierra del perigeo más bajo de
cualquier satélite artificial existente o pasado que haya orbitado la Tierra sin
encontrar ninguna protesta” (p. 137). Esta definición encuentra una clara
delimitación relacionada con las prácticas y actividades de las principales
potencias en el espacio ultraterrestre.

Desarrollo de la investigación y exploración del espacio ultraterrestre

El ser humano tiene la capacidad de pensar y siempre se ha visto en la


necesidad de comentar, entender y explicar qué es lo que va sucediendo a su
alrededor, incluso eso que tiene tan lejano como el espacio. Los sucesos más
importantes en la exploración espacial se fueron desarrollando en diferentes
contextos, como el de la guerra fría de mediados del siglo pasado.

Hay que destacar que el inicio de la investigación espacial se dio en el


marco de la Segunda Guerra Mundial con fines bélicos, y a partir de su
finalización la política internacional se polarizó. Los Estados más poderosos del
mundo se agruparon en dos grandes bloques: el capitalista u occidental,
liderado por los Estados Unidos, y el comunista u oriental, liderado por la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Sendos bloques se embarcan en una

15
lucha para obtener la hegemonía en el terreno mundial, a fin de demostrar las
ventajas de sus sistemas políticos y socioeconómicos, y comenzaron su
particular carrera espacial, entendida como su competencia por conquistar el
espacio ultraterrestre, la propia Vía Láctea y más allá (Baños, 2017).

Por su parte, la necesidad de comunicar de un punto a otro


francamente lejano fue uno de los tantos impulsores para crear la tecnología
satelital, ya que el primer concepto en el que se pensó fueron los cables
submarinos, pero se buscaba una alternativa tecnológica debido a su elevado
costo de implantación y fabricación (Digital Mantenimiento, 2022). Es decir, la
investigación espacial permitió alcanzar avances significativos e importantes
que mejoraron la calidad de vida de toda la humanidad. Hace más de 60 años,
más específicamente el 4 de octubre de 1957, se lanzó desde el cosmódromo
de Baikonur, en Kazajistán, por entonces país satélite de la Unión Soviética, el
Sputnik 1, el primer satélite artificial. Así nacía la aventura espacial con la
llegada a la luna como máximo estandarte, con el alunizaje de Estados Unidos
por primera vez en 1969 (Núñez, 2018).

Este ha sido el gran éxito estadounidense en su carrera espacial contra


los soviéticos y el primer paso del hombre hacia la conquista de las estrellas.
Finalizada la era Apolo, doce astronautas pasearían por el satélite terrestre,
cubriéndose un recorrido de 95 kilómetros para obtener así más de 2.000
muestras lunares. Treinta años luego, la luna continuaba siendo explorada e
investigada a distancia, generando interés en la imaginación de millones de
personas alrededor del mundo (Casado, 1999).

En el momento en que la Unión Soviética hizo el lanzamiento de su


primer satélite dejó al mundo con la boca abierta. Para una gran cantidad de
estadounidenses, se trataba de una muestra de que el régimen soviético
contaba con la capacidad de lanzar ataques contra su territorio. De acuerdo
con lo mencionado anteriormente, el interés de las grandes potencias por la
cuestión espacial tenía historicidad, haciéndose día a día avances para acercar
al hombre a conquistar el espacio.

16
Luego de este contexto de guerra, se lograron crear relaciones
completamente cordiales que estuvieran reguladas por instrumentos
internacionales que prohibieran cualquier abuso por parte de un país. Si bien
actualmente existen diferencias entre Estados con respecto a ciertos aspectos,
como la delimitación del espacio ultraterrestre, es claro que las diferencias
entre naciones no son motivo para creer en la intención de emplear la ventaja
que algunos Estados poseen más allá de la Tierra para perjudicar a los demás
países (Raffaini, 2021).

Según Raffaini (2011), lentamente iría destacándose la incursión de


nuevos actores protagónicos con importantes capacidades militares, como es
el caso de China en su meta de integrarse a la investigación espacial. Los
activos que los países tienen en el espacio -principalmente satélites- cumplen
un papel cada vez más importante en la vida cotidiana de millones de personas
en la tierra. Desde el uso de la navegación satelital GPS -Google Maps- para
trasladarse de un lugar a otro, realizar una transacción bancaria basada en
redes satelitales privadas, hasta acceder a Netflix a través de un proveedor de
Internet satelital, muchas actividades se basan en la tecnología espacial. Los
riesgos de un enfrentamiento en el espacio ultraterrestre son mayores a nivel
nacional. Los barcos que transportan la mayor parte del comercio internacional
en todo el mundo se basan en precisos sistemas GPS, así como en una
cantidad cada vez mayor de hardware y dispositivos militares, como imágenes
de campos de batalla u objetivos captados por satélites, o mantenimiento de
alerta a toda la cadena de comandos. Actualmente todas las armas utilizan
coordenadas GPS para desarrollar operaciones de combate o tiro (Hierro
Alcántara, 1990).

Marco normativo del espacio ultraterrestre

Profundizando en el concepto de armamentización en el espacio, más


allá de los términos o el punto de vista elegido, se refiere a diferentes
actividades realizadas en el espacio ultraterrestre con fines militares, incluidas
las operaciones con misiles antibalísticos; misiones de defensa de alta

17
precisión, incluidos misiles de medio y largo alcance basados en tierra;
inteligencia, comunicación y navegación. Las hostilidades que pueden ocurrir
en el espacio ultraterrestre son de diversa índole, presentando un amplio
espectro de formas y modalidades, incluyendo ataques directos, el
ocultamiento o interferencia de satélites utilizando técnicas físicas, cibernéticas
o láser, ataques electrónicos en forma de jamming o spoofing; interferencia
cibernética a los movimientos de vehículos espaciales seleccionados y ataques
de pulso electromagnético; y la interceptación de misiles en tránsito en el
espacio ultraterrestre (Boothby, 2017).

En la segunda mitad del siglo XX, cuando comenzó la exploración del


espacio exterior, existía un consenso general en la comunidad internacional
acerca de que la extensión de la soberanía de los estados sobre el espacio
aéreo de su territorio era ilimitada. Este consenso se desvaneció con el
lanzamiento del primer satélite artificial, evento que marca el punto de origen
de la discusión sobre el límite entre el espacio aéreo de un estado y el espacio
ultraterrestre. En el espacio aéreo el Estado ejerce plena soberanía, ya que el
espacio ultraterrestre –y todo lo que contiene: luna, cuerpos celestes, entre
otros– es considerado patrimonio común de la humanidad.

El derecho del espacio ultraterrestre es un campo jurídico que nació en


el contexto de la guerra, pero siempre ha estado orientado hacia la paz. Desde
sus inicios ha intentado marcar una nueva era para la humanidad,
caracterizada por un desarrollo progresivo basado en el consenso, la confianza
y la cooperación internacional. Dado el contexto en que nació, sus
características y principios en beneficio de toda la humanidad, y sus bases, es
posible decir que es un marco normativo distinto, no tributario ni coercitivo, ni
de unanimidad, mayorías o veto. Es entonces, como afirma Rey Córdoba
(2015), una norma que nació del consenso vive del consenso y su futuro está
en el consenso.

Con el paso de los años, la previsibilidad que contemplaba el principio


creador del corpus iuris espacialis quedó relegada y hoy directamente ha
desaparecido, pues se asume con preocupación que existen diversas

18
cuestiones que carecen de un marco legal. De hecho, hay problemas que no
pueden ser resueltos en el derecho positivo actual. Las razones que explican
esta parálisis son diversas: la aceleración de logros espaciales, criterios
diferentes al inicio de su historia en la integración del COPUOS (Comisión
sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos), condiciones
económicas y políticas que han abierto y cerrado posibilidades y metas de
manera abrupta, asimetrías entre las grandes potencias y el resto en la carrera
espacial; en resumen, hay muchas causas para describir un solo efecto: la ley
espacial internacional ha perdido su previsibilidad (Esquivel, 2011).

Con el surgimiento del derecho espacial se rechaza la apropiación del


espacio ultraterrestre y se crea un nuevo principio referido a la explotación y
utilización del espacio ultraterrestre y de los cuerpos celestes, con el fin de
orientarlo en beneficio e interés de toda la humanidad. Este principio se
expresa en la fórmula “provincia común de la humanidad”, y pretende evitar
que se profundicen las brechas tecnológicas entre las grandes potencias que
desarrollan tecnología espacial y los países que carecen de ella, reduciendo los
abusos basados en su ventaja tecnológica. En las últimas dos décadas y en
todas las latitudes aparecen voces críticas a las nociones democráticas y
universalistas del derecho del espacio exterior, calificándolas de obsoletas e
inconsistentes (Velázquez Elizarraráz, 2013).

Mientras la frontera entre el espacio aéreo y el espacio ultraterrestre


continúe siendo difusa, sirviendo a los intereses de los Estados con mayor
capacidad espacial, en particular a sus actividades militares en el espacio–
aunque sean pasivas–, es factible que el despliegue de un arma espacial
dentro de esta zona ambigua sobre un Estado sea asumido como una violación
de su soberanía. Del mismo modo, dicho despliegue se equipararía a una
violación del espacio aéreo del país en cuestión. Por ello, antes de desplegar
un arma en la frontera entre el espacio aéreo y el espacio ultraterrestre, se
debe considerar que el Estado cuya soberanía se está violando puede
responder con acciones legales, políticas y/o militares (Mineiro, 2008).

19
Con el progreso de la ciencia y la tecnología, el uso civil y militar del
espacio ultraterrestre se ha convertido en una cuestión crítica para los Estados.
En materia civil, por el inmenso potencial de las aplicaciones espaciales para el
desarrollo socioeconómico y cultural, como ocurre con los sistemas de
posicionamiento global (GPS), y estratégicamente, por lo que significa en
términos de soberanía y preservación de la integridad territorial, tal es el caso
de la alta resolución de imágenes para la observación de la masa terrestre,
zonas fronterizas y espacios aéreos y marítimos (Arévalo Yepes y Gómez
Kopp, 2014).

Una de las aplicaciones más innovadoras que puede despertar el


interés de los países emergentes es el uso de imágenes satelitales como
prueba en litigios internacionales de delimitación territorial, especialmente en
zonas marítimas. Un caso que nos concierne es la disputa de áreas marinas en
las islas Spratly ubicadas en el Mar de China Meridional entre países ribereños
que reclaman diferentes formas del archipiélago, y donde se han utilizado como
evidencia imágenes de alta resolución, espectrómetros de imagen de
resolución media y detectores infrarrojos (Rubiolo, 2016).

Con la llegada del siglo XXI se acentuó una tendencia de


desaceleración en la producción normativa, los consensos han perdido eficacia
y hoy se cuestiona el carácter vinculante y obligatorio de los estándares
internacionales, dejando al derecho espacial como un cuerpo normativo
obsoleto que, en caso de que las grandes potencias no encuentren soluciones,
condenará a la humanidad a enfrentar catástrofes irremediables con graves
resultados.

En efecto, en el último episodio en la guerra fría que sostienen Estados


Unidos y China, la potencia hegemónica americana optó por esta última opción
para derribar un globo chino que sobrevoló su espacio aéreo, argumentando
que se trataba de un “globo espía”, y no de uso civil como adujeron las
autoridades chinas. Ciertamente, el incidente sirvió para despejar cierto
relajamiento que se había producido en las tensas relaciones entre China y
Estados Unidos.

20
La gobernanza del espacio ultraterrestre

El espacio ultraterrestre es un medio excepcional en muchos aspectos


y atípico desde una perspectiva legal y de gobernanza. Como corresponde a
una entidad cuya naturaleza es extraordinaria, y como en el caso del derecho
del mar, la extensión del derecho internacional y la gobernanza al espacio
ultraterrestre se ha desarrollado de manera gradual y evolutiva (ONU, 2002).
Los avances tecnocientíficos en el espacio ultraterrestre, concibiéndolo como
una entidad sin soberanía nacional y supranacional, desafían constantemente
las normas de derecho y la gobernanza, así como el impacto de estos sobre las
relaciones internacionales y la disputa por la hegemonía y la vanguardia en la
carrera espacial.

Lo que en sus inicios resultó de la rivalidad por la supremacía científica


entre la Unión Soviética y Estados Unidos en busca de prestigio y hegemonía
global, se ha transformado en el escenario de la posguerra fría en un esquema
multipolar en el que participan más de medio centenar de Estados. Un ejemplo
de país en desarrollo que ha entendido el poder transformador de la tecnología
espacial para paliar sus complejas carencias económicas y sociales es el caso
de India, que ha logrado ubicar una constelación de satélites propios y cuenta
con estructuras de formación que garantizan una sostenibilidad a largo plazo
de su actividad espacial.

Ahora bien, desde un enfoque de realismo ofensivo, que prevalece en


las relaciones internacionales, el término "arma", así como los "medios o
métodos de guerra" implican su uso en conflictos armados, pudiendo
determinarse su legalidad de acuerdo con el derecho o las normas de guerra,
así como aclarar las obligaciones que tienen todos los Estados de informar
todas las nuevas armas que desarrollan y los criterios a aplicar en caso de su
utilización. Boothby (2017) analiza estos criterios aplicados a una selección
representativa de armas espaciales y sus capacidades, distinguiendo reglas de
particular relevancia para evaluar si su uso se ajusta a los principios
consuetudinarios del derecho de los conflictos armados. Desde su perspectiva,

21
un arma espacial es ilegal cuando se usa en circunstancias normales o
diseñadas, no está dirigida a un objetivo militar específico, o si sus efectos no
se restringieron razonablemente a un objetivo, y si como resultado, su
naturaleza espera alcanzar objetivos legales, como objetivos militares, y
personas y bienes protegidos sin distinción. Cualquier arma puede ser utilizada
indiscriminadamente. El derecho de los conflictos armados debe analizar las
características inherentes al arma, oponiéndolas a las actividades particulares
de quienes las usan o ejecutan.

Algunas actividades militares en el espacio ultraterrestre se consideran


pasivas, incluidas las comunicaciones, las imágenes y la asistencia de
ubicación mediante tecnología satelital. Pero muchos países utilizan cada vez
más la tecnología espacial como parte de su participación en la conducción de
conflictos armados en tierra, mar y aire en un contexto terrestre. El uso de
misiles guiados por satélite GPS es ahora un factor común en los conflictos
bélicos modernos. Aún más preocupantes son las tendencias recientes en el
desarrollo tecnológico que revelan serias amenazas a la seguridad global en
esta última frontera, debido al valor estratégico del espacio ultraterrestre y la
dependencia militar de las actividades espaciales para sus operaciones. Todas
las grandes potencias espaciales, especialmente Estados Unidos, están
trabajando en el desarrollo de sistemas de armas basados en el espacio y
algunos sostienen que una guerra en el espacio es inevitable (Boothby, 2017).

Un factor influyente es que las nuevas tecnologías utilizadas en el


espacio siempre se desarrollaron en instituciones y academias militares, y con
fines militares, incluido Internet. Por ejemplo, los cohetes fueron desarrollados
por científicos del Tercer Reich como arma para vengar la derrota de Alemania
en la guerra. Se desconoce si las últimas tecnologías militares pueden
encontrar diferentes funciones en el espacio, mejores que la destrucción y
aniquilación que han hecho –y hacen– en la Tierra, aunque se cuenta con la
certeza de que la exploración del universo más allá de nuestro planeta y
galaxia no parece realizarse para beneficio de toda la humanidad, como se ha
visto prescribe la normativa en la materia.

22
El derecho de los conflictos armados es una fuente importante de
moderación con respecto a las operaciones militares en la Tierra. Pero apenas
hay una referencia al espacio exterior en muchos tratados que codifican ese
cuerpo de leyes. Los esfuerzos para negociar un acuerdo internacional para
detener la militarización del espacio ultraterrestre, o establecer normas para
salvaguardar la sostenibilidad y la seguridad del espacio, están ahora
estancados. La Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones
Unidas (2019) declara que “cuando se trata de actividades espaciales, las
áreas de ciencia, tecnología, derecho, política y seguridad están
inherentemente interrelacionadas. Las tecnologías espaciales a menudo tienen
aplicaciones civiles y militares superpuestas, y las decisiones que se toman
sobre los usos del espacio ultraterrestre repercuten directamente en la paz y la
seguridad internacionales” (p. 3).

El principio de no apropiación del espacio ultraterrestre, en el sentido


extendido a los recursos naturales del espacio que ya han sido extraídos de su
lugar de origen, no es un detalle menor, ya que Estados Unidos sostiene que
efectivamente los recursos lunares, o de otros cuerpos celestes, no son objeto
de apropiación aun cuando ya ha tomado recursos espaciales e incluso, a
diferencia de China y Rusia, ha promulgado leyes para comercializarlos. Esta
situación lleva a un plano oscuro la discusión de los recursos naturales en el
espacio, que aún no ha sido resuelta, como es el caso de las patentes
espaciales (González Aninat, 2014).

En definitiva, a pesar de las buenas intenciones expresadas en el


marco normativo y el espíritu cooperativo que debiera prevalecer entre las
naciones en este terreno –plasmado en la implementación de la Estación
Espacial Internacional (puesta en funcionamiento en 1998), desde 2015 se han
incrementado las posibilidades de conflictos militares en el espacio. Todos los
proyectos espaciales con fines aparentemente civiles, como el abastecimiento
de satélites orbitales, el seguimiento láser de estaciones terrestres o la
exploración lunar o de Marte, tienen un lado oscuro en el que residen los
programas militares de las grandes potencias. El desarrollo chino en el uso de
la tecnología láser en el espacio ha adquirido la capacidad de cegar a los

23
satélites estadounidenses. La historia cuenta que la militarización del espacio
es un proceso que no se detiene desde el lanzamiento del primer satélite ruso,
y las grandes potencias actúan de forma deliberada para precipitar la carrera
armamentista, que solo genera miedo, duda y caos. El hardware cambió, pero
la desconfianza, las maniobras geoestratégicas y la incertidumbre hacen de la
guerra espacial del siglo XXI un remake de la Guerra Fría del siglo pasado
(Pappalardo, 2018).

El rol de China en la geopolítica internacional y la investigación y


conquista del espacio ultraterrestre

Bellis (2019) explica que durante siglos los cohetes han proporcionado
usos ceremoniales y de guerra, comenzando con los antiguos chinos, los
primeros en crear cohetes, bajo la forma de flechas de fuego, tal como fueron
utilizadas por los tártaros Chin en 1.232 d.C para luchar contra un asalto
mongol a Kai-feng-fu.

Según Kukso (2021), la historia espacial china se remonta cinco años


antes del viaje inaugural de Yuri Gagarin en 1961, instancia en donde Qian
Xuesen, padre de la tecnología espacial china, estableció el primer instituto de
investigación de cohetes y misiles, inspirado en el MIT, Instituto de Tecnología
de Massachussets, en el que pasaría a brindar colaboración en la fundación del
Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL).

Algo a considerar en materia del ascenso chino es su acercamiento a


los Estados Unidos en 1970, una temática geopolítica que protagonizarían
Washington y Beijing, evidenciado con el arribo de Nixon a China en 1972, así
como los convenios de acuerdo de Mao a fin de “normalizar” las relaciones
entre potencias. Actualmente, el desarrollo de las fuerzas armadas chinas
compromete la supremacía de los Estados Unidos en el océano Pacífico
Occidental, algo que fue llevado a cabo en concordancia con Rusia,
minimizando el monopolio absoluto que tenía el Pentágono. En ese orden, es
factible apreciar que las vinculaciones entre los protagonistas se realizaron

24
desde un panorama de fortaleza relativa en el sistema internacional, donde el
Estado chino cuenta con una población acorde para llevar adelante una
revolución nacional y social evidenciada por ejemplo en la Guerra de Corea, en
la que obligó a las fuerzas lideradas por Estados Unidos a retroceder al sur del
paralelo 38 (Raffaini, 2021).

Así, China aprovecharía la crisis estadounidense vivenciada en la


década de 1970, a fin de solventar el peligro de quedar atrapada ante Rusia,
acercándose a Moscú desde un lugar de fortaleza, no debiendo concesionar en
perjuicio de sus intereses nacionales. Desde esta visión geopolítica, es posible
entender el significado del giro esbozado desde los años 1996–1997, momento
en el que durante la guerra unipolar se esboza un acercamiento entre China y
Rusia en detrimento de la expansión de los Estados Unidos y la OTAN sobre
ciertos puntos estratégicamente vinculados al Asia Central (Raffaini, 2021).

En este contexto, lo cierto es que la Asamblea General de Naciones


Unidas reconoce el insuficiente alcance de la regulación en materia de
armamento espacial. Esto llevó a concluir que actualmente no existe un
acuerdo multilateral que prohíba efectivamente la colocación de armas en el
espacio ultraterrestre, y lo que es peor, aseverando el citado órgano, que el
trabajo en materia de desarme se encuentra estancado sin mostrar avances en
años recientes, lo que da cuenta, en el plano teórico, que el desarrollo de la
carrera especial se sustenta en un realismo ofensivo que despliegan las
superpotencias, destacándose notablemente China en sus logros y en la
dimensión que ha adquirido su tecnología militar.

Johnson-Freese (2014) explora las implicaciones geoestratégicas del


tecnonacionalismo en el desarrollo espacial y cómo puede transformarse en
influencia política global y regional. En el contexto de Asia-Pacífico presenta los
casos de China e India, y analiza cómo han logrado posicionarse como líderes
en el uso dual civil-militar de la tecnología espacial. Desde entonces la
militarización y la carrera de armamentos en el espacio ultraterrestre se ha
incrementado. Partiendo de la premisa de que los métodos defensivos siempre
han ido a la zaga de los ofensivos, proyectos como la creación de una fuerza

25
militar espacial por parte de Estados Unidos, –con su sola enunciación- genera
un impulso al desarrollo de mecanismos ofensivos, y dado que el costo de
estos últimos es menor, en un orden de magnitud, toda la situación se volvió
extremadamente compleja y el entorno precario de las negociaciones sobre el
control de armamentos se ha estancado, e incluso se puso en tela de juicio la
eficacia de los instrumentos internacionales diseñados para prohibir los
armamentos en el espacio ultraterrestre.

Más allá de las declaraciones de los líderes de las superpotencias, las


preocupaciones sobre la guerra espacial se están volcando hacia el ámbito
táctico. En una guerra convencional, si el adversario llega a dañar los satélites
de Estados Unidos, las armas de precisión y los sistemas de navegación que
permiten operar a las fuerzas armadas estadounidense colapsarán. Esta es la
razón por la cual los chinos y los rusos están muy interesados en prohibir las
armas convencionales en el espacio, pero no tanto en prohibir las armas que
podrían cegar, destruir o inhabilitar los satélites terrestres.

Más concretamente, China ha estado probando satélites con brazos


robóticos, mediante una tecnología de doble uso que podría utilizarse para
operaciones de atraque en la futura estación espacial de China, en misiones
activas de remoción de escombros o como un ASAT (arma antisatélite) co-
orbital. Se puede afirmar que el uso de estos satélites le proporciona una
ventaja estratégica al Estado que los posea y controle. Actualmente, los países
que son potencia mundial en el campo espacial desarrollan tecnologías cada
vez más sofisticadas -que en teoría son para fines pacíficos- que demuestran
su capacidad de poner elementos en la órbita y defender sus activos
espaciales. Esto se da en el marco de la nueva "carrera espacial" por aumentar
sus capacidades y generar elementos de disuasión ante un posible conflicto
internacional (Ruiz y Gómez, 2020).

De acuerdo con Kukso (2021), mediante la denominada “Enmienda


Wolf”, ley sancionada en 2011, se le ha prohibido a la NASA utilizar fondos del
gobierno para colaborar de cualquier manera con el gobierno chino. Desde
entonces, Estados Unidos se niega a cooperar con China en materia espacial,

26
ni siquiera compartiendo información relevante, en el marco de la Estación
Espacial Internacional.

Desde los últimos años de la administración de Barack Obama, y hasta


el día de hoy, Estados Unidos se ha resistido a adoptar algunas medidas que
puedan restringir el uso de estas tecnologías de punta con fines comerciales o
regularlas para prohibirlas con fines militares. Teniendo en cuenta que China
ha demostrado su disposición y capacidad para utilizar tecnología basada en el
espacio, sus pruebas de misiles podrían interpretarse como un intento de
presionar a Estados Unidos para que participe en un acuerdo bilateral de
control de armas. Sin embargo, siendo realistas y dado el liderazgo actual de
Estados Unidos en el desarrollo de alta tecnología espacial, es poco probable
que se sienta obligado a sentarse en una mesa de negociaciones. Mientras
tanto, el proceso de militarización del espacio ultraterrestre, contra legem,
parece no desandar el camino emprendido.

En cuanto a las actividades de armamentización de los Estados


Unidos, cabe destacar sus tendencias a subestimar cómo sus acciones
geoestratégicas y militares afectan el escenario de seguridad y el equilibrio
internacional. En este sentido, Estados Unidos cree sinceramente que sus
acciones son categóricamente pacíficas y así son percibidas por la mayoría de
la comunidad internacional. Pero el liderazgo estadounidense ha sido
cuestionado desde la crisis financiera mundial de 2008, no solo por el ascenso
de China y el actual protagonismo de Rusia, sino incluso entre sus propios
aliados de la Unión Europea y América Latina. En un mundo multipolar, la
posición de Estados Unidos como el competidor individual más poderoso
naturalmente impulsa a otras naciones a observar sus movimientos e iniciativas
con cierta desconfianza.

Un hecho evidente es que China ha probado con éxito su sistema de


armas antisatélite (ASAT). En este punto cabe señalar que aunque Rusia y
Estados Unidos tienen sistemas similares, el caso de China merece mayor
atención por tres motivos: 1) China se convierte en el primer país en equiparar
a las dos grandes potencias en cuanto a armamento espacial; 2) el sistema

27
chino ha demostrado la vulnerabilidad del sistema militar estadounidense al
argumentar que su estrategia militar depende en gran medida de sus satélites;
y 3) no sólo saca a la luz las estrategias de los satélites militares
estadounidenses, sino que revela que, en caso de guerra, China, a través de
su sistema ASAT, tiene el poder de neutralizar a las tropas estadounidenses.
Esta situación genera inicialmente cierta tensión internacional.

Como se puede apreciar, el programa espacial chino tenía en sus


inicios una particular relevancia para el Ejército de Liberación Popular por su
potencial uso para la guerra. Esto fue una preocupación constante de la política
exterior estadounidense, quien siempre se ha mostrado recelosa de la venta de
material misilístico por parte de China a países como Pakistán. Por su parte,
los logros más recientes del programa, como el aterrizaje en el lado oculto de
la Luna (2020) y en Marte (2021) tendrán implicancias no sólo para la ciencia,
sino para los asuntos militares. Previamente, en 2019, China se convirtió en el
primer país en alunizar una sonda en el lado oculto de nuestro satélite,
convirtiéndose en su segunda misión lunar exitosa después de la de 2013. En
cuanto a su alunizaje de 2020, recogió muestras del regolito lunar y las trajo a
la Tierra, lo cual no se lograba desde las muestras recolectadas en 1976 por la
misión Luna 24 de la URSS (Fernández de Bobadilla Ferrer, 2021).

En la carrera por el dominio y control del espacio físico, el cibernético,


el espacio ultraterrestre, el cuántico, el económico, el de la Inteligencia
Artificial, las telecomunicaciones 5G o 6G, entre tantos, China apunta alto,
dentro y fuera de la órbita terrestre, impulsada por el desarrollo tecnológico
como clave de su futuro. La que ha sido durante décadas emuladora de Moscú
en materia armamentística o nuclear, así como en la carrera espacial, hoy es
líder en diversas disciplinas avanzadas, y las armas hipersónicas son una de
ellas. Tal como sucede con varios recursos de su vasto arsenal, las Fuerzas
Armadas de China contemplan el uso de las armas hipersónicas como una
“maza del asesino”. Este histórico término, compuesto por los caracteres
chinos “matar”, “mano” y “maza”, proviene de una leyenda en la que el héroe
derrota a un enemigo mucho más fuerte con una maza y no en un combate

28
“honorable”, basado en reglas de enfrentamiento o caballerosidad. Actualmente
se aplica a cualquier recurso que asegure el éxito, ya sea en los negocios o en
el amor, o, en el Ejército Popular de Liberación, para describir la forma en la
que un adversario más poderoso, como Estados Unidos, puede ser batido
mediante el uso de distintas armas, tecnologías o estrategias (Corral
Hernández, 2022).

Si bien Estados Unidos y la URSS protagonizaron la carrera espacial


del siglo XX, queda claro que actualmente China pasó a ser un tercer
protagonista con capacidades potenciadas con la finalidad de ocupar su yi xi
zhi di (sitio en la mesa), y alcanzar el anhelado zhitianquan (“dominio del
espacio”), lo que le permitirá desequilibrar la balanza a su favor en la disputa
por la hegemonía mundial que libra con Estados Unidos. Dado el enorme
interés de las potencias por los recursos extraterrestres, en especial por los
lunares y los minerales, tanto por parte del sector público como privado, se
generó una «fiebre del oro espacial» que ha propiciado la “carrera espacial del
siglo XXI”. Según las agencias espaciales de las potencias, la luna contiene
tres recursos vitales para la vida en la tierra: agua, Helio-3 (He-3) y metales de
tierras raras, cuya importancia para la fabricación de componentes electrónicos
y militares es crucial en la geopolítica contemporánea. La existencia de estos
tres elementos, además de la posible riqueza en otros elementos muy
requeridos pero exiguos en la Tierra, tanto en la Luna como en asteroides de
oportunidad, ha generado un interés por su control y explotación, y ha visto
nacer una nueva rama de la economía que se ha denominado
“astroeconomía”, una posibilidad de negocio que impulsó la reactivación de los
programas espaciales de las principales potencias.

En efecto, y en lo atinente al satélite terrestre, China ha desarrollado el


programa Chang’e, bautizado así en honor a una diosa que, conforme a la
mitología china, vive en la luna. Este programa ya ha lanzado las misiones
Chang’e-1, 2, 3, 4 y 5, y tiene previsto tres más: la Chang’e-6, con el objetivo
de retornar con muestras del polo sur lunar; la Chang’e-7, para el
reconocimiento del polo sur lunar; y la Chang’e-8, con la intención de probar la

29
tecnología para establecer una base de investigación lunar en 2036. Como se
puede apreciar, China ha basado su estrategia espacial en su programa de
exploración lunar, pretendiendo con ello arrebatarle la hegemonía a
Washington que, con la intención de equilibrar lo que parecen adelantos
gigantescos de su rival, ha retomado definitivamente sus planes de expansión
extraterrestre, centrando sus objetivos en el retorno a la Luna para su
exploración, esta vez ampliando los socios que le permitirán alcanzar sus
objetivos (Fernández de Bobadilla Ferrer, 2021).

Entre 2010 y la actualidad, el programa espacial chino ingresó a una


fase caracterizada por el estímulo comercial, logrando el lanzamiento del
primer componente de su estación espacial, la Tiangong-1 en 2011, que fue
visitada por sus astronautas un año después, y ha convertido a China en el
segundo país en la historia en clavar su bandera en la superficie lunar. Todo lo
anterior contribuye a considerar el programa espacial chino, no sólo como un
intento de demostrar superioridad tecnológica o militar, sino como una muestra
de su voluntad de alcanzar el estatus de gran potencia espacial,
posicionándose como un socio independiente y de confianza para acceder al
espacio ultraterrestre.

En 2019 China lanzó su primer libro blanco que hace referencia al


espacio exterior, el espacio electromagnético y el ciberespacio; los cuales
constituyen un solo objetivo nacional de defensa. En este libro hay un párrafo
que se centra únicamente en el dominio espacial; allí se le confiere una
importancia estratégica para la nación y a su vez se afirma que "la seguridad
espacial proporciona seguridad estratégica para el desarrollo nacional y social"
(Jiayao, 2019, p. 8). Por ello, el Ejército Popular de Liberación de China ha
fundado la Fuerza de Apoyo Estratégico para centralizar y administrar las
misiones militares, cibernéticas y de guerra electrónica de las militares
desplegadas en el espacio ultraterrestre. Por su parte, en recientes
declaraciones, el reelegido presidente Xi Jiping declaró que "explorar el vasto
cosmos, desarrollar la industria espacial y convertir a China en una potencia
espacial es nuestro sueño eterno" (Menjón, 2022, p. 1).

30
El centenario de la fundación de la República Popular China, en 2049,
ha sido elegido por el presidente Xi Jinping como el año en que Pekín pasará a
liderar el sector espacial internacional, razón por la cual está potenciando sus
capacidades espaciales mediante la diversificación y descentralización de su
industria, en busca de una autonomía que le permita competir con Estados
Unidos. Históricamente, el programa espacial chino fue controlado por el
Ejército de Liberación Popular, pero ha evolucionado a una organización que
comprende a los sectores militar, político e industrial civil y de defensa, donde
la Administración Espacial Nacional China (CNSA, por sus siglas en inglés)
actúa como articulador de sus esfuerzos espaciales, lo que le ha permitido
mejorar sus relaciones con países con intereses en este ámbito, con quienes
comparte programas y proyectos de transferencia tecnológica (Fernández de
Bobadilla Ferrer, 2021).

El desarrollo tecnológico de China en el espacio exterior abre el camino


para abordar el tema de los satélites espía, que bien podría haberse
enmarcado dentro del análisis de la carrera armamentista. Sin embargo, el
papel jugado por este tipo de satélites no ha recibido la calificación absoluta de
representar en sí mismo una acción bélica, y por tanto necesita un tratamiento
aparte. De todos modos, para quienes hacen este trabajo, los satélites espías
son al menos indicios de una carrera armamentista en el espacio porque el
derecho internacional humanitario (DIH) considera las acciones de inteligencia
como acciones de guerra (Contreras Henao, 2014). De ahí la intransigencia
estadounidense, al derribar el globo chino, considerado espía, en febrero de
2023.

Por último, desde una visión prospectiva, es posible plantear que la


carrera espacial del siglo XXI puede generar un acontecimiento similar al que
tuvo el descubrimiento de América, que se irá produciendo en sucesivas fases.
En principio, se contempla que el establecimiento de una red de explotación y
distribución de los recursos lunares hacia la tierra llevará un período de tiempo
más o menos largo. Mientras mejoren en paralelo la tecnología de las
industrias mineras de extracción y selección de recursos, las naves de

31
transporte y los medios militares que los protejan, se desarrollará una pugna
por establecerse en la Luna, donde el vencedor obtendrá, en el caso de China,
o mantendrá, en el caso de Estados Unidos, la hegemonía mundial (Fernández
de Bobadilla Ferrer, 2021).

32
Conclusiones

Si se aplica un enfoque sustentado en el realismo ofensivo, se ha


evidenciado a lo largo del presente trabajo que estamos ante una nueva
carrera espacial –con China como principal protagonista-, donde las
superpotencias ya no son sólo dos –Estados Unidos y Rusia-, sino que otros
actores relevantes -como Francia e India- buscan ejercer el dominio del
espacio ultraterrestre y defender los activos espaciales que han instalado allí –
principalmente los satélites-, los cuales les proporcionan ventajas estratégicas
en materia de vigilancia y defensa. En efecto, se ha visto que tanto Estados
Unidos, como Rusia, China y Francia, han creado unidades militares que
forman parte de sus fuerzas espaciales. Estas fuerzas constituyen un factor
crucial que puede inclinar la balanza en cualquier clase de conflicto
internacional, a nivel terrestre. Por ello, diversos autores han advertido sobre el
aumento de la probabilidad de que se produzca un conflicto que involucre
armas espaciales –tanto ofensivas como defensivas-. El mayor desarrollo
tecnológico ha permitido a la vez un notable incremento de los activos
espaciales puestos en órbita, lo cual puede aparejar disputas por el espacio
ultraterrestre.

Desde el mismo abordaje del realismo ofensivo, es posible plantear


que la militarización del espacio ultraterrestre es un fenómeno estrechamente
ligado al imperialismo bipolar de la segunda posguerra y sigue presente en la
forma del actual sistema político global, que puede caracterizarse como
“multipolar unicentrista”, reflejo de la redistribución de hegemonías en el Siglo
XXI, incluyendo a las llamadas potencias emergentes como los países que
conforman el BRICS. En los últimos años, en este contexto, han adquirido
protagonismo la pandemia de coronavirus y la guerra entre Rusia y Ucrania,
como focos de conflicto que han incidido en todo el planeta.

El impulso actual de las actividades espaciales y la falta de gobernanza


en el espacio ultraterrestre revela la necesidad de regular de manera completa
y efectiva viejas cuestiones como la desmilitarización en todas sus formas, su
estatuto o régimen jurídico, su indefinición, la notable monopolización de su

33
exploración y explotación. Por otro lado, es prioritario atender a la necesidad de
crear un corpus iuris espacialis para el creciente número de nuevas actividades
que se están presentando a raíz de la construcción de, por ejemplo, estaciones
orbitales, así como para prevenir y/o resolver potenciales conflictos entre
países. Los actuales conflictos bélicos y geopolíticos en la tierra son
numerosos y bastante preocupantes, a lo que se añade actualmente la
posibilidad de la tecnología de reproducirlos en el espacio exterior.

La legislación sobre el uso y control del espacio ultraterrestre está


sujeta a la situación dominante de las relaciones políticas internacionales y a
los intereses macroeconómicos y político-estratégicos de las potencias
espaciales; por lo tanto, ha sido y será muy difícil establecer un orden justo y
equitativo en materia de órbitas geoestacionarias y telecomunicaciones porque
sigue prevaleciendo el principio de “primero en llegar, primero en aprovechar
recursos”, especie de analogía neocolonial del viejo principio geopolítico de
iutis possidetis iuris (como estás poseyendo continuarás poseyendo). En la
realidad geopolítica actual, la irrupción de China en el escenario internacional
está cambiando las reglas del juego de la militarización espacial.

Por ejemplo, el desarrollo de las armas antisatélite de China, por sí


mismas y en un doble juego de discurso jurídico-político, junto con su llegada a
la cara oculta de la Luna y a Marte, reflejan en cierta medida el fracaso de
Estados Unidos en contener el avance del gigante asiático, ya que se ha
negado a celebrar un tratado destinado a prohibir enfáticamente la colocación y
el uso de armas antisatélite en el cosmos.

En función de lo planteado en nuestra hipótesis, se destaca la


importancia que tiene el Plan Espacial chino en su estrategia global de
proyección como potencia mundial. En efecto, la conquista del espacio, la
inversión en investigación y tecnología, la participación con distintas misiones
tripuladas, diversos desarrollos satelitales, las misiones a la Luna y otros
cuerpos celestes, constituyen acciones tendientes a consolidar el poder
hegemónico de China no sólo en el ámbito ultraterrestre sino también en la
esfera planetaria, en una guerra fría que no se ha detenido a pesar de la

34
persistencia y virulencia del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, que
amenaza extenderse a toda Europa.

35
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