Reformismo Borbónico y Su Implicancia en América

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El período virreinal en el Río de la Plata

Durante el reinado de Carlos III (1759-1788) las ideas del iluminismo habían entrado en
España, y las practicaron los ministros de la corte. Esto permitió a esta nación alcanzar un
fuerte resurgimiento a través de una serie de reformas implementadas por estos a lo largo
de su reinado.
Cuando el 1ro de agosto de 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata las nuevas
doctrinas en boga en España pasaron a estos territorios. En consonancia con la ideas
fisiocráticas de la época, los virreyes ya se preocuparon por el fomento de la agricultura,
cuya producción estuvo destinada a proporcionar a la metrópoli la materia prima necesaria
para su industria.
La aplicación de esa política nos marcará para siempre el destino de colonia, es decir, de la
permanente dependencia de una economía ajena que retrasará toda posibilidad de un sano
desarrollo autónomo.
En 1778 la aplicación del Reglamento y Aranceles Reales para el Comercio Libre de
España y América, determinó la apertura de 24 puertos americanos al comercio español
(entre ellos Buenos Aires). Por este motivo se hizo necesaria la instalación de una Aduana
en esta ciudad que alcanzó entonces un gran desarrollo comercial. Los adelantos impuestos
por el liberalismo en España, como promoción de academias, observatorios, museos,
teatros, la fundación de escuelas, el alumbrado, etc., llegaron de esa manera a Buenos Aires
y la fueron transformando en una gran ciudad gracias al florecimiento del comercio.
Algunos autores sostienen sin embargo, que los adelantos de la civilización llegados a estas
tierras, son el producto de un bienestar económico a la implementación del comercio libre y
que éste solo favoreció el enriquecimiento del puerto y de su clase mercantil en desmedro
de las industrias locales.
En efecto, como consecuencia de esta política económica, estas industrias se vieron
perjudicadas por las mercaderías introducidas a través del puerto de Buenos Aires a un
costo menor que las regionales. Algunas de las medidas adoptadas por la corte favorecieron
a la economía española y restringieron el desarrollo americano: se cerraron talleres, se
limitó la producción de tejidos y hasta se ordenó talar olivares y viñedos para que no
compitieran con los aceites y vinos de la península.

La población:
El transcurso del siglo XVIII numerosas familias provenientes de España continuaron el
poblamiento de América. Pero es durante este período que se produjo un cambio importante
en lo que se refiere a la procedencia de los inmigrantes. Los gallegos, catalanes, canarios y
vascos reemplazaron la inmigración de castellanos y andaluces que habían llegado en un
primer momento a estas tierras.
La sociedad porteña:
Estuvo marcada por las características de su vida económica. El grupo dirigente
enriquecido por el comercio, poseyó a su vez campos y ganado, de los cuales vivieron sus
hijos que son los que mantuvieron el espíritu vivo de la raza.
En el interior las formas sociales adquirieron características distintas a las de Buenos Aires.
Sus ciudades prosperaron de un modo más lento. De a poco se embellecieron, por ejemplo
con la construcción de iglesias de ladrillo o adobe y con el aumento de las casas de piso con
balcón.
Leyes y conflictos
El Rey:
Desde el descubrimiento de América, ocuparon el trono español los reyes católicos,
Fernando e Isabel; su hija Juana la loca, casada con Felipe el hermoso; emperador Carlos V
(Carlos I de España); Felipe II y Felipe IV, con suyo reinado llegamos al año 1665,
sucediéndolo su hijo Carlo II el hechizado, vástago enfermizo que será el último monarca
de la Casa de Austria y que habrá de morir en 1700, es decir en la frontera cronológica que
divide los siglos XVII y XVIII.
Hubo entre ellos grandes reyes y algunos que no lo fueron pero, no obstante, en la figura
real se encarnó el poder supremo y acatado, viéndose en su autoridad un designio divino.
La capacidad y carácter de cada rey dejaron rastros dispares en América, aunque fue a
nombre del soberano, de cualquier manera, que se llevaron a cabo notables empresas.
No resultó el capricho real, sin embargo, el que imperó en sus dominios, de los que
formaban parte del Nuevo Mundo. Por el contrario, una sabia legislación, instituciones
estables y el talento desigual de los funcionarios que ejercieron aquí el gobierno, como así
también su honradez o su venalidad, su debilidad o su energía, influyeron de manera
inmediata en estas regiones.
El siglo XVIII
Al morir Carlos II sin descendencia, se ciñó la corona Felipe V, que era duque de Anjou y
pertenecía a la dinastía de los borbones, de la cual saldrían reyes distintos a los que habían
estado gobernando en España. Su ascensión al trono dio lugar a la Guerra de la Sucesión
(1702-1713), que concluiría con el Tratado de Utrech muy desfavorable a los españoles. En
virtud del mismo, Portugal obtiene la Colonia del Sacramento, e Inglaterra, además de
quedarse con Gibraltar, logra ventajas comerciales que tendrían fuerte influencia en el Río
de la Plata.
Entre 1721 y 1723, ocurrieron graves sucesos en Asunción, donde el vecindario se opuesto
a las autoridades designadas por el virrey del Perú, eligiéndolas por sí y dando lugar al
gobierno “comunero” -vale decir del “común”-, que tiene antecedentes en una antigua
revuelta castellana, sofocada a sangre y fuego. También la paraguaya fue finalmente
reprimida por el gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, fundador de
Montevideo.
Mediante el Tratado de Permuta (1750), los portugueses se comprometen a entregar
Colonia del Sacramento, recibiendo en cambios las misiones jesuíticas establecidas al este
del Río Uruguay, trueque que les resultaba sumamente ventajoso. Pero indios y jesuitas se
resisten, estallando la “Guerra guaranítica”. Los combates se prolongan tres años y el
Tratado queda sin efecto.
En 1776 reinaba Carlos III, cuarto rey Borbón, afrancesado e imbuido de las ideas
“iluministas”, que estaban de moda por entonces. Ideas estas que exaltaban las excelencias
de la razón humana por encima de todo dogma, veían en la ciencia un camino infalible para
lograr el “progreso indefinido” y, siguiendo el pensamiento de Voltaire. Por otra parte los
borbones eran centralistas y procuraban colocar bajo su control la mayor cantidad posible
de actividades políticas, sociales, culturales e, incluso, religiosas que se desarrollaban en
sus dominios.
El virreinato del Río de la Plata

Nace como una respuesta militar a las pretensiones territoriales de Portugal, que cuenta con
el apoyo británico pues, por un lado, Inglaterra juega en el caso sus propios intereses
comerciales y además, la política exterior lusitana coincidió tradicionalmente con la
inglesa.

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