Imposición Sobre La Renta
Imposición Sobre La Renta
Imposición Sobre La Renta
Nos parece interesante, en forma previa al estudio del derecho positivo o sea de los aspectos
técnicos del impuesto a las ganancias en la República Argentina, referirnos a algunas
generalidades que hacen a la teoría de esta forma de imposición.
Y esto lo efectuaremos recordando y repitiendo, en apretada síntesis, los conocimientos que
recibimos de los maestros de la tributación (entre otros John B. Due, Dino Jarach, Carlos M.
Giuliani Fonrouge, Enrique J. Reig) y con alguna visión particular que seguramente surgirá
en las siguientes páginas.
Como es ya conocido, la capacidad contributiva se manifiesta a través de tres
exteriorizaciones básicas: la renta, el consumo y el patrimonio.
La primera de ellas es alcanzada en nuestro país a través del gravamen denominado
“impuesto a las ganancias”, motivo de desarrollo en el presente tratado.
Modernamente el término renta, en nuestro país, fue empleado como rédito (impuesto a los
réditos), posteriormente como ganancias (impuesto a las ganancias) y, consecuentemente,
renta, réditos y ganancias son sinónimos para nuestros legisladores.
Sin perjuicio de ello, según el diccionario de la Real Academia Española, renta (lat. Reddita)
significa utilidad o beneficio que rinde anualmente una cosa o lo que de ella se cobra.
Vulgarmente los términos utilidad o beneficio se utilizan básicamente para designar la renta
empresaria.
Por otra parte rédito (lat. Reditus) se define como la renta, utilidad o beneficio renovable que
rinde un capital, lo que nos podría llevar a pensar que el término, desde su definición por el
diccionario, debería utilizarse para referirse a ese tipo o categoría de renta.
Y por último, ganancias se define como acción y efecto de ganar, y ganar es adquirir caudal o
aumentarlo con cualquier género de comercio, industria o trabajo, es decir la utilidad de un
trabajo o negocio, lo que siguiendo la línea expresada podría suponer aplicar dicha expresión
para referirnos a la renta proveniente del trabajo personal o comercio.
Es lógico advertir que, en un impuesto con tasas progresivas, la situación del contribuyente
se torna inequitativa si se grava el beneficio en un solo período.
Su inclusión como renta está justificada pues, de lo contrario, se favorecería a quienes reciban
este tipo de ingresos en comparación con aquellos a quienes se les gravan otras rentas, como
las provenientes del esfuerzo personal (salarios, sueldos) denominadas ganadas o sudadas.
Por otra parte, el incremento en el valor del patrimonio eleva el bienestar económico de su
propietario, aumentando por lo tanto su capacidad contributiva, a menos que dicho
incremento de valor sea el producto de un alza en el nivel general de los precios o una baja
en la tasa de interés.
Quienes postulan su no inclusión dentro del concepto de renta, entienden que al no ser
rentas periódicas, el contribuyente tiene amplia facultad para elegir el momento de su
realización.
Sin embargo, aun con características diferentes a los otros tipos de rentas, su gravabilidad
estaría justificada por principios de equidad.
Vale señalar que en este tipo de rentas la fuente se agota al generarlas.
Ingresos de naturaleza eventual. Comprende a los premios obtenidos en sorteos, loterías,
juegos de azar y todos los ingresos que dependen de un factor aleatorio, ajeno a la voluntad
del contribuyente.
Ingresos accidentales. Son aquellos obtenidos por una habilitación accidental y transitoria
de la fuente. Sería el caso de un profesional universitario que participa en una operación
inmobiliaria como intermediario y recibe en pago una comisión.
El concepto de fllujo de riqueza considera esta retribución integrada al criterio de renta.
RESUMEN ESQUEMÁTICO
Modernamente, la actividad económica se ha ido desarrollando cada vez más bajo la figura
de las sociedades anónimas (sociedades de capital).
Esto ha traído aparejada la necesidad de reconocer que existe una persona jurídica separada
entre la unidad productora de la renta y las personas físicas titulares de su capital.
Se plantea, entonces, en teoría, si el impuesto a la renta debe ser pagado por la sociedad o
sólo debe gravarse la renta en cabeza del accionista. Enrique J. Reig aboga por gravar a la
sociedad teniendo en cuenta el principio del beneficio (la sociedad de capital se beneficia
utilizando los servicios del Estado que facilitan su desenvolvimiento).
Pero, además, la sociedad puede disponer de la renta de manera diferente que los individuos
que la componen, se evita la evasión y se facilita la redistribución de la riqueza.
Dino Jarach entendía que debía gravarse a la sociedad y no los dividendos, porque la
heterogeneidad de los intereses en juego atentan contra el logro de que el tratamiento resulte
equitativo. Así, este doctrinario clasificaba a los accionistas en tres grupos:
– Accionistas capitalistas (también llamados inversores cuyo objetivo está en la obtención de
dividendos)
– Accionistas especuladores (cuyo objetivo está en obtener diferencia en la comercialización
de las acciones)
– Accionistas empresarios (cuyo objetivo es la evolución de la empresa como tal).