Cronologia Historica de La Tierras en Venezuela
Cronologia Historica de La Tierras en Venezuela
Cronologia Historica de La Tierras en Venezuela
2. Que los que poseían tierras baldías por tiempo inmemorial y no hubiesen
sacado los títulos de propiedad conforme a la ley de 13 de octubre de 1821,
debían hacerlo en el término de un año contado desde la publicación de la ley (art.
16) con prórrogas sucesivas. Vencidos dichos lapsos, sin que se sacasen dichos
títulos, la ley de 1848 establecía que los terrenos se considerarían propiedad de la
República (art. 17).
3. Que las tierras baldías podrían venderse mediante subasta pública (art. 7),
conforme a las normas de la ley y del Decreto reglamentario de 16 de marzo de
1849 sobre tierras baldías. En esta forma, legalmente quedaba delimitada en el
tiempo, la posibilidad de que se reconociese o traspasase a los particulares la
propiedad de antiguos baldíos, exigiéndose actos formales del Estado, como la
venta acordada en pública subasta o acordada a los arrendatarios u ocupantes; y
los títulos otorgados a los poseedores por tiempo inmemorial dentro de los lapsos
previstos en la Ley. Esta ley vino por tanto a continuar con la línea reguladora de
las décadas precedentes a su sanción, en relación con el régimen jurídico relativo
a las tierras baldías y para la precisión de la titularidad sobre las mismas. El
Estado, mediante ella, reconoció a los poseedores por tiempo inmemorial su
derecho a adquirir la propiedad de la tierra, incluso si no habían hecho las
gestiones que establecía la Ley de 1821, pero el ejercicio de este derecho lo
sometió de nuevo a unos plazos de caducidad, vencidos los cuales sin que se
ejerciese ese derecho, los terrenos en cuestión se considerarían propiedad del
Estado. Después de la Ley de octubre de 1821 y de esta Ley de 1848, conforme a
los lapsos en ella previstos, por tanto, la titularidad de la propiedad de la tierra o
correspondía por así haberse acordado a los poseedores por tiempo inmemorial
que lo hubieren solicitado, o correspondía al Estado. Este, después, podía vender
las tierras, y conforme a la Ley los particulares podían adquirir la propiedad de las
mismas.
Sin embargo, para que la posesión surtiera efectos a los fines de la prescripción,
las tierras baldías sobre las cuales podía alegarse usucapión tenían que ser sólo
aquellas que podían ser adquiridas en propiedad mediante enajenación (se
excluía de ello, por tanto, a los baldíos playeros y de islas). Esto surgía, en 1919, y
en la legislación actual, por la concatenación de las normas, tanto de la Ley de
Tierras Baldías, como del Código Civil.
APRECIACIÓN FINAL
Desde los tiempos de la colonia, los bienes que pertenecía a la Corona como
bienes realengos eran esencial enajenables y prescriptibles, y ese régimen pasó a
la época republicana, cuando se dictaron las primeras leyes en la materia desde
1821, y luego cuando se sancionó la primera regulación propiamente venezolana
en materia de tierras baldías, contenida en la Ley de Tierras Baldías de 1848. Con
esta ley, puede decirse que se regularizó la situación de los baldíos, reconociendo
el derecho de aquellos particulares que ejercían la posesión de los mismos y que
podían alegar respecto de ellos la usucapión, mediante la cual podían convertirse
en propietarios legítimos de las tierras. La ley de 1848 otorgó un lapso a los
ocupantes y poseedores para hacer valer sus derechos, y estableció que vencido
dichos lapsos sin que se ejercieran los derechos que ella otorgaba, los terrenos se
considerarían propiedad de la República. La Ley de 1848, por otra parte,
estableció el régimen de enajenabilidad de los baldíos, al regular la forma de
adquirir la propiedad de los mismos por particulares, circunscrita a actos formales
del Estado de otorgamiento de títulos o venta. La ley no hizo referencia expresa y
tampoco excluyó expresamente la posibilidad de adquisición por prescripción de
baldíos. Si bien de esta ausencia de regulación podía interpretar que no cabía la
usucapión de baldíos30, sin embargo, la posibilidad de la adquisición de las tierras
baldíos por prescripción se estableció expresamente en el Código Civil de 1867.
En las leyes posteriores de 1882, 1894, 1896 y 1900 continuó regulándose la
posibilidad de enajenación de baldíos a los particulares, y asimismo, continuó sin
regularse en la Ley de tierras baldías la posibilidad de prescriptibilidad de los
baldíos. Las leyes, sin embargo, si regularon la forma cómo los poseedores de
buena fe podían adquirir la propiedad de las tierras baldías, y cómo a los
poseedores con justo título debía ratificárseles la propiedad por documento
registrado. En esta forma se reconocieron los derechos de los poseedores a
obtener del Estado los títulos respectivos o a que el Estado les reconociera la
propiedad. La imprescriptibilidad expresa de las tierras baldíos, en realidad, sólo
fue establecida en general en la Ley de 1904, al preverse las formas precisas y
especiales de adquirirse la propiedad de los baldíos, con exclusión de cualquier
otra, incluso de la usucapión. En esa Ley, sin embargo, se reconocieron las
adquisiciones de baldíos efectuadas con anterioridad por particulares,
reconocimiento que sólo se refirió a las adquisiciones legítimas, es decir, hechas
conforme a la ley; las cuales no procedían respecto de baldíos inalienables, como
los playeros. Puede decirse entonces, en forma indubitable, que sólo fue durante
cinco años en el período 1904 a 1909, que la legislación especial declaró la
inprescrptibilidad de las tierras baldías. Con excepción de esa declaratoria
general, desde 1865 sólo se estableció la inalienabilidad de los baldíos playeros y
luego de los baldíos insulares, lo que conllevaba a su imprescripctibilidad. La ley
de 1909, tal como se señaló, además de regular ampliamente la posibilidad de la
adquisición de baldíos por venta o adjudicación, en cambio, reconoció
expresamente la posibilidad de adquirir la propiedad de los baldíos por
prescripción, y además, eliminó el régimen de la inalienabilidad de los baldíos
playeros, lo que se restableció posteriormente, en 1913. El régimen de la Ley de
1909 se recogió básicamente en las leyes posteriores, incluyendo la de 1936, en
la cual, además, se reguló a los ejidos; régimen que se completó con las
regulaciones de la Ley Orgánica de Hacienda a partir de 1918, en la que se
admitió la posibilidad de adquisición por prescripción de los bienes patrimoniales
del Estado, incluyendo los baldíos.
Por tanto, las tierras baldías, con la sola excepción de los baldíos playeros, de los
situados en islas y otros específicos vinculados al tema de los recursos naturales
forestales y de aguas que desde el Siglo XIX fueron declarados inalienables,
puede decirse que siempre han podido ser enajenadas por el Estado de acuerdo
con las previsiones establecidas, tanto en la legislación especial sobre las mismas,
como en los Códigos Civiles y las leyes de hacienda pública (bienes nacionales).
Es decir, desde siempre, desde la época colonial y en particular, desde la primera
regulación legal en la materia de Venezuela de 1848 en adelante hasta 1960 (Ley
de Reforma Agraria), las tierras baldías pudieron ser enajenadas a particulares y
adquiridas en propiedad por estos, por lo que el origen de la tradición legal de la
propiedad privada de tierras rurales en Venezuela puede legalmente fijarse en
cualquier año hasta 1960. A partir de esa fecha, como se dijo, Ley de Reforma
Agraria estableció que no podían enajenarse, gravarse ni arrendarse las tierras
afectadas a la reforma agraria, entre las cuales estaban las tierras baldías;
limitación que, sin embargo, no fue absoluta, pues quedaba a salvo el “que el
Ejecutivo Nacional lo [autorizase] por ser necesarias para otros fines de utilidad
pública o social” (art. 15). En consecuencia, hasta 1960 las tierras baldías (con las
excepciones mencionadas de baldíos playeros, insulares y otros) podían ser
enajenadas por el Estado y adquiridas por los particulares, por lo que el origen de
la propiedad rural y de la titulación podría ser cualquier año antes de 1960. En
cuanto a la posibilidad de adquisición por prescripción de tierras baldías, a pesar
de su no regulación expresa en la Ley de 1848 y de las interpretaciones que ello
podía originar, dicha posibilidad se estableció en las regulaciones del Código Civil
desde 1867 y en las regulaciones de la ley Orgánica de Hacienda desde 1918,
respecto de los bienes patrimoniales del Estado, y luego, expresamente, a partir
de la Ley de Tierras Baldías de 1909. Sólo fue durante la vigencia de la Ley de